El Lobo y Los Siete Cabritos
El Lobo y Los Siete Cabritos
El Lobo y Los Siete Cabritos
Había una vez una cabra que tenía siete cabritos, a los que quería tanto
como cualquier madre puede querer a sus hijos. Un día necesitaba ir al
bosque a buscar comida, de modo que llamó a sus siete cabritillos y les
dijo:
Pero los cabritillos, al oír una voz tan ronca, se dieron cuenta de que era
el lobo y exclamaron:
Pero el lobo había apoyado una de sus negras pezuñas en la ventana, por lo
cual los pequeños pudieron darse cuenta de que no era su madre y
exclamaron:
-No abriremos; nuestra madre no tiene la pezuña tan negra como tú. Tú
eres el lobo.
Entonces el lobo fue a buscar a un panadero y le dijo:
Por tercera vez fue el malvado lobo hasta la casa de los cabritos, llamó a
la puerta y dijo:
Muy poco después volvió del bosque la vieja cabra. Pero ¡ay!, ¡qué escena
tan dramática apareció ante sus ojos! La puerta de la casa estaba abierta
de par en par; la mesa, las sillas y los bancos, tirados por el suelo; las
mantas y la almohada, arrojadas de la cama, y el fregadero hecho
pedazos. Buscó a sus hijos, pero no pudo encontrarlos por ninguna parte.
Los llamó a todos por sus nombres, pero nadie respondió. Hasta que, al
acercarse donde estaba el más pequeño, pudo oir su melodiosa voz:
Luego, muy angustiada, salió de la casa seguida por su hijito. Cuando llegó
al prado, encontró al lobo tumbado junto al árbol, roncando tan fuerte que
hasta las ramas se estremecían. Lo miró atentamente, de pies a cabeza, y
vio que en su abultado vientre, algo se movía y pateaba. «¡Oh Dios mío! -
pensó-, ¿será posible que mis hijos vivan todavía, después de habérselos
tragado en la cena?» Entonces mandó al cabrito que fuera a la casa a
buscar unas tijeras, aguja e hilo. Luego ella abrió la barriga al monstruo
y, nada más dar el primer corte, el primer cabrito asomó la cabeza por la
abertura y, a medida que seguía cortando, fueron saliendo dando brincos
los seis cabritillos, que estaban vivos y no habían sufrido ningún daño, pues
el monstruo, en su excesiva voracidad, se los había tragado enteros.
¡Aquello sí que fue alegría! Los cabritos se abrazaron a su madre y
saltaron y brincaron como un sastre celebrando sus bodas. Pero la vieja
cabra dijo:
Los siete cabritos trajeron a toda prisa las piedras que pudieron y se las
metieron en la barriga al lobo. Luego la mamá cabra cosió el agujero con
hilo y aguja, y lo hizo tan bien que el lobo no se dio cuenta de nada, y ni
siquiera se movió.
Había una vez, una cabra que tenía 7 cabritos. Un día debía ir al bosque a
buscar comida. Llamó a sus hijos y les dijo: -Hijitos voy a ir al bosque; tengan
cuidado con el lobo, porque si entrara se los comería a todos. A veces se
disfraza, pero es conocido por su voz ronca y por sus negras pezuñas. -Mamá -
dijo el mayor- ve tranquila, porque nos cuidaremos. Y la madre emprendió el
camino hacia el bosque. No había pasado mucho tiempo, cuando alguien llamó
a la puerta diciendo: -¡Abrid, hijitos, que ha llegado mamá y les ha traído comida!
- Tú no eres mamita, ella tiene la voz dulce. Tú eres el lobo. Entonces, el lobo fue
en busca de un buhonero y le compró tiza. Se la comió y así logró suavizar la
voz. Volvió, tocó y dijo: -¡Abran, hijitos, que mamá ha traído comida para todos!
Pero apoyó una de sus negras pezuñas en la ventana. -Mamita no tiene la
pezuña negra como tú. Tú eres el lobo.
El lobo corrió donde el molinero y le dijo: “Échame harina en la pezuña”. Como
este se negó, lo amenazó con devorarlo. Ya enharinado, corrió a casa de los
cabritos y les dijo: -¡Abran, que mamita ha vuelto y ha traído comida para todos!
-Enséñanos la pezuña, para ver si eres nuestra madre El lobo mostró su pezuña
por la ventana y los cabritos, confiados, abrieron la puerta. ¡Fue atroz! Corrieron
a esconderse; pero los halló y fue devorándolos uno a uno. Sólo el más pequeño,
que se escondió en la caja del reloj, consiguió salvarse.
Al rato volvió la cabra. ¡Qué escena tan dolorosa! Llamó a todos y nadie
contestó. Gracias a Dios, pudo oír al más pequeño: “Mamá, estoy aquí”. Le contó
todo y ella lloró inconsolablemente. Salieron de la casa y al llegar al bosque,
hallaron al lobo dormido junto a un árbol. Lo miró y vio que su vientre se movía
y pateaba: “¡Dios! -pensó-, ¿mís hijitos vivirán todavía?”.
Entonces, ella abrió la barriga al monstruo y los cabritos fueron saliendo dando
brincos, sin haber sufrido daño alguno.
-Ahora id a buscar unas grandes piedras -dijo la madre. Metieron las piedras en
la barriga del lobo, y ella la cosió pacientemente. Al despertar, el lobo se dijo:
“¿Qué me pasa? ¿Sólo 6 cabritos he comido, y en piedras se han convertido?”.
Se inclinó en el río para beber, pero el peso de las piedras lo arrastró al fondo,
ahogándose por ser tan malvado. -¡El lobo ha muerto!, -gritaron los cabritos- ¡el
lobo ha muerto!
Y, dichosos, bailaron con mamá por haberles salvado la vida.