Charlas Adolesentes

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Contra el racismo

En un avión, iniciado el vuelo, una "Señora" oprime


insistentemente el timbre para llamar a la azafata: ¿Cuál es el
problema, Señora? - Pregunta la azafata - ¿Es que no lo ve? -
Responde la dama - Me colocaron junto a un sucio INDÍGENA.
No soporto estar al lado de uno de estos seres repugnantes,
¿NO TIENE OTRO ASIENTO?. Por favor, cálmese -dice la
azafata- Casi todos los asientos están ocupados. Pero, voy a ver
si hay un lugar disponible. La azafata se aleja y vuelve de nuevo
algunos minutos más tarde: Señora, como yo pensaba, ya no
hay ningún lugar libre en la clase económica. Hablé con el
Comandante y me confirmó que no hay más sitios disponibles en
la clase económica. No obstante, tenemos aún un lugar en
primera clase. Antes de que la dama pudiera hacer el menor
comentario, la azafata sigue: Es del todo inusual permitir a una
persona de la clase económica sentarse en primera clase. Pero,
dadas las circunstancias, el Comandante encuentra que sería
escandaloso obligar a alguien a sentarse junto a una persona tan
repugnante. Todos los pasajeros alrededor, observaban la
escena, indignados. Entonces, la azafata, dirigiéndose al
indígena, le dice: Si el Señor lo desea, tome su equipaje de
mano, ya que un asiento en primera clase le espera. Y los
pasajeros, que sorprendidos, presenciaban la escena: SE
LEVANTARON Y APLAUDIERON!!!
Un granjero tenía cachorros para vender
Un niño con una amplia sonrisa le dijo: “Señor, quiero comprarle
uno de sus cachorritos”. El granjero, le respondió: estos
cachorros son de raza, y cuestan bastante dinero. He
conseguido treinta y nueve centavos ¿es esto suficiente?
Seguro, dijo el granjero, comenzando a silbar y a gritar, “Dolly,
ven aquí”. Dolly salió corriendo de su casilla y bajó la rampa
seguida de cuatro pequeñas bolas de piel. Los ojos del niño
danzaban de alegría. Entonces de la casilla salió, a hurtadillas,
otra pequeña bola, ésta era notablemente más pequeña. Se
deslizó por la rampa y comenzó a renguear en un infructuoso
intento por alcanzar al resto. El niño apretó su carita contra la
cerca y gritó con fuerzas: ¡Yo quiero a ése!, señalando al más
pequeño. El granjero le dijo: "Hijo, tú no quieres a este
cachorrito. Él nunca podrá correr y jugar contigo de la forma en
que tú quisieras”. Al oír eso, el niño bajó la mano y lentamente se
subió el pantalón en una de sus piernas. Le mostró una prótesis
de doble abrazadera de acero a ambos lados de su pierna, que
iba hasta un zapato especial. Mirando al granjero, le dijo: “Como
usted verá, señor, yo tampoco corro tan bien que digamos, y él
necesitará a alguien que lo comprenda”.
Carrera emotiva
Hace algunos años, en las olimpiadas para personas con
discapacidad de Seattle, también llamadas “Olimpiadas
especiales”, nueve participantes, todos con deficiencia mental,
se alinearon para la salida de la carrera de los cien metros lisos.
A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con
deseos de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar el
premio. Todos, excepto un muchacho, que tropezó en el piso,
cayó y rodando comenzó a llorar. Los otros ocho escucharon el
llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Vieron al
muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron: TODOS. Una
de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un
beso y le dijo: “Listo, ahora vas a ganar”. Y todos, los nueve
competidores entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta
la línea de llegada. El estadio entero se puso de pie y en ese
momento no había un solo par de ojos secos. Los aplausos
duraron largos minutos, las personas que estaban allí aquél día,
repiten y repiten esa historia hasta hoy. Porque en el fondo,
todos sabemos que lo que importa en esta vida, más que ganar,
es ayudar a los demás para vencer, aunque ello signifique
disminuir el paso y cambiar el rumbo. Porque el verdadero
sentido de esta vida no es que cada uno de nosotros gane en
forma individual sino que: TODOS JUNTOS GANEMOS.
Donante de sangre
Hace muchos años, había una niñita llamada Liz quien sufría de
una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse
aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de
5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma
enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios
para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la
niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su
hermana. Se lo vio dudar por solo un momento antes de tomar
un gran suspiro y decir: "Si, lo haré, si eso salva a Liz. "Mientras
la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al
lado de la de su hermana, sonriente viendo retornar el color a las
mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su
sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz
temblorosa: "¿A qué hora empezaré a morirme?"
Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba
que le daría toda su sangre a su hermana. Y aun así se la daba.
Da todo por quien ames.
Los zapatos del campesino
Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a
quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para
quienes seguían sus instrucciones. Mientras caminaban, vieron en el
camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un
anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar
sus labores diarias. El alumno dijo al profesor: "Hagámosle una broma;
escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver
su cara cuando no los encuentre".
Mi querido amigo - le dijo el profesor - nunca tenemos que divertirnos a
expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este
hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos
para ver cómo reacciona cuando las encuentre. Eso hizo y ambos se
ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus
tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al
ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro,
se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se
preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la
volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se
veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su
sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo
sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un
ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y
sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano
desconocida no morirían de hambre. El estudiante quedó profundamente
afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora, dijo el profesor ¿no
estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?
El joven respondió: "Usted me ha enseñado una lección que jamás
olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que
recibir".
Una verdad que duele, pero muy cierta
Durante una conferencia sobre las grandes diferencias
entre generaciones, un presumido estudiante se tomó la
molestia de explicarle a un señor mayor sentado cerca de
él, por qué le es imposible a la vieja generación
comprender a su generación:
"Usted creció en un mundo diferente, realmente casi
primitivo", dijo en voz lo suficientemente alta para que lo
escucharan alrededor.
"Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet,
teléfonos móviles, aviones jet, viajes al espacio. Nuestras
sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves
con energía nuclear y autos eléctricos y de hidrógeno.
Computadoras con procesos de velocidad de la luz…y
más".
Luego de un breve silencio el señor mayor respondió:
"Tienes razón, hijo mío; nosotros no tuvimos esas cosas
cuando éramos jóvenes...
¡ASÍ QUE LAS INVENTAMOS!
Ahora, dime arrogante, ¿qué estás haciendo TÚ PARA LA
PROXIMA GENERACION?"
¡El aplauso fue ensordecedor!
El niño y la camarera
En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de
10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La
camarera puso un vaso de agua en frente de él.
- ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con nueces? preguntó
el niño - Cincuenta peniques, respondió la camarera. El niño
saco su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
- ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar.
En ese momento había algunas personas que estaban
esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco
impaciente.
- Treinta y cinco peniques, dijo ella bruscamente. El niño volvió a
contar las monedas - Quiero el helado solo, dijo el niño. La
camarera le trajo el helado con mala cara, puso la cuenta en la
mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se
fue.
Cuando la camarera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y
entonces le costó tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto
ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco peniques.
¡Su propina!
¡Jamás juzgues a alguien solo por las apariencias!
Táctica
Dicen que una vez, había un ciego sentado en un parque, con
una gorra a sus pies y un cartel en el que, escrito con tiza
blanca, decía: POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO.
Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y
observó unas pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso
tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio.
Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se
fue. Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que
pedía limosna. Ahora su gorra estaba llena de billetes y
monedas. El ciego reconociendo sus pasos le preguntó si había
sido él quien re-escribió su cartel y sobre todo, qué era lo que
había escrito allí. El publicista le contestó: Nada que no sea tan
cierto como tu anuncio, pero con otras palabras. Sonrió y siguió
su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía:
ESTAMOS EN PRIMAVERA, Y... YO NO PUEDO VERLA.
Adopción
Una maestra estaba estudiando con su grupo de
primer grado la pintura de una familia. En la
pintura había un niño que tenía el cabello de
color diferente al resto de los miembros de la
familia. Uno de los niños del grupo sugirió que el
niño de la pintura era adoptado. Entonces, una
niña del grupo le dijo: Yo sé todo de adopciones
porque soy adoptada.
¿Qué significa ser adoptado? Preguntó otro
niño.
Significa - dijo la niña - que tú creces en el
corazón de tu mamá en lugar de crecer en su
vientre.
La arena y la roca
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto
y discutieron. Uno acabó dando al otro una bofetada. El ofendido
se agachó y escribió con sus dedos en la arena: “Hoy mi mejor
amigo me ha dado una fuerte bofetada en la cara”.
Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis, donde decidieron
bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a
ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo. Al recuperarse del posible
ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras
en una enorme piedra. Al acabar se podía leer: “Hoy mi mejor
amigo me ha salvado la vida”.
Intrigado su amigo, le preguntó:
¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora
escribes en una roca?
Sonriente, el otro respondió:
Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir la ofensa
en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargará
de borrarla y olvidarla. En cambio, cuando un gran amigo nos
ayuda o nos ocurre algo grandioso, es preciso grabarlo en la
piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de
ninguna parte del mundo podrá borrarlo.
La vida es un espejo
En un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró entrar a
dicha casa y se topó con una puerta semi-abierta; lentamente se
adentró en el cuarto y se dio cuenta que dentro de ese cuarto
había mil perritos más observándolo, como él los observaba a
ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas.
Los mil perritos hicieron lo mismo. Sonrió y les ladró alegremente
a uno de ellos, los mil perritos también le sonreían y ladraban
alegremente con él. Cuando salió del cuarto pensó: Que lugar
tan agradable. Voy a venir más seguido a visitarlo. Tiempo
después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y entro al
mismo cuarto. Pero a diferencia del primero, al ver a los mil del
cuarto se sintió amenazado, ya que lo estaban viendo de una
manera agresiva. Empezó a ladrar y vio como los mil perritos le
ladraban también a él. El perrito salió del cuarto y pensó: Que
lugar tan horrible es este. Nunca más volveré a entrar allí. En el
frente de dicha casa había un letrero que decía: "La casa de los
mil espejos". No eres responsable de la cara que tienes, eres
responsable de la cara que pones. "Todos los rostros del mundo
son espejos". Decide cual rostro llevarás por dentro y ese será el
que mostrarás. Las cosas más bellas del mundo no se ven ni se
tocan, sólo se sienten con el corazón.
Los clavos del mal genio
Esta es la historia de un joven que tenía muy mal carácter. Su
padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que
perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
Pronto la puerta se llenaba de clavos. Pero, a medida que
aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos
detrás de la puerta. Descubrió que podía controlar su genio,
pues el clavar le hacía pensar sobre su mala actitud. Llegó el día
en que pudo controlar su carácter y ya no tenía razón de clavar.
Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un
clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días
pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no
quedaban más clavos para retirar de la puerta. Era ciertamente
un gran logro, pero su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta
la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos
esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez
que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como
las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho,
pero la herida permanece y el mal se propaga. Una ofensa
verbal es tan dañina como una ofensa física. Ahora hace falta
trabajar mucho más para que la puerta quede como nueva. Hay
que reparar cada agujero y muy difícilmente lograrás que quede
como nueva."
Valora a las personas que amas
Prefiero que compartas conmigo unos pocos minutos ahora que
estoy viva y no una noche entera cuando yo muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy
viva y no apoyes tu cuerpo sobre mi cuando yo muera.
Prefiero que hagas una sola llamada ahora que estoy viva y no
emprendas un inesperado viaje cuando yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor ahora que estoy viva y no
me envíes un hermoso ramo cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy
viva y no un desgarrador poema cuando yo muera.
Prefiero escuchar un solo acorde de guitarra ahora que estoy
viva y no una conmovedora serenata cuando yo muera.
Prefiero me dediques una leve plegaria ahora que estoy viva y
no un poético epitafio sobre mi tumba cuando yo muera.
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles ahora que estoy
viva y no de grandes manifestaciones cuando yo muera.
Prefiero escucharte un poco nerviosa diciendo lo que sientes por
mí ahora que estoy viva y no un gran lamento porque no lo dijiste
a tiempo.
Así que hazlo personalmente o ya sea con un mail, una llamada
o con lo que sea, pero hazlo.
Un joven y exitoso ejecutivo
Paseaba a toda velocidad sin ninguna precaución, en su nuevo
auto deportivo. De repente, sintió un estruendoso golpe en la
puerta, se detuvo y, al bajarse, vio que un ladrillo había
estropeado su lujoso auto. Vio a un chiquillo y lo agarro por los
brazos y empujándolo hacia su auto le gritó: Es un auto nuevo y
ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro. ¿Por qué hiciste
eso? Lo siento mucho señor. "Le lance el ladrillo porque nadie se
detenía". "Es mi hermano, se descarriló su silla de ruedas, se
cayó al suelo y no puedo levantarlo". ¿Puede usted, por favor,
ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho
para mi sólito. El ejecutivo se tragó el grueso nudo que se le
formó en su garganta. Emocionado por lo que acababa de pasar,
levantó al joven del suelo, lo sentó nuevamente en su silla y sacó
su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras del
hermano de aquel chiquillo tan especial. Luego de verificar que
se encontraba bien, miró al chiquillo, y este le dio las gracias con
una gran sonrisa indescriptible. "Dios lo bendiga señor, y muchas
gracias", le dijo. El hombre vio como se alejaba el chiquillo
empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su
hermano. El ejecutivo no reparo la puerta del auto, manteniendo
la hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle que no
debe ir por la vida tan distraído y tan deprisa que alguien tenga
que lanzarle un ladrillo para que preste atención.
Gotitas de agua, llenas de amor
Un gran incendio se desató en un bosque de bambú. Las llamas
alcanzaban grandes alturas. Un pequeño Colibrí fue al río, mojó
sus alas y regresó sobre el gran incendio, agitándolas con la
intención de apagar el fuego. Incesantemente iba y venía con
sus alas cargadas de agua. Los otros animales observaban
sorprendidos la actitud de la pequeña ave y le preguntaron: Oye,
¿por qué estás haciendo eso? ¿Cómo es posible? ¿Cómo crees
que con esas gotitas de agua puedes apagar un incendio de
tales dimensiones? ¡Jamás lo podrás lograr! El Colibrí con una
gran ternura respondió: El bosque me ha dado todo, tengo un
inmenso amor por él. Yo nací en este bosque que me ha
enseñado el valor que tiene la naturaleza. Este bosque me ha
dado todo lo que soy y tengo. Este bosque es mi origen y mi
hogar, por eso y aunque no lo pueda apagar, si es necesario voy
a dejar mi vida lanzando gotitas de agua, llenas de amor. Los
otros animales entendieron el mensaje del Colibrí y entre todos le
ayudaron a apagar el incendio. Cada gotita de agua puede
apaciguar un incendio. Cada acción que con amor y entusiasmo
emprendemos, se reflejará en un mañana mejor.
“No subestimes las gotas, porque millones de ellas forman un
océano. Todo acto que con amor realizamos, regresa a nosotros
multiplicado”.
El amor, la única fuerza creativa
Un profesor universitario quiso que los alumnos de su clase de
sociología se adentrasen en los suburbios de Boston para
conseguir las historias de 200 jóvenes. A los alumnos se les pidió
que ofrecieran una evaluación del futuro de cada entrevistado.
En todos los casos los estudiantes escribieron: Sin la menor
probabilidad. 25 años después, otro profesor de sociología dio
casualmente con el estudio anterior y encargó a sus alumnos un
seguimiento del proyecto, para ver qué había sucedido con
aquellos chicos. Con la excepción de 20 individuos, que se
habían mudado o habían muerto, los estudiantes descubrieron
que 176 de los 180 restantes habían alcanzado éxitos superiores
a la media como abogados, médicos y hombres de negocios. El
profesor se quedó atónito y decidió continuar el estudio.
Afortunadamente, todas aquellas personas vivían en la zona y
fue posible preguntarle a cada una cómo explicaban su éxito. En
todos los casos, la respuesta, muy sentida, fue: Tuve una
maestra. La maestra aún vivía, y el profesor buscó a la todavía
despierta anciana para preguntarle de qué fórmula mágica se
había valido para salvar a aquellos chicos de la sordidez del
suburbio y guiarlos hacia el éxito.
-En realidad es muy simple - fue su respuesta - Yo los amaba.
El actorcito
Un niño estaba intentando conseguir una parte
en una obra en la escuela.
Su mamá contaba que el niño había puesto su
corazón en ello y ella temía que no fuera
elegido.
El día que las partes de la obra fueron
repartidas, estaba en la escuela.
El niño salió corriendo con los ojos brillantes,
con orgullo y emoción.
Adivina qué mamá, gritó y luego dijo las palabras
que permanecerán como una lección: He sido
elegido para aplaudir y animar.

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