Borges MF
Borges MF
Borges MF
E
l título de estas páginas remite obviamente al célebre “Pierre
Menard, autor del Quijote” (1939), casi un símbolo de la ma-
durez, de la largamente buscada madurez de Borges, en el
que éste planteó algunos de sus conceptos centrales y más fructífe-
ros sobre la literatura: lo que Rodríguez Monegal llamó su “poética
de la lectura”, lo que Genette llamó la “escritura como palimpsesto o
escritura en segundo grado”. Puede convenirse que toda la obra bor-
gesiana se inscribe bajo el signo de la interrogación, de la problemati-
zación permanente de las concepciones establecidas del mundo y el
hombre, del lenguaje y la literatura. Desde prácticamente sus inicios
Borges fue poniendo en entredicho el concepto simplista de autor co-
mo la personalidad privilegiada que crea, inventa o produce la obra,
el de lector como el que la consume pasivamente y el de la obra mis-
ma como texto cerrado e inalterable. “Pierre Menard” está construi-
do sobre la paradoja del escritor como lector y del lector como escri-
tor: leer es crear textos nuevos, crear es leer textos anteriores. Escribe
Borges:
1 Este trabajo es la reelaboración de una ponencia que presenté con el mismo título en
Fierro fue el eje en torno al que giró gran parte de su constante pre-
ocupación por la literatura y la identidad de su país. Estuvo en la
biblioteca de Palermo, junto a “los ilimitados libros ingleses”, pero
en varias ocasiones el escritor recordó que tuvo que empezar a leerlo
a hurtadillas, porque su madre, Leonor Acevedo, se lo había prohi-
bido: “El sentir de mi madre se basaba en el hecho de que Hernán-
dez había sido un partidario de Rosas, y por lo tanto, enemigo de
nuestros ancestros unitarios” (Ensayo autobiográfico 16). Y que para él
no fue más que un libro de aventuras: “los muchachos leían el Mar-
tín Fierro como ahora leen a Van Dine o a Emilio Salgari; a veces
clandestina y siempre furtiva, esa lectura era un placer y no el cum-
plimiento de una obligación pedagógica” (El Martín Fierro, OCC
513). El acercamiento prohibido pero placentero fue un signo de su
fascinación rechazada, de las problemáticas relaciones que en ade-
lante iba a mantener con la obra. Pues su descubrimiento vino, ade-
más, a coincidir con el redescubrimiento que a partir del Centenario
y de las lecturas de Leopoldo Lugones en El payador (1916) y de Ri-
cardo Rojas en su Historia de la literatura argentina (1917–1922), realiza-
ron los escritores cultos y que llevó a su canonización como poema
clásico de la Argentina y a la consagración del gaucho como mito
nacional. Desde entonces el gaucho Martín Fierro, obra y mito, se
convirtió en motivo de reflexiones y apropiaciones, identificaciones
y rechazos para quienes, desde muy diferentes posturas, hablaban
sobre o en nombre de la nación. Inevitablemente también para Bor-
ges, cuyo origen patricio le hizo sentir cierta autoridad para hablar
de la historia y la literatura patria como una historia íntima, familiar.
En su Ensayo autobiográfico cuenta también cómo a los diez años lo
llevaron a ver eso que él ya conocía como “la pampa” y “los gau-
chos”: “Siempre he llegado a las cosas después de pasar por los li-
bros” (18), dice con su aguda conciencia de las complejas relaciones
entre el mundo simbólico y el real. Y cómo antes de salir para Europa
incluso comenzó a escribir un poema sobre los gauchos bajo la in-
fluencia del gauchesco pero unitario, antirosista Hilario Ascasubi, ca-
si como un anticipo de futuras, incesantes reescrituras.
Al menos Ascasubi y Sarmiento siguieron estando en la políglota,
creciente biblioteca de Ginebra. Y Martín Fierro empezó a aparecer
como un referente constante a su vuelta a Buenos Aires, durante su
search by... | volume | author | word | > menu
2 Queda fuera de los propósitos y límites de este artículo una sistematización completa
3 Para la posición política de Borges en estos años, cfr., entre otros, Rodríguez Monegal
Borges. Una biografía 308–389 y “Borges y la política”; King 78–206; Zuleta, Louis; Laffor-
gue. Conviene, en todo caso, advertir que sus opiniones personales hay que entenderlas
sobre el fondo más amplio de las discusiones en la Argentina de la época entre la histo-
riografía liberal o tradicional y la historiografía nacionalista o revisionista, de las discu-
siones sobre el pasado y especialmente sobre la figura de Rosas, que tenían un marcado
carácter ideológico. En textos de los años 20 Borges había presentado a Rosas como una
encarnación del auténtico criollo. A partir del peronismo lo ve como un tirano sin palia-
tivos, incluso como un cobarde. Así su conciliador poema “Rosas”, de Fervor de Buenos
Aires (1923), aparece hoy en las Obras completas con la siguiente nota: “Al escribir este
poema, yo no ignoraba que un abuelo de mis abuelos era antepasado de Rosas. El hecho
nada tiene de singular, si consideramos la escasez de la población y el carácter casi inces-
tuoso de nuestra historia”. “Hacia 1922 nadie presentía el revisionismo. Este pasatiempo
consiste en 'revisar' la historia argentina, no para indagar la verdad sino para arribar a
una conclusión de antemano resuelta: la justificación de Rosas o de cualquier otro déspo-
ta disponible. Sigo siendo, como se ve, un salvaje unitario” (1: 52).
search by... | volume | author | word | > menu
citar. Allí Borges hace una declaración, que es al mismo tiempo lite-
raria y política, y que se corresponde con su visión del mundo y de
la Argentina del momento, con el “Vencen los bárbaros, los gauchos
vencen”:
4 En adelante las citas de este cuento y de “El fin” se seguirán haciendo según Obras
(…) the reader familiar with the poem would not realize until the very
end that he was being told something he already knew. (...) I have,
however, left certain tracks and hints in my version in order to pre-
vent the story from concluding on a mere trick (“Commentaries” 70).
“Tadeo” es nombre que figura como el segundo de uno de los dos Ju-
das. Judas Iscariote, traidor, y Judas Tadeo, cuya traducción es “valien-
te”. Este último, según la tradición, era pariente de Jesús y parecido a
Él en la figura y expresión del rostro. Caben, entonces, dos alusiones:
Cruz, “Tadeo”, “valiente”, estará signado desde su nombre por el
destino de la valentía y del coraje; la semejanza entre Jesús y Tadeo
puede extenderse –extensiones de planteos o alusiones religiosas a
otros planos, sólitas en Borges– a la relación Fierro y Cruz (211).
5 En cualquier caso estos “desciframientos” vienen propiciados por los mismos cuen-
tos de Borges, que especialmente en estos años tienen un fuerte carácter “cifrado”. Así
por ejemplo James Woodall observó cómo “La forma de la espada” (1942) y el citado
“Tema del traidor y del héroe” se desarrollan “en Irlanda, el primero en 1922 y el se-
gundo en 1824; Borges disfrutaba de la inútil simetría de los aniversarios: ‘La forma de
la espada’ narra un hecho ocurrido exactamente veinte años antes de ser relatado; ‘El
traidor’, un hecho ocurrido exactamente cien años antes” (197).
search by... | volume | author | word | > menu
gado en él por su ascendencia patricia. En Evaristo Carriego: “Yo afirmo –sin remilgado
temor ni novelero amor a la paradoja– que solamente los pueblos nuevos tienen pasa-
do; es decir, recuerdo autobiográfico de él; es decir, tienen historia viva” (OC 1: 107).
En “El escritor argentino y la tradición”: “En lo que se refiere a la historia argentina,
creo que todos nosotros la sentimos profundamente; y es natural que la sintamos, por-
que está, por la cronología y por la sangre, muy cerca de nosotros; los nombres, las
batallas de las guerras civiles, la guerra de la independencia, todo está, en el tiempo y
en la tradición familiar, muy cerca de nosotros” (OC 1: 272).
7 Los versos pertenecen al poema “Before the World Was Made”, la sección II de “A
Woman Young and Old”, de The Winding Stair and Other Poems, 1933 (Yeats 202). Aun-
que algo descontextualizados, Borges retiene el símbolo clave del poema: el rostro. No
deja de ser interesante que en “Nota sobre Walt Whitman”, al comentar la búsqueda
literaria de lo absoluto, “la ambición de construir un libro absoluto, un libro de los li-
bros que incluya a todos como un arquetipo platónico, un objeto cuya virtud no amino-
ren los años” (OC 1: 249), cite, entre otros, este caso: “Yeats, hacia el año de mil nove-
cientos, buscó lo absoluto en el manejo de símbolos que despertaran la memoria gené-
rica, o gran Memoria, que late bajo las mentes individuales; cabría comparar esos sím-
bolos con los ulteriores arquetipos de Jung” (OC 1: 249).
search by... | volume | author | word | > menu
noche se entienda”. Y aclara las razones que tiene para actuar así,
aludiendo pero sin nombrarlo al Martín Fierro, cuya índole se expli-
ca: “La aventura consta en un libro insigne; es decir, un libro cuya
materia puede ser todo para todos (I Corintios 9: 22), pues es capaz
de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones”. Este co-
mentario y la cita del Apóstol Pablo a los Corintios (“Me he hecho
todo para todos”), liga directamente el cuento a una serie de ensayos
escritos por Borges a partir de estos años e incluidos especialmente en
Otras inquisiciones, donde se exponen algunas de sus ideas más famo-
sas sobre la literatura y los libros, sobre los límites y posibilidades de
la creación y de la lectura.
Hemos visto que para Borges el Martín Fierro es importante por ser
un libro cuya carga mitopoética lo hace perdurable, inagotable, no
tanto por ser el “clásico” reconocido de la literatura argentina, una
“superstición” de la que nos enseñó a desconfiar (cfr. “Sobre los clási-
cos”, OC 2: 150–1). El cuento que leemos se presenta como una más –
aunque para nosotros muy concreta– entre las “repeticiones, versio-
nes, perversiones” que ese libro es capaz de suscitar; Borges es uno
más, aunque desde luego inconfundible, entre esos “comentaristas”
(palabra cargada de sentidos bíblicos y clásicos) a los que alude sin
citar: Lugones y Rojas sobre todo, también Unamuno, Calixto Oyuela,
todavía no Ezequiel Martínez Estrada, etc. De hecho, al abordar pro-
piamente la figura de Cruz, él empieza por distanciarse de ciertas
concepciones muy extendidas: “Quienes han comentado, y son mu-
chos, la historia de Tadeo Isidoro, destacan el influjo de la llanura so-
bre su formación, pero gauchos idénticos a él nacieron y murieron en
las selváticas riberas de Paraná y en las cuchillas orientales. Vivió, eso
sí, en un mundo de barbarie monótona”. Frase que parece apuntar a
las ideas, desarrolladas en sus ensayos, de que el gaucho fue más
search by... | volume | author | word | > menu
8 Por ejemplo, en las adiciones de 1950 a Evaristo Carriego: “Yo he sospechado alguna
vez que cualquier vida humana, por intrincada y populosa que sea, consta en realidad de
un momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (OC 1: 158). Y
en Literaturas germánicas medievales (1966): “Hay pocos argumentos posibles; uno de ellos
es el del hombre que da con su destino” (OCC 874). Como quedó apuntado, Borges atri-
buyó el hallazgo del “momento como cifra de una vida” o “instante revelador” a Dante:
search by... | volume | author | word | > menu
9 Borges volvió en distintos momentos sobre las figuras de Alejandro y Carlos XII. N.
A. Solórzano (242–3) advirtió que el mencionado “sueño” del padre de Cruz podría rela-
cionarse con el sueño que, según Plutarco, tuvo Filipo de Macedonia: antes de que nacie-
ra su hijo Alejandro, soñó que sellaba el vientre de su mujer con un sello que tenía la
imagen de un león, símbolo del impulso o la pasión. Además de este tipo de premoni-
ción, característico de muchas vidas heroicas, se podría añadir que a Alejandro le estuvo
reservado realizar verdaderamente el destino ambicionado por Filipo. También que el
griego Alejandro fue un hombre fascinado por lo otro, por Oriente, como el nórdico Car-
los XII lo fue por el Sur y el sargento Cruz por la barbarie. Y una nueva coincidencia sor-
prendente: el rey Carlos murió con el cráneo destrozado por una bala, como el padre de
Cruz por un sable. Borges lo imaginó en el soneto “Carlos XII”: “Supiste que vencer o ser
vencido/ son caras de un Azar indiferente,/ que no hay otra virtud que ser valiente / y
que el mármol, al fin, será el olvido./ Ardes glacial, más solo que el desierto; / nadie
llegó a tu alma y ya estás muerto” (OC 2: 286).
search by... | volume | author | word | > menu
les de esta escena al recrear la figura de Facundo Quiroga inventada por Sarmiento,
prototípica del salvajismo y de la valentía. En “Diálogo de muertos”, en que Facundo
conversa con su asesino, el cobarde Rosas, lo presenta: “la melena revuelta y la barba
lóbrega parecían comerle la cara” (OC 2: 169). El poema “La tentación”, sobre la muerte
del personaje, termina con un eco de “un motivo notorio me veda referir la pelea”: “¿A
qué concluir la historia que ya ha sido/ contada para siempre? La galera/ toma el ca-
mino de Barranca Yaco” (OC 2: 500) , porque ya está contada por Sarmiento, por él
mismo en su juvenil “El general Quiroga va en coche al muere”, y porque también vive
en la memoria colectiva.
search by... | volume | author | word | > menu
11 Para un análisis estructural del relato, según el modelo de Roland Barthes en S/Z,
sar una forma, una isla remota, que será después un relato o una poesía. Veo el fin y
veo el principio, no lo que se halla entre los dos. Esto gradualmente me es revelado,
cuando los astros o el azar son propicios” (La rosa profunda, OC 3: 77). “Cuando yo es-
cribo algo, tengo la sensación de que ese algo preexiste. Parto de un concepto general; sé
más o menos el principio y el fin, y luego voy descubriendo las partes intermedias; pero
no tengo la sensación de inventarlas, no tengo la sensación de que dependan de mi arbi-
trio; las cosas son así. Son así, pero están escondidas y mi deber de poeta es encontrarlas”
(“La poesía”, Siete noches, OC 3: 257).
search by... | volume | author | word | > menu
Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca
lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo
entendemos pero es intraducible como una música...
13 El motivo del doble vuelve a insinuarse. En realidad es una de las posibilidades in-
“El fin” no es tal, es un título falaz. Hernández había dejado una po-
sibilidad potencial de agregar un episodio que continuara y conclu-
yera, con los días del protagonista: “Hasta el fin he de seguir:/ To-
dos tienen que cumplir/ Con la ley de su destino” (II, 4484–6). Esa
posibilidad es aprovechada por Borges, pero “El fin” no es cierre de-
finitivo. Fierro mata a un hombre y su hermano mata a Fierro, con-
virtiéndose entonces en victimario, cosa que no es una simple
circunstancia, sino una forma de destino. Se eslabona así una cadena
de victimario–víctima, sin que se vea su clausura. (Podría postularse
–pese a los consejos del padre– que alguno de los hijos de Fierro
haga justicia por su mano con el Moreno...). El negro se trasmuta en
Fierro al final del relato. “El fin” es un relato de final abierto que
plantea un infinito prospectivo (229–230).
esta conjetura es errónea, pero el hecho de que haya sido formulada es una prueba de la
tensión dramática del pasaje” (OCC 553).
14 Por entonces Borges, y en concreto su interpretación del Martín Fierro, ya recibían las
críticas del “nacionalismo popular”, según la expresión de Lafforgue, quien recoge, bajo
el título “La imagen colonizada de la Argentina: Borges y el Martín Fierro” (147–167), los
ataques que realizó el peronista Juan José Hernández Arregui en Imperialismo y cultura.
La política de la inteligencia argentina (1957): el Borges heredero de la oligarquía europeísta
trató de desvalorizar el contenido social e histórico del poema y reducirlo a mera expre-
sión estética. Es a críticas como ésta a las que parece referirse con cierta displicencia el
propio escritor en alguna de sus declaraciones: “Ahora mucha gente ha dicho que yo
escribí ese cuento (“El fin”) en contra de Hernández, lo cual es absurdo. Creo que ese
cuento lo habría aprobado el artífice de Martín Fierro; salvo que como soy un mal versifi-
cador no me animé a escribirlo en verso” (Alifano 75). Para una interesante, aunque tal
search by... | volume | author | word | > menu
Más tarde Borges volvería a lamentar una y otra vez que los ar-
gentinos hubieran escogido como libro “clásico”, en el sentido de
ejemplar, al bárbaro Martín Fierro y no al civilizador Facundo 15. Sin
adelante con absoluta constancia cada vez que se refiere al tema. Puede comprobarse
en su conferencia “El libro”, al hablar nuevamente de los clásicos: “Nosotros hubiéra-
mos podido elegir el Facundo, de Sarmiento, que es nuestro libro, pero no; nosotros, con
nuestra historia militar, nuestra historia de espada, hemos elegido como libro la cróni-
ca de un desertor, hemos elegido el Martín Fierro” (Borges oral, OC 4: 169). Y en los pró-
logos –recogidos en Prólogos con un prólogo de prólogos (1975, OC 4)– a la antología El
matrero, a los mismos Martín Fierro y Facundo, y al citado Recuerdos de provincia, que
aparece en Obras completas con una “Posdata de 1974”: “Sarmiento sigue formulando la
alternativa: civilización o barbarie. Ya se sabe la elección de los argentinos. Si en lugar
de canonizar el Martín Fierro, hubiéramos canonizado el Facundo, otra sería nuestra
historia y mejor” (4: 124).
search by... | volume | author | word | > menu
OBRAS CITADAS