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Afecto

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<Afecto

El afecto es un fenómeno psicológico que, de un modo u otro intuimos que


es importante para nuestras vidas. Aparece siempre en las conversaciones
cuando hablamos sobre relaciones personales, o cuando nos da por reflexionar
sobre el amor.

Sin embargo, ¿qué es exactamente el afecto? Al ser un concepto que


utilizamos de manera intuitiva, sin pararnos mucho a pensar en su significado,
a veces caemos en errores y lo consideramos un elemento que simplemente
está ahí cuando nos relacionamos con alguien. Pero lo cierto es que se trata de
algo que no aparece y desaparece espontáneamente a medida que
socializamos con personas diferentes; está ahí siempre, y sus efectos dejan
una huella en nosotros. Veámoslo.

¿Qué es el afecto?
“All you need is love”; tal y como nos recuerda esta conocida canción de los
Beattles, el amor es algo que nos mueve y nos da fuerzas para descubrir y ver
el mundo. Pero aunque al hablar de amor solemos pensar en el amor
romántico o el que se da hacia la pareja, también existen otros muchos. Una
madre que acuna a su hijo, un amigo que está al lado en los malos momentos,
una pareja que te hace sentir más vivo que nunca. Todos ellos están unidos
por profundos lazos afectivos.

Aunque todos sabemos lo que es y lo hemos experimentado en alguna


ocasión, no resulta tan sencillo como parece darle una definición a lo que es el
afecto que sea general y tenga en cuenta las diversas situaciones o
circunstancias en las que puede aparecer. Sin, embargo, a nivel general se
puede considerar el afecto como aquella disposición que tiene una persona
o animal hacia otro ser o situación.

Frecuentemente el afecto se identifica con la emoción, pero aunque


relacionados lo cierto es que existe una diferencia: el afecto está dirigido hacia
otra persona, ser o cosa y sus niveles pueden oscilar pero suelen ser más
permanentes, mientras que las emociones son experimentadas por uno mismo
y son temporales. Generalmente el afecto se identifica y asocia con
sentimientos de amor y cariño hacia alguien, un sentimiento de unión hacia el
otro.

Se trata pues de un elemento de carácter relacional, una interacción entre


varias personas o seres (no olvidemos que también podemos sentir afecto por
las mascotas o animales, y estas también sienten afecto por nosotros y entre
ellas). Así pues no es algo que dependa solo de uno mismo, sino que está
ligado a la relación que tenemos con la persona o ser en cuestión.

Características de los lazos afectivos


El afecto es un elemento imprescindible para el ser humano, estando su
ausencia vinculada a diversas psicopatologías como la depresión, la sociopatía
o incluso siendo un factor de gran importancia en el surgimiento de
trastornos de personalidad. También predispone a enfermedades médicas o
a que éstas empeoren así como a una menor tasa de supervivencia, como en
casos de cáncer o cardiopatías.

El afecto es fluido y variable, dado que puede cambiar según cómo sea la
interacción. Se expresa de muy diversas formas, generalmente invirtiendo
energía por tal de hacer sentir bien a la otra persona (tanto si es de forma
visible como si es imperceptible por los demás). Dichas muestras de afecto a
su vez pueden recibir diferentes tipos de respuesta por parte del otro.
Y es que en muchas ocasiones el afecto no es correspondido o no se da
en el mismo nivel (podemos sentir cariño por alguien pero no amor romántico,
por ejemplo), o incluso puede resultar desagradable e indeseado por el otro
sujeto.

Aunque en este artículo nos centramos en el afecto tal y como se entiende


popularmente (el anteriormente mencionado sentimiento de unión hacia otro),
lo cierto es que también podemos hablar de afectividad positiva y negativa, en
función del tono emocional general que tengamos.
El afecto como necesidad a lo largo del ciclo vital

La capacidad de sentir, dar y recibir afecto es algo en gran medida


biológico, mediado por diferentes neurotransmisores como la oxitócica. Sin
embargo, serán en gran medida las experiencias vitales las que marquen si
sentimos afecto por alguien, por quién y de que manera expresarlo.
Surge durante las primeras etapas de nuestra vida, especialmente cuando
empezamos a recibir gratificaciones en forma de atención y las primeras
personas hacia los que lo sentimos suelen ser en la mayoría de casos nuestros
padres o cuidadores habituales, siendo algunos de los primeros seres que
somos capaces de reconocer según nuestro cerebro se va desarrollando y
permitiendo reconocer a los demás como elementos distintos a uno mismo. Y
no únicamente tras el parto, sino que también la relación existente con la
madre durante el desarrollo fetal y durante la etapa de embarazo.
Sentir y recibir afecto es algo fundamental para nuestro correcto desarrollo
emocional y cognitivo como seres humanos. Como seres gregarios que
somos y que formamos parte de una sociedad, necesitamos sentirnos parte del
grupo, sentirnos unidos a otras personas.

1. Primeros años e infancia


Y dicha necesidad es visible desde el nacimiento: el bebé necesita de un
entorno seguro y de la existencia de respuesta a sus necesidades. El contacto
físico y el afecto que recibimos en la infancia van a marcar en gran medida
nuestra actitud ante la vida: un bebé que ha sido querido podrá afrontar el
mundo con confianza en sí mismo (puesto que sus expresiones y
necesidades se han visto cubiertas), mientras que uno que ha sido desatendido
va a tender a ver el mundo como algo que no responde a sus necesidades, que
le ignora y del que desconfiar.

Recibir afecto influirá en la manera de verse a sí mismo y al mundo, a la vez


que nos hace sentir seguros, tranquilos, a salvo y a poder ver las cosas con
alegría, entusiasmo y curiosidad. La mezcla entre el temperamento del bebé y
su interacción con sus cuidadores va a determinar en gran medida el tipo de
apego que este manifieste con ellos y con el resto del mundo.

Según vamos creciendo las necesidades afectivas se amplian, empezando a


relacionarnos con otras personas y seres más allá de nuestros
cuidadores. Se empiezan a hacer las primeras amistades y vinculaciones con
otros semejantes. En la familia, la expresión de afecto y apoyo sigue siendo
fundamental, siendo una etapa en la que el niño absorbe no solo el cariño que
recibe sino también los valores y los modos de actuar más apropiados.

En cuanto al afecto en sí, es importante que lo reciba pero también que pueda
darlo, siendo importantes las reacciones de los demás ante dichas expresiones
de afecto. Que en estas relaciones infantiles podamos dar y recibir afecto
también van a marcarnos en gran medida. Y hay que tener en cuenta que el
afecto no solo se da hacia seres vivos: juguetes y objetos que son importantes
para nosotros también nos lo despiertan.

En general, personas que a lo largo de la niñez han recibido afecto suelen ser
más empáticos, mientras que los que no suelen ser más rígidos, distantes y
tender más a trastornos ansiosos y depresivos.

2. Adolescencia y adultez
Pero no solo en la infancia: la adolescencia es una etapa en la que
necesitamos de mucho afecto, en la que aprendemos a relacionarnos y
experimentamos diferentes cambios que nos hacen interesarnos más por los
otros.

Nuestro interés se aleja de la familia y se centra en el grupo de iguales (en el


cual vamos a invertir gran cantidad de esfuerzo), descubriéndonos a nosotros
mismos e intentando formar nuestra propia identidad. Las experiencias que
vivamos y que hayamos vivido, así como el afecto recibido por el camino, serán
importantes a la hora de lograr una identidad integrada y con
buena autoestima. También empieza a aparecer otro tipo de afecto, el
romántico, surgiendo las primeras experiencias amorosas.

Una vez llegamos a la adultez, la necesidad de afecto sigue y va a seguir


vigente durante toda la vida. Si bien existen individuos que no disfrutan de la
compañía, por lo general todos queremos compartir nuestra vida con otras
personas. Las relaciones se vuelven más complejas y somos mucho más
conscientes de lo que sentimos, lo que hacemos y lo que provocamos. Las
relaciones románticas cobran más importancia, aunque de una forma más
serena que en la adolescencia. Familia, amigos, pareja, hijos… todos ellos
son más o menos importantes para nosotros y van a despertar diferentes
grados de afecto.

3. La ancianidad
Aunque es un aspecto poco cuidado por la sociedad actual, la ancianidad es
una etapa difícil en que poco a poco vamos perdiendo facultades físicas y
mentales. Además, gran parte de las personas por quienes hemos sentido
afecto han muerto ya o están en la recta final de su vida, apareciendo el miedo
a perderlos. Resulta más fácil perder autonomía y sentirnos más frágiles.
Es un momento vital en que el afecto es muy necesario, pero en muchos casos
no se da suficientemente, lo que hace que existe una mayor facilidad para
enfermar y que aparezcan trastornos tales como la depresión. Y es que una
gran cantidad de ancianos se sienten solos.

Voluntad

La voluntad es la capacidad del ser humano de autodeterminación, de llevar a


cabo aquello que la inteligencia le presenta como un bien. Una primera premisa
para profundizar y comprender el funcionamiento de la voluntad es ponerla en
relación con el bien.

La voluntad busca el bien, está relacionada con el bien y no se entiende sin el,
pues entonces no existiría. Ninguna persona en su sano juicio quiere hacer el
mal por el mal, porque la voluntad tiende necesariamente al bien.

Cuando alguien realiza una acción mala, es porque ve un bien para ella en
aquello que desea conseguir, aunque objetivamente sea malo. Pongamos un
ejemplo, consumir droga no es bueno ya que tiene consecuencias nocivas en
el cuerpo del hombre, sin embargo aquellas personas que toman
estupefacientes ven detrás algo bueno, quizá se encuentren en un estado
anímico bajo y quieran estar eufóricos lo que les lleva a consumir estas
sustancias, en ocasiones será el deseo de aceptación en un determinado
ambiente… en cualquier caso vemos que esta acción no me beneficia porque
además me crea una adicción.

Entonces ¿por qué la voluntad determina consumirla? Puede deberse a


factores ambientales, a debilidad de la voluntad, a falta de criterio para discernir
que es malo para mí, a la ignorancia. En definitiva todo esto puede llevar a la
persona a tomar una decisión equivocada por un error en la fase de
deliberación de la voluntad. Puede deberse también a una enfermedad
psíquica. La inteligencia, ya se trate de cualquiera de los casos anteriores, le
presenta a la voluntad esa acción como un bien.

La voluntad necesita también ser educada, formada, orientada porque no nace


ya hecha, sino que se irá desarrollando y creciendo, haciéndose fuerte a base
de entrenamiento en acciones concretas. Cada persona es distinta, tiene un
temperamento que le caracteriza y distingue de los demás, no hay dos
personas iguales, cada uno tenemos nuestras debilidades de la voluntad que
por lo general son semejantes a las de los otros y hemos de educarla. 1.1 Sí,
quiero Voluntad viene del verbo latino volo: querer. Voluntad de querer Significa
Acto de querer Seguramente hemos escuchado en varias ocasiones la frase
querer es poder, sin ir más lejos descubrimos que nos habla de la voluntad,
que es quien tiene la fuerza de querer. ¿Cuáles son las dos facultades
superiores del hombre?

1 ENTENDIMIENTO Gobiernan toda la actividad propiamente humana

2 VOLUNTAD

Voluntario es lo que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin.


Si algo me viene impuesto de fuera, si me coaccionan a realizar una acción que
es moralmente mala, entonces no estamos ante un acto voluntario. Por tanto,
podemos señalar acciones que no son voluntarias: - Lo violento-la coacción -
Lo que no puedo conocer o no conozco: no puedo querer aquello que no
conozco

Veamos en el esquema siguiente de modo gráfico cómo es el proceso interno


previo a realizar una acción, en la que intervienen las capacidades interiores
del hombre: ENTENDIMIENTO+ VOLUNTAD LIBERTAD ACCIÓN
(Inteligencia) Conoce Decide Elige Delibera Delibera El atributo de la voluntad
es la libertad: la capacidad de elegir entre los medios más adecuados para
alcanzar el fin propuesto. La libertad reside propiamente en la voluntad, pero
sin conocimiento de la verdad y por tanto del bien no hay libertad.

Las fases de la voluntad Cualquier acción que realizamos, si miramos a cómo


ha actuado la voluntad, descubrimos los siguientes pasos:

1. Tener un objetivo, algo a conseguir. En un primer momento sin pararnos a


pensar más en profundidad, vemos en esa meta un bien, algo verdadero.

2. Deliberación. En este segundo paso analizamos las ventajas y los


inconvenientes, si me conviene o no, es entonces cuando realmente
descubrimos si ese objetivo es algo bueno.

3. Decisión. Como consecuencia lógica de los anteriores la voluntad determina


si va adelante con esa acción o no.

4. Acción. Es el último paso, la consecución del objetivo. Si este es


verdaderamente bueno, me mejorará como persona. A través de las acciones
el hombre se va haciendo, según dirija su voluntad.

Hay que contar con que podemos cometer errores en la deliberación. Esto
puede ser debido a la influencia de factores como los sentimientos, las
pasiones, la falta de reflexión necesaria, la prisa, el activismo, etc. Lo
importante es detectarlo y rectificar, si no la voluntad se va acostumbrando y
acabamos educándola mal y no llegamos a desarrollarnos en plenitud y no
alcanzamos la felicidad. 1.3 Los puntos fuertes de la voluntad Una voluntad
sana nos lleva a tener firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y
ánimo frente a las dificultades. Estos son los síntomas por los que detectamos
una voluntad bien formada. Quien tiene educada su voluntad no está atado a
las circunstancias, es más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. La
voluntad nos lleva incluso más lejos que la inteligencia. Pero educarla no tiene
que ser una tarea pesada, sino alegre, porque nos conduce a ser mejores. El
momento en que más feliz se siente una persona es cuando hace lo que debe,
lo oportuno y adecuado, aunque eso le suponga esfuerzo. Una voluntad sólida,
bien formada es como una armadura que nos permite defendernos y atacar,
nos protege de los vicios.

Es frecuente encontrarse con personas que han caído en la dependencia y han


destruido su dignidad por no haberse negado aquella primera vez, dando
rienda suelta a una felicidad ficticia; algunos de ellos no pudieron evitar las
malas compañías por temor a la crítica y la soledad, aún sabiendo que no
resultaría nada bueno, o posiblemente creyendo poder tener la voluntad de
dejarlo después.

La voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos sino


para perfeccionarlos, ningún valor puede cultivarse por sí solo si no hacemos
un esfuerzo, pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios realizados con
constancia. No es de sorprenderse que en muchas ocasiones algo que
iniciamos con gusto, al poco tiempo –ya sea por dificultades o rutina- se
convierta en un verdadero reto. En este punto nos enfrentamos a la disyuntiva:
abandonar o continuar. Es muy fácil dejarse llevar por el gusto, por aquello que
me apetece y me resulta más cómodo o fácil. En ocasiones nos lleva esto a
dejar de hacer cosas importantes; sin ir más lejos ocurre a veces que podemos
dedicar horas y horas a practicar un deporte, cultivar una afición o a salir con
los amigos, y esto nos lleva a abandonar por ejemplo el estudio, los deberes
familiares, el trabajo. La intención no basta, como tampoco el saber lo que
debemos hacer. La voluntad se manifiesta en la acción.

Desarrollo

Desarrollo significa crecimiento, progreso, evolución, mejoría. Como tal,


designa la acción y efecto de desarrollar o desarrollarse. El concepto
de desarrollopuede hacer referencia a una tarea, una persona, un país o
cualquier otra cosa.

En este sentido, podemos hablar de desarrollo cuando nos referimos a


la ejecución de una tarea o la realización de una idea: el desarrollo de un
proyecto, de un entrenamiento, de un concurso.
Como desarrollo también denominamos la explicación amplia y detallada de
un asunto o tema: “El desarrollo de mi concepto de turismo endógeno obtuvo
buena calificación”.

En el área del cálculo matemático, el desarrollo hace referencia al conjunto


de operaciones que deben hacerse para obtener un resultado y explicarlo.
Como tal, la palabra desarrollo se deriva del verbo “desarrollar”, que se
compone del prefijo “des-”, que denota negación o inversión de la acción, y
“arrollar”, del latín rotulāre, derivado de rotŭlus, que traduce ‘rodillo’. En este
sentido, desarrollar es una derivación de desenrollar, y puede significar
desenvolver, extender o ampliar.

Desarrollo económico
Como desarrollo económico se designa el crecimiento continuo y sostenido
de la capacidad de un país o región para generar riqueza, así como para
mantener e incrementar su capital financiero, todo lo cual se traduce en la
posibilidad de ofrecer a sus ciudadanos óptimos niveles de prosperidad y
bienestar.
Las naciones del mundo, por lo general, persiguen el desarrollo
económico como primer objetivo hacia un desarrollo integral (humano, social)
de sus países, para lo cual, desde luego, es fundamental contar con una
economía fuerte y próspera como base. En caso contrario, estaríamos
hablando de países en situación de subdesarrollo.
Vea también Subdesarrollo.

Desarrollo humano
El desarrollo humano es aquel que considera fundamental que el desarrollo
económico de una nación repercuta positivamente en la calidad de vida de sus
habitantes, ofreciéndoles la posibilidad de desarrollar al máximo su potencial
productivo y creativo, tener una vida satisfecha a nivel de necesidades e
intereses, y gozar del bienestar, las oportunidades y la libertad que le brinda su
sistema económico.
En este sentido, el desarrollo humano es el siguiente paso del desarrollo
económico, y, como tal, persigue el bienestar del principal bien de una nación:
su capital humano.
Vea también Progreso.

Desarrollo social
Como desarrollo social designamos aquel enfocado en la evolución y
mejoramiento de las condiciones de vida y las relaciones entre los individuos,
grupos e instituciones que constituyen el tejido social de una nación.
Como tal, incluye aspectos como la salud, la educación, la vivienda, la
seguridad social, el empleo, y la disminución de los niveles de pobreza y
desigualdad.

En este sentido, el desarrollo social es el siguiente paso al desarrollo


económico y humano, pues su fin último es el bienestar social.
Vea también Desarrollo social.

Desarrollo personal
El desarrollo personal hace referencia al conjunto de técnicas motivacionales
articuladas con principios de la psicología, la ciencia y el espiritualismo,
orientadas a ofrecer a las personas herramientas de crecimiento personal.
Como tal, el desarrollo personal, también conocido en el ámbito editorial
como autoayuda y en el terapéutico motivacional
como superación o crecimiento personal, le plantea a la persona la toma de
conciencia de sí misma, de sus pensamientos, sentimientos, inquietudes y
problemas, con el objetivo de que sea capaz de comprenderlos, aceptarlos y
dominarlos para su propio provecho, ya sea en la vida personal o profesional.

En este sentido, su n 11 objetivo es lograr que el individuo alcance, con


las herramientas que le proporciona, la plenitud de su potencial personal.

Subjetividad

La subjetividad es la percepción y valorización personal y parcial sobre un


asunto, idea, pensamiento o cultura.
La subjetividad se asocia a la incorporación de emociones y sentimientos al
expresar ideas, pensamientos o percepciones sobre objetos, experiencias,
fenómenos o personas. De esta manera, la subjetividad es una cualidad
humana, ya que es inevitable expresar estando fuera de uno mismo.

En filosofía, la subjetividad es considerada una propiedad intrínseca del


conocimiento, ya que este se constituye de argumentos y experiencias que
emanan desde la percepción de alguien.

En psicología, la subjetividad es lo que es propio del sujeto singular. Esto


quiere decir que la subjetividad es humana, ya que todos presentan un punto
de vista.

A pesar de la elaboración de parámetros para definir con mayor exactitud lo


que se considera verdadero u objetivo, los intereses y las motivaciones
afectarán inevitablemente cualquier respuesta, conclusión o conocimiento.

La subjetividad puede ser negativa o positiva. Desde un punto de vista


negativo, la subjetividad puede llevar a prejuicios como, por ejemplo, condenar
formas culturales diferentes a las propias. De manera positiva, la subjetividad
ayuda a la aceptación de ideas diferentes a las propias como, por ejemplo,
aceptar que el mejor artista del mundo para unos puede ser el peor para otros.

La subjetividad de los valores es uno de los ejemplos más claros, ya que


difieren de cultura en cultura y de religión en religión.

Sinónimos de subjetividad son relatividad, particularidad, individualidad y


parcialidad.

Subjetividad social
La subjetividad social se refiere a la interpretación que un grupo, comunidad o
sociedad tiene de la realidad. La subjetividad depende de factores y
experiencias individuales, pero, al vivir en sociedad, cada individuo se
impregna de la representación social que se construye a su alrededor.

La subjetividad social será influenciada por las variables culturales, políticas y


económicas desde donde se genera, y afectará, a su vez, estos mismos
factores.

Subjetividad y cultura
La cultura como patrimonio social se construye sobre la interpretación,
valorización y percepción de un tipo de realidad que pertenece a un pueblo o
sociedad. En este sentido, la subjetividad se encuentra en la base de cada
cultura generando diversidad cultural.

En la antropología, la subjetividad en la cultura se denomina relativismo


cultural. En este sentido, el relativismo cultural es una corriente que estudia y
analiza cada cultura desde sus propias percepciones y subjetividades.

Subjetividad y objetividad
Lo contrario de subjetividad es objetividad. La objetividad presenta una realidad
de manera neutra evitando incluir sentimientos o puntos de vista individuales.
La subjetividad, en cambio, se enfatiza en las emociones personales para
expresar argumentos o realidades personales.

Conciencia

on origen en el vocablo latino conscientia (“con conocimiento”),


la conciencia es el acto psíquico mediante el cual una persona se percibe a
sí misma en el mundo. Por otra parte, la conciencia es una propiedad del
espíritu humano que permite reconocerse en los atributos esenciales.
Resulta difícil precisar qué es la conciencia, ya que no tiene un correlato físico.
Se trata del conocimiento reflexivo de las cosas y de la actividad mental que
sólo es accesible para el propio sujeto. Por eso, desde afuera, no pueden
conocerse los detalles de lo consciente.
La etimología de la palabra indica que la conciencia incluye aquello que el
sujeto conoce. En cambio, las cosas inconscientes son las que aparecen en
otro nivel psíquico y que son involuntarias o incontrolables para el individuo.

La filosofía considera que la conciencia es la facultad humana para decidir


acciones y hacerse responsable de las consecuencias de acuerdo a la
concepción del bien y del mal. De esta manera, la conciencia sería un concepto
moral que pertenece al ámbito de la ética.

La conciencia para la psicología


Para la psicología, la conciencia es un estado cognitivo no-abstracto que
permite que una persona interactúe e interprete con los estímulos externos que
forman lo que conocemos como la realidad. Si una persona no tiene
conciencia, se encuentra desconectada de la realidad y no percibe lo actuado.

La psicología distingue entre los niveles consciente (establece las


prioridades), preconsciente (depende del objetivo a cumplir)
e inconsciente (no se racionaliza). La estructura de la conciencia está dada
por la relación que establecen estos tres niveles.

A través de la conciencia un individuo consigue tener una noción de sí mismo


y de su entorno; es uno de los elementos que asegura la supervivencia de un
ser vivo, pues le permite estar alerta a los peligros y actuar en consecuencia.
Este proceso, aunque resulta sumamente sencillo a simple vista, es el
resultado de varios fenómenos psíquicos que tienen lugar en la mente de los
individuos a cada instante sin que él tenga total noción de ello. Para resumirlo,
este proceso consiste en percibir el entorno a través de los sentidos y
analizarlo con la información que se tiene (las cuales fueron desarrolladas a
partir de las experiencias con las que el individuo haya tenido que enfrentarse),
la memoria.

Si la conciencia de un individuo funciona del modo “adecuado”, las


valoraciones que éste hará sobre su realidad serán claras y le permitirán llevar
una vida estable; si por el contrario, dado que ha padecido determinadas
situaciones traumáticas, puede que su manera de entender en entorno no sea
lúcida y, por ende, tome decisiones que causarán desajustes en su
entorno. En este punto puede decirse que lucidez y claridad son sinónimos
son para la psiquiatría los aspectos que definen una conciencia sana.

Cuando estamos despiertos nuestra conciencia se encuentra alerta y sólo se


relaja cuando dormimos, momento en el que el subconsciente puede
expresarse y lo hace a través de los sueños; por eso muchos especialistas
basan sus estudios sobre el universo psíquico de los pacientes teniendo en
cuenta aquello que recuerdan de los sueños, pues en ese momento no existen
estructuras ni preconceptos y lo que se muestra sale sin ser analizado,
pudiendo acceder a un espacio del individuo que durante el estado de
conciencia se encuentra absolutamente oculto.
Es importante señalar que una de las causas de las alteraciones en la
conciencia pueden ser problemas biológicos y psicológicos. El abuso de
ciertas sustancias tóxicas como alcohol y fármacos, puede afectar
determinadas zonas del cerebro y provocar alteraciones en la conciencia que
pueden ser de diferentes niveles. También ciertas enfermedades
psiquiátricas como la ansiedad y la depresión, pueden causar los mismos
trastornos en la forma en la que el individuo concibe la realidad.

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