Del Hospital de Santa Eulalia Al Hospital de Campaña

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DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA

La misericordia del Señor es eterna

0-. Introducción y saludo. Las claves históricas – teológicas – pastorales


1-. La Hospitalidad: hospitium, hospitalitas et hospitale
2-. La Misericordia. Las entrañas de nuestro Dios
3-. La clave histórica: El Hospital de Santa Eulalia de Barcelona:
3.1-. Antes de Pedro Nolasco
3.2-. Con Pedro Nolasco
4-. Fundación de la Limosna de los Cautivos
4.1-. fundación y dotación (la Almoina)
4.2-. la nueva casa: el nuevo hospital de Santa Eulalia
4.3-. el nombre y título de Pedro Nolasco y de su obra
4.4-. importancia de los laicos y las hermanas.
5-. Hospitales mercedarios (Arguines, El Puig)
6-. El Hospital de Inocentes de Juan Gilabert (1409)
7-. Hospital en el Nuevo Mundo – Tierra Firme (Bula de Pío V: 1572-01-13)
Conclusiones de la primera parte
8-. La clave teológica: por la entrañable misericordia de nuestro Dios
8.1-. la acción mercedaria: hospitalidad redentora.
9-. La clave pastoral del Papa Francisco: hospital de campaña.
10-. Desafíos pastorales a la Merced del s. XXI.
Bibliografía

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 1


0-. INTRODUCCIÓN Y SALUDO. LAS CLAVES HISTÓRICAS – TEOLÓGICAS – PASTORALES

Muy buenos días. Nos hemos reunido para participar en este segundo congreso de Pastoral Parroquial
mercedaria que nos convoca en esta ciudad de Belo Horizonte, con el propósito de reflexionar juntos en
clave de pastoral parroquial, con un trasfondo importante como es la misericordia.
Siempre me ha llamado la atención al reflexionar sobre la Orden de la Merced un refrán castellano, ya
antiguo que dice: «los mercedarios son pocos, mas fácenlo bien». Y ese refrán no lo hemos inventado no-
sotros.
Junto con esta pequeña broma, cuando uno va conociendo la Orden de la Merced descubre una multitud
de obras carismáticas, asistenciales, caritativas… casi inabarcables. Recientemente en la visita canónica del
Maestro General de la Orden de la Merced, fray Juan Carlos Saavedra Lucho y un servidor a esta provincia
de Brasil nos quedábamos asombrados por la multitud de iniciativas que cada una de las comunidades y
presencias mercedarias llevan a cabo. Casi inabarcables. Y en todos los ámbitos posibles.
¿A qué se debe esta proliferación de la caridad redentora mercedaria, esta misericordia con los más nece-
sitados de la sociedad?
Hace unos años (antes del año 2000) se reflexionaba buscando una obra común que identificase a los mer-
cedarios de todo el mundo. Y creo que no me equivoco al decir que no se encontró esa obra carismática.
Y me parece muy bien. Porque una cosa es el carisma de redención de cautivos, que es el don que recibió
san Pedro Nolasco, y por lo tanto, la gracia que se va transmitiendo a la Orden de generación en genera-
ción, y otra cosa, son las obras concretas con las que se lleva a cabo y se hace realidad concreta la acción
del Espíritu. Y es que las obras de la Merced brotan de la misericordia derramada por el Padre a través del
Espíritu Santo en todos aquellos que participan de carisma y espiritualidad mercedaria.
Esta reflexión inicial surge desde un planteamiento histórico, desde los arranques de nuestro ser y queha-
cer mercedario. Y eso qué duda cabe exige hacernos algunas preguntas, desde las cuales poder ir avanzando
y dando respuestas; porque, aunque la historia es importante, el contexto en el que nos encontramos es un
contexto pastoral y la historia se muestra como servidora de este ideal que se nos ha planteado.
Varios son los elementos que debemos tener en cuenta y que vamos a ir tratando de clarificar.
En primer lugar, porque la Orden de la Merced encuentra su identidad más profunda en ser una orden
redentora; esto es, llamada por Dios – enviada para el rescate de los cautivos, hombres (en su acepción am-
plia, sin género) caídos en manos de enemigos que profesan una religión diversa, y que se veían también
sometidos a la esclavitud. Los dos elementos: religioso y social se cruzan y alían en la definición de cautivo.
Tenemos, por tanto, una orden redentora, que dedica la mayor parte de sus esfuerzos a la liberación y
rescate de los cautivos.
En segundo lugar, es una orden de gran presencia de laicos, no faltan religiosos sacerdotes, pero por lo
menos en los momentos iniciales su presencia es muy reducida. Y resulta que estamos en un congreso de
pastoral parroquial, donde la presencia de los clérigos parece por lo menos inicialmente algo importante.
No se entienden las parroquias sin la presencia de los clérigos, aunque la inmensa mayoría sean laicos. Se
establece pues una relación muy interesante, que también se deberá abordar desde otras perspectivas.

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Y en tercer lugar, estamos tratando una realidad que quizá se nos escapa, por pertenecer a los orígenes de
la Merced: la hospitalidad, como espacio y referencia de la misma Orden de la Merced llamada del “hos-
pital de santa Eulalia”.
Estos tres elementos confluyen y se mezclan en la Merced a lo largo de su historia: redentora, parroquial
y hospitalaria, y convergen en el hoy.
Esta perspectiva histórica, como iremos viendo se sustenta en una clave teológica: la misericordia divina
(que da título también a este congreso), y que nace de la experiencia vital de Pedro Nolasco, se configura
en las Constituciones de 1272, ya desde el Proemio (Dios padre de misericordia y dador de todo consue-
lo), y a través del carisma mercedario llega hasta nuestros días.
Y la clave teológica, (junto con esta clave histórica) encuentra en el pontificado del Papa Francisco su con-
veniente clave pastoral: la Iglesia (la Merced) como hospital de campaña. Esta vertiente pastoral, impulsa-
da desde el comienzo de su pontificado, que desborda con mucho la visión de la Iglesia, como espacio de
comunión, como comunidad en marcha, como itinerancia, y como establecimiento en medio del mundo
con la fragilidad de la tienda de campaña, como hospital, como servidores de la humanidad herida.
Sin ni siquiera entrar en el tema del congreso percibimos la profundidad del planteamiento pastoral, que
desde las claves de la parroquia misionera estamos vislumbrando, y las posibilidades que ofrece al camino
mercedario, que necesitará de procesos profundos de discernimiento para responder a la llamada que la
Iglesia nos hace.


1-. LA HOSPITALIDAD: HOSPITIUM, HOSPITALITAS ET HOSPITALE.

Vamos a tomar como referencia dos diccionarios de la lengua española. La 20ª edición del Diccionario
de la Real Academia Española (1984), y el Diccionario de uso del español de María Moliner (1994), en
su 19ª reimpresión.
RAE: hospicio (del latín hospitium). m. Casa destinada para albergar y recibir peregrinos y pobres// 2.
Acción y efecto de hospedar a alguien // 3. Hospedería de las comunidades religiosas. // 4. Asilo en el que
se da mantenimiento y educación a niños pobres, expósitos o huérfanos.
RAE: hospitalidad (del latín hospitalitas-atis). f. Virtud que se ejercita con peregrinos, menesterosos y des-
validos, recogiéndolos y prestándoles la debida asistencia en sus necesidades. (tiene otras dos acepciones).
RAE: hospital (del latín hospitalis. Afable y caritativo con los huéspedes// 3 Establecimiento donde se
curan los enfermos. // 4 Casa que sirve para recoger pobres y peregrinos por tiempo limitado.
MOLINER: hospicio: Casa donde se albergaba de limosna a peregrinos y mendigos (acepción corriente).
Asilo para niños pobres, huérfanos y abandonados, sostenido por la diputación provincial en cada capital
de provincia. (siguen otras dos acepciones)
MOLINER: hospitalidad: Cualidad o actitud de hospitalario.
MOLINER: hospital: (del lat. hospitale, derivado de hospes-itis: huésped). Establecimiento donde se

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asiste a los enfermos; se da este nombre a los de asistencia gratuita, para pobres, militares, etc.; pues al cre-
arse establecimientos de esta clase de pago han ido recibiendo otros nombres para diferenciarlos de los tra-
dicionales que tenían este carácter. Casa donde se acogía por tiempo limitado a los enfermos y peregrinos.
Si retenemos algunos de los datos que nos proporcionan estos diccionarios enseguida nos iremos aden-
trando en esa obra que los mercedarios fueron desarrollando desde sus orígenes y que como manantiales
de agua fresca llegan hasta el día de hoy marcando ritmos e itinerarios de renovación.

Varias podrían ser las palabras clave:


Casa lugar y espacio
Acogida actitud vital
Gratuidad servicio que se presta

Pobres / enfermos / peregrinos (cautivos) destinatarios.

2-. LA MISERICORDIA. LAS ENTRAÑAS DE NUESTRO DIOS


No es el momento en el que hacer una muestra de cómo la misericordia es la clave para entender la vida
de Pedro Nolasco y su compromiso de dar la vida por los cautivos; pero por lo menos conviene señalarla,
aunque sea de manera indirecta, porque si no, no podremos captar la intuición carismática que con el paso
del tiempo se convirtió en voto de redención, de dar la vida.
El drama del cautiverio en el siglo XIII, en el que se desarrolla fundamentalmente la vida de Pedro Nolas-
co constituye una herida profunda que marca a la sociedad medieval y a la vida de la Iglesia. Las continuas
guerras, corso, piratería en una sociedad de frontera entre el islam y la Cristiandad provocaba multitud de
cautivos en los dos bandos, que pasaban a formar parte del botín del vencedor y mano de obra esclava y
por lo tanto barata, así como esposas y guerreros.
Una situación que, desde la mirada cristiana, respondía a no poder vivir la libertad de los hijos de Dios,
ganada por la sangre de Cristo (Gal 5,1), con un peligro real de apostasía, y por tanto, de pérdida de la
salvación eterna. Por lo tanto, los dos planos, temporal y eterno se unían, y en favor de la libertad y de la
dignidad de los hijos de Dios se comenzó a buscar modos de promover la redención. Antes que las órdenes
redentoras de la Trinidad y de la Merced, los concejos municipales se procuraron la ayuda de comerciantes
y viajeros que podrían entrar en contacto atravesando las fronteras y procurando la libertad. Pero para eso
se necesitaba el dinero. Ese es un tema muy importante: los bienes de la redención.
Nuestra reflexión sobre la misericordia comienza desde las entrañas mismas de nuestro Dios. Sólo desde
esa cosmovisión de un Dios misericordioso se puede llegar a entender la opción vital de Pedro Nolasco y
de tantos como le han sucedido, y los que se han visto impulsados a vivir desde ella.
No se podría abarcar todo. Señalo algunos textos que son significativos de la misericordia. De los muchos
que hay a lo largo y ancho de la sagrada escritura hago referencia a aquellos que pertenecen al patrimonio
más antiguo mercedario como son las constituciones de 1272.

El primero que propongo,

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Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo Alto,
para iluminar a los que están en las tinieblas y en las sombras de la muerte, y para
dirigir nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78-79).

El texto del Benedictus, con tantas resonancias veterotestamentarias, especialmente el salmo 107, expre-
sa la situación del pueblo caído en cautiverio, esclavo de mazmorras y cadenas, viviendo en tinieblas y
sombras, encadenados y en la miseria. Allí clamaron a Dios en su angustia y los salvó de la aflicción, los
sacó de las tinieblas y de las sombras… en el que Dios nos abre a la experiencia de la visita de la Palabra,
que se hace carne, iluminando la realidad humana, que se encuentra en las tinieblas. Pedro Nolasco – la
Merced ha hecho también de la visita al lugar del cautiverio, la forma de ser y de vivir, iluminando con la
misericordia redentora los pasos de los cautivos hacia la libertad.

El segundo texto, del evangelio de san Juan:


Mi mandamiento es éste: amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene
amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis
lo que yo os mando. En adelante no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he
oído a mi Padre. (Jn 15,12-15)

Así lo ha vivido la Merced desde el principio, dando vida, dando la vida, ofreciendo la vida de sus religio-
sos, religiosas y laicos en favor de los cautivos:

«para seguir, adelantar, visitar y librar a los cristianos del poder del enemigo de la Ley
de Jesucristo, todos los frailes de esta Orden, como hijos de verdadera obediencia, estén
siempre dispuestos a dar sus vidas, si es menester, como Jesucristo la dio por nosotros»

Al repasar los antiguos libros de profesiones tanto de monjas como frailes expresaban esta consagración
con las palabras usque ad mortem, signo inequívoco de su compromiso con los cautivos a los cuales se les
ofrecía la vida y la entrega cotidiana del servicio caritativo, hospitalario y redentor.

Bendito sea Dios, padre de nuestro señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de
todo consuelo. Él es quien nos conforta en todas nuestras tribulaciones, para que gracias
al consuelo que recibimos de Dios, podamos nosotros consolar a todos los que se encuen-
tran atribulados. (2Cor 1,3-4)

Este texto tan programático, lo ofrezco al inicio de esta reflexión porque es un texto que las primeras lí-
neas del proemio de las antiguas constituciones mercedarias copian y que dice así:

«así como Dios, padre de misericordia y Dios de todo consuelo y dador de alivio en toda
tribulación, por su gran misericordia, envió a Jesucristo, su Hijo a este mundo para vi-
sitar a todo el linaje humano que se hallaba en cárcel […] de semejante manera […]»

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En el texto bíblico de 2 Corintios, la imagen en la que se reflejan los cristianos es en la misericordia del
Padre. En el texto mercedario, la redención de los cautivos, la hospitalidad, y si actualizamos en nuestro
hoy, podemos decir lo mismo: la misericordia del Padre.

Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, tuve sed, fui forastero, estuve desnudo, enfermo, en
la cárcel… (Mt 25,35-36)
Y la tradición mercedaria incluyó este texto en su proemio constitucional para dar fuerza de ley a toda
su actuación, especialmente hospitalaria, y redentora. Y con una modificación que muestra claramente la
finalidad de la Orden
«a fin de que en el día del Juicio, sentados a la derecha por su gran misericordia, sean digno de oír aquella
dulce palabra que de su boca dirá Jesucristo: Venid, benditos de mi Padre, […] porque estaba en la cárcel y
vinisteis a mí, estaba enfermo y me visitasteis, tenían hambre y me disteis de comer, tenía sed y me disteis
de beber, estaba desnudo y me vestisteis, no tenía posada y me acogisteis».
La gran modificación del texto, en su adaptación mercedaria es claramente poner en primer lugar, el cau-
tiverio y la enfermedad (las dos tareas esenciales de la hospitalidad mercedaria: redención de los cautivos,
hospitalidad en el hospital de santa Eulalia). Como vemos ya desde el principio, la creatividad no está solo
en las obras, sino que se atreven incluso a modificar un texto sagrado, como es el evangelio de Mateo, y
lo adaptan a lo que consideran que es primordial. Un claro ejemplo de inculturación pastoral caritativa y
misericordiosa, porque hay que justificar el papel que se está desarrollando en el Hospital de santa Eulalia.
Estamos invocando la misericordia en clave antropológica, que no moral. No se trata de entender la mise-
ricordia en relación con el pecado y el perdón, cuanto a la misericordia como relación de amistad de Dios
con el hombre. Dios se encuentra con el ser humano en su misericordia, y establece su amistad a través
de ella. Es la gran novedad de la revelación. No es que nosotros hayamos alcanzado el conocimiento de la
divinidad y le rindamos culto, sino que Dios mismo se ha hecho cercano a nosotros por su misericordia.
La espiritualidad de Pedro Nolasco es muy rica, y muestra muchos elementos, pero la clave de la miseri-
cordia aglutina gran parte de ellas; e incluso la vertiente mariana, tan central en él y la Orden se muestra
en clave de merced – misericordia.

3-. LA CLAVE HISTÓRICA: EL HOSPITAL DE SANTA EULALIA DE BARCELONA
3.1-. Antes de Pedro Nolasco
3.2-. Con Pedro Nolasco

Teniendo en cuenta lo que hemos dicho al inicio al exponer la terminología de hospicio, hospital y hos-
pitalidad, nos damos cuenta enseguida que la comunidad cristiana para manifestar esa misericordia del
Padre fue creando diversas instituciones caritativas con las que socorrer y remediar a los más necesitados
de aquella sociedad. Instituciones apoyadas y sostenidas por el apoyo eclesiástico de rentas y bienes con las
que subvenir a las necesidades de los menesterosos. Así, la mitra y el cabildo de Barcelona, con el apoyo de
los condes crearon junto a la catedral una institución caritativa llamada Almoina (limosna, en catalán); y
junto a esa Almoina, el Hospital de Santa Eulalia, en honor a la mártir barcelonesa. Esa Pía Almoina, y ese
Hospital atendían a pobres, peregrinos, enfermos, y un largo etcétera de personas y necesidades.
Francisco Zumel, maestro general de la Merced, en 1588 escribió dos opúsculos para las Constituciones

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de la Orden de la Merced, De Vitis Patrum e De Initio ac Fundatione Ordinis de Mercede. En De Initio
ac Fundatione advierte que, en 1203, Pedro Nolasco ya redimía cautivos, en concreto realizó una redenci-
ón en Valencia. Pero, aunque dijo haber tomado el dato de unos códices antiguos, no señaló cuales eran.
Esos códices antiguos pertenecen a la Catedral de Barcelona, donde Caresmar los reseñó, y nos permiten
acercarnos, aunque sea tímidamente a la figura de Pedro Nolasco en su etapa anterior a la fundación de la
Merced. Lo tenemos como procurador de la limosna de los cautivos, con los cual se vincula la institución
del Hospital de santa Eulalia con la atención de los cautivos redimidos.
1218 marca en la tradición de la Orden la fecha de la fundación, que mantiene diferentes denominaciones
tal como aparece en la documentación que se conserva:
Limosna de los cautivos
Del hospital de santa Eulalia…
De la fundación en sí, no se conserva documentación alguna, y es posible que no se hiciera con ninguna
formalidad, como suele acontecer con los inicios. Solo desde una mentalidad excesivamente jurídica po-
demos plantear que existió un acta de fundación. No creo que sea el caso. Sí que hubo apoyo eclesiástico
y social al proyecto que se iniciaba (o que continuaba) por lo menos, si damos crédito al texto de Zumel,
desde 1203, como una institución tipo cofradía laical que gestionaba los gestos redentores de liberación de
los cautivos y la atención a los pobres, peregrinos y cautivos en el Hospital de Santa Eulalia.

«La intervención de Jaime I, dando al grupo de laicos presididos por Pedro No-
lasco, el carácter laical añadió a la acción propiamente redentora de cautivos que
aquel grupo desempeñaba, el servicio hospitalario a pobres, enfermos y peregrinos.
Por eso, el rey dotó a la nueva orden con el hospital de santa Eulalia de Barcelona»
(Devesa, La Orden de la Merced y santa Eulalia, 172).

Para percibir estos elementos nos sirven las bulas pontificias que señalan estas particularidades:

Inocencio IV (13 de enero de 1246)


«A los amados hijos, maestro y frailes del hospital de santa Eulalia de la diócesis de
Barcelona de la regla de san Agustín, en el cual se dedican al servicio divino redi-
miendo cautivos de manos de los paganos, trabajan con todas sus fuerzas al mismo
tiempo en socorrer las necesidades de los pobres que acuden de todas partes y de
los enfermos, os amonestamos a todos los fieles cristianos y os exhortamos en el
Señor y os lo aplicamos en remisión de los pecados, para convertiros en cooperado-
res de las obras de piedad, procuréis recibir a sus enviados y tratarlos con dignidad
dándoles ayudas y piadosas limosnas» (Bulario de la Orden, p. 5, nº3).

Bula de Alejandro IV (5 de abril de 1255)


«Ciertamente, los amados hijos y frailes de la casa de santa Eulalia de Barcelona, de la regla de san Agustín,
nuevos macabeos en el tiempo de la gracia,
Renunciando a los deseos seculares y abandonando los bienes propios, tomando la cruz, siguieron al Señor
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y amando a sus prójimos como a si mismos, tienen muy presente el precepto apostólico (pues, no solo
gastan abundantemente las limosnas que recogen de los fieles de Cristo en la redención de los cautivos,
sino que además no vacilan en dar sus propias vidas), por lo que se reconoce su cristianísima utilidad en
diversos lugares y sobresalen en la Iglesia, ya que entre las obras de piedad, con las que se alcanza el reino de
los cielos, la redención de los cautivos es inefablemente recomendada por Dios y por los sagrados cánones
pues para la redención de los mismos se nos manda enajenar los bienes eclesiásticos y debemos exponer
las propias personas, ¿Cuánto más habremos de exponer los bienes temporales para que, haciendo buen
negocio, podamos cambiarlos por los celestiales?
Y como, debido a la magnitud de las expensas que los dichos maestro y frailes deben hacer para socorrer
a los pobres peregrinos y atender a las necesidades de los enfermos, y principalmente para librar a los cau-
tivos de las manos de los paganos, no sean suficientes sus propios bienes, necesitan el oportuno auxilio de
los fieles para que puedan dichos frailes abrir con abundancia las entrañas de la caridad a los pobres y a los
cautivos, sobre todo, si se considera que por la redención de los cautivos han entregados sus propios bienes
hasta el punto de que sin gran ayuda de los fieles no pueden ya con sus haberes, proveer a los pobres y a
los cautivos.
Por tanto, os rogamos y amonestamos en el Señor, aplicándooslo en remisión de los pecados, que cuando
dichos frailes o sus enviados llegaren hasta vosotros, los socorráis entregándoles las agradables limosnas de
la piedad». (Bulario, p. 6, nº1)

y también algunas cartas de los reyes Jaime II y Pedro IV que dan trazos de cómo se desarrolló el inicio
de la limosna de los cautivos.
Así se expresa el rey Jaime II, en una carta al papa Bonifacio VIII (4 de enero de 1301):
«sepa vuestra Santidad, como algunos laicos de nuestra tierra, exponiendo sus bienes, los convirtieron en
precio de redención de cautivos y finalmente pidiendo públicamente limosnas por las iglesias a los fieles
de Cristo, redimían cautivos como podían».

Y Pedro IV el Ceremonioso al papa Inocencio (11 de enero de 1358):


«y como el ilustre Jame de preclara memoria, nuestro abuelo, tuviese el piadoso
propósito de favorecer la predicha obra de misericordia, les entregó o dio el hos-
pital de santa Eulalia de Barcelona y les confió su signo real debajo del signo de la
cruz, para que lo llevasen en sus vestiduras».
Este hospital que Jaime I entregó a Pedro Nolasco y sirvió no solo como domicilio, sino como identidad
carismática, en cuanto que los identificaba, y los denominaba, fue fundado en el siglo X por un hombre
piadoso llamado Guitardo, y ampliado por el conde Ramón Berenguer y su esposa Isabel.
Estaba situado junto a la catedral de Barcelona y próximo a la casa de los canónigos de la Catedral, y
colindante también con el palacio de los condes.
El hospital fue administrado por los canónigos y los responsables de la casa condal.
Establecida la primera comunidad en el hospital de santa Eulalia, así comenzó a denominarse a los reli-
giosos.

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«Los canónigos de Barcelona y los primeros mercedarios al concederles a estos el
hospital y al ser fundados en la misma catedral de Barcelona estaban muy unidos.
Formaban una sola familia. Los mercedarios acudían al coro de la catedral y am-
bos, canónigos y mercedarios recibían mutuas influencias muy beneficiosas. Con
los canónigos hubo una auténtica simbiosis en cuanto al carisma. Sabemos que
entre las antiguas costumbres de los canónigos del cabildo de la catedral se impo-
nía buscar limosnas para la redención de los cautivos». (Martí i Bonet, El carisma
redentor, 112).

4-. FUNDACIÓN DE LA LIMOSNA DE LOS CAUTIVOS
4.1-. fundación y dotación (la Almoina)
4.2-. la nueva casa: el nuevo hospital de Santa Eulalia
4.3-. el nombre y título de Pedro Nolasco y de su obra

La fundación de la Orden de la Merced no significó una diferencia en la vida (en el ser y el actuar) de la
comunidad de Pedro Nolasco y sus compañeros. Quizá podían contar con más apoyo y una mayor visi-
bilidad de su obra carismática. Pero se seguían ocupando de lo mismo, y de los mismos: los pobres y los
cautivos, redimiéndolos, y devolviéndoles la libertad perdida y la dignidad arrebatada.
La venerable tradición de la Orden señala cómo el rey Jaime I en el acto mismo de la fundación otorgó
como lugar de residencia y centro de su actividad redentora el hospital de Santa Eulalia, establecido en
el espacio cercano al palacio real y a los edificios canonicales de la catedral. Y la desbordante acción de
los mercedarios dados a recolectar limosnas, a la preparación de los viajes redentores, a la compra de los
cautivos y a su retorno a la libertad, tenían como lugar propio un hospital, donde no sólo atendían a los
cautivos redimidos, sino que se desempeñaban en las múltiples tareas de religiosos hospitalarios con la
acogida de pobres, enfermos, peregrinos… con la atención a sus necesidades.
¿Qué sabemos de la vida concreta de atención en el hospital de santa Eulalia? No sabemos mucho, porque
las normas, las costumbres y las constituciones llamadas de 1272 no hablan específicamente de ello. Pero
sí que sabemos comparando con otras instituciones del mismo género cómo podrían funcionar. De las
antiguas constituciones en su número 21, titulado De los cautivos redimidos:
«Los cautivos redimidos por los frailes hagan cuanto antes, cada uno, juramento y
homenaje al maestre o a aquel o aquellos que los redimieron de que no se apartarán
del servicio de la Orden hasta que haya pasado el tiempo que les fue señalado por el
maestre o por los redentores. Durante aquel tiempo señalado, rasúreseles la barba
y el fraile que los lleve atienda convenientemente a sus necesidades, sin murmurar.
Y transcurrido aquel tiempo, rasúreseles la barba y el córteseles el cabello y dénse-
les vestiduras nuevas, según el tiempo que sea, y provisiones convenientes para el
camino, para que vayan a sus tierras con gozo y alegría».
Sabemos cómo se tenía que despedir a los cautivos redimidos tras su estancia en el Hospital: rasurados y

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con viático hasta llegar a sus pueblos y casa, y las ropas convenientes. Y también nos expresa, cómo que-
daban sujetos al maestro general con promesa para acompañar a los redentores durante un cierto tiempo,
como justificación del buen uso de los bienes de la redención (rendición de cuentas), y como argumento
vivo para solicitar la ayuda y limosna para adentrarse en una nueva redención. Estos dos aspectos, ligados
con la economía redentora son también muy relevantes.
En la norma de las constituciones se percibe que podían surgir problemas de cautivos pobres que querían
hacer de su antigua situación un negocio. Para evitar esa tentación, la sujeción a los redentores y la atenci-
ón en el hospital de santa Eulalia «sin murmurar».
Esta convivencia en el hospital de santa Eulalia, en espacios reducidos y compartidos con muchos menes-
terosos hizo que Pedro Nolasco plantease salir del centro del burgo medieval. Y lo consiguió con la ayuda
de los laicos colaboradores y comprometidos con la obra hospitalaria y redentora. En este caso, Raimundo
de Plegamans. Este generoso benefactor compró en el espacio llamado de la Vilanova, un arenal junto al
mar, que generosamente donó en 1234 a Pedro Nolasco, para que allí construyera su casa convento, al que
le dio el mismo nombre que el de procedencia: Hospital de Santa Eulalia; pero ya no bajo la guía y patro-
cinio de la mitra y el cabildo, sino bajo su propia dirección. Ya habían crecido y no se necesitaban tutelas.
Y como hospital nació, y se gestionó hasta las reformas del siglo XVIII, y mientras duró el cautiverio.
Y si el Hospital de santa Eulalia de la catedral siguió cuidando a los pobres, mendigos, peregrinos y en-
fermos; el Hospital de santa Eulalia, junto al mar se entregó de lleno al cuidado de los cautivos redimidos.
Se pueden resaltar diversos aspectos:
- el compromiso redentor de los religiosos;
- la colaboración de los laicos,
- el nacimiento de la rama femenina de la Merced: religiosas – beatas.

Es algo muy importante sobre lo que nos detenemos en estos momentos, en que recordamos el inicio de
la obra de Pedro Nolasco.
Su obra nace como una cofradía, es decir, una con-fraternitas. Una experiencia de hermanos, laical, den-
tro de la gran corriente medieval de renovación de la vida de la Iglesia. No se crea como vida monástica,
ni anacorética, de huida del mundo, sino introduciéndose en medio de las condiciones más duras (el cau-
tiverio), para visitar y liberar.
Es una obra en la que se van asociando los laicos. Sería muy largo enumerar todos los que a lo largo de
la vida de Pedro Nolasco se van incorporando a esta hermandad (en el sentido más amplio). Señalamos
algunos de diversa índole:
Ferrer de Portell y su esposa Escalona (como matrimonio se adhieren a la Limosna de los Cautivos) el 25
de octubre de 1234;
Raimundo de Plegamans, que compra el solar para la construcción del nuevo hospital de santa Eulalia
(1232);
Ramón de Morella, que hace donación a Pedro Nolasco de la alquería de Arguines (1245), y más tarde

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del hospital que se crea allí (1251);
Bonifacio, de Valencia, que pide ser enterrado con el hábito de la Merced (1243).
Otros laicos que se incorporan a la tarea redentora, como colaboradores en la colecta de la redención:
Juan Devesa al estudiar la documentación del tiempo de Pedro Nolasco resalta la labor de los laicos que
se van comprometiendo en la tarea redentora siguiendo el ideal de vida del fundador.
Los cuestores. Eran laicos a los que se les asignaba la responsabilidad de la limosna de los cautivos en terri-
torios donde no había presencia de religiosos mercedarios. Se obligaban bajo juramento a que guardarían a
la Orden de toda infamia y que fielmente contabilizarían todo lo que fuera dado a la Orden y que respon-
derían de todo lo que hubieran recogido al comendador o lugarteniente (Constituciones de 1272, nº 12).
Los limosneros. También laicos que voluntariamente colaboraban con los redentores en los lugares más
diversos. Estos entregaban normalmente lo recogido al religioso encargado o al cuestor (Constituciones
de 1272, nº 12).
Cofradía de la limosna de los cautivos. Aunque la cofradía no se nombra en las antiguas constituciones,
como medio auxiliar de la colecta de las limosnas de la redención y del servicio en los hospitales, es eviden-
te que se fue formando en tiempo de Pedro Nolasco, y que le dio esta finalidad, tal como se desprende de
la bula de Inocencio IV Si iuxta sapientis sententiam del 13 de enero de 1245,en la que el Papa concede
a cuantos cooperaban con sus bienes a las obras de caridad del Hospital de santa Eulalia, en favor de los
cautivos y de los pobres,
«a aquellos que de sus bienes les socorriesen y se hiciesen socios de tan santa frater-
nidad y les otorgaren beneficios […] y establecemos con apostólica autoridad que
a los que forman parte de su fraternidad […]».
Es opinión de F. Gazulla que estos cofrades de la limosna de los cautivos, colaboradores en la tarea reden-
tora y hospitalaria son los precursores de la cofradía de la Merced, y de todos los laicos comprometidos
en la tarea actual de llevar adelante las obras carismáticas, sociales y redentoras de la Orden de la Merced.

La presencia femenina de la Merced, fruto del hospital de santa Eulalia.


Aunque se considera a María de Cervellón la primera mercedaria; ya antes de ella otras mujeres, cuyos
nombres no ha conservado la historia se enrolaron en la tarea hospitalaria de la Merced, donde fueron
desempeñando con caridad heroica la atención a los pobres y a los cautivos. En este contexto es donde
brota esa implicación femenina, con María de Cervelló y otras mujeres, que pueden vivir por sus medios,
habitan en sus casas y se comprometen con unos votos a la virginidad y al servicio caritativo. Con la cre-
atividad de esa comunidad de Barcelona se van expandiendo por otros lugares, especialmente en aquellos
donde los conventos de los mercedarios adquieren la forma de hospitales, tal como veremos luego, como
El Puig de Santa María.
Al señalar ahora cómo fue llamada la obra de Pedro Nolasco en sus inicios, y cómo era llamado él mismo,
quiero reivindicar ese nombre como reflejo de la obra redentora y hospitalaria que asumió en los prime-
ros años de la Merced; y cómo sin dejar de ser hospitalarios de la primera hora siguieron acogiendo a los
cautivos en sus casas hospitales. Ya hace unos años, Joaquín Millán titulaba un artículo de esta manera:
DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 11
La Merced nació en un hospital, y por ese motivo, el rey Jaime I no concedió una iglesia para los nuevos
religiosos, sino justamente el hospital de santa Eulalia como medio de vida y de actividad. De esa manera,
el antiguo hospital se enriquece en acción carismática, ya que no solo atienden a los pobres, enfermos y
peregrinos, sino también a los cautivos redimidos (Obra Mercedaria 191-192 (1989) 55).

5-. HOSPITALES MERCEDARIOS (ARGUINES Y EL PUIG DE SANTA MARÍA)


Para darnos cuenta del valor de la hospitalidad, la apertura y el servicio redentor que las comunidades
mercedarias desde la fundación de la Orden han ido desarrollando, y cómo llegan hasta hoy, quiero pre-
sentar dos antiguos hospitales mercedarios, hospicios y albergues que dieron posada, cobijo y refugio a
los necesitados. Y porque esta historia creativa y carismática puede servirnos a nosotros de estímulo para
responder en nuestro hoy.

ARGUINES
Un caballero que participó en la conquista de Valencia, Raimundo de Morella, ofreció a Pedro Nolasco
en 1245 una propiedad en un lugar llamado Arguines, en el camino real de Valencia a Zaragoza, para que
los mercedarios construyeran iglesia y convento. Este mismo caballero que seguía siendo dueño y señor de
Algar, construyó a sus expensas, a unos trescientos metros del convento de Arguines un hospital, en el que
vivió con su madre, Dª María, y al que vinculó su alquería de Algar para que con sus rentas mantuviera el
hospital. El 2 de noviembre de 1251 otorgó testamento y dispuso:
-que se le sepultara en la iglesia de Arguines,
-que el hospital de Arguines y la alquería de Algar pasaran al dominio de la Orden de la Merced,
-y que los frailes de la Merced asistieran a su madre Dª María mientras viviera.

Además, pidió el hábito mercedario, y murió como religioso al año siguiente.


Así pues, el hospital de Arguines, construido entre 1244 y 1251 continuó desde entonces regido por los
religiosos mercedarios al servicio de los pobres y transeúntes del camino de Valencia a Zaragoza, hasta
1448, cuando unos moriscos asesinaron a los frailes que lo atendían fray Juan de la Cosa y fr. Bertrando del
Mas. La Merced no solo dio mártires en la redención de cautivos, sino también en el servicio a los pobres
y enfermos en sus hospitales.
Ante esta situación, los mercedarios no renunciaron a su hospital, sino que lo trasladaron a un lugar más
seguro y defendido, es decir, dentro del recinto del convento mercedario de Arguines para seguir atendien-
do a los pobres y peregrinos. Y solo a mediados del siglo XVII se trasladaron al nuevo convento dentro de
las murallas de la ciudad de Segorbe.

12 DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M.


EL PUIG DE SANTA MARÍA
Es famosa la fundación del convento de El Puig, pero vamos a referirnos al hospital que se construyó
junto al convento y atendido por los mercedarios.
Y es que allí, Dª Margarita de Lauria construyó a mediados del siglo XIV un hospital, dotándolo de 500
sueldos anuales para comprar muebles, comida y utensilios imprescindibles para las necesidades de los
pobres que se llegasen allí. Y cuando ella murió se distribuyeron sus bienes y muebles entre otros lugares
en el mismo hospital del Puig. Como todas las instituciones medievales de este género, la fundación de
Margarita de Lauria, cuyos estatutos desconocemos, estaría destinada a acoger caritativamente a las per-
sonas necesitadas, los pauper Christi, cualquiera que fuera el origen de su necesidad. Estos hospitales eran
lugares piadosos en los que se practicaba la caridad cristiana en diversas formas, siendo una de ellas, el
cuidado de los enfermos. Hay cartas al fraile administrador del hospital para que con las rentas se costease
la lactancia de un niño expósito.
El ejercicio de la caridad para con el pobre, en su sentido más amplio que en la edad media se daba al
término, constituía pues, el objetivo de este hospital rural, donde con toda seguridad se daba acogida a
las personas enfermas, como consta porque de las rentas se compraba comida y ropa de cama para los
desvalidos que allí llegaban, así como que disponía de camas para darles reposo. Estas podrían servir para
los enfermos, pero también para los caminantes necesitados que transitaban por esa ruta de entrada a Va-
lencia. No era exactamente un albergue de peregrinos de aquellos que llegaban a venerar la imagen de la
Virgen del Puig.
Hay constancia documental de que al igual que otros hospitales se hacía cargo de la lactancia de niños
expósitos con nodrizas, atención de niños huérfanos y abandonados, junto con la atención de enfermos y
albergue de transeúntes.

6-. EL HOSPITAL DE INOCENTES DE FRAY JUAN GILABERT (1409)


(24 de febrero de 1409. Catedral de Valencia)
Sermón del fraile de la Merced, fray Juan Gilabert.

«Hay en la presente ciudad de Valencia muchas obras pías, caritativas y de gran provecho para los pobres;
pero falta una que es de suma necesidad; es decir, un hospital o casa donde los pobres inocentes y enajena-
dos fueran acogidos. Pues muchos pobres inocentes van por esta ciudad pasando grandes necesidades de
hambre, frío y malos tratos; por esta razón y tal como por su estado no saben ganar ni pedir lo que nece-
sitan para su sustento, duermen por las calles y perecen de hambre y de frío, y hay personas tan malvadas
y tan sin Dios en su conciencia, que los maltratan y ofenden y especialmente si los encuentran dormidos
los hieren, matan a algunos, y si son mujeres inocentes, sucede que abusan de ellas. Asimismo, los pobres
locos andando por la ciudad, dañan a muchas personas y esto lo conoce toda la ciudad. Por lo cual, sería
muy santo, y muy bueno, que en Valencia se hiciese una habitación u hospital en la que los dichos locos
inocentes estuvieran recogidos, de modo que no tuviesen que andar por la ciudad haciendo y recibiendo
daño» (Libro de las Constituciones del Hospital de Valencia, f. 1).

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 13


En este recorrido por el sentido de hospitalidad de la Orden de la Merced, de tal forma que pudiera ser
un estímulo en el tiempo presente para hacer realidad el deseo del Papa Francisco de que la iglesia sea un
hospital de campaña, la figura de Juan Gilabert (1350-1417), hace que nos detengamos un momento.
En 1409, se dirige a la catedral a predicar el sermón del primer domingo de cuaresma (23 de febrero),
cuando asiste a la escena del apedreamiento de un loco inocente. Este suceso le hizo que añadiese a su
sermón el texto que he transcrito.
Los enfermos mentales, locos o enajenados eran considerados en la edad media, como en los tiempos an-
teriores como “irresponsables” de sus actos, y obligando a los padres a poner en custodia a sus hijos locos
para que no dañasen a nadie; e incluso se los encerraba en las torres de las murallas o se los entregaban a
marineros para que los abandonasen en alguna isla del mar.
«La idea de crear una institución específica para los locos supone una visión moderna y avanzada, al dis-
tinguir públicamente a los locos e inocentes, de los restantes enfermos pobres y desamparados».
Juan Gilabert distingue pues tres grupos: inocentes, furiosos y mujeres. Son tres grupos excluidos por la
misma razón: sus mermadas capacidades mentales.
Los inocentes son los que sufren el daño que les ocasionan gente malvada que no tiene a Dios en los ojos
de su conciencia.
Los furiosos son aquellos enajenados que en medio de su locura agreden a los que se encuentran con él.
Las mujeres inocentes son víctimas de abusos especialmente sexual.
En primer lugar, se hace necesario la construcción de un local, un hospital. Será el llamado Hospital de
Inocentes.
En segundo lugar, hay que poner a quien cuide a los enfermos mentales. Se encargará a un grupo de laicos
entusiastas de la obra de Juan Gilabert
En tercer lugar, se dividen a los enfermos según la triple división que muestra el mercedario en el sermón.
En cuarto lugar, se aplican las terapias conocidas en el momento: el uso terapéutico de las infusiones de
hierbas, y el trabajo manual.

7-. HOSPITAL EN EL NUEVO MUNDO – TIERRA FIRME
(Bula de Pío V – 13 de enero de 1572)
Investigando y buscando algunos datos sobre la orden de la Merced me encontré con unos papeles en el
Archivo de Indias, sobre el convento de Panamá.
Este convento fue fundado en 1522, por el padre Francisco de Bovadilla, ya en el Mar del Sur, el Pacífi-
co, en la antigua ciudad de Panamá (1519), que fue destruida posteriormente por el pirata inglés Henri
Morgan (1670).
El convento no se construyó en el interior de la ciudad, sino en las periferias, en el camino de entrada

14 DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M.


y salida de la ciudad hacia el norte. Es el que menos sufrió en el ataque pirata, y que posteriormente fue
desmontada la fachada de la iglesia y reconstruida en la nueva ciudad de Panamá (Corregimiento de san
Felipe).
Panamá es el punto intermedio de la Tierra Firme entre dos océanos (Atlántico y Pacífico) y dos subcon-
tinentes (América del norte y del sur), paso obligado para los territorios del Perú, Chile… el convento era
lugar de paso no solo de los religiosos mercedarios, sino también de otros muchos que iban a misionar,
como consta por una carta del rey Felipe III, dada en Valladolid el 30 de diciembre de 1602, en el que
agradece al comendador de la Merced de Panamá por el hospedaje dado a religiosos que iban de misione-
ros a Perú.
Pues bien, ya el 13 de enero de 1572, el papa Pío V emitió un documento al obispo de Panamá, para que
constituyese en el convento mercedario un hospital. El documento denominado Pastoralis officii está en
el Registro Vaticano 2013, fol. 169r-170v, y publicado en America Pontificia II, 921-923.
A modo de conclusión a este repaso de la acción hospitalaria de la Orden de la Merced, en este espacio que
es el Hospital de Santa Eulalia en clave del papa Francisco, como hospital de campaña, podemos resumirlo
de esta manera:
La Merced nace en el centro de la ciudad, en el hospital de pobres y peregrinos, a los que a partir de 1203
se suman los cautivos de la cofradía que crea Pedro Nolasco llamada de la Limosna de los Cautivos. A
partir de 1218, ya como orden religiosa, llamada todavía de santa Eulalia. El hospital pertenece al cabildo
y cuenta con la protección real.
El primer paso que da Pedro Nolasco es irse a las periferias, a la playa, al puerto de Barcelona, donde lle-
gan los pobres cautivos, y por donde deambulan los enfermos, necesitados. Y lo primero que construye es
el hospital, el nuevo hospital de santa Eulalia. Solo después de muerto Pedro Nolasco, en 1249 solicitan
poder construir iglesia pública; y el gran convento actual es del siglo XVII construido en lo que era el
huerto del hospital. Por lo tanto, el primer movimiento de Pedro Nolasco es dirigirse a las periferias físicas,
fuera de la ciudad, fuera de las murallas, donde están los pobres, y allí pone su hospital de campaña.
Otro signo de hospitalidad es el hospital de Arguines, colocado junto al camino (una actualización del
buen samaritano que acoge al caído en el camino y lo lleva a la posada). La Merced fue estableciendo casas
a lo largo de los caminos, por donde los peregrinos pasan, en donde los enfermos son curados. Salir a las
periferias, es llegar a donde están los hombres de hoy. Salir a las periferias es salir a la intemperie, y como
vimos es también lugar de entrega de la vida, también en clave martirial, dar la vida.
El signo hospitalario de El Puig, es llegar a las periferias existenciales de los más desfavorecidos, especial-
mente los niños (expósitos, huérfanos y abandonados) y jóvenes a los que ofrecer un camino de futuro.
El signo hospitalario de Juan Gilabert es alcanzar otra periferia existencial: los locos. En este caso el ca-
mino es el inverso. Juan Gilabert pone en el centro de la ciudad, en la misma catedral a los enajenados.
Aquellos que son apedreados por la calle los trae al centro de la caridad. Y es un mercedario el que rompe
con los prejuicios a los que son sometidos y les construye casa y hospital.
Y, por último, la hospitalidad en las nuevas tierras conocidas, en este mundo que son este continente de

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 15


esperanza.
Los mercedarios construyen su convento de Panamá no en el centro, en el lugar en el que los adelantados
construían la catedral, la casa de la ciudad y colocaban a las cuatro grandes órdenes misioneras (dominicos,
franciscanos, agustinos y mercedarios), sino que la Merced se va fuera, otra vez a la periferia, alejada de la
catedral y de la casa de la ciudad, se va al camino y allí pone casa.
Y el papa Pío V quiere que el obispo ponga allí su hospital, (lo mismo que quería hacer el rey Felipe II) que
se sometan otra vez al poder. Pero los mercedarios quieren ser libres para seguir siendo signos de acogida
y de hospitalidad. Y logran vencer la imposición de un hospital eclesiástico (diocesano) para seguir siendo
espacio de acogida. En este caso vemos como acogen a los misioneros que se desplazan por el continente.
Es el hospital de campaña para los evangelizadores. La iglesia es madre que se ocupa de sus hijos, también
de los agentes de pastoral. Es comunión y comunidad, es casa de acogida y casa de reposo. La Merced es
signo de ir a estas periferias para acompañar a los misioneros y evangelizadores.

CONCLUSIONES PRIMERA PARTE
Al llegar a este punto, tenemos que hacer una pequeña parada. No todo puede ser historia de hace 800
años.
Vamos a darnos pistas que nos conduzcan a desembocar en el hospital de campaña del Papa Francisco.

El lugar: el hospital como institución: real y eclesiástica. Centro de la ciudad.


Transformación: el hospital como carisma. Periferia. Pero donde están los cautivos.
Parroquia: iglesia: hospital. Instalados en lo institucional, en los centros de poder, donde nadie me molesta
Transformación: cambio de lugar, salgo a la periferia, y me dejo llevar y guiar (discernimiento) por
el espíritu para ir a buscar a los cautivos de hoy (nuevas esclavitudes y cautividades).
Pero no sólo significa e implica cambiar de lugar físico. Mas bien no se arregla nada, aunque tenga valor
simbólico. No se puede ir a la periferia sino hay un traslado personal.
De casas construidas en piedra, que no pueden sentir el latido, a hospitales de campaña, en el que la lona
es la membrana, que permite escuchar y sentir el latido (entrañas de misericordia. Hospitales de grandes
instituciones, con todos los avances de la medicina a nuestro alcance (o al alcance de los que se lo pueden
pagar). Hospitales de campaña, donde falta casi casi lo imprescindible, pero donde todos son acogidos con
los medios con los que se cuenta.

Actitud.
Pedro Nolasco, joven mercader (buen mercader, en palabras de Pedro Citjar, en su opúsculo Tantum
quinque). ¿Qué necesidad tenía de complicarse la vida?
Existían medios para redimir. Que rediman otros: los concejos municipales, la corona, la mitra, los exeas,

16 DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M.


los mercaderes…
Existían hospitales para la atención de los pobres y peregrinos. Que los atiendan otros. Ya estaba el hospi-
tal de santa Eulalia; y funcionaba bien. ¿Para qué ir a vivir allí?
No sé si sabremos responder a estas preguntas, pero seguro que todos tenemos ya alguna intuición.
Pedro Nolasco se complica la vida, porque siendo mercader y comerciante, en lugar de ganar más dinero
invirtiendo en mercancías, comienza a invertirlo en los pobres cautivos rescatándolos, primero con sus
propios bienes, luego asociando a algunos amigos… mal negocio. Lo invierte todo y lo gasta todo.
Pero se complica la vida no solo con sus bienes, sino con su propia persona. Por eso va a vivir al hospital.
No es un oficio, como ser mercader; es una vocación, una llamada y un seguimiento. Por eso tiene que
darlo todo.
La actitud de Pedro Nolasco es la que lo cambia todo. Es el golpe a la comodidad, a quedarte a un lado
sin comprometerse, o comprometerse a medias o no dejar que la realidad de este hospital de campaña te
toque de verdad el corazón.

Gratuidad.
Clave importante en este hospital de santa Eulalia; y clave para nuestro hoy. Levantar un hospital de cam-
paña en medio de la plaza del mundo significa acercarse a nuestra realidad desde la gratuidad. Recuerdo
la terminología con la que hemos comenzado. Un hospital se define porque atiende gratis, gratuito, sin
cobrar nada. No cobrar nada a nadie. La Iglesia no es un negocio.
[Para los romanos, la vida era ocio. Y cuando no era ocio, era nec-ocio (no ocio). No valoraban mucho
el negocio, era algo negativo, había que vivir del ocio. Qué pena para ellos. Y nosotros hemos pasado a
negociar con todo].


SEGUNDA PARTE

9-. LA CLAVE TEOLÓGICA: POR LA ENTRAÑABLE MISERICORDIA DE NUESTRO DIOS


9.1-. La acción mercedaria: hospitalidad redentora

La Orden de la Merced desde sus orígenes, siguiendo la tradición hospitalaria de Pedro Nolasco, desde sus
días hasta ahora ha abierto su casa para hacer de ella hospital, casa de acogida y de entrega. El mercedario
ha sido capaz a lo largo de los siglos de entender que no bastaba con dar (limosna, albergue, comida, be-
bida, educación, atención sanitaria…), sino que había que darse.
El sentido profundo del voto de redención expresado en las constituciones a partir de 1588 y así mani-
festado en las actas de las profesiones indica el valor que los mercedarios concedían a la visita y liberación
de los cautivos.

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 17


Pedro Nolasco abrió su corazón a los pobres y cautivos como destinatarios propios del mensaje redentor
de la Merced. Y así, mientras algunos frailes colectaban limosnas, otros atendían el hospital y otros se em-
barcaban en las empresas redentoras.
De esta manera, Pedro Nolasco y con él todos los mercedarios (religiosos/as y laicos/as) han comprendido
que la auténtica libertad cristiana no puede limitarse a redimir de unas cadenas de hierro, sino que debe
abarcar y extenderse a toda situación social que aprisiones y cautive a los hijos de Dios.
En palabras de Pablo VI a la Orden: “existen más cautivos [cadenas] hoy que en el siglo XIII”.
En el tiempo de Pedro Nolasco la orden de la Merced aprendió a vivir el carisma de redención unido a
la hospitalidad como misión propia, aunque secundaria (Devesa, Documentos notariales, 23). Nuestra
Orden y Familia mercedaria se dedicó a la defensa de la fe de los cautivos, y a la hospitalidad al servicio
de los pobres.
F. Gazulla comenta en su obra La Orden de la Merced. Estudios histórico críticos, p. 198:
«No deja de llamar la atención que a fr. Pedro Nolasch le digan también Custodio y Procurador de la Li-
mosna de los Cautivos en las escrituras que de su tiempo se ha conservado, desde el año 1219. ¿Tomaría
estos nombres al posesionarse del hospital de santa Eulalia en 1218, o era ya antes su custodio y procura-
dor? […] Habiendo tanto él como otros compañeros suyos vendido todos sus bienes […] nada extraño
fuera que vivieran en este hospital como verdaderos pobres, dedicados al servicio de los más necesitados.
Además, este albergue bien podemos decir que era entones el único, donde podían acomodar a los cauti-
vos redimidos».

10-. LA CLAVE PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO: HOSPITAL DE CAMPAÑA

El Papa Francisco ha ido sorprendiendo a la Iglesia desde su elección como sucesor del apóstol Pedro el
13 de marzo de 2013. En su primera aparición en la loggia de san Pedro se inclinó ante la multitud que
abarrotaba la plaza para pedir sus oraciones y bendiciones antes de impartir la suya. Aquel gesto inaudito,
ha ido dando paso a otros que marcan la originalidad de este pontificado.
Más allá de los problemas que se abaten sobre la Iglesia podemos afirmar que se ha producido un cambio
de paradigma interpretativo de la vida eclesial.
Benedicto XVI hablaba de la continuidad. Francisco ha hecho que el cambio no lo sea en la continuidad,
sino resaltando o dando relieve a cómo en esta historia y evolución hay otras claves en las que puede or-
ganizarse la vida de la Iglesia.
Desde el Concilio Vaticano II se viene hablando de la iglesia como: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y
Templo del Espíritu. La eclesiología conciliar rechazó y dejó en un segundo plano la visión eclesiológica
de sociedad perfecta.
A los veinticinco años del Concilio en el pontificado de Juan Pablo II se insistía en la eclesiología de
comunión. Eran en definitiva visiones teológicas y profundamente miradas desde el interior y hacia el
interior.

18 DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M.


Francisco ha roto la dinámica de mirada interior y ha lanzado una mirada hacia afuera. Esa mirada y aten-
ción se llama HOSPITAL. La Iglesia es un hospital de campaña. Este nuevo paradigma es un paradigma
pastoral. No se renuncia a lo anterior, sino que se ilumina desde la nueva realidad a la que el Papa quiere
conducir.
• Desde el hospital descubrir cómo se es:
• Pueblo de Dios
• Cuerpo de Cristo
• Templo del Espíritu
• Espacio de comunión.

Así podemos entender la ruta que nos marca Francisco.

Hospitalidad. Volvemos al inicio, cuando hablábamos de la terminología: virtud que se ejercita […]
prestándoles la debida asistencia. Cualidad y actitud de hospitalario.
Más que obras y acciones, es actitudes y forma de ser (virtus), lo que, en lenguaje religioso, sería lo
que nos hace virtuosos. Por eso no son tan importantes las obras, cuanto las actitudes personales que
nos llevan a realizarlas.
Vivir la clave de la hospitalidad es la disposición interior de cada uno de los mercedarios de descubrir
las necesidades de los pobres y menesterosos y estar dispuestos a socorrerlas. ¿Cómo? Estilo merceda-
rio: vendiendo todos mis bienes, y yendo al hospital a vivir con los pobres sirviéndoles. Es un despo-
jarse de todo, para ser un pobre servidor en el hospital de campaña, el nuevo hospital de santa Eulalia.
No se puede ser hospitalario si no estás en el hospital.

Hospital de campaña. La movilidad, la disponibilidad. No tenemos tienda permanente (cf. 2Cor


5,1). Es bueno reflexionar en esta clave del hospital de campaña, como imagen de la iglesia y en este
caso de nuestra Orden y Familia mercedaria.
Tentación y peligro: nos gustan las obras, los edificios, las planificaciones, los objetivos, los resultados.
La dinámica del hospital de campaña es totalmente diversa. Es la imagen del éxodo con la presencia
de Dios que se mueve con el pueblo de Israel. La tentación llegará cuando entren en la tierra prome-
tida. Construir un templo que afiance la presencia de Dios en un lugar determinado.
En las obras redentoras la tentación es tener grandes edificios, grandes obras… con objetivos, resul-
tados… muchas cosas. Asegurando así una visibilidad, como la de Yavé en el templo de Salomón. Y
puede ser que falte lo más importante. La disponibilidad para la escucha de los gemidos de los pobres
y cautivos, y plantar la tienda del hospital en medio de ese clamor.

La Tienda: piel y resonancia. Nuestros edificios los construimos bien, con sólidos fundamentos y

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 19


aislados del ruido exterior y de las inclemencias de la climatología. La tienda está hecha de piel (en
la antigüedad), o de lonas (actualmente), que no nos aíslan, sino que nos hacen percibir todo lo que
acontece a nuestro alrededor.
Si se me permite la metáfora es como la membrana del corazón que late, que se agita, que percibe. El
hospital de campaña con su lona palpita en medio, es el corazón en medio de la ciudad, en medio de
las periferias personales, sociales y existenciales.
El hospital cura y sana; o por lo menos acompaña en el dolor y el sufrimiento.
«Tendremos todo claro, todo ordenado, pero el pueblo creyente y en búsqueda continuará a tener
hambre y sed de Dios. También, he dicho algunas veces que la Iglesia se parece a un hospital de cam-
paña: tanta gente herida, tanta gente herida… que nos pide cercanía, que nos piden aquello que pe-
dían a Jesús: cercanía, proximidad. Y con esta actitud de los escribas, de los doctores de la ley y fariseos,
¡jamás! - ¡jamás! daremos un testimonio de cercanía». (Francisco, Discurso del 19-09-2014).

Es uno de los muchos textos que se pueden aportar para indicar esta preocupación del Papa Francisco.
Tras la publicación de Evangelii Gaudium fue explicando el contenido en diversos encuentros. La idea del
hospital que viene a nuestra mente es siempre como un lugar donde uno va cuando está enfermo. No van
los sanos allí. Se va cuando a uno le duele algo, y no es capaz de sanar por sí mismo.
La iglesia se convierte de esta manera en espacio de comunión con el mundo y la humanidad herida. Pero
a la manera mercedaria.
Pedro Nolasco no esperó a que el estado, o los comerciantes liberasen a los cautivos. Se comprometió él
mismo para liberarlos.
Pedro Nolasco no esperó a que los otros cuidaran y atendieran a los pobres y necesitados. Él mismo lo
vendió todo, y se fue a vivir al hospital.
Pedro Nolasco es el fiel reflejo del auténtico hospitalario.
Resonancias pastorales y existenciales para nosotros son fáciles de sacar. No hay que esperar a otro. Soy yo
el que escucho el clamor, el que lo dejo todo y planto la tienda del hospital.
El Papa Francisco no nos pide que lo solucionemos todo, sino que seamos hospital. Ahora que tantas
guerras y destrucciones afligen a la humanidad, la Merced retoma esta experiencia más profunda de Pedro
Nolasco.
Deja atrás el antiguo hospital de santa Eulalia, que está en el centro, que pertenece al rey y al obispo y se
va a la periferia, al arenal junto al mar de Barcelona, y allí coloca su hospital. Junto al puerto, donde llegan
y desembarcan los cautivos, donde están los pobres y necesitados, en las periferias.

«Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está


llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino
también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de
la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las

20 DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M.


de toda miseria» (Card. Bergoglio, 9 de marzo de 2013 – pre cónclave).

El hospital de campaña no lo tiene todo. Para eso están los grandes complejos sanitarios; pero lleva la
presencia solidaria para atender lo más urgente, lo que no puede esperar; y sobre todo, acompaña el sufri-
miento de los que no tienen nada.
La imagen de la Iglesia como hospital de campaña muestra sus limitaciones, y a la vez el impulso que
la lleva a ser como su Señor. Limitaciones: no lo puede hacer todo, no lo puede curar todo, pero lleva lo
más importante, la presencia, la cercanía, el amor, el perdón, la solidaridad. Se sitúa en la fragilidad de
una tienda, como algo temporal, transitorio, que no puede permanecer indefinidamente (el rechazo de la
autorreferencialidad, ser el centro…)

11-. DESAFÍOS PASTORALES A LA MERCED DEL SIGLO XXI


No es fácil sintetizar y concretar las llamadas que desde este acontecer mercedario nos proyectan para el
futuro

1-. Huir de los grandes proyectos y apostar por las cosas sencillas que impliquen el compromiso per-
sonal.
2-. Ser espacios de comunión, que nacen dentro de la comunidad y que se someten al discernimiento
del Espíritu, guiados por el principio teológico de la Misericordia del Padre.
3-. No tener miedo al contacto con las periferias, abandonar nuestras seguridades (dejar el hospital de
santa Eulalia junto a la catedral y el rey, y marcharte junto a la orilla del mar, a contemplar los rostros
más doloridos del cuerpo de Cristo)
4-. Salir a los caminos, para sentarte a compartir con los peregrinos, por los que pasan por la vida sin
vivir.
5-. Darte cuenta de quienes son los rechazados en cada momento (los locos de Juan Gilabert) y sacar-
los de las periferias para llevarlos al centro.
6-. Cuidar la comunidad, crear comunión y comunidad con todos los agentes pastorales (la acogida de
los misioneros en el hospital de Panamá). No descuidar las periferias muchas veces dolorosas de tantos
cristianos que están a nuestro lado y casi no nos damos cuenta.
7-. Crear nuestro hospital de campaña con nuestra lona que no separa ni distancia, sino que permite
acompañar el sufrimiento de la humanidad.
8-. Tratar de actualizar las palabras del Papa Francisco (salida, periferia, misionera, misericordiosa) a la
realidad actual de tu parroquia o lugar de acción pastoral.
9-. Arriesgarte hasta ser capaz de dar la vida. El hospital o una iglesia en campaña no se cimienta sobre
la tierra, sino que solo se sujeta para que no se la lleve una tormenta. Libres para la acción misericor-
diosa, que implica en clave mercedaria, estar dispuesto a dar la vida como Cristo la dio por nosotros.
10-. El hospital mercedario (parroquia, comunidad) es hogar y taller donde viven y trabajan los re-
ligiosos y religiosas (la vocación de Pedro Nolasco nace en el antiguo hospital de santa Eulalia; la de

DEL HOSPITAL DE SANTA EULALIA AL HOSPITAL DE CAMPAÑA - FR. MANUEL A. ANGLÉS, O. de M. 21


María de Cervellón en el nuevo hospital de santa Eulalia) y los laicos ´(que se entregan también si-
guiendo el carisma mercedario en los caminos, recolectando limosnas, como buenos samaritanos en
los hospitales de la Merced que en tantos lugares fue abriendo para dar cabida a todos los cautivos,
pobres, peregrino y enfermos)
Y el último, el gran desafío de la creatividad de la caridad y de la misericordia:
Caritas Christi urget nos (2Cor 5,14)


BIBLIOGRAFÍA:
Para los textos del magisterio pontificio, pueden remitirse a la página web de la Santa Sede, donde se en-
cuentran todos los textos del papa Francisco.

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