Del Hospital de Santa Eulalia Al Hospital de Campaña
Del Hospital de Santa Eulalia Al Hospital de Campaña
Del Hospital de Santa Eulalia Al Hospital de Campaña
Muy buenos días. Nos hemos reunido para participar en este segundo congreso de Pastoral Parroquial
mercedaria que nos convoca en esta ciudad de Belo Horizonte, con el propósito de reflexionar juntos en
clave de pastoral parroquial, con un trasfondo importante como es la misericordia.
Siempre me ha llamado la atención al reflexionar sobre la Orden de la Merced un refrán castellano, ya
antiguo que dice: «los mercedarios son pocos, mas fácenlo bien». Y ese refrán no lo hemos inventado no-
sotros.
Junto con esta pequeña broma, cuando uno va conociendo la Orden de la Merced descubre una multitud
de obras carismáticas, asistenciales, caritativas… casi inabarcables. Recientemente en la visita canónica del
Maestro General de la Orden de la Merced, fray Juan Carlos Saavedra Lucho y un servidor a esta provincia
de Brasil nos quedábamos asombrados por la multitud de iniciativas que cada una de las comunidades y
presencias mercedarias llevan a cabo. Casi inabarcables. Y en todos los ámbitos posibles.
¿A qué se debe esta proliferación de la caridad redentora mercedaria, esta misericordia con los más nece-
sitados de la sociedad?
Hace unos años (antes del año 2000) se reflexionaba buscando una obra común que identificase a los mer-
cedarios de todo el mundo. Y creo que no me equivoco al decir que no se encontró esa obra carismática.
Y me parece muy bien. Porque una cosa es el carisma de redención de cautivos, que es el don que recibió
san Pedro Nolasco, y por lo tanto, la gracia que se va transmitiendo a la Orden de generación en genera-
ción, y otra cosa, son las obras concretas con las que se lleva a cabo y se hace realidad concreta la acción
del Espíritu. Y es que las obras de la Merced brotan de la misericordia derramada por el Padre a través del
Espíritu Santo en todos aquellos que participan de carisma y espiritualidad mercedaria.
Esta reflexión inicial surge desde un planteamiento histórico, desde los arranques de nuestro ser y queha-
cer mercedario. Y eso qué duda cabe exige hacernos algunas preguntas, desde las cuales poder ir avanzando
y dando respuestas; porque, aunque la historia es importante, el contexto en el que nos encontramos es un
contexto pastoral y la historia se muestra como servidora de este ideal que se nos ha planteado.
Varios son los elementos que debemos tener en cuenta y que vamos a ir tratando de clarificar.
En primer lugar, porque la Orden de la Merced encuentra su identidad más profunda en ser una orden
redentora; esto es, llamada por Dios – enviada para el rescate de los cautivos, hombres (en su acepción am-
plia, sin género) caídos en manos de enemigos que profesan una religión diversa, y que se veían también
sometidos a la esclavitud. Los dos elementos: religioso y social se cruzan y alían en la definición de cautivo.
Tenemos, por tanto, una orden redentora, que dedica la mayor parte de sus esfuerzos a la liberación y
rescate de los cautivos.
En segundo lugar, es una orden de gran presencia de laicos, no faltan religiosos sacerdotes, pero por lo
menos en los momentos iniciales su presencia es muy reducida. Y resulta que estamos en un congreso de
pastoral parroquial, donde la presencia de los clérigos parece por lo menos inicialmente algo importante.
No se entienden las parroquias sin la presencia de los clérigos, aunque la inmensa mayoría sean laicos. Se
establece pues una relación muy interesante, que también se deberá abordar desde otras perspectivas.
1-. LA HOSPITALIDAD: HOSPITIUM, HOSPITALITAS ET HOSPITALE.
Vamos a tomar como referencia dos diccionarios de la lengua española. La 20ª edición del Diccionario
de la Real Academia Española (1984), y el Diccionario de uso del español de María Moliner (1994), en
su 19ª reimpresión.
RAE: hospicio (del latín hospitium). m. Casa destinada para albergar y recibir peregrinos y pobres// 2.
Acción y efecto de hospedar a alguien // 3. Hospedería de las comunidades religiosas. // 4. Asilo en el que
se da mantenimiento y educación a niños pobres, expósitos o huérfanos.
RAE: hospitalidad (del latín hospitalitas-atis). f. Virtud que se ejercita con peregrinos, menesterosos y des-
validos, recogiéndolos y prestándoles la debida asistencia en sus necesidades. (tiene otras dos acepciones).
RAE: hospital (del latín hospitalis. Afable y caritativo con los huéspedes// 3 Establecimiento donde se
curan los enfermos. // 4 Casa que sirve para recoger pobres y peregrinos por tiempo limitado.
MOLINER: hospicio: Casa donde se albergaba de limosna a peregrinos y mendigos (acepción corriente).
Asilo para niños pobres, huérfanos y abandonados, sostenido por la diputación provincial en cada capital
de provincia. (siguen otras dos acepciones)
MOLINER: hospitalidad: Cualidad o actitud de hospitalario.
MOLINER: hospital: (del lat. hospitale, derivado de hospes-itis: huésped). Establecimiento donde se
El texto del Benedictus, con tantas resonancias veterotestamentarias, especialmente el salmo 107, expre-
sa la situación del pueblo caído en cautiverio, esclavo de mazmorras y cadenas, viviendo en tinieblas y
sombras, encadenados y en la miseria. Allí clamaron a Dios en su angustia y los salvó de la aflicción, los
sacó de las tinieblas y de las sombras… en el que Dios nos abre a la experiencia de la visita de la Palabra,
que se hace carne, iluminando la realidad humana, que se encuentra en las tinieblas. Pedro Nolasco – la
Merced ha hecho también de la visita al lugar del cautiverio, la forma de ser y de vivir, iluminando con la
misericordia redentora los pasos de los cautivos hacia la libertad.
Así lo ha vivido la Merced desde el principio, dando vida, dando la vida, ofreciendo la vida de sus religio-
sos, religiosas y laicos en favor de los cautivos:
«para seguir, adelantar, visitar y librar a los cristianos del poder del enemigo de la Ley
de Jesucristo, todos los frailes de esta Orden, como hijos de verdadera obediencia, estén
siempre dispuestos a dar sus vidas, si es menester, como Jesucristo la dio por nosotros»
Al repasar los antiguos libros de profesiones tanto de monjas como frailes expresaban esta consagración
con las palabras usque ad mortem, signo inequívoco de su compromiso con los cautivos a los cuales se les
ofrecía la vida y la entrega cotidiana del servicio caritativo, hospitalario y redentor.
Bendito sea Dios, padre de nuestro señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de
todo consuelo. Él es quien nos conforta en todas nuestras tribulaciones, para que gracias
al consuelo que recibimos de Dios, podamos nosotros consolar a todos los que se encuen-
tran atribulados. (2Cor 1,3-4)
Este texto tan programático, lo ofrezco al inicio de esta reflexión porque es un texto que las primeras lí-
neas del proemio de las antiguas constituciones mercedarias copian y que dice así:
«así como Dios, padre de misericordia y Dios de todo consuelo y dador de alivio en toda
tribulación, por su gran misericordia, envió a Jesucristo, su Hijo a este mundo para vi-
sitar a todo el linaje humano que se hallaba en cárcel […] de semejante manera […]»
Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, tuve sed, fui forastero, estuve desnudo, enfermo, en
la cárcel… (Mt 25,35-36)
Y la tradición mercedaria incluyó este texto en su proemio constitucional para dar fuerza de ley a toda
su actuación, especialmente hospitalaria, y redentora. Y con una modificación que muestra claramente la
finalidad de la Orden
«a fin de que en el día del Juicio, sentados a la derecha por su gran misericordia, sean digno de oír aquella
dulce palabra que de su boca dirá Jesucristo: Venid, benditos de mi Padre, […] porque estaba en la cárcel y
vinisteis a mí, estaba enfermo y me visitasteis, tenían hambre y me disteis de comer, tenía sed y me disteis
de beber, estaba desnudo y me vestisteis, no tenía posada y me acogisteis».
La gran modificación del texto, en su adaptación mercedaria es claramente poner en primer lugar, el cau-
tiverio y la enfermedad (las dos tareas esenciales de la hospitalidad mercedaria: redención de los cautivos,
hospitalidad en el hospital de santa Eulalia). Como vemos ya desde el principio, la creatividad no está solo
en las obras, sino que se atreven incluso a modificar un texto sagrado, como es el evangelio de Mateo, y
lo adaptan a lo que consideran que es primordial. Un claro ejemplo de inculturación pastoral caritativa y
misericordiosa, porque hay que justificar el papel que se está desarrollando en el Hospital de santa Eulalia.
Estamos invocando la misericordia en clave antropológica, que no moral. No se trata de entender la mise-
ricordia en relación con el pecado y el perdón, cuanto a la misericordia como relación de amistad de Dios
con el hombre. Dios se encuentra con el ser humano en su misericordia, y establece su amistad a través
de ella. Es la gran novedad de la revelación. No es que nosotros hayamos alcanzado el conocimiento de la
divinidad y le rindamos culto, sino que Dios mismo se ha hecho cercano a nosotros por su misericordia.
La espiritualidad de Pedro Nolasco es muy rica, y muestra muchos elementos, pero la clave de la miseri-
cordia aglutina gran parte de ellas; e incluso la vertiente mariana, tan central en él y la Orden se muestra
en clave de merced – misericordia.
3-. LA CLAVE HISTÓRICA: EL HOSPITAL DE SANTA EULALIA DE BARCELONA
3.1-. Antes de Pedro Nolasco
3.2-. Con Pedro Nolasco
Teniendo en cuenta lo que hemos dicho al inicio al exponer la terminología de hospicio, hospital y hos-
pitalidad, nos damos cuenta enseguida que la comunidad cristiana para manifestar esa misericordia del
Padre fue creando diversas instituciones caritativas con las que socorrer y remediar a los más necesitados
de aquella sociedad. Instituciones apoyadas y sostenidas por el apoyo eclesiástico de rentas y bienes con las
que subvenir a las necesidades de los menesterosos. Así, la mitra y el cabildo de Barcelona, con el apoyo de
los condes crearon junto a la catedral una institución caritativa llamada Almoina (limosna, en catalán); y
junto a esa Almoina, el Hospital de Santa Eulalia, en honor a la mártir barcelonesa. Esa Pía Almoina, y ese
Hospital atendían a pobres, peregrinos, enfermos, y un largo etcétera de personas y necesidades.
Francisco Zumel, maestro general de la Merced, en 1588 escribió dos opúsculos para las Constituciones
«La intervención de Jaime I, dando al grupo de laicos presididos por Pedro No-
lasco, el carácter laical añadió a la acción propiamente redentora de cautivos que
aquel grupo desempeñaba, el servicio hospitalario a pobres, enfermos y peregrinos.
Por eso, el rey dotó a la nueva orden con el hospital de santa Eulalia de Barcelona»
(Devesa, La Orden de la Merced y santa Eulalia, 172).
Para percibir estos elementos nos sirven las bulas pontificias que señalan estas particularidades:
y también algunas cartas de los reyes Jaime II y Pedro IV que dan trazos de cómo se desarrolló el inicio
de la limosna de los cautivos.
Así se expresa el rey Jaime II, en una carta al papa Bonifacio VIII (4 de enero de 1301):
«sepa vuestra Santidad, como algunos laicos de nuestra tierra, exponiendo sus bienes, los convirtieron en
precio de redención de cautivos y finalmente pidiendo públicamente limosnas por las iglesias a los fieles
de Cristo, redimían cautivos como podían».
La fundación de la Orden de la Merced no significó una diferencia en la vida (en el ser y el actuar) de la
comunidad de Pedro Nolasco y sus compañeros. Quizá podían contar con más apoyo y una mayor visi-
bilidad de su obra carismática. Pero se seguían ocupando de lo mismo, y de los mismos: los pobres y los
cautivos, redimiéndolos, y devolviéndoles la libertad perdida y la dignidad arrebatada.
La venerable tradición de la Orden señala cómo el rey Jaime I en el acto mismo de la fundación otorgó
como lugar de residencia y centro de su actividad redentora el hospital de Santa Eulalia, establecido en
el espacio cercano al palacio real y a los edificios canonicales de la catedral. Y la desbordante acción de
los mercedarios dados a recolectar limosnas, a la preparación de los viajes redentores, a la compra de los
cautivos y a su retorno a la libertad, tenían como lugar propio un hospital, donde no sólo atendían a los
cautivos redimidos, sino que se desempeñaban en las múltiples tareas de religiosos hospitalarios con la
acogida de pobres, enfermos, peregrinos… con la atención a sus necesidades.
¿Qué sabemos de la vida concreta de atención en el hospital de santa Eulalia? No sabemos mucho, porque
las normas, las costumbres y las constituciones llamadas de 1272 no hablan específicamente de ello. Pero
sí que sabemos comparando con otras instituciones del mismo género cómo podrían funcionar. De las
antiguas constituciones en su número 21, titulado De los cautivos redimidos:
«Los cautivos redimidos por los frailes hagan cuanto antes, cada uno, juramento y
homenaje al maestre o a aquel o aquellos que los redimieron de que no se apartarán
del servicio de la Orden hasta que haya pasado el tiempo que les fue señalado por el
maestre o por los redentores. Durante aquel tiempo señalado, rasúreseles la barba
y el fraile que los lleve atienda convenientemente a sus necesidades, sin murmurar.
Y transcurrido aquel tiempo, rasúreseles la barba y el córteseles el cabello y dénse-
les vestiduras nuevas, según el tiempo que sea, y provisiones convenientes para el
camino, para que vayan a sus tierras con gozo y alegría».
Sabemos cómo se tenía que despedir a los cautivos redimidos tras su estancia en el Hospital: rasurados y
Es algo muy importante sobre lo que nos detenemos en estos momentos, en que recordamos el inicio de
la obra de Pedro Nolasco.
Su obra nace como una cofradía, es decir, una con-fraternitas. Una experiencia de hermanos, laical, den-
tro de la gran corriente medieval de renovación de la vida de la Iglesia. No se crea como vida monástica,
ni anacorética, de huida del mundo, sino introduciéndose en medio de las condiciones más duras (el cau-
tiverio), para visitar y liberar.
Es una obra en la que se van asociando los laicos. Sería muy largo enumerar todos los que a lo largo de
la vida de Pedro Nolasco se van incorporando a esta hermandad (en el sentido más amplio). Señalamos
algunos de diversa índole:
Ferrer de Portell y su esposa Escalona (como matrimonio se adhieren a la Limosna de los Cautivos) el 25
de octubre de 1234;
Raimundo de Plegamans, que compra el solar para la construcción del nuevo hospital de santa Eulalia
(1232);
Ramón de Morella, que hace donación a Pedro Nolasco de la alquería de Arguines (1245), y más tarde
ARGUINES
Un caballero que participó en la conquista de Valencia, Raimundo de Morella, ofreció a Pedro Nolasco
en 1245 una propiedad en un lugar llamado Arguines, en el camino real de Valencia a Zaragoza, para que
los mercedarios construyeran iglesia y convento. Este mismo caballero que seguía siendo dueño y señor de
Algar, construyó a sus expensas, a unos trescientos metros del convento de Arguines un hospital, en el que
vivió con su madre, Dª María, y al que vinculó su alquería de Algar para que con sus rentas mantuviera el
hospital. El 2 de noviembre de 1251 otorgó testamento y dispuso:
-que se le sepultara en la iglesia de Arguines,
-que el hospital de Arguines y la alquería de Algar pasaran al dominio de la Orden de la Merced,
-y que los frailes de la Merced asistieran a su madre Dª María mientras viviera.
«Hay en la presente ciudad de Valencia muchas obras pías, caritativas y de gran provecho para los pobres;
pero falta una que es de suma necesidad; es decir, un hospital o casa donde los pobres inocentes y enajena-
dos fueran acogidos. Pues muchos pobres inocentes van por esta ciudad pasando grandes necesidades de
hambre, frío y malos tratos; por esta razón y tal como por su estado no saben ganar ni pedir lo que nece-
sitan para su sustento, duermen por las calles y perecen de hambre y de frío, y hay personas tan malvadas
y tan sin Dios en su conciencia, que los maltratan y ofenden y especialmente si los encuentran dormidos
los hieren, matan a algunos, y si son mujeres inocentes, sucede que abusan de ellas. Asimismo, los pobres
locos andando por la ciudad, dañan a muchas personas y esto lo conoce toda la ciudad. Por lo cual, sería
muy santo, y muy bueno, que en Valencia se hiciese una habitación u hospital en la que los dichos locos
inocentes estuvieran recogidos, de modo que no tuviesen que andar por la ciudad haciendo y recibiendo
daño» (Libro de las Constituciones del Hospital de Valencia, f. 1).
Actitud.
Pedro Nolasco, joven mercader (buen mercader, en palabras de Pedro Citjar, en su opúsculo Tantum
quinque). ¿Qué necesidad tenía de complicarse la vida?
Existían medios para redimir. Que rediman otros: los concejos municipales, la corona, la mitra, los exeas,
Gratuidad.
Clave importante en este hospital de santa Eulalia; y clave para nuestro hoy. Levantar un hospital de cam-
paña en medio de la plaza del mundo significa acercarse a nuestra realidad desde la gratuidad. Recuerdo
la terminología con la que hemos comenzado. Un hospital se define porque atiende gratis, gratuito, sin
cobrar nada. No cobrar nada a nadie. La Iglesia no es un negocio.
[Para los romanos, la vida era ocio. Y cuando no era ocio, era nec-ocio (no ocio). No valoraban mucho
el negocio, era algo negativo, había que vivir del ocio. Qué pena para ellos. Y nosotros hemos pasado a
negociar con todo].
SEGUNDA PARTE
La Orden de la Merced desde sus orígenes, siguiendo la tradición hospitalaria de Pedro Nolasco, desde sus
días hasta ahora ha abierto su casa para hacer de ella hospital, casa de acogida y de entrega. El mercedario
ha sido capaz a lo largo de los siglos de entender que no bastaba con dar (limosna, albergue, comida, be-
bida, educación, atención sanitaria…), sino que había que darse.
El sentido profundo del voto de redención expresado en las constituciones a partir de 1588 y así mani-
festado en las actas de las profesiones indica el valor que los mercedarios concedían a la visita y liberación
de los cautivos.
El Papa Francisco ha ido sorprendiendo a la Iglesia desde su elección como sucesor del apóstol Pedro el
13 de marzo de 2013. En su primera aparición en la loggia de san Pedro se inclinó ante la multitud que
abarrotaba la plaza para pedir sus oraciones y bendiciones antes de impartir la suya. Aquel gesto inaudito,
ha ido dando paso a otros que marcan la originalidad de este pontificado.
Más allá de los problemas que se abaten sobre la Iglesia podemos afirmar que se ha producido un cambio
de paradigma interpretativo de la vida eclesial.
Benedicto XVI hablaba de la continuidad. Francisco ha hecho que el cambio no lo sea en la continuidad,
sino resaltando o dando relieve a cómo en esta historia y evolución hay otras claves en las que puede or-
ganizarse la vida de la Iglesia.
Desde el Concilio Vaticano II se viene hablando de la iglesia como: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y
Templo del Espíritu. La eclesiología conciliar rechazó y dejó en un segundo plano la visión eclesiológica
de sociedad perfecta.
A los veinticinco años del Concilio en el pontificado de Juan Pablo II se insistía en la eclesiología de
comunión. Eran en definitiva visiones teológicas y profundamente miradas desde el interior y hacia el
interior.
Hospitalidad. Volvemos al inicio, cuando hablábamos de la terminología: virtud que se ejercita […]
prestándoles la debida asistencia. Cualidad y actitud de hospitalario.
Más que obras y acciones, es actitudes y forma de ser (virtus), lo que, en lenguaje religioso, sería lo
que nos hace virtuosos. Por eso no son tan importantes las obras, cuanto las actitudes personales que
nos llevan a realizarlas.
Vivir la clave de la hospitalidad es la disposición interior de cada uno de los mercedarios de descubrir
las necesidades de los pobres y menesterosos y estar dispuestos a socorrerlas. ¿Cómo? Estilo merceda-
rio: vendiendo todos mis bienes, y yendo al hospital a vivir con los pobres sirviéndoles. Es un despo-
jarse de todo, para ser un pobre servidor en el hospital de campaña, el nuevo hospital de santa Eulalia.
No se puede ser hospitalario si no estás en el hospital.
La Tienda: piel y resonancia. Nuestros edificios los construimos bien, con sólidos fundamentos y
Es uno de los muchos textos que se pueden aportar para indicar esta preocupación del Papa Francisco.
Tras la publicación de Evangelii Gaudium fue explicando el contenido en diversos encuentros. La idea del
hospital que viene a nuestra mente es siempre como un lugar donde uno va cuando está enfermo. No van
los sanos allí. Se va cuando a uno le duele algo, y no es capaz de sanar por sí mismo.
La iglesia se convierte de esta manera en espacio de comunión con el mundo y la humanidad herida. Pero
a la manera mercedaria.
Pedro Nolasco no esperó a que el estado, o los comerciantes liberasen a los cautivos. Se comprometió él
mismo para liberarlos.
Pedro Nolasco no esperó a que los otros cuidaran y atendieran a los pobres y necesitados. Él mismo lo
vendió todo, y se fue a vivir al hospital.
Pedro Nolasco es el fiel reflejo del auténtico hospitalario.
Resonancias pastorales y existenciales para nosotros son fáciles de sacar. No hay que esperar a otro. Soy yo
el que escucho el clamor, el que lo dejo todo y planto la tienda del hospital.
El Papa Francisco no nos pide que lo solucionemos todo, sino que seamos hospital. Ahora que tantas
guerras y destrucciones afligen a la humanidad, la Merced retoma esta experiencia más profunda de Pedro
Nolasco.
Deja atrás el antiguo hospital de santa Eulalia, que está en el centro, que pertenece al rey y al obispo y se
va a la periferia, al arenal junto al mar de Barcelona, y allí coloca su hospital. Junto al puerto, donde llegan
y desembarcan los cautivos, donde están los pobres y necesitados, en las periferias.
El hospital de campaña no lo tiene todo. Para eso están los grandes complejos sanitarios; pero lleva la
presencia solidaria para atender lo más urgente, lo que no puede esperar; y sobre todo, acompaña el sufri-
miento de los que no tienen nada.
La imagen de la Iglesia como hospital de campaña muestra sus limitaciones, y a la vez el impulso que
la lleva a ser como su Señor. Limitaciones: no lo puede hacer todo, no lo puede curar todo, pero lleva lo
más importante, la presencia, la cercanía, el amor, el perdón, la solidaridad. Se sitúa en la fragilidad de
una tienda, como algo temporal, transitorio, que no puede permanecer indefinidamente (el rechazo de la
autorreferencialidad, ser el centro…)
1-. Huir de los grandes proyectos y apostar por las cosas sencillas que impliquen el compromiso per-
sonal.
2-. Ser espacios de comunión, que nacen dentro de la comunidad y que se someten al discernimiento
del Espíritu, guiados por el principio teológico de la Misericordia del Padre.
3-. No tener miedo al contacto con las periferias, abandonar nuestras seguridades (dejar el hospital de
santa Eulalia junto a la catedral y el rey, y marcharte junto a la orilla del mar, a contemplar los rostros
más doloridos del cuerpo de Cristo)
4-. Salir a los caminos, para sentarte a compartir con los peregrinos, por los que pasan por la vida sin
vivir.
5-. Darte cuenta de quienes son los rechazados en cada momento (los locos de Juan Gilabert) y sacar-
los de las periferias para llevarlos al centro.
6-. Cuidar la comunidad, crear comunión y comunidad con todos los agentes pastorales (la acogida de
los misioneros en el hospital de Panamá). No descuidar las periferias muchas veces dolorosas de tantos
cristianos que están a nuestro lado y casi no nos damos cuenta.
7-. Crear nuestro hospital de campaña con nuestra lona que no separa ni distancia, sino que permite
acompañar el sufrimiento de la humanidad.
8-. Tratar de actualizar las palabras del Papa Francisco (salida, periferia, misionera, misericordiosa) a la
realidad actual de tu parroquia o lugar de acción pastoral.
9-. Arriesgarte hasta ser capaz de dar la vida. El hospital o una iglesia en campaña no se cimienta sobre
la tierra, sino que solo se sujeta para que no se la lleve una tormenta. Libres para la acción misericor-
diosa, que implica en clave mercedaria, estar dispuesto a dar la vida como Cristo la dio por nosotros.
10-. El hospital mercedario (parroquia, comunidad) es hogar y taller donde viven y trabajan los re-
ligiosos y religiosas (la vocación de Pedro Nolasco nace en el antiguo hospital de santa Eulalia; la de
BIBLIOGRAFÍA:
Para los textos del magisterio pontificio, pueden remitirse a la página web de la Santa Sede, donde se en-
cuentran todos los textos del papa Francisco.