Asistencia A Los Ancianos y Débiles PDF
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ancianos y débiles
Gustav Hägermann
Asistencia a los ancianos y débiles
Gustav Hägermann
Índice
El problema de la vejez en Alemania................................................................................1
Aparición de una nueva ideología.....................................................................................2
La Previsión Nacionalsocialista a la cabeza..................................................... ................3
Ayuda humana para todos................................................................................................4
Seguro social para 60 millones de alemanes.....................................................................5
La tragedia del pequeño rentista.......................................................................................6
Ninguna ciudad sin asilos de ancianos..............................................................................6
Solución total para los artesanos.......................................................................................7
Previsión social para cómicos y músicos..........................................................................8
El labrador anciano y la nueva Alemania..........................................................................9
Los deberes del jefe.........................................................................................................10
El objetivo principal: solución total.................................................................................10
El problema de la vejez en Alemania
Cuando el nacionalsocialismo llegó al poder en Alemania en el año 1933, se encontró
con dos problemas capitales de mucha gravedad, que afectaban directamente a las
posibilidades vitales del pueblo. El primero era el de la estructura de la población con
relación a la edad de los individuos que la componían; el segundo era el de una ruina
económica sin precedentes, cuyas manifestaciones más visibles eran la desvalorización
del capital ahorrado y un ejército inmenso de desempleados. La ruina económica fue,
sin duda alguna, la consecuencia del Tratado de Versalles y de los pagos al enemigo por
reparaciones, calculados a base de cifras astronómicas. La estructura de edades del
pueblo alemán empezó a llamar la atención de los políticos demográficos ya antes de la
Guerra Mundial, pero también ella experimentó en medida inesperada la perniciosa
influencia de la pérdida de sangre causada por la guerra y de la desesperación de la
postguerra. En el año 1910 la cifra de ciudadanos de sesenta y cinco años para arriba
importaba el 4,39 % de la población total, mientras que en el año 1934 esta cifra se
había elevado a 7,3 % y seguirá aumentando aún en los próximos decenios, a pesar de
toda la política demográfica del nacionalsocialismo, debido al reducido número de
nacimientos durante los años de la guerra y postguerra.
Ambos hechos, la estructura de edades y la miseria económica que tiene que
repercutir siempre mucho más hondamente sobre los ancianos y los débiles, incapaces
ya de trabajar, motivaron que el problema del seguro de vejez adquiriera cada día mayor
importancia en la Alemania de postguerra. La necesidad de un arreglo general se hacía
más urgente cada año.
Muchas generaciones habían proyectado ya posibilidades para la solución del
problema, pues el anhelo de una vejez asegurada está arraigado profundamente en el
alma de todo el pueblo. Ya en la Edad Media se hicieron los primeros tanteos para su
realización, tanteos que fueron a la vez las primeras formas de la previsión social. Las
asociaciones religiosas fundaron hospitales para ancianos y casas de inválidos, y los
gremios crearon instituciones análogas para sus artesanos ancianos; los reyes prusianos
construyeron casas de inválidos para sus veteranos, y las ciudades, hospitales para sus
ciudadanos inválidos. El que recorre hoy Alemania, encuentra estos primeros testigos de
labor social todavía en las ciudades hanseáticas, orgullosas de su comunidad ciudadana,
como en Luebeck el célebre edificio medieval del Hospital del Espíritu Santo, por cuyo
gótico portal ha pasado cual perennal torrente la interminable legión de los ciudadanos
viejos e inválidos durante muchos siglos, hasta el día de hoy.
Más todos éstos eran solo recursos nacidos de la necesidad perentoria y de la
conciencia humana en sus múltiples manifestaciones. El anhelo de millones quedó
también sin cumplir cuando el II Reich, por sentimientos puramente alemanes, creó su
ejemplar seguro social para obreros y más adelante igualmente para empleados. Hasta
que un día, después de la Guerra Mundial, en los tiempos de mayor miseria y
desesperación, se inscribió modestamente, sin que se advirtiera apenas al principio, en
el programa de un partido, la frase: “Queremos un desarrollo importante para la
previsión social para la vejez en provecho de todo el pueblo.” Esta frase estaba
destinada a hacer historia, pues llegó a ser el punto 15 del programa del N.S.D.A.P. y ha
llegado a ser, hace ya tiempo, programa del Estado. Las medidas tomadas entretanto
para su realización, han hecho de la nueva Alemania el primer país del mundo que no se
ha conformado con la parte teórica, sino que ha llevado a la práctica resueltamente la
previsión social para la vejez.
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Aparición de una nueva ideología
En la hora del nacimiento del nuevo Reich, no pudo llegarse todavía a una solución
total, pero sí se impuso la voluntad de buscarla con todas las fuerzas. La necesidad
clamaba al cielo y exigía una ayuda pronta para los más necesitados. De este imperativo
y esta voluntad nació el primer impulso del nuevo socialismo alemán, considerado por
el mundo como un milagro.
La conciencia social del partido, apoyada por todo el pueblo regenerado moralmente
en la voluntad de imponerse, se levantó y tomó forma palpable en la Previsión
Nacionalsocialista. Como salido de la tierra hizo su aparición todo un ejército de
auxiliares de ambos sexos - solo en Berlín 60.000, en el Reich muchos centenares de
millares - que con mano firme empezaron a hacer frente a las primeras necesidades del
invierno próximo y sin largas preparaciones legislativas llevó a la realización la primera
Obra de Auxilio de Invierno, que entretanto ha llegado a ser un concepto firme del
socialismo alemán. En este primer invierno de 1933/34 pudieron ser socorridos ya por
donativos voluntarios de todo el pueblo 16,5 millones de necesitados, desempleados,
pequeños rentistas y personas ancianas y débiles. Se ha calculado que toda la flota
alemana habría bastado precisamente para cargar la cantidad de artículos que se
distribuyeron en forma de alimentos y combustibles.
Todo el que prestaba atención a lo que sucedía en la nueva Alemania, advertía con
simpatía o antipatía el hálito de una nueva ideología. Los alemanes ancianos y débiles
fueron socorridos todos por el primer Auxilio de Invierno, porque la Previsión
Nacionalsocialista había registrado ya en sus listas los nombres de todos los
necesitados, y los que trabajaron entonces recuerdan que los ancianos y los débiles
fueron los primeros y más socorridos. En los años siguientes aumentaron cada vez más
las dádivas y con ellas los resultados. Una serie numérica casi fantástica acude a la
memoria: primero 350 millones de marcos, tres años después ya 408 millones, en el
primer invierno del gran Reich alemán, 533 millones, que fueron distribuidos entre
7,9 millones de necesitados, pues los otros habían conseguido consolidar entretanto su
existencia. Los alimentos distribuidos tuvieron un valor de 107 millones de marcos, los
combustibles 35 millones y la ropa 77 millones.
Se preguntará que quienes fueron los beneficiarios de estos donativos. La estadística
del Auxilio de Invierno informa detalladamente sobre la distribución de los donativos
por grupos de edades, comprobándose que no menos del 17,9 % de los asistidos tenían
sesenta y cinco y más años de edad. La participación de estos ancianos a la asistencia
fue exactamente igual a la de los niños de seis a catorce años y mucho mayor que la de
los niños de menos de seis años, que fue solo de 13,4 % de todos los asistidos.
Estas cifras hablan un lenguaje elocuente. No solamente refutan la opinión, muy
difundida en el extranjero, de que el nacionalsocialismo solo hace algo por la gente
joven, sino que, además, tienen una fuerza demostrativa positiva muy evidente.
Demuestran que la preocupación por los niños y las madres, que por ley natural
constituye el punto capital del pensar, sentir y obrar de un pueblo sano y con fe en el
porvenir, solamente será fecunda asegurando también la vejez a esta juventud a su paso
a la gran legión de inválidos y veteranos. La comunidad social alemana solo será
entendida como es debido mirándola desde el punto de vista de la eterna serie de
antepasados, que no tiene principio ni fin.
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La Previsión Nacionalsocialista a la cabeza
Al fin y al cabo, el valor de una obra social no se puede medir por la buena
organización ni por el gran número, sino por su contenido humano, por el valor de las
personas que intervienen en ella como sujetos y objetos.
Este valor se manifiesta, como el de todo soldado, solamente en el frente. El frente de
la labor social en la Alemania nacionalsocialista lo forma el grupo local de la Previsión
Nacionalsocialista. Pongamos por ejemplo el noreste de Berlín, uno de los distritos más
poblados del Reich. En él viven 20.000 personas, generalmente familias obreras, entre
ellas comerciantes, ancianos jubilados, muchas personas que necesitan constantemente
consejo y socorro. El grupo local de la Previsión Nacionalsocialista se encarga en el
verano de la obra de auxilios Madre e Hijo y en el invierno del Auxilio de Invierno. En
el verano de guerra de 1940 ha asistido también a los ancianos socorridos de ordinario
por el Auxilio de Invierno.
Los encargados del servicio, que tienen a su cargo algunas manzanas de casas, lo
atienden todos los días, laborables y festivos, con inclusión de los domingos, después de
cumplir con sus ocupaciones profesionales; no piden por ello remuneración alguna, su
misión es honorífica y voluntaria. Estos funcionarios del partido son los únicos que
conocen a los vecinos de sus manzanas y los que pueden decidir quién está necesitado y
quién es digno de auxilio, ya que en la beneficencia libre de todos los países es la
dignidad la condición para el auxilio social. Hacen sus indagaciones y mandan la
solicitud para que sea ayudada la señora de Pérez o de González. La una no puede ya
trabajar y su pequeña renta social no le basta. La otra necesita con urgencia algo de
ropa. La de más allá quiere carbón.
Después que las solicitudes han llegado a la casa del grupo local y se han cumplido las
formalidades, empieza la entrega de los donativos. Los beneficiarios son informados y
pueden recibir lo que les corresponde. Si una mujer no puede andar, va a su casa el
encargado de la manzana. También él le lleva el carbón. O va en su lugar una de las
muchas asistentas de la Liga Nacionalsocialista de Mujeres, que se han puesto también
voluntariamente a disposición. Durante la guerra se entregan bonos, que son aceptados
por todas las tiendas, en lugar del suministro directo de provisiones de boca y ropa.
Una misión especial es la Distribución Nacionalsocialista de Comida. En casi toda
gran ciudad de Alemania, la cocina central de la demarcación suministra a los grupos
locales diariamente comidas calientes que se distribuyen entre los rentistas viejos y
necesitados. Los unos toman la comida en el comedor mismo del grupo; los otros
prefieren comerla en casa. Las encargadas trabajan sin descanso, distribuyen la comida,
lavan la vajilla y cuidan de la limpieza. Durante este trabajo se ofrecen muchas
ocasiones de prestar algunos favores a los ancianos en parte desvalidos. El uno quisiera
más sal, al otro le gusta una cosa más dulce, y las mujeres de la Previsión
Nacionalsocialista cumplen gustosas estos pequeños deseos particulares de cada cual.
Un anciano siente mucho frío en las manos en el invierno y quisiera unos guantes de
lana. También este deseo puede ser cumplido. Las mujeres encargadas del auxilio hacen
los guantes de punto voluntariamente, honoríficamente y como la cosa más natural del
mundo.
De muchas piedras de mosaico se compone la labor de un grupo local de la Previsión
Nacionalsocialista. Los núcleos políticos, la Liga Nacionalsocialista de Mujeres y el
Frente Alemán del Trabajo, colaboran con todo espíritu de compañerismo a la misma
obra. Ahí está el Auxilio del Vecindario, una fecunda idea de las mujeres, que
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interviene siempre que se necesita el auxilio inmediato de la mujer. La Liga
Nacionalsocialista de Mujeres puede poner a disposición de esta organización
2 millones de mujeres, pues tantas se han presentado voluntariamente.
Algunos ejemplos de la práctica: En la demarcación de un grupo local enferma una
anciana. El encargado de la manzana da parte de ello y la Previsión Nacionalsocialista
pide una ayuda doméstica; ésta mantiene en orden la casa de la anciana, va a la compra
y hace la comida, hasta que la enferma se puede valer de nuevo de sí misma. Todo esto
se hace sin gastos y sin gran aparato, de la manera más sencilla y natural. Una anciana
de casi noventa años, que ya no se puede valer de sí misma, recibe una hermana puesta
a disposición por la Cruz Roja. Durante algún tiempo quedan las cosas así, hasta que la
hermana de la Previsión Nacionalsocialista anuncia que la anciana tiene que ser
trasladada a un asilo de ancianas. La Previsión Nacionalsocialista se pone en
comunicación con el ayuntamiento y dispone lo necesario para el traslado a uno de los
muchos y buenos asilos de que se dispone. A los ancianos a quienes les es difícil andar
y estar de pie, se les quita la molestia de la compra diaria. Centenares de casos análogos
se presentan todos los días.
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Seguro social para 60 millones de alemanes
La Previsión Nacionalsocialista con sus múltiples misiones es, sin duda alguna, la
obra social voluntaria más grande que conoce la Historia. Es la expresión más pura del
sentimiento de comunidad nacionalsocialista, tanto más importante por el hecho de
intervenir como auxilio adicional a otras instituciones sociales existentes.
Pero el verdadero objetivo va mucho más lejos. No es la previsión social, sino el retiro
de vejez en el sentido del programa del partido, un concepto de la beneficencia, sino un
derecho. Hacia este objetivo conducen varios caminos utilizados por los diferentes
pueblos.
Hace ya cincuenta años, Alemania se decidió clara y conscientemente por el camino
del seguro social, por ser éste el que más concuerda con el carácter alemán. El alemán
no quiere que el Estado le quite la preocupación por la vejez, así como envía a una
persona al asilo de pobres: su orgullo le induce a trabajar activamente mientras es capaz
de ello, en asegurar su existencia en los tiempos de la invalidez o de la vejez, ahorrando
una parte de su sueldo o jornal. La intervención del Estado se limita a garantizar este
derecho y a obligar a todos a la colaboración, lo que, dadas las muchas debilidades
humanas, no se puede alcanzar sin el seguro obligatorio.
Cuando el nacionalsocialismo empezó su obra de reconstrucción, se encontraban
como grandes columnas del seguro alemán sobre la vejez el seguro contra la invalidez
de los obreros, el seguro de los empleados y el seguro de los mineros, que comprende
todos los que trabajan en la minería, así como los seguros contra enfermedad y
accidentes.
Algunas cifras bastarán para demostrar la importancia de estas instituciones sociales
en Alemania. Según las últimas estadísticas publicadas, de los 68 millones de habitantes
del antiguo Reich empequeñecido por el Tratado de Versalles, disfrutaban de los
beneficios del seguro social no menos del 75 % o sea 51 millones de personas. En la
gran Alemania son hoy unos 60 millones los asegurados; 26 millones estaban
asegurados sobre renta de vejez solamente en los tres grandes grupos citados; 5 millones
recibían sus rentas.
Los ingresos de seguros de inválidos, empleados y mineros pasaron en el año 1938
por primera vez de los 5.000 millones y en el año 1939 llegaron a los 6.000 millones. La
nueva Alemania ha establecido leyes a favor de estos seguros sociales, como base de la
previsión alemana de la vejez. En el año 1934 se estableció una ley sobre la estructura
de los seguros sociales estrechando más la relación entre las diferentes ramas de estas
instituciones, para que se ayudaran a sostenerse mutuamente. En 1937 realizó el Reich
un amplio saneamiento de los institutos, muy afectados por las repercusiones de la
Guerra Mundial, y mediante una ley sobre los seguros de rentas estableció la garantía de
la estabilidad del seguro de inválidos y empleados. Los importes aportados anualmente
por el Reich como subvenciones, son muy considerables; en 1938 se elevaron a
580 millones de marcos.
Las instituciones, cuya situación fue muy precaria hasta 1933, pudieron registrar
considerables reservas ya en el primer lustro de la labor nacionalsocialista. Para el que
solo cree en números diremos que estas reservas fueron de 1.830 millones de marcos en
el seguro de invalidez y 1.500 millones de marcos en el menos importante seguro de
empleados.
Ante esta importancia del seguro alemán de la invalidez, no puede sorprender que el
mismo haya servido de ejemplo al mundo. Inglaterra, Francia y Suiza, crearon ya antes
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de la guerra instituciones análogas; el ejemplo alemán tuvo influjo inmediato sobre
Italia, Hungría, España, Bélgica, Holanda, Rumanía y también sobre la Rusia soviética.
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las afueras de la capital, que todavía están en contacto con la naturaleza, se han
construido estos asilos según el sistema de pabellones, en los que los ancianos no tienen
que vivir demasiado cerca los unos de los otros, no necesitan subir escaleras y tienen su
pequeño jardín. En la ciudad esto no es posible, desde luego, pero tampoco necesita
aquí nadie subir escaleras, porque estos asilos tienen sus ascensores; además están
provistos de salas de reunión y cuartos de baño.
Huelga decir que no falta la radio. Asilos hermosísimos encontramos en la capital del
movimiento nacionalsocialista, en la alegre Múnich, en Stuttgart, con sus colinas y
soberbios panoramas; en Cassel, Kiel y Magdeburgo. Hacia el sur han encontrado a
veces sus placenteros sitios dentro de los románticos viejos muros de antiguos
conventos y palacios. Las asociaciones religiosas mantienen en el Reich unos 1.000
asilos de ancianos e inválidos de esta clase, de los que ningún visitante sale sin la
profunda impresión que produce en él la asistencia espiritual y corporal de que disfrutan
en ellos los ancianos.
Como se ve, ya la antigua Alemania trabajó de muchas maneras en la solución del
problema y sobre estos cimientos ha empezado la Alemania nacionalsocialista a llevar a
la realización la gran misión que se ha impuesto.
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manufacturados del extranjero, que someterse ellos mismos al trabajo, no siempre
mecido precisamente en oro.
Por eso Inglaterra no tiene hoy que preocuparse por el seguro de vejez de sus
artesanos.
Pero sí Alemania, cuyo gremio de artesanos con sus familiares comprende no menos
de 12 millones de personas, la sexta parte de la población de la Gran Alemania.
Como se ha señalado ya, una gran parte de estos miembros del gremio de artesanos se
encuentra ya en edad avanzada. Estos artesanos ancianos son, por lo tanto, los que más
preocupan a la Previsión de la Vejez. Los que a la promulgación de la ley habían pasado
ya de la edad de sesenta años, no podían ser admitidos en el seguro social. ¿Qué hacer
con ellos? El sindicato del Reich de los artesanos alemanes resolvió este problema sin
necesidad de acudir a la ayuda oficial, de una manera verdaderamente generosa. Los
compañeros de oficio, cuya vida es más rica en espinas que en flores ciertamente,
convinieron en el pago voluntario de una cuota a favor de los compañeros ancianos
necesitados. Los resultados fueron verdaderamente notables, pues el primer año de la
guerra se pudo empezar ya el pago de este socorro voluntario a la vejez de 6.000 a 7.000
artesanos ancianos necesitados que ya no podían trabajar. Igualmente el gremio de
artesanos ha creado sin otros medios que los propios varios asilos muy buenos en los
que son cuidados gratuitamente artesanos ancianos y necesitados.
Esta previsión de la vejez del gremio alemán de artesanos representa la primera
solución total del problema para un gran gremio. Su importancia es trascendental,
porque ha señalado y preparado el camino a otros miembros de la economía nacional.
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Entretanto, han sido creados también asilos para artistas de teatro. Con los medios de
la Fundación Emmy-Göring ha sido construido en Weimar un asilo de ancianos para
artistas alemanes de teatro. Inolvidable quedará para todos los participantes el día de la
inauguración de la Casa de los Artistas por la Organización Gremial de los Artistas del
Reich, en Oberwiesenthal, en la boscosa ladera del Fichtelgebirge. Se fundó, y esto es
notable también, en un Grand Hotel muy visitado en su tiempo por los snob del turismo
internacional. En esta solemne ceremonia, allá en lo alto de los montes alemanes, un
artista de nombre pudo decir, bajo los aplausos de sus compañeros de oficio, que la
nueva Alemania es el primer país del mundo que da a sus artistas una vejez segura y que
la Casa de los Artistas es un lugar en el que se puede terminar tranquilamente en la
vejez una vida llena de emociones.
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Los deberes del jefe
Estas consideraciones sobre la previsión de la vejez, muy ramificada, pero reformada
desde un punto de vista unitario, quedarían incompletas si no incluyéramos en ellas los
esfuerzos realizados para alcanzar una asistencia suplementaria a la vejez. Se trata
principalmente de la idea del seguro de personal, propagada por el Frente Alemán del
Trabajo como organización de todos los alemanes que trabajan.
Ya en la ley sobre el orden del trabajo nacional fue proclamada la frase fundamental
característica del socialismo alemán: “El jefe de la empresa ha de cuidar del bien del
personal. Éste le ha de guardar fidelidad.” Como uno de los deberes del jefe, está
reconocido hoy en Alemania el cuidado por la vejez de aquellos trabajadores que han
trabajado la mayor parte de su vida en la casa. Esto está de acuerdo con el antiquísimo
precepto moral alemán: ¡Lealtad por lealtad!
Al que no conoce la actitud psicológica fundamental del alemán, le puede sorprender
que los tribunales alemanes den importancia capital y carácter obligatorio a este
principio, al proclamar que el trabajo de muchos años de un miembro del personal a
beneficio de la casa sigue teniendo efecto después de la salida de éste de la misma, de
modo que este miembro tiene derecho a seguir recibiendo su parte en los beneficios.
Esta parte le puede ser asegurada por un seguro suplementario que le garantice en la
vejez un suplemento corriente a su renta social como derecho legal. Sería interesante
exponer otros pormenores sobre estas posibilidades, pero bastará la comprobación de
que los patronos organizados en el grupo del Reich denominado industria se han
adherido voluntariamente a estos principios. Al estudiar los informes comerciales de las
grandes empresas, se puede hacer, en este sentido, más de una comprobación
interesante. Por ejemplo, en el informe de una sola empresa metalúrgica se verifica que
en cinco años han sido gastados voluntariamente nada menos que 40 millones de
marcos en obras sociales a favor de su personal.
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Estado del pueblo que se encuentra en el centro de esta gigantesca lucha, designe como
monumento una gran obra social que tiene por objeto la vejez segura de todos los
miembros del pueblo que trabaja y combate, para que recuerde por todos los tiempos a
nuestro pueblo la lucha común del frente y de la patria por la libertad y la
independencia del gran Reich Alemán.
Seguramente ningún gobierno habrá procedido nunca con más seriedad y sinceridad
en la ejecución de uno de los puntos de su programa. Si es cierto lo que dicen los
historiadores, que el nivel cultural se ha de medir por el trato que da un pueblo a sus
ancianos, el pueblo de la gran Alemania, unido con su nuevo Reich, puede esperar
tranquilo el juicio de la Historia sobre sus motivos morales y sus obras efectivas en este
dominio.
Observadores extranjeros que estudian el alma alemana y buscan la fuente que
alimenta sin cesar a las productivas energías alemanas, han podido comprobar que el
pueblo alemán se siente, como es lógico, orgulloso de ellas, pero que siempre tiene para
él el mayor valor, el amor al hombre y a la colectividad dada por la naturaleza. Por eso
la Previsión Nacionalsocialista es la expresión más sublime de este sentimiento y
después de haber conseguido la solución legal total del problema social seguirá siendo
tan indispensable como hasta ahora, como la manifestación viva de la ayuda directa e
inmediata en la necesidad repentina y en la vejez, que no puede proporcionar la mejor
ley, y que solo el hombre puede dar.
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“No es la previsión social, sino el
retiro de vejez en el sentido del
programa del partido, un concepto
de la beneficencia, sino un derecho.”
(Gustav Hägermann)