Banderas Del Rey Ii 18191-1823
Banderas Del Rey Ii 18191-1823
Banderas Del Rey Ii 18191-1823
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A.H.N. Archivo de Torrepando. Sección Pablo
Morillo. Legajo. 8717.
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Los combates que se libraron en ésta campaña del
año 1819 fueron más bien cortas escaramuzas entre la
caballería republicana y la infantería realista. En las
Queseras del Medio tuvo éxito una táctica practicada con
mucha frecuencia por los llaneros: el famoso “volver
caras”. Esta táctica no era otra cosa que sorprender al
enemigo simulando una retirada y obligándole a una
persecución desordenada; en el momento más inesperado los
jefes llaneros se volvían contra un enemigo disperso y
alejado de la protección del fuego cerrado de la
infantería de línea y con ello los cercaban y pasaban a
cuchillos a todos. Otro indicio de que la guerra
órdenes de Bolívar fueron tajantes hacía Páez y otros
subalternos: no librar una batalla decisiva con
Morillo; evitar a toda costa ser “fijados” por los
realistas y con ello quedar emplazados para una gran
batalla. Estas órdenes se cumplieron cabalmente y de
ésta forma la caballería llanera, a expensa de su
gran movilidad, pudo siempre hostigar al enemigo
encontrando seguro refugio en las inmensidades del
llano adentro. En cambio, la infantería realista,
nunca se atrevió a moverse hacia los intrincados
caminos del sur por no contar con una caballería lo
suficientemente robusta.
7
RODRÍGUEZ VILLA, op.cit., pág. 161.
Ya lo hemos dicho en varias oportunidades; la
ayuda extranjera a la causa republicana nunca fue
desinteresada. Y además, tampoco fue todo lo efectiva
y deseable en algunas especiales circunstancias de la
lucha. No hay duda que Bolívar aprovechó la presencia
de oficiales extranjeros para disciplinar mejor al
ejército, y que utilizó desde entonces a los
regimientos legionarios, como soporte fundamental en
campañas decisivas como la que se hizo en la Nueva
Granada en 1819 y luego sobre Venezuela en 18218.
Tampoco se ha medido al detalle el esfuerzo bélico
que Inglaterra suministró en materiales de guerra y
provisiones alimenticias a las fuerzas de Bolívar
acantonadas en Angostura vía Londres-Trinidad. Pero
se reconoce, y nadie pone en cuestión, que esa ayuda
si bien fue importante y hasta decisiva en el triunfo
final de la guerra; tampoco llegó a sustituir el
principal esfuerzo que venían haciendo los
partidarios de la independencia desde el año 1810. Es
decir, Inglaterra prestó una inestimable ayuda pero
fueron Bolívar, Páez, Mariño, Bermúdez y los soldados
venezolanos quienes inclinaron la victoria a favor de
su propio bando. El número total de extranjeros que
combatieron al lado de los independentistas en
Venezuela fue de un número aproximado de 5.000
voluntarios entre los años 1817 y 1820.
9
Bolívar utilizó hábilmente a los extranjeros que
decidieron acompañarlo en su causa emancipadora pero
siempre desconfió de ellos, pensando que podían usurparle
las más importantes prerrogativas en el mando militar.
Véase el interesante libro de BUSANICHE J.L.: “Bolívar
visto por sus contemporáneos”, México, 1981.
A continuación ofrecemos el interesante
testimonio del capitán Richard Vawell quién nos dejó
un descriptivo testimonio de esa campaña del año 1819
y las razones que motivaron a Morillo en desistir de
la misma.
pág. 212.
2.3. “Manifiesto de las Provincias de
Venezuela. A Todas las Naciones Civilizadas de la
Europa”11.
13
Ibídem.
El documento en cuestión es un valioso
testimonio sobre el desarrollo del conflicto desde
sus inicios hasta la campaña del año 1818 que fue
favorable a Morillo, y que se pensó muy seriamente,
que a través de ella, se había acabado
definitivamente con los alzados en armas. Pero la
sorpresa sobrevino cuando los republicanos, aunque
derrotados, organizaron un Congreso general de sus
provincias en los primeros meses del año 1819 en
Angostura para decirle a los españoles y al resto del
mundo que la pujanza de su causa seguía más viva que
nunca y la determinación por la victoria era algo
completamente indeclinable.
16
Un estudio cuidadoso de la correspondencia privada
de Bolívar nos da cuenta de las profundas reservas que
tuvo sobre el pueblo venezolano desde el punto de vista
de su capacidad para la vida civil y republicana. El
miedo a las masas, en realidad a la “pardocracia”, fue
tan real en Bolívar que lo llevó a desconfiar, al igual
que Miranda, sobre la misma obra emancipadora que había
llevado a cabo en el plano militar. Una cosa era la lucha
por la liberación de un territorio en manos de una
colonia y otra cosa era otorgar de manera efectiva los
espacios abiertos que garantizaran un nuevo orden
político y económico/social sobre bases distintas a las
que España había instaurado desde hacía trescientos años
atrás. De repente, a Bolívar y a toda la generación de
los próceres que le acompañaron, las fuerzas
revolucionarias que habían contribuido a despertar se les
volvieron en contra y no pudieron controlar los nuevos
escenarios caracterizados por el desorden y la
indisciplina social que desbordaron todas las previsiones
más optimistas que se hicieron respecto a una transición
entre la colonia y la republica. El novelista Joseph
Conrad llamó a esta situación el efecto “Nostromo”. Aquí
cobra sentido una de las principales observaciones que
realizan algunos historiadores españoles e
hispanoamericanos al señalar a Bolívar como un gran
triunfador en lo que respecta a la lucha militar pero que
contrasta con el mediocre político que fue al serle
imposible restaurar la paz y el nuevo orden social en
función de los proyectos constitucionales que propuso.
Conciente del divorcio entre ideales y realidad, Bolívar
fue un hombre desgraciado atrapado por las fuerzas
históricas que el mismo pretendió encauzar; una
conciencia de fracaso está presente en los últimos
escritos del caraqueño respecto a su obra como político y
militar, que a la luz del presente en que se le ha
glorificado, nos causa como venezolanos tremenda sorpresa
y asombro.
le cuestionaron en Venezuela; ni las limitaciones
materiales de sus fuerzas; ni la derrota estrepitosa
en batallas como la de Semen; ni la inmensidad de los
espacios tropicales que hacían que la lucha tuviera
unas condiciones muy especiales, lograron disuadirle
en dejar de continuar la lucha aspirando a ser el
principal jefe de la causa independentista. Esta fe
inquebrantable en sus propias posibilidades; esa
confianza inmensa que le hacía levantarse ante cada
caída le llevaron a tomar la decisión más importante
de toda su vida: el ataque al Virreinato de la Nueva
Granada. Bolívar con ese acto voluntarista se lo
jugaba todo. La nueva estrategia tuvo pocos
partidarios dentro de sus propias filas y en el fondo
muchos de ellos se hubieran alegrado ante un nuevo
descalabro por parte del caraqueño. ¿Si en la propia
Venezuela no se podía derrotar a Morillo como lo iba
a poder hacer en la Nueva Granada protegida por una
cordillera andina prácticamente inaccesible para el
traslado de un ejército numeroso desde las
inmensidades de los llanos?
17
Bolívar bien pensó lo que hizo. Su experiencia y
conocimiento de la geografía e idiosincrasia del
neogranadino pudo nutrirse en el año 1812 cuando estuvo
sirviendo como jefe militar subordinado al Congreso
obteniendo algunas victorias sobre las partidas
realistas. Cuando Venezuela se perdió ante la reacción de
Monteverde muchos jefes venezolanos emigraron hacia la
Nueva Granada y continuaron la lucha allí manteniendo
viva la causa independentista. Bajo ésta misma premisa
pudo pensar Bolívar en llevar a cabo su plan de ataque.
Si bien las circunstancias ya no eran las mismas, porque
Barreiro y Sánamo tenían bajo control realista todo el
territorio, aunque con un dispositivo militar bastante
frágil comparado al de Morillo en Venezuela.
- Los caudillos neogranadinos fueron mucho menos
beligerantes que los venezolanos respecto a
Bolívar. Santander, máximo jefe republicano en
la zona del Casanare, forjó con Bolívar una
sólida amistad y alianza que contribuyó
poderosamente a la victoria sobre Barreiro.
21
Ya anteriormente Morillo había ordenado a
Sebastián de la Calzada que penetrara en los llanos del
Casanare para interceptar a las fuerzas que Santander
tenía allí. Calzada fracasó ante Santander y no pudo
desordenar los preparativos que éste venía llevando a
cabo en levantar una unidad de combate. Calzada terminó
por refugiarse en el pueblo de Betolles y despachó un
correo hasta Achaguas para comunicarle a Morillo su
impedimento de pasar la Cordillera, y además, de pedirle
que sus fuerzas necesitaban ser urgentemente reforzadas.
Luego del desastre de la III División de Barreiro en
Boyacá estaba al mando del batallón Aragón en Bogotá pero
tuvo que huir hacia la zona de Pasto donde fue capaz de
organizar en armas una división con más de 2000 soldados
que le sirvieron para organizar la reacción realista en
el Nuevo Reino. El ataque que llevó a cabo Calzada el 24
de enero de 1820 sobre la ciudad de Popayán preocupó a
los republicanos que de inmediato organizaron una fuerza
bajo el mando de Manuel Valdés que pudo neutralizar en la
zona del Cauca la insurgencia de éste jefe realista. Ya
en ese entonces cada jefe realista operaba con un alto
grado de autonomía debido a la disgregación del ejército
en tantos frentes y por la disminución progresiva de sus
efectivos por culpa de las deserciones en masa.
de uno de los pasos más difíciles de la cordillera:
el páramo de Pisba.
23
FRIEDE, op.cit., pág. 5.
24
GIL FORTOUL, op.cit., pág. 422.
“El país estaba infestado de guerrillas, los “ladrones”
o “bandidos”, como se les denominaba en la correspondencia
de las autoridades españolas. Fueron las guerrillas las
que impidieron a La Torre salir de Cúcuta para reforzar el
ejército de Barreiro, pues cortaron la comunicación con el
interior. Apenas llegado a Pisba, se le reunieron a
Bolívar los guerrilleros de Socorro, trasmontando la
Cordillera. Y sin embargo, el camino hacia aquella ciudad
siguió interceptado, “pues las partidas de ladrones en
Leyva y Chiquinquirá impiden la comunicación”25.
26
Ibídem, pág.13.
vez por todas a cortarle el paso con todas las
fuerzas que tenía.
28
Hemos considerado como encuentros decisivos
respecto a Venezuela la Batalla de San Félix que Piar le
ganó a La Torre en 1817 y significó la ocupación de
Guayana; y respecto a la América del Sur el combate en
Boyacá en agosto de 1819. Vistos en perspectivas fueron
determinantes en establecer un nuevo giro en la guerra
entre realistas y republicanos. Ambos encuentros llegaron
Morillo, como buen estratega que era, consideró
el descalabro como muy grave y llegó a señalar el 12
de septiembre a sus superiores en Madrid lo
siguiente:”Bolívar en un solo día acaba con el fruto
de cinco años de campaña y en una sola batalla
reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en
muchos combates”29.
noviembre de 1819.
el desastre de Boyacá y la consiguiente pérdida de
todo el Virreinato de la Nueva Granada. Se trata del
Coronel León de Ortega, Ayudante de Campo del General
Morillo y que estuvo sirviendo al lado del mismo por
más de doce años (siete años en la guerra contra
Napoleón en la península y cinco en la reconquista de
las Provincias de Venezuela y Virreinato de Santa
Fe).
37
A.H.N. Estado, Leg. 8740-84.
había mostrado ineficaz. En consecuencia ordenaron a
las autoridades indianas que publicaran y jurarán la
Constitución y que pusieran fin a las hostilidades
con los “rebeldes”. Esto implicaba nada más y nada
menos que cambiar radicalmente la manera en que
tradicionalmente se venía tratando al adversario.
Antes los “rebeldes” prácticamente eran viles
traidores a los que había que castigar con la muerte,
y de repente, las nuevas órdenes establecían convenir
tratos y acuerdos de paz con ellos.
38
DÍAZ , op.cit., pág. 365.
paz. Los jefes militares tuvieron que acatarla
haciendo alarde de una ciega obediencia ante la
autoridad legalmente constituida. Pero las voces
disidentes no se hicieron esperar. Son suficientes
dos testimonios; uno civil y otro militar, para
darnos cuenta de las resistencias y el rechazo que
trajo el nuevo gobierno liberal entre los realistas
venezolanos que venían luchando por tanto tiempo.
39
Ibídem, pág. 366.
40
SEVILLA, Op.cit., pág. 259.
oficialidad, que de por sí ya era bastante escasa.
Para ello emitió algunos importantes ascensos que
recayeron sobre los jefes más allegados a su persona
y que habían tenido un desempeño destacado en las
recientes campañas militares de los años 1818 y
181941. Las distinciones y ascensos fueron para Juan
Francisco Mendivil y José Pereira que pasaron del
grado de Brigadier al de Coronel. Más significativos
fueron los ascensos de Francisco Tomás Morales y
Pascual Real que obtuvieron el grado de Mariscal de
Campo. Sobretodo llama la atención el ascenso de
Francisco Tomás Morales, un jefe canario proveniente
de la vida civil y que a fuerza de audacia y
voluntarismo se encumbró en lo más alto de la
oficialidad realista en la Costa Firme. Morales fue
el eslabón entre la oficialidad española -muy
desconfiada de las capacidades militares de los
soldados del país- y los venezolanos que sirvieron
bajo las armas reales. Su experiencia como segundo de
Boves fue determinante en mantener operativa una
fuerza nativa muy eficaz en los servicios que supo
brindar hasta el final de la guerra. Al comienzo
Morillo desconfió de Morales pero luego tuvo que
rendirse a la valentía y pundonor del canario que
nunca se mostró pusilánime al momento de combatir a
los enemigos. Morillo también quiso homenajear al
regimiento “Valencey” por ser el más brillante de
todos los que conformaban al Ejército Expedicionario
destacando “por su instrucción, fuerza y buena
disciplina”.
41
S.H.M. M.G. 119, 15 de abril de 1820.
resistencia ante el previsible y decisivo último
asalto republicano que ya todos avizoraban.
45
Véase: FONTANA, J., op.cit. págs. 141-153.
Pablo Morillo se sintió muy afectado por la
forma en que era atacada su actuación en América.
Todo su buen nombre, honra y fama se ponían en
entredicho. El 6 de septiembre de 1820 se hizo
público el: Manifiesto que hace a la Nación Española
el Teniente General Don Pablo Morillo, Conde de
Cartagena, Marques de La Puerta, y General en Jefe
del Ejército Expedicionario de Costa firme, con
motivo de las calumnias e imputaciones atroces y
falsas publicadas contra su persona en 21 y 28 de
Abril último en la gaceta de la Isla de León, bajo
el nombre de Enrique Somoyar46.
48
Ibídem.
“Se restablecieron los tribunales y autoridades
determinadas por las leyes; volvió a su antiguo estado el
orden civil y político; la disciplina militar mantuvo todo
su vigor; y si acaso se cometieron algunos desordenes
particulares, o se castigaron los delincuentes, o yo los
ignoré, o fueron consecuencias inevitables de la guerra y
de las privaciones que en países inmensos y desprovistos
de todo era preciso que padeciesen algunas veces las
tropas a pesar de mis previas disposiciones y de mis más
ejecutivos mandatos49”.
51
Ibídem.
mantuvo su autoridad como máximo jefe militar ante
cualquier conato de insubordinación de parte de todos
sus subalternos. No permitió que se repitieran los
nefastos actos de Monteverde en contra de Ceballos y
de Boves en contra de Cajigal. Fue temido y respetado
por sus principales enemigos como Páez, Mariño,
Bolívar y los principales oficiales ingleses que se
unieron a los republicanos. Y mantuvo libre el centro
del país de cualquier incursión enemiga antes de su
regreso a España. Al igual que Fernando VII su figura
y actuación histórica ha sido tergiversada por la
imposición de una “leyenda negra” perniciosa pero muy
efectiva. Ya llegará el momento que sus actuaciones
sean medidas bajo una óptica más equilibrada.
52
Ibídem.
Morillo como hombre de su época tuvo conciencia
de su responsabilidad histórica y quiso ser recordado
como un militar exitoso. Toda su correspondencia
pública y privada apunta en esa dirección. No tuvo
los vuelos gramaticales y elegantes de la prosa de
Bolívar, pero sí una clara conciencia de su propia
valía y la trascendente misión que se le impuso como
pacificador. Su regreso a España en los meses finales
del año 1820 constituyó el fin de la resistencia
realista en Costa Firme ya que La Torre, su sucesor,
fue incapaz de mantener bajo su liderazgo las
dispersas, fatigadas y desmoralizadas fuerzas
realistas que quedaron varadas. Morales cuestionó los
métodos de La Torre y las viejas disensiones
volvieron a reaparecer para contribuir a acelerar aún
más el inminente colapso final.
55
Ibídem.
56
Ibídem.
Cuartel General en San Fernando de Apure para hacer
más fáciles y rápidas las comunicaciones entre los
comisionados de ambas partes, y atender las misivas
directas que podían escribirse entre los dos
principales jefes. Bolívar, con una innegable
posición de fuerza, iba a esperar los movimientos
realistas y decidir lo que más le conviniera a la
causa republicana. Los dos objetivos que procuró
fueron la búsqueda del reconocimiento de la
independencia por parte de España y ganar tiempo para
reorganizar el Ejército y ponerlo a punto para los
futuros y decisivos combates que se avizoraban.
63
El pequeño pueblo de Santa Ana está en una
escarpada ladera de una montaña de los andes venezolanos;
allí en una pequeña plaza se encuentra un monumento
remozado sucesivamente por Juan Vicente Gómez y Marcos
Pérez Jiménez que sirve para recordar ese significativo
momento histórico.
64
Hay quienes explican estos sucesos desde la
perspectiva de la masonería; uno de los capítulos más
inquietantes y oscuros dentro de la Independencia. Que
Morillo y Bolívar por ser miembros de la masonería hayan
podido darse ese “abrazo fraternal” más allá de los odios
implacables alimentados por la guerra, es una explicación
hasta ahora puramente especulativa.
65
RODRÍGUEZ VILLA, op.cit., pág. 173.
No hay duda que los efectos de la bebida
influyeron en muchos de los celebrantes haciéndoles
olvidar momentáneamente los años crueles en que los
odios implacables llevaron a la tumba a millares de
soldados conducidos por los que ahora se abrazaban.
66
SEVILLA, op.cit., pág.263.
1820 el Rey accedió, luego de numerosas peticiones, a
concederle ser relevado en el mando del Ejército
Expedicionario de Costa Firme. La partida de Morillo
en diciembre fue un duro golpe para el partido
realista que perdía a su más esforzado jefe; el cuál
había dado muestras de energía y competencia militar
para mantener a raya a los republicanos desde que en
el año 1817 la guerra se recrudeció en el país. Para
muchos ésta retirada fue una auténtica deserción en
un momento álgido de la lucha, porque todos
presentían que la duración del armisticio iba a ser
muy corto.
de despedida de Morillo.
68
El semblante sobre La Torre es presentado de la
siguiente manera: “… único sucesor posible, y pese a su
heroico valor y generoso animo, a su reconocido tacto y
cordura, no tenía el ímpetu de Morillo, ni podía contar
con la ciega obediencia de sus oficiales. Súmese a tales
limitaciones el hecho de haber mermado el prestigio del
mando por la marcha de Morillo, causa de desengaño para
muchos de sus soldados, que la tomaron casi por deserción
en momentos en que todo iba de mal en peor”. GONZÁLEZ
GARCÍA, S.: “El Aniquilamiento del Ejército
Expedicionario de Costa Firme (1815-1823) en Revista de
Indias, Año XXII, nùmeros 87-88, s/n.
delicias, y lustras bendiciones el único lenguaje que
agrade a mis oídos69”.
1. 1821: Carabobo
85
A.H.N., Estado, Leg. 8733-39. Informe de José
Domingo Díaz, venezolano comisionado por La Torre para
exponer en la corte española el estado militar y político
de Costa Firme, Madrid, 28 de septiembre de 1821.
política de los pueblos”. Señalemos sucintamente a
que se refieren estos aspectos.
89
Ibídem.
sufriría inmensamente al considerar a millares de sus
fieles súbditos corriendo atónitos a los montes, a lo
interior de la provincia, y al puerto de la Guaira. Niños
ancianos, mujeres, enfermos, familias abandonadas a su
suerte en medio de un populacho entregado al saqueo y al
pillaje de las propiedades de los leales, la confusión, la
anarquía, los momentos suspirados por una parte de los
amantes de la revolución90”.
90
Ibídem.
retirada hacia la ciudad de Valencia y Puerto Cabello,
burlándose de todo el ejército enemigo que le cargó sin
cesar, y causándole una pérdida considerable. El entró en
Puerto Cabello el 25 y sucesivamente un asombroso número
de dispersos, cuya vista excitaba un contraste singular
comparando aquellos soldados destrozados y exánime con los
que miramos arribar a nuestras costas en mayo de 1815”91.
91
Ibídem.
92
El Teniente Coronel Pedro Inchauspe insurreccionó
a Coro cuando ya éste distrito estaba en poder de los
republicanos el 12 de julio de 1821. El Gobernador
republicano Juan Escalona fue derrotado en sucesivos
encuentros pero pronto sería reforzado con nuevos
destacamentos de soldados; situación ésta que obligó a La
Torre a emprender una salida desde Puerto Cabello para
venir a reforzar a los de Coro. El 12 de diciembre de
1821 La Torre desembarcó en Los Taques con 450 soldados y
logró hacer capitular a las fuerzas republicanas que le
resistieron. La Torre dejó al frente de Coro al oficial
Tello y se reembarcó hacia Puerto Cabello. Mas tarde
ordenaría a Morales que apoyara a los corianos
organizando una ofensiva en dirección a Maracaibo. Los
nuevos refuerzos realistas llegaron en marzo de 1822 a
Coro y el 22 Morales emprendió una rápida marcha hacia
los Puertos de Altagracia. Fuerzas republicanas desde
Barquisimeto, al mando de Soublette y otros oficiales,
procuraron recuperar Coro y cortarle las espaldas a la
columna de Morales que se tornaba peligrosa ante la
vulnerabilidad de los marabinos y su ciudad. Hasta julio
de 1822 Morales logró mantener ocupadas a las fuerzas
republicanas que se enviaron en su contra; ya en ese
entonces se le había notificado que ante la marcha del
Mariscal de Campo Don Miguel De La Torre hacia Puerto
Rico, debía hacerse con el mando supremo de lo que
quedaba del Ejército realista de la Costa Firme.
De acuerdo a las impresiones de José Domingo Díaz
en ese trágico momento en que la derrota ya era algo
inevitable, pensó que Bolívar, luego de la victoria,
llegó a temer un desbordamiento de las castas a
través de una guerra de “colores” que terminaría con
el exterminio de la población blanca. La sociedad
colonial de origen hispano llegaba a su fin y un
nuevo orden llegaba a sustituirle; el miedo natural
que todo cambio genera hizo pensar a los realistas
que la “época dorada” que habían idealizado se había
consumido inexplicablemente en una guerra intestina
(“guerra de exterminio” y “odio de los partidos”) de
la cuál España estuvo prácticamente ausente.
Monteverde había hecho la contrarrevolución del año
1812 con soldados americanos fundamentalmente; Boves
en 1814 acaudilló a 8.000 zambos, indios y negros que
esparcieron el terror indistintamente entre los
blancos realistas y los republicanos. La anarquía que
generó Boves y su cuestionamiento radical a las
jerarquías tradicionales pudo acabarse en un
principio con el arribo de Morillo y su cuerpo de
europeos en 1815. Pero estos batalladores veteranos
que habían logrado derrotar a los invencibles
ejércitos del emperador de los franceses poco
pudieron hacer con las terribles condiciones
geográficas y climáticas del trópico caribeño. Pocos
se dieron cuenta de la fallida experiencia del
ejército expedicionario francés (58.000 soldados)
enviado en 1802 a reprimir a los haitianos y que fue
exterminado por la fiebre amarilla. Morillo y La
Torre nunca tuvieron confianza en los soldados del
país y creyeron que los refuerzos peninsulares que
una y otra vez solicitaban iban finalmente a venir y
decretar el triunfo peninsular sobre los sublevados.
Esta errónea suposición significó una lenta agonía
por parte de las tropas realistas que fueron
incapaces de enmarcar la política represiva dentro de
un plan de reformas sociales que no les enajenara el
apoyo de la opinión pública. Los abusos y
arbitrariedades en el contexto de una guerra de
exterminio estuvieron en el orden del día; y llegó un
momento en que sólo el más fuerte, más bárbaro y
cruel podía aspirar ganar reduciendo al otro.
93
DÍAZ, op.cit., pág. 575-576.
La Independencia del país tiene que volverse
a revisar desde nuevas ópticas que ofrezcan
cabida a todos los actores, indistintamente si
esto a priori puede agradarnos o desagradarnos.
El gran inconveniente ha sido que la historia de
ese proceso se ha tergiversado peligrosamente
para servir más al mito y la epopeya fundacional
alrededor de la figura heroica de Bolívar94.
Arremeter contra el mito bolivariano como cáncer
instalado en la historia genuina de nuestro
pasado, es una tarea ineludible por parte de las
nuevas generaciones de historiadores, que deben
entender que si bien el mito contribuye a
enorgullecer a todo un colectivo, también lo
aleja de una comprensión más justa y equilibrada
de los hechos que sucedieron. La “Edad de Oro”
que la mayoría asume que fue la Independencia del
país para nosotros no es tal. La ruptura con
España no fue concertada sino violenta; y luego
de ocurrida, el proyecto republicano fue incapaz
de concretarse a través de algunos acuerdos
mínimos de parte de las distintas oligarquías y
próceres surgidos de la guerra. Los libertadores
impusieron sus particulares dictaduras y el
pueblo sintió el arribo de una nueva tiranía
mucho más cruel que la precedente. Liberarse de
los libertadores fue entonces un imperativo para
que algunos consideraran posible el objetivo
principal de alcanzar la civilización alrededor
del progreso, el orden y la paz. Nuestros
procesos históricos y sociales han quedado
94
Acaba de publicarse un excelente estudio de
carácter desmitificador en torno a la “religión
bolivariana” por parte del historiador: PINO ITURRIETA,
E: El divino Bolívar. Ensayo sobre una Religión
Republicana, Caracas, 2003.
marcados con la cicatriz de esa larga y terrible
guerra que aún se siguió peleando a lo largo de
todo el siglo XIX. Lo absurdo o surrealista es
que no hayamos aprendido a reconciliarnos en
torno a una idea de futuro con fundamento
histórico que nos permita librarnos del peso de
un pasado anclado en el tiempo y sin conexión con
la vida.
97
ALBI, op.cit., pág. 338.
Existe un valioso texto recopilatorio de toda la
98