Rectificación de La Mente PDF

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TRATADO DE LÓGICA POR ABUSALT
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CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

RECTIFICACIÓN DE LA MENTE

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Ancíalus"
TEXTO ÁRABE, TRADUCCIÓN Y ESTUDIO PREVIO

C. ÁNGEL GONZÁLEZ FALENCIA

MADRID, MCMXV
iprenta Ibérica, E. Maestre Pozas,
12.-Teléfono 3.854
LOS ESTUDIOS FILOSÓFICOS EN LA ÉPOCA
DE ABUSALT

Sabido es que la filosofía musulmana es una con-


tinuación de la filosofía griega. El renacimiento
filosófico en el islam se inicia caracterizado por
una dirección francamente neoplatónica (1). Los
primeros filósofos de lengua árabe pertenecen to-
dos a sectas batinies y motáziles (2), porque en la
sociedad musulmana, esencialmente religiosa, es
muy difícil encontrar pensadores que fueran fran-
ca y exclusivamente filósofos; la filosofía había de
desarrollarse, forzosamente, a espaldas de la orto-
doxia, y por esto no es extraño que tuviese un ca-
rácter esotérico; y ningún sistema se acomodaba
mejor a este carácter esotérico que los de la escue-
la alejandrina.
En España también se introducen los estudios
filosóficos junto con las herejías batinies y motázi-
les, disfrazadas con apariencias de religiosidad y

(1) Cfr. Asín Palacios, M.: Abenmasarra y su escuela.


Orígenes de la filosofía hispano musulmana (Madrid, 1914),
pág. 8.

(2) Acerca de estas sectas, véase Asín: Al gazel. Dogmá-


tica, moral, ascética (Zaragoza, 1901), pág. 12.
- 6

ascetismo (1); por esto también eran predominan-


temente neoplatónicas las teorías de los primeros
filósofos musulmanes de España, el principal de los
cuales es Abenruasarra, que «bajo las apariencias
musulmanas del motazilismo y del batinismo, fué
el defensor y propagador dentro del islam español
del sistema plotiniano del Pseudo Empédocles» (2).
Posteriormente a esta dirección neoplatónica, se
inició otra corriente peripatética (3), alimentada,
principalmente, por las traducciones de las obras
de Aristóteles, el Organon sobre todo; pero este pe-
ripatetismo estaba alterado, parte a causa de las
malas traducciones, parte a causa de las influen-
cias de elementos extraños al peripatetismo, ejer-
cidas a través de los comentarios de los neoplató-
nicos. El principal iniciador de este movimiento
aristotélico dentro del islam fué, sin contar Alken-
di, cuyas obras no se conservan, Alfarabi, «el más
grande filósofo antes que Avicena, intérprete y co-
mentador de los autores griegos, mejor que su tra-
ductor» (4). Sus obras de lógica le dieron fama uni-
versal, y en su metafísica se ven huellas evidentes
del neoplatonismo.
Estas huellas procuró borrarlas su sucesor Avi-
cena,, partiendo de la misma síntesis de Alfarabi,
para aproximarse mejor al verdadero peripatetis-
mo; pero su filosofía, como la de Alfarabi, está co-

(1) Asín: Abeiimasarra, pág. 26.


(2) lbíd., pág. 86.
(:'.) Ibid.. pág. 9.
(4) De Wulf, M: Hi'stoire de la philosophie medievalt
(París, 191 2), págs. 272 275.
roñada por dando lugar a muchos gra-
la mística,
dos de éxtasis y profecías que muestran su carác-
ter neoplatónico (1).
El estudio de la filosofía en España fué perse-
guido siempre por los alfaquíes ortodoxos como
herejía; únicamente se toleró un poco, a partir del
reinado de Alháquem II (961-976) que, como es sa-
bido (2), introdujo en España los libros más impor-
tantes de las ciencias griegas y dio gran libertad
para el estudio de toda clase de disciplinas; pero,
durante el reinado de su sucesor Hixem II, cuando
Almanzor necesitó sincerarse ante el vulgo del ru-
mor que acerca de él corría de ser aficionado a los
estudios filosóficos, se inició un período de deca-
dencia en estos estudios, como consecuencia del
expurgo que mandó hacer en todas las bibliotecas,
y que dio por resultado la quema de todos los li-
bros de filosofía y de ciencias griegas, excepto la
matemática elemental y la medicina. Para librar-
se de la persecución oficial, los aficionados a la
filosofía se abstuvieron de ella, y los que así no lo
hicieron, tuvieron serios disgustos (3).
Pasó el tiempo y se introdujeron en España las
obras de Algazel, y los alfaquíes dijeron que el
ateísmo y la impiedad estaban personificados en
ellas, convenciendo a las autoridades de que de-
bían mandarlas quemar, como lo hicieron. Se persi-

(1) Ibíd., pág. 278. Cfr. De.Boer, T. .1.: The history of


philosophy in Islam, tianslated by E. R. Jones (London,
1913), pág. 106 y sigs.
(2) Asín: Abenmasarra, pág;-. 86-7.

(3) Ibíd., pág. 91.


— 8 -

guió a los que poseían obras de Algazel, y hasta el


tiempo de los almohades no se logró la rehabilita-
ción de la memoria del que después había de ser
llamado fundamento del islam, ni se hizo general
la lectura de sus obras (1).
La misma suerte alcanzó a la lógica, como es
natural, y nos consta, por Sáid el Toledano, que
uno de los perseguidos en tiempo de Almanzor fué
«Abderrahmán, famoso geómetra, conocido por el
sobrenombre de Euclides español, y autor de un cé-
lebre compendio de los ocho libros del Organon de
Aristóteles, que tuvo que expatriarse de Córdoba
y refugiarse en Oriente» ('2). Abentumlús de Alci-
ra, en el prólogo de su lógica, nos ha dejado una bri-
llante página de historia de la lógica en España,
dando a conocer las diversas actitudes de los al-

faquíes españoles, que principiaban rechazando


como heterodoxo lo mismo que aprobaban como
bueno y lícito, después de acostumbrarse a ello;
este mismo criterio aplicaron a la Lógica (3).
En este ambiente de hostilidad contra los estu
dios filosóficos escribe Avempace sus comentarios
sobre la lógica de Alfarabi, y un poco antes, o qui-
zá en los mismos años, otro filósofo peripatético,
poco o casi nada conocido hasta hoy por los es-
pecialistas, el valenciano Abusalt, su compendio
de lógica. Este compendio, juntamente con el del
ya citado Abderrahmán, prueba que en España, a

(1) Cfr. Asín Palacio*, M.: Jai logique de Uní Toumloús


d'Alcira (Extrait de la Revue Tunisienne, L909 . pá^s. 4 S.
(2) Asín: Abenmaxarra, pá^. 91.
(3) I .a logique de Ibn Toumloús, pá£. 8.
9

pesar de dicha hostilidad, se había llegado, antes


de Avempace, a un estado floreciente de los cono-
cimientos de lógica, porque los compendios son
siempre posteriores a las obras extensas y difusas.
El estado de estos estudios en el siglo de Abusalt
era, pues, mucho más floreciente en el islam que
en la Europa cristiana.
Un poco posterior a Abenházam (f 1063), Abusalt
(1067-1134) es, en efecto, contemporáneo de Algazel
(1058-1111) y de Avempace (f 1134), e inmediata-
mente anterior a Abentofail (1100-1185) y a Ave-
rroes (1126-1198). Estos nombres valen seguramen
te por toda una demostración documental del apo-
geo brillante a que el islam había llegado ya en
aquellas remotas fechas en materias filosóficas.
También el judaismo contaba por entonces con
nombres esclarecidos en estos estudios. Muertos ya
Abengabirol (1025 1070) y Bajya ben Pakuda (des-
pués de 1060), encontramos a Abensaddik (f 1149),
«un verdadero racionalista neoplatónico»; al gran
poeta y filósofo Yehuda Halevi (1085-1143), autor
del Cuzary, de indudables analogías con Algazel;
al peripetético Abendaud de Toledo (1110-1180),
«que intenta conciliar la Biblia con Aristóteles»,
como efecto de la influencia que en el mundo filo-

sófico ejercían Alfarabi yAvicena, cuyo intento


de conciliación había de llegar a su meta con el
insigne autor de la Guía de los descarriados, el
Maimónides de los Escolásticos (1135-1204) (1).

(1) Cfr. Bonilla ySan Martín, A.: Historia de ¡a Filoso


fia española (siylos VIIIXI1: Judíos). Madrid, 1911. págs 96,
215, 220, 229, 261 y 275.
10

En cambio, cuando Abusalt escribe su compen-


dio de lógica, más de un siglo
faltaba todavía
para que Petrus Hispanus (1226-1277) compusiera
sus célebres Sammulce Logicales, que tan resonante
éxito habían de obtener en la Escolástica. Esta
continuaba estudiando, por este tiempo, el proble-
ma de los universales, por cuya solución trabaja-
ban: de un lado, Guillermo de Champeaux (1070-
1120) y Bernardo y Thierry de Chartres (1117-
1121), partidarios del realismo exagerado; de otro,
los antirrealistas con AdeLirdo de Bath (1105-6) y
con Gautier de Mortagnc (1126-1174); y de otro,
los partidarios del realismo moderado, Pedro Abe-
lardo (1079-1142) y Gilberto de la Porree (1076-
1154).
Engrandeciendo al aristotelismo y abriéndole ca-
mino para su triunfo en el siglo xm, encontramos
a Hugo de San Víctor (1096-1141), a Juan de Sa-
lisbury (f 1180) y Alain de Lilie (1128-1202). El
materialismo de Cataros y Albigenses, y el pan
los
teí-mo de Amaury de Benes y de David de Dinant
(hacia fines del xn); las escuelas de teología esco-
lástica dirigidas por Abelardo, Hugo de San Víctor
y Pedro Lombardo (f 1164,); y el misticismo, tanto
panteísta derivado de Juan Scoto Eriúgena, como
ortodoxo, llevado a la perfección por San Bernar-
do (1091-1153), completan el cuadro de la filosofía
en la Europa cristiana del siglo xn (1).
Tal era el estado de los estudios filosóficos ni
tiempo de Abusalt, tanto en el islam como fuera
de él. El carácter enciclopédico de su labor, que

(1) Cfr. De Wulf, ob rit., págs. 207-268.


— 11 —
permitió a sus contemporáneos llamarlo indistinta-
mente el sabio, el literato, el poeta, el filósofo y el
médico, autorizan a considerarlo como una gloria
española. Bien merece, pues, que se le dé a cono-
cer en su patria y que se le reconozcan sus méri-
tos, tan. grandes casi como los de otros pensadores

de la España musulmana; que no por ser musulma


ne-, dejan de ser españoles (1). A este fin tiendo

con este modesto trabajo, en el que, después de


trazar un ligero bosquejo de la vida (2) y obras de

(1) Cfr. Ribera y Tarrago, J.: El cancionero de Abencuz-


man (Discurso Je recepción eu la R. Academ'a Hspañola,
Madrid, 1912), pág. 54.
(2) Las fuentes biográficas que he utilizado son las si-
guientes:
1 . Benabioseibia: Uyún al-anbáa fi tabaqat al-atib
báa (Boulac, li99), II, 52.
2. Ibn Khalliearís biographical dictionary, transla-
ted from the arabic by B. M. G. de Slane (Pa-
rís, 1843), I, 228.
3. AlMakkari: Analectes, 1,530.
4. Almo gr ib de Abensaid (Ms. árabe de la R. Acade-
mia de la Historia, nú;n. 80;, fol. 119 r.°-120 v.°
5. Ibn al-Qifti's Tarikh al-Hukama (ed. Müller-Lip-
pert, Leipzig, 1903), pág. 80.
ti. Leclerc. L.: Histoire de la Médecine árabe (Pa-
rís, 1876), II, 74.
7. Pons, F. Historiadores y geógrafos arábigo-es-
:

pañoles (Madrid, 1898), pág. 199.


Las más fidedignas rae parecen Abenjalicán y Benabiusei
bia, éstepor ser de Oriente, donde Abusalt pasó la mayor
\ la última parte de su vida, y aquél porque se sirvió de una

compilación hecha en España, donde se citaba a 'Abusalt.


Por su antigüedad y por ser español, es interesante también
el texto de Abensaid, utilizado casi íntegro por Alraacari,
12

Abusalt, publico y traduzco al castellano el texto


árabe de su compendio de lógica, hasta hoy iné-
dito, precedido de un resumen analítico de sus doc-
trinas.

pero no parece que tuvo tan buenas fuentes como los ante
riores. Por lo que toca al Quiftí, no cita ningún dato nue-
vo; Leclerc y Pons se han servido principalmente de Bena-
bioseibia y Almacari, respectivamente.
Para la bibliografía de Abusalt han de añadirse a las
anteriores las siguientes fuentes: 1.° Brockelmanu, Geschi-
chte der Arabischen Lüteratur (Weimar, 1898;, I, 486. 2.°
Wüstenfeld, Geschichte der Arabischen Aerztc und Natur-
foscher (Gottingen, 1840;, pág 162.3." Hacbi Jalifa, Lexi
con bibliog?\>ph¿cu?n, II, 48; III, 41, 442; IV, 146.
La monografía de Steiuschneider, publicada por Virchow
(Archiv für pathologischc Anatomie, XCIV, 28-65) y citada
por Derenbourg en su catálago Les manuscrits árabes de
VEscurial (París, 1884), núm. 646, no la be podido encontrar
ni en la Biblioteca Nacional ni en la de la Facultad de Medi-
cina; pero por la índole de la revista, supongo que conside
rara a Abusalt principalmente como médico, aspecto el
menos intere>ante para mi objeto.
II

VIDA Y OBRAS DE ABUSALT

Abusalt Omeya ben Abdelaziz ben Abisalt nació


en Denia el año 460 de la hégira (1067-1068 de Je-
sucristo) (1).

Ninguna noticia nos han dejado sus biógrafos


acerca de su familia; y respecto a su educación,
solamente Abenjalicán indica que estudió con va-
rios maestros de la comarca de Denia, entre ellos
con el cadí Abulgualid Alguacaxí. Era éste, según
Abenpascual ("2), el hombre de erudición más uni-
versal en su tiempo, uno de los más sabios gramáti-
cos, entendido en lexicología, en el sentido de los
versos, arte métrica y elocuencia; a la cualidad de
prosista elegante reunía la de buen versificador,
docto en tradiciones y hechos históricos, muy

(1) Abenjalicán, I, 228. Aluaacari (Aualectes, I, 530), co-


piando a Abensaíd, lo llama el Sevillano; pero, aparte de
que este denominativo no indica siempre el pueblo de pro-
cedencia, sino a veces el de residencia únicamente, es g3
neral on los demás biógrafos la indicación de que fué na-
tural de Denia. Cfr. Benabioseibia, II, 52.
(2) Assila (eii. Codera), biog 132:5.
- 11 -

versado en los fundamentos dogmáticos y jurídi-


cos, conocedor de muchas sentencias legales, da-
das por jurisconsultos de varios países; práctico en
materia de contratos y sucesiones hereditarias, se-
guro en la ciencia del cálculo y la geometría, y de
tan sólida instrucción, tan erudito, que estaba al
tanto de los sistemas y opiniones de los filósofos, en
cuyo examen crítico mostraba sagacidad, tino y
penetración no comunes, de tal modo que de él po-
día decirse aquello del poeta:
Las ciencias hasta tal punto dominaba
que todo saber en su mente reunía (l).
Como se verá después, este carácter enciclopé-
dico de la cultura del maestro se reflejó también
en que brilla en todos los ramos del
el discípulo,
saber humano, exceptuando las ciencias religiosas;
parece como si el trato con la filosofía y con las
ciencias profanas, hubieran acentuado en él el ra-
cionalismo que sin duda su maestro le inculcar,].
No sabemos si estudió solamente en Denia, o si
estudió también en otras partes, siguiendo la cos-
tumbre de aquella época; quizá residiera algún
tiempo en Sevilla, y a ello deba la denominación
de sevillano que le da Abensaíd (2). Únicamen-
te nos consta que por las fiestas de los sacrificios

(1) Ribera en El Ai-chi-


Cfr. los artículos de D. Julián
vo (Revista de Denia, l^>-¡7), La
elegía árabe de Va-
titulados
lencia y su autor, tomo I, págs. 380, 388 y 393. ídem. Me-
néndez Pidal, R., La tlcgia árabe de Valencia, apud. Home-
naje a D. F. Codera, 393.
("2) Cfr. Ahtiogrih, m*. árabe do la R. Academia de la
Historia, núm. 80, fol. 119-12U v.° Por el interés qne tie-
ne esta fuente inédita utilizada por Almacari, doy el tex-
- 15 -

(10 de Dulhicha) del año 489/1095 llegó a Alejan-


dría, acompañado de su madre. Es lo más proba-
ble que en Alejandría se dedicara Abusalt al estu-
dio con gran entusiasmo. Consta también que es-
tuvo en el Cairo durante algún tiempo.
Reinaba a la sazón en Egipto el califa fatimí
Almustali Abulcasim Ahmed, hijo de Almostánsir
Abutemim Maád; pero el que llevaba las riendas
del gobierno era Xahanxah, hijo del Emir Al-
c/iiux (Mirgueh), Béder Alchamali, general armenio
traído por Almostánsir, para sujetar a los negros

to de la biografía, omitiendo los fragmentos de poesías que


intercala.

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- 16 -
de la guardia real y para combatir a los turco3
Confirmado Xahanxah por Almustali en el título
de Málic Aláfdal, sólo pensó en recuperar las pro-
vincias perdidas por las conquistas de los seljueíes,
mientras que los ismaelíes, separados de los fati-
míes, fundaban en Persia y en el norte de Siria
los célebres estados de los Asesinos (Hachachin), y

los Cruzados aparecían en el horizonte. Málic Aláf-


dal tomó Jerusalem a los ortoquíes, gobernadores
de los seljucíes, en 1098, y al año siguiente entra-
ba Godofredo de Bouillon por asalto en la Ciudad
Santa. A Almustali sucedió en 495/1101 Alamir
Abuali Mansur, de cinco años de edad; pero Aláf-
dal era el que seguía gobernando, hasta que el ca-
lifa, envidioso de su poder, le hizo asesinar el 512

1121, suceso que acentuó la rápida decadencia de


la dinastía fatimí (1).
En este escenario de luchas interiores y exterio-
res, poco propicio en verdad para los reposados
trabajos del espíritu, es donde, sin embargo, se
desliza la época de más intensa vida científica de
nuestro filósofo. Una aventura casi novelesca, aun-
que perfectamente histórica, fué quizá el motivo
principal que puso de relieve sus talentos en la cor-
te del califa fatimí, en el año 505/1111. He aqui
cómo nos la refiere Benabioseibia (2):
«Un barco cargado de cobre, que navegaba con
rumbo a Alejandría, naufragó muy cerca de ella.

(1) Cfr. Huart: Hifttoires des árabes (Parí?, Genthner,


1912) 1, 348.
(2) A él se la contó en el Cairo el año 632 1234 el jeque
Se, luí A. l.liii el Mantiquí. Benabioseibia. loe < it.
17

A le ocurría un medio para sacarlo a flo-


nadie se
te, cuando Abusalt pensó en el asunto y creyó ha-
ber dado con la solución. Reunió a los nobles del
Amir Alchiux, rey de Alejandría, y les expuso que
él se comprometía a sacar a flote el barco naufra-
gado, con todo lo que contenía, siempre que le fa-
cilitasen todos los medios que necesitaba. Los no-
bles se admiraron del ingenio de Abusalt, se ale-
graron mucho y le rogaron que pusiera en práctica
lo que había pensado, para lo cual se le dieron to-

dos los instrumentos que pidió, gastándose en ello


una gran cantidad de dinero. Una vez que lodo lo
tuvo preparado, lo colocó en un barco grande que
hizo situar paralelo al barco naufragado. Echó
como amarras cables trenzados de seda y mandó
que descendiesen hombres prácticos y las amarra-
sen al barco naufragado. Abusalt había construido
ciertos aparatos, fundándose en reglas geométri-
cas, para extraer del agua los cuerpos pesados que
hubiera en el barco, y dio a todos los obreros las
órdenes oportunas para que conocieran su manejo.
Los obreros empezaron a trabajar, y los cables
iban subiendo hacia ellos, poco a poco, enrollándo-
se en los tornos que manejaban, hasta que apare-
ció elbarco naufragado y llegó casi a la superficie
del agua; pero en este momento se rompieron los
cables, y volvió a sumergirse en el fondo del mar.
Abusalt había hecho con gran ingenio su apa-
rato para sacar a flote el barco, pero el destino no
leayudó. El rey se irritó por los muchos gastos
que hacía ocasionado la construcción de aquel apa-
rato, y mandó aprisionar a Abusalt (aun cuando
éste no lo merecía), permaneciendo en la prisión
— 18 —
algún tiempo, hasta que los nobles intercedieron
por él ante el rey que lo mandó soltar.»
Sin duda la prisión no pasó de un arresto, pues
Abensaíd dice que «fué detenido en la sala de
banderas, donde estaba también la biblioteca», en
la cual cuenta que se dedicó al estudio durante
veinte afios, saliendo hecho un sabio en toda clase
de ciencias (1). Esta última afirmación, como
igualmente la división de la vida de Abusalt, en
tres períodos de a veinte años, pasados respectiva-
mente en Sevilla, en Egipto y en Almahdía, pare-
ce que debe tomarse como una exaltación del poe-
ta y del sabio en la fantasía popular, y que puede
explicarse por la incoherencia del relato de Aben-
saíd, formado, como el de Abenjalicán ,y los de
casi todos los biógrafos musulmanes, con retazos de
varias narraciones distintas.
Abenjalicán no cita el episodio de la prisión de
Abusalt; sólo dice que «el año 505/1111 fué deste-
rrado de Egipto por Aláfdal Xahanxah; pero con-
tinuó en Alejandría durante algún tiempo, dudan-
do [a qué región se dirigiría]; partió el año 506 para
Almahdía». Cabe sospechar que Aláfdal le man-
dara salir de sus territorios, después que lo indul-
tó; pero siempre queda dudoso este punto. También

está oscuro si Abusalt volvió a España desde Egip-


to. Benabioseibia dice: «Fué desde España a Egip-

to y habitó algún tiempo en el Cairo; después vol-


vió a España. Entró en Egipto alrededor del año

Ahnacari (loe. cü.) dice que el príncipe de Almahdía


(1)
lo envió con una embajada al rey de Egipto y allí fué
aprisionado.
— 19 —
510/1116.» Que esta entrada en Egipto no fué la
primera parece confirmarlo, además de las indica-
ciones de Abenjalicán, el acto de dedicar Abusalt
una poesía a Aláfdal, donde menciona sus cam-
pañas contra los francos en Siria, acontecimiento
que tuvo lugar durante el reinado de Almustali en
los años 493/1099 y 494/1100 (1). Y es de suponer
que la poesía fuera escrita a raíz de la campaña.
¿Se trata de un segundo viaje desde Almahdía a
Egipto? ¿Vino desde Almahdía a España, volvien-
do a Egipto para terminar en Almahdía? ¿Es una
errata de Benabioseibia?
Lo que más probable parece, siguiendo el relato
de Abenjalicán, es que el 506/1112 llegó Abusalt
a Almahdía, ciudad situada al oriente del reino de
Túnez, donde fué honorablemente recibido por el
soberano de la ciudad ('2).
Dominaban entonces en Almahdía los ziríes, des-
cendientes de Zirí Benatiya (3), virrey de Mauri-
tania en tiempos de Almanzor, a la vez que estaba
en todo su apogeo el imperio almorávide, en Áfri-
ca y España, y que eran señores de Bujía los ham-
madíes. Durante el reinado de Temim (1062-1108) y

(1) «Durante el gobierno de Aláfdal, los francos se apo-


deraron de algunas poblaciones de la costa siria, tomaron
Caifa en 493, y Cesárea en 491.» (Abenjalicán, I, 160).
(2) Este mismo hecho indica Abensaíd. Abenjalicán dice
que lo recibió el soberano Alí Benyahya, que no empezó a
reinar hasta el 1116; debe ser errata, porque todos coinciden
en decir que dedicó sus obras a Yahya-
(S) Sobre Ziri Benatiya, cfr. Dozy: Histoire dea musul-
mana d'Espagne, III, 222, y Mercier, E.: Histoire dé VA fri-
que Septentrionale (París, Leroux, 1888 91), I, 379.
- 20 -
de su hijo Yahya (1108-1116) fué bastante próspe-
ra la situación de Almahdía, por estar en paz con
los normaudos de Sicilia; pero Alí (1116-1124) rom-
pió las buenas relaciones con los normandos por-
que ayudaban a los hammadíes de Bujía, llegando
a pedir auxilio al califa almorávide Ali Benyúsuf,
lo cual fué causa de que las escuadras de Roger II
de Sicilia se presentaran ante Almahdía en 1122, y
que al fin lograran apoderarse de la ciudad, en
1146, provocando la caída de Alhasan, hijo de Alí,
y con él la dinastía de los ziríes (1).
La
favorable acogida que los soberanos ziríes
ledispensaron fué muy agradecida por Abusalt,
que compuso allí su libro Risala Almisriya, dedi-
cado al rey Yahya Bentemim Benalmoiz Benba-
dis.Para Túnez tuvo una gran importancia este
viaje de Abusalt, porque él, que tocaba perfecta-

mente el laúd (2) y que había escrito libros sobre


música, enseñó allí los cantos populares que se con-
servaron largo tiempo en uso (3). En Almahdía
tuvo un hijo, llamado Abdelaziz, que llegó a ser un
poeta de superior habilidad y un práctico juga-
dor de ajedrez. Murió Abdelaziz en Bujía el año
546/1151 (4).
Honrado por los reyes y los nobles, admirado por
el pueblo y engrandecido por la fama (5) de sus
poesías y de sus conocimientos científicos, vivió

(1) Cfr. Mercier, ob. cit., II, 57 y sigs.


(2) Beoabioseibia, loe. cit.

(3) Abensaíd y Almacari, loe. cit.


(I) Abenjalicán, loe. cit.
(5) Abensaíd, loe. cit.
21

Abusalt en Almahdía hasta el día 2 de Moharram


del íifio 529 (23 Octubre 1134) (1), en que, a causa
de una hidropesía (2), rindió su tributo a la muer-
te, siendo enterrado en el emplazamiento de la ac-

tual Monastir. Sobre su tumba mandó poner este


epitafio que él mismo había compuesto (3):
«Mientras que me arrastraba
Del mundo la corriente fugitiva,
Yo jamás olvidaba
Que hacia la muerte caminando iba.
Hoy la muerte no temo,
Cuando me siento próximo a morir,
Sino del Juez Supremo
El fallo inevitable que he de oir.
¿Qué destino me espera?

(1) Benabioseibia, loe. cit. Abenjalican {loe. cit.) dice que


murió en lunes primer día del año 529 (22 Octubre 1134).
Otros, según el mismo Abenjalican y Almacari, colocan su
muerte el 528, y otros el 546; entre ellos Abensaíd {loe cit.)
e Imad Addin en su libro Jarida (Brockelmann, I, 315), que
dice que al fin de una copia de la Radica de Abusalt, que
se la había regalado Aláfdal, se hallaba la nota de haber
muerto el autor el 12 Je Moharram de 546; pero ya Abenja-
lican indica que debió ser confusión con la fecha de la muer-
te de Abdelaziz, hijo de Abusalt, puesto que la de 529 está
citada en más autores, y en el Chinan del cadi Arrachid Ben-
azzobair, que contiene noticias de poetas de Egipto y viene
a ser un compendio de la Yatima del Tsaalabi (Abenjali-
can, 1, 146), También da está fecha el thronicon de Ben-
alatir (ed. Tornberg, XI, 10).
(2) Abenjalican, loe. cit.

(3) Schack lo tradujo al alemán en su libro, que Valera


publicó, vertido al español, bajo el título de Poesía y Arte
de árabes en España y Sicilia, Esta versión de Valera
los
es la que transcribo en el texto. Pons, Historiadores, pági-
na 199, la traduce también literalmente.
— 22 —
De ruis culpas el número es crecido.
¡Cuan justo el Señor fuera
Castigando a quien tanto le ha ofendido!
Poro el alma confía
En su misericordia y su perdón
Para gozar del día
Venturoso y eterno en su mansión.»

La labor literaria y científica de Abusalt fué


enorme, y de ella procuraré dar alguna idea, sin
que trate de hacer un catálogo completo de sus
obras.
1.°Obr as poéticas originales.
Ante todo fué un gran poeta, cuyo nombre coin-
cide con el de otro gran poeta oriental preislámico
que se cita en Kitab alagani, III, 179. Benala-
tir (1) dice: «En el mismo año (529) murió Abu-

salt el poeta», y cita dos poesías suyas. Todos sus


biógrafos insertan fragmentos más o menos exten-
sos de sus versos (2).
Benabioseibia da en su obra un gran número de
extractos de las poesías de Abusalt. Notaré en-
tre las más principales, fuera de su epitafio: dos
casidas que a Benabioseibia dio a conocer Abul-
cásim Ali Bensuleiman conocido por Benasai-,

rafi;una poesía que, según Dáfir Alhadad el Ale-


jandrino, hizo Abusalt cuando se dirigía a Al-
mahdía desde Alejandría; varias laudatorias, en-
tre ellas una de alabanza a Abutáhir Yahya Ben-
temim Benmoiz ben Badis, donde menciona la lle-

(1) Chronicon, loe. cit.

Imad Addin, en la Jarida. Cfr. Dozy: Scriptontm


(2)
arabum loci de Abbadidis (Lugduni Batavorum. 18
I, 405.
— 23 -
gada a Túnez de un rey cristiano con regalos, pi-
diendo la suspensión de las hostilidades, hecho
acaecido el año 505; y otra dedicada a Aláfdal, en
donde se cita la campaña de éste contra los fran-
cos en Siria. Varias descriptivas: de una estrella
de la constelación Perseo; de un lugar de Egipto,
llamado s-£uaJ| ¿á^; de un caballo tordo; de un mos-
quito; de un astrolabio; de an pebetero; de las Pi-
rámides (1). Algunas de carácter religioso: sobre
el ascetismo, sobre el tiempo de la adversidad y
otra dedicada a su hijo, durante la última enfer-
medad de Abusalt (2). Y finalmente, buen núme-
ro de poesías epigramáticas, como la de un mé-
dico llamado Xaabán; la misma del mosquito; la
ele la compra de su casa a un hombre negro; y la

hecha a propósito de haber visto que un hermoso


adolescente se levantó de su asiento y fué ocupado
por un hombre negro. Abenjalicán, que dice que
las composiciones poéticas de Abusalt son muchas
y buenas, cita algunas, eróticas en su mayoría; y
Almacari da otra dedicada a una bella escancia-
dora (S).

(1) Abensaíd, loe. cit.

(2) Almacari y Pona, ob. cit.

(3) Traducida por Poiis (ob. cit.). Valera (ob . cit.), I,

143, la traduce así:


Más que el vino que escancia,
Vierte rica fragancia
La bella escanciadora,
Y más que el vino brilla
En su tersa mejilla
El carmín de la aurora.
Pica, es dulce y agrada
Más que el vino su beso,
Y el vino y su mirada
Hacen perder el seso.
— 24 -
la Jarida de Imad Addin se citan también va-
En
riosfragmentos de versos de Abusalt (1).
Todas estas poesías acaso fueran parte del diván
que le atribuye Abenjalicán, cuyo título no cita
ninguno de sus biógrafos.
2.° Antologías poéticas.
No además hombre
sólo era poeta original, sino
muy versado en la historia literaria, como lo prueba
el hecho de ser citado como autoridad por los au-
tores orientales. Una de las más nombradas compi-
laciones de poesías que él compuso fué el Kitab ha-
dicafixoarai Alandalus (s^uJ^iill Ap¿* 3*» *¿»¡aA ^tó),
antología compuesta con arreglo al mismo plan que
la Yatima (¿^üJI) del Tsaalibi (2).
tan celebrada
También un Kitab almilh alasría
se le atribuye
1«jjo«J| ^loJl ^V»á> acerca de los poetas españoles,
que quizá deba identificarse con la anterior.
3.° Obras históricas.
Merece citarse en primer término la L'isala Al-
misría («jjo^Jl ¿JUj). Dedica la obra al rey de Al-
mahdía, Yahya Bentemim, y en ella describe los
monumentos que en Egipto había visto, los médi-
cos, los poetas, los astrónomos y demás personajes
notables con quienes se encontró. Una anécdota de
este libro nos ha conservado Abulfarach (3), sobre
el astrólogo egipcio Rizcalá. Un día fué a consul-
tarle una mujer; él empezó a hacer su horóscopo

(1) Abenjalicán, loe. cit.

(2) Véase Brockelmann, I, 281; Hachi Jalifa, III, 41,


11 úra. 4461; IV, 146.
(3) Citado por Leclerc: Hist. de la Méd, árabe (París,
1876), II, 74 Cfr. Qifli, ob. cit., pág. 186.
25

y a trazar la posición de los astros, a la vez que


los describía; mientras tanto la mujer guardó un
silencio que el astrólogo juzgó extraño. Por fin la
dijo: «Veo desaparecer algo de tu casa; anda con
cuidado.» —
«Has dicho la verdad» — le contestó la
mujer, y le dio una moneda de plata. «¿No has te- —
nido una pérdida'?» —
replicó el astrólogo.— «Sí-
contestó la mujer —
acabo de perder el dinero que
,

te he dado.»
De la autoridad que esta obra gozó entre los es-
critores árabes da idea el ser citada por Yacut en
su Diccionario geográfico (1) al tratar de las ciu-
dades de Fostat y Barca, del monte llamado de la
Luna (¿«All ^if>), y al hablar de los diversos pobla-
dores de Egigto: coptos, cristianos, árabes, beré-
beres, curdos, etc.
4.° Obras de medicina.
Un Tratado de los medicamentos simples («otsá
¿hjioJI ¿jgSaSll), ordenado por los miembros del cuer-
po semejantes. Este tratado lo cita Abenalbeitar
unas veinte veces, aunque estas citas son cortas y
de poca importancia (2). Además, un Kitab alinti-
sar (jloü^ll ^»l*á), defendiendo el libro de las Cues-
tiones de Honain Benishac de los ataques de Alí
Benriduán.
5.° Obras de astronomía.
Un epítome (j^^JI) que compuso por orden del
visir Aláfdal. Este lo mostró a su astrónomo Abu-
abdalá de Alepo, el cual dio su opinión dicien-

(1) Jacut's Geografisches Worterbuch (ed . "WiUtenfeliI,


Leipzig, 1869), I, 592; II, 699; IV, 547, 551, 865,
(2) Leclerc, loe. cit.
- 26 -

do que la obra no podía ser usada por los princi-


piantes en la materia, y a los maestros no les po-
día ser útil. Además escribió un tratado sobre el
uso del astrolabio (s¿3,)¿ia31 **loc ¿s ^\i6) (1) y la
solución de seis problemas astronómicos.
6.° Un libro de música.
7.° Un
tratado de geometría, y otro tratado so-
bre los varios sentidos de la voz nocta (punto).
8.° Un tratado de lógica, titulado Tacuim addih-
ni (>¿4>¡aJ1 ^9*»), que es el objeto principal del pre-
sente trabajo.
De
todas estas obras se conservan: El Libro de
los medicamentos simples, en la Biblioteca Bodleia-
na de Oxford (Cfr. Catálogo, I, 578; II, 587); el
Tratado sobre el astrolabio, en Berlín, 5798; Lei-
den, 1073; Bodleiana, I, 967; Arabrosiana, 179; Pa-
latina, 128; Los Seis problemas de Astronomía, Es-
corial, 646; el libro de Lógica, Escorial, 646; una
Casida, Berlín, 7682; el tratado sobre los sentidos
de la voz nocta (punto), Leyden, 1024 (2).

Abenjalicán dice que estas dos obras astronómicas,


(1)
la defensa de Honain Benishac,el tratado sobre las medici-

nas simples y el de lógica, los compuso Abusalt mientras


estuvo prisionero en Egipto, y por orden de Aláfadl.
(2) Véase Brockelmann, ob. cit., 1. l s, ¡.
III

EL MANUSCRITO DE LA LÓGICA DE ABTJSALT

El tratado de lógica que ahora se edita, abarca


los quince primeros folios del manuscrito árabe del
Escorial, núm. 646 (1). Es el manuscrito de letra

(1) Está descrito por Derenbourg en Les mss. árabes de


l'Escurial, núm. 646, y por Casiri, Bibliotheca arábico his-
pana núm.
escurialensis (Madrid, 1760 70), 643.
Los otros dos tratados que comprende este manuscrito
son estos: 1.° <iloi\ g¿1 U>¿c vJiui <LUu< ¿u^l (f.~ 16 26)

2.° ¿oljWJ ^-09-bOI >|oa.| (ir 27 45)

El primero contiene las cuestiones siguientes:


Utfláo ^9 <i|üJ| ¡aa-gi ¿¿ ^9^11 üJ
^
. o oll (f.° 17)

^¿aAi 51 ^.SJI ,jaJ| ^ ^1 ÍMijiJI «Ü-ttoJI (f.° 18)

jUJI >—*áÁu»1 O**]*» s* ^1^1 a ' ^" oJl (i.° 19)

sJoá ,s¿ aWI ^9^9 Ule &s »*>yi S l 'm oll (f.° 20 v .°)

'
94> I09 ,S9J*J1 ^oJW! ^-ác v^>9 »"»<>WI v i > * ol] (f° 21)

(Sin título.) i-ibUJ! gl^ -io l l 'f.° 21 v.°)

El segundo abarca los siguientes capítulos:


^iUJJI ^oJr ^j Ogill sJo¿J| (f.° 27 v.°)
— 28 —
magrebí, bastante clara, cuidadosamente escrito
y muy bien conservado; sólo tiene un deterioro
que abarca unas cinco líneas del folio 1.° y otro
que comprende dos líneas del folio 9.° Está foliado
con foliación de la época. Tiene 25 líneas por pá-
gina. Los epígrafes de los capítulos están escri-
tos con caracteres más gruesos. Está fechado (fo-
lio 15) a 24 de Chumada primero del año 710 de la

hégira, correspondiente a 19 de Septiembre de 1310


de nuestra era. Al margen lleva las correcciones
del texto, que yo he introducido en mi transcripción
sin indicarlo. En
algunos lugares (folios 4 y 4 v.°)
las correcciones marginales llevan el signo o el ^
signo !*«; presumo que estas correcciones son va-
riantes que resultaban de cotejar este manuscrito
con otros dos que el copista señala con las abre-
viaturas de y Ixo. He puesto estas variantes en
^
nota al pie. En alguos folios tiene anotaciones mar-
ginales, de letra de fecha posterior, que casi siem-
pre son el índice de las materias tratadas en aquel
folio del texto (1).
En la transcripción he separado en párrafos
aparte lo que el texto árabe da sin solución de con-

sj¿¿oJ| ^>k ¿¿ ^fcJI sJoáJI (f. 30)

s^laüJl ^olc s* ^ilÜJI ^laáJI i f.° 35 v.°)

jyjuu^J) sJ*J| ^ <au1j.ll sJoáJl f ° 39 v.°)

^»^J10£ 9
(1) He aquí algunas:
Al margen del f.° 5. Upo Oo*¿a«h>J19 <¿liá«oJl v-oUuil

Al margen del f.° 5 v.°: ¿J <*&»l*»*J1 Lt»1ó*H s-oWsl


« "-i^rf '^J^ú/i^&

Facsímil del folio 15 del manuscrito de la Lógica de Abusalt


- 29 -
tinuidad, con arreglo a la materia de cada párrafo,
a finde facilitar su lectura. También he corregido
la ortografía de algunas palabras; así he puesto,
por ejemplo: ¿¿¿ja en lugar de ¿j>j^; ^Jjü por ^Jtó:
sj|sJ| por sjls»JJl; sJUI por ^1*1, etc.

En la traducción castellana, pongo en notas al


pie los pasajes correspondientes de Aristóteles en
latín, para que se pueda estudiar más fácilmente
la filiación aristotélica de Abusalt. Respecto a los
términos técnicos, hago notar que he encontrado
a veces gran dificultad en su traducción, por no
constar en los diccionarios corrientes, no estando
seguro de que sea siempre exacta. Con el fin de que
mi trabajo pueda ser útil en lo sucesivo, pongo al
final un vocabulario de los términos técnicos en
árabe, con sus correspondientes griegos y caste-
llanos o latinos.

SalóiJIg sJilüJI ¿Jl jáiJl» klóAll v-oUál — viüáJlg vüiaoJ!

Al margen del f.° 6 v.°: ^UljÜrtlj ^ ^ii? 51 U ¡aia£

Al margen del í.° 7: v»J|ÁoJ| <jhs ^*m1_jüJ| c


>4Jj U is¡a£
IV

RESUMEN ANALÍTICO DE SU LÓGICA

El tratado de lógica, que edito y traduzco, es


un compendio de la Isagoge de Porfirio y de los
cuatro primeros libros del Organon de Aristóteles,
como fácilmente puede comprobarse por sólo el co-
tejo de la traducción castellana con el texto lati-
no puesto al pie. Teniendo en cuenta que Abusalt
escribió su obra cuando ya se había realizado el
completo desarrollo de la filosofía en el islam, me
incliné á pensar de primera intención que su com-
pendio estuviese basado, bien en Avicena, bien en
Alfarabi, anteriores a Abusalt, ya que era difícil
que conociese el texto de Avempace, porque sien-
do contemporáneos, éste vivió en España, mien-
tras que aquél pasó la última parte de su vida en
Oriente.
Difícil resultaba el cotejo con Alfarabi, porque
sus obras son rarísimas y no sé que existan en nin-
guna biblioteca española. La edición latina Al-
pharabii vetustissimi Aristoteüs inte rp retís, opera
omnia, quai latina lingua conscripta reperiri potue-
runt (París, 1638), me inclino a pensar que haya
desap¿irecido, ya que el diligente historiador de la
— 31 -
Lógica, Cari Prantl no la pudo encontrar tam-
(1),
poco. No quedan, más que notas
pues, de Alfarabi
sueltas, citadas por los escolásticos, principalmen-
te por Alberto Magno, y recogidas por el autor an-
tes mencionado, para reconstruir el sistema lógico
de Alfarabi (2). Pero de esas citas, casi siempre
referentes a cuestiones discutibles, se podía sacar
poca utilidad al compararlas con el texto de Abu-
salt,donde se elude de propósito el tratar todas
las materias que no sean corrientemente admitidas
y vulgares. Por fortuna, en el mismo manuscrito nú-
mero 646 de la Biblioteca del Escorial, que contie-
ne la lógica de Abusalt, se halla también (folios
27-46) una pequeña enciclopedia de Alfarabi, titu-
lada s^WI slo&l. Cat alago de las ciencias, un capí-
tulo de la cual (fols. 30-35 v.°) está dedicado a la
lógica. Después de su lectura he confirmado mi

(1) Geschichte der Logik im abendlande, von Cari Prantl


(Leipzig, 1861), II, 302, nr.ta 12.
(2) Z6íd.,II,3013l8.
Claro es que me refiero a la Lógica, porque queda algo
más de Alfarabi. Vid., por ejemplo, Das Bu h der Ringstei-
ne FarabVs, edic. Horten, en Z. filr Assyriologie, XX,
317; AlfarabVs Phüosophische Abhandlunge, texto árabe y
traducción por F. Dieterici (Leiden, 1890); y Alfarabi's Ab-
handlung der Mutterstaat, por el mismo Dieterici (Leiden,
1S95). Además queda el opúsculo De intellectu (impreso en
e liciones de Aviceua y de Alberto Magno). En el tratado
De dioisione scientiarum de G-undisalvi, hay parte tomada
de Alfarabi (confr. la edición de Baur, Münster, 1909). Debo
estas notas a la amabilidad del Sr. Bonilla y San Martín, a
quien expreso mi gratitud.
Para la bibliografía completa de Alfarabi, véase Brockel-
mann, Geschichte der arabischen Lüteratur, I, 211.
- 32 -

primera sospecha de que no hay relación alguna


entre la lógica de Abusalt y la de Alfarabi; la de
éste, a juzgar por ese capítulo, se parece bastante
más a la de Averroes y, sobre todo, a la de Aben-
tumlús de Alcira (1).
La misma investigación hube de hacer respecto
a Avicena, y con idéntico resultado negativo. Des-
pués de leer el capítulo que Prantl le dedica en
su obra (2), y después de estudiar su libro Alixa-
rat (3), que es realmente un compendio de lógica, y
el Nacha, compendio del Xefa (4), he sacado la
conclusión de que Abusalt no depende en nada de
Avicena, al menos directamente y por lo que toca
a la forma de exposición.
Para justificar el título dado a su libro, dice
Abusalt en el prólogo de la lógica: «La circuns-
tancia de coincidir que este libro se parece al de
aquel autor que llamó a un libro suyo, redactado
en forma de cuadros, acerca de la medicina, «Rec-
tificación de la salud», porque también el mío con-
tiene rectificaciones y cuadros, lo he llamado «Rec-
tificación de la mente». Estas palabras nos dan a
conocer cuál fué el modelo de Abusalt, en la parte

(1) Preparo la edición de esta importante enciclopedia


de Alfarabi, que tanto influyó en Dominico Gundisalvi.
(2) Ibíd., II, 318 360.
(3) Ibn Sina: Le livre des théoremes et des anrtisse-
ments, publié par J. Forget (Leyde, Brill, 1892), págs. 1-89.
(4) Libri quinqué canonis medicinae... Avicennae, qui-
bus additi sunt in fine eiusdem libri Logicae, Physicae et
Metaphysicae, arabia' ñaue primum impressi ( Homae, in
Typographia Medicea, 1593).
[Al final está:] liuti ^óji) UAlj ¿oi^o sUjJI vjUÍ
- 33 —
que pudiéramos llamar externa y formal de su
libro: el libro de medicina de Abenbotlán (f 1063),
denominado Tacuim assiha (1).
Respecto al fondo de su trabajo hay que supo-
ner que Abusalt se inspiró en cualquiera de las
varias traducciones árabes del Organon de Aristó-
teles, divulgadas desde el califato de Almamún en
todo el islam oriental, así como ea cualquiera de
de los comentarios extensos que sobre el Organon
redactaron los más grandes y famosos filósofos mu-
sulmanes de Oriente, como Alkendi, Alfarabi o
Avicena, tan en boga en su época entre los que
como Abusalt seguían la corriente peripatética. No
hay que olvidar que Algazel, su contemporáneo,
redactaba por entonces varios compendios de ló-
gica aristotélica. Es muy difícil, por no decir im-
posible, señalar cuál de todas esas obras aprove-
chó Abusalt para extractar su compendio, puesto
que en el fondo todas ellas tienen que coincidir
forzosamente como derivadas de una fuente mis-
ma remota, y por esto también tal averiguación
es de una importancia muy secundaria. Lo único
que cabe asegurar es que Abusalt utilizó libros
más extensos de lógica, seguramente árabes, de
los que extrajo un compendio que contuviese lo
más preciso de la lógica, para conseguir su fin,
que es «la adquisición de la ciencia apodíctica»
por medio de la demostración que resulta del si-
logismo.
Y en esto precisamente estriba el mérito de su
obra: en haber sabido separar las partes esenciales

(1) Cfr. Brockelmatn, I, 483.


— 34 -
de la lógica y necesarias para alcanzar la demos-
tración apodíctica, de aquellas otras partes discu-
tibles, útiles solamente para las elucubraciones de
pero completamente inútiles a la ge-
los filósofos,
neralidad de los hombres que no hacen de la filoso-
fía una profesión, pero que, sin embargo, necesitan
de la lógica para rectificar la mente, porque «esti-
man en más su facultad intelectual que su facultad
sensitiva, y su energía anímica más que su ener-
gía corporal».
1. Para conseguir la ciencia apodíctica, es de-
cir, la certeza, es precisa la demostración; para

hacer una buena demostración es forzoso conocer


la teoría de los silogismos; esto no es posible sin
conocer sus elementos que son las proposiciones,
compuestas, a su vez, de sujeto y predicado, que son
palabras significativas de ideas simples; por tanto,
es preciso que la lógica se divida en cinco capítu-
los: el primero, acerca de las ideas simples o univer-
sales v«*láJI ¿jUoJI e l segundo, acerca de las pala-
:

bras significativas de estos universales, o sean, las


categorías is^gioJI); el tercero, acerca de las propo-
siciones, o sea, la interpretación (gj|j*J| ¡
e) cuarto,
sobre el silogismo (s^kül), y el quinto, sobre la de-
mostración (sjUjjiJI). Este es el plan que sigue en su
libro Abusalt.
2. Como quiera que todas las cosas sobre las
que pueden actuar nuestras facultades anímicas
son individuales, y toda vez que la ciencia no se
da acerca de los individuos, si la Lógica ha de cons-
tituir una ciencia, es preciso que se fuade, no
bre cosas individuales, sino sobre las universales:
de aquí la necesidad de buscar un medio para cía-
35

siticar todos los individuosen varios tipos univer


sales que los comprendan; estos tipos universales
son cinco: género, especie, diferencia, propio y ac-
cidente. Abusalt se limita a definir cada una de es-
tas palabras de un modo clarísimo, dejando a un
lado las cosas en que convienen y aquellas en que
discrepan los universales entre sí, las cuales, «lo
mejor es que se enumeren y se estudien en libros
extensos, no en los compendios». Deja, pues, sin
estudiar la famosa cuestión de los universales, que
tanto preocupaba en su época a los escolásticos, y
en la cual tanto influyeron los filósofos árabes (1).
Los géneros y las especies están tan íntimamente
relacionados, que si se exceptúan el género supre-
mo y la especie última, todas las demás clases pue-
den ser géneros intermedios, que unas veces serán
géneros, otras veces serán especies, según se tomen
con relación a las clases que hay bajo ellos, o a las
que hay sobre ellos. Estos generes intermedios tie-
nen dos modos de diferencias: distintivas y consti-
tutivas. Diferencias distintivas son aquellas por las
cuales los géneros intermedios se derivan de los
géneros supremos; y diferencias constitutivas son
aquellas por medio de las cuales se distinguen en-
tre sí los géneros intermedios. El género supremo
tendrá, por tanto, sólo las diferencias distintivas,
porque no se tiene que distinguir de otros géneros
semejantes; y la especie última sólo tendrá las di-
ferencias constitutivas. Todas las especies se pue-
den subordinar gradualmente a un solo género su-
premo que las abarque.

(1) Prantl, !I,305.


- 36 -
Nótese la definición que Abusalt da del propio:
«la idea universal simple que existe en la especie
sola, en toda ella, y siempre, sin que dé a conocer
su substancia». Es incompleta porque sólo registra
una acepción a las dadas por Aristóteles. El enca-
necer, el ser bípedo, el ejercer la medicina, ¿qué
son si no propios, según el esquema de Abusalt?

Pero no corresponden a la susodicha definición.


El fin práctico que del conocimiento de los uni-
versales deduce Abusalt es el mismo que se preten-
de en la Isagoge de Porfirio, del cual es compendio
este capítulo: el poder formar con ellos las defini-
ciones y las descripciones de las cosas (1).
Si a un género se añaden diferencias esenciales,
se tendrá la definición (i»aJ|); si se le añaden pro
pios o accidentes, se formará la descripción (s^uajJI).

3. Después del estudio de «las cinco ideas uní-


versales», pasa Abusalt a estudiar «los diez
ñeros y sus propiedades». Nótese que no usa el
nombre Categorías, como hacen de ordinario los de-
más comentaristas árabes; prueba de que ya estu-
diaba la lógica en obras muy alejadas del text i

griego, o de que no quería usar el nombre griego


por considerar la lógica aclimatada ya entre los
musulmanes.
Las categorías son para Abusalt »los supernos
géneros de todas las cosas, es decir, aquellos a los
cuales se subordinan todos los demás géneros», lo
mismo que para Aristóteles son «los términos mas
generales, los que entran en la definición de >dos t

(I) Cfr. Arixtotelis Stagiritae... lógica... cuín Aoerrois


Cordubensis comentariis (Venetiis, L5 . Eol. I.
- 37 -
los demás, sin que ellos mismos puedan ser defi-
nidos» (1).

tin líneas generales todo ;


el tratado de las cate-
gorías de Abusalt coincide con el de Aristóleles;
pero se encuentran algunas diferenci¿is que voy a
indicar. En primer término, Abusalt no trata, en
nombres en
este lugar, de la clasificación de los
sinónimos, homónimos y parónimos, relegándolo
para cuando estudie las palabras como elementos
de la proposición. Define la substancia (^^Jj) por
una de sus propiedades esenciales, que es la sus-
ceptibilidad de contrarios, en vez de definirla como
Aristóteles, diciendo que es «ens non in subjecto»,
definición que siguieron empleando todos los filóso-
fos musulmanes y todos los escolásticos. Explica la
distinción de las substancias en primeras y segun-
das, en la que deja entender que la definición de
substancia, que él da, corresponde sólo a la subs-
tancia primera, o sea, al individuo. Y no añade nin-
guna de las otras propiedades que a la substancia
atribuye Aristóteles (no tener contrario, no recibir
más y menos, etc.), quizá por no ser éstas propie-
dades exclusivas de la substancia, sino comunes a
varias categorías.
Respecto a la cantidad añade Abusalt a
(s*áJ1)
Aristóteles únicamente la definición: «aquello cuya
totalidad se puede medir con una de sus partes».
Aristóteles no definió la cantidad. En las divisiones

y en las cualidades coinciden ambos exactamente.

(1) Franck, Ad.: Esquisse d'une historie de la logique (Pa-


rís, 1833),pág. 27. Útilísima para el estudio del Organon de
Aristóteles, del cual hace un extenso análisis.
— 38 —
Abusalt trata antes la cualidad (gAiȇJ|) que la
relación (gáló$|), invirtiendo el orden de Aristóte-
les. Añade al texto de éste una definición de cua-

lidad: «los modos de ser con los que se responde a


la pregunta ¿cómo son los individuos?» En las divi-
siones y en las propiedades coinciden, como en
toda la materia referente a la relación.
Aristóteles apenas trata de las seis restantes
categorías; Abusalt, por el contrario, las estudia
con la debida extensión, da sus definiciones muy
exactas, sus divisiones y sus propiedades. Al ha-
blar de la acción (^Jx¿»«ó|) y La pasión (vj*¿u s¿|) in-
cluye como especies suyas las seis clases del mo-
vimiento, que Aristóteles estudia en capítulo apar-
te entre las postcategorías. Y termina el tratado de
las categorías i emitiendo al lector, para su expli-
cación más completa, a la Metafísica, donde «co-
rresponde su estudio propiamente dicho».
En la doctrina de los opuestos (so&lüoJl), de la
prioridad (s*s»á£oJ)), de la posteridad jilioJI) y de la
simultaneidad (l«* l*o conviene Abusalt con Aris-
tóteles; únicamente he de notar la exacta y clarísi-
ma definición de opuestos que da Benabisalt y que
en Aristóteles falta: «opuestas se llaman dos cosas,
cuando es imposible que existan ambas en un solo
sujeto, al mismo tiempo y de un mismo modo».
4. En
tratado de la interpretación (*jU*J1' se
el

estudia la doctrina de la proposición lógica, de


la cual se ha de componer el silogismo. Toda la
materia de Aristóteles la encontramos en el com-
pendio de Abusalt; pero justo es reconocer que en
éste ha ganado mucho en claridad y en orden de
exposición.
- 39 -
Los elementos de que la oración (vJgáJI) se com-
pone son dos, según Aristóteles: nombre y verbo, y
tres según Abusalt y todos los filósofos musulmanes:
nombre, verbo y partícula. La diferencia que exis-
te entre nombre y verbo es que, aunque «cada uno
de ellos es una palabra que por su forma y su figu-
ra significa una idea simple», el verbo «significa
además de esto, por su esencia, el tiempo defini-
do en el que existe esta idea». Abusalt añade a es-
tos dos elementos de la proposición según Aristóte-
les, la partícula, que significa también una idea

simple, pero no de un modo independiente, sino


unida al nombre o al verbo. Me inclino a creer que
incluye la partícula como elemento de las propo-
siciones, por encontrarla mencionada juntamente
con el nombre y el verbo en la gramática, no por-
que tenga alguna función en lógica. A la clasifica-
ción aristotélica del nombre y del verbo en deter-
minados e indeterminados, añade Abusalt la divi-
sión del verbo en substantivo y no substantivo, y
las definiciones de los nombres, unívocos, equívo-
cos, sinónimos, etc., con que principia el tratado de
las Categorías de Aristóteles. Al tratar de los ver-
bos y nombres indeterminados, hace constar que no
existen en árabe, «excepción hecha de algunos neo-
logismos que se han introducido». El explica la in-
determinación, diciendo: «en general, implican el
sentido de suprimir algo respecto de una cosa exis-
tente..., exigiendo como condición que la cosa (o su
especie o su género), de la cual se quita algo, posea
por naturaleza la realidad de aquel algo». Y esta
misma dificultad de adaptar a la lengua árabe los
nombres y los verbos indeterminados, se encuentra
- 40 —
en varios lugares del libro de la interpretación, a
causa de la relación que este tratado forzosamente
tiene con la gramática (ya que los nombres y los
verbos se les estudia también gramaticalmente) y
dada la diferencia profunda que existe entre la
gramática griega, que sirvió de modelo, y la gra-
mática árabe, que trató de imitarla. Uno de los lu-
gares donde más clara se percibe esta dificultad
es en las oraciones de verbo substantivo, que en
griego llevan cópula explícita y en árabe no la
llevan, porque es sabido que los árabes la eliden y
dicen: «Zeid hombre» en lugar de «Zeid es hom-
bre», como se dice en todas las lenguas greco la-
tinas.
Pcrfectísimamente clasifica Abusalt las frases
formadas de la unión de los nombres, verbos y par-
tículas entre sí. Primeramente las divide en per-
fecta e imperfecta. Subdivide la perfecta en varias
clases, siguiendo en esto a «los autores más vera-
ces»; de estas clases es la más importante la frase
enunciativa o categórica, que se llama proposición
(¿¡»óáll), y «es aquella que es verdadera o falsa».

La proposición puede ser singular y universal:


la universal puede ser definida e indefinida. Según
el signo de que se afecte la proposición definida,
será afirmativa o negativa, universal o particular:
la afirmación y la negación producen la cualidad
de la proposición; y la universalidad y la particu-
laridad, la cantidad. La proposición puede ser,
además, binaria (jmÍUÍ) y ternaria (£¿3&). Ambas
pueden ser modales (iw» <»19¡» y no modales. Exac-
tísimamente define Abusalt lo que es el modo im^)
y sus clases de necesario, posible e imposible. En
— 41 —
resumen, pues, «la enumeración de las partes de
las proposiciones es la siguiente: sujeto, predica-
do, cópula y modo».
A continuación explica Abusalt la importante
cuestión respecto al lugar en que conviene colocar
la partícula negativa, ya en las proposiciones sin-
gulares e indefinidas, ya en las copulativas: uni-
versales y particulares, modales y no modales.
Siguiendo la clasificación de las proposiciones,
las divide Abusalt, por razón de su determina-
ción, en positivas (g¿*uu), privativas (i¿*i*c) e infi-

hace notar que todas tres son afir-


nitas («Jgia*«);
mativas; que tienen opuesta una negativa, y que
entre todas ellas, tanto si son singulares como si

son indefinidas y determinadas, «existen relaciones


mutuas respecto de la verdad o de la falsedad»,
relaciones que no explica, por la consabida razón
de ser asunto pertinente a los libros extensos y no
a los compendios.
Por razón de la oposición, las proposiciones se
dividen en cinco clases: singulares (gao^¿), inde-
finidas (*Lo4>«)i contrarias (jj¡»|óio), subcon trarias
y contradictorias (¿óáUio). Con la ex-
(¿salóio <¿^»j
posición de la manera de repartirse entre sí la ver-
dad o la falsedad cada una de estas proposiciones
opuestas, según se trate de materia necesaria, con-
tingente o imposible, termina el tratado de la in-
terpretación de Abusalt.
Cómo trata Aristóteles toda esta parte de la ló-
gica lo resume Franck en estos términos: «La cua-
lidad fundamental de toda proposición es la unidad
que la toma de la afirmación o de la negación, o
de la conjunción... La oposición de una afirmación
42

y de una negación es, sin duda, la condición gene-


ral y primera de toda contradicción; pero no bas-
ta; hacen falta otras condiciones más precisas y
que varíen necesariamente según los diversos pun-
tos de vista, bajo los cuales se pueda considerar
la proposición. Porque toda proposición no es sola-
mente afirmativa o negativa; se la puede conside-
rar como general o particular, como determinada
e indeterminada, como simple o compuesta, y en
fin, como absoluta o contingente. Estos diversos
aspectos, bajo losque Aristóteles trata sucesiva-
mente la proposición sin enumerarlos desde luego,
como yo acabo de hacerlo, y sin formularlos con
mucha precisión, son casi los mismos que Kant ha
designado bajo los títulos generales de Cantidad,
Cualidad, Relación y Modalidad y que forman
la base de clasificación de los juicios y catego-
rías, (1).

Esta falta de precisión y de orden que señala


Franck en el tratado de la interpretación y que se
puede hacer extensiva a otros tratados, por no de-
cir a todo el Organon, fué aminorado por Abusalt

y por todos los filósofos árabes, a pesar de que tu-


vieron que exponer las doctrinas de Aristóteles en
una lengua tan distinta del griego como era el ára-
be, luchando con la dificultad de acomodación en
la Hermánela, en su mayor parte, gramatical.
5. El tratado del silogismo ,>*akáJ|i, correspon-
diente al libro de los Primeros Analíticos de Aris-
tóteles, lo comienza Abusalt con la distinción en-
tre proposición categórica (**lo^ y proposición con-

(1) Cfr. Franck, ob. cit., págs. 48 y 49.


43

dicional (¿¿¿¿¿¡i), sin duda como preámbulo para


tratar los silogismos categóricos y condicionales.
También hace preceder al tratado del silogismo la
teoría de la conversión (sjjí1¿*¿|) de las proposicio-
nes, teoría quetambién trata Aristóteles como
preámbulo de Primeros Analíticos (1). Esta teo-
los
ría es de suma utilidad para hacer perfectos los si-
logismos imperfectos, es decir, los no concluyen-
tes, teoría que ya la anuncia en el plan general de
su obra. Después de definir exactamente la con-
versión, señala las proposiciones que se convier-
ten; y en qué otras se convierten, cuando se trata
de las absolutas: afirmativa universal, negativa
universal, afirmativa particular. La negativa par-
ticular no se convierte. Esta es exactamente la
misma doctrina de Aristóteles (2). Por lo que toca
a las proposiciones modales, dice que hay muchas
reglas para su conversión, pero que solamente con-
viene citar como más interesantes las referentes a
la conversión de las proposiciones necesarias, que
son las mismas de las absDlutas. Respecto a las pro-
posiciones posibles o contingentes, se apoya en la
autoridad de Aristóteles, la única vez en toda la
obra, para decir que se convierten siguiendo la
misma regla que las absolutas, diferenciándose su
conversión de la de éstas «respecto del cambio
de las partes de la proposición y de la perma-
nencia de la calidad», es decir, que en éstas no
se cambia el sujeto en predicado, y el predica-
do en sujeto, como ocurre en las otras clases de

(1) Cfr. Franck. ob. cit., pág. 60.

(2) Ibíd., pág. 65.


- 44 —
conversión, sino que sólo se cambíala cualidad, es
decir, de afirmativa en negativa y viceversa: «es
posible que», «no es posible que», conservando el
mismo sujeto y el mismo predicado. Realmente está
algo confusa la exposición de esta materia de la
conversión de las proposiciones modales; pero no
está más clara en Aristóteles, ni la Escolástica lo-
gró ponerla al alcance de todas las inteligencias de
mejor manera: recuérdese a este propósito la frase
corriente entre los estudiantes escolásticos: de mo-
dalibus non gustabit asinus.
Una vez dentro del tratado del silogismo, da
Abusalt una definición clarísima de él y expone
analíticamente los diversos elementos de que se
compone: premisas (jU^*o), términos («*¿j¿), conclu-
sión (8>aü). Divide las figuras (^6m del silogismo
en tres, según la colocación d^l término medio:
primera, cuando es predicado en una premisa y su-
jeto en la otra; segunda, cuando es predicado en
las dos; tercera, cuando es sujeto en ambas. Xo
menciona la cuarta figura, que «tampoco está men-
cionada en los Primeros Analíticos ni en obra algu-
na de Aristóteles* (1).
Pasa a señalar las combinaciones posibles en
cada una de las figuras del silogismo, según la
cualidad y cantidad de sus premisas, combinacio-
nes cuyo número se eleva a treinta y seis. De és-
tas va indicando las que no concluyen, resultando
que en totaf concluyen solamente catorce: cuatro
en cada una de las figuras primera y segunda, y
seis en la tercera. Claro es que las combinaciones

(1) Cfr. Franck, ob. cit., pág. Tu.


- 45 -
de las figuras segunda y tercera sólo concluyen en
cuanto que se reducen a la primera; por esto la
figura primera se llama perfecta y las otras imper-
fectas.
Entre las propiedades del silogismo, Abusalt so-
lamente cita dos: «que debe componerse de una
premisa afirmativa y una premisa universal», y
que «la conclusión sigue siempre la condición me-
nos noble, así en la cantidad como en la cualidad
de las premisas», es decir, el pejorem semper se-
quitur conclusio partem, de los Escolásticos. Era
necesario que pasara mucho tiempo para que se
formulasen las reglas del silogismo tal como han
llegado hasta nosotros.
A continuación pone Abusalt «los cuadros de
las figuras, simples y mixtas, tomadas por razón
de materias y de letras (modos)». Las combinacio-
nes (<»U1j5a|) que estudia son las siguientes: las tres
figuras de las proposiciones absolutas; las tres figu-
ras de las contingentes y necesarias; la primera
figura de las posibles; la primera y segunda figura
de las contingentes y posibles; la tercera de las
posibles, y la tercera de las contingentes y po-
sibles.
A las clases de silogismos que componen cada
figura los llama modos («^¿ó), separándose en esto
de x\ristóteles, que no emplea esta palabra, y en
cada uno de estos silogismos o modos indica de qué
clase de proposiciones se componen y cómo con-
cluyen. En la exposición de estas combinaciones
demuestra Abusalt haber comprendido perfecta-
mente la doctrina de Aristóteles y haber hallado
las reglas de cada silogismo que en los Primeros
46

Analíticos se encuentran «perdidas en una multi-


tud de hechos minuciosos» (1).

Otra novedad que hallamos en la exposición de


Abusalt es el empleo de cuadros con letras para
los ejemplos o esquemas de los diversos silogismos
de cada figura. En Aristóteles y en el mismo Ave-
rroes se emplean los ejemplos usando de letras,
pero sin ordenarlos ni clasificarlos de modo algu-
no, por lo cual resulta sumamente pesada la lectu
ra de toda esta materia de los silogismos. A juzgar
por lo que Abusalt dice en el prólogo, usó estos
cuadro3 siguiendo la pauta que le había dado el
autor del Tacuim assiha, libro sobre medicina, que
empleaba también los cuadros para esquematizar
las reglas higiénicas y terapéuticas.
Algazcl, en su libro Intenciones de los filósofos
(¿feM^aJI JaolAo), emplea cuadros semejantes a los
de Abusalt; pero solamente una vez y sin hacerlo
en la forma sistemática que éste (2). He tratado
de averiguar si en la Escolástica se usaron cuadros
semejantes y en qué tiempo principiaron a usarse;
pero no he podido satisfacer mí curiosidad. Petrus
Hispanus, como todos los Escolásticos, usa las le-
tras siguiendo a Aristóteles (3); pero sin formar
con ellas cuadros del modo ¡sistemático que lo hace
Abusalt; de los filósofos árabes inmediatamente
posteriores a Abusalt, como, por ejemplo, Ave-
rroes, también consta quo no emplearon cuadros:
éste usa el procedimiento de letras en el Comenta -

(1) Cfr. Franck, ob. cit., pág. 7:».

(2) Cfr. edic. Cairo, 1331 hóg., pág. 34.


(H) Cfr. De Wulf, Eist. dt la philos. medü r.. pág. ¿62.
47

rio grande, y en el Comentario pequeño solamente


pone los catorce modos que concluyen en las tres
figuras con sus correspondientes ejemplos (1). Pa-
rece, por tanto, el uso de los cuadros exclusivo de
Abusalt, en lo que a Lógica se refiere, y basado
en el citado Tacuim assiha.
Seguramente se puede calificar a Abusalt de
prolijo en la exposición de los modos silogísticos en
las combinaciones de cada figura, sobre todo tra-
tándose de un compendio donde parece que no de-
bían tener cabida las cosas superfluas, y que, por
tanto, sólo se debía dar lugar a los catorce modos
concluy entes, como hace Averroes en su Comenta-
rio pequeño. Acaso sea esto un síntoma de decaden-
cia en los estudios de la lógica, como las Summu-
lae de Petrus Hispanus son el punto de partida de
las sutilezas dialécticas y sofísticas que caracteri-
zan la Escolástica en sus últimos tiempos (2).
Después de exponer con la minuciosidad que acá-
bo de indicar todas las combinaciones de los silo-
gismos categóricos, pasa Abusalt a estudiar los
condicionales. Lo mismo que las proposiciones con-
dicionales, los silogismos pueden ser copulativos y
disyuntivos. El copulativo puede ser de dos modos,
y el disyuntivo de seis, que se reducen a tres. El
estudio de las proposiciones que forman cada una
de estas clases, y de los modos de cada una de
ellas, es el objeto de este capítulo sobre el silogis-

(1) Cfr. Aristotelis Stagiritae... lógica... cum Averrois


Cordubensis comeutariis (Venetiis, 1560). El Comentario pe-
queño comienza en el fol. 310.
'(2) Cfr. De AVulf, ob. cit., pág. 521 y sigs.
- 48 -
rao condicional, que en Aristóteles está tratado con
el nombre de silogismo hipotético.
Y
en último lugar, para cerrar el capítulo del si-
logismo, estudia, siquiera sea brevemente, la teoría
del silogismo ad impossibile, o de reducción al ab
sur do (sjJ^JI
vjuíI^ Lo mismo éste que el condicio-
.

nal son dos casos complementarios del silogismo


categórico, que se rigen por las mismas leyes que
él (i).
De los materiales del silogismo, de su reducción,
de sus elementos y formas primitivas, y de los va-
rios géneros de demostración que no son silogis-
mos, como la inducción, el ejemplo, el entimema,
etcétera, que son extensamente tratados en los
Primeros Analíticos, nada dice Abusalt (2).
6. «No es suficiente, dice Franck, conocer los
elementos, las reglas y todas las modificaciones
posibles del silogismo; es preciso saber, además, a
qué usos está destinado, qué resultados debe pro-
ducir para la inteligencia y para la ciencia y has-
ta qué punto es legítimo este resultado. En una pa-
labra, después de haber expuesto todas las formas
y medios exteriores de la demostración, es nece-
sario llegar a hacer conocer su fin y sus condicio-
nes primeras» (3). Tal es el objeto de los Segun-
dos Analíticos.
Este mismo es el objeto del libro de la Demos-
tración apodictica de Abusalt. Principia dicien-
do que los modos que concluyen, si se utilizan en

(1) Cfr. Franck, oh. cit., i'ág. •<

(2) Ibld., pág. 81 y Bigs.


(3) Ibíd., pág. l(KX
- 49 -
ellos premisas verdaderas, forzosamente han de
producir conclusiones verdaderas. Ahora bien; para
que las premisas puedan producir una demostra-
ción apodíctica, es preciso que sean de evidencia
inmediata o de evidencia mediata, adquirida por
los sentidos o por el raciocinio. Y la razón de que
estos modos silogísticos produzcan la demostra-
ción apodíctica es porque sus proposiciones tienen
todas las condiciones que Abusalt exige para que
sean verdaderas: son necesarias, universales, más
conocidas y anteriores a la consecuencia; no tie-
nen otras intermedias. «El silogismo formado con
estas premisas es apodíctico, y lo que de él resulta,
certeza (^íasu).»

La demostración apodíctica la divide Abusalt


en dos clases: la que produce el conocimiento de la
causa del ser, llamada demostración quia ínJ); y
la que produce nada más que el conocimiento del
ser, llamada quod (sol). Cada una de estas dos cla-
ses de demostración se subdivide en otras dos:
respecto de la demostración quia, según produzca
el conocimiento del ser y de su causa juntamente,
o sólo de su causa; y respecto de la demostración
quod, según produzca el conocimiento de la exis-
tencia de una cosa en absoluto, o en relación con
otra cosa. Es indudable que la demostración quod
ha de preceder a la demostración quia, porque
«el conocimiento de la existencia de una cosa es
buscado antes que el conocimiento de la causa de
su existencia».
La diferencia técnica, por así decirlo, que Abu-
salt establece entre estas dos clases de demostra-
ción apodíctica estriba en que el término medio sea
4
— 50 —
causa de la existencia del predicado respecto del
sujeto en la conclusión (demostración quia), o sea
efecto (demostración quocl).
Como quiera que demostración apodíctica ha
la
de buscar el conocimiento de la cosa por su causa
(soi-w), es forzoso dar las divisiones de la causa que,

según Abusalt, puede ser material, formal, efi-


ciente y final; y además, próxima y remota.
Ahora, ¿cuáles son las cuestiones que se han de
resolver por medio de la demostración, cuyas con-
diciones y divisiones se han expuesto? En primer
término, la significación del nombre, es decir, la
afirmación, y después cuatro problemas: que se
formulan acaso, qué, cuál, por qué es la cosa, y
que corresponden respectivamente a la existencia
de la cosa, a su esencia o quiddidad, a su forma y
a su causa.
La necesidad de apoyar toda demostración en
principios indemostrables había producido en la
antigüedad dos escuelas filosóficas: los escépticos,
que decían que esos primeros principios eran hipó-
tesis, y nada más que hipótesis, y los sofistas, que
pretendían demostrar las verdades de evidencia
inmediata (1). A estas dos opiniones alude Abu-
salt, afirmando que «algunas cosas son demostra-
bles; algunas cosas son indemostrables». Entre las
cosas indemostrables, añade las corruptibles o
transitorias.
Explica, finalmente, cuándo la demostración es
falsa y cuál sea la causa del error en la demostra-
ción: la ignorancia del universal, o su olvido.

v
l) Cfr. Franck, ob, cit., pág. L05.
- 51 -
La demostración en tanto se busca, en cuanto
ha de servir para construir la ciencia; por eso, a
continuación de la demostración, trata Abusalt de
las ciencias, que divide en generales y especia-
les, según que sus premisas sean también genera-

Explica, además, los


les (ioU) o especiales («oli).
elementos que integran a las ciencias especulati-
vas, que son tres: «objetos (sálrgó^), principios
(^¡alV y problemas (sLU.0)». Divide los principios
en próximos y remotos, aunque dice «que la cer-
teza obtenida por los principios remotos es igual
que la obtenida por los principios próximos, sea
del grado que sea esta certeza». Para esto se
funda en que los principios de cada una de las ar-
tes particulares están comprendidos en el arte que
le es superior, hasta llegar a la ciencia de las cien-
cias y el arte de las artes, que es la Metafísica.
Esta es la base de la certeza obtenida por medio
del silogismo. Otra manera de adquirir la certeza
es por medio de las definiciones. Para formar las
definiciones (sagiüJI) hay varios métodos: el de Só-
crates (polémico, »J:a>J|), el de Platón (analítico,
bxojíi¿J1) de Aristóteles (sintético, s*uájSJ1). Abu-
y el
salt prefiere elmétodo sintético de Aristóteles, que
dice que es el mejor para formar las definiciones.
Toda esta doctrina de Abusalt en el tratado
de la demostración está, sin duda ninguna, toma-
da del libro de los Segundos Analíticos de Aristóte-
les; pero lo mismo que en todos los capítulos ante-
riores, añade sobre Aristóteles el orden y la cla-

ridad de exposición. A Abusalt fácilmente se le


comprende; a Aristóteles es preciso estudiarlo mu-
cho y hay que «dejar a un lado repeticiones, de-
52

y pruebas superfluas, que no faltan en


talles inútiles
esta obra» (1), para poder llegar a comprender la
idea general de la demostración y de los principios.
7 . Resumiendo todo el análisis hecho hasta
aquí, puede afirmarse que Abusalt es uno de los
filósofos musulmanes que siguieron francamente
una dirección peripatética. Su tratado de lógica es
un compendio de los cuatro primeros libros del Or-
ganon, precedido de otro resumen de la Isagoge,
hecho a la vista de un comentario de las obras de
Aristóteles, mejor que en presencia de una traduc-
ción de ellas. Ha entendido perfectamente el plan
de Aristóteles, y todo su libro lo ha dirigido a dar
los medios de buscar la certeza en la demostra-
ción por medio del silogismo; de aquí que todo lo
haya subordinado al perfecto conocimiento de la
construcción del silogismo. Ha sabido extractar en
pocas páginas lo indispensable para hacer una de-
mostración, tomando los puntos culminantes en
medio del inmenso fárrago de las reglas del Orga-
non; así ha llegado a hacer un compendio cuya
utilidad la habrían de sacar principalmente los
hombres cultos que no se dedicaban con preferen-
cia a los estudios de filosofía; como ahora din -irnos,
la obra de Abusalt sobre la lógica es un trabajo de
vulgarización científica.
La importancia que entre los filósofos musulma-
nes españoles alcanzara este compendio de Abu-
salt, se puede inferir considerando que todavía

(1) Cfr. Franck, ob. cít., pág. 120, Véase todo el análisis
de los Segundos Anal Uicos pág*. 100-130) para cerciorarse
de la veracidad de mi afirmación.
— 53 -
en el sisloxiv se hacía una copia tan esmerada y
tan correcta como la que publicamos. Y no se ob-
jete el hecho de ser única; que no se conservan
tantas más de las obras de Avempace, ni de otros
muchos filósofos musulmanes como Averroes, que
influyeron poderosamente en el desarrollo de los
estudios filosóficos en España y en el resto de Eu-
ropa, y no por ser raros los manuscritos se puede
inferir la falta de estimación de las obr¿is que con-
tienen. Por lo demás, ya sabemos cómo fueron per-
seguidas en el islam español y africano las obras
y escritos de los filósofos musulmanes (1).
Puede formarse además idea de la importancia
del compendio de Abusalt, fijándose en su pare-
cido con las Summulae de Petrus Hispanus. Si és-
tas obtuvieron tan clamoroso éxito en toda la baja
Edad Media, ¿por qué no podremos pensar que
aquél lo hubiera obtenido igualmente, si el poder
de los musulmanes españoles no hubiera decaído
rápidamente ante las victorias de I03 cristianos?
En la historia de la filosofía española debe ocu-
par un lugar preferente el filósofo que, antes de ha-
ber visto la luz las obras de Averroes y probable-
mente sin conocer las de Avempace, hizo un com-
pendio de la parte del Organon, indispensable para
toda persona que se preocupe de la educación de
su inteligencia. Y esto, a principios del siglo xn,
cuando la Escolástica empezaba a preparar la ma-
ravillosa síntesis del siglo xiii.

(1) Cfr. Atín, Abenmasarra, pág. 91; Ribera, Bibliófilos

y bibliotecas en la España musulmana (Zaragoza, 1896), pá-


gina 53 y sigs.
TRADUCCIÓN
¡En el nombre de Dios clemente y misericordio-
so! ¡Ruegue Dios por nuestro señor y dueño Maho-
ma, su profeta honrado, y sobre su familia!
Dijo Abusalt Omeya Benabdelaziz Benabisalt,
perdónelo Dios (1):
El plan que he seguido en este libro es el siguien-
te: en primer lugar he puesto un resumen conciso

del tratado acerca de las cinco ideas universales; y


esto constituye el capítulo primero. En el capítulo
segundo he seguido estudiando lo relativo al trata-
do de las diez categorías y las cosas inherentes a
ellas [pág. 6]; en el tercero, el tratado de la inter-
pretación; en el cuarto, el tratado del silogismo, y
en el quinto, el tratado de la demostración. He
puesto en cuadros los modos de las tres figuras, pu-
ra<*y mezcladas, del silogismo en sus tres mate-
rias,mediante los cuales se facilita al estudiante su
inteligencia y se le ponen a su alcance. He dividi-

(1) Siguen las doxologías corrientes en honor de Maho-


ma, y una breve dedicatoria de nueve líneas, en la que, con
el estilo retórico y rimado que es de ritual en los prólogos,
ofrece su compendio de lógica a un jeque o maestro que no
nombra. A la oscuridad del estilo se añade el deterioro de
cuatro líneas del texto, ilegibles por completo. Por todo
esto prescindimos de traducir las lincas legibles de este
breve prólogo.
— 58 —
do cada cuadro en columnas: la primera de ellas
comprende el número de los modos de la figura; la
que le sigue, las premisas mayores, [la otra, las
premisas menores], y la última, las conclusiones
derivadas de esas premisas. He puesto antes y des-
pués de cada cuadro un resumen conciso de las
propiedades de cada figura y la manera de reducir
los silogismos imperfectos a los perfectos.
La circunstancia de coincidir que este libro se
parece al de aquel autor que llamó a un libro suyo,
redactado en forma de cuadros, acerca de la Me-
dicina, «Rectificación de la salud» (1), porque tam-
bién el mío contiene rectificaciones y cuadros, lo he
llamado «Rectificación de la mente». Este fin [rec-
tificar la mente] es el más importante, útil y prove-
choso para todo aquel que estima en más su facul-
tad intelectual que su facultad sensitiva, y su ener-
gía anímica más que su energía corpórea. Y desde
este momento comienzo, esperando de Dios la ayu-
da y el auxilio y pidiéndole la dirección hacia el
camino recto [pág. 7].

(1) Se refiere a la obra s^oJI ^-oj^íu, de Abulhasan Al-


mojtar Benalhasan Beabotlán (1017-1063). Se cita una tra-
ducción latina con el título de Tacuini (^ic) sanitatis (Ar-
gentorati, 1531). Cfr. Brockelmann, ob. cit., I, 483. No he
podido encontrar esta edición latina ni en la Biblioteca Na
cional, ni en la de la Facultad de Medicina de Madrid.
CAPITULO PRIMERO

DE LAS CINCO IDEAS UNIVERSALES

El fin más noble de las reglas de la Lógica es la


adquisición de la ciencia apodictica, es decir, la
certeza; la ciencia apodictica sólo resulta de la de-
mostración; la demostración es un silogismo; el
silogismo es una elocución compuesta de proposi-
ciones; toda proposición está compuesta de sujeto
y predicado; predicado y el sujeto son a su vez
el
una palabra significativa de una cosa; por tanto,
es preciso que los lógicos pongan en primer lugar
el tratado de las palabras simples, significativas
de los inteligibles simples, y después el tratado de
la composición de estas palabras para que resulten
de ellas proposiciones que forzosamente sean ver-
daderas o falsas; a continuación, un tratado sobre
la composición de las proposiciones para que re-
sulten de ellas silogismos, los cuales sean por ne-
cesidad concluyentes; después, otro tratado acerca
de las condiciones que, si se cumplen en el silogis-
mo, engendran la certeza, y si no se cumplen, no
la producen.
Toda palabra, o significa una idea universal,
60

como cuando decimos: animal, planta, o significa


un individuo, como si decimos: Zeid, Amrú. Ahora
bien, como que los individuos son innumerables, y
solamente cabe en cierto modo limitar su número
bajo los universales, es preciso cuidar con toda so-
licitud de buscar las reglas para precisar el núme
ro de estos universales. Los universales , si se divi-
den en armonía con lo que exige la división del ser,
son cinco: género, especie, diferencia, propio y
accidente.
Género es lo que se predica de muchas cosas dife-
rentes en especie, respondiendo a la pregunta [pá-
gina 8]: ¿qué es [el ser]? Especie es lo que se predica
de muchas cosas diferentes en número, respondien-
do a la pregunta: ¿qué es [el ser]? Diferencia es lo
que se predica de muchas cosas diferentes, respon-
diendo a la pregunta: ¿cuál es [la cosa]? Propio es
la idea universal simple que existe en la especie
sola, en toda ella y siempre, sin que dé a conocer
su substancia. Accidente es la idea universal sim-
ple que existe en los géneros y en las especies,
desigualmente en cada uno de ellos, y sin dar a co-
nocer su substancia. Ejemplos: de género, animal;
de especie, hombre] de diferencia, racional: de pro-
pio, ridente; de accidente, blanco, caliente. De los
universales hay muchas descripciones: pero nos
hemos limitado a este resumen de ellas. Asimismo,
los universales en unas cosas convienen y en otras

discrepan; lo mejor es que se enumeren y se estu-


dien en libros extensos, no en I09 compendios.
Entre los géneros se cuentan: los géneros supre-
mos, que son los que no tienen sobre si otro género,
y los géneros intermedios, que son aquellos que, si
.

— Bi-
se toman en relación a las especies que hay debajo
de ellos, son géneros, y si se toman en relación a las
que hay sobre ellos, son especies. El género que no
tiene sobre sí otro género se llama supremo. Del
mismo modo, la especie que no tiene debajo de ella
otra especie se llama especie última. Ejemplos: de
género supremo, substancia; de especie última,
hombre; de géneros intermedios, animal, planta.
Puesto que los géneros intermedios se derivan de
los supremos por medio de diferencias distintivas y
se distinguen entre sí por medio de diferencias cons-
titutivas, es preciso que tengan siempre estos géne-
ros intermedios dos clases de diferencias, a saber:
distintivas y constitutivas. El género supremo y la
especie última no tienen ninguno de ello3 más que
una sola clase de diferencia: el género supremo, las
diferencias distintivas; la especie última, la dife-
rencia constitutiva. Unas especies ascienden gra-
dualmente hasta un solo género que las abarca a
todas; y otras ascienden hasta géneros diversos, ya
intermedios, ya supremos; y esto, sea mediante es-
pecies intermedias, sea sin especies intermedias.
Si a los géneros añades diferencias substanciales,
[pág. 9] formarás con ellos las definiciones; y si en
lugar de diferencias substanciales se les unen pro-
pios o accidentes, se forman con ellos las descrip-
ciones; por ejemplo: la definición de hombre y su
descripción. ¡Su definición es: «animal racional»; su
descripción, «animal ridente», «animal de estatura
erecta» [pág. 10]
CAPITULO II

DE LOS DIEZ GÉNEROS Y SUS PROPIEDADES

Los géneros supremos para todas las cosas, es


decir, aquellos a los cuales se subordinan todos los
demás géneros, son diez: substancia, cantidad,
cualidad, relación, cuándo, dónde, sitio, hábito,
acción y pasión.
La substancia es aquello cuyo individuo, numéri-
camente uno, es susceptible de contrarios, con al-
teración en sí mismo (1), como este árbol, este ca-
ballo, y en suma, todos los cuerpos compuestos
sensibles. Los lógicos llaman a esta substancia,

(1) Define la substancia por su propiedad esencial y pri-


vativa. Después de anunciar que la substancia no tiene con-
trarioy que no admite más y menos, añade Aristóteles:
«Máxime autem proprium subst intiae videtur esse, quod
quum idem et unum numero sit, contraria suscipit>. Aris-
tóteles, Opera omnia, ed. Didot, (París, 1848), vol. I, pág. 5,
línea 40. Aristóteles define la substancia: «Substautia pro-
priisime et primo et máxime sic dicta est. quae ñeque de
subjecto quopiam dicitur, nec iu subjecto quopiam est; ut
quídam homo, et quídam equus>. (Ibíd., pág. '2, Un. 39.)
Igualmente definían la substancia los escolásticos: «ens
non in subjoct* », y así mismo la drfine Averroe?.
— 63 —
substancias primeras, y llaman substancias segun-
das a los géneros y especies de las substancias pri-
meras que se predican de éstas, puesto que las se-
gundas sólo existen por las primeras (1).
Cantidad es aquello cuya totalidad se puede me-
dir con una de sus partes. Sus especies primeras,
son dos: continua y discreta (2). La continua es
aquella en la que es posible encontrar un límite
común en el que coincidan dos de sus partes; y dis-
creta es aquella en la que no es posible encontrar
este límite. Las especies de cantidad discreta son
dos: el número y
las palabras. A'úmero e3 la re-
unión de unidades; palabras son los sonidos dividi-
dos por las letras, según un pacto convencional.
Cada una de estas dos especies se mide con una
parte suya, pues el número se mide por la unidad,

aunque hay también números cuya medida no es


la unidad; y las palabras se miden por las sílabas
largas y breves y por la unión de unas y otras. Las
especies de cantidad continua son cuatro: la línea,

(1) «Secundariae autem substantiae dicuntur, in quibus


Speciebus primo dictae substantiae insunt; hae quidem et
harum specierum genera, velut quinara homo in specie est
bomine; gemís vero speciei est animal; secundariae igitur
hae dicuntur substantiae, velut homo et animal». (Ibíd.,
pág. 2, lín. 43.)

(2) «Quanti autem aliud est discretum, aliud continuum...


Est autem discretum, ut numerus et oratio; continuum vero
ut linea, superficies, corpus; praetírea, locus et tempus».
(Ibíd., pág. 6, lín. 43.)
No incluye el autor la división que da Aristóteles: «Aliud
quidem ex partibus positionem inter se invicem habentibus
coHstat, aliud vero ex partibus non habentibus inter se posi-
tionem». (Ibíd.)
- 64 -
la superficie, el cuerpo y el tiempo. Linea es la
cantidad que no tiene masque una dimensión, que
es la longitud; superficie es [pág. 11] la que tiene
dos dimensiones: longitud y latitud; cuerpo es la
que tiene tres dimensiones: longitud, latitud y pro-
fundidad; tiempo es la medida del movimiento
oriental por lo anterior y lo posterior. Y es eviden-
teque cada una de estas especies se mide también
por una parte suya. Ninguna cosa cuanta tiene
contrario (i). La propiedad más privativa de la
cantidad es ser igual y ser desigual (2).
La cualidad son los modos de ser con los que se
responde a la pregunta ¿cómo son los individuos?
Se divide en cuatro especies, que también son gé-
neros para lo que está debajo de ellas: 1. a el géne- ,

ro de la disposición y el hábito que es propio del


alma y en cuanto que
del [cuerpo] dotado de alma,
está dotado de alma. Aquellos modos de
ser que
tienen la propiedad de cesar rápidamente se lla-
man disposición; aquellos otros que son permanen-
tes y fijos se llaman hábito (3). Ejemplos: de dispo-
sición, en el alma, ¿la extensión de lo coloreado?, y

(1) «Porro quauto nihil est contrarium». (Ibid., pág. 8,


lín. 8.)

(2) «Proprium vero máxime quanti est. quod id aequale


et iuaequale dicitur». (lbíd., pág. 9, lín. 12.)
(3) «Qualitatem vero dico. secuudum quara quales aliqui
esse dicuntur... Una quidem species qualitatis habitúa et
dispositio nuncupatur. Differt auteiu habitus a dispo:?itione,
quod multo diuturnior sit et firmior... Tales vero sunt scien-
tiae et virtutes... Dispositiones vero dicuntur quae fací le
amoveri et celeriter mutari possuot; ut calor et frigus,
morbus et sanitas». {Ibíd., pág. 13. lín. 7.)
b5

en el cuerpo dotado de alma, la fiebre cotidiana;


de hábito, en el alma, la ciencia del sabio perfec-
to, y en el cuerpo dotado de alma, la salud conso-
lidada perfecta; 2. a el género de la potencia física
,

y la impotencia [física] (1) que significan la aptitud


para obrar o para recibir una acción con facilidad
o con dificultad; ejemplos: de potencia, la dureza;
de impotencia, la blandura; 3. a el género de las ,

pasiones y las cualidades pasibles (2), que son los


modos de ser percibidos por los sentidos: de estos
modos de ser, los que cesan rápidamente, como el
rubor del vergonzoso, se llaman pasión, y los que
son permanentes o cesan con dificultad, como la
dulzura de la miel, se llaman cualidad pasible;
a
4, , el género de la forma y la figura (3); la forma

(1) «Aliud genus qualitatis est... quaecumque secundum


potentiam naturalem aut impotentiara dicuntur: non enim,
quod aliquo modo dispositum sit, unumquodque horum dici-
tur, sed quod potentiam habeat naturalem aut impotentiam
aliquid facile agendi, aut nihil patiendi». (Ibíd., p. 13, 1.37.)
(2) «Tertium genus qualitatis patibiles sunt qualitates
et passiones. Sunt autem talia, ut dulcedo, amaritudo...
Patibiles vero qualitates dicuntur non quod ea ipsa, quae
qualitates receperunt, passae quidpiam sint;.. sed, quod cir-
.

ca sensum unaquaeque harum qualitatum passionem fa-


ciat... Quotquot vero a talibus oriuntur passionibus, quae fa
cile dissolvuntur et celeriter depelluntur, passiones dicun-
tur, non autem qualitates: non enim dicuntur quales secun-
dum illas; ñeque enim erubescens, qui pudefit, rubicundus di-
citar...». (Ibíd., pág. 14 lín. 2.)

^3) «Quartum genus qualitatis sunt figura et quae circa


unumquodque est forma .. Triangulare enim et quadran-
gulare esse quale quid dicitur; et rectum aut obliquum; et
secundum formam unumquodque quale dicitur». (Ibíd., pá-
gina 15, lín. 7.)
— 66 —
abarca en general a los minerales y a los anima-
les, y la figura sólo es propia de I03 animales; ejem-
plos: de forma, el ser triangular o cuadrangular;
de figura, el ser contrahecho o patizambo. Las pro-
piedades de la cualidad son: que es susceptible de
contrarios y que admite el más y el menos; su pro-
piedad privativa es ser semejante y desemejan-
te (1).
Relación es un respecto entre dos cosas, por el
que se compara una de ellas a la otra (2); como la
relación entre el padre y el hijo, el siervo y el se-
ñor. Es condición precisa de la relación que exista
siempre, o en potencia, o en acto; y es necesario
que cada uno [de los dos términos de la relación]
se exprese por el nombre que lo significa en cuan-

to [pág. 12] relativo; a aquel término que no tenga


nombre propio en este sentido, debe derivársele
del otro término un nombre. Una de las propieda-
des de los correlativos es que se convierten cada

(1) «Est autem contrarietas circa quale... Recipiunt


vero qualia magis et minus... Ex iis quae dicta sunt, uullum
propriuin est quaütatis. Similia autem et dissimilia secun-
dum solas qualitates dicuntur». (Ibid., págs. 15, lín. 46, y 16,
lina. 5, 31.)

(2) «Relata ad aliquid talia dicuntur, quae ipsa, quid-


quid sunt, aliorum esse dicuntur aut quocumque modo ali-
ter ad aliud... Omnia autem relata conversim dicuntur, ut
servus domiui servus dicitar... Enimvero nonnuuquam non
videbitur reciprocari, si non proprie id, ad quod refertur.
expressum fuerit... Nonnumquam vero etiam nomen tinge-
re forta^se necessarium, si non positum sit nomen, ad quod
proprie quidem couferatur... Si quis sciat aliquid detinite
esse relatum, et illud, ad quod dicitur, detinite sciet». {Ibid.,
págs. 9, lín. 23; 10, líns. 2, 10, 2»; 12. lín. 90.)
- 67 —
uno de ellos con con reciprocidad completa,
el otro

pues tú dices: «el padre es padre del hijo», y «el


hijo es hijo del padre». Otra propiedad de los co-
rrelativos es que cuando uno de los términos es co-
nocido perfectamente, es también conocido el otro.
La relación existe en las demás categorías.
La categoría del cuándo es la relación de la cosa
con su tiempo fijo o con aquel tiempo del cual su
tiempo fijo es una parte. Las especies del cuándo
son muchas, por ejemplo: ayer, año primero, des-
de tal año.
La categoría dónde es la relación de la substan-
cia con su lugar, bien sea el propio, es decir, la su-
perficie del cuerpo que la contiene, cubierta por
sus límites, bien sea elcomún, como la habitación
y la atmósfera.
La categoría sitio es la relación entre las partes
del cuerpo que ocupa un lugar con este lugar. Sus
especies son muchas, como estar echado, estar sen-
tado, estar de pie.
La categoría del hábito es la relación de un cuer-
po a otro cuerpo que contiene a su superficie o a
una parte de su superficie, cuando el cuerpo con-
tinente se traslada por la traslación del contenido.
Puede ser natural, como el pellejo, y voluntario,
como vestido mientras está puesto y las armas
el

mientras son llevadas, pues si no, no están dentro


de esta categoría. Sus especies son varias, como
cuando dices: armado, provisto de anillo, cal-
zado (1).

(1) S^bre los varios modos de esta categoría, cfr. Aris-


tóteles, ¿bíd., pág. 24, cap. De modis verbi Habere.
— 68 -

La categoría de la acción es
que resulta en la lo
substancia por la innovación que ella produce en
otras cosas, [es decir, haciendo pasar a éstas] de un
estado a otro estado, gradualmente y sin interrup-
ción, como el ennegrecer, el blanquear, el adelga-
zar, el humedecer (1).
La categoría de la pasión es lo que resulta en la
substancia por la innovación que en ella produce
otra cosa [ea decir, pasando la substancia] de un
estado a otro estado, gradualmente y sin interrup-
ción, como el pasar de lo negro a lo blanco, de la
humedad a la sequedad. Las especies de la acción
y de la pasión son las mismas seis especies de mo-
vimiento (2), a saber: la generación, la corrupción,
el crecimiento, el decrecimiento, la alteración y
la mutación o traslación. La acción y la pasión
[pág. 13] tienen comunes estas seis especies, pero
en cuanto que son opuestas o antitéticas, puesto que
lo que es calentado es opuesto a lo que calienta, y
lo que es debilitado es opuesto a lo que debilita.
Estos son los géneros de las cosas reales, según

(1) De las cinco viltimas categorías sólo dice Aristóteles:


«Recipit vero et Agere et Pati contraiietatem, et magis
ac minus. Nam calefacere et refrigerare sunt contraria...
Potest enim aliquid calefacere magis et minus, et calitieri
magis et minus... Ilabere quidem significat, indutum esse
armatum esse; Ubi, e. c. Lyceo et reliqua, quae de ipsis dic-
tae sunt». (Ibíd., pág. 17, lín. 4.)
(2) «Mutus auteni species sunt sex: generatio, corruptio.
augmentatio, immiuutio, alteratio, mutatio loci... Motui
autem omuino quie.s contraria est, singulis autem motas
speciebus singulae; gener.itioui quidem corruptio, augmen
tationi immiuutio, mutationi secunda m locum quies secun-
dum locum». (Ibíd., pág. '2:?, lín. 8.)
- 69 -
lo establecido entre los filósofos más verídicos. Su
estudio propiamente dicho correspondo a la filoso-
fía suprema [la Metafísica].
Entr¿ las propiedades inherentes a las catego-
rías se encuentran los opuestos. Opuestas se llaman
dos cosas cuando es imposible que existan ambas
en un solo sujeto, al mismo tiempo y de un mismo
modo. Las clases de opuestos son cuatro (1): 1. a ,

la privación y el hábito, como la ignorancia y la


ciencia; 2. a , la afirmación y la negación, como si
dices: «el mundo es creado» y «el mundo no es
creado»; 3. a la oposición de los contrarios, como
,

negro y blanco, y 4. a la oposición de los relativos,


,

como el padre y el hijo.


Otra de las propiedades inherentes a las catego-
rías es la prioridad y la posterioridad. La priori-
dad se dice por cinco respectos (2): de tiempo,
como la prioridad de Hipócrates respecto de Ga-

(1) «Dicitur autem alterum alteri opponi quadrifariam:


aut ut relata ad aliquid, aut ut contraria, aut ut privatio et
habitus, aut ut affirmatio et negatio. Opponitur autem
unumquodque illorum, summatim ut dicam. ut relata ad
aliquid, v. c. dupluui di midió; ut contraria vero, v. c. malum
bono; secundum privationem vero et habitum, v. c. caecitas
et visus; secundum affirmationem et negationem, v. c. sedet,
non sedet».(Ibíd., pág. 17, lín. 22.)
«Prius alterum altero dicitur quadrifariam. Primo
(2)
quidem et máxime secundum tempus, secundum quod alte-
rum altero aetate prius et antiquius dicitur... Secundo
autem, quod non reciprocatur secundum consequentiam qua
rem esse dicimus, ut unum duobus prius... Tertio vero se-
cundum ordinem quempiam prius dicitur, ut in scientiis et
orationibus... Porro, praeter ea quae dicta sunt, m.elius et
praestantius natura esse prius videtur... Videatur autem
— 70 -
leño; de naturaleza, como la prioridad del uno so-
bre de causa, que es la que existe en una
el dos;
de dos cosas que mutuamente se convierten con
reciprocidad completa, en cuanto a la necesidad
de la existencia, como la salida del sol y la exis-
tencia del día; de nobleza y perfección, como la
prioridad del médico sobre el albañil; y de orden,
como el estudio de las introducciones y prólogos
de las ciencias respecto de estas mismas ciencias.
El anterior en todas estas cosas es opuesto al pos-
terior.
Otra de las propiedades inherentes a las catego-
rías es la idea de simultaneidad.La simultaneidad
se dice por varios respectos: o en el tiempo, como
la caída de dos estrellas en un mismo momento; o
en naturaleza, como el doble y la mitad; o en el lu-
gar, como la reunión de dos hombres en una mis-
ma habitación. La simultaneidad se dice también
de dos especies, que se subordinan al género de
ambas por una misma subordinación (1).

praeter dictos etiara alius esse prioris modus; ex iis enim,


quae secundum consequeiitiam, quae ea esse inferimus, re-
ciprocantur, illud quod aliquo modo alterius causa est, prius
mérito natura diceretur>. (Ibid., pág. 21, líns. 37, 41, 43, y
22, lín. 6.)
(1) «Simul vero dicuntur ea, simpliciter quidera et stric-
tissime,quorum generatio in eodem tempere est... Simul
vero secundum tempus haec dicuntur. Natura vero simul
dicuntur, quae reciprocantur quidem secundum consequen-
tiam, qua ea esse dicuntur, quorum tamen alterum nequá-
quam alteri causa est, ut sit; velut in duplo et diraidio...
Erunt ergo et haec simul natura, quaecumque ex eodem
genere secundum eamdem divisionem suut». (Ibíd., pág. 32,
líns. 28, 43.^
— 71 -
Has de saber que la predicación puede ser de dos
maneras: una según la naturaleza, y la otra no si-
guiéndola. La primera es la predicación de una
substancia respecto de otra substancia, o [pág. 14]
de un accidente respecto de una substancia, como
cuando decimos: «el hombre es animal», «Zeid es
blanco». La segunda es la predicación de una subs-
tancia respecto de un accidente, o de un acciden-
te respecto de otro, como si decimos: «lo blanco
es animal», «lo largo es escribiente». Los dos son
formas de predicación; pero la usada en las cien-
cias es la primera [pág. 15].
CAPITULO III

DE LA INTERPRETACIÓN

Los géneros de las palabras de que se componen


las oraciones y a las que por análisis se reducen,
son tres: nombre, verbo y partícula. El nombre y el
verbo coinciden en que cada uno de ellos es una
palabra que por su forma y su figura significa una
idea simple (1). El verbo se diferencia del nombre.
en que significa, juntamente con esto, por su esen-
cia, el tiempo definido en el que existe esta idea.
Partícula es una palabra que significa una idea
simple, pero no la significa independientemente,
por sí misma, sin que se una al nombre o al verbo.
Ejemplos: de nombre, hombre, caballo: de verbo,
escribe, está presente; de partícula, de, sobre.
El nombre se divide en determinado e indetermi-

(1) «Nomina ergo per se et verba similia pnnt notioni


absque conjunctione et disjanctione; ve'nt homo et álbum...
Noraen igiturest vox significans ex couseusu, siue tempore
cujus vero milla pars est signiticans separata... Verbum
antera est, qnod terapns consignificat, cujns pars nihil signi
ficat separatnm, et seraper signnra eorntn est. quae ile alio
dicuntur». (Ibíd., págs. 24, lín. 33 y 25, Un. 3.)
- 73 -

nado, e igualmente verbo (1). Ejemplo de nom-


el
bre determinado: Zeid, hombre; ejemplo de verbo
determinado: marcha, escribe. El nombre y el ver-
bo indeterminados no existen en nuestra lengua,
excepción hecha de algunos neologismos que se han
introducido; en general implican el sentido de su-
primir algo respecto de una cosa existente, como
cuando se dice del cielo < no-ligero, no-pesado». Se
precisa más [esta descripción], exigiendo como
condición que la cosa (o su especie o su género), de
la cual se quita algo, posea por su naturaleza la
realidad de aquel algo [pág. 16].
El verbo se divide en substantivo y no substanti-
vo. No substantivo es, por ejemplo, salió, escribió,
sale, escribe; substantivo es: fué, existió, es, existe.
Se llama substantivo, porque significa la existencia
del predicado respecto del sujeto, y se llama tam-
bién cópula por la unión que con él se verifica.
Hay también otras clases de nombres (2): los
llamados unívocos, que son aquellos cuya voz y
cuya idea es una sola; los llamados equívocos, que

(1) «Tó Non homo» aulem non est nomen... esto Nomen
infinitum, quia similiter cuicumque adest, et illi, quod est,
et illi, quod non est... To «Non valet¡> autem... verbum non
dico... esto igitur verbum infinitum, quod similiter cuicum-
que adsit, et illi, quoi est, et illi, quod non est». (Ibid.,
pág. 25, lín. 14.)
(2) «Homonyma (aequivoca) dicuntur, quorum nomen
commnne est, at secundum illud nomen definitio substan-
tiae diversa, v. c. animal tum bominem significare potest,
tura, picturam... Synonyma (univoca), autem dicuntur,

quorum et commnne nomen est, et secundum illud nomen


definitio substantiae eadem, v. c. animal, et bominem et
bovem significare potest... Paronyma {denominativa) vero
— 74 -
son aquellos que son diversos en voz y en sentido;
losllamados sinónimos, que son los diversos en voz
y que coinciden en la idea; los llamados homónimos,
que son los que coinciden en voz y se diferencian
en la idea, y los llamados derivados [parónimos],
que son los que expresan estados o modos de ser y
cualidades de las cosas por ellos denominadas, me-
diante modificaciones morfológicas de otros nom-
bres (1). Ejemplos: de unívocos, animal, porque
esta voz es común en significación y en nombre a
hombre y caballo igualmente; de equívocos, tierra,
plantas; de sinónimos, cuchillo, faca; de homóni-
mos, el nombre árabe din (2), que se aplica al ór-
gano de la visión, a la fuente y a otras cosas; de
derivados, honrado, valiente.
Si se unen los tres géneros de palabras [nombre,
verbo y partícula] unos con otros, se forma con
ellos la frase u oración (3). La oración es de dos
clases: perfecta e imperfecta. Los géneros de la
perfecta, según la enumeración que de ellos hacen

quaecumque differentia casu ab aliquo secundum


dicuntur,
nomen appellationem habent, ut a grammatica grammati-
cus, et a fortitadine fortis». (Ibíd., pág. 1, lía. 1.)

(1) Uso de esta frase «mediante modificaciones mor-


fológicas de otros nombres», para evitar que lo definido en-
tre en la definición. Las voces árabes g ai o oJ y ¿ÍjO«J| son
« 1

sinónimas y ambas significan derivadas.


(2) Dejo el nombre árabe sin traducir, porque en caste-
llano no se cumple la bomonimia.
(3) «Oratio autem vox est significans ex consensu, cujus
aliqua pars significans est separata; ut dictio, sed non ut
affirmatio et negatio... Non omnis vero est enantians, sed
ea tantum in qua veritas aut falsitas inest». (Ib id-, pá-
gina 26, líns. 1, 11.)
— 75 -

muchos de los autores más exactos, son cinco: la


oración categórica o enunciativa, la imperativa, la
suplicativa, la postulativa y la invitativa. La fra-

se enunciativa o categórica es aquella que es verda-


dera o falsa, y se llama proposición (1), como cuan-
do decimos: «el hombre es animal», «Zeid mar-
cha». Los cuatro géneros restantes se parecen en-
tre sí en la forma de las voces y sólo se diferen-
cian unas de otras según la intención del que ha-
bla y del que escucha. Por lo que toca a la frase
imperfecta, es cualquier parte de alguno de estos
cinco géneros de oración perfecta.
Toda proposición, o tiene por sujeto un indi vi
dúo, como decimos: «Zeid marcha» [pág. 17], o
si

tiene por sujeto un universal, como si decimos: «el


hombre es animal». La proposición cuyo sujeto es
un universal, o es definida o es indefinida (2). La de-
finida es aquella a une una voz de
cuyo sujeto se le

signo. Los signos son cuatro: todo, ninguno, alguno


y no alguno o no todo (estos dos últimos tienen un
mismo valor). La proposición cuyo signo es todo, es
afirmativa universal; aquella cuyo signo es ningu-
no, es negativa universal; aquella cuyo signo es al-
guno, es afirmativa particular, y aquella cuyo sig-
no es no alguno o no todo, es negativa particular.
Ejemplos: de afirmativa universal: «todo hombre

(1) «Propositio quidem est oratio affirmans aut negans


aliquid de aliquo». (Ibíd., pág. 39, lín. 7.)
(2) «Haec autem est aut universalis, aut particularis,
aut indefinita. Universale autem appelln to omni aut nulli
inesse. Particu'are vero to cuidam aut non omni inesse. In-
definitum denique ~o inesse aut non inesse, sine universalis
aut particularis signo». (Ibíd., pág. 39, lín. 8.)
- 76 —
es animal»; de negativa universal: «ningún hombre
es piedra»; de afirmativa particular: «algún hom-
bre es escribiente»; de negativa particular: «algún
hombre no es escribiente» o «no todo hombre es
escribiente». La universalidad de la proposición se
llama cuantidad suya, y su afirmación y negación
se llama cualidad suya. Proposición indefinida es
aquella a cuyo sujeto no se une ningún signo, ni
le

universal ni particular, como cuando decimos: «el


hombre es animal», «la planta es cuerpo».
Hay dos clases de proposiciones: una que consta
de dos términos y es toda proposición, cuyo predi-
cado no necesita cópula para unirse con el sujeto,
y la de tres términos, que es aquella cuyo predicado
necesita cópula para unirse con el sujeto (1). Lo

mismo unas que otras pueden ser modales o no mo-


dales. Modo es una palabra que se une al predica-
do de una proposición para significar la cualidad
de su existencia respecto del sujeto. Los géneros
del modo por razón de su materia, son tres: nece-
sario, posible e imposible (2). A la proposición que
no lleva unida alguna palabra de modo, la llaman
proposición absoluta y existenciativa. Necesario es
aquello que es perpetuo y no ha cesado, ni cesa, ni

(1) Acaso se refiera a esta división de Aristóteles:


«Enuntiationum vero altera e-t simplex, ut alicujus euun-
tiatio de aliquo aut ab aliquo; altera est ex his coraposita,
ut oratio quaedam jaro conjuncta». (Ibid., pág. 26, lín. 31.)
(2) cHis autein declaratis, considerandum est quomodo
se habeant affirmationes et negationes inter se, illaequibus
aliquid possibile et non possibile, contingens et non contiu-
gens dicitur, necnou illae de irapos^ibili et necessario >.

{lbíd., pág. 33, lín. 45.)


- 11 -
cesará (1). Imposible es lo opuesto a lo necesa-
rio. El nombre de posible se entiende en dos senti-
dos: el más exacto de ellos es que posible es aque-
llo que no existe por necesidad, pero que si se su-

pone su existencia, no sobreviene por esto ningún


absurdo (2). Lo posible puede ser de tres maneras:
posible en la mayoría [de los casos], posible en la
menor [parte de los casos] y posible en la igualdad
[de los casos] (3). En el primer sentido se usa en

las ciencias; en los restantes, no [pág. 18].


El número de las partes de las proposiciones es
el siguiente: sujeto, cópula y modo.
predicado,
Ejemplos: de una proposición de dos términos ab-
soluta: «Zeid anda»; de una de tres términos ab-
soluta: «Zeid es caminante»; de una de dos térmi-
nos modal: «Zeid es posible que marche»; de una
de tres términos modal: «Zeid es posible que sea
caminante».
La partícula negativa puede ocupar distintos lu-

(1) Traduzco por presente y futuro el árabe Oljj il


porque este tiempo equivale al aoristo, que unas veces se
traduce por futuro y otras por presente absoluto. (Cfr. Bres-
nier, Cours pratique et théorique de langue árabe (Alger-
París, 1855), págs. 456 y 457.)
(2) «Dico autem contingere et contingens quod quurn
necessarium non sit, si quidem esse ponatur, nihil inde fu
turum sit impossibile; nam neces>sarium aequivoce contin-
gere dicimus... Contingere aliquid dici duobus modis; uno
quidem, quo ut plurimum fieri aliquid, non tamen necessa-
rium, dicitur; ut canescere hominem... altero autem modo
contingere dicitur indetínitum, quod et sic et non tic esse
potest; ut animal progredi...». {ItAd., pág. 53, líns. 2, 31.)
(3) Es decir, que sea posible en tantos casos como im-
posible.
— 78 -
gares, dentro de las partes de la proposición, los
cuales es preciso que se escojan cuidadosamente;
en algunos cae junto con el predicado, como si de-
cimos: «Zeid no escribe»; en otras con el signo,
como si decimos: «no todo hombre escribe»; en
otras con la cópula, como si decimos: «Zeid no es
sabio»; y en otras con el modo, como si decimos:
«Zeid no es posible que ande». El criterio que con-
viene seguir siempre en esto es: en las proposicio-
nes singulares e indefinidas de dos términos, pón-
gase la negación con el predicado; en las de tres
términos que no tienen signo, con la cópula; en las
que tienen signos sin modos, con los signos; y en
las que tienen modos, con los modos.
También se especifican las preposiciones por ra-
zón de sus predicados, puesto que el predicado no
puede menos de ser un nombre determinado o in-
determinado. Si es determinado y significa un há-
bito, la proposición se llama positiva; si significa
una privación, la proposición se llama privatica:
si el predicado es un nombre indeterminado, se lla-

ma infinita. Hay que tener en cuenta que todas ellas


no son negativas, sino afirmativas. Ejemplos: de
positiva: «Zeid es justo»; de privativa: «Zeid es
injusto»; de infinita:«Zeid es no justo». A cada
una de estas afirmativas, se opone una negativa: y
entre las positivas, las privativas y las infinitas,
tanto singulares como indefinidas y determinadas,
hay relaciones mutuas, respecto de la verdad o de
la falsedad, cuya explicación es más propia de los
libros extensos que de los compendios (1) [pág. 19].

(1) Aristóteles no trata de e-tas divisiones.


- 79 —
Las proposiciones se dividen por razón de la

oposición en cinco clases: singulares, indefinidas,


contrarias, subcontrarias y contradictorias. Las
opuestas singulares son aquellas dos cuyo sujeto es
un mismo individuo en ambas, como si decimos:
«Zeid es escribiente», «Zeid no es escribiente».
Las proposiciones opuestas contrarias son aque-
llas dos cuyo sujeto está afectado de un signo uni-
versal (1), como si decimos: «todo caballo relin-
cha», «ningún caballo relincha». Las opuestas sub-
contrarias son aquellas cuyo sujeto va afectado
por un signo particular, como si decimos: «algún
hombre es escribiente», «no algún hombre es es-
cribiente». Las opuestas contradictorias son aque-
llas dos en que el sujeto de la una va afectado por
un signo universal y el sujeto de la otra por un sig-
a
no particular (2), y esto de dos maneras: 1. que ,

el signo universal afecte al sujeto en la afirmativa

y el signo particular afecte al sujeto en la negati-


va, como si decimos: «todo número es par», «al-
gún número no es par» (3); 2. a que el signo par- ,

ticular afecte al sujeto en la afirmativa y el signo

(1) «Si ergo universaliter enuntiet quis de universali,


quod sit, aut non sit: erunt hae propositiones contrarias. ..
velut Omnis homo est albas, Nullus homo est albus»
{Ibíd., pág. 27, lín. 11.)

(2) «Opponi igitur affirmationem negationi contradicto-


rio dicoeam quae universale significat, ei, quae significat
non universale; velut Omnis homo albus, Non omnis homo
albus, Xullud homo albus, Quídam homo albus est». (Ibíd.,
pág. 27, lín. 27.)
(3) El texto, por error, dice: <todo número es par»,
«todo número no es par».
- 80 —
universal afecte al sujeto en la negativa, como si
decimos: «algún hombre es filósofo», «ningún hom-
bre es filósofo». Las opuestas indefinidas, son aque-
llasque no tienen signo, como si decimos: «el ani-
mal es sensitivo», «el animal no es sensitivo».
Si se examina la manera de ser de estas propo-
siciones opuestas, en lo que afecta a la vei dad y la
falsedad, por su mutua relación en las materias de
los tres modos, se encuentra que las singulares
siempre se reparten mutuamente la verdad o la
falsedad en todas ellas, es decir, que cuando es
verdadera la una de ellas, es falsa la otra (1 y :

lo mismo ocurre con las contradictorias. Las con-

trarias se reparten la verdad y la falsedad siempre


en materia necesaria e imposible, y son falsas en
materia posible. Las subcontrarias, a la inversa,
e igualmente las indefinidas. Debe retenerse bien
en la memoria este principio, porque tiene grande
utilidad en las artes y en las ciencias, principal-
mente en la argumentación y en las discusiones
polémicas [pág. 20].

(1) «Quaecumque ergo contradictiones uuiversalium


sunt universaliter, eoruní uecesse est alterara veraní esse,
aut falsam. Et quaecumque de singularibns. ut est Socrate*
albus; Non est Sócrates albus». [Ibíd., pág. "27. lín. ">7.
CAPITULO IV

DEL SILOGISMO

Toda proposición, o es categórica, o es condicio-


nal. Proposición categórica, es aquella en la que el

juicio se afirma sin condición, como si decimos:


«Dios es justo», «el bien se ha de hacer.» Proposición
condicional, es aquella en la que el juicio se afirma
con una condición. La condición puede ser de dos
modos: condición cuya partícula implique idea de
unión, como si dices: «si es esto, es esto otro»;
o condición cuya partícula implique idea de se-
paración, como si «o es esto, o es esto
dices:
otro». Ejemplos: de condicional copulativa: «si
este que viene es un hombre, es un animal»; de
condicional disyuntiva: «este número o será par
o será impar».
Las proposiciones, unas se convierten y otras no
se convierten. Conversión de la proposición es la
mutación del predicado en sujeto y del sujeto en
predicado, conservando su cualidad y su verdad,
según su modo en toda materia. Las que se con-
vierten son tres: la afirmativa universal, la nega-
tiva universal y la afirmativa particular. La nega-
82

tiva particular no se convierte (1). Entre las pro-


posiciones que se convierten, unas se convierten
en otra proposición semejante a ellas mismas, y
son la negativa universal y la afirmativa particu-
lar, pues si decimos: «ningún hombre es pájaro,
es verdadero también: «ningún pájaro es hom-
bre», y si decimos: «algún hombre es blanco», es
también verdadero: «algo blanco es hombre^; y
esto en general [sin excepción] siempre y en
,

todas las cosas. Otras proposiciones, a saber, la


afirmativa universal, no se convierten en una se-
mejante a ellas, [pág. 21] sino que se convierten
con una afirmativa particular; como si decimos:
«todo hombre es animal»; la conversión verdadera
será: «algún animal es hombre»; y así mismo en
todos los casos. Esta es la conversión de las pro-
posiciones absolutas.
En cuanto a las modales, tienen otras reglas, de
las cuales no conviene consignar aquí otra cosa
qno, este solo resumen a título de memorándum: la
conversión de las proposiciones necesarias es igual
que la conversión de las absolutas (2). Las propo-
siciones posibles tienen dos clases de conversión:

(1) « Necesse est, propositionem universalem aliquid


esse negante m tenninis re:iprocari... ; propositionem attri-
butivam autera reciprocan quiiem necesse est, at uon uui
veraaliter, sei particulariter...; e pavticularihus autetn pro-
po^itione.n affirmativam necesse est reciprocan particu-
lariter...; negativa vero non est necesse reciprocan...».
(Jhíd., pág. !<>. lín. 14.)

(2) «De propositionum molalium reciprocatione. — Kuin-


dem vero ad moduxc res se liabebit quoque iu uecessarüs
propositionibus. Uuiversalis enim negativa uuiversaliter
- 83 —
conversión de y conversión posible. La
lo posible
conversión de lo posible, conviene en sus condi-

ciones con la conversión de las proposiciones ab-


solutas: lo que Aristóteles afirma es que la afir-
mativa universal y la afirmativa particular se con
vierten con dos afirmativas particulares posibles,
y que la negativa particular no se convierte (1).
Y en esto mismo consiste la conversión absoluta.
La conversión posible es diferente de la conversión
de las proposiciones absolutas, respecto del cambio
de las partes de la proposición y de la permanen-
cia de la cualidad. Así, por ejemplo, si decimos:
«Zeid es posible que marche», su conversión ver-
dadera será: «Zeid es posible que no marche». La
proposición que siempre [se convierte] con verdad
con la afirmativa positiva, en esta materia [posi-
ble], es la afirmativa infinita.
Debes saber que mediante la conversión de lo po-
sible las combinaciones silogísticas que no son per-
fectas, resultan silogismos perfectos.
Toda proposición con la cual [el que la formula]

autem utraque particulariter...


reciprocatur: ex affirmativis
Particularisautem negativa non reciprocatur eamdetn ob
causam, ob quam etiam antea eam non reciprocan diximus».
(Ibíd., pág. 40, jíd. 33.)
(1)«En contingentibus autem (quouiam contingens mul-
tismodis dicitur; nam necessarium quoque, et non necessa-
rium et possibile, contingeus dicimus) et quidem in affir-
mativis similiter reciprocatio fíat in ómnibus his modis...
In negativis vero rea non eodem modo se habet verum quae
itaque coutingere dicuutur, aut quod necessario non insint,
aud quo non necessario insint shnihter reciprocatltur*.
1

(Ibíd., pág. 41,Iín. 1.)


- 84 -

se propone que sea parte de un silogismo, se llama


premisa. Silogismo es una elocución compuesta de
premisas, de cuya composición resulta necesaria-
mente otra cosa distinta que se llama conclusión o
consecuencia (1).

El más sencillo de los silogismos categóricos es


una elocución compuesta de dos premisas que tie-
nen un término común y otros dos términos distin-
tos. El término común
se llama término medio (2);
de los otros dos, el predicado en la conclusión se
llama extremo mayor (3), el sujeto en ella se llama
extremo menor, la premisa, una de cuyas partes es
sujeto de la conclusión, se llama menor, y la que es
predicado, mayor. Ej.: «Todo hombre [pág. 22] es
animal; todo animal es substancia»; concluye: < lue-
go todo hombre es substancia». El término medio es
animal; el extremo mayor, substancia; el menor,
hombre; la premisa mayor, todo animal es substan-
cia', la premisa menor, todo hombre es animal.

Como el término medio forzosamente tiene que


ser, o predicado unas veces en una de las dos pre-
misas y sujeto en la otra, u otras veces predicado
en ambas, y otras veces sujeto en ambas, es preci-

(1) tSyl logia mus vero est oratio, in qua, positis quibus-
dam, aliud quid a positis necessario sequitur eo. quod illa

suut». (Ibíd., pág. 39, lín. 35.)


(2) Voco autem médium quidem, quodet ipsum in alio,
«

hoc est; quod autem collocatione ñt médium. Ex-


et aliud iu
trema vero voco, quod ipsum in alio est, et in quo aliud est».
(Ibíd., pág. 41, lín. 11.)

(3) <Dico autem majus quidem extremum, in quo mé-


dium sub medio est". (Ibi<l., pág, 42,
est; luinua vero, qui
lín. -V-).
— 85 —
so que las figuras del silogismo sean tres y no más.
Aquella en la cual el estado del término medio es
diferente en las dos premisas, se llama figura pri-
mera (1); aquella en la cual es predicado en las
dos, se llama figura segunda (2), y aquella en la
cual es sujeto en las dos, se llama figura terce-
ra (3).

Las dos premisas del silogismo, la mayor y la


menor, pueden ser: o universales, o particulares, o
indefinidas; o la mayor universal y la menor par-
ticular,y viceversa; o la mayor universal y la me-
nor indefinida, y viceversa; o la mayor particular
y la menor indefinida, y viceversa. Además, todas
las combinaciones [que cabe hacer] con ellas son:
o de dos afirmativas, o de dos negativas, o de la
mayor afirmativa y la menor negativa, o vicever-
sa; por tanto, es preciso que el número de combi-
naciones en todas las tres figuras sea treinta y seis;
y como quiera que las combinaciones de dos nega-
tivas, o de dos particulares, o de dos indefinidas,
no concluyen en ninguna figura, y lo mismo ocurre

(1) «Quando ergo tres termini ita mutuo affecti fuerint


ut ultimum in toto sit medio, et medius in toto primo sit,

aut non sit, necesse est extremorum syllogismum esse per-


fectum... Dico autem hanc figuram primara». (Ibíd., pági-
na 41, lín 40.)
(2) «Quando vero idem huic quidem omni, i 11 i autem
omni ant nulli; figuram quidem hanc
nulli inest; aut utrique
dico skcdndam. Médium autem in hac dico, quod de utroque
extremo praedicatur». (Ibíd., pág. 43, lín. 29.)

(3) «Quando vero eidem hoc quidem omni, illud autem


nulli inest, aut ambo omni aut nulli insunt, figuram hanc
dico tertiam. Médium autem in illa dico, de quo ambo
praedicamus». (Ibíd , pág. 45, lín. 35.)
- 86 —
cuando la mayor es particular y la menor indefini-
da, y viceversa, el número de combinaciones
total
que no concluyen en ninguna de de
las figuras será
veintiuno. Además, de las quince restantes, no
concluye en la figura primera la compuesta de una
menor negativa y una mayor particular o indefi-
nida, y del mismo modo, no concluyen en la se-
gunda figura la compuesta de dos premisas afirma-
tivas, o de una mayor particular o indefinida, y
tampoco concluye en la tercera figura la compuesta
de una menor negativa, ni la de indefinidas, porque
éstas tienen la misma fuerza que las particulares.
Por todo lo cual sólo concluyen: en la primera,
cuatro; asimismo en la segunda figura, y en la terce-
ra, seis; en total, catorce combinaciones [pág. 23].
La primera figura se llama perfecta (1), porque
sus silogismos son evidentes por sí mismos, y con-
cluye en los cuatro casos, es decir, afirmativa uni-
versal, negativa universal, afirmativa particular y
negativa particular. Las dos figuras restantes son
imperfectas, porque necesitan para la evidencia
de sus silogismos, de la figura primera, por reduc-
ción a ésta. La figura segunda (*2) sólo concluye
en todas las negativas y nada más, y la figura ter-

(1) cManifestum vero etiam est, omnes in hac figura


syllogismos perfectos esse; orones euim perficiuntur per ea
quae a principio sumpta sunt. Et omnia probleinata per
hanc figuram pi'obari». (Ibid., pág. 43, lín. 23.)
(2) <Manifestum autem et hoc est, omnes esse imper-
fectos in hac figura syllogismos; omnes enim perficiuntur
assumptis quibusdam, quae aut insunt terminis ex necessi
tate, aut ponuutur tanquam suppositiones, ut, quilín per
impo sibile monstvemus; uec non manifcstum ñ$t non fieri }
- 87 —
cera (1) concluye en las particulares afirmativas
y negativas.
Una de las propiedades del silogismo es que no
puede menos de componerse de una premisa afir-
mativa y una premisa universal (2). Una propie-
dad de la conclusión es que sigue siempre la condi-
ción menos noble, así en la cantidad como en las
cualidad de las premisas (3). Por lo que toca al
modo de éstas, la conclusión sigue otra ley distin-
ta que explicaremos más adelante, si Dios quiere.
A continuación ponemos los cuadros de las figu-
ras, simples y mixtas, tomadas por razón de mate-
rias y de letras.

COMBINACIONES DE LA FIGURA PRIMERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] ABSOLUTAS

Los modos de primera son cuatro: 1.°,


la figura
de dos afirmativas universales, que concluyen una

syllogismum affirmativum per hanc figuram; verum omnes


sunt negativi, et uuivers.tlei efc particulares». (Ibíd., pági-
na 45, lín. 26).
(1) «Manifestum est hoc, quoi omnes imperfecti sint in
hoc figura sillogismi; omnes eoim perficiuutur assumptis
quibusdam: manifestum est etiam, per hanc figuram uni-
versaliter concludi non posse, nec negativo, nec affirmati-
ve». (Ibíd., pág. 47, lín. 26).
(2) < Praeteroa vero in ómnibus syllogismis alterum
terminorum opportet esse affirmativum, et universaliter
inesse significantem». (Ibíd., pág. 69, lín. 1).

(3) «Manifestum vero etiam in omni syllogismo


est,
aut utraque, aut altera propositio necesse esse ut fiat si mi-
lis conclusioni: dico autem non tantum ut affirmativa sit

aut negativa; sed etiam ut necessaria sit, aut simplex aut


contingens». (Ibíd., pág. 69, lín. 23).
afirmativa universal; de una mayor negativa
2.°,

universal y una menor afirmativa universal, que


concluyen una negativa universal; 3.°, de una ma-
yor afirmativa universal y una menor afirmativa
particular, que concluyen una afirmativa particu-
de una mayor negativa universal y una
lar; 4.°,
menor afirmativa particular, que concluyen una
negativa particular [pág. 24].
- 89 -

09
u
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35
3
J
O
z
o
o
— 90

COMBINACIONES DE L,A KIOURA SEGUNDA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] ABSOLU1AS

Los modos [pág. 25] de la figura segunda son cua-


tro: 1.°, de una mayor negativa universal y una

menor afirmativa universal, que, por conversión de


la mayor, se reduce al modo 2.° de la primera figu-
ra, y que concluye una negativa universal; 2.°, de
una mayor afirmativa universal y una menor nega-
tiva universal, que, por conversión de la menor, se
reduce al 2.° de la primera figura, y que concluye
una negativa universal; además se convierte la
conclusión; 3.°, de una mayor negativa universal y
una menor afirmativa particular que, por conver-
sión de la mayor, se reduce al 4.° de la primera
figura, y concluye una negativa particular; 4.°, de
una mayor afirmativa universal y una menor ne-
gativa particular, y no demuestra por conversión,
sino que si algún C que no es B, se supone D, resul-
tará este silogismo: «todo A es B; ningún D es B»;
concluye: «ningún A es D»; y si se convierte esta
conclusión, resultará: «ningún D es A», y D es al-
gún C; «luego no todo C es A» [pág. 26].
91 —

— 92 -
Ejemplos: [pág. 27] 1.° Todo hombre es animal;
ninguna piedra es animal; luego ningún hombre es
piedra. —
2.° Ninguna piedra es animal; todo hom-

bre es animal; Juego ninguna piedra es hombre.


3.° Algún cuerpo ninguna piedra es ani-
es animal;
mal; luego no todo cuerpo es piedra.— 4.° No todo
animal es ridente; todo hombre es ridente; luego
no todo animal es hombre.

COMBINACIONES DE LA FIGURA TERCERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] ABSOLUTAS

Los modos de la figura tercera son seis: 1.°, de


dos afirmativas universales, que, por conversión de
la menor, se reduce al modo 3.° de la figura prime-
ra, y concluye una afirmativa particular; 2.°, de
una mayor negativa universal y una menor afir-
mativa universal, que, por conversión de la menor,
se reduce al modo 4.° de la primera figura, y con-
cluye una negativa particular; 3.°, de una mayor
afirmativa universal y una menor afirmativa par-
ticular, que, por conversión de la menor, se reduce
al 3.° de la figura primera, y concluye una afirma-
tiva particular; 4.°, de una mayor afirmativa par-
ticular y una menor afirmativa universal, que, por
conversión de la mayor, se reduce al 3.° de la figu-
ra primera, y concluye una afirmativa particular:
además se convierte la conclusión; 5.°, de una ma-
yor negativa universal y una menor afirmativa
particular, que, por conversión de la menor, se re-
duce al 4.° de la figura primera, y concluye una ne-
gativa particular; 6.°, de una mayor negativa par-
— 93 —
ticular y una menor afirmativa universal, y no de-
muestra por conversión, sino que si algún B que no
es A, se supone D, resultará este silogismo: «todo D
es C; ningún D es A» (y esto se reduce al modo 2.°
de esta figura); y concluye: «no todo C es A», sien-
do esta una negativa particular [pág. 28].
- 94 -

CONCLUSIONES

- 95 -

Ejemplos [pág. 30]: Todo hombre es substan-


1.°

cia; todo hombre es animal; luego alguna substan-


cia es animal.— 2.° Toda planta es cuerpo; ninguna
planta es piedra; luego no todo cuerpo es piedra.
3.° Algún hombre es blanco; todo hombre es ani-
mal; luego algún blanco es animal. — 4.° Todo ani-
mal es cuerpo; algún animal es blanco; luego algún

cuerpo es blanco. 5.° Algún animal es blanco; nin-
gún animal es piedra; luego ningún blanco es pie-
dra.— 6.° Todo animal es cuerpo; no todo animal
es blanco; luego no todo cuerpo es blanco.

COMBINACIONES DE LA t'IGURA PRIMERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] CONTINGENTES Y LAS NECESARIAS

Sus modos son ocho: 1.°, de dos afirmativas uni-


versales, la mayor necesaria y la menor contin-
gente, que concluye una afirmativa universal ne-
cesaria; 2.°, de dos afirmativas universales, la ma-
yor contingente, que concluye una afirmativa uni-
versal contingente; 3.°, de una mayor negativa uni-
versal necesaria y una menor afirmativa universal
contingente, que concluye una negativa universal
necesaria; 4.°, de una mayor negativa universal
contingente y una menor afirmativa universal ne-
cesaria, que concluye una negativa universal con-
tingente; 5.°, de una mayor afirmativa universal
necesaria y una menor afirmativa particular con-
tingente, que concluye una afirmativa particular
necesaria; 6.°, de una mayor afirmativa universal
contingente y una menor afirmativa particular ne-
cesaria, que concluye una afirmativa particular
- 96 —
contingente; 7.°, de una mayor negativa universal
necesaria y una menor afirmativa particular con-
tingente, que concluye una negativa particular ne-
cesaria; 8.°, de una mayor negativa universal con-
tingente y una menor afirmativa particular nece-
saria, que concluye una negativa particular con-
tingente [pág. 31].
¡

- 97 -

J p-3

O — Ti 1
98 -

COMBINaCIONISS de la figura segunda de las [proposi-


ciones] CONTINGENTES Y LAS NECESARIAS

Sus modos son ocho: 1.°, de dos universales, la


mayor negativa necesaria, que se completa por la
conversión de la mayor, y concluye una negativa
universal necesaria; 2.°, de dos universales, la ma-
yor negativa contingente, que se completa por la
conversión de la mayor, y concluye una negativa
universal contingente; 3.°, de dos universales, la
mayor afirmativa necesaria, que se completa por
la conversión de la menor, y concluye una negati-
va universal contingente; 4.°, de dos universales,
la mayor afirmativa contingente, que se completa
por conversión de la menor y la conclusión, y con-
cluye una negativa universal necesaria; o.°, de una
mayor negativa universal necesaria y una menor
afirmativa particular contingente, que se hace per-
fecta por la conversión de la mayor, y concluye
una negativa particular necesaria; 6.°, igual que
el 5.°, sólo que la mayor contingente se hace per-
fecta por la conversión de la mayor, y concluye
una particular contingente; 7.°, de una mayor afir-
mativa universal necesaria y una menor negativa
particular contingente, que demuestra por las ma-
terias, y concluye una negativa particular contin-
gente; 8.°, igual que el 7.°, sólo que la mayor es
contingente; demuestra como éste, y la conclusión
es la misma [pag. 32].
99 -
100

COMBINACIONES DE LA FIGURA TERCERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] CONTINGENTES Y LAS NECESARIAS

Sus modos [pág. 33] son doce: 1.°, de dos afirma-


tivas universales, la mayor necesaria, que se hace
perfecta por la conversión de la menor, y conclu-
ye una afirmativa particular necesaria; 2.°, igual
que el primero, sino que la mayor es contingente;
se hace perfecto por la conversión de la mayor y
de la conclusión; ésta es la del primero; 3.°, de
dos universales, la mayor negativa necesaria, que
se hace perfecto por conversión de la menor, y con-
cluye una negativa particular necesaria; 4.°, igual
al 3.°, sólo que la mayor es contingente, que se
hace perfecto por la conversión de la menor, y
concluye una negativa particular contingente; 5.°,
de una mayor afirmativa particular necesaria y
una menor afirmativa universal contingente, que
se hace perfecto por la conversión de la mayor y
de la conclusión, y concluye una afirmativa parti-
cular contingente; 6.°, igual que el anterior, sólo
que la mayor es contingente, y se hace perfecto
por conversión de la mayor y de la conclusión, y
concluye una afirmativa particular necesaria; 7.°,
de una mayor afirmativa universal necesaria y
una menor afirmativa particular contingente, que
se hace perfecto por la conversión de la menor, y
concluye una afirmativa particular necesaria; 8.°,
igual al 7.°, sólo que la mayor es contingente, y se
hace perfecto por la conversión de la menor, y con-
cluye una afirmativa particular contingento; 9.°, de
una mayor negativa particular necesaria y una me-
- 101 —
ñor afirmativa universal contingente, que demues-
tra según la materia, y concluye una negativa par-
ticular contingente; 10.°, igual que el anterior, sólo

que la mayor es contingente y la conclusión una ne-


gativa particular contingente, y demuestra como
demuestra aquélla; 11.°, de una mayor negativa
universal necesaria y una menor afirmativa parti-
cular contingente, que se hace perfecta por la con-
versión de la menor, y concluye una negativa par-
ticular necesaria; 12.°, igual que el anterior, sólo
que la mayor es contingente,que se hace perfecto
por conversión de la menor, y concluye una nega-
tiga particular contingente [pág. 34].
102 —
103 -

COMBINACIONES DE LA FIGURA PRIMERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] POSIBLES

Sus modos [pág. 35] son ocho: los cuatro prime-


ros perfectos y los otros cuatro imperfectos: 1.°, de
dos afirmativas universales; 2.°, de dos universa-
les, la mayor negativa; 3.°, de dos afirmativas, la

mayor universal; 4.°, de una mayor negativa uni-


versal y una menor afirmativa particular: las con-
secuencias de estas cuatro clases son todas posibles;
5.°, de dos negativas universales, que se hace per-
fecto por conversión de la menor con la conver-
sión propia de las proposiciones posibles, y conclu-
ye una negativa universal posible; 6.°, de una ma-
yor afirmativa universal y una menor negativa
universal, que se hace perfecto por conversión de
la menor con la conversión propia de las proposi-
ciones posibles, y concluye Una afirmativa univer-
sal posible; 7.°, de dos negativas, la mayor uni-
versal, que se hace perfecto por conversión de la
menor con la conversión propia de las proposicio-
nes posibles, y concluye una negativa particular
posible; 8.°, de una mayor afirmativa universal y
una menor negativa particular, que se hace per-
fecto por conversión de la menor con la conversión
propia de las proposiciones posibles, y concluye una
afirmativa particular posible [pág. 36].
- 104

r
- 105

COMBINACIONES DE LA. PRIMERA FIGURA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] CONTINGENTES Y LAS POSIBLES

Sus modos [pág. 37] son doce: 1.°, de una mayor


afirmativa universal posible y una menor afirmati-
va universal contingente, que concluye una afirma-
tiva universal posible; 2.°, de una mayor negativa
universal posible y una menor afirmativa universal
contingente, que concluye una negativa universal
posible; 3.°, de una mayor afirmativa universal

posible y una menor afirmativa particular contin-


gente, que concluye una afirmativa particular po-
sible; 4.°, de una mayor negativa universal posible

y una menor afirmativa particular contingente,


que concluye una negativa particular posible; 5.°,
de una mayor afirmativa universal contingente y
una menor afirmativa universal posible, que de-
muestra ad absurdum, y concluye una afirmativa
universal posible; 6.°, de una mayor negativa uni-
versal contingente y una menor afirmativa univer-
sal posible, que demuestra ad absurdum, y con-
cluye una negativa necesaria universal; 7.°, de
dos negativas universales, la mayor contingente,
que se hace perfecto por conversión de la menor
con la conversión propia de las proposiciones po-
sibles, se reduce al 6.°, y concluye una negativa
necesaria universal; 8.°, de una mayor afirmativa
universal contingente y una menor negativa uni-
versal posible, que se hace perfecto por conver-
sión de la menor, con conversión propia de las pro-
posiciones posibles, y concluye una afirmativa uni-
versal posible; 9.°, de una mayor afirmativa uni-
— 106 —
versal contingente y una menor afirmativa parti-
cular posible, que demuestra ad absurdum, y con-
cluye una afirmativa particular posible; 10.°, de
una mayor negativa universal contingente y una
menor afirmativa particular posible, que demues-
tra ad absurdum, y concluye una negativa necesa-
ria particular; de dos negativas, la mayor
11.°,

universal contingente, que se hace perfecto por


conversión de la menor con la conversión propia de
las proposiciones posibles, y concluye una negati-
va necesaria particular; 12.°, de una mayor afir-
mativa universal contingente y una menor negati-
va particular posible, que se hace perfecto por la
conversión de la menor con la conversión propia
de las proposiciones posibles, y concluye una afir-
mativa particular posible [pág. 38].
- 107

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- 108

COMBINACIONES DE LA FIGURA SEGUNDA DE LA8 [PROPOSI-


CIONES] CONTINGENTES Y LAS POSIBLES

Sus modos [pág. 39] son seis: 1.°, de una mayor


negativa universal contingente y una menor afir-
mativa universal posible, que demuestra por la
conversión de la menor con la conversión propia
de las proposiciones absolutas, se reduce al 6.° de
la primera figura, y concluye una negativa nece-
saria universal; 2.°, de dos negativas universales,
la mayor contingente, que demuestra por conver-
sión de la menor con la conversión de las posibles
y por conversión de la mayor con la conversión
propia de las proposiciones absolutas, se reduce al
6.° de la primera figura, y concluye una negativa

necesaria universal; 3.°, de una mayor afirmativa


universal posible y una menor negativa universal
contingente, que demuestra por conversión de la
menor con la conversión propia de las proposicio-
nes absolutas y por conversión de la conclusión;
concluye una negativa necesaria universal; 4.°, de
dos negativas universales, la mayor posible y la
menor contingente, que demuestra por conversión
de la mayor con la conversión propia de las pro-
posiciones posibles y por conversión de la menor
con la conversión de las proposiciones absoluu>.
se reduce al 6.° de la primera figura, y concluye
una negativa necesaria universal; además se con-
vierte la conclusión; 5.°, de una mayor negati-
va universal contingente y una menor afirma ti va
particular posible, que demuestra por conversión
de la mayor, y concluye una negativa necesaria
- 109 -

particular; 6.°, de dos negativas, la mayor univer-


sal contingente, que demuestra por conversión de
la menor con la conversión de las posibles y con-
versión de la mayor con la conversión de las abso
lutas, y concluye una negativa necesaria particu-
lar [pág. 40].
110 -

- 111

COMBINACIONES DE LA FIUURA TERCERA DB L.AS [PROPOSI-


CIONES] POSIBLES

Sus modos [pág. 41] son doce: 1.°, de dos afirma-


tivas universales, que concluye por conversión de
la menor con la conversión de las absolutas una
afirmativa particular posible; 2.°, de dos universa-
les, la mayor negativa, que concluye, por conver-
sión de la menor con conversión de las absolu-
la
tas, una negativa particular posible; 3.°, de dos
negativas universales, que demuestra por conver-
sión de la menor con la conversión de las posibles,
y concluye una negativa particular posible; 4.°, de
dos universales, la menor negativa, que concluye,
por la conversión de la menor con las dos clases de
conversión— de las absolutas y de las posibles,
una afirmativa particular posible; 5.°, de do3 afir-
mativas, la mayor particular, que se hace perfecto
por conversión de la mayor con la conversión de
las absolutas y conversión de la conclusión, y con-
cluye una afirmativa particular posible; 6.°, de
una mayor negativa particular y una menor afir-
mativa universal, que concluye una negativa par-
ticular posible y demuestra ad absurdum; 7.°, de
dos negativas, la mayor particular, que concluye
por conversión de la menor con la conversión de
las posibles y ad absurdum, y concluye una nega-
tiva particular posible; 8.°, de una mayor afirma-
tiva particular y una menor negativa universal,
que demuestra por conversión de la menor con la
conversión de las posibles, y conversión de la ma-
yor con la conversión de las absolutas, y conversión
- 112 —
de la conclusión, se reduce al 5.°, y concluye una
afirmativa particular posible; 9.°, de dos afirmati-
vas, la mayor universal, que concluye, por conver-
sión de lamenor con la conversión de las absolutas,
una afirmativa particular posible; 10.°, de una ma-
yor negativa universal y una menor afirmativa par-
ticular, que concluye, por conversión de la menor
con la conversión de las absolutas, una negativa
particular posible; 11.°, de 'dos negativas, la ma-
yor universal, que demuestra por conversión de la
menor con la conversión propia de las absolutas y
de las posibles, y se reduce al 10.°, y concluye una
negativa particular posible; 12.°, de una mayor
afirmativa universal y una menor negativa parti-
cular, que demuestra por conversión de la menor

con las dos conversiones de las absolutas y de las
posibles — se reduce al 9.°, y concluye una afirma-
,

tiva particular posible [pág. 42].


— 113 -

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114

COMBINACl NES DK LA FIGURA TERCERA DE LAS [PROPOSI-


CIONES] CONTINGENTES Y LAS PnSIBLES

Sus modos [pág. 43] son diez y ocho: 1.°, de una


mayor afirmativa universal contingente y una me-
nor afirmativa universal posible, que concluye por
conversión de la menor con la conversión de las ab-
solutas, y ad absurdum, una afirmativa particular
posible; 2.°, de dos universales, la mayor negativa
contingente, que concluye por conversión de la me-
nor con la conversión de las absolutas, y ad absur-
dum, una negativa necesaria particular; 3.°, de dos

negativas universales, la mayor contingente, que


concluye por la conversión de la menor con las dos
conversiones— de las absolutas y de las posibles—,
y ad absurdum, una negativa necesaria particular:
4.°, de dos universales, la mayor afirmativa con-

tingente, y la menor negativa posible, que demues-


tra por conversión de la menor con las dos conver-

siones de las absolutas y de las posibles —y ad
,

absurdum, y concluye una afirmativa particular


posible; o.°, de dos afirmativas universales, la ma-
yor posible, que concluye por conversión de la me-
nor una afirmativa particular posible: 6.°, de dos
universales, la mayor negativa posible, que con-
cluye por ¡conversión de la menor una negativa
particular posible; 7.°, de dos afirmativas, la ma-
yor universal contingente, que concluye por con-
versión de la menor con la conversión de las abso-
lutas, y ad absurdum, una afirmativa particular po-
sible; 8.°, de una mayor negativa universal contin-

gente y una menor afirmativa particular posible,


115

que demuestra por conversión de la menor con la


conversión de lo,s ab^oluta^, y ad absurdum, y con-
cluye una negativa necesaria particular; 9.°, de dos
negativas, la mayor universal contingente, que de-
muestra por conversión de la menor con las dos
conversiones — de y de las posibles—,
las absolutas
y ad absurdum, se reduce al 8.°, y concluye una
negativa necesaria particular; 10.°, de una mayor
afirmativa universal contingente y una menor ne-
gativa particular posible, que demuestra por con-
versión de la menor con las dos conversiones— de
las absolutas y de las posibles —
y ad absurdum,
,

y concluye una afirmativa particular posible; 11.°,


de dos afirmativas, la mayor universal posible,
que concluye por conversión de la menor, una
afirmativa particular posible; 12.°, de una mayor
negativa universal [pág. 44] posible y una menor
afirmativa particular contingente, que concluye
por conversión déla menor una negativa particular
posible; 13.°, de dos afirmativas, la mayor particu-
lar contingente, que demuestra por conversión de
la menor y conversión de la conclusión, y concluye
una afirmativa particular posible; 14.°, de una ma-
yor negativa particular contingente y una menor
afirmativa particular posible, que demuestra ad
absurdum, y concluye una negativa particular po-
sible; 15.°, de dos negativas, la mayor particular
contingente, que demuestra por conversión de la
menor con la conversión de las posibles, se reduce
al anterior, y concluye una negativa particular
posible; 16.°, de una mayor afirmativa particular
contingente y una menor negativa universal posi-
ble, que demuestra por conversión de la mayor con
— 11(5 -

La conversión de las absolutas, y por conversión de


la menor con conversión de las posibles, y por con-
versión de la conclusión, y concluye una afirmativa
particular posible; 17.°, de dos afirmativas, la ma-
yor particular posible, que demuestra por conver-
sión de lamayor con la conversión de las absolutas
y por conversión de la conclusión, y concluye una
afirmativa particular posible; 18.°, de una mayor
negativa particular posible y una menor afirmati-
va universal contingente, que demuestra ad ab-
surdum, y concluye una negativa particular po-
sible [pág. 45],
117 —
— 118 --

Hemos terminado [pág. 46] los cuadros de los si-

logismos, puros y mezclados; sólo [hemos de adver-


tir] que los compuestos de dos proposiciones nece-

sarias son iguales que los compuestos de dos con-


tingentes, no habiendo entre ellos más diferencia
que el cambio de la contingente por la necesaria.
Lo mismo sucede con los mixtos de necesaria y po-
sible,que no se diferencian de los mixtos de con-
tingente y posible sino en que en éstos, cuando es
la mayor negativa universal contingente, concluye
una negativa necesaria, y en los mixtos de necesa-
ria y posible, cuando es la mayor negativa univer-
sal necesaria, concluye una negativa contingente.

AU'IÍCULO SOBUK LOS SILOGISMOS CON. 1CIONA LKS

Los silogismos condicionales son de dos clases:


Cada uno de ellos se com-
copulativos y disyuntivos.
pone de dos proposiciones: una de ellas, que es la
condicional, se llama el antecedente, y la otra se
llama el consiguiente. El copulativo puede ser de
dos modos, y el disyuntivo de seis modo^, y fun-
damentalmente, tres. El copulativo se compone de
dos proposiciones mutuamente consiguientes; el
disyuntivo de dos proposiciones mutuamente con-
tradictorias. El modo primero del condicional co-
pulativo es aquel en el cual se eligeel anteceden-

te mismo, y concluye el consiguiente mismo; el


modo segundo es aquel en que se elige el opuesto
del consiguiente y concluye el opuesto del antece-
dente. Ejemplos: del modo 1.°: «si esto que está
presente es hombre, es> animal; es asi que es hom-
— 119 —
bre; luego es animal»; del modo 2.°: «si esto que
está presente es hombre, es animal; es así que no
es animal, luego es no hombre».
El disyuntivo se distingue en varias especies,
según los diversos modos de ser de los contradicto-
rios que lo componen, los cuales pueden ser de nú-
mero limitado e ilimitado; los limitados pueden ser
dos solamente y más de dos [pág. 47]. Si I03 contra-
dictorios son dos y juntamente con esto hay entre
ambos perfecta contradicción y después de esto se
elige [en la menor] cualquiera de ambos o el opuesto
de cualquiera de ambos, concluye siempre el opues-
to de lo que se eligió. Este es el modo 1.° de los
disyuntivos. Cuando los contradictorios de número
limitado son más de dos-, y hay también contra-
dicción perfecta, si se elige cualquiera de ellos, la
conclusión es los restantes opuestos; o bien si se eli-
ge el opuesto de cualquiera de ellos, la conclusión
será los contradictorios restantes. Este es el modo
2.°, siendo evidente que, al fin, se reduce al 1.° Si
los contradictorios son de número ilimitado, no con-
cluye el silogismo nada, a no ser que se ponga la
frase en tal forma que la contradicción sea per-
fecta, como si se dice: «no es posible que A sea B y
sea C», pues en esta forma, si se elige cualquiera
de los dos mutuamente contradictorios, la con-
clusión será el otro opuesto. Este es el modo 3.°

Estos son, pues, los modos a que se reducen todos


los disyuntivos. Ejemplos: del 1.°: «este número o
es par o es impar; es así que es par, luego no es
impar»; o «es así que no es par, luego es impar».
(Y haz por ti mismo los restantes ejemplos.) Del
2.°: «esta cantidad, o es mayor o es menor o es
— 120 —
igual; es así que no es mayor, luego o es menor o
es igual»; y ya se reduce al 1.° Del 3.°: «no es po-
sible que esto que se ve sea hombre, siendo a la
vez caballo; es así que es hombre, luego no es ca-
ballo»; o «es así que es caballo, luego no es hom-
bre». A este modo lo llaman «el que comienza en
una negación y acaba en otra negación».
Has de saber que las dos partes del silogismo
condicional, sea copulativo o sea disyuntivo, son:
o dos proposiciones universales o dos particulares;
o el antecedente universal y el consiguiente par-
ticular y viceversa; o los dos afirmativos o los dos
negativos; o el antecedente afirmativo y el consi-
guiente negativo y viceversa. De aquí resultan mu-
chos modos, cuyo número no es difícil determinar
a quien los examine lo más someramente posible.
También entre los condicionales hay modos com-
puestos, según diversas maneras de composición,
cuya explicación no se acomoda al método que
aquí seguimos, propio de un resumen [pág. 48].

ARTÍCULO SOBRE EL SILOGISMO «AD ABSDROUM»

Este silogismo es aquel en que una de sus pre-


misas es verdadera y la otra dudosa, que se pone
asíde propósito con el fin de demostrar por medio
de ella la verdad de alguna cuestión por la false-
dad de su contradictoria (1). Y esto porque cuan-

(1) « In ómnibus enim necesse est suraere comrnunem


querapiara terrainum diversum a subjectis subjectae guau-
tionis terminis, ad quera tei-rninum futurus sit falsum con-
- 121 —
do no se concede la verdad de una proposición,
se toma su contradictoria, se la pone como dudo-
sa, se leune otra proposición verdadera sobre la
cual no hay duda, y se compone con ellas un silo-
gismo. Si concluye un error, se sabe que en el silo-
gismo no hay error; mas como una de las dos es
determinadamente verdadera, la otra será falsa.
Por esto su contradictoria, que es la que se quiere
demostrar, es verdadera [pág. 49].

cludens syllogismus. Quare inversa hac propositione, altera


vero similiter ut in priore syllogismo se habente, syllogis-
mus erit ostensivas per eosdetn tprminos. Differt autem os-
tensivus a syllogismo ad imnossibile ducenti; quod in osten•

sivo quidem secundum veritatera utraeque propositiones


pouuntur; in syllogismo autem ad impo^sibile ducenti una
falsa ponitur». (Ibíd., pág. 75, lín. 51).
CAPITULO V

DE LA DEMOSTRACIÓN APODÍCTICA

Cuando los modos de los silogismos son los mo-


dos que concluyen (es decir, los que hemos ya enu-
merado) y además se emplean en ellos premisas
verdaderas, las conclusiones forzosamente han de
ser verdaderas (1), pues si no lo fuesen, "¿por qué
motivo podría sobrevenir en ellos la duda, siendo
su forma correcta y las materias verdaderas?
Las premisas propias de la demostración apo-
díctica son de dos clases: una, la de aquellas. pre-
misas conocidas a priori por todo el mundo a causa
de su evidencia (2), v. gr., «las cosas iguales a
una tercera son iguales entre sí»; otra, la de aque-
llas premisas conocidas por los sentidos, ya sea so-
lamente por ellos, ya con ayuda do la razón. Ejem-
plos: de la primera: «la pez es negra», «la nieve es

(1) « Demonstratio est ergo s3


,

llogismu3 ex neoeíariis».
(Ibíd.y pág. 124, líu. 49).
(2) «ídem eiiim dico primum et principium. Principian!
autem est demonstrationis pro¡>o~itio immediata. Imme-
diata vero e.-t, qua non e:t alia prior». (Ibnl., \
-á^. 122, lí-

nea 41).
123

blanca»; de la segunda: «la escamonea purga la


imán atrae al hierro».
bilis» (1); «el
Esta clase de premisas también se usa en las de-
mostraciones apodícticas, porque esas proposicio-
nes son constantemente verdaderas.
Si se examinan las condiciones de las premisas
de la demostración apodí etica, se ve claramente
que ellas han de ser necesariamente verdaderas y
ciertas; han de ser también necesarias (2), porque
no todo lo verdadero es necesario; han de ser tam-
bién universales; han de ser también más conocidas
que y anteriores a la consecuencia (3); han de ser
también no dotadas de medios, o reductibles a és-
tas; y han de ser también análogas (4), es decir,
análogas a la ciencia de la cual es la conclusión.
Cuando se emplean premisas que reúnen estas cua-
lidades,, el silogismo es apodíctico, y lo que resulta
de él, certeza [pág. 50].
La demostración apodíctica es de dos clases: de-

(1) Sobre escamonea l^igoiLuí


( véase el Traite des sim-
.

ples par Ibn al-Baithar (ed. Leclerc, l'arís, 1881), II 25b'.


(2) «Si igitur est scieutia demoustrativa ex priucipiis
necessariis (quod eaim aliquis scit, id non potest aliter se
habere), et quae per se insunt, necessario rebus insunt...
manifestuiu est, quod ex talibus quibusdatn fiat syllogismua
demonstrativas» (Ibid., pág. 127, lín. 3).
(3) «Neceare est non tantum prius cognoscere prima (e
quibus syllogismus constat) aut omnia, aut nonuulla; sed
etiam magis ea cognoscere... Magis enim necesse est credere
priucipiis, aut ómnibus, aut nonnullis, quam conclusioni
credere*. {Ibid., 123, líns. 15, 25.)
(4) Non ergo licet ex alio genere scientiae in aliud des-
cendendo demonstrare, ut geometriam problema aritmé-
tica ratioae». (Ibid., pág. 128, lín. 33.)
- 124 -

mostración apodíctica que per se produce el cono-


cimiento de la causa del ser, y se llama demostra-
ción quid] y demostración apodíctica que per se
produce el conocimiento del ser, y nada más, y se
llama demostración quod (1).
Es evidente que la demostración quia merece
más el nombre de demostración apodíctica, porque
suministra el conocimiento de la causa. Cada una
de estas dos demostraciones apodícticas se subdi-
vide en otras dos. Respecto de la demostración
quia, en una clase que produce per se el conoci-
miento de la existencia de la cosa y de la causa de
su existencia juntamente, y esta clase es la más
perfecta de todas las clases de demostración apo-
díctica; y otra que produce el conocimiento de la
causa y nada más. Es indudable que esta clase de
demostración quia necesita que la preceda la de-
mostración quod, porque el conocimiento de la exis-
tencia de la cosa es buscado antes que el cono-
cimiento de la causa de su existencia. Respecto de
la demostración quod tenemos: una clase que pro-
duce el conocimiento de la existencia de la cosa en
absoluto: donde más se la emplea es en el arte de
la polémica y en la metafísica, y los silogismos de
que se compone son condicionales; y otra que pro-

(1) « autem quod res sit et quamobrem ait,


Scire , ,

differunt primo quidem in oadem scientia, et in hac duobus


modis. Uno quidern modo, quando non per inmediata fit
syllogismus (uou enim sumitur prima causa; scientia vero
too quamobrem res sit, ad primam causara spectat); altero
autem modo, si per immediata quidem, at non per causam.
sed per id, quod inter ea, quae couvertuntur, notiaa est>.
(Ihíd., pég. 183, lín. 44.)
- 125 —
duce el conocimiento de la existencia, de una co3a
respecto de otra; esta merece más llamarse demos-
tración quod.
diferencia entre la demostración quod y la
La
demostración quia está en que el término medio en
la demostración quia es motivo y causa de la exis-
tencia del predicado de la conclusión respecto de
su sujeto, mientras que en la demostración quod el
término medio es efecto de la existencia del predi-
cado de la conclusión respecto de su sujeto o es cau-
sa remota; es propio de esta demostración el que
se la llame prueba. Ejemplo de demostración quia:
«¿Por qué los círculos máximos son iguales en la es-
fera terrestre?» Y «Porque la tierra
se contesta:
está colocada en el centro del mundo.» Ejemplo de
demostración quod: «La prueba de que la tierra está
colocada en el centro del mundo es porque los cír-
culos máximos son iguales en la esfera terrestre.»
Pues, ciertamente, el término medio es causa en la
primera [demostración] y es efecto en la segunda.
Cada una de estas dos elocuciones se reducen a un
silogismo del modo 1.° de la figura primera.
La3 causas son cuatro: la materia, la forma, el
eficiente y La pregunta por qué exige
el fin (1).

la respuesta con una de estas causas [pág. 51]. La


causa puede ser también próxima y remota. La re-

(1) «Quoniam vero scire rem tum demum arbitramur,


quando causam cognoscimus; causae autem quatuor sunt:
una quidem, essentiam reí explicans; una vero, ex qua, po-
sitis quibusdam, nece?se est, hoc esse; altera praeterea,
quae aliquid primo movit; quarta denique, cujus gratia
aliquid fit; omnes hae causae per médium demonstrantur».
(Ibíd , pág. 161, lín. 18).
— 126 -

mota exige la repetición de la pregunta por qué, y


talvez se repite esto varias veces hasta que se dé
con la causa próxima, y entonces se cesa en la pre-
gunta y termina la cuestión; por esto no es preciso
que los términos medios sean, en las demostracio-
nes cuyo resultado esencial son las causas, causas
próximas respecto de las conclusiones.
Las cuestiones o problemas posibles, después del
que tiene por objeto la significación del nombre, son
cuatro: acaso, qué, cuál y por qué (1). El problema
acaso corresponde a la investigación de la existen-
cia de la cosa; el problema qué corresponde a la
investigación de la esencia o quíddidad de la cosa
en general; el problema cuál corresponde a la in-
vestigación de la forma de la C3sa, por la cual se
distingue de todas las otras cosas; y el problema
por qué exige el conocimiento de la causa de la
existencia de la cosa.
No es preciso buscar para todas las cosas demos-
tración, pues los primeros inteligibles y los sensi-
bles son indemostrables (2); ni tampoco es preci-
so creer que ninguna cosa es demostrable. Puesto
que estas dos opiniones son falsas con evidente fal-
sedad, sus contradictorias serán verdaderas, a sa-
ber: algunas cosas son demostrables; algunas cosas
son indemostrables.

(1) «Quaesita tot sunt numero, quot sunt, ea quae sci-


mus. Qnaerimus autem qaatuor: quod res sit, cur sit, an
sit, quid». (Ibid., pág. loo. lín. 29).
(2) «Etiara uiauifestum est quol uniu-cujusque reí prin-
cipia propria demonstran non possint; eruut euim illa pri-

ma principia omuium principia; etscientia illorura omnium


aliarum scientiarum domina». {H>id.. pág. L30, lín. 4).
- 127 -
Tampoco cabe demostración respecto de las co-
sas corruptibles (1) o transitorias; únicamente
cabe demostrarlas por relación a las cosas perma-
nentes y eternas.
Algunas veces el que demuestra se equivoca cre-
yendo demostrar, no demostrando, como el que de-
muestra que dos rectas son paralelas porque cada
uno de dos ángulos internos existentes en un mis-
mo lado, producidos por la incidencia de una terce-
ra línea sobre ambas, es ángulo recto; otras veces
parece que no demuestra y demuestra, como el que
prueba que la tierra está en el centro, porque es
una numéricamente, y la demostración no cabe
[fundada] sobre el solo individuo. La causa del error
de la demostración en ambos casos es la ignoran-
cia de lo universal o su olvido.
Las ciencias tienen ciertas propiedades que de-
ben ser conocidas por todo el que haya de usar de
la demostración apodíctica, y son: unas ciencias
tienen de común el uso de unas mismas premi-
sas (2); otras coinciden en los objetos; [pág. 52]
otras coinciden en demostrar una sola y la misma
cosa; las ciencias son, o generales, como el arte de

(1) «Non est ergo demonstratio corruptibilium, ñeque


scientia eorumdem simpliciter, sed hoc modo, ut secundum
accideus; quod non sit illius scientia aut demonstratio, sed
aliquando, et certa ratione». {Ibíd., pág. 129, lín. 14).
(2) «Communicant vero omues scientiae mutuo secun-
dum communia principia. Communia autein dico, quibus
utuntur, tanquam ex his demonstrantes; at non dico com-
munia principia ea, de quibus demonstrant, nec id quod
demoustrant. Et dialéctica cum ómnibus scientiis commu-
nicat». {Ibíd., pág. 132, lín. 9).
- 128 -
la polémica y la metafísica, o son particulares,
como la medicina y la geometría. También las pre-
misas son unas veces generales, como: «o es ver-
dad la afirmación o la negación», y otras veces par-
ticulares, como: «un número par se divide en dos
mitades». Las ciencias generales usan las premisas
generales, y las ciencias particulares emplean las
particulares. Los sujetos de las premisas o los su-
jetos y los predicados juntamente, se especializan
y después se emplean en las premisas especiales.
Las cosas que comprenden las ciencias especula-
tivas son tres: objetos, principios y problemas (1).
Objetos son aquellas cosas respecto de las cua-
les se especula y cuyos accidentes esenciales se
investigan; principios son aquellas cosas por medio
de demuestra, y problemas son aque-
las cuales se
llas Ejemplo de esto en
cosas que se demuestran.
el arte de la geometría: los objetos son la línea, la

superficie, el cuerpo geométrico; los principios son


las definiciones, los correlativos, los axiomas y los
principios hipotéticos que hacen preceder los geó-
metras; problemas son de dos clases: unos que
los
solamente se demuestran por los principios y nada
más, como por ejemplo: las figuras primera y cuar-
ta del tratado primero del libro de Euclides (2), y
otros que se demuestran por algo ya demostrado por

(1) «Tria enim sunt in demonstrationibus: ununí qui-


dem, quod deuionstratur conclasio: haec est ii quod geueri
cuidam per se inest; alterura vero, axiomata; axiomata
autem sunt e quilma coiifieifur demonstrado; tertiuiu vero
est genus subjectum. cujus affectiones et accidentia, quae
per sq insnut, irdicat demonstratio». (Ibid., pág. 128, Un. 31).
(2) Proposición 1. a >lei r o l de Euclides: cSobre do
1 i 1 >
- 129 -
principios, ya sean próximos, ya remotos. En cuan-
to a los próximos, sirva de ejemplo la figura segun-
da del mismo tratado (1), y en cuanto a los remo-
tos, la última figura (2). La certeza obtenida por
los principiosremotos es igual que la certeza obte-
nida por los principios próximos, lleguen aquéllos
a donde lleguen. Es evidente que los principios de
cada una de las artes particulares están compren-
didos en aquel arte, cuyos son estos principios, y
están demostrados en el arte que le es superior en
grado [y así sucesivamente] hasta que se termina
en el arte de las artes y en la ciencia de las cien-
cias.
De esta manera se obtiene la certeza por medio
del silogismo. En cuanto a la certeza que se obtie-
ne por medio de la simple aprehensión, resulta de
las definiciones compuestas de géneros y diferen-
cias substanciales. El mejor método para llegar a
[formar] las definiciones es el método de la sínte-

segraento lectilíneo construir un triángulo equilátero.» Se


funda en las definiciones 15 y 24.
a
Proposición 4. : «Si dos triángulos tienen dos lados igua
les e igual el ángulo comprendido, tendrán también iguales
el lado y los ángulos restantes.» Se funda en la definición
a
4. y en el axioma 12.
a
(1) Proposición 2. : «Por un punto dado construir una
recta igual a otra recta dada.» Se funda en la proposición
primera.
(2) Proposición 48: «Si el cuadrado construido sobre uno
de de un triángulo es igual a los cuadrados cons-
los lados
truidos sobre los otros lados del triángulo, el ángulo com-
prendido entre estos dos último.-: lad,;s es recto.» Se 'funda
en las proposiciones 11, 47 y 8, que a su vez se fundan en
otros principios.

9
- 130 -
sis, que es de Aristóteles. Los demás [pág. 63],
el

fuera de éste, como el de Sócrates, que es polémico,


y el de Platón, que es analítico, son inferiores a él.

Acabó el compendio con la ayuda del dador de


ella. Gloria a Dios, tanta cuanta El merece. La ora-
ción sea sobre nuestro señor Mahoma, el profeta
honrado, y sobre su familia y sus compañeros, y la
paz más perfecta.
En el 24 de Chumada primero del año 710.
GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS

jjil (fX^i — Especie últi- ¡aoíu (^u»ía) = Género re


ma. moto.

já|ío = Posterior. bíjIaío (>U4«|)=:Equívocos.

jjlssl= Partícula. ,5—11-3 = Consiguiente


(opuesto a s^Saio, ante-
vo-mI = = Nombre.
ovona cedente).

=
^¿1 (*^i)4)j*' = De-oí' oti ifcu& (i&aS) = Proposi-
mostración quod. ción de tres términos.

Oxsj ^¿| = icoistv = Acción s-iiliá ; jjA«oá)=Proposición


(categoría). de dos términos.

*J*s¿> s^| z= icao^siv = Pa- OiaaJI ¿rlio)=Polémica.


sión (categoría^.
ttJ^> (sjbj4)=Método po-
s¿»l = koü — Dónde (cate lémico
goría).
^4^ =¡i2¡i-z'>;--= Particular.
I^xo pl. ^blxo = ápx>j
— (Como opuesto a <$«& =
Principio. za8'6-/a3xov = Universal).
vij_4)jj = v^-óos^t; = De- ••«-ojl^ ^-J^S) Z=z t¿"s'>'~. 6RCo<pavri-
mostración apodíctica. xó: = Proposición enun-
3¿U>ji s^Jr) = Ciencia ciativa o categórica. Se

apodíctica. llama también gjós.

s¿4jím ¿Aóá) = Proposi- «jíUauí, i «ja =r Energía


ción positiva. corpórea.
132 —
z -ávo;^ Género. gJUi^l = 'oXáomusk; = Alte-
— s»asu=r Remoto. ración.
— sojjjjrr: Próximo. sjJíwJl VjuiIaS = 3uX.'A.07'.3jtÓC

— ^Jlr = Supremo. to aoóvaxov


s'"; Silogis- :==

j4)9^ = o'Jj;'o! = Substancia. mo ad absurdum.


sjg| j^jlgA — leparan ouaíai — sÁbJl¿= Ad absurdum.
Substancias primeras. ¿ili.= -y/, w=Figura. (Ca-
;

3i\Sr* j4>l9>=0£üX£p«t oü3tat= tegoría de cualidad.


Substancias segundas. Véase Oüi
»jj4)9>= Quiddidad. üoU = to'-ov = Propio.
5jj4)9^ Ogos =Diieren- vJJ:» = Prueba.
cias substanciales.
iUp. <3lS (ifeó*) = Propo-
¡aa. — 000; = Término. sición modal.
— Áuag^!1=-ó'oo; ji£30v ==: Tér- ¿4>a. sáls ja¿ = Proposi-
mino medio. ción no modal.

— pl. ¡a9?a%^=Xó-]fO(;, 6piau.ó;= =


ilüj v.'j.W ab-ó = Per se.

Definición.
O9JS = |isío>oi; Decreci-
Ü9ÜW0 í^álaV = Sílabas miento.
largas.
¿4j1j— Cópula.
¿¿90^0 s¿ós> Proposi- = sji»j — Consecuencia. Si
ción definida.
nónimo de »» .>» .

sJoa»o *«J^9 **"*"» I 1


— ó»pi3"
&9 S» Ijio I > Uju» I ) = 3'JVÓVOJWI =
|i¿vov= Determinado.
Nombres sinónimos,
slo%o j;»¿:= áópiaxov Inde =
terminado. s-o^j pl. ^o$^i- i«co7po(pr;=

Descripción.
0*^ = Predicación.

¿J^a. (S&&0 = xa-cvfíoputTJ = m^ j'í 3Úv8e3i<;= Síntesis.

Proposición categórica. sJjU*** Problemas:


vJ9«^o Predicado. sifui = afcía = Causa.
sJU :;•; = Disposición. — *:aUJ1 Material.

(V. *¿o\ — ¿J90JI Formal.


133

V* u> sJrláJI -i Eficiente. Figura [del silogismo].


— «j|¿J|= Final. sj^i (siotó =-¿X£>oT]=Per-
— ^jjjá = Próxima. fecta.
— ¡a**» =-. Remota. — siolá jAC=atsXsio7j=Im-

^iiui = á-KÓwas'A = Nega- perfecta.

ción. s] úát = ¡topoií = Forma.


(Categoría de la cuali
¿jJ!-ui (SoÓÜ,) = -3-zpr-.'./.f
t
= dad; opuesto a ¿ilá.
Proposición negativa.
figura'.
j^Ml = t/;;j.:lov= Signo. To
do, ninguno, etc). 8;ij¡34)-¿ (89a) = Facultad
sensitiva.
so ¿un = «rtojioc, xtc = Indi-
viduo. ¡aó, ¡aló*. !a|ó'io lygyríoy—

jU-o¿*¿ 8*ó3 éza.arr¡ ; = = Contrario.

Proposición singular. ¡alóü = lvavzió-zr¡q,= Contra-


riedad.
,s<áj¿»
(s-«í|j¿» = Silogismo
condicional. ¿¿¡alólo bló¿>= Proposi-
— si o i o = Condicional ciones contrarias.
copulativo. ü^lóxoJI s¿a¿ — Subcon-
— slosxo =
Condicional trarias.

disyuntivo. ^.jj^ = ava-pcatov = Nece-


sxéyM ímoü) Proposi- = sario.

ción condicional. sjgjóo, ^jó = Modos [del


— jj-Joio =
Condicional silogismo].
copulativa.
= =Relación. üslól Kpóc, ti
— gloaip =
Condicional
disyuntiva. váló* = Correlativos.

= Condición. ss^ = «xppv — Extremo.


— s^ár^ll = E. mayor.
— jxoíl|=E. menor.
Homónimos.
si»j<á = Método.

(>Vo*u|) — — ¿\d¡aaJ| = Polémico.
jcapóvojia

Parónimos o derivados. — = Analítico. 8¿oJttáJ|

sJáuj sJ|Ü| —
pl. = — vu¿á)i!| = Sintético.
T/f^/J.
.

- 134

**«Jl¿« = -rjcj%kr y.vx<-j.


t
=. Pro sión en otra [proposi-
blemas, cuestiones. ción] no semejante.
— =
O4) Acaso?
ilc = Causa. (Sinónimo
— U = Qué? de <*-xuií).
— s = Cuál?
\

— s^J = Por qué? O^J^te = Efecto.


s^^lc = Ciencias
W¡J<io feos = ( ) oncX.?] = ¿oIá
particulares.
Absoluta.

«jlfc= Interpretación. &olc s^glc = Ciencias ge


nerales.
ll$^x< (feóá) — = áopvjzr¡
^i)c *sju»ía) = Género su-
Proposición infinita.
premo.
•^^c = yzéprpic, = Priva- s|ác = ovTixsf36«i= Contra-
ción. (Opuesto a ¿üo).
dicción.
BJ«i»x (feos) Proposi- = 8í>¿1jü< Utos) Proposi =
ción privativa. ciones contradictorias.

»-bj£ = yjufjzfyqy.óz = Acci- jjs4 = 0:7 — Idea.


dente.
tf bj&o (¿SlsJI) =xex<uptoná«tt=
fei&c (¿gáj = Facultad in Palabras simples.
telectual.
b)jaá=a>6opd=Ck>rrupción.
ijJgá*© = wwA-á— Inteligi-
bles.
sJos pl . O30S = ¿katpopci

Smtp£3i<; ^Diferencia.
«Aiiir
-— aviiaxpotpy] = Con-
Oosáq ( v 5^ J
ji> «^uíIaü) - Si-
versión.
logismo condicional
— si£ 00 Jl =
Conversión
disyuntivo.
de lo posible.
— •v.j^ooJI s^aáxJI = Con sJoiio ^*»*^ — " Stcupiojiivov

versión posible. Cantidad discreta.

smiÜjüI= Conversión. ííJojjo s^j*ú feos) Pro-

— to"*s¿ sJ-io = Conver- posición condicional


disyuntiva.
sión en otra [proposi-
ción] semejante. sJjt¿J)j == xerc'svspfSM En
— Iomiáj sJio 51— ^ Conver- acto.
- 135 —
sj$)|xü| =-¿íji/¡ = Pasiones. üjuoí (¿4¡mjm) ^Positiva.
1jJ*J| giuJá = Metafísica. — = De tres térmi-
*iá5Í3
nos.
sjjjiü = = Oposi-
áv-cixeioflai — *ul¿¿ = De dos térmi-
ción. nos.
sj-^]— 9>..Q -:= avxixst'asvoi; = — Sjgo^o = Definida.
Opuesto. — 8,>lo*. — Categórica.
^ois-ju© = Antecedente.
— 84» <»lü = Modal.
(Opuesto a ^Jls, consi-
— »4)> sajía jj¿ = No mo-
dal.
guiente).
— = Negativa.
¿Jlut
¿o^io ~ Tcpóza3>.$= Premisa. — = Singular.
gjoáuui
— ^ji-o= Menor. — i*¿yu = Condicional.
— ji
sS>J
= Mayor. — üJoXo ¿m4j¿» = Condi-
— 8o1¿> = Particular. cional copulativa.
— tele = General. — sloáio üj¡¿yk = Condi-
s-obixe = = Priori- cional disyuntiva.
icpóxspov

dad. — jjblóio = Contraria.


— «¡alóio = Subcon- <»añ»

traria.
dum prius et posterius.
— = Absoluta.
silÁo
sjjjá <s4«i> == Género pró- — = Infinita.
¿Jgbxo
ximo. — Sao^í = Privativa.

*uii1¿sJ1 <sSUlj*sl = Combi- — ü^i|30o = Contradic-


toria.
naciones silogísticas.
— ¿oüU&o = Contradic
tequio O90S) = Diferen- toria.
cias distintivas. — ü«4Vo = Indefinida.
ÜJLoMiJi (vjbjáj = Método — sj^o = Afirmativa.
analítico.
— ¿M^j^g =- Contingente.
aoXXafa'i= Sílabas.
¿jgoio ((«4 lio) = Sílabas f
«<á|io -

breves. &09Í0 (^pos) = Diferen-

ÜJÓ-9 — aiuó<pavai<;, icpóraau; = cias constitutivas.

Proposición. (Igual que j ám, J| <i^gioJl=Las diez


categorías.
136 -
sjjá = k6¡'j- = Elocución. sjgá=:-ísv£at<;==Generacióii.

v¿¿¿, jJA9aá=-o'.ó-/ :^- Cua-


Oración enunciativa, (

lidad.
categórica; proposi-
ción. ÜaJI-xÁíI vol j áiá = Tíabzzixat

— jo$] z= Imperativa. Tcoióxíjxei; ^Cualidades


— (Xjóill^ Suplicativa. pasibles.
— «J4J1= Postulativa.
— >1ss¿J| = In\ itativa. qui. = Propiedad inhe
— v*o]3 — Perfecta. rente a algo; el í/ies/ la-
— <n«)5 ^ = Imperfecta. tino.

8Axo-»<á 89Ü = = Po-


oóvajuí; >*«oJ (^¿U>j*) = 0x1= Demos
tencia física. tración quia o propter

i¿xxx¿ 89Ü 5J = á§üvajit« = quid.

Impotencia física. «J = ixsiv = Hábito . (Ca


«jjjj'j = xaxa oóvajuv = En tegoría^.
potencia.
sj<oU = Esencia.
s^ijjü ~— j'ja/.o'i'.jd.o; ^=" Silo-
3*0 JCOTS - Cuando. (Ca
gismo.
tegoría .

j5^áy¿ s¿ii|¿S = Silogismo


«iaVo, ¡a1fro= Materias [ne-
condicional.
cesaria, contingente o
^j*á (¿oíaio) == Premisa imposible |.

mayor.
=: Simul
g¿|& = Reciprocidad mu-
|j»<9 lato

taneidad.
7(ia

tua y completa.
vS
Já=yr/ /.vj Universal.
'/, / s¿So« Süvorcóv = Posible.
-
— jiá^ll ^Jr ln pluribus.
***+¿>l\ <»UK)| (^i|*Jl) — Oi¡5)| ¿le En la me-
Los cinco universales. nor parte.
= = Verbo.
j^oJá pyjjia — 9WJI .^Jr — En igual-
dad de casos.
^>5 = = Cantidad.
-03óv
— sJoio = C. continua. *..£-! -o ;
Hábito.
sIoaío = C. discreta. Opuesto a v^^c .
137

¿alo = oía'Gsatc == Hábito. 84^5* («JOS =xa-zayazixr¡=


(Véase OU). Proposición afirmativa.
c*»i*o ~- ctdóvorcov =: Impo i»9^9 = -ó ov= Ser, ente.
sible.
JM^9^9 ¿aóü = Proposi -

¿Sníü= Conclusión. ción contingente.

^¿¡¿io = Lógica.
***&.$ »_.« J_¿ = Verbo
substantivo.
s¿s¿¿o= Cosas propias de
la Lógica.
«jia^o, jac = No substan
tivo.
sr¿¿ s»oIc i = Ciencia es
peculativa. <»l4>*, 84)^ — Modo.

sjíUsj (go^j) = Energía SdwliA]}= Géneros


íiíá^jgio

intermedios.
anímica.

SÓiUlo H*VbS)=¿y-ia/c£xix(7Í= Ooio N©i)=auv£xé<;=Can-


(

tidad continua.
Proposiciones contra
dictorias. Ooio (&¿yu ^u»|a9) = Si-
eU&i — [isxagoX^ =T ras 1 a-
logismo condicional
ción. copulativo.

fro¿ = ao^rjaic = Crecimien- r*09 = xeíbflat = Sitio ( ca


to. tegoría).

c*9» = 3'ioo; =: Especie. c


r 9*3 9* — úitozsíjisvov — Su-
jeto [de la proposición].
— j*^1= Especie última.
(Xg-bo^o = Objeto de la
*lo4>« (**óal = Proposi- ciencia.
ción indefinida.
9^9^ - a~á auvByjxrjv :

= Modos de ser.
<¿li»4> Pacto convencional;
ex consensu.
V>l9 — =Necesa
ávayxaiov
rio. ¿Uálgio (>U*a|'=:UnÍV0C0S.

vi—?*»l = zaxáyaais — Afir- vi*sul| (^«lc)=Ciencia de la


mación. certeza. (Igual antoja).
ÍNDICE
Págs.

I. — Los estudios filosóficos en la época de Abusalt. . 5


II. —Vida y obras de Abnsalt . IB
III.— El manuscrito de la lógica de Abusalt 27
IV. — Resumen analítico de su lógica 30
Traducción 55
Capítulo I. — De las cinco ideas universales 59
» II. —
De los diez géneros y sus propiedades . 62
» III.— De la interpretación 72
» IV. — Del silogismo 81
> V. -De la demostración apodíctica 122
Glosario de términos técnicos 131

ERRATAS
Págs. Líneas. Dice. Léase.

12
v¿4)¿J1 «**££& s¿l¿3 <ÍM»j£&

v ^ O9ÜI OoiJl
ij«+±l) ijJáJl ^>l*oJ1

\' toA&laJs *j¿i*J| ^ü^Sll ^ s¿\ti\ siosJI

\o *jU*J1 ¿¿ sáJláJI OoáJI

r* ^»k*JI 3^ c*»ljJI ^JoáJI

n ^¿U)^! vs* s-«»«i^Ji •oJoáii


- or -

9<D loi 8Ü ^o^Jl9 ^>9xil VÍ1Í9JI ¿»9*«J jOii-oJ] U«á


84^09 »J1 3ÍC9 '«-oJj^J] ^-AiJI ¡a*ix Uia*w sic ¿5L0JI9 *^>'

^Jgíll ^íaU> 'ó* vjjyixJlg («jIjJI ^ s .i l "ti1 1 Oó¿1 s-oluio,

(1) Ms. vjuu^ljiíj-ttá.


- 6r _

8£lio5 S^lx lcDi.09 8ÍJ*J ^^19 ^J-A SÍ4M ^9 iji*iiJ ^89

^j<>9 »jjjí,j4)JI9 v *j¿J|¿ üol<^9 IjJ"JI 8» á *'»J a H9 ^J^Jl


sJUJI 9I 8J-^3-oJ1 ^^oi sj| U| sil ^l¿o ¿ole IójI s¿lo¡a¿oJ|

^ogJj*J!g vÍJ¿o¿J v^uiakt r&9J iaisr sj^ sjj sJIq ¿o|á líM-og

UüUgógo 9) v^U^ü-oJI <¿lrgóg.o s»ooÁ3 ¡ság s-ol—2k-J|


¿o)áJ| ^S vlo^iujj s.©j¡ }x<i U)j ^9-oJm>9

¿jíL» «jj^ J J1 [f.° 1"' I ^«9^1 U>j¿c O^úiü ^jJI >1jüllg

«^£9 y&i¿ 14)JS 3>jJ| ^4) soUgóg^Jlá OjUu.09 ¡alxog v¿Ugóg-o

sJiUu^Jlg s¿4>yu |4)J ^1 ,s4> .s-la WI9 <**-*» ÍMJ|!=»J1 U>ó1j£|

lol JUiSaÍ4>J1 ¿cUo ^i £JlS sJ|¿og ^¿4)j^J U)l>1 ^jJ! ^4>

l4>«:a4M s¿l] ¿Cgó^oJI Ogo^llg S3j|*¿oJ1 feloáJlg soljJalo.oJlg

,5. :=> UoJ !-> s-ijii j Ui| vj¡ó <¿Ujó¿ vLIjjj^J! V0I9 ^¿gjuji>J4)oJl

v>U¿ v^io ^Jg^l *J|¿©J1 <io («jljJlg O9Ü! UáA)| sJ¿o ¿as

^JJjÜ lol 5J1¿g ^.ííIjoJIj síai iaá ÍoJ *->»*> *Sj^39 '^-uJ^JJigl

íJ|_so_J1 s¿4) ví<p ^s-jIjJ! OájujJl sj¿ 4 vjjjiíJU ^>j*-> Ulg

^WjiJU ^íjÜjJIÍ ¡ajJuJJj váojbJlg si^jui ¿i| sj-j« isjJtjJlg

^¿ «IojAo ¿\»¿j^J1 pSujioJI ***o «¡s^lg Oi ^.Sal^o «>-i| sj^jg

^4) ^¿J| ¿cUoJI ^J »Í4)jAo9 Í4)J ^-ialAo ^<0 ^»J| ¿c|ioJ| Sh


•^oJrg s^iUUoJI &xUo ^Jl ¿J¿> ^4>¿i» si| ^Jl tai-o *f¿¿« &c|

V0I9 ">uut|4&]1 "vÜJjíáj ^.¿jjjjjl Ooa»> g^iJ) 1¿4> ^Jw s^gJ«J|

itíJgoJl ¡agia^J! sÁC sJo^J *¿\a jgooJ] <ib)¿ ^ic ^g^J 3.SJI

^Jl ¿J^goJI ^3j<áJ1 Oóslg {pj<D9^.JI OgoÁllg v^ui|á>^]| ^o<,

Ulg s^iuJI^gÁuijl **A»¿¿ ^4) ^ill ^«^.l-iJI ***»j4 vS^> i»9^^J1


s-olí sJf^MÜ| «JaU^l sóiSo ^xjJlg ísjju UiJ-og sja^í vjU*ui)|

Ü|S ¡airg MíjáJ) sjo-wJ) s¿*¿ sJ| ^1 v^lxá^ áJI* jjii Uijg

ig^iJI ^Jg^J si) SjAj lo iJISJg sjiáll f *ÁJjJ9 Olg-üJI (


»^Üu
JWJji Ul—un) <-oUui¿1J <>1SJL» «jfájtoJI s^oJ^JI ¿¿ ,5^11^1

vjJ^o9 vio) **J¿e **»jl v«4i>^1 ¿Jolb ^J<á ^sj ^J!¿oJ!g

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(1) La primera linca tic! cuadro siguiente >'stá ilegible; pero

se suple por los cuadros anteriores.


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j¿c IojoI |ó)Jgo^o U)io vití lo I0I9 ¿Job£ ¿JOS vu^w vob£
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v'i51gbXoJ!g vi|jobaJ]g v3|¿:uu.iJ| vkug 1<j)LJ3i gjJUii s.i|j^ 4J|

vabáJ|g s.jiboJ| ,5-s ví1jjui|ío Wiljgo^og U>i5Lo4)og l4)i!-»o.i¿»

viljoi^oJI vi« .sJgl Víi£J| vio vi|^gj*uoJ| 3J Í4)ji^

(1) Ms. Ij^ji.


-IV-
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U>jg*« 3-iJI ÍMÓÜJI9 iiii^lg U^'igaá s.l£ »*juu1 9I sóac; s-rfiuJg

IfOjgjuí ^jJlg »J5 ¿iJUii ¡a^jg % U)j9-i ^-dlg 8^ S+>9« vía

vjuijJ 9I sc'J s^ui^J ff-


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SJJj^JI ¿J^3^J| O&sg Üj^^ v^UJ] ^Jo ^^19 ^9 8^iáJ| ÜiJUuJI

s-mííJ sjuiliJI s¿jsj 8.1JJ>J| ¿jJl^J! O ¡¿05 vji'í v»«liJ| vo3U


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«JÓüJl I0Í9 !4)JA¿JÍ Ví|j«mi¡> U)iluig Upt^jlg U)¿i<^» >-oU©*u.i

UJgSíá ^Jj^ 51g ^Já j9«i U)£góg«j ^Ai 5) ^il] ^4)S j$J«4)«Jl

^ojuj^ ^-¿!.»¿J|q sj|gj^, -.¿Ixtui)!

^á jáis* jJ¿ teJgoAo SJÓ9 Oí 3.4)9 SJj'JJ "«óláio jjióüJlg

39 l4)Í9«2»-o jüiá) lo 34)9 ¿jjí&ííj ÁjIj ^Jl (£9Ó9«J|j 8¿lüjl

gri&JIo. sjjIíUI vi« ü^jg «USg ¿jIj 3JI (-CgógoJlj B^IjjjI

vij£i tiáÁi 84>^JU 84*> <>!¿ j»¿ 9I ¿4)¿> <»1¿> ^og^j »ól lo!

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C 3¿>S<^ 8^S^9 8\»*»á 3-lc vjíaiá avió. » 1 1 Og-oi^jj

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vtóJgJI ^J-j|_á—o («iioxJlg 0|j¡» ^g s.Jjj s-oJ 3ÜJI ^oj|s»JI

ví5<m)J| ^o*"U U)9^l ^il»o 3JC >»om>^] íljj-úili (XÜlg vií««J|g

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Wi]909 ví!j<*uoJ1 0|gi| >1—©**l1 va* 89jO<rJl ^4>9 8&A0JI

vilwuli^) 8444)9 »U»-o ^9 ¿ji¿ui 8i|9 ^lyjidl 8¿¿lg¿oJ1 vljjog

8Síí]j¿«J| sJU«9 «-'¿l-iiJIg ^ój^ll ¿íjIm-oJI OU«9 >l9-uJl» ^j¿J|g


^Jr (A9I9J! ^«»J1 ^o¿u1 s5ji¿i«J1 Ofrog jj^oJlg sjj .^mi-Jl

89¿jj)«J| ><J)_Ío3 áJ|¡¿ jTÍXg >1—o-J| (1) (Xji-09 J°W1 9Ó*JI

l4)i« ^9J)i vÓ»J f*o U)Ó*J ¿¿ÍIjJI ¿áUJ^I v^U^I ^UjÜ 1¿|9

U» ^k s^jiJ] sju»U>!9 ""•«te J*¿9 ^«l3 ^Ujó O99JI9 vJgSÜI

h>^!3 ^ji^-ü OgáJ! ^4>9 ¿uj«¿» vuJo^oJI ^-i* j^ 8 Loa I

fáialo VÍ9ÍJ 3.ÜJI 94) ^-ojl-^J) O99JI9 >I^»J|9 84ÍÁII9 fTj-óillg

3¿io¿ ^Jj ^JlgJ^ sjl^iú^ll UJgüi í-sóáJ] ¿^««9 1_jíi]_i 9I

vgJaSi Loilg ¿¿DI 8ÁH3 ^5.9 &4)4l<¿&o »>9ÍjJ1 ^-iUaÍ!] sx-íjillg

wilá Ve 94)9 v-oUJl jjí: O99JI UI9 v»4lÁ.oJ|g so<á1¿>.cJ¡ ^j-ü^j

8-ioáJI 8^»4) ^-o ia^lgJ >jA

,5-Ííoj bjj |¿Jg9Í loiwiu Látfgógo ^>9^J -i! lolá 84Ó9 0^9

(1) Variante de (Á: fCgfug


*il» Oa¿3 UjJlg vL 9 1¿a)1 siJsfci U>io ^üJI <álsJ>Jl ' 1 ^<>U>)

a^-lg sj¿ vil 3.a ^¿1¿jj*u,o ¿©KJI9 ^*wt^l9 8l¡a1o 8-0-1^9 ^-©-«l

v¿JUig ¡ajÁ* ^i>M> s^ ló>&¿>9 U>'i*»Oi O ¡ai &&J \<4>¿<

siUjJI ^ tolSM ^J)S» t*o Obi Uil ^ v^ui^ll ¿Vo-Já-J|

vJiai sááJá álsaSll UI9 3-iAoJI iJlü M s^g* vS-^JI üg^-oJI

Sjj£ tf-J^l^aJI 3^ U>«iSíj ¡aji¿¿ji i) ioiüJa ¡aj¿o s**-o s^ c


Vju)¿9g vj|auji v^juj^I ^Jl-iog Ü-olá 9I ^ojujI-j vijii vi) vigía

,5-Jrg vio ¿¿|¡ai)| vJUag ¿Ó^»9 *v»i4> S«láJ| OIÍ09

JtoHJI £J1¡áig <Uo^oJ| jjig -ioioJI ^J| v<hw^]] v^uiüiíg

80KM vJÜog [f.° 4 V.°] viU>1 9 i^j vJo^oJI v-o—yi vJlíog

¿olSJlg V^juiS)) vj 4 sJo^oJI jJ-C loU ^-»i4>9 ^ ju ^- i íio^oJI

fSSj v*|»J1 aliJtog 1^aÜ9<o Ubi»* 51) lí»4) U¿1-*iJ ^«9 ^9^90 j:»*»

jsLüjí Ü9 8¿¿ú* ÍJ U*uJ1 3-s vj|¿j U¿ ¡ag-^g-o j-ol vic >


v
^uJ1

vio vig^j vi| «ir f


.Cg.ajoJ1 -^5-ÍíJ] ^ ¿jiA> vjIj s o oS'i ¡aiíg

«^ui^J 9I ©XgiJ 9I »J 8¡ag^.g 8jUú

(t) Esta palabra lleva sobrepuesto el signo l*-o .


y a] mar-
gen, con el mismo signo, la voz vjgol. que debe Ber variante
de otro manuscrito.
I -*J$a¿ ^Ój«J| &ÍC s«Ój*J| g l
s.ój«J1 ^fi j4>giJl sj«^ g4>

Oc^JI !¿¿>> loo) S.i]_'i|_4)_9 v»ji|á vJjgáJlg ^.jjgJik ^ÓJjíll!

sJ9 5I| ^^ 9J«J1 ¿j vJg*oJl9


vai-i.» UJ OjÜo ^-^j Ug ^»%«i» loJ "JjÍAo

vójj j3j*u| l—o ^Ic 8bgA.g«oJl ¿g^l s^uil i »l .s-á)


*iá4>3

g. ¿*n-Jó-Jl vJ^j U-o !454-s j«íJ1 '-aa^ig vjxaüikoJ! síau^IsJ!

feWI
*ó|&J| Ua [f.° 4] ^^láioJ1 9 «o^Uü^J) U)i«a UwtólgJ UI9

04»J|¿ ¿¿J.0JI9 vo!a*J| Ufii^l ¿JU,) <i^LUioJ| sJUiolg


^oJlsJjg vjb^« ^<Ji*J| UJ9SÍ 'vjiuJIg ^U^j ^lÜlg ^J»J1g
^ó|jjJ1g blgjuJlá v.jjia!óxoJ! OjÍ3j <¿Jl_ÜJ!g vjSí^oj smuJ

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Jr sJjA» v^iaáioJlg jiilioJlg ^¡aáxeJI !ój| WÜAlgJ s¿og

Ulg s—>g¿J>J ¿\jiii ^oiaüi ^¿UjJl» Vol iJ|Sg >U¿| ¿-««Á

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,5.3 9á|i¿J1j jáU| ¿le U>-»« ^Cklg *Já c*-^> **»*SJ| sifliiAM

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8^4) ^ ^olaáioJlg ^ogJ*J1 ,5^ UtfljiaJo^g ^ogJ»J! <¿Uss¿io
j^U-O-U OjUo -UujÜI

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^¿}S IojÍsI v^uti^JI )S4> ^.i-o ía^g Uá s^usi gS 94) U¿ ^-xuíjJ]

sj|a«9 «alo ^4« |¿j|j U»«ilj ¡a^g Ug 5)U ,s**» OjgjJ) á¿¿>9

^S-o^ sjjoá sjüájj) ^Ü ^ UI9 vJglioJ) 8¡a<3 ^*»ÁiJ| ^ U>l ^JUJI

toig ¿4»UJ| slaii-ufcoJI s-oJ*¿ swuíÁíJ! ,5-8 Ul Í&ioJ| O!¿og ^09,»

8gS ^iii 3JÜJI9 g-oi^Jul-oJl SiioioJI 8¿.oJl-9 ^ujSjJ] 3.S ^JJ

8J94VUI4 sJstÁU 9I OxSj sj^J ialisJüwuíil| sliXo9 *gS ^9 8->*rH<4

^ju¿> vilJjJlg vjJJI 899 i) sJ!j«9 S4^LoJ| 8gíJ| OII09 J*** 9'

^u»|g.*J|j 8ÍjixJ| <i!i»4)J| 34)9 SjJIsSJ^I ^iljSJ^Jlg ^i^lsüj^l

s< jií vta«aJ| iya*£ OlgjJI ^¿-u» !«)Jo ^¿tí Us 1—ój| «¡¿4)9

,0-o-u» sj^uxjl Bg&^á vJlgjJI yti£ 3I |¿i|Í l^-'o ^-»!¿> Ug 5J'x5J|

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Oüi)]g ¿j^&I aiilsg ^ló«JJ al>U¡ Ud-»í s^sj^JI so&js viJ^JIg
sajj¿ ilg 8-»j¿> J4M s^alg^JI vo^lg
ia^ig Oá lo}-» ^auiüj ^íj£>-¿i si¿4 «j-uij 3«4)á mIo^JI Ulg

^Jg-oJIo iaixJlg ^Jj^Jlg •—»531 si^ ftMúJUá j^JJI s l] U4Ü«


»ó| ^Áfijg ^JxiJl» Lolg SgáJU 1*1 1^1 i^gi *ó| U>^i ^jiA>9

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(»:»<> |4>jJ| ^4ÜjJ ^¡J| ^rj &+$) f*H>>J ÍJjJWI s.-íili^illg

^íl9 vS*<>9 ÍWlóíllg vÁiáJlg v^áJlg ¿Og^JI ^4)9 «j-ií vjuiIíaÜI

sJxsíj vi|g vJxÁt sj|g gjg ^ógJlg


j,»«5j s¿1ia|ó¿oJJ OjIü S>í>*J|j si-o ¡a^lgJI ^¡¿J) 94) j^giJlá

SjU^JII (**o> SJ0Í.JU9 s^uijiJI 1^4)9 8j^-¿JI S¿4)^ S^Si ^9


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