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y sociedades
secretas en México
COORDINACIÓN EDITORIAL
ISBN: 978-607-30-0755-9
CONTENIDO
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
José Luis SOBERANES FERNÁNDEZ
Carlos Francisco MARTÍNEZ MORENO
Luces y sombras de la masonería: las incongruencias
del discurso masónico regular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Javier ALVARADO PLANAS
Las logias lautaro, los caballeros racionales
y el movimiento independentista americano . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
JOSÉ Antonio FERRER BENIMELI
Prohibiciones masónicas papales, reales
y la Constitución de Cádiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
JOSÉ Antonio FERRER BENIMELI
Las sociedades secretas de Los Guadalupes y de Jalapa,
y la independencia de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
VIRGINIA GUEDEA RINCÓN-GALLARDO
La imperial Orden de Guadalupe, precedente de las primeras
corporaciones masónicas del México nacional . . . . . . . . . . . . . . . . 109
MARÍA Cristina TORALES PACHECO
Iglesia católica y masonería. Las condenas pontificias . . . . . . . . . . . . 127
EMILIO MARTÍNEZ ALBESA
La mirada de la Santa Sede sobre la masonería mexicana . . . . . . . . . 219
PAOLO VALVO
El liberal moderantismo durante el gobierno
de Ignacio Comonfort . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
VII
VIII CONTENIDO
PRESENTACIÓN
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VI PRESENTACIÓN
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I. INTRODUCCIÓN
Fue y sigue siendo un notable hallazgo el que una asociación civil asumiera
como finalidad la mera reunión fraternal de personas de cualquier religión,
raza, clase social e ideología política, y que, convencidos de la existencia de
Dios y de la inmortalidad del alma, acordaran respetar unas reglas ceremo-
niales o un orden más o menos cerrado para debatir sobre todo tipo de asun-
tos relacionados con el mundo del pensamiento, el arte, la filosofía… en fin,
la cultura, con prohibición expresa de tratar asuntos políticos o religiosos.
Como es sabido, la masonería medieval se transformó en el siglo XVIII
al calor de las modas novatoras e ilustradas de dicho siglo, las cuales practi-
caban una socialibilidad culta más abierta y flexible que la de las academias,
pero alejada de la frivolidad imperante en las tertulias, cafés y cenáculos de la
época. En efecto, mientras las academias eran corporaciones especializadas
por razón de la materia y en las que imperaba una incómoda censura, en
las logias se podía discurrir sobre diversas materias de filosofía, moral, arte,
historia, ciencia y, además, hacerlo sin más censura que la obligada por la
cortesía y educación.
Aunque lamentablemente no disponemos todavía de un estudio de con-
junto sobre el exacto papel desempeñado por las logias masónicas en el
*
Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones, Universidad Nacional de
Educación a Distancia (España).
1
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Weisberger, William R., Speculative Freemansonry and the Enlightenment. A Study of the Craft in London, Paris,
Prague and Vienna, Nueva York, McFarland & Co. Inc., 1993, pp. 167 y 168; Irmen, Hans-Josef, Die
Protokolle der Wiener Freimaulerlogier “Zur Wahren Eintracht”, 1781-1785, Frankfurt am Main, s.e., 1994.
4 Rosenstrauch-Königsberg, Edith, op. cit., pp. 50-55.
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profano y editó una revista: Physikalische Arbeiten der Freunde Einträchtigen in Wien,
dirigida por el propio Born, que llegó a publicar siete números entre 1783 y
1788. Estas logias serían un antecedente de lo que luego fueron las llamadas lo-
gias de investigación. El método seguido para ello era el tradicional de la masone-
ría; los miembros de la logia presentaban periódicamente sus planchas para ser
comentadas en el taller y contribuir al recíproco enriquecimiento de todos sus
integrantes (recordemos que el ágape masónico formaba parte de las tenidas).
Décadas más tarde, en parecida línea, una logia de Bruselas, Les Amis Philanthro-
pes, presidida por Pierre Théodore Verhaegen (1796-1862), propiciaría la creación
de la Universidad Libre de Bruselas, cuyo primer rector fue el propio Verhaegen.
Por su parte, en la España del Trienio Liberal (1820-1823), una de las
logias más influyentes fue La Templanza5 de Madrid, la cual, salvando su
carácter más que irregular, agrupó a políticos como Agustín Argüelles, uno
de los principales autores de las Constitución de Cádiz de 1812, el conde de
Toreno; los futuros ministros Alcalá Galiano y Juan Álvarez de Mendizábal,
o José María Calatrava, ministro de Justicia y autor del primer Código Penal
liberal español de 1822, además de hermano de Ramón Calatrava, futuro
gran maestro de la masonería española.
Los ejemplos podrían multiplicarse fácilmente. En suma, es innegable el
papel cultural y benéfico-asistencial desempeñado por la masonería mediante
la erección de orfanatos, hospitales, universidades, bibliotecas, laboratorios de
ideas, bajo su dependencia. Sin embargo, pese a esta importante labor filan-
trópica y cultural, la masonería no ha gozado de un unánime reconocimiento.
Esta hostilidad es más llamativa si tenemos en cuenta que la masonería llama-
da regular estableció, desde 1723, la obligación de no debatir ni inmiscuirse en
cuestiones políticas y religiosas. En todos los países democráticos la masonería
se encuentra legalmente reconocida y trabaja en favor de ciertos principios
filantrópicos y humanitarios, entonces, ¿por qué fue y sigue siendo condenada
o malquista por confesiones religiosas como la cristiana,6 la musulmana o la
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Entre las causas que, en nuestra opinión, constituyen razones fuertes o fun-
damentadas que prueban las contradicciones del discurso masónico estu-
diaremos:
Pasemos a estudiarlos.
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por las propias autoridades masónicas. Por citar alguna de las últimas reso-
luciones oficiales de la masonería regular, en octubre de 1950, septiembre de
1962, diciembre de 1981 y junio de 1985, la Gran Logia Unida de Inglaterra
ha reafirmado “la creencia en un Ser Supremo”, del cual, sin embargo, no
ofrece “una propia doctrina de fe”. En este sentido, se aclaró: “no existe un
Dios masónico. El Dios del masón es el propio Dios de la religión por él mis-
mo profesada. Los masones tienen un respeto mutuo por el Ser Supremo en
cuanto Él sigue siendo Supremo en sus religiones respectivas […] que tiene
que ser el de una religión monoteísta”.8
8 Publicados por Ferrer Benimeli, José Antonio, “El Gran Arquitecto del Universo”, en
Ferrer Benimeli, José Antonio (dir.), op. cit., pp. 49-55. Sobre esto también véase Álvarez Lázaro,
Pedro, “Algunas reflexiones sobre las relaciones Iglesia/Masonería hoy”, en Álvarez Lázaro, Pe-
dro (coord.), Maçonaria, egreja e liberalismo. Masonería, Iglesia y Liberalismo, Actas da Semana da Faculdade
de Teologia, Porto-Madrid, s.e., 1996, pp. 140-142.
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cional representado por el trono y el altar. Para reforzar esa línea argumental,
se ha llegado a afirmar que la masonería fue un arma de la subversión radical
whig inglesa, cuando lo cierto es que, desde 1721 hasta hoy, la Gran Logia de
Inglaterra, así como la de Escocia y la de Irlanda, siempre han tenido como
dirigentes a miembros de la nobleza titulada, en su mayoría adscrita al sector
tory (algunos de ellos de confesión católica).
También, siguiendo las tesis del jesuita Augustín Barruel, publicadas en
sus conocidas Mémoires pour servir á l´histoire du jacobinisme (Londres, 1797-1798),
se ha afirmado que la Revolución francesa fue ejecutada meticulosamente
por la masonería con el fin de acabar con el trono y el altar, y que las logias
francesas se concertaron para socavar el poder de los Borbones. Sin embar-
go, el propio Barruel exceptuaba de la conspiración a los masones ingleses,
a quienes muestra una alta consideración (había sido iniciado en Londres y
elevado al grado de maestro masón). En todo caso, la historiografía moderna
hace tiempo que desautorizó la tesis de la influencia masónica en la Revo-
lución francesa. Repárese en que las dos principales autoridades del Gran
Oriente de Francia eran dos conspicuos aristócratas a los que la Revolución
se llevó por delante; el duque Felipe de Orléans (gran maestro, que acabó
en la guillotina), y el duque de Montmorency (gran administrador del Gran
Oriente, quien acabó sus días exiliado en Lisboa). Es más cierto que la ma-
sonería fue una institución especialmente damnificada durante la época del
Terror, pues mientras en 1789 había en Francia cerca de quinientas logias,
en 1796 apenas habían sobrevivido unas veinte. En pocos años, la masonería
francesa prácticamente había dejado de existir porque los revolucionarios
consideraban que las logias eran centros reaccionarios y elitistas en los que
maquinaban aristócratas y burgueses contrarrevolucionarios.9
Otro de estos lugares comunes del antimasonismo les atribuye la expul-
sión de los jesuitas de Portugal y España, pese a que investigadores como
los jesuitas Ferrer Benimeli o Pinedo han demostrado que la masonería no
tuvo responsabilidad alguna en ello.10 Por el contrario, las razones de tales
medidas se encontraban en el enfrentamiento entre los defensores de las com-
petencias del Estado, contrarios a las intromisiones de la Iglesia en lo tem-
poral (regalistas), frente a los ultramontanos, defensores de las prerrogativas de
9 Reinalter, Helmut, “La Masonería y la Revolución Francesa”, en Ferrer Benimeli, José An-
tonio (coord.), Masonería, Revolución y Reacción. Actas del IV Symposium de Metodología aplicada a la Historia
de la Masonería Española, Alicante, Alianza, 1990, vol. I., pp. 29-37.
10 Pinedo, Isidoro (S. J.), voces “Aranda, conde de” y “Expulsión de los Jesuitas”, en O´neill,
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la Iglesia, entre los que se encontraban los jesuitas; la disputa se saldó con la
supresión de la Compañía de Jesús decretada por el papa Clemente XIV en
1773. Al respecto, cabe señalar que nadie ha tachado de masón a dicho papa
por disolver la Compañía de Jesús.
Por su parte, el tópico de la consideración de la masonería como un ins-
trumento del judaísmo internacional arranca y se basa en los Protocolos de
los Sabios de Sión, un texto que supuestamente revelaba la existencia de una
conspiración internacional del judaísmo y la masonería para hacerse con el
gobierno del mundo. No obstante, desde 1921 se sabe que los Protocolos no
son más que una falsificación ideada por la policía política rusa. Concreta-
mente se trataba del plagio de una obra del abogado parisino Maurice Joly
(1829-1878), titulada Diálogo de los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la
política de Maquiavelo en el siglo XIX, publicada en 1864, en Bruselas, en la que
se criticaba la política de Napoleón III. Dicha obra fue plagiada y publicada
en 1905 por Sergei Aleksandrovick Nilus, un oficial de la policía política del
zar, con el objetivo de advertir acerca de “una conjuración judeo-masónica
mundial que debe conducir a nuestro corrompido mundo a su inevitable rui-
na”. Para ello retituló el texto como Protocolos de los Sabios de Sión y sustituyó el
binomio maléfico Maquiavelo-Napoleón III por masonería-judaismo.11 En
1919, un capitán alemán llamado Müller von Hausen, bajo el seudónimo
de Gottfried zur Beck, volvía a publicar los Protocolos con el patrocinio de la
nobleza germánica para provocar una cruzada antisemita en Alemania. A
partir de ese momento, la difusión de tal mito se propagó como si fuera una
verdad histórica que fue hábilmente manipulada con fines políticos (fue el ar-
gumento central del Mein Kampf de Hitler). Todavía hoy se siguen invocando
los Protocolos como prueba indubitada de una supuesta conspiración mundial
que, en rigor, surgió como crítica a Napoleón III.
La cruzada antimasónica alcanzó el límite del ridículo con motivo del frau-
de perpetrado por Léo Taxil y su invención del satanismo masónico. Léo Taxil fue
el seudónimo que utilizó el periodista y falsario Marie Joseph Jogand-Pagès
(1854-1907) para publicar, a partir de 1885, diversos libros en los que denun-
ciaba la existencia de una masonería satánica que practicaba todo tipo de ritos
orgiásticos y blasfemos. Sin embargo, algunos obispos y conocedores de los
entresijos del asunto avisaron infructuosamente que Léo Taxil era un impostor
que sólo buscaba la fama y el dinero que le proporcionaban sus conferencias
y publicaciones (una de ellas alcanzó la tirada de 100 000 ejemplares). En
vano advirtieron que Jogand-Pagès había sido condenado años atrás a ocho
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años de cárcel por inventarse falsas noticias (una de ellas, la existencia de una
ciudad romana bajo las aguas del lago Leman, llegó a ser creída por ciertas
sociedades arqueológicas). También se sabía que, favorecido por una amnis-
tía, había probado fortuna publicando libros anticlericales como Pío IX ante la
Historia, su vida política y pontifical; sus vicios, sus ídolos, sus crímenes. Finalmente, en
1897, cuando Taxil vio que su negocio editorial ya no daba para más, convocó
una conferencia en la Sociedad Geográfica de París para presumir de haber
engañado a la Iglesia católica durante doce años con la invención de una ma-
sonería satánica.12 Pero el mito del satanismo masónico ya se había instalado
en el imaginario colectivo de muchas personas, quienes creyeron que las logias
eran conventículos de enmascarados hombres de negro que se reunían en sótanos
lúgubres para tramar venganzas sangrientas y se dedicaban a practicar misas
negras, ritos satánicos, profanar hostias y crucifijos.
Años más tarde, al mito judeo-masónico-satánico se añadió otro elemen-
to más: el comunismo. Algunos autores afirman que la masonería sirvió de
puente entre la era protestante y la del comunismo soviético, y vinculan la
masonería con el comunismo como si uno hubiera originado o apadrinado el
nacimiento del otro. Lo cierto es que la masonería no sólo no tuvo nada que
ver con el surgimiento del comunismo, sino que, por el contrario, fue espe-
cialmente maltratada por dicha ideología. Los Congresos de la Internacional
Comunista celebrados en Moscú en 1921 y 1922 reiteraron la decisión de
expulsar del partido a los masones por considerar que la masonería era una
organización elitista y burguesa contraria a los intereses del proletariado.
Pese a todo lo anterior, todavía persiste cierta historiografía que mantiene
el mito del contubernio judeo-masónico-satánico-comunista, pues, aunque
ello no se encuentre respaldado por los hechos históricos, ha sido hábilmente
utilizado por diversos líderes políticos para canalizar la frustración y resenti-
miento de sus seguidores, para cohesionarlos frente a un enemigo común o
para satisfacer las mentes perezosas que se contentan con explicaciones sim-
ples. Es verdad que conviene no confundir una parte con el todo y no distin-
guir entre masonería regular y masonerías irregulares; por ejemplo, calificar
de politizada o de anticlerical a toda la masonería supone una generalización
tan errónea como afirmar que el futbol se juega con los pies (no en el rugby),
que el cristianismo acepta la poligamia (sólo la practican algunos mormones)
o que todas las aves vuelan (el avestruz, el pingüino o el kiwi no lo hacen).
En suma, ya no cabe hablar de masonería, sino de masonerías, en plural, sobre
todo a partir del siglo XIX, cuando algunos Grandes Orientes abandonaron
los tradicionales landmarks de 1723 y permitieron en sus talleres los deba-
12 Ibidem, p. 31.
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15 Publicados por Ferrer Benimeli, José Antonio, “El Gran Arquitecto del Universo”, en
Ferrer Benimeli, José Antonio (dir.), Masonería y religión…, cit., pp. 49-55.
16 Juan Pablo II, Audiencia. Miércoles 9 de septiembre de 1998, Vaticano, Libreria Editrice Vaticana,
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1998/documents/hf_jp-ii_aud_09091998.html.
17 Hannah, Walton, Darkness Visible: a Revolution and Interpretation of Freemasonry, Londres, s.e., 1952.
18 Hannah, Walton, op. cit., pp. 26, 34 y 35. Como respuesta a las críticas recibidas por este libro,
publicó Christian by Degrees, Londres, 1954, en donde además editó algunos altos grados del escocismo.
19 Hatman, Alexis, Diccionario Masónico, Barcelona, Asociación Cultural Meru, 2007, p. 20.
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el grado 18 menciona tal palabra sin atribuirle esa etimología y la traduce como
“el señor es nuestra ayuda”.
En todo caso, repárese en que tales palabras no representaban necesariamen-
te a divinidades concretas, sino que eran nombres que significaban literalmente
“Dios” en sus respectivos idiomas. Y debido a que el tema que inspiraba el grado
del Arco Real era la búsqueda de la palabra perdida (el sagrado Nombre de Dios),
la leyenda de dicho grado ofrecía varias palabras sustitutas, una de las cuales
(Yahbalón), al estar formada por los nombres que significan Dios en varias religio-
nes antiguas, pretendía representar el sentimiento religioso que había animado
al hombre a lo largo de la historia y, a la vez, un reconocimiento de (y citamos el
Concilio Vaticano II) “todo lo santo y verdadero que pueda haber en las religiones
no cristianas”. Según nuestra interpretación, el acrónimo Yahbalón no implicaba
necesariamente ningún indiferentismo, sincretismo o eclecticismo religioso; tam-
poco suponía situar en el mismo o distinto nivel unas religiones sobre otras, ni
equivalía a situarlas a todas como iguales. Podía simbolizar el reconocimiento de
la omnipresencia de Dios a lo largo de la historia y de lo universal de la espirituali-
dad humana. En suma, la desafortunada elección del acrónimo Yahbalón revelaba
la ingenuidad o el mal gusto de ciertos masones, pero no nos parece técnicamente
blasfema. De cualquier modo, la presión mediática creada por el libro de Walton
Hannah obligó a la Gran Logia Unida de Inglaterra a retirar de sus rituales el
equívoco nombre como sustituto de la palabra perdida y a afrontar la crisis originada
por una oleada de peticiones de baja.
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Todo masón está obligado a creer firmemente y adorar fielmente a Dios eter-
no al igual que las enseñanzas sagradas que los dignatarios y Padres de la
Iglesia han redactado y publicado para el uso de los hombres sabios; de tal
suerte que ninguno de los que comprenden bien el Arte pueda marchar sobre
el sendero irreligioso del desgraciado libertino o ser introducido a seguir a los
arrogantes profesores del ateísmo o del deísmo.20
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21Pese a ello, han sobrevivido diversos textos de esos primeros años que pueden consultarse
en Carr, Harry (ed.), The Early Masonic Catechisms, Londres, Manchester University Press, 1963; la
cual fue reeditada por la Kessinger Publishing Company, Kila MT, s.d. Han sido editados y co-
mentados por Négrier, Patrick, Textes fondateurs de la Tradition maçonnique 1390-1760, París, Grasset,
1995 y por Langlet, Philippe (recop.), Les textes fondateurs de la franc-maçonnerie, París, Dervy, 2006.
22 E incluso anterior a Noé. Sobre el tema masónico de la translatio scientia desde el Paraiso
terrenal hasta los tiempos actuales, pasando por Caldea, Egipto, Israel, Grecia, Roma, Francia
e Inglaterra, véase Alvarado Planas, Javier, “Saberes traslaticios: la leyenda de las dos columnas
prediluviales”, Glossae. European Journal of Legal History, Valencia, núm. 10, 2013, pp. 48-69.
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23 Bula In Eminenti de Clemente XII contra los masones, 2 de abril de 1738, Archivio Segreto
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Juro y prometo, sobre los Estatutos generales de la Orden, y sobre esta espada
símbolo del honor, ante el Gran Arquitecto del Universo, guardar inviolable-
mente todos los secretos que me serán confiados por esta Respetable Logia,
así como todo lo que habré visto hacer o escuchado decir; nunca escribirlos,
grabarlos, ni burilarlos, si no he recibido el permiso expreso, y de la manera
que podrá serme indicada. Prometo amar a mis hermanos, socorrerles según
mis facultades; prometo además atenerme conforme a los estatutos y Re-
glamentos de esta Respetable Logia. Consiento, si fuera perjuro, a tener la
garganta cortada, el corazón y las entrañas arrancadas, el cuerpo quemado y
reducido a cenizas, y mis cenizas lanzadas al viento y que mi memoria sea en
execración a todos los Masones. ¡Que el G.·.A.·.D.·.U.·. me ayude!.25
Sabido es que tales castigos físicos eran herencia del derecho penal me-
dieval inglés y, concretamente, de la pena aplicada a los reos de alta traición
24 Una edición bilingue inglés-francés, con un breve estudio, de éste y otros textos masó-
nicos fue publicada por Langlet, Philippe, op. cit., pp. 409-443. Asimismo, entre 1730 y 1755,
varias revistas británicas, como The Daily Journal y The Scots Magazine, publicaron partes de los
rituales de la masonería. Lo mismo sucedió en otros países.
25 Semejante fórmula era utilizada por las logias españolas, pues se habían servido de los
rituales franceses y belgas; Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, Diccionario Enciclopédico de la
Masonería, op. cit., vol. V, p. 581; Ruiz, César, Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Ritual del Aprendiz masón
precedido por un breve estudio del Grado, Madrid, s.e., s.f., pp. 56-57; Caballero de Puga, Eduardo,
Ritual del aprendiz masón según documentos auténticos y originales ajustados en sus definiciones a los últimos
adelantos de las ciencias filosóficas y naturales, Madrid, Arranz y Compañía, 1883, p. 46. Un estudio
comparativo de las diversas fórmulas del juramento del aprendiz puede consultarse en Désagu-
liers, René, “Notes sur le serment maçonnique du premier grade”, Reinassance Traditionelle, París,
núm. 1, 1970, pp. 3-20.
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es claro que la formula masónica utiliza “medios tipificados como delito”, pues
el juramento –imprescindible para entrar en la asociación– exige que el candidato
ponga su vida como garantía del cumplimiento de su compromiso y, además,
autorice a otro a llevar a cabo la ejecución de la pena en caso de incumplimien-
to. Puesto que tales compromisos exigidos al candidato están tipificados como
delitos, la fórmula de este juramento podría determinar la ilegalidad de la aso-
ciación y su consiguiente disolución por sentencia judicial.
Recapitulando: la fórmula del juramento masónico, entendida de forma li-
teral, atenta claramente contra la dignidad humana, el derecho a la vida y a la
integridad física; restaura la pena de muerte abolida en la mayor parte de las
legislaciones europeas; contiene conductas tipificadas como delito (proposición
para delinquir, coacción grave, homicidio, asesinato, inducción o asistencia al
suicidio), y vulnera los límites del derecho de asociación al utilizar medios tipifi-
cados como delito.
Los masones interpelados por este asunto26 suelen aducir que se trata de
fórmulas antiguas e intrascendentes que ningún masón toma en serio. Aducen
que los términos del juramento son puramente simbólicos. Lo cierto es que,
aunque se trate de un hecho simbólico e histórico y que la pena de muerte nunca
haya llegado a producirse, no nos hallamos ante una mera manifestación reali-
zada en un contexto informal, sino, al contrario, ante una fórmula juramental
que implica la asunción de unos deberes de confidencialidad. Como cualquier
otro juramento de confidencialidad, el acto implica una obligación. El que la
acepta queda jurídicamente vinculado a cumplirla; y a quien la recibe, le asiste
de manera correlativa el derecho a reclamar su posible incumplimiento, incluso
por vía judicial. Las obligaciones derivadas de un juramento son materia tan
seria que la mayor parte de las legislaciones del mundo regulan tal institución
y castigan su violación. De igual manera, la mayoría de los países desarrollados
del mundo protegen los secretos industriales, la propiedad intelectual y los con-
tratos de confidencialidad, y castigan su violación con sanciones económicas o
penas de cárcel. Por poner un ejemplo extremo, jurar o testificar falsamente en
un juicio está castigado con penas de hasta tres años de cárcel en España, cinco
en Estados Unidos y ocho en Uruguay.
26 A esta cuestión dedica un capítulo de su obra Hannah, Walton, op. cit., pp. 20-24, reco-
giendo las opiniones de algunos masones ingleses sobre estos inocentes juramentos. Uno de esos
masones y también pastor anglicano, incomprensiblemente calificó la fórmula del juramento
como menudencia (cowboys and indians). Debido a la división de pareceres, en 1986 la Gran Logia
Unida de Inglaterra cerró en falso el debate a pesar de la opinión de su gran maestro, el duque
de Kent, favorable a suprimir todas las penalidades del juramento por considerarlas un “mos-
cardón en el sombrero”.
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masonería.
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Federico era gran maestro de la Gran Logia Nacional de los Países Bajos y
del Gran Capítulo de los Grados Superiores desde 1816,28 y, en calidad de
tal, había sido recibido en diversos sistemas y grados masónicos, como el
rito escocés rectificado, el escocés antiguo y aceptado, y el sueco. Profundo
conocedor del simbolismo de los sistemas de altos grados, se mostró muy crí-
tico con esta parte de la masonería, hasta el punto de que, en 1819, redactó
y difundió una Memoria29 en la que calificaba tales grados de antimasóni-
cos y anticristianos. Un año después, coherente con su escrito, dimitió como
gran maestro del Gran Capítulo de los Grados Superiores. En su Memoria, el
príncipe de Orange explicaba las razones por las que, en su opinión, ciertos
grados incorporados a varios ritos masónicos (entre ellos, el rito francés, el
escocés rectificado, el escocés antiguo y aceptado y el de Memphis-Mizraim)
eran contrarios al universalismo preconizado por la masonería y, además,
contenían enseñanzas abiertamente opuestas a las predicadas por Jesucristo.
El príncipe Federico no era el primero ni sería el último en criticar esta deriva
de la masonería. Antes que él, algunos masones ya habían denunciado los
calamitosos efectos de la indiscriminada obsesión de algunos hermanos por
las cintas, colores, mandiles y títulos pomposos. Pero, en este caso, se trataba
de un problema de mayor sustancia.
Recordemos que la eclosión de los altos grados se produjo en Francia en la
década de 1740.30 De entre los diversos temas desarrollados en ellos, destacaron
28 Vanpeype, Dirkc J., “Prince Frederik (Grand Master 1816-1881) and the Higher Degrees
siguiente bibliografía. Los 25 grados del rito de Perfección, que luego dieron origen a otros siste-
mas rituales como los 33 grados del rito Escocés Antiguo y Aceptado, los 7 del rito francés, y los
99 grados del rito Memphis-Mizrain, han sido estudiados por Guérillot, Claude, La Rose Maçon-
nique, París, Véga, 1995, 2 t. De este mismo autor: Le rite de Perfection. Restitution des rituals traduit en
anglais et copiés en 1783 par Henry Andrew Francken, París, Guy Trédaniel, 2007. Por su parte, el barón
Tschudy publicó en 1787 unos Recueil Précieus de la Franc-maçonnerie Adonhiramite con los cuadernos
de los 13 grados de dicho sistema.
Respecto a los 33 grados del escocismo, la Biblioteca Nacional de Madrid conserva el manus-
crito 7834, de época napoleónica, escrito en francés con el rito completo y lamínas en color para
ilustrar la decoración del templo y la indumentaria de cada grado. También Stanislas de L’Aulnaye,
François-Henri, Thuileur des trente-trois degrés de l’ecossisme de rit ancien dit accepté, Paris, Delannay, 1813.
Igualmente fue publicado por Cassard, Andrés, Manual de la masonería, o sea, el tejador de los ritos antiguo
escocés, francés y de adopción, Nueva York, Windham Press, 1861 y por Folger, Robert B., The Ancient and
Accepted Scottish Rite, in Thirty-Three degres, Nueva York, The Author, 1862. Otra versión publicada
en 1888 puede consultarse en Blanchard, Jonathan, Scotch Rite Masonry Illustrated: the Complete Ritual
of the Ancient and Accepted Scottish Rite Profusely Illustrated, Chicago, s.e., 1905, 2 vols., que publica unos
interesantes comentarios al final de cada grado, aunque en algunas partes peca de subjetivismo al
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dejarse llevar por su condición de antimasón, anticatólico y antimonárquico (por ejemplo, véase t.
I, p. 484). Fueron asimismo publicados por Picart, Bernard, Cérémonies et coutumes religieuses de tous les
peuples du monde... París, s.e., 1809, vol. 10, pp. 427-436.
En la Biblioteca del Palacio Real de Madrid se conserva un manuscrito datable en torno al año
1823, que reúne algunos grados del rito de perfección, y que fue indebidamente titulado ‟Papeles
de Mr. Thebet, Reglamentos de varios grados masónicos, y otros papeles que aunque no son de mucho interés con-
viene en mi concepto que se custodien entre los Manuscritos de la Real Biblioteca de la Reyna”, Archivo General
de Palacio, Madrid, sección: Reinados, Papeles reservados de Fernando VII, caja 28, exp. 33, núm. 1 a 5;
igualmente, véase: Thompson McClenachan, Charles, The Book of the Ancient and Accepted Scottish Rite
of Freemasonry: Containing Instructions in all the Degrees from the Third to the Thirty-Third, and Last Degree of
the Rite: Together with Ceremonies of Inauguration…, Nueva York, Macoy Pub. & Masonic Supply Co.,
1914. Por su parte, Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., (utilizamos la edición de Mé-
xico, 1989), dedicaron el quinto volumen a publicar la mayor parte de los rituales de los diferentes
sistemas; los del régimen escocés antiguo y aceptado los tradujeron de Laffont-Ladebat, Charles,
Ancient and Accepted Scoth Rite; Eighteenth Deegre, Nueva Orleans, Stone Guild, 1856, que completaron
con los practicados en Bélgica y Francia.
El rito francés puede seguirse también en Vuillaume, Claude-André, Manuel maçonnique, o tuileur
des divers rites de maçonnerie practiqués en France, París, Dervy, 1830 (reeditado en 1975); Manuel général
de maçonnerie contenant les sept grades du rite français, les trente-trois degrés du rite ecossais et les trois grades de la
maçonnerie d’adoption, París, s.e., 1883.
Hay versiones en idioma español, del siglo XIX, de todos estos ritos: Ragón, Jean-Marie, Ritual
del grado de R. conteniendo el análisis de los 14 grados que le preceden en el Rito escocés, Barcelona, 1875. Gran-
de Oriente Español, Francmasonería: ritual escocés y francés seguido en España y sus provincias de Ultramar:
cartillas de los GG. 1º al 18º del rito escocés y 1º al 7º y último del francés, Nueva York, 1879; Caballero de
Puga, Eduardo, Francmasonería: ritual escocés de los grados capitulares del cuarto al décimo octavo, Madrid,
1889. Grande Oriente Español, Francmasonería: ritual escocés y francés seguido en España y sus provincias de
Ultramar: cartillas de los G.G. 19º al 33º del rito escocés. Sexta clase. Orden filosófico, Nueva York, 1890; Caba-
llero de Puga, Eduardo, Francmasonería: Ritual escocés y francés seguido en España, sus posesiones y dependen-
cias, Madrid, 1894 (es una síntesis sin apenas referencias a las leyendas e instrucción de los grados).
Del siglo XX son las versiones de Gloton, Edmon, Memento des grades philosophiques (du 19º au 30º
degré), París, Sagrée Réservée, 1929; Berteaux, Raoul, Le rite ecossais ancien et accepte. Sa symbolique, ses
degrés supérieurs (du 15º au 33º), París, Editions Maçonniques de France Cortext, 1987; Grand Collège
des rites. Suprême conseil pour la France et les territoires hors metropole, Cahiers des grades philosophiques (du 19º au
30º degré), París, Dervy, 1969. Además de otros que citaremos oportunamente.
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31 Debido a que los rituales masónicos son el principal secreto de la masonería, sorprende
que los propios masones no se hayan recatado en publicarlos. Por limitarnos sólo a las ediciones
en español y relativas a los tres primeros grados del rito escocés antiguo y aceptado, además de las
arriba citadas, hay que mencionar: Orestes, Manual del Past’Master, Madrid, s.e., 1871; Ruiz, C.,
Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Ritual del Aprendiz masón precedido por un breve estudio del Grado, Madrid,
Moreno y Rojas, s.f.; Del Pino, Francisco, Manual del Grado de Compañero Masón, Madrid, Moreno y
Rojas, s.f.; J. Ruiz “Alvar Fáñez”, Ritual del Compañero Masón. Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Madrid,
s.f.; Caballero de Puga, Eduardo, Ritual del aprendiz masón según documentos auténticos y originales… cit.;
Ragón, J. M., Ritual del Grado de maestro, Barcelona, Salvador Manero, 1873; Utor, J. y del Pino, F.,
Manual del maestro masón. Redactado en presencia de los mejores autores antiguos y modernos. Con autorización de
la Sapientísima Gran Logia Simbólica del Gran Oriente de España, Madrid, Imprenta del Gran Oriente de
España, 1883; J. Ruiz “Alvar Fáñez” y C. Ruiz “Algebra”, Ritual del maestro masón, Madrid, s.e., s.f.
32 Guérillot, Claude, Le rite de Perfection. Restitution des rituals traduit en anglais et copiés en 1783 par
Henry Andrew Francken, París, Tredaniel, pp. 97 y 98. También fue publicado en Recueil precieux de
la maçonnerie Adonhiramite, Filadelfia, s.l.i., 1787, p. 19.
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uno de los asesinos estaba escondido en una gruta. El rey envió a nueve maes-
tros masones (en otras versiones era el propio pastor) para que lo capturaran. El
rito del grado escenificaba cómo uno de esos nueve maestros elegidos entró en
la cueva, donde halló al asesino desarmado, sumido en una profunda desespe-
ración, mientras pedía clemencia; “besándole las manos para enternecerlo, le
suplicó que socorriese el hambre que le devoraba en aquel momento” y que “no
hallaba ningún asilo que le pusiere a cubierto de los terribles remordimientos
que le devoraban”.33 Pese a ello, el maestro elegido, llamado Joabert (en otras
versiones es Perignan, nombre derivado del latín peregrinus), le dio muerte con
una daga.34 Así, “le traspasó el pecho con su puñal, diciendo Sterkim, que signifi-
ca venganza”,35 en resarcimiento de la muerte de Hiram. Acto seguido, el asesi-
no fue decapitado. Se llevó entonces su cabeza al rey Salomón, quien la expuso
en el extremo de una pica para escarmiento de los traidores. Según explicaban
las enseñanzas del grado, se exigía al candidato el juramento de “sacrificar a
los Manes de Adonhirám” y de no revelar los secretos, so pena —citamos tex-
tualmente— de “que la muerte más horrenda sea la expiación de mi perjurio, y
luego que mis ojos sean privados de la luz, por el yerro ardiente, que mi cuerpo
sea presa de las fieras, y que mi memoria sea en execración a todos los Masones
de la tierra”. Tras esta terrible promesa, se encadenaban otras, a cuál más cruel
e intimidatoria; una se deponía bajo la amenaza de “consentir que me sea cor-
tada la lengua”;36 otra implicaba aceptar “todas las penas corporales que me
sean impuestas, que me abran las venas de la garganta [...] que mi sangre salga
lentamente de mis venas” hasta la muerte;37 y otra, que “sufra la cautividad
más dura, que mis cadenas no puedan ser cortadas jamás, que mi cuerpo sea
expuesto a merced de las fieras más feroces”.38
Volvamos a las censuras vertidas contra este rito de la venganza hiramita
por el príncipe de Orange. En su refutación, éste se basó en las más avanzadas
doctrinas penales de la época, recogidas en el Código penal napoleónico de
1810, redactado por una comisión integrada por nobles masones.39 Según el
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305-313.
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43Guérillot, Claude, op. cit., p. 116. También en Blanchard, Jonathan, op. cit., t. II, p. 373.
44Instrucciones para los grados altos según el rito moderno, Burdeos, s.e., 1822, p. 27.
45 Así en Cassard, Andrés, op. cit., p. 536.
46 Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, p. 741, quienes publicaron los ritos
en 1883 traduciendo la versión de Laffont-Ladebat, Charles, Ancient and Accepted, op. cit.
47 Caballero de Puga, Eduardo, op. cit., p. 193.
48 Ibidem, p. 192.
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ignorancia; del mismo modo que “la decapitación del traidor con la espada
de la verdad” significaba que la ignorancia debía morir.49
Ejecutado uno de los tres asesinos del maestro Hiram, los grados de vengan-
za proseguían con la persecución y castigo de los otros dos masones traidores.
Para ello, también a finales de la década de 1740, se elaboró otro grado, Ilustre
de los Quince, que pasó a ser el grado 10º del rito de perfección y de otros siste-
mas rituales, como el francés o el escocés. Según la fábula de este grado, tras
la ejecución de uno de los asesinos del maestro Hiram Abí, Salomón envió a
quince maestros a que capturasen a los otros dos malvados. Una vez llevados
los dos asesinos a su presencia, el rey ordenó que fueran “ejecutados con los
más atroces tormentos a fin de que sus muertes estuvieran a la altura de la
abominación de sus crímenes”:50
[…] fueron atados a unos potros por los pies, los brazos y el cuello, y se les
abrió el cuerpo hasta sus partes deshonestas, principiando desde el pecho,
permanecieron ocho horas expuestos al sol, devorados por las moscas y otros
insectos. Sus lamentables gritos conmovieron á sus verdugos, quienes le cor-
taron la cabeza, y sus cuerpos fueron echados fuera de la ciudad para que
sirviesen de pasto a los cuervos”.51
49 Ibidem, p. 201. También Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, pp. 746-748.
50 Guérillot, Claude, op. cit., p. 112.
51 Papeles de Mr. Thebet, op. cit., núms. 1-5. La misma atroz descripción en Cassard, An-
drés, op. cit., p. 229, en Caballero de Puga, Eduardo, op. cit., pp. 227-231, o en Frau Abrines,
Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, p. 749.
52 Caballero de Puga, Eduardo, op. cit., pp. 227-231.
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Blanca y Negra.55 Pocos años después se creaba otro nuevo grado para explicar
que Federico III había convocado a todos los caballeros masones a una última
cruzada que seguiría la ruta de Nápoles, Rodas, Chipre, Malta, Jafa y Jerusalén.
En las postrimerías del siglo XVIII, se elaboraron otros grados caballerescos que
exigían a sus miembros llevar “al lado izquierdo del pecho, bordada la cruz blan-
ca de san Andrés”56 y “derramar hasta la última gota de sangre” en combatir “el
islamismo y la barbarie”. También el grado 32º del rito escocés prolongó el tema
de la convocatoria de una última cruzada que liberaría Jerusalén.57 A consecuen-
cia de ello, el rey Federico II de Prusia se había dispuesto a convocar una cruzada
para liberar Tierra Santa, con el fin de “arrojar de allí a los infieles”, proyecto –al
parecer– truncado por la muerte del monarca. Buena parte del grado describe
el campamento y tiendas de los caballeros masones convocados a esta última
cruzada. El ritual obligaba al aspirante a escenificar cinco campañas militares,
“fortalecido con la armadura de la doctrina del gran maestro de Nazaret, que es
la doctrina de la masonería”.
Pues bien, el tema de la participación de los masones en las cruzadas cons-
tituyó otro de los motivos de crítica a los altos grados. El príncipe Federico de
Orange consideraba que su leyenda inspiradora, el ritual y las enseñanzas mo-
rales que lo acompañaban, eran absolutamente contrarias al universalismo que
debía predicar la masonería. Desde el punto de vista de la lógica, ni un judío ni
un musulmán aprobarían de buen grado que se les hiciera tomar parte en las
cruzadas de Tierra Santa,58 cuya finalidad era precisamente combatir al islam y
convertir el templo de Jerusalén en una catedral cristiana. Tampoco le pareció
adecuado que el supuesto candidato masónico fuera –por mor de esta fábula–
proclamado caballero de San Andrés e investido con la capa de cruzado: “¡no
se puede imaginar –exclamó– algo más absurdo que un judío decorado con la
cruz de san Andrés, mártir cristiano, dispuesto a participar en la cruzada para
conquistar Jerusalén!”.59 A lo que se sumaba una conclusión ineludible: estos
grados, por su temática, vedaban el progreso masónico tanto a judíos como a
55 Ibidem, pp. 373-375. Versiones de este grado pueden seguirse en G.J.G.E. ou chevalier Kados,
connu aussi sous les titres de chevalier Elu, de chevalier de l’aigle-noir, París, s.e., 1781; Ragon, J. M., Nou-
veau rituel de kadosch. Parfait initié. Grade philosophique, 5º et dernier grade du rite français, París, Collignon,
1829; “Grade du chevalier kadosh (1775)”, Latomia, Bibliothèque du Gran Orient des Pays-Bas, núms.
34-3, 1982, pp. 159-168.
56 Cassard, Andrés, op. cit., p. 395.
57 Ibidem, p. 416.
58 Memoria del príncipe Federico de Orange, op. cit., IV, p. 80.
59 Ibidem, p. 125.
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60 Ibidem, p. 88.
61 Blanchard, Jonathan, op. cit., t. II, p. 102. Sobre esto véase Guérillot, Claude, op. cit., p. 243.
62 Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, p. 867.
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La evolución de los altos grados tuvo otro febril episodio en ciertas ver-
siones de los grados 13º, 29º y 33º del rito escocés antiguo y aceptado, prac-
ticado en la mayoría de las obediencias regulares europeas y americanas. En
ellos se abandonó el teísmo establecido en las constituciones fundacionales
de la masonería especulativa para abrazar el deísmo. Más concretamente, se
rechazó la idea de un Dios personal, se negó la existencia de una doctrina o
mensaje revelado por Dios y, en consecuencia, se desautorizó el valor y fun-
ción de los profetas y sacerdotes.
Así, por ejemplo, en los grados 13º y 29º, se afirmaba que la francmaso-
nería no podía “fundamentar la existencia de Dios en el concepto admitido
al efecto por las religiones positivas, porque en ese caso tendría que mostrarse
partidaria de una u otra creencia religiosa, lo que se opondría al principio de
máxima libertad consignado en los Estatutos”.63 De esta manera, el concepto
de Dios había de basarse en la razón. Este argumento, sin embargo, descansa-
ba en un sofisma dado que implicaba el rechazo de la premisa de que todas
las religiones positivas coinciden, al menos, en fundamentar la existencia de
Dios en la revelación y no sólo en la razón. Negar toda idea de revelación
condujo a una postura radical, contradictoria con la misma tradición masó-
nica regular recogida en las constituciones andersonianas de los modernos de
1723, así como en las de los antiguos de 1756.
Como ya se ha mencionado, frente a la religión revelada, recibida o co-
municada “desde fuera” por Dios, a través de su palabra, y plasmada en los
textos sagrados o en las enseñanzas de los profetas, el deísmo y la religión de
la razón se apoyaban en la capacidad intelectual del hombre para deducir
principios inmutables en los que todos los creyentes estuvieran de acuerdo,
a saber: la creencia en un Ser Supremo, y el perfeccionamiento del hombre
mediante la práctica de las virtudes.
Así, en una de las versiones del grado 33º apareció la siguiente afirmación
de sesgo deísta, en clara desautorización al papel de los profetas, sacerdotes,
pastores, rabinos, imanes y demás ministros de las religiones reveladas: “Dios
no ha dado a ningún hombre la autoridad para reemplazarle y representarle
en la tierra y todos aquellos que pretenden ser sus ministros y representantes,
63 Ibidem, p. 762.
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68 Ibidem, p. 90 y 130. También quien accedía al grado 9o del sistema escocés antiguo y
aceptado aceptaba “que la espada de la justicia descargue sobre mi cabeza”; en Frau Abrines,
Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, p. 741.
69 Cassard, Andrés, op. cit., p. 329.
70 Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., vol. V, p. 795.
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71 Idem.
72 Ibidem, p. 801.
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5. El gnosticismo masónico
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Tal fue el caso, por ejemplo, del grado 23 del rito de perfección, redacta-
do en torno a 1748, el cual otorgaba a su poseedor el título de Caballero del
Sol o del Águila, y que luego se incluiría en el rito escocés antiguo y aceptado.
Según explicaba el texto del ritual, el grado tenía como objetivo “limpiarse
del pecado original”. Sobra decir que ello suponía una negación del valor del
sacramento del bautismo cristiano, así como una ostensible injerencia en las
competencias de una religión revelada. El ritual se proponía la revelación
de “la Pura y Santa Verdad sin velos ni disimulos”,77 lo cual implicaba la
posesión exclusiva de un conocimiento o gnosis auténtica frente a la enseñan-
za falsa, incompleta o velada transmitida por profetas o mesías. Saliendo al
paso de este tipo de afirmaciones contenidas en los rituales, las autoridades
de la Iglesia católica volvieron a recordar la incompatibilidad del catolicismo
con todo método masónico que se presentara “capaz por sí solo de lograr el
perfeccionamiento del hombre”, sin que quedara “espacio para la gracia del
Espíritu Santo y la misión de la Iglesia”.78
Como esta gnosis estaba fuera, más allá y por encima de las religiones,79
para acceder a tal conocimiento esotérico, el ritual masónico aconsejaba al
candidato lo siguiente: “romper el yugo de los prejuicios infantiles que ro-
dean los misterios de la Religión reinante […] bajo el aspecto de una ser-
piente que debéis vencer, porque es un ídolo adorado solo por los ignorantes
y el vulgo bajo el nombre de Religión”.80 Seguidamente, se recreaba el viaje
espiritual del aspirante, a quien acompañaban siete querubines, pasando por
el primer Cielo, el de las delicias corporales de esta vida, hasta su llegada al
tercer Cielo, donde residía la Pura Verdad.
Si hemos de valorar la coherencia de tales afirmaciones en un contexto
masónico, sin entrar a prejuzgar la validez de esta forma de gnosticismo (pues cada
cual era libre de creer lo que considerase más oportuno), tales enseñanzas
contrariaban nuevamente los landmarks o deberes masónicos que obligaban a
no debatir cuestiones de fe. No era coherente predicar, por un lado, el respeto
a todas las religiones reveladas, mientras que, por otro, se calificaban tales
religiones como supersticiones vulgares e infantiles. Era incongruente obligar
al masón a seguir los mandamientos de la religión por él profesada, para,
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más tarde, indicarle que había de abandonar tales espejismos para seguir un
supuesto conocimiento por encima de toda religión.
Así, podemos concluir que la masonería no fue una institución gnóstica,
aunque algunos de sus rituales sí que acusaron la influencia del gnosticis-
mo. En este punto, cabría preguntarse hasta qué punto una obediencia
regular transgredía su deber de neutralidad religiosa cuando autorizaba
oficialmente grados o rituales que invadían funciones religiosas o eran irres-
petuosas con los dogmas de las religiones reveladas. ¿Incumplía acaso una
Gran Logia Nacional regular su deber de neutralidad religiosa al establecer
relaciones de amistad y reconocimiento con otras obediencias o Soberanos
Consejos que practicaban ritos abiertamente políticos u hostiles al catolicis-
mo? Creemos que sí.
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Por supuesto que tales incongruencias fueron siempre contestadas por mu-
chos masones; lo cierto es que muy pocas obediencias regulares llevaron a
cabo una labor profiláctica de esos altos grados. Pero, además, de nada valía
que una potencia masónica aprobara unos rituales depurados de incoheren-
cias, si luego entablaba relaciones de amistad y reconocimiento con grandes
logias de otros países que practicaban el mismo rito, pero plagado de referen-
cias políticas o antirreligiosas. Por eso, el problema ya no estaba sólo en las
obediencias que autorizaban la práctica de ritos politizados o antirreligiosos,
sino también en aquellas obediencias regulares que establecían relaciones de
amistad o reconocimiento con otras que practicaban ritos politizados u hos-
tiles al cristianismo ¿Cómo era posible que una Gran Logia Escandinava
regular, que sólo aceptaba cristianos entre sus afiliados, reconociera como
obediencias regulares a aquellas que practicaban ritos abiertamente anti-
cristianos? Lo cierto es que ello ocurre y sigue ocurriendo. Era el caso de
obediencias teóricamente neutrales en esta materia, como la Gran Logia de
Escocia, que no permite la práctica de altos grados en sus talleres, o la Gran
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A finales del siglo XIX, masones como Lorenzo Frau Abrinés y Rosendo
Arús sostenían que los temas de la mayoría de los altos grados estaban plagados
de anacronismos y elucubraciones, los cuales sólo obedecían a la fantasía de sus
creadores y cuyo sentido último era, por ende, imposible de conocer. Por eso
no dudaron en calificar tales grados de “completamente inútiles”.88 La deriva
de los altos grados fue resumida por Le Forestier, con una certera conclusión;
“la exégesis más ingeniosa no podría descubrir en la leyenda, los emblemas y la
decoración de los grados de venganza, el menor simbolismo que sugiera alguna
idea elevada o generosa”.89
En efecto, desfilan en ciertas ceremonias y juramentos masónicos toda una
panoplia de ideas de lo más pintorescas amontonadas por los masones de los
siglos XVIII y XIX sin el menor rigor histórico, por lo demás, preñadas de un
87 Biblioteca Nacional de París, Loges de Lyon, Directoire Écossais, FM 2, FOS 51-60, publi-
cada por Naudon, Paul, La franc-maçonnerie chrétienne, París, s.e., 1970, p. 113.
88 Frau Abrines, Lorenzo y Arús, Rosendo, op. cit., voz “príncipe”, vol. II, p. 1169.
89 Le Forestier, René, L’occultisme et la franc-maçonnerie Ecossaise, Milano, s.e., 1987, pp. 211-245.
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que la masonería regular lo asuma en sus rituales incumpliendo su deber de no tratar temas que
impliquen una toma de postura religiosa.
91 Como informa Pedro Álvarez Lázaro, jesuita y catedrático de Historia contemporánea
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I. INTRODUCCIÓN
* Universidad de Zaragoza.
1 Sobre la masonería operativa, véase Ferrer Benimeli, José Antonio, Masonería, Iglesia e
Ilustración, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1976, vol. I, pp. 23-50.
2 Actualmente en la persona del duque de Kent que ejerce como Gran Maestre de la
piani, 1994.
41
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guerra civil por el sacerdote catalán Juan Tusquets el libro de Ibáñez, Primitivo, La Masonería y la
pérdida de las colonias, Burgos, 1938. Y en Argentina el representante más característico de la an-
timasonería reciente es el también sacerdote Maguirre, Patricio J., La Masonería y la Emancipación
del Río de la Plata, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 1969, reeditada por sus seguidores en 2000
y que es una muestra más de quien dedicó muchos años de su vida a luchar de forma obsesiva
contra la masonería a través de una pintoresca revista escrita y editada por él en Buenos Aires
desde 1981 a 1989, que empezó titulándose “Informaciones sobre la Masonería y otras socie-
dades secretas” para concluir con el más sensacionalista de “Revelaciones sobre la Masonería”.
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South America, Londres, Kessinger Legacy, 1893; y en Historia de San Martín y de la Emancipación Su-
damericana, Buenos Aires, Congreso de la Nación, 1939; y Pacheco Quintero, Jorge, Influencia de la
Masonería en la Emancipación de América (Aspecto Colombiano), Bogotá, s.e., 1943. Más recientemente
Ferrer Benimeli, José Antonio, “La masonería y la independencia de América española…”, cit.,
pp. 159-177; “Aproximación a las llamadas logias Lautaro”, Hoy es Historia, Montevideo, t. IV,
núm. 23, septiembre-octubre de 1987, pp. 48-58; “Cádiz y las llamadas ‘Logias’ Lautaro o Ca-
balleros Racionales”, De la Ilustración al Romanticismo. Ideas y Movimientos clandestinos, Cádiz, Servicio
de Publicaciones Universidad, 1988, pp. 149-176; “Les Caballeros racionales, les loges lautari-
ennes et les formes déviées de la franc-maçonnerie dans le monde hispanique”, Sous le masque de la
Franc-Maçonnerie, Bruselas, L’Université, 1990, pp. 11-30; París, Centre National de la Recherche
Scientifique, 1991, pp. 37-53. “La masonería española ante la Independencia de América”, Co-
municación, Historia y Sociedad. Homenaje a Alfonso Braojos, Sevilla, Eloy Arias, 2001, pp. 87-101.
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6 Beltrán Ávila, Marcos, La pequeña Gran Logia que independizó a Bolivia 1823-1825, Cocha-
Aires, Buenos Aires, núm. 19, 1869, pp. 439-445; núm. 21, 1870, pp. 129-141; Barcia, Augusto,
San Martín y la Logia Lautaro, Buenos Aires, s.e., 1950; Canter, Juan, “La Logia Lautaro y la inde-
pendencia de América según Antonio R. Zúñiga”, Crítica Histórica, Buenos Aires, s.e., 1933, pp.
78-90; “La Logia Lautaro y la revolución de octubre de 1812”, La Nación, Buenos Aires, 1934; “La
Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro” (Resumen de la Conferencia pronunciada en el Ateneo
Ibero-Americano), y “La Logia Lautaro y su evolución”, La Nación, Buenos Aires, 1934. “La Logia
Lautaro y Mendoza”, Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Santa Fe, vol. II, 1936, pp.
78-90; Eyzaguirre, Jaime, La Logia Lautarina y otros estudios sobre la Independencia, Santiago de Chile,
Fco. De Aguirre, 1973; Gandía, Enrique de, “La política secreta de la Gran Logia de Londres”,
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1976; Herrera Valdés, Willy, Las sociedades
secretas y la independencia política del cono sur americano: O’Higgins, San Martín y la logia Lautaro, tesis doc-
toral, Universidad Complutense de Madrid, 1985; Onsari, Fabián, San Martín, la logia Lautaro y la
Franc-Masonería, Buenos Aires, Avellaneda, 1951; Pacífico Otero, José, “La Logia Lautaro. Su valor
y su significado histórico”, La Nación, Buenos Aires, 1910; Oviedo Martínez, Benjamín, “La Logia
Lautarina”, Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago de Chile, t. LXII, 1929, pp. 105-126; Paz
Soldán, Mariano, “La Logia Lautaro”, Historia del Perú independiente, Lima, 1868, vol. I, pp. 228-232;
Ruiz y Ruiz, Raúl A., “La logia Lautaro y la Independencia de América”, Revista de la Junta Provincial
de Estudios Históricos, Santa Fe, t. XV, 1946, pp. 73-82 y en Revista “San Martín”, del Instituto Nacional
Sanmartiniano, Buenos Aires, núm. 13, 1947, pp. 117-126; Zúñiga, Antonio E., La Logia Lautaro y la
independencia de América, Buenos Aires, Taller Gráfico J. Estrach, 1922; Picirelli, Ricardo, San Martín y
la política de los pueblos, Buenos Aires, Aguirre, 1957, pp. 121-181.
8 Duthu, D., “San Martín y la logia Lautaro”, Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires,
vol. V, 1905, pp. 900-902; Furlong, Guillermo, “La Logia Lautaro”, Criterio, Buenos Aires, 1930,
pp. 721 y 722; Cuccorese, Ignacio Juan, San Martín y la Masonería, Buenos Aires, Instituto Nacio-
nal Sanmartiniano, 1993.
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9 Sobre esta cuestión Ferrer Benimeli, José Antonio, op. cit., y Massoneria e Chiesa Cattolica,
Símbolo, 1982; San Martín y las logias y San Martín y su formación, Buenos Aires, s.e., 1978.
11 El hecho de recibir un diploma no quiere decir que sea masón. En muchos casos se
Cuadernos Hispano-Americanos, Madrid, núm. 30, 1952, pp. 295-303; Pacheco Quintero, Jorge,
op. cit., Restrepo Canal, Carlos, “Informe sobre la Masonería y la Independencia”, Boletín de
Historia y Antigüedades, Bogotá, vol. 46, 1959, pp. 232-237.
14 Para conocer a Francisco de Miranda (1752-1816) es indispensable adentrarse en el
Archivo del General Miranda y en especial en sus 24 volúmenes de Diarios (Viajes, Revolución
Francesa, Negociaciones...) publicados entre 1929 y 1938 por la Academia Nacional de Historia
de Venezuela.
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Francisco de Miranda”, Ars Quatuor Coronatorum, Londres, vol. 94, noviembre de 1982, pp. 83-
106; Zeldis, León, “Freemasonry’s Constitution to South American Independence. A factual Ap-
proach”, Ars Quatuor Coronatorum, Londres, vol. 111, octubre de 1999, pp. 79-101; Rodríguez de
Alonso, Josefina, Le siècle des Lumières conté par Francisco de Miranda, París, france-empire, 1974, pp.
30-33; Spencer Robertson, William Life of Miranda, Chapel Hill, University of North Carolina
Press, 1929 y La vida de Miranda, Caracas, Academia Nacional de Historia, 2006.
16 El caso de Rusia puede ser sintomático. Por un lado el nombre de Miranda no aparece
nunca en las páginas de Telepneff, Vernadsky, Semeka, Friedrich, Pypin, Theakston, Longionov,
Sokolovskaya... por citar sólo algunas de las autoridades que han escrito sobre la masonería rusa
de aquel período. Ferrer Benimeli, José Antonio y Cuartero Escobés, Susana, Bibliografía de la Ma-
sonería, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004, vol. II, pp. 624-628 y en particular véase
Cross, A.G., “British Freemason in Russia during the Reign of Catherine the Great”, Ars Quatuor
Coronatorum, vol. 111, Londres, 1971, pp. 239-259, Lentin, Anthony, “A Rusian Freemasonry in the
Reign of Catherine the Great: Prince M. M. Shcherbatov (1733-1790)”, Ars Quatuor Coronatorum,
Londres, vol. 111, octubre de 1999, pp. 156-161, y Bakounine, Tatiana, Répertoire biographique des
francs-maçons russes (XVIIIe et XIXe siècles), París, Institut d’Etudes Slaves de l’Université de Paris,
1967. Según Alcibíades Lappas, el príncipe Alexander Ypsilantis, ayudante de campo del zar tuvo
un encuentro con Miranda en una logia llamada La Paix. Sin embargo –como observa Seal-Coon–,
esa logia no existía en Rusia, y cuando Miranda estuvo en Rusia, Ypsilantis no había nacido aún
(de hecho nació en 1792 e ingresó en la masonería en 1810, cuando Miranda estaba en Londres a
punto de zarpar para Venezuela). Finalmente no había zar cuando Miranda visitó Rusia, ya que
entonces reinaba la emperatriz Catalina, que le concedió usar el uniforme de coronel de Rusia.
Archivo del General Miranda. Viajes. Diarios 1785-1787, Caracas, Sur-America, 1929, t.II, pp.
111-470. Viajes por Grecia, Turquía y Rusia. Tampoco figura Miranda en los ricos archivos de la
masonería de Gibraltar de esa época estudiados por Sheriff, Keith, The Rough Ashlar. The History of
English Freemasonry in Gibraltar, 1727-2002, Gibraltar, Grand Lodge of Gibraltar, 2002.
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constancias documentales para sí, con lo que la opción del lector es creer en su
exposición o no creerse nada, y esto no satisface a la ciencia histórica.20
En algún caso, como en el de Carnicelli, afortunadamente ya vamos co-
nociendo su fabuloso archivo documental masónico particular –hoy es en
parte ya de dominio público– con lo que esperamos que su extraordinaria
obra pronto alcance el valor histórico-científico que se merece.
Según Carnicelli, Miranda decidió servirse del sistema de las logias para lle-
var a cabo sus proyectos emancipadores, teniendo en cuenta que era el mejor
medio de mantener el entusiasmo y la mística entre los afiliados a una orga-
nización de tipo revolucionario, y evitar, además, la vigilancia y persecución
por parte del Gobierno español.21
Con este propósito –prosigue Carnicelli– organizó en la ciudad de Lon-
dres, en 1797, una sociedad de carácter revolucionario, de tendencia repu-
blicana, con el nombre de Gran Reunión Americana, de la que se constituyó
Gran Maestro. El objetivo de esta sociedad era la emancipación de las colo-
nias españolas de América. La primera “logia” filial de esta sociedad la fundó
y organizó en la misma ciudad de Londres. Posteriormente se abrieron otras
filiales de la Gran Reunión Americana en París y en Madrid, con el nombre
de Juntas de las ciudades y provincias de la América Meridional, y en la ciu-
dad de Cádiz con el nombre de Sociedad de Lautaro o de Caballeros Racio-
nales, así como en Buenos Aires, Mendoza y Santiago de Chile, con el nombre
de Logias Lautaro, y en Caracas con el de Sociedad Patriótica.22
La organización del general Miranda funcionaba en su casa, en Grafton
Street 27, según el historiador Julio Mancini. Hasta 1810, en su calidad de
Gran Maestro, inició en la “logia” patriótica revolucionaria a los que aca-
barían siendo los principales protagonistas de la independencia americana,
entre ellos –según Carnicelli– los chilenos Bernardo O’Higgins, José Manuel
Carrera, Juan Martínez de Rosas, Gregorio Argomedo, Juan Antonio Rojas;
los argentinos José de San Martín, José María Zapiola, Carlos María de Alvear,
significativa, pues Lautaro, caudillo araucano, fue el que venció a Valdivia el conquistador de
Chile, en Tucapel en 1554. El patriota chileno Bernardo O’Higgins relató a Miranda la heroica
resistencia del Toqui-mapuche Lautaro contra los españoles de Pedro Valdivia en el siglo XVI.
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Guillermo, El General San Martín ¿Masón-católico-deista?, Buenos Aires, Club de Lectores, 1950,
pp. 74 y 75; Lazcano, Martín V., Las sociedades secretas políticas y masónicas en Buenos Aires, Buenos
Aires, El Ateneo, 1927, t. I, p. 210; Avendaño, Rómulo, op. cit., pp. 372 y ss.
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tienen nada que ver con la masonería, aunque también se llamen logias, ya que en uno y otro
caso no se trata de cuestiones lingüísticas o puramente semánticas, sino histórico-ideológicas.
30 Martínez Zaldúa, Ramón, La Masonería en Hispanoamérica, México, Costa-Amic, 1965, p. 15.
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31 Nadra, Fernando, San Martín hoy, Buenos Aires, Cartago, 1974, p. 26.
32 Barbosa de la Torre, Pedro A., Simón Bolívar y la Francmasonería, Maracaibo, s.e., 1977.
33 Mitre, Bartolomé, op. cit., Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, op. cit.
Frau Abrines, Lorenzo y Arús y Arderiu, “Bartolomé Mitre Martínez (1821-1906)”, Diccionario
Enciclopédico de la Masonería, México, Editorial del Valle de México, 1976, t. 2, pp. 812-814, es
descrito como “estadista, militar, historiador, presidente de la República y distinguido franc-
masón argentino. Fue iniciado en la Logia Unión del Plata núm. 1; el 21 de julio 1860 recibía el
grado 33, y el 24 de agosto 1893 fue elegido Gran Maestre de la Gran Logia Argentina”.
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las que no tenían sino sus formas y sus símbolos”.34 En el mismo capítulo,
párrafo XII se lee lo siguiente:
Estas mismas ideas ya las había expresado Mitre en su obra Historia de Bel-
grano y de la Independencia argentina; en el capítulo XXIV, del tomo segundo,
bajo el epígrafe “Belgrano y San Martín”, se puede leer lo siguiente: “Estos
dos hombres [Alvear y San Martín] fueron los primeros que introdujeron en
Buenos Aires las Sociedades secretas aplicadas a la política”.
Las sociedades secretas compuestas de americanos, que antes de estallar
la revolución se habían generalizado en Europa, revestían todas las formas
de las logias masónicas; pero sólo tenían de tales los signos, las fórmulas, los
grados y los juramentos. Su objeto era más elevado y por su organización se
asemejaban mucho a las ventas carbonarias. El primer grado de iniciación de
los neófitos era el juramento de trabajar por la independencia americana; el
segundo, la profesión de fe del dogma republicano. La fórmula del juramen-
to del segundo grado era la siguiente: “Nunca reconocerás por el gobierno
legítimo de tu patria sino a aquel que sea elegido por la libre y espontánea
voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más aceptable al
gobierno de las Américas, propenderás por cuantos medios estén a tus alcan-
ces, a que los pueblos decidan por él”.36
34
Sobre la radical diferencia entre la Masonería y la Carbonería; Ferrer Benimeli, José
Antonio, La Masonería actual, Barcelona, American Historical Review, 1977, pp. 36-39.
35 Obsérvese que ni siquiera hay coincidencia con la masonería en la cuestión de los
grados, pues frente a los tres tradicionales de la masonería, aquí son cinco.
36 Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, citado en Nicolás,
Navarro, La Masonería y la Independencia, pp. 29 y 30. Es una lástima que Mitre no indique sus
fuentes de información, que por otro lado, el Archivo del General Miranda no corrobora.
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Basta leer con atención estos pasajes para apreciar con qué claridad describió
ya Bartolomé Mitre las asociaciones políticas secretas atribuidas a Miranda;
asociaciones que eran cosa muy distinta de la masonería, e incluso de la carbo-
nería, de las que tan sólo habían tomado una superficial apariencia de signos,
fórmulas, grados y juramentos secretos. Según Navarro, la institución de Miran-
da fue obra pura y exclusivamente suya; fue él quien la ideó, la fundó, la dirigió
e, incluso, se erigió por sí y ante sí en Gran Maestro de ella.37 Fue una sociedad
secreta, sí, pero una de carácter político, para un propósito perfectamente defi-
nido que nada se relacionaba con el que pretendía la Masonería.
Comparando las constituciones, reglamentos e incluso el juramento de estas
“logias” Lautaro, Caballeros Racionales, etcétera, con los de la masonería, cons-
tatamos que, tal como son descritas,38 no eran otra cosa que sociedades secretas
políticas que buscaban la emancipación americana y la implantación del régi-
men republicano en los países de ultramar. Por poco que se conozca la historia de
la masonería y su ideario de fraternidad universal, de tolerancia, de defensa de los
derechos del hombre, de su alejamiento de cuestiones religiosas y políticas39, las
conclusiones son claras, a pesar de que autores como Ramón Martínez Zaldúa,
en su obra La Masonería en Hispanoamérica; Julio Mancini, en su Bolívar y la emancipa-
ción de las Colonias españolas desde los orígenes hasta 1815, o Alcibíades Lappas, en San
Martín y su ideario liberal –por poner sólo tres ejemplos suficientemente distancia-
dos en la ideología y en el tiempo– se empeñen en mantener un confusionismo
que no escapa al más elemental aprendiz de historiador.
En primer lugar, destaca el empeño de Martínez Zaldúa en afirmar no
sólo que las logias lautarianas fueron instituciones de carácter masónico, sino
en que quiera demostrarlo apoyándose en las palabras de Mitre, que –como
acabamos de ver– afirman y dejan bien claro precisamente lo contrario.40
La obra de Mancini –una de las autoridades que más se suelen esgrimir
para justificar la afiliación de Miranda y Bolívar a la masonería– no tiene más
valor que el ser una mala y manipulada repetición de lo escrito por Mitre:
Mancini habla de prácticas masónicas, de logias, de talleres, Grandes Maestres,
judeo-masónico…, cit., pp. 335-377, La masonería como problema político…, cit.; La Masonería…, cit.
40 Martínez Zaldúa, Ramón, op. cit., p. 26.
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etcétera, cuando en realidad Bartolomé Mitre deja bien clara la diferencia entre
las sociedades patrióticas mirandistas y la masonería de la época.41
Más grave es la tergiversación histórica de Alcibíades Lappas, quien re-
produce como máximo argumento unas cartas, publicadas por el contraalmi-
rante Julio Guillén,42 de Carlos de Alvear a Rafael de Mérida, donde se habla
de hermanos, logias, Sociedades de Caballeros Racionales, etcétera, térmi-
nos y expresiones que, a priori, identifica con la masonería, a pesar de que
es de sobra conocido que la llamada “logia” Caballeros Racionales de Cádiz,
ni por su finalidad, ni por los juramentos allí exigidos podía ser masónica, a
pesar de que en la correspondencia citada por Guillén se utilice o no indistin-
tamente el término de logia o el de sociedad. Para constituir una logia masónica
hace falta algo más que la mera utilización del término, como hemos visto,
pero la manipulación de Lappas es tal que no duda en citar una presunta
“Lista de Masones Americanos participantes en la Guerra contra España”,
conservada en el Archivo Histórico Nacional, de Salamanca, de la cual llega
a afirmar que se trata de los “participantes en la lucha por la Emancipación
Americana”, cuando en realidad es una lista correspondiente a la Guerra
Civil de 1936-1939.43
Según el mismo historiador argentino, la logia Caballeros Racionales re-
unió en su seno muchas de las más brillantes personalidades de la emancipa-
ción americana. La presidieron tres argentinos: José de Moldes, hasta fines
de 1808, cuando regresó a América; Carlos de Alvear, hasta septiembre de
1811, antes de partir a Londres, y el sacerdote Ramón Eduardo Anchoris. En
la misma logia gaditana militaron otros eclesiásticos, entre ellos el mexicano
fray Servando Teresa y Mier, así como los canónigos José Cortés Madariaga
y Juan Pablo Fretes, chileno el primero y paraguayo el segundo.
En referencia a dichos canónigos, Benjamín Vicuña Mackenna informa
que Bernardo de O’Higgins los encontró en 1799 en Cádiz, y con su co-
laboración dio “cumplimiento de la comisión revolucionaria y secreta que
había recibido de Miranda”.44 Con relación a fray Servando Teresa de Mier,
Salvador Méndez Reyes dice que fue iniciado en una casa situada en el ba-
41 Mancini, Jules, Bolivar et l’Emancipation des Colonies Espagnoles des origines à 1815, París,
Perrin, 1912.
42 Guillén, Julio, “Correo insurgente de Londres capturado por un corsario portorriqueño,
1811”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Santiago de Chile, vol. XXVII, núm. 63, 1960, pp.
125 y ss. La reproducción de dicha correspondencia en Carnicelli, Américo, op. cit., t. I, pp. 92-10.
43 Lappas, Alcibíades, La masonería argentina a través de sus hombres, Buenos Aires, Belgrano,
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rrio de San Carlos, cerca de la muralla del puerto gaditano. Años más tarde,
recordando su ceremonia de iniciación, a la pregunta respecto al estado y
la tierra de la cual provenía, Mier contestó: “de Monterrey en América”. El
paso siguiente fue una voz desde el interior que dijo: “Cúbranle los ojos y
que entre”. Carlos de Alvear, criollo de Buenos Aires, presidía la ceremonia
y le dijo a Mier: “Señor, esta Sociedad se llama de Caballeros Racionales ya
que nada más racional que mirar por su Patria y sus paisanos. Deberá Vd.
defenderla, socorrer a sus compatriotas y guardar absoluto secreto sobre todo
lo que pase aquí”. El candidato tuvo que dar tres pasos para cada uno de los
lados de la sala, con la advertencia de que cuantos pasos diera por la América
Septentrional debería darlos por la América del Sur y viceversa. Finalmente,
le comunicaron el lema secreto: “Unión y Beneficencia”.45
El propio Mier, en carta dirigida a José Bernardo Cantú, asegura que
dicha sociedad no era de masones, si bien su fundador Alvear tal vez hubiera
imitado nombres, grados y algunas fórmulas de la masonería. Incluso, cuan-
do fray Servando arengaba a sus seguidores para ingresar, les repetía que no
era una sociedad de masónica, sino de patriotismo y beneficencia.46
Por unas cartas interceptadas en enero de 181247 del argentino Carlos de
Alvear, oficial del Ejército Real de España, sabemos algunas noticias de lo
ocurrido en esa ciudad antes de que Alvear saliera para Londres. Dichas
cartas, fechadas en Londres el 28 de octubre de 1811 y dirigidas al patriota
venezolano Rafael Mérida,48 presidente de la sociedad patriótica de Caracas,
están depositadas en el Archivo Alvaro de Bazán, de la Armada Española, y
México por la Santa Sede”, Del mundo hispánico a la consolidación de las naciones, 1808-1840,
Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 2010, p. 439; Guzmán, José R., “Fray Servando
Teresa de Mier y la Sociedad Lautaro” Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
México, 7a. época, 1967-1968, pp. 257-288.
46 Madero Quiroga, Adalberto, Ensayos de David Alberto Cossío, Monterrey, Senado de la
corsario particular realista, Rovira, en las inmediaciones del Cabo Codeva, el día 3 de enero
de 1812. Un paquete de correo enviado por Luis López Méndez fue confiado al sobrecargo
del bergantín inglés señor John Grown, para ser entregado a la esposa de López Méndez
en Caracas. En la carta que el caraqueño Luis López Méndez, afiliado a la logia o sociedad
Mirandista de Londres, dirigía a su esposa, decía: “Se acompaña una carta para Mérida que
se la manda unos que han venido aquí de Cádiz”.
48 Rafael Diego Mérida, venezolano, en agosto de 1797 era escribiente de la Real Audi-
encia de Caracas. El general Simón Bolívar al ocupar Caracas con su ejército, el 6 de agosto
de 1813, libertando a Venezuela lo distinguió con el nombramiento de secretario de Estado
y del Despacho de Gracia, Justicia y Policía de su Gobierno.
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Antonio del Valle, José Sotolonga, naturales de la Habana. Miguel Santa Ma-
ría, Vicente Acuña, Joaquín La Carrera Ortiz, José Herrera, naturales del
Reino de México.
Andrés Arango, Vicente Quesada, naturales de la Habana. Juan Vatres,
José María Vergara, naturales de Santafé.
49 Guillén, Julio, op. cit., pp. 125 y ss. Posteriormente las reprodujo Carnicelli, Américo,
teniente de navío y diputado por Santo Domingo, salieron huyendo de la persecución que
contra ellos se había desatado en Cádiz. Los diputados abandonaron España dirigiéndose
uno a Santafé de Bogotá y otro a Caracas por la vía de Filadelfia.
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Las listas N.º 2 y N.º 4 a las que hace referencia la carta eran las siguientes:
51 En una posdata rectifica diciendo: “No puedo mandar el N.º 3 por falta de tiempo,
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N.º 2. Lista de los americanos que por constitución no pueden ser admitidos
en ninguna Sociedad de Caballeros Racionales a causa de haber rehusado
entrar en la N.º 3 [Logia de Cádiz] por temor a los déspotas españoles.
D. Manuel Rodrigo, natural de Buenos Aires y Diputado suplente de dicha
ciudad.
El Marqués de San Felipe y Santiago, natural de La Habana y diputado
suplente por Cuba.
D. Luis Velasco, natural de Buenos Aires y diputado suplente por dicha
ciudad.
D. Andrés Savariego, natural de la Ciudad de Méjico y diputado suplente
por dicho Reino.
D. Joaquín Obregón, natural de Méjico y director de la Lotería de dicha
ciudad.
N.º 4. Lista de los Hermanos admitidos en la Sociedad de Caballeros Ra-
cionales N.º 7 [Londres].
Manuel Moreno, natural de Buenos Aires.
Luis López Méndez, natural de Caracas.53
Andrés Bello, natural de Caracas.54
Marqués del Apartado, Natural de Caracas.
53 El paquete de cartas interceptado iba dirigido a su mujer. Luis López Méndez, abogado y
literato nació en Caracas en 1770. Fue uno de los tres designados por la Suprema Junta de Cara-
cas el 6 de junio de 1810 en unión de Simón Bolívar –jefe de la Delegación– y de Andrés Bello,
en misión especial ante el Gobierno inglés en Londres. Al regresar Bolívar a Venezuela, quedó
López Méndez en Londres como representante de la Suprema Junta de Caracas. Posteriormente
fue nombrado ministro del Gobierno Republicano de Venezuela, y ministro plenipotenciario de
Colombia. Cumpliendo instrucciones de Bolívar, hizo contratos de alistamiento para la orga-
nización de la Legión Británica en Londres, y envío de armas, municiones y equipo de guerra.
54 Andrés Bello, poeta, político y escritor, fue maestro de Bolívar y uno de los designa-
dos en la misión ante el Gobierno inglés. Autor de la famosa Gramática castellana, en 1829 se
trasladó a Santiago de Chile, donde fundó la universidad de Chile y fue su primer rector.
Autor de derechos internacionales, fue también redactor del Código Civil chileno. Nacido en
Caracas el 29 de noviembre de 1781, murió en Santiago de Chile el 15 de octubre de 1865.
55 Recordemos algunas de las fechas en que se declaró, por primera vez, la Independencia
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misión diplomática con Luis López Méndez y Andrés Bello ante el gobierno
de Su Majestad Británica.56
A raíz de la acción por la que el bergantín inglés La Rosa fue apresado
por un corsario de Puerto Rico, la correspondencia encontrada en él fue de-
bidamente revisada por el Comisario Regio de Puerto Rico, nombrado por el
Consejo de Regencia de la isla de León, Antonio Ignacio Cortavarría. Al leer
las cartas de Carlos M.ª de Alvear sobre las “logias” mirandistas de Londres y
Cádiz, pasó una circular el Virrey del Nuevo Reino de Granada en Portobelo
y al Gobernador Capitán General de Venezuela y demás dependencias españo-
las en América, para alertarlos y exigirles estricta vigilancia sobre el movimiento
revolucionario de las sociedades secretas, promovido por los insurgentes ame-
ricanos en los territorios bajo su mando. Dicho documento decía lo siguiente:
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medios que juzgue convenientes, en estado de calificar esta especie, que tan
delicada y de tanta trascendencia me creo obligado a poner en noticia de V.S.
con la debida reserva debiendo añadir para su gobierno que dichos papeles
interceptados en el buque inglés, aunque no está comprobada la identidad ni
es posible llegar a comprobarla por ahora por su naturaleza y demás circuns-
tancias, aparecen firmados en Londres por don Carlos Alvear en 28 de octubre
último [1811], y remitidos a don Rafael Mérida residente en Caracas.
Biblioteca de Mayo, Buenos Aires, Edición del Senado de la Nación, 1960, t. II, 1921.
57
Gual Jaen, Ricardo, El General San Martín. Biografía, London, W. Marchant, 1823.
58
59 Karduner, Luis, Alejandro Aguado, Buenos Aires, Instituto Judío Argentino de Cultura e
Información, 1953.
60 Piccirilli, Ricardo, ¿San Martín conoció a Guido en Londres?, Investigaciones y Ensayos
núm. 3, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1967, pp. 121 y ss. El Real Decreto
que concedió el retiro de San Martín es de fecha 19 de septiembre de 1811.
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61 Frías, Bernardo, Historia del general D. Martín Güemes y de la Provincia de Salta de 1810 a
hasta 1820, cuando fue liberado a raíz de la sublevación de Riego, y pudo regresar al país de su
nacimiento.
64 Entre ellos figuran Mérida, Tobar, Caicedo y Castillo, colombianos; Pérez, Toledo,
Brigada, a pesar de no haber participado en la lucha armada, y lo designó gobernador del Callao.
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VIII. CONCLUSIÓN
66 Vázquez Semadeni, María Eugenia, “La Masonería en México, entre las sociedades
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IX. BIBLIOGRAFÍA
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* Universidad de Zaragoza.
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destruyó las dos terceras partes de la ciudad.1 Entonces, las citadas cuatro
logias decidieron intentar una reforma de carácter legislativo dentro de la
institución masónica. Reforma propia de las sociedades tradicionales en
crisis que buscaban el retorno a los orígenes y la restauración de un pasado
concebido como la edad de oro.
En febrero de 1717, tuvo lugar esta transformación, consistente en la
fundación de una Gran Logia que en un principio recibió el nombre de Gran
Logia de Londres y Westminster.2 Es decir, no se decidió la fusión de las cua-
tro logias en una sola, sino la creación de un organismo federal que recibió
el nombre de Gran Logia, con un Gran Maestre al frente. Se acordó que se-
guirían reuniéndose trimestralmente las cuatro logias en asamblea, presididas
por el maestre antiguo, hasta que fuera nombrado un nuevo Gran Maestre
de la orden.3
La elección tuvo lugar el 24 de junio del mismo año, en la fiesta de su Pa-
trono San Juan Bautista. Por gran mayoría de votos fue nombrado Anthony
Sayer, gentleman. A partir de entonces se verificó un cambio en la orientación
de la hermandad masónica pues, aunque se conservó escrupulosamente el
espíritu de los masones operativos, con sus principios y usos tradicionales,
se abandonó el arte de la construcción a los trabajadores de oficio, si bien se
mantuvieron los términos técnicos de la arquitectura, aunque a tales expre-
siones se les dio un sentido simbólico. A partir de aquel periodo, la masonería
se transformó en una institución, cuyo objetivo era lograr una finalidad ética,
susceptible de propagarse por todos los pueblos civilizados.
Desde un punto de vista jurídico, fue el triunfo del derecho escrito sobre la
costumbre, donde nació un nuevo concepto, el de obediencia o federación de lo-
gias. En adelante es aquí donde residirá la soberanía, ya que únicamente la Gran
Logia tendrá autoridad para crear nuevas logias, con lo que, de hecho, surge una
legitimidad masónica que hoy sus descendientes llaman masonería regular.
La redacción de las Constituciones, que en adelante serán la pauta a seguir
por esta nueva masonería, corrió a cargo de dos pastores protestantes: uno de
1 Christopher Wren (1632-1723), ya muy débil, fue relevado –el 21 de abril de 1718–
por el rey Jorge I del cargo de Superintendente General de los Edificios. Un tanto despecha-
do se fue a vivir a Hampton Court, donde murió a los 91 años, el 25 de febrero de 1723. Fue
enterrado en el ángulo sudeste de la cripta de “su” catedral de San Pablo.
2 Después adoptó el nombre de Gran Logia de Inglaterra o de los Modernos. A ésta
siguieron otras como la Gran Logia de Irlanda, en torno a 1725, la Gran Logia de Escocia
hacia 1736, la Gran Logia de los “Antiguos” en 1751, y, finalmente, con la fusión de los An-
tiguos y Modernos, la Gran Logia Unida de Inglaterra en 1813.
3 Schuster, Georg, Die geheimen Gesellschaften, Verbindungen und Orden, Leipzig, Verlag von
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4 Anderson, James, The Constitutions of the Free-Masons; containing the History, Charges, Reg-
ulations… of that most Ancient and Right Worshipful Fraternity, Londres, s.e., 1723. A esta edición
de 1723 siguieron otras, y en especial la de 1738 en la que se lee en la página 24: “En el año
26 del imperio de Augusto, tras la conquista de Egipto el Verbo se hizo carne, nació el Señor
Jesucristo Emmanuel, el Gran Arquitecto y Gran Maestre de la Iglesia Cristiana”. Sobre
las diferentes ediciones de las Constituciones de Anderson, Ferrer Benimeli, José Antonio,
Bibliografía de la Masonería, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978, pp. 154-156.
5 “Adán, nuestro primer padre, creado a imagen de Dios, el Gran Arquitecto del Uni-
verso, debió tener las Ciencias liberales, en particular la Geometría, inscritas en el corazón”.
Anderson James, op. cit., p. 1. Este texto en la edición de 1738 queda transformado en: “El
Todopoderoso Arquitecto y Gran Maestro del Universo habiendo creado todas las cosas muy
buenas y conforme a la Geometría, en último lugar formó a Adán a su propia imagen…”.
6 Se conservan más de 150 estatutos y reglamentos manuscritos (Antiguos Deberes u
Old Charges); el más antiguo no es Regius inglés de 1390, sino los estatutos y reglamentos
de Bolonia de 1248. La primera versión impresa son las Constituciones conocidas como de
Roberts, un año anteriores a las de Anderson. Ferrer Benimeli, José Antonio, “Les Statuts et
Régléments de Bologne de 1248”, Travaux de la Loge nationale de recherches Villard de Honnecourt,
París, 2a, serie, núm. 11, 2o. semestre de 1985, pp. 209-214.
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7 Esta regla, conocida como cujus regio ejus religio (tal país, tal religión), fue propuesta y
adoptada en la Paz de Augsburgo, sellada en septiembre de 1555 entre los católicos y protes-
tantes de Alemania, y llegó a constituir jurisprudencia.
8 Anderson, James, The Constitutions of the Free-Masons..., op. cit.
9 Católica, protestante, calvinista, luterana, anglicana, presbiteriana…
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10 Ferrer Benimeli, José Antonio, “Le Musée scientifique de Paris dans les mémoires
secrets pour servir à l’histoire de la République des Lettres en France, ou Journal d’un Ob-
servateur”, Miscellanea fontium historiae Europee Emiékkónyv H. Balázs Eva Történészprofesszor 80
Születésnapjára, Budapest, ELTE, 1997, pp. 201-216.
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el horror de mi crimen sirva para intimidar a los traidores que fueran tenta-
dos de imitarme. Que Dios sea en mi ayuda.11
minés sur la Révolution de France, Tübingen, Cotta, 1801, p. 142; Luquet, Georges Henri, La
franc-maçonnerie et l’Etat en france au XVIIIème siècle, París, Vitiano, 1963, p. 56.
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14 Sobre las relaciones entre la Iglesia católica y la masonería en el siglo XVIII, véase: Ferrer
Benimeli, José Antonio, Masonería, Iglesia e Ilustración. Un conflicto ideológico-político-religioso, Madrid,
Fundación Universitaria Española, 1976-1977. Existe una síntesis de los cuatro volúmenes que
conforman el título anterior en: Ferrer Benimeli, José Antonio, Los archivos secretos vaticanos y la ma-
sonería. Motivos políticos de una condena pontificia, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1976;
Les archives secrètes du Vatican et de la franc-maçonnerie. Histoire d’une condamnation pontificale, París, Dervy,
1989; Arquivos secretos do Vaticano e a franco-maçonaria. História de uma condenação pontificia, San Pablo,
Madras, 2007. Véase también, del mismo autor: La masonería española en el siglo XVIII, Madrid, Si-
glo XXI, 1974; La masonería como problema político religioso. Reflexiones históricas, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 2010; “La franc-maçonnerie et l’Eglise catholique du XVIII e
siècle à nos jours”, Actes du colloque vers une réconciliation catholiques et francs-maçons, Toulouse, Institut
Catholique, 2007, pp. 5-12; “The Catholic Church and Freemasonry: an Historical Perspective”,
Ars Quatuor Coronatorum, vol. 16, 2006, pp. 234-255; y en compañía de Cuartero Escobés, Susana,
Bibliografía de la masonería, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004.
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15 Chetwode Crawley, W.J., “The Old Charges and the Papal Bulls”, Ars Quatuor Coronia-
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16Mellor, Alec, Nuestros hermanos separados los franc-masones, Barcelona, AHR, 1968, p. 175.
Hay autores que insisten demasiado en esta cláusula “secreta” de la bula —como Alec Mel-
lor— cuando más bien se trata de una fórmula cancilleresca de la época que se solía utilizar
en algunos casos. El propio Carlos III, en la Pragmática Sanción de expulsión de los jesuitas
de los reinos de España del año 1767, dice: “Estimulado de gravísimas causas […] y otras
urgentes, justas y necesarias, que reservo en mi Real Ánimo […]”.
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masones fueron perseguidos por ofender a la religión católica, puesto que es-
taban excomulgados; el delito de masonería se fundamentaba en la lesión del
orden religioso católico, y debido a que éste se tenía como base de la Consti-
tución de los Estados católicos, el delito eclesiástico automáticamente pasaba
a concebirse y castigarse como crimen político. Por este motivo, en ningún
documento del siglo XVIII –y en esto no son excepcionales las bulas de Cle-
mente XII y Benedicto XIV– se prohíbe la masonería en cuanto institución,
sino la reunión de masones, la cual recibe toda clase de denominaciones en
la bula In eminenti de Clemente XII: asambleas, conventículos, juntas, agrega-
ciones, círculos, reuniones, sociedades, entre otros.
A excepción de en Roma y en los países donde estaba implantada la
Inquisición, la mayor parte de estas prohibiciones apenas tuvo vigencia en el
siglo XVIII, pues las bulas pontificias no recibieron el placet regio o exequatur y
no tuvieron vigencia en algunos países, como Francia.17
En el siglo XIX se experimenta un cambio notable. La aparición de las
sociedades patrióticas o políticas –en especial la de los carbonarios– por un
lado, y el impacto de la Revolución francesa en los soberanos absolutistas de
la Europa del Congreso de Viena que no se resignaban a perder su poder, por
el otro, serán objeto de especial preocupación por parte de Roma.
Tras la Revolución francesa, en los países anglosajones la masonería ad-
quirió cierto prestigio social, especialmente en Estados Unidos, Gran Bretaña
y Escandinavia, donde la presencia del clero no católico siguió siendo impor-
tante e influyente dentro de la masonería; en la misma medida, los reyes de
Inglaterra y Suecia controlaban la masonería en sus respectivos países, y gran
parte de los presidentes de Estados Unidos militaban en sus filas. Sin embar-
go, en los llamados países católicos, los ideales de la masonería –confundidos e
identificados en gran medida con los del liberalismo– suscitaron, por parte de
la Iglesia católica y de los gobiernos absolutistas de la época, una dura reac-
ción, derivada de la conocida unión entre el trono y el altar en defensa de sus
respectivos poderes. De esta forma, durante los primeros años del siglo XIX,
el enfrentamiento Iglesia católica-masonería se vio afectado por las conse-
cuencias interpretativas de la Revolución francesa y el nacimiento del famoso
mito del complot masónico-revolucionario, en cuya difusión contribuyó el
abate y exjesuita Barruel. A partir de estos años, la masonería latinoeuropea
tuvo una imagen menos sólida y respetable en comparación con la mantenida
17 El Parlamento de París se negó a registrar la bula In eminenti y ni siquiera fue promul-
gada en Francia. Por lo tanto, en todo el territorio francés, siguiendo el derecho de la época,
la prohibición papal fue ignorada y legalmente considerada nula y sin efecto, según el viejo
adagio jurídico lex non promulgata non obligat. Al respecto véase: Hericourt, Louise de, Les lois
eclésiastiques de France, París, Denis Mariette, 1771.
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18Solís, Ramón, El Cádiz de las Cortes, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1958, p. 316.
19Reales Cédulas y Órdenes, Archivo Nacional de Colombia, Bogotá, tomo XXXVIII,
folio 313.
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de Indias– mandaba a los jueces –una vez derogados todos los fueros privi-
legiados, incluso el militar– proceder contra los francmasones, arrestándolos
y aprehendiendo los papeles que les encontrasen. Privados de empleo, título,
hábito y cualquier otra distinción, debían ser remitidos a España bajo partida
de registro; si fueren extranjeros, aun cuando tuvieran carta de naturaleza y
hubieran residido muchos años en América con conducta arreglada, debían ser
desterrados de esos dominios; asimismo, de no tener hijos se les debían confiscar
todos los bienes.
Esta actitud del Consejo de Regencia, autorizado por las Cortes de Cádiz,
coincide también con el anónimo autor de un escrito titulado Noticias de las
sociedades secretas, conservado en el Archivo de Palacio entre los papeles de
Fernando VII, donde se asegura que la historia del masonismo en esta época
ofrece muy poca importancia, porque no se le dejó tener influencia en los
asuntos políticos. Reacción, por otra parte, lógica, ya que la masonería había
sido utilizada por Bonaparte y los afrancesados como vehículo de captación
ideológica hacia una causa contra la que luchaban los de Cádiz. Es decir,
que frente a un breve “poder” masónico entre los afrancesados y ejército de
ocupación, nos encontramos que en Cádiz –símbolo de la libertad frente al
invasor– dicho “poder” fue, de hecho, inexistente e irrelevante.
Entre las medidas adoptadas por la Real Cédula de Cádiz está el encar-
go dado “a los M.R. Arzobispos y Srs. Obispos” para que procuraran, “en
ejercicio de su pastoral ministerio, por sí y por medio de los Predicadores y
Confesores, impedir la propagación y curso de una secta prohibida por los
sumos Pontífices, y que se presentaba tanto más perjudicial cuanto era mayor
el secreto con que procuraban cautelarse sus sectarios”.20
La unión del trono y el altar en la lucha antimasónica,21 tan característica
del Antiguo Régimen, es enarbolada de nuevo por las Cortes Constituyentes
de Cádiz, como un significativo preámbulo de lo que iba a ser una constante
a lo largo de todo el reinado de Fernando VI, quien utilizará contra los ma-
sones las dos armas más poderosas a su alcance: la policía y la Inquisición.
Con el regreso de Fernando VII, en 1814, se agudizó la campaña que
contra la masonería venían manteniendo ciertas ideologías, especialmente
integristas y clericales.
Si el 1o. de mayo de 1814 derogaban la Constitución y la obra de Cá-
diz, unas semanas después, el 24 de mayo, se publicaba en Madrid un Real
Decreto en el que se prohibían las asociaciones clandestinas por el perjuicio
folio 313.
21 Ferrer Benimeli, José Antonio, La Masonería actual, Barcelona, AHR, 1977, pp. 36-41.
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25 En el mismo edicto llama la atención la ligereza con la que se acusa a los masones de
en España, (Madrid, 1893, que es uno de los más citados por los llamados historiadores “uni-
versitarios”. Más recientes pero con el mismo desconocimiento de la historia de la masonería
son las obras de Alayza, Luis, La Constitución de Cádiz. El egregio limeño Morales y Duares, Lima, Lu-
men,1946, y Castillo, Abel Romeo, Defensa de Olmedo, Guayas, Guayaquil, 1965. Precisamente
en ellas se apoya Berruezo León, María Teresa, “El funcionariado americano en las Cortes
gaditanas, 1810-1813”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, núm. 460, octubre de 1998, p. 68,
para decir “Olmedo y Rivero parecen haber pertenecido a las logias que se propagaron en España
con la ocupación francesa… Acerca de la posible militancia de estos dos diputados en las logias
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véase Luis Alayza…”. Desde luego en la rica documentación de que hoy disponemos de las
logias propagadas en España con la ocupación francesa no figuran Olmedo ni Rivero. Sobre
este particular Ferrer Benimeli, José Antonio, “El Tribunal de la Inquisición como fuente de
información histórica de la masonería madrileña durante la ocupación francesa (1808-1812)”,
Perfiles jurídicos de la Inquisición española, Madrid, Universidad Complutense, 1989, pp. 841-889.
27 Sesiones de Cortes de los días 4 de marzo de 1811 y 27 de noviembre de 1810.
28 Ferrer Benimeli, José Antonio, “Las Cortes de Cádiz, América y la masonería”, La
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87
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I. LOS GUADALUPES2
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sociedad se ocuparon tanto de facilitar las evasiones, como del cuidado y del
sostenimiento de las familias de los emigrados.8 Otra actividad importante
fue el envío de una imprenta y de un impresor, lo que permitió al movimien-
to insurgente contar con un medio de difusión y defensa que hasta entonces
había podido utilizar de manera muy esporádica.9 Para llevar a cabo sus
actividades, les fue de gran utilidad el hecho de que la capital del virreinato
estaba, por entonces, rodeada de partidas de insurgentes que les sirvieron de
enlace con los más altos dirigentes del movimiento, y a través de las cuales
enviaron información, ayuda y hombres. Entre estas partidas se contó la que
comandaba Felipe Lailson, encargado de conducir la correspondencia de la
Suprema Junta con sus partidarios capitalinos. También les resultó muy útil
la colaboración de varias mujeres, todas ellas vinculadas por lazos de familia
con diversos miembros del grupo, y entre las que destacan Margarita Peim-
bert y Antonia Peña, quienes se ocuparon de la correspondencia, de ayudar
a los que se fugaban y de sacar la imprenta de la ciudad.
La propia insurgencia dio ocasión a que el grupo replanteara sus objetivos,
se reorganizara y se ampliara para alcanzar su máxima eficiencia. A finales
de mayo de 1812, Lailson fue derrotado y la correspondencia que conducía
cayó en manos de las autoridades coloniales, lo que les permitió poner presos
a Nicolás Becerra, a José Ignacio Espinosa, a José María de la Garza Falcón
y a Benito José Guerra, mientras que Margarita Peimbert fue detenida. Pocos
días después, a principios de junio, Rayón fue derrotado en Tenango, donde
fueron aprehendidos y fusilados varios de los fugados de la capital con quienes
los integrantes del grupo mantenían estrecho contacto, entre los que se contó
el licenciado José Ignacio Jiménez, novio de Margarita y compadre de Guerra.
Esta derrota también marcó el inicio del proceso de desintegración de una
Suprema Junta que nunca llegó a consolidarse, debido a que, poco después,
sus tres vocales tuvieron que separarse. Mientras esto sucedía, la figura de José
María Morelos cobraba cada día mayor importancia, tanto por sus exitosas
acciones militares como por sus sostenidos esfuerzos por darle una mejor orga-
nización política al movimiento. A todo lo anterior se unió el establecimiento
del régimen constitucional en la Nueva España, que abrió a los novohispanos
nuevos espacios de participación política dentro del sistema.
8 En el intento de fuga de la capital de los licenciados José María Gallegos y José Ma-
riano Martínez Lejarza, en febrero de 1812, tomaron parte Manuel Díaz, Antonia Peña y
Francisco de Arce.
9 En la compra y envío de esta imprenta participaron Francisco de Arce, Nicolás Bece-
rra, Manuel Díaz, Antonia Peña, Benito José Guerra y su esposa María Camila Ganancia,
José María Jáuregui, José María de la Llave, así como Juan Bautista Raz y Guzmán y su
esposa Luisa de Orellana y Pozo. El impresor se apellidaba Ferrándiz.
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10 La primera carta firmada con este seudónimo es del 15 de septiembre de 1812. Véase
sobrino de Francisco y de José María de la Llave. Manuel Díaz estaba casado con Antonia
Peña, la que al enviudar se casó con Juan Bautista Raz y Guzmán, quien también había
enviudado. Éste era tío de Leona Vicario, mientras que Agustín Gallegos lo era de Anastasio
Zerecero, el que a su vez era hijo de Valentín Zerecero; de estos dos era pariente Ignacio
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Velarde. Diego Andrés Hurtado de Mendoza era cuñado de Joaquín Caballero de los Olivos
y Margarita Peimbert era hija de Juan Nazario, además de novia de José Ignacio Jiménez,
fusilado en Tenango, por lo que se casó más tarde con José Ignacio Espinosa.
12 En su obra, ya mencionada, Ernesto de la Torre publicó la correspondencia de Los
Guadalupes con Morelos y con Matamoros. En cuanto a la que sostuvieron con Bustamante,
algunas cartas se encuentran en el proceso seguido a Ignacio Adalid. Véase Bancroft Library,
Causa de insurrección formada contra Ignacio Adalid y socios, 3 vols.
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13 Entre estas partidas se contaron la que comandaba Manuel Arriaga Díaz, quien esta-
mentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, México, José María
Sandoval, 1877-1882, vol. IV, pp. 635-652.
15 Sobre estas elecciones, véanse Benson, Nettie Lee, “The Contested Mexican Elections
of 1812”, Hispanic American Historical Review, Durham, vol. XXVI, agosto de 1946, pp. 336-
350; Annino, Antonio, “Pratiche creole e liberalismo nella crisi dello spazio urbano colonia-
le. Il 29 novembre 1812 a Città del Messico”, en Annino, Antonio y Romanelli, Raffaelle
(eds.), Notabili, elettori, elezioni. Rappresentanza e controllo elettorale nell’800, Quaderni Storici Nuova
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Serie, vol. 69, año XXIII, núm. 3, diciembre 1988, pp. 727-763, y Guedea, Virginia, “Las
primeras elecciones populares en la ciudad de México: 1812-1813”, Mexican Studies/Estudios
Mexicanos, México, vol. 7, núm. 1, invierno de 1991, pp. 1-28.
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16 Para la sociedad de Jalapa véase, entre otros trabajos, “Logia de los ‘Caballeros Racio-
nales’ en Jalapa. Fragmentos del proceso del canónigo Cardeña”, Boletín del Archivo General de
la Nación, México, vol. III, núm. 3, julio-septiembre de 1932, pp. 390-407, y “Retractaciones
de algunos miembros de la logia de Jalapa”, en ibidem, pp. 408-440.
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nada es más racional que mirar por su Patria y sus paisanos”, según explicaría
el propio Alvear al padre Servando Teresa de Mier, quien fue iniciado en ella
en septiembre de 1811.17 Lo fueron también otros novohispanos, entre los que
se contaron Miguel de Santa María; José Francisco Fagoaga, segundo marqués
del Apartado, y Vicente Vázquez Acuña.18 Conocido por el apodo de “Taco-
nes”, este último era un comerciante natural de Tlalpujahua, que había sido
remitido a España en 1809 por escribir pasquines sediciosos en la Ciudad de
México y por haber incitado a una rebelión contra los europeos “con el fin
de que se coronara uno de los indios gobernador de esta República”.19
Como miembro de la sociedad, y luego de haber sido amnistiado, Váz-
quez Acuña recibió la encomienda de pasar a la Nueva España, para lo que
se le habilitó de todo lo necesario.20 A principios de 1812, se encontraba
ya en Jalapa, a donde también habían llegado de la Península los oficiales
del Regimiento de Lobera, Juan Bautista Ortiz y Evaristo Fiallo, el primero
natural del Real del Rosario, en Sonora, y el segundo, de La Habana. Con
ellos, Vázquez Acuña comenzó a hacer juntas en secreto para promover la
independencia y reconocer un gobierno americano, en las que los partici-
pantes hacían juramento de defender a la religión, de no aceptar gobierno
extranjero alguno y de guardar el secreto de sus actividades.21
Por entonces también había llegado a Jalapa –su ciudad natal– Ramón
Cardeña, canónigo de Guadalajara. De la Península traía un apodo, puesto
al parecer por el infante Francisco de Paula, el de “el cura bonito”, al decir
de Mier,22 o “el canónigo bonito”, según Lucas Alamán.23 Cardeña, quien se
enteró de la existencia de la sociedad fundada por Vázquez Acuña, Fiallo y
Ortiz hasta mediados de marzo, fue iniciado en ella mediante la ceremonia
independencia americana”, Boletín del Archivo General de la Nación, México segunda serie, vol.
VIII, núms. 1 y 2, enero-junio de 1967, pp. 120-122.
19 Causa seguida a Vicente Vázquez Acuña, Archivo General de la Nación (en adelante
1817, véase Rangel, Nicolás, “Cuatro diálogos insurgentes”, Boletín del Archivo General de la
Nación, México, vol. III, núm. 3, julio-septiembre de 1932, p. 334.
23 Alamán, Lucas, Historia de Méjico, desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en
el año de 1808 hasta la época presente, México, Imprenta de J. M. Lara, 1851, t. IV, p. 452.
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27 Véanse las declaraciones de Joaquín Ruiz, Jalapa, 28 de julio de 1812; Rafael Velad,
Jalapa, 28 de julio de 1812; Andrés Boselo, Jalapa, 29 de julio de 1812; Juan Díaz, Jalapa, 30 de
julio de 1812; Dionisio González, Jalapa, 30 de julio de 1812; Francisco del Corral, Jalapa, 2 de
agosto de 1812; Jorge Ojeda, Jalapa, 3 de agosto de 1812; José María Pérez Oliva, Jalapa,
3 de agosto de 1812; Manuel Cárdenas, Jalapa, 5 de agosto de 1812; José Eugenio Jiménez,
Jalapa, 1o. de agosto de 1812, y José María Pérez, Puebla, 29 de octubre de 1812, ibidem, v. 74,
c. 2, ff. 12-13; 14-15v; 17-18v; 23-25; 26-27v; 20-20v; 69v-70; 70v-71v; 1-2; 3-8v, y c. 12, ff. 1-2.
28 Véanse las declaraciones de Vicente Vázquez Acuña, Perote, 16 de junio de 1812;
1, ff. 95-97.
30 Como ejemplo, me referiré aquí a las ligas familiares. Andrés Boselo era pariente de
Manuel Apolbón; Juan y Rafael Camargo eran padre e hijo; los Corral, Francisco y Juan
José, eran hermanos, además de sobrinos de Cardeña; José María Tamariz era hermano del
cura de Xico; el cura Joaquín Cardeña era primo del canónigo, y éste, a su vez, era tío de los
Corral y primo de José Ortega, y un tal Guzmán era pariente de José María Rivera, quien
era sobrino de Francisco Rivera.
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Vicente Vázquez Acuña, Perote, 16 de junio de 1812, en ibidem, c. 1, ff. 99v-105, y 99-99v.
34 Ortiz sostuvo algo un tanto distinto cerca de un año después de su primera declara-
ción, y que iba más acorde con lo expuesto por los demás socios, cuando declaró que el ju-
ramento que había prestado era el de “defender a la Religión Católica, Apostólica Romana
en todas sus atribuciones [...] no admitir ninguna dominación extranjera, defender la causa
que sostienen nuestros hermanos los europeos, resistir a los rebeldes insurgentes y a cual-
quier otro intruso, evitar la efusión de sangre socorriéndose mutuamente los socios y guardar
secreto de la existencia de la sociedad”. Declaración de Juan Bautista Ortiz, México, 8 de
septiembre de 1813, en ibidem, vol. 74, c. 13, f. 15v.
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llos a quienes querían pasar con los insurgentes a Naolingo, además de enviar a éstos armas y
recibir de ellos noticias. El boticario Joaquín Ruiz, quien fuera tesorero de la sociedad, amén
de prestar dinero para un banquete que se iba a ofrecer a Fiallo y a Ortiz, pagó a un correo
para que pasase a San Andrés Chalchicomula a enterarse del estado en el que se hallaban los
insurgentes. Varios de los socios proporcionaron armas a los insurgentes: el sastre Téllez y el
carpintero Lucido entregaron un fusil, mientras que Gabriel Rosso proporcionó una escopeta
y José Antonio Domínguez, quien también fungió como tesorero de la sociedad, una escopeta
y un fusil, además de unas pistolas y varias libras de pólvora. A su vez, el patriota Carlos
Guevara remitió a los insurgentes cartuchos de pólvora con Francisco Rivera, apodado “El
Naolingueño”, quien era dueño de una tienda y se ocupó de llevar diversos artículos a los
insurgentes, proporcionándoles pólvora y piedras de lumbre; su sobrino, José María Rivera,
les llevó pólvora. José Ortega, primo de Cardeña, llevaba y traía noticias de los insurgentes, y
en su casa se depositaban las armas y los caballos para quienes querían pasar a Naolingo. El
sargento Domínguez propuso apoderarse de las armas y de la pólvora del Regimiento del Fijo
al que pertenecía, sorprendiendo a la guardia, y también apoderarse de las autoridades de Ja-
lapa para establecer en la villa un nuevo gobierno. Igualmente propuso apoderarse del castillo
de Perote, para lo que disfrazaría a cincuenta hombres con los uniformes de su Regimiento, lo
que tampoco se lograría. A su vez, Cristóbal Capetillo intentó levantarse con la gente de los
ranchos de Zoncuautla, aunque sin éxito, mientras que Benito Ochoa fue encargado de le-
vantar gente en tierra caliente, lo que sí pudo verificar. Declaración de José Eugenio Jiménez,
Jalapa, 1o. de agosto de 1812, en ibidem, v. 74, c. 2, ff. 3-8v. Ochoa fue acusado más tarde de
estar encargado por la sociedad de degollar a las autoridades, lo que no pudo llevar a cabo,
al decir de sus acusadores, por haber sido tomado preso. Declaración de Francisco León de
Luna, Jalapa, 6 de abril de 1813 en ibidem, vol. 74, c. 11, ff. 3v-5v.
36 Alamán, Lucas, op. cit, t. III, p. 149.
37 Sobre algunos de ellos véase: Francisco Pérez, cura de Naolingo, a Juan Collado, 6 de
agosto de 1812, en Causa seguida al canónigo Ramón Cardeña, AGN, Infidencias, vol. 74, c.
1, ff. 83-84v.
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38 Por declaración de José María Tamariz sabemos que para su establecimiento se reunió
al pueblo y se efectuó una elección, en la que salió electo presidente el presbítero Mariano Gue-
vara, cura de Jilotepec, y como vocales el licenciado Apolbón, Domínguez, el propio Tamariz y
otro del que no se acordaba el nombre, y como secretario Juan José del Corral. Declaración de
José María Tamariz, Puebla, 29 de octubre de 1812, en ibidem, vol. 74, c. 12, ff. 2-4v.
39 Alamán, Lucas, op. cit., t. III, p. 149.
40 Mariano Rincón a Sebastián Fernández Bobadilla, Naolingo, 14 de julio de 1812, en
Causa seguida al canónigo Ramón Cardeña, AGN, Infidencias, vol. 74, c. 1, ff. 65-66.
41 Declaración de José María Tamariz, Puebla, 29 de octubre de 1812, en ibidem, c. 12,
ff. 2-4v.
42 Alamán, Lucas, op. cit., t. III, p. 234.
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c. 2, ff. 3-8v.
45 Declaración de Matías Martínez de Espinosa, Jalapa, 30 de mayo de 1812, en ibidem,
Juan Manuel Cotarro, Jalapa, 31 de mayo de 1812, y declaración de Inés de la Jara, Jalapa,
1º de junio de 1812, en ibidem, v. 74, c. 1, ff. 3-4; 4-4v, y 5v-6v.
47 Bustamante, Carlos María de, Cuadro histórico de la Revolución Mexicana, comenzada en
15 de septiembre de 1810 por el Ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, Cura del pueblo de los Dolores, en
el obispado de Michoacán, segunda edición, corregida y muy aumentada por el mismo autor,
México, Imprenta de J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, 5 vols., p. 145.
48 Alamán, Lucas, op. cit., t. III, p. 233 y 234.
49 Oficio de la Comisión Ejecutiva, Jalapa, 29 de mayo de 1812, en Causa seguida al
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tista Ortiz, México, 4 de noviembre de 1812, en ibidem, c. 6, ff. 2-2v, y c. 6, ff. 4-5.
54 Ignacio Antonio Salamanca, Jalapa, octubre de 1812, en ibidem, v. 74, c. 14.
55 El fiscal del crimen Juan Ramón Osés, México, 19 de octubre de 1812, en ibidem, c. 1,
ff. 115v-120v.
56 Escrito de Ramón Cardeña al presidente y vocales de la Junta de Guerra, Jalapa, 4 de
ff. 19-19v.
58 Juan Collado a Juan Camargo, Jalapa, 12 de junio de 1812, en ibidem, v. 74, c. 1, f. 38.
59 Oficio del conde de Castro Terreño al virrey Francisco Xavier Venegas, Puebla, 2 de
y escrito de fray Domingo Barreda al virrey Francisco Xavier Venegas, México, 5 de noviem-
bre de 1812, en ibidem, v. 74, c. 1, ff. 124-125, y 127-129v.
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la falta de permiso no fue obstáculo para sus frecuentes salidas, por lo que, a
principios de 1813, se le trasladó al convento de Betlemitas.61
El largo proceso seguido al canónigo no terminó en la ciudad capital:
para enero de 1816 y por haberlo decidido el rey, Cardeña fue enviado a
Guadalajara a disposición de su obispo pero, aparentemente, no llegó a dic-
társele sentencia.62 Esto se debió en buena medida a que no se le pudo probar
nada de manera definitiva, a pesar de las graves denuncias presentadas en su
contra y de los serios indicios con que contaban las autoridades respecto a
su conducta infidente.63 Hubo, sin embargo, numerosos testigos que habla-
ron en su defensa, en particular los llamados a declarar por Cardeña mismo,
cuya uniformidad en sus declaraciones hace ver que, además de estar todos a
favor del canónigo, se hallaban muy bien aleccionados.64 El propio Cardeña
intentó demostrar su inocencia en sus declaraciones y alegatos, negando todo
lo referente a sus relaciones con los insurgentes e insistiendo en que los prin-
cipios y las providencias de la sociedad de Jalapa eran en apoyo del gobierno
realista.65 Pero quizá lo que más pesó para que no se le castigara con mayor
rigor fue el poco éxito que lograron sus trabajos y los de la sociedad de Jalapa.
El movimiento insurgente no llegó a alcanzar por entonces una verdadera
cohesión en la región de Veracruz y la insurgencia organizada sufrió con el
tiempo severas derrotas, lo que hizo que esfuerzos como los emprendidos por
la sociedad jalapeña dejaran de tener sentido.
Para terminar con lo ocurrido en Jalapa, me referiré a un asunto que destaca
por su muy particular interés en relación con esa nueva forma de organización
política que fueron las sociedades secretas. En descargo por haber formado par-
te de este tipo de asociaciones, muchos de los iniciados alegaron haberlo hecho
a imitación de los europeos de la villa, los cuales también se reunían en secreto.
Así, el canónigo Cardeña declaró que aceptó el sigilo y la clandestinidad dentro
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1, ff. 99v-105.
67 Declaración de Juan Bautista Ortiz, México, 8 de septiembre de 1813, en ibidem, v. 74,
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I. PREÁMBULO
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Es obligado hacer una breve mención de los antecedentes del presente tex-
to. Dedicada, en la década de 1980, al estudio de los empresarios mercantiles
que tuvieron el liderazgo económico novohispano durante la segunda mitad
del siglo XVIII, me interesé por investigar a quienes –integrantes del sector
productivo– se identificaron con los principios de la Ilustración. Una Ilustración
asociada al cultivo de las ciencias y artes útiles. Esto me llevó a emprender un
estudio prosopográfico de 545 individuos que, residentes en Nueva España, se
inscribieron a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (RSBAP).1
Entre las conclusiones derivadas de ese trabajo, afirmé que los miembros
novohispanos de la RSBAP, formaron parte sustantiva de la generación ilustra-
da en cuyo seno surgió aquella que consolidó la Independencia y le correspon-
dió la construcción del México nacional. Asumí entonces el reto de identificar a
la generación cuyos miembros abrevaron las luces en el interior de los hogares o
de las voces de mentores miembros de la RSBAP. Con ese objetivo, me aproxi-
mé al estudio de la Imperial Orden de Guadalupe, porque entre sus miembros,
quedaron identificados quienes –apenas firmada la Independencia– fueron re-
conocidos como actores significativos en los movimientos de insurgencia dirigi-
dos por Hidalgo, Morelos y Guerrero. Pero, también identifiqué a los realistas
que se unieron al Plan de Iguala, participaron en la proclamación de la Inde-
pendencia y, más tarde, fueron actores protagónicos del México nacional. Los
primeros avances a ese propósito fueron difundidos en 2010.2 Dilucidado ese
conjunto social, conviene identificar, entre los actores de la Independencia y los
constructores de la nación mexicana, a los participantes en las logias masónicas
que tuvieron un papel significativo en el devenir político de México. En el pre-
sente texto, además de reiterar algunas afirmaciones sobre la Orden Imperial
de Guadalupe, ofrezco algunos avances a este propósito.
La historiografía mexicana del siglo XX que podemos calificar como “ofi-
cial”, porque en mucho fue impulsada y divulgada por el Estado mexicano, puso
escasa atención e incluso condenó el pasado hispánico y la concepción de un mo-
delo monárquico para nuestro país. Poco se preocupó por estudiar a la sociedad
novohispana que fue testigo del empeño colectivo por lograr la emancipación de
la monarquía, y, específicamente, a la sociedad que le correspondió el tránsito al
México nacional. La investigación sistemática de la Junta provisional gubernati-
1 Torales Pacheco, María Cristina, Ilustrados en la Nueva España: los socios de la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País, México, Colegio de las Vizcaínas-Real Sociedad Bascongada
de los Amigos del País-Universidad Iberoamericana, 2001.
2 Una primera versión de lo mencionado en este artículo fue publicada con el título: “La
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va, del Primer Congreso Constituyente y del Primer Imperio, son prácticamente
asignaturas pendientes en nuestra historiografía. El estudio prosopográfico de
quienes fueron condecorados con la Imperial Orden de Guadalupe puede ser un
muy buen punto de partida para impulsar los estudios al respecto.
Son numerosos los individuos que recibieron la insignia de la Orden Im-
perial de Guadalupe que han pasado inadvertidos en la historiografía. La
aproximación a cada uno de ellos nos permite apreciar la complejidad y di-
versidad social e intelectual de quienes configuraron el modo de ser político
y cultural del México de la primera mitad del siglo XIX. Su estudio nos
permite evidenciar que las grandes diferencias entre éstos explican, entre
otros asuntos, la fractura inmediata del grupo luego de la firma del Acta de
Independencia, el efímero imperio de Iturbide y la búsqueda de la opción
republicana de inspiración anglosajona.
Para comprender esta condecoración hay que reconocer el contexto en
el que surgió y la mentalidad de los mexicanos de entonces. Específicamente,
debemos tener presente el Regio Patronato vigente durante trescientos años
en el reino de Nueva España. Esto nos permite afirmar que, en la mentali-
dad de los novohispanos recién independizados de la monarquía española,
no es posible concebir una separación entre la Iglesia católica y el gobierno
monárquico. El corporativismo imperante en la sociedad novohispana, como
herencia y tradición hispánica de la sociedad católica, habría que apreciarlo
como una fortaleza de la sociedad recién independizada y no como un lastre
que impidió la modernidad acorde al modelo liberal del México nacional.
Es obligado reconocer que entre las elites ilustradas novohispanas estaban
funcionarios del gobierno, miembros de la jerarquía eclesiástica y el ejército;
individuos de la nobleza y muchos de los que poseían los principales medios
de producción: comercio, minas y tierra. Especial interés debemos tener en
un signo característico de la Ilustración de los individuos de esa época: el
aprecio y reconocimiento de su amor patrio.
A diferencia de lo que ha afirmado la historiografía por influencia del
liberalismo que privilegió la individualidad sobre la corporatividad, la socie-
dad novohispana manifestó su comunión con las luces por medio de su ser
corporativo. Los novohispanos fortalecieron su cohesión y sentido de cuerpo
en su aspiración por el bien público; fomentaron el amor patrio, recono-
cieron la educación como el camino a la felicidad. Asumieron la práctica
de las artes y de las ciencias útiles al servicio de la sociedad y se valieron de
una pedagogía de premios y castigos.3 Sentido de corporeidad, amor patrio
y valoración y reconocimiento del bien público son particularidades de los
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Las condecoraciones con las que podemos asociar la Imperial Orden fueron
otorgadas en reconocimiento a los servicios específicos a la monarquía, entre
otros, la defensa de sus principios de gobierno y de sus territorios. Los vasallos
condecorados eran quienes habían actuado en favor de su rey, con la palabra,
con la letra impresa, con las armas, etcétera. Entre los méritos que fueron
valorados entonces se incluyeron las aportaciones monetarias en favor de la
Real Hacienda, en tiempos de guerra o en crisis económicas. Eran condeco-
raciones para la sociedad en general y no exclusivas para los miembros de la
nobleza. Los monarcas las concibieron para distinguir a individuos que, aún
lejanos a la Corte, se destacaron por defender los intereses reales.
Debemos estudiar la Orden Imperial como equivalente a las iniciativas
de la monarquía española surgidas para distinguir a los vasallos que le mani-
festaron su apoyo y le ofrecieron sus servicios en favor de sus principios secu-
lares. Entre estas condecoraciones podemos citar aquí la Orden de Armiño.
El rey Fernando V la instituyó en 1463 para los vasallos napolitanos que
defendieron su territorio en favor de la corona de Aragón. Otra que puede
considerarse antecedente de la Orden Imperial de Guadalupe, es la Real y
Distinguida Orden Española de Carlos III, instituida el 19 de septiembre de
1771, con motivo del feliz parto del primogénito del Príncipe de Asturias, a
quien se le nombró Carlos Clemente Antonio. Con esta orden la monarquía
reconoció a los ministros, prelados y miembros de la nobleza; a generales y
almirantes, e, incluso, a empresarios que mostraron su identificación con el
monarca. Hubo entre los condecorados individuos residentes en la Península
Ibérica y en los virreinatos y gobernaciones allende el Atlántico. Para ser
distinguido con esta condecoración se exigió a los aspirantes comprobar su
limpieza e hidalguía.6
Otras condecoraciones que precedieron a la Orden Imperial de Guadalupe
fueron las dos órdenes militares españolas reconocidas como “de mérito”.
La Real Orden de San Fernando, instituida por las Cortes de Cádiz, en su
Decreto LXXXVIII de 31 de agosto de 1811. Con ésta, los diputados en
Cortes pretendieron reconocer a los militares que se destacaron en la defensa
de la monarquía española. Cabe añadir que, restituido en el trono Fernando
VII, refrendó la decisión de las Cortes en su Real decreto de 28 de noviembre
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7 “La Real Orden de San Fernando”, Asociación de Amigos de la Defensa del Alcázar de Toledo y
del Museo del Ejército, 7 de octubre de 2017, http://elalcazar.org/rosf.htm. “Orden de San Hermene-
gildo”, Reales y Militares Órdenes, 7 de octubre de 2017, http://www.rmo.mde.es/ordensherme/historia..
8 Institución de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Madrid, Imprenta Real 1815,
artículo 9.
9 Alamán, Lucas, Historia de México, México, Jus, 1990, t. 5, p. 294.
10 Sus nombres fueron publicados en la Gaceta de México el 23 de marzo de 1816.
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Veo por la 1ª que le había parecido bien mi ánimo de que llegasen a noticia
de su majestad mis cortos méritos, y las solicitudes que había hecho para el
grado de Teniente Coronel, y las cruces de Carlos 3º, y de doña Isabel la Ca-
tólica, y que esperaba fuese yo comprendido en alguna de ellas cuando llegase
nuestra reina a casarse.13 Por tanto favor, y por su eficacia, le quedo a vuestra
merced sumamente reconocido, esperando que con su influjo se logre: y ojala
fuese el grado de Teniente Coronel, que es lo que más me gusta: Sirviéndole
de gobierno que desde junio último soy Capitán efectivo.14
Las gestiones tuvieron éxito, Gabriel Manuel obtuvo lo que prefería: fue
ascendido a Teniente coronel. Se sabe que, meses después, su primo y cuña-
do, José María Icaza, envió sus papeles para obtener la condecoración de la
Orden de Isabel la Católica. La madre de Gabriel Manuel y suegra de José
María, Margarita de Yraeta, le escribió al General Mendizábal pidiéndole su
intervención:
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Mi muy estimado primo: Don José María de Ycaza, casado con mi hija ma-
yor María Josefa, manda en esta ocasión los documentos más completos en
apoyo de la solicitud que hace a su majestad, como instruirá por extenso la
persona que pondrá ésta en manos de vuestra merced; y amándolos tierna-
mente como hijos acreedores a todo mi cariño, me intereso, como madre, en
que tengan efectos sus deseos, por el bien que a ellos, y a sus hijos, mis nietos,
les resulta: Pero no debiendo confiar tanto en los méritos y servicios que expo-
ne, cuanto en el poderoso influjo de vuestra merced, no dudo que tendrán su
complemento, tomando vuestra merced por suya la pretensión, como lo espe-
ro de su favor, y pruebas inequívocas que le debemos de su singular afecto.15
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16 Estatuto de la Imperial Orden de Guadalupe que propuso a S.M. la Suprema Junta Provisional
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la cruz sin el águila. Los estatutos asentaron con detalle las características
de las insignias para cada miembro, quiénes podían serlo y el número de
eclesiásticos que podrían ingresar en la orden. Para el gobierno de la orden,
se dispuso un gran Canciller, un secretario y un tesorero. Asimismo, se con-
sideró la importancia de contar con recursos económicos para los gastos de
la orden, tales como la factura de las insignias, erogaciones relativas a las
celebraciones religiosas, edificios y alhajas para “el decoro y servicio de la Or-
den”, etcétera. Para ese propósito, los Grandes Cruces aportarían 500 pesos;
200 pesos los numerarios y 100 los supernumerarios.
¿A quiénes se les condecoró? La lista de quienes fueron distinguidos como
miembros de la Orden Imperial nos revela el orden social estamentario reco-
nocido al momento de la consolidación de la Independencia. Iturbide, como
Gran Maestre, tuvo el privilegio de incorporar a la lista de Grandes Cruces,
entre otros, a su padre, SS.AA., el príncipe del Imperio, y a sus tres hijos el
Príncipe de la Unión, y los príncipes mexicanos Ángel y Salvador. Cabe men-
cionar que también se le otorgó la insignia de Gran Cruz al padre de la em-
peratriz, el empresario vallisoletano Isidro Huarte. En calidad de numerarios
fueron incorporados José Ramón Malo e Iturbide, sobrino del emperador, y
Ramón Huarte, intendente de Valladolid y después de la independencia, jefe
superior político de Michoacán.
De la jerarquía católica, en calidad de Grandes Cruces fueron incorpo-
rados los doctores Juan Ruiz Cabañas, obispo de Guadalajara; Joaquín An-
tonio Pérez, obispo de Puebla; Manuel Isidro Pérez, obispo de Oaxaca; fray
Ramón Casaus, arzobispo de Guatemala y fray Nicolás García, obispo de
Nicaragua.
En la relación de Grandes Cruces aparecen –después de los jerarcas de la
Iglesia– los Secretarios de Estado del Imperio, hombres de confianza de
Iturbide: José Manuel de Herrera, del Despacho Universal de Relaciones
Interiores y Exteriores; José Domínguez, del Despacho Universal de Justicia
y Negocios Eclesiásticos; Manuel de la Sota Riva, del Despacho Universal de
Guerra; Antonio Medina, del Despacho Universal de Hacienda.
Sigue en la lista de Grandes Cruces la jerarquía militar y los consejeros de
estado: Pedro Celestino Negrete, Decano del Consejo de Estado y Teniente
General de los Ejércitos Imperiales; Anastasio Bustamante, Capitán Gene-
ral de Provincias Internas; Luis Quintanar, Capitán General Interino de la
Provincia de México; Domingo Estanislao Loaces, Capitán General de
la Provincia de Puebla; Vicente Guerrero, Capitán General en el rumbo
del Sur; Alejo García Conde, General de División; Melchor Álvarez, Ca-
pitán General de Mérida, y Miguel Cavaleri, Intendente del Ejército. Los
Consejeros de Estado fueron el alférez real José Mariano Almanza, Manuel
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Barragán, quien fue nombrado Ministro de Guerra por Santa Anna –cabe
mencionar que éste lo dejó como presidente interino en un breve periodo
1835-1836–. José María Calderón, gobernador interino y más tarde Cons-
titucional del Estado de Puebla. Manuel Rincón, quien, entre otros cargos,
fue Secretario de Guerra, Gobernador de Veracruz, Presidente del Superior
Tribunal Militar, Segundo Jefe del Ejército de Oriente durante la invasión
estadounidense y Comandante General de México.
Podemos afirmar aquí que, de una primera aproximación prosopográfica,
observamos que el Congreso y el emperador no se limitaron a condecorar
a un grupo homogéneo. En la relación de miembros podemos apreciar la
diversidad ideológica, social y económica de los condecorados. Eligieron
individuos vecinos en distintas partes del territorio, e incluso, hubo interés
por incorporar a algunos europeos que se distinguieron por su liderazgo in-
telectual. Ejemplo de éstos es Andrés Manuel del Río, mineralogista, quien
representó a Nueva España en las Cortes en 1820, quedó a cargo de la direc-
ción del Colegio de Minería cuando Fausto Delhúyar retornó a Europa y, al
tiempo que lo condecoraron, fue reconocido como Introductor de Embaja-
dores. Del estudio prosopográfico, podemos afirmar que, entre los condeco-
rados, identificamos a los más relevantes actores políticos del Virreinato y a
quienes participaron activamente en el México nacional de la primera mitad
del siglo XIX, tanto los que se distinguieron por su convicción monárquica
como los que más tarde optaron por el modelo republicano.
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pero sí nos informa que se hizo a costa del impresor Joseph Desnoues, de E.
Bliss y E. White. En cambio, la edición publicada en la ciudad de Filadelfia,
por H.C. Carey & I. Lea, nos revela en el título quién fue su autor: El Moni-
tor de los masones libres ó Ilustraciones sobre la masonería por Tomas Smith Webb, gran
maestro pasado de la Gran Logia de Rhode Island, traducido del inglés al español. Estas
ediciones, nos dejan ver cómo, mediante su patrocinio, los masones estadou-
nidenses manifestaron el interés por sumar a los iberoamericanos a las filas
de la masonería. Cabe mencionar que, hacia 1860, el texto se continuaba
publicando en español. (Argentina). Podemos asegurar que quienes se propu-
sieron difundir la obra, lo lograron. Tenemos certeza de que en México fue
difundida. Los ejemplares consultados son testimonio de esto. El publicado
en Nueva York17 fue de Francisco Tijerina, diputado propietario del primer
Congreso constituyente del estado de Nuevo León, en 1824.18 La edición de
Filadelfia incluye manuscrito lo siguiente: “Del H :. C:. De O:. Y O:. Patria”.
Una primera lectura de la edición de Nueva York es reveladora de las
aspiraciones de los francmasones al tiempo de la consolidación de nuestra
independencia. El Prefacio inicia:
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gente a los enemigos, sufrir el mal, no mezclarse en los negocios ajenos, vivir
para Dios, aprender á morir para el mundo, e imitar al ser supremo en la be-
neficencia. Tales son los principios que inculca el Instituto Franc-Mazónico;
cuyas cualidades características están fundadas en las tres sublimes virtudes
Fe, Esperanza y Caridad.
19 Este documento y los siguientes citados forman parte de la colección del maestro
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concentrar los votos de los Estados en los patriotas Bustamante y Esteva que
hemos designado para que cualquiera de los dos sea nombrado en unión del
general Vicente Guerrero.”
En otra epístola firmada el mismo día 15 del 5o. mes y dirigida también
a la Logia Apoteosis de Hidalgo, Herrera y Palomino manifestaron cómo los
enemigos, para impedir que las legislaturas de los estados votaran por Vicen-
te Guerrero como segundo presidente de la República, decidieron difundir
en las legislaturas de los estados que “aquel patriota digno de eternizarse para
consuelo y gloria de los mexicanos” había fallecido. Les propusieron que no
se dejaran sorprender y les comunicaron:: “el Gral. Guerrero disfruta buena
salud y cada vez se retardan y debilitan los ataques que suele padecer de re-
sultas de la última herida que recibió en defensa de la Patria”.
El 19 del mismo mes 5o. del año masónico de 5828, Herrera y Palomi-
no, manifestaron cómo Miguel Ramos Arizpe, junto con otros individuos,
aspiraba que las legislaturas de los estados votaran para la presidencia de
la República en favor del Ministro Manuel Gómez Pedraza, miembro del
partido escocés. Contrarios a ese propósito, solicitaron a los masones de la
Logia Apoteosis de Hidalgo que impidieran que en Chihuahua prosperaran
las “intrigas de Ramos Arizpe”.
Conviene decir que Gómez Pedraza y Ramos Arizpe también habían
sido condecorados con la Orden Imperial de Guadalupe. No obstante que en
las elecciones fue electo presidente Gómez Pedraza, sabemos que Lorenzo de
Zavala y José María Lobato, brigadier del Ejército –este último también años
antes condecorado con la Orden Imperial– le impidieron tomar posesión de
su cargo y, en cambio, apoyaron a Vicente Guerrero como presidente sucesor
de Guadalupe Victoria.
Estas epístolas son un testimonio de cómo, desde los primeros años del
México independiente, los actores de la consolidación de Independencia que
fueron condecorados con la Orden Imperial estaban divididos ideológica-
mente, pero también nos devela cómo las logias masónicas tuvieron un papel
sustantivo en el devenir político nacional desde las elecciones para elegir al
segundo presidente de la República y acentuaron las divisiones e incluso las
fracturas entre quienes consolidaron la Independencia.
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I. MASONERÍA Y CRISTIANISMO
de Iturbide, México, 1846, p. 89, citado en Martínez Albesa, Emilio, La Constitución de 1857. Ca-
tolicismo y liberalismo en México, tomo I: Del Reino borbónico al Imperio iturbidista, 1767-1822, México,
Porrúa, 2007, p. 377. El texto citado data de 1838.
127
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Londres en 1717 permite sospechar que es posible que sí tengan algo en común,
aunque ello no sea necesariamente lo convenido en aquella ocasión.
La masonería especulativa nació en un contexto histórico de división hostil
entre confesiones cristianas, las cuales pretendían suplir, o al menos completar,
en la tarea en la cual, según los iniciadores de esta masonería, habían
fracasado: unir a los hombres. La masonería aspiraba a ser “el Centro de Unión
y el medio de conciliar verdadera Fraternidad entre personas que hubieran
permanecido perpetuamente distanciadas”5 precisamente porque su diferente
confesionalidad religiosa les impediría entablar amistad. Representó un intento
de respuesta y de superación del pluralismo religioso y cultural por medio del
esoterismo y del racionalismo naturalista. Así, el fenómeno masónico es una
modalidad gnóstica de secularización del cristianismo, pero revestido con el
léxico de los viejos gremios de la construcción y enriquecido por una mitología
con pretensiones históricas que se inspira en una interpretación fantástica de
pasajes y personajes bíblicos, así como en fábulas sobre imaginarios secretos
de los templarios6 y de los quiméricos rosacruces.7 Su objetivo es alcanzar –
para este mundo temporal y mediante una suerte de atajo esotérico– aquella
meta de comunión universal que el cristianismo predica de la filiación divina
de todos los seres humanos con Cristo como fruto escatológico; a su vez,
este fenómeno predica que la razón natural es fruto de la tolerancia en este
mundo. Las masonerías interpretan la masonería como un proceso gradual de
formación humana con vistas a preparar hombres capaces de propiciar una
fraternidad universal; se trata entonces de un método o arte pedagógico.
El masón aspira a llegar a pulir su propia mentalidad, actitud y
comportamiento para que pueda insertarse como una perfecta piedra cúbica
en la edificación de la ideal gran catedral de la humanidad (de acuerdo con
la jerga arquitectónica tomada del gremio de los constructores o masonería
operativa, precedente a la especulativa); esta depuración personal la va
efectuando de manera progresiva mediante el diálogo dentro de la logia y
por medio de las sucesivas ceremonias rituales de tipo iniciático que le dan
acceso a un supuesto saber escondido al resto de los hombres. Las masonerías
se definen como orden, un término cuyas raíces pertenecen a una época de
distinciones de categorías de personas hoy ya superada, pero que contribuye
vigne, Massimo (ed.), Massoneria e religioni, Turín, Editrici Elle Di Ci, Leumann, 1994, pp. 63-77.
7 Véase Introvigne, Massimo, “Che cos’è la massoneria”, en ibidem, pp. 15-19.
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lhistoriamasoneria/3documentos_fundacionales/institucion%20de%20los%20francmasones%201725.htm.
9 Véase “La Chiesa e la massoneria oggi”, La Civiltà Cattolica, IV/3393, 1991, pp. 217-227,
en Congregazione per la Dottrina della Fede, Dichiarazione circa le associazioni massoniche (23 [sic]
novembre 1983). Testo e commenti, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2015, pp. 29 y
30; apoyándose en la obra de Faÿ, Bernard, La massoneria e la rivoluzione intellettuale del Settecento, de
1935. No faltan rituales que expresamente indican la superioridad masónica en la enseñanza de
la moral más apta para formar al hombre para la sociedad, para la patria y para sí mismo: véanse
Pellicciari, Angela, I Papi e la massoneria, Milán, Ares, 2007, p. 20 (traducción nuestra); “La Chiesa
e la massoneria oggi”, La Civiltà Cattolica IV/3393, 1991, en Congregazione per la Dottrina della
Fede, op. cit., p. 33, citando al masón Giuliano Di Bernardo: “La idea de perfección masónica está
vinculada necesariamente solo con un ideal de mejora del hombre desde un punto de vista esen-
cialmente ético [...] y limitado solo al campo de las posibilidades humanas” (traducción nuestra);
y Conferencia Episcopal Filipina, Líneas guía sobre la masonería, 2003, véase en en Congregazione
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per la Dottrina della Fede, op. cit., pp. 55-73; La masonería “busca la perfección del hombre solo
en el desarrollo de sus virtudes naturales” sin dar espacio a la gracia (traducción nuestra) p. 58.
10 No debe malinterpretarse aquí el término griego ἀπόκρυφοι, generalmente traducido
por “escondidos”, en el sentido de cosas ocultas para no ser descubiertas por todos, sino que
debe entenderse como que todo el conocimiento se encuentra contenido, encerrado, en la
persona de Cristo, de forma que no es necesario buscarlo en otra parte. Este misterio de Cris-
to ya se nos ha revelado (Col 1, 26; Ef 3, 3-6), si bien no todo su contenido está desvelado, ya
que el hombre ha de abrirse a su conocimiento por medio del Espíritu Santo que Él mismo le
ha entregado precisamente para hacer posible este pleno descubrimiento de lo que ya está en
Él presente y revelado, pero que no resulta aún evidenciado al hombre (véase Jn 16, 12-14).
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y radicalizó sus posiciones libertarias. Sus últimos dos años de vida los pasó
sumido en la pobreza, en la bebida y en la enfermedad.
A finales del siglo XVII, los masones –quienes habían comenzado a reci-
bir en sus logias a hombres ajenos al mundo de la construcción: los aceptados no
operativos– eran vistos con sospecha por algunos. Sus reuniones secretas entre
personas sin una clara homogeneidad comenzaban a hacerlos impopulares
en algunos sectores, pese al prestigio del que habían gozado y que todavía
conservaban en muchas partes. Jasper Ridley recoge el caso de un folleto de-
nigratorio que circuló en Londres en 1698, cuyo autor parece haber sido un
tory anglicano.14 A mediados de la segunda década del siglo XVIII, durante
el final de la Guerra de Sucesión española, el ascenso al trono de Jorge I y la
sofocada rebelión jacobita escocesa –un contexto políticamente delicado para
los ingleses, y, en particular, para los whigs, quienes querían asegurarse las
riendas del gobierno–, unos masones decidieron la federación de cuatro logias
londinenses en febrero de 1717, y establecieron la Gran Logia de Londres el
24 de junio, la cual tendría a la cabeza un gran maestro y dos grandes vigilan-
tes, elegidos anualmente en esos primeros tiempos. Este acontecimiento debe
contextualizarse en la evolución histórica de las logias masónicas como forma
de sociabilidad; en la hostilidad entre confesiones religiosas de la época; en
los contrastes entre Inglaterra y Escocia y entre los partidarios de los Hanno-
ver y los jacobitas; en las rivalidades políticas entre whigs y tories y entre whigs
moderados y radicales„ en la relación entre Gran Bretaña y sus colonias, y en
la pugna entre Gran Bretaña y Francia por la hegemonía.
Entre los masones libres y aceptados que dieron origen a la masonería
especulativa, destacan el ministro anglicano Jean-Théophile Desaguliers
(1683-1744), instalado en la alta sociedad y apasionado de la ciencia empí-
rica, hijo de un pastor hugonote francés, quien de niño tuvo que huir con su
familia de La Rochelle a Inglaterra a consecuencia de la revocación del edicto
de Nantes, por Luis XIV de Francia, en 1685, y el pastor presbiteriano James
Anderson (1674-1739), quien, a pesar de su origen escocés, era partidario de
los Hannover.15 Ridley ve probable que Desaguliers –quien desde niño había
sufrido en carne propia las desavenencias religiosas confesionales, y que se vio
obligado a huir de un acto de intolerancia de un monarca católico– aspirase
a fomentar, por medio de la masonería, el desarrollo en la sociedad de un
deísmo tolerante que la liberara de pleitos entre protestantes y católicos.16 Los
14Idem.
15Andrés, Juan Ramón de (ed.), El surgimiento de la Masonería: Eugene Michael Jones, Saar-
brücken, Editorial Académica Española, 2015, p. 100.
16 Ridley, Jasper, op. cit., pp. 62-66.
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mayúsculas y cursivas.
20 Creencia en un Dios personal creador que interviene en la marcha del mundo y en la
vida del hombre (monoteísmo), o en varios dioses que son personales e intervienen (politeísmo).
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Pucci Cipriani Editore Firenze, 1973, p. 22. La traducción española tomada de Ullate Fabo,
José Antonio, El secreto masónico desvelado, Madrid, Libros Libres, 2007, p. 59, y de Bárcena,
Alberto, Iglesia y masonería. Las dos ciudades, Madrid, Ediciones San Román, 2016, p. 44, quie-
nes citan las palabras como de Laj sin advertir que éste citaba a Nathan.
22 Citado en Giantulli, Florido, op. cit., p. 22. Traducción nuestra. Pertenece al texto de
en Guerra Gómez, Manuel, Algunos objetivos de la masonería en la celebración del tercer centenario de su
fundación (3 de junio 2016), 12 de mayo de 2017, https://infovaticana.com/blogs/wpcontent/
uploads/sites/3/2016/06/blogmasonfrances.pdf.
24 Por ejemplo, Javier Otaola Bajeneta (nacido en 1956), ex gran maestro de la Gran Logia
Simbólica Española y miembro del Supremo Consejo Masónico de España anota: “No es un
concepto teológico, sino una imagen, solo un símbolo”, citado en Guerra Gómez, Manuel, Algu-
nos objetivos de la masonería… cit.
25 Serrano, Florencio y Altarriba, Francesc Xavier, La Masonería. Una Orden Iniciática,
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masonería” (1o. de junio de 1980), véase en Congregazione per la Dottrina della Fede, op.cit. p.
48.
30 Constituciones de los Franc-masones (17 de enero de 1723), op. cit., p. 28.
31 Introvigne, Massimo, “Che cos’è la massoneria”, op. cit., pp. 25 y 26.
32 Los discursos de Andrew M. Ramsay (1736-1737), Museo Virtual de Historia de la Masonería,
op. cit.
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desde 1724 y con certeza en 1732–33 presenta esta nueva versión, todavía más
elocuente:
Un masón está obligado por su título [a] obedecer a la ley moral en tanto
que verdadero noaquita [seguidor de Noé] y si comprende bien la profesión,
él no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso ni actuará en
contra de su conciencia. En los tiempos antiguos, los masones cristianos
eran llamados a actuar de acuerdo con las costumbres cristianas de cada país
donde ellos viajaban. Pero la masonería existente en todas las naciones, aun
de religiones diversas, lleva a que los masones adhieran a la religión según la
cual todos los hombres están de acuerdo (dejando a cada hermano sus pro-
pias opiniones), es decir, ser hombres de bien y leales, hombres de honor y de
probidad, cualquiera sean los nombres, religiones o confesiones que ayuden
a distinguirlos: pues todos se articulan sobre los tres artículos de Noé suficien-
tes para preservar el fundamento de la Logia. De este modo la Masonería es
el centro de la unión y el feliz medio de unir a las personas, quienes, de otro
modo, habrían permanecido perpetuamente desconocidas entre sí.34
Traducción nuestra.
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El Masón ha de ser pacífico súbdito del Poder civil doquiera resida o trabaje,
y nunca se ha de comprometer en conjuras y conspiraciones contra la paz
y bienestar de la nación ni conducirse indebidamente con los agentes de la
autoridad [...]. Así que si un hermano se rebela contra el Estado, no se le ha
de apoyar en su rebelión, aunque se le compadezca por tal desgracia; y si no
está convicto de ningún crimen, aunque la leal Fraternidad deba condenar la
rebelión y no dar al Gobierno el menor motivo de recelo ni asomo de funda-
mento sobre el particular, no podrán expulsarlo de la Logia y su relación con
ella permanece incólume (Deber 2º).
Por lo tanto, no se habrán de promover disputas ni discusiones en el re-
cinto de la Logia y mucho menos contiendas sobre religión, nacionalidades y
formas de Gobierno, pues como masones sólo pertenecemos a la religión uni-
versal antes citada y también somos de todas las naciones, razas y lenguas, y
nos declaramos contra toda política, que nunca condujo ni conducirá al bien
de la Logia. Este Deber se ha mantenido y observado siempre estrictamente;
pero especialmente desde la Reforma en Britania y la secesión de la iglesia
romana (Deber 6º, 2).36
36Constituciones de los Franc-masones (17 de enero de 1723), op. cit., pp. 24, 25 y 28.
37Se fundarán pronto logias en América y en Asia: Antigua (1728), Bengala (1729),
Calcuta (1730), Boston (1733), Jamaica (1742), Madrás (1752), Bombay (1758).
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38 Andrés, Juan Ramón de, op. cit., p. 101. En Inglaterra, favorecieron al gobierno whig enca-
bezado por Robert Walpole (1676-1745; primer ministro, 1721-1742), quien no era masón, pero
cuyo hijo Horace (1717-1797) sí lo fue. Sobre Horace Walpole, véase Ridley, Jasper, op. cit., p. 70.
39 Constituciones de los Franc-masones (17 de enero de 1723), op. cit., p. 28.
40 Andrés, Juan Ramón de, op. cit., pp. 128 y 129.
41 Ridley, Jasper, op. cit., p. 70.
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(cf. Gn 41, 45) que los creadores del ritual confundieron con una divinidad
del antiguo Egipto–.43 Por lo tanto, se trata de una evocación por vía del
sincretismo religioso de aquella religión natural que comentamos, todo lo más
deísta y, como aquí vemos, nada respetuosa del teísmo. Más allá del deísmo y
del sincretismo, hay también masonerías con ceremonias luciferinas, es decir,
donde se rinden honores o se hacen referencias a Lucifer, presentado con
rasgos positivos.44 Algunos masones establecen una diferencia entre Lucifer y
Satanás, por lo cual admiten el luciferismo y rechazan el satanismo. También
en algunos rituales masónicos –parece que en el grado 29 del tan difundido
Rito Escocés Antiguo y Aceptado– encuentra espacio Baphomet, una especie
de deidad andrógina monstruosa, presentada como portadora de la luz –en
relación con Lucifer– y contrapuesta a la cruz.45
¿Qué nos dicen los masones sobre su compatibilidad con el cristianismo
confesional? En general, sostienen la compatibilidad desde la idea de que las
confesiones son respetadas por la masonería como cuestiones de conciencia
personal. Quizás esta reducción de lo confesional a la conciencia personal
puede compaginarse con la visión protestante del libre examen y ser consen-
tida por confesiones protestantes, para las cuales la dimensión comunitaria
de la fe no tiene el mismo valor teológico que para otras –las cuales requieren
una visibilidad de su iglesia a partir de una sociedad eclesial independiente,
como la católica– y para las que, conforme con el erastianismo, su sociedad
eclesial viene sostenida desde la sociedad política. Ahora bien, la ambigüedad
con la que se habla de la religión en la Constitución de Anderson ha permi-
tido que, en el devenir histórico, haya periodos –como los del paso del siglo
XIX al XX– en los que los masones insistan más en la incompatibilidad entre
la religiosidad masónica y las comunidades confesionales cristianas –tal como
éstas se conciben a sí mismas–, y otros periodos, como el actual, en los que in-
sistan más en la compatibilidad entre la religiosidad masónica y la conciencia
personal de pertenencia a una determinada comunidad confesional cristiana.
La primera posición presenta a la masonería como opción religiosa, desde la
etérea religiosidad masónica, tildando de superstición la confianza en las doc-
trinas y prácticas de una confesión, mientras que la segunda afirma que nada
tiene que ver con la religión, desde la concepción de la religión como estricta
opción particular de modalidad de relación con la divinidad. Ambas posicio-
nes son manifestaciones históricas de una misma ideología que asume la idea
43 Ridley, Jasper, op. cit., pp. 114-117; Cierva, Ricardo de la, Los signos del anticristo. Iglesia,
masonería total y poderes ocultos ante el tercer milenio, Getafe, Fénix, 1999, pp. 136-139; Guerra Gó-
mez, Manuel, Algunos objetivos de la masonería…, cit., e Introvigne, Massimo, op. cit., pp. 23-25.
44 Bárcena, Alberto, op. cit., pp. 33-50.
45 Ibidem, pp. 36 y 37.
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gazione per la Dottrina della Fede, op. cit., pp. 66 y 67 (pregunta 34). Mackey practicaba el
Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
51 Idem. De su libro Signs and Symbols of Primordial Man (Londres ,1910 y Nueva York, 1912).
52 Revista Lumen, febrero de 1954 y 1955, citada en Giantulli, Florido, op. cit., p. 16. Tra-
ducción nuestra.
53 Farina, Salvatore, Il Libro dei Rituali del Rito Scozzese Antico e Accettato (Roma, 1946), cita-
la masonería” (1o. de junio de 1980), Congregazione per la Dottrina della Fede, op. cit., p. 47.
55 Lenzi, Ugo, “L’Acacia Massonica” (1949), citado en Giantulli, Florido, op. cit., p. 18.
Traducción nuestra.
56 Farina, Salvatore, 1946, citado en Giantulli, Florido, op. cit., p. 18. Traducción nuestra.
57 Ibidem, p. 17.
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nuestra.
60 Conferencia Episcopal Alemana, “Declaración sobre la pertenencia de los católicos a
la masonería” (1o. de junio de 1980), op. cit., p. 45. La declaración fue publicada en la revista
Huamnistät (1/1980). Traducción nuestra.
61 Bárcena, Alberto, op. cit., p. 202. El Libro blanco de la laicidad ha sido publicado por
Vidal, César, en su obra La masonería. Un Estado dentro del Estado, Barcelona, 2010.
62 Giantulli, Florido, op. cit., p. 18.
63 Graebner, Theodore, Is Masonry a Religion? (Saint Louis, 1946), citado en Conferencia
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otra de las decenas de sectas cuyas opiniones particulares han dividido la hu-
manidad en el curso de los siglos”.64
No obstante, también existe otra corriente masónica que presenta como
compatible la pertenencia a la masonería con la profesión del catolicismo.
Hoy esta corriente se hace escuchar más que la anterior en el mundo de los
llamados profanos. El mismo Salvatore Farina se atrevía a declarar que la ma-
sonería no es una religión y que admite sin discriminaciones hombres que
profesan cualquier culto y cualquier religión, pero, eso sí, “educándolos en la
tolerancia y alejándolos del fanatismo y la superstición”.65 Desde sus inicios,
la masonería ha recibido creyentes cristianos de varias confesiones en sus filas,
y ha cerrado sus puertas –al menos hasta 1877– a quien se proclama ateo, si
bien la ambigüedad del concepto de Gran Arquitecto del Universo hace fá-
cilmente compatible su aceptación con el agnosticismo. Existe incluso un rito
minoritario –el Rito Escocés Rectificado– que se presenta a sí mismo como
“masonería cristiana”.66 Recientemente, el gran maestro del Gran Oriente de
Italia, Stefano Bisi, escribía:
64 Whalen, William J., Report on Freemasonry for US Bishops. The Pastoral Problem of Masonic
Membership, citado en Conferencia Episcopal Filipina, op. cit. p. 67 (pregunta 34).
65 Farina, Salvatore, 1946, citado en Giantulli, Florido, op. cit., p. 15. Traducción nuestra.
66 Guerra Gómez, Manuel, Algunos objetivos de la masonería… cit.
67 Bisi, Stefano, “Carta al director de Il Sole 24 Ore” (15 de febrero de 2016), Roma, 22
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Pazoz, Antón M., La Iglesia en la América del IV Centenario, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 193-208,
epígrafe “Masonería y religión”. No obstante, la relación entre masonería y catolicismo en Amé-
rica latina ha sido principalmente de hostilidad, y la historiografía es abundante; para algunas
referencias sobre la presencia del tema masónico como hostil en la conciencia histórica nacional
de los autores católicos mexicanos, véase Martínez, Emilio, op. cit., pp. 1834-1843.
69 Bárcena, Alberto, op. cit., p. 19, (nota 15).
70 Ibidem, p. 19 (notas 16 y 17).
71 Darkness Visible. A Christian Appraisal of Freemasonry (Devon, 1952), citado en Stimpfle,
Josef, monseñor, “Dall’indagine dei vescovi tedeschi (1974-1980) al documento vaticano del
1983”, op. cit., p. 179, traducción nuestra. Sobre la obra de Hannah, también véase Bárcena,
Alberto, op. cit., pp. 21 y 22; Ridley, Jasper, op. cit., p. 387, y Cierva, Ricardo de la, op. cit., pp.
137 y 138. Walton Hannah se convirtió al catolicismo.
72 Tomando como base el trabajo de la comisión establecida por el Comité del Sínodo
General de la Iglesia de Inglaterra, Freemasonery and Cristianity: Are They Compatible?, Londres,
Church House, 1987, Bárcena, Alberto, op. cit., pp. 21, 27 y 278, e Introvigne, Massimo,
“Che cos’è la massoneria”, op. cit., p. 24. Sobre el caso del ministro anglicano John Lawren-
ce a inicios de la década de 1980, favorable a la compatibilidad, véase Stimpfle, Josef, mon-
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señor, “Dall’indagine dei vescovi tedeschi (1974-1980) al documento vaticano del 1983”,
op. cit., pp. 177 y 179. Una panorámica diversa a Lawrence la ofrece la obra del discípulo
de Hannah y ferviente antimasón Knight, Stephen (1951-1985), The Brotherhood, Londres,
1984, veanse Stimpfle, Josef, monseñor, op. cit., pp. 176 y 177 y Ridley, Jasper, op. cit., p.
388-393.
73 Stimpfle, Josef, monseñor, op. cit., p. 178.
74 Giacinto Butindaro analiza diversos temas teológicos en La massoneria smascherata. Con-
tro l’infiltrazione e l’influenza di questa diabolica istituzione nelle Chiese Evangeliche, http://www.sentie-
riantichi.org/download/La-Massoneria-Smascherata.pdf.
75 Introvigne, Massimo “Che cos’è la massoneria”, op. cit., pp. 44 y 45.
76 Ibidem, pp. 56 y 57. véase Interfaith Witness Department of the Home Mission Board
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78 Ferrer Benimeli, José Antonio, “El Vaticano y los masones”, El País, 10 de marzo de
1985, p. 14. Este especialista ha tratado recientemente la relación entre Iglesia y masonería,
con atención particular a las condenas pontificias; así, en su obra Masonería, Iglesia, Revolu-
ción e Independencia, Bogotá, 2015, presenta algunos datos interesantes, como que León XIII
preparaba en 1903 una nueva encíclica sobre masonería que no llegó a publicar porque lo
alcanzó la muerte.
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Ugo, op. cit., pp. 289-291. Está tomada de la reproducción incluida en la constitución Providas
de Benedicto XIV. Las citas en español de esta constitución son traducción nuestra del texto
italiano publicado en esta obra.
80 Ibidem, p. 290.
81 Idem.
82 Toda sociedad secreta, por el hecho mismo de su clandestinidad, no consentiría en
sujetarse a la eventual supervisión ni del Estado ni de la Iglesia; por lo tanto, se estima que
no reconocería la autoridad civil ni eclesiástica, incurriendo en ilegitimidad.
83 Clemente XII, op. cit., p. 290.
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su validez para dar culto a Dios y, en consecuencia, en su utilidad para la salvación de la persona,
es decir, la opinión de que todas las religiones son prácticamente iguales en sus efectos de relación
del hombre con la divinidad. Este indiferentismo religioso se opone, por tanto, a la creencia de
que exista una religión verdadera y otras religiones falsas o sólo verdaderas parcialmente.
85 Clemente XII, op. cit., p. 290.
86 En italiano, la palabra omertà significa la solidaridad entre personas dirigida a ocultar la
identidad del autor de un delito; en su origen, indicaba la costumbre o norma no escrita de si-
lencio vigente en asociaciones delictivas del sur de Italia por la que se debía mantener en silencio
el nombre del autor de un delito para que no fuese sometido a las leyes del Estado, sino sólo a la
venganza personal del ofendido (véase Vocabulario Treccani).
87 Clemente XII, op. cit., p. 290.
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94 Véase ibidem, pp. 172 y 173, y Ferrer Benimeli, José Antonio, La masonería española en
el siglo XVIII, Madrid, Siglo XXI, 1986, pp. 85-93. Sobre las repercusiones de la bula de
Benedicto XIV, véase Bárcena, Alberto, op. cit., pp. 60-63.
95 Benedicto XIV, Constitución apostólica Providas Romanorum (18 de marzo de 1751), en Be-
llocchi, Ugo, op. cit., pp. 289-294. Las citas en español de este documento son traducción nuestra.
96 Ibidem, p. 292.
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ración del valor de todas las religiones. El segundo motivo era la promesa de
secreto, que se traducía en el hermetismo de la asociación, a pesar de que
–como afirmaban– lo honesto prefiere la luz y lo deshonesto la oscuridad. El
tercero era el estricto juramento de guardar ese secreto, lo cual podía llevar
a los miembros a justificarse en la negativa a responder a las autoridades le-
gítimas cuando se les interrogaba con el objetivo de dilucidar si había en su
asociación algo contrario a la estabilidad y a las leyes de la religión católica
y de la vida civil. El cuarto motivo era su ilegalidad tanto civil como canó-
nica, pues el derecho civil prohibía constituir asociaciones sin permiso de
la autoridad pública desde las Pandectas de Justiniano (533 d.C.). El quinto
era el ejemplo de muchos países, cuyas autoridades civiles habían prohibido
expresamente esas asociaciones. El sexto era la mala fama que éstas tenían
entre personas prudentes y honestas, quienes las consideraban centros de
depravación y perversión.
Sin referirse a maquinaciones contra la Iglesia, este papa incluía la adver-
tencia, en el tercer motivo, de que al amparo del secreto se pudieran esconder
perjuicios a la estabilidad y leyes de la Iglesia y no sólo del Estado, lo que qui-
zá podría entreverse bajo aquellos perjuicios contra la salud de las almas a los
que Clemente XII aludía. En Providas, no encontramos todavía el argumento
de conspiración contra la Iglesia como tal, pero es evidente una desconfian-
za hacia las asociaciones masónicas. Con Benedicto XIV, el papado parecía
participar ya no sólo de la sospecha, sino también del temor que sentían los
gobernantes civiles hacia estas asociaciones secretas. Por otra parte, es posible
que el papa Lambertini, de carácter más sereno y racional, prestara menor
atención que su predecesor al posible carácter blasfemo del juramento, pues
no hacía referencia a los elementos religiosos del mismo, a pesar de que todo
juramento se hacía ante Dios, lo cual establecía un vínculo entre conciencia
y religión; no obstante, Lambertini señalaba la razón de la reprobación de
ese juramento en el peligro que entrañaba para el bien común, pues podría
utilizarse como excusa para ocultar la verdad ante las autoridades, las cuales
debían conocerla para poder velar por el bien común.
Además de confirmar y hacer propia la condena de su predecesor, Be-
nedicto XIV pedía la ayuda de los reyes y autoridades civiles para que esta
condena surtiera todos sus efectos, puesto que los supremos poderes civiles
eran “elegidos por Dios como defensores de la fe y protectores de la Iglesia”.97
Aun cuando pudiera existir temor hacia los propósitos de los masones, la
primera condena de la Iglesia hacia la masonería no parecía obedecer a una
reacción de los papas para defender sus intereses políticos en cuanto jefes de
97 Ibidem, p. 293.
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102 Pío VI, Encíclica Inscrutabile divinae (25 de diciembre de 1775), ibidem, p. 129 (traduc-
ción nuestra). Este papa volvió a reprobar esa “absurda invención de libertad” y su conse-
cuente individualismo como falso fundamento de la sociedad al condenar la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano del 27 de agosto de 1789: Pío VI, Breve Quod aliquantum (10
de marzo de 1791), ibidem, pp. p. 156. Traducción nuestra.
103 PÍO VI, Encíclica Inscrutabile divinae (25 de diciembre de 1775), en op. cit., p. 129. Tra-
ducción nuestra.
104 Ibidem, pp. 129-131.
105 Pío VII, Bula Ecclesiam a Jesu Christo (13 de septiembre de 1821), ibidem, pp. 408-411.
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Ibidem, p. 410.
106
107
Sobre el debate histórico de la relación entre Carbonería y Masonería, véase Pellicciari,
Angela, op. cit., pp. 58 y 59.
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108 Esto no obstante que, unos años después, León XII afirmaba que en la motivación
de esta constitución apostólica estaba el deseo de Pío VII de liberar Italia –Estado Pontificio
comprendido–, de la conjura de los carbonarios: véase León XII, Constitución apostólica
Quo graviora (13 de marzo de 1825)..
109 Pío VII, Bula Ecclesiam a Jesu Christo (13 de septiembre de 1821), en op. cit., p. 408.
110 Ibidem, pp. 408 y 409.
111 Ibidem, p. 409.
112 Ibidem, pp. 409 y 410.
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esa indiferencia” perniciosa resultado de considerar lícito que cada quien in-
ventara con su propio ingenio y opiniones la religión que había de profesar.113
Además, los carbonarios eran acusados por el papa de profanar los misterios
de la pasión de Cristo y otros con algunas “ceremonias nefandas” y de des-
preciar los sacramentos cristianos adoptando de manera impía ritos propios
a imitación de ellos.114 La recta moral quedaría trastornada al justificar un
rigorismo exasperado en la custodia de todo lo propio, lo cual, al mismo tiem-
po, justificaría la hipócrita apariencia de virtud, el engaño, la maquinación,
la desobediencia y la violencia misma.
León XII (1823-1829) escribió su constitución apostólica contra la maso-
nería el 13 de marzo de 1825 en términos alarmistas, como se desprende de
su título Quo graviora.115 Se trataba fundamentalmente de una denuncia de la
conspiración masónica contra la Iglesia y el Estado. No entraba en disquisi-
ciones sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas, sino que, en lugar de
ello, optaba por reproducir íntegramente la In eminenti, la Providas y la Ecclesia
a Jesu Christo, pues las constituciones de sus predecesores habían tratado su-
ficientemente este tema. El papa Della Genga –procedente del grupo de los
zelanti, partidarios de una alianza trono y altar como valladar frente al primer
liberalismo político– enfatizaba la peligrosidad de la acción conspirativa y
subversiva de estas asociaciones. La constitución Quo graviora era notablemente
más extensa que las anteriores sobre el tema, aun sin considerar las reproduc-
ciones de las constituciones de sus predecesores, en una especie de intento de
hacer énfasis en la importancia del asunto que estaba tratando. Al igual que
su inmediato predecesor, comenzaba hablando de los “enemigos” de la Iglesia
para contextualizar su escrito, algo que no hicieron los dos pontífices del siglo
XVIII, quienes iniciaron sus documentos refiriéndose a peligros doctrinales.
El sustantivo con el que León XII se refería a las asociaciones masónicas era
ya el de sectas, pues las consideraba comunidades de personas con creencias
erróneas en las que los miembros seguían ciegamente las indicaciones de sus
mandos. Además, debido a que se había interesado personalmente por infor-
marse del estado de las sociedades secretas, era consciente de la variedad del
mundo masónico, por lo que reconocía que, a partir de las primeras “sectas
masónicas, todavía activas, [habían] germinado muchas otras [sectas clandes-
tinas], bastante peores y más audaces que aquellas”116 y, aunque presentaran
113Ibidem, p. 409.
114Idem.
115 León XII, Bula Quo graviora (13 de marzo de 1825), en Bellocchi, Ugo, op. cit., pp. 31-
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117 Idem.
118 Ibidem, p. 41.
119 Ibidem, p. 42.
120 Ibidem. p. 45.
121 Ibidem, pp. 43 y 44.
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Con Pío VIII (1829-1830) entramos en una fase nueva dentro de esta
etapa marcada por la denuncia de la conspiración. Se trata de un periodo en
el que, por parte del papado, de la condena motivada por el hecho mismo
de la conjura contra la Iglesia se pasa a la de la conspiración por razón del
espíritu que la anima. Ya vimos que, incluso en la fase anterior de esta etapa,
los papas no olvidaron los motivos iniciales de condena de la masonería en sí
misma, por la naturaleza del asociacionismo masónico y retomaron las cons-
tituciones de Clemente XII y Benedicto XIV, y que también anotaron algu-
nos elementos ideológicos subyacentes a la conspiración que denunciaban;
sin embargo, tanto Pío VII como León XII prefirieron poner el acento en la
condena de la conjura misma más que en la profundización del espíritu que
la animaba. Veremos ahora como desde Pío VIII los argumentos, si bien se
reiteran, también se profundizan, preparando el camino a una ulterior etapa
de mayor reflexión sobre la oposición e incompatibilidad de principios entre
masonería y cristianismo, la cual alcanzó su ápice en la encíclica Humanum
genus de León XIII.
Los tres pontífices de esta fase mencionaban que la situación de oposición
a la Iglesia era ya de guerra y, por tanto, la conspiración prácticamente era
pública, pues los enemigos “no ya ocultamente y con subterfugios [atacaban]
la fe católica, sino abiertamente y bajo los ojos de todos se [movía] contra
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ella una horrible y nefanda guerra”,122 sin que sintieran la necesidad de de-
mostrarla, como hicieron los papas de la fase anterior. Más que destapar la
conspiración en sí, estaban interesados en hacer comprender el espíritu que
la animaba, ese combate abierto contra la religión cristiana. Debido a que el
ataque a la religión católica parecía evidente, esa conspiración llegó a ser un
lugar común en el magisterio pontificio para indicar la oposición al catoli-
cismo, fuera o no orquestada de modo oculto y premeditado, siempre que se
constatara la presencia de ese espíritu hostil y relativista que los documentos
fueron describiendo. No obstante, el fingimiento, el engaño, la insidia y las
maquinaciones no dejaron de estar presentes en las denuncias papales, pues
correspondían al modo de actuar de los “aborrecedores de la luz”, incluso en
la esfera pública, para apoyar la impiedad en perjuicio de todo sentimiento
“de justicia y de honestidad”, para “corromper las costumbres”, para me-
noscabar “los derechos divinos y humanos” y para destruir, arruinar y hacer
desaparecer de raíz “la religión católica y la sociedad civil”.123
La encíclica Traditi humilitati del 24 de mayo de 1829 abría el breve pon-
tificado de Pío VIII, pues había sido escrita con ocasión de su toma de po-
sesión de la Basílica de San Juan de Letrán.124 En ella, el papa Castiglione se
dolía de los “estandartes de guerra” que “hombres malvados” habían levan-
tado contra la religión católica.125 En línea con sus inmediatos predecesores,
citando además la lista de las cuatro constituciones pontificias condenatorias
de la masonería, denunciaba la conjura deshonesta que unos “sofistas” –es
decir, engañadores– tramaban contra el catolicismo, con el objetivo de des-
truirlo, particularmente la conspiración de las sociedades secretas contra el
“consorcio religioso y civil”; no obstante, también se detenía a exponer con
rigor lógico el espíritu que animaba tal conjura.126
Para este pontífice, eran tres los rasgos característicos del espíritu que ani-
maba la conjura contra la religión católica e, inscrita en ella, la conspiración
masónica. El primero, la soberbia o presunción del racionalismo iluminista,
que ya insinuaba Pío VII: los sofistas –autodefiniéndose doctores– recurrían
a una filosofía falaz para atacar a la religión en nombre de la razón, califi-
122 Gregorio XVI, Encíclica Mirari vos (15 de agosto de 1832), en Bellocchi, Ugo, op. cit.,
pp. 116-121. Las citas en español de este documento son traducción nuestra.
125 Ibidem, p. 117.
126 Ibidem, pp. 117 y 118.
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127Ibidem, p. 117.
128Idem.
129 Idem.
130 Idem.
131 Ibidem, p. 118.
132 Gregorio XVI, Encíclica Mirari vos (15 de agosto de 1832), en Bellocchi, Ugo, op. cit.,
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Ibidem, p. 169.
133
Ibidem, p. 171.
134
135 Ibidem, p. 173. Gregorio XVI es el primero en usar el término indiferentismo; recorde-
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religión”.
145 Ibidem, pp. 79-80. Esta frase es la primera alusión al comunismo en un documento
pontificio; aparece así como uno de los enemigos de la religión católica. Sobre masonería y
comunismo, véase Bárcena, Alberto, op. cit., pp. 143-150 y 157-165
146 Ibidem, p. 88.
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Ibidem, p. 75.
147
148 Idem.
149 Ibidem, p. 76.
150 Ibidem, pp. 74 y 75.
151 A consecuencia de la revolución en Roma, Pío IX se estableció en Gaeta del 25 de
Federico (ed.), op. cit., pp. 93-119, pp. 114 y 115. Texto en español y latín. Asimismo, el 8 de
diciembre del mismo 1849, desde Nápoles, con la encíclica Nostis et nobiscum, Pío IX advierte
al episcopado italiano acerca de quienes pretenden destruir la presencia de la Iglesia católica
en Italia y que, habiéndolo intentado sin éxito mediante la guerra, ahora buscaban hacerlo,
si no con abierta violencia, sí mediante otros medios fraudulentos, que él trata de desenmas-
carar; no menciona a las sociedades masónicas, pero no deja de denunciar maquinación
contra la Iglesia y la sociedad, deteniéndose particularmente en el peligro del socialismo y
del comunismo: véase Rodríguez, Federico (ed.), op. cit., pp. 122-148.
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(1870-1940), véase Ridley, Jasper, op. cit., pp. 328 y 329 (libro escrito con la simpatía hacia los
masones y desde el convencimiento de la inocuidad de la masonería).
156 Sobre Pío IX y la masonería, véase Pellicciari, Angela, op. cit., pp. 435-456.
157 Müller, Gerhard, cardenal, “Introducción” (8 de diciembre de 2014), Congregazione
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159 Así lo deja entrever la misma bula de proclamación: la Inmaculada “querrá hacer con
su valiosísimo patrocinio que nuestra santa Madre, la Iglesia católica, superadas todas las
dificultades y vencidos todos los errores, en todas partes y en todos los pueblos, sea cada vez
más vigorosa y floreciente [...] y pueda gozar plenamente de toda paz, tranquilidad y liber-
tad”. Pío IX, Bula Ineffabilis Deus (8 de diciembre de 1854), en Marín, Hilario (ed.), Doctrina
Pontificia, Madrid, s.e., 1954, t. IV, pp. 171-193.
160 Pío IX, Alocución Singulari quadam (9 de diciembre de 1854), en Bellocchi, Ugo, op. cit.,
(ed.), Doctrina Pontificia, Madrid 1958, t. II, pp. 5-18 (en español y latín).
162 Ibidem, p. 12.
163 Ibidem, p. 8.
164 Sobre los conceptos de secularismo y de laicismo, véase Martínez Albesa, Emilio, “Li-
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165 Pío IX, Encíclica Quanta cura (8 de diciembre de 1864), op. cit., p. 8.
166 En puridad, la Mirari vos no condenaba expresamente la libertad de culto, pero puede
considerarse su condena implícita en la del indiferentismo religioso y en la de la libertad de
conciencia.
167 “«Sílabo» o colección de los errores modernos”, en Denzinger, Enrique, El magisterio
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Apostolicae Sedis de 12 de octubre de 1869 con algunas notas importantes para su más fácil inteligencia,
Tipografía de D. José María Magallón, Zaragoza, 1873, p. 191. Véase texto latino original de
la Apostolicae Sedis en p. 174: “Nomen dantes sectae Massonicae, aut Carbonariae, aut aliis ejusdem
generis sectis quae contra Ecclesiam vel legitimas potestates seu palam, seu clandestine machi-
nantur, nec non iisdem sectis favorem qualemcumque praestantes; earumve occultos coriphaeos
ac duces non denunciantes, donec non denunciaverint”. Aclara que las palabras “donec non denun-
ciaverint manifiestan que una vez verificada la denuncia, aunque se haya incurrido en la censura
por no haberla hecho dentro del tiempo señalado, que es el de un mes, cesa la reserva. Nótese
además que sólo se incurre por no denunciar á los corifeos y directores ocultos, mitigando en esta
parte las constituciones de varios Pontífices, que la imponían por no denunciar á cualesquiera
miembros de estas sociedades nefandas”, p. 191.
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1870, para protestar del comportamiento del gobierno italiano y particularmente de la usur-
pación del dominio político sobre Roma y las localidades del Lacio el 20 de septiembre
anterior. En ella, el pontífice atribuye esta usurpación a que se ha seguido “el consejo de las
sectas de perdición”. Esta encíclica está publicada en Bellocchi, Ugo, op. cit., pp. 341-348.
176 Cuando se expidió la encíclica, además de casos de anticlericalismo de Estado no ajeno
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Citando De Civitate Dei de San Agustín179 y bajo el influjo de las dos ban-
deras de los ejercicios ignacianos, así como de las expresiones de Pío IX, León
XIII (1878-1903) presentaba la masonería y la Iglesia como dos reinos, el de
Satanás y el de Dios, respectivamente, semejantes a dos ciudades que, con
leyes opuestas, avanzaban hacia fines opuestos,180 de manera que era incom-
patible la pertenencia simultánea a ambas realidades. Durante el pontificado
del papa Pecci, a pesar de su talante conciliador, los pronunciamientos contra
la masonería –ahora, como veremos, en singular– son abundantes.181 Era una
época en la que algunos masones habían conquistado la mayoría de los go-
biernos de las naciones occidentales y, desde la primera década del siglo XX
–comenzando por Francia e Italia–, ejercieron una política de corte laicista,
hostil a la presencia de la religión católica en la esfera pública, aduciendo el
carácter laico del Estado bajo la doctrina del positivismo .182
En su encíclica de 1882, Etsi nos, sobre los gravísimos peligros para la reli-
gión católica en Italia, León XIII advertía –sin mencionar expresamente a la
masonería, pero en referencia a ella–: “una perniciosísima secta, cuyos auto-
res y corifeos no ocultan ni disimulan nada sus miras, hace ya tiempo que ha
establecido sus reales en Italia, y declarando guerra a Jesucristo, trabaja por
despojar completamente al pueblo de toda institución cristiana”.183 A través
de medidas legislativas anticlericales, el objetivo de tal secta –la “más hostil
179 San Agustín, De Civitate Dei, Libro XIV, 28: “Fecerunt itaque civitates duas amores duo,
terrenam scilicet amor sui usque ad contemptum Dei, caelestem vero amor Dei usque ad con-
temptum sui” (“Dos amores hicieron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios
generó la ciudad terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí generó la ciudad celeste”).
180 “Con aguda visión ha descrito Agustín estos dos reinos como dos ciudades de contra-
rias leyes y deseos”: León XIII, Encíclica Humanum genus, 20 de abril de 1884, véase Gutié-
rrez García, José Luis, op. cit., p. 158.
181 Véase Pellicciari, Angela, op. cit., pp. 124-159.
182 “Lo característico del laicismo, en cuanto forma específica de secularismo [...], sería
Colección completa de las encíclicas de Su Santidad León XIII, en latín y en castellano, bajo la dirección y con un
prólogo de [...], Valladolid, Tipografía y Casa editorial Cuesta, (s.a. 1903), t. I, p. 162.
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sobre la masonería, pero, por el contrario, fue pródigo en los temas del ra-
cionalismo y del naturalismo, es decir, en el tópico del relativismo filosófico y
moral. Por esto, era necesario leer la encíclica Humanum genus en continuidad
con el magisterio pontificio anterior sobre las asociaciones masónicas, al que
el texto remitía y reafirmaba, pues, de lo contrario, podía malinterpretarse,
pensando que lo que decía el pontífice podía no alcanzar a determinados
grupos masónicos que no se reconocían en esas corrientes de pensamiento,
cuando en realidad sí los alcanzaba.
Las dos ciudades agustinianas, identificadas por León XIII con los “dos
campos contrarios” de los caudillos Cristo y Satanás, en línea con las dos ban-
deras ignacianas, son, fundamentalmente, dos causas opuestas e irreconci-
liables.187 De esta manera la Iglesia y la masonería se encontraban frente a
frente: “la Iglesia, amiga de la paz y madre de la concordia”, y la masonería,
“enemigo astuto y doloso que, halagando los oídos de los pueblos y de los go-
bernantes […] con el cebo de la adulación” y calumniando a la Iglesia y a los
monarcas, promovía la revolución contra las potestades eclesiástica y civil.188
Por tanto, desde la dicotomía de los dos campos o ciudades, el papa animaba
a los gobernantes y a los pueblos a unirse “no con la masonería para destruir
a la Iglesia, sino con la Iglesia para destrozar los ataques de la masonería”.189
Para él, Iglesia y masonería eran la concreción histórica del reino de Dios y
del de las tinieblas, los cuales se presentaban ante el hombre como dos opcio-
nes excluyentes de principios para informar su ideal y proyecto de vida. Por
tanto, como causas o ideales, lo sustantivo de ellas, a efectos de la exposición
de León XIII, eran sus principios, y mientras que los principios de la causa
cristiana se encontraban en la doctrina católica, los de la causa diabólica se
encontraban en el espíritu que venía animando la conspiración o guerra ma-
sónica contra la religión católica.
Por esto, con la encíclica Humanum genus del 20 de abril de 1884,190 León
XIII se propuso exponer y reprobar la doctrina masónica, de forma paralela
a como había hecho con el socialismo en 1878, mediante la encíclica Quod
apostolici muneris. La masonería estaba ya condenada en su realidad misma
desde 1738, y en su actuar desde 1825; él mismo lo había recordado en su en-
cíclica sobre la autoridad política Diuturnum illud de 1881;191 por tanto, ahora
187 León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), véase Gutiérrez García,
op. cit., pp. 109-126. Alaba la firmeza de sus predecesores “al comprobar la audacia creciente
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de las sectas” para cortarles el paso (p. 124) y anima a los obispos a que amonesten a los
pueblos “para que huyan de las sectas prohibidas, abominen las conjuraciones y que nada
intenten por medio de la revolución” (p. 126).
192 Ibidem, pp. 179 y 180.
193 Véase Introducción de José Luis Gutiérrez García a la encíclica Humanum genus, en
ibidem, pp. 155 y 156. Se lee en la encíclica Humanum genus: “Puede haber [...] entre sus afilia-
dos [a la masonería] no pocas personas que, aunque culpables por haber ingresado en estas
sociedades, no participan, sin embargo, por sí mismos en los crímenes de las sectas e ignoran
los últimos intentos de éstas”, p. 165.
194 León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), op. cit., p. 163.
195 Idem.
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ran importantes más que para sus miembros o se consideraran banales, vanos,
ilusorios, falaces o, incluso, se tratara de elementales resultados de un ejercicio
de introspección o simple adquisición de hábitos mentales o de conducta. De
manera que el secreto en la masonería, por una parte, podía considerarse irre-
levante si se mostraba vacío de contenido,196 pero, por otra, al mismo tiempo lo
era todo, pues posibilitaba este tipo de asociacionismo. En segundo lugar, eran
sociedades fuertemente jerarquizadas, llenas de desigualdades pese a las inicia-
les pretensiones masónicas de fraternidad, con diversidad de derechos entre
los miembros y con una severa disciplina interna, en las que el secreto mismo
servía para la diferenciación interna de los miembros en categorías, pues no
a todos les eran comunicados los asuntos que competían a la sociedad de la
que formaban parte.197 En tercer lugar, eran sociedades de fingimiento, que
exigían de sus adeptos una vida de “constante disimulo” y “engañosa aparien-
cia” en sus relaciones sociales, para poder cumplir con el deber del secreto.198
Mostraban gran interés por el progreso del bienestar de los pueblos y por las
causas filantrópicas, pero como estos “propósitos, aunque fuesen verdaderos, no
[eran] los únicos” de sus reuniones y acuerdos,199 podía hablarse de “una mora-
lidad fingida”.200 En cuarto lugar, eran sociedades autoritarias, donde se exigía
y practicaba una “ciega y absoluta obediencia” a los jefes, propia de “esclavos”,
bajo pena de muy “duros castigos, incluso la misma muerte”, la cual –el pontí-
fice estaba convencido– se daba con total impunidad.201 Finalmente, en quinto
lugar, eran sociedades delictivas, donde se decidían, orquestaban y promovían
crímenes que, gracias a sus condiciones de clandestinidad, de obediencia radical
y de fingimiento, se efectuaban y quedaban impunes.202
Como consecuencia de esta manera de ser, la acción de las sociedades
masónicas resultaba nefasta, según el pontífice, pues se encaminaban a “la
destrucción radical de todo el orden religioso y civil establecido por el cris-
196 Ya desde los orígenes de la masonería especulativa algunos de sus críticos se pregunta-
ban si de verdad el secreto masónico tenía algún contenido: véase Ridley, Jasper, op. cit., p. 77.
197 Idem. El papa menciona que no eran comunicadas a todos “las finalidades últimas y
más íntimas, las jerarquías supremas de cada secta, ciertas reuniones íntimas y ocultas, los
modos y medios con que deben ser realizadas las decisiones adoptadas”, así como “sus signos
y sus doctrinas”.
198 Ibidem, 163.
199 Ibidem, p. 164.
200 Ibidem, p. 181.
201 Ibidem, p. 164. La amenaza del castigo de la muerte parece obedecer al texto que se
emplea en el juramento o promesa que exigen determinadas obediencias y que tiene origen
medieval británico. El papa piensa que, en estas sociedades, sí se decidía la muerte de perso-
nas y se llevaba a cabo.
202 Idem.
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27. Sobre la afinidad de Bacon a los modos ocultistas de los futuros masones y el precedente
que puede representar su novela utópica La nueva Atlántida (1626), cf. Andrés, Juan Ramón
de, op. cit., pp. 15-39.
210 Sobre la real existencia de creencias masónicas y su contenido, cf. Giantulli, Florido,
34-41 y 56-59. Apoyándose en Alain Gérard, dirigente masón del Gran Oriente de Francia,
explica que el método “no impide a nadie tener opiniones bien definidas [...] sino que impo-
ne a todos ‘poner en discusión’ las propias opiniones cuando comienza el trabajo de logia,
aceptando la hipótesis de que puedan eventualmente ser falsas (o deban ser superadas en una
síntesis superior)”, pp. 35 y 36; traducción nuestra. Afirma: “La masonería tal como emerge
de sus documentos fundacionales anglosajones no es una doctrina, sino un método que propone
la libre discusión de los problemas y su solución en conformidad con lo que parece verdade-
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relativismo filosófico, pues con él “perdían toda su certeza y fijeza incluso las
verdades conocidas por la sola luz natural de la razón”;212 asimismo, Massi-
mo Introvigne precisaba:
obediencia a la propia razón, y [...] actuar libremente significa someterse solo a las leyes
racionales de la Naturaleza”. “La naturaleza revela a la razón todo lo que se debe creer y
esperar”, ibidem, p. 39. Traducción nuestra.
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véase “La Chiesa e la massoneria oggi”, La Civiltà Cattolica, IV/3393 (1991), op. cit., p. 27.
218 Giantulli, Florido, op. cit., p. 38. Traducción nuestra.
219 León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), en Gutiérrez García, José
Luis, op. cit., pp. 166-168. En nuestra época, la exclusión de lo religioso de la esfera pública
de la sociedad ha sido alentada por el Gran Oriente de Francia, aduciendo ideas de la Ilus-
tración, en su Libro blanco sobre la laicidad, 2007.
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222 Idem.
223 “La Chiesa e la massoneria oggi”, La Civiltà Cattolica, IV/3393 (1991), op. cit., pp. 29-30
224 León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), en Gutiérrez García, José
Luis, op. cit., pp. 174-177. Acerca del origen y sentido de la expresión como si Dios no existiese
(etsi Deus non daretur), véase Martínez Albesa, Emilio, La Constitución de 1857… op. cit., pp. 1099-
1104.
225 Así también se expone en Cantoni, Giovanni, “La massoneria nei documenti del Ma-
gistero della Chiesa Cattolica”, en Introvigne, Massimo, op. cit., pp. 140-146.
226 León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), en Gutiérrez García, José
Luis, op. cit., p. 180. Este texto será recordado en el artículo de “L’Osservatore Romano” del
23 de febrero de 1985.
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la estructura del acto de fe del cristiano.227 Por tanto, había una “sustancial
inconciabilidad” entre fe cristiana y filosofía masónica.228
pp. 284-297.
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filantropía, no puede ejercer más que una influencia funesta; y precisamente funesta porque
combate e intenta destruir la religión de Cristo, verdadera bienhechora de la humanidad”
(traducción nuestra).
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papado, pues la “guerra hecha al Papa quería decir para Italia división profunda
dentro de sí entre la Italia oficial y la gran parte de los italianos verdaderamen-
te católicos, y toda división es debilidad” también predisponía negativamente a
los católicos de otras naciones hacia Italia.237
De nuevo, dos años después, en la fiesta de la Inmaculada de 1892, León XIII
escribió dos cartas: una, al episcopado italiano,238 y otra, al pueblo de Italia;239 en
ellas lamentaba la expansión de la masonería en Italia y recordaba la prohibición
para los católicos de asumir una doble pertenencia, a la Iglesia y a la masonería,
en la cual revivía ”el espíritu de todas las sectas hostiles al catolicismo”.240 Sólo
unos días más tarde, en su alocución al colegio cardenalicio con motivo de la
Navidad, el pontífice se dolía de la difícil situación moral y religiosa que pade-
cía Europa, particularmente Italia, por causa de la penetración masónica.241 En
esas cartas, hablaba de quienes ‒esperando ganar honores o favores‒ se incor-
poraban a la masonería, desconociendo la realidad de lo que estaban apoyando.
Como no había entendimiento posible entre el evangelio y la revolución, “Cristo
y Belial, la Iglesia de Dios y el Estado sin Dios”,242 esta “incompatibilidad entre
las dos profesiones de católico y de masón” no podía ni debía ser ignorada:243
“esencialmente inconciliables entre ellos cristianismo y masonería, […] asociarse
a esta era divorciarse de aquel”.244
Unos años después, ante la represión por parte del Estado italiano de los
tumultos populares de Milán y otras localidades a causa de la miseria de la
gente, el papa Pecci retomó los conceptos expresados en 1890 y 1892 contra
las ideas políticas reinantes en Italia a causa del influjo masónico, y lamentó
que, mientras se vejaba a la religión católica, se concedía la más amplia liber-
tad a la masonería; asimismo, reafirmó la necesidad de la justicia y probidad
que, por el contrario, el cristianismo aportaba a la sociedad.245
La defensa más encendida de la civilización cristiana por parte de este pon-
tífice la encontramos en su encíclica Praeclara gratulationis, escrita en 1894 como
León XIII, Carta Inimica vis (8 de diciembre de 1892), Bellocchi, Ugo, op. cit., pp. 32-35.
238
239 León XIII, Carta Custodi di quella (8 de diciembre de 1892), ibidem, pp. 36-41.
240 León XIII, Carta Inimica vis (8 de diciembre de 1892), ibidem, p. 32. Traducción nuestra.
241 León XIII, Alocución Prossimi come (23 de diciembre de 1892), ibidem, pp. 42 y 43.
242 León XIII, Carta Custodi di quella (8 de diciembre de 1892), ibidem, p. 40. Traducción nuestra.
243 Ibidem, p. 39. Traducción nuestra.
244 Idem. Traducción nuestra. Este texto será citado en el artículo de “L’Osservatore Ro-
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246 León XIII, Encíclica Praeclara gratulationis (20 de junio de 1894), en Gutiérrez García,
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si llegaran a entrar en contacto con personas vinculadas a las masonerías (la pena
era la excomunión ipso facto), sobre todo por comportamientos no claramente
definidos como una colaboración o una omisión. Por lo tanto, el Código de De-
recho Canónico promulgado por Benedicto XV (1914-1922) el 27 de mayo de
1917, en su canon 2335, limitaba la excomunión latae sententiae a “los que dieran
su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género que ma-
quinaran contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas”.258
El canon 2336 establecía que los clérigos y los religiosos que se afiliaran a la
masonería debían ser denunciados a la Sagrada Congregación del Santo Oficio,
además de recibir la suspensión o privación de los beneficios, oficios, dignidades,
pensiones o cargos que tuvieran en la Iglesia. También se privaba a los masones
de la posibilidad de casarse por la Iglesia (canon 1065 §1; salvo algunas condicio-
nes, §2), de ser padrinos de bautismo o de confirmación (cánones 765, 2o y 795,
2o), de ser admitidos en los noviciados y en las asociaciones de fieles (cánones
542, 1o y 693 §1) y de recibir sepultura eclesiástica (canon 1240 §1, 1o); de igual
manera, se prohibían los libros en favor de la secta masónica u otras sociedades
semejantes (canon 1399, 8o). Nos encontramos en el ámbito estrictamente penal,
por lo que es erróneo ‒como algunos han tratado de hacer‒ recabar conclusio-
nes sobre si era permisible o estaba prohibida la adhesión a las masonerías del
tratamiento reservado a éstas en los cánones penales, puesto que no todo lo que
carecía de pena canónica estaba permitido por la enseñanza moral de la Iglesia
ni carecía necesariamente de prohibición expresa. Este mismo código pedía ex-
plícitamente a los fieles que se abstuvieran de inscribirse en asociaciones secretas,
condenadas, sediciosas o que procuraran sustraerse a la legítima vigilancia de la
Iglesia (libro II, título XVIII, canon 684).259
258 Codex Iuris Canonici, Piis X Pontificis Maximi iussu digestus, Benedicti Papae XV auctoritate
promulgatus, (1917), Nueva York, 1918, p. 635: Can. 2335: “Nomen dantes sectae massonicae
aliisve eiusdem generis associationibus quae contra Ecclesiam vel legitimas civiles potesta-
tes machinantur, contrahunt ipso facto excommunicationem Sedi Apostolicae simpliciter
reservatam” (“Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo
género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso
facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica”), Código de Derecho Canónico
[de 1917] y legislación complementaria. Texto latino y versión castellana, con jurisprudencia y comentarios,
por Miguélez Domínguez, Lorenzo, Alonso Morán, Sabino y Cabreros de Anta, Marcelino,
Madrid, BAC, 1957, p. 852. Las fuentes principales en la redacción de este canon son la
constitución apostólica Apostolicae Sedis y la alocución Multiplices inter.
259 Ibidem, p. 195, Can. 684: “Fideles laude digni sunt, si sua dent nomina associationibus
ab Ecclesia erectis vel saltem commendatisi caveant; autem ab associationibus secretis, dam-
natis, seditiosis, suspectis aut quae studeant sese a legitima Ecclesiae vigilantia subducere”
(“Son dignos de alabanza los fieles que dan su nombre a las asociaciones fundadas o a lo me-
nos recomendadas por la Iglesia; mas absténganse de las asociaciones secretas, condenadas,
sediciosas, sospechosas o que procuran sustraerse a la legítima vigilancia de la Iglesia”).
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260 En la instrucción del Santo Oficio del 10 de mayo de 1884, leemos: “[...] a fin que no haya
error cuanto haya de determinarse cuáles de esas perniciosas sectas están sometidas a censura,
y cuáles solo a prohibición, cierto es en primer lugar que están castigados con excomunión latae
sententiae, la masónica y otras sectas de la misma especie que [...] maquinan contra la Iglesia o los
poderes legítimos, ora lo hagan oculta, ora públicamente, ora exijan o no de sus secuaces el jura-
mento de guardar secreto. Aparte de estas, hay otras sectas prohibidas y que deben evitarse bajo
pena de culpa grave, entre las cuales hay que contar principalmente todas aquellas que exigen
por juramento a sus secuaces no revelar a nadie el secreto y prestar omnímoda obediencia a jefes
ocultos. Hay, además, que advertir que existen algunas sociedades que, si bien no puede determi-
narse de manera cierta si pertenecen o no a las que hemos nombrado, son sin embargo dudosas
y están llenas de peligro, ora por las doctrinas que profesan, ora por la conducta de aquellos bajo
cuya guía se reunieron y rigen [...]”, Denzinger, Enrique, op. cit., pp. 434 y 435.
261 En esta línea, de desaprobar todas las masonerías conjuntamente, el Concilio Plenario
Latinoamericano, de 1899, había indicado: “Como en muchos de nuestros países las maqui-
naciones y engaños de los impíos, tienden a hacer vanos los saludables decretos y mandatos
Apostólicos contra la peste de las sociedades secretas, bajo el mentido pretexto varias veces con-
denado por Pío IX y León XIII, de que la índole de la secta Masónica no es la misma en todas
las naciones, sino que la misma que en unas partes es peligrosa y digna de proscribirse, en otras es
inocente y honrada, porque, como dicen, son diversos sus dogmas, sus fines y sus obras; procuren
empeñosamente los pastores de almas que error tan pernicioso, pretensión tan audaz, excogitada
por el padre de las mentiras para engañar a los incautos, sea eliminada por completo. Tal es la
naturaleza y gravedad de la materia misma, y tal el tenor de las Constituciones Apostólicas, que
no es posible dudar que los citados Pontífices hayan querido obligar con ellas a todos y cada uno
de los fieles, sin diferencia de lugares, tiempos, naciones o ritos”, Pontificia Comisión para Amé-
rica Latina, Acta et decreta Concilii Plenarii Americae Latinae, in Urbe celebrati Anno Domini MDCCCXCIX.
Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina. Edición facsímil, Ciudad del Vaticano, Libreria
Editrice Vaticana, 1999, pp. 109 y 110: Decretos, Título II. “De los impedimentos y peligros de
la fe”, Cap. VII “De la secta masónica y otras sociedades ilícitas”, núm. 168.
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obispo de Trento.
266 Dell’ Acqua, Angelo, Carta del sustituto para los asuntos ordinarios de Secretaría de
Estado al arzobispo de Milán Mons. Giovanni Battista Montini de parte del Papa Pío XII con
ocasión de la VIII Semana Nacional de Actualización Pastoral, Vaticano, 23 de mayo de 1958,
Secretaría de Estado, n. 428255, en “Orientamenti Pastorali” VI/3 (septiembre de 1958), p. 7,
“Las raíces de esta apostasía teórica, además de práctica, se encuentran en el progresivo ale-
jarse de las corrientes del pensamiento y de los diversos aspectos de la cultura de las verdades
cristianas: la ruptura de la unidad cristiana en Europa, el ateísmo científico, el racionalismo,
el iluminismo, el laicismo, el materialismo dialéctico, la masonería, son algunas de las causas
de este lento proceso de desconcierto intelectual y moral del cual vemos hoy las últimas con-
secuencias. Restablecer el contacto vivo del pensamiento cristiano con la cultura moderna es,
hoy, uno de los oficios más graves del sacerdocio y del laicado católico” (traducción nuestra;
el texto original italiano dice: “Le radici di questa apostasia teoretica, oltre che pratica, vanno
ricercate nel progressivo allontanarsi delle correnti del pensiero e dei vari aspetti della cultura
dalle verità cristiane: la rottura dell’unità cristiana in Europa, l’ateismo scientifico, il raziona-
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toral, Parte I. Magisterio eclesiástico, sección I, título II. Sobre la profesión de fe, artículo
247. Sobre la significación de este sínodo para nuestro tema, véase Cantoni, Giovanni, “La
massoneria nei documenti del Magistero della Chiesa Cattolica”, op. cit., pp. 137, 149 y 150
268 Suchecki, Zbigniew, op. cit., pp. 26 y 27.
269 Ibidem, p. 27. Lo hizo mediante la constitución apostólica Mirificus eventus del 7 de
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270 Ibidem, pp. 28 y 29, y Stimpfle, Josef, monseñor “Dall’indagine dei vescovi tedeschi
(1974-1980) al documento vaticano del 1983”, en Introvigne, Massimo, op. cit., pp. 165 y 166.
Los católicos firmantes eran un clérigo, el sacerdote Johann B. von Toth, que era consultor
del Secretariado para los No Creyentes de la Santa Sede y procedía a título personal, y dos
laicos, los doctores Engelberth Schwarzbauer y Hernert Vorgrimler.
271 Suchecki, Zbigniew, op. cit., pp. 27 y 28.
272 Ibidem, pp. 18-20. Texto de la carta en latín y en italiano. Algunos presentan como des-
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2014), en Congregazione per la Dottrina della Fede, op. cit., p. 9. Nótese que, en la Complures
episcopi nada se dice ya respecto de la maquinación contra la autoridad civil, que sí menciona
el canon 2335; como está dicho en el cuerpo de este trabajo, la atención del legislador en este
delito está en cuanto que lo es contra la Iglesia, según corresponde al título en que el canon
está inserto. Así se explica que la expresión relativa a las autoridades civiles caiga en olvido y
no se incorpore en la versión del Código de 1983.
274 Suchecki, Zbigniew, op. cit., pp. 19 y 20. Cita en p. 20 (traducción nuestra). El artículo:
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1975), en Suchecki, Zbigniew, op. cit., p. 21 (traducción nuestra). En esos momentos, en Bra-
sil, el nuncio era presidente de la Conferencia episcopal. Nótese que, a diferencia del artículo
de Craprile, se trata de una carta reservada a un obispo para ofrecerle pautas de discerni-
miento sobre la actitud de los pastores hacia la conciencia de los fieles y no está ofreciendo
un criterio de discernimiento para los fieles, que presupone deberán guiarse conforme al
derecho y a la propia conciencia.
276 Suchecki, Zbigniew, op. cit., p. 21 (el texto de la declaración, en la nota 50).
277 Caprile, Giovanni, “La recente dichiarazione sull’appartenenza alla massoneria”, La Civiltà
Cattolica, 132 (1981/I), pp. 576-579. Cita en Suchecki, Zbigniew, ibidem, p. 22 (traducción nuestra).
278 Ferrer Benimeli, José Antonio, El Vaticano y…, op. cit., p. 14.
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279 Suchecki, Zbigniew, op. cit., pp. 75-87. Suchecki responde al artículo de Ferrer Benimeli
en pp. 122-124.
280 Ferrer Benimeli, José Antonio, “El Vaticano y los masones”, El País, 10 de marzo de 1985,
p. 14, se sostiene la idea de la maquinación “sólo se puede comprender desde la óptica de la pro-
blemática planteada en Italia por la famosa cuestión romana o pérdida de los Estados pontificios”,
donde estaban coincidentes en una misma persona las potestades eclesiástica y civil.
281 Conferencia Episcopal Alemana, “Declaración sobre la pertenencia de los católicos
a la masonería” (1o. de junio de 1980), en Congregazione per la Dottrina della Fede, op. cit.,
pp. 51 y 52. Citada en Suchecki, Zbigniew, op. cit., p. 45. Traducción nuestra.
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282 Šeper, Franjo, cardenal, Intervención (22 de octubre de 1981), en Suchecki, Zbigniew,
op. cit., p. 75. Traducción nuestra.
283 Suchecki, Zbigniew, op. cit., pp. 75-77. Šeper fue prefecto de la Congregación para la
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la masonería” (1o. de junio de 1980), op. cit., pp. 41-52. Véanse Suchecki, Zbigniew, op. cit.,
pp. 29-35, y Stimpfle, Josef, monseñor, “Dall’indagine dei vescovi tedeschi (1974-1980) al
documento vaticano del 1983”, op. cit., pp. 166-169.
285 Bárcena, Alberto, op. cit., pp. 301 y 302.
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guiente: visión del mundo, p. 46; concepto de verdad, pp. 46 y 47; concepto de religión, pp. 47
y 48; concepto de Dios, p. 48; concepto de Dios y Revelación, pp. 48 y 49; idea de tolerancia,
p. 49; acciones rituales, p. 49; perfeccionamiento del hombre, pp. 49 y 50 y espiritualidad, p.
50.
288 Ibidem, pp. 50 y 51.
289 Ibidem, p. 51.
290 Ibidem, pp. 51 y 52.
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291 Actas de la congregación plenaria de la Pontificia Comisión para la revisión del Có-
nuevo código y resultaría inapropiado equiparar el caso que nos ocupa a la gravedad de
estos: violencia física contra el romano pontífice, profanación de las especies eucarísticas,
violación del secreto de confesión, absolución del cómplice en el pecado sexual, ordenación
de un obispo sin mandato pontificio y aborto. Véase Suchecki, Zbigniew, ibidem, p. 67.
293 Ibidem, p. 99. Traducción nuestra.
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294Ibidem, p. 111.
295Idem. La propuesta decía: “Quien da su nombre a la secta masónica o a otras asocia-
ciones que maquinan contra la Iglesia o que alienan la doctrina de la Iglesia sea castigado
con una pena justa. Quien además promueve o dirige estas asociaciones sea castigado con el
entredicho” (traducción nuestra).
296 Los consultores, mediante el voto del padre Esteban Gómez Gutiérrez (1910-2005) del
20 de marzo, habían introducido esta comparación con el comunismo. Véase ibidem, p. 60.
297 Fueron los cardenales Joseph Höffner (1906-1987) y Hyacinthe Thiandoum (1921-
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sostenían que nada había cambiado sobre el tema respecto a la primera mi-
tad del siglo XX y que suprimir la mención podía inducir a error en los fieles
haciéndoles creer que había variado el juicio de la Iglesia sobre la masonería
y que ya no la veía tan mal como antes.298 Resultaba inapropiada para quie-
nes pensaban que en algunos lugares la masonería no urdía proyectos contra
la Iglesia.299 Lo que de ninguna manera se puede concluir de la ausencia de
mención a la masonería en el nuevo código es que hubiera una mayoría de
miembros de la comisión que considerara que la pertenencia a la masonería
pudiera ser compatible en ciertos casos con la profesión del catolicismo. En
consecuencia con el texto aprobado por estas votaciones, el Código de De-
recho Canónico de 1983 en su canon 1374 asertaba: “Quien se inscribe en
una asociación que maquina contra la Iglesia, debe ser castigado con una
pena justa; quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con
entredicho”,300 con lo cual se abrogaba la excomunión latae sententiae reserva-
da a la Sede Apostólica.
La víspera de la entrada en vigor del Código, se publicó la declaración
Quaesitum est de la Congregación de la Doctrina de la Fe, firmada por su pre-
fecto, el cardenal Joseph Ratzinger, en la cual se confirmaba que se mantenía
inalterado el juicio negativo de la Iglesia sobre la masonería, pues se consi-
deraban inconciliables los principios masónicos con la doctrina cristiana, y
seguía en vigor la prohibición para un católico de inscribirse en la masonería,
por ser materia de pecado grave hacerlo, con la consecuencia de no poder
acceder a la comunión.301 Además, en ella se aclaraba que ‒en línea con la
declaración del 17 de febrero de 1981‒ no competía a las autoridades ecle-
siásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masóni-
cas con un juicio que supusiera derogación de lo dicho por la Congregación.
Para la interpretación del canon 1374, la declaración calificaba como error
de redacción el motivo por el que se había omitido la mención de la masone-
ría en su texto. En la comisión de revisión del código, Ratzinger se había ma-
nifestado partidario de mencionar expresamente la masonería, tanto porque
298 Como es el caso de los cardenales Šeper, Ratzinger, Paul-Pierre Philippe (1905-1984),
Pietro Palazzini (1912-2000), Höffner, Thiandoum, Silvio Angelo Pio Oddi (1910-2001) y
Gabriel-Marie Garrone (1901-1994). Ibidem, pp. 76-87, 93-95 y 103.
299 Como es el caso de los cardenales Jospeh Schröffer (1903-1983) y Raúl Silva Henríquez
(1907-1999), y del arzobispo Román Arrieta Villalobos (1924-2005). Ibidem, pp. 71, 87 y 89-91.
300 Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe comentada por los profesores de la Facultad de Derecho
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303Ibidem, p. 21.
304Idem.
305 Idem.
306 Idem.
307 Intervención del cardenal Joseph Ratzinger (22 de octubre de 1981), en Suchecki,
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afirma que la masonería actual no tiene “nada que ver con la del siglo XIX”. Además de
cuestionarnos esto, es preciso preguntarnos también si no lo tiene con la del siglo XVIII,
igualmente condenada.
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310 Giantulli, Florido, op. cit., pp. 77-79. De lo que recaba el autor, la G, que en general in-
dicaría God (Dios), en un momento indica la Geometría, más tarde la Generación, con unos
contenidos antropocéntricos dentro de la cosmovisión masónica y conducentes al relativismo
filosófico, religioso y moral.
311 Ibidem, p. 45.
312 Por ejemplo, León XIII, Encíclica Humanum genus (20 de abril de 1884), en Gutiérrez
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313 Por ejemplo, ibidem, pp. 168 y 171. Lo hemos encontrado ya claramente desde León
XII en 1825. Recientemente, también han expresado este peligro: el cardenal Pietro Palazzini
en la comisión de revisión del código de derecho canónico (1981), en Suchecki, Zbigniew, op.
cit., p. 83; Inconciabilidad entre fe cristiana y masonería (1985), en op. cit., p. 21: el clima de secretismo
implica para los miembros el riesgo de llegar a ser “instrumento de estrategias por ellos igno-
radas”; Conferencia Episcopal Filipina, Líneas guía sobre la masonería (2003), en Congregazione
per la Dottrina della Fede, op. cit., p. 61, (pregunta 19).
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314 Conferencia Episcopal Filipina, op. cit., pp. 55-73. Las citas en español de este docu-
mento son traducción nuestra del texto italiano publicado en esta obra.
315 Quevedo, Orlando B.,“Introducción” del Presidente de la Conferencia Episcopal Fi-
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331 La carta no ha sido publicada oficialmente, por lo que no podemos asegurar su auten-
núms. 21, 28 y 92; e idem, Declaración Dignitatis humanae (7 de diciembre de 1965), núm. 3.
333 Véase Di Fiore, Tullio, Massoneria e Chiesa Cattolica. Dall’incompatibilità alle condizioni per
un confronto, Palermo, Dario Flaccovio, 2013; Guerra Gómez, Manuel, Masonería, religión y
política, Madrid, Sekotia, 2012, y El árbol masónico. Trastienda y escaparate del Nuevo Órden Mundial,
Manchester-Londres, Digital Reason, 2017.
334 Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, núms. 20-24.
335 Recientemente, en una entrevista, Manuel Guerra sostuvo que el número de adeptos a
las masonerías ha disminuido mucho durante el último siglo; así, dice que, en Estados Unidos,
los masones habrían pasado de cuatro millones a principios del siglo XX a un millón trescientos
mil a principios del actual; en Inglaterra, serían actualmente unos trescientos cincuenta mil,
y, en España, unos treinta mil: Guerra Gómez, Manuel, Entrevista en Religión Confidencial.
Reseña, 13 de junio de 2017, https://www.religionconfidencial.com/otras_religiones/Manuel-Guerra-
masoneria-Espana-masones_0_2946305362.html. El mismo estudioso, en otra entrevista, afirmó que,
en Francia, el Gran Oriente de Francia (la masonería allí mayoritaria) tendría más de cincuenta
mil miembros: Guerra Gómez, Manuel, La Iglesia Católica y la masonería son incompatibles. Entrevista
realizada por Jorge Santana (1o. de julio de 2013), 21 de junio de 2017, http://www.buenanueva.es/
entrevista-a-manuel-guerra-gomez.
336 Congregazione per la Dottrina della Fede, op. cit..
337 Ravasi, Gianfranco, “Cari fratelli massoni”, Il Sole 24 Ore, suplemento semanal, do-
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brero de 2016, p. 29. Es competencia actual del Pontificio Consejo de la Cultura el diálogo con los
no creyentes. Las citas en español de este documento son traducción nuestra del original italiano.
345 Bisi, Stefano, Carta al director de Il Sole 24 Ore, 15 de febrero de 2016, http://www.
grandeoriente.it/lettera-del-gran-maestro-bisi-a-il-sole-24-ore-dopo-larticolo-del-cardinale-ravasi-su-chie-
sa-e-massoneria/, y en AGENPARL–Roma, 22 feb 2016, http://www.agenparl.com/364157-2/.
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VII. BIBLIOGRAFÍA
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CIERVA, Ricardo de la, Los signos del anticristo. Iglesia, Masonería Total y Poderes
Ocultos ante el Tercer Milenio, Getafe (Madrid), Editorial Fénix, 1999.
Codex Iuris Canonici, Piis X Pontificis Maximi iussu digestus, Benedicti Papae XV auc-
toritate promulgatus, [1917], Nueva York, P. J. Kenedy & Sons Typographi
Pontificii, 1918.
Código de Derecho Canónico [de 1917] y legislación complementaria. Texto latino y ver-
sión castellana, con jurisprudencia y comentarios, por MIGUÉLEZ DOMÍNGUEZ,
Lorenzo, ALONSO MORÁN, Sabino y CABREROS DE ANTA, Marcelino,
Madrid, BAC, 1957.
Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe comentada por los profesores de la Facultad
de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca, dirigida por Lam-
berto de Echeverría, Madrid, BAC, 1983.
Congregazione per la Dottrina della Fede, Dichiarazione circa le associazioni mas-
soniche (23 [sic] novembre 1983). Testo e commenti, Ciudad del Vaticano, Libre-
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Constituciones de los Franc-masones (17 de enero de 1722-1723), Museo Virtual de
Historia de la Masonería, UNED, disponible en: http://www2.uned.es/dpto-
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Constitución de los Franc-masones. Introducción, en Museo Virtual de Historia de la
Masonería, UNED, disponible en: http://www2.uned.es/dpto-hdi/museovirtualh
istoriamasoneria/3documentos_fundacionales/contitucionesdeanderson_introduccion.htm.
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de 1959), en GELONCH VILLARINO, Edmundo, Las gracias y las desgracias
de la Argentina: una visión política desde el Salmo II, San Rafael 2016, Verbo
Encarnado.
DENZINGER, Enrique, El magisterio de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1963.
DI FIORE, Tullio, Massoneria e Chiesa Cattolica. Dall’incompatibilità alle condizioni
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FERRER BENIMELI, José Antonio, “El Vaticano y los masones”, en El País, 10
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GIANTULLI, Florido, L’essenza della massoneria italiana. Il naturalismo, Florencia,
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Paolo VALVO
[…]manda sobre los miembros del Gobierno, de medida que es posible afirmar
que nadie puede desempeñar un cargo público si no es, o si no se vuelve, ma-
són. La masonería [sigue argumentando el delegado apostólico] no se declara
comunista, sin embargo, favorece mucho el comunismo por su política antirre-
ligiosa y ha demostrado públicamente su apoyo a la política antirreligiosa del
1 Segreteria di Stato, Sezione per i Rapporti con gli Stati, Archivio Storico, en adelante:
S.RR.SS., Archivio della Sacra Congregazione per gli Affari Ecclesiastici Straordinari, en
adelante: AA.EE.SS., Stati Ecclesiastici, pos. 474 (P.O.), fasc. 475, ff. 25r-26r. Al respecto, véase
Giunipero, Elisa, “Le inchieste sul comunismo”, en Pettinaroli, Laura (coord.), Le gouvernement
pontifical sous Pie XI: pratiques romaines et gestion de l’universel, Actes du séminaire international 2010-
2011, École française de Rome, Roma, s.e., 2013, pp. 191-202.
219
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2 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, pos. 553 (P.O.), fasc. 294, ff. 3v-4r, carta de monseñor
clicas pontificias a las que se hace referencia aquí se han consultado en línea en el sitio web
de la Santa Sede, www.vatican.va.
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[…] la conspiración del silencio que en esta materia está realizando una gran
parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración porque no se pue-
de explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar
y subrayar aun los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en
silencio durante tanto tiempo los horrores que se cometen en Rusia, en México
y también en gran parte de España, y, en cambio, hable relativamente tan poco
de una organización mundial tan vasta como es el comunismo moscovita. Este
silencio, como todos saben, se debe en parte a ciertas razones políticas, poco
previsoras, que lo exigen –así se afirma–, y está mandado y apoyado por varias
fuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social
y político cristiano.6
[…] la artera y funestísima secta de los que, negando y odiando a Dios, se de-
claran enemigos del Eterno; se insinúan por doquiera; desacreditan y arran-
can de las almas toda creencia religiosa, y conculcan en fin todo derecho
divino y humano. Y mientras se mofan de la esperanza de los bienes celes-
tiales, incitan a los hombres a conseguir, aún con medios ilícitos, una felici-
dad terrenal en todo y por todo mentirosa y los impulsan por lo mismo con
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La idea según la cual hay una alianza entre la masonería y los otros movi-
mientos ideológicos y políticos anticatólicos tiene raíces antiguas. A este respec-
to, en el archivo de la Secretaría de Estado del Vaticano se encuentra –entre
otros– un fascículo particularmente relevante, que contiene las respuestas a una
consulta hecha por el papa León XIII a cuatro cardenales de la Curia romana,
entre los últimos meses de 1883 y los primeros de 1884.8 En vista de la publi-
cación de la encíclica sobre la masonería Humanum genus (20 de abril de 1884),
el papa sometió a sus cardenales a la siguiente pregunta: “Tomando en cuenta
la áspera guerra movida por la secta anticristiana (masonería) a la Iglesia en
todo el mundo, así como el dominio que ella supo obtener en los gobiernos de
los Estados, ¿pueden los medios de defensa tradicionalmente adoptados por la
S. Iglesia ser considerados suficientes todavía? O ¿hay necesidad de recurrir a
otros medios extraordinarios?”.9 Parece significativa la respuesta del cardenal
Luigi Maria Bilio –quien en 1864 había sido uno de los autores del Syllabus
de los principales errores de nuestro tiempo–, según el cual es necesaria “una nueva
y solemne condena de la masonería por medio de una constitución apostóli-
ca”, que debería explicar, entre otras cosas, la “estrechísima relación de la ma-
sonería con el internacionalismo, el socialismo y el nihilismo”,10 condenados
por León XIII, en la encíclica Quod apostolici muneris.
Desde el punto de vista de Bilio, era necesario un documento pontificio
explícitamente dedicado al tema masónico. Conforme a sus sugerencias, la
encíclica Humanum genus, después de haber enumerado los errores que a tra-
vés de movimientos revolucionarios, querían difundir “muchas asociaciones
comunistas y socialistas”, afirma: “La masonería, que favorece en gran escala
los intentos de estas asociaciones y coincide con ellas en los principios fun-
damentales de su doctrina, no puede proclamarse ajena a los propósitos de
aquéllas”.11 Precedentemente, la conexión entre el asunto masónico y el so-
cialismo y el comunismo había sido señalada por Pío IX, en el transcurso de
su pontificado; al respecto, cabe destacar el hecho de que el título IV del Sylla-
bus fuera dedicado a “Socialismo, comunismo, sociedades secretas, sociedades
7 Véase Ingravescentibus malis, 29 de septiembre de 1937.
8 El asunto ha sido profundizado ampliamente en Miccoli, G., “Leone XIII e la masso-
neria”, Studi Storici, vol. 47, núm. 1, 2006, pp. 5-18.
9 S.RR.SS., AA.EE.SS., Stati Ecclesiastici, II periodo, pos. 1057, fasc. 340.
10 Ibidem, f. 72r. Véase también Miccoli, G. op. cit., p. 12.
11 León XIII, Humanum genus, Roma, 20 de abril de 1884, párr. 18. Véase Miccoli, G. op.
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12 Pío IX, Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores; véase Quanta cura, Roma, 8 de
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como demuestran, por ejemplo, las afirmaciones citadas del delegado Ruiz y
Flores acerca de la presencia de judíos detrás de la masonería mexicana. De
todos modos, el papa Pío XI parece muy resuelto cuando afirma, frente a
Mussolini, que México es un país “totalmente enfeudado a la masonería”.14
Por eso, resulta interesante examinar las bases factuales a partir de las que la
Santa Sede formula sus propios juicios sobre la masonería en el contexto mexi-
cano. Al respecto, es lícito suponer que las afirmaciones del “centro” pontificio
(por ejemplo, las encíclicas o las directivas enviadas periódicamente a la dele-
gación apostólica) tengan mucho que ver con la información proveniente de la
“periferia”, como sugiere el famoso proverbio, según el cual “De Roma viene
lo que a Roma va”. El proceso informativo que alimenta las evaluaciones de la
Santa Sede y funda el actuar de la misma envuelve como actores principales al
episcopado mexicano y a la red diplomática pontificia, cuya actividad produce
en el tiempo una amplísima documentación. Esta documentación, guardada en
los archivos de la Santa Sede (actualmente abiertos hasta el fin del pontificado
de Pío XI, es decir, 10 de febrero de 1939), representa una referencia obligada
para iluminar la mirada vaticana sobre la masonería. Además de las fuentes de
archivo y de los documentos oficiales de la Santa Sede, hay otras fuentes que
pueden ofrecer elementos útiles a una profundización del tema. Se trata de pe-
riódicos como el cotidiano L’Osservatore Romano y la revista de los jesuitas La Civiltà
Cattolica, cuyos artículos, si bien no hablan oficialmente en nombre de la Santa
Sede, sí presentan opiniones conformes a la visión pontificia, aunque no sin ex-
cepciones.15 Cabe señalar que, con frecuencia, estas revistas –particularmente La
Civiltà Cattolica– contienen los juicios más críticos e, incluso, desafiantes respecto
a la presencia de la masonería en el contexto mexicano.
14 Lo que, sin embargo, parece confirmado por un análisis cuantitativo de la penetración de la ma-
sonería en todos los niveles del poder en México (gobierno federal/gobiernos estatales) entre las dècadas
de 1920 y 1930. Véase al respecto el ensayo de Carlos Francisco Martínez Moreno en este volumen.
15 Véase, por ejemplo, el juicio más radical del periódico jesuita sobre la licitud de la
“defensa armada” del pueblo mexicano la década de 1930. Al respecto, véase “Messico.
Nostra Corrispondenza”, La Civiltà Cattolica, vol. I, 1935, p. 445.
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lagio Antonio Labastida y Dávalos a la Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios,
29 de mayo de 1873. El documento se encuentra también en Ramos, Luis (coord.), op. cit., p. 498.
18 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, I periodo, pos. 233, fasc. 661, ff. 57r-58v, carta de mon-
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20 Ibidem, ff. 97r-98v, carta de Pío IX a monseñor Montes de Oca, 1o. de julio de 1875.
21 Cabe mencionar al respecto las actas del Concilio Plenario latinoamericano celebrado
en Roma en 1899, donde el argumento es tratado difusamente en el capítulo séptimo del títu-
lo segundo (“De secta Massonica aliisque sodalitatibus illicitis”). Véase, por ejemplo, el párrafo 168:
“Et quoniam plurimis in regionibus nostris impiorum machinationes et fallaciae eo tendunt,
ut saluberrima contra pestem societatum clandestinarum decreta et mandata Apostolica inania
faciant, sub ementito praetextu, a Pio IX et Leone XIII pluries damnato, scilicet non eamdem
ese naturam sectae Massonicae in ómnibus nationibus, sed eam quae alibi periculosa est ac om-
nino proscribenda, alicubi innocuam esse ac honestam, quia, aiunt, diversa sunt dogmata, fines,
actiones; sedulo curent animarum pastores, ut tam perniciosus error, tam audax praetensio, a
patre mendacii excogitata, ut incautos decipiat, penitus eliminetur”. Acta et decreta Concilii Plenarii
Americae Latinae in Urbe celebrati anno Domini MDCCCXCIX, Roma, Typis Vaticanis, 1902, pp. 83-84.
22 Ramos, Luis (coord.), op. cit., p. 514.
23 “Que no pudiéndose por la Ley del Sínodo 3o. mexicano unir en matrimonio, según el rito
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Claus, Arnold y Vian, Giovanni (coord.), The Reception and Application of the Encyclical Pascendi,
Venecia, Edizioni Ca’ Foscari, 2017, pp. 209-230.
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29 Archivio Segreto Vaticano, en adelante: ASV, Arch. Deleg. Messico, busta 27, fasc. 90, f. 44r,
carta de monseñor Tommaso Pio Boggiani al cardenal Rafael Merry del Val, 9 de julio de 1912.
30 Ibidem, f. 45r, carta de monseñor Boggiani al cardenal Merry del Val, 10 de julio de 1912.
31 Ibidem, f. 54v, carta de monseñor Boggiani al cardenal Merry del Val, 1o. de septiembre de
1912.
32 Ibidem, f. 73r, carta de monseñor Boggiani al cardenal Merry del Val, 16 de diciembre de
1912.
33 Ibidem, f. 89r, carta de monseñor Boggiani al cardenal Merry del Val, 12 de marzo de 1913.
Véase, al respecto, Valvo, Paolo, Pio XI e la Cristiada. Fede, guerra e diplomazia in Messico (1926-
1929), Brescia, Morcelliana, 2016, p. 68.
34 Véase al respecto Valvo, Paolo, Pio XI e la Cristiada. Fede, guerra e diplomazia in Messico
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Orozco calificaba como “absurdas” estas acusaciones y señalaba que la lucha an-
ticlerical de la masonería había comenzado en 1911, inmediatamente después de
la caída de Porfirio Diaz.39 Muy diferente era la opinión del delegado apostólico
en México, Tommaso Pio Boggiani, quien, repetidamente, confirmaba ante la
Curia romana el fundamento de los cargos contra el arzobispo de México, pro-
tagonista de una dura confrontación con el mismo delegado, desde mediados de
1913 hasta el regreso de este último a Roma, a finales de enero de 1914. En una
carta al secretario de la Congregación Consistorial, el cardenal Gaetano De Lai,
del 10 de diciembre de 1914, Boggiani afirmaba: “Los Estados Unidos y el dinero
de los protestantes tienen por supuesto que ver con la persecución religiosa sufrida
en México por los liberales y masones. Los persecutores mexicanos, sin embargo,
encontraron en la perniciosa política de monseñor Mora un pretexto muy fuerte
para legitimar su violencia hacia el clero y la Iglesia”.40
El convencimiento de que la masonería transnacional estadounidense-
mexicana estaba detrás de toda manifestación de anticlericalismo en México
parece acompañar también la breve experiencia del primer sucesor de Boggia-
ni en el cargo de delegado apostólico, monseñor Ernesto Filippi. Este último
manifiestaba una actitud extremadamente favorable hacia el presidente de la
República Álvaro Obregón; de hecho, en sus informes de 1922 para la Secre-
taría de Estado, llegó a presentar como muy probable la reanudación de las
relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.41 Sin embargo, como
escribiría Filippi al secretario de Estado, cardenal Pietro Gasparri, el 14 de
diciembre de 1922:
[…] hay que tomar en cuenta el trabajo desempeñado por las sectas y so-
bre todo por la masonería norteamericana, que desde hace algún tiempo
se preocupa por la tranquilidad que goza actualmente la Iglesia en México.
No soy [sigue explicando el delegado] un fetichista [textual] ni tampoco
miedoso de la supuesta superpotencia masónica, pero pienso que hay que
tomar en cuenta el poder económico de las logias newyorkinas [sic] que
aquí en México gastan sin freno. No quiero faltar de respeto a esta nación,
afirmando que en esta se puede hacer mucho comprando conciencias, por-
que desafortunadamente este deplorable comercio se ha desarrollado mu-
39 Ibidem, f. 59r
40 ASV, Segr. Stato, año 1915, rubr. 251, fasc. 7, f. 95r, carta de monseñor Tommaso Pio
Boggiani al cardenal Gaetano de Lai, 10 de diciembre de 1914.
41 Véase Valvo, Paolo, op. cit., pp. 109-122 y Alejos, Carmen José, “Pío xi y Álvaro Obre-
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cho en la vida pública, debido a las sectas que no pueden luchar con medios
honestos.42
Unas semanas después, luego de ser expulsado del país por su partici-
pación en la ceremonia religiosa en el Cerro del Cubilete, con ocasión de la
colocación de la primera piedra del monumento a Cristo Rey (11 de enero
de 1923), monseñor Filippi no disimulaba su desilusión por lo que le parecía
una verdadera traición de su antiguo amigo Obregón. De todas maneras, la
“decisión sectaria” tomada por el presidente se debía necesariamente –según
Filippi– a una “imposición sufrida por parte de la masonería”.43
En el transcurso de la estancia de Filippi en el país, la postura de la Santa
Sede hacia las sociedades secretas puede ser apreciada también gracias a
los juicios que el Vaticano expresaba con respecto a una asociación católica
fundada en 1915, por el futuro obispo auxiliar de Morelia, y luego arzobis-
po de México, Luis María Martínez y Rodríguez.44 Se trata de la Unión de
Católicos Mexicanos, mejor conocida como la “U”, cuya secrecía despertaba
temores muy grandes entre los cardenales de la Congregación para los Asun-
tos Eclesiásticos Extraordinarios, la cual se reunía el 2 de julio de 1922 para
debatir el tema. Sí, por una parte, los cardenales admitían, desde el punto de
vista teórico, la licitud de una asociación que no es secreta para los obispos,
sino únicamente para las autoridades civiles, por otra, coincidían en prohibir
a los obispos involucrarse de cualquier modo en una asociación secreta que
perseguía fines políticos, y a cuyos miembros les gustaba llamarla “nuestra
masonería”.45
En el verano de 1923 tenía lugar el primer intento de la Santa Sede –y
quizás el único, a la luz de la documentación actualmente disponible– de fo-
tografiar la consistencia y la difusión de la masonería en el territorio mexi-
cano. La oportunidad de hacerlo se presentaba gracias a la encuesta sobre
42 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, pos. 479 (P.O.), fasc. 1, ff. 28v-29r, carta de monseñor
Ernesto Filippi al cardenal Pietro Gasparri, 14 de diciembre de 1922.
43 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, pos. 486 (P.O.), fasc. 6, f. 41r, carta de monseñor Ernes-
la Cristiada, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, 2001, pp. 31-39; Solís,
Yves, “El origen de la ultraderecha en México: la U”, El Cotidiano, México, núm. 149, 2008,
pp. 25-38; Andes, Stephen J.C., The Vatican and Catholic Activism in Mexico and Chile. The Politics
of Transnational Catholicism, 1920-1940, Ofxord, Ofxord University Press, 2014, pp. 53-60 y
Valvo, Paolo, op. cit., pp. 113-116.
45 El cuestionario, enviado por el secretario de la Delegación apostólica, monseñor Tito
Crespi, a todos los obispos con fecha del 8 de agosto de 1923, se encuentra junto con las
contestaciones de los mismos en ASV, Arch. Deleg. Messico, busta 45, fasc. 205.
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casi nulo y prácticamente los pocos inscritos a ella no les estimula más que sus conveniencias
personales”. Ibidem, ff. 32r-33r.
48 Donde a pesar de ser presente en muchos lugares la masonería “de este lugar tiene
actualmente 18 miembros, que han disminuido notablemente de 1920 a esta parte, pues no
cuentan con el apoyo oficial local, con que antes contaban. En las demás poblaciones no pasan
de tres a cuatro los miembros en cada lugar, excepción de San José del Cabo que tiene ocho.
Únicamente los de alta graduación son practicantes, la mayor parte (únicamente) están inscri-
tos y únicamente por conveniencias personales y no por convicción”. Ibidem, f. 41r.
49 “En la ciudad episcopal hay una logia masónica casi desorganizada. En la ciudad
de Pachuca hay logia masónica y sociedad teosófica, establecida recientemente y con pocos
adherentes”. Ibidem, ff. 44r-45r.
50 “Los masones como aún no se dan a conocer, porque están apenas organizándose, no
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hostilizar a la Iglesia Católica, y se aprovechan de las tendencias sectarias de nuestro Gobierno civil,
para llevar a cabo sus negros fines y conquistar más adeptos. Generalmente sus ataques contra la
Iglesia se hacen en forma oculta pero decisiva”. Ibidem, ff. 2r-3v.
52 Ibidem, ff. 49r-53r.
53 Ibidem, f. 59v.
54 Ibidem, f. 88r/v.
55 Ibidem, ff. 114r-117r. Respecto al rito nacional mexicano, véanse el texto Constitución
y estatutos generales del R[ito] Mas[ónico] N[acional] Mex[icano], N. Chavez, México, 1868, recién
republicado por Carlos Francisco Martínez Moreno y José Luis Soberanes Fernández.
56 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, pos. 499 (P.O.), fasc. 21, ff. 22r-23v, carta del cardenal
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Calles, antes de tomar posesión del cargo presidencial, había viajado a Europa
para platicar con los soviéticos y organizar una amplia migración de bolchevi-
ques y judíos a México, lo que era “naturalmente favorecido por la masonería
y los protestantes yanqui”.57 La teoría de la conspiración judaico-masónica
–que en estos años es todavía un elemento fundamental del horizonte ideoló-
gico y cultural del catolicismo– representa el fondo de muchos juicios. Véanse,
por ejemplo, las palabras de La Civiltà Cattolica, que el 23 de abril de 1926, con
ocasión de la publicación de la letra pontificia Paterna sane, afirmaba que los
perseguidores de la Iglesia eran quienes habrían invitado a México a “la esco-
ria de extranjeros, judíos, masones, protestantes para ayudarlos”.58
La idea según la cual las ideologías sociales y las creencias religiosas di-
ferentes de la católica compartían una estrategia común para hostilizar a
la Iglesia parece muy arraigada en hombres como el director del periódico
jesuita, el padre Enrico Rosa, quien, en carta al cardenal Gasparri, enfati-
zaba la escasa formación del clero latinoamericano, lo cual no le permitía
afrontar “las luchas acuciantes de la masonería, del protestantismo, del co-
munismo y de otras similares corrientes de apostasía religiosa y de anarquía
social conjuradas”.59
Cabe señalar, que esta visión encuentra una prueba confirmatoria –aun-
que parcial– en afirmaciones como las del protestante estadounidense Robert
A. Greenfield, publicadas en el Osservatore Romano en su primera plana, el 26
de junio de 1928:
57 “La parola del Papa e la persecuzione religiosa del Messico”, La Civiltà Cattolica, vol.
II, 1926, p. 206.
58 S.RR.SS., AA.EE.SS., Messico, pos. 502 (P.O.), fasc. 23, f. 46r, carta del padre Enrico
Morfín, Juan, 1926-1929 Revolución silenciada. El conflicto religioso en México a través de las páginas
de L’Osservatore Romano, México, Porrúa-Universidad Panamericana, 2014, p. 125.
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en Moscú, actuaba en países como México y España, gozando del apoyo –más
o menos transitorio– de los viejos enemigos de la Iglesia, es decir, liberalismo,
masonería y, en el caso de México, protestantismo. Es lo que puede leerse
en los documentos preparatorios de la encuesta global sobre el comunismo,
que la Secretaría de Estado lanzaba en 1932, mediante un cuestionario envia-
do a todos los nuncios y delegados apostólicos: “La lucha del comunismo se
concentra dentro y fuera de Rusia especialmente en contra de todo lo que es
católico, aunque fuera necesario servirse de aliados provisorios como las sectas
anticatólicas, el protestantismo militante, la masonería y el liberalismo ateo o
antirreligioso”.64 Los datos recogidos sobre México por el Vaticano, en el mar-
co de otra encuesta, efectuada en 1936 –mientras en la Curia ya se trabajaba
la futura encíclica de Pío XI sobre el comunismo Divini Redemptoris–, no hacen
sino confirmar esta hipótesis. Así se lee en un comentario de la Congregación
para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios:
64 S.RR.SS., AA.EE.SS., Stati Ecclesiastici, pos. 474 (P.O.), fasc. 488, ff. 60v-61r.
65 “Messico. Nostra Corrispondenza”, La Civiltà Cattolica, vol. I, 1935, pp. 104n-105n.
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Valle de México. Ortiz Rubio también, que fue elegido presidente en 1930,
era masón.66
Piani cerca de su viaje a México para el cardenal Eugenio Pacelli, 24 de septiembre de 1936.
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Cárdenas “sigue siendo rodeado por elementos muy malos y nefastos para la
Iglesia”. Por otro lado, Piani afirmaba que, entre los hombres que formaban
el gobierno, muy pocos eran anticatólicos por íntima convicción personal:
“Hay que admitir, en efecto, que muchos son esclavos de ciertas asociaciones
secretas, y experimentan el influjo tiránico de la masonería y además de nú-
cleos de propaganda comunista, que dirigen la campana sectaria de descris-
tianización y de persecución. Se percibe la influencia de un centro directivo,
al que están sujetos los mandatarios, la misma soberanía de los Estados, el
poder legislativo y judiciario”.71
A pesar de la postura más bien cauta de la Santa Sede (cabe señalar al
respecto la ausencia de referencias polémicas hacia el gobierno de Cárdenas
en la tercera y última encíclica de Pio XI sobre la situación religiosa de Méxi-
co, Firmissimam constantiam, del 28 de marzo de 1937), La Civiltà Cattolica siguió
atacando la política cardenista. Así lo mostraba, por ejemplo, un artículo
publicado en febrero de 1937:
71 “Nel Messico come prima e peggio di prima”, La Civiltà Cattolica, vol. I, 1937, p. 290.
72 Rosa, Enrico, “L’enciclica sul Messico e l’opera della ristaurazione sociale”, La Civiltà
Cattolica, vol. II, 1937, p. 321.
73 Acta et documenta Concilio Oecumenico Vaticano II apparando, series I (Antepraeparatoria),
vol. II: consilia et vota episcoporum ac prelatorum, párrs. VI: America septentrionalis et centralis, Roma,
Typis Polyglottis Vaticanis, 1960, p. 234.
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Después del 10 de febrero de 1939, fecha del fallecimiento de Pío XI, los
archivos vaticanos callaron, de modo que el análisis de la postura de la Santa
Sede frente a la masonería se vuelve más ardua. Cabe señalar, de todos mo-
dos, que la pacificación religiosa de facto, efectuada durante la presidencia
de Lázaro Cárdenas (de acuerdo con los últimos hallazgos), contribuyó a
una progresiva disminución de interés por la masonería y su anticlericalis-
mo, en las décadas siguientes.
Parece significativa, al respecto, la constatación de que entre las relacio-
nes enviadas por los obispos mexicanos a la comisión preparatoria del Con-
cilio Vaticano II, el tema de la masonería se encuentre mencionado de forma
explícita únicamente en la del entonces obispo de Tampico (y futuro arzobis-
po de México) monseñor Ernesto Corripio Ahumada, el cual proponía que la
excomulgación prevista en el canon 2335 del Código de Derecho Canónico
se aplicara sólo a quienes se obstinaran en pertenecer a la masonería, pues,
según el obispo, había muchos católicos que se inscribían en las logias por
ignorancia, curiosidad o necesitad de trabajo.74 Otros obispos, enumerando
los peligros que amenazaban a la fe católica, no mencionaban la masonería
sino el “materialismo”, el “comunismo”, el “liberalismo”, el “modernismo”,
el “laicismo”, el “naturalismo” y el “existencialismo”.75
Por otro lado, los debates conciliares demuestran la importancia que la
cuestión masónica seguía teniendo en el contexto mexicano; de hecho, no es
casual, que el tema fuera planteado en tres ocasiones por un obispo mexica-
no, es decir el obispo de Cuernavaca, monseñor Sergio Méndez Arceo.76 El
6 de diciembre de 1962, en el transcurso de la trigésima quinta congregación
general, Méndez Arceo afirma:
74 Véanse, por ejemplo, los informes del cardenal arzobispo de Guadalajara José Garibi
Rivera y del obispo de Montterrey, Espino y Silva, ibidem, pp. 201 y 224. Al respecto, véase
también Casas García, Juan Carlos, “La Iglesia en México durante el Vaticano II: el contex-
to nacional y eclesial y la participación de los obispos mexicanos en el Concilio”, Efemérides
Mexicana, México, vol. 33, núm. 97, 2015, pp. 28-41.
75 Para un panorama sobre la participación de Méndez Arceo a los trabajos del Concilio,
véase Olimón Nolasco, Manuel, Una lúcida voz mexicana en el Concilio: Don Sergio Méndez Arceo,
ibidem, pp. 78-111.
76 Acta synodalia Sacrosancti Concilii oecumenici Vaticani II, vol. I, periodus I, pars IV, Congre-
gationes Generales XXXI-XXXVI, Typis polyglottis Vaticanis, Roma, 1971, pp. 340 y 341.
Véase, al respecto, también Casas García, op. cit., p. 57.
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77 Ibidem, vol. II, periodus II, pars V, Congregationes Generales LXV-LXXIII, Typis
Poliglottis Vaticanis, Roma, 1973, pp. 617 y 618. Véase Casas García, op. cit., pp. 60 y 61.
78 Ibidem, vol. III, periodus III, pars III, Congregationes Generales XC-XCV, Typis Po-
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estricta. Por ello se puede enseñar y aplicar con seguridad la opinión de aquellos
autores que consideran que el canon 2335 se refiere sólo a aquellos católicos
que se inscriben en asociaciones que realmente maquinan contra la Iglesia”.80
Debido a las “interpretaciones erróneas y tendenciosas” suscitadas por
el documento en la opinión pública, en una declaración del 17 de febrero de
1981, la Congregación precisa que “no ha sido modificada en modo alguno la
actual disciplina canónica que permanece en todo su vigor”, y, “por lo tanto,
no ha sido abrogada la excomunión ni las otras penas previstas. En cualquier
caso, permanece la prohibición para los clérigos, religiosos y miembros de los
Institutos seculares de inscribirse en cualquier tipo de sociedad masónica”.81
Otras interpretaciones confundidas siguen la aprobación en 1983 del nuevo
Código de Derecho Canónico, en cuyo canon 1374 la masonería no queda
mencionada explícitamente, mientras se formula una prohibición genérica
de pertenecer a “una asociación que maquina contra la Iglesia”.
Al respecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe intervenía otra
vez, el 26 de noviembre de 1983, declarando que, a pesar de que en el
nuevo Código se hubiera quitado la pena de excomulgación reservada a
la Santa Sede para los masones (prevista en el viejo canon 2335), “no ha
cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masó-
nicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables
con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas
sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones
masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la
santa comunión”.82
Esto, por supuesto, no excluía la posibilidad para los católicos de colabo-
rar en dadas circunstancias con los masones en vista del bien común, como
demuestra –entre otros casos– el actuar del delegado apostólico en México,
monseñor Girolamo Prigione, quien, a lo largo de su permanencia en el país
(1978-1997), logró obtener el apoyo de importantes exponentes de la maso-
nería mexicana a la reforma constitucional en materia religiosa, promovida
80 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la disciplina canónica que prohí-
be, bajo pena de excomunión, que los católicos se inscriban en la masonería y otras asociaciones de ese tipo,
Roma, 17 de febrero de 1981.
81 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la masonería, 26 de noviembre
de 1983.
82 Congregación para la Doctrina de la Fe, “Reflexiones sobre la Declaración de la
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83 http://www.vatican.uva/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_com_cfaith_
doc_19850223_declaration-masonic_articolo_sp.html.
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EL LIBERAL MODERANTISMO
DURANTE EL GOBIERNO DE IGNACIO COMONFORT
I. INTRODUCCIÓN
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1 Para mayor información sobre dicha insurrección, véase, Villegas Revueltas, Silvestre,
“Santannismo, reforma liberal y las campañas de Puebla en 1856”, Estudios de Historia Moderna
y Contemporánea de México, México, vol. 40, julio-diciembre de 2010, pp. 13-53.
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emperador chino”–, y también debido a los amplios poderes que ejerció Juan
Álvarez –que igual se utilizaron para promulgar la Ley Juárez “que encendió
la guerra civil”, que para nombrar a Comonfort presidente sustituto, más allá
de lo que opinara el Consejo de Gobierno que la propia Revolución de Ayut-
la había creado, y ante la falta de un genuino marco constitucional que por
el momento se estaba construyendo–. Por ello, el Presidente y sus secretarios
consideraron que la revolución materializada en un nuevo gobierno sólo po-
dría resultar en la instalación de otra dictadura, liberal, sí, pero al fin y al cabo
dictadura. Así lo percibió el historiador y periodista Anselmo de la Portilla al
calor de los sucesos ocurridos entre 1855 y 1856. Un siglo después, Andrés
Serra Rojas escribía: “Comonfort tenía razón en su punto de partida como
estadista […]La acción del Estado [se guía] por la prudencia política[…] por
una política de frenos y contrapesos, de constantes limitaciones a la concen-
tración del poder. En una palabra, un adecuado régimen de derecho”.2 Bajo
la anterior y central preocupación de los moderados en el poder, José María
Lafragua, secretario de Gobernación –quien había consensuado con el gabi-
nete el Programa de Gobierno que debía seguirse–, indicaba que, mientras el
Constituyente continuara elaborando la carta fundamental de la República,
regiría un estatuto orgánico. En éste se fijaría “de una manera clara la auto-
ridad que debe ejercer el gobierno general, y las bases a que debe arreglarse
la administración interior de los estados”.
El Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana se publicó el 15 de
mayo de 1856 y contiene 126 artículos divididos en nueve secciones; la pa-
labra provisional se debía a que sólo regiría hasta que se sancionara la nueva
Constitución. No era un texto original, pero sí se le podía considerar así desde
la perspectiva de la historia constitucional, porque recogía ideas de la carta
fundamental de 1824 y de las Bases Orgánicas de 1843: “porque en uno y
otro se encuentran consignados principios democráticos. Sin embargo se han
introducido pensamientos nuevos y se han hecho alteraciones importantes,
porque las ideas de mejora y de progreso que forman parte del programa de
este gobierno, han exigido concesiones a favor de los extranjeros y mayores
explicaciones en algunos puntos”.3
al comercio, una política de reducir los monopolios y fomentar la inversión extranjera, es-
pecialmente en el rubro de construcción de obra pública. Véase Lafragua, José María, “De-
fensa del Estatuto Provisional”, en Galeana de Valadés, Patricia (comp.), José María Lafragua,
México, Senado de la República-LIII Legislatura, 1987, p. 234.
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6 Juárez, Benito, Apuntes para mis hijos, México, Futuro, 1963, p. 38.
7 Francisco Bulnes, un furibundo crítico de Juárez, describió el ambiente electoral du-
rante la república restaurada de la siguiente manera: “Desgraciadamente Juárez, calcinado
por ardiente ambición personal, quiso ir a la dictadura imposible, descarnada,lúgubre, famé-
lica. La federación quedó dividida en estados amigos, donde florecía el régimen de gobierno
africano o demagógico, y en estados enemigos que debían soportar el peso de los privilegios
concedidos a los estados amigos. Se exoneraba de todas sus obligaciones constitucionales,
sociales y humanitarias a los estados reeleccionistas; se conspiraba con los elementos federa-
les contra los estados antirreelecionistas”, El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el
imperio, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora-Instituto Nacional de
Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2009, p. 581.
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Pablo, The Lawyer of the Church. Bishop Clemente de Jesús Munguía and the Clerical Response to the
Mexican Liberal Reforma, Lincoln, University of Nebraska Press, 2015, pp. 137-188.
9 Rabasa, Emilio, La Constitución y la Dictadura, México, Porrúa, 1982; Tena Ramírez,
Felipe, “Comonfort, los moderados y la Revolución de Ayutla”, en Cueva, Mario de la, op.
cit., p. 27.
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propiedades de la iglesia en México hemos escogido solamente tres: Bazant, Jan, Los bienes de la
Iglesia en México (1856-1875). Aspectos económicos y sociales de la Revolución liberal, México, El Colegio
de México, 1984; Connaughton, Brian (coord.), México durante la guerra de Reforma, México, Uni-
versidad Veracruzana, 2011, t. I: Iglesia, religión y Leyes de Reforma; Escobar Ohmstede, Antonio,
et al., La desamortización civil desde perspectivas plurales, México, El Colegio de México-El Colegio de
Michoacán-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2017.
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desconcepto sobre sí de los que no las hacen. Esas fortunas improvisadas sin
resultado de importancia para el erario público, esos desórdenes diversos[…]
Suplico al gobierno revoque dicho decreto y vuelva la Iglesia con sus precio-
sas garantías a la conservación e incremento de los hospitales, casas de bene-
ficencia, colegios[…] y culto sagrado.11
11 Suárez Cortina, Manuel, et al., Cuestión religiosa. España y México en la época liberal, Santand-
er, Universidad de Cantabria, 2013. Véase Opúsculo escrito por el Ilmo. Sr. Obispo de Michoacán, Lic.
D. Clemente de Jesús Munguía, en defensa de la soberanía, derechos y libertades de la Iglesia…, citado
en Villegas Revueltas, Silvestre “De religiosos, abogados y literatos. La discusión entre con-
servadores y liberales sobre las dos potestades y la tolerancia religiosa, 1855-1867”, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, p. 93.
12 Zamacois, Niceto de, Historia de Méjico, desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días,
Nieto, Roberto Antonio, Los caminos de la justicia en los documentos de Ezequiel Montes, México,
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echar por tierra la construcción del clero regular más importante de la ciudad:
San Francisco era un edificio de los más antiguos y su templo resultaba ser una
joya del barroco novohispano, así como referencia religiosa para los capitalinos
–su última reconstrucción se llevó a cabo alrededor de 1710–. El claustro era in-
menso y tenía en su haber magníficas obras de arte que adornaban sus múltiples
pasillos; en la magnífica huerta de los terrenos adyacentes los monjes cultivaban
frutas y verduras, en términos generales, el inmenso inmueble era una isla verde
con magníficos árboles. Cabe agregar, además de su valor estético, que las tierras
de San Francisco constituían una joya para los especuladores de bienes raíces,
quienes no dejaron pasar mucho tiempo para efectuar el fraccionamiento del
terreno y llevar adelante las transacciones de compra-venta cuando el cada vez
más violento enfrentamiento faccional terminó por materializar el proyecto des-
amortizador del liberalismo más jacobino.
Durante el último tercio del siglo XIX y entrado el XX, con el otrora
terreno franciscano se obtuvieron jugosas ganancias, pero para el tiempo de
Comonfort –que es lo que nos concierne– lo más significativo fue que el caso
del Convento de San Francisco constituyó la primera acción importante del
espíritu iconoclasta reformista que, con el transcurso de los años, modificó el
plano urbano colonial de la Ciudad de México.14
La demolición del convento fue una medida provocada por la creencia de
la administración suriana de que el clero católico respaldaba a un organismo
llamado el Directorio Conservador Central de la República; se decía que,
económica y políticamente, éste propiciaba los levantamientos. Pero, desde
aquellos años, los conservadores negaron la existencia de tal directorio argu-
mentando –entre otras cosas– la carencia de una uniformidad en los criterios
que regían los pronunciamientos que aparecían por doquier en el territorio
nacional. Sin embargo, por medio de los archivos de Manuel Doblado y Ma-
riano Riva Palacio, sabemos que, por ejemplo, entre 1859 y 1861, un mili-
tar como el general Leonardo Márquez, así se encontrara en Guadalajara o
en alguna serranía del país antes y durante la Intervención Francesa, estaba
perfectamente informado de los asuntos de la capital, del movimiento de la
tropas liberales (luego republicanas), y le llegaban partidas de dinero para
mantenerse en armas. Semejante tipo de información y respaldo económico
Suprema Corte de la Nación, 2009, p. 74. Sobre la Escuela de Artes y Oficios construida
durante la administración de Comonfort, véase la ficha histórica de Chapa, Arturo, “Co-
mentarios de imagen”, en Villegas Revueltas, Silvestre (coord.), op cit., p. 321.
14 En torno a los cambios urbanísticos producto del álgido tiempo de la Reforma, el Segundo
Imperio y la restauración de la república, véase Castrillo Dávila, Fernando G., “De la conmemo-
ración histórica a la celebración nacional. Fiestas cívicas y discurso patriótico en la Ciudad de
México, 1855-1872”, tesis de maestro en Historia, UNAM Facultad de Filosofía y Letras, 2014.
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Otro asunto que volvió a estremecer a los capitalinos –ventilado por la prensa
citadina y de los estados– fue la discusión en torno al proyecto de artículo cons-
titucional referente a lo que se dio en llamar libertad de cultos o religiosa. Desde los
Sentimientos de la Nación de Morelos, pasando por los textos constitucionales de
1824 y 1836, se había continuado con la norma de señalar a la religión católica
apostólica romana como la única fe permitida en el país. Sin embargo, para los
diputados constituyentes de 1856-1857 hacer efectivas la libertades del individuo
significaba dejarlo enteramente libre para que pudiese escoger y practicar cual-
quier tipo de creencia religiosa; reiteraban que la libertad religiosa era el camino
civilizado y el acorde con la modernidad de la segunda mitad del siglo XIX. Los
diputados Ponciano Arriaga y José María Mata fueron los encargados de redac-
tar la propuesta del artículo 15, la cual establecía lo siguiente: “No se expedirá en
la República ninguna ley, ni orden de autoridad que prohíba o impida el ejercicio
de ningún culto religioso, pero habiendo sido la religión exclusiva del pueblo
mexicano la Católica Apostólica Romana, el Congreso de la Unión cuidará por
medio de leyes justas y prudentes, de protegerla en cuanto no se perjudiquen los
intereses del pueblo, ni los derechos de la soberanía nacional”.15
La administración de Comonfort intervino directamente, pues sabía que el
tema de la tolerancia religiosa provocaría otro problema que sería utilizado por
los conservadores para atizar la llama de la discordia a las parcelas de un terreno
más sensible: las formas de creencia al interior de la familia, así como el culto
externo y su influencia respecto al entorno social e importancia en las actividades
comerciales. Los ministros Ezequiel Montes y José María Lafragua argumenta-
ron en las discusiones del Constituyente que México era un país católico casi en
su totalidad, por lo que resultaba ocioso legislar en este sentido, además de que
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16 En sus crónicas constumbristas, Francisco Zarco retrató a su parecer cómo las añejas y
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artículos de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos decretada en 1857, manifestando las
razones que tuvo para declarar que no era lícito jurarla, Morelia, Imprenta de Arango, 1857, p. 14.
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21 Ibidem, p. 118.
22 Doblado, Manuel, Memoria leída en la inauguración del H. Congreso del Estado el día 31 de julio
de 1857, Archivo Manuel Doblado, Universidad de Guanajuato, pp.13 y 14, véase en Villegas
Revueltas, Silvestre, “Los obispos y la reforma liberal”, Metapolítica, La tradición:memoria desterra-
da, vol. 6, núm. 22, marzo-abril de 2002, p. 98.
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V. LA CONSTITUCIÓN EXCOMULGADA
Uno de los propósitos más importantes del Plan de Ayutla reformado en Aca-
pulco fue la formación de un congreso constituyente que se encargaría de re-
dactar una carta fundamental. Al integrarse la planilla con los nombres de los
diputados que integraron el constituyente, se pudo ver que una gran mayoría
estaba compuesto por liberales moderados y algunos radicales distinguidos por
su combatividad; cabe señalar que los gobiernos estatales designaron diputa-
dos de principios disímiles e incluso, antagónicos dentro del liberalismo. Los
abiertamente conservadores no participaron porque les desagradaba el pro-
yecto y el personal “revolucionario”, y porque tampoco fueron escogidos por
las autoridades locales. El congreso comenzó a trabajar bajo la amenaza del
primer levantamiento en Puebla y, a lo largo de dos años de conocer las múl-
tiples asonadas militares, de padecer genuinas presiones de conciencia y de no
estar realmente convencidos con lo que se prescribía en algunos artículos de la
Constitución, todo ello produjo en los miembros de la asamblea dos actitudes
distintas. La primera fue que algunos diputados vieran en los alzamientos cuar-
telarios, en los reclamos públicos y en lo suscrito por la prensa más refractaria,
una legítima preocupación sobre el tipo de Estado que pudiera resultar de la
Constitución y una negativa frente a temas muy particulares –“exaltados” en el
fraseo decimonónico– que se debatían en el Constituyente. Teniendo en mente
lo anterior, ciertos diputados modificaron sus principios de un término medio
–que ellos llamaban ordenado y racional– a un “conservadurismo ilustrado”, que
igualmente estaba lejos de lo preconizado por un Mejía o el padre Miranda.
23 Decreto del Ilmo. Obispo de Michoacán, normando la conducta de los sres.curas, sacristanes mayores y
vicarios de su Diócesis con motivo de la ley del 11 de abril de 1857sobre derechos y obvenciones parroquiales,
Morelia, Imprenta de Arango, 1857, vid. Infra.
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llegó Santa Anna al poder en 1853, véase Villegas Revueltas, Silvestre, “El golpe de estado en
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el imaginario juarista” en Vázquez, Josefina (coord.), Juárez historia y mito, México, El Colegio
de México, 2010, pp. 215-242.
25 Rabasa, Emilio, La constitución y la dictadura, México, Porrúa, 1982, p. 58.
26 Véase Ocampo, Melchor, “Mis quince días de ministro”, Obras completas, México, El
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Universidad de Texas, véase en Villegas Revueltas, Silvestre, El liberalismo moderado…, op cit., p. 168.
28 La Constitución de 1857 y sus críticos, México, Secretaría de Educación Pública-Diana,
1980, p. 40.
29 Jiménez Codinach, Lourdes, “La reividicación de los derechos del estado laico frente
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paz con Estados Unidos a la caída del Segundo Imperio, 1848-1867, p. 1320. En cuanto al problema de
la tolerancia de cultos, la propuesta de artículo 15 se transfirmó en el artículo 123, el cual fue
presentado para su discusión y aprobación el 26 de enero de 1857. El texto dice: “Corresponde
exclusivamente a los poderes federales ejercer en materias de culto religioso y disciplina externa,
la intervención que designen las leyes”. Para Martínez Albesa, “el artículo es claramente regalis-
ta, por el cual el poder civil presupone su derecho a intervenir en materias de culto y disciplina…
Éste derecho…no depende de concesiones pontificias, ni de convenios con la autoridad papal…
sino que se presupone inherente a la soberanía nacional” (vid. Infra). Asimismo, el Estado liberal
se dota “de un artìculo que le permite intervenir sobre la vida eclesiàstica, de manera que vigilara
y mantuviera la actividad de la Iglesia restringida a esa esfera en la que se le consentirìa desen-
volverse”, p.1321.
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cit., p. 170.
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34 Historia de la Revolución de México contra la Dictadura del General Santa Anna, México, Im-
prenta de Vicente García Torres, 1856; Méjico en 1856 y 1857. Gobierno del General Comonfort,
Nueva York, Hallet & Co., 1858; [Ignacio Comonfort], Política del General Comonfort durante su
gobierno en Méjico, Nueva York, s/e, 1858.
35 Villegas Revueltas, Silvestre, “La Constitución de 1857 y el golpe de estado de Co-
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volucionario; en fin, ya está hecho y no tiene remedio. Acepto todo y Dios dirá
por qué camino debemos marchar”. Para Justo Sierra, jamás un César más
modesto y con menos confianza en sí mismo y en el porvenir pronunció el alea
jacta est: lo pronunció a media voz. Al mismo tiempo que aceptaba el Plan de
Tacubaya, Comonfort publicó un desplegado donde explicaba cuáles habían
sido las razones para secundar el alzamiento y cómo habría de gobernar para
alcanzar el consenso entre los grupos políticos. En este documento apuntaba
que el carácter suave y las costumbres sencillas del pueblo mexicano debían
guiarlo para que, de acuerdo con los principios liberales, encontrara el camino
de la prosperidad y del engrandecimiento que finalmente había sido abrazado
por otras naciones. Reiteraba que estaba convencido de que en México tendría
que verificarse una prudente y sabia reforma, pero señalaba que no dictaría
ninguna medida que atacara las creencias y las costumbres de los ciudadanos,
porque una libertad bien entendida debía respetarlas: “libertad y religión son
los dos principios que forman la felicidad de las naciones”.37
El gobierno revolucionario instaló un Consejo de Estado formado por algu-
nos liberales y una mayoría conservadora; obviamente no se ponían de acuerdo
y, dado que los días pasaban, el conservador José María Cuevas se entrevistó
con Comonfort. Ambos discutieron el rumbo político que debería tomar el nue-
vo gobierno y cuáles eran los principales problemas del país. En un momento
dado de la conversación, Comonfort lo interrumpió y le preguntó:
37 Ignacio Comonfort, [hoja suelta], 19 de diciembre de 1857, García Papers, F.17, Ben-
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39 Villegas Revueltas, Silvestre, “La Constitución…”, op. cit., p. 80 (las cursivas son mías).
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cuyo Gran Maestre ad honorem fue él mismo, su duración como dieta de uni-
dad fue efímera.
He dicho que la masonería es un hecho lingüístico y también podría haber
dicho un hecho hermenéutico o, incluso, hermenéutico normativo, pues el punto de
coincidencia entre las múltiples agrupaciones masónicas es la idea de formar
una gramática política y legal para resignificar el mundo a partir de coordena-
das distintas a las existentes hasta el siglo XIX. Siendo así, me parece que lo
primero que deberíamos hacer al emprender su estudio es una suerte de glo-
sario o vocabulario, pues la masonería creó un lenguaje sumamente sofistica-
do en el que las palabras no sólo denotan, sino que también tienen un sentido
connotativo de realidades complejas. Por ello, aun cuando se han hecho interesantes
aportaciones para ahondar en el conocimiento de la historia de la masonería
en México, se echan en falta trabajos de investigación en los que se considere
lo masónico como un hecho lingüístico, tema sobre el cual Augusto Cochin
llamara la atención a principios del siglo XX, señalando que las sociedades
masónicas eran, antes que nada, sociedades de pensamiento,1 es decir, laboratorios
de ideas que se traducen en palabras resignificadas.
Una de esas palabras –quizá la más revulsiva de las creadas en el seno de las
logias y de las sociedades secretas del siglo XVIII– es orden. Ese vocablo, en su
sentido antiguo (medieval), se entendía como la correcta disposición de las partes
en el todo, lo cual no significa que las partes sean iguales, sino que contribuyen
a dar vida al todo a pesar de ser diferentes en tamaño, función y naturaleza.
El todo constituía el ordo medieval, cuyo fundamento era una imagen teocrá-
tica del mundo, según la cual las sociedades humanas eran reproducciones
en pequeña escala del Cuerpo Místico de Cristo (Corpus Mysticum Christi). De
ahí se deducía que, como en todo cuerpo, en el social había diversos órganos
que cumplían distintas funciones, a los cuales se dio el nombre de estamentos
(nobleza guerrera, clero y artesanado); éstos, a su vez, se dividían en múltiples
corporaciones, cada una de las cuales cumplía funciones aun más específicas
(órdenes religiosas, municipios, gremios, etcétera).2
1 Meaux, Antoine de, Génesis de las revoluciones (según Augustín Cochin), Madrid, Juan de la
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en la cual los pueblos rompieron las cadenas de la tiranía debe ser muy apreciada de toda la
masonería del mundo, gloria de nuestra orden, que, en este gran suceso, el más glorioso de
la historia moderna, tan importante papel le cupo en suerte”. “La masonería en el extranjero”,
El Tiempo, México, 16 de enero de 1890. Y sobre lo mismo, véase Mateos, José María, Historia de
la masonería en México, desde 1806 hasta 1884, México, Bancroft Library, 1884, pp. 141 y ss.
3 Ramírez, Esteban M., Apuntes sobre la masonería en México durante los años de 1806 a 1921, por
el Gran Luminar, Gran Maestro del Rito Nacional Mexicano…, México, Talleres Linot. Soria, 1921, p. 5.
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Unidos a principios del siglo XIX: “por la geometría podemos penetrar en los
ocultos senos de la naturaleza”.4 No es mera casualidad que cada organización de
francmasones se denominara orden, pues con esa expresión se hacía alusión directa
y explícita a los “órdenes de la arquitectura”, es decir, al arte del diseño y de la
construcción basados en el cálculo matemático. Como es sabido, la palabra masón
proviene del francés maçon, que significa alarife, arquitecto, constructor, albañil.
La palabra se emplea como metáfora de la destrucción del orden medieval
corporativo –también conocido como Antiguo Régimen–, porque, de acuerdo con
la lógica racionalista y geométrica de los masones, la diversidad de cuerpos y
estamentos autónomos no hacen sino producir asimetrías disfuncionales y caos.
De ahí la necesidad de llevar a cabo una obra de cimentación, fundamentación,
construcción y reconstrucción de un nuevo orden secular, republicano y liberal
(Novus ordo saeculorum, había dicho Voltaire parafraseando a Virgilio), en el que
las antiguas corporaciones estamentales desaparecerían, dejando libres a sus
miembros y agremiados para asumir su papel de ciudadanos universales, de
individuos regidos por un orden matemático y geométrico al que se denominó
genéricamente República. Este proceso complejo las sociedades masónicas solían
resumirlo en el lema Ordo ab chao, que literalmente quiere decir “orden a partir
del caos”, una de las máximas de la orden del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Algo parecido se expresa en el otro lema de ese rito, que se abrevia con las siglas:
“D:· M:· I:·”, que significan Deus meumque Ius, es decir, “Dios y mi Derecho”,
escrito con los tres puntos5 que se empleaban normalmente en la escritura y en
las rúbricas de los miembros de la masonería para referirse a la destrucción,
construcción y reconstrucción de la sociedad.
Según uno de los más importantes combatientes de la masonería a finales
del siglo XIX en México, y de quien hemos de ocuparnos in extenso en las
siguientes páginas, don Trinidad Sánchez Santos,6 los dos pilares filosóficos
en los que reposa el discurso de la masonería en torno al orden son el deísmo
y el gnosticismo. En la doctrina deísta se dice que el universo fue creado por
Dios o por un principio de vida divino llamado Gran Arquitecto del Univer-
4 Smith Webb, Thomas, El Monitor de los Masones Libres, Filadelfia, H. C. Carey & I. Lea,
1822, pp. 40-55.
5 “Una circular notable de la Masonería”, El Tiempo, México, 8 de noviembre de 1887.
6 “Hércules del periodismo de combate”, don Trinidad Sánchez Santos (1862- 1912)
es, con mucho, el más importante de los periodistas católicos que dieron la batalla contra lo
que ellos consideraban el principal enemigo de su fe: la masonería. Véase Valverde Téllez,
Emeterio, Crítica Filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de filosofía, escritas, traducidas o
publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días, concluyen con las “Apuntaciones históricas sobre
la Filosofía en México”, México, Tipografía de los Sucesores de Francisco Díaz de León, 1904,
y Márquez, Octaviano, “Trinidad Sánchez Santos, semblanza biográfica”, Obras selectas de
Trinidad Sánchez Santos, México, Jus, 1962, t. I.
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so. Una vez que ese ser o principio concluyó su obra arquitectónica, abandonó
a los seres humanos a su suerte, es decir, no es un Dios-Providente,7 como
afirma el catolicismo, que se valga de signos sacramentales, cleros e iglesias
para asistir al ser humano. Para la mayoría de los masones del siglo XIX, el
Gran Arquitecto era un principio indeterminado al que se le solía considerar
como un ser superior: “Quien dice arquitecto [leemos en un editorial del periódi-
co El Partido Liberal] da a entender que se refiere a una persona real ocupada
en obras de construcción, y quien agrega del Universo, distingue a esa persona
de todos los demás arquitectos”.8 Según los filósofos deístas, cuando el Gran
Arquitecto creó el universo dejó ínsito en él un conjunto de principios (eo-
nes) de proporcionalidad geométrica, racionalidad y armonía universal que,
juntos, forman el pleromo o plenitud de la ciencia,9 el cual sólo puede ser cono-
cido por unos cuantos “iniciados en la verdadera ciencia [oculta]”. Ciencia
que –como señala Eric Voegelin– no ha de ser entendida como un proceso
cognitivo que sigue la lógica racional de la relación causa-efecto, sino como el
resultado de un salto desde los límites de la finitud de la razón humana hasta
los insondables e infinitos misterios de un verdadero saber.10 Se trata de un saber
iluminado por una luz mítica, como la que se atribuye en la antigua mitología
egipcia a Isis, viuda de Osiris, a quien aparentemente se debe la denomina-
ción común de los masones en aquella época como “Hijos de la viuda”.11
Los católicos utilizaban esta expresión en sentido peyorativo, pues el mito de
Osiris era empleado por las logias de la masonería mexicana para remontar
sus orígenes a épocas ancestrales.
7 Esta idea tiene en Thomas Chubb (1679-1747) uno de sus más claros exponentes. Es-
cribió un libro titulado The True Gospel of Jesus Christ asserted (El auténtico Evangelio de Jesucristo
[Londres, T. Cox, 1738]) en el que, además de negar la divinidad de Cristo y sostener que “el
verdadero Evangelio es el de la religión natural”, afirma que “Dios es un ser que no tiene por qué
ocuparse del bien o del mal que existe entre los hombres, ni la Providencia se inquieta por
saber si algunos hombres viven en la felicidad mientras que otros se encuentran en la miseria;
nada de esto le corresponde”.
8 Cosmes, F. G., “La masonería es esencialmente deísta (II)”, El Partido Liberal, México,
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generalmente congregadas por la práctica del mismo rito. Como ya se señaló, la palabra
oriente significa el lugar por el que sale el sol, símbolo de la luz, y se emplea para expresar la
“luz de la razón”, contenida en los principios de la logia. Véase Daza, Juan Carlos, Diccionario
Akal de la Masonería, Madrid, Akal, 1998, sub voce.
15 Tradicionalmente el Gran Oriente define a la federación de logias de diferentes ritos,
como fue el caso de la que se creó en 1890 en México. En cambio, la expresión Gran Logia se
utiliza para referirse a la federación de logias que utilizan el mismo rito. A la cabeza de éstas
está Gran Maestre, idem, sub voce.
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16 La masonería escocesa se refiere a los diversos ritos que, desde el siglo XVIII, se ca-
para los diversos grados. Eran fundamentalmente de dos clases: las solemnes y las de comité
o puramente administrativas. Las tenidas solemnes estaban perfectamente reglamentadas y
se seguían con todo rigor ciertos “pasos” o etapas del ritual.
18 “La unidad de la masonería en México”, El Siglo XIX, México, vol. 24, núm. 2, 1890.
19 “Festividad masónica”, El Tiempo, México, 24 de diciembre de 1895, pp. 1-3.
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en potencia suprema”. En virtud del principio de unidad territorial, sólo podía haber una
obediencia o potencia suprema en el país.
23 “Banquete masónico”, El Siglo XIX, México, vol. 3, núm. 4, 1890.
24 Ibidem.
25 “La unificación masónica en la República”, El Siglo XIX, México, vol. 23, núm.06, 1890.
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Pero no todos los masones veían la unificación con el mismo optimismo que
los escoceses. Como ha señalado Jean Pierre Bastian, el intento de unidad fracasó
“en gran parte debido al principio de autonomía constitutivo de la masonería”,26
principio que se tradujo en una pugna entre las diversas logias que resistieron a
las pretensiones centralizadoras de los masones de la Gran Oriente y de Porfirio
Díaz. Además, gracias a los registros de la prensa de la época, es perceptible
que, una vez que Díaz consiguió su objetivo, dejó de ir a las tenidas, con lo cual
debilitó la supuesta unidad conseguida con la Gran Dieta que había promovido.
Más allá de los efectos que habría de tener (y tuvo) la pretendida unión de
las logias, los católicos la veían como una posibilidad real de renuevo de la
masonería mexicana y de sus programas ideológicos, lo cual traería como
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de Jesús Díez de Sollano y Dávalos, dignísimo primer obispo de León, tomados del ilustrado periódico “El
Imparcial”, de la capital de México, León, Tipografía de José M. Monzón, 1883.
30 Yermo y Parres, José María de, Apuntes biográficos y colección de los escritos del Ilmo Sr. Dr.
Y Mtro. D. José María de Jesús Díez de Sollano y Dávalos, dignísimo primer obispo de León, León, Im-
prenta de Jesús Villalpando, 1882, p. 326.
31 Díez de Sollano y Dávalos, José María de Jesús, Duodécima Carta Pastoral que el Ilmo. Y
Rmo. Sr. Obispo de León, Dr. Y Maestro… dirige a su Ilmo. y venerable Cabildo, Señores curas, venerable
clero y fieles diocesanos, contra la Masonería, León, Imprenta de J. Monzón, 1872.
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Díaz”, Los rostros del conservadurismo mexicano, México, Publicaciones de la Casa Chata-CIESAS,
2005, pp. 123-137.
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esta ausencia del episcopado: una sería suponer que la jerarquía de México
estaba conforme con el sistema liberal implantado por Porfirio Díaz (con el
apoyo de la masonería). Algo parecido podemos decir respecto al obispo E.
Guillow, de Oaxaca, y quizá del obispo sucesor de Labastida, Próspero María
Alarcón. Ceballos recoge una carta del obispo Gillow al presidente en la que
–tras alabar la pax porfiriana y sus beneficios para el desarrollo social en el es-
quema de una relación armónica entre la Iglesia y el Estado– señala el peligro
que entrañaba para esa paz conciliatoria “la prensa que se dice católica”.36
Y concluye Ceballos: “de modo que podemos afirmar que, en sus inicios, la
conciliación tenía al menos dos obstáculos dentro de la Iglesia: la prensa y los
escritos de León XIII”..37
36 Idem.
37 Idem.
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dedicados a difundir ideas y prácticas religiosas. Véase Adame, J., El pensamiento…, cit., p. 21.
39 Bravo Ugarte, José, Periodistas y periódicos mexicanos (hasta 1935), México, Jus, 1966, pp.
59 y 69. Más tarde se unirá a este tipo de prensa conservadora El País de Trinidad Sánchez
Santos. Reed Torres, Luis, “De Juárez a don Porfirio”, en Novo, Salvador (coord.), El periodis-
mo…, op. cit., pp. 215 y 223. Y lo mismo en Toussaint, Florence, “La prensa y el Porfiriato”,
Las publicaciones periódicas y la Historia de México (50º Aniversario de la Hemeroteca Nacional), México,
UNAM, 1995, pp. 45-51.
40 Idem. “La masonería al descubierto”, El Tiempo, México, 30 de septiembre de 1896.
41 Sartigue S. J., El apostolado y la acción seglar en pro de la causa católica (sermón predicado en -francia
y traducido al castellano en Guanajuato), Guanajuato, Imprenta del Colegio de Artes y Oficios, 1881.
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za a la prensa católica a partir de la década de 1880 de aquel siglo. Véase “Los masones en
acción”, El Tiempo, México, 8 de febrero de 1890, p. 1; en el mismo diario: “La masonería”,
3 de mayo de 1893, p. 2; y sobre la necesidad de la defensa pública del catolicismo frente a la
masonería: “Hablemos claro”, La Voz de México, 22 de abril de 1888.
45 Véase “Cuatro palabras a S. S. León XIII”, La Bandera Roja, Durango, 15 de agosto
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tismo religioso”. El papa León XIII publicó el 20 de junio de 1888, la carta encíclica Libertas
Praestantissimum en la que afirmaba al respecto: “En lo que toca a la religión, el decir que entre
distintas y aun contrarias formas de culto lo mismo da una que otra, es venir a confesar que no se
quiere aprobar ni practicar ninguna; lo cual, si difiere en el nombre del ateísmo, en realidad es la
misma cosa, supuesto que quien cree en la existencia de Dios, si es consecuente y no quiere caer
en un absurdo, ha de confesar necesariamente que las formas acostumbradas del culto divino
tan diferentes, discordantes y opuestos entre sí, aun en cosas de suma importancia, no pueden
ser todas igualmente aceptables ni igualmente buenas o agradables a Dios”. Encíclicas, editorial El
Siglo XIX, 30 de junio de 1891, p. 281.
50 Sobresalen entre estos “curas-masones” señalados por la prensa, los nombres de José
María Alpuche, cura de Tabasco y Miguel Ramos Arispe, que había sido canónigo de Pue-
bla. Menciona, además, entre muchos otros, los nombres de los curas seculares y regulares,
como el Guardián de San Cosme, el cura párroco de Santa Prisca, el Comendador de la
Merced y varios canónigos más que trabajaban en diversas ciudades de la República. “La
prensa”, El Siglo XIX, México, 30 de junio de 1890.
51 “Pío IX y la Francmasonería / Indagaciones minuciosas”, El Universal, México, 6 de
enero de 1892. Unos decían que había entrado en Palermo, otros que en Sicilia e incluso que
“había entrado a la Francmasonería en una logia de Filadelfia, en los Estados Unidos”.
52 “Los masones y el Papa”, El Eco de Colima (tomado de El Siglo XIX), 13 de octubre de 1872.
53 Tirado y Rojas, Mariano, La masonería en España, Madrid, Imprenta de Enrique Maro-
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p. 2. Artículos como éste se refieren a “muchos masones que ingresan al masonismo no por
perversión, sino engañados por su exterior de beneficencia o creyendo encontrar en los her-
manos la protección que no han hallado[…] Estos infelices[…] temen la realización de las
amenazas con que aquella filantrópica, benéfica, amante y derrotada asociación sanciona la
ciega obediencia que exige a estos hombres libres”.
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masonería: desde las de Clemente XII y Benedicto XIV hasta las últimas de
Pío IX y León XIII.57 Se divulgaron en los periódicos algunas instrucciones
pastorales de obispos extranjeros y mexicanos.58 Asimismo, se publicaron una
gran cantidad de artículos aparecidos en la prensa católica europea y suda-
mericana, así como documentos reveladores escritos por los miembros de las
logias o por sus críticos, los cuales fueron traducidos al castellano parcial o
íntegramente. Entre todos, destaca la obra del exmasón francés León Taxil.
57 Estas condenas fueron recogidas en el Código de Derecho Canónico del año 1917, en cuyo
canon 2335 se disponía: “Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones
del mismo género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas,
incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica”.
58 “La masonería y El Tiempo”, La Libertad, México, 5 de junio de 1884, p. 2.
59 El 28 de abril de 1738, el Papa Clemente XII publica la encíclica In Eminenti, en la que
se condena por primera vez la masonería y sus propuestas doctrinales (gnósticas y deístas), y
se prohibe a los fieles afiliarse a ella o asistir a sus reuniones, “bajo pena de excomunión”.
60 García, Francisco, “El catolicismo y la masonería”, El Pájaro Verde, México, 6 de junio
de 1874, p. 2.
61 La primera publicación típicamente apologética que apareció en el México del siglo XIX,
fue el periódico La Cruz, que empezó a circular en 1855, y cuyo título completo decía que era
exclusivamente religioso, establecido ex profeso para difundir las doctrinas ortodoxas y vindicarlas de los errores domi-
nantes. Su director fue José Joaquín Pesado, quien, además de publicar temas en defensa del clero,
como Exposición a favor de la Iglesia Mexicana, mantuvo una interesante polémica con Juan Bautista
Morales, el “Gallo Pitagórico”. Colaboraban en él intelectuales como José María Roa Bárcena,
Alejandro Arango y Escandón, Manuel Baranda y el célebre jurista conservador José Bernardo
Couto. Después de la Revolución de Tuxtepec, decayó esta corriente apologética. En 1890, el
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Colegio Clerical Josefino el día 19 de julio de 1885, México, Imprenta Religiosa C. M. Trigueros y
Hermano, 1885, p. 5.
63 “Protestantes y masones”, El Pájaro Verde, México, 9 de junio de 1874, p. 2. Estados
Unidos era visto como el vivero de las sectas, tanto de masones, como de protestantes y
mormones. El amigo de la verdad, recogido en “Mormones”, El Pájaro verde, México, 3 de mayo
de 1876, p. 3. Las relaciones entre la “tenebrosa secta” y la “secta protestante”, como asocia-
ciones que obedecían al mismo fenómeno anticatólico, es constantemente denunciada por la
prensa conservadora, llegando a acusar a las diversas sectas metodistas y bautistas, de apoyar
hasta con el préstamo de sus templos y salones a las logias de la masonería mexicana. Véase
“Protestantes y masones”, El Tiempo, México, 20 de agosto de 1893, p. 2.
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2. Acusación de satanismo
México, 18 de febrero de 1894. Se refiere, entre otros, al culto satánico de París, llamado
Triángulo Paládico, así como al culto de Satanás en Charleston, en donde se había levantado un
templo, en cuyo interior había un altar en el que “Lucifer llevaba por todo vestido un cordón
masónico negro formando triángulo, en el cuello y el escudo paládico, también negro”.
70 “La masonería”, El Tiempo, México, 30 de octubre de 1893.
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dos al centro y el mallete en la mano derecha, con el que se representa la jerarquía de Gran
Maestre o Gran Comendador en una tenida.
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Es una verdad como un templo que los masones adoran al diablo, toman con-
sejo de él y lo invocan en sus reuniones. Sabido es que la masonería reconoce
una multitud de grados […] Los candorosos iniciados que no son otra cosa
que instrumentos nuevos de la alta masonería ignoran estas cosas los pobre-
citos; y ni siquiera saben que la forma más completa de este culto diabólico
se llama Rito Paládico nuevo reformado, practicado por los eminentes Kadosch del
Paladión, por los Jerarcas y Magos elegidos […]75
Otro de los focos de la crítica antimasónica fue el del uso de una simbolo-
gía que tendía a manipular y ocultar la verdadera intención de las logias, ha-
ciendo de estas asociaciones auténticas sociedades secretas. Así lo advertía, entre
otras fuentes citadas en los periódicos de la época, la Instrucción pastoral… del
citado obispo brasileño Macedo Costa, publicada en México el mismo año de
la creación de la Gran Dieta Simbólica, en donde encontramos la detracción
de la masonería con estas características: “Sociedad secreta es aquella que oculta
sus doctrinas y sus instituciones bajo un velo de símbolos misteriosos, los cuales
van siendo manifestados poco a poco a los adeptos por iniciaciones sucesivas,
después de prometer guardar inviolable secreto, no solamente respecto a los
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extraños a esa sociedad, sino también con los miembros de ella que ocupan
grados inferiores”.76
La masonería, en efecto, se autodefinía como una organización basada en
la filosofía simbólica, esto es, un sistema de pensamiento en el que se incluye el
misterio. Este carácter provocaba, por una parte, la necesaria diferenciación de
grados entre sus miembros con base en la posesión de cierto nivel de conoci-
miento y comprensión de algunos misterios o secretos:77 “Concurren maravillo-
samente a esta ley del secreto [decía un editorialista de El Tiempo] la división de
derechos, cargos y oficios de los asociados, la división jerárquica de órdenes y
grados, sabiamente organizada”.78 Por otra parte, y como consecuencia de esta
reserva, se producía la separación de los masones en dos grandes grupos: los
vulgares y los filósofos. Los primeros eran definidos por un documento masónico
citado en la Instrucción pastoral… de Macedo y Costa,79 como aquellos que eran
“satisfechos con una apariencia embaucadora […] turbamulta de ilusos que
concurren con su dinero, comen y beben en las logias, y satisfechos con una
apariencia engañadora, se contentan con pronunciar algunas palabras cuyo
verdadero sentido ignoran”. Los segundos, en cambio, “conducen a la turba-
multa como un rebaño de Panurgio, conociendo bien las causas primeras y los
fines reales de la secta, tan sólo dados a conocer a un cierto número”.80
Parte importante de la crítica que la prensa católica hacía al secretismo
masónico es la denuncia de sus reuniones ocultas, las cuales –como he seña-
lado– eran comúnmente llamadas tenidas, o bien trabajos o arte real. Éstas se
llevaban a cabo en grandes salones a los que se solía denominar con distintos
nombres un tanto extravagantes como templos masónicos o talleres. En la prensa
de orientación católica se habla comúnmente de las logias como sectas: “sec-
tas impías”, “sectas mandileras”, “sectas del compás y la escuadra”, “sectas
satánicas” o “paládicas” o bien, “sectas de los tres puntitos”.
Además, se decía que, debido a que en ellas existían altares, era necesa-
rio contar con un ritual sacro, ceremonial, cultual, y, por ello, con sacerdotes o
76 Macedo y Costa, Antonio de, Instrucción pastoral sobre la masonería, considerada bajo el as-
del uso del símbolo: “A medida que un afiliado adelanta en instrucción masónica, los jefes
ocultos de la secta retiran gradualmente el velo del símbolo”. “La masonería”, El Tiempo,
México, 3 de mayo de1893.
78 “Las víctimas de la Francmasonería (1a. parte)”, El Tiempo, México, 22 de octubre de 1887
79 La Instrucción cita como fuente la obra Biblioteca Maçonica ou Instruccao completo do Franc-
mason (18 volúmenes), publicada en 1833, escrita por un caballero rosacruz para el Gran
Oriente de Portugal y Brasil, obra que sirvió como “libro litúrgico” en los trabajos de las
logias en esos países.
80 Macedo y Costa, Antonio de, op. cit.
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En general, los símbolos que usaban los masones en sus reuniones eran
considerados por la prensa católica como “ridículos”; sus espacios ceremo-
niales, como “cloacas de inmundicias”, “antros masónicos”, y sus rituales de
juramento (para efectuar el ascenso en los diversos grados) como “grotescas
farsas” o tachados de “tenebrosos”, “horrendos”, “cómicos” “farsantes” “in-
fantiles” y “bufos”.81 Lo cierto es que estos rituales se fueron sofisticando en
el transcurso del siglo XIX, según el protocolo del astrónomo Lefrancois;
llegaron a ser tan complejos que implicaban la imposición de pruebas físicas
a los iniciados, así como una asombrosa puesta en escena en la que, a decir de
sus denunciantes, se incluían “ruidos, tumultos, lluvias de granizo, huracán,
caída de un lugar elevado… [todo] bajo la dirección de un Hermano Terrible”.82
Sin embargo, durante la última década del siglo se redujo el simbolismo,
de acuerdo con el nuevo ritual masónico, publicado en 1890, en el diario
parisino L’Univers. La Gran Oriente de México sometió a revisión sus “cua-
dernos de iniciación” y, tras escuchar varios dictámenes de expertos, resolvió
“desterrar todas las antiguas pruebas y el formulismo de antaño”; desapa-
reció también el “antiguo moblaje astronómico”. Según los editorialistas de
El Universal y El Tiempo, aquello significaba, por una parte, la inutilización
de la crítica que los escritores católicos habían hecho a aquellas ceremonias
excesivas; por otra, dejaba ver la radicalización del materialismo de las logias:
81 Los católicos afirmaron que sus críticas a la ridiculez de las ceremonias masónicas no
eran exclusivas de ellos. Al parecer había antecedentes de esta crítica en William Morgan,
quien, después de su abducción de una logia había publicado una obra titulada Ilustrations of
Masonry by One of the Fraternity Who Has Devoted Thirty to the Subject “Good Said, Let There Be Light,
and There Was Light” (Nueva York, s.e., 1826), en la que da a conocer los emblemas y rituales
de la masonería norteamericana. Lo mismo había hecho Andrienx, antiguo jefe de policía en
París y alto dignatario de la masonería francesa, quien había señalado el “chantaje” que se
escondía detrás de la simbología de los ritos. Véase “Lo que son los masones/A Tata Siglo”,
El Tiempo, México, 14 de junio de 1890.
82 “Nuevo ritual masónico”, El Tiempo, México, 14 de junio de 1890.
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“El Sol, la Luna, la Eclíptica, el Zodiaco, etc., hasta hoy respetados, han ce-
dido el puesto a las fórmulas de fisiología de Paul Bert, y el Gran Arquitecto
del Universo ha desaparecido como superfluo”.83 Estas críticas se referían
especialmente a una nueva forma de explicar la masonería imbuida del po-
sitivismo un tanto ingenuo y dogmático del siglo XIX. Según esa visión, las
órdenes masónicas debían explicarse sin acudir a otro método que no fuese
el de la Historia, pues, al ser entes históricos, no podían ser enjuiciadas ni
entendidas desde otro ángulo metodológico. Para ejemplo de este cientificis-
mo racionalista, bástenos el del ya citado F. G. Cosmes, quien a principios
de 1896 publicó una serie de artículos sobre la masonería y el deísmo en el
periódico El Partido Liberal.84 En el primero de ellos se dedicaba a refutar la
crítica de la prensa católica a la tendencia desacralizadora o atea de las logias.
En el segundo trataba de demostrar que las logias eran el producto de una
evolución de los gremios medievales de canteros, y que, si éstos se regían por
principios religiosos, sus herederos masones no podían ni debían abandonar
esos principios por una especie de coherencia histórica, es decir, por el “lógi-
co” desarrollo de la institución. Luego, en respuesta a los católicos, defendía
la creencia que tenían los masones en Dios, pero entendido desde la perspec-
tiva que señala como científica. Dicho en otros términos, podríamos identificar
en esa época el surgimiento de una especie de masonería positivista. Al menos así
lo entendieron algunos de sus detractores y de sus defensores.
Así, esta irrupción del cientificismo –tal como lo señalaba la misma pren-
sa crítica– había hecho mella en los masones de nuevo cuño a finales del
XIX, lo cual, como hemos señalado, se manifestó en la depuración de su
ritual y de su simbolismo, o, quizá deberíamos decir, en la transformación
de ese ritual, pues el simbolismo, entendido como conjunto de creencias y
referencias mentales, no había desaparecido del fondo doctrinal de las logias,
tal como lo afirmaba Cosmes.
La masonería no era sólo un movimiento social o una asociación humanis-
ta y filantrópica, pues, tal como lo señaló la prensa católica de la época, conta-
ba entre sus prácticas y creencias muchos ritos de carácter liminal, es decir, de
señalamiento del paso de una etapa de la vida de sus miembros en la que supues-
tamente habían imperado el fanatismo y la ignorancia, a otra en la que verían
el mundo con ojos distintos. Por ello, desde el primer capítulo, enfaticé lo que a
mi juicio constituye el núcleo de la crítica católica antimasónica, especialmente
83Idem.
84Cosmes, F. G., “La masonería es esencialmente deísta II”, El Partido Liberal, México, 7
de enero de 1896.
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85 RIT:· ESC:· ANT:· Y ACEP:· Liturgia de la Gran Dieta Simbólica de los EE:· UU:· Mexi-
canos. Primer grado de Aprendiz (a catgo de Emilio G. Cantón), México, Oficina Tipográfica de
Francisco Cosío, 1894, p. 6. (En adelante citado como Liturgias.)
86 Idem.
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87 Ibidem, p. 54.
88 Ibidem, p. 55.
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Juro por lo que respeto como más sagrado, cooperar a la destrucción de los
traidores y perseguidores de la francmasonería, exterminarlos por todos los
medios que están a mi alcance. Juro reconocer como el azote de los desgracia-
dos y del mundo a los reyes, a los fanáticos religiosos, y tenerles siempre ho-
rror. Juro proclamar donde quiera que me encuentre, los derechos del hom-
bre, y no seguir jamás otra religión que la que la naturaleza ha grabado en
nuestros corazones. Juro obediencia sin restricción al jefe de este Consejo o a
quien lo represente. Que todas las espadas vueltas contra mí se hundan en mi
corazón si alguna vez tengo la desgracia de apartarme de mis compromisos,
contraídos con mi libre y plena voluntad. Así sea.89
89 “Juramento del masón”, El Pájaro Verde, México, 11 de mayo de 1874. Cita como fuen-
te la obra Anales Masónicos, tomo V, pp. 219 y 226, publicados por Caillot en Francia, entre
1807 y 1810.
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1887.
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escocesa se encuentra esta idea representada en Osiris, deidad egipcia que significa “regene-
ración del Nilo”. Por ello se le tomó como símbolo al lado de la pirámide de Keops.
93 En el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, de Lorenzo Frau Abrines (México, Edito-
rial Del Valle, 1980) se señala a José María Ragón como uno de los masones más destacados
de su tiempo. A partir de 1814 viajó por algunos países y muy especialmente por América.
Enriqueció su colección de rituales (de los que llegó a reunir más de 400) y otros interesantes
documentos que tan abundante material le facilitaron para escribir numerosos artículos y
obras. Tomó una parte muy activa en todos los trabajos de reforma que llevó a cabo el Gran
Oriente, del que fue siempre partidario, especialmente en los que se llevaron a cabo para la
introducción y propagación en Francia del rito de Misraim.
94 “El enterramiento de los francmasones”, El Tiempo, México, 1o. de marzo de 1890, p.
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mayo de 1885.
96 “Las víctimas de la Francmasonería (2a. parte)”, El Tiempo, México, 23 de noviembre
de 1887.
97 Liturgias…, cit., pp. 34 y ss.
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errores del positivismo, así como del gnosticismo, el deísmo, el maniqueísmo, y las teorías
naturalistas e inmanentistas de la creación. Valverde nos da noticia de uno de los libros
que por entonces se escribieron con este fin: el del padre Nicanor Losada, Apuntes de Lógica,
Cosmología y Psicología para alumnos del Seminario Conciliar, aparecido en 1880. Ahí mismo: “El
positivismo en la Escuela Nacional Preparatoria” y “José María Vigil”. Véase ValverdeTe-
llez, Emeterio., op. cit., pp. 351 y ss.
99 “La masonería”, El Mensajero del Corazón de Jesús, México, 19 de febrero de 1878.
100 Liturgias… cit., p. 41.
101 Conde de Campagny, F. “La masonería (a propósito de un estudio sobre la masonería
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Por los relatos de la prensa que aquí estamos analizando es evidente que
no sólo a los periodistas preocupó esa forma de tergiversar la amistad y de
utilizarla con fines proselitistas. También a la Iglesia jerárquica le inquietaba
el fenómeno, especialmente el que se daba entre los jóvenes, quienes, por su
edad, era lógico que sintieran la urgente necesidad de una identidad personal,
amén del deseo de pertenencia a un grupo que los acogiera y protegiera. Y es
que, según la denuncia de los periódicos y libros escritos por los católicos, lo
más destacable en la propaganda de las logias era el recurso de los masones a
tres tácticas muy comunes en las logias de todo el mundo: 1) el ofrecimiento
que se les hacía a los jóvenes de adscribirse a un universo simbólico –un mun-
do distinto y renovado– que los dotaba de singularidad e identidad mediante
una iniciación, es decir, de la entrada en una nueva dimensión existencial que
los separaba del resto de sus iguales; 2) la promesa que les hacían de alcanzar
un futuro profesional y social pleno de éxitos y de fortuna si se incorporaban
a la masonería y eran leales a sus principios secretos, guardando el sigilo con-
jurado en un rito, y 3) la seguridad absoluta de contar con la protección que
recibirían de sus hermanos siempre y en cualquier lugar del mundo en el que se
encontraran.
Acerca de la primera, la prensa católica destacó la potencialidad seduc-
tora de sus ideales de servicio a la humanidad, a los que la juventud solía
responder con el entusiasmo y la generosidad característicos de su edad. Creo
que algo de razón tenía esta crítica en lo referente al entusiasmo de la juven-
tud ante la idea de entregarse a una causa, pues el masón neófito, es decir, el
principiante renovado, sabía que entraba a una nueva extensión de su exis-
tencia terrena, en la que debían primar los principios de servicio generoso
a sus semejantes antes que sus propios intereses. Así, por ejemplo, cuando
uno de éstos entraba al primer grado, se le preguntaba: “¿Por qué os habéis
hecho masón?”, a lo cual el candidato debía responder: “Porque vivía en las
tinieblas y deseaba la Luz”. La luz en sentido gnóstico era un saber que le
llevaría necesariamente a un despojo de sí mismo para dedicarse con ahínco
a la práctica de la filantropía, “cualidad inseparable del masón para el que
nada valen las riquezas, comparadas al honor”, decía el ritual.103
Respecto a la segunda de las tácticas, un editorialista de El Pájaro Verde
advertía: “Los jóvenes deben tener también en cuenta que las promesas con
que los reclutadores tratan de seducirlos, son por punto general, irrealizables
[…] Ni la riqueza ni los honores, ni los empleos, ni los asensos en la carrera
son infinitos, y ni siquiera son tantos como los que los desean”.104 El funda-
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107 Idem.
108 “Fiesta masónica”, El Tiempo, México, 28 de diciembre de 1893. Y lo mismo en “Fes-
tividad masónica”, idem., donde aparece la descripción pormenorizada de la fiesta de con-
memoración del 35o. aniversario del rito escocés en México, los menús, las bebidas y demás
elementos con los que el diario católico busca dar a conocer lo que considera un “derroche”.
109 “Las víctimas de la Francmasonería (2a. parte)”, El Tiempo, México, 23 de septiembre
de 1887.
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una bula apócrifa en la que el papa, supuestamente muy preocupado por él,
lo excomulgaba.
A decir del propio Taxil, las oraciones de su madrina, sor María de los Siete
Dolores, fueron determinantes en su conversión. En 1887, publicó un comu-
nicado, en el cual había renovado su sumisión a la Iglesia “a los pies del Santo
Padre”. Tras abjurar de la logia a la que pertenecía y renunciar a su columna en
el periódico, se dedicó con igual ímpetu y vehemencia a escribir y publicar varios
libros en los que se contenían la doctrina, el simbolismo y las tácticas políticas y
revolucionarias de las logias.
Como he señalado, en México se conoció y leyó la traducción de la prin-
cipal obra de Taxil: La masonería revelada, que circulaba en sus diversas traduc-
ciones.110 Pero sobre todo se leyó la que había hecho el connotado luchador
social y colaborador del periódico católico El Tiempo, Trinidad Sánchez San-
tos, quien corrigió la primera traducción hecha en España, por parecerle de
mala calidad y plagada de omisiones, errores de estilo e, incluso, de afirma-
ciones que no hizo Taxil y que por la mala traslación de significados parecían
inducir a “herejías” [sic].111 Esta edición mexicana apareció con el título de
La francmasonería revelada y explicada;112 se imprimió en rústica y se vendía a
muy bajo precio, con el fin de que fuese ampliamente difundida entre todas
las clases sociales: “Esta obra [leemos en El Tiempo] es una de las más inte-
resantes que se hayan publicado en el presente; las revelaciones verdaderas
y completas que contiene están llamadas a producir inmensos desengaños, e
instrucción preciosísima para los católicos y no católicos”.113
Si bien estaba dirigida al gran público, en una presentación publicitaria
de la obra aparecida en la prensa en octubre de 1887, Sánchez Santos seña-
laba que su objeto primordial era advertir a los católicos sobre los engañosos
usos de la masonería, pues por más que hubieran estudiado la estructura y
fines de esa ideología o secta, “nada se sabrá de ella antes de leer a Taxil […]
Todo católico debe leerla; es una necesidad vital de los días que vivimos; el
católico que, en este último tercio del siglo, no conozca a la Masonería, es un
soldado que entra a la batalla con los ojos vendados”.114
110 Circularon las ediciones españolas de Joaquín Cots y de Cots, con un prólogo de Jaime
de 1887.
112 “La Francmasonería revelada y explicada por León Taxil, traducida al español por Trinidad
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115 Idem.
116 “A las familias”, El Tiempo, México, 16 de noviembre de 1887.
117 Ferrer Benimeli, José Antonio, La masonería…, cit., p. 106.
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I. INTRODUCCIÓN
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Para este estudio resultaron irrelevantes los datos masónicos de los diputa-
dos constituyentes, así como los nombres de sus grupos y de sus grados, salvo
de quienes poseían el grado 33° escocés, por las razones que se harán explícitas.
Sólo resta enunciar el plan de la exposición. En principio, se plantea una bre-
ve justificación del tema y un análisis de los antecedentes: del final del gobierno
de Porfirio Díaz a la Decena Trágica y hasta la reestructuración de la masonería
nacional, a partir de 1915. Después continúa el estudio de los masones diputados,
sus cohortes generacionales, la cobertura nacional, su ocupación, los constitu-
yentes gobernadores de estado, sus posturas políticas, los masones grado 33°, los
presos por Huerta, el control que ejercieron sobre el Congreso y, finalmente, la
contribución de los masones ideólogos a la Constitución de 1917.
II. JUSTIFICACIÓN
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A inicios del siglo XX, masones de diferentes vertientes eran leales a Porfirio
Díaz y respaldaban su reelección, si bien disputaban por conquistar la vice-
presidencia para Bernardo Reyes, Teodoro A. Dehesa o Ramón Corral; así,
aunque de diferentes bandos, masones reeleccionistas fueron Luis Pombo,
Benito Juárez Maza, Rafael Zubarán Capmany, José López Portillo y Rojas,
y los científicos Joaquín Diego Casasús, José Castellot y Emilio Rabasa.6
3 Marván Laborde, cit., pp. 72, 283-311. El autor menciona 217 constituyentes por
estado en su cuadro II.1, si se suman los números parciales, que no corresponden con el total
de 218 en el mismo cuadro, ni con el de 221 de su anexo.
4 Universidad Nacional Autónoma de México, La Constitución Mexicana de 1917: Ideólogos, El
Núcleo Fundador y otros constituyentes, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2016.
5 El libro dedica un capítulo a Emilio Rabasa, masón escocés que no consideramos aquí
por no participar en el Congreso Constituyente; él reconoció como presidente al también masón
escocés Victoriano Huerta.
6 Iglesias González, Román (introducción y recopilación), Planes políticos, proclamas, manifiestos y
otros documentos de la Independencia al México moderno, 1812-1940, México, UNAM, Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas, 1998, pp. 511-515, 529-535, 554-561, 572-575. Mac Gregor, Josefina, “Intentos
democratizadores: las campañas presidenciales de 1910 y 1911”, en Georgette, José (coord.), Can-
didatos, campañas y elecciones presidenciales en México. De la República Restaurada al México de la alternancia:
1867-2006, México, UNAM, Instituto en Investigaciones Sociales, 2012, p. 186. “Supremo Conse-
jo del 33 y último grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la jurisdicción masónica de los
Estados Unidos Mexicanos”, Boletín, México, Souligny & Schmidt Sucr., 1927, p. 157.
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7 Iglesias González, Planes políticos, op. cit., pp. 543-545, 562-565, 578 y 579. González Ramí-
rez, Manuel, Planes políticos y otros documentos, 1812-1940, México, Secretaría de la Reforma Agra-
ria (SRA)-Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México (CEHAM), 1981, pp. 33-46.
Madero, Francisco I., Plan de San Luis, facsímil del original mecanográfico, con correcciones de
puño y letra de Francisco I. Madero, LXX aniversario de su promulgación, México, Secretaría
de Gobernación, 1980.
8 Mac Gregor, op. cit., p. 207; La Patria. Diario de México, t. XXXV, núm. 9995, 26 de
agosto de 1911, p. 2; t. XXXV, núm. 9988, 12 de agosto de 1911, pp. 1 y 2; Peña y Troncoso,
Gonzalo, El Dosamantismo es la Religión Científica en oposición al Ocultismo Semita, que es una Liga de
Internacional Anarquismo. La Síntesis Científico-Religiosa del maestro Jesús Ceballos Dosamantes, México,
Editores J. I.-Guerrero y Cía., Sucs. de F. Díaz de León, 1904, 2a. parte, cap. I, III; cap. II, I,
II; cap. III, II; 3a. parte, cap. VIII.
9 La Patria. Diario de México, t. XXXV, núm. 9988, 12 de agosto de 1911, p. 2; Regenera-
jurisdicción masónica de los Estados Unidos Mexicanos”, Boletín Anual del Supremo Consejo del Rito
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Escocés Antiguo y Aceptado para los Estados Unidos Mexicanos, año 2º del 8° quinquenio, mayo de 1899
a abril de 1900, México, Tip. El Faro, p. 28; INEHRM-Comisión para las Celebraciones del 175
Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, Últimos
meses de Porfirio Díaz en el Poder. Antología Documental, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1985;
Regeneración. Semanal Revolucionario, 1911: 6 de mayo, p. 2; 18 de mayo, p. 2; 3 de junio, p. 1; 10 de
junio, p. 2; 16 de septiembre, p. 3; Martínez Moreno, Carlos Francisco, “Coaliciones y traiciones
masónicas. De la primera reelección de Porfirio Díaz a los inicios de la Revolución Mexicana,
1887-1911”, en REHMLAC+. Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña,
vol. 7, núm. 2, diciembre de 2015-abril de 2016, pp. 149-177.
11 Diario del Hogar, México, 1911, A. XXX-N. 10772, t. 47, núm. 123, junio 28, p. 1;
López, Chantal y Omar Cortés (recopilación), Madero y los Partidos Antirreeleccionista y Constitu-
cional Progresista, México, Ediciones Antorcha, 1988, pp. 94 y 95, 122-133, 227-231; Serrano
Álvarez, Pablo, Porfirio Díaz y el Porfiriato. Cronología (1830-1915), México, INEHRM, 2012, y
Martínez Moreno, Carlos Francisco, “Coaliciones y traiciones masónicas”, cit., pp. 149-177.
12 Luca Antonio 33° et al., Pronunciamiento para la creación del Rito Simbólico Mexicano, Vera-
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13 De cómo vino Huerta y cómo se fué... Apuntes para la historia de un régimen militar, 5a. ed.
1879 por el Supremo Consejo de México del grado 33°, acusado de mandar a fusilar ilegalmen-
te, el 24 de junio, a 9 ciudadanos, 5 de ellos masones, contra sus juramentos masónicos. Martínez
Moreno, Carlos Francisco, Masonerías, intervencionismo y nacionalismo en México. De la segunda mitad
del siglo XIX a los primeros años del XX, Tesis de Doctorado, México, UNAM, 2016, pp. 106, 134 y
ss. Murieron un soldado de la guardia y ocho presos acusados de revolucionarios: Vicente Ca-
pmany, Jaime Rodríguez, Dr. Ramón Albert Hernández, Antonio P. Ituarte, Francisco Cueto,
Luis Alva y Lorenzo Portilla. El 18 de mayo de 1880, el Gran Jurado de la Cámara de Diputados
absolvió a Mier, por 83 votos contra 16 y 43 abstenciones. Proceso instruido por la Segunda Sección del
Gran Jurado con motivo de los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Veracruz la noche del 24 al 25 de junio
de 1879, México, Imprenta del Comercio, de Dublán y Compañía, 1880, pp. VIII y ss, anexo 4:
Averiguación practicada por la comandancia militar de Veracruz, Acta de la Sesión del Gran
Jurado, presidencia del C. Coutolenne, mayo 18 de 1880, pp. 19-22.
15 Luca Antonio et al., Pronunciamiento, cit.
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VII. OCUPACIÓN
Mapa 2.- 18 entidades con 36 diputados Mapa 3.- 12 entidades con 21 diputados
masones civiles masones militares
18 No fue posible comparar la cifra con el número total, porque en tres casos no hubo
dato y alguno puede no ser confiable, como bien lo señala Marván Laborde, op. cit., p. 75.
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DDC, t. I, n. 19, 7a. Sesión Ordinaria, (16 dic. 1916), p. 345; n. 28, (16 dic. 1916).
20
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Soy un enemigo irreconciliable del clero, porque ¿qué ideas puede llevar el
clero a nuestras masas? (Aplausos nutridos, bravos y vivas.) […] ¿Qué puede
enseñar a nuestros hijos el clero, a quien le debemos tantos males, si conti-
núan en sus manos? […] no pueden, bajo ningún concepto, educar a nuestras
generaciones, […] es necesario que la enseñanza sea quitada de las manos del
clero. […] El clero es el único responsable de las maquinaciones que tanto
aquí como en el extranjero, se están fraguando en contra del gobierno consti-
tucionalista; que el clero es el eterno rebelde, que no se da nunca por vencido,
sino que quiere luchar hasta el fin.22
21 El Universal. El Gran Diario de México, Las relaciones Iglesia Estado en México 1916-
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Asimismo, cabe aclarar que los radicales o jacobinos no sólo eran obre-
gonistas, como se ha creído, sino también maderistas y carrancistas, y re-
presentaron, por lo menos, 15 entidades federativas, entre quienes podemos
citar a Héctor Victoria Aguilar, Manuel Aguirre Berlanga, Amado Aguirre
Santiago, José Álvarez y Álvarez de la Cadena, Esteban Baca Calderón,
Donato Bravo Izquierdo, Enrique Colunga Meade, Juan de Dios Bojórquez
nacional”, en Ponce Urquiza, Arturo (coord.), Escenarios geopolíticos para el México global. Un
acercamiento a los temas del siglo XXI, México, Centro de Estudios Superiores Navales CES-
NAV/Grupo Editorial Cenzontle, 2015, pp. 161-164.
25 Soberanes Fernández, José Luis, “El anticlericalismo en el Congreso Constituyente
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26DDC, p. 367. Soberanes Fernández, op. cit., pp. 215, 219 y 220.
27Idem.
28 El Universal. El Gran Diario de México, Las relaciones Iglesia Estado en México 1916-
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Entre los masones equilibristas, votantes con los otros grupos sin una
postura ideológica definida, encontramos 11 diputados representantes de
ocho estados: Fernando Castaños, Manuel Cepeda Medrano, Cristóbal del
Castillo, Zeferino Fajardo, Antonio Gutiérrez Rivera, Cristóbal Limón Ló-
pez, Fernando Lizardi Santana, José María Rodríguez y Rodríguez, Ramón
Rosas y Reyes, José I. Solórzano y Amílcar Vidal (véase el mapa 7).
30 Ibidem, p. 8.
31 DDC, t. I, núm. 25, 13 de diciembre de 1916; Sánchez, Derecho, p. 97.
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Lizardi Santana suponía radical pedir el laicismo, pero advertía las dos
razones de la comisión: la psicológica, por la cual el niño no comprende ver-
dades abstractas religiosas, y la patriótica, por los peligros para la nación, si
la enseñanza cayera en manos del clero.32
Finalmente, en el mapa 8 pueden observarse ocho entidades (Coahuila,
Distrito Federal, Durango, Michoacán, Puebla y San Luis Potosí) represen-
tadas por nueve masones moderados: Martín Castrejón, Rafael L. de los
Ríos, Porfirio del Castillo, Silvestre Dorador Minchaca, Francisco Espinosa,
Amador Lozano, Arturo Méndez y José Rodríguez González.
Mapa 7. Ocho estados representados por 11 diputados masones equilibristas, 1916-1917
(elaboración propia)
Mapa 8. Seis estados representados por nueve diputados masones moderados, 1916-1917
(elaboración propia)
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33 “Supremo Consejo del 33 y último grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para
la jurisdicción masónica de los Estados Unidos Mexicanos”, Boletín, México, Souligny &
Schmidt Sucr., 1927, pp. 157 y 158.
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Como dijimos antes, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, firmante del mani-
fiesto de 1915, como diputado de la Legislatura XXVI electa para los años
1912-1914, fue aprehendido por el gobierno de Victoriano Huerta.
Mapa 10. Catorce diputados masones del Congreso Constituyente de 1916-1917,
presos por Huerta en 1913 (elaboración propia)
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34 De cómo vino Huerta, cit., pp. 377 y 378; Romero Flores, Jesús, Historia del Congre-
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Para el siguiente análisis, fue tomada una muestra de 56 artículos del Diario de
Debates del Congreso Constituyente de 1916-1917, en cuyas discusiones los di-
putados masones se posicionaron y votaron por la afirmativa. Recordemos que
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35 Navarrete, Félix, La Masonería en la Historia y en las Leyes de Méjico, 1a. ed., México, Jus,
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XIV. CONCLUSIONES
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da el 5 de febrero de 1917, México, Miguel Ángel Porrúa, 2017, pp. 183 y ss.
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Anexo 237
familia mexicana.
eligieron, en junio de 1883, como gran maestro de la Gran Logia Simbólica Soberana e
Independiente de Libres y Aceptados Masones del Distrito Federal, pero no ejerció el cargo.
Sí fue gran patrono del Gran Campamento de Caballeros Templarios de la República Mexi-
cana entre 1888 y 1893, y también gran maestro de la Gran Dieta Simbólica de los Estados
Unidos Mexicanos entre 1889 y 1895. Martínez Moreno, Carlos Francisco, Masonerías, inter-
vencionismo, cit., pp. 152 y ss., 192, 212, 215.
39 El responsable fue otro. El gobernador de Veracruz, general Luis Mier y Terán fue
expulsado el 29 de junio de 1879 por el Supremo Consejo 33°, acusado de mandar fusilar
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ilegalmente, cinco días antes, el 24 de junio, a 9 ciudadanos, 5 de ellos masones, contra sus
juramentos masónicos. Ibidem., pp. 106, 134 y ss.
40 Venustiano Carranza no fue general del Ejército Mexicano.
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Anexo 343
universi terrarum orbis architectonis ad gloriam ingentis.
43 Supremo Consejo de los Estados Unidos Mexicanos, Balaustre 52. Acuerdo 642, 29
de enero de 1916.
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cán: El último caudillo: apuntes para la historia de México, acerca del movimiento armado
de 1923, en contra del gobierno constituido, México, José S. Rodríguez Editor, 1924.
46 Juan Marmolejo fue licenciado penalista.
47 Antonio B. López Sierra. Años después, en 1931, ex obispo, expulsado de la Iglesia
policía porque estudiantes lo impidieron. Autor de la Oda a Atenas que recitó en las honras
fúnebres de Sebastián Lerdo de Tejada; debido a que el gobierno mandó retirar sus impre-
siones en la Ciudad de México, fue impresa en 10 mil ejemplares en San Antonio Texas.
En 1892, escapó con Joaquín Clausell, cuando aprendieron e incomunicaron en Belén a los
principales líderes antirreeleccionistas Antonio Rivera G. J. Huelgas, Francisco Mascareñas,
Daniel Cabrera. Díaz y de Ovando, Clementina, La Escuela Nacional Preparatoria. Los Afanes y
Los Días 1867-1910, I, 2a. ed., México, UNAM, 2006, pp. 164, 174.
49 Alberto Rodríguez Aréchiga fue Juez Primero de Instrucción en el gobierno del pre-
y muerto en 1888, liberal, radical, anticlerical, quien fue diputado, senador y gobernador del
Estado de México en 1876.
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Joaquín Clausell, 33°,52 Lorenzo B. Spyer, 33°, Cassius O. Smith. 33°, John
Mac Creary, 33°, Federico E. Young, 33°, Ramón Alvarez, [sic] 33°, José
Castellot,53 33°.
Por el estado anormal de esta República en los últimos años no había
comunicaciones con otros lugares del País y del Extranjero, no se hizo saber
lo decretado a los Cuerpos de la Amistad y jurisdicción, pero como esto
trajera por consecuencia nuevos malos manejos de algunos hermanos expa-
triados, en la sesión de 23 de Enero último se resolvió que se haga saber al
Mundo Masónico lo acordado.
52 Joaquín Quirico Marcelino Clausell Traconis fue abogado, activista y pintor mexi-
cano autodidacta impresionista, así como caricaturista político y periodista. Colaboró en:
Diario del Hogar, La Campaña Electoral, La República, El Hijo del Ahuizote, El Monitor Republicano y
El Universal. En 1892, formó un partido antirreeleccionista. Fundó y dirigió el periódico de
oposición El Demócrata (1893-1895), donde difundió la represión a los indios tomochitecos en
Chihuahua, razón por la cual fue apresado y cerrado su periódico.
53 José Castellot fue gobernador de Campeche, banquero, senador, miembro del grupo
Los Científicos, de la Convención y del Partido Reeleccionista, así como jefe de la masonería
escocesa. En su calidad de gran comendador del Supremo Consejo de México, “coronó”
a Francisco I. Madero como grado 33°. En su momento, Castellot se manifestó contra los
derechos laborales y, además, fue secretario de la embajada de México en Washington para
el gobierno del presidente golpista de Victoriano Huerta. Martínez Moreno, Masonerías, inter-
vencionismo, cit, pp. 225-229, 237 y 238, 244.
54 Manuel Leví fue gobernador interino de Veracruz en 1892, y diputado federal duran-
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55 Elaboración propia, con datos de Romero Flores, Jesús, Historia del Congreso Constituyente
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Anexo 5.4. Número de diputados masones ideólogos que influyeron en los 56 artículos
de la muestra
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MASONERÍA Y ANTICLERICALISMO
EN LA DÉCADA DE 1920
Jean MEYER*
“A large majority of the officers being members of the Masonic order –and therefore resent-
ful of the ban placed on that order by Roman Church”–.
351
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puramente anticlerical: “los curas abusan del pueblo y de las mujeres”, que se
traduce por la fijación anual, con motivo del 16 de septiembre, del edicto de ex-
comunión de Hidalgo por la Iglesia; el otro positivo: la fraternidad que busca una
eficacia profesional (entre los ferrocarrileros es anterior y paralela al sindicalismo;
es una protesta contra el sindicalismo gubernamental) y social. Nunca se insis-
tirá demasiado sobre el dimorfismo sexual que hace de la masonería un asunto
de hombres, por oposición a una religión vivida, por lo general, como cosa de
mujeres. La mujer, la madre, suele asegurar la continuidad católica exigiendo los
actos católicos del matrimonio, del bautismo y de la extremaunción para todos, y
trasmitiendo su práctica a las hijas. El varón se incorpora en edad temprana con
su padre en el campo de los librepensadores.4
La masonería, controlada y restringida por Porfirio Díaz, había recobrado
desde 1914 el papel activo que ejercía en la época de la Reforma, y proporcio-
naba al gobierno una organización y unos mandos: presidentes municipales y
de comunidades agrarias, jefes sindicales y maestros eran con mucha frecuencia
masones. Nada más normal, en tales condiciones, que el apoyo incondicional
que la orden daba en público a la política religiosa del gobierno. La masonería
tenía una pesadilla: el clero romano, causa del mal en el mundo. Dio, de esta ma-
nera, a Calles la medalla del Mérito por su obra educativa, la Logia del Valle de
México organizó una “manifestación pública de respaldo a la política de intole-
rancia religiosa, y los integrantes de las logias regulares e irregulares en la capital
desfilaron con sendos estandartes”.5 El 25 de agosto de 1927, el Gran Comenda-
dor Rojas, de México, telegrafiaba al presidente Coolidge: “En nombre del An-
tiguo y Aceptado Rito Escocés de esta nación, en el de la Masonería Mexicana
en general […] le presentamos nuestro reconocimiento por su firme posición al
rehusarse a participar […] en el llamado Conflicto Católico Mexicano”.6
La masonería militante topaba con el clero: “Bajo el dominio clerical,
esas logias [de Jacala y Huejutla, Hidalgo] tuvieron corta vida […] el medio
fanatizado y hostil hacía imposible el concurso de masones de arraigo”.7 No
ocultaba la masonería su intención de destruir el poder maléfico de Roma
apoyándose en el Estado, y se comprenden mejor así las denuncias católicas:
“La Revolución, que es una aliada fiel tanto del protestantismo como de la
masonería, sigue en marcha tenaz hacia la demolición del catolicismo […]
4 Véase los testimonios de Romeo Flores sobre Ciudad Anáhuac, Nuevo León, y de
Roque González Salazar sobre General Terán, Nuevo León, Tean Mever, 1969.
5 Zalce, op. cit., t. II, pp. 92 y 93.
6 Segunda parte del memorándum presentado a Su Eminencia el cardenal Spellman
por el Lic. Agustín Navarro Flores, presidente de la Unión Nacional de Padres de Familia de
México, Nueva York, 10 de noviembre de 1951, p. 4, en sJ.
7 Zalce, op. cit., t. II, p. 295.
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Conferencia Panamericana en Cuba, San Antonio de los Baños, s.e., 1928, p. 21.
11 MID 2657 G 616 36, Extracts referring to the Clergy and clericalism from the speech of General
Joaquín Amaro minister of war, on the occasion of the inauguration of the Historical Section of the General Staff,
on October 22, 1929.
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Los curas rurales […] después de haber lanzado sus excomuniones furiosas y
excitado hasta el paroxismo el sentimiento idolátrico de los ignorantes feligreses,
se tornaron feroces cabecillas, alimentando la cohesión de sus chusmas en los
campamentos con sus constantes prédicas y sus misas de campaña. La gravedad
litúrgica de estas ceremonias, el brillo de los paramentos sacerdotales, su tradi-
cional dominio sobre las conciencias incultas, les daba un prestigio excepcional
entre las gentes sencillas que los seguían ciegamente […] Los sacerdotes […]
explotaron habilidosamente su ceguedad supersticiosa, y los lanzaron […] a un
sacrificio estéril, galvanizados por sus odios frenéticos […]
legado Amaro.
13 SJ, legado Amaro.
14 MID 2257 G 70/7, del 2 de octubre de 1930, Mexican War Department attitudes
towards U.S. by Col. Gordon Johnston: “His attitude, however, is well known as being hostile
to the hierarchy of the Church, and the publication in his office of La Patria and the issue
from his office of the book Iglesia católica, both bitter anti Church publications, are evidence
of his feeling toward the Church”.
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Del general Rodríguez, Juan Gil Preciado –futuro gobernador, futuro secre-
tario– hacía esta presentación a la Gran Logia de Occidente:
15 Rodríguez, Cristóbal, Cauterios y látigos, Jalapa, edición del gobierno, 1933, pp. 5 y 6.
16 Ibidem, p. 238. Del mismo autor: Puyas y puyazos, México, 1944; ¡Mujer, confiésate y verás!,
Labor liberal, Sobre la brecha, Banderilla de fuego: libro de doctrina desfanatizante, Tepic, Gobierno de
Tepic, 1938 y muchas otras sobre el mismo tema.
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instrucciones del cabecilla italiano (a) el Papa que tiene su cuartel de idiotas,
cínicos y degenerados en Roma […] para poder volver a implantar la odiosa y
criminal Inquisición de tan triste memoria, así como también ver realizados sus
sueños dorados en volver al trono de México a otro príncipe europeo que, como
Maximiliano de Austria, volviera el clero a sus antiguos fueros.
Afortunadamente hay mucho pueblo patriota y liberal que se dio cuenta de
las criminales maquinaciones del Vaticano y sus esbirros, y ya conocedor de la
tristemente célebre historia del funesto clero traidor a la patria y que depende
de un jefe extranjero que siempre conspira por buscarle a México interven-
ciones con el fin de asegurar sus dominios y privilegios. Es nocivo porque su
misión es embrutecer al pueblo ignorante para poderlo explotar y fanatizarlo
hasta el idiotismo […] para vivir del pueblo indolente y analfabeto que es don-
de el fraile impera. Basta tener nociones de la funesta historia de la Inquisición
para que los curas y las sotanas huelan a prostitución y crimen.
La confesión17 es una industria que se inventó para seducir doncellas, con-
quistar damas católicas y convertir a los padres y esposos en castos José. Es
una maniobra corruptora de las sociedades en provecho de los inicuos placeres
clandestinos de los frailes y demás jerarquías de la mafia de esta clase de pillos.
El Sultán de Turquía, según sus costumbres es poseer en su harem muchas
mujeres a la vista del mundo y las mantiene a todas. La costumbre de los frailes es
tener también muchas mujeres clandestinamente, pero las mujeres los mantienen a
ellos […] Ni el papa de Roma es tampoco representante de Dios porque no podría
justificarlo. Es un extranjero inteligente que acumula riquezas en complicidad de
los frailes explotadores que estafan al pueblo tonto de pro de un país enteramente
extraño al nuestro […] si Jesucristo bajara lo primero que haría era mandarlos
ahorcar [a los cristeros] como perros rabiosos al lado de los curas sus cómplices.
La historia del 57 se repite en esta región. Imitemos a los patriotas liberales […]
Nunca he sido católico, menos romano; me enorgullezco de ser mexicano,
pero librepensador […]
Todas las religiones que mal conozco se concretan en creer en Dios y ser
útiles a la humanidad, teniendo por base la moralidad y el trabajo y son na-
cionales. Pero la religión católica depende de un extranjero, venera millares
de ídolos y aparecidos y a cuanto santo lanza a la circulación forzosa la mar-
tirología romana y en el que más poco se preocupan es por el Creador del
universo teniendo por base la inmoralidad, hipocresía y el cinismo.
La excomunión y la maldición es arma ridícula del cobarde consciente de
su impotencia y bajeza; es el escupitajo del canalla despechado. Todas las ex-
comuniones que lance el Sumo Pontechango y socios las acepto gratuitamen-
17 Además de los debates del Congreso Constituyente sobre este asunto, véase La mujer
en el confesionario, por el doctor X, dedicado exclusivamente a los hombres, México, 1925, pp. 4 y 5,
10, y Cristóbal Rodríguez, libros ya citados. ¿Traumatismo que se remonta a la colonia?
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te, que me las echen en la cabeza de mi columna, que es la que más avanza y
la que va más cerca de la victoria.
Pueblo liberal y patriota […] date cuenta que el enemigo del progreso y el
de tu patria es el clero […] decláralo perro del mal, mátalo a pedradas. Cuan-
do esto se lleve a cabo, la prosperidad y felicidad de México será un hecho.18
18 Original fijado en las calles de Valparaíso (Zacatecas). Un ejemplar en poder del autor.
19 Álvarez y Álvarez, José, El problema religioso de México, conferencia en la Escuela Supe-
rior de Guerra, 10 de noviembre de 1934, pp. 6 y 7 sJ, legado Amaro.
20 Ibidem, pp. 11-14.
21 Ibidem, p. 17.
22 Diario de los Debates... , op. cit., t. I, pp. 525-7, 744, t. II y pp. 720 y 826.
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Asunto:
Poniendo en su superior cono-
cimiento del sentir de esta R.
Logia, por la invasión que han
hecho los Caballeros de Colón en
los puestos públicos del Gobierno
del Estado.
Or. Aguascalientes, Ags. (México)
25Masónica Universal A.G.G.: D:. G:. A:. D:. U:. Jurisdiccionada a la muy Resp.: GR.:
LOG: de AA:. LL:. y AA:. Mm:. “VALLE DE MÉXICO” Aguascalientes, Ags. (México)
Diciembre 20 de 1925.
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que se han venido sucediendo desde hace más de quince años entre México
y los Estados Unidos del Norte. Además, Mr. Vail envió un mensaje explica-
tivo del caso a todos los templos de “Shriner” y a los Cuerpos pertenecientes
al Rito Escocés Antiguo y Aceptado. A poco de esto fue muy notable la
reacción que se operó en la opinión pública americana, y creo que de las
gestiones de qué hago mérito debe haber algunos antecedentes en la misma
Secretaría de Hacienda.
Por lo que toca a la cuestión del momento, estoy convencido de que
asiste a México Justicia en el fondo de todas las nuevas leyes que trata de
implantar, fijando para el porvenir principios fundamentales que sirvan de
salvaguardia a su soberanía y protejan los intereses de nuestra raza contra
influencias excesivas del capital extranjero. Pero a pesar de esta circunstan-
cia, también creo sinceramente que el Gobierno de México no tiene absolu-
tamente la intención de hacer un uso agresivo de dichas leyes, y que, por el
contrario, se halla dispuesto a solucionar equitativamente y en buena forma
las dificultades concretas que naturalmente deben surgir con los particulares
al aplicarse las leyes. Todo tiene posible arreglo cuando hay buena voluntad
de ambas partes, y esto es lo que creo que de ponerse en evidencia para
ayudar a que cese la inquietud internacional.
Mr. Vail está actualmente bien enterado de los puntos de vista de la Em-
bajada de los Estados Unidos con respecto a las observaciones o protestas
que allí se hacen por ciertos puntos de vista que se establecen en la reciente
legislación, así como de las dificultades anteriores por la aplicación de las leyes
Agrarias y Obreras. Sin embargo de esta circunstancia, él me ha manifestado
que se halla enteramente dispuesto a desempeñar una comisión semejante a
la que hizo con ocasión del Cubilete a favor del Gobierno mexicano, y para lo
cual solo necesitaría cerciorarse personalmente de los verdaderos propósitos
que aquí se abrigan con alguno de los altos funcionarios del Gobierno mexi-
cano, y poder formar así su convicción en el sentido que se desea, creyendo
también él que es posible y oportuna la gestión que he proyectado.
En el Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la
Jurisdicción de los Estados Unidos Mexicanos hay algunos miembros del
Gobierno y personas bien conocidas que pueden informar directamente a
Ud., Señor Presidente, del sincero mexicanismo del Sr. Vail y de su idonei-
dad para la comisión en proyecto. Entre esas personas está el señor Senador
Dn. Abel S. Rodríguez, el señor Senador Dn. José J. Reynoso, el Sr. Lic. Dn.
Enrique V. Anaya, el señor Dn. Camilo E. Pani (hermano del señor Secre-
tario de Hacienda y empleado prominente de los ferrocarriles) y el señor
Elías A. de Lima, Consejero de Hacienda, del Banco de México y de los Fe-
rrocarriles, y amigo personal de Ud., según entiendo. También figura como
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miembro del Supremo Consejo, el señor Dn. Manuel Mascareñas padre del
Sr. Dn. Alberto, Director del Banco de México (grado 32 del Consistorio de
Arizona); pero actualmente se halla ausente de esta Ciudad.
Es notoria la firmeza y habilidad con que el señor Licenciado Dn. Araon
Sánez Secretario de Relaciones Exteriores va afrontando la situación, y estoy
seguro que a la postre alcanzará un completo triunfo para nuestro país por lo
que respecta a las dificultades referidas pero no se me oculta que el camino y
el conducto oficial o directo es laborioso y dilatado, mientras que la vía pri-
vada puede dejarse sentir mucho más pronto y coadyuvar a la feliz solución
de las negociaciones oficiales. A mayor abundamiento no es precisamente el
Gobierno americano sino Empresas americanas las que pueden estar favore-
ciendo o haciendo promesas para fomentar otra rebelión en México.
Por lo demás el señor Vail puede enviar sus declaraciones y mensajes con-
fidenciales, como lo hizo antes o bien ir personalmente a hacer las gestiones
en el seno del Supremo Consejo de Washington.
Con el deseo de que este memorial merezca la atención de Ud. y pueda
ser útil, tengo el honor de repetirme de Ud. como atento y seguro servidor.
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SUMARIO: I. Introducción. II. Las leyes y las instituciones. III. Los proce-
sos del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
IV. La masonería mexicana y su apoyo a los hermanos en peligro. V. El mundo
laboral mexicano. VI. Archivos históricos. VII. Bibliografía.
I. INTRODUCCIÓN
La Guerra Civil (1936-1939) es sin duda uno de los acontecimientos más terribles
que ha vivido el pueblo español: fue la causa de incontables muertes durante los
años de enfrentamientos armados y sus secuelas continuaron por décadas. Es bien
sabido que el Generalísimo y sus seguidores señalaron a aquellas personas y grupos a
los que consideraron contrarios a su movimiento con el fin de reprimirlos. Dentro
de esta represión, dos de los grupos más afectados fueron los masones y los comu-
nistas. Las siguientes páginas están dedicadas al primero de estos colectivos, los
masones, en concreto a los juristas señalados como masones, quienes, escapando
de la represión, dejaron su patria para residir en México. En este texto, me centro
en el análisis de estudiosos del derecho que se desempeñaron como profesores de
universidad –ya fuera en España o en México– y dejé de lado a aquellos que se
dedicaron a otras actividades, como es el caso de Álvaro Pascual-Leone Forner1 o
Ángel Galarza Gago,2 a cuyo estudio me enfoco en otras investigaciones.
te personal de Álvaro Pascual-Leone Forner. Nombre simbólico “Vicente Peris”, Logia Germa-
nies de Valencia. También se le formó proceso por el Tribunal Especial para la Represión de la
Masonería y el Comunismo (TERMC), legajo 148, exp. 7365 y TERMC, exp. 14521.
2 En CDMH, TERMC, exp. 213.
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que incluían la pérdida total de bienes, el pago de una cantidad fija o la pér-
dida de bienes determinados.
En cuanto a los órganos encargados de aplicar este ordenamiento, en
el cuerpo de la misma ley se estableció que conocerían en materia de res-
ponsabilidades políticas –con exclusión de cualquier otra jurisdicción– los
siguientes: el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, la Jefatura
Superior Administrativa, los Tribunales Regionales, los Juzgados Instructores
Provinciales, las Audiencias y los Juzgados Civiles Especiales (artículo 18).10
Al año siguiente se emitió la Ley para la Represión de la Masonería y el
Comunismo. En el preámbulo de este ordenamiento se acusaba a masones
y comunistas de ser algunas de las causas de la decadencia de España. En
ella se argumentó que era necesario determinar la calificación jurídica y las
sanciones que merecían quienes secundaban a la masonería y al comunismo
“y demás sociedades secretas y organizaciones contrarias al orden social”.11
Estipulaba que, con esta ley y sus consecuencias jurídicas, se buscaba frenar
los “últimos estertores de las fuerzas secretas extranjeras en nuestra Patria y
se inicia la condenación social de las organizaciones más perniciosas para la
unidad, grandeza y libertad de España”.
En el primer artículo de este cuerpo legal se especificó que pertenecer a
la masonería constituía un delito y la declaró prohibida y fuera de la ley, así
como confiscados sus bienes, que serían puestos a disposición de la jurisdicción
de responsabilidades políticas (artículo 2o.). En el artículo cuarto se definió a
masones y comunistas; dentro de los primeros se consideraría “a todos los que
han ingresado en la masonería y no han sido expulsados o no se han dado de
baja de la misma o no han roto explícitamente toda relación con ella, y no dejan
de serlo aquéllos a quienes la secta ha concedido su autorización, anuencia o
conformidad, bajo cualquier forma o expediente, para aparentar alejamiento de
la misma”.
Los castigos para masones y comunistas incluían reclusión menor y ma-
yor, esta última asignada en los casos en que concurriera alguna circunstancia
agravante (artículo 5o.).12 También se contemplaba la separación definitiva
de cualquier cargo del Estado, corporaciones públicas u oficiales, entidades
cias agravantes dentro de la calificación masónica, el haber obtenido alguno de los grados
del 18 al 33, ambos Inclusive, “o el haber tomado parte en las asambleas de la asociación
masónica internacional y similares, o en las asambleas nacionales del gran oriente español,
de la gran logia española o de otras cualesquiera organizaciones masónicas residentes en
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España o el haber desempeñado otro cargo o comisión que acredite una especial confianza
de la secta hacia la persona que la recibió”.
13 Sobre este tribunal véase Portilla, Guillermo, La consagración del derecho penal de autor
tarea, pues participaron ejército, Falange y policía. Portilla, Guillermo, ibidem, p. 13.
15 Dependía de la Secretaría General del Jefe de Estado.
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16 Turrión García, María José, “La biblioteca de la Sección Guerra Civil del Archivo
Histórico Nacional (Salamanca)”, Boletín ANABAD, vol. XLVII, núm. 2, 1997, p. 90.
17 Portilla, Guillermo, op. cit., p. 14.
18 Creada por Orden de mayo de 1937.
19 Portilla, Guillermo, op. cit., pp. 14 y 15.
20 Esta Delegación incautó documentación y objetos relacionados con la masonería,
dando lugar a un archivo que por su volumen e importancia es único en el mundo, se trata
de la sección de masonería del Centro Documental de la Memoria Histórica. Véase Turrión
García, María José, op. cit., p. 90.
21 También por iniciativa del Cuartel del Generalísimo, creada por Decreto en 1938.
22 Con la finalidad de recuperar, clasificar y custodiar todo el material incautado en las
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Fueron varios los estudiosos del derecho exiliados en México que siguieron
la misma suerte de Sánchez-Román y Gallifa y terminaron procesados por el
TERMC. Cabe hacer una observación antes de adentrarnos en los procesos
seguidos contra estos juristas. No necesariamente fueron procesados todos
los que pertenecieron a la masonería. Se encausó a aquellos sobre los que se
logró recabar información documental que los identificó como masones; sin
embargo, existe la posibilidad de que las logias lograran resguardar su docu-
mentación de la incautación franquista. Con esta salvedad, nos adentraremos
a analizar los procesos seguidos contra los profesores universitarios Victo-
ria Kent, Gabriel Bonilla Marín, Demófilo de Buen Lozano,30 Julián Calvo
Blanco,31 Manuel Martínez Pedroso32 y Mariano Ruiz-Funes.33
Los registros documentales permiten conocer que se archivaron los
expedientes en los casos en los que no se detectó una participación decidida
y notoria en las filas de la masonería o no se logró obtener documentación
que relacionara directamente al procesado con estas actividades; así sucedió
en los casos de Manuel Martínez Pedroso, Felipe Sánchez-Román y Gallifa y
Mariano Ruiz-Funes; esto no significa necesariamente que no tuvieran una
participación importante en la masonería, sino que no se logró incautar la
documentación que lo probara.
Por otra parte, sí se sentenció a aquellos estudiosos del derecho de quie-
nes localizó información que los relacionara directamente con la masonería y
que alcanzaron un lugar importante dentro de su estructura, como fue el caso
de Gabriel Bonilla Marín, a quien se le formó proceso por el TERMC el 23
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34 CDMH, caja 75/1190; legajo 201-A, expediente personal número 3; TERMC, legajo
184, expedientes 9194 y 2897.
35 Idem.
36 El 13 de junio de 1939 arribó al mexicano puerto de Veracruz en el vapor Sinaia. Asentó
su residencia en la ciudad de México, D. F. Viajó con su esposa Gertrudis Cañadas y sus hijos Ga-
briel y Margarita Bonilla Cañadas. Véase en Martínez Chávez, Eva Elizabeth y Conde Naranjo,
Esteban, “Bonilla Marín, Gabriel (1888-1965)”, Diccionario de catedráticos…, cit.
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Buen Lozano.
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El grueso del exilio español llegó a México principalmente durante los años
en los que Lázaro Cárdenas era presidente de la República. Para que esta
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José Antonio, México y la república española. Antología de documentos, 1931-1977, México, Centro
Republicano Español de México, 1978, p. 85.
42 Pérez Guerrero, Juan Carlos, La identidad del exilio republicano en México, Madrid, Fun-
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43 Este documento fue enviado por Raúl Cordero Amador, Gran Maestro de la Logia
Valle de México, al presidente de México el 8 de julio de 1940. En AGN, fondo Lázaro Cár-
denas, C. 908, 546.6/2012-14, legajo 2.
44 AGN, fondo Lázaro Cárdenas, C. 908, 546.6/2012-14, legajo 2. Solicitud enviada a
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Fueron varias instituciones mexicanas en las que prestaron sus servicios pro-
fesionales los juristas a los que se logró identificar como masones, o como
pertenecientes a la masonería en algún momento de su vida. Por ejemplo,
en el Instituto Juan Ruiz de Alarcón, colaboraron temporalmente Manuel
46 Los vínculos que tuvo la Logia Valle de México con la masonería española, con la Gran
Logia Española y con el Grande Oriente Español son tratados por Carlos Francisco Martí-
nez Moreno en “La gran logia «Valle de México» durante la Segunda República Española,
1931-1939”, Cultura Masónica, La historia tiene la palabra. II República española y masonería 75 años
después, año 6, núm. 19, octubre de 2014, pp. 115-150. De este mismo autor, véase “Masonería
española en el exilio de México. Masones españoles regularizados y afiliados en logias bajo
la jurisdicción de la Gran Logia Valle de México, 1920-1959”, La masonería española, represión y
exilios I, Zaragoza, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, Departamento
de Educación Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, 2010, pp. 211-230.
47 Martínez Moreno, Carlos Francisco, “Prensa masónica española en México. Grande
Oriente Español en Exilio. Primera Época (1940-1947)”, Gibraltar, Cádiz, América y la Masonería.
Constitucionalismo y libertad de prensa, 1812-2012, tomo I, Zaragoza, Centro de Estudios Históri-
cos de la Masonería Español, Gobierno de Gibraltar, 2014, pp. 395-396.
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48 Aub, Max, “Los españoles del Fondo”, Libro conmemorativo del 45 aniversario. Fondo de
sub-sección La Casa de España, años 1939-1983, caja 21, exp. 13, Mariano Ruiz-Funes García.
50 Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (AHUNAM),
en México. Trabajó como traductor para el FCE. Fue secretario de la revista Litoral y co-
laborador de la revista Ultramar y Las Españas. Funcionario de la CEPAL y colaborador de
la obra El exilio español de 1939. En Catálogo bibliográfico. Autores y traductores del exilio español en
México, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 10 y 11.
52 Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Archivo de la Palabra, Calvo
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57 Lida, Clara E., Matesanz, José Antonio y Morán, Beatriz, “Las instituciones mexica-
nas y los intelectuales españoles refugiados: La Casa de España en México y los colegios del
exilio”, en Abellán José Luis y Monclús, Antonio (coord.), El Pensamiento Español Contemporáneo
y la Idea de América II: El Pensamiento en el exilio, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 144 y 145.
58 AHCM, fondo La Casa de España, caja 19, exp. 2, 1939-1948. También se encuentra
información sobre él en AHCM, fondo Alfonso Reyes, caja 10, exp. 27, 1943 y caja 13, exp.
33, 1944.
59 AHCM, fondo La Casa de España, caja 19, exp. 2, 1939-1948.
60 Idem.
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VII. BIBLIOGRAFÍA
ÁLVARO DUEÑAS, Manuel, “Por ministerio de ley y voluntad del caudillo”. La juris-
dicción especial de responsabilidades políticas (1939-1945), tesis doctoral, Depar-
tamento de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad Autónoma de
Madrid, 1997.
AUB, Max, “Los españoles del Fondo”, Libro conmemorativo del 45 aniversario.
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Anne STAPLES*
* El Colegio de México.
385
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I. DESPUÉS DE LA DERROTA
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Debe admitirse que no todas las reformas fueron una gran sorpresa. Muchas
fueron producto de anteriores intentos de remediar rutinas obsoletas, volver
más eficiente el manejo de los recursos y preparar a los jóvenes para actuar en
un mundo más secular. Durante la década de 1820 no había un profundo des-
acuerdo en cuanto a este tema. Solamente cuando los cambios se identificaron
con una ideología dizque revolucionaria o la de una logia masónica compe-
tidora fue cuando se estigmatizaron como si fueran maquinaciones dirigidas
a destruir la religión y la república, envolviendo el conflicto en una agresiva
retórica. Llama la atención el consenso que hubo entre los miembros de la
Suprema Junta Gubernativa, por ejemplo, en cuanto a la necesidad de educar
al pueblo y alejarlo de “groseras preocupaciones”,5 o de parte de personas tan
disímiles como José María Luis Mora y el medio hermano de Lucas Alamán,
el vicario de monjas y miembro del cabildo de la catedral metropolitana Juan
Bautista Arechederreta. Es fácil comprobar este consenso si comparamos los
planes educativos propuestos entre 1822 y 1844.6
A partir de 1822 se estableció en México la Sociedad Lancasteriana,
también conocida como la Compañía Lancasteriana.7 La composición de
la membresía en esta sociedad benéfica que promovía la educación masiva
popular reunía tanto a yorkinos como a escoceses. Muchos autores han co-
mentado el hecho de que se trabajó conjuntamente para intentar sacar la
educación de su atraso. Todas las facciones políticas y religiosas (anticlericales
o no) apoyaban la noción de promover la enseñanza de primeras letras. Du-
rante años, la Compañía siguió reuniendo iniciados de distintas logias, pero
se perdió este consenso al enfrentarse en el campo de batalla por las Leyes
de Reforma. La guerra puso fin a cualquier diálogo, consenso, negociación o
acuerdo entre partes, como sucede con toda guerra civil. La radicalización de
5 Echeverría, Patricia, “Mexican Education in the Press and Spanish Cortes 1810-
1821”, tesis de maestría, Universidad de Texas en Austin, 1969, citada en Ramos Escandón,
Carmen, Planear para progresar. Planes educativos en el México nuevo 1820-1833, México, Universi-
dad Pedagógica Nacional, 1994, p. 19.
6 Los dos personajes pertenecían al México de buenas familias y educación esmerada,
1845”, Tesserae. Journal of Iberian and Latin American Studies, vol. 2, núm. 1, 1997, pp. 81-110;
Tanck de Estrada, Dorothy, “Las escuelas lancasterianas en la Ciudad de México: 1822-1842”,
Independencia y educación. Cultura cívica, educación indígena y literatura infantil, México, El Colegio de
México, 2013, pp. 335-352; Staples, Anne, Recuento de una batalla inconclusa. La educación mexicana
de Iturbide a Juárez, México, El Colegio de México, 2005.
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algunos con planes tan radicales como el de Jalisco, con una sección de puras
matemáticas, o tan tradicionales como el de Oaxaca, donde el primer rector
fue dominico (aunque pocos años después el secretario general fue Benito
Juárez). Si podemos hablar de un conflicto, sería entre instituciones de nueva
cuna frente a las supervivientes del Virreinato. Sin embargo, conservaban
características comunes: en todas se estudiaba latín y se vivía intensamente
la cultura católica. Laicización es un término que necesita esperar más de
medio siglo para empezar a tener sentido. En los momentos que examinamos
aquí, después de la abolición de las reformas de Gómez Farías, apenas nos
acercamos a los inicios de la secularización.15
En 1834, se hizo lo posible por devolver a las escuelas el estatus legal y or-
ganizativo que tuvieron antes de las reformas de Gómez Farías.16 Pero nada
regresa a su estado anterior: el tiempo modifica todo. Así, aunque las leyes
duraron apenas unos nueve meses, en este caso no nació una nueva criatura
sino la frustración de no llevar a cabo las innovaciones largamente deseadas.
En noviembre de 1834, el gobierno de Santa Anna tuvo listo un plan provi-
sional de estudios, más practicable –según sus apologistas– que el de Gómez
Farías. Sus bondades, según ellos, eran poner “a todos los establecimientos
y a la juventud en aptitud de sucesivas y graduales reformas, sin retrogradar
ni sofocar los adelantos de las ciencias”.17 Una vez más, se reorganizaron las
materias que se ofrecerían en cada establecimiento, tratando de respetar el
orden que tuvieron antes de 1833. Prueba para algunos liberales radicales
de que Santa Anna encabezaba un régimen retrógrado fue el hecho de que
“[t]odos los colegiales reasumi[eran] su antiguo traje”, contra el cual había
luchado Mora.18 Pero es la misma discusión de hoy, de si los niños deben ir a
la escuela uniformados o no.
dios de Historia Moderna y Contemporánea de México, 1986, vol. 10, pp. 109-123.
16 “Hecho impracticable el plan de instrucción púbica que formó la dirección creada en
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Existen aspectos seculares, acordes con el siglo XIX, que se introdujeron du-
rante los regímenes que encabezó Santa Anna. Pienso, en particular, en los
efectuados debido a la iniciativa del Ministerio de Justicia e Instrucción Pú-
blica encabezado por Manuel Baranda (17 de julio de 1843 al 6 de diciembre
de 1844).20 Sin hacer mucho alarde de ello, puso en práctica una serie de me-
didas que cambiaron el quehacer educativo, sin levantar las nubes opositoras
de diez años antes (1833-1834). Baranda sobresale como una figura ecuáni-
me, comprometida y sobre todo eficaz, pues en año y medio logró más que lo
ocurrido en las dos décadas anteriores. Se podría considerar que el momento,
por fin, había sido el apropiado. Quizás así fue, pero no hay que restarle mé-
ritos a Baranda, quien logró, a partir de 1843, darles uniformidad y estruc-
tura a los estudios. El conocimiento se tenía que ir construyendo, en forma
lógica, encadenando los temas de una misma materia, y las materias dentro
de una misma carrera. El ministro y sus consejeros se sentaron a pensar qué
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sobre todo, el ahorro que representaba poder vivir en casa era de gran ayuda
para los futuros profesionistas, pero de un plumazo se clausuraron clases en
lugares que no ofrecían la carrera completa.
Se han criticado mucho los proyectos que siguieron al de Gómez Farías,
por ser producto de regímenes centralistas, pero hace falta reconocer una
orientación liberal, moderna e incluso secular en el preámbulo del plan de
1843: “Que con el fin de dar impulso a la instrucción pública; de uniformarla
y de que se haga cierta y efectiva su mejora presente, como progresivos y firmes
sus adelantos futuros” es una declaración de fe ilustrada. Buscar la uniformi-
dad fue un viejo sueño de los ilustrados y un punto de partida común; poder
intercambiar los estudios de un lugar con los de otro, y revalidarlos en todas
partes. Nada más importante para una república central que la coequivalencia
de estudios: que un médico o un abogado pudiera ejercer en cualquier parte
promovía la movilidad y la modernidad. Igual que en la reforma de Gómez
Farías, Baranda incluyó una carrera eclesiástica costeada por el gobierno, así
que ninguna de las dos reformas se apartaba de la reconocida necesidad de
tener clérigos bien entrenados, lo que no quita la tendencia secular de mu-
chas materias e incluso instituciones. Esta nueva reforma, elaborada bajo un
régimen “tradicionalista”, seguía de cerca los proyectos anteriores y buscaba
avanzar con cautela hacia “lo nuevo” cuando las circunstancias permitieran
intentar romper los moldes antiguos y vencer la resistencia de miembros de la
comunidad académica y de las fuerzas vivas que consideraban peligrosas esas
innovaciones que podían obstaculizar el mantener llenos sus bolsillos y boyante
la salud espiritual del país.
23 Artículo 1. “En todas las escuelas se enseñará precisa e indispensablemente, sin que
ninguno de los maestros pueda eximirse, bajo la pena de cerrarle el establecimiento, doctrina
cristiana por el catecismo del padre Ripalda, rezándola los niños todos los días, cuando me-
nos media hora por la mañana y media hora por la tarde”, decreto del 31 de marzo de 1853,
Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., vol. 6, p. 352.
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24 Staples, Anne, “El temor a Dios y al poder del Estado: diez lecciones bien aprendidas
de la niñez mexicana decimonónica”, en Mazin, Oscar (ed.), Las representaciones del poder en las
sociedades hispánicas, México, El Colegio de México, 2012, pp. 461- 480.
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contemplada por Hume que la relacionaba con las percepciones, más que con las costum-
bres. “Our decisions concerning moral rectitud and depravity are evidently perceptiones”,
véase en Ordieres, Alejandro, “La teoría del juicio moral en David Hume: un movimiento
en tres teimpos”, Estudios. Filosofía, Historia, Letras, vol. XV, núm. 21, verano de 2017, p. 52.
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Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México-El Ermitaño, 1988, pp. 105 y 106.
29 Algo de mazones, o sea, diálogo entre u filósofo y una maestra de amiga. Dispuesto por el R.P.D. Juan
Ignacio Villaseñor Cervantes, del Oratorio de San Felipe Neri de México, México, Imprenta de Luis Aba-
diano y Valdés, 1839, 8 pp. (Condumex, Fondo LXX11-2 C inventario 33892, 082.172, V.A.).
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actual no son más que un reflejo de estas grietas que empezaban a aparecer,
primero con las reformas borbónicas (si no es que antes), luego con las de
1833, y, en forma modificada, en los regímenes políticos que han seguido
desde aquel entonces.
¿Qué papel desempeñaron realmente los masones en todo esto? Creo
que habrá que recordar que entre ellos había ilustrados e ignorantes, genero-
sos e intolerantes, como en la población en general. En cuestiones educativas,
me resisto a creer que su afiliación masónica influyera de una manera deter-
minante en los esfuerzos generalizados por encontrar los medios económicos,
intelectuales y políticamente viables para mejorar el nivel educativo del pue-
blo mexicano. Todos se enfrentaron a una cruda realidad: inestabilidad polí-
tica y pobreza generalizada, producto de un desarrollo dispar de las distintas
regiones del país. Los conflictos internacionales no ayudaron, como tampoco
lo hicieron las mezquindades, egoísmos, cinismos y mentiras de los hombres
públicos y de los ciudadanos privados. No es tan fácil señalar con el dedo a
un solo culpable. Con todo, lucharon, en la medida de sus capacidades, para
buscar un futuro mejor para sus familias o para sí mismos. Sin asignarle un
tinte político de liberal o conservador, de federalista o centralista, de yorki-
no o escocés a los actores políticos de aquel entonces, creo más provechoso
examinar los obstáculos que enfrentaron y tratar de entender por qué costó
tanto trabajo y tanto tiempo introducir las novedades que todos buscaban,
bajo una u otra etiqueta.
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Masonería y sociedades secretas en México, editado por el
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
se terminó de imprimir el 4 de octubre de 2018 en los
talleres de Arte Gráfico y Sonoro, Agys Alevin, S. C.,
Retorno de Amores 14-102, colonia Del Valle, dele-
gación Benito Juárez, 03100 Ciudad de México, tel.
5523 1151. Se utilizó tipo Baskerville en 9, 10 y 11
puntos. En esta edición se empleó papel cream book
70 x 95 de 60 gramos para los interiores y cartulina
couché de 250 gramos para los forros. Consta de 200
ejemplares (impresión digital).
E n esta obra se integran varias reflexiones académi-
cas sobre la masonería y sus vínculos con las sociedades secretas,
sus prohibiciones papal y real, los movimientos independentistas
americanos y novohispanos. En ellas se presentan diversas revisio-
nes y perspectivas de análisis acerca de los siglos decimonono y
vigésimo mexicanos, desde los movimientos insurgentes, las luchas
entre liberales y conservadores, el porfiriato, el Constituyente de
1917, la revolución y el movimiento cristero, la mirada de los maso-
nes y de la elite católica, hasta el exilio republicano español.
En Masonería y sociedades secretas en México se reflexiona en el
contexto de los 300 años de la fundación de la Gran Logia de
Londres (24 de junio de 1717), de los 200 años de las primeras
logias regulares en la Nueva España y del centenario de la Constitu-
ción de 1917; ello desde distintos estudios críticos que permitirán
al lector advertir los argumentos a favor y en contra de la masonería,
los masones y las sociedades secretas; sus aciertos, contradiccio-
nes y excesos, y sus aportes en algunos procesos fundamentales
de la historia de México.
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