Ernesto Raez Teatro para Ninos y Jovenes
Ernesto Raez Teatro para Ninos y Jovenes
Ernesto Raez Teatro para Ninos y Jovenes
Obras de Teatro
para
Niños y Jóvenes
La Imaginación al Rescate
El niño y el pajarillo
Danza por la vida
Así no se puede estudiar
Flores de Ricardo
La Aventura sin Fin
El goloso frustrado
La Dulzura Robada
La Cueva
Celtín 1, Alerta a la Tierra
El destino no se vende
El Tirano Preguntón
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La imaginación al rescate
1. Un niño jugando con una escoba. Muy alegre. Qué de cosas no hace con ella. Es
caballo, es fusil, es asta de bandera, es trompeta del triunfo...
2. Ingresa la madre. Lo riñe. Le quita la escoba y le indica que es para barrer. Se pone
un pañuelo en la cabeza y le indica que va a hacerlo.
3. Antes de salir a las tareas domésticas, le ordena hacer sus tareas escolares.
4. El niño, al comienzo se aburre. Pero, luego se anima. Hace un avioncito de papel
plegado y se pone a jugar.
5. Ingresa la hermana mayor trayéndole un pan que le envía su mamá. Le quita el
avioncito y le recuerda lo que tiene que hacer. Lo amenaza con decírselo a su mamá.
6. El niño, vuelve a sus tareas. Pero se va quedando dormido al hacerlas.
7. Aparecen dos ratones que corren a comerse el pan que le envió su madre.
8. El niño se despierta y los ratones corren detrás de un biombo y salen convertidos en
dos niñas. La niñas le ofrecen jugar.
9. El niño les indica que tiene que terminar sus tareas.
10. Las niñas se guiñan el ojo y entre las dos se lo terminan en un santiamén.
11. Juegos de los tres. Se hacen a la mar.
12. Aparece un gran monstruo al que vencen con escobas convertidas en espadas y
lanzas.
13. Se escucha a lo lejos la voz de la mamá. El niño corre a sentarse a la mesa y se
queda dormido. Las niñas vuelven a ser ratones y desaparecen llevándose al monstruo
maniatado y vencido.
14. La madre se conmueve de verlo dormido. Se acerca y lo acaricia. Mira las tareas y
hace un gesto de aprobación al ver que ya están terminadas. Lo despierta y lo felicita.
15. La madre enciende la televisión y se va a seguir sus tareas domésticas.
16. Del televisor salen unos seres violentos que, al comienzo, lo divierten, pero luego se
quieren imponer sobre él y esclavizarlo.
17. Intenta hacer cosas solo y no lo dejan. Sólo quieren que mire al televisor.
18. El niño intenta apagar el televisor. Pero, no se lo permiten.
19. Entonces, corre a la mesa y hace un avioncito, voltea la silla y la convierte en una
nave. Las patas las mueve como si fueran un arma. Los seres del televisor se ríen.
20. Cuando van a volver a atacarlo, aparecen los dos ratoncitos que, convertidos en
niñas, logran una nueva victoria como la que tuvieron cuando pelearon contra el
monstruo del mar.
21. Muy alegres apagan el televisor y se ponen a jugar.
22. Poco a poco, el niño se cansa y se va quedando dormido.
23. Cuando la madre vuelve, no comprende quién apagó el televisor.
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El niño y el pajarillo
Ambiente.- Un jardín.
Situación.- Niño que, de puro aburrimiento, se pone a tratar de atrapar a un pajarillo y
termina por matarlo.
Personaje.- Un niño impulsivo.
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Danza por la Vida
PORQUE ALGÚN DIA PODAMOS PONER FIN A ESTA ANGUSTIA
Prólogo
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El sol y las montañas nevadas
blanco danzan con él. Algunos de ellos se tornan celestes y finalmente forman
con una tela un riachuelo que crece hasta ser el agua del río que va hacia los
Llegan cantando al río alegres grupos a lavar ropa, a saciar su sed, a llevarla
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II
El Agua
Ingresan actores vestidos como flores y plantas diversas llevando la tela azul
que agitan simulando un río. Grupo de pescadores que lanzan sus redes y
juega a lanzarse agua del riachuelo y recogen flores y frutos del campo.
portando sacos llenos de una tierra negra que arrojan al río. Otros llevan
Cuando retornan los campesinos a llenar sus odres, no pueden beber el agua,
los pescadores sacan sus redes vacías porque ya no hay peces. Los dueños
de los metales y el oro se alejan sonrientes. La gente del campo se queda muy
ulular del viento semejante a un llanto que todo lo invade. No hay lluvia buena,
Orff.
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III
El Aire
fábricas y pequeños autos y camiones que arrojan un humo negro por sus
convertida en el horrible monstruo que cubre a todos con una gran tela negra.
Igor Stravinsky.
IV
La Voz de la Naturaleza
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Rosa.- No es sólo el humo...También...
de la propaganda insistente,
a la gris Amenaza,
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V
El Bosque
comen con fruición las dulces frutas. Las canastas están repletas del dulce
manjar. Nubes blancas portan regaderas con las que llueven sobre árboles y
plantas. Sale el Sol y danza una enérgico pas de deux con la Naturaleza.
Cruza envidioso el monstruo que nuevamente lleva las pequeñas fábricas y los
carritos que echan humo negro a árboles y nubes. Poco a poco las regaderas
de las nubes comienzan a echar un agua amarilla que quema a los árboles y a
las personas. Todos huyen aterrados. Los árboles caen quemados por el ácido
de las nubes.
El monstruo pone en manos de los hombres sierras eléctricas con las que talan
con las que cazan a los animales del bosque. El desierto se impone y el paisaje
angustioso.
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VI
El Mar
Alegres bañistas juegan a orillas del mar. Un grupo de actores vestidos de tules
celestes y mallas semejan las olas. La Naturaleza sale para que alguien la
ayude a soltarse las amarras, pero la gente arroja basura en la arena y poco a
contenido en barquitos que van arrojándolo en el mar, pegando a las olas tules
torna oscuro y feo. La gente ya no quiere bañarse allí. Las olas se tornan
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VII
El sol aparece danzando con los colores del espectro, todos se vuelcan y
los deja acercarse. Pero, el monstruo aparece y lanza sus tules que saca de las
chimeneas de las fabriquitas, de los escapes de los autos, del humo de los
cigarrillos y destruye la capa protectora para que los rayos infrarrojos se filtren
perdiendo las reservas de agua, que la lluvia se torne de color amarillo. El sol
reclaman dolorosamente:
Los cuatro: Mira los rayos solares Cuida el suelo, cuida el cielo,
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Así no se puede estudiar
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Flores de Ricardo
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10. Sin embargo el estado no le dura mucho y se impone el recuerdo grato del
enamorado, a pesar de sus nasalidades. Flores de Ricardo
11. Un sonoro estornudo la descompone y saca de su dulce evocación. Se acerca
a la mesita de noche saca una pastilla y se sirve un vaso de agua. Toma la
pastilla. Filosófica Flores de Ricardo
12. La realidad reclama sus fueros y el estornudo es mayor. Se repone y repite
engreída y llorosa Flores de Ricardo.
13. Los estornudos vuelven feroces sin respetar romanticismos. Desde el
comedor insisten. Sale gritando: “Ya voy” entre estornudos incontenibles.
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Teatro Histórico
Roberto.- (Carga un bolsón lleno de no se sabe qué. Ingresa buscando a Clarita que se
supone ya debe haber llegado) ¡Clarita! ¡Clarita! (Oye un ruido) ¿Eres tú, Clarita? (Va
al lugar donde se ha producido el ruido. Mira a todos lados y no ve a nadie) ¡Clarita!
¡Qué raro, no ha llegado todavía! Iré sacando las cosas.(Saca del bolsón: un catalejo
antiguo, un reloj de arena, una brújula y un viejo libro. Los va poniendo en el suelo)
Menos mal que pude sacar estos objetos que estaban en el desván, sin que me viese mi
madre. (Es cortado por la entrada vertiginosa de Clarita)
Clarita.- ¿Roberto!, ¡Tito! (Al verlo se detiene en seco) Ah, ya estabas acá. Hoy sí que
me ganaste en puntualidad. Pero, mi mamá me mandó a comprar y eso me atrasó.
(Reparando en las cosas que están en el suelo) ¿Y esto qué es?
Roberto.- No lo sé con exactitud. Esto parece un largavista. Pero como el que usaban
los piratas.
Clarita.- Y esto es una brújula. Sirve para la orientación porque la aguja siempre señala
los polos magnéticos de la tierra: norte y sur. Si miras al norte...
Clarita.- (Mismo juego) ...a tu derecha estará el oeste y tu izquierda apuntará al este.
Roberto.- Al oeste del Perú está el océano Pacífico y al este se encuentra la región
amazónica. ¡Qué divertidas son las clases de geografía, no?
Roberto.- Debían prohibir ese curso. Total, qué nos interesa a nosotros saber lo que
sucedió hace siglos. A mí sólo me importa lo que sucede ahora.
Clarita.- ¿Qué fastidio tener que aprender cómo son los ceramios de Chavín, de Nazca,
de Paracas... Sólo pensarlo me da un fastidio... Ah. sin contar las batallas...
Roberto.- ... y los tratados de paz. ¿Entre quiénes fueron? ¿A qué obligaban? (Ingresa el
maestro con las sombras auxiliares que traen láminas, pizarras. Roberto y Clarita van
por sus asientos y se colocan en posición de sumo aburrimiento)
Profesor.- Porque los antiguos peruanos bla, bla, blá y Cristóbal Colón cataplúm nos
cayó por estas tierras de América. Y, claro, Pizarro, Almagro y Luque conquistaron el
Imperio pim, pam, pum comenzando por Atahualpa, el último de los incas... Luego vino
la Resistencia con Manco Inca y Tupac Amaru... Y un día se fueron los españoles
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tururú, tururú tran, trán! La independencia ta, ta, tá hasta Ollanta Humala (Como es
propio, el nombre del presidente deberá ser cambiado por el que esté en ejercicio en el
momento de poner la obra en escena) Colorín colorado...Bla, bla, bla, blá...
Roberto y Clarita.- Bla, la, blá, cataplúm. Pim, pam, pum. Tururú, tururú, tran, trán! Ta,
ta, tá. Colorín colorado. Bla, bla, bla, blá...(Bostezan)¡Qué aburrimiento!
(Sale el profesor)
Roberto.- Olvidémonos de la Historia y vamos a jugar. ¿Para qué nos podrían servir
estos objetos?
Clarita.- Por lo pronto, el largavista puede servir para... (Lo emplea) Oh, pero debe estar
malogrado, Tito. Por aquí no se ve nada.(Se lo da)
Roberto.- (Lo prueba) Tienes razón. Entonces hay que dejarlo a un lado. Ya veremos
como qué lo podemos usar. Por lo pronto la brújula parece buena.
Clarita.- Buen juego. Pero, antes veamos qué podemos hacer con las otras cosas que
encontraste.
Clarita.- "Verdadera Historia del Perú"... ¿Es que a nosotros nos cuentan la falsa?
Roberto.- Debe ser un libro de bromas o algo así. Vamos a hojearlo.(Lo hacen y se
miran asombrados. Vuelven a hojearlo) Pues, la broma es bien rara.
Clarita.- (Con el libro entre las manos) Tal vez... Pero, a nosotros nos sirve tanto como
el catalejo.
Clarita.- Pensé en largavista. Pero dije esa palabra rara. Sentí como que el aire me la
dictaba al oído... Espera, de nuevo la escucho... Sí, catalejo. (Le da el libro a Roberto)
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Roberto.- Pues, como a ti, el aire me lo dijo. Toma el libro mientras veo (Clarita toma el
libro)
Clarita.- El reloj de arena. Es una forma que tenían los antiguos de medir el tiempo.
Cuando pasaba la arena que estaba arriba, se invertía la posición.
Roberto.- Eso quiere decir que si ahora invierto la posición comenzará a correr una
unidad de tiempo en el reloj de arena. ¿Qué bonito! ¿Dónde aprendiste eso?
Clarita.- No. Esta vez fue una iluminación directa a mi cerebro. Fue como si hace
tiempo lo supiese.
Clarita.- (Sin dejar el libro) Creo que sí, Tito. Pregúntame lo que quieras.
Roberto.- No sé qué preguntar de Historia porque nada sé y nada me atrae de ese curso.
Tiempo.- Yo soy el Tiempo. Ustedes han activado el reloj de arena con el que se me
llama.
Tiempo.- Sí. Pero, me puedo ir si ustedes invierten nuevamente el reloj de arena. Porque
otra vez el tiempo volverá a correr y no se detendrá, como ahora lo han hecho. Estoy de
pasada. Porque acaban de provocar un gran revuelo en el mundo. Yo, el tiempo, estoy
detenido con ustedes y todo ha dejado de cambiar. Nada nuevo sucede. Y aunque
transcurriese una eternidad, nadie la sentiría porque nada está cambiando ni nada
cambiará. Tal como estamos ustedes pueden continuar siendo niños por siempre. Ésa es
una elección interesante. Y ahora la tienen entre sus manos.
Roberto.- Señor, haga el favor de retirarse de nuestro patio de juegos. Nos han
prohibido hablar con extraños.
Clarita.- (Haciendo lo dicho) Pues, váyase usted. (Un viento fuerte se desata y se lleva
al Tiempo. También puede hacerse el cambio por un apagón. Cuando vuelve la luz ya
no está el tiempo...etc.) Oh, desapareció, de verdad.
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Roberto.- Menos mal. Me estaba asustando un poco su presencia.
Clarita.- A mí no me caía tan mal. Pero consideré prudente que le dijeses que se fuera.
Será mejor que nos vayamos nosotros también. Pueden haber otros seres raros por ahí
(Deja el reloj de arena sobre el libro de Historia. Aparece una señora con una banda
bicolor)
Historia.- ¿Me llamaban? (Roberto y Clarita se vuelven a asustar) Vamos, niños, que no
soy como para asustarse. Inclusive en estos últimos tiempos he adelgazado un poco. Soy
la Historia. Y estoy aquí porque ustedes me han llamado al poner el reloj de arena sobre
el libro mientras retrocedían para que se fuera el tiempo a continuar su trabajo. La
Historia existe como memoria de los tiempos que pasan. Si no hubiera tiempo no habría
historia.
Clarita.- No la entiendo.
Roberto.- Yo tampoco. Sus palabras son tan aburridas como las del profesor de Historia.
Sólo por eso le creería...Pero, le ruego que mejor se marche. Estamos prohibidos de
hablar con extraños.
Historia.- Tú me has convocado, tú puedes hacerme ir. Saca el reloj de arena de encima
del libro y yo desapareceré. Pero, antes quiero decirte que yo no soy una extraña como
dices. Gracias a mí todos tus antepasados hasta tus padres inmediatos forman parte de
una cadena que es su garantía de reconocimiento en el tiempo.
Clarita.- Sí. Usted debe ser profesora de Historia... Ya nos han hecho hacer una cinta
cronológica de hechos históricos. La presentamos y luego la botamos al tacho de basura.
¿Para qué nos sirve saber de culturas, personas, batallas, descubrimientos, muertes y
más muertes?
Historia.- Díganme, niños. ¿No están agradecidos a sus padres por haberles dado el ser?
Historia.- ¿Y nunca han pensado que ellos lo estarán de sus padres, que son sus
abuelos? ¿Y que los abuelos han tenido abuelos y así hasta qué lejana familia en el
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tiempo? Todos ellos hicieron algo por mejorar el mundo y hacerlo más habitable. Los
esfuerzos que hicieron son mi razón de ser.
Roberto.- Lo que no entiendo señora Historia es por qué tenemos que recordar tantas
batallas. ¿Eso quiere decir que para ser recordados nosotros tendremos que hacer
nuestra propia guerra?
Historia.- Lo que dices no es fácil de explicar. Las batallas de los hombres por mejorar
no sólo han sido sangrientas y en el campo de batalla. Han sido con la naturaleza y sus
esfuerzos para hacerla más habitable... ¿Cómo les explico? (Ve el catalejo y lo recoge)
Aquí, aquí está el ojo de los hechos pasados. Miren, miren por él.
Roberto.- (Mira desconfiado, pero coge el catalejo y mira por él) Sigo sin ver nada.
Clarita.- (A Roberto que la mira sin saber qué hacer) Hum. Piensa...piensa...piensa en la
Fundación del Imperio de los Incas.
Historia.- O más atrás en el tiempo si quieres. En los hombres que hicieron los dibujos
en las cuevas de Toquepala y Lauricocha. En Chavín, Nazca o Paracas. En los
indomables Chancas o en Tiahuanaco o Kuélap...
Roberto.- Veo una inmensa llanura, muy fría a orillas de un gran lago muy azul...
Mira tú, Clarita. Es como televisión.
Mama Ocllo.- Ah, estos hombres! Así que no te basta con salir a cazar y a pescar todas
las mañanas y sembrar y cuidar la tierra. Ahora quieres que vayamos lejos muy lejos a
buscar a más personas para enseñarles nuestros descubrimientos.
Manco Capac.- Así es, mujer. ¿De qué nos sirve saber tanto si no lo enseñamos a los
demás?. Mira a Inti, nuestro padre el sol. ¿Acaso se queda con nosotros no más? Se va
por esos caminos a dar su luz. Sigamos ese mismo camino y enseñemos lo que sabemos.
Mama.- Vas a terminar por convencerme. Pero, antes pruébate este hermoso chullo que
te he tejido.
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Manco.- De veras que está bonito el chullo. Y pienso cuántas personas necesitarán uno
y tú puedes enseñarles a tejerlos...Y a guisar los ricos potajes que haces con la papa y el
maíz.
Manco.- ¿Qué?
Mama.- Que si se deja la papa al hielo se conserva mejor. Y se puede hacer un polvo
blanco. Aunque todavía no se me ocurre para qué me puede servir ese polvo de papa.
Manco.- Pero si se lo diéramos a otros. A ellos se les ocurriría. ¿Te das cuenta cómo no
es suficiente una persona? Muchos piensan mejor. Por eso debemos ir por el camino de
Inti a buscar más hermanos con quienes compartir lo que sabemos y quién sabe si algún
día seremos tantos que un gran reino nos reunirá a todos.
Manco.- Vámonos por el camino de Inti. Somos sus hijos. Él nos cuida con su calor y
nos brinda su luz. Y en las noches será Quilla, la luna o Coyllur, las estrellas las que nos
guiarán y cuidarán nuestros sueños.
Mama.- ¿Cómo sabremos donde detenernos? Podemos caminar y caminar sin saber
hasta cuándo ni hasta dónde.
Manco.- Hasta cuando no lo sé. Pero hasta dónde, sí puedo decírtelo. Te prometo que
nos detendremos en las tierras donde le sea fácil penetrar a esta vara de oro. Ella nos
indicará que hemos llegado a mejores terrenos para la siembra.
Mama.- Bueno. Voy a hacer el equipaje. Menos mal que todavía no tenemos niños...
Manco.- Pero, estoy seguro que en las nuevas tierras los tendremos.(Mutis de los dos)
Roberto.- Me gusta esta serie. ¿Por qué no la pasan por ningún canal? ¿Usted la ha
filmado, señora Historia?
Historia.- No. Los hombres del pasado me han escrito con sus hechos.
Historia.- Cuando los hechos son muy, muy antiguos, se confunde la imaginación y crea
fantasías. Son la verdad, pero adornada por la creatividad de los pueblos. Cuando un
hecho histórico se cuenta como una leyenda es porque los hombres lo han adornado
para que se recuerde mejor. Aunque, a veces, de esa manera se cree que todo fue
mágico y que no hubo tanto esfuerzo, ni muchos sacrificios. Si no, vean lo que sucedió
con la empresa que emprendieron Manco Capac el soñador y Mama Ocllo, la mujer
enamorada.
Clarita.- Como usted lo presenta, señora Historia, parece una telenovela. Mi mamá
encendería la Historia si supiera que es así.
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Historia.- La Historia es así. Y así se hace diariamente. Por el esfuerzo unificado de
todo un pueblo.
Roberto.- (Que no se ha despegado del catalejo) Clarita. Mira, mira lo que ha pasado.
Mama.- Recién había comenzado a crecer dentro de mí. Pienso que saldrá el día que
lleguemos. De repente su nacimiento es mejor señal que la vara de oro. Donde nace un
niño todo nace, porque con él viene el futuro.
Manco.- Por el bien de la guagua que llevas dentro de ti, debemos volver a orillas de
nuestro lago azul.
Mama.- (Mirando al cielo) Si tuviéramos las alas del cóndor nos sería más fácil hacer el
camino.
Manco.- Qué extraño. Parece que se dirigiera hacia nosotros. (Efectivamente un cóndor
desciende hasta ellos)
Cóndor.- Traigo el saludo de Inti para sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo, futuros
fundadores de un Gran Imperio.
Manco.- Cóndor mensajero de los dioses. Dile a nuestro padre que lo que ahora
queremos es descanso y tranquilidad para una guagua que está por nacer.
Manco.- Gracias por el consejo, honorable Cóndor. Haré con la llama lo mismo que
hice con el cuy para que se acostumbrara a vivir con nosotros. Gracias.
Mama.- Gracias, buen Cóndor. (Salen. Roberto y Clarita dejan el catalejo y se dan un
golpe en la palma de las manos).
Roberto.- ¿En esos tiempos los hombres comprendían el lenguaje de los animales?
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Clarita.- Le digo, señora Historia, que usted comienza a simpatizarme.
Manco Capac y Mama Ocllo ingresan. Un gran puma se les interpone en el camino.
Manco Capac pone a buen recaudo a Mama Ocllo y se enfrenta al puma. Éste lo mira
durante un instante, pero no lo ataca.
Puma.- Eres un valiente, Manco Capac. Y a los valientes se les respeta. No voy a
atacarte ni a ti ni a tu pareja. Por el contrario recibe el tributo de mi amistad.
Manco.- Invencible puma. Yo también respeto tu poder. Pero, si con ella hubieras
pretendido atacar a mi familia te hubiera enfrentado con todas mis fuerzas.
Puma.- Los pumas sólo peleamos por causas nobles. Aquí no hay por qué hacerlo. Mira
bien mi figura te servirá de guía para cuando hagas el plano de la nueva ciudad que
fundarás y a la que llamarás Cuzco, que quiere decir "ombligo del mundo", pues la
energía universal está concentrada en los Andes, que es el centro del mundo.
Historia.- (A los dos) Y así, impulsados por la fe en sus ideales, con las palabras de
esperanza del puma y el amor que los unía Manco Capac y Mama Ocllo llegaron ante
un Wamani. El cerro Huanacaure.(Ingresa el Huanacaure)
Manco.- (Muy preocupado) Mi hijo está a punto de nacer y no hemos llegado a ninguna
parte.
Huanacaure.- Propio es de los hombres flaquear cuando más cerca están de lograr lo que
anhelan. ¿Te has olvidado ya de la vara de oro y de la prueba de la buena tierra? ¿Por
qué no pruebas en mí?
Manco.- Oh, señor. Perdona, estoy tan preocupado. Mi esposa está con los dolores del
parto y pronto nacerá mi hijo.
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mismo instante el sol brilla con más intensidad y aparecen el cóndor y el puma seguidos
de un coro de hombres y mujeres. Se hace un gran silencio en el que se escucha el llanto
de un niño recién nacido. El Wamani dice solemne) Un nuevo pueblo está naciendo en
estas tierras de los Andes que se extienden entre el inmenso mar y la selva del gigante
de los ríos. Antes, mucho antes, otros hombres, en otros tiempos fundaron otros
pueblos. Recordémoslos con respeto porque son nuestros antepasados y hagamos lo
posible porque este pueblo que hoy nace deje una herencia de hermosos recuerdos de
grandeza a los pueblos que vendrán.
Cóndor.- Recuerda, pueblo que naces, que si te lo propones, con trabajo y esfuerzo
podrás volar más alto que los cóndores. Pues de ellos eres descendiente y por eso los
cielos te pertenecen.
Puma.- Pueblo que llevarás en ti mi arrojo y mi valentía. Del puma eres heredero.
Recuérdalo y nunca bajes la cabeza ante nadie y defiende tu tierra tanto como respetar
debes la de los demás.
Anciana.- Sabíamos de tu llegada, Mama Ocllo. Y sólo nos resta comenzar nuestra
labor. Aunque pienso que, por ahora, debes descansar. Los niños necesitan de sus
madres.(Corta este parlamento las voces de las madres de Roberto y Clarita
llamándolos. Esto provoca que suavemente desaparezcan todos los personajes, menos la
Historia)
Clarita.- Y la mía.
Roberto.- (Pícaro) No. Espera. Podemos detener el tiempo. (Ingresan las madres de
ambos cuando manipulan el reloj de arena y aparece el Tiempo. Las dos señoras quedan
congeladas, luego de decir la primera sílaba del nombre de sus hijos: "Cla...Ro...! La
Historia desaparece)
Tiempo.- Otra vez van a provocar un gran lío. Todo se va a detener y nada va a pasar.
¿Qué sucede, niños? ¿Quieren seguir siendo eternamente niños?
Clarita.- (Tierna) Lo que queríamos era ganar tiempo para seguir viendo la historia de
nuestra patria, que es muy interesante.
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Tiempo.- Pero, como ves, ya no está la Historia. Porque para que ella exista el tiempo
tiene que transcurrir.
Tiempo.- Se han detenido porque el Tiempo está distraído conversando con sus hijitos.
Clarita.- Señor Tiempo. Eso no está tan malo, porque podemos hacer lo que queramos y
ellas no protestarán.
Clarita.- Bueno, no. Se acabó el tiempo de juegos. Que vuelva el tiempo de estudiar y
que la señora Historia continúe...¿No te parece, Tito?
Roberto.- (Duda) Creo que sí, aunque... No, no, no... Sí, es mejor. (Manipula el reloj de
arena) Continúe su curso, señor Tiempo. Es muy lindo haberlo conocido.
Madre de Clarita.- Hemos tenido que venirlos a buscar. ¿En qué estaban tan distraídos?
M. de Roberto.- ¿Historia? Esto sí que es una novedad. No decían que no les gustaba
ese curso.
Clarita.- Hemos encontrado un buen libro que cuenta bien bonito la Historia y nos
hemos entretenido leyéndolo...
M. de Clarita.- Si es por eso, está bien. Ahora, vamos a casa que la comida ya está
servida.
M. de Roberto.- Has sacado todas esas vejeces del desván. Un día de estos voy a darme
tiempo para botar toda esa basura.
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M. de Clarita.- Hum. Aquí hay gato encerrado. De cuando acá ese interés por el desván.
(Roberto ha terminado de recoger las cosas)
Clarita.- Bueno, será porque en el desván a veces se encuentran cosas del pasado que ya
hemos olvidado.
Roberto.- Y en el pasado está nuestra historia. Las cosas valiosas que nuestros
antepasados hicieron para hacernos como somos.
M. de Roberto.- Y lo que dice del desván es cierto. El otro día encontré la muñeca que
usaba de niña...
Historia.- (Aparece) Si les interesa tener las mismas experiencias de Roberto y Clarita.
lean, lean mucho, niños. Estoy en los libros de Historia del Perú.
Se interrumpe esta parte de la Historia. Pero aún no termina... Estudia para que tus
hechos sean dignos de entrar en la Historia.
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El goloso frustrado
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Teatro Político I
La Dulzura Robada
Arlequino.- (Apareciendo) Buenos días, niños. Yo soy Arlequino Fino que nunca para
cochino. Un amigo de ustedes que viene esta mañana a contarles un hermoso cuento. Es
la verdadera historia de lo que me sucedió a mí y a mi amigo, el pequeño detective
Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho...Díganme, ¿a ustedes les
gusta los caramelos, los chocolates, los pasteles?... A mí también... ¿Se imaginan qué
pasaría si alguien quisiese apoderarse de todos los dulces del mundo?... ¿Qué cólera,
verdad?... Pues, esto es lo que sucedió cierto día en el reino de Comecallana por la
Mañana, que era gobernado por la furiosa reina Ana, la Tirana, apoyada por su astuto
compinche el Pirata Malapata. Yo por esos días, en que estaba haciendo un rico calor,
me iba a bañar a la playa después de trabajar en el circo de mi tío Federico Perico Coco
Rico. Por eso, en un principio, no me pude enterar de lo que estaba pasando en el
mundo...Pero, mejor vean ustedes cómo fue que comenzó todo: (Música ágil)
Malapata.- (Ingresando rapidito) Aquí está Malapata, el pirata que toma la leche con
nata o sin nata. Terror de los mares, ríos, lagos, lagunas y charcos. Temido por todo el
mundo...Seguro que ustedes me conocen (Posiblemente contesten que no) ¡Qué mal
informados (o "bien informados" si han contestado que sí) están estos niños. Tengo el
orgullo de haber robado en todos los lugares de la tierra. He estado en el lago Titicaca,
en el río Amazonas, en el río Santa...
Ana.- Ya, ya, ya. Malapata. Deja de darte aires y saluda como se debe a tu reina y
señora! Si no... (Lo amenaza con el gesto)
Malapata.- ¡Oh, perdón, reina mía! (Hace una reverencia) ¿Para qué me has llamado
con tu linda y delicada voz siempre tan suave?
Ana.- Quiero saber a qué se debió el alboroto de hace unos instantes. Estaba aquí
reflexionando cuestiones de estado... Ejem...físico, cuando fui sacada de mis
meditaciones por una bulla infernal.
Malapata.- Oh, mi amada reina. Eran los niños que les encanta ver el cambio de guardia
en palacio y siempre se agolpan a mirar la ceremonia. Lo hacen todos los días...
Ana.- ¿ Y si lo hacen todos los días por qué recién he sentido el ruido hoy?
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Malapata.- Porque hoy vinieron a regalarles dulces. Y usted sabe bien lo mucho que
alegra a los niños comer dulces.
Ana.- (Pensativa) ¿Dices que los niños se alegran y ríen cuando reciben
dulces?... Entonces comer dulces es bueno para la salud. ¿Por qué, el médico real me ha
prohibido comerlos a mí?
Malapata.- (Sonriente) Así es. Esta usted muy gorda y no puede engordar más porque si
sigue engordando....
Ana.- (Muy molesta) Cállate, cállate, cállate. No sigas hablando. Lo del peso no me
interesa. Déjame pensar (Paseo de pensamiento seguida por Malapata) Así que los niños
se alegran cuando les ofrecen dulces... Ja, ja, ja, Malapata, acabo de descubrir el secreto
de la alegría... Además de linda soy muy inteligente. Je, je, je. (Cambia bruscamente y
patalea furiosa) Pero yo no tengo, no tengo, no tengo.
Malapata.- Pero, si todo lo que me has pedido he robado para ti! Diamantes del Sur de
África, Oro del Brasil, Sedas de la India...
Ana.- Así y todo, ay, qué mala pata Malapata, no puedo, no puedo, no puedo.
Malapata.- ¿Y qué necesitas para ser feliz? Dime lo que quieres y a tus pies lo pondré,
mi adorada reina.
Malapata.- Oh, pero cómo podría robar la felicidad de los niños. ¿Cómo podría
arrancar la sonrisa de sus labios, la luz de sus ojos, la energía de sus saltos?
Ana.- ¿No has dicho que todo eso lo hacen porque les dan dulces?
Ana.- Cállate. Se me ha ocurrido un gran negocio. Mejor que el del oro y el los
diamantes y el de las sedas... Robemos la alegría del mundo... Roba para mí, todos los
dulces del mundo. Así tendré acaparado en las arcas reales el secreto de la felicidad y la
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venderé a precios especiales a quien pueda comprarla. Y creo que así podré ser yo feliz
para siempre.
Malapata.- Tendré que comenzar por asaltar todas las fábricas de azúcar del mundo...
Eso llevará tiempo. Va a demorar.
Ana.- No importa. Lo único que deseo es que dentro de un año no haya dulzura en
la tierra y que toda esa dulzura la tenga guardada para mí solita. Ja, ja, ja!
Malapata.- Tus órdenes serán cumplidas, reina mía. Desde mañana comienzo a robar
para ti... (Distraído) ¿Decías todos los dulces del mundo, no? (Ana lo mira furiosa? Sí,
sí, sí. Yaaaa. (Sale pensativo. Ana lo vuelve a llamar)
Malapata.- Claro, claro, claro. Que le eche sopa a todos los dulces de la tierra.
Malapata.- ¿Qué era? Ah, ya, ya. Te traeré un sombrero rojo lleno de caramelos (Gesto
amenazador de Ana) Por favor, no me pegues más y repítemelo, luego apúntalo en un
papel, átame una cintita al dedo medio y ponme un secretario para que me haga acordar
de ello.
Ana.- Quiero que robes para mí todos los dulces del mundo.
Malapata.- Todos los dulces del mundo, es lo que yo decía. Robaré todos los dulces del
mundo. (Para sí mismo) Y ojalá que esto le cambie el carácter a mi reina que la quiero
tanto; pero ella no se da cuenta.... Ay, ay, ay, mi cabecita de pirata... Iré a alistar mi
nave y me haré a la mar. Ay, ay, ay. Permiso, majestad.(Mutis)
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Arlequino.- (Reaparece) Todo comenzó así. Pronto los diarios del mundo comenzaron a
difundir la terrible noticia. Misteriosas desapariciones de azúcar. Pastelerías asaltadas.
Cuando al volver de mi descanso de enteré de la situación mandé llamar a mi amigo el
pequeño detective Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho. Ni bien
terminé de poner la carta en el correo electrónico cuando apareció detrás de mí, como
siempre eficiente. Ni siquiera como en otras ocasiones esperó a escuchar las palabras
mágicas que nos ponían en contacto telepático. Salí de mi asombro cuando me explicó
que se le había encargado ocuparse oficialmente del asunto lo más pronto posible. Por
lo tanto decidió entrar en contacto inmediatamente conmigo y por eso había llegado sin
avisarme. Por si alguna vez lo necesitan les voy a enseñar nuestra clave. Pucho, pocho,
picho, pecho, pacho, ven Rodriguín Ricardacho.
Rodriguín.- Arlequino Fino que nunca para cochino! ¿Qué sucede? ¿Otro caso por
resolver?
Arlequino.- No. Estaba enseñándoles a los niños la clave que nos reúne y la repetí en
voz alta sin darme cuenta de que ibas a venir inmediatamente, como siempre lo haces.
Rodriguín.- Es que tengo tal inquietud que no puedo contenerme. Acabo de resolver el
caso de la tetera perdida.
Rodriguín.- Se había fugado molesta porque en la casa sólo se hacía café y ya nadie le
hacía caso. Se sintió inútil y despreciada.
Arlequino.- Y fuiste tú el que recomendaste que se volviera a hacer té, ¿no es así?
Rodriguín.- No, fueron los niños de la casa los que se dieron cuenta. En todas mis
investigaciones los niños son mis principales colaboradores. ¿No tienes un caramelito
por ahí, para endulzarme?
Arlequino.- Aquí tengo uno...Precisamente les contaba a los niños la vez que te
encargaron investigar la extraña desaparición de los dulces del mundo.
Arlequino.- Y yo te advertí: "El asunto es peligroso. Por eso quiero entregarte este
micrófono invisible. Si estuvieras en un gran peligro yo podría acudir en tu auxilio. La
clave que usaremos será Pe, pe, pé, cra, cra crá
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Rodriguín.- De acuerdo. pe, pe, pé, cra,cra, crá! Listo. Y ahora, manos a la obra.
Rodriguín.- No la olvidaré Pe, pe, pé. Siempre me saldrá cra, cra, crá. (Solo) ¿Por
dónde comenzaré mi búsqueda?... ¿Quién podría robar dulces y para qué? Iré por mi
lupa.(Mutis)
Ana.- Estoy cada día más orgullosa de mi pirata Malapata. Me trae uno tras otro,
trenes y barcos totalmente cargados de sacos de azúcar y cajones de dulces. Grandes
cantidades que están colmando los depósitos reales. Pronto tendré que hacer nuevos
depósitos para guardar el dulce botín.
Malapata.- (Cargado de sacos) Qué trabajo...Pero cada día consigo más. Soy el terror
de los mares y de las ciudades. Dulcería que veo, dulcería que asalto. Fábrica de azúcar
que veo, fábrica de azúcar que asalto. Todo, todo para mi reina Ana. A la que quiero
tanto.
Malapata.- Pero tienes que acompañarme, porque nadie puede abrir la puerta mágica.
Ana.- Así es. Yo soy la única que sabe el conjuro para abrirla.
Ana.- Nunca se lo diré a nadie. Es mi gran secreto. Por ahora, vamos para que
guardes los dulces. (Mutis de los dos)
Rodriguín.- (Con su lupa) Las huellas del último robo conducen hasta aquí. El palacio
de Ana, la Tirana, tan gorda como su hermana, soberana de Comecallana por la
Mañana. No me sorprendería que ella tuviera que ver algo con el robo de los dulces.
Aunque no entiendo para qué. Si piensa comérselos todos va a engordar más o le va a
dar una gran indigestión. Ahora que si es un capricho, el pirata Malapata roba cuanto
ella le pide...Hum. Seguiré buscando… Pero, allí vienen Ana y Malapata. Me ocultaré
para escuchar lo que hablan (Mutis detectivesco)
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Malapata.- Y yo no sé qué decir.
Ana.- Nadie tiene acceso a los depósitos reales salvo tú y yo. ¿Cómo es que ahora
faltan sacos de azúcar y algunos dulces? ¿No habrás tenido la tentación de comértelos?
Malapata.- Reina y señora mía, mis muelas no soportan los dulces. El dentista me ha
prohibido comerlos. Y ¿para qué querría yo los sacos de azúcar? Endulzo muy poco mis
bebidas y...
Ana.- No sigas más... Te ordeno que, como Jefe de Policía inicies una investigación
a fondo...
Malapata.- Para poder tomar las huellas tendría que volver a entrar a los depósitos y no
te olvides que nadie puede ingresar si tú no lo acompañas.
Ana.- Pues, bien. Así lo haré (Colérica) Pero, qué haces ahí parado que no sales a
hacer lo que te he ordenado sobre el robo de los dulces.
Malapata.- ¿Cuál robo? ¿El que hacemos nosotros o el que nos han hecho?
Ana.- Sólo es delincuente el que roba al Estado. El Estado que toma algo no es un
ladrón. Está simplemente realizando ajustes fiscales para mejorar la economía de la
nación. No lo olvides. Tú, Malapata eres uno de mis más importantes financistas.
Malapata.- Creía que era tu pirata, Jefe de Policía. Pero me gusta el nuevo título. ¿Qué
es un Financista?
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Rodriguín.- (Saliendo de su escondite) No necesito saber más. Los malhechores han
sido encontrados. Ahora sólo me queda recuperar la prueba del delito. Por alguna razón
no se puede ingresar fácilmente a los depósitos reales. Pero, por lo que he escuchado
alguien ha podido hacerlo y se ha llevado azúcar y dulces. ¿Quién será este ladrón que
está robando a otro ladrón? Trataré de encontrar huellas cerca del depósito real. (Mutis)
Ana.- Gobernar un país es muy difícil. Sobre todo para una reina soltera como yo.
Ahora me vienen con que ha comenzado una extraña plaga de ratones y abejas. Nunca
hemos tenido tantos de esos animalejos en Comecallana por la Mañana. Lo de las abejas
no me molesta. Mejor si emigran a nuestro país. Ellas son productoras de miel y las
emplearemos, les daremos espacio para que hagan muchos panales y dejarán el mundo
para venir a instalarse acá. Pero, los ratones, no los soporto. Veo uno y me dan ganas
de escapar. No los soporto. (Aparece un ratón) Oh, Dios mío, un ratón. (Se levanta las
faldas y se pone a correr en círculos con gran alharaca) Guardias, a mí. Un ratón en la
sala del trono.
Malapata.- (Aparece con los dos detectives auxiliares. Al ver corriendo a Ana se pone a
correr a su lado y lo mismo hacen los dos auxiliares) ¿Qué sucede, reina mía? ¿Está
haciendo sus ejercicios para mantenerse en forma?
Ana.- (Siempre corriendo) Qué ejercicios ni qué ocho cuartos. Hay que sacar de
aquí a ese ratón.
Malapata.- (Con los auxiliares se ponen a mirar por el suelo pero no ven ratón alguno.
Hacen un gesto de no vemos nada. Malapata les da la razón y ordena) Revisen en las
otras habitaciones. Hay que atrapar a ese insolente pericote.
Ana.- (Exhausta) Ay, Malapata. Qué mala pata. Plaga de ratones que tanto miedo
me dan.
Malapata.- Y siempre estás sola, reina mía. El pueblo se alegraría de que te casaras.
Ana.- No hablemos de eso, Malapata. He decidido ser una reina soltera... De los
ratones encárgate tú.
Ana.- (Recuperada) Ah, y que se hagan panales, muchos panales. Me han dado la
buena nueva de que están emigrando las abejas.
Malapata.- No tan buena, majestad. Algunas abejas furiosas picaron ayer a algunos
ciudadanos que ahora están hospitalizados.
Ana.- Qué tanto remilgo por unas picaduras más o menos. Las abejas son
importantes porque son las proveedoras de la miel. Hay que dejar que vengan las abejas.
Nos convertiremos en el primer país productor de miel. (Vuelven los auxiliares con un
ratón en la mano) Ay, ay, ay!
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Malapata.- Insensatos. Llévense de aquí ese bicho. (Uno de ellos sale llevándoselo) ¿Y
tú por qué no te vas?
Ana.- Ya lo oí. ¿O crees que soy sorda? Que lo traigan inmediatamente. Tengo que
averiguar cómo hizo para ingresar a los depósitos reales sin saber el conjuro mágico.
(Malapata hace una seña y el Auxiliar trae a Rodriguín Ricardacho) Pero, si es
Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho.
Rodriguín.- (Sonriente y sereno) Nos volvemos a ver Malapata. Parece que no te bastó
que te hiciera una vez devolver los loros del mundo que habías robado...
Malapata.- (Saca una carta y la lee) Glup! Así que eres el investigador universal de la
desaparición de los dulces en el mundo. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
Rodriguín.- Contigo y con tu reina. Lo sé todo. Y ya envié mi informe a los países del
mundo. No podrán continuar haciéndolo.
Ana.- Me río de sus amenazas tontas. ¿Dónde están las pruebas de lo que dice?
Malapata.- ¿Confiesas que has ingresado a los depósitos reales y has sacado algo de
ellos? Tu audacia te ha condenado a muerte o prisión perpetua. Has ido contra las leyes
de Comecallana. Leyes de hoy y mañana.
Rodriguín.- No hay ley de hoy y mañana. Las leyes cambian conforme cambian las
costumbres de los seres humanos. Hay muchas cosas que antes eran legales y ahora no
lo son. Además aquí yo soy un extranjero y tienen que aplicarme el tratamiento debido a
una persona extranjera.
Ana.- No, cuando has ido contra las leyes internas. Pero, voy a hablar contigo
porque deseo saber algo. (Al Auxiliar) Tú, retírate y espera en la otra habitación. Ya te
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llamaremos dentro de un momento. (El Auxiliar mira a Malapata y éste asiente con la
cabeza. El Auxiliar sale). Bien, ahora que estamos solos los tres. ¿Puedes decirme
donde aprendiste el conjuro para entrar a los depósitos reales?
Malapata.- Pero irá... (Ana deprimida hace una seña. Malapata libera a Rodriguín)
Ana.- (Bruscamente pierde su humildad) Así que todo era falso. Atrápalo,
Malapata. Que no se nos escape. Le haremos pagar caro esta burla cruel.
(Escena de persecución. Los auxiliares persiguen a Rodriguín azuzados por Ana y
finalmente lo atrapan) Malapata, tú nunca me fallas!
Ana.- Felicitaciones, pirata Malapata. Una vez más hemos triunfado. Ahora
debemos encarcelarlo para que no divulgue lo que ha averiguado.
Ana.- No. Es muy listo. Se escaparía. Lo encerraré en los depósitos reales. De allí
no podrá salir ya que sólo yo conozco el conjuro!
Ana.- No. Sólo yo debo saberla. (Va saliendo) Vamos a encerrar a este héroe de
pacotilla (Mutis general)
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Arlequino.- Mientras tanto yo seguía trabajando en el circo. Aunque muy inquieto al no
tener noticias del pequeño detective Rodriguín. No podía imaginarme que ya había
solucionado el caso y que en ese momento estaba por ser encerrado en un lugar del que
nadie podría sacarlo, salvo Ana, la Tirana. Bueno, la verdad es que yo me confié
demasiado en el teléfono invisible que había colocado en la solapa de su abrigo y que
funcionaba con la clave Pe,pe, pé, cra, cra, crá. Me había olvidado que alguien
amordazado y con las manos atadas no puede hablar ni hacer nada. Sin embargo, no
abandonaba mi terminal telefónica ni por un segundo. Mientras tanto en el palacio de
Ana, la Tirana.
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Ana.- (Sola) Por más dulces que como no logro ser feliz como los niños. Estoy
engordando más, pero feliz no me siento. (Se da cuenta que ya no está Rodriguín)
¡Cómo, Rodriguín ha escapado! Dios. Entonces era cierto que sabía el conjuro y que me
ha visto dormir. Qué vergüenza. Ahora el mundo entero sabrá que hemos robado los
dulces. Eso no me importa. Pero también sabrá. Qué vergüenza. (Mutis)
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Rodriguín.- (Ya sin la mordaza, pero todavía atado, tratando de explicar todo a los
ratones) Señores, ratones. No se preocupen yo no los denunciaré a Ana la Tirana.
Ustedes merecen cien años de perdón porque son un ladrón que ha robado a otro ladrón.
Además ustedes fueron allí a buscar alimento, mientras que la reina acapara los dulces
por ambiciosa.(Los ratones se mueven inquietos a su alrededor. Finalmente se juntan, se
comunican por chillidos deliberantes y uno de ellos se acerca y le habla con sus sonidos.
Rodriguín parece entender) Perfectamente. Tengo como probarlo. Libérenme las manos
y yo les presentaré la voz de un compañero que hablará por mí. (El ratón lo interroga
con un chillido) ¿Que dónde aprendí el lenguaje de los ratones? Es una historia más
larga que sus colas, señores. Y en este momento no hay tiempo qué perder. Se las
contaré después. (Los ratones deliberantes deciden desatarlo. Rodriguín procede a
llamar a Arlequino Fino) Pe, pe, pé, cra,cra,crá...Rodriguín llamando a Arlequino Fino
que nunca para cochino.
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Arlequino.- (Aparece al frente y habla) Capté tu señal y aquí estoy. ¿Quiénes son estos
ratones?
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Rodriguín.- (Ingresando con Arlequino Fino) Aquí estoy de vuelta, Ana. Y ahora nada
te salvará.
Rodriguín.- Parece que hace algo cuando duerme que la avergüenza mucho. Ella cree
que yo lo sé. (Comprensivo) Aunque usted es una Tirana, reina Ana, y no merece
perdón. Pero, quiero que sepa que yo no la he visto dormir y que no sé nada.
Rodriguín.- No, no. Sólo estoy muy molesto con usted por haber querido robar toda la
dulzura del mundo. Esta vez, Malapata irá a la cárcel.
Ana.- (Muy cambiada) No lo culpe a él. Las órdenes las di yo. Cúlpeme a mí,
Rodriguín Ricardacho. Como nunca estoy feliz quise encontrar el secreto de la felicidad
en los dulces que he visto tanta alegría le causan a los niños. Bueno, después también se
me ocurrió que con eso podríamos obtener más ganancias para el tesoro real. Pero,
ahora nada quiero. Estoy muy avergonzada.
Ana.- Digo que estoy avergonzada. Y ya no me interesa reír, ni ser feliz, ni nada.
Arlequino.- Pero si sólo buscaba reír porque no contrato a nuestros payasos que son
muy cómicos. Las gentes ríen a mandíbula batiente en el circo donde trabajo.
Ana.- Puedo reír de las cabriolas de un bufón. Pero no es igual a la risa de los
niños.
Arlequino.- Para tener la risa de los niños hay que tratar de ser como ellos.
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Arlequino.- Juegan por el placer de jugar. Son amigables. Les gusta correr, saltar...
Estiman a sus compañeritos.
Ana.- Yo nunca pude hacer eso cuando era niña porque me criaron para ser reina.
Sólo alcancé a ser una niña caprichosa que tenía pataletas cuando no le daban algo que
quería.
Rodriguín.- Pero, Ana, ahora es usted una reina y puede dar felicidad a su pueblo. Y eso
la hará feliz a usted también.
FINAL
Arlequino.- Ana, le ruego que repare en una sola cosa. Señor Malapata, me permitiría
hacerle una pregunta.
Arlequino.- Arlequino Fino, que nunca para cochino, para servirlo. La pregunta es ¿
cuándo ha sido la última vez que se sintió muy feliz?.
Malapata.- Yo me siento feliz todas las veces que cumplo las órdenes de mi reina.
Arlequino.- ¿Se da usted cuenta, Ana? Cumplir con el deber hace feliz a las personas.
Cumpla con sus deberes de reina y la felicidad vendrá a usted para alegrarla.
Rodriguín.- Así es de simple y directo. Los niños lo saben bien. ¿No es así? (Controlar
la avalancha de opiniones del público. Continuar)
Ana.- Pues, entonces. Eso haré... Aunque no sé cómo podré evitar la plaga de
ratones y que las abejas vuelvan adonde vinieron.
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Arlequino.- No es necesario. Los ratones volverán a distribuirse por el mundo cuando se
devuelva el azúcar y los dulces que acaparó. Lo de las abejas puede convertirse en una
buena medida de estado. Ahora las gentes de Comecallana podrán dedicarse a la
apicultura. Y el país convertirse en primer productor de miel en el mundo. Sin necesidad
de robar el azúcar ni los dulces de otros países.
Rodriguín.- Piénselo bien, reina Ana. Los niños también alegran la vida.
Ana.- Pero, ¿quién soportaría a una persona que ronca?... Ayyy, qué vergüenza.
He revelado mi gran secreto.
Malapata.- Pues, a mí eso no me parece un defecto del que haya que avergonzarse.
Malapata.- Me encantaría, porque estoy hecho a dormir rodeado del ruido del mar y
cuando hay mucho silencio me despierto.
Malapata.- Siempre te he admirado mi reina y señora. Pero sabía que estabas muy lejos
de mí. Por eso, para estar siempre cerca tuyo he hecho todo lo que me ordenabas...
Arlequino.- Por cierto, reina Ana. Sólo pensar en hacer el bien alegra el corazón. Y es
mayor si se canta. Cantemos juntos: (Comienza a cantar y los demás lo siguen.
Coro final.
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sino con sentimientos
de solidaridad.
No evites hacer
el bien general.
Sólo evita hacer el mal.
No evites hacer
el bien general.
Sólo evita hacer el mal.
No evites hacer
el bien general...
Sólo evita hacer el mal.
FIN
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Mimodrama antidroga
LA CUEVA
A Oscuras se escucha.
Hasta la fecha, nadie que ha ingresado a esta cueva ha vuelto a salir. Todavía pueden
desistir.
Al encenderse la luz se ve cinco exploradores a la entrada de la Cueva, tensos y
expectantes. Unos y otros se miran, hay en su cuerpo la disposición propia de los
audaces. Hombre y mujeres sonríen. Uno de ellos comenta divertido:
La fiesta debe ser muy buena. ¿Por qué vamos a perderla?
Risotada general. Habla el jefe:
Me alegra su disposición de ánimo. Bien, aseguren sus equipajes y adelante.
Los exploradores revisan sus equipajes. Algunos hacen bromas físicas como
ponerse el gorro al revés y ulular. Entre risas terminan sus arreglos. El jefe mira
de uno en uno que afirma:
Listo.
Una de ellas le entrega amorosa un pañuelo. El lo recibe agradecido. Finalmente
ordena
Adelante!
El avance es simbólico y ritual, una especie de danza con avances y detenimientos.
En el quinto congelan y demuestran que hay un olor perturbador. El jefe
pregunta:
¿Huelen lo mismo que yo?
No sé si será lo mismo, pero es muy intenso.
Y perturbador.
El jefe asiente con la cabeza y dice
Sí.
Todos entran en una especie de danza sensual…De pronto, uno de ellos se quita el
equipaje y se hunde corriendo en la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
lo llaman. Pero él no responde:
Espera, Daniel.// Dani, Dani, vuelve!// ¿Adónde vas, Daniel?
Pero, el llamado Daniel no retorna.
Que nadie lo siga. Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra fuerza está en
permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que llevaba puede
servirnos. El olor ya se fue, no?
Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
Continúa el avance simbólico y ritual, se mueven y congelan. En el tercer
congelado se detienen como escuchando una melodía. El jefe pregunta:
¿Oyen lo mismo que yo?
El grupo no responde, pero se entrega una alegre danza orgiástica. Las mujeres se
quitan la ropa hasta quedar en paños menores. Una de ellas da un grito estridente
y sale hundiéndose en el fondo de la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
la llaman. Pero ella responde con una risotada:
Espera, Débora.// Débora, Débora, vuelve!// ¿Adónde vas, Débora?
Pero, la llamada Débora no retorna.
Que nadie la siga. No lo olviden: Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra
fuerza está en permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que
llevaba puede servirnos. La melodía no se escucha ya, no?
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Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
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Teatro Ecológico I
Celtín 1, Alerta a la Tierra
Prólogo
Antes de iniciarse la obra Ofelia y Carlos deben ordenar el escenario, de tal manera que
cuando comience ya estén los niños del público familiarizados con ellos. El director
podrá marcar algunos juegos previos.
Ofelia.- Ustedes se preguntarán ¿por qué hemos hecho todo este arreglo? Porque si
ustedes quieren vamos a divertirnos de lo lindo. Y, quién sabe, de repente, mientras nos
divertimos también aprendamos algo, ¿por qué, no? (A Carlos que no se sabe por qué
tiene un pie debajo de la pata de una mesa) ¿Qué te parece, Carlitos? (Carlos sólo atina
a responder por señas y un cierto murmullo parecido a las quejas de un payaso) No te
entiendo. (Al Público) ¿Ustedes lo entienden? (Antes de que el público responda Carlos
hace stop con la mano, saca el pie que tiene debajo de la pata de la mesa y comienza a
contar por gestos y ruidos cómo llegó a tener el pie en esa posición. Cuando llega a esta
parte vuelve a quejarse. Ofelia comenta sonriente) Pero, Carlitos, ¿para qué tenemos
lengua? ¿Por qué simplemente no me has dicho...
Carlos.- Por favor, Ofelia, ayúdame a levantar la mesa para sacar mi pie.
Ofelia.- Ninguna timidez justifica sufrir una molestia tontamente. ¡Que hubiera sido de
la gente de Celtar si nunca hubieran protestado?
Ofelia.- Ay, me he distraído tanto con el asunto de tu pie pisado por la pata de la mesa
que me estaba olvidando he venido a contar una historia.
Carlos.- Me encantan las historias. Así que empieza a contar que me muero de ganas de
escucharla. Y ustedes también, amigos, ¿no es así? (Va a sentarse con el público)
Ofelia.- La historia que les voy a contar no sucedió acá en la Tierra, sino en un planeta
muy lejano que gira alrededor de una estrella que está tan lejos de nosotros que para
llegar a ella se necesitarían miles de años de viajar y viajar por el espacio.
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Carlos.- (Volviendo al escenario) Si está tan lejos el planeta, ¿cómo llegaste a enterarte
de lo que sucedió en él?
Ofelia.- Si no me crees, allá tú. (Hace a Carlos a un lado) Voy a contarles la historia a
los niños que sí están interesados, ¿verdad?. Pues, bien, resulta que un día encontré en el
jardín de mi casa una piedrecilla de colores, como ésta que ven aquí. (Todo lo que
cuente Ofelia procurará mostrarlo objetivamente) Curiosa, la recogí y la dejé sobre el
velador, junto a mi cama. Imagínense mi sorpresa cuando esa noche al ir a acostarme
sentí una vocecilla que apenas se escuchaba en el silencio nocturno. Parecía decir...
Ofelia.- Alarmada, encendí la luz de mi lámpara, pensando que me iba a encontrar con
algún ratoncillo o un grillo habladores. Pero no fue así. La vocecilla seguía trémula y
distante, como cuando alguien habla desde un cuarto cerrado. Pero no se veía a nadie.
Ofelia.- Yo no creo en fantasmas; pero aquella vez estuve a punto de creer en ellos.
Felizmente, dejó de escucharse la vocecilla. Repuesta del susto. Me disponía a apagar la
lámpara y a acostarme cuando...
Ofelia.- No podía creerlo. La que hablaba parecía ser la piedra de colores. Sí, ahora al
reparar en ella irradiaba una luz. Llenándome de valor, apagué la lámpara y,
efectivamente, la piedra brillaba en la oscuridad. Respiré hondo y con decisión le hablé
muy resuelta: "¿Eres tú la que habla, piedra de colores?".
Celtín.- "¿Cómo se te ocurre?. Soy yo, que estoy aquí dentro de esta nave, sin poder
salir".
Celtín.- Has dicho diminuto. ¿Por qué diminuto? Soy un celtáneo de tamaño normal
que, por sus excepcionales condiciones físicas e intelectuales, ha sido seleccionado para
navegar toda su vida por el espacio interestelar llevando al universo un importante
mensaje de mi planeta".
Ofelia.- Desconfiada insistí. "¿Y si eres de otro planeta cómo sabes hablar castellano?
Celtín.- Es muy fácil. Todo lo hace el procesador universal de lenguas que llevo en mi
nave. Yo estoy hablando en celtáneo, pero tú me escuchas en tu castellano.
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Ofelia.- Creí que estaba soñando. Pero, como el sueño me encantaba quise seguir
soñando y le pregunté a quien se llamaba celtáneo de tamaño normal. "¿Puedo ayudarte
en algo?".
Celtín.- Llama a los científicos de tu planeta y diles que ejerzan una presión ultrasónica
en la parte alta de mi nave.
Celtín.- "Para poder abrir la puerta que debe haberse atascado por el vacío espacial y no
me deja salir. Diles que no teman, que vengo en misión de paz. Mi código de
reconocimiento universal es Celtín 1".
Ofelia.- Ahora tenía un problema. ¿ Cómo decirle que yo era mucho más grande que él;
que en su viaje había arribado a un mundo de gigantes? ¿Cómo hacer para que no se
asustara? ¿Qué hubieran hecho ustedes? (Escuchar algunas sugerencias del público y
luego continuar, luego de una breve recapitulación por si alguien se ha distraído con la
digresión) Les diré lo que hice yo. Lo preparé para el choque. Primero le dije: "¿Qué
sucedería si hubieras llegado a un mundo donde todos fuesen más pequeños que tú?
Celtín.- El tamaño de vuestras herramientas. Si son muy pequeñas no servirán para abrir
mi nave.
Celtín.- (Ríe con fuerza) "En ese caso seremos del mismo tamaño".
Ofelia.- Alentada por una respuesta tan optimista, decidí abrir yo misma la puerta. Así
lo hice. (Ofelia comienza a abrir la nave. Pero la mueve tanto que Celtín protesta
dentro)
Celtín.- Eh, más cuidado. No hagan tanto movimiento. Así, así. Con suavidad.
(Finalmente la nave se abre y aparece Celtín. Puede ser un títere al que un actor
manipulará desde debajo de la mesa. Al principio no repara en Ofelia. Cuando la ve,
pega un salto de susto. Sin embargo, se repone y habla) ¿Todos en tu planeta son de tu
tamañote?
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Ofelia.- (Dubitativa) No lo sé.
Ofelia.- (Al público) Y yo, pensando que no siempre los humanos nos portamos bien
con los seres más pequeños que nosotros. Que matamos pajaritos por gusto; que
perseguimos mariposas porque sí; que maltratamos a las plantitas sin razón; sentí una
gran preocupación por el destino de Celtín 1. Y acepté escuchar su historia-mensaje
para transmitirla al mundo.
Celtín.- No demoraré en contar la historia porque está en esta pastilla. Tómala con un
poco de agua y al instante la sabrás con todos sus detalles.
Profesor.- (Ingresa seguido de Ofelia. Viste levita y lleva unos quevedos. Trae un
puntero y láminas. Pero, se enreda con las cosas y Ofelia tiene que auxiliarlo.
Finalmente nuestro distraído profesor coloca una lámina en la que está representado el
Sistema Solar frente al Sistema de Sigma. Esto puede hacerse también con bolitas sobre
un tablero frontal o con linternitas. El profesor debe hablar ágilmente preguntando al
público, jugando con él) Celtar, mi querida señorita, sépalo usted, es el cuarto planeta
del Sistema de la estrella Sigma de la nebulosa Andrómeda. Así es, el cuarto. Como
quien cuenta 1,2,3,4. (Ríe) De la misma manera que la Tierra es... ¿A ver...en qué lugar
está la Tierra alrededor del Sol?...¡Ajá! En el 1,2,3!!! Efectivamente. La Tierra es el
tercer planeta del Sistema de la estrella Sol de la Vía Láctea... Posiblemente, a
diferencia del nuestro, Celtar sea un planeta sin vida, como tantos otros en el
universo...bla,bla,blá...
Ofelia.- Me alegra decirle, profesor Papamoscas, que no es como usted cree. ¡Hay vida
en Celtar!
Profesor.- ¡Qué me cuenta?! ¡Qué interesante! ¿Y cómo es posible que haya vida en
Celtar?
Ofelia.- Bueno, la vida en Celtar es posible por la luz y el calor de su estrella Sigma.
Ofelia.- Sí, profesor. Así como en la Tierra el suelo produce los recursos alimenticios
con la ayuda del Sol, del agua y del aire. Es por eso que el himno de los celtáneos es un
canto de agradecimiento a la naturaleza. (Grupo de actores caracterizados como
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celtáneos o, si se prefiere, el mismo grupo en papel recortado y manipulado por un solo
actor)
En Celtar
En la Tierra
Ofelia.- El cielo empezó a llenarse de negros nubarrones que tapaban los rayos de la
estrella Sigma.
Ofelia.- (Asiente con la cabeza) ... el agua de los ríos y los lagos, la única que los
celtáneos podían beber se había llenado de suciedad.
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Profesor.- ¿Pero, qué había sucedido?
Ofelia.- Nadie sabía por qué ni en qué momento había comenzado este peligroso y
raro fenómeno que amenazaba la vida entera de Celtar... (Mutis de Ofelia y el profesor)
En Celtar
Locutor.- Muy bien dicho, distinguida dama. Sólo Celton Jones supo llegar hasta la
guarida misma de estas ratas sociales y, luego de destruir sus peligrosos laboratorios
secretos, los entregó al Gran Consejo de Celtar. (Aplausos) Dentro de breves instantes
una entrevista exclusiva al héroe del momento en algún lugar de Celtar... Aló, Celton
Jones, aquí desde la NRBC en los 500 kilociclos... (Mientras habla hace mutis. Las
flores que aparecen pueden ser títeres o actores, ya lo sabemos)
°°°°°
Clavelonte.- (Tosiendo) Me han dicho, amiga Rosafalia, que a Celton Jones han
llamado para encargarle investigue la causa de lo que nos está pasando.
Clavelonte.- ¿Qué? ¿No le gusta su risa o la forma como pisa? (Ríe y tose)
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Clavelonte.- ¿Acaso tiene una banda de malhechores?
Clavelonte.- Abro atento mis oídos. (La confidencia es cortada por un rap que entona
Celton Jones)
°°°°°
Celton.- (De abrigo tipo Holmes, lupa clásica y gran pipa-chimenea en mano. Sigue
atento las huellas: Búscalos, búscalos, sin parar.
No los dejes descansar
Atento mira las huellas
Guíate por las estrellas.
Mira el cielo, mira el suelo, mira el mar.
Búscalos, búscalos, sin parar.
No los dejes relajarse.
Que nerviosos se paseen.
Que pretendan atacarte
por el cielo, por el suelo, por el mar.
Delincuentes de Celtar
ha llegado Celton Jones.
Se acabaron los delitos.
Salvo que alguien busque ansioso
en la cárcel terminar!
Búscalos, búscalos, sin parar!.
Celton Jones, como un verdadero sabueso, lupa en mano, rastrea por aquí y por allá
posibles huellas. A cada hallazgo exclama: "¡Aja, já! ¡Aja já! ¡Uy,uy,uy! ¡Uyuyu yuy!
O hace alargamientos y entonaciones vocálicas según los casos: "Ah, aaah,aaaah! ¡Eh,
eeeh, eeeeh! ¿Ah? ¡Ajá! ¡Uyuy!. Ingresa y vuelve a salir. Cada vez que sale,
Contaminón pasa dejando pedazos de velo negro sobre las cosas. Contaminón fuma
grandes puros. También ingresa con un auto cuyo humo mancha todo; luego con una
fabriquita cuyas chimeneas echan humo negro. Finalmente, sin que éste se dé cuenta,
aparece al lado de Celton Jones cuando éste saca su pipa y de ella sale un tul negro que
cubre a Clavelonte. Celton sale diciendo: "Continuaré investigando... Muy encorvado y
siguiendo su lupa, canta su canción: "Búscalos, búscalos, Celton Jones!.
°°°°°
Clavelonte.- (Ahogándose por el tul negro que lo ha cubierto) Ay, amiga Rosafalia,
sáqueme esto que me mata!
Rosafalia.- Ay, amigo Clavelonte, y cómo podré hacerlo si manos no tengo. Muévase,
muévase mucho, a ver si se le sale. (Efectivamente el tul acaba cayendo)
Clavelonte.- (Suspira) Ahora comprendo por qué decía usted que Celton Jones es uno
de nuestros males.
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Rosafalia.- ¿Cómo es posible que no se dé cuenta que está alimentando a Contaminón?
Clavelonte.- ¡El peligroso enemigo de la vida! (Se escucha un ruido estridente que hace
temblar a las flores, seguido de una canción:
°°°°°
Hola, público. ¿Cómo están? Yo estoy bien. ¿Pero, qué digo? ¡Requetebién!. Siempre
me comporto de una manera libre y espontánea. Me aloca la música ruidosa. (Sube el
volumen de su radio. Contaminón salta gozoso) Si a alguien le molesta, ¿qué quieren
que haga? A mí me gusta así de alta la música. Igual, me encanta fumar. Sé que a
algunos los irrita el humo, ¿qué quieren que haga? La radio, la T.V., los periódicos
aconsejan fumar. Y, hasta Celton Jones fuma en esa enorme pipa horrible. ¿Acaso tiene
corona para hacerlo? (Saca un caramelo y arroja el papel al suelo. Contaminón la
aplaude) Los viejos siempre se creen con derecho a hacer todo lo que nos prohiben.
Figúrense que ayer nomás uno me llamó la atención porque arrojaba a la vereda una
bolsa de galletas vacía. ¡No me la iba a comer también, ¿no? (Ríe) Les contaré como un
secreto entre nosotros que me aloca poner cáscaras de plátano en las veredas para que se
resbalen las personas. (Ríe) Es que yo soy fenomenal, colosal, sin igual. (Baila alocada
y desarticuladamente con Contaminón) ¿Alguno de ustedes quiere bailar con nosotros.
(Si alguien se negara abiertamente llevar el diálogo al choque con los espectadores)
¡Bah, ustedes son unos tontos! (Sale cantando su canción)
°°°°°
Locutor.- (Transmitiendo) Aquí, la número uno. Su emisora favorita, "La Chillona"
(Grito mexicano) ¡Al cuete vivo! Para toda la juventud de Celtar.(Música ruidosa y
desagradable) Y ahora un aviso de nuestros auspiciadores. (Música característica) "No
lo han engañado. Puede morirse si lo hace. Pero, usted que es audaz y decidido. Fume,
fume. ¿Qué mejor manera de morir que dándose el gusto de fumar? Fume por gusto y
demuestre que no le teme a la muerte. Para hombres audaces como usted. Para las
mujeres que saben lo que quieren, como usted. Cigarrillos Letales. ¡Son la muerte!
(Música característica)
°°°°°
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Tortunejo.- (Tortuga-conejo) Esos ruidos me estremecen...
Tortunejo.- ¿Por qué no ven que todos, todos están alimentando a Contaminón, el
implacable enemigo de la vida?
°°°°°
Valson.- (Saca una gran bolsa llena de puchos de cigarrillos) Cada cierto tramo se
presentan cerritos de colillas de cigarrillos de marcas diversas.
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Valson.- Los delincuentes no tienen marca preferida. Fuman mucho y lo que
sea.(Entrega la bolsa a Celton) Prueba número uno.
Celton.- (Al sentir alguien a sus espaldas se pone en guardia. Al reparar que es Valson,
se molesta) ¿Y por qué me hablas por radio, Valson, si estás junto a mí?
Celton.- Eso lo sabía. Pero, ésta es una deducción muy elemental. (Sacándose la pipa de
la boca y mirándola) Porque si los fumadores ensucian el aire, tendría que considerarme
delincuente y meterme yo mismo a la cárcel. Muchas autoridades de Celtar fuman
también. ¿Son ellos delincuentes?
Celton.- Esto se torna bastante complicado. Por ahora queda pendiente la hipótesis del
humo.(Sale fumando. Valson lo siguie tosiendo) Continuemos investigando.(Sale muy
encorvado y siguiendo a su lupa) ¡Búscalos, búscalos, Celton Jones!
°°°°°
Clavelonte.- (Tosiendo como una continuidad de la tos de Valson) Si esto sigue así, no
podremos sobrevivir.
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Cuida el suelo, cuida el cielo
cuida el mar, cuida la vida.
Celtáneo, cuida la vida.
Ella se puede acabar.
Contaminita.- (Ingresa seguida por Contaminón y escuchando las noticias por radio:
"Fuentes científicas autorizadas advierten que Celtar está en grave peligro. Con gran
imprudencia, por negligencia e indiferencia hemos dejado de proteger al suelo, al cielo
y al mar de Celtar. Contaminón comienza a apoderarse de nuestro planeta. Éste
peligroso monstruo se alimenta de nuestro descuido y puede terminar con todos los
seres vivos de Celtar. ¡S.O.S. Celtar! Recordemos nuestro himno que es una canción a
la Vida! ¡S.O.S. Celtar!!!" Contaminita se echa a reír) ¡Qué exagerados! (Manipula el
dial y cambia de emisora) Mejor pongo música. (Contaminón aplaude) ¡Ja, ja, já! ¡Qué
alarmistas! ¿Cómo se va a terminar Celtar? (Tose) Es inmenso. Este planeta nuestro es
grande, grande. ¿Qué daño le va a hacer un poquito de humo o de basura? ¿Bah! (Sale
riendo y tosiendo seguida como siempre por Contaminón que está ahora más grande)
Tortunejo.- ¿Cómo una raza inteligente no va a saber que lo grande está formado por
un montón de poquitos?
Perrofante.- Gota a gota puede llenarse un pozo por más grande que sea. Todo es
cuestión de tiempo.
Tortunejo.- ni tres...
Perrofante.- ni diez...
Rosafalia.- ni un millón...
Los cuatro.- ¡El fantasma engordará hasta ahogarnos a todos! (El diálogo es
interrumpido por un grito de Celton Jones)
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Celton.- Soy un investigador científico, prolífico, honorífico y beatífico que limpia
su sonrisa con un buen dentífrico. No puedo, en consecuencia ocultar la
verdad.(Carraspea)
Celton.- ¡A Contaminón!
Celton.- Ya dejé de fumar. (Mira su pipa) Esta pipa seguirá en mi boca como una pipa
de la paz, porque, te lo repito, no volverá a humear jamás.
Valson.- Qué bueno, jefe. Porque la verdad. A mí el humo de su pipa me hacía toser.
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Y los bosques no destruyas.
que las plantas dan al aire
el oxígeno que aspiras
para que tú les devuelvas
lo que las plantas requieren
también para respirar.
Contaminita.- ¡Fuera, fuera! No haré humo y no haré ruido, ni basura he de arrojar a las
calles de mi ciudad...
Contaminón.- Tú me quieres destruir como los demás. Pero, antes soy yo el que te
destruirá (La persigue)
Contaminón.- (Ríe feroz) Ya estás sorda de tanto oír radio a todo volumen. Ya eres
mía.(Ríe)
Contaminita.- Detente, Contaminón. Ahora que cuidamos las plantas tenemos más
oxígeno y somos más fuertes que antes.
Contaminita.- No te oigo bien, pero bien te veo. Toma, toma, Contaminón (Cada vez
que Contaminita recoge basura del suelo o arregla las plantas Contaminón se queja de
fuertes dolores) ¡Triunfaremos! (Sale haciendo limpieza perseguida por el fantasma que
se va debilitando. Sube sonido de sirena)
°°°°°
Rosafalia.- Los celtáneos vuelven a comportarse como una raza inteligente y sensible.
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Tortunejo.- Finalmente escucharon nuestra voz.
Clavelonte.- Terminarán los ruidos que rompen los oídos y los nervios también.
En la Tierra
Ofelia.- Pero, no quieren que a otros les pase lo mismo y no puedan salvarse. Por eso
seleccionaron a celtáneos de excepcionales condiciones como Celtín 1 para que viajen
contando su historia por todos los planetas del universo donde haya vida que defender.
Ofelia.- Hay algo importante que les quería decir. Ninguno de los navegantes del
espacio podrá volver ya a su lejano planeta. Lo que hacen es una misión que ha de durar
toda su existencia. Por eso debemos rendir homenaje al valor de Celtín 1, héroe del
espacio y de la defensa de la vida en el universo.
Profesor.- Nuestro más profundo agradecimiento a tan valeroso caballero del espacio.
Pero, el mejor homenaje que podemos hacer a su valor es cuidar nuestro planeta. Usted
le diría que en la Tierra no alimentamos a la Amenaza Gris y que no tenemos de qué
preocuparnos. La Tierra no es un mundo de tontos. Aquí no podrían suceder esas cosas.
¡Qué suerte que nuestro planeta no sea como Celtar, verdad?
Aquí se abre el cuento. Si los niños estuvieran de acuerdo con el profesor, Ofelia deberá
orientarlos para que se den cuenta de su error. Pero, si como es de esperar, expresaran
su desacuerdo con él. Motivarlos para que se explayen) ¿Por qué, no? ¿Qué hacer?
(Oigamos lo que proponen los niños. Finalmente cantar:
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un par de zapatos
para un par de pies.
FIN
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Para trabajar con media máscara neutra
EL DESTINO NO SE VENDE
Transeúnte 2 ingresa agitado. Al oír el pregón se detiene. Oculta lo que traía en las
manos y saca una moneda; la llama. Ritual similar al primero. Pero, al terminar T
2 la empuja y desordena las cartas. La adivina da a entender con gestos: qué voy a
hacer, las cartas lo dicen, no yo.
Trata de detenerlo, para que se vaya por donde ha venido pero él elige seguir
hacia donde se dirigía. Antes de irse se encuentra con un policía que lo encañona y
lo detiene. Al cruzarse con la adivina que está recogiendo sus cartas
desparramadas la mira. Ella lo ve alejarse mientras sostiene una carta en las
manos. La mira, suspira y levanta los hombros, continuando su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos
Va a señalar a alguien del público… Pero desiste. Danza del grupo de transeúntes.
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Teatro Político II
El Tirano Preguntón
Personajes:
Prólogo
Narrador: (Aparece ante los niños y entabla la conversación más amena que sus
recursos le permitan. Se presentara como Amauta desde el principio) Buenos días,
niños. Mi nombre es... (el verdadero nombre del actor) y estoy aquí para contarles un
cuento. Yo trabajo contando cuentos a los niños. Todos los seres humanos trabajamos
en algo. Los padres de ustedes, y los tíos y los vecinos, trabajan. ¿no es así? (Aquí
puede abrirse el dialogo sobre las ocupaciones de los allegados a los niño. Hay que
procurar que ellos intervengan señalando ocupaciones. Todo esto será capitalizado al
iniciar el cuadro segundo). Y díganme, ¿alguna de las personas que ustedes conocen
trabaja sola, solita, sin usar nada que otras hayan hecho? (El narrador motivara a los
niños para que reparen que en todo trabajo confluye el esfuerzo de muchos hombres).
Nadie trabaja solo. Siempre hay otras personas que trabajan con él. 0 han trabajado para
hacer algo que él utiliza. Ustedes han dado bastantes ejemplos. Pues bien, aquí en el
teatro tenemos un ejemplo más. Para tener todo listo para esta función han trabajado
muchas personas. (El narrador puede presentar al boletero, al acomodador, al
luminotécnico, etc.). Además, este cuento no lo voy a contar solo, solito. Me van a
ayudar otros actores. Actores nos llamamos los trabajadores del teatro. De la misma
manera que los que hacen zapatos se llaman. . ., los que hacen trabajos en hojalata se
llaman... (a voluntad). Bien, mis compañeros de trabajo que se llaman... ¿cómo
decíamos que no llamamos los trabajadores del teatro?. . . Ah, muy bien, actores... van a
contar conmigo el día de hoy el cuento titulado: El Tirano Preguntón. Los actores
representarán los siguientes. personajes: Diamantón, rey de diamantina, país de los
diamantes. (Sale el actor. Termina de arreglarse delante de los niños. De ser posible, se
caracterizara con ayuda de ellos. Es conveniente que se presente por su nombre).
Diamanton: mi nombre es... (Nombre del actor) yo voy a hacer de Diamantón, el Único.
A los reyes generalmente los numeran. Pero, yo soy Diamantón, el Único porque ni
antes ha habido ni después habrá otro igual a mí. Tengo un poder muy grande, soy muy
caprichoso y mandón. Por eso me voy a hacer una sola ceja en vez de dos. Recuerdan
cómo ponen la cara las personas molestas (Lo hace). Así quiero yo poner mi cara para
hacer de Diamantón, el Único… Acabo de vencer en feroz batalla a mi vecino y
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enemigo Espejón IV, rey de Reflexalia, país de los espejos. De este personaje va a hacer
el compañero...
Espejón IV: (Sale en actitud vencida) ¿Se preguntarán porque salgo así tan apenado?
Porque acabo de ser vencido. Así es la guerra. si yo fuera el vencedor estaría tan
contento y orgulloso como está Diamantón. Pero soy el vencido y he tenido que huir a
las montañas para que Diamantón no me meta preso. La ley de la guerra es vencer o ser
vencido… Nosotros, los reyes, hacemos la guerra porque necesitamos vencer a alguien
para quedarnos con sus riquezas y aumentar las nuestras. O sea que la guerra no sólo
deja vencedores y vencidos sino también empobrecidos y más ricos. (Espejon IV
termina de arreglarse delante de los niños y, de ser posible, se caracterizara con la ayuda
de ellos. en determinado momento Diamanton se burla de él).
Narrador: Tranquilo, tranquilo, Diamantón. No hay que humillar al vencido. (El rey de
Diamantina se hace a un lado). Mis queridos amigos este poderoso y abusivo rey tiene
una corte de muñecos que siempre hacen lo que él quiere y cinco sabios consejeros.
Ahora, que si son verdaderamente sabios o no, ustedes mismos juzgarán si es cierto
(Anuncia cortesanamente) Tesorín, primer ministro o Premier (aparece, y como todos
los que vienen, corre a adular a Diamantón. Este se vanagloria de ser adulado. Cada
personaje debe demostrar una característica física distintiva. Tesorin se soba los dedos
como quien cuenta billetes)
Tesorín: Yo soy Tesorín, guardián y administrador del tesoro real. Premier o primer
ministro de su majestad, Diamantón, el Único.
Calculín. (Se lleva alternativamente un dedo a la sien y a los labios, como quien piensa).
Yo soy Calculín, sabio científico al servicio del gran Diamantón.
Magin: (Hace pases con las manos y su varita mágica la mueve como waripolera. Sopla
y resopla como quien va a hacer aparecer algo). Yo soy... ¿quién soy yo?... Señor
narrador... ¿quién soy yo? (el narrador le habla al oído) Ahhh, sí. . . ahhh, chis!... No,
no, no, no soy achís, soy Magín, el mago de palacio. Me encargo de las diversiones
reales. Y sé hacer trucos muy bonitos (Si el actor-se prepara puede presentar un truco de
magia simple y eficaz).
Ingenioso: (Todo lo mide y, con un martillo, todo lo clava. Pasea la mirada nerviosa por
todos los ángulos de la habitación, como quien busca una falla). Yo soy Ingenioso,
técnico mayor. Me encargo de todas las construcciones del reino. Soy un gran ingeniero
e inventor de máquinas extraordinarias... soy...
Narrador: Mire, mire, Ingenioso. Poco a poco los niños al ver el cuento, sabrán quién es
usted. Falta presentar a (Anuncia) Belicoso, general de los ejércitos de Diamantina!
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Belicoso: (Es terriblemente inquieto: boxea, hace esgrima, adopta poses de kun-fu. pero,
como todos los anteriores, a su manera adula a Diamanton). Yo soy Belicoso, y qué?
¿Quién quiere pelear conmigo? ahhh! (Más fuerte) ahhh! (Sobrado) ahhh! (Se va
pisando fuerte).
Cuadro I
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Los cinco: A correr, a correr, a correr!
Diamantón: Ja, ja,ja, ja, ja, ! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey tan especial
que en la tierra no hay igual.
Si algo quiero original
se lo pido al sabio real.
Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey tan singular
que si inventos necesito
el invento solicito
y el invento se me da.
Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey extraordinario
único en el universo
importante y necesario
por los mil trucos que a diario
con seso, crea mi mago travieso.
Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, jajá!
soy un rey con mucha plata
soy un rey adinerado.
Soy un rey con mil tesoros,
soy el rey de los diamantes
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que valen más que el oro!
Soy el rey de la riqueza,
soy un rey tan especial,
soy un rey tan poderoso,
soy un rey tan singular,
soy un rey extraordinario
como nunca habrá otro igual.
Tesorín: (No canta, se pone a pasear. Todos lo miran. Él se pasea nervioso. Masculla)
¿qué decir, qué contar, qué cantar?
Diamanton: ¡Queeee! (La corte se para en seco y alargan los cuellos hacia Tesorín, que
compungido vuelve a cantar)
Diamantón: ¡Qué tal secreto! (Todos están muy tensos y al acecho) Si ya tu canto los
inquietó!
Diamantón: (Furioso) Bueno, bueno. Los haré salir (A los intrigados). Espérenme en la
antesala del trono que debo aclarar algunos asuntos con el premier antes de seguir la
fiesta (Salen murmurando y llevándose a la corte de muñecos) ¡Y no murmuren! ¡Sólo
la palabra del rey es noticia oficial! Belicoso, prepara la horca, que tengo la sospecha de
que alguien va a colgar de ella. (Va hacia el premier) Tú dirás, Tesorín. ¿por qué
cantaste esa desentonada canción?
Tesorín: (Cae a los pies de Diamantón) ¡Ah, bien quisiera yo, señor!...Ah, bien quisiera
yo no haber tenido motivos para cantarla. ¡Pero no cantarla hubiera sido mentir! Porque
todo lo que decías tener lo has tenido, pero ya no lo tienes.
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Tesorín: Porque las continuas guerras han vaciado tus arcas y no queda un centavo.
Tesorín: Abundaban, señor. Se han ido agotando. Los diamantes que obtenías se
fueron gastando en comprar y comprar armas y en mantener al ejército; y las pocas
minas que quedan no tienen gente que las trabaje, porque muchos han sido llevados a la
guerra y pocos han vuelto.
Diamantón: Las minas no son todo. Acabo de vencer a EspejónIV. El botín de guerra es
cuantioso. ¿Cómo es que dices que no hay dinero?
Tesorín: Señor. Tú mismo ordenaste que tus generales repartieran entre sus oficiales
el botín. Y así se hizo. Yo traté de convencerte de que no lo hicieras. Pero la alegría del
triunfo y el vino que habías bebido para celebrarlo, no te dejaron escucharme. (El rey se
pasea furibundo y le dan rabietas).
Diamanton: Pues, ahora mismo ordenaré a los oficiales que devuelvan el botín de guerra
al tesoro real.
Tesorín: Será muy difícil, señor. Bien sabes lo complicado que es aquietarlos. Siempre
están moviéndose, oyendo las conversaciones ajenas, dispuestos para la lucha. Casi ni
se puede hablar con ellos! A todos atropellan, a nadie hacen caso!
Diamantón: (Pensativo) !Aguarda! Quizás tienes razón, son muy inquietos. Dejemos las
cosas así... Mientras tanto piensa, piensa en algo para llenar otra vez las arcas.
Tesorín: ¿No podríamos crear otro impuesto? La gente del pueblo silba mucho.
¡Podríamos crear un impuesto al silbido!
Tesorín: (Silba como quien cae en la cuenta) Fhhh! Tiene razón. je, jé! Entonces,
podríamos imponer un pago especial a los vencidos del pueblo de Reflexalia!
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Diamantón: ¿y con qué lo pagarían si todo les ha sido arrebatado para el botín de
guerra?...Creo que lo único que resta es crear un impuesto más para los propietarios.
¿Tu hermano es propietario, no?
Tesorín: (salta) Oh, señor, los propietarios se quejan cuando se les agobia con más
impuestos. No, no te lo aconsejo...no lo veo conveniente. La guerra los ha golpeado
mucho porque la gente que trabaja para ellos ha tenido que ir a pelear y sólo viejos,
niños y mujeres se han quedado trabajando por lo que ha bajado la producción.
Diamantón: ¿Qué hacer, entonces, qué hacer? (A los niños) Creía que la guerra era la
principal ocupación de un rey, y ahora me doy cuenta que no es así. ¿Cuáles
deben ser entonces, me pregunto, los negocios más importantes de un
reino?...Creía que unido con mi corte y mis consejeros podía gobernar, y ahora
me parece que no. ¿Con qué gentes, entonces, me pregunto, debe emprender un
rey su gobierno?... Tal vez si encontramos al rey de Reflexalia consigamos
algún dinero que nos salve de esta situación. (Al premier) Premier, quiero que no
pares de buscar a Espejón IV hasta encontrarlo. Fugó después de la batalla.
Debes cumplir esto que te mando, antes de que anochezca.
Tesorín: (Muy asustado) No será necesario, señor. (Se tropieza mientras sale).
Diamantón: No seré rico, pero miedo, miedo, ja, ja, ja, já! qué miedo el que todos me
tienen, verdad muchachos? (esta pregunta a los niños es casi fijo que obtenga por
respuesta un noooo! rotundo. Diamantón debe sacarles la lengua) Ja, ja, ja,ja!
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Calculín: Todavía está en su etapa de pruebas experimentales y no sé qué daños pueda
causar; no creo que sea conveniente que subas en él, majestad.
Calculín: Este es el timón, sirve para dar la dirección... Se toma así, se pone un pie
acá, y con el que queda libre se da un empujoncito...
Diamantón: (insiste con el aparato) ¡No, no, no me digas nada! (Prueba y le sale) ¡Qué
lindo! ¡Qué lindo! Tú sí que eres un gran sabio. ¡Viva! ¡Viva! Me voy a pasear, y
aplaude cada vez que pase. (Pasa varias veces) Quise subir a mis habitaciones y no
sube.
Calculín: Así es, señor. No sirve para escaleras ni para cuestas arriba. Y es peligroso
en cuestas abajo.
Diamantón: (Sale y vuelve cansado) Oye, Calculín. ¿no podría otro dar el empujoncito?.
Se me cansa la pierna.
Diamantón: (Arrojando el aparato) En suma, este invento tuyo es una tontería. Y yo que
pensaba venderlo para ganar dinero.
Calculín: Todo depende de una buena propaganda. Si repetimos todos los días que es
muy importante usar este aparato de mi invención habrán muchas personas que lo
compren aunque luego no sepan qué hacer con él: eso se llama publicidad. Es ideal para
vender gato por liebre y engañar a los bobos.
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Calculín: Bueno, yo solo, haría uno por semana...pero, si me ayudan algunos hombres
del pueblo podemos hacer varios diarios.
Diamantón: ¡Ajá! ¡Muy bien! Dispón lo necesario para que un grupo de hombres del
pueblo que no estén trabajando en las minas de diamantes, en mis jardines, mis
caballerizas o en las habitaciones de mi palacio, te ayuden.
Diamantón: ¡Diamantomóvil! No está mal... Pero no fue por eso que te mande a llamar,
sino para que me contestaras dos preguntas que me inquietan.
Calculín: Ni dos veces pensarlo. Los que tengan que ver con la ciencia.
Diamantón: ¡Ajá! Eso crees tú. ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno?
Calculín: ¡Oh, señor¡ ¿Oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los sabios del reino.
Nadie mejor que ellos sabe lo que es negociar. Negociar para ganar.
Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, al
mago de palacio, y vete a producir diamantomóviles en gran cantidad. Pero sólo
ofréceme uno que se mueva sin que tenga que usar mi propia pierna.
Diamantón: (Lo detiene con un grito) ¡No saldrás en ese adefesio! (Calculín se asusta,
se enreda y se cae con aparato y todo) ¡Sal, rápido! (Calculín sale rapidísimo) Ja,ja, ja,
já! ¡Qué miedo el que todos me tienen, (A los niños) ¿se dan cuenta, zonzos? (Vuelve a
sacarles la lengua).
Magín: (Entrada espectacular entre humo de hielo seco. Viene montado en una
escoba. Sombrero puntiagudo y bata con soles y estrellas o como se considere
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conveniente. Trae en sus manos una copa de doble fondo en la que se pone una bola y
desaparece; luego, vuelve a aparecer. Y así sucesivamente) Te he traído la copa
misteriosa.
Diamantón: (Interesado) ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! Tú sí que eres un gran consejero,
Magín. ¡viva! ¡viva! aplaude cada vez que me salga el truco (lo hace varias veces hasta
que se cansa). ¿Oye, Magín, eso es todo?
Magín: No se puede, señor, sólo aparece y desaparece lo que se pone. (Sonríe). Esto
tiene una gran ventaja.
Magín: Si pones una bola de oro. Desaparece la bola de oro. Eso te preocupará.
¡Pero volverá a aparecer la bola de oro! ¡Y eso te alegrará!
Diamantón: ¡Tonto! ¡Tonto! ¡No sirve! Esta magia tuya es una tontería. (Arroja la copa)
Además te hice venir para que me contestaras dos preguntas que me inquietan.
Magín: Ni dos veces pensarlo. Los que tengan que ver con la magia.
Diamantón: ¡Ajá! Eso crees tú. ¿Y con qué gente debo emprender mi gobierno?
Magin: ¡Oh, señor! ¡Oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los magos del reino. Nadie
mejor que ellos sabe negociar, negociar para ganar.
Magín: ¡Segurísimo, señor! Nadie mejor que los magos para embaucar al pueblo,
mantenerlo hipnotizado, hechizado, embrujado, distraído papando moscas y sin pensar
en su situación.
Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, al Jefe de
ingenieros. Y vete a buscar magias productivas y no la huachafería que me has traído.
Algún polvo para que el pueblo se sienta feliz y trabaje, trabaje sin pedir de comer. Ni
se queje si sube el precio de los alimentos. Eso es lo que necesito.
69
Diamantón: ¡Más rápido! ¡Vete, más rápido!
Magín: (Se sube en su escoba y se esfuma de un salto) Volando, señor. (Se estrella
contra la puerta al salir)
Ingenioso: (Llega en un carrito similar a los chinos, jalado por un hombre) Me hiciste
llamar, majestad. Y he venido tan rápido como mi ingenio técnico me lo ha permitido.
Diamantón: (Interesado) ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! ¡Tú sí que eres un gran consejero!
¡Viva! ¡Viva! Aplaude mientras me paseo. (Sube al carro. Da una vuelta a la escena.
Sale y vuelve) ¿no corre todo lo que quiero; por qué?
Ingenioso: No puede ir más rápido que la fuerza con que lo jala este hombre. Toda la
velocidad depende de su fuerza y resistencia.
Diamantón: ¿Y de dónde lo has conseguido? (Se nota muy cansado al hombre del
carrito).
Diamantón. ¡Oh, qué tontería! Si el pueblo sólo piensa en comer y en dormir. Estos se
cansan. No tienen un espíritu tenaz como nosotros, los nobles. Tu invento no sirve
porque necesita de ellos. Debemos hacer que jalen estos carritos los hermosos
muchachos musculoso, robustos y tenaces, hijos de los nobles de nuestra corte.
Ingenioso: (Diplomático) No creo que los nobles de tu corte consientan que sus hijos
jalen de estos carros. Pero, no importa. el pueblo es mucha gente. Si se cansan, se
reemplazan. Hay tantos de estos infelices en tu reino, que podrías hacerte jalar por toda
la eternidad.
Diamanton: No vas a comparar a un hombre del pueblo con un caballo de raza. Pero, lo
tomaré en cuenta. No está mal la iniciativa. Ahora dile que salga. Te hice venir para
que contestaras dos preguntas que me inquietan.
Ingenioso: (Manda irse al hombre del carrito) Haz las preguntas, poderoso señor. Y se
te contestarán.
Diamantón: ¿Cuáles deben ser -en fin- los negocios más importantes de mi reino? El
sabio dice que los científicos, el mago opina que los de magia, ¿qué opinas tú,
ingenioso?
Ingenioso: Ni dos veces pensarlo. Los negocios más importantes de tu reino deben ser
los que tengan que ver con la técnica.
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Diamantón: ¡Ajá! ¿Eso crees tú? ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno?
Calculín dice que con los sabios, Magín opina que con los magos. ¿Con quién opinas tú,
ingenioso?
Ingenioso: Nada de sabios. No son realistas. No pisan tierra. Sólo saben pensar y
pensar y actúan muy poco. Proponen imposibles. Nada de magos. No son eficaces.
Muchos trucos y poca efectividad. Sólo saben de embrujos y hechicerías pasajeros.
ingenioso: ¡Oh, señor; oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los técnicos del reino.
Nadie mejor que ellos sabe lo que es negociar. Negociar para ganar.
Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, a
Belicoso, general de mis ejércitos. Y vete a juntar gente fuerte del pueblo para que jale
mi carrito.
Diamantón:¡Más rápido!
Ingenioso: (Sin inmutarse) Carro, ven! (Ingresa el carrito y él sube serenamente) tus
deseos son órdenes. ¡Arre, vamos!
Diamantón: (Para sí) Este ingenioso parece no tenerme miedo. Debo darle una lección.
(Grita) ¡Ingenioso!.
diamanton: (Ríe) ¡Qué miedo el que todos me tienen!...(Se quedan el en una esquina el
hombre y el carrito).
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Belicoso: (Brioso. Muy cargado de medallas, brillos y espada en mano) ¡A la orden,
poderoso monarca! Dime dónde debo ir esta vez a luchar!
Belicoso: (Se coge la cabeza) ¡Oh, señor, oh señor! ¿Pensar? Deja eso para Tesorín,
Calculín, Magín o Ingenioso! Yo soy para pelear por la Patria.
Diamantón: ¡Firmes, Belicoso! (Se queda rígido) Como sólo sabes pelear por la Patria,
ve y dile a tus oficiales que devuelvan a la Patria el botín de guerra que se les repartió
porque el tesoro del reino lo necesita.
Belicoso: No entiendo, poderoso señor. ¿No fue esa mi paga? ¿Por qué voy a devolver
lo que con mi valor he conquistado? Yo y mis oficiales con nuestro esfuerzo, solos,
solitititos, hemos vencido a Espejón IV y hemos puesto Reflexalia a tus pies.
Diamantón: De modo que tú opinas que el que defiende lo que lo pertenece no necesita
pensar mucho.
Diamantón: Pues, te ordeno que pienses y contestes a estas preguntas. Primero: ¿cuáles
deben ser -al fin- los negocios más importantes de mi reino? Calculín dice que los de su
ciencia, Magín opina que los de su magia, Ingenioso afirma que los de la técnica ...
¿qué dices tú, Belicoso?
Belicoso: Tanto es tu poder que has logrado hacerme pensar esta vez. Tu siervo te
responde, poderoso señor. Los negocios más importantes de tu reino deben ser los de la
guerra.
Diamantón: ¡Aja! Eso crees tú. ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno? El
sabio dice que con los sabios, el mago opina que con los magos, el ingeniero técnico
mayor afirma que con los técnicos. ¿Qué dices tú, Belicoso?
Belicoso: ¡Oh, señor, oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los jefes de tu ejército. Nada
de calculines, magines o ingeniosos. Piensan mucho y no hacen nada. Nada inspiran,
nada conquistan. En cambio yo y mis oficiales, reunimos al pueblo, le infundimos valor
pariótico y van a la cabeza dispuestos a morir, animosos y valientes. Sólo la fuerza de tu
ejército te garantiza los mejores negocios. Por la fuerza todo se conquista. Eres grande
por la fuerza de tu ejército y el valor de sus jefes, que solos, solitititos pelean por
Diamantina, nuestro hermoso país.
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Diamantón: ¿Estás seguro?
Belicoso: Segurisimo, señor! Nada mejor que la fuerza de las armas para negociar.
Negociar para ganar (Ríe lleno de confianza) ¡sobre todo cuando se es el vencedor!
Nada se opone a la fuerza de las armas. La fuerza es la que impone el derecho.
Diamantón: Lo tendré en cuenta. Vete ahora y haz más fuertes aún las tropas de mi
ejército.
Belicoso: Para eso tendrían que reclutar más gente del pueblo.
Diamantón: Vete, pues, a reclutar más gente del pueblo para que tú y tus oficiales solos,
solititos ganen las guerras.
Diamantón: (Medit en voz alta) Por lo visto a todos les parece que los suyos deben ser
los negocios más importantes del reino y que con ellos y sólo con ellos debo emprender
mi gobierno... ¿Ustedes qué opinan, niños? (Puede suscitar un diálogo múltiple sobre
como una sola persona y una sola cosa no interesan a un gobierno. Hacer paralelos con
el gobierno del hogar, la escuela) Por supuesto, está a la vista que una sola persona y un
solo negocio no es el que interesa a un gobierno... todos mis consejeros me han estado
engañando...me tienen miedo. Esto es claro. Pero, me engañan… ¿Cómo podré llegar a
las verdaderas respuestas?
Diamantón: ¿Quién habló? (Es muy probable que los niños digan quien) ¿Tú?
Diamantón: (Muy asombrado) ¿Cómo, también la gente del pueblo habla y entiende?
Diamantón: Sí, pero tú estás por debajo de ellos. Res un ciudadano de segunda clase.
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Hombre: No lo creo, majestad. Pero, si tanto quieres encontrar las respuestas
convenientes a tus preguntas, tal vez te podría indicar dónde hallarlas.
Hombre: No digo eso, majestad. Pero conozco quien podría responder a tus preguntas.
Hombre: Amauta, el ermitaño. Dicen que tiene una respuesta para todo.
Diamantón: Amauta, el ermitaño. Nunca he oído hablar de él. ¿Cómo no está entre mis
consejeros si es tan sabio?
Hombre: Amauta, el ermitaño vive en las altas montañas, muy lejos de acá.
Hombre: No vendría. Aunque frecuenta las ciudades, el que quiere consultarle debe
hacer el camino hasta donde él vive, por sus propios medios.
Diamanton: Piensas, hombre del carrito. Tú piensas. (Se pasea) ¿Qué hacer? ¿qué
hacer? (Sonrie y mira al hombre del carrito. Se ríe pícaramente) Ah, ya lo tengo, ya lo
tengo. Te ordeno que me des tus ropas. Te dejaré las mías. Iré donde Amauta, el
ermitaño, vestido con tus ropas.
Hombre: Eso es peligroso, señor. Si tu gente te ve así vestido podría tratarte mal.
Diamantón: ¡Qué poco sabes de mi gran poder! A ti será, pobre hombre, al que
maltratarán si te ven con mis ropas. Pero, no te preocupes, yo daré las órdenes
necesarias para evitarlo.
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Hombre: Perdóname que insista. Pero no es así, señor. Haz la prueba. Sólo te
conocen por tus ropas porque nunca los has dejado que te miraran de frente, a los ojos.
Si quieres comprobarlo, cámbialas por las mías -como dices- llámalos y verás qué
pasa... Entonces, si todavía quieres saber las respuestas, sigue adelante. Si, en cambio, te
asusta la verdad, pídeme que te devuelva tus ropas que yo te las devolveré. Pero no
llegarás hasta Amauta, el ermitaño, y nunca sabrás: ¿cuáles deben ser los negocios más
importantes de un reino? y ¿con qué gentes se debe emprender un gobierno?
Diamantón: Aceptado. Los niños son testigos de que nada me va a pasar. Porque ellos
han visto que en esta corte todos me tienen mucho temor. Vas a verlo tú también.
(cambia sus ropas con el hombre del carrito) ¡Tesorín!¡Calculín! ¡Magín! ¡Ingenioso!
¡Belicoso! ¡A la sala del trono!
Diamantón: (Ya con sus ropas harapientas) ¿por qué se han demorado?
Los cinco: (Se miran asombrados mientras levantan lentamente los ojos para mirar
bien al harapiento que les ha hablado e intercambian estas frases) ¿Qué le pasa a este
harapiento?- ¿se ha vuelto loco?- Arrojemos a este loco harapiento de la sala del trono! -
Mejor habrá que darle un castigo ejemplar. ¡cien azotes para él!
Hombre: (Con ropas de rey) ¡No, nadie lo toque! (Ha hablado con una voz fuerte,
diferente a la de la primera parte) ¡se hará lo que yo diga! (Se lleva al harapiento
Diamantón a una esquina) ¿Qué eliges, señor; la verdad de Amauta, el ermitaño, o la
mentira de tus ropas que infunden temor?
Hombre: (A los niños) ¿Es correcta la elección del rey Diamantón? (es mas que fijo
que responderan que sí) Bien, así sea. (A los consejeros) Déjenlo ir. es un pobre hombre
que no ve bien y ha enfermado del juicio. (Los consejeros ríen)
Diamantón: (A los niños) Gracias, por ayudarme a tomar esta decisión. ¡Nunca vi con
más claridad ni estuve más sano de entendimiento!
Hombre del carrito queda solo en la escena y canta a los niños. El argumento puede ser
interpretado mímicamente por Diamantón y sus consejeros:
Un asno cierto día
encontró una piel de león
que un cazador distraído
por esos lares dejó.
ni corto ni perezoso
vistió la piel el jumento
y gozó que es un contento
al ver a todos temblar.
¡Qué miedo el que les provoco!
¡Qué poderoso que soy!
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Se repite el asno loco
vestido con piel de león
TELÓN
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Cuadro II
Va a seguir su camino cuando la melodía se torna alegre y vital. Aparece el Hombre del
carrito con otros actores que hacen de pueblo y cantan con música de En el puente de
Aviñón!:
Diamantón: (Comenta a uno que está a su lado) No creo que eso pueda ser, Calculín
nunca inventará nada que sirva a otro que no sea el rey.
Diamanton: (Monta en furia) No, el hombre del carrito no me puede hacer eso!
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Hombre: ¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así?
Hombre: No tanto. Diamantón siempre ha sido así como tú dices, aunque ahora esté
cambiando. Así que si lo que dijiste antes lo dices bajito, dilo nomás (Los dos ríen).
Hombre: Oh, haberlo dicho antes. Poca es la comida que tenemos mi familia y yo;
pero algo te daré.
Hombre: Eres de los pocos que quedan. En diamantina ya no hay mendigos, porque
nadie podría darles limosna. Así que, entiéndelo bien, esta ayuda te la doy por una sola
vez. Bien quisiera poder ayudarte otras, pero eso sería quitarle la comida a mi familia.
Hombre: ¿Viste que nadie se alegró con la noticia de los impuestos? El patrón dice
que por eso nos paga poco. Los impuestos son muy altos, él no quiere pagarlos de su
bolsillo, entonces los descuenta del sueldo que debe darnos.
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Hombre: Sí, todos trabajabamos. Pero, mi mujer se enfermó, y a mis dos hijos
mayores se los llevó el rey para la guerra. Nunca volvieron. Nos dejaron más pobres y
tristes.
Diamantón: Que se quedaran tristes te comprendo. Siempre duele perder a los hijos.
Pero los soldados recibieron el botín de guerra tomado a Reflexalia, para que se lo
repartieran como premio a su valor.
Diamantón: Sin embargo se dice que la guerra es el mejor negocio para un reino.
Hombre: Hablas como un extraño. No es tan fácil conseguir trabajo. Por eso cantamos,
a pesar de todo, los que lo tenemos. Tendrás que rogar mucho para que te den una tarea.
Diamantón: Lo sé por mí. ¿Pero lo que no puedo explicarme es por qué no se rebelan
contra el abuso?
Hombre: Porque el rey tiene la fuerza. Manda su ejército a proteger a los patrones, y
siempre quedamos peor que antes… Pero, me voy. Búscame más tarde. Vivo en lo alto
de esa colina.
Patrón: (El mimo actor que hace de Tesorín) ¿Qué haces ahí hablando tonterías? Ve
a trabajar. ¡Cada minuto que no trabajas es plata que pierdo! (Mutis del Hombre) ¿Y, tú,
harapiento, qué buscas en mis tierras?
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Patrón: (Ríe) ¿Crees que es tan fácil conseguir trabajo? (Ríe) ¿Qué sabes hacer?
Patrón: ¿Con que orgulloso, no? ¡Pues, llénate con tu orgullo y muérete de hambre!
(Se va altanero)
Patrón: (Vuelve) ¡Qué tonto eres! Yo soy hermano gemelo del primer ministro,
Tesorín. ¿Crees que el rey va a escuchar a un hambriento antes que a un señor bien
relacionado y bien vestido? Además está muy ocupado en hacer la guerra y cobrarnos
impuestos para que le quede tiempo de atenderte.
Patrón: Por último, si te escucha, ¿de dónde creerá el muy idiota que vamos a obtener
las riquezas que le pagamos si no es el trabajo de todos los harapientos?... Vete, vete de
aquí antes de que llame a mi guarda para que te azote por insolente. 8Diamantón sale
apresurado y el Patrón canta muy feliz)
No importa que yo sea uno
Y ellos sean mil.
De la mañana a la noche
Todos deben trabajar para mí.
Poruqe el patrón yo soy
Y la tierra les doy,
Todos deben trabajar para mí.
Y de lo que se saque de allí
La mayor parte será para mí.
Porque el patrón y soy
Y la tierra les doy.
No importa que yo sea uno
Y ellos sean mil.
¡Todos deben trabajar para mí!
Narrador: Así, al atravesar bosques y desiertos, antes de llegar a las altísimas montañas
donde vivía Amauta, el ermitaño, Diamantón iba a prendiendo muchas cosas en
contacto con sus humildes súbditos a los que nunca se había preocupado de acercarse…
Pero, supongo que ustedes se preguntarán , como yo, ¿qué ha sucedido con el hombred
el carrito? El que se quedó gobernando con las ropas de Diamantón y que viene
haciendo todas las cosas que hemos oído… Creo que nos convienen echar una miradita
por el palacio, a ver cómo sigue la cuestión.
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con la forma que ahora gobierna Diamantón.
¡No parece, no parece, no parece que fuera él
Se ha vuelto otro, lo han cambiado, es otro rey!
Habla de justicia, de prosperidad. ¡En el pueblo piensa!
En el bienestar de los harapientos. ¡Locura banal!
Ingenioso: ¿Que manía es esa que al rey le ha dado de querer ayudar a los pobres con
nuestro dinero? No hay derecho. No hay derecho. ¡Que hasta se le ocurra que nuestros
inventos sean para ellos! No hay derecho. ¡Mi carrito va a dárselo a los ancianos!
Belicoso: Sólo nos queda una cosa: arrojarlo del palacio por la fuerza. ¿con mi
ejército, yo me ofrezco, a sacarlo. Luego, me nombran rey, ya?
Tesorín: No es necesario que nos prestes tus eficientes servicios, Belicoso. Esta
cuestión es más fácil. Aquí tenemos a alguien que quiere vengarse de él.
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Todos: (Mientras sale Espejón) y después yo, yo, yo seré el rey!! (Gran alboroto
entre los consejeros)
Narrador: Como ven, las cosas en palacio andan muy mal para los cortesanos y se la
quieren desquitar con nuestro buen amigo del carrito. Dejemos este lío de acá, ya que no
podemos darle solución, por el momento, y vayamos a ver si Diamantón, el verdadero
rey, ha tenido otro encuentro con patrones abusivos y altaneros u hombres del pueblo
sufriendo miserias y penurias. sobre todo, ahora que el invierno ya ha pasado y han
llegado los buenos días primaverales.
Viejito: (Aparece por la platea cargado un pesado bulto) Con este enorme peso no sé
si podré proseguir mi camino (A los niños) ¿Alguien me quiere ayudar? (Los niños
ayudaran hasta llegar al borde del escenario) Gracias, hasta aquí basta. Como han sido
tan amables conmigo les cantará una canción:
Y es toda edad
para amar la libertad
para amar la libertad
alarí, lerí, lerón (bis)
Diamantón: (entrando) qué animoso eres, anciano. y qué hermosa canción la que cantas.
¿dónde la aprendiste?.
Viejito: Soy ya viejo. Y aunque no llevara bulto alguno, mucho peso llevara, porque
llevo todos los años de mi vida. Son casi cien años, ya.
82
Diamantón: No puedo desandar los caminos que has vivido, ni restarte años. Pero el
peso de este bulto sí que puedo quitártelo. Te ayudaré. Así me lo ha enseñado toda la
gente del pueblo que he encontrado. (Intenta levantarlo y nota que es pesadísimo) ¡Uff,
y tanto que pesa!.
Viejito: Pronto, según lo que se pregona, ya no tendré que cargar este bulto, ni
hacérselo cargar a nadie.
Viejito: Dicen que Ingenioso, el técnico mayor del rey, ha fabricado un carrito que
va a ser ofrecido a los ancianos.
Diamantón: No creo que eso pueda ser posible. Ingenioso no haría algo que no fuese
para el rey. Él sólo piensa en halagar al rey.
Viejito: ¿Es que ese invento no servirá también para el abuelo de Ingenioso y para el
rey Diamantón cuando sea viejo?
Viejito: Cuando Diamantón sea viejo ya no será rey, y a nadie le interesará ayudarlo.
Diamantón: Tiene razón. Estoy aprendiendo muchas cosas. Pero, déjame ayudarte por lo
menos un buen trecho, mientras Diamantón cumple su promesa.
Viejito: No sólo eso ha prometido. Los pregoneros dicen que hasta Magín, su mago
particular, saldrá a los pueblos a divertir a los niños.
Viejito: Porque los niños son muy buenos. Por ejemplo, estos niños que ves aquí me
han ayudado a cargar mi bulto, y yo les regalé una canción.
Diamantón: Sé algunos que puedo hacer también (Hace un lindo truco con pañuelos) En
agradecimiento por la ayuda prestada a este señor.
Diamantón: Se lo vi hacer una vez a Magín, el mago del rey Diamantón, y me las
ingenié para averiguar cómo se hacian. Ahora que he visto como se divierten los niños,
le doy la razón a Diamantón de haber ordenado a Magín que los alegre. Sus trucos sólo
sirvieron antes para embaucar al pueblo, mantenerlo hipnotizado, hechizado,
embrujado, distraído.
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Viejito: Pero el más hechizado, embaucado, hipnotizado, embrujado y distraído es el
rey Diamantón. Y nunca lo sabrá porque vive alejado de sus súbditos, encerrado en la
cárcel dorada de su palacio.
Diamantón: (A los niños) Cada día me alegro más de haber seguido el buen consejo del
Hombre del carrito y de ustedes, niños. Pero, nunca creí que fuera tan difícil encontrar a
Amauta.
Viejito: Así me llama la gente y a este nombre respondo. ¿Para que me buscas?
Diamantón: Venerable anciano, soy un humilde caminante que de muy lejos viene a
pedirte que le contestes dos preguntas.
Diamantón: ¿Cuáles deben ser los negocios más importantes de un reino? Y ¿con qué
gentes debe emprender su gobierno un rey?
Viejito: Si luego de andar por tantos caminos no tienes solo la respuesta. Levántate
mañana muy temprano y siembra una semilla. Encontrarás tus respuestas en el tiempo
que demore en germinar. (Se escucha una voz en off:)
Diamanton: (Se acerca presuroso al herido) ¿Qué sucede? (Lo atiende) Amigo,
ermitaño, trae agua y hojas para curar a este herido (Amauta sale) Te arrancaré la
flecha. Resiste ¡Correcto! (Amauta vuelve trayendo el agua en un balde ante el asombro
de Diamantón).
Amauta: (Explicativo) Mi cabaña está muy cerca de aquí, detrás de esos árboles (el
rey moja la frente del herido y lava su herida) ¿No hay más agua?...Oh. disculpa,
hermano, yo mismo la iré a traer. Tú has trajinado todo el día y toda tu larga vida.
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Diamanton: (Mientras ayuda a conducir al herido) Me ha reconocido. ¿Quién será?
(Salen)
Herido: Me conoces. Tal vez por la barba no te das cuenta quien soy. Pero alguna vez
nos hemos medido por igual frente a frente.
Diamantón: Cuenta, si, cuenta. Pero, ponte de pie (Mientras Espejón IV cuenta su
historia, sin darse cuenta ayuda a Diamantón a sembrar su semilla)
Espejón IV: Después de ser vencido por tus ejércitos juré vengarme al huir. Esperé un
tiempo escondido en las montañas y, un día, disfrazado de comerciante, penetré en tu
palacio para matarte. Tesorin me descubrió…
Espejón IV: No, antes bien, me ofreció darme la corona si te daba muerte. Tus
consejeros decían que te habías vuelto loco en los últimos tiempos y estabas dando
leyes a favor del pueblo… Como sabes, fallé en mi intento.
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Diamantón: Si hubieras matado a quien ocupa el trono de Diamantina, habrías acabado
injustamente con un noble hombre que accedió a cambiar sus ropas por las mías y que,
en el poco tiempo que ha estado en el gobierno, ha hecho mejores cosas que yo.
Espejón IV: ¿Por qué cambiaste tus ropas por las de él? ¿Te obligó?
Diamantón: No, yo le propuse el cambio. Tenía que venir hasta acá para encontrar las
respuestas a unas preguntas que me inquietaron luego de vencerte.
Diamantón: Los niños las saben (Los niños corean) Al principio me arrepentí del
cambio y estuve a punto de volver a reclamar mi corona, pero en el camino fui
aprendiendo muchas cosas que me animaron a proseguir.
Diamantón: Por tu edad y porque en las alturas que vives, piensas en el mundo que
miras desde tu soledad.
Amauta: Has aprendido muy poco si aún crees que basta mirar el mundo desde lejos
y pensar en él para ser sabio... La mayoría de tus consejeros piensan, Diamantón y los
tuyos también, Espejón IV. ¿Por qué no encontraron sabias sus respuestas?
Diamantón: No, ahora veo claro. Hay que vivir en contacto con el mundo, conversar y
pensar con los demás.
Amauta: Y preocuparse por ellos. ¿sabes de qué estaba lleno el paquete que me
ayudaste a cargar?.
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Amauta: Así le pesan al pueblo sus problemas. Nuestro pueblo vive cargado de
miserias. Todos los años de mi vida he caminado mirándolos y pensando en cómo
podrían resolverse. Fui encontrado algunas respuestas que me hicieron fama de sabio.
Pero la respuesta final a sus problemas uno mismo debe encontrarlas. Así como tú ya
has encontrado las respuestas de las tuyas.
Espejón IV: ¡Diamantón, qué pequeño es el mundo! ¡Aquí tienes a los cinco traidores!
Amauta: ¡Un momento! ¿Qué sucede, poderosos señores? ¿Cómo vienen a buscar la
protección de un hombre humilde y desarmado?
Amauta: (Con un gesto hace callar a los reyes que quieren hablar) Esperen un
momento, amigos. (A Tesorín) ¿Y, por qué los persigue esa turba?
Amauta: Explíquense.
Tesorín: …Sin pedirnos consejo alguno, suprimió los lindos impuestos al nacimiento,
al crecimiento, a la soltería, al matrimonio, a la risa, al llanto, al caminar lento, al
sentarse, al dormir más de cuatro horas...
Diamantón: ...y todos tienen que crecer, y mientras crecen son solteros...
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Espejón IV: ...ya que uno se casa cuando llega a cierta edad y solamente si encuentra
alguien a quien querer.
Diamantón: …reír y llorar son emociones que nos acompañan a menudo en la vida...
Espejón IV: ...y el que mucho camina comienza a caminar lento y quiere sentarse o...
Diamantón: …por lo menos, dormir más de cuatro horas! ¡Y por todo esto que es
natural, el rey cobraba impuestos!
Espejón IV: …yo también cobro esos impuestos injustos. Tienes razón, soberano de
Diamantina.
Los cinco: (Que han permanecido haciendo gestos de desagrado y deprecio mientras
hablaban los reyes) ¡Diamantón!
Diamantón: (Con voz imperativa) Consejeros traidores les prohíbo que pronuncien mi
nombre.
Espejón IV: No he terminado de contarte lo que sucedió la noche en que intenté matarte
en complicidad con tus consejeros.
Espejón IV: Esa noche fui sorprendido por los soldados. Eran tres los centinelas. A los
dos primeros logré burlar, pero el tercero dio la alarma y salió a perseguirme. Me dio el
alcance y logró herirme con la flecha que me sacaste.
Belicoso: (Que ha permanecido sin hablar todo el rato) Pero fracasé, porque el
impostor logró convencer a mis soldados de que se unieran con sus hermanos del
pueblo. Todos nos han venido persiguiendo hasta aquí.
Ingenioso: Sabemos que el pueblo te tiene mucho respeto, Amauta. Por eso estamos
aquí, para que nos protejas de la ira del populacho.
Tesorín: Tú, rey, no sabemos cómo te has enterado de esto antes que nosotros. Pero
al fin estamos juntos para hacer frente a esos zarrapastrosos.
Hombre del carrito: (Vestido con ropaje real y con espada en la mano) ¡Al fin los
encuentro, traidores! ¡El pueblo unido jamás será vencido! (Advierte la presencia de
Amauta y Diamantón) ¡Padre Amauta! ¡Mi soberano! (Cae de rodillas) Perdonen esta
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entrada tan violenta. Pero, no saben con qué traidores están reunidos. Espejón, que
quiso matarme, creyendo que era el verdadero rey. Y éstos que se confabularon para no
obedecer las órdenes dictadas en favor del pueblo .
Los cinco: (Ruegan a Amauta y Diamantón) ¡Por favor, que no nos hagan nada!.
Amauta: ¡Un momento! El pueblo es generoso y estoy seguro que nada les hará,
aunque bien se lo merecen. De pie, hombre del carrito.
Diamantón: De pie, hermano del carrito, que ningún hombre debe arrodillarse ante otro
hombre. Tiene razón Amauta. Si no fuera por la generosidad de la gente del pueblo no
hubiera llegado hasta acá. Tu hermano, el patrón y dueño de tierras, Tesorín, no me
quiso dar trabajo...Y es triste vivir sin trabajo y no tener para comer.
Tesorín: (Intrigado) ¿Las respuestas a qué, majestad? (Los otros están asustados).
Diamantón: A las preguntas que les hice el último día que estuve en palacio. El día en
que cambié las ropas por las del hombre del carrito y que ustedes me arrojaron a
patadas, a pesar de que él les advirtió que no lo hicieran.
Diamantón: Mucho me ayudaron y mucho aprendí. Supe que los patrones no pagan los
impuestos de su bolsillo, como creía el rey, sino de los sueldos de sus trabajadores.
Hombre del carrito: De modo que cuando yo rebajaba los impuestos al pueblo y se los
aumentaba a los patrones...
Diamantón: Éstos no hicieron otra cosa que reducirles el sueldo a sus trabajadores y
pagaron felices de los bolsillos ajenos. Antes que mejorar, la situación de los pobres
empeoró. ¡Esos abusos he descubierto!
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Diamantón: Tú, también me has enseñado, rey de Reflexalia.
Diamantón: Tú, sí. Y debes perdonarme, porque meses atrás yo te hubiera encontrado
para encerrarte en una fría oscura y malsana prisión hasta que te murieras.
Espejón IV: ¿Qué te ha hecho cambiar ahora que hasta me has curado?
Diamantón: Me reconociste porque eras el único que me había murado frente a frente. Y
me enseñaste que en la vida si queremos ser reconocidos por todos, a todos debemos
dejar que nos miren a los ojos y mirarlos nosotros a los ojos también.
Amauta: En suma, el hombre del carrito, los niños, el pueblo todo, el viejo del
paquete, o sea yo, y el hombre herido de flecha te hemos ayudado a responder a tus
preguntas.
Diamantón: Y proclamo, ¡que los negocios más importantes de un reino son los que se
hacen para bienestar del pueblo!
Espejón IV: Y que un rey debe acercarse al pueblo y emprender su gobierno con los que
son verdaderamente sabios porque han vivido con el pueblo.
Amauta: Así es. Todo el que conoce las necesidades del pueblo y no se aparta de él,
puede gobernar. Siempre y cuando cuente con la ayuda de esa inmensa mayoría.
Amauta: Cualquiera que piense profundamente en cómo resolver las necesidades del
pueblo -repito- y gobierne teniéndolo a su lado.
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Hombre del carrito: Siempre tiene que haber alguien que dirija.
Amauta: Calculín, ¿no es hermoso que la ciencia piense en todos los hombres?
Amauta: Magín, ¿no es hermoso que la magia sirva para divertir a los niños y no para
engañar a los hombres?
Magin: Sí ¡El mejor truco de magia es hacer aparecer la sonrisa en los rostros de los
niños!
Amauta: Ingenioso, ¿no es hermoso que tus inventos ayuden a mejorar la vida de
todos los hombres?
Hombre del carrito: Ha huido. No quiere entender que a nadie se debe explotar en un
gobierno.
Amauta: Y tú, Belicoso, ¿has entendido que sólo las guerras justas se deben
emprender. Y que el ejército es el pueblo en armas y no debe usarse para atacar al
mismo pueblo.
Diamantón: (Que ha estado hablando con Espejón) Queda una respuesta por encontrar.
¿Para qué me hiciste sembrar la semilla? ¿En qué habrá de germinar?
Amauta: Eso no lo podemos saber ahora. El tiempo lo dirá. La semilla es esta obra
que hemos sembrado hoy en vuestros cerebros y corazones, niños. Por ahora sólo les
podemos decir al despedirnos: (Canta solo y poco apoco todos lo siguen)
Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo.
Sin el pueblo
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nada, nada, nada, nada, nada.
Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo
se puede alcanzar.
Sin el pueblo
nada, nada, nada, nada, nada
se va a conquistar.
Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo
paz y libertad.
Sin el pueblo
nada, nada, nada, nada, nada
justicia tendrá.
Sin el pueblo
nadie, nadie, nadie, nadie, nadie
puede gobernar.
Todos al unísono:
Sin el pueblo
nadie, nadie, nadie, nadie, nadie
puede gobernar.
Amauta:
Todos:
¿F I N?
Textos escaneados:
92
La Cueva
A oscuras se escucha:
Hasta la fecha, nadie que ha ingresado a esta cueva ha vuelto a salir. Todavía pueden
desistir.
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Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
Van a continuar su avance pero se detienen estupefactos. Juan y Martha vuelven
semidesnudos. No tienen ojos, pero parece que no se dan cuenta de su condición.
Los tres restantes quedan como petrificados. Juan y Martha aprovechan la
situación para comenzar a arrastrarlos hacia el fondo de la cueva. Reacciona y
grita:
Noooo!
Los arrastrados reaccionan y se liberan. Martha y Juan se ríen de ellos como si
fueran tontos y vuelven a salir. Los que se han liberado se van recuperando poco a
poco y se quedan temblorosos y asustados. Sin embargo inconscientemente
comienzan a irse al fondo de la cueva. El Jefe los detiene.
Noooo!
Pero el hombre le da un empujón y sale tratando de llevar a la muchacha que se
deja llevar. Forcejea el jefe para que ella se quede y finalmente triunfa. El otro sale
corriendo muy excitado. El jefe abraza a la muchacha y la empieza a sacar.
Pausa en la que vuelven los tres exploradores detrás de una forma amebiana muy
grande en la que se soban anhelantes. La forma los acoge un instante y luego se
traga a uno de ellos. Los otros, ciegos no se dan cuenta y salen siguiendo a la forma
amebiana que se hunde en la cueva.
Con gran esfuerzo salen corriendo, en la oscuridad.
Calma, calma. Ya estamos fuera.
La muchacha parece hipnotizada. Comienza a acariciar al Jefe. Se aproxima
sensual y lo invita al placer. Él, al comienzo, responde igualmente a sus caricias.
Pero cuando se da cuenta que es producto de un trance la deja. Esto irrita
profundamente a la mujer que grita su despecho y se hunde en la cueva. Él trata
de seguirla, pero desiste. Comienza a arreglar silenciosamente su equipaje. Mira
con nostalgia el pañuelo que la mujer le dio al comienzo antes de salir. Lo arruga y
aspira su perfume. Cambia de actitud y se lanza al fondo de la cueva, pero se
detiene a sí mismo en un gran esfuerzo. Lucha interior y exterior por entrar o no
entrar. Finalmente se dirige al equipaje y va a alejarse. Pero, se queda congelado,
indeciso, tenso y anhelante. ¿Entrará o no? ¿Quién podría decirlo?
94
El Destino no se vende
Transeúnte 1 ingresa jugando con una moneda. La llama, y le pide algo por gestos
no convencionales. Ella extiende profesional un lienzo y tira las cartas como en una
danza. Al final del ritual sonríe. Transeúnte 1 le paga. Adivina le agradece con una
venia. Y a punto de salir se cruza con una bella niña que le sonríe. Se detiene, la
sigue y salen juntos. Antes de salir le hace un guiño a la adivina, que blande una de
las cartas y continúa su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos
Transeúnte 2 ingresa agitado. Al oír el pregón se detiene. Oculta lo que traía en las
manos y saca una moneda; la llama. Ritual similar al primero. Pero, al terminar
Transeúnte 2 la empuja y desordena las cartas. La adivina parece decir qué voy a
hacer, las cartas lo dicen, no yo.
Trata de detenerlo, para que se vaya por donde ha venido pero él elige seguir
hacia donde se dirigía. Antes de irse se encuentra con un policía que lo encañona y
lo detiene. Al cruzar por la adivina que está recogiendo sus cartas desparramadas
la mira. Ella lo ve alejarse mientras sostiene una carta en las manos. La mira,
suspira y levanta los hombros, continuando su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos
Va a señalar a alguien del público… Pero desiste. Danza del grupo de transeúntes
cumpliendo su destino.
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INDICE
La imaginación al rescate 3
El gallo gayo
El Niño y el Pajarillo 4
La Casita Bonita
Danza por la vida 5
Los leñadores y el bosque
La Niña Sabia
La historia sin fin 2
Celtín Uno, alerta a la Tierra 13
La Dulzura robada 28
El Tirano Preguntón 42
Flores de Ricardo 84
El goloso 85
Así no se puede estudiar 87
La Cueva 88
El destino no se vende 90
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