Ernesto Raez Teatro para Ninos y Jovenes

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ernesto ráez mendiola

Obras de Teatro
para
Niños y Jóvenes

Nosotros, centro cultural, ediciones


Teatro para Niños y Jóvenes

 La Imaginación al Rescate
 El niño y el pajarillo
 Danza por la vida
 Así no se puede estudiar
 Flores de Ricardo
 La Aventura sin Fin
 El goloso frustrado
 La Dulzura Robada
 La Cueva
 Celtín 1, Alerta a la Tierra
 El destino no se vende
 El Tirano Preguntón

Ernesto Ráez Mendiola

2
La imaginación al rescate

1. Un niño jugando con una escoba. Muy alegre. Qué de cosas no hace con ella. Es
caballo, es fusil, es asta de bandera, es trompeta del triunfo...
2. Ingresa la madre. Lo riñe. Le quita la escoba y le indica que es para barrer. Se pone
un pañuelo en la cabeza y le indica que va a hacerlo.
3. Antes de salir a las tareas domésticas, le ordena hacer sus tareas escolares.
4. El niño, al comienzo se aburre. Pero, luego se anima. Hace un avioncito de papel
plegado y se pone a jugar.
5. Ingresa la hermana mayor trayéndole un pan que le envía su mamá. Le quita el
avioncito y le recuerda lo que tiene que hacer. Lo amenaza con decírselo a su mamá.
6. El niño, vuelve a sus tareas. Pero se va quedando dormido al hacerlas.
7. Aparecen dos ratones que corren a comerse el pan que le envió su madre.
8. El niño se despierta y los ratones corren detrás de un biombo y salen convertidos en
dos niñas. La niñas le ofrecen jugar.
9. El niño les indica que tiene que terminar sus tareas.
10. Las niñas se guiñan el ojo y entre las dos se lo terminan en un santiamén.
11. Juegos de los tres. Se hacen a la mar.
12. Aparece un gran monstruo al que vencen con escobas convertidas en espadas y
lanzas.
13. Se escucha a lo lejos la voz de la mamá. El niño corre a sentarse a la mesa y se
queda dormido. Las niñas vuelven a ser ratones y desaparecen llevándose al monstruo
maniatado y vencido.
14. La madre se conmueve de verlo dormido. Se acerca y lo acaricia. Mira las tareas y
hace un gesto de aprobación al ver que ya están terminadas. Lo despierta y lo felicita.
15. La madre enciende la televisión y se va a seguir sus tareas domésticas.
16. Del televisor salen unos seres violentos que, al comienzo, lo divierten, pero luego se
quieren imponer sobre él y esclavizarlo.
17. Intenta hacer cosas solo y no lo dejan. Sólo quieren que mire al televisor.
18. El niño intenta apagar el televisor. Pero, no se lo permiten.
19. Entonces, corre a la mesa y hace un avioncito, voltea la silla y la convierte en una
nave. Las patas las mueve como si fueran un arma. Los seres del televisor se ríen.
20. Cuando van a volver a atacarlo, aparecen los dos ratoncitos que, convertidos en
niñas, logran una nueva victoria como la que tuvieron cuando pelearon contra el
monstruo del mar.
21. Muy alegres apagan el televisor y se ponen a jugar.
22. Poco a poco, el niño se cansa y se va quedando dormido.
23. Cuando la madre vuelve, no comprende quién apagó el televisor.

3
El niño y el pajarillo

Ambiente.- Un jardín.
Situación.- Niño que, de puro aburrimiento, se pone a tratar de atrapar a un pajarillo y
termina por matarlo.
Personaje.- Un niño impulsivo.

1. Aburrimiento del niño en una tediosa tarde de verano, sentado en su jardín.


2. Ve al pajarillo que revolotea antes de posarse en el césped.
3. Huye el aburrimiento, nace el interés.
4. Cuando ve posarse al pajarillo, le surge la idea de atraparlo.
5. La decisión se ejecuta. Se pone de pie y sigilosamente se acerca al pajarillo. Ya
cerca de éste, salta sobre él, pero el avecilla se escapa dejando a nuestro amigo
tirado en el suelo, chasqueado y frustrado en su afán.
6. Por un instante pierde de vista al animalillo, pero de pronto vuelve a
reparar en él. Pues, éste pasa casi rozando su cabeza. Se pone de pie tratando
de alcanzarlo, pero el pajarillo sigue veloz su vuelo
7. El niño siente esta segunda derrota aun más que la primera. Una nube de
contrariedad nubla sus ojos, cuando repara que el pajarillo vuelve y se posa en
una rama baja de un árbol opuesto al lugar donde se encuentra. La decisión de
atraparlo resurge con mayores bríos.
8. La decisión se ejecuta. Las precauciones son mayores esta vez. Por fin, ya cerca
del avecilla, salta sobre ella, pero ésta huye a una rama más alta. El pajarillo
parece burlarse del niño.
9. Despechado mira el suelo y divisa una piedra. Las acciones son ahora
vertiginosas. Se acerca, recoge al piedra, saca su honda del bolsillo, apunta,
dispara<, todo en un segundo, empujado por la ira. El pajarillo cae al suelo
herido.
10. Triunfante se acerca a recogerlo. Al fin podrá jugar con la huidiza avecilla!...
Claro… le atará un hilo a una de su patitas y la hará volar, volar, volar…
11. Pero, algo sucede. El pajarillo no se mueve. Intenta reanimarlo con pequeños
masajes… Nada…
12. La alegría se va tornando seriedad. Le abre las alitas y la arroja al aire… El
cuerpo del animalito vuelve a caer pesadamente.
13. Entonces comprende que ha dado muerte al pajarillo. Las lágrimas se
asoman a sus ojos mientras lentamente recoge el cuerpecito yerto, lo acerca a su
pecho oprimiéndolo entre sus dos manos, agacha la cabeza y cae de rodillas en
tierra sin poder contener los sollozos

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Danza por la Vida
PORQUE ALGÚN DIA PODAMOS PONER FIN A ESTA ANGUSTIA

Prólogo

Sobre un fondo de estrellas se escucha esta canción de la naturaleza, que


puede ser danzada o interpretada mímicamente

Mira la mariposa cómo se agita

Cómo en el aire juega la golondrina

Cómo el pez se desliza en el cristal

Como elevas tu pecho al respirar.

Como vuelan las aves, y al viento cantan

Cómo hablan los delfines y las ballenas

Cómo ríos y lagos sacian la sed

Cómo cabalga alegre tu corazón.

Cómo los bosques verdes limpian el aire

Cómo la lluvia buena riega la tierra

Cómo con gesto libre el hombre siembra

Cómo sacia tu hambre lo que cosecha.

Mira el dorado brillo de los trigales

Que darán blanca harina para los panes

Mira al sol que fecunda las sementeras,

Y a tu cuerpo trotando las carreteras.

Disfruta el movimiento y el sentimiento

De todo lo que nace, crece y florece

Y que nunca se acabe siempre vigila

Porque son los regalos que da la VIDA.

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El sol y las montañas nevadas

Música mozartiana de fondo. Una montaña cubierta de nieve representada por

personajes vestidos de blanco. Aparece el sol. Los personajes vestidos de

blanco danzan con él. Algunos de ellos se tornan celestes y finalmente forman

con una tela un riachuelo que crece hasta ser el agua del río que va hacia los

lagos y lagunas y surge de los pozos artesianos. Música de Tchaikovsky.

Puede ser el Vals de las Flores, de la suite Cascanueces.

Llegan cantando al río alegres grupos a lavar ropa, a saciar su sed, a llevarla

para regar las plantas que crecen gozosas:

La Tierra es nuestro hogar. Agua, luz, aire necesitamos

No importa donde vayas. Los animales, los vegetales

No importa donde vivas. para vivir, para vivir, para vivir…

Estés aquí o allá. El agua limpia,

Muy cerca o muy lejano, el cielo claro,

en montañas muy altas, el aire puro

en desiertos o en valles, todos los seres necesitamos

o a la orilla del mar. para vivir, para vivir, para vivir…

La Tierra es nuestro hogar. La Tierra es nuestro hogar. (bis)

Algarabía general. Se congelan formando estatuas que representan la alegría

de vivir. La Naturaleza danza feliz.(Apagón)

Se escucha una melodía de arpa o el fragmento Peces de Carnaval de los

animales, de Camilo Saint Säens

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II

El Agua

Campesinos trabajando en el campo bajo el ardiente sol. Se les nota cansados.

Se enjugan la frente con un pañuelo. Sacan un odre y beben, se echan un poco

de agua al rostro, sonríen y siguen trabajando.

Ingresan actores vestidos como flores y plantas diversas llevando la tela azul

que agitan simulando un río. Grupo de pescadores que lanzan sus redes y

pescan su sustento. Llenas las cestas salen cantando. Un grupo de doncellas

juega a lanzarse agua del riachuelo y recogen flores y frutos del campo.

Vuelven los campesinos a llenar sus odres. La Naturaleza danza eufórica.

Un trío de sombras marrones, que acompañan a un horrible monstruo, salen

portando sacos llenos de una tierra negra que arrojan al río. Otros llevan

zarandas que meten al agua y sacan pepitas de oro. En todo momento la

Naturaleza trata de detenerlos. Pero, otras personas llegan y tiran al río la

basura de sus tachos. La tela azul se voltea y cambia a un negro verdoso.

Cuando retornan los campesinos a llenar sus odres, no pueden beber el agua,

los pescadores sacan sus redes vacías porque ya no hay peces. Los dueños

de los metales y el oro se alejan sonrientes. La gente del campo se queda muy

triste. La Naturaleza también. La alegría se va. Calla la música y sólo se oye el

ulular del viento semejante a un llanto que todo lo invade. No hay lluvia buena,

sólo hambre y muerte.

El monstruo se yergue desafiante y lanza una horrible carcajada a la

Naturaleza que está desconcertada. (Apagón)

Efectos de viento seguidos del coro inicial de Carmina Burana, de Carl

Orff.

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III

El Aire

La escena se llena de luz y colorido. Niños jugando con la Naturaleza en un

campo verde o en el recreo escolar. Alternan con plantas y animales

humanizados. Nada perturba el regocijo. Un personaje vestido de negro cruza

varias veces el escenario fumando una gran pipa, arrastrando maquetas de

fábricas y pequeños autos y camiones que arrojan un humo negro por sus

chimeneas y escapes. La alegre música inicial da paso a un ritmo de timbales y

una melodía grave e inquietante se va imponiendo. La Naturaleza nuevamente

trata de detenerlo. Pero, en cada pasada, la sombra se agiganta y va pegando

pedazos de tul negro y gris en la Naturaleza y los jugadores. La alegría se

ensombrece y disminuye paulatinamente el ritmo de los juegos. Finalmente los

personajes quedan paralizados y grotescamente retorcidos. Vuelve la sombra,

convertida en el horrible monstruo que cubre a todos con una gran tela negra.

Silencio sepulcral, breves movimientos debajo de la tela que termina por

inmovilizarse. Mientras se apagan lentamente las luces o se cierra el telón, el

monstruo lanza una siniestra carcajada amplificada.

Se escucha la desolada iniciación de Consagración de la Primavera, de

Igor Stravinsky.

IV

La Voz de la Naturaleza

Tortuga.- (Indignado) Esa risa me estremece...

Perro.- (Inquieto) Esa risa me perturba...

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Rosa.- No es sólo el humo...También...

Clavel.- Son los ruidos de la música estridente,

de la propaganda insistente,

del escape de los carros,

del bullicio de la gente.

Tortuga.- ¿Por qué no ven que todos,

todos alimentando están

a la gris Amenaza,

implacable enemiga de la vida?

Perro.- ¡La Tierra es un mundo ciego!

Rosa.- ¡Y la Amenaza gris,

crece más cada día!

Clavelirio.- Pareciera que no fueran

una especie inteligente.

Tortuga.- Y que no comprendieran

que la vida es de todos.

Perro.- Creo que no entienden eso.

Rosa.- ¿Qué será, entonces,

de nosotros las plantas?

¿Y de nuestros iguales, los animales?

¿Y de nuestro irresponsable hermano, el hombre?

Clavel.- No nos queda otra cosa que protestar.

Tortuga.- ¿Pero, quién sabrá escuchar la voz de plantas y animales?

Perro.- Los que sepan mirar con el corazón.

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V

El Bosque

Árboles frondosos ofrecen sus mejores frutos a los cosechadores. Algunos

comen con fruición las dulces frutas. Las canastas están repletas del dulce

manjar. Nubes blancas portan regaderas con las que llueven sobre árboles y

plantas. Sale el Sol y danza una enérgico pas de deux con la Naturaleza.

Cruza envidioso el monstruo que nuevamente lleva las pequeñas fábricas y los

carritos que echan humo negro a árboles y nubes. Poco a poco las regaderas

de las nubes comienzan a echar un agua amarilla que quema a los árboles y a

las personas. Todos huyen aterrados. Los árboles caen quemados por el ácido

de las nubes.

El monstruo pone en manos de los hombres sierras eléctricas con las que talan

indiscriminadamente los árboles que quedan. A otros los arma de escopetas

con las que cazan a los animales del bosque. El desierto se impone y el paisaje

es mortal. El monstruo danza con movimientos amenazadores y un aire triunfal.

La naturaleza aparece muy dañada y con los brazos amarrados. Su baile es

angustioso.

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VI

Sonido de olas de mar y canto de sirenas. Música de Debussy o

Scherezade, de Rimsky Korsakof.

El Mar

Alegres bañistas juegan a orillas del mar. Un grupo de actores vestidos de tules

celestes y mallas semejan las olas. La Naturaleza sale para que alguien la

ayude a soltarse las amarras, pero la gente arroja basura en la arena y poco a

poco va ensuciando la playa. El monstruo y sus cómplices se mofan de la

Naturaleza amarrada y maltratada. Contaminón ha crecido y se ha hecho más

fuerte. Sale arrastrando unos pequeños pozos petroleros y llena su verde

contenido en barquitos que van arrojándolo en el mar, pegando a las olas tules

verdinegros. Las aves se ennegrecen y tiritan, los peces se ahogan, el mar se

torna oscuro y feo. La gente ya no quiere bañarse allí. Las olas se tornan

blanquecinas y fantasmales. El Mar, de Debussy queda de fondo.

Se proyecta un gran hongo atómico donde al comienzo estaba el cielo

estrellado. El monstruo preside al grupo de sombras que arrojan al mar

residuos atómicos. El paisaje marino se convierte en un cementerio de

chatarra. El monstruo se agiganta y lanza un aullido amplificado. La naturaleza

amarrada y maltratada danza como pidiendo socorro a los espectadores.

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VII

La Gran Danza del Sol

El sol aparece danzando con los colores del espectro, todos se vuelcan y

reviven a la naturaleza, menos los rayos infrarrojos que la capa de ozono no

los deja acercarse. Pero, el monstruo aparece y lanza sus tules que saca de las

chimeneas de las fabriquitas, de los escapes de los autos, del humo de los

cigarrillos y destruye la capa protectora para que los rayos infrarrojos se filtren

y comiencen a quemar el vestido de la Naturaleza, la piel de la gente. Provocan

que la nieve de las montañas se deshiele más rápidamente y se vaya

perdiendo las reservas de agua, que la lluvia se torne de color amarillo. El sol

enrojece amenazadoramente y deja de ser fuente de la vida para tornarse

aliado de la muerte. La Naturaleza grita de dolor. Sin embargo, los humanos no

reaccionan. La lucha contra Contaminón se torna desigual. Plantas y animales

reclaman dolorosamente:

Las flores: Mira las plantas, terráqueo

No las dejes marchitar

Los animales: Mira bien los animales.

¿Los quieres exterminar?

Los cuatro: Mira los rayos solares Cuida el suelo, cuida el cielo,

Tu piel pueden enfermar. Cuida el agua que es la vida.

Mira tu mar majestuoso. Pues, si la vida termina

No lo debes ensuciar. Aun la muerte morirá

Los actores dejan de actuar. Se acercan a la Naturaleza y tratan de librarla

de sus amarras. Pero, no pueden. Miran entonces al público y le piden

ayuda. Finalmente repiten la canción inicial: “La Tierra es nuestro hogar”.

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Así no se puede estudiar

Ambiente: Cuarto de estudio. Ventana y puerta dan al jardín interior. El participante


ambientará el cuarto como su imaginación le dicte, precisando dónde están puertas y
ventanas.
Situación: Joven estudiando para el examen de un curso que no le gusta y en el que
teme ser desaprobado.
Personajes: Joven de 14 años, clase media, algo consentido por ser hombre. Padre y
madre de edad madura. Hermana de 16 años… Es un vendaval; muy alegre. Criada de
edad indefinible.
Nota importante: Sólo se ve al estudiante. Los demás personajes existen por su reacción
y comentarios.

Orden de las acciones


1. El estudiante ingresa al cuarto. Resignado, dice en el quicio de la puerta:
“¡ Ya, ya! ¡Sí! ¡Voy a estudiar!”
2. Se sienta donde le es más cómodo y abre un libro que recoge de algún lado,
posiblemente la mesa. Da un suspiro de resignación.
3. Va a ponerse a estudiar cuando ingresa la criada: “No, no deseo nada. Cierra la
puerta (le da a entender por el tono que la deje bien cerrada). La criada sale.
4. Se concentra y comienza a estudiar. Pero los mosquitos lo fasti. Hace calor
además. Trata de librarse de ellos a como dé lugar.
5. Deja eel estudio y se dedica a perseguirlos. Trata de matarlos con el libro.
Mirando alrededor repara que ingresan por la ventana. Se asoma y hace un gesto
de confirmación, el tropel ingresa por allí.
6. Cierra la ventana a pesar del calor reinante. Con gesto heroico vuelve al estudio.-
7. Ingresa su padre. Deja abierta la puerta. Con un tono para que entienda que si la
deja abierta no podrá estudiar, le dice: “ Cierra la puerta”, Prece que el señor
amablemente va a abrir la ventana. “No, no, déjala así”. Explicativo prosigue:
“Los mosquitos”. Sale el padre.
8. Trata de volverse a concentrar. Busca la página donde se quedó.
9. Ingresa su madre. Con un tono que expresa el fastidio que le causa el que otra
vez la hayan dejado abierta, insiste: “Cierra la puerta”. Y agrega incómodo: “No,
déjala así. Los mosquitos!”
10. Volverse a entregar al estudio es más difícil.
11. Ingresa el torbellino de 16 años que tiene por hermana. Ésta no sólo deja la
puerta abierta sino que abre la ventana de par en par.
12. Colérico arroja el lbro al suelo y le grita: “Coierra la puerta!”. Pero ella cierra la
ventana. “La puerta! (Corrige) Su hermana abre la ventana y cierra la puerta
violentamente mientras sale.
13. Para sí mismo dice: “Imbécil”. Aburrido y cansado va a cerrar la ventana.
14. Recoge el libro. Se pone a leer. Pero… por la ventana abierta han vuelto
aingresar los mosquitos. No puede concentrarse. Se pone a perseguirlos, se
tropieza y se cae. Finalmente sale diciendo: “¡Pero, mamá, así no se puede
estudiar!”

13
Flores de Ricardo

Ambiente.- Dormitorio de una adolescente de clase media. La participante ambientará


el cuarto como su imaginación le dicte, precisando donde están puerta y ventana.
Situación.- Joven enamorada a quien su novio le ha obsequiado un ramillete de flores,
las que terminan produciéndole una reacción alérgica.
Personaje.- 17 años, clase media, muy romántica. Hogar estable. Delicada y sin
complicaciones. Hermanos hombres que la controlan más que sus propios padres.
Nota.- Sólo “se escuchan” las voces por las reacciones de la joven.

Orden de las acciones


1. Ella ingresa con un ramo de flores que aprieta tierna sobre su pecho. Viene
de verse con él. Cierra lentamente la puerta de su habitación, se apoya en la
puerta cerrada, sonríe. Parece flotar: “Ricardo” (Suspira) “Flores de
Ricardo”.
2. Etérea y ágil busca un florero donde colocarlas. Lo encuentra y comienza a
arreglarlas una por una con romántico ritmo, mientras dice:
“Sí…No…”Como quien deshoja margaritas. Termina de ponerlas en un
“No”. Hace un gesto de contrariedad, pero se impone su confianza en
Ricardo y desafía al florero diciendo: “Sí, sí, sí (Suspira) Ricardo!
3. Mientras coloca las flores siente un pequeño escozor en la nariz. Se rasca
con coqueta suavidad y sigue en su amorosa faena mientras frasea: Flo-res-
de- Ri-car-do El escozor se hace mayor al terminar su arreglo. Estornuda
brevemente.
4. Coge una flor y aspira su perfume. Se la pone en el cabello y se mira en el
espejo. Está radiante. Nuevamente el polen molesta, pero no hace caso.
5. Vuelve al florero a sacar otra flor. Cuando está haciéndolo parece que
llaman de abajo. Se acerca a la puerta, la entreabre y dice: “Ya voy”. Luego
con un gesto de restar importancia a lo dicho agrega: ¡Comer! ¿ Quién
piensa en comer?
6. Diligente recoge la segunda flor, se la pone en la boca y ensaya en el espejo
poses de vampiresa, mientras ríe feliz. La naricilla vuelve a molestar.
Insisten en llamarla. Levanta los hombros en gesto muy suyo. ¡Ya, ya! ¡Ya
voy!...Sonríe serena: Ricardo.
7. Se saca la flor de los cabellos y juega a acariciarse con las dos flores
mientras baila un vals imaginario. El estornudo viene, viene… y explosiona.
Y vuelve a explosionar otra y otra vez. Es una avalancha de estornudos.
Abre y cierra los ojos que lagrimean y parece que le arden o le pican. Se
soba los párpados con la delicadeza que la caracteriza. Mientras gira y mira
el florero como pensando ¿ por qué me regalaría estas flores?. Muy
apesadumbrada dice. Oh, Ricardo. La vuelven a llamar: Sí, sí!{
8. La realidad parece imponerle una ingrata comprobación mientras
estornuda seguidamente y casi no puede abrir los ojos. Va a salir, pero
recuerda que si deja el ramillete no podrá dormir en la habitación por su
alergia a las flores.
9. Obligada por la poco romántica realidad se acerca al florero y resignada lo
levanta alejándolo de sí mientras pestañea y estornuda y lo lleva al balcón
de su dormitorio dejándolo afuera. Cierra bien la puerta entre estornudos y
lagrimones. Molesta patalea y dice: Flores de Ricardo. Flores de Ricardo.

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10. Sin embargo el estado no le dura mucho y se impone el recuerdo grato del
enamorado, a pesar de sus nasalidades. Flores de Ricardo
11. Un sonoro estornudo la descompone y saca de su dulce evocación. Se acerca
a la mesita de noche saca una pastilla y se sirve un vaso de agua. Toma la
pastilla. Filosófica Flores de Ricardo
12. La realidad reclama sus fueros y el estornudo es mayor. Se repone y repite
engreída y llorosa Flores de Ricardo.
13. Los estornudos vuelven feroces sin respetar romanticismos. Desde el
comedor insisten. Sale gritando: “Ya voy” entre estornudos incontenibles.

15
Teatro Histórico

La aventura sin fin

Roberto.- (Carga un bolsón lleno de no se sabe qué. Ingresa buscando a Clarita que se
supone ya debe haber llegado) ¡Clarita! ¡Clarita! (Oye un ruido) ¿Eres tú, Clarita? (Va
al lugar donde se ha producido el ruido. Mira a todos lados y no ve a nadie) ¡Clarita!
¡Qué raro, no ha llegado todavía! Iré sacando las cosas.(Saca del bolsón: un catalejo
antiguo, un reloj de arena, una brújula y un viejo libro. Los va poniendo en el suelo)
Menos mal que pude sacar estos objetos que estaban en el desván, sin que me viese mi
madre. (Es cortado por la entrada vertiginosa de Clarita)

Clarita.- ¿Roberto!, ¡Tito! (Al verlo se detiene en seco) Ah, ya estabas acá. Hoy sí que
me ganaste en puntualidad. Pero, mi mamá me mandó a comprar y eso me atrasó.
(Reparando en las cosas que están en el suelo) ¿Y esto qué es?

Roberto.- No lo sé con exactitud. Esto parece un largavista. Pero como el que usaban
los piratas.

Clarita.- Y esto es una brújula. Sirve para la orientación porque la aguja siempre señala
los polos magnéticos de la tierra: norte y sur. Si miras al norte...

Roberto.- (Continuando la idea) ...a tu derecha estará el este y a tu izquierda, el oeste.


Pero si cambias de posición, y miras al sur...

Clarita.- (Mismo juego) ...a tu derecha estará el oeste y tu izquierda apuntará al este.

Roberto.- Al oeste del Perú está el océano Pacífico y al este se encuentra la región
amazónica. ¡Qué divertidas son las clases de geografía, no?

Clarita.- Me encantan!. Ah, pero lo que no puedo soportar son...

Roberto.-... las aburridas clases de Historia.

Los Dos.- ¡Oh, la historia!

Roberto.- Debían prohibir ese curso. Total, qué nos interesa a nosotros saber lo que
sucedió hace siglos. A mí sólo me importa lo que sucede ahora.

Clarita.- ¿Qué fastidio tener que aprender cómo son los ceramios de Chavín, de Nazca,
de Paracas... Sólo pensarlo me da un fastidio... Ah. sin contar las batallas...

Roberto.- ... y los tratados de paz. ¿Entre quiénes fueron? ¿A qué obligaban? (Ingresa el
maestro con las sombras auxiliares que traen láminas, pizarras. Roberto y Clarita van
por sus asientos y se colocan en posición de sumo aburrimiento)

Profesor.- Porque los antiguos peruanos bla, bla, blá y Cristóbal Colón cataplúm nos
cayó por estas tierras de América. Y, claro, Pizarro, Almagro y Luque conquistaron el
Imperio pim, pam, pum comenzando por Atahualpa, el último de los incas... Luego vino
la Resistencia con Manco Inca y Tupac Amaru... Y un día se fueron los españoles

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tururú, tururú tran, trán! La independencia ta, ta, tá hasta Ollanta Humala (Como es
propio, el nombre del presidente deberá ser cambiado por el que esté en ejercicio en el
momento de poner la obra en escena) Colorín colorado...Bla, bla, bla, blá...

Roberto y Clarita.- Bla, la, blá, cataplúm. Pim, pam, pum. Tururú, tururú, tran, trán! Ta,
ta, tá. Colorín colorado. Bla, bla, bla, blá...(Bostezan)¡Qué aburrimiento!
(Sale el profesor)

Roberto.- Olvidémonos de la Historia y vamos a jugar. ¿Para qué nos podrían servir
estos objetos?

Clarita.- Por lo pronto, el largavista puede servir para... (Lo emplea) Oh, pero debe estar
malogrado, Tito. Por aquí no se ve nada.(Se lo da)

Roberto.- (Lo prueba) Tienes razón. Entonces hay que dejarlo a un lado. Ya veremos
como qué lo podemos usar. Por lo pronto la brújula parece buena.

Clarita.- ¿Jugamos a la orientación?

Roberto.- No, a la búsqueda del tesoro. Yo te propongo un recorrido y tú te orientas con


la brújula. Luego tú me propones otro. Gana el que se orienta más rápido y mejor.

Clarita.- Buen juego. Pero, antes veamos qué podemos hacer con las otras cosas que
encontraste.

Roberto.- (Abriendo el libro) Oh, mira lo que dice (Clarita lee)

Clarita.- "Verdadera Historia del Perú"... ¿Es que a nosotros nos cuentan la falsa?

Roberto.- Debe ser un libro de bromas o algo así. Vamos a hojearlo.(Lo hacen y se
miran asombrados. Vuelven a hojearlo) Pues, la broma es bien rara.

Clarita.- Páginas en blanco. Pero numeradas. ¡Esto sí que es un misterio! ¿Quién


guardaría un libro con páginas en blanco pero numeradas!

Roberto.- A lo mejor no es un libro sino un cuaderno en el que alguien pensó escribir lo


que puso de título.

Clarita.- (Con el libro entre las manos) Tal vez... Pero, a nosotros nos sirve tanto como
el catalejo.

Roberto.- ¿Qué dijiste?

Clarita.- Pensé en largavista. Pero dije esa palabra rara. Sentí como que el aire me la
dictaba al oído... Espera, de nuevo la escucho... Sí, catalejo. (Le da el libro a Roberto)

Roberto.- Claro, entiendo. El catalejo: "Largavista para un solo ojo".

Clarita.- ¿Qué sucede? Si tú tampoco sabías cómo se llamaba y no me entendiste


cuando dije por vez primera "catalejo".

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Roberto.- Pues, como a ti, el aire me lo dijo. Toma el libro mientras veo (Clarita toma el
libro)

Clarita.- El reloj de arena. Es una forma que tenían los antiguos de medir el tiempo.
Cuando pasaba la arena que estaba arriba, se invertía la posición.

Roberto.- Eso quiere decir que si ahora invierto la posición comenzará a correr una
unidad de tiempo en el reloj de arena. ¿Qué bonito! ¿Dónde aprendiste eso?

Clarita.- Hasta hace un momento, no lo sabía.

Roberto.- ¿Otra vez el viento?

Clarita.- No. Esta vez fue una iluminación directa a mi cerebro. Fue como si hace
tiempo lo supiese.

Roberto.- ¿Y, de repente, hasta ya sabes de Historia del Perú?

Clarita.- (Sin dejar el libro) Creo que sí, Tito. Pregúntame lo que quieras.

Roberto.- No sé qué preguntar de Historia porque nada sé y nada me atrae de ese curso.

Tiempo.- (Apareciendo) Tal vez, yo pueda ayudarlos.

Los dos.- (Muy asustados) ¿Quién es usted?

Tiempo.- Yo soy el Tiempo. Ustedes han activado el reloj de arena con el que se me
llama.

Clarita.- ¿Lo hemos llamado con esto?.

Tiempo.- Sí. Pero, me puedo ir si ustedes invierten nuevamente el reloj de arena. Porque
otra vez el tiempo volverá a correr y no se detendrá, como ahora lo han hecho. Estoy de
pasada. Porque acaban de provocar un gran revuelo en el mundo. Yo, el tiempo, estoy
detenido con ustedes y todo ha dejado de cambiar. Nada nuevo sucede. Y aunque
transcurriese una eternidad, nadie la sentiría porque nada está cambiando ni nada
cambiará. Tal como estamos ustedes pueden continuar siendo niños por siempre. Ésa es
una elección interesante. Y ahora la tienen entre sus manos.

Roberto.- Señor, haga el favor de retirarse de nuestro patio de juegos. Nos han
prohibido hablar con extraños.

Tiempo.- No me puedo ir a voluntad, ya te lo dije. Tú me has convocado. Invierte el


reloj y me iré para continuar mi trabajo que nunca se detiene.

Clarita.- (Haciendo lo dicho) Pues, váyase usted. (Un viento fuerte se desata y se lleva
al Tiempo. También puede hacerse el cambio por un apagón. Cuando vuelve la luz ya
no está el tiempo...etc.) Oh, desapareció, de verdad.

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Roberto.- Menos mal. Me estaba asustando un poco su presencia.

Clarita.- A mí no me caía tan mal. Pero consideré prudente que le dijeses que se fuera.
Será mejor que nos vayamos nosotros también. Pueden haber otros seres raros por ahí
(Deja el reloj de arena sobre el libro de Historia. Aparece una señora con una banda
bicolor)

Historia.- ¿Me llamaban? (Roberto y Clarita se vuelven a asustar) Vamos, niños, que no
soy como para asustarse. Inclusive en estos últimos tiempos he adelgazado un poco. Soy
la Historia. Y estoy aquí porque ustedes me han llamado al poner el reloj de arena sobre
el libro mientras retrocedían para que se fuera el tiempo a continuar su trabajo. La
Historia existe como memoria de los tiempos que pasan. Si no hubiera tiempo no habría
historia.

Roberto.- No mienta. Ese es un libro de historia que no dice nada.

Historia.- ¿Cómo que nada? Mira, niño, mira bien.

Los dos.- (Abriendo el libro) Oh!

Roberto.- La felicito, señora. Debería trabajar en un circo.

Historia.- (Muy digna) Aunque la carpa de un circo es un lugar respetable y saludable,


la historia no puede estar ni como un alarde de habilidades, aunque a veces tengo que
hacer equilibrios; ni como un chiste de payaso, aunque hay momentos en que parezco
un chiste cruel.

Clarita.- No la entiendo.

Roberto.- Yo tampoco. Sus palabras son tan aburridas como las del profesor de Historia.
Sólo por eso le creería...Pero, le ruego que mejor se marche. Estamos prohibidos de
hablar con extraños.

Historia.- Tú me has convocado, tú puedes hacerme ir. Saca el reloj de arena de encima
del libro y yo desapareceré. Pero, antes quiero decirte que yo no soy una extraña como
dices. Gracias a mí todos tus antepasados hasta tus padres inmediatos forman parte de
una cadena que es su garantía de reconocimiento en el tiempo.

Clarita.- Sí. Usted debe ser profesora de Historia... Ya nos han hecho hacer una cinta
cronológica de hechos históricos. La presentamos y luego la botamos al tacho de basura.
¿Para qué nos sirve saber de culturas, personas, batallas, descubrimientos, muertes y
más muertes?

Historia.- Díganme, niños. ¿No están agradecidos a sus padres por haberles dado el ser?

Los dos.- Claro que sí. ¿Cómo no?

Historia.- ¿Y nunca han pensado que ellos lo estarán de sus padres, que son sus
abuelos? ¿Y que los abuelos han tenido abuelos y así hasta qué lejana familia en el

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tiempo? Todos ellos hicieron algo por mejorar el mundo y hacerlo más habitable. Los
esfuerzos que hicieron son mi razón de ser.

Roberto.- Lo que no entiendo señora Historia es por qué tenemos que recordar tantas
batallas. ¿Eso quiere decir que para ser recordados nosotros tendremos que hacer
nuestra propia guerra?

Historia.- Lo que dices no es fácil de explicar. Las batallas de los hombres por mejorar
no sólo han sido sangrientas y en el campo de batalla. Han sido con la naturaleza y sus
esfuerzos para hacerla más habitable... ¿Cómo les explico? (Ve el catalejo y lo recoge)
Aquí, aquí está el ojo de los hechos pasados. Miren, miren por él.

Clarita.- Ya lo hicimos. No se ve nada.

Historia.- Tampoco antes el libro tenía letras...

Roberto.- (Mira desconfiado, pero coge el catalejo y mira por él) Sigo sin ver nada.

Historia.- Es que no has pensado en ningún momento histórico. Piensa en uno y lo


verás.

Clarita.- (A Roberto que la mira sin saber qué hacer) Hum. Piensa...piensa...piensa en la
Fundación del Imperio de los Incas.

Historia.- O más atrás en el tiempo si quieres. En los hombres que hicieron los dibujos
en las cuevas de Toquepala y Lauricocha. En Chavín, Nazca o Paracas. En los
indomables Chancas o en Tiahuanaco o Kuélap...

Roberto.- Veo una inmensa llanura, muy fría a orillas de un gran lago muy azul...
Mira tú, Clarita. Es como televisión.

Clarita.- Debe ser una computadora con un programa de geografía.

Historia.- No es una computadora, ni es un programa de geografía. Es una escena de la


historia del Perú. No necesitan ver uno por uno en el catalejo. Sosténganlo con sus
manos y cierren los ojos. (Aunque inicialmente desconfiados, Roberto y Clarita hacen
lo que les dice la Historia. En ese momento se escucha una discusión e ingresan Manco
Capac y Mama Ocllo. Roberto y Clarita abren sus ojos)

Mama Ocllo.- Ah, estos hombres! Así que no te basta con salir a cazar y a pescar todas
las mañanas y sembrar y cuidar la tierra. Ahora quieres que vayamos lejos muy lejos a
buscar a más personas para enseñarles nuestros descubrimientos.

Manco Capac.- Así es, mujer. ¿De qué nos sirve saber tanto si no lo enseñamos a los
demás?. Mira a Inti, nuestro padre el sol. ¿Acaso se queda con nosotros no más? Se va
por esos caminos a dar su luz. Sigamos ese mismo camino y enseñemos lo que sabemos.

Mama.- Vas a terminar por convencerme. Pero, antes pruébate este hermoso chullo que
te he tejido.

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Manco.- De veras que está bonito el chullo. Y pienso cuántas personas necesitarán uno
y tú puedes enseñarles a tejerlos...Y a guisar los ricos potajes que haces con la papa y el
maíz.

Mama.- ¿Sabes lo que descubrí?

Manco.- ¿Qué?

Mama.- Que si se deja la papa al hielo se conserva mejor. Y se puede hacer un polvo
blanco. Aunque todavía no se me ocurre para qué me puede servir ese polvo de papa.

Manco.- Pero si se lo diéramos a otros. A ellos se les ocurriría. ¿Te das cuenta cómo no
es suficiente una persona? Muchos piensan mejor. Por eso debemos ir por el camino de
Inti a buscar más hermanos con quienes compartir lo que sabemos y quién sabe si algún
día seremos tantos que un gran reino nos reunirá a todos.

Mama.- Por soñador te quise y te quiero. Y por soñador te voy a seguir.

Manco.- Vámonos por el camino de Inti. Somos sus hijos. Él nos cuida con su calor y
nos brinda su luz. Y en las noches será Quilla, la luna o Coyllur, las estrellas las que nos
guiarán y cuidarán nuestros sueños.

Mama.- ¿Cómo sabremos donde detenernos? Podemos caminar y caminar sin saber
hasta cuándo ni hasta dónde.

Manco.- Hasta cuando no lo sé. Pero hasta dónde, sí puedo decírtelo. Te prometo que
nos detendremos en las tierras donde le sea fácil penetrar a esta vara de oro. Ella nos
indicará que hemos llegado a mejores terrenos para la siembra.

Mama.- Bueno. Voy a hacer el equipaje. Menos mal que todavía no tenemos niños...

Manco.- Pero, estoy seguro que en las nuevas tierras los tendremos.(Mutis de los dos)

Roberto.- Me gusta esta serie. ¿Por qué no la pasan por ningún canal? ¿Usted la ha
filmado, señora Historia?

Historia.- No. Los hombres del pasado me han escrito con sus hechos.

Clarita.- Pero, a nosotros nos han contado una leyenda...

Historia.- Cuando los hechos son muy, muy antiguos, se confunde la imaginación y crea
fantasías. Son la verdad, pero adornada por la creatividad de los pueblos. Cuando un
hecho histórico se cuenta como una leyenda es porque los hombres lo han adornado
para que se recuerde mejor. Aunque, a veces, de esa manera se cree que todo fue
mágico y que no hubo tanto esfuerzo, ni muchos sacrificios. Si no, vean lo que sucedió
con la empresa que emprendieron Manco Capac el soñador y Mama Ocllo, la mujer
enamorada.

Clarita.- Como usted lo presenta, señora Historia, parece una telenovela. Mi mamá
encendería la Historia si supiera que es así.

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Historia.- La Historia es así. Y así se hace diariamente. Por el esfuerzo unificado de
todo un pueblo.

Roberto.- (Que no se ha despegado del catalejo) Clarita. Mira, mira lo que ha pasado.

Manco.- (Ingresa preocupado ayudando a caminar a Mama Ocllo) Debiste decírmelo


antes de partir. Hubiera esperado que dieras a luz.

Mama.- Recién había comenzado a crecer dentro de mí. Pienso que saldrá el día que
lleguemos. De repente su nacimiento es mejor señal que la vara de oro. Donde nace un
niño todo nace, porque con él viene el futuro.

Manco.- Por el bien de la guagua que llevas dentro de ti, debemos volver a orillas de
nuestro lago azul.

Mama.- Ya hemos caminado muchos meses. Sigamos adelante. No perdamos las


esperanzas de encontrar el pueblo con el que compartiremos nuestros descubrimientos.

Manco.- No, mejor es volver.

Mama.- (Mirando al cielo) Si tuviéramos las alas del cóndor nos sería más fácil hacer el
camino.

Manco.- Qué extraño. Parece que se dirigiera hacia nosotros. (Efectivamente un cóndor
desciende hasta ellos)

Cóndor.- Traigo el saludo de Inti para sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo, futuros
fundadores de un Gran Imperio.

Manco.- Cóndor mensajero de los dioses. Dile a nuestro padre que lo que ahora
queremos es descanso y tranquilidad para una guagua que está por nacer.

Cóndor.- No temas. En la mujer está la sabiduría de la maternidad y la crianza. Ella


sabrá cómo hacer. Tú cuida de mantener las provisiones. Pero, esta vez, no mates a la
llama que encuentres. Átala por los patas con un lazo fuerte. Luego tráela y enséñale a
llevar tu carga. Para que aprenda a llevar encima de ella a Mama Ocllo, cuando le sea
muy difícil caminar.

Manco.- Gracias por el consejo, honorable Cóndor. Haré con la llama lo mismo que
hice con el cuy para que se acostumbrara a vivir con nosotros. Gracias.

Mama.- Gracias, buen Cóndor. (Salen. Roberto y Clarita dejan el catalejo y se dan un
golpe en la palma de las manos).

Roberto.- ¿En esos tiempos los hombres comprendían el lenguaje de los animales?

Historia.- Ahora también podrían comprenderlo. Pero prefieren agredir la naturaleza


antes que escucharla.

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Clarita.- Le digo, señora Historia, que usted comienza a simpatizarme.

Roberto.- Y a mí también. ¿Podemos seguir mirando?

Historia.- Por supuesto, niños, por supuesto.

Manco Capac y Mama Ocllo ingresan. Un gran puma se les interpone en el camino.
Manco Capac pone a buen recaudo a Mama Ocllo y se enfrenta al puma. Éste lo mira
durante un instante, pero no lo ataca.

Puma.- Eres un valiente, Manco Capac. Y a los valientes se les respeta. No voy a
atacarte ni a ti ni a tu pareja. Por el contrario recibe el tributo de mi amistad.

Manco.- Invencible puma. Yo también respeto tu poder. Pero, si con ella hubieras
pretendido atacar a mi familia te hubiera enfrentado con todas mis fuerzas.

Puma.- Los pumas sólo peleamos por causas nobles. Aquí no hay por qué hacerlo. Mira
bien mi figura te servirá de guía para cuando hagas el plano de la nueva ciudad que
fundarás y a la que llamarás Cuzco, que quiere decir "ombligo del mundo", pues la
energía universal está concentrada en los Andes, que es el centro del mundo.

Manco.- Así se hará, nobilísimo puma.

Puma.- Nos volveremos a ver después del nacimiento de tu hijo...Hasta pronto.

Manco.- Hasta pronto, noble amigo. (A Mama Ocllo) ¿Escuchaste al puma?

Mama.- Mucha esperanza ha sembrado en mi corazón. (Siguen caminando)

Historia.- (A los dos) Y así, impulsados por la fe en sus ideales, con las palabras de
esperanza del puma y el amor que los unía Manco Capac y Mama Ocllo llegaron ante
un Wamani. El cerro Huanacaure.(Ingresa el Huanacaure)

Manco.- (Muy preocupado) Mi hijo está a punto de nacer y no hemos llegado a ninguna
parte.

Huanacaure.- Propio es de los hombres flaquear cuando más cerca están de lograr lo que
anhelan. ¿Te has olvidado ya de la vara de oro y de la prueba de la buena tierra? ¿Por
qué no pruebas en mí?

Manco.- (Sorprendido) ¿Eres tú, viento quien me habla?

Huanacaure.- No sería extraño, porque es un gran hablador. Pero, en este momento


quien te habla soy yo, el Wamani Huanacaure.

Manco.- Oh, señor. Perdona, estoy tan preocupado. Mi esposa está con los dolores del
parto y pronto nacerá mi hijo.

Huanacaure.- Lo sé. Prueba tu vara de oro y después atenderemos a tu esposa. (Manco


Capac hace lo que le dice el wamani y éste recibe la vara y la hace desaparecer. En ese

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mismo instante el sol brilla con más intensidad y aparecen el cóndor y el puma seguidos
de un coro de hombres y mujeres. Se hace un gran silencio en el que se escucha el llanto
de un niño recién nacido. El Wamani dice solemne) Un nuevo pueblo está naciendo en
estas tierras de los Andes que se extienden entre el inmenso mar y la selva del gigante
de los ríos. Antes, mucho antes, otros hombres, en otros tiempos fundaron otros
pueblos. Recordémoslos con respeto porque son nuestros antepasados y hagamos lo
posible porque este pueblo que hoy nace deje una herencia de hermosos recuerdos de
grandeza a los pueblos que vendrán.

Cóndor.- Recuerda, pueblo que naces, que si te lo propones, con trabajo y esfuerzo
podrás volar más alto que los cóndores. Pues de ellos eres descendiente y por eso los
cielos te pertenecen.

Sol.- Y aun los espacios siderales, como hijos del Sol.

Puma.- Pueblo que llevarás en ti mi arrojo y mi valentía. Del puma eres heredero.
Recuérdalo y nunca bajes la cabeza ante nadie y defiende tu tierra tanto como respetar
debes la de los demás.

Mama.- (Aparece con el niño en brazos. Manco se le acerca radiante) Amigos, mi


nombre es Manco Capac y esta es mi esposa, Mama Ocllo; y éste es mi hijo que acaba
de nacer y aun no tiene un nombre. Hemos venido desde el lejano lago de azules aguas
buscándolos para trabajar juntos. Sabemos algunas cosas que podremos enseñarles, pero
también hemos venido a aprender de ustedes...

Anciano.- Los Apus nos anunciaron tu llegada. Te esperábamos y estamos dispuestos a


trabajar contigo, Manco Capac.

Anciana.- Sabíamos de tu llegada, Mama Ocllo. Y sólo nos resta comenzar nuestra
labor. Aunque pienso que, por ahora, debes descansar. Los niños necesitan de sus
madres.(Corta este parlamento las voces de las madres de Roberto y Clarita
llamándolos. Esto provoca que suavemente desaparezcan todos los personajes, menos la
Historia)

Roberto.- Mi mamá me llama...

Clarita.- Y la mía.

Los dos.- ¡Qué pena!

Roberto.- (Pícaro) No. Espera. Podemos detener el tiempo. (Ingresan las madres de
ambos cuando manipulan el reloj de arena y aparece el Tiempo. Las dos señoras quedan
congeladas, luego de decir la primera sílaba del nombre de sus hijos: "Cla...Ro...! La
Historia desaparece)

Tiempo.- Otra vez van a provocar un gran lío. Todo se va a detener y nada va a pasar.
¿Qué sucede, niños? ¿Quieren seguir siendo eternamente niños?

Clarita.- (Tierna) Lo que queríamos era ganar tiempo para seguir viendo la historia de
nuestra patria, que es muy interesante.

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Tiempo.- Pero, como ves, ya no está la Historia. Porque para que ella exista el tiempo
tiene que transcurrir.

Roberto.- Es cierto. (Repara en su madre y en la de Clarita congeladas) Y a nuestras


madres, ¿qué les ha sucedido?

Tiempo.- Se han detenido porque el Tiempo está distraído conversando con sus hijitos.

Clarita.- Señor Tiempo. Eso no está tan malo, porque podemos hacer lo que queramos y
ellas no protestarán.

Roberto.- También podemos darles un beso, si queremos (Lo hacen)

Tiempo.- Bueno, sí. Si quieren tener estatuas y no madres.

Clarita.- Bueno, no. Se acabó el tiempo de juegos. Que vuelva el tiempo de estudiar y
que la señora Historia continúe...¿No te parece, Tito?

Roberto.- (Duda) Creo que sí, aunque... No, no, no... Sí, es mejor. (Manipula el reloj de
arena) Continúe su curso, señor Tiempo. Es muy lindo haberlo conocido.

Tiempo.- Me alegro. Adiós, niños.(En cuanto el Tiempo sale, automáticamente las


madres de Roberto y Clarita completan al unísono su parlamento: rita...berto!)

Madre de Clarita.- Hemos tenido que venirlos a buscar. ¿En qué estaban tan distraídos?

Clarita.- Estábamos estudiando Historia.

M. de Roberto.- ¿Historia? Esto sí que es una novedad. No decían que no les gustaba
ese curso.

Roberto.- Tú lo has dicho. No nos gustaba...Pero, si supieras. Hemos encontrado (Por


detrás de las madres aparece la Historia que le hace una seña para que se calle y no
cuente nada)

Clarita.- Hemos encontrado un buen libro que cuenta bien bonito la Historia y nos
hemos entretenido leyéndolo...

M. de Clarita.- Si es por eso, está bien. Ahora, vamos a casa que la comida ya está
servida.

Roberto.- Te doy el alcance, mamá. Tengo que recoger estas cosas.

M. de Roberto.- Has sacado todas esas vejeces del desván. Un día de estos voy a darme
tiempo para botar toda esa basura.

Roberto.- Si tú quieres, yo puedo ayudarte.

Clarita.- Y si usted lo permite, señora, yo podría darle una manito a Tito.

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M. de Clarita.- Hum. Aquí hay gato encerrado. De cuando acá ese interés por el desván.
(Roberto ha terminado de recoger las cosas)

Clarita.- Bueno, será porque en el desván a veces se encuentran cosas del pasado que ya
hemos olvidado.

Roberto.- Y en el pasado está nuestra historia. Las cosas valiosas que nuestros
antepasados hicieron para hacernos como somos.

M. de Roberto.- Me han cambiado a mi hijo. Tú no hablabas así.

M. de Clarita.- Están creciendo. Eso es lo que pasa.

M. de Roberto.- Y lo que dice del desván es cierto. El otro día encontré la muñeca que
usaba de niña...

M. de Clarita.- Y yo...y yo...encontré la cunita de Clarita. Un amor (Salen conversando,


seguidos por Roberto y Clarita)

Historia.- (Aparece) Si les interesa tener las mismas experiencias de Roberto y Clarita.
lean, lean mucho, niños. Estoy en los libros de Historia del Perú.

Se interrumpe esta parte de la Historia. Pero aún no termina... Estudia para que tus
hechos sean dignos de entrar en la Historia.

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El goloso frustrado

Ambiente.- Cocina moderna.


Situación.- jJoven goloso en régimen dietético por exceso de peso que ingresa a la
cocina a comer, pero es interrumpido por otras personas que le recuerdan su condición.
Personaje.- Adolescente de 16 años. Ansioso, pero no es díscolo. Además es muy
querido y lo miman y lo cuidan muchísimo.

Orden de las Acciones


1. Furtivo, asegurándose que nadie viene, el gordo ingresa a la cocina y se va
anhelante a la refrigeradora de donde saca una botella de gaseosa. Feliz, va
a llevársela cuando, antes de cerrarla ve en ella algo que aumenta su
entusiasmo. Jamón, queso y mermelada.
2. Saca lo encontrado y lo pone sobre la mesa. Se relame mientras se dirige a
la alacena y saca el pan. Mira a uno y otro lados y sobre la mesa ve un
cuchillo. Alegre se pone a prepararse un gran emparedado, manteniéndose
atento a que nadie venga.
3. Devuelve las cosas a su sitio y coloca lo hecho sobre una bandeja. Va a
alzarla para salir cuando siente pasos y solo atina a agarrar el vaso y
dirigirse al caño. Responde indiferente a la persona que ha ingresado. No sé
de quién será eso. Yo he venido por un vaso de agua. Claro que puedes
llevártelo.
4. Con profunda desilusión ve alejarse la bandeja con las delicias preparadas
mientras arroja el agua al caño. Agua.
5. Se detiene reclamado por su imaginación: Agua más azúcar y limón.
Limonada.
6. Vuelve diligente a la refrigeradora y se aprovisiona del limón, llena una
jarra de agua, la endulza, le agrega el limón, saca unos hielos que añade
feliz a la mezcla y repite el rito del gran emparedado. En el colmo del placer
prueba con una cucharita la limonada y se come un pedacito del
emparedado. Coloca todo en una bandeja y cuando se dispone a salir se
choca en la puerta con su madre.
7. Retrocede frustrado: ¿Cómo se te ocurre, mamá? No es para mí. Yo he venido
por un vaso de agua. Esto era una sorpresa para ti. Claro que puedes llevártelo.
8. Sonríe y hace gestos cariñosos a su madre que se ha quedado de pie con la
bandeja en la puerta de la cocina. Busca un vaso y se dirige al caño: Agua.
Llena feliz su vaso mientras siente la mirada de su madre. Comenta: Agua
9. Se acerca a la puerta y comprueba que se aleja. Va decidido a la
refrigeradora y no queda nada. Frustrado se sienta, mientras deja caer el
contenido del vaso en su cabeza: Agua

27
Teatro Político I
La Dulzura Robada

Arlequino.- (Apareciendo) Buenos días, niños. Yo soy Arlequino Fino que nunca para
cochino. Un amigo de ustedes que viene esta mañana a contarles un hermoso cuento. Es
la verdadera historia de lo que me sucedió a mí y a mi amigo, el pequeño detective
Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho...Díganme, ¿a ustedes les
gusta los caramelos, los chocolates, los pasteles?... A mí también... ¿Se imaginan qué
pasaría si alguien quisiese apoderarse de todos los dulces del mundo?... ¿Qué cólera,
verdad?... Pues, esto es lo que sucedió cierto día en el reino de Comecallana por la
Mañana, que era gobernado por la furiosa reina Ana, la Tirana, apoyada por su astuto
compinche el Pirata Malapata. Yo por esos días, en que estaba haciendo un rico calor,
me iba a bañar a la playa después de trabajar en el circo de mi tío Federico Perico Coco
Rico. Por eso, en un principio, no me pude enterar de lo que estaba pasando en el
mundo...Pero, mejor vean ustedes cómo fue que comenzó todo: (Música ágil)

Ana.- (Apareciendo) ¡Ah, siempre me siento aburrida!... No sé qué hacer. Todo me


enoja y nada me alegra de verdad... En cambio a los niños siempre se les ve alegres,
contentos, riendo y saltando (Trata de saltar) Ay, y además estoy tan subida de peso que
no puedo dar el más pequeño saltito. Con tantos problemas en el gobierno qué voy a
poder reír (Se escuchan risas adentro) ¿Qué...qué sucede? ¿Gente riendo? ¿A qué se
deberá?(Gritando) Mucho cuidadito. Yo soy Ana, la Tirana, tan gorda como su
hermana. ¡Y pobre del que no se calle cuando yo lo mando!... Lo meto en la cárcel, le
jalo las orejas, le doy una patada y me como su empanada.. Y todo eso se lo hago por
desobedecer a una reina absoluta como yo.(Sigue el ruido) Esto no puede seguir así.
Llamaré a mi Jefe de Policía (Llama) ¡Malapata!

Malapata.- (Ingresando rapidito) Aquí está Malapata, el pirata que toma la leche con
nata o sin nata. Terror de los mares, ríos, lagos, lagunas y charcos. Temido por todo el
mundo...Seguro que ustedes me conocen (Posiblemente contesten que no) ¡Qué mal
informados (o "bien informados" si han contestado que sí) están estos niños. Tengo el
orgullo de haber robado en todos los lugares de la tierra. He estado en el lago Titicaca,
en el río Amazonas, en el río Santa...

Ana.- Ya, ya, ya. Malapata. Deja de darte aires y saluda como se debe a tu reina y
señora! Si no... (Lo amenaza con el gesto)

Malapata.- ¡Oh, perdón, reina mía! (Hace una reverencia) ¿Para qué me has llamado
con tu linda y delicada voz siempre tan suave?

Ana.- Quiero saber a qué se debió el alboroto de hace unos instantes. Estaba aquí
reflexionando cuestiones de estado... Ejem...físico, cuando fui sacada de mis
meditaciones por una bulla infernal.

Malapata.- Oh, mi amada reina. Eran los niños que les encanta ver el cambio de guardia
en palacio y siempre se agolpan a mirar la ceremonia. Lo hacen todos los días...

Ana.- ¿ Y si lo hacen todos los días por qué recién he sentido el ruido hoy?

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Malapata.- Porque hoy vinieron a regalarles dulces. Y usted sabe bien lo mucho que
alegra a los niños comer dulces.

Ana.- (Pensativa) ¿Dices que los niños se alegran y ríen cuando reciben
dulces?... Entonces comer dulces es bueno para la salud. ¿Por qué, el médico real me ha
prohibido comerlos a mí?

Malapata.- Ejem...como diría, su majestad...El problema... No, problema, no...El


dilema... No, el dilema, no... Es que, sabe usted, los dulces hacen subir de peso. Y claro,
tal vez el deseo del médico real de mantener la línea de su alteza...

Ana.- No te hagas el diplomático conmigo que no me gusta. Directamente


quieres decir que me han prohibido los dulces...ejem...para que no engorde más.
Respóndeme con confianza que no me voy a enojar...

Malapata.- (Sonriente) Así es. Esta usted muy gorda y no puede engordar más porque si
sigue engordando....

Ana.- (Muy molesta) Cállate, cállate, cállate. No sigas hablando. Lo del peso no me
interesa. Déjame pensar (Paseo de pensamiento seguida por Malapata) Así que los niños
se alegran cuando les ofrecen dulces... Ja, ja, ja, Malapata, acabo de descubrir el secreto
de la alegría... Además de linda soy muy inteligente. Je, je, je. (Cambia bruscamente y
patalea furiosa) Pero yo no tengo, no tengo, no tengo.

Malapata.- Pero, si todo lo que me has pedido he robado para ti! Diamantes del Sur de
África, Oro del Brasil, Sedas de la India...

Ana.- Así y todo, ay, qué mala pata Malapata, no puedo, no puedo, no puedo.

Malapata.- ¿Qué es lo que mi poderosa soberana no puede?

Ana.- No puedo ser una reina feliz.

Malapata.- ¿Y qué necesitas para ser feliz? Dime lo que quieres y a tus pies lo pondré,
mi adorada reina.

Ana.- ¡Tú mismo lo has dicho! Los niños son felices...

Malapata.- Oh, pero cómo podría robar la felicidad de los niños. ¿Cómo podría
arrancar la sonrisa de sus labios, la luz de sus ojos, la energía de sus saltos?

Ana.- ¿No has dicho que todo eso lo hacen porque les dan dulces?

Malapata.- Sí, eso creo. Pero...

Ana.- Cállate. Se me ha ocurrido un gran negocio. Mejor que el del oro y el los
diamantes y el de las sedas... Robemos la alegría del mundo... Roba para mí, todos los
dulces del mundo. Así tendré acaparado en las arcas reales el secreto de la felicidad y la

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venderé a precios especiales a quien pueda comprarla. Y creo que así podré ser yo feliz
para siempre.

Malapata.- Tendré que comenzar por asaltar todas las fábricas de azúcar del mundo...
Eso llevará tiempo. Va a demorar.

Ana.- No importa. Lo único que deseo es que dentro de un año no haya dulzura en
la tierra y que toda esa dulzura la tenga guardada para mí solita. Ja, ja, ja!

Malapata.- Tus órdenes serán cumplidas, reina mía. Desde mañana comienzo a robar
para ti... (Distraído) ¿Decías todos los dulces del mundo, no? (Ana lo mira furiosa? Sí,
sí, sí. Yaaaa. (Sale pensativo. Ana lo vuelve a llamar)

Ana.- ¡Malapata, Malapata! Repite tu misión.

Malapata.- Que le eche azúcar a todas las sopas del mundo.

Ana.- (Le pega un coscorrón) No, no, no.

Malapata.- Claro, claro, claro. Que le eche sopa a todos los dulces de la tierra.

Ana.- (Saca un garrote) Te voy a refrescar la memoria (Le pega)

Malapata.- Ay, ya me acordé... (Trata de salir) Permiso, reina mía...

Ana.- Malapata no saldrás sin repetir exactamente lo que te he ordenado. En tu


última misión te mande por oro y me llenaste el palacio de loros. Te pedí en otra
diamantes y me llenaste la bodega de amantes.

Malapata.- Pero esta vez te traeré el espejo de oro que quieres.

Ana.- (Le pega) ¡No!

Malapata.- ¿Qué era? Ah, ya, ya. Te traeré un sombrero rojo lleno de caramelos (Gesto
amenazador de Ana) Por favor, no me pegues más y repítemelo, luego apúntalo en un
papel, átame una cintita al dedo medio y ponme un secretario para que me haga acordar
de ello.

Ana.- Quiero que robes para mí todos los dulces del mundo.

Malapata.- Todos los dulces del mundo, es lo que yo decía. Robaré todos los dulces del
mundo. (Para sí mismo) Y ojalá que esto le cambie el carácter a mi reina que la quiero
tanto; pero ella no se da cuenta.... Ay, ay, ay, mi cabecita de pirata... Iré a alistar mi
nave y me haré a la mar. Ay, ay, ay. Permiso, majestad.(Mutis)

Ana.- Adelante, Malapata! (Mutis)

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Arlequino.- (Reaparece) Todo comenzó así. Pronto los diarios del mundo comenzaron a
difundir la terrible noticia. Misteriosas desapariciones de azúcar. Pastelerías asaltadas.
Cuando al volver de mi descanso de enteré de la situación mandé llamar a mi amigo el
pequeño detective Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho. Ni bien
terminé de poner la carta en el correo electrónico cuando apareció detrás de mí, como
siempre eficiente. Ni siquiera como en otras ocasiones esperó a escuchar las palabras
mágicas que nos ponían en contacto telepático. Salí de mi asombro cuando me explicó
que se le había encargado ocuparse oficialmente del asunto lo más pronto posible. Por
lo tanto decidió entrar en contacto inmediatamente conmigo y por eso había llegado sin
avisarme. Por si alguna vez lo necesitan les voy a enseñar nuestra clave. Pucho, pocho,
picho, pecho, pacho, ven Rodriguín Ricardacho.

Rodriguín.- (Apareciendo) ¿Quién me llama?

Arlequino.- Soy yo, Rodriguín.

Rodriguín.- Arlequino Fino que nunca para cochino! ¿Qué sucede? ¿Otro caso por
resolver?

Arlequino.- No. Estaba enseñándoles a los niños la clave que nos reúne y la repetí en
voz alta sin darme cuenta de que ibas a venir inmediatamente, como siempre lo haces.

Rodriguín.- Es que tengo tal inquietud que no puedo contenerme. Acabo de resolver el
caso de la tetera perdida.

Arlequino.- ¿Y lograste encontrarla?

Rodriguín.- No. Ella volvió solita.

Arlequino.- ¿Qué había pasado?

Rodriguín.- Se había fugado molesta porque en la casa sólo se hacía café y ya nadie le
hacía caso. Se sintió inútil y despreciada.

Arlequino.- Y fuiste tú el que recomendaste que se volviera a hacer té, ¿no es así?

Rodriguín.- No, fueron los niños de la casa los que se dieron cuenta. En todas mis
investigaciones los niños son mis principales colaboradores. ¿No tienes un caramelito
por ahí, para endulzarme?

Arlequino.- Aquí tengo uno...Precisamente les contaba a los niños la vez que te
encargaron investigar la extraña desaparición de los dulces del mundo.

Rodriguín.- No puedo imaginarme el mundo sin dulces. Comenzaré inmediatamente


mis investigaciones, te dije.

Arlequino.- Y yo te advertí: "El asunto es peligroso. Por eso quiero entregarte este
micrófono invisible. Si estuvieras en un gran peligro yo podría acudir en tu auxilio. La
clave que usaremos será Pe, pe, pé, cra, cra crá

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Rodriguín.- De acuerdo. pe, pe, pé, cra,cra, crá! Listo. Y ahora, manos a la obra.

Arlequino.- Te dejo, tengo que ir al circo. No olvides la clave.(Mutis)

Rodriguín.- No la olvidaré Pe, pe, pé. Siempre me saldrá cra, cra, crá. (Solo) ¿Por
dónde comenzaré mi búsqueda?... ¿Quién podría robar dulces y para qué? Iré por mi
lupa.(Mutis)

Ana.- Estoy cada día más orgullosa de mi pirata Malapata. Me trae uno tras otro,
trenes y barcos totalmente cargados de sacos de azúcar y cajones de dulces. Grandes
cantidades que están colmando los depósitos reales. Pronto tendré que hacer nuevos
depósitos para guardar el dulce botín.

Malapata.- (Cargado de sacos) Qué trabajo...Pero cada día consigo más. Soy el terror
de los mares y de las ciudades. Dulcería que veo, dulcería que asalto. Fábrica de azúcar
que veo, fábrica de azúcar que asalto. Todo, todo para mi reina Ana. A la que quiero
tanto.

Ana.- Muy bien Malapata. Lleva ahora el botín al depósito real.

Malapata.- Pero tienes que acompañarme, porque nadie puede abrir la puerta mágica.

Ana.- Así es. Yo soy la única que sabe el conjuro para abrirla.

Malapata.- ¿Y por qué no me lo dices a mí?

Ana.- Nunca se lo diré a nadie. Es mi gran secreto. Por ahora, vamos para que
guardes los dulces. (Mutis de los dos)

Rodriguín.- (Con su lupa) Las huellas del último robo conducen hasta aquí. El palacio
de Ana, la Tirana, tan gorda como su hermana, soberana de Comecallana por la
Mañana. No me sorprendería que ella tuviera que ver algo con el robo de los dulces.
Aunque no entiendo para qué. Si piensa comérselos todos va a engordar más o le va a
dar una gran indigestión. Ahora que si es un capricho, el pirata Malapata roba cuanto
ella le pide...Hum. Seguiré buscando… Pero, allí vienen Ana y Malapata. Me ocultaré
para escuchar lo que hablan (Mutis detectivesco)

Ana.- (Incómoda) No entiendo, no entiendo, no entiendo.

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Malapata.- Y yo no sé qué decir.

Ana.- (Desconfiada) ¿Estás seguro?

Malapata.- Soy yo el que no entiende ahora su pregunta, alteza.

Ana.- Nadie tiene acceso a los depósitos reales salvo tú y yo. ¿Cómo es que ahora
faltan sacos de azúcar y algunos dulces? ¿No habrás tenido la tentación de comértelos?

Malapata.- Reina y señora mía, mis muelas no soportan los dulces. El dentista me ha
prohibido comerlos. Y ¿para qué querría yo los sacos de azúcar? Endulzo muy poco mis
bebidas y...

Ana.- No sigas más... Te ordeno que, como Jefe de Policía inicies una investigación
a fondo...

Malapata.- Para poder tomar las huellas tendría que volver a entrar a los depósitos y no
te olvides que nadie puede ingresar si tú no lo acompañas.

Ana.- Pues, bien. Así lo haré (Colérica) Pero, qué haces ahí parado que no sales a
hacer lo que te he ordenado sobre el robo de los dulces.

Malapata.- ¿Cuál robo? ¿El que hacemos nosotros o el que nos han hecho?

Ana.- Sólo es delincuente el que roba al Estado. El Estado que toma algo no es un
ladrón. Está simplemente realizando ajustes fiscales para mejorar la economía de la
nación. No lo olvides. Tú, Malapata eres uno de mis más importantes financistas.

Malapata.- Creía que era tu pirata, Jefe de Policía. Pero me gusta el nuevo título. ¿Qué
es un Financista?

Ana.- Malapata. Malapata. Deberías leer más. Financista es quien consigue el


dinero para los gastos que hay que hacer en un negocio.

Malapata.- Y yo soy un financista pirata que te consigue la plata. Comprendido.

Ana.- Si has comprendido, apresúrate con las investigaciones sin descuidar tu


tarea de aprovisionar con todo los dulces del mundo los depósitos reales.

Malapata.- Así lo haré. Con tu venia me retiro. (Mutis)

Ana.- Por fin. ¿Quién será el malandrín?...(Mutis)

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Rodriguín.- (Saliendo de su escondite) No necesito saber más. Los malhechores han
sido encontrados. Ahora sólo me queda recuperar la prueba del delito. Por alguna razón
no se puede ingresar fácilmente a los depósitos reales. Pero, por lo que he escuchado
alguien ha podido hacerlo y se ha llevado azúcar y dulces. ¿Quién será este ladrón que
está robando a otro ladrón? Trataré de encontrar huellas cerca del depósito real. (Mutis)

Ana.- Gobernar un país es muy difícil. Sobre todo para una reina soltera como yo.
Ahora me vienen con que ha comenzado una extraña plaga de ratones y abejas. Nunca
hemos tenido tantos de esos animalejos en Comecallana por la Mañana. Lo de las abejas
no me molesta. Mejor si emigran a nuestro país. Ellas son productoras de miel y las
emplearemos, les daremos espacio para que hagan muchos panales y dejarán el mundo
para venir a instalarse acá. Pero, los ratones, no los soporto. Veo uno y me dan ganas
de escapar. No los soporto. (Aparece un ratón) Oh, Dios mío, un ratón. (Se levanta las
faldas y se pone a correr en círculos con gran alharaca) Guardias, a mí. Un ratón en la
sala del trono.

Malapata.- (Aparece con los dos detectives auxiliares. Al ver corriendo a Ana se pone a
correr a su lado y lo mismo hacen los dos auxiliares) ¿Qué sucede, reina mía? ¿Está
haciendo sus ejercicios para mantenerse en forma?

Ana.- (Siempre corriendo) Qué ejercicios ni qué ocho cuartos. Hay que sacar de
aquí a ese ratón.

Malapata.- (Con los auxiliares se ponen a mirar por el suelo pero no ven ratón alguno.
Hacen un gesto de no vemos nada. Malapata les da la razón y ordena) Revisen en las
otras habitaciones. Hay que atrapar a ese insolente pericote.

Ana.- (Exhausta) Ay, Malapata. Qué mala pata. Plaga de ratones que tanto miedo
me dan.

Malapata.- Y siempre estás sola, reina mía. El pueblo se alegraría de que te casaras.

Ana.- No hablemos de eso, Malapata. He decidido ser una reina soltera... De los
ratones encárgate tú.

Malapata.- No te preocupes, reina mía. La policía exterminará al último de esos


insolentes bichos que se atreven a perturbar tu tranquilidad.

Ana.- (Recuperada) Ah, y que se hagan panales, muchos panales. Me han dado la
buena nueva de que están emigrando las abejas.

Malapata.- No tan buena, majestad. Algunas abejas furiosas picaron ayer a algunos
ciudadanos que ahora están hospitalizados.

Ana.- Qué tanto remilgo por unas picaduras más o menos. Las abejas son
importantes porque son las proveedoras de la miel. Hay que dejar que vengan las abejas.
Nos convertiremos en el primer país productor de miel. (Vuelven los auxiliares con un
ratón en la mano) Ay, ay, ay!

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Malapata.- Insensatos. Llévense de aquí ese bicho. (Uno de ellos sale llevándoselo) ¿Y
tú por qué no te vas?

Auxiliar.- (Muy bajo) Tengo un informe secreto.

Malapata.- (En el mismo tono) Dilo. Ante la reina no hay secretos.

Auxiliar.- Sorprendimos a un hombre cerca de los depósitos reales. No es ciudadano de


Comecallana... Lo hemos detenido. Está atado en la otra habitación.

Malapata.- (Feliz) Su majestad, le informo que hemos atrapado al ladrón!

Ana.- Ya lo oí. ¿O crees que soy sorda? Que lo traigan inmediatamente. Tengo que
averiguar cómo hizo para ingresar a los depósitos reales sin saber el conjuro mágico.
(Malapata hace una seña y el Auxiliar trae a Rodriguín Ricardacho) Pero, si es
Rodriguín Ricardacho, que a todo malandrín lo tira al tacho.

Rodriguín.- (Sonriente y sereno) Nos volvemos a ver Malapata. Parece que no te bastó
que te hiciera una vez devolver los loros del mundo que habías robado...

Malapata.- Silencio, Rodriguín. Ahora estás en mi país. Y has ingresado ilegalmente.


Ordenaré que te detengan de por vida. Nunca saldrás de Comecallana, ni hoy ni
mañana.

Rodriguín.- Revisa el documento que traigo en el bolsillo derecho de mi abrigo. Léelo


y luego amenázame otra vez.

Malapata.- (Saca una carta y la lee) Glup! Así que eres el investigador universal de la
desaparición de los dulces en el mundo. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

Rodriguín.- Contigo y con tu reina. Lo sé todo. Y ya envié mi informe a los países del
mundo. No podrán continuar haciéndolo.

Ana.- Me río de sus amenazas tontas. ¿Dónde están las pruebas de lo que dice?

Rodriguín.- (Audaz) He ingresado a los depósitos reales y he sacado algunas pruebas


que las tengo bien guardadas. No tienen escapatoria.

Malapata.- ¿Confiesas que has ingresado a los depósitos reales y has sacado algo de
ellos? Tu audacia te ha condenado a muerte o prisión perpetua. Has ido contra las leyes
de Comecallana. Leyes de hoy y mañana.

Rodriguín.- No hay ley de hoy y mañana. Las leyes cambian conforme cambian las
costumbres de los seres humanos. Hay muchas cosas que antes eran legales y ahora no
lo son. Además aquí yo soy un extranjero y tienen que aplicarme el tratamiento debido a
una persona extranjera.

Ana.- No, cuando has ido contra las leyes internas. Pero, voy a hablar contigo
porque deseo saber algo. (Al Auxiliar) Tú, retírate y espera en la otra habitación. Ya te

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llamaremos dentro de un momento. (El Auxiliar mira a Malapata y éste asiente con la
cabeza. El Auxiliar sale). Bien, ahora que estamos solos los tres. ¿Puedes decirme
donde aprendiste el conjuro para entrar a los depósitos reales?

Rodriguín.- (Audaz) Usted habla de noche, majestad. Lo escuché en sus sueños.

Malapata.- Otro delito confesado. Ha ingresado a los sagrados aposentos de la reina.

Rodriguín.- No. Coloqué unos micrófonos y una cámara de vídeo.

Malapata.- Ingresaste para ponerlos. Eso basta.

Ana.- ¡Qué vergüenza! Me has filmado durmiendo y posiblemente... (Rodriguín


siempre sonriente asiente con la cabeza) ¡Qué vergüenza, qué vergüenza!

Malapata.- ¿Qué es lo que llena de vergüenza a mi reina?

Rodriguín.- Bueno, es que la reina...

Ana.- (Humilde) No lo cuentes, por favor... Malapata. Puedes dejarlo en libertad...


Que se vaya. No quiero saber nada ya. ¡Qué vergüenza!

Malapata.- Pero irá... (Ana deprimida hace una seña. Malapata libera a Rodriguín)

Rodriguín.- Bien. Basta de supercherías. Deje de preocuparse, reina Ana. No sé nada.


No sé quién ha ingresado a los depósitos reales, no sé el conjuro famoso, no la he visto
dormir... Quédese tranquila. Devuelva el azúcar y los dulces robados y aprenda a ser
feliz y hacer feliz a su pueblo honradamente.

Ana.- (Bruscamente pierde su humildad) Así que todo era falso. Atrápalo,
Malapata. Que no se nos escape. Le haremos pagar caro esta burla cruel.
(Escena de persecución. Los auxiliares persiguen a Rodriguín azuzados por Ana y
finalmente lo atrapan) Malapata, tú nunca me fallas!

Malapata.- Misión cumplida, majestad.(Amordazan y atan con una soga a Rodriguín)

Ana.- Felicitaciones, pirata Malapata. Una vez más hemos triunfado. Ahora
debemos encarcelarlo para que no divulgue lo que ha averiguado.

Malapata.- (A los auxiliares) ¡A la prisión con él!

Ana.- No. Es muy listo. Se escaparía. Lo encerraré en los depósitos reales. De allí
no podrá salir ya que sólo yo conozco el conjuro!

Malapata.- Y, por qué no me lo dices a mí también. De repente se te olvida.

Ana.- No. Sólo yo debo saberla. (Va saliendo) Vamos a encerrar a este héroe de
pacotilla (Mutis general)

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Arlequino.- Mientras tanto yo seguía trabajando en el circo. Aunque muy inquieto al no
tener noticias del pequeño detective Rodriguín. No podía imaginarme que ya había
solucionado el caso y que en ese momento estaba por ser encerrado en un lugar del que
nadie podría sacarlo, salvo Ana, la Tirana. Bueno, la verdad es que yo me confié
demasiado en el teléfono invisible que había colocado en la solapa de su abrigo y que
funcionaba con la clave Pe,pe, pé, cra, cra, crá. Me había olvidado que alguien
amordazado y con las manos atadas no puede hablar ni hacer nada. Sin embargo, no
abandonaba mi terminal telefónica ni por un segundo. Mientras tanto en el palacio de
Ana, la Tirana.

Rodriguín.- (Atado y amordazado en los depósitos reales entre sacos de azúcar y


cajas de dulces. Trata de liberarse infructuosamente... En ese momento siente un ruido
y decide quedarse inmóvil. Ingresa un grupo de ratones que comienzan a levantar sacos
de azúcar y algunas cajas. Uno de ellos, muy distraído, confunde a Rodriguín con un
saco de azúcar y comienza a jalarlo. Y se va llevándolo. Al poco rato se siente que
abren los depósitos y vuelve a aparecer Ana la Tirana sola. Va a una caja de dulces y se
come varios)

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Ana.- (Sola) Por más dulces que como no logro ser feliz como los niños. Estoy
engordando más, pero feliz no me siento. (Se da cuenta que ya no está Rodriguín)
¡Cómo, Rodriguín ha escapado! Dios. Entonces era cierto que sabía el conjuro y que me
ha visto dormir. Qué vergüenza. Ahora el mundo entero sabrá que hemos robado los
dulces. Eso no me importa. Pero también sabrá. Qué vergüenza. (Mutis)

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Rodriguín.- (Ya sin la mordaza, pero todavía atado, tratando de explicar todo a los
ratones) Señores, ratones. No se preocupen yo no los denunciaré a Ana la Tirana.
Ustedes merecen cien años de perdón porque son un ladrón que ha robado a otro ladrón.
Además ustedes fueron allí a buscar alimento, mientras que la reina acapara los dulces
por ambiciosa.(Los ratones se mueven inquietos a su alrededor. Finalmente se juntan, se
comunican por chillidos deliberantes y uno de ellos se acerca y le habla con sus sonidos.
Rodriguín parece entender) Perfectamente. Tengo como probarlo. Libérenme las manos
y yo les presentaré la voz de un compañero que hablará por mí. (El ratón lo interroga
con un chillido) ¿Que dónde aprendí el lenguaje de los ratones? Es una historia más
larga que sus colas, señores. Y en este momento no hay tiempo qué perder. Se las
contaré después. (Los ratones deliberantes deciden desatarlo. Rodriguín procede a
llamar a Arlequino Fino) Pe, pe, pé, cra,cra,crá...Rodriguín llamando a Arlequino Fino
que nunca para cochino.

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Arlequino.- (Aparece al frente y habla) Capté tu señal y aquí estoy. ¿Quiénes son estos
ratones?

Ricardacho.- Ratones, como ves. Me han ayudado a salir de mi prisión. Pero, ya te


contaré los detalles. Ahora, gracias nuevamente, amigos. (Bullicio de los ratones) Sí, sí,
les ofrezco que cuando todo termine les contaré la historia de cómo aprendí el lenguaje
de los ratones. Gracias a ellos sé cómo entrar y salir de los depósitos reales y tengo la
prueba del robo de los dulces. Vamos ahora donde Ana la Tirana.

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Ana.- (Sentada en su trono muy apesadumbrada) ¡Qué vergüenza!

Rodriguín.- (Ingresando con Arlequino Fino) Aquí estoy de vuelta, Ana. Y ahora nada
te salvará.

Ana.- (Muy deprimida) Ya lo sé, Rodriguín Ricardacho. Pero no cuentes lo que


me has visto al dormir.

Arlequino.- ¿Qué quiere decir con eso, amigo mío?

Rodriguín.- Parece que hace algo cuando duerme que la avergüenza mucho. Ella cree
que yo lo sé. (Comprensivo) Aunque usted es una Tirana, reina Ana, y no merece
perdón. Pero, quiero que sepa que yo no la he visto dormir y que no sé nada.

Ana.- Seguro que lo dice para engañarme.

Rodriguín.- No, no. Sólo estoy muy molesto con usted por haber querido robar toda la
dulzura del mundo. Esta vez, Malapata irá a la cárcel.

Ana.- (Muy cambiada) No lo culpe a él. Las órdenes las di yo. Cúlpeme a mí,
Rodriguín Ricardacho. Como nunca estoy feliz quise encontrar el secreto de la felicidad
en los dulces que he visto tanta alegría le causan a los niños. Bueno, después también se
me ocurrió que con eso podríamos obtener más ganancias para el tesoro real. Pero,
ahora nada quiero. Estoy muy avergonzada.

Arlequino.- ¿Quiere decir que está arrepentida?

Ana.- Digo que estoy avergonzada. Y ya no me interesa reír, ni ser feliz, ni nada.

Arlequino.- Pero si sólo buscaba reír porque no contrato a nuestros payasos que son
muy cómicos. Las gentes ríen a mandíbula batiente en el circo donde trabajo.

Ana.- Puedo reír de las cabriolas de un bufón. Pero no es igual a la risa de los
niños.

Arlequino.- Para tener la risa de los niños hay que tratar de ser como ellos.

Ana.- ¿Y cómo son ellos?

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Arlequino.- Juegan por el placer de jugar. Son amigables. Les gusta correr, saltar...
Estiman a sus compañeritos.

Ana.- Yo nunca pude hacer eso cuando era niña porque me criaron para ser reina.
Sólo alcancé a ser una niña caprichosa que tenía pataletas cuando no le daban algo que
quería.

Rodriguín.- Pero, Ana, ahora es usted una reina y puede dar felicidad a su pueblo. Y eso
la hará feliz a usted también.

Ana.- ¿ Lo cree así, Rodriguín Ricardacho?

Rodriguín.- Se lo aseguro, Ana.

FINAL

Malapata.- (Ingresa radiante y feliz sin darse cuenta de la presencia de Arlequino y


Ricardacho) Mi amada reina, una vez más traigo la satisfacción del deber cumplido.
Más dulces para los depósitos reales y... (Repara en nuestros amigos) Y éstos que hacen
aquí y no en el calabozo. ¡Auxiliares!

Ana.- No llames a nadie, Malapata. Yo los he llamado y estaba conversando con


ellos. Han sido muy amables de escucharme...

Arlequino.- Ana, le ruego que repare en una sola cosa. Señor Malapata, me permitiría
hacerle una pregunta.

Malapata.- Sólo respondo a las preguntas de mi reina.

Ana.- Responde Malapata. No seas descortés.

Malapata.- Lo haré si así lo ordenas. Bien, señor...

Arlequino.- Arlequino Fino, que nunca para cochino, para servirlo. La pregunta es ¿
cuándo ha sido la última vez que se sintió muy feliz?.

Malapata.- Yo me siento feliz todas las veces que cumplo las órdenes de mi reina.

Arlequino.- ¿Se da usted cuenta, Ana? Cumplir con el deber hace feliz a las personas.
Cumpla con sus deberes de reina y la felicidad vendrá a usted para alegrarla.

Ana.- ¿Era así? ¿Tan sencillo?

Rodriguín.- Así es de simple y directo. Los niños lo saben bien. ¿No es así? (Controlar
la avalancha de opiniones del público. Continuar)

Ana.- Pues, entonces. Eso haré... Aunque no sé cómo podré evitar la plaga de
ratones y que las abejas vuelvan adonde vinieron.

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Arlequino.- No es necesario. Los ratones volverán a distribuirse por el mundo cuando se
devuelva el azúcar y los dulces que acaparó. Lo de las abejas puede convertirse en una
buena medida de estado. Ahora las gentes de Comecallana podrán dedicarse a la
apicultura. Y el país convertirse en primer productor de miel en el mundo. Sin necesidad
de robar el azúcar ni los dulces de otros países.

Ana.- A mí me encanta la repostería. Podría crear nuevos dulces.

Malapata.- Y, tal vez, hasta podría casarse.

Ana.- Jamás, jamás. Lo he decidido. Permaneceré soltera siempre. Me casaré con


mi reino.

Rodriguín.- Piénselo bien, reina Ana. Los niños también alegran la vida.

Ana.- Pero, ¿quién soportaría a una persona que ronca?... Ayyy, qué vergüenza.
He revelado mi gran secreto.

Malapata.- Pues, a mí eso no me parece un defecto del que haya que avergonzarse.

Rodriguín y Arlequino.- Ni a nosotros, tampoco.

Ana.- (Ilusionada y coqueta) ¿Les gustaría una mujer que ronca?

Rodriguín y Arlequino.- (Diplomáticos) Bueno, por cierto es una costumbre algo


musical...

Malapata.- Me encantaría, porque estoy hecho a dormir rodeado del ruido del mar y
cuando hay mucho silencio me despierto.

Ana.- Tú...Tú, mi querido y fiel Malapata.

Malapata.- Siempre te he admirado mi reina y señora. Pero sabía que estabas muy lejos
de mí. Por eso, para estar siempre cerca tuyo he hecho todo lo que me ordenabas...

Ana.- (Entusiasmada) Pues, ya habrá tiempo de pensar en nosotros, Malapata.


Pensemos primero en nuestro país. (Cambio a reina ejecutiva) Por ahora. Rodriguín y
Arlequino vayan con Malapata para que se devuelva todo lo robado. Yo misma me
encargaré de organizar los panales para la apicultura. (Ríe por primera vez sonora y
alegremente) ¿He reído alegremente?

Arlequino.- Por cierto, reina Ana. Sólo pensar en hacer el bien alegra el corazón. Y es
mayor si se canta. Cantemos juntos: (Comienza a cantar y los demás lo siguen.

Coro final.

Si quieres una sonrisa


en tu rostro dibujar.
Con tiza
no la has de pintar

40
sino con sentimientos
de solidaridad.

No evites hacer
el bien general.
Sólo evita hacer el mal.

Sean tus pensamientos


de bien para los demás.

No evites hacer
el bien general.
Sólo evita hacer el mal.

Trabaja, estudia y sonríe


con optimismo vital

No evites hacer
el bien general...
Sólo evita hacer el mal.

FIN

41
Mimodrama antidroga

LA CUEVA

A Oscuras se escucha.
Hasta la fecha, nadie que ha ingresado a esta cueva ha vuelto a salir. Todavía pueden
desistir.
Al encenderse la luz se ve cinco exploradores a la entrada de la Cueva, tensos y
expectantes. Unos y otros se miran, hay en su cuerpo la disposición propia de los
audaces. Hombre y mujeres sonríen. Uno de ellos comenta divertido:
La fiesta debe ser muy buena. ¿Por qué vamos a perderla?
Risotada general. Habla el jefe:
Me alegra su disposición de ánimo. Bien, aseguren sus equipajes y adelante.
Los exploradores revisan sus equipajes. Algunos hacen bromas físicas como
ponerse el gorro al revés y ulular. Entre risas terminan sus arreglos. El jefe mira
de uno en uno que afirma:
Listo.
Una de ellas le entrega amorosa un pañuelo. El lo recibe agradecido. Finalmente
ordena
Adelante!
El avance es simbólico y ritual, una especie de danza con avances y detenimientos.
En el quinto congelan y demuestran que hay un olor perturbador. El jefe
pregunta:
¿Huelen lo mismo que yo?
No sé si será lo mismo, pero es muy intenso.
Y perturbador.
El jefe asiente con la cabeza y dice
Sí.
Todos entran en una especie de danza sensual…De pronto, uno de ellos se quita el
equipaje y se hunde corriendo en la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
lo llaman. Pero él no responde:
Espera, Daniel.// Dani, Dani, vuelve!// ¿Adónde vas, Daniel?
Pero, el llamado Daniel no retorna.
Que nadie lo siga. Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra fuerza está en
permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que llevaba puede
servirnos. El olor ya se fue, no?
Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
Continúa el avance simbólico y ritual, se mueven y congelan. En el tercer
congelado se detienen como escuchando una melodía. El jefe pregunta:
¿Oyen lo mismo que yo?
El grupo no responde, pero se entrega una alegre danza orgiástica. Las mujeres se
quitan la ropa hasta quedar en paños menores. Una de ellas da un grito estridente
y sale hundiéndose en el fondo de la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
la llaman. Pero ella responde con una risotada:
Espera, Débora.// Débora, Débora, vuelve!// ¿Adónde vas, Débora?
Pero, la llamada Débora no retorna.
Que nadie la siga. No lo olviden: Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra
fuerza está en permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que
llevaba puede servirnos. La melodía no se escucha ya, no?

42
Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!

Van a continuar su avance pero se detienen estupefactos. Débora y Daniel retornan


semidesnudos. No tienen ojos, pero parece que no se dan cuenta de su condición.
Los tres restantes quedan como petrificados. Daniel y Débora aprovechan la
situación para comenzar a arrastrarlos hacia el fondo de la cueva. El jefe sale de su
trance , se rebela y grita:
Noooo!
Los que están siendo arrastrados reaccionan y se liberan. Débora y Daniel se ríen
de ellos como si fueran tontos y vuelven a salir. Los que se han liberado se van
recuperando poco a poco y se quedan temblorosos y asustados. Sin embargo
inconcientemente comienzan a irse al fondo de la cueva. El Jefe nuevamente los
detiene con un grito.
Noooo!
Pero el hombre le da un empujón y sale tratando de llevar a la muchacha que se
deja llevar. Forcejea el jefe para que ella se quede y finalmente triunfa. El otro sale
corriendo muy excitado. El jefe abraza a la muchacha y la empieza a sacar.
Pausa en la que vuelven los tres exploradores detrás de una forma amebiana muy
grande en la que se soban anhelantes. La forma los acoge un instante y luego se
traga a uno de ellos. Los otros, ciegos no se dan cuenta y salen siguiendo a la forma
amebiana que se hunde en la cueva. OSCURIDAD

Calma, calma. Ya estamos fuera.


La muchacha parece hipnotizada. Comienza a acariciar al Jefe. Se aproxima
sensual y lo invita al placer. El la acaricia al comienzo respondiendo a sus caricias.
Pero cuando se da cuenta que es producto de un trance la deja. Esto irrita
profundamente a la mujer que grita su despecho y se hunde en la cueva. El trata
de seguirla, pero desiste. Comienza a arreglar silenciosamente su equipaje. Mira
con nostalgia el pañuelo que la mujer le dio al comienzo antes de salir. Lo arruga y
aspira su perfume. Cambia de actitud y comienza a retornar a la cueva, pero se
detiene a sí mismo en un gran esfuerzo. Lucha interior y exterior por entrar o no
entrar. Finalmente se dirige al equipaje y va a alejarse. Pero, se queda congelado,
indeciso, tenso y anhelante. ¿Entrará o no? ¿Quién podría decirlo?

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Teatro Ecológico I
Celtín 1, Alerta a la Tierra

Prólogo

Antes de iniciarse la obra Ofelia y Carlos deben ordenar el escenario, de tal manera que
cuando comience ya estén los niños del público familiarizados con ellos. El director
podrá marcar algunos juegos previos.

Ofelia.- Ustedes se preguntarán ¿por qué hemos hecho todo este arreglo? Porque si
ustedes quieren vamos a divertirnos de lo lindo. Y, quién sabe, de repente, mientras nos
divertimos también aprendamos algo, ¿por qué, no? (A Carlos que no se sabe por qué
tiene un pie debajo de la pata de una mesa) ¿Qué te parece, Carlitos? (Carlos sólo atina
a responder por señas y un cierto murmullo parecido a las quejas de un payaso) No te
entiendo. (Al Público) ¿Ustedes lo entienden? (Antes de que el público responda Carlos
hace stop con la mano, saca el pie que tiene debajo de la pata de la mesa y comienza a
contar por gestos y ruidos cómo llegó a tener el pie en esa posición. Cuando llega a esta
parte vuelve a quejarse. Ofelia comenta sonriente) Pero, Carlitos, ¿para qué tenemos
lengua? ¿Por qué simplemente no me has dicho...

Carlos.- Por favor, Ofelia, ayúdame a levantar la mesa para sacar mi pie.

Ofelia.- (Regañándolo) ¿Y por qué no me lo dijiste antes?

Carlos.- Es que soy muy tímido.

Ofelia.- Ninguna timidez justifica sufrir una molestia tontamente. ¡Que hubiera sido de
la gente de Celtar si nunca hubieran protestado?

Carlos.- Ahora soy yo el que no entiende. ¿Qué es eso de Celtar y...

Ofelia.- Ay, me he distraído tanto con el asunto de tu pie pisado por la pata de la mesa
que me estaba olvidando he venido a contar una historia.

Carlos.- ¿Una historia?

Ofelia.- Sí, ¿qué tal?

Carlos.- Me encantan las historias. Así que empieza a contar que me muero de ganas de
escucharla. Y ustedes también, amigos, ¿no es así? (Va a sentarse con el público)

Ofelia.- La historia que les voy a contar no sucedió acá en la Tierra, sino en un planeta
muy lejano que gira alrededor de una estrella que está tan lejos de nosotros que para
llegar a ella se necesitarían miles de años de viajar y viajar por el espacio.

Carlos.- (Interrumpiendo) ¡Qué mentirosa eres, Ofelia!

Ofelia.- (Sorprendida) ¿Qué sucede? ¿Por qué me llamas mentirosa?

44
Carlos.- (Volviendo al escenario) Si está tan lejos el planeta, ¿cómo llegaste a enterarte
de lo que sucedió en él?

Ofelia.- Si no me crees, allá tú. (Hace a Carlos a un lado) Voy a contarles la historia a
los niños que sí están interesados, ¿verdad?. Pues, bien, resulta que un día encontré en el
jardín de mi casa una piedrecilla de colores, como ésta que ven aquí. (Todo lo que
cuente Ofelia procurará mostrarlo objetivamente) Curiosa, la recogí y la dejé sobre el
velador, junto a mi cama. Imagínense mi sorpresa cuando esa noche al ir a acostarme
sentí una vocecilla que apenas se escuchaba en el silencio nocturno. Parecía decir...

Celtín.- (Sólo se escucha su voz encerrada) "¡Ayúdenme a salir!".

Ofelia.- Alarmada, encendí la luz de mi lámpara, pensando que me iba a encontrar con
algún ratoncillo o un grillo habladores. Pero no fue así. La vocecilla seguía trémula y
distante, como cuando alguien habla desde un cuarto cerrado. Pero no se veía a nadie.

Celtín.- "¡Ayúdenme a salir!".

Ofelia.- Yo no creo en fantasmas; pero aquella vez estuve a punto de creer en ellos.
Felizmente, dejó de escucharse la vocecilla. Repuesta del susto. Me disponía a apagar la
lámpara y a acostarme cuando...

Celtín.- (Con más fuerza) "¡Ayúdenme a salir!".

Ofelia.- No podía creerlo. La que hablaba parecía ser la piedra de colores. Sí, ahora al
reparar en ella irradiaba una luz. Llenándome de valor, apagué la lámpara y,
efectivamente, la piedra brillaba en la oscuridad. Respiré hondo y con decisión le hablé
muy resuelta: "¿Eres tú la que habla, piedra de colores?".

Celtín.- "¿Cómo se te ocurre?. Soy yo, que estoy aquí dentro de esta nave, sin poder
salir".

Ofelia.- Inmediatamente me puse a mirar a un lado y a otro tratando de descubrir si


había alguna cámara de T.V. escondida. Pues, estaba segura de que mis amigos me
querían hacer una broma... Como no vi a nadie, me atreví a hablar con quien suponía
estaba dentro de la piedra. "¿Me quieres hacer creer que esto es una nave? ¿Y que hay
alguien tan diminuto que pueda caber dentro de ella?

Celtín.- Has dicho diminuto. ¿Por qué diminuto? Soy un celtáneo de tamaño normal
que, por sus excepcionales condiciones físicas e intelectuales, ha sido seleccionado para
navegar toda su vida por el espacio interestelar llevando al universo un importante
mensaje de mi planeta".

Ofelia.- Desconfiada insistí. "¿Y si eres de otro planeta cómo sabes hablar castellano?

Celtín.- Es muy fácil. Todo lo hace el procesador universal de lenguas que llevo en mi
nave. Yo estoy hablando en celtáneo, pero tú me escuchas en tu castellano.

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Ofelia.- Creí que estaba soñando. Pero, como el sueño me encantaba quise seguir
soñando y le pregunté a quien se llamaba celtáneo de tamaño normal. "¿Puedo ayudarte
en algo?".

Celtín.- Llama a los científicos de tu planeta y diles que ejerzan una presión ultrasónica
en la parte alta de mi nave.

Ofelia.- ¿Para qué?

Celtín.- "Para poder abrir la puerta que debe haberse atascado por el vacío espacial y no
me deja salir. Diles que no teman, que vengo en misión de paz. Mi código de
reconocimiento universal es Celtín 1".

Ofelia.- Ahora tenía un problema. ¿ Cómo decirle que yo era mucho más grande que él;
que en su viaje había arribado a un mundo de gigantes? ¿Cómo hacer para que no se
asustara? ¿Qué hubieran hecho ustedes? (Escuchar algunas sugerencias del público y
luego continuar, luego de una breve recapitulación por si alguien se ha distraído con la
digresión) Les diré lo que hice yo. Lo preparé para el choque. Primero le dije: "¿Qué
sucedería si hubieras llegado a un mundo donde todos fuesen más pequeños que tú?

Celtín.- (Benévolo) No tengas miedo, criaturita. Caminaré y me moveré con sumo


cuidado. No temas, no les haré daño alguno... Pero, si es así, hay algo que me preocupa.

Ofelia.- ¿Qué te preocupa?

Celtín.- El tamaño de vuestras herramientas. Si son muy pequeñas no servirán para abrir
mi nave.

Ofelia.- ¿Y si, por el contrario, fuesen más grandes?

Celtín.- (Ríe con fuerza) "En ese caso seremos del mismo tamaño".

Ofelia.- Alentada por una respuesta tan optimista, decidí abrir yo misma la puerta. Así
lo hice. (Ofelia comienza a abrir la nave. Pero la mueve tanto que Celtín protesta
dentro)

Celtín.- Eh, más cuidado. No hagan tanto movimiento. Así, así. Con suavidad.
(Finalmente la nave se abre y aparece Celtín. Puede ser un títere al que un actor
manipulará desde debajo de la mesa. Al principio no repara en Ofelia. Cuando la ve,
pega un salto de susto. Sin embargo, se repone y habla) ¿Todos en tu planeta son de tu
tamañote?

Ofelia.- Más o menos.

Celtín.- Esto es preocupante. ¿Son amigables?

Ofelia.- Más o menos.

Celtín.- ¿Crees que intentarían hacerme daño?

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Ofelia.- (Dubitativa) No lo sé.

Celtín.- (Prudente) Si yo te cuento la historia de Contaminón, el enemigo de la vida,


sabrás contarla a tus semejantes? Porque esta historia es mi mensaje. Una vez que te la
cuente deberé seguir mi viaje para alertar a todos los planetas donde haya vida en el
universo.

Ofelia.- (Al público) Y yo, pensando que no siempre los humanos nos portamos bien
con los seres más pequeños que nosotros. Que matamos pajaritos por gusto; que
perseguimos mariposas porque sí; que maltratamos a las plantitas sin razón; sentí una
gran preocupación por el destino de Celtín 1. Y acepté escuchar su historia-mensaje
para transmitirla al mundo.

Celtín.- No demoraré en contar la historia porque está en esta pastilla. Tómala con un
poco de agua y al instante la sabrás con todos sus detalles.

Ofelia.- (Obedece y va reaccionando con asombro cada vez mayor. Emocionada le da la


mano a Celtín. Éste sube a su nave y se despide. Ofelia le hace un adiós muy triste)
Adiós, adiós, Celtín 1. Cumpliré mi promesa. (La nave desaparece llevada por el actor
que manipuló el títere) Y así fue como aprendí lo que les voy a contar. La historia de
Contaminón, el enemigo de la vida.

Profesor.- (Ingresa seguido de Ofelia. Viste levita y lleva unos quevedos. Trae un
puntero y láminas. Pero, se enreda con las cosas y Ofelia tiene que auxiliarlo.
Finalmente nuestro distraído profesor coloca una lámina en la que está representado el
Sistema Solar frente al Sistema de Sigma. Esto puede hacerse también con bolitas sobre
un tablero frontal o con linternitas. El profesor debe hablar ágilmente preguntando al
público, jugando con él) Celtar, mi querida señorita, sépalo usted, es el cuarto planeta
del Sistema de la estrella Sigma de la nebulosa Andrómeda. Así es, el cuarto. Como
quien cuenta 1,2,3,4. (Ríe) De la misma manera que la Tierra es... ¿A ver...en qué lugar
está la Tierra alrededor del Sol?...¡Ajá! En el 1,2,3!!! Efectivamente. La Tierra es el
tercer planeta del Sistema de la estrella Sol de la Vía Láctea... Posiblemente, a
diferencia del nuestro, Celtar sea un planeta sin vida, como tantos otros en el
universo...bla,bla,blá...

Ofelia.- Me alegra decirle, profesor Papamoscas, que no es como usted cree. ¡Hay vida
en Celtar!

Profesor.- ¡Qué me cuenta?! ¡Qué interesante! ¿Y cómo es posible que haya vida en
Celtar?

Ofelia.- Bueno, la vida en Celtar es posible por la luz y el calor de su estrella Sigma.

Profesor.- ¡Fabuloso! Igualito que en la Tierra la vida es posible gracias a la luz y al


calor del Sol... Además del agua de sus ríos, de sus lagos y de sus pozos y por el
oxígeno del aire. ¿Hay estos elementos en Celtar, señorita?

Ofelia.- Sí, profesor. Así como en la Tierra el suelo produce los recursos alimenticios
con la ayuda del Sol, del agua y del aire. Es por eso que el himno de los celtáneos es un
canto de agradecimiento a la naturaleza. (Grupo de actores caracterizados como

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celtáneos o, si se prefiere, el mismo grupo en papel recortado y manipulado por un solo
actor)

En Celtar

Coro de celtáneos: "Celtar es nuestro hogar.


No importa donde vayas.
No importa donde vivas.
Estés aquí o allá.
Muy cerca o muy lejano,
en montañas muy altas,
en desiertos o en valles,
o a la orilla del mar.
Celtar es nuestro hogar.

Agua, luz, aire necesitamos


los animales, los vegetales
para existir...
El agua limpia,
el cielo claro,
el aire puro
todos los seres necesitamos
para vivir, para vivir, para vivir.

Celtar es nuestro hogar.(bis)

En la Tierra

Profesor.- Qué hermoso himno. Buena gente la de Celtar.

Ofelia.- Pero, poco a poco comenzó a suceder algo terrible.

Profesor.- ¿Qué sucedió?

Ofelia.- El cielo empezó a llenarse de negros nubarrones que tapaban los rayos de la
estrella Sigma.

Profesor.- Comenzó a cubrirse su hermoso sol.

Ofelia.- Sí. Y el aire se puso irritante. No se podía respirar.

Profesor.- (Tosiendo) Los celtáneos se ahogarían...

Ofelia.- Efectivamente... las plantas también se marchitaban. Y lo que era peor...

Profesor.- No me lo diga...lo veo venir... ¿el agua?...

Ofelia.- (Asiente con la cabeza) ... el agua de los ríos y los lagos, la única que los
celtáneos podían beber se había llenado de suciedad.

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Profesor.- ¿Pero, qué había sucedido?

Ofelia.- Nadie sabía por qué ni en qué momento había comenzado este peligroso y
raro fenómeno que amenazaba la vida entera de Celtar... (Mutis de Ofelia y el profesor)

En Celtar

Locutor.- (Celtáneo que viste un blazer. Transmite) El desconcierto es general. Los


principales líderes del planeta se han reunido a deliberar sobre esta extraña situación
(Grupo de actores que pueden ser los mismos que hicieron el coro de celtáneos o un
grupo de muñequitos que el locutor manipulará como si discutieran) Luego de la intensa
discusión a la que hemos asistido, el Gran Consejo de Celtar ha decidido encargar la
investigación al más grande detective del planeta, Celton Jones. (Disco de aplausos y
fanfarria) Celtar en pleno aplaude la iniciativa. Escuchemos la opinión de una de
nuestras oyentes.

Anciana.- (Asoma) Todos estamos de acuerdo. La reputación de Celton Jones es de


primera. ¿Quién sino él puso al descubierto el tenebroso plan de los traficantes de
sueños? Esos peligrosos delincuentes organizados que producían y vendían aquella
malévola sustancia que atontaba a la juventud celtánea y la inducía al delito.

Locutor.- Muy bien dicho, distinguida dama. Sólo Celton Jones supo llegar hasta la
guarida misma de estas ratas sociales y, luego de destruir sus peligrosos laboratorios
secretos, los entregó al Gran Consejo de Celtar. (Aplausos) Dentro de breves instantes
una entrevista exclusiva al héroe del momento en algún lugar de Celtar... Aló, Celton
Jones, aquí desde la NRBC en los 500 kilociclos... (Mientras habla hace mutis. Las
flores que aparecen pueden ser títeres o actores, ya lo sabemos)

°°°°°

Clavelonte.- (Tosiendo) Me han dicho, amiga Rosafalia, que a Celton Jones han
llamado para encargarle investigue la causa de lo que nos está pasando.

Rosafalia.- (Contrariada) En nada me alegra, amigo Clavelonte, que lo hayan llamado


a él.

Clavelonte.- Pero, si él es tan agudo, tan justiciero y astuto...(Tose)

Rosafalia.- (Escéptica) No me crea usted una necia. Pero, él no me simpatiza.

Clavelonte.- ¿Qué? ¿No le gusta su risa o la forma como pisa? (Ríe y tose)

Rosafalia.- Amigo Clavelonte, no se burle usted de mí. Cómo se ve que no lo conoce


en persona. Si le dijera que él mismo es uno de los culpables de lo que pasa en Celtar...

Clavelonte.- ¿Celton Jones!? Usted delira. ¿ El defensor de la ley un delincuente


común?

Rosafalia.- Él y quienes son como él, causa son de nuestros males.

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Clavelonte.- ¿Acaso tiene una banda de malhechores?

Rosafalia.- Una banda de irresponsables, diría yo.

Clavelonte.- Explíqueme este misterio que no lo puedo entender.

Rosafalia.- Escúcheme atentamente. Bien que se lo explicaré.

Clavelonte.- Abro atento mis oídos. (La confidencia es cortada por un rap que entona
Celton Jones)

°°°°°
Celton.- (De abrigo tipo Holmes, lupa clásica y gran pipa-chimenea en mano. Sigue
atento las huellas: Búscalos, búscalos, sin parar.
No los dejes descansar
Atento mira las huellas
Guíate por las estrellas.
Mira el cielo, mira el suelo, mira el mar.
Búscalos, búscalos, sin parar.
No los dejes relajarse.
Que nerviosos se paseen.
Que pretendan atacarte
por el cielo, por el suelo, por el mar.
Delincuentes de Celtar
ha llegado Celton Jones.
Se acabaron los delitos.
Salvo que alguien busque ansioso
en la cárcel terminar!
Búscalos, búscalos, sin parar!.
Celton Jones, como un verdadero sabueso, lupa en mano, rastrea por aquí y por allá
posibles huellas. A cada hallazgo exclama: "¡Aja, já! ¡Aja já! ¡Uy,uy,uy! ¡Uyuyu yuy!
O hace alargamientos y entonaciones vocálicas según los casos: "Ah, aaah,aaaah! ¡Eh,
eeeh, eeeeh! ¿Ah? ¡Ajá! ¡Uyuy!. Ingresa y vuelve a salir. Cada vez que sale,
Contaminón pasa dejando pedazos de velo negro sobre las cosas. Contaminón fuma
grandes puros. También ingresa con un auto cuyo humo mancha todo; luego con una
fabriquita cuyas chimeneas echan humo negro. Finalmente, sin que éste se dé cuenta,
aparece al lado de Celton Jones cuando éste saca su pipa y de ella sale un tul negro que
cubre a Clavelonte. Celton sale diciendo: "Continuaré investigando... Muy encorvado y
siguiendo su lupa, canta su canción: "Búscalos, búscalos, Celton Jones!.

°°°°°

Clavelonte.- (Ahogándose por el tul negro que lo ha cubierto) Ay, amiga Rosafalia,
sáqueme esto que me mata!

Rosafalia.- Ay, amigo Clavelonte, y cómo podré hacerlo si manos no tengo. Muévase,
muévase mucho, a ver si se le sale. (Efectivamente el tul acaba cayendo)

Clavelonte.- (Suspira) Ahora comprendo por qué decía usted que Celton Jones es uno
de nuestros males.

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Rosafalia.- ¿Cómo es posible que no se dé cuenta que está alimentando a Contaminón?

Clavelonte.- ¡El peligroso enemigo de la vida! (Se escucha un ruido estridente que hace
temblar a las flores, seguido de una canción:

°°°°°

Contaminita.- (Ingresa seguida por Contaminón. Vestida de colores múltiples. Trae a


pleno volumen un radio transistor. Fuma hasta desaparecer detrás del humo. Por
momentos se arregla su peinado con abundante laca spray. Mastica chicle y lo pega en
cualquier parte. Hace mucha basura. Es chillona y de gran nariz. Arranca plantas porque
sí. En suma, es la calamidad personificada. Cuando repara en Contaminón se muestra
muy amigable con él.

Qué doncella más hermosa la que soy.


Qué mujer tan salerosa, tan vibrante,
tan graciosa, tan alegre y talentosa.
Toda yo soy un tesoro, una minita valiosa,
hada, princesa famosa. Toda una reina del rock.
Fanática del spray. Me encanta el Hamilton light.
Vivo haciendo mucho ruido con mi carro sport, ay, ay!

Hola, público. ¿Cómo están? Yo estoy bien. ¿Pero, qué digo? ¡Requetebién!. Siempre
me comporto de una manera libre y espontánea. Me aloca la música ruidosa. (Sube el
volumen de su radio. Contaminón salta gozoso) Si a alguien le molesta, ¿qué quieren
que haga? A mí me gusta así de alta la música. Igual, me encanta fumar. Sé que a
algunos los irrita el humo, ¿qué quieren que haga? La radio, la T.V., los periódicos
aconsejan fumar. Y, hasta Celton Jones fuma en esa enorme pipa horrible. ¿Acaso tiene
corona para hacerlo? (Saca un caramelo y arroja el papel al suelo. Contaminón la
aplaude) Los viejos siempre se creen con derecho a hacer todo lo que nos prohiben.
Figúrense que ayer nomás uno me llamó la atención porque arrojaba a la vereda una
bolsa de galletas vacía. ¡No me la iba a comer también, ¿no? (Ríe) Les contaré como un
secreto entre nosotros que me aloca poner cáscaras de plátano en las veredas para que se
resbalen las personas. (Ríe) Es que yo soy fenomenal, colosal, sin igual. (Baila alocada
y desarticuladamente con Contaminón) ¿Alguno de ustedes quiere bailar con nosotros.
(Si alguien se negara abiertamente llevar el diálogo al choque con los espectadores)
¡Bah, ustedes son unos tontos! (Sale cantando su canción)

°°°°°
Locutor.- (Transmitiendo) Aquí, la número uno. Su emisora favorita, "La Chillona"
(Grito mexicano) ¡Al cuete vivo! Para toda la juventud de Celtar.(Música ruidosa y
desagradable) Y ahora un aviso de nuestros auspiciadores. (Música característica) "No
lo han engañado. Puede morirse si lo hace. Pero, usted que es audaz y decidido. Fume,
fume. ¿Qué mejor manera de morir que dándose el gusto de fumar? Fume por gusto y
demuestre que no le teme a la muerte. Para hombres audaces como usted. Para las
mujeres que saben lo que quieren, como usted. Cigarrillos Letales. ¡Son la muerte!
(Música característica)

°°°°°

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Tortunejo.- (Tortuga-conejo) Esos ruidos me estremecen...

Perrofante.- (Perro-elefante) Esos ruidos me perturban...

Tortunejo.- No es sólo el humo...También...

Perrofante.- Son los ruidos de la música estridente, de la irresponsable propaganda, de


los carros, del bullicio de la gente.

Tortunejo.- ¿Por qué no ven que todos, todos están alimentando a Contaminón, el
implacable enemigo de la vida?

Perrofante.- ¡Celtar es un mundo ciego!

Tortunejo.- ¡Y Contaminón crece más cada día!

Perrofante.- Pareciera que no les importa.

Tortunejo.- Pero la vida es de todos.

Perrofante.- Creo que no entienden eso.

Tortunejo.- ¿Qué será, entonces, de nosotros los animales? ¿Y de nuestras hermanas,


las plantas?

Perrofante.- No nos queda otra cosa que protestar.

Tortunejo.- ¿Pero, quién sabrá escuchar la voz de plantas y animales?

Perrofante.- Los que sepan mirar con el corazón.

°°°°°

Celton Jones.- (Ingresa intrigado llevando un gran plano de la ciudad) No comprendo,


no comprendo...en mi propia casa encuentro huellas de los malhechores que ensuciando
están el aire de Celtar. Sospecho una confabulación. Celton...aquí hay michi
cautivo...Pero, distraerte no podrán, Celton, porque de ton...to sólo tienes el final de tu
nombre. (Comunicándose por una radio portátil) Aquí, Valson. Te habla Celton Jones.

Valson.- (Aparece en escena el ayudante de Celton Jones y, como lo ve hablando por


radio, le contesta por la suya. Es bastante atolondrado) Lo escucho, Jefe.

Celton.- ¿Qué has logrado averiguar?

Valson.- (Saca una gran bolsa llena de puchos de cigarrillos) Cada cierto tramo se
presentan cerritos de colillas de cigarrillos de marcas diversas.

Celton.- ¿Y eso en qué te hace pensar?

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Valson.- Los delincuentes no tienen marca preferida. Fuman mucho y lo que
sea.(Entrega la bolsa a Celton) Prueba número uno.

Celton.- (Al sentir alguien a sus espaldas se pone en guardia. Al reparar que es Valson,
se molesta) ¿Y por qué me hablas por radio, Valson, si estás junto a mí?

Valson.- Porque usted me habló primero, jefe.

Celton.- Te pondré al corriente de cómo van las investigaciones. (Señalando en el


plano) El aire es más raro donde hay más fábricas o donde circulan muchos vehículos
motorizados. (Sonriente) La conclusión resulta evidente para cualquiera.(Interroga a
Valson) ¿Con qué se está ensuciando el aire de Celtar?

Valson.- ¡Con humo! Humo de carros, de fábricas, de cigarrillos, de... (Repara en la


pipa de Celton Jones y deja de hablar) ¡Ejem!

Celton.- Eso lo sabía. Pero, ésta es una deducción muy elemental. (Sacándose la pipa de
la boca y mirándola) Porque si los fumadores ensucian el aire, tendría que considerarme
delincuente y meterme yo mismo a la cárcel. Muchas autoridades de Celtar fuman
también. ¿Son ellos delincuentes?

Valson.- ¿Y los dueños y trabajadores de las fábricas? ¿Y los choferes?

Celton.- (Meditativo) Las fábricas no se pueden cerrar.

Valson.- Ni los carros pueden dejar de circular.

Celton.- Esto se torna bastante complicado. Por ahora queda pendiente la hipótesis del
humo.(Sale fumando. Valson lo siguie tosiendo) Continuemos investigando.(Sale muy
encorvado y siguiendo a su lupa) ¡Búscalos, búscalos, Celton Jones!

°°°°°

Clavelonte.- (Tosiendo como una continuidad de la tos de Valson) Si esto sigue así, no
podremos sobrevivir.

Rosafalia.- Cierto y terrible, mi amigo.

Perrofante.- Si tan sólo sintieran.

Tortunejo.- Lo mal que estamos

Las flores: Mira las plantas, celtáneo.


No las dejes marchitar.
Los animales: Mira bien los animales.
¿Los quieres exterminar?
Los cuatro: Mira a Sigma que se apaga.
No la dejes apagar.
Mira tu mar majestuoso.
Lo humillas al ensuciar.

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Cuida el suelo, cuida el cielo
cuida el mar, cuida la vida.
Celtáneo, cuida la vida.
Ella se puede acabar.

Contaminita.- (Ingresa seguida por Contaminón y escuchando las noticias por radio:
"Fuentes científicas autorizadas advierten que Celtar está en grave peligro. Con gran
imprudencia, por negligencia e indiferencia hemos dejado de proteger al suelo, al cielo
y al mar de Celtar. Contaminón comienza a apoderarse de nuestro planeta. Éste
peligroso monstruo se alimenta de nuestro descuido y puede terminar con todos los
seres vivos de Celtar. ¡S.O.S. Celtar! Recordemos nuestro himno que es una canción a
la Vida! ¡S.O.S. Celtar!!!" Contaminita se echa a reír) ¡Qué exagerados! (Manipula el
dial y cambia de emisora) Mejor pongo música. (Contaminón aplaude) ¡Ja, ja, já! ¡Qué
alarmistas! ¿Cómo se va a terminar Celtar? (Tose) Es inmenso. Este planeta nuestro es
grande, grande. ¿Qué daño le va a hacer un poquito de humo o de basura? ¿Bah! (Sale
riendo y tosiendo seguida como siempre por Contaminón que está ahora más grande)

Clavelonte.- ¡Camina con él y no lo ve!

Rosafalia.- La está enfermando y no se da cuenta. (Suspira)

Tortunejo.- ¿Cómo una raza inteligente no va a saber que lo grande está formado por
un montón de poquitos?

Perrofante.- Gota a gota puede llenarse un pozo por más grande que sea. Todo es
cuestión de tiempo.

Rosafalia.- Por supuesto. Lo grande es grande porque junta muchos poquitos.

Clavelonte.- Y los celtáneos no son dos...

Tortunejo.- ni tres...

Perrofante.- ni diez...

Rosafalia.- ni un millón...

Clavelonte.- sino muchos, muchos millones que tienen millones de hijos.

Perrofante.- Y si todos fuman...

Tortunejo.- si todas las aguas sucias van a dar al mar...

Rosafalia.- si todos hacen ruido...

Los cuatro.- ¡El fantasma engordará hasta ahogarnos a todos! (El diálogo es
interrumpido por un grito de Celton Jones)

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Celton.- Soy un investigador científico, prolífico, honorífico y beatífico que limpia
su sonrisa con un buen dentífrico. No puedo, en consecuencia ocultar la
verdad.(Carraspea)

Valson.- ¿De qué verdad oculta habla usted, jefe?

Celton.- Lo ayudamos a crecer, Valson...Lo alimentamos en nuestras propias casas,


en nuestras propias calles, al transitar nuestros carros, en nuestras propias fábricas.

Valson.- ¿A quién estamos alimentando, jefe?

Celton.- ¡A Contaminón!

Valson.- ¿Se refiere al malévolo enemigo de la vida?

Celton.- Sí. Todo lo hacemos nosotros. Y lo que es peor. No queremos dejar de


hacerlo. Mira, mi querido Valson. Mira esta pipa que no volverá a humear jamás.

Valson.- (Sin poder ocultar su alegría) ¿Piensa dejar de fumar, jefe?

Celton.- Ya dejé de fumar. (Mira su pipa) Esta pipa seguirá en mi boca como una pipa
de la paz, porque, te lo repito, no volverá a humear jamás.

Valson.- Qué bueno, jefe. Porque la verdad. A mí el humo de su pipa me hacía toser.

Celton.- ¿Y por qué nunca me lo dijiste?

Valson.- Bueno, el trabajo que hacemos juntos me gusta mucho.

Celton.- ¿Y eso que tiene que ver?

Valson.- Pues, que prefería el humo a dejar de trabajar con usted.

Celton.- Mi fiel compañero, disculpa mi desconsideración. No volverá a suceder. Ah,


tontos, tontos. Somos un mundo tonto que solito se destruirá. Pero, aún hay tiempo.
Vamos, Valson a alertar a la población y a organizar la defensa de la vida en Celtar.

Locutor.- ¡S.O.S. Celtar! ¡Todos juntos destruyamos a Contaminón, el enemigo de la


vida! ¡No le demos su alimento y desaparecerá! (Ruidos y sirenas de alarma general.
Aparece un grupo de manifestantes que canta un rap)

Grupo.- No hagas humo, no hagas ruido,


no molestes a tu amigo.
No arrojes basura al suelo.
Cuida las plantas con celo.

Porque el humo tapa el cielo


y el ruido turba el sosiego.
La basura es un veneno
contra la vida del mar.

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Y los bosques no destruyas.
que las plantas dan al aire
el oxígeno que aspiras
para que tú les devuelvas
lo que las plantas requieren
también para respirar.

No hagas humo, no hagas ruido,


no molestes a tu amigo.
No arrojes basura al suelo.
Cuida las plantas con celo.

Contaminita.- (Aparece aterrada perseguida por Contaminón) ¡Socorro! ¡Ayúdenme!


No quiero que me atrape. (Se esconde)

Contaminón.- (Algo disminuido, ingresa buscando) Contaminita, aquí está tu


Contaminón. Tú eres mi aliada. No puedes abandonarme ahora que cada día disminuye
mi alimento en Celtar (La descubre y la persigue)

Contaminita.- ¡Fuera, fuera! No haré humo y no haré ruido, ni basura he de arrojar a las
calles de mi ciudad...

Contaminón.- Tú me quieres destruir como los demás. Pero, antes soy yo el que te
destruirá (La persigue)

Contaminita.- (Sorda) ¿Qué dices, horrible fantasma?

Contaminón.- (Ríe feroz) Ya estás sorda de tanto oír radio a todo volumen. Ya eres
mía.(Ríe)

Contaminita.- Detente, Contaminón. Ahora que cuidamos las plantas tenemos más
oxígeno y somos más fuertes que antes.

Contaminón.- No. No me dejaré quitar mi mundo gris. ¿Quieren guerra? Tendrán


guerra. ¡Muera la vida!

Contaminita.- No te oigo bien, pero bien te veo. Toma, toma, Contaminón (Cada vez
que Contaminita recoge basura del suelo o arregla las plantas Contaminón se queja de
fuertes dolores) ¡Triunfaremos! (Sale haciendo limpieza perseguida por el fantasma que
se va debilitando. Sube sonido de sirena)

°°°°°

Los cuatro.- Bravo, bravo.

Rosafalia.- Los celtáneos vuelven a comportarse como una raza inteligente y sensible.

Los cuatro.- Bravo, bravo.

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Tortunejo.- Finalmente escucharon nuestra voz.

Clavelonte.- Terminarán los ruidos que rompen los oídos y los nervios también.

Perrofante.- Ya no echarán basura ni dejarán manchas de petróleo en el mar.

Rosafalia.- Se cuidarán los bosques que el aire purifican.

Clavelonte.- No más humos malsanos de fábricas y carros.

Tortunejo.- Se acaba el egoísmo y triunfa la razón.

Perrofante.- ¡El amor ha triunfado, se ha abierto el corazón!

En la Tierra

Profesor.- (Ingresando) Finalmente, no se destruyeron. ¡Qué bien!

Ofelia.- Así es. Finalmente unidos vencieron a la Amenaza Gris, el fantasma


enemigo de la vida.

Profesor.- ¡Qué bien!

Ofelia.- Pero, no quieren que a otros les pase lo mismo y no puedan salvarse. Por eso
seleccionaron a celtáneos de excepcionales condiciones como Celtín 1 para que viajen
contando su historia por todos los planetas del universo donde haya vida que defender.

Profesor.- Muy bien hecho.

Ofelia.- Hay algo importante que les quería decir. Ninguno de los navegantes del
espacio podrá volver ya a su lejano planeta. Lo que hacen es una misión que ha de durar
toda su existencia. Por eso debemos rendir homenaje al valor de Celtín 1, héroe del
espacio y de la defensa de la vida en el universo.

Profesor.- Nuestro más profundo agradecimiento a tan valeroso caballero del espacio.
Pero, el mejor homenaje que podemos hacer a su valor es cuidar nuestro planeta. Usted
le diría que en la Tierra no alimentamos a la Amenaza Gris y que no tenemos de qué
preocuparnos. La Tierra no es un mundo de tontos. Aquí no podrían suceder esas cosas.
¡Qué suerte que nuestro planeta no sea como Celtar, verdad?

Aquí se abre el cuento. Si los niños estuvieran de acuerdo con el profesor, Ofelia deberá
orientarlos para que se den cuenta de su error. Pero, si como es de esperar, expresaran
su desacuerdo con él. Motivarlos para que se explayen) ¿Por qué, no? ¿Qué hacer?
(Oigamos lo que proponen los niños. Finalmente cantar:

Uno, dos y tres


la vaca en el campo
y en el agua el pez.

Uno, dos y tres

57
un par de zapatos
para un par de pies.

Uno, dos y tres


hagamos al hombre
mejor de lo que es

Uno, dos y tres


si ahora no me sale
me saldrá otra vez.

Uno, dos y tres


no hay ogro, ni bruja
que sea cortés.

Uno, dos y tres


hagamos al hombre
mejor de lo que es

Uno, dos y tres


los malos gobiernan
el mundo al revés.

Uno, dos y tres


ser bueno es ser justo
aunque no haya juez.

Uno, dos y tres


hagamos al hombre
mejor de lo que es.

Uno, dos y tres


si junto mis manos
mis dedos son diez.

Uno, dos y tres


todos reunidos
en un dos por tres
hagamos al hombre
mejor de lo que es.

FIN

58
Para trabajar con media máscara neutra

 EL DESTINO NO SE VENDE

La adivina con una baraja de Tarot ofrece a los transeúntes


El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos
Transeúnte 1 ingresa jugando con una moneda. La llama, y le pide algo haciendo
gestos no convencionales. Ella extiende profesional un lienzo y tira las cartas como
en una danza. Al final del ritual sonríe. T 1 le paga. Adivina le agradece con una
venia. Y a punto de salir se cruza con una bella niña que le sonríe. Se detiene, la
sigue y salen juntos. Antes de salir le hace un guiño a la adivina, que blande una de
las cartas y continúa su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Transeúnte 2 ingresa agitado. Al oír el pregón se detiene. Oculta lo que traía en las
manos y saca una moneda; la llama. Ritual similar al primero. Pero, al terminar T
2 la empuja y desordena las cartas. La adivina da a entender con gestos: qué voy a
hacer, las cartas lo dicen, no yo.
Trata de detenerlo, para que se vaya por donde ha venido pero él elige seguir
hacia donde se dirigía. Antes de irse se encuentra con un policía que lo encañona y
lo detiene. Al cruzarse con la adivina que está recogiendo sus cartas
desparramadas la mira. Ella lo ve alejarse mientras sostiene una carta en las
manos. La mira, suspira y levanta los hombros, continuando su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

El transeúnte 3 es un anciano. La escucha. Se acerca y le extiende una moneda.


Ritual. Se aleja incrédulo y ella le hace un gesto como diciéndole ya verá. Antes de
salir se cruza con una mujer que parece reconocerlo. El también parece que la
reconoce. Se miran, se abrazan. El anciano se aproxima a la adivina y le besa las
manos. Ella también está feliz. Se pone a jugar sola con sus cartas mientras
canturrea su pregón muy bajito para sí misma
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

De pronto se pone seria. Se levanta apresurada, recoge sus cartas y se va


corriendo. En cuanto ha desaparecido ingresa el delincuente con un cuchillo. La
adivina vuelve acompañada de un policía que se acerca a detenerlo. El delincuente,
trata de huir, pero el policía lo persigue y regresa con él ya esposado. De nuevo
amenaza a la adivina con la mirada. El policía lo sorprende y le hace un gesto a la
adivina de que no se preocupe. Ella le agradece el gesto y vuelve a sus cartas. Va a
tirarlas otra vez para sí, pero desiste. Y vuelve a su pregón
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Va a señalar a alguien del público… Pero desiste. Danza del grupo de transeúntes.

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Teatro Político II
El Tirano Preguntón
Personajes:

Diamantón: Rey de Diamantina, país de los diamantes.


Espejón IV: Rey de Reflexalia, país de los espejos.
Tesorín: Primer ministro de Diamantón: Premier.
Calculín: Científico sabio.
Magín: Mago de palacio de Diamantón
Ingenioso: Jefe de ingenieros y técnico mayor de Diamantón.
Belicoso: General de los ejércitos de Diamantón
Amauta: Ermitaño. Es también el viejito del camino.
Hombre del carrito: del pueblo de Diamantina
Trabajadores: del pueblo de Diamantina.
Patrón: Hermano del primer ministro Tesorín. Debe hacerlo el mismo actor.
Narrador: que no es el personaje del cuento. Debe hacerlo el actor que hace de
Amauta.

Prólogo

Narrador: (Aparece ante los niños y entabla la conversación más amena que sus
recursos le permitan. Se presentara como Amauta desde el principio) Buenos días,
niños. Mi nombre es... (el verdadero nombre del actor) y estoy aquí para contarles un
cuento. Yo trabajo contando cuentos a los niños. Todos los seres humanos trabajamos
en algo. Los padres de ustedes, y los tíos y los vecinos, trabajan. ¿no es así? (Aquí
puede abrirse el dialogo sobre las ocupaciones de los allegados a los niño. Hay que
procurar que ellos intervengan señalando ocupaciones. Todo esto será capitalizado al
iniciar el cuadro segundo). Y díganme, ¿alguna de las personas que ustedes conocen
trabaja sola, solita, sin usar nada que otras hayan hecho? (El narrador motivara a los
niños para que reparen que en todo trabajo confluye el esfuerzo de muchos hombres).
Nadie trabaja solo. Siempre hay otras personas que trabajan con él. 0 han trabajado para
hacer algo que él utiliza. Ustedes han dado bastantes ejemplos. Pues bien, aquí en el
teatro tenemos un ejemplo más. Para tener todo listo para esta función han trabajado
muchas personas. (El narrador puede presentar al boletero, al acomodador, al
luminotécnico, etc.). Además, este cuento no lo voy a contar solo, solito. Me van a
ayudar otros actores. Actores nos llamamos los trabajadores del teatro. De la misma
manera que los que hacen zapatos se llaman. . ., los que hacen trabajos en hojalata se
llaman... (a voluntad). Bien, mis compañeros de trabajo que se llaman... ¿cómo
decíamos que no llamamos los trabajadores del teatro?. . . Ah, muy bien, actores... van a
contar conmigo el día de hoy el cuento titulado: El Tirano Preguntón. Los actores
representarán los siguientes. personajes: Diamantón, rey de diamantina, país de los
diamantes. (Sale el actor. Termina de arreglarse delante de los niños. De ser posible, se
caracterizara con ayuda de ellos. Es conveniente que se presente por su nombre).

Diamanton: mi nombre es... (Nombre del actor) yo voy a hacer de Diamantón, el Único.
A los reyes generalmente los numeran. Pero, yo soy Diamantón, el Único porque ni
antes ha habido ni después habrá otro igual a mí. Tengo un poder muy grande, soy muy
caprichoso y mandón. Por eso me voy a hacer una sola ceja en vez de dos. Recuerdan
cómo ponen la cara las personas molestas (Lo hace). Así quiero yo poner mi cara para
hacer de Diamantón, el Único… Acabo de vencer en feroz batalla a mi vecino y

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enemigo Espejón IV, rey de Reflexalia, país de los espejos. De este personaje va a hacer
el compañero...

Espejón IV: (Sale en actitud vencida) ¿Se preguntarán porque salgo así tan apenado?
Porque acabo de ser vencido. Así es la guerra. si yo fuera el vencedor estaría tan
contento y orgulloso como está Diamantón. Pero soy el vencido y he tenido que huir a
las montañas para que Diamantón no me meta preso. La ley de la guerra es vencer o ser
vencido… Nosotros, los reyes, hacemos la guerra porque necesitamos vencer a alguien
para quedarnos con sus riquezas y aumentar las nuestras. O sea que la guerra no sólo
deja vencedores y vencidos sino también empobrecidos y más ricos. (Espejon IV
termina de arreglarse delante de los niños y, de ser posible, se caracterizara con la ayuda
de ellos. en determinado momento Diamanton se burla de él).

Narrador: Tranquilo, tranquilo, Diamantón. No hay que humillar al vencido. (El rey de
Diamantina se hace a un lado). Mis queridos amigos este poderoso y abusivo rey tiene
una corte de muñecos que siempre hacen lo que él quiere y cinco sabios consejeros.
Ahora, que si son verdaderamente sabios o no, ustedes mismos juzgarán si es cierto
(Anuncia cortesanamente) Tesorín, primer ministro o Premier (aparece, y como todos
los que vienen, corre a adular a Diamantón. Este se vanagloria de ser adulado. Cada
personaje debe demostrar una característica física distintiva. Tesorin se soba los dedos
como quien cuenta billetes)

Tesorín: Yo soy Tesorín, guardián y administrador del tesoro real. Premier o primer
ministro de su majestad, Diamantón, el Único.

Narrador: (Anuncia) Calculín, científico sabio.

Calculín. (Se lleva alternativamente un dedo a la sien y a los labios, como quien piensa).
Yo soy Calculín, sabio científico al servicio del gran Diamantón.

Narrador: (Anuncia) Magín, mago de palacio.

Magin: (Hace pases con las manos y su varita mágica la mueve como waripolera. Sopla
y resopla como quien va a hacer aparecer algo). Yo soy... ¿quién soy yo?... Señor
narrador... ¿quién soy yo? (el narrador le habla al oído) Ahhh, sí. . . ahhh, chis!... No,
no, no, no soy achís, soy Magín, el mago de palacio. Me encargo de las diversiones
reales. Y sé hacer trucos muy bonitos (Si el actor-se prepara puede presentar un truco de
magia simple y eficaz).

Narrador: (Anuncia) Ingenioso, jefe de ingeniería, y técnico mayor!

Ingenioso: (Todo lo mide y, con un martillo, todo lo clava. Pasea la mirada nerviosa por
todos los ángulos de la habitación, como quien busca una falla). Yo soy Ingenioso,
técnico mayor. Me encargo de todas las construcciones del reino. Soy un gran ingeniero
e inventor de máquinas extraordinarias... soy...

Narrador: Mire, mire, Ingenioso. Poco a poco los niños al ver el cuento, sabrán quién es
usted. Falta presentar a (Anuncia) Belicoso, general de los ejércitos de Diamantina!

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Belicoso: (Es terriblemente inquieto: boxea, hace esgrima, adopta poses de kun-fu. pero,
como todos los anteriores, a su manera adula a Diamanton). Yo soy Belicoso, y qué?
¿Quién quiere pelear conmigo? ahhh! (Más fuerte) ahhh! (Sobrado) ahhh! (Se va
pisando fuerte).

Narrador: Bien, prosigamos. Como un rey gobierna a un pueblo y un pueblo es la


mayoría, necesitaríamos muchísimos actores para representar al pueblo. Hemos
escogido a unos cuantos y a ustedes los niños del público. Uno de ellos es el Hombre
del carrito. ¿por qué jala un carrito? Ya lo verán! (sale el Hombre del carrito y el rey y
sus consejeros se quieren subir al vehículo para que los saquen de escena) No, no, no,
todavía, no! (El rey y su corte salen renegando. furtivamente y, disimulando su
presencia, sale Espejón IV) Finalmente les presento a Amauta, el ermitaño, del cual haré
yo. Este venerable anciano es muy callado. Pero ya comprobarán lo prudente y sabio
que es. Bueno y para presentaciones basta las que hemos hecho. Ayúdenme ahora a
arreglar la escena. Imagínense que esta silla (0 banco o lo que fuera) es el trono del
rey... y todos estos muñecos, los miembros de su corte. (Con la ayuda de los niños se
puede improvisar un lindo juego de ambientación imaginativa de la sala del trono)
Como sabemos, Diamantón acaba de ganar la guerra, en feroz batalla, a su vecino
enemigo, Espejón IV, rey de Reflexalia, país de los espejos. (Música de fanfarria. Gran
algarabía. Mutis del Narrador)

Cuadro I

Entrada triunfal de Diamantón y sus cinco consejeros:

Los cinco: Viva, viva, viva, el poderoso Diamantón.


viva, viva, viva, nuestro rey campeón
que en feroz batalla al cuarto Espejón
le sacó la mugre y le metió un trompón.

Diamanton: Bailo, bailo, bailo, de felicidad


porque he demostrado una gran verdad:
yo soy el más fuerte de la vecindad;
a quien conmigo choque, partiré por la mitad !!!

Los cinco: Viva, viva, viva, el poderoso Diamantón


viva, viva, viva, nuestro rey campeón!

Diamantón: Soy un rey tan poderoso


que la tierra hago temblar
y mi ejército glorioso
puede a todos derrotar.

Los cinco : Derrotar, derrotar, derrotar!

Belicoso: Saco la espada y voy a luchar


con mis oficiales salgo a ganar.
Ay, del que se enfrenta con nuestro poder
mejor le sirviera ponerse a correr.

62
Los cinco: A correr, a correr, a correr!

Diamantón: Ja, ja,ja, ja, ja, ! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey tan especial
que en la tierra no hay igual.
Si algo quiero original
se lo pido al sabio real.

Calculín: Pienso, escribo, invento, opino


mi cerebro exprimo, exprimo.
Todo en mí es crear, crear
para hacer más grande y fuerte
a mi rey tan especial.

Los cinco: Especial, especial, especial!

Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey tan singular
que si inventos necesito
el invento solicito
y el invento se me da.

Ingenioso: Mido, corto, clavo y armo;


pruebo, acierto, aplico y mando
mil inventos por semana
a mi rey tan singular.

Los cinco: Singular, singular, singular!

Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, ja, já!
Soy un rey extraordinario
único en el universo
importante y necesario
por los mil trucos que a diario
con seso, crea mi mago travieso.

Magín: Abracadabra zambón!


¡pimpampito! ¡pimpampón!
¡puchipuchipucherón!
¡breviario pimpanvario!
Trae corriendo un melón
a mi rey extraordinario! (Hace una venia, y entrega un melón a Diamantón)

Los cinco: Extraordinario, nario, nario, nario, nario!

Diamantón: Ja, ja, ja, ja, já! ja, ja, ja, jajá!
soy un rey con mucha plata
soy un rey adinerado.
Soy un rey con mil tesoros,
soy el rey de los diamantes

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que valen más que el oro!
Soy el rey de la riqueza,
soy un rey tan especial,
soy un rey tan poderoso,
soy un rey tan singular,
soy un rey extraordinario
como nunca habrá otro igual.

Tesorín: (No canta, se pone a pasear. Todos lo miran. Él se pasea nervioso. Masculla)
¿qué decir, qué contar, qué cantar?

Diamantón: Tesorín, primer ministro, no me interrumpas el baile y canta tu parte que


por ser la del dinero será contante y sonante.

Tesorín: (Mira a todos con cara compungida y canta por no llorar)


Fuiste un rey con mucha plata.
Fuiste un rey adinerado.
Fuiste un rey con mil tesoros.
Fuiste el rey de la riqueza.

Diamanton: ¡Queeee! (La corte se para en seco y alargan los cuellos hacia Tesorín, que
compungido vuelve a cantar)

Tesorín: Fuiste un rey con mucha plata.


Fuiste un rey adinerado.
Fuiste un rey con mil tesoros.
Fuiste el rey de la riqueza.

Diamantón: ¿Y qué ha pasado?

Tesorín: (Lo lleva a un costado) Secreto de Estado, majestad. No sé si deba decirlo


delante de los demás.

Diamantón: ¡Qué tal secreto! (Todos están muy tensos y al acecho) Si ya tu canto los
inquietó!

Tesorín: De todas maneras conviene que primero te lo diga solo a ti.

Diamantón: (Furioso) Bueno, bueno. Los haré salir (A los intrigados). Espérenme en la
antesala del trono que debo aclarar algunos asuntos con el premier antes de seguir la
fiesta (Salen murmurando y llevándose a la corte de muñecos) ¡Y no murmuren! ¡Sólo
la palabra del rey es noticia oficial! Belicoso, prepara la horca, que tengo la sospecha de
que alguien va a colgar de ella. (Va hacia el premier) Tú dirás, Tesorín. ¿por qué
cantaste esa desentonada canción?

Tesorín: (Cae a los pies de Diamantón) ¡Ah, bien quisiera yo, señor!...Ah, bien quisiera
yo no haber tenido motivos para cantarla. ¡Pero no cantarla hubiera sido mentir! Porque
todo lo que decías tener lo has tenido, pero ya no lo tienes.

Diamantón: Explícame. ¿por qué lo he tenido y ya no lo tengo?

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Tesorín: Porque las continuas guerras han vaciado tus arcas y no queda un centavo.

Diamantón: Pero, eso no puede ser. ¿Y las minas de diamantes? ¡Abundan en


Diamantina!

Tesorín: Abundaban, señor. Se han ido agotando. Los diamantes que obtenías se
fueron gastando en comprar y comprar armas y en mantener al ejército; y las pocas
minas que quedan no tienen gente que las trabaje, porque muchos han sido llevados a la
guerra y pocos han vuelto.

Diamantón: Las minas no son todo. Acabo de vencer a EspejónIV. El botín de guerra es
cuantioso. ¿Cómo es que dices que no hay dinero?

Tesorín: Señor. Tú mismo ordenaste que tus generales repartieran entre sus oficiales
el botín. Y así se hizo. Yo traté de convencerte de que no lo hicieras. Pero la alegría del
triunfo y el vino que habías bebido para celebrarlo, no te dejaron escucharme. (El rey se
pasea furibundo y le dan rabietas).

Diamanton: Pues, ahora mismo ordenaré a los oficiales que devuelvan el botín de guerra
al tesoro real.

Tesorín: Será muy difícil, señor. Bien sabes lo complicado que es aquietarlos. Siempre
están moviéndose, oyendo las conversaciones ajenas, dispuestos para la lucha. Casi ni
se puede hablar con ellos! A todos atropellan, a nadie hacen caso!

Diamantón: Pero ésta será una orden del rey!

Tesorín: (Suspira dudoso) Iré a decírselo, señor! (sale no muy convencido)

Diamantón: (Pensativo) !Aguarda! Quizás tienes razón, son muy inquietos. Dejemos las
cosas así... Mientras tanto piensa, piensa en algo para llenar otra vez las arcas.

Tesorín: ¿No podríamos crear otro impuesto? La gente del pueblo silba mucho.
¡Podríamos crear un impuesto al silbido!

Diamantón: No es mala idea, si tienen posibilidades de pagarla. ¿Cuántos impuestos le


pusimos el año pasado?

Tesorín: Recuerdo algunos: impuesto al nacimiento, al crecimiento, a la soltería, al


matrimonio, a la risa, al llanto, al caminar lento, al sentarse, al dormir más de cuatro
horas, y otros, que hacen un total de treinta impuestos con un piquillo de diez más.

Diamantón: ¿Y de dónde van a sacar plata para pagar el impuesto al silbido?

Tesorín: (Silba como quien cae en la cuenta) Fhhh! Tiene razón. je, jé! Entonces,
podríamos imponer un pago especial a los vencidos del pueblo de Reflexalia!

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Diamantón: ¿y con qué lo pagarían si todo les ha sido arrebatado para el botín de
guerra?...Creo que lo único que resta es crear un impuesto más para los propietarios.
¿Tu hermano es propietario, no?

Tesorín: (salta) Oh, señor, los propietarios se quejan cuando se les agobia con más
impuestos. No, no te lo aconsejo...no lo veo conveniente. La guerra los ha golpeado
mucho porque la gente que trabaja para ellos ha tenido que ir a pelear y sólo viejos,
niños y mujeres se han quedado trabajando por lo que ha bajado la producción.

Diamantón: ¿Qué hacer, entonces, qué hacer? (A los niños) Creía que la guerra era la
principal ocupación de un rey, y ahora me doy cuenta que no es así. ¿Cuáles
deben ser entonces, me pregunto, los negocios más importantes de un
reino?...Creía que unido con mi corte y mis consejeros podía gobernar, y ahora
me parece que no. ¿Con qué gentes, entonces, me pregunto, debe emprender un
rey su gobierno?... Tal vez si encontramos al rey de Reflexalia consigamos
algún dinero que nos salve de esta situación. (Al premier) Premier, quiero que no
pares de buscar a Espejón IV hasta encontrarlo. Fugó después de la batalla.
Debes cumplir esto que te mando, antes de que anochezca.

Tesorín: ¿Y si no tuviera tesoros?

Diamantón: (Energúmeno) ¡Igual lo encerraré en una mazmorra! (Está furioso. Tráelo


encadenado. Quiero verlo a mis pies para sentirme, aun sin tesoros, el más poderoso de
la tierra. Quiero que todo el mundo hable de mí, de mi fuerza y de mi riqueza. Pero, esto
último no te lo encargaré a ti. Tú cumple con encontrar al rey de Reflexalia y tráemelo...
Ahora sal y haz que venga Calculín, mi científico sabio, quiero hacerle dos preguntas.

Tesorín: Se cumplirán tus órdenes, señor.

Diamantón: Y recuerda, si al llegar la noche Espejón IV no está encerrado en una fría,


oscura y malsana prisión, continuarás el baile que interrumpiste en la horca que he
mandado preparar a Belicoso.

Tesorín: (Muy asustado) No será necesario, señor. (Se tropieza mientras sale).

Diamantón: No seré rico, pero miedo, miedo, ja, ja, ja, já! qué miedo el que todos me
tienen, verdad muchachos? (esta pregunta a los niños es casi fijo que obtenga por
respuesta un noooo! rotundo. Diamantón debe sacarles la lengua) Ja, ja, ja,ja!

Calculín: (Ingresa en patinete o skate, lentes y peluca despeinada o como se crea


conveniente) me hiciste llamar, majestad. Y he venido tan rápido como mi ciencia me lo
ha permitido.

Diamanton: ¿qué es?

Calculín: Mi último invento. Sirve para llegar rápido a todo lugar.

Diamantón: ¡Qué interesante! ¡Quiero probarlo!

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Calculín: Todavía está en su etapa de pruebas experimentales y no sé qué daños pueda
causar; no creo que sea conveniente que subas en él, majestad.

Diamantón: (Ansioso) Un rey es capaz de todo y todo lo puede. Enséñame a manejarlo


que subiré en él.

Calculín: Lo que ordenes, majestad! (Le enseña. Si es un patinete) Sé toma el timón...

Diamantón: ¿Qué es timón?

Calculín: Este es el timón, sirve para dar la dirección... Se toma así, se pone un pie
acá, y con el que queda libre se da un empujoncito...

Diamantón: ¡Basta, ya sé (Prueba y por poco se cae)

Calculín: Oh, majestad, te dije que...

Diamantón: (insiste con el aparato) ¡No, no, no me digas nada! (Prueba y le sale) ¡Qué
lindo! ¡Qué lindo! Tú sí que eres un gran sabio. ¡Viva! ¡Viva! Me voy a pasear, y
aplaude cada vez que pase. (Pasa varias veces) Quise subir a mis habitaciones y no
sube.

Calculín: Así es, señor. No sirve para escaleras ni para cuestas arriba. Y es peligroso
en cuestas abajo.

Diamantón: (Vuelve a salir y regresa) Quise ir por el empedrado y casi me caigo de


tanto salto que dio.

Calculín: Así es, señor. Sólo sirve para terrenos planos.

Diamantón: (Sale y vuelve cansado) Oye, Calculín. ¿no podría otro dar el empujoncito?.
Se me cansa la pierna.

Calculín: Todavía no sabría cómo evitarlo.

Diamantón: (Arrojando el aparato) En suma, este invento tuyo es una tontería. Y yo que
pensaba venderlo para ganar dinero.

Calculín: (Entusiamado) Se podría, se podría! No es mala idea!

Diamantón: Pero, con tantas limitaciones como tiene nadie lo compraría.

Calculín: Todo depende de una buena propaganda. Si repetimos todos los días que es
muy importante usar este aparato de mi invención habrán muchas personas que lo
compren aunque luego no sepan qué hacer con él: eso se llama publicidad. Es ideal para
vender gato por liebre y engañar a los bobos.

Diamantón: Pero, tú solo, cuantos aparatos puedes hacer al día?

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Calculín: Bueno, yo solo, haría uno por semana...pero, si me ayudan algunos hombres
del pueblo podemos hacer varios diarios.

Diamantón: ¡Ajá! ¡Muy bien! Dispón lo necesario para que un grupo de hombres del
pueblo que no estén trabajando en las minas de diamantes, en mis jardines, mis
caballerizas o en las habitaciones de mi palacio, te ayuden.

Calculín: Así, lo haré, señor. y pondremos por nombre al invento en tu honor


Diamantomóvil unipedal.

Diamantón: ¡Diamantomóvil! No está mal... Pero no fue por eso que te mande a llamar,
sino para que me contestaras dos preguntas que me inquietan.

Calculín: (Recoge el aparato) Haz las preguntas, poderoso señor, y se te contestarán!

Diamantón: ¿Cuáles deben de ser los negocios más importantes de mi reino?

Calculín: Ni dos veces pensarlo. Los que tengan que ver con la ciencia.

Diamantón: ¡Ajá! Eso crees tú. ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno?

Calculín: ¡Oh, señor¡ ¿Oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los sabios del reino.
Nadie mejor que ellos sabe lo que es negociar. Negociar para ganar.

Diamantón: ¿Estás seguro?

Calculín: Segurísimo, señor. La ciencia es poderosa y sola se basta. Por ejemplo,


¿quiénes van a producir solos, sin la ayuda de nadie, en gran cantidad, y con sólo su
talento, muchos aparatos de este invento? Los científicos sabios. Ellos llenarán el
mundo de diamantomóviles.

Diamantón: ¿Cómo, no me habías dicho que necesitabas la ayuda de algunos hombres


del pueblo?

Calculín: ¡Mano de obra! Colaboradores mecánicos sin ninguna importancia.


Gobierna con los científicos sabios, señor, y nadie te podrá superar.

Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, al
mago de palacio, y vete a producir diamantomóviles en gran cantidad. Pero sólo
ofréceme uno que se mueva sin que tenga que usar mi propia pierna.

Calculín: Así se hará, señor (Va a subir en el aparato)

Diamantón: (Lo detiene con un grito) ¡No saldrás en ese adefesio! (Calculín se asusta,
se enreda y se cae con aparato y todo) ¡Sal, rápido! (Calculín sale rapidísimo) Ja,ja, ja,
já! ¡Qué miedo el que todos me tienen, (A los niños) ¿se dan cuenta, zonzos? (Vuelve a
sacarles la lengua).

Magín: (Entrada espectacular entre humo de hielo seco. Viene montado en una
escoba. Sombrero puntiagudo y bata con soles y estrellas o como se considere

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conveniente. Trae en sus manos una copa de doble fondo en la que se pone una bola y
desaparece; luego, vuelve a aparecer. Y así sucesivamente) Te he traído la copa
misteriosa.

Diamantón: (Interesado) ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! Tú sí que eres un gran consejero,
Magín. ¡viva! ¡viva! aplaude cada vez que me salga el truco (lo hace varias veces hasta
que se cansa). ¿Oye, Magín, eso es todo?

Magín: Si, poderoso señor.

Diamantón: (Mortificado) Aparece la bola y desaparece. Desaparece y aparece.

Magín: (Orgulloso) Sí, poderoso señor.

Diamantón: ¿No hay manera de que aparezca oro, vino, frutas?

Magín: No se puede, señor, sólo aparece y desaparece lo que se pone. (Sonríe). Esto
tiene una gran ventaja.

Diamantón: ¿Qué ventaja?

Magín: Si pones una bola de oro. Desaparece la bola de oro. Eso te preocupará.
¡Pero volverá a aparecer la bola de oro! ¡Y eso te alegrará!

Diamantón: ¡Tonto! ¡Tonto! ¡No sirve! Esta magia tuya es una tontería. (Arroja la copa)
Además te hice venir para que me contestaras dos preguntas que me inquietan.

Magín: (Recoge la copa) Haz las preguntas, poderoso señor, y se te contestarán.

Diamantón: ¿Cuáles deben ser los negocios más importantes de mi reino?

Magín: Ni dos veces pensarlo. Los que tengan que ver con la magia.

Diamantón: ¡Ajá! Eso crees tú. ¿Y con qué gente debo emprender mi gobierno?

Magin: ¡Oh, señor! ¡Oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los magos del reino. Nadie
mejor que ellos sabe negociar, negociar para ganar.

Diamantón: ¿Estás seguro?

Magín: ¡Segurísimo, señor! Nadie mejor que los magos para embaucar al pueblo,
mantenerlo hipnotizado, hechizado, embrujado, distraído papando moscas y sin pensar
en su situación.

Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, al Jefe de
ingenieros. Y vete a buscar magias productivas y no la huachafería que me has traído.
Algún polvo para que el pueblo se sienta feliz y trabaje, trabaje sin pedir de comer. Ni
se queje si sube el precio de los alimentos. Eso es lo que necesito.

Magín: Así se hará, señor. (Sale)

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Diamantón: ¡Más rápido! ¡Vete, más rápido!

Magín: (Se sube en su escoba y se esfuma de un salto) Volando, señor. (Se estrella
contra la puerta al salir)

Diamantón: (Ríe) ¡Qué miedo el que todos me tienen! (Ríe estruendosamente).

Ingenioso: (Llega en un carrito similar a los chinos, jalado por un hombre) Me hiciste
llamar, majestad. Y he venido tan rápido como mi ingenio técnico me lo ha permitido.

Diamantón: (Interesado) ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! ¡Tú sí que eres un gran consejero!
¡Viva! ¡Viva! Aplaude mientras me paseo. (Sube al carro. Da una vuelta a la escena.
Sale y vuelve) ¿no corre todo lo que quiero; por qué?

Ingenioso: No puede ir más rápido que la fuerza con que lo jala este hombre. Toda la
velocidad depende de su fuerza y resistencia.

Diamantón: ¿Y de dónde lo has conseguido? (Se nota muy cansado al hombre del
carrito).

Ingenioso: ¿De dónde iba a ser? ¡Del pueblo, señor!

Diamantón. ¡Oh, qué tontería! Si el pueblo sólo piensa en comer y en dormir. Estos se
cansan. No tienen un espíritu tenaz como nosotros, los nobles. Tu invento no sirve
porque necesita de ellos. Debemos hacer que jalen estos carritos los hermosos
muchachos musculoso, robustos y tenaces, hijos de los nobles de nuestra corte.

Ingenioso: (Diplomático) No creo que los nobles de tu corte consientan que sus hijos
jalen de estos carros. Pero, no importa. el pueblo es mucha gente. Si se cansan, se
reemplazan. Hay tantos de estos infelices en tu reino, que podrías hacerte jalar por toda
la eternidad.

Diamantón: Pero habría que gastar mucho en mantenerlos.

Ingenioso: Tus caballos de carrera comen más y necesitan mayores cuidados.

Diamanton: No vas a comparar a un hombre del pueblo con un caballo de raza. Pero, lo
tomaré en cuenta. No está mal la iniciativa. Ahora dile que salga. Te hice venir para
que contestaras dos preguntas que me inquietan.

Ingenioso: (Manda irse al hombre del carrito) Haz las preguntas, poderoso señor. Y se
te contestarán.

Diamantón: ¿Cuáles deben ser -en fin- los negocios más importantes de mi reino? El
sabio dice que los científicos, el mago opina que los de magia, ¿qué opinas tú,
ingenioso?

Ingenioso: Ni dos veces pensarlo. Los negocios más importantes de tu reino deben ser
los que tengan que ver con la técnica.

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Diamantón: ¡Ajá! ¿Eso crees tú? ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno?
Calculín dice que con los sabios, Magín opina que con los magos. ¿Con quién opinas tú,
ingenioso?

Ingenioso: Nada de sabios. No son realistas. No pisan tierra. Sólo saben pensar y
pensar y actúan muy poco. Proponen imposibles. Nada de magos. No son eficaces.
Muchos trucos y poca efectividad. Sólo saben de embrujos y hechicerías pasajeros.

Diamantón: ¿Entonces, con qué gentes debo emprender mi gobierno?

ingenioso: ¡Oh, señor; oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los técnicos del reino.
Nadie mejor que ellos sabe lo que es negociar. Negociar para ganar.

Diamantón: ¿Estás seguro?

Ingenioso: Segurísimo, señor. ¿Quién ha perfeccionado el arado para que el pueblo


siembre más? Los técnicos. ¿Quién ha perfeccionado las perforadoras para que el
pueblo se hunda más y más en las minas? Los técnicos. ¿Quién ha perfeccionado las
máquinas de hilar para que el pueblo teja más? Los técnicos ¿Quién ha hecho más
fuertes las cajas de caudales para guardar los tesoros que el pueblo produce, sin que el
pueblo lo vea? Los técnicos. ¿Quién construye nuevas armas para hacer más poderoso
tus ejércitos? Los técnicos, sólo los técnicos.

Diamantón: Lo tendré en cuenta. Pero, por las dudas, llámame, cuando salgas, a
Belicoso, general de mis ejércitos. Y vete a juntar gente fuerte del pueblo para que jale
mi carrito.

Ingenioso: Así se hará, señor.

Diamantón:¡Más rápido!

Ingenioso: (Sin inmutarse) Carro, ven! (Ingresa el carrito y él sube serenamente) tus
deseos son órdenes. ¡Arre, vamos!

Diamantón: (Para sí) Este ingenioso parece no tenerme miedo. Debo darle una lección.
(Grita) ¡Ingenioso!.

Ingenioso: (Parsimoniosamente ordena retroceder al carrito) ¿Decías, poderoso señor?

Diamantón: He decidido que vuelvas caminando y que me dejes a mí el hombre y el


carrito. Ahora, vete. (Mientras sale) ¡Rápido!

Ingenioso: Como mandes, señor. (Adopta la posición de un atleta y sale corriendo)


Para todo hay técnica.

diamanton: (Ríe) ¡Qué miedo el que todos me tienen!...(Se quedan el en una esquina el
hombre y el carrito).

71
Belicoso: (Brioso. Muy cargado de medallas, brillos y espada en mano) ¡A la orden,
poderoso monarca! Dime dónde debo ir esta vez a luchar!

Diamantón: A ningún lado. Estate quieto. Te lo ordeno. (Belicoso queda en atención.


Muy rígido). Te hice venir para que me contestaras dos preguntas que me inquietan.

Belicoso: (Se coge la cabeza) ¡Oh, señor, oh señor! ¿Pensar? Deja eso para Tesorín,
Calculín, Magín o Ingenioso! Yo soy para pelear por la Patria.

Diamantón: ¿Así que sólo sabes pelear por la Patria, no?

Belicoso: Por supuesto, señor! (Quiere volver a inquietarse).

Diamantón: ¡Firmes, Belicoso! (Se queda rígido) Como sólo sabes pelear por la Patria,
ve y dile a tus oficiales que devuelvan a la Patria el botín de guerra que se les repartió
porque el tesoro del reino lo necesita.

Belicoso: No entiendo, poderoso señor. ¿No fue esa mi paga? ¿Por qué voy a devolver
lo que con mi valor he conquistado? Yo y mis oficiales con nuestro esfuerzo, solos,
solitititos, hemos vencido a Espejón IV y hemos puesto Reflexalia a tus pies.

Diamantón: ¿Eres tú el que no pensaba, Belicoso?

Belicoso: Oh, señor, la defensa de lo que es nuestro no requiere de mucho pensar.

Diamantón: De modo que tú opinas que el que defiende lo que lo pertenece no necesita
pensar mucho.

Belicoso: Por cierto, poderoso señor.

Diamantón: Pues, te ordeno que pienses y contestes a estas preguntas. Primero: ¿cuáles
deben ser -al fin- los negocios más importantes de mi reino? Calculín dice que los de su
ciencia, Magín opina que los de su magia, Ingenioso afirma que los de la técnica ...
¿qué dices tú, Belicoso?

Belicoso: Tanto es tu poder que has logrado hacerme pensar esta vez. Tu siervo te
responde, poderoso señor. Los negocios más importantes de tu reino deben ser los de la
guerra.

Diamantón: ¡Aja! Eso crees tú. ¿Y, con qué gentes debo emprender mi gobierno? El
sabio dice que con los sabios, el mago opina que con los magos, el ingeniero técnico
mayor afirma que con los técnicos. ¿Qué dices tú, Belicoso?

Belicoso: ¡Oh, señor, oh, señor! ¿Con quién va a ser? Con los jefes de tu ejército. Nada
de calculines, magines o ingeniosos. Piensan mucho y no hacen nada. Nada inspiran,
nada conquistan. En cambio yo y mis oficiales, reunimos al pueblo, le infundimos valor
pariótico y van a la cabeza dispuestos a morir, animosos y valientes. Sólo la fuerza de tu
ejército te garantiza los mejores negocios. Por la fuerza todo se conquista. Eres grande
por la fuerza de tu ejército y el valor de sus jefes, que solos, solitititos pelean por
Diamantina, nuestro hermoso país.

72
Diamantón: ¿Estás seguro?

Belicoso: Segurisimo, señor! Nada mejor que la fuerza de las armas para negociar.
Negociar para ganar (Ríe lleno de confianza) ¡sobre todo cuando se es el vencedor!
Nada se opone a la fuerza de las armas. La fuerza es la que impone el derecho.

Diamantón: Lo tendré en cuenta. Vete ahora y haz más fuertes aún las tropas de mi
ejército.

Belicoso: Para eso tendrían que reclutar más gente del pueblo.

Diamantón: Vete, pues, a reclutar más gente del pueblo para que tú y tus oficiales solos,
solititos ganen las guerras.

Belicoso: ¡Hasta la próxima batalla, majestad! (Sale).

Diamantón: (Medit en voz alta) Por lo visto a todos les parece que los suyos deben ser
los negocios más importantes del reino y que con ellos y sólo con ellos debo emprender
mi gobierno... ¿Ustedes qué opinan, niños? (Puede suscitar un diálogo múltiple sobre
como una sola persona y una sola cosa no interesan a un gobierno. Hacer paralelos con
el gobierno del hogar, la escuela) Por supuesto, está a la vista que una sola persona y un
solo negocio no es el que interesa a un gobierno... todos mis consejeros me han estado
engañando...me tienen miedo. Esto es claro. Pero, me engañan… ¿Cómo podré llegar a
las verdaderas respuestas?

Hombre del carrito: Yo sé cómo, majestad.

Diamantón: ¿Quién habló? (Es muy probable que los niños digan quien) ¿Tú?

Hombre: Sí, yo, majestad.

Diamantón: (Muy asombrado) ¿Cómo, también la gente del pueblo habla y entiende?

Hombre: Así es, majestad.

Diamantón: ¿También los que obedecen pueden dar una opinión?

Hombre: ¿Por qué no, majestad? ¿No te obedecen tus consejeros?

Diamantón: Sí, por cierto. Y me temen.

Hombre: Pues, bien. A ellos les has pedido una opinión.

Diamantón: Sí, pero tú estás por debajo de ellos. Res un ciudadano de segunda clase.

Hombre: No hay ciudadanos de segunda clase. Soy un hombre como ellos.

Diamanton: ¿Y por eso te crees con derecho a aconsejarme?

73
Hombre: No lo creo, majestad. Pero, si tanto quieres encontrar las respuestas
convenientes a tus preguntas, tal vez te podría indicar dónde hallarlas.

Diamantón: (Muy intrigado) ¿Tú puedes pensar?

Hombre: (Sonríe) Si no pensara, majestad. ¿Cómo crees que podría sobrevivir en mi


pobreza?

Diamantón: La verdad es que nunca me he preocupado de averiguarlo...no me vas a


salir ahora con que tú eres con quien debo aliarme para hacer grande mi reino?

Hombre: No digo eso, majestad. Pero conozco quien podría responder a tus preguntas.

Diamantón: (Intrigado) Mira que no me molesta que me lo digas. ¿Quién es?

Hombre: Amauta, el ermitaño. Dicen que tiene una respuesta para todo.

Diamantón: Amauta, el ermitaño. Nunca he oído hablar de él. ¿Cómo no está entre mis
consejeros si es tan sabio?

Hombre: Amauta, el ermitaño vive en las altas montañas, muy lejos de acá.

Diamantón: ¡Bueno, ahora mismo llévame en el carrito adonde ésta!

Hombre: Podría llevarte en el carrito. Pero no te atendería si te ve llegar así.


Sólo atiende a los humildes, a los que llegan caminando y visten como yo.

Diamantón: Pues, entonces, te ordeno que vayas a buscarlo y lo traigas a mi presencia.

Hombre: No vendría. Aunque frecuenta las ciudades, el que quiere consultarle debe
hacer el camino hasta donde él vive, por sus propios medios.

Diamantón: ¿Cómo se va a negar? Mandaré a belicoso con un buen número de soldados


y vas a ver si no lo traen.

Hombre: Pero el que llegaría no sería ya Amauta, el ermitaño sino Amauta, el


prisionero. ¿Puede un prisionero responder lo mismo que un hombre libre?

Diamanton: Piensas, hombre del carrito. Tú piensas. (Se pasea) ¿Qué hacer? ¿qué
hacer? (Sonrie y mira al hombre del carrito. Se ríe pícaramente) Ah, ya lo tengo, ya lo
tengo. Te ordeno que me des tus ropas. Te dejaré las mías. Iré donde Amauta, el
ermitaño, vestido con tus ropas.

Hombre: Eso es peligroso, señor. Si tu gente te ve así vestido podría tratarte mal.

Diamantón: ¡Qué poco sabes de mi gran poder! A ti será, pobre hombre, al que
maltratarán si te ven con mis ropas. Pero, no te preocupes, yo daré las órdenes
necesarias para evitarlo.

74
Hombre: Perdóname que insista. Pero no es así, señor. Haz la prueba. Sólo te
conocen por tus ropas porque nunca los has dejado que te miraran de frente, a los ojos.
Si quieres comprobarlo, cámbialas por las mías -como dices- llámalos y verás qué
pasa... Entonces, si todavía quieres saber las respuestas, sigue adelante. Si, en cambio, te
asusta la verdad, pídeme que te devuelva tus ropas que yo te las devolveré. Pero no
llegarás hasta Amauta, el ermitaño, y nunca sabrás: ¿cuáles deben ser los negocios más
importantes de un reino? y ¿con qué gentes se debe emprender un gobierno?

Diamantón: Aceptado. Los niños son testigos de que nada me va a pasar. Porque ellos
han visto que en esta corte todos me tienen mucho temor. Vas a verlo tú también.
(cambia sus ropas con el hombre del carrito) ¡Tesorín!¡Calculín! ¡Magín! ¡Ingenioso!
¡Belicoso! ¡A la sala del trono!

Los cinco: (En tropel) ¡Aquí estamos, poderoso señor!

Diamantón: (Ya con sus ropas harapientas) ¿por qué se han demorado?

Los cinco: (Se miran asombrados mientras levantan lentamente los ojos para mirar
bien al harapiento que les ha hablado e intercambian estas frases) ¿Qué le pasa a este
harapiento?- ¿se ha vuelto loco?- Arrojemos a este loco harapiento de la sala del trono! -
Mejor habrá que darle un castigo ejemplar. ¡cien azotes para él!

Hombre: (Con ropas de rey) ¡No, nadie lo toque! (Ha hablado con una voz fuerte,
diferente a la de la primera parte) ¡se hará lo que yo diga! (Se lleva al harapiento
Diamantón a una esquina) ¿Qué eliges, señor; la verdad de Amauta, el ermitaño, o la
mentira de tus ropas que infunden temor?

Diamantón: Amauta, el ermitaño, y la verdad!

Hombre: (A los niños) ¿Es correcta la elección del rey Diamantón? (es mas que fijo
que responderan que sí) Bien, así sea. (A los consejeros) Déjenlo ir. es un pobre hombre
que no ve bien y ha enfermado del juicio. (Los consejeros ríen)

Diamantón: (A los niños) Gracias, por ayudarme a tomar esta decisión. ¡Nunca vi con
más claridad ni estuve más sano de entendimiento!

Los cinco: (Lo empujan) ¡Fuera, harapiento! (Salen detrás de él)

Hombre del carrito queda solo en la escena y canta a los niños. El argumento puede ser
interpretado mímicamente por Diamantón y sus consejeros:
Un asno cierto día
encontró una piel de león
que un cazador distraído
por esos lares dejó.
ni corto ni perezoso
vistió la piel el jumento
y gozó que es un contento
al ver a todos temblar.
¡Qué miedo el que les provoco!
¡Qué poderoso que soy!

75
Se repite el asno loco
vestido con piel de león

Tanto cree en su poder


Que fatuo decide un día
porque mucho calor le producía
quitarse la feroz piel.
Todos ven en él lo que es
y cuando quiere mandar
todos le quieren pegar
pues rey ya nadie lo ve!
Los que esta canción escuchan
aprendan su moraleja:
Muy desnudo se queda y sin respeto
al que sólo la ropa le respetan!

TELÓN

76
Cuadro II

Diamanton: (Aparece y canta una triste melodía)

Nunca debía aceptar este cambio de trajes


ya que sólo miserias y penurias voy pasando
Debí quedarme abrigadito en mi palacio
adulado por mi corte, servido por mis criados
¡Oh, en qué mala hora me hice esas preguntas
que me ha traído tantas desdichas juntas
el querer las respuestas conocer!

Va a seguir su camino cuando la melodía se torna alegre y vital. Aparece el Hombre del
carrito con otros actores que hacen de pueblo y cantan con música de En el puente de
Aviñón!:

En los pueblos del país todos trabajan, trabajan.


Todos trabajan, trabajan en los pueblos y yo también.
Hacen así, así las lavanderas hacen así,
¡y así crece el país! (pantomina del oficio).

Luego estos van cambiando acelerando y creciendo: pintores, zapateros, choferes,


pescadores, albañiles, carpinteros, mineros, campesinos, obreros, artistas, leñadores.
Cuando el verso coincida con nombresde tres silabas se cantara: Hacen así, así hacen los
mineros, por ejemplo.
Todo se interrumpe a la llegada del pregonero:

Pregonero: (que es Magín) Señoras y señores (Toque de tambor de Ingenioso) Niñas y


niños (Toque de tambor) ¡Atención! Su serenísima majestad soberano del país de
Diamantina me ordena comunicarles que este será el último invierno que necesitaremos
leña! (Murmullos) Calculín, el sabio de palacio pronto entregará, para beneficio público,
un invento que dará calor a las cabañas en invierno y las hará frescas en el verano!

Diamantón: (Comenta a uno que está a su lado) No creo que eso pueda ser, Calculín
nunca inventará nada que sirva a otro que no sea el rey.

Hombre: Pero, no ha oído que Diamantón se lo ha ordenado. Parece que al fin se ha


dado cuenta de que él no necesita calentar su cómodo palacio, pero que nosotros sí la
pasamos muy mal en nuestras cabañas. Está cambiando mucho en los últimos tiempos.
¡Oigamos al pregonero!

Pregonero: Por lo tanto, ya no se entregará ninguna porción de leña para el palacio


esta temporada ni nunca jamás!

Diamanton: (Monta en furia) No, el hombre del carrito no me puede hacer eso!

77
Hombre: ¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así?

Diamantón: (Disimula) No es nada, no es nada. (Sonríe) Este Diamantón siempre fue un


mandón, abusivo y comodón! habría que darle su merecido...
Hombre: ¡Shhh! No digas eso. Te pueden meter preso. Es peligroso. Por todas partes
hay espías de Belicoso. Y, como estamos juntos, también a mí me meterían preso. ¿Y
quién va a trabajar para mis hijitos?

Diamantón: Tienes razón. ¡Soy un indiscreto irresponsable!

Hombre: No tanto. Diamantón siempre ha sido así como tú dices, aunque ahora esté
cambiando. Así que si lo que dijiste antes lo dices bajito, dilo nomás (Los dos ríen).

Pregonero: (Molesto con Diamantón y el Hombre) ¿me dejan terminar mi pregón?


(Toque de tambor) ¡Atención! Su serenísima majestad me ordena comunicarles
finalmente que los impuessos serán más altos para los patrones y que la gente del
pueblo pagará mucho menos! (Todos lanzan un largo Ohhh, desilusionado y salen
serios).

Diamantón: Eso sí que no me lo esperaba.

Hombre: Ni yo, ni nadie.

Diamantón: Pues a mí esa noticia no me quita ni el hambre ni el frío!

Hombre: Ni a mí, ni a nadie.

Diamantón: Llevo varios meses caminando y el invierno ha sido duro. No encuentro


qué comer! ¡Tanta es la miseria en Diamantina. Ya no doy más!

Hombre: Oh, haberlo dicho antes. Poca es la comida que tenemos mi familia y yo;
pero algo te daré.

Diamantón: Te he oído cantar la canción de los trabajadores. No eres un mendigo como


yo.

Hombre: Eres de los pocos que quedan. En diamantina ya no hay mendigos, porque
nadie podría darles limosna. Así que, entiéndelo bien, esta ayuda te la doy por una sola
vez. Bien quisiera poder ayudarte otras, pero eso sería quitarle la comida a mi familia.

Diamantón: ¿Tan poco ganas con tu trabajo?

Hombre: ¿Viste que nadie se alegró con la noticia de los impuestos? El patrón dice
que por eso nos paga poco. Los impuestos son muy altos, él no quiere pagarlos de su
bolsillo, entonces los descuenta del sueldo que debe darnos.

Diamantón: ¿Y nadie más trabaja en tu familia?

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Hombre: Sí, todos trabajabamos. Pero, mi mujer se enfermó, y a mis dos hijos
mayores se los llevó el rey para la guerra. Nunca volvieron. Nos dejaron más pobres y
tristes.

Diamantón: Que se quedaran tristes te comprendo. Siempre duele perder a los hijos.
Pero los soldados recibieron el botín de guerra tomado a Reflexalia, para que se lo
repartieran como premio a su valor.

Hombre: El botín de guerra se lo repartieron los oficiales, amigo. A los soldados no


les dieron nada. Como es siempre. A quien más daño hacen las guerras es al pueblo.
Nuestras casas son las incendiadas, no los castillos de los señores; nuestros campos son
arrasados, no los graneros de los señores; y son nuestros hijos los que mueren primero
porque van desarmados, no los señores que, dentro de su armadura de hierro, van
protegidos.

Diamantón: Sin embargo se dice que la guerra es el mejor negocio para un reino.

Hombre: No para nosotros. No para tu hambre y el mío. Siempre llevamos la peor


parte. Date cuenta, ahora el rey Diamantón nos rebaja los impuestos y se los aumenta a
los patrones. ¿Sabes qué pasará? Que desde mañana los patrones nos pagarán menos;
porque, como te he dicho, los impuestos los pagan de nuestro sueldo.

Diamantón: Yo podría colaborar contigo si me brindas tu techo. Pediré trabajo a tu


patrón y compartiré contigo la paga que me dé. Aunque sea tan poco como dices.

Hombre: Hablas como un extraño. No es tan fácil conseguir trabajo. Por eso cantamos,
a pesar de todo, los que lo tenemos. Tendrás que rogar mucho para que te den una tarea.

Diamantón: Pagan poco y no hay trabajo. ¿Cómo hacen para sobrevivir?

Hombre: Aprendemos a sufrir y a soportar penurias.

Diamantón: Lo sé por mí. ¿Pero lo que no puedo explicarme es por qué no se rebelan
contra el abuso?

Hombre: Porque el rey tiene la fuerza. Manda su ejército a proteger a los patrones, y
siempre quedamos peor que antes… Pero, me voy. Búscame más tarde. Vivo en lo alto
de esa colina.

Diamantón: ¿Por qué te vas?

Hombre: Allí viene el patrón y se molestará si nos ve conversando. Dice que


conversar es perder el tiempo.

Patrón: (El mimo actor que hace de Tesorín) ¿Qué haces ahí hablando tonterías? Ve
a trabajar. ¡Cada minuto que no trabajas es plata que pierdo! (Mutis del Hombre) ¿Y, tú,
harapiento, qué buscas en mis tierras?

Diamantón: Busco trabajo. Necesito trabajar porque me muero de hambre.

79
Patrón: (Ríe) ¿Crees que es tan fácil conseguir trabajo? (Ríe) ¿Qué sabes hacer?

Diamantón: Lo que tú mandes.

Patrón: (Burlón) ¡Pues, bésame los pies!

Diamantón: Eso no es un trabajo. Yo te pido un trabajo.

Patrón: ¿Con que orgulloso, no? ¡Pues, llénate con tu orgullo y muérete de hambre!
(Se va altanero)

Diamantón: (Furioso) ¡Me quejaré al rey!

Patrón: (Vuelve) ¡Qué tonto eres! Yo soy hermano gemelo del primer ministro,
Tesorín. ¿Crees que el rey va a escuchar a un hambriento antes que a un señor bien
relacionado y bien vestido? Además está muy ocupado en hacer la guerra y cobrarnos
impuestos para que le quede tiempo de atenderte.

Diamantón: ¡Eso lo veremos!

Patrón: Por último, si te escucha, ¿de dónde creerá el muy idiota que vamos a obtener
las riquezas que le pagamos si no es el trabajo de todos los harapientos?... Vete, vete de
aquí antes de que llame a mi guarda para que te azote por insolente. 8Diamantón sale
apresurado y el Patrón canta muy feliz)
No importa que yo sea uno
Y ellos sean mil.
De la mañana a la noche
Todos deben trabajar para mí.
Poruqe el patrón yo soy
Y la tierra les doy,
Todos deben trabajar para mí.
Y de lo que se saque de allí
La mayor parte será para mí.
Porque el patrón y soy
Y la tierra les doy.
No importa que yo sea uno
Y ellos sean mil.
¡Todos deben trabajar para mí!

Narrador: Así, al atravesar bosques y desiertos, antes de llegar a las altísimas montañas
donde vivía Amauta, el ermitaño, Diamantón iba a prendiendo muchas cosas en
contacto con sus humildes súbditos a los que nunca se había preocupado de acercarse…
Pero, supongo que ustedes se preguntarán , como yo, ¿qué ha sucedido con el hombred
el carrito? El que se quedó gobernando con las ropas de Diamantón y que viene
haciendo todas las cosas que hemos oído… Creo que nos convienen echar una miradita
por el palacio, a ver cómo sigue la cuestión.

Los cinco: (Salen juntos hablando o cantando a coro)


Queremos decirle, señor Narrador,
que no estamos contentos

80
con la forma que ahora gobierna Diamantón.
¡No parece, no parece, no parece que fuera él
Se ha vuelto otro, lo han cambiado, es otro rey!
Habla de justicia, de prosperidad. ¡En el pueblo piensa!
En el bienestar de los harapientos. ¡Locura banal!

Narrador: ¿Por qué dicen eso, señores, por qué?

Tesorín: Sus órdenes absurdas no logro comprender.

Narrador: Si me pone un ejemplo, tal vez logre entender.

Tesorín: Figúrese usted. ¡A los propietarios subió los impuestos!


Sabiendo que todos son parientes nuestros.
Yo tengo un hermano; Belicoso, un tío.
Ingenioso, el suegro; Magín a su yerno.
¡De mayor absurdo antes no recuerdo!

Narrador: ¿Y por qué es absurdo lo que el rey ha hecho?


¿No es justo que paguen más los que más tienen?

Calculín: Usted me da risa, señor Narrador.


Por los que más tienen, los que menos tienen
Consiguen trabajo. Y si no hay trabajo
No hay nuevas riquezas. Y si no hay riquezas
¡Todo se irá al agua!

Los cinco: ¡Y si no hay riquezas, todo se irá al agua!

Ingenioso: ¿Que manía es esa que al rey le ha dado de querer ayudar a los pobres con
nuestro dinero? No hay derecho. No hay derecho. ¡Que hasta se le ocurra que nuestros
inventos sean para ellos! No hay derecho. ¡Mi carrito va a dárselo a los ancianos!

Magín: ¡Y a mí me tiene haciéndoles mis hermosos trucos a los niños!

Calculín: Que las casas sean calientes en invierno y frescas en verano a mí me ha


ordenado. ¡Pero, no sólo las del palacio sino todas las casas del reino! ¡No hay derecho!

Belicoso: Sólo nos queda una cosa: arrojarlo del palacio por la fuerza. ¿con mi
ejército, yo me ofrezco, a sacarlo. Luego, me nombran rey, ya?

Los otros: (Sacando la lengua) ¡Yaaa!!!

Tesorín: No es necesario que nos prestes tus eficientes servicios, Belicoso. Esta
cuestión es más fácil. Aquí tenemos a alguien que quiere vengarse de él.

Los otros: (Asombrados por el ingreso de Espejón IV embozado) ¡Espejón IV!.

Tesorín: ¡Silencio! Él ya sabe lo que tiene que hacer (Espejón IV asiente).

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Todos: (Mientras sale Espejón) y después yo, yo, yo seré el rey!! (Gran alboroto
entre los consejeros)

Narrador: Como ven, las cosas en palacio andan muy mal para los cortesanos y se la
quieren desquitar con nuestro buen amigo del carrito. Dejemos este lío de acá, ya que no
podemos darle solución, por el momento, y vayamos a ver si Diamantón, el verdadero
rey, ha tenido otro encuentro con patrones abusivos y altaneros u hombres del pueblo
sufriendo miserias y penurias. sobre todo, ahora que el invierno ya ha pasado y han
llegado los buenos días primaverales.

Viejito: (Aparece por la platea cargado un pesado bulto) Con este enorme peso no sé
si podré proseguir mi camino (A los niños) ¿Alguien me quiere ayudar? (Los niños
ayudaran hasta llegar al borde del escenario) Gracias, hasta aquí basta. Como han sido
tan amables conmigo les cantará una canción:

Toda edad tiene su encanto


se los digo en mi cantar:
la niñez para jugar.
jugar, soñar, jugar, pensar.
alarí, lerí, lerón (bis)

la juventud para soñar


soñar, pensar, soñar, jugar
alarí, lerí, lerón (bis)

la adultez para pensar


pensar, jugar, pensar, soñar
alarí!, lerí, lerón. (bis)

Y es toda edad
para amar la libertad
para amar la libertad
alarí, lerí, lerón (bis)

Diamantón: (entrando) qué animoso eres, anciano. y qué hermosa canción la que cantas.
¿dónde la aprendiste?.

Viejito: Por los caminos del mundo.

Diamantón: ¿Mucho has caminado?

Viejito: Soy ya viejo. Y aunque no hubiera salido de mi pueblo he caminado mucho,


porque mi vida entera he caminado. Son casi cien años, ya. (Va a recoger su paquete).

Diamantón: (Admirado) ¿Y con cien años, llevas paquete tan pesado?

Viejito: Soy ya viejo. Y aunque no llevara bulto alguno, mucho peso llevara, porque
llevo todos los años de mi vida. Son casi cien años, ya.

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Diamantón: No puedo desandar los caminos que has vivido, ni restarte años. Pero el
peso de este bulto sí que puedo quitártelo. Te ayudaré. Así me lo ha enseñado toda la
gente del pueblo que he encontrado. (Intenta levantarlo y nota que es pesadísimo) ¡Uff,
y tanto que pesa!.

Viejito: Pronto, según lo que se pregona, ya no tendré que cargar este bulto, ni
hacérselo cargar a nadie.

Diamantón: ¿Por qué?

Viejito: Dicen que Ingenioso, el técnico mayor del rey, ha fabricado un carrito que
va a ser ofrecido a los ancianos.

Diamantón: No creo que eso pueda ser posible. Ingenioso no haría algo que no fuese
para el rey. Él sólo piensa en halagar al rey.

Viejito: ¿Es que ese invento no servirá también para el abuelo de Ingenioso y para el
rey Diamantón cuando sea viejo?

Diamantón: Diamantón siempre tendrá quien lo cargue porque es rey.

Viejito: Cuando Diamantón sea viejo ya no será rey, y a nadie le interesará ayudarlo.

Diamantón: Tiene razón. Estoy aprendiendo muchas cosas. Pero, déjame ayudarte por lo
menos un buen trecho, mientras Diamantón cumple su promesa.

Viejito: No sólo eso ha prometido. Los pregoneros dicen que hasta Magín, su mago
particular, saldrá a los pueblos a divertir a los niños.

Diamantón: ¿Y por qué hará eso?

Viejito: Porque los niños son muy buenos. Por ejemplo, estos niños que ves aquí me
han ayudado a cargar mi bulto, y yo les regalé una canción.

Diamantón: Comprendo. Ahora se les va a premiar también con números de magia.

Viejito: Es lo que se pregona, por orden del rey.

Diamantón: Sé algunos que puedo hacer también (Hace un lindo truco con pañuelos) En
agradecimiento por la ayuda prestada a este señor.

Viejito: ¡Qué lindo truco! A mí me ha divertido, también. ¿Dónde lo aprendiste?

Diamantón: Se lo vi hacer una vez a Magín, el mago del rey Diamantón, y me las
ingenié para averiguar cómo se hacian. Ahora que he visto como se divierten los niños,
le doy la razón a Diamantón de haber ordenado a Magín que los alegre. Sus trucos sólo
sirvieron antes para embaucar al pueblo, mantenerlo hipnotizado, hechizado,
embrujado, distraído.

83
Viejito: Pero el más hechizado, embaucado, hipnotizado, embrujado y distraído es el
rey Diamantón. Y nunca lo sabrá porque vive alejado de sus súbditos, encerrado en la
cárcel dorada de su palacio.

Diamantón: (A los niños) Cada día me alegro más de haber seguido el buen consejo del
Hombre del carrito y de ustedes, niños. Pero, nunca creí que fuera tan difícil encontrar a
Amauta.

Viejito: ¿Decías, caminante?


Diamantón: Oh, tal vez tú, por tu edad, sepas dónde puedo encontrar a Amauta, el
ermitaño.

Viejito: Frente a ti, ayudándolo a cargar sus bultos.

Diamantón: ¿Eres tú Amauta, el ermitaño?

Viejito: Así me llama la gente y a este nombre respondo. ¿Para que me buscas?

Diamantón: Venerable anciano, soy un humilde caminante que de muy lejos viene a
pedirte que le contestes dos preguntas.

Viejito: ¿Cuáles son ellas?

Diamantón: ¿Cuáles deben ser los negocios más importantes de un reino? Y ¿con qué
gentes debe emprender su gobierno un rey?

Viejito: Si luego de andar por tantos caminos no tienes solo la respuesta. Levántate
mañana muy temprano y siembra una semilla. Encontrarás tus respuestas en el tiempo
que demore en germinar. (Se escucha una voz en off:)

Voz: ¡Socorro, no doy más! ¡Atiéndame quien me escuche! (Ingresa un hombre


herido de flecha).

Diamanton: (Se acerca presuroso al herido) ¿Qué sucede? (Lo atiende) Amigo,
ermitaño, trae agua y hojas para curar a este herido (Amauta sale) Te arrancaré la
flecha. Resiste ¡Correcto! (Amauta vuelve trayendo el agua en un balde ante el asombro
de Diamantón).

Amauta: (Explicativo) Mi cabaña está muy cerca de aquí, detrás de esos árboles (el
rey moja la frente del herido y lava su herida) ¿No hay más agua?...Oh. disculpa,
hermano, yo mismo la iré a traer. Tú has trajinado todo el día y toda tu larga vida.

Herido: (Recobra el conocimiento) ¡Gracias, majestad! (Se desmaya)

Diamantón: (A Amauta) Se ha desmayado.

Amauta: Vamos, hermano, ayúdame a llevarlo a mi cabaña. Luego trae el agua. Ya


llega la noche y hay que descansar.

84
Diamanton: (Mientras ayuda a conducir al herido) Me ha reconocido. ¿Quién será?
(Salen)

Amauta: (Vuelve en Narrador) Ustedes se preguntarán como Diamantón: ¿Quién es


este misterioso personaje herido de flecha que ha reconocido al rey? Yo también estoy
intrigado, porque nadie en el camino ha reconocido a Diamantón, quien se ha quedado
tan intrigado como nosotros, casi no ha pedido dormir en toda la noche. La ansiedad por
saber quién podría ser el desconocido y la necesidad de sembrar la semilla, lo hizo
levantarse muy temprano a trabajo. Pues no hay como el trabajo para alejar las
preocupaciones. (e retira y sale Diamantón y se pone a trabajar).
Diamantón: (Canta) Amiga semilla te voy a sembrar
amiga semilla te voy a regar.
El sol con sus rayos te hará germinar
y limpias verdades voy a cosechar.
¡A sembrar! ¡A sembrar! ¡A sembrar!

Herido: (Aparece y se arroja a los pies de Diamantón) ¡Majestad, te pido perdón!

Diamanton: ¿De qué te voy a perdonar? Yo no te conozco.

Herido: Me conoces. Tal vez por la barba no te das cuenta quien soy. Pero alguna vez
nos hemos medido por igual frente a frente.

Diamantón: (Lo mira bien) ¡Espejón IV, soberano de Reflaxalia!

Espejón IV: El mismo que nombras, Diamantón, el Único, soberano de Diamantina.

Diamantón: ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¡Y herido!

Espejón IV: Te contaré.

Diamantón: Cuenta, si, cuenta. Pero, ponte de pie (Mientras Espejón IV cuenta su
historia, sin darse cuenta ayuda a Diamantón a sembrar su semilla)

Espejón IV: Después de ser vencido por tus ejércitos juré vengarme al huir. Esperé un
tiempo escondido en las montañas y, un día, disfrazado de comerciante, penetré en tu
palacio para matarte. Tesorin me descubrió…

Diamantón: ¡Y te impidíó matarme!

Espejón IV: No, antes bien, me ofreció darme la corona si te daba muerte. Tus
consejeros decían que te habías vuelto loco en los últimos tiempos y estabas dando
leyes a favor del pueblo… Como sabes, fallé en mi intento.

Diamantón: No lo sabía. Porque el rey al que intestaste matar no era yo.

Espejón IV:¿Cómo dices? ¿A quién traté de matar, entonces, ayudado por la


complicidad de tus consejeros?

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Diamantón: Si hubieras matado a quien ocupa el trono de Diamantina, habrías acabado
injustamente con un noble hombre que accedió a cambiar sus ropas por las mías y que,
en el poco tiempo que ha estado en el gobierno, ha hecho mejores cosas que yo.

Espejón IV: ¿Por qué cambiaste tus ropas por las de él? ¿Te obligó?

Diamantón: No, yo le propuse el cambio. Tenía que venir hasta acá para encontrar las
respuestas a unas preguntas que me inquietaron luego de vencerte.

Espejón IV: ¿Qué preguntas son esas?

Diamantón: Los niños las saben (Los niños corean) Al principio me arrepentí del
cambio y estuve a punto de volver a reclamar mi corona, pero en el camino fui
aprendiendo muchas cosas que me animaron a proseguir.

Espejón IV: Yo también he aprendido muchas cosas en este peregrinaje de prófugo y,


aunque me has derrotado, son respuestas que me interesa conocer. También yo me las
he hecho muchas veces sin encontrar, en toda mi corte, nadie que me diera una
respuesta satisfactoria para ellas.

Diamantón: Yo se las hice a Amauta, el ermitaño, y me mandó a sembrar esta semilla.


¡Gracias por tu ayuda! (Sale Amauta)¿Podrías dar ya respuesta a las preguntas que te
hice al llegar?

Amauta: ¿Por qué debo ser yo quien dé esas respuestas?

Diamantón: Porque un hombre de mi pueblo me dijo que tú eres muy sabio.

Amauta: ¿Y por qué crees que soy sabio?

Diamantón: Por tu edad y porque en las alturas que vives, piensas en el mundo que
miras desde tu soledad.

Amauta: Has aprendido muy poco si aún crees que basta mirar el mundo desde lejos
y pensar en él para ser sabio... La mayoría de tus consejeros piensan, Diamantón y los
tuyos también, Espejón IV. ¿Por qué no encontraron sabias sus respuestas?

Diamantón: Me parecieron respuestas egoístas.

Amauta: Luego, no basta pensar en el mundo para ser sabio.

Diamantón: No, ahora veo claro. Hay que vivir en contacto con el mundo, conversar y
pensar con los demás.

Amauta: Y preocuparse por ellos. ¿sabes de qué estaba lleno el paquete que me
ayudaste a cargar?.

Diamantón: Pesaba una barbaridad!

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Amauta: Así le pesan al pueblo sus problemas. Nuestro pueblo vive cargado de
miserias. Todos los años de mi vida he caminado mirándolos y pensando en cómo
podrían resolverse. Fui encontrado algunas respuestas que me hicieron fama de sabio.
Pero la respuesta final a sus problemas uno mismo debe encontrarlas. Así como tú ya
has encontrado las respuestas de las tuyas.

Diamantón: No entiendo. ¿Ustedes, niños, entienden lo que quiere decir Amauta, el


ermitaño ( En este momento se oyen voces y entran muy asustados los cinco consejeros)

Los cinco: ¡Amauta, protégenos de la ira del pueblo enfurecido!

Diamantón: ¡Mis cinco consejeros! (A amauta) ¿Qué hacen aquí?


Amauta: (Sorprendido) ¡No sé!

Espejón IV: ¡Diamantón, qué pequeño es el mundo! ¡Aquí tienes a los cinco traidores!

Amauta: ¡Un momento! ¿Qué sucede, poderosos señores? ¿Cómo vienen a buscar la
protección de un hombre humilde y desarmado?

Tesorín: Venimos perseguidos por una turba enardecida.

Amauta: (Con un gesto hace callar a los reyes que quieren hablar) Esperen un
momento, amigos. (A Tesorín) ¿Y, por qué los persigue esa turba?

Los cinco: ¡Por culpa del rey Diamantón!

Amauta: Explíquense.

Tesorín: (Acallando a todos que quieren hablar a la vez) ¡Silencio! Te lo


explicaremos...

Ingenioso: Después del gran triunfo sobre Reflexalia...

Magín: ...nuestro rey Diamantón comenzó a hacernos preguntas extrañas…

Tesorín: ...y a dar leyes a favor del pueblo…

Magín: ...Fue como si mágicamente lo hubieran cambiado…

Tesorín: …Sin pedirnos consejo alguno, suprimió los lindos impuestos al nacimiento,
al crecimiento, a la soltería, al matrimonio, a la risa, al llanto, al caminar lento, al
sentarse, al dormir más de cuatro horas...

Calculín: ...y tantos otros que sumaban más de cincuenta…

Diamantón: (Sin poder contenerse) esos impuestos eran injustos…

Espejón IV: …porque nacen muchos niños...

Diamantón: ...y todos tienen que crecer, y mientras crecen son solteros...

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Espejón IV: ...ya que uno se casa cuando llega a cierta edad y solamente si encuentra
alguien a quien querer.

Diamantón: …reír y llorar son emociones que nos acompañan a menudo en la vida...

Espejón IV: ...y el que mucho camina comienza a caminar lento y quiere sentarse o...

Diamantón: …por lo menos, dormir más de cuatro horas! ¡Y por todo esto que es
natural, el rey cobraba impuestos!

Espejón IV: …yo también cobro esos impuestos injustos. Tienes razón, soberano de
Diamantina.

Los cinco: (Que han permanecido haciendo gestos de desagrado y deprecio mientras
hablaban los reyes) ¡Diamantón!

Diamantón: (Con voz imperativa) Consejeros traidores les prohíbo que pronuncien mi
nombre.

Magín: Pero, si este harapiento es Diamantón, ¿quién es el que viene persiguiéndonos


con su ejército popular?

Diamantón: ¿Ejército popular?

Espejón IV: No he terminado de contarte lo que sucedió la noche en que intenté matarte
en complicidad con tus consejeros.

Los cinco: (Se abren) ¡Ejem! (Se hacen a un lado)

Espejón IV: Esa noche fui sorprendido por los soldados. Eran tres los centinelas. A los
dos primeros logré burlar, pero el tercero dio la alarma y salió a perseguirme. Me dio el
alcance y logró herirme con la flecha que me sacaste.

Calculín: Cuando supimos de tu fracaso, tratamos de que Belicoso se encargara de


hacerlo.

Belicoso: (Que ha permanecido sin hablar todo el rato) Pero fracasé, porque el
impostor logró convencer a mis soldados de que se unieran con sus hermanos del
pueblo. Todos nos han venido persiguiendo hasta aquí.

Ingenioso: Sabemos que el pueblo te tiene mucho respeto, Amauta. Por eso estamos
aquí, para que nos protejas de la ira del populacho.

Tesorín: Tú, rey, no sabemos cómo te has enterado de esto antes que nosotros. Pero
al fin estamos juntos para hacer frente a esos zarrapastrosos.

Hombre del carrito: (Vestido con ropaje real y con espada en la mano) ¡Al fin los
encuentro, traidores! ¡El pueblo unido jamás será vencido! (Advierte la presencia de
Amauta y Diamantón) ¡Padre Amauta! ¡Mi soberano! (Cae de rodillas) Perdonen esta

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entrada tan violenta. Pero, no saben con qué traidores están reunidos. Espejón, que
quiso matarme, creyendo que era el verdadero rey. Y éstos que se confabularon para no
obedecer las órdenes dictadas en favor del pueblo .

Los cinco: (Ruegan a Amauta y Diamantón) ¡Por favor, que no nos hagan nada!.

Amauta: ¡Un momento! El pueblo es generoso y estoy seguro que nada les hará,
aunque bien se lo merecen. De pie, hombre del carrito.

Diamantón: De pie, hermano del carrito, que ningún hombre debe arrodillarse ante otro
hombre. Tiene razón Amauta. Si no fuera por la generosidad de la gente del pueblo no
hubiera llegado hasta acá. Tu hermano, el patrón y dueño de tierras, Tesorín, no me
quiso dar trabajo...Y es triste vivir sin trabajo y no tener para comer.

Tesorín: ¡Oh, perdón para él y para mí, señor!

Diamantón: No se trata de perdonar sino de comprender y cambiar. Te doy nuevamente


la razón, Amauta. La respuesta final a sus preguntas debe encontrarlas uno mismo. Y ya
encontré las respuestas a las mías.

Tesorín: (Intrigado) ¿Las respuestas a qué, majestad? (Los otros están asustados).

Diamantón: A las preguntas que les hice el último día que estuve en palacio. El día en
que cambié las ropas por las del hombre del carrito y que ustedes me arrojaron a
patadas, a pesar de que él les advirtió que no lo hicieran.

Los cinco: Es que no sabíamos, majestad.

Diamantón: No es necesario saber con quien se trata, para tratarlo bien.

Hombre del carrito: Así se habla, majestad.

Diamantón: Si no hubiera atendido tu consejo, amigo, nunca me hubiera enterado de


que no me tenían miedo a mi sino a mi investidura, y que perdidas las ropas, perdía mi
poder, como el burro que se disfrazó con una piel de león.

Espejón IV: ¡Tienes razón!

Diamantón: Mucho me ayudaron y mucho aprendí. Supe que los patrones no pagan los
impuestos de su bolsillo, como creía el rey, sino de los sueldos de sus trabajadores.

Hombre del carrito: De modo que cuando yo rebajaba los impuestos al pueblo y se los
aumentaba a los patrones...

Diamantón: Éstos no hicieron otra cosa que reducirles el sueldo a sus trabajadores y
pagaron felices de los bolsillos ajenos. Antes que mejorar, la situación de los pobres
empeoró. ¡Esos abusos he descubierto!

Espejón IV: Tus palabras me están enseñando mucho.

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Diamantón: Tú, también me has enseñado, rey de Reflexalia.

Espejón IV: ¿Yo, majestad?

Diamantón: Tú, sí. Y debes perdonarme, porque meses atrás yo te hubiera encontrado
para encerrarte en una fría oscura y malsana prisión hasta que te murieras.

Espejón IV: ¿Qué te ha hecho cambiar ahora que hasta me has curado?

Diamantón: Amauta, el ermitaño, el camino hacia él, ayudando y recibiendo ayuda, me


hizo perder mi espíritu caprichoso y egoísta. ¿Juntos no hemos sembrado? ¿Para qué
hacernos la guerra, si juntos podemos trabajar por la grandeza de nuestros pueblos?

Espejón IV y los consejeros: ¿Trabajar juntos?

Diamantón: Sí, en el camino he aprendido lo hermoso que es trabajar juntos. Cortar


leña, sembrar, cargar bultos y atender heridos. Te ayudé herido, rey de Reflexalia, y
ahora puedo pedirle a mi amigo que vivamos sin pelear, en armonía! (Espejón asiente)
Pero, algo más me enseñaste.

Espejón IV: ¿Qué cosa, sabio rey?

Diamantón: Me reconociste porque eras el único que me había murado frente a frente. Y
me enseñaste que en la vida si queremos ser reconocidos por todos, a todos debemos
dejar que nos miren a los ojos y mirarlos nosotros a los ojos también.

Amauta: En suma, el hombre del carrito, los niños, el pueblo todo, el viejo del
paquete, o sea yo, y el hombre herido de flecha te hemos ayudado a responder a tus
preguntas.

Diamantón: Y proclamo, ¡que los negocios más importantes de un reino son los que se
hacen para bienestar del pueblo!

Espejón IV: Y que un rey debe acercarse al pueblo y emprender su gobierno con los que
son verdaderamente sabios porque han vivido con el pueblo.

Amauta: Así es. Todo el que conoce las necesidades del pueblo y no se aparta de él,
puede gobernar. Siempre y cuando cuente con la ayuda de esa inmensa mayoría.

Todos: ¿Cualquiera puede gobernar?

Amauta: Cualquiera que piense profundamente en cómo resolver las necesidades del
pueblo -repito- y gobierne teniéndolo a su lado.

Hombre del carrito: Yo lo he aprendido. El poder de los reyes y gobernantes no


proviene del ejército. Si un gobierno quiere ser justo debe reconocer que su poder viene
del pueblo.

Diamantón: Aprendí algo más. Que el pueblo puede gobernarse solo.

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Hombre del carrito: Siempre tiene que haber alguien que dirija.

Diamantón: Pero puede hacerlo alternativamente cualquiera de nosotros.

Hombre del carrito: Eso depende del pueblo.

Diamantón: ¿Deberé consultar al pueblo, entonces, si quiere que lo siga gobernando?.

Amauta: Esa pregunta tendrás que hacerla, si quieres un gobierno justo.


Los cinco: ¿Y nosotros?

Amauta: Calculín, ¿no es hermoso que la ciencia piense en todos los hombres?

Calculín: Sí ¡la ciencia debe ser para todos!

Amauta: Magín, ¿no es hermoso que la magia sirva para divertir a los niños y no para
engañar a los hombres?

Magin: Sí ¡El mejor truco de magia es hacer aparecer la sonrisa en los rostros de los
niños!

Amauta: Ingenioso, ¿no es hermoso que tus inventos ayuden a mejorar la vida de
todos los hombres?

Ingenioso: Por supuesto. ¡La técnica al servicio de la humanidad!

Amauta: Tesorín... (No esta) ¡Tesorín!

Hombre del carrito: Ha huido. No quiere entender que a nadie se debe explotar en un
gobierno.

Amauta: Y tú, Belicoso, ¿has entendido que sólo las guerras justas se deben
emprender. Y que el ejército es el pueblo en armas y no debe usarse para atacar al
mismo pueblo.

Belicoso: (huraño) Sí...si tú lo dices...

Amauta: Sé que no es fácil entender esto. Pero si los hombres no lo entienden,


nunca llegarán días de paz y prosperidad para nuestro mundo.

Diamantón: (Que ha estado hablando con Espejón) Queda una respuesta por encontrar.
¿Para qué me hiciste sembrar la semilla? ¿En qué habrá de germinar?

Amauta: Eso no lo podemos saber ahora. El tiempo lo dirá. La semilla es esta obra
que hemos sembrado hoy en vuestros cerebros y corazones, niños. Por ahora sólo les
podemos decir al despedirnos: (Canta solo y poco apoco todos lo siguen)

Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo.
Sin el pueblo

91
nada, nada, nada, nada, nada.
Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo
se puede alcanzar.
Sin el pueblo
nada, nada, nada, nada, nada
se va a conquistar.
Con el pueblo
todo, todo, todo, todo, todo
paz y libertad.
Sin el pueblo
nada, nada, nada, nada, nada
justicia tendrá.
Sin el pueblo
nadie, nadie, nadie, nadie, nadie
puede gobernar.

Todos al unísono:

Sin el pueblo
nadie, nadie, nadie, nadie, nadie
puede gobernar.

Amauta:

Y los niños, aprended


y los niños aprended
La verdad hay que buscarla
durante toda la vida.
Viendo y pensando se aprende
de libertad y de justicia.

Todos:

Viendo y pensando se aprende


de libertad y de justicia!

¿F I N?

Textos escaneados:

TEATRO DE INICIACIÓN A LA SOLIDARIDAD I: El gallo gayo


TEATRO DE INICIACIÓN A LA SOLIDARIDAD II: La Casita Bonita
TEATRO ECOLÓGICO II: Los leñadores y el bosque
TEATRO POLÍTICO III: La Niña Sabia

92
La Cueva

A oscuras se escucha:

Hasta la fecha, nadie que ha ingresado a esta cueva ha vuelto a salir. Todavía pueden
desistir.

Al encenderse la luz se ve cinco exploradores en la entrada de la Cueva, tensos y


expectantes. Unos y otros se miran, hay en su cuerpo la disposición propia de los
audaces. Hombre y mujeres sonríen. Uno de ellos comenta divertido:
La fiesta debe ser muy buena. ¿Por qué vamos a perderla?
Risotada general. Habla el jefe:
Me alegra su disposición de ánimo. Bien, aseguren sus equipajes y adelante.
Los exploradores revisan sus equipajes. Algunos hacen bromas físicas como
ponerse el gorro al revés y ulular. Entre risas terminan sus arreglos. El jefe mira
de uno en uno que afirma:
Listo.
Una de ellas le entrega amorosa un pañuelo. Él lo recibe agradecido. Finalmente
ordena
Adelante!
El avance es simbólico y ritual, una especie de danza con avances y detenimientos.
En el quinto congelan y demuestran que hay un olor perturbador. El jefe
pregunta:
¿Huelen lo mismo que yo?
No sé si será lo mismo, pero es muy intenso.
Y perturbador.
El jefe asiente con la cabeza y dice
Sí.
Todos entran en una especie de danza sensual…De pronto, uno de ellos se quita el
equipaje y se hunde corriendo en la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
lo llaman. Pero él no responde:
Espera, Juan.// Juan, Juan, vuelve!// ¿Adónde vas, Juan?
Pero, el llamado Juan no retorna.
Que nadie lo siga. Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra fuerza está en
permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que llevaba puede
servirnos. El olor ya se fue, no?
Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
Continúa el avance simbólico y ritual, se mueven y congelan. En el tercer
congelado se detienen como escuchando una melodía. El jefe pregunta:
¿Oyen lo mismo que yo?
El grupo no responde, pero se entrega una alegre danza orgiástica. Las mujeres se
quitan la ropa hasta quedar en paños menores. Una de ellas da un grito estridente
y sale hundiéndose en el fondo de la cueva. Esto saca de su trance a los demás que
la llaman. Pero ella responde con una risotada:
Espera, Martha.// Martha, Martha, vuelve!// ¿Adónde vas, Martha?
Pero, la llamada Martha no retorna.
Que nadie la siga. No lo olviden: Lo que menos debemos hacer es separarnos. Nuestra
fuerza está en permanecer juntos. Recojan su equipaje y distribúyanselo. Lo que
llevaba puede servirnos. La melodía no se escucha ya, no?

93
Asentimiento corporal. Pausa de trabajo. El Jefe ordena
Adelante!
Van a continuar su avance pero se detienen estupefactos. Juan y Martha vuelven
semidesnudos. No tienen ojos, pero parece que no se dan cuenta de su condición.
Los tres restantes quedan como petrificados. Juan y Martha aprovechan la
situación para comenzar a arrastrarlos hacia el fondo de la cueva. Reacciona y
grita:
Noooo!
Los arrastrados reaccionan y se liberan. Martha y Juan se ríen de ellos como si
fueran tontos y vuelven a salir. Los que se han liberado se van recuperando poco a
poco y se quedan temblorosos y asustados. Sin embargo inconscientemente
comienzan a irse al fondo de la cueva. El Jefe los detiene.
Noooo!
Pero el hombre le da un empujón y sale tratando de llevar a la muchacha que se
deja llevar. Forcejea el jefe para que ella se quede y finalmente triunfa. El otro sale
corriendo muy excitado. El jefe abraza a la muchacha y la empieza a sacar.
Pausa en la que vuelven los tres exploradores detrás de una forma amebiana muy
grande en la que se soban anhelantes. La forma los acoge un instante y luego se
traga a uno de ellos. Los otros, ciegos no se dan cuenta y salen siguiendo a la forma
amebiana que se hunde en la cueva.
Con gran esfuerzo salen corriendo, en la oscuridad.
Calma, calma. Ya estamos fuera.
La muchacha parece hipnotizada. Comienza a acariciar al Jefe. Se aproxima
sensual y lo invita al placer. Él, al comienzo, responde igualmente a sus caricias.
Pero cuando se da cuenta que es producto de un trance la deja. Esto irrita
profundamente a la mujer que grita su despecho y se hunde en la cueva. Él trata
de seguirla, pero desiste. Comienza a arreglar silenciosamente su equipaje. Mira
con nostalgia el pañuelo que la mujer le dio al comienzo antes de salir. Lo arruga y
aspira su perfume. Cambia de actitud y se lanza al fondo de la cueva, pero se
detiene a sí mismo en un gran esfuerzo. Lucha interior y exterior por entrar o no
entrar. Finalmente se dirige al equipaje y va a alejarse. Pero, se queda congelado,
indeciso, tenso y anhelante. ¿Entrará o no? ¿Quién podría decirlo?

94
El Destino no se vende

La adivina con una baraja de Tarot ofrece a los transeúntes


El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Transeúnte 1 ingresa jugando con una moneda. La llama, y le pide algo por gestos
no convencionales. Ella extiende profesional un lienzo y tira las cartas como en una
danza. Al final del ritual sonríe. Transeúnte 1 le paga. Adivina le agradece con una
venia. Y a punto de salir se cruza con una bella niña que le sonríe. Se detiene, la
sigue y salen juntos. Antes de salir le hace un guiño a la adivina, que blande una de
las cartas y continúa su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Transeúnte 2 ingresa agitado. Al oír el pregón se detiene. Oculta lo que traía en las
manos y saca una moneda; la llama. Ritual similar al primero. Pero, al terminar
Transeúnte 2 la empuja y desordena las cartas. La adivina parece decir qué voy a
hacer, las cartas lo dicen, no yo.
Trata de detenerlo, para que se vaya por donde ha venido pero él elige seguir
hacia donde se dirigía. Antes de irse se encuentra con un policía que lo encañona y
lo detiene. Al cruzar por la adivina que está recogiendo sus cartas desparramadas
la mira. Ella lo ve alejarse mientras sostiene una carta en las manos. La mira,
suspira y levanta los hombros, continuando su pregón.
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Transeúnte 3, es un anciano. La escucha. Se acerca y le extiende una moneda.


Ritual. Se aleja incrédulo y ella le hace un gesto como diciéndole ya verá. Antes de
salir se cruza con una mujer que parece reconocerlo. El también parece que la
reconoce. Se miran, se abrazan. El anciano se aproxima a la adivina y le besa las
manos. Ella también está feliz. Se pone a jugar sola con sus cartas mientras casi
canturrea su pregón muy bajito para sí misma
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos.

De pronto se pone seria. Se levanta apresurada, recoge sus cartas y se va


corriendo. En cuanto ha desaparecido aparece el delincuente con un cuchillo. La
adivina vuelve acompañada de un policía que se acerca a detenerlo. El delincuente,
trata de huir, pero el policía lo persigue, y vuelve ya esposado. De nuevo amenaza a
la adivina con la mirada. El policía lo sorprende y le hace un gesto a la adivina de
que no se preocupe. Ella le agradece el gesto y vuelve a sus cartas. Va a tirarlas
otra vez para sí, pero desiste. Y vuelve a su pregón
El destino a precios módicos. Cómprelo, sépalo, domínelo. El destino a precios
módicos

Va a señalar a alguien del público… Pero desiste. Danza del grupo de transeúntes
cumpliendo su destino.

95
INDICE
La imaginación al rescate 3
El gallo gayo
El Niño y el Pajarillo 4
La Casita Bonita
Danza por la vida 5
Los leñadores y el bosque
La Niña Sabia
La historia sin fin 2
Celtín Uno, alerta a la Tierra 13
La Dulzura robada 28
El Tirano Preguntón 42
Flores de Ricardo 84
El goloso 85
Así no se puede estudiar 87
La Cueva 88
El destino no se vende 90

96

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