El Mundo Sonoro en Tomás Carrasquilla
El Mundo Sonoro en Tomás Carrasquilla
El Mundo Sonoro en Tomás Carrasquilla
Beatriz E. Aguirre*
Universidad de Antioquia
P r o f e s o r a y C o o r d i n a d o r a d e la M a e s tr ía e n L it e r a t u r a C o lo m b ia n a d e la F a c u lta d d e
C o m u n ic a c io n e s de la U n iv e rsid a d de A n tio q u ia . b a g u irre @ q u im b a y a .u d e a .e d u .c o . E ste artícu lo
e s re s u lta d o d e la in v e s tig a c ió n d el m is m o títu lo , r a d ic a d a e n el C e n tro d e In v e s tig a c io n e s y
E x te n s ió n d e la F a c u lta d d e C o m u n ic a c io n e s .
E s t u d io s d e L i t e r a t u r a C o l o m b i a n a
N o . 2 3 , j u li o - d i c i e m b r e , 2 0 0 8
El mundo sonoro en Tomás Carrasquilla... Beatriz E. Aguirre
De las músicas
1 N o h a ré u n re c u e n to d e las p ie z a s de m ú s ic a a c a d é m ic a y p o p u la r re fe rid a s o p re s e n ta d a s p o r
C a rra s q u illa , a lg u n a s de e lla s h a n sid o id e n tific a d a s a p ro p ia d a m e n te , v er: C a rra sq u illa , T o m ás,
La Marquesa ele Yolombó, K u rt A . L evy, ed., B ib lio te c a A y a c u c h o , B ilb a o : A rte s G rá fic a s
G rije lm o , 19 8 4 y C a rra s q u illa , T o m ás. Obra escogida , L e tic ia B e rn a l, ed. M e d e llín : E d ito ria l
U n iv e rs id a d d e A n tio q u ia , 2 0 0 8 .
2 L a s c ita s d e e ste a u to r so n to m a d a s de: C a rra s q u illa , T o m ás. Obras Completas. T o m o s I y II.
M e d e llín , E d ito ria l B e d o u t, 1958. Se id e n tific a n d e n tro del te x to e n tre p a ré n te s is , el to m o en
n ú m e ro ro m a n o , s e g u id o d el n ú m e ro de p á g in a . S e c o n s e rv a n la a c e n tu a c ió n y la p u n tu a c ió n
d e e sta ed ic ió n .
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De la literatura
[...] en su afán de [...] hacer vibrar sus cuerdas más sonoras, de ser
originales, distinguidos y excepcionales, de afinar la parada, adulteran
su manera de sentir, falsean sus facultades emocionales y destruyen de
paso sus pasos contados, el propio temperamento que les hizo artistas,
cual les acontece con las visceras a los bebedores y glotones. [...] ha
de ser una obra milagrosa que hable, que diga, que exprese, por estalli
dos, por golpes, por rumores, por zumbar de insectos y de follajes, por
frufrúes de seda y de papeles, lo que no se quiere decir con la vulgar
palabra (II, 665).
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Si ello es rimado, el caso es más grave todavía; han de ser unas músicas
tales, que su mismo aire proclame el tema con todos los cambiantes y
honduras; que las notas, una por una-por sus caracteres fonéticos, por
combinaciones léxicas y sintáxicas, prosódicas y aun ortográficas- ex
presen mejor, mucho mejor, que el vocablo verdadero, que sólo se
explota en tales casos como sonido o vehículo, a falta de otro, no como
acepción o significado (II, 666).
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micos, los tres músicos y los dos cantores, que por allá los han conseguido”
(II, 64). Es precisamente con estos intérpretes de otras regiones que los
yolomberos amplían su experiencia musical: “Todos tienen que asistir a esa
misa de coristas marinillos y con música rionegrera; esa “música seria”,
tan poco oída en estos parajes” (II, 73). Se conjugan también danzas de las
diferentes herencias culturales que se han afincado en la región: “Ya por ese
entonces se iban mezclando a los africanos los aires y bailes españoles y ya
alboreaban las vueltas, el gallinazo y la guabina, tan socorridos después”
(II, 110), e incluso se mezclan en las ceremonias religiosas cantos rituales
y otros no tan santos. Al respecto Catalina Restrepo señala:
Por las noches, en torno del lar llameante, celebran sus ágapes; y al són
[sic] de guaches, de tambores sobre algún trozo de vaqueta templado,
a las modulaciones de algún popo horadado, tañido por sus mejores
artistas, entonan esos motivos salvajes, y melancólicos, y danzan en
esos giros libidinosos, peculiares de esta raza (II, 232).
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de algún Ilusión” (II, 373). Incluso su recuerdo más vital se desvanec e ante
el influjo de la música bien interpretada.
De las voces
Tomás Carrasqu illa presta especial cuidado a las voces de sus perso
najes, tanto protagón icos como secundarios. Toda la tesitura de la voz
humana está representada en su obra: la voz blanca (El Zarco y Blanca),
la soprano (Pepa Escandón y Narcisa), la contralto (Magola Samudio y
Bárbara Caballero ), el tenor (Arturo Granday Maletica ), el barítono (Padre
Gómez Ángel) y el bajo (ño Lucas). Cada voz trae consigo una “etiqueta
emocion al metafóric a” : melancólica, cálida, cristalina , dulce, metálica,
gangosa, vibrante, entre otras, que las provee con su color individua l y
diferenciador (Barricelli, 60).
En Frutos de mi tierra sobresale la voz de Pepa Escandón :
[...] cuando Pepa cantaba era cosa de parar mucha gente en la calle;
[...]. Su voz fresca y cristalina como el chorro al brotar de la peña,
elástica como un hilo de goma, se hizo para los recovecos y contorsio
nes del canto crespo. Si las romanzas italianas, si las arias de ópera que
cantaba las adulteraría o no, lo ignoramos; pero es lo cierto que Pepa,
sin esfuerzo, como quien habla, daba unas cadencias, unos trinos, unas
notas graves, sobre todo, que producían escalofríos (I, 36).
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4 C a r r a s q u illa y a c o n o c ía e n A n tio q u ia a lg u n o s b o g o ta n o s , p e ro s e r ía in te r e s a n te r e v is a r
el p rim e r m a n u s c rito d e Frutos de mi tierra p a ra c o m p a ra r si e n la e d ic ió n d e fin itiv a h a y
a lg u n a s n o v e d a d e s en lo q u e se re fie re a la d is e rta c ió n q u e h a c e en e s ta n o v e la so b re el a c e n to
b o g o ta n o .
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El, que podía hacerse oír entre el fragor de un combate, principio con
voz apenas perceptible. Había callado mucho, mucho tiempo por no
escandalizar a sus feligreses; pero ya su silencio era un delito (aquí cesó
el embargo de la voz y principió a tronar) Santa María de la Blanca era
la nueva Babilonia; el valle, otra Pentápolis (I, 178).
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el
criatur ita recién nacida ” (I, 483). El Zarco consig ue status de artista en
patio princip al del hotel de La Villa cuando “rasga y canta, con esas manos
y esa voz de ángel” (1,458 ), este público sí le aprecia e incluso recibe algún
e la
dinero de Don Joaquín como recomp ensa (I, 460). En La Villa, durant
celebración del Día de la Independencia, el Zarco haya un ámbito nuevo para
usar la voz, y héteme realiza do su ensueñ o: la prédic a sin cura [...] Esas
voces, esas palabra s, por él nunca oídas. Esas cadenc ias moduladas [...]”
era
(I, 465), en los discursos del día patrio. Al respec to, Kurt Levy consid
que al Zarco. Aunqu e el teatro le había dejado una enorme experie ncia,
[...] deslum brado por los relamp agueos de la elocue ncia, le nace el deseo
de llegar a ser un orador ” (Levy, 1958, 123).
En Tambo grande, duiante las fiestas titulare s, la voz que domin a es la
de ño Lucas quien:
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Ahora sí: ya sabía coger la tonada! Toma a repasar cuento ha leído, con
toda la música y la encerrona del caso. Aquí de su oído y de su voz!
Lee, en una muy alta y muy segura; y, como entiende lo leído, aprende
a graduarla y a adaptarla al pasaje; y como sabe cantar, sabe escucharse.
Hace la prueba final y ... “qué encanto”. Llega a la dicha casi divina de
admirarse a sí misma. Marcos a su lado, es una matraca. Busca a Gil
Polo... y ¡aquí de su ayuda! Pues si eso eran canciones, ella se compro
metía a cantar hablando. Y modula y ondea y hace cadencias. Ya no es
admiración lo que se tiene: es que se priva consigo misma (II, 93).
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Bárbara con esa voz que sin cantar es capaz de dar matices musicale s
a lo leído, es creadora entre los suyos, no en vano abrió una escuela. Pero
la bella voz de Bárbara hace parte de su tragedia al servir de justificac ión
a Fernando de Orellana de su atracción hacia ella: “—Esta Marquesa! Esta
Marquesa! Pero ¿no has visto como me ha dejado? Qué aire! Qué aristo
cracia! Y esa voz! Se me fue a las entrañas. La seguiré oyendo toda mi
vida (II, 175); Orellana es un fraude y la abandon a en el camino. Bárbara
regresa a su Yolombó nativo pero ya: “ [...] habla poco y eso disparate s
inconexo s” (II, 194). La voz musical, inteligen te, alegre y asertiva de su
Marques a deviene sonidos incoheren tes o repeticio nes absurdas: “De ahí en
adelante, es un autómata, que gime, que suspira, que disparata ” (II, 196).
En la última novela de Carrrasq uilla, Hace tiempos, la primera voz
descrita es la de Antolino , hijo natural de don Jerónimo quien importun a y
maltrata a Eloy su medio hermano . Así como es desprecia ble su comporta
miento con el niño, es el matiz de su voz que no se asemeja a la de un ser
humano: “[...] una voz de pollo criollo, a veces ronca, a veces chillona,
gaznatea ” (II, 217).
Respecto a la intensa sensibilid ad musical de Eloy, Kurt Levy plantea
cómo:
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De las cam p an as
Esto s instrume ntos resu enan y tiene n eco en
los pueb los, las mon tana s
y las tierras calie ntes de Antioquia, no tanto
en las dos ciud ades (La Vi a
y Bog otá). Su repic ar se asoc ia con el culto
relig ioso , cuan do anun cian la
mue rte de algú n parroquiano, pero en la obra
de Carr asqu illa las cam pana s
doblan tamb ién para indic ar las hora s, para conv
ocar a las familias y hasta
para caric aturizar a un pers onaje com o es el
caso de Filo men a Alza te en
Frutos de mi tierr a: “La cam panilla suen a,
el contrapo rton cruje, y asom a
el volu men de la pren dera ” (I, 70) el narr ador
jueg a con la suav e imag en
sono ra de la cam panilla que contrasta con
el desa grad able crujido de la
puer ta y rema ta con la pala bra volu men , no
aplic ada al sonido, sino a la
muje r entra da en carn es y en años.
Quiz á las cam pana s que más conm ueve n,
por la injus ticia que pro
clam an, son las que tañe n por la mue rte del
padre Casa fós. Mila gros as
escu cha desd e lejos, cuan do regr esa de Med
ellín con la carta en la que el
Obispo leva nta la susp ensión del padre: “De
pron to lléga le aden tro, a o
íntim o, una vibr ació n extraña. Extr aña no:
dem asiad o la conoce. Es que
doblan que doblan muy triste , más que siem pre
(1,174).
En Enc aña s de niño, cuan do Paco está prep
arán dose para hace r su
prim era com unió n en Santa Cruz dura nte la
Sem ana Santa: “Oy éron se, no
muy distantes, unas cam panas, y yo, que solo
había oído las de Colm enares,
sentí en aquel tañer, no sé qué, belle za acob arda
dora e impresion ante. Jamas
había supu esto que las cam pana s tuviesen su
voz espe cial com o la gente
(I 247), las cam pana s adqu ieren cara cterística
s hum anas . Paco , com o ya
se dijo antes, es el pers onaje más sens ible a
los sonidos de toda la obra de
Carrasqu illa, el recu erdo de las cam pana s pers
iste com o algo pres ente en
su vida adulta, inclu so con su rítm ico y onom
atop éyic o sonar: “ [. J en
tan crític os insta ntes , sona ron las ocho en la
cate dral, y lueg o, un dob e, y
S e e s p e r a r í a q u e C a n t a l i c i a , la n
a n a d e E lo y , t u v i e r a p r o p i e d a d e s
m u s ic a le s p o r el
s ig n ific a d o e n c e rra d o en su n o m b re ,
p e ro n o p a re c e te n e r n in g u n a . S m e m
b a rg o , n o p o r ello
p ie rd e su s c u a lid a d e s d e m u je r g e n e ro
s a , a fe c tu o s a , tr a b a ja d o ra y le a l p o r las
c u a le s es q u e rid a
y re sp e ta d a .
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en seguida otro, más lejano, Eran unas ocho que nunca había oído, unas
ocho tan clamorosas e imploradoras. ¡Tlan! ¡Tlan! ¡Talán! Aún las oigo”
(1,248, mi negrilla). Del funeral de la abuela, lo que recuerda Paco es que:
“De pronto oigo un estruendo. Las campanas todas de Santa Cruz, lanzadas
a vuelo, cantan el gloria. Mamá llama. Todos nos postramos en tomo a la
abuela. Mamá reza. Todos rezamos. Me aturdo y una ola de sollozos canta
el gloria dentro de mi pecho, y también me lanzo a vuelo” (I, 257); para
fundirse con el recuerdo de la abuela emula las campanas.
Tras perder su preciado rifle y la atroz paliza de la madrasta, Tista Arana
encuentra en el repicar de las campanas un remanso de paz:
No sabe si duerme, o si vela o si sueña. Le parece que oye horas, que oye
cohetes y músicas lejanas. Al fin oye claro y distinto las campanas.
El lector anhela que Tista se reúna con su madre después de este sentido
calderón.
En La Marquesa de Yolombó las campanas de la iglesia tañen distin
tamente en dos momentos críticos para Bárbara y Yolombó. Después del
abandono de Orellana, Bárbara regresa al pueblo: “Cuando tocan el Ángelus
[...]. Con que melancolía la saludan las ocho campanas de su villa!” (II,
194). Casi concluyendo la novela, en vísperas de navidad: “Las campanas
de Santa Bárbara, esas campanas fundidas con el oro que, al efecto enviaron
hasta España los mineros del lugar, tañen a poco musicales y nítidas, en la
serenidad de aquella noche” {MY, 202), estas campanas ahora congregan a
los yolomberos alrededor de los frailes impostores que darían la estocada
final a la armonía y abundancia de la población.
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A modo de calderón
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