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ISBN: 978-84-9060-423-6
Depósito legal: M. 16.840-2015
Fotocomposición: Creative XML, S. L.
Impresión: CGA
Encuadernación: De Diego
Impreso en España-Printed in Spain
ÍNDICE
NOTA DEL AUTOR 6
1. EL GOLPE 7
El control 7
El test 11
La movilización 14
La infiltración 18
El encargo 21
2. LOS JORDIS S. L. 25
El ascenso 25
Operación en República Dominicana 30
A medias con Tchokotua 31
3. PODER Y NEGOCIOS 36
Negocios de familias 36
La sociovergencia económica 41
La impunidad 47
Rasputín 53
Otro «listillo» en palacio 56
Negocios heredados 64
El gran benefactor 68
4. LA CAZA 74
La confesión 74
El cerco 79
Los amigos 87
Los traidores 91
La conjura de las mujeres 93
El desarme de CDC 96
Maquiavelo en palacio 101
Los objetivos a neutralizar 103
El informe fantasma 109
5. DINERO OFFSHORE (SIN SALIDA) 118
El chivato descontento 118
Deprisa, deprisa 126
Todos contra Pujol 128
6. EL GOBIERNO EN LA SOMBRA 136
A las órdenes de JPF 136
Órdenes del president 147
Lucha de tronos en la plaza Sant Jaume 149
7. SECRETOS DE FAMILIA 154
Frases para olvidar 154
El robo del subfusil 160
Los tropiezos 166
El imperio al desnudo 168
Viajeros por el mundo 170
El «tapado» de la familia 173
Un suicidio inexplicado 176
8. LA «PRIMERA DAMA» 183
Los vuelos de Marta Ferrusola 183
Católica, apostólica y catalana 188
La reina del cava 192
9 198
Digno hijo de su padre 198
La obsesión de los Pujol 206
Los testaferros 216
El comienzo del fin 220
Los sospechosos habituales 222
Las cartas del cabreo 228
Cómo explotar a la Administración 232
La turbia aventura argentina 240
La horma del zapato de los Pujol 244
Bailando con millones 253
Joyas sobre ruedas 259
10. EL PRÍNCIPE CAÍDO 264
Los Siete Magníficos 264
El restaurante maldito 273
El mejor negocio del mundo 277
Clan contra clan 280
El candidato escondido 286
11. LA SAGA 296
Oleguer: haciendo país 296
Viaje a Ítaca (Guernsey) 302
Josep: el dandi 306
El amigo americano 312
Pere, el ecologista 318
12. LOS PUIG 324
Al acecho 324
Los maletines espía 330
Los informes de Martorell 335
El difícil oficio de espiar 340
Querella en el Caribe 354
La telaraña 358
Catalunya is not different 361
Apéndice 1. Quién es quién 365
Su nombre era Ángel, pero podía ser cualquier otro, porque hay gente que no tiene
nombre. O al menos nombre real. Solo consta su nombre oficial. Por tanto, pasará a la
historia con ese nombre, aunque sus compañeros de trabajo le llamaban por otro
incluso más común. Ángel era de esas personas de las que nunca se sabe por qué van
y vienen. No se sabe tampoco para quién trabajan.
Llevan siempre encima varios teléfonos móviles y de vez en cuando hacen cosas
insospechadas. Como, por ejemplo, la que le llevó a Barcelona en el verano de 2002.
Barcelona tiene fama de ser una ciudad insufrible cuando hace calor. Su
encajonamiento entre la sierra de Collserola, señoreada por el Tibidabo, y los ríos
Llobregat y Besòs la convierten en una olla, cuya presión atmosférica y humedad
ambiental aumentan con la polución desprendida por las fábricas de los polígonos
industriales del área metropolitana y la intensa circulación. El calor se pega a la piel y
penetra hasta los huesos, aumentando la sensación de agobio. Ángel ya conocía esa
sensación, porque había estado en Barcelona muchas veces; pero en esta ocasión todo
era distinto. Un antiguo colaborador le había dado el santo y seña de un buen golpe y
solo necesitaba de su habilidad para conseguir lo que quería. Y vaya si era un buen
golpe. Sin riesgo: entrar, copiar y salir. Nada de complicaciones, nada de cámaras y
nada de perros.
Se trataba de hurgar en un ordenador perteneciente al despacho más misterioso y
cotizado de Barcelona.
—Todo lo que necesitas está en este ordenador. Solo hay que llegar a él —le dijo el
informador mostrándole un burdo plano de un despacho dibujado en una servilleta
del bar.
—¿Estás seguro de que tienen todo ahí? —inquirió Ángel mirando con
desconfianza el plano
—Seguro. Mi información es de primera mano.
—¿Pero no le llevan las cuentas y los negocios en Diputación?
—Sí, pero las claves están en su despacho. En el ordenador de Júnior no
encontrarás apenas nada. El cerebro es el otro, el Puig. Es su máquina la que hay que
mirar. Las empresas en Cataluña, las empresas en el extranjero, las inversiones, los
contactos exteriores, los nombres de los testaferros, las cuentas fuera… todo lo que
quieras lo encontrarás ahí, pero en el que yo te digo. ¿Tú sabes lo que valdría una
información como esta?
Por ese despacho, aseguraban en bufetes empresariales y políticos, había que pasar
si uno quería tener éxito. Desde él se movían voluntades y negocios. Eso es lo que
decían. De hecho, el despacho de la sexta planta de la calle Ganduxer 5-15 era el
centro de la vida político-empresarial-administrativa de Cataluña. ¿Era una leyenda
urbana? ¿Realmente existen despachos influyentes de esta naturaleza? Podría ser. De
todos modos, el tema pintaba bien, el objetivo tenía nombres y apellidos, pero de los
de lustre: detrás del ordenador estaban Jordi Pujol Ferrusola y Jordi Puig Godes. El
primero era hijo del presidente catalán, Jordi Pujol i Soley. Todos decían que era un
bon vivant, un comisionista que se estaba haciendo de oro. Jordi Puig era hermano de
Felip Puig, consejero de Política Territorial y Obras Públicas, que también había sido
secretario de Organización de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el
partido que gobernaba la Generalitat entre 1996 y 2000. Su peso dentro de la
organización, sin embargo, era enorme. De hecho, era el líder natural del sector
independentista de Convergència.
Ambos Jordis eran socios desde hacía años, y Pujol Ferrusola había compartido el
colegio Costa i Llovera con Felip Puig, hermano de su socio. Las dos familias habían
crecido política y empresarialmente juntas. Francesc Marc Àlvaro remarca su vínculo
en una escueta pero reveladora frase en su obra Ara sí que toca!: Jordi Pujol
Ferrusola, Felip Puig y Ramon Forn «hicieron un típico viaje juvenil en tren por
Europa el año 1975, el de la muerte de Franco».1 Jordi Pujol Ferrusola, a quien
apodaban indistintamente Júnior, JPF o El Nen, además tenía hilo directo no solo con
la Presidencia del Gobierno, por algo estaba allí su padre, sino con el entonces
conseller en cap (consejero jefe), un joven llamado Artur Mas, que, como él, había
trabajado años atrás en el holding de Tipel, propiedad de la familia Prenafeta, y en el
holding de La Seda de Barcelona. El despacho, pues, estaba bien comunicado, y las
leyendas urbanas no podían ir muy desencaminadas. Ángel había oído esas leyendas
en sus viajes a Barcelona y encargó a uno de sus confidentes la verificación de
algunos extremos. Y una información como la que le contaban ahora podría valer
muchos millones de pesetas… o incluso de euros, la moneda que acababa de ponerse
en circulación.
—¿Qué dices, Angelito? ¿Lo hacemos? —le preguntó su interlocutor bebiendo un
sorbo de cerveza y mirándolo fijamente—. Es pan comido para ti, un juego de niños.
Luego se la vendemos o la ponemos en circulación y nos abrimos.
En algunos círculos le llamaban Angelito, incluso en su empresa. Tenía cuarenta y
cinco años, era de baja estatura y su cuerpo se había ensanchado en los últimos años,
hasta apuntar algún michelín descontrolado pugnando por hacerse notar. Enarcó las
cejas, miró alternativamente a su interlocutor y al plano y asintió lentamente con la
cabeza. De hecho, no había firmado la renovación del último contrato y podía
permitirse el lujo de una aventura como esta. No incurría en competencia desleal.
Ángel esperó a que la noche se adueñase de Barcelona y enfilase la madrugada y se
movió ágilmente por la calle Ganduxer. Había estado allí de visita unos días antes, con
la excusa fácil de visitar una empresa. Conocía la arquitectura del lugar y no le fue
difícil penetrar en el despacho que deseaba y copiar todo lo que había en el ordenador
que le interesaba. Luego, salió dejando todo como estaba. Era un juego de niños para
él, a quien habían entrenado para eso. Por algo se había convertido en uno de los
mejores especialistas en lo que se llamaba «intrusiones físicas», un experto en abrir
puertas y desmontar cerraduras. Un auténtico «pata negra».
Llegó sin problemas al despacho. Atisbó las escaleras que subían y se dirigió a
ellas. Llegó al pequeño distribuidor. A su derecha tenía la puerta de la oficina de Jordi
Pujol. Era el despacho grande. Frente a él, la del lugar que le interesaba. Entró. A su
derecha, iluminó con la linterna el espacio de la caja fuerte que su contacto le había
señalado. Lo importante estaba delante, sobre la mesa. Y a ello se dedicó. Apenas le
costó extraer una copia y decidió hacer una ruta turística por el despacho. Se fijó en
que había cientos de libros. A lo mejor, miles. ¿Quién sabe? Fue iluminando
estanterías. Libros de Jordi Pujol, libros de viajes, libros de pinturas. Libros de
coches. Le llamó la atención uno de color rojo. Ferrari F40, de Piero Casucci. Había
oído hablar de él. Y otro de lomo negro: Mercedes Benz. Al volante de una estrella,
de Brian Laban. Había un montón de libros de coches. Su dueño debía de ser un fan
de los coches. Pero de coches de lujo.
Siguió admirando las colecciones. Le llamó la atención uno negro con las letras en
rojo: La Acrópolis de Xochicalco. Y otro de Perucho sobre Picasso. Destacaba uno de
vivos colores: La pintura militar de México en el siglo XIX, editado por la Secretaría
de Defensa Nacional. ¡Juraría que no era un libro disponible para la venta! Se paseó
por los despachos con parsimonia, respirando lentamente. Tropezó con Territorio
comanche, de Arturo Pérez-Reverte… Cómo se gana el poder, de José Luis
Sanchís… La ignorancia, de Milan Kundera… muchos libros de arquitectura, de
fotografías, de historia, de economía.
Ángel había sido uno de los primeros agentes civiles de los servicios secretos
españoles que no provenían del Ejército. Cuando se preparaba esa nueva hornada, los
responsables del entonces Centro Superior de Información de la Defensa (CESID)
pescaron en aguas universitarias. De hecho, en un principio, sus responsables
comenzaron a llamar a gente que había formado parte de la 42 Compañía de Policía
Militar, aunque también fueron llamados algunos de la compañía 41. Recibían una
llamada de teléfono de una amable señorita, que se ponía en contacto de parte del
capitán de la antigua compañía del posible nuevo agente.
—¿Está usted trabajando? —preguntaba.
En caso negativo, la siguiente pregunta era de cajón:
—¿Le interesa un trabajo?
Si las contestaciones eran afirmativas, citaban al aspirante en una casona neoclásica
de 500 metros cuadrados en la zona alta de Barcelona. En la puerta, una sencilla placa:
Servicios de Asesoramiento Comercial e Industrial.
El test
—¿Te gusta la caza de leones?
La pregunta pilló casi desprevenido al aspirante. ¿Qué podía decir? Recordó que
unas trescientas preguntas antes se le había encendido una bombilla ante lo que podía
ser una pregunta trampa, muy similar. Ya le habían salido leones durante el test.
—Sí —contestó rotundamente.
No se trataba de evaluar si te gustaban o no, sino de conocer tu personalidad, tu
aplomo y las contradicciones que pudieras cometer. No había respuestas incorrectas,
solo preguntas. Estaba en la casona de Sarrià, ante un directivo de Sacisa. Desconocía
entonces que quien le estaba entrevistando era un comandante de los servicios de
inteligencia españoles. Primero, fue recibido en el lugar y el supuesto director le hizo
una entrevista. A continuación pasó a otro despacho, donde al poco tiempo un
directivo le estaba sometiendo a un test psicotécnico de mil preguntas, a las que debía
contestar solo con un sí o un no. El clásico test de personalidad. Superando la prueba,
el aspirante pasaría una especie de máster de dos meses financiado por la empresa de
consultoría que le había escogido. Y, si aprobaba, el comandante que le había
realizado el test le daría las últimas lecciones, incluido entrenamiento en conducción
evasiva en el circuito de Can Padró. En este, se realizaba la tercera criba y las tres
cuartas partes de los aspirantes se quedaban por el camino. Era en ese momento
cuando le daban a firmar un contrato por cuatro años, con un suculento salario.
Unos días después de que Angelito profanara el despacho de la calle Ganduxer, los
correos electrónicos de Jordi Pujol Ferrusola y de Jordi Puig Godes comenzaron a
recibir extrañas advertencias. De hecho, les llegaban cartas en las que se ponderaba la
ética en los negocios y se hablaba de la condición humana. Angelito recordó el aviso
de uno de los hombres que le habían ayudado en su misión.
—Recuerda que muchos documentos solo pueden abrirse con clave. Y te
encontrarás con otros cifrados. Solo tienes que acordarte de la mascota de la secretaria
—le insistió su socio enarcando las cejas.
Lo sabía. Sabía que los Jordis tomaban precauciones y muchos de los documentos
no se podrían abrir sin clave. Pero eso no era problema para él ni para sus colegas. A
los pocos días, un correo anónimo llegó a la cuenta de Terra de uno de los socios. Era
poco menos que inocuo. Pero durante meses se fueron enviando más correos. En
algunos de ellos, el anónimo comunicante se permitía introducir pequeños versos,
pareados con información confidencial que contenía el ordenador asaltado, que era el
que concentraba la mayor parte de la información sensible.
«Se notaba que quien había hecho el trabajo era alguien culto. Además, tenía
tiempo. Se habían estudiado toda la información encontrada y la habían procesado.
Nada de lo que se enviaba al correo era por azar, sino que siempre se ligaba a alguna
noticia de actualidad. Las comunicaciones estaban muy bien estructuradas y, sobre
todo, no hacían entrever que hubiese una urgencia por zanjar una negociación cuanto
antes. Eran las comunicaciones de un experto en esas cuestiones, de alguien
acostumbrado a encarar situaciones tensas y difíciles». Lo afirma una de las personas
que por aquellas fechas tuvo conocimiento de la intrusión en el despacho y habló con
los protagonistas.
Cuando empezaron a recibir los correos, los dos socios creyeron que todo se debía
a una broma, pero cuando los textos comenzaron a desvelar negocios suyos que nadie
debía conocer —al menos con tanta profundidad— empezaron a tomárselo en serio.
En realidad, no había secretos inconfesables que les hubieran robado, pero sí
información confidencial que podría levantar algún escándalo y, sobre todo, datos
que, convenientemente filtrados a la prensa, harían las delicias de los cenáculos
políticos y que incluso pondrían en aprietos al gobierno, presidido desde hacía más de
veinte años por Jordi Pujol i Soley, padre de Jordi Pujol Ferrusola.
Una vez establecida la comunicación, los misteriosos anunciantes desvelaron sus
verdaderas intenciones: querían 150 millones de pesetas o filtrarían a la prensa los
documentos que habían sustraído de los ordenadores.
—¿Qué te parece? ¿Crees que van en serio? —preguntó Jordi Puig a Jordi Pujol.
—No sé. Ofréceles 20 millones, a ver qué dicen.
La contraoferta no fue ni tenida en cuenta por los interlocutores, que durante meses
fueron haciendo llegar más correos con extractos de datos que habían conseguido.
Mientras, Jordi Pujol Ferrusola informó a su padre de la documentación incontrolada
que estaba en manos ajenas. Recibió una orden tajante. «No hagáis nada. Yo me
encargo. Vosotros dadles largas, entretenedlos». El presidente del Gobierno tomó la
iniciativa y llamó a su despacho al director general de Seguridad Ciudadana, de quien
dependían los Mossos. En el escalafón tenía a gente de su entera confianza: Antoni
Cruells como director general y Xavier Martorell como director operativo de los
Mossos. Confiaba en ellos. Pujol le expuso detalladamente la situación y la necesidad
de realizar una investigación secreta sobre el episodio. Nadie podía saber que el
principal ordenador del despacho de su hijo había sido saqueado con total impunidad.
—Ya sabe, Cruells, sobre todo hágalo con mucha discreción
—ordenó Jordi Pujol con un susurro al director general de Seguridad Ciudadana,
Antoni Cruells, en un tono que no admitía réplica— ¡Mucha discreción! —repitió.
Hubo cruces de llamadas y se tomaron medidas: se habló con gente de Información
a la que se ordenó que organizase un grupo secreto con los mejores agentes para
investigar un asunto de vital importancia, de secreto de Estado. Prioridad absoluta.
Pondría a sus «pata negra» sobre el tema y, con un poco de suerte, y si conseguía
saber quién había sido el desalmado que había realizado la intrusión, acumularía
méritos para ser el próximo consejero de Interior, cargo que ambicionaba.
La movilización
Pero el presidente no se conformó con movilizar a la unidad de elite de la policía.
Habló con empresarios de confianza, los que tienen un enorme poder económico y a
oídos de los que, tarde o temprano, siempre llega la información confidencial que
corre por el mercado, por si les interesa comprarla. E hizo partícipes en su búsqueda a
sus más estrechos colaboradores. Uno de estos, el asesor fiscal Joan Antoni Sánchez
Carreté, comenzó a interesarse por el tema, puesto que conocía a los Jordis y, además,
entre el material sustraído había comunicaciones del despacho de Ganduxer con su
oficina. Eran comunicaciones normales, puesto que la compañía de Sánchez Carreté,
Audigest, llevaba la administración contable, administrativa y fiscal de los negocios de
Júnior y su socio. Pero también llevaba los asuntos fiscales de toda la familia Pujol,
por ejemplo.
Sánchez Carreté llamó a muchas puertas para tratar de dar con los autores del robo
y algunas llegaron a conclusiones positivas. No era el único, empresarios como
Manuel Lao y Miguel Durán, el ex de la Once, también se ofrecieron a ayudar en lo
posible a la familia del president. El primero puso a trabajar a todos sus hombres para
detectar de dónde partía la amenaza. Durán llegó a entrevistarse con el conseller en
cap, Artur Mas, para asegurarle que en las alcantarillas había la información —o parte
de ella— a disposición de quien la quisiera comprar por 30 millones de pesetas.
«Conseller. Yo no entro ni salgo ni gano nada. Si me dais luz verde, puedo intentar
retirar de circulación ese dossier. Y vuelvo a insistir en que yo no pretendo ninguna
comisión ni nada parecido. Te lo explico porque me parece muy grave lo que ha
pasado», le dijo Durán a Mas.
Paralelamente, Jordi Pujol llamó a otro personaje no menos intrincado que todos
los anteriores. Era el hombre en quien más confiaba, el que no le había fallado nunca,
el que se había sacrificado por él, el que había empleado a su hijo, el que le había
realizado multitud de trabajos, el que había trabajado en la sombra para él, el cómplice
con el que de vez en cuando tomaba algo en un relajante local de la avenida Diagonal,
el que le habría prometido que levantaría otro imperio para él similar al perdido de
Banca Catalana: Lluís Prenafeta, secretario general de Presidencia de 1980 a 1990.
Prenafeta tuvo que dejar su cargo en medio de un gran escándalo: además de
secretario general de Presidencia, era consejero de la Compañía Ibérica de Seguros, lo
que era incompatible con su situación y por lo que la Fiscalía abrió una investigación
tras una denuncia de la CNT. Además, su familia estaba recibiendo cientos de millones
de pesetas en subvenciones de la CARIC (Comissió d’Ajuts a la Reconversió
Industrial de Catalunya) para el grupo Tipel, que presentaría suspensión de pagos
poco después. En este grupo había dado acogida a un joven Jordi Pujol Ferrusola, al
que el presidente de Tipel, Isidor Prenafeta, primo de Lluís, pasaba a recoger en su
coche con chofer cuando iba al trabajo. «Es que le queda de camino», era la
explicación que daba cuando se le preguntaba sobre esa extraña circunstancia. En
cambio, también tenía como empleado a otro joven, Artur Mas, responsable de la
internacionalización del grupo. Pero a Mas no le hacía, entonces, tamaña distinción.
Claro que tampoco era el hijo del jefe.
Prenafeta organizó toda la actividad exterior en los primeros años de la Generalitat.
Gracias a sus contactos internacionales, llevó a Pujol a los despachos de mandatarios
de medio mundo. La abrupta salida del gobierno catalán el 31 de mayo de 1990 hay
que entenderla también en clave interna: Prenafeta había secuestrado la voluntad de
Jordi Pujol. Tenía más poder dentro de la Administración que el mismísimo president.
Pero era el cerebro en la sombra, el hombre gris que siempre se movía entre
bambalinas. Por ello, también era el hombre más odiado y más temido. En 1990, un
extenso informe, bajo el epígrafe de «confidencial», desvelaba las operaciones
financieras e industriales, así como los intereses personales de algunos dirigentes de
Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Se trataba de una radiografía de lo
que desde entonces se iba a conocer como el «sector de los negocios».
Con una portada ligeramente celeste, y ciclostilado, el dossier fue profusamente
repartido en los círculos políticos de la época, y ampliamente comentado. Dos de sus
protagonistas eran, precisamente, Lluís Prenafeta y el exconsejero de Industria y ya
consejero de Economía Macià Alavedra, hombre fuerte del gobierno de Jordi Pujol en
aquel momento. El informe fue atribuido a Miquel Sellarès, que jamás negó su
autoría. El primer director general de los Mossos d’Esquadra pasaba, así, cuentas con
un grupo de políticos que jamás discernían lo que eran negocios privados y servicio
público. Y es que es difícil distinguir entre lo público y lo privado, especialmente
cuando a uno no le interesa.
Esa fue la política bastarda seguida por los Jordis. La que no diferencia lo público
de lo privado y que encontró un campo abonado a sus intereses en los clanes
familiares que se habían adueñado de la Generalitat, convirtiéndola en un cortijo. Y
ahora iba a ser Prenafeta quien intentara neutralizar los obuses que amenazaban a la
casta política catalana, porque podían ir dirigidos contra el capitán del barco, el
incombustible Jordi Pujol i Soley. Así, el otrora fiel escudero del president comenzó
también a remover Roma con Santiago para intentar saber de dónde provenían los
zarpazos. La opinión más extendida en aquel momento era que el CESID podía estar
detrás de la intrusión. En algunos círculos se afirma que Prenafeta logró enviar un
emisario al CESID para intentar frenar el chantaje, pero esta versión jamás ha sido
confirmada.
En cambio, dos oficiales de la inteligencia española se desplazaron a Barcelona para
estudiar in situ el caso. Estos dos oficiales, con el grado de comandante, se reunieron
con una persona de la confianza de Jordi Pujol i Soley, pero desecharon la ciudad de
Barcelona. Había de ser en un terreno que tuvieran más controlado. Así, la reunión se
llevó a cabo en La Floresta, una localidad de la falda del Tibidabo, entre Barcelona y
Sant Cugat.
—Nos llegan noticias de que el CESID está detrás del robo de información en el
despacho del hijo del señor Pujol —les contó el intermediario.
—Nosotros no tenemos nada que ver. El Centro no ha investigado ni vigilado nada
de Jordi Pujol o de su familia y, mucho menos, ha realizado una intrusión en el
despacho que dice.
—Pero nos llegan informaciones de que ustedes o alguien que trabajaba para
ustedes pueden haber sido los autores.
—No tenemos noticias. No disponemos de ninguna información sobre ese
episodio. ¿Cómo llevan ustedes la investigación?
—El president ha encargado a los Mossos d’Esquadra que investiguen el tema con
mucha discreción, porque está muy preocupado. Pero no hay ninguna pista material
que nos lleve hasta los autores. Solo rumores que apuntan hacia el CESID.
—Le puedo prometer que nosotros no hemos organizado nada. De todos modos,
haremos algunas averiguaciones por si alguien de los nuestros ha oído algo. Pero si el
tema está en manos de los Mossos, ahí tienen a Xavier Martorell, que es un tío muy
profesional y que sabe lo que se hace.
La policía autonómica se había estrellado contra un muro. Intervino los correos
enviados con el chantaje, pero no descubrió nada. La IP del ordenador estaba
completamente limpia. Había sido comprado en metálico y, para conectar, utilizaba
redes Wifi abiertas. Por tanto, era imposible llegar hasta quien movía los hilos.
Mientras tanto, otro de los hombres que, por encargo del entorno de Pujol, estaba
investigando el tema logró conectar con Ángel. Se vieron en Madrid, entre cuidadas
medidas de seguridad. La respuesta que recibió el enviado especial fue que,
efectivamente, hasta algún despacho había llegado el dossier. El contenido estaba en
varios CD, de los que le enseñaron uno. Con esa información, el enviado volvió a
Barcelona y confirmó que la intrusión se había realizado por expertos profesionales,
pero que ya no trabajaban para los servicios de información. «Puedo confirmar que
uno de los del grupo es un «pata negra» que había trabajado con el coronel Perote y
que es experto en intrusiones físicas en edificios», fue el mensaje aproximado que dio
a quien le había enviado. Juan Alberto Perote es el espía español quizá más famoso,
debido a su abrupta salida del CESID. Durante su etapa operativa, había sido jefe de la
Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) y fue condenado por filtrar
documentos del CESID a Mario Conde. Sea como fuere, tan repentinamente como
habían empezado a enviar correos, cesaron en su envío. Ángel desapareció de escena
y las negociaciones saltaron por los aires en el momento en que los extorsionadores
habían rebajado sus exigencias ya a 100 millones de pesetas y los Jordis estaban
dispuestos a pagar un máximo de 30. ¿Fueron los mandos del CESID los que
pudieron neutralizar a los extorsionadores? La única verdad absoluta es que, de
repente, quedó conjurada la amenaza de que se difundieran los datos obtenidos por
aquella acción, que hubiese provocado uno de los mayores escándalos político-
económicos hasta entonces conocidos.
La infiltración
Durante muchos años, se ha instigado la historia de que Jordi Pujol era una de las
personas más investigadas por los servicios secretos españoles. En algunos círculos
políticos españoles se pretendía que el partido que ganaba las elecciones en España
tenía dosieres explosivos sobre el presidente de la Generalitat, para así asegurarse el
apoyo de los catalanes en el Congreso, especialmente cuando el partido mayoritario,
ya fuese el PSOE o el PP, no había sacado mayoría absoluta. Esta afirmación, sin
embargo, es falsa. Para garantizarse el apoyo de los nacionalistas catalanes solo hacía
falta ponerles sobre la mesa algunas concesiones: bien el traspaso de alguna
competencia, garantizando una partida extraordinaria para las arcas de la
administración autonómica o comprometiéndose en una inversión concreta durante la
siguiente legislatura. A nadie le importaba si Jordi Pujol hacía o deshacía más o si
dejaba hacer o deshacer a sus hijos. Durante décadas, el veterano político catalán fue
el asegurador de la gobernabilidad de España. Sus teorías estaban muy lejos del
independentismo y era el garante del seny en Cataluña. Era visto como un hombre
moderado e incluso imprescindible en el panorama político. Su nombre aparecía junto
al elenco de los «hombres de Estado» que hicieron posible la Transición hacia la
democracia: Felipe González, Santiago Carrillo, Adolfo Suárez o Manuel Fraga. Junto
a ellos, Pujol era el quinto jinete y se lo supieron agradecer dejándolo tranquilo en su
feudo.
Lo cierto es que los servicios secretos españoles no se interesaron por los negocios
de la familia Pujol hasta el año 2012, porque hasta entonces Jordi Pujol no era un
peligro para el Estado. A partir de entonces, sí. Tanto él como los suyos. A finales de
los ochenta, con motivo del dossier sobre el sector de los negocios de Convergència,
hubo una buena ocasión para hurgar en los clanes catalanes, pero se pasó de puntillas
por el tema, ya que había otras prioridades. Sin ir más lejos, se dedicaron ímprobos
esfuerzos a alejar el fantasma de un atentado durante los Juegos Olímpicos de
Barcelona y a luchar contra ETA, que traía de cabeza a los servicios españoles. El
gobierno también estaba inmerso en el control de grandes financieros, como Mario
Conde, Javier de la Rosa, Jesús Gil o José María Ruiz-Mateos, que habían declarado la
guerra al sistema y que se atrevían incluso a abrir oficinas para comprar información y
dosieres a plena luz del día. Pujol ni siquiera era merecedor de una pizca de atención,
aunque no se le quitó el ojo de encima por lo que pudiera pasar y por si variaba su
rumbo político. En otras palabras, el presidente catalán era un aliado al que no se le
concedía luz verde total, pero al que se podía contentar abriendo el grifo del dinero.
La mayor preocupación de los servicios, en aquel momento, era evitar que en
Cataluña pudiese florecer un movimiento armado como ETA o que resucitase Terra
Lliure, por lo que los negocios que pudieran tener Jordi Pujol, su familia o sus
adláteres pasaban a un segundo plano. Y en el cometido de controlar a los radicales se
volcaron tanto el CESID como los servicios de información de policía y Guardia
Civil. A principios de los noventa, el personaje a controlar no era otro que Àngel
Colom, un joven radical que había liderado durante los ochenta la Crida a la
Solidaritat, la organización civil más radical de Cataluña. En un golpe de efecto
perfectamente planificado, los militantes de la Crida se apuntaron en masa a Esquerra
y Colom logró desbancar a la vieja guardia convirtiéndose en secretario general del
histórico partido en 1989, tras derrotar a Josep Lluís Carod-Rovira. Los servicios
españoles lograron introducir un topo en el equipo más íntimo de Colom. Ese topo se
veía periódicamente con su contacto en un bar de la calle Lleida y pasaba a los
servicios secretos españoles las novedades internas de Esquerra y de Colom.
En esa época, el CESID se dedicó a trufar de infiltrados las filas de los grupos más
radicales, llegando a penetrar en ellos incluso en Banyoles, uno de los feudos del
independentismo. Allí, varios colaboradores del CESID recogían información
fidedigna de los movimientos radicales, tanto desde dentro de los mismos como desde
fuera. La información que aportaron fue muy importante a la hora de planificar
actuaciones tan señaladas como la macrooperación entre finales de junio y mediados
de julio de 1992 en la que cayeron cuarenta y cinco activistas vinculados a los círculos
radicales. El operativo, dirigido por el juez Baltasar Garzón, se realizó días antes del
inicio de los Juegos Olímpicos y fue muy criticado por los independentistas catalanes,
pero en realidad significó la puntilla a Terra Lliure, que ya no volvió a tener aparato
operativo. La mayoría de los detenidos denunciaron torturas y el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos llegó a condenar en 2004 al Estado español por negarse a
investigar esas denuncias. Pero el gobierno del PSOE se basaba en informes forenses
que había solicitado y que determinaban que los activistas mentían y que las lesiones
que decían tener no se correspondían con torturas ni malos tratos en comisaría. Es
más: los dos casos más graves se debían a autolesiones de los detenidos, uno de ellos
acusado también de atraco. Tras los Juegos, los servicios continuaron vigilando de
cerca a ERC, por si el movimiento violento se reorganizaba dentro del partido.
En las filas de CiU, sin embargo, siempre hubo el convencimiento de que Pujol
estaba más controlado de lo que parecía. En su libro Jordi Pujol. En nombre de
Cataluña, Félix Martínez y Jordi Oliveras señalan que a mediados de los noventa «el
que entonces era máximo responsable policial de los Mossos d’Esquadra, el antiguo
comandante del Ejército del Aire Josep Peris, había empezado a recopilar información
sobre las relaciones entre Jordi Pujol Ferrusola y Javier de la Rosa, así como sobre las
actividades de Oleguer Pujol Ferrusola, el benjamín de la familia, en el entorno del
independentismo radical. Versiones apócrifas apuntan que el informe redactado tras
aquellas investigaciones era inocuo y no revelaba ninguna actividad irregular; por otro
lado, el hecho de que Peris continuara vinculado a la Generalitat y percibiendo su
sueldo sin apenas hacer acto de presencia y emergiera años más tarde como dirigente
y jefe de seguridad de Unió Democràtica, sugiere que podía tratarse de un agente
doble».
En el texto aseguran también que el CESID había seguido a Jordi Pujol, a quien
daban el nombre en clave de León. Pero apuntan un dato importante: «Los agentes del
Centro fotografiaron a Pujol a la puerta de su domicilio. En esos mismos días,
además, la entonces responsable del Departamento de Gobernación, Maria Eugènia
Cuenca, recibió un mensaje de un alto cargo de los Mossos d’Esquadra en el que le
advertía que el CESID estaba investigando las actividades profesionales del hijo del
president. Es probable que en esta ocasión los agentes estuvieran sondeando
organismos judiciales con el mismo fin». La información no iba del todo
desencaminada, aunque había muchos recovecos a tener en cuenta. No todo era tan
sencillo. Josep Peris, en efecto, era el jefe de los Mossos d’Esquadra en aquel
momento y mantenía una guerra abierta, sin cuartel, con lo que se llamaba el grupo de
los «mortadelos». Estos eran un grupo de agentes de Información que hacían los
«trabajos delicados». Su misión era velar por la seguridad del presidente de la
Generalitat y sus informes eran reportados directamente a Antoni Cruells, director
general de Seguridad Ciudadana de la Generalitat, obviando a su jefe natural, Josep
Peris.
El encargo
En 1992, cuando el coronel de Aviación Manuel Ortiz se hizo cargo de la delegación
del CESID en Barcelona, se encontró con que el jefe de la policía autonómica era su
compañero de promoción Josep Peris. Ambos se habían convertido en oficiales al
mismo tiempo en León. Peris advirtió a sus superiores de quién era el nuevo
mandamás de los espías españoles en Cataluña.
—No nos vendría mal un puente con el CESID. Debería usted mantener una
relación fluida con él, porque nunca se sabe. Podemos aprovechar esta circunstancia
para establecer relaciones de buena vecindad. Incluso nos puede ser útil en el futuro,
dependiendo de las circunstancias —le dijeron al jefe de los Mossos.
De este modo, Peris se presentó a su amigo Manolo, le explicó su trabajo y
estableció una relación periódica con él, incluidos algunos partidos de golf en
Castelldefels. Mientras tanto, en el gobierno se iba labrando la historia de que Peris
jugaba con dos barajas, que era un espía y que había que sacárselo de encima. Cruells
gozaba entonces del apoyo de Jordi Pujol y de Miquel Sellarès, el primer director de
los Mossos, la persona que había estructurado el cuerpo, amigo de Jordi Pujol y uno
de los fundadores de Convergència en el año 1974. Sellarès, ya fuera del gobierno,
tenía, sin embargo, línea abierta con los «mortadelos», muchos de los cuales él había
escogido personalmente para formar la elite de la policía autonómica. Para ese
exclusivo grupo, había alquilado un piso en la calle Consejo de Ciento de Barcelona,
encima del selecto restaurante La Orotava, inmueble que convirtieron enseguida en su
cuartel general y del que nadie tenía conocimiento.
Los partidos de golf dieron fruto. Se estableció una fluida relación entre los dos
antiguos compañeros de armas. ¿Espiaba Manolo Ortiz a Josep Peris o espiaba Josep
Peris a Manolo Ortiz? Posiblemente, ni una cosa ni la otra. Como buenos vecinos,
podían intercambiarse cromos de cuando en cuando, o podían regalarse comentarios
más o menos confidenciales, pero sería excesivo decir que ello comportaba un
espionaje en toda regla. Pero bien es cierto que fue su amigo Manolo Ortiz quien
había alertado a Peris de que había una investigación judicial sobre Jordi Pujol
Ferrusola. Y, al final, ese scoop acabó siendo la puntilla del jefe de los Mossos
d’Esquadra.
—Fiscalía está investigando la suspensión de pagos de una empresa de Jordi Pujol
Ferrusola. Te lo digo para que lo hagas llegar a quien consideres pertinente —le
comunicó el coronel.
—¿Pero vosotros estáis haciendo algo? —le inquirió Peris.
—No. Nosotros no estamos mirando nada de estas cosas. Yo me he enterado por
casualidad. La información viene de Fiscalía, pero no es por nada en lo que estemos
trabajando.
El jefe de los Mossos d’Esquadra transmitió el mensaje a la consejera y esta a Jordi
Pujol i Soley, que pidió más información al máximo responsable de Seguridad
Ciudadana, Antoni Cruells, y al director de la Policía. Con este circuito, la
información se vició y acabó fructificando la leyenda de que Josep Peris era un espía
y que, en realidad, era un topo de los servicios de inteligencia españoles en el
gobierno catalán, cuando en realidad había recibido las órdenes de tender puentes con
el CESID aprovechando su condición de compañero de promoción del jefe de la
«emisora» barcelonesa. Pero también había otra razón de peso para sacarse de en
medio a Josep Peris: era militante de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), hombre
de confianza de Josep Antoni Duran Lleida y, por tanto, enemigo acérrimo de los
círculos duros de Convergència, que podrían encarnar perfectamente Cruells y
Sellarès… entre otros. Lo cierto es que, con la pinza de Cruells y Sellarès, la cabeza de
Peris se convirtió en pieza de caza mayor: en 1993 fue cesado por la consejera Cuenca,
de quien dependían los Mossos d’Esquadra en aquellos momentos.
Tras dejar la Administración, el otrora jefe de los Mossos estuvo durante varios
años como responsable de la seguridad de UDC. El episodio, no obstante, fue
aprovechado por los nacionalistas para convertir a Pujol y a su familia en unas
víctimas de los servicios de información españoles y a menudo se dejaba caer que el
CESID espiaba a Jordi Pujol permanentemente, pero que no le había encontrado nada
y, por tanto, estaba limpio como una patena. Una vez más, Jordi Pujol tenía su topo y
Cataluña fabricaba un nuevo mártir.
La revelación del coronel Ortiz, por otra parte, había puesto el dedo en la llaga de
Jordi Pujol. Si Fiscalía investigaba la suspensión de pagos de una empresa de su hijo,
solo debía de ser porque el fiscal jefe, Carlos Jiménez Villarejo, que no había podido
con el padre en el Caso Banca Catalana, buscaba ahora otro escándalo hurgando en
los asuntos de Jordi Pujol hijo. Lo cierto es que, poco después, se descubrió en la
terraza de la casa de Jiménez Villarejo un «canario», un aparato que permitía pinchar
la línea telefónica y grabar las conversaciones del fiscal jefe. Años más tarde, el
abogado José María Fuster-Fabra, defensor de algunos de los implicados en la red de
espías que habían sentado sus reales en La Vanguardia (dirigidos por el coronel
Fernando Rodríguez y de la que formaba parte Mikel Lejarza, alias El Lobo)
desvelaría que una nota interna del CESID apuntaba a que, según las informaciones
recogidas, las directrices para los pinchazos provenían de Jordi Pujol o de Javier de la
Rosa. En su libro Jordi Pujol. En nombre de Cataluña, Félix Martínez y Jordi
Oliveras dicen que la nota «fue reconocida por el entonces director general de los
servicios secretos españoles, el teniente general Emilio Alonso Manglano, cuando
declaró ante el juez instructor del Caso Godó. La aparición de este documento
provocó que el Juzgado de Instrucción número 32 de Barcelona decidiera abrir otra
causa judicial que finalmente acordó archivar. Si fue Pujol quien se puso de acuerdo
con De la Rosa para que los hombres del financiero espiaran a Villarejo y averiguaran
si el fiscal jefe estaba recopilando información sobre sus hijos, no hay duda de que la
preocupación del president por las investigaciones sobre su familia era profunda. Si
había sido Javier de la Rosa por su cuenta, Pujol tenía aún más motivos para estar
preocupado».
1 Francesc-Marc Àlvaro, Ara sí que toca!, Edicions 62, Barcelona, 2011, p. 160.
2. LOS JORDIS S. L.
El ascenso
Se han de distinguir, sin embargo, dos modus operandi: uno, el de las operaciones
interiores, es decir, en España; y otro, el de las operaciones internacionales. Por lo que
respecta al primero, ambos «enterraron» al alimón más de 78 millones de pesetas (más
de 470.000 euros, una barbaridad en los años noventa del siglo XX) en la inmobiliaria
Nou-Cents S. L., pero también diversificaron riesgos metiendo fondos en Globus
Barcelona, Petrocat, Elecnor, WTC Maremágnum, Demo, Taisc, Prointer, Torrent y
Coto, Radiotrónica, Laboratorios Serés, Ininvest, Algodonera San Antonio o Coge
España.
Júnior empezó a dominar el arte de la intermediación en los años noventa. Participó
en la venta del 16 por ciento de World Trade Center de Barcelona, que estaba en
manos de FCC, pero también se dedicó a promociones inmobiliarias puntuales. En
solo dos o tres años, sus inversiones, según estimaciones de los investigadores,
llegaron a unos 1.000 millones de pesetas, una cantidad demasiado elevada para los
años noventa. Nadie sabe de dónde salieron esos fondos. Sí le siguieron el rastro, por
ejemplo, a 90 millones de pesetas invertidos a finales de los noventa en el Fondo
Prudential y gestionados por Jordi Puig Godes.
Eran los años de bonanza del mercado inmobiliario y los dos socios no hicieron
ascos al mismo. Años más tarde, Júnior negaría solemnemente que hacía negocios con
Jordi Puig, pero lo cierto es que ambos fueron unos inversores prolíficos a finales de
los noventa y principios de la década siguiente. Compraron el 17,4 por ciento de la
sociedad Nou Cents Habitatges, en la que invirtieron casi 78 millones de pesetas de
la época (unos 470.000 euros) para la construcción o rehabilitación
de inmuebles en la Via Laietana de Barcelona (esquina con Ronda Sant Pere), calle
Mallorca, calle Navas de Tolosa, Paseo Maragall y en la población de Begur. En esta
última localidad de la Costa Brava, habilitaron dos casas a través de la sociedad
TAISC, de la que compraron el 18,43 por ciento y cuyo capital social era de 600
millones de pesetas (3,6 millones de euros actuales).
En COGE España, se hicieron con el 20 por ciento del capital. Ayudaron a Shelter a
instalarse en España, firmaron un contrato con Amena y otro con Emte, por el que
esta compañía les pagaría el 3,5 por ciento como comisión sobre la facturación, más
un 50 por ciento del margen bruto ligado a la consecución de objetivos. Por tener, los
dos socios tenían hasta una tienda textil en la calle Muntaner, de la que Jordi Pujol
Ferrusola copaba el 40 por ciento del capital y Jordi Puig Godes el 7,5 por ciento
(Santiago Ballesté tenía otro 7,5 por ciento). La inversión en esta tienda fue de más de
18 millones de pesetas (unos 115.555 euros).
También invirtieron en dos sociedades offshore con las que operar en el mercado
internacional. Una de ellas era Conter, que tomaba participaciones en otras. Su
testaferro en esta compañía era un jordano llamado Zeid Mango. La otra era Crena,
ubicada en la isla de Madeira, orientada al mercado americano, y que les «prestó»
dinero, por ejemplo, para invertir en Laboratorios Serés.3 Curiosamente, su aventura
internacional a través del paraíso fiscal de Madeira tiene lugar en paralelo a la que
había iniciado el Rasputín Lluís Prenafeta.
Los dos socios —Jordi Pujol y Jordi Puig— fundan en el año 1996 la compañía
Ibadesa Cat. El 51 por ciento de su capital social de 500.000 pesetas estaba en manos
de otra empresa controlada por ellos, Ibadesa S. A., mientras que el 34 por ciento era
de Jordi Puig y el 15 por ciento estaba en manos de Ignacio López del Hierro, marido
de María Dolores de Cospedal. Una cláusula del contrato de constitución establecía
que el 34 por ciento de Puig pertenecía en un 50 por ciento a Jordi Pujol Ferrusola,
con lo que él no aparecía en el registro de la propiedad, pero tenía su parte. El 30 de
septiembre de 1998, López del Hierro vendía sus acciones a Jordi Puig y se desligaba
de la compañía. Su sobrino, José Herrero, no obstante, siguió siendo el hombre de
confianza de los Jordis en todos los negocios que emprendían y el que manejaba las
riendas de Ibadesa en Madrid.
Con Ibadesa Cat comenzaron a operar con proyectos en toda África. Eran
proyectos «llave en mano», con financiación de fondos de ayuda al desarrollo. Ahí
penetraron, por ejemplo, en un proyecto de electrificación en Yemen, un proyecto de
aprovisionamiento de agua en Ghana, una venta de vehículos en Turquía y otros
negocios en Argelia.
En pocos años, los Jordis extienden sus tentáculos por Ghana, Djibuti, Yemen,
Senegal, Marruecos, Uganda, Angola, Egipto, Turquía, Jordania, Rusia, El Salvador,
República Dominicana, México, Panamá y Nicaragua. La pareja sabe enfocar sus
negocios. Participan en rehabilitación de hospitales, en equipamientos de centros
sanitarios, en electrificación, en suministro de ambulancias, en compra de tabaco o de
café, en fábricas de pescado, en canalización de agua, en construcción, en plantas de
cerámica, en fábricas de ladrillos, en laboratorios…
Por construir, llegan a construir en Uganda un hospital militar e intentan financiar
barcos de pesca en Guinea Bissau, guiados por el cónsul de ese país en Barcelona. La
intención era estructurar una empresa mixta que sería la titular de las licencias y
faenaría con barcos desamortizados de la Unión Europea y con ayudas comunitarias.
En América, invierten a través de Ipromar y compran una participación importante de
Tabacos Nicarao y de Deschiss, la principal distribuidora mexicana de café en Estados
Unidos, de la que llegan a tener el 4 por ciento después de invertir alrededor de 1,5
millones de dólares.
Pero lo cierto es que, en los años noventa, Jordi Pujol Ferrusola comenzó a
establecer su red de valiosos contactos. «Pudo conectar con una sociedad que hacía de
lobby, formada por embajadores y con sede en Madrid. Esa sociedad le abrió las
puertas a varios negocios internacionales», dicen fuentes que le conocen bien. Y es
muy posible que sea así. De todos modos, también es cierto que, a pesar de su
nacionalismo radical, trabó fuertes lazos con los gobiernos del PP. Con José María
Aznar en el poder, los negocios de Jordi Pujol Ferrusola se asentaron, crecieron y
contaron con el apoyo institucional e incondicional de Madrid. Sus intervenciones se
extendieron como mancha de aceite por África, América y Oriente Próximo, ya fuese
a través del apoyo dado directamente por el gobierno español o por las embajadas.
«Ahora veremos claramente que los negocios que se habían hecho a la sombra del
poder durante décadas no eran en beneficio de Convergència, sino de unos cuantos.
Aquí se han hecho fortunas pero nunca para el partido, sino para bolsillos
particulares». Quien pronuncia la frase a finales de 2014 es un muy alto cargo de
CDC, en la sede del partido, en una conversación privada. El asunto de Jordi Pujol y
las cuentas de la familia en Andorra ya había explotado en toda su magnitud y en
Convergència había cundido el pánico. De hecho, Artur Mas lleva más de dos años
intentando poner terreno entre él y la familia Pujol. «Cada vez que oye el nombre
Pujol, le entra un ataque de ansiedad y le dan espasmos». Así escenifica el alto cargo
convergente la actitud del presidente de la Generalitat, que fue, precisamente, aupado
al poder por el círculo de dirigentes soberanistas que controlaba Jordi Pujol Ferrusola.
Pero lo cierto es que alrededor de la Administración de Jordi Pujol siempre
sobrevolaron los intereses personales de la cúpula convergente y, esencialmente, del
clan Pujol. Bajo la costra oficial, había una Cataluña oculta que se plegaba a los
intereses de un puñado de privilegiados que manejaban los hilos del poder político y
administrativo. El entorno de Jordi Pujol comenzó entonces a hacerse de oro.
Una de las grandes decisiones del president en los años ochenta fue la creación de
las loterías catalanas y la adjudicación de los casinos. Para llevar la dirección general
del juego, denominada Entidad Autónoma de Juegos y Apuestas (EAJA), Jordi Pujol i
Soley puso a Carles Vilarrubí, un hombre del partido que le había hecho de chofer
durante muchos años, llevándole en un utilitario hasta los últimos confines de
Cataluña. Vilarrubí era, además, amigo de los hijos y, con el tiempo, acabaría haciendo
negocios con Jordi Pujol Ferrusola y convirtiéndose en un potentado. Tras su etapa en
la Administración, Vilarrubí aceptó la oferta de Javier de la Rosa para ser consejero
delegado de Tibigardens, la empresa germen de la futura Port Aventura. Fue un
consejero delegado relámpago. Llegó en abril de 1992 y se fue en octubre del mismo
año. El día que dimitió, la Generalitat había concedido un aval de 1.000 millones de
pesetas a la promotora del parque y Javier de la Rosa pretendía traspasarlo
inmediatamente a una de sus sociedades. Vilarrubí le alertó de que eso era irregular y,
en todo caso, quien debería gastarlo era la propia empresa que lo había recibido para
sus necesidades. Desde la Generalitat se insistió siempre en que Vilarrubí aceptó el
cargo en Grand Tibidabo porque antes había hablado con Jordi Pujol. Es más, sus
amigos juran que recibió la orden personal del president de estar al lado de De la
Rosa, vigilarlo y pasar información a Jordi Pujol. ¡Y vaya si cumplió su cometido! La
misión fue todo un éxito. Y Pujol lo premió años más tarde: tras los Pactos del
Majestic, Vilarrubí fue el hombre que la Generalitat puso en los consejos de Telefónica
—presidida por Juan Villalonga, el amigo de José María Aznar— y Antena 3 TV.
Pero lo importante en los primeros pasos de la Administración catalana fue la
adjudicación de las loterías, que se otorgan a Artur Suqué. Un cargo importante de
CDC en aquellos tiempos rememora la coyuntura. «Suqué había sido compañero de
clase de Jordi Pujol y, además, era de la alta sociedad. Tenía una empresa de corte de
acero que le iba muy bien, además de ser consejero de Bull. Su esposa también era de
la elite y tenía el Castillo de Peralada, lo que les hacía perfectos para dominar un
sector que querían que fuese muy elitista. De hecho, la propiedad del castillo fue
determinante». Lo cierto es que a Artur Suqué le hicieron presidente de Casinos de
Cataluña y esta, a su vez, creó Luditec, una empresa en la que confluyen intereses de
sociedades radicadas en Canadá, en Irlanda y en paraísos fiscales de las Islas del
Canal. Luditec ganó finalmente el concurso de explotación de los tres casinos
catalanes.
En el momento de esta adjudicación, Jordi Pujol tenía sobre su mesa un exhaustivo
informe sobre la empresa adjudicataria y en el mismo se explicaba que Paul Baron, el
especialista contratado por Suqué para poner en marcha los casinos, era, según La
Vanguardia con fecha 22 de mayo de 1988, hijastro de Marcel Francesci, uno de los
jefes de la mafia corsa. Pero desde la Generalitat se consideró que esta mafia tenía
pocas posibilidades de penetrar en el acorazado tejido de los negocios catalanes.
Cuando Sellarès realizó su informe sobre el sector de los negocios no se conocía
todavía en su magnitud la intrincada maraña de intereses crematísticos que se había
tejido alrededor de la Generalitat: un grupo de empresarios amigos del clan Pujol —en
muchos casos, socios de los hijos del presidente o, cuando menos, colaboradores— se
estaba haciendo de oro. De ahí que aquel informe fuese solo preliminar. De hecho, ni
siquiera mencionaba que la CARIC había dado 1.468 millones de pesetas hasta el año
1988 en créditos políticos o créditos negros incobrables. En toda la década, esa cifra
aumentó hasta dejar un agujero de 2.066 millones de pesetas, o sea, un 32 por ciento
del capital avalado. Y esos créditos eran controlados por Lluís Prenafeta, que no
dejaba ni siquiera al consejero de Industria esa potestad. En Industria se había
instalado, en los últimos años ochenta, Joan Hortalà, que en los noventa recaló como
eterno presidente de la Bolsa de Barcelona, de donde nadie parece querer desalojarle.
En el informe, evidentemente, figuraban el propio Prenafeta y Macià Alavedra, que
siendo consejero de Industria tenía los únicos contadores de luz homologados por el
gobierno catalán. Alavedra había creado la sociedad Metrega juntamente con Josep
Garrell, diputado de CiU. El primero era propietario de Metrelec y el segundo, de
EGA. Como consecuencia, fundaron Metrega. Garrell fue también asesor del consejo
de administración de la televisión y la radio públicas de la Generalitat y no pagó un
aval de 111,5 millones de pesetas que le había dado la Generalitat. En Metrega,
Alavedra tenía como representante a Alejandro Bosch Mata, a quien también tenía en
el consejo de Metrelec. La mujer de Bosch era, a su vez, socia de Marta Ferrusola en
una floristería que esta tenía en la calle Balmes de Barcelona.
Otro de los exponentes de los grandes negocios era Antoni Subirà, que fue
consejero de Industria y estaba casado con una prima hermana de Jordi Pujol i Soley.
Subirà había sido portavoz parlamentario de CiU en la década de los ochenta y más
tarde estuvo en el centro de varias polémicas por sus negocios privados. El 26 de
noviembre de 1981, Subirà creaba una compañía que daría que hablar: Fundació
Catalana de Comunicació, que más tarde acogería en su seno a Cadena 13. A su lado
estaban el expresidente del FC Barcelona y senador de CiU Agustí Montal; el también
senador Jaume Casademont; un histórico del nacionalismo y cofundador de
Convergència como Josep Espar Ticó, y Maria Àngels Vallvé, agente de cambio y
bolsa y esposa de Joan Hortalà. La Fundación fue el germen para crear un pool de
medios de comunicación al servicio de CDC, articulados en torno a Radio 13. Subirà
estuvo posteriormente en Radio Avui y creó Productora Catalana de Tele-Vídeo,
compañía que compró el antiguo Hotel Florida, en la falda del Tibidabo, para grabar
en él programas. Una vez hecha la operación, Subirà alquiló las instalaciones a TV3
hasta que el edificio de Sant Joan Despí de la televisión catalana pudo acoger al
personal de la misma. Por si fuera poco, dos compañías de Subirà, Puntextil y Subirà
& Cía, recibieron 65 millones de pesetas en avales que nunca fueron devueltos.
El principal crédito de Subirà fue abonado, curiosamente, en noviembre de 1989
por la empresa Inversiones y Negocios Inmobiliarios, propiedad de Felip Massot, uno
de los financieros del régimen y a quien la policía señala ahora como uno de los
testaferros de Artur Mas. Subirà estaba a punto de ser nombrado consejero de
Industria, pero ¿quién era el guapo que le nombraba si tenía una deuda millonaria
impagada que provocaría un escándalo sin precedentes, teniendo en cuenta además
que era familiar del presidente de la Generalitat? Massot también adquirió unos
terrenos cerca del aeropuerto de Barcelona, en el polígono Mas Blau. Eran unas tierras
baldías que en septiembre de 1990 fueron recalificadas por Industria y multiplicaron
su valor. Pues bien: ese era el empresario que unos meses antes había pagado la deuda
del consejero que después le recalificaba las parcelas de Mas Blau. ¿Hubo un nuevo
trato de favor de la familia Pujol a uno de sus empresarios mimados?
Hubo investigación judicial del asunto. El titular del Juzgado de Instrucción número
19 de Barcelona, José Manuel Soler, emitió un auto el 25 de noviembre de 1994
inhibiéndose del caso, porque consideraba que había indicios de cohecho y pasaba el
asunto al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), ya que había una persona
aforada, que era el consejero Subirà. El escueto auto reconocía que Subirà & Cía
debía 57,6 millones de pesetas a la Generalitat, procedentes de avales concedidos por
la desaparecida Comisión de Ayuda a la Reconversión Industrial de Cataluña
(CARIC), luego sustituida por el Instituto Catalán de Finanzas (ICF). En vísperas del
nombramiento de Subirà como consejero, la deuda fue saldada, ingresando el dinero
Ramon Torrellas, cuñado de Subirà, mediante una sociedad inactiva llamada Fricosa.
El dinero, no obstante, procedía de las cuentas de la compañía Inversiones y Negocios
Inmobiliarios, administrada por Felip Massot. El informe policial relacionaba la
posterior recalificación de los terrenos con el pago de la deuda. Además, Subirà
pretendió luego, aunque esta vez sin éxito, que la Feria de Barcelona se asentase en los
terrenos adquiridos por Massot. El TSJC acabó archivando el caso en 1996. El auto no
deja lugar a dudas:
Aportación por Felipe Massot de una cantidad muy importante de dinero, la entrega se hace con la
finalidad de ser destinada al pago de una deuda que Subirà y Cía. tenía con la Generalitat, la operación
se realiza pocos días antes de ser designado el señor Subirà como consejero de Industria; el mencionado
tenía conocimiento de la operación; el señor Subirà en su función de consejero desplegó un singular
interés en que la ampliación de la Fira de Barcelona, se instalase en Mas Blau II [la propiedad que había
comprado Massot], para lo que era preciso un cambio en la normativa urbanística de la zona a cuyo fin
tomó la iniciativa y contribuyó con la influencia de su cargo político (...) y como consecuencia del
cambio, se ha producido una notable revalorización de los terrenos, lo que ha supuesto un indudable
beneficio para el patrimonio del señor Massot.
El auto subrayaba que «los hechos permiten formular conjeturas en relación con la
devolución de un favor. Pero las conjeturas, o suposiciones, no son bastante
procesalmente para sentar una conclusión penal». Y concluía: «Después de sopesar,
considera que no hay base suficiente para formar una completa convicción de la
existencia del delito. El pudiera ser o es posible y demás apreciaciones similares están
impregnadas de una incertidumbre y una inseguridad incompatibles con una
atribución penal fundada». Pero con la serenidad que da el paso del tiempo, se perfila
perfectamente la imagen de que los intereses del reducido núcleo de amigos del poder
se habían enseñoreado de las prebendas oficiales.
La sociovergencia económica
En los años ochenta, recién llegado Jordi Pujol al poder y en pleno auge de la
nueva clase empresarial catalana germinada gracias a las adjudicaciones públicas,
había también otra clase directamente vinculada a la Administración que comenzaba a
despuntar. Un joven prometedor, Pere Esteve, era un auténtico emprendedor. Años
después llegaría a ser secretario general de CDC, de donde salió descontento de los
pactos con el PP para crear su propia plataforma, Catalunya 2003, cercana a ERC. En
las elecciones autonómicas de finales de ese año, se presentó coaligado con los
republicanos y, en el primer gobierno del tripartito, fue nombrado por Pasqual
Maragall consejero de Industria, Turismo y Consumo, aunque dimitió en 2004 por
problemas de salud. Murió el 10 de junio del 2005.
Esteve ya sabía hacer negocios en los ochenta, cuando se arrimó a la familia Pujol
siendo solo un simple concejal en la cercana localidad de Tiana, donde residió toda su
vida. Un alto cargo de la Convergència de entonces relata que en la década de los
ochenta, las auditorías de la Generalitat iban a parar a una empresa en la que tenía
intereses Pere Esteve y en la que le daba trabajo a Josep Pujol Ferrusola. «Pere llegó a
JPF a través de su hermano Josep», asegura el exdirigente convergente. De todos
modos, Josep encontró su propio camino de hacer dinero en los noventa, con la
creación de Europraxis, que en el año 2001 vendió a Indra por una millonada.
El 20 de diciembre de 1988 Esteve crea una empresa que se llama Promoció i
Captació de Negocis S. A.. Su nombre lo dice todo. Y su objeto social lo ratificaba:
mediación en toda clase de negocios de terceros, el asesoramiento profesional a
inversionistas, la promoción, lanzamiento y consolidación de empresas y negocios y la
dedicación, como profesionales, a «consultores» de todas las actividades. Todo así de
textual. Más reveladores eran los nombres que aparecían detrás de esta sociedad: Pere
Esteve, Carles Torrent Macau, Francesc Espadero Roda y Jordi Griera Roig. Un año
más tarde se sumaba como accionista Jordi Fornos Assens. La compañía comienza a
operar desde el primer momento bajo la denominación de GFE Associats y durante
una década larga estuvo trabajando para la Administración convergente,
embolsándose decenas de millones de pesetas a través de contratos públicos y
adjudicaciones más que sospechosas. A mediados de 1990 llega al capital de esta
compañía la firma Servicios de Gestión Tecnológica, a la que representaba Juan
Gummà Bargés. En esa fecha, cesa como administrador Carles Torrent y se nombra un
consejo de administración por cinco años, con Juan Gummà de presidente, Juan
Gummà Maragall como secretario y como vocales el propio Pere Esteve, Carles
Torrent, Jaume Bassa, Francesc Espadero y Francisco Javier Tey Feliu de la Peña.
De repente, la sociovergencia que no era posible en la política se produce en el
mundo de los negocios. Socialistas y convergentes estaban a palos en la
Administración, pero se cogían de la mano para llevar el dinero al banco. Los Gummà
estaban emparentados con el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, puesto
que Juan Gummà Bargés estaba casado con una prima hermana del primer edil. Los
negocios y adjudicaciones locales a la Corporació AGE, propiedad de esta familia,
estaban dando que hablar en círculos políticos. Pero lo que nadie había previsto era
que destacados dirigentes de Convergència se pudiesen aliar con personas
directamente vinculadas a la cúpula socialista. La realidad siempre supera a la ficción.
A pesar de esa entrada del capital socialista en la empresa convergente, se le
concedieron amplios poderes a Carles Torrent y poco después se amplían a Pere
Esteve y Francesc Espadero, que les son revocados a finales de 1990. En el ejercicio
siguiente, la compañía entra en pérdidas y se acuerda una ampliación de capital, que
suscriben las sociedades Servicios Industriales Centralizados y Servicios de Gestión
Tecnológica y, a nivel individual, Pere Esteve, Carles Torrent y Pere Aguirre Gili, que
oficiaba como director general de la empresa.
Pero hay algo más curioso: el nombre de Carles Torrent apareció una década más
tarde como el hombre clave del desvío de dinero desde el Palau de la Música hacia la
Fundación Ramon Trias Fargas, luego rebautizada como Fundació CatDem. A partir
de 1996, con Pere Esteve como secretario general de Convergència Democràtica de
Catalunya (CDC), Torrent fue designado tesorero del partido y de la Fundación. El
grupo de amigos había logrado copar el poder: Esteve en la dirección política y
Torrent en la económica. Convergència estaba en sus manos, con el permiso de la
familia Pujol. El tesorero firmaría luego un extraño convenio por el que el Palau de la
Música pagaría a la fundación de CDC 630.554,82 euros para supuestamente gastar en
actividades de carácter cultural.
Lo que Pere Esteve hacía era asegurarse el control del flujo de dinero, ya que
Torrent era un hombre de su entera confianza. De hecho, en mayo de 1988 Esteve y
Torrent habían creado otra empresa junto a Marta Gironès Riera. Y se abría un nuevo
misterio: Esteve, un valor en alza en CDC, junto a Torrent… y la cuñada de Jordi
Pujol Ferrusola en una extraña sociedad. Se trataba de Servi Catalunya S. A., cuyo
objeto social era la importación y exportación de mercancías de toda clase (sic), la
intermediación en operaciones de comercio nacional e internacional y venta al por
mayor y al detalle de mercancías de todo tipo (sic). Dos años más tarde, vendían la
compañía.
Esteve ya tenía experiencia en alianzas «estratégicas». En 1986, había creado la
compañía FARC, dedicada a la realización de estudios, junto a Jordi Pujol Ferrusola y
a Lluïsa Mas. Su fino olfato le había llevado, paradójicamente, a aliarse con el «hijo
del jefe», o sea, el hijo del hombre que más mandaba en Cataluña, y con la esposa del
segundo hombre que más mandaba, es decir, de Lluís Prenafeta, entonces
todopoderoso secretario general de la Presidencia. No había en esta estrategia azar
ninguno, sino que todo era fruto de un plan milimétricamente trazado por el que
acabaría llevando las riendas de Convergència diez años más tarde. En el consejo
introdujo también a Jordi Griera, un ingeniero industrial metido en mil negocios, con
el que también se alió en GFE Associats.
En 1989 los avispados negociantes vendieron la empresa FARC a Control y
Aplicaciones (CAE), que a partir de entonces comenzó a cosechar adjudicaciones.
CAE había construido el búnker secreto de La Moncloa pero no acababa de penetrar
en Cataluña, a pesar de que los Juegos Olímpicos estaban encima y había un suculento
pastel de obra pública por repartir. Al tiempo que compraba FARC, abría sucursal en
la Zona Franca de Barcelona y a la inauguración de esas instalaciones acudió,
paradójicamente, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, a pesar de
que la compañía apenas operaba en este territorio. A partir de ese momento, el
volumen de sus contratos con la Administración autonómica creció exponencialmente:
jamás había tenido contratos públicos y, en los tres años siguientes, facturó al
gobierno catalán 550 millones de pesetas. Pero el precio de la venta de FARC fue
siempre uno de los secretos mejor guardados.
Pere Esteve supo hacer negocios. En los años noventa, su empresa GFE Associats
facturó decenas de millones de pesetas a la Generalitat en concepto de estudios de lo
más diverso. Uno de los más caros fue un dossier de 1993 titulado «Proyecto de
navegabilidad del río Ebro», que costó a las arcas públicas 5.926.875 pesetas. O sea,
más de 35.600 euros de aquellos años. En 1994, el Departamento de Presidencia le
concedió seis contratos por valor de 25 millones de pesetas. Eran estudios turísticos e
industriales. Incluso se le encargó realizar otro sobre la viabilidad de un ateneo. Los
siguientes años, la compañía de Esteve, del hijo de Pujol y del primo de Maragall
siguió lucrándose impunemente con adjudicaciones de la Generalitat. El Instituto
Catalán de la Energía (ICAEN) le pagó más de 8,6 millones de pesetas en 1997 por
hacer informes sobre el Plan de Ahorro del Agua. En el año 2000, GFE todavía
facturó a Política Territorial y Obras Públicas casi 5 millones de pesetas por un solo
informe. Esta consejería estaba entonces en manos de Felip Puig, compañero de
colegio de Jordi Pujol Ferrusola y hermano del socio de este en varias compañías. Un
nuevo sector endogámico de los negocios acababa de aparecer para tomar el relevo de
los anteriores.
La connivencia de la política con el poder fue mucho más profunda en la Cataluña
del pujolismo desbocado y triunfante. El 18 de marzo de 1990 Miquel Sellarès
publicaba un crítico artículo en el diario El País bajo el título «La acción
ejemplarizante hacia Prenafeta», cuyo cese ya se había anunciado. En él, afirmaba:
Lluís Prenafeta no tiene importancia en sí mismo, sino por el hecho de que, a la sombra del poder y la
credibilidad del presidente Pujol, ha tejido una tupida red de influencias, complicidades, miedos… y,
claro está, intereses que le han permitido gozar de un poder impensable en su cargo de secretario general
de la Presidencia.
Esperemos que este sea el principio de un cambio, de unas nuevas formas, donde la estrategia Prenafeta
de la presión, el miedo o la compra de plumas y estómagos agradecidos o grandes campañas de
marketing no sean la norma de actuación. No se trata únicamente del cambio de una persona, sino de
generar en Cataluña un nuevo estilo para una nueva concepción de la política.
La impunidad
Las ayudas públicas a empresas otorgadas a finales de los ochenta y principios de
los noventa fueron articuladas a través de la Comisión de Ayuda a la Reconversión
Industrial de Cataluña (CARIC), un organismo que concedía créditos con dudosos
criterios. Jordi Pujol estaba actuando igual que lo había hecho con Banca Catalana.
Cuentan los que trabajaron en la entidad bancaria que había determinados créditos en
los que se anotaban unas siglas: PC; y eran indenegables. Se habían de otorgar
obligatoriamente. En el argot interno del banco, las siglas significaban «Por Cataluña».
De ahí que también fuesen conocidos como créditos patrióticos. Cuando la CARIC
hacía lo mismo y regaba de millones los bolsillos de los amigos, también se hablaba
de los créditos PC. Eran interpretados como los créditos que había que dar «por
cojones».
La CARIC fue uno de los despropósitos más grandes del gobierno catalán que
comenzó a construir Jordi Pujol en los años ochenta. Fue un instrumento para perder
dinero. O mejor, para regalárselo a los amigos. Solo había que pedir un crédito y no
pagar. Era un auténtico chollo. Su control estaba en Presidencia. Era el secretario
general, Lluís Prenafeta, quien seguía con lupa el circuito del dinero. Prenafeta era el
Rasputín de la Generalitat, el urdidor de complots y el «hombre malo» del gobierno.
Los socialistas machacaron parlamentariamente al gobierno con la sospechosa gestión
de la CARIC, pero jamás consiguieron nada. El Juzgado de Instrucción número 19 de
Barcelona investigó el caso de los avales dudosos, archivándolo enseguida. El
empresario Carlos Ódena Savall obligó a reabrirlo a finales de 1993. Con un PSOE en
minoría, que gobernaba gracias al apoyo de Minoría Catalana, el fiscal general del
Estado, Eligio Hernández, no mostró mucho interés. Hizo un flojo informe donde
decía que no había delito en la gestión de los avales de la Generalitat, aunque
detectaba «aromas de corrupción».
El 6 de enero de 2015, en un artículo de opinión titulado «Los “paraísos fiscales”
pujolistas», el que fuera fiscal jefe de Cataluña y posteriormente fiscal Anticorrupción,
Carlos Jiménez Villarejo, se refería a la imputación realizada por el juez de la
Audiencia Nacional Pablo Ruz de Macià Alavedra y Lluís Prenafeta por corrupción,
tráfico de influencias, cohecho y blanqueo de capitales. El procesamiento había tenido
lugar el 18 de diciembre de 2014. Recordaba Villarejo:
Durante el ejercicio de sus cargos públicos, gracias al apoyo de los fiscales generales del Estado, del
PSOE, la fiscalía no pudo emprender acciones penales contra ellos. Fue particularmente grave el manto
de impunidad que cubrió la presunta malversación de los fondos públicos de la CARIC que justificaba
una persecución penal de Alavedra y once consejeros más. La realidad era más que evidente. Una parte
de los fondos de dicha entidad —los llamados avales— se destinó, en condiciones muy ventajosas, a
sociedades vinculadas a consejeros o altos cargos de la Generalitat, fondos que finalmente no fueron
reintegrados, causando un grave perjuicio al erario público autonómico.
Rasputín
Los libros autobiográficos suelen ser una gran mentira construida en torno a un
inmenso ego incontrolado. La mentira se agranda y se justifica con especial intensidad
si el autor es un político. Las autobiografías son, simplemente, una sesión
psicoanalítica para descargar la propia culpa y reconciliarse con la conciencia de cada
uno. No importa si lo que se dice es verdad o mentira. Solo se trata de presentar
justificantes de conducta que puedan ser aceptados por el resto de la sociedad.
De ahí que Prenafeta, en A la sombra del poder, no relatase cómo desde los
ochenta tejió una intrincada red de ingeniería financiera internacional a partir de
cuentas secretas en Suiza, Andorra y Madeira. Los negocios en el Este lo dejaron en la
ruina total. Su lujoso piso de la avenida Bonanova, en la zona noble de Barcelona,
estaba embargado. Prenafeta, acuciado por las deudas, había tenido que dejar incluso
sus despachos y fue su hijo quien le facilitó un habitáculo desde donde trabajar. Su
restaurante favorito en la calle Londres, por donde iba a menudo, dejó de ser
frecuentado por el otrora Rasputín del gobierno y comenzó a verse más visitado por
acreedores que querían hablar con él frente a frente. Verle la cara. Durante un tiempo,
Prenafeta se movía por Barcelona como un fantasma. Se intuía su mano, pero jamás
delataba su presencia.
Se alió entonces con su excompañero de gobierno Macià Alavedra. Los contactos
de este, que continuaría como hombre fuerte en el gabinete de Jordi Pujol hasta el año
1997, le podían facilitar muchos negocios. Y comenzó a hacer algunas operaciones
con otro inquietante personaje: Luis García Pérez, alias Luigi. Exdiputado socialista,
Luigi se movía por los despachos influyentes de la capital catalana como pez en el
agua. A comienzos de la década de los ochenta, se había extendido la leyenda de que
Luis García, junto a su compañero de escaño Xavier Guitart, había montado una
«oficina» de negocios en la zona de Paseo de Gracia con Diagonal, desde donde
podían conseguir prácticamente cualquier cosa. Se hablaba incluso de sus buenas
relaciones con Juan Guerra, el «hermanísimo», hermano del vicepresidente del
Gobierno español Alfonso Guerra y el primer gran pícaro de la Transición española. A
Juan Guerra, cuenta la leyenda, lo visitaban en Sevilla y con él comían en La Dorada
de aquella ciudad.
Guitart se alejó pronto de Luigi, que siguió por su cuenta detectando negocios o
proponiendo operaciones en muchos casos sospechosas. El carácter de Luis García era
muy similar al de Jordi Pujol Ferrusola. Ambos eran jóvenes impetuosos, descarados
y maleducados, que asistían con ínfulas de superioridad a reuniones con empresarios
que tenían planes de negocios y les cobraban las comisiones que consideraban
convenientes por ayudarles en ellos. Ese porcentaje dependía del tipo de negocio o, a
veces, de quiénes fueran los «clientes».
Prenafeta no participaba en esas negociaciones. Pero supo sacarle provecho a su
relación. Cuando fue detenido en 2009 en el marco de la Operación Pretoria, se
descubrieron sus «pecados». El fiscal cifra en 14.984.865,58 euros el capital escondido
por Prenafeta en el extranjero, «de los cuales 637.890,08 provenían de la actividad
delictiva cometida por su labor de intermediación en las adjudicaciones públicas
ejecutadas en las localidades de Sant Andreu de Llavaneres y Badalona; 4.639.266,98
euros, de pagos recibidos por las labores de intermediación prestadas a Siemens
dentro del ámbito privado; y 8.611.830,03 euros procedían de pagos realizados en
última instancia por la multinacional Alstom, a través de la empresa domiciliada en las
Islas Vírgenes Británicas Marven Development Ltd., por labores de asesoramiento en
el ámbito privado, desconociéndose el origen del resto del dinero percibido».
Prenafeta, aseguraba el fiscal, se sirvió de «un complejo entramado societario y
financiero constituido por sociedades domiciliadas en territorios offshore y por
cuentas abiertas en entidades bancarias andorranas y suizas». El dinero evadido lo
empleó en adquirir productos financieros y en comprar obras de arte. En su casa
barcelonesa, por ejemplo, se incautaron cuadros por valor de 335.825 euros. Por todo
ello, el fiscal solicitó casi siete años de cárcel y cuantiosas multas. Pero nada de eso
salía en su autobiografía.
El Rasputín de la Generalitat centró su imperio exterior en la empresa Madeira
Management, dedicada a la constitución de estructuras fiduciarias en territorios
offshore. A través de ella, constituyó Buic Trading Marketing de Consultadoria Lda en
el año 1999. Como socios de esta figuraban también otras sociedades de las Islas
Vírgenes Británicas y de las Islas Seychelles: se trataba de Trustees Internacional Ltd.
y de Island Internacional Investments Ltd., con lo que el rastro de la verdadera
propiedad quedaba más diluido. Al frente de Buic, Prenafeta puso a un fiduciario de
su confianza, Giorgio Locatelli, que nada tiene que ver con el prestigioso chef
Michelin londinense. Uno tiene la cocina en la alta sociedad y los fogones del otro
están en las alcantarillas de la economía.
A través de las cuentas puente de Buic en Andorra y Suiza, hizo llegar dinero negro
a las otras cuentas que abrió a nombre propio o de su esposa. El relato fiscal habla de
que Prenafeta ingresó durante siete años casi 11 millones de euros en una cuenta de la
Banca Privata Edmond de Rothschild de Lugano, operativa hasta el año 2004. Pero
también tenía otra en Andbank de Andorra, casi 200.000 euros, y en el Banc Sabadell
de Andorra, por donde pasaron más de 2,7 millones de euros solo durante los años
2004 y 2005.
Prenafeta tenía también dos cuentas personales en Andbank de Andorra (en las que
su esposa tenía también autorización), una en Banc Sabadell de este país, conjunta con
su esposa, y una cuarta cuenta en esta última entidad a nombre de Lluïsa Mas, pero en
la que él figuraba también como autorizado. Esta última estuvo operativa hasta 2008,
con un saldo de más de 400.000 euros.
Oficialmente, Siemens le ingresó varios millones de euros en las cuentas de Buic de
Suiza y Andorra, en virtud de un contrato firmado el 7 de septiembre de 2001 para
que le consiguiera «la adjudicación por Gas Natural SDG S. A. de la construcción de
una central eléctrica en la localidad de Arrúbal, que finalmente Siemens obtuvo en el
año 2002». Según el fiscal, jamás pudo concretarse si esa adjudicación se logró gracias
a la participación de Prenafeta, pero «Siemens avaló como satisfactoria su
intervención». Siemens pudo quedarse satisfecha, pero, en realidad, la compañía
española construyó la central por unos 400 millones de euros y la vendió a la
norteamericana Contourglobal en el 2001 por solo 313 millones. O sea, con unas
evidentes pérdidas. Eso sí, para redondear la operación, financió a la compradora 258
millones de euros cobrándole un interés anual de mercado.
Desde sus cuentas de Andorra, Prenafeta había enviado dinero a Buic, pero luego
ese dinero continuaba camino y acababa en una cuenta del banco PKB de Ginebra
(Suiza) a nombre de la compañía Marven. A esta cuenta, precisamente, también
enviaba dinero Macià Alavedra, que a su vez firmó un contrato con el fiduciario de
Prenafeta para formalizar la constitución de la sociedad Celeri Consultadoria e
Marketing en Madeira.
Otro «listillo» en palacio
Macià Alavedra es hijo del poeta Joan Alavedra y durante años ofició como uno de
los privilegiados beneficiarios de la Administración catalana. Fue consejero de
Gobernación de la Generalitat en los años ochenta, pasó a Industria y, finalmente,
ejerció como consejero de Economía entre 1989 y 1997, cargo en el que le sustituyó
Artur Mas. O sea, durante casi una década fue el hombre fuerte del gobierno e incluso
su nombre sonó en alguna ocasión para sustituir a Jordi Pujol. En los noventa, el
poderoso consejero de Economía fue el pararrayos de Pujol. Tuvo que encargarse de
los temas delicados del gobierno. Por ejemplo, era quien debía recibir las quejas del
financiero Javier de la Rosa, que, dolido, veía cómo su antaño amigo Jordi Pujol le
dejaba a los pies de los caballos.
Tuvo también que desactivar un monumental escándalo económico en torno a un
grupo de empresas denominado Grup de Consellers Financers, donde aparecían
varios prohombres de Convergència e incluso el exconsejero de Industria Vicenç
Oller. Alavedra recibía varios días a la semana en su despacho al hombre de paja que
el partido había puesto al frente. Era la época en que una grabación de cinco horas al
director del Banco Zaragozano —realizada en el reservado de una marisquería de
Barcelona— estuvo a punto de provocar otro monumental escándalo político. No era
para menos: el director en cuestión hablaba abundantemente de la mayor caja de
seguridad del banco, de su contenido y de las llamadas que recibía de los políticos
más importantes de Cataluña. También era la época en que tuvo que lidiar con otro
escándalo que le rozó: el caso del entonces magistrado Lluís Pascual Estevill, a quien
citó en su domicilio particular, en la calle Río de Oro, para tratar de que no se metiese
con el presidente de Fecsa, Luis Magaña.
—Tu obligación es controlar a Javier de la Rosa. No puede llegar hasta el president
—fue la orden que recibió Alavedra desde Presidencia. El financiero acababa de salir
de prisión y llamaba varias veces cada día al Palau.
El consejero cumplió. De la misma manera que cumplió al lidiar con el escándalo
BFP, que acabó con la detención de Jordi Planasdemunt, consejero de Economía hasta
1983. Este había creado, junto a Joan Bassols y el empresario Salvador Forcadell, la
sociedad BFP (empresa cuyo nombre estaba formado por las iniciales de los apellidos
de los tres socios), que se dedicó a emitir pagarés falsos. Desde su cargo de director
del Instituto Catalán de Finanzas (ICF), el banco público que dependía precisamente
de Economía, Planasdemunt se había dedicado a conceder avales a las empresas
implicadas en la trama que había creado con sus otros dos socios. A pesar de la
cercanía de Planasdemunt a Alavedra, este salió airoso del trance y no se vio salpicado
por el escándalo.
Alavedra, sin embargo, siempre fue un listillo. En 1988, cuando era consejero de
Industria, los únicos contadores de luz homologados por la Generalitat eran,
precisamente, los de su compañía, Metrega, una empresa nacida de la fusión de la
suya propia, Metrelec, y de Ega, de Esteban Garrell, prohombre y diputado de
Convergència y beneficiario de un crédito de la CARIC que nunca devolvió. Pero no
solo eso: siendo consejero, seguía siendo al mismo tiempo administrador de la
sociedad.
Desde que abandonó la Generalitat, se dedicó en cuerpo y alma a hacer negocios en
la empresa privada. La leyenda ya dice que durante su etapa como político había
empresarios que sentían la imperiosa necesidad de comprar cuadros de la pintora
Doris Malfeito, la esposa de Alavedra. Y las malas lenguas decían que el mayor
coleccionista de obras de arte de Doris era John Rosillo, el factótum de Kepro,
promotor del centro comercial de Diagonal Mar, el mayor de Europa en su época.
Rosillo fue juzgado y condenado por varios delitos, entre otros, homicidio y fraude,
antes de huir a Panamá, donde murió en extrañas circunstancias hace unos años. El
fugado era íntimo amigo de los hijos de Pujol, y Josep Pujol Ferrusola pasó parte de
su luna de miel en el rancho que el empresario tenía en Texas. Entre sus relaciones
con
la familia y su amor por el arte de Malfeito, nunca tuvo problemas con la
Generalitat. Aun así, la Justicia lo cazó.
Los negocios de Alavedra, sin embargo, siempre fueron hacia arriba, hasta que en
el año 2009, cuando fue detenido, cayeron en picado. El fiscal asegura que, desde
1997 a 2008, el exconsejero de Economía «percibió por su actividad ilícita» al menos
6.080.405,41 euros, de los que más de 637.000, como se ha dicho, «derivan de la
actividad delictiva cometida por su labor de intermediación en las adjudicaciones
públicas realizadas en las localidades de San Andreu de Llavaneres y Badalona».
Otros 290.000 euros le fueron pagados por Gas Natural y 288.000 euros más se los
entregó la empresa Buic, de Lluís Prenafeta.
«Para conseguir su opacidad, así como la desvinculación de su origen ilícito y
posterior afloramiento, utilizó, en connivencia con su esposa Doris Malfeito —contra
la que no se dirige acusación al haber fallecido— y de los también acusados Gloria
Torres Pladellorens y Philip McMahan Bolich, un entramado societario y financiero
constituido por sociedades domiciliadas en territorios offshore, así como por cuentas
abiertas en entidades bancarias andorranas a través de las cuales canalizó sus fondos»,
relata el fiscal, que le pidió casi siete años de cárcel y multas millonarias.
Para ocultar su fortuna, el antiguo consejero catalán se sirvió de varios métodos. El
primero de ellos fue esconder el dinero en un fondo de las Islas Caimán. El relato
fiscal es contundente: «Macià Alavedra utilizó una sociedad instrumental domiciliada
en Liechtenstein, Vernet Foundation, para ocultar parte de sus ilícitas ganancias,
aflorando tres millones de dólares en el año 1997 y más de un millón de dólares en
1998 mediante la adquisición de un fondo denominado Fondo Premier Fund LP,
domiciliado en las Islas Caimán y gestionado por la entidad norteamericana William
Miller & Co. Inc».
En diciembre de 2001 transmitió estas participaciones a su mujer y en marzo del
2006 llevó el dinero a Andorra, donde lo repartió en tres cuentas bancarias que abrió
en el país pirenaico a nombre de Doris Malfeito. Según los movimientos de cuentas,
durante los meses siguientes, la pintora se dedicó a invertir en acciones. La cuenta
1W5068 del Banco Crèdit Andorrà tenía, el 18 de abril del 2006, un saldo positivo de
2.480.000 euros. El 24 de aquel mes, el saldo se quedó en 109.686,34 euros. O sea:
había invertido 2.470.303,66 euros. ¿Dónde? Muy sencillo: unos 257.000 euros en
Telefónica; casi 240.000 euros en Deutsche Telecom; más de 236.000 euros en Arcelor;
más de 146.000 euros en Sogecable; 139.999 euros en Mapfre; 87.000 euros en
Acerinox; 68.000 euros en e.on; 75.000 euros en Samsung; y casi 40.000 euros en
Prisa. Durante esos años, las compras y ventas de acciones del matrimonio fueron
vertiginosas. Una de las inversiones más curiosas fue la de acciones de ABN AMRO,
que comenzó a comprar pero no a vender. Durante meses, atesoró paquetes
accionariales del banco holandés, hasta que pasado medio año se hizo público el
interés de Banco Santander por comprar esa entidad. Aun así, las ventas realizadas de
acciones de ABN AMRO fueron mínimas, ya que era más tentador el previsible
negocio de mantenerlas y, en todo caso, se podrían vender fácilmente si algún dato
alertaba del hundimiento del valor.
Alavedra también ocultó a Hacienda que su empresa Vernet Foundation abrió una
cuenta en el Liechtensteinische Landesbank AG, en Vaduz, la capital del pequeño
principado centroeuropeo. Allí depositó 18.500 euros en 1997 y envió otras dos
remesas de 112.000 y de 24.000 euros al año siguiente. A partir del año 2000, adquirió
a través de esta sociedad las acciones de otra empresa panameña denominada Vernet
Investment Inc, en la que ingresó más de 236.000 euros no declarados al fisco. Y a
través de la panameña escamoteó al fisco español otros 22.000 euros en 2001. «En
definitiva, el total de las ganancias que ocultó entre los años 1997 y 2001 sirviéndose
de la sociedad instrumental Vernet Foundation ascendió a 3.971.207,15 euros»,
determinó el Ministerio Fiscal.
En Andorra, el exconsejero de Pujol no solo contaba con las tres cuentas de Doris
Malfeito, sino con otras tres a nombre de Gloria Torres («con quien mantenía una
fluida relación personal», especifican los informes oficiales). En las cuentas de esta
amiga, Alavedra escondió otros 1,2 millones de euros. Una de estas cuentas se nutrió
exclusivamente de fondos recibidos a través de una transferencia de más de 260.000
euros, ordenada en diciembre de 2006 por Gloria Torres. La cuenta de origen era de la
Banca Privata Edmond de Rotschild de Ginebra. La cuenta, conocida con el nombre
clave de Brega, había sido abierta en enero de 1996, cuando Alavedra era todavía
consejero de Economía, y cerrada en diciembre de 2006, tras pasar los fondos a
Andorra. Otra de las cuentas recibió tres transferencias: una de ellas, de 298.000
euros, llegó desde la cuenta suiza Brega. Las otras dos, de 200.000 y 500.000 euros,
fueron realizadas por la compañía andorrana Auge i Gracia Patrimoni. Todos estos
fondos fueron invertidos en activos y productos financieros y trasladados, en el año
2007, a otra cuenta de Andorra.
A partir de ese momento, Macià Alavedra volvió a dirigir la mirada hacia los
paraísos fiscales del trópico. Merece la pena prestar atención a las afirmaciones de la
acusación pública: «Durante el año 2008, a través de una compleja estructura
fiduciaria integrada por sociedades constituidas en Belice, Nueva Zelanda y Nueva
York, fondos por importe de 290.337,69 euros». Aquí se lucraron tanto Alavedra
como sus socios en la empresa Contagas, Enrique Escassi y Jorge Presas: Gas Natural
contrató a esta compañía como asesora en un proyecto de explotación de gas en
Angola. Y ellos exigieron los pagos a través de Contagas International Ltd.: un total de
2.710.000 dólares, según cuenta el fiscal. Una vez cobrado el dinero, en vez de
declararlo al fisco, fue transferido
a una sociedad instrumental norteamericana, Jewell Ventures LLC, que, a
su vez, envió un millón de dólares a Rosecity Limited. El resto del dinero lo repartió
entre los tres socios de Contagas «y un cuarto beneficiario cuya identidad se
desconoce, aunque muy probablemente se trató del socio de todos ellos en la sociedad
portuguesa Contagas Portugal Equipamentos e Tecnologias Lda, siendo la cantidad
que le correspondió a Macià Alavedra en este reparto 290.337,69 euros (456.939,27
dólares)».
Para mantener la opacidad de la operación, asegura también el informe del
Ministerio Público, se utilizó la sociedad Ibero Services, domiciliada en Belice, a
través de la cual el exconsejero catalán invirtió su parte «en fondos depositados en
una de las entidades filiales del grupo portugués Millennium BC —en concreto en su
filial en las Islas Caimán Millennium BCP Bank & Trust—, destinándolos a la
adquisición de un depósito a plazo fijo y diversos productos estructurados». Jewell
Ventures estaba participada por cuatro sociedades instrumentales, una de ellas Ibero
Services. El propio Alavedra solía utilizar una tarjeta American Express a nombre de
esta sociedad, que a su vez estaba participada por la neozelandesa Webeck, propiedad
de Macià Alavedra. En resumen, el antiguo prohombre de Convergència había
montado una delirante estructura financiera a través de todo el planeta para distraer
fondos al fisco.
El informe aclara, no obstante, que «si bien estos fondos no fueron incluidos por
Macià Alavedra en su declaración del IRPF correspondiente al año 2008, el 17 de
diciembre de 2009 —una vez incoadas las presentes diligencias previas— presentó
una declaración complementaria de la anterior aflorándolos». Era verdad: aquel
ejercicio, el exconsejero había pedido una devolución de 35.549,40 euros al fisco,
pero con la complementaria acabó pagando 124.862,54.
Los pecados de Alavedra, no obstante, vienen de cuando era consejero y evasor,
todo al mismo tiempo. A principios de los noventa, Francesc Cabana, cuñado de Jordi
Pujol y exdirectivo de Banca Catalana, le presentó en un restaurante a Philip Bolich,
un estadounidense residente en Andorra. Bolich había trabajado también para Banca
Catalana a las órdenes de Cabana. A principios de los sesenta, había comenzado a
trabajar para el Inter-American Development Bank en Washington. Luego pasó por
Morgan Guaranty Troust (antigua J. P. Morgan) en Nueva York, por Lehman Brothers
en la misma ciudad y por Dillon Read en América y Londres. En 1975, abrió una
oficina comercial en la capital británica con el fin de captar clientes para Banca
Catalana y para Banco Industrial de Cataluña. Solo pasaba por Barcelona una vez al
mes, hasta que decidió trasladarse a esta ciudad e integrarse dentro del equipo de las
citadas entidades, como responsable del departamento internacional del grupo. Eso le
sirvió para tejer una importantísima red de conexiones.
Aquella comida fue fructífera. En 1992 Alavedra le pidió consejo para invertir
246.180.473 pesetas, es decir, casi 1,5 millones de euros. Y se abandonó en sus brazos.
Bolich, que había trabajado también en Lombard Odier, en Suiza, encontró la
solución: el dinero se colocó en una cuenta del paraíso fiscal a nombre de Doris
Malfeito en el Crédit Suisse, aunque luego lo cambió a la Banque Rothschild. Cuando
las cuentas de Bolich fueron intervenidas como consecuencia de la Operación Pretoria
y le dejaron sin un euro, el asesor financiero escribió una detallada carta a la juez a
través de su abogada, explicando paso por paso su relación con Macià Alavedra.
Luego, se pondría en contacto con la policía española para ofrecer su colaboración a
cambio de que le desbloqueasen las cuentas. «El hecho de que los dineros estuviesen
a nombre de la esposa era algo corriente, una forma de que el consorte que no
realizaba actividades empresariales dispusiese de su propio patrimonio... una forma de
garantizar que a la muerte del marido (los hombres suelen morir antes que las
mujeres) la viuda no tuviese problemas de disposición mientras terminaba la
testamentaria», decía la misiva que pretendía ser exculpatoria.
Desde 1996 a 2000, Bolich fue consejero de dirección de Banca Mora y pasó a
trabajar muy estrechamente con Alavedra. Además de abrir las cuentas de su amiga
Gloria Torres (en las que el propio Bolich figuraba como apoderado), creó para el
matrimonio Alavedra-Malfeito una herramienta ad hoc para mover su dinero
opacamente por el mundo: Premier Fund, con sede en las Islas Caimán. Al frente de
este organismo puso a William Miller, expresidente de la Reserva Federal de los
Estados Unidos y exministro de Finanzas de Jimmy Carter. Era su amigo personal.
Con ese fondo, movía el dinero de inversores no norteamericanos. El 74 por ciento
del dinero que movió era de Doris Malfeito. Miller murió en 2006 y el fondo se
disolvió, por lo que los 2.606.000 euros que la pintora tenía en él volaron de Caimán a
Andorra.
En mayo del 2009, Alavedra invitó a comer a Bolich en el Castell Motel de La Seu
d’Urgell, localidad leridana cercana a Andorra. El asesor esperaba una monumental
bronca por la merma del dinero (en algunas inversiones se habían generado pérdidas),
pero no fue así: el exconsejero de Pujol le pidió que retirase 300.000 euros de la
cuenta de su esposa y que se los hiciese llegar a Barcelona.
En todo este entramado, Bolich se había convertido en una de las piezas
fundamentales. El norteamericano había sido el principal asesor de las fortunas
españolas que buscaban paraísos fiscales durante las décadas de los ochenta y
noventa. Bolich fue el encargado de abrir todas las cuentas de la esposa y la amiga de
Alavedra en Andorra y de mover los capitales. Acostumbrado a vivir cómodamente,
tenía un mayordomo al que utilizó para repatriar a España 300.000 euros de Macià
Alavedra en mayo del 2009. Este no se movió de su despacho: el mayordomo de
Bolich viajó a Barcelona y subió a Andorra con un poder de Doris Malfeito para
retirar los 300.000. Luego, el propio Bolich se los dio a un empleado de la banca
andorrana, un hombre de Lluís Prenafeta, para que los bajase físicamente a Barcelona.
Y Alavedra los recibió sin moverse de su despacho.
«Tengo los libros». Esa fue la contraseña del norteamericano a Alavedra cuando lo
llamó por teléfono días después. El exconsejero habló con su amigo y socio Prenafeta
y ambos acordaron que sería una persona de confianza de este último quien viajaría
con el dinero hasta la capital catalana. Un empleado de banca del Principado hizo el
viaje y depositó el paquete en manos de Alavedra, en su propio despacho.
Las pesquisas iniciales hicieron sospechar que Bolich podía tener algo que ver en
blanqueo de dinero, dado que su nombre figuraba como apoderado en distintas
cuentas bancarias que no eran suyas. Olfateadas sus cuentas y las de su mayordomo,
el juez Baltasar Garzón ordenó la intervención de todas ellas. El fámulo, que trabajaba
para el asesor desde hacía años, ya no era solo empleado, sino que estaba considerado
su «familia efectiva». En la misma casa de Bolich vivían el matrimonio de criados y
sus dos hijos, de siete y trece años, cuando se produjo la intervención. La confianza y
el cariño eran tales que Bolich puso a su nombre dos herencias que había recibido: la
de su abuela y la de su madrastra. En la apertura de la cuenta del fámulo en Andbanc
hay una anotación a mano: «Mayordomo del señor Bolich (cliente nuestro) recibe
como donación fondos del señor Bolich por cuidarle hace muchos años».
Negocios heredados
La lista de empresarios amigos del clan Pujol es muy amplia. Hay empresarios que
han hecho muchos negocios por el simple hecho de relacionarse con Jordi Pujol, pero
en esa lista sobresalen tres nombres
de especial relevancia y cuyos intereses y maneras de hacer pasan de generación en
generación: la familia Tennenbaum, la familia Sumarroca y la familia Bagó,
propietaria de Sehrs, el mayor grupo de servicios de Cataluña.
Aunque en los informes de los servicios de información de la policía española
aparece con asiduidad la estrecha vinculación de Carles Sumarroca i Coixet a Jordi
Pujol i Soley, las otras dos familias han hecho muchas operaciones similares a las de
estos. David Tennenbaum, un judío asentado en Cataluña, comenzó a hacer negocios
con Florenci Pujol, el padre del que luego fue presidente de la Generalitat. En
realidad, Banca Catalana nació gracias a su aportación dineraria: en 1959 pagaron 12
millones de pesetas por la Banca Dorca y solo 46 millones de pesetas en depósitos,
que fue el embrión de la futura Banca Catalana. En los años ochenta, en cuanto Jordi
Pujol llegó al poder, los Tennenbaum comenzaron a contratar con la Administración.
Manuel Ortínez, en su libro Una vida entre burgueses. Memorias, relata la conexión
de ambas familias. «Tennenbaum y Pujol eran importantes. Ellos me proporcionaban
las divisas, y yo necesitaba muchas. Florenci Pujol era un hombre muy simpático, con
una mirada irónica y maliciosa, de pícaro inteligente. Con aquella mirada solo era
necesario decir “Florenci” para que él estuviera interesado y te preguntara
inmediatamente si necesitabas dos o diez. El judío David Tennenbaum era su socio y
las operaciones se realizaban con total seguridad en el mercado libre de Tánger, único
mercado de la peseta». Este fue el mecanismo aludido por Jordi Pujol para justificar la
fortuna oculta amasada por su padre y que le dejó en cuentas corrientes en Andorra: el
negocio de compra-venta de divisas.
En la década de los cincuenta, el patriarca David Tennenbaum era tratante de
diamantes, se asoció con Florenci Pujol y, a partir de ahí, la trayectoria de ambas
familias transcurrió en paralelo y en íntima unión. De todos es conocida la historia del
cambio de divisas que efectuaban en Tánger y con el que se lucraban. En 1959, fueron
condenados por el Juzgado Especial de Delitos Monetarios por evasión de divisas a
Suiza. El 28 de octubre de 2007, Pujol recibía el Premio Samuel Toledano en la sede
de la Knesset, es decir, el Parlamento israelí. Y allí tuvo algunas palabras de recuerdo:
Pero siguiendo el hilo de mi trayectoria personal, debo decir que poco después entré en contacto con el
judaísmo y, sobre todo, con el sionismo. Lo que en este sentido marca mi trayectoria es haber conocido
a judíos, especialmente a la familia de Moisés David Tennenbaum, un judío de Galitzia que vino a
Barcelona en los años treinta, probablemente entonces más temeroso del antisemitismo polaco que del
nazi (…). Como les decía, yo no entré solo en contacto con el judaísmo. También, y en un cierto
sentido, con el sionismo. Y no de una forma superficial. Con solo diecisiete-dieciocho años leí Der
Judenstaat, de Herl, y un libro de Chaïm Weizmann, muy completo, que cuenta toda la lucha sionista,
desde el Congreso de 1903 —el del rechazo de la propuesta de Uganda— hasta la constitución del
estado de Israel. Me los dio a leer David Tennenbaum. Y también leía regularmente algunas revistas
sionistas editadas en Latinoamérica, sobre todo en Montevideo (…). Lo entenderán si termino
recordando a mi amigo Moisés David Tennenbaum. Me dijo un día: «Tienes que ir a ver una película,
una película de judíos, que se llama El violinista sobre el tejado. Nosotros los judíos siempre tenemos
que tocar el violín, no en una sala de conciertos, sino haciendo equilibrios sobre un tejado. Y un tejado
de tejas irregulares. Y esto cuesta». Yo le dije que lo entendía, pero que gracias a esto habían sido un
pueblo diferente, con una creatividad y una fortaleza fuera de lo corriente…
El gran benefactor
Las cárceles catalanas tenían muchos más misterios que los informes de empresas
piratas encargados a dedo por el gobierno de Jordi Pujol. Mientras se le reclamaban
explicaciones al president en el Parlamento catalán, el viejo zorro de la política se reía
interiormente y realizaba otra de sus oscuras adjudicaciones: la empresa General Lab
se hacía con todos los lotes para realizar los análisis clínicos de todos los reclusos de
Cataluña. Así, de una tacada. En total, 55,8 millones de pesetas, 335.000 euros de
ahora.
¿Y quién está detrás de General Lab? El omnipresente Carles Sumarroca Coixet,
nacido el 12 de diciembre de 1933. De todos los empresarios que han hecho negocios
a la sombra del poder, Carles Sumarroca es el más vinculado a Jordi Pujol. Porque
Sumarroca es especial. Es el álter ego, lo que le hubiera gustado ser a Jordi Pujol si no
fuese político. Juntos fundaron CDC, juntos se metieron en Banca Catalana, juntos
compraron El Correo Catalán y juntos continuaron sus vidas profesionales, uno
concediéndole al otro millones y millones de euros en contratos públicos y el otro
cobrando y creciendo económicamente gracias a las adjudicaciones del uno. Además,
el destino también había creado lazos entre las esposas, socias ambas de la compañía
Hidroplant.
Si se ha de crear un prototipo de empresario a la sombra del poder, ese sería, sin
duda, Sumarroca, una de las grandes fortunas de Cataluña a pesar del hundimiento del
sector de la construcción. Junto al insigne prócer, figuraban en General Lab (fundada
en 1881) Jaume Rosell Sanuy y Miquel Esquirol, en representación de la Mutua
l’Aliança. Todos ellos, como no podía ser de otra manera, patronos de Convergència
Democràtica de Catalunya (CDC), fundadores del partido y amigos personales del
president.
El gran negocio de Sumarroca se articuló en torno a las constructoras Emte y Teyco,
que han sido, tradicionalmente, las más beneficiadas por las adjudicaciones del
gobierno catalán. Lo fueron con Pujol, lo fueron con el tripartito (Joaquim Nadal, el
hombre de la obra pública bajo los mandatos de Pasqual Maragall y José Montilla,
forma parte del círculo conocido como la «sociovergencia») y lo siguieron siendo con
Artur Mas. Un informe de la publicación elcritic.cat desvelaba que solo en el periodo
2013-2014 las compañías Emte y Teyco acapararon los contratos públicos del gobierno
catalán, con 13,6 y 11,2 millones de euros en un total de cuarenta y tres
adjudicaciones. Les seguían Construcciones Rubau (cuatro contratos y 9,3 millones) y
Copisa, con catorce contratos y 9,2 millones de euros adjudicados. El informe
destacaba que catorce de los veinticinco contratos de Teyco se formalizaron por el
procedimiento de «negociado sin publicidad», lo mismo que siete de los dieciocho de
Emte. «Es decir, que prácticamente la mitad de los contratos de Sumarroca con la
Generalitat se consiguieron por este método cerrado». En otras palabras: a dedo.
Una investigación del periodista Jesús Badenes y publicada en el Diari de Girona
concluyó también que durante los veintitrés años de pujolismo las dos empresas
constructoras más importantes de los Sumarroca recibieron contratos por un total de
más de 285 millones de euros. «A partir de 1992, las dos sociedades comienzan a
figurar entre las más recurrentes en la obra pública de los ámbitos de la enseñanza y
sanitario». Y no solo eso: comienzan a hacer negocio con la rehabilitación de escuelas.
«Resulta curioso ver cómo se adjudica por el sistema negociado de urgencia la
realización de los trabajos necesarios para la puesta en marcha de un hospital», relata
en un párrafo. Ese sistema le permite eludir la convocatoria de un concurso y
adjudicar la obra a dedo. Un método más para saltarse la ley a la torera y beneficiar a
los amigos. La investigación destaca otra cosa: con la llegada del euro, se disparan los
precios:
Mientras en el año 1989 la Generalitat adjudicó la nueva construcción del IES La Llagosta por 38
millones de pesetas, unos 233.999 euros, en el último mandato, la construcción de un nuevo IES costaba
a la Generalitat entre 3 y 4 millones de euros, como el caso del IES Roquetes que Teyco se adjudicó el
año 2000 por 3.029.234 euros. Así, en 1999 las dos empresas facturarían conjuntamente más de 40
millones de euros. A pesar de
haber multiplicado por diez su facturación a la Generalitat, el récord
de adjudicaciones estaba por llegar. Más de 70 millones de euros le otorgó el gobierno Pujol en obras en
su último año de mandato. En 2003, Teyco consiguió concursos por valor de más de 30 millones,
mientras que Emte superó los 40 millones de euros.
El 25 de julio de 2014 fue el día más largo del año para el expresidente catalán Jordi
Pujol. El día anterior había comunicado a su familia que pensaba emitir un
comunicado en el que reconocía las cuentas secretas de Andorra. A las ocho de la
mañana de ese 25, se presentó en el despacho de Artur Mas, en la calle Córcega, la
sede de Convergència. Le entregó un folio con la confesión. «Oye, escucha, sacaré
esto. Ya
te lo explico». El president comenzó a ponerse blanco. Un escándalo era lo que menos
necesitaba. Pujol fue parco en explicaciones. Apuntó sus responsabilidades, algunas
obviedades y apeló al peso de la historia y a su ética.
Durante las horas siguientes, se dedicó a puntualizar la nota que tenía
confeccionada y que era una confesión oficial sobre la tenencia de cuentas corrientes
de su familia en Andorra, extremo que había negado hasta la saciedad, acusando al
gobierno español y a los servicios de inteligencia de intentar manchar su nombre con
falsas acusaciones.
Pero era verdad: las cuentas existían. El día 7 de julio, una oportuna filtración al
diario El Mundo le demostraba que la policía española ya disponía de documentos
que acreditaban los depósitos bancarios en el pequeño principado pirenaico y se
decidió a hablar. Su círculo íntimo no le llevó la contraria. A las diez de la mañana,
algunos despachos de Barcelona hervían. Pujol había enviado copias de su confesión
a sus principales asesores para que las mirasen.
—President, no puede hacer pública esta nota —le recriminó uno de ellos
telefónicamente
—¿Por qué? ¿Qué quiere usted decir?
—La nota en sí está bien. Pero hay una afirmación que debe eliminar.
—No acabo de entenderle.
—Usted, president, dice que se hace responsable de las cuentas en Andorra, pero
ninguna es suya.
—Sí, pero son de mi familia y yo me responsabilizo.
—Efectivamente. Son de su familia. Y están a nombre de su esposa, que es mayor
de edad y persona jurídica. Y a nombre de sus hijos, que tienen cincuenta años, saben
lo que hacen y tienen su propia personalidad. Con lo que usted dice en esa frase, le
pueden acusar de mentir, porque una cosa es que usted tuviera conocimiento de las
cuentas y otra que fuesen responsabilidad suya. ¿Estaban a su nombre? No. Luego,
¿en qué se basa para decirle a Hacienda que asume la responsabilidad? Hacienda le
reclamará a una persona jurídica lo que tenga que reclamarle. Y esa persona es mayor
de edad y responsable de sus actos.
El expresidente acabó cediendo. A finales de la mañana, eliminó una línea y media
del comunicado que tenía confeccionado. Contaba en el mismo que su padre, Florenci
Pujol i Brugat, le había legado «unos dineros» ubicados en el extranjero —diferentes a
los comprendidos en su testamento— y que no se encontraban regularizados. «En
aquel momento, la minoría de edad de la práctica totalidad de mis hijos me convertía
en responsable legal de cualquier decisión y a pesar de que mi conciencia y mi cargo
[acababa de ser elegido presidente de la Generalitat en abril de 1980 y su padre murió
el siguiente mes de septiembre] me empujaban a rechazar esta herencia, la última
voluntad de mi padre, juntamente con su opinión y dudas sobre mi opción vital por la
política pesaban todavía más, y finalmente decidí encargar su gestión y regularización
a una persona de la máxima confianza de mi padre y también de la mía, gestión de la
que no quise conocer nunca ni el más mínimo detalle, hasta que, llegados a la mayoría
de edad todos mis hijos, se decidió que esta persona cediese esta gestión a uno de mis
hijos. Es en este momento que mi error original contaminó directamente a mis siete
hijos y a mi esposa».
El mea culpa de Jordi Pujol seguía afirmando que nunca encontró el momento
adecuado para regularizar esa herencia. Y enfatizaba que «finalmente ha tenido que ser
en estos últimos días que los miembros de mi familia han regularizado esta herencia,
con las consecuencias del nuevo marco legal aprobado para incentivar la última
regularización excepcional de noviembre de 2012 y para penalizar extremadamente las
regularizaciones posteriores».
De los hechos descritos y sus consecuencias, añadía, era el único responsable «y
quiero manifestarlo de forma pública, con mi compromiso absoluto de comparecer
ante las autoridades tributarias o, si es preciso, ante instancias judiciales para acreditar
estos hechos y, de esta manera, acabar con las insinuaciones y los comentarios».
Acababa con un párrafo antológico: «Expongo todo esto con mucho dolor, por lo que
significa para mi familia y para mí mismo, pero sobre todo por lo que puede significar
para tanta gente de buena voluntad que pueden sentirse defraudados en su confianza,
a la cual pido perdón. Y también les pido que sepan discernir las faltas de una persona
—por muy significativa que haya sido— y que esta declaración sea reparadora en lo
posible del mal y de expiación para mí mismo».
¿Por qué decide Jordi Pujol confesar en aquel preciso momento? Hay tres causas
fundamentales, según las personas que le rodean. La primera, porque fue un acto de
supremo amor a sus hijos, a los que no había podido dedicar mucho tiempo durante
los años en que estuvo centrado en la política. En el inicio de su carrera en la res
publica, le había advertido a su esposa, Marta Ferrusola, que iba a competir con una
dura rival: Cataluña. Y fue verdad: Jordi Pujol dedicó infinitamente más tiempo a
Cataluña que a su familia. Francesc-Marc Àlvaro, en su libro Ara sí que toca!, lo
explica muy bien por boca de Josep Pujol Ferrusola. «Nuestra vida, la de todos
nosotros, ha estado supeditada a él. Lo digo sin dramas. Hemos estado a la intemperie.
Aunque él nos lleva en el corazón, hemos estado bastante solos, tanto para lo bueno
como para lo malo. Él tenía y tiene demasiado trabajo».
De hecho, también habría de competir con la fiel secretaria de Pujol, a la que se
había llevado al Palau de la Generalitat desde Banca Catalana: Carme Alcoriza. La
secretaria y jefa de gabinete, en palabras de Ramon Pedrós, que había sido jefe de
comunicación de Presidencia de 1988 a 1998, «tenía mucha influencia, pero era de una
extraordinaria fidelidad y lealtad personal y política al President y padecía la
manifiesta antipatía que veía que sentía por ella Marta Ferrusola». Lo dijo ante los
diputados catalanes, abriendo una grieta en el monolítico discurso uniformizador que
ha imperado durante décadas en Cataluña.
También Josep Maria Cortés, en Los yuppies de Pujol llegan a la cima, remarca
que «el expresident ha tenido y sigue teniendo muy mala conciencia como padre,
desde que puso a la política en el primer plano de sus prioridades dejando sus
obligaciones familiares en un segundo renglón». Y asegura luego que «Jordi Pujol
había soñado siempre en dejarles a sus hijos una sustanciosa herencia económica y de
ahí que su mala conciencia sea doble: abandonó como padre a causa de la política y
empobreció a su familia a causa también de una gestión bancaria que él relacionaba
con la política».
Y es que salvo algunas excursiones anuales a la Pica d’Estats, pocos momentos más
de ocio pasaba con sus hijos, porque la vida de un político como Pujol es muy dura.
Para él no existían fines de semana o festivos, tal y como son entendidos por los otros
mortales. Por tanto, la confesión intentando responsabilizarse de las cuentas
andorranas era un acto de amor hacia su familia. De todos modos, es demasiado
osado afirmar que empobreció a su familia, sino más bien al contrario, puesto que el
clan Pujol tiene hoy una fortuna oculta fuera de nuestras fronteras que guardan
celosamente y durante las últimas décadas han utilizado los resortes del poder para
hacer negocios sin el más mínimo escrúpulo.
La segunda causa tiene sus raíces en una cuestión también muy personal. Hombre
de profundas convicciones cristianas, Jordi Pujol había vivido «en pecado» durante
treinta y cuatro años. Sobrellevaba esa mentira como un calvario. Sus colaboradores
más cercanos le oyeron reconocer durante la aciaga mañana del 25 de julio del 2014
que tras esa confesión quedaba en paz consigo mismo. Y, de hecho, se quitaba una
losa de encima. A partir de entonces, ya no tendría la espada de Damocles encima de
su cabeza, temiendo que le fueran a descubrir cuentas en paraísos fiscales.
La tercera razón es la que, para muchos, tiene más peso: un directivo bancario le
había comunicado que la policía española disponía de documentos con movimientos
de las cuentas de su familia y se iba a hacer público de un momento a otro. La
filtración al diario El Mundo le acabó de convencer de que la cosa iba en serio.
Además, le hicieron llegar la información de que había varias investigaciones de la
Audiencia Nacional sobre sus hijos y que podrían acabar en detenciones, con el
consiguiente escándalo político. ¡Un Pujol esposado e introducido en un coche
celular! ¡Un Pujol pagando la pena del telediario!
Su hijo Jordi Pujol Ferrusola quiso compartir el peso de la responsabilidad. «Este
es mi compromiso, mi obligación, porque lo he hecho siempre. Lo hice desde la
prisión, desde el 23-F y hoy es mi obligación. Puede ser que el país ya no me necesite
como me necesitaba antes, pero es mi obligación con la familia», dijo a su vástago,
según confesiones de este más tarde a los diputados en la cámara catalana.
¿Quién había sido el empleado traidor que había filtrado los documentos
andorranos? Sobre la mesa se puso el nombre de un alto cargo bancario hasta hacía
pocos meses. Se trataba de un ejecutivo empleado en una multinacional en España
que había recibido la oferta para ir a trabajar de alto directivo a un banco del
Principado. Tras ser despedido, la entidad no le abonó ningún finiquito, por lo que él
se sintió liberado para utilizar documentación que había pasado por sus manos. Y la
armó entregando las pruebas de las cuentas secretas de los Pujol, lo que dejaba en
evidencia no solo a los evasores, sino también al propio banco, incapaz de garantizar
el secreto del nombre de sus clientes. Jordi Pujol i Soley sabía que el Ministerio del
Interior ya tenía la información, pero desconocía la utilización que podía hacer de
dicha documentación. Por eso, los meses anteriores a la confesión fueron intensos en
la búsqueda de un acercamiento. Hubo mensajes cruzados entre el expresidente y el
ministerio, así como algún discreto encuentro al más alto nivel. Pujol lo tenía claro:
—Sacad el pie del cuello de mis hijos. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias
por todos. Haré lo que haga falta y pagaré lo que sea preciso —hizo saber a Madrid.
En aquellos momentos, había agentes de unidades de Madrid casi permanentemente
en Barcelona, realizando vigilancias y recabando información sobre todo el clan,
especialmente sobre los negocios de Jordi Pujol Ferrusola, de quien tenían ya muchos
datos filtrados por su exnovia Victoria Álvarez que necesitaban contrastar. Además,
después del verano tendría que ir a declarar a la Audiencia Nacional y necesitaban atar
todos los extremos.
Las semanas siguientes a la confesión del 25 de julio, el expresidente vivió en un
universo paralelo. No hubo agosto para él. No hubo vacaciones, sino que se volcó en
el diseño de la estrategia política y jurídica que iba a llevar con motivo de las
diligencias abiertas. En pleno verano, llegó a telefonear en poco más de dos horas
hasta cinco veces a un mismo asesor para consultarle pequeños detalles técnicos de su
defensa. Incluso con una preocupante reiteración: volvía a preguntar los detalles por
los que había preguntado horas o minutos antes. A una de las personas con las que
habló a menudo le llegó a preguntar si no podría ir en su lugar a declarar ante el juez.
«No, president, eso no podemos hacerlo. Ha de ir usted personalmente. La declaración
es personal y nadie puede ocupar su lugar».
El cerco
Cuando el PP todavía apoyaba a CiU en el Parlamento catalán, es decir, a mediados
del año 2012, el gobierno español ya desconfiaba de Artur Mas y de sus socios
nacionalistas. Antes de las vacaciones de verano, algunos mandos policiales habían
puesto a trabajar a sus grupos en la confección de informes. Algunos agentes se
desplazaron hasta Barcelona para poner en marcha dispositivos y para intercambiar
información con sus colegas de la capital catalana. «Hay que terminar los informes y
sacarlos como sea, porque vamos a elecciones», advirtió uno de los agentes
madrileños en una comida celebrada a comienzos del mes de
septiembre de 2012.
En esa fecha, ya estaban prácticamente cerrados varios informes que habían sido
entregados al ministro Jorge Fernández Díaz. En el tema de los dosieres estaban
trabajando a tope la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (Udef), un grupo
conocido como Unidad de Inteligencia, creado por el director general de la Policía,
Ignacio Cosidó, y que dependía directamente del comisario principal Eugenio Pino; la
Brigada de Asuntos Internos y otro grupo secreto radicado exclusivamente en
Barcelona. Pero también se habían movilizado el Centro Nacional de Inteligencia
(CNI) y la Guardia Civil. El primero envió a dos antenas a Barcelona, provenientes del
País Vasco. Una antena es un pequeño grupo que funciona por libre. No se relaciona
con los agentes de la casa directamente, ni visita su sede ni colabora con ellos. Esas
dos antenas se ubicaron como empresas en ambiente de oficinas y se dedicaron a
captar información. A finales de 2014 ya no estaban operativas. La Guardia Civil
también seguía de cerca el devenir de los acontecimientos, con personal tanto radicado
en Barcelona como desplazado expresamente desde Madrid, pero que ya tenía
experiencia en trabajos similares en otras zonas, como el País Vasco.
En resumen, hasta seis unidades diferentes se habían puesto a trabajar en el «tema
catalán». En aquel momento, Artur Mas todavía no había acudido a La Moncloa, pero
el nacionalismo catalán ya era una presa a batir. Se habían previsto todas las
posibilidades, y con la postura que ya tenía predeterminada Mariano Rajoy cerrando
todas las puertas a un diálogo sobre la concesión de un pacto fiscal a Cataluña, se
temía que Artur Mas habría de convocar elecciones anticipadas. Se esperaba una
radicalización de CiU ante la negativa de Rajoy y había que estar preparados. En los
meses previos, hubo muchas visitas de investigadores policiales a Cataluña, que se
entrevistaron con políticos, empresarios, economistas, abogados, detectives,
periodistas o simples analistas. El mensaje que traían de Madrid era alarmista: se
esperaba y temía que CiU apostara por la independencia, por lo que la unidad de
España estaba en peligro y era preciso atajar el problema.
En varias semanas, se terminaron varios informes de los grupos implicados. Los
cinco primeros fueron obra de uno de los grupos de la Udef. Y el primero de ellos
llevaba el título de «Sumario Palau. Análisis de situación (I)».
El Caso Palau fue una operación policial que se llevó a cabo a finales de julio del
año 2009, tras hacer un registro en la emblemática institución Palau de la Música
Catalana. Los principales implicados fueron el presidente de esta institución, Fèlix
Millet, y su mano derecha, Jordi Montull. Entre ambos, se apropiaron de más de 35
millones de euros, aunque se les impidió dar algunos pelotazos más, como la
consumación de la venta de un local que habían comprado a precio de ganga y que
pensaban vender a la institución por 3 millones de euros, cuando estaba tasado en la
mitad. La firma de la compraventa del local se había realizado, curiosamente, un día
antes del registro del Palau de la Música. Lo más importante, sin embargo, es que se
encontró una doble contabilidad que evidenciaba que se habían desviado millones de
euros hacia Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). O, en realidad, hacia su
fundación, la Ramón Trias Fargas. Tanto fue el impacto negativo, que la fundación
cambió de nombre (entre otras cosas porque la familia de Trias Fargas lo pidió para
no manchar el nombre del insigne político muerto el 22 de octubre de 1989 durante un
mitin electoral).
A raíz del Caso Palau, se descubrieron muchas cosas. Como que Millet y su
compinche se hacían pagar las vacaciones en los lugares más paradisíacos del mundo
(léase Polinesia, Maldivas, Camboya, Isla de Phuket…), o que tenían un pisito donde
se llevaban a sus amantes, con espejo en el techo incluido. Pero el gobierno central
encontró algo más interesante: un hilo político del que tirar para neutralizar a los
nacionalistas. Las huestes del Ministerio del Interior habían encontrado una presa de
caza mayor y no estaban dispuestos a soltarla. Esa presa era el nacionalismo,
personificado en Felip Puig, Artur Mas y el clan Pujol.
Así, el primer informe explicaba que varios mossos d’esquadra (policías
autonómicos) sindicalistas «que se sienten catalanes pero también españoles» pasaron
la información de que durante el registro del Palau de la Música Fèlix Millet pidió
permiso a los agentes para atender una llamada telefónica personal «y al negarle la
opción porque estaba detenido y existía el riesgo de que avisara y/o transmitiera
cualquier consigna para un posible cómplice, enseñó su móvil y dijo que era el
president Artur Mas quien le estaba llamando, a lo que el jefe del dispositivo de los
Mossos no tuvo otra opción que aceptar que respondiera». Y luego continuaba
señalando que el consejero del Interior, Felip Puig, dio orden de que esa llamada no
constara en acta alguna. Todo sería muy convincente si no fuese porque, en el
momento del registro del Palau, ni Artur Mas era el president ni Felip Puig el
consejero de Interior, puesto que CiU no consiguió gobernar hasta el otoño del 2010 y
el escándalo saltó en el verano del 2009.
En ese mismo informe se relataba una reunión de la cúpula de Convergència a la
que asistieron Jordi Pujol i Soley, sus hijos Oriol y Josep, Macià Alavedra, Lluís
Prenafeta, Artur Suqué, Felip Puig y varias personas para hablar de los últimos
escándalos, pero no especificaba que esa reunión fue muy posterior, con CiU ya en el
poder y tras haber estallado el Caso ITV, por el que se imputó más tarde a Oriol Pujol
Ferrusola. Alavedra y Prenafeta habían sido implicados en el Caso Pretoria, de
comisiones por recalificar terrenos. Suqué es el dueño de Casinos y su empresa
financió ilegalmente a Convergència.
El segundo informe, no obstante, afinaba mucho más, al basarse en declaraciones
de testigos de primera mano. Ya no contenía los anacronismos del primero e incluso
podía presumir de un hilo argumental. Y eso que fue confeccionado solo un día
después que el anterior, puesto que lleva la emblemática fecha del 11 de septiembre
(Diada Nacional de Cataluña) de 2012. Este segundo informe estudiaba «el proceso de
extracción de dinero desde Cataluña a cuentas en el extranjero, tal y como se
desprende de diversos testimonios». La policía jamás lo reconoció, pero gran parte de
las informaciones que estaba recibiendo las proporcionaba una entonces anónima
ciudadana: se llamaba Victoria Álvarez y había sido novia durante años de Jordi Pujol
Ferrusola. A través de ella y de una cercana amiga de Jordi Pujol i Soley, llamada
María José Bargalló (y que se les había escurrido de entre los dedos, desapareciendo
de escena), los servicios españoles comenzaban a conocer con detalle los mecanismos
del clan Pujol, las alcantarillas de la familia más poderosa de Cataluña.
Relata ese informe que «se ha conocido que personal administrativo recientemente
despedido que trabajaba en una firma llamada Vístula Communications Services Inc,
405 Park Avenue de Nueva York, NY 10022, se ha puesto en contacto con miembros
policiales de Estados Unidos denunciando que su antiguo jefe, un tal Rupert Galliers-
Pratt, ha estado ocultando al fisco americano una serie de beneficios que provienen de
negocios en Liechtenstein con un socio español llamado Jorge Pujol Ferrusola, hijo de
un exprimer ministro, que es quien le aportaba el capital a través de fondos suizos».
Galliers-Pratt, hijo de una de las familias más ricas de Gran Bretaña, es un
extravagante personaje involucrado en varios escándalos financieros y sancionado por
la Bolsa de Londres. Su relación con Jordi Pujol Ferrusola fue confirmada
públicamente días más tarde de la confección del informe, por la exnovia de este,
Victoria Álvarez.
«Igualmente, la examante de un asesor de sociedades offshore con sede en Mount
Street, Mayfair, London W1K2SR, ha informado a servicios policiales de Gran
Bretaña que su expareja y exjefe, nacionalizado británico, aunque de origen hindú, ha
estado cobrando en efectivo importantes cantidades de extranjeros que blanqueaban
dinero de dudoso origen, casi todos de corrupción política y que dentro de estos
destacaban unos españoles llamados Jordi Pujol, Marta Ferrusola y, en los últimos
años, sus hijos Jordi, Josep y Oriol. Que los pagos se cerraban habitualmente durante
una comida, siempre en el mismo sitio, en concreto en el George’s Club, en el número
88 de la misma calle». Era ya la conjura de las mujeres, pero el amor tiene esos
riesgos. A las amistades cercanas de los Pujol padre e hijo había que añadir ahora la
de su testaferro en Londres, que no era otro que Herbert Arthur Joseph Rainford
Towning, el pequeño hindú aposentado en la City. Los investigadores españoles
cogieron las informaciones de este club de despechadas exnovias y confeccionaron un
buen rimero de informes demoledores sobre las actividades de los Pujol en el
extranjero.
La amante británica también aportó datos sobre los negocios del clan catalán a uno
y otro lado del Atlántico. «Esta misma informadora ha confirmado que dicha familia
posee numerosas sociedades offshore en las Islas del Canal, de las que penden otras
panameñas, que se han empleado en los últimos años para adquirir propiedades e
inversiones en determinados países y a modo de ejemplo, señala: la compra de
terrenos y posterior pago de la construcción en México de varias propiedades y
predios, entre ellos el Hotel El Encanto en Acapulco. La obra de construcción fue
dirigida por el arquitecto José María Esperalba, de Jalisco, quien finalmente se casó
con Marta Pujol Ferrusola».
Los agentes no iban desencaminados en sus informaciones. Pero hay más: en tierras
mexicanas se casó también Mercè Pujol Gironès. La nieta de Jordi Pujol i Soley, hija
de Jordi Pujol Ferrusola y de Mercè Gironès, se echó de novio a Ignacio García de
Quevedo, familiar de un fiduciario que el clan catalán tiene en aquel país, Xavier
García de Quevedo. Para este enlace, se celebraron dos ceremonias: una en Barcelona,
en la basílica de la Mercè, en pleno barrio gótico, y otra en México. En Barcelona, tras
la ceremonia religiosa, se celebró un ágape (al que también asistió Artur Mas,
presidente de la Generalitat) en una finca de Cavas Codorniu, propiedad de la familia
Raventós, socios de Marta Ferrusola en la compañía Hidroplant y devotos del
nacionalismo pujolista.
Fue una boda que marcó un antes y un después en Júnior. O eso parece.
—Después de la boda, me ofreció irme a vivir con él a Nueva Zelanda, Sudáfrica o
Australia. ¿Por qué? No lo sé. Le dije que no. Me pareció extraño y me puse a ver qué
tenía con esos países. Al final, di con la respuesta y un día le comenté: «Hombre,
escoges muy bien los sitios a donde quieres ir a vivir, porque ninguno de esos países
tiene tratado de extradición con España». Y me sonrió —rememora Vicky Álvarez, la
que había sido su novia.
Los agentes de la Udef hilaban después más fino, con aportaciones de Victoria
Álvarez: «Dicha infraestructura societaria ha permitido también la compra en
Argentina, por parte de Jordi Pujol hijo, de la mayoría de acciones de Puerto de
Rosario, que al parecer habría recibido una importante inyección económica de la
Generalitat al haberse hermanado con el de Tarragona. Según esta fuente, se habrían
incluso redactado en dicho despacho inglés varios documentos de fiducia de Jordi
Pujol a favor de un socio mexicano llamado Javier García de Quevedo, que pasaría
como inversor cuando en realidad el dinero pertenece a los Pujol». Aparte de este
entramado societario, según el segundo informe, se habría tratado de dar cobertura
legal mediante la domiciliación de sociedades en Estados Unidos, en lugares como
Delaware, Houston y Miami. Y al parecer le sirvió para inyectar dinero en los negocios
de Carlos Riba Palacio, un socio mexicano de Jordi Pujol Ferrusola, quien a cambio
les habría dado al clan Pujol participaciones en las sociedades explotadoras de casinos
en México. «Igualmente, también les habría introducido en la firma Encore
Technologies y Rosetel, así como en la sociedad que explota el canje de transfer entre
inmigrantes mexicanos que trabajan en Estados Unidos y que desean enviar dinero a
su familia mediante unas tarjetas prepago llamadas Billetel», añade el informe.
Javier García de Quevedo es un prohombre en su país natal:
presidente del Grupo Minera México, se había desempeñado como presidente del
Grupo Ferroviario Mexicano y de Ferrocarril Mexicano, además de ser vicepresidente
del grupo Condumex y de haber ostentado la presidencia de la Cámara Minera de
México. Su familia, muy cercana al expresidente de aquel país Carlos Salinas de
Gortari, es propietaria de las minas de cobre de Cananea, en Sonora. Según la revista
Forbes, el fiduciario de Pujol tuvo un sueldo en 2013 de 885.306 dólares, más un
bono de 629.735 dólares, lo que significó casi 1,4 millones de dólares, a los que habría
que añadir 60.744 dólares como compensación, de ellos casi 40.000 en acciones del
grupo minero. Riba, por su parte, era hijo de una familia que siempre ha estado muy
relacionada con el poder. Es el zar del juego en México y quien, al parecer, introdujo a
los Pujol en este sector.
La policía española también vincula al hijo mayor de Pujol, que era quien pilotaba
esas inversiones, a Carles Sumarroca, miembro de una de las familias más potentes de
Cataluña, que hizo fortuna a la sombra de las adjudicaciones públicas del gobierno
catalán a través de dos compañías señeras: Emte y Teyco. El fundador del emporio,
Carles Sumarroca Coixet, es, como se ha dicho, amigo íntimo de Jordi Pujol i Soley.
Recordemos: ambos fundaron Convergència en los años setenta, y sus esposas son
socias en la polémica empresa Hidroplant. Además, Jordi Pujol Ferrusola trabajó
desde sus inicios como comisionista para los Sumarroca, buscándoles concesiones en
el extranjero. De ahí que los agentes españoles sospechen que el hijo de Pujol le
consiguió la construcción de varias cárceles en México, aprovechándose de los
contactos de sus socios en aquel país. Aun así apuntan a que en el año 2012 las dos
familias se habrían distanciado porque en el reparto de ganancias ganan mucho más
los Sumarroca que los Pujol.
El norteamericano residente en Andorra Philip Bolich, testaferro a sueldo de Macià
Alavedra, era otro personaje en el que la policía española confiaba para obtener
información relevante sobre la fortuna oculta en Andorra de los Pujol. En ese año
2012, lo que Bolich les había puesto en bandeja era muy goloso: el clan catalán había
cerrado acuerdos con Francisco Mora, de Banca Mora, con Roberto Cassany del BPA
y otros, que consistían en que donaban el 5 por ciento del circulante de sus cuentas «a
condición de que dicho efectivo no conste en los balances generales, evitándose el
riesgo de que tanto las autoridades monetarias francesas como españolas pudieran
tener acceso a dichos datos. Dicha fuente también habría tenido la posibilidad de
facilitar los datos sobre los procedimientos de pago que la firma Indra habría realizado
para el pago opaco que recibió Josep Pujol Ferrusola cuando vendió su consultoría
personal, así como los lugares y/o cuentas donde en los últimos años siguen
recibiendo las comisiones tanto el propio Josep como su hermano Oriol, así como
Jordi, de todas las intervenciones que la consultora sigue realizando en Cataluña».
Bolich puso a la policía española otro caramelito en la boca: le dijo que tenía
documentación de cuentas a nombre del empresario Felip Massot y de su grupo
inmobiliario Vertix. Se citaba textualmente este ofrecimiento de información y se le
daba una mayor importancia porque, según dice la policía en su informe, en realidad,
Massot «actuaría de testaferro del propio Artur Mas y de su esposa, Helena Rakosnik,
desde que pasaban juntos sus vacaciones en Formentera». En realidad, sin embargo,
Mas y su familia veranean desde hace muchos años en Menorca. Allí era vecino de
Fèlix Millet, por ejemplo, con quien departía en ocasiones. Es cierto, no obstante, que,
conforme se cita en otros informes de los servicios de información, Artur Mas fue
visto en el
yate de Massot en alguna ocasión en Formentera. Esa fue información facilitada a la
policía por el financiero Javier de la Rosa, con detalle de algunos de los encuentros.7
El informe acaba detallando que Jordi Pujol padre tiene línea directa con Thierry
Lombard, dueño del banco suizo GES Lombard, donde asegura que tiene una cuenta.
Y narra un momento de tensión entre Pujol y su esposa, Marta Ferrusola, «a raíz de
descubrir esta que una supuesta amiga íntima de su marido llamada María José
Bargalló habría tenido igualmente acceso a una cuenta en dicho banco suizo de la rue
de Corraterie 11 de Ginebra».
Los amigos
El tercer informe sobre los nacionalistas fue paralelo al segundo, aunque en los
papeles oficiales del Ministerio del Interior lleva fecha del 12 de septiembre de 2012.
En él, citando fuentes empresariales «muy fiables y solventes», se aseguraba que los
que querían hacer negocios con la Administración catalana debían pagar una mordida
directamente en el Palau de la Generalitat, en la oficina del propio Jordi Pujol. El
relato de los hechos es muy duro. El president, nada más recibirlo, «usando una
puerta trasera que directamente comunica con la calle, lo bajaba y lo introducía en un
coche, que en el caso de Pujol era su propio hijo Jordi quien lo conducía y, en el caso
de Mas se turnan varios conductores, conociendo solo el nombre de pila de uno de
ellos, que es Josep. Después de esta maniobra, ya trataban el asunto en cuestión, sin la
presencia física del dinero recibido». Era nuevamente información facilitada por
Javier de la Rosa.8 Artur Mas era, en la época en que sucedían estos supuestos hechos,
el conseller en cap o consejero jefe, con despacho contiguo al de Pujol. El relato no
se queda ahí: «David Madí es señalado como uno
de los “cuatro talibanes” que están dirigiendo la solicitud de dinero con la excusa de
que es para el futuro estado catalán, pero se lo están quedando para sí, aunque una
parte significativa la están dando a los responsables de CDC». David Madí fue durante
una década y media la mano derecha de Artur Mas, que lo convirtió en el secretario de
Comunicación de Convergència. Tras ganar CiU las elecciones en el año 2010,
abandonó la primera línea de las trincheras políticas para enfocar su carrera hacia el
asesoramiento en el sector privado. Además de fundar su propia compañía, gracias a
sus contactos políticos fue acumulando cargos, los más importantes de los cuales
fueron la responsabilidad de la asesoría estratégica de Deloitte y la presidencia del
consejo asesor de Endesa en Cataluña. También logró un suculento contrato de
asesoría con Aguas de Barcelona.
El tercer informe vuelve a referirse a Carles Sumarroca como otro de los
principales financiadores y a Felip Massot, «que actuaría como fiduciario de la
economía personal de Artur Mas, disponiendo de una cuenta en el mismo banco
HSBC que el propio padre de Mas tenía con un saldo cercano a los 2 millones de
euros (ver anotaciones sobre el sumario de Liechtenstein). La cuenta de Massot no fue
detectada, pero por comunicación con el ahora en prisión Falciani, estaría dispuesto a
facilitar dicha cuenta, así como la de todos los políticos españoles que conoce,
siempre que no se le conceda la extradición a Suiza, país que la solicita bajo la
acusación de violación del secreto bancario, delito que en España no existe». Luego,
enumera algunos empresarios que supuestamente cotizan a la causa nacionalista y
hace especial mención a un matrimonio con peso en las filas de CDC.
«Ramón Pla, con cuenta igualmente en Suiza, figurando además como último
beneficiario su esposa Maria Eugènia Cuenca (que fue consejera de Gobernación en el
gobierno de Pujol entre 1992 y 1995). Según los datos recibidos, Pla, actualmente más
que aportar recibe parte de las cuotas que van a parar al CDC por su condición de
miembro fundador de Convergència Democràtica de Catalunya. Durante ese periodo,
se realizó la recalificación de los terrenos de la Zona Franca de Barcelona y la empresa
constructora Ferrodata realizó las transferencias pactadas a las cuentas en Suiza y
Andorra de la familia Cuenca, de Pla, y por supuesto, de Pujol. El testaferro de este
grupo en estos momentos era un tal Ramon Camps, alias “La Santa Espina”, que era el
que manejaba todo el dinero en efectivo y que está empleado como transportista para
su traslado físico en automóvil a las cuentas de Suiza y Liechtenstein». En realidad, los
policías españoles confunden personajes y ocupaciones. Ramon Camps no existe,
aunque sí existe Jaume Camps, un diputado convergente con la cuenta «La Santa
Espina» en Suiza y que también fue salpicado en el escándalo del Palau de la Música.
Camps era conocido en algunos círculos como «el hombre del maletín», porque había
rumores de que era el cobrador oficial de mordidas para Convergència hasta
mediados de la década de los noventa.
El dossier del ministerio también acusaba a los Pujol de cobrar una suma cercana a
los 10 millones de euros para facilitar el cierre de la factoría que la multinacional Lear
tenía en Cervera (Lérida) a comienzos del siglo XXI. Esta deslocalización levantó una
polvareda política por varios motivos: el secretario de Industria de la Generalitat era,
en aquel momento, Oriol Pujol Ferrusola. Y la empresa Europraxis, que asesoraba la
deslocalización, era propiedad de Josep Pujol Ferrusola, otro de los hijos del
presidente. El cierre podía suponer un chorro de millones para la familia Pujol (en
realidad, para Josep Pujol), pero dejaba totalmente en la miseria a una comarca
catalana cuya economía giraba en torno a la actividad de Lear. La empresa acabó
deslocalizándose y el gobierno tuvo que invertir dinero público y dar facilidades a
otras industrias para que se asentasen en la zona.
Más encriptado era el mensaje contenido en otro de los párrafos del informe, en el
que se decía que el grupo empresarial de Susana Monje (en 2012, tesorera del FC
Barcelona) había dado hacía poco 20 millones de euros a Oriol Pujol, «de los cuales
una parte podría haber terminado en manos de un dirigente del PSOE por facilitar la
compra coaccionada de la empresa Hispania, que en su día estaba tasada en 500
millones de euros, pero que finalmente fue adquirida por menos de 60 millones. Esa
compra fue factible porque su propietario de entonces estaba incurso en el sumario
Gürtel y le comunicaron que ya no tendría ninguna obra pública más y que debería
vender a dicho grupo inmobiliario catalán». Los investigadores, sin embargo, volvían
a fallar en sus disparos. El grupo empresarial de la familia Monje, llamado Essentium,
se encuentra en Villaviciosa de Odón y en octubre del 2009 compró Constructora
Hispánica a la familia García Pozuelo, proveniente, además, de Asturias. Tras la
operación, y al hacer balance, resultó que durante el año 2008, en lugar de 1,8
millones de beneficio, Hispania había tenido 13 millones de pérdidas, por lo que los
Monje se querellaron contra los García Pozuelo. Una red de espías desarticulada un
par de años después en la denominada Operación Pitiusa (se detuvo a dos centenares
de funcionarios, detectives e intermediarios en toda España) investigó a Essentium y
robó de Hacienda datos confidenciales sobre el grupo de los Monje. Pero a los agentes
de Interior le preocupaban otras cosas, de ahí que integrasen en su texto que Susana
Monje fue la encargada de «adquirir las cartulinas que transformaron el estadio de
fútbol en una enseña catalana». Su interés era vincular a este grupo con el
nacionalismo, porque, si tonteaba con este, se convertía automáticamente en un grupo
sospechoso.
Los traidores
El 4 de octubre del 2012, otro informe llegó a la cúpula del Ministerio del Interior.
En él se especificaba que tanto Philip Mac Mahan Bolich como Daniel Marcel Falciani
estaban dispuestos a colaborar con el Estado español para desenmascarar a los Pujol.
Bolich, de quien se anotaba el domicilio en Andorra la Vella y el teléfono fijo, había
sido el testaferro de Macià Alavedra. La juez Maria Àngels Moreno había incautado
más de 4 millones de euros repartidos en nueve cuentas: cuatro en el Andbanc, cuatro
en el Crédit Andorrà y una en Banca Mora. En todas ellas tenía firma Bolich, aunque
varias pertenecían al político catalán. Bolich prometió a la policía española «informar
de todas las operaciones que ha estado realizando en los últimos años la familia Pujol
y la de Mas y otros dirigentes de CDC, siempre que le liberen de la imputación y
pueda recuperar el dinero trabado, ya que su actual situación económica es muy mala
y se siente abandonado y traicionado por todos, en especial por el propio Pujol». Fue
Bolich el que informó también a la policía española de que el presidente catalán creía
en las brujas y que él mismo le llevó a una de ellas, llamada Adelina, que vivía en la
zona de Engolasters-Engordany, en Les Escaldes. «Esta señora hacía una serie de
conjuros para predecir el futuro por el método de frotar la espalda y el cuello y luego
romper un huevo y ver que aparecía negro, porque se había llevado la energía
negativa», explicaba el informe. Pujol llegó a estar obsesionado con la bruja. El
testaferro andorrano aseguró que cada vez la visitaba más y el precio de las visitas
subía. Como buen intermediario que era, Bolich pactó al final con Adelina repartirse
todo lo que pagaba el crédulo presidente de la Generalitat.
Con el antiguo empleado bancario Falciani las cosas fueron más o menos igual. A
primeros de septiembre de 2012, funcionarios de la Udef se desplazaron hasta la cárcel
donde estaba internado y se entrevistaron con él en presencia de su abogado. El suizo
se ofreció a colaborar a cambio de no ser extraditado y de permitírsele vivir en
España, bajo la condición procesal de testigo protegido. Por su parte, proporcionaría
información sobre políticos y empresarios españoles con dinero negro en Suiza, lo
que podría reportar a la Hacienda Pública española más de 100.000 millones de euros.
«Además —proseguía el informe— dice estar en condiciones de facilitar las últimas
técnicas de blanqueo, los sistemas operativos de las cuentas offshore que penden en
racimo, así como el sistema de ocultación del efectivo en los balances oficiales de los
bancos privados de dichos delitos».
Un quinto informe con fecha de 30 de octubre de 2012 cerraba la primera batería
antinacionalista. En él, se limitaban a enumerar algunos casos. Uno de ellos era el
desvío de dinero del Palau de la Música hacia Convergència Democràtica a través de
la Fundación Trias Fargas y de las empresas Hispart, New Letter, Letter Graphic, CBM
10 y Altraforma. Los fondos cazados provenían de la compañía Ferrovial-Agroman.
«El proceso del dinero ingresado por las constructoras, equivalente al 4 por ciento de
la facturación por obras realizadas, iría a cuentas de las instituciones del Palau de la
Música y desviadas con posterioridad a organizaciones vinculadas con Carles Torrent i
Macau y posteriormente con Daniel Osàcar Escrig, ambos antiguos tesoreros de
CDC». El informe detallaba también un listado de constructoras a las que
denominaban «vikingos» y que supuestamente podrían cotizar a las arcas nacionalistas
por métodos similares: Rehac, Copisa, Tamisa, Bruesa, Nova Lloret, Grupo Excover,
PRH, Cespa, Sorea y Searsa. Paralelamente, los agentes explicaban una investigación
del Juzgado de lo Mercantil número 6 de Barcelona a raíz del concurso de acreedores
de New Lewtter, Letter Graphic y Mail Rent, habituales colaboradoras del Palau de la
Música, y a las que se les habían encontrado, en marzo del 2012, abundantes albaranes
justificativos de entregas de material propagandístico a CiU. En las dependencias
tenían, asimismo, diversas anotaciones que hacían referencia a transferencias a bancos
suizos.
Otra de las operaciones bajo sospecha era la concesión de estaciones de ITV, donde
ya aparecía como implicado Oriol Pujol Ferrusola. Y, de paso, dejaban caer la
instrucción de un sumario en el Juzgado de Instrucción número 5 de Tarragona, que
investigaba la compra de unos terrenos por parte de Eroski. Los terrenos fueron
comprados por 535 millones de euros y vendidos por 1.337 millones. Los
investigadores hurgan todavía en cuentas de Liechtenstein a nombre de varios
dirigentes políticos, entre ellos Artur Mas y su padre. Este sumario proviene de hace
casi una veintena de años, pero está vivo. Tiene ya 30.000 folios y hay nueve
solicitudes de comisiones rogatorias a Suiza, Holanda, Andorra y Liechtenstein.
El desarme de CDC
El informe de la Unidad de Inteligencia, que lleva fecha de 12 de octubre, ya estaba
mejor elaborado que los de la Udef, aunque alguno de los agentes de esta participó en
él. Este grupo policial llevaba un año investigando las alcantarillas del nacionalismo
catalán y había elaborado diversas notas informativas que habían entregado a sus
superiores. En el momento de la confección del informe de octubre de 2012, Artur
Mas ya había convocado elecciones y había apostado por una hoja de ruta claramente
independentista, comprometiéndose a convocar un referéndum a lo largo de la
legislatura «para que el pueblo de Cataluña pueda decidir en libertad y democracia su
futuro político». Esta frase, no obstante, no era más que un eufemismo político,
puesto que de lo que se trataba era de ver si los ciudadanos querían o no la
independencia para, a partir de ahí, plantear una estrategia rupturista. El papel que
pretendían hacer con el informe de la Unidad de Inteligencia no era más que un
«protocolo de desarme del plan independentista de CDC» y así se recogía en el propio
informe.
Los agentes avisaban de ciertos dirigentes de CDC y alguno de Unió Democràtica
(el partido coaligado con el anterior en la Federación de CiU). Y lo mismo que
apuntaba la Udef, detectaron que el entramado perseguía el enriquecimiento personal
de los que pedían comisiones bajo la cobertura de que se trataba de financiación de
partido. «Desde hace un año, tal petición “complementaria” de dinero se pide también
para ir preparando la supuesta estructura del nuevo estado europeo que sería
hipotéticamente Cataluña», rezaba el informe. Pero los empresarios extorsionados de
tal modo acudieron a la policía. «Se decidieron a colaborar ante la alarmante deriva
impositiva que suponía el incremento continuo de solicitudes de comisiones y pagos
para realizar cualquier actividad de tipo comercial-empresarial en dicha autonomía»,
añadía.
Pero ¿cuándo y quién decide aumentar las cuotas? Los agentes de la Unidad de
Inteligencia lo tenían claro: «El inicio de las nuevas solicitudes económicas para
financiar supuestamente un hipotético plan independentista se remonta al viernes 25
de noviembre de 2011, en una reunión con todos los “poderes fácticos” de CDC, no
asistiendo Duran Lleida (Unió)». El líder democristiano, sin embargo, fue informado
con posterioridad de todos los detalles de esa reunión de los poderes fácticos, que no
era otra que la que apuntaba ya uno de los informes realizados por la Udef. Según la
Unidad de Inteligencia, al cónclave asistieron el patriarca Jordi Pujol, sus hijos Jordi,
Josep y Oriol, Lluís Prenafeta, Macià Alavedra, el empresario Andreu Costafreda,
Artur Suqué, Ventura Durall, Rosell (refiriéndose a Jaume Rosell, socio de Alavedra y
padre de Sandro Rosell, e íntimo amigo de Jordi Pujol, con quien fundó CDC) y Felip
Puig. «Fue Pujol padre quien tomó la iniciativa, planteando que el momento era
crítico, por haber sacado el PP la mayoría absoluta, colocándose en una situación de
fuerza extrema para cualquier negociación», detalla el informe. También habló de la
debilidad de la economía catalana, de la que culpaba al gobierno tripartito que había
gobernado Cataluña hasta finales de 2010. Discurseó sobre la crisis internacional y la
española y al final acabó hablando del posible riesgo de imputación de alguno de sus
hijos o de destacados dirigentes convergentes debido a los sumarios que había sobre
la mesa, entre ellos el Caso Palau y la Operación Campeón, que se seguía en Galicia
pero que ya conocían que implicaba a Oriol Pujol.
El informe es profuso en datos y desvela el control del circuito del dinero por parte
de la cúpula de Convergència, con Artur Mas, presidente de la Generalitat, a la cabeza
y a uno de sus hombres de confianza a cargo de toda la obra pública. «La recepción
de lo recaudado se seguiría haciendo, entre otros cauces, a través de las sociedades
instrumentales Gisa (firma que controla la obra pública de la Generalitat), de Regsa y
Regsega (empresas que aparentemente promocionan y ejecutan riegos, construcción
de acequias y canales y, en concreto, el de Segarra-Garrigues), así como Ifercat
(sociedad que gestiona los proyectos ferroviarios). Al frente de todo ello, Mas ha
puesto a un hombre de su total confianza: Joan Lluís Quer. Según varios empresarios
que se ven obligados a abonar comisiones por obras y/o proyectos, el porcentaje va
desde el 4 al 6 por ciento y el control de dichos ingresos, con factura algunos y el
mayor porcentaje en efectivo, estaría supervisado por el propio presidente Artur Mas,
de ahí el nombramiento de Quer».
Llama la atención la concreción de los datos aportados por los investigadores, pero
también que, tras su llegada al poder, los organismos encargados de diferentes
sectores fuesen cayendo todos paulatinamente bajo el paraguas de Gisa, donde había
aterrizado Joan Lluís Quer, a la vez presidente de Ifercat, el ente que controla el pozo
sin fondo que es la inversión en la faraónica Línea 9 del Metro de Barcelona o el Eje
Transversal Ferroviario catalán. Un mes más tarde, en abril de 2011, Quer se hacía
también con la presidencia de Regsa y Regsega (la empresa que ejecuta el canal
Segarra-Garrigues, una de las obras públicas más importantes de Europa) y un año
más tarde todas estas compañías eran absorbidas por Gisa, que se convertía a
principios del 2012 en Infraestructuras de la Generalitat de Cataluña SAU.
Paralelamente, el emporio de Quer fue extraído de la Consejería de Política Territorial
y Obras Públicas y puesto bajo la lupa del departamento de Economía, aunque con el
control político directo de Presidencia.
Quer y Artur Mas eran viejos conocidos. Ambos habían coincidido en el
Ayuntamiento de Barcelona, cuando el posterior líder de Convergència era solo un
concejal tecnócrata que ni siquiera estaba afiliado a CDC. En la Administración
barcelonesa, Joan Lluís Quer fue responsable de planificación de proyectos de
Clavegueram de Barcelona (Clabsa), la empresa responsable del alcantarillado, entre
1987 y 1991. En 1993 pasó a presidir Gisa de la mano de Jordi Pujol. En el año 2000,
se encargó de la gerencia de la Agencia Catalana del Agua (ACA) y cuando el
tripartito llegó al poder pasó a la actividad privada.
Quer tenía los pies de barro, pero a nadie parecen importarle estas cuestiones.
Durante la etapa civil del factótum de la obra pública, consiguió hasta treinta y ocho
contratos públicos sin control por parte de la ACA, el organismo que él había estado
presidiendo. Con posterioridad, la Sindicatura de Cuentas realizó uno de los
periódicos informes sobre esta y alertó de los despropósitos: el 28 de septiembre del
2007 se inició la licitación de un contrato de consultoría y asistencia, código
CT07002354, para «trabajos de redacción del programa de medidas y del plan de
gestión del distrito de cuenca fluvial de Cataluña». La licitación se tramitó por
concurso abierto, con un importe máximo de 4 millones de euros. Este contrato fue
finalmente adjudicado a una Unión Temporal de Empresas (UTE), formada por las
compañías Auditoría e Ingeniería S. A., United Research Services España S. A. y
Artenginy S. L. por un monto total de 3,75 millones de euros más el IVA
correspondiente.
La primera de esas compañías era de Quer. Pero la cláusula 2 del pliego de
condiciones administrativas particulares dejaba abierto el objeto del contrato y se
podían facturar actuaciones particulares asociadas a la ejecución de los trabajos del
contrato principal. De este modo, entre octubre y diciembre del 2008 se adjudicaron
de forma directa a la misma UTE hasta «treinta y ocho contratos por trabajos
complementarios o adicionales, por unos importes lineales que oscilaban entre
14.187,50 euros y 420.000 euros, con un importe total de 3,93 millones de euros (el
cual resultó superior, por tanto, a la propia contratación principal)». El coste final del
expediente fue de 7,6 millones de euros, en vez de los 3,75 iniciales. En esa época, la
ACA estaba ya en situación de quiebra técnica, pero era una codiciada fuente de
dinero público malgastado a destajo.
En julio del 2014 el fiscal Anticorrupción de Cataluña, Emilio Sánchez Ulled, abrió
diligencias para esclarecer los hechos, porque además la UTE no realizó ninguno de
los trabajos adjudicados, sino que los subcontrató en su totalidad. O sea, la
adjudicación le reportaba a la UTE, de entrada, un chorro de dinero, puesto que la
subcontratación se realiza siempre por un monto inferior a la contratación oficial. Lo
único que tenía que hacer dicha UTE era derivar las obras y embolsarse la diferencia.
Negocio redondo. Además, el fiscal descubrió que en la firma Artenginy tenían
intereses exaltos cargos de la propia ACA.
El informe de la Unidad de Inteligencia dedicaba un capítulo a desvelar las
«prioridades de CDC». Aventuraba que a partir de las elecciones que habían sido
convocadas para el 25 de noviembre de 2012, el objetivo final iba a ser «crear una
conciencia “‘nacional”, que cale fuerte en la ciudadanía, a base de generadores de
opinión, con lo que minimizarían riesgos de contramedidas, en caso de que las
actuaciones judiciales en marcha generen acciones contra sus dirigentes». La teoría era
bastante acertada. Hilaban fino los analistas del Ministerio del Interior al apuntar que
mediante un proceso escalonado se habían tejido alianzas en los sectores proclives al
independentismo con organizaciones señaladas, como la patronal Femcat, y se
estrechaban lazos «con personajes proclives al boato y fáciles de captar para la causa,
como miembros destacados de la Judicatura y Fiscalía». Lo cierto es que los agentes
habían apuntado metódicamente reuniones o encuentros de magistrados y algunos
fiscales relevantes con miembros de la Consejería de Interior y, especialmente, con
dos o tres comisarios de los Mossos d’Esquadra considerados de la vieja guardia y
con carné de partido. «Su relación sobrepasa la profesional. No es normal la
complicidad que tienen en algunos asuntos», llegó a criticar en sede oficial un mando
del Ministerio del Interior.
Maquiavelo en palacio
La Iglesia no salía muy bien parada del análisis del Ministerio del Interior. Los
integrantes de la Unidad de Inteligencia alertaron a sus superiores de que debían
prestar especial atención a «ciertos miembros de la Iglesia Católica y concretamente al
Opus Dei, tendiendo puentes de consenso internacional, sumando apoyos, con su
expresión típica catalana “a más a más”». También el PNV se encontraba dispuesto a
ayudar al proceso catalán, aunque todavía no tenían, en el momento del informe,
detalles al respecto. Más tarde, los nacionalistas vascos se pronunciarían pública y
notoriamente a favor de Artur Mas y de su estrategia frente al Estado español.
Lo más llamativo, sin embargo, era una maniobra que, según los investigadores,
habían iniciado los nacionalistas catalanes para neutralizar las investigaciones sobre la
corrupción en Cataluña: se trataba de maniobras de «un calculado acercamiento» al
PP, que ya tenía mayoría absoluta, con la excusa de un nacionalismo moderado y
civilizado. «Se incide, además, en una calculada penetración en sus estructuras al
objeto de ir conociendo los procedimientos de financiación, detalles de corruptelas
concretas, incidiendo en las tensiones entre dirigentes con especial atención en la
Comunidad de Madrid». Esta estrategia era considerada «defensiva-ofensiva. Esto es,
disponer de información sensible que afecte al PP; en caso de ser atacados, responder
con las mismas armas y/o para adelantarse en el ataque y así disponer de argumentos,
en el futurible de negociaciones difíciles». Era, pues, Maquiavelo en estado puro.
Los agentes de la Unidad de Inteligencia habían elaborado una interesante teoría
sobre los planes del nacionalismo catalán para blindarse ante Madrid. Y en esta teoría
volvía a tener un protagonismo destacado la familia Monje, del grupo Essentium. Esta
saga es definida como «colaboracionista» sin más. «Con un padre con antecedentes
penales, pero hábil conseguidor de gangas, gracias al uso de información privilegiada
por sus relaciones con determinados políticos de distinto signo, como José Blanco y
Oriol Pujol entre otros. Monje, mediante presiones, consiguió hacerse con empresas
de nivel medio-alto, como la constructora Hispánica, situando a su propia hija Susana
en un puesto estratégico como la tesorería del Barça». Igual que ya había hecho con
anterioridad la Udef, la nueva unidad de policía llega a la conclusión de que Susana
Monje realiza tareas de propaganda «como la compra de las cartulinas que
convirtieron a todo el campo de fútbol en una señera». Le atribuían incluso una
«discreta relación sentimental» con un conocido político, con el que solo había
coincidido en una ocasión. En este caso, sin embargo, alertaban de que el dato de esa
relación no se había podido confirmar hasta ese momento.
La carga de profundidad contra los Monje continuaba con una enrevesada teoría de
conspiraciones políticas para favorecer al nacionalismo. «La intervención de los
Monje en este plan independentista no es de una especial ni significada trascendencia,
aunque tiene asignadas tareas tan puntuales como conseguir presionar al antiguo
propietario de Hispánica con el argumento de que no le pagarán la deuda pendiente y
pactada con la compra si antes no denuncia a los dirigentes del PP a los que
sobornaba para conseguir obras, lo que dio lugar a ser imputado en el sumario Gürtel,
con especial interés en el antiguo tesorero, Luis Bárcenas (sic). Con ello, se busca
notoriedad periodística en las próximas elecciones. Pretenden con ello que la
desesperación por cobrar le lleve a aceptar el paso de denunciar los pagos realizados,
con el consiguiente escándalo mediático, con lo que se minimizaría el daño
reputacional de posibles filtraciones en medios de prensa sobre las cuentas personales
en paraísos fiscales de los dirigentes de CDC».
Era un maquiavélico plan y todos los movimientos de cualquier político catalán o
cualquier profesional de esta comunidad era seguido con interés por los servicios
policiales españoles. Llegaron así a la conclusión de que el nacionalismo había
previsto movimientos «de carácter oportunista, como las clásicas “querellas catalanas”
de mal pagador, así como la compra, a base de tenerlos a sueldo, de sujetos como Luis
Moro, de total confianza en sectores de la vieja guardia aznarista, como Ignacio
González, Esperanza Aguirre… e incluso María Dolores de Cospedal, con la que Moro
alardea de tener estrecha relación». El proceso se completaba con el envío a Madrid de
agentes de los Mossos d’Esquadra «encargados de conseguir todas las interioridades
que en un momento determinado puedan debilitar al PP en estas elecciones. Aspiran
con ello a superar su expectativa de sumar más de diez representantes a los sesenta y
dos con que ahora cuentan». En otras palabras: la estrategia de CiU era, en aquel
momento, airear escándalos del PP para lograr la mayoría absoluta en las elecciones
que Artur Mas había convocado para el 25 de noviembre. Pero, a la vista de los
resultados, la estrategia fue un gran fracaso, porque en vez de sumar más escaños, CiU
perdió doce y se quedó con cincuenta diputados, cuando la mayoría absoluta se sitúa
en los sesenta y ocho.
El informe fantasma
En el devenir del cerco policial a los Pujol hay un episodio que no se ha podido
explicar suficientemente: la filtración de un borrador de informe durante la campaña
electoral en las autonómicas de 2012, celebradas el 25 de noviembre de aquel año. Se
trataba de una cuarentena de folios que, al final, nadie quería hacer suyos, pero que
fueron confeccionados, al parecer, en oficinas policiales. Ese amago de informe, sin
fecha de salida y sin firma, habla abiertamente de financiación ilegal de Convergència
y de cuentas corrientes de Jordi Pujol y de Artur Mas en el extranjero. El diario El
Mundo publicó las aseveraciones del informe y Pujol presentó una demanda contra el
medio, que fue archivada con posterioridad. También presentaron sendas querellas el
consejero Felip Puig y el Departamento de Interior de la Generalitat, que fueron,
asimismo, archivadas.
En este borrador, los agentes de la Udef descubrían que en los registros efectuados
por los Mossos d’Esquadra en el Palau de la Música se había procedido a la
«destrucción de algún soporte. La pérdida de dicha documentación, así como la
manipulación desafortunada, fue no obstante denunciada por algunos de los propios
mossos d’esquadra intervinientes en los registros».
Pero había algo más grave en el texto: «Como consecuencia de la paralización de la
investigación, del poco éxito de los avances en la averiguación de los hechos, así
como ciertas conductas de algunos mandos de los Mossos d’Esquadra, incursos en
otros sumarios sobre corrupción y connivencia con delincuentes actualmente
imputados por tráfico de drogas y blanqueo de capitales, entre otros delitos, la
autoridad judicial ordena que se practiquen las actuaciones oportunas, tendentes a la
averiguación de las conductas presumiblemente delictivas».
En otras palabras: un juez ordenó a la Udef investigar a los mandos de la policía
autonómica catalana. Y había más: sin poner nombres, el borrador apuntaba
directamente a altos cargos de los Mossos, que en aquel momento tenían causa abierta
en el Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, que lleva el juez Joaquín
Aguirre. Este había imputado al jefe anticorrupción de la policía catalana, el
subinspector Antoni Salleras, y a cinco agentes más por supuestamente alertar a una
banda de narcotraficantes que el juez les había ordenado vigilar, en el marco de lo que
se conoce como Operación Macedonia. El 16 de julio de 2012, el juez registró, junto a
una unidad del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), la sede central de los Mossos en
busca de centenares de grabaciones telefónicas que estos le habían ocultado. Y es que
entre ellas estaban decenas de llamadas entre el jefe de la banda de narcotraficantes y
Salleras, pero también entre el narco y el jefe de los Mossos, el comisario Josep Lluís
Trapero, y con el jefe de la División de Investigación Criminal de Girona, el inspector
jefe Josep Monteys. Trapero había recibido ciento cuarenta y cuatro llamadas del
narco y le había hecho ochenta. Y Salleras recibió ochenta y una y efectuó sesenta y
una.
El personaje central de la historia era Manuel Gutiérrez Carbajo, un misterioso
individuo que simultaneaba sus negocios legales con oscuras tramas de corrupción.
Sus múltiples contactos le permitieron filtrar a la policía graves casos de corrupción:
uno fue la trama de extorsión de una red policial a los dueños de los macroprostíbulos
Riviera y Saratoga, en Castelldefels. El segundo fue el desmantelamiento de una red
que robó 400 kilos de cocaína del Puerto de Barcelona. Y el tercero, la pista
fundamental para esclarecer una trama de concesión de licencias en Barcelona, donde
estaban implicados cargos municipales, funcionarios y abogados. Carbajo era amigo
de todos y tenía información para el CNP, para los Mossos e incluso para la Guardia
Civil. En una ocasión, una banda rival planeó un asalto a su casa. La Guardia Civil lo
supo gracias a un control telefónico que estaba realizando sobre otro tema. Tras dar
parte a un juzgado, la magistrada resolvió que apartasen discretamente a Carbajo de su
casa con cualquier excusa para evitar su secuestro. En el marco de esa operación, el 8
de febrero de 2012 fue registrada la sede de la prestigiosa joyería Rabat, ya que se
suponía que Carbajo compraba relojes de lujo allí para obsequiar a agentes de policía.9
En las conversaciones grabadas por los Mossos, además de los centenares de
comunicaciones con los mandos referidos, también había una fluida comunicación
con un tal Charly, que no era otro que Josep Ranea, subjefe de la comisaría de
Vilanova, que finalmente fue arrestado y acusado de cobrar 1.000 euros al mes de la
banda a cambio de facilitar información confidencial. Posteriormente, se imputó
también al jefe de la comisaría de Sitges, Jordi Robles, por presuntamente dejarse
sobornar con una invitación en un prostíbulo de Barcelona el día 8 de junio del 2010,
junto a Ranea.
En el borrador de la Udef, pues, bastaba la referencia a los procesos en curso para
entender a qué agentes de los Mossos se referían. Su relato, no obstante, se centraba
en el Caso Palau: decía que a través de esta institución musical se pagaba el 4 por
ciento de las adjudicaciones de obra pública, del que el 2,5 por ciento «revertía en los
partidos políticos vinculados a la Generalitat y el 1,5 por ciento restante servía para
pagar gastos, comisiones y colaboraciones de Félix Millet, Jordi Montull, Gemma
Montull y otros». Esta tesis fue mantenida posteriormente por la acusación y la
Fiscalía dentro del sumario que investigaba el expolio del Palau. Millet era el corrupto
presidente de la institución, Montull era su mano derecha y director administrativo y
Gemma Montull, hija del anterior, era la tercera del escalafón, directora financiera.
Una parte de los archivos que había en los ordenadores de Gemma Montull fueron
borrados, pero pudieron ser recuperados. En una anotación, en catalán, uno de estos
archivos decía: «Pendiente de pago el 20 por ciento de lo asignado a Palau, a JP hijo.
Sacar en efectivo y entregar en mano en lugar habitual, su padre ya ha sido informado
como siempre». Los agentes de la Udef entienden que las siglas JP corresponden a
Jordi Pujol, considerado uno de los correos que utilizaba el expresidente de la
Generalitat para supuestamente mover dinero. Luego, había diversos escritos que
hacían referencia a grandes sumas de dinero que se enviaban a cuentas corrientes de
bancos ingleses y suizos. Ninguno de esos archivos fue incorporado a la causa.
Otro archivo contenía una anotación que decía: «Llevar 250 en efectivo a su casa en
el Golf Vallromanes». Y se hacía referencia a pagos a FP. Como consecuencia lógica,
los miembros de la Udef dedujeron que FP era Felip Puig, que tiene su domicilio
cerca del campo de golf de Vallromanes.
El borrador detallaba los pagos que se estaban investigando, de la compañía
Ferrovial al Palau, cuyo monto coincidía exactamente con el 4 por ciento que le
correspondía por la adjudicación de obra pública, y explicaba cómo Millet y Montull
se repartían la comisión, pasando el resto a la Fundación Trias Fargas, que lo hacía
llegar al grupo parlamentario de CiU, al Institut Catalunya Futur y a Fòrum Barcelona,
entidades vinculadas a Convergència. Carles Torrent, tesorero de CDC, llegó a cobrar
incluso por ventanilla algunos de los talones del Palau, lo mismo que Jaume Camps,
exdiputado convergente y considerado durante años como uno de los recaudadores de
dinero para el partido.
Pero si Ferrovial enviaba el dinero a través del Palau, los investigadores destacaban
que otras compañías pagaban directamente: ACS donó 250.000 euros a la Fundación
Trias Fargas; FCC donó 159.000 euros; Comsa y Emte, de los Miarnau y los
Sumarroca, 300.000 euros; Tamisa, 230.000 euros; Copisa, de los Cornadó, 170.000
euros; Grupo Excover, 120.000 euros; Nova Lloret, 100.000 euros; Bruesa
Construcciones, 90.000 euros; Construcciones PRH, 48.000 euros; y Rehac, 46.000
euros. Era una fiebre altruista de determinadas empresas: el Grupo Ferrer
Internacional aportó 150.000 euros; Abertis, otros 150.000; Searsa llegó a los 160.000
euros, Cespa, a los 60.000, y Sorea batió todos los récords y regaló a Convergència
255.000 euros. Ninguno de estos pagos fue tampoco investigado.
Los Mossos d’Esquadra, no obstante, entregaron a Hacienda un anónimo que llegó
a sus dependencias con fecha 22 de octubre de 2008, en el que se denunciaba que por
todas las obras que se hacían en el Palau de la Música se había de pagar comisión y
que la Fundación FAES había cobrado 1.800.000 euros por las obras del Petit Palau.
Pero la Udef acusaba también en el informe a los Mossos de esconder un segundo
anónimo que llevaba fecha 24 de noviembre de 2011, porque salpicaba a la familia
Pujol y al presidente de la Generalitat, Artur Mas. Este anónimo explicaba un
entramado societario que supuestamente correspondía a la familia Pujol. Hablaba de
comisiones «que el padre del actual presidente Mas recibía en Liechtenstein por llevar
dichas sociedades, de las que según se señalaba, una parte de ello desviaba a su
propio hijo». Esa carta, sin embargo, nunca salió de las dependencias de los Mossos.
El borrador hacía un somero repaso de los intereses de la familia Pujol: inversiones
en Estados Unidos, Argentina y México, donde «Jordi Pujol Ferrusola construyó un
resort con un hotel y villas de lujo (inaugurados en noviembre de 2010) en Acapulco,
en primera línea de mar, sobre una superficie de 130.000 metros cuadrados y con 44
habitaciones. Entre sus socios, están los mexicanos Sergio Kam y Rafael Aragonés. La
inversión correspondiente a cada socio superó los 125 m. de dólares (sic). Parte del
efectivo recibido procede de varias transferencias del banco privado Lombard Odier,
Rue de la Corraterie 11, Ginebra (Suiza), donde se ha detectado una fundación de la
que pende a modo de racimo ocho sociedades, con un capital disponible de casi 165
millones de francos suizos [unos 137 millones de euros], entre diferentes monedas y
cuyos beneficiarios finales son el matrimonio Pujol Ferrusola y los hijos Jordi y
Oriol».
También afirmaba el borrador que Jordi Pujol Ferrusola adquirió el 30 por ciento
de la sociedad explotadora de Puerto Madero (sic), «perteneciente a un trust brasileño
con matriz en las Antillas Holandesas, inyectando para ello un activo considerable a
través del banco Cantrade Lausanne S. A., Avenida Rumire 20 de Lausana (Suiza),
donde además de tres cuentas numeradas, la familia posee dos cajas de seguridad, con
número correlativo a la que el propio Millet posee en el mismo establecimiento». Los
agentes de la Udef aseguraban que las cuentas de Liechtenstein a nombre de Arturo
Mas Barnet, padre de Artur Mas, pertenecían en realidad a la familia Pujol, «toda vez
que era quien llevaba las gestiones como fiduciario en dicho país». El 3 de marzo de
2008, sin embargo, Mas Barnet había presentado declaraciones complementarias de
IRPF y de Patrimonio aflorando 1.722.936,87 euros que tenía en el banco UBS. Los
investigadores, a pesar de todo, le achacaban un depósito de 2,3 millones de euros
aproximadamente «sin poder justificar el origen de dicho efectivo, ni declarar
actividad lucrativa alguna, salvo la de realizar gestiones esporádicas a Jordi Pujol y a
Lluís Prenafeta».
Esta información fue oportunamente filtrada al diario El Mundo durante la
campaña electoral del otoño de 2012. ¿Por qué, habiendo realizado otros informes
debidamente firmados y en los que se citaban las fuentes consultadas, se filtra
precisamente un borrador del que luego nadie quiere atribuirse su paternidad? Solo
cabe atribuir esta circunstancia a las luchas internas dentro de las parcelas de poder en
el Ministerio del Interior. En el momento de hacerse público el borrador, tanto la Udef
como la Unidad de Inteligencia ya habían confeccionado varios informes sobre la
familia Pujol y los nacionalistas, pero ninguno de ellos salió a la luz.
En realidad, un sector duro del ministerio era partidario de promover una campaña
de descrédito hacia los nacionalistas catalanes. En aquellos momentos, se daba casi
por hecho que Artur Mas obtendría mayoría absoluta en las elecciones del 25 de
noviembre (al final, perdería doce escaños y Esquerra ganaría otros tantos) y había
círculos del PP empeñados en desprestigiar a la cúpula de CiU. Se trataba de airear
trapos sucios a cualquier precio. Y dentro de esta estrategia servían incluso los
rumores apócrifos y sin confirmar.
La filtración produjo una airada reacción en los círculos nacionalistas de Cataluña e
incluso fue censurada por toda la oposición en bloque. ¿Por qué sacar, en un
momento tan delicado, una información de estas características que ni siquiera va
firmada y que no figura en ninguna de las actas oficiales? Interior y el gobierno
central en pleno se desmarcaron del documento. Manuel Vázquez, jefe del grupo de la
Udef que se encargó de algunas pesquisas del Caso Palau bajo la supervisión del juez
Josep Maria Pijoan, afirmó no conocer el supuesto informe y que en su unidad nadie
participó en su confección. Incluso avisó de que jamás se había investigado a Pujol ni
a Mas. Un informe de Asuntos Internos, tras la investigación ordenada por el ministro
Jorge Fernández Díaz, determinaba que «aparenta ser de la Udef, pero es procedente
de fuentes abiertas. No es posible concluir que haya sido elaborado o difundido desde
el Cuerpo Nacional de Policía».
En noviembre de aquel año, el secretario general del Sindicato Unificado de Policía
(SUP), José Manuel Sánchez Fornet, anunció una rueda de prensa para dar a conocer
el borrador. Saltaron chispas dentro del ministerio, hasta el punto de que se habló de
detener al sindicalista en plena rueda de prensa. El secretario de Estado de Interior,
Ignacio Ulloa, era partidario de una acción contundente en este sentido, pero el
director adjunto operativo, Eugenio Pino, le convenció de que no era conveniente
llevar el asunto por esos derroteros. Era mejor que el sindicato se expresase y santas
pascuas. Lo que podía decir el SUP era simplemente en nombre de esa organización y
en modo alguno podía hacerse extensivo al cuerpo. Además, sería contraproducente el
intentar evitar que se hiciese público un documento que, por otra parte, ya estaba en
boca de todos y cuyas copias corrían masivamente por los despachos de media
España. ¿Qué podía temer el ministerio? Nada. Ese documento era un fantasma. No
existía. Y si no hay documento oficial, no hay responsabilidades oficiales.
Para curarse en salud, sin embargo, el SUP envió al juez el borrador el día 23 de
noviembre de 2012 (lo había recibido el día anterior) y luego lo presentó en rueda de
prensa. Era una excusa formal para celebrar el acto con los medios de comunicación.
Sánchez Fornet sacó la artillería y denunció públicamente que «alguien» decidió que
el borrador no se incorporase a ninguna causa judicial y se quedara «durmiendo en un
cajón». Con buenas palabras, vino a decir que Jordi Pujol y Artur Mas era corruptos y
que, aunque el borrador no les atribuía delitos directamente a ellos, sí daba detalles
escabrosos acerca de sus familiares directos. «No entiendo por qué Interior dice que
no lo encuentra. Si no lo tiene, ¿por qué sabe que está basado en cuatro informes ya
judicializados? Lo que pasa en este ministerio es algo de locos. No lo acabo de
entender. Me dicen que este documento estaba en una carpeta de la Udef, con otra
serie de documentos y anónimos remitidos al juzgado el 14 de noviembre», atacó el
sindicalista, haciendo referencia a las declaraciones, en este sentido, de Fernández
Díaz y de otros altos cargos del ministerio señalando que algunos extremos del
documento coincidían con otros informes oficiales que sí se habían confeccionado.
Fueron críticas lógicas al ministerio y a la Administración Judicial. Pero eso le valió
a Sánchez Fornet la apertura de un expediente, el undécimo de su carrera. El 10 de
junio de 2013, la Dirección General de la Policía le sancionó con cuarenta y cinco días
de suspensión de
empleo y sueldo por sus declaraciones, por falta grave. Según la Administración, el
sindicalista atribuyó a la policía la confección del borrador y este extremo era falso.
Además, difundió a los medios un informe «cuya autoría no está acreditada», lo que
no entra dentro de las funciones normales de un sindicato. Por tanto, no ha
garantizado el secreto profesional inherente a todo policía y su conducta fue desleal
para con el Cuerpo. Estuvo cesado desde el 28 de junio hasta el 11 de agosto de 2013.
El 13 de agosto de 2014, en medio del escándalo ocasionado por la repentina
confesión de Jordi Pujol, Ignacio Cosidó, director general de la Policía, le envió una
carta:
Vista la anotación de la sanción impuesta al policía del Cuerpo Nacional de Policía don José Manuel
Sánchez Fornet.
(…).
Resultando: que por resolución de este Centro Directivo, de fecha 10 de junio de 2013, dictada en el
expediente disciplinario número 245/2012, se le impuso la sanción de suspensión de funciones durante
cuarenta y cinco días (45), como autor de una falta grave, cuyo cumplimiento inició el 28 de junio de
2013 y dejó extinguida el 11 de agosto de 2013.
Considerando: que de conformidad con lo establecido en el artículo 50,
párrafo segundo, de la Ley Orgánica 4/2010, de 20 de mayo, del Régimen Disciplinario del Cuerpo
Nacional de Policía, la cancelación de anotaciones por faltas graves requiere los elementos siguientes: a)
que haya transcurrido un año desde el cumplimiento de la sanción, lo que se ha producido el 12 de
agosto de 2014, y b) que durante aquel tiempo no hubiese sido sancionado el interesado por hechos
cometidos en ese mismo periodo, requisitos que se cumplen en la anotación examinada.
Por cuanto antecede, en uso de las facultades que me confiere el Real Decreto 400/2012 de 17 de
febrero, por el que se desarrolla la estructura básica del Ministerio del Interior.
Acuerdo: cancelar en el expediente personal del interesado la anotación que se refiere en el resultando
de este acto.
El asunto del «informe fantasma», del informe que nunca existió, quedaba
definitivamente zanjado.
7 Meses después, en un encuentro en Barcelona entre Javier de la Rosa y Francisco Nicolás Gómez, el
pequeño Nicolás, el financiero le confesaría que había pasado mucha información a la Policía sobre los
encuentros de Massot y Mas en su yate, en el que supuestamente hablaban sin tapujos de las cuentas en el
extranjero.
8 Al pequeño Nicolás le reiteró que había financiado muchas campañas de CiU, a quien habría dado 4.500
millones de pesetas (unos 27 millones de euros).
9 El listado de clientes y encargos a la joyería es, sencillamente, espectacular. Tanto Gutiérrez como la
familia Mestre, operadora del Puerto de Barcelona, realizaron pedidos por cientos de miles de euros al
establecimiento.
5. DINERO OFFSHORE (SIN SALIDA)
El chivato descontento
Deprisa, deprisa
Los movimientos de la familia a partir de ese momento fueron a velocidad de
vértigo. El 10 de julio, Marta Ferrusola y sus hijos Marta, Pere, Mireia y Oleguer piden
abrir una cuenta en el Banco Madrid. El día 1 de julio se transfieren los fondos de
Andorra a la capital de España. Marta Ferrusola envía 838.194,96 euros; Marta Pujol
Ferrusola envía 531.979,69 euros; Pere Pujol Ferrusola envía 701.291,39 euros; y
Mireia Pujol Ferrusola envía 1.072.717,92 euros. Entre todos sumaban 3,1 millones de
euros. En el informe de compliance que realiza el banco especifica que «a raíz de las
noticias publicadas en algunos medios de comunicación, los clientes deciden declarar
sus cuentas en España y nos solicitan la apertura de una cuenta en Banco Madrid con
la única finalidad de enviar los fondos y pagar a la Hacienda española. Acordamos
con Banco Madrid y los clientes que solo se permitirá la apertura de la cuenta con el
objetivo de regularizar la situación fiscal con la Hacienda española. Para ello, los
clientes se comprometen a aportar la documentación necesaria relativa al pago y no se
podrán utilizar los fondos para ningún otro fin».
Diez días antes de solicitar la apertura de cuentas en Banco Madrid, los miembros
de la familia habían entregado en el fisco español su declaración de la renta relativa al
año 2013. Marta Ferrusola solicitaba una devolución de 2.137,03 euros; su hija Marta
Pujol, pedía 3.032,65 euros; Pere Pujol solicitaba la devolución de 4.719,86 euros; y
Mireia, de 2.806,45 euros.
Pero el 14 de julio se apresuraron a realizar declaraciones complementarias sobre el
ejercicio de 2010. La causa de esta determinación era que en el informe de la Unidad
de Inteligencia del 1 de julio se exhibía un extracto de operaciones de diciembre de
aquel año en el que movían 3,4 millones de euros. De esa cantidad, habían ido
extrayendo diferentes partidas en efectivo por valor de más de 255.000 euros, hasta
dejar un monto total de 3,1 millones. En julio de 2014 la matriarca pagó al fisco
382.926,60 euros; Marta Pujol hizo también las paces con Hacienda pagando
249.500,35 euros; Pere Pujol abonó 273.525,44 euros; y Mireia ingresó en las arcas
públicas 478.225,08 euros.
Un informe realizado por el banco y dirigido al Servicio de Prevención de
Blanqueo de Capitales (SEPBLAC) el 21 de julio explicaba que BPA había informado
a Banco Madrid que «el origen de este patrimonio es una herencia de hace tiempo».
Reiteraba que los fondos transferidos «iban destinados en su totalidad a realizar pagos
a la Agencia Estatal de Administración Tributaria». En su apartado 5, no obstante,
reconocía algo inaudito: «Los indicios de blanqueo en este caso no vienen
determinados por la operativa desplegada en nuestra entidad (limitada a recibir unos
fondos que a continuación se transfieren a la AEAT), sino por comportamiento previo
que cabe deducir de tal operación. En la medida en que los clientes nos plantean la
apertura de una cuenta con el único propósito de normalizar una situación tributaria
irregular (…). Otro indicio que se ha tenido en cuenta para la realización de la
presente comunicación es la información obtenida a través de fuentes internas así
como los positivos producidos en la búsqueda en listas negras».
Las listas negras no son otra cosa que listas de personas de especial relevancia,
sobre todo familiares de cargos políticos, sobre las que existe una vigilancia extrema
para detectar si se aprovechan de su cargo.
El mismo día 14 de julio, Oriol Pujol dejaba por sorpresa su escaño de diputado y
anunciaba que abandonaba la política. Nadie conocía los movimientos bancarios
andorranos que sus familiares habían iniciado cuatro días antes. Fue un último intento
de abandonar el foro político por la puerta delantera: si se llega a hacer público que su
familia y él mismo habían ocultado dinero en un paraíso fiscal durante décadas, su
salida de la política hubiese sido mucho más bronca.
La familia, no obstante, acosada ya por la prensa y con los focos mediáticos sobre
su cabeza, decide a finales de aquel mes realizar otras declaraciones complementarias
tanto de IRPF como de Patrimonio de los últimos años. El día 28 de julio lo hace
Marta Pujol Ferrusola, que solo por el ejercicio de 2013 tuvo que pagar a Hacienda
por IRPF 3.955,79 en vez de esperar una devolución de algo más de 3.000 euros. En
total, la joven pagó al fisco unos 11.000 euros correspondientes a cuotas de IRPF y
Patrimonio de los años 2011, 2012 y 2013.
Al día siguiente, Pere Pujol pagó unos 3.500 euros por cuotas de patrimonio de los
tres ejercicios anteriores. Mireia Pujol también regularizó el 28 de julio: pagó unos
26.600 euros por cuotas de IRPF de 2011 a 2013 y casi 5.500 euros por Impuesto de
Patrimonio. El 30 de julio, finalmente, es la matriarca la que paga 30,86 euros por la
complementaria de 2011 y 3.222,05 euros por la complementaria del 2012. Siguió, no
obstante, reclamando la devolución de 2013. Paralelamente, abonó 5.893,80 euros por
el Impuesto de Patrimonio de 2012 y 6.025,99 euros por el mismo gravamen de 2013.
Con ello, intentaba desligar su propio proceso del proceso político de Cataluña, el
proceso independentista puesto en marcha por su partido y por ERC. Así, compareció
ante los diputados el día 26 de septiembre, leyó una declaración y abroncó a los
presentes. Los parlamentarios quedaron estupefactos. Negó que hubiese sido un
corrupto porque, de lo contrario, no podría haber aguantado el gobierno durante
veintitrés años y lanzó un aviso a navegantes: «Si vas segando la rama de un árbol, al
final cae toda la rama, todos los nidos que hay… y habrá sido responsabilidad de
todos los que han practicado esta clase de política». ¿Era una amenaza con tirar de la
manta? Eso parecía. Pero en realidad no quedó más que como un escorzo violento y
desagradable de su conciencia. Una amenaza de estas características en sede
parlamentaria no solo contribuye a dañar la política, sino que crea auténtica
desafección. ¿Es que los políticos se tapan entre ellos las vergüenzas? ¿Qué es lo que
callan unos de otros? ¿Es la clase política tan corrupta como parece desprenderse de
las palabras de Jordi Pujol? La sombra de la sospecha se mantendrá, a partir de
entonces, indeleble, acrecentada por otras sospechas más concretas: ¿Por qué hasta
entonces a la familia Pujol no se la había tocado? ¿Era posible que a los servicios de
inteligencia del Estado se le hubiese pasado que el presidente de la Generalitat de
Cataluña o su familia tenían dinero en paraísos fiscales, cuando se conocían
perfectamente sus movimientos fuera de España?
Las especulaciones se dispararon. Pujol compareció en el Parlamento y el estupor
aumentó. Esa primera comparecencia de Jordi Pujol i Soley en la cámara legislativa
catalana pasará a la historia como una comparecencia vergonzosa. Decía Pujol que la
rumorología popular era maledicente. Comenzaban a correr informaciones que decían
que los Pujol manejaban un millón, o veinte o treinta. O que operaban con un millón
o con veinte o treinta. «Este infantilismo, planteándolo de una manera pública y
esparciéndolo por los diarios y por según qué responsables políticos, esto es una
grave falta no intelectual: moral, Porque es mentira. Es, digámoslo así, difundir una
actitud de desmoralización». No lo decía, pero aludía a los rumores de los millones
que manejaba su hijo por paraísos fiscales y que ya estaban acreditados. El patriarca,
sin embargo, se resistía a admitir todavía las barrabasadas que sus vástagos habían
ejecutado durante décadas. El president seguía morando en el limbo de los justos,
aquejado del «síndrome de La Moncloa» o, en este caso, del «síndrome del Palau» (de
la Generalitat).
Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el partido del que era presidente
fundador, planeó en un primer momento la defensa de la familia, pero pronto
decidieron desligar el tema. Hubo gabinete de crisis a finales de julio y se decidió
plantear el caso como un «tema personal» ante la opinión pública. Artur Mas se
enfrentaba a una apretadísima agenda interna, cuando tenía el gran proyecto de la
transición nacional por concretar y la cita del referéndum del 9N encima de la mesa.
Pero el abandono de Oriol Pujol obligaba a mover ficha dentro del partido y cubrir su
vacante. Como el de secretario general del partido es un cargo que eligen los
representantes de los militantes en un congreso, había dos posibilidades: o convocar
un congreso extraordinario o sustituirlo por otra persona sin necesidad de convocarlo.
Se decidió que en septiembre, a la vuelta de las vacaciones, Josep Rull asumiese las
funciones de Oriol, pero con el cargo de «coordinador general», un eufemismo para
salir del paso. Un remiendo que, sin embargo, podía funcionar igual que la estructura
original.
Otra cosa era la incomodidad de los convergentes por tener a Pujol como
presidente honorífico. El 29 de julio de 2014, Artur Mas recibió al patriarca en su
despacho oficial, el mismo donde Pujol había dirigido la política catalana durante
veintitrés años. Es un despacho sobrio, con una mesa de época y un tresillo moderno
en el que atender a las visitas. La situación era crítica pero la determinación de Pujol
no tenía marcha atrás. Comunicó al president que renunciaba al sueldo oficial como
expresidente y a la oficina que le habían montado en el Paseo de Gràcia, donde tenía a
su disposición un jefe de gabinete, dos secretarias, un coche oficial con chofer y
servicio de seguridad. También dimitía como presidente fundador de CDC y de CiU.
De hecho, esta renuncia ya la había comunicado al partido el día anterior. Una escueta
nota de CDC decía que Pujol había puesto desde el primer momento a disposición de
la formación sus cargos y que Convergència respetaba y aceptaba la renuncia, con lo
que el proyecto del partido se fortalecería. No dejaban de ser palabras vanas.
Cuando salió del despacho, era otro hombre. Paralelamente, dio la orden de
disolver el Centro de Estudios Jordi Pujol, el think tank que había creado para
continuar influyendo en la política catalana desde su retiro dorado. El 8 de septiembre,
desconecta la página web de su centro, al constatar «que en la situación actual sería
muy difícil desarrollar su tarea, así como seguir solicitando y obteniendo mecenazgo
privado, convenios con otras entidades e instituciones y donaciones de empresas y
particulares».
Pero los procedimientos judiciales eran paralelos a los movimientos políticos. Tras
la confesión, los Pujol interpusieron un pleito ante los juzgados de Andorra por
vulneración del secreto bancario. Si alguien había filtrado los documentos bancarios,
había quebrantado la ley y debía pagar por ello. Al mismo tiempo, con el
procedimiento penal esperaban frenar cualquier comisión rogatoria que las
autoridades judiciales españolas enviasen al país vecino. El Juzgado de Instrucción
número 31 comenzó a investigar si había delito en la conducta del matrimonio y de
tres de sus hijos, que eran los que mantenían cuentas sin regularizar en Andorra:
Marta, Pere y Mireia Pujol Ferrusola. A finales de agosto de 2014, los bancos enviaron
a la titular del juzgado, Beatriz Balfagón, los datos de las cuentas bancarias.
La estrategia de la familia se concretó con un recurso presentado en el mes de
diciembre de 2014 en el que apelaban a la «doctrina Botín». En otras palabras, la
Audiencia había exonerado en 2012 al banquero Emilio Botín tras descubrirse que
tenía 2.000 millones de euros en el HSBC en Suiza. Regularizó las cuentas pagando
200 millones y la causa se cerró. «El auto de 22 de mayo de 2012 acuerda el
sobreseimiento libre y archivo, una vez se constató la corrección y veracidad de la
regularización operada que había evidenciado un patrimonio histórico oculto»,
exponían los abogados de Pujol en las alegaciones. Y si el caso de Botín se había
cerrado, ¿por qué no también el de los Pujol, que era similar? Los hijos y la matriarca
regularizaron las cuentas en julio de 2014 y ya habían resarcido el daño, por lo que no
había materia ilegal que penar.
Pero paralelo a ese procedimiento iba el pleito en Andorra. El fiscal de aquel país se
opuso desde el principio a la comisión rogatoria que se envió desde el Juzgado de
Instrucción número 31 de Barcelona. La concreción llegó en un escrito del 26 de
agosto de 2014, en que se pedía el rechazo de la comisión rogatoria porque «no se
precisa la condición procesal de las personas afectadas por las medidas objeto de
investigación, ni la relación de hechos que permita valorar la existencia del criterio de
doble incriminación, de conformidad con los convenios internacionales de
aplicación».
Otra guerra paralela era la que libraba el juez Pablo Ruz para investigar los
movimientos de Jordi Pujol Ferrusola y de su exesposa Mercè Gironès. En esa guerra
bancaria, la juez Maria Àngels Moreno preguntaba al juez Ruz el 17 de octubre si en
su procedimiento «figura un documento procedente de un banco andorrano
conteniendo información bancaria» y «si consta en su procedimiento alguna
información policial relativa a la existencia y contenido de este documento y/o a la
existencia de datos bancarios en el Principado de Andorra en general o en Banca
Privada de Andorra en particular». Y recogía los argumentos de la familia resaltando
que «aún teniendo en cuenta la comunicación pública del señor Jordi Pujol i Soley, no
hacía referencia a ningún país concreto ni a ninguna entidad bancaria concreta,
quieren esclarecer si esta información procede de la prensa escrita o si ya constaba en
autos con anterioridad por otro medio».
6. EL GOBIERNO EN LA SOMBRA
A las órdenes de JPF
La familia Pujol Ferrusola (el matrimonio Jordi Pujol i Soley y Marta Ferrusola i
Lladós y siete hijos: Jordi, Marta, Josep, Pere, Oriol, Mireia y Oleguer) es una familia
tradicional catalana, con la salvedad de que Jordi Pujol compartía amores, además de
con su esposa, con Cataluña. Los cabezas de familia se conocieron en la católica
Virtèlia, una escuela de la burguesía barcelonesa por la que pasaron, entre otros,
Pasqual y Ernest Maragall, Miquel Roca, Ricardo Bofill, Lluís Bassats, Josep Maria
Trias de Bes, Félix Millet y Federico Mayor Zaragoza. Se conocieron en 1951,
ennoviaron en 1954 y se casaron en 1956, en la emblemática abadía de Montserrat. El
clan vivió casi toda su vida para el tema económico y político. Fueron héroes en el
tema político y villanos en el tema económico. Pero tanto fue el cántaro a la fuente
que se rompió: la faceta de villano terminó comiéndose a la de héroe. Su fallo fue
que, al final, pusieron el epicentro de su felicidad en la cartera. Es lo que más cerca
del corazón se lleva.
Del patriarca es sabida su detención en 1960 por lo que se conoce como «los
hechos del Palau». El 19 de mayo de aquel año hubo un acto para conmemorar el
centenario del nacimiento del poeta Joan Maragall. El gobernador civil de Barcelona,
Felipe Acedo Colunga, había prohibido días antes la interpretación del «Cant de la
senyera», obra del propio Maragall, y eso soliviantó a un sector de la población. En el
acto de aquel día, en presencia de cuatro ministros franquistas, un grupo de jóvenes se
levantó, entonó el «Cant de la senyera» y repartió octavillas bajo el lema «Us
presentem el general Franco (Os presentamos al general Franco)» y con la letra del
poema.
«El general Franco quiere venir a Barcelona. Según parece, se quedará unos
cuantos días. Como hemos de convivir con él, merece la pena saber quién es. Después
de veintiún años de régimen franquista, esta presentación se hace necesaria. Estamos
sometidos a una presión propagandística tan fuerte y tan unilateral que ya no sabemos
quién es el general Franco ni qué representa su régimen». Así comenzaba el panfleto
distribuido. Decía que Franco representaba la negación de la libertad en todos los
órdenes: la libertad política, social, sindical, intelectual, cultural, religiosa… «La falta
de libertad es absoluta. Y solo es atenuada por el estadio de libertad en que vivimos.
El general Franco, el hombre que vendrá a Cataluña, ha cogido como instrumento de
gobierno la corrupción. Ha favorecido la corrupción. Sabe que un país podrido es
fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica
o administrativa es un hombre prisionero. Por eso, el régimen ha fomentado la
inmoralidad de la vida pública y económica. Como se hace en ciertas profesiones
indignas, el régimen procura que todos estén enfangados, todos comprometidos. El
hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor»,
terminaba el alegato.
Jordi Pujol i Soley no estaba en el Palau de la Música aquel 19 de mayo, pero
muchos de los detenidos en aquella jornada le señalaron a él como el autor del texto
de protesta, por lo que fue detenido. Posteriormente, se formó un consejo de guerra
que le condenó a siete años de prisión, de los que cumplió dos y medio. Junto a él,
también fue condenado a tres años Francesc Pizón. El futuro presidente catalán
militaba entonces en el cristianismo progresista y nacionalista, que acababa de
despegar con inusitada fuerza. La organización Cristians Catalans había comenzado
además una dura campaña contra Luis Martínez de Galinsoga, un cartagenero que
había sido nombrado director de La Vanguardia el 1 de mayo de 1939. Galinsoga
había asistido a una misa en la iglesia de San Ildefonso de Barcelona el 21 de junio de
1959. La misa transcurrió en latín, pero la homilía fue en catalán, lo que provocó su
indignación: se dirigió a la sacristía y allí pronunció una frase legendaria: «Todos los
catalanes son una mierda».
A partir de ese momento, círculos católicos de Cataluña comenzaron una campaña
contra el periódico de la familia Godó, rompiendo ejemplares públicamente, llamando
al boicot y enviando cartas de protesta a los anunciantes. La Vanguardia perdió
20.000 suscriptores, lo que provocó que el 21 de enero de 1960 se anunciase el cese de
Galinsoga. El 5 de febrero, el Consejo de Ministros nombraba a Manuel Aznar como
su sustituto. Esa campaña y la creciente aureola del joven Jordi Pujol i Soley como
líder catalanista pesaron más tarde a la hora de ser condenado en el consejo de guerra.
Por esa época, su padre ya estaba embarcado en la construcción de Banca Catalana,
nacida de la pequeña Banca Dorca. A Jordi Pujol le gustaba el mundo de las finanzas.
Había estudiado la carrera de medicina pero nunca ejerció. Cambió el bisturí por la
caja registradora. Pero también tenía veleidades políticas, y ellas le llevaron, en 1974, a
la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Alrededor de ciento
veinticinco patriotas nacionalistas aprovecharon la conmemoración del 75 aniversario
del FC Barcelona para tener un encuentro en Montserrat, en un acto organizado por
Miquel Sellarès (que luego habría de ser el primer director de los Mossos d’Esquadra)
y Miquel Esquirol. Entre los asistentes, cuya alma máter era Jordi Pujol, se
encontraban personajes clave para entender la Cataluña posterior, la Cataluña política,
pero también la Cataluña de los negocios, la Cataluña corrupta, la que no distinguía
entre lo público y lo privado.
El encuentro de Montserrat se celebró el 15 de noviembre de 1974 y a él asistieron,
entre otros, Jordi Aguilà Sancho, Xavier Bigatà Ribé, Pere Brosa Xalma, Jaume
Camps Rovira, Núria Claverol Claverol, Maria Eugènia Cuenca Valero, Josep Maria
Cullell Nadal, Josep Espar Ticó, Joan Fages Torras, Marta y Josep Ferrusola Lladós,
Joan Granados Duran, Joaquim Pujol i Figa, Jordi Pujol Ferrusola, Miquel Roca
Junyent, Jaume Rosell Sanuy, Antoni y Miquela Subirà Claus y Carles Sumarroca
Coixet. Algunos de estos nombres han estado vinculados a la Administración y a la
política, pero la mayoría también estuvieron vinculados a los negocios. Negocios
cruzados o negocios realizados al amparo de la Administración. Algunos son incluso
socios de la familia Pujol Ferrusola; otros recibieron cuantiosas ayudas económicas
que les permitieron consolidarse como algunas de las fortunas más grandes de
Cataluña en unas pocas décadas.
Pero ¿qué decir del Pujol pensador, del Pujol forjador de ideas? Como muchos
otros, el patriarca del clan tiene sus claroscuros. Sus frases más polémicas están
contenidas en el libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña. Contiene
este opúsculo frases para olvidar.
El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…).
Es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria
cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de
comunidad (…). De entrada, constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España (…). Ya
lo he dicho antes. Es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin
haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y
paupérrima, es decir, su falta de mentalidad.
Era el Pujol joven, aprendiz de brujo todavía, quien había escrito estas «perlas» en
1958. En 1976, el libro fue reeditado y, un año más tarde, Pujol publicaba dos
artículos disculpándose. En 1997, incluso llegó a aceptar que sentía «vergüenza» por
lo que había escrito, aunque se dolía de que sus palabras podían resultar ofensivas
porque no se había tenido en cuenta el resto del libro. Una reseña de la obra de 1976
estuvo colgada en la web oficial del Centro de Estudios Jordi Pujol. La ficha decía que
había sido editada el 18 de noviembre de 1976 por la editorial Nova Terra y añadía un
comentario: «Compilación caracterizada por el progresivo desarrollo de conceptos ya
apuntados nuclearmente y que testimonian una característica típica del autor: la
absoluta coherencia de su pensamiento y de su acción actuales con las grandes líneas
que inspiran su política nacional catalana». En las elecciones de 2012, cuando
Ciutadans intentó utilizar el contenido del libro para la campaña electoral, desapareció
toda reseña al mismo.
De hecho, desde el punto de vista del nacionalismo, la tesis del libro tiene una cierta
coherencia. Porque, en definitiva, la disciplina y la uniformidad son los ingredientes
básicos de la doctrina nacionalista. Y esa uniformidad, con mayor o menor
radicalismo, unió al clan Pujol Ferrusola con cemento armado.
La familia no tuvo nunca enfrentamientos internos, exceptuando un episodio en los
años noventa que siempre se ha querido ocultar. Sobre la estrecha amistad del
presidente de la Generalitat con una fémina existen diversas leyendas. Hay quien dice
que era la viuda de un importante prohombre barcelonés; hay quien dice que era una
empleada en el protocolo de una institución catalana que antes había pasado por la
Generalitat; hay quien dice que era una secretaria, y hay quien dice que era una
funcionaria que le había presentado su escudero Lluís Prenafeta tiempo atrás. Un
informe de la policía española del año 2012 recoge un apunte que le pone nombre:
María José Bargalló. Y Marta Ferrusola descubrió el asunto porque tenía cuenta en el
mismo banco suizo que su marido. Eso es lo que dice la policía. Lo cierto es que Jordi
Pujol i Soley abandonó durante unos meses el domicilio familiar y se trasladó a vivir a
la residencia oficial del presidente del Gobierno en el Palau de la Generalitat,
dependencias que nunca antes había utilizado. En las Navidades de aquel año, sus
hijos Jordi y Josep trataron de reconciliarlos, lograron que en esas fechas tan
señaladas la familia volviese a unirse y les obsequiaron con un viaje de placer para
firmar la paz.
Los Pujol Ferrusola siempre han estado vinculados a la política. En la reunión
fundacional de Convergència llama la atención el nombre de Jordi Pujol Ferrusola,
que en aquel momento acababa de cumplir los dieciséis años. La matriarca, Marta
Ferrusola, fue responsable de la sectorial de Deportes de Convergència. El
primogénito, Jordi, basculó siempre entre la política y los negocios, pero en su
trayectoria primaron los últimos. De hecho, solo Oriol Pujol Ferrusola, el quinto
vástago, se dedicó profesionalmente a la política, como el padre. Sin embargo, toda la
familia supo aprovechar la política para vivir bien. Jamás ninguno de sus miembros
tuvo escrúpulo alguno en utilizar sus influencias o el nombre del todopoderoso padre
para lograr sus objetivos. Y muchas veces los intereses de los distintos integrantes del
clan se entrecruzaban sin obstaculizarse, más bien al contrario.
El patriarca vivió de la política para la política y dejó hacer. Amparaba los hechos
de su prole sin el más leve sentido crítico. En realidad, como dicen quienes bien le
conocen, lo que le gusta es gente sumisa a su alrededor, gente que le haga la pelota.
Fue un gestor de fondos públicos como podría haber sido banquero. De hecho,
oficialmente le sacó un mayor rendimiento a la cosa pública que al banco de su padre.
Otra cosa es si ha sido o no un buen gestor. En el año 2003 dejó la Generalitat como
un páramo. Y eso que era época de vacas gordas: las empresas públicas de la
Generalitat habían aumentado gastos en casi 346 millones de euros respecto al año
2002. Y la pérdida acumulada de estas empresas era de 129 millones de euros. Lo dice
el informe 1/2004 de la Sindicatura de Cuentas sobre las cuentas generales del año
anterior.
Pero todo político tiene una parte de ideas (es decir, de ideales), otra de economía
(o sea, de números) y otra de anécdotas (es decir, de humanidad). Y solo se conoce al
personaje combinando estos tres ingredientes.
En sus principios como president, Pujol las vivió de todos los colores. De hecho,
nadie daba relieve a una institución que apenas se conocía. No había una perspectiva
histórica para hacerse una idea de la importancia del cargo. Y mucho menos algunos
círculos aferrados a la idea de un Estado centralista. Hay una anécdota que ilustra la
incomodidad que algunas veces provocaba Jordi Pujol. En una ocasión, a poco de
haber sido nombrado presidente de la Generalitat, despidió al rey Juan Carlos en el
aeropuerto y se dirigió a su domicilio. En el vestíbulo, dos policías nacionales hacían
guardia permanente, sentados en un sofá, ya que las competencias de seguridad
todavía no habían sido traspasadas. Los policías no se inmutaron cuando Pujol y su
esposa entraron en la portería. La dama le dio un pequeño codazo a su marido y miró
hacia los agentes, que parecían ajenos a todo. Pujol, acercándose al sofá les recriminó.
«Escuchen, acabo de dejar en el aeropuerto al rey de España que es el jefe del Estado.
Y el presidente del Gobierno no está aquí, sino en Madrid. Por tanto, yo soy la
máxima autoridad del Estado en Cataluña en estos momentos. No lo olviden», les
espetó
Al día siguiente, los agentes fueron relevados por falta de consideración hacia el
presidente de la Generalitat.
Los tropiezos
Jordi Pujol no tuvo solo el gran tropiezo de Banca Catalana. En los años ochenta,
cuando los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena le querían procesar
por el asunto de Banca Catalana, se envolvió en la bandera catalana y apeló a la ética.
La estética se le suponía. Nadie lo sabía, pero aquella bandera era la misma que cubría
las cuentas corrientes de su familia en el extranjero. De todos modos, ha de
reconocérsele el mérito de que fue el primer banquero, en toda Europa, que hizo salir
a la gente a la calle en manifestación apoyándole.
A pesar de que no lo parezca, la trayectoria de Jordi Pujol está llena de tropiezos.
Siempre ha sido un hombre y un político bajo sospecha, aunque supo neutralizar los
peligros con mayor o menor fortuna. Gastó miles de millones de pesetas y decenas de
millones de euros, quizás cientos de millones, para contentar a los medios de
comunicación y que nadie airease trapos sucios que no le interesaban.
El último tropiezo fue, por supuesto, el reconocimiento por parte de Jordi Pujol i
Soley, en julio de 2014, de que había estado mintiendo durante treinta y cuatro años.
¡Él, que tenía un plan para Cataluña! Quizá cuando la investigación judicial y policial
sobre el clan termine tras años de investigación se pueda conocer con exactitud cuál
era el plan secreto que Jordi Pujol tenía para Cataluña. Avanzarlo sin pruebas sería
desacertado. Solo cuando alguien reconozca explícitamente la megalomanía colectiva
del clan y sus aspiraciones, o se encuentren pruebas irrefutables de ello, será el
momento de desvelar los secretos más íntimos de la familia.
De momento, hay otros muchos episodios oscuros en la carrera de Jordi Pujol.
Episodios que hacen enrojecer de vergüenza y que, vistos a través del tamiz del
tiempo y especialmente de acontecimientos posteriores, deberían servir de reflexión.
Josep Manuel Novoa, ligado a las empresas de Banca Catalana y editor de
periódicos como Avui o El Correo Catalán, hace en su blog un relato estremecedor de
las manipulaciones para blindar a Jordi Pujol. Cuando Jordi Pujol y su equipo dejaron
caer este último diario (del que eran accionistas), tuvo que echar mano de fondos
ilícitos de Casinos
de Cataluña para pagar a los trabajadores y evitar el escándalo. Casinos no
se había anunciado en el diario, pero se hicieron facturas falsas por supuestos
anuncios, lo que ya había denunciado con anterioridad el director financiero de la
empresa de juego, Jaime Sentís. «Me presenté en el juzgado que instruía la
financiación ilegal de CDC y entregué al juez la copia original de las facturas falsas de
Casinos y las matrices de los recibos emitidos», dice el empresario. Su relato es
estremecedor y merece ser tenido en cuenta:
Objetivamente, mi confesión y las facturas emitidas por El Correo a Casinos y pagadas a la trastienda de
CDC cerraban el círculo de lo que el juez Ramón Gomis instruía como financiación ilegal. Pues no, La
Vanguardia inició lo clásico en estas situaciones: el desprestigio al amparo de una opinión: «Este tío está
loco, no le hagan caso» (no es literal, pero va por esa línea). No tuve más remedio que pararle los pies al
diario
del conde de Godó al documentarle que La Vanguardia estaba en nómina del
partido de Pujol y que cobraba, en secreto y bajo mano, una morterada de millones por bailarle el agua
al partido de Jordi Pujol. Frenaron en seco. La instrucción judicial hizo lo propio, frenar o como poco
ralentizar el procedimiento, hasta que un día se me hincharon: hice un escrito al juez Gomis en el que le
informaba que la financiación ilegal que se atribuía al partido implicaba directamente a Jordi Pujol i Soley
y que disponía de documentación que lo podía acreditar. El juez respondió lo que se imaginó, que no se
admitían documentos fotocopiados. Cuando le respondí que no se trataban de fotocopias, sino de
originales, se acabó lo que se daba: el juez Gomis no incorporó al procedimiento mis escritos, borrando
la referencia a la implicación del presidente de la Generalitat de Cataluña. Durante siete años que duró la
instrucción, el juez Gomis no dejó constancia de que se trataba de una financiación ilegal de CDC, sino
que utilizaba, cuando se refería al partido, el eufemismo «la coalición electoral». Los retrasos,
intencionados, en la instrucción tenían un objetivo: esperar la sentencia del Tribunal Supremo sobre la
financiación ilegal del PSOE, que se declaró que no estaba tipificada como delito.
Pujol oficializó el «hoy no toca» para no contestar a los periodistas en sus ruedas de
prensa, una postura que nadie le recriminó jamás. Ni una sola voz crítica protestó por
esa dictadura informativa en que se convertían las ruedas de prensa del Palau de la
Generalitat.
El imperio al desnudo
Los Pujol tienen, sobre todo, amor a los negocios. Y ese amor fue inculcado,
esencialmente, por la matriarca, Marta Ferrusola. Ella era una emprendedora y siempre
quiso que sus retoños lo fuesen también. Tanto amor a los negocios inculcó a sus
hijos que dos de ellos, Marta y Pere, fundaron en 1987 su primera compañía: Galplant,
junto a tres amigos, los hermanos Oriol, Xavier y Jordi Aguilà Vila.
El 11 de mayo de 1987, Marta y Pere Pujol Ferrusola compraron un terreno en la
localidad de Vilassar de Mar y el 16 de septiembre de ese año, juntamente con Oriol
Aguilà Vilà, que siempre ha estado muy vinculado a los negocios de los Pujol, creaban
la empresa. Los terrenos que habían adquirido conformaban una finca en la que
pensaban cultivar flores que luego serían vendidas a través de la floristería que Marta
Ferrusola tenía en la calle Balmes de Barcelona o en el importante mercado comarcal.
La sede de la sociedad Galplant se ubicó en la propia finca y el capital social era
compartido al 50 por ciento con los hermanos Oriol, Xavier y Jordi Aguilà. Su objeto
era la «explotación y cultivo de toda clase de productos agrícolas, especialmente
hortícolas, para su venta». La intención era comercializar flores y plantas a través de
Hidroplant, la empresa que en 1979 había creado la matriarca Marta Ferrusola.
Galplant nació con 2 millones de capital social a partes iguales entre las dos familias.
Poco después, fue inspeccionada por Trabajo, porque había contratado a
subsaharianos (que entonces comenzaban a pulular por la comarca del Maresme,
donde tenía los terrenos cultivados) sin papeles, por una denuncia que llegó a sus
dependencias. Eran los años en que comenzaron a llegar a la comarca del Maresme
cientos de inmigrantes que serían conocidos como «los negros del Maresme», que
encontraban trabajo especialmente en el campo. Xavier Aguilà había comenzado con
el negocio de las flores en 1980, introduciendo en Cataluña los primeros híbridos de
clavel mediterráneo, para importar más tarde bulbos de gladiolo y de lilium de
Holanda. La empresa se fue a pique en 1990, porque resultó un fracaso comercial.
Se podría decir que los miembros de la familia tienen sociedades blancas y «otras».
Las blancas son aquellas en las que constan oficialmente las vinculaciones en los
registros públicos de la Administración española. Las «otras» son, o bien sociedades
en las que ocultan sus intereses, o bien empresas creadas en el extranjero que no
figuran en las bases de datos del gobierno español. Tras las últimas regularizaciones,
muchas de estas empresas fueron incorporadas a las declaraciones ante Hacienda, con
el fin de intentar saldar las deudas fiscales y no incurrir en un ilícito penal que
conllevase la detención y entrada en prisión.
El clan ha tenido intereses directos en un centenar de empresas, en las cuales había
invertido dinero o, simplemente, ocupado cargos directivos. En este entramado,
adquieren especial relevancia los hijos Jordi, Josep y Oleguer Pujol Ferrusola, aunque
también la actividad de la madre, Marta Ferrusola, ha sido importante y fructífera. La
práctica totalidad de las empresas a las que han estado vinculados los Pujol pueden
consultarse en el apéndice 2 de este libro.
El «tapado» de la familia
«A partir del 96, se comienza a buscar a alguien para que haga la travesía del
desierto. Es decir, se busca un líder temporal que permita que un miembro de la
familia se prepare mientras tanto para asumir el poder unos años más tarde. La teoría
es que Jordi Pujol lo tendría muy difícil para ganar unas nuevas elecciones y se debía
preparar el sucesor. La familia ha pensado, en esos momentos, en Josep Pujol
Ferrusola, pero él dice que no. Entonces, se vuelve la vista hacia Oriol, que ya estaba
empezando en política pero que en aquel momento no se tenía en cuenta. Una de las
causas, su juventud, con apenas treinta años». Así relata el periodo de transición una
persona que vivió todos los avatares del partido durante dos décadas y que tuvo,
además, un cargo relevante.
Lo que pretendía el clan era blindarse para el caso de que Pasqual Maragall ganase
las siguientes elecciones autonómicas. El exalcalde no era aún el candidato oficial,
pero en CiU se daba por hecho que sería el siguiente rival a la presidencia de
Cataluña. Sin embargo, Jordi Pujol ganó las elecciones de 1999 contra pronóstico:
obtuvo menos votos que el socialista Pascual Maragall, pero la Ley d’Hont jugó a su
favor y le permitió repetir legislatura por sexta vez, aunque con el apoyo del PP. Y el
proceso entró en una nueva fase. En noviembre del año 2000, en el XI Congreso de
CDC, Artur Mas era entronizado como el sucesor. Le votó el 85,2 por ciento de los
compromisarios. Jordi Pujol, con el 95,7 por ciento, era elegido presidente del partido.
Una facción de Convergència, articulada en torno a la plataforma Catalunya i Progrés,
intentó presentar un oponente y le llegó a ofrecer el puesto a Lluís Recoder, más tarde
alcalde de Sant Cugat. Recoder rechazó el ofrecimiento diciendo que solo aceptaría
hacerse cargo de la sucesión si Artur Mas se retiraba, puesto que tenía una amistad
personal con él. Recoder fue nombrado consejero de Territorio y Sostenibilidad (el
nuevo nombre de Política Territorial y Obras Públicas) en el primer gobierno de Artur
Mas, en 2010.
«La familia Pujol pecó aquí de una falta de visión política. Aupó a Artur Mas para
que se quemase. De hecho, todos estábamos convencidos de que el sucesor de Jordi
Pujol iba a tener los días contados, porque sería muy difícil ganar otra vez a Maragall
y, además, Pujol había dejado el listón muy alto. No sería fácil dejar una huella tan
profunda como la de él. Pero, contra todo pronóstico, Artur Mas resistió hasta que
consiguió formar gobierno. Y quien lo hizo aguantar fue una persona: David Madí.
Sin Madí, Artur Mas se hubiese estrellado». Lo dice una voz autorizada que vivió el
proceso interno. En los siete años de travesía del desierto, Artur Mas aprendió a
hablar, a discursear y a moverse. Aprendió de Jordi Pujol y de otros. Le dieron clases
para saber cómo y cuándo había de decir las cosas, y qué cosas había que decir,
teniendo en cuenta el medio al que se dirigía, fuese prensa, radio o televisión. Incluso
si era de Barcelona, de Cataluña o del resto de España. Y aprendió el lenguaje gestual,
importantísimo para llegar al ciudadano.
En el organigrama, ya estaba Oriol Pujol situado en la pole position para sustituir al
sustituto. Felip Puig volvió a la primera línea como secretario general adjunto a partir
del año 2008 y Oriol Pujol le sustituyó en 2011. Puig también había dejado su escaño
y la portavocía del Parlamento, y su puesto fue ocupado por… Oriol Pujol. En marzo
del 2012, en el XVI Congreso de CDC, Jordi Pujol fue nombrado presidente de honor
y Artur Mas ascendió a presidente del partido y Oriol pasó a ser su secretario general.
El cerco estaba casi ultimado. El año anterior, Jordi Pujol había exigido a Mas
movimientos para colocar a su hijo y el sucesor había transigido. Los movimientos de
la familia estaban dando resultado, porque, en aquel momento, Artur Mas era aún
rehén del clan Pujol.
Empresarialmente, sin embargo, la familia ya había sacado rédito de la política.
Prácticamente todos los hijos, así como la matriarca, Marta Ferrusola, se habían
lucrado, en mayor o menor medida, de las arcas públicas, ya fuese participando en
proyectos o recibiendo directamente adjudicaciones públicas. El primogénito, Jordi
Pujol Ferrusola, comenzó a implicarse en política en los años ochenta. No tenía cargo
en Convergència, pero mandaba mucho. Organizaba reuniones, charlas o actos e
incluso proponía líneas estratégicas. Cuando en 1991 estalla la crisis entre Jordi Pujol i
Soley y Miquel Roca i Junyent, la familia Pujol es la más activa para ayudar a
defenestrar a este último, que podía hacer sombra al patriarca. Francesc-Marc Àlvaro
recuerda en su obra Ara sí que toca! que «durante la crisis Pujol-Roca de 1992-1993,
Mas tomó parte en alguna reunión de las que entonces se hacían en el despacho del
empresario Rafael Español —amigo de Mas—, donde participaban Jordi Pujol
Ferrusola, Joan Maria Pujals, Francesc Xavier Marimon, Antoni Comas y algunos
otros».
Todos los citados eran consejeros de la Generalitat. Pero lo más importante era el
lugar de las reuniones: el despacho de Español, cercano a La Pedrera, era un despacho
señorial. Español había llegado a la presidencia de La Seda para pacificar la compañía
y con el visto bueno del presidente de la Generalitat. En realidad, en los círculos bien
informados apuntaban que quien lo había elegido era Marta Ferrusola. A su favor
tenía que era un buen patriota y que… era amigo de los hijos, condición indispensable
para escalar puestos. Español introdujo luego en el grupo de La Seda como consejeros
a Jordi Pujol Ferrusola, Artur Mas y Jordi Vilajoana, que tras oficiar como diputado y
senador acabó de secretario general de la Presidencia de la Generalitat en 2012. Todos
estos eran de confianza del clan, lo mismo que otros cargos del grupo empresarial,
que también tenían como principal característica su amistad con Jordi Pujol Ferrusola.
Un suicidio inexplicado
En los años noventa, las andanzas de la familia ya habían despertado alguna
conciencia en Barcelona.
Viernes 19 de diciembre de 1997. Juan había quedado con un periodista en la
terraza de un bar en Paseo de Sant Joan, esquina con Consell de Cent. Cuando el
periodista llegó, él ya estaba sentado tomando una caña. Levantó la mano como
saludo.
—¿Qué te ha pasado? —inquirió el recién llegado observando el abultado yeso de
su pierna derecha.
—Ahora te explico. ¿Qué tomas?
Juan era un personaje peculiar. Policía de profesión, había creado una empresa de
investigación paralela en la que recibía encargos especiales. Hombre bien relacionado,
durante años había realizado trabajos para las principales agencias de detectives de
Barcelona. Asuntos Internos había ido tras él durante años, pero nunca le habían
podido coger con las manos en la masa. De hecho, le habían abierto expediente y ahí
continuaba… con su despacho abierto. A comienzos de año, él había montado un
amplio bufete en la calle Valencia y desde allí operaba, mientras estaba de baja en el
Cuerpo Nacional de Policía.
Buen conocedor de los bajos fondos, su principal característica era la ausencia de
escrúpulos. «Cualquier trabajo se puede hacer. Y cualquier trabajo se puede hacer sin
que se entere nadie. ¿Quieres pinchar un teléfono y que nadie sepa si está pinchado, ni
con barridos? Es muy fácil. Lo puedo demostrar», solía decir.
Pocas semanas antes, había recibido de Francia un lote de pistolas. Había llevado al
periodista a su despacho y lo introdujo en una de las salas. Volvió con un maletín que
puso encima de la mesa. Lo abrió y sacó algunos bultos envueltos en paño negro.
Eran armas cortas, entre ellas lo que parecía una Desert Eagle 44 Magnum plateada
brillante. El «letrillas» jamás había visto una pistola semejante.
—¿De dónde has sacado estas armas?
—Se las pedí a mis amigos del otro lado de la frontera. Van a servir para mucho.
—¿Pero estás loco? ¿Qué pretendes hacer?
—Lo que hice siempre. Lo hicimos antes del GAL y lo volveremos a hacer ahora.
Con los asesinos no hay nada que hablar.
—¿Y esto qué es? —preguntó cogiendo la extraña pistola de perfil de cañón
triangular.
—La joya de la corona. La mejor que hay en el mercado.
—No me jodas…
Contaba Juan que el Batallón Vasco Español (BVE) y los Grupos Antiterroristas de
Liberación (GAL) eran organizaciones muy modernas. Un grupo de desconocidos
había realizado atentados contra terroristas de ETA durante años sin reivindicar ni
uno. La mayoría de esos atentados fueron luego atribuidos a las organizaciones
conocidas como las protagonistas de la guerra sucia del Estado contra la organización
terrorista. «He hablado con dos colegas y se suman. Tenemos también una finca en
Tarragona que nos dejan para practicar. Y hay varia gente, varios empresarios
conocidos, que pondrán pasta encima de la mesa. El asesinato de Miguel Ángel
Blanco no quedará impune».
Desde que el mes de julio anterior los terroristas habían asesinado al concejal del
PP Miguel Ángel Blanco, Juan no había dejado de moverse y de hablar con gente. En
sus inicios, había estado destinado en el País Vasco y conocía bien la zona. Además,
tenía buenos contactos allí y había colegas suyos que le echarían una mano
extraoficialmente si hacía falta. Lo primero que encargó a uno de sus colegas que se
sumaba era la confección de objetivos: un listado de personas que pasarían a ser los
objetivos prioritarios. El policía metido a investigador era de la creencia de que estas
acciones se debían llevar a cabo al margen de las estructuras del Estado y lejos de las
cloacas. Así, nadie podría conectar al gobierno con la guerra sucia. Lo único que
debía hacer papá Estado era disimular un poco y mirar hacia otro lado en
determinados momentos mientras un grupo de patriotas le hacía el trabajo sucio.
Juan era vigilado de cerca. Había cazado la matrícula de un coche que había visto
en algunas ocasiones, pero la matrícula estaba reservada. Ni siquiera él podía tener
acceso a la unidad a la que estaba asignada. En una ocasión, cuando iba en moto,
pudo sorprender a uno de sus vigilantes. Sabía que solo querían conocer sus
movimientos. Si hubiesen querido hacerle daño, ya se lo habrían hecho. «¿Quiénes
sois? ¿Por qué me seguís?». «Ya lo sabes, tío. Asuntos Internos. Hemos venido de
Madrid». Le dejaron una tarjeta. Comprobó los teléfonos que figuraban en la misma.
No se correspondían a ninguna de las sedes policiales de Interior. Y no podía conocer
su ubicación. Había algo que no cuadraba.
En noviembre de 1997, cuando se desplazaba en su ciclomotor, un vehículo lo
atropelló y se dio a la fuga. Pudo ser una coincidencia, pero, en todo caso, era un
aviso. Con unas cañas encima de la mesa y una ración de olivas, Juan se inclinó sobre
la mesa y bajó la voz.
—Pero no te he llamado por eso. Necesito que me eches una mano.
—Dime.
—El año pasado, me encargaron un informe sobre los Pujol. Ya tengo un avance
hecho y quería que le echases un vistazo. Lo ha encargado un empresario, un tío muy
gordo que dice que el hijo mayor, el Jordi, trabaja para Serhs y está moviendo dinero
en Andorra. Además, me llegan informaciones de que algunos de los hijos de Pujol
tienen dinero escondido allí.
—Es la primera noticia. Que tiene muchos negocios, seguro. Pero con Serhs jamás
me había salido la conexión. Y lo de Andorra, pues qué quieres que te diga. Por decir,
siempre dicen muchas cosas. Otra cosa es lo que luego se demuestra.
—Hay una serie de suspensiones de pagos que han dejado casi en la ruina a este
empresario. Se hacen desaparecer las empresas y no pagan nada. Es una pirula de
narices y está también por medio una compañía que se llama Europraxis. Es una de las
que se mueve por Andorra.
—A ver, pero esa no es de Jordi Pujol, sino de su hermano Josep.
—Aparecen los dos juntos. Eso es lo que nos ha dicho el cliente: que siempre van
juntos. Por eso quería conocer la relación de todos ellos. Es un tema del que ya
tenemos hecho mucho trabajo y puede ser interesante trabajarlo más a partir de lo que
tenemos. Bueno, míratelo y dime algo en cuanto puedas. Si lo completo, puedo tener
un nuevo dossier ampliado que darle a mi cliente y tú puedes tener un reportaje de
puta madre.
Le alargó un abultado sobre, que el periodista recibió con interés. «Tú has seguido
temas de corrupción y conoces muchas historias. A ver si se puede complementar,
porque creo que aquí hay un tema de interés general y debemos decir a la gente de
qué palo van estos cabrones», añadió mientras señalaba con el índice el sobre.
El dossier era de cientos de páginas, porque incorporaba registros mercantiles,
estados de cuentas de las empresas, propiedades y proveedores de Europraxis Group,
Cuina Serhs y Europea de Cuinats.
Comenzaba refiriéndose a Europraxis, a la que conectaba con una empresa
holandesa y contaba que por una cuenta abierta en la Banca Reig de Andorra habían
pasado 4 millones de libras esterlinas, llegadas desde un banco americano, y 2
millones de francos franceses. Estas operaciones se habían realizado en 1994. El
informe examinaba luego las otras dos empresas y resaltaba de Cuina Serhs que era la
proveedora mayoritaria de los centros penitenciarios catalanes, «que dependen del
gobierno que preside el padre de nuestro informado». Apuntaba también que la
empresa facturaba a la Generalitat los menús de los reclusos. Y, cosa curiosa, aunque
durante los fines de semana muchos de ellos tenían permiso, esos menús se
facturaban igualmente. También se contabilizaban los reclusos en régimen abierto, que
lógicamente no comían en prisión.
El dossier sacaba pobres conclusiones, a pesar de que los colaboradores de Juan lo
habían trabajado a fondo, llamando a muchos proveedores y consiguiendo extractos
bancarios de las cuentas de las empresas referidas, así como datos de otros
organismos públicos.
Unos días más tarde, el periodista le llamó.
—Juan, tenemos que hablar. Me he mirado esto con lupa y hay cosas en las que vas
errado. Y otras cosas a las que no les veo interés. Como has trabajado el tema,
supongo que tendrás muchos detalles que podemos comentar. Además, no sé
exactamente por qué relacionas la empresa de Josep y la que quebró de Jordi.
—Oye, pues quedamos y lo comentamos. Pero ha de ser después de Navidades,
que además ya no llevaré yeso.
—De acuerdo. Si no hablamos, que pases buenas fiestas entonces.
—Igualmente. Buenas fiestas y nos vemos después.
La semana siguiente fue prácticamente inhábil en Cataluña, porque los festivos de
Navidad y San Esteban caían en jueves y viernes. El 5 de enero, un inspector jefe de la
policía llamó al periodista.
—Juan ha muerto —fue su lacónico mensaje.
—¿Qué dices? ¿Cómo? ¿Cuándo? Si teníamos que vernos —respondió como si ese
hecho pudiese invalidar la cruda realidad.
—Apareció en una habitación que tenía en el despacho con un tiro en la cabeza. Se
suicidó.
El periodista no se lo podía creer. Quedó con el inspector jefe para que le contase
los detalles.
—Sé que estaba en temas delicados. Le habían atropellado y lo vigilaban. Pero no
me creo que se haya suicidado. ¿Estás seguro? ¿Habéis mirado todos los detalles?
¿Con qué mano se suicidó?
—Todo está verificado. Fue un suicidio. Hablé con su mujer y me dijo que desde
hace unos meses estaba muy deprimido. Salió el día de Nochebuena y, al no llegar a
casa a cenar, me llamó para decírmelo. El día de Navidad por la mañana, en vista de
que no aparecía, se acercó al despacho y encontró el cadáver.
—No me lo puedo creer. ¡Si hace unos días estaba haciendo planes de futuro y con
una ilusión de la hostia! Además, me dio una documentación importante que aún
guardo en el coche.
—Pues no hay nada raro en la muerte. Lo hemos mirado del derecho y del revés.
El inspector jefe aseguró que en el despacho no se había encontrado ningún maletín
con pistolas. El arma del suicidio era la suya oficial. Pero no había ni rastro de más
armas.
Cuando dejó al policía, el periodista se dirigió a la tienda de ropa de marca donde
trabajaba la esposa de Juan, a quien conocía por haberla visto en varias ocasiones.
«Lo siento. Me acabo de enterar. ¿Podemos quedar?». A las 20.30, quedaron en un bar
de Gran Via, donde habían estado con el investigador en alguna ocasión y donde los
conocían. Lo que ella le dijo era aproximadamente lo mismo que le había dicho el
inspector jefe. No había notado nada extraño: ni desaparición de documentos, ni
conductas inapropiadas, ni movidas raras.
—¿Había recibido amenazas?
—No.
—¿Le seguían?
—No… creo. Le habían seguido. En varias ocasiones me lo había dicho.
—¿Y el maletín?
—No sé si se lo pudo dar a alguien, a alguno de sus colegas, estos días. Ya sabes
que a veces hacía cosas y lo decía luego a toro pasado.
—Me dicen que padecía una depresión.
—Ya lo conoces. Algunas veces le daba un bajón y se quedaba aplatanado.
—Pero yo había estado con él hace poco y no noté nada.
—A veces se le notaba y a veces no. Iba por días. Los últimos meses había tenido
muchos altibajos, pero aún así no me esperaba lo que pasó.
El letrilla le puso encima de la mesa el abultado sobre con el dossier de los Pujol.
—Él había trabajado un tema delicado. Me vino a ver antes de Navidad y me dejó
esto para que lo estudiara. Quedamos en vernos después de fiestas para comentarlo.
Creo que es mejor que lo conserves tú. Yo no lo podré completar sin él, porque
conocía las claves que había investigado y por qué lo hacía.
Era el primer informe conocido y de un cierto calado que se realizaba sobre el clan.
En realidad, dentro de aquel sobre dormiría durante años el germen de lo que podía
haber sido un escándalo sin precedentes en la historia reciente de Cataluña.
El mismo día en que Juan ofreció el dossier al periodista, le dio también varias
fotos de las armas que había importado de Francia y un documento manuscrito en el
que detallaba varias de las acciones antiterroristas de guerra sucia que su grupo había
llevado a cabo años atrás y en el que identificaba víctimas y verdugos. El sobre con
todo fue guardado debajo de la tapicería del maletero del coche. Allí estaría unos días
hasta ver a qué amigo le solicitaba la custodia de los documentos… por si acaso.
Apenas unos días después, alguien entró en el garaje del periodista, abrió el
vehículo y robó el sobre con las fotos de las armas y la confesión manuscrita de Juan.
No tocó nada más, ni siquiera el apetitoso y caro radiocasete extraíble.
8. LA «PRIMERA DAMA»
Los vuelos de Marta Ferrusola
Que Cataluña era su masía parecía fuera de toda duda. Cuando CiU fue desalojada
del poder y llegó el tripartito, arrebatando la presidencia a Artur Mas por primera vez,
se desesperó. «A pesar de que ganamos las elecciones, nos robaron el gobierno. Es
como si entran en tu casa y llegas y te encuentras los armarios revueltos porque te han
robado».
Su decepción alcanzó tamaño astronómico cuando José Montilla fue designado
presidente de la Generalitat. A primeros de 2008, Justo Molinero la entrevistó para sus
medios de comunicación y publicó una pequeña entrevista en la revista del Grupo
Teletaxi, RTT.
—¿Usted ejercía el poder que tenía o no?
—Yo no he tenido nunca poder. Nunca influí en nada.
—¿Es una persona con opinión propia?
—Sí. Muchas veces no he estado de acuerdo con él, pero no era quién para decir nada.
—¿Le molesta que el presidente de la Generalitat sea andaluz?
—Un andaluz que tiene el nombre en castellano, sí. Mucho. Y, además, pienso que el presidente de la
Generalitat ha de hablar bien el catalán.12
Los testaferros
Haría falta un examen minucioso para comprender el origen de la fortuna de Jordi
Pujol Ferrusola. Por ejemplo, un palacete en la zona más cara de Barcelona, que fue
escriturado oficialmente en diciembre del 2012, ya era de su propiedad años antes. Eso
es lo que sospecha la policía, que retrotrae su compra hasta el año 2005, aunque no se
asentó la operación en ningún registro e incluso el catastro se libraba a nombre de su
antiguo propietario, José Luis Perelló, hijo de Francisco Perelló, que había sido
presidente del RCD Espanyol entre 1993 y 1997.
El rastro de los inicios de la fortuna de la familia, sin contar la supuesta herencia del
abuelo Florenci, se pierde en la noche de los tiempos. Es el misterio más bien
guardado del clan. Pero las inversiones copiosas comienzan a realizarse a partir de
mediados de la década de los noventa. A nivel local, los dos socios, Jordi Pujol
Ferrusola y Jordi Puig Godes, comenzaron a invertir en varios sectores.
En el otro lado del Atlántico, el primogénito del clan Pujol comenzó a operar en
1996. En México tomó como hombre de referencia a José de Alba, alias Chepo, una
celebridad asidua de la prensa del corazón y dueño del club Balvanera de Querétaro,
que combina club de golf, pistas de tenis, campo de polo, hospital veterinario y una
cuadra de seiscientos caballos purasangre.
De Alba fue su primer gran testaferro al otro lado del Atlántico. Fue el hombre de
paja que Júnior utilizó para invertir en una sociedad panameña dedicada a la cría de
camarones, pero que le sirvió más adelante para penetrar en otras compañías. José de
Alba era el hombre que le daba cobertura en Ipromar Ocean, sociedad creada el 8 de
noviembre de 1996 ante la notaria Noemí Moreno por la abogada Judith Gadeloff
(cuya principal misión era crear sociedades) y la ejecutiva Mavis Jessica Hernández.
Como presidente de la compañía, se puso a Juan José Baro Puyo, un oscuro
empresario que un par de años antes se había visto mezclado en un turbio asunto de
contrabando de tabaco: junto a otros empresarios y un agente encubierto de los
servicios de inteligencia españoles, tramaron hacerse con el tabaco requisado en
España para exportarlo ilegalmente a la URSS.
Pero en Ipromar Ocean aterrizaron Jordi Pujol Ferrusola, José Herrero (socio suyo
en Ibadesa y sobrino de López del Hierro), Santiago Ballesté y Jordi Suc, que se
hicieron con el 47,5 por ciento de acciones bajo mano. Oficialmente, José de Alba
tenía el 50 por ciento, pero en realidad un contrato privado reducía su participación al
2,5 por ciento de la sociedad. Ello les permitía acometer inversiones opacas en toda
Centroamérica e incluso en Norteamérica.
En México, Jordi Pujol Ferrusola también consiguió otro contacto de altura que le
habría de abrir muchas puertas: Raymundo Gómez Flores, un hombre del PRI, luego
senador por este partido, reyezuelo de la provincia de Guadalajara y uno de los
empresarios de más peso del país, que encabeza uno de los pocos holdings familiares
mexicanos. Gómez Flores es de los que afirman que el principal instrumento para el
éxito de las empresas es la familia. Se juntaban, pues, dos concepciones singulares de
la forma de hacer negocios en familia. Claro que el mexicano piensa que los negocios
son totalmente contrarios a la política y el catalán difuminaba la línea entre ambos
llegando al extremo de fusionar ambos conceptos. Sin embargo, no hay que fiarse de
las apariencias: Gómez Flores amasó la fortuna gracias a los contactos políticos y a las
privatizaciones del gobierno del PRI mientras fue presidente Carlos Salinas de Gortari.
Jordi Pujol Ferrusola comenzó a fortalecer sus negocios mientras fue presidente de
Cataluña Jordi Pujol i Soley.
La privilegiada conexión política de Gómez Flores llevó a Júnior a trabar con él una
especial relación, hasta el punto de que, en un principio, comenzó a canalizar muchos
de los negocios que quería emprender a través de este empresario. Uno de sus
proyectos estrella era que Aguas de Barcelona pudiese optar a una concesión oficial en
Jalisco y llegó a organizar una reunión del gobernador de Jalisco con directivos de la
compañía catalana.
En su agenda anotó, asimismo, otro nombre de relumbrón: el del empresario y
presidente del Guadalajara AC Salvador Martínez Garza. De una conversación con
este salió la idea de que el portero del club guadalajareño Oswaldo Javier fichase por
el Barça. Eran los primeros años de este siglo cuando Jordi Pujol Ferrusola habló con
Ramón Palou, entonces en la junta directiva del club azulgrana, para calibrar tal
posibilidad. Fue Palou quien se lo propuso a Josep Maria Minguella, pero finalmente
la operación no prosperó.
En el año 2000 Jordi Pujol consiguió todavía otro testaferro en el país: Fermín
Serrano. Un convenio firmado el 17 de noviembre del 2000 decía: «Este convenio se
deriva de que el señor Jordi Pujol no quiere aparecer como accionista de Home
Empowerment Network Inc, y, por tanto, se hace este acuerdo entre amigos». Júnior
traspasaba 250.005 dólares a Serrano «única y exclusivamente para la compra de 21
acciones de Home Empowerment Networks Inc al precio de 11.905 dólares por
acción». Entre las condiciones firmadas se especificaba que el mexicano «está de
acuerdo en vender dichas acciones en el momento, a la persona y al precio que el
señor Jordi Pujol indique», que el interesado y responsable de la venta es el catalán,
que «en caso de haber una ganancia en el valor de las acciones, entregará el monto
total de la venta de las mismas al señor Jordi Pujol», que Serrano no tendrá
responsabilidad alguna si las acciones pierden valor y que ambos están de acuerdo en
que «la entrega de los 250.005 dólares no es un préstamo y por ningún motivo podrá
ser considerado como tal».
No eran los únicos testaferros. El camino de todo dinamizador económico está
jalonado por hombres de esa naturaleza. Hombres que prestan su nombre para
salvaguardar los intereses de otros. En Andorra se les llama prestanoms (nombre con
el que se conoce a los fiduciarios en Andorra). Y en ese país Jordi Pujol Ferrusola
tiene muy buenos amigos. Uno de ellos es Francesc Robert. Ambos solían ir a esquiar
y a hacer montañismo juntos, y tienen intereses en la USAP, el ya citado club de rugby
de Perpignan que controla y ayuda el hijo del expresident. No hay que olvidar que
Júnior había sido capitán del equipo del Barça. Pero luego, tienen otra afinidad: la
política. Robert es un «pancatalanista» convencido y eso significa un plus añadido
para Jordi Pujol Ferrusola, firme partidario de los Països Catalans. Dios los cría y
ellos se juntan.
Francesc Robert y Pujol Ferrusola no solo coincidieron en sus intereses en La Seda
y en la compra de la USAP, sino que intentaron construir la mayor pista de esquí
cubierta de Europa. Era una operación pilotada por Herbert Rainford Towning, el
testaferro de Júnior en Londres, que costaría unos 400 millones de euros y que se
articularía en torno a la compañía Bantridge Holdings Limited, la misma que le
enviaba dinero a sus sociedades. Junto a ella, participaban Brantridge Establishment y
Brantridge Estates, que compraron un porcentaje de Onslow Great Blackenham
Limited, la promotora del complejo SnOasis. Este complejo, ubicado en la localidad
británica de Great Blakenham, en el condado de Suffolk, 135 kilómetros al noreste de
Londres, habría de tener un hotel, un centro de convenciones y una pista de patinaje,
además de la pista de esquí, pero fue paralizado por las autoridades británicas.22 En
ese complejo aparecía Francesc Robert, exdirector de la Radio Televisión de Andorra,
como propietario del 12,5 por ciento de la sociedad Onslow Ditchling Ltd., una de las
participantes. Esta compañía estaba participada en un 37,5 por ciento por… Brantridge
Estates, una de las tapaderas de Júnior.
En el pequeño paraíso pirenaico aparece también otro nombre estrechamente
vinculado a la familia Pujol: el rumor más extendido era que un miembro de la
Guardia Civil podía haber actuado de testaferro del clan e incluso se había mirado
hacia el coronel Matas, pero esa pista era falsa. El verdadero testaferro que Pujol
Ferrusola tenía en Andorra era Enric Dolça, que estuvo vinculado una década al comú
de Ordino. Al parecer, Dolça provenía del Cuerpo Nacional de Policía. Pero supo
hacer fortuna y acabó siendo un potentado, con negocios en depuradoras de agua y
explotación de pistas de esquí. «Se casó con una andorrana y tiene también negocios
de empresas de vigilancia e inmobiliarias. Incluso participó en la creación de un
laboratorio de talla de diamantes en el Balcó d’Ordino en los años noventa. En esa
época, mantenía una fluida relación profesional con Tita Cervera», detalla uno de sus
clientes, al que ayudó en la compra de dos apartamentos.
Ese cliente recuerda que en aquella época, el hijo del entonces president se
vanagloriaba en público de que tenía intereses en un museo de iconos rusos. En su
comparecencia en 2015 ante el Parlamento catalán reconoció que era íntimo amigo de
Toni Zorzano, propietario de varios museos en el Principado, dos de ellos
relacionados con Rusia: uno era el Museo de la Miniatura; el otro, el de iconos.
Zorzano había sido jugador de rugby, como Júnior, pero en el Andorra, y se habían
conocido en el terreno de juego.
Jordi Pujol Ferrusola tuvo muy mala suerte. Se echó de novia a Victoria Álvarez,
una mujer con la cabeza bien amueblada, inteligente y empresaria con posibles, que
no necesitaba ser una mantenida. Por eso pudo volar siempre sola. No necesitaba ni el
intelecto de Júnior ni su cuenta corriente. Mantuvo una relación de casi cuatro años
con él y cortó.
—Pues tienes un problema: yo no quiero cortar contigo —le avisó él, dispuesto a
no dejar escapar a la mujer
Comenzó un calvario. Cuando su hijo cumplió los dieciocho años, se sentaron a
hablar.
—Pero mamá, ¿tú eres la que me dice siempre que hay que ser sincera y leal? ¿No
me estás educando en unos valores? Ahora tienes un problema y has de hacerle frente,
no girarle la cara. Tú, que eres la que tanto me decías… ¡y entre todos nos vais a dejar
un país de mierda! —le espetó el chaval.
—Cuidado, hijo, esto puede ser muy duro. Esto va a traer consecuencias. Lo
pasaremos muy mal y hablarán muy mal de tu madre. Dirán incluso que soy una
fulana…
—No lo entiendo. ¿Por qué van a decir que eres una fulana?
—Porque sí. Cuando una mujer se gana bien la vida y llega a un nivel y luego tiene
unas relaciones y pone en la opinión pública determinadas cosas… siempre se ve
como la mala de la película. Habrá ataques desde todos los lados.
—Pero bueno. Tú no puedes seguir así. Pero te aviso que ya tengo dieciocho años
y que puedo ir yo a la policía y denunciar. O vas tú o voy yo.
Dos años más tarde, Victoria rememoraba el diálogo con su hijo. «Tuve que
sentarme, mirarlo a los ojos y coger el toro por los cuernos. Tenía que tomar una
decisión, porque no podía dejarle a él la responsabilidad de sacar todo a la luz, porque
lo que estaba diciendo era la pura verdad, lo que yo le había inculcado. Y me decidí a
denunciar. Hablé con él, hablé con mi familia, hablé incluso con mi exmarido. Tuve el
apoyo total de todos. Y decidí que las corrupciones se han de saber de una vez».
Fue una decisión trascendental. Una decisión que posiblemente haya cambiado el
curso de los acontecimientos históricos del país, porque comenzó un efecto dominó
imparable. Si Victoria se hubiese paseado por los platós de televisión sacando
rendimiento económico de su relación, muy posiblemente la cosa no hubiese pasado a
mayores. Pero sus apariciones públicas, enmarcadas en una atmósfera de normalidad,
sin contradicciones y sin exageraciones, le confirieron una pátina de credibilidad,
acrecentada cuando comenzaron a aparecer, no ya indicios, sino pruebas sólidas e
irrefutables de que lo que decía era absolutamente cierto. Los Pujol habían dado con
una personalidad más fuerte e íntegra que la suya. Con la horma de su zapato.
Para que comenzasen a aparecer las primeras pruebas tuvo que pasar tiempo. En el
ínterin, Jordi Pujol Ferrusola intentaba acercamientos periódicos a la que había sido
su novia, que ya no quería saber nada de él. «Una noche, yo cenaba con unas amigas
en la calle Ganduxer. Al salir, nos paramos a hablar un rato en la acera. Él pasaba en
su moto y me vio. Me esperó un poco más arriba, en un semáforo. “Quiero hablar
contigo”, me dijo. “Pero ¿qué tenemos que hablar?”. Insistió. Cuando le interesaba
mucho una cosa, se ponía muy pesado y le concedí que hablase. Me dijo que todavía
tenía muchas cosas que hacer y que España se le había acabado. Yo alucinaba. Fue
cuando me dijo si me iba a vivir con él a Nueva Zelanda. Al día siguiente se casaba su
hija, eran las 4.30 de la madrugada y estaba todavía contándome cosas».
En otoño de 2012, Jorge Moragas, jefe de Gabinete del Presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, le envía un SMS a Victoria. Los dos eran amigos desde el colegio y no
habían perdido la comunicación. «Si dieses una entrevista y lo contases todo salvarías
a España y yo te haría un monumento». Moragas era entonces conocedor de los
problemas que la pareja había tenido y ella le había explicado un cierto acoso por
parte del Pujol. Es la época en que se filtra el supuesto informe de la Udef, en plena
campaña electoral catalana.
A finales de noviembre, dos policías de Madrid se reúnen con Victoria en el hotel
Princesa Sofía de Barcelona. Llevan el encargo de saber qué puede contar y de
ofrecerle garantías de que será defendida de cualquier amenaza. Le proponen ir a Via
Laietana, donde está la sede de la Jefatura de Policía de Barcelona, pero ella se niega.
Luego, en enero de 2013, le confesaría al juez que «Felip Puig es el íntimo amigo de
Jordi Pujol Ferrusola y ahí se pone un pie y se entera hasta el apuntador y ante esto,
yo, oiga, soy una persona muy normal, no quiero… todo esto me viene muy grande
(…). Si piso esa comisaría de Barcelona, en el minuto cero, Jordi Pujol Ferrusola lo
sabe. El contacto entre estos dos es constante». Se refería al contacto entre Puig, que
acababa de cambiar la Consejería de Interior por la de Empresa y Empleo, y Júnior.
Así pues, el 13 de diciembre de 2012, Victoria acepta ir a Madrid para ratificar ante
la Udyco (Unidad contra la Delincuencia y el Crimen Organizado) todo lo que sabía.
«Lo que me pediste», comunica por SMS a Moragas al acabar su comparecencia en la
Audiencia, dándole cuenta de su iniciativa. «¡Uauuu! Yo te haré un monumento a tu
cuerpo», contesta el jefe de gabinete.
El 17 de enero de 2013 Victoria Álvarez se plantaba ante el juez Ruz para realizar
una larga declaración oficial. A primera hora de la mañana, recibía un mensaje de su
amigo Jorge Moragas. Pasado el mediodía, Moragas vuelve a enviarle un mensaje. «Si
tienes miedo y no tienes pruebas, retírate, porque esto no va a ser fácil. Tu relación
con ese señor es compleja. Eres adulta y buena persona. Haz lo que te diga tu
abogado. Cuida tu credibilidad y no impliques a nadie que no haya hecho nada, ese es
mi consejo. Abrazo». Ella continúa ante el juez y él envía otro a las 13.15 horas.
«¿Qué tal ha ido?». A media tarde, Victoria le contesta. «No te preocupes. Yo, ante
todo, soy noble. Ni una implicación a nadie. Estaba el abogado de Jordi y me ha
hecho llorar, pero Ruz le ha parado tres veces». A continuación recapacita y le envía
una nueva comunicación: «Fiscal y juez conmigo. El otro, un hp». Y a última hora de
la tarde, Moragas la anima. «Eres una bestia parda y noble, claro que sí. Todos mis
respetos. Siento lo de las lágrimas. Si necesitas algo, dímelo. Besos y mucho abrazo».
Los dos amigos llevan sus comunicaciones con suma discreción. Habían acordado
verse en Barcelona durante aquellas Navidades, pero abortan el encuentro porque ella
se siente vigilada. Le siguen los pasos. En los círculos de la investigación privada se
rumorea incluso que una detective es la encargada de controlar las veinticuatro horas a
Victoria Álvarez, por orden de otro despacho de detectives que, a su vez, seguía
directrices de círculos cercanos a los Pujol. Se trataría de una operación compartida en
la que deberían intervenir diferentes bufetes de investigadores para dificultar la
identificación de los sabuesos.
Su declaración ante Ruz, realizada el 17 de enero de 2013, fue decisiva para iniciar
una investigación en toda regla. Por primera vez, la policía española tenía un testigo
de calidad e indicios muy directos y verosímiles sobre las actuaciones del clan Pujol.
Nunca hasta ese momento habían tenido tantas pruebas e información de una fuente
de primera mano. Victoria se sincera y le dice al magistrado que se decide a hablar
«primero, porque esto no es Barcelona, ni Cataluña, con lo cual me quedo más
tranquila. Porque veo que se está empezando a investigar cosas que merecen la pena
que estén saliendo de una vez. Y porque sé que no estoy sola en esto. Mi hijo cumple
dieciocho años y después de todo lo que había visto, si no iba él a declarar… él se iba
a la policía a denunciar a este tío. Digo: “Para, para, para”. “Ya tengo dieciocho años.
Todo lo que nos ha hecho este tío y todo lo que hemos visto lo voy a denunciar,
mamá, ya puedo hacerlo”». Eran, aseguraba, los malos tratos, un acoso incesante
durante los últimos meses.
Victoria había conocido a Jordi Pujol Ferrusola en febrero de 2006 en un avión. Se
miraron, se gustaron y quedaron para salir. Ahí comenzaron una historia de amor que
comenzó de color rosa y acabó de color morado. Durante esa relación, contó, se
desplazó en coche con él a Andorra en una decena de ocasiones.
—¿Me puede describir qué sabía usted de esos viajes a Andorra? —le preguntó el
juez Ruz.
—Lo que me decía es que tenía trabajo, que incluso tenía un museo ahí y tenía
socios en varias cosas, hasta un día, en el 2008, que en uno de estos viajes, abriendo
para sacar las maletas del coche y subir al AVE, se abre una especie de mochila y
había muchísimo dinero.
(…).
—¿Dónde ubica usted esto? ¿En un hotel?
—No, en la estación. En el parking, en el AVE de Lleida. Hay un parking detrás y
ahí dejábamos las maletas y las cogíamos para subir al AVE y fue en ese momento.
—¿Dijo usted en su declaración que eran billetes de 500 euros?
—Billetes de 200 también había, pero principalmente de 500.
—¿Supo usted cuántos? ¿Qué tamaño tenía la bolsa? ¿Por qué dijo que eran
muchos?
—Eran muchos porque eran como dos tochos así de billetes. Primero, de billetes de
200.
—¿Estaban empaquetados o estaban sueltos?
—Con unas gomas puestas. Supe la cantidad que era y todo lo que era porque
luego oí una conversación.
—¿Luego en qué momento?
—En Madrid, en el coche y en Madrid. Perdón, en el AVE y en Madrid.
—¿Y quién tenía esa conversación?
—La estaba teniendo Jordi Pujol Ferrusola con su exmujer.
—¿Y de qué hablaban?¿Lo pudo escuchar?
—Pues que había ido todo muy bien y de qué intereses habían sacado eso.
—¿Eso?
—Sí. Habló que habían sacado cuatrocientos mil y pico de euros de intereses este
año y que estaban muy contentos (…). Estábamos en el andén, además recuerdo
perfectamente que era en el andén del AVE,
(…).
—¿Le preguntó por el origen de ese dinero?
—En ese momento, no. En ese momento, no le pregunté el origen de nada.
—¿Y en algún momento?
—Sí, a la vuelta de ese viaje fue cuando realmente se lo dije. Digo que, perdone,
pero se lo dije así, bajando del coche. Le dije: «Eres un auténtico hijo de puta, digo, si
tú te dedicas a hacer estas cosas, creo que me tendrías que avisar si vamos a subir y
mover dinero o lo que sea. Me tendrías que avisar y yo decidir si quiero ir o no.
Porque aquí te pasa cualquier cosa y yo estoy al lado. O sea, no me hagas más estas
cosas». Desde entonces, no quise volver a subir a Andorra con él.
—¿Pero a usted le pareció ilegal este proceder, lo de que llevara tanto dinero?
—Fue a buscar dinero a Andorra, evidentemente.
—¿Y no lo denunció usted, no pensó en denunciarlo, no se asesoró para así
denunciar?
—He ido asesorándome. Con este abogado he ido preguntándole cosas. En
Barcelona, es imposible hacer esto. En Cataluña es imposible.
Victoria no escatimó detalles al referirse a que cuando subían a Andorra, Júnior
llevaba dos teléfonos móviles a través de los que hablaba continuamente y conforme
pasaba el tiempo se iba poniendo histérico. «Y en ese momento, que nadie le diga
nada»…
Con el primogénito del clan Ferrusola también viajó a Londres en septiembre de
2006. Él quería comprarse un coche de carreras, puesto que promocionaba la
escudería Teamcat. Pero acabaron en un despacho en el 128 de Moon Street. Era la
oficina de Herbert Brandford Towning. «Herbert es un señor de origen hindú, unos
setenta y pico años y ahí me presenta a otra persona, Rupert Galliart». En realidad, es
Rupert Galliers-Pratt, el extravagante aristócrata británico. En ese viaje, le ofrecen
realizar alguna operación con empresas de telecomunicaciones, que es en lo que ella
trabaja y, cuando responde que hablaría con sus socios para ver la viabilidad, le
apostillan: «No te preocupes. Las empresas las abrimos en Liechtenstein desde aquí».
Una de las compañías con las que pretendían operar, además, era Vístula
Communications Service, lo que ya barruntaba negros nubarrones para el negocio.
Victoria no lo veía claro. Al día siguiente, la pareja se desplaza a la fábrica de Lotus
para ver el bólido. Y es entonces cuando llama Marta Ferrusola. Jordi pone el manos
libres, porque va conduciendo:
—Le dice… bueno, lo digo en castellano, ¿eh? Mejor que en catalán. Dice: «Hola,
¿ya están en Londres? Bueno, pues que sepas que está el dinero: los 400.000 ya están
preparados. ¿Vale?». Yo, esto, no sé a qué se refiere…
—Lo que oye usted, «los 400.000 ya están preparados».
—«Ya están preparados y están donde tienen que estar» o «están preparados donde
deben estar», la frase exacta no me acuerdo, que hace mucho tiempo de esto (…).
Luego, me explicó al cabo de un tiempo que el Herbert este se dedica al blanqueo de
dinero en las Islas del Canal.
—¿Cuándo se lo explicó?
—Pues me lo explica un día que me llama a mí un amigo que quería también
blanquear… Oye, ¿cómo se blanquea una factura? ¡Yo qué sé cómo se blanquea una
factura! Y Jordi me dice. «¿Quieres que te explique cómo se blanquea el dinero con
las facturas?». Y me explicó: «Mira, tú haces una factura en un país extraño de una
mercancía que luego no llega pero tú has facturado». Bueno, me empezó a explicar…
dice… bueno, esto es a lo que nos dedicamos con Herbert.
Victoria detalló también que su entonces novio había construido en México el hotel
El Encanto y que había puesto en marcha varios proyectos más, entre ellos el de
telecomunicaciones con las tarjetas Billetel, «unas tarjetas prepago para que la gente de
Estados Unidos pasara dinero a México por vía telefónica». Esa era la información que
ya constaba en los informes policiales de la Udef de hacía un par de meses. Y dedicó
un recuerdo a la operación de compra de Puerto Rosario, en Argentina, donde dijo
que Jordi Pujol Ferrusola había invertido 40 millones de euros.
De la inauguración del hotel El Encanto en noviembre de 2010 quedó un extenso
reportaje gráfico en las revistas de sociedad mexicanas. El establecimiento está
enclavado en un terreno de más de 13.000 metros cuadrados y cuenta con 44
apartamentos, de los que la mitad son bungalós.
Apenas dos meses más tarde, los días 4 y 12 de marzo de 2013, Victoria Álvarez
declaró ante la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC). Les dio permiso para clonar
sus teléfonos móviles y su ordenador. «Por si acaso. Por si a alguien se le ocurre
hacerlos desaparecer», dijo la exnovia de Jordi Pujol Ferrusola. Tenía razón. Meses
más tarde, alguien entró en su vivienda y le robó el portátil. Todos los documentos
importantes, no obstante, estaban a salvo.
«En la Audiencia Nacional expuse unas suposiciones que ahora he podido
confirmar», dijo a sus interlocutores. Aunque se dijo que la OAC retuvo las pruebas
que tenía y su declaración, esa versión no es del todo correcta. El 18 del mismo mes
de marzo, la oficina emitía una resolución de finalización de diligencias, suspensión
de actuaciones y remisión a la Fiscalía de las mismas. A principios de abril, dos
miembros de la OAC se desplazaron a Madrid y entregaron a la teniente fiscal de
Anticorrupción, Belén Suárez, los informes y todo el expediente. Gran parte de lo que
Victoria Álvarez había dicho a los responsables de este organismo ya lo había
manifestado en su declaración del 17 de enero del 2013 ante el juez Pablo Ruz, aunque
había algunos extremos nuevos.
En su informe final, la OAC decía que «en términos generales, la mayoría de los
extremos expuestos por la compareciente han quedado indiciariamente corroborados».
Pero advertía que «sin perjuicio de la valoración que proceda oportunamente, la
versión de la compareciente no resulta homogénea en el tiempo, además de que los
extremos verosímiles que afloran a modo de corroboración periférica son datos e
informaciones, como se acaba de indicar, ya difundidos o accesibles en distintas
fuentes abiertas: asimismo, podrían concurrir motivos espurios en la declaración de la
compareciente».
Esta sorprendente conclusión era una clara concesión a CiU. En algunos círculos se
afirmaba abiertamente que una copia de todo el expediente había sido enviada
también a un alto dirigente de Convergència, con cargo oficial en el gobierno. Desde
la OAC lo negaron, pero en la mesa de ese dirigente había una copia de todo. ¿Quién
la había enviado? Se manejaron dos nombres de la reducida cúpula de Antifraude. Lo
cierto, no obstante, era que el pleito que pudiera tener Álvarez con Pujol Ferrusola no
salpicaba en absoluto a CDC.
Los hechos que denunciaba tenían cuatro vertientes, según el informe entregado a
la Fiscalía:
1. La evasión de importantes sumas de capitales en desplazamientos a Andorra, Madrid o Londres,
hechos que reveló en su día a raíz de unos seguimientos a que fuera sometida.
2. Una ingente inversión para la adquisición en 2006 y la reciente venta en 2012 del Puerto de Rosario
(Argentina), operación esta —junto a otras de naturaleza inmobiliaria llevadas igualmente a cabo en el
extranjero— a través de las que el señor Pujol Ferrusola «blanquearía» dinero de su propiedad
reinvirtiéndolo en ampliaciones de capital de mercantiles españolas.
3. Otra importante inversión para la construcción del Hotel Encanto en Acapulco (México).
4. La existencia de una comunicación electrónica por red social remitida a la compareciente, por error,
por el hermano del señor Pujol Ferrusola y cuyo contenido estima sospechoso.
Al margen de las relaciones con sus sospechosos habituales, Júnior era consciente
de que debía moverse con rapidez si no quería que le fuesen congelados todos los
fondos. En julio de 2014, tras la confesión de su padre, la Fiscalía pidió enviar una
comisión rogatoria a Andorra para detectar e incautar los fondos que Jordi Pujol
Ferrusola pudiera tener en el principado pirenaico. La confesión del patriarca afectaba
a Marta Ferrusola y a sus hijos Marta, Pere y Mireia. Pero era posible que Jordi
también tuviese implicaciones, por lo que había que minimizar riesgos. Al día
siguiente, un auto de 23 páginas del juez Ruz acordaba remitir la comisión rogatoria a
las autoridades judiciales de Andorra para conocer todos los movimientos que
pudieran tener Júnior, su exesposa, Mercè Gironés, o cualquiera de sus empresas
Project Marketing Cat, Imisa, Inter Rosario Port Services, Active Translation,
Iberoamericana de Business and Marketing e Irigem 2012.
En la comisión rogatoria se detallaban operaciones de Pujol Ferrusola y sus
empresas, así como operaciones concretas con facturas millonarias. Ahí aparece el
nombre de Francesc Robert, un íntimo amigo andorrano de Júnior. La vinculación
entre ambos era una factura de 48.712,20 euros de Imisa a la sociedad Ostapris
Investments, una inmobiliaria controlada por la inglesa Mablethorpe Limited, cuyo
administrador era Robert. Este es un íntimo de la familia. Por si fuera poco, según
recoge el escrito enviado al país vecino, «habría estado un tiempo al frente de la
sociedad conocida como La Seda de Barcelona, mercantil que ha aparecido en varios
sumarios judiciales por haberse desarrollado prácticas de corrupción en su seno,
representando a unos accionistas próximos al banco andorrano Andbanc». Era otra
muestra más de la endogámica sociedad de los negocios catalanes.
Jordi Pujol sabía que le seguían los pasos y estaba cada día más nervioso. Año y
medio encima de sus cuentas y sociedades era peligroso y por eso tenía que moverse
con rapidez, así que el 4 de agosto de 2014, Jordi Pujol Ferrusola envía desde una
cuenta de la Banca Privada de Andorra 2.435.000 euros a una cuenta mexicana a
nombre de la empresa Anzuelos Soluciones.
El juez toma declaración al matrimonio Pujol-Gironès a mediados de septiembre,
pero ambos niegan tener dinero fuera. En octubre, la Audiencia descubre el envío
millonario de fondos a México en el mes de agosto. Saltan las alarmas. ¿Está Jordi
Pujol Ferrusola escondiendo su fortuna para evitar la incautación? Ruz dicta un nuevo
auto, con fecha 22 de ese mes, ampliando la comisión rogatoria a Andorra y enviando
otras a México, Liechtenstein y Gran Bretaña. Es el mismo auto donde imputa a los
once empresarios amigos y cita a declarar a veintisiete más. Y pide, por fin, el bloqueo
de fondos que el avispado «dinamizador económico» pudiera tener en el principado
de los Pirineos.
Lo importante, no obstante, era que por primera vez se iba a investigar la trama de
los Pujol que afectaba a Liechtenstein. Hasta ese momento, se había apuntado a que
era el patriarca quien podría haber escondido activos en el pequeño principado
centroeuropeo. El 14 de octubre, la Dirección General de la Policía envió una
comunicación al Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona, que investigaba el
tema de las cuentas de Andorra, en el que decía que «a través de Interpol-Vaduz, se
recibió comunicación electrónica en la que se nos hace saber de la existencia de un
procedimiento penal abierto por la “Princely Court of Justice” con número 14
UR.2014.405, por sospechas de blanqueo de dinero contra el que identifica como
Jordi Pujol, de nacionalidad española y nacido el 9-6-1930. Se nos confirma
posteriormente que se trataría de Jordi Pujol Soley». Desde Vaduz, el juez Michael
Jehle pedía antecedentes penales y la policía alertaba a la juez Beatriz Balfagón de ese
procedimiento y le pedía «si no tiene inconveniente en poner en conocimiento la
referencia de sus diligencias previas a la autoridad judicial de Liechtenstein a través de
Interpol-Vaduz».
En diciembre se archivó la investigación porque no se encontraron pruebas de que
el expresident tuviera cuentas en aquel país. ¿Por qué, pues, se había iniciado el
procedimiento? En realidad, alguien había alertado a las autoridades del principado de
que Jordi Pujol podía haber escondido allí dinero proveniente de corrupción. Y ese
alguien permanecerá en el anonimato al haberse archivado el caso, aunque algunas
instancias oficiales del Gobierno de España no son ajenas a ello.
Tras el archivo de la investigación contra Jordi Pujol i Soley, solo quedaba la pista
de Jordi Pujol Ferrusola. Y esa sí existe. Júnior, a través de Herbert Rainford
Towning, había diseñado una intrincada red internacional de empresas. En Londres, el
testaferro puso a disposición de su cliente catalán la sociedad Brandtridge Holdings,
controlada por Brandtridge Establishment, con sede en Liechtenstein. Y en Estados
Unidos operaba Brantridge State.
El 20 de octubre, la teniente fiscal Anticorrupción, Belén Suárez, pone el dedo en la
llaga. Descubre que la empresa Imisa de Júnior recibió más de 253.000 euros de
Brantridge Holdings, mientras que la compañía Project Marketing Cat percibió 750.000
euros en varias remesas. Dos de ellas, por valor de unos 450.000 euros, provenían de
Brantridge Establishment y las otras dos de la compañía londinense. «Se tiene
conocimiento que Brantridge Establishment es una sociedad de Liechtenstein que fue
creada en el año 2005 y disuelta en marzo de 2014, datos que corroboran otros
contenidos de este procedimiento (…) y su disolución lo ha sido tras iniciarse el
presente procedimiento, incoado por auto de 28 de diciembre de 2012», escribía la
fiscal. A partir de ahí, el tema de Liechtenstein entró en vía muerta y los Pujol dejaron,
oficialmente, de operar con instrumentos radicados en el pequeño principado
centroeuropeo.
El restaurante maldito
El 12 de julio del 2011, el restaurante La Camarga de Barcelona acogía una
importante reunión: compartían mesa Oriol Pujol, Sergi Alsina y Sergio Pastor. Un
mes antes, el 9 de junio, Oriol se había sentado a cenar en el mismo lugar con Sergi
Alsina y con Xavier Pujol, de Ficosa. Allí, según se desprende de las comunicaciones
posteriores, acordaron crear la empresa pantalla que habría de tener las certificaciones
y optar a las ITV. El día 15 de junio, Alsina enviaba un revelador SMS al dueño de
Ficosa: «Nosotros ya hemos empezado a constituir una sociedad conjunta con Sergi
Pastor, que será la que participará en Newco. Sería bueno firmar el MOU
(Memorandum of Understanding) para que Sergi pueda comunicar formalmente a
Scalextric. Respecto a tu conflicto interno, hablamos después Oriol y yo. Si crees que
hay cualquier cosa en la que te podamos ayudar él o yo nos lo dices. Un abrazo».
En apenas un mes, La Camarga había acogido dos reuniones cruciales del secretario
general de Convergència, que, sin él saberlo, estaban siendo controladas por la
policía. El lugar parece estar maldito para el clan Pujol. Allí se confesó la exnovia de
Jordi Pujol Ferrusola, alias Júnior, con la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-
Camacho, en una conversación cuya divulgación provocó uno de los mayores
escándalos político-económicos de los últimos años. Y allí cazaron al Príncipe con sus
supuestos socios de negocios turbios. Un lugar, pues, para olvidar.
«Se constata que a las 17.00 horas Oriol Pujol abandona dicho restaurante en su
motocicleta. Posteriormente, a las 17.10 horas efectúa la salida del lugar Sergi Pastor y,
finalmente, abandona el lugar Sergi Alsina a las 17.12 horas», decía el atestado
policial. Ninguno sabía que sus movimientos estaban siendo seguidos
milimétricamente bajo supervisión judicial. Diez minutos más tarde, Pastor llamó a su
amiga María Jesús Muro para explicarle con pelos y señales lo hablado durante el
ágape. Y le anunció una cena de las parejas que intervenían en el negocio para finales
de mes. Esa cena se celebraría el 27 de julio en el domicilio particular de Sergi Alsina
y a ella acudirían Oriol Pujol, Sergio Pastor y Xavier Pujol, de Ficosa, todos
acompañados de sus respectivas esposas. Eran los supuestos socios de lo que sería el
negocio del siglo. Era la primera gran cumbre de los Siete Magníficos.
En su subjetiva percepción del encuentro de La Camarga, Pastor aseguró a Muro
que Oriol le había reconocido que le debía «una muy gorda. Porque a él le abandonó
todo el mundo. Yo, a su mujer, la tuve colocada, pero no lo supo nadie, en Applus.
Cuando ellos perdieron el poder y les retiraron todo, el único que le quiso colocar a la
mujer fui yo y además no se supo nunca», confesó. Se refería a cuando él ocupaba el
cargo de consejero delegado de la compañía de certificaciones y CiU perdió la
Generalitat en las elecciones de finales de 2003. Claro que Pastor alardeaba en otra
ocasión de que iba a ser nombrado consejero de Idiada, empresa pública de
investigación en el campo de la automoción, por recomendación de Oriol Pujol.27 Y
más: en una conversación telefónica se atrevió a chulear: «Hay una ITV con el
nombre de Sergio. Hay una ITV marcada, es decir, una concesión o autorización,
como le quieras llamar, con mi nombre y con quien vaya yo, ¿me entiendes?». Su
detención rompió el cántaro de la lechera que llevaba sobre su cabeza, lleno de
proyectos, de estaciones de ITV y de fuentes de dinero.
Con quien tenía amistad Oriol, en cambio, era con Alsina, al que llamaba
periódicamente y a quien enviaba mensajes. Ambos eran también vecinos de segunda
residencia: tenían sendos chalés en la localidad de Urús, comprados al alimón y
encargados a Máxima Grupo Inmobiliario en 2008. El constructor los dejó plantados y
vendió los terrenos a la constructora Teyco, propiedad de la familia Sumarroca, que
fue la que finalmente realizó las construcciones. La policía investiga si el político pudo
utilizar en esta operación dinero negro. En la misma urbanización, dispone de otro
chalé el matrimonio formado por Pedro Navarrete y María Jesús Muro, del grupo de
los Siete Magníficos.
Que Alsina tenía ascendencia sobre Pujol parece indudable. El 20 de junio de 2011,
el empresario le envía un mensaje a su amigo el político: «Oriol, Renta Corporación
consiguió un acuerdo de refinanciación con los bancos hace unas semanas. Ahora
están negociando con ICF, propietario del inmueble, una reducción de la superficie
que ocupan y del importe del alquiler (otros inquilinos como Fornesa ya lo han
conseguido). Renta es una de las pocas cotizadas catalanas que nos quedan. ¿Te
puedes interesar? Si puedes hacer alguna cosa, me lo dices, si puede ser antes del
miércoles, que veré a Lluís en la junta. Gracias. Sergi». Al día siguiente, le insiste:
«Oriol, ¿has podido hacer alguna cosa para el tema de Renta con ICF? Por otro lado,
Xavier y Pedro me llaman para preguntarme el nombre del sustituto de Ciriaco
(conexión entre president y empresas). Dicen que es un empresario de unos sesenta
años». No es una petición cualquiera, ya que lo que le pedía era un contacto directo
con el entorno más cercano al presidente de la Generalitat, Artur Mas; se trataba de
controlar de cerca a ese círculo. Seis minutos después, Oriol Pujol le responde: «No
he podido. Vicenç Mauri... un buen amigo mío». Alsina le transmite el nombre a su
recientemente estrenado socio Xavier Pujol, propietario de Ficosa, pero unos días
después, el propio Alsina le da a Xavier Pujol un mensaje de Oriol: que no hable con
Mauri, sino que utilice a Joan Sureda, director general de Industria, a Oriol Pujol y a
Sergi Alsina. O incluso puede hablar con Ramón Bonastre (director general de
Relaciones Laborales), «que Oriol Pujol tiene muy buen relación con él». Las
relaciones de Oriol fuera de la Administración, pues, eran canalizadas por Sergi
Alsina.
Pero el control efectivo sobre los negocios dentro de la Generalitat se hacía a través
de Josep Tous, que había sido compañero de clase de Oriol y un buen día apareció
por la Consejería de Empresa y Empleo de la
mano del secretario general de Convergència, con la orden de «arreglar el tema de las
ITV». Un empresario que conoce el sector explica la situación a su modo: «El reparto
de las concesiones que había hecho el tripartito fue nefasto. El último consejero del
caso, Josep Huguet, lo hizo todo rematadamente mal. Applus se había quedado con el
60 por ciento del mercado. Había que abrir ese mercado».
Tous fue colocado también como segundo de la Diputación de Barcelona, cobrando
un sueldo de 106.000 euros anuales. El 19 de febrero de 2012, el propio Oriol le
enviaba un escueto SMS: «Josep, te aviso que quizá propongo tu nombre para la
Diputación de BCN. Coordinador general, el segundo de a bordo debajo del
presidente Esteve». Dicho y hecho. De la Generalitat, Tous cobraba otros 72.000 euros
anuales, a 6.000 euros por mes, pero aquí a través de tres empresas interpuestas que
presuntamente falsificaban facturas, de lo que quedó constancia en las intervenciones
telefónicas intervenidas: Columna Consultors, Ieconsumo Observatorio del Consumo
y Suplesa. Más tarde, ideó un sistema de facturas entrecruzadas entre sus compañías
con el objetivo de minorar los beneficios y pagar menos Impuesto de Sociedades.
Esas facturas fueron calificadas por los investigadores como «creadas a su instancia y
reflejan operaciones inexistentes». Pero ahí no se acababa todo: Sergi Alsina le pagaba
2.360 euros mensuales para que trabajase a favor de sus intereses. En otras palabras:
era un chollo ser amigo de Oriol Pujol. La confianza de este en Tous era total, no ya
solo porque era el responsable de la sectorial de Empresa en CDC, sino porque ya
había trabajado años antes con él y le había hecho encargos cuando Oriol ocupaba el
cargo de secretario de Industria. El 31 de julio del 2011, Josep Tous habla
telefónicamente con Sergio Pastor y le da una noticia: ya está decidido que él será
nombrado en exclusiva como el intermediario en el conflicto de las ITV. Y le recalca a
Pastor: «Solo lo sabe Oriol Pujol». Como que era este quien se lo había notificado el
mismo día.
El candidato escondido
Convergència i Unió hizo la campaña electoral de 2012 con miedo. Con mucho
miedo. Cierto que en medio de la campaña se hizo público el informe fantasma que
aludía a cuentas secretas en Suiza de Jordi Pujol y de Artur Mas. Pero los
convergentes tenían otro problema encima de la mesa: el Caso ITV. La información
que llegaba sobre la implicación de Oriol Pujol en el asunto era preocupante y la
formación decidió esconderle durante la campaña electoral, porque en aquellos
momentos era el eslabón más débil que tenían. Incluso más que el Caso Palau, por el
que estaba imputado el extesorero Daniel Osàcar.
Oriol solo participó en dos mítines durante aquella campaña: en Tarragona, a poco
de comenzar la misma, y en Vilanova i la Geltrú, cuando faltaban cuatro días para los
comicios. Era el secretario general del principal partido catalán e iba de número tres en
la lista, tras Artur Mas y Joana Ortega, pero figuraba el último a la hora de
confeccionar el elenco de los oradores. Ni siquiera participó en el mitin de final de
campaña o en los mítines finales en las grandes demarcaciones.
En las anteriores elecciones, sin ser todavía secretario general, era una de las salsas
de los actos electorales y un protagonista de primera magnitud. Oriol Pujol, un
hombre con una grandísima capacidad de trabajo y trato afable, solía definirse como
«independentista, pero sin prisas. No importa que sea mañana, pasado mañana o
dentro de veinte años. No tenemos prisa. Lo importante es hacerlo bien».
Oriol, nacido en 1966, fue el único en seguir la senda política del padre Jordi, que
lo metió directamente como director general de Asuntos Interdepartamentales en la
Consejería de Presidencia, pilotada por Xavier Trias, una persona de la confianza de la
familia. Dejó el gobierno para ser concejal por Barcelona y volvió enseguida como
secretario de Industria a la Generalitat. Era consejero del ramo Antoni Subirà, primo
político de su padre al estar casado con Teresa Comas Pujol. Oriol conservó el puesto
en la última remodelación que concentró Trabajo, Industria, Comercio y Turismo bajo
el manto de Antoni Fernández Teixidó.
En los círculos soberanistas, se temió que el escándalo de las ITV, en un primer
momento, pudiera ser un montaje para desprestigiar al nacionalismo. De hecho,
siempre que había alguna información negativa, se achacaba a un montaje
antinacionalista del «opresor» Estado español. Pero la cosa no venía teledirigida desde
los estamentos políticos, sino desde los judiciales. Además, en el momento en que se
airea el asunto, CiU y PP son socios de gobierno en Cataluña: los populares han
permitido a Artur Mas gobernar con comodidad y le han facilitado el camino para
aprobar sus leyes ómnibus, o sea, los proyectos estrella de la legislatura. Nada hacía
suponer una súbita ruptura, a pesar de que el núcleo duro de Convergència insistía en
un proyecto de concierto fiscal para robar terreno electoral a Esquerra. Ese núcleo era
el que tenía con la mosca detrás de la oreja al gobierno central. Y fue precisamente por
su empuje y su radicalización en la primavera de 2012, en la que apoyan la creación de
la Asamblea Nacional Catalana (ANC), cuando comienzan a indagar los pecados
económicos de los dirigentes nacionalistas catalanes.
La gran preocupación de Mas era que Oriol pudiese ser imputado en plena campaña
electoral, lo que le habría dejado noqueado. El partido hizo acercamientos a Fiscalía y
al estamento judicial para conocer si podría haber novedades sobre el caso, pero las
respuestas que recibieron fueron tranquilizadoras. En Cataluña hay pocos jueces
estrella que quieran robarle protagonismo a una campaña electoral, fue la contestación
aproximada que recibieron los emisarios.
La preocupación también era por el lado de los negocios. El 21 de julio del 2011,
Pastor comentaba con María Jesús Muro, incorporada al grupo junto a su esposo,
Pedro Navarrete, que había abroncado
a Alsina por la exposición política que este tenía. «¿No quedamos
en que interesaba que tenías que estar en la sombra? ¿No te das cuenta que la gente te
ve en el Majestic, te ve en todas partes…? O sea... que lo van a relacionar y
acabaremos teniendo un problema de narices». El Majestic es el hotel que CiU
convierte en su sede electoral el día de los comicios. Por allí desfilan los altos
directivos de la coalición nacionalista y los simpatizantes para apoyar a la cúpula. Es
un desfile para ver y dejarse ver. Los que van son los incondicionales, los que están
próximos al poder, los que cuidan las relaciones o los que esperan sacar alguna tajada
y necesitan dejar constancia de su amor al partido. Y Alsina se dejaba ver
entusiásticamente en primera fila. Se hacía notar y se exponía demasiado.
En otra comunicación, el empresario confiesa: «Me preocupa mucho el tema de
Zumosol y de Sergi, de que hagan algo que les lleve a cometer un error gravísimo
porque… eh… claro, yo, el tema de Zumosol… mira, yo he estado ayer con un
alumno mío navegando, con José Carlos Fernández. Y yo, obviamente, no le dije
nada, pero José Carlos… O sea, ha estado en la operación en la que Oriol estaba
metido sacando dinero de un sitio, ¿me entiendes? Y en este tema hay que ir con
mucho cuidado, porque la gente lo casca todo. La gente es listísima».
Dos días antes, Pastor se pavoneaba ante su amiga de que cuando había colocado a
la esposa de Oriol Pujol en Applus lo había hecho de manera discreta y que ahora,
con el político, intentaba hacer lo mismo, según un informe policial: «Ser muy
discreto, y por eso no le escribe, ni le llama, salvo que haya una necesidad, para que la
gente no les relacionase».
Sergio Pastor pasó de tener excelentes contactos en Convergència a ser poco menos
que un proscrito. Tras estallar el escándalo, su abogado, Xavier Melero, le hizo salir
en El Periódico de Catalunya en una surrealista entrevista en que exculpaba del todo
a Oriol Pujol y arrogándose la culpa de que casi todo lo que había salido era
invención suya. Como si durante años todo lo que había hablado por teléfono
hubiesen sido fantasías de una mente calenturienta, historias inventadas de pe a pa,
delirios enfermizos. Obviaba las pruebas que habían dejado por el camino, las
llamadas telefónicas, las reuniones, los SMS, los documentos... Además, da que
pensar que Pastor compartiese abogado con Oriol Pujol y que fuese precisamente el
empresario el que entonase un mea culpa para librar de sospechas al todavía secretario
general de Convergència. Todo semejaba una burda manipulación.
Lo más curioso era que las confirmaciones de que Oriol Pujol estaba detrás de todo
las había realizado especialmente Sergi Pastor en repetidas comunicaciones telefónicas
con sus amigos. El 10 de mayo del 2011, reconocía que el negocio de las ITV había
surgido de Oriol, «que le dice a Xavi Pujol que le ayude a montar algo para sacar algo
de dinero».
Que el hijo de Pujol estaba muy interesado está fuera de toda duda. Para llevar
adelante sus proyectos, no solo presionó a los altos cargos de la Consejería de
Empresa y Empleo, sino que se comprometió a hablar con Lluís Franco, director de la
Agencia Tributaria de Cataluña (ATC) y con el mismo Artur Mas, quien se debería
entrevistar con el mandamás de Yamaha llegado de Japón porque al grupo de los Siete
Magníficos le interesaba ese encuentro. Para ello, acuerda con Alsina un calendario
que pueda hacer posible la reunión del empresario con el president.
—Lo de Hamano, de los japoneses, esperamos que todo siga como está previsto, la
reunión de Hamano con el president, ¿has podido...? —le recuerda su amigo Sergi
Alsina.
—Me la has de confirmar. Dieciséis o diecisiete, ¿no? —responde Oriol.
—Dieciséis.
—¿Dieciséis, seguro, al final?
—Bueno, se podría quedar hasta el diecisiete al mediodía. Este viene el domingo
por la noche. La idea es hacerlo el dieciséis o diecisiete. Aquí se adaptará. Entre el
lunes y el martes, se adaptará.
—Vale, pero, a ver... yo puedo darle a entender que ya es para darle el ok.
—Tú le puedes dar a entender porque este hombre viene a firmar —le apunta el
empresario.
—Muy bien.
—Sí, sí, estamos aún...
—Dieciséis o diecisiete. Venga, lo hago ahora mismo, que de aquí a un momento
entro en el pleno [se encontraba en el Parlamento catalán] y vuelvo a estar con él —
apura el político sin dejar respirar a su interlocutor.
—Venga, gracias, Oriol —se despide Alsina.
Se trataba de visualizar el poder, de proyectar la imagen de que el gobierno estaba
dando luz verde a los movimientos que estaban realizando y que implicaban la
«necesaria» intermediación de Alta Partners para aminorar los efectos de la huida de la
multinacional. Incluso se había pensado en una rueda de prensa en la que Artur Mas
apareciese con el máximo ejecutivo de Yamaha. Si para dar a entender que el gobierno
se movía había que movilizar al mismísimo president, se haría, igual que había
movilizado a Lluís Franco. El 5 de enero del 2011, Oriol enviaba un SMS a su amigo
Alsina: «Sergi, he hablado con Manuel Lao hijo. También he hablado con Mas y
podría ser que llame a alguno de los dos Lao», le decía. En aquel momento, buscaban
un empresario con posibles para hacerse cargo de la factoría de Sharp, otra que se
largaba. El 17 del mismo mes, Oriol le informa que el jefe del Gobierno ya «ha
hablado con Manel», o sea, con Lao, aunque no especificaba si padre o hijo. Pujol
encargó a Alsina concretamente que preparase una reunión de Artur Mas con los
directivos de la multinacional. «Esto lo organizas todo a través tuyo y verán también…
¡el poder!», le anima.
En febrero de 2012, es Alsina quien le pide una reunión con el director de la
Agencia Tributaria Catalana para tener un encuentro con los asesores del grupo Sesé,
el que quería quedarse con la fábrica de Yamaha. Su intención era poder obtener para
ese grupo el mismo trato fiscal que se le había dado a Sony y Sharp. «La otra vez fue
el president quien habló con él y nos recibió muy rápido. Ahora también es urgente»,
le comunicaba el empresario a Oriol mediante un SMS. Se evidenciaba una vez más la
utilización de las influencias públicas para mover los hilos a conveniencia y para que
los políticos de turno se plegasen a sus intereses. Ambos hablan de que Artur Mas fue
informado al momento y con todo lujo de detalles de los procesos de
deslocalizaciones, lo cual no deja de entrar dentro de la normalidad, y que era Oriol
Pujol quien le aconsejaba lo que tenía que hacer. Claro que lo que pilló por sorpresa
al president fue conocer los otros intereses ocultos que tenían los demás
protagonistas.
Quedaban más sorpresas. Un informe policial de diciembre de 2013 recoge la copia
de unos correos del empresario Enrique Marugán a su socio Pedro Olabarría,
fechados en mayo del año 2008, cuando todavía estaba en el poder el tripartito
presidido por José Montilla. Ambos empresarios, a su vez, son socios de Ricard
Puignou en una compañía que ya tenía estaciones pero que aspira a más: Certio. El
mail era muy claro: «Oriol Pujol se ha entrevistado con Puignou Jr. Resumen: Van a
presentar enmiendas a la Ley de Seguridad Industrial, exigiendo que se aplique a los
noventa días la nueva cuota de mercado. Soy [Antoni Soy, secretario de Industria en
aquel momento] les ha llamado para consensuar la ley. Le dice a Puignou que si no
escinden es porque Coello teme un competidor gerenciado por Puignou. Harán
campaña mediática y, aunque no mandan ¡¡piden 30.000 euros!!». En otras palabras:
aun en la oposición, los convergentes estaban intentando sacar dinero de debajo de las
piedras. Y todo para introducir enmiendas en un proyecto de ley que la propia CiU no
podía garantizar, porque no tenía mayoría suficiente para aprobar las enmiendas.
En febrero de 2013 la Fiscalía pidió la imputación de Oriol, basándose en un
voluminoso informe de 400 páginas que recogía todas las evidencias sobre la
conducta del político: le acusaban de tráfico de influencias y soborno. Solo unos días
antes había hecho público un comunicado en el que aseguraba que las informaciones
sobre su implicación «no es un hecho casual, sino que tiene como objetivo parar o
malograr aquello que gente como yo representamos y deseamos para Cataluña».
Era un último intento de envolverse en la bandera, pero en esta ocasión la enseña
no tenía suficiente tela. Decía ahora que no dejaría sus cargos porque eso significaría
reconocer implícitamente que era culpable. En ese momento, el entorno de Artur Mas
daba ya a Oriol Pujol por amortizado. Había que dejarle caer y pasar página o
arrastraría a la cúpula convergente consigo.
La puntilla llegó un mes más tarde, el 19 de marzo de 2013, cuando el Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) le imputó por soborno a él junto a Sergi
Alsina, Ricard Puignou y Anna Vidal, su esposa. Fue entonces cuando le obligaron a
abandonar la primera línea política: para mitigar los efectos del escándalo, anunció
que abandonaba temporalmente los cargos de secretario general de CDC y de
presidente del grupo parlamentario de CiU en el Parlamento catalán, aunque
conservaba su escaño de diputado. Le sustituirían en el partido Josep Rull y Lluís
Corominas, mientras que en el Parlamento sería su mano derecha, Jordi Turull, quien
asumiría sus funciones para unificar la presidencia del grupo y la portavocía.
El tribunal recogía en su auto que «gracias a su peso político, tanto como secretario
general de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y, sobre todo, como
presidente de su grupo parlamentario en el Parlamento de Cataluña, y con el objetivo
de obtener un beneficio económico para él y/o para sus amigos y colaboradores, llevó
a cabo presuntamente las operaciones antes descritas con el fin de obtener la
adjudicación de un lote de ITV, vulnerando el derecho a la libre concurrencia pública,
de tal manera que con su actuación coordinaba, dirigía y daba el necesario apoyo
desde una vertiente política al resto de implicados en este affaire». En concreto, le
acusaba de urdir una trama societaria en la que el político «coordinaba y daba
instrucciones a todos de forma periódica». Y remataba con los intereses que podría
tener Oriol en la trama. Al constituirse Upprime, la empresa que habría de llevarse
todas las concesiones, nombró como director general de la misma a Sergio Pastor,
«amigo del señor Oriol Pujol y a quien presuntamente le debía un favor personal.
Dicha sociedad se fundó con la participación de Ficosa Internacional en un 70 por
ciento y en un 30 por ciento de Coriander, propiedad de Sergio Pastor, cuyo 50 por
ciento había de ser transmitido a Sergi Alsina, habiendo indicios de que este lo
compartiría con el señor Oriol Pujol Ferrusola».
El 18 de diciembre de 2014, la juez Silvia López Mejía, titular del Juzgado de
Instrucción número 9, adonde había vuelto el expediente de Oriol tras salir del
Tribunal Superior debido a que ya no estaba aforado, resuelve imputar por segunda
vez a Pujol, Vidal, Alsina y Puignou por los delitos de cohecho, falsificación en
documento mercantil y contra la Administración Pública, al tiempo que reclama la
transcripción de once conversaciones telefónicas entre Pujol y Alsina.
En su auto, la magistrada era meridianamente clara: para llevar a cabo sus trabajos
de intermediación, Sergi Alsina «contrataba aparentemente los servicios de Anna Vidal
Maragall en concepto de asesoría, pero los servicios que realmente se pagaban eran
los prestados por Oriol Pujol Ferrusola, quien utilizaba sus múltiples influencias
políticas en beneficio propio, de su esposa y de su amigo, de tal modo que Sergi
Alsina contaba con un indudable apoyo político en el Parlamento y en el gobierno de
la Generalitat que le facilitaban su labor profesional, a cambio de retribuciones
económicas ingresadas en las cuentas bancarias de Anna Vidal por una labor de
asesoramiento ficticia». La magistrada calculaba que entre 2008 y 2012, la esposa del
político facturó a Alsina casi 1,5 millones de euros, pero luego detectaba servicios
«aparentemente contratados y no prestados», en varios años, que ascendían a 499.060
euros, «de tal modo que estas facturas simularon la existencia de una relación
contractual entre Sergi Alsina y Anna Vidal con la finalidad de retribuir la
colaboración prestada por Oriol Pujol».
Cuando se llega a esta conclusión, el político se encuentra ya lejos de la
Convergència que le había visto medrar profesionalmente. Hasta primeros de 2014, la
defensa del partido fue férrea. A partir de entonces, su estrella comenzó a menguar y
los que antes le arropaban empezaron a huir de él y a criticarle a sus espaldas. El 14 de
julio de 2014, el mismo día que su madre y algunos de sus hermanos pagaban
religiosamente a Hacienda los impuestos relativos al dinero que habían escondido en
Andorra, Oriol hacía público un dolorido comunicado. Hacía mención expresa al
proceso político de Cataluña, pero omitía cualquier referencia a la situación familiar:
La provisionalidad en que vive Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), fruto de la delegación
de funciones de la secretaría general en el momento en que supe que me habían imputado en el mes de
marzo de 2013, se ha resuelto satisfactoriamente durante estos últimos dieciséis meses, tanto en el
ámbito parlamentario como en el del partido. Tanto para mantener la necesaria estabilidad parlamentaria,
y el apoyo al gobierno, como por la gestión del partido, su coordinación institucional y para hacer frente
a las diferentes contiendas electorales que vendrán.
Otra cosa es cómo afrontaremos este segundo semestre del año: el
9 de noviembre, la organización y la participación en el 11 de septiembre y, más adelante, las elecciones
municipales el próximo mes de mayo… Soy consciente de que vienen meses en los que nos hará falta
mucha fortaleza interior, mucha cohesión, mucha convicción para continuar toda la tarea emprendida,
especialmente en el proceso nacional y en la capacidad y voluntad de hacer efectivo el derecho a decidir
de los catalanes. Y es en el marco de este reto en que anuncio las medidas que tomo:
Resolver sólidamente y de manera permanente, con la voluntad de acabar con la interinidad, la
delegación de funciones de la secretaría general de CDC, de manera que los máximos órganos de
dirección del partido y su Consejo Nacional puedan acordar la nueva estructura y responsabilidad sin
alterar, en ningún caso, el planteamiento estratégico e ideológico que ya decidimos colectivamente en el
congreso de Reus.
Renunciar a mi acta de diputado en el Parlamento de Cataluña porque también desde esta institución
haya el máximo esfuerzo y energía concentrados en que el proceso salga bien.
Siempre había mencionado la importancia de la reversibilidad en mis decisiones. Decía que cualquier
decisión podría ser reversible, y estas no lo son. No lo son porque la provisionalidad en que ahora
estamos instalados, a pesar de haber sido una buena solución temporal, no será lo suficientemente fuerte
para dar soluciones y respuestas a los próximos y decisivos meses. Una provisionalidad que, en contra de
mis deseos, ha sido y podría seguir siendo demasiado larga.
Tomo estas decisiones ahora, para que el próximo periodo de sesiones en el Parlamento, y también el
próximo curso político del partido, empiecen con el orden, liderazgo y personas que Convergència
necesita para poder dar la máxima garantía de que el proceso saldrá bien.
Abandono todo para no perjudicar nada.
Oriol Pujol
Barcelona, 14 de julio de 2014
Mientras Jordi Pujol ejercía de guía espiritual de Cataluña y llamaba a fer país
(hacer país), el benjamín de su familia, Oleguer Pujol Ferrusola, volaba fuera del nido
paterno. Tan fuera que fue a poner sus huevos lejos de la patria catalana, en un
paraíso fiscal. Con apenas veinticinco primaveras, Oleguer, que había pasado un
fuerte «sarampión» independentista, «hacía país» en la Isla de Man. Su primera
inversión conocida en un paraíso fiscal fue el 4 de marzo de 1997, en una oficina que
el Barclays Bank tiene en la Isla de Man, en una cuenta en la que tres lustros más tarde
aún conservaba un remanente de casi 19.000 euros. Oleguer comprendió enseguida
que es más importante fer calaix que fer país (hacer buen negocio que hacer país).
Oleguer Pujol pasa por ser el más activo del clan en cuanto a negocios se refiere.
En realidad, siempre fue el más activo, pero supo moverse en la sombra. Nació en
1972 y es el benjamín de la familia. De adolescente, ya sentía pasión por el activismo
político y participaba frenéticamente en cualquier acontecimiento independentista bajo
la supervisión de sus hermanos mayores, todos correligionarios de la causa
separatista. Participó en la campaña Freedom for Catalonia que impulsaban la Crida a
la Solidaritat y la Joventut Nacionalista de Catalunya (JNC), la rama juvenil de
Convergència, aunque nunca llegó a militar formalmente en la JNC. Con solo
diecisiete años, en septiembre de 1989, participó en la sonora pitada al rey Juan Carlos
durante la inauguración del Estadio Olímpico de Montjuïc, que iba acoger también el
Campeonato del Mundo de Atletismo.
Oleguer estudió económicas en Esade entre 1990 y 1995. De 1994 a 1995 cursó un
máster en Thunderbird School of Global Management de Phoenix (Estados Unidos).
Luego, se puso a trabajar en Londres, en el departamento de fusiones y adquisiciones
de Morgan Stanley. En febrero de 2001 funda Drago Capital en compañía de Luis
Iglesias, a quien había conocido durante su estancia en la capital británica, más tarde
yerno del popular Eduardo Zaplana. Luis, nieto de Luis Rodríguez-Viña, que fuera
director general del Banco Ibérico, estudió en el elitista colegio Eton, en Gran Bretaña.
Se casó en primeras nupcias con una rica pakistaní y luego, en 2013, con María
Zaplana Barceló, hija del expresidente de la Generalitat valenciana y exministro de
Trabajo con José María Aznar. María se convirtió, tras ganar Mariano Rajoy las
elecciones generales de 2011, en asesora de la secretaria de Estado de Turismo, Isabel
Borrego, a su vez esposa de Vicente Martínez-Pujalte. Todo, pues, queda dentro de la
gran familia popular. Si Jordi Pujol Ferrusola tenía importantes y solventes contactos
y amigos íntimos dentro de la estructura del PP, Oleguer, otro independentista
confeso, no se quedaba atrás.
El 11 de enero de 2014 el exfiscal jefe de Cataluña y exfiscal Anticorrupción Carlos
Jiménez Villarejo realizaba una denuncia con datos relevantes sobre Jordi Pujol
Ferrusola, su esposa, Mercè Gironés Riera, y Oleguer Pujol Ferrusola. Villarejo quería
que se investigara por qué Oleguer acudía a la disolución de la sociedad San Fernando
Resort Bahía
S. L. como mandatario verbal de otras dos sociedades: Hard-Woor Mil S. L.
y Somisal S. L., «cuyos socios y objeto social se desconocen».
Esa denuncia fue incorporada luego a la querella interpuesta por Podemos el 2 de
septiembre de 2014, que cuenta con el asesoramiento del exfiscal. El texto volvía a
recoger que «en los últimos meses, se ha sabido que una empresa de Oleguer Pujol
Ferrusola, por ejemplo, recibió 8 millones desde las Islas Vírgenes para comprar un
hotel en Canarias». La querella fue admitida a trámite el 1 de octubre. Paralelamente,
la Fiscalía Anticorrupción presentó una querella por presunto blanqueo de dinero y
fraude fiscal. No era la única operación sospechosa, porque también había recibido
2.000 millones de euros para la compra de más de 2.000 oficinas del Banco Santander,
todo ello desde paraísos fiscales. Era un baile vertiginoso de millones de euros que se
escapaba a cualquier raciocinio.
El escrito de Podemos fue la mecha que incendió el polvorín. El
24 de octubre, Oleguer Pujol fue detenido durante unas horas, mientras se registraba
su domicilio en la parte alta de Barcelona y oficinas en esta ciudad, Madrid, Valencia y
Melilla, en una investigación judicial que llegaría a afectar a veintiséis personas y a
una cuarentena de sociedades.
Oleguer tiene fama en los círculos empresariales de buen gestor y de saber hacer
negocios. Pero ha tenido un enorme problema: los fondos que mueve son oscuros,
demasiado oscuros. Y siempre provienen de paraísos fiscales, lo que produce la
extraña sensación de que no todo lo que reluce es oro.
Un informe de Deloitte especifica que el Grupo Drago opera desde el año 2000 y
tiene una cartera mediante la que gestiona más de 1.300 propiedades inmobiliarias en
España y Portugal. Las inversiones gestionadas por Drago Capital, la matriz, se
canalizan a través de diversas sociedades, como Longshore, Jasmund Spain, Step
Negocios, Ursus Alfa, Incola Ciudad, GI Investments, Accommodus Servicios 21
y New Positively 21. El grupo controla también Mare Nostrum Capital Managers Ltd.,
una sociedad constituida en Guernsey en el año 2006, dedicada a «la gestión de las
inversiones efectuadas por la sociedad Drago Real State Partners Ltd.». Y otra
empresa, Estrategia de Capital Europeo (ECE), creada en España el año 2007, se
dedica a «la gestión de las inversiones efectuadas por la sociedad Samos Servicios y
Gestiones SLU». Se trata de la primera capa de una ingeniería financiera que cercena
cualquier intento de llegar al propietario final del dinero invertido, porque una
empresa lleva a otra en paraísos fiscales, y esta a una tercera. Un empresario normal,
con negocios normales, nunca echaría mano de una ingeniería como la descrita.
En las sociedades mencionadas, Oleguer Pujol realizó aportaciones en efectivo de
1.187.951 euros, lo que representa «un 0,22 por ciento del importe total de las
aportaciones de fondos analizadas durante nuestro trabajo (sin incluir la financiación
de entidades financieras) y un 0,04 por ciento del importe total de las inversiones
realizadas por las sociedades». Eso decía el informe de Deloitte, hecho a medida para
exculpar al benjamín de los Pujol.
¿Cómo mueve su dinero Oleguer Pujol? Sencillo. A través de una estructura en
forma de racimo. Tenía una sociedad denominada Orchard Capital. A través de ella,
compró el 46,8 por ciento de Jasmund Spain, el 25 por ciento de Accommodus
Servicios 21 y el 25 por ciento de Step Negocios. También es el dueño al 50 por ciento
de la sociedad Aegle International Ltd., que dispone de un 5,91 por ciento de Drago
Real Estate Partners Ltd. (Guernsey). A nombre particular suyo, Oleguer también tiene
otro 0,32 por ciento del capital de esta última. El 31 de enero del 2015 se extinguió la
sociedad de Guernsey, Drago Real Estate Partners, donde el miembro del clan Pujol
mantenía 537.498 euros.
Lo cierto, no obstante, es que desde comienzos del siglo XXI el pequeño de los
Pujol controla las inversiones que realiza el fondo Drago Capital, un conglomerado de
intereses que suele mover cantidades ingentes de dinero por paraísos fiscales, sean las
Islas del Canal, Islas Vírgenes Británicas, Luxemburgo o Panamá.
Drago Capital es la sociedad que Oleguer Pujol hacía servir en su perfil de
Linkedin, de la que decía ser socio director. Creada el 4 de julio de 2001, su objeto
principal era la «gestión de inversiones inmobiliarias, en concreto de las sociedades
Longshore y Ursus Alfa». No obstante, también gestiona inversiones de otras
empresas del grupo. Por ejemplo, entre el 11 de agosto de 2010 y el 2 de junio de
2014, adquirió inmuebles adjudicados a General Electric y a Cajamar para su posterior
venta a través de Ampuria Capital. Drago hizo servir la compañía Step Negocios para
comprar, el 7 de marzo de 2011, ocho sucursales de Bankia, una en Oviedo y siete en
Madrid, por 25,8 millones de euros. El mismo día, se los alquiló a Bankia por
veinticinco años. Este modo de operar se repetiría en varias ocasiones: las empresas
de Oleguer compran edificios pero con la condición de que los vendedores los
alquilen, al menos, por un periodo de veinticinco años, con lo que se asegura una
renta a largo plazo.
La empresa Longshore S. L. repitió la técnica de Drago Capital. Esta sociedad
comienza sus operaciones el 31 de marzo de 2008, teniendo como socio único a la
compañía Lexxel Servicios Empresariales S. L. y un capital social de 3.010 euros. Un
mes más tarde, se convierte en socio único la compañía Drago Mediterranean
Holdings Corporatief y es nombrado administrador único Oleguer Pujol, que se
convierte en presidente y consejero delegado el 20 de octubre del mismo año. El 10 de
noviembre amplía capital en 6.496.990 euros para situar este en los 6,5 millones de
euros. En ocho meses, pues, la sociedad pasaba a estar bajo el control total de Oleguer
y con un capital millonario.
Pero esa sociedad se creó con un objetivo muy concreto: realizar una operación
inmobiliaria en España. Así, el 29 de julio del 2008, Longshore adquirió a Prisa
División Inmobiliaria tres edificios, uno en Barcelona y dos en Madrid. El precio total,
IVA incluido, fue de 348 millones de euros.28
Longshore pasó a estar participada por Drago Real Estate Partners y el fondo de
pensiones canadiense PSP y comenzó a explotar en régimen de sale & lease-back los
edificios que albergaban las redacciones de Prisa en Madrid y Barcelona, con un
contrato hasta el año 2033. En Madrid, el de los estudios centrales de la Cadena SER
fue revendido a Amancio Ortega por unos 400 millones de euros. La plusvalía, pues,
fue suculenta.
Pero la operación le reportó más dolores de cabeza. Tras comprar los edificios de
Prisa, Longshore firmó un contrato con Drago Capital para que esta gestionase su
patrimonio. Y ahí cargó las tintas cobrando unas comisiones abusivas (Drago era
exclusivamente suya, mientras que Longshore era compartida con otros accionistas),
según sus socios de Longshore, entre ellos The Royan Bank of Scotland, que acabó
abandonando la sociedad en 2012 con un sonoro portazo.
Hacienda comenzó a investigar a Oleguer Pujol el 12 de diciembre del 2013. Un año
después, envió una comunicación al titular del Juzgado Central número 1, Santiago
Pedraz, en la que le advertía de que realizaba diligencias de investigación y
comprobación de las operaciones del benjamín de los Pujol. A esas alturas, Pedraz ya
había tomado en consideración las acusaciones que se hacían desde Podemos e
incluso los servicios de inteligencia se habían preocupado por sus andanzas y habían
elaborado un detallado informe sobre algunas de sus operaciones.
Los grandes pecados de Oleguer Pujol fueron siete operaciones bajo sospecha que
hicieron saltar las alarmas. La primera era la compra de 1.152 oficinas del Banco
Santander por 2.040 millones de euros, más 317 millones de IVA. La operación se
articuló a través de la sociedad Samos Servicios y Gestiones, cuya mayoría de capital
estaba en manos de Pearl Group. Esta sociedad se creó el 2 de octubre de 2007 y el 23
de noviembre realizaba esa operación. Como en otras similares, automáticamente, la
entidad bancaria alquiló las oficinas por veinticinco años.
Tiempo después, el Centro Nacional de Inteligencia realizó gestiones para conocer
el origen de los fondos con los que se cerró la compra de oficinas y realizó un
informe reservado. Ese interés se debió a la sospecha de que la familia Pujol quería
aflorar el dinero pero necesitaba un pretexto. Oleguer consultó con el Banco
Santander la posibilidad de algún negocio y los hombres de Botín no se lo pensaron
dos veces: tenían el producto perfecto. Sin embargo, les parecieron sospechosas dos
cuestiones: primero, que la sociedad que realizaba la operación se creara solo unas
semanas antes de la venta. Y segundo, que el dinero aportado provenía de paraísos
fiscales. Inmediatamente, dio parte al Banco de España para curarse en salud y así fue
como comenzó una discreta investigación.
Josep: el dandi
Josep Pujol Ferrusola es el hijo dandi, el culto, el que estaba llamado a tener un
peso específico dentro de la familia, aunque él siempre quiso ir por libre y dedicarse a
sus negocios. Hay una cosa cierta: ha sido quizás el miembro más activo,
empresarialmente hablando, de la familia, aunque se hayan visto mucho más los
movimientos de Jordi
y de Oleguer. Josep, en cambio, siempre supo esconderse en la trastienda de los
negocios. Muchas de las iniciativas emprendidas por Jordi tenían, sin que nadie lo
supiese, el apoyo económico de Josep, que invertía en negocios seguros.
Josep entró como socio en una compañía formada en Madrid, Innovative
Solutions, en la que también participaban, en el año 2000, la sociedad Iniciatives
Marketing i Inversions, en la que eran socios Jordi Pujol Ferrusola y Jordi Puig
Godes, y dos personas más: Josep Pujol Ferrusola y Santiago Ballesté Coflent,
tradicional socio en algunos negocios de Júnior. Durante su trayectoria, Josep estuvo
trabajando en el Crédit Suisse España, pero entró a formar parte de la cúpula directiva
de
compañías como Labiernag, Laboratorios Favea, Mercados y Gestión
de Valores, BMB Documental, Inversiones Promorim, Promomed, Agrupació Mutua
del Comerç i de la Indústria o Projectes Barcelona.
Curiosamente, esta última compañía, creada el 4 de julio de 1985 y dedicada a la
realización de todo tipo de estudios y trabajos relacionados con la arquitectura, la
delineación, el diseño y la decoración, acabó siendo administrada desde el 22 de
noviembre de 1991 por Jordi Pujol Ferrusola. Pero no era su hermano. El Jordi Pujol
Ferrusola de esta sociedad era un agente de la propiedad inmobiliaria que también
vivía, casualidades de la vida, en la Ronda General Mitre, como la familia del
presidente de la Generalitat. De edad similar a la de Josep, el Júnior ful se quejaba
oficialmente de que la coincidencia de nombre y apellidos le perjudicaba en su
carrera, pero luego sacaba tajada en negocios diversos. Acabó creando empresas
relacionadas con arte que falsamente se atribuyen al hijo homónimo del presidente del
Gobierno catalán.
Pero en abril de 1992 la sociedad cambia de objetivo social y pasa a tener como
dedicación exclusiva «la adquisición o promoción de fincas urbanas para su
explotación en régimen de arrendamiento». En ese momento, también son nombrados
como administradores solidarios, por un periodo de diez años, Jordi Pujol Ferrusola
(el ful) y Josep Pujol Ferrusola, el dandi, el hijo del president.
En 1998 se sentó en el consejo de administración de Distrex Ibérica (que luego
cambió su nombre por el de Laboratorios Favea) junto a José Torres Ibáñez y
Salvador Torrents, uno de los ejecutivos que pasó por las cúpulas de Prodesfarma o
AC Hoteles, y Santiago Oller Daurella, uno de los accionistas de referencia de
Laboratorios Almirall. Torres y Oller compartían cargos e intereses en el holding de
Antonio Vila Casas.
Pero lo cierto es que la trayectoria de Josep se ha vinculado casi exclusivamente a la
sociedad Europraxis, una asesoría mimada por el gobierno catalán y vendida por 45
millones de euros a Indra en el año 2002. La operación de venta fue polémica. En
plena negociación, Indra fue beneficiada por un contrato de 13,8 millones de euros
del gobierno para modernizar su gestión tributaria. Y a punto de terminar la compra,
con otro de 3,43 millones para mejorar la regulación del tráfico. A ellos hay que sumar
otro contrato de la Autoridad Metropolitana del Transporte por 4,78 millones y un
cuarto con el Puerto de Barcelona, para la formación de la sociedad Estibarna. En un
año, tras hacerse con Europraxis, triplicó su facturación.30
A Josep le correspondió la sexta parte de los casi 45 millones y tuvo que negociar
con Hacienda el pago de impuestos. En 1999, Europraxis intervino en la mayor
privatización que acometió hasta ese momento la Generalitat: se trataba de asesorar a
France Telecom, que al final se hizo con el 65 por ciento de Catalana de
Comunicaciones (Al-Pi), la empresa pública que se vendía. La firma gala pagó 49,38
millones de euros por su paquete accionarial y Europraxis recibió 360.000 euros por
los servicios prestados.
En el año 2002, la compañía de Josep fue escogida para asesorar en el cierre de la
multinacional Lear, que anunciaba su deslocalización de Cervera, dejando a la
comarca como un páramo laboral tras el despido de ochocientos trabajadores. Por
parte de la Generalitat, el negociador para supuestamente evitar la deslocalización era
Oriol Pujol Ferrusola. El tema, pues, se quedaba, prácticamente, en una negociación
entre hermanos, aunque en realidad las negociaciones fueron más complejas. Si a ello
se le añade que el consejero del ramo era primo del presidente Pujol, se conforma una
estampa típicamente nepotista en la estructura gubernamental e industrial.
Las sospechosas maniobras de Europraxis provocaron una investigación de la
Sindicatura de Cuentas, que elaboró el informe 21/2004 sobre las contrataciones
efectuadas por el gobierno catalán de 1996 a 2002 con las empresas Europraxis
Consulting Holding, Europraxis Consulting, Cosmopraxis e Indra. Con esta última, los
contratos ascendieron a 15,7 millones de euros en el periodo mencionado. Con
Europraxis, sorpresivamente, no se encontraron vinculaciones. El informe descubrió,
no obstante, que otra empresa del grupo Europraxis, Green-Tal, había recibido casi
30.000 euros del Instituto Catalán de Energía (ICAEN). Pero este expediente no hizo
sino aumentar las sospechas de corrupción. La fiscalización se dividió en seis
apartados y se responsabilizó de cada una de las partes a un síndico. A mediados de
2003, todos habían acabado su trabajo excepto el convergente Xavier Vela,
curiosamente amigo personal de Jordi Pujol. El informe estuvo paralizado por esta
cuestión durante varios meses y solo se finalizó bien entrado el año 2004.
Dos años después, en 2006, trascendió, sin embargo, que el Instituto Catalán de la
Salud (ICS) había destruido doce expedientes de contratación con empresas de Josep
Pujol Ferrusola. Y se supo también que los ayuntamientos a los que se había pedido
documentación, en su gran mayoría convergentes, se negaron a facilitar a la
Sindicatura de Cuentas datos sobre si habían contratado con Indra o Europraxis. Esta
negativa levantó un cierto revuelo político, hasta el punto de que el síndico mayor
pidió al Parlamento catalán arbitrar alguna medida para obligar a las administraciones
a entregar la documentación que pide el organismo fiscalizador.
Por las mismas fechas, el nombre de Josep Pujol salió a relucir en otras dos
investigaciones: por haber cobrado comisiones de la compañía Media Park y por
haber cobrado de la Mutua L’Aliança, al frente de la cual el gobierno había puesto a
Ramón Carranza. Este llegó a admitir públicamente que la intervención que la
Generalitat hizo de esta institución sirvió para enriquecer a empresarios afines a CiU y
citó entre los beneficiados a Josep Pujol Ferrusola. Efectivamente: Europraxis se
embolsó de la clínica, cuando esta se hallaba bajo medidas cautelares del gobierno de
Pujol y en bancarrota técnica, un total de 109.669,93 euros por asesoramiento.
El hijo del president tenía más intereses. Su larga mano iba más allá de Europraxis,
su firma Tourisme & Leisure dejó también agrios recuerdos en la Administración
autonómica. Y ahí le ayudó de nuevo el primo político de su padre, Antoni Subirà,
consejero de Industria.
Tourisme & Leisure se vio salpicada en el denominado «Caso Turismo»: el
Consorcio de Turismo de Cataluña, que estaba bajo sospecha de desvío de dinero,
había encargado tres estudios a esta empresa por los que pagó casi 125.000 euros en
1995. Esa misma empresa se vio envuelta en otra polémica al cobrar dos veces por un
mismo trabajo, un informe encargado por el Consejo General de Arán. Todo era un
tremendo negocio.
En 2001, de nuevo Subirà encargó desde el departamento de Industria otros tres
informes a esta sociedad, por un monto de 126.212 euros (21 millones de pesetas),
encargos que intentó ocultar luego en sus respuestas parlamentarias, cuando fue
interpelado por los partidos de la oposición. Si verdaderamente hubo oscurantismo
político durante la etapa de Jordi Pujol al frente de la Generalitat, el caso más
paradigmático fue el de las adjudicaciones a las empresas de su hijo Josep, el
negociante. Dos de los informes encargados por Subirà evaluaban las posibilidades
económicas de un proyecto de la empresa Giturística S. A., que pidió un crédito al
Instituto Catalán de Finanzas. La Secretaría General de Industria, entonces regentada
por Oriol Pujol, avaló un crédito del ICF por 1,5 millones de euros, basándose en los
informes de la empresa de su hermano. Curiosamente, este crédito se concedió al día
siguiente de que Giturística obtuviese la licencia de Industria para operar como central
de reservas y sin tener todavía activos materiales. Un récord de efectividad que
expandía el tufo de la corrupción, luego apresuradamente tapada en el Parlamento con
la ayuda del PP, entonces socio político.31
El otro estudio llevaba por título «Manual técnico de destinos deportivos en
Cataluña». El director general de Turismo, Xavier Civit —otro amigo de los hijos del
clan—, ocultó al Parlamento este último encargo, que había costado más de 114.000
euros. Más tarde, cuando se le exigieron explicaciones oficiales, tuvo la osadía de
decir que a él le habían reclamado los estudios encargados… no los manuales. Así
pues, no los había entregado. Un ejemplo más del cinismo que caracterizó a la
Administración en manos de la familia Pujol. Pero queda claro el círculo vicioso: un
Pujol (Jordi) preside el gobierno; otro Pujol (Oriol) es secretario general de Industria;
otro Pujol (Josep) recibe encargos públicos; y el primo de los Pujol (Antoni Subirà) es
el consejero de Industria bajo cuyo manto se hacen las operaciones.
A comienzos de la primera década del 2000, con la polémica sobre los supuestos
negocios que estaban realizando los hijos del presidente de la Generalitat, Josep salió a
la palestra y publicó una «carta abierta» en la prensa. «Nunca tuve una vena artística,
ni me sentí atraído por la farmacia o la biología. Tampoco tenía un negocio familiar
por el que luchar y escogí estudiar ciencias empresariales en Esade. Después,
perfeccioné mis conocimientos durante dos años más en la Universidad de Nueva
York, donde me licencié en el año 1989 con un posgrado en administración de
empresas. Desde entonces, no he parado de trabajar». Era enero de 2002 y se ufanaba
de que Europraxis daba trabajo entonces a más de doscientos cincuenta profesionales
y tenía oficinas en seis países de América y Europa: «El año pasado, su facturación
superó los 6.000 millones de pesetas, incluyendo el negocio aportado por Tourisme &
Leisure».
Hacía exactamente tres meses que la multinacional Indra había ejecutado la compra
de Europraxis por casi 45 millones de euros. Los expertos aseguraban que no valía
más de 9 millones. Pero lo cierto es que en los siguientes meses y años comenzaron a
lloverle los contratos con el gobierno catalán.
Josep Pujol Ferrusola, no obstante, aseguraba que los contratos con la Generalitat
solo suponían para su empresa el 0,25 por ciento del total y decía algo mucho más
grave: que las contrataciones con el gobierno de su padre «siempre han sido a través
de concursos públicos, donde se demuestra que la propuesta no solo se justifica
técnicamente, sino que es competitiva en cuanto a modo». Ni que decir tiene que sus
pretendidos concursos eran, en realidad, contrataciones directas, lo que se llama
procedimiento negociado, para el cual no se convoca concurso alguno, sino que se
piden solo tres presupuestos y se elige el que más convenga… o sea, el que interesa al
contratador.
Por ello, solicitaba una ley, si se decidía así, para evitar que los familiares de altos
cargos de la Administración pudiesen tener contratos con esta. «Eso sí que sería una
ley, pero entonces alguien debería indemnizar, obviamente de forma económica, a
todo este colectivo afectado por las actividades políticas de su pariente por el perjuicio
que les crea». Todo, para concluir: «Por favor, seamos serios. Yo sé que esta batalla
no tiene realmente nada que ver conmigo ni con mis hermanos. Nosotros somos solo
un arma cómoda para destrozar a un adversario político, que en este caso es mi padre
y las ideas que él defiende».32 Claro que lo decía el avispado que tenía una cuenta
secreta millonaria en Andorra, que se estaba beneficiando de contratos a dedo desde la
Administración, que acababa de vender su compañía por un precio exagerado y al que
acababan de ofrecer «gratis total» todas las sedes del Instituto de Logística
Iberoamericano (ILI) para hacer negocios desde las mismas. Un botón más de muestra
del modo de gestionar Cataluña por parte de un clan.
El amigo americano
Josep vivió un episodio cuanto menos singular. Íntimo amigo de Juan Manuel John
Rosillo, el factótum de Kepro, la multinacional que construyó el centro comercial
Diagonal Mar, pasó su luna de miel en un rancho que este tenía en Texas, Estados
Unidos. Durante una temporada, Rosillo fue incluso más importante,
empresarialmente hablando, que Javier de la Rosa, el empresario del régimen
pujolista, al tiempo que se había labrado fama de ser el mayor comprador del mundo
de cuadros de Doris Malfeito, la esposa de Macià Alavedra, entonces consejero de
Economía. Los cuadros de Malfeito eran tasados, como mínimo, en un millón de las
antiguas pesetas, ya que, de ese modo, tenían derecho a entrar en la consideración de
obras de arte, según la legislación vigente.
Rosillo se fugó a Panamá en el año 2002, acosado por los escándalos en Barcelona:
había contratado a Juan F. B., un deficiente mental (uno de los abogados de Rosillo le
conocía porque habitualmente le daba limosna), para ponerlo de tapadera en
compraventa de terrenos en Pueblo Nuevo. Luego, le compró un traje, un Rolex y lo
soltó en Venezuela. Meses después, desharrapado, el testaferro vio un letrero y entró
en la oficina: era una sucursal del Banco Exterior de España, donde le atendieron y lo
llevaron a la embajada, descubriéndose todo el pastel. Al muchacho solo le llamó la
atención el nombre España del letrero y entró a pedir ayuda. Así fue como se
descubrió el pastel.
Rosillo también fue juzgado y condenado por fraude fiscal y homicidio culposo
después de atropellar a un joven en la Costa Brava cuando conducía ebrio.
El polémico empresario apareció muerto de un infarto el 21 de octubre del 2007 en
el hotel Embassador, en el barrio Bellavista de Panamá City. El personal del hotel
encontró su cadáver en la habitación 207, mientras su Chevrolet pick-up estaba
aparcado en la puerta del establecimiento. Su abuelo había fundado en 1905 la
compañía de seguros La Equitativa, desaparecida durante los noventa, y había sido
uno de los mayores apoyos que había tenido Emilio Botín sénior para levantar su
imperio bancario. Los Rosillo habían llegado a tener el 10 por ciento del Banco
Santander. Juan Manuel nació en México DF y se crio en Texas, donde compartió
colegio con Jeff Bush, luego gobernador de Florida y hermano del presidente de los
Estados Unidos.
En 1988, John llegó a Barcelona dispuesto a comerse el mundo y a hacer negocio
con la compraventa de terrenos. Fundó Kepro y creó el complejo de Diagonal Mar, el
mayor centro comercial de Europa en su momento, en el que pensaba invertir la
estratosférica cifra de 10.000 millones de las antiguas pesetas (unos 60 millones de
euros). Compró terrenos pagando en negro y creó sociedades pantalla como Profimar,
al frente de la que puso al disminuido psíquico que luego envió a Caracas. Su
estrategia consistía en que los propietarios vendían terrenos a Profimar por un precio
bajo en escritura y esta los revendía luego a Kepro a precio real, mucho más elevado.
Luego, no pagaba impuestos y Hacienda debía buscar a los testaferros de esa
compañía mientras Kepro aducía que sí que había abonado a Profimar el IVA
correspondiente. El fraude fiscal se cifró en más de 8 millones de euros. El Tribunal
Supremo condenó luego a Rosillo a seis años y medio de cárcel por tres delitos de
fraude y le impuso una multa de 731 millones de pesetas, que nunca abonó. Sus
socios, condenados a las mismas penas, no pisaron la cárcel.
El 29 de septiembre del 2003 fue detenido en Panamá, pero no pudo ser extraditado
porque el país centroamericano no tiene tratado de extradición con España por fraude
fiscal. Sin embargo, fue detenido de nuevo el 29 de marzo del 2005, al haber sido
hallado culpable de homicidio culposo de un joven. Pasó ocho meses en la prisión El
Renacer, donde perdió 21 kilos de peso y se hacía llevar la comida de un restaurante
ajeno al centro, al mismo tiempo que pagaba protección a otros presos.
John Rosillo, que alardeaba de haber comprado a media Barcelona con dinero
negro, se llevó a Panamá a Josep Pujol a finales de los noventa y lo paseó en
helicóptero para que viese terrenos en los que podía invertir. El anfitrión de ambos era
Nicolás Barletta, presidente de la Autoridad de la Región Interoceánica, el organismo
que gestiona la zona del Canal de Panamá. Lo malo es que allí coincidieron con John
Lee Anderson, un periodista estadounidense que luego contó su extraño encuentro
con los «dos importantes inversores españoles» en un artículo en el The New Yorker
con fecha 29 de noviembre de 1999. Escribía el eminente periodista:
Uno de los españoles, el señor Rosillo, era un hombre obeso impetuoso, con una llamativa chaqueta
dorada. El otro, el señor Pujol, era bajo y nervioso y vestía ropa con colores más apagados. Barletta les
estaba dando tratamiento de vip, el cual incluía un helicóptero alquilado para ver las propiedades
disponibles. Los españoles estaban visiblemente incomodados por mi presencia y Barletta hizo que
nuestro encuentro fuera breve. Más tarde, me explicó que el señor Rosillo era un hombre de negocios
español-norteamericano increíblemente rico, un financiero internacional muy interesado por invertir en
Panamá (…). El señor Pujol, una «figura mayor» en el negocio español de la construcción, a menudo
trabajaba con el señor Rosillo en «proyectos internacionales a gran escala» (…). Pronto descubrí por
qué los dos españoles, catalanes en verdad, habían estado nerviosos cuando yo estuve junto a ellos.
Resultó que el señor Pujol era Josep Pujol, uno de los varios hijos de Jordi Pujol, el presidente de la
región autónoma de Cataluña, un kingmaker [se podría traducir por figura de relieve] en la política
española. El gran amigo y socio del señor Pujol, el señor Rosillo, no era otro que Juan (John) Manuel
Rosillo, que estaba libre bajo fianza y esperando a ser sentenciado por estafa, por un fraude de
impuestos multimillonario cometido hacía varios años en España. Al poco de nuestro encuentro en
Panamá, Rosillo fue sentenciado a seis años y medio de prisión por un juez de Barcelona, pero apeló.
Pere, el ecologista
Pere Pujol Ferrusola es el hermano varón más moderado. Alejado de la política
como profesión, su nombre salió en multitud de ocasiones ligado a ella gracias a los
contratos que los sucesivos gobiernos de su padre o que otras administraciones en
manos de CiU hacían a la empresa en que trabajaba. De nuevo, el patrón Pujol aflora
en este miembro y en sus relaciones con la Administración.
Pere Pujol, al acabar la carrera, entró a trabajar en la empresa Eco-lògica, propiedad
de un ingeniero agrónomo y especializada en consultoría de gestión de residuos. Allí
estuvo desde febrero de 1991 hasta mayo de 1993, cuando pasa a trabajar para la
compañía Entorn, creada en esa fecha. Durante esa etapa, Eco-lògica facturó al
consejo comarcal diversos trabajos que al final no se habían realizado. El escándalo
acabó con el propietario de la compañía, Armand Gutiérrez, y el exgerente del
Consejo Comarcal del Priorat, Enric d’Anguera, condenados a cuatro y cinco años de
prisión respectivamente (al empresario se le redujo en un año la condena) por
malversación de caudales públicos y falsificación. Las condenas, así como una
indemnización de 190.000 euros, fueron ratificadas por el Tribunal Supremo en el año
2003.
A pesar de que Pere trabajaba en la empresa, el escándalo jamás salpicó a la familia
Pujol; sin embargo, ha quedado grabada en la memoria colectiva del Priorat su
asociación con el clan Pujol. No deja de ser extraño, por otra parte, que en su
comparecencia parlamentaria en 2015, Pere recordara que él había hecho un proyecto
en esa comarca, a la que se desplazó con el director técnico de la empresa. «Recuerdo
que estuvimos allí con el coche, dos o tres días paseando por el país, muy bonito,
tomamos fotos, tomamos medidas, tomamos análisis de agua, de suelo… e hicimos
los proyectos de clausura de los vertederos. Recuerden que en aquella época, los
vertederos de Cataluña estaban… todo eran comarcas con vertederos incontrolados, lo
deben de recordar».
Aunque popularmente se le ha achacado la propiedad de la compañía Entorn, lo
cierto es que fue solo un empleado hasta que en 2007 terminó con un paquete de
acciones en los bolsillos.
Esta compañía fue creada el 4 de junio de 1993 por Pier Carlos Luis Berglund,
Alberto Sumarroca Claverol y Joan Tasias Valls, este último obrando en
representación de la Compañía de Estudios y Servicios para el Medio Ambiente
(Codema), también propiedad de los Sumarroca. La compañía fue creada para
dedicarse a la prestación de servicios de ingeniería, estudios y consultoría en el campo
del medio ambiente, la producción y la industria agroalimentaria, aunque también
daba servicios para el desarrollo, adquisición y venta de tecnologías y equipos en los
sectores de medio ambiente, agrario, forestal e industrial. El mismo día, Tasias
extendió un documento notarial en el que daba amplios poderes, como director de la
compañía, a Pere Pujol Ferrusola. Desde entonces, continuó ininterrumpidamente en
el mimo cargo. ¿Una nueva concesión de los Sumarroca a la familia?
Lo cierto es que Entorn nació con un pan debajo del brazo. O, mejor dicho, con un
reguero de encargos oficiales. Para ello, y a la espera de que la propia Administración
de la Generalitat le pudiera adjudicar otras cosas, se echó mano de los consejos
comarcales, que eran unos órganos creados por Jordi Pujol para contrarrestar el poder
municipal de la izquierda. Como la mayoría de los ayuntamientos estaban en manos
del PSC, interpuso una estructura más a modo de cuña entre los ayuntamientos y las
diputaciones, en su mayoría también en manos socialistas. De este modo, el Estado en
Cataluña dispone de la administración local o municipal, del consejo comarcal, de la
estructura provincial que le ofrece la diputación, de la administración autonómica y de
la administración del Estado. En total, seis niveles de administración que al final
acaban pagando todos los ciudadanos. Los consejos comarcales manejan una cifra
escalofriante: en 2012, repartían la friolera de 600 millones de euros, que se escurrían
entre proyectos diversos, pero que también servían para pagar la estructura, dietas e
informes encargados a los amigos.
En su primer año de existencia, Entorn realizó el censo ganadero de las comarcas de
Osona, en la Cataluña profunda, Conca de Barberà, Urgell y Les Garrigues. Se
embolsó por ello 38,5 millones de pesetas (unos 232.000 euros). Pero a ello hay que
añadir el censo industrial de las comarcas del Gironès, Alt Camp y Maresme. O sea,
otros 35,5 millones (unos 210.000 euros). El mayor de los contratos fue el de Osona,
cuyo consejo comarcal presidía Jacint Codina, diputado de CiU. Le dio a la compañía
del hijo del jefe nada menos que 28 millones de pesetas. Convergència trató de
esconder todas las adjudicaciones, pero al final tuvo que dar explicaciones, aun
ocultando más de la mitad de los contratos. Un responsable del partido salió
reconociendo al final que en tres comarcas era la oferta más barata, en otra las ofertas
más baratas eran «temerarias» y en una quinta no ganó Pere Pujol. Nada más. ¿Y en
cuál había «ofertas temerarias»? En Les Garrigues, la de Entorn era la más cara. Pero
la empresa había contratado a la hija del vicepresidente del consejo comarcal y
máximo dirigente convergente en la comarca, Antoni Gorgues. De ese modo, se
embolsó los 5,2 millones de pesetas (31.200 euros) de la adjudicación.
Todo ello ocurría en el año 1994 y las cifras que hoy pueden parecer ridículas eran,
entonces, estratosféricas. En ese ejercicio, le encargaron también un informe «a la
carta» para justificar una planta embotelladora de agua mineral en el Montseny. Había
que argumentar que no existía déficit de agua en el subsuelo para poder extraer 56.000
metros cúbicos anuales del manantial y ponerlos en el mercado. No problem.
En ese año, el entonces consejero de Medio Ambiente le dio la bienvenida
encargándole un estudio sobre el Plan de Protección de Espacios de Interés Natural
(PEIN) por 3 millones de pesetas (18.000 euros). No fue el único departamento. Tanto
Agricultura como Política Territorial y Obras Públicas también le echaron una mano.
En Agricultura era consejero Francesc Xavier Marimón, uno de los protegidos de la
familia, al que luego su hermano Jordi le ofrecería ser delegado de la Generalitat en
Madrid. Le encargó un estudio sobre el impacto ambiental de los caminos desde
Vilalba dels Arcs hasta la ermita de Berrús y desde Bot a Caseres. Desde Obras
Públicas, Josep Maria Cullell (que poco después dimitió por un escándalo del que, al
final, salió absuelto) le encargó el estudio del impacto ambiental sobre el proyecto de
variante de Valldan a Berga, en la carretera C-149.
Durante los gloriosos noventa, Entorn fue recibiendo importantes encargos de las
empresas públicas Gisa (que controlaba toda la obra pública) y Regsa (que controlaba
todo el área del regadío). A mediados de la década comenzó a recibir también dinero
del Instituto Catalán de la Energía (ICAEN). Entorn participó, gracias a este
organismo, en al menos tres programas financiados por la Unión Europea dentro del
ámbito de la biomasa, valoración energética de los residuos sólidos urbanos y los
impactos medioambientales del consumo de la energía. Recibió del ICAEN casi 6
millones de pesetas (unos 35.000 euros), que se habrían de sumar a más de 7 millones
de la Consejería de Medio Ambiente. La empresa de Pere Pujol facturó cientos de
miles de euros a la Administración. Hasta tal punto era importante el volumen de
facturación pública que a finales de los noventa sus principales clientes eran
Generación de Energía (la compañía de energía eólica donde tenían intereses
Sumarroca y Joan Fages, otro convergente de pro), la Autoridad Portuaria de
Barcelona y Ferrovial, la empresa luego implicada en el escándalo del Palau, donde
está acusada de pagar una mordida del 4 por ciento de la obra pública que le
encargaban, como donación a Convergència.
La lista de los encargos sospechosos era enorme. En algunos círculos comenzaba
también a circular el rumor de que los informes a medida de esta compañía podían
solucionar muchos problemas; pero, como suele ser habitual en estos casos, había más
de leyenda que de verdad en los rumores. Sí es cierto, por ejemplo, que Entorn fue la
empresa que realizó el estudio de impacto ambiental del campo de golf de Vilanera,
después de que un primer estudio lo desaconsejase. El gobierno también le encargó el
del canal Xerta-La Sènia, lo que supuso el inicio de las obras del trasvase del Ebro,
camufladas como mejoras para el regadío. Pero uno de los más importantes fue el
informe para la apertura del canal Segarra-Garrigues, la mayor obra civil de Europa en
su momento, desautorizado por la Consejería de Medio Ambiente.
Entre 2000 y 2001 las empresas públicas Gisa y Regsa encargaron a Entorn tres
informes por casi 200.000 euros. Al año siguiente, la Consejería de Medio Ambiente
adjudicó a dedo otro informe de más de 170.000 euros a una Unión Temporal de
Empresas formada por Tecnoambiente y Entorn.
A comienzos del siglo XXI, la proliferación de parques eólicos fue un campo
abonado para los intereses de Entorn, que vio crecer su cifra de negocio como la
espuma. Ya se ha explicado anteriormente cómo se realizó el desbloqueo de varios
parques eólicos porque la Consejería de Medio Ambiente tenía informes ambientales
negativos sobre el impacto de los mismos. Oriol Pujol Ferrusola, recién ascendido a
secretario general de Industria, ordenó nuevos informes (algunos a la empresa de su
hermano) para justificar la concesión de las licencias. La luz verde llegó en un tiempo
récord de semanas.
Pero, en esa época, Entorn comenzó también a recibir otros encargos, como el
estudio de impacto ambiental del alargamiento de la línea 4 del Metro de Barcelona.
Eran los estertores del pujolismo y, por si acaso, CiU iba atando compromisos
empresariales: adjudicó deprisa y corriendo la línea 9 del Metro y la Ciudad de la
Justicia (con un dimensionamiento tal que el tripartito tuvo que reducir el techo
construido) y otras obras de envergadura.
En la última legislatura de Jordi Pujol, que terminó en 2003, la oposición reclamó
una comisión de investigación sobre los contratos a empresas de los vástagos del clan
Pujol, pero las propuestas nunca prosperaron: CiU, que no tenía mayoría absoluta,
contaba con el apoyo del PP en el Parlamento catalán.
28 18.729.360 euros le costó la sede de Prisa en la calle Caspe de la capital catalana. Respecto al edificio
del grupo editorial de Gran Via de Madrid, el precio pagado fue de 245.549.960 euros; y la sede de la calle
Miguel Yuste alcanzó los 83.720.680 euros.
29 El 18 de septiembre del 2014, Hacienda le comunicó que debía comprobar su declaración de bienes y
derechos en el extranjero durante 2012 y 2013.
30 El País, 2 de marzo de 2002. Según este diario, Indra cerró la compra de Europraxis el 5 de abril de
2001. Pagó 44,476 millones de euros por el cien por cien de Europraxis. La operación culminó el 31 de
diciembre de 2001. Pujol y sus cinco socios se comprometieron a continuar como ejecutivos durante, al menos,
cuatro años.
31 El crédito se había concedido en octubre de 2001 para poner en marcha el portal Eoland.com. Tras
obtenerlo, fichó a Marcel Forns, director del Consorci de Turisme de Catalunya, que era quien había
contratado a Tourisme & Leisure con cargo a los fondos de la Generalitat. En abril de 2003, el proveedor de
Internet corta el suministro del portal Eoland por impago. Tampoco abona los plazos del crédito oficial. El
gobierno vetó a ICV los documentos de los expedientes, en los cuales se decía que la concesión del crédito era
una «operación de alto riesgo» y «no aporta garantías suficientes». En julio del 2003, el Patronato de Turismo,
participado por la Diputación de Girona, ha de asumir la gestión de Eoland. Dinero público de nuevo para tapar
el agujero.
32 La Vanguardia, 22 de abril de 2002.
33 ABC, 4 de agosto de 2014.
34 http://www.derechos.org/nizkor/espana/doc/pujol13.html.
12. LOS PUIG
Al acecho
Tanto uno como otro erraron el cálculo, porque Mas no estaba dispuesto a dar su
brazo a torcer. Crespo no llegó a ocupar la plaza de secretario de Seguridad, aunque
ejerció de diputado en el Parlamento y se le nombró vicepresidente de la Comisión de
Empresa y Empleo.
Mas hizo bien. Ese mismo año 2011, la Fiscalía presentó una querella contra Crespo
por su supuesta implicación en un caso de corrupción con la mafia rusa, pero el
Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) rechazó la acusación por falta de
pruebas consistentes. Sin embargo, el 25 de enero de 2013 la Guardia Civil ponía en
marcha la Operación Clotilde y todo se desencadenó. Ese día, detuvo a Andrei Petrov,
gran amigo de Crespo, acusado de blanquear más de 56 millones de euros en solo dos
años. Josep Valls, mano derecha de Crespo y primer teniente de alcalde de Lloret, fue
detenido el 29 de enero. El TSJC, por fin, en una escueta providencia fechada el 26 de
febrero, imputaba al ya exalcalde. Petrov le había regalado un reloj Zenith
—valorado en 3.000 euros— y le había pagado viajes a Rusia a él y a su familia.
Además, había patrocinado el Club de Fútbol Lloret y el Club de Hockey de la
localidad, aquel del que pagaba la cuota el dinero público distraído de los hospitales
comarcales. Entre 2007 y 2010, el ruso pagó a los dos clubes 270.000 euros. A cambio,
Crespo, en una decisión sin precedentes, le había perdonado la mitad de los impuestos
que debía pagar por la construcción de un centro comercial y le facilitaba todos los
trámites municipales que necesitase.
Petrov se hacía acompañar siempre por dos ucranianos que años atrás se habían
alistado en la Legión Extranjera francesa. Ellos eran también los encargados de llevar
el dinero físicamente a Andorra, donde lo ingresaban en el BPA, el banco que acabaría
siendo intervenido en marzo de 2015, entre otras razones, por aceptar sobornos de
Petrov para esconder su dinero. En una de esas cuentas escondía 40 millones de euros
y en otra, 2,6 millones. Durante uno de los viajes pagados a Rusia, Petrov llevó al
alcalde de Lloret a presencia de Viktor Karnaikin, considerado uno de los máximos
jefes mafiosos rusos y su jefe directo.
Con todo, Puig había salido ganando. Para forzar un pulso con Artur Mas, había
anunciado públicamente incluso el nombramiento de Crespo, hasta que recibió una
llamada de Presidencia y decidió dejar vacante la Secretaría de Seguridad. Se evitó el
escándalo que hubiese supuesto la imputación de Crespo siendo secretario de
Seguridad. Hubiese sido como poner el zorro a guardar a las gallinas.
Pero en el organigrama interno del gobierno, Puig salió perdiendo por goleada,
porque su empecinamiento y su apuesta fallida le dejaron en entredicho y reforzaron
la posición del entonces secretario general de Presidencia, Francesc Homs, su
principal rival dentro del gabinete.
A partir de entonces, desde su puesto de consejero de Interior, Puig comenzó a
controlar todo. Una de las tareas más delicadas fue tender un puente entre el servicio
de Información de los Mossos d’Esquadra y el Centro de Seguridad de la Información
(CESICAT).
En él, aporta los datos personales, propiedades y detalles del crédito hipotecario
que estaba pagando. A nombre de Felip solo constaba en los archivos oficiales su
vivienda habitual, comprada por 450.759,20 euros, para lo que obtuvo un crédito de
450.000 euros. Las cuotas mensuales que pagaba eran de 1.340 euros, a través de una
cuenta con un saldo de 1.500 euros. Pero tenía otra cuenta en la que realizaba
«ingresos en metálico». El informe aducía que «solo tiene pendientes de pago 200.000
euros, por lo que ha amortizado más de lo normal». También incorporaba los
historiales laborales de sus hermanos, las propiedades de los mismos y las empresas
que utilizaban. En sucesivas ampliaciones, iban añadiendo documentos de registros
públicos de las compañías de todos los hermanos.
Una posterior ampliación detallaba que la sociedad patrimonial de Felip aún no
había presentado el documento 347 a Hacienda (el que incluye los proveedores y
clientes) y resaltaba una frase: «Se recomienda investigar este punto en el mes de
septiembre y ahí se detectarán todos los ingresos de FPG». O sea, de Felip Puig
Godes. En aquellos momentos, aseguraban los detectives, «la cuenta referida en el
informe [es decir, la personal, a través de la que abonaba la hipoteca] sigue
manteniendo ingresos en metálico y acaba de empezar a recibir traspasos económicos
desde la sociedad FPG Enginyeria. Tiene agrupada la deuda hipotecaria de 550.000
euros, de la que ha amortizado 218.000 euros». Tres meses más tarde, los detectives
vuelven a hurgar en sus cuentas y amplían su informe inicial añadiendo que el político
recibió 13.920 euros de la sociedad Ascot Inversiones, la que controla su hermano
Jordi, y otros 10.440 euros de CDC.
El más voluminoso, sin embargo, se realizó a posteriori y detallaba su trayectoria:
licenciado en ingeniería de caminos por la UPC, cursó la especialización de
transportes, urbanismo y agua. También es diplomado en administración de empresas
por la Politécnica de Madrid. «Inició su carrera política como concejal en el
Ayuntamiento de Parets de 1987 a 1996. Milita en CDC desde 1976. Posteriormente ha
sido director general y secretario general del Departamento de Bienestar Social,
consejero de Medio Ambiente entre los años 1999-2001 y de Política Territorial y
Obras Públicas desde noviembre de 2001 hasta diciembre de 2003». Tras dejar el
gobierno, fue nombrado portavoz de CiU en el Parlamento catalán, cargo en el que
fue sustituido por Oriol Pujol en noviembre de 2007, al tiempo que pasaba a ocupar la
secretaría general adjunta de Convergència. «Como anécdota, decir que participó en
2007 en el concurso de fotografía del “Magazine” de La Vanguardia con una
fotografía de la isla de Santorini, Grecia», rezaba el dossier.
Destacaba el informe que había participado en la elaboración del nuevo Estatuto de
Cataluña y a continuación enumeraba las noticias negativas, centradas en el escándalo
del 3 por ciento, ya que los hechos que se denunciaban ocurrieron mientras él era
consejero de Obras Públicas y el principal acusado, José María Penín, era pariente
suyo. «Otro punto negativo acerca de Felip Puig, y explotado por la oposición en su
momento, fue que destinó a publicidad dieciséis veces más de lo presupuestado en
2003, el año en que CiU perdió el poder. Parece que hubo una desviación de fondos a
través de publicidad con facturas hinchadas», decía antes de enumerar todas las
propiedades suyas y las empresas de sus hermanos.
A ese informe inicial, de una treintena de páginas, le fue añadido posteriormente un
anexo de folio y medio con datos muy precisos sobre el que consideraban su hombre
de confianza en la Costa Brava, Ramón Ramos, exalcalde de Blanes, de quien
relataban su vida laboral y algunas de sus particularidades, como las compras de
artículos de lujo que hacía. Con posterioridad, también se añadieron algunos folios
con información confidencial. Ese añadido, no obstante, se realizó ya fuera de la
agencia de detectives que había realizado el primer informe. Y ahí es donde le
vinculaban a supuestas comisiones, relacionándole con altos cargos concretos de
algunas constructoras. Apuntaba ese anexo que su hermano estaba enviando dinero a
México a través de una sociedad denominada Iberoamericana de Business and
Marketing (Imisa), lo cual era cierto, aunque en esta empresa compartía intereses con
Jordi Pujol Ferrusola.
El nuevo informe subrayaba que Puig era asesor de Casinos de Cataluña con un
salario de infarto, circunstancia que el político siempre negó. Incluso narraba que
«casi nunca paga con tarjeta sus excesos gastronómicos en el Celler de Can Roca
(suele ir los jueves) u otros, sino que lo hace en efectivo y muchas veces con billetes
de 500 euros». Era, evidentemente, una exageración. Puig no había ido más que una o
dos veces al selecto restaurante de los hermanos Roca y, además, cuando salía,
siempre pagaba con tarjeta de crédito. Entre otras cosas, porque el partido se lo
permitía.
Los enemigos internos que tenía en Convergència habían aportado información
confidencial suculenta. En Salou (Tarragona), le acusaban de haber promovido una
moción de censura contra el equipo municipal de gobierno, formado por CiU y PSC,
además de los independientes de RDS (Renovación Democrática de Salou). Lo que
pretendía, decían sus detractores, era desbloquear un proyecto de construcción de un
centro comercial y de oficinas que había sido rechazado por el consistorio. El
promotor era un socio de Jordi Puig en otros negocios. «A espaldas del comité local
de CDC, Felip Puig promovió y firmó la citada moción, que devolvió la vara de
mando de la alcaldía al partido independiente FUPS, con el apoyo del PP. Lo justificó
por estrategia política: quería absorber en un futuro a FUPS y sus votantes. Para la
moción, se sirvió del voto de uno de los tres concejales de CiU que había en el
ayuntamiento, Marc Montagut, que ahora ostenta la cartera de Urbanismo».
El informe era particularmente crítico. «En cada provincia catalana, el señor Felip
Puig tiene a sus recaudadores (normalmente en cargos públicos) para que vigilen sus
intereses privados y de partido». Aseguraba el texto que había dado órdenes al grupo
de CiU en el Congreso para aprobar una subvención pública al Festival de Peralada
(que organiza Artur Suqué, el factótum de Casinos) y terminaba señalando que tenía
dos oficinas «recaudatorias», una en la calle Ganduxer (que era donde tenían
despacho Jordi Pujol Ferrusola y Jordi Puig Godes) y otra en la calle Copérnico. En
esta calle tienen su sede varias empresas de su hermano Oriol Puig, aunque Felip
guarda celosamente el domicilio de un pool propio de empresas en la calle Laforja. El
último párrafo volvía a poner el dedo en la llaga: decía que Felip y Júnior se habían
metido a fondo en un negocio de basuras en México, donde compartían intereses con
un amigo de la infancia: Gustavo Buesa. Y ahí no iban desencaminados, puesto que
fue uno de los extremos que más tarde afloraron y que ordenó investigar el juez Pablo
Ruz.
Entre las conclusiones que detallaba el dossier, pedía cruzar datos de facturaciones
de varios supuestos testaferros «para poder probar pagos irregulares» a determinadas
sociedades, como las de Buesa. El informe sobre los Puig con los nuevos datos
sensibles fue enviado al aún juez Baltasar Garzón, que había abierto la caja de Pandora
con la Operación Pretoria.
Querella en el Caribe
El que ha padecido más avatares, no obstante, es el benjamín de la saga. A Jordi
Puig Godes se le complicaron las cosas en los últimos años por sus rocambolescas
aventuras financieras. Tras sus aventuras empresariales con Jordi Pujol Ferrusola, el
hermano del otrora hombre fuerte de CDC continuó camino en solitario durante unos
años. En febrero del 2010, inició un negocio en República Dominicana. Un
empresario argentino, Alfredo Seefeld, conocía a Pablo Piñero, propietario del grupo
Bahía Príncipe, y este tenía unos terrenos en los que construir un parque temático de
16.000 metros cuadrados en lo que era el complejo hotelero mayor de la zona. La
compañía hotelera tenía una ocupación prácticamente del cien por cien y garantizaba
unas entradas al parque temático de 5.000 visitantes por semana. A cambio, pedía el
15 por ciento de la facturación bruta de este durante los dos primeros años y el 50 por
ciento durante los cinco años siguientes. Seefeld tenía el terreno y tenía la idea, pero le
faltaba un socio inversor. En aquellos momentos, trabaja en tierras dominicanas un
español, Juan Antonio Salguero. Su nombre se había dado a conocer por ser el
empresario que denunció en Fiscalía las mordidas del 3 por ciento, o sea, la comisión
que CiU cobraba por las adjudicaciones de obra pública. En su caso, esas comisiones
habían llegado hasta el 20 por ciento. Le habían soplado más de 108.000 euros, que
había dado en mano a José María Penín, el pariente de Felip Puig que se hacía pasar
por responsable o apoderado de la empresa pública Adigsa, adscrita precisamente a la
Consejería de Obras Públicas durante los últimos gobiernos de Jordi Pujol.
Salguero llegó a un acuerdo con Seefeld: se ocuparía de una parte de las obras del
parque temático a cambio del 10 por ciento de su explotación. Llamó a José Luis
Pardell, un intermediario catalán de compraventa de fincas, y este se acordó de un
amigo suyo que trabajaba en la construcción, Miguel Ángel Parejo, de Ferrovial, y de
Jordi Puig, que se desplazó a Santo Domingo para ver el terreno.
Todo fue a pedir de boca. A finales de agosto, Jordi Puig enviaba un correo
electrónico a los directivos de Bahía Príncipe y a Seefeld. Se presentaba como «socio
inversor del Proyecto Parque Temático». Decía en el correo: «Les escribo con motivo
de confirmar mi llegada a República Dominicana el día 3 de septiembre del 2010.
Lamentablemente, me he visto forzado a dilatar este compromiso por un problema de
agenda, disculpándome de antemano. El señor Seefeld ha hecho reserva para dos
personas para el día sábado 28 de agosto de 2010. Les agradecería me cambiaran si
fuera posible la fecha de reserva para el viernes 2 de septiembre de 2010. Estoy al
tanto de los tiempos con respecto a la apertura del parque temático y creo que está
dentro de nuestras posibilidades poder llegar a la apertura para la temporada alta
2010/2011, lo que sería beneficioso para ambas partes». En sus mails, Puig se refería a
José Luis Pardell como «nuestro hombre en Dominicana».
El hermano de Felip garantizó la ejecución de la obra del parque en tres meses y
comunicó a la dirección de Grupo Bahía que él pasaba a ser el socio director e incluso
hizo entrevistas de trabajo a futuros empleados. Sus socios, por otra parte, se
abandonaron en sus brazos, ya que sabían que era hermano de un importante político.
Un par de años más tarde, cuando Seefeld le puso una querella por estafa, relataba
que en Santo Domingo fue «tratado como un rey en Bahía Príncipe y el señor Seefeld
lo sentó a cenar invitado por el director de Melià, debido a que le pidió entrevistas en
Hoteles Riu y demás grupos». Los nuevos socios comenzaron incluso a pensar en un
segundo parque temático siguiendo la estela del Bahía Príncipe. «Todo era fantástico y
rentable, las condiciones de Alfredo eran contrastadas una por una por el
inversionista, al punto de tomar las riendas de la situación después de formalizar la
sociedad verbalmente y con un apretón de manos entre las partes. De ahí, el imputado
entrega al director del hotel los datos de la sociedad y escudándose en el problema de
no tener número de identificación fiscal de la empresa para firmar en ese momento
con Alfredo, pero solicitándole una vez más que confiara en su palabra y
tranquilizándolos en el tema de los plazos de ejecución de la obra, cosa que
preocupaba mucho al hotel, más si tenemos en cuenta que estuvo dos meses
retrasando su viaje, justo hasta las elecciones en España y coincidiendo con el
nombramiento de su hermano en un cargo de libre disposición de fondos
reservados».
Así de cruda al relatar los hechos era la querella, admitida a trámite en Santo
Domingo. Puig fue imputado por ello. Fue el sueño de una noche de verano. Seefeld
lo acompañó, junto con su familia, hasta el aeropuerto y lo despidió con afecto. Ahí se
acabó todo. «Nunca más se presentó Jordi Puig en el país. Nunca mandó el dinero del
replanteo, ni ningún otro dinero, sabedor de que, pasados los plazos dados por el
hotel, se cerrarían las puertas del mismo y pondría fin al sueño empresarial. De ahí el
descrédito del querellante fue tal que el hotel rescindió el contrato. La humillación en
los hoteles del citado proyecto fue pública. Dos años de falsas promesas a la basura.
Alfredo Seefeld había iniciado la campaña de publicidad, marketing, contratación de
personal, uniformes para el personal, etc. Todo tuvo que ser cancelado, en algunos
casos con deudas. La situación fue tal que el hombre de Jordi Puig en Dominicana se
intentó suicidar ante las deudas contraídas por confiar en el proyecto y en las
promesas y engaños hechos por el imputado Jordi Puig».
El argentino le envió correo tras correo detallándole los pasos que iba dando y los
costes que iba soportando y que debían ser sufragados por el socio inversor. Puig
pospuso un segundo viaje a República Dominicana hasta en cinco ocasiones,
«permitiendo que el querellante, Alfredo Seefeld, hiciese el ridículo ante el contratante
Grupo Bahía, con constantes reservas de alojamiento que nunca se cumplían, ya que
realizaba la petición de habitaciones al propio director del complejo, quien realizaba la
mejor reserva posible teniendo en cuenta que se trataba del socio capitalista. Cada vez
que reservaba las habitaciones, el bisoño de Seefeld las pagaba de su bolsillo,
mientras Puig seguía haciendo de las suyas en la Madre Patria (sic)».
Lo malo es que, ante la disposición a ir a República Dominicana, el argentino
confió y rechazó las propuestas de otros inversionistas interesados. «Siendo hermano
de quien era, pensamos que sería una persona seria», se dolieron como excusa
justificativa de tanta soberana paciencia.
En la querella, dictada desde una profunda decepción, Seefeld alertaba: «En la
especie hay un elemento importante que a las autoridades judiciales del Ministerio
Público como órgano de la Procuradoría General de la República [equivalente a la
Fiscalía General del Estado de España] tenga interés en determinar, y es el de la
relación del imputado con un señor de Andorra con compañía en Panamá, en donde
las cuentas y las transferencias no están del todo claro; de igual forma, el imputado
Jordi Puig es hermano del político español Felipe Puig, representante del partido CiU,
cuya sede se encuentra embargada por la Fiscalía española (sic) ante una posible
financiación ilegal del partido». Efectivamente, en aquellos momentos, Convergència
Democràtica de Catalunya (CDC) había puesto su sede como aval de una fianza por
responsabilidad civil de 3,2 millones de euros en el denominado Caso Palau. Pero no
había sido la fiscalía la causante de ello, ya que una resolución sobre un depósito o
aval dependen directamente del juez.
El argentino acusaba a Puig de estafa porque «Jordi Puig se valió de falsas
empresas, falsas calidades y promesas para que el señor Alfredo Seefeld no solo le
diera una participación y el control total de la compañía, sino que también erogó
sumas de dinero en dólares siempre bajo la promesa del nombrado Jordi Puig de que
iba a aportar el capital necesario tanto para realizar el proyecto como para reembolsar
los gastos hechos por el señor Seefeld. Este engaño, además, se sostiene con la
confirmación del señor Miguel Ángel Parejo vía mail diciendo que él mismo se estaba
ocupando de la transferencia de los fondos a una empresa panameña confirmada por
el señor Puig».
El socio argentino le reclamaba así una indemnización de 7 millones de euros
«como justa reparación de los daños materiales y perjuicios morales ocasionados por
el hecho penal que se le imputa al autor de los hechos». Era una historia digna del
mejor guión cinematográfico que pudiera llevar a la gran pantalla Martín Seefeld,
hermano del querellante
y actor de renombre en Argentina, donde protagonizó celebradas series y
películas, entre ellas Mi cuñado (con Luis Brandoni y Ricardo Darín) o las series Los
simuladores y El elegido. Mientras tanto, el avispado socio capitalista fue orillando las
citaciones judiciales durante años desde su refugio barcelonés.
La telaraña
En el año 2014 Jordi Puig volvió a salir a la palestra, pero esta vez con un tema más
truculento. En el mes de septiembre, el titular del Juzgado de Instrucción número 6 de
Barcelona, Miguel Ángel Tabarés, imputó a Jordi y a Oriol Puig por un presunto caso
de blanqueo de capitales, tras detectarse la llegada a España de determinadas partidas
dinerarias sospechosas. El dinero había llegado en diciembre de 2013. Jordi Puig
administraba una inmobiliaria llamada Working Succesfuly e intentó enviar casi medio
millón de euros a esta desde Gibraltar y Holanda.
El Servicio de Prevención de Blanqueo de Dinero del Banco de España (Sepblac)
tomó cartas en el asunto y elaboró un informe, que envió al juzgado. El magistrado
requirió a la Udef otro informe. Los agentes determinaron que el 4 de diciembre de
2013 Catalunya Banc detectó la llegada de una partida de casi 250.000 euros a la
cuenta de la inmobiliaria. El dinero procedía del Crédit Suisse de Gibraltar, por lo que
la operación era sospechosa, así que la entidad dio parte de la transferencia al mismo
tiempo que la rechazaba. Durante ese mes, Puig intentó hacer efectivos otros importes
hasta en cuatro ocasiones, siempre desde paraísos fiscales, por lo que las operaciones
fueron sistemáticamente rechazadas.
Los casi 250.000 euros que no entraron en su cuenta, sin embargo, sí se abonaron
en la cuenta que tenía la compañía Viniteca, de Oriol Puig, que luego transfirió a su
hermano Jordi unos 75.000 euros. Working Succesfully recibió también otra partida
de 80.000 euros, al parecer correspondiente a la comisión por la venta de un hotel en
Murcia. El remitente de los fondos era un fondo canadiense llamado Absolut Return
Fund Trust. Jordi intentó justificar el dinero recibido de su hermano como
correspondiente a la realización de un informe sobre la ayuda de un fondo de
inversión para relanzar el negocio vinícola. No hubo ni venta de hotel ni informe. Lo
que esperaba el avispado inversor era un cuarto de millón para comprar una vivienda
en Vilanova i la Geltrú. La vivienda era de la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos
Procedentes de la Reestructuración Bancaria), el «banco malo», y si se hacía con ella,
le era relativamente fácil ponerla en el mercado, puesto que casi tenía comprador.
No era la única operación sospechosa. A mediados del mismo mes de diciembre,
Jordi se presentó en el banco con su compañera, Masha Petek, para avisar de que
llegaría una transferencia de un millón de euros, enviada desde Rusia por un
ciudadano llamado Vladimir Dimitri. Ese dinero habría de servir para financiar la
apertura de tiendas en varios barrios de Barcelona. En esta ocasión, la transferencia
debía realizarse a través de la compañía West Turnpike, creada el 19 de septiembre de
2011 por una especialista en montar empresas y comprada luego por Masha y Ajda
Petek y dedicada a la promoción inmobiliaria. Esta sociedad ya había puesto en
marcha un negocio de comidas preparadas en el centro de Barcelona, que luego cerró.
Jordi Puig se ha multiplicado los últimos años. Aunque aparece en más de
cincuenta empresas, a su nombre solo encontraron un apartamento de 38 metros
cuadrados en la localidad de Sant Antoni de Calonge, comprado en 1999 con una
hipoteca de Cajamadrid de 88.108 euros, mientras que su vivienda en el centro de
Barcelona está a nombre de una de sus sociedades patrimoniales. Ascot Real Estate es
también la propietaria de una casa de 382 metros cuadrados en la exclusiva localidad
de Sant Cugat del Vallès, sobre la que pendía una hipoteca de 1.340.000 euros.
Oriol Puig, en cambio, ha sido menos pródigo en aventuras empresariales. Hasta su
entrada en el gobierno de la Generalitat como director del Servicio Meteorológico,
desempeñaba cargos en Laracan Fomento, Moixarra Investments, Holder Europa y
Aeria Inversiones Aeronáuticas. A esta última concurrió en representación de otra
compañía suya, Capsigrany Investments, y en ella se asoció con Enric Ticó Buxadós,
que fue director general de Puertos durante ocho años (siendo Felip Puig consejero de
Obras Públicas) y desde 2011 presidente de Ferrocarriles de la Generalitat, la empresa
pública catalana que explota las redes ferroviarias. La esposa de Ticó, Núria Burguera,
fue nombrada directora de comunicación del Puerto de Barcelona tras tomar el poder
Artur Mas.
Oriol tenía en propiedad un inmueble de 225 metros cuadrados en la céntrica calle
Balmes, comprado en 2005 con una hipoteca del Santander de 650.000 euros. También
tiene una tienda en el barrio de
Horta, de 54 metros cuadrados, con jardín. Pero esconde a través
de una red de empresas un patrimonio que sobrepasa los 13 millones de
euros.
Su sociedad Murgula Investments es dueña de una vivienda unifamiliar en
Igualada, comprada por 2,7 millones de euros en 2007. Otra compañía suya, Les Cases
de Calaf S. L., tiene un dúplex en esta localidad del interior, comprado con una
hipoteca de Caixa Manresa de 680.000 euros. Y más: la sociedad Puig de Canals al
Club S. L. dispone de veintinueve propiedades, de las cuales trece son pisos que
tienen precios que oscilan entre 120.000 y 150.000 euros en Amposta (Tarragona). Su
otra sociedad, Moixarra Investments, es propietaria también de diecinueve viviendas
en Torroella de Montgrí, en el corazón de la Costa Brava, que compró con una
hipoteca de Caixa Penedès de 1.720.000 euros. Laracan Fomento es su firma
patrimonial, a nombre de la cual dispone de una casa de 200 metros cuadrados en
Torroella de
Montgrí, más tres locales. El valor conjunto de estas propiedades se aproxima al
millón de euros. Y Holder Europa tiene un terreno de 26.395 metros cuadrados en
Viabrea, comprado con una hipoteca de 5 millones de euros de Caixa Girona.
Catalunya is not different
Álvarez, María Victoria. Empresaria. Durante cuatro años, entre 2006 y 2010,
aproximadamente, fue novia de Jordi Pujol Ferrusola. Sus declaraciones a la policía y
al juez proporcionaron pistas sólidas y datos muy concretos sobre el entramado
exterior de la familia Pujol. Sin sus datos, hubiese sido muy difícil llegar a desentrañar
toda la telaraña empresarial en el exterior que el clan había tejido. Tras sus
declaraciones, se siguieron las pistas proporcionadas y se encontraron no solo
evidencias, sino pruebas tangibles de negocios de los Pujol que ahora están siendo
investigados, tanto en Europa como en América. Entre otras cosas, desveló los
nombres de testaferros en Andorra, Londres, Argentina y México.
De la Rosa, Javier. Nacido en 1947. Financiero. Antiguo factotum del grupo KIO,
en los años noventa fue detenido, encarcelado y condenado por apropiación indebida.
Jordi Pujol i Soley le había llegado a calificar de empresario ejemplar. En los últimos
años, filtró a la policía española datos concretos sobre supuestas cuentas corrientes de
los Pujol, Artur Mas y varias personalidades más. Aseguró que él financió a CiU,
durante los años ochenta y noventa, con unos 4.500 millones de pesetas (unos 27
millones de euros) —que él entregaba al presidente Jordi Pujol en mano en su propio
despacho oficial del Palau de la Generalitat— y desveló, entre otras cosas, los
encuentros de Artur Mas con Felip Massot en Formentera.
Duró, Pierre. Andorrano y testaferro de Jordi Pujol Ferrusola, que aprovechó sus
excelentes contactos con el gobierno de Gabón para hacer negocios en África.
Fernández Norniella, José María. Amigo de Jordi Pujol Ferrusola. Presidente del
Consejo Superior de Cámaras durante los primeros años del siglo XXI. Era el hombre
que conectaba los intereses del primogénito de los Pujol con el gobierno que presidía
José María Aznar. Júnior se servía de él para obtener favores de la Administración
central.
Ferrusola i Lladós, Marta. Nacida el 28 de junio de 1935. Casada con Jordi Pujol
i Soley el 4 de junio de 1956. Ha sido la matriarca del clan, cabeza visible durante años
de la compañía Hidroplant y responsable de Deportes de CDC, al mismo tiempo que
presidenta del Salón de la Infancia y la Juventud de la Feria de Barcelona mientras su
marido fue presidente de la Generalitat. Ocultaba una cuenta en Andorra con más de
838.000 euros hasta julio de 2014. El Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona
la imputó por fraude fiscal y blanqueo de capitales.
Prenafeta Garrusta, Lluís. Nacido en 1939. Casado con Lluïsa Mas. De 1980 a
1990, fue secretario general de Presidencia de la Generalitat. Apodado Rasputín, tuvo
que dimitir después de que la Fiscalía anunciase una investigación por una supuesta
incompatibilidad de cargos. Fue el principal apoyo que tuvo Jordi Pujol, quien le
pidió ayuda en muchas ocasiones. En los años ochenta, su familia compró la empresa
José Ferrusola S. A. (vinculada a Marta Ferrusola) para intentar salvarla. En su
holding familiar de Tipel, dio trabajo a Jordi Pujol Ferrusola y a Artur Mas. En el año
2009 Pujol le encargó desactivar un chantaje que pendía sobre la cabeza de Jordi Pujol
Ferrusola y su socio Jordi Puig Godes. En el mismo 2009, fue detenido en el marco de
la Operación Pretoria, junto a Macià Alavedra y al exdiputado socialista Luis García,
alias Luigi. Según la acusación, había escondido supuestamente al fisco casi 15
millones de euros, que tenía en paraísos fiscales. Está pendiente de juicio, acusado de
blanqueo de capitales y tráfico de influencias, por los que se le piden siete años de
prisión. Su esposa está acusada solo de blanqueo y se le piden tres años y seis meses
de prisión.
Puig Godes, Oriol. Nacido en abril de 1960. Casado con Núria Olivella Busquets.
Desde 1983, trabajó para la Generalitat de Cataluña en diferentes departamentos como
cargo de confianza. Con la llegada del tripartito, abandonó la Administración, a la que
retornó como director general del Servicio Meteorológico de Cataluña cuando CiU
recuperó el poder en el año 2010.
Pujol Ferrusola, Josep. Nacido en 1963. Casado con Laura Vilà, hija de una
acaudalada familia barcelonesa, amante del senderismo y del yoga. Josep estudió
empresariales en Esade y en la Universidad de Nueva York. En los años noventa,
fundó con varios amigos la consultora Europraxis, que en el 2002 vendió a Indra. Esta
empresa la compró por 45 millones de euros, una cantidad muy por encima de su
precio real, según algunos. Josep, que realizó muchos negocios a la sombra del poder,
también era un asiduo en las aventuras empresariales de su hermano Jordi. Las
numerosas adjudicaciones de informes y encargos del gobierno catalán a su empresa y
la desaparición de varios expedientes de esas adjudicaciones —que así no pudieron
ser examinados por el Parlamento catalán— alimentaron la leyenda negra del
favoritismo. Un informe de la Sindicatura de Cuentas encargado en el año 2002
dictaminaba que la Administración troceaba contratos que luego daba a Europraxis,
para evitar tener que convocar concurso (puesto que si un contrato excede de un
determinado volumen es obligatoria dicha convocatoria). Josep es el único miembro
de la familia que no está imputado en algún proceso judicial.
Pujol i Soley, Jordi. Nacido el 9 de junio de 1930. Casado con Marta Ferrusola.
Médico de profesión, jamás ejerció la medicina. Fue presidente de Banca Catalana. En
1973 fundó Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Desde 1980 hasta 2003
fue presidente de la Generalitat de Cataluña. El 25 de julio de 2014 emitió un
comunicado admitiendo que su familia había escondido un presunto legado dinerario
en cuentas secretas de bancos de Andorra. El 29 de julio de ese año, renunciaba a su
sueldo vitalicio y al despacho oficial que le correspondía como expresidente de la
Generalitat. Imputado por el Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona por
supuesto fraude fiscal y blanqueo de capitales.
Tauler, Xavier. Director general del grupo Copisa. Apodado El Seco, es amigo
íntimo de Jordi Pujol Ferrusola. El grupo Copisa pagó millones de euros a Júnior a
cambio de supuesto asesoramiento. No existe ni un solo contrato que justifique esos
pagos, que están siendo investigados por la Audiencia Nacional. Tauler está imputado
por el juez Pablo Ruz para determinar en concepto de qué se pagaron cantidades
millonarias. Junto a Tauler, el 22 de octubre de 2014 fueron imputados por supuesto
blanqueo de capitales y falsedad en documento mercantil los empresarios Xavier
Corominas Riera, Carles Sumarroca padre e hijo, Alejandro Guerrero Kandler,
Gustavo Buesa Ibáñez, Josep Mayola Comadira, Luis Delso Heras, Mercè Gironès
Riuera (esposa de Jordi Pujol Ferrusola), Ramon Gironès Pagès (exsuegro de Jordi
Pujol Ferrusola) y Ramon Gironès Riera (excuñado de Jordi Pujol Ferrusola).
Apéndice 2. Las empresas de cada cual
Los Pujol han controlado un buen puñado de empresas y han mantenido intereses en
un centenar de ellas. Los más activos del clan han sido tres de los hijos de la familia:
Jordi, Oleguer y Josep Pujol Ferrusola. No obstante, se ha intentado ocultar sus
intereses en muchas ocasiones mediante la interposición de sociedades pantalla que
dificultan el seguimiento de su rastro.
Jordi Pujol Ferrusola ha estado ligado directamente a una treintena larga de
sociedades, como consejero, administrador, apoderado o inversionista:
Hispano Química S. A.
Project Marketing Cat S. L.
Iniciatives Marketing i Inversions S. A.
Inter Rosario Port Services S. A.
Iberoamericana de Business and Marketing S. A.
Active Translation S. A.
Catexpress S. A.
FARC S. A.
Hot Line Computer S. A.
Hitech General Consulting S. L.
Hidroplant S. A.
Ambulancias San Patricio S. A.
Innovative Solutions S. L.
Digital River S. L.
Geset Afers S. A.
Intradex Golf S. L.
Ibacafe Cat S. L.
Nou Cent Habitatges S. L.
Globus Barcelona S. L.
Petrocat S. A.
Elecnor S. A.
Demo S. A.
TAISC S. A.
Ininvest S. A.
Prointer S. A.
Torrent y Coto S. A.
Algodonera San Antonio S. A.
Laboratorios Serés S. A.
COGE España S. A.
Radiotrónica S. A.
Crena S. A.
Tabacos Nicarao S. A.
Deschiss USA Corp
Ipromar Ocean
Home Empowerment Network Inc
La lista secreta de Jordi Pujol a lo largo de su trayectoria es mucho más extensa. El
hijo mayor de Pujol se dedicó a comprar paquetes accionariales de empresas y a
venderlos posteriormente. Con muchas compañías llegaba a acuerdos puntuales para
promociones inmobiliarias concretas y aportaban mutuamente la cantidad pactada,
deshaciendo la sociedad posteriormente. Al margen, se le conocen también
actividades a través de Brantridge Holdings, Brantridge Establishment y Brantridge
State, las compañías que le montó su testaferro londinense Herbert Towning.
Oleguer Pujol Ferrusola, el benjamín, extendió sus tentáculos por una quincena de
sociedades:
Bridger Spain S. L.
Orchard Capital S. L.
Inmoclick Online S. A.
Incola Ciudad S. L.
New Positively 21 S. L.
Uro Property Holdings Socimi S. A.
Tasibérica S. A.
San Fernando Resort Bahía Sur S. L.
Servifonia Plus S. L.
Optimus Subastas on Line S. A.
Arquillo Resort S. L.
Bahoruco Park S. L.
Tres Forcas Capital S. L.
Samos Servicios y Gestiones S. L.
Longshore S. L.
Drago Capital S. L.
Jasmund Spain S. L.
Trisola Servicios y Gestiones S. L.
Step Negocios S. L.
Gestadeneco S. L.
Ursus Alfa S. L.