Panquetzaliztli

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 40

Mitos y recorridos divinos en la veintena de

S E C C I Ó N T E M ÁT I C A

Panquetzaliztli

Myths and divine processions in the


Panquetzaliztli twenty-day cycle

Elena Mazzetto*

Fecha de recepción: 1 de noviembre de 2017 • Fecha de aprobación: 9 de enero de 2019.

Resumen: En este artículo se estudia el recorrido ceremonial llamado Ipaina Huitzilopochtli


que se llevaba a cabo en la veintena de Panquetzaliztli, la fiesta del dios tutelar mexica en
el ciclo del calendario solar. Mediante un análisis comparativo tanto de distintas crónicas
coloniales en náhuatl y en español, como de las contribuciones modernas, se reflexionan
aspectos olvidados por los investigadores. Asimismo, se analizan los distintos espacios por
donde los protagonistas transitaban de un lugar a otro, y se examinan las personalidades
sobrenaturales involucradas en el recorrido, en relación con la recreación anual del mito del
nacimiento de Huitzilopochtli. Los resultados de la investigación sobre estos “múltiples”
recorridos apuntan hacia la necesidad del estudio multifacético de la dimensión social y
política del Valle de México, y del contexto de creación de las crónicas novohispanas, para
el logro de una buena comprensión de acontecimientos religiosos determinados.
Palabras clave: Panquetzaliztli, Tenochtitlan, Tlatelolco, recorridos ceremoniales, ciclo
del calendario solar.

Summary: This article covers the study of the ceremonial procession known as Ipaina
Huitzilopochtli, which took place in the twenty-day cycle of Panquetzaliztli, the festival
of the guardian Mexica god in the solar calendar cycle. A comparative analysis, both of
different colonial chronicles in Náhuatl and Spanish, and modern contributions, reflects
on certain aspects overlooked by researchers. In addition, the different routes along which

* Becaria posdoctoral del Fond National de la Recherche Scientifique (fnrs)-Université Libre de


Bruxelles, Bruselas, Bélgica, elena.mazzetto@yahoo.it

46 Trace 75, cemca, enero 2019, págs. 46-85, ISSN: 0185-6286


the main players traveled from one place to another are analyzed and the supernatural
characters involved in the journey are examined in relation to the annual recreation of
the myth of the birth of Huitzilopochtli. The results of the research into these “multiple”
journeys point to the need for a multi-faceted study of the social and political dimension
of the Valley of Mexico and of the context of the creation of the Colonial chronicles in
order to gain a better understanding of specific religious events.
Key words: Panquetzaliztli, Tenochtitlan, Tlatelolco, ceremonial journeys, solar calendar
cycle.

Résumé : Cet article étudie le parcours cérémoniel connu sous le nom d’Ipaina Huitzilopo-
chtli, qui était effectué au cours de la vingtaine de Panquetzaliztli, la fête du dieu tutélaire
mexica dans le cycle du calendrier solaire. L’analyse comparative de différentes chroniques
coloniales en nahuatl et en espagnol ainsi que d’études modernes a permis de mettre en
lumière certains aspects oubliés par les chercheurs. Cette étude analyse également les
différents espaces au sein desquels les participants se déplaçaient d’un lieu à un autre, et
examine les personnalités surnaturelles impliquées dans le parcours en lien avec la recréation
annuelle du mythe de la naissance de Huitzilopochtli. Les résultats de la recherche sur
ces « multiples » parcours soulignent la nécessité d’une approche pluridimensionnelle de
l’organisation sociale et politique de la vallée de Mexico et du contexte de création des
chroniques de la Nouvelle-Espagne pour parvenir à une meilleure compréhension de
certains évènements religieux.
Mots-clés  : Panquetzaliztli, Tenochtitlan, Tlatelolco, parcours cérémoniels, cycle du
calendrier solaire.

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 47


À Michel Graulich
Mon premier maître, une personne qui m’a énormément
inspiré dans mes recherches.

Las fiestas de las veintenas eran fenómenos religiosos muy complejos,1 por lo que
ha sido un tema de estudio sugestivo a lo largo de la historia del centro de México,
tanto así que los especialistas han puesto énfasis en aspectos cada vez distintos e
igualmente fundamentales para comprender las múltiples capas de significados en
las que estaban constituidos estos acontecimientos rituales. Desde el siglo xix y
principios del xx, con las publicaciones de los eruditos Albert Réville (1885), Sir
James Frazer (1890), Eduard Seler (1902) y Konrad Theodor Preuss (1908), las
investigaciones sobre el ciclo festivo tenían el afán de encontrar en la dimensión
ritual el reflejo del periodo estacional en el que los ritos se llevaban a cabo, por lo
que la coincidencia del ciclo agrícola con el ciclo ritual siempre ocupó un lugar
preponderante.2 La recreación de aventuras míticas determinadas también fue una
preocupación precoz para estos especialistas, ya que partían de pasajes específicos
en las crónicas coloniales que hacían eco a eventos mitológicos y viceversa.3
Los investigadores no tardaron en darse cuenta de que la dimensión festiva iba
sujeta también a manipulaciones políticas y propagandísticas, ya que las fiestas
se volvían ocasiones perfectas para mostrar el poder del imperio mexica y de su
dios tutelar, Huitzilopochtli, triunfador victorioso sobre los pueblos y los dioses
enemigos. A Francisco del Paso y Troncoso (1898) le llamó la atención la aparente
ausencia de Quetzalcóatl en rituales clave del ciclo solar. De hecho, la veintena que
conmemoraba el encuentro mítico entre sus padres, Mixcóatl y Chimalman, Que-
cholli, desembocaba en la veintena de Panquetzaliztli, donde el dios recién nacido
no era la Serpiente Emplumada, como se podía esperar, sino Huitzilopochtli. En
su obra extraordinaria y única, hasta hoy en día, sobre el ciclo de las fiestas de las
veintenas y la relación entre sus ritos y los mitos de la tradición mesoamericana,
Michel Graulich, siguiendo los pasos del sabio mexicano, realizó un análisis crítico
del contenido de todas las veintenas, exponiendo –entre sus muchos aportes– cómo
Huitzilopochtli sustituye a distintos dioses en el ciclo festivo, como es el caso de la
veintena de Tlaxochimaco, probablemente dedicada, en su origen, a Xochiquétzal
(Graulich, 1999: 406).4 En los años ochenta, Betty A. Brown analizó las veintenas
de Ochpaniztli y Xócotl Huetzi en clave histórico-política, señalando cómo los ritos
sacrificiales de las dos fiestas tenían el objetivo de conmemorar periódicamente
acontecimientos históricos específicos, uniones prestigiosas o derrotas clamorosas

48 Elena Mazzetto
de los enemigos de los mexicas, con la consecuente declaración de la soberanía
religiosa y territorial tenochca. En el caso de Ochpaniztli, la unión, sacrificio y
desollamiento de la hija del soberano colhua Achitómetl. En Xócotl Huetzi, la
captura y sacrificio del dios tutelar de los tepanecas de Azcapotzalco, Otontecuhtli
(Brown, 1984; 1988).
En el libro dedicado a Xipe Tótec, Carlos J. González González (2011) evi-
dencia como el tlahuahuanaliztli –definido como “sacrificio gladiatorio” por los
españoles– es un raro ejemplo de rito cuyos cambios litúrgicos pueden rastrearse
a lo largo del tiempo, en particular entre la época de Motecuhzoma i y la de
Axayácatl. Según el investigador mexicano las modificaciones sufridas obedecían a
la voluntad de centrar el culto público mexica en la recreación del mito del Quinto
Sol (González González, 2011: 356-357).
Estos ejemplos no pretenden ser exhaustivos, sin embargo, demuestran cómo
la elección de los protagonistas y de los espacios no estaba hecha al azar, sino que
respondía con precisión a la exigencia de afirmar un mensaje hegemónico fuerte.
El ciclo festivo no era unitario. La multitud de calpulteteo de México-Tenochtitlan
permite comprender como cada veintena respondía a la necesidad de celebrar
distintas entidades sobrenaturales, relacionadas con corporaciones y tlaxilacalli,
barrios (Van Zantwijk, 1985; Mazzetto, 2014a).5 Lejos de ser eventos estáticos
que permanecían aparentemente intactos a lo largo de los años, las veintenas
podían experimentar incorporaciones de nuevos elementos –actores rituales o
acceso a nuevos espacios– así como cambios, reflejo en la evolución misma del
poderío mexica. De aquí surge la exigencia de cotejar constantemente la infor-
mación religiosa con testimonios de naturaleza política y social en específico. En
este trabajo analizaré uno de los ritos más conocidos del ciclo festivo mexica, es
decir el recorrido ceremonial llamado Ipaina Huitzilopochtli, “la (su) velocidad/
ligereza de Huitzilopochtli”, realizado durante la veintena de Panquetzaliztli que
conmemoraba su nacimiento mítico.
La carrera iniciaba en el recinto sagrado de la capital mexica y pasaba por
ciertos lugares del área occidental del Valle de México regresando a su punto de
partida. Este tipo de recorrido circular, realizado en sentido contrario a las ma-
necillas del reloj, se llamaba tlayahualoliztli y era muy común en el ciclo festivo.
Se podía realizar alrededor de un altar, un templo-pirámide, un patio, o de la isla
entera y podía estar dedicado a distintas entidades sobrenaturales (Mazzetto,
2014a). Sin embargo, en ningún otro momento del año tenía esta extensión ni
involucraba a tantos participantes. Los especialistas no tardaron en identificar
algunos de los significados más evidentes de la carrera, es decir, la conmemora-

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 49


ción de las peregrinaciones mexicas en el Valle de México antes de la fundación
de su altépetl.
Eduard Seler (1990-1998, vol. iii: 232-235) identificó los espacios del recorrido
como lugares donde se llevaban a cabo combates contra enemigos del pueblo
mexica. Yólotl González de Lesur (1967: 183) propone que los sitios de la carrera
marcaban lugares donde los mexicas obtuvieron victorias importantes, mientras que
González Torres (1985: 206) considera que todas las etapas de la carrera “tienen
que ver con la historia de los mexicas desde que llegaron al Valle de México, o
con gentes con las que tuvieron que luchar”. Por su parte, Michel Graulich (1999:
205-206) subraya cómo la Ipaina Huitzilopochtli “rehacía con exactitud la última
parte del trayecto de los mexicas errabundos por el valle”. Si bien la correspon-
dencia entre las etapas del recorrido ritual de Panquetzaliztli y las peregrinaciones
mexicas representa el punto de partida del análisis, en este artículo indagaré sobre
tres facetas aún poco consideradas en relación con las personalidades divinas que
protagonizan este recorrido, y su relación con la dimensión espacial vinculada a
las etapas del itinerario.
En un inicio, se analizarán las etapas de la Ipaina Huitzilopochtli, basadas en
distintas fuentes, para comprobar si cada una de ellas reproponía acontecimientos
relacionados con las peregrinaciones mexicas y cuáles son las diferencias entre
los itinerarios propuestos en cada documento, un aspecto que aún no se ha abordado.
Asimismo, se estudiarán los protagonistas divinos de la carrera, los dioses Painal y
Cuáhuitl Ícac, dos entidades sobrenaturales aún poco conocidas, con el propósito
de establecer una relación específica entre la presencia de este último dios y la
mención de un itinerario peculiar de la Ipaina Huitzilopochtli, mismo que difiere
de los demás. Por lo anterior, nos interrogaremos sobre la razón de esta variante
en el rito. El uso de las crónicas coloniales en náhuatl y en español es fundamental
a la hora de entender por qué los documentos interrogados proporcionan rutas y
participantes divinos diferentes. Con base en estas distintas versiones, se tomará
en cuenta el papel de los espacios urbanos pertenecientes a Tlatelolco en la reali-
zación de la carrera divina y su vínculo con la historia y la reafirmación del poderío
mexica en el Valle de México. Ya que el tema del artículo prevé la comparación
del mismo recorrido descrito en distintos documentos, propongo a continua-
ción la narración pormenorizada de los pasajes de las fuentes examinadas donde se
menciona la Ipaina Huitzilopochtli. De esta manera, el lector comprenderá con más
facilidad tanto el desarrollo por etapas del rito –y sus cambios de un documento
a otro– como la interpretación propuesta.

50 Elena Mazzetto
La Ipaina Huitzilopochtli en las fuentes documentales

Todos los documentos interrogados confirman que este recorrido ceremonial


se llevaba a cabo en espacios distintos de la isla de México-Tenochtitlan y de la
ribera oeste del Valle de México. Como se verá a continuación, los integrantes
del cortejo podían variar; sin embargo, siempre se menciona al sacerdote, mismo
que llevaba a cuesta una efigie de Painal –lugarteniente de Huitzilopochtli– o del
mismo dios tutelar mexica. El desplazamiento se realizaba corriendo, en el sentido
contrario de las manecillas del reloj, empezaba por el norte, luego pasaba por el
oeste y concluía con la entrada a la capital mexica por el sur. Veamos ahora con
más detalle la información de las crónicas del siglo xvi.

La Historia General de Bernardino de Sahagún

Panquetzaliztli era la decimoquinta veintena del calendario solar mexica y su nom-


bre significa “Erección de banderas” (Durán, 1984, t. i, cap. xviii: 283; Kubler &
Gibson, 1951: 32; Quiñones Keber, 1995, lám. 5r).6 Según el Códice Tudela (2002,
lám. 25r: 219) y el Códice Magliabechiano (1996, lám. 42v.) esta traducción se debe
al hecho de que sobre la cabeza de la efigie de Huitzilopochtli era colocada una
bandera azul.
En 1519, Panquetzaliztli tenía lugar entre el 20 de noviembre y el 9 de
diciembre. A lo largo de toda la historia de los estudios sobre las ceremonias na-
huas prehispánicas, los especialistas se dieron cuenta de que los ritos de la fiesta
de Panquetzaliztli reactualizaban la victoria de Huitzilopochtli en la montaña
Coatepec –la “Montaña de las serpientes”– así como la derrota de sus hermanos
enemigos, los Centzonhuitznahua, encabezados por su hermana mayor, la diosa
Coyolxauhqui (Seler, 1963; Krickeberg 1961; López Austin, 1970; González, 1985;
Graulich, 1999; López Austin y López Luján, 2009).
Los informantes nahuas de Bernardino de Sahagún relatan cómo al amanecer
del primer día de Atemoztli, el día que seguía el vigesimo de Panquetzaliztli,
el sacerdote llamado Topiltzin Quetzalcóatl (Sahagún, 1950-1982, Libro ii,
Apéndice: 175) bajaba de la cumbre de la pirámide de Huitzilopochtli llevando
la efigie del dios Painal e iba al campo de juego de pelota. En este lugar se sacri-
ficaban cuatro víctimas, dos en honor a Amapan y dos en honor de Huappatzan,
divinidades cuyas estatuas se encontraban cerca del campo de tlachtli (Sahagún,
1989, vol. i: 163).7 Luego empezaba la carrera de Painal, llamada Ipaina Huitzilo-

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 51


pochtli, nombre traducido por Diego Durán como “el veloz y apresurado camino
de Huitzilopochtli” (Durán, 1984, vol. i: 29). El movimiento del desplazamiento de
Painal se denomina tlaiaoaloz, es decir, “rodear algo”. El recorrido era efectuado
en el sentido contrario de las manecillas del reloj (Sahagún, 1950-1982, vol. ix,
cap. 14: 64). El texto en español del Códice Florentino describe con detalle el
orden de marcha del trayecto. La procesión era abierta por un muchacho joven
que llevaba sobre los hombros un cetro en forma de serpiente de mosaico. Esto
se puede identificar con seguridad como la xiuhcóatl, la serpiente de fuego, el
arma mítica de Huitzilopochtli.8 El texto en náhuatl del documento sahaguntino
define a este artefacto como coatopilli “bastón de serpiente”, el término empleado
para la serpiente ondulante que constituye el atributo de los dioses acuáticos.
Ya que este último era una representación del rayo fertilizante, la asimilación
entre la xiuhcóatl y el coatopilli no debe sorprender, ya que el rayo era también
concebido como hecho de fuego, el fuego celeste que cae sobre la tierra (Sahagún
1950-1982, Libro ii, Apéndice: 178; Sahagún, 1989, t. 1: 179; Graulich, 1999:
114; López Austin y López Luján, 2009: 453-454; Olivier, 2015: 117).9 Otro
artefacto que acompañaba a la xiuhcóatl era una bandera de papel que tenía la
forma de un instrumento para ahuyentar los insectos, completamente agujerada
y emplumada. Este instrumento se puede identificar como el tlachiyaloni.10 Iba
luego el sacerdote que llevaba la efigie de Painal, y de acuerdo con el texto en
náhuatl de la obra sahaguntina se llamaba Topiltzin Quetzalcóatl (Sahagún,
1950-1982, Libro ii, Apendix: 175); según la contraparte del texto en español,
este ministro del culto iba ataviado como Quetzalcóatl (Sahagún, 1989: 179) y
en la descripción de la fiesta al principio del Libro ii el sacerdote era ataviado
como el mismo Painal (ibídem: 95). El sacerdote y la imagen eran escoltados por
cuatro “nigrománticos y otra mucha gente” (ibíd: 163). La multitud que seguía la
efigie se desplazaba dando gritos de guerra y levantando mucho polvo (Sahagún
1950-1982, Libro i, cap. 2: 3). Según la descripción del dios Painal contenida en
el Libro i de la Historia General “[...] en esto representaban la priesa que muchas
veces es necesaria para resistir a los enemigos, que sin sabero acometen haciendo
celadas” (Sahagún, 1989, t. i, p. 38). En cada parada realizada por el sacerdote,
los ministros del culto y los habitantes de las comunidades iban a su encuentro,
ofreciendo copal y degollando codornices. Una vez dejado atrás el campo del
juego de pelota y el recinto sagrado de México-Tenochtitlan, el sacerdote que
llevaba la efigie de Painal llegaba a Tlatelolco y luego a Nonoalco. El texto en
español de la obra sahaguntina específica que en Nonoalco se encontraba un
cu donde ahora se encuentra la iglesia de San Miguel (ibídem, t. i: 163). En

52 Elena Mazzetto
Nonoalco era recibido por el sacerdote del dios Cuáhuitl Ícac “árbol inhiesto”,
“compañero del dios Painal”, que se consideraba como su “hermano mayor”. El
sacerdote que llevaba la efigie de Cuáhuitl Ícac iba al encuentro de Painal. Los
informantes explican que las dos imágenes llevaban los mismos atavíos, aunque
Cuáhuitl Ícac estaba pintado con tiza. Luego se iban juntos hacia Tlacopan/
Tacuba, al lugar llamado Tlaxotlan y se dirigían después a Popotlan, donde
sacrificaban rápidamente otras víctimas. La versión en español explica que
Popotlan corresponde al barrio donde se encontraba la iglesia de San Esteban
(ibíd, t. i: 163). Pasando al frente del cerro de Chapultepec llegaban cerca de un
río, a un lugar llamado Izquitlan, donde se sacrificaba una víctima –un ixiptla–
llamada Izquitecatl, el dios del pulque celebrado en las veintenas de Tepeilhuitl
y Quecholli. Según el texto en español, era el río que se llamaba Izquitlan y en
este lugar se llevaba a cabo el sacrificio de varias víctimas nombradas Izquitecah
(ibídem 1989, t. i: 163-164). Luego pasaban por Tepetocan, en la periferia de
Coyohuacan y luego a Mazatlán. Con respecto a este último lugar, explica que
se encontraba cerca de la iglesia de Santo Matías Iztacalco (ib.: 164). Luego
regresaban hacia Acachinanco. Según Alfredo López Austin y Leonardo López
Luján (2009: 253), los cautivos Huitznahua participaban en las batallas que se
llevaban a cabo en cada etapa de la Ipayna Huitzilopochtli.11 Cuando llegaban a
esta última etapa del recorrido se concluía una ceremonia que había empezado
en el momento en que Painal, a su vez, había empezado su carrera. Se trataba
de una batalla ritual donde los dos bandos estaban formados por los escla-
vos bañados y por los Huitznahua. Estos individuos llevaban los nombres de los
míticos hermanos enemigos de Huitzilopochtli, y ya que este último grupo era
ayudado por guerreros destacados, llamados “los soldados de Huitznahuac”, se
podría sugerir que pertenecían al barrio que llevaba el mismo nombre, ubicado
en la parcialidad sur-este de Tenochtitlan, Teopan (Sahagún, 1989, t. i: 164).
Cuando el que controlaba la batalla veía al sacerdote acercarse con la efigie de
Painal gritaba a los guerreros que concluyeran el combate y estos se despedían.
Antes de todo, llegaban los que llevaban el tlachiyaloni.12 Enseguida, estas reli-
quias eran proporcionadas a guerreros destacados que las llevaban corriendo por
una parte del recorrido y que las otorgaban a otros combatientes más, como si
se tratara de una carrera de relevos. Cuando estos últimos atravesaban la Puerta
del Águila, que correspondía a la entrada sur del recinto sagrado de México-
Tenochtitlan, nadie podía apoderarse de los tlachiyaloni, mismos que eran llevados
en la cumbre del templo de Huitzilopochtli y lanzados encima de la efigie de
tzoalli ‘masa de amaranto’ del dios.

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 53


La Historia de las Indias de Diego Durán

La Ipaina Huitzilopochtli es una de las partes más confusas de la descripción de


la veintena de Panquetzaliztli proporcionada por el dominico. En el capítulo ii
dedicado a Huitzilopochtli, el autor especifica que la carrera tenía lugar el día de
la fiesta. En cambio, en su Calendario antiguo, Durán insiste sobre el hecho de que
este rito se desarrollaba el primer día del mes (Durán, 1984, t. i, cap. xviii: 283).
Siempre en esta parte de su obra, el religioso explica que el sacerdote salía con
prisa del Templo Mayor para empezar su trayecto, mientras que en el capítulo vi
–dedicado al dios tutelar mexica– explica que el recorrido se llevaba a cabo cuando
la efigie de Huitzilopochtli todavía se encontraba sobre su litera a los pies del Tem-
plo Mayor. El dominico proporciona también dos itinerarios distintos. Las etapas
del primero son: Chapultepec (“ahí hacían estación y sacrificio”), Atlacuihuayan/
Tacubaya (“ahí hacían segunda estación”), Coyohuacan (“y ahí, sin hacer pausa”)
y otra vez Tenochtitlan, todo llevado a cabo en tres o cuatro horas (Durán, 1984,
t. i, cap. ii: 29). Las etapas del segundo itinerario, más completo, corresponden al
Templo Mayor, la calzada de Tlacopan, Atlacuihuayan, Coyohuacan, Huitzilopoch-
co y Tenochtitlan, todo llevado a cabo en dos horas y sin realizar ninguna parada.
Según Durán, la efigie que realizaba este trayecto era la de Huitzilopochtli y un
gran número de personas iban detrás de ella. Todos esperaban apoderarse de ella,
ya que eso significaría ser un hombre valiente a quien el dios otorgaría grandes
honores. La ruta terminaba cuando la efigie volvía a la cumbre del Templo Mayor
(ibídem, cap. xviii: 283-284).
La primera descripción de la efigie proporcionada por el dominico corresponde
a la estatua de masa de Huitzilopochtli. Sin embargo, en las páginas siguientes
dice que se trataba de un “pequeño ídolo”, que podría más bien evocar a Painal
(Durán, 1984, t. i, cap. ii: 24-32). Durán, así como Sahagún, trata de proporcio-
nar una interpretación del recorrido mismo, explicando cómo el dios “en todo el
tiempo que vivió nunca fue alcanzado de nadie ni preso en guerra y que siempre
salió vitorioso de sus enemigos” (Durán, 1981, t. i: 282).

Los Memoriales de Toribio de Benavente “Motolinía”

En sus Memoriales, Toribio de Benavente “Motolinía” relata que los sacerdotes, los
nobles y mucha otra gente se reunían y el gran sacerdote de Huitzilopochtli salía con
una efigie del dios, precedido por otros ministros de culto que esparcían incienso.

54 Elena Mazzetto
La ruta empezaba por Tlatelolco, definido como el “segundo barrio de México”,
luego paraban en Acolman, en el cual había un “oratorio” donde se sacrificaban
cuatro cautivos. Después seguían por Azcapotzalco y Tlacopan. Enseguida pasa-
ban por Chapultepec, “a donde nace el agua que entra a México”. Ahí no se reali-
zaba ninguna parada, sino que la procesión seguía hasta Huitzilopochco, donde se
sacrificaban otros cuatro cautivos y de ahí regresaban a Tenochtitlan culminando el
recorrido al medio día. Se precisa que el trayecto es de cinco leguas más o menos.
El franciscano añade que esta fiesta se celebraba con los mismos ayunos, sacrificios
y procesiones en la ciudad de Texcoco (Benavente, 1903: 57-58).13

La Historia Eclasiástica Indiana de Gerónimo de Mendieta y la Apologética


Historia Sumaria de Bartolomé de Las Casas

Gerónimo de Mendieta, en su Historia Eclesiástica Indiana (1971, Libro ii, cap.


xvi: 100-101) explica que la Ipaina Huitzilopochtli era realizada por el gran sa-
cerdote del dios, seguido por los otros ministros de culto. El recorrido pasaba por
Tenayocan, Tlacopan, Coyohuacan y Tenochtitlan. Si la efigie caía, simbolizaba
un mal presagio, pero si no, se trataba de algo muy positivo.
Bartolomé de las Casas (1967, Libro iii: 186) retoma la mayoría de los
datos de otras fuentes, en particular de los Memoriales de Motolinia. La carrera
alrededor de Tenochtitlan era realizada por el sacerdote de Huitzilopochtli que
llevaba una efigie del dios. La carrera empezaba antes del amanecer y terminaba
al mediodía. Las etapas eran Tlatelolco, Azcapotzalco –donde se realizaban sa-
crificios de cautivos de guerra en el lugar llamado “Culman”– y Tlacopan. Luego
se llegaba a Chapultepec y enseguida a Huitzilopochco. En esta última parada, se
llevaba a cabo el sacrificio de cuatro cautivos en un templo localizado en las
afueras de la ciudad.

La Monarquía Indiana de Juan de Torquemada

Exactamente como en la crónica de Diego Durán, la descripción de la carrera de


Huitzilopochtli descrita por Juan de Torquemada presenta varias contradicciones.
El religioso relata que durante la carrera se daban varias vueltas “alrededor de la
ciudad”, y que en todos los barrios donde paraba la efigie se sacrificaban codor-
nices y hombres. Retoma también la crónica de Sahagún y confirma las etapas

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 55


mencionadas por el franciscano, aunque, al mencionarlo la primera vez, califica
de forma errónea el teotlachco de “barrio” (Torquemada, Libro vi, cap. xxii: 76;
cap. xxxviii: 113-115).

Las Costumbres

En la fuente conocida como Costumbres, fiestas, enterramientos y otras formas de


proceder de los indios de Nueva España, la efigie llevada en el recorrido sería la de
Huitzilopochtli, pero más pequeña que la hecha con masa de amaranto, y llamada
Paynalcin, una corrupción hispánica del sufijo reverencial náhuatl -tzin. Quien
estaba a cargo de llevarla era uno de los sacerdotes del dios, acompañado por “ocho-
cientos principales bailando y cantando” (Costumbres, 1945: 51). El recorrido se
llevaba a cabo pasando por Chapultepec, daba vuelta por Coyohuacan y regresaba
a Tenochtitlan. Acercándose al Templo Mayor, los acompañantes nobles trataban
de apoderarse de la efigie llevada por el sacerdote y quien lo lograba subía con ella
hacia la cumbre del edificio y “era tenido en mucho” (idem).

Espacios e interpretaciones modernas

Varios investigadores han proporcionado una interpretación simbólica del recorrido


ceremonial efectuado en Panquetzaliztli. Como se menciona en la introducción de
este artículo, la opinión común de los especialistas es que las características y las
modalidades de realización de este itinerario representan una alusión directa no
solamente a la victoria mítica de Huitzilopochtli en el Coatepec, sino también a las
etapas de las peregrinaciones mexicas en el Valle de México, antes de su instalación
definitiva en la isla de Tenochtitlan (González Torres, 1985: 202, 206; Graulich,
2000: 357-358, Graulich, 2005: 172; Saurin, 1999: 49-50).
Según Yólotl González Torres (1985: 202, 206), este recorrido ceremonial
tenía el objetivo de evidenciar acontecimientos míticos o históricos, mitificados
enseguida, con el objetivo de recordar a la comunidad sus orígenes, sus relaciones
de sangre y el pacto que actualizaban con los dioses. La multitud que seguía el
desplazamiento del gran sacerdote y de Painal sería la personificación del mismo
pueblo mexica. Por esta razón, según esta autora, todos los lugares que represen-
taban las etapas del itinerario estaban relacionados con la historia de este pueblo
o con las comunidades contra las que habían luchado.

56 Elena Mazzetto
De acuerdo con Michel Graulich (1999: 207), la multitud podía ser una imagen
del mismo dios Huitzilopochtli, la divinidad que encarnaba su pueblo. Danièle De-
houve (2011: 189) proporciona más bien una interpretación estacional: el recorrido
circular realizado por Painal reproduciría el movimiento aparente del sol sobre el
horizonte hasta el solsticio de verano. La finalidad sería relanzar el ciclo anual poco
antes del solsticio de invierno. El solsticio de verano tenía lugar diez meses de veinte
días más tarde, un detalle que lleva la investigadora a considerar que los diez lugares
donde Painal realizaba sus paradas correspondían a los veinte meses de veinte días
(veintenas) futuros. A este respecto, cabe señalar, como se verá a continuación, cómo
el número de etapas del trayecto presenta algunos problemas de interpretación.
Si bien no analiza en específico la Ipaina Huitzilopochtli, es estacional también la
interpretación proporcionada por Kenneth Hirth (2016: 230, 320), quien apunta que
las ceremonias de Panquetzaliztli conmemoraban el nacimiento de Huitzilopochtli
cerca del solsticio de invierno, cuando el sol empezaba lentamente su viaje hacia el
zenith. Los sacrificios tenían supuestamente la finalidad de alimentar al dios con
la sangre indispensable para fortalecerse a lo largo del año. Recientemente, John
Schwaller (en prensa) volvió a retomar el simbolismo de las peregrinaciones en la
Ipaina Huitzilopochtli, subrayando a la isla como el punto de partida y de llegada
del recorrido, y que fungía a la vez como evocación de Aztlán –al principio de la
carrera– y de la nueva tierra prometida, Tenochtitlan.
La relación entre este recorrido y la dimensión del enfrentamiento –con con-
secuencias como la huida de los enemigos o la lucha en contra de ellos– queda
plasmada no solamente en la descripción de los sacrificios que se llevaban a cabo
en cada parada, sino también en el análisis de los participantes. El cortejo que
salía del recinto sagrado de México-Tenochtitlan era acompañado por cuatro “ni-
grománticos”. Este pasaje sólo se encuentra en el texto en español del documento
sahaguntino. El término “nigromántico” se emplea a veces para traducir el vocablo
náhuatl nahualli, es decir, el individuo que tenía la capacidad de transformarse en
otro ser (López Austin, 1967: 95; Martínez González, 2011: 130, 251).
Existen otros pasajes del Códice Florentino donde se mencionan estos per-
sonajes. En el capítulo viii del Libro xii se describe la embajada, enviada por
Motecuhzoma Xocoyotzin a la costa para recibir a los españoles recién llegados,
formada por “nanaoalti, tlatlacateculo, tetlachivianjme”, definidos después también
como tlaciuhque. En la versión en español nanahualtin se tradujo como “encanta-
dores”, y tlatlacatecolo como “maléficus”. Enseguida se habla también de adivinos
(tlaciuhque) y agureros (nanaoalti). En el texto en español de la Historia general
se encuentra un tercer término, nigrománticos, sin que se pueda entender a cuál

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 57


de los dos vocablos náhuatl sustituye (Sahagún, 1950-1982, Libro xii, cap. viii:
21-22; Sahagún, 1989: 826-827).
Los campos semánticos de tlacatecolotl y nahualli no son siempre fáciles de
definir.14 En el Libro iii, por ejemplo, donde se describe la derrota de Quetzalcóatl,
los tres responsables de su fuga de Tollan, Tezcatlipoca, Titlacahuan y Tlacahuepan,
se describen como nanahualtin y también como tlatlacatecolo (Sahagún, 1950-1982,
Libro iii, cap. iv: 17). En la descripción de los distintos oficios de la sociedad náhuatl
del Libro x de Sahagún, el nigromántico se identifica más bien con el Tlapouqui o
Tonalpouhqui, el adivino (Sahagún 1989, t. ii: 598). Sea como fuere, solicitar el apoyo
de brujos y adivinos se asociaba con contextos de conflicto, donde el arte mágico
tenía el objetivo específico de alejar, dañar a alguien –en este caso a los españoles–,
transmitir enfermedades, provocar la muerte o rechazarla, así como pronosticar el
desarrollo de eventos futuros. Ahora bien, la presencia de cuatro practicantes del
arte mágico en la Ipaina Huitzilopochtli revela, una vez más, que la carrera de Pai-
nal era la representación ritualizada de un acontecimiento bélico, dónde los brujos
posiblemente cumplían con la función de alejar o atacar mágicamente a los adver-
sarios de Huitzilopochtli. No está de más mencionar que el mismo dios se define
como “nigromántico” en el Libro i de la Historia general: “En las guerras era como
fuego vivo [...] y así la devisa que traía era una cabeza de dragón muy espantable
que echaba fuego por la boca. También éste era nigromántico o embaidor, que se
transformaba en figura de diversas aves y bestias” (Sahagún, 1989, t. i: 37, 70).
Esta información podría fortalecer el lazo entre guerra y hechicería, al iden-
tificar posiblemente las capacidades de brujo de la divinidad con la acción de su
doble y arma, la xiuhcóatl. Asimismo, los talentos metafórficos de Huitzilopochtli
recuerdan los del soberano de Coyoacán, Tzotzomatzin, mismo que espantó a
los emisarios de Ahuitzotl convirtiéndose en águila, serpiente y llamas de fuego
(Durán, 1984, t. ii: 371-373).
El número cuatro no es casual, ya que podría remitir al número de los teo-
mamaque encargados de transportar el tlaquimilolli de Huitzilopochtli durante la
migración mexica (Códice Boturini, 1964).15 Llevando a cuesta las efigies de los
dioses, los teomamaque precedían precisamente los ejercitos durante las campañas
militares (Sahagún, 1989, t. ii: 523; Olivier, 1995: 117). También cabe señalar que
cuatro era el número de las parcialidades en las que estaba dividida la ciudad de
Tenochtitlan. Algunos ritos, a lo largo del ciclo festivo, eran realizados por el sobe-
rano en presencia de los representantes religiosos y militares de estos cuatro sectores
de la ciudad, como la occisión y el desmembramiento del cuerpo de amaranto de
Huitzilopochtli, en Panquetzaliztli (Sahagún, 1950-1982, Libro iii, cap. i: 6).

58 Elena Mazzetto
Los especialistas identificaron la mayoría de los sitios mencionados en el
recorrido de Painal. Inicialmente, tomaré en cuenta, la versión de los textos saha-
guntinos, por ser la más detallada (véase Figura 1).

Figura 1 - El recorrido Ipaina Huitzilopochtli según la Historia General de las


cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún (mapa reelaborado por la
autora a partir de Pasztory, 1983).

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 59


Los sitios del recorrido en la obra de Sahagún: Nonoalco, Tlaxotlan y Popotlan

Con respecto a Nonoalco, “en el sitio habitado” (Garibay, 1995: 120) donde
esperaba el sacerdote de Cuáhuitl Ícac, sabemos que se trataba de una pequeña
isla separada de Tlatelolco por una acequia y ubicada al norte de la calzada de
Tlacopan (Caso, 1956: 41). Según los Anales de Tlatelolco (2004: 111) durante el
sitio de la capital mexica, Nonoalco fue uno de los cuarteles generales de Hernán
Cortés, de sus capitanes y de los tlatoque de las ciudades sometidas. El Códice
Florentino menciona tres barrios pertenecientes a Nonoalco: Nextlatilco, Iliacac
y Ayauhcaltitlan (Sahagún, 1950-1982, Libro xii, cap. xxix: 84). Este último
nombre se debe al hecho de que ahí se encontraba un Ayauhcalli, un santuario
dedicado a los dioses acuáticos y del maíz (ibídem: 32: 92; Mazzetto 2014a: 126;
Mazzetto 2014b).
Tlaxotlan debía representar un lugar sumamente significativo para la géne-
sis de Huitzilopochtli, ya que, como ha sido subrayado por Eduard Seler en su
análisis de los cantos sagrados de los dioses, se le llama tlaxotecatl y tlaxotecayotl
al nombre del canto que se realizaba durante la veintena de Panquetzaliztli
(Sahagún, 1950-1982, Libro ii, cap. xxxiv: 141; Seler, 2016: 24-25; Garibay,
1995: 39). El sabio alemán define este lugar como una “localidad al noroeste de
Tlatelolco, entre el barrio de Nonoalco y el pueblo de Popotlan, perteneciente
al pueblo de Tlacopan”. Caso (1956: 46) tampoco puede decir más que “lugar
entre Nonoalco y Popotlan”. En cambio Popotlan, “lugar de escobas”, se en-
cuentra mencionado como lugar de paso en los Anales de Tlatelolco (2004: 71)
y en la Crónica Mexicana (Tezozomoc, 2001, cap. iii: 61; Códice Aubin, 1980:
37; Navarrete, 2011: 216). La pertenencia de Nonoalco, Tlaxotlan y Popotlan al
reino tepaneca, se hace evidente en la lectura de otro pasaje de la misma crónica,
donde los tepanecas, tras la muerte de su soberano Tezozomoc, declararon la
guerra a los mexicanos:

[...] pusieron su rraya y término y juridiçión de guarda y segura [...]. Pusieron su


gente de guerra en la parte que llaman Nonohualco Xoconochpalyacac y en Maça-
tzintamalco y en Popotlam, en todas estas partes pusieron guardas y gente de guerra
para este efecto (ibídem, cap. viii: 71).16

Para concluir este apartado, cabe subrayar que, mientras que Popotlan aparece entre
los lugares donde los mexicas se establecieron al llegar en la Cuenca de México,
Nonoalco no corresponde con ninguna etapa de la peregrinación.

60 Elena Mazzetto
Chapultepec e Izquitlan

En Chapultepec los mexicas erigieron un altar de tierra, permanecieron durante


cuarenta y dos años y fueron atacados por los otros habitantes del Valle de Méxi-
co (Anales de Tlatelolco, 2004: 59, 63, 75; Historia de los mexicanos por sus pinturas,
2011: 59; Leyenda de los Soles, 2011: 199; Códice Aubin, 1980: 41). También, ahí se
realizó la ceremonia de atadura de los años (Códice Boturini, 1964: lám. 19; Crónica
Mexicáyotl, 1998: 39).17 Con base en información cartográfica y de archivo, Rossend
Rovira Morgado (2014: 120; 2017: 23) identifica Izquitlan como una corriente da
agua que nacía al norte de Chapultepec, más al norte del río-acequia de Xolloco,
y que en la época colonial entraba en la ciudad con el nombre de “Acequia del
sapo”, cruzando la antigua parcialidad sur-oeste de San Juan Moyotlan. Este río
es visible en un mapa del siglo xviii copiado de un mapa de 1580, publicado por
Alfonso Caso en su libro Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco (1956:
Apéndice iii). Una vez más, Izquitlan no se menciona en las fuentes que describen
los desplazamientos de los mexicas errantes en el Valle de México.

Tepetocan y Mazatlán

La siguiente parada era Tepetocan, otro lugar citado en las fuentes como etapa
de la peregrinación. En la Historia de los mexicanos por sus pinturas (2011: 59) se
dice que era “un cerro que llaman Tepetocan, que es junto a Coyoacan”. La Cró-
nica Mexicáyotl (Tezozomoc, 1998: 45-46) lo menciona en una lista de lugares
que corresponden a la ribera meridional del Valle de México, los barrios rurales
sometidos por los mexicas, junto con Mazatlán (ibídem: 48). En Teatro mexicano,
Agustín de Vetancurt comenta que Tepetocan era “un barrio [...] a la entrada de la
ciudad” (Vetancurt, 1971, t. i, cap. 10). Se trataba de un sitio ubicado hacia el río de
Coyohuacan/Churubusco, en el camino a la ciudad y saliendo del cementerio del
convento de San Mateo Churubusco.18
Mazatlán es otro lugar ribereño localizado en el sur del Valle de México, cono-
cido por un acontecimiento singular que se llevó a cabo durante las últimas etapas
de las peregrinaciones mexicas. Debe su nombre –“Lugar de venados”– al hecho de
que los mexicas encontraron ahí un ciervo hundido en el lodo. La cercanía con la
ciudad de Colhuacan –es decir, una vez más, la ribera sur del Valle– se infiere a
partir de un pasaje de Los Anales de Tlatelolco (2004: 67), donde se relata: “[...] lo
persiguen, lo ojean hasta Colhuacan. Allá se atasca en el fango, cuidadosamente lo

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 61


cogen y lo amarran. Por eso este lugar allá, todavía hoy se llama Mazatlan”. Según
la Crónica Mexicáyotl (Tezozomoc, 1998: 46), éste era un lugar cerca de Tepetocan.
Los informantes de Sahagún dicen que este sitio se encontraba “[...] cerca de la
iglesia de Santo Matías Iztacalco”, lo cual permitiría ubicar Mazatlán en la isla de
Iztacalco, al este de la antigua Calzada meridional que salía desde Tenochtitlan y
llegaba a Iztapalapa. Sin embargo, Juan de Torquemada proporciona una ubicación
un poco distinta:

[…] y dieron con un venado en la tierra llana, en las partes que parten términos con
los de la tierra firme, en un lugar que se llama Tetecpilco, alinde de Huitzilopochco
(que ahora es el pueblo de San Mateo, que dista dos leguas de esta ciudad, a la parte
de mediodía) y por haberlo hallado en aquel lugar fue llamado Mazatla (que quiere
decir lugar de venados). (Torquemada, 1975-1983, Libro ii, cap. xv: 144).

La información de Torquemada es más congruente con la de la Crónica Mexicáyotl.


Sea como fuere, San Matías Iztacalco también fue un lugar de paso importante para
el pueblo mexica, ya que según los Anales de Tlatelolco (1980: 40) ahí sacrificaron a
los xochimilca y muy probablemente celebraron distintas fiestas de las veintenas,
entre ellas, Tepeilhuitl o Atemoztli y Panquetzaliztli.19
Con respecto a los otros lugares mencionados en las distintas versiones pro-
puestas por las fuentes y que difieren de los documentos sahaguntinos, Diego
Durán menciona Atlacuihuayan, el lugar donde los mexicas se asentaron y donde
“[...] labraron y tomaron el atlatl [...]” (Tezozomoc, 1998: 48; Códice Aubin, 1980:
39), por lo que el sitio adquirió ese nombre. Ahí, según el dominico, “los mexica-
nos se repararon y reforzaron de armas, inventando aquel modo de armas y varas
arrojadizas que llamamos fisgas” (Durán, 1984, t. ii: 39).20

Huitzilpochco

Huitzilopochco, “el lugar de Huitzilopochtli”, es otra etapa muy conocida de las


peregrinaciones, ya que como cuenta la Historia de los mexicanos por sus pinturas:

[...] de allí vinieron camino de Huilzilopochco, que es dos leguas pequeñas de México,
el cual pueblo se llamaba Huitzílatl en lengua de chichimecas, porque de ellos estaba
poblado, los cuales chichimecas tenían por dios a Opochtli que era dios del agua; y este
dios del agua topó al indio que traía el mastle y manta de Huitzilopochtli, y como le

62 Elena Mazzetto
topó le dio unas armas, que son las con que matan las ánades, y una tiradera, y como
Huitzilopochtli era izquierdo como este dios del agua, le dijo que debía [de] ser su
hijo, y fueron muy amigos. Y mudóse el nombre del pueblo do se toparon, que como
primero se llamaba Huitzílatl, de allí adelante se llamó Huitzilopochco21 (2011: 55).

Figura 2 - El recorrido Ipaina Huitzilo-


pochtli según la Historia de las Indias de
Nueva España e islas de tierra f irme de
Diego Durán (mapa reelaborado por la
autora a partir de Pasztory, 1983).

Según los Memoriales, ahí también se sacrificaban cuatro cautivos (Benavente,


1971: 57).

Los sitios presentes en los otros documentos

Respecto a las etapas del recorrido citadas en los Memoriales de Motolinía, des-
tacan Azcapotzalco –capital del reino tepaneca de Tezozomoc, sometido por la

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 63


Triple Alianza en 1421– así como Acolman.22 Ya que este sitio aparece listado
después de Tlatelolco y antes de Azcapotzalco, resultaría normal pensar que se
ubique también en la ribera occidental de los lagos. Sin embargo, se desconoce
su ubicación, a menos que se trate de Acolnahuac, cerca de Azcapotzalco, citado
también como lugar de paso de los mexicas en la Crónica Mexicáyotl (Tezozomoc,
1998: 38; Rovira Morgado, comunicación personal, julio 2017).

Figura 3 - El recorrido Ipaina Huitzilo-


pochtli según los Memoriales o libro de las
cosas de la Nueva España y de los naturales de
ellas de Toribio de Benavente “Motolinía”
(mapa reelaborado por la autora a partir de
Pasztory, 1983).

El relato de Motolinía (véase Figura 3) especifica que ahí también se llevaban


a cabo sacrificios y en la lista de paradas de la Ipaina Huitzilopochtli sustituye a
Tlaxotlan: “[...] é antes que entrasen dentro [a la ciudad de Azcapotzalco], en
lugar llamado Aculman estaba un oratorio, y allí, hechas ciertas cerimonias, sacri-
ficaban cuatro mamaltin [...]. Hecho aquel sacrificio pasaban por Azcapotzalco”
(Benavente, 1971: 57).

64 Elena Mazzetto
En su crónica, Mendieta incluye también a Tenayocan, la antigua capital chichi-
meca de Xólotl, en la extremidad norte del Valle de México, una ciudad cuyos
lazos con los mexicas de Tenochtitlan no resultan tan evidentes (véase Figura 4),
lo que lleva a preguntarnos si no podría tratarse de una equivocación del cronista.

Figura 4 - El recorrido Ipaina Huitzilopo-


chtli según la Historia Eclesiástica Indiana de
Gerónimo de Mendieta (mapa reelaborado por
la autora a partir de Pasztory 1983).

Ahora bien, llama la atención el pasaje de Toribio de Benavente, cuando dice:


“Con los mismos ayunos, sacrificios y procesión celebraban esta misma fiesta en
Tezcuco” (Benavente, 1971: 5). Aunque por razones de espacio no será posible
analizar este aspecto, hay que subrayar la importancia de Tenayocan, antigua ciu-
dad chichimeca, al momento de la llegada de los pueblos acolhua y tepaneca en
el Valle de México (Códice Xolotl: lám. 20; Castañeda, 2013: 224). También, hay
que recordar que Tenayocan, junto con Azcapotzalco, figuró entre los principales

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 65


aliados de Tlatelolco durante la guerra que este último altépetl llevó a cabo contra
Tenochtitlan (Alva Ixtlilxóchitl, 1985, t. ii: 141).
A manera de conclusión, me parece significativo subrayar cómo en el Libro 2
de la Historia General se mencionan catorce espacios, sin embargo, los lugares
donde se llevaban a cabo sacrificios, ceremonias o simplemente paradas, sólo eran
ocho: Teotlachco, Nonoalco, Tlaxotlan, Popotlan, Izquitlán, Tepetocan, Mazatlán y
Acachinanco.23 Ahora bien, sólo tres de éstos están relacionados de forma evidente
con la memoria mexica de la época de las peregrinaciones: Popotlan, Tepetocan y
Mazatlán.24 Teotlachco, Nonoalco, Tlaxotlan, Izquitlán y Acachinanco no apare-
cen mencionados.25 En cambio, Tlatelolco, Tlacopan, Chapultepec, Coyohuacan
y Cuauhquiahuac, parecen más bien “lugares de paso” durante el recorrido ritual,
aunque Chapultepec sea un lugar muy significativo de la etapa migratoria mexica.
Igualmente, la lista de lugares del Libro ix del Códice Florentino está conformada
por siete lugares, de los que probablemente sólo cuatro eran paradas: Nonoalco,
Popotlan, Chapultepec (esto es, Izquitlán) y Mazatlán (véase Tabla 1).26

Texto citado en náhuatl Texto traducido en español


Primera parada: Teotlachco. Primera parada: Teotlachco.
(“In ooaltemoc, mec tlamelaoa, in ([“ahí mataban cuatro captivos [...]”)
moteneoa Teutlachco”)
Primer lugar de paso: Tlatelolco. Primer lugar de paso: Tlatelolco.
(“oncan qujça in Tlatilulco”) (“[...] iba luego corriendo hacia el
Tlatelulco”)
Segunda parada: Nonoalco. Segunda parada: Nonoalco.
(“njman ic tlamelaoa nonooalco: vncan (“Allí le salía a recibir el sátrapa de aquel
cantiqujça itoca Quavitl icac”) cú, con la imagen del dios Cuahuitlícac”)
Segundo lugar de paso: Tlacopan.
/ (“Luego ambos juntos iban hacia Tlacuba
[...]”)
Tercera parada: Tlaxotlan. Tercera parada: Tlaxotlan.
(“vmpan ommocoloa tlaxotlan”) (“al lugar que se llama Tlaxotlan”)
Cuarta parada: Popotlan. Cuarta parada: Popotlan.
(“njman ie ic ontlamelaoa popotlan”) (“De allí iban hacia el barrio que se llama
Popotlan [...])”

66 Elena Mazzetto
Segundo lugar de paso: Chapultepec. Tercer lugar de paso: Chapultepec.
(“chapoltepetl ixpan qujça”) (“Y luego corriendo se partían hacia
Chapultepec, y pasaban por delante del
cerro de Chapultepec”)
Quinta parada: Izquitlan. Quinta parada: Izquitlan.
(“auh in oacito atoiac, itocaiocan (“Y pasaban un río que corre por ahí [...].
Izqujtlan: no vncan ontlamjctitiqujça in Delante del cu que ahí estaba mataban
conmjctia itoca Izqujtecatl”) otros cautivos [...]”)
Cuarto lugar de paso: Coyoacán.
/ (“Dallí iban derechos hacia
Coyohuacan...”)
Sexta parada: Tepetocan. Sexta parada: Tepetocan.
(“vncan qujztiqujça in tepetocan”) (“Y llegaban allí a un lugar que se llama
Tepetocan”)
Séptima parada: Mazatlan Séptima parada: Mazatlán.
(“Mec oallamelaoa maçatlan”) (“Y dallí iban derechos a Mazatlán”)
Octava parada: Acachinanco. Octava parada: Acachinanco.
(“Auh in oacico acachinanco, njman ic (“Y dallí volvían a un lugar que se
mocaoa in tlaamavia”). llamaba Acachinanco”)

Tabla 1 - Etapas y lugares de paso de la Ipaina Huitzilopochtli según la Historia general de Bernar-
dino de Sahagún.

Ahora dediquémonos a descubrir quiénes eran los protagonistas divinos de la Ipaina


Huitzilopochtli. Esto nos permitirá proponer una nueva interpretación sobre la in-
clusión en el recorrido de espacios no mencionados en las peregrinaciones mexicas.

Los protagonistas de la carrera

Painal

Las fuentes no proporcionan información detallada acerca de la figura sobrenatural


de Painal.27 La mayoría de los datos se encuentran en la obra de Bernardino de
Sahagún. Los colaboradores nahuas del fraile los definen como “motepatillotianj,

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 67


moteixiptlatianj: tepan mixeoanj [...] qujmixptlatiaia, in vitzilubuchtli”, “el sustituto,
el representante, el reemplazante, [...] representaba Huitzilopochtli” (Sahagún,
1950-1982, Libro i, cap. ii: 3).28
En el texto correspondiente al español de la Historia general se describe como
el “sota capitán”, el “vicario”, el que “salía al encuentro de los enemigos” (Sahagún,
1989, t. i: 37-38). A nivel iconográfico, contamos con dos pinturas, realizadas
por los colaboradores de Sahagún en Tepepulco –los Primeros Memoriales– y en
la Historia General. Estas dos imágenes demuestran como Painal compartía sus
atavíos con otras divinidades. Lucía un espejo humeante en la sien y un pectoral
de oro anahuatl en el pecho, atributos típicos del Señor del Espejo Humeante,
Tezcatlipoca. Su pintura facial parecía formada por dos capas. En la primera había
alternancia de rayas amarillas y azules, típicas de Huitzilopochtli.29 La segunda esta-
ba formada por una máscara negra alrededor de los ojos y decorada con pequeños
círculos blancos, llamada “pintura estelar”, la de los seres venusinos como Mixcóatl
y de Atlahua (Códice Borgia, 1963, vol. ii: 194).30 Según los Primeros Memoriales
llevaba un tocado de plumas de papagayo amarillas (tozpololli) y en su cara llevaba
pintado un dibujo que recordaba el de una cesta en forma de jaula cuadrangular,
llamado huacalli.31 Una varilla de turquesa atravesaba su nariz (xiuhyacamitl) e
iba vestido con un traje color turquesa. Llevaba también un escudo decorado con
un mosaico de turquesa (León-Portilla, 1958: 114-115; Sahagún, 1997: 94-95).
La relación entre Painal y la dimensión ígnea queda plasmada en los atavíos que
componían su atuendo: llevaba “una bandera de oro, que es un perforador de fuego”.
Se trataba del instrumento para prender el fuego, el mamahuaztli (León-Portilla,
1958: 115; Sahagún, 1997: 95).32 En el Libro i del Códice Florentino, su tocado se
denomina quetzalapanecayotl (Sahagún 1950-1982, Libro i, cap. ii: 1), un atavío
presente entre los atributos de Xiuhtecuhtli y Quetzalcóatl, y llevaba un traje de
colibrí (huitzitzilnahuale) (ibídem, Libro xii, cap. iv: 11, cap. 5: 15).
En el ciclo de las fiestas de las veintenas, el “delegado” de Huitzilopochtli tenía
un papel peculiar durante las ceremonias de Xocotl Huetzi, Panquetzaliztli e Izcalli.
De hecho, en las tres ocasiones, las futuras víctimas esperaban encima de las escale-
ras que llevaban al Huey Tzompantli del recinto sagrado de Tenochtitlan. Cuando
llegaba el momento del sacrificio, eran escoltadas en la cumbre del Templo Mayor
o del Templo de Xiuhtecuhtli por un sacerdote que llevaba la efigie de Painal, que
les enseñaba el camino (Sahagún 1950-1982, Libro ii, cap. xxix: 115, cap. xxxiv:
147-148, cap. xxxvii: 163-164). Ahora bien, en su monografía sobre el simbolismo
del Templo Mayor como representación de la Montaña Sagrada, López Austin
y López Luján (2009: 254) resaltaron el valor solar e ígneo de la intervención

68 Elena Mazzetto
de Painal en el culto dedicado al fuego, tanto en Xocotl Huetzi como en Izcalli.
Esta entidad sobrenatural sólo aparece en la Ipaina Huitzilopochtli y en los ritos
presacrificiales de las dos veintenas antes citadas, al amanecer, en Xocotl Huetzi y
Panquetzaliztli, al principio de la tarde, en Izcalli. Con base en estas características,
Michel Graulich (1999: 207-208) interpreta la figura de Painal como el personaje
llamado Tochancalqui, en el mito del nacimiento de Huitzilopochtli. Se trata del
mismo personaje que prende la xiuhcóatl y que mata a los cuatrocientos hermanos
enemigos del dios o que prepara el lanzadardos para que Huitzilopochtli lo haga.33
Una vez más, la relación entre Painal y la dimensión ígnea es evidente. Con base en
la interpretación de Graulich, hay que recordar como Tochancalqui significa “el que
vive en nuestro hogar”, una definición que bien puede describir el fuego doméstico.
De ser correcta la lectura del pasaje que atribuye la masacre de los hermanos
del dios a Painal, sería este último quien maneja la xiuhcóatl, elemento distintivo del
traje de Xiuhtecuhtli (por ejemplo Códice Borbónico, 1991: 9, 20, 23; Códice Maglia-
bechiano, 1970: 46r). Además, el papel sacrificial de este dios queda plasmado en
su misma función ritual: su llegada señala el acercamiento del destino ineluctable
de los cautivos.

Cuáhuitl Ícac

Los investigadores pasaron por alto el hecho de que, durante el desarrollo de la


Ipaina Huitzilopochtli, a partir de la estación de Nonoalco, la efigie de Painal iba
acompañada por la de Cuáhuitl Ícac, definido como su “hermano mayor”, “el
que ayuda” o “el compañero” en el texto en español (Sahagún, 1950-1982, Libro
ii, cap. xxxiv: 145; Sahagún, 1989: 163).34 Los informantes explican que las dos
imágenes llevaban atavíos similares (“canno iuhquj in jnechichioal”, “así también sus
atavíos”), aunque Cuáhuitl Ícac tenía el cuerpo rayado con tiza (motiçaoaoan).35
Sahagún no habla de atavíos parecidos, ya que sólo explica que “ambos tenían
unos ornamentos y atavíos” (Sahagún 1989: 163). Por lo tanto, ¿qué información
tenemos sobre Cuáhuitl Ícac, “árbol inhiesto”? ¿Y por qué el estudio de su per-
sonalidad es importante para la comprensión de la Ipaina Huitzilopochtli? Cabe
mencionar que en el mito de nacimiento de Huitzilopochtli es el único donde
se menciona a este personaje. Se trataba de uno de los hermanos Huitznahua de
Huitzilopochtli, quien luego los traiciona con el objetivo de proporcionar ayuda a
su hermano menor que aún se encontraba en el vientre de Coatlicue. Sus preciosas
indicaciones permiten a Huitzilopochtli controlar el acercamiento progresivo de

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 69


sus hermanos a la cumbre del cerro. Los informantes de Sahagún explican que
los Huitznahua eran guerreros experimentados, por ello llevaban el pelo cortado
y amarrado como los soldados tequihuaque, esto es, los combatientes que habían
hecho cuatro cautivos en el campo de batalla.36 Cuando empiezan el ascenso hacia
la cumbre del cerro, el texto explica:

[...] se colocan sus insignias de papel, sus [tocados llamados] anecuyotl, sus armas pun-
zantes, cuelgan los papeles pintados, y atan sus cascabeles llamados oyohualli de sus
pantorillas y sus flechas tlatzontectli”. “[...] intech quitlalique in jmamatlatquj, in anecuiotl,
in intzitzicaz, amatitech pipilcac, tlacuilolli, yoan in coiolli incotztitech qujilpique, injn coiolli
mjtoaia oiovalli, yoan in jnmiuh tlaztontectli. (Sahagún, 1950-1982, Libro iii, cap. i: 2).37

Si hay que tratar de reconstruir los atavíos de Cuáhuitl Ícac, se puede decir que
su tocado anecuyotl38 –como lo de los demás hermanos– estaba formado por un
armazón de papel en forma de cono truncado, cubierto de plumas de distintos
colores y con plumas blancas que colgaban lateralmente. Encima del tocado había
un mástil de madera rematado por un cuchillo hecho de plumas, cuya mitad era del
color de la sangre (López Austin y López Luján, 2009: 498). La tzitzicaztli es la
ortiga. Podría tratarse de una manta hecha con este vegetal y descrita como atavío
de Huitzilopochtli en la descripción de su efigie de tzoalli elaborada en Toxcatl
(Sahagún, 1950-1982, Libro xii, cap. xix: 52) o de una arma punzante, propuesta
por Anderson y Dibble quienes la traducen como “nettles” (López Austin y López
Luján, 2009: 515). Los cascabeles oyohualli se encuentran entre los atavíos de otros
dioses y personificaciones divinas, como el mismo Huitzilopochtli (Sahagún, 1997:
261r.), Chicomecóatl, Otontecuhtli, Yiacatecuhtli (ibídem: 262r.), Ixcozauhqui,
Ixtlilton (ibíd.: 262v.), Tezcatlipoca (ib.: 262r.) y su ixiptla en la veintena de Toxcatl
(Sahagún, 1950-1982, Libro ii, cap. xxiv: 69; López Austin y López Luján 2009:
508). Las flechas tlatzontectli, cuyo nombre ha sido traducido como “cosa juzgada
y sentenciada” (Molina, 2008: fol. 143r) y como “dardo, vara tostada” (Olivier, 2015:
82), aparecen en distintos contextos del ciclo calendárico. En Toxcatl, eran utilizadas
por los jóvenes para cargar la efigie de Huitzilopochtli hacia la cumbre del Templo
Mayor (Sahagún, 1950-1982, Libro ii, cap. xxiv: 72). Estos dardos eran también
parte del armamento militar empleado por los mexicas durante las batallas (Sahagún,
1950-1982, Libro iii, cap. x: 29; Libro ix, cap. vii: 34; Libro xii, cap. xx: 56, cap. 24:
68, cap. xxvii: 109, cap. 31: 88; Tezozomoc 2001, cap. 48: 209, cap. 61: 251-252).39
Ahora bien, es bien sabido que, tras la derrota de los Centzonhuitznahua,
Huitzilopochtli se apodera de todos estos atavíos. Por ello, considero que la palabra

70 Elena Mazzetto
itzitzicaz podría referirse a la manta llevada por el dios, descrita como “pintada
de negro, en cinco partes cubierta de plumones” (Sahagún, 1950-1982, Libro xii,
cap. xix: 51; López Austin y López Luján, 2009: 515). No creo que este vocablo
describa una arma hipotética de la que no se encuentran más menciones en las
fuentes. El último detalle que los informantes de Sahagún nos proporcionan acerca
de Cuáhuitl Ícac es que llevaba el cuerpo rayado con tiza.40 El verbo tizahuana
es el mismo empleado para describir la pintura corporal de las futuras víctimas
sacrificiales, mismas que iban ataviadas con plumón y pintadas con rayas blan-
cas (Castillo, 2001: 100-101). El mito del nacimiento de Huitzilopochtli no habla
de la pintura corporal de los Huitznahua, sin embargo la presencia de las rayas
blancas coincidiría con el papel sacrificial de estos personajes míticos. Vale la pena
subrayar la relación entre los hermanos de Huitzilopochtli y los Mimixcoa, los
protótipos míticos de los cautivos de guerra mencionados en el mito de la pri-
mer guerra sagrada realizada para alimentar al sol y la tierra, cuyo cuerpo estaba
precisamente rayado de blanco (Leyenda de los Soles, 2011: 185-189; Graulich,
2000: 160-165; Olivier, 2010, 2015).41 Sea como fuere, mi análisis demuestra que
no hay coincidencia perfecta entre los atavíos de Painal y los de Cuáhuitl Ícac.
Sin embargo, sí hay que poner énfasis sobre el hecho de que los atributos de los
dos dioses coincidían en parte con los de Huitzilopochtli: el tozpololli, la pintura
facial, los mamahuaztli, con respecto a Painal, el anecuyotl, posiblemente la manta
y los cascabeles oyohualli con respecto a Cuáhuitl Ícac. Esta repartición –aunque
parcial– de atavíos entre Huitzilopochtli y Cuáhuitl Ícac recuerda la identifica-
ción entre dueño y cautivo tan presente en la dimensión bélica náhuatl (Sahagún
1950-1982, Libro ii, cap. xxi: 49). A este respecto, resulta muy sugerente evocar
la interpretación del recorrido realizada por Molly Bassett en su libro The fate of
earthly things. Según la investigadora en el recorrido participaban tres represen-
taciones o ixiptla relacionadas con Huitzilopochtli: la efigie de madera de Painal,
que es también la personificación del dios tutelar, así como el sacerdote que lleva
la xiuhcóatl. Este conjunto es definido como “the complex layers of representa-
tions” (Bassett, 2015: 130-131). ¿En qué manera Cuáhuitl Ícac se inserta en este
conjunto de representaciones divinas?

Espacios y movimientos: nuevos apuntes

La doble carrera llevada a cabo por los ministros del culto que transportaban las
efigies de Painal y de Cuáhuitl Ícac a partir de la estación de Nonoalco es un

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 71


detalle que ha sido olvidado por los investigadores. La mención de Cuáhuitl Ícac
¿permitiría proponer la hipótesis de que haya sido, de alguna manera, el compa-
ñero tlatelolca de Painal? Eduard Seler, en su trabajo sobre los cantos sagrados de
los dioses recopilados en el Apéndice del Libro ii del Códice Florentino, propone
que el nombre del dios, “Arbol en pié” sea una referencia a los ritos de la veintena
de Xocotl Huetzi, consagrada al dios del fuego Xiuhtecuhtli/Huehueteotl bajo el
aspecto de Otontecuhtli y cuyo rito principal consistía en la erección de un mástil
(Seler, 2016: 104-105). No era una divinidad mexica, sino tepaneca, esto es, la de
los habitantes de Coyohuacan, Tlacopan y el territorio ribereño de Nonoalco.42 El
sabio alemán parece considerar Cuáhuitl Ícac otro nombre del dios ígneo tepaneca.
Después de la derrota de Azcapotzalco en 1421, Nonoalco se había vuelto
parte del territorio de la ciudad gemela de Tenochtitlan. La relación entre el linaje
tlatelolca y el tepaneca no nos debe sorprender, ya que queda plasmada en la his-
toria misma de Tlatelolco, misma que buscó alianzas en la familia real tepaneca de
Tezozomoc y logró obtener como soberano a Cuacuauhpitzahuac, uno de sus hijos
(Garduño, 1997: 59; Castañeda de la Paz, 2013: 234). La hegemonía tlatelolca duró
hasta 1473, año de la conquista de la ciudad por parte de las tropas de Axayácatl.
La hipótesis que presento permitiría identificar a los dos protagonistas divinos
de la Ipaina Huitzilopochtli como los dos aliados principales de Huitzilopochtli,
uno siendo el representante de México-Tenochtitlan, y el otro, quizá, de México-
Tlatelolco. A este respecto, también hay que señalar que el camino elegido por el
cortejo descrito en el texto sahaguntino pasaba precisamente por la calzada que
conectaba Tlatelolco a Tlacopan, a través de la pequeña isla de Nonoalco (Caso,
1956: 41). Ahora bien, dos caminos permitían alcanzar la ribera oeste del Valle: el
de Nonoalco y la calzada utilizada por los habitantes de México-Tenochtitlan, que
desembocaba en Popotlan, conocida como la Calzada de Tlacopan. Como ha sido
subrayado por Francisco González Rul (2007: 197), la presencia de esta doble ruta
de comunicación databa de la época en la que Tlatelolco representaba todavía un
altepetl independiente. Por esta razón, exactamente como Tenochtitlan, Tlatelolco
necesitaba de un camino que la unía a Tlacopan y de paso a Azcapotzalco por
razones comerciales.
Ahora bien, en el recorrido descrito en el texto del dominico Diego Durán,
es bien esta segunda calzada, la “mexica-tenochca”, la que se tomaba para alcanzar
la ribera occidental del lago. Considero que la diferencia entre estas dos fuentes
deba ser tomada en cuenta. Es bien sabido que Tlatelolco se había vuelto la quinta
parcialidad de la comunidad rival, a partir de la conquista llevada a cabo por el
tlatoani Axayácatl. Sin embargo, el hecho de que el recorrido ritual de Panquet-

72 Elena Mazzetto
zaliztli haya sido llevado a cabo por representantes de las dos ciudades tendría
lógica, siendo Huitzilopochtli el dios patrono de los tlatelolca al igual que de los
tenochca desde las peregrinaciones. Quizá en algunos sentidos habría que matizar
la asimilación forzada de Tlatelolco por Tenochtitlan a nivel religioso. Una vez
llevada a cabo la conquista, Axayácatl ordenó “que luego quitasen la estatua de
Huitzilopochtli, porque quería que aquel templo fuese secreto y muladar de los
mexicanos [...]” (Durán, 1967: 269). Luego la Historia relata cómo “hasta que
los españoles vinieron a la tierra no les dejaron tornar a libertad ninguna, ni a tener
templo particular, sino que acudiesen al de México; y así dice la historia que estuvo
hasta entonces lleno de yerba y de basura y caidas las paredes y dormitorios del”
(Ibídem: 271). Sin embargo, como subrayó atinadamente Garduño, unos años des-
pués, los ejércitos de la Triple Alianza derrotaron a los pueblos del valle de Toluca
y los cautivos ganados en esa guerra fueron sacrificados para estrenar “el tianguis,
templo y cu de Tlatelolco en nombre de Huitzilopochtli (Tezozomoc, 2001, cap. li:
220; Garduño, 1997: 159). Sea como fuere, los ejemplos proporcionados parecen
confirmar que el centro ceremonial de México-Tlatelolco seguía siendo utilizado,
aunque por miembros de la élite religiosa de México-Tenochtitlan.
Ahora bien, el ciclo de las fiestas de las veintenas revela distintos ejemplos donde los
representantes de las dos ciudades no actuaban de forma conjunta y donde
los tlatelolca tenían un discreto margen de libertad. En Tlacaxipehualiztli y Huey
Tozoztli, por ejemplo, tenochcas y tlatelolcas bailaban en grupos separados (Saha-
gún, 1950-1982, Libro ii, cap. xxi: 55, cap. xxvii: 101). También, en la veintena de
Quecholli, fabricaban flechas cerca del templo de Huitzilopochtli, pero en espacios
diferentes del patio (ibídem, cap. xxxi: 134).
Según los autores tlatelolca de los Anales de Tlatelolco, cuando los españoles
entraron en Tenochtitlan “le dimos gallinas, huevos, maíz blanco y tortillas blancas.
Después se les suministró agua y le dimos como tributo forraje para los caballos y
madera. El tenóchcatl les sirvió por separado, y el tlatelólcatl les sirvió por separado”
(Anales de Tlatelolco, 2004: 101). Los dos grupos conservaban su identidad a pesar
de que Tlatelolco se había vuelto un cuauhtlatocayotl. Esta actitud es perfectamente
congruente con los estudios realizados por especialistas como María Castañeda de
la Paz, misma que ha demostrado de manera muy convincente cómo los tlatelolca
–todavía en el siglo xvii– seguían reivindicando su ascendencia tepaneca distinta de
la de los vecinos tenochca (Castañeda de la Paz, 2006: 101; 2013; 2015). Quizá esta
situación se haya reflejado, aunque de forma modesta, en la dimensión ritual de las
islas gemelas. En su calidad de entidad política sometida pero vinculada a su dios
patrono Huitzilopochtli exactamente como México-Tenochtitlan, probablemente

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 73


Tlatelolco participaba de esta poderosa reapropiación geográfica y simbólica de
los espacios anteriormente pertenecientes al reino tepaneca, a través de una puesta
en escena y una lectura exclusivamente tenochca de los acontecimientos míticos.
Como vimos anteriormente, los datos a nuestra disposición sobre Nonoalco
son demasiado escasos para ahondar más en la relación entre este sitio y el culto
de Cuáhuitl Ícac. Sin embargo, para retomar la interpretación expuesta arriba,
recordemos que según Juan de Torquemada (1975-1983, Libro vi, cap. xxi, vol.
iii: 73), era Painal quien llevaba a cabo el recorrido, mismo que actuaba “bajo el
mando” de Huitzilopochtli. Esta interpretación proporcionaría aún más coherencia
a la realización de este recorrido ceremonial, ya que se trataría de la representación
de la serpiente de fuego que –manejada por Painal/Tochancalqui y con la ayuda de
Cuáhuitl Ícac– destruye a los enemigos de los mexicas. Desafortunadamente, no
tenemos ninguna información sobre los desplazamientos de la efigie de Cuáhuitl
Ícac después de su llegada en el recinto ceremonial de Tenochtitlan, aunque es
lógico imaginar que podía seguir su carrera hasta su lugar de origen, esto es en
Nonoalco.
Al analizar las etapas de la Ipaina Huitzilopochtli descrita en cinco fuentes
(Tabla 1) es fácil percatarse de que sólo Bernardino de Sahagún menciona el
pasaje de la efigie de Painal por el área de Nonoalco y la presencia de Cuáhuitl
Ícac. Considero que valdría la pena preguntarse si la importancia otorgada al ba-
rrio tlatelolca de Nonoalco podría relacionarse con el papel significativo que los
informantes tlatelolca tuvieron en la redacción y recopilación del contenido del
Códice Florentino, siendo el segundo sitio donde el fraile franciscano recolectó y
ordenó sus apuntes y notas de trabajo.43 El peso tan significativo del área tlatelolca
está completamente ausente en el Libro de los Ritos y en el Calendario antiguo de
Diego Durán.44 Tradiciones historiográficas distintas, basadas en relatos con otra
filiación cultural, proporcionaron descripciones igualmente diferentes de un mismo
acontecimiento religioso.

Conclusiones

En este artículo se ha explorado un rito sumamente importante del ciclo de las


veintenas de los antiguos nahuas, la carrera Ipaina Huitzilopochtli llevada a cabo en
Panquetzaliztli. Más allá de las interpretaciones proporcionadas con frecuencia por
los investigadores, el análisis comparativo de las fuentes coloniales ha permitido
acercarme a dos aspectos aún poco tratados en la historia de los estudios. Por un

74 Elena Mazzetto
lado, he comparado el itinerario de esta carrera en las crónicas coloniales, averi-
guando la existencia de distintas rutas.
Cada lugar mencionado en estos documentos ha sido investigado a partir de
su relación con los desplazamientos del grupo mexica que llegó al Valle de México,
tratando de distinguir –sobre todo en el texto sahaguntino, el más empleado a la
hora de describir la carrera de Painal– entre las verdaderas paradas del recorrido
y los lugares de paso. Este estudio ha demostrado que no todos los espacios del
recorrido coinciden con etapas de la migración mexica. No es posible saber aún si
este fenómeno es debido al hecho de que la información sobre los acontecimientos
de las peregrinaciones no fueron conservados en su integralidad o si más bien los
lugares no mencionados en la migración corresponden a espacios conquistados
más recientemente, integrados en la geografía del poder mexica. Luego me he
enfocado en un pasaje poco considerado de la carrera descrita en el Libro ii del
Códice Florentino, es decir, la presencia de un segundo ixiptla, el de Cuáhuitl Ícac,
al lado de Painal. La personalidad oscura del primero ha sido reconstruida a partir
de los datos contenidos en el mito del nacimiento de Huitzilopochtli. El análisis
iconográfico de estos dos representantes divinos se ha vinculado al estudio espacial
de la primera parada del recorrido donde los dos ixiptla se encontraban, es decir,
el barrio tlatelolca de Nonoalco. La revisión de la historia de este sitio, a partir
de su origen tepaneca hasta la hegemonía tlatelolca y tenochca, me ha permitido
interpretar la Ipaina Huitzilopochtli como una carrera doble, donde no solamente
los tenochca sino también los tlatelolca, pueblo protegido por Huitzilopochtli,
desempeñaban un papel a nivel ritual. Por ende, he propuesto que este recorrido,
en época mexica, más que vincularse al dios patrono tepaneco Otontecuhtli, como
propone Eduard Seler, ponían en escena una apropiación territorial y simbólica
de los espacios del Valle de México antes pertenecientes a otros grupos, con el
objetivo de reescribir un mapa exclusivamente tenochca de los acontecimientos
míticos, a través de dos protagonistas sobrenaturales únicamente mexicas. El
hecho de que la parada en Nonoalco, el uso de la calzada septentrional y la presencia
de Cuáhuitl Ícac hayan sido reportados exclusivamente por los informantes de
Bernardino de Sahagún lleva a considerar la importancia que los nahuas de Tla-
telolco tuvieron en la recopilación de la información del franciscano. El ejemplo
ilustrado en este artículo pretende llamar la atención sobre distintos aspectos
de las fiestas de las veintenas. El primero es la necesidad de tomar en cuenta de
forma sistemática la pluralidad étnica y social de los altepetl que conformaban el
Valle de México a la hora de describir acontecimientos rituales determinados. El
segundo coincide con la exigencia de considerar el contexto de creación y con-

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 75


strucción de las crónicas coloniales, para entender cuáles documentos se emplearon
y cuáles tradiciones –tenochca, tepaneca, etcétera– determinaron la descripción
de los ritos. Lejos de ser un evento ritual estático, la Ipaina Huitzilopochtli había
seguramente evolucionado con base en la extensión de los territorios tenochca y
en la importancia cada vez más grande de su dios tutelar Huitzilopochtli en la
geopolítica del Valle de México.

Bibliografía

Alva Ixtlilxochitl, Francisco de, 1985, Obras Históricas, 2 vol., México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas.
Anales de Cuauhtitlán, 2011, México, Dirección General de Publicaciones del Conaculta.
Anales de Tlatelolco: unos anales históricos de la nación mexicana y Codice de Tlatelolco, 2004,
México, Porrúa.
Anales de Tlatelolco, 2004, México, Conaculta.
Bassett, Molly H., 2015, The fate of earthly things. Aztec Gods and God-Bodies, Austin, University
of Texas Press.
Benavente, fray Toribio de “Motolinía”, 1971, Memoriales o libro de las cosas de la Nueva España
y de los naturales de ella, Edmundo O’Gorman (comp.), México, Universidad Nacional
Autónoma de México.
Broda, Johanna, 1991a, “Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo del culto
de los cerros en Mesoamérica”, en Broda, Johanna, Stanislaw Iwaniszewski y Lucrecia
Maupomé (comps.), Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 461-500.
Broda, Johanna, 1991b, “The Sacred Landscape of Aztec Calendar Festivals: Myth, Nature,
and Society”, in Carrasco, David (comp.), To Change Place. Aztec ceremonial landscape,
Niwot, University Press of Colorado, pp. 74-119.
Brown, Betty Ann, 1984, “Ochpaniztli in Historical Perspective”, in Elizabeth Hill Boone
(comp.), Ritual Human Sacrifice in Mesoamerica: a Conference at Dumbarton Oaks,
Washington d.c, Dumbarton Oaks, pp. 195-210.
Brown, Betty A., 1988, “All Around the Xocotl Pole. Reexamination of an Aztec Sacrificial
Ceremony”, in Josserand, Katherine J. y Karen Dakin (comps.), Smoke and Mist:
Mesoamerican Studies in Memory of Thelma D. Sullivan, Oxford, British Archaeological
Reports, pp. 173-189.
Brundage, Burr Cartwright, 1979, The Fifth Sun, Austin, University of Texas Press.
Carrasco, Pedro, 1996, Estructura político-territorial del Imperio tenochca. La Triple Alianza
de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, México, El Colegio de México-Fondo de Cultura
Económica.
Casas, Bartolomé de las, 1967, Apologética historia sumária, 2 vols., México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.

76 Elena Mazzetto
Caso, Alfonso, 1956, “Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco”, Memoria de la
Academia Mexicana de Historia, t. xv, vol. 1, México, Academia Mexicana de la Historia.
Castañeda de la Paz, María, 2013, Conflictos y alianzas en tiempos de cambio: Azcapotzalco,
Tlacopan, Tenochtitlan y Tlatelolco (siglos xii-xvi), México, Universidad Nacional Autónoma
de México-Instituto de Investigaciones Antropológicas.
Castañeda de la Paz, María, 2006, Pintura de la peregrinación de los Culhuaque-Mexitin (El
Mapa de Sigüenza), México, El Colegio Mexiquense-Instituto Nacional de Antropología
e Historia.
Castillo, Cristóbal del, 2001, Historia de la venida de los mexicanos y otros pueblos e historia de
la Conquista, trad. y estudio de F. Navarrete Linares, México, Conaculta.
Códice Aubin, manuscrito azteca de la Biblioteca Nacional de Berlín, 1980, México, Editorial
Innovación.
Códice Borbónico, 1991, Anders Ferdinand, Maarten Jansen y Luis Reyes García (comps.),
Graz-Madrid-México, Akademische Druck-u. Verlagsanstalt-Sociedad Estatal Quinto
Centenario-Fondo de Cultura Económica.
Códice Borgia, 1963, Eduard Seler (comp.), 3 vols., México y Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.
Códice Boturini, 1964-1967, Antigüedades de México, J. Corona Nuñez (comp.), Lord
Kinsborough (comp.), 4 vols., México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Códice Magliabechiano, 1970, Ferdinand Anders (comp.), México y Graz, Fondo de Cultura
Económica-Akademische Druck-u. Verlagsanstalt.
Códice Tudela, 2002, Juan J. Batalla Rosado (comp.), 2 vol., Madrid, Testimonio Compañía
Editorial.
Códice Vaticano A, 1996, Religión, Costumbres e Historia de los Antiguos Mexicanos. Libro
explicativo del llamado Códice Vaticano A, Ferdinand Anders y Maarten Jansen (comps.),
México, Fondo de Cultura Económica.
Dehouve, Danièle, 2011, L’imaginaire des nombres chez les anciens Mexicains, Rennes, Presses
Universitaires de Rennes.
Durán, fray Diego de, 1984, Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme, 2
vols., México, Porrúa.
Frazer, James, 1944 [1890], La Rama Dorada, México, Fondo de Cultura Económica.
Garduño, Ana, 1997, Conflictos y alianzas entre Tlatelolco y Tenochtitlan: siglos xii a xv, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia-Conaculta.
Garibay Kintana, Ángel María, 1995, Veinte himnos sacros de los Nahuas, México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Historia-Seminario de Cultura Náhuatl.
González González, Carlos J., 2011, Xipe Totec. Guerra y regeneración del maíz en la religión
mexica, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Fondo de Cultura
Económica.
González Rul, Francisco, 2007, “Un viaje a la Ciudad de México (la Conquista)”, en López
Wario, Luis Alberto (comp.), Ciudad excavada. Veinte años de arqueología de salvamento en
la Ciudad de México y su área metropolitana, México, Instituto Nacional de Antropología
e Historia, pp. 189-201.

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 77


González de Lesur, Yólotl, 1967, “El dios Huitzilopochtli en la peregrinación mexica de
Aztlán a Tula”, Anales del inah, vol. 19, pp. 175-190.
González Torres, Yólotl, 1985, El sacrificio humano entre los Mexicas, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia-Fondo de Cultura Económica.
Graulich, Michel, 2005, Le sacrifice humain chez les Aztèques, Paris, Fayard.
Graulich, Michel, 2000, Mythes et rituels du Mexique ancien préhispanique, Bruxelles, Académie
Royale de Belgique.
Graulich, Michel, 1999, Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas, México, Instituto Nacional
Indigenista.
Hirth, Kenneth, 2016, The Aztec Economic World. Merchants and Markets in Ancient
Mesoamerica, New York, Cambridge University Press.
Historia de los mexicanos por sus pinturas, 2011, Mitos e historias de los antiguos nahuas, traducción
y paleografía de Rafael Tena, México, Dirección General de Publicaciones del Conaculta.
Hvidtfeldt, Arild, 1958, Teotl and Ixiptlatli. Some Central Conceptions in Ancient Mexican
Religion, Copenhagen, Muksgaard.
Krickeberg, Walter, 1961, Las antiguas culturas mexicanas, México, Fondo de Cultura
Económica.
Kubler, Georges y Charles Gibson, 1951, The Tovar Calendar, New Haven, Memoirs of the
Connecticut Academy of Arts and Sciences 11.
León-Portilla, Miguel, 1958, Ritos, sacerdotes y atavíos de los dioses, México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Historia-Seminario de Cultura Náhuatl.
Leyenda de los Soles, 2011, en Mitos e historias de los antiguos nahuas, traducción y paleografía
de R. Tena, México, Dirección General de Publicaciones del Conaculta.
López Austin, Alfredo, 1973, Hombre-dios: religión y política en el mundo náhuatl, México,
Universidad Nacional Autónoma de México.
López Austin, Alfredo, 1970, “Religión y magia en el ciclo de las fiestas aztecas”, Religión,
mitología y magia, vol. ii, México, Museo Nacional de Antropología, pp. 3-29.
López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, 2009, Monte Sagrado-Templo Mayor. El
cerro y la pirámide en la tradición religiosa mesoamericana, México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia-Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de
Investigaciones Antropológicas.
López Luján, Leonardo, Ximena Chávez Balderas, Norma Valentín y Aurora Montúfar, 2010,
“Huitzilopochtli y el sacrificio de niños en el Templo Mayor de Tenochtitlan”, en López
Luján, Leonardo y Guilhem Olivier (comps.), El sacrificio humano en la tradición religiosa
mesoamericana, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Universidad
Nacional Autónoma de México, pp. 367-394.
Martínez González, Roberto, 2011, El Nahualismo, México, Universidad Nacional Autónoma
de México-Instituto de Investigaciones Históricas.
Mazzetto, Elena, 2014a, Lieux de culte et parcours cérémoniels dans les fêtes des vingtaines à
Mexico-Tenochtitlan, Oxford, British Archaeological Reports.
Mendieta, Gerónimo de, 1971, Historia Eclesiástica Indiana, México, Porrúa.

78 Elena Mazzetto
Molina, Alonso de, 2008, Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana,
México, Porrúa.
Navarrete Linares, Federico, 2011, Los orígenes de los pueblos indígenas del Valle de México.
Los altépetl y sus historias, México, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad
Nacional Autónoma de México.
Navarro de Vargas, Joseph, 1909, “Vn Sapo de Piedra que hallaron los Padres descalsos bajo
de la Peaña de la Crus”, Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología,
vol. 1, pp. 586-591.
Olivier, Guilhem, 2015, Cacería, sacrificio y poder en Mesoamérica. Tras las huellas de Mixcóatl,
“Serpiente de Nube”, México, Fondo de Cultura Económica-Instituto de Investigaciones
Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México-Centro de Estudios Mexicanos
y Centroamericanos.
Olivier, Guilhem, 2010, “El simbolismo sacrificial de los Mimixcoa: cacería, guerra, sacrificio
e identidad entre los Mexicas”, en López Luján, Leonardo y Guilhem Olivier (comps.),
El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana, México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia-Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 453-482.
Olivier, Guilhem, 2004, “De flechas, dardos y saetas. Mixcóatl y el simbolismo de las flechas en
las fuentes nahuas”, en Guzmán Betancourt, Ignacio, Pilar Máynez y Ascensión Hernández
de León-Portilla (comps.), De historiografía lingüística e historia de las lenguas, México,
Siglo xxi, Instituto de Investigaciones Filológicas-Universidad Nacional Autónoma de
México, pp. 309-324.
Olivier, Guilhem, 1997, Moqueries et métamorphoses d’un dieu aztèque. Tezcatlipoca, le Seigneur
au miroir fumant, Paris, Institut d’Ethnologie.
Paso y Troncoso, Francisco del, 1898, Descripción, Historia y Exposición del Códice Pictórico
de los Antiguos Náuas que Se Conserva en la Biblioteca de la Cámara de Diputados de París
(Antiguo Palais Bourbon), Florencia, Tipografía de Salvador Landi.
Pasztory, E., 1983, Aztec Art, New York, Harry N. Abrams.
Peperstraete, Sylvie, 2007, La “Chronique X”: Reconstitution et analyse d’une source perdue
fondamentale sur la civilisation Aztèque, d’après l’Historia de las Indias de Nueva España de D.
Durán (1581) et la Crónica Mexicana de F. A. Tezozomoc (ca. 1598), Oxford: Archeopress,
602 p. (bar International Series, 1630).
Pomar, Juan Bautista, 1941, Relación de Tezcoco, México, Editorial Salvador Chávez Hayhoe.
Preuss, Konrad Theodor, 1908, “Die Astralreligion in Mexico in vorspanischer Zeit und in
der Gegenwart”, Transactions of the Third International Congress for the History of Religions,
vol. 1, Oxford, Clarendon Press, pp. 36-41.
Quiñones Keber, Eloise, 1995, Codex Telleriano-Remensis: ritual, divination and history in a
pictorial Aztec manuscript, Austin, University of Texas Press.
Réville, Albert, 1885, Les religions du Mexique, de l’Amérique Centrale et du Pérou, Paris,
Librairie Fischbacher.
Rovira Morgado, Rossend, 2014, Las cuatro parcialidades de México-Tenochtitlan: espacialidad
prehispánica, construcción virreinal y prácticas judiciales en la Real Audiencia de la Nueva

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 79


España (siglo xvi), tesis de Doctorado, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid.
Rovira Morgado, Rossend, 2017, San Francisco Padremeh. El temprano cabildo indio y las
cuatro parcialidades de México-Tenochtitlan (1549-1599), Madrid, Consejo Superior de
Investigación Científica.
Sahagún, Bernardino de, 1997, Primeros memoriales. Paleography of Nahuatl Text and English
Translation, trad. T. D. Sullivan, Norman, University of Oklahoma Press.
Sahagún, Bernardino de, 1989, Historia general de las cosas de Nueva España, 2 vols., López
Austin, Alfredo y Josefina García Quintana (comps.), México, Conaculta-Alianza
Editorial Mexicana.
Sahagún, Bernardino de, 1979, Códice Florentino. Manuscrito 218-20 de la Collección Palatina
de la Biblioteca Medicea Laurenziana, 3 vols., México, Secretaría de Gobernación-agn.
Sahagún, Bernardino de, 1950-1982, Florentine Codex: General History of the Things of New
Spain, 12 vol., trad. Charles E. Dibble y Arthur J O. Anderson, Santa Fe, Research and
University of Utah.
Saurin, Patrick, 1999, Teocuicatl  : chants sacrés des anciens Mexicains, Paris, Publications
scientifiques du Muséum.
Schwaller, John, s.f., Panquetzaliztli. Aztec History as Seen in the Rituals of One Month, Norman,
University of Olkahoma Press. (In Press).
Seler, Eduard, 2016, Los cantos religiosos de los antiguos mexicanos, México, Universidad Nacional
Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.
Seler, Eduard, 1990-1998, Collected Works in Mesoamerican Linguistics and Archaeology, 6
vols., Culver City, Labyrinthos.
Seler, Eduard, 1963, véase Códice Borgia.
Seler, Eduard, 1902-1923, Gesammelte Abhandlungen zur Amerikanischen Sprach- und
Altertumskunde, 5 vol., Berlin, Asher und Co.
Tapia Aguilar, Omar, 2017, Las fiestas de las veintenas. Análisis historiográfico de la historia
mesoamericana, tesis de Licenciatura, México, Universidad Nacional Autónoma de México-
Facultad de Estudios Superiores. Unidad Acatlán.
Tezozomoc, Hernando Alvarado, 2001, Crónica mexicana, Madrid, Dastin.
Tezozomoc, Hernando Alvarado, 1998, Crónica Mexicáyotl, México, Universidad Nacional
Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.
Torquemada, Juan de, 1975-83, Monarquía indiana: de los veinte y uno libros rituales y monarquía
indiana, con el origen y guerras de los indios occidentales, de sus poblazones, descubrimiento,
conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la misma tierra, 7 vols., México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.
Van Zantwijk, Rudolf, 1985, The Aztec Arrangement: the social history of pre-spanish Mexico,
Norman, University of Oklahoma Press.
Vetancurt, Agustín de, 1971, Teatro mexicano. Descripción breve de los sucesos ejemplares y
religiosos del Nuevo Mundo de las Indias, México, Porrúa.

80 Elena Mazzetto
Referencias hemerográficas

Broda, Johanna, 1971, “Las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia”, Revista Española
de Antropología Americana, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, vol. 6,
pp. 245-328.
Broda, Johanna, 1970, “Tlacaxipehualiztli: a reconstruction of an Aztec calendar festival
from 16th century sources”, Revista Española de Antropología Americana, Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, vol. 5, pp. 197-274.
Castañeda de la Paz, María, 2013, “Dos parcialidades étnicas en Azcapotzalco: Mexicapan
y Tepanecapan”, Estudios de Cultura Náhuatl, México, Instituto de Investigaciones
Históricas, núm. 46, pp. 223-248.
Costumbres, fiestas, enterramientos y diversas formas de proceder de los Indios de Nueva España,
1945, Francisco Gómez de Orozco (comp.), Tlalocan, México, Universidad Nacional
Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Filológicas, vol. 2, núm. 1, pp. 37-63.
Dupey García, Élodie, 2015, “The Materiality of color in the body ornamentation of
Aztec gods”, RES, Chicago, The University of Chicago Press, vol. 65-66, pp. 73-88.
Graulich, Michel, 2002, “Tezcatlipoca-Omacatl, el comensal imprévisible”, Cuicuilco,
México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, vol. 9, núm. 25, pp. 1-9.
López Austin, Alfredo, 1967, “Los temacpalitotique. Brujos, profanadores, ladrones y
violadores”, Estudios de Cultura Náhuatl, México, Instituto de Investigaciones Históricas,
vol. 6, pp. 97-117.
Mazzetto, Elena, 2014b, “Las Ayauhcalli en el ciclo de las veintenas del año solar. Funciones
y ubicación de las casas de niebla y sus relaciones con la liturgia del maíz”, Estudios de
Cultura Náhuatl, México, Instituto de Investigaciones Históricas, núm. 48, pp. 135-175.
Mazzetto, Elena, 2017, “Un acercamiento al léxico del sabor entre los antiguos nahuas”,
Anales de Antropología, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas-Universidad
Nacional Autónoma de México, vol. 51, núm. 2, pp. 73-118.
Olivier, Guilhem, 1995, « Les paquets sacrés en Mésoamérique ou la mémoire cachée des
Indiens du Mexique central (xve-xvie siècles) », Journal de la Société des Américanistes,
Paris, Société des américanistes, vol. 81, pp. 97-133.
Villa Cordova, Tomás, 2014, “Apuntes sobre Huitzilopochco”, Arqueología, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia de México, núm. 47, pp. 296-327.

Referencias electrónicas

Códice Xolotl, recuperado el 11 de julio de 2017 en: http://amoxcalli.org.mx/fichatecnica.


php?id=001-010
Wimmer, Alexis, 2006, Dictionnaire de la langue nahuatl classique, recuperado el 38 de julio
de 2017 en: http://sites.estvideo.net/malinal/

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 81


Notas
1 En este trabajo se presentan parte de los resultados del “Coloquio Internacional Las fiestas
de las veintenas. Nuevas aportaciones en homenaje a Michel Graulich” que organicé con la
Dra. Élodie Dupey García y que se llevó a cabo el 22 y 23 noviembre 2016 en el Instituto de
Investigaciones Históricas de la unam. Agradezco a Guilhem Olivier la lectura del texto y sus
agudas observaciones y Rossend Rovira Morgado por su ayuda en la recolección de los datos
relativos al área conurbada de la antigua México-Tenochtitlan. Igualmente, agradezco a los dic-
taminadores anónimos del texto, ya que sus comentarios contribuyeron a mejorar mi trabajo.
2 A partir de los años sesenta, destacan los trabajos de Johanna Broda. Las primeras publica-
ciones se enfocaron más hacia un análisis de los ritos de las veintenas. Luego este objetivo fue
enriquecido por el estudio pionero del paisaje ritual de la Cuenca de México y las implicaciones
arqueoastronómicas directas sobre el ciclo festivo (Broda 1970, 1971, 1991a, 1991b, entre otros).
3 Para ahondar más en el análisis historiográfico de los distintos enfoques sobre las fiestas de las
veintenas, véase Tapia Aguilar (2017).
4 Las implicaciones míticas y religiosas del nacimiento de Huitzilopochtli de su padre Mixcóatl,
celebrado en Quecholli, dios tutelar de los pueblos enemigos del Valle de México, fueron ana-
lizadas de forma magistral por Guilhem Olivier (2015: 417-421, 645-653).
5 Para el análisis territorial de la Ciudad de México en la primera época colonial, véase Rovira
Morgado (2017).
6 El Códice Vaticano A (1996, lám. 49v) traduce como “esaltazione de insegne”.
7 Se trata de divinidades poco conocidas y sus nombres son peculiares, ya que corresponden más
bien a nombres de lugares. En el Apendix del Libro 2 del Códice Florentino se relata que los
que morían eran ixiptlas de los dioses Amapantzin (Sahagún, 1950-1982, vol. ii, Apendix:
186). El texto en español especifica más bien que se sacrificaban cautivos de guerra llamados
Amapame (Sahagún 1989, vol. i: 185). El hecho de que el sacrificio se haya llevado a cabo en
la cancha del juego de pelota ha sido relacionado por varios autores (Seler, 1990-1998; Brun-
dage 1979: 147; Graulich 1999: 203) con la muerte de la hermana mayor de Huitzilopochtli,
Coyolxauhqui. Según la Crónica mexicáyotl (1998: 33-35) el sacrificio de la diosa tiene lugar
precisamente en el teotlachco.
8 En la versión de Torquemada (1975-1983, vol. iii: 405): “Una culebra muy hondeada y retorcida
de grande cuerpo y estatura, la cual sacaba delante de la imagen, como solemos acostumbrar
los cristianos sacar la santísima cruz en nuestras solemnes procesiones”.
9 Sobre la relación entre la xiuhcóatl, el lanzadardos y el rayo, véase Olivier (2015: 115-117).
10 El Dictionnaire de Alexis Wimmer (2006: s.v. tlachiyaloni) es el único que proporciona una
definición para este nombre. Se trataría de un « instrument qui sert à voir, ce par quoi on voit »,
como “anteojos formado por un disco de oro agujerado en su centro”. En efecto, el verbo tlachia
significa “ver o mirar algo” (Molina, 2008, fol. 116v). Este instrumento era uno de los atributos
más característicos de Tezcatlipoca, el Señor del Espejo Humeante, sin embargo, lo lucían
también otras entidades sobrenaturales del panteón de los antiguos nahuas, como Xiuhtecuhtli,
Tlacochcalco Yaotl y Omacatl. Ahora bien, es bastante sabido que estas dos últimas divinidades
eran precisamente advocaciones de Tezcatlipoca. Para saber más sobre este atributo divino,
véanse Olivier (1997: 7-80) y Graulich (2002).
11 El libro 9 del Códice Florentino (Sahagún 1950-1982, Libro ix: 64) proporciona un itinerario
distinto. Menciona Tlatelolco, Nonoalco, Popotlan, Mazatzintamalco, Chapultepec, Tepetocan,
Mazatlán y Xolloco, antes de volver a entrar en Tenochtitlan.

82 Elena Mazzetto
12 En este pasaje en náhuatl del Libro ii, los “instrumentos para ver”, hechos de pluma, son dos:
“auh in tlachielonj vntetl hivitl” (Sahagún 1950-1982, Libro ii, cap. xiv: 146).
13 En la Relación de Tezcoco de Juan Bautista Pomar, Huitzilopochtli se describe como uno de los
númenes más importantes del panteón de los acolhua, junto con Tláloc y –sobretodo– Tezcatli-
poca (Pomar, 1941: 10-11). Sin embargo, no se encuentran descripciones pormenorizadas de
la veintena de Panquetzaliztli.
14 Sobre este problema y las traducciones introducidas por los evangelizadores de la época colonial,
véase Martínez González (2011).
15 Agradezco a Guilhem Olivier (comunicación personal, septiembre 2017) por haberme señalado
esta interesante observación.
16 Una vez llevada a cabo la victoria de los mexicas contra los tepanecas de Maxtla, Popotlan se
volverá uno de los poblados que representaban una dependencia directa de México-Tenochtitlan
(Carrasco, 1996: 165; Navarrete Linares, 2011: 235).
17 La Historia de los mexicanos por sus pinturas (2011: 55) relata: “De allí vinieron a Chapoltépec,
donde aderezaron el agua y pusieron alrededor de ella muchas banderas como las que dio la vieja
a los de Tollan cuando quisieron sacrificar, de las cuales de allí adelante usaron los mexicanos”.
18 Navarro de Vargas, 1909: 587. Agradezco a Rossend Rovira Morgado por haberme proporcio-
nado estos datos.
19 Los Anales de Tlatelolco (1980: 40) mencionan la presencia de la xiuhcóatl, y junto con la Crónica
Mexicáyotl, también la de una efigie de masa de amaranto y papeles llamada Amatepetl tzoalli
(Tezozomoc 1998: 60). La Historia de las Indias señala que en este lugar celebraron la fiesta de
los cerros, e “[...] hicieron muchos cerros de masa, poniendo los ojos y bocas” (Durán, 1984,
t. ii, cap. 4: 43).
20 Sobre el significado simbólico de la “invención” del atlatl, véanse López Austin (1973: 95),
Navarrete Linares (2011: 445-446) y Olivier (2015: 55-56).
21 Sobre esta localidad y su historia prehispánica y colonial, véase Villa Cordova, 2014.
22 Un lugar llamado Acolman era situado en la ribera oriental del Valle, en territorio acolhua. Era
parte de las posesiones mexicas y conformaba dos provincias, la de Acolman y la de Atotonilco
(Carrasco, 1996).
23 Schwaller (en prensa) identifica cuatro lugares de sacrificio: Teotlachco, Tlatelolco-Nonoalco,
Azcapotzalco e Izquitlán, mismos que el autor estadounidense relaciona con las cuatro cere-
monias del Fuego Nuevo llevadas a cabo por el pueblo mexica a lo largo de su historia. Sin
embargo, esta propuesta vincula la descripción de Sahagún con la de Motolinía, ya que, como
ya hemos señalado, Azcapotzalco no se menciona en la obra del primer fraile.
24 En Acachinanco no había sacrificios, sin embargo, en ese momento se concluía la ceremonia
definida tlaamahuia, que literalmente significa, la acción de cubrir y envolver algo con papel
(Molina, 2008: 4r; Wimmer, 2006: amahuia).
25 En el caso de Acachinanco, la explicación es muy clara. Se trata de un lugar que conformaba
la ciudad lacustre de México-Tenochtitlan y se ubicaba sobre la calzada sur de Iztapalapa. Por
ello, representa un espacio que sólo se creó a partir de la formación de la capital insular.
26 Es significativo el uso del verbo coloa, “rodear camino” (Molina, 2008, 2: 24r.), ya que la misma
expresión se emplea para describir el recorrido de los mexicas durante la peregrinación (Historia
de los mexicanos por sus pinturas, 2011: 57).
27 Literalmente significa “El que corre ligeramente”, derivado del verbo paina, “correr ligeramente”
(Molina, 2008, fol. 30v).

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 83


28 La misma descripción se encuentra en la veintena de Xocotl Huetzi, donde Painal se vuelve a
definir como in jxiptla vitzilobuchtli, el ixiptla, el representante del dios tutelar de los mexicas
(Sahagún, 1950-1982, Libro ii, cap. xxix: 114).
29 En la ilustración del Códice Florentino, las rayas no son amarillas ni azules, sino de dos matices
diferentes de amarillo. Para una comparación iconográfica con otras representaciones de Hui-
tzilopochtli, véanse los Primeros Memoriales (1997, lám. 261r), el Códice Magliabechiano (1970,
lám. 43r) y el Códice Borbónico (1991, lám. 34).
30 La pintura facial de Tezcatlipoca es visible en el Códice Borgia (1963: lám. 17). Con respecto a
la pintura facial de Mixcóatl, véanse los ejemplos contenidos en el Códice Borbónico (1991, lám.
33), Códice Borgia (1963, lám. 15, 25) y Códice Magliabechiano (1970, lám. 42r.).
31 Este detalle refuerza la relación entre Painal y las entidades astrales, solares y venusinas. En
efecto, el mismo dibujo caracterizaba la pintura facial de la máscara llevada por Quetzalcóatl
al momento de su salida de Tollan y de su subida al cielo del este. El dios incinerado se había
vuelto precisamente la estrella Venus (Anales de Cuauhtitlán, 2011: 45).
32 Los mamahuaztli eran también parte del bulto sagrado del dios tutelar mexica, señalado
por Olivier (Sahagún 1950-1982, Libro xii: 117-118; Torquemada, 1975-1983, t. i: 115-116;
Olivier, 2015: 114).
33 La frase es la siguiente: “[...] auh ce itoca Tochancalquj contlati in xjuhcoatl, quioalnaoati in Vitzi-
lobuchtli : njman jc in Coiolxauhquj: auh njman quechcotontivetz, in itzontecon […]/ Y el llamado
Tochancalqui prende [el arma llamada] xiuhcoatl, Huitzilopochtli se lo ordenó. Luego partió
Coyolxauhqui con ello, y luego la decapitó rápidamente” (Sahagún, 1950-1982, Libro iii,
cap. i: 4). La traducción es de López Austin y López Luján (2009: 243).
34 Molina (2008, lám. 112v), traduce la palabra tiachcauh como “hermano mayor, y persona o cosa
aventajada, mayor y más excelente que otras”. Los informantes de Sahagún (1950-1982, Libro
ii, cap. xxxiv: 145), en la descripción de la procesión, emplean los términos itepalevicauh, del
vocablo telapehuiani, eventual sobre el verbo pâlehuia: que ayuda la gente (Wimmer, 2006,
s.v. tepalehuiani) y itiacauh, “hermano mayor” (Wimmer, 2006, s.v. tiachcauh). En el mito del
nacimiento de Huitzilopochtli (Sahagún, 1950-1982, Libro iii, cap. i: 3), se define notlatzine
(forma poseída y reverencial de tlatli: tío; Wimmer, 2006, s.v. tlahtli). Se trata de una forma de
respeto (López Austin y López Luján, 2009: 241). Desde el punto de vista lingüístico, Hvidtfeldt
(1958: 129) se había percatado del uso de la forma plural para describir el itinerario de Painal,
lo que significa que un sacerdote y efigie más estaban involucrados. También véase Schwaller
(en prensa).
35 La forma verbal es tizahuahuana, “cubrir algo con rayas blancas”, según Wimmer (2006).
36 Tequihua significa, literalmente, “el que tiene el cargo”.
37 La traducción es de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján (2009: 239).
38 Alexis Wimmer (2006: anecuyotl), así como López Austin y López Luján (2009: 498) tra-
ducen esta palabra como “el de miel aguada”. Los dos especialistas mexicanos interpretan
esta etimología como una referencia a la relación entre el colibrí –símbolo solar y nahual de
Huitzilopochtli– y el néctar. Estoy de acuerdo con esta hipótesis. Como he subrayado en una
publicación anterior, en el universo náhuatl prehispánico existía un vínculo muy estrecho entre
la dimensión guerrera, la miel y la ofrenda de alimentos dulces (Mazzetto, 2017).
39 Para profundizar sobre el tema de la nomenclatura de las flechas y los atlatl mexica, así como
su simbolismo, véase Olivier (2004, 2015: 67-117).
40 En sus investigaciones sobre las pinturas corporales de los dioses nahuas, Élodie Dupey García

84 Elena Mazzetto
explica cómo lo que comunmente se traduce como “tiza” o “cal” en las crónicas coloniales, era en
realidad una sustancia llamada diatomite, una roca sedimentaria formada por los restos silíceos
de algas microscópicas llamadas diatomeas (Dupey García 2015: 74).
41 En el folio 3v. del Libro iii del Códice Florentino (1979), donde se relata el mito del nacimiento
de Huitzilopochtli, se encuentra una ilustración de la batalla llevada a cabo por el dios contra
sus hermanos y la derrota de estos últimos. Huitzilopochtli, armado con un macuahuitl, pelea
contra dos Huitznahua que llevan macuahuitl y escudos. Desafortunadamente, el copista no
caracterizó estos personajes con atavíos específicos: visten una manta y un taparrabo y su cuerpo
no presenta ninguna pintura corporal.
42 Ya que en Nonoalco se encontraba el templo de este dios, Seler considera posible que el mismo
rito de erección del árbol xócotl en la veintena homónima se haya llevado a cabo en este lugar
(Seler, 2016: 104).
43 El Libro 12 del Códice Florentino, dedicado a la Conquista, es bien un relato tlatelolca, donde
los informantes del franciscano insisten una vez más en subrayar su valentía frente a la cobardía
de los aliados tenochca.
44 Las fuentes empleadas por el dominico son mucho más difíciles de identificar. Con respecto
a su tratado histórico, Sylvie Peperstraete rastrea referencias relativas a informantes indígenas,
españoles, fuentes escritas y documentos pictográficos tanto de México como de Texcoco o
lugares más alejados como Cholula (Peperstraete, 2007: 197-205).

Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli 85

También podría gustarte