Proyecto Radio Lecturas de Villazón: Antología No. 1

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1

No sabemos reír

Ada Zapata Arriarán


Poetisa boliviana

Nos despertamos
Todos los días
Con una sombra
En nuestro cuerpo
Y entregamos
Todo el cuerpo nuestro
Deshabitadas
Mientras baja la noche
Y el viento atraviesa indiferente
La orilla de nuestro cuerpo
Y la risa sacude el cuerpo
En otro cuerpo
Nosotros
Muy tarde
Antes o después
Nunca a tiempo
Enfermos de vida
Tristes y muertos
Desde la plenitud del amanecer
Alguien abrió una puerta sin destino
Nosotros
Debería
Debería
Yo debería
Caminar
En un solo cuerpo
De un lado a otro
Y decir:
Qué ves?
No puedo ver
Mi segunda vida

2
EL ESTUDIANTE PUEDE PRESENTAR LOS DOS POEMAS POR SER CORTOS

Mujer

Ingibjorg Haraldsdottir
Poetisa irlandesa

Cuando todo está dicho,


cuando los problemas del mundo
han sido pesados,
medidos y resueltos...
Cuando los ojos se han visto
y estrechado las manos
en momentos solemnes...

Llega siempre una mujer


que recoge la mesa,
barre el suelo, abre las ventanas
y elimina el humo de los cigarrillos.

No falla.

Poema de alondra

Jan Eric Vold


Escritor noruego

Cuanto más
canta ella,
menos entiende él.

Hasta que ella deja de cantar.

Y entonces,
él pierde la razón.

3
Remordimiento por cualquier muerte

Jorge Luis Borges


Escritor argentino

Libre de la memoria y de la esperanza,


ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó la esperanza.
Hasta lo que pensamos podía estarlo pensando él también;
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.

4
Separados

Marceline Desbordes-Valmore
Poetisa francesa

No me escribas. Estoy triste, desearía morirme.


Los veranos sin ti son como noche sombría.
He cerrado los brazos, que abrazarte no pueden,
invocar mi corazón, es invocar la tumba.
¡No me escribas!

No me escribas. Aprendamos únicamente a morir en nosotros.


Pregunta sólo a Dios..., sólo a ti mismo, ¡cómo te amaba!
Desde tu profunda ausencia, escuchar que me amas
es como oír el cielo sin poder alcanzarlo.
¡No me escribas!

No me escribas. Te temo y temo mis recuerdos;


han guardado tu voz, que me llama a menudo.
No muestres agua viva a quien beberla no puede.
Una caligrafía amada es un retrato vivo.
¡No me escribas!

No me escribas dulces mensajes: no me atrevo a leerlos:


parece que tu voz, en mi corazón, los vierte:
los veo brillar a través de tu sonrisa;
como si un beso, en mi corazón, los estampara.
¡No me escribas!

5
Poesía Vertical I, 9

Roberto Juarroz
Poeta argentino

Pienso que en este momento


tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que solo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,


como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto


que pensar en un hombre
se parece a salvarlo.

6
Poema VII

Jaime Sáenz
La Paz, Bolivia 1921 – 1986

Que sea larga tu permanencia bajo el fulgor de las estrellas,


yo dejo en tus manos mi tiempo
–el tiempo de la lluvia
perfumará tu presencia resplandeciente en la vegetación.
Renuncio al júbilo, renuncio a ti: eres tú el cuerpo de mi alma; quédate
–yo he trasmontado el crepúsculo y la espesura, a la apacible luz de tus ojos
y me interno en la tiniebla;
a nadie mires,
no abras la ventana. No te muevas:
hazme saber el gesto que de tu boca difunde silenciosa la brisa;
estoy en tu memoria, hazme saber si tus manos me acarician
y si por ellas el follaje respira
–hazme saber de la lluvia que cae sobre tu escondido cuerpo,
y si la penumbra es quien lo esconde o el espíritu de la noche.

7
Una carta de otoño

Osiris Rodríguez Castillos


Poeta uruguayo

Sólo me siento solo


porque no estás conmigo.

El tiempo se me alarga en una pena


que no tiene regreso, ni destino…

Suelo tirar piedritas en el pozo,


como un gurí… porque me gusta el ruido
redondo que despiertan de un silencio
tan hondo como el mío;

y suelo ir arrastrando las espuelas,


para ponerle puntos suspensivos
al antiguo sendero de andar juntos…

De tarde, casi al alba de los grillos,


voy al palenque; muere el horizonte
con un delgado tajo de oro vivo,
mientras se ondula y crece en las lomadas
una intensa costumbre de mugidos…

No galopo como antes


por el llano tranquilo;
gusto llegar al monte rumoroso de nidos,
abrevar mi caballo, conversar con el río,
recostarme a los últimos arrullos de la tarde,
y estar sobre la playa como un árbol caído…
No siento soledades de pagos que no he visto…

Sé que la dicha es un paraje raro,


que no tiene baqueanos, ni caminos…

Y no es mi soledad fruto del campo;


ni mi silencio;
mi silencio es hilo
de este sonoro manantial de ausencia
que acaso me dejaste por olvido…

Sólo me siento solo


porque no estás conmigo.

8
La enamorada

Paul Eluard
Poeta francés

Está de pie sobre mis párpados


con sus cabellos en los míos,
tiene la forma de mis manos,
el color de mis ojos,
y es absorbida por mi sombra
como una piedra por el cielo.

Los ojos tiene siempre abiertos


y no me deja dormir,
a plena luz sus sueños hacen
desaparecer los soles,
me hacen reír, llorar y reír,
hablar sin nada que decir.

9
Hijas del viento

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

10
Hombre

Edmundo Camargo
Sucre, 1936 – Cochabamba, 1964

Bajo el ojo demente de la anémona


los muertos se tiñen de la corriente roja del otoño.
Cantaron piedras en la voz.
Llave de fierro en la lengua.

El cielo punzó de pronto el costado de las pomas


con un dedo de hierro oliendo el ozono de los palomares.

Tus párpados agudos


fueron las catedrales doradas por la lluvia marginal.
El agua se agregó a los vitrales en ángel inodoro
y todo se pobló rápidamente de caballos y de carrocerías laceradas.
Los niños encendían su voz como una lámpara exangüe.
En las noches se balanceaban las lámparas de sus voces.

El bosque metió en movimiento su mecánica


donde cada engranaje de hoja
se hincaba entre pájaros aún en crisálida.

Como extremo las constelaciones


ahorcando campanarios y gallos imantados.

En un desierto familiar los leones dormían.

Entonces tú volcaste la página.


Tus ojos se habitaron de horror y grabados de madera.
La antigua Babilonia de hilos telefónicos
traspasada de voces y de trenes desiertos
te vació los tímpanos hasta la alucinación
y su savia reía en tu interior
en arcoíris secos y picoteados por los aviadores teledirigidos.

11
Del día a la noche

Dalia Ravikovitch
Ramat Gan, 1936 – Tel Aviv, 2005

Día a día despierto


nuevamente del sueño
como si fuera ayer aún.
No sé lo que me espera
y quizás se evidencie
que no me espera nada.
La primavera de hoy es
igual a la anterior;
reconozco al mes de Iyar
pero no le dedico especial pensamiento.
No distingo entre el día y la noche
sino por ser la noche la más fría
aunque el silencio en ambos sea el mismo.
Oigo de mañana pájaros piando.
Y de tanto cariño
que por ellos siento
fácilmente adormezco.
Aquel que me es querido ya no está más aquí
y quizás simplemente nunca estuvo.
Paso de día en día,
del día a la noche
como una pluma que
el pájaro ignora
que se le desprendió.

12
Poema de INRI

Raúl Zurita
Poeta chileno

Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,


habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten
en la obscuridad que descendemos. Han cortado
todos los puentes y las cordilleras se hunden,
el Pacífico se hunde, y sus restos caen ante
nosotros como caen los restos de nuestro
corazón. Frente a la muerte alguien nos ha
hablado de la resurrección. ¿Significa eso que
tus ojos vaciados verán? ¿Que mis yemas
continuarán palpando las tuyas? Mis dedos
tocan en la obscuridad tus dedos y descienden
como ahora han descendido las cumbres, el mar
como desciende nuestro amor muerto, nuestras
miradas muertas, como estas palabras muertas.
Como un campo de margaritas que se doblan
te palpo, te toco, y mis manos buscan en la
oscuridad la piel de nieve con que quizás
reviviremos. Pero no, descendidas, de las
cumbres de Los Andes sólo quedan las huellas
de estas palabras, de estas páginas muertas, de
un campo largo y muerto de flores donde las
cordilleras como mortajas blancas, con
nosotros debajo y todavía abrazados se hunden.

13
Aunque tú no lo sepas

Luis García Montero


Poeta español

Como la luz de un sueño,


que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto


cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado


en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,


hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

14
Poemas cortos

Álvaro Díez Astete


Escritor boliviano

1.
Lo abstracto de mi muerte
ha regresado
y hay un dolor sutil
en mis memorias.

Se han quedado mis versos


estancados
como la blanca escarcha
en mis inviernos...

... el murmurio del viento


que pasaba
ha dejado un vacío
en mis silencios,

y mis estrellas preñadas


de poemas
han caído poco a poco
en mis sepulcros;

allí han nacido solos


tristes cuervos
para vivir por siempre
en mis nocturnos...

15
Poema 5 de Xenia II

Eugenio Montale
Poeta italiano

De tu brazo he bajado por lo menos


un millón de escaleras
y ahora que no estás cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.
El mío aún continua, pero ya no necesito
los transbordos, las reservaciones,
las trampas, la angustia de quien cree
que lo que vemos es la realidad.

He bajado millones de escaleras dándote el brazo


y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo los bajé porque sabía que de ambos
las únicas pupilas verdaderas,
aunque muy empañadas,
eran las tuyas.

16
Perdóname por ir así buscándote...

Pedro Salinas
Poeta español

Perdóname por ir así buscándote


tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez,
es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo.
Nadador por tu fondo, preciosísimo,
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
Subida sobre ti, como te quiero,
Tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces, le conteste


la nueva criatura que tú eras.

17
VII

Erik Lindegren
Poeta sueco

aquí en este silencio que extermina el límite


entre los muertos vivos y el vivo deseo de los muertos

allí dos mitades se asocian en doble ceguera


para mejor aún poder oír cómo cae la luz

lenta, traicioneramente como si supiese qué quiere


cuando la noche entró y el día está vacío

y el sentido se tiende saliendo de su torre


con sigilo de miedo por mejor conservarse

en la penumbra de las gargantas donde el guardaespaldas lancea


bloquea toda salida y la sabiduría de los ahogos

aquí en este silencio que extermina el límite


donde la luz cae y agrisa la angustia

licita la tormenta de la aniquilación la seca tierra del futuro


mientras la ceguera sonríe sarcástica a través de su ventana sin cristal

18
Junio

Giuseppe Ungaretti
Poeta italiano, nacido en Egipto

Cuando muera en mí esta noche


y como otro hombre distinto
pueda mirarla
y me adormezca el rumor
de las olas
que terminan de revolcarse
en el cerco de aromas de mi casa.

Cuando me despierte
en tu cuerpo
que se modula
como la voz del ruiseñor Rugiendo
muda en
Cuando en la transparencia ese polvo
del agua me sofocarás
el oro velado
de tu piel Después
se convierta en sombra entornarás los párpados

Liberada de las placas resonantes Veremos nuestro amor reclinarse


del aire como anoche
serás como una pantera
en los filos Después veré sereno
movedizos en el horizonte de betún
de la sombra de tus iris morir
te deshojarás mis pupilas

Ahora el aire está quieto


como a esta hora
en mi país de África
los jazmines
He perdido el sueño

Oscilo
al borde de una calle
como una luciérnaga

¿Morirás en mí esta noche?

19
Quisiera conocer a una mujer

D. H. Lawrence
Escritor inglés

Quisiera conocer una mujer


que fuera como una llama roja en la chimenea
brillando después de las furiosas ráfagas del día,
para que pudiera acercarse a ella
en la dorada tranquilidad del atardecer
y ser feliz realmente a su lado
sin la obligación de esforzarme
a amarla por cortesía,
ni la de conocerla mentalmente,
sin tener que sufrir un escalofrío,
un temblor cuando le hablo.

20
Poema

Erza Pound
Poeta estadounidense

Entre el agua y la sombra, a orillas


de una sedosa mirada nocturna
y en la mitad ardiente del brazo,
la lámpara nos une como una caricia,
como una flor espesante a un hombro perfecto.
(No sé si he respirado los rayos de su luz
y si al mirarte una impalpable lágrima aproximó,
una abrigada pluma, una burbuja; rizada,
un titubeante círculo de amor y sueños).
Ajena al paso de mi voz, al incesante
fuego que va contra el olvido, retirada
a música inmóvil había de escucharte.
Detenido en silencio todo cuanto tocas,
Rostro, vaso de fugaz derredor, madura espalda.

21
Poema 5

Pablo Neruda
Poeta chileno

Para que tú me oigas


mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

22
Por fuera estás dormida y por adentro sueñas

Homero Aridjis
Escritor mexicano

Por fuera estás dormida y por adentro sueñas


los ojos que se abren para mirar lo oscuro
los brazos que se ensanchan para volverse alas
lo oscuro que se ahonda para volverse cielo

Como una hiedra blanca por tu sueño subes


tocas un cielo de hojas y soles otoñales
un azul cristalino donde un dios se sumerge

Te cubre un sueño helado una humedad


te eleva desde abajo como un ángel de dicha
tus párpados se curvan tus dedos se estremecen
son rosas curvadas al peso del rocío

Por dentro estás soñando y por adentro miras


las telas de oro fino que son ramas que se abren
para guardar en un nicho tu sueño para siempre

23
Tu noche es de lilas

Mahmud Darwish
Al-Birwa, 1941-Houston, 2008

La noche se sienta donde tú estás.


Tu noche es de lilas.
A veces, de los rayos de tus hoyuelos
se escapa un signo que rompe la copa de vino
y alumbra la claridad de las estrellas.
Tu noche es tu sombra,
un fragmento de tierra legendaria
para igualar nuestros sueños.
Yo no soy el viajero ni el residente
en tu noche de lilas.
Soy el que un día fui yo.
Cada vez que la noche te rodea
mi corazón duda entre dos moradas
y ni el ser ni el alma se satisfacen.
En nuestros cuerpos, un cielo abraza a una tierra,
y toda tú eres tu noche… una noche que resplandece
como la tinta de los astros. Una noche,
bajo la protección de la noche, repta por mi cuerpo
aletargada, cual sopor de zorros.
Una noche que rezuma misterio,
luminosa sobre mi lenguaje.
Cuanto más se aclara, más
temo el mañana en el puño de la mano.
Una noche que contempla segura y tranquila
su inmensidad, que sólo rodean su espejo
y las canciones de los antiguos pastores
al verano de unos emperadores
enfermos de amor.
Una noche que florece en la poesía
preislámica sobre los brincos de Imru Al Qays y otros
y que, para los soñadores, ha ensanchado
el camino de la leche hacia una luna hambrienta
en los confines de las palabras…

24
Soy vertical

Sylvia Plath
Poetisa estadounidense

Pero preferiría ser horizontal.


No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor maternal
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones
de admiración,
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,


Los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que estoy durmiendo
Me debo parecer a ellos a la perfección,
Oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Entonces cuando el cielo y yo
Conversamos con libertad,
Y así seré útil cuando al fin me tienda:
Entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
Y las flores tendrán tiempo para mí.

25
Regreso

Octavio Paz
Poeta mexicano

Bajo mis ojos te extendías,


país de dunas –ocres, claras.
El viento en busca de agua se detuvo,
país de fuentes y latidos.
Vasta como la noche,
cabías en la cuenca de mi mano.

Después, el despeñarse inmóvil


adentro afuera de nosotros mismos.
Comí tinieblas con tus ojos,
bebí el agua del tiempo, bebí noche.
Palpé entonces el cuerpo de una música
oída con las yemas de mis dedos.

Juntos, barcas oscuras


a la sombra amarradas,
nuestros cuerpos tendidos.
Las almas, desatadas,
lámparas navegantes
sobre el agua nocturna.

Abriste al fin los ojos.


te mirabas mirada por mis ojos
y desde mi mirada te miraba:
como el fruto en la yerba,
como la piedra en el estanque,
caías en ti misma.

Dentro de mí subía una marea


y con puño impalpable golpeaba
la puerta de tus párpados:
mi muerte, que quería conocerte,
mi muerte, que quería conocerse.
me enterré en tu mirada.

Fluyen por las llanuras de la noche


nuestros cuerpos: son tiempo que se acaba,
presencia disipada en un abrazo;
pero son infinitos y al tocarlos
nos bañamos en ríos de latidos,
volvemos al perpetuo recomienzo.

26
La inteligencia brillante

Allen Ginsberg
Poeta estadounidense

Emigra de la muerte
para hacer un signo de Vida nuevamente en Ti
fiero y bello como un accidente de autos
en la Plaza de Armas
Juro que yo he visto esa luz
No dejaré de besar tus mejillas
cuando cierren tu ataúd
Y los humanos de duelo vuelvan a su viejo
y cansado sueño.
Y tú te despiertes en el Ojo del Dictador
del Universo
¡Otro estúpido milagro! ¡De vuelta estoy equivocado!
¡Tu indiferencia! ¡Mi entusiasmo!
¡Yo insisto! ¡Tú toses!
Perdido en la Ola de- Oro que flota
a través del Cosmos.
¡Ah estoy cansado de insistir! Adiós
me voy a Pucalpa
a tener visiones.
¿Tus sonetos limpios?
Yo quiero tus borradores secretos
más sucios
tu esperanza,
en su más obscena Magnificencia, ¡oh Dios!

27
Tengo pena y no respondo

Fernando Pessoa
Poeta portugués

Tengo pena y no respondo.


Mas no me siento culpado
porque en mí no correspondo
al otro que en mi has soñado.

Cada uno es mucha gente.


Para mi soy quien me pienso,
para otros - cada cual siente
lo que cree, y es yerro inmenso.

Ah, dejadme sosegar.


No otro yo me sueñen otros.
Si no me quiero encontrar,
¿Querré que me halléis vosotros?

28
La despedida

Julio de la Vega
Escritor cruceño, Bolivia

Me esculco
antes de abrazar la noche.
En cada diente me detengo
para afilarlo en bondades.
Una muela, foco de infección,
como los males que aquejan a la patria
con quebrantos de boca, de pierna,
de cuerpo entero.
Le hago duelo a mi mal.
Significa abandono.
Me desprendo y me despido
de la muela.
Otra vendrá en su lugar.
Esta me deja el sabor
de cada bocado
que probó su esmalte.
Me dejó triturar la esencia
y devolverle
a la vida, gasolina,
alimento de bienes
y de afectos por
una existencia,
amalgama de necesidades
como saber que las muelas
son tan indispensables
como el puente al agua
y la manzana al pecado,
muela de infinitos remordimientos.

29
A la manera de antaño

Pablo de Rokha
Poeta chileno

Gran hogar patriarcal lleno de nidos,


de muérdagos y rémoras felices;
un pan de sal para los días idos
y un pan de mar para los días grises.

La proa afronta contra la ola (heridos),


a los corsarios sobre cien países,
o andamos por la aldea atardecidos
tragando sol o cazando perdices.

Le invade de chacales la retórica,


pero yo echo la orinada histórica
sobre sus catres de metales blandos.

Y aunque toda la horda nos acosa,


medio a medio de los caminos, rosa
de humo y piedra, la tribu está brillando.

30
Oda III

Héctor Dante Cincotta


Poeta Argentino

Quisiera cantar como cantó Terencio un día,


entre todos los mármoles de Grecia, bajo el mismo cielo
Aquí también estuvo el amor pasado
como la muerte. Aquí llegaron las lluvias
y no sé qué han hecho. Todos los pájaros del pasado.
Pensar que el majestuoso tiempo del ayer
ha muerto. ¡Cuánto dolor enterrado!
En las piedras caídas, en el trajinar de los carros
y en el galopar de los caballos veo el resplandor
de un espacio angustiado, y tú, has nacido aquí,
tiempo, has venido a beber de estas aguas
que crecen extrañas y hondas para algunos.

Con el tiempo llegan la soledad, las cosas, el aire


y todo lo amado. Quizás, estas paredes
sean las mismas con un poco más de muerte
sobre ellas. Aquí también está la violenta
y apretada tristeza de los hombres.

Estoy cansado, oh Dios, de ver un sueño despierto,


mi extraviada memoria, siempre sola.
Cuánta sangre derramada habrá quedado
aquí, bajo esta tierra que piso, cuántos y cuántos
nombres: Cómo juega la muerte con mis manos.

Soledad de siempre. ¡Tanto dolor apretado!


¡Oh, Dios que sigues tanta fugacidad constante

31
La respuesta está en el viento

Bob Dylan Poeta


Estadounidense

¿Cuántos caminos debe recorrer un


hombre Antes de que le llaméis hombre?
¿Cuántos mares debe surcar la blanca paloma
Antes de dormir sobre la arena?
¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón
Antes de ser prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,


La respuesta está flotando en el viento,
¿Cuántas veces debe un hombre mirar hacia
arriba para poder ver el cielo?

¿Cuántos oídos debe tener un hombre


Para poder oír a la gente llorar?

¿Cuántas muertes serán necesarias para que


comprenda que ya ha habido demasiados muertos?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el


viento, la respuesta está flotando en el viento.
¿Cuántos años puede permanecer una montaña
antes de ser arrastrada al mar?

¿Cuántos años pueden algunas gentes vivir antes


de conocer la libertad?
¿Cuántas veces puede un hombre volver
la cabeza fingiendo no ver nada?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,


la respuesta está flotando en el viento.

32
EL ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS POEMAS

Señal de tu cuerpo

Rubén Vargas Portugal


Poeta boliviano

Vienes de la luz
Y te despojas
Porque el amor
No admite sino
La forma del desorden
Vienes de la ciudad
Y la ahuyentas
Eres
Tu cuerpo
Y la alta noche
Hundida en tu costado.

La golondrina

Juan María Merino Vigil


Poeta peruano

Yo soy como esa golondrina


que ha cortado los oros del espacio.
Saeta que vuela al infinito
azul de los profundos cielos.
Tiembla la negra noche por llegar
pero todavía quedan para mis ojos de la tarde
azules eternos del espacio.
Yo soy mi tiempo que vuela en el espacio
quebrando los oros vespertinos
Yo soy ese pequeño pájaro efímero.

33
El Suplente

José Lezama Lima


Escritor cubano

Vendrá el suplente en agua a conversar.


Se dirigirá hacia el norte donde tejen,
desconocido llegará a los que lo protegen.
Se arrancará su diente y a sembrar.
Vendrá el suplente en vino a pelear,
esgrimirá la traílla en zumbido planetario,
tropezará con el estilo rufián del carbonario.
Se apretará el chaleco y a bromear.
Los dos suplentes no se encontrarán en la escalera
aunque dejarán sus huellas en el molde de cera,
al mismo tiempo se taparán con las dos hojas de la puerta.
No se saludarán al valsar los largos corredores,
pero se embriagarán con los mismos escanciadores.
Ya llega el otro suplente para tirar del rabo de la puerca.

34
Viaje al Pasado

Oscar Alfaro
Poeta boliviano

Desde adentro, desde adentro,


desde el fondo de un abismo,
viene corriendo a mi encuentro
un niño que soy yo mismo.

Iluminando el olvido,
con este niño en los brazos,
yo voy haciendo pedazos
los años que ya he vivido.

En el fondo del pasado,


hallo mi casa materna
donde está mi madre eterna
frente a un Dios crucificado.

Junto al molino coplero


lleno de antiguas fragancias,
sigue jugando mi infancia
con la hija del molinero.

En los vientos pastoriles


desgranan su florilegio,
de canciones infantiles
las campanas del colegio

Y, perforando los años,


desde el abismo profundo
salgo de nuevo a este mundo
lleno de niños extraños.

35
El ignorante
Philippe Jaccottet
Poeta suizo

A medida que envejezco, crezco en ignorancia;


a medida que más vivo, menos poseo y menos reino.
Un espacio a veces de nieve o a veces brillante,
mas nunca habitado, es todo lo que tengo.
¿Dónde se halla el que lo legó, el guía, el guardián?
Permanezco en mi habitación y al principio callo
[silencio doméstico, instalador de un poco de orden]
escuchando las mentiras que se alejan una a una:
¿qué queda de todo eso? ¿qué le impide al moribundo
dejarse llevar por la buena muerte? ¿Qué fuerza
le hace hablar aún entre sus cuatro paredes?
Yo el ignorante, el inquieto, ¿llegaré a saberlo?
Pero ya sé realmente quién es el que habla,
y su palabra penetra con el día, aunque algo vaga:
“Como el fuego, el amor sólo establece su claridad
sobre el error y la belleza de los leños en ceniza…”

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