Canto para Prometeo
Canto para Prometeo
Canto para Prometeo
contemporánea
colección teatro
Coordinadores
Efraín Franco Frías y Luis Miguel López
Traducción
Enrique Vázquez Lozano y Giuseppina Mortola
s e c r e ta r í a d e c u lt u r a — g o b i e r n o d e j a l i s c o
2016
Primera edición, 2016
Bernardo Castillo
Correción de estilo
ISBN: 978-607-734-090-4
colección teatro
Coordinadores
Efraín Franco Frías y Luis Miguel López
Traducción
Giuseppina Mortola y Enrique Vázquez Lozano
D i á l o g os esc énic os México - Italia
10 colección teatro
tierras de la aurora… este, noreste… un viaje largo, cansado aun para
mis potentes alas. Prácticamente toda una travesía, desde el Olimpo
hasta Asia… Hasta que llego a la cima del Cáucaso.
Descubro en la lejanía el perfil empinado de la montaña, más café
en la pálida obscuridad del crepúsculo de la noche, avanzo rozando el
aire con movimientos impetuosos, asciendo y desciendo, explorando
las corrientes, me acerco ansioso… e inmediatamente lo veo.
¡Graaa-graaaach, esgraaachh! ¡Graande! Un gigante ceñudo…
cautivo en la roca, inmenso, obscuro en la sombra…un titán! —Que
cabeza tan enorme, observo muy impresionado…—¡no, no!, no se pa-
rece a nadie que haya visto antes—, tiene un cráneo dos tallas más
grande que la de Zeus…y qué ojos, capaces de penetrar la roca, de he-
lar la sangre, de sacudir los sentidos… —si yo los hubiera tenido—.¡Es
él, es él, lo encontré! ¡Zeus tenía razón!, es imposible confundirse.
Por un momento permanezco inmóvil, sobre mis alas que se
mueven lenta y ampliamente. Está por surgir el sol, aprovecho la es-
pera para recuperar el aliento… después, apenas se asoma la coro-
na de rayos brillantes, que se intensifican sobre las líneas soñolien-
tas del Cáucaso, me dispongo, eficiente y puntual, a la operación
Devora-hígado.
Es la primera vez que lo hago con un ser viviente, me muestro
un poco torpe.
Me decido por una línea recta, ataco frontalmente, órdenes son
órdenes. ¡Vertical, y abajo!
—Y de improviso, un choque terrible, como chocar contra un es-
cudo gigantesco—.
Estoy por precipitarme, retomo el sentido del viento, Retroce-
do…(aterrorizado). ¡Los gritos, los gritos, los gritos! Yo no estaba
acostumbrado. En el Olimpo, no es que… hay diversos sistemas… en
fin… el jefe que tiene el rayo, aquel otro el arco, uno más la lanza… la
serpiente, el bastón, el caballo, el olivo, los robles, las hojas de vid,
la cítara... ¡un carnaval que no les digo ! Pero los dioses no hablan.
Poquísimo. Las nueve hermanas, las musas, ellas verdaderamente
no querían tener nada que ver conmigo.
En breve se inicia la lucha. La palabras son las únicas armas de
Prometeo, él por suerte está encadenado… ¡pero funcionan! Un true-
no potente, un rugido amenazador… y, sin embargo, diferente, porque
dentro hay algo… algo diferente cada vez, una… ¡una señal diferente!
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tes más bajas… es sólo una vieja liebre con una pata despedazada,
pero a mí me parece la más apetitosa como un túrgido y tierno guerre-
ro adolescente. —Y después lo que cuenta es el pensamiento—.
A la primera probada (hay una pausa, denota cierto fastidio) me
digo que quizá está solamente un poco rígida, aún para mis hábitos.
Husmeo con atención… el olor es el mismo, más o menos… está bien,
quizá no estaba precisamente fresca-fresca cuando se congeló —de
dos o tres días hubiera estado perfecta—… de cualquier manera el hielo
parece haberla conservado intacta. Espero que se descongele un poco.
(Sonriendo complacido) Intento de nuevo. (Aterrorizado y espantado)
No me gusta… ¡no me gusta más! No es posible, lo intentaré nuevamen-
te, tengo que intentarlo, (prueba y escupe tosiendo) pero tiene un sabor
repugnante, ¡desagradable!... gran Zeus, ¡¿qué está sucediendo?! ¡Me
da asco! Adelante, ¡una vez más! Tengo la garganta cerrada del horror…
¡Esfuérzate! ¡Pero me está revolviendo el estómago hasta llegar a la náu-
sea! Nada que hacer.
Me alejo vencido abandonando la carcasa de la liebre en la tie-
rra. Huyo seguido por las sombras del crepúsculo que se alargan
a mis espaldas agigantando las montañas.Regreso a mi oficio.Me
siento culpable por haber rechazado un regalo de la suerte… pero
sobre todo, mientras vuelo lento y meditabundo hacia la roca donde
está encadenado el titán, tengo miedo de confirmar aquello que mi
estómago ha entendido.
“Mañana. Mañana al alba comerás”, susurré.
Y así fue, ¡ahora necesitaba sumergir el pico en la sangre viva y
fresca! Comerme el hígado de Prometeo, día tras día, luna tras luna,
año tras año… había cambiado mis gustos. No lograba comer más
carroña. (Desesperado).
“¡¿Y ahora qué hago?! ¡Y qué haré, ¿cuándo podré regresar al Olim-
po?! Soy diferente, ¡soy otro! Traaa-trraaaach-traaanquilo, tranquilízate
, —trato de tranquilizarme—, es sólo una traaaasformación de la pan-
za…” —me repito que en el fondo todo está bien—… ahora, por lo menos,
la huida cotidiana de los lamentos de Prometeo tiene un fin preciso:
ahora que necesito carne fresca para descuaaaa-scuaaaarch-descuar-
tizar, ¡debo explorar el territorio en busca de comida! Así empiezo ir de
caza todos los días. Metódicamente. —Si antes rechazaba aceptarla,
la realidad rebasa mis intenciones: los hechos, las cosas… los apre-
ciaba desde una perspectiva diferente, y yo, espontáneamente empe-
14 colección teatro
Aceleraba, frenaba, me desplomaba en vertical y enfilaba veloz-
mente en el aire azul del mediodía entre un relámpago y otro del
atardecer, en el resplandor de la luna por tres días y tres noches
continuas feliz a dibujar cabriolas en el cielo, con audacia inaudita
por el viento, me olvido de mi deber, de Prometeo e incluso del gran
Zeus. Y el aburrimiento… el aburrimiento… no existía más (Se toca la
panza, los brazos, la cabeza). ¡Me había convertido en un águila! Mi
transformación estaba realizada.
Y un día mientras estaba allí, me lanzo, experimento algunas
picadas rotundas… me vienen las ganas de volar más alto. ¿Por qué?
Quizá para conocer otras regiones de mi territorio… para ver más,
más lejos! Para poseer más. Es un deseo nuevo, que nace en las
alas, me recorre todo y me da un cosquilleo en la nuca como un es-
calofrío dulce. Me siento fuerte.
Subo, subo, subo todavía, y me siento siempre más ligero, me pa-
rece ver parte del viento, veo los confines de mis montañas, el mar ne-
gro que había sobrevolado años atrás… y al otro extremo otro mar, y
reflejada allá abajo un punto en movimiento entre las nubes, mi forma
alada… más alto, más alto, más alto: estoy volviéndome azul como el
cielo y resplandeciente como los rayos del carruaje de Febo, puedo oír
sus ruedas rechinando sobre mí, ¡es maravilloso! Pero… ¡¿qué sucede?!
Las plumas, ¡atento! Se están ¡quemando! Por un micrón no fui tosta-
do por una llamarada. Estaba por convertirme en una brocheta estelar.
Perdí los sentidos, y sólo la fortuna, permitió que una depresión me
absorbiera en una nube llena de lluvia, que apagó el fuego y lavó las
cenizas de mis alas… ¡por todos los dioses cómo se habían reducido!
Tan maltratadas que daban pena, adoloridas y débiles —pero
lograron llevarme de regreso a casa—.
Estaba molesto, aterrorizado y furioso conmigo mismo. “Estúpi-
do, estúpido, estúpido! ¿A dónde querías llegar? Más alto, más allá,
¡¿dónde?! ¡Encima! ¡Pero son cosas atrevidas, no siendo un dios!
Quería solamente ver más lejos…más…¡¿más lejos?!
Un momento… ¿cómo pronuncian los dioses en su idioma? Ver más
lejos… pro meteor, antes de… pero el nombre del titán: ¡Prometeo!
Debe haber sido él… ¡cierto! Con aquellas extrañas palabras…
me lanzó una brujería. Pero… entonces… todo esto quizá no existe…
es sólo el fruto de un maléfico encanto, una ilusión, y yo soy siempre
el mismo, ¡el mismo! Ah, pero se lo haré pagar!
16 colección teatro
raleza… No por nada todavía se dice “ser un águila” (sonríe cuando
recuerda)… Había hecho una deducción. Mi primer acercamiento a
la compleja inteligencia. Sí, me había vuelto águila. Por demasiado
tiempo me había nutrido de Prometeo. Demasiadas cosas habían
cambiado: no lograba más flotar inmóvil en el cielo, no lograba más
alimentarme de cadáveres y sobre todo no lograba prescindir de él,
que también estaba a mi merced.
Me inclinaba frente a Prometeo y lo miraba por horas. Me estaba
acostumbrando a su aspecto, que comenzaba a parecerme intere-
sante. Aquel craaaneo tan grande escondía conocimientos que me
intrigaban cada día más, y también este era uno de los tantos cam-
bios que se estaban produciendo en mí, como el descubrimiento
del gusto por volar… la curiosidad. Pero ahora no me opongo más a
los cambios, que más bien me excitan y me ponen de buen humor.
¡Todo aquello que es movimiento me alegra!
Aquello que por el contrario no cambiaba era la orden de Zeus y
el asunto empezaba a crearrrr-creaaaaarrrh-creaarme una vergüen-
za. Yo habría preferido absorber de otra manera las enseñanzas del
titán, alimentarme de sus palabras, que había empezado a com-
prender… y por el contrario me tocaba ¡roerle, diariamente, el híga-
do! Ahora pónganse un poco en mis zapatos… ¿Cómo se le pide un
favor? Por favor explíquenme esto?... Quizá Zeus se olvidó de noso-
tros, pienso, y un día me decido y con el rostro empiezo a martillar
la roca en la cual están atornilladas las cadenas de mi prisionero.
Prometeo está sorprendido, me observa y calla, sin embargo
veo un relámpago de ironía en sus ojos, descubro una risita conte-
nida que apenas le frunce los labios. Golpeo como un maldito, re-
suelto y sereno en la justicia de mi propósito, la roca echa chispas
por los golpes…
— Detente, —dice Prometeo—.
— ¿Cómo, detente? ¡Te estoy liberando!.
— Para, no puedes… de cualquier manera gracias por la intención.
— ¿Pero, estás loco? —digo yo— y continúo martillando testa-
rudo y orgulloso, hasta que un grito de Prometeo, potente y terrible
como la primera vez, me golpea con la fuerza de un puño y me hace
rodar por algunos metros… justo a tiempo para esquivar el rayo de
Zeus, que se abate exactamente en el punto donde estaba excavan-
do y compacta la piedra alrededor de la cadena.
18 colección teatro
Y un día se lo pregunté: ¿por qué? ¿Qué le hiciste a Zeus?
De nuevo aquella luz en los ojos, de nuevo aquella risita divertida.
“En fin, Prometeo, ¡eres imposible! ¡No hay nada de divertido en
este asunto!”
“Es que el rey de los dioses no tiene espíritu humorístico, repli-
ca él. Y ríe”.
“Disculpa, señor aburrido, ¿puedes hacerme reír también a mí,
por favor?”
“¿Por qué, ya sabes reír? Pregunta él, sorprendido y complacido.”
“Sé hacer muchas cosas, digo estridentemente, ¡estaba verda-
deramente exasperado!, sé también sentir lástima, si realmente lo
quieres saber, y no sé si tener más piedad por ti que sufres o por mí
que no comprendo de qué juego soy el peón… ¡No quiero ser recor-
dado como aquel que atormentaba a Prometeo!“
“¡Gran madre de todas las cosas! ¡Has también adquirido el sen-
tido del tiempo! Sabía que serías un buen alumno. ¡Bien, muy bien!”
“¡¿Entonces?! ¿Qué quieres que te cuente —suspira él—?, es una
larga historia… Zeus y yo éramos amigos, él confiaba mucho en mis
consejos, no por nada soy llamado Pro-meteor, aquel que mira ade-
lante… En la lucha de sucesión contra Cronos preví su victoria y com-
batí a su lado… Después regresé a ocuparme de mis experimentos,
a crear también yo, aún sin ser un dios… y esto empezó a fastidiarlo.
“¿No quieres una recompensa? ¿Por qué no quieres convertirte
en una divinidad? …como Amaltea, ¿quieres una bella constelación?
Como dios sabrás todas las cosas”…“Por caridad, Zeus, ni siquiera
hablemos de esto, ¡sabes que es aburrido! Yo me divierto descu-
briendo la realidad… ¡no aspiro a saber todo de una vez por todas!
Se lo tomó a mal… Lo sé, lo sé, cometí un error, fue una ingenuidad
imperdonable. A él le gusta sólo ser adorado, mientras yo soy un es-
píritu libre. No hablemos después de cómo terminó, ¡malísimo, una
verdadera y propia crisis de nervios! Cuando con la arcilla logré crear
los primeros hombres… criaturillas imperfectas pero prometedoras,
que desgraciadamente las desapareció con un diluvio… ahora sin
embargo estás tú.
“¿Qué quieres decir?”
“Lo sé yo”…
“¡Siempre responden así, ustedes los inmortales! ¡No se puede
develar nunca el misterio con ustedes! ¿Por qué no quieres decirme
20 colección teatro
taba: “vuela, vuela alto, águila, ¡vuela todavía! ¡Es magnífico! ¿Lo
sientes? ¡Estás bailando! ¡Baila, águila sabia, baila! ¡Es arte! ¡Estás
inventando el arte!
Escuchaba al maestro orgulloso de mí y yo era feliz, tan feliz que
dancé hasta la puesta del sol, hasta que estuve seguro de que no
sintiera más el dolor.
Desde ese día he bailado para él.Y cantado, cuando mi voz em-
pezó a modular más de tres notas… y narrado, cuando mi memoria
estuvo en grado de recordar y rehacer todos mis conocimientos.
Y una bella mañana, ¿quien llega? ¡Heracles!
Oficialmente, por negocios, antes de ir a capturar a Can Cerbe-
ro, pero es evidente que su llegada a una zona tan alejada como el
Cáucaso no puede tener más que un propósito preciso. Prometeo de
hecho ya lo sabía, lo esperaba. Desde hacía muchas lunas mostraba
un aspecto más aliviado, propenso a la sonrisa… de vez en cuan-
do, sin embargo, lo sorprendía viéndome pensativamente. Y aquella
mañana me dijo: “vete, àguila, ha llegado el momento de decirnos
adiós. Aquí estás en peligro”.
Habiendo aprendido a confiar en su previsión, sé que debería
seguir el consejo, pero no logro despedirme para siempre. Hemos
traaan-traaanscurrido tanto tiempo juntos —balbuceo—, ¡no puedo
irme ahora!
“¿Ahora qué?” —dice él, balbuceando— y yo: “¿no ha llegado el
momento de tu liberación? Bien, ahora también sabes prever” —en
tono burlón, siempre le ha gustado burlarse—… los ojos le brillan de
ingenio, pero no insiste más en que me vaya.
Así, cuando Heracles llega a la cima de nuestra cumbre, se en-
cuentran uno de frente al otro, conversando de las estaciones y de
la división del calendario. Imagínense su asombro.
En su presencia me siento abrumado por la timidez, no sé dón-
de poner las patas, soy un ávido partidario de Heracles, ¡para mí es
un semidiós clamoroso! Él, por el contrario, me mira con desprecio…
me doy cuenta que a sus ojos soy solamente el despiadado emisario
de Zeus, su padre —¡que él asegura está muy arrepentido de haber
infligido todos aquellos tormentos a Prometeo!—.
(sarcástico) Sí, sí, dice siempre así. ¡Quién sabe que penas habrá
sufrido entre las delicias del Olimpo, en todos estos siglos! Heracles,
sin embargo, no entra en esto, me repito, él es alguien de bien, un
22 colección teatro
taba, reía y bailaba —aunque no podía volar más—, pero también de
desorientación, de vértigo… de soledad.
La única y verdadera pasión de Prometeo era descubrir el por-
qué de las cosas, nada le interesaba y divertía más que aquel conti-
nuo pedir, preguntar, buscar y experimentar… pero también él, que
conocía bien la libertad, tenía necesidad de algo, de no sentirse
solo de frente al cosmos, único en el viaje del conocimiento: tenía
necesidad de convivir, y de dejar su herencia… para esto estaba yo.
Y permanecimos aquí arriba, permanecimos unidos.
Y como había hecho con los primeros seres de lodo, que sin él
se habían extinguido… me enseñó a usar… las garras, y después
mis dedos emplumados… y forjábamos y construíamos… macetas,
utensilios, barcos, palacios… y visto que no podía volar más me ha…
remodelado y sí, ahora tengo un aspecto diferente, no hay más que
decir. Opongo el pulgar. Camino derecho. Preparo la comida…
A propósito de cocina, ¡logré finalmente que me narrara la his-
toria del fuego! Era precisamente como lo había imaginado en su
tiempo: ¡cuestión de un crimen de lesa majestad! En síntesis, entre
dos ofrendas de sacrificio, como consejo de Prometeo, los hombres
habían inducido a Zeus a escoger la bolsa con los huesos, astuta-
mente escondida debajo de una capa de grasa… un truco, en fin,
una especie de broma de aquellas que cuando salen bien —tipo el
caballo de Troya, para nombrar uno— el autor gana fama imperece-
dera… el rey de los dioses, al contrario, ¡reacciona sin una pizca de
sentido del humor! “¡Cómo se permitieron esto!” despotricó, “¡este
es el germen peligroso de la independencia!”, y castigó a la humani-
dad privándola del bien más precioso: el fuego.
Imagínense cómo sería una noche sin luna perenne, la obscuri-
dad total, ¡la obscuridad que todo envuelve y estrecha la garganta
en un nudo de angustia! Es casi imposible de concebir: yo quise ex-
perimentar en primera persona, traté de cegarme, y privarme de la
luz vendándome los ojos. El horror a las tinieblas es indecible. Quizá
uno se pueda adaptar a la obscuridad, pero el terror repentino de no
poder ver más los colores… es como agua que inunda los pulmones,
y prensa, y empuja, y sofoca… me quité la venda de los ojos temien-
do terminar enloquecido por el miedo de no poder ver más la luz…
(irritado) ¡pero qué clase de castigo infringe este rey de los dioses!
Es un sádico! (cambia tono) Prometeo no resistió el tormento de los
24 colección teatro
Una oferta al caos. Un pequeño sacrificio por propiciarme la par-
te vital de su esencia y evitar que eso se desencadene en forma de
furia devastadora, quizá exigiendo atrocidades, holocaustos. (con
una sonrisa triunfante) ¡Y les diré que precisamente estudiando las
insidiosas porciones de la realidad que escapan a mi control descu-
brí cada vez inmensas puertas abiertas de par en par sobre nuevos
mundos inesperados!
Con este juego logré regalarme alturas de satisfacción absoluta
sobre todo en el arte. A decir verdad ha sido precisamente el arte a
enseñármelo, haciéndome saborear por primera vez los placeres del
engaño consciente… mostrándome la capacidad del caos de generar
la armonía. Es siempre cuestión de transformación, de producción
de cambio de estado, que en las condiciones idóneas genera cua-
lidades diferentes que se condensan en nuevas naturalezas… ¡en
forma artística! ¡Recuerdo la primera vez que Prometeo y yo, con la
arcilla, el agua y el calor produjimos el barro! Una estatuilla precio-
sa. ¡¿Y cuando inventamos los esmaltes?! Y la forja del hierro en mil
formas, y utensilios… y armas potentes. (Tose vergonzosamente) No
siempre la búsqueda está al servicio de lo bello… quizá el universo
fue unido con el Caos. Caos… ¡Caos… y destino! Y en medio, según
yo, está nuestra larga historia, están nuestras palabras, nuestras
memorias de hombres.
Sí, la vida con Prometeo ha sido un continuo y excitante descu-
brimiento.
A veces me pregunto si llegará un tiempo en el cual el hombre
verá y sabrá todas las cosas… ¡Y sí! Sé que hace apenas un momento
dije lo contrario, pero es mi naturaleza de rapaz que todavía grita y
empuja por dentro, y no siempre logro dominarla.
Tengo tanta nostalgia del vuelo… es una cosa que sueño fre-
cuentemente… ahh, aquellos bellos planeos rozando la cima enga-
lanada de los árboles en el aire fresco de la primavera, y después
arriba, arriba, ¡en el azul! Pero Prometeo dijo que se puede alcanzar.
Un poco de intentos los hicimos, siempre con las prótesis, desde
luego… y una vez el muchacho cae porque se derrite la cera, otra
por poco Leonardo, el italiano, nos pone de nuevo las plumas, pero
intentamos, claro, ¡se intentó!
Prótesis… es ya algo. ¡Yo, sin embargo, quisiera volver a volar
libre en el cielo! Así como estoy ahora, no en sofisticadas jaulas de
Obscuridad
¡Sgraaaaaach!
Fin
26 colección teatro
Adi ó s gua po
Antonio Sapienza
[...] Por supuesto, son cosas que pueden pasar —sin duda—; y todo,
pero, ya sabes, después del último error, me encabronaron verdade-
ramente sus reclamos perentorios:
Entonces, señor… quiero decir, por favor, ¿qué está pasando?,
¿Por qué estas fallas tan repetidas?
Y él, seráfico me respondió: “Cálmate, cálmate. Hay una crisis...
No llegan los suministros”.
¿Cómo crisis? Le digo alterado ¿Crisis también para esto? ¿Qué
significa esto? ¿Y por qué no llegan los suministros?
Y él me dice, aburrido: “Y ¿me lo preguntas? ¿Qué sé yo? Ne-
cesito descansar... ¡Es algo que depende de los pisos superiores,
donde hacen todo, donde saben todo... déjame en paz, estoy tan,
tan cansado…”.
Y yo, sin saludarlo y más enojado que nunca, me redirigí abajo
como cualquier compungido para exigir una explicación.
Al departamento adjunto —una especie de sala de máquinas de
un Ferry— pedí una audiencia inmediata con el director.
“¿Qué pasó?” —Me dijeron—.
¿Cómo que qué pasó? —le dije impulsivamente—. Sucede que,
ahí abajo, las cosas no funcionan bien. Abajo son flojos por no
decir indolentes o ineficaces… y un pobrecillo ¿qué hace? —concluí
desesperado—.
“Calma, despabílate y explícame tu caso, por favor”.
28 colección teatro
poesía y la contemplación. Ahora, para ellas, la poesía es todavía
suficiente; la contemplación va en subida; pero la sabiduría está
por debajo de los niveles mínimos. Por lo tanto, si te concentras en
la sabiduría posiblemente eleves su empleo potencial. Lo harás sin
otro beneficio.”
Me quedé aturdido. Esta vez ya la hice —pensé—. ¡Se acabó!
Respiré profundamente y luego dije con voz lastimera:
Señor presidente, ¿no se podría hacer una excepción?
El viejo me dijo con un suspiro:
“Oh, querido amigo, por desgracia, con nuestros recursos, no es
posible restaurar la función. Pero habría una solución química... se
trataría de una decisión personal, muy delicada, yo diría que de éti-
ca y de color... azul. Si de pura chingadera llegáramos a tal impulso,
estaremos constreñidos a ordenar los planes básicos…”
¿Pero química? ¿Azul? El viagra —pensé—, por eso le respondí: lle-
gado este impulso, nos veríamos obligados a ordenar los planos inferio-
res —pero de mala gana, por supuesto— de proceder a la necesidad…
No, y eso tiene que ver. El trabajo si se pudiera, se debería llevar a
cabo con nuestras lozanas fuerzas naturales, sin ayuda de lo externo.
No, así no vale, solo con nuestra fuerza natural, sin ayuda, no.
Pero cuando no... Si en lugar de esto le digo que acepto su con-
sejo sobre la opción de la sabiduría. Ahora voy abajo y lo que deba
suceder sucederá. El viejo me sonrío complacido y luego me entregó
un papelito —en el que había escrito unos cuantos signos— mien-
tras me susurraba algo al oído:
“Entréguelo al titular de los planos inferiores, con mis saludos
—dijo, apretándome la mano—.”
Me despedí; bajé y llamé a la puerta, donde ví una placa elegan-
te diciendo: “Pene/Falo/Miembro & C.” y cuando el dueño me abrió,
le mostré el papelito. Él lo tomó, lo leyó y me miró, después, con
curiosidad preguntó:
“¿Qué significa S. S. P.P.? “
Le respondí con aire de suficiencia:
Supongo que significa: Sólo Sirve Para Pipí, adiós, guapo… No
te des tantos aires… ¡Querido don Mierda!
Patrizia Monaco1
1
Nota de la autora: La completa libertad de la ejecución se deja al director.
30 colección teatro
desierto como los israelíes lo han hecho... Pasaron los años y las
cosas empeoraron. Y así, como en la historia de las Mil y una No-
ches, había una magia, una magia negra. Los corderos sacrificados
se volvieron halcones (con rabia lanza la piedra) ¡Intifadah!
Ares ahora con máscara de gas y tomando por la banda la bolsa
de la computadora, desplaza hacia ese lugar la computadora extra
de la bolsa y teclea unos segundos en ella.
(En la computadora) ¡Bingo! (levanta la máscara de gas) Con
las armas inteligentes, ahora la guerra, que va en cadena televisiva
directa, reduce al mínimo las víctimas entre los civiles. Casualties,
en inglés, el idioma que ahora ha sustituido el griego y el latín. Be-
lla palabra, casualties… casualties, más que la muerte recuerda la
moda, el look, (muestra sus pantalones con los bolsillos laterales)
casual. La gente hace mucho ruido cuando las víctimas se encuen-
tran entre los hospitales y embajadas. Ellos no entienden que las
armas son inteligentes, realmente muy inteligentes, pero se sabe
que las personas más inteligentes han estudiado mucho y los que
estudian se arruinan la vista y por lo tanto se vuelven miopes. En-
tonces las armas son miopes como ellos... ¿Pero a nosotros qué
nos importa?
Nos disculpamos. Y esos son nuestros enemigos. Tampoco los
vemos a ellos. Apretamos un botón después de programar el equi-
po. Un trabajo muy satisfactorio, y bien pagado y no se sabe cómo
es que de repente está hecha tanta sangre.
Luz brillante.
32 colección teatro
eso les gusta. Después son los militares de carrera, los pobrecillos
que se enrolan por hambre, aquellos que han firmado por cambiar el
mundo… y después son aquellos que se encuentran en medio cuan-
do tienen influencias o son rellamados. Dicen despreciarla, odiarla,
pero en su corazón, dentro muy dentro, y nunca lo confiesan, son
aquellos que dicen que nunca se habían sentido tan vivos como
cuando estaban en guerra.
(Pausa) Y sin embargo... conozco el sufrimiento de los hombres
comunes, de los siervos de Ares, peones del juego de los poderosos.
Pausa.
Pausa.
Música de Clarinete.
Música.
34 colección teatro
Ares, ¿lo conocen bien? Sus mitos. Los dientes del dragón y el
nacimiento de los espartanos. Siempre, según los atenienses cultos
y con gafas que desprecian la agresión.
Hubo un dragón para proteger mi fuente, en las presas de Tebas.
Cadmo, el marido de mi hija, Harmonía, lo mató y enterró sus dientes.
Los dientes del dragón germinaron y emergieron, armados y he-
chos hombres, los espartanos.
Los hombres de Ares, los peones, las casualties. Ellos, creados
solo para combatir, ¿podían huir a su propio destino?
Estira la alfombra azul que irá a cubrir los otros dos. Pausa, de la cual
sigue un diálogo que no se escucha la respuesta por brevisima; pausa
despues de cada batuta.
¿Qué es?
¿Quién me llama? Alguien trata de beber de este río,
para olvidar.
¡Eh, tú, ¿quién eres tú?¡
No entiendo.
Tampoco te veo así, eres una sombra en camino.
¿Cómo?
¿Gay?
Ah. Enola Gay.
El plano del hongo.
Hiroshima Mon Amour.
El piloto del avión del hongo.
Sí, siguen muriendo ahora, cáncer de la leucemia, sí, después
de más de cincuenta años ...
Y tú, ¿qué quieres de mí?
Has obedecido las órdenes.
(Mueve la cabeza) Lo sé, esto, aquí, no te consuela.
Y te han pateado todos,
El Dios de los cristianos,
El Dios de los hebreos,
El Dios de los musulmanes ...
Me ha tocado.
En el panteón hindú hay, no sé, creo que dos millones de dioses, o
doscientos mil, como sea, una considerable suma. En el griego, mucho
menos, pero siempre tantos. Y cada uno de ellos era el dios de algo.
A mí, Ares, hijo de Zeus y Hera, me ha tocado la guerra…
Yo no me pregunto, sucedió así. No por casualidad, pero casi. Por
la forma en que nacía o el carácter que se esperaba. Y los modos de
nacer eran tantos y tan fantasiosos. Algunas personas nacen con un
muslo de Zeus, como Dionisio, que nació de la cabeza de Zeus, com-
pletamente armado, como Atenea, mi enemiga (pausa), es decir, el
que en el juego de roles era mi enemiga... yo estaba enojado e impe-
tuoso, apasionado y con poco cerebro, y desde los griegos, especial-
mente los atenienses eran los intelectuales, que doblaron la guerra.
La guerra no le gusta a nadie. (Amiga). Por eso yo no le hacía al
genio, era más apreciado como Marte, por los Romanos, una raza de
gladiadores pero esta es otra historia.
He dicho que la guerra no le gusta a nadie. Es una de esas fra-
ses que parecen verdaderas pero si se reflexiona, son falsas. Les diré,
uno que tiene poco cerebro, dice de cosas. Mientras tanto el poco es
relativo, es poco en función del tanto. De aquello de Ulises, de cere-
bro, digo, por ejemplo, o de Atenas que ha nacido de la cabeza de mi
padre, yo que nací de manera normal, razono más con (se toca los
genitales), la parte anatómica más consonante y banal en general.
No hay nada de mal de pensar con el culo, dicen las mujeres que
razonan con la vagina. No hay nada de malo de no ser cerebral y ser
todo sentido, sexo y aseo.
¿La vida es toda aquí, no? Comer, beber, cagar, matar y coger.
Cogemos, violentamos las mujeres de nuestros enemigos, presa de
guerra. Cuantas han sentido gozar bajo de mí y ustedes, no eran un…
como se dice… proforma… parte de las reglas.
36 colección teatro
También se burlan también, incluso cuando se hundían ensan-
grentados con los ojos desencajados en el fragor de la batalla.
Desgarrado por la pujanza de tantos miembros. A veces para di-
vertirnos un poco, no usábamos ni siquiera el culo, pero otras cosi-
llas en mano, arcos, ramas...
Pausa.
38 colección teatro
Hefesto era un herrero, pero también un dios, y sus cadenas las
había hecho invisibles. Fuimos a la cama ágil, ágil (hace un guiño al
público) y en la madrugada nos despertamos enredados desnudos y
sin escapatoria, envueltos en una red como atunes. De alguna forma
mi fuerza sobrehumana se las arregló para desenredar de las cade-
nas. Pero al ser liberados tuve que prometer a Zeus, no ver más a
Afrodita. Y ella, mi amada, mi Afrodita, como cada mes, se sumergió
en las aguas de Pafos, en la isla de Citera, su hermosa isla, donde
recuperaba la virginidad bañándose en aquél mar (Suspira).
Con la diosa del amor he engendrado amor. También creé las
Amazonas, otra culpa mía porque son mujeres guerreras. Y ¿qué sig-
nifica? Estaban solas, tuvieron que defenderse, ¿quién dijo que las
mujeres sólo debían nacer para tener hijos y morir enfrente de un
microondas?
Mientras tanto, las guerras continuaron. Eran condenadas pero
continuaron.
Fin.
Enrico Bagnato
Roma. La noche iluminada por una luna pálida. Una figura humana,
envuelta en un manto largo y negro que la cubre hasta los pies, y con
una gran capucha puesta sobre su cara, recorre con irrefrenable agi-
tación a lo largo y ancho el espacio abierto frente al castillo de san
Arcangelo; se enfila a la orilla del puente sobre el Tíber, que atraviesa
más veces hacia arriba que hacia abajo con paso frenético. Se coloca
en el centro del puente y, por último, con un gesto convulsivo, libera
a la cabeza de la capucha para revelar un diáfano rostro espectral de
bellísima mujer joven con pelo rubio y largo. Una cinta de terciopelo
negro rodea el cuello.
40 colección teatro
Ese fue el comienzo.
Mi padre, ¿quién era? Un noble de cuarenta y cinco años, un hom-
bre violento y disoluto, un maníaco sexual, un pervertido. Frances-
co Cenci. Desperdició enormes sumas de dinero en juergas y orgías.
Malgastó los bienes de la familia en desenfrenos y excesos de todo
tipo, y para compensar las violaciones, colocaba a los niños de muje-
res que violaba o con las que había tenido algún romance en familias
acogedoras para compensar a los heridos en peleas o en emboscadas
y para corromper la justicia y evitar la prisión. Sin embargo, era rico,
poseía tierras, castillos, palacios, una inmensa riqueza que había he-
redado de su padre, el tesorero general de la Cámara Apostólica, un
monseñor, por lo tanto, ligado al voto de castidad.
No sólo con las mujeres mi padre ventilaba su insaciable libido,
también tenía este abominable comercio con aquellos del mismo
sexo, le gustaban jóvenes mozos que seducía y llevaba a casa sin
vergüenza. ¡Era, pues, un monstruo, un ogro!
A la muerte de mi pobre madre –una mujer santa, tratada, por el
brutal y áspero jefe esposo, como una esclava, que constantemente
la embarazaba para que no huyera y que después de haber traído al
mundo siete hijos, y después de doce embarazos y numerosos abor-
tos, agotada, murió–, mi hermana mayor, Antonia, y yo, fuimos reclui-
das en el monasterio de las hermanas franciscanas de la Santa Cruz,
en Roma; y dos hermanos, los más pequeños, Bernardo y Paolo, fue-
ron confiados a una familia de conocidos. Los hijos mayores, Giacomo,
Cristóforo y Rocco, en aquel tiempo ya habían hecho su propia vida.
A partir de viudo, mi padre intensificó su conducta escandalosa.
Cuando lanzó por primera vez en mí sus antojos locos, tenía-
mos poco de que mi hermana y yo habíamos salido del convento
y vivíamos en casa con los dos hermanos menores, también ellos
registrados por la familia que los cuidaba: mi padre había decidi-
do de tenernos a todos con él para ahorrar. Con el régimen de vida
espartano al que nos constreñía, no le costábamos casi nada, así
podía gastar de más en juergas y obscenidades.
Para nuestra sorpresa y disgusto, sin darse cuenta de nuestra
presencia en la casa, dio paso en sus prácticas sucias con criadas,
mozos y mujeres de la calle. A la vista de estas deformidades, todos
huíamos a encerrarnos en nuestras habitaciones. Donde, también,
su voz retumbaba con gritos, burlas y expresiones obscenas.
42 colección teatro
miserable estado de vida familiar rogándole solicitar una interven-
ción del pontífice para que pusiera remedio.
El cardenal aceptó con entusiasmo. EL papa Clemente dispuso
que el jefe de familia de los Cenci, asegurara a los familiares un te-
nor de vida proporcionado al importante patrimonio que poseía; y
que los hijos mayores se beneficiaran con algunas rentas, que la hija
más grande fuera ricamente dotada para casarse con un partido que
le fue inmediatamente propuesto y que fue aceptado; y estableció
para mí un trato igual cuando alcanzara la edad. La determinación
del papa hizo enloquecer de rabia a mi padre que, cuando le fueron
a notificar, en un arranque de ira, nos enfrentó a todos con feroci-
dad. Sin embargo, él se ciñó a la decisión y se reencontró en un mar
de deudas, pero continuó igual en sus disipaciones.
No satisfechos con las rentas obtenidas, mis hermanos busca-
ban prohibir al padre su vida locamente disoluta. Y entre ellos y el
padre estallaban continuas luchas y corrían amenazas de muerte.
Debido a esto, así como para evitar a sus acreedores, mi padre de-
cidió abandonar Roma. Pidió hospitalidad a su amigo el príncipe
Marzio Colonna y la obtuvo en el castillo de la Petrella en los Abruzzi.
Nos mintió a su esposa y a mí diciendo que pasaríamos unos
días de vacaciones en su casa en el Lazio. Por eso fue que acepta-
mos de buen grado. Partimos al amanecer en un carruaje y un equi-
paje que me pareció exagerado para la breve estancia que habíamos
prospectado.
Al caer la noche todavía no habíamos alcanzado nuestro desti-
no. Nos detuvimos en una posada para pasar la noche. Ahora nutría
fuertes sospechas respecto a nuestra verdadera meta, por eso insis-
tí en conocer a donde realmente nos habíamos dirigido.
Mi padre estalló en una risa burlona y continuó riendo en voz
alta informándonos que nos transferíamos al Reino de Nápoles.
Me quejé por el engaño. Él me calmó con una violenta descarga
de sobornos que me aturdieron.
En la madrugada tuvimos que huir precipitadamente del posa-
dero que rabiosamente gritaba insultos y amenazas porque, poco
antes, mi padre había entrado a la recámara de la hija para abusarla
pero la gritadera de la joven había dado la alarma.
Cuando llegamos a la Petrella –el castillo puesto a nuestra dis-
posición por Marzio Colonna que emergía de una colina rodeada
44 colección teatro
lamiento que le impedía dar ilimitado desfogue a sus bajos instintos
y volvió a Roma, aunque temiera de ser encarcelado por las deudas
y ser muerto por los hijos mayores, no obstante que Rocco el más
terco y violento, en el ínter había muerto en un duelo. Para disfrutar
de su libertad, recurrió a la estrategia de refugiarse en un hospital y
luego salir secretamente a correr sus sórdidas aventuras.
Aprovechando su ausencia, logré hacer llegar, a mi hermano Giaco-
mo, una carta en la que le pedí que se empleara en liberarnos a mí y Lu-
crecia de aquél cruel exilio y nos hiciera regresar a Roma. No sé cómo,
mi padre vino a saberlo. Regresó a Petrella con furia. Nos reprendió
salvajemente a mí y Lucrecia, nos amenazó de muerte si hubiéramos
osado otra vez pedir socorro y nos relegó al apartamento del piso de
arriba, obligando a la familia del castellano transferirse al otro piso más
arriba; hizo cerrar todas las puertas y ventanas dejando solamente una
pequeña boca de lobo para el aire y así impedirnos cualquier contacto
con las personas. Y amenazó de muerte a quien intentara liberarnos.
Nos había enterrado vivas. Tras lo cual regresó a Roma.
Desde hace tiempo había madurado la idea de hacer algo de-
finitivo, un desgarro violento para salir de aquella vida de infierno.
La salvación habría sido el matrimonio –habría desposado aun al
diablo con tal de irme de casa– o recluirme en el convento; pero en
un caso o en otro era indispensable que tuviera una dote y mi padre
no pensaba jamás en dármela.
En esas ocasiones, el único que podría dirigirme para realizar el
proyecto de una liberación definitiva era Olimpio Calvetti. El caste-
llano y su mujer, desde nuestra llegada a Petrella, habían sido ama-
bles conmigo y Lucrecia, habían mostrado la humanidad y la dispo-
nibilidad, aun cuando estábamos separadas, consintiéndonos de
salir del escondite a cualquier hora en el jardín o en la terraza, con
ello arriesgando la vida si mi padre hubiera sido informado de esto.
Olimpio vino a mí y trató de consolarme y distraerme reportando no-
ticias del mundo externo y contando de sí, de sus empresas en Le-
panto; en fin, se mostraba atraído por mi persona con sensibilidad
y ternura. Cuando estuve segura que se había enamorado acepté
su cortejo. Pero después como a ningún otro le concedí si no largos
coloquios y algún beso furtivo, sin llegar nunca a lamentarme de los
abusos de los cuales era víctima, cosa que lo hubiera hecho montar
en rabia y confrontación hacia quien fuera el artífice.
46 colección teatro
Llegó la noticia de la repentina muerte de mi hermano Cristófo-
ro, que fue asesinado por el amante de una mujer que él asediaba.
Mi padre fue a Roma para el funeral. A la vuelta, se encontró con una
banda de ladrones que en ese momento infestaban el territorio; por
desgracia, sin embargo, logró huir.
Ahora en Petrella, sin aliento, pero eufórico por el estrecho esca-
pe, no tuvo otra idea mejor que abusar de la esposa de Olimpio, el
cual, estaba de gira revisando sus posesiones. La mujer se resistió
y él para vengarse –pero por temor a las represalias por parte de
su marido– pidió a Marzio Colonna que transfiriera a Olimpio y su
familia a otro pueblo.
Entonces me sentí perdida sin Olimpio, ¿como habría de realizar
mi proyecto?
El mismo día que se fue a altas horas de la noche, oí un golpe
en el piso por la ventana, que poco después fue forzada y abierta,
vi a Olimpio en una escalera delante de la solera. Lo dejé entrar. Me
abrazó y estuvimos felices de aquél truco que le permitió venir hacia
mí para su placer. Me cubrió de besos y sin aliento por el deseo, que-
ría que hiciéramos el amor a toda costa. Cortante me negué. Instó,
rogó y me preguntó: ¿Por qué ...? ¿Por qué ...? Por último, confiándole
mi secreto, le dije que había sido violada por mi padre, y que, des-
de entonces, aún más, no podía pensar en hacer el amor con nadie.
Olímpio escuchó con incredulidad y consternación, y la ira se encen-
dió. “¡En cuanto ese bastardo miserable haya llegado! ¡Lo voy a matar!
-Dijo con voz entrecortada. Rápido se lo hice jurar. Después le sugerí
una idea que me había venido tras de la emboscada de los ladrones,
cuando mi padre por desgracia había escapado. Si hubiera sido posi-
ble contactar a una de las muchas bandas se les habría podido comi-
sionar, por una tarifa, el asesinato. Pero entendía este plan como una
alternativa a la muerte directa de mi padre por las manos de Olimpio,
a lo cual, la idea de recurrir a los ladrones, de inmediato gustó y dijo
que aquél mismo día había encargado a un amigo de confianza de
nombre Marzio Catalano que ya había contactado con las bandas de
tratar el asunto con el jefe de una de ellas.
Durante el transcurso del día conocimos las condiciones de los
ladrones: Una cuota de veinte mil coronas, de las cuales la mitad
debíamos desembolsar con antelación, con eso habrían raptado y
matado a mi padre. No poseía tal suma. Por esto envié a Olimpio a
48 colección teatro
los problemas se sucedían casi como una premonición del mal. Esa
noche mi padre bebió el vino con opio que le serví, pero no lo res-
intió. De opio, había metido muy poco, tal vez, debí beberlo antes
también yo para hacerlo creer. Olimpio Marzio, en tanto estaba a la
espera, escondido en un armario. De repente, a través de la ventana,
vieron a la mujer de Olimpio; para impedir que la llegada de la mujer
echara todo a perder, Olimpio salió y sigilosamente se acercó a ella
y después de haberla tranquilizado la acompañó a casa.
En la noche regresó a Petrella mi padre, todavía lúcido cuando
se había retirado para acostarse. Decidimos esperar el alba. A las
primeras luces, Olimpio y Marzio salieron del clóset con un martillo
uno y el otro con un garrote en las manos. Tocaron tres golpes leves
convenidos a la puerta de la recámara de la cama. Después en un
instante salió Lucrezia en camisón de noche, con un dedo sobre los
labios, les murmuró que no estaba segura de que el marido durmie-
ra profundamente y sollozó toda agitada que por temor a Dios y de
la Virgen, de los cuales en aquél día se festejaba su nacimiento,
desistieran de la triste empresa o al menos la pospusieran.
Olimpio y Marzio se quedaron atónitos y, presos del temor que
el marido pudiera despertar y los afrontara, precipitadamente die-
ron marcha atrás y se encerraron de nuevo en el armario. Donde yo
inmediatamente los alcancé. Marzio descolorido afirmaba querer
abandonar la empresa. Olimpio amenazaba con acompañarlo. Les
rogué a los dos diciéndoles que su compromiso era simple, el hecho
pasaría como una desgracia y no había ningún riesgo.
A estas alturas ya era de día. Mi padre estaba despierto y sin
duda no tardaría en salir de la habitación. Por lo tanto, todo lo man-
damos al día siguiente.
Al día siguiente, en el crepúsculo, Olimpio y Marzio se colaron
de nuevo en la casa y cerré el armario esperando el momento ade-
cuado. No pasó mucho par que mi padre pidiera de cenar. Yo le serví
una copa de vino con mucho más opio de la noche anterior y bebí
para darle confianza. Antes de que el narcótico hiciera efecto en mí,
corrí a advertirles a los dos de estar listos, que la cosa procedía por
la dirección correcta. Pero me encontré a Olimpio que daba grandes
golpes de tos, y continuó a toser mientras a señas y con palabras en-
trecortadas hacía entender que no estaba en condiciones de actuar.
Marzio lo miraba desconcertado y asentía. Agarré al uno y el otro de
50 colección teatro
forzar el cuerpo para que pasara a través de ella. El cuerpo cayó fi-
nalmente en las malas hierbas con un golpe izquierdo.
Lucrezia y yo nos dimos prisa para borrar las huellas del crimen.
Me puse a lavar el rastro de sangre desde la puerta del dormito-
rio al balcón. Lucrezia mientras, limpiaba y arreglaba el interior.
Sin embargo, estupefacta, como estaba impactada por lo acaecido,
cometió una serie de errores. Puso en un cajón de la cómoda una
sábana y una funda del colchón llena de sangre, escondió la cobija
del colchón y de la almohada empapada de sangre en un estante,
no sustituyó el colchón, y hasta la cama estaba chueca de un lado.
Terminadas esas inconveniencias, destapamos nuestros gritos
a través de la casa mostrando consternación y desesperación por
la desgracia acaecida de improviso. Y verdaderamente en la intimi-
dad estábamos presas de la angustia. Se dieron cuenta los criados
y criadas, se colaron con horror ante el rastro del balcón y buscando
entre las hierbas estaba el cuerpo sin vida de mi padre. Entre ellos vi
quien al instante abrió el cajón de la cómoda y entrando en el arma-
rio notó las cabezas y la cobija manchadas de sangre.
El cadáver ya lo habían llevado a casa limpio y puesto sobre un
féretro en el pasillo.
Una agitación confusa corrió a través de la casa, que en breve
se llenó de gente que siempre más numerosa fluía de todo el pue-
blo, y de pueblos cercanos manifestando maravilla, estupor, e incre-
dulidad respecto a las circunstancias de la desgracia, fuera por las
reducidas dimensiones del foro en el balcón o por las heridas que
cubrían el rostro del cadáver que parecían incompatibles con una
caída sobre el césped y la maleza.
Cogí al vuelo murmullos y sospechas, que se expresaban. Me
di cuenta incluso de los padres que vinieron a dar la absolución al
cadáver. Entonces inmediatamente hice cerrar el cuerpo en el ataúd
y me dispuse para que lo llevaran a la iglesia del pueblo para la ce-
lebración religiosa.
Mientras el féretro se iba, el cielo se oscureció y entre formida-
bles truenos y relámpagos estalló una tormenta tempestuosa. Lu-
crezia, a mí, sollozando.
Parecía a nuestras mallugadas conciencias, que la naturaleza se
rebelaba por el asesinato de un justo. Pero mi padre no era un hom-
bre justo, al contrario, era el más inocuo de los hombres.
52 colección teatro
fera oscura, plomiza. Fue un periodo atroz, de ansias y de lutos que
se abatieron de improviso a nuestra familia. Murió de parto mi pobre
hermana Antonina. Y poco después consumado por una fiebre ma-
ligna, mi hermano Paolo.
Inesperadamente, Giacomo, Lucrezia y yo, fuimos convocados por
la Corte Criminal para ser expuestos a un interrogatorio, que llevamos
de manera separada. Los chismes y las sospechas en Petrella, que
corrían ahora por toda Roma, habían hecho abrir una investigación.
Giacomo se apartó declarando que en el momento de la desgracia no
se encontraba en Petrella. Yo repetí la versión de la caída accidental y
cuando me preguntaron por qué no había participado en las exequias,
respondí que había faltado el ánimo. Lucrezia, sola, se enredó en des-
varíos particulares y detalles y cayó en no pocas contradicciones.
Un inspector fue enviado a Petrella para investigarlos lugares
y recoger testimonios, indicios y pruebas. Las indagaciones fueron
desarrolladas al cuidado de la Corte de Justicia de Roma y del Reino
de Nápoles, territorio en el que había sucedido el delito.
En Petrella mientras tanto había llegado Olimpio, que había
abandonado rápidamente Roma tan pronto como se dio cuenta de
que nos convocaron. A él se dirigió de inmediato Marzio Catalano,
para pedirle la recompensa prometida, pero recibió solamente ame-
nazas de muerte. Los dos, alertados de la presencia del inspector,
tomaron el largo para no ir al interrogatorio: Olimpio regresó a Roma,
no sin antes de haber alargado el hoyo del balcón de donde habían
tirado el cuerpo de mi padre; Marzio se escondió en el bosque. Plau-
tilla, entretanto, cometió gravísimas imprudencias. Contrariamente
a cuanto le había recomendado antes de partir no sustituyó los col-
chones de las camas, de hecho, uno de los tres restantes, algo man-
chado de sangre, lo donó a un pariente, otro, con manchas lo puso
en la propia cama y el tercero con evidentes manchas de sangre lo
escondió en un baúl.
En la investigación, el inspector se dio cuenta de que el agujero en
el balcón se ha ampliado recientemente y que, sin embargo, era insufi-
ciente para que pasara un cuerpo; también observó la falta de colcho-
nes y, después de arrinconar a Plautilla obtuvo la entrega del resto de
los colchones que le había dado.
El inspector remitió un informe que decía que eran pruebas e
indicios concurrentes que Francesco Cenci fue asesinado bajo ins-
54 colección teatro
huesos de los ligamentos con horribles estiramientos. Él aterroriza-
do, cedió. Confesó todo, contó cómo habían sucedido los hechos,
pero sostuvo haber participado en el delito obligado por Olimpio
bajo amenaza de muerte.
Después de su confesión, Lucrezia y yo fuimos interrogadas y des-
mentimos todo lo que él había declarado. Lo mismo hicieron Giaco-
mo y Bernardo. Entonces el juez dispuso una confrontación directa de
cada una de nosotras con Catalano bajo tortura, a fin de que hubiera
ya confesado, para inducirlo a nuestra voluntad a confesar o por com-
pasión de sus tormentos o por el terror de sufrir el mismo tratamien-
to. Antes Lucrezia y después yo estuvimos puestas frente a la tortura.
Llenas de lástima y angustiadas por los malos tratos que delante de
nuestros ojos pasaban, negamos todo lo que él confirmaba. Pero la
confrontación no duró mucho, ya que Catalano, después de dos días
de encaramientos murió brutalmente torturado.
Nadie sabía dónde se podía encontrar a Olimpio. Tenía la espe-
ranza de que estaba a salvo, escondido lejos de Roma, y de que no
cayera en manos de la justicia, porque bajo la tortura, seguramente
habría confesado todo.
Giacomo, movido por el mismo miedo, organizó un plan para
localizarlo y eliminarlo, de la ejecución que encargó, tramitó un sir-
viente que del juez había estado autorizado a rendirle servicios fue-
ra de la prisión, un pariente y amigo de confianza. Con el pretexto
que urgía advertir a Olimpio que no se parara en Roma y de procurar-
le un refugio más seguro, así ellos vinieron a saber de por parte de
un amigo donde se escondía, mientras sucedía todo esto. A Los dos
se unió su cuñado para realizar la empresa, el cual se mostró muy
entusiasta del compromiso ya que prometía embolsarse también la
ganga que la ley daba por la cabeza de un fugitivo por asesinato. Y
fue incluso el cuñado, después que los tres mataron a Olimpio en
el trayecto hacia el lugar que debería ser para él un escondite más
seguro, quien le cortó la cabeza y la puso en un saco para entregarla
a la autoridad.
Después del asesinato de Olimpio, el juez estaba ya en posesión
de las pruebas del homicidio de Francesco Cenci, pero igualmente pre-
tendía que a la condena le siguiera una completa y explícita confesión
nuestra, ordenó mandarnos a tortura. Pero por nuestra condición de
nobles, podíamos sufrirla solamente previa autorización del papa. El
56 colección teatro
muerte. También para Bernardo, que era totalmente inocente. Las
súplicas para cambiar la pena de muerte a cadena perpetua, que
Giacomo, Bernardo y Lucrezia enviaron al pontífice y la mía, que ha-
bía enviado a un cardenal amigo a fin de que intercediera rápido
ante Clemente para persuadirlo y hacerle ver el estupor y los maltra-
tos quedaron sin respuesta. Era evidente el intento del papa que no
quedara en vida ningún heredero directo de Francesco Cenci para
apropiarse de todo su patrimonio.
Cada uno de nosotros elaboró a voluntad su testamento. A dife-
rencia de Giacomo y Bernardo dispuse que no fuera sepultada en la
iglesia de la familia, sino en aquella de San Pedro en Montorio so-
bre Gianicolo, una iglesia que frecuentaba de niña con mi hermana
Antonina y las compañeras de la escuela en las primaverales paseos
con las hermanas, una iglesia que me recordaba los únicos días se-
renos de mi vida infeliz. Y dispuse un legado –acompañándolo con
la petición al papa que entonces autorizara el cumplimiento– dotar
a los jóvenes indigentes a fin de que si se casaran tuvieran una fami-
lia y escaparan de un destino desafortunado como el mío.
En dos prisiones diferentes en las que fuimos encerrados en me-
dio de la noche anterior a la ejecución fijada a la mañana, en la celda
que compartía con Lucrezia, así como en aquella en la cual estaban
recluidos Giacomo y Bernardo, se presentaron de negro y encapucha-
dos, con velas en la mano largas e iluminadas, los Hermanos de la
buena muerte para darnos consuelo. Al alba en las capillas de las res-
pectivas prisiones escuchamos la misa y nos comunicamos. Giacomo
ya desde hace algunos días había hecho una nueva petición al Papa
en la que exoneraba a Bernardo y pedía que se le devolviera la vida.
El palco de la ejecución se había erigido la esquina frente al Cas-
tillo de San Arcangelo. Las condenas serían seguidas de diferentes
maneras de acuerdo al grado de responsabilidad y sexo. In extremis
llegó una provisión de clemencia para Bernardo. La clemencia pelu-
da y cruel del papa Clemente salvaba la vida de mi hermano pero lo
condenaba en perpetuo a trabajos sobre galeras y le imponía asistir
al palco de nuestras ejecuciones.
Después de la misa, nos pusimos en camino a la horca. Giacomo
y Bernardo en dos carros precedidos por dos filas de encapucha-
dos y una compañía de soldados. Giacomo procedía así, delante a
los ojos de Bernardo, venía entre tanto horriblemente torturado: los
Beatriz, como poseída, corriendo de aquí para allá sobre el puente, agi-
ta los brazos se cubre la cabeza entre las manos, el negro mantel le
cuelga pesante como las alas de un murciélago.
Luego se estrella.
58 colección teatro
A veces el cielo abandona a los infelices a un destino de error
y sufrimiento y solo les queda deambular y sufrir, otros aprenden el
camino correcto. Vine al mundo para cumplir esta misión, para im-
partir esta enseñanza, para dejar una señal, una señal…
Luciana Luppi
60 colección teatro
– No.
– Por la cara no dirías.
¿Estás enojado?
– Sí.
–Por la cara no dirías. ¿Estás tranquilo?
– No.
– Por la cara no dirías.
Era una constante, una especie de pesadilla a ojos abiertos que
había terminado por limitarme, o igual condicionarme, en todas
mis manifestaciones emotivas, psíquicas y hasta físicas.Empecé
corriendo delante de un espejo, cada vez me surgía una emoción
para cerciorarme visualmente de la manifestación de los cambios
somáticos consecuente al estado de ánimo del momento, pero debo
admitir ,en honor de la verdad, que no lograba notar en mi cara el
más mínimo cambio.
“Es posible”, pensaba “que debería permanecer así indiferente,
¡¿a pesar del paso de mis emociones?!”
El espejo se había convertido en mi segunda obsesión. La pri-
mera fue la cara. Había llegado al punto de traer siempre uno, para
ponérmelo delante cada vez que me invadía la alegría, la ira, la tris-
teza o un estremecimiento amoroso.
Apenas asaltado por el estado de ánimo incluso antes de tener
tiempo para manifestarlo al amigo o enemigo, he allí ante mi, el es-
pejo de la verdad, en toda su despiadada indiferencia.
¡Nada! No expresaba nada. La cara era siempre la misma monó-
tona, aburrida, ¡insoportable! Y todos continauban, como una tor-
menta, con la misma acostumbrada frase: “Por la cara no dirías”.
Debería ser diferente –pensaba, torturándome–. ¡De hecho, yo
debo absolutamente ser diferente!
Pero luego, poco después, me di cuenta que no se trataba de
“ser”, sino de “parecer”. Yo gozaba, sufría, me agitaba, me enfu-
recía, me entusiasmaba, me atormentaba, me entristecía, me com-
placía, amenazaba, suplicaba… pero en mi cara, en esta, mi extraña
maldita cara no aparecía nada, absolutamente nada.
Comencé a sentirme en profunda desarmonía con mi auténtico
modo de ser; no estaba en grado de reconocerme delante al espejo
y así terminé por sufrir una sensación de no existencia. Pensando
en los grandes divos de cine, que expresan todo con una mirada, mi
62 colección teatro
Yo había llegado a deshacerme de todos los espejos de la casa
y los que no podía llevar conmigo, los había cubierto de mantos ne-
gros. Mi imagen no debía aparecer ante mí, ni siquiera por error.
En esta situación pantanosa, mi madre estaba literalmente sor-
prendida, mi padre, algo sorprendido y la abuela había decidido
permanecer por completo en los baños, hasta que esta agonía de
los espejos terminara.
Traté de ser razonable, traté de verlo con más objetividad. Tra-
taba de desdramatizar, mi padre sacudía enérgicamente la cabeza
semicalva, como si fuera la melena de un león.
“Tienes una cara muy interesante, muy inusual”. Le hacia eco
mi madre.“Eres un muchacho guapo, te lo aseguro yo” –me escribía
entre el lodo y mientras regaba–.
“No tienes nada de que quejarte”. Replicaba mi novia “No hay
nada en absoluto. Eres perfecto en tu indescifrabilidad”.
¡Exactamente! Ellos no entienden nada, no se trata de vanidad y
mucho menos de un capricho. Todavía una vez, mis exigencias y mis
sentimientos no eran reconocidos.
Me sentía ineludiblemente incomprendido porque nevitablemen-
te, mi madre, durante los baños burbujeantes, cremas antiarrugas,
antiarrugillas y antiarrugones, las lociones purificantes, máscaras
estimulantes, masajes relajantes y caros vigorizantes, la peinadura,
la lacadura, la vestimenta, el maquillaje, la enfelizadura , había una
necesidad de regresar al día de una espejeada. Cada vez oculta de un
ataque histérico, con relativo llanto final y manto seguido: por lo cual
fui constreñido a dejar la casa paterna e írme a vivir por mi cuenta.Mi
cabaña no era mucho más grande que un compartimento de tren, pero
lograba reunir todo lo necesario para mi vida desorientada, incluyendo
algunas pinturas, riguraosamente sin vidrio, una pantalla de material
opaco, las fotos de mis celebridades favoritas, los que, por así decirlo,
dicen todo con una mirada ... y absolutamente nada de espejos.
Así me sentía finalmente feliz, o mejor, más tranquilo, no había
peligro de que de alguna manera me viera. Ya que incluso me era
insoportable el reflejo en el cristal de la ventana, cuando caía la no-
che, quité su trasparencia pintándola de varios colores.
“Podías poner las cortinas pesadas” –susurraba mi novia–. “Al
menos durante el día, podrían hacerse a un lado y un poco de luz
habría entrado en esta casa de locos!”.
64 colección teatro
Hasta que un día, un inolvidable día, alguien, después de ha-
berme barrido de pies a cabeza me dijo: “Mira, tienes la clásica cara
inexpresiva de un señor inglés”.
No sé por qué, pero esto me dio de inmediato una comodidad vaga.
No sólo eso, sino que unos días más tarde, pensándolo bien, el as-
pecto extranjero al que fui comparado, se volvió a mí, de repente, muy
interesante respecto mis confrontaciones y me sentí incluso fascinado.
Tal vez me engaño. No sé, pero fue así que comenzó a no disgustarme
la idea de mi aparente imperturbabilidad. La idea de superponer las
emociones, los sentimientos encontrados, de encarar los miedos de
los conflictos, es decir que todo esto no se filtrara mínimamente en mi
cara, pero que quedara secretamente custodiado dentro de mi como en
un ataúd. Eso comenzó a despertar en mí un cierto orgullo, para este
modo de ser específico, que se hizo positivo y esto no era, ni bueno
ni malo, ni conveniente ni inconveniente. Fue sólo un hecho. Esto fue
finalmente mi identidad, mi peculiaridad y no era de las peores.
Mirando hacia atrás en una determinada categoría de personas
que expresan no sólo con los ojos, sino también con la boca, la na-
riz, e incluso con los oídos, no podía dejar de evaluar esta manera
plebeya de ser y me encontré con que mi ecuanimidad por el estilo
de lord Inglés, tal y como me habían señalado, no era tan detesta-
ble, de hecho, tenía sin duda su encanto y su lado aristocrático.
Así fue que empecé a vestirme al estilo inglés. Fui encontrar
tiendas especiales que se ocupan de la ropa “hecha en Inglaterra”
y, desde entonces, se convirtieron en mis proveedores exclusivos.
“Guau, eres tan inteligente!” –dije– “Inglés de pies a cabeza! Es
para ti solamente… este ajuar corresponde a mi cara.”
Durante varias semanas he tratado de verme a través de las ex-
presiones de satisfacción de los demás y me contenté con sus feli-
citaciones; pero con el tiempo, surgió en mí la antigua necesidad
de verme reflejado en un espejo, con el fin de tener una aprobación
general, una confirmación que me hinchaba de un placer inusual.
Tímidamente, traté de mirar a través de una ventana: en un pri-
mer momento de forma encubierta, a continuación, con una cierta
“despreocupación”, siempre y cuando me quedaba clavado delan-
te, asombrado de mi increíble transformación. Tuve, por primera vez
en mi vida, una sensación incómoda que no me dejaba ver, pero,
por lo que delicado de sentir que no podía creer lo que veía, por lo
66 colección teatro
AD N Dra m a s vert ic a les 2 015
Duska Bisconti
Una viola suena entre el ruido mientras el escenario ilumina muy lenta-
mente una maraña de hilos negros muy grandes. En lo profundo del esce-
nario una mujer encerrada en una estructura hecha de figuras geométricas
adheridas sobre su cuerpo, en la penumbra suena una viola. Lentamente
la estructura comienza a caerse pedazos como si fuera devorada por una
mariposa, permanece de espaldas tocando la viola entre el ruido. Entre el
ruido emerge el texto. Luces aparecen lentamente durante el texto.
La antropóloga Ada Santi, famosa por sus estudios sobre la relación
entre ciencia y chamanismo desapareció misteriosamente desde hace
dos días. No se encuentra ningún rastro de ella. Las investigaciones de la
policía comenzaron esta mañana cuando su amiga y colega que la espe-
raba para una reunión de profesores en la universidad, ha dado la alar-
ma. Las investigaciones están en curso.
Luz sobre una bodega semi amueblada. Una mesa con silla. Diver-
sas formas geométricas espacidas en el espacio y un cúmulo de hilos
negros anudados. Una mujer habla fuera de escena y entra hablando
por el teléfono:
¡Bah, estoy un poco preocupada, sí! Siempre deja dicho donde va…
y no me parece que se haya escapado con un príncipe azul… estoy
prácticamente segura porque el otro día precisamente se lamentaba
de que… no… no había ninguno en el horizonte que yo sepa… Sí, vino
la policía, a… buscado por donde quiera, también aquí en la bodega.
Voy a revisar mejor… tal vez encuentro algo que sira.. Tu madre se re-
fugia mucho ahí abajo, completamente aislada, no prende el celular.
Por eso me había dado sus llaves de casa. ¡Sí cuando nos encontra-
mos para ir a cenar fuera ella está siempre ahí dentro! ¿Que qué hace?
¿No lo sabes? Estudia absurdas fórmulas mágicas que aprendió de
una chamana siberiana. Últimamente se había enganchado de esto…
Mira alrededor, coloca el celular sobre un rombo, febril busca entre las
cartas sobre la mesa un sobre y con un mensaje y la lee de pie frenética.
68 colección teatro
Coloca el escrito en la mesa.
La enciende.
Drama 1: El Círculo
voz 1: ¡Oh! ¿Rota… rota porqué, mamá?... ¿por qué mamá?... mamá.
Por qué! (llanto inconsolable).
voz 2: Algún día las cosas se rompen…
voz 1: (llanto inconsolable).
voz 2: Ahora, lo arreglamos… mira.. ya está…
voz 1: (Feliz ha tomado la lámpara reparada. La estrecha fuerte y
se rompe de nuevo. Llanto inconsolable) ¿Por qué, mamá? ¡Por qué!
(esparce los pedazos).
voz 2: Arriba, no llores, compraremos otra más bonita que esta…
Arriba, mi chiquita… ya verás mamá te comprará una más bonita…
voz 1: No, no, yo quiero esta… esta es bonita…
voz 2: Hey, mira como es bonita… querida, querida… (le muestra
otra lámpara).
70 colección teatro
voz 1: (Toma la lámpara), querida, querida, ¡no, no no! Quiero la otra
(llanto).
voz 2: Chiquita mía, no llores… todas las cosas se rompen… todas…
voz 1: ¡Arregla! La mamá es buena, arregla todo…
voz 2: No todo… no todo.
voz 1: Mala… Mamá es mala (llanto inconsolable) (ruido quedo).
voz 2: Duerme ahora… arriba... (canta) ninna oh, ninna oh, ¿esta
niña a quien la doy, la doy? La dare al hombre negro que la tiene un
año entero… (mucho ruido lentamente.. Sale del círculo asustada) es
increíble, ¡es parecida a mi vieja lámpara rota! ¡No la recordaba des-
de hace años, no puedo creerlo! ¡Parece un juego, un estúpido juego
de Luna Park! (Se siente y se calma. Retoma a leer el manuscrito).
Todo esto se da según ritmos muy precisos estudiados por los
científicos. El ritmo es fundamental para los seres vivos después del
nacimiento: Despertar, nutrirse, sueño… etcétera… es tanto más impor-
tante para el adn. Los elementos que lo componen, se mueven y crean
nuevas combinaciones siguiendo ritmos para nosotros muy familiares
como aquellos de las canciones de cuna y de las canciones infantiles.
Tan es verdad que los científicos han demostrado que hay similitudes
sorprendentes entre la estructura rítmica y melódica de la música oc-
cidental y la transcripción de los ritmos y melodías producidos por las
sustancias contenidas en el adn. Se trata de melodías simples y repeti-
tivas que se recuerdan siempre las canciones infantiles y las de cuna de
niños transmitidas sobretodo por las mujeres a sus hijos y a los niños
con los que interactúan (detiene la lectura y se para).
¿Pero qué es lo que me quieres hacer creer? Si me pongo a cantar
“¡giro giro redondo cae el mundo , cae la tierra todo abajo por tierra!”.
Drama 2: El triángulo
voz de una monja: Ve, lo digo yo que soy monja desde hace 40 años.
Nosotros teníamos un solo Dios, lo recuerdan… ¡Sí! Aquél triángulo
atrás de mí donde está el ojo dentro… ¿lo ven niños? Aquél es el ojo
de Dios que los mira siempre… día y noche… sin parar nunca… y con-
trola si ustedes pecan… el ojo de Dios ve y juzga quien hace bien y
Drama 3: El rectángulo
72 colección teatro
voz 2: Si amor, eres bellísima te hice con los ojos azules, y cabellos
rubios, ¡eres una verdadera princesa!
voz 1: ¿Por qué las niñas que tienen los cabellos negros y los ojos
negros no pueden ser princesas como yo?
voz 2: (Ríe) ¡qué pregunta! ¡Por qué los príncipes quieren solo las
princesas rubias con los ojos azules!
voz 1: Yo cuando sea grande me casaré con el príncipe azul, ¿verdad
mamá?
voz 2: Sí, querida, cierto…
voz 1: Yo no me casaré con un príncipe cualquiera, el mío será sólo
azul, ¿verdad mamá?
voz 2: Sí amor…
voz 1: Tú no dices mentiras, ¿verdad mamá?
voz 2: Cierto que no, pero ¿por qué me haces estas preguntas?
voz 1: Martina me ha dicho que nada es verdad… que su mamá tenía
los cabellos rubios y los ojos azules , una princesa y el papá la aban-
donó para ir a Tailandia… dice que tú dices mentiras…
voz 2: Qué idea! Tú debes creer a tu mamá, mi niña… no a las amgui-
tas envidiosas… (silencio) tu te casarás con el príncipe azul… tú de-
bes creer lo que te dice tu mamá… ¡te lo digo yo! (ríe) debes creer…
(ríe de gusto, como una carcajada sádica).
(Las luces se bajan en la carcajada mientras tira el cepillo al sue-
lo que ce en el trapecio. Hace por recogerlo pero comienza a cantar
sin querer) Caballito gió, gio, gió, toma la avena que te doy (busca
salir del trapecio pero no puede).
Drama 4: El trapecio
Silencio
voz 1: Ahora basta… ahora debes aprender a hacerte mirar las te-
tas… debes darte desear a los hombres, debes hacerte mirar las te-
tas, ¿has entendido? ¡Y ahora basta!
voz 2: Mamá, te odio… ¡te odio!
voz 1: Canta la canción de niños: El austriaco feliz en la cimas de los
montes, cuando ve a un amigo lo saluda así alalalaia alialalaaiuuu
etc…
La luz se apaga de repente. Salta del trapecio y sale del encanto asusta-
da, se sienta… está convulsionada.
74 colección teatro
y su íntima estructura no sabemos cuántos códices de comporta-
miento —que algunos llamamos dramas verticales en cuanto crean
las grietas internas de las personas–… Se han usado por el instinto
materno para proteger la vida de sus criaturas y en ocasiones son el
resultado del condicionamiento externo.
Drama 5: El pentágono
Apelle hijo de Apolo hizo una bola de piel de pollo, todos los peces
vinieron a agallas para ver la bola de piel de pollo hecha por Apelle
hijo de Apolo.
voz de mujer: Ponte algo, póntelo… estás toda escotada, ¿no ves?
Recuerda que ya eres una mujer y puedes tener un hijo… no debes
dar confianza a los hombres, ¡te pueden poner en cinta! Cúbrete y
toma la píldora, así estarás más segura y evitarás sorpresas desagra-
dables. Después, cuando decidas tener un hijo, de grande, entonces
lo dejas así… ¡Ahora abotónate el útero¡ Veme a los ojos, grábatelo
bien: si te embarazas, no debes regresar a casa, ¿entendido? ¿Te
quieres arruinar la vida? ¿Eh? ¿Te quieres pasar los mejores años de
tu vida amamantando a un niño, sin más, sin más qué hacer… quie-
res arruinarte ahora? Ve, dilo rápido si quieres arruinarte así la vida,
sin gozarla un poco… así yo me preparo… me preparo a… (se detiene,
llora.) te llevo al psicoanalista, te hago curar… te hago curar rápido,
así no pienso más en cuanto sufriré si tu te embarazas. No debes
creer todo lo que te digan los hombres.. ¿Has entendido? (Llora).
Drama 7. El octágono
76 colección teatro
voz 1: (de niña): Así mamá… mira, cuando voy a la disco bailo así…
después Federico me lleva en la plataforma y yo bailo para aquél que
me ponga dinero en el bolsillo… (ríe) cuando me lo pone me pasa
la mano sobre el seno… sobre las bragas… por donde quiera… qué
fuerza… es muy fuerte…
voz 2: (de adulta): Pero, tú, ¿vas a cotorrear con ellos?
voz 1: No, no voy a cotorrear con ellos… (ríe) me han dicho que a los
once años no puedo todavía ir a cotorrear pero para tocárselo un poco
estoy bastante grande (ríe) ¿qué dices, voy bien?
voz 2: Cierto, vas muy bien, eres fuerte… ve, ve… corretéalos, corretéa-
los a todos, demuestra lo bella que eres, ¡demuestra lo fuerte que eres
y los correteas a todos! Demuéstrales que tu madre te ha hecho perfec-
ta… que te ha hecho para hacerlos gozar… piensa que con tu culito los
harás enloquecer… hazlos enloquecer y si los haces babear, les debes
hacer temblar las manos de ganas… cuando toman el dinero para tocar-
te como si estuvieras ahí para hacerles una gracia. ¡La virgen del sexo!
Ve , ve, hija mía, ve. ¡Ve! (continúa sonando los botones mientras que
llega a la mesa. Coloca el frasco en ella y lo observa silencioso. Llora. Se
sienta y vuelve a leer el manuscrito, visiblemente angustiada).
Ella al celular.
voz 1: Oh, Romeo, oh, Romeo, ¿por qué eres tú, Romeo? Reniega tu pa-
dre y rechaza tu nombre… o si no quieres, sé sólo mi amor por juramen-
to, y yo no seré más una Capuleto. Solamente tu nombre es mi enemigo,
tú eres siempre tú mismo, también sin ser un Montesco. ¿Qué significa
Montesco? Nada, ni una mano, ni un pie, ni un brazo , ni la cara ni otra
parte del cuerpo humano. No jures por la Luna, la inconstante luna que
cada mes cambia en su esfera, por temor a que tu amor se vuelva in-
constante a aquél modo… ve, no jures… no jures en absoluto…
¡Qué bello! ¡Cuánto se amaban Romeo y Julieta! También noso-
tros, como ellos, estamos ligados por la eternidad… tú me amarás
por siempre verdad? Nosotros dos nos amaremos por siempre en
amor absoluto, porque ninguno nos obliga a estar juntos... ¿No es
así? Sí, cierto, solo tus hojos me han obligado a amarte… Nosotros
nos hemos escogido, ningún padre nos obliga a unirnos o a sepa-
rarnos… por eso nos quedaremos juntos. Sí , mi amor por ti no tiene
límites ni sombras.
Absolutamente. Absolutamente. Nosotros caminaremos mano a
mano por toda la vida… vamos, ¡caminemos juntos en la vida! (Can-
ta) Oh… mamá, mamá, mamá, sabes que tengo, me late el corazón
, me gusta un muchacho guapo, me gusta un muchacho guapo, oh
mamá… estoy enamorada… lo vi en el rancho grande, lo he visto en
rancho grande, mamá estoy enamorada. Es guapo y me comprende,
es guapo y me comprende… oh mamá, enamorada estoy…
78 colección teatro
biaba mucho.. ¡de hecho! No, ¡no! He hecho bien… ¿Sabes qué te
digo? ¡Este dolor… es casi soportable y además dan a luz todas las
mujeres del mundo! También las antipáticas, esas odiosas, las mon-
jas, las creídas, ¡luego dan a luz tanto!
¡Todas lo han hecho!... lo haré entre tanto pujo: uno, dos… ¿ahí
no debo pujar? ¡Pero si en todas las películas ellas siempre pujan!
¿Entonces? ¿No es verdad? Está bien si termino de aclarar. Así,
buena… buena… respiro y masajeo… así… así… así es, ¿aprendo?
¡Mamá que bonito!
¿Y si después no se abre? ¡Sí, sí! Me relajo… ah… ¿no basta?
Canto una canción de niños: la gallina bajo el muro come el grano
que es maduro en la calle Dulces 23… Odio.. ¿y si no basta? Sí, está
bien, la meto toda… ahora debo empujar (vuelve a cantar) atrapa
acá, atrapa allá… Está bien. Sí, sí empujo… uno, dos, tres… ¿ves la
cabeza? ¡Increíble, se ve la cabeza! Sí, empujo como en las pelícu-
las… ¿se ha visto el rostro? Odio, que cosa increíble… ¿pero tiene
nariz? ¿Sí está todo bien verdad? No, porque he tenido un miedo
que no tenía… está bien, no digo tonterías y empujo… ¿está fuera
en el estómago? ¡Eh… un momento! Cierto, si no lo hago se sofo-
ca… Ahora empujo ¿Me concentro rápido?… ¡No, no la quiero sofocar
así de pequeña! Hay tiempo para esto… Entonces empujo… ¿salió?
¿Ya está en la panza? Verdaderamente, no me di cuenta… ¡Eh! ¿Pero
quién es este tipo pelado con los ojos verdes en mi panza?... ¡no
será una niña! ¡Ah ya, nacen sin cabellos luego porque me parecía
un hombre! ¿Y Ahora? ¿Qué hago? (toma a la niña en brazos y canta
una canción de cuna: la gallina bajo el muro come el grano que es
maduro… atrapa acá, atrapa allá…)
Fin.
80 colección teatro
H a m m a m et
Massimiliano Perrotta
Asesoría histórica de Mattia Feltri
Personajes:
Bettino Craxi
Yo narrador
Craxi: No, no ... (pausa) no, ¿Con qué te vas a engañar: se acabó, se
acabó ya. De hecho, es el momento de sacar un balance, un balance
objetivo... (pausa) de la política y de todo (pausa) No, mira, comien-
zo a registrarlo de inmediato, ahora mismo y mañana te lo mando.
Yo narrador: Este hombre que una vez fue poderoso: durante años
secretario del Partido Socialista, respetado presidente del gobier-
no... adulado y confrontado, fue arrancado de los pasillos del poder,
fugitivo y perseguido…
Honor a los vencidos, Bettino!
82 colección teatro
debe calcular las palabras a fin de que ninguno haga un uso distor-
sionado de ellas, porque en el momento dramático de la decisión se
está siempre solo con sí mismo. Aquello que arde es la mirada de
quien te tenía admiración y ahora se esfuerza para ocultar la pena.
Lo que arde son ciertos excesos de inhumanidad, de furia sin
rumbo. Espero de no haber tratado a ninguno como me han tratado
a mi, me avergonzaría.
Lo que arde es el arrepentimiento de lo inacabado, el ver des-
hecho todo lo que con esfuerzo había edificado, ver aniquilado el
partido por el cual me gasté la vida.
Lo que irrita es pagar que pocos pagaran las culpas que eran de
tantos. Nosotros la clase dirigente, en el bien y el mal, éramos el es-
pejo del país: un espejo que lo redujeron a pedazos. (Pausa) Ahora
esos añicos soy yo.
Craxi: Odio, odio, odio y después todavía odio. Esos fueron los años
de odio y el exceso. Me sentí sobre la ola del odio, la ola de furia sin
terraplén. La euforia reinaba en las calles, en los bares, en los hogares.
Nunca se había visto en Italia una ola de violencia verbal tan vehemen-
te, tan amenazadora, tan unánime. Los profesionales de linchamiento
en la prensa se desencadenaron: varios periodistas se transformaron
en los comisarios del pueblo y construyeron procesos precipitados uni-
direccionales. Cientos y cientos de reputaciones fueron arrojadas por
la trituradora, así, con unos pocos trazos de una pluma. Incendiario,
alborotadores, intrigantes de todo tipo se prestaron a fomentar el odio
social. Se favoreció la criminalización indiscriminada de la entera cla-
se política del gobierno: una cacería de brujas de inconfundible marca
totalitaria. Pronto a ninguno le interesó quien fuera culpable o quien
84 colección teatro
de negocios y filibusteros, pero la batalla política enfurecía y era com-
batida golpe a golpe, día a día, no había tiempo de poderla controlar.
Los dineros servían y servían tanto…
Por otra parte, asumí mis responsabilidades en aquellos infa-
mes discursos ante el Parlamento. Dije: o bien se resuelve el proble-
ma políticamente, teniendo en cuenta que todos somos responsa-
bles de negligencia, o de abrir la puerta a la astucia, al chantaje y la
aniquilación.
Desde tiempos inmemoriales, la política se financia irregular-
mente, es un sistema que sin duda no lo inventé yo. Desde hace cin-
cuenta años, todos fingían no saberlo y me vinieron a escoger como
símbolo de la inmoralidad, yo que proponía hablar el lenguaje de la
verdad. ¡Nuestro hermoso país! (Pausa) Y dejamos de cantar la acu-
sación de haber llevado una vida de gobernante... debería creerme
en la palabra pero mi palabra hoy no goza de mucho crédito.
También hay que añadir, a decir verdad, que la mayoría de los
empresarios los sobornos no los pagaban bajo chantaje: los empre-
sarios financiaban la política, porque la política ayudaría a la econo-
mía. Claro, se trataba de un sistema injusto que ponía el juego fuera
de quienes no querían dar esos financiamientos, pero era un sistema
del cual se beneficiaban muchos y en el cual caballeros sin mancha
alrededor, se veían pocos.
Bueno, lo que espantaban de aquellos discursos al Parlamento fue
confirmado puntualmente: Ciertos políticos sufrieron la onda del lincha-
miento, otros se salieron con la suya, algunos partidos fueron destrui-
dos otros indultados o incluso premiados. (Pausa) Yo proponía cambiar
la clase dominante de una manera no traumática, sin embargo se quería
a toda costa crear el vacío político exponiendo la democracia al viento
del periglo. Por qué? A cuáles intereses servía? Quién se benefició?
86 colección teatro
Como presidente del Consejo de Ministros he garantizado la go-
bernabilidad y he cortado el crecimiento de la inflación. A menudo
escucho repetidamente como una cantaleta que bajo mi Presidencia
el gasto público estaba fuera de control. Pero nadie dice que el di-
nero no terminó todo en los bolsillos de los ladrones: Se utilizaron
esos recursos para promover el desarrollo y para salvar las muchas
desigualdades sociales. (Pausa) Pero cierto, las cuentas no estaban
en su lugar, por supuesto.
A nivel internacional, he apoyado activamente a varios disiden-
tes en sus batallas para derrocar tiranos fascistas y tiranos comu-
nistas. He sido un fiel aliado pero no subordinada de los estadou-
nidenses ...
Todo esto no cuenta para nada? ¿Deveras mi Cursus honorum es
realmente el de un bandido de estado?
88 colección teatro
Con la caída del muro de Berlín se abrió la verdad histórica ob-
via: los socialistas estábamos en lo cierto, y sin embargo, nuestro
partido fue eliminado por la vía jurídica, y los considerados pos-co-
munistas están ahora en el poder. Esto ha dado lugar a la paradoja
de que hoy en día ser estados socialistas es más infame que ser
estados comunistas.
90 colección teatro
gritos amenazantes, la violencia en las calles, el linchamiento públi-
co! Dicho tratamiento clama venganza ante el tribunal de la historia!
¿Cuántos de los frenéticos llegaron a acosarme en frente de mi
hotel fueron detenidos? ¿Cuántas sufrieron un proceso regular? Nin-
guno. El mensaje debía ser claro: ¿aquellos que hubieran querido ha-
cerme enfurecer se hubieran salido con la suya y yo debería haberme
hecho procesar en aquél clima de violencia orgiástica? Piensen en la
conciencia, ¿que no habría las condiciones para un proceso pacífico?
Trabajo
Un personaje: un juez de la sección de trabajo de un tribunal habla
de la sentencia que corresponde a un patrón y se arrepiente de ha-
berlo absuelto.
Fue una víctima de su conducta anormal, porque hizo caso omiso cons-
cientemente de las reglas de precaución, subiendo a los andamios sin
dispositivos de protección individual, realizando trabajos de desmon-
taje de andamios, cayendo desde una altura de diez metros precipitán-
dose al suelo
92 colección teatro
no se podía culpar al empresario. En estos tiempos, estos empre-
sarios son los verdaderos benefactores de este país. Él es el único
que ofrece puestos de trabajo en esa zona. ¿Qué hubiera pasado si
hubiera sido condenado? Es cierto habría habido otras formas en
el procedimiento judicial, pero mientras tanto, habría tenido que
interrumpir el trabajo y despedir a los trabajadores. No se habría
adjudicado otros contratos y con el tiempo hubiera terminado en la
calle, dejando en la ruina a las familias. Y a continuación, vamos a
todos a decir: el trabajador habría muerto de igual manera. Estaba
demasiado seguro de sí mismo, era antipático, arrogante, gallito. Se
creía que era un superhombre. Subir a los andamios sin cinturones
de seguridad y sin seguir las instrucciones del empresario. ¡Un loco!
Si está muerto, es su culpa... se lo buscó.
Después de todo, era sólo un trabajador, uno de los muchos que
trabajan en forma ilegal, que no tienen la credencial del sindicato, y
mucho menos la residencia. En resumen, no valía nada.
Por varios días leí estas cosas en los periódicos, junto con co-
mentarios de la gente. ¿A quién le interesa un trabajador que no
tiene familia? Pero sí, ese chico quería suicidarse. Todos los vecinos
lo decían, que siempre estaba borracho. Encontró una manera de
acabar con su vida y culpar a una buena persona, hombre de fami-
lia y muy trabajador y además muy generoso. Sí, él que emplea a
cien trabajadores. No podía dejar de tomar en cuenta esto. Así que
escribí que era la culpa del trabajador y buenas noches. Los jueces
no viven bajo una campana de cristal y frecuentemente se dejan in-
fluenciar. (Pausa). Pero yo una vez tuve conciencia. [Siendo estricto
conmigo mismo] “¿Por qué escribiste tantas mentiras? Tú, el juez!”
94 colección teatro
¡Bravo! Estoy orgulloso de ti (para sí mismo).
Angela Villa
Personaje
Mnemo: pequeña, menuda. Con un vestido blanco, va descalza.
Voz 1: El andamio
96 colección teatro
Mnemo: Mi maestro cuando dibujo mi cara con la piel blanca y los cabe-
llos rubios, me rompe el papel, dice que no soy así, que mi piel es oscura
y tengo que usar el marrón para la cara y el negro para el pelo. Pero mi
cara que no me gusta, me gustan los colores claros, el amarillo del sol y
el color de rosa de las flores, el negro no, el negro no lo soporto. Mamá
se ha puesto el negro y no se lo ha retirado más desde que papá se cayó
del andamio. Ha volado al cielo, así dice para consolarme, pero yo lo sé
que se ha caído con la cara en el lodo, una cabeza abajo y sin ningún
grito. Papá no gritaba nunca. No ha volado… cuando se vuela se va hacia
arriba, cuando se cae se va hacia abajo, se precipita como las piedras.
Se vive lentamente y se muere en un segundo.
Era alto, mi papá, mamá le llamaba el gigante bueno. Era el más
ágil, parecía un equilibrista, por eso lo hacían trabajar lo mismo
aunque no tuviera documentos. 25 euros al día. Papá me había en-
señado a hacer bien las multiplicaciones. Si uno es pobre, la opera-
ción más importante es la multiplicación. 25 por 30 hacen 750 euros
al mes poco para irse, poco para quedarse y vivir sin pensamientos.
Papá me decía siempre que las cosas cambian, que uno no debe
dejarse abatir por las maldades de la vida o de la gente, también si
en torno a ti está el otoño, acuérdate de conservar el verano en el co-
razón… el soñaba con ser regular y tener todos los papeles en regla.
—Cuando estemos más relajados, me casaré contigo. Pensaba
tener quizás mucho tiempo por delante.
En lugar de una caída, su tiempo voló. No es cierto que el tiempo es
igual para todos, es diferente, sobre todo para nosotros. Nuestro tiem-
po corre veloz… en un instante llega la noche (Se baja del columpio).
98 colección teatro
mer pizza y luego helado. Hacía una cosa peligrosa por eso le daban
ese dinero de más, mamá no quería, decía que era dinero robado no
ganado honestamente. Lo llamaban para excavar en los hoyos profun-
dos, dentro metían los venenos coloridos. El veneno terminaba bajo
tierra, ¿pero qué no sabían que de ahí se va al mar? El mar está pero
para nosotros no existe, acá todos piensan en la fábrica, piensan que
la fábrica es nuestra vida y se han olvidado del mar. Todas estas co-
sas me las explica mi hermana, papá dice que es filósofa. Pero con la
filosofía no se come. Papá repite mucho que no se diga a nadie de los
hoyos en el terreno cercano a la fábrica porque son cosas que no se
deben hacer, él las hacía porque si no perdía el trabajo.
Silencio. Silencio.
El teléfono suena esta mañana. Papá no regresó. Madre en el
teléfono le dice a todos lo mismo.
Sí... anoche. Sí... sí... mañana... mesotelioma.
Me imagino que un día viene un caballero bueno…
O un príncipe azul... que pone todas las cosas en su lugar: las
personas que sufren, la hace sentir mejor y aquellos que hacen em-
brollos, para volverse siempre más ricos, los convierte en pobres
como a nosotros. Entonces quiero ver cómo lo hacen. Mi hermana
me dice que soy estúpida, que no entiendo nada, que los caballeros
no existen y mucho menos los príncipes azules, que no vendrá nin-
guno a ayudarnos… ella dice que es culpa de ellos, de los que tienen
casas con sillones blancos y se va… a la habitación de mamá… Yo sé
que tiene razón, es así, la culpa es de ellos. Pero yo no quiero ir con
mamá... no miro mientras llora… lágrimas y lamentos. Yo, sin lágri-
mas, a aquellos de los sillones se las haré pagar.
Voz 5: El asbesto
(Silencio).
Final.
Flavio Sciole
Las diferentes grafías indican las diferentes voces y/o tonos que el per-
sonaje asume. En el centro del escenario hay un hombre amarrado con
cadenas a un sillón deteriorado. El hombre está descalzo, viste una ca-
misa blanca manchada de sangre y una falda azul. Tiene un ojo profun-
damente marcado con un lápiz negro, el otro con un lápiz rosa. Toda
la escena es oscura excepto el sillón iluminado por un rayo azul que
desciende de lo alto.
CRÉEME
NO ERA ESTE EL TIEMPO
TU RECUERDA LOS MOMENTOS
RECOMPÓN EL SENTIDO
DESINVIRTIENDO LOS MOMENTOS
TU LO HAS DICHO, LO HAS ESCUCHADO
No debías enterrarme
No debías despellejarme
No debías amarme
No debías frustrarme
No necesito de tus sentimientos
Yo hablaba mucho
pero tú no sabías estar en otro lado
tú no sabías estar en otro lado
Algo no va
algo no va
algo nova
dame un momento para respirar
no tengo problemas
no tengo problemas
TODO ES OBLICUO
NO ORDINARY
NO ORDINARY
Sustitúyeme
en los tiempos oblicuos
de un sistema diferente
destitúyeme en el mediocre y deforme estar
de estas hipótesis desviadas
MANCHAS DE CAFÉ
SOBRE EL LAVABO
VISIONES POSTRADAS DENTRO DE MÍ
SI NO PUEDO SER
MATARÉ
MATARÉ
Ruido
your god
Telón
Luigi Passarelli
Polichinela: ¿SI? ¡No! ¡¡Quiero “pennette all” arrabiata¡¡ Yo… Yo, Ná-
poles, la he removido… No quiero la margarita con las anchoas…
No… ¡¡Removí todo!! Perdí… Perdí el contacto…
Decía…
El golfo… El compartimento… Después me dijeron que había es-
capado, no tuve tiempo ni siquiera de tener un momento para mi,
una seguridad, una escapada… No hay pruebas, testimonios… Nin-
guno tomó su responsabilidad, me pusieron aquí, “regresará”, de-
cían, “regresará”, “¡dinos si regresó!”.
No, nunca más… No hay una prisión para ella, es libre… Libre de
escoger el contenedor adecuado… Yo… Quizá lo era… ¿Qué puedo
ofrecerle? ¿Y si estuviera ya aquí, entre nosotros? ¿Escondida en los
agujeros del techo? ¿En el agujero del cerrojo? En los agujeros…. En
los agujeros…
Debería buscarla en los barrancos del espacio para mí disponi-
bles… En este rascacielos sin pisos que toca la bóveda del cielo…
Ella podría… Podría haber regresado de donde vino… Desilusionada
de mí… desilusionada de todo… ¿Pero qué esperaba? ¿Una expe-
riencia? A su manera que quería experimentar… Distante de una ló-
gica cotidiana, de hecho… No tiene necesidad de nutrirse, no tiene
necesidad de aprender… Ella quería solo sufrir en el mundo terrenal,
pero a través de mí… Su involucrado… Es sádica, sádica…
Polichinela mira al vacio hacia un lado. Después se pone a hablar sin emi-
tir sonido, como si estuviese viendo algo o alguien. Esto dura un poco.
Polichinela: Decía…
Polichinela se pone a ver las luces del teatro y empieza a hablarnos sin
que la voz se escuche.
Las luces se encienden y se apagan, Polichinela parece ordenarles
con el pensamiento.
Polichinela parece feliz debajo de aquella luz, toma la guitarra y la toca
de manera violenta y bestial. Después se ilumina un rincón con una luz
roja donde se encuentra un micrófono. Polichinela se acerca incrédulo.
Telón.
Aquilino
Me llamo Bastardo.
Fui criado por el verdugo, pero sólo el rey ha sido bueno conmigo.
¡Viva el rey!
Personajes:
Vaslav Nijnskij
Sombras
Voces
En el interior con paredes blancas; en la izquierda una ventana una ven-
tana con una barandilla de una cruz griega; en el alféizar de la ventana,
una planta seca de rosas en florero y un tazón; una puerta a la derecha, y
al lado una cama baja con la almohada. Un resplandor rojizo y el zumbido
de las voces de la habitación de al lado. A lo lejos se escucha la sirena
de una ambulancia. Nijnskij, en medias negras con camisa blanca con
mangas anchas, está sentado con las piernas cruzadas en el centro del
escenario. Mientras habla, el sonido de la sirena y la luz crecen, mientras
que las voces desaparecen.
Ruido.
Gennaro Francione
Actor: …Me iba, los puños en las bolsas rotas y también mi abrigo
se volvía ideal. Debajo de las estrellas mi hotel era la gran osa, ¡oh!
Musa yo era tu fiel…
Pulgarcito soñador, en la noche desgranaba rimas… gotas de
rocío me surcaban la cara como un vino vigoroso… ¡ah!, Arturo…
¿Qué cosa hay mejor en el mundo que un buen vaso de vino? ¡Una
botella de néctar de-vino! (Le da un buen trago, limpiándose la
boca con el brazo).
¡Ah! Es verdad que la decantación es enemiga del hombre. ¡Pero
es también verdad que quien huye ante un enemigo es un cobarde!
Merlot de barril, pero qué bueno está, ¿y que soy mirlo yo?... pero
Ser o no ser, esa es la cuestión: se es más noble de ánimo al soportar los in-
sultos, las piedras y los dardos de la inicua fortuna, o al tomar las armas contra un
mar de adversidades y combatiendo derrotarlas. Morir, dormir, nada más…
Morir, dormir, nada más… Ser o no ser, este es el problema irresoluble.
(Da un sorbo).
El hambre
Actor: Yo, gente, fui, sobre todo, actor dramático. Shakespeare, Es-
quilo, Sófocles… pero sobre todo Famocle. Sí, hice el Hambre.
En aquel tiempo, teníamos tanta hambre que en el aparador esta-
ban los ratones llorando. (chilla) éramos una familia pobre, pero tan
pobre que aún después, con el boom (hace ruido de estallido) econó-
mico y los electrodomésticos, al abrir el refrigerador encontramos una
rebanada de jamón… ¡qué soledad!
No sólo nosotros los cristianos en el mundo moderno nos mori-
mos de hambre, también los musulmanes aunque tengan el petróleo!
(A sí mismo). Aunque sí me pregunto todo el dinero del oro negro dón-
de va a parar. (Hace una pausa larguísima). ¡Misterio del jeque!¿Sa-
ben cómo se llama el ministro del hambre árabe? Ali Menthari…
Una vez mi entrada al teatro fue muy bella porque había 150
trompetas que sonaban a mi derecha y 150 a mi izquierda.
Yo soy uno que dio todo en el espectáculo. He enseñado los
huesos y también… la carne…
Y bien sí, señoras y señores, yo soy uno que hizo también porno
para vivir y comer. ¿Ustedes que hubieran hecho en mi lugar?
Pero el colmo es que en el set sexy con una bella mujer debajo…
una vez no logré entrar en el personaje, qué figura de mierda.
Al final sufrí una crisis de identidad y por eso ahora me encuen-
tro en este punto, al borde del suicidio.
Gruñe e inicia con una danza que termina con un potente pedo. Alterna
las partes del Presidente y del cerdo.
El hombre y el mono
Actor: “Mientras más alto el mono sube sobre este coloso del anti-
guo imperio romano, más muestra el culo”3
En el escenario recita.
2
William Shakespeare, To be, or not to be, from Hamlet 3/1
3
Michel De Montaigne
4
Un actor debe saber controlarse a sí mismo y la propia participación emotiva también
en la muerte: que es a menudo dejada a la interpretación personal, sin grandes inter-
venciones del director, por lo cual uno muere así como él cree oportuno y los silencios,
las pausas, los jadeos son exquisitamente suyos” (Glauco Mauri, de “La Buona Sera”).
5
Plotino.
6
“El teatro es máximamente la lengua del ser en-muerte. Aquel que lo dice murió más
veces y más veces en sí mismo”. Paolo Ferrari, Aforismos en Teatro, Sestri, agosto
2002, en http://www.inabsence.org/aforismi/aforteat.htm
Liliana paganini
Angel Callipo
A Elisabetta
II
III
IV
Jamás he tenido miedo del agua. Aquí he nacido, aquí el mar es una
garantía, una garantía de eternidad. Está desde siempre delante de
nuestras casas, e inclusive antes de que las casas estuvieran, él ya
VI
VIII
Apagué el radio
Un momento antes que hablaran de ti,
Tu nombre
Pronunciado por otros
Es blasfemo a mi oído.
Declinar cada carta, cada singular sílaba,
Es tarea de quien te ama,
Solo el poseído
IX
XI
XIII
181
Un i p e rsona li a l pa l c osce n ico
Buio.
– Sgraaaaaach!
Fine.
Antonio Sapienza
Un uomo anziano è alle prese con l’incombente “ pace dei sensi”, e con
un monologo dialogo surreale, con molta ironia, su un palco vuoto, ma
con luce su di lui - fa il punto della situazione.
Patrizia Monaco
Inno dei marines. Ares si mette a sedere, indossa gli anfibi. Si alza e
calza un elmetto con fronde a scopo mimetico.
(luce sfolgorante)
(pausa)
(pausa)
Musica.
Lo conoscete bene voi Ares? I suoi miti. I denti del drago e la nas-
cita degli Sparti. Sempre secondo quegli Ateniesi colti e occhialuti
che disprezzano l’aggressività.
C’era una drago a custodire la mia fonte, nei pressi di Tebe. Cad-
mo, marito di mia figlia Armonia, lo uccise e seppellì i suoi denti.
I denti del drago germogliarono e scaturirono, armati e già uo-
mini fatti, gli Sparti.
Gli uomini di Ares, le pedine, le casualties.
Cosa c’è?
Chi mi chiama? Qualcuno cerca di bere a questo fiume, per di-
menticare.
Ehi tu, chi sei?
Non capisco.
E neanche ti vedo bene, sei un’ombra in cammino.
Come?
Gay?
Ah. Enola Gay.
L’aereo del fungo.
Hiroshima Mon Amour.
Il pilota dell’aereo del fungo.
Sì ne muoiono ancora adesso, cancro leucemia, sì, dopo più di
cinquant’anni…
E tu, cosa vuoi da me?
Hai obbedito agli ordini.
(Scuote la testa) Lo so, questo, qui, non ti consola.
E t’hanno cacciato tutti,
Il Dio dei Cristiani,
Il Dio degli Ebrei,
Il Dio dei Musulmani…
Ma forse Dio è solo un amalgama di memorie abbandonate nei
sotterranei della Microsoft...
Musica.
Ares si allontana dal ruscello dopo aver dato un’occhiata a dove presu-
mibilmente sta quell’ombra.
(pausa)
(sospira)
Fine.
Enrico Bagnato
Roma. Notte illuminata da una livida luna. Una figura umana, avvolta in
un lungo, nero mantello che la copre sino alla punta dei piedi, e con un
ampio cappuccio calato sul volto, percorre con irrefrenabile agitazione,
in lungo e in largo, lo slargo dinanzi a Castel Sant’Angelo; quindi im-
bocca il prospiciente ponte sul Tevere, che attraversa più volte in su e
in giù con passo frenetico. Si blocca infine a mezzo del ponte e, con un
gesto convulso, libera il capo dal cappuccio scoprendo un diafano volto
spettrale di bellissima giovane donna dalla lunga chioma bionda. Un
nastro di nero velluto le cinge il collo.
Con rapido gesto slaccia il nastro che le fascia il collo mettendo a nudo
una profonda rosseggiante cicatrice. Sipario
Luciana Luppi
Tutto ebbe inizio diversi anni fa, ai tempi della mia adolescenza.
Cominciò con un senso di leggera sorpresa che andò via via in-
tensificandosi, fino a diventare un vero e proprio stupore, per tras-
formarsi poi in un certo disappunto che sconfinò ben presto in un
senso d’impotente rabbia.
Apparentemente, i motivi erano futili, banali; ci si sarebbe po-
tuti anche meravigliare di questa mia reazione spropositata, a de-
tta di qualcuno, ma, a pensarci bene e soprattutto a lungo andare,
la situazione non poteva che manifestarsi in tutta la sua drammati-
ca realtà.
Quando mi trovavo a dover esprimere emozioni o sentimenti,
negativi o positivi che fossero, ecco che sorgeva il conflitto.
“Sei contento del regalo?” mi chiedeva mio padre con una certa
ansietà.
“Oh sì, molto!” rispondevo io con entusiasmo.
“Dalla faccia non si direbbe.” replicava lui, con una cert’aria di
rimprovero.
“Sentirai la mia mancanza?” mi domandava la nonna, in parten-
za per un soggiorno alle terme.
“Naturalmente!” esclamavo io, sottolineando col tono l’inutilità
della domanda.
“Dalla faccia non si direbbe.” rispondeva lei con un’ombra di
rincrescimento.
“T’è piaciuto fare l’amore con me?” mi chiedeva anni dopo la
mia ragazza.
“Altro che!” rispondevo io, cercando di convincerla.
“Strano, dalla faccia non si direbbe.”
Era diventata un’ossessione!... “Ti piace? Si. Dalla faccia non si
direbbe”… “Ti dispiace? No. Dalla faccia non si direbbe”.
Duska Bisconti
Dramma 1: Il cerchio
Dramma 3: Il rettangolo
Dramma 4: Il trapezio
Dramma 5: Il pentagono
“Apelle figlio di Apollo fece una palla di pelle di pollo, tutti i pesci
vennero a galla per vedere la palla di pelle di pollo fatta da Apelle
figlio di Apollo”
Voce 1: (usando il ventaglio si rivolge ad una figlia immaginaria): su
cara fammi vedere come stai….sorridi!…devi sorridere di più….tu che
sei una brava bambina non devi avere paura di niente…adesso esco.
Devo uscire, giocheremo un’altra volta. Gioca con Tess…lo so deve
rigovernare i piatti ma fra un piatto e l’altro... (seccata)…tieni questi
cioccolatini e quando ti manco te li mangi…. Vedrai che non avrai
paura…ma io lo so che tu sarai brava e non avrai paura di stare sola
….non piangerai..Apelle figlio di Apollo… Guarda un po’ di tv e poi a
letto…da brava donnina. Fammi vedere come mangi su!
Voce 2: (con la carta in mano fa rumore, mangia ) sì mamma.
Voce 1: allora io vado (chiude il ventaglio)
Voce 2: (mangia cioccolatini e vomita. Alla terza volta cambio luci.
Ha una maschera neutra che lascia la bocca in primissimo piano. La
luce è solo sulla maschera con grande enfasi sulla bocca)
Voce di donna: allacciati, allacciati….sei tutta scollacciata non
vedi?....ricordati Che adesso sei una donna e puoi fare un bambi-
no… non devi dare confidenza ai maschi, ti mettono incinta! Copriti e
prendi la pillola così siamo al sicuro da brutte sorprese. Poi quando
decidi di fare un figlio, da grande, allora la smetti…Adesso però ab-
bottonati l’utero! Guardami negli occhi. Ricordati bene: se sei incin-
ta a casa non ci devi tornare nemmeno, hai capito? Ti vuoi rovinare
tutta la vita? Eh? Se vuoi passare i migliori anni della giovinezza a
badare a un bambino senza mai…senza mai…vuoi rovinarti ora? Dai,
dillo subito se vuoi rovinarti così la vita senza neanche godertela un
po’. …così io mi preparo...mi preparo a… (Si ferma. Piange) ti porto
Dramma 7: L’ottagono
Dramma 8: Il rombo
Lei al cellulare.
Dramma 9 : Il quadrato
(prende due fili dal groviglio e comincia a lavorarli come due spirali di
Dna e poi li disfa ritmicamente)
Fine.
Massimiliano Perrotta
consulenza storica di Mattia Feltri
Personaggi:
Bettino Craxi
Io narrante
Craxi: …no, non è questo che voglio: mi resta abbastanza lucidità per
capire che è tempo di deporre le armi, di arrendermi al mio destino e
di provare a fare un bilancio obiettivo. Ora che la vendetta mi è preclu-
sa, ora che mi appresto a togliere il disturbo, voglio provare a parlarvi
senza rancore, serenamente… (pausa) serenamente per quanto la mia
condizione me lo consenta.
A lungo ho covato sentimenti di rivalsa: per respirare ancora la
battaglia, per sentirmi ancora io… Ora basta, ora mi rivolgo a tutti,
non più e non solo ai pochi compagni fedeli, ma agli italiani tutti e
segnatamente a quelli che verranno dopo.
Craxi: Odio, odio e poi ancora odio. Quelli furono gli anni dell’odio e
dell’eccesso. La sentii montare l’ondata dell’odio, l’ondata del furo-
re senza argine. L’euforia regnava sovrana nelle strade, nei bar, ne-
lle case. Mai si era vista in Italia un’ondata di violenza verbale così
veemente, così minacciosa, così unanime. I professionisti del lincia-
ggio a mezzo stampa si scatenarono: numerosi giornalisti si trasfor-
marono in commissari del popolo e imbastirono frettolosi processi
a senso unico. Centinaia e centinaia di reputazioni furono buttate
al macero, così, con pochi tratti di penna. Incendiari, sobillatori,
mestatori di ogni sorta ebbero gioco facile a fomentare l’odio so-
C’è poi il capitolo sulla cosiddetta società civile, quella che nel
nome dell’antipolitica favorì il nostro annientamento. Quella società
civile che auspicava il governo dei tecnici. Ma un governo dei tecno-
crati, degli esperti, dei presunti migliori, non legittimato da nessun
elettorato, non è che l’arbitrio nella sua quintessenza. E invece tutti
in coro a ripetere che la politica deve essere gestita dai tecnici. Se-
condo me la politica la devono gestire i tecnici, la devono gestire gli
operai, la devono gestire i contadini, la devono gestire le donne, i
giovani, gli imprenditori, i sindacalisti, gli intellettuali…
Per decenni ci si era attesi dalla politica la soluzione di tutti i
mali, la si era caricata di speranze messianiche: era inevitabile che
tutto sfociasse in rabbiosa delusione. Ma come irrazionalmente ci
si era aspettati dalla politica la soluzione di tutti i mali, altrettan-
to irrazionalmente si passò ad accusarla di tutte le nefandezze. Io
Visto che siamo in tema di bilanci, non si può non costatare che
l’operazione “Mani pulite” s’è rivelata una falsa rivoluzione. I fat-
Craxi: Ebbene, in qualche modo l’ho voluto io! Fatale fu il mio non
piegarmi al vento della cosiddetta rivoluzione. Fui l’unico ad oppo-
rre resistenza e me l’hanno fatta pagare: me la sarei cavata meglio
se avessi trattato la resa. (Pausa) Ma non è così che si comporta un
uomo!
Lavoro
Un personaggio: Un giudice della sezione lavoro di un Tribunale par-
la della sentenza che riguarda un datore di lavoro e si pente di averlo
assolto.
Angela Villa
I voce - L’impalcatura
Mnemo: La mia maestra quando disegno il mio viso con con la pelle
bianca e i capelli biondi, mi strappa il foglio, dice che io non sono
così, che la mia pelle è scura e che devo usare il marrone per la fac-
cia e il nero per i capelli. Ma la mia faccia non mi piace, a me piaccio-
Silenzio
V voce - L’amianto
Mnemo operaia
Fine.
Flavio Sciole’
Al centro del palco c’è un uomo legato con delle catene ad una poltro-
na fatiscente. L’uomo è scalzo, indossa una camicia bianca sporca di
sangue ed una gonna blu. Ha un occhio marcatamente segnato con una
matita nera, l’altro con della matita rossa. Tutta la scena è buia tranne la
poltrona Illuminata da un fascio di luce blu che scende dall’alto.
Re
Voce 1: Cosa è accaduto? mi chiamavi sempre. Ma io non ho mai
saputo reggere le tue prospettive.
Voce 2: Liberami dal male. Ma non farmi piu’ mangiare. Liberami dal
male ma non farmi piu’ mangiare. Ho ingoiato troppi medicinali al
tuo funerale. Ho ingoiato troppe medicine al tuo matrimonio.
Voce 3: Qualcosa non va. Qualcosa non va. Qualcosa non va. Dammi
un momento per respirare. Non ho problemi. Non ho problemi.
Voce 5: This way is so bad. This way is so bad. Can you give me ano-
ther? Can you give me another?
Voce 5: Yes, i’m crazy. Yes, i’m crazy. The king is here. Madness sic-
kness fuck god.
Voce 3: Strozzerò tua madre per molto meno. E strapperò i tuoi capelli
come fossero quelli dell’ultimo dottore che mi ha destituito dalla vita.
Buio
Luigi Passarelli
Pulcinella guarda nel vuoto verso un lato. Poi si mette a parlare senza
emettere voce, come se stesse vedendo qualcosa o qualcuno. La cosa
dura per un po’
Pulcinella: Dicevo...
Pulcinella: Che roba!! Le tentano proprio tutte, buon segno che sia
arrivata la disperazione!! Mi mette di buon umore!! Mi fa quasi cre-
dere che io possa ancora qualcosa!! Grande bugia e grande senti-
mento!! Fatemi provare!!
Sipario.
Aquilino
Mi chiamo Bastardo.
Sono stato allevato dal boia, ma solo il re è stato buono con me.
Viva il re!
Personaggi:
Vaslav Nijnskij
Ombre
Voci
Buio.
Gennaro Francione
Personaggi:
Giovanni Santofruci: l’attore
Scena vuota
(Sognante)
O tempora, o morti! Dove sono più gli attori di una volta? Oggi
trovare un attore è difficile come trovare un Ugo in un Pagliai!
La fame
Grugnisce e innesca una danza che termina con una potente scoreggia.
Alterna le parti del Presidente e del Maiale.
8
William Shakespeare, To be, or not to be, from Hamlet 3/1.
9
Michel De Montaigne.
10
“Un attore deve saper controllare se stesso e la propria partecipazione emotiva anche
nella morte: che è sovente lasciata all’interpretazione personale, senza grandi inter-
venti del regista, per cui uno muore così come si sente di farlo e i silenzi, le pause, i
rantoli sono squisitamente suoi” (Glauco Mauri, da “La Buona Sera”).
11
Plotino.
12
“Il teatro è massimamente lingua dell’essere in-morte. Colui che la dice è già morto
più volte, e più volte in-sé”. Paolo Ferrari, Aforismi in-Teatro, Sestri, agosto 2002, su
http://www.in-absence.org/aforismi/aforteat.htm
Liliana Paganini
Nel buio si sente avvicinarsi una música suonata da una banda pae-
sana di passaggio. Alla luche entra in scena Adele, una donna di circa
cinquant’anni, porta con sé un piccolo cesto da lavoro, si siede su una
sedia e tira fuori dal cesto il suo lavoro all’uncinetto.Mentre la música si
allontana, Adele inizia a parlare e a lavorare all’uncinetto.
1.-
Lei se lo prese
2.-
Che interessa alla gente? Che vuole?
3.-
Adelina che fai cosí? Prendi i ferri e lavora oppure leggi un libro, se vuoi. Ma non stare
cosí con le mani in mano.
4.-
Che la lasciano mezza nuda.
5.-
Questa é carina, mi piace. Vediamo di frequentarla un po’ di piú.
6.-
Per dirla giusta: nessuno si fa gli affari suoi.
7.-
Con quiello che guadagnano, mi accontenterei di un figlio calciatore, pure di serie B.
8.-
é sano, ha un lavoro, che vuoi di piú?
9.-
Mamma… Non lo voglio, non mi piace, é un animale.
10.-
L’hai cresciuto tu come una femminuccia
Angelo Callipo
ad Elisabetta
In scena
Una donna, dietro la finestra
Il Mare, al di là della stessa finestra
II
Prima di entrare nel mio corpo chiede il permesso. Vuole che io sia
qui ad aspettare, pronta ad accoglierlo come si fa con un amante, un
amante di cui dovresti liberarti, uno di quelli che nessuna donna di
buon senso accetterebbe nella sua vita, ma che tu, chissà perché,
ami con tutte le forze. E’ il suo carico di sofferenze che ami. Lo ami
perché ti chiede il permesso di entrare, come un gentiluomo di altri
tempi. Quando poi ti rendi conto che non ha nessuna intenzione di
uscire è ormai troppo tardi, solo allora capisci che quel suo gesto,
III
IV
Non ho mai avuto paura dell’acqua. Qui sono nata, qui il mare è una
garanzia, una garanzia di eternità. C’è da sempre davanti alle nostre
case, e prima ancora che le case ci fossero lui era già lì, c’era ancor
VI
VIII
Ho spento la radio
un attimo prima che parlassero di te,
il tuo nome
pronunciato da altri
è blasfemo al mio orecchio.
Declinare ogni tua lettera, ogni singola sillaba,
è compito di chi ti ama,
solo il possesso
IX
Tu sei il mare. Sei il primo a cui ho affidato Ana quando è nata, sei
l’ultimo con cui voglio parlare di lei. Poi appena l’ultima parola sarà
stata detta, senza che tu mi abbia risposto nulla, tornerò a casa e
comincerò ad asciugarmi gli occhi, le mani forse mi tremeranno an-
cora un po’ ed è probabile che riprenderò la mia penna in mano solo
domani. Domani sarò pronta al mio lavoro di sempre, oggi no, oggi
sono stanca, con questa mano ferita, rimasta troppo tempo sulla
maniglia senza la forza di riaprire la porta e correrle dietro, con la
mia mano ferita e l’infinita serie di perché che in un lampo mi hanno
attraversato. Tu sei il mare, tu conosci i perché di tutti i popoli che
ti hanno navigato, hai raccolto i loro lamenti, hai custodito ancore
d’oro e funi di canapa, hai barattato la tua saggezza con brandelli di
XI
Tra me e il mio dottorino c’è una busta. Bianca, anonima. E’ per lei che
sono nel suo studio. E’ lei la ragione del nostro incontro. Lui vorrebbe
che la guardassi, lo sento. Continua a fissarmi, spera che distolga lo
sguardo e lo diriga con naturalezza sulla busta. Io invece resto così,
immobile, sostengo i suoi occhi e mi accorgo che sono neri, nerissi-
mi, la pupilla è stretta come se tutto quel nero avesse trovato posto
nel minor spazio possibile. La mano destra regge gli occhiali, pron-
ti ad essere inforcati per leggere il contenuto della busta. Anche la
montatura degli occhiali è nera, un curioso pendent con le pupille di
cui probabilmente non si è neanche reso conto. Chissà quante altre
buste bianche come quella avrà letto oggi, e ieri, e ieri l’altro, una
XIII
349
ra svanita, un’indagine che ha fugato ogni sospetto... il mio dolore
resterà, di tanto in tanto farà capolino, ma senza pretendere altro,
senza che sia lui a decidere per me quale sarà la fine… e allora torno
al mare… scendo lentamente le scale, supero la strada oggi strana-
mente affollata, mi incammino sulla sabbia, tolgo le scarpe, sento
i granelli sotto i miei piedi diventare via via più umidi, mi fermo un
istante, non è esitazione, ma solo la necessità di dare ai miei ges-
ti una nuova spinta, come quando si carica al massimo la molla di
un giocattolo perché il suo movimento duri il più a lungo possibile.
Voglio essere sicura che una volta entrata avrò con me tutta la forza
necessaria per non cadere nell’inganno delle parole, per non raccon-
tarmi ancora una volta le cose diversamente da quelle che sono, ci
vuole tutta la mia forza per lasciare che il gesto mantenga intatta la
sua purezza. Tu sei il mare, non chiedi di essere conosciuto, perché
tu conosci ogni cosa, sai chiudere e liberare, sei principio e fine,
diviso e indivisibile, tu sei il mare, la più grande fonte battesimale
in cui bagnarsi, da sempre raccogli i peccati dell’uomo, da sempre,
dopo aver condannato, sei l’unico che può assolvere. L’acqua sale
progressivamente, dalle ginocchia lambisce ormai il ventre, la gon-
na, la camicia aderiscono alla pelle, le braccia sono immerse fino al
gomito, pochi metri ancora e tutto il mio corpo sarà sommerso, non
faccio inutili movimenti, non sono una bagnante in cerca di refrige-
rio, cammino nel mare ed è l’unica cosa che posso fare. Sento già
sulle labbra il sale, espello tutta l’aria dal naso e trattengo il respiro,
chiudo gli occhi, i capelli si stanno bagnando, è fatta. Sono una cosa
sola con il mare, il mio battesimo è completo, resterò così fino a
quando i miei polmoni saranno capaci di resistere, ci vuole forza, tu-
tta la mia forza, perché il gesto mantenga intatta la sua purezza, qui
sotto le parole hanno perso ogni loro significato, l’acqua produce un
leggero ronzio alle mie orecchie, resto immobile, il mio ultimo stato
di immobilità, quando uscirò fuori avrò altro da fare. Dimenticherò
la busta e le pupille nere del mio dottorino, cercherò Ana e la tro-
verò, le offrirò l’incantesimo giusto per disinfestare il suo castello,
non sarò più il suo spettro e lei abiterà tranquilla nelle sue stanze,
come una regina. Il fiato nei miei polmoni è finito, il battesimo è
terminato, è tempo di percorrere la strada a ritroso… tu sei il mare e
puoi cambiare la vita…
Aut ores / Au to ri
351
352
Aquilino
353
Enrico bagnato
Enrico Bagnato, nació el 01.01. 1939 en Enrico Bagnato, è nato a Lecce l’1.1.1939,
Lecce. Egresado de leyes, es poeta, dra- laureato in legge, è poeta, drammaturgo,
maturgo, autor de cuentos, crítico litera- autore di racconti, critico letterario. E’
rio. Es miembro de la SIAE, por sus siglas iscritto alla S.I.A.E., alla S.I.A.D. (Società
en italiano la Sociedad Italiana de Auto- Italiana Autori Drammatici), è membro del
res Dramáticos. Es miembro del Consejo Consiglio Direttivo del Centro Nazionale
Directivo del Centro Nacional de Drama- di Drammaturgia Italiana Contemporanea
turgia Italiana Contemporánea (CENDIC). (CENDIC). Ha pubblicato una ventina di
Ha publicado una veintena de libros de libri di poesia, vincendo numerosi premi.
poesía y ha ganado varios premios. Una Un’antologia delle sue poesie è stata pu-
antología de su poesía está publicada en bblicata in Serbia. Ha scritto 35 drammi
Serbia. Ha escrito 35 obras que han sido molti dei quali rappresentati con suc-
montadas con éxito entre el público y la cesso di pubblico e di critica, ed ha vinto
crítica y ha ganado varios premios, en- molti premi, tra cui il S.I.A.D./Calcante,
tre los cuales destaca el SIAD/Calcante con Masaniello. La critica giornalistica e
con Masaniello. La crítica periodística y quella accademica, si esprimono in ter-
la académica se expresan en términos mini assolutamente lusinghieri sulla sua
positivos respecto a su dramaturgia. En drammaturgia. In Serbia sono stati trado-
Serbia han sido traducidos y publicados tti e pubblicati alcuni suoi drammi (Casa
algunas de sus obras, (Casa Editorial Kro- Editrice Krovovi, Sremski Karlovci, 2005).
vovi, Sremski Karlovci, 2005)
354
Duska Bisconti
Dramaturga y actriz de teatro. Estudió con Drammaturga e attrice di teatro . Studia con
Dario Fo, Franca Rame y Leo De Berardinis. Dario Fo, Franca Rame, Leo De Berardinis.
En el 98 la Grin editore, Roma, publi- Nel ’98 la Grin editore , Roma, pubblica
có “Vida y muerte en Contracanto, cuatro “Vita e Morte in Controcanto” quattro ope-
obras teatrales de las cuales tres represen- re teatrali di cui tre allestite. Nel 2000, il
tadas. En el 2000, su monólogo “Paisajes suo monologo “Passaggi” è segnalato al
fue nominado al premio Donne e Teatro. En premio “Donne e Teatro”. Nel corso degli
el curso delos años ha escrito y montado anni scrive e allestisce più di venti spet-
más de veinte espectáculos entre monólo- tacoli tra monologhi comici e drammatici,
gos cómicos y dramáticos, espectáculos a spettacoli a due, tre, con mimi, musicisti,
dos o tres, con mimos, músicos y pintores. pittori. Scrive anche sketches per la televi-
También escribe sketches para la televi- sione italiana (RAI).
sión italiana (RAI). Tutti i suoi allestimenti teatrali hanno
Todos sus montajes tienen como fun- come fondamento la necessità di rappre-
damento la necesidad de representar la sentare in scena una poesia vivente fatta
poesía viva hecha con el cuerpo de la ac- di corpo d’attrice, suoni, parole, atmosfere
triz: Sonidos, palabras, atmósferas y si- e silenzi. Lo scopo del suo teatro è quello
lencios. El propósito en su teatro es el de di creare una “visione” capace di connet-
crear una visión capaz de conectarse con tersi con chi la guarda e il suo mondo sen-
quien la mira y su mundo sensible eludien- sibile eludendo i meccanismi della mente
do los mecanismos de la mente racional. razionale. Per fare questo evita con cura
Para lograrlo evita con cuidadlo la empatía l’immedesimazione e la rigida formalizza-
y la rígida formalización escénica de la es- zione scenica della scrittura drammatur-
critura, acentuando la potencialidad de la gica. Accentuando le potenzialità della
escritura escénica y de las imágenes tea- scrittura scenica e dell’immagine teatrale,
trales, aquella que busca llegar a la región quello che cerca è arrivare alle regioni del
del corazón de quien la observa. cuore di chi guarda.
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Angelo Callipo
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Maria Letizia Compatangelo
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Maura Del Serra
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Gennaro Francione
Magistrado, nació en Torre del Greco y Magistrato, è nato a Torre del Greco e vive
vive en Roma. Escritor, dramaturgo, actor a Roma. Scrittore, drammaturgo, attore
y director de teatro internacional, su tra- e regista di teatro internazionale ha ra-
yectoria la ha realizado en Italia y en el ex- ppresentato in Italia e all’estero sue ope-
tranjero, sus obras teatrales son según el re teatrali, indicato dal Centro Ugo Betti
Centro Ugo Betti herencia del propio Ugo come il naturale erede del giudice dram-
Betti. Es miembro académico de la Inter- maturgo Ugo Betti. Membro Accademico
nationale Burckhardt Akademie y funda- dell’Internationale Burckhardt Akademie
dor de la UEGIUS (Unión Europea de los e fondatore dell’EUGIUS (Unione Europea
Jueces Escritores, de la cual es presiden- dei Giudici Scrittori), di cui è Presidente,
te. Dirige el Movimiento Utopista-Antiarte ha ideato il Movimento Utopista-Antiarte
2000, basado en la Hernmandad del Libre 2000, basato sulla Fratellanza del Libero
Espíritu Antiartístico. Ganó el Premio de Spirito Antiartistico. Gli è stato assegna-
la Cultura de la Presidencia del Consejo to il Premio della Cultura della Presiden-
de Ministros en los años 1995-1997-2003- za del Consiglio dei Ministri per gli anni
2005 1995-1997-2003-2005.
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Luciana Luppi
Luciana Luppi nace en Milán donde se Luciana Luppi nasce a Milano, dove si di-
titula en la Accademia del Teatro Filo- ploma all’Accademia del Teatro Filodram-
drammatici. Años después como actriz en matici. Dopo anni di palcoscenico come
diversas compañías famosas trabajó en el attrice in diverse Compagnie dirette da
Piccolo teatro de Milán, dirigido por Gior- stimabili e famosi capocomici, nonché al
gio Strehler, inició oficialmente su trayec- Piccolo teatro di Milano diretto da Gior-
toria como autora. Entre sus textos teatra- gio Strehler, inizia ufficialmente anche il
les representados sobresale “Il gioco”, lavoro d’autrice. Tra i testi teatrali rappre-
que obtuvo el Premio Unicef-Teatro Stabi- sentati, ricordiamo il gioco (premio Uni-
le di Roma), “Coabitazione” representado cef–Teatro Stabile di Roma), Coabitazione
en Roma y varias ciudades italianas, en rappresentato a Roma e in varie città ita-
Nueva York y varias ciudades españolas y liane, a New York, in varie città spagnole e
en el Teatro de las Bellas Artes en Madrid, al Teatro delle Belle Arti di Madrid, l’erede
l’erede di Shylock, escrito con Eduardo di Shylock, scritto con Eduardo De Filippo,
De Filippo, publicado por Einaudi y repre- pubblicato da Einaudi e rappresentato in
sentado in Francia en 1997-98. Entre sus Francia nel 1997-98. Tra i testi premiati:
testos premiados se encuentran también Il burattinaio, La dittatura seducente, e i
Il burattinaio, La dittatura seducente, y los monologhi L’offesa, Memorie segrete e
monólogos L’offesa, Memorie segrete e L’Ipocondriaco poeta. Tra gli sceneggiati
L’Ipocondriaco poeta. Entre otros filma- trasmessi con maggiore audience alla
dos y transmitidos por la televisión suiza Radiotelevisione Svizzera: Passioni allo
con mayor audiencia están: Passioni allo specchio, Nisveta, Genio e Magia di un
specchio, Nisveta, Genio e Magia di un medico vagabondo, Dall’engadina verso
medico vagabondo, Dall’engadina verso oriente e Altro ancora.
oriente y Altro ancora.
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Guglielmo Masetti Zannini
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Patrizia Monaco
Genovesa, escribe y traduce para teatro Genovese, scrive e traduce per il teatro e
y radio con incursiones en el campo ci- per la radio, con incursioni in campo cine-
nematográfico. Egresada de Historia del matografico. Laureata in Storia del Teatro,
Teatro ha trabajado por varios años en la ha lavorato per diversi anni all’Universi-
University College de Dublín y ahora tiene ty College di Dublino e ora tiene corsi di
cursos de Dramaturgia y cursos de arte Drammaturgia e Percorsi dell’arte teatrale
teatral, recitación en Italia y en el extran- presso università, scuole di recitazione e
jero. Ha ganado varios premios teatrales y biblioteche in Italia e all’estero.
sus textos son representados en muchos Ha vinto numerosi premi teatrali, e
países. Entre los más afortunados puede i suoi testi sono rappresentati in molti
mencionarse Il vero e il falso O’Brien; Ce- Paesi. Fra i più fortunati: Il vero e il falso
llulite addio; La porta dell’inferno; Fuo- O’Brien; Cellulite addio; La porta dell’in-
co!!!; Estate a casa Magni; Chi ha paura ferno; Fuoco!!!; Estate a casa Magni; Chi
del padrone cattivo?; Se il futuro è così io ha paura del padrone cattivo?; Se il futuro
non vengo; L’occasione; Ares; Icaro 2001. è così io non vengo; L’occasione; Ares;
Es socia del CENDIC, Centro Nacional Icaro 2001.
di Dramaturgia Italia¬na. Cada tres años E’ socio del CENDIC, Centro Nazionale
es invitada al festival “International Wo- di Drammaturgia Italiana. Ogni tre anni
men Playwrights” (WPI Conferences) y è invitata ai Festival delle “International
ha presentado sus textos en Ciudad del Women Playwrights” ( WPI Conferences) e
Cabo, Mumbai, Estocolmo, Atenas, Toron- ha presentato suoi testi a Città del Capo,
to, Adelaide, Buffalo. En el 2007 en la Uni- Mumbai, Stoccolma, Atene, Toronto, Ade-
versità di Genova se discutió una tesis so- laide, Buffalo.
bre su obra, el relator fue Roberto Trovato Nel 2007 all’Università di Genova è
stata discussa una tesi di laurea sulle sue
opere, relatore il prof Roberto Trovato.
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Liliana Paganini
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Luigi Passarelli
Luigi Passarelli, nació en Roma en 1978, Luigi Passarelli, nato a Roma nel 1978,
reportero publicista, egresado de Cien- giornalista pubblicista, laureato in
cias Políticas, es autor de textos para Scienze Politiche, è autore di testi per il
cine y teatro. Su trabajo teatral se ha cinema e il teatro. Il suo lavoro teatrale si
presentado en festivales. Ha conseguido è espresso soprattutto tramite rassegne
cuatro premios a título personal y diver- e festival. Ha conseguito quattro premi a
sos reconocimientos y selecciones por titolo personale e diversi riconoscimen-
su participación en proyectos colectivos ti e selezioni per la sua partecipazione
de producción varia. Es video maker free- a progetti collettivi di produzioni varie.
lance calificado en edición de video. Au- E’ un video maker freelance con qualifi-
tor de cuatro libros, tres novelas y un en- ca professionale riconosciuta in editing
sayo. Su tesis la realizó osbre el Istituto video. Autore di quattro libri, fra cui tre
Luce, fue escogida y publicada por Pros- romanzi e un saggio, ovvero la sua tesi di
pettiva Editrice. Es miembro del CENDIC. laurea sull’Istituto Luce, scelta e pubbli-
Más información puede obtenerse en su cata da Prospettiva Editrice. E’ membro
sitio www.mikrofilm.it del Cendic. Una panoramica generale del
suo lavoro complessivo in ambito artisti-
co e produttivo è reperibile sul sito per-
sonale www.mikrofilm.it
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Massimiliano Perrotta
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Antonio Sapienza
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Flavio Sciole
Flavio Sciole’ (Atri, 1970). Actúa desde Flavio Sciole’ (Atri, 1970). Agisce da
hace años en la investigación antitea- anni nella ricerca antiteatrale, nella
tral en la experimentación cinemato- sperimentazione cinematografica e
gráfica y en el performance extremo. nella performance estrema. Principal-
Principalmente arrojado a la decons- mente votato alla decostruzione artis-
trucción artística de algún arte clásico, tica di qualunque arte classica, trova
encuentra su propia razón de ser en ac- la propria ragione d’essere in atti di
tos de defragmentación y destrucción deframmentazione e distruzione. Ico-
iconoclasta por vocación. No inclina noclasta per vocazione, non incline al
su compromiso, hace arte como ins- compromesso, fa dell’arte come istan-
tancia del arte ético, la propia razón de za, dell’arte etica, la propria ragione di
vida. Sus videos han sido proyectados vita. I suoi video sono proiettati e pre-
y premiados en festivales nacionales miati in Festival nazionali ed interna-
e internacionales (Exposición Interna- zionali in Italia e nel mondo (Esposizio-
cional de Arte La Biennale di Venezia, ne Internazionale D’Arte La Biennale di
Romaeuropa). Con Teatro Ateo su zona Venezia, Romaeuropa). Con Teatro Ateo
de acción realiza esta destrucción y la zona d’azione è la reimpostazio-
recreación del teatro clásico. Actúa en ne-distruzione-sgretolazione del teatro
dos niveles, uno recitativo y otro dra- classico. Agisce su due livelli: uno reci-
mático. Codifica el mdulo dela recita- tativo ed uno drammaturgico. Codifica
ción que deja un signo al interior del il modulo della ‘recitazione inceppata’
teatro de investigación. che lascia un segno all’interno del tea-
tro di ricerca.
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Angela Villa
7 Unipersonales en el escenario
27 Adiós guapo
40 Beatrice Cenci
81 Hammamet
92 El juez arrepentido
161 Él y ella
254 Hammamet
280 Il Re é pazzo
351 Autori
Mtro. Jorge Aristóteles Sandoval Díaz
gobernador constitucional del estado de jalisco