Comentario Biblico Juan Calvino
Comentario Biblico Juan Calvino
Comentario Biblico Juan Calvino
PRIMERA Y
SEGUNDA EPÍSTOLA
PASTORAL
DE SAN PABLO A
TIMOTEO
CONTENIDO
Inicios
Para ese tiempo, había entablado amistad con Nicolás Cop, quien
acababa de ser elegido rector de la Universidad de París. Cuando
Cop hizo pública su adhesión a las ideas de Martín Lutero, ambos,
Cop y Calvino, se vieron obligados a huir de la ciudad.
1
Centró sus estudios de acuerdo a un enfoque bibliocéntrico, tomando
a las Escrituras como principio rector de todas las actividades del
hombre. Partiendo de esta concepción profundizó en el análisis
bíblico y de cuestiones sociales.
Ginebra y Estrasburgo
2
Calvino partió rumbo a Estrasburgo donde continuaría su labor
evangelizadora y se casaría con Idelette de Bure, una dama viuda con
la que tendría un hijo.
Consolidación en Ginebra
3
Participó en el diseño de medidas de gobierno que favorecían el
desarrollo de actividades industriales y promovió la difusión de la
lengua francesa y la alfabetización masiva. A través de su influencia
sobre los consistorios favoreció medidas moralizadoras.
El caso Servet
Visión teológica
Sobre el Padre
Sobre el Hijo
Sobre el Espíritu
Sobre la Iglesia
Doctrina de la Predestinación
7
mientras que los segundo se encargaban de los asuntos materiales y
costumbristas.
Legado
8
COMENTARIO A LA
PRIMERA EPÍSTOLA PASTORAL
DE SAN PABLO A TIMOTEO
INTRODUCCIÓN
12
Al Nobilísimo y Cristianísimo Príncipe
EDUARDO, DUQUE DE SOMERSET,
Conde de Hertford, etc., Protector de Inglaterra e Irlanda,
y Tutor Real,
JUAN CALVINO
15
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EL CONTENIDO DE LA PRIMERA EPÍSTOLA A TIMOTEO
Esta epístola me parece que fue escrita más por causa de otros que
por causa de Timoteo, y esa opinión recibirá el asentimiento de
aquellos que estudien cuidadosamente todo su contenido. Yo,
ciertamente, no niego que Pablo se propusiera también enseñarle y
amonestarle; pero mi opinión de la epístola es que contiene muchas
cosas que hubiera sido superfluo escribir, si se tratara de Timoteo
únicamente. Éste era un joven no investido todavía con esa autoridad
que hubiera bastado para restringir a los testarudos hombres que se
levantaron contra él. Es manifiesto, por las palabras usadas por
Pablo, que había en aquel tiempo, algunos que se inclinaban
prodigiosamente a la ostentación, y por esa razón no cederían
voluntariamente ante nadie, pues al mismo tiempo ardían en
ambiciones desmedidas, y jamás hubieran dejado de perturbar a la
Iglesia, si uno más grande que Timoteo no se hubiera interpuesto. Es
manifiesto, además, que había muchas cosas que tenían que ajustarse
en Éfeso, y que necesitaban la aprobación de Pablo y la sanción de su
nombre. Habiendo, pues, tratado de aconsejar a Timoteo respecto a
muchos asuntos, resolvió al mismo tiempo aconsejar a otros bajo el
nombre de Timoteo.
En el primer capítulo ataca a algunos ambiciosos que se ufanaban en
discutir cuestiones necias. Fácilmente podría deducirse que eran
judíos, los cuales, en tanto que pretendían ser celosos por la Ley,
despreciaban la edificación, y atendían únicamente a las disputas
frívolas. Es una intolerable profanación de la Ley de Dios, el sacar de
ella nada que no sea provechoso, sino meramente escoger material
para hablar, y abusar tomándola como pretexto para agobiar a la
Iglesia con bagatelas despreciables.
Tales corrupciones han prevalecido más de lo suficiente dentro del
papado; porque ¿qué otra cosa era la teología escolástica sino un
inmenso caos de especulaciones inútiles y vacías? Y en nuestro
propio día hay muchos que, a fin de exhibir su destreza en el manejo
de la Palabra de Dios, se permiten jugar con ella en la misma forma
que si fuese una filosofía profana. Pablo acomete la tarea de apoyar a
Timoteo para que corrija este vicio, y señala cuál es la enseñanza
principal que ha de sacarse de la Ley; para que se haga evidente que
aquellos que usan de la Ley de un modo diferente, son corruptores de
ella.
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En seguida, para que su autoridad no sea despreciada, después de
haber reconocido su indignidad, él, al mismo tiempo, afirma en
términos elevados lo que llegó a ser por medio de la grada de Dios. Y
por fin concluye el capítulo con una solemne amenaza, por medio de
la cual al mismo tiempo confirma a Timoteo en la sana doctrina y
buena conciencia, y llena a otros con el terror y la alarma,
presentándoles el ejemplo de Himeneo y Alejandro.
En el segundo capítulo manda que se hagan oraciones públicas a
Dios por todos los hombres, y especialmente por los príncipes y
magistrados; y aquí, de paso, hace notar igualmente la ventaja que el
mundo obtiene del gobierno civil. Menciona luego la razón por la
que debemos orar por todos los hombres; particularmente, porque
Dios, al ofrecer a todos el Evangelio y a Cristo el Mediador,
demuestra que Él quiere que todos los hombres sean salvos; y
además confirma esta declaración con su propio apostolado, el cual
fue designado especialmente para los gentiles. En seguida, invita a
todo hombre, cualquiera que sea su país o lugar de residencia, a orar
a Dios; y aprovecha la ocasión para inculcar esa modestia y sujeción
que las mujeres deben mantener en la santa congregación.
En el capítulo tercero, después de haber declarado la excelencia del
obispado, describe a un verdadero obispo, y enumera las cualidades
que debe tener. Luego, describe las cualidades de los diáconos, y de
las esposas, tanto de éstos como de los obispos. Y, a fin de que
Timoteo sea más diligente y consciente en observar todas las cosas,
le recuerda que tiene que emplearse en el gobierno de la Iglesia, "la
cual es la casa de Dios, columna y apoyo de la verdad". Finalmente,
menciona el punto fundamental y principal de toda la doctrina
celestial, aquel que se relaciona con el Hijo de Dios manifestado en
la carne; en comparación del cual, todas las demás cosas, a las cuales
él se dio cuenta que los hombres ambiciosos se habían dedicado
completamente, tendrían que reconocerse como de ningún valor.
En cuanto a lo que sigue, después de haber recomendado modestia y
amabilidad en las reprensiones, razona acerca de las viudas, que en
un tiempo fueron admitidas al servicio de la Iglesia. Ordena que no
hayan de ser recibidas indistintamente, sino sólo aquellas que,
habiendo sido aprobadas en toda su vida, han llegado a los sesenta y
no tienen lazos domésticos. De aquí sigue con los ancianos, y explica
cómo deben conducirse a sí mismos, tanto en la conducta como en el
ejercicio de la disciplina. El Apóstol sella esta doctrina por medio de
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un solemne juramento, y de nuevo le prohíbe admitir a cualquiera,
descuidadamente, para que desempeñe el oficio de anciano. Le
exhorta a tomar vino, en lugar de agua, para la preservación de su
salud. Al final del capítulo le exhorta a diferir la declaración de juicio
sobre las transgresiones ocultas.
En el capítulo seis, da instrucciones respecto al deber de los siervos,
y aprovecha la ocasión para hacer un vehemente ataque contra los
falsos maestros, quienes, discutiendo sobre inútiles especulaciones,
desean más el lucro que la edificación, y demuestra que la avaricia es
una plaga sumamente mortal. Entonces vuelve a hacer un solemne
cargo similar al anterior, añadiendo que las exhortaciones que hace
ahora a Timoteo no han de quedar sin efecto. Finalmente, después de
referirse de pasada a las riquezas, otra vez prohíbe a Timoteo
ocuparse de doctrinas inútiles.
En cuanto a la inscripción griega ordinaria, que afirma que esta
epístola fue escrita desde Laodicea, yo no estoy de acuerdo con ella;
puesto que Pablo, escribiendo a los colosenses al encontrarse
prisionero, afirma que jamás había visto a los laodicenses; aquellos
que sostienen dicha opinión, la cual yo rechazo, están obligados a
aceptar dos clases de laodicenses en Asia Menor, aunque sólo una es
mencionada por los historiadores. Además, cuando Pablo fue a
Macedonia, dejó a Timoteo en Éfeso, según declara expresamente. Él
escribió esta epístola ya sea en el camino antes de llegar allá, o
después de haber regresado del viaje. Ahora bien, Laodicea,
evidentemente, está a mayor distancia de Macedonia que Éfeso; y no
es probable que Pablo, a su regreso, fuese a Laodicea, pasando por
Éfeso, puesto que especialmente había muchas razones que le
apremiaban a visitarlo; y por lo tanto, yo más bien pienso que la
escribió desde otro lugar. Pero éste no es un asunto de tanta
importancia como para que yo desee discutirlo con aquellos que
opinen de diferente manera. Que cada cual siga su propio juicio. Yo
únicamente señalo lo que al menos en mi opinión es más probable.
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CAPITULO 1
26
5. Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de
corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,
6. de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana
palabrería,
7. queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni
lo que afirman.
8. Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente;
9. conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los
transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los
irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los
homicidas,
10. para los fornicarios, para los sodomitas, para los
secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se
oponga a la sana doctrina,
11. según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha
sido encomendado.
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12. Doy gracias. Grande es la dignidad del apostolado que Pablo
reclamaba para sí; porque mirando hacia su vida pasada, no podía en
ninguna forma considerarse digno de tan señalado honor. Por
consiguiente, para evitar que le acusaran de presunción tiene
forzosamente que mencionar su propia indignidad; mas, a pesar de
todo, él afirma que es apóstol por la gracia de Dios. Pero va más allá
todavía, y torna a su favor aquello que parecía menguar su autoridad,
declarando que la gracia de Dios brilla en él aun con más fulgor.
A Cristo Jesús nuestro Señor. Cuando da gracias a Cristo, suprime
aquella aversión hacia él que pudieran haber albergado, y corta de
raíz todo motivo que pudiera dar lugar a esta pregunta: "¿Merece o
no este oficio tan honorable?"; porque aunque en sí no tenía grandeza
alguna, sin embargo, es suficiente que haya sido escogido por
Jesucristo. Hay, ciertamente, muchos que con las mismas palabras
hacen una exhibición de humildad, pero se encuentran muy distantes
de la rectitud de Pablo, cuya intención era, no sólo ufanarse
valerosamente en el Señor, sino desprenderse de toda la gloria que
fuese suya. ("Sino separarse de toda ostentación, y reconocer
sinceramente su propia indignidad.")
Poniéndome en el ministerio. ¿Por qué da gracias? Porque ha sido
puesto en el ministerio; pues de aquí concluye que el Señor le tuvo
por fiel. Cristo no recibe a ninguno en la forma que lo hacen las
personas ambiciosas, ("Cristo no actúa como los hombres, por
ambición, colocando a las personas en un puesto, sin considerar por
qué, o cómo".), sino que selecciona únicamente a los que están bien
calificados; por tanto, todos aquellos a quienes Él confiere algún
honor deben ser tenidos por dignos. Tampoco es incompatible con
esto, el que Judas, de acuerdo con la predicción (Sal. 109:8), fuese
exaltado por un poco de tiempo, para después caer repentinamente.
En cambio, con Pablo todo fue distinto: él obtuvo el honor para un
propósito diferente, y bajo diferentes condiciones, pues Cristo le
declaró que le era un "instrumento escogido" (Hch. 9:15).
Empero en esta forma Pablo parece decir que la fidelidad, con la cual
él fue previamente señalado, era la causa de su llamamiento. De ser
así, el agradecimiento hubiera sido hipócrita y contradictorio; porque
él podría atribuir su apostolado, no sólo a Dios, sino a sus propios
méritos. Yo niego, por lo tanto, que él fuese admitido dentro del
apostolado porque Dios pudo haber previsto su fe; ya que Cristo no
vio en él nada bueno sino lo que el Padre le otorgó. Sin embargo,
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sigue siendo verdadero lo que Jesús dijo: "No me elegisteis vosotros
a mí, mas yo os elegí a vosotros" (Jn. 15:16). Y por el contrario,
Pablo arranca de aquí la prueba de su fidelidad, y de que Cristo le
haya hecho apóstol; pues declara que quienes Cristo hace apóstoles
tienen que ser declarados fieles mediante su decreto. En suma, este
acto judicial no es atribuido por él al preconocimiento, sino que más
bien señala el testimonio que se presenta ante los hombres; como si
dijera: "Doy gracias a Cristo, quien, al llamarme al ministerio, ha
declarado abiertamente que sanciona mi fidelidad". ("Aquí tenemos a
Pablo calumniado por muchos; como vemos, siempre hay muchos
perros que ladran contra los siervos del Señor, sin otro fin que
despreciarlos, o más bien hacer que su doctrina sea despreciada y
aborrecida. Deseando hacer callar las bocas de tales personas, Pablo
afirma que está satisfecho de tener la garantía y autoridad de Cristo.
Como si dijera: «Los hombres pueden rechazarme, pero me basta
haber sido declarado fiel por Uno que tiene toda autoridad en sí
mismo, y que, siendo el Juez celestial, 'lo ha declarado. Cuando me
puso en este oficio, Él declaró que me reconocía por siervo suyo, y
que se proponía emplearme en la predicación de su Evangelio. Esto
me basta. Que los hombres tramen y urdan tantas calumnias como
quieran. Con tal que yo tenga a Cristo de mi parte, que ellos se
mofen de mí, pues tal cosa me tiene sin cuidado; porque la decisión
pronunciada por el Señor jamás puede ser revocada». En esta forma
vemos cuál fue la intención de Pablo, a saber, que Cristo no vio en él
alguna cosa digna para conferirle tan honorable oficio, sino que
simplemente, al conferírselo, Él declaró y evidenció ante los
hombres, que se proponía emplearlo en su servicio." Fr. Ser.)
Al que me fortaleció. Ahora introduce y menciona otro acto de la
bondad de Cristo: "que lo fortaleció", o que lo "hizo fuerte". Con esta
expresión no sólo quiere decir que fue formado por la mano de Dios,
para estar bien calificado para el desempeño de su oficio, sino que
incluye igualmente el continuo otorgamiento de la gracia. Porque no
hubiera bastado que una sola ocasión hubiese sido declarado fiel, si
Cristo no le hubiera fortalecido con la constante comunicación de Su
socorro. Él reconoce, por tanto, que es deudor a la gracia de Cristo
por dos motivos: porque una vez fue elevado a su oficio, y porque
continúa en él.
13. Habiendo yo sido antes blasfemo y perseguidor; un blasfemo
contra Dios, y un perseguidor y opresor contra la Iglesia. Vemos aquí
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con cuánta sinceridad reconoce él que esto se le hubiera podido
imputar como reproche, y cuan lejos está de atenuar sus pecados, y
cómo también al reconocer voluntariamente su indignidad, exalta la
magnificencia de la gracia de Dios. No satisfecho con llamarse a sí
mismo un "perseguidor", se propuso expresar más claramente su saña
y crueldad mediante el vocablo adicional de injuriador o insolente.
Porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. "Obtuve perdón",
dice él, "por mi incredulidad; la cual procedía de mi ignorancia";
porque la opresión y la persecución no eran otra cosa sino los frutos
de la incredulidad.
Pero parece insinuar que no puede haber perdón sino cuando la
ignorancia pueda aducirse como excusa. ¿Y qué entonces? ¿Acaso
Dios jamás perdonará al que haya pecado a sabiendas? Yo respondo
que debemos fijarnos en la palabra incredulidad; ("Por incredulidad,
o por no tener fe."), porque este término limita la declaración de
Pablo a la primera tabla de la ley. Las transgresiones de la segunda
tabla, aunque sean voluntarias, tienen perdón; pero aquel que a
sabiendas y deliberadamente quebranta la primera tabla, peca contra
el Espíritu Santo, porque está en directa oposición a Dios. No peca
por debilidad, sino que, precipitándose inicuamente contra Dios, da
una prueba segura de su condenación.
Y de aquí puede obtenerse una definición del pecado contra el
Espíritu Santo: primero, dicho pecado es una abierta rebelión contra
Dios en la transgresión de la primera tabla; segundo, es un malicioso
rechazamiento de la verdad; porque cuando la verdad de Dios no es
rechazada deliberadamente y con malicia, el Espíritu Santo no es
resistido. Finalmente, incredulidad se emplea aquí como un término
general; y la intención maliciosa que se contrasta con la ignorancia,
puede considerarse como el punto de diferencia. ("En la definición
del pecado contra el Espíritu Santo, incredulidad es el término
general; y el propósito malicioso, que es lo contrario de la
ignorancia, puede ser considerado como aquello que los dialécticos
llaman la diferencia, la cual limita lo que es general.")
Por consiguiente, están equivocados aquellos que afirman que el
pecado contra el Espíritu Santo consiste en la transgresión de la
segunda tabla, y también lo están quienes sólo consideran como
simple violencia irreflexiva un crimen tan atroz. Porque los hombres
pecan contra el Espíritu Santo cuando emprenden una guerra
deliberada contra Dios, a fin de extinguir esa luz del Espíritu que les
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ha sido ofrecida. Ésta es una espantosa maldad y un monstruoso
atrevimiento. Tampoco se puede dudar de que, mediante una
amenaza implícita, él se propuso atemorizar a todos los que una vez
fueron iluminados, para que no tropezaran contra la verdad que ya
conocían; porque una caída semejante es destructiva y fatal; pues si
por ignorancia Dios perdonó a Pablo sus blasfemias, aquellos que a
sabiendas e intencionadamente blasfeman no deben esperar ningún
perdón.
Mas pudiera pensarse que lo que ahora dice no tiene ningún objeto;
porque la incredulidad, que siempre es ciega, jamás puede separarse
de la ignorancia. Yo respondo, que entre los incrédulos algunos están
tan ofuscados que se engañan por una falsa representación de la
verdad; y otros, no obstante estar cegados, la malicia prevalece en
ellos. Pablo no estaba del todo libre de una disposición perversa;
pero se había precipitado hacia ella movido por un celo irreflexivo,
como para pensar que lo que hacía era correcto. Fue así como se
convirtió en adversario de Cristo, mas no por intención deliberada,
sino por error e ignorancia; pero los otros fueron impulsados por la
ambición, y por un odio ruin contra la sana doctrina, y aun por la
furiosa rebelión contra Dios; de suerte que maliciosa e
intencionadamente, y no por ignorancia, se rebelaron contra Cristo.
(Vale la pena considerar si una gran parte de este hábil argumento no
pudiera haberse evitado mediante un arreglo diferente del pasaje:
"Habiendo sido antes blasfemo, y perseguidor, e injuriador (porque
lo hice por ignorancia e incredulidad), mas obtuve misericordia; y la
gracia de nuestro Señor Jesucristo abundó en exceso, con la fe y el
amor que es en Cristo Jesús". (N. del E.)
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14. Pero la gracia de nuestro Señor. De nuevo exalta Pablo la gracia
de Dios para consigo mismo, no sólo con el fin de suprimir la
aversión hacia ella y dar testimonio de su gratitud, sino también para
utilizarla como un escudo contra las calumnias de los hombres
perversos, cuya plena intención era rebajar su apostolado a un nivel
muy bajo. Cuando dice que abundó, o sobreabundó, la afirmación
implica que la memoria de las transacciones pasadas fue borrada y
absorbida en forma tan completa, que prácticamente no le resultó
desventajoso que Dios antes fuese clemente para con los buenos.
Con la fe y el amor. Se puede pensar que ambas cosas se refieren a
Dios, en este sentido: que Dios demostró en sí ser verdadero, y dio
una demostración de su amor en Cristo, cuando le otorgó su gracia.
Sin embargo, yo prefiero una interpretación más sencilla: la de que
"la fe y el amor" son indicaciones y pruebas de esa gracia que él
había mencionado, para que no supusieran que él se jactaba
inútilmente o sin razón. Y, ciertamente, pone en contraste "la fe" con
la incredulidad; y "el amor de Cristo" en oposición a la crueldad que
él había ejercitado para con los creyentes; y tal cosa es como si dijera
que Dios le había cambiado de forma tan completa, que se había
hecho un hombre totalmente nuevo. Así que, de las señales y de los
efectos, él celebra en términos exaltados la excelencia de esa gracia
que debe borrar el recuerdo de su vida pasada.
15. Palabra fiel. Después de haber defendido su ministerio contra las
calumnias e injustas acusaciones, y no satisfecho con esto, torna para
provecho suyo aquello que sus adversarios pudieron haber esgrimido
en contra suya como reproche. Demuestra también que fue
provechoso para la Iglesia que él haya sido la persona que realmente
fue antes de ser llamado al apostolado, porque Cristo, al tomarlo a él
como ejemplo, invita a todos los pecadores a la firme y segura
esperanza del perdón. Porque cuando él, siendo una bestia salvaje y
fiera, fue cambiado en un pastor, Cristo, al transformarlo, hizo una
notable exhibición de su gracia, mediante la cual todos podrían ser
inducidos a creer firmemente que a ningún pecador, por monstruosas
y graves que hayan sido sus transgresiones, se le cierra la puerta de la
salvación.
Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Pablo
hace primero esta declaración general, y luego la adorna con un
prefacio, como acostumbra a hacerlo en asuntos de gran importancia.
En la enseñanza de la religión, ciertamente, el punto principal es
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acudir a Cristo, para que, estando perdidos en nosotros mismos,
podamos obtener la salvación de Él. Que este prefacio llegue a
nuestros oídos como el sonido de una trompeta que proclama las
alabanzas de la gracia de Cristo, a fin de que podamos creerla con
una fe todavía más vigorosa. Que sea para nosotros como un sello
que imprima sobre nuestros corazones una firme convicción del
perdón de los pecados, la cual, de otro modo, con dificultad hallaría
entrada en nuestro ser.
Palabra fiel es ésta. ¿Por qué llama Pablo la atención con estas
palabras, si no es porque los hombres siempre están disputando entre
sí acerca de su salvación? ("Si no es porque los hombres siempre
están disputando, y tienen dudas entre ellos mismos acerca de su
salvación.")
Pues, aunque el Padre una y mil veces nos ofrece la salvación, y
aunque Cristo mismo nos habla de su misión, con todo, no por eso
dejamos de albergar temores, o reflexionar dentro de nosotros
mismos si realmente esto es así. Por tanto, cuando en nuestra mente
surja alguna duda tocante al perdón de los pecados, aprendamos a
rechazarla valerosamente con el escudo de que es una verdad
indubitable, y merece ser recibida sin discusión.
Para salvar a los pecadores. El vocablo pecadores es enfático; porque
aquellos que reconocen que la misión de Cristo es salvar, tienen
dificultad en admitir que esa salvación es para los "pecadores".
Nuestra mente se siente siempre inclinada a considerar nuestra propia
dignidad; y tan pronto como ésta aparece, nuestra confianza se va a
pique. Por consiguiente, cuanto más se vea uno oprimido por sus
pecados, más valerosamente debe acudir a Cristo confiando en esta
doctrina: que Él vino a traer salvación, no a los justos, sino a los
"pecadores". También merece atención que Pablo derive una
conclusión del oficio general de Cristo, para que lo afirmado por él
recientemente sobre su persona, no parezca un absurdo por razón de
lo novedoso.
De los cuales yo soy el primero. Cuidémonos de pensar que el
apóstol, bajo una pretendida modestia, haya hablado falsamente,
porque él se propuso hacer una confesión no menos verdadera que
humilde, y emanada de lo profundo de su corazón. ("Debemos estar
alerta contra el pensamiento de que el apóstol haya hablado bajo una
pretendida modestia, y que no pensase así en su corazón.")
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Mas algunos preguntarán: "¿Por qué él, que únicamente erró por
ignorar la sana doctrina, y siendo por lo demás intachable en todo
ante los hombres, declaró ser el primero de los pecadores?" Yo
respondo, que estas palabras nos informan de cuan nefando y
horrible es el crimen de la incredulidad delante de Dios,
especialmente cuando va acompañada de la obstinación y la furia de
persecución (Fil. 3:6). Ciertamente, ante los hombres es fácil atenuar,
bajo un pretendido celo irreflexivo, todo lo que Pablo admitió acerca
de sí mismo; pero Dios está más interesado en valorar más alto la
obediencia de fe, que en imputar y considerar la incredulidad
acompañada de obstinación como un pequeño crimen. ("Si
consideramos cuál es el servicio principal que Dios demanda y
acepta, sabremos lo que da a entender cuando dice que la humildad
es el mayor sacrificio que Él aprueba (1 Sam. 15:22). Y ésta es la
razón por la que afirmamos que la fe debe considerarse como la
madre de todas las virtudes. En efecto, aquélla es el fundamento y
origen de todas éstas. De no ser así, todas las virtudes que son
altamente estimadas por los hombres, no tienen valor real; son
solamente otros tantos vicios que Dios condena. Después que la
hayamos colocado entre los ángeles, será rechazada por Dios a pesar
de su buena reputación, a menos que tenga esa obediencia que es por
fe. Así que, será en vano que los hombres digan: «Yo no lo intenté,
ésa fue mi opinión»; porque muy a pesar de sus buenas intenciones y
de su excelente reputación, tienen que ser condenados delante de
Dios por rebeldes. Esto, a primera vista, parece difícil de ser
aceptado. ¿Por qué? Porque siempre vemos que los hombres se
esfuerzan por escapar de la mano de Dios, para echar mano de otros
recursos indirectos. Y con frecuencia dan esta excusa: «Intenté lo que
era recto, ¿por qué no aceptar mi buena intención»? Si esto pudiera
alegarse con éxito, pensamos que sería suficiente; pero tales
paliativos y excusas no valdrán delante de Dios." Fr. Ser.)
Debemos observar cuidadosamente este pasaje, el cual nos enseña
que un hombre, ante el mundo, puede ser no sólo inocente, sino
eminente por sus distinguidas virtudes, y dignísimo de encomios por
su vida ejemplar; sin embargo, por haberse opuesto a la doctrina del
Evangelio, y por su obstinada incredulidad, es reconocido como uno
de los pecadores más perversos. De aquí podemos deducir fácilmente
el valor que delante de Dios tienen todas las fastuosas exhibiciones
de los hipócritas, mientras ellos se empeñen en rechazar a Cristo.
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16. Para que Jesucristo mostrase en mí el primero. Cuando se
autodenomina el primero, alude a lo que había dicho un poco antes,
que él era el primero entre los pecadores; y, en efecto, esta palabra
significa "el principal" o "el más destacado entre ellos". El apóstol
nos quiere decir que, desde el mismo principio, Dios exhibió un
modelo tal, como para que fuese visible desde una plataforma
conspicua y elevada, para que ninguno tuviese la menor duda de que
podría alcanzar perdón, dando por hecho que se acerque a Cristo por
fe. Y, ciertamente, la desconfianza que todos nosotros abrigamos, se
disipa cuando contemplamos en Pablo al modelo visible de esa
gracia que queríamos ver.
17. Por tanto, al Rey de los siglos. Su asombrosa vehemencia
prorrumpe al fin en esta exclamación; porque no podía encontrar
palabras para expresar su gratitud. Porque estas súbitas explosiones
ocurren principalmente cuando nos vemos obligados a interrumpir el
discurso, como consecuencia de haber sido subyugados por la
grandeza del tema. ¿Y qué, acaso puede haber algo más asombroso
que la conversión de Pablo? Pero al mismo tiempo él con su ejemplo
nos recuerda a todos que jamás debemos pensar en la gracia del
llamamiento divino sin ser movidos a una excelsa admiración.
Inmortal, invisible, único y sabio. Esta sublime alabanza de la gracia
que Dios le ha otorgado absorbe todo el recuerdo de su vida pasada.
¡Qué piélago tan inmenso es la gloria de Dios! Estos atributos que él
le aplica, aunque siempre le pertenecen, no obstante, se adaptan
admirablemente a la presente ocasión. El apóstol le llama Rey de los
siglos, porque no está expuesto a ningún cambio; invisible, porque
habita en luz inaccesible (1 Tim. 6:16); y, finalmente, único y sabio,
porque considera insensatez y condena como vanidad toda la
sabiduría de los hombres. El todo concuerda con esa conclusión a
que él llega: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cuan insondables son sus juicios, e inescrutables
sus caminos!" (Rom. 11:33). Pablo quiere decir que la infinita e
incomprensible sabiduría de Dios debe ser contemplada por nosotros
con tal reverencia que, si sus obras trascienden los límites de
nuestros sentidos, debemos aún sentirnos arrobados de admiración.
Sin embargo, en cuanto al último epíteto, único, es dudoso si quiere
reclamar toda la gloria para Dios únicamente, o si le llama único
sabio, o dice que sólo Él es Dios. El segundo de estos significados es
el que yo prefiero; porque éste está en perfecta armonía con el tema
42
que trata, a saber, que el entendimiento de los hombres, sea cual
fuere, debe doblegarse ante el propósito secreto de Dios. Con todo,
yo no niego que él afirme que sólo Dios es digno de toda la gloria;
porque, mientras Él derrame sobre sus criaturas, por todas partes, las
chispas de su gloria, toda la grandeza corresponde real y
verdaderamente sólo a Él. Mas cualquiera de estos dos significados
implica que no existe sino la gloria que pertenece a Dios.
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Pero debemos averiguar, ante todo, cuáles son las profecías de que él
habla. Algunos piensan que Pablo fue enseñado por revelación para
que confiriese el ministerio a Timoteo. Esto lo reconozco como
verdad, pero añado que otros también hicieron revelaciones; porque
no sin razón se valió del plural para expresarse. Por consiguiente,
deducimos de estas palabras que se dijeron varias profecías acerca de
Timoteo, a fin de recomendarlo a la Iglesia. ("Para recomendarlo a la
Iglesia y darle autoridad.")
Siendo aún joven, pudo haber sido menospreciado por causa de su
edad; y Pablo también pudo haberse expuesto a las calumnias, por
haber conferido la ordenación al presbiterio a un joven, antes del
tiempo requerido. Además, Dios lo había designado para empresas
grandes y difíciles; porque él no era de la clase común de los
ministros, sino que se acercaba mucho al rango de los apóstoles, y
frecuentemente ocupaba el lugar de Pablo durante su ausencia. Por
consiguiente, era preciso que él recibiese un testimonio
extraordinario para evidenciar que su misión no le fue conferida al
azar por los hombres, sino que fue escogido por Dios mismo. El ser
honrado con la aprobación de los profetas no fue un evento ordinario,
o común para él u otros; mas por haber mediado circunstancias
especiales fue la voluntad de Dios que Timoteo no fuese aceptado
por los hombres hasta ser previamente aprobado por la propia voz
divina; fue también la voluntad de Dios que no iniciase su ministerio
hasta haber sido llamado por las revelaciones proféticas. Lo mismo
sucedió con Pablo y Bernabé (Hch. 13:2), cuando recibieron la
ordenación al magisterio de los gentiles. Porque éste fue un
acontecimiento nuevo y no común, pues de otra manera no podían
haber evitado los ataques imprudentes y precipitados de los
enemigos.
Mas algunos objetarán: "Si Dios había declarado antiguamente por
sus profetas la clase de ministro que tendría que ser Timoteo, ¿qué
objeto tenía amonestarlo para demostrar que él era realmente esa
persona? ¿Acaso podía él falsificar las profecías que habían sido
dadas por revelación? Yo respondo que no podía suceder en forma
diferente de lo que Dios había prometido; pero al mismo tiempo era
deber de Timoteo no abandonarse a la pereza ni a la inactividad, sino
cooperar alegre y dócilmente con la providencia de Dios. Es por esto
que Pablo, no sin aducir una buena razón y deseando estimularlo
todavía más, menciona las "profecías", por las cuales nos asegura que
44
Dios mismo se comprometió a favor de Timoteo. Además, también
así se le recordaba el propósito para el cual había sido llamado.
Que milites por ellas la buena milicia. Con esto indica que Timoteo,
apoyado por tal beneplácito de Dios, debe luchar valientemente.
¿Qué otra cosa hay que deba o pueda proporcionarnos mayor alegría,
sino el saber que Dios nos ha designado para hacer lo que estamos
haciendo? Éstas son nuestras armas, ésta es nuestra artillería
defensiva a cuyo amparo jamás fracasaremos.
Con la palabra milicia, Pablo afirma indirectamente que debemos
mantener un combate; y esto se aplica universalmente a todos los
creyentes, pero en especial a los maestros cristianos, de quienes
puede afirmarse que son abanderados y adalides. Es como si dijera:
"Oh Timoteo, si tú no puedes cumplir tu misión sin combatir,
recuerda que estás armado por la victoria, y que su evocación te
ayude a despertar. Este combate que sostenemos, teniendo a Dios
como nuestro capitán, es un buen combate; es decir, es glorioso y
obtiene buen resultado." ("Cuando Pablo habla de milicia, añade, a
manera de consolación, y a fin de aminorar el cansancio que
pudiéramos sentir en este mundo, que «esta milicia es buena»; como
si dijera que el resultado será feliz; porque se nos promete la victoria,
y no 'a perderemos, como se dice en Jeremías: «Y pelearán contra ti,
pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para
librarte» (Jer. 1:19). Esto fue lo que declaró nuestro Señor: que el
mundo será siempre tan malvado que rechazará su Palabra, y causará
aflicción a todos los que la predican; pero al fin, los malos serán
derrotados. Cuando hayan hecho todo lo posible por derrotarnos,
Dios triunfará sobre ellos, y esa rebelión y furia que han demostrado,
darán más esplendor al poder que nuestro Señor otorga a su Palabra.
Por esto san Pablo exhorta aquí a los ministros de la Palabra de Dios
a que no se inquieten, ni se desanimen, porque triunfarán; y aunque
los combates sean terribles y enconados, ellos tienen que estar
absolutamente ciertos de que Dios extenderá su mano fuerte para
socorrerlos, y jamás serán derrotados por sus enemigos; pero en
cambio, todos los que se levantaron contra ellos perecerán." Fr. Ser.)
19. Manteniendo la fe y buena conciencia. Yo entiendo la palabra fe
en sentido general, denotando la sana doctrina. Con la misma
significación, Pablo habla poco después del "misterio de la fe" (1
Tim. 3:9). Y, ciertamente, lo principal que se exige de un maestro
son dos cosas: que se mantenga firme en la pura verdad del
45
Evangelio; y en seguida, que la administre con una buena conciencia
y sincero fervor. Cuando exista esto, todo lo demás vendrá por
añadidura.
Desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos. Pablo
demuestra cuan necesario es que la fe vaya acompañada de una
limpia conciencia; porque, de no ser así, experimentaremos el castigo
de una mala conciencia y nos desviaremos de la senda del deber.
Aquellos que no sirven a Dios con un corazón sincero y perfecto,
sino que dan rienda suelta a las inclinaciones perversas, aunque al
principio hayan tenido un entendimiento sano, llegarán a perderlo
completamente.
Debemos observar cuidadosamente este pasaje. Pues sabemos que el
tesoro de la sana doctrina es inestimable, y por lo tanto no hay nada
que debamos temer tanto como que nos sea arrebatado. Empero
Pablo aquí nos informa que sólo hay una forma de guardarlo seguro;
y es ésta: asegurarlo dentro de las cerraduras y de las cajas fuertes de
una buena conciencia. Esto lo experimentamos diariamente;
entonces, ¿cómo es que hay tantos que, desviándose del Evangelio,
se precipitan dentro de sectas perversas, o se meten en monstruosos
errores? Es porque, con esta clase de ceguera, Dios castiga la
hipocresía; mientras que, por otra parte, un genuino temor de Dios
nos da fortaleza para perseverar.
De aquí podemos aprender dos lecciones. Primera, que los maestros
predicadores del Evangelio, juntamente con todas las iglesias, deben
aprender a contemplar con mucho horror una profesión hipócrita y
engañosa de la verdadera doctrina, sabiendo que se castiga con tanta
severidad. Segunda, que este pasaje elimina el obstáculo con que
tantas personas tropiezan y caen, al ver que algunos que
anteriormente profesaban amor a Cristo y al Evangelio, no sólo caen
en sus antiguas supersticiones, sino que (lo que es peor) son atraídos
y confundidos por monstruosos errores. Pues por medio de tales
ejemplos, Dios abiertamente sostiene la majestad del Evangelio, y
abiertamente demuestra que no puede, en ninguna forma, soportar su
profanación. Y es esto lo que la experiencia nos ha enseñado en todas
las épocas. Todos los errores que han existido en la Iglesia cristiana
desde el principio, emanaron de esta fuente. Pues sabido es que
algunos por ambición, y otros por avaricia, extinguieron en su vida el
verdadero temor de Dios. Una mala conciencia es, por tanto, la
madre de todas las herejías; y vemos que un gran número de
46
personas, que no habían abrazado la fe con honradez y sinceridad, se
precipitaron como bestias brutas en los arrobamientos de los
epicúreos, de modo que su hipocresía se hizo manifiesta. Y no sólo
esto, sino que el desprecio a Dios prevalece universalmente, y las
vidas libertinas y licenciosas, en casi todos los niveles sociales,
demuestran que no hay o que sólo existe una mínima porción de
integridad en el mundo; de suerte que hay una razón muy grande
para temer que la luz que se ha encendido pueda extinguirse
rápidamente, y que Dios pueda conceder el puro entendimiento del
Evangelio solamente a unos cuantos.
Naufragaron. La metáfora, tomada del naufragio es sumamente
apropiada; porque nos sugiere que, si deseamos llegar confiadamente
a puerto seguro, nuestra carrera deberá ser guiada por una buena
conciencia, pues de otra manera hay peligro de "naufragar"; es decir,
hay peligro de que la fe se hunda en una mala conciencia, como por
un remolino en un mar tempestuoso. ("¿Qué es la vida humana y
todo su curso? Una navegación. No sólo somos viajeros, como la
Escritura nos enseña (1 Ped. 2:11), sino que tampoco tenemos
solidez Los que viajan, ya sea a pie o a caballo, tienen su camino
firme y seguro; pero en el mundo, en lugar de ir a pie o a caballo,
tenemos que viajar como si estuviéramos en el mar, porque no
tenemos una base sólida. Somos como los que van en una barca, que
siempre están a un paso de la muerte; y la barca es una especie de
tumba, porque ven el agua por todas partes, lista para tragárselos.
Pues, por una parte, está la fragilidad que llevamos dentro, que es
más fluida que el agua; y luego todo lo que nos rodea es como agua,
que fluye por todos lados, mientras que a cada minuto se levantan
vientos y tempestades. Y si es así, ¿qué será de nosotros si no
contamos con una buena barca o con un buen piloto?" Fr. Ser.)
20. De los cuales son Himeneo y Alejandro. El primero será
mencionado otra vez en la segunda epístola, en !a cual también se
dirá qué clase de naufragio tuvo; porque afirmó que la resurrección
era pasada (2 Tim. 2:17,18). Hay razón para creer que Alejandro
también fue atraído por este error tan absurdo. ¿Y nos asombraremos
hoy si algunos son engañados por los ensalmos de Satanás, cuando
vemos que uno de los compañeros de Pablo pereció en una caída tan
espantosa?
Él menciona a ambos ante Timoteo como personas que éste conocía.
Yo, por mi parte, no dudo que este Alejandro sea el mismo
47
mencionado por Lucas, y que trató, sin conseguirlo, de reprimir la
conmoción. Ahora bien, él era de Éfeso, y hemos afirmado que esta
epístola fue escrita principalmente por causa de los efesios. Ahora ya
sabemos cuál fue su fin; y al oírlo, mantengamos la posesión de
nuestra fe mediante limpia conciencia, para que la retengamos firme
hasta el final.
A quienes entregué a Satanás. Como ya mencioné en la explicación
de otro pasaje (1 Cor. 5:5), hay algunos que interpretan esto dando a
entender que ese extraordinario castigo fue impuesto a aquellas
personas; y consideran esto como referencia a dunameis, "los
poderes" mencionados por Pablo en la misma epístola (1 Cor. 12:28).
Porque como los apóstoles estaban investidos con el don de sanidad,
a fin de testificar del favor y de la bondad de Dios para con los
piadosos; así también, contra los malos y rebeldes, estaban armados
de poder, ya fuese para entregarlos al demonio para ser
atormentados, o para imponer sobre ellos otros castigos. De este
"poder", Pedro hizo una demostración con Ananías y Safira (Hch.
5:1), y Pablo, con el mago Barjesús (Hch. 13:6). Pero, por mi parte,
yo más bien prefiero explicarlo como relacionado con la
excomunión; porque la opinión de que el incestuoso corintio recibió
otro castigo aparte de la excomunión, no se sostiene por ninguna
conjetura probable.
Y, si por la excomunión Pablo lo entregó a Satanás, ¿por qué la
misma forma de expresarse no ha de tener aquí en este pasaje la
misma importancia? Además, esto explica muy bien la fuerza de la
excomunión; porque dentro de la Iglesia Cristo retiene el trono de su
reino, pero fuera de la misma no hay nada sino el dominio de
Satanás. Por consiguiente, quien es expulsado de la Iglesia debe ser
colocado por un tiempo bajo la tiranía de Satanás, hasta que, siendo
reconciliado con la Iglesia, regrese a Cristo. Hago sólo una
excepción: que, por la enormidad de la ofensa, él pudo haber
pronunciado una sentencia de excomunión perpetua contra ellos;
pero en ese punto no me aventuro a hacer una afirmación positiva.
Para que aprendan a no blasfemar. ¿Cuál es el significado de esta
última cláusula? Es cierto que quienes han sido expulsados de la
Iglesia se tomarán mayor libertad de acción, y siendo liberados del
yugo de la disciplina ordinaria, se entregarán a una conducta
descarada. Pero yo respondo, que no importa el grado de perversidad
a que ellos se entreguen; las puertas se les cerrarán para que no
48
contaminen al rebaño, porque el mayor daño que pueden causar los
hombres perversos, es cuando se juntan con los demás bajo el
pretexto de tener la misma fe. En cambio, el poder de dañar se les
restringe cuando son marcados con el sello de la infamia pública, de
modo que ninguno sea tan simple como para ignorar que estos
hombres son irreligiosos y detestables, y que su compañerismo debe
ser rehuido por todos. También, algunas veces, sucede que —siendo
señalados por esta marca de desgracia— se hacen menos atrevidos y
obstinados; y por tanto, aunque este remedio algunas veces los hace
más perversos, sin embargo no es del todo ineficaz para dominar su
fiereza.
CAPITULO 2
49
manda a los efesios que incluyan en sus oraciones a todos los
hombres, y que no las limiten al cuerpo de la Iglesia.
Confieso que no entiendo completamente cuál es la diferencia entre
tres de las cuatro clases de plegarías que Pablo enumera. La opinión
expresada por Agustín, que tuerce las palabras de Pablo como para
denotar las observaciones ceremoniales acostumbradas en aquel
tiempo, es completamente pueril. Una explicación más sencilla es
dada por aquellos que piensan que las "rogativas" son cuando
pedimos ser librados de lo que es malo; las "oraciones" son cuando
deseamos obtener algo provechoso; y las "peticiones", cuando
deploramos delante de Dios los daños que hemos sufrido.
Sin embargo, yo, por mi parte, no puedo establecer la diferencia de
manera tan ingenua; o, al menos, prefiero otro modo de distinguirlas.
Proseujai es el vocablo griego para toda clase de oraciones; y deesis
denota aquellas formas de peticiones en que se pide algo concreto.
De esta forma los dos vocablos concuerdan mutuamente en género y
especie. Enteuxesis es la palabra empleada comúnmente por Pablo
para significar aquellas oraciones que ofrecemos los unos por los
otros La palabra empleada en la traducción latina es intercesiones,
"intercesiones". No obstante, Platón, en su segundo diálogo,
intitulado Alcibíades, la usa en diferente sentido, para indicar una
petición definida ofrecida por una persona en favor de sí misma; y en
cada inscripción del libro, y en muchos pasajes, él demuestra
llanamente, como he dicho, que proseuje es un término general.
("Dernesis, si nos fijamos en su sentido etimológico, se deriva de apo
tou deisthai, «de estar en necesidad», y es una petición por eso ou
deometba, «que necesitamos».. Esto lo define muy correctamente
Gregorio Nacianceno en su XV Oda Jámbica: Deesin oíou aitesm
endeon, «considera que cuando te falta algo, tu petición es deesis».
Si otra vez nos fijamos en el uso común de la palabra, es «una
petición de un beneficio». Mi opinión es que los diferentes nombres
expresan la misma cosa, vista bajo diferentes aspectos. Nuestras
oraciones son llamadas deesis, en tanto que por medio de ellas
declaramos a Dios nuestra necesidad; porque deesthai es «estar
necesitado». Son proseujai, en tanto que contienen nuestros deseos.
Son altérnala, en cuanto expresan peticiones y deseos. Son enteuxeis,
en tanto que Dios nos permite acercarnos a Él, no con timidez, sino
en una forma familiar; porque enteuxis es una conversación familiar
y una entrevista." Witsio, Sobre la Oración del Señor.)
50
Empero, para no detenernos más de lo necesario en un asunto que no
es esencial, Pablo, en mi opinión, simplemente ordena que siempre
que se eleven oraciones públicas, deberán hacerse peticiones y
rogativas por todos los hombres, aun por aquellos que por el
momento no estén relacionados con nosotros. Y no obstante, esta
acumulación de palabras no es superflua; pues me parece que Pablo
intencionalmente junta estos tres términos con el mismo objeto, es
decir, a fin de recomendar con más ahínco, y pedir con más
vehemencia, las oraciones intensas y constantes.
Y acciones de gracias. En cuanto a este término, no existe oscuridad;
porque así como nos pide que supliquemos a Dios por la salvación de
los pecadores, así también quiere que demos gracias por su éxito y
prosperidad. Esa admirable bondad que manifiesta diariamente,
cuando "hace que su sol salga sobre malos y buenos" (Mt. 5:45), vale
la pena agradecerla; y el amor a nuestros prójimos debe extenderse
también a quienes no lo merecen.
2. Por los reyes. Él expresamente menciona reyes y otros
magistrados, porque, más que todos los demás, ellos podrían ser
odiados por los cristianos. Todos los magistrados que existían en
aquel tiempo eran enemigos acérrimos de Cristo; y por lo tanto se les
podría ocurrir este pensamiento: que no deberían orar por aquellos
que dedicaban todo su poder y toda su riqueza para combatir contra
el reino de Cristo, cuya extensión sobrepasa a todo lo que se puede
desear de Dios no deba ser acatada. Por consiguiente, sabiendo que
Dios designó magistrados y príncipes para la preservación de la
humanidad, y pese a la deficiencia con que ellos ejecuten el cometido
divino, no debemos por eso dejar de amar lo que pertenece a Dios, y
desear que permanezca en vigor. Ésta es la razón por la que los
creyentes, en cualquier país donde vivan, no sólo deben obedecer las
leyes y el gobierno de los magistrados, sino que en sus oraciones
deben también suplicar a Dios por la salvación de sus gobernantes.
Jeremías dijo a los israelitas: "Y procurad la paz de la ciudad a la
cual os hice traspasar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz
tendréis vosotros la paz" (Jer. 29:7). La doctrina universal es ésta:
que debemos desear la continuación y el estado pacífico de aquellos
gobiernos que han sido designados por Dios.
Para que vivamos quieta y reposadamente. Al demostrar la
superioridad, él ofrece un aliciente más; porque enumera los frutos
que nos produce un gobierno bien ordenado. El primero es una vida
51
quieta; porque los magistrados están armados con la espada, a fin de
conservarnos en paz. Si ellos no frenasen la temeridad de los
hombres perversos, por todas partes abundarían los robos y
asesinatos. El verdadero camino para mantener la paz se logra, pues,
cuando cada cual obtiene lo que le pertenece, y cuando la violencia
de los más poderosos es frenada.
En toda piedad y honestidad. El segundo fruto es la preservación de
la piedad, es decir, cuando los magistrados se dedican a promover la
religión, a mantener el culto divino, y a cuidar de que las ordenanzas
sagradas sean acatadas con la debida reverencia. El tercer fruto es el
cuidado de la honestidad pública; porque también incumbe a los
magistrados impedir que los hombres se entreguen a asquerosas
brutalidades y a actuaciones perversas y, por el contrario, promover
la decencia y la moderación. Si estas tres cosas se suprimiesen ¿cuál
sería la condición de la vida humana? Si somos, pues, movidos por la
solicitud en favor de la paz social, o de la piedad, o de la decencia,
recordemos que también debemos ser solícitos en favor de aquellos
por cuya instrumentalidad obtenemos tan distinguidos beneficios.
De esto concluimos, que los fanáticos que desean eliminar a los
magistrados están desprovistos de todo sentimiento humanitario, y no
respiran otra cosa sino cruel barbarie. ¡Cuánta diferencia hay entre
decir que debemos orar por los reyes, a fin de que la justicia y la
honestidad prevalezcan, y decir que, no sólo el poder real, sino todo
gobierno, se oponen a la religión! Creemos que el Espíritu de Dios es
el autor del primer sentimiento; y el del último, en cambio, debe de
ser el demonio.
Mas si alguno pregunta: ¿Debemos orar por los reyes de quienes no
obtenemos ninguna de estas ventajas?, yo respondo: el objeto de
nuestra oración es que, guiados por el Espíritu de Dios, ellos
comiencen a impartirnos aquellos beneficios de los cuales
anteriormente nos habían privado. Es, pues, nuestro deber, no sólo
orar por aquellos que ya son dignos, sino porque Dios haga buenos a
los hombres malos. Debemos guiarnos siempre por este principio:
que los magistrados fueron designados por Dios para salvaguardar la
religión, así como para mantener la paz y la decencia de la sociedad,
exactamente en la misma forma que la tierra fue designada para
producir alimento. ("Ni más ni menos como la tierra fue destinada
para producir lo apropiado para nuestra nutrición.") Por consiguiente,
cuando le pedimos a Dios nuestro pan de cada día, le pedimos que
52
fertilice la tierra con su bendición; así tocante a aquellos beneficios
de que ya hemos hablado, debemos considerar los medios ordinarios
que Él ha designado en su providencia para otorgarlos.
A esto hay que añadir que, si nos vemos privados de aquellos
beneficios cuya comunicación Pablo asigna a los magistrados, es por
nuestra propia culpa. Es la ira de Dios lo que hace que los
magistrados nos sean inútiles, en la misma forma que hace que la
tierra se vuelva estéril; y, por lo tanto, debemos orar por la remoción
de aquellos castigos que nos han venido a causa de nuestros pecados.
Por otra parte, los príncipes, y todos los que tienen el oficio de la
magistratura, son aquí advertidos de sus deberes. No es suficiente si,
al dar a cada cual lo que le corresponde, ellos reprimen los actos de
violencia, y mantienen la paz; sino que deben en la misma forma
esforzarse en promover la religión, y regular la moral mediante una
sana disciplina. La exhortación de David (Sal. 2:12) a "besar al
Hijo", y la profecía de Isaías para que sean ayos de la Iglesia (Is.
49:23), no están ahí sin objeto; y, por lo tanto, ellos no tienen
derecho a favorecerse a sí mismos, si descuidan prestar su apoyo
para mantener el culto a Dios.
3. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios. Pablo, después
de haber enseñado que lo que impuso es útil, presenta ahora un
argumento más poderoso: que agrada a Dios; porque cuando
sabemos su voluntad, ésta debe tener la fuerza de todas las razones
posibles. Por bueno él indica lo que es propio y lícito; y, puesto que
la voluntad de Dios es la norma por la que tenemos que regular todos
nuestros deberes, él demuestra que es recto porque agrada a Dios.
Este pasaje es muy digno de nuestra consideración; primero, sacamos
de él la enseñanza general de que la verdadera norma para actuar
bien y con propiedad es acatar y esperar en la voluntad de Dios, y no
emprender nada sino lo que Él aprueba. Segundo, se ha dado aquí
igualmente una regla para la oración piadosa, a saber, que debemos
seguir a Dios como nuestro guía, y que todas nuestras oraciones
deben ser reguladas por Su voluntad y Su mandato. Si hubieran
concedido la fuerza debida a este argumento, las oraciones de los
papistas, en la actualidad, no sufrirían tantas corrupciones. ¿Pues,
como probarán que tienen la autoridad divina para acudir a los
muertos como sus intercesores, o para orar por los muertos? En
suma, de todas sus formas de orar, ¿qué cosa podrán señalar que
agrade a Dios?
53
4. El cual quiere que todos los hombres sean salvos. De aquí se sigue
una confirmación del segundo argumento; ¿y qué cosa podrá haber
más razonable, sino que todas nuestras oraciones estén en
conformidad con este decreto de Dios?
Y vengan al conocimiento de la verdad. Finalmente, Pablo demuestra
que Dios tiene en el corazón la salvación de todos, porque Él invita a
todos al reconocimiento de su verdad. Este argumento pertenece a
esa clase en que la causa se prueba por el efecto; porque, si "el
Evangelio es potencia de Dios para la salvación de todo aquel que
cree" (Rom. 1:16), es cierto que todos aquellos a quienes se dirige el
Evangelio son invitados a la esperanza de la vida eterna. En suma,
como el llamamiento es una prueba de la elección secreta, así
aquellos a quienes Dios hace partícipes de su Evangelio son
admitidos por Él a poseer la salvación; porque el Evangelio nos
revela la justicia de Dios, la cual es segura entrada a la vida.
De aquí podemos ver la pueril locura de aquellos que nos presentan
este pasaje como opuesto a la predestinación. "Si Dios", dicen ellos,
"quiere que todos los hombres sean salvos sin discriminación, es
falso que algunos estén predestinados por Su eterno propósito para la
salvación, y otros lo estén para la perdición". Ellos pudieran haber
tenido alguna base para decir esto, si Pablo estuviese hablando aquí
de los hombres en lo individual; y aunque así fuera, no careceríamos
de los medios para responder a este argumento; porque, aunque la
voluntad de Dios no debe ser juzgada por sus ocultos decretos,
cuando Él nos los revela mediante señales externas, con todo, no
puede deducirse, de ninguna manera, que Él no haya determinado
consigo mismo lo que se propone hacer con cada individuo en lo
personal.
Pero no añadiré más sobre este tema, porque nada tiene qué ver con
este pasaje; pues el Apóstol simplemente quiere decir que no hay
pueblo ni rango en el mundo que quede excluido de la salvación;
porque Dios quiere que el Evangelio sea proclamado a todos sin
excepción. Ahora bien, la predicación del Evangelio da vida; y de
aquí justamente concluye el Apóstol que Dios invita a todos
igualmente a participar de la salvación. Empero el presente discurso
se relaciona a clases de hombres, y no a personas en lo individual;
porque su solo objeto es incluir en este número príncipes y naciones
extranjeras. Que Dios quiere que la doctrina de la salvación sea
disfrutada por ellos, así como por otros, se hace evidente por los
54
pasajes ya citados, y por otros pasajes de naturaleza semejante. No
sin una buena razón se dijo: "Ahora reyes, entended"; y otra vez, en
el mismo Salmo: "Yo te daré los gentiles por heredad, y por posesión
tuya los términos de h tierra" (Sal. 2:8,10).
En suma, Pablo procuró demostrar que es nuestra obligación
considerar, no qué clase de personas fueron los príncipes en aquel
tiempo, sino 'o que Dios quería que fuesen. Ahora bien, el deber que
brota de ese amor que debemos a nuestro vecino es ser solícitos y
esforzarnos por la salvación de todos los que Dios incluye en su
llamamiento, y dar fe de esto por medio de nuestras oraciones.
Con el mismo objeto llama él a Dios nuestro Salvador; porque así fue
predicho en los profetas, tocante a todas las clases y a todas las
naciones.
55
mismo Dios no son excluidos para siempre de la esperanza de la
salvación.
Y un solo mediador entre Dios y los hombres. Esta cláusula es de
igual importancia que la anterior; porque, así como hay un Dios, el
Creador y el Padre de todos, así dice él que sólo hay un mediador,
("Se dice que Cristo es un solo Mediador en el mismo sentido que se
dice que Dios es un solo Dios. Así como hay sólo un Creador del
hombre, así también hay sólo un Mediador para los hombres. Como
Dios es el Dios de todos los que murieron antes de que Cristo
viniera, también lo es de todos los que murieron después; como
Cristo es el Mediador de todos los que murieron antes de Su venida,
también lo es de aquellos que vieron Su día. Ellos tuvieron a Cristo
por Mediador, o algún otro; pero no pudieron tener a otro porque no
hay más que uno. Ellos también pudieron haber tenido otro Creador
aparte de Dios, así como otro Mediador aparte del hombre Cristo
Jesús. Respecto a la antigüedad de Su mediación, Él es representado
desde la creación del mundo como el Mediador que camina «en
medio de los siete candeleros de oro», con «sus cabellos tan blancos
como la lana blanca», característica de la ancianidad (Apoc. 1:14).
Así se representa a Dios con relación a su eternidad (Dan. 7:9). No
hay sino un sólo Dios desde la eternidad, y un Mediador, cuyo oficio
tiene la misma fecha que la fundación del mundo, y corre paralelo
con él." Charnock.), por quien tenemos acceso al Padre; y que este
Mediador fue dado, no sólo a una nación o a un pequeño número de
personas de cierta clase particular, sino a todos; porque el fruto del
sacrificio, por el cual Él hizo expiación por los pecados, se extiende a
todos. Muy especialmente porque una gran parte del mundo estaba
en aquel tiempo alejada de Dios, él menciona expresamente al
Mediador, por quien los que estaban lejos, ahora están cerca.
El término universal todos debe referirse siempre a clases de
hombres, y no a personas; como si dijera que no sólo judíos, sino
gentiles también, no sólo personas de humilde rango, sino también
príncipes, fueron redimidos por la sangre de Cristo. Puesto que él
desea que el beneficio de la muerte de Cristo sea coman a todos,
toma como insulto la actitud de aquellos que, con su opinión, privan
a alguien de la esperanza de la salvación.
Jesucristo hombre. Cuando declara que Cristo es "hombre", el
Apóstol no niega que el Mediador sea Dios; pero, queriendo señalar
el vínculo de nuestra unión con Dios, menciona la naturaleza humana
56
más bien que la divina. Desde un principio, los hombres, inventando
para ellos mismos este o aquel mediador, se apartaron más de Dios; y
la razón fue que, estando predispuestos por el error de que Dios
estaba muy distante de ellos, no sabían a dónde volverse. Pablo
remedia este mal, cuando dice que Dios está con nosotros; porque Él
ha descendido hasta nosotros, de suerte que no necesitamos buscarle
arriba de las nubes. Lo mismo se dice en Hebreos 4:15: "Porque no
tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado".
Y, en verdad, si quedase profundamente grabado en el corazón de
todos que el Hijo de Dios nos tiende la mano de hermano, y que
estamos unidos a Él por el compañerismo de nuestra naturaleza, para
que, desde nuestra baja condición, Él pueda levantarnos hasta el
cielo, ¿quién no decidiría andar en este camino recto, en vez de vagar
por sendas inciertas y tempestuosas? Por consiguiente, siempre que
tengamos que orar a Dios, y pensemos en su elevada e inasequible
majestad, para que no retrocedamos por temor a ella, recordemos a
"Jesucristo hombre", que amante nos invita, y nos lleva de la mano
para que el Padre, que antes había sido objeto de terror y alarma, sea
reconciliado por Él con nosotros y se convierta en nuestro amigo.
Ésta es la única llave que nos abre la puerta del reino celestial, para
que podamos presentarnos ante Dios con entera confianza.
De aquí vemos que Satanás ha seguido este procedimiento en todas
las edades, con el fin de desviar a los hombres del sendero recto. No
quiero hablar de los diferentes métodos por los cuales, antes de la
venida de Cristo, él enajenó las mentes de los hombres para que se
forjaran sus propios sistemas de acercarse a Dios. Hablaré de la
Iglesia cristiana cuando Cristo, al mero principio, estaba fresco en la
memoria de los hombres, y cuando en la tierra todavía resonaba la
deliciosamente suave palabra de su boca: "Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" (Mt. 11:28);
ya entonces hubo, no obstante, algunas personas expertas en el
engaño, que metieron ángeles en Su lugar como mediadores; lo cual
es evidente en Colosenses 2:18. Pero lo que Satanás en aquel tiempo
proyectó secretamente, lo llevó a cabo en tal forma durante el
papado, que difícilmente una persona entre mil reconocía a Cristo
como el Mediador, aun siquiera de palabra. Y entretanto que Su
57
nombre estaba olvidado, la realidad de Su persona era todavía más
desconocida.
Ahora bien, a pesar de que Dios levantó a maestros tan buenos y
fieles, que laboraron por restaurar y traer a la memoria de los
hombres aquellos grandes y bien conocidos principios de nuestra fe,
los sofistas de la iglesia de Roma han recurrido a toda clase de
inventos para obscurecer un punto que es tan claro. Primero, el
nombre del Salvador es tan odioso para ellos, que si alguno
menciona a Cristo como Mediador, sin fijarse en los santos, cae
instantáneamente bajo sospecha de herejía. Más, porque no se
atreven a rechazar completamente lo que Pablo enseña en este pasaje,
ellos lo eluden mediante la explicación insensata de que Él es
llamado "un mediador", y no "el único mediador". Como si el
Apóstol hubiera mencionado a Dios como a uno entre una enorme
multitud de dioses; pues las dos cláusulas están relacionadas
estrechamente, que "hay un solo Dios y un solo mediador"; por lo
tanto, aquellos que colocan a Cristo como "un mediador" entre
muchos, deben aplicar la misma interpretación al hablar de Dios.
¿Acaso se atreverían a destrozar la gloria de Cristo si no estuvieran
impulsados por su ciega ira y por su desfachatez?
Hay otros que se creen más ingeniosos, y que hacen esta distinción:
que Cristo es el único mediador de la redención, mientras que
afirman que los santos son mediadores de la intercesión. Pero la
locura de estos intérpretes es reprobada por la trascendencia del
pasaje, en el cual el Apóstol habla expresamente acerca de la oración.
El Espíritu Santo nos manda orar por todos, porque nuestro único
Mediador admite a todos los que se acercan a Él; justamente así
como por su muerte reconcilió a todos con el Padre. "Y sin embargo,
aquellos que con sacrilegio tan desafiante despojan a Cristo de Su
honor, desean ser considerados como cristianos.
Empero se objeta que esto tiene la apariencia de una contradicción;
porque en este mismo pasaje Pablo nos manda interceder por los
demás, mientras que en la Epístola a los Romanos declara que la
intercesión pertenece únicamente a Cristo (Rom. 8:34). Yo respondo:
las intercesiones de los santos, por las cuales ellos se ayudan
mutuamente en sus pláticas con Dios, no contradicen la doctrina de
que todos tienen únicamente un solo Intercesor; porque las oraciones
de un hombre no son escuchadas a favor de sí mismo, o a favor de
otro, a menos que confíe en Cristo como su abogado. Cuando
58
intercedemos los unos por los otros, estamos muy lejos de hacer a un
lado la intercesión de Cristo, que a Él solo le pertenece; pues se da la
mayor seguridad y la mayor importancia a esa intercesión.
Algunos pensarán, en efecto, que será fácil que nosotros lleguemos a
un acuerdo con los papistas, si colocan por abajo de la intercesión de
Cristo, todo lo que atribuyen a los santos. Éste no es el caso; pues la
razón por la que ellos transfieren a los santos el oficio de la
intercesión, es porque se imaginan que de otra manera se ven
privados de un abogado. Es opinión común entre ellos, que nosotros
necesitamos intercesores, porque somos indignos de presentarnos
delante de Dios por nosotros mismos. Al hablar en esta forma, ellos
despojan a Cristo de este honor. Además, es una horrible blasfemia
atribuir a los santos la excelencia de procurarnos el favor de Dios;
pues todos los profetas, y los apóstoles, y mártires, y aun los mismos
ángeles, están muy lejos de reclamar para sí tales prerrogativas,
siendo que ellos también tienen necesidad de la misma intercesión
que nosotros.
Nuevamente, es un mero sueño, originado en su propio cerebro, que
los muertos intercedan por nosotros; y, por tanto, basar nuestras
oraciones en esto es quitar por completo la confianza en nuestra
invocación a Dios. Pablo establece como regla para invocar a Dios
en la forma apropiada, la fe basada en la Palabra de Dios (Rom.
10:17). Entonces, todo lo que los hombres piensan sin la autoridad de
la Palabra de Dios, será rechazado por nosotros.
Empero para no detenernos en este tema más de lo necesario al
explicar el pasaje, recapitulémoslo en esta forma: que aquellos que
verdaderamente han entendido la misión de Cristo estarán satisfechos
con tenerlo a Él solo, y que nadie se forjará mediadores a su antojo,
sino aquellos que no conocen a Dios ni a Cristo. De aquí concluyo,
que la doctrina de los papistas que obscurece y casi nulifica la
intercesión de Cristo, e introduce pretendidos intercesores sin ningún
apoyo de las Escrituras, está llena de una perversa desconfianza, y de
una descabellada temeridad.
6. El cual se dio a sí mismo en rescate por todos. ("Se dio a sí mismo
antilutron huper, «un rescate por» todos. Si esto no implica la idea
vicaria, dudo mucho que el lenguaje pueda expresarla. Lutron es un
rescate, que da a entender un sentido vicario, en su acepción más
común y autorizada. Anti, que equivale a en lugar de, determina y
fortalece la idea en forma más plena todavía. (Anti, Mt. 2:22). Con
59
esta palabra la Septuaginta tradujo el vocablo hebreo tajat. Y que
tajat denota la sustitución de uno en lugar de otro, ningún estudiante
de hebreo se atreverá a negarlo (véase Gn. 22:13; 2 Sam. 18:33; 2
Rev. 10:24). Huper, que se traduce por y denota una sustitución de
uno en lugar de otro; y esto, agregado a lo demás, vuelve la
expresión determinada y enfática para el propósito posible que tienen
las palabras. Así escribe Clemente Romano: «Jesucristo nuestro
Señor dio su sangre por nosotros, y su carne por nuestra carne, y su
alma por nuestra alma» (Ef. 1 y a los Corintios). Exactamente para el
mismo fin, Justino Mártir se expresa: «Él dio a su propio Hijo en
rescate (huper) por nosotros, el santo por los transgresores, el
impecable por los pecadores, el justo por los injustos, el inmortal por
los mortales» (Ep. a Diog.).a Herveys Theron and Aspasio. El
mencionar la redención en este pasaje no es superfluo, porque hay
una relación necesaria entre las dos cosas: el sacrificio de la muerte
de Cristo y su continua intercesión (Romanos 8:34). Éstas son las dos
partes de Su sacerdocio: porque, cuando a Cristo se le llama nuestro
sacerdote, es en este sentido: que Él una vez hizo la expiación por
nuestros pecados mediante su muerte, para reconciliarnos a Dios; y
ahora, habiendo entrado en el santuario del cielo, aparece en
presencia del Padre, a fin de obtener gracia para nosotros, para que
podamos ser escuchados en Su nombre (Salmo 110:4; Heb. 7:17).
Pablo expone ahora el atroz sacrilegio de los papistas, quienes, al
convertir a los santos muertos en compañeros de Cristo en este
oficio, transfieren a ellos, en igual forma, la gloria del sacerdocio.
Leed el cuarto capítulo de la Epístola a los Hebreos, hacia la
conclusión, y al principio del capítulo quinto, y encontraréis lo que
yo sostengo: que la intercesión por la cual Dios es reconciliado a
nosotros se basa en el sacrificio; lo cual, ciertamente, se demuestra
mediante todo el sistema del antiguo sacerdocio.
Se sigue, por tanto, que es imposible arrancar a Cristo cualquier parte
de su oficio como intercesor, y conferirlo a otros, sin despojarlo del
título del sacerdocio.
Además, cuando el Apóstol lo llama antilutron, "un rescate",
("Cuando él le llama Rescate o Precio de nuestra redención". "Cristo
vino a entregar su vida como lutron. Ahora bien, lutron propiamente
denota el rescate pagado, a fin de librar a cualquiera de la muerte, o
su equivalente, cautividad; o de cualquier castigo en general. Se ha
probado satisfactoriamente que, tanto entre judíos como entre
60
gentiles, se aceptaban víctimas particulares como rescate por la vida
de un delincuente, y para expiar por su delito. El antilutron de este
pasaje es un término más fuerte que el lutron de Mateo 20:28, y está
bien explicado por Hesiquio, antidotan, implicando la sustitución, al
sufrir el castigo una persona por otra. Véase 1 Cor. 15:3; 2 Cor. 5:21;
Tit. 2:14; 1 Ped. 1:18." Bloomfield.), echa por tierra todas las demás
satisfacciones. Sin embargo, no ignoro los perjudiciales inventos de
los papistas, quienes pretenden que el precio de la redención, que
Cristo pagó con su muerte, nos es aplicado por medio del bautismo,
de modo que el pecado original desaparece, y que después somos
reconciliados con Dios mediante satisfacciones. En esta forma ellos
limitan a un corto tiempo, y a una sola clase, el beneficio que fue
universal y perpetuo. Empero una completa ilustración de este tema
se encontrará en la "Institución".
De lo cual se dio testimonio a su debido tiempo; es decir, a fin de que
la gracia pudiese ser revelada en el tiempo designado. La frase, por
todos, que el Apóstol había usado, pudo haber dado lugar a que
surgiera la pregunta: "¿Por qué, pues, Dios había escogido a un
pueblo peculiar, si Él se reveló como un Padre reconciliado para con
todos sin ninguna distinción, y si la sola redención por Cristo fue
común a todos?" Pablo suprime todo motivo para esa pregunta,
relacionando al propósito de Dios el tiempo adecuado ("El tiempo
adecuado y la estación propicia".), para revelar su gracia. Porque si
nos maravillamos de que en invierno los árboles se despojen de su
follaje, los campos se cubran de nieve, y las praderas se endurezcan
por la escarcha; y que, al calor afable de la primavera, lo que
aparecía por un tiempo como muerto, comience a revivir, porque
Dios designó las estaciones para que se sucedieran una tras otra, ¿por
qué no hemos de conceder la misma autoridad a su providencia en
otros asuntos? ¿Acusaremos a Dios de inestabilidad, porque realiza,
en el tiempo apropiado, lo que siempre había determinado y
ordenado en su propia mente?
Por consiguiente, aunque vino de repente al mundo, y era del todo
inesperado que Cristo fuese revelado como Redentor de judíos y
gentiles sin distinción, no pensemos que fue repentino con respecto a
Dios; mas, por el contrario, aprendamos a someter todo nuestro
sentido a su maravillosa providencia. El resultado será que no habrá
nada que proceda de Él que no nos parezca sumamente oportuno. Por
esto, hallamos frecuentemente dicha amonestación en los escritos de
61
Pablo, y especialmente cuando trata del llamamiento de los gentiles;
por lo cual, en aquel tiempo, a causa de la novedad, muchas personas
se espantaron y se quedaron casi confundidas. Aquellos que no están
satisfechos con esta solución de que Dios, mediante su sabiduría
oculta, arregló la secesión de las estaciones, un día sentirán que, en el
tiempo que piensan que Él estaba inactivo, estaba preparando un
infierno para los preguntones.
7. Para esto yo fui constituido. Para que no piensen que hace
aseveraciones imprudentes sobre un tema que él no entendía bien,
afirma que Dios lo ha designado para este fin: para que conduzca a
los gentiles, quienes anteriormente se encontraban alejados del reino
de Dios, a que participen de los bienes del Evangelio; porque su
apostolado tiene el fundamento firme del llamamiento divino. Y por
esta causa trabaja él afanosamente para defenderlo, ya que hay
muchos que lo recibieron con no poca dificultad.
Digo verdad en Cristo, no miento. Pablo emplea un juramento o
protesta, como en un asunto de extraordinaria ponderosidad e
importancia, afirmando que él es un maestro de los gentiles, y que lo
es en fe y en verdad. Estas dos cosas denotan una buena conciencia;
pero, no obstante, él debe descansar sobre la certeza de la voluntad
de Dios. Así Pablo indica que predica el Evangelio a los gentiles, no
sólo con afecto puro, sino también con una conciencia recta y osada;
porque no hace nada excepto por el mandato de Dios.
64
corazón. Con todo, no hay nada que nos impida sacar de esta
afirmación particular una enseñanza general.
9. Asimismo que las mujeres. Así como ordenó a los hombres
levantar manos santas, así ahora prescribe la forma en que las
mujeres deben prepararse para orar correctamente. Y parece haber un
contraste implícito entre aquellas virtudes que él recomienda, y la
santificación externa de los judíos; porque insinúa que no existe
lugar profano, ni sitio alguno donde tanto hombres como mujeres no
puedan acercarse a Dios, a condición de que no sean rechazados por
sus vicios.
Pablo trató de aprovechar la oportunidad para corregir un vicio al
cual casi todas las mujeres se inclinan, ya que, en Éfeso, siendo una
ciudad de mucha riqueza y mercaderías, abundaba especialmente. El
vicio es el de la excesiva avidez y deseos de vestirse lujosamente. Él
desea, pues, que su forma de vestir sea regulada por la modestia y la
sobriedad; porque el lujo y los gastos inmoderados emanan de sus
deseos de exhibición, ya sea por causa del orgullo, o por haberse
apartado de la castidad. Y de aquí debemos sacar la norma de
moderación; porque, ya que el asunto de vestir es cosa pasajera
(como son todas las cosas externas), es difícil fijar un límite, para
saber hasta dónde podemos llegar. Los gobernantes pueden
ciertamente hacer leyes, por medio de las cuales el furor por los
gastos superfluos puede restringirse hasta cierto punto; pero los
maestros piadosos, cuya misión es guiar las conciencias, deben tener
siempre presente el fin de los usos lícitos. Esto al menos deberá
solucionarse indiscutiblemente: que todo lo relacionado con el
vestido que no esté de acuerdo con la modestia y la sobriedad tendrá
que rechazarse.
Sin embargo, debemos siempre comenzar con las disposiciones;
porque donde reina el libertinaje, no habrá castidad; y donde reina la
ambición, no habrá modestia en el vestido externo. Mas por cuanto
los hipócritas comúnmente se valen de todos los pretextos que
pueden encontrar para ocultar sus perversas inclinaciones, nos vemos
obligados a señalar lo que observamos. Sería mucha bajeza negar lo
apropiado de la modestia como el adorno peculiar y constante de las
mujeres virtuosas y castas, o el deber de todas de observar la
moderación. Todo lo que se oponga a estas virtudes no podrá
justificarse. Pablo critica expresamente ciertas clases de superfluidad,
tales como el pelo rizado, las joyas y los anillos de oro; y no es que
65
prohiba expresamente el uso del oro o de las joyas, sino que, siempre
que se exhiben de manera ostentosa, por lo regular traen consigo
otros males que he mencionado, provenientes de la ambición o de la
falta de castidad.
10. Como corresponde a mujeres; porque indudablemente el vestido
de una mujer piadosa y recatada debe ser diferente al de una ramera.
Lo que él establece son marcas de distinción; y si la piedad ha de
testificarse con las buenas obras, esta virtud tiene que hacerse visible
en castidad y vestidos decorosos.
70
CAPÍTULO 3
75
los judíos". y, por tanto, con sobrada razón Pablo manda que un
obispo esté libre de esta mancha.
Y con todo, yo no rechazo la opinión de aquellos que piensan que el
Espíritu Santo se propuso ponerlos en guardia contra la diabólica
superstición que poco después surgió; como si dijese: "Está muy
lejos de ser correcto y propio que el celibato sea impuesto a los
obispos, ya que el matrimonio es un estado altamente recomendable
a todos los creyentes". En esta forma, Pablo no lo exigiría como una
cosa necesaria para ellos, sino que le consideraría como inconsistente
con la dignidad del oficio. Sin embargo, la opinión que ya he dado es
más sencilla y más sólida: que Pablo prohíbe la poligamia en
aquellos que tienen el cargo de obispos, porque es contraria a la
castidad y la fidelidad conyugal.
Empero aquí podría objetarse, que lo que es pecaminoso en todos no
debió haber sido condenado y prohibido sólo en los obispos. La
respuesta es fácil. Cuando categóricamente se prohíbe a los obispos,
no significa de ninguna manera que se permita libremente a los
demás. Sin lugar a duda, Pablo condenó universalmente lo que era
contrario a una ley de Dios no derogada; porque es un estatuto
promulgado: "Y serán una sola carne" (Gen. 2:24). Más él podría,
hasta cierto punto, tolerar en otros aquello que en un obispo hubiera
sido excesivamente vil e imposible de tolerar.
Tampoco establece aquí una ley para el futuro, de que ningún obispo,
que ya tiene una esposa, se case con una segunda o tercera, mientras
que la primera esté viva aún; sino que Pablo excluye del obispado a
cualquiera que sea culpable de tal atrocidad. Por consiguiente, lo que
ya se hizo una vez, y no puede ser corregido, él lo tolera con
desgana, pero sólo en el pueblo común. Pues ¿cuál era el remedio
para aquellos que, dentro del judaísmo, habían caído en la trampa de
la poligamia? ¿Debían haberse divorciado de su segunda y tercera
esposa? Tal divorcio no hubiera sido correcto. Entonces, ya que la
cosa estaba hecha y no podía deshacerse, la pasó por alto, con la
salvedad de que. Ningún obispo fuese denigrado con semejante
baldón.
Sobrio, prudente, decoroso. La palabra que nosotros hemos traducido
sobrio, Erasmo la ti adujo vigilante. Como el vocablo griego nefaleos
("Nefalwn, «vigilante o circunspecto». En cuyo sentido aparece la
palabra en los escritores posteriores; como por ejemplo, en Favorino.
La fuerza de la palabra está bien expresada en la versión Pesch. Sir,
76
«mente sit vigilanti». En lugar de nefalion (la lectura de muchos de
los mejores MSS. y todas las ediciones tempranas), nefaleon fue
introducido por Beza, pero sin suficiente razón; y la primera ha sido
restaurada correctamente por Westem, Griesbach, Matthei, Tittmann
y Vater. Aquí, pues, tenemos una cualidad sugerida mediante el
término episkopos, que denota una superintendencia vigilante."
Bloomfield.), admite ambas significaciones, los lectores pueden
elegir libremente. Yo he preferido traducir sofrona por moderado, en
lugar de sobrio, porque sofrosune tiene un significado más extenso
que sobriedad. Decoroso, significa uno que se conduce a sí mismo
con decencia y propiedad.
Hospedador. ("Voluntariamente hospedando a los extraños.") La
"hospitalidad" de que se habla aquí, es para con los extraños, y esto
era muy común entre los antiguos; porque hubiera sido considerado
vergonzoso para las personas respetables, y especialmente para
aquellos que eran bien conocidos, hospedarse en mesones. En la
actualidad, el estado de cosas es diferente; empero esta virtud es y
será siempre altamente necesaria en un obispo, por muchas razones.
Además, durante la cruel persecución de los piadosos, muchas
personas debieron haber sido obligadas frecuentemente a cambiar sus
habitaciones; y por consiguiente, era necesario que las casas de los
obispos se convirtieran en asilo para los refugiados. En aquellos
tiempos la apremiante necesidad obligaba a las iglesias a brindarse
ayuda mutua, de modo que se proporcionaban hospedaje unos a
otros. Ahora bien, si los obispos no hubiesen señalado el camino a
otros en este campo del deber, la mayor parte, siguiendo su ejemplo,
hubiera descuidado las prácticas humanitarias, y así los pobres
fugitivos se hubieran descorazonado grandemente. ("Que cada uno
sepa que las virtudes requeridas aquí en todos los ministros de la
Palabra de Dios, son con el objeto de dar un ejemplo al rebaño. Es
altamente apropiado que cada uno sepa que, cuando se dice que los
ministros deben ser prudentes, moderados, y de buen
comportamiento moral, es a fin de que otros imiten su ejemplo;
porque no es para tres o cuatro únicamente, esto que se ha dicho, sino
para todos en general. Ésta es la manera en que el ejemplo de los
hombres debe ser provechoso para nosotros, en tanto que ellos se
comporten en forma consecuente, y de acuerdo con la voluntad de
Dios. Y si ellos se apartan de esa determinación aun en forma
insignificante, no debemos concederles tal autoridad como para
77
seguirlos por esa razón; pues debemos prestar atención a lo que
Pablo dice, que hemos de seguir a los hombres entretanto que ellos se
conformen a la pura Palabra de Dios, y sean imitadores de Jesucristo,
para conducirnos por el camino recto." Fr. Ser.
Apto para enseñar. En la Epístola a Tito, se menciona expresamente
la doctrina; aquí Pablo habla sólo en forma breve acerca de la aptitud
para comunicar la instrucción. No basta tener profundos
conocimientos, si no van acompañados del talento para enseñarlos.
Hay muchos que, ya porque su dicción sea defectuosa, o porque no
tengan suficiente habilidad mental, o porque no empleen ese lenguaje
familiar que se adapta al pueblo, se guardan para sí el conocimiento
que poseen. Tales personas, como dice la frase, deben cantar para sí
mismos y para las musas. ("Tales personas deben ocuparse de otra
cosa." Aquellos que tienen el oficio de gobernar al pueblo, deben ser
idóneos para la enseñanza. Y aquí no demanda él verbosidad en el
hablar, porque vemos a muchas personas cuya facilidad de palabra
no es conveniente para la edificación; sino que más bien recomienda
la sabiduría al aplicar la palabra de Dios cuerdamente para provecho
del pueblo.
Vale la pena considerar cómo los papistas sostienen que las
ordenanzas que el Apóstol da no se aplican a ellos en ninguna forma.
No entraré en la explicación de todos los detalles; más en este punto
¿qué clase de asiduidad observan ellos? Y ciertamente el don sería
superfluo; porque ellos rehúyen el ministerio de la enseñanza
considerándolo como bajo y servil, aunque esto corresponde
especialmente al obispo. Pero todo el mundo sabe cuán lejos están de
observar la regla de Pablo, al asumir el título de obispos, y ufanarse
con orgullo de representar un papel sin hablar, a condición única de
que hagan su aparición pública con vestidos teatrales. Como si una
mitra corneada, un anillo engastado de joyas, o una cruz de plata, y
otras bagatelas, acompañadas de una exhibición ociosa,
constituyesen el gobierno espiritual de una iglesia, el cual no puede
separarse de la doctrina más de lo que el cuerpo se pueda separar del
alma.
3. No dado al vino. Mediante la palabra paroinon, ("Algunos
expositores, antiguos y modernos, entienden esto como equivalente a
hubristen o autbade; lo cual, ciertamente, es respaldado por tres
vicios en esta cláusula, estando en oposición a tres virtudes en la
siguiente. Empero, considerando que en el versículo 8 tenemos la
78
expresión me orno prosexontas con referencia a los diáconos, aquí al
menos el sentido físico debe ser incluido; y, de acuerdo con todos los
principios de la interpretación correcta, éste debe sostenerse en el
primer lugar. En el vocablo paramos, la partícula para significa más
allá, denotando exceso. Así aparece la expresión en Habacuc 2:5: «el
que es dado al vino es traicionero»." Bloomfield.), que aquí se
emplea, los griegos denotan no sólo la embriaguez, sino cualquier
intemperancia en el uso del vino. Y, ciertamente, el beber vino en
exceso no sólo es indecoroso en un pastor, sino que comúnmente
acarrea muchas cosas todavía peores; tales como reyertas, actitudes
tontas, conducta incasta, y otras cosas que no es necesario describir.
Mas el contraste que se añade poco después, demuestra que Pablo va
más allá todavía.
No pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas. Como Pablo
contrapone a "un pendenciero" uno que no busca reyertas, y al que es
codicioso de ganancias deshonestas (afilarguron) uno que no lo es,
así a to paroino, aquel que es adicto al vino, contrapone uno que es
apacible o bondadoso. La verdadera interpretación es la de
Crisóstomo: que los hombres adictos al vino y de carácter violento
deben quedar excluidos del obispado. En cuanto a la opinión
expresada por Crisóstomo, de que "pendenciero" significa uno que
hiere con su lengua (es decir, que es culpable de calumnia o de
reproche injuriosos), yo no la admito. Ni tampoco me convence su
argumento, de que no es de gran importancia, si el obispo no hiere
con la mano; porque yo pienso que aquí él reprueba generalmente esa
ferocidad que frecuentemente se encuentra en la profesión militar, y
que es del todo impropia en los siervos de Cristo. Es muy bien sabido
a qué ridículo se exponen a sí mismos aquellos que están más
dispuestos a pegar un puñetazo con la mano, y —aun podríamos
decir— a sacar la espada, que, a arreglar las disputas de otros,
mediante su propio comportamiento sosegado. Pendencieros es por
lo tanto el término que Pablo aplica a aquellos que hacen muchas
amenazas, y que son de temperamento belicoso.
Todas las personas codiciosas son perversamente deseosas de lucro;
porque, donde quiera que esté la codicia, allí estará también esa
bajeza de que habla el Apóstol. "Aquel que desea hacerse rico, desea
también hacerse rico pronto." ("Dives fieri qui vult, e: cito vult fieri."
Juvenal.)
79
La consecuencia es, que todas las personas codiciosas, aunque esto
no se manifieste abiertamente, aplican su mente a ganancias
deshonestas e ilícitas. Por consiguiente, Pablo contrapone a este vicio
el desprecio del dinero; ya que no hay otro remedio por el cual pueda
corregirse. Aquel que no soporte la pobreza con mansedumbre y
paciencia, jamás escapará a la enfermedad de la vil y sórdida codicia.
Amable, no pendenciero. Pablo contrasta con "el pendenciero" al
hombre que no lo es.
Amable —que como ya hemos dicho, es contrastado con "el ser dado
al vino"—, es el término aplicado a aquel que sabe cómo soportar las
injurias con disposición apacible y moderada, que perdona mucho,
que pasa por alto los insultos, que ni se hace ser temido por su rígida
severidad, ni se impone con pleno rigor. No pendenciero, uno que
elude las disputas y reyertas; porque, como escribe en otra parte, "el
siervo del Señor no debe ser contencioso" (2 Tim. 2:24).
4. Que gobierne bien su casa. De aquí se hace evidente que Pablo no
exige que un obispo ignore lo que es la vida humana, ("Que el obispo
no ignore lo que es vivir en el mundo".), sino que sea un cabeza de
familia bueno y digno de admiración; porque, cualquiera que pueda
ser la admiración comúnmente festejada por el celibato y una vida
filosófica desligada por completo de la costumbre ordinaria, sin
embargo, los hombres sabios y precavidos están convencidos por
experiencia, de que aquellos que no desconocen la vida ordinaria,
están más familiarizados con los deberes del trato humano, están
mejor preparados y adaptados para gobernar la Iglesia. Y, por
consiguiente, debemos observar la razón que se añade (v. 5): que
aquel que no sabe cómo gobernar su familia, no será idóneo para
gobernar la Iglesia. Ahora bien, éste es el caso de muchísimas
personas, y ciertamente de casi todos los que han salido de una vida
ociosa y solitaria, como de cuevas y cavernas; porque son como
salvajes y están destituidos de humanidad.
Que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad. El Apóstol no
recomienda a un hombre listo, y profundamente instruido en los
asuntos domésticos, sino a uno que haya aprendido a gobernar una
familia mediante la sana disciplina. Pablo habla principalmente de
los hijos, de quienes se espera que tengan la disposición natural de su
padre; y por consiguiente, será una gran desgracia para un obispo, si
tiene hijos que vivan una vida perversa y escandalosa.
80
Tocante a las esposas, hablará de ellas más adelante; pero de
momento, como he dicho, se ocupa de la parte más importante del
hogar.
En la Epístola a Tito (1:6), Pablo demuestra lo que aquí se quiere
indicar con la palabra honestidad; porque después de afirmar que los
hijos de un obispo no deben ser revoltosos ni desobedientes, Pablo
añade en igual forma: "que no estén acusados de disolución ni de
rebeldía". Él, por tanto, quiere decir, en una palabra, que su conducta
moral debe ser normal, con toda castidad, modestia y seriedad.
5. Pues el que no sabe gobernar su propia casa. ("La casa del
creyente debe ser como una iglesia. Los paganos, que no sabían lo
que era una iglesia, afirmaban que una casa no es más que la imagen
y figura de cualquier gobierno público. Un hombre pobre, que vive
con su esposa, hijos y sirvientes, tiene que comportarse en su casa
como un gobernante público. Pero los cristianos deben ir más allá.
Todo padre de familia debe saber que Dios lo ha puesto en ese lugar
para que sepa cómo gobernar a su esposa, a sus hijos y a sus
sirvientes; de modo que Dios sea honrado en medio de ellos, y que
todos le rindan homenaje. Pablo habla de los hijos. ¿Por qué? Porque
aquel que desea desempeñar su deber como pastor de una iglesia
debe ser como un padre para todos los creyentes. Ahora bien,
supongamos que un hombre no puede gobernar a dos o tres hijos que
tenga en su casa. Ellos son sus propios hijos, y sin embargo él no
puede mantenerlos en sujeción; pues no prestan oídos a todo lo que
les les dice. ¿Cómo entonces podrá gobernar a aquellos que están
distantes, y que puede decirse que no los conoce, que aun rehúsan
hacerse más prudentes, y que piensan que no tienen necesidad de ser
enseñados? ¿Cómo podrá mantener a los hombres en temor, cuando
su propia esposa no está sujeta a él? No pensemos, pues, que sea
impropio si se pide a todos los pastores que sean buenos padres de
familia, y sepan lo que significa gobernar bien a sus hijos. No basta
con condenar a los hijos, pues tenemos que condenar a los padres,
cuando permiten que sus hijos sean peores que otros.")
Este argumento, llevado de lo menos a le más, es evidente en sí
mismo, pues aquel que no es idóneo para gobernar a una familia será
completamente incapaz de gobernar a un pueblo. Además, siendo
evidente que está destituido de todas las virtudes necesarias para ese
fin, ¿qué autoridad tendrá sobre el pueblo, sabiendo que su propia
casa lo hace despreciable?
81
6. No un neófito. Como había hombres de distinguida habilidad y
conocimientos que en aquel tiempo fueron conducidos a la fe, Pablo
prohíbe que tales personas sean admitidas en el oficio de obispos, tan
pronto como hayan hecho profesión de fe cristiana. Y demuestra
cuán grande podría ser el peligro; porque es palpable que
ordinariamente eran vanos y ostentosos, y a consecuencia de esto la
arrogancia y la ambición los haría atrevidos. Lo que Pablo dice,
nosotros lo experimentamos; porque los "neófitos" no sólo tienen un
fervor impetuoso y una firme osadía, sino que también se hinchan de
una tonta confianza, como si pudieran volar más allá de las nubes.
Por consiguiente, no sin razón ellos son excluidos del honor del
episcopado, hasta que, en el curso del tiempo, su orgulloso
temperamento sea subyugado.
No sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. El
juicio o condenación del diablo puede interpretarse en tres formas;
porque algunos piensan que diabolou (del diablo) significa Satanás; y
otros lo entienden como calumniadores. Yo doy preferencia a la
primera opinión; porque raramente ocurre que "juicio" signifique
calumnia. Pero, de nuevo, "el juicio de Satanás" puede entenderse ya
sea activa o pasivamente. Este último sentido es adoptado por
Crisóstomo, y con el cual yo de buena gana estoy de acuerdo. Hay un
contraste elegante, que realza la enormidad del caso: "Si el que es
colocado sobre la iglesia de Dios, cae por su propio orgullo en la
misma condenación que el diablo". No obstante, yo no rechazo la
significación activa, especialmente, de que él le dará al diablo
ocasión para acusarle. Empero la opinión de Crisóstomo es más
correcta. ("Las palabras eis knma empese ton diabolou, de acuerdo
con la mayoría de los expositores antiguos y modernos, se entiende
como la caída dentro de 'la misma condenación y castigo en que el
diablo cayó por el orgullo, lo cual es apoyado por la autoridad de la
Pesch. Syr. Varios expositores eminentes, desde Lufero y Erasmo en
adelante, interpretan tou diabolou. como significando el
«calumniador», o el enemigo infamatorio del Evangelio. El
sustantivo, afirman ellos, se emplea genéricamente para designar a
aquellos que buscan la ocasión de ca-luminar a los cristianos; empero
como dice Calvino, «raramente ocurre que juicio signifique
calumnia». Además, la expresión alabólos tendría que quitarse así de
la justa condenación." Bloomfield.)
82
7. Que tenga buen testimonio de los de afuera. Parece ser muy difícil
que un hombre religioso deba tener, como testigos de su integridad, a
los mismos infieles, que están furiosamente encolerizados para
mentir contra nosotros. Mas el Apóstol quiere decir que, en cuanto a
lo que se relaciona con el comportamiento externo, aun los mismos
incrédulos se verán obligados a reconocerlo como un hombre bueno;
porque, aunque ellos sin motivo calumnian a todos los hijos de Dios,
con todo, no pueden afirmar que sea un hombre perverso, aquel que
lleva una vida buena e inofensiva en presencia de ellos. Tal es ese
reconocimiento de rectitud que Pablo describe aquí. Se añade la
razón:
Para que no caiga en descrédito ni en lazo del diablo; lo cual explico
en esta forma: "No sea que, estando expuesto al reproche, comience a
endurecerse, y se entregue más libremente a toda iniquidad, lo cual
equivale a ponerse a sí mismo en las trampas del demonio". ¿Pues
qué esperanza le queda a aquel que peca sin sentir ninguna
vergüenza?
83
el término obispo era común a todos los presbíteros, y que no había
diferencia entre un presbítero y un obispo.")
Todos están obligados a reconocer esto; y muy especialmente un
pasaje en el primer capítulo de la Epístola a Tito prueba claramente
que éste es el significado (Tit. 1:7). Queda por afirmarse lo que
nosotros entendemos: que "los diáconos" deben ser aquellos que son
mencionados por Lucas (Hch. 6:3), y que estaban encargados de
ayudar a los pobres. Mas aquellos que quieran saber más detalles
sobre los deberes de los diáconos pueden consultar la Institución de
la Religión Cristiana. (Véase Institución de la Religión Cristiana, IV,
III, 9 y ss.)
Deben ser honestos, sin doblez. Las primeras cuatro virtudes con las
cuales Pablo quiere que sean dotados, son lo suficientemente
conocidas de por sí. Con todo, debe observarse cuidadosamente que
él les recomienda ser sin doblez; porque es un hábito muy difícil de
evitar en el desempeño de ese oficio, y sin embargo, debe eludirse
más que cualquier otro.
9. Que guarden el misterio de la fe. Es como si dijera: "Que guarden
pura la doctrina de la religión, y eso desde el fondo del corazón, con
un sincero temor de Dios"; o: "Estando bien instruidos en la fe, como
para no ignorar nada de lo que es necesario que los cristianos
conozcan". Pablo da a la suma de la doctrina cristiana el nombre de
misterio; así como Dios, ciertamente, por medio del Evangelio,
revela a los hombres en la tierra una sabiduría que los ángeles en el
cielo contemplan con admiración; y, por lo tanto, no debe
extrañarnos que exceda a la comprensión humana.
Recordemos, pues, que debe ser acogida con la más profunda
reverencia; y porque jamás podríamos, en nuestra propia fortaleza,
ascender a tales alturas, pidamos humildemente a Dios que nos la
imparta mediante el Espíritu de la revelación. Por otra parte, cuando
vemos a los hombres perversos que ridiculizan esas doctrinas o que
no tienen gusto por ellas, reconozcamos que se debe a la gracia de
Dios el que esas cosas que han sido escondidas a otros estén en
nuestro corazón, y ante nuestros ojos, como dice Moisés
(Deuteronomio 30:11).
Así pues, Pablo desea que los diáconos estén bien instruidos en "el
misterio de la fe"; porque, aunque ellos no tengan la misión de
enseñar, sin embargo, sería excesivamente absurdo desempeñar un
puesto público en la Iglesia, mientras ignorasen lo elemental de la fe
84
cristiana, y muy en especial porque ellos frecuentemente se ven
obligados a dar consejo y a impartir consolación a otros, si es que no
descuidan el cumplimiento de sus deberes. Se añade con limpia
conciencia, porque abarca la vida entera, pero principalmente para
que ellos sepan cómo obedecer a Dios.
10. Y éstos sean sometidos a prueba primero. Pablo desea que
aquellos que han sido escogidos no constituyan una incógnita, sino
que se averigüe su integridad, como la de los obispos. Y de aquí se
hace evidente, que quienes son llamados irreprensibles lo son porque
no tienen ningún vicio o ninguna mácula. Además, esta prueba no es
por una sola hora, sino que constituye una larga experiencia. En
suma, cuando es necesario ordenar a los diáconos, la elección no se
ha de efectuar a la ligera, o sin seleccionar previamente; más se han
de escoger aquellos hombres que estén aprobados por su manera
pasada de vivir en tal forma que, después de que se convoque a un
interrogatorio, sean investigados plenamente para que puedan ser
bien calificados.
11. Las mujeres, asimismo. Él se refiere tanto a las mujeres de los
diáconos como a las de los obispos, porque ellas deben ser ayudas
para sus esposos en sus oficios; cosa que no puede ser, a menos que
su comportamiento exceda al de las demás.
12. Que los diáconos sean. Puesto que Pablo mencionó a las mujeres,
establece la misma norma respecto a los diáconos, como lo había
hecho al principio tocante a los obispos; a saber, que cada uno de
ellos —satisfechos con tener una sola mujer— ponga el ejemplo de
un padre de familia virtuoso y honorable, y que mantenga a sus hijos
y a toda su casa bajo una santa disciplina. Esto refuta el error de
aquellos que entienden este pasaje como refiriéndose a los servidores
domésticos. ("Los servidores domésticos, y no a los diáconos de la
Iglesia.")
13. Porque los que ejerzan bien el diaconado. Debido a la costumbre
que entró en uso uno o dos siglos después de la muerte de los
apóstoles, de escoger a los presbíteros de entre los diáconos, este
pasaje ha sido interpretado comúnmente como describiendo la
elevación a un puesto más elevado, como si el Apóstol llamase al
honor de ser presbíteros a aquellos que fielmente habían
desempeñado el oficio de diáconos. Por mi parte, aunque no niego
que la orden de los diáconos pudiera ser algunas veces el almacigo
de donde los presbíteros fuesen sacados, con todo, yo entiendo las
85
palabras de Pablo como significando, más sencillamente, que
aquellos que han desempeñado este ministerio de manera apropiada,
son dignos de un honor no despreciable; porque no es un empleo
indigno, sino un oficio altamente honorable. Ahora bien, mediante
esta expresión Pablo insinúa cuan ventajoso es para la Iglesia el que
este oficio sea desempeñado por hombres escogidos; porque el santo
desempeño de tal puesto acarrea la estima y la reverencia.
¡Cuán absurdo es que los papistas sostengan que, al fabricar
diáconos, ellos obedecen lo que manda Pablo! Primero, ¿para qué
fabrican diáconos, sino para llevar el cáliz en procesión, y para
recrear la vista de los ignorantes con no sé qué ridículas
exhibiciones? Además, ni aun siquiera observan esto; pues ni un solo
diácono ha sido hecho en los últimos quinientos años, excepto aquel
que, después de dar este primer paso, sea elevado inmediatamente al
sacerdocio. ¡Qué descaro es ufanarse de elevar a un puesto más
elevado a aquellos que han ministrado bien, cuando ellos no
confieren su sacerdocio sino a aquellos que jamás han tocado ni un
solo ápice del diaconado!
Y mucha confianza en la je. Con sobrada razón añade esto; porque
no hay nada que tienda tanto a producir confianza como una buena
conciencia y una vida libre de crimen y reproche; mas, por el
contrario, la timidez debe ser la suerte de aquellos que tienen una
mala conciencia. Y si ellos algunas veces se jactan valientemente de
tener confianza, con todo, ésta no es uniforme ni constante, ni tiene
importancia alguna. Por esta razón Pablo describe la clase de
confianza que debemos tener. "En la fe", dice él que es en Cristo
Jesús"• es decir, que puedan servir a Cristo con mayor firmeza; como
también por otra parte, de aquellos que han actuado con bajeza en el
desempeño de su oficio se puede decir que tienen su boca cerrada y
sus manos atadas, y están descalificados para hacer el bien; porque
no se les ha otorgado ninguna confianza ni autoridad alguna.
87
deben aceptarse como oráculos de Dios, porque son "columna de la
verdad", y por lo tanto no pueden equivocarse!
Primero, debemos ver por qué honra Pablo a la Iglesia con un título
tan excelente. Sosteniendo ante los pastores la grandeza del oficio, él
indudablemente trató de recordarles con qué fidelidad, laboriosidad y
reverencia deben ellos desempeñarlo. ¡Cuán terrible es la venganza
que les espera, si, por su culpa, esa verdad que es la imagen de la
gloria divina, la luz del mundo, y la salvación de los hombres, se
permite que caiga! Esta consideración debe indudablemente hacer
que los pastores estén en continuo temor y temblor, no para privarlos
de toda energía, sino para excitarlos a mayor vigilancia.
De aquí podemos concluir fácilmente con qué sentido emplea Pablo
estas palabras. La razón por la cual la Iglesia es llamada "columna de
la verdad", es porque ella la defiende y la esparce mediante su
instrumentalidad. Dios mismo no baja del cielo a nosotros, ni
diariamente nos envía ángeles para declararnos su verdad; sino que
emplea pastores, a quienes Él ha designado para ese fin. Para
expresarlo en un sentido más llano: ¿no es la Iglesia la madre de
todos los creyentes? ¿No los regenera ella mediante la Palabra de
Dios? ¿No los educa y nutre durante toda su vida? ¿Acaso no los
fortalece, y los lleva finalmente a la perfección absoluta? Por la
misma razón es llamada "columna de la verdad"; porque el oficio de
impartir la doctrina, que Dios ha colocado en sus manos, es el único
instrumento para preservar la verdad, a fin de que no desaparezca de
la memoria de los hombres.
Por lo tanto, esta recomendación está relacionada con el ministerio
de la Palabra; pero si ésta se quita, la verdad de Dios caerá por tierra.
No es que sea menos fuerte si no es sostenida por los hombros
humanos, como ociosamente afirman los papistas; porque es una
espantosa blasfemia afirmar que la Palabra de Dios es incierta, hasta
que obtenga de los hombres aquello que podría llamarse "una
certidumbre prestada". Pablo sencillamente ratifica lo que afirma en
otra parte y en otros términos: que puesto que nuestra fe es por el
oír", no habrá fe, a menos que haya predicación (Rom. 10:17). Por lo
tanto, en relación con los hombres, la Iglesia mantiene la verdad,
porque mediante la predicación la Iglesia la proclama, porque la
conserva pura e íntegra, porque la transmite a la posteridad. Y si la
enseñanza del Evangelio no se proclama, si no hay ministros
piadosos quienes, por su predicación, rescaten la verdad de las
88
tinieblas y del olvido, entonces las falsedades, los errores, las
imposturas, las supersticiones y toda clase de corrupciones reinarán
instantáneamente. En suma, el silencio en la Iglesia es el destierro y
la aniquilación de la verdad. ¿Hay algo que sea forzado en alguna
forma en esta explicación?
Habiendo determinado lo que Pablo quiso decir, volvamos a los
papistas. Primero, al aplicarse ellos mismos este elogio actúan
perversamente, porque se cubren con plumas prestadas. Pues,
concediendo que la Iglesia fuese elevada más allá del tercer cielo, yo
sostengo que tal cosa nada tiene que ver con ellos en ninguna forma.
Más aún, yo puedo tornar el pasaje entero contra ellos; porque, si la
Iglesia "es la columna de la verdad", se sigue que la Iglesia no está
con ellos, cuando la verdad no sólo yace sepultada, sino
horriblemente destrozada, y arrojada, y hollada bajo los pies. ¿Es
esto un enigma o una sutileza? Pablo no quiere que ninguna sociedad
en que la verdad de Dios no mantenga un lugar elevado y conspicuo,
sea reconocida como Iglesia; ahora bien, nada de esto existe en todo
el papado, sino sólo ruinas y desolación; y por lo tanto, la verdadera
marca de una Iglesia no se encuentra allí. Mas el error parte de esto:
que ellos no consideran lo que es de mayor importancia, o sea, que la
verdad de Dios se mantiene por la pura predicación del Evangelio; y
que el mantenimiento de ella no depende de las facultades o
entendimiento de los hombres, sino que descansa en lo que está
mucho más elevado, es decir, en la sencillez de la Palabra de Dios.
16. Grande es el misterio de la, piedad. Tenemos de nuevo aquí otra
cosa importante. Ya que la verdad de Dios no puede, por la ingratitud
de los hombres, ser menos estimada de lo que debe, Pablo exalta su
valor afirmando que "grande es el misterio de la piedad"; es decir,
porque no trata de asuntos viles, sino de la revelación del Hijo de
Dios, "en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría" (Col.
2:3). Los pastores deben contemplar su oficio partiendo de la
grandeza e importancia de tales asuntos, para que puedan dedicarse a
desempeñarlo con mayor conciencia y una reverencia más profunda.
Dios fue manifestado en carne. El traductor de la Vulgata, al omitir
el nombre de Dios, relaciona lo que se sigue a "el misterio", pero en
forma totalmente inapropiada y torpe, como se verá claramente por
una lectura llana y cuidadosa; y aunque él tiene a Erasmo de su parte,
éste, sin embargo, destruye la autoridad de sus propias opiniones, de
modo que no necesito refutarlo. Todas las copias griegas
89
indudablemente están de acuerdo con esta interpretación: "Dios fue
manifestado en carne". Mas concediendo que Pablo no mencionara
expresamente el nombre de Dios, con todo, cualquiera que examine
cuidadosamente todo el asunto, reconocerá que el nombre de Cristo
debe ser puesto. Yo, por mi parte, no vacilo en aceptar la lectura que
ha sido adoptada en las copias griegas. Al llamar a la manifestación
de Cristo, tal como más tarde la describe, "un misterio grande", la
razón es obvia; porque ésta es "la altura, la profundidad, y la anchura
de la sabiduría", que él en otra parte ha mencionado (Ef. 3:18), por lo
cual todos nuestros sentidos deben inevitablemente quedar
anonadados.
Examinemos ahora las diferentes cláusulas en su orden. Pablo no
pudo haber hablado más apropiadamente sobre la persona de Cristo
que con estas palabras: "Dios fue manifestado en carne." Primero,
tenemos aquí un testimonio claro de ambas naturalezas; porque
declara al mismo tiempo que Cristo es verdadero Dios y verdadero
hombre. Segundo, Pablo señala la distinción entre las dos naturalezas
cuando, por una parte, lo llama Dios, y, por la otra, expresa su
"manifestación en la carne". Tercero, él asevera la unidad de la
persona cuando declara que es Uno y el mismo Dios, y que ha sido
manifestado en la carne.
Así, por este sencillo pasaje, la fe verdadera y ortodoxa es defendida
poderosamente contra Arrio, Marción, Nestorio y Eutiques. Hay
también gran énfasis en el contraste de las dos palabras, Dios en
carne. ¡Cuán grande es la diferencia entre Dios y el hombre! Y, sin
embargo, en Cristo contemplamos la infinita gloria de Dios unida a
nuestra corrompida carne en tal forma que se hacen uno. ("Por medio
de la palabra carne Pablo declara que Cristo fue verdadero hombre, y
que se vistió de nuestra naturaleza; pero al mismo tiempo, mediante
la palabra manifestado, demuestra que había dos naturalezas. No
debemos imaginarnos a un Jesucristo que es Dios y a otro Jesucristo
que es hombre; mas debemos saber que Él solo es Dios y hombre a la
vez. Distingamos sus dos naturalezas, tanto para saber que éste es el
Hijo de Dios, como para saber que es también nuestro hermano.
Ahora bien, ya he dicho que Dios permite que las antiguas herejías
con que fue turbada la Iglesia sean reavivadas en nuestro tiempo, a
fin de excitarnos a mayor actividad. Pero, por otra parte, observemos
que el diablo es constreñido a hacer el último esfuerzo para derogar
este artículo de fe, porque él ve claramente que éste es el fundamento
90
de nuestra salvación. Porque si no tenemos este misterio de que
Pablo habla, ¿qué será de nosotros? Somos hijos de Adán, y por lo
tanto nos encontramos bajo maldición; estamos en el hoyo de la
muerte; en suma, somos enemigos mortales de Dios, y así no hay
nada en nosotros sino condenación y muerte, hasta que nos damos
cuenta de que Dios vino a buscarnos, y que, como nosotros no
podíamos elevarnos hasta Él, Él descendió hasta nosotros. Mientras
no hayamos comprendido esto, no seremos sino unos miserables. Por
esta razón el diablo quiso, tanto como pudo, destruir ese
conocimiento, o más bien, mezclarlo con sus mentiras, como para
pervertirlo. Por otra parte, cuando vemos que existe tal majestad en
Dios, ¿cómo nos atreveremos a acercarnos a Él, sabiendo que
estamos llenos de miseria? Debemos, pues, acercarnos a esta unión
de la majestad de Dios con la naturaleza humana. Y así, con todo
respeto, hasta que hayamos conocido la divina majestad que está en
Jesucristo, y nuestra debilidad humana que ha tomado sobre sí,
porque es imposible para nosotros tener esperanza por nosotros
mismos, o ser capaces de contar con los recursos de la bondad de
Dios, o de tener la confianza de invocarlo, y regresar a Él. tn'
resumen, estamos completamente alejados del reino celestial, la
puerta está cerrada contra nosotros, y no podemos acercarnos a ella
en ninguna otra forma." Fr. Ser.
Justificado en el Espíritu. Como el Hijo de Dios "se despojó a sí
mismo" (Fil. 2:7) al tomar sobre sí nuestra carne, así también se
manifestó en Él un poder espiritual que atestiguó que es Dios. Este
pasaje ha recibido varias interpretaciones; pero, por mi parte, estoy
satisfecho con haber explicado el verdadero significado del
pensamiento del Apóstol, hasta donde me sea posible entender, y no
añadiré más. Primero, la justificación denota aquí un reconocimiento
del poder divino; como en el Salmo 19:9, donde se dice que "los
juicios de Dios son todos justos", es decir, son admirable y
absolutamente perfectos; y en el Salmo 51:4, que "Dios es
justificado", significando que la alabanza de su justicia se manifiesta
en forma ilustre. Así también cuando Cristo dice que "la sabiduría es
justificada por sus hijos" (Mateo 11:19 y Le. 7:35), quiere decir que
ellos la han honrado; y cuando Lucas relata que los publícanos
"justificaron a Dios" (Le. 7:29), indica que ellos reconocieron, con la
debida reverencia y gratitud, la gracia de Dios que contemplaron en
Cristo. Lo que aquí leemos tiene, por tanto, el mismo significado que
91
si Pablo dijese que Aquel que apareció revestido de la carne humana,
declaró al mismo tiempo ser Hijo de Dios, de suerte que la debilidad
de la carne no disminuyó Su gloria.
Bajo la palabra Espíritu, Pablo incluye todo lo que en Cristo era
divino y superior al hombre; y lo hace por dos razones: primero,
porque fue humillado en la "carne", el Apóstol ahora, exhibiendo la
ilustración de Su gloria, contrapone "el Espíritu" a "la carne".
Segundo, que la gloria, digna del unigénito Hijo de Dios, que Juan
afirma haber visto en Cristo (Jn. 1:14), no consistía en una
manifestación externa, o en un esplendor terrenal, sino que era casi
totalmente espiritual. La misma forma de expresión emplea en
Romanos 1:3.4: "Jesucristo, que era del linaje de David según la
carne, fue declarado Hijo de Dios con poder"; pero con esta
diferencia: que en ese pasaje menciona una clase de manifestación, a
saber, la resurrección.
1 "Cuando él dice: «son justificados juntamente», el significado es:
todos ellos son justos desde el mayor hasta el menor, sin una sola
excepción. Mediante esta recomendación distingue la Ley de Dios de
las doctrinas de los hombres; porque ninguna mancha o falta puede
encontrase en ella, ya que, en todos los puntos es absolutamente
perfecta." Comentarios sobre el Libro de los Salmos, por Juan
Calvino, vol. I p. 323.
Visto de los ángeles, predicado a los gentiles. Todas estas
afirmaciones son admirables y asombrosas: que Dios se dignó
conferir a los gentiles —lo cual hasta aquí había sido vago e incierto
en la ceguera de sus mentes—, una revelación de su Hijo, que había
sido desconocida aun de los ángeles en el cielo. Cuando el Apóstol
dice que "fue visto de los ángeles", quiere decir que la visión fue tal
como para llamar la atención de los ángeles, tanto por su novedad
como por su excelencia. Cuan singular y extraordinario fue el
llamamiento de los gentiles, lo hemos ya afirmado antes en nuestro
comentario al segundo capítulo de la Epístola a los Efesios. Y no es
asombroso que haya sido un espectáculo nuevo para los ángeles,
quienes, aunque ya sabían acerca de la redención de la humanidad,
con todo no entendían al principio los medios por los cuales sería
realizada; y de quienes debió haberse ocultado, a fin de que esta
admirable manifestación de la bondad de Dios pudiera ser
contemplada por ellos con mayor asombro.
92
Creído en el mundo. Es asombroso, sobre todas las cosas, que Dios
haya hecho a los gentiles, que eran paganos, y a los ángeles, que
mantenían la ininterrumpida posición de su reino, participantes en
igual forma de la misma revelación. Mas esta gran eficacia del
Evangelio predicado, fue un milagro no común, cuando Cristo,
venciendo todos los obstáculos, sometió a la obediencia de la fe a
todos aquellos que del todo parecían incapaces de dejarse domar.
Ciertamente, nada parecía ser más improbable, tan completamente
cerrada y sellada estaba toda entrada. Con todo, la fe triunfó, y su
victoria se impuso en forma increíble.
Finalmente, dice que fue recibido en gloria; es decir, de esta vida
mortal y miserable. Por consiguiente, como en el mundo, por lo que
toca a la obediencia de la fe, así también en la persona de Cristo el
cambio fue admirable cuando, desde la baja condición de un siervo,
Él fue exaltado a la diestra del Padre, para que toda rodilla se doble
delante de Él.
CAPITULO 4
94
floreciente, pero no pasará mucho sin que Satanás comience a
sofocar la semilla pura con las malas hierbas" (comp. Mt. 13:25-38).
Esta advertencia fue provechosa en la época del apóstol Pablo: que
tanto los pastores como también los demás presten seria atención a la
pura doctrina, y no se dejen engañar. Para nosotros en la actualidad
no es menos provechosa, cuando nos damos cuenta de que nada ha
pasado que no se haya predicho por expresa profecía del Espíritu.
Además, podemos notar aquí cuán grande solicitud tiene Dios para
con su Iglesia, cuando la previene tan a tiempo sobre los peligros que
se aproximan. Satanás tiene, ciertamente, muchísimos artificios para
conducirnos al error, y nos ataca mediante asombrosas estratagemas;
empero, por otra parte, nos fortalece lo suficiente, si nosotros de
nuestra propia voluntad decidimos no dejarnos engañar.
No hay, pues, razón para quejarse de que la oscuridad es más
poderosa que la luz, o de que la verdad es vencida por el error; mas,
por el contrario, sufrimos el castigo de nuestro descuido e indolencia
cuando nos desviamos del camino recto de la salvación.
Mas aquellos que se hacen ilusiones de sus propios errores, objetan
que a duras penas es posible distinguir a quién o qué clase de
personas describe Pablo. Como si fuese por nada que el Espíritu
Santo declarase esta profecía, y la publicara con tanta anticipación;
porque, si no hubiera una marca segura, el contenido íntegro del
presente aviso sería superfluo y, consecuentemente, absurdo. Mas
lejos de nosotros pensar que el Espíritu de Dios nos dé alarmas
innecesarias, o que no acompañe la amenaza de peligro
demostrándonos cómo debemos esquivarla. Y esa calumnia es
suficientemente refutada por las palabras de Pablo; porque él señala,
como si fuese con el dedo, ese mal que quiere evitarnos. Él no habla
en términos generales, acerca de falsos profetas, sino que claramente
describe la especie y falsedad de la doctrina; es decir, aquella que,
vinculando la piedad a los elementos externos, pervierte y profana,
como ya he dicho, el culto espiritual a Dios.
Algunos apostatarán de la fe. No se sabe exactamente si habla de
maestros o de oidores; pero me inclino a creer que se refiere a estos
últimos; porque él poco después llama a los maestros "espíritus
engañadores". Y esto es más enfático (enfatikoteron): que no sólo
aparecerán aquellos que siembren doctrinas perversas, y corrompan
la pureza de la fe, sino que jamás les faltarán discípulos a quienes
95
seduzcan para su secta; y cuando una mentira prevalece en esta
forma, surgen de ella mayores dificultades.
Además, no es un vicio insignificante el que describe, sino un crimen
atroz: apostasía de la fe; aunque a primera vista, en la doctrina que él
brevemente considera, no parece ser un mal tan grande. ¿Cuál es el
caso? ¿Es la fe completamente trastornada por causa de la
prohibición del matrimonio o de ciertas clases de comida? Pero
debemos tomar en consideración una razón más elevada: que los
hombres pervierten e inventan a. su gusto el culto divino, para tener
el dominio sobre las conciencias, y que se atreven a prohibir el uso
de las cosas buenas que el Señor ha permitido. Tan pronto como la
pureza del culto divino es menoscabada, ya no queda nada perfecto o
íntegro, y la fe es en sí misma completamente arruinada.
Por consiguiente, aunque los papistas se rían de nosotros cuando
censuramos sus leyes tiránicas acerca de las observancias externas,
no obstante, sabemos que estamos abogando por una causa del más
alto peso e importancia; porque la doctrina de la fe se destruye tan
pronto como se infecta por tales corrupciones. La controversia no es
acerca de carne o pescado, o acerca de un color negro o ceniciento, o
acerca del viernes o miércoles, sino acerca de las disparatadas
supersticiones de los hombres, que desean apaciguar a Dios mediante
tales fruslerías, e inventando una adoración carnal de Él, se forjan
para sí un ídolo en vez de adorar a Dios. ¿Quién se atreverá a negar
que esto es apostatar de la fe?
A espíritus engañadores. Pablo indica profetas o maestros, a quienes
designa así porque se jactan del Espíritu, y, bajo este título, se
introducen dentro del pueblo ganándose su simpatía. Esto en verdad
es cierto todo el tiempo: que los hombres, cualesquiera que sean,
hablan bajo la conmoción del espíritu. Pero no es el mismo espíritu el
que los mueve a todos; porque algunas veces Satanás es un espíritu
mentiroso en la boca de los falsos profetas, con el fin de engañar a
los incrédulos, que merecen ser engañados (1 Re. 22:21-23). Por otra
parte, todo aquel que rinde a Cristo el debido honor, habla por el
Espíritu de Dios, como Pablo testifica (1 Cor. 12:3).
Ahora bien, esa forma de expresión, de la cual ahora hablamos, se
originó primero de esta circunstancia: que los siervos de Dios
profesaron tener por revelación del Espíritu, todo lo que ellos
anunciaron públicamente. Esto fue cierto, verdaderamente; y de aquí
que ellos recibieran el nombre del Espíritu, por cuyo medio Él
96
hablaba. Empero los ministros de Satanás, mediante una falsa
emulación, como los monos, comenzaron poco después a hacer el
mismo alarde, y en la misma forma asumieron el nombre falsamente.
Por esta razón dice Juan: "Probad los espíritus si son de Dios" (1 Jn.
4:1).
Además, Pablo explica lo que quiso decir, añadiendo la frase
doctrinas de demonios; lo cual es como si dijera: "Escuchando a los
falsos profetas, y a sus doctrinas diabólicas". Nuevamente,
observemos que no es un error insignificante, o uno que deba
ocultarse, cuando las conciencias quedan subyugadas por los
inventos de los hombres, y al mismo tiempo se corrompe la
adoración del culto divino.
2. Que con hipocresía hablarán mentiras. Si estas palabras se refieren
a los "demonios", entonces este vocablo significa que los hombres
engañarán a otros, instigados por el diablo. Pero también podemos
emplear las palabras de "hombres que hablarán". Pablo ahora se
refiere a un ejemplo particular, cuando dice que "con hipocresía
hablarán mentiras", y teniendo cauterizada la conciencia. Y,
ciertamente, debe saberse que ambas están íntimamente relacionadas,
de suerte que la primera emana de la última; porque las conciencias
que son malas y están cauterizadas con el hierro candente de sus
crímenes, siempre huyen para esconderse dentro de la hipocresía
como su seguro refugio; es decir, ellos inventan pretextos hipócritas,
para deslumbrar los ojos de Dios; y ¿qué otra cosa hacen aquellos
que se esfuerzan por apaciguar a Dios mediante la máscara de las
ordenanzas externas?
La palabra hipocresía debe, pues, explicarse de acuerdo con el pasaje
en que ahora aparece; porque, primero, debe relacionarse a la
doctrina; y, segundo, denota esa clase de doctrina que adultera el
culto espiritual de Dios cambiando su pureza genuina por ejercicios
corporales; y en esta forma incluye todos los métodos inventados por
los hombres para apaciguar a Dios u obtener su favor. El significado
puede resumirse en esta forma: primero, que todos aquellos que
asumen una pretendida santurronería son guiados por instigación del
diablo; porque a Dios jamás se le adora correctamente mediante
ceremonias externas; pues los verdaderos adoradores "le adoran en
espíritu y en verdad" (Jn. 4:24); y, segundo, que ésta es una medicina
inservible, mediante la cual los hipócritas mitigan sus dolores, o más
97
bien un parche con el cual las malas conciencias tapan su heridas, sin
ninguna ventaja, y para su mayor destrucción.
3. Prohibirán casarse. Habiendo descrito la categoría, Pablo
menciona ahora dos ejemplos, ("Después de emplear el término
general, es decir, las doctrinas de demonios, y mencionar después
una clase, a saber, la hipocresía, él menciona dos ejemplos
individuales de esa hipocresía."), a saber, la prohibición del
matrimonio y de ciertas clases de comida. Ésta emana de esa
hipocresía que, después de haber olvidado la verdadera santidad,
busca algo más para fines de encubrimiento y disfraz; porque
aquellos que no se guardan de la ambición, la codicia, el odio, la
crueldad y cosas semejantes, se esfuerzan por obtener una justicia
mediante la abstención de aquellas cosas que Dios ha dejado para
nuestro libre uso. ¿Por qué son oprimidas las conciencias con esas
leyes, sino es porque la perfección se busca en algo diferente de la
Ley de Dios? Esto no lo hacen sino los hipócritas, quienes, a fin de
poder violar impunemente esa justicia del corazón que la Ley
demanda, se esfuerzan por encubrir su perversidad interior mediante
esos ritos externos como velos con los cuales se cubren a sí mismos.
Ésta fue una amenaza de peligro diferente, de suerte que no era
difícil para los hombres prevenirse contra ella, al menos si hubieran
prestado atención al Espíritu Santo, cuando lo advirtió en forma tan
clara. No obstante, vemos que las tinieblas de Satanás generalmente
prevalecieron, de modo que la clara luz de esta asombrosa y
memorable predicción no resultó de provecho. No mucho después de
la muerte del Apóstol, surgieron los encratitas (que derivan su
nombre de la continencia), los tacianistas ("Taciano, asirio por
nacimiento, y discípulo de Justino Mártir, tuvo un gran número de
seguidores, quienes, después de él, fueron llamados tacianistas; pero
no obstante fueron más frecuentemente distinguidos de otras sectas
por los hombres relacionados con la austeridad de sus costumbres.
Porque, como ellos rechazaron con cierro horror todas las
comodidades y conveniencias de la vida, y se abstuvieron del vino
con tan obstinada rigidez como para emplear únicamente agua en la
celebración de la Cena del Señor; y como ellos maceraban su cuerpo
mediante continuos ayunos, y vivían una vida de riguroso celibato y
abstinencia, fueron pues llamados encratitas (sobrios), hi-
droparastatos (bebedores de agua) y apotactitas (renunciadores)."
Mo-sheim, Hist. Eccl.), los cataros, Montano con su secta, y
98
finalmente los maniqueos, quienes sentían extremada aversión hacia
el matrimonio, y hacia la carne como alimento, y los condenaban
como cosas profanas. Aunque ellos fueron desconocidos por la
Iglesia por su arrogancia, al querer someter a otros a sus opiniones,
es evidente, sin embargo, que aquellos que se les oponían cedieron a
su error más de lo conveniente. No pretendían, aquellos a quienes
ahora me refiero, imponer una ley sobre los cristianos; mas, con
todo, añadían mayor importancia de la debida a las prácticas
supersticiosas, tales como el celibato, y el abstenerse de probar la
carne.
Tal es la disposición del mundo, siempre soñando que Dios debe ser
adorado en una forma carnal, como si Él fuese carnal. Habiendo
empeorado las cosas gradualmente, fue establecida esta tiranía: que
no debe ser lícito para los sacerdotes o monjes entrar en el estado
matrimonial, y que nadie debe atreverse a probar la carne en ciertos
días. No injustamente, por tanto, sostenemos ahora que esta
predicción fue hecha contra los papistas, puesto que el celibato y la
abstención de ciertas clases de comida son ordenadas por ellos en
forma más estricta que cualquier mandamiento de Dios. Ellos creen
que se escapan mediante un ingenioso ardid, cuando destrozan las
palabras de Pablo para dirigirlas contra los tacianistas o los
maniqueos, u otros semejantes; como si los tacianistas no tuvieran la
misma puerta abierta para escapar arrojando la crítica de Pablo contra
los catafrinenses, y contra Montano, el autor de esa secta; o como si
los catafrinenses no pudiesen señalar a los encra-titas, en su lugar,
como los culpables. Empero Pablo no habla aquí de personas, sino de
la cosa en sí; y, por consiguiente, aunque se presenten cien sectas
diferentes, las cuales sean acusadas de la misma hipocresía de
prohibir algunas clases de comida, todas ellas incurrirán en la misma
condenación.
De aquí se concluye que no es propio que los papistas señalen a los
antiguos herejes, como si ellos solos debieran ser criticados; siempre
debemos ver si acaso ellos no son culpables en la misma forma. Ellos
objetan que no se parecen a los encratitas ni a los maniqueos, porque
no prohiben absolutamente el uso del matrimonio y de la carne, sino
que únicamente en ciertos días hacen obligatoria la abstinencia de
carne, y hacen obligatorio el celibato sólo al tratarse de los monjes,
sacerdotes y monjas. Mas también esta excusa es frívola en exceso;
porque primeramente, a pesar de todo, ellos hacen que la santidad
99
consista en estas cosas; en seguida, establecen un falso y espurio
culto a Dios; y finalmente, atan las conciencias mediante una
necesidad de la cual debieron haberse libertado.
En el quinto libro de Eusebio, ("La herejía de los frigenses, como se
le llama, y que todavía prevalece en Frigia, a la cual Apolonio
acometió la tarea de refutar en una obra particular que escribió; por
una parte, corriendo sus falsas predicaciones en referencia a lo que
ellos decían, y por otra, describiendo la vida que vivían sus
fundadores. Escuchémoslo en sus propias palabras respecto a
Montano: «Quién», dice él, «es este nuevo maestro? Sus obras y sus
doctrinas lo manifiestan suficientemente. Él fue quien enseñó las
disoluciones del matrimonio; él fue quien impuso las leyes del
ayuno; él fue quien hizo de esas ciudades llamadas Pepuza y
Timium, pequeños lugares en Frigia, una Jerusalén, a fin de juntar
allí hombres de todos los puntos cardinales; él fue quien estableció
exactores de dinero y, bajo el título de ofrendas, inventó el ardid de
procurar regalos; él fue quien suministró salarios para aquellos que
predicaban su doctrina, para que creciera y se fortaleciera mediante
la glotonería y los excesos». Hasta aquí lo relacionado con
Montano." Eusebio, Hist. Eccl., lib. V., cap. xvm.), hay un fragmento
tomado de los escritos de Apolonio, en el cual, entre otras cosas,
reprocha a Montano por ser el primero que disolvió el matrimonio, y
estableció las leyes del ayuno. Él no afirma que Montano prohibiese
absolutamente el matrimonio o ciertas clases de comida. Basta con
que haya impuesto una obligación religiosa sobre las conciencias, y
que ordenase a los hombres la adoración a Dios mediante la
observancia de estas cosas; porque la prohibición de las cosas que
son pasajeras, ya sea general o especial, es siempre una tiranía
diabólica. Que esto es verdad respecto a ciertas clases de comida,
aparecerá en forma más clara en la siguiente cláusula.
Que Dios creó. Es conveniente observar la razón por la que, en el uso
de las diferentes clases de comida, debemos estar satisfechos con la
libertad que Dios nos ha concedido; porque Él las creó para este fin.
Ello proporciona un gozo indecible a todos los piadosos, cuando
saben que todas las clases de alimentos que comen son puestos en
sus manos por el Señor, de suerte que el uso de ellos es puro y lícito.
¡Qué insolencia, pues, es la de los hombres al quitar lo que Dios
concede! ¿Acaso crearon ellos el alimento? ¿Pueden invalidar la
creación de Dios? Recordemos siempre que Aquel que creó el
100
alimento, nos concedió su uso libre, y es en vano que los hombres
traten de quitárnoslo.
Para que con acción de gracias participasen. Dios creó el alimento
para tomarlo; es decir, para que podamos disfrutarlo. Este fin jamás
podrá ser anulado por los hombres. Pablo añade: con acción de
gracias; porque jamás podremos dar a Dios recompensa alguna por
Su bondad sino un testimonio de gratitud. Y así, expone para mayor
aborrecimiento a esos perversos legisladores que, mediante nuevas y
apresuradas leyes, obstaculizan el sacrificio de alabanza que Dios
especialmente desea que le ofrezcamos. Ahora bien, no puede haber
acción de gracias sin sobriedad y templanza; porque la bondad de
Dios no puede ser reconocida verdaderamente por quien
perversamente abusa de ella.
Los creyentes. ¿Qué entonces? ¿No hace Dios que su sol salga
diariamente sobre buenos y malos? (Mt. 5:45). ¿No produce la tierra,
por orden Suya, pan para los malvados? ¿Acaso los peores hombres
no son alimentados por Su bendición? Cuando David dice: "Él hace
producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del
hombre, sacando el pan de la tierra" (Sal. 104:14), la bondad que
describe es universal. Yo respondo que Pablo se refiere aquí al uso
lícito, del cual estamos asegurados delante de Dios. Los hombres
perversos no son en ninguna forma participantes de él, a causa de su
impura conciencia, como se dice: "corrompen todas las cosas" (Tit.
1:15). Y ¡ciertamente, hablando con propiedad, Dios ha designado
sólo para sus hijos todo el mundo y todo lo que está en él. Por esta
razón, ellos son llamados también herederos del mundo; porque al
principio Adán fue designado para ser señor de todo, bajo la
condición de que continuara en obediencia a Dios. Por consiguiente,
su rebelión contra Dios le despojó de ese derecho que se le había
otorgado, no sólo para sí mismo sino para su posteridad. Y puesto
que todas las cosas están sujetas a Cristo, nosotros somos restaurados
completamente por su mediación, y eso por medio de la fe; y, por
tanto, todo lo que los incrédulos disfrutan puede ser considerado
como propiedad de los demás, la cual ellos roban y birlan.
Y los que han conocido la verdad. En esta cláusula define quiénes
son aquellos a quien él llama "creyentes", es decir, aquellos que
tienen el conocimiento de la sana doctrina; pues no existe fe sino por
la Palabra de Dios; para que no pensemos falsamente, como los
papistas se imaginan, que la fe es una opinión confusa.
101
4. Porque todo lo que Dios creó es bueno El uso del alimento debe
ser juzgado, en parte por su sustancia, y en parte por la persona que
come de él. El Apóstol, pues, se aprovecha de los dos argumentos.
Por lo que se refiere al alimento, él afirma que es puro, porque Dios
lo ha creado, y porque su uso nos es consagrado por la fe y la
oración. La bondad de las criaturas, que él menciona, se relaciona
con los hombres, y eso no con relación al cuerpo o a la salud, sino a
la conciencia. Hago esta aclaración: que nadie puede entrar en
especulaciones curiosas no relacionadas con el ámbito del pasaje;
porque, en una sola palabra, Pablo enseña que aquellas cosas que
vienen de la mano de Dios, y están destinadas para nuestro uso, no
son impuras o corruptas delante de Dios, sino limpias, para que las
comamos libremente con relación a la conciencia.
Si se objetare que muchos animales antiguamente fueron declarados
inmundos bajo la Ley, y que el fruto que fue producido por el árbol
del bien y del mal fue destructivo para el hombre, la respuesta es que
las criaturas no son llamadas puras meramente por ser las obras de
Dios, sino porque, por Su bondad, nos han sido dadas; porque
siempre debemos estar pendientes del decreto de Dios, tanto en lo
que ordena como en lo que prohíbe.
5. Porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. Ésta
es la confirmación de la cláusula precedente, si se participa de él con
acción de gracias. Y es un argumento derivado del contraste; porque
"santo" y "profano" son cosas contrarias la una de la otra. Veamos
ahora cuál es la santificación de todas las cosas buenas, que
pertenecen al mantenimiento de la vida presente. Pablo testifica que
esto consiste "en la Palabra de Dios y la oración". Empero ha de
observarse que esta Palabra debe recibirse por fe, para que pueda ser
provechosa; porque, aunque Dios mismo santifica todas las cosas por
el Espíritu de su boca, sin embargo, no obtenemos ese provecho sino
por la fe. A esto se añade la "oración"; porque, por una parte,
pedimos a Dios nuestro pan cotidiano, de acuerdo con el
mandamiento de Cristo (Mt. 6:11); y, por otra, ofrecemos acciones
de gracia a Él por Su bondad.
Ahora bien, la doctrina de Pablo se apoya en este principio: que no
hay cosa buena, cuya posesión sea lícita, a menos que la conciencia
testifique que es legalmente nuestra posesión. ¿Y quién de nosotros
se atrevería a reclamar para sí un simple grano de trigo, si no fuese
enseñado por la Palabra de Dios que él es el heredero del mundo?
102
Ciertamente, el sentido común declara que la riqueza del mundo está
destinada naturalmente para nuestro uso; empero, puesto que el
dominio del mundo nos fue quitado en Adán, todo lo que tocamos de
las dádivas de Dios es contaminado por nuestra corrupción; y, por
otra parte, es impuro para nosotros, hasta que Dios por su gracia
viene en nuestra ayuda y, al adoptarnos en su Hijo, nos constituye de
nuevo en señores del mundo, para que podamos disfrutar legalmente
de toda la riqueza que Él nos proporciona.
Justamente, pues, Pablo relaciona el disfrute lícito con "la Palabra"
por la cual únicamente ganamos de nuevo lo que se perdió en Adán;
porque debemos reconocer a Dios como nuestro Padre, para que
podamos ser sus herederos, y a Cristo como nuestra cabeza, para que
aquellas cosas que son de Él puedan ser nuestras. De aquí debe
inferirse que el uso de todas las dádivas de Dios es impuro, a menos
que vaya acompañado por el verdadero conocimiento y la invocación
del nombre de Dios; y que es una manera bestial de comer cuando
nos sentamos a la mesa sin orar, o cuando hemos comido a nuestra
satisfacción y nos apartamos de la mesa en absoluto olvido de Dios.
Y si tal santificación es demandada en cuanto al alimento ordinario,
el cual, juntamente con el vientre, está sujeto a la corrupción, ¿qué
debemos pensar acerca de los sacramentos espirituales? Si "la
Palabra" y la invocación a Dios por la fe no estuviese allí ¿qué
quedará que no sea profano? Aquí debemos distinguir entre la
bendición de la mesa sacramental y la bendición de la mesa común;
porque, en cuanto al alimento que tomamos para la nutrición de
nuestro cuerpo, lo bendecimos para que podamos recibirlo de manera
pura y lícita; pero consagramos en una forma más solemne el pan y
el vino en la Cena del Señor, para que sean nuestras prendas del
cuerpo y de la sangre de Cristo.
113
para que aventaje más y más; pero yo prefiero interpretarlo como
refiriéndose al efecto de su ministerio.
Los vocablos griegos en pasin, pueden traducirse indistintamente a
todos los hombres, o en todas las cosas. En esta forma incluye un
doble significado; ya sea, "para que todos vean el progreso resultante
de sus labores", o "que en todos los respectos, o en toda forma
posible (lo cual es lo mismo), puedan ser visibles". Yo prefiero lo
último.
16. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina. Hay dos cosas de las
cuales un buen pastor debe tener cuidado: ser diligente para enseñar,
y guardarse puro a sí mismo. ("Y guardarse puro de todos los
vicios.")
No es bastante si él amolda su vida a todo lo que es bueno y
recomendable, y se abstiene de dar un mal ejemplo, si de igual
manera no añade a una vida santa la continua diligencia en la
enseñanza; y por otra parte, la doctrina será de poco valor, si no
existe la correspondiente bondad y santidad de vida. Con buena
razón, pues, Pablo apremia a Timoteo a "tener cuidado", tanto de sí
mismo como de la doctrina, para el provecho general de la Iglesia.
Por otra parte, recomienda constancia, para que no se enfade; porque
hay muchas cosas que pasan con frecuencia, que pueden desviarnos
de lo recto si no asentamos nuestro pie para resistir firmemente.
Pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren. No
es por demás que estimulemos a nuestros pastores a que sean
solícitos, porque ellos saben que su propia salvación, y también la de
los otros, depende de la dedicación y perseverancia con que ellos se
dediquen a su oficio. Y como a la doctrina que edifica sólidamente se
le presta poca atención, Pablo dice que debe considerarse lo que es
provechoso. O como si dijera: "Que los hombres deseosos de gloria
se alimenten de sus propias ambiciones, y que ellos mismos se
alaben su ingeniosidad; pero a ti, en cambio, que te sea suficiente el
dedicarte a tu propia salvación y a la de los demás."
Ahora bien, esta exhortación se aplica a toda la Iglesia en general,
para que no se escandalice de la sencillez que al mismo tiempo
vivifica las almas y las preserva sanas. Ni tampoco debe extrañarse
de que Pablo atribuya a Timoteo la obra de salvar la Iglesia; porque,
ciertamente, todo lo que se gana para Dios es salvado, y es por la
predicación del Evangelio que somos unidos a Cristo. Y así como
también la infidelidad o el descuido del pastor es desastroso para la
114
Iglesia, así la causa de la salvación es justamente atribuida a su
fidelidad y diligencia. Es cierto que sólo Dios es quien salva; y ni
siquiera un ápice de Su gloria puede legalmente atribuirse al hombre.
Pues Dios no comparte ninguna porción de Su gloria cuando Él se
vale de la instrumentalidad de los hombres para otorgar la salvación.
Nuestra salvación, por lo tanto, es exclusivamente una dádiva de
Dios, porque sólo de Él procede, y por Su solo poder es realizada; y,
por consiguiente, a Él solo, como el Autor, debe atribuirse. Mas no
por eso deberá excluirse el ministerio de los hombres, ni todo esto
interfiere en ninguna forma con la saludable tendencia de ese
gobierno sobre el cual, como Pablo demuestra, se basa la prosperidad
de la Iglesia (Ef. 4:11). Además, ésta es completamente la obra de
Dios, porque es Él quien forma los buenos pastores, y los guía por su
Espíritu, y bendice sus labores, para que no sean infructuosas.
Si en esta forma un buen pastor constituye la salvación de sus
oyentes, que los hombres malos y negligentes sepan que su
destrucción debe atribuirse a aquellos que tienen cargo de ellos;
porque, así como la salvación del rebaño es la corona del pastor, así
también de los pastores descuidados se requerirá todo lo que se
pierda. Otra vez se dice que un pastor se salva a sí mismo cuando,
desempeñando fielmente el oficio que se íe ha encomendado,
obedece a su llamamiento; no sólo porque evita esa terrible venganza
que el Señor anuncia por medio de Ezequiel: "Su sangre yo la
demandaré de tu mano" (Ez. 33:8), sino porque es usual hablar de los
creyentes corno obrando su salvación cuando caminan y perseveran
en dicha salvación. De esta forma de expresión ya hemos hablado en
nuestra exposición de la Epístola a los Filipenses (2:12).
CAPÍTULO 5
119
8. porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los
de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
128
Vesta (como si dijéramos, hoy día, las monjas de Santa Clara), y esta
Claudia, que fue muy famosa, era una de ellas.)
13. Y también aprenden a ser ociosas. Nada es tan decoroso para la
mujer como el cuidar de la casa; y de aquí que, entre los antiguos,
una tortuga ("Una tortuga o caracol"), era la imagen de una buena y
respetable madre de familia. Pero hay muchas que están enfermas del
vicio opuesto. Nada les deleita tanto como la libertad de correr de un
lugar a otro, y especialmente cuando, al estar libres de la
responsabilidad familiar, no tienen nada que hacer en casa.
Chismosas y entremetidas. Además, esas viudas, bajo el pretexto del
respeto debido al carácter público que ellas sostenían, tenían acceso
más fácil a muchas personas. De este privilegio, adquirido por la
bondad de la Iglesia, ellas hicieron mal uso para fines de "ociosidad",
y luego, como sucede comúnmente, de la pereza brotó la curiosidad,
que es también la madre de la locuacidad. Certísimo es el dicho de
Horacio: "Huye de una persona inquisitiva, porque es siempre
chismosa". "Ninguna confianza debe ponerse", dice Plutarco, "en
personas preguntonas, porque, tan pronto como han oído algo, jamás
están tranquilas hasta que se desbuchan." Éste es especialmente el
caso con las mujeres, quienes, por naturaleza, son inclinadas a la
locuacidad, y no pueden guardar un secreto. Rectamente, pues, Pablo
ha juntado estas tres cosas: pereza, manía de preguntar y
chismografía.
14. Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos,
gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de
maledicencia.
15. Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás.
16. Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las
mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente
para las que en verdad son viudas.
14. Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen. Los críticos se ríen
de este requerimiento del Apóstol. "Como si hubiera sido necesario",
dicen ellos, "estimular su fuerte e intenso deseo; ¿pues quién no se da
cuenta de que casi todas las viudas tienen el deseo natural de
casarse?" Por otra parte, los hombres supersticiosos argüirán que esta
doctrina concerniente al matrimonio es inapropiada en absoluto para
un apóstol de Cristo. Pero, después de un cuidadoso examen de todo
129
el asunto, los hombres de mente sana reconocerán que Pablo no
enseña otra cosa aquí sino lo absolutamente necesario y provechoso.
Porque también hay muchas mujeres para quienes la viudez les
brinda la oportunidad de mayor libertinaje; y, por otra parte, siempre
hay espíritus que se levantan hablando mentiras con hipocresía, que
hacen que la santidad consista en el celibato, como si éste fuese una
perfección angélica; o bien condenan totalmente el matrimonio, o lo
desprecian como si tuviera el sabor de la corrupción de la carne. Hay
muy pocos, ya sea hombres o mujeres, que consideren su
llamamiento. Cuan difícilmente se encuentra un hombre que
voluntariamente quiera llevar la carga de gobernar a su esposa. La
razón es, porque esto va acompañado siempre de innumerables
vejaciones. ¡Con cuánta repugnancia se somete una mujer al yugo!
Por consiguiente, cuando Pablo ordena a las viudas jóvenes que se
casen, no las invita a los deleites nupciales; y, cuando les ordena
procrear hijos, no las exhorta a que se entreguen a los excesos de la
lujuria; sino que, tomando en consideración la debilidad del sexo, y
lo peligroso del momento, él las exhorta a un matrimonio casto, y, al
propio tiempo, a soportar las cargas que pertenecen al santo
matrimonio. Y Pablo hace esto, especialmente, para que no se piense
que él procedió con altanería al excluirlas del círculo de las viudas;
porque quiere decir que sus vidas no serían menos aceptables a Dios
si permanecieran en la viudez. Y, ciertamente, Dios no presta
atención a las opiniones supersticiosas de los hombres, sino que tiene
esta obediencia en una estimación más elevada que todo lo demás,
cuando obramos de acuerdo con nuestro llamamiento, en lugar de
dejarnos llevar por los deseos de nuestro propio corazón.
Habiendo escuchado esa consolación, no tienen razón de quejarse de
que se las haya tratado mal, o de sentirse ofendidas porque se las
haya excluido de esta clase de honor; porque ellas saben que, en el
estado del matrimonio, no son menos aceptables a Dios, porque
obedecen a Su llamamiento. Cuando habla de que críen hijos, Pablo
incluye bajo una sola palabra todas las penas que han de soportarse
en la crianza de los hijos; del mismo modo que en la expresión
gobiernen su casa, incluye todo lo que pertenece al manejo de un
hogar.
Que no den al adversario ninguna ocasión. Porque, así como se dice
que el esposo ampara a la esposa, así la viudez está expuesta a
muchas sospechas desfavorables. Y ¿qué objeto tiene dar a los
130
enemigos del Evangelio motivos de calumnia sin ser necesario?
Empero es muy difícil para una viuda, en la flor de su edad,
conducirse con tal cautela que los hombres perversos no encuentren
motivos para calumniarla; y, por consiguiente, si ellas desean
sinceramente edificarse, que escojan una forma de vida menos
expuesta a las suspicacias, a fin de tapar las bocas de los
difamadores. Supongo que aquí se refiere a los adversarios comunes
del Evangelio, más bien que a los adversarios de una mujer en
particular, porque Pablo habla aquí en forma indeterminada.
("Examinemos bien esta doctrina de Pablo: porque, aunque él trata
aquí de las viudas en particular, sin embargo todos somos
amonestados, a que, al cumplir nuestras obligaciones para con Dios,
no es suficiente que nuestra conciencia sea pura y limpia, y que
andemos sin ninguna mala disposición; sino que, al mismo tiempo,
tenemos que actuar con tal prudencia que los enemigos se queden
con la boca cerrada cuando pretendan calumniarnos; que su
desfachatez quede manifiesta; y para que siempre estemos listos a
dar cuenta de lo que hemos hecho, y que ellos no tengan pretexto
para blasfemar el nombre de Dios y su Palabra, porque no habrá
apariencia de mal en nosotros. Es cierto que no podemos evitar que
nos calumnien; pero siempre tengamos esto presente: que por nuestra
parte no demos ninguna ocasión para que lo hagan." Fr. Ser.)
15. Porque ya algunas se han apartado. Es cierto que no hay
ordenanza tan sagrada que no surja algún mal de ella debido a la
perversidad de los hombres. Sin embargo, aquellas cosas que son
necesarias deben permanecer invariables, no importa lo que pase, aun
cuando el mismo cielo se derrumbe sobre ellas. Mas cuando tenemos
libertad de escoger, ya sea de un modo o de otro, y cuando se ha
descubierto por la experiencia que esto o aquello es provechoso, es
cosa de prudencia hacer a un lado lo que anteriormente se había
aprobado, como en el caso presente. No era necesario, después de
todo, que las mujeres que aún eran jóvenes fuesen admitidas en la
categoría de viudas; la experiencia ha demostrado que esto es
peligroso y nocivo; y, por lo tanto, Pablo con justa razón aconseja
que se tenga cuidado para que en el futuro no ocurran estos casos.
Si la rebeldía de algunas mujeres fue considerada por él como un
argumento bastante fuerte para buscar un remedio universal, ¡cuántos
argumentos tendrían los papistas para abolir su asqueroso celibato, si
tuvieran en algo la edificación! Empero ellos más bien prefieren
131
estrangular a millones de almas mediante las cuerdas de una perversa
y diabólica ley, que cortar un simple nudo; y esto pone de manifiesto
cuánto difiere su crueldad, del santo celo de Pablo.
En pos de Satanás. La expresión es digna de notarse; porque nadie
puede apartarse de Cristo, ni un ápice, sin ir en pos de Satanás;
porque él tiene dominio sobre todos los que no pertenecen a Cristo.
De esto aprendemos cuan destructivo es apartarse del camino recto,
ya que siendo hijos de Dios, el apartarnos de Él nos convierte en
esclavos de Satanás, y, separados del dominio de Cristo, Satanás se
convierte en nuestro guía. (Puesto que el Evangelio nos es predicado,
es Jesucristo quien mantiene su cetro, y nos demuestra que Él desea
ser nuestro rey, para tomarnos como su pueblo. Cuando hemos
aceptado el Evangelio en esta forma, si no perseveramos hasta el fin,
y si nos corrompemos a nosotros mismos en alguna forma, no sólo
rehusamos someternos en obediencia al Hijo de Dios, sino que
damos a Satanás todo el dominio sobre nosotros, y él lo aceptará, y
tendremos que estar a su servicio aunque no queramos. Si esto es
horrible y absolutamente espantoso, ¿no será mejor que seamos más
avisados de lo que hemos sido para escondernos bajo las alas de
nuestro Dios, y dejarnos gobernar por Él, hasta que Él nos renueve
por su Santo Espíritu en tal forma que no seamos inconstantes y
tontos como lo hemos sido? Con ese fin, consideremos que debemos
tener a nuestro Señor Jesucristo como guía; porque si
verdaderamente deseamos ser el pueblo de Dios, el dicho del Profeta
debe cumplirse en nosotros, para que el pueblo camine y David su
rey vaya delante de él. Tengamos siempre esta doctrina ante nuestros
ojos, y sigámosle a Él paso a paso, escuchando su voz como la de
nuestro buen Pastor (Jn. 10:4)." Fr. Ser.)
16. Si algún creyente. Ha sido costumbre que cada uno
voluntariamente arroje sus propias cargas sobre toda la Iglesia, y por
este motivo Pablo manda expresamente que se prevengan contra
esto. Él habla de los creyentes que deben sostener a sus viudas;
porque, en cuanto a aquellas viudas que renunciaron a una perversa
relación, era conveniente que fuesen recibidas por la Iglesia. Y si
actúan en forma descompuesta, y, escatimándose a sí mismas,
permiten a la Iglesia llevar el peso de sus gastos, aprendamos de esto
en qué sacrilegio tan grave se han metido las que, por fraude o robo,
profanan lo que ha sido dedicado a la Iglesia.
132
17. Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de
doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.
18. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y:
Digno es el obrero de su salario.
19. Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres
testigos.
20. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para
que los demás también teman.
21. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus
ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no
haciendo nada con parcialidad.
143
24. Los pecados de algunos hombres se hacen patentes. Como no hay
nada que aflija tanto a los fieles ministros de la Iglesia, como el no
encontrar la forma de corregir los males, y ser obligados a soportar a
los hipócritas, de cuya perversidad ellos están al tanto; y no poder
expulsar de la Iglesia a muchos que son como plagas destructoras, o
aun impedirles que extiendan su veneno por artes secretas; Pablo
sostiene a Timoteo con esta consolación, que cuando plazca a Dios,
ellos un día serán expuestos a la luz pública. Así lo fortalece en el
ejercicio de la paciencia; porque él debe esperar tranquilamente el
tiempo oportuno que Dios en su sabiduría ha fijado.
Hay otra clase de bajo comportamiento que aflige dolorosamente a
los fieles y consagrados pastores. Cuando ellos en la forma más
consciente han desempeñado su deber, son provocados por muchas
afirmaciones injustas, son objeto de mala voluntad, y se dan cuenta
de que esos actos que merecían alabanza se cambian en vituperación.
Pablo encara también este caso, informando a Timoteo de que hay
algunas obras buenas que están reservadas para sacarse a luz en una
época futura; y consecuentemente, su alabanza está como sepultada
bajo tierra por la ingratitud de los hombres, y también esto debe
soportarse pacientemente, hasta que llegue el tiempo de su
manifestación.
Con todo, él no sólo provee un remedio para estos males. Porque
frecuentemente ocurre que erramos al escoger por ministros a
personas indignas, que se introducen con astucia, y las buenas nos
son desconocidas; y aun cuando nosotros no erremos en el juicio, no
pudiendo tampoco hacer que otros aprueben nuestra elección, son
rechazados los mejores, muy a pesar de todos nuestros esfuerzos en
contra, mientras que los hombres malos se introducen con astucia o
se meten por la fuerza; es imposible, pues, que nuestra condición y la
de la Iglesia no nos cause gran angustia. Por consiguiente, Pablo se
esfuerza vigorosamente por quitar, o al menos atenuar, este motivo
de inquietud. El significado puede resumirse en esta forma:
"Debemos tolerar lo que no podemos corregir inmediatamente;
debemos suspirar y gemir mientras no haya llegado el tiempo para
poner remedio; y no debemos aplicar la fuerza a las enfermedades,
hasta que estén maduras o al descubierto. Por otra parte, cuando la
virtud no recibe el honor que merece, debemos esperar la plenitud
del tiempo de la revelación, y soportar la estupidez del mundo, y
esperar quietamente en la oscuridad hasta que amanezca."
144
Antes de que ellos vengan a juicio. Quiero referirme ahora a las
palabras, después de haber dado una breve ilustración sobre el tema.
Cuando él dice que los pecados de algunos hombres se hacen
patentes antes de que ellos 'vengan a juicio, quiere decir que son
descubiertos temprano, y llegan al conocimiento de los hombres,
como si fuera, antes de tiempo. Pablo expresa la misma cosa
mediante otra comparación: que se apresuran y "se hacen patentes
antes de tiempo"; porque vemos que muchos corren precipitados, y
de su propia iniciativa traen condenación sobre sí, aunque el mundo
esté deseoso de salvarlos. Siempre que esto ocurra, recordemos que
los réprobos son impulsados por un movimiento invisible de la
Providencia, a echar espumarajos.
Más a otros se les descubren después. La traducción hecha por
Erasmo: "A algunos les siguen después", no es de mi agrado. Aunque
parece estar más de acuerdo con la construcción del griego, sin
embargo el sentido requiere que la preposición en se entienda;
porque el cambio de caso no destruye el contraste. Como Pablo había
dicho que los pecados de algunos hombres se hacen manifiestos
antes de ser juzgados, así ahora, por otra parte, agrega que los
pecados de algunos hombres (o de otros) se les descubren después.
Pero en lugar del genitivo "de algunos", Pablo emplea el dativo "en
algunos" (o "en otros"). Enseña que, aunque los pecados de algunos
hombres puedan ser escondidos más tiempo del que deseáramos, y
sean expuestos en forma muy lenta, sin embargo, no quedarán
escondidos para siempre; porque también les llegará su hora. Y si se
prefiere la versión de Erasmo, el significado tiene que ser el mismo
todavía: que, aunque la venganza de Dios no se apresure, con todo
sigue lentamente tras ellos.
25. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras. Pablo quiere
decir que algunas veces la piedad y las otras virtudes obtienen un
aplauso prematuro y rápido entre los hombres, de modo que los
grandes hombres son tenidos en estimación; y que, si ocurre en otra
forma, el Señor no permitirá que los inocentes y justos sean
oprimidos siempre; porque a veces quedará obscurecido por las
calumnias, o por las nubes, pero finalmente se cumplirá la predicción
dti que Dios hará que brillen como la aurora del nuevo día (Dan.
12:3; Mt. 13:43). Mas tenemos necesidad de la tranquilidad del
Espíritu para soportar; y por lo tanto, debemos siempre considerar
cuál sea el límite de nuestro conocimiento, para que no vayamos más
145
allá; porque eso sería asumir para nosotros mismos una prerrogativa
de Dios.
CAPITULO 6
1. Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos
por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de
Dios y la doctrina.
2. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser
hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados
los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.
146
investigar si merecen o no una mejor suerte; porque es bastante que
estén atados a esta condición.
Cuando les manda que tengan a sus amos por dignos de todo honor,
les pide que no sólo sean fieles y diligentes en el desempeño de sus
deberes, sino que los estimen y respeten sinceramente como personas
puestas en un rango más elevado que ellos. Ningún individuo tributa
a un príncipe o a un amo lo que debe, a menos que, considerando la
eminencia a la cual Dios los ha levantado, los honre, porque está
sujeto a ellos; porque, por mucho que no lo merezcan, como
frecuentemente sucede, con todo, esa misma autoridad de que Dios
los ha investido, les hace acreedores de tal honor. Además, nadie
voluntariamente presta servicio u obediencia a su amo, a menos que
esté convencido de que está obligado a hacerlo. De aquí se concluye
que la sumisión comienza con ese honor del cual Pablo desea que
aquellos que gobiernan sean considerados dignos.
Para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Siempre
somos demasiado ingeniosos a nuestro favor. Así los esclavos que
tienen amos incrédulos, son lo bastante listos para presentar la
objeción de que es irrazonable que los que sirven al diablo deban
ejercer dominio sobre los hijos de Dios. Mas Pablo vuelve d
argumento hacia el lado opuesto y afirma que ellos deben obedecer a
sus amos incrédulos, para que el nombre de Dios y el Evangelio no
sean vituperados, como si Dios, a quien adoramos, nos incitara a
rebelarnos, y como si el Evangelio hiciera obstinados y
desobedientes a aquellos que deben estar sujetos a otros.
2. Y los que tienen amos creyentes. El nombre de hermano puede
entenderse como que implica igualdad, y consecuentemente como
que suprime el dominio. Pablo sostiene lo contrario, y afirma que los
esclavos deben someterse todavía en forma más voluntaria a sus
amos creyentes, porque ellos los reconocen como hijos de Dios, y
están vinculados a ellos por el amor fraternal, y son partícipes de la
misma gracia. ("Aprendamos a estimar las gracias de Dios cuando
éstas sean colocadas ante nuestros ojos; y cuando veamos a algún
hombre que tenga algo de temor de Dios y de fe, aprendamos a
valorizarlo todavía más, para que procuremos acariciar la más íntima
amistad con él, y para que seamos indulgentes con él hasta donde
podamos serlo, y para que tengamos el deseo de estar en buenas
relaciones con él. Y que cada uno considere lo que se dice aquí, que
ya que Dios ha hecho que estemos cerca el uno del otro, es con el
147
objeto de hacernos herederos a ambos, de que tengamos un mismo
Espíritu que nos guíe, una fe, un Redentor, un bautismo; porque todo
esto queda incluido en la palabra beneficio, Y ya que tenemos eso,
aprendamos a estimar las gracias de Dios, para que éstas nos
conduzcan a una bondad recíproca, y para que podamos actuar de
acuerdo con la lección que Pablo nos enseña en otro pasaje (Ef. 4:2),
es decir, amándonos unos a otros con amor fraternal; porque éste es
un «lazo» que debemos reconocer como lo bastante fuerte para que
nos una." Fr. Ser.)
Es un honor no insignificante, el que Dios los haya hecho iguales a
los amos terrenales en aquello que es de la más elevada importancia;
porque ellos tienen la misma adopción en común con nosotros; y por
lo tanto, éste no debe ser un pequeño aliciente para soportar la
esclavitud con paciencia.
Por cuanto son creyentes y amados. Es un argumento adicional el de
que la esclavitud se soporta más fácilmente bajo los amos
bondadosos, que nos aman, y a quienes nosotros también amamos.
Existe también el vínculo de la fe, que liga muy estrechamente a
aquellos que son de diferente condición.
Esto enseña y exhorta. Pablo quiere decir que estas cosas que tienen
que ver con la enseñanza deben tomarse muy en serio, y desea
también que la doctrina vaya acompañada de exhortación.
149
creyentes para que no se dejen desviar por esa vana ostentación, sino
que permanezcan firmes en la sencillez del Evangelio.
Y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras. Hay un
contraste indirecto entre "la sanidad de la doctrina de Cristo" y ese
"delirar"; porque, cuando se han fatigado a sí mismos con tan largas
e ingeniosas cuestiones, ¿qué provecho reciben de su labor, sino que
la enfermedad avance continuamente? Así ellos no sólo consumen
sus energías sin ningún fin, sino que su tonta curiosidad origina este
delirar; y de aquí se sigue que están muy lejos de alcanzar provecho
en forma correcta, como deben hacerlo los discípulos de Cristo.
No sin razón el Apóstol vincula "las cuestiones y contiendas de
palabras"; porque con lo primero él no se refiere a toda clase de
cuestiones, las cuales pueden surgir de un sobrio y moderado deseo
de aprender, o contribuyen a aclarar la explicación de las cosas
provechosas, sino a las cuestiones que tienden a provocar agitación
en la actualidad, en las escuelas de la Sorbona, porque tienen como
fin la ostentación del intelecto. Allí una cuestión da lugar a otra;
porque no hay límite para éstas, cuando todo individuo, deseoso de
saber más de lo que le conviene, da rienda suelta a su vanidad; y de
aquí, surgen posteriormente innumerables disputas. Así como las
densas nubes, en el tiempo de calor, no se deshacen sin truenos, así
también esas cuestiones escabrosas tienen que estallar en disputas.
Se da el nombre de logomaquias (o disputas acerca de palabras) a las
disputas contenciosas acerca de palabras en vez de cosas, o, como se
dice ordinariamente, sin substancia o fundamento; porque si alguna
persona investiga cuidadosamente qué clase de contiendas arden
entre los sofistas, se dará cuenta de que éstas no provienen de las
realidades, sino de la nada. En suma, Pablo se proponía condenar
todas las cuestiones que nos orillan a las disputas que no son de
valor.
De las cuales nacen envidias. Él demuestra por los efectos cuánto
debemos evitar todo deseo de conocimiento ambicioso; porque la
ambición es la madre de la envidia. Donde reina la envidia, allí
también surgen los alborotos, las contiendas y otros males, los cuales
enumera aquí Pablo.
5. De hombres corruptos de entendimiento, y privados de la verdad.
Es cierto que él critica aquí a los sofistas, quienes, descuidando la
edificación, desvían la Palabra de Dios hacia las distinciones
triviales, y hacia un arte de ingeniosas discusiones. Si el Apóstol
150
solamente demostró que la doctrina de la salvación se hace inútil en
esta forma, aun eso sería una profanación intolerable; pero más
pesada y severa es esa reprimenda, cuando él afirma que los males
que provienen de ellos son demasiado perniciosos y nocivos.
Aprendamos, pues, de este pasaje, a detestar la sofistería como algo
más destructivo para la Iglesia de Dios, de lo que podamos imaginar.
Que toman la piedad como fuente de ganancia. El significado es que
la piedad es un arte lucrativo; es decir, porque ellos evalúan el todo
del cristianismo por el lucro. Tal como si los oráculos del Espíritu
Santo hubieran sido escritos con el fin de servir a los fines de su
codicia, trafican con ellos como con mercancía puesta a la venta.
Apártate de los tales. Pablo prohíbe a los siervos de Cristo tener
relaciones con tales individuos. Él no sólo amonesta a Timoteo a no
imitarlos, sino que le exhorta a esquivarlos como si fuesen peligrosas
plagas; porque, aunque ellos abiertamente no se oponen al Evangelio,
mas por el contrario, hacen falsa profesión de fe en él, con todo, su
estado es contagioso. Además, si la multitud se da cuenta de que
estamos en buenas relaciones con esos hombres, el peligro está en
que ellos se metan entre nosotros con el disfraz de nuestra amistad.
("Existe el peligro de que nuestra amistad les sirva de disfraz para
obtener acceso a nuestro pueblo y engañarlo.")
Debemos, pues, esforzarnos hasta donde sea posible, para que todos
sepan que estamos tan lejos de aprobar lo que ellos hacen, que ni
siquiera se comunican con nosotros. ("Cuando escuchamos que
aquellos que en esta forma tergiversan la Palabra Dios, comercian
con nuestras almas, como dice el apóstol Pedro (2 Ped. 2:3), y que
trafican con nosotros y con nuestra salvación sin ninguna
conmiseración, y que no tienen escrúpulos en mandarnos al infierno,
y aun ponen precio a lo que se pagó por nuestra redención, es seguro
que ellos arruinan nuestras almas, y también se mofan de la sangre de
nuestro Señor Jesucristo. Cuando escuchamos todo esto, ¿no
debemos aborrecer a tales maestros? Además, la experiencia nos
demuestra que nos asiste una buena razón para escuchar esta
advertencia del apóstol Pablo. Pues ¿hasta qué grado ha llegado la
religión? ¿No la han hecho una especie de feria pública? ¿Qué ha
hecho el papado? Los sacramentos se han puesto a la venta, y a todo
lo demás que pertenece a nuestra religión se ha fijado un precio. No
hizo más Judas al vender al Hijo de Dios en persona que lo que hace
el Papa y toda esa asquerosidad de su clero al vender las gracias del
151
Espíritu Santo, y todo lo que pertenece a su oficio y a nuestra
salvación. Cuando vemos esto, ¿no hay razón para que estemos en
guardia?" Fr. Ser.)
157
Habiendo hecho la buena profesión. Mencionando su experiencia
anterior, le incita a perseverar más todavía; porque el retroceder,
después de haber comenzado bien, es más desastroso que nunca
haber comenzado. A Timoteo, que hasta aquí había actuado
valientemente, y había obtenido la aprobación, le dirige este
poderoso argumento: que el fin posterior debe corresponder al
principio. Por la palabra profesión yo entiendo, no aquello que se
expresa en palabras, sino más bien lo que se realiza; y esto no una
sola vez, sino a través de todo el ministerio. Entonces, el significado
es éste: "Tú tienes muchos testigos de tu ilustre profesión, tanto en
Éfeso como en otros lugares, los cuales te han visto actuar fiel y
sinceramente en la profesión del Evangelio; y, por lo tanto, habiendo
dado tal prueba de fidelidad, tú no puedes, sin la mayor vergüenza y
desgracia, presentarte sino como un valiente y distinguido soldado de
Cristo." Por este pasaje aprendemos, en general, que cuanto más
sobresalga alguno de nosotros, menos excusa tendrá si fracasa, y
mayores serán sus obligaciones para con Dios de perseverar en el
camino recto.
13. Te mando. La gran vehemencia de la solemne admonición que
Pablo emplea, es una prueba de cuan rara y cuán difícil es esta virtud
de perseverar en el ministerio en forma apropiada hasta el fin;
porque, aunque exhorta a otros, en la persona de Timoteo, también se
dirige a él en lo personal.
Delante de Dios, que da vida a todas las cosas. Lo que él afirma
respecto a Cristo y a Dios, tiene una relación inmediata con el tema
presente; porque, cuando atribuye esto a Dios, que Él da vida a todas
las cosas, desea hacer frente a la ofensa de la cruz, que no nos
presenta otra cosa sino la apariencia de muerte. Por consiguiente,
Pablo enseña que debemos cerrar nuestros ojos cuando los hombres
impíos prevalecen y amenazan de muerte; o más bien, que debemos
fijar nuestros ojos en Dios únicamente, porque es Él quien devuelve
la vida a los muertos. La suma de todo es que, quitando nuestra
mirada del mundo, aprendamos a mirar a Dios únicamente.
Y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de
Pondo Pilato. Lo que Pablo añade ahora acerca de Cristo contiene
una confirmación extraordinaria; porque nos enseña que no estamos
en la escuela de Platón, para aprender su filosofía, y para oírle
discutir en la sombra sobre disputas necias; sino que la doctrina que
Timoteo profesa fue ratificada por la muerte del Hijo de Dios. Cristo
158
hizo su profesión ante Pilato, no mediante un gran discurso, sino en
realidad; es decir, sufriendo una muerte voluntaria; porque, aunque
Cristo decidió guardar silencio delante de Pilato, en vez de hablar en
defensa propia, porque Él había llegado allí entregado ya a cierta
condenación; sin embargo, en su silencio hubo una defensa de su
doctrina no menos elocuente que si Él se hubiera defendido mediante
un discurso altisonante. Él lo ratificó por su sangre, y por el sacrificio
de su muerte, mejor de lo que lo hubiera podido ratificar con su
propia voz. ("Con su silencio Él confirmó la verdad de Dios su
Padre, y la muerte que Él sufrió tuvo por fin dar autoridad al
Evangelio; de modo que, cuando la doctrina de la salvación se
predica en la actualidad, y a fin de que seamos confirmados en la fe
de ella, debemos tener presente la sangre del Cordero sin mancha,
que fue derramada. Como antiguamente, bajo la Ley, el libro era
rociado con la sangre del sacrificio, así ahora, siempre que se nos
hable en el nombre de Dios, la sangre de Cristo debe traerse a nuestra
memoria, y debemos saber que el Evangelio es rociado con ella, y
que nuestra fe descansa en ella en tal forma, que los esfuerzos
inauditos que hace Satanás no pueden hacerla flaquear." Fr. Ser.)
A esta confesión el Apóstol la llama buena. Porque Sócrates también
murió; y sin embargo su muerte no fue una prueba satisfactoria de la
doctrina que profesó. Mas cuando nosotros escuchamos que la sangre
del Hijo de Dios fue derramada, ése es un sello auténtico que quita
toda nuestra duda. Por consiguiente, cuando nuestro corazón vacile,
recordemos que siempre debemos acudir a la muerte de Cristo para
que sea confirmado. Cuan cobardes seríamos al desertar de nuestro
Capitán que va delante de nosotros para señalarnos el camino.
14. Que guardes el mandamiento. Por la palabra mandamiento, Pablo
entiende todo lo que hasta aquí ha dicho acerca del oficio de
Timoteo, la suma de lo cual fue que él debe mostrarse a sí mismo
como fiel ministro de Cristo y de la Iglesia. ¿Y de qué sirve extender
esto a toda la Ley? Mas quizá sea preferible considerarlo como
denotando el oficio que él había recibido por autoridad divina;
porque somos designados para ser ministros de la Iglesia bajo esta
única condición: que Dios nos impone lo que Él quiere que hagamos.
Así que "guardar el mandamiento" no sería otra cosa sino
desempeñar fielmente el oficio a él encomendado. Yo ciertamente lo
considero como refiriéndose del todo al ministerio de Timoteo.
159
Sin mácula ni reprensión. Ya sea que consideremos el caso o la
terminación de los dos adjetivos griegos que así se traducen, éstos
pueden aplicarse al mandamiento dado, o a la persona de Timoteo;
pero el significado que yo le doy es mucho más apropiado. Pablo
informa a Timoteo de que debe tener cuidado en mantener la
santidad de vida y pureza de conducta, si desea desempeñar su oficio
en forma adecuada.
Hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo. Es imposible decir
cuan necesario fue para todos los piadosos, en aquel tiempo,
mantener su pensamiento completamente enfocado en el día de
Cristo; porque existían innumerables ofensas por dondequiera en el
mundo. Eran atacados por todas partes, eran odiados y aborrecidos
universalmente, eran expuestos a las burlas de todos, y cada día eran
oprimidos con nuevas calamidades; y no obstante» no veían el fruto
de tantas fatigas y humillaciones. ¿Qué les quedaba entonces, sino
que en pensamiento se remontaran a aquel bendito día de nuestra
redención?
No obstante, la misma razón es válida para nosotros en el día de hoy,
y ciertamente se aplica por igual a casi todas las épocas. ¡Cuántas
cosas presenta Satanás ante nuestros ojos constantemente, las cuales
si no fuera por esto, nos desviarían mil veces del recto sendero! No
digo nada acerca del fuego, y de la espada, y los destierros, y todos
los furiosos ataques de enemigos. No digo nada acerca de las
calumnias y otras vejaciones. ¡Cuántas cosas hay dentro que son
peores todavía! Los hombres ambiciosos abiertamente nos atacan, los
epicúreos y los lucianistas se mofan de nosotros, los hombres
descarados nos provocan, los hipócritas murmuran de nosotros, los
que son sabios según el mundo, secretamente nos atacan y por todas
partes y en diferentes formas nos obstaculizan. En suma, es un gran
milagro que alguno persevere firmemente en un oficio tan difícil y
tan peligroso. El único remedio para todas estas dificultades es
enfocar nuestra mirada en la aparición de Cristo, y mantenerla
continuamente. ("Los creyentes podrían, ciertamente, flaquear en su
fe, al mirar a lo presente. Porque en cuanto a los grandes de este
mundo, ¿qué desearían sino levantarse por encima de la Iglesia, y
hollar a Dios bajo sus pies? Vemos que ellos juegan con la religión
como con una pelota. Vemos que aún son enemigos mortales de ella,
y que la persiguen con tal saña que todo el mundo tiembla al
contemplarlos. Vemos todas estas cosas. Sin embargo, ¿qué podrá
160
decirse de los hijos de Dios? Ellos son señalados con el dedo, se les
considera como tontos, de modo que lo que dice el profeta Isaías se
cumple en nusotros hoy, que los incrédulos nos tienen por monstruos
(Is. 8:18). «¿Qué? ¿Estos pobres tontos? ¿Qué piensan? ¿Qué quieren
decir? Debemos vivir con los vivos, y aullar con los lobos. Ellos
siempre quieren estar en un estado de perplejidad. Ellos no hablan de
otra cosa sino la vida eterna, y no tienen tiempo para las
diversiones». Es así como los incrédulos nos toman por tontos y
locos. Y Pedro dice (2 Ped. 3:2-4) que esto debe cumplirse en
nosotros; como el profeta Isaías se quejó en su tiempo, los cristianos
deben experimentar lo mismo en la actualidad." Fr. Ser.)
15. La, cual a su tiempo mostrará. Continuamente nos apresuramos
en nuestros deseos, y no estamos lejos de señalar un día y una hora a
Dios, por decirlo así, para que Él no tarde en cumplir lo que ha
prometido; y por esa razón el Apóstol se adelanta y aprovecha la
oportunidad para frenar la excesiva prisa que tenemos por el retorno
de Cristo. Porque ése es el significado de las palabras "la cual a su
tiempo mostrará". Cuando los hombres saben que el tiempo oportuno
para algo no ha llegado plenamente, ellos esperan con paciencia.
¿Cómo es que nosotros somos tan pacientes con respecto al orden en
la naturaleza, y sólo porque esta consideración nos restringe, acaso
actuaremos irrazonablemente, si luchamos contra ella con nuestros
deseos? Sepamos, pues, que la revelación de Cristo tiene su tiempo
designado, por el cual debemos esperar pacientemente.
El bienaventurado y solo Soberano. Esos títulos espléndidos se
emplean aquí al exaltar la soberana autoridad de Dios, a fin de que el
fulgor de los príncipes de este mundo no deslumbre nuestros ojos. Y
tal enseñanza era, en aquel tiempo, especialmente necesaria; porque
si todos los reinos del mundo eran entonces muy poderosos, tanto
más grande y más poderosa era la Majestad y la gloria de Dios que
había sido ensombrecida. Porque todos los que gobernaban los reinos
del mundo, no sólo eran enemigos mortales del reino de Dios, sino
que orgullosamente se mofaban de Él, y hollaban Su santo nombre
bajo sus pies; y mientras mayor era la arrogancia con que ellos
despreciaban la religión verdadera, más felices se creían ser. Dental
estado de cosas, ¿quién no hubiera llegado a la conclusión de que
Dios había sido derrotado y vejado miserablemente? Vemos también
a qué grado de insolencia Cicerón se levanta contra los judíos por su
humilde condición, en su discurso a Flacus.
161
Cuando los hombres buenos ven que los perversos se infatúan a
causa de su prosperidad, algunas veces se descorazonan; por
consiguiente, Pablo, con el objeto de cerrar los ojos de los buenos
ante ese esplendor transitorio, atribuye a Daos solo,
"bienaventuranza, soberanía y esplendor real". Cuando llama a Dios
el solo Soberano, Pablo no suprime el gobierno civil, como si no
tuviera que haber magistrados o reyes en el mundo, sino que Él solo
es quien reina de por sí y por su propio poder. Esto es evidente por lo
que sigue, lo cual añade a manera de exposición.
Rey de Reyes, y Señor de Señores. La suma de todo es, que todos los
gobiernos del mundo están sujetos a Su dominio, dependen de Él,
están firmes o caen a Su mandato; mas la autoridad de Dios queda
fuera de toda comparación, porque todos los demás son nada
comparados con Su gloria, y mientras que se desvanecen y perecen
rápidamente, Su autoridad permanece para siempre.
16. El único que tiene inmortalidad. Pablo se esfuerza por demostrar
que no hay dicha, ni dignidad, ni grandeza, ni vida fuera de Dios. Por
consiguiente, él ahora afirma que sólo Dios es inmortal, a fin de
informarnos de que nosotros y todas las criaturas, estrictamente
hablando, no vivimos, sino que tomamos prestada nuestra vida de
Dios. De esto se sigue que, cuando contemplamos a Dios como la
fuente de la vida inmortal, debemos reconocer que la vida actual no
tiene valor.
Pero se objeta que el alma humana y los ángeles tienen su
inmortalidad, y por lo tanto, esto no puede afirmarse verdaderamente
sólo de Dios. Yo respondo que, cuando se dice que sólo Dios posee
inmortalidad, no se niega aquí que Él la otorgue como le plazca, a
cualquiera de sus criaturas. El significado es el mismo que si Pablo
dijera que únicamente Dios, no sólo es inmortal por sí mismo y por
su propia naturaleza, sino que tiene la inmortalidad en su poder; de
modo que ésta no pertenece a las criaturas, excepto en cuanto Él les
imparte poder y vigor; porque si quitamos el poder de Dios que es
comunicado al alma del hombre, inmediatamente se desvanecerá; y
lo mismo se puede decir de los ángeles. Entonces, estrictamente
hablando, la inmortalidad no subsiste en la naturaleza de las almas o
de los ángeles, sino que viene de otra fuente, es decir, de la secreta
inspiración de Dios, de acuerdo con esta afirmación: "En él vivimos,
nos movemos y somos" (Hch. 17:28). Si alguno desea tener una
162
información más amplia al respecto, le recomiendo leer el
duodécimo capítulo de la obra de san Agustín "La Ciudad de Dios".
Que habita en la luz inaccesible. Pablo quiere decir dos cosas: que
Dios está oculto a nosotros, y no obstante, la causa de la oscuridad no
está en Él mismo, como si estuviese oculto en las tinieblas, sino en
nosotros mismos que, a causa de la débil visión, o más bien de la
pereza de nuestro entendimiento, no podemos acercarnos a esa luz.
Debemos entender que la luz de Dios es inaccesible, si alguno se
esfuerza por acercarse a ella por su propia fuerza; porque, si no nos
abriera la entrada por su gracia, el profeta no diría: "Los que miraron
a él fueron alumbrados" (Sal. 34:5). Sin embargo, es cierto que,
mientras estemos vestidos de esta carne mortal, jamás penetraremos
tan profundo en los secretos de Dios como para que no quede nada
oculto a nosotros; porque "ahora vemos por espejo, oscuramente;
mas entonces veremos cara a cara" (1 Cor. 13:9-12). Por fe, pues,
entramos a la luz de Dios, pero sólo en parte Con todo, es cierto que
esta luz es "inaccesible" para los hombres.
A quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. Esto se añade
a manera de explicación adicional, para que los hombres aprendan a
mirar por fe a quien no pueden ver con sus ojos corporales, o aun
siquiera con los ojos de su entendimiento; porque yo considero que
esto se refiere no sólo a los ojos físicos, sino también a las facultades
del alma. Debemos siempre considerar cuál es el propósito del
Apóstol. Es difícil para nosotros pasar por alto y desatender todas
aquellas cosas que miramos de cerca, para que nos esforcemos en
acudir a Dios, que en ninguna parte puede verse. Porque este
pensamiento siempre viene a nuestra mente: "¿Cómo sabes tú que
hay Dios, entendiendo que únicamente escuchas acerca de Él, pero
no lo ves?" El Apóstol nos previene contra este peligro, afirmando
que no s« debe juzgar de acuerdo con nuestros sentidos, porque esto
excede a nuestra capacidad; porque la razón por la que no vemos es
que nuestra vista no es tan penetrante como para ascender a tan gran
altura.
Hay una larga disputa en Agustín sobre este punto, porque parece
contradecir lo que afirma Juan en la primera Epístola: "Seremos
semejantes a él, porque le veremos como él es" (1 Jn. 3:2). Mientras
que Agustín razona sobre este tema en muchos pasajes, me parece a
mí que no hay uno en el cual lo explique más claramente que en la
carta que escribe a la viuda Paulina.
163
Por lo que respecta al significado del pasaje que nos ocupa, la
respuesta es fácil: nosotros no podemos ver a Dios en esta naturaleza,
como se dice en otra parte. "La carne y la sangre no pueden heredar
el reino de Dios" (1 Cor. 15:50). Tenemos que ser renovados, para
que seamos semejantes a Dios, antes que se nos otorgue el privilegio
de verlo. Y para que nuestra curiosidad no se exceda más de la
cuenta, recordemos siempre que la manera de vivir es de más
importancia en este estudio, que la forma de hablar. Al propio
tiempo, recordemos la sensata advertencia que nos da Agustín, para
que vigilemos, no sea que mientras estemos discutiendo sutilmente
sobre cómo se puede ver a Dios, perdamos tanto la paz como la
santificación, sin las cuales nadie puede ver al Señor.
17. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la
esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios
vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las
disfrutemos.
18. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos,
generosos;
19. atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen
mano de la vida eterna.
20. Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las
profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la
falsamente llamada ciencia,
21. la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea
contigo. Amén.
17. A los ricos de este siglo manda (o encarga). Como entre los
cristianos había muchos que eran pobres y de condición miserable, es
probable que fueran despreciados (como usualmente pasa) por los
ricos; y especialmente esto pudo ser común en Éfeso, que era una
ciudad rica; porque en tales ciudades, casi siempre prevalece el
orgullo. Y de aquí inferimos cuan peligrosa es la abundancia de
riquezas. Tampoco faltan buenas razones para que Pablo dirija tan
severa amonestación a los ricos; una de ellas es con el fin de
remediar las faltas que casi siempre siguen a las riquezas en la misma
forma que la sombra sigue al cuerpo; y esto por la depravación de
nuestra condición natural, porque de lo que Dios nos da siempre nos
aprovechamos para pecar.
164
Que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas. Pablo
menciona expresamente dos cosas contra las cuales los ricos deben
estar en guardia: el orgullo y la engañosa esperanza, de las cuales, la
primera emana de la última. Por consiguiente, Pablo parece haber
añadido, en el mismo lugar, "ni pongan la esperanza en la
incertidumbre de las riquezas", a fin de señalar la fuente de todo
orgullo. Porque ¿de dónde procede que los ricos se vuelvan
insolentes, y se deleiten mucho en despreciar a los demás, sino de
que ellos se imaginan que son supremamente felices? La vana
confianza viene primero, y luego le sigue la arrogancia.
Ricos de este siglo. Cuando Pablo desea corregir esas faltas, habla
primero desdeñosamente de las riquezas; porque la frase, de este
siglo, tiene por objeto rebajarlas en nuestra estima. Todo lo que hay
en el mundo tiene el sabor de su naturaleza; de modo que se esfuma
y muy pronto se pasa. La incertidumbre y la vanidad de la esperanza
que se pone en las riquezas, Pablo las demuestra mediante esta
consideración: que la posesión de éstas es tan transitoria que se
asemeja a algo desconocido; porque, cuando pensamos que las
tenemos, se van de nuestras manos en un momento. Cuan
disparatado es, entonces, poner nuestra esperanza en ellas.
Sino en el Dios vivo. El que entienda esto no encontrará dificultad en
quitar su esperanza de las riquezas; porque, si es sólo Dios quien nos
da todo lo necesario para la vida, nosotros transferimos a las riquezas
esa prerrogativa que sólo a Él pertenece, cuando ponemos nuestra
esperanza en ellas. Ahora bien, observemos que hay un contraste
implícito, cuando afirma que Dios da en abundancia a todos. El
significado es que, aunque tengamos una superabundancia de todas
las cosas, no tenemos otra cosa sino las bendiciones que sólo son de
Dios; porque esa bendición es lo único que nos brinda todo lo
necesario.
De esto concluye, que están estúpidamente equivocados quienes
confían en las riquezas, y no dependen completamente de la
bendición de Dios, la cual proporciona el alimento que necesitamos y
todo lo demás. De aquí también concluimos, que se nos prohibe
confiar en las riquezas, no únicamente porque éstas pertenecen al uso
de la vida mortal, sino porque no son otra cosa sino humo; porque
nosotros somos alimentados no tan sólo de pan, sino de la bendición
de Dios (Dt. 8:3). ("Será inútil preguntarnos cuáles son las riquezas
de este mundo. Podemos ver que no hay seguridad en ellas. ¿Qué son
165
los honores? No son otra cosa sino humo. ¿Qué es la vida? Sólo un
sueño. No se necesita más que un instante para que nos volvamos
polvo y ceniza. Será inútil que argumentemos sobre estas bases.
Todo esto no tendrá objeto, hasta que Dios esté en nuestros
pensamientos, hasta que se nos haya demostrado que debernos poner
todo nuestro afecto y confianza sólo en Él. Y ésa es la razón por la
cual las grandes recomendaciones de los filósofos no tuvieron efecto.
Porque ellos hablaron de la fragilidad de esta vida terrenal y de la
incierta condición de los hombres. Ellos demostraron que es inútil
que pensemos en buscar la felicidad en nuestras posesiones, en
nuestros dominios, o en alguna otra cosa. Ellos demostraron que es
ilusorio pensar en tener algo aquí, abajo, de lo cual pudiéramos
vanagloriarnos. Esos grandes filósofos no sabían nada de Dios; sin
embargo, convencidos por la experiencia, discutían y argumentaban
hábilmente sobre estos temas. Más, no obstante, ellos no hicieron
ningún bien, porque no buscaron el verdadero remedio: elevar el
corazón de los hombres hacia Dios, e informarles de que sólo en Él
se encuentra la felicidad; y hasta que hayamos llegado a esto,
siempre estaremos envueltos en perplejidades." Fr. Ser.)
Cuando Pablo dice plousios eis apolausin, abundantemente para
disfrutar, él describe cuan bondadoso es Dios para con nosotros, y
aun para con todos los hombres, y para con los animales; porque su
bondad se extiende mucho más allá de lo que necesitamos (Sal.
36:6).
18. Que hagan bien. Pablo añade otro remedio al primero, para
corregir las disposiciones pecaminosas de los ricos, afirmando con
autoridad cuál es el uso legal de las riquezas: para el hombre más
rico es que sus medios de ayudar a otros serán más abundantes; y
porque siempre somos más lentos de lo que debiéramos ser en dar a
los pobres, él emplea muchas palabras para recomendar esa virtud.
19. Atesorando para sí buen fundamento. Además, añade un
incentivo derivado de la promesa de un galardón; que, dando y
siendo generosos, ellos procurarán para sí un mejor tesoro que el que
puedan tener aquí en la tierra. Por la palabra fundamento, indica algo
permanente y duradero; porque las riquezas espirituales que
"atesoramos para nosotros" no están expuestas a los saqueos de los
ladrones ni a la corrupción de la polilla (Mt. 6:20), o al fuego, sino
que continúan siempre almacenadas en donde no existe peligro
alguno. Por otra parte, nada en la tierra está firmemente establecido;
166
sino que todas las cosas están, como si dijéramos, en una condición
flotante.
La inferencia de este pasaje sacada por los papistas, que nosotros, por
lo tanto, obtenemos la vida eterna por el mérito de las buenas obras,
es excesivamente frívola. Es cierto que Dios acepta como regalo a Él,
todo lo que se da a los pobres (Mt. 25:40). Pero aun los más
perfectos difícilmente ejecutan la centésima parte de su deber; y por
lo tanto, nuestra liberalidad no merece ser tenida en cuenta delante de
Dios. Estamos tan lejos de pagar plenamente, que, si Dios nos
llamara a cuentas estrictas, no habría ninguno entre nosotros que no
se presentara en bancarrota. Pero, después de habernos reconciliado
consigo mismo por la libre gracia, Él acepta nuestros servicios, tal
como son, y nos otorga por ellos una recompensa que no merecemos.
Esta recompensa, pues, no depende de consideraciones de mérito,
sino de la aceptación graciable de Dios, y está tan lejos de ser
inconsistente con la justicia que es por fe, que puede considerarse
como un apéndice de ella.
20. Oh Timoteo, guarda lo que se te ka, encomendado. Aunque los
intérpretes difieren al explicar paratheken, una, cosa, encomendada,
con todo, por mi parte, yo pienso que denota esa gracia que había
sido comunicada a Timoteo para el desempeño de su oficio. Es
llamada "una cosa encomendada", por la misma razón que es llamada
(Mateo 25:15) "un talento"; porque todos los dones que Dios nos
confiere lo hace bajo esta condición: que un día demos cuenta de
ellos, si el provecho que éstos produjeron no se perdió por nuestra
negligencia. El Apóstol, pues, le exhorta a guardar diligentemente lo
que se le había entregado, o más bien, lo que se le había
encomendado en depósito; para que no lo dejara que se corrompiese
o adulterase, o para que no se lo dejara despojar o robar debido a su
propia falta. Frecuentemente ocurre que nuestra ingratitud o abuso de
los dones de Dios hace que nos sean arrebatados; y por ello Pablo
exhorta a Timoteo a que se esfuerce, por preservar en el uso debido,
mediante una buena conciencia, aquello que se le había
encomendado.
Evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas. El objeto de la
amonestación es, que él sea diligente en impartir la sólida enseñanza;
y esto no puede ser así a menos que evite la ostentación; porque
donde prevalece un ambicioso deseo de agradar, ya no habrá un
poderoso deseo de edificación. Por esta razón, cuando habló de
167
"guardar lo que se le ha encomendado", muy apropiadamente añadió
esta advertencia acerca de eludir las pláticas profanas.
En cuanto a la traducción que da la Vulgata a kenofonias manitates
vocum, "vanidad de voces", yo no me opongo mucho a ello, excepto
por la razón de cierta ambigüedad que ha conducido a una
explicación errónea; porque "voces" se supone comúnmente que
tiene aquí el mismo significado que vacábala (palabras) tales como
destino y fortuna.
Mas, por mi parte, yo pienso que él describe el altisonante, verboso y
retumbante estilo de aquellos que, no contentos con la sencillez del
Evangelio, lo convierten en filosofía profana.
Las kenofoniai (Kenofomai, derivado de "henos" "vacío" y jone,
"voz" literalmente significa "voces o palabras vacías".), consisten, no
en simples palabras, sino en ese lenguaje envanecido que tan
constante y asquerosamente emiten los hombres ambiciosos, que
desean el aplauso en vez del provecho de la Iglesia. Y! Pablo lo ha
descrito en la forma más exacta; porque, entretanto que haya un
sonido extraño de algo elevado, en el fondo no hay sino una
resonancia "vacía", la cual Pablo llama "profana"; porque el poder
del Espíritu se extingue tan pronto como los doctores tocan sus
flautas en esta forma, para exhibir su elocuencia.
Ante una prohibición tan clara y tan distinta, que el Espíritu Santo
nos ha dado, esta plaga, a pesar de todo, se ha extendido. Y
ciertamente, se manifestó desde el mismo principio; pero, a la larga,
ha crecido a tal altura en el papado, que la marca de la falsificación
de la teología que prevalece allí es un espejo viviente de ese "ruido
profano y vacío" de que Pablo habla. Y nada digo de los
innumerables errores, locuras y blasfemias que abundan en sus libros
y discusiones ruidosas. Pero aunque ellos no hubieran enseñado nada
contrario a la piedad, sin embargo toda su doctrina no contiene otra
cosa sino palabras grandes y términos rimbombantes, porque es
inconsistente con la majestad de la Escritura, con la eficacia del
Espíritu, con 'a seriedad de los profetas, y con la sinceridad de los
Apóstoles, y es, por este motivo, una absoluta profanación de la
verdadera teología.
¿Qué cosa, pregunto yo, enseñan ellos acerca de la fe, o del
arrepentimiento, o del llamamiento de Dios; acerca de la debilidad de
los hombres, o de la ayuda del Espíritu Santo, o del perdón de los
pecados por la libre gracia, o acerca del oficio de Cristo, que pueda
168
ser de provecho para la sólida edificación de la piedad? Mas sobre
este tema ya tendremos oportunidad de hablar nuevamente al
explicar la Segunda Epístola. Indudablemente, cualquier persona que
posea una pequeña porción de entendimiento y de sinceridad,
reconocerá que todos los términos altisonantes de la teología papal, y
de todas las decisiones autoritarias que hacen tanto ruido en sus
escuelas, no son otra cosa sino profanas "kenofonias" (palabras
huecas), y que es imposible encontrar vocablos más exactos para
describirlas que aquellos que el Apóstol ha empleado. Y ciertamente
es un justísimo castigo de la arrogancia humana, que aquellos que se
desvían de la pureza de las Escrituras se hagan profanos. Los
doctores de la Iglesia, por lo tanto, nunca serán demasiado
cuidadosos y sinceros para precaverse contra tales corrupciones, y
para defender de éstas a la juventud.
La antigua traducción, adoptando la lectura de kamofonias en vez de
kenofonias, interpretó novedades de pala-bias', y es evidente por los
comentarios de los antiguos que esta interpretación, que aún ahora se
encuentra en algunos manuscritos griegos, fue en un tiempo
extensamente aprobada; mas la primera, la cual yo he seguido, es
mucho mejor.
Y los argumentos de la falsamente llamada ciencia. Esto también es
muy exacto y elegante; porque tan arrogantes son las sutilezas con
las cuales se emperifollan los hombres deseosos de gloria, que ellos
anonadan la verdadera doctrina del Evangelio, la cual es simple y sin
pretensiones. Esa pompa, pues, que las cortes ostentan, y que es
recibida con aplauso por el mundo, es llamada por el apóstol
"contradicción" (o argumentos). La ambición, ciertamente, es
siempre litigiosa, y es la madre de las disputas; y de aquí se concluye
que aquellos que están deseosos de exhibirse a sí mismos están
siempre listos a entrar en la arena del debate sobre cualquier tema.
Mas Pablo se proponía esto principalmente: que la hueca doctrina de
los sofistas, elevándose airosa en especulaciones y sutilezas, no sólo
obscurece por sus pretensiones la sencillez de la verdadera doctrina,
sino que también la oprime y la hace despreciable, ya que el mundo
se deja llevar casi siempre por la apariencia externa.
Pablo no quiere decir que Timoteo se deje llevar por emulación a
intentar algo de la misma naturaleza; mas, porque aquellas cosas que
tienen una apariencia de sutilidad, o se adaptan a la ostentación, son
más aceptables a la curiosidad humana, Pablo, por el contrario,
169
declara que "la ciencia" que se exalta a sí misma sobre la sencilla y
humilde doctrina de la piedad, es falsamente llamada y tenida por
ciencia. Esto debe observarse cuidadosamente, para que podamos
aprender a despreciar y a reírnos a carcajadas de esa hipócrita
sabiduría que impresiona al mundo con admiración y asombro,
aunque no tenga edificación en sí; porque, de acuerdo con Pablo,
ninguna ciencia puede con justicia y con verdad llamarse ciencia,
sino aquella que nos instruye en la confianza y temor de Dios; es
decir, en la piedad.
21. La cual, profesando algunos, se desviaron de la fe. Por el
resultado, también él demuestra cuan peligroso es esto, y cuánto
debemos eludirlo. La forma en que Dios castiga la arrogancia de
aquellos que, por el deseo de obtener reputación, corrompen y
desfiguran la doctrina de la piedad, es, que Él les permite desviarse
del sano entendimiento, para que queden envueltos en muchos
errores absurdos. Vemos que esto ha ocurrido en el papado; porque,
después de que ellos comenzaron a especular en forma profana
acerca de los misterios de nuestra religión, resultaron innumerables
monstruos de las falsas opiniones. La fe se toma aquí, como en
algunos pasajes anteriores, por la suma de la religión y de la sana
doctrina. Avisados por tales ejemplos, si no queremos apartarnos de
“la fe” volvámonos a la pura Palabra de Dios, y aborrezcamos la
sofistería y todas las vanas sutilezas, porque son corrupciones
abominables de la religión.
170
COMENTARIO A LA
SEGUNDA EPÍSTOLA PASTORAL
DE SAN PABLO A TIMOTEO
INTRODUCCIÓN
173
174
CAPITULO 1
3. Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia
conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones
noche y día;
4. deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de
gozo;
5. trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual
habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, v estoy
seguro que en ti también.
178
Esta afirmación tiene el mismo objeto que las numerosas
declaraciones de los apóstoles, contenidas en el libro de los Hechos:
"Así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la
ley y en los profetas están escritas" (Hch. 24:14). De nuevo: "Y
ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros
padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que
han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a
Dios de día y de noche" (Hch. 26:6,7). Otra vez: "Porque por la
esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena" (Hch. 28:20).
En mis oraciones noche y día. De aquí podemos ver cuan grande fue
su constancia en la oración; y sin embargo, él no afirma nada tocante
a sí mismo sino lo que Cristo recomienda a todos sus seguidores.
Debemos, pues, conmovernos y alentarnos por tales ejemplos para
imitarlos, a fin de que, por lo menos, nos ejercitemos en práctica tan
necesaria en forma más frecuente. Si alguno entiende esto como
significando las oraciones que día y noche Pablo acostumbraba a
elevar a determinadas horas, no irá errado en tal apreciación; aunque
yo doy una interpretación más sencilla: que no había tiempo en que
él no estuviera empleado en la oración.
5. Trayendo a la memoria la fe no fingida. No tanto con el propósito
de aplaudir a Timoteo como de exhortarlo, el Apóstol elogia a la vez
su propia fe y la fe de su abuela y de su madre; porque, cuando uno
ha comenzado bien y valientemente, el progreso que ha hecho debe
alentarle para avanzar, y los ejemplos domésticos son poderosos
alicientes para empujarlo hacia adelante. Por consiguiente, pone
delante de él a su abuela Loida y a, su madre Eunice, por quienes
había sido educado desde su infancia en tal forma que, por decirlo
así, se nutrió de la piedad al mismo tiempo que de la leche materna.
Por esta piadosa educación, pues, Timoteo es amonestado a no
degenerar de sí mismo y de sus antecesores.
Es incierto si, por una parte, estas mujeres fueron convertidas a
Cristo, y si lo que Pablo encomia aquí fue el comienzo de la fe, o si,
por otra parte, la fe es atribuida a ellas separada del cristianismo. Lo
último me parece más probable; porque, aun cuando en aquel tiempo
abundaban muchas corrupciones y supersticiones, sin embargo Dios
siempre tenía su propio pueblo, a quien no dejaba corromperse con la
multitud, sino a quien santificaba y separaba para sí, para que
siempre pudiera existir entre los judíos una prueba de esta gracia, que
Él había prometido a la simiente de Abraham. No hay, pues, nada
179
absurdo en afirmar que ellos vivieron y murieron en la fe del
Mediador, aunque Cristo todavía no se les había revelado. Mas yo no
aseguro nada, y no podría asegurarlo sin temeridad.
Y estoy seguro que en ti también. Esta cláusula me confirma en la
conjetura que justamente acabo de hacer; porque, en mi opinión,
Pablo no habla aquí de la fe actual de Timoteo. Se menoscabaría esa
segura confianza del elogio anterior, si sólo dijera que él reconocía la
fe de Timoteo como parecida a la de su abuela y de su madre. Pero
yo entiendo cuál debe ser el significado: que Timoteo, desde su
niñez, cuando aún no había adquirido ningún conocimiento del
Evangelio, estaba saturado del temor de Dios, y de una fe que daba
evidencias de ser semilla viviente que después se manifestaría.
6. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que
está en ti por la imposición de mis manos.
7. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder,
de amor y de dominio propio.
8. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor,
ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el
evangelio según el poder de Dios,
9. quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a
nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue
dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,
10. pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro
Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz la vida y
la inmortalidad por el Evangelio,
11. del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los
gentiles.
12. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo,
porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para
guardar mi depósito para aquel día.
181
Una vez resuelto este problema, cabría preguntar: "¿Fue la gracia
otorgada mediante una señal externa?" A esto yo respondo, que
siempre que se ordenaba a los ministros, éstos eran recomendados a
Dios por las oraciones de toda la Iglesia, y en esta forma se obtenía la
gracia de Dios para ellos por la oración, y no se les confería por
medio de una señal, aunque dicha señal no se empleaba sin provecho
ni inútilmente, sino que era una prenda segura de esa gracia que ellos
recibían de parte de Dios mismo. Esa ceremonia no era un acto
profano, inventado con el solo fin de ganar fama ante los ojos de los
hombres, sino una lícita consagración delante de Dios, la cual no se
realiza sino con el poder del Espíritu Santo. Además, Pablo acepta la
señal por el todo o por la transacción entera; porque él declara que
Timoteo fue dotado de gracia, cuando fue ofrecido a Dios como
ministro. Entonces, en esta forma de expresión hay una figura de
lenguaje, en la cual una parte es tomada por el todo.
Pero de nuevo nos encontramos ante otro problema; porque si fue
únicamente en su ordenación que Timoteo obtuvo la gracia necesaria
para desempeñar su oficio, ¿de qué naturaleza fue la elección de un
hombre no idóneo o calificado aún, y hasta entonces vacío y
destituido del don de Dios? Yo respondo, que no le fue dado
entonces lo que antes no tenía; porque es cierto que él superaba tanto
en doctrina como en otros dones antes que Pablo lo ordenara al
ministerio. Pero no hay inconsistencia al afirmar que, cuando Dios
quiso echar mano de sus servicios, y en efecto, lo llamó, Él entonces
lo hizo idóneo y lo enriqueció todavía más con nuevos dones, o le
duplicó aquellos que antes le había otorgado. No debe entenderse,
pues, que Timoteo no haya tenido anteriormente ningún don, sino
que dichos dones se manifestaron más plenamente cuanto le fue
conferido el deber de enseñar.
7. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía. Ésta es una
confirmación de lo que Pablo había afirmado inmediatamente antes;
y así continúa apremiando a Timoteo a mostrar el poder de los dones
que había recibido. Él se vale de este argumento: que Dios gobierna a
sus ministros por el Espíritu de poder, el cual es opuesto a la
cobardía. De aquí se concluye, que ellos no deben decaer por la
pereza, sino que, sostenidos por la gran confianza y el ánimo, deben
manifestar y ostentar, por efectos visibles, ese poder del Espíritu.
El siguiente pasaje se halla en la Epístola a los Romanos: "Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,
182
sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre!" (Romanos 8:15). Ese pasaje es, a primera
vista, casi semejante a éste; mas sin embargo, el contexto demuestra
que el significado es diferente. Allí, trata de la confianza de la
adopción que todos los creyentes tienen; mas aquí, habla
particularmente acerca de los ministros, y les exhorta, en la persona
de Timoteo, a moverse activamente y a hacer obra de valor; porque
Dios no quiere que desempeñen su oficio en forma fría y sin vigor,
sino que prosigan adelante con toda energía, confiando en la eficacia
del Espíritu.
Sino de poder, de amor y de dominio propio. De aquí aprendemos,
primero, que ninguno de nosotros posee esa firmeza e inconmovible
constancia del Espíritu, la cual es requisito para el cumplimiento de
nuestro ministerio, hasta que somos capacitados desde el cielo con un
nuevo poder. Y ciertamente, los obstáculos son tantos y tan grandes,
que ningún esfuerzo humano será capaz de vencerlos. Es Dios, pues,
quien nos capacita con "el espíritu de poder"; porque aquellos que, en
otra forma, dan muestras de mucha fortaleza, caen en un momento,
cuando no son sostenidos por el poder del Espíritu Divino.
En segundo lugar, de allí inferimos que quienes tienen bajeza servil y
cobardía, de modo que no se arriesgan a hacer algo en defensa de la
verdad, cuando es necesario, no son gobernados por ese Espíritu que
guía a los siervos de Cristo. De esto se concluye, que muy pocos de
aquellos que llevan el título de ministros, en la actualidad, llevan la
marca de la sinceridad impresa sobre ellos; porque, entre un gran
número, ¿dónde encontramos a uno que, confiando en el poder del
Espíritu, valientemente desprecie toda la altivez que se exalte contra
Cristo? ¿Acaso una gran mayoría no busca sólo su propio interés y
holganza? ¿No se quedan mudos y espantados cuando estalla algún
ruido? El resultado es, que la majestad de Dios no se manifiesta en su
ministerio. La palabra Espíritu se emplea aquí en sentido figurado,
como en muchos otros pasajes. ("La palabra Espíritu se entiende aquí
por los dones que proceden de Él, de acuerdo con la figura llamada
metonimia.")
Mas ¿por qué añadió Pablo inmediatamente amor y dominio propio?
En mi opinión, fue con el fin de distinguir ese poder del Espíritu, de
la furia y rabia de los fanáticos, quienes, mientras se mueven y
apresuran con sus temerarios impulsos, furiosamente se ufanan de
tener el Espíritu de Dios. Por esta razón él afirma expresamente que
183
esa poderosa energía es moderada por el amor y el dominio propio,
es decir, por un sereno deseo de edificación. Sin embargo, Pablo no
niega que los profetas y los maestros estuviesen dotados del mismo
Espíritu antes de la promulgación del Evangelio, sino que declara
que esta gracia debe ser ahora especialmente poderosa y conspicua
bajo el reinado de Cristo.
8. Por tanto, no te avergüences. Pablo dijo esto, porque la confesión
del Evangelio era tenida por infamante; y por lo tanto, él prohíbe que
bien la ambición o el temor a la desgracia le impidan o coarten la
libertad de predicar el Evangelio. E infiere esto de lo que ya se ha
dicho; porque aquel que está armado con el poder de Dios jamás
temblará ante el ruido que produzca el mundo, sino que reconocerá
como honorable que los hombres perversos lo señalen con las marcas
de la desgracia.
Y justamente llama al Evangelio el testimonio de nuestro Señor;
porque, aunque Él no tiene necesidad de nuestra ayuda, sin embargo
nos impone esta obligación, para que demos testimonio de que
sostenemos Su gloria. Es un grande y señalado honor el que Él nos
confiere, y ciertamente a todos (porque no hay cristiano que no deba
considerarse un testigo de Cristo), pero principalmente a pastores y
maestros, como Cristo dijo a Sus discípulos: "Me seréis testigos"
(Hch. 1:8). Por consiguiente, cuanto más odiosa sea la doctrina del
Evangelio para el mundo, más seriamente deben ellos esforzarse por
confesarla abiertamente.
Cuando Pablo añade ni de mí, con tal expresión recuerda a Timoteo
que no rehúse ser su compañero, en una causa que es común a
ambos; porque, cuando comenzamos a apartarnos de la sociedad de
aquellos que, por el nombre de Cristo, sufren persecución, ¿qué otra
cosa buscamos sino que el Evangelio se vea libre de toda
persecución? Ahora bien, aunque no faltaban muchos hombres
perversos que ridiculizaban a Timoteo así: "¿No te das cuentas de lo
que le ha pasado a tu maestro? ¿No sabes que lo mismo te va a pasar
a ti? ¿Por qué nos impones una doctrina que tú ves que es
despreciada por todo el mundo?", no obstante, él debió sentirse
animado con esta exhortación: "No tienes razón para avergonzarte de
mí, en lo que no" es vergonzoso, porque yo soy prisionero de Cristo";
es decir: "No es por un crimen o una mala acción que yo me
encuentro preso, sino que por Su nombre estoy encadenado en esta
prisión".
184
Sino participa de las aflicciones por el evangelio. Pablo establece un
método por el cual aquello que manda puede ser realizado; es decir,
si Timoteo se prepara para soportar las aflicciones que están
relacionadas con el Evangelio. Todo aquel que se rebele contra la
cruz y trate de eludirla, siempre se avergonzará del Evangelio. No sin
una buena razón Pablo, pues, entretanto que lo exhorta a la firmeza
de confesión, a fin de que la exhortación no sea inútil le habla
también de soportar la cruz. ("Él demuestra, en primer lugar, que el
Evangelio no puede separarse de las aflicciones. Ño es que Dios no
llame a todos los hombres a la unidad en la fe, puesto que la doctrina
del Evangelio tiene el mensaje de reconciliación para todos; sino que,
también, existen aquellos que son impulsados por el poder de su
Santo Espíritu, mientras que los incrédulos permanecen en su dureza;
y por otra parte, allí está el fuego que se enciende, como cuando los
truenos estallan en el aire, que causan gran conmoción. Así es
cuando el Evangelio se predica. Ahora bien, si el Evangelio trae
aflicciones, y si nuestro Señor Jesucristo desea que lo que Él soportó
en su persona se cumpla y experimente en sus miembros, y que cada
día Él sea como crucificado de nuevo, ¿será lícito que nosotros
escapemos de esa condición? Por lo tanto, ya que toda nuestra
esperanza está en el Evangelio, y ya que debemos buscar nuestro
apoyo en él, reflexionemos en lo que Pablo dice: que debemos
sostener a nuestros hermanos, cuando veamos que son perseguidos,
escupidos, vejados y maltratados; y escojamos ser sus compañeros
para soportar los reproches y la baja conducta del mundo, más bien
que recibir honores y tener buena reputación y fama, y no obstante
estar alejados de aquellos que sufren por la causa que tenemos en
común con ellos." Fr. Ser.)
Y añade: según el poder de Dios; porque si no fuera por esto, y si Él
no nos sostuviera, inmediatamente sucumbiríamos bajo el peso de la
carga. Y esta cláusula contiene dos cosas: amonestación y
consolación. La amonestación es que no se fije en su presente
debilidad, y que confiado en la ayuda de Dios se aventure y
emprenda lo que está más allá de sus fuerzas. La consolación es, que,
si soportamos alguna cosa por causa del Evangelio, Dios saldrá a
nuestro encuentro como nuestro libertador, para que, por su poder,
podamos alcanzar la victoria.
9. Quien nos salvó. Por la grandeza del beneficio Pablo nos
demuestra cuánto debemos a Dios; porque la salvación que Él nos ha
185
otorgado fácilmente absorbe todos los males que han de padecerse en
este mundo. La palabra salvó, aunque admite un significado global,
aquí se interpreta limitada por el contexto, y denota la salvación
eterna. Así, pues, Pablo enseña que aquellos que mediante Cristo han
obtenido una salvación no transitoria ni pasajera, sino eterna, si
escatiman su vida fugaz y prefieren los honores en vez de reconocer
a su Redentor, son excesivamente ingratos.
Y llamó con llamamiento santo. Pablo coloca el sello (la seguridad)
de la salvación en el llamamiento; porque, como la salvación de los
hombres fue completada en la muerte de Cristo, así Dios, por el
Evangelio, nos-hace partícipes de ella. A fin de hacer resaltar más el
valor de este "llamamiento'', él lo declara santo. Esto ha de
observarse cuidadosamente, porque, así como la salvación no tiene
que buscarse en ningún otro sino en Cristo, así también por otra
parte, Él habría muerto y resucitado de nuevo sin ventaja práctica
alguna, si no nos llamara a participar de esta gracia. Entonces,
después de haber alcanzado la salvación para nosotros, una segunda
bendición nos será otorgada para que, injertándonos en su cuerpo, Él
pueda comunicarnos sus beneficios para que disfrutemos de ellos.
No conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la
gracia. Pablo describe la causa tanto de nuestro llamamiento como de
toda nuestra salvación. Nosotros no teníamos obras por las cuales
hubiéramos podido anticiparnos a Dios; mas todo depende de su
graciable propósito y elección; porque en las dos palabras propósito
y gracia está la figura de lenguaje llamada hipálage, (La hapalague
(palabra compuesta de hupo y alasso: "Yo cambio"), es una figura de
lenguaje por la cual las partes de una proposición parecen ser
intercambiables. (N. del E.), debe tener la fuerza de una objeción,
como si dijera: "conforme a su graciable propósito". Aunque Pablo
comúnmente emplea la palabra propósito para denotar el oculto
decreto de Dios, la causa del cual está en su solo poder, con todo,
para mayor explicación, él quiso añadir "gracia", a fin de poder
excluir con mayor energía toda referencia a las obras. Y el propio
contraste pregona con voz muy alta que no hay lugar para las obras
donde la gracia de Dios reina, y por la cual Él estaba de antemano
con nosotros, cuando aún no habíamos nacido. Sobre este tema he
hablado más ampliamente en mi comentario al primer capítulo de la
Carta a los Efesios; y por el momento, no hago otra cosa sino dar un
186
rápido vistazo a aquello que ya traté en forma más amplia. (Véanse
los Comentarios de Calvino sobre Calatas y Efesios, pp, 197-201.)
Que nos fue dada. Partiendo del orden del tiempo, Pablo razona que
la salvación nos fue otorgada por la libre gracia, a pesar de que no la
merecíamos; porque si Dios nos escogió antes de la creación del
mundo, no pudo haber tomado en cuenta las obras, de las cuales no
teníamos nada, ya que entonces no existíamos. En cuanto al
pensamiento de los sofistas, de que Dios fue movido por las obras
que Él previo, no merece una amplia refutación. ¿Qué clase de obras
hubieran sido si Dios nos hubiese pasado por alto, sabiendo que la
elección en sí es la causa y el principio de todas las buenas obras?
Este "dar la gracia" que Pablo menciona, no es otra cosa sino la
predestinación, por la cual fuimos adoptados para ser hijos de Dios.
Sobre este tema quiero que mis lectores recuerden, que con
frecuencia se dice que Dios nos "da" su gracia realmente cuando
recibimos el efecto de ella. Empero Pablo coloca aquí ante nosotros
lo que Dios se propuso hacer consigo mismo desde el principio. Él,
por lo tanto, dio aquello que no se produce por ningún mérito. Él
designó a aquellos que aún no habían nacido, y los guardó dentro de
sus tesoros, hasta que hizo saber por el hecho mismo que Él nada
proyecta en vano.
Antes de los tiempos de los siglos. Pablo emplea esta frase con el
mismo sentido con que él en otra parte habla de la ininterrumpida
sucesión de los años desde la fundación del mundo (Tit. 1:2). Porque
ese ingenioso razonamiento que Agustín aduce en muchos pasajes es
totalmente diferente del designio de Pablo. El significado es, pues:
"Antes de que los tiempos comenzaran a tomar su curso desde todos
los siglos pasados." Además, es digno de notarse que él coloca el
fundamento de la salvación en Cristo; porque, aparte de Él, no hay
adopción ni salvación; como se dijo verdaderamente al explicar el
primer capítulo de la Epístola a los Efesios.
10. Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro
Salvador Jesucristo. Observad cuan apropiadamente relaciona la fe
que tenemos del Evangelio con la elección secreta de Dios, y señala a
cada una su propio lugar. Dios nos ha llamado ahora por el
Evangelio, no porque repentinamente haya tomado consejo respecto
a nuestra salvación, sino porque ya lo había determinado así desde
toda la eternidad. Cristo ha "aparecido" ("Tes epifanías. Esto,
Teodoreto lo explica bien por enanthro-peseos, que es una expresión
187
usada especialmente por los antiguos escritores, al tratarse de la
aparición de los dioses sobre la tierra. Así en Josefo (Ant., xvm, 3, 4)
tenemos: ten epifaneían ekdieguetai ton Anoubidos (ahí relata la
aparición del dios Anubis). Epifaneía denota aquí la primera
aparición de Cristo en la carne, aunque en otras partes el término
siempre significa su segunda aparición para juzgar al mundo."
Bloomfield.), ahora para nuestra salvación, no porque el poder
salvador se le haya otorgado recientemente, sino porque esta gracia
fue reservada en Él para nosotros antes de la creación del mundo. El
conocimiento de estas cosas nos es revelado a nosotros por fe; y así
el Apóstol juiciosamente relaciona el Evangelio con las más antiguas
promesas de Dios, para que la novedad no lo haga despreciable.
Pero cabe preguntar: "¿Es que los padres, bajo la Ley, ignoraban esta
gracia?"; porque al no ser revelada sino por la venida de Cristo, se
concluye que antes de ese tiempo estaba escondida. Yo respondo que
Pablo habla de la plena manifestación de la cosa en sí, de la cual
dependía también la fe de los padres, de modo que esto no quita nada
de ellos. La razón por la que Abel, Noé, Abraham, Moisés, David, y
todos los creyentes, obtuvieron la misma fe que nosotros, fue porque
ellos pusieron su confianza en esa "aparición". Entonces, cuando
Pablo dice que "la gracia nos fue revelada por la aparición de Cristo",
no excluye de la comunión con esa gracia a los padres que fueron
hechos partícipes con nosotros de esta manifestación por la misma fe.
Cristo fue el mismo ayer como lo es hoy (Heb. 13:8); pero Él no se
manifestó a nosotros, por su muerte y resurrección, antes del tiempo
señalado por el Padre. En esto, como la única prenda y logro de
nuestra salvación, tanto nuestra fe como la de los padres están
acordes.
El cual quitó la muerte. Cuando Pablo atribuye al Evangelio la
manifestación de la vida, no enseña que tenemos que comenzar con
la palabra, prescindiendo de la muerte y resurrección de Cristo
(porque la palabra, por el contrario, descansa en el asunto de que se
trata), sino que únicamente quiere decir que el fruto de esta gracia no
viene a los hombres en ninguna otra forma más que por el Evangelio,
de acuerdo con lo que dice la Escritura. "Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo, no imputando a los hombres sus pecados, y
nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación" (2 Cor. 5:19).
Y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. Es una grande
y extraordinaria recomendación del Evangelio, el que "saque a luz la
188
vida". A vida Pablo añade inmortalidad; como si dijera: "una vida
verdadera e inmortal". Mas pudiera pensarse mejor, que por vida
nosotros entendemos regeneración, a la que le sigue una bendita
inmortalidad, la cual es también el objeto de la esperanza. Y
ciertamente ésta es nuestra "vida", no aquella que tenemos en común
con los animales, sino esa que consiste en participar de la imagen de
Dios. Mas por cuanto en este mundo "no aparece" (1 Jn. 3:2) cuál es
la naturaleza, o cuál es el valor de esa "vida", por razón de una
expresión más plena Pablo añadió, en la forma más apropiada,
"inmortalidad", que es la revelación de esa vida que ahora está
oculta.
11. Del cual yo fui constituido. No sin una buena razón encomia tan
elevadamente el Evangelio juntamente con su apostolado. Satanás
labora, mucho más de lo que nos imaginamos, para desvanecer de
nuestro corazón, por todos los métodos posibles, la fe de la sana
doctrina; y como no siempre es fácil para él hacer esto si nos ataca en
lucha abierta, nos despoja usando métodos secretos e indirectos;
porque, a fin de destruir la credibilidad de la doctrina, él levanta
sospechas en el llamamiento de los maestros piadosos. Pablo, pues,
teniendo la muerte a la vista, y conociendo bien las trampas antiguas
y ordinarias de Satanás, se propuso defender no sólo la doctrina del
Evangelio en general, sino su propio llamamiento. Ambas cosas eran
necesarias; porque, aunque se pronunciaran largos discursos tocantes
a la dignidad del Evangelio, no tendrían mucho valor para nosotros, a
menos que entendiéramos lo que éste significa. Muchos estarán de
acuerdo en cuanto al principio general de la indiscutible autoridad
del Evangelio, pero después no tendrán nada seguro sobre qué
guiarse. Ésta es la razón por la que Pablo expresamente desea ser
reconocido como fiel y leal ministro de esa doctrina vivificadora que
él había mencionado.
Predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por las razones ahora
expuestas, Pablo se honra a sí mismo con varios títulos, para expresar
una sola cosa. Se llama a sí mismo predicador o heraldo, porque la
obligación del heraldo es proclamar los mandatos de príncipes y
magistrados. La palabra apóstol se emplea aquí en su sentido
ordinario y restringido. Además, como existe una relación natural
entre un maestro y sus discípulos, se adjudica también este tercer
título, para que quienes aprendan de él sepan que tienen un maestro
que les ha sido designado por Dios. Y ¿a quiénes declara él que fue
189
designado? A los gentiles; porque el punto principal de la
controversia era acerca de ellos, porque los judíos negaban que las
promesas de la vida pertenecieran a otros salvo a los hijos carnales
de Abraham. Por lo tanto, a fin de que la salvación de los gentiles no
se pusiera en tela de juicio, Pablo afirma que a ellos ha sido
designado especialmente por Dios.
12. Por lo cual asimismo padezco esto. Es bien sabido que la ira de
los judíos se encendió contra Pablo, por la sola razón de haber hecho
popular el Evangelio entre los gentiles. Sin embargo, la frase por lo
cual asimismo tiene relación con todo el versículo, y, por lo tanto, no
debe limitarse a la última cláusula sobre los "gentiles".
Pero no me avergüenzo. Para que la prisión en la que él se
encontraba encarcelado no menguara en ninguna forma su autoridad,
se defiende valiéndose de dos argumentos. Primero, demuestra que la
causa, lejos de ser vergonzosa, era aun honorable para él; porque era
un prisionero, no por haber hecho algún mal, sino porque obedeció a
Dios, quien lo llamó. Es una consolación inefable la que sentimos
cuando somos capaces de presentarnos con una limpia conciencia en
oposición a los injustos juicios de los hombres. Segundo, confiado en
que todo tendrá una resolución justa, Pablo sostiene que no hay nada
vergonzoso en su encarcelación. Aquel que eche mano de esta
defensa será capaz de vencer cualquier tentación por grande que sea.
Y cuando él dice que "no se avergüenza", con su ejemplo estimula a
otros a tener el mismo valor.
Porque yo sé a quien be creído. Éste es el único lugar de refugio, a
donde deben acudir todos los creyentes, siempre que el mundo los
desprecie y los tenga por condenados y arruinados; es decir, bastará
reconocer que Dios les tiende la mano y les da su aprobación;
porque, ¿cuál sería el resultado si ellos dependieran de los hombres?
Y de aquí debemos inferir cuánto se diferencia la fe de la opinión;
porque, cuando Pablo dice: "Yo sé a quien he creído", él enseña que
no es bastante que uno crea, a menos que tenga el testimonio de
Dios, y a menos que tenga la plena seguridad de ello. La fe, pues, no
se apoya en la autoridad de los hombres, ni descansa en Dios en tal
forma como para titubear, sino que debe unirse con el conocimiento;
de otra manera no será lo suficientemente fuerte contra los
innumerables ataques de Satanás. Aquel que juntamente con Pablo se
imponga este conocimiento, sabrá por experiencia que, con buen
fundamento, nuestra fe es llamada "la victoria que vence al mundo "
190
(1 Jn. 5:4); y que también con motivos bien fundados, Cristo afirmó
que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18).
El hombre que tenga la firme convicción de que Dios, "que no puede
mentir" (Tit. 1:2) o engañar, ha hablado y realizará lo que ha
prometido, disfrutará de una paz imperturbable en medio de las
tormentas de la vida. Por otra parte, aquel que no tiene esta verdad en
su corazón, será continuamente agitado de una parte a otra como
caña movida por el viento.
Este pasaje es altamente digno de atención; porque expresa
admirablemente el poder de la fe, cuando demuestra que, aun en
casos desesperados, debemos dar a Dios tal gloria como para no
dudar de que Él será verdadero y fiel; y cuando también nos
demuestra que en la misma forma debemos confiar en la Palabra, tan
plenamente como si Dios mismo nos hubiera hablado desde el cielo;
porque quien no tiene esta convicción no entiende nada. Recordemos
siempre, que Pablo no anda tras de especulaciones filosóficas en la
sombra, sino que, teniendo la realidad ante sus ojos, solamente
declara cuan valiosísima es la esperanza que está confiada en la vida
eterna.
Y estoy seguro que es poderoso. A causa de que el poder y la
enormidad de los peligros frecuentemente nos llenan de desaliento, o
al menos hacen que nuestro corazón desconfíe, debemos defendernos
con el escudo de que hay suficiente protección en el poder de Dios.
En igual forma, cuando Cristo mandó que acariciáramos esta
confiada esperanza, Él empleó este argumento: "Mi Padre que me las
dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de
mi Padre" (Jn. 10:29), lo cual quiere decir que estamos fuera de
peligro, sabiendo que el Señor, que nos ha tomado bajo su
protección, es abundantemente poderoso para derribar toda
oposición. Ciertamente, Satanás no se atreve a sugerir, en forma
directa, el pensamiento de que Dios no pueda cumplir lo que
promete, o que se vea estorbado para cumplirlo (porque nuestros
sentidos se espantarían ante tan burda blasfemia), sino que,
preocupando nuestro entendimiento y mente, arrebata de nosotros
toda percepción del poder de Dios. El corazón debe estar, pues, bien
limpio, a fin de que no sólo experimente ese poder, sino que pueda
retener su sabor en medio de toda clase de tentaciones.
Ahora bien, siempre que Pablo habla del poder de Dios, debemos
entender por ello lo que puede llamarse Su poder actual o "eficaz"
191
(energoumenen), tal como él lo llama en otro lugar (Col. 1:29). La fe
siempre relaciona el poder de Dios con la palabra, la cual no piensa
que esté a distancia, mas habiéndola captado interiormente, la posee
y la retiene. Así en esta forma se dice de Abraham: "Tampoco dudó,
por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe,
dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también
poderoso para hacer todo lo que había prometido" (Rom. 4:20,21).
Para guardar mi depósito. Observemos que Pablo emplea esta frase
para denotar la vida eterna; porque de aquí concluimos, que nuestra
salvación está en las manos de Dios, en la misma forma que están en
las manos de un depositario aquellas cosas que le entregamos para
que nos guarde, confiando en su fidelidad. Si nuestra salvación
dependiera de nosotros, ¿a cuántos peligros estaría expuesta
continuamente? Mas ahora, después de haberla entregado a un
guardián tan bueno, sabemos que está fuera de todo peligro.
197
Esta oración nos muestra la recompensa que aguarda a aquellos que,
sin esperar un galardón terrenal, realizan servicios generosos a los
santos, mucho más rica que si la recibieran inmediatamente de mano
de los hombres. ¿Y para qué ora él? Para que el Señor le otorgue
misericordia; porque quien ha sido misericordioso para con otros
recibirá misericordia del Señor para sí. De aquí se sigue también,
que, cuando el Señor nos recompensa, no es por nuestros méritos o
por alguna grandeza que haya en nosotros; sino que la mejor y más
valiosa recompensa que nos otorga es cuando nos perdona, y
demuestra ser, no un Juez severo, sino un Padre bondadoso e
indulgente.
CAPITULO 2
203
12. Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él
también nos negará.
13. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí
mismo.
209
14. Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no
contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es
para perdición de los oyentes.
15. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como
obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de
verdad.
16. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más
y más a la impiedad.
17. Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son
Himeneo y Fileto,
18. que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se
efectuó, y trastornan la fe de algunos.
224
26. Y escapen del lazo del diablo. A la iluminación le sigue la
liberación del yugo del diablo; porque los incrédulos están tan
intoxicados por Satanás que, estando dormidos, no se dan cuenta de
su desgracia. Por otra parte, cuando el Señor hace brillar sobre
nosotros la luz de su verdad, Él nos despierta de ese sueño mortal,
destroza los lazos con que estamos atados y, quitando todos los
obstáculos, nos prepara para obedecerle.
En que están cautivos. Es una condición verdaderamente espantosa,
cuando el diablo tiene tan grande poder sobre nosotros, que nos
arrastra, como esclavos cautivos, aquí y allá como se le antoja. No
obstante, tal es la condición de todos aquellos a quienes el orgullo de
su corazón aparta de la sumisión a Dios. Y este dominio tiránico de
Satanás lo vemos claramente todos los días en los réprobos; porque
ellos no se precipitarían con tal furia y violencia brutal a toda clase
de crímenes bajos y perversos, si no fuesen empujados por el poder
invisible de Satanás. Eso es lo que vimos en Efesios 2:2, donde se
nos dice que Satanás ejercita su poder en los incrédulos.
Tales ejemplos nos amonestan a que nos mantengamos
cuidadosamente bajo el yugo de Cristo, y a que seamos dóciles y nos
dejemos gobernar por su Santo Espíritu Y no obstante, una
cautividad de esta naturaleza no exculpa de pecado a los hombres
perversos, aunque sea por la instigación de Satanás que ellos pecan;
porque, aunque su precipitación tan irresistible hacia lo malo procede
del dominio satánico, con todo, ellos no hacen nada por coacción,
sino que se inclinan con todo su corazón a lo que Satanás les empuja.
El resultado es que su cautividad es voluntaria.
CAPÍTULO 3
226
imperarían, y que todo estaría tan perfectamente controlado, que no
habría más vicios en el mundo." Fr. Ser.)
En suma, quiere decir que no habrá, aun bajo el Evangelio, tal estado
de perfección, que todos los vicios se acaben y que florezcan toda
clase de virtudes; y que, por lo tanto, los pastores de la Iglesia
cristiana tendrán tanto que hacer con los hombres perversos e impíos,
como los profetas y los sacerdotes piadosos lo tuvieron en los
tiempos antiguos. De aquí se concluye que no habrá tiempo para la
ociosidad o para el reposo.
2-5. Porque habrá hombres. Es correcto observar, primero, en qué
hace consistir él la dureza de esos tiempos "peligrosos" o "difíciles";
no en la guerra, ni en el hambre, ni en las enfermedades, ni en otras
calamidades o molestias que afecten al cuerpo, sino en las malvadas
y perversas acciones de los hombres. Y, ciertamente, nada es tan
doloroso para los hombres piadosos, y para los que verdaderamente
temen a Dios, como contemplar tales corrupciones morales; porque,
como no hay nada que ellos estimen tanto como la gloria de Dios, no
pueden hacer otra cosa sino sufrir graves angustias cuando ésta es
atacada o despreciada.
Segundo, debemos observar quiénes son las personas a que Pablo se
refiere. Aquellos a quienes brevemente describe, no son enemigos
externos, que abiertamente ataquen el nombre de Cristo, sino
internos, que desean ser reconocidos entre los miembros de la
Iglesia; porque Dios desea probar su Iglesia hasta tal grado como
para que lleve dentro de su seno tales plagas, aunque no le agrade
tomarlas en consideración. Así que, si en el día presente muchos a
quienes justamente aborrecemos están mezclados entre nosotros,
aprendamos a gemir pacientemente bajo esa carga, cuando se nos
informa que ésta es la suerte de la Iglesia cristiana.
Además, es admirable que esas personas, de quienes Pablo declara
que son culpables de tantos y tan graves actos de maldad, puedan
guardar la apariencia de piedad, así como él lo declara. Mas la diaria
experiencia nos demuestra que no debemos extrañarnos por esto;
porque tal es la asombrosa audacia y perversidad de los hipócritas
que, aun al disculpar crímenes tan groseros, son excesivamente
descarados, una vez que han aprendido a ampararse falsamente bajo
el nombre de Dios. En los tiempos antiguos, ¿cuántos crímenes
abundaban en la vida de los fariseos? Y no obstante, como si ellos
227
hubiesen estado limpios de de toda mancha, gozaban de una
reputación de eminente santidad.
Aun en el día actual, aunque la corrupción del clero papal es tal que
apesta a las narices de todo el mundo, sin embargo, a pesar de su
perversidad, no cesan de usurpar para sí orgullosamente todos los
derechos y títulos de los santos. Por consiguiente, cuando Pablo dice
que los hipócritas, aunque sean acusados de los vicios más bajos,
engañan con una máscara piadosa, esto no debe parecemos extraño,
cuando tenemos los ejemplos a la vista. Y, ciertamente, el mundo
merece ser engañado por esos perversos picaros, cuando desprecia o
no puede soportar la verdadera santidad. Además, Pablo enumera
aquellos vicios que no son visibles a primera vista, y que aun son
acompañantes ordinarios de la pretendida santidad. ¿Hay algún
hipócrita que no sea amador de sí mismo, que no sea aborrecedor de
los demás, que no sea déspota y cruel, que no sea traidor? Empero
todos éstos están ocultos a los ojos de los hombres. ("Empero todos
éstos son vicios ocultos, y no se muestran ante les ojos de los
hombres.")
Gastar tiempo en explicar cada palabra sería super-fluo; porque las
palabras no necesitan explicación. Que mis lectores observen que
filautia, amor propio, que ocupa el primer lugar en la lista, puede
considerarse como la fuente de la cual emanan todos los vicios que a
continuación se mencionan. El que se ama a sí mismo reclama una
superioridad en todo, desprecia a los demás, es cruel, entregado a la
avaricia, a la traición, a la ira, amante de rebelarse contra sus padres,
descuida lo que es bueno, etc. Como Pablo tenía el propósito de
marcar a los falsos profetas con tales marcas, para que pudieran ser
vistos y conocidos por todos, es también nuestro deber abrir los ojos,
para que podamos ver a aquellos que están señalados con el dedo.
A éstos evita. Esta exhortación demuestra suficientemente que Pablo
no habla de una distante posteridad, ni predice lo que pasaría muchos
siglos después; sino que, al señalar los males presentes, él aplica a su
época lo que dijo acerca de "los postreros tiempos"; porque ¿cómo
podría evitar Timoteo a aquellos que no se irían a levantar sino hasta
muchos siglos después? Entonces, desde el mero principio del
Evangelio la Iglesia debió haberse visto afectada por tales
corrupciones.
6. De éstos son los que se meten en las casas. Diríamos que aquí
Pablo intencionadamente dibuja un cuadro vivo de las ordenanzas
228
monásticas. Mas sin hablar una sola palabra acerca de monjes, esas
marcas con las cuales Pablo distingue a los falsos y pretendidos
maestros son suficientemente claras; metiéndose en las casas, trampa
para cazar a las mujercillas tontas, inventan flirteos, que imponen
sobre la gente mediante diferentes supersticiones. Es conveniente
observar con cuidado estas marcas, si queremos distinguir entre los
inútiles zánganos y los fieles ministros de Cristo. Los primeros están
marcados con un carbón tan negro, que es inútil que se escapen de la
vista. "Meterse en las casas" significa entrar clandestinamente, o
procurar la entrada mediante métodos solapados.
Y llevan cautivas a las mujercillas llenas de pecados. Ahora Pablo
habla de "mujeres" más bien que de nombres, porque las primeras
están más expuestas a dejarse desviar en esta forma. Dice que son
"llevadas cautivas", porque los falsos profetas de esta clase,
valiéndose de varias tretas, ganan su atención, en parte atisbando con
curiosidad en todos sus asuntos, y en parte mediante flirteos. Y esto
es lo que inmediatamente añade: "llenas de pecados"; porque si ellas
no hubiesen estado atadas por la cadena de una mala conciencia, no
hubieran permitido dejarse llevar cautivas, en toda forma posible, a
la voluntad de otros.
Por diversas concupiscencias. Yo considero que "concupiscencias"
denota generalmente esos deseos tontos y vanos por los cuales la
mujeres que no buscan a Dios sinceramente, aun a pesar de sus
deseos de que se las tenga por religiosas y santas, son llevadas
cautivas. No hay fin de los métodos adoptados por ellos, cuando,
apartándose de una buena conciencia, constantemente están
asumiendo nuevas máscaras. Crisóstomo está más dispuesto a
referirlo a los deseos vergonzosos e inmoderados; mas, cuando yo
examino el contexto, prefiero la explicación anterior; porque
inmediatamente agrega:
7. Siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento
de la verdad. Esa fluctuación entre los diferentes deseos, de que
Pablo habla ahora, ocurre cuando, no teniendo nada sólido en ellos
mismos, son arrojados en todas direcciones. "Aprenden", dice él,
"como la gente que está bajo la influencia de la curiosidad, y con una
mente inquieta, mas en tal forma como para nunca llegar a ninguna
certidumbre de la verdad." Es un estudio mal dirigido, y
completamente ausente de conocimiento. Y, sin embargo, tales
personas piensan de sí mismas que son prodigiosamente sabias; pero
229
lo que saben es nada, en tanto que no se apeguen a la verdad, la cual
es la base de todo conocimiento.
13. Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor,
engañando y siendo engañados.
14. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste,
sabiendo de quién has aprendido;
15. y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las
cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en
Cristo Jesús.
234
16. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
17. a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra.
13. Mas los malos hombres y los engañadores. Ésta es la más amarga
de todas las persecuciones, cuando vemos que los hombres
perversos, con sus atrevimientos sacrílegos, con sus blasfemias y
errores, acumulan fuerza. Así dice Pablo en alguna otra parte, que
Ismael persiguió a Isaac, no con la espada, sino con la burla (Gal.
4:29). De aquí podemos concluir que, en el versículo anterior, no era
sólo una clase de persecución la que describía, sino que el Apóstol
habló, en términos generales, de esas aflicciones que los hijos de
Dios son obligados a soportar cuando combaten por la gloria de su
Padre,
Yo afirmé hace poco, en qué respecto ellos irán de mal en peor;
porque Pablo predice que ellos no sólo opondrán obstinada
resistencia, sino que lograrán perjudicar y corromper a otros. Una
persona que no vale nada será más efectiva para destruir, que diez
fieles maestros en edificar, aunque trabajen con todas sus fuerzas. Y
tampoco faltará jamás la cizaña que Satanás siembra para dañar el
grano puro; aun cuando nosotros creamos que los falsos profetas han
sido arrojados, otros aparecerán continuamente en diferentes
direcciones.
Otra vez, en cuanto al poder de perjudicar, ("Si se preguntare: ¿De
dónde viene este poder y habilidad para perjudicar?"), no es porque
la falsedad, dentro de su propia naturaleza, sea más fuerte que la
verdad, o que las tretas de Satanás sobrepasen la energía del Espíritu
de Dios; sino porque los hombres, siendo por naturaleza inclinados a
la vanidad y a los errores, acogen más fácilmente lo que se acomoda
a su disposición natural, y también porque, estando cegados por una
justa venganza de Dios, son llevados, como esclavos cautivos, por la
voluntad de Satanás. ("Satanás los conduce, de un lado o de otro, a su
gusto.")
Y la razón principal de por qué la plaga de las doctrinas perversas es
tan eficaz, es porque la ingratitud de los hombres merece que así sea.
Es sumamente necesario que los maestros piadosos recuerden esto,
para que estén preparados para una guerra continua, para que no
235
desmayen por la demora, y para que no cedan ante la arrogancia e
insolencia de los adversarios.
14. Pero persiste tú en lo que has aprendido. Aunque la iniquidad
prevalece y se abre paso, Pablo no obstante aconseja a Timoteo que
permanezca firme. E indudablemente, ésta es la verdadera prueba de
la fe, cuando presentamos una infatigable resistencia a todos los
ataques de Satanás, y no alteramos nuestra carrera a pesar de todos
los vientos que soplan, sino que permanecemos firmes en la verdad
de Dios, como en un ancla segura.
Sabiendo de quién has aprendido. Esto lo añade con el fin de ensalzar
la certeza de la doctrina; porque si alguno ha sido enseñado
incorrectamente, no debe perseverar en ella. Por el contrario,
debemos olvidar todo lo que hemos aprendido aparte de Cristo, si
queremos ser sus discípulos; por ejemplo, como iniciación de nuestra
enseñanza en la fe, debemos rechazar y olvidar todas las enseñanzas
del papado. El Apóstol, pues, no ordena a Timoteo defender
indistintamente la doctrina que se le ha entregado, sino solamente
aquella que él conoce que es la verdad; con lo cual quiere decir que
tiene que hacer una selección. ("Con esta palabra, Pablo enseña que
es necesario usar el juicio y la discreción en este asunto.")
Además Pablo no exige esto como individuo en lo particular, para
que lo que ha enseñado sea reconocido como una revelación divina;
sino que osadamente afirma su propia autoridad ante Timoteo, quien
estaba al tanto de que su fidelidad y llamamiento eran genuinos. Y si
él estaba plenamente convencido de que había sido enseñado por un
apóstol de Cristo, deduciría entonces que ésta no era una doctrina de
hombres, sino de Cristo.
Este pasaje nos enseña, que debemos ser tan cuidadosos para
guardarnos contra la obstinación en asuntos que son dudosos (tales
como las doctrinas meramente humanas), como para mantener con fe
inquebrantable la verdad de Dios. Además, de ello aprendemos que
la fe debe ir acompañada de prudencia, para poder distinguir entre la
Palabra de Dios y la palabra de los hombres, de modo que no
aceptemos al azar todo lo que se nos ofrezca. Nada hay tan
inconsistente con la naturaleza de la fe como una ingenua credulidad,
la cual nos permite acoger todo sin discriminación alguna, no
importando lo que sea, ni su procedencia; porque el fundamento
principal de la fe, es conocer que tiene a Dios como su autor.
236
Y aquello que se te ha confiado. Cuando Pablo agrega, que la
doctrina se le había confiado (auxesin) a Timoteo, esto añade fuerza
adicional a la exhortación; porque "dar una cosa en depósito" es algo
más que hacer una simple entrega. Ahora bien, Timoteo no había
sido enseñado como una persona ordinaria, sino con el fin de que
pudiera fielmente poner en las manos de otros lo que había recibido.
15. Y que desde la niñez. Además, no era cosa ordinaria que él
estuviese acostumbrado, desde la infancia, a leer las Escrituras;
porque este prolongado hábito puede hacer a un hombre que se
fortalezca grandemente contra toda clase de engaños. Era, pues, una
precaución juiciosa observada en los tiempos antiguos, que aquellos
que eran posibles candidatos para el ministerio de la Palabra,
deberían ser instruidos, desde su infancia, en la sólida doctrina de la
piedad, para que, al asumir el desempeño de su oficio, no fuesen
unos aprendices sin preparación. Y debe reconocerse como un
extraordinario ejemplo de la bondad divina, si alguna persona, desde
sus tempranos años, ha adquirido el conocimiento de las Escrituras.
Las cuales te pueden hacer sabio para la salvación. Es una
recomendación muy elevada de las Escrituras, que no debemos
buscar en ninguna otra parte la sabiduría que es suficiente para la
salvación; tal como plenamente lo expresa el versículo que sigue.
Empero Pablo afirma, al propio tiempo, lo que nosotros debemos
buscar en las Escrituras; porque los falsos profetas también hacen
uso de ellas como un pretexto; y por consiguiente, a fin de que nos
sean útiles para nuestra salvación, es necesario que entendamos su
uso correcto.
Por la fe que es Cristo Jesús. ¿Y qué, si alguno pone toda su atención
en las cuestiones curiosas? ¿Y qué, si se apega sólo a la letra de la
Ley, y no busca a Cristo? ¿Y qué, si pervierte el significado natural
inventando cosas extrañas a su sentido? Por esta razón Pablo nos
dirige a la fe de Cristo como el modelo, y por lo tanto, como la suma
de las Escrituras; porque de la fe depende también lo que sigue a
continuación.
16. Toda la Escritura, o el todo de la. Escritura; aunque esto establece
una poca de diferencia en cuanto al significado, Pablo prosigue la
recomendación que en forma breve había hecho al principio.
Primero, recomienda la Escritura por razón de su autoridad; y
segundo, por razón de la utilidad que emana de ella. A fin de sostener
la autoridad de la Escritura, declara que es divinamente inspirada;
237
porque, de ser así, está fuera de controversia que los hombres deban
recibirla con reverencia. Éste es el principio que distingue nuestra
religión de todas las demás, porque sabemos que Dios nos ha
hablado, y estamos plenamente convencidos de que los profetas no
hablaron por su propia cuenta, sino que, siendo instrumentos del
Espíritu Santo, ellos únicamente dijeron lo que su comisión celestial
les ordenó declarar. Quienquiera, pues, que desee sacar provecho de
las Escrituras, que primero acepte como cosa establecida este punto:
que la Ley y los Profetas no son una doctrina entregada según la
voluntad y beneplácito del hombre, sino dictada por el Espíritu
Santo.
Si se objetare: ¿corno se puede conocer esto?, yo respondo: Tanto a
los discípulos como a los maestros, Dios se ha dado a conocer como
el autor de ella por revelación del mismo Espíritu. Moisés y los
profetas no hablaron al azar lo que recibimos de ellos, sino que
hablando por sugerencia de Dios, franca y osadamente testificaron lo
que era cierto realmente: que fue la boca del Señor la que hablaba. El
mismo Espíritu, pues, que hizo estar seguros de su llamamiento a
Moisés y a los profetas, también ahora testifica a nuestro corazón que
Él los ha empleado como sus siervos para instruirnos. Por
consiguiente, no tenemos por qué extrañarnos si hay muchos que
dudan en cuanto al Autor de las Escrituras; porque, aunque la
majestad de Dios es manifiesta en ellas, sin embargo, nadie sino
aquellos que han sido iluminados por el Espíritu Santo tienen ojos
para percibir lo que ciertamente debe ser visible a todos, y sin
embargo sólo es visible a los elegidos. Ésta es la primera cláusula:
que debemos a la Escritura la misma reverencia que debemos a Dios;
porque de Él solo nos ha venido, y nada hay mezclado en ella que
pertenezca al hombre.
Y útil. Ahora sigue la segunda parte de la recomendación: que la
Escritura contiene la regla perfecta para vivir una vida buena y
dichosa. Cuando Pablo dice esto, enseña que ésta es corrompida por
el abuso pecaminoso, cuando no se persigue esta utilidad. Y así él
indirectamente critica a esos hombres sin principios que alimentan a
la gente con vanas especulaciones, como con aire. Por esta razón,
podemos, en la actualidad, condenar a todos aquellos que, pasando
por alto la edificación, causan disputas que, aunque son ingeniosas,
son también inútiles. Siempre que las ingeniosas bagatelas de esa
naturaleza se presentan, deben ser detenidas con este escudo: "La
238
Escritura es provechosa". De aquí se sigue que es ilícito tratarla en
una forma no provechosa; porque el Señor, cuando nos dio las
Escrituras, no trató de satisfacer nuestra curiosidad, ni de animarnos
a la ostentación, o de darnos ocasión para charlar y parlotear, sino de
hacernos bien; y por consiguiente, el uso correcto de la Escritura
debe siempre dirigirse hacia lo que es provechoso. ("¿Quién es aquel
que por naturaleza no desea su dicha y su salvación? ¿Y dónde
podríamos encontrarla sino en las Sagradas Escrituras, por las cuales
nos es comunicada? ¡Ay de nosotros si no escuchamos a Dios cuando
nos habla, sabiendo que Él no quiere otra cosa sino nuestro
provecho! Él no busca su propia ventaja, pues ¿qué necesidad tiene
de ella? Asimismo se nos recuerda que no leamos las Escrituras
como para satisfacer nuestras curiosidades, ni para sacar de ella
cuestiones inútiles. ¿Por qué? Porque es útil para la salvación, dice
Pablo. Entonces, cuando yo explico las Escrituras, tengo que guiarme
por esta consideración: que aquellos que me escuchan puedan recibir
provecho de la doctrina que yo enseño, para que sean edificados para
salvación. Si no tengo ese deseo, y no procuro la edificación de
aquellos que me escuchan, soy un sacrílego que profano la Palabra
de Dios. Por otra parte, los que leen las Escrituras o que vienen al
sermón para escuchar, si buscan una tonta especulación, si vienen
para divertirse, son culpables de haber profanado una cosa muy
santa." Fr. Ser.)
Para instruir. Aquí entra Pablo en una descripción detallada de las
diferentes y múltiples ventajas derivadas de las Escrituras. Y, en
primer lugar, menciona la instrucción, que tiene el lugar más
prominente entre todas; porque no tendrá objeto que exhortemos o
amonestemos, si previamente no hemos impartido instrucción. Mas
como la "instrucción" sola es de poco valor, añade: para redargüir,
para corregir.
Sería demasiado largo explicar lo que podemos aprender de las
Escrituras y además, en el versículo anterior Pablo dio ya un sumario
breve de ellas bajo la palabra fe. El conocimiento más valioso, pues,
es la "fe en Cristo". En seguida viene la instrucción para ordenar la
vida, a la cual son añadidas las incitaciones, exhortaciones y
reprimendas. Así, el que sabe cómo usar las Escrituras propiamente,
no carece de nada para la salvación, o para vivir una vida santa.
Redargüir v corregir difieren poco lo uno de lo otro; excepto que lo
último procede de lo primero; porque el principio del arrepentimiento
239
es el conocimiento de nuestra pecaminosidad, y una convicción del
juicio de Dios. Instruir en justicia significa el gobierno de una vida
buena y santa.
17. A fin de que el hombre de Dios sea, perfecto. Perfecto significa
aquí una persona sin falta, uno en quien no hay nada defectuoso;
porque Pablo afirma categóricamente que la Escritura es suficiente
para la perfección. Por consiguiente, aquel que no está satisfecho con
la Escritura desea ser más sabio de lo que es conveniente o deseable.
Mas aquí surge una objeción. Sabiendo que cuando Pablo habla de
las Escrituras, se refiere sólo al Antiguo Testamento, ¿cómo afirma
él que éste hace a un hombre enteramente perfecto? Porque, si es así,
lo que después fue agregado por los apóstoles puede considerarse
como superfino. Yo respondo que, por lo que se relaciona a
sustancia, nada se ha añadido; porque los escritos de los apóstoles no
contienen otra cosa que una sencilla y natural explicación de la Ley y
los Profetas, juntamente con una manifestación de las cosas
expresadas en ellos. Este elogio, pues, no es conferido
impropiamente a las Escrituras por Pablo; y, sabiendo que su
instrucción se ha hecho ahora más plena y más clara por la adición
del Evangelio, ¿qué podrá decirse sino que debemos confiadamente
esperar que esa utilidad, de la que Pablo habla, se manifieste más, si
estamos dispuestos a hacer la prueba y a recibirla?
CAPITULO 4
241
después de haber quitado o reducido a la nada todo poder que se le
oponga, exhiba Su majestad.
2. Que instes a tiempo y fuera, de tiempo. Por estas palabras Pablo
recomienda no sólo ser constante, sino también formal para vencer
todas las dificultades y obstáculos; porque, siendo por naturaleza
excesivamente tímidos y perezosos, fácilmente cedemos ante la
menor oposición, y algunas veces gustosamente tratamos de dar
excusas por nuestra pereza. Consideremos ahora cuántos ardides
emplea Satanás para detener nuestra carrera, y con cuánta lentitud
marchan y cuan fácilmente se cansan aquellos que son llamados. Por
consiguiente, el Evangelio no podrá conservar su lugar por mucho
tiempo, si los pastores no lo proclaman con toda seriedad y con la
debida urgencia.
Además, esta seriedad debe relacionarse tanto con el pastor como
con la gente; al pastor, para que él no se dedique al oficio de enseñar
sólo cuando quiera y cuando le convenga, sino que, sin escatimar
fatigas ni molestias, ejercite sus facultades a su máxima capacidad.
Por lo que toca al pueblo, habrá constancia y seriedad cuando los
pastores despierten a esos que están dormidos, cuando amonesten a
los que se apresuran por caminos torcidos, y cuando corrijan las
triviales ocupaciones mundanas de algunos. Para explicar más
plenamente en qué aspectos el pastor debe "instar", el Apóstol añade:
Redarguye, reprende, exhorta. Con estas palabras enseña que
tenemos necesidad de muchos estímulos que nos apremien a avanzar
en la dirección correcta; porque si estuviéramos dispuestos a
aprender, como debemos estarlo, un ministro de Jesucristo nos podría
conducir con el menor esfuerzo de su voluntad. Empero ahora, ni las
exhortaciones moderadas, ni los consejos sanos, serían suficientes
para sacudir nuestra pereza, si no hubiera una creciente vehemencia
de reprensiones y amenazas.
Con toda paciencia y doctrina. Es ésta una explicación muy
necesaria; porque las reprensiones, o caen por su propia violencia, o
se disipan como el humo, si no se apoyan en la doctrina. Tanto las
exhortaciones como las reprimendas son meros auxiliares de la
doctrina, y por consiguiente, tienen poco peso sin ella. Vemos un
ejemplo de esto en aquellos que únicamente tienen mucho celo y
amargura, pero no van armados de la doctrina sólida. Tales personas
se esfuerzan mucho, gritan mucho, hacen mucho ruido, y todo para
nada, porque edifican sin tener una base. Yo hablo de hombres que,
242
en otros aspectos, son buenos, pero que tienen pocos conocimientos
y que son excesivamente fogosos; porque aquellos que emplean toda
la energía que poseen en luchar contra la sana doctrina, son todavía
más peligrosos, y no merecen ser mencionados aquí de ningún modo.
En suma, Pablo enseña que las reprensiones deben basarse en la
doctrina, para que justamente no sean despreciadas como cosas
frívolas. Segundo, él insinúa que la impetuosidad se modera con la
amabilidad; porque nada hay tan difícil como poner límite a nuestro
celo, una vez que nos hemos acalorado. Ahora bien, cuando nos
dejamos llevar por la impaciencia, nuestros esfuerzos son del todo
infructuosos. Nuestra aspereza no sólo nos expone al ridículo, sino
que también exaspera la mente de las personas. Además, los hombres
impetuosos y violentos generalmente son incapaces de soportar la
obstinación de aquellos con quienes tienen tratos, y no pueden
someterse a muchas opresiones e insultos, que no obstante tienen que
pasarse por alto, si es que deseamos ser útiles. Que la severidad,
pues, vaya acompañada de la amabilidad, para que se sepa que
proviene de un corazón apacible.
3. Porque vendrá tiempo. Por la misma depravación de los hombres
Pablo demuestra cuan cuidadosos deben ser los pastores; porque muy
pronto se extinguirá el Evangelio y perecerá de la memoria de los
hombres, si los maestros piadosos no trabajan con todas las fuerzas
para defenderlo. Mas Pablo indica eme debemos aprovechar la
oportunidad, mientras queda alguna reverencia para Cristo; como si
dijéramos que cuando la tempestad se acerca, no debemos trabajar
remisamente, sino que debemos apresurarnos con toda diligencia,
porque después ya no se presentará otra ocasión apropiada.
Cuando no sufrirán la sana doctrina. Esto significa que no sólo
sentirán aversión y despreciarán la sana doctrina, sino que la odiarán;
y Pablo la llama "sana" (o salutifera) con relación al efecto que
produce, porque realmente instruye en la piedad. En el versículo
siguiente declara que la misma doctrina es verdad, y la contrapone a
las fábulas, es decir, las imaginaciones inútiles, con las cuales la
sencillez del Evangelio se corrompe.
Primero aprendamos de esto: que cuanto más extraordinaria sea la
avidez de los hombres perversos por despreciar la doctrina de Cristo,
más celosos deben ser los ministros en defenderla, y más enérgicos
sus esfuerzos por preservarla íntegra; y no sólo en esta forma, sino
también por su diligencia en contrarrestar los ataques de Satanás. Y
243
si esto debe hacerse alguna vez, la ingratitud de los hombres lo hace
absolutamente necesario ahora; porque aquellos que al principio
reciben el Evangelio con entusiasmo, y hacen demostraciones de
fervor poco comunes, después adquieren aversión, la cual se
convierte luego en repulsión; otros, desde el mero principio, o la
rechazan furiosamente, o, prestando poca atención, la tratan con
burlas; mientras que otros, no soportando el yugo que les ponen
sobre la cerviz, le tiran coces; y, por el odio a la santa disciplina,
están del todo alejados de Cristo y, lo que es peor, de amigos se
vuelven enemigos. Lejos de ser ésta una buena razón para que nos
desanimemos y retrocedamos, debemos luchar contra ingratitud tan
monstruosa, y aun esforzarnos con mayor empeño que si todos
estuviesen recibiendo gozosamente al Cristo que les ofrecemos.
Segundo, habiéndosenos informado que los hombres en esta forma
desprecian y aun rechazan la palabra de Dios, no debemos quedarnos
asombrados, como si fuese un nuevo espectáculo, cuando veamos
actualmente realizado aquello que el Espíritu Santo nos dijo que
sucedería. Y, ciertamente, siendo por naturaleza inclinados a la
vanidad, no es una cosa nueva u ordinaria el que prestemos oídos con
más disposición a las fábulas que a la verdad.
Finalmente, la doctrina del Evangelio, siendo sencilla y llana en su
aspecto, es insatisfactoria en cierto modo a nuestro orgullo, y en
cierto modo también a nuestra curiosidad, Y cuan pocos hay que
estén dotados del gusto espiritual, como para saborear la novedad de
vida y todo lo que se relaciona con ella. Con todo, Pablo predice una
impiedad todavía mayor en una época particular, contra la cual él
previene a Timoteo para que esté en guardia temprana.
Se amontonarán maestros. Es conveniente observar la expresión
amontonarán, con la cual quiere decir que la locura de los hombres
será tan grande, que ellos no estarán satisfechos con unos cuantos
engañadores, sino que desearán tener una gran multitud; porque,
como existe una ted insaciable por aquellas cosas inútiles y
destructivas, así el mundo busca, por todas partes e
interminablemente, rodos los métodos que pueda inventar e imaginar
para destruirse a sí mismo; y el diablo siempre tiene a mano un
número suficiente de tales maestros como el mundo los quiere tener.
Siempre ha habido una abundante cosecha de hombres perversos, y
la hay todavía en la actualidad; y por consiguiente, Satanás jamás
244
tiene escasez de ministros para engañar a los hombres, y tampoco
carece de los recursos para engañar.
Ciertamente, esta monstruosa depravación, que prevalece casi
constantemente entre los hombres, merece que Dios, y su salutífera
doctrina, sean despreciados o rechazados por ellos, para que con
mayor agrado se entreguen a sus falsedades. Por consiguiente, el que
frecuentemente abunden los falsos maestros, y el que algunas veces
se multipliquen como un nido de avispas, debemos atribuirlo a la
justa venganza de Dios. Nosotros merecemos ser cubiertos y
ahogados por esa clase de inmundicia si la verdad de Dios no
encuentra lugar en nosotros, o si, habiendo logrado entrada,
inmediatamente la arrojamos de su posesión; y puesto que somos tan
adictos a las ideas fabulosas, jamás nos ponemos a pensar que
tenemos una grandísima multitud de engañadores. ¡Qué abominables
son los monjes dentro del papado! Si sostuviéramos a un pastor
piadoso en lugar de diez monjes y otros tantos sacerdotes, dentro de
poco ya no escucharíamos sino quejas acerca de sus excesivos
gastos.
La disposición del mundo es tal, que "amontonando" insaciablemente
un gran número de engañadores, desea eliminar todo lo que
pertenece a Dios. La causa de tantos errores no es otra sino estos
hombres, que por sí mismos deciden ser engañados y no instruidos
convenientemente. Y ésta es la razón por la que Pablo añade la
expresión teniendo comezón de oír. ("La mayoría no puede admitir
correcciones, o amenazas, o aun siquiera la sencilla doctrina. Cuando
denunciamos los vicios, aunque no utilicemos un lenguaje violento,
ellos piensan que todo está perdido. Nunca el mundo había sido tan
obstinadamente perverso como lo es ahora, y aquellos que han hecho
una profesión de fe evangélica parecen esforzarse, tanto como
pueden, por destruir la gracia de Dios. Pues no estamos hablando
únicamente de los papistas, quienes combaten furiosamente contra
nosotros, sino de aquellos que se adhieren a la reforma protestante
del Evangelio. Vemos que ellos desearían ser como potros
desenfrenados. (No les preocupa el yugo, ni el gobierno, ni cosas de
esta naturaeza.) Dejemos que actúen como ellos quieran, que se les
permitan todas las blasfemias y todo el libertinaje; todo es lo mismo,
con tal que no tengan ninguna clase de ceremonias, y que desprecien
al Papa y a los idólatras. Ésta es la forma en que muchos que hacen
una profesión de fe evangélica quisieran ser gobernados; empero la
245
razón es que tienen «comezón de oír»." Fr. Ser.) Cuando él quiere
asignar una causa a tan grande mal, se vale de una elegante metáfora,
con la cual indica que el mundo tendrá oídos tan refinados, y tan
excesivamente ansiosos de novedades, que buscará para sí diferentes
instructores, y será seducido por los nuevos inventos. El único
remedio para este vicio es que los creyentes sean enseñados a
apegarse fuertemente a la pura doctrina del Evangelio.
250
Aquí los papistas han cometido dos disparates: primero, sosteniendo
que nosotros merecemos recibir algo de Dios, porque obramos el
bien en virtud de nuestra libre voluntad; y segundo, aseverando que
Dios está obligado para con nosotros, como si nuestra salvación
dependiera de otra cosa y no de Su gracia. Pero de esto no se
concluye que Dios nos deba algo, porque Él retribuye justamente lo
que tiene que retribuir; pues Él es justo aun en aquellos actos de
bondad que proceden de su libre gracia. Y Él da la recompensa que
ha prometido, no porque nosotros tomemos la iniciativa en algún
acto de obediencia, sino porque Él continuará con la misma
liberalidad con que comenzó al principio, y nos dará lo último así
como nos dio lo primero. En vano, pues, y sin objeto alguno, los
papistas se esfuerzan por probar con esto, que las buenas obras
provienen del poder de la libre voluntad; porque no es absurdo
afirmar que Dios corona en nosotros sus propios dones. Ellos se
esfuerzan en forma no menos absurda y tonta, apoyándose en este
pasaje, para destruir la justicia que es por fe; puesto que la bondad de
Dios —por la cual Él gratuitamente acoge al hombre, no imputándole
sus pecados— no es inconsistente con el galardón de las obras que Él
otorgará por la misma bondad con que hizo la promesa. ("Los
mismos papistas deben observar cuidadosamente lo que expresó uno
de sus propios doctores: «¿Cómo podría Dios dar la corona como
Juez justo, si primero no hubiera otorgado la gracia como un Padre
misericordioso? ¿Y cómo hubiera podido existir la justicia en
nosotros, si no fuese precedida por la gracia que nos justifica? ¿Y
cómo se nos hubiera podido otorgar esa corona como cumplido, si
todo lo que tenemos no se nos hubiera dado antes de ser un
cumplido?» Éstas son las palabras de san Agustín; y aunque los
papistas no se guían por las Escrituras, al menos no deben ser tan
tercos como para renunciar a lo que ellos mismos pretenden sostener.
Pero esto no es todo. Es cierto que ésta es una doctrina que bien
merece ser acogida: que Dios no puede ser un Juez justo para
salvarnos, a menos que previamente haya declarado estar en la más
encumbrada posición de Padre misericordioso; que no habrá justicia
en nosotros salvo aquella que Él mismo ha colocado allí; y que Él no
puede galardonarnos sino coronando Sus propios dones. Pero
también es cierto, que, aunque Dios nos haya dado gracia para
servirle; aunque hayamos obrado incansablemente, de acuerdo con
nuestra habilidad, todo lo que era posible para nosotros; aunque lo
251
hayamos ejecutado tan bien, de modo que Dios lo acepte todo;
todavía habrá mucho que criticar en las mejores obras que hayamos
hecho, y la mayor virtud que pueda percibirse en nosotros será
siempre imperfecta." Fr. Ser.)
Y no sólo a mí. Para que todo el resto de los creyentes pudiera
combatir valerosamente junto con él, les invita a una participación de
la corona; porque su firme constancia no hubiera podido servirnos de
ejemplo, si la misma esperanza de obtener la corona no se nos
hubiera ofrecido.
A todos los que aman su venida. Éste es un signo extraordinario que
Pablo emplea al describir a los creyentes. Y, ciertamente,
dondequiera que la fe es fuerte, no permitirá que sus mentes se
adormezcan en este mundo, sino que las elevará a la esperanza de la
final resurrección. Su significado es, por lo tanto, que todos los que
están muy entregados al mundo, y que aman tanto esta vida efímera
como para interés por ella, se privan a sí mismos de la gloria
inmortal no preocuparse de la venida de Cristo, y no tener ningún tal.
¡Ay de nosotros si por nuestra estupidez jamás pensamos seriamente
en la venida de Cristo, en la cual deberíamos centralizar toda nuestra
atención! Además, Pablo excluye del número de los creyentes a
aquellos a quienes la venida de Cristo produce terror y alarma;
porque su venida no puede ser acariciada a menos que sea
considerada como agradable y deliciosa.
255
nuestro ánimo no desfallezca cuando somos probados con
experiencias de esta naturaleza.
Me ha causado muchos males. Es conveniente observar cuáles son
los "muchos males" que Pablo dice haberle causado Alejandro.
Consistían en esto: que se oponía a su doctrina. Alejandro era un
artífice, y no tenía la preparación escolar para ser un gran
controversista; pero los enemigos domésticos siempre han sido muy
hábiles para perjudicar. Y la perversidad de tales hombres siempre
obtiene crédito en el mundo, de suerte que la ignorancia maliciosa e
imprudente algunas veces produce molestias y dificultades mayores
que lo que pueden producir los más grandes talentos respaldados por
el saber. Además, cuando el Señor lleva a sus siervos a luchar con
personas de estirpe tan baja, Él intencionadamente los aparta de la
vista del mundo, para que no se entreguen a una exhibición
ostentosa.
De las palabras de Pablo, en gran manera se ha opuesto a nuestras
palabras, podemos inferir que no había cometido mayor ofensa que
atacar la sana doctrina; porque si Alejandro hubiera herido su
persona, o cometido algún asalto contra sus bienes, Pablo hubiera
soportado pacientemente; pero cuando la verdad de Dios es atacada,
su ser arde con santa indignación, porque en todos los miembros de
Cristo esta verdad debe ser una realidad: "Porque me consumió el
celo de tu casa" (Sal. 69:9). Y también éste fue el motivo de la severa
imprecación que salió de su boca: el Señor le pague conforme a sus
hechos- Un poco después, cuando se queja de que todos le han
desamparado, aun así él no pide venganza al cielo contra ellos, mas
al contrario, aparece como su intercesor, rogando que puedan obtener
perdón. Siendo tan amable y misericordioso para con los demás,
¿cómo es que se muestra tan severo e inexorable para con este
individuo? La razón es ésta: puesto que algunos habían caído por
temor y humana flaqueza, él desea que el Señor los perdone; porque
en esta forma debemos tener compasión para con los hermanos
débiles. Mas por cuanto este hombre se levantó contra Dios con
malicia y sacrílego atrevimiento, y abiertamente atacó la verdad
conocida, tal impiedad no merecía ninguna compasión.
No debemos pensar, pues, que Pablo haya sido impulsado por el
excesivo ardor de su temperamento, cuando lanzó esta imprecación;
porque fue por el Espíritu de Dios, y con celo bien equilibrado, que
él deseaba la eterna perdición para Alejandro, y misericordia para los
256
demás. Sabiendo que es por la dirección del Espíritu Santo que Pablo
pronuncia un juicio celestial que procede de arriba, podemos inferir
de este pasaje cuan querida para Dios es Su verdad, y con cuánta
severidad castiga Él a sus atacantes. Especialmente, debemos notar
cuan grande crimen es luchar con malicia deliberada contra la
verdadera doctrina.
Mas para que ninguno, imitando falsamente al Apóstol, lance
imprecaciones semejantes en forma imprudente, hay aquí tres cosas
dignas de notarse. Primero no nos venguemos nosotros mismos de
las injurias que nos hacen, no sea que el amor propio y una
consideración de mera ventaja personal, nos hagan actuar con
violencia, como ocurre frecuentemente. Segundo, mientras
sostengamos la gloria de Dios, no mezclemos con ella nuestras
pasiones, las cuales siempre perturban el buen orden. Tercero, no
pronunciemos sentencia contra todos sin discriminación, sino
únicamente contra los réprobos, quienes, por su impiedad, dan
evidencias de que así es su verdadero carácter; y así nuestros deseos
estarán de acuerdo con el propio juicio de Dios; de otro modo hay
motivo para temer que también a nosotros se nos dé la misma
respuesta que Cristo dio a sus discípulos cuando éstos
indistintamente tronaron contra todos los que no estaban de acuerdo
con sus opiniones: "Vosotros no sabéis de qué espíritu sois" (Le.
9:55). Ellos pensaban que tenían a Elías de su parte (2 Re. 1:10), el
cual oró al Señor en la misma forma; mas porque disentían
completamente del Espíritu de Elías, la imitación era absurda. Es,
pues, necesario que el Señor nos revele Su juicio antes de que
nosotros nos atrevamos a lanzar tales imprecaciones; y que por su
Espíritu Él controle y dirija nuestro celo. Y siempre que recordemos
la vehemencia de Pablo contra un individuo en particular,
recordemos también su sorprendente mansedumbre para con aquellos
que tan vilmente le habían abandonado, para que aprendamos, por su
ejemplo, a tener compasión de las debilidades de nuestros hermanos.
Deseo aquí hacer una pregunta a aquellos que pretenden que Pedro
presidió la iglesia en Roma. ¿Dónde se encontraba él entonces? De
acuerdo con la opinión de los papistas, Pedro no estaba muerto;
porque ellos nos dicen que pasó un año exactamente entre su muerte
y la muerte de Pablo. Además, alargan su pontificado a siete años.
Pablo menciona aquí su primera defensa; su segunda audiencia ante
la corte no ocurriría tan pronto. ¿Es que Pedro, a fin de que no
257
perdiera el título de papa, tendría que soportar la acusación tan
vergonzosa de haberse rebelado? Ciertamente, cuando todo el asunto
se haya examinado a conciencia, encontraremos que todo lo que se
ha creído acerca de su papado os fabuloso.
17. Pero el Señor estuvo a mi lado. Pablo agrega esto, a fin de evitar
el escándalo que pudiera provocar esa vil deserción de su causa.
Aunque la iglesia en Roma había faltado en el cumplimiento de su
deber, Pablo afirma que el Evangelio no había sufrido pérdida por
ello, porque, descansando en el poder celestial, él era capaz por sí
mismo de llevar todo el peso de la carga, y estaba tan lejos de
desalentarse por la influencia de ese temor que se apoderó de todos,
que sólo se hizo más palpable que la gracia de Dios no tiene
necesidad de recibir auxilio de ninguna otra fuente. Pablo no se jacta
de su valor, sino que da gracias a Dios porque, aunque reducido a los
extremos, no retrocedió ni se descorazonó al encarar pruebas tan
peligrosas. Pablo reconoce, pues, que el brazo del Señor le sostuvo, y
está satisfecho con esto, porque la gracia interior de Dios le servía de
escudo para protegerlo contra todo asalto. Señala luego la razón.
Para que fuese cumplida la predicación (proclamación). La palabra
proclamación es empleada por Pablo para denotar el oficio de
anunciar el Evangelio entre los gentiles, el cual le fue asignado a él
especialmente;1 porque la predicación de otros no se asemejaba tanto
a una proclamación, por estar confinada a los judíos. Y con sobrada
razón hace él uso de este vocablo en muchos pasajes. No fue una
insignificante confirmación de su ministerio que, cuando todo el
mundo se encendía en cólera contra él, y cuando, por otra parte, toda
ayuda humana le faltaba, no obstante permanecía firme. Así Pablo
dio una demostración práctica de que su apostolado provenía de
Cristo.
Así que describe ahora la forma de la confirmación: que todos los
gentiles oyesen que el Señor le había ayudado poderosamente;
porque de este acontecimiento ellos podían inferir que tanto su
llamamiento como el de Pablo procedían del Señor.
Así fui librado de la boca del león. Por la palabra "león" muchos
suponen que se refería a Nerón. Yo, por mi parte, prefiero c pinar
que Pablo hace uso de esta expresión para denotar el peligro en
general; como si dijera: "como de un fuego ardiente", o "de las garras
de la muerte". Él quiere decir que no fue sin la maravillosa ayuda
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divina que escapó, pues el peligro era tan grande, que de no ser por
esto hubiera sucumbido.
1 "El vocablo griego propiamente denota una publicación o
proclamación que se hace solemnemente, y acompañada del sonido
de una trompeta".
18. Y el Señor me librará de toda obra mala. Pablo declara que tiene
las mismas esperanzas para el futuro; no es que se pueda escapar de
la muerte, sino que no será derrotado por Satanás, ni se desviará del
camino recto. Esto es lo que debemos desear principalmente: no que
se promuevan los intereses del cuerpo, sino que podamos elevarnos
sobre toda tentación, y podamos estar dispuestos a sufrir mil muertes
antes que llegue a nuestra mente el deseo de contaminarnos con
alguna "obra mala". Sin embargo, yo sé muy bien, que hay algunos
que entienden la expresión obra mala en el sentido pasivo, como
denotando la violencia de los hombres perversos, como si Pablo
dijera: "El Señor no permitirá que los hombres perversos me hagan
mal". Mas el otro significado es mucho más apropiado: que Dios lo
preservará puro y sin mancha de toda acción perversa; porque
inmediatamente añade: para su reino celestial, con lo cual quiere
decir que sólo en esto consiste la verdadera salvación: cuando el
Señor —ya sea por vida o por muerte— nos conduce a su reino.
Éste es un pasaje extraordinario para mantener la ininterrumpida
comunicación de la gracia de Dios, en oposición a los papistas.
Después de haber confesado que el principio de la salvación viene de
Dios, ellos atribuyen que su continuación depende del libre albedrío;
de suerte que en esta forma la perseverancia no es un don celestial,
sino una virtud humana. Y Pablo, al atribuir a Dios esta obra "de
preservarnos para su reino", afirma claramente que nosotros somos
guiados por su mano durante todo el curso de nuestra vida, hasta que,
habiendo terminado toda nuestra lucha, obtengamos la victoria. Y
tenemos un memorable ejemplo de esto en Demás, a quien Pablo
mencionó un poco antes, porque, siendo un noble campeón de Cristo,
se había convertido en un vil desertor. Todo lo que sigue ya lo
habíamos explicado anteriormente, y por consiguiente no necesita
explicación adicional.
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