Capitulo 17
Capitulo 17
Capitulo 17
Actitudes
Introducción: ¿Por qué son importantes las actitudes?
- La actitud es relevante para la comprensión humana en los siguientes aspectos:
1. A la hora de adquirir nuevos conocimientos ya que las personas asimilan y relacionan
la información que reciben del mundo en torno a dimensión evaluativas.
2. Desempeñan una serie de funciones a la hora de buscar, procesar y responder, no solo
a la información sobre el entorno, sino también a la relacionada con uno mismo.
3. Influyen sobre la forma en que piensan y actúan las personas
4. Reflejan la interiorización de los valores, normas y preferencias que rigen en los
grupos y organizaciones a los que pertenecemos.
5. Los cambios en las actitudes de las personas pueden cambiar el contexto (como
normas sociales)
6. La investigación sobre las actitudes permite conectar áreas de investigación
tradicionalmente dispersas.
¿Qué son las actitudes?
- Evaluaciones globales y relativamente estables (que pueden ser positivas o negativas) que
las personas hacen sobre otras personas, ideas o cosas que, técnicamente, reciben la
denominación de objetos de actitud.
- Formas principales de las evaluaciones o juicios generales que caracterizan la actitud.
Valencia Positiva, Media o Negativa
Indiferencia y ambivalencia
Ausencia de actitud: irrelevancia.
Actitud neutra: indiferencia.
Actitud ambivalente: se experimentan evaluaciones positivas como negativas.
- Otra de las características esenciales de las actitudes es que constituyen un fenómeno
mental. Es decir, las actitudes reflejan una tendencia evaluativa que no es directamente
observable desde fuera del propio sujeto.
Los procedimientos diseñados para medir actitudes son diversos y numerosos. Todos estos
podrían dividirse en dos grandes categorías:
Procedimientos directos:
Diferencial semántico: La valoración se realiza entre diferentes pares de adjetivos opuestos. Por
ejemplo: agradable vs desagradable
Escala Likert: Se le presentan a la persona una serie de afirmaciones con respecto a la valoración
que realiza sobre el objeto de actitud. En esta escala la persona debe marcar que tan acuerdo o
que tan en desacuerdo se encuentra con la afirmación.
Cabe mencionar que estos procedimientos poseen claras desventajas y limitaciones, derivadas de
los factores de respuestas, como la deseabilidad social, la aprehensión a la evaluación, ya que la
persona sabe que es exactamente que se le está evaluando, las impresiones son muy controladas,
aspectos que pueden llevar a la persona a ocultar información o enmascarar sus actitudes aun
conociéndolas con claridad.
Procedimientos indirectos:
Pruebas proyectivas: la prueba más representativa en este caso es el TAT (test de apercepción
temática). Aquí deben interpretar lo que ‘’ven o significan’’ una serie de estímulos ambiguos. El
supuesto en el que se basan estás pruebas es que en la medida en que el significado del estímulo
no está suficientemente claro, tal y como se presenta, las personas tendrán que utilizar sus
propios esquemas y actitudes para poder darle sentido. Para los defensores de estas pruebas son
el método más preciso para evaluar las actitudes de las personas a pesar de que los factores no
sean tan visiblemente medibles que en las directas.
Procedimientos psicofisiológicos: Registros a los síntomas del cuerpo, van desde el registro
cardiaco o el grado de sudoración de la piel hasta sofisticados registros de la actividad cerebral.
Una ventaja es que la persona poco puede intervenir en sus respuestas, pero la desventaja de esto
es que no se puede saber con precisión a que se debe esa respuesta fisiológica en la persona
Procedimientos de tiempos de reacción: Estos son los instrumentos de medida con mayor vigencia
y relevancia en cuanto a la conducta. Este tipo de procedimientos de evaluación miden el tiempo
que tardan las personas en responder a determinadas palabras mientras intentan clasificarlas en
distintas categorías.
Tarea de evaluación automática: El procedimiento consiste en solicitar a una persona que indique
lo más rápidamente posible (por ejemplo, pulsando la tecla de un ordenador) si un determinado
estímulo (por ejemplo, una palabra como “felicidad” o “puñalada”) hace referencia a algo positivo
o negativo
Test de evaluación implícita: Los participantes tienen que clasificar lo más rápidamente que
puedan diversos estímulos (por ejemplo, palabras, fotografías) que van apareciendo en el centro
de la pantalla del ordenador. Para clasificar estos estímulos, ha de pulsarse un botón, que
corresponde a una determinada categoría, colocado a la izquierda del participante, u otro botón,
colocado a su derecha y que designa otra categoría.
Sin duda, para que las actitudes puedan guiar nuestra atención, pensamientos, conductas e
incluso nuestra identidad, deberían mantenerse relativamente estables a lo largo del tiempo. Para
cumplir dicho criterio, las actitudes tendrían que estar representadas en la memoria, por ejemplo,
en forma de evaluación permanente asociada al objeto de actitud. Podemos decir, por lo tanto,
que cuando existen evaluaciones previas hacia un objeto de actitud, estas se activan
automáticamente ante la nueva presentación del objeto de actitud, por lo que decimos que ya
están almacenadas en nuestra memoria.
Para otros autores, las actitudes no están almacenadas en la memoria, ya que dicen que pueden
construirse en cualquier momento en función de las creencias, emociones y conductas que están
disponibles en la situación. Esta perspectiva se basa en el hecho de que cuando las personas
informan de sus actitudes, dichas expresiones pueden estar sesgadas por una gran variedad de
factores contaminantes presentes en el contexto. En nuestra opinión, la posibilidad de
construcción instantánea de las actitudes resulta poco plausible por las siguientes razones:
Como hemos señalado anteriormente, en última instancia el concepto de actitud está ligado a una
evaluación de los correspondientes objetos de actitud en función de la dimensión bueno/malo.
Recientemente se ha planteado la posibilidad de que existan dos tipos distintos de evaluaciones
con respecto a un mismo objeto de actitud. En los considerados autores clásicos del fenómeno de
la persuasión, Hovland, Janis y Kelley (1953). Según ellos, existirían, por un lado, las actitudes
caracterizadas como respuestas implícitas, que podrían ser inconscientes, y, por otro lado, las
actitudes equiparadas a opiniones, a respuestas verbales que las personas expresarían explícita y
conscientemente.
Pero existen autores que al referirse a las actitudes implícitas lo hacen de forma diferente:
Primera formulación alternativa de las actitudes implícitas: Algunos autores le denominan
actitudes implícitas a aquellas la cual su origen no podría ser determinado. Sin duda pueden
formarse actitudes hacia algo o alguien sin que la persona sea consciente del por qué.
Para finalizar, dos precisiones necesarias en relación con la dicotomía actitudes implícitas-
explicitas:
Que una persona sea consciente de su actitud no implica que le guste o se sienta cómodo
teniendo esa actitud explícita, solamente que reconoce tenerla.
Las actitudes implícitas pueden, en algunos casos, acabar haciéndose conscientes por
distintas vías. Por ejemplo, el tratamiento psicoterapéutico puede ayudarnos a desvelar
nuestras propias actitudes implícitas cuya existencia ignorábamos