Derecho Del Trabajo
Derecho Del Trabajo
Derecho Del Trabajo
El Derecho del Trabajo nació como una regulación del trabajo en la indus-
tria, por más que luego sus normas se hayan extendido al trabajo en otro tipo
de actividades primarias o terciarias. Es una categoría cultural “fruto del siste-
ma capitalista industrial”1.
Si bien siempre hubo trabajo por cuenta ajena, y durante mucho tiempo,
además, trabajo libre, y si bien hubo regulaciones de esas clases de trabajo 2,
esas regulaciones no pueden en realidad compararse con el Derecho del Tra-
bajo tal como fue después de la Revolución Industrial, que es como ha llegado,
poco más o menos, hasta nuestros días.
A. EL TRABAJO PREINDUSTRIAL
En este esquema preindustrial, el trabajo libre era más que nada descono-
cido; al parecer sólo se dio en supuestos marginales o accesorios, ya avanzada
la república en Roma, cuando algunos hombres libres (libertos o manumitidos)
que no encontraban ocupación digna se dedicaron al servicio doméstico o al
artesanado. Estos últimos, los artesanos, son los que pueden considerarse
1 PALOMEQUE LÓPEZ y ÁLVAREZ DE LA ROSA, ob. citada por LUIS RAMÍREZ BOSCO, “Trarado de
Derecho del Trabajo” T. I, Teoría General del Derecho del trabajo, Ed. Rubinzal-Culsoni, año 2005. Direc-
tor MARIO E. ACKERMAN.
2 Pueden encontrarse regulaciones de temas laborales tan antiguas como el Código de Hammurabi, que
en sus cláusulas o arts. 273 y 274 fija algo parecido a remuneraciones mínimas para la locación de do-
mésticos o del “hijo de un obrero”. En el fuero Juzgo aparece una prohibición de trabajar los menores de
10 años, y como observan BAYÓN CHACÓN Y PÉREZ BOTIJA, las leyes de Indias contuvieron algo así
como una primera legislación laboral sistemática, con el propósito de proteger a los indios americanos.
como los antecesores remotos de los posteriores trabajadores industriales mo-
dernos.
En este ámbito de la fabricación artesanal, a partir sobre todo del siglo XII,
se desarrolló la práctica de la agremiación3. Aquellos gremios medievales tuvie-
ron el propósito de regular las prácticas del oficio de que se tratase y controlar
el acceso y progreso en el oficio. También regularon los gremios medievales
los precios de ventas y a veces los salarios de los trabajadores subordinados a
los artesanos, pero esto, al revés del Derecho del Trabajo moderno, no para
garantizar remuneraciones mínimas, sino para evitar el alza de precios. Los
gremios medievales fueron parte de un sistema social fuertemente estructurado
o estamentado, en el cual, por más que los agremiados fueran trabajadores
libres que prestaban servicios u obras a “contrato”, había un fuerte componente
de congelación del status, en cuanto no le era permitido o le era muy difícil, al
artesano de oficio, dejar de serlo y encarar otra actividad. En el imperio Bizan-
tino, que es posiblemente uno de los ejemplos históricos de mayor duración de
una organización regulada, se registra que el oficio de los agremiados pasaba
obligatoriamente de padres a hijos.
3 Conforme CABANELLAS DE TORRES, Guillermo (Cfr. Compendio de Derecho Laboral, Ed. Actualizada
y ampliada por GUILLERMO CABANELLAS DE LAS CUEVAS, T. I, Ed. Heliasta SRL, Año 1992, pág.
101 y ss.) con remotos antecedentes en las asociaciones de agricultores, pastores y artesanos de la India
primitiva y con entronque más cercano en los colegios romanos y en las guildas germánicas, surgen en la
Edad Media espontáneas agrupaciones de trabajadores de igual oficio o profesión. Sus encarnaciones
más típicas se hallan en las cofradías y en los gremios. Los primeros hombres libres que se agrupan para
defensa de sus intereses son los mercaderes. A su ejemplo, aparecen las corporaciones de artesanos. A
partir del Siglo XII, en Italia, Francia y España van formándose corporaciones, con organización propia, de
actividad común, de hondo sentimiento religioso y jerarquizadas por la escala gremial, que partía del
aprendiz, ascendía por el oficial o compañero y concluía en el maestro. La comunidad o similitud de oficio
como base de la asociación personal, y la voluntariedad como vínculo, las corporaciones se comprome-
tían bajo juramento, a defender sus intereses. Solía pagarse cuota de ingreso, había que acatar los esta-
tutos y pagar las asignaciones. Tenían personalidad moral y jurídica, con capacidad para poseer casas,
tierras y dinero. Reglamentaban la prestación laboral con la fijación de la jornada de trabajo, que solía ser
de sol a sol; con el descanso dominical y en las festividades religiosas; con la determinación de los sala-
rios; promoviendo la formación profesional, desde los rudimentos hasta la obra maestra y manteniendo la
tradición y el prestigio en su especialidad laboral.
Múltiples causas contribuyeron, durante los Siglos XV y XVI, a debilitar a
las corporaciones de oficios. Unas fueron internas, como la tendencia a mono-
polizar el ejercicio profesional y a tornar hereditaria, y no fruto de la habilidad
personal, la maestría. Además el carácter local de las corporaciones, sin fede-
rarse con las análogas de otras ciudades del mismo país, ofrecía una división
que no pudo soportar los embates de la realeza absoluta.
B. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Cuando esta revolución industrial adquiere fisonomía propia, es al concretarse las llama-
das cuatro grandes invenciones, que habrían de cambiar la técnica productora: en 1770, el
tejedor HARGREAVES patentó la spinning Jenny (rueca mecánica), consistente en un batidor
con una fila de husos, dispuestos de manera que pudiera retorcer al mismo tiempo una serie de
hilos. En 1771, ARKWRIGHT inventó una máquina de hilar, la wáter frame, que era movida por
la acción del agua. En 1779, el hilandero SAMUEL CROMPTON combinó los dos inventos an-
teriores en uno que, por hídrido de aquéllos, denominó mula. Por último, en 1785,
CARTWRIGHT, párroco de kent, aplicó a los tejidos las máquinas ideadas para el hilado. No
5 La expresión calificativa de Revolución Industrial la aplicó, por primera vez, TOYNBEE para designar el
período de la historia económica de Inglaterra desde 1760 a 1830 que caracteriza una época de cambios
profundos para ese país. Se sirve del sustantivo revolución para expresar la transformación repentina y
total, no la evolutiva; y con el adjetivo industrial se concreta su aplicación a la actividad elaboradora de
productos, que es donde había repercutido de modo más especial. En el presente, por revolución indus-
trial se designa no sólo la innovación profunda que provoca un intenso o un nuevo sistema técnico, sino,
por antonomasia, el conjunto de hechos que determinó la transformación de la humanidad, en el proceso
de la producción y en la organización del trabajo, desde fines del siglo XVIII a mediados del siglo XIX. La
revolución industrial se define desde el punto y hora en que la mecánica se incorpora a la construcción de
nuevas máquinas (CABANELLAS DE TORRES, G., ob. cit., pág. 128.)
6 POLANYI, Karl, La gran transformación, México, D.F., 1992, pág. 92, cit. por RAMÍREZ BOSCO, ob. cit.,
pág. 70.
7 HOBSBAWN, Eric, La era de la revolución, 1789-1848, Crítica, Buenos Aires, 1997, p.36, cit. por RAMÍ-
na sobre la base del torno de bobinar, en la cual el huso no lleva volante y en la que el hilado y bobinado
se alternan. Las máquinas utilizaban la rueda hidráulica como motor. En 1785 la invención del telar, per-
mite fabricar toda clase de telas. La máquina recibe su consagración definitiva con la invención del motor
mecánico, la máquina de vapor de Watt. La máquina de vapor es el primer motor mecánico que va a re-
sos de producción en masa (racionalización y división del trabajo) y la irrupción
del capitalismo (concentración de capitales), deterioró la situación de los traba-
jadores, al extremo que la necesidad de protegerlos constituyó la raíz del dere-
cho del trabajo.
En la época feudal el señor sometía a sus siervos pero les daba protección. Con posterio-
ridad el artesano ordenaba y aprovechaba del trabajo del oficial y del aprendiz, pero dentro de
un orden que inicialmente permitía el progreso profesional y otorgaba un marco protector. Con
la revolución industrial irrumpió el capitalismo que asumió como propia la filosofía liberal. El
trabajador perdió toda protección porque paso a formar parte no diferenciada de un complejo
de producción, en el cual la máquina asumía el rol fundamental y los operarios que las maneja-
ban podían ser reemplazados libremente sin responsabilidad alguna para el empleador.
Por eso esta época marca el punto de máxima desprotección para el traba-
jador dependiente que cumple sus tareas por cuenta ajena.
emplazar el uso directo de las fuerzas naturales. Revolucionará sobre todo los transportes permitiendo la
creación del ferrocarril. El gran taller moderno se instala, en adelante, con sus máquinas y sus sistemas
de máquinas accionadas por motores mecánicos. El descubrimiento de la electricidad permite reemplazar
la energía de los combustibles por la de los saltos de agua. (P. Barret, “El trabajo humano”, pág. 40, Eu-
deba, 1963)
Lo que interesa para el análisis de la aparición y evolución del Derecho del
Trabajo es que el hecho mismo de la explotación existió, posiblemente porque
el maquinismo hizo aprovechable el trabajo prestado de esa manera, pero no
sólo existió sino que alcanzó o implicó a cantidades considerables de personas.
Esto último importa destacarlo porque al Derecho del Trabajo no se lo entiende
bien como sólo una respuesta al problema de las malas condiciones de trabajo
sino fundamentalmente como una respuesta orgánica de la sociedad industrial
capitalista al problema de la explotación laboral masiva.
C. LA CUESTIÓN SOCIAL
Como observa Justo López, “bajo las directrices de la doctrina liberal indi-
vidualista el Derecho del Trabajo, tanto individual como colectivo, es rigurosa-
mente imposible. El Derecho del Trabajo históricamente, ganó su espacio en
oposición a esa doctrina, imponiendo el Estado ciertos límites a la autonomía
de la voluntad y ganando los trabajadores colectivamente organizados, es decir
sus asociaciones, también un espacio para su existencia, en contra de las nor-
mas que las prohibían y les negaban los medios de acción eficaz”.
Lo que ha dado fundamento y contenido a la moderna doctrina social de la Iglesia son sus
encíclicas “Rerum Novarun”, del Papa León XIII (15 de Mayo de 1891), “Quadragésimo Anno”
(15 de Mayo de 1931) y “Divini Redemptoris” (19 de Mayo de 1937) de Pío XI, “Mater et Ma-
gestra” (15 de Mayo de 1961) y “Pacem in Terris” (11 de Abril de 1963) de Juan XXIII, “Popu-
11
Derecho del Trabajo, El Ateneo, Buenos Aires, 1960
lorum Progressio” (26 de Marzo de 1967) de Paulo VI, “laborem Excersens (14 de Septiembre
de 1981) y “Solicitudo Rei Socialis” (30 de Diciembre de 1987) de Juan Pablo II.
Para la Iglesia el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana
sobre la tierra que tiene un valor ético vinculado completa y directamente al hecho de que
quien lo lleva a cabo es una persona, el hombre es sujeto del trabajo, y desde un punto de vista
subjetivo todo trabajo humano es igualmente válido. El principio de dignificación y de prioridad
del trabajo respecto del capital constituye el basamento de la doctrina social de la Iglesia.
Para Caldera estas doctrinas consideran que el régimen está basado en la injusticia y en
la explotación de los trabajadores, y proponen distintas soluciones, según su condición refor-
mista o revolucionaria, que llegan hasta la destrucción de la organización social capitalista y su
reemplazo por una sociedad sin clases, en la que los bienes deben ser socializados. El anar-
quismo se basa en un individualismo extremista que rechaza toda organización social y propo-
ne la destrucción de la existente por medio de la violencia. Los llamados sociales utópicos o
románticos, Saint Simon, Owen, Fourier, Louis, Blane, Proudhon, criticaban a la sociedad capi-
talista proponiendo su reorganización, la eliminación progresiva de las injusticias y la creación
de las bases de la futura sociedad socialista por medios pacíficos.
El socialismo científico funda sus teorías en un análisis concreto y minucioso de la realidad
económica. Basándose en las contradicciones internas del sistema capitalista prevé su desapa-
rición por medios violentos. El principal representante de esta teoría fue Carlos Marx, que pu-
blicó en 1867 el primer volumen de “El Capital”, y organizó la Primera Internacional, que puso
en contacto a los obreros revolucionarios de distintos países.
Para el marxismo el hecho económico es base y motor único de toda la historia de la hu-
manidad. La economía es la estructura social, no hay Dios, no hay patria, no hay reglas mora-
les de valor absoluto, sólo hay relaciones económicas, la totalidad de estas relaciones forman
la estructura económica de la sociedad. De acuerdo con esta doctrina, la producción y el repar-
to de lo producido constituyen el fundamento de todo régimen social. La articulación social en
clases se regula por la forma de producción y por los sistemas de intercambio. Por eso en las
modificaciones del modo de producción y de cambio es donde deben buscarse las causas últi-
mas de todas las modificaciones sociales y todos los cambios políticos. La modificación del
hecho económico es provocada por la lucha de clases (burguesía y proletariado) que constitu-
yen la fuerza propulsora del marxismo.
En lo económico científico afirma la teoría del valor, según la cual cuando el capitalista
obtiene un beneficio esa plusvalía no es sino trabajo no pagado. De tal modo el capital tiene
origen viciado y debe desaparecer.
12
Ob. cit, pág. 132.
aspectos negativos los trabajadores y por entrever sus peligros los críticos so-
ciales, se evolucionó hacia el intervencionismo estatal.
D. LA EVOLUCIÓN LEGISLATIVA
En Europa en sus orígenes el fenómeno sindical fue reprimido y toda forma de coalición
fue penada. La figura penal respectiva que se encuentra en la Ley de Chapelier de 1791 afir-
maba el valor fundamental atribuido por el Estado liberal a la libre concurrencia.
Respecto a la huelga, la solución que dieron las leyes de 1875 y 1906 no fue la de garanti-
zar el derecho de huelga; tales leyes establecieron que la acción sindical no debería ya más
ser considerada ilícita “en relación a o por conducir a una disputa sindical”. La Conspiracy and
Profection of Property Act de 1875 dice “el acuerdo para realizar actos de por sí no relevantes
penalmente no deberían ser más considerados delito” y la Trade Dispute Act de 1906, que “en
las controversias colectivas no fuese encontrada responsabilidad por acto ilícito, y en particular
la correspondiente a la acción concertada dirigida a ocasionar perjuicio o por inducir a la no
observancia del contrato de trabajo”.
En una etapa ulterior el sindicato fue plenamente legitimado. En Francia la Ley Waldeck-
Rosseau del 21 de marzo de 1884, incorporada posteriormente al Libro III del Code du Travail
establece una protección de la libertad sindical en las relaciones entre los sindicatos y el Esta-
do, en el plano individual y en las relaciones entre sindicatos concurrentes. Posteriormente
otros países dictaron leyes similares, específicamente destinados a regir las entidades sindica-
les como por ejemplo la Ley Wagner (1935) en los Estados Unidos, entre otras.
Las profundas modificaciones en las condiciones de los trabajadores se
relacionan también con los cambios políticos, económicos y sociales que se
produjeron con motivo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
13 La Conferencia Obrera de Leeds de 1916, expresó que en “el tratado de paz que pondría fin a la gue-
rra, asegurando a los pueblos la libertad e independencia política y económica debía a la vez asegurarse
a la clase obrera de todos los países un mínimo de garantías de orden moral y material relativas al dere-
cho del trabajo, derecho sindical, migraciones, seguros sociales, duración de la jornada, higiene y seguri-
dad del trabajo”. En 1919, finalizada la guerra, se reunió en Berna la Conferencia Sindical Interamericana
que aprobó “La Carta Sindical de Berna”, basada en el pronunciamiento de la conferencia de Leeds. En
ellas los trabajadores solicitaban a la Sociedad de las Naciones que considerara como una de sus misio-
nes primordiales crear una legislación internacional de protección del trabajo y garantizaran su aplicación,
formulando principios relacionados con el trabajo, la enseñanza, el trabajo de los menores, mujeres y sus
salarios, a la jornada, al descanso, al trabajo nocturno, a la higiene y seguridad en el trabajo, al derecho a
sindicalizarse, a la migración de los trabajadores, al paro, al seguro social, al trabajo de los marítimos, a la
inspección del trabajo y a la creación de una Organización Internacional del Trabajo de carácter perma-
nente para elaborar acuerdos con fuerza legal.
Posteriormente, lo más notable y trascendente del tiempo que siguió a la
Revolución Industrial y a la casi contemporánea aparición del Derecho del Tra-
bajo, fue un extenso período de bonanza económica entre el final de la Segun-
da Guerra Mundial y mediados de la década de los años ´70. Fueron años en
los que la economía creció a una pauta sostenida que luego no volvió a repetir-
se.
A estos treinta años se los conoce comúnmente como “los años dorados” o
“los treinta gloriosos”, y sea como fuere, llegaron a su término en la segunda
mitad de los años ´70. Mientras duraron, dieron ocasión, si no causa, a un im-
portante crecimiento de los derechos laborales y de la seguridad social, hasta
que se alcanzó algo más o menos parecido al punto de evolución ahora cono-
cido.
CONCLUSIONES
A. CONSIDERACIONES GENERALES
En efecto, según lo explica Luis Ramírez Bosco 15, la historia del derecho del trabajo argen-
tino no puede pensarse en los mismos términos que la que acabamos de ver. En primer lugar
el desarrollo del derecho del Trabajo argentino no es sólo posterior al de los países industriales
sino que en realidad es tan posterior que sus inicios más organizados se dieron apenas poco
antes de que en el mundo se llegara a los “treinta gloriosos”, y en cuanto se trata de un dere-
14
Juan Carlos Fernández Madrid, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, Tomo I, La ley 1989, pág. 120 y sig.
15
Tratado de Derecho del Trabajo, Director Mario E. Ackerman, T. I, Teoría General del Derecho del Trabajo, Ed. Rubinzal-
Culzoni 2005, pág. 81 y sig.
cho que se debe aplicar a un número importante de trabajadores industriales lo cierto es que la
cantidad de éstos, en Argentina, sólo creció considerablemente a partir de mediados de la dé-
cada de los años ´40, o sea, cuando en el mundo ya se había ingresado a la época de la pros-
peridad y cuando se habían ya difundido las ideas consiguientes. Debe apuntarse que en Ar-
gentina la población industrial propiamente dicha nunca parece haber sido tan considerable o
haber tenido tanto peso como en otras partes con relación a la población ocupada en el comer-
cio o en los servicios. Aún cuando la industria no llegó aquí nunca, a lo que fue el fenómeno en
otras partes, en todo caso la industrialización y la población industrial argentinas, aparte de
permanecer en proporción menor, crecieron sólo a partir de 1935, más decididamente desde
1948 y hasta aproximadamente mediados de los años ´70, después de lo cual decrecieron
bastante. O sea que, paradójica-mente, el sector industrial argentino empezó una vía de de-
caimiento sostenido en el mismo momento en que el Derecho del Trabajo nacional llegó a su
mayor punto de madurez legislativa.
En tercer lugar, en Argentina, por más que no se cuente con registros de época sobre el
desempleo en los que se pueda confiar, no parece que ni aún en las décadas de la gran inmi-
gración (1880-1920) se haya generado una situación de sobre oferta de la mano de obra com-
parable con la originaria en los países industriales.
Los repartimientos
Obrando por cuenta propia, Colón impuso a los indios el tributo de los man-
tenimientos, que consistía en la obligación de labrar las tierras para sostener a
los conquistadores. Además dispuso que todo indio mayor de 14 años pagara
un tributo, que podía reemplazarse por la prestación de servicios personales.
Este tributo en especie originó protestas de los indígenas en Santo Domingo y,
casi simultáneamente los españoles de esa isla exigieron el reparto de los in-
dios aptos para el trabajo, a fin de que le prestaran servicios personales. El
descubridor autorizó esa petición y con ella surgió la institución de los reparti-
mientos, que se traducía en la entrega de tierras a los colonizadores y en la
adscripción de indios a aquéllas, con la obligación de cultivarlas para los titula-
res de esa doble adjudicación de bienes y personas, a título gratuito.
Al llegar a conocimiento de la reina Católica los repartimientos de indios,
ordenó al gobernador Ovando, el primero de las Indias occidentales, que pusie-
ra en libertad a los indios repartidos y que, de acuerdo con los caciques –los
jefes indígenas- se señalara el tributo que aquéllos, como vasallos libres, de-
bían satisfacer, a más de compelerlos a trabajar por el salario justo que se les
asignara.
Igual que la esclavitud indígena, lo repartimientos subsistieron y hasta fue-
ron reconocidos por una provisión de 1504, que sancionaba esta institución y
permitía extenderla a los territorios que se fueran descubriendo o poblando. La
declinación de los repartimientos se fija en 1609, al imponerse para los indios
un régimen de libertad, condicionado por la obligación de trabajar.
La encomienda
La mita
En los pueblos indios la mita, además de un tributo que pagaban los indí-
genas peruanos, configuraba el repartimiento, que se hacía por sorteo, para
determinar el número de vecinos que debían participar en los trabajos públicos.
Este trabajo obligatorio, o prestación vecinal, es una institución precolombina.
Antes del descubrimiento consistía en un servicio personal a favor del jefe o del
cacique; era una servidumbre no remunerada, y para las necesidades particula-
res del que la imponía.
Los españoles conservaron la mita (vocablo que deriva de una vos qui-
chua, con el significado de turno), pero la transformaron con gran sentido de
humanidad y del fin social. De perpetua se cambió en temporal; y de la utilidad
privada se tornó en servicio de público beneficio.
Como fundamento y razón de la mita se señala la escasez de mano de
obra y la necesidad de una compulsión para superar la indolencia de los nati-
vos y su incorporación al proceso civilizador en la agricultura y en la minería.
Constituyó una especie de movilización laboral, delineada por normas legales
de un contrato de trabajo.
El yanaconazgo
Por considerarse trabajos insalubres para los indios, les estaba prohibido
sacar y portear la nieve, ocuparse en los ingenios de azúcar, en las pesquerías
de perlas (reservadas para los negros), en la granjería de la coca y en la alea-
ción de oro bajo. Con igual finalidad protectora de la salud, estaba prohibido
que los indios llevaran cargas pesadas (llegaron a limitarse a dos arrobas, unos
24 kilos) o que las transportaran, aún de menor peso, a mucha distancia.
Ordenanzas diversas
Sin derogación expresa, los preceptos de las Leyes de Indias y sus com-
plementarios fueron cayendo en el olvido, especialmente por influjo del Código
Napoleón, que regulaba las relaciones entre amos y obreros o servidores como
locación o arrendamiento de servicios. Esto colocó a los trabajadores en gene-
ral y a los indios americanos en especial, en una situación de desamparo legal
hasta comienzos del siglo XX.
16
Cit. por CABANELLAS DE TORRES, ob. cit., pág. 121
plida por esa legislación con el noble propósito de dignificar la tarea laboral de
los nativos (TISSEMBAUM), entre otros.
Como señala Cabanellas de Torres, por entonces, mientras la Argentina tiene como preo-
cupación esencial organizarse políticamente, en el Viejo Mundo adquiere vehemencia la lucha
social y surge una incipiente legislación del trabajo en los pueblos más desarrollados indus-
trialmente. Ese panorama explica, durante este período constituyente y codificador en la repú-
blica Andina y del Plata, el contraste que se señala entre los continentes. En tanto que en los
países europeos la legislación del trabajo no ha sido obtenida sino después de luchas, muchas
veces sangrientas, en el Nuevo Mundo ha sido otorgada voluntariamente por los gobiernos. La
razón, proviene de que en América se ha encontrado la clase trabajadora desunida, aislada;
además no existe una situación de necesidad como la sufrida por los trabajadores en los prin-
cipales centros industriales de Europa. No ha habido fuerza de asociación que logre o consoli-
de conquistas de carácter social.
Las causas determinantes de la indiferencia laboral del legislador argentino del siglo XIX
son valederas también para los restantes países iberoamericanos. Pueden señalarse las si-
guientes: a) mayor extensión geográfica, menor densidad de población, y por ello, mejores
posibilidades económicas; b) escaso valor de la propiedad rural, que permitía el fácil acceso a
un trozo de suelo propio; c) escasa población absoluta, con mano de obra más independiente,
más solicitada y mejor pagada, al menos en las ciudades; d) ausencias de espíritu de asocia-
ción, explicable en parte por la afluencia e idiosincrasia de los inmigrantes; e) escasez de gran-
des industrias, aunque había numerosos artesanos y pequeños talleres; f) mayor número de
trabajadores agrícolas que industriales; g) falta de concentración de los trabajadores en gran-
des masas, por la dispersión industrial y territorial; h) mejores salarios y perspectivas familiares
para los trabajadores; i) mayor preocupación por lo político que por lo económico-social; j) la
actitud obsesiva de los inmigrantes en el sentido de enriquecimiento individual, con preferencia
sobre las reivindicaciones colectivas de índole laboral; k) finalmente, que el continente ameri-
cano constituía en aquellos tiempos una de las soluciones probables, y probadas por muchos,
para el problema social que agobiaba a los trabajadores europeos, que podían emprender en el
suelo americano una nueva y esperanzada vida.
Se deduce, en consecuencia, que no existía la preocupación legislativa en la esfera eco-
nómico social.
Puede decirse, que se dictaron algunos preceptos sobre el trabajo, pero no laborales.
La L. 11729 que modificara los arts. 154 a 160 del Código de Comercio,
hasta entonces constituyera la regulación fundamental del contrato de trabajo
en el país, estableciendo la obligación de preavisar o en su defecto, indemnizar
y una más eficaz protección contra el despido arbitrario.
Empero, la actividad legislativa no se detiene con tales disposiciones, pues
en 1940 la L. 12637 sanciona el estatuto de los trabajadores bancarios y al
año siguiente, la L 12713 instituye el régimen de trabajo a domicilio que rige en
la actualidad, perfeccionando el establecido en 1918; Los viajantes de comercio
son reglados por la ley 12637 de 1940, sustituida en 1958 por la ley 14546; en
1943 el D. 2669/43 reglamenta la constitución y organización de las Asociacio-
nes Profesionales, el D. 16672/43 consagra el Estatuto del Servicio Civil para la
Administración Nacional.
Por leyes 18037 y 18038 se organizan los dos grandes regímenes jubilato-
rios, de trabajadores en relación de dependencia y de trabajadores autónomos,
respectivamente.
En el año 1986 se dictaron las leyes 23451 y 23460 que aprobaron respec-
tivamente el Convenio 156 de la OIT sobre igualdad de oportunidades y de tra-
to entre trabajadores y trabajadoras, y el Convenio 144 sobre consulta tripartita
para la aplicación de las normas internacionales del trabajo.
20
“Resolución sobre el desarrollo, la deuda externa y los objetivos sociales de la O.I.T.”, 72 Conferencia Internacional del Trabajo,
Ginebra, 1986.
La crisis en Europa y en nuestros países ha generado una corriente de opi-
nión que considera, como solución, la supresión del garantismo legal. Teorías
economicistas ven en el mercado la única forma de regulación social compati-
ble con la libertad y se propone que eventualmente las reglas estatales sólo
definan marcos de acción para los particulares a quienes se deja la facultad de
regular en concreto las prestaciones laborales dentro de un contexto de marca-
da autonomía.
La flexibilidad laboral
a) Concepto
21
O.C.D.E. Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico
22
Ob. Cit., pág. 102
sicamente a las mayores o menores posibilidades de autoregulación permitidas
en cada caso a los agentes sociales23.
Son muchas las razones alegadas para introducir una mayor flexibilidad en
el empleo en Europa. El informe acerca de la flexibilidad en el empleo en los
países de la Comunidad Económica Europea” coordinado por Jean-Michel
Maury y publicado en septiembre de 1985 señala cuatro principales:
Según cual sea la posición del intérprete o los intereses que predominen,
puede contemplarse una flexibilidad para proteger, una flexibilidad de adapta-
ción y una flexibilidad de desregulación o desprotección24.
23
“El ordenamiento laboral español y los límites a la autonomía de las partes y a las facultades del empresario”, de DURÁN LÓ-
PEZ, Federico, MONTOYA MELGAR, Alfredo y SALA FRANCO, Tomás, Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid,
1987.
24
JAVILLIER, Jean-Claude, “Ordenamiento Jurídico, relaciones profesionales y flexibilidad. Enfoques comparativos e internacio-
nales”, Trabajo y Seguridad Social, T. XIV, 1987, pág. 3; citado por FERNÁNDEZ MADRID.
Flexibilidad protectora: Encontramos tradicionalmente una flexibilidad pa-
ra proteger. Es la que conoce preferentemente nuestro derecho positivo cuan-
do la Constitución Nacional (art. 14 bis) afirma el principio protectorio “El trabajo
en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes..”; cuando el art. 4
de la LCT afirma que el contrato de trabajo “tiene como principal objeto la acti-
vidad productiva y creadora del hombre en sí”, o el art. 9 cuando establece que
las situaciones de duda se resolverán en el sentido “más favorable al trabaja-
dor”.
Estas expresiones del principio protectorio y otras que consagran los de in-
demnidad, irrenunciabilidad o de ajenidad del riesgo empresario están estructu-
radas a partir de un contrato de trabajo normal o regular, que es el contrato por
tiempo indeterminado. Su vigencia constituye el basamento de nuestro Dere-
cho del Trabajo por dos razones: otorga seguridad al trabajador en su empleo
del que no puede ser privado sin indemnización; consecuentemente causa una
fuerte y libre posibilidad de adhesión a la asociación sindical por parte de aquél,
ya que encontrándose garantizada su permanencia en el empleo, no peligra su
puesto por el hecho de que se integre activamente en dicha entidad.
Tomás SALA FRANCO señala que cabría distinguir varios tipos de flexibili-
dad, en atención a las instituciones implicadas:
En nuestro país los distintos aspectos de la flexibilidad que han dado origen
a un amplio e interesado debate en el sentido de que más que superar la crisis
económica a través del derecho de la emergencia se trata de modificar la rela-
ción de fuerzas entre trabajadores y empleadores. Y se trata de un debate ca-
rente de sentido porque nuestro derecho laboral, viciado en su contenido eco-
nómico y caracterizado por la más amplia posibilidad de despedir sin causa,
constituye un paradigma para los flexibilizadores europeos.
Sólo nos resta como protección contra la plena discrecionalidad del em-
pleador los límites que la ley pone a las contrataciones por tiempo determinado
(art. 90, LCT). Pero diversas formas de fraude también avanzan sobre este as-
pecto mediante la interposición de sujetos (cooperativas de trabajo, empresas
de servicios eventuales) logrando como consecuencia la precarización del em-
pleo.
En Marzo de 1995 se dictan las leyes 24465 y 24467 (Pymes) que modifi-
ca la regulación de las condiciones de trabajo de las pequeñas y medianas
empresas flexibilizando el régimen del preaviso (fecha a partir de la cual se
comienza a contar y su duración) y otorgando por medio de la disponibilidad
colectiva la posibilidad del fraccionamiento del SAC y del momento del goce de
las vacaciones. La L. 24465 introdujo el período de prueba, el contrato de
aprendizaje, el contrato a tiempo parcial y el contrato (promovido) de fomento
del empleo.
El maestro Krotoschin señala que son varias las definiciones que se han
dado. Casi todas tienen en común la inclusión del factor “trabajo” como uno de
los elementos constitutivos. En la doctrina prevalece la opinión de que a los
fines del derecho del trabajo sólo interesa una determinada forma en que el
trabajo se presta, o sea, el trabajo efectuado en situación de dependencia o
subordinación −por más difícil que en algunos casos resultase la determinación
de esa dependencia−, que constituye la condición previa de la aplicación de las
normas del derecho del trabajo.
26
KROTOSCHIN, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, 3º Ed. Depalma, 1977, Vol. I, pág. 6.
27
FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos, “Tratado Práctico de Derecho del Trabajo”, La Ley, 1989, Tomo I,
pág. 133
28
En “Derecho del trabajo”, Ed. Tecnos, Madrid, 1986, 7ª Ed., pág. 33, cit. por FERNÁNDEZ MADRID, ob.
citada.
29
FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, Rev. Colegio de Abogados de la Plata, 1963: “La lección de Anasta-
si”, Separata, pág. 8, cit. por FERNÁNDEZ MADRID.
30
“TRATADO DE DERECHO DEL TRABAJO”, Dirigido por MARIO E. ACKERMAN, Teoría General del
Derecho del Trabajo, Ed. Rubinzal-Culzoni, Tomo I, pág. 41
suele hacer –más en el pasado que actualmente- entre contrato de trabajo y
relación de trabajo.
Sin embargo, expresa, lo que suele ocurrir con fórmulas tan sintéticas es
que no sirven para lo que tendrían que servir, porque sólo son comprensibles, o
útiles, para quien tenga por anticipado conocimientos suficientes, pero para el
que necesita introducirse en la materia y a partir de la definición ir desarrollan-
do en orden la adquisición de conocimientos o para ubicar los límites del tema-
rio, una fórmula tan breve es mayormente inútil, por lo que una definición útil
necesita ser más compleja y tratar de cumplir con las siguientes funciones: a)
informar sobre el contenido de la materia, sobre la razón o el propósito con el
que se da a este material un tratamiento distinto y sobre el mecanismo o pro-
cedimiento diferenciado con el que se lo hace. O sea, sobre el qué, el para qué
y el cómo de la materia a definir; b) delimitar el ámbito dentro del cual se pueda
o proponga aplicar con utilidad funcional las normas de la materia diferenciada,
c) contener potencialmente el desarrollo de la materia, como si fuera un plan de
exposición, de modo que pueda ordenadamente derivarse de la síntesis conte-
nida en la definición a su análisis en la exposición del material.
En este contexto expresa: “el Derecho del Trabajo es la rama del Derecho
que regla el contrato de trabajo dependiente, con el objeto de proteger a los
trabajadores, y que lo hace dando a ese contrato contenidos obligatorios, por
medio de normas públicas imperativas o de normas producto de la autonomía
colectiva de los mismos trabajadores, contenidos cuya aplicación efectiva se
refuerza con un uso intensivo del poder de policía estatal”.
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En razón de que algunos autores agregan que debe ser un conjunto sistemático de normas o un con-
junto de normas o principios, pero un planteo así tiene mas que ver con la autonomía de la materia que
con su identificación.
De todos modos, es más frecuente que se ponga la atención en el traba-
jo que en su sujeto, de manera casi unánime entre los conceptos definitorios
del Derecho del Trabajo se incluye el señalamiento de que el trabajo del que se
ocupa la materia es el trabajo humano, personal, libre, oneroso, o remunerado,
voluntario, por cuenta ajena y subordinado o en relación de dependencia. Las
nociones trabajo libre y voluntario por oposición al históricamente trabajo escla-
vo o servil o a que deba ser remunerado u oneroso, por oposición al trabajo
prestado por alguna razón de benevolencia, van un poco de suyo porque el
hecho de que el trabajo de que aquí se trata tiene esas características, es pro-
pia ya del conocimiento general y en todo caso esas ideas también quedan
comprendidas en la noción de contrato, ya que por una parte el contrato como
expresión de la autonomía de la voluntad supone necesariamente una voluntad
libre y por otra, lo de contrato supone también que las prestaciones tengan re-
ciprocidad o sean parte de un complejo sinalagmático, lo que para esta presta-
ción de servicios implica que si es contractual, debe en principio, ser remune-
rada.
Por otra parte, al elegir la figura del contrato como uno de los elementos
nucleares de la definición, se suma a los conceptos básicos la elaboración
científica sobre esa categoría –el contrato-.
Para lograr equiparar la relación laboral, la ley impone a las partes, con
carácter de orden público, un mínimo de condiciones inderogables. No se su-
prime la autonomía de la voluntad sino que se la limita hasta donde resulte ne-
cesario para cumplimentar sus fines. No se limita la libertad de contratación
sino que una vez concertada la relación, sus condiciones deben subordinarse a
las normas ineludibles del orden público laboral. Estas normas son inmodifica-
bles en sentido negativo: se produce una limitación de la autonomía de la vo-
luntad y se establece un mínimo de garantía social de carácter normativo e im-
perativo.
VII. CONTENIDO
El Estado, según las épocas, impulsado por el quehacer sindical y/o por
desiciones propias a las que no han sido ajenas los organismos internacionales
como la OIT, ha contribuido o se ha puesto a la cabeza del proceso de creación
de normas que han constituido con el tiempo el Derecho del Trabajo como ra-
ma autónoma del derecho desprendida del derecho civil y del derecho comer-
cial. Sus funciones de policía han dado origen a un sistema normativo destina-
do al cumplimiento de las disposiciones de distinta índole que protegen al tra-
bajador dependiente por cuenta ajena. Asume un papel decisorio en todo lo
relacional con la seguridad y el medio ambiente (art. 200 LCT, L. 19587, Decre-
to 351/79).
Abarca también otras funciones en el ámbito del derecho individual y del
derecho colectivo, vinculadas en el primer caso con la organización de las insti-
tuciones que posibilitan efectuar reclamos ante la administración o la justicia y
en el segundo caso con el control de la organización sindical (L. 23551) y con
el desarrollo de los conflictos colectivos (L. 14786). El estado en materia de
derecho laboral cumple por tanto un papel fundamental, prevalece en la mayo-
ría de los casos sobre la autonomía colectiva a través de su posibilidad legisfe-
rante y de homologación de los convenios colectivos (L. 14250); vigila el cum-
plimiento de las normas estatales y de las provenientes de convenios colecti-
vos, se constituye en instancia administrativa optativa (o voluntaria) en los con-
flictos individuales de derecho y en instancia necesaria en los conflictos colecti-
vos de intereses (procedimiento de conciliación obligatoria y de arbitraje volun-
tario: L. 14786). Su rol es igualmente importante en la formación y desenvolvi-
miento de la vida sindical por vía del reconocimiento y determinación del ámbito
y alcance de la actuación de los sindicatos (otorgamiento de personería gremial
y fiscalización administrativa o judicial de la gestión sindical: L. 23551).
Asimismo, en esta etapa del desarrollo del Derecho del Trabajo, se han
creado en casi todas las jurisdicciones tribunales judiciales con competencia
específica para lo laboral, habiéndose modelado un Derecho Procesal del
Trabajo, con rasgos propios que lo diferencian del derecho Procesal Civil.
• Por otra parte ciertos aspectos de este derecho, sin perder su unidad,
regulan relaciones de derecho internacional privado y la actuación de la O.I.T. y
los acuerdos binacionales permiten hablar de un Derecho Internacional del
Trabajo. Está constituido por los Tratados Internacionales y especialmente por
los Convenios y recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo.