Este documento resume la vida y obra del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación. Nacido en 1928 en Perú, Gutiérrez desarrolló la Teología de la Liberación en los años 1960 y 1970 para articular la fe cristiana con la lucha por la justicia social y la liberación de los pobres en América Latina. El documento describe su educación, trabajo pastoral, y libros fundamentales como Teología de la liberación. Perspectivas. Finalmente, resume las ideas clave de G
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Este documento resume la vida y obra del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación. Nacido en 1928 en Perú, Gutiérrez desarrolló la Teología de la Liberación en los años 1960 y 1970 para articular la fe cristiana con la lucha por la justicia social y la liberación de los pobres en América Latina. El documento describe su educación, trabajo pastoral, y libros fundamentales como Teología de la liberación. Perspectivas. Finalmente, resume las ideas clave de G
Este documento resume la vida y obra del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación. Nacido en 1928 en Perú, Gutiérrez desarrolló la Teología de la Liberación en los años 1960 y 1970 para articular la fe cristiana con la lucha por la justicia social y la liberación de los pobres en América Latina. El documento describe su educación, trabajo pastoral, y libros fundamentales como Teología de la liberación. Perspectivas. Finalmente, resume las ideas clave de G
Este documento resume la vida y obra del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación. Nacido en 1928 en Perú, Gutiérrez desarrolló la Teología de la Liberación en los años 1960 y 1970 para articular la fe cristiana con la lucha por la justicia social y la liberación de los pobres en América Latina. El documento describe su educación, trabajo pastoral, y libros fundamentales como Teología de la liberación. Perspectivas. Finalmente, resume las ideas clave de G
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD SANTA ROSA
(UCSAR)
GUSTAVO GUTIÉRREZ (TEÓLOGO)
Participante: Lcda. Luz Marina González H.
C.I. Nº 11.793.998
12 de noviembre de 2016 INTRODUCCIÓN
Gustavo Gutiérrez Merino llega a la vida en 1928, en la calle del Arco, en el
centro viejo de Lima (Perú). Nacido de una familia con antepasados indígenas cercanos (hijo mestizo de familia popular, mezclada de sangre india con la española), afectado por una cruel enfermedad (osteomielitis) cuando apenas tenía 12 años, le hace permanecer en una silla de ruedas y en cama durante seis años. Creo que ahí surgió más nítida su entereza, su fe inconmovible, su rigor intelectual, su vocación espiritual y su compromiso con los humillados. Es lo que le ha permitido vivir lo proclamado en sus escritos, o sea que la experiencia espiritual y la práctica social y pastoral vienen antes y enriquecen la sistematización intelectual.
Su teología nace en contacto con la realidad de su país, con personas
pobres que luchaban por la justicia. Años más tarde, fruto de su trabajo pastoral, nacería en 1968 la Teología de la liberación.
Cursó estudios de medicina en la universidad nacional de san Marcos de
Lima, que interrumpió para seguir los cursos de filosofía y teología. De 1951 a 1955 estudió filosofía y psicología en la universidad de Lovaina (Bélgica), obteniendo los grados de bachiller en la primera y de licenciado en la segunda, con una tesis sobre “La libertad en el pensamiento de Sigmund Freud”. De 1955 a 1959 estudió teología en la facultad teológica de Lyon (Francia), donde consiguió la licenciatura. De vuelta a su país, trabajó como consiliario nacional de la Unión de estudiantes católicos (UNEC) y fue profesor en los departamentos de teología y ciencias sociales de la universidad católica de Lima. En 1975 fundó el centro de reflexión “Bartolomé de Las Casas”. En 1985 obtuvo el doctorado en teología por la facultad de Lyon con la calificación de tres honorable, que sólo se otorga cuando hay unanimidad en el tribunal. Presentó como tesis doctoral las obras que había publicado hasta entonces. Su lección magistral giró en torno al tema Teología y espiritualidad.
A Gutiérrez se le considera el “padre” de la Teología de la Liberación.
Utilizó por primera vez la expresión “teología de la liberación” en 1968 en la ciudad de Chimbote, poco antes de la II Conferencia General del episcopado latinoamericano celebrada en Medellín (Colombia), y enseguida adquirió carta de ciudadanía y se extendió por todo el mundo. La expresión queda definitivamente asentada en su libro de 1971, Teología de la liberación. Perspectivas, que es, sin duda, la obra teológica de más impacto y una de las más relevantes de la década de los años setenta; la más citada, comentada y traducida de todas las que ha producido la teología latinoamericana de la liberación. Ella, junto con la de H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, es considerada como la más representativa de la citada teología. Una y otra “constituyen –según el juicio emitido por J. L. Segundo en 1974-… las dos única obras de la teología de la liberación que elevan el debate a un diálogo científico y bien documentado con la teología europea”.
En 1999 decide hacerse religioso dominico, iniciando el noviciado en la
comunidad de los PP. Dominicos de Lyon (Francia). Con relación a esta decisión, Gustavo Gutiérrez se expresaba así en una entrevista: “Mi relación con la Orden de los Predicadores se remonta a mis estudios en Francia, donde estuve en contacto personal y con su reflexión y trabajo académico con los teólogos Chenu, Congar y Schillebeeckx, todos ellos dominicos. Me atraía sobremanera cómo entendían y planteaban la íntima relación que debe existir entre la teología, la espiritualidad y el anuncio del evangelio. La teología de la liberación comparte esa misma convicción. Mi investigación posterior sobre la vida de Bartolomé de Las Casas y su defensa apasionada de los pobres de su tiempo (los indios y los esclavos negros) también tuvo un papel importante en mi decisión. Mi larga amistad con muchos dominicos, además de otras circunstancias, me llevaron finalmente a dar ese paso”.
Otro gran acontecimiento de la vida de Gutiérrez es el haber sido
galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en abril de 2003. Junto con el periodista polaco Ryszard Kapuscinski recibió el Premio de Comunicación y Humanidades. El acta del Jurado afirmaba así sobre el P. Gutiérrez: “El teólogo peruano Gustavo Gutiérrez es el iniciador de la renovada corriente espiritual conocida como teología de la liberación, que propugna una atención especial al mundo de los desfavorecidos, entendiendo que la liberación preconizada por el mensaje cristiano no es aplicable únicamente a la faceta espiritual del ser humano, sino también a sus condiciones sociales y materiales. Con ello, esta propuesta de la teología de la liberación no se reduce a un planteamiento teórico, sino que constituye una práctica que, de modo especial en los países menos desarrollados, ha estimulado una dignificación de las condiciones de vida de millones de seres humanos” . GUSTAVO GUTIÉRREZ Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Un esbozo de la propuesta teológica de Gustavo Gutiérrez fue expuesto ya
en su conferencia "Hacia una teología de la liberación", durante el II Encuentro de Sacerdotes y Laicos realizado en Chimbote, Perú, entre el 21 y el 25 de julio de 1968:10.
Si decimos que la fe es un compromiso con Dios y con los hombres y
afirmamos que la teología es la inteligencia de la fe, debemos entender que la fe es una inteligencia de ese compromiso... La teología no es lo primero, lo primero es el compromiso; la teología es una inteligencia del compromiso, el compromiso es acción... Teología de la liberación quiere decir: establecer la relación que existe entre la emancipación del hombre –en lo social, político y económico– y el reino de Dios.
Gutiérrez cita varias veces el documento conciliar Gaudium et Spes y la
encíclica Populorum Progressio.
Así pues, según él, la teología de la liberación surgió originalmente como la
respuesta cristiana a la situación en la que vive gran parte de la población de América latina. Para Gutiérrez, el centro del problema en América Latina es el pecado manifestado en una estructura social injusta. El teólogo pone énfasis en la dignidad de los pobres al priorizar la gloria que Dios ha puesto en ellos.
En Teología de la liberación, perspectivas, Gutiérrez realiza un análisis de
la percepción bíblica de pobreza. En esta obra, distingue dos estados de pobreza: como un «estado escandaloso» y como una «infancia espiritual». Gutiérrez observa que mientras el primero es aborrecido por Dios, el segundo es valorado. Por un lado: "La pobreza es para la Biblia un estado escandaloso que atenta contra la dignidad humana y, por consiguiente, contrario a la voluntad de Dios." Para poder llegar a esta conclusión Gutiérrez realiza un excelente análisis de la condena de la pobreza en el antiguo testamento, principalmente en los profetas, y en el nuevo testamento. Por otro lado, presenta la pobreza como una infancia espiritual, refiriéndose, por supuesto, a las bienaventuranzas de Mateo y Lucas. “Bienaventurados los pobres porque el reino de Dios ha comenzado."
Para Gutiérrez, estos dos estados de pobreza conviven en la fe de los
creyentes de América latina. En América Latina se vive un binomio no compatible. Mientras un pueblo profesa una inmensa fe en el Dios de vida, muere presa del hambre, la desnutrición, o la injusticia de un sistema hostil. Por un lado hay hambre de Dios, por otro hambre de pan: Yo deseo que el hambre de Dios permanezca; que el hambre de pan se haga resolver... hambre de Dios sí, hambre de pan no.
En las obras de Gutiérrez, la pobreza juega un papel importantísimo por ser
esta la causa del surgimiento de su teología. Gutiérrez critica en numerosas ocasiones la forma en que otras naciones conciben la situación del tercer mundo, específicamente de América Latina. Hablando del desarrollo de los países tercer mundistas, comenta: Para algunos el término desarrollo sería, por decirlo así, negativo. Habría surgido como oposición al término subdesarrollo que expresaba la situación –y angustia– de los países pobres comparados con los países ricos.
Solamente por medio de la manifestación de una fe comprometida se
puede llegar a manifestar los propósitos de Dios para el hombre, sin importar el color o la clase social bajo la que haya nacido. Precisamente por esto, la teología de la liberación pretende ser: La expresión de la vivencia de la inteligencia de la fe cristiana de los pobres. La teología de la liberación insiste en priorizar el don de vida como manifestación suprema de Dios.
La opción teocéntrica por el pobre
Gutiérrez sostiene en primer lugar –siguiendo los escritos del exegeta
alemán Gehard von Rad- que la historia es el lugar en el que Dios revela el misterio de su persona. De ahí que la lectura de la Biblia aparte de ser cristológica, será también histórica, pues Dios se revela en la historia del pueblo que creyó y esperó en él. Esto nos lleva –dice el autor- a repensar la palabra desde nuestra propia historia latinoamericana. Pero señala que se trata de una historia real, atravesada por conflictos y enfrentamientos; no entramos conscientes y eficazmente en ella sino por nuestra inserción en las luchas populares por la liberación; nuestra lectura será pues una lectura militante”.
También afirma siguiendo a Pannenberg que la revelación de Dios mismo,
según los testimonios bíblicos, no se hizo directamente como una teofanía, sino indirectamente por actos históricos de Dios. Pero el teólogo peruano matiza que nos es suficiente afirmar que Dios se manifiesta en la historia, sino también que la orienta en el sentido del establecimiento de la justicia y del derecho. Es más que un Dios providente, es un Dios que toma partido por el pobre y que lo libera de la esclavitud y de la opresión.
Si esta es la forma como Dios se revela a la humanidad: ¿cómo ha de ser
la respuesta por parte del hombre? Esta respuesta, a la que llamamos fe, no será sólo teórica, sino que el conocer a Dios es obrar la justicia. El verbo conocer en la Biblia significa a amar.
Gustavo Gutiérrez en síntesis nos dice a lo largo de sus escritos que la
relación Dios y el pobre es el corazón de la fe bíblica. En ella se hallan irremediablemente enlazadas las dos dimensiones permanentes de la fe: la contemplativa y la histórica, la mística y la política.
El teólogo peruano no sólo se fundamenta en los textos bíblicos para
justificar esta relación Dios y el prójimo, especialmente del más pobre, sino que a través de las obras del escritor peruano José María Arguedas, descubre también la idea de que donde no hay justicia, allí Dios está ausente. Especialmente cita la novela Todas las sangres, en la que aparece la expresión “Dios está en todas las partes”; frase que dirige el cura al sacristán. Y el sacristán que no sabe de metafísica, pero sí de injusticia y de opresión, replica con certera intuición bíblica: “¿Había Dios en el pecho de los que rompieron el cuerpo del inocente maestro Bellido? ¿Dios está en el cuerpo de los ingenieros que están matando “La Esmeralda”? “Dios no puede estar en todas partes, sobre todo allí donde no se practica la justicia”. En las conclusiones de los documentos de Medellín, en concreto el documento de Paz se resalta que donde hay injusticia hay un rechazo del Señor: “Allí donde se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor; más aún, un rechazo del Señor mismo” (n. 14) .
La originalidad de la teología de la fe “desde el reverso de la historia” es
acoger el don de Dios que se da gratuitamente, pero en una respuesta del ser humano, asumiendo los riesgos que esa fe conlleva: el estar de parte de aquellos que Dios ama gratuitamente, de una manera muy preferencial y obligatoria.
Gutiérrez dirá que el “acto de fe” se sustenta en el encuentro de dos
libertades: la de Dios que se manifiesta entregándose y la del ser humano que se expresa acogiendo tal donación de sí mismo. La experiencia del encuentro con Dios es por tanto, el núcleo de la fe cristiana.
A la iniciativa salvífica de Dios corresponde, en consecuencia, la decisión
personal de quien se acoge, confía y se entrega a Él, ya que sólo quien se empeña libremente a favor de Cristo realiza –bajo la acción del Espíritu- el acto de fe y se adentra en la vida y en el proceso cristiano. El canto del Magníficat de María es uno de los textos evangélicos en los que se expresa el núcleo de la fe como respuesta a la gozosa presencia del amor divino en los más pobres.
La fe genuinamente bíblica es “vida que se expresa en amor y entrega al
otro. La fe como la conversión, “es una salida de uno mismo y una apertura a Dios y a los demás. La acogida de la voluntad de Dios constituye lo esencial de la pobreza o infancia espiritual.
El abandono en Dios es –probablemente con el compromiso- el paso más
importante, íntimo y definitivo del acto de fe, ya que la escucha y la visión, el reconocimiento, la acogida de Dios y la salida de sí están apuntando en esa dirección. El proceso de fe arranca y desemboca, -inscrito, como está, en el circuito de la gracia – en la dejación de sí y en el abandono en el Dios del amor. Creyente es, por ello, aquella persona que –porque se sabe poseída y seducida por el amor salvífico de Dios- se entrega conscientemente a Él .
El descanso y la entrega al Otro constituyen, la respuesta más
auténticamente cristiana a la revelación de Dios en Jesús. Lo contrario a esto sería la idolatría (y no el ateísmo) la que no experimentará el abandono en Dios, sino en subjetivismo, y en un abandono en falsos dioses.
- “En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con Dios,
hay más bien construcción de un ídolo”.
Se trata de hacer la experiencia de Jeremías: “Me sedujiste Señor, y me
dejé seducir” (Jer 20, 7). O como Job que cree por nada, nunca antes lo hizo tan desinteresadamente.
La praxis liberadora
La reflexión teológica de la liberación no se limita a ser un simple discurso
sin implicaciones prácticas y concretas, sobre todo cuando dicha reflexión gira en torno a una situación humana que amenaza con destruir la dignidad y las vidas de los hombres y mujeres que habitan en este continente. Por lo tanto, la reflexión en torno a esta situación desemboca en lo que los teólogos de la liberación llaman “praxis liberadora”. Por praxis liberadora, los teólogos de la liberación entienden al proceso mediante el cual la fe de la Iglesia construye la liberación económica, espiritual e intelectual de los pueblos socialmente oprimidos como cumplimiento del reino de Dios.
Ahora bien, para Gutiérrez la praxis liberadora es un proceso un poco más
complejo, debido a que el autor distingue de la praxis liberadora la praxis histórica. La historia forma parte fundamental en el pensamiento de Gutiérrez pues, la fe se vive en la historia y todas las conclusiones de la reflexión deben verse reflejadas en la lucha por humanizar a los oprimidos: La historia es concebida por Gutiérrez como ‘proceso de liberación del hombre’... convertirse a la historia es convertirse al prójimo a la justicia social, lo histórico está ligado a lo conflictual, a lo temporal, a lo terreno, material, social, a lo existencial y concreto.
Gutiérrez recuerda que:
La fe en un Dios que nos ama… no solo no es ajena en la transformación del mundo sino que conduce necesariamente a la construcción de esa fraternidad y de esa comunión en la historia.
La praxis liberadora, entonces, tiene su base en el amor que Dios
manifiesta por los hombres y, por otro lado, en el sentido de solidaridad y compañerismo que debería existir en las relaciones interpersonales entre los hijos de Dios. Sin embargo, parece ser que Gutiérrez olvida que, aunque la transformación social del mundo es de suma importancia para Dios, la transformación interior del hombre es también primordial. La praxis debería conducir a una liberación integral del hombre, en primer lugar liberación del pecado y en segundo lugar libertad de las estructuras opresoras, libertad del hambre y de la enfermedad. Si no se enfatiza la importancia de la primera, entonces la teología se convertirá en un simple movimiento social sin implicaciones profundas en la vida de las personas. CONCLUSIÓN
En conclusión, en la teología de Gustavo Gutiérrez ante todo, todo aquel
que ha captado la gratuidad de Dios le llevará a un compromiso y solidaridad con los más pobres de nuestro mundo. Por eso el teólogo peruano habla de dos leguajes en nuestro creer en Dios: uno el contemplativo y el otro el profético.
El contemplativo que nos lleva a comprender y proclamar que la gratuidad
está por encima de la justicia, y que todo viene de Dios (es lo que experimentó Job). Y el lenguaje profético que nos lleva a comprometernos con los más pobres y a no callar ante las injusticias. “Sin la profecía, el lenguaje de la contemplación corre el peligro de ni tener mordiente sobre una historia en la que Dios actúa y donde lo encontramos. Sin la dimensión mística, el lenguaje profético puede estrechar sus miras y debilitar la percepción de Aquel que todo lo hace nuevo”.
Gustavo Gutiérrez es, junto al indio Felipe Guamán Poma de Ayala,
Bartolomé de Las Casas, el filósofo José Carlos Mariátegui, el escritor José María Arguedas y el poeta César Vallejo (autores muy importantes en los escritos de Gutiérrez), de aquellos que nos enseñan a optar por los más necesitados de este mundo y las sendas de la verdadera inculturación en la tarea evangelizadora.
La Iglesia en su conjunto, y en América Latina en particular, tendrá que
agradecer al Señor el don que quiso hacernos a través de la persona y de la misión de Gustavo Gutiérrez, el evangelizador de los pobres. BILIOGRAFÍA
Juan Pablo García Maestro. El legado teológico de Gustavo Gutiérrez: 40 años
de Teología de la Liberación. http://www.itvr.org/El-legado-teologico-de- Gustavo#.WCcVsdLhDYw