Trabajo Luz Marina - Gustavo Gutierrez

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 12

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD SANTA ROSA


(UCSAR)

GUSTAVO GUTIÉRREZ (TEÓLOGO)

Participante: Lcda. Luz Marina González H.


C.I. Nº 11.793.998

12 de noviembre de 2016
INTRODUCCIÓN

Gustavo Gutiérrez Merino llega a la vida en 1928, en la calle del Arco, en el


centro viejo de Lima (Perú). Nacido de una familia con antepasados indígenas
cercanos (hijo mestizo de familia popular, mezclada de sangre india con la
española), afectado por una cruel enfermedad (osteomielitis) cuando apenas
tenía 12 años, le hace permanecer en una silla de ruedas y en cama durante
seis años. Creo que ahí surgió más nítida su entereza, su fe inconmovible, su
rigor intelectual, su vocación espiritual y su compromiso con los humillados. Es
lo que le ha permitido vivir lo proclamado en sus escritos, o sea que la
experiencia espiritual y la práctica social y pastoral vienen antes y enriquecen
la sistematización intelectual.

Su teología nace en contacto con la realidad de su país, con personas


pobres que luchaban por la justicia. Años más tarde, fruto de su trabajo
pastoral, nacería en 1968 la Teología de la liberación.

Cursó estudios de medicina en la universidad nacional de san Marcos de


Lima, que interrumpió para seguir los cursos de filosofía y teología. De 1951 a
1955 estudió filosofía y psicología en la universidad de Lovaina (Bélgica),
obteniendo los grados de bachiller en la primera y de licenciado en la segunda,
con una tesis sobre “La libertad en el pensamiento de Sigmund Freud”. De
1955 a 1959 estudió teología en la facultad teológica de Lyon (Francia), donde
consiguió la licenciatura. De vuelta a su país, trabajó como consiliario nacional
de la Unión de estudiantes católicos (UNEC) y fue profesor en los
departamentos de teología y ciencias sociales de la universidad católica de
Lima. En 1975 fundó el centro de reflexión “Bartolomé de Las Casas”. En 1985
obtuvo el doctorado en teología por la facultad de Lyon con la calificación de
tres honorable, que sólo se otorga cuando hay unanimidad en el tribunal.
Presentó como tesis doctoral las obras que había publicado hasta entonces. Su
lección magistral giró en torno al tema Teología y espiritualidad.

A Gutiérrez se le considera el “padre” de la Teología de la Liberación.


Utilizó por primera vez la expresión “teología de la liberación” en 1968 en la
ciudad de Chimbote, poco antes de la II Conferencia General del episcopado
latinoamericano celebrada en Medellín (Colombia), y enseguida adquirió carta
de ciudadanía y se extendió por todo el mundo. La expresión queda
definitivamente asentada en su libro de 1971, Teología de la liberación.
Perspectivas, que es, sin duda, la obra teológica de más impacto y una de las
más relevantes de la década de los años setenta; la más citada, comentada y
traducida de todas las que ha producido la teología latinoamericana de la
liberación. Ella, junto con la de H. Assmann, Teología desde la praxis de la
liberación, es considerada como la más representativa de la citada teología.
Una y otra “constituyen –según el juicio emitido por J. L. Segundo en 1974-…
las dos única obras de la teología de la liberación que elevan el debate a un
diálogo científico y bien documentado con la teología europea”.

En 1999 decide hacerse religioso dominico, iniciando el noviciado en la


comunidad de los PP. Dominicos de Lyon (Francia). Con relación a esta
decisión, Gustavo Gutiérrez se expresaba así en una entrevista: “Mi relación
con la Orden de los Predicadores se remonta a mis estudios en Francia, donde
estuve en contacto personal y con su reflexión y trabajo académico con los
teólogos Chenu, Congar y Schillebeeckx, todos ellos dominicos. Me atraía
sobremanera cómo entendían y planteaban la íntima relación que debe existir
entre la teología, la espiritualidad y el anuncio del evangelio. La teología de la
liberación comparte esa misma convicción. Mi investigación posterior sobre la
vida de Bartolomé de Las Casas y su defensa apasionada de los pobres de su
tiempo (los indios y los esclavos negros) también tuvo un papel importante en
mi decisión. Mi larga amistad con muchos dominicos, además de otras
circunstancias, me llevaron finalmente a dar ese paso”.

Otro gran acontecimiento de la vida de Gutiérrez es el haber sido


galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en abril de 2003. Junto con el
periodista polaco Ryszard Kapuscinski recibió el Premio de Comunicación y
Humanidades. El acta del Jurado afirmaba así sobre el P. Gutiérrez: “El teólogo
peruano Gustavo Gutiérrez es el iniciador de la renovada corriente espiritual
conocida como teología de la liberación, que propugna una atención especial al
mundo de los desfavorecidos, entendiendo que la liberación preconizada por el
mensaje cristiano no es aplicable únicamente a la faceta espiritual del ser
humano, sino también a sus condiciones sociales y materiales. Con ello, esta
propuesta de la teología de la liberación no se reduce a un planteamiento
teórico, sino que constituye una práctica que, de modo especial en los países
menos desarrollados, ha estimulado una dignificación de las condiciones de
vida de millones de seres humanos” .
GUSTAVO GUTIÉRREZ Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Un esbozo de la propuesta teológica de Gustavo Gutiérrez fue expuesto ya


en su conferencia "Hacia una teología de la liberación", durante el II Encuentro
de Sacerdotes y Laicos realizado en Chimbote, Perú, entre el 21 y el 25 de julio
de 1968:10.

Si decimos que la fe es un compromiso con Dios y con los hombres y


afirmamos que la teología es la inteligencia de la fe, debemos entender que la
fe es una inteligencia de ese compromiso... La teología no es lo primero, lo
primero es el compromiso; la teología es una inteligencia del compromiso, el
compromiso es acción... Teología de la liberación quiere decir: establecer la
relación que existe entre la emancipación del hombre –en lo social, político y
económico– y el reino de Dios.

Gutiérrez cita varias veces el documento conciliar Gaudium et Spes y la


encíclica Populorum Progressio.

Así pues, según él, la teología de la liberación surgió originalmente como la


respuesta cristiana a la situación en la que vive gran parte de la población de
América latina. Para Gutiérrez, el centro del problema en América Latina es el
pecado manifestado en una estructura social injusta. El teólogo pone énfasis en
la dignidad de los pobres al priorizar la gloria que Dios ha puesto en ellos.

En Teología de la liberación, perspectivas, Gutiérrez realiza un análisis de


la percepción bíblica de pobreza. En esta obra, distingue dos estados de
pobreza: como un «estado escandaloso» y como una «infancia espiritual».
Gutiérrez observa que mientras el primero es aborrecido por Dios, el segundo
es valorado. Por un lado: "La pobreza es para la Biblia un estado escandaloso
que atenta contra la dignidad humana y, por consiguiente, contrario a la
voluntad de Dios." Para poder llegar a esta conclusión Gutiérrez realiza un
excelente análisis de la condena de la pobreza en el antiguo testamento,
principalmente en los profetas, y en el nuevo testamento. Por otro lado,
presenta la pobreza como una infancia espiritual, refiriéndose, por supuesto, a
las bienaventuranzas de Mateo y Lucas. “Bienaventurados los pobres porque el
reino de Dios ha comenzado."

Para Gutiérrez, estos dos estados de pobreza conviven en la fe de los


creyentes de América latina. En América Latina se vive un binomio no
compatible. Mientras un pueblo profesa una inmensa fe en el Dios de vida,
muere presa del hambre, la desnutrición, o la injusticia de un sistema hostil. Por
un lado hay hambre de Dios, por otro hambre de pan: Yo deseo que el hambre
de Dios permanezca; que el hambre de pan se haga resolver... hambre de Dios
sí, hambre de pan no.

En las obras de Gutiérrez, la pobreza juega un papel importantísimo por ser


esta la causa del surgimiento de su teología. Gutiérrez critica en numerosas
ocasiones la forma en que otras naciones conciben la situación del tercer
mundo, específicamente de América Latina. Hablando del desarrollo de los
países tercer mundistas, comenta: Para algunos el término desarrollo sería, por
decirlo así, negativo. Habría surgido como oposición al término subdesarrollo
que expresaba la situación –y angustia– de los países pobres comparados con
los países ricos.

Solamente por medio de la manifestación de una fe comprometida se


puede llegar a manifestar los propósitos de Dios para el hombre, sin importar el
color o la clase social bajo la que haya nacido. Precisamente por esto, la
teología de la liberación pretende ser: La expresión de la vivencia de la
inteligencia de la fe cristiana de los pobres. La teología de la liberación insiste
en priorizar el don de vida como manifestación suprema de Dios.

La opción teocéntrica por el pobre

Gutiérrez sostiene en primer lugar –siguiendo los escritos del exegeta


alemán Gehard von Rad- que la historia es el lugar en el que Dios revela el
misterio de su persona. De ahí que la lectura de la Biblia aparte de ser
cristológica, será también histórica, pues Dios se revela en la historia del
pueblo que creyó y esperó en él. Esto nos lleva –dice el autor- a repensar la
palabra desde nuestra propia historia latinoamericana. Pero señala que se trata
de una historia real, atravesada por conflictos y enfrentamientos; no entramos
conscientes y eficazmente en ella sino por nuestra inserción en las luchas
populares por la liberación; nuestra lectura será pues una lectura militante”.

También afirma siguiendo a Pannenberg que la revelación de Dios mismo,


según los testimonios bíblicos, no se hizo directamente como una teofanía, sino
indirectamente por actos históricos de Dios. Pero el teólogo peruano matiza
que nos es suficiente afirmar que Dios se manifiesta en la historia, sino también
que la orienta en el sentido del establecimiento de la justicia y del derecho. Es
más que un Dios providente, es un Dios que toma partido por el pobre y que lo
libera de la esclavitud y de la opresión.

Si esta es la forma como Dios se revela a la humanidad: ¿cómo ha de ser


la respuesta por parte del hombre? Esta respuesta, a la que llamamos fe, no
será sólo teórica, sino que el conocer a Dios es obrar la justicia. El verbo
conocer en la Biblia significa a amar.

Gustavo Gutiérrez en síntesis nos dice a lo largo de sus escritos que la


relación Dios y el pobre es el corazón de la fe bíblica. En ella se hallan
irremediablemente enlazadas las dos dimensiones permanentes de la fe: la
contemplativa y la histórica, la mística y la política.

El teólogo peruano no sólo se fundamenta en los textos bíblicos para


justificar esta relación Dios y el prójimo, especialmente del más pobre, sino que
a través de las obras del escritor peruano José María Arguedas, descubre
también la idea de que donde no hay justicia, allí Dios está ausente.
Especialmente cita la novela Todas las sangres, en la que aparece la expresión
“Dios está en todas las partes”; frase que dirige el cura al sacristán. Y el
sacristán que no sabe de metafísica, pero sí de injusticia y de opresión, replica
con certera intuición bíblica: “¿Había Dios en el pecho de los que rompieron el
cuerpo del inocente maestro Bellido? ¿Dios está en el cuerpo de los ingenieros
que están matando “La Esmeralda”? “Dios no puede estar en todas partes,
sobre todo allí donde no se practica la justicia”.
En las conclusiones de los documentos de Medellín, en concreto el
documento de Paz se resalta que donde hay injusticia hay un rechazo del
Señor: “Allí donde se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas,
económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor; más aún,
un rechazo del Señor mismo” (n. 14) .

La originalidad de la teología de la fe “desde el reverso de la historia” es


acoger el don de Dios que se da gratuitamente, pero en una respuesta del ser
humano, asumiendo los riesgos que esa fe conlleva: el estar de parte de
aquellos que Dios ama gratuitamente, de una manera muy preferencial y
obligatoria.

Gutiérrez dirá que el “acto de fe” se sustenta en el encuentro de dos


libertades: la de Dios que se manifiesta entregándose y la del ser humano que
se expresa acogiendo tal donación de sí mismo. La experiencia del encuentro
con Dios es por tanto, el núcleo de la fe cristiana.

A la iniciativa salvífica de Dios corresponde, en consecuencia, la decisión


personal de quien se acoge, confía y se entrega a Él, ya que sólo quien se
empeña libremente a favor de Cristo realiza –bajo la acción del Espíritu- el acto
de fe y se adentra en la vida y en el proceso cristiano. El canto del Magníficat
de María es uno de los textos evangélicos en los que se expresa el núcleo de
la fe como respuesta a la gozosa presencia del amor divino en los más pobres.

La fe genuinamente bíblica es “vida que se expresa en amor y entrega al


otro. La fe como la conversión, “es una salida de uno mismo y una apertura a
Dios y a los demás. La acogida de la voluntad de Dios constituye lo esencial de
la pobreza o infancia espiritual.

El abandono en Dios es –probablemente con el compromiso- el paso más


importante, íntimo y definitivo del acto de fe, ya que la escucha y la visión, el
reconocimiento, la acogida de Dios y la salida de sí están apuntando en esa
dirección. El proceso de fe arranca y desemboca, -inscrito, como está, en el
circuito de la gracia – en la dejación de sí y en el abandono en el Dios del
amor. Creyente es, por ello, aquella persona que –porque se sabe poseída y
seducida por el amor salvífico de Dios- se entrega conscientemente a Él .

El descanso y la entrega al Otro constituyen, la respuesta más


auténticamente cristiana a la revelación de Dios en Jesús. Lo contrario a esto
sería la idolatría (y no el ateísmo) la que no experimentará el abandono en
Dios, sino en subjetivismo, y en un abandono en falsos dioses.

- “En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con Dios,


hay más bien construcción de un ídolo”.

Se trata de hacer la experiencia de Jeremías: “Me sedujiste Señor, y me


dejé seducir” (Jer 20, 7). O como Job que cree por nada, nunca antes lo hizo
tan desinteresadamente.

La praxis liberadora

La reflexión teológica de la liberación no se limita a ser un simple discurso


sin implicaciones prácticas y concretas, sobre todo cuando dicha reflexión gira
en torno a una situación humana que amenaza con destruir la dignidad y las
vidas de los hombres y mujeres que habitan en este continente. Por lo tanto, la
reflexión en torno a esta situación desemboca en lo que los teólogos de la
liberación llaman “praxis liberadora”. Por praxis liberadora, los teólogos de la
liberación entienden al proceso mediante el cual la fe de la Iglesia construye la
liberación económica, espiritual e intelectual de los pueblos socialmente
oprimidos como cumplimiento del reino de Dios.

Ahora bien, para Gutiérrez la praxis liberadora es un proceso un poco más


complejo, debido a que el autor distingue de la praxis liberadora la praxis
histórica. La historia forma parte fundamental en el pensamiento de Gutiérrez
pues, la fe se vive en la historia y todas las conclusiones de la reflexión deben
verse reflejadas en la lucha por humanizar a los oprimidos:
La historia es concebida por Gutiérrez como ‘proceso de liberación del
hombre’... convertirse a la historia es convertirse al prójimo a la justicia social,
lo histórico está ligado a lo conflictual, a lo temporal, a lo terreno, material,
social, a lo existencial y concreto.

Gutiérrez recuerda que:


La fe en un Dios que nos ama… no solo no es ajena en la transformación
del mundo sino que conduce necesariamente a la construcción de esa
fraternidad y de esa comunión en la historia.

La praxis liberadora, entonces, tiene su base en el amor que Dios


manifiesta por los hombres y, por otro lado, en el sentido de solidaridad y
compañerismo que debería existir en las relaciones interpersonales entre los
hijos de Dios. Sin embargo, parece ser que Gutiérrez olvida que, aunque la
transformación social del mundo es de suma importancia para Dios, la
transformación interior del hombre es también primordial. La praxis debería
conducir a una liberación integral del hombre, en primer lugar liberación del
pecado y en segundo lugar libertad de las estructuras opresoras, libertad del
hambre y de la enfermedad. Si no se enfatiza la importancia de la primera,
entonces la teología se convertirá en un simple movimiento social sin
implicaciones profundas en la vida de las personas.
CONCLUSIÓN

En conclusión, en la teología de Gustavo Gutiérrez ante todo, todo aquel


que ha captado la gratuidad de Dios le llevará a un compromiso y solidaridad
con los más pobres de nuestro mundo. Por eso el teólogo peruano habla de
dos leguajes en nuestro creer en Dios: uno el contemplativo y el otro el
profético.

El contemplativo que nos lleva a comprender y proclamar que la gratuidad


está por encima de la justicia, y que todo viene de Dios (es lo que experimentó
Job). Y el lenguaje profético que nos lleva a comprometernos con los más
pobres y a no callar ante las injusticias. “Sin la profecía, el lenguaje de la
contemplación corre el peligro de ni tener mordiente sobre una historia en la
que Dios actúa y donde lo encontramos. Sin la dimensión mística, el lenguaje
profético puede estrechar sus miras y debilitar la percepción de Aquel que todo
lo hace nuevo”.

Gustavo Gutiérrez es, junto al indio Felipe Guamán Poma de Ayala,


Bartolomé de Las Casas, el filósofo José Carlos Mariátegui, el escritor José
María Arguedas y el poeta César Vallejo (autores muy importantes en los
escritos de Gutiérrez), de aquellos que nos enseñan a optar por los más
necesitados de este mundo y las sendas de la verdadera inculturación en la
tarea evangelizadora.

La Iglesia en su conjunto, y en América Latina en particular, tendrá que


agradecer al Señor el don que quiso hacernos a través de la persona y de la
misión de Gustavo Gutiérrez, el evangelizador de los pobres.
BILIOGRAFÍA

Juan Pablo García Maestro. El legado teológico de Gustavo Gutiérrez: 40 años


de Teología de la Liberación. http://www.itvr.org/El-legado-teologico-de-
Gustavo#.WCcVsdLhDYw

Gustavo Gutiérrez (teólogo).


https://es.wikipedia.org/wiki/Gustavo_Guti%C3%A9rrez_(te%C3%B3logo)

También podría gustarte