El Shintoismo
El Shintoismo
El Shintoismo
Poco o nada se sabe del Shinto, la milenaria religión de los japoneses, que
anima el espíritu de lo sagrado y de lo mistérico en este país del lejano
Oriente tan desconocido en su esencia para nosotros, aunque basta
introducirnos en su cosmovisión para comprobar que sus bases metafísicas
no son tan distintas de las de otros sistemas religiosos. El shintoísmo
conecta con la mentalidad más abierta de los nuevos tiempos y ofrece
muchas claves para el buscador espiritual, que necesita espacios mentales
abiertos más allá de los dogmatismos y de las creencias excluyentes que se
combaten entre sí...
Al Shinto se le llama «la religión de los ateos» porque está tan imbricada
en el devenir diario del japonés medio que nadie lo reconoce como algo
separado de sí mismo. Impregna el arte, la ciencia, la tecnología... y hasta
el espíritu de las grandes empresas multinaciones de la actualidad, como
antes lo hiciera en el Japón feudal de la época de los shogun. El Shintoísmo
está imbricado hasta tal punto en la vida cotidiana de los habitantes de este
singular país, que llega a formar parte de ella sin que existan espacios de
separación. No hace falta profesarlo públicamente; sencillamente se vive,
porque forma parte de la existencia. Por eso ha llegado a ser consustancial
con esta nación volcada al futuro, que sigue nutriéndose de las raíces de su
milenaria tradición espiritual...
Esta religión de la vida se encuentra más allá de los templos: está en todas
partes, porque en todas partes se manifiesta el Espíritu animando por igual,
con su divina energía, a una roca, un árbol, un río o una persona. Y es la
religión de la vida, porque para el Shinto, la muerte genera impureza...
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Por eso, el cuidado de incinerar y dar sepultura a los muertos se deja a la
religión budista, más interesada en el más allá. Al Shintoísmo le interesa el
«más acá», el escenario donde tiene lugar la vida, y pone el acento en los
modos de hacerla más armónica para lograr la conexión con lo trascendente
en el aquí y el ahora. Su objetivo es desvelar las vías que los dioses dejaron
abiertas a los humanos en un remoto pasado y que se encuentran
entremedias de lo más simple, lo más próximo y lo más cotidiano...
Los japoneses dicen de sí mismos que viven como shintoístas pero que, al
morir, lo hacen como budistas. Y a lo largo de su vida siguen,
simultáneamente, ambas doctrinas. ¿Conocen algún otro lugar en el mundo
donde se puedan practicar, sin conflicto, dos o más religiones a la vez?
¿Imaginan a un católico que sea, a la vez, musulmán? En Japón sí es
posible. En realidad, llevan haciéndolo desde hace siglos...
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cristianismo que llevaron los jesuítas portugueses y españoles. Su punto de
partida es que las mil y una formas de la realidad constituyen un espejo de
lo divino. Ser shintoísta es amar e investigar en las cualidades y en la
naturaleza de todo lo viviente. La realización suprema del hombre es la
capacidad de unificar lo múltiple en uno. Por eso, creen que el alma
humana se compone de cuatro facultades o capacidades. Estos cuatro
poderes del alma son:
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El Shinto expresa el carácter sagrado que tienen todas las cosas. Significa
la vía de los dioses que se encuentra en la Tierra. Se interesa
fundamentalmente por la vida y por todas sus etapas y aspectos. La vida
terrestre es un acontecimiento feliz, una manifestación del espíritu divino
que se complace en ella. Nada de «valle de lágrimas». Para el shintoísmo
no hay pecado original, ni culpa ni castigo y el mero hecho de vivir se
considera un regalo, una oportunidad de transformación...
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Las olas de un océano simbolizan la eternidad: Sobre este fondo
inmutable, las cosas aparecen y expresan una constante renovación. Esta
capacidad de transformación es inmanente a todo lo vivo y su culminación
llega cuando algo o alguien se convierte en kami. Que es una entidad
consumada y perfecta y que por ello se ha vuelto objeto de veneración. Al
hablar de perfección hay que entender perfección completa, sabiduría
perfecta. En pocas palabras, se trata de alcanzar el conocimiento en el
sentido al que apunta el viejo precepto: conviértete en lo que ya eres...
La perfección de un grano de trigo será la espiga. Igualmente un árbol
pequeño puede volverse milenario y expandir sus majestuosas ramas. Se ha
convertido en kami. Igual que cuando un ser humano alcanza el
conocimiento y se transforma en dios...
En Occidente estamos acostumbrados a dividirlo todo. Separamos el
cuerpo del espíritu y los situamos en oposición. El shintoismo no hace esta
división. Plantea que cada persona posee dos aspectos necesarios (que
podríamos llamar luz y sombra). Su filosofía insiste en que la naturaleza
humana es intrínsicamente buena y en que el ser humano no necesita
combatir ninguna parte de sí mismo, sino aprender cuál es el momento
adecuado para efectuar la transformación de la sombra en luz. La máxima
virtud consiste en el cumplimiento de las propias obligaciones hacia uno
mismo y hacia los demás...
La «recompensa» ni se espera ni es necesaria, puesto que el deber
cumplido ya proporciona, por si mismo, una satisfacción...
La belleza está en todas partes.
En el shintoismo, el sentido de lo sagrado lo envuelve todo; la tierra misma
es sagrada y hasta los más insignificantes detalles lo son. Forman parte de
la belleza con que uno puede revestir su vida. Lo que mejor resume esta
actitud es un viejo proverbio: “Iwashi no atama mo sinjin kara”, que
traducido quiere decir: «Hasta en la cabeza de una sardina está lo
sagrado».
Y quien esto escribe pudo comprobar personalmente, durante el tiempo que
vivió en Japón, que efectivamente la belleza de lo sagrado puede encon-
trarse en lo más insospechado. Lo de la sardina lo comprendí en un ryokan,
una posada de estilo japonés. Alguno de los discretos huéspedes quiso
celebrar a su modo la llegada de la primavera y creó una insólita
composición que hábilmente colocó junto al pequeño estanque del jardín.
Al pasar cerca, esta periodista tuvo que mirar dos veces para convencerse
de que lo que estaba viendo era real: al final de un esbelto tallo de rosa
estaba clavada la cabeza de una sardina fresca...
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El conjunto era hermoso y estaba exquisitamente proporcionado.
Transmitía armonía y un hondo sentido estético...
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TRADICIONES Y SUPERSTICIONES
-El ocho, sin embargo, está considerado como una cifra que trae buena
suerte, prosperidad y toda clase de inagotables venturas. El Shinto
interpreta que el signo que representa al ocho quiere decir «el círculo del
infinito»...
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