Exposición Mal de Parkinson - Psicología
Exposición Mal de Parkinson - Psicología
Exposición Mal de Parkinson - Psicología
DESCUBRIMIENTO:
CARACTERÍSTICAS:
Temblor en reposo.
Hipertonía Muscular (rigidez muscular).
Bradicinesia (lentitud en los movimientos voluntarios e
involuntarios, pero principalmente dificultad para comenzar y
terminarlos).
Pérdida de reflejos posturales.
Muchos de estos síntomas son comunes en los ancianos y pueden ser causados por otras afecciones.
En pacientes con algunos de estos síntomas parkinsonianos, y con ausencia de temblores, presente en
el 15% de pacientes con Parkinson, pueden sospecharse otras patologías del sistema nervioso, tales
como las hidrocefalias. Concretamente, la hidrocefalia normotensiva también aparece en ancianos,
deteriora las funciones del sistema nervioso, llevando a la demencia, y se presenta con síntomas
parecidos a los del Parkinson, sin aparición de temblores. La prueba diagnóstica para confirmar o
descartar la hidrocefalia normotensiva es un TAC.
DIAGNÓSTICO:
El diagnóstico de EP, que es generalmente clínico, puede llegar a revestir una gran complejidad. Esta
dificultad en la diagnosis es corriente que aparezca en los primeros estadios de la enfermedad,
cuando los síntomas que el paciente presenta pueden ser atribuidos a otros trastornos. Consecuencia
directa de este hecho es la elaboración de diagnósticos erróneos.
También es frecuente que se realicen analíticas sanguíneas con el objetivo de descartar otros
posibles trastornos, como el hipotiroidismo (al igual que EP, conlleva una ralentización en los
movimientos), una disfunción hepática o patologías autoinmunes. Por otra parte, las técnicas de
imagen cerebral, como son la resonancia magnética, la tomografía por emisión de positrones o la
tomografía por emisión de fotón único, son eficaces a la hora de excluir otras dolencias que
desencadenen síntomas parecidos a los de EP, como un accidente cerebrovascular o un tumor
cerebral.
Resulta habitual que los facultativos formulen preguntas al paciente con las que pretenden dilucidar
si este consumió alguna clase de estupefaciente o si estuvo expuesto a virus o toxinas
medioambientales, para así determinar si un factor específico pudo haber sido la causa de un
parkinsonismo. Es objeto de observación la actividad muscular del paciente durante un periodo de
tiempo, pues con el avance de la enfermedad los trastornos motores específicos se vuelven más
evidentes.
Un indicativo diagnóstico suele ser la prueba terapéutica, que consiste en la aplicación de terapia
farmacológica con Levodopa (que es considerado el fármaco de elección en el tratamiento de
enfermedad de Parkinson) por al menos 30 días observando de cerca la evolución del paciente. Se
considera prueba Positiva si responde radicalmente al tratamiento con Levodopa y se considera
negativa si no existe respuesta en absoluto. La prueba terapéutica con Levodopa suele ser
confirmatoria si se sospecha la enfermedad; sin embargo si la prueba resulta negativa el médico
tendrá que seguir investigando otras probables causas del trastorno o realizar estudios de mayor
profundidad como los marcadores genéticos.
TRATAMIENTOS:
Tratamiento farmacológico
Muchos de los síntomas característicos de la enfermedad de Parkinson son debidos a una deficiencia
de dopamina en el cerebro, pero el suministro de este neurotransmisor al paciente con el objetivo de
reponer las reservas agotadas no resulta eficaz, puesto que la dopamina no puede pasar del torrente
sanguíneo al cerebro. Por ello, los fármacos que se emplean en el tratamiento de la enfermedad de
Parkinson (fármacos anti-parkinsonianos) usan otras vías para restituir de forma temporal la
dopamina en el citado órgano o bien, imitan las acciones de la misma.
Pese al optimismo reinante en un principio, ninguno de los fármacos usados en el tratamiento de la
enfermedad de Parkinson actúa sobre la progresión de la enfermedad. En la actualidad, los fármacos
más usados son levodopa y varios agonistas de dopamina, aunque también tienen cierta relevancia
otros como la selegilina (inhibidor de la MAO-B), la amantadina (liberador de dopamina) o la
benzatropina (antagonista del receptor muscarínico de la acetilcolina).
Levodopa
La levodopa, un fármaco oral que se introdujo en 1967 para tratar afecciones tales como la
bradicinesia, la rigidez o el temblor, es el fármaco anti-parkinsoniano que reporta una mayor eficacia
en la actualidad. Generalmente se combina con carbidopa o benseracida, lográndose con esto una
reducción en las dosis necesarias y un amortiguamiento de los efectos secundarios periféricos. La
estructura que la levodopa permite que esta penetre en el cerebro, donde se sobreviene la
transformación en dopamina. En torno a un 80% de los pacientes tratados con levodopa manifiesta
una mejoría inicial, sobre todo en lo referido a rigidez e hipocinesia, mientras que un 20% de las
personas llega a recuperar por completo la función motora.
Agonistas dopaminérgicos
La efectividad de los agonistas de la dopamina sobre el control de los síntomas, especialmente sobre
la bradicinesia y la rigidez, es sensiblemente menor que la de la levodopa, pero esto queda en parte
compensado por una vida media más larga y una menor incidencia de desarrollo de fenómeno
«encendido-apagado» y discinesias. Con la excepción de la cabergolina, el resto pueden usarse en
monoterapia o asociados a levodopa. La utilización de estos fármacos se está extendiendo cada vez
más como tratamiento único en los estadios tempranos de la enfermedad de Parkinson, siempre y
cuando no se presente un predominio de temblor, con la finalidad de retrasar lo máximo posible la
introducción de levodopa.
Otros agonistas dopaminérgicos son la lisurida, cuyos efectos adversos son parecidos a los de la
bromocriptina, su administración es parenteral y actualmente no está aprobada para el tratamiento
de la enfermedad de Parkinson en EUA, solo en Europa; la pergolida, que es el más potente y uno de
los que más vida media presenta, sin embargo este medicamento fue retirado en marzo del 2007 del
mercado estadounidense por su asociación con valvulopatías cardiacas; el pramipexol, un compuesto
no ergolínico que produce efectos clínicos de importancia sobre el temblor y la depresión; el ropirinol,
que al igual que el anterior es un compuesto no ergolínico, pero a diferencia de este puede causar
crisis de sueño; y la cabergolina, que es un derivado ergolínico, con una larga semivida de eliminación
que permite administración única diaria. Cabe destacar que los tres últimos agonistas de los
receptores de dopamina son los que más recientemente se han introducido en el panorama
farmacológico.
La selegilina es un inhibidor de la MAO selectivo para la MAO-B, que es la predominante en las zonas
del sistema nervioso central que tienen dopamina. Con la inhibición de la MAO-B se consigue proteger
a la dopamina de la degradación intraneuronal, así que en un principio este fármaco fue utilizado como
un complemento de levodopa.
Actualmente se utiliza la amantadina asociada a Levodopa para logar controlar los trastornos
motores, especialmente la discinecia y prolongar la vida útil de la Levodopa.
Tratamiento quirúrgico
A mediados del siglo XX, la neurocirugía era el método que con más frecuencia se utilizaba para
tratar el temblor y la rigidez característica de los pacientes aquejados de la enfermedad de
Parkinson, pero el problema se hallaba en que no siempre se tenía éxito en las intervenciones
quirúrgicas y en las complicaciones de gravedad que solían surgir. Con este panorama, el uso de la
cirugía se vio reducido a partir de 1967 con la introducción en el mercado de la levodopa, un
tratamiento alternativo que proporcionaba más seguridad y eficacia. Pero con el avance tecnológico
experimentado en estos últimos años, se han logrado conseguir novedosas técnicas de imagen
cerebral que han permitido mejorar la precisión quirúrgica, recuperando la neurocirugía su
popularidad como tratamiento para algunas personas con enfermedad de Parkinson que por diversos
motivos, ya no responden al tratamiento con fármacos.
Anula la señal de cerebro que causa los temblores mediante la aplicación de una pequeña corriente
eléctrica, a través de electrodos en el exterior de la cabeza de un paciente. Por lo que no conlleva los
riesgos asociados con la estimulación profunda del cerebro. El TACS, funciona mediante la colocación
de dos almohadillas de electrodos en el paciente, una cerca de la base del cuello y otra en la cabeza,
por encima de la corteza motora (la parte del cerebro implicada en el control de los temblores). La
corriente alterna que aplican los electrodos se hace que coincida con la señal oscilante de los
temblores, de manera que la cancele, y se suprima el temblor físico. El estudio preliminar se ha
llevado a cabo con 15 personas con la enfermedad de Parkinson en el Hospital John Radcliffe de
Oxford. Los investigadores demostraron una reducción del 50% en los temblores en reposo entre los
pacientes.
Trasplante nervioso
Tratamiento rehabilitador
Es importante que los pacientes realicen ejercicio de manos, pero más importante es que un logopeda
trabaje con el paciente el máximo tiempo posible, pues debe corregir la disfagia, el manejo de
objetos, la hipofonía, la ansiedad, la micrografía y demás aspectos del lenguaje que solo este
profesional puede hacer.
Si con el tratamiento farmacológico se consigue que los pacientes mejoren en cuanto a los síntomas
motores se refiere, no sucede lo mismo con el equilibrio, pues este va empeorando a lo largo del
transcurso de la enfermedad. De hecho, se han llevado a cabo varios estudios que demostraron que
no se experimentan cambios en el equilibrio global en pacientes con enfermedad de Parkinson en
relación con la administración del tratamiento farmacológico.
PREVENCIÓN:
En los últimos años se han realizado múltiples estudios con el fin de identificar factores exógenos que
pudieran modificar el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Mediante estudios caso-control retrospectivos
se ha intentado relacionar el consumo regular de antinflamatorios no esteroideos y de ciertas vitaminas con
un menor riesgo de enfermedad de Parkinson pero los resultados de estos estudios son contradictorios y no
es posible en estos momentos inferir que el consumo de estos fármacos reduzca el riesgo de padecer
Parkinson. La asociación más firme actualmente es la mayor incidencia de la enfermedad entre no
fumadores: existe una relación en la alteración en los niveles de dopamina producidas por el tabaco y un
decremento del riesgo de contraer Parkinson, pero los mecanismos de tal relación aún no se encuentran
determinados. Algunos estudios sugieren una relación entre el consumo de lácteos y la enfermedad de
Parkinson.