3.tenti Fanfani - Sociología de La Educacion
3.tenti Fanfani - Sociología de La Educacion
3.tenti Fanfani - Sociología de La Educacion
Educación
Emilio Tenti Fanfoni
Universidad
• Nacional
deQuilmes
Editorial
Cuadernos Universitarios
Colección dirigida por Jorge Flores
ISBN 987-558-053-8
l. Sociología de la Educación l.
Título CDD 306.43
1a edición: 2001
1a reimpresión: 2004
ISBN: 987-9173-53-8
Impreso en Argentina
UNIDAD 1
LA EDUCACIÓN COMO ASUNTO DE ESTADO
Objetivos
La noción de
Estado
Estados, naciones y
educación
Las credenciales son un bien posicional. Una característica definitoria de los bie
nes posicionales es que estos son escasos en un sentido socialmente impuesto, y
que, de acuerdo con esto, la distribución procede a través de una "subasta de un
conjunto restringido de objetos al mejor postor." ( ...) Para hacer frente a una
demanda excesiva de credenciales educativas, emergen los mecanismos de selec
ción e inflación de credenciales. La inflación de credenciales simplemente incre
menta la jerarquía de escasez y requiere que los individuos inviertan m<Ís tiem
po en ascender a la jerarquía de la credencial más escasa, más valorada. (A. H.
Halsey, 1999, p. 9)
7000+----------------------------------- ----
6000+----------------------------- ------ =-
5000+----------------------- X--- 7'----------
Durante la segunda mitad del siglo XIX, impulsado por mejoras en las te
conologías de producción, de comunicaciones y de transporte, tuvo lugar
uno dé los más espectaculares y prolongados ciclos de crecimiento econó
mico registrados en la historia de Occidente. También se incrementaron
significativamente los volúmenes y la intensidad del comercio internacio
nal. La frecuentemente citada globalización de fines del siglo XX, encuen
tra en realidad un ilustre antecedente en la segunda mitad del siglo ante
rior. La prosperidad fue acompañada por la· estabilización en los patrones
de conflicto y competencia interestatal. Las guerras internacionales fueron
menos frecuentes y extensas que las registradas en la primera mitad del si
glo, y muchísimo menos cruentas que cualquiera de las que estallaran en
el nuestro. El desarrollo social parecía confirmar los presagios optimistas
de progreso ilimitado formulados por las filosofías dominantes de la épo
ca. La razón técnica y la libertad de comercio parecían finalmente ser las
locomotoras que conducirían al mundo por el camino de la evolución gra
dual y perpetua.
El estallido de la primera guerra mundial vino a castigar el excesivo
optimismo de los profetas de la bonanzaliberal y el progreso ilimitado.
Es te conflicto resultó extraordinario no sólo por la inusitada crueldad
del combate y por la participación de todas las naciones más poderosas
en el conflicto, sino por la monumental escala de los recursos humanos y
mate riales movilizados. El esfuerzo de guerra obligó a los Estados a
establecer rígidos sistemas de control sobre la producción y el consumo
nacionales. La puesta en marcha de etos sistemas permitió reunir la
información y de sarrollar las técnicas de análisis y planificación que
permitirían encontrar y desarrollar las soluciones de política económica
para la Gran Depresión
de los años treinta. La apertura de las economías integradas al sistema de
comercio internacional, facilitó la rápida difusión de la crisis, cuyo primer
signo resultó la estrepitosa caída en los precios de la Bolsa de Comercio de
Nueva York en octubre de 1929. De acuerdo con el diagnóstico dominan
te (cuya fórmula más influyente fue producida por el economista y funcio
nario público inglés John Maynard Keynes), la crisis obedecía a la incapa
cidad de las economías occidentales para utilizar eficientemente todos los
recursos productivos disponibles. La clave residía en impulsar la demanda,
a través de un aumento en la inversión y el empleo públicos.
A la salida de la crisis las principales economías occidentales desarro
llaron un nuevo patrón de crecimiento económico, que permitió, a su vez,
sostener un nuevo equilibrio sociopolítico. De acuerdo con este patrón de
crecimiento, la prosperidad de las economías nacionales dependía del au
mento en la capacidad de consumo de los mercados internos. Esto reque
ría asegurar altos niveles de empleo y un nivel de salarios tal que permitie
ra márgenes de rentabilidad empresaria razonables y alta capacidad de
compra para las masas asalariadas. El Estado asumía un rol central en el
mantenimiento de este equilibrio, interviniendo en la establecimiento de
los precios y en la distribución del ingreso, directamente, a través de la po
lítica monetaria y la política de impuestos, e indirectamente, a través de
la política de salud, la política de asistencia social y la política educativa.
La institucionalización de este patrón de crecimiento económico per
mitió encontrar un punto de coincidencia entre las demandas de emplea
dores y empleados. La coincidencia entre las condiciones de productividad
del capital y las necesidades de consumo de las masas asalariadas moderó
el conflicto distributivo entre las clases sociales, favoreciendo así la conso
lidación de los sistemas partidarios de representación y los sistemas corpo
rativos de negociación.
En este contexto, la educación de masas ocupaba un papel central,
puesto que era percibida como una inversión clave para la promoción tan
to del crecimiento económico como de la justicia social. La atribución de
este rol estaba basada en dos supuestos característicos de los modernos dis
cursos acerca de la educación. El primero sostiene que la eficiencia produc
tiva requiere que los puestos de trabajo más importantes y exigentes sean
reservados para la gente más capaz. De acuerdo con esta idea, la capacidad
o inteligencia es un atributo individual innato y socialmente escaso. De es
te modo, la eficiencia productiva requeriría que los dispositivos de selec
ción y promoción social premiaran a los capaces en lugar de a los acomo
dados, a los ricos o a los poderosos. A este respecto, al sistema educativo
se le reservan tres tareas centrales: a) extender su cobertura, para asegurar
que ninguno de los "naturalmente" capaces quede fuera del sistema, b)
proveer las condiciones para que la inteligencia de la gente dotada florez
ca en capacidades productivas y e) disponer sistemas de recompensa que
estimulen el esfuerzo personal y premien el mérito.
El segundo de los supuestos sostenía que, de acuerdo con el patrón
tecnológico dominante, era previsible que la economía continuara produ
ciendo puestos de trabajo para todos, y que la complejidad técnica de las
tareas asociadas con estos puestos se fuera incrementando. De este modo,
se esperaba que el sistema educativo estuviera en condiciones de ofrecer
los conocimientos necesarios para que todos los miembros de la fuerza de
tra bajo respondieran adecuadamente a las demandas de sus puestos.
Las políticas educativas dominantes durante este período procuraron
estimular en el sistema educativo prácticas conducentes a la producción de
individuos fácilmente adaptables a los procesos políticos y productivos vi
gentes. Esto requería, por cierto, cultivar las habilidades y los saberes fun
damentales para estos procesos. No menos importante resultaba cultivar
las disposiciones y los hábitos necesarios para ocupar competentemente las
posiciones de ciudadano y de trabajador. Para ello, se procuró, con diver sos
grados de éxito, organizar las rutinas institucionales escolares de acuer do
con los criterios de racionalidad y eficiencia propios de la burocracia es tatal
y de la producción en serie. La fórmula de la eficiencia propia de las
organizaciones burocráticas supone una distribución de tareas fijas, un sis
tema jerárquico de supervisión, y un detallado conjunto de normas y re
glamentos. Estas máximas guiaron la conformación de los sistemas educa
tivos en el origen y orientaron sus políticas de expansión en la segunda mi
tad de nuestro siglo.
El interés estatal en la integración nacional de las poblaciones bajo su
autoridad resultó el motor de la expansión de los sistemas educativos en el
origen. En esta segunda etapa, el motor para la expansión de la cobertura
y de la equidad del sistema resultó de la necesidad de realización del ideal
de integración democrática y promoción social característico de los Esta
dos de posguerra. Se esperaba que la provisión de servicios educativos de
calidad equivalente a todos los ciudadanos, independientemente de su ori
gen social, asegurara que las oportunidades de progreso social de cada uno
de los ciudadanos dependiera exclusivamente de su capacidad y esfuerzo
personales y no estuviera injustamente limitada por las diferencias de
oportunidades resultantes de sus hogares de origen. Por otro lado, la socia
lización de individuos provenientes de distintas clases sociales en las mis
mas instituciones educativas estimularía el cultivo de la tolerancia necesa
ria para convivir en una sociedad democrática y plural.
Del mismo modo que las políticas fiscales y monetarias procuraban
redistribuir el ingreso nacional en un sentido progresivo, el ideal rector de
la expansión y la administración de los sistemas educativos procuraba, al
menos en teoría, que la escolarización compensara la desventaja de puntos
de partida de los individuos provenientes de hogares más humildes. Para
{!llo era necesario que el Estado nacional centralizara tanto la recaudación
y la distribución de los recursos financieros como el diseño de los currícu
la, dejando para las jurisdicciones sub-nacionales y los agentes privados so
lamente la responsabilidad de la provisión directa de los servicios.
La crisis del Estado interventor puso en cuestión no solamente el arre
glo socioeconómico que sostuvo el equilibrio de posguerra, sino también
los pilares que sostuvieron la expansión de los sistemas educativos desde
su origen hasta el tercer cuarto del presente siglo: la preminencia de los
Esta dos nacionales, el predominio de la racionalidad burocrática como
para digma de eficiencia y la hegemonía de la nacionalidad como
referente de identidad común.
Para analizar los dilemas centrales que deben enfrentar los procesos de re
forma es necesario que subrayemos los contrastes entre el pa10adigma carac
terístico de la etapa anterior y los nuevos criterios organizacionales que
procuran imponerse en la actual. Tanto en uno como en otro sistema la
fuente de financiamiento es siempre la misma: los recursos económicos
disponibles para la educación en un determinado país. Lo que distingue a
una y otra forma de organización es: a) el sistema de recaudación y distri
bución de los recursos financieros; b) los sistemas de formación y promo
ción de los recursos humanos; y e) la organización de la provisión de los
servicios. Como se escucha frecuentemente, los impulsos característicos de
las estrategias de reforma son la descentralización y la privatización. Para
distinguir entre distintos procesos de reforma, debemos reparar en que su
alcance y profundidad varían según se limiten a uno o se extiendan a va rios
de los ítems mencionados anteriormente (administración de los recur sos
financieros, administración de los recursos humanos, y organización de la
provisión de los servicios).
La estructura típica de la etapa anterior (que presentó diversas varia
ciones de acuerdo con los casos nacionales) tenía las siguientes caracterís
ticas: el Estado central recaudaba los recursos financieros destinados a la
educación a través de los impuestos, decidía desde el centro del sistema su
distribución de acuerdo con las metas de políticas de alcance nacional; or
ganizaba los sistemas de formación de docentes y disponía criterios de pro-
SOCIOLUGL\ DE LA EDl!CACl()N
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BIBLIOGRAFÍA