Winnicott, Donald: Psiconeurósis en La Niñéz
Winnicott, Donald: Psiconeurósis en La Niñéz
Winnicott, Donald: Psiconeurósis en La Niñéz
Originalmente anuncié que el título de mi trabajo sería "El niño neurótico". Pensamos, sin
embargo, que estas palabras (al menos en la lengua inglesa) son una expresión popular pero no
una terminología diagnóstica. En verdad, con frecuencia se comprueba en el tratamiento analítico
que los denominados "niños neuróticos son en parte psicóticos. Hay un elemento psicótico oculto
en el niño neurótico, y puede ser indispensable alcanzar y tratar dicho elemento psicótico si se
quiere corregir el estado clínico del niño.
Para que mi tarea fuese un poco más sencilla, decidimos modificar el título de la charla y optar por
"Psiconeurosis en la niñez". De manera, entonces, que trataré de formular para ustedes algo que
es distinto de la psicosis. No obstante, queda en pie una dificultad, y es que hay dos modos
posibles de abordar la cuestión incluso con este titulo simplificado. ¿Hablaré sobre los orígenes de
la psiconeurosis, orígenes que siempre se encuentran en la niñez del individuo sometido a estudio,
o sobre el estado clínico de los niños que en sí mismos, en ese momento, durante su niñez, son
psiconeuróticos? Creo que no tengo que ser demasiado meticuloso en lo que respecta a este
dilema.
Tenemos, por lo tanto, dos series de niños, aquellos cuyos primeros estadios de desarrollo fueron
satisfactorios y han padecido perturbaciones que llamamos psiconeuróticas, y aquellos otros
cuyos primeras estadios de desarrollo fueron incompletos, y esa incompletud domina el cuadro
clínico. Así que la que ocurre con la psiconeurosis es que se trata de un trastorno de los niños
suficientemente sanos como para no volverse psicóticos.
Desde luego, esta división de los estadios clínicos en dos categorías es demasiado simple. Hay tres
complicaciones que debo mencionar si ustedes han de quedar satisfechos con mi exposición.
Confío en que coincidirán conmigo en que ante todo yo debía trazar este mapa psiquiátrico, para
luego proceder a enunciar mi tesis de que la psiconeurosis es un estado de los niños (o adultos)
que han alcanzado, en su desarrollo emocional, una relativa salud mental. El individuo ha sido
criado a lo largo de las primeras etapas que corresponden a la dependencia extrema, y ha
atravesado las otras, algo posteriores, en que la depravación provoca traumas, y ahora está en
condiciones de tener sus propias dificultades. Estas dificultades son en esencia propias de la vida y
de las relaciones interpersonales, y en general la gente no se lamenta de ellas porque constituyen
sus dificultades propias, vale decir, no son el resultado de fallas ambientales o de la negligencia.
Así concebida, la psiconeurosis cobra forma y puede describírsela con bastante claridad. Yo diría
que Anna Freud brinda un buen cuadro en The Ego and the Mechanisms of Defence (1); libro que
probablemente todos ustedes conozcan.
Tal vez se pregunten en qué edades estoy pensando cuando hablo de los orígenes de la psicosis y
de la psiconeurosis. Respecto a la psicosis, pienso en la primerísima infancia como etapa de
extremada dependencia, cuando apenas tiene sentido en psicología hablar de un bebé,- pues la
presencia y actitud de la madre forman parte viva de lo que podría denominarse el "bebé
potencial" en proceso de convertirse en bebé. Al referirme a los orígenes de las angustias
depresivas, pienso en la etapa posterior de la infancia, cuando la dependencia se vuelve menos
grave. Al referirme a la edad en que la depravación lleva al establecimiento de la tendencia
antisocial pienso aproximadamente en el período qué va de los 10 meses a los 2-3 años, y en esto
coincido con John Bowlby, cuya obra todos ustedes conocen.. Luego, cuando llego al punto en que
aparece, la psiconeurosis, me refiero a la edad del deambulador (2), a la época en que el pequeño
avanza a toda máquina dentro de la familia en dirección al complejo de Edipo -siempre y cuando
sea lo bastante sano cómo para llegar a él-.
Pero no quiero que ustedes me hagan aferrarme demasiado rigurosamente a estas edades.
Estamos hablando de etapas, más bien que de edades. Las etapas de la infancia y la dependencia
reaparecen luego, y lo mismo ocurre con todas las etapas posteriores; de modo tal que no existe
una edad que se corresponda exactamente con una etapa, y en la pubertad es mucho lo que tiene
que volver a ponerse sobre el tapete si el niño o niña ha de llevar adelante su temprano desarrollo
hasta llegar a la vida adulta.
Estamos, pues, en los 3-4-5 años de edad. El varoncito o la niña se ha desarrollado bien, en sus
juegos y sueños es capaz de identificarse con cualquiera de sus progenitores, y junto al juego. o al
sueño está la vida de los instintos y las excitaciones corporales. Damos por sentada una evolución
satisfactoria del uso de símbolos. Gran parte de la vida del niño permanece inconsciente, pero en
tanto el niño se vuelve más y más autoconsciente, en esa misma medida la diferencia entre lo
consciente y lo inconsciente se torna más neta. La vida inconsciente, o la realidad psíquica del
niño, se manifiesta principalmente mediante la representación simbólica.
Tenemos que hacer ahora una formulación general sobre los niños en la edad de la deambulación,
referida a aquellos que viven en su hogar, y en un hogar bueno.
Sabrán ustedes que ésta es la edad en que, en caso de ser el niño sano, se establece y forma su
pauta la psiconeurosis. Analizando pacientes de toda edad, encontramos que los orígenes de la
psiconeurosis se hallan en este período de los 2.3-4-5 años. Ahora bien, ¿qué pasa si observamos
directamente al deambulador mismo?
Debemos decir con claridad que el deambulador sano, niño o niña, presenta todos los síntomas
psiconeuróticos posibles. (Para no tener que aclarar en todo momento si es "él" o "ella", me
referiré al niño.) Se muestra vital y físicamente activo, pero. a la vez se lo ve pálido y decaído, a
punto tal que su madre piensa que se le fue toda la vida que tenía. Es dulce y cariñoso, pero
también cruel con el gato, y con los insectos puede conducirse como el peor de los torturadores
del mundo. Es tierno pero también dañino, le pega una patada a la panza de la madre si ve que
empieza a crecer de tamaño, le dice al papá que se vaya, de la casa, o quizás se complote con él
para despreciar a las mujeres. Tiene rabietas que pueden resultar muy embarazosas si se
producen en medio de una elegante avenida; tiene pesadillas, y cuando la madre se acerca a
consolarlo le espeta: "¡Vete de aquí, bruja, quiero que venga mamá!". Tiene miedo de esto y de
aquello, aunque es muy osado, temerario. Si encuentra un pelo en la comida, o ésta no tiene el
color acostumbrado, o no ha sido cocinada por su madre, despertará en él grandes sospechas... y
hasta es posible que se rehúse a comer en casa y en cambio engulla vorazmente todo lo que le
ofrecen su tía o su abuela.
Es muy probable que vea toda clase de personas o animales imaginarios en el corredor del
departamento, o de niños imaginarios a los que hay que acechar al sentarse a comer. Es más fácil
aceptar estas ideas delirantes que procurar que alcance la cordura.
De vez en cuando, el niño nos dice que nos quiere, o hace un gesto espontáneo que lo indica. Una
mezcla de todo.
En esta etapa del desarrollo, el niño está elaborando una relación entre su capacidad de soñar, o
su vida imaginativa total, y el ambiente confiable disponible. Por ejemplo, si a la mañana siguiente
el padre está presente en la mesa en el momento del desayuno (me refiero a Inglaterra); se sentirá
seguro como para soñar que a papá lo atropella un auto o que, simbólicamente, el ladrón le pega
un tiro al marido de la acaudalada dama para quedarse con su cofre de joyas. Pero si el padre no
estuviese presente, un sueño así le resulta demasiado aterrador y genera en él sentimientos de
culpa o un estado depresivo. Y así sucesivamente.
Aun en el más satisfactorio de los ambientes posibles, el niño tiene impulsos, ideas y sueños en los
que se plantea un intolerable conflicto: entre el amor y el odio, entre el deseo de preservar y el
deseo de destruir, y de un modo más complejo, entre las posiciones heterosexual y homosexual
respecto de la identificación con los padres. Estas angustias son previsibles forman parte de la
historia e implican que el niño está vivo.
No obstante, él halla insoportables algunos aspectos de dichas angustias, y por lo tanto comienza
a erigir defensas. Estas defensas se organizan, y hablamos entonces de psiconeurosis. La
psiconeurosis es la organización de las defensas contra la angustia del tipo que estoy
mencionando.
Desde luego, el chico puede regresar a la dependencia infantil y a pautas infantiles, perder las
características fálicas y genitales propias de la fantasía y el juego que se dan con excitación, o
volver a una existencia oral o del tracto alimentario, y hasta perder sus tempranos logros en
materia de integración y su capacidad para las relaciones objetales; puede incluso llegar a perder
el íntimo contacto establecido entre su psique y su cuerpo. No hablaremos entonces de
psiconeurosis.
En tercer lugar, se organizan ciertas fobias. Por, ejemplo, el temor a los lobos, o bien a las ratas si
éstas se encuentran más cerca de casa. Una fobia de esta índole puede resguardar muy bien al
niño de la rivalidad con sus hermanos, por ejemplo, y del temor a tos odiados hermanos:
En cuarto lugar; puede organizarse una tendencia obsesiva para hacer frente a la confusión e
impedir el peligroso retorno del impulso destructivo. En el perfeccionismo, el odio contra el
mundo es el que lleva a querer dar vuelta todas las cosas. Este es un pobre sustituto .de la
secuencia sana -1) impulso e idea destructivos; 2) sentimiento de culpa; 3) reparación o actividad
constructiva-, pero al neurótico tiene que servirle.
Tal vez .ustedes puedan agregara esta lista varios tipos más de formación de pautas
psiconeuróticas. En cada caso, la pauta de las defensas va. dirigida contra la angustia en el nivel
del complejo de Edipo y está determinada, en alguna medida, por las características del ambiente;
pero la moción que lleva a la formación del síntoma psiconeurótico proviene de los conflictos
fundamentales del individuo entre el amor y el odio, conflictos que indican un desarrolló
emocional sano en cuanto a la estructuración y la fuerza del yo, y también indican un fracaso del
yo en cuanto a tolerar las consecuencias de las tensiones del ello o instintivas.
¿Qué papel cumple el ambiente en estas cuestiones? Ya he indicado el papel vital que cumple en
el comienzo de la etapa de la máxima dependencia; me he referido a ese período especial en que
el niño pequeño puede fácilmente convertirse en un niño deprivado, y confío en haber podido
mostrar, de varias maneras, que en la etapa del complejo de Edipo tiene un valor inmenso que el
niño pueda seguir viviendo en un ambiente hogareño estable, en el cuál se sienta seguro para
jugar y soñar, y pueda convertir su impulso de amor en un gesto efectivo en el momento
apropiado.
El ambiente es algo qué damos por sentado. En ésta etapa de las primeras relaciones triangulares
la tarea del niño alojado en una institución es distinta que la d él niño que vive en su hogar, con
sus padres y hermanos. Además, un buen hogar absorbe gran cantidad de dificultades, lo cual se
vuelve patente cuando el hogar se destruye o lo perturba alguna enfermedad; en especial una
anormalidad psiquiátrica de los padres. No obstante, para remitirme estrictamente a mi tema, que
es el estudio de las psiconeurosis, necesito destacar que es aquí, precisamente aquí, cuando
abordamos las tensiones y tiranteces internas, los conflictos, sobre todo inconscientes, que
pertenecen a los reinos de la realidad psíquica personal de cada individuo.
El paciente que padece una psiconeurosis requiere asistencia personal de una índole tal que
vuelva posible el aminoramiento de las fuerzas de la represión y la liberación de la energía
personal para el impulso no premeditado.
La enfermedad psiconeurótica puede calibrarse según la rigidez de las defensas, de las defensas
contra la angustia correspondientes a la experiencia real e imaginaria de las relaciones
triangulares, así como entre personas totales.
Surge la pregunta: ¿qué es la normalidad? Bueno, podemos decir que el individuo sano ha podido
organizar sus defensas contra los intolerables conflictos de su realidad psíquica interna, pero en
contraste con la persona afectada de psiconeurosis, la sana se halla relativamente libre de una
represión masiva y de la inhibición del instinto. Además, en la salud el individuo puede recurrir a
toda clase de defensas y pasar de una clase a otra, y de hecha no manifiesta en su organización
defensiva la rigidez propia de la persona enferma.
Dicho esto, quisiera sugerir que clínicamente el individuo realmente sano está mas cerca de la
depresión y la locura que de la de la psiconeurosis. La psiconeurosis es aburrida. Es un alivio que
un individuo pueda ponerse loco y ponerse serio, y disfrutar del alivio que brinda el sentido del
humor, y poder flirtear con la psicosis, por decirlo así. En el arte moderno experimentamos la
anulación retroactiva de los procesos que constituyen la cordura y las organizaciones defensivas
psiconeuróticas, y el principio de que lo más importante es la seguridad.
Permítaseme agregar unas palabras acerca del vasto tema de la adolescencia. En el período de la
adolescencia, la pubertad es una amenaza que luego crece y domina la escena. Una descripción
del adolescente se parecería a la de un niño de 2-3 4-5 años: un conjunto de tendencias
contradictorias entre sí. A raíz de la maduración gradual de los instintos, por unos años el
adolescente se halla en un estado en que no puede aceptar soluciones falsas, Esto pone de
manifiesto nuestra dificultad para tratar adolescentes, el lecho de que debamos tolerar su
negativa a salir de las dudas y dilemas. La única solución para la adolescencia es la maduración que
trae el tiempo y que convierte al adolescente en un adulto.
La psiconeurosis que persiste en la vida adulta es claramente te considerada y sentida como una
molestia y una anormalidad, y lo único que aquí necesito decir sobre la psiconeurosis adulta es
que su etiología se remonta al período de la niñez que va de los 2 a los 5 años, en que por primera
vez se establecen relaciones interpersonales y se desarrolla la capacidad del niño para identificarse
con la vida instintiva de sus padres.
Notas:
(1) Londres, Hogarth Press, 1937 [trad. esp.: El yo y los mecanismos de defensa, Buenos Aires,
Paidós, 1950.]
(2) "Toddler age": por lo general, esta expresión inglesa se utiliza para designar el periodo en que
el niño apenas empieza a caminar (entre el año y el año y medio, aproximadamente); no obstante,
Winnicott la emplea con una extensión temporal mucho más amplia, como se verá.
(3) Se me ocurre que quizás esté usando la palabra "fantasía» (fantasy] de un modo que no lea
resultará familiar a algunos de ustedes. No estoy hablando del fantasear (fantasying], ni de una
fantasía imaginada [contriued fantásyj. Hablo del conjunto de la realidad personal o psíquica del
niño, que en parte es consciente pero en su mayoría es inconsciente, incluido aquello que no se
verbaliza ni se figura ni se escucha de un modo estructurado porque es primitivo y se halla
próximo a la raíz casi fisiológica de la cual emana. D.W.W.
(4) "The Oedipus Complex in the Llght of Early Anxieties' (1845), en Melanie Klein, Contributions to
Psycho-Analysis, 1921-1945, Londres, Hogarth Prese,1948. [Trad. cast. en M. Klein, Obras
completas, t. 1, Buenos Aires, Paidós, 1989.]