Como Escribir Un Libro
Como Escribir Un Libro
Como Escribir Un Libro
Curso : Computación
Grado : Segundo.
Sección : Única.
Bimestre : I.
Fecha : 16/04/2019
Tantas Luna Victoria Carlos
No edites tu propio libro. Yo edité mis primeros dos y no puedo soportar leerlos ahora
porque encuentro errores. Los textos con errores ortográficos y gramaticales me
distraen de la narrativa. Contrata a alguien que lea el libro, sugiera cosas, lo revise bien
y haga que se vea profesional. Los editores no son 100 por ciento perfectos, pero en
muchos casos harán un mejor trabajo editando que tú.
6. Publícalo.
Haz una búsqueda por internet para encontrar empresas que te ayuden a publicar. En
Amazon puedes usar CreatSpace para vender tus libros ahí.
7. Lánzalo.
Planea algún evento para darlo a conocer. Puede ser una fiesta. Planea algunos
incentivos para que las personas quieran ordenarlo. Ofrece pláticas y conferencias
gratuitas y pide libros desde antes para repartirlos en caso de que alguien lo quiera.
8.- como escribir ciencia ficción
Nadie se acordará de tu protagonista si se llama Xtkhlmf’thukln
O, dicho de otro modo, bautiza a tus personajes de forma que su nombre tenga sentido
fonéticamente… a menos que te dediques a la literatura de humor (de hecho, en ‘Su
muerte, gracias‘ hay un gag sobre este tema).
Establece las reglas de tu mundo en el primer acto
Está claro que, si escribes Ciencia Ficción o Fantasía, vas a hacer que sucedan en tus
mundos muchas cosas fuera de lo común (en el primer caso porque la ciencia y la
tecnología aún no han descubierto los avances de los que hablas, en el segundo porque
en tu mundo rigen una serie de normas especiales). Podrá existir la magia, los seres
humanos tal vez sean capaces de viajar en el tiempo gracias a los avances de la ciencia
o tal vez tus protagonistas tengan el don de volar… quién sabe.
Pero, a partir de un momento, el lector asumirá que esos mundos funcionan igual que
el suyo en el resto de aspectos sobre los que no le has hablado.
Introduce cuanto antes todos los aspectos que diferencien al mundo especial de tu
novela de nuestro mundo ordinario. A ser posible, a lo largo del primer acto de la
historia.
Y nunca, nunca, repito, nunca hagas que tu protagonista escape volando en el
enfrentamiento final de la novela, si no ha volado en ninguna de sus 300 páginas
anteriores.
Huye de los clichés… pero apóyate en ellos para apuntalar la historia
A todos se nos ha dicho siempre que huyamos de los clichés y ése es un consejo
excelente. Una historia llena de clichés suele ser sinónimo de un escritor que no ha
querido esforzarse. Y si el escritor ha considerado que su historia no merece el esfuerzo,
sería raro que pensara otra cosa el lector.
Tantas Luna Victoria Carlos
Pero a veces los clichés son una herramienta excelente a la hora de dar mucha
información en muy poco tiempo. Los clichés no son sino convenciones narrativas que
están bien asentadas en el imaginario colectivo de los lectores, y es muy lícito apoyarse
en esas convenciones si hablamos de algún personaje secundarios… siempre y cuando
el resto del planteamiento de nuestra novela sea original, claro.
Cuanto más extraordinaria sea tu idea, más ordinario tendrá que ser tu lenguaje
Einstein decía que uno no entiende algo hasta que no es capaz de explicárselo a su
abuela.
Si tu novela habla de un frutero con alma de artista que se enamora de una funcionaria
de correos, puedes complicar tu lenguaje todo lo que quieras. Pero si le vas a pedir al
lector que imagine toda una civilización que vive en el espacio con unas reglas
totalmente diferentes de las nuestras, más te vale rebajar el nivel de tu lenguaje… ¡si no
quieres perder su atención antes de la página 20!
A todo esto, quiero recordar que rebajar el lenguaje de un texto o emplear un tono
aparentemente coloquial NO es empeorarlo.
Soy muy malo para los nombres, pero recuerdo una anécdota de un autor al que le
decían que escribía igual que hablaba… y él respondía que le había costado muchos años
conseguirlo y que agradecía el cumplido.
Sé sucinto en tus descripciones
Lo normal es que empecemos a escribir nuestra novela sólo después de una larga
planificación. Habremos detallado cómo funciona nuestro mundo, como hablan sus
extraños habitantes, cuáles son sus costumbres, si tienen algún tipo de mitología en la
que apoyarlas, etc.
Pero NO es necesario que nuestro lector sepa todo eso. Recordemos una vez más que
lo importante aquí es la historia.
De modo que, en vez de abrumar al lector con datos o peculiaridades, sería siempre más
aconsejable dibujar 3 ó 4 trazos que le ayuden a imaginarse ese mundo en su totalidad.
Si tus personajes hablan una lengua extraña, no llenes tu texto con líneas y líneas de
dialecto; será suficiente con deslizar una palabra muy de cuando en cuando. Si tienen
una morfología muy diferente a la nuestra, tampoco dediques páginas y más páginas a
describirla en detalle; será mejor describas alguno de sus rasgos característicos con
viveza.
Toda acción tiene su reacción
Todo guerrero aparentemente imbatible tiene un punto débil.
Todo don tiene un precio, aunque el beneficiario de ese don no lo sepa en el momento
en el que lo recibe.
Todo hechizo exige algo a cambio.
Tantas Luna Victoria Carlos
¿No es así también en nuestro mundo? ¡No hagas que tu mundo fantástico sea menos
real que la vida misma!
En un mundo en el que existe la magia, la magia lo contaminará todo
El primer impulso que tiene uno cuando intenta crear un mundo de fantasía es el de
crearlo igual que el nuestro… y luego añadirle una serie de características
diferenciadoras.
Imaginemos, por ejemplo, que estamos hablando de un mundo en el que existe la magia.
Tendremos la tentación de hacer que los magos sólo utilicen esa magia cuando la
necesiten para algo extraordinario, pero tenemos que ser conscientes de que la magia
debería contaminar todas y cada una de las acciones de esos magos: interactuarán unos
con otros de una forma especial por culpa de esa magia, se vestirán de una forma
especial, ¡cocinarán de una forma especial!
Recordemos que uno es quien es las 24 horas del día.
La magia no es tu historia, lo son tus personajes.
Me preguntaban hace poco en una entrevista de dónde había sacado la idea de llenar
‘Su muerte, gracias‘ de hilarantes notas a pie de página y que a ver si esa técnica me la
había inventado yo.
Yo expliqué al periodista de turno que no, que antes ya se la había leído a autores como
Terry Pratchett o Josh Bazell, y que no es más que un modo de primar el desarrollo de
la historia sobre todas esas ocurrencias que yo consideraba graciosas, pero no
estrictamente necesarias.
9.-como escribir un libro de texto
Decide el asunto y nivel de conocimiento de tu público.
Es importante considerar estas dos cosas a la vez ya que determinarán desde el
contenido incluido en el libro hasta su diseño y presentación.
Escribe para un público que conozcas.
En caso de que hayas trabajado como profesor de matemáticas en la universidad, es
posible que no sepas muy bien cómo llegar a un público de estudiantes de instituto.
En caso de que escribas para un público que no conozcas, considera contratar a un
colaborador que esté familiarizado con ese sector demográfico.
Mientras pienses sobre qué escribir, considera cuáles son las áreas que no cuentan con
un lugar en la educación moderna. ¿Rellena tu libro un vacío en el mercado?
Haz una búsqueda de mercado.
Tantas Luna Victoria Carlos
La publicación de libros de texto es un gran mercado, mucho más grande que el de los
libros tradicionales o revistas. Necesitarás hacer una búsqueda en el mercado de libros
similares y ver sus precios.
Define tu punto de venta único. Los puntos de venta únicos son lo que hace especial tu
libro de texto. ¿Qué ofrece que no tengan otros? Necesitarás explicar a las editoriales y
otros profesores (que podrían convertirse en tus clientes) el motivo por el que deben
elegir tu libro antes que otros.
Habla con algunos autores.
Busca compañeros que también hayan publicado libros de texto y pídeles opinión.
¿Usaron una editorial tradicional o publicaron sus libros por ellos mismos? ¿Cuánto
tiempo tardaron en terminar su libro de texto) ¿Qué es lo que les hubiera gustado saber
al principio del proceso de escritura?
Adopta los formatos móviles.
La mayoría de libros de texto ahora se publican en formato de libro electrónico o ebook.
Algunos solo están disponibles en este formato mientras que otros tienen su copia física.
Debes considerar cómo adaptarás tu libro de texto al público digital.
¿Incluirás una página web correspondiente al libro de texto donde los estudiantes
podrán encontrar preguntas prácticas? ¿Diseñarás juegos divertidos para ayudar a
educar al público, especialmente los estudiantes más jóvenes? Considera añadir estos
elementos adicionales a tu libro de texto.
Prepárate para un largo camino.
Es posible que escribir un libro requiera mucho tiempo, a veces, pueden pasar años
desde que comienzas su borrador hasta que llega a la imprenta. ¿Estás preparado para
invertir toda esa cantidad de tiempo?
¿Te apasiona tu área elegida? En caso de que hayas invertido en el material sobre el que
vas a escribir, eso te ayudará a través del arduo trabajo de publicación. En caso de que
simplemente quieras ganar dinero rápidamente, no te compensará el tiempo y esfuerzo
empleados en este proyecto.
Haz un resumen.
Comienza con una idea de cómo quieras estructurar el libro. Hazte alguna de estas
preguntas para ayudarte:
¿Cuántos capítulos tendrá? ¿Cómo dividirás los temas específicos entre los capítulos?
¿Los capítulos serán independientes entre sí o necesitarán los estudiantes leer uno antes
de pasar al siguiente?
¿Organizarás los capítulos comenzando por los sencillos y avanzando a los más difíciles?
En el momento que el estudiante termine el libro de texto ¿estará listo para avanzar al
siguiente nivel del área de conocimiento?
Tantas Luna Victoria Carlos
Determina los materiales más importantes a incluir. Es probable que no puedas incluir
toda la información relativa a tu área de conocimiento en el libro, por lo que necesitarás
priorizar el contenido más importante.
¿Cuáles son las metas del curso en el que se usará este libro de texto? ¿Qué habilidades
deberán tener los estudiantes cuando lo terminen? ¿Qué deberán saber para estar listos
para el material del siguiente curso o nivel de clase?
¿Cómo se adaptará tu libro de texto a los exámenes estandarizados que los estudiantes
realizarán a los largo del curso? Considera buscar ejemplos de estos exámenes para
ayudarte a responder a esta pregunta.
Haz un borrador de cada capítulo.
Es posible que te tiente trabajar en cada capítulo hasta que quede perfecto antes de
continuar con el siguiente. Evita esto porque te retrasará.
En su lugar, escribe un borrador completo de cada capítulo del libro. Cuando tengas los
borradores completos de cada capítulo, podrás comprender mejor cómo quedarán
todos juntos y dónde es necesario añadir más material o recortar su longitud.
Crea un horario de trabajo y ajústate a él. En caso de que tengas un hábito regular de
escritura para tu libro de texto, como por ejemplo de 3 a 5 de la tarde los lunes y jueves,
podrás avanzar considerablemente en tu trabajo. Evita escribir de forma errática
durante largos periodos de tiempo.[3]
En caso de que trabajes con una fecha límite de publicación, no dejes el trabajo para
otro momento. Date suficiente tiempo para completar la tarea a tiempo. fíjate metas
semanales durante los meses anteriores a la fecha límite de entrega.
incorpora elementos visuales para hacer más atractivo el diseño.
De ese modo no aburrirás a los estudiantes. Es posible que los bloques grandes de texto
resulten difíciles de procesar a los estudiantes. Deberás "romper" visualmente la página
con imágenes, tablas u otros gráficos.
Es posible que tu programa de procesador de texto (como Microsoft Word) no sea muy
útil para incluir elementos visuales junto al texto. En ese caso deberás considerar poner
parte del borrador en un programa de diseño como Adobe InDesign donde podrás
colocar las imágenes junto al texto.[4]
Tómate algo de tiempo para conocer InDesign y aprender sus principios básicos. Esto te
vendrá muy bien en caso de que decidas publicar el libro tú mismo.
Asegúrate de tener permiso para incluir cualquier imagen o gráfico en tu libro. En caso
de que no lo hagas, podrían demandarte por infringir sus derechos de autor.
Contrata a un editor. Es posible encontrar un editor que trabaje para una publicación de
libros de texto, editor independiente o un compañero que trabaje en un entorno similar.
Necesitas tener al menos otro "par de ojos" sobre tu trabajo.
Tantas Luna Victoria Carlos
Otra alternativa es jugar con el escenario, de manera que los personajes no tengan
escapatoria; están atrapados en una cabaña en mitad de una ventisca, han aparecido en
un lugar del que no pueden salir, están perdidos en un bosque, etcétera. Pero aún así,
un elenco de cobardes no será capaz de resolver ningún enigma, así que la historia
quedaría reducida a sustos y más sustos. El mejor consejo que puedo darte en este
punto es: Construye personajes fuertes pero frágiles. Indaga en los mayores temores de
estos durante la historia y explótalos. Haz que tus personajes vivan situaciones
extremas, ponlos al límites, solo así se mostrarán tal y como son.
HAZ UN BUEN USO DEL SUSPENSE CON UN GRAN FINAL
El suspense debe crecer gradualmente hasta estallar en un grito de pánico. El terror
necesita preparación y tono para inquietar al lector cuando haya dejado de leer. Tener
al lector comiéndose las uñas durante la mayor parte del tiempo es un buen síntoma.
Para ello, propicia que en todo momento pueda ocurrir algo terrorífico, aunque luego
no ocurra nada… hasta el final.
Las historias de miedo no suelen tener un final feliz, como mucho un final abierto.
Tampoco pasa nada si termina bien, siempre y cuando haya supuesto un sacrificio para
el protagonista. Pasar por algo supuestamente terrible y estar como nuevo y sin secuelas
al día siguiente… entonces es porque no ha sido una auténtica experiencia de terror.
Asegúrate de torturar a tus personajes como buen escritor de terror que eres.
UNO DE LOS MEJORES LIBROS QUE E BISTO
El gato negro
Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis
correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos,
pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se
apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi
alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por
la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un
cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y,
deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo
tan condenable atrocidad.
Tantas Luna Victoria Carlos
Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores
de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el
crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al
alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos
de lo sucedido.
El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo
presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como
de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me
quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la
evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese
sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e
irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a
este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la
perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las
facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del
hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que
cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla?
¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen
sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo?
Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el
insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia
naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a
consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a
sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo
ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me
apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque
estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía
que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta
llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más
misericordioso y más terrible.
La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de:
“¡Incendio!” Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo.
Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo.
Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve
que resignarme a la desesperanza.
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el
desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero
dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas.
Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique
divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba
antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego,
Tantas Luna Victoria Carlos
cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido
frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran
atención y detalle. Las palabras “¡extraño!, ¡curioso!” y otras similares excitaron mi
curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve,
aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente
maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal.
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado
por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había
ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la
multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar
al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme
en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi
crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y
el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.
Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el
extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante
muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó
mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué
al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que
habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera
ocupar su lugar.
Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame,
reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra
que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado
mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la
mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy
grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón
no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta
aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho.
Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó
contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el
animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al
tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes
ni sabía nada de él.
Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció
dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para
inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se
convirtió en el gran favorito de mi mujer.
Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era
exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni
por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el
Tantas Luna Victoria Carlos
sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba
encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de
antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de
hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a
mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si
fuera una emanación de la peste.
Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente
de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia
fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en
alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo
distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros.
El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía
mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera
que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus
odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme
caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi
pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía
paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo
ahora mismo- por un espantoso temor al animal.
Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería
imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en
esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el
espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas
quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la
atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía
la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará
que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida;
pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo
tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de
rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello
odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de
atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra…, ¡la imagen del
patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la
muerte!
Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una
bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de
producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios!
¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella
criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más
horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible
peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado
eternamente sobre mi corazón.
Tantas Luna Victoria Carlos
Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui
tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la
escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron
la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre
coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la
roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya
astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo.
¡Había emparedado al monstruo en la tumba!