Esaúl R. Álvarez - SIMBOLISMO DEL PETRÓLEO PDF
Esaúl R. Álvarez - SIMBOLISMO DEL PETRÓLEO PDF
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Esaúl R. Álvarez
Debido al olvido generalizado del sentido simbólico el hombre moderno vive apegado a
interpretaciones generalmente muy prosaicas y simplistas del mundo que le rodea. Estas
interpretaciones, además de no proporcionar al hombre un sentido trascendental de su
existencia que le sea útil para su vida cotidiana -lo que sí hacían los antiguos mitos-,
proporcionan un marco idóneo para la difusión del discurso falaz y manipulador del poder. Así
por ejemplo los pseudo-mitos del progreso, la democracia o la igualdad; o tantos otros que
sería largo citar.
Consideramos que a estas alturas toda persona bien informada -que busca críticamente sus
fuentes de información- posee un conocimiento básico de la problemática ecológica -y por
ende social, pues en rigor estos ámbitos no pueden separarse- a que nos enfrentamos en la
actualidad como consecuencia de haber edificado toda una civilización sobre la explotación
central de un único recurso, del que esta sociedad es por completo dependiente: el petróleo.
En las próximas líneas queremos dejar a un lado los habituales análisis materialistas acerca del
tema, plagados de cifras, estadísticas y estimaciones, para plantear la cuestión del significado
simbólico del petróleo y asimismo analizar qué consecuencias sutiles conlleva el hecho de
convertir este extraño producto de la naturaleza en la fuente de energía principal de toda una
sociedad industrial, un recurso sin el cual es simplemente imposible que esta siga en marcha
y siendo lo que hoy es.
Antes de dar comienzo a estas reflexiones precisemos claramente nuestro punto de partida:
todas las consecuencias materiales -ya sean ecológicas, económicas, políticas o del tipo que
sean- que una tras otra vienen apareciendo como siniestros y amenazadores efectos
secundarios, imprevistos e indeseables, pero que son inseparables del funcionamiento y
desarrollo habitual de esta civilización, todas ellas son tan solo la cara más exterior del
verdadero mal, el cual permanece oculto en los planos más interiores del ser humano. Su valor
es por ello el de un signo, y su importancia, a pesar del dolor que puedan eventualmente
causar, siempre relativa.
Por tanto todos los fenómenos y sucesos críticos que ya tienen y previsiblemente tendrán
lugar, poseen en definitiva la naturaleza de un síntoma que -como en el caso de una
enfermedad que empieza a afectar a diversos sistemas- apuntan si se saben leer hacia el
origen del mal, que no es otro que la desviación moderna.
Mientras dure la desviación y la ilusión colectiva que implica la modernidad y su visión profana
del mundo las consecuencias de este desorden irán desgraciadamente mucho más allá de la
previsible serie de catástrofes derivadas de la sobreutilización del petróleo que habitualmente
se nos describen. En tanto síntomas, cualquiera de los muy probables desastres hacia los que
esta sociedad se encamina son solo la imagen más visible de un desastre mucho mayor, de
índole espiritual y de dimensiones cósmicas, que está teniendo lugar en el interior mismo del
hombre.
Para comenzar nuestro análisis debemos recordar la curiosa denominación que el petróleo ha
recibido desde el siglo XIX, cuando se convirtió en una pieza clave para el desarrollo de la
civilización tecno-industrial, nos referimos a la denominación de oro negro. Esta expresión es
particularmente significativa pues pone de manifiesto todo el significado simbólico del
petróleo, significado que, pese a su obviedad, parece pasar inadvertido para la mayoría,
debido como hemos dicho a la ceguera simbólica que padece el hombre occidental.
Por esta razón creemos que es un buen punto de partida y vamos a intentar ir desgranando y
poniendo de manifiesto el contenido simbólico que el petróleo posee a partir de
esta conocida expresión de 'oro negro'.
Comenzaremos diciendo que el oro es el metal solar por excelencia [1], y como tal lo tratan
las mitologías de todos los pueblos. En base a este simbolismo solar el oro se ha asociado
siempre a la deidad, al orden social perfecto, a virtudes como la Justicia -la Edad de Oro- y, en
un dominio más político, a la realeza.
Los ejemplos son numerosos. Citaremos como caso ejemplar el papel que jugaba el oro en el
Antiguo Egipto. Allí el oro estaba fuertemente unido a la función regia. Sin caer en la
simplificación pueril que supone sostener que los egipcios adoraban al astro solar, diremos
que el faraón era considerado -en cuanto a su función social- una personificación de lo que el
sol era en el orden cósmico. Así el faraón debía encarnar y cumplir en el mundo de los hombres
la función propia de la deidad solar: Horus.
Esta asociación entre el oro, las deidades solares y la función regia se pone de manifiesto
mejor que en ninguna otra parte en la titulatura real egipcia del 'Horus de Oro' o Nombre
de Hor-Nub. En ella quedan asociados todos los términos que hemos citado.
El jeroglífico del Hor-Nub está compuesto por el divino halcón Horus posado sobre un collar dorado que
simbolizaba el sol, cuyos rayos son representados como gotas.
Asimismo en el conocido simbolismo alquímico el oro es el metal más puro y perfecto, que
representa la perfección alcanzada por la naturaleza, imagen de lo eterno e incorruptible y al
cual debe tender toda la creación. Su opuesto alquímico es el plomo, el metal de Saturno, el
dios caído y expulsado por los dioses olímpicos al mundo subterráneo.
El oro por tanto, ha sido siempre y en todas partes un indiscutible símbolo solar. La misma
palabra oro, que proviene del latín aurum, está relacionada con la palabra aurora y con la
salida del sol, concretamente la aurora se refiere al brillo del amanecer que precede y anuncia
la salida del astro rey.
Ahora bien, la denominación de 'oro negro' implica una inversión simbólica en tanto que
opone a la cualidad esencial del oro mineral, su color dorado que es la imagen natural
privilegiada del sol y su luz, el color negro, cuyo significado simbólico es exactamente opuesto.
Desde otro punto de vista, siguiendo el simbolismo hermético, el color negro se opone a los
colores blanco -que designa la pureza- y dorado -que designa la realeza, la maestría y la más
alto nivel en cualquier jerarquía dada-. El blanco es el color del estado del ser previo a la
manifestación, y puede por extensión referirse al comienzo mismo de esta en tanto expresión
de la 'posibilidad pura'. Por su parte el dorado -el color del sol- simboliza el punto más elevado
de la manifestación misma y su estado más perfecto. El color negro por su parte simbolizaría
según esta secuencia ternaria el fin de la manifestación, su extinción, y con ello la muerte
[2].
La conclusión tras este breve análisis es que la expresión de 'oro negro' que se da al petróleo
dice mucho más de lo que parece a simple vista. Hay aquí algo más que una metáfora más o
menos simple y original, algo que supone una auténtica declaración de principios. Veamos en
detalle las implicaciones simbólicas de esta denominación.
El 'sol negro'.
Ilustración del tratado Philosophia reformata (1622) en que se ilustra la fase alquímica de la Putrefactio.
Sus símbolos clásicos son el cuervo, la osamenta -o en su defecto la calavera- y el 'sol negro'.
El empleo de este oxímoron que es la expresión 'oro negro' nos recuerda el conocido sol negro
(Sol Niger) de los alquimistas, un símbolo de extraordinaria complejidad que requeriría un
estudio específico aparte pero que habitualmente se relaciona con la fase de
la Putrefactio o Nigredo, fase, dicho sea de paso, regida por el dios Saturno, que ya hemos
citado anteriormente.
Por otra parte esta denominación de 'oro negro' pone de manifiesto de qué forma el petróleo
ha sustituido al oro como marcador social de riqueza. El oro siempre fue el valor que medía la
riqueza de las civilizaciones tradicionales. Su primacía como valor material más elevado fue
completamente anulada tras la segunda guerra mundial. Pero no menos significativo resulta
cómo el gasto de petróleo es un gran indicador -el mejor en realidad- de eso que se denomina
'nivel de desarrollo' de una sociedad: por ejemplo al tenerse en cuenta el gasto de ' energía
extra-somática' de una población indirectamente se está evaluando el consumo de petróleo.
En resumen puede decirse que cuanto mayor es este consumo energético más 'avanzada' y
'desarrollada' se considera dicha sociedad.
Hay además un detalle relevante: el valor del oro y las piedras preciosas no se medía por su
utilidad práctica pues carecía de tal, todo su valor residía en su significado simbólico y ritual.
Sin embargo el petróleo es considerado valioso precisamente en función exclusivamente de
sus aplicaciones prácticas, tal y como corresponde a una civilización materialista y
rotundamente pragmática como la actual. Por esto, además de ser la fuente de energía central
de la civilización moderna el petróleo puede considerarse su símbolo más acabado, pues
simboliza todos los deseos y obsesiones de la misma: la obsesión por el crecimiento, la fiebre
del consumo, etc.
El petróleo, como el oro y las piedras preciosas, es extraído del interior de la tierra lo cual lo
emparenta con el mito de Plutón, dios de las riquezas que custodiaba el inframundo, pero por
su naturaleza el petróleo no puede ser equiparado a los minerales y joyas de naturaleza
olímpica, es decir luminosa y celeste. El petróleo al fin y al cabo procede de la destilación
durante millones de años de una 'naturaleza muerta', dicho de otro modo, tiene su origen en
los cadáveres de otro mundo, anterior a la era humana. Es por tanto de naturaleza ctónica e
infernal. Más adelante veremos las implicaciones que este detalle posee.
Por todo lo dicho el petróleo se constituye en el contra-símbolo exacto del oro y vemos hasta
qué punto la denominación de 'oro negro' describe a la perfección su siniestra naturaleza
espiritual.
La técnica asociada al petróleo pone este producto en relación directa con uno de los temas
que antes apuntamos y que trataremos en profundidad en la segunda parte: el maquinismo
que se sirve del petróleo como su fuerza bruta apunta directamente a los viejos Titanes
vencidos por los dioses olímpicos y encerrados, precisamente, en el interior de la tierra.
"La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo."
Frase pronunciada por el Dr. Tyrell en el film futurista y distópico Blade Runner (1982)
Para mostrar con mayor claridad lo que decimos y sus implicaciones simbólicas proponemos
la siguiente imagen gráfica.
Sobre este esquemático corte vertical de la tierra podemos representar los 'tres mundos'
mediante los cuales el pensamiento tradicional divide y simplifica los diferentes grados o
planos de la manifestación universal [3].
Es en base a esta imagen del hombre como nexo de unión entre el cielo -mundos superiores-
y la tierra -mundos inferiores- que se genera el esquema ternario que acabamos de
presentar. Siguiendo dicho esquema el ámbito en que el hombre desarrolla su actividad no es
solo la superficie de la tierra sino también la atmósfera, entendida como mundo intermedio y
por ello mismo asociada al alma y al elemento Aire.
Según este esquema el cielo representa los planos de manifestación supra-humanos, los
estados superiores del ser o celestes-. Por último las oscuras regiones del interior de la tierra
representan los planos de existencia infra-humanos, identificados con los mundos inferiores
o infiernos de las diferentes tradiciones.
Resulta entonces evidente que el petróleo, por ser un producto eminentemente subterráneo,
procedente de la descomposición masiva de materia orgánica y macerado en el interior de la
tierra durante millones de años, puede ser calificado perfectamente de 'energía infernal' -o
'infra-humana'-.
Se aprecia mejor ahora hasta qué punto el petróleo implica en sí mismo una inversión de las
cualidades solares que estuvieron en su origen: mientras el sol, fuente de luz y calor, procede
de lo alto y hace que la vida se desarrolle en la tierra, el petróleo procede del interior de la
tierra -los mundos plutónicos e inferiores, el 'mundo de los muertos' simbólicamente- y,
aunque proporciona un falso reflejo de la luz y el calor del astro solar, al cual trata de
suplantar, amenaza con destruir la vida y cubrirlo todo con la espesa tiniebla que trae del infra -
mundo.
Este es el oscuro simbolismo del Sol Niger -o 'Sol Negro'-: un falso sol que, suplantando al
verdadero astro rey, produce una ilusión de vitalidad que es en realidad inercia (Tamas),
oscuridad y muerte.
Como ya indicamos en la primera parte todo lo dicho debe ser puesto en relación con los mitos
ctónicos que se refieren al dios Plutón y a los Titanes, así como con los mitos referidos a
Saturno y la Edad de Oro.
En cuanto al carácter saturnal y tamásico de esta energía cabe señalar que, por ser el petróleo
los restos de un 'mundo' antiguo y desaparecido, simbólicamente puede interpretarse como
un destilado del pasado, no ya de la humanidad sino del planeta mismo. Por ello su extracción
y utilización tiene algo de exhumación y de inmolación masiva del pasado y la historia de la
tierra [5], con todos las connotaciones simbólicas que ello posee. Una de las posibles lecturas
nos acerca a la interpretación -que ya hemos comentado en otras ocasiones- de la modernidad
como una 'cultura del palimpsesto' que trata de borrar y destruir todo aquello que sea anterior
a ella misma.
Para hacernos una idea del carácter titánico que posee el petróleo no hay más que reparar en
su desmesurada capacidad energética que le otorga un potencial transformador a todas luces
'no-humano'.
"Se estima que un barril de petroleo (159 litros) contiene una energía equivalente a
25.000 horas de trabajo humano." [6]
Según otras estimaciones el consumo energético medio de un habitante de un país
desarrollado equivale al trabajo que desarrollarían 50 esclavos.
Aunque este tipo de cálculos siempre es difícil y a menudo los datos son matizados o
discutidos, no nos interesa la exactitud cuantitativa de la estimación tanto como la realidad
cualitativa que dibuja: la de una sociedad tan opulenta e hipertrofiada como desviada y
carente de control. Ante esta asimetría tan enorme entre la capacidad de trabajo humana y la
del omnipresente combustible fósil es innegable que, con el empleo generalizado del petróleo
como energía fácil y 'para todo', el hombre está poniendo en marcha fuerzas que le superan
ampliamente. [7]
Debe recordarse que los Titanes, tras ser vencidos por los dioses olímpicos, fueron encerrados
en el infra-mundo al igual que el dios de la Edad de Oro, Saturno. En cuanto al mito de Saturno
debemos tener en consideración que, para el pensamiento tradicional, los dioses 'caídos' se
convierten en 'demonios' para los 'mundos' futuros.
Por una parte mediante su extracción y uso se 'liberan' las peligrosas fuerzas titánicas, de
carácter no-humano, que según el mito clásico se encontraban sepultadas y 'encadenadas' en
el interior de la tierra. Debido a su carácter 'no-humano' tales fuerzas trascienden las
capacidades humanas de previsión y control, razón por la cual una vez liberadas ponen en
marcha procesos imposibles de controlar en su totalidad por parte de la humanidad. Por todo
ello dichas fuerzas apuntan irremediablemente a algún tipo de trans -humanismo.
Por otra parte estas influencias liberadas suponen por su naturaleza pesada, oscura y tamásica
una 'barrera' para las influencias celestes, cerrando su paso y con ello aislando la realidad
humana de la comunicación con los mundos superiores. La realidad humana corre el riesgo
entonces de quedar enteramente bajo la influencia de estas fuerzas infernales.
Estas reflexiones conducen a una inquietante cuestión: ¿Es el hombre el que hace uso de estas
fuentes de energía o son más bien estas fuentes de energía -por completo innecesarias para
el desarrollo de una vida humana normal- las que están empleando al hombre para lograr sus
fines? Y ¿cuáles podrían ser estos fines sino algún modo de trans -humanismo tecnológico?
Frente a este horizonte que se dibuja de forma cada vez más descarada la distopía de James
Cameron y su Terminator aparece como un juego de niños.
Pero sería un grave error -propio de la mentalidad moderna- pensar que establecemos aquí
una relación causal de algún tipo. No se trata de es o. Como en todo simbolismo verdadero de
lo que se trata es de una relación de analogía, no causal pero tampoco en absoluto casual.
Esta relación de analogía se basa en la simetría existente entre la realidad exterior al hombre
-de orden físico- y su realidad interior -de naturaleza psíquica-. Y es en base a esta relación -
profunda y real, que descansa en último término en la profunda interconexión de todo cuanto
existe- que puede establecerse una analogía -que se designa en términos simbólicos- entre
dos realidades o fenómenos dispares.
Tal relación de analogía no debe sorprender pues ambas realidades -física y mental, exterior
e interior- no son más que dos caras de una misma moneda y se encuentran mucho más
entrelazadas de lo que la superstición del mecanicismo reduccionista que ha impuesto la
modernidad es capaz de suponer.
Volviendo al caso que nos ocupa no estamos diciendo que al extraerse y consumirse los
combustibles fósiles del interior de la tierra se liberen literalmente las entidades sutiles que
entran en la categoría de Titanes o Demonios. De hecho, teniendo en cuenta que en términos
metafísicos la realidad del plano sutil antecede a la realidad del plano físico, el proceso debería
describirse más bien en sentido inverso.
Al igual que en la atmósfera, y siguiendo la ley de analogía, en el alma humana se está creando
una 'barrera' que aísla al hombre de las influencias superiores y espirituales a la vez que
paralelamente se van abriendo profundas grietas en dirección al psiquismo más inferior y
disolvente.
Desde el punto de vista tradicional estamos ante dos realidades paralelas e inseparables, pues
no pueden darse cambios como estos en una de ellas sin influir de alguna forma -negativa- en
la otra. Y, teniendo en cuenta que el 'plano sutil' antecede en el orden metafísico al 'plano
físico' o manifestación formal grosera, puede decirse que el uso de los combustibles fósiles así
como el maquinismo tecnológico que este ha propiciado solo ha sido posible como
consecuencia de la previa 'liberación' de fuerzas análogas -titánicas e infra-humanas- en el
nivel psíquico. Fue primero el cambio mental -plano sutil-.
Por último, y esta es la conclusión -no por simbólica menos real- que creemos se desprende
de todo lo dicho:
a medida que el hombre hace un uso masivo de las energías fósiles -que representan las
fuerzas y potencias infernales a la vez que el pasado más remoto y pre-humano de la tierra,
no lo olvidemos- la humanidad anula su porvenir mismo, contrae su horizonte y precipita
sobre sí su propio final.
Notas: