La Redencion de Morgan
La Redencion de Morgan
La Redencion de Morgan
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Cuando Diego Slupsky, secretario del Juzgado Federal Nº 12, entró a las oficinas del JP Morgan en el piso
22 de Madero 900, una mezcla de pánico y sorpresa dominó la escena. Slupsky dijo que se trataba de un
allanamiento por orden judicial, y eso borró de inmediato la sonrisa profesional de todos los empleados.
–Nos interesan más que nada los clientes de altos recursos –señaló, mientras los peritos de la policía
amontonaban CD, carpetas y servidores como si fuera una liquidación de Navidad. Uno de los empleados
lograba mantener la calma con la vista fija en un calendario de escritorio, hasta que advirtió lo que estaba
mirando: era el viernes 13. Algo malo iba a pasar.
Dos o tres minutos después en las oficinas centrales de Park Avenue 345, quinto piso, había un nombre a
flor de labios, mezclado con insultos del peor slang.
Hernán Arbizu, el argentino, estaba dispuesto a hablar. Media hora más tarde, en la sala de reuniones,
discutían un plan de contingencia que recién dieron a conocer el lunes 16 en un cable de la agencia
Reuters: “JP Morgan Securities presentó una demanda contra un ex ejecutivo argentino que administraba
más de 200 millones de dólares en activos de clientes ricos con negocios en la Argentina y Chile […]. La
demanda señala que Arbizu robó información confidencial y solicitó al tribunal del distrito de Nueva York que
impida al acusado difundirla”.
Ésta no es la historia de un testigo, sino la de un protagonista; sus detalles revelan una extensa lista de
argentinos investigados hoy por lavado de dinero, él los ayudó a hacerlo.
UN ARGENTINO EN LA AVENIDA PARK. Hernán Arbizu tiene 39 años y prolijo aspecto de burócrata del
Primer Mundo. Es rubio, alto y está prolijamente afeitado. Podría ser farmacéutico, o ingeniero, pero es en
verdad economista. Vive desde hace mucho en la selva de los bancos: ingresó a los 23 a la City porteña y
trabajó en Tutelar Financiera, en el Deutsche Bank y en el City.
En 2002 consiguió trabajo en la Unión de Bancos Suizos en Nueva York. Y el 6 de noviembre de 2006 entró
al JP Morgan, la primera empresa en el mundo que superó los mil millones de dólares de capital. Quizá
Arbizu lo desconociera; es historia argentina de fines del siglo XIX: en 1885 le prestó al Estado 42 millones
de pesos oro junto a las casas Baring y Murrieta.
Durante la presidencia de Roca, y por gestión de Carlos Pellegrini, Morgan le prestó otros 8.400.000 pesos
que el gobierno garantizó con las rentas de la Aduana, al tiempo que se comprometió ante los bancos
Morgan, Baring y París a no pedir nuevos préstamos a menos que los propios bancos lo autorizaran. Fue la
primera vez que el Estado argentino permitió una intromisión de bancos extranjeros en la política interior.
Pero Morgan ya no está en el 23 de Wall Street, como en aquellos años, y Hernán Arbizu disfruta de su
cómodo sillón en el quinto piso de Park Avenue al 300, a media cuadra de la casa central, detrás de un
cartel que anuncia, con discreción, un eufemismo: “Banca privada”. Así definió Arbizu su trabajo ante el
juez: “Administración de activos líquidos (inversiones), creación de estructuras de administración de riqueza
con fines hereditarios, ayudar a clientes para crear estructuras con las que ocultar la verdadera titularidad de
los activos (esto se debe a que en muchos casos los activos no son declarados en los países donde viven
los clientes), y préstamos en la Argentina usando como garantía activos no declarados depositados en el
exterior”. Arbizu pasaba tres semanas en la Argentina y una en Nueva York. Trabajaba, claro, en la oficina
de Catalinas allanada. Su objetivo para 2008 –bajo fuerte presión– era aumentar su cartera, que ya era de
500 millones de dólares, en 150 millones más.
La declaración del arrepentido ante el juez Torres no puede ser más clara: se titula “Mi error”. En ella Arbizu
se declara culpable de haber hecho transferencias no autorizadas y falsificar una firma, lo que terminó
perjudicando a un cliente argentino: Natalio Garber, el ex dueño de Musimundo.
En los años del corralito, cuando Arbizu trabajaba en UBS, le ofreció a un ahorrista chaqueño que quería
sacar su dinero al exterior un mayor interés que el prometido por el banco. Esa diferencia generó un
hipotético saldo a favor que, claro, no era real.
El chaqueño quiso retirar su dinero y Arbizu sacó el dinero faltante de la cuenta de unos clientes
paraguayos, los Acevedo Quevedo. Durante dos años Arbizu rezó para que los paraguayos no pidieran su
dinero, pero finalmente sucedió.
Viajó entonces a Paraguay y desde allí hizo una transferencia de 2.800.000 dólares de la cuenta de Garber
a la de Acevedo, falsificando la firma de Garber quien, tiempo después, advirtió que faltaba dinero en su
cuenta.
Arbizu, quien se considera “un arrepentido del mundo de las finanzas”, relató en su declaración las dos
maniobras principales hechas por el JP Morgan:
–Buscan captar nuevos fondos, sobre todo los provenientes de la venta de empresas, y una vez afuera esos
fondos evaden obligaciones tributarias.
–Suelen actuar “en complicidad” con las AFJP: cuando una empresa efectúa una oferta pública a través del
banco, las administradoras de AFJP compran la emisión primaria o secundaria, aunque no sea un buen
negocio. Cerrada la operación, los fondos son sacados del país por el cliente y administrados por el banco
en Suiza o Estados Unidos.
AUSTRIA, UN SEGUNDO HOGAR. Las normas de ética del JP Morgan (sí, ética, leyó bien) aconsejan
rechazar a empresarios muy vinculados a gobiernos, o a funcionarios.
La mayoría de sus clientes superan los 20 millones de dólares en depósitos, y a la hora de armar los
“prospects” (potenciales clientes) la discusión sobre el dinero de la corrupción es un tema recurrente: ¿a
partir de qué generación el dinero comienza a ser genuino? Si el abuelo fue narco, ¿el nieto puede ser
cliente? En una de las reuniones de ejecutivos, por ejemplo, fue rechazada “por un problema de carácter” la
empresa Electroingeniería, con sede en Córdoba y muy cercana al kirchnerismo. También se negaron a
manejar dinero del banquero Ezquenazi.
Pero el truco más encantador utilizado por el banco es una herencia –hasta ahora desconocida– del ex
ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz: el “Convenio entre la República
Argentina y la República de Austria para evitar la doble imposición con respecto a los impuestos sobre la
renta y el capital”, luego transformado en ley 22.589 firmada por Galtieri, Alemann, Lacoste, Saint Jean y
Costa Méndez.
El convenio, llanamente, dice que si un argentino compra bonos de la deuda austríaca le cede al gobierno
de ese país el derecho de cobrar impuestos por esa inversión. Pero en la práctica Viena nunca los recauda.
Esto es: si compro 10 millones de dólares en bonos de la deuda austríaca no pago ningún impuesto en la
Argentina, evitando así el 1,25% sobre el total de Bienes Personales y el 35% de impuesto a las Ganancias.
Los bonos austríacos son seguros, pero poco rentables; después de invertir todo el año en opciones más
ventajosas, los empresarios compran a fines de diciembre bonos austríacos, que es lo que presentan a la
AFIP, y así evaden de manera legal. En enero y febrero vuelven a las opciones tradicionales, y venden los
papeles de Viena.
AQUÍ ESTÁN, ÉSTOS SON. De la lista entregada por Arbizu a la Justicia aquí se reproduce sólo una parte,
ya que son más de veinte carillas. Muchas de las cuentas tienen nombres de fantasía y son “empresas”
radicadas en el exterior, la mayoría sin ninguna actividad comercial: son todas las terminadas en “Inc.”,
“Corp.”, “Ltd.”.
Las cuentas más chicas se utilizan para pagar gastos corrientes en Estados Unidos (las expensas de un
piso en Miami, por ejemplo, o una tarjeta de crédito), o también pueden marcar el retiro del cliente, que deja
un resto para evitar el cierre de la cuenta. Varios números de cuenta se repiten con diferentes nombres:
corresponden en ese caso a la misma empresa o familia, por ejemplo el Grupo Clarín, o la familia
Constantini.
En la lista presentada al juez, los Bulgheroni son los principales clientes, con depósitos por 1.500 millones
de dólares entre Bridas, Plus Petrol y Torno Constructora. En la siguiente, sobresalen los depósitos de
Ernestina Herrera de Noble por 154 millones. La Justicia los investiga por lavado de dinero y,
eventualmente, evasión impositiva.
–Éstas son cuentas de empresas del sector energético controladas por Marcelo Mindlin, dueño de Edesur y
socio en la transportadora de energía eléctrica Transener, de buena sintonía con K.
–Figura en la lista Ledesma la empresa agroindustrial que provee azúcar, jarabes, alcohol, fructosa, papel,
carnes, granos, frutas, jugos concentrados y aceites esenciales. Pertenece a la tradicional familia de Carlos
Pedro Blaquier.
* Orange Creek tiene otro número de cuenta, pero según los estados contables de Ledesma tienen
participación en esta firma.
–Las firmas y los nombres que siguen están relacionados con la familia Priu, sus parientes políticos y
descendientes. Jorge Priu fundó la petrolera San Jorge en los 60, y fue vendida en 1999 por 1.200 millones
de dólares. Su yerno es Juan Scalesciani, del grupo inversor El Rosario, que entre otras cosas remodeló el
Palacio Duhau que gerencia la cadena Hyatt. Están ordenados por números de cuenta:
–Familia Costantini. Hay cuentas a nombre de Eduardo, su hijo Tomás, y demás familiares y varias de sus
empresas, como Consultatio y Nordelta.
–Cuentas del empresario Rodolfo Costantini, de Frigorífico Rioplatense, fundado por su familia en 1974.
Nombre Cuenta (Total en U$S)
• Frigorífico Rioplatense 1772641309.00 (54.656,51)
• Rodolfo Costantini 1772641309.00 (314.154,95)
• Rafor S.A. 1772641309.00 (6.882,27)
–Cuentas vinculadas al sitio web Mercado Libre, donde se comercializan productos on line. Están Hernán
Kazah, vicepresidente ejecutivo de Operaciones, y Nicolás Szekasy, vicepresidente ejecutivo de Finanzas.
–La familia Melhem fue dueña de una parte de la cervecería Bieckert, tenía la licencia de las zapatillas
Reebok, intereses en la industria del plástico, etc. Hoy tiene la firma TYAX SA, ex Panam Group.
–Esta cuenta está vinculada a la empresa José Cartellone Construcciones Civiles S.A.
Hernán Arbizu tiene una hermana a la que define como “militante religiosa”. Durante años su hermana le
cuestionó su trabajo. Ahora la recuerda en su descargo ante el juez: ”Por haberle faltado a mi mujer y a mi
hijo –dice–, a mis padres y a mi familia, a mi hermana tan especial, que de alguna forma me lo venía
observando, es que estoy en este juzgado. Para cumplir con lo que deba cumplir, arrepentirme ante los
hombres y Dios, y ayudar a que no se produzcan, en lo posible, situaciones como las que he visto y
controlado, y de las que he participado”. ¿Se hará justicia?