Antigona Anrup PDF
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Conceptos para
la comprensión crítica
de la contemporaneidad
colombiana
Roland Anrup
Cuando el mundo va más rápido que
uno, uno se hace a un lado para que
pase y siga rumbo al barranco... Y los
desplazados y los damnificados que
se jodan. Y sobre todo no sostener
ninguna tesis. Jamás. Se sienta uno
tranquilo en una terraza a mirar, y
mientras se va tomando su copa va
observando el desfile de los
cadáveres.
Fernando Vallejo, La Rambla
paralela.
2
I. Memoria y Muerte
1 Sofócles, Antígona, citado por Gabriel García Márquez, La hojarasca, Bogotá: Norma, 2003, p. 9.
2 Oscar Mauricio Espinosa Henao, “Del territorio, la guerra y el desplazamiento forzoso. Un vistazo sociológico”,
Revista de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Uniandes, No. 9, junio 2001, pp.39-47. Consultoría
para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, “Desplazamiento” en El Embrujo Autoritario:
Primer año de gobierno de Álvaro Uribe Vélez, Bogotá: Ediciones Antropos, 2003, pp. 120-131.
3
afrodescendientes son los más afectados por el despojo y el
desarraigo. Para la gente del campo, la tierra, el bien perdido,
significa mucho más que la fuente que provee los recursos para
su subsistencia.
3 Darío Fajardo Montaña, “Los circuitos del desplazamiento forzado en Colombia” en Éxodo, patrimonio e
identidad, Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2001, pp. 68-75; Darío Fajardo Montaña “Migraciones
internas, desplazamientos forzados y estructuras regionales”, Palimpsesto, Revista de la Facultad de Ciencias
Humanas, Universidad Nacional de Colombia, No. 2, 2002, pp. 68-77.
4 http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-106944-2008-06-30.html
4
vez consecuencia de esa alta concentración, producto del
desarrollo de una ganadería, llevado adelante e incentivado por
grupos sociales de estratos altos que al mismo tiempo
constituyen una fracción importante de la élite política. 6 El
gobierno actual, liderado por un terrateniente ganadero, es parte
fundamental de esta problemática. Afirma el cronista Rodrigo
Jaramillo que: “El gobierno de Uribe encarna ese concepto
conservador y latifundista de Colombia, lo representa
plenamente”.7 El afán de acumular tierra está presente también
en los grandes industriales, quienes tienen extensivos predios.
Un ejemplo es cómo un grupo de empresarios, empleando
paramilitares para tal fin, han forzado algunas comunidades
negras del Chocó al desplazamiento, pasando a ocupar sus
tierras. Son más de 26.000 hectáreas, un área equivalente al
perímetro urbano de Bogotá, que se está utilizando por
agroindustriales de palma africana. En 2003 la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos exigió al gobierno de
Colombia garantizar medidas de protección para las
comunidades de Jiguamiandó y Curvaradó dadas las “amenazas
de muerte, destrucción de bienes, saqueos, detenciones ilegales,
6 Nazih Richani, Sistemas de Guerra: La economía política del conflicto en Colombia, Bogotá: IEPRI, 2003, pp.
153-210; Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas 1982-2003, Bogotá: IEPRI y Editorial Planeta, 2003;
Mauricio Romero, “Democratización política y contrareforma paramilitar en Colombia” en Gonzalo Sánchez y
Eric Lair, Violencias y estrategias colectivas en la región andina: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela,
Bogotá: Norma, 2004, pp. 335-376; Guido Piccoli, El sistema del pájaro: Colombia, paramiltarismo y conflicto
social, Bogotá: ILSA, 2005.
5
actos de hostigamiento, asesinatos y desapariciones” que han
sufrido sus miembros con el fin de desplazarlos de sus territorios
o para que se vinculen a la producción de palma o de la
ganadería a gran escala. Un alto funcionario estatal, Arturo
Vega, director del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural
declara ante estos hechos, que lo que busca el gobierno es: “ser
propositivo y darles sostenibilidad a estos territorios, para que
haya progreso”, y que se debe buscar alianzas estratégicas entre
los empresarios y las comunidades, con proyectos productivos
como los de palma, para lograr la pacificación del país. 8 En una
entrevista realizada a dos líderes comunitarios, Gisela Cañas y
Luis Alberto Rentería Mosquera, informan que sólo en las
cuencas fluviales del Curvaradó y Jiguamiandó del Chocó,
comunidades de las que ellos proceden, la expansión de los
monocultivos de palma originó 30.000 desplazados y al menos
114 asesinatos.9
9 www.altermundo.org
10 Informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), 2 de octubre 2007, www. fidh.org
6
indígenas y sindicalistas.11 Después de la reelección de Alvaro
Uribe desaparecieron, entre octubre 2006 y abril 2007,
solamente en el departamento de Córdoba 2.000 personas, según
Raúl Hogaza, presidente del Comité Civil de Familias Víctimas
del Conflicto Armado de Córdoba (COMFAVIC).12
11 Anders Rudqvist, “Greed or Social Injustice? Competing Approaches to Conflict Resolution and Sustainable
Peace in Colombia”, Iberoamericana. Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies, Vol. XXXVI: 2
2006, pp. 175-210.
7
provocando un número importante de embarazos infantiles. 14 En
julio de 2008, una investigación de la Defensora del Pueblo,
estableció la relación existente entre violencia sexual y el
desplazamiento forzado. El 17,7% de las personas que sufrieron
agresión sexual (ellas o sus familias), manifestó que ésta fue la
causa de su desplazamiento.15
16 Cómite Internacional de la Cruz Roja (CICR), Boletin del terreno, abril de 2008.
8
Portete, después de una masacre perpetrada por paramilitares con
apoyo de la tropa de la II Brigada del Ejército. Fueron asesinados
doce indígenas y desaparecidos treinta más.17
6. Como resultado de una decisión del gobierno de Uribe, en mayo
2004, la Unión Patriótica perdió la personería jurídica por falta
de representación en el Congreso. Sus representantes habían
sido asesinados uno tras otro.18 Los asesinatos selectivos y
masacres contra miembros de la UP llevados a cabo violando
acuerdos de tregua y negociaciones de paz, confirman la
legitimidad del ejercicio de defensa contra el Estado.19
9
Daza, quienes debían reemplazarlo en el Concejo Municipal. Como
consecuencia de estos asesinatos, los escaños que la UP había ganado en
el Concejo habían quedado desiertos. El 14 de junio de 1988 un grupo de
hombres armados llegaron a dos campamentos mineros. Llamaron por su
nombre a siete mineros en un campamento y a cuatro en otro, todos
integrantes de la corporación de pequeña minería organizada por Alejo
Arango. Los infortunados mineros se disponían a pescar en el río a las
cinco y media de la tarde cuando se los llevaron amarrados en presencia
de la señora que les preparaba la comida. Una semana después el vuelo
de gallinazos sobre una arboleda aledaña al río vino a señalar el goyesco
cuadro: dos troncos humanos picoteados por las aves, siete brazos
izquierdos, tres piernas, dos cabezas, una quijada, algunas ropas y el
machete con el que presumiblemente se consumó la carnicería. 20 El
rompecabezas de fragmentos humanos fue metido en dos ataúdes y
enterrados por familiares y parientes. Ese sepelio valió por el de todos
porque los otros cadáveres o sus partes no se pudieron encontrar. 21
20 En su serie de grabados Los desastres de la guerra - ver en particular la estampa no.39 Grande hazaña! Con
muertos! - Goya ha captado la crueldad y los cadáveres de la llamada Guerra de la Independencia en España
1808-1812; conflicto que nos legó la palabra guerrilla para referirse a la resistencia contra los invasores. Goya
muestra el rostro más oscuro y abyecto de la guerra: el de los muertos y sus asesinos, el de los indefensos y sus
prepotentes violadores, el de los que padecen y el de los que disfrutan con el padecimiento ajeno. Ver Jesusa
Vega, “Fatales consecuencias de la guerra” en Francisco de Goya, Grabador, Desastres de la Guerra, Real
Academia de Artes de San Fernando, Calcografía Nacional, Madrid: Ediciones Turner, 1992, pp. 17-48; Goya:
Los Desastres de la Guerra, Katalog zur Austellung, Stuttgart: Hatje, 1992, pp. 86-87; Goya: La mirada crítica,
Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá y Editorial Panamericana, s.f., pp.65-93; Valeriano Bozal, Goya,
Madrid: Alianza, 1996, pp. 34-48.
10
En Beltrán, un pequeño corregimiento de pescadores, a dos horas de
Marsella, Risaralda, se quedaban varados, entre troncos y basura en un
recodo del río Cauca, los cadáveres de las personas asesinadas en el
norte del Valle. Narcés Palacio, el sepulturero de Marsella, recuerda que
enterró unos 500 cuerpos en fosas comunes: "Los cuerpos venían a veces
por partes, llegaba una pierna, después una cabeza. Unos habían sido
torturados". Los muertos siguen bajando, pero los pescadores, por
amenazas, ya no los rescatan: “Ahora uno les da una patada para que
sigan”, dice uno de ellos.22
24 María Luz Sierra, “Fantasmas de víctimas descuartizadas llevaron a la locura a varios ‘paras’ en Meta y
Casanare”, El Tiempo 25 de noviembre 2007.
11
campos de exterminio y como muchos se quedaban a mitad de camino
destrozados por sus mismos compañeros. El método 'pedagógico' era
macabro: se deshacían de los débiles o los que no parecían estar
convencidos de la causa y con sus crueles asesinatos le daban al resto
lecciones de barbarie. Un tolimense, al que se llevaron de 16 años,
cuenta: "Una pelada se acostó con un man y quedó embarazada. La
mataron y todos teníamos que pasar para partirle un pedazo y
entregárselo al comandante. A uno le tocó el feto de un mes". […] "Lo de
la carne es curiosidad. En los cursos del 2002 o 2003 comía carne el que
quisiera. En los de antes sí les tocaba obligados. En mi curso mataron a
un ñero que con la droga tenía pasado el cerebro. Mataron al chino y un
comandante dijo: traigan un pedazo de carne para que pruebe al que se le
de la gana o si no todos jartan a las malas".-¿A qué te supo la carne? -
Normal. Comí del lado de la nalga. Como usted comer carne de marrano.
Como usted fritar un pedazo de cuero con carne. Todo mundo como que
sí comía, como que no. Cada uno cogía su pedacito”.25
12
muertes se produjeron cerca del corregimiento de El Salado, en El
Carmen de Bolívar, en la región de la costa caribeña de Montes de
María.26 Como respuesta, la táctica contrainsurgente de la Armada
Nacional se dirigiría contra las bases sociales de la guerrilla. En el curso
de estas acciones la Armada Nacional comandada por el general Rodrigo
Quiñonez, en colaboración con una unidad paramilitar, convierte al
pueblo de Salado en un Lídice colombiano.27 El jefe paramilitar
Salvatore Mancuso confirmó, en una confesión de 2007, que en el caso
de la masacre en El Salado “si pasaba algo, Quiñónez era el contacto”. 28
Un reportaje de Germán Castro Caycedo describe cómo, del 15 al 18 de
febrero del 2000, el mando de la Brigada de la Infantería de Marina
formó un anillo de seguridad para los paramilitares impidiendo repetidas
veces que pudiera un grupo de reporteros llegar al pueblo:
13
casas y un conjunto con ropa de camuflaje empezó a
tocar tambores y flautas: unos colocaban a la gente
sobre las mesas y allí las desmembraban, y mientras las
desmembraban, otros cantaban y bailaban al ritmo de
los tambores. Muchos huyeron y muchos cayeron. Los
muertos fueron más de cien: tres días de tambores y
cuchillos. Los reporteros habían llegado a los
alrededores el primer día de matanza y regresaron el
segundo día, pero no los dejaron cruzar.29
29 Germán Castro Caicedo, Con las manos en alto: Episodios de la guerra en Colombia, Bogotá: Planeta, 2001, pp.
247-248. Cuando cuatro años después regresaron algunos de los familiares de las víctimas fueron detenidos por la
Fuerza Pública acusados de ser colaboradores de la guerrilla. Semana, 22 a 29 de agosto de 2005, p.30.
30 María Emma Wills, “Tierra, Farc y políticas agrarias”, El Espectador, 5 de julio de 2008.
14
Mientras mataban, los otros, de puro ocio, tocaban
gaitas, tamboras y violines.31
Los pobladores de San Onofre (Sucre) comentan que desde que el bloque
“Héroes de los Montes de María”, paramilitares al mando de Rodrigo
Peluffo alias “Cadena”, llegaron a la región, unos 3.000 de sus 50.000
habitantes han ido desapareciendo. Los cuerpos han sido enterrados en
fosas comunes. Se han encontrado cinco (5) fosas en distintas veredas y
corregimientos. Según un comunicado de la Fiscalía en unos de los
corregimientos cercanos fueron ubicados los restos de 16 personas “uno
es de hombre, tres de mujeres y once están pendientes para identificar su
sexo”. 32
15
días, a la espera de que empezara el entrenamiento. Luego venía "la
instrucción de coraje": repartían a la gente en cuatro o cinco grupos "y
ahí la descuartizaban", dice Villalba. "El instructor le decía a uno: 'Usted
se para acá y fulano allá y le da seguridad al que está descuartizando'.
Siempre que se toma un pueblo y se va a descuartizar a alguien, hay que
brindarles seguridad a los que están haciendo ese trabajo". De los cuartos
donde estaban encerrados, las mujeres y los hombres fueron sacados en
ropa interior. Aún con las manos atadas, los llevaban al sitio donde el
instructor esperaba para iniciar las primeras recomendaciones: “Las
instrucciones eran quitarles el brazo, la cabeza, descuartizarlos vivos.
Ellos salían llorando y le pedían a uno que no le fuera a hacer nada, que
tenían familia". Villalba describe el proceso: "A las personas se les abría
desde el pecho hasta la barriga para sacar lo que es tripa, el despojo. Se
les quitaban piernas, brazos y cabeza. Se hacía con machete o con
cuchillo. El resto, el despojo, con la mano. Nosotros, que estábamos en
instrucción, sacábamos los intestinos". Durante el mes y medio que
Francisco Villalba dice que permaneció en el curso, vio tres veces las
instrucciones de descuartizamiento. "Ellos escogían a los alumnos para
que participaran. Una vez, uno de los alumnos se negó. Se paró 'Doble
cero' y le dijo: 'Venga, que yo sí soy capaz'. Luego lo mandó descuartizar
a él. A mí me hicieron quitarle el brazo a una muchacha. Ya le habían
quitado la cabeza y una pierna. Ella pedía que no lo hicieran, que tenía
16
dos hijos". Los cuerpos eran llevados a fosas en una finca llamada “La
35”, donde se enterraron a más de 400 personas.33
34 Arturo Peñalosa Pinzón, “Se abren las tumbas paras en el Catatumbo”, El Tiempo, 16 de abril de 2006, p. 5.
17
lugar, un arte de amar”.35 Rescatar los muertos del olvido viene a ser
tarea de quien inscribe sus nombres en el relato, viene a ser tarea del
historiador.
36 Walter Benjamin, Discursos interrumpidos, traducción Jesús Aguirre, Barcelona: Taurus, 1994, pp. 108-181.
18
dirigida a presidir la práctica. Lo revolucionario no es para Benjamin un
gran salto adelante; es ante todo escapar a un peligro inminente. 37 El
historiador, como actor de la historia, no puede arrancar a un instante “la
chispa de esperanza” que contiene sino cuando está inspirado por una
preocupación diferente de la, evidentemente indispensable, del
conocimiento puro: la de su responsabilidad respecto al pasado y al
futuro. La “instancia del presente”, lo que Lenin denominaba “la
coyuntura”, no sólo condiciona la visión del pasado del historiador, sino
también, su visión del futuro.38 La tarea del “historiador materialista” es
recoger estas “chispas de esperanza” del pasado y hacerlas revivir en el
presente. Este “tiempo de ahora” del que procede toda percepción del
pasado y del futuro, es la experiencia de las crisis y los conflictos en los
que se ve él mismo implicado, y a partir de los cuales vive su doble
39
relación con el pasado y el futuro. Con palabras de San Agustín: “hay
tres tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas
presentes y un presente de las cosas futuras. Estas tres cosas existen de
algún modo en el alma, pero no veo que existan fuera de ella. El presente
de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la
percepción o visión. Y el presente de las cosas futuras es la
expectación.”40 El historiador comprometido con las luchas de hoy
37 Juan-Ramón Capella, Entrada en la barbarie, Madrid: Editorial Trotta, 2007, pp. 62-64.
38 Sobre el concepto de leninista de coyuntura ver Michael Gane, “Leninism and the Concept of Conjuncture”,
Theoretical Practice, No. 5, 1972, pp. 2-17.
39 Stéphane Mosès, L’ange de l’histoire: Rozenzweig, Benjamin, Scholem, Paris: Editions Seuil, 1992, pp. 81-147.
40 San Agustín, Confesiones, Madrid: Alianza, 1994, XI:20, p. 333. He revisado ligeramente la traducción del latín.
19
asume la herencia de los vencidos de la historia, devuelve a la vida esas
“chispas de esperanza”, y detecta aquello que, en cada instante, deja
entrever la “energía revolucionaria” en esos “relámpagos” que anuncian
un tiempo por venir.
20
7. Necesitamos la historia para conjurar la quimera del origen. En
la genealogía se le niega al origen alguna raigambre metafísica.
“Comienzo” aquí significa “invención”, en el sentido de
“producción humana” en un determinado momento de la
historia. Buscar el origen metafísico sería pretender encontrar
algo dado de antemano. Sería considerar que los vericuetos
históricos por medio de los cuales surgió realmente lo dado no
son más que meras contingencias que esconden una identidad
esencial. Cuando, en realidad, lo que se encuentra en el
comienzo histórico de las cosas no es la identidad aún
preservada de su origen sino una invención (Erfindung) que
surge de las confrontaciones sociales y políticas.41
42 Carlo Ginzburg, “Aristotle and History, Once More” en History, Rhetoric and Proof, Hannover: University Press
of New England, 1999, pp. 38-53; Mauricio Buechot, La retórica como pragmática y hermenéutica, Barcelona:
Anthropos, pp. 11-19.
21
sus enemigos hubieran deseado hacer de sus opiniones
independientes y de su actitud contestataria.43
22
antiguo que la situaba principalmente en los conflictos de clase y el
desequilibrio en la repartición de poderes. El cuerpo político se ve
amenazado por palabras y frases “indebidas” como “hay que escuchar la
voz de la conciencia más que la de la autoridad” o “es justo suprimir a
los tiranos”.45 Las palabras se vuelen blancos contra los cuales los
asesinos lanzan sus brazos. En el mismo mes de abril 2006 que Coronell
escribiera las líneas aquí citadas el periodista Hollman Morris denuncia
que:
45 Jacques Rancière, Les mots de l´historie: essai de poétique du savoir, Paris: Seuil, 1992, pp. 42-43.
23
representación del Polo Democrático Alternativo.47 En otro ataque al
periodismo independiente, el ex secretario de la embajada de Colombia
en Estocolmo, Ernesto Yamhure, vocifera en su crónica en el Espectador,
contra el periodista sueco Dick Emanelsson, quien ha cubierto Colombia
para la prensa sueca e internacional desde la década ochenta:
24
trabajo mediante declaraciones del presidente Uribe,
interceptación ilegal de mis teléfonos, y nuevamente
amenazas que llegan a mi correo electrónico, sin que
los organismos de seguridad logren determinar el
origen. […] La mayor protección que pueden recibir
los periodistas colombianos es un ambiente de
tolerancia y de respeto hacia su trabajo. Las
declaraciones del presidente Uribe deslegitimando
nuestra labor - como lo hizo con el director de Noticias
1, Daniel Coronell, y Gonzalo Guillén, corresponsal
del Nuevo Herald - y de la prensa crítica, ha generado
un ambiente en el que se pretende mostrarnos como
enemigos del país y, en algunos casos, tratarnos como
delincuentes. Por ello y ante las amenazas directas
recibidas precisamente en este momento, tomé la
decisión de salir del país.49
49 www. acompaz.org.
25
III. Tiranía y Terror
50 “Tiresias a Creonte”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro al viento número uno,
Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, p. 68.
51 Alejandro Mantilla Quijano y Leopoldo Múnera Ruíz, “El poder político pastoral y la erosión del Estado
constitucional (El régimen político colombiano y el estatuto antiterrorista)”, pp. 33-74; Helena Pérez Niño y
Federico Benninghoff Prados, “La caverna constitucional: el estado de sitio y los resortes del poder 1886-1982”,
pp. 75-148; Camilo Castellanos, “Autoritarismo o democracia”, pp. 149-220, en Cuando la excepción es la regla.
Colombia: estados de excepción y régimen político, Bogotá: Observatorio de derechos humanos y derecho
humanitario, 2005.
26
gobierno considera la seguridad democrática como “digna de veneración
por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad” y que
como tal no puede ser examinado, debatido y criticado. 52 En visita a
Bogotá, el 25 de febrero del 2004, el subjefe del Estado Mayor Conjunto
de las Fuerzas Armadas de EEUU, general Pace (sic), díó su respaldo a
la política de “Defensa y de Seguridad Democrática” del presidente
Álvaro Uribe Vélez y afirmó que “el gobierno está concentrado en las
acciones democráticas en todo el país”.53 En una de estas acciones se
asesinó, en marzo 2007, el historiador Jaime Enrique Gómez mientras
trotaba en el Parque Nacional de Bogotá. Gómez era el asesor de la
senadora Piedad Córdoba, ex-directora del Partido Liberal Colombiano,
quien, junto con la familia de Gómez, en una manifestación que atravesó
el centro de Bogotá, acusó a Uribe por el crimen. Córdoba ha sido objeto
de toda clase de ataques y amenazas, lo que ha provocado, entre otras, la
reacción del columnista Felipe Zuleta:
52 Álvaro Camacho Guizado, “La religiosidad ministerial”, El Espectador, semana del 6 a 12 de enero 2008.
53 El Tiempo 26 de febrero, p.20. Sobre la política uribista ver Colectivo de Abogados José Alvaer Restrepo,
“Estado” en El embrujo autoritario: Primer año de gobierno de Álvaro Uribe Vélez, Bogotá: Ediciones
Antropos, 2003, pp. 15-24; María Teresa Uribe de Hincapié, “El republicanismo patriótico” en Reelección: El
embrujo continúa. Segundo año de Àlvaro Uribe Veléz, Bogotá: Ediciones Antropos, 2004, pp. 13-24; Francisco
Leal Buitrago, “La seguridad durante el primer año del gobierno de Álvaro Uribe Vélez”, Análisis político,
Universidad Nacional de Colombia, No. 50, enero/abril 2004, pp. 86-101.
27
ilegal y narcoparamilitar. En eso Piedad no miente,
como no la hecho nunca en ningún tema aun cuando
algunos la califiquen de conflictiva, complicada y hasta
grosera por decir siempre la verdad. Por todo lo
anterior, Piedad es el personaje del 2007, y si la suerte
y la seguridad democrática no le hacen una mala
jugada, Piedad será también el personaje que debemos
elegir en el año 2010.54
55 Ver al respecto María Emma Wills Obregón, “El cambio de las reglas de juego como estrategia de una inclusión
política de las mujeres: frutos y carencias de un proceso” en Los retos de la democracia: viejas y nuevas formas
de de la política en Colombia y América Latina, Bogotá: IEPRI, s.f., pp. 181-182
28
defensa de los obreros de la transnacional Tropical Oil Company,
quienes fueron presos por la huelga de Barrancabermeja, Cano pronunció
una oración pública dirigida al juez de la causa: “Cinco mil obreros de
Barrancabermeja han querido que mi corazón traiga el eco de su clamor
de justicia y el anhelo que ponen sus energías en esta hora sagrada. No
vengo a pediros un mendrugo, no vengo a pediros misericordia, sino
justicia.” Cano fundó, junto con Manuel Marulanda Vélez, el Partido
Comunista de Medellín, y en el primer acto público de éste se
conmemoró la Masacre de las Bananeras. En 1936 Marulanda fue
llamado a Bogotá, donde fue presidente de la Federación de Trabajadores
de Cundinamarca hasta su muerte, resultado de la feroz tortura a manos
de agentes del Servicio de Inteligencia del Estado Colombiano.57 En el
entierro Julia V. de Gutiérrez, a nombre del Sindicato de Obreras
Cajetilleras, dijo en su discurso de despedida: “Manuel Marulanda Vélez
ha desaparecido, no ha muerto: vive y vivirá siempre en nuestros
corazones donde le hemos hecho altar de gratitud y donde germinará la
semilla que tan generosamente sembró. Su recuerdo personal y el de su
obra serán como un faro que nos guíe; su ejemplo, el camino que todos
debemos seguir para alcanzar el ideal por el cual luchó”. 58 Estas palabras
podrían referirse hoy a Pedro Antonio Marin, quien poco después de la
muerte de Manuel Marulanda Vélez aceptó llevar como nombre de
57 Arturo Alape, Las vidas de Pedro Antonio Marin, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, Bogotá: Planeta, 2004, pp.
204-211.
58 Citado en Arturo Alape, Las vidas de Pedro Antonio Marin, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, Bogotá: Planeta,
2004, p.210.
29
combate el del dirigente sindical asesinado. Tal como afirma Piedad
Córdoba, una Antígona de la Colombia de hoy: “No se puede construir la
historia de este País sin reconocer el papel que jugo Pedro Antonio
Marín. Negar la historia satanizando opiniones para desconocer a
quienes han incidido en la vida política, significa el desconocimiento de
cómo un campesino durante cuarenta y cuatro años enfrentó al
establecimiento de una sociedad cerrada que ha asesinado a más de cinco
mil miembros de la Unión Patriótica”.59
60 Antonio Caballero, “Cambiar de receta”, Semana, septiembre 13, 2004, p. 120; New York Times/El Tiempo, 28
noviembre 2004, p. 9.
61 Kenth Tapper, secretario internacional de la Central Sindical de Suecia (LO), en Conferencia de prensa en
Estocolmo, septiembre de 2007.
30
Nacional de Ayuda Solidaria sostiene que la violencia contra mujeres
vinculadas a organizaciones sindicales aumentó con más de 600% de
2002 a 2003, el primer año del régimen uribista.62
31
defender a Colombia de las garras del neoliberalismo,
pero sobre todo del fascismo y de la dictadura que
pretende imponer en el país Álvaro Uribe Vélez.63
63 Cumbre Social y Política, Bogotá el 22 de julio 2004. Ver también entrevistas en El Espectador, semana del 17 a
23 de octubre 2004, p.3A y en “Lecturas dominicales”, El Tiempo, 12 septiembre 2004, pp. 4-5.
64 Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar, Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia: de la nación
fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá: CINEP, 2003, p. 59.
32
Milán. La revista Semana sostiene en el 2006 una entrevista con Rafael
García, quien fuera el hombre de confianza de Jorge Noguera:
A finales del 2004 el entonces director del DAS, Jorge Noguera, anunció
en un encuentro latinoamericano de seguridad la colaboración de la
33
Interpol con el gobierno de Uribe para cerrar cualquier espacio a las
FARC. Después de que Uribe asumió la presidencia se ordenó a los
embajadores del gobierno la denuncia de los voceros de esta
organización. El nuevo esquema de Seguridad Internacional sirve para
eliminar lo que la política de Seguridad Democrática llama una
“diplomacia guerrillera mimetizada”. La mímesis viene a encarnarse en
los activistas de derechos humanos, sindicalistas o miembros de
movimientos de izquierda.66 El 24 de noviembre de 2007, el Gobierno de
Colombia expidió un comunicado en el cual dice:
El Gobierno no puede permitir que los terroristas de las
FARC continúen con la práctica de "combinar las
formas de lucha", mientras posan como actores
políticos y se relacionan con sectores de la comunidad
nacional e internacional. Esta práctica dañina ha
contribuido a los asesinatos de integrantes de la Unión
Patriótica y de líderes sindicales en Colombia.67
34
27 fosas.68 La estrategia contrainsurgente del ejército ha sido golpear las
bases sociales de la guerrilla. Viotá ha sido un pueblo cafetero de gran
trayectoria en el sindicalismo agrario desde la década treinta del siglo
pasado.69 Por esos años María Cano fundó el “Socorro Rojo” entre los
campesinos de Viotá, a quienes apoyó en su lucha por la tierra. Otra zona
con influencia comunista de vieja data es la región de Sumapaz. Un
reportaje del Tiempo de agosto de 2008 cuenta que en esta zona “de la
que los militares lograron sacar hace cinco años a la guerrilla”… “ahora,
de nuevo, el Ejército se ha encontrado con una población que lo mira con
desconfianza. Caseríos tradicionalmente comunistas cierran sus vitrinas
y su comercio para los soldados y por allí hasta se ven carteles con la
frase ‘Reyes vive’. Los uniformados que El Tiempo encontró en más de
300 kilómetros de recorrido por límites de Tolima, Cundinamarca y Meta
aseguraron que ni siquiera les venden leche y pan”.70
69 Michael F. Jiménez, “Mujeres incautas y sus hijos bastardos. Clase, género y resistencia campesina en la región
cafetera de Cundinamarca”, (1900-1930), Historia Critica, No. 4, 1990, pp. 71-84.
70 El Tiempo, 3 de agosto de 2008.
71 OACNUDH, Informe del 2003, presentado el 10 de Marzo 2004.
35
este informe el vicepresidente Francisco Santos responde: “Qué pena,
pero Naciones Unidas se ha equivocado” y el gobierno de Uribe lo
critíca por “desconocer la integralidad de la política de derechos
humanos o de la política de Seguridad Democrática”. 72 En abril de 2006
Ramiro Bejarano Guzmán advierte, en una crónica titulada “Terrorismo
de Estado”, contra los intentos del régimen uribista “de reducir la valiosa
tarea de la oficina en Colombia del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos de Naciones Unidas”.73 En diciembre del 2007 las quejas
presentadas a la Personería de Medellín, revelan la continuidad de los
nexos entre los paramilitares y agentes estatales. Se teme, tras una serie
de amenazas contra profesores y estudiantes, una vuelta a la situación en
la Universidad de Antioquia veinte años atrás, cuando fueron
desaparecidos, torturados y asesinados 17 profesores y estudiantes en el
segundo semestre de 1987.74 Refiriéndose a la violencia paramilitar en
Colombia, el ex ministro de Justicia y Relaciones Exteriores del Perú,
Diego García-Sayan en un estudio para la Comisión Andina de Juristas
señala que:
74 Iván Cepeda Castro, “Medellín, 2007”, El Espectador, semana del 16 al 22 de diciembre del 2007.
36
seguridad, socavan el Estado de Derecho. Siendo muy
grave la violencia de los grupos subversivos y
paramilitares, la arbitrariedad y el terror que ejercen
funcionarios del Estado para reestablecer el orden
público es doblemente irregular ya que las autoridades
tienen como objetivo el respeto a la Constitución y al
Estado de Derecho.75
75 Diego García-Sayan, “Los derechos humanos y el Estado de Derecho en la región andina” en Latin America:
Regional studies, Stockholm: Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Asdi, s.f., pp.
105-125.
76 Alvaro Tirado Mejía, “Estado y sociedad en Colombia: Constatación de un desajuste”, en Tirado Mejía, Sobre
historia y literatura, Medellín: Editorial Lealon, 1991, p. 25.
37
La “Seguridad Democrática” del régimen uribista, que Tirado ha servido
en el papel de embajador ante la OEA, es la fórmula que ha venido a
cumplir su sueño.77 Cuando en marzo 2006 asume la presidencia del
Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE) declara que es un
voto de confianza del continente a la política del presidente Uribe contra
“el terrorismo” y que:
77 Sobre la “Seguridad democrática” del régimen uribista ver Rafael Ballén, La pequeña política de Uribe: ¿Que
hacer con la seguridad democrática?, Bogotá: Ediciones desde abajo, 4ª ed. 2006, pp.187-216.
78 Entrevista con Tirado Mejía, “Colombia, jefe de lucha antiterrorista en el hemisferio”, El Tiempo, el 30 de marzo
2006, p. 6.
79 Eduardo Posada Carbó, “El terrorismo se derrota con un Estado Moderno enseña Michael Ignatieff”, El Tiempo,
el 25 de enero 2008.
80 . Sobre el concepto de terrorismo en Colombia ver Frédéric Massé, “Conflictos actuales, terrorismo y Derechos
Humanos” en María Teresa Cifuentes T. (comp.) Derechos Humanos y conflicto, Bogotá: Universidad Distrital
Francisco José de Caldas, 2006, pp. 97-109.
38
Democrática” de Uribe significa “inseguridad para los demócratas”
quienes están asesinados, desaparecidos y detenidos. Por su parte, un
comunicado del Gobierno de Uribe reitera que la política de seguridad
democrática: “no hace parte de supuestas divisiones entre "izquierda" y
"derecha". Al contrario es un valor para garantizar la eficacia del
pluralismo. El actual Gobierno, en su afán por derrotar el terrorismo para
fortalecer la democracia, ha demostrado que actúa de manera
soberana.”81 Tres días después de esta declaración del régimen uribista,
Mauricio García Villegas escribe en una crónica en El Tiempo: “el
Gobierno tiene buenas razones para defender algunos de los resultados
de su política de seguridad democrática.”82 Defendiendo la “Seguridad
Democrática”, Mauricio García Villegas considera, en un artículo con el
titulo "Consenso y conflicto”, que todavía:
83 Mauricio García Villegas, “Consenso y conflicto: Gobierno y oposición”, El Tiempo, el 28 de marzo 2006.
39
De Uribe puede decirse lo que Manuel Sánchez Sarto
dijo de Hobbes: Quiere la paz a toda costa, quién vería
en ello una afirmación totalitaria? Su ferviente pasión
por el orden, y cualquier manifestación de fuerza legal
que sea necesaria para mantenerla le parece justa.84
84 José Obdulio Gaviria, “Introdución a Alvaro Uribe, Del escritorio de Uribe, Medellín: Libros del IELA, 2002.
85 Boaventura de Sousa Santos y García Villegas, Mauricio, (eds.), El caleidoscopio de las justicias en Colombia.
Análisis socio-jurídico, Tomo I, Colciencias, ICANH, Universidad de los Andes, Bogotá: Siglo del Hombre
editores y Universidad de Coimbra, 2001, pp. 11- 83, cita en pp. 35-36.
86 Sobre la invención hobbesiana de la autoridad estatal moderna ver Geminello Preterossi, Autoridad, Buenos
Aires: Ediciones Nueva Visión, 2003, pp. 49-58.
40
consecuencia por anticipado todos sus actos sin diferencia, venga lo que
viniere.87 Elegido el soberano, cada hombre se reconoce así mismo como
autor de lo que arbitrariamente dispone aquél. Es un contrato a favor de
un tercero.88 Ese hombre artificial como poder absoluto es una fuente
suprema y no derivada, que se convierte en base de todo el aparato
conceptual del positivismo jurídico: del principio de legalidad y
convencionalidad del derecho.89 Hobbes subraya que las leyes no son
sino una mera decisión de la voluntad y que, por lo tanto, el legislador
soberano no está obligado por ellas, puede cambiarlas cuando así le
convenga o pasarlas por alto:
87 Hasso Hofmann, Filosofía del derecho y del Estado, Bogotá: Universidad Externado, 2002, p. 201.
88 Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y estado en la filosofía moderna: el modelo iusnaturalista y
el modelo hegeliano-marxiano, traducción de José Florencio Fernández S. Bogotá: Fondo de Cultura Económica,
1997, p. 99.
89 Luigi Ferrajoli, Derechos y garantías: La ley del más débil. Madrid: Trotta, 4 ed., 2004, p.134. Ver también
Edgar Bodenheimer, Teoría del derecho, Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 160-164. Una
discusión de la historia conceptual de la noción de “hombre artificial” en L. Jaume, Hobbes et l’Etat représentatif
moderne, Paris: Presses Universitaires de France, 1986, pp. 62-66.
90 Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil. México: Fondo de
Cultura Económica, 2a. reimpresión. 1984, p. 247. Ver también Carl Joachim Friedrich, La filosofía del derecho,
México: Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 134.
41
El soberano como no puede ser castigado legalmente tampoco podrá ser
resistido legalmente. Hobbes concibió el Estado como un hombre
artificial cuya voluntad ha de tenerse en lugar de la de todos los hombres.
Puede disponer de la fuerza de ellos y de sus facultades para la defensa
común y la paz. La soberanía así constituida asume la personalidad de
todos. En ausencia del soberano, no hay Estado ni sociedad, sino una
multitud acéfala. Hobbes llama al soberano “dios mortal” y une en sus
manos la espada y el báculo.91 El poder común, la espada pública,
implica que los hombres no pueden estar en paz, si no hay
sometimiento a ella. Sin poder común no hay enemigo común,
produciendo la guerra intestina de los hombres agrupados, guiada por
intereses particulares.92 En el contrato de sumisión, las voluntades y
juicios individuales son reducidos a una única voluntad, la del Soberano,
él es la república.
92 Hobbes, Leviatán, traducción de Antonio Escotado, Buenos Aires: Losada. 2003, p.164.
42
una sociedad deponen su poder individual a favor del soberano. 93 El
estado de naturaleza es un estado de excepción en el cual la ciudad
aparece tanquam dissoluta. Hobbes no considera el estado de naturaleza
como una época de la historia, sino más bien como un principio interno
al Estado, que se revela en el momento en que éste está como “si
estuviera disuelto”. No se limita a colocarlo en el nacimiento real o
ficticio del Estado, sino ve el estado de guerra como algo que después de
la constitución del Estado puede volver a brotar en los intersticios, en los
límites y en las fronteras de éste:
93 Fernando Vallespín, “Tomás Hobbes y la teoría política de la revolución inglesa”, en Fernando Vallespín (ed.),
Historia de la teoría política, vol. 2, Madrid: Alianza Editorial, 1995, pp. 254-309. Ver también C.B.
Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism: from Hobbes to Locke, Oxford: Oxford
University Press, 1962; R. Paul Churchill, “Hobbes and the Assumption of Power”, pp.13-22; Rex Martin,
“Authority and Sovereignty”, pp .36-49; Charles Landesman, “Reflections on Hobbes: Anarchy and Human
Nature”, pp.139-148, todos en Peter Caws, The Causes of Quarrel: Essays on Peace, War and Thomas Hobbes,
Boston: Beacon Press, 1989; Geoffrey M. Vaughan, “Hobbes’s Contempt for Opinions: Manipulation and the
Challenge for Mass Democracies”, Critical Review: An Interdisciplinary Journal of Politics and Society, vol.13,
nos. 1-2, pp. 55-71.
94 Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y estado en la filosofía moderna: el modelo iusnaturalista y
el modelo hegeliano-marxiano, traducción de José Florencio Fernández S. Bogotá: Fondo de Cultura Económica,
1997, p.54.
43
decisión soberana sobre la vida de los ciudadanos a quienes puede dar
muerte, elemento originario de la política. Giorgio Agamben señala que:
95 Giorgio Agamben, Homo Sacer: El poder soberano y la nuda vida, Valencia: Pre-textos, 2003, p.51.
96 Michel Foucault, La voluntad de saber, Madrid, 1995, p.164. Refiriéndose a la pena de muerte señala Derrida
que no es « une peine politique parmi d’autres, mais la droit même dans son origine, dans son ordre même ».,
Jacques Derrida, Force de loi, Paris: Galilée, 1994, p. 101.
44
Agamben afirma que “sólo la nuda vida es auténticamente política desde
el punto de vista de la soberanía”.97 La nuda vida es el fundamento
último del poder político.98 Un gobierno soberano demanda siempre la
presencia de la fuerza, la cual está presente tanto en el caso de tener que
aplicarse como en el caso contrario. Tal como afirma Hobbes:
97 Giorgio Agamben, Homo Sacer: El poder soberano y la nuda vida, Valencia: Pre-textos, 2003, pp. 138.
98 Giorgio Agamben, Medios sin fin: Notas sobre política, Valencia: Pre-textos, 2001, p. 15.
99 Thomas Hobbes, Elementos de derecho natural y político. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1979, p.
266.
100 J. W.N. Watkins, ¿Qué ha dicho verdaderamente Hobbes?, Madrid: Doncel, 1972, p.192. Sobre la concepción de
Hobbes del miedo ver también Joaquín Rodríguez Feo, “Hobbes” en Victoria Camps, ed., Historia de la ética: 2.
La ética moderna., Barcelona: Crítica, 2002, pp.75-107.
101 Michel Foucault, Defender la sociedad, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 87-88.
45
términos de la “parapolítica”.102 Es de notar que Rancière utiliza el
término “parapolítica” en una acepción diferente que la que caracteriza al
régimen uribista. Para Rancière la parapolítica moderna desde Hobbes se
define por “una naturaleza específica, una ‘individualidad’ estrictamente
correlacionada con el absoluto de una soberanía que debe excluir la
disputa de las fracciones, la disputa de las partes y sus partes”. El
considera que esta forma de Estado “comienza por una descomposición
primera del pueblo en individuos que exorciza de una golpe, en la guerra
de todos contra todos, la guerra de las clases en que consiste la
política”.103 Los términos del enunciado de Hobbes - contrato, alienación
y soberanía – significan, entonces, que no hay más que individuos y el
poder del Estado. El filósofo español Eugenio Trías, afirma:
102 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, p. 118.
103 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, p. 114.
104 Eugenio Trías, La política y su sombra, Barcelona: Anagrama, 2005, pp. 42 y 56.
46
Para Hobbes los pactos que no descansan en la espada no son más que
palabras, sin fuerza para proteger al hombre. Los lazos de las palabras
son, pues, demasiado débiles para refrenar la ambición humana, la
avaricia, la cólera y otras pasiones de los hombres, si éstos no sienten el
temor de un poder coercitivo.105 La misión del soberano es, entonces,
procurar la seguridad. La obediencia de los súbditos es la que otorgará la
prosperidad a la república, no la forma de gobierno, sea ésta una
aristocracia o una democracia. El “soberano” es aquel individuo o grupo
de individuos que posee el monopolio de fuerza suficiente para concretar
sus propósitos.106 Para Hobbes la República ejerce un poder coercitivo
que obliga; éste está basado en el terror que causa en los hombres un
castigo mayor que el beneficio que esperan de la ruptura de su pacto. 107
Cuando falta el terror no hay seguridad y todo hombre podría
legítimamente ejercer su propia fuerza para protegerse de los demás. El
miedo está siempre presente en el contrato de sumisión. Hobbes
considera que el pacto procedente del miedo, de la muerte o de la
violencia no es nulo, porque ello implicaría la desobediencia en
cualquier clase de república.108
105 Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil , México: Fondo de Cultura
Económica, 2a. reimpresión. 1984, pp. 137 y 112.
106 Ernesto Abril, Las limitaciones del soberano, México: Fontamara, 1998, p. 35.
107 Hobbes, Leviatán, trad. Antonio Escotado, Buenos Aires: Losada, 2003, p. 143.
108 Hobbes, Leviatán, trad. Antonio Escotado, Buenos Aires: Losada, 2003, p. 186.
47
Detrás de su fábula de muerte y salvación, Leviatán enuncia el secreto de
la lisa y llana igualdad de cualquiera con cualquiera. 109 Hobbes parte de
una premisa radical: la igualdad de todos los hombres, “la naturaleza ha
hecho a los hombres tan iguales en facultades corporales y mentales que
aún el más débil tiene fuerza suficiente para matar al más fuerte”. 110 De
dicha igualdad de fondo surge la esperanza en cuanto a la consecución de
nuestros fines y por tanto motivadora de la acción riesgosa. El tiempo
juega un rol fundamental porque está conectado a las pasiones más
primarias como el deseo y la esperanza: “Si dos hombres cualesquiera
desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar,
devienen enemigos; y se esfuerzan mutuamente en destruirse”. 111 Aparte
de la constitución del cuerpo y el nivel de educación no hay, para
Hobbes, grandes diferencias entre los hombres y, por lo tanto, pueden en
cualquier momento matarse entre sí. Lo aleatorio de las fuerzas crea la
guerra. La desigualdad y la diferencia, en cambio, pacifican. El absoluto
de la alienación y el de la soberanía son necesarios a causa de la igualdad
natural. Sólo la alienación total de toda libertad en la cual esta igualdad
pudiera surtir efecto es capaz de remediar lo que para Hobbes es un
defecto de la naturaleza.112
109 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, p. 37.
110 Inspirada en la nueva física de su época, fundamentalmente la de Galileo, Hobbes concebía a los hombres como
átomos de igual fuerza. Ver al respecto Juan Aranzadi, “El círculo y la recta (Aristóteles y Hobbes entre la física y
política)”, en Vicente Huici Urmeneta, La(s) otra(s) historia(s), tomo 3, Pamplona: UNED de Bergara, 1991, pp.
71-105.
111 Hobbes, Leviatán, trad. Antonio Escotado, Buenos Aires: Losada, 2003, p. 128.
112 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, pp. 112-116.
48
Por la época que Hobbes escribe su Leviatán, los Diggers, un
movimiento en la tradición democrática que alcanzó su máximo
desarrollo durante la República Inglesa a mediados del siglo XVII,
propiciaba la abolición de la propiedad privada de la tierra y
argumentaba que el gobierno y la ley, el poder y la propiedad, no eran
otra cosa sino la continuación de la guerra y del pillaje. Esta idea es
retomada por Rousseau, para quien todo lo artificial es fruto del estado
social y con éste surge la propiedad generando desigualdades y un
antagonismo social cuya progresiva profundización sume a la sociedad
en un estado de guerra. En su Discurso sobre el origen de la desigualdad
dice:
113 Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad, Madrid: Tecnos, 1987, pp.161-162. “Le
premier qui, ayant enclos un terrain, s’avisa de dire: Ceci est á moi, et trouva des gens assez simples pour le
croire, fut le vrait fondateur de la société civile. Que de crimes, de guerres, de meurtres, que de miserees et d
´horreurs n’eût point épargnés au genre humain celui qui, arranchant les pieux ou comblant le fossé, eût crié à ses
semblables: Gardez-vous d’écouter cet imposteur; vous êtes perdus, si vous oubliez que les fruits sont à tous, et
que la terre n’est à personne.” Rousseau, Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les
hommes, Paris: Flammarion, 1992, p.222.
49
Para Hobbes, en cambio, se configura el poder soberano y la propiedad
como necesarios para la consecución de la paz pública:
114 Hobbes, Leviatán. O la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil, Barcelona: UPR, 1974
p.171-172.
50
pecado original el hombre gozaba, en el Paraíso, de un dominio
incondicionado sobre las otras criaturas. Con el pecado original el
hombre pierde este dominio. En lo sucesivo deberá contentarse con una
simple potestas utendi, es decir, con la mera facultad de utilizar a las
otras criaturas. En esta circunstancia surge la propiedad. Dios otorgó al
hombre caído la posibilidad - a través de un acuerdo con sus semejantes
- de asegurarse el derecho de utilizar determinados objetos. 115 Occam
presenta la propiedad como una posibilidad otorgada por Dios, pero en
sus formas históricas concretas, la define como el resultado de un
acuerdo entre los hombres. Esta distinción es importante, ya que si la
propiedad – y no sólo su posibilidad - fuera una facultad instituida por
Dios, sólo una intervención divina podría alterar las formas de la
propiedad. Pero al ser una institución humana ésta asume un carácter
históricamente variable y contingente. De allí que la propiedad no puede
ser absoluta frente a la demanda de la necesidad del otro. Un hombre
hambriento puede servirse de los alimentos que otro hombre posee en
abundancia. Occam definió el casus necessitatis como la función que
podía poner a prueba las relaciones sociales, hasta sus últimas
consecuencias. En un caso de necesidad el funcionamiento de las
instituciones humanas está sometido a prueba. El más puro derecho
natural del hombre irrumpe y destruye todas las barreras y límites que
han sido levantados por el orden social y político dominante. En su
115 Hans-Joachim Lieber, Politische Theorien von der Antike bis zur Gegenwart, Bonn, 1991.
51
Breviloquium, escrito alrededor de 1340, describe a la propiedad
(dominium) y al gobierno (iurisdictio) como la facultad doble (duplex
potestas) de los hombres, como facultad de adquirir en propiedad y
organizarse políticamente mediante la institución de gobernantes. 116 Así
como el hambriento se alimenta, el pueblo, al que su gobernante no
ayuda, puede y debe ayudarse a sí mismo. De esta forma la natural
facultad de organización política vuelve a resurgir como derecho de
resistencia. Dice Occam: “Por regla general el rey está por encima de su
reino. Sin embargo, en casos excepcionales está sometido al reino. Pues
en el caso de necesidad el reino puede deponer al rey y encarcelarlo; y
ello en virtud del derecho natural”.
116 Occam, Breviloquium, III, 8, p.128. Occam no fundamenta esta facultad en los sacramentos de la Iglesia, el dice
explícitamente que Dios atribuyó esta duplex potestas a todos los hombres “no solamente a los cristianos, sino
también a los infieles”. (Breviloquium, p.128; non tantum fidelibus, sed etiam infidebilus).
52
ciudadanos empezando por la seguridad personal y la
propiedad.117
117 Mauricio García Villegas, “Paz sin Estado”, El Tiempo, martes 18 de abril 2006, p. 13.
118 En 2007 el presupuesto militar llegó a 6.3% del PIB, cuando en Estados Unidos no pasa del 4%, y en los países
europeos de la OTAN apenas bordea el 2%. Para el año 2008 el 81% de los cargos públicos pagados por la
Nación corresponderian a tareas de defensa, seguridad y policía. Más de la mitad de los sueldos y salarios que
dependen del presupuesto central serán para el Ministerio de Defensa, y el 65% de la inversión total del gobierno
recaerá en equipo militar. El Espectador, semana del 16 al 22 de diciembre del 2007, p. 23A.
53
proyecto de sociedad plasmado en la Constitución de
1991. […] En segundo lugar, para terminar de una vez
por todas con esa violencia endémica, engendrada en la
creencia de que todo levantamiento contra el Estado
que se funde en razones de justicia o de eficacia es un
acto de rebelión política y por lo tanto justificable.119
54
IV. Soberano y Súbdito
120 “Creonte a su hijo Hemón”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro al viento
número uno, Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, pp. 48-49.
55
unum et idem (uno y el mismo). El soberano presupone una identidad
entre el bien común y su propia voluntad; doblegarse equivale a una
derrota que es a la vez suya y del Estado. El tirano no es el representante
de la ley, es la ley y por ello debe ser inflexible en el cumplimiento de su
voluntad. Es a esta aspiración de Creonte de ser encarnación de la “ley
viviente” (nomos empsychos) a la que Antigona se resiste:
121 Denis Diderot y Jean Le Rond d’Alembert, Artículos políticos de la “Enciclopedia”, selección, traducción y
estudio preliminar de Ramon Soriano y Antonio Porras, Madrid: Tecnos, 1992, p. 229.
56
uno su lugar, era el discurso que señalaba el destino de cada uno. 122 Es
justo en este punto que Antígona en su rebeldía se va a enfrentar con
Creonte.
123 Mauro Barberis, Libertad, Buenos Aires: Nueva Visión, 2003, p. 70.
124 Hobbes, Leviatán, traducción de Antonio Escotado, Buenos Aires: Losada, 2003, p.170.
57
territorio bajo el dominio del Estado. Es evidente que
ese logro es más difícil de alcanzar cuando nuestro
vecino más importante, con el cual compartimos una
frontera de más de 2.000 kilómetros, simpatiza, si no es
que apoya -como lo dijo Rodríguez Chacín el 10 de
enero- a nuestro principal enemigo armado.125
125 Mauricio García Villegas, “Chávez y las Farc”, El Tiempo, martes 22 de enero 2008.
126 Maria Teresa Uribe de Hincapié, “San José de Apartadó: una comunidad de paz o un nuevo pacto fundacional?”,
citado en Angel Noguira Dobarro, Colombia: Reflexiones desde la otra orilla, Bogotá: Siglo del Hombre
Editores, 2003, p.117.
58
necesario punto de referencia para múltiples teorías políticas y jurídicas
que, de acuerdo a situaciones históricas individuales, van a utilizarse
para dar fundamento a construcciones estatales diversas.127
La teoría política europea de los siglos XVI y XVII, tuvo como objetivo
justificar la conservación y ampliación del poder del gobernante del
Estado. Giovanni Botero, en su obra De la Razón de Estado (1589),
defendía que la validez de los métodos utilizados para mantener un
Estado debían basarse en consideraciones realistas, sin tener en cuenta
principios religiosos o morales. Según su tesis el principal fin de un
gobierno debía ser la conservación del Estado. Para los teóricos de esta
tendencia, tal objetivo legitimaba determinadas acciones éticamente
reprobables y autorizaba el empleo de la violencia y del engaño en todos
los casos en los que tales medios, garantizasen la seguridad del Estado. 128
A partir del siglo XVI la correlación entre violencia y derecho se
establece como un tema fundamental del debate político en autores como
127 Michel Foucault, “Society must be defended”. Lectures at the Collège de France, 1975-76, New York: Picador,
2003, pp.43-46.
128 Para una discusión de si Nicolás Maquiavelo puede ser integrado a esta corriente ver Luis Althusser, Ecrits
philosophiques et politiques, tome II, Paris: Stock, 1994, pp. 39-173, versión en castellano Maquiavelo y
nosotros, Madrid: Akal, 2004; Francisco Cortés Rodas, “La Política y la violencia en el pensamiento de Nicolás
Maquiavelo”, en Estudios Políticos, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, No 19,
Julio-diciembre 2001, pp. 187-212. Ver también Marcel Brion, Maquiavelo, Buenos Aires: Ediciones Siglo
Veinte, 1977; Louis Gautier-Vignal, Machiavel, Paris: Éditions universitaires, 1969; Quintín Skinner,
Machiavelli, Oxford: Oxford University Press, 1981; Vicente Gonzalo Massot, Una tesis sobre Maquiavelo,
Buenos Aires:Grupo Editor Latinoamericano, 1991; Sebastián de Grazia, Maquiavelo en el infierno, Bogota:
Norma, 1994, Maggie Günsberg, “The end justifies the means: end-orientation and the discourses of power” y en
Martin Coyele, ed., Niccolò Machiavelli’s The Prince, Manchester: Manchester University Press, 1995, pp.
115-149; T.S. Eliot, “Volver a Maquiavelo”, Letra Internacional, No 49, 1997, pp. 4-8; Rafael del Aguila
Tejerina, “Maquiavelo y la teoría política renacentista” en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la teoría política,
vol. 2, Madrid: Alianza Editorial, 1995, pp. 69-170.
59
Jean Bodino, Hugo Grocio, Francisco Suárez y Thomas Hobbes. En
Grocio y Suárez esta discusión se lleva a cabo en el contexto del debate
sobre los derechos de conquista.129 El holandés Hugo Grocio
(1583-1645), pasa por ser el fundador del moderno derecho internacional
público con su De Jure Belli ac Pacis, aparecida en 1625. En realidad su
obra no es más que una prolongación de las enseñanzas de Vitoria y
otros. Grocio define la guerra como el estado de los que litigan por la
fuerza y aunque alude a lo que denomina: temperamenta in bello
(restricciones en la guerra), termina avalando la guerra como fuente del
derecho de gentes y privilegio de los Estados Soberanos. 130 Jean Bodino
(1530-1596), precursor de la teoría moderna sobre el Estado, elabora su
concepto de soberanía precisamente cuando en Europa emergía el Estado
moderno y perdían vigencia formas de poder y saber político que habían
dado fundamento a regímenes imperiales y a la influencia del Papado. 131
Para Bodino la posibilidad de que el Príncipe tuviera la obligación de
consultar al pueblo, era absurda, pues este hecho convertía a la soberanía
en un juego con dos contrincantes, en el cual algunas veces sería el
pueblo quien gobernaría y otras el Príncipe, situación que para Bodino
era contraria a la razón. El niega el derecho a la resistencia política y
129 W.S.M. Knight, The Life and Works of Hugo Grotius, London: Sweet & Maxwell, 1925; Juan Gil, “Conquista y
justicia: España y las Indias”, en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la teoría política, vol. 2, Madrid: Alianza
Editorial, 1995, pp. 394-442.
130 Hugo Grocio, Del derecho de presa y del derecho de la guerra y de la paz. Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1987, p.53.
131 Thomas Ertman, Birth of the Leviathan: Building States and Regimes in Medieval and Early Modern Europe,
Cambridge: Cambridge University Press, 1997.
60
define la soberanía como puissance absolue et perpétuelle, y es esta
naturaleza de la soberanía la que permite al Rey como dignitas,
trascender la persona física que es su soporte (Le roi ne meurt jamais) 132
Bodino intentó secularizar la teoría política con el recurso a la filosofía
de Platón.133 Esta secularización de los argumentos en favor de la
legitimidad del monarca generó, desde fines del siglo XVI un intenso
debate y fue objeto de críticas de carácter ético y religioso por parte de
eruditos españoles como Francisco de Quevedo (Política de Dios,
gobierno de Cristo, nuestro señor, tiranía de Satanás) y Diego Saavedra
Fajardo (Idea de un príncipe político-cristiano representada en Cien
Empresas).134 En muchas teorías del Estado del siglo XVII, y en ciertas
formas del despotismo iluminado del XVIII, el monarca es identificado
con Dios y tiene en el Estado una posición análoga a la atribuida a Dios
en el sistema Cartesiano del Mundo. 135 Lo que Foucault ha llamado el
discurso del rey encuentra su fiel expresión en la declaración de Jacobo I
ante la Star Chamber, la cual dice que los reyes se sientan en el trono de
Dios.136 La teología política cristiana, por medio de una analogía con el
132 Jean Bodin, Les six livres de la République (1576), Paris: Fayard, 1986. Ver también Michel Foucault, “Les
têtes de la politique” en Foucault, Dits et écrits II, 1976-1988, Paris: Gallimard, 2001, pp. 9-13.
133 Jean Bodin, Les six livres de la République (1576), Paris: Fayard, 1986. Ver también Julio A. Pardos, “Juan
Bodino: soberanía y guerra”, en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la teoría política, vol. 2, Madrid: Alianza
Editorial, 1995, pp. 209-253.
134 Manuel Segura Ortega, “Pensamiento político en el Renacimiento español”, en Fernando Vallespín (ed.),
Historia de la teoría política, vol. 2, Madrid: Alianza Editorial, 1995, pp. 355-393.
135 Carl Schmitt, Political Theology: Four Chapters on the Concept of Sovereignty, Cambridge, Mass: The MIT
Press, 1985, pp. 45-46. El original alemán Politische Theologie se publicó en 1922.
136 “Monarchae propie sunt judices, quibus juris dicendi potestatem proprie commisit Deus. Nam in throno Dei
seden, unde omnis ea facultas derivata est”. Jacobo I, Oratio habita in camera stellata (1616), en Opera edita a
61
cuerpo místico de Cristo, estuvo dirigida hacia la tarea de establecer una
continuidad del corpus morale et politicum del Estado, sin el cual ningún
orden estable podría ser concebido.137 La politización de conceptos
teológicos, especialmente el referido al concepto de soberanía es
evidente.138 Tanto Dios como la soberanía son “indivisibles” y esta
indivisibilidad es, en efecto, la esencia de la soberanía en esta forma de
pensamiento. La fuerza, cratie, o el Dios uno y soberano, no es sometida
a la división, es indivisible en su unidad y totalidad. 139 La voluntad del
soberano o del monarca no se puede dividir. Esta excepcional unicidad
está en el fondo de la mitología de la soberanía y pertenece a un ciclo
largo de teología política a la vez paternalista y patriarcal. 140 En su
discusión del Estado prusiano, Karl Marx subraya la dimensión teológica
del Estado constitucional.141 Jacques Derrida señala además su carácter
paternalista y patriarcal:
Jacobo Montacuto ..., Francfort y Leipzig, 1689, p. 253. Citado por Michel Foucault, Defender la sociedad,
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 98-99.
137 Ernst Kantorowicz, The King’s Two Bodies: A Study in Mediaeval Political Theology, Princeton: Princeton
University Press, 1957, p. 434. Ver también Paul Kléber Monod, The Power of Kings: Monarchy and Religion in
Europe 1589-1715, Ann Arbor: Yale, 1999.
138 Michael Allen Gillespie, “Theological Origins of Modernity”, Critical Review: An Interdisciplinary Journal of
Politics and Society, Vol. 13, No.1-2, pp. 1-30.
139 Para una critica a la noción de totalidad ver Roland Anrup, “Totalidad social: ¿Unidad conceptual o unicidad
real?“, Revista de extensión cultural, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, No. 20, 1985, pp. 6-23.
140 Una discusión de los conceptos paternalismo y patriarcalismo en Roland Anrup, El Taita y el Toro: En torno a
la configuración patriarcal del régimen hacendario cuzqueño. Estocolmo: Nalkas, 1990, pp. 57-72.
141 Carlos Marx, “Sobre la cuestión judía” en Carlos Marx y Federico Engels, La sagrada familia, México:
Grijalbo, 1967, pp.22-28.
62
…esta mitología teogónica de la soberanía pertenece, si
no es que lo inaugura a un largo ciclo de teología
política a la vez paternalista y patriarcal, por lo tanto
masculina, con la filiación padre-hijo-hermano.
También la llamaré ipsocéntrica. Teogonía o teología
política impulsada o sustituida (a pesar de algunos
desmentidos de los expertos en Bodino y en Hobbes,
en los que no me puedo extender aquí) por la teología
política así llamada moderna de la soberanía
monárquica e incluso por la teología política
inconfesada, y no menos falocéntrica,
falo-paterno-filio-fraterno-ipsocéntrica, de la soberanía
del pueblo - en una palabra, de la soberanía
democrática. 142
142 « Théogenie ou théologie politique relancée ou relayée (malgré quelques dénégations des expertes de Bodin et
de Hobbes sur lesquelles je ne peux m’étendre ici) par la théologie politique dite moderne de la souveraineté
monarchique et même par la théologie politique inavouée, et tout aussi phallocentrique,
phallo-paterno-filio-fraterno-ipsocentrique, de la souveraineté du peuple - en un mot de la souveraineté
démocratique » Jacques Derrida, Voyous, Paris: Galilée, 2003, p. 38.
143 Citado por José Montoya, “Rousseau” en Victoria Camps, ed., Historia de la ética: 2. La ética moderna.,
Barcelona: Crítica, 2002, p.276.
63
característica de la voluntad divina.144 Este carácter general de verse a si
mismo cómo parte de un todo referido a Dios como centro es
característico de la voluntad general.145 La misma que resulta ser idéntica
a la voluntad del soberano, si bien en esta concepción es el Pueblo el que
ha tomado la posición del Príncipe.146
144 “Toda justicia proviene de Dios, sólo Él es su origen; pero si supiéramos recibirla de tan alto no tendríamos
necesidad ni de gobierno ni de leyes”. Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Buenos Aires: Losada, 2003, p.
80.
145 P. Riley, The General Will before Rousseau: The transformation of the divine into the civic, Princeton: Princeton
University Press, 1986.
146 Louis Althusser, “Sur le Contrat Social”, Cahiers pour l’Analyse, no. 8, Cercle d’Epistémologie de l’Ecole
Normale Supériure, Paris: Seuil, 1969.
147 Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y Estado en la filosofía moderna: el modelo iusnaturalista y
el modelo hegeliano-marxiano, traducción de José Florencio Fernández, Bogotá: Fondo de Cultura Económica,
1997, p.100.
64
Ninguno transfiere a otro su derecho natural de manera
tan definitiva que no puede ser consultado, sino que lo
entrega a la mayor parte de la sociedad, de la que él es
miembro. Por este motivo todos continúan siendo
iguales como lo eran en el estado de naturaleza.148
148 Baruch Spinoza, Tratado teológico-político, [1670] México: Juan Pablos, 1975, p. 258. Sobre Spinoza ver
Atilano Domínguez, “Spinoza", en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la teoría política, vol. 2, Madrid:
Alianza Editorial, 1995, pp. 310-354; Vidal Peña, “Espinosa”, en Victoria Camps, ed., Historia de la ética: 2. La
ética moderna., Barcelona: Crítica, 2002, pp. 108-140.
149 Denis Diderot, Escritos Políticos, citado por José Fernández Santillán, Filosofía Política de la democracia,
México: Fontamara, 1994, p. 72.
65
natural. El estado político surge del sometimiento a un soberano el cual
se produce por un intercambio de obediencia por protección:
150 Tomas Hobbes, Leviatán. O la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil, Barcelona: UPR,
1974, p.150.
66
afirmar que el hombre por naturaleza es bueno y capaz de formar no solo
un pacto de sumisión sino un pacto de unión. En Hobbes las leyes y la
libertad eran opuestas; la ley debería someter la libertad para crear la
sociedad y superar la anarquía, o como él mismo lo formuló “la libertad
de los individuos es el silencio de la ley”. Rousseau establece una
fórmula en la que no hay antagonismo entre ley y libertad: el individuo
está obligado a participar de la libertad política. La forma de reconciliar
la oposición entre libertad y ley consiste en asociarlas. Ya que el
individuo ha perdido irreversiblemente la inocencia del estado natural y
debe sacrificarse a las imposiciones de una colectividad, es necesario que
las reglas que la colectividad impone permitan la libertad. Rousseau será
aun más enfático: la cuestión esencial consiste en lograr la identificación
de la voluntad individual con la voluntad general.151 No se trata de
escoger entre ser libre o estar sometido a la ley; la ley existe para
permitir la libertad. A diferencia de Hobbes, la libertad no es la ausencia
de restricciones, sino el ejercicio de imponerse las propias reglas:
151 Ronald Grimsley, La filosofía de Rousseau, Madrid: Alianza, 1993, pp. 115-153.
152 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, trad. Doppelheim, Madrid: Mestas, 2001, Libro I, cap. VI, p. 37.
67
El objetivo de Rousseau en El Contrato Social es determinar qué
condiciones pueden hacer legítima la situación universal de sujeción
política en la que los individuos se encuentran. Su intención es explorar
bajo qué requisitos el sometimiento político dejaría de ser injusto y
tiránico y se convertiría en algo legítimo. La auctoritas de la voluntad
general permite oponer el universalismo del cuerpo colectivo al
particularismo del interés del individuo. Cada sujeto debe participar en el
acto de gobernarse para dar forma a la voluntad general, cuyo sentido no
proviene del hecho de ser mayoría, sino de permitir la expresión del
interés común:
153 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Buenos Aires: Losada, 2003, p. 55.
154 Geminello Preterossi, Autoridad, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 2003, pp. 66-69.
68
civil. Las condiciones que hacen posible la voluntad general se pueden
resumir en una: la participación informada de todos los ciudadanos en
todas las leyes que han de regir su vida común. El poder soberano
despersonalizado en la voluntad general es el resultado de la forma en
que se presenta la asociación de los ciudadanos, que es al mismo tiempo
unión de todos y sumisión de todos al todo.155 En El Contrato Social
Rousseau postula un estado de naturaleza como hipótesis y categoría
teórica que le permite distinguir lo natural de lo artificial en el hombre.
La discusión sobre la naturaleza de la sociabilidad humana informa gran
parte del pensamiento político moderno; para captar el carácter y las
carencias de esta perspectiva es necesario volver a sus orígenes en la
antropología política del iluminismo. Esta se enmarca en una concepción
idealizada de la naturaleza humana que considera la violencia cómo un
fenómeno que no le pertenece. A diferencia de la concepción hobbesiana
en el estado de naturaleza rousseauniana no hay hostilidad y guerra, sino
predomina la solidaridad y la paz. Todas las conductas hostiles,
antagónicas y violentas creadas por el estado de opresión y desigualdad
en la sociedad civil podrían erradicarse gracias a esta naturaleza esencial
de los hombres. En la ficción del contrato social de Rousseau se elimina
la violencia y la hostilidad y el intercambio humano adopta la forma de
una comunicación y una comunidad transparente entre iguales.156
155 Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y Estado en la filosofía moderna: el modelo iusnaturalista y
el modelo hegeliano-marxiano, traducción de José Florencio Fernández S. Bogotá: Fondo de Cultura Económica,
1997, p.100.
69
La autoridad suprema, la soberanía popular, no puede ser alienada ni
modificada por la creación de un poder superior. Rousseau insiste en que
el gobierno es fruto de una concesión que el pueblo hace para ser
administrado. Por lo tanto, se supone que el soberano - el pueblo -
controla continuamente a sus delegados.157 No hay contrato entre el
pueblo y el gobierno sino sólo un mandato el cual puede ser revocado a
voluntad del pueblo soberano. Para Rousseau el cuerpo político tiene dos
móviles, el de la voluntad que es el poder legislativo el cual emana del
soberano en tanto ciudadanos y el de la fuerza que es el poder ejecutivo
depositario del mismo soberano y encargado de la ejecución de las leyes
al pueblo en tanto súbdito.158 La fuente del cuerpo político es originaria y
no derivada. Rousseau concebía esto en el sentido de excluir todo
gobierno representativo, ya que la soberanía del pueblo no puede ser
representada, ni tampoco enajenada; consiste esencialmente en la
voluntad general y la voluntad no se representa. 159 Cuando un gobierno
156 Pierre Saint-Amand, The Laws of Hostility: Politics, Violence and the Enlightenment, Minneapolis: Minneapolis
University Press, 1996.
157 Helena Béjar, “El Reino de lo Público” en Béjar, La cultura del yo: Pasiones colectivas y afectos propios en la
teoría social, Madrid: Alianza, 1993, pp. 19-48. Sobre la concepción de Rousseau del pueblo ver Judith N.
Shklar, Men and Citizens: A Study of Rousseaus’s Social Theory, Cambridge: Cambridge University Press, 1985,
pp. 165-197; Frédéric Lefebvre, « Peuple et identité chez Rousseau » en Hélène Desbrousses, Bernard Peloille,
Gerard Raulet, Le peuple figures et concepts: Entre identité et souveraineté, Paris: F-X de Guibert, 2003, pp. 65-
78.
158 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Buenos Aires: Losada, 2003, pp. 106-107.
159 “Por lo tanto, digo que, siendo la soberanía tan sólo el ejercicio de la voluntad general, no puede nunca
enajenarse, y que el soberano, que no es sino un ser colectivo tan solo puede ser representado por sí mismo: el
poder puede transmitirse, pero no la voluntad”. Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Buenos Aires: Losada,
2003, p. 67.
70
usurpa la soberanía el pacto se disuelve, y en tal estado los ciudadanos
no están obligados a obedecer.160
160 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Buenos Aires: Losada, 2003, p. 141.
162 Salvamento de voto del Magistrado de la Corte Constitucional Jaime Araújo Rentería, julio 2008. Referencia
Reelección Presidencial; acto legislativo 02/2004.
71
El sometimiento que implicaría una relación amo-súbdito anula la
naturaleza del pacto social. Este corresponde siempre a la unión de
individuos que en tanto libres naturalmente se conservarán libres
socialmente. Sólo correspondiendo la unión a la libertad, las
instituciones políticas son legítimas. Para Rousseau la soberanía no es el
dominio por parte de otros, ni un consenso ante la ley de otros, sino la
autoproducción de cada uno como pueblo a través de la conformación de
su propia ley. El “contrato social” manifiesta el momento en que “el
pueblo” se autoconstituye cómo sujeto autónomo: se da el ser al
manifestar su voluntad. “El pueblo” funda en el contrato social su
existencia.163 La idea del contrato es mistificadora ya que considera al
“pueblo” como un cuerpo social único. En efecto aunque “el pueblo”
tenga todo “el poder”, toda la “rectitud moral” y toda “la sabiduría” no
puede, en cuanto sujeto social expresar su voluntad ni ejecutarla a nivel
del moderno Estado territorial. Sin embargo, frente al Estado
centralizado y burocratizado Rousseau opone el modelo de la polis y un
antiestatismo que reduzca al mínimo todo tipo de funciones y cargos. El
ideal rousseauniano implica ausencia de burocracia y de ejército
permanente. Frente al ejército estatal propugna las milicias populares.
¿Esta visión rousseauniana no sería acaso mucho más rescatable que la
de la “soberanía popular” en la forma como ésta ha sido asumida en el
marco del Estado moderno?
163 Sergio Sevilla, “Introducción: Rousseau y la política del sujeto” en Jean-Jacques Rousseau, Contrato social,
Madrid: Biblioteca Nueva, 2003, p. 21.
72
Sin importar si el soberano es concebido como Príncipe, Emperador o
Pueblo se trata siempre es de aplicar el concepto de soberanía a una
situación concreta. La soberanía y su evolución conceptual dependen de
luchas políticas de poder. Esta dinámica permitió que en un determinado
momento histórico, la idea de soberanía transitara de la figura del
Príncipe hacia la ficción del Pueblo como soberano. En efecto, desde
finales del siglo XVIII las referencias a la soberanía popular y a la
ciudadanía comandan los más importantes artículos de las
constituciones.164 Cuando, a partir de las revoluciones anglo-americana,
francesa e hispanoamericanas, el Pueblo se convierte en depositario
único de la soberanía remplazando al rey en esta función, la cuestión del
pueblo y su exclusión se vuelve por primera vez problemática. 165 Un
análisis del significado político del término pueblo debe partir de la
ambigüedad inherente que lo caracteriza.166 Sus campos semánticos
varían de un lenguaje a otro o de una época a otra. La posición radical
que identifica el pueblo con “la clase popular” encuentra su expresión en
164 José Carlos Chiaramonte, “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis del Estado argentino”, en Hilda
Sábato (coord.) Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina,
México: Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 94-115.
165 Giorgio Agamben, Mezzi senza fine, Torino: Bollati Boringhieri Editore, 1996. Ver también Jacques Rancière,
Courts voyages au pays du peuple Paris: Seuil, 1990; Jacques Rancière Aux bords du politique, Paris: Gallimard,
1998, pp. 233-237 ; Jacques Rancière, « Peuple ou multitudes : question de Eric Alliez », Multitudes, no. 9,
2002 ; Jacques Rancière, Les scènes du peuple. Les révoltes logiques 1975-1985, Paris: Horlieu, 2003. Hélène
Desbrousses, Bernard Peloille, Gerard Raulet, Le peuple figures et concepts: Entre identité et souveraineté,
Paris : F-X de Guibert, 2003.
166 Gerard Bras, « De un peuple à autre », Rue Descartes, No. 42, pp. 8-21. Ver también Jon Cowans, To Speak for
the People : Public Opinion and the Problem of Legitimacy in the French Revolution, New York and London:
Routledge, 2001.
73
varios de los discursos de Maximiliano Robespierre. En uno de éstos se
dirige contra quienes habían apelado la condena a Luís XVI y defiende la
competencia de la Convención soberana, que para él representa “la razón
del pueblo”, para juzgar al rey:
167 Maximilien Robespierre, La Razón del pueblo, estudio preliminar, selección, traducción y notas de Horacio
Sanguinetti, Buenos Aires, 2003, pp. 94-97, originalmente publicado en Cartas de Robespierre a sus mandantes
(enero 1793).
74
rompe con las ideas que encontramos en la obra del escritor y jurista
francés Charles-Louis de Montesquieu (1689-1755), quien es el gran
defensor de la aristocracia contra el absolutismo real y contra el
pueblo.168 Louis Althusser ha mostrado que aunque se alega comúnmente
que Montesquieu, en su obra maestra, Espirit des Lois, publicado en
1748, sostiene que debe darse una separación y un equilibrio entre los
distintos poderes a fin de garantizar los derechos y las libertades
individuales, la famosa separación de poderes en Montesquieu es sólo el
reparto ponderado entre potencias determinadas: el rey, la nobleza, el
“pueblo”. Hay para Montesquieu ciertas combinaciones, fusiones y
enlaces posibles y otras excluidas. El legislativo no puede usurpar el
poder del ejecutivo, mientras la monarquía si puede detentar el poder
legislativo, además del ejecutivo. El rey, sin embargo, no puede tener el
poder judicial, la nobleza tiene la prerrogativa de juzgarse a sí misma. La
democracia es para Montesquieu cuidadosamente confinada en el pasado
greco-romano e impracticable para los Estados territoriales grandes. La
enseñanza legada por ella es que el poder no debe caer en manos del
“bajo pueblo”.169 Para Montesquieu si el pueblo es príncipe, todo está
perdido porque es incapaz de prever, de pensar, de juzgar. Lo que
Montesquieu busca evitar es que el bajo pueblo obtenga poder porque
168 Franz Neuman, Demokratischer und autoritärer Staat: Studien zur politischen Theorie, Frankfurt: Europäische
Verlagsanstalt, pp. 142-194.
169 Lo que es rescatable de Montesquieu es que en su método comparativo encontramos una ruptura con la vieja
concepción de “ley” como mandamiento de la religión y de la moral, propia del pensamiento medieval desde San
Agustín a Santo Tomás. Montesquieu implanta la nueva concepción de ley que “no será ya orden ideal, sino una
relación inmanente a los fenómenos”. Louis Althusser, Montesquieu: La política y la historia, Barcelona: Ariel,
1974, pp. 81-125.
75
éste se rige por las pasiones: “El bajo pueblo es el tirano más insolente
que pueda existir” dice en su Voyages.
Vamos a ver esta opinión repetida por otra figura cara al liberalismo,
Alexis de Tocqueville (1805-1859), cuando comentando los motines
desatados en Francia por la escasez de 1788 dice: “el pueblo vuelve a la
escena. Aparece la cabeza del monstruo”. 170 Para Tocqueville la
Revolución de 1789 había expresado “la idea pura de democracia”. 171
Ante la disyuntiva entre la democracia y el liberalismo escoge al
segundo.172 Años más tarde cuando se produce la Revolución de febrero
de 1848 opinaba que se trataba de una verdadera “inundación
democrática” que creaba “las peores pasiones humanas”. 173 Sus temores
se dirigían hacia los desmanes del pueblo, compuesto por hombres que
“hedían a sudor” y “mujeres viriles” que encarnaban el furor de las
pasiones “demagógicas y la rabia de las guerras civiles”. 174 El
socialismo, decía entonces, “prende las pasiones ambiciosas, ciegas, y
170 Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, t. 2, Madrid: Alianza, 1982, p.55. Sobre la obra de
Tocqueville ver J. T. Schleifer, The Making of Tocqueville’s Democracy in America, University of North Carolina
Press, 1980; J.C. Lamberti Tocqueville et les deux démocraties, Paris: Press Universitaires de France, 1983; Piero
Meaglia, “Tocqueville e il problema della democrazia”, Teoría Política, No.3, 1985; ”Helena Béjar, “Alexis de
Tocqueville: la democracia como destino”, en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la Teoría Política, vol. 3,
Madrid: Alianza, 1991, pp. 299-338 y Helena Béjar, La cultura del yo: Pasiones colectivas y afectos propios en
la teoría social, Madrid: Alianza, 1993, pp. 89-107. Ver también Marcel Gauchet, “Tocqueville” en Mark Lilla,
ed., New French Thought: Political Philosophy, Princeton: Princeton University Press, 1994, pp. 91-111; André
Fontaine, “Adieu Tocqueville?”, Le Monde, mardi 26 juillet 2005, pp. 1 y 15.
172 Ver Norberto Bobbio, Liberalismo e democrazia, Milán: Franco Angeli, 1985, pp. 39 ss.
173 Alexis de Tocqueville, Recuerdos de la revolución de 1848, Madrid: Editora Nacional, 1984, p. 91.
76
groseras que llevaban al pueblo a empuñar las armas”. 175 El discurso
pronunciado por Tocqueville en la Asamblea Constituyente el 12 de
septiembre de 1848 en el cual se oponía a que se inscribiera el derecho al
trabajo en la constitución constituye el primer texto mayor contra el
socialismo.176 Para Tocqueville la revolución de 1848, que había de
recibir el nombre de “la primavera de los pueblos”, se había convertido
en una “guerra de clases” y por lo tanto en una feroz contienda.177
176 “Le premier trait caractéristique de tous les systèmes qui portent le nom de socialisme est un appel énergique,
continu, inmodéré, aux passions matérielles de l’homme”, Alexis Tocqueville, Le Droit au travail, Paris:
Guillaumin, 1848.
177 Recuerdos… p.125. Ver también Maurice Tournier, « Le mot peuple en 1848: désignant social ou instrument
politique » en Hélène Desbrousses, Bernard Peloille, Gerard Raulet, Le peuple figures et concepts: Entre identité
et souveraineté, Paris: F-X de Guibert, 2003.
178 Mateo Mina, Esclavitud y Libertad en el Valle del Río Cauca, Bogotá: Fundación Rosca, 1975, pp.99-126;
Eduardo Mejía Prado, Campesinos, poblamiento y conflictos: Valle del Cauca 1800-1848, Departamento de
Historia, Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, Centro de Estudios regionales Región, 2002, pp.
168-182; E. Bradford Burns, La pobreza del progreso. México: Siglo XXI editores, 1990, pp. 144-145.
77
una carta que escribió el mismo año 1848 al presidente Tomás Cipriano
de Mosquera: “El pueblo está constantemente en guerra con los
terratenientes y los terratenientes con el pueblo”.179
180 Xacobe Bastida Freixedo, El silencio del emperador: un ensayo sobre la unidad del ordenamiento jurídico,
Bogotá: Unibiblos 2001, pp. 44-50; Roland Anrup y Lars Trägårdh, “The People: A Conceptual History”, ms.
78
aquellos pertenecientes a las clases populares. Una ambigüedad de
significado tan difundida y constante no es pura coincidencia sino el
reflejo de algo inherente a la naturaleza y a la función del concepto
“pueblo”. En Francia en 1830 el pueblo, inmediatamente inmortalizado
por Eugène Delacroix en el óleo Le 28 juillet 1830: La Liberté guidant
le peuple (Musée du Louvre), designa a todos; al Tercer Estado, al cual
pertenecía también la burguesía, con excepción del rey y la nobleza.181
Sin embargo, por el pueblo también se entendía algo diferente, las masas
pobres por fuera del cuerpo político, por fuera de la “ciudad”. Tenemos
entonces que el término el pueblo designa tanto al sujeto político
constitutivo como al grupo social que de hecho, si no de derecho, está
excluido de la política. De aquí resulta que, la idea de pueblo no se
expresa en un sujeto unitario, sino que se transforma en un movimiento
entre dos polos opuestos: por un lado el conjunto Pueblo (con
mayúscula) como cuerpo político unitario e integral; y por otro, el
subconjunto pueblo (con minúscula) como cuerpo heterogéneo y
múltiple. En el primer caso estamos ante el Estado total de los
ciudadanos integrados y soberanos, ante una inclusión que pretende no
dejar nada y nadie fuera; en el segundo caso estamos ante una exclusión
de aquellos que por diversas razones son considerados no aptos para
integrarse al conjunto de los que ejercen la soberanía. No existe un
referente único y compacto del término pueblo. Como un concepto polar
181 Una fascinante foto de este óleo expuesto frente al público japonés 1999 en el Museo Nacional de Tokio fue
publicado en Rue Descartes, no. 42, (2003), p. 100.
79
indica una compleja relación entre dos extremos, lo cual tiene como
consecuencia que la constitución de los ciudadanos en un cuerpo político
se ha realizado hasta ahora mediante el recurso a una escisión; a una
fractura entre “gente de bien” y los otros; entre los ciudadanos y los
demás. Estas parejas categoriales son las que van a definir la estructura
política.182
182 Giorgio Agamben, Medios sin fin: Notas sobre política, Valencia: Pre-textos, 2001, pp. 31-36.
183 Roland Anrup, “Conceptos sociopolíticos fundamentales en América Latina: Una invitación a un nuevo campo
de investigación”, Anales, Nueva Época, No. 3-4, 2000, pp. 271-282.
184 Marie-Danielle Demélas, La Invención Política: Bolivia, Ecuador, Perú en el Siglo XIX, Lima: IFEA y IEP,
2003, pp.313-359.
80
antigua quinta en Bogotá, convertida en museo.185 La acción estuvo
acompañada de un comunicado en el que el grupo guerrillero hablaba de
un “pueblo en armas” y del “reencuentro de Bolívar con su pueblo”:
185 Angel Beccassino, M-19: El heavy metal latinoamericano, Bogotá: Fondo Editorial Santodomingo, 1989.
186 Boletín del M-19, No. 2, febrero 1974. La extraordinaria fuerza del símbolo de la espada también se evidencia
cuando de Le Monde diplomatique, no. 27, sept 2004, versión de América Latina titula su primera página “Vuelve
la espada de Bolívar” y continúa “En cada momento de crisis o de esperanza revive el sueño de Bolívar ...”
81
fundador del M-19, refiriéndose a la relación entre el pueblo y la espada
de Bolívar comenta:
187 Revista Colombia, número especial de agosto de 1983, p. 15. Ver también Patricia Ariza, Peggy Ann Kielland,
Clara Romero, Bateman. Testimonio múltiple sobre Jaime Bateman Cayón. Político, guerrillero, caminante...,
Bogotá: Planeta, 1992; Darío Villamizar, Jaime Bateman: Biografía de un revolucionario, Bogotá: Planeta, 2002.
188 Cfr. Jacques Derrida, « Nous ne devrons jamais dissocier la question du désir et de la jouissance quand on traite
du politique, singulièrement du démocratique, de la jouissance consciente ou inconsciente, du calcul et de
l’incalculable auxquelles le désir et la jouissance donnent lieu », Voyous, Paris: Galilée, 2003, p. 36.
189 Citados por Vera Grabe, Razones de vida, Bogotá: Planeta, 2000, p. 57.
82
de la obra de Bolívar, la espada, el bastón, la Constitución, sus palabras,
acciones y gestas, así como su título de Libertador forman parte de una
puesta en escena, son piezas de un montaje teatral que con dramatismo
resaltan la fuerza y la potencia del símbolo. Como en este caso la lucha
por el poder era armada, lo primero que debía rescatarse era justamente
el arma del Libertador: su espada, con todo lo que ella representa de
pasión de lucha, tradición histórica y potencia profética. 190 En posesión
de su espada el movimiento guerillero se identifica como heredero del
Padre de la Patria. El M-19 se apropia de un viejo símbolo, la espada de
Bolívar; y de las palabras, patria y pueblo, para vestirlos de un nuevo
ropaje discursivo y crear así su verdad.
190 Roland Anrup y Carlos Vidales, “El Padre, la Espada y el Poder: la imagen de Bolívar en la historia y la política”
en Simón Bolívar 1783-1983. Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos. Instituto de
Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo, 1983, pp. 47-53.
83
esas mismas palabras y símbolos de un contenido diferente. El
movimiento rebelde disputa así, al poder instituido, la primacía para
interpretar los símbolos. Una contienda en la cual descansa un evidente
potencial de cambio, que puede conducir a direcciones diferentes y que
puede implicar una movilización alrededor de metas y propuestas, pero
también una delimitacion del espacio político. Las palabras y símbolos
encierran tanto aspiraciones como anhelos y proyectan todo un horizonte
de expectativa. En consecuencia, las palabras y símbolos son también
instrumentos políticos que posibilitan la canalización de voluntades,
acciones y/o propósitos. Un símbolo no es una idea firme, ni una imagen
fija de representación. La movilidad de cada símbolo se desprende del
hecho de que éste se refiere a cualquier objeto que cumple una función
en la realización de acciones. En este sentido, estamos frente a un
proceso simbólico cada vez que un sujeto, bien sea individual o
colectivo, tiene como punto de partida el uso funcional de una
representación.
84
Bienvenido les decía a esta su casa, esta casa donde
vivieron, donde habitaron y donde mandaron durante
mucho tiempo los diablos que azotaron desde aquí a
Venezuela, que castigaron a la Patria, los diablos que
violaron a la Patria, que la partieron en pedazos. Ahora,
esta es la casa del pueblo, aquí manda el pueblo y para
el pueblo, y por lo tanto es una casa de Dios, una casa
de ustedes, una casa de todos.191
"El pueblo” al que evoca hace pensar en esa acción pura, la energeia del
Primer Motor (to proton kinoun) como lo definió Aristóteles. La acción
de esa energía pura se ejerce sobre una sustancia incorruptible ligada a
un eterno retorno.192 Chávez ha hecho uso frecuente del concepto de
pueblo en sus alocuciones públicas:
191 Venezolana de Televisión, Caracas, 7 de noviembre del 2002 en la página web de la Presidencia de la República
Bolivariana de Venezuela.
192 Cf. Jacques Derrida, Voyous, Paris: Galileé, 2003, pp. 35-36.
193 Entrevista a Hugo Chávez en Heinz Dieterich, La Cuarta vía al poder, Quito: Abya-Yala, 2000, pp.207-208. Ver
también Medófilo Medina, El Elegido: Hugo Chávez, un nuevo sistema político. Bogotá: Ediciones Aurora, 2001.
194 Ver al respecto Edgar de Jesús Velásquez, El golpe de Estado en Venezuela, Bogotá: Ediciones Antropos, 2003;
Medófilo Medina y Margarita López Maya, Venezuela: Confrontación social y polarización política. Bogotá:
Ediciones Aurora, 2003; y Marta Harnecker, Hugo Chávez Frías. Un hombre, un pueblo. Bogotá: Ediciones
85
cuando así "Pueblo" y "pueblo" coincidan, cuando el Pueblo abstracto y
el pueblo concreto, el Pueblo como soberano y el pueblo real, el Pueblo
que gobierna y el pueblo que es gobernado coincidan, cuando pueblo y
ciudadanía coincidan, se puede hablar de democracia.
.
195 El Universal, (Venezuela) 6 de diciembre 2002
86
con aquellos que piensan que no puede haber exceso de democracia
porque el interesante libro de Fareed Zakaria titulado El futuro de la
libertad, muestra claramente que sí, y que hoy por hoy la democracia no
es sinónimo de libertad. Uno de los casos que utiliza para demostrar su
tesis es el de un rico vecino nuestro”. 196 Frente a la amenaza de las
fuerzas bolivarianas y democráticas de Colombia, Santos dejó el Partido
Liberal Colombiano y fundó el “Partido Social de Unidad Nacional”, por
los medios identificado como el “Partido de la U”, en referencia a unidad
y a su verdadero Führer.197 El régimen antidemocrático de Álvaro Uribe
Vélez apela con la forma típica de los tiranos demagógicos al “pueblo”,
cuando el fallo de la Corte Suprema de Justicia, en junio 2008, mostró el
carácter ilegal de su mandato. Frente al llamado uribista a un plebiscito,
Carlos Gavíria hizo un llamado a los sectores sociales y políticos del País
y denunció el gobierno de Uribe como una dictadura populista:
87
políticos) demócratas del país, salgamos a defender lo
poco que queda de nuestra democracia, rodeemos a
nuestras Cortes y gritemos con toda la fuerza de
nuestra voz que Uribe no puede seguir gobernando al
país para preservar su impunidad e imponer una
dictadura populista.198
88
el sentido de extender los beneficios de la civilización
al mayor número de ciudadanos.199
Aquellos ciudadanos libres, iguales y activos, - como en un comienzo
fueron proclamados todos los colombianos - han estado de hecho,
ausentes de lo que en Colombia se llama “el país político”.
199 Alfonso López Michelsen, “Una sociedad desgarrada” El Tiempo, domingo 31 de julio de 2005, p. 23. Una
crítica a López y una defensa del supuesto carácter “democrático” del Estado colombiano en Eduardo Posada
Carbó, “La democracia en polémica”, El Tiempo, viernes 12 de agosto 2005, p. 19.
89
V. Ciudadanía y Comunidad
200 “Diálogo entre Creonte y su hijo Hemón”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro
al viento número uno, Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, pp.
52-53.
90
libertad. La libertad era un estado donde la distinción entre quien
gobierna y quien es gobernado se había borrado, una isonomía en la cual
también quien gobernaba sobre otros se consideraba como no libre. Libre
se podía ser solamente en el círculo de iguales por lo tanto ningún
déspota político podría disfrutar de la libertad. A través de dominar a
otros se habría privado de iguales cuya compañía era una condición para
la realización de la libertad.201
91
durante siglos.202 A partir del siglo V la ciudadanía era una de las
instituciones fundamentales que daba forma a la vida en la polis, fue
decisiva no solamente para el desarrollo de las ciudades-estado sino
también para la concepción sobre el individuo y para la comprensión de
lo que significaba ser “griego”.203 La comunidad de ciudadanos era algo
primario, y en cierta medida, era la que creaba y formaba la personalidad
individual y su bienestar, por lo tanto, era el objeto natural y evidente de
consideración y preocupación del individuo. Aristóteles dice al respecto
de la philía en su Política:
202 Ver también Wilhelm Oncken, "Die Staatslehre des Aristoteles" en Id., Historisch-Politischen Umrissen, II,
Leipzig, 1875.
203 Marie-Francoise Baslez, L’Étranger dans la Grèce antique, Paris: Les Belles Lettres, 1984 ; Julia Kristeva,
Extranjeros para nosotros mismos, Barcelona: Plaza & Janes, pp. 53-79.
204 Aristóteles, La Política, Madrid: Alba, 1996. Haciendo eco a estas palabras, Duncan Kennedy, Carter Profesor
of Jurisprudence de la Universidad de Harvard, afirmaba “El Estado, y con él el juez, están condenados a
desaparecer a medida que la gente cobre conciencia de su fraternidad”. Duncan Kennedy, “Form and Substance
in Private Law Adjudication”, Harvard Law Review, vol. 89, 1976, p. 1685.
92
que dejaba de lado a la mayor parte de la población: mujeres, esclavos y
extranjeros.205
205 Sobre la ciudadanía y sus exclusiones en la polis ver Peter Riesenberg, Citizenship in the Western Tradition:
Plato to Rousseau, Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1992, pp. 3-55; Carlos García Gual, “La
Grecia Antigua” en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la Teoría Política, vol. 1, Madrid: Alianza Editorial,
1990, pp. 53-166.
206 Ronald Grimsley, La filosofía de Rousseau, Madrid: Alianza, 1993, pp. 115-153; Judith N. Shklar, Men and
Citizens: A Study of Rousseaus’s Social Theory, Cambridge: Cambridge University Press, 1985, pp. 12-32.
207 María José Villaverde, “Estudio preliminar” en J. J. Rousseau, El contrato social o Principios de derecho
político, Madrid: Tecnos, 1988, pp. ix-xxxiii.
93
argumentado en favor de la tesis de que pertenece a la política moderna
y que tiene que ser vista como un producto de la “modernidad”, como
una consecuencia de las revoluciones norteamericana, francesa e
industrial. En tal sentido, Bryan Turner afirma que la ciudadanía es el
resultado de la progresiva desaparición de la sociedad feudal y por lo
tanto directamente relacionada con el surgimiento de la sociedad
moderna industrial capitalista.208 Considero que es posible cuestionar y
problematizar esta tesis tanto en el sentido temporal como espacial. Es
claro que la mencionada tesis evidencia un esencialismo etnocentrista y
un euronorteamericanismo que niega las formas de la institución de
ciudadanía que se encuentran en otras culturas políticas y, por lo tanto,
limita en una forma poco fructífera la perspectiva en el estudio de las
varias formas que ha asumido la institución de la ciudadanía y su
desarrollo a través del tiempo.
94
modelo de ciudadanía en Europa. La primera, que tuvo su apogeo
durante la polis griega, la temprana república romana y la comuna
medieval, de escala reducida, diferenciada jerárquicamente, y limitada a
una minoría masculina, sin embargo, se caracterizaba, a pesar de sus
variaciones, por una participación activa. El otro tipo de ciudadanía está
basado en el nacimiento o la residencia dentro de un estado territorial, el
cual ha conquistado terreno durante los últimos siglos.
95
stricto sensu en relación a la democracia. Por cierto, si la ciudadanía ha
sido asociada con instituciones o ideas democráticas también ha sido
posible encontrarla en regímenes no democráticos. Ha sido factible
entonces, por un lado, combinar la institución de ciudadanía con una
gran variedad de formas de organización política, así como con
diferentes sistemas de valores éticos. La ciudadanía puede implicar tanto
privilegios como exclusión. De hecho una de sus funciones ha sido la de
ser una medida discriminatoria que ha determinado los limites en los
cuales se ejercen los derechos de unos grupos y de los que se excluyen
otros. De este modo la diferenciación ha sido uno de los rasgos
distintivos de la ciudadanía; pero también puede poner énfasis en la
corporación, en la dependencia con la comunidad que es la base de la
identidad de cada uno. La ciudadanía puede unir individualismo y
corporativismo, es posible combinarla con individualismo en tanto es un
derecho especial, o un conjunto de privilegios que pertenecen a un
hombre y no a otro. Con menos frecuencia se ha incluido a las mujeres
en la categoría de ciudadanos.210
210 Peter Riesenberg, Citizenship in the Western Tradition: Plato to Rousseau, Chapel Hill: The University of North
Carolina Press, 1992.
96
civil moderna "está construida a través de la ‘original’ separación entre el
mundo público civil moderno y la moderna esfera familiar conyugal". La
autora interpreta la transición desde el mundo tradicional al moderno
como “un cambio desde una forma tradicional y paternal de patriarcado a
una nueva forma específicamente moderna y fraternal: la sociedad
patriarcal civil”. Se entiende así, que los conceptos de ciudadano y de
sociedad civil deben ser leídos en masculino a pesar de que las mujeres
ya son ciudadanas en las “democracias liberales”, en las cuales su
ciudadanía formal se inserta dentro del poder patriarcal. 211 Gradualmente
la ciudadanía, después de los éxitos en la lucha por el sufragio de los
movimientos obrero y feminista, ha asumido o ha tomado forma y
carácter de universal y no diferenciada, por lo menos en principio. 212 Lo
típico o característico es, sin embargo, que estas conquistas en cuanto la
extensión e inclusión de la ciudadanía, a menudo han sido acompañadas
por un vaciamiento de su significado más profundo. El sujeto, por cierto,
se volvió de nuevo ciudadano pero en un mundo de aparatos de estado
crecientes y reforzados que a través de sus técnicas específicas
produjeron un ciudadano disciplinado, lo cual implica entender a la
ciudadanía como un proceso de subjetivización y personificación que
regula, enseña y forma al ciudadano. Tal como señala Agamben:
211 Carole Pateman, The Sexual Contract, Cambridge: Polity Press, 1988, p. 102.
212 Bart van Steenbergen, The Condition of Citizenship, London: Sage, 1994.
97
Es como si, a partir de un cierto punto, cualquier
acontecimiento político decisivo tuviera siempre un
doble faz: los espacios, las libertades y los derechos
que los individuos conquistan en su conflicto con los
poderes centrales preparan en cada ocasión,
simultáneamente, una tácita pero creciente inscripción
de su vida en el orden estatal, ofreciendo así un nuevo
y más temible asiento al poder soberano del que
querían liberarse.213
213 Giorgio Agamben, Homo sacer, El poder soberano y la nuda vida, Valencia: Pre-textos, 2003, p. 154.
214 J. Strayer, On the Medieval Origins of the Modern State, Princeton: Princeton University Press, 1970; Gerhard
Oesterich, Geist und Gestalt des frühmodernen Staates. Ausgewählte Aufsätze, Berlin, 1969; Gerhard Oesterich,
Neostoicism and the Early Modern State, Cambridge: Cambridge University Press, 1982.
98
reemplazaron el término súbdito con el término ciudadano.215
Innegablemente este cambio en el discurso político está asociado a un
punto de ruptura real en la historia de la institución. Está relacionado a la
transición a un segundo y moderno modelo de ciudadanía. Esta
discontinuidad revolucionaria, sin embargo, no debe impedirnos ver una
continuidad tal vez más profunda y fundamental en el desarrollo del
Estado.
215 William H. Sewell, "Le citoyen/la citoyenne: Activity, Pasivity, and the Revolutionary Concept of Citizenship"
in Lucas, Colin, (ed.) The Political Culture of the French Revolution, Pergamon Press, 1988, pp. 105-23; Roger
Chartier, The Cultural Origins of the French Revolution, Durham and London: Duke University Press, 1991;
Simon Schama, Citizens: a Chronicle of the French Revolution, London: Viking, 1989; François Furet, “The
French Revolution Revisited”, Government and Opposition, vol. 24, (1989) N°3. Una crítica a Furet se encuentra
en Jacques Rancière, Les mots de l´historie: essai de poétique du savoir, Paris: Seuil, 1992, pp. 79-88.
99
latinoamericanas el discurso del liberalismo ha sido dominante hasta
ahora. Desde el proceso de independencia a nuestros días,
en América Latina siempre circularon las ideas
occidentales dominantes sobre la ciudadanía y los
derechos humanos que emergen de la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano. Las constituciones
latinoamericanas están moldeadas sobre la matriz de las
constituciones liberales de tradición francesa y
norteamericana. Aún en nuestros días, la ola de reformas
constitucionales que se llevan adelante en América Latina
está inluida por los debates teóricos de los países
europeos y norteamericanas.
216 Sobre el concepto de revolución en la tradición occidental ver Reinhart Koselleck, “Criterios históricos del
concepto moderno de revolución”, en Id., Futuro Pasado: Para una semántica de los tiempos históricos,
Barcelona: Paidós, 1993, pp. 67-85.
217 Ernesto Laclau, “Universalismo, particularismo y el tema de la identidad” en Héctor C. Silveira Gorski, (ed.),
Identidades comunitarias y democracia, Madrid: Editorial Trotta, 2000, pp. 251-268.
100
mirada tanto hacia el horizonte del pasado, que dio origen
a la tradición demoliberal, como hacia el horizonte de
futuro en el que el proceso de globalización se hará más
intenso y demandará respuestas para las que esa
tradición resulta insuiciente. No existe un modelo uniforme o
dominante de la ciudadanía. Una variante del ciudadano moderno le
citoyen nace con la Revolución Francesa, lo central del concepto de
ciudadanía de 1789 no fue la palabra sino la idea de que cualquier
hombre podía ser ciudadano de Francia a condición de que aprendiera el
lenguaje y obedeciera las leyes francesas. 218 El ciudadano fue también el
hombre armado, aquel convocado, en La marsellesa, a las armas. Con
miras a la unidad nacional en torno a la Revolución, se sustituyeron los
términos señor y señora por los de ciudadano y ciudadana. 219 La
ciudadanía francesa desde entonces ha aparecido como la representación
del Estado abierto, libre y tolerante, el cual no tenía problemas en
adoptar a los individuos que quisieran ser parte de él.220
218 Sobre la exclusión de las mujeres ver Joan Wallach Scott, Only Paradoxes to Offer: French Feminists and the
Rights of Man, Cambridge, Massachusset: Harvard University Press, 1996, pp. 19-56; Lynn Hunt, “The Band of
Brothers” en Ronald Schechter, ed., The French Revolution, Oxford: Blackwell, 2001, pp. 236-262.
219 Michel Péronnet, Vocabulario básico de la revolución francesa, Barcelona: Editorial Crítica, 1985, p. 62.
220 Rogers Brubaker, Nationhood and Citizenship in Germany and France. Harvard University Press: Cambridge,
Mass., 1992.
101
libre e independientemente toma decisiones sobre su propio destino y
con su voz política contribuye al bienestar de la sociedad. En lo
fundamental es esta imagen del ciudadano la que se ha convertido en un
ingrediente importante para la fórmula a través de la cual las sociedades
occidentales se conciben a sí mismas. Al mismo tiempo es evidente que
esta idea presupone un ciudadano que es introuvable, que apenas
podemos encontrar, y que los Estados probablemente considerarían como
un problema si llegara a aparecer. Fue bajo el signo de la colectividad de
individuos autónomos que la modernidad ha hecho su entrada en
América Latina. Nada más apropiado entonces que indagar en los
supuestos del imaginario liberal.
102
constitucional liberal se basa en relaciones sociales no igualitarias y
despolitizadas. Dominada por una perspectiva racionalista, individualista
y universalista, la visión liberal es incapaz de aprehender el papel
constitutivo del antagonismo. El núcleo de la concepción imaginaria
liberal está ocupado por individuos autónomos que constituyen la
política liberal, y, al mismo tiempo, se construyen a través de esa
política. La sociedad liberal determina un espectro de necesidades,
confiriéndoles un orden jerárquico. La “primera persona” de esa cultura
liberal se convierte caprichosamente en el “nosotros universal” para
justificar los patrones de juicio y pautas de acción. El nosotros deviene
impersonal y el nuevo artefacto sociocultural es el individuo. Éste no en
cuanto ciudadano como en la tradición aristotélica, ni en cuanto
propietario como en la tradición anglicana de David Hume (1711-1776),
sino el individuo qua individuo de la sociedad liberal.221
221 Oscar Mejía, “El paradigma consensual del derecho en la teoría de la justicia de John Rawls”, Introducción a
John Rawls, El derecho de los pueblos, Bogotá: Universidad de los Andes, 1993, pp. 17-18.
103
construcción del individuo como un ser “racional y responsable”,
entonces tanto la libertad como la autonomía, es decir las bases del
liberalismo, se relevan como supuestos abiertos a cuestionamiento. Los
sujetos emergen a partir de tecnologías de subjetivación a través de las
cuales los individuos son instruidos y la persona asume su forma
social.222 Por lo tanto, tenemos que preguntarnos ¿qué queda de la
libertad individual y de la autonomía personal? ¿No es acaso
sorprendente que después de todo lo que en los últimos cien años se ha
llegado a saber sobre las complejidades del proceso de personificación y
sobre el fraccionamiento del sujeto, no se ponga en cuestión la idea del
sujeto como autocontenido, y como una totalidad integrada?223 Si
renunciamos a una visión trascendental del sujeto y privilegiamos una en
la que éste pueda ser entendido como condicionado, por lo tanto, no
como constituyente sino como constituído por y en el juego mismo de las
relaciones sociales, entonces la función a priori privilegiada y
fundacional de la doctrina liberal debe ser problematizada. Hay que
descentrar el enfoque de la ciudadanía con relación a la tradición
universalista de raíz liberal que supone sociedades homogéneas. El
discurso universalista siempre es desplegado estratégicamente por el
dominante quien da sus ideas “la forma de universalidad y las representa
222 Rubén Alberto Duarte Cuadros, “Encierro, panoptización y libertad” en Víctor Florían (comp.), Memoria
Seminario Michel Foucault (1984-2004), Bogotá: Universidad Libre, pp. 129-174.
223 Roland Anrup, “Totalidad social: ¿Unidad conceptual o unicidad real?“, Revista de extensión cultural,
Universidad Nacional de Colombia, Medellín, no. 20, 1985, pp. 6-23.
104
como las únicas racionales y universalmente válidas”.224 Esta tradición
liberal está hoy seriamente cuestionada debido a su carácter etnocéntrico.
224 Karl Marx y Friedrich Engels, “The German Ideology” en R. C. Tucker (ed.), The Marx-Engels Reader, New
York: Norton, 1978, p. 174.
225 Andrés de Blas Guerrero, “El Nacionalismo” en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la Teoría Política, vol. 3,
Madrid: Alianza, 1991, pp. 504-510.
105
nacionalismo. En éstas se suele distinguir entre, por un lado un
nacionalismo territorial que tiene su referente en la Revolución Francesa
y por otro, un nacionalismo étnico-cultural que tiene sus raíces en el
Romanticismo. A dichas tipologías corresponden una ciudadanía
territorialmente basada - jus solis- y una que se basa en la comunidad
sanguínea - jus sangvinis. Las formas de ciudadanía que se han descrito
en sus modelos ideal típicos entonces tienen sus raíces en Europa. Sin
embargo, los retos que estas nociones han enfrentado han surgido, no
sólo dentro de Europa, sino en los encuentros con culturas y tradiciones
no europeas.226
226 Yasemine Nuhoglu Soysal, Limits of Citizenship. Migrants and Postnational Membership in Europe. Chicago:
The University of Chicago Press, 1994.
227 Guillermo Sosa Abella, Representación y legitimidad: Provincia de Cundinamarca 1810-1816, Tesis de
Doctorado, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia,
Bogotá, 2005.
106
En 1726 la Real Academia de la Lengua definió el concepto de
ciudadano bajo el término jurídico de vecino, para referirse al habitante
de una ciudad junto con sus derechos y obligaciones.228 En 1803 la
Academia definió al ciudadano con el sinónimo de "hombre bueno".
Pero, algunos años más tarde, los gestores de la Independencia
comenzaron a hacer uso de esta palabra para marcar una nueva relación
entre el individuo y el Estado. Sin embargo, en la retórica de algunos el
concepto no sólo significaba una nueva relación constitucional sino que
también denotaba un nuevo orden social que prometía la supresión de
privilegios y leyes que daban pie a la desigualdad. 229 Así el concepto de
ciudadano fue creando un horizonte de expectativa. El lenguaje político
está compuesto de términos complejos con capacidad de significar tanto
las ideas como la acción política de grupos sociales diversos. La
emergencia y transformación de estos términos en una coyuntura política
e ideológica determinada definen su uso. La forma en la cual los
conceptos son utilizados por diferentes actores históricos para definir los
problemas fundamentales sociales producen el efecto de abrir o cerrar
espacios de acción política; en este sentido su análisis tanto en el campo
de la retórica, como en el de las metáforas, puede llevarnos a entender
las razones por las que ciertos conceptos adquieren primacía sobre otros
228 Tamar Herzog, “La vecindad: entre condición formal y negociación continua. Reflexiones en torno de las
categorías sociales y las redes personales”, ms.
229 Roland Anrup y Vicente Oieni, “Ciudadanía y nación. En el proceso de emancipación”, Anales, Nueva Época,
no. 2, 1999. pp. 13-43.
107
para organizar nuestra forma de pensar y de actuar, anulando por ende,
otras formas de pensamiento y acción política. Los conceptos influyen,
entonces, en la definición de un horizonte de expectativa, estableciendo
los límites y convirtiéndose en objeto de disputa en momentos de crisis o
de cambios acelerados, radicales o revolucionarios. 230 Conceptos tales
como ciudadanía, pueblo y nación dan fundamento a posiciones que se
enfrentan en contiendas discursivas.
230 Reinhart Koselleck, Futuro Pasado: Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona: Paidós, 1993, pp.
333-357.
231 Citado en Roland Anrup y Carlos Vidales, "El Padre, la Espada y el Poder: la imagen de Bolívar en la historia y
la política" en Simón Bolívar 1783-1983. Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos.
Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo, 1983, pp. 47-53.
108
Sin embargo, las promesas de este nuevo orden político no incluyeron las
mujeres y no se extendieron en términos reales a los estratos populares,
a los indígenas y a los afrodescendientes. Pronto el discurso de amplia
ciudadanía entró en contradicción con las estructuras socio-políticas
heredadas de la colonia y con el nuevo proceso social y político generado
por la independencia. Se fueron ejecutando sucesivos recortes a la
amplia y concesiva institución de la ciudadanía de la primera hora. La
definición de la ciudadanía republicana está profundamente influenciada
por formas de diferenciación social y racial que implicaba limitar las
promesas revolucionarias de igualdad de derechos. La inmensa mayoría
de la población quedó por fuera de la ciudadanía y la estructura
socio-política y económica continuaba desigual.
109
con expectativas, con aspiraciones de realización en el tiempo. Así
ocurre con el concepto de Emanzipation. Era un concepto jurídico que
posteriormente se convirtió en un concepto general de expectativas para
el futuro, como un sinónimo de la voluntad de eliminar todo tipo de
dominación y adquirir los derechos ciudadanos y no sólo la
denominación estamental a la que anteriormente hizo referencia.232
232 Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona: Paidós, 2001, pp. 35-42.
233 Ver Reinhart Koselleck/Hans George Gadamer, Historia y hermenéutica, Barcelona: Paidós, 1966.
110
necesariamente que la situación concreta a la que ésta se refería se haya
mantenido igual; de esta forma sólo el análisis diacrónico de los distintos
niveles o capas de un concepto permite entender sus cambios
estructurales a largo plazo. Tercero, el análisis semasiológico y
onomasiológico, supone el estudio de las múltiples significaciones de
una palabra y sus cambios; y el análisis de las diferentes denominaciones
que aparecen para una situación real determinada. Cuarto, la distinción
entre palabra y concepto establece que la palabra es portadora (Träger)
de conceptos cuyo significado se deriva de su interrelación en una
estructura lingüística. La metodología del historiador no puede prescindir
del análisis del lenguaje que en determinado período se usaba para
discutir sobre el Estado y la sociedad. Necesita determinar los grupos
sociales y agentes políticos que fueron portadores de los conceptos que
provocaban transformaciones en la estructura social. Estas
transformaciones constituyen la historia de los significados de tales
conceptos. Se hace necesario un análisis sincrónico de los conceptos
combinado con un estudio diacrónico que siga la sucesión de los
significados lingüísticos. La edición del diccionario Geschichtliche
Grundbegriffe (conceptos históricos fundamentales), con Reinhart
Koselleck como el editor principal, constituyó un decidido empeño de la
Begriffsgeschichte por superar la tradicional "historia de las ideas"
(Geistesgeschichte) entendida como una historia de concepciones de
mundo que animan y unifican los aspectos espirituales de las sociedades
111
y de las épocas, una historia desconectada de los grupos sociales y de las
estructuras económicas y políticas. El objetivo de tal trabajo fue el de
situar la "historia de los conceptos" en una nueva relación con la historia
social que se ocupa de las realidades extra-lingüísticas que determinan
las acciones. La Begriffsgeschichte se plantea expresamente la
superación de las limitaciones del historicismo cuyos efectos negativos
eran claros. Aceptaba irreflexivamente las mismas fuentes utilizadas
como el medio realmente adecuado para interpretar la experiencia
histórica concreta. La Begriffsgeschichte pretende precisamente liberarse
de estas limitaciones tomando en consideración la historia social y por lo
tanto un material documental más amplio que le permite someter los
conceptos de una época, sus significados y eventualmente cambio de
significado, a un estudio crítico.
112
los intereses de los grupos sociales. Politización consiste en la
transformación que hace posible que los conceptos tiendan a ser
utilizados con sentidos antagónicos por enemigos políticos. Koselleck
ejemplifica su argumento con el concepto de Republik que de haberse
utilizado como un concepto general (res publica) para referirse a todas
las formas de gobierno, uso que encontramos en Bodino, se va
convirtiendo en un concepto de partido – republicanismo - aspirando a
ser el concepto de la única constitución legítima. De un concepto general
se deriva un concepto con unas aspiraciones concretas, que crea
expectativas, que crea una fuerza de integración y de movimiento, una
fuerza de movilización. Hay ciertamente una tensión entre el concepto y
la palabra que la Begriffsgeschichte pone de manifiesto. Los conceptos
están colgados de las palabras pero no toda palabra es un concepto
político o social. El concepto es mucho más que una palabra; ya que ésta
se convierte en concepto sólo cuando encierra un conjunto de
significados y experiencias sociopolíticas.234
234 Reinhart Koselleck, Vergangene Zukunft: Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Frankfurt am Main: Suhrkamp,
1979, p. 120.
113
se concibió la idea de ciudadanía, pueblo y nación en los diferentes
proyectos políticos independentistas? ¿De qué forma los conceptos de
ciudadanía, pueblo y nación, incorporaron, ignoraron o excluyeron de su
proceso significante a los grupos subalternos marginados del goce de
derechos civiles desde la época colonial, como fueron las mujeres, los
grupos indígenas y los afrodescendientes? Las respuestas a estos
interrogantes puedan arrojar resultados que incentivarán el análisis
comparativo a nivel regional de los desarrollos socio-políticos y
contribuirán al estudio de los desplazamientos de significación a través
de las fronteras. Igualmente, aportarán a la comprensión de la relación
conflictiva de los grupos sociales subalternos con el proyecto del
Estado-Nación.
114
identidad son construcciones arbitrarias e inestables, el producto de
relaciones de poder fijadas en el lenguaje. La nación es una construcción
discursiva definida por un grupo, comúnmente por una élite, que parte de
diversos criterios, que pueden ser étnicos, culturales, religiosos,
idiomáticos o referirse a los derechos ciudadanos. Estos criterios tienen
como objetivo marcar diferencias, al mismo tiempo que otorgan un valor
especial, una identidad, a aquello que diferencian.235
235 Cf. Roland Anrup, “El Estado ecuatoriano decimonónico y el proceso de integración nacional”, Procesos.
Revista Ecuatoriana de Historia, no. 7, 1995, pp. 89-104.
236 Cf. Tomás Pérez Vejo, Nación, identidad nacional y otros mitos nacionalistas, Madrid: Ediciones Nobel, 1999;
Federico Chabod, L’idea di nazione, Bar: Laterza&Figli, 1961. El caso francés ha sido analizado por Dominique
Colas, Citoyenneté et nationalité, Paris: Gallimard, 2004. Una reciente contribución al caso colombiano en Julio
Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano: Orden nacional, racialismo y taxonomías
poblacionales, Bogotá: Uniandes-Ceso, 2005
237 Citado por Juan Maiguascha, “El proceso de integración nacional en el Ecuador: el rol del poder central,
1830-1895” en Historia y Región en el Ecuador: 1830-1930, Quito, Corporación Editora Nacional-FLACSO,
1994, pp. 355-431 (cita en p. 356).
115
adecuado al género, al parentesco, al color de la piel, o a todas aquellas
cosas que no se escogen sino que por virtud de su inevitabilidad exigen
adhesión y sacrificio.238 Los proyectos nacionalistas tienen como
objetivo redefinir las características étnicas, religiosas y lingüísticas de
una diversidad de colectividades en aras de una identidad común en una
única nación, para lo cual manejan varios supuestos: la virtud de la
ciudadanía de estado, la igualdad legal y la resocialización a través de
procesos de educación y comunicación masiva que giran alrededor de
nuevas formas de conciencia cívica. En efecto, un discurso nacionalista
presenta a la vez un proyecto moderno de transformación de los valores
tradicionales en favor de nuevas identidades y una reafirmación de los
valores culturales "auténticos" enraizados en un presunto pasado común.
Esta realidad ambivalente abre las puertas a un mundo de significados
que pueden ser objeto de reactivación, reinterpretación o reinvención en
coyunturas de crisis en la historia de las naciones-estado. Tales
significados no están dados sino que son objeto de disputa por parte de
diversos actores políticos quienes designan quién y qué es lo que
constituye la nación, lo cual se refleja en las nociones de unidad nacional
y demandas de soberanía, así como también en las relaciones que dan
forma a un proyecto nacional.239
238 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo,
México: Fondo de Cultura Económica, 2005.
239 Eric Hobsbawm, Nations and Nationalism since 1780, New York: Cambridge University Press, 1990; E.
Hobsbawm and Ranger, Terence, The Invention of Tradition, New York: Cambridge University Press, 1983; J.
Hall, ”Nationalisms, Classified and Explained” en Sukumar Periwal, Notions of Nationalism, Budapest: Central
European University Press, 1995.
116
Rosa Luxemburg (1876-1919) quien, como lo dijera Lenin, con su
extraordinaria capacidad teórica voló alto como las águilas, señalo frente
a la derecha socialdemócrata de sus tiempos:
240 Rosa Luxemburgo, Textos sobre la cuestión nacional, Madrid, 1976, p. 116. Un texto interesante sobre
Luxemburgo se encuentra en Hannah Arendt, Walter Benjamin, Bertold Brecht, Hermann Broch, Rosa
Luxemburgo, Barcelona: Anagrama, 1971, pp. 171-198. Ver también el ensayo introductorio de Gilbert Badia, en
Rosa Luxemburg, La Liga Spartakus: Dossier sobre al revolución alemana 1918-1919, Barcelona: Anagrama,
1976, pp. 7-31. Ha señalado Narciso Isa Conde, que el espíritu crítico de Luxemburgo, siempre apegado a una
profunda lealtad a la revolución, le permitió contradecir el propio Lenin en temas trascendentes, en los cuales el
desarrollo posterior terminó dándole la razón. Ella afirmó ya en el 1918 que: “... libertad sólo para los partidarios
del gobierno, sólo para los miembros de un partido - por muy numerosos que ellos puedan ser - no es libertad en
absoluto. Libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa diferentemente... Lenin y Trotsky han
establecido los soviets como la única representación verdadera de las masas trabajadoras. Pero con la represión
de la vida política en el conjunto del país, la vida en los soviets debe de llegar a estar también cada vez más
mutilada. Sin elecciones generales, sin irrestricta libertad de prensa y reunión, sin un libre enfrentamiento de
opiniones, la vida se extingue en cada institución pública, llega a ser una mera apariencia de vida, en la que sólo
la burocracia permanece como el elemento activo.” (R. Luxemburgo, “La Revolución Rusa” contenida en la
compilación “Habla Rosa Luxemburgo”; New York: Pathfinder Press, 1970, pág. 391)
241 Louis Althusser, Montesquieu: La política y la historia, Barcelona: Ariel, 1974, p. 135.
117
de los cuales se conforma la argumentación y se transmite el
pensamiento, se establecen estrechas relaciones. Sin conceptos no hay
sociedad y no existe ninguna unidad para la acción política; además los
conceptos, aunque captan contenidos políticos y sociales, no son sólo
indicadores sino al mismo tiempo son factores y elementos activos de un
determinado contexto. Los conceptos no sólo recogen la experiencia
sino, por las expectativas que crean, contribuyen a modelarla trazando el
horizonte y los límites de la experiencia posible. En este sentido, los
conceptos emergen para dar significado a determinados hechos sociales,
pero al mismo tiempo funcionan como catalizadores de la acción
política, así abriendo o cerrando posibilidades para que ésta tome forma
y tenga efecto. Por lo tanto, el análisis del lenguaje político, en un
sentido amplio, no es un ejercicio interdiscursivo, sino que sirve al
proceso de formación y enunciación de sujetos que dirigen la acción en
la esfera política. La lucha política es también una lucha por los
conceptos, una especie de guerra semántica, porque “agavilla la
multiplicidad de la experiencia histórica y toda una suma de referencias
objetivas teóricas y prácticas, estableciendo entre ellos una conexión que
solo por el concepto se da y solo por el concepto se experimenta
realmente”.242 El lenguaje lejos de ser un registro pasivo de las
242 Reinhart Koselleck, Vergangene Zukunft: Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Frankfurt am Main: Suhrkamp,
1979, p. 120.
118
características estructurales de la vida social y política, está compuesto
de conceptos que juegan un papel activo, ya que alrededor de éstos se
articulan relaciones de poder cuyo objetivo es dirigir el accionar político.
Un concepto como nación, no sólo registra la existencia dada de
antemano de un ente fuera del discurso, sino que es un elemento que en
el interior de la retórica política aglutina diferentes fuerzas y tendencias.
119
VI. Patriarca y Patria
243 “Creonte a su hijo Hemón”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro al viento
número uno, Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, pp. 47.
244 Hernando Salazar, “Están desmontando el Estado Social de Derecho”, entrevista a Jaime Araujo, El Tiempo,
domingo 17 de agosto de 2003. pp. 1-3.
120
En marzo del 2004, el siquiatra y Alto Comisionado de Paz del Gobierno
de Uribe, Luís Carlos Restrepo, declara en entrevista para El Tiempo:
246 Sigmund Freud, Psicología de las masas, Madrid: Alianza, 1994, pp. 42-47 y Jacques Lacan, La Familia,
Barcelona: Editorial Argonauta, 1978, pp. 92-94.
121
“Tótem y Tabú”. Basándose en las hipótesis de Darwin y de Atkinson
acerca de como podrían haber ocurrido ciertos procesos en la horda
primitiva, Freud colocó en el centro de su “mito científico”, y en la
cúspide del poder de dicha horda primitiva, a un padre tiránico que
monopolizaba el dominio, y los favores del grupo de hembras y que
castigaba y excluía a sus hijos. Estos, organizados colectivamente,
derrocaron al padre, lo mataron y devoraron su cuerpo. Esta antropofagia
fue interpretada como un intento de identificarse con el padre,
incorporando una parte de él. El padre fue sustituido por un fuerte y
temible animal que se constituyo en tótem y al que transfirieron la
ambivalencia de sentimientos que habían experimentado hacia aquél.
Pero existía el temor de que el fantasma del muerto se vengara. Fue el
deseo de liberarse de ese fantasma lo que impulsó a la destrucción total
del tótem, hecho este que condujo a la antropofagia; es decir, comerlo
para aniquilarlo y hacerlo desaparecer completamente en fiesta común,
que comprometiera a todos los asistentes. La destrucción del tótem
liberaba a los participantes en el banquete totémico de la influencia del
fantasma cuando menos durante un cierto tiempo.247
247 Sigmund Freud, Tótem y Tabú, Madrid: Alianza, 1967, pp. 185-186. Es conveniente tener en cuenta la
explicación de Freud en un sentido metafórico. Cuando Freud vuelve sobre este tema en su “Psicología de las masas
y análisis del yo” advierte explícitamente que no se trata sino de una “just-so-story”. Freud, Obras Completas,
Biblioteca Nueva, tomo VII, 1974, p. 2596. A respecto de la crítica que se ha dirigido a “Tótem y Tabú” (ver, por
ejemplo Kuper, The Invention of a Primitive Society: Transformation of an Illusion, London: Penguin, 1988, pp.
110-112) es bueno recordar las palabras de Vilfredo Pareto: “No podemos extraer de la leyenda nada que sea historia;
pero si podemos extraer algo, y a menudo mucho, acerca del estado psíquico de los hombres que la han creado o
aceptado; y nuestro estudio tiene justamente como fundamento el conocimiento de estos estados psíquicos. Por lo
tanto, ocurrirá a menudo que citemos hechos sin investigar si son históricos o legendarios, puesto que sirven
igualmente, en un caso como en el otro, para lo que queremos sacar de ellos, y a veces hasta sirven mejor los
legendarios que los históricos.” Pareto, “Racionalización del comportamiento alógico” en I. L. Horowitz, ed.,
Historia y elementos de la sociología del conocimiento, Tomo I, 1968. pp. 161-162.
122
El patriarcado es un importante predicado en el desarrollo freudiano del
concepto de “complejo de Edipo”. En su obra “Tótem y Tabú “, Freud
formuló la hipótesis del asesinato del padre primigenio, como el punto de
partida de la organización social, como el origen mismo de la sociedad.
En este caso se funda la prohibición del incesto y con ella, la
instauración de los intercambios sociales. Luego, dicho mito resume el
surgimiento de la estructura de parentesco como fundamento mismo de
lo cultural humano.248 Claude Levi-Strauss, al sugerir la interdependencia
de las estructuras del lenguaje y las leyes sociales que regulan la alianza
y el parentesco, entra al mismo terreno en el que Freud asienta el
inconsciente.249 La cuestión del incesto juega un papel importante en la
obra lévi-straussiana, que ha postulado que no es la familia biológica el
elemento caracterizador de las estructuras humanas de parentesco.
Destaca que nada se comprenderá con respecto al parentesco y la familia
si se intenta deducirlos de una dinámica natural. En realidad, esta base
biológica debe ser transformada para que la sociedad pueda ser
instituida. Es para el antropólogo galo la ley patriarcal, universal y
primordial, que regula las relaciones familiares obligando a la familia a
ceder uno de sus miembros a otra familia. Las normas matrimoniales
248 Sigmund Freud, Tótem y Tabú, Madrid: Alianza, 1967, pp. 185-186. Para Ernest Jones, seguidor de Freud, el
sistema patriarcal opera como una manera social de tratar el complejo de Edipo; el papel que juega el padre en la
constitución del niño en cuanto sujeto, asegura su desarrollo cultural. Ver Ernest Jones, “Psychoanalysis and
Anthropology “, Applied Psychoanalysis, vol 2, London, 1951.
249 Claude Levi-Strauss, “Language and the Analysis of Social Laws”, American Anthropogist, vol. 53, no. 2, 1951,
pp. 155-163 y Claude Levi-Strauss, “The Scope of Anthropolgy”, Current Anthropology, vol 7, no 2, 1966, pp.
114-117.
123
funcionan como medios de intercambio de mujeres y como sistema de
comunicación.250 Para Levi- Strauss las reglas de parentesco, así como
las reglas del leguaje con las que están en próxima vinculación, son las
que constituyen la sociedad.251 En una apropiación crítica Lacan
cuestiona la concepción de Levi-Strauss y afirma que la función
simbólica no tiene absolutamente nada que ver con un pretendido hecho
total, con una totalidad, con un inconsciente colectivo del conjunto de la
humanidad.252 Mientras Levi-Strauss se limita a poner en juego la
estructura y afirma que la Regla simplemente es, que no significa nada
más que el hecho de la comunicación o el vínculo social, Lacan afirma
algo muy distinto. Introduce la dimensión subjetiva, invoca una
experiencia de subjetividad, formula una doctrina sobre el proceso de
subjetivación y no un espacio formal de significación. Para Lacan el
patriarcado esta constituido en la identificación con lo que la religión nos
ha enseñado a invocar como el Nombre-del-Padre. Dice Lacan: “En el
nombre del padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la
función simbólica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica
250 Claude Levi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, Buenos Aires, 1969, pp. 87-88, 106-108 y
323-324.
251 Claude Levi-Strauss, Anthropologie Structurale, Paris, 1958, pp. 63-69. Para comentarios interesantes sobre
Levi-Strauss ver Jacques Derrida, “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas” en
Derrida, Dos ensayos, Barcelona: Anagrama, 1972, pp. 9-36; Juliet Mitchell, Pschoanalysis and Feminism,
Middlesex: Penguin, 1975, p. 370-376; Georges Bataille, El erotismo, Barcelona: Tusquets editores, 1985, pp.
273-305; Robert Georgin, De Lévi-Strauss a Lacan, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1988, pp. 11-105,
Mark Cousins, “In the Midst of Psychoanalysis: Lévi-Strauss on Mauss”, New Formations, No. 7, 1989, pp.
77-87. Criticas en Rosalind Coward, Patriarchal Precedents: Sexuality and Social Relations, London, 1983, pp.
273-277 y J.G. Merquior, From Prague to Paris, London, 1986, pp. 58-67.
252 Jacques Lacan, Escritos, México: Siglo XXI, 1980:I, pp. 97-98, 333 y Jacques Lacan, El Seminario 3,
Barcelona: Paidós, 1983, p. 52.
124
su persona con la figura de la ley”253 Con la reverberación del
Nombre-del-Padre en el lenguaje, la estructura del lenguaje es
identificada con las leyes que regulan el parentesco.254 El concepto
lacaniano del Nombre-del-Padre, deriva del padre mítico y simbólico de
que Freud habla en “Tótem y Tabú”, de ese drama colectivo inscrito
hasta en la carne de los hombres en el origen de toda historia: la muerte,
el asesinato del padre. Mito evidentemente muy misterioso, pero
imposible de evitar en la coherencia del pensamiento de Freud. 255 Lacan
señala cómo, la reflexión de Freud lo lleva a ligar “... la apariencia del
significante del Padre, en cuanto autor de la ley, con la muerte, incluso
con el asesinato del Padre- mostrando así que si ese asesinato es el
momento fecundo de la deuda con la que el sujeto se liga para toda la
vida con la ley, el padre simbólico en cuanto que significa esa ley es por
cierto el padre muerto”.256 No se refiere al padre real ni al padre
imaginario (la imagen paternal), sino al padre simbólico. 257 Las críticas
etnográficas a Freud son infundadas. Se trata – según Lacan- de una
253 Jacques Lacan, Escritos, México: Siglo XXI, 1980:I, 1980, pp. 97-98. Sobre el concepto lacaniano “le
Nom-du-Pére” ver Lacan, Ecrits, 1966, pp. 278, 556, 575-583, 812-813, 816, 849. Un comentario sobre el
concepto lacaniano “Nombre-del-Padre” y las concepciones de Derrida se encuentra en Gregory Ulmer,
“Sounding the Unconscious” en J. P. Leavey, ed., Glassary, 1986, pp. 49-57 y 107. Una crítica a Lacan en
Jacques Derrida, 1981, pp. 107-113. Para una crítica feminista reciente ver Chris Weedon, Feminist and
Poststructuralist Theory, Oxford, 1987, pp. 51-55. Una versión temprana – y en parte diferente - de la
concepción lacaniana sobre el patriarcado se encuentra en Lacan, La familia, Barcelona: Argonauta, 1978, pp.
84-88.
125
dramatización esencial, por la cual entra en la vida una superación
interna del ser humano: el símbolo del padre.258
260 Jacques Lacan, Écrits, París: Seuil, 1966, pp. 575-583; Jacques Lacan, Las formaciones del inconciente, Buenos
Aires: Paidós, 1998, pp.147-219 y 431-446.
126
campo de lo simbólico. La identificación abandona el ámbito de la
imaginación y entra en el orden simbólico.261
261 Víctor Korman, Teoría de la identificación y psicosis, Buenos Aires: Nueva Visión, 1977, pp. 11-62; Jean
Florence, L’identification dans la théorie freudienne, Bruxelles: Facultés Universitaires Saint-Louis, 1984.
127
sobre puentes de metáforas, asociando padres y jefes, padres y líderes. 262
Padre y líder, padre y caudillo son asociados; y así el uno cambia la
significación del otro. Una vez que el término “presidente” es ligado al
concepto “padre” se transforma y es provisto de un sentido de poder que
el solo término jamás podría poseer.
262 Richard Sennet, Authority, London, 1980, p. 78. Sobre el concepto de metáfora y sobre metáfora como
diagnostico del proceso social ver Genevieve Haag y otros, Travail de la metaphore: Identification/Interprétation
Paris: Denoël, 1984; H. Blumenberg, “Beobachtungen an Metaphern”, Archiv für Begriffsgeschichte, Band XIV,
Heft 1, 1970, pp. 161-214; C. Brooke-Rose, A Grammar of Metaphore, London, 1970; Tzvetan Todrov, Theories
du symbole, Paris, 1977; S. R. Levin, Semantics of Metaphore, New York, 1977; W. Koller, Semiotik and
Metaphore, Stuttgart, 1975; Jolle Tamine, “Les metaphors chez Robespierre et Saint-Just” Langue francaise, No.
15, 1972, pp. 47-55 y Jean-Claude Chevalier, “Langage et histoire”, Langue francaise, No. 15, 1972, pp. 3-17.
263 Melton Alonza McLaurin, Paternalism and Protest, Westport, 1971; David Roberts, Paternalism in Early
Victorian England, London, 1979, pp. 2-3; Patrick Joyce, Society and Politics, Bristol, 1982, pp. xxi-xxii.
128
“patriarcado”, pero creo que cualquier problema teórico puede ser
iluminado mediante una discusión de la historia del concepto.
264 Gordon J. Schochet, Patriarchalism in Political Thought, Oxford, 1975, pp. 10-15.
129
En su sentido original patriarcado se refiere al sistema, históricamente
derivado de la legislación griega y romana, en el cual el jefe masculino
del hogar tiene un poder absoluto, tanto legal como económico, sobre sus
miembros de ambos sexos. La idea de que la familia es el origen de la
sociedad y su principal fuente de estabilidad, hizo su aparición en el alba
de la filosofía política occidental. Platón establecía una identidad entre la
familia extensa y la pequeña cuidad (polis) en lo referente al ejercicio de
la autoridad, basado en el ejercicio del poder público por el soberano en
la analogía con la autoridad del padre. En esta concepción, la familia es
vista como la base del orden social, tanto por analogía, como en términos
de constituir los elementos básicos de tal orden. Aunque no comparte
esta concepción platónica, Aristóteles considera que la autoridad
derivada de la paternidad se hacía extensiva a personas de diferentes
posiciones y poderes. El grupo familiar sobre el cual gobierna el
patriarca es entonces, uno que incluye sirvientes y esclavos. 265 Durante el
siglo XVII, la categoría general de “patriarcalismo” sirvió para delinear
una argumentación relativa al más justo y adecuado tipo de organización
política.266 Llegó a ser un elemento central e indispensable en la defensa
de la monarquía que Sir Robert Filmer (1590-1653), un miembro de la
265 Wilhem Oncken, Die Staatslehre des Aristoteles in Historischen-Politischen Umrissen, II,1975, pp. 118-119.
Sobre el patriarcado en la vida social de Grecia en la época de Aristóteles ver Ernest Borneman, Das Patriarchat,
Frankfurt, 1975, pp. 189-276. Sobre el “paterfamilias” romano ver Suzanne Dixon, The Roman Mother, London,
1988, pp. 26-28 y sobre “patria potestas” Alan Watson, Roman Slave Law, Baltimore, 1987, pp. 37 y 116. Ver
también el estudio clásico de Fustel de Coulanges, La Cité Antique, Paris, 1874, pp. 94-133.
266 R. W. K. Hinton, “Husbands, Fathers and Conquerors”, Political Studies, vol. 15:3, 1967, pp. 291-300; R. W. K.
Hinton, “Husbands, Fathers and Conquerors”, Political Studies, vol. 16:1, 1968, pp. 55-67.
130
nobleza de Kent, emprendió. En su obra Patriarcha o del poder natural
de los Reyes argumentó Filmer que los poderes del patriarca derivaban
de la paternidad real sobre su gente, de tal manera que la autoridad del
padre y la autoridad del soberano eran idénticas e inseparables. 267 Todas
las formas de obediencia social fueron estructuradas en términos
similares a los de la familia patriarcal y en efecto, también lo fueron
todas las de organización social.268 Publicado Patriarcha 1680, mucho
después de la muerte de su autor, esta posición llegó a ser uno de los
principales apoyos teóricos de la monarquía y fue contra el uso político
de estos argumentos que John Locke (1632-1704) escribió sus Two
Treatises of Government. Dicha obra es una detallada refutación de la
justificación filmeriana de la obediencia a la autoridad basada en el
patriarcado histórico.269 Locke cuestionaba a Filmer su teoría sobre la
relación entre poder paternal y poder político. 270 El retiene, sin embargo,
una noción de la unidad patriarcal como el origen de la sociedad política
y de la posesión de la propiedad.271 Hacia finales del siglo XVIII, el
267 Peter Laslett, Patriarcha and other Political Works of Sir Robert Filmer, Oxford: Oxford University Press, 1949,
p. 57.
268 Peter Laslett, Patriarcha and other Political Works of Sir Robert Filmer. Oxford: Oxford University Press, p. 26;
R. W. K. Hinton, “Husbands, Fathers and Conquerors”, Political Studies vol. 15:3, 1967, p. 292.
269 John Locke, Two Treatesis of Goverment, New York, 1965, 1, p. 294. Ver también J.G.A. Pocock, The Ancient
Constitution and the Feudal Law, Cambridge: Cambridge University Press, 1957, pp. 235-37; Gordon J.
Schochet, Patriarchalism in Political Thought, Oxford, 1975, pp. 259-60.
270 John Locke, Two Treatesis of Goverment, New York, 1965, p. 308.
271 John Locke, Two Treatesis of Goverment, New York, 1965, 2, p. 381-87, Ver la discusión feminista sobre de este
tema en Lorene Clark, “Women And locke: Who Owns the apples in the garden of eden?”, en Clark, l. y Lange, L
(eds.) The Sexism of Social and Political Theory, Toronto, 1979, p. 34; Zillah Eisenstein, The Radical Future of
Liberal Feminism 1981, pp. 33-41. Ver también Linda Nicholson, Gender and History: The Limits of Social
Theory in the age of the Family, New York, 1986, pp. 142-159. Los aspectos anti-patriarcales de Locke han sido
131
concepto “patriarcalismo” empieza a cambiar paulatinamente de
significación. De haberse entendido como una relación caracterizada por
el poder absoluto y la sujeción incondicional, se la terminó interpretando
sobre todo como un modelo de benevolencia, amor y protección, en fin,
como paternalismo.272 Sin embargo, Immanuel Kant (1724-1804) en su
escrito “¿Qué es la ilustración?”, criticó duramente la estructura
patriarcal y el paternalismo:
subrayados por Melissa Butler, “Early Liberal Roots of Feminism: John Locke and the Attack on Patriarchy”
American Political Science Review, vol. 72:1, 1978, pp. 135-150 y por Mary Lyndon Shanley, “Marriage
Contract and Social Contract in Seventeenth Century English Political Thought”, Western Political Quartely, vol.
32:1, 1979, pp. 87-91.
272 Jean-Luis Flandrin, Familles: parenté, maison, sexualité dans l’ancienne sociéte, Poiters, 1976, p. 119.
273 Immanuel Kant, “¿Qué es la ilustración?”, en Id., Filosofía de la historia, México: F.C.E., 1981, p. 25.
132
Pero, a su vez, la representación que cada sujeto se hace del padre y del
poder, es capaz de influir en sus funciones psíquicas: la función es
modificada por la significación que adquiere al ser representada en la
psique, esto es, al entrar a formar parte de la representación. 274 El sujeto
se constituye, se mantiene, se reconoce así mismo – parcialmente al
menos – a través de su identificación con la imagen del otro. En este
contexto se usa del. Primero, quiere decir: a imagen y semejanza de
cómo el padre y el poder se presentan o están representados para el
sujeto que se identifica con ellos; y aquí se debe tener en cuenta,
también, que esa imagen del padre y del poder es, o puede ser, la imagen
que el padre tiene de sí mismo y que el sujeto que se identifica con él
acepta como tal. Y, segundo, el término del puede tener también el
sentido de que el sujeto se constituye sobre la base de la imagen que el
otro tiene de él y que de este modo lo identifica como sujeto. El otro ve
al sujeto de determinada manera, y el sujeto se identifica con esta
imagen. Tal proceso es posible porque en la psique del sujeto existen
asociados, de múltiples formas con la imagen del padre, las imágenes,
discursos, prácticas, signos y representaciones acerca del papel que los
guías, conductores, líderes y jefes juegan en el proceso social; esas
formas de asociación, que proveen el material sobre el cual los
individuos y los pueblos construyen el mito acerca de sí mismos y de sus
“padres”, pueden variar, y de hecho varían, según las diferencias
culturales, éticas, religiosas, estéticas, políticas y económicas que dan
274 Moustapha Safouan, Estudios sobre el Edipo, México: Siglo XXI, 1977, pp. 45-52 y 129-144.
133
cuenta de la coyuntura particular en que cada proceso social tiene lugar.
Es de hacer notar por último, que la función del padre y del poder se
evoca muy a menudo sobre la base de un personaje y sus accesorios
históricos-personales: la espada, el bastón, el libro de la ley, el vestuario,
el gesto y la pose, el título, la frase que lo identifica, el caballo. Se crea
así un montaje teatral, dramático, que subraya la fuerza y virilidad del
símbolo y que remite la función del padre y el poder a esos atributos
externos, a esos velos, a esos elementos representativos. 275
275 Roland Anrup y Carlos Vidales, “El Padre, la Espada y el Poder: la imagen de Bolívar en la historia y la política”
en Simón Bolívar 1783-1983. Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos. Instituto de
Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo, 1983, pp. 47-53.
276 Las palabras símbolo y simbología se usan aquí en el sentido de formas de representación que implica una
acción basada en el uso funcional de un objeto. Cf. Roland Anrup, El Taita y el Toro: En torno a la configuración
patriarcal del régimen hacendario cuzqueño. Estocolmo: Nalkas, 1990.
134
conceptual y el lenguaje político que hasta el día de hoy hacen parte de la
dinámica social y política en los países latinoamericanos. En el centro de
esa lucha discursiva se encontraban conceptos relacionados con el
liderazgo político, el caudillismo y la conciencia nacional. Expresiones
como patria, nación, constitución y ciudadano funcionaron como
sustitutos del papel del monarca español. Mientras el orden tradicional
estaba construido en torno a la lealtad personal hacia el soberano, ahora
se requería una lealtad hacia una constitución, un orden legalmente
constituido, un concepto abstracto del Estado. Se construye “la Nación”
en la práctica de un acto discursivo como un efecto del desplazamiento
de la autoridad política. 277
277 Una discusión de la misma problemática en el contexto de la revolución francesa se encuentra en Marcel
Gauchet, La condition historique, Paris: Stock, 2003, p. 286. Para el caso de América Latina ver Hans-Joachim
König, Auf dem Wege zur Nation: Nationalismus im Prozess der Staats- und Nationsbildung Neu-Granadas
1750 bis 1856, Stuttgart: Steiner, 1988, pp.112-196; Francois-Xavier F. Guerra, “El soberano y su reino.
Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina” en Hilda Sábato, Ciudadanía, política y
formación de las naciones. Perspectivas Históricas de América Latina. Mèxico: Fondo de Cultura Económica,
1999, pp. 33-61.
278 Para un estudio interesante sobre la monarquía católica ver Serge Gruzinski, « Les mondes mêlés de la
monarchie catholique et autres ‘connected histories », Annales HSS, janvier-février, 2001, pp. 85-117.
135
reformas, dirigidas a crear un orden estatal centralizado y
modernizante.279 Cuando empezaron a formarse los movimientos
independentistas, el uso de la metáfora de la familia pasó a jugar un rol
importante, tanto en el discurso de defensa de la Corona española como
en el de las iniciativas separatistas. En 1799, Pedro Fermín de Vargas en
su argumentación ante el gobierno inglés a favor de la causa
emancipadora, hizo uso de esta analogía: “Nueva Granada es hoy como
un hijo adulto que tiene que liberarse”.280 Su discurso se alimenta de una
serie de conceptos que eran habituales en el pensamiento político
europeo de la época el cual usaba como una metáfora frecuente la
analogía entre la familia y la autoridad política. 281 Esta tradición puede
ser rastreada desde Platón y Aristóteles, pasando por Bodino y Filmer a
Locke y Paine.282 Semejante lenguaje que hace uso de la metáfora de la
279 A este respecto ver Gonzalo Anes, El Antiguo Régimen: Los Borbones, t. 4 de: Historia de España, Madrid:
Alianza Universidad, 1981, pp. 324-334; Alfred Cobban, La forma de gobierno: Reyes, cortes y Parlamentos en
A. Cobban, El siglo XVIII. Europa en la época de la ilustración, t. 9 de: Historia de las Civilizaciones. Madrid:
Alianza, 1989, pp. 13-51; Jean Sarrailh, L´Espagne éclairée de la seconde moitié du XVIII e siècle, Paris:
Libraire C. Klincksieck, 1964, pp. 663-661; Walter L. Bernecker y Horst Pietschmann, Geschichte Spaniens,
Stuttgart: Kohlhammmer, 1997, pp. 167-168; Charles C. Noel, “Charles III of Spain“ en H.M. Scott (ed.),
Enlightened Absolutism. Reform and Reformers in Later Eighteenth-Century Europe. Ann Arbor, The University
of Michigan Press, 1990, pp. 119-143; Mark Burkholder y D.S Chandler, De la Impotencia a la Autoridad: La
Corona Española y las Audiencias en América, 1687-1808, México: Fondo de Cultura Económica, 1984; David
A. Brading, “Bourbon Spain and its American Empire” en Leslie Bethel (ed.), The Cambridge History of Latin
America, vol I: Colonial Latin America, London: Cambridge University Press, 1984, pp. 389-439; José Abellán,
Historia Crítica del Pensamiento Español, t. 3: Del Barroco a la Ilustración (siglos XVII a XVIII), Madrid:
Espasa-Calpe, 1981, pp. 554-562 analiza los proyectos económicos de los ministros ilustrados y la contradicción
entre iluminismo y despotismo real.
280 Pedro Fermín de Vargas, “Representación del 20 de noviembre de 1799” en S. E. Ortiz, (ed.), Colección de
Documentos para la historia de Colombia, Segunda serie, Bogotá, 1965, p. 71. Ver también Pedro Fermín de
Vargas, Pensamientos políticos, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1968.
281 Alexandre Kojève, La notion de l’autorité, Paris : Gallimard, 2004. pp. 58-134.
282 J. G. A. Pocock, The Ancient Constitution and Feudal Law, Cambridge, 1957; Gordon J. Schochet,
Patriarchalism in Political Thought: The Authoritarian Family and Political Speculation and Attitude,
especially in Seventeenth-Century England, Oxford, 1975; Alexandre Koyré, De la mystique à la science: Cours,
136
familia se encuentra también en el discurso de los patriotas de las guerras
independentistas, quienes proceden de la misma manera cuando afirman
que el rey no ha cumplido cabalmente su función como "padre". La
expresión “La Madre Patria”, refiriéndose a España, demuestra que la
metáfora de familia no se restringía al papel del “padre” sino que incluía
también el de la “madre” o en el discurso de los patriotas la “madrastra
mala”.283
283 Hans-Joachim König, Auf dem Wege zur Nation: Nationalismus im Prozess der Staats- und Nationsbildung
Neu-Granadas 1750 bis 1856, Stuttgart: Steiner, 1988, pp. 123-139.
137
feroz. Nosotros llenaremos dignamente nuestros
ministerios toda vez que declarándonos enemigos de la
tiranía que nos ha hecho gemir tres siglos, hagamos
conocer a los pueblos la justicia de nuestra revolución,
los bienes consiguientes a ella y el dever de su defensa
para asegurarlos perpetuamente. Que el imperio de la
tiranía caiga por los mismos medios que se levantó
entre nosotros. 284
285 Hans-Joachim König, Auf dem Wege zur Nation: Nationalismus im Prozess der Staats- und Nationsbildung
Neu-Granadas 1750 bis 1856, Stuttgart: Steiner, 1988, pp. 140-159. Ver también la reseña de Otto Morales
Benítez, “Identidad y nacionalismo en la obra de Hans-Joachim König”, Politeia, No.27, pp. 97-124.
138
un gesto protector. El título del cuadro es diciente: "Simón Bolívar, el
Libertador y Padre de la Nación". Por estos tiempos Simón Bolívar
empieza a asumir el papel de guía, de Padre, de creador de Naciones y de
leyes. Como tal, el crea un sistema de poder y un imaginario político. La
necesidad de una figura paternal que pudiera sustituir al Rey español era
evidente. Se desarrolla un verdadero culto alrededor del Libertador. Con
un poder de adaptación admirable el culto católico participa del culto
bolivariano. Así por ejemplo el 18 de abril de 1820 se celebró un “Acto
Literario” organizado por los sacerdotes franciscanos, en la Iglesia del
Convento de la Orden, en Santa Fe de Bogotá. Los carteles anunciando
el evento decían en grandes letras:
286 Roland Anrup y Carlos Vidales, "El Padre, la Espada y el Poder: la imagen del Bolívar en la historia y en la
política", en Simón Bolívar 1783-1983: Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos,
Estocolmo, Instituto de Estudios Latinoamericanos, 1983, pp. 35-74 (cita en pp. 59-60).
139
colombiana como el “hombre de las leyes”. La primera parte de la
independencia está marcada por violentos conflictos internos entre los
diferentes caudillos regionales que disponían sobre tierra y hombres y
que defendían su posición en nombre de “la democracia” y la
“igualdad”; estos líderes se volvieron locutores del “juego democrático
libre” a pesar de que en realidad, cada uno buscaba el poder absoluto.
Caudillismo y caciquismo, basado en poder militar o posesión de
haciendas y relaciones de compadrazgo ha dominado la vida política de
la “Nación” desde entonces. Caudillos y caciques han intentado obtener
una posición favorable dentro de una red de relaciones que todavía están
vigentes. El control que el poder central puede obtener sobre cada uno de
estos centros de poder regionales es determinado y delimitado por
relaciones de poder en perpetuo cambio. El funcionamiento de este tipo
de sistema político y de Estado encuentra su síntesis analítica en las
palabras de Michel Foucault:
287 Michel Foucault, La voluntad de saber, México: Siglo XXI, 1991, p.115.
140
Cuando las élites independentistas “pensaron” su comunidad antigua
como una nación moderna y cortaron el cordón umbilical que las unía a
la legitimidad histórica del rey debieron enfrentarse a la definición de
esta nueva “nación”. Esta última entendida en el sentido de actores
individuales o ciudadanos reunidos en un contrato. El argentino
Domingo F. Sarmiento señala con lucidez este fenómeno en su obra
Facundo, escrita en 1845: "Cuando la autoridad es sacada de un centro
para fundarla en otra parte, pasa mucho tiempo antes de echar raíces". 288
En la medida que el nuevo pacto social no reconocía las antiguas
comunidades fue necesario hallar su fundamento en el acuerdo de
voluntades. Sin embargo, la voluntad general suponía la existencia de los
ciudadanos como actores individuales, lo que a su vez requería de la
existencia de un pueblo moderno en lugar de la sociedad tradicional
conformada por cuerpos, esto es, por actores sociales colectivos,
estamentos o "pueblos" de las distintas comunidades. 289 La resistencia
que ejercen las fuerzas comunitarias, es decir, aquéllas que tienen su
origen en el compromiso del individuo con el grupo al que pertenece de
manera natural - la familia, el clan, la aldea, la ciudad - tiene como
efecto mantener estas formas de autoridad en la periferia y reducir el
poder del Estado.290 Esta problemática de la relación entre la comunidad
288 Domingo F. Sarmiento, Facundo, México, UNAM, 1957, p. 125.
289 Francois-Xavier Guerra, “El pueblo soberano: incertidumbres y coyunturas del siglo XIX” en Guerra,
Francois-Xavier, Modernidad e independencias, México: Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 351-381.
290 Marta Irurozqui y Víctor Peralta, “Elites y sociedad en al América Andina. De la república de ciudadanos a la
república de la gente decente 1825-1880” en Historia de América Andina, Vol. 5: Creación de las repúblicas y
formación de la nación, Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, pp. 93-140.
141
y el Estado es importante para entender los fenómenos políticos de la
primera parte del siglo XIX y las relaciones que allí se forman entre el
estado central y los poderes regionales. ¿Al desaparecer el rey, que
representaba el nexo superior, a qué nivel debía llevarse a cabo la
asimilación del conjunto antiguo en la nación moderna? ¿A qué nivel
constituir la nueva entidad política? ¿A la altura de un virreinato, de una
audiencia, de una provincia, de una ciudad con su hinterland? Estas eran
las preguntas fundamentales.
142
Colombia celosos de sus parcelas de poder. 291 Cabe preguntarse sobre la
existencia de posibles continuidades con respecto a las características del
estado burocrático colonial.292 ¿Este Estado acaso no conservó las
características que el Estado colonial configuró a lo largo de tres siglos
de historia, especialmente a nivel de las unidades regionales mínimas
como tenencias políticas, parroquias, e inclusive a nivel de los cabildos
regionales? Sería interesante preguntarse sobre cuál fue el desarrollo o el
destino de la tradición burocrática colonial en la formación del estado
republicano temprano; porque de hecho, la figura paternal del rey,
definida en la presencia de un padre concentrador de poder, dador de
leyes, máximo juez, benévolo y justo, parece haber sido la inspiradora de
los afanes centralizadores. En esta tónica valdría incursionar en los
interrogantes acerca de “la pérdida del padre”, primero el rey y luego
Bolívar y la relación que ésta pueda tener con el conflicto entre los
líderes centralistas y la emergencia del caudillismo regional, que puede
tener raíces en la tradicional lucha de los poderes criollos regionales al
interior de la burocracia colonial a todo nivel, desde el poder en los
Virreinatos hasta en los más pequeños corregimientos y tenencias
políticas.
291 Roland Anrup y Carlos Vidales, "El Padre, la Espada y el Poder: la imagen del Bolívar en la historia y en la
política", en Simón Bolívar 1783-1983: Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos,
Estocolmo, Instituto de Estudios Latinoamericanos, 1983, pp. 35-74; Anrup y Vidales, "Simón Bolívar y el
Problema Nacional: Un ensayo de análisis sicohistórico", Iberoamericana, Vol. XIV, Nos. 1-2, 1985, pp.
137-148.
292 Horst Pietschmann, Die staatliche Organisation des kolonialen Iberoamerika, Stuttgart: Klett-Cotta, 1980, pp.
95-169.
143
Cuando llegan a su fin las guerras independentistas, los gobernantes de
los nuevos estados americanos, aún tan disímiles como Rosas en
Argentina, Páez en Venezuela, Portales en Chile y Flores en el Ecuador,
se aplicaron en un objetivo común: establecer un orden político estable
que pudiera centrar una realidad en la cual la pobreza fiscal y las
múltiples fracturas sociales amenazaban con ser germen de graves
conflictos. Lo hacen entonces, en este momento, fundándose en un
discurso que es de inspiración republicano-democrático. Sin embargo,
en estas circunstancias y para estos gobernantes, el orden debía ser
autoritario y el poder concentrado. Lo cual significó desechar una
fórmula democrática presente en la primera fase de la revolución; sin
embargo, también se desecha, con la excepción de Flores, la alternativa
monárquica. Las élites adhirieron, en general, a alguna variante del
constitucionalismo liberal y también lo hicieron, sorpresivamente, la
mayoría de los caudillos militares que guardaron escrupulosamente las
fórmulas constitucionales, para violarlas sistemáticamente en los
hechos.293 La doctrina liberal al estilo francés, inglés o estadounidense
inspira casi palabra por palabra a innumerables constituciones e
impregna el Derecho.294 En este marco legal - estatal se hizo uso
constante de la figura de estado de excepción:
293 José Carlos Chiaramonte, “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis del Estado argentino (c.
1810-1852)” en Sábato, Hilda (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas
de América Latina. México: Colegio de México, 1999, pp. 94-116.
294 Jaime Orlando Santofimio Gamboa, Tratado de derecho administrativo, tomo I, Bogotá: Universidad
Externado, pp. 187-331; David J. Robinson, “Liberty, fragile fraternity and inequality in early-republican
Spanish America: assesing the impact of French Revolutionary ideals”, Journal of Historical Geography, 16, 1
(1990), pp. 51-75.
144
Más allá del federalismo o del centralismo, del
liberalismo o del conservadurismo, clericalismo o
anticlericalismo, el hilo conductor del
constitucionalismo iberoamericano, en la práctica, fue
el uso rutinario de los regimenes de excepción,
haciendo de la supuesta excepción la modalidad
ordinaria y cotidiana de la política “republicana”.295
295 Brian Loveman, “El constitucionalismo andino, 1808–1880” en Historia de América Andina, Vol.5: Creación de
las repúblicas y formación de la nación, Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, pp. 275-316.
145
género, educación, o alternativamente con asambleas de distintos
grados.296 Esto provenía tanto de un implícito rechazo del igualitarismo
social, justificado con “la ignorancia de las masas”, como del interés por
impedir que las divisiones facciosas, que normalmente surgían en el seno
de la élite y sus sectores periféricos, pudieran manipular a su favor estos
mismos sectores populares.297 De esta forma se retomaban las fórmulas
políticas del constitucionalismo liberal español de 1812 y 1820, es decir -
como ha subrayado Frank Safford - una peculiar adaptación del modelo
británico a la tradición española.298 Abundaron en los textos
constitucionales los Consejos de Estado, los vetos suspensivos y el
centralismo, aunque en Hispanoamérica se puso más énfasis que en
España, en las atribuciones del poder central. Sobre todo, aparece
claramente la influencia de los constitucionalismos moderados europeos.
En "De la force du gouvernement actuel de la France et de la nécessité
de s’y rallier", escrito en 1796, Benjamin Constant (1767-1830)
demuestra que el gobierno nacido de la superación del terror representa
ya un orden estable y digno de defender, contra el cual no cabe rebelión
legítima alguna.299 Constant enfatiza la distancia entre el liberalismo y la
democracia respecto de la categoría ‘libertad’. Ésta para los antiguos
296 Esto no era una peculiaridad de América Latina como se puede ver, por ejemplo, en Pierre Rosanvallon, La
consagración del ciudadano: historia del sufragio universal en Francia, México: Instituto Mora, 1999, pp.
9-270.
297 Las ambigüedades del liberalismo posrevolucionario han sido subrayadas por Charles Hale, “The Reconstruction
of Nineteenth Century Politics in Spanish America: A case for the History of Ideas”, Latin American Research
Review, 2, 1972.
298 Frank Safford, “Politics, Ideology and Society in Post Independence Spanish America”, en Leslie Bethell (ed.),
The Cambridge History of Latin America, III, Cambridge: Cambridge University Press, 1985.
146
consistía en la participación en la asamblea popular mientras que para los
modernos era el gozo de los bienes privados. Según Constant la
democracia corresponde a la antigüedad en tanto el liberalismo es propio
de la modernidad. Mientras los antiguos ejercitaban colectivamente la
soberanía al votar leyes, pronunciar juicios y someter a control a los
funcionarios, la libertad de los modernos consiste en los derechos de la
propiedad, la privacidad y de la petición frente a la autoridad. Dice
Constant: “El objetivo de los antiguos era compartir el poder social entre
todos los ciudadanos de una misma patria. A esto le llamaban libertad. El
300
objetivo de los modernos es la seguridad de los goces privados”. Por
su parte, Jeremy Bentham (1748-1832), aunque se mostró reticente ante
algunos de los valores que inspiraron la Revolución Francesa, estableció
contactos con Bolívar y, en la época de las guerras napoleónicas, se puso
del lado de los movimientos liberales de resistencia en Europa e
Iberoamérica, para quienes elaboró un modelo de democracia
constitucional. El detalle de su concepción lo presenta en el Código
constitucional, un texto redactado a instancia de las Cortes portuguesas
de 1822 y publicado en 1830, y que su autor concibió como modelo
inmediatamente válido para las aspiraciones democráticas que se
manifestaban entonces en España y para las repúblicas
hispanoamericanas recién independizadas, además de haberlo pensado
299 Marta Lorente, “Reflexiones sobre la Revolución” en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la Teoría Política,
vol. 3, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 163-226.
300 Benjamin Constant, La libertad de los antiguos comparada a la de los modernos, México: UNAM, 1978, p.15.
147
para un futuro democrático en su propio país.301 En los textos de estos
dos pensadores europeos no se buscaba tanto su filosofía - cuya
introducción solía causar escozor en sociedades donde la Iglesia
conservaba mucho peso - como las fórmulas constitucionales, materia
en las que estos dos pensadores eran considerados autoridades
indiscutidas.
301 Josep Colomer, "Ilustración en liberalismo en Gran Bretaña: J. Locke, D. Hume, los economistas clásicos, los
utilitaristas", en Fernando Vallespín (ed.), Historia de la Teoría Política, vol. 3, Madrid: Alianza, 1991, pp.
11-96. Ver también Edgar Bodenheimer, Teoría del derecho, Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997, pp.
314-316; Carl Joachim Friedrich, La filosofía del derecho, México: Fondo de Cultura Económica, 1997,
pp.144-149; Esperanza Guisan, “El utilitarismo” en Victoria Camps, ed., Historia de la ética: 2. La ética
moderna., Barcelona: Crítica, 2002, pp.457-478.
148
torna asunto privado a tal grado que apenas se puede hablar en este caso
de Estado patrimonial”. 302
302 Bertrand Badie y Guy Hermet, Política comparada, , México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 197-198.
149
mediante reparto de tierras y a veces de peculio a los
hijos o a otras personas dependientes del círculo
familiar, damos aquí el nombre de dominación
patrimonial [...] La administración patrimonial se ha
adaptado originariamente a las exigencias personales
del señor, especialmente de su hacienda privada.303
304Samuel Eisenstadt, Traditional Patrimonialism and modern neo-patrimonialism, Beverly Hills: Sage
Publications, 1973.
150
combinación de un doble efecto presente en las sociedades marcadas por
lo que Bertrand Badie y Guy Hermet han llamado "la dinámica
huérfana", a saber: la valoración excesiva de algunos recursos estatales y
la escasa movilización social. El primero de estos elementos propicia la
alianza estrecha y hegemónica del jefe y de su burocracia. En estas
condiciones éstos acaparan lo esencial de los recursos de dominio en el
ámbito estatal. Sin embargo, la autoridad del jefe depende de la solidez
de su legitimidad: si ésta es de naturaleza tradicional, se ve de todos
modos afectada por la necesidad de dar una mínima credibilidad a la
autoridad, si es de naturaleza carismática, a medida que se haga rutinaria
deberá contar con las instituciones burocráticas, y en primer lugar con el
ejército; si es de tipo racional-legal, tiene que basarse, a falta de
verdadera vida y competencia políticas, en la demostración de la eficacia
de las instituciones burocráticas.305
305 Bertrand Badie y Guy Hermet, Política comparada, , México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 180-190.
151
neoliberalismo, que privatiza y utiliza los recursos de Estado para fines
particulares. Por último, si estos conceptos se juzgan como pertinentes u
operativos, se hará necesario definir la forma en que se deben situar los
diferentes gobiernos y regimenes políticos en relación a las
características de las diferentes variantes del patrimonialismo o del
neo-patrimonialismo, respectivamente. Los interrogantes que aquí he
abierto, no tienen otro objetivo sino el de señalar que es posible acudir a
estos conceptos, modos de explicación y narrativas teóricas para el
estudio de los fenómenos del Estado latinoamericano. Podrían
convertirse en herramientas pertinentes para el enriquecimiento de la
investigación en este campo con miras a construir, una cada vez más
acabada reflexión sobre tan complejo proceso en el devenir de los
Estados latinoamericanos.
152
VII. Derecho y Disposición
306 “Creonte a su hijo Hemón”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro al viento
número uno, Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, p. 48.
307 Sófocles, Antígona, trad. de Juan Manuel Rodríguez, Madrid: Editorial Alba, 1997, p. 48.
153
Para los tiranos, sean de la antigüedad o de los tiempos actuales, la ley
no puede ser aplicada de igual forma para quienes defienden el Estado y
para quienes lo combaten.
308 Citado por L. Delatte, Les Traités de la royauté de Ecphante, Diotogéne et Sthénidas, Paris: Droz, 1942, p.39.
309 Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo sacer, II, I. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2004, pp. 130-131.
154
El concepto de Estado y el de derecho están fuertemente imbricados de
tal modo que la violencia sólo puede presentarse como legítima a través
de una oscilación continua entre el derecho y la soberanía estatal, entre
las reglas y las decisiones acerca de éstas. El Estado se arroga el
monopolio de la violencia y la legitima a través del derecho. El
politólogo y teórico jurídico italiano, Norberto Bobbio considera que el
derecho y el poder son:
155
La soberanía constituye el concepto jurídico-político que permite al
Estado moderno, con su lógica interna absolutista, afirmarse como
organización del poder fundado sobre el monopolio de la violencia.311
Esto se produce por una exigencia de unificación y de concentración del
poder con el fin de ejecutar, a través de una única instancia, el monopolio
de la fuerza dentro de un determinado territorio y sobre una población
concreta. El jurista austriaco, Hans Kelsen (1881-1973) sostiene en su
Teoría pura del derecho que:
311 Roberto Bergalli, “Presentación” en Eligio Resta, La certeza y la esperanza: ensayo sobre el derecho y la
violencia, Barcelona: Paidós, 1995, p. IV. El concepto de absolutismo ha sido puesto en debate por Ronald G.
Asch y Heinz Duchardt, Der Absolutismus – ein Mithos? Strukturwandel monarchischer Herrschaft in West- und
Mitteleuropa (ca. 1550-1700), Köln: Böhlau Verlag, 1996.
312 Hans Kelsen, Teoría Pura del Derecho, México: Editorial Porrúa, 1995, p. 286. La expresión más acabada de la
doctrina de Kelsen del derecho y del Estado se contiene en esta obra, cuya segunda y última edición original es
de 1960. Ver también Kelsen, El Estado como integración. Una controversia de principio, Madrid: Tecnos, 1997.
Sobre la recepción de la teoría de Kelsen en América Latina y en particular en Colombia ver Diego Eduardo
156
Para Kelsen, Derecho y Estado son conceptos idénticos y sinónimos. El
Estado es la suma total de normas que ordenan la coerción y es así
coincidente con el derecho. El Derecho – el Derecho positivo (no la
justicia) - es precisamente ese orden coercitivo que es el Estado. 313 El
derecho se ha pensado con referencia al Estado, adquiriendo sentido sólo
en él y por él, de forma que ha sido sometido a un radical
empobrecimiento.314 Sin embargo, el jurista siciliano, Santi Romano ha
afirmado que son muchos y variados los ordenamientos jurídicos que
interactúan en el mundo social; el Estado tan solo es una de aquellas
instituciones y lo que éste distingue como legal e ilegal es solo una parte
del mundo jurídico.315 La autonomía jurídica de los pueblos y
comunidades pone en entredicho y enfrenta de hecho la soberanía estatal
con sus aparatos burocráticos y jurídicos. En este sentido representa un
potencial anti-estatal que nos hace recordar las palabras de Jean-Jacques
Rousseau en El contrato social sobre esos grupos de aldeanos, esos
López Medina, Teoría impura del derecho: La transformación de la cultura jurídica latinoamericana, Bogotá:
Legis, 2004, pp. 341-434.
313 Kelsen, Der soziologische und der juristische Staatsbegriff, Charlottenburgo: Pan-Verlag Rolf Heise, 1928, p.
191. Ver también Kelsen, Que es la teoría pura del derecho?, México: Fontamara, 1998, p. 36. El original alemán
Was ist die reine Rechtslehre? fue publicado en 1953.
314 Paolo Grossi, Mitología jurídica de la modernidad, Madrid: Trotta, 2003, p.46.
315 Santi Romano, L’Ordinamento Giuridico, Florencia: Sansón, 1951. Ver también Juana Dávila Sáenz, Apuntes
sobre pluralismo jurídico, Bogotá: Universidad de los Andes CIJUS, 2004, p. 25.
157
ejércitos de campesinos que resuelven los asuntos comunales bajo un
roble o una encina.316
158
como han sido perjudicadas, como han sido oprimidas;
y finalmente, su decisión, no es una decisión de
autoridad, es decir, no se apoyan en un aparato de
Estado que tiene la capacidad de hacer valer sus
decisiones, sino que las ejecuta pura y simplemente.319
320 Antonio Carlos Wolkmer, “Pluralismo jurídico: nuevo marco emancipatorio en América Latina” en Mauricio
García Villegas y César A. Rodríguez (eds.), Derecho y sociedad en América Latina: Un debate sobre los estudios
jurídicos críticos, Bogotá: ILSA, 2003, pp. 247-258. Ver también Germán Palacio, Pluralismo jurídico, Bogotá:
Universidad nacional, 1993. El sociólogo colombiano Mauricio García Villegas y el exmagistrado de la Corte
Constitucional Rodrigo Uprimny Yepes afirman que: “Es bien sabida la importancia que tiene la integración de la
comunidad en términos valorativos, culturales y en general normativos, para explicar el éxito de la justicia
comunitaria.” Mauricio García Villegas y Rodrigo Uprimny Yepes, “El nudo gordiano de la justicia y la guerra en
Colombia”, en Álvaro Camacho Guizado y Francisco Leal Buitrago, Armar la paz es desarmar la guerra, Bogotá:
IEPRI, FESCOL, CEREC, 1999, pp. 33-72, (62-63).
321 Mauricio García Villegas y Cesar A. Rodríguez, “Derecho y sociedad en América Latina: propuesta para la
consolidación de los estudios jurídicos críticos” en Mauricio García Villegas y César A. Rodríguez (eds.), Derecho y
sociedad en América Latina: Un debate sobre los estudios jurídicos críticos, Bogotá: ILSA, 2003, pp. 48-49.
159
de miembros del Ejército. En febrero, 16 gobernadores indígenas
levantaron sus bastones de mando bajo un árbol de manga en Bodega
Alta, Caloto, y dieron inicio al juicio contra la unidad militar comandada
por el teniente coronel Juan Vicente Trujillo, a raíz de la muerte de
Olmedo Ui. Habían resuelto llevar a cabo el juicio, de acuerdo a sus usos
y costumbres y desde el derecho propio. Unos tres mil indígenas
esperaban a Trujillo, en silencio, mientras se repitió tres veces: “El
Tribunal Indígena cita al teniente coronel Juan Vicente Trujillo”. El
oficial no apareció frente a la audiencia pública sino en una conferencia
de prensa en Cali, en la cual declaró: “Yo me limito a estar dentro de mi
jurisdicción y a las normas legales con las cuales estoy cumpliendo”. Y
desde Bogotá el comandante de las Fuerzas Armadas, general Carlos
Alberto Ospina añadió: “Los únicos que pueden juzgar a los
colombianos son los miembros de la justicia”. 322 Sin embargo, bajo un
árbol de manga, el tribunal sesionaba basado en los derechos de
autonomía y jurisdicción indígena. De hecho, la Constitución de 1991,
constantemente amenazada por el régimen uribista, consagra la
jurisdicción especial indígena. El artículo 246 dispone que “las
autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer funciones
jurisdiccionales”.323 La Corte Constitucional ha reiterado en varias
322 El Tiempo, viernes 20 de febrero de 2004; “Juicio indígena a miembros del Ejercito de Colombia, Comunicado
del 19 de febrero 2004 del colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo”; “Asamblea Indígena Nasa del Norte del
Cauca persistirá en el proceso de investigación al ejército nacional hasta cuando se haga justicia”, comunicado del
19 de febrero 2004 de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte de Cauca, ACIN.
323 Elías Castro Blanco, Multiculturalismo y Constitución Política: el neocontractualismo de John Rawls, Charles
Taylor y la constitución política de Colombia de 1991, Bogotá: Universidad Libre, 2004, pp. 81-90.
160
sentencias que se trata de una potestad, de una atribución que la
Constitución adscribe a las autoridades indígenas. 324 Sin embargo, la ley
estatal establecerá las formas de coordinación de esta jurisdicción
especial con el sistema judicial nacional. 325 Pero las aspiraciones
indígenas de los nasa o paez van más allá:
325 Daniel Bonilla Maldonado, La constitución multicultural, Bogotá: Siglo del Hombre editores, 2006, pp.
148-266.
326 Foro Nacional de la Organización Nacional de Indígenas Colombianos, “Emergencia social, económica y
cultural de los pueblos indígenas del Cauca, y mecanismos de Resistencia”, Popayán, marzo 5 de 2002, p .2. Para un
fascinante estudio de caso de la cosmovisión indígena alrededor de la ley y de la identidad ver Joanne Rappaport,
Cumbe renaciente: una historia etnográfica andina, Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2005,
pp.49-67.
161
mexicano, Oscar Correas señala que su “función significativa ha
quedado relegada totalmente al nivel de la ideología de justificación del
estado moderno. Sirve precisamente para retacear legitimidad a cualquier
intento de contestación del poder, de la legitimidad del poder de los
funcionarios de un estado”.327 El surgimiento del Estado moderno
implica la pretensión de exclusividad del ordenamiento jurídico en un
espacio territorialmente delimitado. El pluralismo jurídico significa la
objeción a esta pretensión de monopolio de la ley, de la fuerza y de la
violencia, negando la omnipotencia del Estado; Norberto Bobbio ha
afirmado que tiene “una carga ideológica bien precisa: la sublevación
contra el estatismo, contra la centralización del poder y contra el
crecimiento de las funciones del Estado”.328
328 Norberto Bobbio, Giusnaturalismo e positivismo giuridico, 3ª. ed., Milan: Edizioni di Comunità, p. 25. Ver
también Norberto Bobbio, Dalla struttura alla funzione: Nuovi studi di Teoría del diritto, Milan: Edizioni di
Comunità, p. 91.
329 Boaventura de Sousa Santos, O discurso e o poder: ensaio sobre a sociolgia da retórica jurídica, Porto Alegre:
Fabris, 1988, p. 77.
162
para dirigir la vida en común, dirimir las disputas y sancionar conductas
consideradas como delictivas.330 El Consejo Superior de la Judicatura
como órgano encargado de establecer juzgados para la administración de
justicia estatal en los pueblos y veredas de Colombia, se ha visto
obligado a clausurar o trasladar algunos de éstos ya que frente a las
instancias de administración de justicia dirigidas por la guerrilla, que
encuentran la solución a los conflictos de forma rápida y eficiente, los
entes estatales resultan obsoletos.331 Efectivamente, entre los pobladores
la administración de la guerrilla logra cierto reconocimiento. Para María
Teresa Uribe se trata de un rasgo propio — en un contexto diferente y
signado por la guerra — de los viejos patronazgos que cumplieron “con
la función semi-estatal de ofrecer protección, orden y seguridad a cambio
de lealtad incondicional y obediencia absoluta”.332 Sin embargo, el
comandante Iván Ríos, miembro del Secretariado de las FARC hasta el
momento de su muerte a manos de un traidor o infiltrado de las fuerzas
estatales, mantenía otra visión del asunto que en parte confirma y en
parte contradice la de María Teresa Uribe:
330 Sobre la justicia guerrillera ver Nicolás Espinosa, “Entre justicia guerrillera y la justicia campesina ¿Un nuevo
modelo de justicia comunitaria? La Macarena, Meta, un estudio de caso”, Revista Colombiana de Sociología, No.
20, 2003, pp. 117-146; Mario Aguilera Peña, “Justicia guerrillera y población civil 1964-1999” en Santos,
Boaventura de Sousa y García Villegas, Mauricio, (eds.), El caleidoscopio de las justicias en Colombia. Análisis
socio-jurídico, Tomo II, Colciencias, ICANH, Universidad de los Andes, Bogotá: Siglo del Hombre editores y
Universidad de Coimbra, 2001 y Mario Aguilera Peña “Guerra, insurgencia y prácticas judiciales” en Gonzalo
Sánchez y Eric Lair, Violencias y estrategias colectivas en la región andina: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y
Venezuela, Bogotá: Norma, 2004, pp.557-598.
331 El Tiempo informa en julio de 2004 que un “comandante guerrillero” de las FARC capturado por las fuerzas
estatales en Nariño y puesto a disposición de la justicia del Estado recibió 27 años de prisión por haber
condenado a muerte un hombre por la violación de una niña de 10 años.
332 María Teresa Uribe, Nación, ciudadano y soberano, Corporación Región, Medellín, 2001, pp. 260-261.
163
En casos particulares la guerrilla es clave para ayudar a
dar soluciones muchas veces. Pero no es bueno que la
misma guerrilla sea la que determine la solución; a
veces no se toma una buena determinación, porque
muchas veces la gente nuestra no entiende, los mandos
no entienden, la comunidad exige que la guerrilla
determine. Porque es que así es, la gente dice
“arrégleme este problema y Usted decida comandante”
y la gente se exime de esa responsabilidad y asume esa
actitud facilista, incluso hasta de pereza mental
colectiva, es una actitud que no corresponde a lo que se
requiere. Entonces esto lleva a que mucha gente
nuestra en vez de irse por el criterio que debe ser se
deje estimular por la comunidad y toma la decisión, y a
veces es una decisión bien tomada y a veces mal
tomada. Entonces cuando es mal tomada es cuando se
crea un problema, mayor. Y cuando es bien tomada
pues el problema es más a largo plazo, porque se ésta
enseñando mal a la gente.333
333 Entrevista a Iván Ríos citado en Nicolás Espinosa, “Entre justicia guerrillera y la justicia campesina ¿Un nuevo
modelo de justicia comunitaria? La Macarena, Meta, un estudio de caso”, Revista Colombiana de Sociología, No.
20, 2003, pp. 117-146; cita en p. 141. La cabeza de Iván Ríos, fotografiada después de muerto descansando sobre
una tela blanca tenía una similitud asombrosa con un trompe-l’oeil de Francisco Zurbarán de 1631.
164
Jairo Martínez, quien hizo parte de la Comisión Temática de las FARC el
Cáguan, opina lo siguiente:
335 Citado en El Conflicto, callejón con salida: entender para cambiar las raíces locales del conflicto, Bogotá:
UNDP, 2003, p. 69.
165
asegurar la educación, la formación política, la
ampliación de los horizontes y de la experiencia
política de las masas. ¿Es el trabajo de este aparato de
Estado imponer una sentencia? En absoluto; su trabajo
es educar a las masas y la voluntad de éstas de modo
que sean las mismas masas quienes digan: “En efecto,
no podemos matar a este hombre” o “En efecto,
debemos matarlo”. [...] un acto de justicia popular no
puede llegar a la plenitud de su significado más que es
políticamente elucidado, controlado por las masas
mismas.336
Hans Kelsen afirma que: “la identificación de la forma del Estado con la
constitución corresponde plenamente al prejuicio de un derecho
encerrado en la ley”.337 Efectivamente, si tomamos el caso de la
Constitución de 1991, se verá que tras el carácter emancipatorio que ha
querido atribuírsele se esconde un proyecto de exclusión hegemónica
cuyo fin es perpetuar un esquema de dominación, mimetizándolo
mediante figuras como Estado de Derecho y “democracia
participativa”.338 El filósofo y jurista, Oscar Mejía afirma que la
336 Michel Foucault, “Sobre la justicia popular” en Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, Madrid:
Alianza, 2001, p. 49 y 67.
337 Hans Kelsen, Teoría pura del derecho México: Editorial Porrúa, 1995, p. 286. Ver también Kelsen, El Estado
como integración. Una controversia de principio, Madrid: Tecnos, 1997.
166
Constitución de 1991 no es representativa de la totalidad de formas de
vida que se encuentran en Colombia. De ahí que el acrecentamiento del
conflicto armado es sintomático del inconformismo y discriminación
social que no se resolvió, y no se puede resolver meramente por medios
constitucionales. Se hace necesario explorar y definir un modelo que
verdaderamente incluya los sectores de los que prescindió:
339 Oscar Mejía Quintana, Poder constituyente, conflicto y constitución en Colombia, Bogotá: Universidad de los
Andes, Facultad de Derecho, 2005, p. 229.
340 William Ospina, ¿Dónde está la franja amarilla?, Bogotá: Norma, 1997, p.16.
167
en Colombia el Estado está contra todo el mundo. Eso
ha sido cierto en muchos sitios, pero en Colombia es
muy notable. En Colombia el Estado está al servicio de
unas mínimas minorías dueñas no solo de las cosas,
sino del Estado mismo. Esto parece una caricatura
hecha por un marxista, por supuesto, pero es que
cualquier teórico marxista se habría relamido al ver un
caso tan perfecto como el que vive Colombia, donde
una clase domina a las otras de una manera
caricaturesca. No la llamo clase dirigente, porque no
dirige, sino dominante. O mejor, poseyente, como
dicen los marxistas franceses.341
341 Antonio Caballero, Patadas de ahorcado: Antonio Caballero se desahoga, Bogotá: Editorial Planeta, 2002, p.
50. Sobre el Estado colombiano ver también Víctor Manuel Moncayo C., El Leviatán derrotado: Reflexiones
sobre teoría del Estado y el caso colombiano, Bogotá: Editorial Norma, 2004. Para puntos de vista contrarios a la
aquí expuesta ver Eduardo Pizarro y Ana Maria Bejarano, “Colombia: A Failed State?, Harvard Review of Latin
America, Vol. II, No. 3, 2003; Eduardo Pizarro Leongómez, “Colombia: ¿una guerra de perdedores?”, Revista de
Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Uniandes, No.16, octubre 2003, pp. 85-93; Eduardo Posado
Carbó, ‘Ilegitimidad’ del estado en Colombia: sobre los abusos de un concepto, Bogotá: Alfaomega, 2003; Arturo
Sarabia Better, Reformas políticas en Colombia: Del Plebiscito de 1957 al Referendo de 2003, Bogotá: Editorial
Norma, 2003.
168
conexión interna. Tal procedimiento, a mi parecer, entiende la política de
forma reduccionista al descifrar sus acontecimientos a partir de intereses
que han tenido su origen en el nivel económico de la formación social.
Insistiendo en conceptualizar el orden social como una estructura total
con sus racionalidades subordinantes, este tipo de análisis ha descuidado
los “espacios de acción” que existen en los intersticios de la estructura,
en las grietas, los mismos que desaparecen del campo de visión de
aquella mirada que busca la totalidad obsesivamente. 342 Tal como hay
que criticar tales concepciones de unicidad de la estructura social en su
conjunto, también es necesario entender que detrás de la apariencia
unitaria y formal del Estado hay diferentes aparatos estatales, entre los
cuales no existe necesariamente coherencia o unidad de acción. La
unidad que poseen los diferentes aparatos del Estado depende de medios
de unificación bien determinados: la manera en que son especificados en
los discursos legales o administrativos, los procedimientos particulares
de coordinación, etc. Si bien estos medios pueden afectar
significativamente las condiciones de la acción no pueden, sin embargo,
garantizar la unidad de acción. El Estado no puede comprenderse a partir
de sus límites formales, sino que ha de entenderse como producto de un
conjunto de condiciones específicas. El teórico marxista italiano Antonio
Gramsci afirma en uno de sus tempranos textos:
342 He criticado tales concepciones, por los graves errores políticos a los cuales pueden conducir, en Roland Anrup,
“Totalidad social: ¿Unidad conceptual o unicidad real?“, Revista de extensión cultural, Universidad Nacional de
Colombia, Medellín, no. 20, 1985, pp. 6-23.
169
El estado fue siempre el protagonista de la historia,
porque en sus organismos se concentra la potencia de
la clase propietaria; en el estado la clase propietaria se
disciplina y se unifica, por sobre las disidencias y los
choques de la competencia, para mantener intacta la
condición de privilegio en la faz suprema de la
competencia misma: la lucha de clases por el poder,
por la preeminencia en la dirección y ordenamiento de
la sociedad.343
Por los mismos años que Gramsci escribe estas líneas, el jurista alemán
Carl Schmitt afirmo que:
… el soberano está fuera [steht ausserhalb] del orden
jurídico normalmente válido, y sin embargo pertenece
[gehört] a él, porque es responsable por la decisión
acerca de si la constitución puede ser suspendida in
toto. 344
343 Antonio Gramsci, “La conquista del Estado”en Escritos Políticos (1917-1933), México: Pasado y Presente,
1981, p.93. Ver la discusión sobre el Estado, Marx y Gramsci en Luis Althusser, Ecrits philosophiques et
politiques, tome I, Paris: Stock, 1994, pp. 351-538; Francisco Piñón, Gramsci: Prolegómenos. Filosofía y
Política, México: Centro de Estudios Sociales Antonio Gramsci de México, 1987; Stuart Hall, Bob Lumley,
Gregor McLennan, “Politics and Ideology: Gramsci” en Cultural Studies: On Ideology, Birmingham: Centre for
Contempory Cultural Studies, 1977, pp. 45-76; Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico, México: Siglo
XXI, 1976; Juan-Ramón Capella, Entrada en la barbarie, Madrid: Editorial Trotta, 2007, pp. 13-39.
344 Carl Schmitt, Politische Theologie, München: Dunker & Humblot, 1922, p. 13. Trad. Cast. Carl Schmitt,
teólogo de la política (ed. Héctor Orestes Aguilar), México: Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 24.
345 Carl Schmitt, Political Theology: Four Chapters on the Concept of Sovereignty, The MIT Press, Cambridge,
Mass, 1985, p.5. El original alemán Politische Theologie se publicó en 1922.
170
largo de la vigencia de la constitución, pero como poder no limitado se
mantiene siempre presente como un poder extrajurídico:
un poder que, a pesar de no estar constituido en virtud
de una constitución, tiene con cualquier constitución
vigente un nexo tal que aparece como poder fundante
[…] un nexo tal que no puede ser negado ni siquiera
en caso de que la constitución vigente lo niega.346
346 Carl Schmitt, La dictadura, Madrid: Alianza, 1985, p. 193. El original Die Diktature fue publicado en 1921.
347 Sobre Schmitt ver José Estévez Araujo, La crisis del Estado de derecho liberal. Schmitt en Weimar, Barcelona:
Ariel, 1987; Jacques Derrida, Politiques de l’amitié, Paris:Galilée, 1994, pp. 93-129; Matthias Kaufmann,
¿Derecho sin reglas?: Los principios filosóficos de la teoría del estado de Carl Schmitt, México: Fontamara,
1999; Andreas Kalyvas, “Schmitt y el poder constitucional” en Graciela Medina y Carlos Mallorquín (coords.),
Hacia Carl Schmitt: ir-resuelto, Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2001, pp. 174-231.
Comentando a Schmitt, afirma Paul Hirst que el soberano determina la posibilidad del “estado de derecho”
decidiendo sobre su excepción: “The Decisionism of Carl Schmitt”, Telos, No. 72, 1987. Una versión posterior se
encuentra en “Carl Schmitt’s Decisionism” en Chantal Mouffe, The Challenge of Carl Schmitt, London: Verso,
1999, pp. 7-17; Jorge Dotti y Julio Pinto (comp.), Carl Schmitt: Su época y su pensamiento, Buenso
Aires:Eudeba, 2002; Ramón Campderrich, La palabra de Behemoth: Derecho, política y orden internacional en
la obra de Carl Schmitt, Madrid:Trotta, 2005.
171
categoría de legitimación como el “pueblo”, o una definición puramente
formal como la de “plenitud de poderes”.
348 Herbert Tingsten Les Pleins pouvoirs. L’expansion de pouvoirs governamentaux pendent et après la Grande
Guerre, París: Stuck, 1934, p. 333.
172
remite a un acto declarativo y oficial, implica que una decisión debe ser
manifestada por quien tiene autoridad y presupone una norma que otorga
esa facultad. Si la decisión no se manifiesta en un acto de declaración
hay un estado de excepción de facto. El término decisión remite no sólo
a los casos en que se acude al estado de excepción mediante una
declaración jurídica, sino inclusive de facto, es decir, no implica
legitimarse respecto de alguna norma.350 Lo que damos por llamar
“Estado de Derecho” viene a ser una cristalización históricamente
contingente y efímera. El estado de excepción se manifiesta como el
fundamento del orden jurídico-político. Hay una ambigüedad
constitutiva del orden jurídico-político por la cual éste parece ser siempre
al mismo tiempo, de hecho y de derecho. El estado de excepción es el
lugar en el cual esta ambigüedad que funda el nexo entre violencia y
derecho emerge a plena luz.351
350 Janneth Español Casallas, Análisis del acto declarativo del estado de conmoción interior, Universidad Nacional
de Colombia, Facultad de Derecho Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá: 2005, p. 41.
351 Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo Sacer, II,I. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2004, p.14 y
p. 59.
173
En su octava tesis del ensayo Tesis de la filosofía de la historia
(Geschichtsphilosophischen Thesen), escrito en la época del fascismo
clásico, y sintetizando toda la experiencia de su generación, Walter
Benjamin señaló que:
353 Ver Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homer sacer, II, I, Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2003, p.
25. Sobre Benjamin ver Hannah Arendt, Walter Benjamin, Bertold Brecht, Hermann Broch, Rosa Luxemburgo,
Barcelona: Anagrama, 1971, pp. 7-71; Ricardo Forster, W. Benjamin, Th. W. Adorno: El ensayo como filosofía,
Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1991, pp. 11-158; Axel Honneth, “A communicative disclosure of the
past: on the relation between anthropology and philosophy of history in Walter Benjamin”, in Laura Marcus and
Lynda Nead, The Actuality of Walter Benjamin, London: Lawrence & Wishart, 1998, pp. 118-134.
174
las garantías para los derechos ciudadanos contenidas en la Constitución
de Weimar. El decreto no fue nunca revocado, de modo que todo el
Tercer Reich puede ser considerado, desde el punto de vista jurídico,
como un estado de excepción. Las palabras de Benjamin tienen amplia
relevancia en el contexto colombiano actual, tanto en lo que se refiere al
estado de excepción fascista como a la verdadera excepción, es decir la
revolución. En este punto es interesante recordar que Benjamin ya en su
Critica de la Violencia (Kritik der Gewalt), escrita en la coyuntura
insurreccional a inicios de la década del veinte, había planteado la
posibilidad de una violencia pura (reinen Gewalt) revolucionaria por
fuera del derecho del Estado.354 A la violencia instrumental del Estado
policial liberal, Benjamin opuso la “violencia soberana” del proletariado.
Para éste el recurso a medios violentos no plantea ningún problema, es
tan justificado como el “derecho” del hombre de mover su cuerpo hacia
la meta deseada. La violencia es desde este punto de vista un “producto
natural” (Naturprodukt).
354 Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, Band IV, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1977. Cf. la discusión de
Jacques Derrida sobre este planteamiento de Benjamin en Derrida, Force de loi, Paris:Galilée, 1994, p. 103.
175
Constitución sólo puede sobrevivir si el acto político constitutivo está
apoyado por algún poder político-militar. Todo orden legal tiene un
“exterior”, es decir, se fundamenta en una condición política previa a la
ley. El derecho estatal no puede existir sin el recurso a la violencia
legitimada; pero al mismo tiempo la violencia estatal, la única admitida,
no puede presentarse como legítima sin un derecho que la regule a través
de distinciones y diferencias respecto de otras formas de violencia. Es
decir, el Estado aplica el mismo medio que quiere regular, la violencia,
pero dentro de un marco legal que la vuelve “legítima”. Jacques Derrida
ha mostrado en su Force de loi que el derecho exige el recurso a la
fuerza, y también que:
176
violencia pertenece así por adelantado al orden de un
derecho que queda por transformar o por fundar.355
355 Jacques Derrida, Fuerza de ley: El fundamento místico de la autoridad, Madrid: Editorial Tecnos, 2002, pp.
89-90. Ver sobre Derrida: Christopher Johnson, Derrida, London: Phoenix, 1997; Roberto Ferro, Escritura y
deconstrucción: Lectura (h)errada con Jacques Derrida, Buenos Aires: Editorial Biblos, 1992, 67-90; Marc
Goldschmitt, Jacques Derrida, une introduction, Paris: Agora, 2003; “Jacques Derrida: la philosophie en
deconstruction”, Magazine littéraire, no. 430, avril 2004, Enver Joel Torregroza, Una introducción a Derrida,
Bogotá: Universidad Libre, Facultad de Filosofía, 2004, pp. 25-65. La muerte de Derrida el 9 de octubre 2004
provocó una avalancha de comentarios en la prensa internacional, ver, por ejemplo, Daniel J. Wakin, “Iconoclaste
mais ortohodoxe” en The New York Times y Pier Aldo Rovatti, “Un homme attentif et une pensée généreuse” en
La Republica ambos traducidos al francés en Courrier International, No. 728 du 14 au 20 de octubre 2004, pp.
66-67.
356 Michel Foucault, La voluntad de saber, México: Siglo XXI, 1977, p.112.
177
resistencia civil y viceversa. De esta forma la dinámica de cada uno de
los poderes locales puede cambiar por efecto de la interacción que se
establece entre los elementos que sobre ella operan. A través de estos
cambios, en que ciertos individuos y grupos realizan sus capacidades de
poder - en tanto que a otros se les limita - emergen focos de poder y
nuevos fenómenos que no encuentran explicación satisfactoria en las
doctrinas clásicas sobre el poder.
357 Michel Foucault, La voluntad de saber, México: Siglo XXI, 1977, pp.113-114.
178
convierte, cuando más, en una capacidad de actuar en prosecución de
ciertos objetivos.358
359 Roland Anrup, El Taita y el Toro: en torno a la configuración patriarcal del régimen hacendario cuzqueño.
Estocolmo: Nalkas, 1990, pp. 22-23; Roland Anrup, “El Estado ecuatoriano decimonónico y el proceso de
179
Las estructuras de disposición dependen de condiciones que pueden ser
económicas, políticas, militares, tecnológicas, etc. Todas estas constituyen
condiciones para la existencia de las diversas relaciones de disposición, así
como para su reproducción o sus cambios. Pero su significación varía según
las diferentes formas que asumen dichas relaciones. El que cierta
estructura y ciertas relaciones de disposición se reproduzcan o se
disuelvan, es determinado por los modos como las diferentes relaciones
se combinan y actúan las unas sobre las otras. El espacio establecido por
estas relaciones supone la acción de fuerzas que condicionan las
circunstancias precisas de la reproducción de las relaciones. Las relaciones
de disposición presuponen ciertas posiciones de sujetos con respecto a una
o varias determinantes, por ejemplo, económicas, político-jurídicas e
ideológico-culturales. Estas tienen ciertamente significados diferentes para
las relaciones de disposición, pero ello no quiere decir, en modo alguno,
que una de ellas domine sobre las demás. En lugar de postular una tal
dominancia en el contexto de una teoría de carácter general, lo que
habría que hacer sería analizar concretamente la interacción y la
intervención de las distintas determinantes. Éstas se conectan y se
relacionan entre sí a través de su manera particular de actuar, sin que
ninguna de ellas pueda ser reducida al papel de estar siempre subordinada
integración nacional”, Procesos, revista ecuatoriana de historia, No. 7, 1995, pp. 89-104.
180
con relación a otra, o de reflejarla, o de ser generada por ella, como han
planteado a menudo las teorías dominadas por la idea de totalidad.360
360 Para una critica a la noción de totalidad ver Roland Anrup, “Totalidad social: ¿Unidad conceptual o unicidad
real?“, Revista de extensión cultural, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, No. 20, 1985, pp. 6-23.
361 Roland Anrup, “Changing Forms of Disposition on an Andean Estate”, Economy and Society, vol. 14, no 1,
1985, pp. 28-54; Anrup, “Trabajo y Tierra en una hacienda colombiana”, Estudios Rurales Latinoamericanos,
vol 9, No. 1, 1986, pp. 63-98; Anrup, “Disposition over Land and Labour” in Mats Lundahl and Tommy
Svensson, Agrarian Society in History, London: Routledge, 1990, pp. 108-124.
181
VIII. Policía y Política
362 “Creonte al coro”, Sófocles, Antígona, traducción Carlos Miralles Solá, Biblioteca libro al viento número uno,
Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004, p. 26.
182
policía. Mientras la policía ordena los cuerpos, define los modos de
hacer, de ser, de decir, configura ocupaciones y propiedades de los
espacios y la forma de su distribución, la política manifiesta la igualdad
de los unos frente a los otros, actúa desplazando un cuerpo del lugar que
le estaba asignado, cambia el destino de un lugar, deshace las divisiones
sensibles del orden policial.363
363 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosophie, Paris: Galilée, 1995, pp. 66-67.
364 Fernando López-Alves, La formación del Estado y la democracia en América Latina, Bogotá: Norma, 2003, pp.
153-154.
183
y de los poderes locales y regionales consolidados en
los territorios integrados a la vida nacional.365
365 Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar, Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia: de la nación
fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá: CINEP, 2003, p. 316.
366 Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar, Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia: de la nación
fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá: CINEP, 2003, p. 317.
367 Alfredo Molano, “Cultura, territorio y desplazamiento” en La segunda expedición por el éxodo, Bogotá:
Impresol, 2003, p. 82.
184
los pobladores pequeñas obras públicas de interés común como caminos,
puentes, escuelas o casetas comunales. La guerrilla se ocupa de organizar
a la población residente y a los refugiados que van llegando a las zonas
rurales y a los pequeños caseríos.368 El diario El Tiempo informa en un
reportaje de mayo del 2004, que en Cartagena del Chairá (Caquetá) el
grupo de desplazados venidos desde Peñas Coloradas reconoce a Nayibe
Rojas Valderrama como la única presidente, gobernadora, alcaldesa,
fiscal, y defensora del pueblo que conocieron en los últimos años: “Ella
fue nuestro ‘Estado’ porque nunca conocimos el de Bogotá” dice uno de
los entrevistados. Todos los testimonios coinciden en afirmar que ella fue
quien organizó a la gente para el mantenimiento del caserío, quien
arreglaba los problemas interfamiliares, lideraba las celebraciones
conmemorativas (día de la madre, el padre, amor y amistad) y daba
regalos en la Navidad a todos los niños de Peñas. Dado que el Banco
Agrario más cercano queda en San Vicente del Cagúan, a seis horas por
río, Nayibe Rojas también organizó un “banco” en el cual los préstamos
se pagaban con coca y los clientes firmaban ‘títulos’ de ahorro y hasta
hipotecas. Rojas fue capturada el 9 de febrero del 2004, en Cartagena de
Chairá, sindicada de ser “la jefe de finanzas del Bloque Sur de las
FARC”.369 La resistencia construye un poder que opone resistencia a la
368 María Teresa Uribe, Nación, ciudadano y soberano, Corporación Región, Medellín, 2001, pp. 260-261.Ver
también María Teresa Uribe, “Emancipación social en un contexto de guerra prolongada. El caso de la
Comunidad de Paz de San José de Apartadó” en Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas (eds.),
Emancipación social y violencia en Colombia, Bogotá: Norma, 2004, pp. 75-117.
369 “La nostalgia del pasado”, reportaje en El Tiempo 23 de mayo 2004. El general Reinaldo Castellanos, jefe de la
Fuerza de Tarea Omega, encargada de la ofensiva contra las FARC en los departamentos de Meta, Guaviare y
Caquetá, destacó en un balance sobre la fase sur del Plan Patriota la “recuperación” de Peñas Coloradas. El Tiempo,
185
expansión de los latifundios y a las arremetidas del orden institucional. 370
Es particularmente importante la protección que ofrece la guerrilla a las
comunidades y a los campesinos cocaleros en el sur de Colombia donde
funciona una verdadera economía basada en el intercambio de la coca. 371
Cada negocio, pequeño o grande tiene su gramera para pesar la coca. En
Santa Fe del Cagúan, a pesar de que los maestros pertenecen a la nómina
del gobierno no reciben regularmente su mesada. Para impedir que se
vayan y los niños se queden sin estudio, los pobladores decidieron hacer
un esfuerzo para pagarles el sueldo. Cuenta un maestro, “A veces las
comunidades nos entregan dos kilos, tres kilos de coca. Con eso
podemos comprar merca, útiles de aseo y pagar algo de arriendo” dice
uno de los profesores.372 La visión de las FARC sobre el tema es que los
campesinos productores de coca son víctimas de la crisis económica del
sector agrario y de la contra-reforma rural liderada por los narcos y
paramilitares en buena parte del país.373
8 de septiembre 2004.
370 Sobre el conflicto armado y la problemática de la tenencia de la tierra ver Darío Fajardo Montaña, Para sembrar
la paz hay que aflojar la tierra, Bogotá: Universidad Nacional, Instituto de Estudios Ambientales, 2002, pp.
21-58.
371 Nazih Richani, Systems of Violence. The Political Economy of War and Peace in Colombia, Albany: State
University of New York Press, 2002, en español Sistemas de Guerra: La economía política del conflicto en
Colombia, Bogotá: IEPRI, 2003. Juan Guillermo Ferro Medina, “Las FARC y su relación con la economía de
coca en el sur de Colombia: testimonios de colonos y guerrilleros” en Gonzalo Sánchez y Eric Lair, Violencias y
estrategias colectivas en la región andina: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, Bogotá: Norma, 2004,
pp.411-442 y Ricardo Vargas Meza, “Conflicto armado, narcotráfico y fronteras en el sur de Colombia: el caso de
Putumayo” en Gonzalo Sánchez y Eric Lair, Violencias y estrategias colectivas en la región andina: Bolivia,
Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, Bogotá: Norma, 2004, pp. 263-334.
373 Otro estudio reciente referido a la misma problemática en una área del norte de Colombia se encuentra en Daniel
Fonseca, Omar Gutiérrez, Anders Rudqvist, Cultivos de uso ilícito en el Sur de Bolívar: Aproximación desde la
economía política, Bogotá: PNUD y ASDI, 2004.
186
Mientras no se solucione la pobreza y el problema agrario los conflictos
sociales y armados seguirán vigentes. La influencia de la guerrilla en las
poblaciones del sur de Colombia responde a un proceso de largo plazo,
asociado al poblamiento de dichas regiones.374 La estrategia de las FARC
está encaminada a influir en los gobiernos locales en ciertos territorios. 375
En los departamentos del Meta, Guaviare y Caquetá las han intentado
levantar en las últimas décadas la región llamada “La otra Colombia es
posible”. Iván Ríos y Fernando Caicedo, comandantes de las FARC,
afirmaron, que en algunas de las áreas que controlaban:
374 J.J. González, “Regionalización y conflictos. De colonos, guerrilleros y chipalos” en J.J. González, et.al.,
Conflictos regionales: Amazonia y Orinoquia, Bogotá: IEPRI, 1998; Jaime Eduardo Jaramillo et.al.,
Colonización, coca y guerrilla, Bogotá: Editorial Alianza, 1989; Juan Guillermo Ferro y Graciela Uribe, “Las
marchas de los cocaleros del departamento de Caquetá, Colombia: contradicciones políticas y obstáculos a la
emancipación social” en Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas (eds.), Emancipación social y
violencia en Colombia, Bogotá: Norma, 2004, pp. 119-152.
375 Boris Salazar, “Dime cuánto territorio controlas y te diré a qué puedes aspirar: política y guerra irregular en
Colombia”, Palimpsesto, Revista de la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, No 3,
2003, pp. 20-31.
187
que nos informen cuál es su plan de gobierno y qué es
lo que han cumplido.376
376 Juan Guillermo Ferro Medina y Graciela Uribe Ramón, El orden de la guerra - Las FARC-EP: Entre la
organización y la política, Bogotá: Centro Editorial Javeriano, 2002, p. 140.
188
representa, no es un resultado necesario de la evolución
política de todos los Estados sino depende de procesos
concretos de desarrollo histórico.377
377 Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar, Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia: de la nación
fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá: CINEP, 2003, p. 316. Boris Salazar y María del Pilar Castillo
discuten en La hora de los dinosaurios: Conflicto y depredación en Colombia, Bogotá: CEREC, 2001, pp. 9-48
temas similares. Ver también Luis Javier Ortiz, “Guerras civiles en Colombia: Un péndulo entre la construcción y
la destrucción de la nación en el siglo XIX” en Adriana Maya Restrepo y Diana Bonnet Vélez, Balance y desafío
de la historia de Colombia al inicio del siglo XX1, Bogotá: Uniandes, 2003, pp. 269-305.
189
Todo antagonismo u oposición religiosa, moral,
económica, étnica o de cualquier clase se transforma en
oposición política en cuanto gana la fuerza suficiente
como para agrupar los hombres en amigos y en
enemigos.378
Cada uno de los grupos así definidos percibe al otro como un adversario
irreconciliable contra el que se debe luchar, y si es posible derrotar. Lo
político no consiste en la guerra o en el conflicto armado como tal, sino
precisamente en la relación de enfrentamiento y confrontación. 379 Por lo
tanto, no está sujeto a ninguna ley, sino que es previo a la ley.
378 Carl Schmitt, El concepto de lo político, Madrid: Alianza, 1991, p. 67. Ver también Mark Neocleous, “Reading
Schmitt politically”, Radical Philosophy: a Journal of Socialist and Feminist Philosophy, No 79, 1996, pp.
13-23; Enrique Serrano Gómez, Consenso y Conflicto: Schmitt y Arendt: La definición de lo político, Medellín:
Universidad de Antioquia, 2002, pp. 1-70.
379 Cfr. Michel Foucault, Defender la Sociedad, México: Fondo de Cultura Económica. 2000, pp. 52-53.
380 Eligio Resta, La certeza y la esperanza: ensayo sobre el derecho y la violencia, Barcelona: Paidós, 1995, p. 11.
190
Las responsabilidades que hay que asumir en lo que se
refiere al Estado son entonces en cada caso diferentes,
según los contextos, y reconocerlo no implica ningún
relativismo. Pero a la larga estas transacciones
necesarias no deben interrumpir una deconstrucción de
la forma-Estado que, algún día, no debería ser ya la
última palabra de lo político. […] No tomará la forma
de una supresión del Estado soberano, un buen día, en
un instante determinado, sino pasará por una larga serie
de convulsiones y de transformaciones aún
imprevisibles, por formas aún inéditas de compartir y
limitar la soberanía.[…] Ahora bien, una soberanía
divisible o compartida es ya contradictoria con el
concepto puro de soberanía. Bodin, Hobbes y otros
recuerdan que la soberanía debe ser y permanecer
siempre indivisible. La deconstrucción de la soberanía,
entonces, ya comenzó, y no tendrá fin, pues no se
puede ni se debe renunciar, pura y simplemente, al
valor de la autonomía, de la libertad, pero tampoco del
poder o de la fuerza, que son inseparables de la idea
misma de derecho.381
381 Giovanni Borradori, La filosofía en una época de terror: Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida,
Bogotá: Taurus, 2003, p. 190. Ver también Derrida, Voyous, Paris: Galilée, 2003, pp.11-12.
191
poder cuyo significado se acerca más al concepto de potencia - que
emerge de las correlaciones sociales de fuerza - que al concepto de
potestas, asociado a las facultades del Estado. El ámbito político como
potencia resulta así intraducible al lenguaje de la política del Estado y
por lo tanto imposible de ser comprendido o legalizado por éste. La
potencia de lo político se presenta entonces necesariamente como
“ilegal” desde la óptica jurídico-estatal, pero en realidad es “a-legal”;
tiene por así decirlo, su propia legalidad incompatible con la legalidad
jurídica del Estado e “irrumpe” en el discurso jurídico-político de éste.
Lo jurídico no se reduce a lo legal sino que lo desborda, por lo tanto
formas sociales independientes pueden ser consideradas ilícitas para la
organización jurídica de la soberanía de un Estado pero no por ello dejan
de ser jurídicas.
382 Santi Romano, Frammenti di un dizionario giuridico, Milano: Giuffrè, 1983, p. 222.
192
misma, es un movimiento ordenado y regulado por su
propio derecho. Lo que también quiere decir que es
un ordenamiento que debe clasificarse en la categoría
de los ordenamientos jurídicos originarios [...] se
puede por lo tanto hablar de un derecho a la
revolución. Un examen de los desarrollos que han
tenido las revoluciones más importantes,
comprendidas las recientes y recientísimas, sería de
gran interés para la demostración de la tesis que
hemos propuesto y que a primera vista podría parecer
paradójica: la revolución es violencia, pero violencia
jurídicamente organizada. 383
383 Santi Romano Frammenti di un dizionario giuridico, Milano: Giuffrè, 1983, p. 224.
193
La misma existencia del Estado demuestra que las contradicciones de
clase son inconciliables. Así como Marx ha señalado que la historia de
todas las sociedades existentes es la historia de la lucha de clases,
Rancière ha mostrado que la institución de la política es idéntica a la
lucha de clases. Hay política cuando la contingencia igualitaria
interrumpe como libertad del pueblo el orden de dominación. Las masas
sin propiedades se identifican como un sujeto cuando en oposición a
aquellos que las poseen rompen con la inexistencia a la cual han sido
empujados. De la Atenas del siglo V a.C., pasando por los liberales como
Tocqueville del siglo XIX, hasta nuestros gobiernos, el partido de los
ricos no ha dicho sino una sola cosa: no hay parte de los que no tienen
parte. Pero es a través de los sin nada que la comunidad existe como
comunidad política, porque la política surge cuando el orden de la
dominación es interrumpido por la parte de los que no tienen parte. 384 La
política deshace divisiones, cambia el destino de un orden, sólo existe
por la efectivización de la igualdad de cualquiera con cualquiera. Existe
cuando la ley cambia de estatuto por la adición de la igualdad. La
isonomía ateniense significa que el sentido de la ley consiste en
representar la igualdad, es decir, la idea de que la ley específica de la
política es una ley fundada sobre la igualdad que se opone a toda ley de
dominación.385 La política es una actividad que tiene como racionalidad
384 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, pp. 34-35.
385 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, pp. 95-97.
194
propia el desacuerdo. Este no se refiere solamente a las palabras sino a la
situación misma de quienes hablan, a la ausencia de un objetivo común
entre las partes. La lógica policial se confronta con la subjetivización
política en la medida en que ésta se encarga de producir una
multiplicidad que no estaba dada en el orden policial, el cual expresa la
ley que define quienes se cuentan o no se cuentan como partes. La
política es cosa de sujetos, de modos de subjetivización que constituyen
sujetos mediante una serie de actos que son capaces de crear una nueva
representación de un campo de experiencia. En este sentido, una clase es
un modo de subjetivización que es una des-clasificación, es
arrancamiento a la naturalidad de un lugar, es apertura donde cualquiera
puede contarse.386
386 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, pp. 43-67.
387 Jacques Rancière, La Mésentente: Politique et philosphie, Paris: Galilée, 1995, p. 38. Ver en la misma línea
Ernesto Laclau, La Razón Populista, México: Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 303-308.
195
durante las últimas décadas, el consenso “ha castigado la democracia al
elitizar la toma de decisión política”.388 Para el contexto colombiano
viene particularmente al caso los planteamientos de Mark Osiel, quien en
su obra Mass Atrocity, Collective Memory and Law argumenta que,
frente a las masacres y genocidios, la memoria colectiva y la solidaridad
tienen que constituirse en base de un dissensus.389 Se trata de lo que
Jean-Francois Lyotard llama un diferendo: un conflicto entre lenguajes
inconmensurables en el cual todo consenso traiciona y desnaturaliza las
reivindicaciones de al menos una de las partes.390 Lo ha expresado, a su
manera, uno de los poetas colombianos más grandes del siglo XX, Luis
Vidales, en su poema “Letanía de la paz burguesa”.391
389 Mark Osiel, Mass Atrocity, Collective Memory and Law, New Brunswick: Transaction Publ., 1997, pp.36-55.
390 Dice Lyotard : “Á la différence d’un litige, un différend serait un cas de conflit entre deux parties [au moins], qui
ne pourrait pas être tranché équitablement, faute d’une règle de jugement applicable aux deux argumentations”
Jean-Francois Lyotard, Le Différend, Paris: Les Éditions de Minuit, 1983, p.9 (edición española La diferencia,
Barcelona: Gedisa, 1988). Ver también Dafne McCance, Post: Re Adressing the Ethical, Albany, State University
of New York Press, 1996, pp. 43-63; Gérald Sfez, “La escritura de la diferencia” en Jean-Francois Lyotard, El
ejercicio de la diferencia, pp. 21-51.
196
paz para que continúe la injusticia
paz contra la dignidad del hombre
paz contra la esperanza de los seres
paz para que el saqueador de gringolandia
se lleve a pedazos el país
paz contra la libertad de palabra
paz contra la libertad de reunión
paz contra la libertad de conciencia
paz contra la libertad de prensa
si es obrera
paz para que la grande sea libre
de usar de la libertad a su manera
paz contra la libertad de cátedra
paz para mantener la agresión contra el pueblo
paz para atiborrar las cárceles de inocentes
paz paz paz paz paz paz paz paz paz paz
hasta que impongan la paz de letras gruesas
los que sabemos
197
La resistencia de un grupo de 44 familias campesinas desterradas que se
opusieron al Estado y lograron romper el cerco del Ejército cuando éste
les atacó a sangre y fuego de Marquetalia, constituye una historia de
supervivencia exitosa en contra del poder soberano estatal. 392 Es una
resistencia que ha marcado las últimas cuatro décadas del acontecer
político colombiano. Simultáneamente con la Operación Marquetalia
llevada a cabo en el sur de Tolima en el 1964, se lanzó la Operación
Soberanía en el Yarí entre Caquetá, Meta y Guaviare. En las siguientes
décadas fue seguida por las operaciones Centauro, Casa Verde,
Destructor, Colombia, Patriota y Consolidación, entre otras, sin que
estas acciones militares hayan podido derrotar la guerrilla campesina.
Desesperada por no poder romper la resistencia guerrillera, la unidad
elite contrainsurgente “Fuerza de Despliegue Rápido” llevó a la Uribe,
Meta, una estatua de San Miguel Arcángel, intentando así conquistar y
consagrar la antigua sede del secretariado de las FARC al ‘capitán del
ejército celestial’.393
392 María Victoria Uribe, “Marquetalia, ¿recordando el pasado o imaginando el futuro?”, Palimpsesto, Revista de la
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, No 3, 2003, pp. 8-19. Ver también Ariel
Sánchez Meertens y Gonzalo Sánchez G., “El huevo de la serpiente”, Semana, Mayo 31, 2004, pp. 192-194 y
Arturo Alape, Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, Bogotá: Planeta; 2004,
pp.219-358.
198
autonomía política continua aún hoy.394 Una parte de los movimientos
sociales acompañan la insurgencia armada, al mismo tiempo que sus
acciones refuerzan la resistencia civil. Los subalternos corroen y
pervierten el orden establecido con sus concepciones y sus prácticas. 395
Los puntos de resistencia están presentes en todas partes. Las luchas que
se libran en la actualidad y las teorías que se elaboran en esas luchas son
el principio del descubrimiento de los mecanismos y del modo en que se
ejerce el poder.396 Tal cómo ha señalado Foucault:
395 Ver James C. Scott, Weapons of the Weak, Everyday Forms of Peasant Resistance, Yale University Press, New
Haven, 1985; James C. Scott, Domination and the Arts of Resistance, Hidden Transcripts, Yale University Press,
New Haven, 1990.
396 Michel Foucault, Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, Madrid: Alianza, 2001, p. 33.
397 Michel Foucault, La voluntad de saber, México: Siglo XXI, 1977, pp. 116-117.
199
La soberanía no es un asunto formal de doctrina constitucional, o de
referencias hipócritas en torno al “pueblo”, es un asunto que consiste en
determinar qué fuerza social armada en particular tiene la potencia de
imponer su orden. Según la ficción jurídico-política el Pueblo ejerce la
soberanía en forma directa o por medio de sus representantes. 398 En este
sentido, el pueblo sólo es Pueblo en la medida en que es soberano. Hans
Kelsen somete esta ficción a una deconstrucción avant la lettre cuando
se refiere a la institución de la representación popular - supuestamente
fruto de la soberanía del pueblo - y opina que ésta, en realidad, ha
cumplido una función diferente:
398 Francois-Xavier Guerra, “El pueblo soberano: fundamento y lógica de una ficción (Países hispánicos del siglo
XIX)” en Fernando Calderón, Socialismo, Autoritarismo y Democracia, Lima: IEP y FLACSO, 1989, pp.
133-178. Ver también Francois-Xavier Guerra, “El Soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del
ciudadano en América Latina” en Hilda Sábato, (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones.
Perspectivas históricas de América Latina. México: Colegio de México, 1999, pp. 33-93.
399 Hans Kelsen, Esencia y valor de la democracia, Barcelona: Labor, 1977, p. 53.
200
para aturdirlo y aislarlo de la política. Tal ha sido la función del concepto
de soberanía popular en el marco del Estado moderno. Poniendo en
ridículo toda la charlatanería sobre el “Estado del pueblo”, Marx ofrece,
en su Critica del Programa de Gotha, el siguiente veredicto: “por más
que acoplemos de mil maneras la palabra “pueblo” y la palabra “Estado”,
no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema”. 400 En el
mismo texto Marx afirma que el Estado, en la sociedad donde los
trabajadores habrán tomado el control de los medios de producción, no
será abolido sino se convertiría progresivamente en un instrumento
desueto, bueno para arrumar con el hierro viejo o para exhibir en un
museo de las instituciones desaparecidas.
401 Sobre la perspectiva de la democracia radical ver Ernesto Laclau, Emancipación y diferencia, Buenos Aires:
Ariel, 1996; Chantal Mouffe, “Feminismo, ciudadanía y política democrática radical.” Debate Feminista, N° 7,
marzo 1993, México. Ver también Feminist Theorize the Political, eds. Judith Butler and Joan W. Scott,
Routledge, London, 1992; Chantal Mouffe, (ed.), Dimensions of Radical Democracy, Pluralism, Citizenship,
Community, London: Verso, 1992; Chantal Mouffe, El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía,
pluralismo, democracia radical. Barcelona, Buenos Aires, México: Paidós, 1999; Chantal Mouffe, La Paradoja
de la democracia, Barcelona: Gedisa, 2003.
201
que “sea en realidad una forma de vida”.402 Se trata de construir un modo
de disposición o de comunidad política irreductible al marco
jurídico-institucional del Estado y sus aparatos represivos. Al extinguirse
éstas formas estatales serán sustituidas por formas de autoadministración
social. La verdadera vocación política del ciudadano no consiste en la
adscripción a un Estado sino en su libre pertenencia y participación en
una comunidad política de iguales.
403 Fabio de Souza Lessa, “Diké, Ciudadania e Mulher na Pólis”, Phoînix, (Universidade Federal Do Rio Do
Janeiro), 1995, pp. 65-71.
404 “Från lag till rättvisa: seminarium med Jacques Derrida på Södertörns högskola, 29 maj 2000” en Jacques
Derrida, Lagens kraft, Eslöv: Symposium, 2005, pp. 104-105.
202
convencida de que su acción goza del favor de los ciudadanos y obra con
conciencia de su derecho en contra de las leyes del soberano
(thémistes).405 Y el corifeo concluye por el coro y los ciudadanos: “Y yo
también ahora, al ver lo que estoy viendo, me siento inclinado a
desobedecer las leyes”.406 Tal como nos dice Aristóteles: el coro es un
verdadero miembro del drama que colabora con los actores. Antígona
encarna la creación de autonomía frente al Estado y la rebelión contra el
orden constituido.
406 Aquí he utilizado la traducción de Agustín Blánquez, Barcelona: Iberia, 1967. La versión de Juan Manuel
Rodríguez anteriormente citada dice: “Y yo mismo, ante esto, infrinjo lo que es lícito”, p. 58; la de Carlos
Miralles Solá dice “y ahora hasta yo me siento arrastrado a rebelarme contra leyes”, p. 57.
203
Antígona desenmascara la ilusión de una natural equivalencia entre
feminidad y pasividad. La aparición “indebida” de una mujer en el
escenario transforma en modo de exposición la relación desigual
soberano-súbdito que caracteriza al régimen creontino. Antígona es el
pensamiento en su máxima expresión y el culmine de la actitud política
democrática que enfrenta el sujeto autónomo, sea éste un individuo o una
comunidad, con el Estado. Frente al régimen autoritario Antígona opone
su palabra libertaria, su gesto igualitario y su acción fraternal.
204