El Sistema Solar. Biblioteca Salvat. Emancipación.
El Sistema Solar. Biblioteca Salvat. Emancipación.
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EL SISTEMA SOLAR
Biblioteca Salvat
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CONTENIDO
Entrevista a Harold. C. Urey
¿Qué es el Sistema Solar?
La mecánica celeste
Los astros del Sistema Solar
Orígen de los planetas
Origen de los astros menores
Posible existencia de otros sistemas solares
Vocabulario
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Harold C. Urey
Entre otras distinciones posee la Medalla al Mérito del Gobierno de Estados Unidos
(1946), el Diploma de Honor de la Institución Estadounidense de Químicos (1954), y
la Medalla Nacional de la Ciencia (1964). Es miembro de las sociedades americanas
de Físicos, y de Astronomía, de la Unión Americana de Geofísica, de la Academia
7 Nacional de las Ciencias y de la Academia Americana de Artes y Ciencias, entre otras
instituciones.
Es especialista en espectros de absorción y en estructuras atómicas y moleculares. Se
ha dedicado básicamente al estudio de las condiciones y composición de la atmósfera
primitiva de la Tierra; se interesa en la posible formación de compuestos orgánicos
como consecuencia de descargas eléctricas ocurridas en las zonas más elevadas de la
atmósfera. Forma parte del cuerpo de profesores de la Universidad de California, en
San Diego, y reside en La Jolla, donde, además de a sus investigaciones, se dedica a su
hobby preferido: el cultivo de orquídeas.
Eclipse total de Sol fotografiado unos instantes antes de que se alcance la fase de
totalidad del fenómeno
En la era de los viajes espaciales y de los grandes avances científicos, el conocimiento
8 del origen y características de los planetas ha dejado de ser un tema de especulación
poética o seudocientífica para convertirse en un campo en el que se acumulan las
aportaciones científicas y que presenta un interés práctico cada vez mayor para toda la
humanidad. El profesor Urey, autor de un libro fundamental en su momento,
titulado Los Planetas, Premio Nobel y uno de los principales miembros del cuerpo
consultivo del centro de vuelos tripulados, Manned Space Ccnter, de Houston de la
NASA y del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, nos responde a nuestras
preguntas sobre los planetas.
Al hablar de este objeto, ¿se está usted refiriendo al llamado planeta Biga?
Sí, a eso me refería, pero no estoy seguro de su existencia.
¿Y los asteroides?
Son objetos rocosos y metálicos, de características idénticas a las de los meteoritos, los
objetos que caen sobre la tierra.
¿De dónde cree usted que proceden los asteroides? Supongo que se produjeron por
accidente durante el desarrollo del Sistema Solar.
Las estrellas emiten radiaciones pero no los planetas. Sin embargo, parece ser que
Júpiter sí emite radiaciones. ¿A qué se debe este fenómeno?
Todos los objetos emiten radiaciones, lo que ocurre es que lo hacen en distintas
longitudes de onda.
Los objetos fríos emiten luz de onda larga o rayos infrarrojos, mientras que los objetos
calientes emiten luz visible de alta frecuencia o rayos ultravioleta. Además, Júpiter
emite ondas de radio, cuya longitud es mucho mayor que la de los rayos infrarrojos.
Una de sus emisiones características tiene una longitud de onda del orden de los 10
metros. Estas radiaciones no son de tipo térmico, sino que se deben a los electrones
atrapados en el campo magnético del planeta.
Fotografía del planeta Júpiter en la cual puede observarse la famosa Mancha Roja
en el hemisferio sur del planeta. La fotografía fue obtenida el 23 de diciembre de
15 1966.
¿En qué consisten los anillos de Saturno?
Se supone que están formados de agua y granos de arena, que son partículas sólidas de
algún tipo cubiertas de hielo. En las proximidades de un planeta no pueden formarse
grandes objetos sólidos: al acercarse a Saturno, estas partículas sólidas se diseminaron
y se quedaron girando en su órbita, formando los anillos, como la Luna gira en torno a
la Tierra.
Fotografía del sol rodeado por un halo. Este fenómeno viene producido por la
difracción de la luz solar en los cristales de hielo que constituyen las nubes altas.
La nebulosa primitiva, de seguir girando uniformemente mientras se contrae, no podría
dar lugar a una condensación central como el Sol. Los campos magnéticos transfieren
el movimiento de rotación del material central al planetario, permitiendo así que siga
la contracción.
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Figura 104a. Imágenes sucesivas de las distintas fases de un eclipse total de Luna
(18 de diciembre de 1964)
En química y biología podemos hacer experimentos saber con certeza lo que es
verdadero y lo que es falso, pero en el Universo no cabe la posibilidad de comprobar
ninguna teoría experimentalmente, sólo disponemos de la observación pasiva.
¿Cree que existe vida solamente en la Tierra? ¿Cuál es la importancia de los viajes
interplanetarios para averiguarlo?
18 Nos hemos enterado de muchas cosas sobre la Luna, pero me gustaría que se hicieran
muchos más viajes, pues hay mucho por averiguar.
La gran nebulosa de Orión es una gran nube de gases y partículas, que brilla
iluminada por la luz de cuatro estrellas que se encuentran en su interior.
Respecto al proyecto de viaje a Marte, lo que nos interesa más es saber si existe o ha
existido vida en él. La mayoría de nosotros creemos que existe vida en muchas
estrellas; de nuevo nos hallamos ante un problema que no admite comprobación. Yo
creo que hay evidencia de la existencia de agua en Marte, y si hay agua y las
temperaturas que suponemos, existen posibilidades de vida.
19 ¿Se refiere a vida inteligente o a vida química?
No hay vida inteligente, pero podría haber vida bacterial y microorganismos; no creo
que exista vida inteligente en nuestra galaxia.
¿Quiere decir que los otros planetas son más jóvenes que la Tierra?
No, pero no tienen las condiciones especiales para producir vida inteligente. Fuera de
nuestro sistema quizás existen.
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En caso de existir fuera de nuestra galaxia, ¿podría establecerse algún tipo de
contacto con estos seres?
De momento no han podido captarse señales emitidas por posibles seres de otros
sistemas galácticos. Ellos quizá reciban señales nuestras a través de radio-ondas, pero
ignoramos el tipo de comunicación que pudiéramos recibir nosotros.
¿Cree que en un futuro se podrá viajar en el espacio más allá de nuestro Sistema
Solar?
No, creo que es totalmente improbable; las distancias son enormes. El viaje a Marte
que estamos planeando durará un año para recorrer 300 millones de kilómetros.
Además, sobre la base de la física actual, parece bien establecido que la velocidad de
la luz es el límite superior para la propagación de cualquier fenómeno material. Las
estrellas más próximas a la Tierra están a una distancia de varios años luz de nosotros.
Pero se ha de tener en cuenta que la velocidad de la luz es un límite muy difícilmente
alcanzable. Dejando aparte los problemas técnicos que plantearía, la aceleración para
pasar del reposo a una velocidad comparable con la de la luz debe mantenerse a un
nivel que el cuerpo humano pueda soportar. Ello supone ya varios años más, y ¿cómo
puede una persona pasar varios años dentro de una cápsula espacial?
Capítulo 1
22 ¿Qué es el Sistema Solar?
Contenido:
1. Aspecto del firmamento
2. Movimientos aparentes de los planetas
3. Fases de los planetas
4. Planetas “antiguos” y planetas “nuevos”
5. Las distancias en el Sistema Solar
6. Otros componentes del Sistema Solar
7. ¿Existen planetas posplutónicos?
1. Aspecto del firmamento
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La Luna, satélite de la Tierra, y algunos de los planetas pueden ser identificados sin
ayuda de ningún instrumento óptico.
Otra característica que permite reconocer a un planeta en el firmamento, aparte de las
mencionadas hasta ahora, es que la luz no presenta el centelleo común a todas las
estrellas. Este fenómeno se debe a que el centelleo es una característica de las fuentes
de luz puntuales, es decir, de aquellos focos luminosos que se reducen a un punto sin
dimensiones, y las estrellas, debido a su gran alejamiento, se comportan como tales,
pero no así los planetas relativamente cercanos.
27 El planeta de más fácil identificación es sin duda Venus, puesto que después del Sol y
de la Luna es el astro más luminoso del firmamento. Su brillo máximo es 15 veces
superior al de Sirio, la más brillante de las estrellas. A consecuencia de su gran
luminosidad, en condiciones muy favorables puede verse en pleno día, con tal de
conocer la parte del firmamento en que se encuentra. Un atributo importante de Venus
es que, a causa de las características de su movimiento en el espacio, nunca se aleja
excesivamente del Sol, y en los casos más favorables sólo permanece visible durante 4
horas después de la puesta del Sol o 4 horas antes de su salida.
Otro planeta de fácil reconocimiento por su coloración rojiza, que le destaca de entre
re los otros astros, es Marte. Su luminosidad presenta importantes cambios debidos N
las variaciones de su distancia a la Tierra, pero cuando alcanza su valor más elevado
sobrepasa incluso al de todas las estrellas. A diferencia de Venus, no está forzado a
seguir de cerca el camino diurno del Sol en el firmamento, pudiendo ser Mis períodos
de visibilidad superiores a 4 horas.
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Gráfico que muestra las posibles configuraciones planetarias, o sea las posiciones
relativas del Sol, la Tierra y los planetas que tienen interés astronómico. La órbita
32 interior es la de un planeta inferior, la central es la trayectoria de la Tierra y la
exterior corresponde a un planeta superior
Hasta la época de Galileo se había aceptado que el mundo de los astros no sufría ningún
cambio, estando la mutabilidad relegada a los orbes imperfectos de la Tierra y la Luna.
Por ello, el descubrimiento de que Venus presentaba fases como la Luna, las cuales
además modificaban el aspecto circular de su disco visible, constituyó un rudo golpe
para las teorías aceptadas durante la Edad Media, fundamentadas en prejuicios
ideológicos antes que en la observación.
Las fases de Venus observadas con un telescopio son completamente similares a las de
la Luna, y lo mismo puede decirse para el planeta Mercurio. Los discos de estos tres
cuerpos pueden verse totalmente iluminados por el Sol, no verse en absoluto, o bien
presentarse con el aspecto de una delgada hoz. Ello depende de la porción de la
superficie planetaria iluminada que se observa desde la Tierra, y por tanto de la
posición relativa del Sol, la Tierra y el astro correspondiente.
Mecanismo de las fosas de la Luna y de los planetas. En cada figura aparecen las
posiciones relativas de la Tierra (E), el Sol (S) y la Luna (L) o el planeta (P); las fases
de los astros respectivos, tal como pueden observarse desde la Tierra, han sido
dibujadas en los círculos exteriores. A la izquierda fases da la Luna (las flechas
horizontales representan la dirección de los rayos solares). En el centro y a le derecha
fases de un planeta inferior y superior, respectivamente
El ciclo de las fases de los planetas presenta una diferencia importante con el de la
Luna: mientras ésta alcanza su mayor brillo cuando se encuentra en su fase llena, no
ocurre lo mismo para el caso de aquéllos. La causa es que, cuando los discos de Venus
33 y de Mercurio se observan en su plenitud, esos planetas se encuentran a su mayor
distancia de la Tierra.
Lo expuesto hasta aquí sólo se aplica a los planetas que están más cerca del Sol que de
la Tierra, llamados interiores, pero no a los planetas exteriores, que son los que giran
más allá de la órbita terrestre.
Los planetas exteriores también presentan fases, pero sus posiciones relativas respecto
al Sol y la Tierra son tales que nunca se observa, desde ésta, menos de la mitad de sus
discos iluminados. En el caso de los planetas más lejanos, la región del disco que
permanece en sombras vista desde la Tierra es despreciable, por lo que no puede
hablarse propiamente de fases.
Planetas del Sistema Solar ordenados de acuerdo con sus dimensiones. En el gráfico
se han respetado las relaciones numéricas entre los diámetros de los planetas.
Durante siglos el número de los planetas conocidos permaneció inalterado, pero mi
1781 William Herschell, estudiando un pequeño grupo de estrellas descubrió en alta
proximidades un astro que no podía atar catalogado como tal. Reacio a considerarlo un
nuevo planeta, llegó a la conclusión de que se trataba de un cometa, dándolo a conocer
como tal. Sin embargo, el estudio detallado de su órbita, la observación de su disco y
la falta de envoltura gaaeosa, obligaron a considerarlo como un Muevo componente
del Sistema Solar, al llar He dio el nombre de Urano.
El descubrimiento del siguiente planeta, Neptuno, tuvo lugar por vías muy diferencia,
El estudio del movimiento del astro recién descubierto, Urano, demostró que no 0
acomodaba a las predicciones que la Mecánica celeste permitía realizar acerca de sus
características. Para explicar estas anomalías, Adams en Gran Bretaña y Le Verrier en
Francia llegaron inmediatamente a la conclusión de que debía existir algún cuerpo
celeste desconocido, cuya acción sobre Urano fuera responsable de las perturbaciones
observadas en su movimiento.
En función de esta hipótesis y con los métodos de la mecánica celeste se calcularon la
masa y las características de la órbita del planeta perturbador, con lo cual se podía
proceder a su localización en el firmamento. Este último logro fue obra del astrónomo
Gall, del observatorio de Berlín, quien a instancias de Le Verrier comenzó la búsqueda
del nuevo planeta, localizándolo en la noche del 25 de septiembre de 1846 muy cerca
de la posición predicha por el astrónomo francés.
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Traza gaseosa de un meteorito de regular tamaño fija sobre el fondo de las estrellas.
Ciertas observaciones metódicas demostraron más adelante que la presencia de
Neptuno no era suficiente para explicar las anomalías en el movimiento de Urano.
Como consecuencia de ello, a principios del presente siglo, el astrónomo
norteamericano Percival Lowell supuso la existencia de otro planeta perturbador más
allá de Neptuno, y dedujo los parámetros necesarios para su localización. El gran
alejamiento de este planeta y su relativa pequeñez hacían de él un astro de muy débil
luminosidad y, consecuentemente, su localización resultó muy laboriosa. Fueron
precisas numerosas observaciones hasta que, en enero de 1930, exactamente 14 años
después de la muerte de Lowell, el astrónomo C. W. Tombaugh consiguió fotografiar
el nuevo planeta, al que llamó Plutón.
5. Las distancias en el Sistema Solar
36 Decir que Júpiter tiene un diámetro medio de 138.000 km, o que Saturno se encuentra
a una distancia media del Sol de 1.427.700.000 km, no es aclarar gran cosa, ya que la
experiencia cotidiana no trata con números tan elevados, y por tanto éstos carecen de
toda referencia intuitiva para nosotros.
Mapa celeste trazado de acuerdo con el modelo de Tycho Brahe, que se encuentra en
el libro "Harmonía microcósmicas" de Andrés Cellari, publicado en Amsterdam en
1661.
Uno de los astrónomos que se interesó por la teoría de Copérnico, aunque no creyera
en su veracidad, fue el danés Tycho Brahe. Durante su vida acumuló gran cantidad de
datos, obtenidos mediante ingenios fabricados por él mismo, algunos de los cuales eran
de su invención. La precisión de sus observaciones resulta notable para aquella época,
puesto que Tycho vivió antes de que se inventaran los anteojos astronómicos, y por
tanto ninguno de sus aparatos disponía de mecanismos ópticos.
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A partir de sus observaciones, Tycho Brahe llegó a la conclusión de que tanto el modelo
de Ptolomeo como el de Copérnico no se adecuaban a la observación, y en
consecuencia propuso un tercer modelo que combinaba distintos elementos de cada
uno de ellos. Según su modelo, el Sol y la Luna giraban alrededor de la Tierra, mientras
que los planetas se movían alrededor del Sol.
Poco antes de la muerte de Tycho Brahe comenzó a trabajar como ayudante suyo
Johannes Kepler, que en consecuencia pudo disponer del inmenso caudal de
información que en el largo plazo le permitieron enunciar sus tres famosas leyes.
1. Todos los planetas se desplazan alrededor del Sol siguiendo órbitas elípticas. El Sol
está en uno de los focos de la elipse
2. el radio vector que es la línea que une el centro del planeta con el Sol, barre áreas
iguales en tiempos iguales
3. El cuadrado del período de revolución de un planeta en su órbita es proporcional al
cubo del semieje mayor de dicha órbita.
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2. Movimientos planetarios
Establecidas las leyes de Kepler, conviene describir las características de los
movimientos planetarios que no figuran en las mismas.
Todas las trayectorias de los planetas, salvo la de Mercurio y sobre todo la de Plutón,
son elipses de forma muy aproximada a la circunferencia. Este hecho se expresa
matemáticamente diciendo que son elipses de pequeña excentricidad.
Se dice que un planeta inferior se encuentra en conjunción inferior con el Sol respecto
a la Tierra, cuando los tres astros están alineados y el planeta se encuentra entre la
Tierra y el Sol. Debido a la inclinación de la órbita de los planetas inferiores respecto
a la de la Tierra, el aspecto del planeta no es el mismo si la conjunción tiene lugar en
los puntos A, B y B'. En el primer caso el planeta se verá pasar por delante del Sol, en
el segundo caso pasará por encima y en el tercero, por debajo
El caso extremo es el de los planetas más alejados, desde los cuales el Sol se ve como
una estrella más entre los millones de astros que pueblan el espacio, y por tanto la
presencia o ausencia del Sol en sus firmamentos no entraña ningún fenómeno
apreciable.
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El valor exacto de la constante fue determinado por primera vez empíricamente por
Cavendish a finales del siglo XVIII, casi cien años después de que Newton enunciara
la ley en cuestión.
La dirección en que actúa la fuerza de atracción está determinada por la recta que une
57 los dos cuerpos.
La ley de la gravitación no es la única contribución de Newton a la ciencia. También
estableció las bases de una rama de la física a la que generalmente se conoce con el
nombre de mecánica racional, que permite calcular las posiciones y velocidades que
tomará en cualquier momento un cuerpo del que se conozcan su posición y su velocidad
actuales, y lo que se llama su ecuación del movimiento. Es decir, conociendo el estado
de movimiento presente de un móvil, la mecánica newtoniana permite predecir con
exactitud dicho estado de movimiento para cualquier instante de su evolución.
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5. Perturbaciones planetarias
Las leyes de Kepler son una consecuencia inmediata de las leyes más generales de la
mecánica cuando se aplican a los movimientos planetarios.
La deducción de las leyes de Kepler a Partir de las leyes más generales de la mecánica
se realiza considerando que únicamente existen dos cuerpos: el planeta que tic mueve
y el Sol que está en reposo en uno de los focos de las órbitas. Si se pretenden tomar en
59 cuenta todas las condiciones que se dan en la realidad, es preciso concluir que la
atracción gravitatoria no se ejerce solamente entre el Sol y los planetas, sino también
entre los mismos planetas, lo que da a las leyes de Kepler un carácter aproximativo.
El mismo Kepler tuvo conciencia de la limitación de sus leyes, aunque no supo
explicarla. Sabía que las mismas no se cumplían rigurosamente en los casos de Júpiter
y Saturno. Actualmente se conoce que la causa de ello estriba en que la gran masa de
ambos planetas y su relativa cercanía son factores que hacen que la fuerza de atracción
mutua no sea despreciable. Por el contrario, en los demás casos las influencias mutuas
son menores, y en una primera aproximación se puede aceptar que siguen Ian leyes
elaboradas por Kepler, aunque mediciones muy precisas siempre encontrarán pequeñas
diferencias entre las posiciones observadas y las preestablecidas.
De un modo más general se puede afirmar que la resolución rigurosa del problema del
movimiento planetario, es decir, la predicción de las posiciones y velocidades futuras
a partir de las actuales, resulta imposible a nivel de los conocimientos presentes, puesto
que las ecuaciones matemáticas que aparecen cuando intervienen más de dos cuerpos
no tienen solución exacta.
El procedimiento que se emplea para la resolución de este problema consiste en tomar
una aproximación del movimiento real, considerando para ello intervalos muy cortos
de tiempo, durante los cuales cabe aceptar que el planeta se mueve de acuerdo con las
leyes de Kepler. Para cada intervalo de tiempo el resultado será distinto según las
perturbaciones que ejercen en cada instante los demás planetas en el movimiento del
astro de que se trate, y el movimiento real se obtiene entonces como yuxtaposición de
todos estos resultados Parciales.
Con este método se puede calcular la posición de un planeta en el futuro, siempre y
cuando se conozcan con suficiente exactitud las masas y órbitas de los planetas
perturbadores, o sea, de los más cercanos. A la inversa, si se conocen las perturbaciones
que sufre un planeta a lo largo de su trayectoria durante un tiempo suficientemente
largo, se pueden calcular las masas y posiciones de los planetas perturbadores. Ya se
ha dicho que el estudio de las perturbaciones del movimiento de Urano permitió,
primero sobre el papel y después en el firmamento, descubrir la existencia de los
planetas Neptuno y Plutón.
Proyección plana del firmamento realizada por dos astrónomos suecos mediante un
montaje fotográfico. En la parte central de la fotografía se observa la faja brillante de
la Vía Láctea
1. El Sol
El conjunto de estrellas que vemos brillar por la noche, junto con otros muchos
millones de ellas que no distinguimos, o que sólo vemos como una nebulosidad a la
que se ha bautizado con el nombre de Vía Láctea, constituye la galaxia de que forman
parte el Sol y su cortejo de planetas.
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Para observar el Sol es necesario utilizar dispositivos especiales, puesto que la gran
luminosidad de su superficie imposibilita la observación directa.
Este inmenso sistema estelar visto de frente presentaría un aspecto análogo al de una
espiral, en la cual el Sol es una estrella situada hacia el exterior de la misma, puesto
que aun cuando se encuentra casi sobre el plano de simetría del sistema, su distancia al
centro es de 27.000 años luz.
El sol es una esfera de gases: 70 % de hidrógeno, 27 % de helio y el 3 % restante
constituido por pequeñas cantidades de otros elementos simples e incluso compuestos.
Su masa es 332.300 veces mayor que la masa de la Tierra; su radio, de 696.000 km, es
109,3 veces mayor que el radio terrestre medio, y su temperatura superficial es del
orden de los 6.000 °C.
Estos valores del radio, la masa y la temperatura superficial del Sol indican que puede
catalogarse como una estrella de tipo medio, y por tanto tiene iguales características
físicas que muchas de las estrellas que pueblan nuestro firmamento.
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El Sol gira sobre sí mismo, pero no lo hace como un cuerpo sólido, sino que su
velocidad de rotación es distinta para las diversas zonas. Así, el período de giro del Sol
varía entre un valor mínimo de 25 días para las regiones ecuatoriales y un valor máximo
de 30 días en las cercanas a los polos.
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Esquema del perfil de la galaxia en espiral a lo que pertenece el Sol, donde se indica
su posición excéntrica. Los pequeños círculos de colores claros representan cúmulos
globulares de estrellas pertenecientes a la galaxia, pero situados fuera de su cuerpo
central.
Al igual que la mayoría de las estrellas, el Sol posee un movimiento propio en relación
al conjunto de la galaxia de que forma parte, que lo desplaza hacia un punto del espacio
situado en la constelación de Hércules y en las proximidades de la estrella Vega. Este
movimiento lineal tiene lugar a una velocidad de 20 km/s.
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Las manchas solares aparecen como regiones de color oscuro (a la izquierda), que
destacan sobre la superficie brillante del Sol. A la derecha, fotografía de la superficie
solar, en la región roja del espectro
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El círculo indica el lugar del firmamento hacia el que se dirige el Sol, acompañado
por el cortejo de los planetas y de sus satélites.
Se supone que la temperatura en el centro del Sol, a 695.000 km de la superficie, es del
orden de 15 millones de grados centígrados, y que la densidad de la materia en el centro
debe ser 100 veces superior a la del agua.
Toda la energía que emite el Sol se origina mediante reacciones termonucleares y por
medio de procesos de diversa índole se transmite a sus capas externas, desde las cuales
se difunde al espacio exterior.
72
Los eclipses totales de Sol ocultan exactamente su disco y proporcionan una ocasión
única para estudiar la corona luminosa que lo rodea
La mayor parte de la energía luminosa y calorífica que recibimos del Sol proviene de
una capa superficial del mismo, cuya profundidad es de 400 km, capa que constituye
el disco visible del Sol y que recibe el nombre de fotosfera.
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En esta región se distinguen unas inmensas zonas oscuras, llamadas manchas solares,
que son perturbaciones de la superficie solar, posiblemente asociadas a campos
magnéticos.
A continuación de la fotosfera se encuentra otra capa casi completamente transparente
y de muy poca densidad, que tiene un espesor de 10.000-16.000 km, según las zonas.
Esta capa se llama cromosfera, debido a que durante los eclipses totales de Sol se
observa como una circunferencia muy delgada de color rojizo que rodea al cuerpo
solar. A causa de su poco brillo, esta región es totalmente inobservable fuera de los
eclipses solares, si no se utilizan aparatos especiales.
Finalmente, más allá de la cromosfera se extiende la corona, la cual aparece como un
halo blancuzco situado alrededor del disco solar durante los eclipses totales. El espesor
de esta región es aproximadamente ele 1.000.000 km; la cantidad de materia contenida
en ella es pequeña, ya que la densidad es extremadamente baja.
La intensidad de la radiación proveniente de esta zona a la superficie terrestre es
todavía menor que en el caso de la cromosfera, y por tanto su observación fuera de los
eclipses totales sólo es posible con ayuda de aparatos especiales.
Los planetas terrestres están constituidos por esferas sólidas cuyo diámetro en ningún
caso supera al de la Tierra. Su densidad es netamente superior a la del agua y los
elementos químicos componentes presentan elevado peso atómico.
Las atmósferas de estos planetas son poco extensas en comparación con las
dimensiones de su globo planetario, y la densidad suele ser pequeña. Finalmente, cabe
destacar que los planetas terrestres giran con bastante lentitud sobre sí mismos y que
poseen pocos satélites o ninguno.
Los planetas gigantes tienen diámetros netamente superiores a los diámetros de los
planetas terrestres. Su densidad es pequeña, siendo su valor apenas superior al de la
densidad del agua.
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El planeta Mercurio da una vuelta alrededor del Sol en 88 días, recorriendo una órbita
de acusada excentricidad.
Los materiales que constituyen esos planetas, generalmente de bajo peso atómico, no
dan lugar a un globo sólido, sino que se encuentran casi totalmente en estado líquido y
gaseoso. Únicamente existe evidencia de un pequeño núcleo central sólido, cuyas
dimensiones son poco importantes en correlación con las dimensiones totales del
planeta.
Sus atmósferas son muy extensas en comparación con las partes sólida y líquida,
abundando los elementos ligeros hidrógeno y helio, y también algunos compuestos,
como amoníaco y metano.
Otras características de estos planetas es que poseen una velocidad de rotación muy
76 elevada, y a su alrededor se mueven nutridos grupos de satélites, salvo en el caso de
Neptuno, que sólo tiene dos.
El planeta más externo del Sistema Solar, Plutón, no encaja en esta clasificación ya que
por su situación habría de tener las características de un planeta gigante, y sin embargo
todos los datos que se han podido obtener sobre sus propiedades físicas lo incluyen
entre los planetas terrestres.
El planeta Mercurio pasa por delante del disco solar. Ello constituye un fenómeno de
excepcional importancia para las observaciones astronómicas.
Su diámetro es aproximadamente 1,5 veces superior al de la Luna y la fuerza de la
gravedad en la superficie de ambos astros es la misma. El albedo de Mercurio tiene
igual valor que el albedo lunar, y ambos astros presentan una misma coloración vistos
al telescopio. Además, las variaciones del poder reflector según el ángulo de incidencia
de la luz son en Mercurio análogas a las que se observan en el caso de la Luna, lo cual
indica que la naturaleza de las superficies de ambos astros es áspera.
Sin embargo, estas afirmaciones han le tomarse con reserva, puesto que Mercurio es
un planeta de difícil observación, que en más de una ocasión ha inducido a error a sus
observadores.
78 Un error fue la suposición de que el período de rotación de Mercurio coincidía con su
período de traslación alrededor del Sol. Esta afirmación fue hecha por Schiaparelli en
1880, y las miles de observaciones realizadas desde aquel entonces parecían confirmar
totalmente dicha hipótesis.
Radiotelescopio de Parkes, en Nueva Gales del Sur (Australia). Con ayuda de los
radiotelescopios, los astrónomos han podido estudiar fenómenos que estaban vedados
a los medios de observación óptica.
El hecho de que Mercurio tuviera rotación sincrónica implica que la temperatura en el
79 hemisferio iluminado debía ser muy elevada, mientras que en el lado de la noche
perpetua sería extremadamente baja, puesto que la tenue atmósfera del planeta no podía
permitir el transporte de calor de una parte a otra. Aceptando este hecho se calculó
teóricamente la temperatura de las dos caras de Mercurio y se llegó a la conclusión de
que la cara iluminada tendría una temperatura de unos 350 °C, mientras que las
regiones de la noche eterna presentarían temperaturas tan bajas como -243 °C, lo cual
está muy cerca del cero absoluto de la escala de temperaturas.
Sin embargo, las mediciones experimentales efectuadas con los precisos métodos de la
radioastronomía condujeron a un resultado totalmente inesperado. Aunque las
mediciones confirmaron con bastante aproximación el valor de la temperatura de la
cara iluminada, en el caso de la cara oscura dieron una temperatura muy superior a la
predicha y totalmente inexplicable a partir de las hipótesis planteadas.
80
Fotografía del planeta Venus tomada por el telescopio seguidor de 500 pulgadas,
instalado en la Base Patrik de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos.
Todo ello constituyó uno de los misterios de la astronomía planetaria, hasta que en
1965 los ecos de radar reflejados en el planeta demostraron que el período de giro era
de 55 días y, por tanto, inferior al período de traslación alrededor del Sol.
De ello se sigue que la noche de Mercurio es larga, pero no eterna, y en consecuencia,
la temperatura relativamente elevada del lado oscuro puede explicarse como derivada
del calor almacenado por la superficie del planeta en sus largas exposiciones a la luz
solar. Los errores de deducción de las observaciones ópticas se debían al hecho de que
los días favorables para la observación de Mercurio (aquellos en que el planeta se
encuentra más alejado del Sol) estaban separados por un periodo de tiempo igual al
doble del día mercuriano. Por consiguiente los observadores creyeron que Mercurio
presentaba siempre la misma cara al, Sol; observaciones más minuciosas han permitido
comprobar, ópticamente los resultados logrados por radar.
Las exploraciones llevadas a cabo por el Mariner X en 1974 permitieron disponer de
81 un mayor número de datos acerca de las características de Mercurio. En primer lugar
cabe señalar que su campo magnético es muy extenso, más de lo que se imaginaba
anteriormente. En cuanto a su superficie, como Marte y la Luna, la mitad (le ella se
halla cubierta de cráteres, mientras el resto está formado por llanuras más suaves.
Mercurio presenta una única cualidad distintiva al respecto: la existencia en su
superficie de formaciones rocosas de uno a varios kilómetros de altura y, cientos de
kilómetros de longitud.
En primer lugar destaca la igualdad entre sus dimensiones, puesto que los diámetros de
ambos planetas difieren en 650 km. La masa de Venus es algo menor que la de la
Tierra, pero equivale a un 82 % de la misma, mientras que sus densidades son casi
iguales.
82
Órbita de Marte alrededor del Sol. Aparecen indicadas las fechas, entre 1954 y 1999,
en las que el planeta se halla en oposición respecto de la Tierra.
Otra analogía clara la constituye el hecho de que en las regiones polares de Marte se
observan dos zonas blancas bien definidas, a las que se ha dado el nombre de casquetes
polares, y que en cada hemisferio presentan una máxima extensión durante el invierno,
para disminuir seguidamente a lo largo de la primavera y el verano subsiguientes. Las
88 primeras observaciones parecían demostrar que estas zonas podían estar constituidas,
como en la Tierra, por agua en estado sólido, pero ya desde el primer momento se creyó
que no podía tratarse de grandes depósitos de hielo como los terrestres, sino más bien
de finas capas de escarcha, puesto que el casquete polar austral desaparece
completamente durante el verano de ese hemisferio.
En la superficie de Marte se observan unas regiones oscuras de bajo albedo a las que
se da el nombre de mares, aunque, al igual que los mares de la Luna, no se trata de
grandes masas de agua, sino de terrenos cuya superficie es mala reflectora de la luz
solar.
89
Montaje fotográfico de una región de la superficie del mismo planeta que contiene el
curso de una grieta superficial ramificada.
En 1908 el astrónomo norteamericano Percival Lowell, investigador de gran prestigio
91 en el mundo de la ciencia, llegó a la conclusión de que los canales habían sido
construidos por seres inteligentes para llevar el agua, que escaseaba en la superficie
marciana, desde los casquetes polares hasta las regiones desérticas.
Esta imagen de Marte a principios de siglo no podía ser más parecida a la de la Tierra,
pero nuevas y más precisas observaciones demostraron que se trataba de una ilusión.
La realidad se fue abriendo camino hasta culminar en el conocimiento de la verdadera
faz del planeta.
Los primeros en desaparecer fueron los canales rectilíneos y regulares que cruzaban
los desiertos de Marte. Las observaciones realizadas mediante los cada vez más
potentes telescopios construidos en el presente siglo demuestran que realmente existían
ciertos accidentes geográficos de trazado más o menos lineal en la superficie marciana,
que correspondían a los canales de Lowell, pero que en ningún modo poseían las
notables características descritas por dicho autor. Los "canales artificiales" del
astrónomo norteamericano parecían más bien tener su origen en un efecto óptico
producido por las imperfecciones inevitables de las lentes de los telescopios, y sobre
todo en la imaginación del observador, que interpretaba libremente lo que veían sus
ojos.
El mismo camino que los canales siguió la atmósfera marciana, puesto que las sondas
enviadas a Marte han demostrado que es tan tenue que la presión en la superficie resulta
tan sólo 1/100 de la presión atmosférica terrestre al nivel del mar, o sea que equivale a
la presión de la atmósfera terrestre a la altura de 16 km.
El estudio de la composición de la atmósfera marciana ha puesto de manifiesto la
ausencia de cantidades relevantes de vapor de agua y la abundancia en ella de dióxido
de carbono. Como consecuencia, en la actualidad se acepta que los casquetes polares
han de estar constituidos por este último compuesto en estado sólido, al que se conoce
comúnmente con el nombre de hielo seco, lo cual es compatible con los —130 °C
medidos en tales casquetes.
Todo esto, junto con el hecho de que la temperatura en la superficie de Marte, aun
siendo alta durante el día (22° C), desciende unos 100° C durante la noche (hasta —
70° C), demuestra que las condiciones en la superficie del planeta para el desarrollo de
la vida son altamente precarias. Por ello, los cambios de coloración en los mares de
Marte, que primeramente se habían explicado como manifestación de la vegetación
marciana, ahora se intentan justificar mediante reacciones químicas producidas en su
superficie por el dióxido de carbono que se evapora de los casquetes polares. También
92 se ha pensado que podían ser debidos a vientos estacionales, como los monzones de la
Tierra, que transportaran grandes cantidades de polvo de una región a otra, cambiando
la coloración de las mismas.
De todos modos, todavía no se ha dicho la última palabra en esta cuestión, puesto que
ni siquiera las sondas planetarias han podido aportar pruebas definitivas en favor de la
hipótesis de que en Marte exista vida, aunque sólo sea vegetal, ni de la hipótesis
contraria, es decir, de que se trata de un planeta completamente estéril.
En cuanto al aspecto de la superficie de Marte, ya las primeras fotografías tomadas por
la sonda Mariner IV revelan la existencia de cierto número de cráteres de origen
meteórico, parecidos a los de la Luna, cuyos diámetros son de 5-120 km.
El primer satélite artificial de Marte, el Mariner IX, demostró que en este planeta
también se encuentran cráteres de origen volcánico. Se trata de formaciones parecidas
a las calderas volcánicas de la Tierra, pero de gigantescas dimensiones. En particular,
se ha visto que la región bautizada como Nix Olimpia es un promontorio circular de
500 km de diámetro, en cuyo centro existe una caldera de 65 km de diámetro y 25 km
de altura.
Formaciones similares a éstas se han encontrado en algunas regiones del planeta, pero
dado que son muy pocas, muchos astrónomos consideran que Marte es un planeta
joven, cuya actividad volcánica está todavía en sus comienzos.
A partir de las misiones Viking, que llegaron al planeta en 1976 y se prolongaron
durante 18 meses, se ha recibido una elevada cantidad de datos, especialmente en lo
referente a la existencia de grandes cantidades de agua en estado líquido, las
características del suelo y la naturaleza de los satélites de Marte.
Los canales observados en su superficie, que plantean el dilema de la existencia de
agua líquida y, en consecuencia, la posibilidad de vida en el planeta, podrían haber sido
excavados al parecer por el agua de fuertes lluvias, en una atmósfera seguramente
mucho más densa que la actual, o producidos tal vez al desplomarse un terreno por la
súbita fusión de una masa de hielo subyacente al ser calentada por un fenómeno de
vulcanismo.
Con respecto a los "casquetes polares", la capa helada que desaparece en el verano está
formada por dióxido de carbono, lo que llamamos "hielo seco", mientras que la que
permanece sería de hielo verdadero.
Se ha llegado a la conclusión de que las condiciones climáticas de Marte no han variado
en los últimos millones de años.
93 La atmósfera del planeta alcanza una extensión de 100 a 200 km. aproximadamente, y
está compuesta en un 90 % de dióxido de carbono, proporción que aumenta en sus
capas interiores, llegando hasta un 96 %. Presenta numerosas nubes, parecidas a los
cirros terrestres. La temperatura experimenta una oscilación entre —86° C (a la salida
del sol) y —31° C (en las primeras horas de la tarde).
La presión media diaria, a lo largo del periodo de observación, fue disminuyendo de
forma continua, de 7,7 a 7,45 milibares.
La composición del suelo es parecida a la de la Luna (20 % silicio, 14 % hierro, 6 %
magnesio, 3 % aluminio y azufre, 0,5 % cloro y titanio) y presenta propiedades
magnéticas, con un 3 % de material fuertemente magnético, posiblemente magnetita.
La tonalidad predominante es la rojiza, que se debe seguramente a una fina capa de
limonita.
La superficie de Marte presenta en principio una aparente contradicción, todavía no
aclarada: los fuertes vientos y al mismo tiempo la ausencia de erosión.
Se ha revelado la existencia de cierto número de cráteres de origen meteórico,
parecidos a los de la Luna. También hay en la superficie marciana cráteres de origen
volcánico; se trata de formaciones parecidas a las calderas volcánicas de la Tierra, pero
de enormes dimensiones. Dado que este tipo de formaciones es escaso, se cree que
Marte es un planeta joven, cuya actividad volcánica está todavía en sus comienzos.
Con respecto a los satélites del planeta, cabe decir que se han obtenido, gracias a las
misiones Viking 1 y Viking 2 (1976-1977), buenas fotografías, incluso de formaciones
de 10 m de diámetro, de formas irregulares y diferentes dimensiones. En concreto, en
la observación del satélite Fobos se ha descubierto la existencia en su superficie de
surcos paralelos, lo que indica la posibilidad de una estratificación en su seno.
Posiciones del planeta Saturno relativas a la Tierra. Se han representado también los
aspectos que en cada caso presentan los anillos vistos desde la Tierra.
Recientemente se ha descubierto un cuarto anillo más cercano al planeta que los otros
tres. Se sabe que tales formaciones están constituidas por un elevado número de
pequeños corpúsculos que giran independientemente alrededor del astro principal,
como si se tratara de minúsculos satélites.
Poco se conoce acerca de la naturaleza de esas partículas. En cuanto a tamaño, se sabe
que son similares a granos de arena, y es posible que estén recubiertas por una sutil
capa de amoníaco congelado. No se conoce la masa total de los anillos, pero se ha
podido determinar que en todo caso es inferior a la masa de la Luna.
La anchura total del sistema anular es del orden de los 70.000 km. En contraposición,
se sabe que el espesor en ningún modo supera los 16 km, llegando incluso algunos
astrónomos a afirmar que apenas alcanza unos pocos centímetros. Como consecuencia
de ello, cuando los anillos se encuentran de perfil con respecto a la Tierra, a lo sumo
se observan como una raya oscura que atraviesa el disco de Saturno.
99
Las órbitas de los cinco satélites de Urano se hallan prácticamente en el plano del
ecuador del planeta, el cual forma un elevado ángulo con el plano de la órbita del
mismo.
Así, Plutón sería el planeta más pequeño del Sistema Solar, y su masa sería mucho
menor de lo que supuso Lowell a principios de siglo. Esto representa una analogía entre
Plutón y los planetas de tipo terrestre. La relación entre el diámetro de Plutón y el de
su satélite es de 1/3, y el conjunto de los dos astros podría considerarse como un planeta
102 doble, como el sistema formado por la Tierra y la Luna, hasta ahora único con estas
características. Queda por resolver todavía el problema de explicar su localización en
las regiones ocupadas por los planetas gigantes del tipo de Júpiter, en lugar de estar en
las cercanías del Sol como los demás planetas de su tipo. El satélite tiene un diámetro
aproximado de 800-900 km. y se mueve a una distancia de 20.000 km. del centro de la
Tierra (periodo de revolución: seis días). Marte tiene 2, pero se supone que, dadas sus
características físicas y orbitales, se trata de 2 asteroides capturados. En cambio, los
planetas gigantes poseen gran número de satélites. El mayor número corresponde a
Júpiter, con 13 satélites, seguido por Saturno, con 10. Urano tiene 5, Neptuno sólo
posee 2.
103
Desde el punto de vista de su movimiento, los satélites se pueden clasificar en dos
104 grupos: los llamados regulares y los irregulares.
Al primer grupo pertenecen aquellos satélites que se mueven alrededor de su astro
principal en sentido directo (de oeste a este), sobre órbitas casi circulares y que,
además, están poco inclinados respecto al ecuador del planeta. Se ha visto también que
estos astros giran sobre sí mismos en el sentido directo, por lo menos en todos aquellos
casos en que dicho movimiento ha podido ser determinado.
Al segundo grupo pertenecen aquellos satélites que se trasladan alrededor del planeta
principal siguiendo trayectorias elípticas alargadas, las cuales suelen estar muy
inclinadas respecto al ecuador del planeta. El movimiento de traslación de los satélites
irregulares sobre estas órbitas suele ser en el sentido retrógrado.
La mayoría de los satélites presentan diámetros reducidos del orden de pocos
centenares de kilómetros, pero dos de ellos, Ganimedes (de Júpiter) y Titán (de
Saturno), superan en tamaño al planeta Mercurio y a Plutón, que según los más
recientes descubrimientos sería el planeta más pequeño del sistema solar. Los satélites
de menor tamaño son los 2 de Marte, cuyo diámetro no supera los 20 km, y los 6 más
alejados de Júpiter, cuyos diámetros son de 20-50 km. En todos los casos, salvo para
el conjunto Tierra-Luna, las dimensiones y masas de los satélites representan tina
pequeña fracción de la dimensión y masa del planeta principal.
Como consecuencia de su reducido tamaño se sabe muy poco sobre la constitución
física de los satélites. Los acompañantes de Marte han podido ser fotografiados por el
Mariner IX y han resultado ser pequeños cuerpos rocosos de forma irregular en cuya
superficie se observa la clara impronta de impactos meteóricos.
Los satélites mayores de Júpiter y de Saturno, que son también los mejor conocidos,
aparte la Luna, presentan claramente una forma más o menos esférica, al igual que los
planetas. Sus superficies parecen estar cubiertas totalmente por una inmensa capa de
escarcha, ya sea de hielo o de amoníaco solidificado.
En 1944, G. P. Kuiper detectó las rayas del metano gaseoso en el espectro de la luz
reflejada por Titán, un satélite de Saturno, el único satélite acerca del cual se posee una
prueba empírica de la existencia de su atmósfera. Es muy probable que Ganimedes y
Calixto, de Júpiter, también posean una envoltura gaseosa, puesto que su atracción
gravitatoria es lo suficientemente elevada para impedir la fuga de los gases a las bajas
temperaturas que reinan en la superficie. Sin embargo, todos los esfuerzos realizados
hasta el momento para ponerlas de manifiesto han resultado vanos.
En lo referente a los restantes satélites del Sistema Solar no se cree que sus pequeñas
105 masas sean capaces de retener atmósfera alguna.
Imagen telescópica de la Luna llena, en la que aparecen los detalles más importantes
de su superficie.
Sin embargo, si se comparan la masa y dimensiones de la Luna con las de su astro
principal, la Tierra, se constatan, unas relaciones muy superiores a las que se dan en
cualquier otro caso. Es decir, la Luna es el satélite con diámetro y masa de mayor
importancia en comparación con las mismas magnitudes del astro principal.
107
Comparación del tamaño del disco lunar con la extensión del continente europeo.
En función de este hecho algunos científicos consideran que el sistema Tierra-Luna
constituye un planeta doble mejor que un planeta y su satélite. De hecho, desde los
cuerpos celestes vecinos, el sistema debe verse como dos planetas girando alrededor
de un centro común.
En la superficie de la Luna se distinguen claramente tres tipos de accidentes: unas
extensas regiones oscuras de superficie lisa, las cuales han recibido el nombre de mares
debido a que su aspecto recuerda el de las grandes masas de agua vistas a distancia;
unas regiones elevadas y muy abruptas, que se llaman cordilleras, por su semejanza
con las formaciones montañosas de la superficie terrestre, y finalmente los cráteres,
recintos circulares de paredes escarpadas en cuyo interior hay una depresión del terreno
108 y, en ocasiones, un pequeño picacho central.
Mediante un potente telescopio se pueden ver en la superficie de la Luna unos 300.000
cráteres de todos los tamaños, observándose mayor abundancia de los mismos en las
llamadas tierras altas, que son las situadas en las proximidades del polo austral. El
cráter mayor, Clavius, tiene un diámetro de 227 km, y existen algunos cuyo diámetro
es de 200 km.
Imagen de la Luna obtenida durante la misión del Apolo XVII. Abajo, movimiento
aproximado de la Luna alrededor del Sol. Se obtiene como resultado de superponer su
movimiento alrededor de la Tierra con el de ésta alrededor del Sol.
La altura de las paredes de un cráter puede alcanzar 5 km si se mide a partir del interior
109 del mismo, pero sólo es de unos pocos centenares de metros si se tiene en cuenta el
nivel del terreno exterior circundante. La altura del pico central de un cráter, en los
casos en que existe, raramente supera los 2,5 km, observándose casi siempre una
pequeña abertura en su cima.
Proceso de formación de los cráteres lunares por impacto meteorítico. En los dibujos
se observa la formación de pequeños cráteres en el interior de otros más grandes, así
como la génesis de cráteres con bordes superpuestos.
Se ha demostrado teóricamente que un cuerpo cualquiera que llegara a la Luna a gran
velocidad proveniente del espacio exterior podría atravesar las regiones más externas
de la capa superficial de la Luna antes de quedar detenido. La mayor parte de la energía
de movimiento de dicho cuerpo se transformaría en calor, lo que produciría la
evaporación de los materiales cercanos a la región del impacto; luego, la expansión
rápida del gas generado tendría los efectos de una verdadera explosión, que serviría de
agente determinante de la forma simétrica y de las grandes dimensiones del cráter,
cualquiera que fuera la dirección del meteorito incidente.
La aceptación de este modelo comporta el planteamiento de la siguiente cuestión: ¿por
112 qué la superficie de la Tierra no aparece cubierta de impactos meteóricos como la de
la Luna? A primera vista, puede parecer extraño el que, .estando tan cercanos los dos
astros en el espacio, sólo uno haya sido objeto de bombardeo meteórico.
Para explicar este hecho existen dos circunstancias que se dan en el caso de la Tierra y
no en el de la Luna. La primera es la presencia de la atmósfera terrestre, que disgrega
o frena los meteoritos de pequeño tamaño que la atraviesan; la segunda es la erosión,
que con el paso del tiempo borra y destruye las cicatrices producidas por el impacto de
los meteoritos de gran tamaño que consiguen atravesar la atmósfera. En cambio, sobre
la Luna, carente de atmósfera y agua, todas las formaciones que se originan en la misma
permanecen durante millones de años sin apenas sufrir variaciones.
11. Asteroides
Son cuerpos celestes de reducidas dimensiones que se mueven en órbitas de tipo
planetario, la mayoría de las cuales se encuentran en la región del espacio comprendida
entre Marte y Júpiter.
115
Actualmente se conocen con detalle las órbitas de unos 1.600 asteroides, aunque se han
fotografiado, al menos una vez, otros 30.000, sin poder seguirlos el tiempo suficiente
para determinar su trayectoria. Se supone que el número total de asteroides debe oscilar
alrededor de 50.000.
La mayor parte de los asteroides se mueven a una distancia del Sol de 2,1-3,5 ua. Su
valor medio ponderado coincide exactamente con el valor 2,8 ua predicho por la ley de
Bode.
Sus órbitas elípticas son más alargadas que en el caso de los planetas, pero en general
su forma se aproxima bastante a la circular. También su inclinación respecto al plano
de la eclíptica es superior que para las órbitas planetarias, pero sin llegar a valores
extremos.
Existen algunos asteroides cuyas órbitas tienen unas características totalmente fuera de
lo común. Entre ellos sobresale Ícaro, la trayectoria del cual es la más alargada de todas,
y que en el perihelio está más cerca del Sol que el propio Mercurio. Otro asteroide de
características atípicas es Hidalgo, cuya órbita es bastante alargada y presenta la mayor
inclinación conocida respecto a la eclíptica; cuando se encuentra en el afelio, está a la
misma distancia del Sol que Saturno.
116
Abajo, órbita del asteroide Hermes, la cual, por estar muy inclinada respecto a la
terrestre, da lugar a que este asteroide pueda acercarse marcadamente a nuestro
planeta.
Respecto a sus dimensiones, sólo una cantidad inferior al 10 % posee un diámetro
superior a los 80 km, mientras que todos los demás tienen dimensiones inferiores, que
en muchos casos son de 1 km. Se sabe también que únicamente la forma de los dos
mayores, Ceres y Palas, es netamente esférica, en tanto que en los demás casos el
aspecto es más o menos irregular.
118
Tipos de órbita que un cuerpo celeste puede recorrer bajo la influencia gravitatoria
del Sol.
Por ello, en ningún caso se han podido obtener mediciones directas de las mismas, sino
tan sólo cálculos indirectos. Lo único que se sabe con exactitud es que la masa total del
conjunto de los asteroides no supera a 1/3.000 de la masa de la Tierra.
12. Cometas
Hace mucho tiempo la aparición de un cometa era motivo de supersticioso temor. A
partir de los trabajos de Halley (1705) se sabe que los cometas son cuerpos celestes
cuyos movimientos están sometidos a las leyes de la mecánica, al igual que los demás
astros que brillan en el firmamento.
120 Las órbitas de los cometas son siempre elipses muy alargadas, hasta el punto de que en
algunos casos pueden confundirse con una parábola o con una rama hipérbola, ambas
curvas abiertas. De hecho, ciertos autores creyeron que las trayectorias de algunos de
los cometas observados coincidían realmente con una de tales curvas.
Aceptar la existencia de estas órbitas abiertas significa aceptar que no todos los cometas
pertenecen al Sistema Solar, sino que algunos de ellos son cuerpos celestes que vagan
entre las estrellas, y a los que la influencia gravitatoria del Sol desvía provisionalmente
de su trayectoria. Incluso se podría pensar que los cometas que giran en torno al Sol en
órbitas elípticas eran también primitivamente cuerpos celestes que vagaban libres por
el espacio, hasta que el Sol pasó por sus cercanías y los capturó.
Aspecto que presentaba la "cabeza" del cometa Halley el día 8 de mayo de 1910.
Según las nuevas ideas, se cree que las pocas órbitas abiertas, de las cuales se tiene
constancia cierta, son debidas a las perturbaciones ejercidas por los astros del Sistema
Solar en las órbitas primitivamente elípticas de algunos cometas, es decir, que todos
los cometas pertenecen al Sistema Solar, pero algunos son expulsados del mismo por
perturbaciones gravitatorias.
122
Orbita recorrida por el cometa Halley en su movimiento alrededor del Sol, comparada
con las órbitas de los planetas.
Cuando un cometa se encuentra muy alejado del Sol, en las proximidades de Plutón o
todavía más lejos, está constituido simplemente por una agregación de cuerpos rocosos,
el llamado núcleo, la estructura del cual no se conoce aún con certeza.
Al aproximarse este núcleo cometario al Sol, la energía radiante solar hace que del
mismo se desprendan gases y pequeñas partículas sólidas, los cuales quedan gravitando
a su alrededor y dan lugar a la cabellera del cometa. Al llegar el cometa a la distancia
de Júpiter la cabellera se desarrolla ampliamente, y en algunas ocasiones alcanza una
longitud superior a 150.000 km.
A una distancia del Sol de 2 u.a. a partir de la cabellera del cometa se comienza a
123 desarrollar una estrecha cola, también a expensas de la materia del núcleo, la cual se
extiende en dirección opuesta al Sol a lo Largo de varios millones de kilómetros. Esta
orientación de la cola, que se mantiene a lo largo de toda su existencia, es el resultado
del empuje que la radiación del Sol y de las partículas cargadas emitidas por él mismo
ejercen en los gases que constituyen la cola.
Una vez que el cometa ha pasado por el perihelio y comienza el alejamiento del Sol, la
cola y la cabellera se debilitan hasta desaparecer a la misma distancia en que se las vio
por primera vez. Toda la materia que constituye dichas formaciones se pierde en el
espacio, y sólo permanecen agregados los materiales que forman el núcleo. Es decir,
un cometa no puede pasar un número indeterminado de veces alrededor del Sol
conservando su aspecto típico. En la etapa final de los cometas el núcleo se desintegra
en una corriente de pequeñas partículas que se mueven agrupadas en la misma órbita
del cometa y que provocan las llamadas "lluvias de estrellas" cuando la Tierra se
encuentra con ellas en su camino.
124
Por otra parte, las circunstancias de estos movimientos son tales que actualmente se
observa una neta desigualdad en la distribución del momento angular total del sistema,
puesto que a los planetas corresponde un 98 % de esta magnitud, mientras que al Sol
corresponde solo un 2 %.
Otro hecho que debe encontrar su explicación en los procesos que dieron origen al
127 Sistema Solar es la separación de los planetas en dos grandes grupos de características
bien diferenciadas: los ya citados planetas terrestres y los planetas gigantes. La relación
de Bode también puede intentar justificarse a partir de las particulares condiciones en
que se originaron los planetas, aunque su justificación no es esencial, pues algunos
autores no creen que se trate de una verdadera ley, sino una simple coincidencia.
Esquema de la perturbación "mareal" del Sol, debida al paso de una estrella a corta
distancia de éste, que dio origen al Sistema Solar según las teorías catastróficas. De
acuerdo con los modelos primitivos, la perturbación dio origen a varios chorros de
gas, que después se condensaron en los distintos planetas.
El principio de conservación citado en el apartado anterior obliga entonces a buscar
algún proceso que justifique la desaparición de la mayor parte del momento angular
original del Sistema Solar y la transferencia del resto desde el Sol a los planetas. Como
tal proceso no se encontró, la teoría nebular cayó en descrédito y los astrónomos
empezaron a buscar otros modelos para sustituirla, de los cuales se tratará a
continuación.
134 4. Teorías catastróficas
Explican el origen del Sistema Solar a partir de consideraciones basadas en catástrofes
cósmicas.
La primera teoría de este tipo fue propuesta por Chamberlain y Moulton a principios
del siglo actual. Según estos autores, hace miles de millones de años una estrella debió
de pasar a muy poca distancia del Sol, produciéndose en la superficie de ambos astros
importantes movimientos de materia debido a la atracción gravitatoria que cada uno de
ellos ejercía en el otro. Estas gigantescas mareas provocaron enormes "flechas" o
chorros de gas a elevadísimas temperaturas, similares a las protuberancias que se
observan actualmente en el Sol, pero de dimensiones muy superiores.
El estudio de los espectros de la luz emitida por los cuerpos celestes, y en particular
los planetas, ha permitido obtener una cantidad incalculable de datos sobre las
características físicas de los mismos. En el grabado tres clases típicas de espectros
obtenidos dispersando la luz por medio de un prisma. Arriba espectro de rayas, de
misión; en el centro espectro continuo de emisión; abajo espectro con lías negras de
absorción obtenido interponiendo una sustancia entre la fuente emisora y el prisma.
En el interior de esta nebulosa las partículas giraban alrededor del Sol, según órbitas
elípticas que cumplían las leyes de Kepler, moviéndose más rápidamente las partículas
más cercanas al Sol que las más alejadas. Como consecuencia de ello existía una
diferencia de velocidad entre dos capas de partículas adyacentes, origen de grandes
torbellinos en el seno de la masa de gas; estos torbellinos se comenzaron a mover
alrededor del Sol en órbitas concéntricas; el cálculo demuestra que debían tener una
139 rotación retrógrada, y que en las zonas intermedias entre dos de ellos se debieron
originar unos contra remolinos que giraban en el sentido directo.
Si se postula que la condensación de la materia dio comienzo en estos contra remolinos,
los cuales acapararon todo el material del espacio circundante hasta originar los
distintos planetas, se justifica la uniformidad en el sentido de rotación de los mismos.
Por otra parte, si se tiene en cuenta que la teoría indica que las dimensiones de los
torbellinos están en progresión geométrica, comenzando por el torbellino más cercano
al Sol, la suposición de que los planetas se originaron en la región situada entre dos
torbellinos consecutivos justifica también la ley de Bode-Titius.
140
Fotografía del profesor Fred Hoyle, tutor de la teoría que presupone la existencia de
un campo magnético en el interior de la nebulosa primitiva.
A pesar de los éxitos explicativos de esta última suposición, no existe ningún motivo
para creer que la formación de los planetas tuviese lugar precisamente en la región de
los contra-remolinos, y lo que es peor, algunos autores rechazan la posibilidad de que
estos últimos tengan que aparecer necesariamente en un sistema turbulento como el
descrito.
141
Según las teorías de Alfvén y Hoyle, la contracción de la nebulosa primitiva pasó por
estas tres fases sucesivas, al igual que se supone en el modelo de Kant-Laplace.
La existencia del Sol previa a la formación de la nebulosa primitiva que dio origen a
los planetas proporciona una explicación verosímil al problema de la separación de los
planetas en dos grandes grupos. En efecto, la acción del Sol en la masa de gases que se
iba reuniendo a su alrededor hizo que únicamente materiales pesados, como hierro,
silicatos, níquel, se pudieran condensar en sus cercanías, mientras que los materiales
más ligeros, como hidrógeno, helio, oxígeno y nitrógeno, sólo pudieron condensarse
en las regiones más alejadas del Sol, quedando en estado gaseoso en las más próximas.
En consecuencia, en las proximidades del Sol se formaron los planetas rocosos,
constituidos principalmente por hierro y silicatos, los cuales no alcanzaron en ningún
caso gran tamaño debido a la relativamente poca abundancia de dichos materiales en
la nebulosa primitiva, cuya formación se supone igual que la de la materia interestelar
142 actual, y también debido a la perturbación de las fuerzas de marea ejercidas por el Sol.
En cuanto a los elementos ligeros que quedaron en forma gaseosa alrededor de estos
planetas; se admite que en gran parte escaparon al espacio en una época temprana de
la historia de estos cuerpos celestes.
Por otro lado, en las regiones alejadas del Sol se pudieron formar planetas no sólo por
agregación de materiales sólidos pesados, sino también mediante el concurso de
hidrógeno y helio, los cuales serían los elementos más abundantes en la nebulosa
primitiva. Este hecho, junto con la poca importancia de las fuerzas de marea ejercidas
por el Sol en esas regiones, justifican las elevadas dimensiones de los planetas gigantes
y su constitución química.
Por lo que se refiere a los procesos concretos que pudieron dar origen a un planeta
sólido a partir de las partículas le gas de la nebulosa primitiva, cabe destacar la teoría
elaborada por el astrónomo soviético O. Schmidt. Según este autor, las moléculas de
gas interestelar se unieron para dar origen a pequeñas partículas sólidas o gotitas
líquidas, por efecto de las fuerzas de atracción química existentes entre ellas. Los
choques mutuos hicieron que disminuyeran las velocidades relativas de dichas
partículas, con lo que la nube de materia fue achatándose, es decir, sus dimensiones se
hicieron menores y aumentaron con ello los choques de las partículas constituyentes.
Mediante este proceso se demuestra teóricamente que es posible la formación de
cuerpos de dimensiones análogas a las de un asteroide, los cuales a su vez debieron
continuar sufriendo choques mutuos hasta que acabaron fusionándose en unos pocos
cuerpos de grandes dimensiones, los actuales planetas.
7. Origen de Plutón
El hecho de que Plutón tenga propiedades excepcionales en comparación con las de los
demás planetas hace que su origen no pueda ser explicado de modo similar.
Para resolver este enigma Lyttleton propuso una teoría explicativa del origen de Plutón
que actualmente tiene una aceptación casi general.
Según dicho autor, el planeta era en un principio un satélite de Neptuno y describía una
órbita regular a su alrededor.
145
Cada día parece más aceptable la hipótesis de que Plutón era originariamente un
satélite de Neptuno, que fue eyectado en su primitiva órbita debido a un acercamiento
muy pronunciado al también satélite Tritón.
Capítulo 5
Origen de los astros menores
Contenido:
1. Origen de los satélites
2. Formación de la Luna
3. Origen de los asteroides
4. Origen de los cometas
147
1. Origen de los satélites
Desde el punto de vista de su origen, debe considerarse separadamente cada uno de los
grandes grupos en que pueden clasificarse los satélites, es decir, el conjunto de los
satélites llamados regulares y el de los irregulares.
El origen de los satélites regulares se supone debido a un proceso análogo al que
engendró el sistema planetario, admitiéndose que ambos fenómenos tuvieron lugar
simultáneamente.
El origen de los satélites irregulares es muy distinto. Concretamente se supone que no
son otra cosa que asteroides capturados por el planeta en torno al cual giran, en épocas
muy posteriores a la formación del mismo, es decir, asteroides que pasaron demasiado
cerca de un planeta, por lo que su órbita resultó fuertemente perturbada, hasta el punto
de escapar de la atracción solar para pasar a gravitar alrededor del planeta perturbador.
Las nuevas órbitas de estos asteroides-satélites son inestables y pueden sufrir
modificaciones con el tiempo. Por ello, ciertos autores creen posible que algún satélite
irregular pueda escapar a la influencia de su astro central, para convertirse nuevamente
en asteroide. Este proceso de captura de un asteroide y fuga subsiguiente tendría lugar
en un intervalo de tiempo de muchos miles de años, o incluso de millones de años.
Como consecuencia del mismo, la población de satélites irregulares de un planeta no
sería fija, sino que podría sufrir fluctuaciones en el número de sus componentes,
siempre y cuando se consideren períodos de tiempo suficientemente grandes.
2. Formación de la Luna
Algunos científicos consideran que, a pesar de sus peculiaridades, el sistema Tierra-
Luna se ha originado como los demás sistemas de satélites regulares, es decir, que
ambos astros han nacido simultáneamente como planeta principal y satélite a causa de
condensaciones en la nebulosa primigenia.
Sin embargo, esta teoría no está exenta de inconvenientes. En primer lugar, es preciso
hallar una explicación para justificar la diferencia de densidades entre la Tierra y la
Luna, formadas a partir del material situado en una misma región del espacio y que se
supone, por tanto, de constitución homogénea.
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Imagen en la que aparece la superficie lunar tal como puede ser observada desde una
cápsula espacial orbitando alrededor de la Luna.
En segundo lugar, al ir creciendo las masas de la Tierra y de la Luna, por acreción de
los materiales que se encontraban a lo largo de sus órbitas, lo más probable hubiese
sido que la Luna acabara precipitándose contra la Tierra para formar un solo cuerpo, o
que escapara de la atracción terrestre transformándose en un planeta independiente.
Como consecuencia de estas dificultades y de las características peculiares del sistema
Tierra-Luna, muchos autores creen que el origen de nuestro satélite ha de explicarse
mediante un modelo particular. Actualmente existen dos teorías al respecto, sin que se
haya conseguido obtener ningún elemento concluyente en favor de ninguna.
La más antigua de estas teorías fue elaborada en 1880 por Georges H. Darwin, hijo del
famoso naturalista Charles Darwin, y en la misma se supone que, en un principio, la
Tierra existía sola en el espacio.
En algún momento de su historia las oscilaciones producidas por las mareas en el globo
149 terrestre entraron en resonancia con la frecuencia de oscilación natural del mismo, y
como derivación se desprendió una parte importante que permaneció girando alrededor
de la Tierra dando origen a la Luna. La fragmentación de esta gran masa rocosa debió
de producir en el planeta una enorme cicatriz, que se supone actualmente ocupada por
las aguas del océano Pacífico.
En apoyo de esta teoría se han encontrado argumentos importantes. Por una parte, está
el hecho de que la densidad media de la Luna es la misma que la densidad media de las
capas superficiales del globo terrestre. Por otra parte, las observaciones demuestran
que la Luna se está alejando de la Tierra en el transcurso del tiempo, por lo que
invirtiendo el proceso se llega a la conclusión de que hace 4.500 millones de años la
Luna estaría a muy poca distancia de la superficie terrestre.
Sin embargo, esta teoría presenta también inconvenientes importantes. Uno de ellos lo
plantea el llamado "límite de Roche", que es la menor distancia a la cual puede
encontrarse un satélite de su astro principal sin que las mareas produzcan su
desintegración. En el caso de la Tierra, esa distancia es de 2,9 radios terrestres, por lo
que no parece posible que la Luna haya estado nunca más cerca de este planeta que
dicha distancia. Otra razón de peso son los cálculos realizados a principios de siglo por
Moulton y más tarde por Jeffreys y Lyttleton, en los cuales se pone de manifiesto que
una gran masa arrancada de la Tierra por fuerzas de marea, debería volver a caer sobre
la misma o, en caso contrario, acabaría escapando de la atracción terrestre para siempre.
Una segunda teoría sobre el origen de la Luna supone que ésta y la Tierra se formaron
como dos planetas independiente: en lugares distintos del Sistema Solar, y que debido
a circunstancias no bien explicadas, la Luna fue capturada por la Tierra en algún
momento del pasado, convirtiéndose en su satélite.
Este modelo, perfectamente compatible con la diferencia entre las densidades medias
de la Tierra y de la Luna observada en la realidad, presenta a la vez una importante
dificultad: la densidad media de la Luna no coincide tampoco con la de ninguno de los
demás planetas de tipo terrestre. Consecuencia inmediata de ello es que la formación
de la Luna como planeta independiente debería haber tenido lugar en alguna región del
espacio distinta de la que sirvió de cuna a los planetas terrestres. Si esto fuera cierto,
las dificultades para un proceso de captura de la Luna por la Tierra serían todavía
mayores, casi insuperables, que en el caso de suponer que ambos cuerpos celestes
hubieran nacido relativamente próximos en el espacio.
Estas son las tesis de mayor interés para la explicación del origen de la Luna; aunque
150 ninguno de ellos sea completamente satisfactorio, la mayoría de autores, no buscan por
ahora nuevos caminos, sino que intentan introducir modificaciones en alguno de los
modelos citados para adecuarlos al máximo a las propiedades observadas del sistema
Tierra-Luna. En este sentido han realizado ya algunos trabajos, pero no se ha obtenido
aún ningún resultado definitivo.
La galaxia de Andrómeda, una de las más estudiadas y perfectamente visible sin ayuda
de instrumentos ópticos.
Los métodos disponibles en la actualidad no pueden proporcionar pruebas directas o
indirectas de la existencia de otros sistemas planetarios semejantes al nuestro.
¿Significa ello que nunca podrá detectarse su presencia a menos que se descubran
154 nuevos métodos de observación?
En realidad, la situación puede considerarse optimista; existen razones fundamentadas
para creer que las propias teorías cosmogónicas proporcionarán unas vías válidas para
la búsqueda de nuevos sistemas solares.
En efecto, si una teoría catastrófica resultara ser la única explicación válida para la
génesis del Sistema Solar, la existencia de otros sistemas análogos dependería del
número de aproximaciones entre estrellas que hayan tenido lugar en nuestra galaxia.
Este número se ha podido calcular a partir de la distribución actual de las estrellas y
teniendo en cuenta sus movimientos medios, resultando que desde los orígenes de la
Galaxia hasta nuestros días sólo han tenido lugar unas 10 colisiones capaces de arrancar
materia de los astros que intervienen en ellas.
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Una entre los millones de estrellas que, como nuestro Sol, brillan en el espacio y
pueden estar acompañadas por sistemas planetarios, sin que hasta ahora se conozca
ningún procedimiento para detectarlos. Abajo, nebulosa llamada de Dumbbell
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