Historia Virgen de Coromoto

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Primera Aparición de la Virgen Santísima al Indio

Coromoto

Cierto día del año 1651, el Cacique de los indios Coromoto de


las Tribus de los Cospes, en compañía de su mujer, se dirigía a una
parte de la montaña donde tenía una tierra de labranza. Al llegar a
una quebrada una hermosísima Señora de belleza incomparable, que
sostenía en sus brazos un radiante y preciosísimo niño, se presenta a
los dos indios caminando sobre las cristalinas aguas de la corriente.
Maravillados éstos, contemplaban embelesados a la majestuosa
Dama, que les sonríe amorosamente y habla al Cacique en su idioma,
diciéndole que: “saliera a donde estaban los blancos para recibir el
agua sobre la cabeza y así poder ir al cielo”. Estas palabras iban
acompañas de tanta unción y fuerza persuasiva, que enajenaron el
corazón del Cacique y le dispusieron a cumplir los deseos de tan
encantadora Señora.
Un español honrado y buen cristiano, llamado Juan Sánchez iba
de viaje para El Tocuyo a un asunto de importancia, cuando en cierto
punto de la montaña le salió al encuentro el jefe de los indios
Coromoto, manifestándole que una bellísima mujer con un niño de
hermosura singular, se le había aparecido en una quebrada dándole
la orden que saliera donde vivían los blancos para que le echasen el
agua en la cabeza, con el fin de ir al cielo; y agregó que tanto él
como todos los de su tribu, están resueltos a complacer los deseos de
tan excelsa Señora.
Juan Sánchez gratamente sorprendido por el relato del indio, le
dijo que iba de viaje a una población llamada Tocuyo, que a los 8 días
iba de vuelta y que durante este lapso de tiempo se dispusieran para
irse con él.
Cumplido el lapso señalado toda la tribu se marchó con el
español y siguiendo las indicaciones de Juan Sánchez, la caravana se
detuvo en el ángulo formado por la confluencia de los ríos Tucupido
Y Guanaguanare, en unos parajes que designaron con el nombre de
Coromoto. Juan Sánchez pasó inmediatamente a la Villa del Espíritu
Santo de Guanaguanare y dió aviso a las autoridades de todo lo
ocurrido. Las autoridades que Gobernaban La Villa, dispusieron que
los indios se quedasen en Coromoto y nombraron a Juan Sánchez su
Encomendero, con el encargo de señalarle las tierras para sus labores
y de adoctrinarlos en la Religión Cristiana.
Iban pasando los meses y se adelantaban los trabajos de la
construcción del asentamiento y campos de labranza. Los niños eran
los encargados de buscar agua a la quebrada para los usos
domésticos; pero, con frecuencia se tardaban demasiado y por eso
eran castigados, hasta que se descubrió que la razón de la tardanza
era la Bella Señora, que con su amorosa sonrisa se seguía
apareciendo y su celestial presencia los cautivaban tanto, que no se
cansaban de admirarla y que por eso se les iba el tiempo. Cuando los
adultos iban a tratar de verla no veían nada, porque solo los niños la
podían ver. Por lo que contaban los niños, las apariciones de la Bella
Señora se hicieron famosas, así como las aguas de la quebrada. Estas
aguas se pensaban que eran milagrosas, porque varias veces se
mandaron a Europa y después de muchos meses llegaban tan frescas
como cuando las tomaron de la quebrada.
El abnegado español cumplió su cometido con el mayor cuidado,
sin escatimar esfuerzo alguno para hacerles cómoda y placentera su
permanencia en Coromoto. Los aborígenes construyeron allí su
ranchería, recibieron tierras distribuidas y contentos asistían a la
explicación doctrinal, que con muchos frutos les daban el buen
Encomendero, ayudado en esta ardua empresa por su Señora y dos
compañeros. El éxito iba coronando este trabajo Apostólico pues,
poco a poco, los indios recibían las aguas bautismales y se
regeneraban en este baño purificador.
Segunda Aparición de la Santísima Virgen en la Choza del
Cacique Coromoto
El Cacique, al principio, asistía gustoso a las instrucciones, más
después se disgustó con su nueva situación y anhelando la soledad
de sus bosques, se apartó de las reuniones de Juan Sánchez, sin
querer aprender la Doctrina Cristiana, ni recibir las saludables aguas
del bautismo.
Por la tarde del sábado, 8 de Septiembre de 1652, Juan Sánchez
dispuso reunir a los indios que trabajaban en Soropo, para que se
reunieran con todos sus compañeros y asistieran a los actos religiosos
que se iban a practicar en el caney. El Cacique se negó rotundamente
a esta invitación y mientras sus compañeros honraban con humildes
preces a la excelsa Reina de los Cielos y Tierra, él con grande enojo y
rabia salió precipitadamente para Coromoto. El bohío del Cacique
Coromoto tenía una sola y pequeña puerta de entrada, donde a la
anochecer del sábado 8 de septiembre de 1652, se hallaban la
Cacica, su hermana Isabel y un hijo de esta última, indiecito muy
agraciado de doce años de edad, había llegado de Soropo esa misma
tarde con el objeto de ver a su madre, pues de ordinario se quedaba
con la esposa de Juan Sánchez ayudándola en sus múltiples
ocupaciones diarias.
Cuando menos lo esperaban las dos indias, llegó el Cacique a
Coromoto, triste y maltrecho; las mujeres atribuyeron el tedio y
descontento que en el notaban a un exceso de ira y ninguna se
atrevió a decirle la menor palabra. En este estado de tristeza y
melancolía estaba el indio, cuando por un misterio de cariño y amor
de la Madre de Dios a un pobre hijo de Adán, bajó a la Choza del
Cacique en medio de indivisibles legiones de Ángeles que formaban
su cortejo. Había trascurrido tan solo algunos instantes desde la
llegada del Cacique cuando de modo visible y corpóreo la Virgen
Santísima se presentó al umbral del bohío del Cacique.
De todo su ser de desprendían rayos de luz que bañaban el
estrecho recinto de la choza y eran tan potentes que según declaro la
india Isabel, eran como los del Sol cuando está en el medio día y sin
embargo no deslumbraban ni cansaban las vista de aquellos felices
indígenas que contemplaban tan grande maravilla. Bajo la influencia
de estos inesperados resplandores, que cambió las tinieblas de la
noche en la claridad del día, el Cacique al instante reconoció a la
misma Bella Mujer que meses antes había contemplado sobre las
aguas de la plácida corriente de sus montañas y cuyo recuerdo jamás
había podido borrar de su memoria.
Distintas a las del Cacique eran las emociones de las dos indias
y del niño, que rebozando de satisfacción y contento, se deleitaban
en contemplar aquella criatura sin igual, alegría de los ángeles,
encanto de los elegidos, espejo donde se reflejan las infinitas
perfecciones de la Divinidad. El Cacique pensaría probablemente, que
la gran Señora venía para reprocharle su mal proceder e impedirle la
fuga. Pasaron unos segundos, el Cacique rompió el silencio y
dirigiéndose a la Señora le dijo con enojo: - ¿Hasta cuándo me
quieres perseguir? Bien te puedes volver que yo no he de hacer lo
que me mandes, por ti deje mis conucos y conveniencias y he venido
aquí a pasar trabajo.
Estas palabras irrespetuosas mortificaron en gran manera a la
mujer del Cacique, quien riñó a su marido diciendo: - No hables así
con la Bella Mujer, no tengas tan mal corazón. El Cacique montado en
cólera y encendido en rabia, no pudo soportar más tiempo la
presencia de la Divina Señora, que permanecía en el umbral
dirigiéndole mirada tan tierna y cariñosa que era capaz de rendir el
corazón más empedernido; desesperado da un salto y coge el arco de
la pared y saca una puntiaguda flecha, con la torcida intensión de
amenazar con ella a la gran Señora, llegando a su locura hasta decir:
- ¡Con matarte me dejas! En este preciso instante la excelsa Señora
entró en la choza sonriente y serena se adelantó y se acercó al
Cacique, el cual al respeto de tanta majestad, o porque Virgen lo
estrechara de modo que no tuvo lugar para el tiro, rindió las armas y
arrojó el arco contra el suelo.
Con todo se lanza sobre la Soberana Señora para cogerla con las
manos y echar a fuera, extiende rápidamente los brazos; pero, al
punto, la celestial visión desaparece repentinamente y lóbregas
tinieblas siguen a la viva luz que había iluminado el bohío, teatro de
tan grandes maravillas; solamente se percibían la pálida luz del fogón
que proyectaba la negra silueta del Cacique sobre la pared.
Las dos indias y el niño sintieron amarga pena por la pésima
conducta del Cacique y por la desaparición de la Bella Mujer
reprochándole nuevamente a su marido su torpe e inconsiderado
proceder para con la soberana Señora. El Cacique, fuera de sí y mudo
de terror permaneció largo rato inmóvil con los brazos extendidos y
entrelazados en la misma posición en que quedaron cuando hizo el
rápido ademan de agarrar a la Virgen. Tenía una mano abierta y la
otra cerrada, que apretada cuanto podía pues algo tenía en ella y en
su corto sentir creía que era la Bella Mujer a quien había atrapado.
La india Isabel, sin entender lo que acababa de suceder, dijo a
su cuñado: - ¿Sabes lo que ha sucedido? Tembloroso el indio
contestó: - Aquí la tengo cogida. Las dos mujeres, profundamente
impresionadas y conmovidas añadieron: - Muéstranosla para verla. El
Cacique se acercó, alargó la mano la abrió y los cuatro indígenas
reconocieron ser aquella una imagen y creyeron que era la de la Bella
Mujer. Al abrir el Cacique la mano, la diminuta imagen despide rayos
luminosos que producen gran resplandor y que creen los indios que
es el fuego natural que la gran Señora lanza contra ellos. Sudor frío
fluye del cuerpo del indio, con el mismo enojo y rabia de antes,
envuelve la milagrosa imagen en una hoja y la esconde en la paja del
techo de su casa diciendo: - Ahí te he de quemar para que me dejes.
Juan Sánchez se adueña de la Santa Reliquia

El indiecito, que interiormente desaprobaba la torpe conducta de


su tío, estaba muy apesadumbrado por todo lo ocurrido con la Bella
Señora, la había visto en la quebrada y en la choza. Su corazón de
cristiano le decía que el trato a la Señora no había sido bueno, reparó
cuidadosamente el escondite de la sagrada imagen y resolvió dar
aviso a Juan Sánchez de lo sucedido. El recuerdo de la Virgen Bendita
no se apartaba ni por un instante de su espíritu; lo que había visto le
dejó impresión tan honda que no le fue posible entregarse al sueño; a
eso de la media noche salió a hurtadillas de la choza y se fue
apresuradamente para Soropo. Corre a través de la llanura y el
bosque y no le amedrenta la soledad silenciosa de la noche, ni le
infunde pavor el bramido del tigre de la selva, ni el grito de las fieras
que rugen en la pampa. Va presuroso y en poco tiempo recorre el
trayecto entre Coromoto y Soropo. Parece que la Virgen le ayuda y le
hace liviano el andar. Llega a Soropo, pero como todos estaban
durmiendo se acurruca junto a la puerta y allí espera hasta el
amanecer.
La Esposa de Juan Sánchez quedó sorprendida cuando al abrir la
puerta de su casa, en la madrugada del domingo, vió al niño junto a
ella. El indiecito refirió a la Señora lo mejor que pudo todo cuanto
había visto, aunque con alguna dificultad, pues no se expresaba bien
en castellano la Mujer llamó a su marido y le dijo:- Juan, ayer tarde
dimos licencia a este niño para fuera a Coromoto a visitar a su
madre, y amaneció aquí, contando que anoche una Mujer muy linda
llegó a la casa de su tío el cual la quiso tirar con su flecha y que la
cogió y la escondió en su casa. Juan se sonrió y no dio crédito a lo
que decía el indiecito. El niño volvió a narrar la prodigiosa historia y
viendo que todavía no se le daba fe a lo que relataba, dijo con
vehemencia: - Vaya a Coromoto ahora mismo y lo verán.
El pequeñuelo insistió que fueran con él a cerciorarse de la
verdad del hecho. Al fin, Juan Sánchez para despachar al importuno
le contestó:- ve a buscar las dos mulas e iremos contigo. Es de saber
que estos dos animales sueltos en la sabana eran en extremo ariscos,
solo se le podían coger con lazo y a veces se tardaban hasta dos
horas para traerlos. El niño se dirigió presuroso a la sabana donde
halló las dos mulas juntas y muy quietas como si estuvieran sumidas
en un profundo sueño; con la mayor facilidad les puso el lazo, las ató
y las trajo a la casa, sin que opusieran la mayor resistencia.
Juan Sánchez al verlo llegar trayendo las dos mulas en tan breve
tiempo, quedó maravillado y comenzó a dar crédito a lo que el niño
decía. Bartolomé Sánchez, Juan Sibrián, Juan Sánchez y el indiecito
se pusieron sin demora en camino para Coromoto. Al llegar cerca del
poblado los tres españoles se quedaron escondidos en un zanjón a
tres cuadras de la casa, mientras el muchacho iba a la choza de su tío
en busca de la mujer que él decía. Dichosamente para el niño, el
Cacique, su tía y su mamá estaban juntos fuera y a un lado de la
casa. Sin ser visto de nadie, entró el niño en la choza; con el corazón
palpitante de júbilo, se adueñó de la milagrosa imagen, que aún
estaba en el mismo sitio donde la había puesto su tío y la trajo a Juan
Sánchez, al recibirla de manos del niño, sintió profunda emoción,
pues reconoció en ella la efigie de la augusta Madre de Dios María
Santísima con el Niño Jesús en el regazo y con respeto la colocó en
un relicario de plata que acostumbraba llevar al cuello.
Lleno de admiración y devoción, partió para la Villa del Espíritu
Santo, donde le contó al Cura del Pueblo, Presbítero Don Diego
Lozano, todo lo ocurrido. El Cura, como usualmente ocurre en estos
casos, no creyó nada de la historia, por lo que Juan Sánchez se fue a
su casa y colocó a la Santa Reliquia en un altar.
Huida y Muerte del Cacique Coromoto
Entre tanto, en la tarde del mismo 9 de Septiembre de 1652, el
Cacique, con todos los indios que logró convencer, salieron de
Coromoto para regresar a sus selvas de origen. El Cacique iba
delante del grupo. Estaba anocheciendo y el paraje estaba muy
sombreado debido a la profusión de árboles. Sin darse cuenta, piso
una serpiente venenosa que, como un relámpago, le clavó los
colmillos en la pierna inyectándole el veneno. Hubo una gran
consternación en el grupo, pues los indios sabían, que por el tipo de
veneno, el color de la herida y los orificios de la mordedura, ésta era
mortal. Resolvieron llevarlo al camino ya moribundo. Éste viendo
cercana la muerte, es probable que pensará en todo lo ocurrido
recientemente, en la Bella Señora, en su amor y en su promesa, que
si se bautizaba iría al cielo; porque comenzó a dar grandes voces con
desesperación, solicitando el bautismo. A esa hora, pasó por allí un
mestizo criollo de Barinas, que indagando la causa de la reunión de
los indios y hablando con el Cacique, cumplió sus deseos y lo bautizó
de emergencia.
El Cacique, ya más tranquilo, le dió sus últimas recomendaciones
a sus compañeros, les habló de su arrepentimiento y los exhortó a
regresar donde los blancos, lo cual cumplieron.
En los meses siguientes la fama de la Virgen se fue difundiendo
y creciendo en la gente de la región; hasta que un buen día, el
primero de Febrero de 1654 se presentó el Vicario Presbítero Don
Diego de Lozano - el mismo que no había creído la historia de Juan
Sánchez en 1652 - , quien sacó la estampa en procesión, con mucha
devoción y majestad, desde la hacienda de Juan Sánchez a la Iglesia
de Guanare. Ya el pueblo la conocía como la Virgen de Coromoto y
muchos años después sería elegida como Patrona de Venezuela.
Milagroso Encuentro del Sitio de la Última Aparición en
1652
Al morir los pocos españoles y criollos que conocían la ubicación
de las apariciones y volver a las montañas los indios, a finales del
siglo XVII, nadie en Guanare conocía ya el lugar exacto de las
apariciones.
En 1698 llegó a Guanare Fray Diego de Olayza, agustino, con
una imagen de la Virgen de Topo, de la ciudad de Bogotá, que
representa a Nuestra Señora en la bajada de la Cruz. Recorría las
poblaciones recolectando limosnas, lo acompañaban muchas
personas, entre ellas el señor Marcos Paredes de San Nicolás.
Al final del camino, de regreso a Guanare y en el rezo del
Rosario, todos vieron que la cara de la Virgen se puso amarilla y
luego retomó sus colores naturales pero más vivos y hermosos.
Pero al proseguir la marcha notaron que una sombra cubría el
rostro de la imagen, se detuvieron por 3 horas rezando y pidiendo la
Divina Misericordia, pero la sombra persistía.
El señor Marcos Paredes siguiendo una inspiración que tuvo, dijo
de plantar una cruz en el sitio y al hacerlo, la sombra desapareció.
En Guanare narró todo al cura de la ciudad y le pidió permiso
para erigir una ermita pequeña en ese lugar.
El sacerdote pensó que tal vez la Virgen había querido señalar el
sitio de su aparición. y enconmedó al señor Paredes de buscar el
lugar exacto.
Éste partió en compañía de Santiago López y Lorenzo Díaz, estos
recorrieron la zona preguntado a todos los habitantes si conocían este
sitio, pero ellos aseguraron que solo los Indios Coromotos lo sabían,
pero que era difícil dar con ellos ya que vivían internados en la
montaña y muy rara vez se dejaban ver. El señor Paredes decide
entonces la edificación de la ermita en memoria de la maravilla de la
Virgen de Topo.
Al iniciarla en Agosto de 1698 Santiago López, Simón Sánchez y
Pablo Pérez se les presentaron 9 jinestes Indios, (lo que extraño a
Nicolás Mateos que comentó: "llevo 10 años aquí y nunca he visto un
solo indio por este lugar").
El Cacique Gaspar Tabares les dice: "Hemos sabido que un
hombre viene a hacer una Iglesia para nuestra Ama la Virgen.
Diganle que si desea construirla, en el sitio donde la Virgen Santísima
bajo del cielo cuando la cogió mi suegro, todos vendremos a vivir
aquí"... Los otros añadieron: "si edifican la iglesia donde nuestro
capitan asió a la Virgen todos saldremos de los bosques".
Marcos Paredes de San Nicolás les dijo: "Queremos construir la
capilla en el sitio justo de la Aparición, pero nos ha sido imposible
hallarlo". Al oír esto Gaspar le dijo a otro indio: "Regresa y llama a
Julían para que vengan con todas las familias ya que Dios se ha
acordado de nosotros".
Se apearon y veneraron una imagen de la Virgen de Coromoto
que Paredes llevaba y al ir a buscar el lugar exacto de la aparición,
Gaspar les dijo: "Pero el sitio donde la Virgen bajó del Cielo y la cogió
mi suegro lo tienen ustedes marcados con esa Cruz".
Todos reconocieron que la maravilla del hecho de la Virgen del
Topo y la salida inesperada de los Coromoto, eran suscitadas por
Maria Santísima para que honrasen la memoria de su aparición.
Santísima Virgen de Coromoto declarada Celeste y Principal
Patrona de Venezuela
En 1807, el Prebistero José Vicente Unda terminó la construcción
de la Iglesia de Guanare.
En 1942 el Episcopado Venezolano decretó y proclamó a Nuestra
Señora de Coromoto, Patrona oficial de Venezuela.
En 1944 el mismo Pío XII confirmó, constituyó y declaró a la
Santisíma Virgen de Cormoto, Celeste y Principal Patrona de
Venezuela.
El 14 de mayo de 1949, la iglesia de Guanare fue elevada a
Basílica Menor por su Santidad Pío XII. En ella se custodiaba la
Reliquia dejada por la Virgen en la Mano del indio Coromoto.
A los 300 años de su aparición, el 11 de Septiembre de 1952,
fue coronada su Sagrada imagen por el Cardenal Manuel Arteaga
Betancourt.
En 1976 bajo el patrocinio de la Congregación de las Siervas del
Santísimo, la M. Guadalupe, M. Elizabeth, Monseñor Alfonzo Vaz,
Monseñor Ángel Polacini y otras personalidades, constituyeron la
Asociación Civil Venezuela a la Virgen de Coromoto para la edificación
del Templo Votivo Nacional a la Virgen, en el sitio exacto de la última
aparición. Allí se trasladó la Reliquia de la Virgen, y se colocó en un
lugar especial para la veneración de los fieles.
En enero de 1996 fue elevado a la categoría de Santuario por su
Execelencia Monseñor Oriano Quillici, Nuncio Apóstolico en Venezuela.
En febrero del mismo año fue inaugurado por su Santidad Juan
Pablo II, en su visita a nuestro País. Este Santuario, su Santidad
Benedicto XVI , lo elevó a Basílica Menor, en el 2007.
Oración

Con esta oración fue Consagrada en Venezuela como


"Patrona Nacional":

"¡Oh, Madre querida de Coromoto! Tú que has acompañado el


nacimiento y el desarrollo de nuestra historia patria, venimos a tus
plantas a consagrarnos como pueblo, como nación que te reconoce
como Madre y a decirte que somos tuyos. Queremos colocar muy
cerca de tu corazón nuestras necesidades, deseos, luchas y logros. En
este momento de nuestra historia, te pedimos que mires a estos tus
hijos que caminan en valle de lágrimas y consuélalos mostrándonos
siempre a tu Hijo. Te consagramos nuestra Patria Venezuela, con
todos sus hijos, con sus familias, con los que sufren y son olvidados.
Enséñanos, Virgen llanera a llevar dentro de nosotros a tu Hijo con el
mismo amor y adoración con que tú le llevaste. Que esta especial
consagración nos haga hijos más fieles a la Iglesia, a sus pastores y
ministros. Muéstrate como Madre, como la bella Señora del río
Tucupido, a todos cuantos están alejados. Recibe, Virgen de
Coromoto, nuestra consagración y sostén nuestros propósitos de vivir
como discípulos y misioneros de Hijo a fin que podamos llevar a
plenitud nuestra vocación bautismal dando así gloria a la Santísima
Trinidad.
RESUMEN

Nuestra Señora de Coromoto es la Patrona de Venezuela. Es


venerada tanto en la ciudad de Guanare, donde apareció el día 8 de
septiembre de 1652, como en todo el país. Cuando la ciudad de
Guanare fue fundada en 1591, los indígenas que habitaban en la
región, los Cospes, huyeron hacia la selva en el norte de la nueva
ciudad. Esto dificultaba la evangelización que la iglesia Católica había
emprendido. Un día de 1652, el Cacique Coromoto y su mujer
atravesaban una corriente de agua y vieron una Señora de
extraordinaria belleza que les dijo en su idioma: "Vayan a casa de los
blancos y pídanles que les eche el agua en la cabeza y así poder ir al
cielo". Casualmente un español llamado Juan Sánchez pasó por ahí y
el Cacique Coromoto le relató lo sucedido.

Sánchez entonces le pidió que se alistara con la tribu, que él


pasaría dentro de ocho días a fin de enseñarles todo lo necesario para
bautizarlos. En efecto, cuando regresó los indígenas marcharon con él
a un ángulo formado entre los ríos Guanaguanare y Tucupido, donde
les repartieron tierras e iniciaron la catequización, a fin de
prepararlos para el bautizo. Varios de los indios recibieron el
bautismo, no así Coromoto, quien echaba de menos la selva donde él
era libre y no tenía que obedecer a los blancos. Esto lo hizo preparar
su huida del campamento. Sin embargo, el sábado 8 de septiembre
de 1652, la mujer volvió a aparecer en su bohío, en presencia de
Coromoto, su mujer, su cuñada Isabel y un sobrino de esta. El
cacique cogió una flecha y apunta para matarla. Como la mujer se le
acercó, Coromoto lanzó la flecha e intentó empujarla, pero ella
desapareció, dejándole en la mano un pequeño pergamino con su
imagen grabada.
Por la tarde del sábado 8 de septiembre de 1652, dispuso Juan
Sánchez reunir a los indios que trabajaban en Soropo, en vista de lo
cual el castellano instó al indio a que se juntara con sus compañeros
y asistiera a los actos religiosos que iban a celebrarse en el caney,
que para estas reuniones tenía dispuesto junto a su habitación. El
indio Coromoto se negó rotundamente a esta invitación, y mientras
sus compañeros oraban, él con gran enojo y rabia intentó irse
aceleradamente hacia su pueblo. Pero, habiendo transcurrido unos
instantes desde su llegada a la choza junto a su esposa, su cuñada y
su sobrino, cuando la mujer apareció de modo visible y corpóreo en el
umbral del bohío del indio. De mujer se veían copiosos rayos de luz
que bañaban el estrecho recinto de la choza, tan potente "como el sol
de mediodía", describió Isabel, cuñada del indio Coromoto.

El sobrino de Isabel corrió a avisarle a Juan Sánchez, quien con


dos de sus compañeros fueron al sitio de donde apareció la mujer y
recogieron el pergamino que dejó. La imagen fue alumbrada por
Sanchez con apenas un cabo de cera negra. Esta luminaria ardió día y
noche sin consumirse, desde las 12 del domingo hasta el martes por
la tarde. Hecho considerado por los testigos como milagroso. Dieron
parte a las autoridades civiles y eclesiásticas, quienes a pesar de no
creerlo, resolvieron llevar el pergamino a la Iglesia de Guanare en
1654, donde permaneció en un relicario hasta 1987, cuando fue
incrustada en el pedestal de la imagen de madera en que yace hoy
día en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto,
construido en el lugar de esta segunda aparición.

El indio Coromoto huyó a la selva, y al ver que la mujer no había


logrado nada con él, donde lo mordió una serpiente venenosa.
Entonces él comenzó a pedir el bautismo, el cual le fue administrado
por alguien que pasaba por ahí. Al bautizarse se convirtió en apóstol
entre los indígenas y pidió a los indios que no se separaran del
misionero y que se bautizaran, y luego falleció (cita).2 Como
consecuencia de esto, los indios cospes formaron una comunidad de
fieles muy fervorosa.

Hoy en día, cerca de Guanare (Estado Portuguesa), en el lugar


de la segunda aparición fue construido un hermoso templo, el
Santuario Nacional "Nuestra Señora de Coromoto", el cual fue
consagrado a esta virgen el 7 de enero de 1996, e inaugurado con la
solemne Eucaristía presidida por el Papa Juan Pablo II el 10 de
febrero de 1996. Detrás del altar se encuentra la imagen de la mujer.
Debajo de esta imagen está un relicario de oro, brillantes y perlas.

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