Whorf, Benjamin Lee - Lenguaje, Pensamiento y Realidad PDF
Whorf, Benjamin Lee - Lenguaje, Pensamiento y Realidad PDF
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LENGUAJE, PENSAMIENTO
Y REALIDAD
Selección de escritos
Prólogo de Stuart Chase
Introducción de John B. Carroll
BREVE
BIBLIOTECA DE REFORMA
Traducción de
lo sé M. Pomares
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en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, adquiriendo así capacidad
para investigar y para formarse un sistema de referencias. La labor que
realizó en lingüística se la exprimió prácticamente del cerebro. Alguna
fuerza interior le impulsó a estudiar las palabras y el lenguaje, no convir
tiéndose en un maestro de lenguas extranjeras, sino estudiando el cómo
y el porqué de cualquier lenguaje, al igual que su competencia como
vehículo de expresión.
Como escritor, siempre me ha interesado la semántica, definida a veces
como «el estudio sistemático del significado de las palabras». Opino que
a un escritor no le hace ningún daño conocer el tema sobre el que habla
Whorf. Él ha aportado una considerable contribución a la semántica,
utilizando la lingüística como herramienta para analizar el significado de
las palabras. No le puede ignorar ningún estudiante responsable que se
ocupe de los temas de la comunicación y del significado de las palabras.
Podría añadir que tampoco le puede ignorar ningún filósofo de la ciencia,
o científico de la filosofía. Como él afirmó atrevidamente, la lingüística
«es fundamental para la teoría del pensamiento y para el último análisis
de todas las ciencias humanas». Probablemente tiene razón. Todo gran
avance de la ciencia, como por ejemplo la teoría cuántica, representa una
crisis en la comunicación humana. Primeramente, los descubridores tienen
que explicarse a sí mismos lo que han descubierto, para dirigirse después
al mundo científico.
Por lo que he leído de él, Whorf establece dos hipótesis fundamen
tales:
'Primera, que todos los altos niveles de pensamiento dependen del
lenguaje.
Segunda, que la estructura del lenguaje que uno utiliza habitualmente
influye sobre la forma en que uno comprende el medio ambiente que le
rodea. La imagen del Universo varía de lengua a lengua.I
II
8
a generación. Huxley llega a decir que la adaptación mediante la cultura, lo
que, naturalmente, depende del lenguaje, puede estar desviando el proceso
biológico de la evolución. Cuando, por ejemplo, llegue la próxima glacia
ción, el homo sapiens puede aumentar la producción de unidades de aire
acondicionado, en lugar de continuar su evolución natural.
Tanto para los filósofos como para los biólogos, el poder razonar cons
tituye la «singularidad del hombre». Deficientemente protegido por uñas,
dientes y piel, y contando con escasa capacidad para correr y para resistir
fuerzas exteriores, el homo sapiens tiene que pensar para desembarazarse
de los lazos que le atan. El pensamiento, pues, ha sido el arma principal
con que ha contado para sobrevivir.
Probablemente, las experiencias de cada cual pasan con demasiada
rapidez por el cerebro para encontrar expresión verbal. Esto me ocurre
frecuentemente cuando escribo. Pero antes de poder expresar las ideas,
tengo que encontrarles expresión, convertirlas en palabras para conseguir
una más sobria reflexión o discusión. Las ideas que pasan por nuestro
cerebro y no encuentran palabras con que ser expresadas, no se reflejan
nunca sobre el papel, ni van a ninguna parte.
El acto de conducir un coche quizá nos proporciona una buena analo
gía de la hipótesis inicial de Whorf. Las ondas de luz y de sonido son
suficientes para guiar la mano del conductor sobre el volante a lo largo
de una carretera recta. Pero atravesar un cruce de caminos o leer un
mapa de carreteras requerirá algo más que una mera acción de reflejo.
Puede que un chimpancé muy listo sea capaz de aprender lo primero; pero
lo segundo está muy por encima de él.
I II
9
de razón, universal e incontaminada, apreciada por todos los hombres, al
menos por todos los pensadores. Ellos afirmaban que las palabras no eran
más que el medio en el que encontraba expresión este fulgor más pro
fundo. De ello se desprendía que un pensamiento expresado en cualquier
lengua podía ser traducido a cualquier otra lengua sin pérdida de su sig
nificado.
Este punto de vista ha persistido durante 2.500 años, especialmente en
los medios académicos. Whorf lo rechaza de plano en la segunda de sus
hipótesis fundamentales.
— Un cambio en el lenguaje — dice— puede transformar nuestra apre
ciación del Cosmos.
L a experiencia diaria de los hábiles traductores de las Naciones Uni
das apoyan su hipótesis. Edmund S. Glenn, del Departamento de Estado,
por ejemplo, ha estudiado grandes cantidades de traducciones de la ONU,
ayudado por una beca de la Fundación Rockefeller, buscando diferencias
de conceptos debidas al lenguaje.2 En uno de los casos estudiados por el
señor Glenn, un orador inglés dice «supongo»; el intérprete francés tra
duce «deduzco», mientras el traductor ruso interpreta «considero». Como
puede verse, la idea original de suposición se la ha llevado el viento.
Después de haber aislado veinte casos similares, el señor Glenn con
cluye diciendo que mientras la técnica de traducción es bastante pulida
en la superficie, «el grado de comunicación entre los delegados-oradores
ruso e inglés parece ser nulo» en estos casos.
Así, pues, si ya existe cierta dificultad entre los occidentales, todos
los cuales hablan variedades indoeuropeas, no es sorprendente que exista
un abismo más profundo entre lenguas de procedencias completamente
distintas, como por ejemplo entre el lenguaje de los indios hopi y el
inglés. Éste es el campo en el que trabajó intensamente Whorf y en el
que también basa ampliamente su concepto de la relatividad lingüística.
En inglés se dice «Mira esa ola». Sin embargo, una ola nunca se
produce como un fenómeno aislado. Un hopi dice «Mira esa salpicadura».
La palabra hopi, cuyo equivalente más cercano al inglés es «salpicadura»,
da una idea más próxima del movimiento físico de la ola, relacionando el
movimiento con una masa.
«L a luz brilló», se dice en inglés. Algo tiene que hacer que la luz
brille; «luz» es el sujeto y «brilló» el predicado. Sin embargo, la ten
dencia de la Física moderna, con su énfasis sobre el campo, se aleja de
las proposiones sujeto-predicado. Así, pues, un indio hopi es el mejor
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físico cuando dice Reb-pi — «brillar»— . Una palabra para toda la acción,
sin sujeto, sin predicado, sin elemento temporal. Frecuentemente, cuando
nos referimos a aspectos fantásticos de la Naturaleza, utilizamos palabras
que se refieren a otros milagros. ¿L o hacemos porque algunos de nuestros
verbos requieren la utilización de sustantivos?
Los pensamientos de un hopi sobre los acontecimientos, siempre inclu
yen tanto el espacio como el tiempo, ya que ninguno de estos dos aspectos
se encuentra solo en su concepción del mundo. Así, pues, su lengua es
utilizada adecuadamente, sin tensiones para sus verbos, permitiéndoles
pensar habitualmente en términos de espacio-tiempo. Para comprender ade
cuadamente la relatividad de Einstein, un occidental tiene que abandonar
la lengua que habla y utilizar el lenguaje del cálculo. Pero según arguye
Whorf, un hopi dispone de una especie de cálculo construido en sí mismo.
«L a metódica sistematización de las ideas en inglés, alemán, francés
o italiano, parece pobre e insípida» cuando se enfrenta con cierta clase
de fenómenos y se compara con la flexibilidad y rectitud de las lenguas
amerindias. Whorf demuestra el problema con que nos encontramos los
occidentales al tratar los géneros masculino y femenino, así como con
nuestra lógica de doble valoración, de esto o lo otro, que forma
u e ro rm a pparte
a rte
integrante de nuestra estructura.
¿Acaso la lengua hopi muestra aquí un plano más alto dee un
análisis más racional de las situaciones que nuestro ja c ta n c io s^ ^ ^ H ^ ^ fc sd e
luego. En este campo, como en varios otros, el inglés comparado con el hopi
es como una estaca comparada con un estoque.
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trepé al mismo santuario rocoso, aunque no para estudiar los jeroglíficos.
Whorf combinó sus estudios sobre las lenguas aztecas, maya y hopi. Des
cubrió que ésta última era la más sutil y expresiva de las tres y recopiló
un diccionario hopi, que no ha sido publicado hasta ahora. Si en relación
con sus lenguas indias parece a veces más sentimental que fríamente cien
tífico, es muy fácil perdonárselo.
IV
12
INTRODUCCIÓN
13
En muchos aspectos, Benjamín fue el hijo preferido de su padre, como
también lo fueron sus dos hermanos menores, cada uno a su modo. Ben
jamín era el «intelectual», el que más libros leía y más ideas concretas
tenía. John, su hermano nacido en 1903, se convirtió en un artista muy
conocido, especialmente notable por sus acuarelas. Su otro hermano Richard,
nacido en 1906, se ha distinguido como actor y director, tanto en la esce
na como en las películas.
Intelectual, artista y dramaturgo, tres constantes que encontramos en
el padre. Después de una corta carrera como un estudiante, bastante indi
ferente, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (se dice que no se
preocupó en dedicarse p o r, entero a sus estudios de ingeniería), Harry
Church Whorf se introdujo en el arte comercial o en lo que a él le
gustaba llamar «diseño», una ocupación que aumentó sus talentos como
diseñador e impulsó su fértil imaginación. Obtuvo gran éxito en este
trabajo. Entre sus producciones, algunas de las cuales todavía perduran
en la actualidad, se encuentra la cadena de las pequeñas jóvenes holan
desas que rodea cada envase de hojalata de una conocida marca de
polvos de limpieza. Se convirtió en un maestro del arte de la fotolitogra
fía, que por entonces comenzaba a desarrollarse rápidamente. Pero no se
contentó con permanecer dentro del círculo de su trabajo. Dirigió sus
talentos artísticos hacia numerosas empresas, de las que una de las más
frecuentes fue la de diseñador teatral. También escribió y dirigió obras
para grupos religiosos y organizaciones de caridad, y escribió el libreto
para Boby Shaftoe, una comedia musical que llegó a ser representada en
Boston. Le gustaba ofrecer discursos ilustrados sobre varios temas y, al
parecer, sabía como atraerse a su auditorio. Cuando murió, en el año 1934,
estaba trabajando en un manuscrito sobre el litoral de Massachusetts, en
el que trataba su geología, historia, fauna y flora, etc.
Antes de que naciera el primer hijo, Harry Whorf y su esposa se
instalaron en una modesta casa en Winthrop, un suburbio residencial
situado en una península que flanquea el puerto de Boston por el norte.
Con las colecciones de diseños, libros, manuscritos, productos químicos,
equipo fotográfico y otras muchas cosas que el padre había ido acumulando,
la casa ofrecía un ambiente muy estimulante para tres niños anormalmente
curiosos e inquisitivos, todos ellos dotados de talentos de los que podían
sacar partido. Como también hicieron sus hermanos después de él, Ben
jamín pronto adquirió una considerable habilidad para diseñar, pero lo
que más le intrigaban eran los productos químicos, los tintes y los apara
tos fotográficos. Le gustaba realizar experimentos tales como el descubrir
que líquidos de varios colores se necesitaban para formar diferentes capas
en una sola vasija. Puede que fueran precisamente los precoces experi
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mentos con productos químicos los que posteriormente indujeran a Ben
jamín a elegir el estudio de la ingeniería química en el Instituto Tecno
lógico de Massachusetts.
Asistió a la escuela en Winthrop y después pasó sus estudios de escue
la superior, que sabemos realizó bien. También sabemos que fue por
entonces cuando desarrolló su gran capacidad de concentración, hasta lle
gar a un grado de aparente ensimismamiento. En cierta ocasión se le envió
al sótano para llenar la carbonera portátil, y así lo hizo, pero en lugar de
llevarla al fogón de la cocina, se la llevó a su habitación. En épocas
posteriores de su vida, los amigos se quejaban a veces de que pasaba junto
a ellos por la calle sin dar muestras de haberles reconocido. Aunque no
era especialmente fuerte, tenía suficiente confianza en su vigor físico como
para proteger a sus hermanos menores de los matones callejeros. Le gus
taban los juegos intelectuales, especialmente con John, seis años más joven
que él. Uno de sus favoritos era el juego de los códicos secretos; Benjamín
casi siempre podía descifrar la mayor parte de las cifras de las complejas
ideas que se le ocurrían a su hermano. En sus ratos libres, cuando se encon
traba solo, Benjamín leía vorazmente y se divertía componiendo versos hu
morísticos.
Después de haberse graduado en 1914, en la escuela superior de
Winthrop, se matriculó en el curso X de ingeniería química del Instituto
Tecnológico de Massachusetts. Su actuación universitaria parece haber
sido de una calidad media; su expediente no muestra nada notable en la
más alta categoría, ni siquiera en composición inglesa, o en francés. Desde
luego que esto no es más que un comentario sobre la precaria relación
existente entre lo conseguido en la universidad y lo que posteriormente
se consigue en la vida. Hacia el final de su último año de estudiante
universitario, una misteriosa enfermedad adquirida en un campamento de
verano obligó a Whorf a no asistir a las clases; la necesidad de pulir las
deficiencias durante el verano siguiente hizo que la obtención de su grado
de bachiller de ciencias e ingeniería química, se retrasara hasta octubre
de 1918.
No sabemos la clase de carrera profesional que Whorf pensó seguir
después de graduarse en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Lo
más probable es que confiara en conseguir trabajo como ingeniero en algu
na planta o factoría de producción química. Su carrera profesional demos
traría ser muy poco usual, ya que emergería como un especialista en una
clase de trabajo que, como en cierta ocasión se quejó en una carta dirigida
a la organización de antiguos alumnos del Instituto Tecnológico de Mas
sachusetts, era a duras penas reconocida por aquel entonces, considerán
dola como un campo distinto de la ingeniería, incluso por parte del alma
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mater. En 1919, poco después de haberse graduado en el Instituto, fue
seleccionado como ingeniero de prevención de fuegos por la compañía que
le empleó durante veintidós años, hasta el momento de su muerte. De
acuerdo con un informe preparado por C. S. Kremer, presidente del con
sejo de administración de la Hartford Fire Insurance Company, «fue
seleccionado por un alto empleado de la compañía, el señor F. C. Moore,
que era también un graduado del Instituto Tecnológico de Massachusetts,
que estaba encargado de la firma y facturación del seguro de los edificios
equipados con rociadores automáticos». Después de haberse graduado en
la escuela de la compañía, que dirigía el señor Moore para los ingenieros
de prevención de fuegos, Whorf fue asignado a las oficinas centrales de
la empresa, en Hartford, con la misión de prestar su ayuda técnica en la
inspección de prevención de fuegos de las propiedades aseguradas por
la compañía en la parte nororiental del país. La empresa estaba empezando
a desarrollar lo que por entonces representaba una nueva idea en el
negocio, o sea una inspección anti-incendio, efectuada por parte de un
ingeniero especializado, como parte del servicio prestado al propietario
y firmante de la póliza de seguros. Whorf se convirtió en un experto
extremadamente hábil en este trabajo, que exigía estar continuamente de
viaje. Kremer dice que «se convirtió en uno de los mejores inspectores
con que contaba la casa. Era muy práctico y enseñaba lo que sabía a otros
ingenieros y hombres hábiles de diversas empresas manufactureras». Se
especializó más y más en la inspección de plantas que utilizaban procesos
químicos de manufacturación.
En cierta ocasión, y mientras inspeccionaba una planta química, se le
prohibió la entrada a cierto edificio, alegando que allí se estaba desarro
llando un proceso secreto. Incluso el jefe de la planta, a quien se le
indicó que acudiera, insistió en que nadie ajeno al edificio podía inspeccio
narlo. Whorf dijo:
— ¿Están ustedes fabricando tal y tal producto?
Al ser afirmativa la contestación, Whorf cogió tina hoja de papel, escri
bió en ella una fórmula química y se la entregó al jefe de la planta,
diciendo:
— Creo que esto es lo que están haciendo ustedes.
— ¿Cómo ha logrado usted enterarse, señor W horf? — replicó el sor
prendido jefe.
— N o podrían haberlo hecho de otra forma — replicó tranquilamente
Whorf.
No hace falta decir que fue admitido en el edificio en el que se desa
rrollaba el proceso secreto.
Era tan respetado por los empresarios de la industria química que
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éstos solicitaban afanosamente su consejo. Durante una inspección de
una complicada planta química situada en Connecticut, sugirió a la direc
ción de la empresa que se abandonara cierto proceso de fabricación hasta
que se pudiera realizar con mayor seguridad, indicando al mismo tiempo
cómo se podría conseguir. Algún tiempo después, una vez realizadas las
mejoras sugeridas, la dirección rehusó comenzar el proceso durante algu
nos días, en espera de que Whorf pudiera regresar a la planta a inspeccio
nar y aprobar la nueva instalación.
No solamente era admirado por su habilidad técnica, a pesar de lo
extraño que esto pueda parecer a quien sólo conozca la labor lingüística
de Whorf, sino también por su habilidad para proporcionar negocios a su
compañía. En cierta ocasión se le pidió que realizara una inspección anti
incendio en algunas escuelas públicas en las que la compañía únicamente
participaba con un pequeño tanto por ciento de cobertura del seguro. Las
recomendaciones que hizo impresionaron tanto al consejo de administra
ción de las escuelas, que decidieron confiar a la compañía de Whorf la
totalidad de la cuenta aseguradora, lo que sorprendió bastante al agente
local, que había tenido grandes dificultades para aproximarse comercial
mente al consejo de administración de las escuelas.
El valor con que se apreciaban los servicios de Whorf fue puesto de
manifiesto en 1928, cuando se le nombró agente especial, así como en
1940, cuando se le ascendió al cargo de secretario asistente de la compañía.
Puede que fuera porque la compañía se sentía orgullosa de sus éxitos en
lingüística y antropología, y sabemos que ésta era muy liberal en cuanto
a garantizarle permisos ocasionales para que llevara a cabo estas activida
des,1 pero era valorado principalmente por los servicios que prestaba a la
empresa, que debieron haber sido de alto rango, yendo más allá de lo
habitual. E s realmente notable que pudiera alcanzar distinción en dos clases
de actividades tan diametralmente opuestas. Los éxitos que obtuvo en
ciertos momentos de su vida fueron suficientes para igualarle a muchos
profesores que dedicaban todo su tiempo a actividades investigadoras;
y, además, tuvo que trabajar todos los días laborables, durante unas ocho
horas, en el ejercicio de su profesión. Sus amigos especulaban a menudo
sobre porqué prefería continuar con su trabajo en la compañía de seguros.
Aunque durante los últimos años de su vida se le ofrecieron varios puestos
de investigación académica o universitaria, los rechazó sistemáticamente,
diciendo que el ejercicio de su profesión le permitía un nivel de vida
17
2. LENGUAJE
más confortable y una mayor libertad para desarrollar sus intereses inte
lectuales siguiendo su propio camino.
Como si su trabajo en la compañía de seguros, sus estudios lingüísticos
y sus numerosas lecturas no fueran suficiente para mantenerlo ocupado,
encontró tiempo para desarrollar ciertas actividades municipales, tales como
actuar en un comité de prevención de incendios creado en la Cámara de
Comercio de Hartford. Aproximadamente a partir de 1928 se convirtió
en un conferenciante crecientemente popular, que daba conferencias en
los clubs masculinos, las sociedades históricas y otras instituciones simi
lares.2
En el año 1920 se casó con Celia Inez Peckham, de la que tuvo tres
hijos, Raymond Ben, Robert Peckham y Celia Lee. De un modo similar
a como había hecho su padre con él, le fue posible despertar en sus hijos,
como si se tratara de una inducción magnética, algo de su deliciosa curio
sidad y de su incansable imaginación.
Según dice él mismo, no comenzó a interesarse por la lingüística hasta
1924, pero se puede seguir la pista de una distinta sucesión de entusiasmos
intelectuales que le condujeron a ella. De pequeño era un lector infatigable,
además de mantener viva su gran preocupación por los experimentos quí
micos. Se interesó mucho por la prehistoria americana después de haber
leído (varias veces, según se nos ha dicho) la Conquista de México, de
Prescott. En cierta ocasión su padre fue contratado para que diseñara
la decoración para una obra que había escrito sobre una princesa maya
y, como consecuencia de esta tarea, reunió toda clase de libros sobre la
arqueología maya. El joven Ben quedó intrigado con los diseños de su
padre, que sin duda alguna reflejaban las adornadas fachadas de los tem
plos mayas, y puede que fuera entonces cuando comenzó a preguntarse cuál
sería el significado de los jeroglíficos mayas. El interés que sentía por las
cifras secretas, como se ha mencionado anteriormente, pudo haber refor
zado esta curiosidad, pero si fue así ésta quedó dormida hasta que despertó
en un período posterior. En lugar de esto, comenzó a dedicar gran parte
de su tiempo a una variedad de tópicos científicos. Se interesó por la botá
nica y aprendió los nombres de miles de plantas y árboles, tanto en inglés
como en latín. Este fue un interés sumamente provechoso, ya que durante
su viaje a México, en 1930, tomó abundantes notas sobre la. flora mexica
na y hasta en el año 1936 descubrimos que llenó algunas páginas de uno
de sus libros de notas sobre lingüística con una serie de apuntes sobre
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terminología y curiosidades botánicas. Como si quisiera contrastar con lo
anterior, también se interesó vivamente durante algún tiempo por la
astrología y se divertía confeccionando horóscopos para sus amigos. En
algún momento de su adolescencia comenzó a manifestar lo que casi podría
parecer una grafomanía patológica, ya que a la edad de 17 años empezó a
llevar un diario, práctica que continuó durante toda su vida. Ideó una
especie de escritura secreta que utilizaba ocasionalmente para ocultar al
guna parte del contenido de sus diarios, escritura que también utilizó para
anotar sus sueños en una serie de «libros de sueños».
Poco después de haberse instalado en Hartford, Whort se interesó
cada vez más por el supuesto conflicto entre la ciencia y la religión. Parece
que quedó profundamente impresionado por las sombras fundamentalistas
de su pasado religioso metodista-episcopal, que a veces parecía contradecir
las doctrinas vigentes de la ciencia. Quedó tan hondamente preocupado
por este hecho, que escribió un manuscrito de 130.000 palabras sobre el
tema, descrito como un libro de filosofía religiosa en forma de novela.
El manuscrito, terminado en 1925, fue presentado a varios editores, pero
pronto fue rechazado a pesar de sus protestas. Otro corto manuscrito pre
parado por esta época lleva el título Por qué he desechado la evolución.
Una eminente personalidad, a quien le fue presentado el manuscrito para
que lo comentara, contestó muy cortésmente, admitiendo al principio que,
aunque el manuscrito parecía ser a primera vista la obra de un chiflado,
la habilidad y gran percepción que se demostraban en él pronto hacían
pensar que era todo lo contrario; sin embargo, terminaba refutando punto
por punto todos los argumentos de Whorf.
Mientras tanto, las lecturas de Whorf le indujeron a pensar que la
llave que permitiría explicar la aparente discrepancia entre los datos bíbli
cos y científicos sobre la cosmogonía y la evolución, se podía encontrar en
una penetrante exégesis lingüística del Antiguo Testamento. Por esta única
razón se dedicó desde 1924 al estudio del hebreo.
Para algunos puede parecer sorprendente que el interés de Whorf
por la lingüística partiera precisamente de la religión. Es conveniente, por
tanto, recordar al lector la considerable conexión que siempre ha existido
entre las empresas lingüísticas y religiosas, en el trabajo filológico repre
sentado en la versión de los L X X ; la traducción de la Biblia al godo, rea
lizada por el obispo Ulfilas; el estudio de cientos de lenguas no europeas,
realizado por los misioneros durante los siglos xvii y x v m ; y, finalmen
te, en las completas investigaciones científicas desarrolladas por los misio
neros lingüistas contemporáneos. Sin embargo, Whorf no estaba interesado
en hacer una traducción de la Biblia, por lo menos en el sentido ordinario;
creía firmemente que los problemas fundamentales humanos y filosóficos
19
podrían ser resueltos dando un nuevo sentido a la semántica bíblica. No
sabemos si llegó independientemente a esta convicción. Lo que si sabemos
es que durante el año 1924, le llamó la atención un libro que podría haber
afianzado sus creencias y que, en cualquier caso, le acercó mucho más a la
lingüística. E l mismo da testimonio de ello en un documento, no publica
do hasta ahora, que aparece en la presente obra. Este libro, apenas
conocido por los universitarios contemporáneos, fue escrito por un drama
turgo, filólogo y místico francés de principios del siglo xix, llamado
Antoine Fabre d ’Olivet (1768-1825). Su título era La langue hébráique
restituée, y fue publicado en dos volúmenes en París, en 1815-16. Lo más
probable es que Whorf leyera una traducción inglesa de esta rara obra,
publicada en 1921, ya que el nombre del traductor, Nayán Louise Ded-
field, aparece en sus notas.3
De acuerdo con el Grand dictionnaire universel du X IX ‘ siécle, Fabre
d ’Olivet murió «avec la reputation d’un fou ou d ’un visionnaire». Un
dramaturgo bastante desconocido que en los últimos años de su vida
se retiró para ampliar sus elucubraciones filológicas. En La langue hébrtü-
que¡ que es su mayor obra en este campo, trata de demostrar que los
significados ocultos del Génesis podrían ser esclarecidos mediante un aná
lisis au fond de la estructura de la raíz triliteral hebrea. Según él, cada
letra del alfabeto hebreo contiene un significado inherente; por ejemplo,
la letra Aleph es para él «el signo del poder y la estabilidad de las ideas,
de la unidad y del principio que las determina». La letra Yodh era un
signo de «manifestación»; así, pues, la raíz pardal Aleph-Yodh «designa
ba», según escribió Fabre d ’Olivet, «el centro hada el que tiende la
voluntad, el lugar donde se fija a sí misma, la esfera de actividad en la
que opera». Desde el momento en que afirma que la letra Tsadhe denota
«terminación», no le fue difídl descubrir que la raíz triliteral Aleph-
Yodh (o Waw)-Tsadhe, significaba «cualquier deseo que tiende hada un
fin». E l principio del signo-raíz fue aplicado a todas las partes de la
gramática hebrea y sirvió también para la interpretación de varios cientos
de m ees hebreas. Toda la cuestión fue ofrecida por un lado como un
estudio lingüístico destinado a iluminar los principios del lenguaje (decía
que le fue muy difícil deddir si la base de su proyecto debería basarse
en el chino, el sánscrito o el hebreo), y por otro lado como la culminación
de su deseo de descubrir el significado secreto de la cosmogonía de Moisés.
En la traduedón inglesa, que hizo cortésmente el propio Fabre d ’Olivet,
el primer versículo de la Biblia resulta ser el siguiente: «AL-PRINCIPIO-
20
DEL-PRINCIPIO, él-creó, AElohim (él produjo el ser, dio a luz en el prin
cipio, Él-el-Dios, el-Ser-de-los-seres), el cielo y la tierra idénticos a sí mis
mo». Rechaza el comentario de que esto no sea más que el resultado de
algún sistema establecido por él mismo sobre la base de «conjeturas o pro
babilidades más o menos felices», y afirma que es «el verdadero lenguaje de
Moisés que he interpretado de acuerdo con sus principios estructurales,
que me he preocupado de desarrollar hasta un punto satisfactorio».
A pesar de lo dudoso de los resultados a los que llega Fabre d’Olivet,
su libro causó una honda impresión en Whorf, que posteriormente dijo
de su autor que había sido uno «de los más poderosos intelectos lingüísticos
de todos los tiempos». Whorf afirmaba que mientras no se podía tomar
en serio la exégesis bíblica intentada por Fabre d ’Olivet, su «signo-raíz»
era en realidad un simbolismo de lo que actualmente se llama fonema. Lo
que verdaderamente intrigaba a Whorf era el método seguido por Fabre
d ’Olivet. Por ejemplo, en llegando a sus «significados» de las letras del
alfabeto hebreo, Fabre d ’Olivet había comparado y contrastado sistemática
mente una amplia variedad de raíces en las que esto ocurría, sobrepasan
do con mucho cualquier intento que se haga por obtener un «significado»
para la letra M en inglés, mediante la deducción del significado común
que tienen todas las palabras inglesas que comienzan por M. Podemos
imaginar incluso que Fabre d’Olivet podría haber descubierto un elemento
común en palabras tan opuestas como mother y m urder* Sólo se puede
seguir este método hasta ciertos límites, unos límites que Fabre d ’Olivet
había sobrepasado ampliamente; de todos modos, es cierto que esta clase
de técnica que persigue la identificación de elementos aislados es, en esencia
similar a los procedimientos de la lingüística contemporánea en la identi
ficación de fonemas y morfemas. No obstante, como veremos, los métodos
utilizados por Whorf en ciertas esferas de su trabajo transcurren parale
lamente a los de Fabre d ’Olivet. Esto se puede comprobar en sus primeros
esfuerzos por leer los jeroglíficos mayas, así como en alguno de sus
trabajos, no publicados, sobre la estructura de la lengua azteca. Otro
aspecto, quizá más profundo, en el que se reflejan los métodos de Fabre
d ’Olivet, está representado por su búsqueda, siempre atrevida y pene
trante, de significados internos. Así como Fabre d ’Olivet impulsó hasta el
límite su imaginación para buscar un significado entre líneas en el seg
mento de una raíz hebrea, así Whorf persiste en su esfuerzo de arrebatar
su último significado al simple hecho lingüístico.
E l descubrimiento de la obra escrita por Fabre d ’Olivet estimuló a
* N . del T. Se dejan ambas palabras en inglés para que se vea que comienzan
por M. Su significado es «madre» y «asesino», respectivamente.
21
Whorf a leer más amplia y profundamente otras obras lingüísticas. Utilizó
las ricas colecciones de la Biblioteca Watkinson, una biblioteca de inves
tigación universitaria fundada en Hartford en el año 1857 bajo los auspi
cios de un generoso comerciante de Hartford, nacido en Inglaterra, quien
deseaba que la ciudad contara con una biblioteca general de consulta. Visi
tada principalmente por algún genealogista ocasional o historiador del
arte que busca acceso a sus cien mil volúmenes, la biblioteca fue instalada
en los pisos superiores de un edificio parecido a una fortaleza y conocido
como el Wadsworth Atheneum, en el que también se encontraban la Bi
blioteca Pública de Hartford y las colecciones de la Sociedad Histórica de
Connecticut.4 El extremado silencio que reinaba en ella y el olor de los
viejos libros, inducían a concentrarse profundamente, al menos durante el
período en el que Whorf la frecuentó después de sus horas de trabajo.
Su primer bibliotecario fue James Hammond Trumbull, que entre otras
cosas fue un verdadero erudito sobre los indios americanos. Durante su
servicio como bibliotecario, desde 1863 hasta 1893, Trumbull elevó a tal
punto las colecciones de la biblioteca sobre temas relacionados con la etno
logía, el folklore y las lenguas de los indios americanos, que su existencia,
fuera del ámbito de una gran universidad, puede considerarse como algo
inusitado. La biblioteca reavivó el interés de Whorf por las antigüedades
de México y dirigió especialmente su atención hacia la lengua azteca (ná
huatl) y posteriormente, hacia los jeroglíficos mayas. No sabemos con exac
titud qué impulsó a Whorf a estudiar precisamente la lengua azteca. Es
concebible que se encontrara con una información sobre el náhuatl que le
recordara las ideas que había descubierto en La langue hébrdique. Sea
como fuere, Whorf comenzó a estudiar la lengua azteca en 1926; proba
blemente no trabajó seriamente sobre la lengua maya hasta el año 1928.
Pero no solamente trabajaba en la Biblioteca Watkinson, sino en cualquier
otra biblioteca que le pudiera ser de utilidad durante sus numerosos
viajes por todo el país. Hizo rápidos progresos y comenzó a mantener
correspondencia con varios eruditos en arqueología y lingüística mexicana,
entre los que se incluía Herbert J. Spinden, del Brooklyn Museum, y Al-
fred M. Tozzer, de la Universidad de Harvard. Ante una sugerencia del
doctor Spinden, hizo un intento de elaborar una traducción de una página
de un antiguo manuscrito mexicano, del que se encontraba una reproduc
ción fotográfica en el Peabody Museum, de la Universidad de Harvard. El
resultado fue la lectura de un ensayo ante el X X III Congreso Internacional
de Americanistas, celebrado en setiembre de 1928, así como una primera
4. En el año 1952 la Biblioteca Watkinson fue trasladada a unas salas más espa
ciosas y modernas situadas en el Trinity College de Hartford.
22
publicación especializada titulada Un informe azteca del período del declive
tolteca, que se publicó en 1928,5 en la que muestra un interés de anticuario
por los detalles de la historia y de la cronología toltecas, así como un afán
de verdadero lingüista por «forzar a una chiflada palabra azteca a revelar
su secreto», como expresó el mismo Whorf. Este ensayo, leído ante el
Congreso, atrajo la atención y la publicidad hacia el joven agente de
seguros, que fue elogiado en las informaciones de prensa por haber
«descubierto misterios» que habían hecho fracasar a otros especialistas. Por
aquella misma época terminó otra traducción azteca, publicada en 1929,
con el título de E l reinado de Huemac.
Sin embargo, estas publicaciones no fueron más que los primeros y fá
ciles frutos de un período de estudio durante el que Whort también pro
fundizó en la lingüística comparativa, sin contar probablemente con nin
guna clase de consejo especializado, a excepción de los contactos, nece
sariamente breves, que pudiera haber mantenido con hombres como Spin-
den y Tozzer, además de con J . Alden Masón, de la Universidad de Pen-
nsylvania, con quien se encontró durante una visita realizada en el verano
de 1928 al primer Instituto Lingüístico. Además del ensayo sobre historia
tolteca, Whorf había leído otro ensayo en el Congreso Internacional de
Americanistas. Este último atrajo menos atención, pero se encontraba mucho
más cerca de sus verdaderos intereses; se titulaba simplemente Lingüística
azteca y en él se afirmaba que la lengua azteca era lo que Whorf llamaba
una lengua oligosintética, o sea una lengua en la que todas sus palabras
estaban construidas partiendo de elementos relativamente escasos, tan
pocos que quizás no sumaran más que cincuenta raíces monosilábicas fun
damentales, «cada una de las cuales contiene una noción general capaz
de experimentar una amplia modulación, sin pérdida del sentido básico»
(así fue como lo expresó en el extracto publicado del ensayo). Cuando
investigó si las mismas raíces que encontró en la lengua azteca se hallaban
también en otras lenguas relacionadas con la azteca, sus esfuerzos dieron
resultados inmediatos. H ada finales de 1928, el trabajo que había reali
zado sobre las reladones familiares entre el tepecano, el piman y el azteca
— todas ellas lenguas mexicanas— paredó tan prometedor a Tozzer y a
Spinden, que le aconsejaron solicitara una beca de investigadón al
Consejo de Investigación de las Ciendas Sociales, para permitirle obtener
el material que necesitaba y poder trabajar con mayor intensidad. Whrof
contaba con el propósito de utilizar una beca similar para hacer un viaje
a México con objeto de localizar viejos manuscritos aztecas para la Bi
23
blioteca Watkinson, ya que uno de los administradores de aquella biblio
teca había expresado el deseo de aumentar la colección de material azteca.
Sin embargo, Tozzer opinó que si deseaba hacer un viaje a México sería
mejor que investigara el moderno náhuatl, una sugerencia con la que Whorf
estuvo inmediatamente de acuerdo. En una carta dirigida a Masón y fe
chada el 6 de diciembre de 1928, Whorf comentaba lo siguiente respecto
a la beca que había solicitado:
— Es muy problemático que la consiga, ya que se supone que estas
becas están destinadas a personas que poseen el doctorado, y aunque a
veces hacen alguna excepción, éstas son muy raras y difíciles de conseguir
y, en cualquier caso, requieren muy buenas recomendaciones.
Su solicitud, dirigida al Consejo de Investigación de las Ciencias So
ciales, fue acompañada de una relación general de sus planes de investiga
ción, así como de un artículo casi completo titulado Notas sobre la com
paración oligosintética del náhuatl y el piman, con especial referencia al
tepecano. En el primero de estos documentos Whorf se reflejaba como un
verdadero visionario, pero quizá sintió que su contenido era necesario
para ganarse el interés del comité encargado de revisar su petición:
Con la ayuda de esta beca de investigación pienso hacer y publicar trabajo sufi
ciente sobre la lingüística mexicana como para asentar el principio de la oligosíntesis,
nsí como para interesar a otros investigadores en el sustrato básico de la lengua a la
que pertenece.
Después de haberme familiarizado más y mejor con este punto, el próximo paso
será el despertar interés por el fenómeno que yo llamo agrupamiento binario en las
lenguas hebrea y semítica. Desde luego que todavía estoy trabajando en ello y conti
nuaré haciéndolo para atraer la atención de los investigadores semíticos.
Después de que el agrupamiento binario se baya convertido en un tópico, comenzaré
a llevar a cabo una unión entre este principio y el de la oligosíntesis, para desde allí
llegar al principio, todavía más profundo, que fundamenta las lenguas hebrea y se
mítica.
E l próximo paso será utilizar estos principios para elaborar la primitiva base fun
damental de todo comportamiento hablado. Esto llegará a sentar las bases de una
nueva ciencia, y aunque este hecho se encuentra algo alejado en el futuro, creo que es
completamente distinto si se tiene en mente. Siguiendo adelante, existen las posibles
aplicaciones de una ciencia de esta clase, restaurando una posible lengua original y
común a toda la raza humana, o bien perfeccionando una lengua natural ideal cons
truida sobre la base del significado psicológico original de los sonidos, tratándose
quizá de una futura lengua común en la que puedan ser asimiladas todas nuestras
diversas lenguas, o, expresándolo de otro modo, a la que se puedan reproducir todos
los términos. En el momento actual, esto puede parecer algo visionario, pero no será
mucho más notable que lo que ya ha conseguido la ciencia en otros campos y creo
que mi trabajo tiende a desarrollar nuevos principios. Con el último desarrollo de
estas investigaciones se pondrá de manifiesto el más profundo sentido psicológico,
simbólico y filosófico contenido en la cosmología de la Biblia, el punto básico y la
inspiración original de estos estudios.
24
La oligosíntesis se explica en los primeros párrafos del segundo docu
mento que acompañaba la petición becaria de Whorf:
25
titulaba Series de vocablos en la lengua maya. En el extracto del ensayo,
sometido al comité de programación de la Sociedad Lingüística, Whorf
hacía notar que la mayor parte de los vocablos mayas que empezaban por
QE, contenían el significado de «volver». En relación con lo anterior, se
guía diciendo:
— Otras series, como por ejemplo los vocablos que empiezan por QI
tienen el significado de incandescencia, incendio, dispersión; QO, QU, el
de secreto, oculto; BI, movimiento; TA, conexión; TZA, unir o juntar;
MA, pasar. En otras palabras, «la ideología sigue al fonetismo».
Al ser favorable la contestación del Consejo de Investigación de las
Ciencias Sociales a su petición de concesión de una beca, Whorf comenzó
los preparativos para realizar el viaje a México. La empresa donde traba
jaba le concedió un permiso de unas pocas semanas y en enero de 1930
se marchó a México capital, en compañía de su esposa y su madre política.
Durante el viaje se detuvo unos días para realizar unas investigaciones en
la Biblioteca del Departamento de Investigación del Medio Oeste, en la
Universidad Tulane, Louisiana. Cuando llegó a México capital buscó la
asistencia de varios especialistas mexicanos en la lengua azteca, y espe
cialmente la del profesor Mariano Rojas, del Museo Nacional de México.
Gracias, en parte, a su magnífica ayuda, se pudo poner en contacto con
algunos excelentes informadores que hablaban una forma de azteca que,
según se creía, era lo más aproximado que se podía esperar después del
paso de tantos años, al dialecto clásico que hablaron antiguamente los
aztecas en Tenochtitlan (la actual México capital) durante la época de
Moctezuma. Estas personas vivían en un apartado suburbio situado en las
afueras del Distrito Federal, conocido por el nombre de Milpa Alta, y fue
precisamente de su dialecto del que Whorf realizó un detallado análisis
lingüístico, publicado- postumamente éñ 1946 en. la obra Estructuras lin
güísticas de la Am.ética. m tivar.de. Hoijer. Al mismo tiempo, Whorf reco
rrió el país mexicano en busca de material arqueológico de interés. En las
ruinas de un templo que dominaba el pueblo de Tepoztlan, donde continuó
sus estudios lingüísticos, se encontró, al parecer por pura casualidad, con
un friso de figuras esculpidas que había escapado a la atención de otros
eruditos. Su aguda observación y su gran familiaridad con el arte figurativo,
tanto azteca como maya, le permitieron reconocer casi inmediatamente
que aquellas figuras se desviaban de sus formas usuales de «signos co
rrientes» del calendario azteca, mostrando ciertas semejanzas con los ca
racteres mayas. Este descubrimiento de una «relación definitiva y clara
mente demostrable entre los jeroglíficos náhuatl y los primitivos jeroglíficos
mayas», fue la base de uno de los ensayos reproducidos en el presente
libro, titulado Una inscripción de la zona central de México, en la que se
26
combinan signos mexicanos y mayas. Este ensayo nos proporciona un exce
lente ejemplo de los métodos de trabajo de Whorf, siendo también su
más antigua publicación en relación con sus posteriores investigaciones so
bre los jeroglíficos mayas.
Después de su regreso de México, Whorf se ocupó durante algunos años
de trabajar con los informes obtenidos durante su viaje. No sólo era ne
cesario bosquejar el análisis lingüístico del náhuatl hablado en Milpa Alta,
sino que también era urgente seguir los conductos proporcionados por el
descubrimiento de signos corrientes mexicanos y mayas, que tuvieron el
efecto de confirmar o modificar ciertas ideas que había tenido anterior
mente. Por esta época, comenzó a publicar una serie de trabajos relacio
nados con los jeroglíficos mayas. Primeramente se trató de una monogra
fía publicada por el Peabody Museum de Harvard, titulada El valor foné
tico de ciertos caracteres de la escritura maya (1933) y posteriormente un
artículo titulado La escritura maya y su descifrado (1935). En la primera
de estas publicaciones, que el profesor Tozzer de Harvard le urgió a que
preparara, desarrolla en detalle y con su evidencia, la tesis de que la
escritura maya era fonética, por lo menos en parte, y ofrecía una traduc
ción de muestra de un sencillo texto maya procedente de uno de los códi
ces. Como quiera que la hipótesis del fonetismo en la escritura maya había
sido abandonada unos cincuenta años antes por los eruditos mayas, el
material de Whorf tuvo que haber sido extraordinariamente impresionan
te, al menos para conseguir que se publicara su trabajo. La última publi
cación, La escritura maya y su descifrado, era una contestación a una crítica
publicada por Richard C. E. Long en la revista Investigación Maya. Ade
más de oponerse a numerosos detalles dados por el señor Long, Whorf
intentó explicar por qué consideraba que la aproximación de Long al pro
blema era fundamentalmente errónea; en esta publicación también ofrecía
otra traducción de muestra de un texto maya. Además, informaba que había
estado trabajando en un manuscrito que representaba «los primeros pasos
para descifrar la escritura maya», que confiaba publicar muy pronto. Este
manuscrito, encontrado entre los documentos de Whorf, permaneció ina
cabado y no fue publicado, aunque ciertas partes quedan reflejadas en un
ensayo que Whorf leyó ante un congreso científico celebrado en 1940, y
que está reproducido en el presente libro: se titula Interpretación de la parte
lingüística de los jeroglíficos mayas. Whorf se sintió amargamente decep
cionado por la acogida, bastante fría por parte de los eruditos, que se
dispensó a su obra sobre los mayas; estaba completamente seguro de que
su aproximación lingüística contenía la clave para la interpretación de los
jeroglíficos mayas. El ensayo leído en 1940 fue, al parecer, un último
esfuerzo por conseguir apoyo para su aproximación.
27
Durante el período de su viaje por México, Whorf pareció mantener
únicamente escasos contactos, ya fuera mediante entrevistas o por corres
pondencia, con las personas que posteriormente se convirtieron en sus más
allegados colegas en el campo de la lingüística. Sus relaciones especializa
das se mantuvieron especialmente con un grupo de especialistas en arqueo
logía mexicana, ninguno de los cuales estaba especialmente calificado o se
preocupaba en grado sumo por la lingüística general. En vista de ello,
es muy notable la competencia que Whorf adquirió en lingüística general,
así como en métodos lingüísticos, apoyándose únicamente en el esfuerzo de
sus propios estudios, sin contar más que con una muy escasa ayuda técnica.
De cualquier forma, puede que sus dotes no hubieran madurado por
completo si no se hubiera encontrado por casualidad con Edward Sapir
(1884-1939), una autoridad internacional no sólo en las lenguas indio-
americanas, sino también en la ciencia general del lenguaje. Desde luego
que Whorf conocía el trabajo desarrollado por Sapir y, no cabe la menor
duda que había leído con un gran interés la obra de Sapir titulada Lenguaje
(Nueva York, 1921). Se encontró con Sapir por primera vez, aunque sólo
durante breves instantes, en el Congreso Internacional de Americanistas
celebrado en setiembre de 1928, y posteriormente habló con él durante
unas reuniones de sociedades científicas mantenidas en 1929 y 1930. Sin
embargo, no pudo establecer ningún estrecho contacto con Sapir hasta que
éste llegó de la Universidad de Chicago para hacerse cargo en el otoño de
1931 de la cátedra de Antropología, para enseñar lingüística en la Univer
sidad de Yale. Whorf no perdió el tiempo y se matriculó en el primer
curso de Sapir en Yale sobre lingüística indio-americana; entre los docu
mentos de Whorf se encuentra un manuscrito titulado L a estructura de
las lenguas atabascas, un trabajo que Sapir premió con matrícula de honor.
Aunque oficialmente Whorf se matriculó para seguir un programa de estu
dios que le llevaran hasta el doctorado, nunca buscó, ni obtuvo, un título
superior; realizó sus estudios para fines puramente intelectuales. Pronto
se notaron los efectos de los primeros estudios formales de Whorf sobre
lingüística, se atenuaron sus antiguos intereses por la «oligosíntesis», el
«agrupamiento binario» y otras teorías lingüísticas poco comunes, por lo
menos hasta el punto de verlas a la luz de la experiencia acumulada por
hombres como Sapir (a partir de 1931 no puedo encontrar ninguna men
ción de la idea de la oligosíntesis en ningún escrito de Whorf). Pero lo
más importante es que Whorf se puso en contacto con las teorías y téc
nicas lingüísticas más avanzadas de la época, así como con los problemas
cuya solución se consideraba normalmente como más esencial. Finalmente,
sus estudios en la Universidad de Yale, le pusieron en contacto con un
estrecho, pero serio círculo de estudiantes de Sapir, en el que se encontra
28
ban personalidades como Morris Swadesh, Stanley Newman, George Tra-
ger, Charles Voegelin, Mary Haas y Walter Dyk, todos los cuales han
aportado desde entonces importantes contribuciones a la lingüística o la
antropología. En el curso 1937-38, Whorf fue lector de Antropología de
la Universidad de Yale.
Así, pues, la asociación de Whorf con Sapir sirvió para intensificar su
deseo de continuar el desarrollo en el campo de la lingüística indio-ameri
cana. En la monografía sobre los jeroglíficos mayas, publicada en 1933,
comprobamos como Whorf da crédito a Sapir en relación con ciertas suge
rencias sobre la interpretación del signo del cero. Sin embargo, es muy
probable que Sapir ejerciera una mayor influencia en animar a Whorf a
ampliar su trabajo sobre las lenguas uto-aztecas (una gran rama de lenguas
cuyas relaciones habían sido establecidas por Sapir), y especialmente a
comenzar sus estudios de la lengua hopi, emparentada lejanamente con el
azteca. En diciembre de 1932 y en la reunión de la Sociedad Lingüística
de América celebrada en New Haven, Whorf leyó un ensayo titulado Las
características de la rama uto-azteca. El siguiente trabajo sobre la lingüís
tica uto-azteca (a excepción del hopi), está representado por un examen
crítico de la obra Lenguas uto-aztecas de México, de Kroeber, así como
por varios artículos: Lingüística comparativa de las lenguas uto-aztecas
(1935), E l origen de la lengua azteca (1937), y (junto con G . L. Trager)
La relación de las lenguas uto-aztecas y el tanoa (1937). En estos artícu
los, Whorf reconoce una superfamilia de lenguas que él propone llamar
macro-penutias, y que incluyeron el penuria, las uto-aztecas, mayas y mixe-
zoque-huave. Posteriormente, utilizó esta estructuración para preparar una
revisión de la clasificación llevada a cabo por Sapir sobre las lenguas indio-
americanas.
En esta clase de trabajo lingüístico, Whorf fue más conocido por sus
estudios sobre la lengua hopi. Quizás a través de los buenos oficios de
Sapir, consiguió ponerse en contacto con un parlante nativo de la lengua
hopi que vivía por entonces en la ciudad de Nueva York. Este trabajo
comenzó en la primavera de 1932, contando con la ayuda de una pequeña
subvención de investigación, conseguida por Sapir para él. Whorf trabajó
intensamente en el desarrollo del análisis lingüístico del hopi, utilizando
para ello los métodos de investigación que había aprendido de Sapir.
Whorf y su informador se entrevistaron en Nueva York y en Wethers-
field (donde residía Whorf); en 1938, Whorf pudo pasar una corta tem
porada en la reserva india de los hopi, situada en Arizona. En 1935, ya
había preparado un ensayo de gramática y un diccionario hopi. A excep
ción de su bosquejo sobre la gramática hopi, publicado en la obra Estruc
turas lingüísticas de la América nativa, de Hoijer (1946) — preparado por
29
Whorf a finales de 1939— , no han sido publicados la mayor parte de sus
estudios sobre el particular. No obstante, se puede sentir agradecimiento
por los dos breves, pero influyentes artículos técnicos sobre el hopi, que
Whorf publicó en vida: Los aspectos precisos y segmentativos de los
verbos en la lengua hopi (publicado en 1936, pero leído primeramente
como ensayo ante la Sociedad Lingüística de América en diciembre de
1935), y Algunas categorías verbales de la lengua hopi (1938). En estos
ensayos se puede ver como su autor estaba empezando a familiarizarse con
la noción, desarrollada más extensamente en ensayos posteriores, de que
la extraña gramática de los hopi parecía prometer un modo diferente de
percibir y concebir las cosas por parte de los parlantes nativos de la lengua
hopi. En el primer ensayo afirmaba que «la lengua hopi actual está mucho
mejor preparada para enfrentarse con ... los fenómenos vibrátiles, que
nuestra más reciente terminología científica». Este ensayo fue seguido por
Un modelo indio-americano del Universo (escrito probablemente en 1936,
pero no publicado hasta 1950), en el que se exploran las implicaciones
del sistema verbal del hopi en relación con la concepción hopi del espacio
y del tiempo. Por lo tanto, el trabajo de estudio de la lengua hopi debió
de haber influido sobre la composición, realizada por la misma época, del
ensayo titulado Consideración lingüística del pensamiento en las comuni
dades primitivas (publicado por primera vez en el presente libro). En el
ensayo Algunas categorías verbales de la lengua hopi (1938) se discuten
diversas e interesantes distinciones que hace la lengua hopi entre las clases
y modos de acontecimientos, lo que en inglés se trata al mismo tiempo. El
ensayo Factores lingüísticos en la terminología de la arquitectura hopi
(escrito a principios de 1940 y publicado en 1953), contiene la tesis de
que la mente hopi separa automáticamente la «tenencia» o punto de asen
tamiento de suelo o terreno en el que se lleva a cabo la ocupación, del
uso al que se destina tal ocupación, mientras que el parlante inglés tiende
a combinar ambos aspectos, como cuando se piensa en la «escuela» como
una institución y un edificio al mismo tiempo (y además, ¿no sentimos
casi instintivamente que una institución tiene que estar localizada casi
necesariamente en algún edificio?). Probablemente, Whorf es más cono
cido por el artículo La relación del pensamiento y el comportamiento
habitual con el lenguaje, escrito en 1939, así como por los tres artículos
publicados entre 1940 y 1941 en la Technology Review — todos ellos ba
sados ampliamente en sus investigaciones sobre la lengua hopi. Lo que es
importante resaltar es que, primero, estos ensayos estaban basados en una
sólida fundamentación de análisis lingüístico realizada mucho antes y,
segundo, que las ideas de relatividad lingüística expresadas en ellos no
eran nuevas en modo alguno en la mente de Whorf; al contrario, los hilos
30
que conducían a estas ideas ya aparecen en escritos preparados a partir
de 1935, si no antes.
Los tres artículos escritos para la Technology Review, del Instituto
Tecnológico de Massachusetts, así como el artículo titulado Lenguaje,
mente y realidad, publicado en una revista india de teosofía, estaban diri
gidos al gran público. Indudablemente, Whorf tenía el propósito de llevar
la lingüística al público en general de una forma que apenas si ha sido
intentada hasta ahora; de hecho, se le puede considerar como el primero
que intentó popularizar la moderna ciencia lingüística. Sin embargo, se
daba cuenta que sería imposible popularizar la lingüística y habría muy
pocos propósitos de hacerlo así, a menos que la lingüística contuviera un
mensaje que atrajera al público. Según creía Whorf, este mensaje era que
la lingüística tenía mucho que decir sobre cómo y qué pensamos.
Puede ser de interés recordar aquí lo que le indujo a escribir los ar
tículos publicados en la Technology Review. Ya en 1932 hubo un inter
cambio de correspondencia entre Whorf y el editor de la Technology
Review (que más tarde sería presidente del Instituto Tecnológico de Mas
sachusetts), J . R. Killian, a cuya atención había llegado el artículo de
Whorf sobre los signos corrientes mexicanos. Killian invitó a Whorf a
escribir un informe sobre su viaje a México y le preguntó si había descu
bierto algún material relacionado con «la historia de la ingeniería, la arqui
tectura y las ciencias prácticas». Whorf contestó con un tono casi desdeñoso
que aquel viaje no había servido para investigar «la ingeniería, la arqui
tectura o las ciencias prácticas» y que «la investigación se había desarrollado
dentro del espíritu de las ciencias sociales, y no de las ciencias físicas».
A pesar de todo, se mostró eventualmente de acuerdo en preparar un
artículo sobre su viaje, pero parece que aquel artículo no fue escrito por
alguna otra razón. El siguiente contacto se estableció entre Whorf y el
presidente Karl T. Compton, hacia finales de 1939. Whorf fue quien inició
la correspondencia como resultado de una «ligera dificultad» que tuvo en
rellenar un cuestionario que le envió el archivo de antiguos estudiantes:
se refería a que el cuestionario omitía mencionar el campo de los seguros,
ingeniero de seguros, prevención contra incendios y similares, aspectos
que Whorf sentía que debían ser reconocidos como profesiones de inge
niería. Pretendía llamar la atención del presidente Compton sobre esta
aparente omisión, y procedió a describir con todo detalle la naturaleza de
su propio trabajo. En la misma carta aprovechó la oportunidad para men
cionar otras actividades personales que no se acoplaban por completo a las
listas del cuestionario, sobre todo en lo referente a sus investigaciones
sobre las lenguas indio-americanas. En la contestación del presidente Comp
ton, y después de explicar que la aparente omisión en el cuestionario no
31
era más que el resultado de la abreviación, antes que una exclusión deli
berada, se expresaba interés por el trabajo vocacional de Whorf y se pedía
permiso para que su carta fuera publicada en la Technology Review.
Whorf concedió el permiso y la carta fue publicada (en forma muy con-
densada) en el número de enero de 1940 de la revista. Como consecuencia
de aquella correspondencia, el editor de la revista, que por entonces era
F. G. Fassett, escribió a Whorf el 14 de noviembre de 1939:
— Sus estudios lingüísticos ofrecen una posibilidad muy interesante y
atrayente a cualquier persona responsable de una revista. Desde el mo
mento en que el análisis de la realidad en materia de lenguaje y la relati
vidad de tal análisis sólo puede ser apreciada mediante estudios que mues
tren la inmensa extensión de la posible diversidad de la expresión lingüís
tica, se verá que aquí existe una conexión con los intentos que hace la
ciencia para comprender el Universo y al hombre. Creo que sería muy
interesante ver ampliadas las ideas implícitas sobre el aspecto en su carta
de octubre, en un artículo dirigido a los lectores de la revista. ¿E s intere
sante esta orientación?
Evidentemente lo era, ya que Whorf fue capaz de presentar el primer
artículo, Ciencia y lingüística, el 30 de enero de 1940, siendo publicado
poco después en la revista. La recepción, excesivamente calurosa, con que
fue acogido el artículo, tanto por parte de los lectores habituales de la
revista, como de los receptores de copias del mismo, hicieron sentir la ne
cesidad de que aparecieran más artículos sobre el mismo tema. E l segundo
artículo, La lingüística como una ciencia exacta, fue presentado el 16 de
setiembre de 1940, y el tercero y último, Lenguas y lógica, el 14 de febrero
de 1941, en una época en que la salud de Whorf ya estaba comenzando
a decaer y su debilidad física ya se notaba visiblemente en su escritura a
mano.
Incluso en el año en que Whorf escribía estos brillantes artículos sobre
lingüística, al mismo tiempo que combatía con su mala salud, se sintió
atraído por otro interés suplementario. Como consecuencia de la lectura
de un ensayo a la que asistió su hijo mayor, que después informó a su
padre, Whorf trabó conocimiento con Fritz Kunz, un conferenciante y
escritor muy conocido, que por entonces era el vicepresidente ejecutivo
de la Fundación para la integración de la educación. Kunz y Whorf tenían
muchos intereses en común, especialmente en la Filosofía y la Metafísica
de la India (según me comunicó el mismo señor Kunz por escrito), y fue
precisamente esto lo que les llevó a trabajar en estrecha colaboración. Uno
de los resultados de esta amistad fue la sugerencia de Kunz, aceptada por
Whorf, de que escribiera un artículo sobre lingüística para una revista
teosófica que se publicaba en Madrás, India; el resultado fue el artículo
32
titulado Lenguaje, mente y realidad. Kunz estaba a punto de fundar una
nueva revista, Main Currents in Modern Thought, y Whorf le ayudó
mucho a preparar los primeros números entre finales de 1940 y principios
de 1941. La revista, que todavía se publica en la actualidad aunque con
formato diferente, era de un carácter muy interesante y poco usual; se
pretendía que sirviera para aclarar ideas y dar información sobre todo tipo
de campos pertenecientes a las ciencias naturales, sociales, humanidades,
matemáticas, lógica y filosofía; y se preveía que fuera escrita principalmente
por sus propios suscriptores. Publicada por aquellos días en forma mimeo-
grafiada, la variedad de sus páginas daba argumento a gran cantidad de
temas. Whorf escribió literalmente docenas de páginas en el primer volu
men, realizando una superior labor creativa y contribuyendo con pequeños
compendios sobre temas tan diversos como Los hurritas de la antigua
Caldea, Cristal encogido y Notas sobre la demostración del agua «húmeda».
Una de sus críticas está basada en dos libros que tratan sobre la economía
de las sociedades primitivas, y su título, muy provocativo, es: Debemos
terminar la guerra implícita en todas las guerras emprendidas para acabar
con la guerra.
— Estos libros — escribió Whorf— son buenos ejemplos de un tipo
de investigación que está descomponiendo gradualmente la teoría materia
lista de viejo estilo sobre la economía. Y desde el momento en que tanto
el comunismo marxísta como el capitalismo privado están basados en una
formulación materialista estereotipada de la economía, las exposiciones
científicas irrefutables del hecho de que el comportamiento económico está
condicionado por la cultura, y no por las reacciones mecanísticas, pueden
ser el preámbulo de una NUEVA ERA.
Esta cita es solamente una de las muchas que se podrían utilizar para
demostrar el amplio humanismo de Whorf, así como su preocupación por
el mundo. Pero Whorf tampoco rehusó llamar la atención de los lectores
de Main Currents sobre las implicaciones de la lingüística, informando en
un artículo titulado Una confraternidad de pensamiento sobre algunos
hechos interesantes que habían atraído su atención durante una reunión
científica.
En la lengua china no existe una palabra para designar «palabra». Lo más aproxi
mado es el elemento tsz, que se traduce por «palabra», pero que más bien significa
«sílaba» o «elemento silábico». Muchos de estos elementos nunca aparecen libres, sino
sólo en unas pocas combinaciones, como «pir» en «pirómetro». Las palabras existen,
en el sentido de unidades de vocabulario, en forma de una o dos sílabas; un hecho
oscurecido por el tradicional sistema de escritura china que continúa separando cada
sílaba. Esto ya fue notado por el doctor Y . R. Chao, de la Universidad de Yale, en
un ensayo titulado Concepciones de la palabra en chino, leído en la reunión de la
33
3. LENGUAJE
Sociedad Lingüística de América, celebrada el 30 de diciembre de 1940 en Providence,
Rhode Island. Apenas si empieza a comprenderse ahora la naturaleza de la gramática
china; el doctor Chao y otros han refutado la idea de que el chino es una lengua
monosilábica. En aquella misma reunión, el doctor G, A. Kennedy, de la Universidad
de Yale, mostró en su ensayo Expresiones atributivas complejas en la lengua china, que
el chino no tiene párrafos relativos y que la lógica de esta clase de relaciones viene
determinada por las reglas de un sistema de orden completamente diferente. Si el
elemento te, utilizado según esta lógica, es traducido como partícula de adjetivación
(por ejemplo, de hombre, hombruno; de parroquia, parroquial, etc.), entonces «la casa
que construyó Juan» se diría en chino «esta es casa construyente Juan; esta es casa
(término adjetivado) construyente Juan (término adjetivado)».
Todavía no nos hemos dado cuenta, con suficiente claridad, que el ideal de la fra
ternidad y la cooperación mundial fracasa si no va incluido en él la habilidad para
ajustarse intelectual y emocionalmente a nuestros semejantes de otros países. E l Occi
dente ha conseguido alguna comprensión emocional del Este mediante la estéica y la
aproximación a través de las belles-lettres, pero esto no sirve como verdadero puente
intelectual; no nos encontramos más cerca que antes para comprender los tipos de pen
samiento lógico que se ven reflejados en las verdaderas formas orientales de pensa
miento científico o análisis de la naturaleza. Para ello se requiere investigación lin
güística sobre la lógica de las lenguas nativas, así como el darse cuenta de que tienen
igual validez científica que nuestros propios hábitos de pensamiento.
34
esta gran devoción dedicada a la erudición le robó a Whorf parte de su
fortaleza y de su salud, aunque él nunca pareció fatigado. Generalmente,
trabajaba hasta bien entrada la noche, y solamente se relajaba durmiendo
cortos espacios de tiempo o interpretando algunas obras de música clá
sica en su piano. No llevaba un horario fijo de oficina y llegaba y salía
tarde en muchas ocasiones, pero, a pesar de ello, consiguió mucho mien
tras trabajó allí. Como ejercicio le gustaba caminar, recorriendo a me
nudo el trayecto de siete u ocho kilómetros que separaban la oficina de
su casa en Wethersfield, deteniéndose quizás un poco en la Biblioteca
Watkinson, que le cogía de camino.
La vida social tenía muy poco significado para él, excepto cuando se
trataba de reunirse con sus colegas lingüísticos, para los que siempre fue
un deleite. Tenía un cierto aire de alegre curiosidad y continuamente tenía
que decir cosas nuevas e interesantes. Como ya dije en alguna otra parte,
«W horf era un maestro tranquilo y contemplativo. Cuando lo creía nece
sario permanecía en silencio durante un espacio de tiempo aparentemente
interminable, obligando a su mente a buscar algo o a pensar en un pro
blema. Sin embargo, cuando se sentía listo para hablar sobre algún nuevo
punto de vista al que había llegado, la dulzura y lucidez de sus observa
ciones eran algo que parecía un poco terrible. Su modo de comportamiento
no era ni el de un profesor universitario, ni el de un hombre de negocios;
únicamente daba la impresión de calma, de falta de prisa, de inspiración
sin esfuerzo. La búsqueda de sí mismo era algo implícito en él y todos
debemos estarle agradecidos por haber sido tan generoso al compartir sus
notables perspectivas con los demás».I
II
35
que incluye casi todos los escritos de Whorf que son pertinentes con lo que
él llamaba el principio de la relatividad lingüística, y en el que se indica,
por lo menos como una hipótesis, que la estructura del lenguaje del ser
humano influye sobre la forma en que éste comprende la realidad y su
comportamiento ante ella. Así, pues, esta edición incluye lo que se cree
son los escritos más interesantes y útiles de Whorf sobre la lingüística
indio-americana, así como sobre la lingüística en general.
Un estudio de toda la sucesión de los escritos de Whorf nos descubre
un tema fundamental que tiene sus raíces en sus primeros pensamientos,
simultáneos quizá con sus primeros pasos en el trabajo lingüístico. Ya
hemos visto cómo en 1925 Whorf trató de verificar las teorías del místico
francés y erudito hebreo Fabre d’Olivet — teorías que proponían que
ciertas letras y combinaciones de letras hebreas contenían misteriosas y
fundamentales ideas-raíces. Con objeto de comprobarlo, Whorf comenzó
a trabajar con similaridades sutiles y subterráneas entre ideas que aparen
temente no guardaban relación. Éste fue el primer paso, el penetrar por
debajo del disfraz de las palabras secas, ásperas y aisladas, que pudieran
contener conceptos fundamentales. En un breve ensayo que he titulado
Sobre la conexión de las ideas, podemos ver la preocupación de Whorf
por las operaciones mentales básicas y su aparente disconformismo con la
camisa de fuerza representada por el lenguaje. Este ensayo, reproducido
aquí por primera vez, fue escrito en 1927 en forma de carta dirigida al
psicólogo Horace B. English, que acababa de publicar un diccionario psi
cológico; Whorf le pedía a English que le proporcionara un término para
una nueva clase de asociación de ideas. Whorf iba en busca de conceptos
o términos de una mayor naturaleza general o abstracta de la que se puede
encontrar en cualquier lengua. Ninguna de las escuelas psicológicas de la
época contemporánea proporcionaron una verdadera ayuda, según se que
jaba Whorf en una corta nota no publicada que también se ha publicado
ahora en el presente libro bajo el título algo arbitrario de Sobre la psico
logía. Porque, una gran parte del trabajo de Whorf se encuentra en estre
cho contacto con la psicología. A menudo la búsqueda de las ideas-raíces
condujo a Whorf hacia caminos desviados, incluso en su trabajo sobre la
lingüística azteca y maya. Los dos ensayos sobre los jeroglíficos mayas, que
se incluyen en la presente edición, solamente nos dan una ligera idea de
este hecho, pero esto hubiera quedado más claro si se hubiera creído de
seable reproducir aquí el ensayo, no publicado, titulado Series de vocablos
en la lengua maya y ciertos jeroglíficos mayas, al que ya se ha hecho refe
rencia. Desgraciadamente, uno tiene la sospecha de que Whorf se permitía
demasiadas libertades en poner en conexión ideas que para otros especia
listas no tenían relación alguna. Por ejemplo, en un punto de su Serie de
36
vocablos, cita una serie de raíces mayas que, según él creía, contenían
«toda clase de ideas de dispersión: ser dispersado, desaparecer, desplegar,
irradiar, eclipsar». Edward Sapir, a quien Whorf presentó el manuscrito,
comentó sobre ello:
— Lo siento, pero no puedo afirmar honradamente que veo la cohesión
de la serie sa con tanta claridad como usted. El colocar sobre la base de
«dispersión» fundamental palabras como «arena», «blanco», «tejer», «mu
cho» y «dislocar», me parece una construcción puramente subjetiva.6
Whorf se dio cuenta de la necesidad de objetivizar las conclusiones
semánticas; entre sus ensayos no publicados se encuentra una breve pro
posición para llevar a cabo un experimento en el que a un individuo se le
presentaría una serie de palabras aztecas, junto con sus significados en
inglés, en todas las cuales se encontrarían las letras ZE. Al sujeto se le
pediría que realizara con estas palabras una especie de agrupamiento se
mántico, pudiendo decidir entre tres alternativas: primera, que Z E tiene
un único significado a través de todas las palabras; segunda, que ZE
tiene dos, tres o más significados distintos y no relacionados entre sí; ter
cera, que ZE no tiene en absoluto ninguna conexión con el significado. Al
parecer, Whorf nunca llevó a cabo este experimento.
También se ha de hacer constar que Whorf pronto se dio cuenta, o
creyó darse cuenta, de que el hebreo, el azteca y el maya parecían estar
construidos sobre un plan diferente al del inglés o al de cualquiera de las
otras lenguas que él llamó posteriormente lenguas SA E (standard average
European). Las llamó lenguas «oligosintéticas», es decir, lenguas cuyos
vocabulario habían sido formados sobre la base de un pequeño número de
elementos.
— Cada elemento — afirmó en un ensayo sobre lingüística azteca, leído
en 1928— es, primero, una pieza muy simple de comportamiento de ar
ticulación, y, segundo, una amplia idea o complejo de ideas relacionadas
que van implícitas en esta pieza de comportamiento.
Creyó que había sido capaz de sintetizar el vocabulario azteca en no
más de treinta y cinco raíces de este tipo.
— Se debe hacer notar ahora — continuaba diciendo— que este fenó
meno oligosintético abre ciertos territorios nuevos en el tan poco explo
rado campo de la psicología del lenguaje. Vemos en este fenómeno cómo
todo el campo ideacional de una lengua es compartido por treinta y cinco
nociones elementales, como si ellas nos quisieran ofrecer por primera vez
37
un mapa o plano de una sucesión actual de ideas. Hasta ahora, cuando
las ideas se habían distribuido entre una serie de categorías, éstas fueron
el resultado de la introspección de algunos filósofos, pero nunca nos dieron
esta idea-mapa de una lengua. Hemos llegado a ella como hemos llegado
a conocer los hechos de la naturaleza, y ahora tenemos que investigar su
oscura configuración mediante métodos experimentales e inductivos.
En estas ideas, algo atrevidas, podemos ver, en primer lugar, una lla
mada a la noción del simbolismo fonético, la noción de que pueden existir
relaciones inherentes (por encima de las relaciones arbitrarias establecidas
en cualquier lengua dada) entre sonidos y significados, y, en segundo lugar,
se puede apreciar ya una tímida sugerencia de la teoría de la relatividad
lingüística. El problema del simbolismo fonético ha desafiado desde hace
tiempo tanto a los lingüistas como a los psicólogos. Edward Sapir, que
simpatizaba con esta noción, ideó un experimento que apuntaba hada una
direcdón positiva,7 pero el problema continúa vigente entre los psicólogos
contemporáneos. Con referenda a la teoría de la relatividad lingüística,
que ya se apunta en la teoría de Whorf sobre la oligosíntesis, la llave de
todo es la noción de «una amplia idea o complejo de ideas relacionadas»
que puede ser asociada con un elemento lingüístico, ya que esto no es más
que un cr to paso hada la nodón de que las lenguas que disponen de dife
rente co cación de ideas semánticas pueden proporcionar diferentes «m a
pas» de una sucesión de posibles ideas o, como expresó más tarde el mismo
Whorf, que las diferentes lenguas pueden proporcionar diferentes «seg
mentaciones de experiencia».
La idea de la relatividad lingüística no apareció de una forma completa
hasta después de que Whorf comenzara a estudiar con Sapir. Hasta que
no comenzó a analizar el hopi, una lengua que tiene una gramática mucho
más compleja y sutil que la azteca, e incluso que la maya, no empezó a
apreciar que la noción de la relatividad lingüística podía ser desarrollada
de una forma mucho más notable y efectiva anotando las diferencias no
solamente en el léxico, sino también en la estructura gramatical. Los di
versos ensayos sobre la lengua hopi que han sido publicados en el presente
volumen, hablan por sí mismos; en ellos, Whorf cuenta sus extraordinarios
descubrimientos sobre el tiempo gramatical y sobre aspectos del sistema
de los verbos hopi, así como sobre el tratamiento hopi de los sustanti
vos, etc.
Aparte de sus primeras preocupaciones religiosas, toda la perspectiva
7. Edward Sapir, Un estudio del simbolismo fonético. J . exp. Psychol., 12: 225-239
(1929).
38
de W h o rfe n la lingüística procede de su preocupación por los problemas
fundamentales del significado, o, como me gusta pensar, por las operaciones
intelectuales fundamentales. En el ensayo, realmente interesante y revela
dor, escrito hacia 1936 e impreso por primera vez en la presente obra,
titulado Consideración lingüística del pensamiento en las comunidades
primitivas, Whorf insiste en que la «lingüística es esencialmente la inves
tigación del SIG N IFICA D O ».
— L a verdadera preocupación de los lingüistas — escribe— es el escla
recimiento de la penetrante oscuridad que envuelve el lenguaje, así como el
estudio del pensamiento, la cultura y la perspectiva de la vida de una
comunidad dada, puesta a la luz de ese «algo dorado», como le he oído
llamar al referirse al principio transmutable del significado.
Whorf se preocupa más por la sustancia que por el proceso. Esto
significa que estaba más interesado en lo que se estaba pensando, en cierto
sentido abstracto, que en los procesos mentales mediante los que se podía
pensar. Este interés le condujo, lleno de «satisfacción», a la lingüística
antes que a la psicología, ya que le contentaban menos las preocupaciones
sobre mecanismos generalizados de estímulo-respuesta, características de
esta última. Además, Whorf parecía creer que la satisfacción del pensa
miento influía sobre el proceso del pensamiento, o que diferentes satis
facciones producían diferentes especies de procesos, de forma que no se
podían hacer generalizaciones sobre el proceso sin tener en cuenta la satis
facción. Greía que las diferencias en la satisfacción del pensamiento y
sus correspondientes efectos sobre los procesos de pensamiento y sobre
el comportamieneto en general serían espectacularmente reveladas por
comparación con las diferentes estructuras de las lenguas. Fue extrema
damente ingenioso al indagar las diferencias existentes, tanto obvias
como sutiles, en las estructuras del lenguaje, siendo como eran dife
rencias completamente demostrables, al menos a nivel lingüístico, Sin
embatgb, no se detuvo allí; también intentó aportar evidencias de va
riaciones de comportamiento asociadas a diferentes fenómenos lingüís
ticos. Aunque este intento no alcanzó un éxito completo, fue incluido en
el artículo escrito durante el verano de 1939 para el volumen de Sapir
titulado La relación del pensamiento y el comportamiento habitual con el
lenguaje. Fue el último artículo que escribió sobre el tema, dirigido prin
cipalmente a sus colegas. Sin embargo, el principio de la relatividad lin
güística sólo fue expuesto en los términos más atractivos en los cuatro
últimos artículos de la presente obra; éstos fueron escritos principalmente
para lectores no especializados.
El principio de la relatividad lingüística de Whorf, o, por decirlo más
estrictamente, la hipótesis Sapir-Whorf (ya que no cabe la menor duda que
39
Sapir participó en el desarrollo de la idea), ha atraído una gran atención.
E l material ha llegado a conocimiento de una gran cantidad de público, así
como a lingüistas, antropólogos y psicólogos, gracias sobre todo a varias
reimpresiones de uno u otro de los artículos aparecidos en Technology
Revietu, reimpresiones que ya comenzaron en 1941 (en Lenguaje en acción,
una obra de Hayakawa perteneciente a la selección del Month G ub). Uno
se pregunta qué es lo que convierte la noción de la relatividad lingüística
en algo tan fascinante, incluso para los no especializados. Quizá sea la
sugerencia de que toda la vida de uno ha sido estafada, sin nuestro propio
conocimiento, por la estructura del lenguaje, obligándonos a percibir la
realidad de cierta forma; esto implica que nuestra falta de conocimiento
sobre tal estafa nos permite ver el mundo desde un punto de vista nuevo
y fresco. Desde luego que nada más lejos del deseo de Whorf que condenar
toda llamada fácil a la relatividad lingüística como una racionalización
que explicara el fracaso de la comunicación entre las culturas o entre las
nadone&r Él_ esperaba más bien que el tener conciencia de la relatividad
lingüística podría conducir a adoptar actitudes humildes sobre la supuesta
superioridad de las. grandes lenguas europeas, así como a una mayor dis
posición para aceptar una «hermandad de pensamiento» entre los hombres,
como escribió en un pequeño artículo que lleva ese mismo título. Aun
cuando la investigación de las lenguas nativas no sirva para el propósito
de tender puentes intelectuales entre las culturas, Whorf asegura que la
investigación de la «lógica» de estas lenguas contribuirá, al menos, a
la comprensión de nuestros propios hábitos de pensamiento.
Sin embargo, no se ha demostrado suficientemente que la validez del
principio de la relatividad lingüística llegue tan lejos; como tampoco se
ha rechazado de plano tal posibilidad. Todo el mundo parece estar de
acuerdo en que las lenguas difieren entre sí en formas muy extrañas y
sorprendentes, pero lo que ya es discutible es sj tales diferencias en la
estructura del lenguaje van asociadas a diferencias actuales en la forma
- de percibir y concebir el mundo. Entre los escritores que más se han
impresionado con las posibilidades de esta asociación se encuentran Kluck-
hohn y Leighton (1946), Laura Thompson (1950), Hoijer (1953) y
Kluckhohn (1954). Los dos primeros, por ejemplo, afirman que la lengua
navajo es tan radicalmente diferente de la nuestra, que para comprender
la mente del pueblo navajo es indispensable haber comprendido antes la
estructura lingüística de su lengua; estos dos escritores citan las tremendas
dificultades de traducción que existen entre el navajo y el inglés y afirman
que ambas lenguas operan en mundos literalmente diferentes. Hoijer afir
ma haber encontrado una insinuación de que existe una correlación entre
la visión del mundo, implicada en el sistema verbal de la lengua navajo
40
(la gente sólo «participa» o «se ve involucrada» en los actos, antes que
iniciarlos), y la pasividad y la intranquilidad general o predestinación de la
mitología navajo.
Lenneberg (1953) y Feuer (1953) escribieron, por otra parte, dos agu
das críticas sobre la metodología y las conclusiones de Whorf. Lenneberg
ataca "principalmente la metodología. Basándose en diferentes motivos, cri
tica primero la técnica de traducción que utilizó Whorf tan frecuentemente
para demostrar diferencias en las lenguas; las grandes diferencias en el
tratamiento lingüístico de un suceso no implican necesariamente otras dife
rencias correspondientes en la percepción de tal suceso, y en el caso de
que éstas se produzcan, pueden tratarse simplemente de desarrollos meta
fóricos del lenguaje, de los que el parlante no se da cuenta normalmente.
En segundo lugar, Lenneberg insiste en que los sucesos lingüísticos y no
lingüísticos tienen que ser observados y descritos por separado, antes de
podenrelacionarlos, y que al intentar demostrar cualquier asociación entre
tales sucesos se tienen que aplicar los cánones usuales en busca de pruebas.
>De otro modo, el principio de la relatividad lingüística se convierte en
algo desconcertantemente circular, o al menos tautológico, en que las
únicas pruebas que corroboran las diferencias en la «visión del mundo» sólo
resultan ser diferencias lingüísticas. Feuer, un filósofo social, afirma que,
basándose en motivos a priori, no se puede esperar que las culturas hablen
lenguas diferentes para desarrollar formas diferentes de percibir el espa
cio, el tiempo, la causa y otros elementos fundamentales del mundo físico,
ya que la supervivencia hace necesaria una percepción correcta de todos
estos elementos.
Como quiera que estas y otras dificultades lógicas, metodológicas y
psicológicas han sido recientemente discutidas en una conferencia especial
sobre lingüística, a la que asistieron lingüistas, antropólogos, psicólogos
y filósofos (Hoijer, 1954), no parece oportuno reseñarlas aquí. Sin em
bargo, quizá sea deseable puntualizar el tono, esencialmente negativo y
pesimista, que predominó en esta conferencia, diciendo además que apenas
si se ha realizado investigación de carácter apropiado sobre la hipótesis
Sapir-Whorf. A excepción del experimento llevado a cabo por Brown y
Lenneberg (1954), en el que se demostró que las diferencias en la habilidad
para reconocer y recordar los colores iban asociadas a la disponibilidad de
nombres específicos de colores, no se ha realizado virtualmente ninguna
investigación que haya probado adecuadamente la existencia de correlación
entre la estructura lingüística y el comportamiento no lingüístico. Nume
rosos indicios indican que tal investigación se ha realizado en una monogra
fía editada por Osgood y Sebeok (1954).
Existe otra consideración que no ha sido suficientemente tenida en
41
cuenta en las diversas discusiones sobre la hipótesis Sapir-Whorf. Nos
referimos a que el principio de la relatividad lingüística puede no ser tan
tautológico como se ha pretendido. Se ha dicho que la presencia de la tau
tología se produce más bien cuando uno apela a las diferencias lingüísticas
para demostrar las diferencias en el comportamiento, en la «visión del
mundo». También se ha dicho que es necesario encontrar comportamientos
no lingüísticos que sean correlativos con las diferencias lingüísticas. Sin
duda alguna, esto sería deseable, pero hay algo que se ha de decir cuando
se tiene interés por las diferencias lingüísticas como tales, independiente
mente de las correlaciones no lingüísticas del comportamiento. Si asumimos
que existe algo como comportamiento implícito u oculto, consistente en
estados, reservas o actitudes mentales, «procesos mediacionales» o simi
lares, tendremos que estar de acuerdo en que tal clase de comportamiento
es bastante inaccesible a la observación pública, como no sea mediante el
informe verbal. Sea o no así, lo cierto es que damos un alto valor a las
respuestas verbales, en sus variadísimas formas, como la principal infor
mación que nos conduce a la percepción y al conocimiento.
Supongamos ahora que variando ciertas condiciones ambientales, des
cubrimos que podemos producir los cambios correspondientes en los infor
mes verbales que nos proporcionan los parlantes de una lengua dada. De
este modo podemos ser capaces de controlar cual de varias palabras (cada
una determinada para un estímulo ambiental entre varios) se utiliza como
el sujeto de una oración que informa sobre la situación. Sigamos supo
niendo que, después de haber experimentado con parlantes de otra lengua,
nos vemos imposibilitados de producir cambios en la estructura de la ora
ción correspondiente a la nueva situación ambiental, y descubrimos que
invariablemente todos los parlantes de la segunda lengua utilizan la ex
presión lingüística, para uno de entre varios estímulos, como el sujeto de
una oración en la que se informa sobre la situación y que, después de ser
preguntados, los parlantes de esta lengua afirman que sería «antinatural»
o «sin sentido» utilizar cualquier otra expresión lingüística para ocupar el
puesto de sujeto en la oración. Entonces, la diferencia entre los compor
tamientos lingüísticos tendría interés por sí misma; tendríamos que con
cluir afirmando que hay que tener en cuenta la estructura del lenguaje al
describir el comportamiento verbal de los parlantes que seleccionan el
sujeto que compone las oraciones. Si, además, poseemos algún conocimiento
fundamental sobre el significado gramatical del sujeto de la oración, pode
mos ser capaces de hacer algunas comparaciones entre los procesos cognos
citivos de los parlantes de ambas lenguas. Supongamos, por ejemplo, que
el significado gramatical del sujeto de la oración fuera «ente percibido como
un agente potencial». En este caso podemos concluir diciendo que los
42
parlantes de la segunda lengua de nuestro ejemplo anterior no estarían
dispuestos a percibir ciertos estímulos como si fueran «agentes poten
ciales».
Este ejemplo ha tenido que ser forzado en algunos aspectos: en parte
porque no sabemos todavía si entre los parlantes de lenguas diferentes se
pueden encontrar diferencias de la naturaleza descrita, y en parte porque
tampoco sabemos muy bien cómo especificar correlaciones de comporta
miento de las categorías gramaticales. Ahora bien, es precisamente esta
clase de diferencias de lenguaje lo que Whorf nos ofrece sobre una base
intuitiva. Él supone que entre las lenguas se encontrarán diferencias que
correspondan a las diferencias en la forma de informar sobre los aconteci
mientos, y supone además que podemos sentir intuitivamente que las
fuerzas gramaticales y de comportamiento subrayan el fenómeno lingüístico
que él describe.Jjengo que reconocer que apenas si hemos comenzado a
conseguir información detallada sobre las diferencias entre las lenguas y
sobre las presiones que tales diferencias ejercen sobre .el comportamiento,
pero aun cuando consigamos esa información, la mayor parte de ella la
obtendremos en el dominio del comportamiento verbal y de los complejos
de estímulo ambiental que evocan este comportamiento verbal.
...Una de las advertencias que. se tienen que hacer en relación con el
principio de la relatividad lingüística, independientemente de si es válida
o no, es que el interés que ha despertado, y que seguirá despertando, no
debería distraer nuestra atención de la importancia de Tas características
lingüísticas universales. Este fenómeno, encontrado en todas las lenguas,
debería tener tanto interés psicológico como el que despiertan las dife
rencias lingüísticas. ¿E s cierto que todas las lenguas construyen sus ora-
dones sobre la base del snjeto-predicado? ¿Tienen todas las lenguas algún
tipo de contraste nombre-verbo? ¿Qué rasgos son comunes en el sistema
verbo-tiempo gramatical de todas las lenguas? Las respuestas a preguntas
como éstas nos ayudarán a desarrollar una psicología generalizada de las
fundones cognoscitivas.
Como quiera que Whorf es prindpalmente conoddo por sus ideas sobre
la relatividad lingüística, el presente volumen contiene aquellos de sus
más importantes escritos reladonados con este problema. Sin embargo,
también merecen reconocimiento sus estudios en, por lo menos, otras dos
áreas.
L a antigua traducción de Whorf de oscuros documentos aztecas fue,
sin duda alguna, muy brillante, y aportó una notable contribución a uno
de los más descuidados campos de la investigación de América Central. Sin
embargo, su interés por las traducciones aztecas pronto dejó lugar a la
investigación en busca de una forma de leer las partes no calendarías de
43
la escritura jeroglífica maya. En este aspecto existen muchas controversias
sobre la validez del trabajo de Whorf. No se descubre nada del otro
mundo diciendo que sus observaciones en este campo fueron extraordina
riamente agudas y su «trabajo de detección» muy penetrante e inteligente.
N o debe ser precisamente una persona no especializada quien diga lo que
realmente consiguió Whorf en la interpretación de los jeroglíficos mayas.
Ciertamente existe una gran plausibilidad en los procesos de traducción
que él presenta, como se ve en el ensayo reproducido aquí y titulado
Interpretación de la parte lingüística de los jeroglíficos mayas. Por otra par
te, Whorf era un investigador demasiado objetivo e inteligente como para
presentar meras construcciones ad hoc que no pudieran ser probadas y
generalizadas. Sin embargo, algunos eruditos sobre la escritura maya han
presentado objeciones: Long (1935, 1936) y Andrews (1938) en vida de
Whorf, y más recientemente J. Eric S. Thompson (1950). A pesar de todo,
las críticas de Long y Andrews se referían principalmente a puntos secun
darios, algunos de los cuales fueron convenientemente ajustados por el
mismo Whorf, y, por otro lado, Thompson no parece haber contestado
por completo la queja de Whorf, profundamente enraizada, de que la
tradición en la investigación de los jeroglíficos mayas ha estado ignorando
continuamente la evidencia lingüística. En 1939, Tozzer llegó a expresar
su creencia de que en los jeroglíficos mayas existían considerables compo
nentes fonéticos, como afirmaba Whorf, y por otro lado se nos ha infor
mado que el eminente erudito maya Herbert J. Spinden se entusiasmó
con el ensayo que Whorf leyó en el V III Congreso Científico Americano,
en mayo de 1940. Este ensayo ha sido incluido aquí porque desde entonces
se ha progresado muy poco en la lectura de los jeroglíficos mayas y porque
al mismo tiempo nos presenta la idea que tenía Whorf sobre el problema,
así como sobre los sistemas de escritura en general.
Finalmente, no se debe subestimar la contribución de Whorf a la lin
güística general. Desde luego que sus primeras teorías sobre la «oligosín-
tesis» y el «agrupamiento binario» eran demasiado exageradas, pero desde
que se convirtió en estudiante de Sapir, dejó de referirse a cualquiera de
ellas, excepto lo que pudiera implicar su persistente admiración por la
obra de Fabre d ’Olivet. A pesar de todo, Whorf desarrolló su teoría de la
—©ligosíntesis con su originalidad y agudeza características y quizá sea algo
desafortunado que nunca pudiera publicar ninguna descripción completa
y madura de la teoría, ya que, al menos, es concebible que existen lenguas,
de las que el azteca y el maya son posibles ejemplos, en las que los ele
mentos submorfismos son mucho más abundantes a lo largo de todo el
vocabulario que los ocasionales «fonetismos» del inglés (como, por ejem
plo, el sonido sp, en palabras como spit, splash, spray, spout, sputter,
44
splatter, etc., que algunos han pretendido relacionar c o n la idea de «poder
fuera del movimiento»).*
En cualquier caso, Whorf fue un verdadero m aestro en la descripción
lingüística directa. Son ejemplares sus apuntes sobre el azteca de Milpa
Alta y el hopi de Mishongnovi, según fueron publicados por Hoijer en
1946; no sólo están caracterizados por las exactas descripciones fonológicas
y morfológicas, sino también por un énfasis poco u su al en buscar el sig
nificado de las categorías gramaticales. Algo de esta especie de aproximación
se puede ver en los ensayos publicados en la presente obra; en lo que se
refiere al hopi, se ve en el ensayo Algunas categorías verbales de la lengua
hopi, y en lo que se refiere al inglés o a las lenguas en general, en el ensayo
Categorías gramaticales, en donde introduce una distinción entre categorías
gramaticales abiertas y encubiertas y aplica por prim era vez el término
«criptotipo». Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que la lin
güística contemporánea sólo ha comenzado ahora a explorar todas las
implicaciones del concepto de criptotipo de Whorf.
Whorf era extraordinariamente original, incluso cuando trabajaba en
problemas puramente fonéticos o fonémicos. Al parecer, fue el primero
en proponer el término «alófono», cuya utilización se h a generalizado entre
los científicos lingüísticos. Su modelo del monosílabo inglés, según se pre
senta en su ensayo La lingüística como una ciencia exacta, fue por aquel
entonces una síntesis original de los hechos sobre lo s grupos de sonidos
ingleses. También escribió un interesante ensayo sobre la fonémica de su
propio dialecto inglés (de Boston), que fue publicado postumamente
en 1943.
Allí donde actuó, Whorf fue siempre un observador, extraordinaria
mente agudo, de interesantes y sutiles fenómenos desarrollados en las es
tructuras del lenguaje. Por ejemplo, una recopilación m asiva de información
sobre la lengua shawnee, que no había estudiado previamente, fue capaz
de sugerirle varias perspectivas nuevas sobre las relaciones imagen-motivo,
como se manifiestan en la formación shawnee de la palabra; como referen
cia, se puede leer el ensayo Técnica de formación de vocablos en la lengua
shawnee, que se encuentra en la presente obra. Como si hubiera querido
hacer un paquete con todas las bases de sus puntos de vista sobre la es
tructura del lenguaje, Whorf tuvo ocasión de preparar un esquema que,
según creyó, podría ser de utilidad a los antropólogos que reunieran
información sobre lenguas nuevas. En la obra de Murdock titulada Esque
mas de materiales culturales (1938) se hace una referencia al esquema de
45
Whorf, pero éste no ha vuelto a ser publicado desde entonces. En la
creencia de que todavía puede ser útil, aunque ya sea algo tarde, he incluido
su publicación en la presente obra, en el ensayo Lenguaje: plan y concep
ción de distribución. Sin duda alguna, el lector necesitará una gran sofis
ticación lingüística para percibir los significados que a menudo sólo están
vagamente indicados por su forma de esquema y su fraseología de borra
dor, pero al menos servirá para estimular en el lector algo de esa imagi
nación productiva que fue una de las características de Whorf en todo lo
que hizo.
NO TA ESPEC IA L
46
por Interpretación de la parte lingüística de los jeroglíficos mayas, publica
do en The Smithsonian Report for 1941, páginas 479-502.
Al doctor N. Sri Ram, presidente de la Sociedad Teosófica, por Len
guaje, mente y realidad, publicado en The Theosophist, enero de 1942.
Las ilustraciones que acompañan algunos de los ensayos de Whorf
publicados en la presente obra, han sido especialmente diseñadas por
J. Martin Rosse, que también preparó las ilustraciones para los ensayos de
Whorf publicados en 1940 y en 1941 en la Technology Review, siguiendo
toscos bocetos tomados por el mismo Whorf.
También estoy agradecido a diversas personas por haberme proporcio
nado información y documentación que fueron necesarias para la prepa
ración de esta edición. El doctor George L. Trager me ayudó a decidir
qué escritos de Whorf deberían ser incluidos. E l profesor C. F. Voegelin
proporcionó numerosos recortes y el profesor Norman McQuown envió
una copia del manuscrito Lenguaje: plan y concepción de distribución. El
profesor Herbert Hackett me proporcionó algunas informaciones biográficas
que, de otro modo, quizá no hubieran sido incluidas.
Estoy particularmente agradecido a diversos miembros de la familia de
Whorf por su amabilidad al concederme entrevistas: a la viuda de Whorf,
la señora Celia Peckham Whorf, y a su hermano, John Whorf de Provin-
cetown, Massaohusetts. También expreso mi gratitud especial al hijo de
Whorf, Robert Peckham Whorf, por haberme permitido pasar varios días
en su casa para examinar los documentos y la correspondencia de Whorf,
y por haberme dejado algunos manuscritos, parte de los cuales han sido
editados por primera vez en la presente obra.
J ohn B. C arroll .
Arlington, Massachusetts.
Junio de 1955.
47
SOBRE LA CO N EXIÓ N D E LA S IDEAS *
49
4, LENGUAJE
xión» de las ideas, como llamo al fenómeno, a falta de otro término más
adecuado, es algo bastante diferente a la «asociación» de ideas. Al hacer
experimentos sobre la conexión de las ideas, es necesario eliminar las
«asociaciones» que tienen un carácter accidental no poseído por las «co
nexiones». E l sujeto no tiene por qué aceptar inmediatamente k primera
idea que se le ocurra como sucede en un experimento de «libre asocia
ción»; de aquí que el experimento pueda ser considerado como una «aso
ciación controlada»; sin embargo, puede ser completamente «libre» en
su propia esfera, aunque se permita alguna conexión.
La «conexión» es importante desde un punto de vista lingüístico, ya
que va unida a la comunicación de las ideas. Una de las premisas necesa
rias de la conexión es que sea inteligible para los demás y, por lo tanto,
la individualidad del sujeto no puede aparecer en la misma medida en que
lo hace en la libre asociación, ya que la cantidad de concepciones comunes
para la gente juega un importante papel en la cuestión. Hasta ahora no
aparece apreciarse en mucho la existencia misma de una cantidad de con
cepciones comunes, que posiblemente poseen una buena parte de naturale
za propia, no estudiada todavía; sin embargo, a mí me parece que es una
concomitancia necesaria en la comunicabilidad de las ideas mediante el
lenguaje; contiene el principio de esta comunicabilidad y en cierto sentido
es la lengua universal, a la que dan entrada las diversas lenguas específicas.
Veamos un ejemplo de conexión y consideremos primero k idea «aba
jo», y después las siguientes ideas: «asentar, hundir, tirar, soltar, caer,
ahondar, abatir, yacer». A éste le llamaría el grupo A. Está claro que exis
te una «conexión» entre «abajo» y cada una de las ideas del grupo A. Con
sideremos ahora el grupo C, compuesto por las ideas: «recto, elevar, le
vantar, alto, aire, sostener, oleaje». Existe una «conexión» entre estas ideas
y la idea «arriba». En un experimento de conexión, el sujeto que reciba la
idea «abajo» podrá ponerla en conexión con cualquiera de las ideas del
grupo A o similares, pero no podrá hacer lo mismo con las ideas del gru
po C o similares. Sin embargo, si sólo se tratara de una cuestión de ASO
CIA CIO NES, podría asociar con «abajo» una idea del grupo C. Puede
haber pasado, por ejemplo, por una desagradable experiencia en un bote
durante un fuerte «oleaje» y de ello puede haber retenido una vivida im
presión de ir continuamente hacia ABAJO. Sin embargo, esta asociación
no sería una conexión. Antes pertenecería a su propia experiencia personal
que a la experiencia social o colectiva que se encuentra inserta en la can
tidad lingüística de conceptos comunes, y, además, la razón de la asocia
ción no sería inmediatamente inteligible sin una explicación por parte del
sujeto, relacionada, desde luego, con su experiencia personal. En el senti
do de comprensión inmediata, «oleaje» se pone en conexión con «arriba»
50
o partícula similar, siendo rechazado por «abajo». Así, pues, en la defini
ción de este concepto de conexión se debe decir que las conexiones tienen
que ser inteligibles sin referencia a las experiencias individuales, al mismo
tiempo que la relación tiene que ser inmediata. Las conexiones intermedia
rias, o sea las que se realizan a través de otras conexiones, han de ser con
sideradas más bien como cadenas o vías de conexión, o posiblemente como
«comunicaciones».
E s posible formular otro grupo de ideas, el grupo B, que sería interme
dio entre el A y el C, de forma que podemos pasar del grupo A al C por
medio de varias cadenas o vías de comunicación conexiva, y, por lo tanto,
podemos ir del «abajo» al «arriba» por un camino puramente conexivo,
sin la ayuda de la asociación. Por ejemplo:
Los sujetos que siguen su propio camino por entre el cúmulo de ideas
entre «abajo» y «arriba», no siempre siguen estas mismas vías, ya que a
menudo encuentran otras. El sujeto M. F., por ejemplo, procedió como
sigue: «asentar— pesado — oleaje — arriba». Cuando se le pidió que ex
plicara la conexión «asentar — pesado», se descubrió que para él «asen
tar» contenía una fuerte noción de fijación o fijeza y le sugería «rigidez,
congelación, envaramiento, condensación», como la solidificación de la ge
latina, mientras que «pesado» no significaba simplemente «peso» para el
sujeto, sino «cuerpo, densidad, viscosidad», una idea, pues, muy similar al
anterior «asentar». Ésta es una verdadera conexión, aunque no fue instan
táneamente inteligible para el experimentador, pero fue rápidamente com
prendida sin tener que hacer ninguna referencia a una experiencia personal.
Tampoco fue instantáneamente percibida la conexión «pesado — oleaje»,
pero más adelante se vio que «pesado» contenía esencialmente la idea de
cantidad o masa, incluyendo las ideas «macizo, tamaño, aumento», lo que
correspondía con «engrasamiento, expansión, oleaje». Nuevamente, pues,
nos encontramos con una verdadera conexión. E l mismo sujeto cruzó el
camino cuando comenzó por «arriba», ya que dio la siguiente sucesión:
«arriba — levantar — empujar — tirar — abajo». E l sujeto W. W. dio la
siguiente sucesión: «abajo — soltar — pesado — levantar — arriba». Cuan
do se le pidió que explicara la conexión entre «pesado — levantar», se des
cubrió que pesado le sugería la sensación de llevar un peso, de «sopesar»
una cosa, lo que esencialmente es una acción de elevar. Si el sujeto hubie
ra estado más familiarizado con la palabra «elevar», la podría haber ele
gido con preferencia a «levantar».
51
Sin embargo, apareció un proceso diferente y no conexivo cuando un
joven que llegó a la idea de «pasado» dio el próximo paso expresando la
idea de «oculto», olvidando un evidente «antes» existente en el mismo
grupo. Esto todavía puede tratarse de una conexión si se producía una ex
plicación satisfactoria, pero la mejor explicación que supo dar fue que su
pasado había sido generalmente desagradable y que, por lo tanto, prefería
no recordarlo, de donde se infería el «oculto». Quizá fuera ésta una forma
muy torpe de expresar la conexión, pero no pareció así. No reaccionó a
las sugerencias de que «pasado» significara «retroceso, retirada, retraerse»,
o que significara «desaparecido, desvanecido, invisible», o que significara
«existente (en la memoria)» y no significara «aparente, acopio, acumula
ción», sino que persistió en su idea, bastante extraña, de desagrado del
pasado. Por lo tanto, llegué a la conclusión de que o bien un pasado desa
gradable había influido en su forma de pensar, o bien que el sujeto deseaba
aparecer como un misántropo o un cínico, o incluso que había leído algo
sobre psicoanálisis; pero, en cualquier caso, nos enfrentábamos aquí con
algo personal, lo que, desde luego, era una asociación y no una co
nexión . Cuando le dije que deseaba conexiones que no tuvieran nada
que ver con experiencias personales, admitió que quizá su experiencia
personal estuviera en relación con su asociación, y entonces eligió la pala
bra «antes».
A veces, un sujeto saltará a una verdadera conexión por asociación,
para conseguir la conexión después, como, por ejemplo, W. W., un com
pañero universitario con inteligencia superior a lo normal. Dijo que pensó
en la conexión entre «tirar» y «abajo» de la siguiente forma: «tirar» sig
nificaba «empujar» y las cosas «caían» porque eran empujadas por la
atracción de la gravedad. Hacía poco tiempo que había pasado por
un examen de Física. Le pregunté si podría haber establecido una conexión
si no hubiera oído hablar antes de la gravedad y me dijo que suponía que
no. Sugerí que la gravedad podría ser una comprensión debida a una es
pecie de presión externa, y le pregunté cuál sería entonces la conexión. Una
simple insinuación fue suficiente para dirigirle hacia la verdadera cone
xión, que es simplemente una de las intenciones lingüísticas; entonces «ti
rar» resultó ser igual a «arrastrar, suspender»; lo que se «tira» es general
mente hacia «abajo» y no hacia «arriba». Éste es un interesante comenta
rio sobre la habilidad para distinguir la teoría del hecho en aquello que
se aprende, incluso en un estudiante excepcionalmente inteligente (¿ o qui
zá precisamente en un estudiante así? Si inteligente significa rapidez para
aprender, quizá signifique también receptividad y, por lo tanto, demasiada
credulidad).
¿Puede usted sugerirme algún término mejor que «conexión» para esta
52
dase de afinidad? Debo decir que la imagen mental que tengo de la rela-
dón no es, de ningún modo, una imagen de ideas atadas por lazos de unión
o grapas en miniatura. Se trata más bien de un concepto de continuidad,
con las ideas como ubicaciones relativas en un medio continuo. Tome una
idea como «arriba» y diga que corresponde a derta ubicación en la que nos
encontramos. Ahora puedo concebir que nos ocurran cosas como movi
miento. La idea «arriba» es una especie de vecindario y nosotros estamos
abandonando ese vecindario. No podemos decir exactamente donde termina
un vecindario. Sabemos que la idea ARRIBA asume un matiz diferente:
está creciendo para ser como la idea ASCENDER. Pero, después de que
haya tenido lugar una cierta cantidad de este cambio o «movimiento», sa
bemos que nos encontramos en un lugar diferente; entonces, la idea ya es
definitivamente «devación» y no «ascender». E l movimiento continúa y
la «devadón » se convierte en «abandonar». E l «abandonar» se transforma
insensiblemente en «llevar» y éste último en «sostener». Ahora ya hemos
abandonado definitivamente la vecindad de «arriba». Cualquiera de estas
estas ideas se pueden haber convertido en algo más por el simple hecho
de variar la «direcdón» del movimiento. «Sostener» se puede convertir
,en «sustentar», o se puede transformar en «continuar». Por su parte, «sus
tentar» puede llegar a ser «alimentar», y «continuar» puede convertirse
en «extenso».
53
SOBRE LA PSICO LO G IA *
* E ste artículo, no publicado hasta ahora, fue encontrado entre los documentos
de W horf en form a de m anuscrito toscamente escrito. Se desconoce la fecha de su
com posición, aunque correría el riesgo de afirmar que fue escrito aproximadamente
por la misma época que la carta dirigida a English, o sea hacia 1927. L a últim a parte
del artículo está extremadamente esbozada; quizá no se trate m ás que de un esquema
de un ensayo que W horf se proponía escribir más tarde. Le he puesto un título y he
introducido muy pocas correcciones estilísticas.
55
fisiología. Desde luego que para el estudiante de los fenómenos mentales
es de un indudable valor conocer el mecanismo del cuerpo, pero más bien
con carácter de información auxiliar y no como otra cosa; y también tie
nen este carácter los conocimientos sobre la oxidación de la sangre, los
detalles sobre las respuestas del cerebro y de los nervios, las percepciones
sensoriales y los tiempos de asociación. Y más todavía, uno se siente im
presionado (y deprimido) por la espantosa esterilidad de la vasta masa de
minuciosidad que acumula esta ciencia, así como por la escasez de princi
pios de integración.
En segundo lugar, la escuela del behaviorismo aparece ya con su ver
dadero carácter, como la antigua psicología experimental, sólo que con un
aspecto algo más remozado. Creo personalmente que ha mejorado de mu
chas formas la antigua escuela y que ha aumentado también nuestra com
prensión en ciertos campos. H a sido útil al enseñarnos a pensar más en
términos de comportamiento, pero, una vez que todo está dicho y hecho,
muy poco más nos puede enseñar de nuevo. Nos ha mostrado cómo el com
portamiento puede ser condicionado por los significados físicos, pero si
guiendo en buena parte las mismas líneas que ya conocíamos, aunque han
sido explicadas más sistemáticamente. H a quedado patente que podemos
«condicionar», bien con, bien en contra de la cooperación de las verdade
ras consideraciones psíquicas. Esto ya lo sabíamos, pero estamos particu
larmente interesados en «condicionar» CON la cooperación de las leyes
particulares de lo psíquico, y de acuerdo con éstas. No hay duda que el
mismo proceso de estímulo y respuesta «condiciona» a un hombre a ser un
científico o un maníaco, un dirigente de hombres o un nervioso náufrago,
un buen trabajador o una persona que no puede mantener un trabajo, un
auxiliar inspirado, o un diente resentido de la máquina; pero el behavio
rismo no nos muestra sobre qué líneas tenemos que trabajar para estar
realmente de acuerdo con los imponderables humanos, excepto en la for
ma en que anuncia, con términos behaviorísticos, cosas que ya son obvias
para el sentido común.
La psicología de la forma me parece que ha descubierto una importante
verdad sobre la mente, la importancia de las configuraciones en el dominio
mental. Al mismo tiempo, la psicología de la forma tiene las manos llenas
de numerosos informes y datos experimentales y personales, necesarios para
desarrollar este amplio tema, aunque la mayor parte de esta información es
principalmente válida a un nivel animal. Cuando intentamos aplicar el prin
cipio configurativo a la comprensión de la vida humana, nos encontramos
inmediatamente con que lo cultural y lo lingüístico (parte de lo cultural),
y especialmente esto último, son los campos par excellence de lo configura
tivo en el nivel humano. Pero en este aspecto, la psicología de la forma
56
dirige la cuestión con cuentagotas. Los psicólogos de esta escuela no dis
ponen del tiempo, ni del entrenamiento lingüístico necesario para penetrar
en este campo; y, además, sus ideas y su terminología, derivadas de la an
tigua psicología de laboratorio, son antes un pasivo que un activo.
El psicoanálisis es la única escuela que se enfrenta realmente con el
material mental, consiguiendo a veces resultados, pero trabajando sola
mente en la esfera de lo anormal y de lo trastornado, y se está evidencian
do que lo anormal no es la llave que nos conducirá hacia lo normal. Por
otra parte, el psicoanálisis está tan resuelto en su determinación de enfren
tarse con los imponderables que casi muestra un cierto desprecio por el
mundo exterior y se introduce continuamente en el reino de lo fantasma
górico. Está demasiado marcado por la firma de su fundador, Freud, un
genio errático con una gran facultad para percibir las verdades profun
das, pero oscuras, y además se encuentra demasiado desordenado a causa
de los dogmas sobrenaturales. Puede servir durante un tiempo como una
herramienta empírica para la clínica, pero no veo la posibilidad de que sea
significativo para el cuidadoso escrutinio científico de la mente normal.
Todas las escuelas han sobrevivido y han encontrado adeptos y quien
busca el conocimiento sobre la mente humana se ve forzado a retroceder
hacia la masa de observaciones empíricas, coleccionadas desde hace tanto
tiempo, y llamadas a veces «la sabiduría de la edad», así como a los libros
de autores agudos e intuitivos, a su propia perspicacia, y a las pocas ver
dades generales que pueda descubrir aquí y allá de entre todas las escuelas.
Un hecho que resiste una observación por separado, y al que ninguna
de las escuelas le ha concedido importancia, es la gran, y quizá básica im
portancia del principio que designamos con la palabra «significado». Se
descubrirá que el significado se encuentra en íntimo contacto con la lin
güística: su principio es el simbolismo, pero el lenguaje es el mayor sim
bolismo del que se alimentan todos los demás simbolismos.
57
UNA IN SCRIPCIÓ N D E LA ZONA CENTRAL D E M ÉXICO ,
E N LA QUE SE COM BINAN SIG N O S M EXICANO S Y MAYAS *
59
60
Estilísticamente, y sobre la base de las probabilidades generales, creo
que las figuras sugerirían a cualquier estudioso la idea de los signos del
tonalamatl, como las que se ven en hilerás interminables, junto con suce
siones de imágenes, en los códices mexicanos. Sin embargo, muchos de es
tos signos guardan poca semejanza con su forma mexicana, la forma corres
pondiente a los nombres aztecas Cipactli, Ehecatl, Calli, etc. A pesar de
todo, ya veremos que los signos Acatl, Malinalli y Atl se encuentran prác
ticamente en sus formas regulares mexicanas, y para complicar la cuestión,
los signos se hallan precisamente en su lugar correcto. Pero además, algu
nos de ellos guardan una indudable semejanza con las formas mayas, bas
tante diferentes de las mexicanas, que corresponden a los nombres mayas
Imix, Ik, Akbal, etc., y éstos también se encuentran en sus lugares corres
pondientes. Desde luego que las ruinas se hallan bastante lejos del territo
rio histórico de los mayas, y sólo están a unos sesenta y cinco kilómetros
de la ciudad de México, en una región de influencia tolteca y pos-tolteca.
Cuando dibujé las figuras pronto me di cuenta de que su aspecto ge
neral no era el de las aztecas, pero la primera impresión clara de que es
taba copiando un jeroglífico maya la tuve cuando comencé a co
piar el signo número 10 de la ilustración 1. La similitud viene indicada
por la comparación con un jeroglífico maya muy común, cuya forma más
usual es la que se muestra en el número 10 de la ilustración 2. El signo
maya es una mano que tiene los distintivos característicos de un pulgar
prominente, que mantiene una posición más o menos opuesta hacia los
dedos y que invariablemente tiene un círculo en la muñeca, generalmente
con un punto central, saliéndole del borde una pequeña proyección, simi
lar a un rótulo. Por lo general, los dedos están doblados hacia el pulgar,
pero en los monumentos mayas también existen formas en las que los de
dos están extendidos, como en la figura de Tepoztlan. Este signo es un
elemento jeroglífico de una amplia y variada utilización, pero es especial
mente un grafem a5 utilizado para el signo Manik. En el sistema de signos
mexicanos corrientes no existe ningún grafema que se parezca, ni remota
mente, a una mano. El signo correspondiente a Manik es llamado Mazatl,
y su grafema es la cabeza de un ciervo (número 9, ilustración 2).
¿E s posible que la figura de la mano de Tepoztlan represente a Manik-
Mazatl? ¿Se encuentran los demás signos en el lugar correspondiente si se
acepta esta suposición? Veamos. En los dos sistemas se utiliza un nombre
61
M éxico^ Doy S tg n $ M-AYA —. D A V 5 1G N S
L ,. © .
i4- xd l l b n A c g tl ^ 5 ^ BEN
t»TT (7 & )
«l ¿ ¿ y
20 q2C2S>
Figura 2. Los signos mexicanos y mayas desde Coatl-Chiccan hasta Cozcaquauhtli-Cib por su
orden. Referencias bibliográficas: 1, 9, 11, 15, 17, 19, 23 y 26 del manuscrito Sahagun; 2 y 5
del Codex Zouche; 12 y 13 del manuscrito Fejervary-Mayer; 14 del Codex Telleriano-Remen-
sis; 21, 24 y 29 de Caractére des inscriptions de Seler; 3, 4, 6, 13, 16, 18, 20, 22, 25, 27, 28,
30 y 33 de la lntroduction to Maya hieroglyphs de Morley (los signos 3, 18 y 28 de p. 38, el
33 de p. 95, los restantes de p. 39); 7, jeroglífico del dios de la muerte, del Codex de Dresde,
p. 15; 8, representación de un esqueleto humano de Uxmal, del j4ríe maya de Spinden, y
32, Codex Peresianus, del Arte Maya de Spinden, p. 94; 10, del Codex Tro-Cortesianus; 18a,
jeroglifico maya basado en la cabeza de perro y relacionado con Oc (18), del Codex de Dresde.
62
similar para indicar el signo que se encuentra delante de Manik-Mazatl,
Cimi en maya y Miquiztli en azteca, significando ambos «muerte». En los
los dos sistemas, el grafema es una cabeza de muerto, o la cabeza del dios
de la muerte, aunque estilísticamente sean diferentes en los dos sistemas.
El número 5 de la ilustración 2 muestra el tipo azteca de grafema, un crá
neo sin carne; el número 6 de la ilustración 2, el tipo maya; y el número 7
de la ilustración 2 el jeroglífico del dios maya de la muerte, como aparece
en los códices mayas. Ahora bien, la dirección de las escrituras azteca y
maya es como la nuestra, de izquierda a derecha. La figura qun se encuen
tra a la izquierda de la mano (número 9, ilustración 1), no guarda ninguna
semejanza con Miquiztli o con Cimi. Pero, aunque parezca extraño, la figu
ra que se encuentra a la derecha de la mano (número 11, ilustración 1),
muestra una curiosa semejanza con el jeroglífico maya del dios de la muer
te. Los dos prefijos adosados a la cabeza son especialmente característicos
de este grafema y, en realidad, no se encuentran en ningún otro. Sin em
bargo, el jeroglífico de Tepoztlan tiene un sufijo que no se halla en el gra
fema del dios de la muerte, pero que sí es un elemento en otros jeroglífi
cos mayas. Es particularmente característico del signo mensual Kankin y,
de acuerdo con Seler, representa un esqueleto humano. Parece estar rela
cionado con el esqueleto representado en el número 8 de la ilustración 2,
tomado de la ilustración 115, página 86, de la obra de Spinden Arte maya,
donde el autor trata sobre el simbolismo artístico de los huesos y la muer
te entre los mayas.
El hecho, que pronto se probará, es que nos encontramos aquí con una
inscripción que, por alguna razón desconocida, ha sido escrita en orden in
verso, o sea de derecha a izquierda y este signo del dios de la muerte co
rresponde a Cimi-Miquiztli. Una vez que se haya notado esto, el estudioso
del tema pronto se dará cuenta de la existencia de otro signo maya; nos
referimos a la novena figura a la izquierda de la mano, número 1 de la
ilustración 1. En el sistema mexicano, la novena figura después de Mazatl
es llamada Cozcaquauhtli, y su grafema es la cabeza de un buitre (núme
ro 31, ilustración 2), o la de un águila con cuello. En el sistema maya, el
noveno signo después de Manik es llamado Cib, y su grafema (números
32 y 33, ilustración 2) es una línea curvada, en forma de interrogante, y a
veces más bien en forma de C invertida o vuelta hada atrás, y esta última
es también la forma de la figura de Tepoztlan.
Las dos tildes que hay sobre la curva no se encuentran en la Cib maya,
pero, no obstante, confirman la identificadón. Partiendo del hecho de que
el signo Cib se representaba a menudo en vasijas de líquido, Seler lo. aso-
d ó a un signo similar que los aztecas colocaban en sus vasijas de bebida,
y le llamó ometoch, del dios de la intoxicadón, Orne Tochtli, que literal
63
mente significa «Dos Conejos». Este dios es representado a menudo (como
por ejemplo, en el Manuscrito de Sahagún, en Madrid, por su nombre
Totochtin), llevando un escudo con un signo muy similar al de la figura
de Tepoztlan. Una nota azteca, recogida en la imagen de Sahagún, dice que
el dios lleva un ometocb-chimalli, o sea, «escudo con la divisa Dos Cone
jos». En el presente caso las dos tildes son más bien la expresión usual
numérica de tal nombre. Se considera que Orne Tochtli y Tepoztecatl son
las mismas divinidades o muy relacionadas entre sí, de forma que el culto
de que se les hizo objeto en Tepoztlan pudo haber dado lugar al empleo
de su emblema como un grafema de uso corriente, aunque no se utilizara
en ningún otro sitio. L a cuestión es que ellos lo debieron de haber em
pleado no para Tochtli o «Conejo», sino para Cozcaquauhtli o «Buitre»,
que de todos los signos es el que corresponde en posición con Cib maya.
Veamos ahora la posición de los demás signos que van desde el núme
ro 10 o Manik hasta Cib. E l número 9 está demasiado estropeado para ser
claramente reconocido; sin embargo, por comparación con la forma del
signo mexicano para Tochtli, número 12 de la ilustración 2, se ve cierta
semejanza con esta forma.
E l próximo signo, el número 8, está muy junto al número siguiente,
el 7, y se encuentra en un ángulo en el que la franja da la vuelta a la
pared. Si se le compara con el grafema del signo azteca Atl («agua»),
mostrado en el número 14 de la ilustración 2, se verá claramente la seme
janza.
La próxima figura, el número 7, ocupa el lugar del azteca Itzcuintli
(«perro») y del maya Oc. Muestra una cabeza que se parece más a un
tucán, o a un ave de estas características, que a un perro. Desde luego,
tiene muy poca semejanza con la representación naturalista de la cabeza
de un perro (número 17, ilustración 2), que es el grafema del sistema me
xicano para este signo de uso corriente. Sin embargo, una cabeza conven
cional similar al tucán, mostrada en el número 18-a de la ilustración 2, que
es uno de los elementos jeroglíficos más comunes en los códices mayas,
deriva de la cabeza del perro, según Beyer.6 El signo maya que corresponde
a Itzcuintli es llamado Oc y tiene dos formas distintas de grafema. La
forma de los códices no tiene semejanza con el de Tepoztlan. Se puede
comparar la forma de las inscripciones mayas, mostrada en el número 18
de la ilustración 2, con la forma de Tepoztlan. También se puede ver que
el jeroglífico maya del perro siempre lleva un sufijo que contiene una figu
ra doblemente lobulada, mientras que el jeroglífico de Tepoztlan muestra
64
junto a la cabeza un armazón cuadrado conteniendo una figura doblemente
lobulada.
El signo número 6 muestra cierta semejanza con el Chuen maya, nú
mero 20 de la ilustración 2, y es bastante desigual a la cabeza naturalista de
mono correspondiente al Ozomatli azteca (número 19, ilustración 2).
El signo 5 corresponde con el grafema azteca por la misma posición.
Aunque está mucho más desgastado y parece haberse esculpido una cavidad
en la piedra, ajena a la misma figura, se puede reconocer la lengüeta sa
liente característica de Malinalli (compárese con la forma de Malinalli mos
trada en el número 22 de la ilustración 2).
En la posición adecuada, el signo 4 muestra los rasgos característicos
de ciertas formas del Actl mexicano (compárese especialmente con la for
ma mostrada en d número 24 de la ilustración 2). El Ben maya, número 25
de la ilustración 2, es bastante diferente.
El signo 3, sin embargo, es muy extraño. Desde luego que no es nada
similar al O cdotl mexicano, una imagen de jaguar representada en la figu
ra número 26 de la ilustradón 2. Pero tampoco existe ninguna semejanza
exterior con el Ix maya, números 27 y 28 de la ilustración 2. Y, sin em
bargo, contiene de un modo muy curioso dos elementos d d grafema Ix.
El elemento realmente esendal del grafema son los tres puntos, y en la
figura de Tepoztlan destacan preferentemente tres grandes puntos en la
parte izquierda y otros tres más pequeños en la derecha. E l distintivo de
la forma del códice son las dos líneas convergentes, y d signo de Tepoztlan
contiene una figura recortada en forma de escudo dentro de la cual se han
colocado dos líneas emplazadas de forma similar.
El signo 2 no tiene semejanza con d Men maya (número 30, ilustra
ción 2), ni con la forma ordinaria d d Quauhtli azteca, una cabeza de águi
la. Sin embargo, Seler7 reproduce una forma de Quauhtli (número 29, ilus
tradón 2) en que el águila lleva un adorno sobre la cabeza, cuyos rasgos
prindpales concuerdan con la figura de Tepoztlan. Esto nos lleva al signo
número 1 o G b , que ya hemos discutido. Detrás de éste existe otro signo
que no he mostrado porque se encuentra muy deteriorado y es muy difícil
representarlo y no estaba seguro de poder dibujarlo correctamente. No
muestra ninguna semejanza con el Olin azteca o el Caban maya, cuyas fi
guras no inducen a error.
¿Qué muestra la franja a la derecha d d signo l i o Cimi? Un espacio
en blanco en d que la piedra ha sido arrancada. Detrás de este espacio
aparece un signo más, d número 12. Desde luego que no sabemos si en
este espado se esculpieron algunos signos, y si fue así tampoco sabemos
65
5. LENGUA»
cuántos fueron, aunque yo diría que el espacio sólo podría contener dos.
Si suponemos que en este espacio hubieran existido dos signos, el número
12 se convertiría en el 14, la posición del Calli azteca o del Akbal maya,
ninguno de los cuales tiene semejanza con él. Se trata de una quijada de
serpiente, muy convencional,- y es un motivo artístico muy común en
América central. Por lo tanto, creo que debemos aceptar la suposición de
la existencia de otros dos signos en el espacio en blanco, admitiendo que
nos encontramos aquí con el signo anterior a Cimi-Miquiztli, que es el
Chicchan maya (números 3 y 4 de la ilustración 2) y el Coad azteca, que
significa serpiente (números 1 y 2 de la ilustración 2). La forma azteca
común de la última figura no está convencionalizada hasta ese punto.
Quizá Novelo se refiere a estas figuras en sus palabras:
... hay otros jeroglíficos cuya interpretación no ha sido posible hacer, algunos de
los cuales tienen cierta semejanza con los mayas.
... parece existir en los relieves de origen tlahuica (Tepoztlan y Xochicalco) cierta
influencia maya cuya cultura floreció en México, como se sabe, en los primeros siglos
de la Era Cristiana.
Novelo también nos dice que peregrinos de mucho más allá de Chapas
y Guatemala, regiones de antigua cultura maya, acostumbraban visitar el
santuario de Tepoztlan.
Ahora bien, es ciertamente algo inesperado encontrar aquí, no lejos de
la ciudad de México, signos comunes indicados por grafemas que, como
Cib y Manik, habían sido esculpidos en las estructuras del antiguo imperio
maya en la lejana Centroamérica, un milenio o más antes de la fecha en
que aparecen en el templo azteca junto con formas aztecas ordinarias. ¿Y
por qué la serie de signos están esculpidos al revés? La única cosa compa
rable en que puedo pensar es nuevamente maya. Se trata del hecho de
que las inscripciones mayas colocan un número de series en orden inverso
cuando se trata de contar en el pasado: o sea cuando su total se tiene que
deducir, y no añadir, a una fecha determinada para llegar a otra segunda
fecha. ¿Acaso esta inscripción de Tepoztlan muestra el tonalamatl retroce
diendo al pasado?
Por primera vez nos encontramos aquí con una prueba definitiva y cla
ramente demostrable de que existió contacto entre los jeroglíficos náhuatl y
los mayas primitivos. Toda la cuestión de la relación entre los grafemas
mexicanos y mayas, como también se revela en otras partes, es algo que
espero poder tratar más extensamente, y desde un punto de vista lingüístico,
en otro momento.
66
LO S ASPECTOS PRECISO Y SEGM ENTATIVO
EN LO S VERBOS D E LA LENGU A H O PI *
Los verbos de la lengua hopi son notables por su gran riqueza y expre
sivo desarrollo de los aspectos y voces verbales. En este ensayo no hablaré
de las nueve voces {intransitiva, transitiva, reflexiva, pasiva, semipasiva,
resultativa, pasiva diferida, posesiva y cesativa), y en cuanto a los nueve
aspectos (preciso, durativo, segmentativo, preciso-segmentativo, inceptivo,
progresional, espacial, proyectivo y continuativo), sólo hablaré de dos. Se
notará que no existen los aspectos perfectivo e imperfectivo; de hecho, la
lengua hopi no formaliza de este modo el contraste entre cumplimiento e
incumplimiento de la acción. Sus aspectos formalizan diferentes variedades
del contraste entre punto y extensión de emplazamiento del fenómeno,
haciéndolo indiferentemente en tiempo, en espacio, o en ambos a la vez.
E l hopi también tiene tres tiempos: positivo o presente-pasado, futuro, y
generalizado o usitativo. Los verbos hopi pertenecen a siete clases o con
jugaciones que tienen sistemas inflexivos ligeramente diferentes. La prime
ra conjugación, que es la más grande y creativa, contiene unas pocas
categorías que no se encuentran en las demás conjugaciones; entre éstas
nos encontramos con el aspecto segmentativo.
El vocablo simple del verbo de la primera conjugación es una sencilla
raíz de la forma CVCV, que se encuentra en tercera persona de singular de
la voz intransitiva, aspecto preciso y tiempo presente-pasado. E l aspecto
segmentativo está formado por una reduplicación final de esta raíz, más el
sufijo durativo -ta, lo que produce un cambio en el significado del vocablo
simple. E l cambio tiene el siguiente carácter: el fenómeno indicado por
68
que se refiere a la extensión en el espacio como a la continuidad en el
tiempo. Veamos los siguientes ejemplos:
69
Es interesante observar que un gran número de estos movimientos ro
tativos (aunque no todos), vienen indicados por vocablos que acaban en
-ya. Los segmentativos de este tipo de vocablos corresponden a las formas
durativas inglesas que indican movimiento rotativo o víbrativo, por
ejemplo:
maya'yata está vibrando. p'i . ya'yata está batiendo alas.
tytytfyata se está cimbreando. rpya'yata está trazando círculos conti
nuos alrededor.
roya’yata está rodando sobre un eje. Tiya'yata está girando o rodando como
una peonza.
w’i 'ki da un paso sin moverse del sitio. wikVk'ita está dando pasos o bailando en
un sitio.
kvi'la da un paso hacia adelante. k^ila'lata anda hacia adelante (no es «está
andando», expresión inglesa que tiene
un sentido casi preciso).
yo"ko hace una seña con la cabeza. yoko'kota está moviendo la cabeza.
70
Por otra parte, el fenómeno puede ser de perturbación en un punto y
en un medio sutil, o sea una de esa clase de fenómenos que científicamente
serían clasificados como gaseosos o etéricos. Un medio de esta dase propor-
dona escasa o ninguna evidenda de movimiento o de extensión en el espa
d o y en estos casos el aspecto segmentativo sólo indica pulsadón en el
tiempo:
71
za. De acuerdo con las concepciones de la física moderna, el contraste de
la partícula y el campo de vibraciones es más fundamental en el mundo de
la naturaleza que otros como espacio y tiempo, o pasado, presente y futu
ro, que son la clase de contrastes que nos impone nuestra propia lengua.
El aspecto de contraste de la lengua hopi, que acabamos de observar, obli
ga prácticamente al pueblo hopi, al ser obligatorio por la forma de sus
verbos, a percibir y observar los fenómenos vibratorios, animándole ade
más a encontrar nombres y clasificar esta clase de fenómenos. De hecho,
la lengua hopi es extraordinariamente rica en términos con los que se de
signan fenómenos vibracionales, así como los que se emplean para desig
nar los acontecimientos precisos con quienes éstos se encuentran relacio
nados.
72
UN M ODELO INDIO-AMERICANO D EL UNIVERSO *
Creo que es gratuito suponer que un hopi que sólo conoce su lengua
y las ideas culturales de su propia sociedad, tiene las mismas nociones que
nosotros sobre espacio y tiempo, nociones que a menudo se suponen son
intuiciones universales. En particular, un hopi no tiene una noción o
intuición general de tiempo como un continuum que transcurre uniforme
mente y en el que todo lo que hay en el universo marcha a un mismo
paso, fuera de un futuro, a través de un presente y procedente de un pasa
do, o, para cambiar la imagen, en el que el observador es llevado constan
temente por la corriente de la duración, alejándolo del pasado, hacia el
futuro.
Después de un largo y cuidadoso estudio y análisis nos encontramos
con que la lengua hopi no contiene palabras, formas gramaticales, construc
ciones o expresiones para referirse directamente a lo que nosotros llama
mos «tiempo», a conceptos tales como pasado, presente y futuro, duración,
movimiento entendido como cinemática antes que como dinámica (o sea
como un continuo traslado en el espacio y en el tiempo antes que como
una exhibición de esfuerzo dinámico en un cierto proceso), ni siquiera para
referirse al espacio en el sentido de excluir de él a ese elemento de exten
sión o existencia que llamamos «tiempo», de forma que por implicación
* E l manuscrito de ese artículo, junto con las pertinentes notas lingüísticas, se en
contraba entre los documentos dejados por Whorf a su muerte y entregados a Geor-
ge L . Trager. Los doctores Trager y E . A. Kennard publicaron el manuscrito sin hacer
cambios sustanciales y el artículo se presenta aquí como fue publicado en Int. J . Amer.
Linguistics, 16: 67-72 (1950). Por la evidencia y ciertos comentarios encontrados en
la correspondencia de Whorf se supone que fue escrito hada el año 1936.
73
pudiera quedar un residuo al que referirnos considerándolo como «tiem
po». Así, pues, la lengua hopi no contiene referencia alguna al «tiempo»,
ni explícita ni implícita.
Al mismo tiempo, la lengua hopi es capaz de explicar y describir co
rrectamente, en un sentido pragmático u operacional, todo fenómeno ob
servable del universo. Por lo tanto, creo que es gratuito suponer que el
pensamiento hopi contiene cualquier noción de este tipo, como la noción
del «tiem po» que fluye, de supuesto origen intuitivo, como tampoco se
puede suponer que la intuición de un hopi le proporcione esta noción como
una de sus informaciones. Al igual que es posible tener cualquier número
de geometrías diferentes a la euclidiana, que den una información igual
mente perfecta sobre las configuraciones del espacio, también es posible
encontrar descripciones del universo, todas ellas igualmente válidas, que
no contengan nuestros contrastes familiares de espacio y tiempo. El punto
de vista de la relatividad, perteneciente a la física moderna, es uno de
esos puntos concebidos en términos matemáticos, y la concepción univer
sal del hopi es otra bastante diferente, no matemática y sí lingüística.
Así, pues, la lengua y la cultura hopi conciben una metafísica , como
la que nosotros poseemos del espacio y del tiempo y la que posee la teoría
de la relatividad; sin embargo, se trata de una metafísica distinta a cual
quiera de las otras dos. Para describir la estructura del universo de acuerdo
con el pensamiento hopi es necesario intentar — hasta el punto en que sea
posible— hacer explícita esta metafísica, que en realidad sólo se puede
describir en la lengua hopi, mediante significados de aproximación expre
sados en nuestra propia lengua, que, aunque son en cierto modo inadecua
dos, nos permitirán entrar en una consonancia relativa con el sistema que
subraya el punto de vista hopi del universo.
En este punto de vista hopi desaparece el tiempo y queda alterado el
espacio, de forma que ya no es el espacio homogéneo e instantáneamente
independiente del tiempo perteneciente a nuestra supuesta intuición o a la
clásica mecánica newtoniana. A l mismo aparecen en imagen nuevos con
ceptos y abstracciones al intentar describir el universo sin referirnos a esa
clase de espacio o tiempo-abstracciones para las que nos faltan expresiones
en nuestra lengua. Indudablemente, estas abstracciones nos parecerán de
carácter psicológico o incluso místico, conforme nos aproximemos a lo que
intentamos reconstruir para nosotros mismos con objeto de comprender
la metafísica hopi. Se trata de ideas que estamos acostumbrados a consi
derar como parte o bien de las creencias llamadas animistas o vitalistas,
o bien de esas unificaciones trascendentales de experiencia e intuiciones de
cosas no vistas que son sentidas por la conciencia de lo místico o que se
dan en la mística y (o) en el llamado sistema de pensamiento oculto. En
74
la lengua hopi, estas abstracciones son dadas definitivamente, ya sea ex
plícitamente en palabras — términos psicológicos o metafísicos— , o bien
se hallan implícitas en la misma estructura y gramática de esta lengua, al
igual que se pueden observar en la cultura y el comportamiento hopi. H as
ta el punto en que lo he podido evitar conscientemente, no se trata de
proyecciones de otros sistemas exteriores a la lengua y la cultura hopi, rea
lizadas por mí en el intento de hacer un análisis objetivo. Sin embargo, si
místico es quizás un término abusivo a los ojos de la moderna ciencia oc
cidental, se tiene que decir que estas abstracciones y postulados fundamen
tales de la metafísica hopi están justificados pragmática y experimental
mente desde un punto de vista ajeno al hopi y mucho más desde el propio
punto de vista hopi, en comparación con el transcurso del tiempo y el es
pacio estático de nuestra propia metafísica, que en el fondo es igualmente
mística. Los postulados hopis explican igualmente todos los fenómenos y
sus interrelaciones y se prestan mucho mejor a la integración de la cultura
hopi en todas sus fases.
Los fundamentos metafísicos de nuestra propia lengua, pensamiento y
cultura moderna (y no hablo de la reciente metafísica relativista de la cien
cia moderna, bastante diferente) imponen sobre el universo dos grandes
formas cósmicas, espacio y tiempo. Espacio infinito, estático y tridimen
sional; y tiempo cinético unidimensional cuyo transcurrir se efectúa uni
forme y perpetuamente; dos aspectos de la realidad totalmente separados
y desconectados (de acuerdo con nuestra forma familiar de pensamiento).
Además, al transcurso del tiempo lo convertimos en el sujeto de una di
visión en tres partes: pasado, presente y futuro.
L a metafísica hopi también posee formas cósmicas comparable a éstas,
tanto en escala como en extensión. ¿Cuáles son? Impone sobre el universo
dos grandes formas cósmicas que, en una primera aproximación termino
lógica podríamos llamar objetiva y subjetiva . La objetiva comprende
todo aquello que es o ha sido accesible a los sentidos, lo que de hecho
es el universo físico histórico, sin ningún intento de distinguir entre el
presente y el pasado, pero excluyendo todo lo que nosotros llamamos fu
turo. La subjetiva comprende todo lo que nosotros llamamos futuro, pero
NO simplemente esto ; también incluye sin distinción todo lo que llama
mos mental; todo aquello que aparece o existe en la mente o, como pre
feriría decir el hopi, en el corazón, y no se refiere solamente al corazón del
hombre, sino al de los animales, las plantas, las cosas y todas las formas
y materializaciones de la naturaleza en el corazón de la misma. Por impli
cación y extensión, un hopi difícilmente hablará de sí mismo, lo que ya
ha sido notado por más de un antropólogo, como consecuencia de lo car
gado que está su pensamiento de temor religioso y mágico, aspectos que
75
él considera se encuentran incluso en el mismo corazón del cosmos.1 El
reino subjetivo {subjetivo desde nuestro punto de vista, pero intensamente
real y dotado de vida, poder y potencia para el hopi) no solamente abarca
nuestro futuro, una gran parte del cual es considerado por el bopi como
predestinado en esencia, si no en forma exacta, sino también toda la men
talidad, el intelecto y la emoción, cuya esencia y forma típica es el esfuerzo
del deseo lleno de propósitos y la inteligencia de carácter que tiende hacia
la manifestación; una manifestación a la que se resiste y trata de demorar,
pero que es inevitable de una u otra forma. E s el reino de la expectación,
del deseo y del propósito, de la vida vitalizadora, de las causas eficientes,
del pensamiento que piensa por sí mismo fuera de un reino interior (el
corazón hopi) para llegar a una manifestación. Se encuentra en un estado
dinámico, aunque no es un estado de movimiento; no está avanzando hacia
nosotros encontrándose fuera de un futuro, sino que ya está con nosotros
en forma vital y mental y su dinamismo trabaja en el campo del acaecer o
del manifestar, o sea desplegándose por grados, sin movimiento, desde lo
subjetivo hasta llegar a un resultado que es el objetivo. Al traducir al in
glés, el hopi diría que estas entidades en proceso de causalidad «vendrán»
o que ellos — los hopis— «irán hacia ellas», pero en su propio lenguaje no
existen verbos que correspondan a nuestro «venir» e «ir», que significan
movimiento simple y abstracto, de acuerdo con nuestro concepto cinemá
tico puro. Las palabras que en este caso se traducen por «venir» se refieren
al proceso de acontecer sin llamarle movimiento; son «aconteceres hacía
aquí» (pew'i) o «aconteceres de ello» ( angqó) o «llegados» (pitu, en plu
ral oki), refiriéndose, por lo tanto, a la manifestación terminal, a la llega
da actual a un punto dado y no a cualquier clase de movimiento que haya
precedido a la llegada.
Este reino de lo subjetivo o del proceso de la manifestación, que se
distingue del objetivo porque este último es el resultado del proceso uni
versal de aquél, también incluye un aspecto de existencia que nosotros
incluimos en el momento presente (aunque en la lengua hopi se encuentra
en el borde del reino subjetivo, todavía pertenece a él). Se trata de aquello
que está empezando a ponerse de manifiesto, o sea algo que se está co
menzando a hacer, como irse a dormir o empezar a escribir, pero que
todavía no se encuentra en la fase de ejecución completa. A este aspec
to nos podemos referir, y generalmente así lo hacemos, con la misma
forma de verbo que se refiere a nuestro futuro (la forma espectativa
1. A veces se alude a esta idea como a la del «espíritu del aliento» (hikwsu) y
como el «Poderoso Algo» ( ?a?ne himu)\ aunque estos términos pueden tener un sig
nificado menos cósmico, siempre tienen connotaciones temerosas.
76
en mi terminología de la gramática hopi), o bien para desear, querer, tener
ánimo de hacer, etc.,* Así pues, este ángulo más cercano de lo subjetivo
incluye una parte de nuestro tiempo presente, o sea el momento del princi
pio, pero la mayor parte de nuestro presente pertenece, en el esquema hopi,
al reino de lo objetivo y, por lo tanto, no se le puede distinguir de nuestro
pasado. Existe, también una forma verbal, la inceptiva, que se refiere
a este ángulo de comienzo de una manifestación, pero a la inversa, o sea
como perteneciente a lo objetivo, al ángulo en el que está contenida la
objetividad; éste se utiliza para indicar comienzo o principio y en la mayor
parte de los casos no hay diferencia aparente con la traducción del espec-
tativo, de uso muy similar. Sin embargo, aparecen unos puntos cruciales
que determinan unas diferencias significativas y fundamentales. E l in-
ceptivo, en relación con el objetivo y como resultado de éste, y no como
el espectativo, relacionado con el subjetivo y la parte causal, implica el
final del trabajo de causalidad en el mismo momento en que expresa el
comienzo de la manifestación. Si el verbo tiene un sufijo que responde algo
a nuestra pasiva, significa realmente que la causalidad incide sobre un suje
to para obtener un cierto resultado, como por ejemplo en «la comida
está siendo comida»; si a esta frase se le añade el sufijo inceptivo de
forma que se refiera a la acción básica, produce un significado de cesación
causal. La acción básica se expresa en el estado inceptivo y, por lo tanto,
está cesando cualquier causalidad que exista tras ella; así pues, la causalidad
explícitamente referida al sufijo causal es lo que nosotros llamaríamos pa
sado y el verbo incluye esto y el principio y final del estado (un estado de
satisfacción parcial o total del apetito) todo ello en una sola exposición.
La traducción sería «deja de ser comido». Sería imposible comprender
cómo el mismo sufijo puede indicar comienzo y final, sin conocer antes
la metafísica fundamental de los hopis.
Si tuviéramos que aproximar más nuestra terminología metafísica a
los términos hopis, hablaríamos probablemente del reino subjetivo como
del reino de la esperanza . Toda lengua contiene términos que han llegado
a conseguir una extensión cósmica de referencia, que cristalizan en sí
mismos los postulados básicos de una filosofía no formulada, en la que se
recuerda el pensamiento de un grupo determinado de gente, una cultura,
una civilización e incluso una era. Tal ocurre, por ejemplo, con palabras
como «realidad, sustancias, materia, causa» y, como ya hemos visto,
77
«espacio, tiempo, pasado, presente, futuro». Uno de los términos de esta
clase más traducidos en la lengua hopi es la palabra «esperanza» — tunát
ya— «está en la acción de esperar, espera, es esperado, piensa o es pen
sado con esperanza», etc. La mayor parte de las palabras metafísicas del
hopi son verbos, y no nombres, como ocurre en las lenguas europeas. El
verbo tunátya contiene en su idea de esperanza algo de nuestras palabras
«pensamiento», «deseo», y «causa», palabras que a veces se tienen que
utilizar para encontrar una traducción correcta. La palabra es realmente
un término que critaliza la filosofía hopi del universo en relación con su
gran dualismo de objetivo y subjetivo; es el término hopi para subjetivo .
Se refiere al estado de lo subjetivo, no manifestado, aspecto vital y causal
del cosmos, así como a la fermentadora actividad que tiende hada la
fruición y la manifestación, con lo que expresa una acción de esperanza ,
es decir la actividad mental-causal que siempre presiona hacia lo manifes
tado. Como sabe toda persona que conoce la sociedad hopi, el hopi ve esta
actividad germinadora en el crecimiento de las plantas, la formación de las
nubes y su condensación en lluvia, la cuidadosa planificación de las ativi-
dades comunitarias en materia de agricultura y arquitectura, así como en
todas las esperanzas humanas, deseos, esfuerzos por algo y pensamientos,
y la ve espedalmente concentrada en la oradón, en la constante oradón
esperanzadora de la comunidad hopi, asistida por sus esotéricas ceremonias
comunitarias y su secreto, rituales esotéricos en las misteriosas kivas,
oración que dirige la presión del pensamiento colectivo hopi y quiere
pasar de lo subjetivo a lo objetivo. La forma inceptiva de tunátya, que es
tunátyava, no significa «comienza a esperar», sino más bien «se hace ver
dad lo que se había esperado». El por qué tiene que poseer este significado
lógico se comprenderá claramente por lo que ya se ha dicho. E l inceptivo
indica la primera aparidón de lo objetivo, pero el significado básico de
tunátya es actividad subjetiva o fuerza; entonces, el inceptivo es el término
de tal actividad. Se puede decir entonces que el «se hace verdad» es el
término hopi para indicar lo objetivo, en contraste con lo subjetivo y que,
por lo tanto, los dos términos no son más que dos diferentes matices de
inflexión de la misma raíz verbal, al igual que las dos formas cósmicas no
son más que dos aspectos de una misma realidad.
En cuanto a lo que se refiere al espacio, lo subjetivo es un reino
mental, un reino de no espacio en el sentido objetivo, pero parece encon
trarse simbólicamente relacionado con la dimensión vertical, siendo sus
polos el cénit y lo subterráneo, así como con el «corazón» de las cosas,
que corresponde a nuestra palabra «interior» en el sentido metafórico.
Correspondiendo a cada punto del mundo objetivo se encuentra un eje
interior vertical y vital de esta clase, que es lo que nosotros llamamos
78
el futuro. Pero para el hopi no hay futuro temporal; no hay nada
en el estado subjetivo que corresponda a las secuencias y sucesiones aso
ciadas con las distancias y el cambio de las configuraciones físicas que
nosotros encontramos en el estado objetivo. El reino objetivo se extiende
en toda dirección física partiendo desde cada eje subjetivo, que puede
ser imaginado como más o menos vertical y similar al eje de crecimiento
de una planta; sin embargo, estas direcciones están más específicamente
tipificadas por el plano horizontal y sus cuatro puntos cardinales. Lo
objetivo es la mayor forma cósmica de extensión; ocurre en todos los as
pectos estrictamente extensionales de la existencia e incluye todos los in
tervalos y distancias, todas las series y números. Su distancia incluye
lo que nosotros llamamos tiempo, en el sentido de relación temporal entre
acontecimientos que ya han ocurrido. El hopi concibe el tiempo y el movi
miento en el reino objetivo en un sentido puramente operacional — una
cuestión de la complejidad y magnitud de las operaciones que conectan los
hechos— , de forma que el elemento de tiempo no se separa del elemento de
espado que entra a formar parte de la operación, cualquiera que sea aquél.
Dos acontecimientos del pasado ocurrieron hace mucho «tiempo» (la
lengua hopi no tiene ninguna palabra equivalente a nuestro «tiempo»)
cuando entre ellos han ocurrido muchos movimientos periódicos físicos
en forma tal que se haya recorrido mucha distancia, o que se haya acumu
lado una gran magnitud de manifestadón física en cualquier otra forma.
La metafísica hopi no se plantea la cuestión de si las cosas que hay en
un pueblo distante existen al mismo tiempo que las cosas que hay en el
propio pueblo, ya que es francamente pragmática en este aspecto y dice
que cualquier «acontedmiento» en un pueblo distante sólo puede ser
comparado con otro «acontecimiento» en el propio pueblo mediante un
intervalo de magnitud que contenga ambas formas, espado y tiempo. Los
acontecimientos ocurridos a distancia del observador sólo pueden ser
conoddos objetivamente cuando han «pasado» (o sea cuando han entrado
en el reino de lo objetivo), y cuanta mayor sea la distancia, mayor tendrá
que ser el «pasado» (más tendrá que se elaborado desde la parte subjetiva).
E l hopi, con su preferencia por los verbos, en contraste con nuestra propia
preferencia por los nombres, convierte perpetuamente nuestras proposi
ciones sobre las cosas, en proposiciones sobre los acontedmientos. Lo
que ocurre en un pueblo distante sí es actual (objetivo) y no es una
conjetura (subjetivo) sólo puede conocerse «aquí» más tarde. Si no ocurre
«en este lugar», no ocurre tampoco «en este tiempo»; ocurre en «aquel»
lugar y en «aquel» tiempo. Tanto el acontecimiento de «aquí», como el
de «allí» se encuentran en el reino objetivo, que en general corresponde
a nuestro pasado, pero el acontecimiento de «allí» es el más lejano de lo
79
objetivo, queriendo significar esto, desde nuestro punto de vista, que está
mucho más lejos en el pasado, como también lo está en el espado que el
acontecimiento de «aquí».
Conforme el reino objetivo despliega su atributo característico de
extenderse, alejándose del observador hacia esa impenetrable zona remota,
que se encuentra muy lejos en el espado y muy atrás en d tiempo, se llega
a un punto en d que cesa de ser concebible la extensión en detalle, per
diéndose ésta en la vasta distanda; en este punto, lo subjetivo se desliza
por detrás de las escenas y se funde con lo objetivo, de forma que a esta
inconcebible distancia del observador — de todos los observadores— existe
un fin y un comienzo de las cosas, que lo rodea todo y donde se puede
decir que la existenda misma oscila entre lo objetivo y lo subjetivo. Es el
abismo de la antigüedad, el tiempo y el lugar del que se habla en los
mitos, que sólo es conocido subjetiva o mentalmente, el hopi se da cuenta,
e incluso expresa en su gramática, que las cosas dichas en mitos o histo
rias no tienen la misma clase de realidad o validez que las cosas d d mo
mento presente, las cosas de la preocupación práctica. Como consecuenda
de las grandes distandas a que se encuentran d cielo y las estrellas, lo que
se sabe y se dice sobre ellas se hace en forma de suposidón y de indiferen
cia — por lo tanto de un modo subejtivo— , y llega más a través d d eje
vertical interior y d d polo d d cénit, que a través de las distandas objetivas
y de los procesos objetivos de visión y locomoción. Y así, el oscuro
pasado d d mito es aquel que corresponde a la distancia de la tierra (antes
que a la distancia del cido) y que se alcanza subjetivamente como mito
a través d d eje vertical de la realidad vía d polo de nadir — así, pues,
está emplazado debajo de la superfide presente de la tierra, aunque esto
no significa que el país de nadir de los mitos primitivos se encuentre en
una cueva o caverna, como lo podríamos entender. Es Palátkwapi «En
las Montañas Rojas», un país como nuestra tierra actual, pero respecto
al cual nuestra tierra contiene la rdadón de un délo distante— y, de forma
similar, d d d o de nuestra tierra está penetrado por los héroes de los
relatos, que encuentran sobre ella otro rdno similar a la tierra.
Se puede comprender ahora por qué d hopi no necesita utilizar tér
minos para referirse al espacio o al tiempo como tales. En nuestro lenguaje,
estos términos están refundidos en expresiones de extensión, operadón y
procesos cíclicos que prueban que se refieren al reino objetivo sólido. Están
refundidos en expresiones de subjetividad si se refieren al reino subjetivo,
d futuro, los aspectos psíquico-mentales, d período mítico y en general
la distancia invisible y conjetural. Así, pues, la lengua hopi se expresa
perfectamente sin tensiones para sus verbos.
80
CONSIDERACIÓN LIN G Ü ISTIC A D E L PENSAM IENTO EN
LA S COM UNIDADES PRIM ITIV A S *
* Encontré este artículo manuscrito y sin fecha entre los papeles dejados por
Whorf a su esposa y que ésta entregó recientemente a su hijo, Robert Whorf. E l
manuscrito parecía estar completo (excepto ciertos pies de notas), pero, en general, sé
encontraba en un estado hasta cierto punto incompleto que requirió algún trabajo
editorial por mi parte. Las notas añadidas al manuscrito indican que Whorf intentó
prepararlo para su publicación. El manuscrito contenía una lista de personas a las
que pensaba enviar copias de la edición. Entre ellas se encontraban: Jung, N(ayán)
Lfouise) Redfield, Sapir, Carroll, Wayne Dennis (Claude) Bragdon. H . G . Wells y
H . L. Mencken. Podemos establecer que este artículo se escribió hacia finales de 1936
por dos hechos: en primer lugar porque debió ser escrito después de la publicación,
hacia principios de 1936, de su artículo Los aspectos precisos y segmentativos de los
verbos en la lengua hopi, al que se refiere en el presente artículo, y en segundo lu
gar porque probablemente precede al escrito (hacia finales de 1937) de su artículo
Categorías gramaticales, en el que se da una noción algo más desarrollada de cripto-
tipo, que la existente en este mismo artículo.
81
6. LENGUAJE
medio de la lingüística y, como espero mostrar, esta aproximación requiere
un tipo bastante nuevo de enfatizar la cuestión lingüística, tipo que ahora
comienza a emerger gracias al trabajo de Sapir, Leonard Bloomfield y
otros, aunque en su introducción al Manual de las lenguas indio-america
nas, Boas anuncia que está decayendo.
Una de las más claras caracterizaciones del pensamiento es la de Cari
Jung, quien distingue cuatro funciones psíquicas básicas: sensación, per
cepción (G efübl), pensamiento e intuición.1 Para un lingüista, es eviden
te que el pensamiento, en el sentido en que lo define Jung, contiene un
amplio elemento lingüístico de una naturaleza estrictamente patentizada,
mientras que percepción es algo fundamentalmente no lingüístico, aunque
puede utilizar el vehículo del lenguaje, si bien en una forma completamente
diferente del pensamiento. -Se puede decir que el pensamiento es la propia
base del lenguaje, mientras que la percepción se ocupa de valores de per
cepción que, indudablemente, posee el lenguaje, pero que se encuentran
más bien en sus límites. Éstas son las dos funciones racionales de Jung,
y por contraste, sus dos funciones irracionales, la sensación y la intuición,
pueden ser definidas limpiamente como no lingüísticas. Cierto que se
encuentran involucradas en los procesos de hablar, escuchar y comprender,
pero sólo en una parte infinitesimal de toda su extensión. Así, pues, pode
mos ser capaces de distinguir el pensamiento como la función que es amplia
mente lingiiística.12
1. Debo decir, para el lector que quizá no esté preparado a aceptar todos los
puntos de vista de Jung, que la concepción de estas funciones es, esencialmente, la
dq antiguos psicólogos, tales como Wundt, a quienes, no obstante, él afiade su propia y
penetrante explicación y clarificación de los aspectos fundamentales. Uno de los factores
distintivos en el punto de vista de Jung es que sus cuatro funciones no solam entejon.
distinguidas cualitativamente, sino como sistemas de energía separados que operan
dentro de un principio enérgico, la libido de Jung, cuyos rasgos son contrastados con
puros procesos y complejos: (se trata de sistemas relativamente cerrados). En otras
palabras, si entiendo correctamente a Jung, nada de la libido o energía disponible
para el pensamiento, puede transformarse en percepción o sensación y viceversa,
excepto mediante la entrada en el inconsciente y la llegada a un punto tan lejano que
alcance el estado primitivo indiferenciado. Este concepto de la libido ha probado tener
un considerable valor psiquiátrico y también puede tener significado para la «lingüís
tica del pensamiento», si es cierto que la energía psíquica disponible para los procesos
lingüísticos (incluidos en la función del pensamiento) es una energía diferenciada con
tenida en un sistema cerrado, no siendo transferible entre tales sistemas. Sin embargo,
este punto de vista de Jung es, sin duda alguna, necesario para la aproximación lin
güística al pensamiento que trato de realizar aquí (estos puntos de vista de Jung se
pueden encontrar en Psychological types, traducido por Baynes, Nueva York y Lon
dres, 1923).
2. Algunos han supuesto que el pensamiento es enteramente lingüístico. Creo que
Wat son sostiene o sostuvo este punto de vista y su gran mérito es que él fue uno de
82
La parte lingüística del pensamiento silencioso , el pensamiento sin
expresión hablada, es de una naturaleza que hasta ahora ha sido muy poco
apreciada. Básicamente, el pensamiento silencioso no es la supresión del
habla, o palabras murmuradas de modo inaudible, o agitaciones laríngeas
silenciosas, como algunos han llegado a suponer.*3 Esta clase de explica
ción sólo parece plausible al punto de vista lingüístico no sofisticado, de
«sentido'común». Pero el «sentido común» ignora que el hablar significa
utilizar una compleja organización cultural, al igual que ignora las orga
nizaciones culturales en general. E l sentido o el significado no es el resulta
do de palabras o morfemas, sino de una relación patentizada entre palabras
o morfemas. Los aislamientos de un morfema, como «¡Ju an !» o «¡ven !»,
son patentes o fórmulas de un tipo altamente especializado, y no meras
unidades.4 Las palabras y morfemas son reacciones motoras, pero los fac
tores de unión entre palabras y morfemas, que producen las categorías
y señalizaciones en los que reside el significado lingüístico, no son reaccio
nes motoras; corresponden a procesos y uniones nerviosas de un tipo NO
motor, silencioso, invisible e imposible de ser observado individualmente.5
83
No son las palabras murmuradas, sino la relación entre ellas lo que les
permite actuar juntas con cualquier resultado semántico. Es precisamente
esta relación la que constituye la verdadera esencia del pensamiento en lo
que éste tiene de lingüístico, y es esto lo que, en su último resorte, produ
ce el murmullo, los temblores laríngeos, etc., lo que, semánticamente, es
de trop. Los procesos no motores, que son la cuestión esencial, se encuen
tran, por su naturaleza, en un estado de unión, de acuerdo con la estruc
tura de la lengua dada. Las activaciones de estos procesos y uniones en
cualquier sentido, ya sean con, sin, o al margen del comportamiento larín
geo, dentro de la vanguardia de la conciencia o en lo que se ha dado en
llamar «la honda profunda de cerebración inconsciente», son, en cual
quier caso, patentes lingüístiscas y a todas ellas se las puede llamar pen
samiento.
Más aún, un análisis del pensamiento silencioso en relación con los
temblores motores correspondientes a las palabras y morfemas suprimidos,
ya no será un verdadero análisis del pensamiento, como el análisis del
lenguaje en relación con las palabras y morfemas actuales ya no será un
verdadero análisis del lenguaje. Hasta la gramática más cruda y aficionada
lleva a cabo un análisis mucho más efectivo, y cualquier gramática cientí
fica es, necesariamente, un análisis profundo de las relaciones.
Por ejemplo, el género en inglés es un sistema de relaciones que posee
uná mínima representación en morfemas. Sus únicas reacciones motoras
son los dos pronombres «él» y «ella».6 Los procesos motores que efectúan
la unión nominal son índíferenciados en género, pero la unión entre un pro
ceso motor de esta clase y otro proceso motor, realizado por el pronombre
personal «él» o «ella» (A) está diferenciado en género (B), un proceso no
motor, desde el momento en que los dos procesos motores son contrarios
e incluso pueden ir separados por un prolongado período de descanso.
E l género de los nombres, como en el caso de boy, girl, father, wife, únele,
woman, lady, incluyendo cientos de nombres propios, como Jorge, Fedé-
guaje. Si el pensador que está siendo estudiado habla nuestra propia lengua (digamos
el inglés), entonces el necesario y penetrante estudio de la lengua inglesa que se re
quiere sólo puede ser llevado a cabo por un investigador que haya estudiado y sea
capaz de contrastar ampliamente los diferentes tipos de lenguaje inglés, yar que sólo
de esta forma puede despertarse en el frente de vanguardia de la conciencia un sen
tido de la existencia de relaciones puras que no corresponden con ningún concepto
verbalizado, pero que, a pesar de ello, gobiernan absolutamente las uniones de los mor
femas y forman los canales del pensamiento. (Este pie de nota está extraído de un
borrador preliminar y parece representar lo que Whorf intentaba explicar en este
punto. — JBC ). 1
6. Incluyendo, desde luego, sus inflexiones «suyo», «a él», «suya», «a ella».
84
rico, María, etc.,* no contienen en cada proceso motor ninguna señal dis
tintiva de género, como el latín -us o -a; & pesar de ello, cada una de estos
miles de palabras tienen una ligazón invariable que las conecta con abso
luta precisión con cualquiera de las dos palabras «él» o «ella», a pesar
de lo cual esto no se pone de manifiesto en el comportamiento hablado,
a menos que así lo requieran las situaciones especiales de la conversación.7
Estos miles de procesos de unión que reviven alrededor del punto común
del pronombre y que se ramifican hacia todos los miles de nombres de un
género, forman una especie de complejo psíquico que pertenece al ámbi
to de lo no motor (A) y de lo no efectuado (B), la función pensadora en la
definición de Jung (C), el orden lingüístico y cultural.
No existe ninguna razón evidente por la que un complejo de esta clase
no pueda entrar en varias relaciones funcionales con otro material de
pensamiento, sin tener que significar necesariamente la activación de cual
quiera de las palabras individuales o señales con las que está conectado.
Podemos estar pensando, por ejemplo, en la división del trabajo entre los
sexos de una determinada cultura, sin tener que pensar en las palabras,
más bien teóricas, de «femenino» y «masculino», refiriéndonos continua
mente a ellas en muestras meditaciones sobre el tema. Probablemente, lo
que hacemos cuando nos enfrentamos con una cuestión de esta clase, es
desmenuzar los hechos en términos de una especie de conciencia habitual
o de dos clases de sexo como un hecbo continuamente clasificatorio en
nuestro mundo del pensamiento, algo completamente diferente al sexo
como concepto o al sexo como valor perceptivo. La base de este esbozo
indefinido, abstracto y sin palabras, sobre la clasificación sexual, no es una
palabra como «sexo» o «femenino» o «mujer»; es una relación lingüística,
que se distingue de una manifestación lingüística. Probablemente, en
inglés es úna subida hacia una mayor condencia de los dos grandes com
plejos de uniones que pertenecen al sistema lingüístico sexo-género. Se
puede dedr que lo que funciona en la meditadón es la completa presión
pronominal de unión de palabras como Jorge, y Guillermo, o de palabras
como Juana y Susana, y NO un CONCEPTO verbal como «masculino^ y
«femenino». Sin embargo, es evidente que en una lengua que no posea
85
género, como por ejemplo el chino o el hopi, cualquier pensamiento no
puede ser en términos de clasificación sexual, de esta naturaleza; posible
mente, operaría alrededor de una palabra, de una percepción, de una imagen
sexual, de un símbolo o de cualquier otra cosa.
A una clasificación lingüística como la del género inglés, que no está
abierto a las palabras de la clase, pero que opera mediante un iñvisible
«centro de cambio» de uniones, de tal forma que determina a ciertas pala
bras que marcan la clase, le llamo una clase cerrada, en contraste con
una dase abierta , como el género en latín. La lengua navajo tiene una
clasificación cerrada de todo el mundo de objetos. Esta dasificación está
basada en parte en la animación y en parte en el contorno. Los cuerpos ina
nimados pertenecen a dos dases que los lingüistas han llamado «objetos
redondos» y «objetos largos».8 Naturalmente, estos nombres confunden.
Intentan representar lo sutil en términos de tamaño, y fracasan. La misma
lengua navajo no posee términos que representen adecuadamente el géne
ro. Un concepto cerrado, como un género cerrado, es tan definible como el
abierto, y, a su modo, tan definitivo como un concepto verbal como «fe
menino», pero de una clase diferente; no es el análogo de una palabra, sino
de un sistema de relación, y d darse cuenta de ello presupone una cuali
dad intuitiva; decimos que es sentido antes que comprendido. Posible
mente es la clase de concepto o idea que en la filosofía hindú se llama
arupa, sin forma. Los llamados nombres navajos «redondo» y «largo» no
están marcados en sí mismos, ni siquiera por pronombres. Sólo están
marcados por el uso de ciertos vocablos verbales importantes. Muchos ^
otros vocablos verbales son indiferentes a la distinción. Un nuevo objeto,
para el que el navajo no tenga un nombre, será colocado en una clase u
otra por analogía; no la clase de analogía que utilizaríamos nosotros, sino
la guiada por los contenidos de los dos complejos navajos.
Una clase lingüística cerrada puede no tener que enfrentarse con
ninguna gran dicotomía de objetos, puede tener un significado muy sutil,
y puede no tener ninguna señal abierta, aparte de ciertas «reactancias»
distintivas con ciertas formas de señal abierta. Aparece entonces lo que yo
llamo un criptotipo . Se trata de un significado sumergido, sutil y elusivo,
que no corresponde a ninguna palabra actual, pero que ante un análisis
lingüístico muestra ser funcionalmente importante en la gramática. Por
ejemplo, la partícula inglesa UP, en el sentido de «completo,/hasta un final»,
como en break it up, cover it up, eat it up, open it u p * puede ser apli-
86
cada a cualquier verbo de una o dos sílabas acentuadas inicialmente,
excepto a los verbos que pertenecen a cuatro criptotipos especiales. Uno
de ellos es el criptotipo de dispersión sin unión, ya que no decimos spread
it up, waste it up, spend it up o filter it u p .** Otro es el criptotipo de
oscilación sin agitación de las partes; no decimos rock up a eradle, nod
up one’s h e a d ,*** etc.9 E l tercero es el criptotipo de impacto no perma
nente, que también incluye reacción psicológica: kill, fight, e t c .,* * * * ya que
no decimos whack it up, stab it up, etc.* 10 El cuarto criptotipo es el de
los verbos de movimiento directo, como move, pulí, put, etc.,** con quie
nes el UP no tiene el sentido direccional de «hacia arriba» o sentidos
derivados, aún cuando este sentido pueda ser contradicho por el verbo
y aún cuando produzca un efecto de absurdidad, como drip it u p .* * *
Aparte de estas series de criptotipos, la partícula UP puede ser utilizada
libremente con los verbos transitivos en sentido completivo-intensivo.
Otro criptotipo inglés es el de los verbos transitivos que tienen un
significado de cubrir, cerrar y adosar a la superficie, la. reactancia de los
cuales es que el UN- puede ser colocado delante para denotar el sentido
opuesto. Nosotros decimos uncover, undress, unfold, y no unbreak, undry,
etc étera .**** A excepción de unas pocas palabras, la mayor parte de las
cuales son semiarcaicas, la utilización del UN- como un prefijo reversivo
en los verdaderos verbos coincide con la circunscripción centrípeta y el
traducción de las palabras inglesas dejadas en el original es: separarlo, cubrirlo, co
merlo, abrirlo, en el sentido arriba indicado de acabar de terminar la acción.
* * N. del T. Despliégalo, derróchalo, fíltralo. Esto se puede comprender fácilmen
te si se piensa que algo se puede «abrir hasta un final», sin pasar de ahí porque ya
no hay nada más para abrir, mientras que algo se puede desplegar ad infinitum.
* * * N. del T. mece una cuna, ondee una bandera «hasta el final».
9. En una nota marginal, Whorf cita shake up (sacudir, agitar), aparentemente
/ para indicar que este verbo implica agitación de partes. Por otra parte, el lector pue
de notar que toda esta discusión se refiere solamente a verbos transitivos (en inglés),
como se dice explícitamente al término del párrafo. — JBC.
* * * * N. del T. matar, luchar.
* N. del T. pégale, apuñálalo, «hasta el final».
10. En una nota marginal, Whorf alude a expresiones tales como strike up a
batid (separa un lazo de unión), pero afirma que estos verbos no son verdaderos tran
sitivos y no pueden ser tomados en consideración. También se refiere del mismo
modo a verbos como sing y cry (cantar y llorar).
* * N. del T. mover, empujar, poner.
* * * N . del T. gotea «h ada arriba».
* * * * N . del T. la partícula un indica en inglés lo contrario que significa el
verbo. Si dress es vestirse, undress es desnudarse. Las traducciones de estos verbos
son: descubierto, desnudarse, desplegado. Equivale, pues, a nuestras partículas des o
in. Dry es seco, por lo que no se puede decir undry, «deseco».
87
significado añadido.11 En la lengua inglesa no existe una sola palabra que
pueda proporcionar un verdadero indicio de este significado, o en la que
podamos comprender este significado, ya que el significado es sutil, intan
gible, como es típico del significado de los criptotipos. A pesar de todo,
esta idea sin forma delimita una clase bastante definida de palabras y
formas gramaticales, y puede ser sacada de su propio plano de formación
de pensamiento y comprendida de un modo semi-intuitivo. Para hacerlo
así, solo se necesita meditar sobre el significado del criptotipo, por ejemplo
de los verbos típicos que toman UN-, o bien utilizar métodos de libre
analogía, correspondientes a los métodos de «libre-asociación» utilizados
por Freud y Jung. Así, pues, yo puedo imaginarme un verbo nuevo, que
llamaremos flimmick.. Si flimmick significa, por ejemplo, «atar una cade
na», entonces cae dentro del ámbito del criptotipo y puedo decir por
ejemplo he unflimmicked the dog (él desató el perro-). Pero si significa
«puso aparte», no existirá una tendencia a utilizar la forma unflitnmick
en el sentido de «juntar» y, por ejemplo, no diríamos he unflimmicked the
set of radio parís (él no puso aparte el juego de piezas de la radio). Una
forma de este tipo nos parecería extraña e inaceptable. De modo similar, si
hubiéramos conocido este criptotipo antes de la adopción de palabras nue
vas como camouflage, hubiéramos podido predecir que sería imposible decir
uncamouflage.
En contraste con el criptotipo doy el nombre de fenotipo a la cate
goría lingüística que tiene un significado de clase aparentemente claro y
una señal formal o morfema que la acompaña; es decir que el fenotipo
es la categoría morfológica «clásica». Los significados de up y un son feno
tipos, así como los variados tiempos, aspectos, voces, modos y otras
formas características que estudia toda gramática. Hasta el momento actual,
la investigación gramatical se ha preocupado principalmente del estudio
de los fenotipos. Un cierto tipo de gramática procede como si el significa
do lingüístico residiera por completo en ellos. El antropólogo no debe
sentirse satisfecho con una gramática de esta clase, como tampoco se senil.
il. Por una nota marginal se evidencia que Whorf intentaba considerar las pa
labras unstart, unbalance/ y undo (no empezar, desequilibrar y desvirtuar).- Whorf
también podía haber intentado prevenir al lector contra el peligro de confundirse con
formas de participios o adjetivos, como unbroken, unheated, unopened (irrompible,
incalentable, inabrible), en las que el prefijo un- no denota el reverso de una acción,
sino de una condición expresada mediante un adjetivo. E s interesante especular con
la posibilidad de que la razón por la que palabras como tinsay, unmake (no dicho, no
hecho) se encuentren ahora en desuso se deba precisamente al heeno de que han
tenido que rendirse a la presión del criptotipo, representado por palabras tales como
uncover y undress. — JBC.
88
tiría satisfecho con una etnología que únicamente describiera la conducta
positiva, ignorando los tabúes y las prohibiciones. Se puede demostrar que,
al menos en algunas lenguas, el significado lingüístico es el resultado del
entrejuego de los fenotipos y los criptotipos, y no sólo de los fenotipos.
Así, pues, la utilización de las formas de aspecto y tiempo en la
lengua hopi está gobernada a menüdo por los criptotipos. Ellos gobiernan,
por ejemplo, la forma de expresar el comienzo de una acción o estado,
mientras que en inglés «comienza a hacer» o «comienza a ser» forma. En
primer lugar se utiliza una forma diferente (fenotipo), dependiendo de si
el verbo es activo o inactivo (pasivo o estático), y ésta es una distinción
criptotípica, ya que el aparato formal de la gramática hopi no expone nin
gún contraste activo-versus-inactivo. Y mán aún, el hopi clasifica el estar
«en, a, sobre» o en cualquier otra relación espacial, como algo activo,
mientras clasifica como inactivo el ser «rojo, largo, pequeño, hermoso,
tiroteado». En realidad, en este caso se pueden aplicar mucho mejor térmi
nos como causal e incausal, antes que activo y pasivo. En segundo lugar,
si el verbo es activo, el fenotipo del principio depende de cual de los
tres criptotipos activos está involucrado. Con la mayoría de los verbos se
puede utilizar el aspecto inceptivo, o el tiempo futuro. El análisis parece
indicar que el hopi considera el sujeto de estos verbos como actuando en
y a través de la acción mediante un proceso de ajuste dinámico. El sujeto
se ajusta progresivamente a la acción, y este ajuste se mantiene precisa
mente mediante la acción, bien para desarrollar, o bien para estabilizar
y continuar el efecto. En este caso, la lengua hopi incluye conceptos como
dormir, morir, reír, comer, así como la máyor parte de las funciones
orgánicas y de las operaciones alterativas, como por ejemplo cortar, flexio-
nar, cubrir, emplazar y miles de otras más.12 E l segundo criptotipo sólo
utiliza el tiempo futuro para expresar comienzo e incluye verbos de mo
vimiento uniforme y rectilíneo, como correr, huir, marchar, llegar, estar
en un sitio o en cualquier relación espacial, abrir, cerrar y algunos otros.
El análisis indica que en este caso, el sujeto está clasificado como algo que
, asume instántaneamente un estado completamente nuevo que no actúa tan
dinámicamente en o a través de un proceso. El tercer criptotito expresa
comienzo con un significado de aspecto proyectivo, un fenotipo que, utili
zado en cualquier otra parte, significa «lo hace con un movimiento hacia
adelante». Este criptotipo implica que el sujeto queda abarcado y asimila
do en un campo de influencia que marcha junto con él; este campo consiste
en fenómenos gravitacionales y de movimiento-inercia, como caer, desplo-
12. Marginalmente, Whorf dice que esto es «extraño al principio, pero reve
lador».
89
marse, brincar y, a pesar de lo raro que nos pueda parecer, salir y entrar.
De acuerdo con la lógica de la lingüística hopi, una persona que está a
punto de entrar o salir de una casa se «echa hacia adelante» y cae bajo
una nueva influencia, como una persona que cae o resbala.
L o que necesitan ver claramente los antropólogos, que en su mayor
parte pueden haber llegado a la idea de que la lingüística es más bien una
ciencia altamente especializada y técnicamente aburrida y que se encuentra
en un rincón muy alejado de la tarea antropológica, es que la lingüística
es esencialmente la investigación del significado . Al lego en la materia,
le puede parecer que está desordenadamente absorbida en buscar y deter
minar distinciones en los sonidos, llevar a cabo una cierta gimnasia fonética,
y escribir complicadas gramáticas que sólo leen los gramáticos. Pero el
hecho, bien simple, es que su principal preocupación consiste en ilumjnar
la profunda oscuridad del lenguaje, y por lo tanto, buena parte del pensa
miento, de la cultura y de la imagen de la vida que posee una comunidad
dada, con la luz de ese «algo dorado», como he escuchado llamar a ese
transmutable principio del significado. Como he intentado demostrar, esta
tarea llega mucho más allá de aprender a hablar y comprender el lenguaje
como suele concebir el profesor práctico del lenguaje. El investigador de
la cultura debería poseer un ideal de la lingüística, considerándola como
una aproximación que sirva para descubrir los problemas de la psicología,
algo que quizás haya evitado tomar en consideración..., un cristal por el
que ha de mirar y a través del que, si se enfoca bien, aparecerán las ver
daderas formas de muchas de esas fuerzas que hasta ahora no han sido
para él más que el vacío inescrutable del pensamiento invisible y sin cuerpo.
90
tanto, en el mundo semítico continuó persistiendo una gramática formal.
Las gramáticas clásicas hebrea y árabe consisten principalmente en para
digmas, conocidos por nombres clave, y no se hace ningún intento de
caracterizar y mucho menos de penetrar en el sentido de estas clases lin
güísticas. Incluso la gramática latina, con sus términos como indicativo,
' subjuntivo, pasivo, etc., fue psicológica por comparación. El descubri
miento de la antigua gramática hindú, realizado por eruditos occidentales
a principios del siglo xix, impresionó profundamente por su perfección
metódica. Pero también reveló ciertas sutilezas psicológicas, tales como el
reconocimiento de diferentes ideas cerradas dentro de la técnica de las pa
labras compuestas, y la clasificación de ciertos compuestos, como los tat-
purusha, dvandva, bahuvrihi, etc.u
Ni siquiera los más grandes gramáticos europeos del siglo x ix fueron
mucho más allá de las estructuras metódicas y abiertas, excepto para llevar
los conceptos clásicos gramáticales y filosóficos hasta los límites de lo posible
en las lenguas que estudiaban. En este estado de cosas existe una gran
excepción. Se trata de uno de esos genios divertidos que desconciertan a sus
contemporáneos y no dejan sucesores. Por lo que he podido investigar, el
verdadero fundador de ideas tales como sistemas de relación, clases cerra
das, criptotipos, paquetes psicolingüísticas y lenguaje como parte y parcela
de la cultura, fue un gramático francés de principios del siglo xix llamado
Antoine Fabre d’Olivet (1768-1825), que investigó las lenguas semíticas
y particularmente la hebrea, aunque su trabajo, como ocurrió con la tarea
de Mendel en genética, no causó impresión alguna en el pensamiento de
su tiempo.1314 Desgraciadamente, su autor fue un místico y un metafísico
religioso, lo que hace más difícil comprender sus ideas tanto entonces
como ahora. A esta parte mística de su naturaleza, unía uno de los más
poderosos intelectos lingüísticos de todas las épocas. El resultado fue
la producción de una «traducción» mística y gnóstica del Génesis o más
13. Los compuestos taipurusha son aquellos en los que un miembro modifica al
otro, como ocurre en inglés, por ejemplo, con la palabra self-made («auto-hecho»,
«hecho por uno mismo»); los compuestos dvandva son aquellos que contienen miem
bros coordinados; el ejemplo inglés más próximo sería una frase como bread and
butter («pan y mantequilla»), que en sánscrito se habría escrito con una sola palabra
compuesta; los compuestos bahuvrihi son compuestos adjetivales que implican un sig
nificado de posesión y un ejemplo de ellos lo podemos encontrar en una palabra
sánscrita que significa «poseer el esplendor del sol». Ver la obra de William Dwight
Whitney, Sanskrit Grammar (Departamento de Prensa de la Universidad de Harvard,
1931, capítulo X V III). — JBC .
14. H e aportado los datos que Whorf intentó proporcionar. Son los que aparecen
en el Grand dictionnaire universel du X lX e siécle. Nótese que el apellido es Fabre
d ’Olivet, y no simplemente d ’Olivet. — JBC .
91
bien una paráfrasis upanishádica que era como una terrible visión del 'es
pacio cósmico unida a terroríficos jeroglíficos, que él pronto colocó en el
índice. Este rechazo de la ortodoxia no obtuvo ningún encomio por lo que
entonces era la izquierda radical, ya que sus puntos de vista bíblicos eran,
al mismo tiempo, demasiado iconoclásticos y trascendentales para satisfacer
cualquier posible escuela de exégesis. Pero la parte estrictamente lingüísti
ca de la obra de Fabre d’Olivet, contenida en La langue hébrdique restituée,
publicada en 1815-16,15 y una vez separada de su extraordinaria versión
del Génesis, puede ser considerada en la actualidad como basada en crite
rios puramente lingüísticos, mostrando una gran penetración psicológica,
así como ideas muy avanzadas para su tiempo. Se tiene que añadir que
aún siendo místico, casi hasta el punto de un Jacob Boehme o de un
William Blake, Fabre d’Olivet avanza con absoluta claridad por entre el
maremágnum cabalístico y numerológico que recargaba la antigua tradición
judía del hebreo. Y, aunque tiró por la borda toda la concepción formalista
Hiphil-Hophal de la gramática, también rehusó seguir los modelos latinos
y griegos para la lengua hebrea. La lengua hebrea se asienta sobre sus
propios pies, tan completamente como lo hace Boas Chinook. Fabre d ’Oli
vet reorganiza el tratamiento de las conjugaciones verbales sobre una base
psicolingüística, considera los prefijos y sufijos individuales desde el punto
de vista de su significado y su función, se introduce en la semántica de los
modelos de vocales, y muestra cómo muchos troncos hebreos pueden ser
resueltos en fracciones con significado, como, por ejemplo, se pueden re
solver palabras inglesas como flash, flicker, clash, click, clack, crack, crash,
lick, lash, etc. Rehúsa identificar las cartas de la escritura hebrea con los
actuales elementos fonéticos y, sin embargo, percibe que estos elementos
no son meros sonidos, sino sonidos estereotipados, codificados y de semán
tica patentizada. Avanzó hasta llegar a tener una concepción del fonema,
que él llamó «signo» o «signo vocal», luchando con la terminología, pero
mostrando una verdadera perspicacia sobre las realidades lingüísticas. Puso
de manifiesto el hecho de la existencia de una compleja relación entre signos
y palabras. Un fonema puede asumir tareas definitivamente semánticas
como parte de su relación. En inglés, el fonema y (sonido de th) sólo
se presenta inicalmente en el criptotipo de las partículas demostrativas ( the,
15. H e proporcionado las fechas que Whorf dejó en blanco en el manuscrito. El
título completo de esta obra es La langue hébrdique restituée, et le véritable sene des
mots hébreux rétabli et prouvé par leur analyse radicale. Las copias de la obra se
pueden encontrar en la Biblioteca del Congreso, en la Biblioteca de la Universidad
Cornell y quizás en algunas otras bibliotecas de los Estados Unidos. E s probable que
Whorf conociera la obra principalmente a través de la traducción al inglés hecha por
Nayán Louise Redfield, titulada The Hebraic tongue restored (Nueva York y Lon
dres, G . P. Putnam’s Sons, 1921). — JBC.
92
thís, there, tban, etc.)- Así, pues, existe una presión psíquica contra la
aceptación del sonido th en palabras nuevas o imaginarias: thig, thag, thob,
tehuzzle, etc. Si nos encontramos con una de estas palabras nuevas (por
ejemplo tbob) le daremos «instintivamente» el sonido mudo 0 de tb
en «think». Pero no se trata de «instinto». Se trata nuevamente de la
relación lingüística de nuestro viejo amigo. Si asignamos un significado
demostrativo, digamos que thag es igual a «sobre la valla», nos encontra
remos sustituyéndolo por el fonema hablado 3 de there. Fabre d’Olivet ya
sabía mucho sobre estas cosas.
Y más aún, Fabre d ’Olivet pensaba de un modo antropológico y no de
un modo simplemente gramático; para él, el lenguaje hablado no era
simplemente una «facultad» elevada sobre su propia pértiga, sino algo
que debía ser entendido a la luz del comportamiento y la cultura humanas
de la que formaba parte, una parte especializada, pero que no está envuelta
pc¡r un principio diferente al resto. E l signo vocal (fonema) era un gesto
o acto simbólico altamente especializado, y la lengua un desarrollo del com
portamiento somático total que se convierte en simbólico y que después
va desviando cada vez más su simbolismo hacia el canal vocal, tal es su
enseñanza en el idioma moderno.
Hasta que no llegamos al lingüista irlandés James Byrne (1820-97) no
encontramos ninguna figura tan relevante en el intento de aproximación
lingüística al pensamiento. Sus estudios estaban basados en la idea de la
existencia de una fuente universal de las estructuras gramaticales en todas
las lenguas conocidas. Su gran obra — merece ser llamada grande en su
concepción^ aunque quizás no sea así en sú ejecución— , en dos volúme
nes, t i t u l a General principies of structure of language fue publicada en
1885.w Poseía el hecho notable de presentar .fragmentos gramaticales con-
densados de lenguas de todas las partes del globo, desde el chino al hoten-
tote: En ella están representadas casi todas las ramas lingüísticas de Amé
rica y un buen número de ramas lingüísticas norteamericanas. Byrne basó
su teoría psicológica en esta fuente. Y a mí me parece bastante significativo
que, basándose en la estructura del lenguaje, Byrne descubriera un con
traste de dos tipos psicológicos fundamentales, similar al que más tarde
descubrió Jung en psiquiatría y que llamó los tipos de extraversión e
introversión. Jung también muestra como a lo largo de toda historia la
oposición irreconciliable de estos dos tipos ha tenido como resultado con
troversias y cismas fundamentales en las sucesivas filosofías y religiones.16
93
Independientemente, Byme descubrió, o pensó haber descubierto, una
correlación entre la estructura del lenguaje y dos tipos de mentalidad, uno
de reacción y pensamiento rápido y volátil, y otro de reacción y pensamien
to lento, pero más profundo y flemático. De forma similar al introvertido
de Jung, relacionó la mentalidad de pensamiento lento con lenguas de tipo
sintético que poseen una compleja morfología abierta y numerosas deriva
ciones y formaciones de palabras, o sea el extremo del tipo llamado po-'
lisíntesis. Su tipo de pensamiento rápido (extrovertido) correspondía en
su totalidad con una morfología más simple, falta de síntesis y un tipo
de lenguaje analítico o aislado hasta el extremo.
Pero, aunque siento simpatía por la posibilidad de un descubrimiento
de esta dase, que aseguraría una gran aportadón, y aunque también estoy
impresionado por la anticipación de Byrne a los pensamientos de Jung,
opino que la tesis general de Byme es poco convincente, principalmente
porque puedo ver como Byrne estaba trabajando con material en su mayor
parte inadecuado. Para el conocimiento humano de personas de su propia
talla intdectual, y espedalmente para el futuro, es de gran importanda
que la obra, realmente colosal, que Byrne intentó hacer tan temeraria
mente, sea llevada a cabo lo mejor posible. Esto no solamente requiriría
una fuente sobre muchas más lenguas, especialmente americanas, de la
que tuvo a su disposición Byme, sino también una gramática de cada lengua
confeccionada científicamente y sobre la base de las propias patentes y cla
ses de cada lengua y tan libre como sea posible de cualquier clase de
suposiciones generales sobre la lengua gramatical. Byme obtuvo sus mate
riales de gramáticas anticuadas, de. corte formal e induso «clásico». Estas
gramáticas pueden dividir en cualquier oportunidad una gran cantidad de
patentes e ideas extrañas a la desgraciada lengua. Ninguno de estos gra
máticos, ni siquiera el mismo Byme, podría haber hecho un informe con
figurativo sui generis de una lengua dada, como lo hizo Fabre d’Olivet;
esa habilidad ya ha desaparecido. Pero hasta que reviva como una técnica
dentífica bien desarrollada y sea aplicada a otra fuente y comparación
universales, seguiremos estando en la ignorancia sobre las raíces de su
vida intdectual, Será apartado de cualquier consideración sobre d pensa
miento humano a una escala planetaria.
Esta habilidad comenzó a revivir de nuevo con y después d d ataque
que Boas hizo contra las lenguas indio-americanas, y especialmente .después
de su exposidón de los prindpios e ideales d d método, en su introduc
ción al M anual 17 que se ha hecho recientemente famosa. Y, con Boas,
17. Boas, Franz; Manual de las lenguas indio-americanas (parte 1 y 2), Washing
ton D . C.: Departamento Impresor del Gobierno, 1911-1922 (Bull. 40, Bur. Amer,
Etbnol. Smitbsonian Inst. — JBC .
94
reapareció de una forma científica moderna y en términos científicos acep
tables y no como antes, en términos de una imaginación de exuberancia
mística que disponía de una gran capacidad creativa. Por segunda vez en
la historia, pero por primera vez de una forma científica, Boas mostró cómo
se puede analizar una lengua sai generis, sin forzar las categorías de la
tradición «clásica». Inmediatamente detrás tenía que llegar el desarrollo
de una técnica adecuada correspondiente a esta nueva forma de entender
las cosas. Cuando, bajo la exposición de Boas, las lenguas americanas
comenzaron a revelar la desigual complejidad y sutileza de sus categorías
de pensamiento, todavía no había nacido el cálculo fonémico. El lingüista
del campo americano no podía intuir, como Fabre d’Olivet, el fonema y el
morfofonema en un brillante tour de forcé de perspicacia imaginativa. Tenía
que esperar a que estos conceptos fueran desarrollados por los fonéticos
especializados, que trabajaron primero en el campo del lenguaje moderno
y a quienes al principio les faltó penetración psicológica.
La nueva era pasa a una segunda fase, en el verdadero punto de vista
moderno de la lingüística, con la aparición en escena de Sapir,, y especial
mente con la publicación de su Language en 1921.13 Sapir ha hecho más
que cualquier otra persona por inaugurar la aproximación lingústica al pen
samiento y conseguir que esta aproximación tenga consecuencias científicas,
y, más aún, por demostrar la importancia de la lingüística para la antro
pología y la psicología. A partir de este punto sería censurable mencionar
individualmente a los contribuyentes que han realizado y desarrollado la
idea de que la lingüística es fundamental para la teoría del pensamiento
y, en un último análisis, para todas las ciencias humanas. E l lector
interesado puede ver la bibliografía que se cita, parcial y muy incompleta.
III
95
su procedimiento se convierte inevitablemente, como una cuestión deri
vada de esta investigación, en más psicológica y cultural, mientras sigue
manteniendo la precisión de exposición, casi matemática, que consigue de
la naturaleza, altamente sistemática, y que es una de las características del
ámbito lingüístico.
Supongamos, por ejemplo, que un etnólogo descubre que el hopi habla
de las nubes en sus oraciones, pidiendo la lluvia, como si las nubes fueran
algo vivo. Al etnólogo le gustaría saber si se trata de una metáfora o de
un lenguaje especial figurado, religioso o ceremonial, o bien si se trata sim
plemente de la forma ordinaria y usual en que el hopi piensa sobre las
nubes. Aquí nos encontramos, pues, con la dase de problema al que el
lenguaje puede dar una contestación llena de sentido, y como consecuencia^
acudimos inmediatamente a él para ver si dispone de un sistema de género
que distinga las cosas vivientes de las inanimadas, para, de ser así, buscar
información sobre d apartado en que dasifica a una nube. Encontraremos
que el hopi no dispone de género en absoluto. La gramática tradidonal del
período anterior a Boas se detendría en este punto y pensaría que había
conseguido una respuesta. Pero la contestación correcta sólo puede darla
una gramática que analice tanto la estructura y d significado cerrado' como
abierto. E l hopi distingue una dase animada de nombres como un cripto -
tipo , y sólo como un criptotipo. L a reactancia crucial se encuentra en el
modo de formar el plural. Cuando se habla de los miembros de la Socie
dad Flautista, llamándoles «flautas», este nombre inanimado queda plura
lizado de una forma animada. Pero la palabra ? o • ’tndw (nube) siempre
está pluralizada de una forma animada; no tieng otro plural; pertenece
definitivamente al criptotipo de lo animado. Y así se contesta la cuestión
de sí la animación de las nubes es un simbolismo o una formalidad del
lenguaje, de si procede de alguna subcorriente de pensamiento más sutil
mente penetrante o de si, finalmente proporciona un nuevo significado.
Así, pues, el lenguaje debería ser capaz de analizar algunas, y probable
mente todas las diferencias, reales o supuestas, que existen entre la men
talidad de los llamados pueblos primitivos y el hombre moderno civilizado.
También debe encontrarse en situación de analizar si lo primitivo consti-..
tuye una unidad tipo de mentalidad en contraposición al hombre mo
derno, aparte de las diferencias entre las culturas primitivas y la moderna,
como queda implicado en el concepto de Lévy-Bruhl sobre la participation
mystique 19 y en la ecuación de «primitivo» a «infantil» utilizada por
19. Lévy-Bruhl, Luden. Les fonclions mentales dans les sociétés inférieures.
París, 1912. La participation mystique se refiere a una clase especial de relación psi
cológica con el objeto, en la que el individuo no puede percibir claramente una sepa
ración entre él mismo y el objeto. — JBC.
96
Freud y Jung; o bien si (apartándonos nuevamente de la civilización ge
neral) el hombre moderno civilizado es la unidad tipo de mentalidad como
consecuencia de la enorme similitud estructural de todas las lenguas mo
dernas civilizadas de Occidente, mientras que en oposición a esto existen
muchos tipos de mentalidad que reflejan una rica diversidad de estructura
del lenguaje: ésta es solamente una de las grandes cuestiones psicológicas
universales que caen dentro del terreno de la lingüística y que esperan la
dase de contestación impersonal y positiva que puede proporcionar la
investigación lingüística. Cuando nos encontramos con una mentalidad
como la que se deduce de la participation mystique, nos sentimos incli
nados a pensar que se trata de una mentalidad menos reflexiva, menos
racional que la nuestra. Sin embargo, numerosas lenguas indio-americanas
y africanas poseen una gran cantidad de estructuras muy bien elaboradas,
de hermosas discriminaciones lógicas sobre causa, acción, resultado, cuali
dad dinámica o enérgica, consecuencias directas de la experiencia, etc. Todo
esto es el resultado de la función del pensamiento y, desde luego, la quin
taesencia de lo racional. En este aspecto se encuentran muy lejos de las
lenguas europeas.20 A menudo, las distinciones de este tipo más impresio
nantemente penetrantes, son las que se revelan al efectuar un análisis sobre
los niveles cerrados e incluso criptotípicos. En realidad, las categorías cerra
das sou bastante más aptas para ser más racionales que las abiertas. El
género, no señalado, del inglés es más racional y más cercano al hecho
natural que el género señalado del latín o del alemán. La clase tiende a
cristalizarse en una idea, para ser más dependiente de cualquier principio
sintetizante que pueda existir en los significados de sus miembros. Incluso,
puede ser cierto que muchas ideas abstractas lleguen' de este modo; algún
grupo lingüístico bastante formal y no muy lleno de sentido, marcado por
alguna característica abierta, puede coincidir muy por encima con alguna
concatenación del fenómeno, de tal modo que sugiera una racionalización
20. Véase, por ejemplo, el tratamiento hopi sobre fenómenos repetitivos y vi-
bracionales en mi artículo Los espectos precisos y segmentativos de los verbos en la
lengua hopi, o los ejemplos ( lacum ) de la lengua chichewa, de Watkins. (Probable
mente, Whorf intentaba aludir al sistema verbal chichewa,- que es extremadamente
sensible a los aspectos causativos de los actos. Existen, por ejemplo, varios tiempos
en pasado cuyo uso no sólo depende de la lejanía del tiempo pasado al que se está
refiriendo, sino también de si el acto al que nos referimos continúa teniendo una in
fluencia en el momento presente. También hay siete «voces» que expresan diferentes
clases de relaciones entre sujeto, verbo y predicado (incluyendo el objeto). Véanse pá
ginas 49-57, 72-81 de la obra A grammar of Chichewa, a Bantu lenguage of Britisb
Central Africa, de Mark Hanna Watkins, Language Dissertation, núm. 24, 1937. Véa
se también la posterior discusión de Whorf en su artículo Lenguaje, mente y reali
dad. —•JB C .
97
7. LENGUAJ»
de este paralelismo. En el curso del cambio fonético, la señal distinguida,
el final a lo que no se ha perdido, pasa de una clase formal a otra semán
tica. Su reactancia es, entonces, lo que la distingue como clase y su idea es
lo que la unifica. Conforme pasa el tiempo y se utiliza cada vez más, se
convierte en algo crecientemente organizado alrededor de otro algo racio
nal, atrayendo palabras semánticamente apropiadas y perdiendo antiguos
miembros que ahora son semánticamente inapropiados. Ahora es la lógica
lo que la mantiene unida y su lógica se convierte en un asociado semántico
de esa unidad, de la que el aspecto configurativo es un medio de rela
ción no motora, amarrando toda la flota de palabras a su reactancia co
mún. Semánticamente, se ha convertido en una profunda persuasión de
un principio que se encuentra tras el fenómeno, como las ideas de inani
mación, de «sustancia», de sexo abstracto, de personalidad abstracta, de
fuerza, de causa, no se trata del concepto abierto correspondiente a la
causa palabra , sino de la idea cerrada, del «sentido», o, como se le llama
a menudo (aunque erróneamente, de acuerdo con Jung), de la «sensación»
que tiene que ser un principio de causa. Después, esta idea cerrada puede
ser más o menos duplicada en una palabra y un filósofo puede inventar
un concepto lexicográfico, por ejemplo causalidad. Desde este punto de
vista muchas comunidades «primitivas», lejos de ser subracionales, pueden
mostrar una mente funcionando en un plano mucho más alto y complejo de
racionalidad que el común entre los hombres civilizados. No sabemos que
civilización sea sinónimo de racionalidad. Puede que a estas tribus primitivas
sólo les hayan faltado filósofos, cuya existencia, a su vez, puede depender
de una prosperidad económica que sólo han alcanzado, durante el trans
curso de la historia, unas pocas civilzaciones. O quizá demasiada raciona
lidad puede significar la derrota, o el despertar de algún fuerte principio
compensador. Todas éstas son cuestiones esencialmente antropológicas. La
unión entre la etnología y la lingüística psicológica ofrecería la mejor for
ma de aproximación a estas cuestiones.
La segunda forma en que la consideración lingüística del pensamiento
tiene un significado para la antropología, se refiere más bien al . futuro y
quizás a un futuro muy lejano de la especie ( humana, cuando ésta se
haya convertido en algo diferente a la actualidad, esperemos que a un nivel
muy superior al presente. Refiriéndonos primero al futuro próximo, es
deseable que la antropología colabore en preparar la época, no demasiado
lejana, en que será posible y urgentemente necesario recopilar la fuente uni
versal cultural y psicológisa de las lenguas, una visión de la cual nos la
da la obra de James Byrne, de una forma que enriquezca nuestra ciencia
con las nuevas y saludables verdaderas que están esperando ser descubier
tas en ese campo.
98
Conforme pase el tiempo, el tipo de conocimiento que pueda propor
cionar una fuente de esa clase se convertirá, cada vez más, en una cuestión
que despertará la preocupación y el interés fuera del mundo puramente uni
versitario, ya que puede llegar a jugar un papel muy importante en la his
toria universal que se está haciendo ahora. Alrededor de esta cuestión de
lenguaje y pensamiento se encuentran todos los problemas del aumento
de la comprensión mutua, de las barreras lingüísticas, de la propaganda, la
educación, la técnica de conducir los asuntos humanos sin que aparezcan
fricciones, y de una inteligencia en las relaciones humanas que consiga
mantener la paz a pesar de los cambios producidos como consecuencia de
los nuevos descubrimientos hechos por las ciencias físicas. Todo el mundo
está interesado en cuestiones del lenguaje, aunque no se da cuenta de ello,
y si lo percibe cree que ya lo sabe todo sobre el particular. Existe, por
ejemplo, un movimiento que persigue la propagación de la ingeniosa lengua
artificial de Ogden llamada inglés básico, que ha encontrado una gran
simpatía entre hombres de negocios, educadores, gente interesada en asun
tos internacionales y profetas sociales como H. G. Wells. No hay por
qué condenar esta clase de movimientos lingüísticos, tachándoles de poco
científicos. Sean científicos o no, se trata de un fenómeno lingüístico de
nuestro tiempo, y ¿por qué la ciencia lingüística que es la única que puede
manejar los principios fundamentales de estos movimientos científicos, va
a dejar de preocuparse por ellos y permitir que se extiendan y ejerzan su
vasto poder de cambio sobre el pensamiento del mañana? E l inglés básico
atrae a la gente porque parece simple. Pero aquellas personas que creen
que es simple, conocen o creen conocer el inglés... ¡ésta es la dificultad!
Desde luego, cada lengua parece simple para quienes la hablan porque no
tienen conciencia de su estructura. Pero 'el inglés es cualquier cosa menos
simple. Es, más bien, una desconcertante y compleja organización en la
que abundan las clases cerradas, los criptotipos, los taxemas de selección,
los taxemas de orden,21 significativas patentes de tensión y patentes de en
tonación de considerable complejidad. E l inglés es casi por sí sólo una
clase en lo que se refiere a complejidad prosódica, y en este aspecto es
una de las lenguas más complejas que existen en la tierra. En general, es
tan complicada como la mayor parte de las lenguas polisintéticas de Améri
ca, de las que la mayor parte de nosotros -no sabemos nada. La compleja
estructura del inglés es bastante cerrada, lo que hace que sea difícil de
99
analizar. Los extranjeros que aprenden inglés lo tienen que absorber in
conscientemente — un proceso que requiere años— , a fuerza de una cons
tante exposición al bombardeo d d inglés hablado; en este momento, no
existe ninguna gramática que lo pueda enseñar. Lo que ocurre con el
inglés básico, también sucede con otras lenguas artificiales, se garantizan
las estructuras y categorías básicas de unas pocas lenguas europeas cultu
ralmente predominantes. Su compleja tela de suposiciones se ha convertido
en la base de una simplicidad falsa. Nosotros decimos «un gran perro ne
gro y blanco que caza» y creemos que en inglés básico diremos lo mismo.
¿Cómo un parlante de una lengua completamente diferente va a saber que
no podemos decir «que caza blanco y negro grande un perro»? Los adje
tivos ingleses pertenecen a criptotipos que tienen asignada una posición
definitiva y su fórmula también es definitiva y, además, muy compleja, pero,
frente a esto, d pobre indio organiza su pensamiento de un modo comple
tamente diferente. La persona que quiere utilizar el inglés básico debería
conocer o aprender primero la estructura cerrada, inmensamente intrinca
da, « d d inglés como es hablado en la actualidad».
Vemos aquí cual ha sido el error de la mayor parte de la gente que
intenta enfrentarse con esta clase de cuestiones sociales d d lenguaje, su
ponen ingenuamente que el habla no es nada más que un apilamiento de
palabras y que esto es todo lo que se necesita para realizar cualquier dase
de pensamiento radonal; los materiales de pensamiento, mucho más im
portantes, que proceden del enlace estructural y configurativo, están más
allá de su propio horizonte. Puede ocurrir que cuanto más simple sea una
lengua en su aspecto abierto, tanto más dependa de los criptotipos y de
otras formaciones cerradas, tanto más oculte suposiciones inconsdentes
y tanto más su léxico se convierta en algo variable e indefinible. ¿N o sería
éste un fruto misérrimo para los que defienden a ultranza la «simple» len
gua internacional? Para pensar con sentido en campos de investigadón
como éste estamos empezando a necesitar una competente fuente universal
de lenguas.IV
IV
100
turo, lo hemos de hacer en términos de crecimiento mental.' No podemos
hacer más que suponer que los desarrollos futuros del pensamiento serán
de importancia primaria para la especie humana. Estos desarrollos podrán
determinar incluso la duración de la existencia humana sobre el planeta
tierra o en el universo. Las posibilidades abiertas al pensamiento son las
posibilidades de reconocer las relaciones y el descubrimiento de técnicas
para operar con ellas en el plano mental o intelectual, de tal forma que
esto conducirá a sistemas de relaciones mucho más amplios y penetrantes.
Estas posibilidades se encuentran ineludiblemente unidas a los sistemas
de expresión lingüística. La historia de su evolución en el hombre es la
historia del desarrollo lingüístico humano de la larga evolución de miles
de sistemas diferentes de discernir, seleccionar, organizar y operar con las
relaciones. No sabemos nada sobre los primeros estadios de este proceso
evolutivo, las raíces realmente primitivas del lenguaje. Lo que, al
menos estamos en disposición de descubrir son los resultados de esta
evolución, ya que éstos se encuentran en la actualidad ampliamente exten
didos por nuestro planeta. Hasta ahora sólo se ha puesto de manifiesto el
comienzo de un conocimiento de esta clase sobre la taxonomía lingüística
en todo el mundo. En nuestras generalizaciones de salón sobre la gramáti
ca y los campos relacionados de la lógica y de la psicología del pensamiento,
nos encontramos en la misma situación que la botánica anterior a Linneo.
Hasta ahora no hemos encontrado nada que se parezca a una descripción
de especies lingüísticas existentes, para utilizar en este caso una metáfora
biológica.
Afortunadamente para la biología, una taxonomía sistemática y amplia
mente difundida precedió y dirigió la fundación de la aproximación históri
ca y evolutiva. En lingüística, al igual que en otros estudios culturales, nos
hemos encontrado, desgraciadamente, con la situación opuesta. E l concep
to evolutivo, creado por el hombre moderno mientras sus nociones de
lenguaje y pensamiento estaban basadas en el conocimiento de sólo unos
pocos tipos de los cientos de diversos tipos lingüísticos existentes, ha esti
mulado los prejuicios lingüísticos provincianos y ha alimentado la gran
diosa idea populachera de que el tipo de pensamiento del hombre y las
pocas lenguas europeas en que está basado este pensamiento representan
la culminación y florecimiento de la evolución del lenguaje. Esto es como
si un botánico anterior a Linneo hubiera concebido la idea de la evolución
y hubiera supuesto que nuestro trigo y maíz cultivado representa un
más alto estado evolutivo que una flor rara cuyo crecimiento está res
tringido a unos pocás zonas del Himalaya. Desde el punto de vista de una
biología madura, es precisamente la flor rara la que tiene un mayor derecho
a ser considerada como una planta llegada a un alto estado de evolución;
101
el trigo debe su ubicuidad y prestigio a la economía y a la historia humana
antes que al proceso evolutivo natural.
La importancia de nuestras lenguas y pensamiento europeo no proce
den más que de aquí. Las lenguas, relativamente escasas, de las culturas
que han extendido la civilización moderna por todo el globo han causado
la extinción de cientos de diversas especie lingüísticas exóticas, peroles
inútil pretender que son precisamente estas lenguas europeas las que repre
sentan cualquier superioridad de tipo. Al contrario, se requiere un estudio
científico realmente pequeño sobre las lenguas preliterarias, especialmente
las americanas, para demostrar cuanto más preciso y finamente elaborado
es el sistema de relaciones en muchas de estas lenguas que ei^ la nuestra
propia.22 En comparación con muchas lenguas americanas, parece pobre
y falta de madurez la formal sistematización de las ideas en inglés, alemán,
francés o italiano. ¿Por qué, por ejemplo, no utilizamos como el hopi una
forma diferente para expresar la relación del canal de sensación (ver) con
el resultado de ésta en la conciencia, como ocurre, por ejemplo, en «veo
que es rojo» y «veo que es nuevo»? Fundimos los dos tipos de relación,
bastante diferentes entre sí, en una vaga especie de conexión expresada
por el «que», mientras que el hopi indica que en el primer- caso la vista
tiene una sensación de «rojo» y en el segundo caso la vista presenta una
evidencia, no especificada, de la que se infiere la sensación de nuevo. Si
cambiamos la forma al «escucho que es rojo» o «escucho que es nuevo»,
los parlantes europeos todavía pecamos de lo mismo, del «que», pero en
este caso, el hopi utiliza otro relativo y no hace distinción entre «rojo»
y «nuevo», ya que en ambos casos la presentación a la conciencia es la de
un informe verbal y no una sensación per se. ¿Muestra la lengua hopi en
este caso un más alto plano de pensamiento, un'análisis más racional de
las situaciones que nuestro tan alabado inglés? Desde luego que lo
muestra. En este campo y en otros más, el inglés comparado con el hopi
es como una estaca comparada con un florete. Tenemos que pensar y darle
vueltas a la cuestión durante algún tiempo, o permitir que alguien nos la
explique, antes de poder ver la diferencia en la relación expresada por el
«que» en los ejemplos anteriores, mientras que el hopi discrimina estas
relaciones sin realizar esfuerzo alguno, ya que las formas de su lengua le
han acostumbrado a hacerlo así.
22. En este punto del manuscrito aparece una nota marginal: «Conclusión... es
erróneo suponer que la función del lenguaje es sólo l a c o m u n i c a c i ó n del pensamien
to». Al resaltar la palabra «comunicación», Whorf se refiere al parecer a su convenci
miento de que el lenguaje no sólo comunica el pensamiento, sino que funciona en
su mismo comienzo, una conclusión a la que nos vemos obligados a llegar, sí acepta
mos la tesis principal de este artículo. — JBC .
102
BIBLIOGRAFÍA
103
que él había tenido la oportunidad de ver. Véase el esbozo de Swadesh
sobre los esquimales de Groenlandia meridional en la obra de H.
Hojier, Linguistic structures of native America. Nueva York, 1946.
JBC.
Trager, George L. The phonemes of Russian, en Language, 10:334-344
(1934).
104
CATEGO RÍAS G RAM ATICALES *
105
fémicas, sino por modelos tipificados, como ocurre por ejemplo cuando
se esquiva sistemáticamente la utilización de ciertos morfemas, cuando se
hace una selección lexicográfica, cuando se realiza una ordenación de pala
bras, que también es una clasificación, y en general mediante la asociación
con configuraciones lingüísticas definitivas. Al comienzo de la investigación
de una lengua se trata de evitar el tipo «funcional» de definición, o sea
que una palabra de una clase determinada, por ejemplo un «nombre», es
una palabra que hace tal y tal cosa, cuando, en realidad, éste es el único
test que se puede aplicar para encontrar una distinción; las concepciones de
la gente sobre lo que «hace» una palabra determinada en una lengua no fami
liar, pueden ser tan diversas como sus propias lenguas nativas, educación
lingüística y predilecciones filosóficas. Las categorías estudiadas en la
gramática son aquellas que se pueden reconocer mediante hecbos de tipo
configuracional, y estos hechos son los mismos para los observadores. Sin
embargo, no comparto la completa desconfianza hacia todas las definicio
nes funcionales que parecen mostrar unos pocos gramáticos modernos. Des
pués de que las categorías han sido trazadas de acuerdo con hechos confi
gurativos, sería deseable emplear simbolismos funcionales u operacionales,
conforme avanza la investigación. Las descripciones operacionales, unidas
a la información configurativa, se convierten en válidas como posibles
caminos de manifestar el significado de las formas; en tales casos «sig
nificado» sería una caracterización que consideraría sucintamente todos
los hechos semánticos y configuradonales, tanto conocidos como prede
cibles.
Primeramente, podemos distinguir entre categorías abiertas y ca
tegorías CERRADAS.
Una categoría abierta es aquella que tiene una señal formal que está
presente (con sólo pocas e infrecuentes excepciones) en toda oración que
contiene un miembro de la categoría. La señal no necesita ser parte de la
misma palabra de la que se puede decir que pertenece a una categoría en un
sentido paradigmático; o sea que no necesita ser un sufijo, prefijo, vocal
temporal o cualquier otra «inflexión», y puede ser una palabra suelta o
un cierto tipo de modelo en toda la oración. Así, pues, el plural de los
nombres en inglés es una categoría abierta, señalada generalmente en la
palabra paradigmática (el nombre en cuestión) por el sufijo -s o una
vocal temporal, pero en el caso de palabras como fish, sheep, y ciertos
plurales gentilíceos, está señalada por la forma del verbo, la manera en
que se utilizan los artículos, etc. En el caso de fish appeared (los peces
emergen), la ausencia del artículo denota que es plural; en tre fish will
be plentiful viene denotado por la presencia de un adjetivo pluralizador
(la pesca será copiosa, refiriéndose a «los peces» que se pescarán); en the
106
Chínese arrived (los chinos llegaron), la presencia del artículo definido
más la ausencia de una señal singular, como «persona», «hombre de China»,
o «indio», también denota el plural. En todos estos casos el plural se en
cuentra señalado abiertamente y así ocurre, con muy pocas excepciones,
con todos los nombres plurales en inglés, de forma que el nombre en plu
ral es una categoría abierta en inglés.2 En la lengua payute meridional,
la persona sujeto de un verbo está señalada por un elemento sublexical
(o «morfema de unión») que no se puede encontrar sólo, como la -s inglesa,
pero que tampoco necesita ser añadido al verbo, sino que puede ser añadi
do a la primera palabra importante de la oración. En inglés, lo que puede
ser llamado modo potencial del verbo es una categoría abierta señalada por
el morfema can o could («podría»), una palabra que en la oración está
separada del verbo, pero que aparece en toda oración que contiene esta
categoría. Esta categoría en parte del sistema verbal morfológico con la
misma validez que si estuviera indicada por un elemento de unión en un
verbo sintético algonquiano o sánscrito; su morfema, can, puede reempla
zar elementos coordinados en el mismo sistema modal, como por ejemplo
may, totll, pero no puede ser simplemente añadido a ellos, como si fuera
un item lexical más (por ejemplo «posibilidad»). En el hopi también existe
un rígido sistema de «modalidades» implicadas exclusivamente por palabras
añadidas.
Una categoría cerrada está señalada, ya sea morfémicamente o por el
modelo de la oración, sólo en ciertos tipos de oración y no en toda oración
en la que aparezca una palabra o elemento perteneciente a esta categoría.
La pertenencia de la palabra a una clase determinada no se hace aparente
hasta que exista una cuestión de utilizarla o referirse a ella en uno de
estos tipos especiales de oración, y entonces descubrimos que esta palabra
pertenece a una clase que requiere cierta forma de tratamiento distintivo,
que incluso puede llegar a ser el tratamiento negativo de excluir ese tipo
de la oración. En inglés, los verbos intransitivos forman una categoría
cerrada señalada por una ausencia del participio pasivo y de las voces
pasiva y causativa; no podemos sustituir un verbo de esta clase en oracio
107
nes como «estaba hirviendo, estaba siendo hervido, había ordenado que
lo hirvieran». Así, pues, un intransitivo definido configurativamente de este
modo es algo muy diferente del «loco» intransitivo utilizado en la gramá
tica inglesa tradicional; es una verdadera clase gramatical señalada por éste
y otros hechos gramaticales constantes, tales como la no incidencia de
nombres o pronombres detrás del verbo; uno no dice «aparecí ella mesa».
Desde luego que las formaciones compuestas en las que se ven involucra
dos estos mismos lexemas pueden ser transitivas.
Otro tipo de categoría cerrada está representado por el género inglés.
Todo nombre común y propio pertenece a una determinada clase de géne
ro, pero sólo aparece una señal abierta característica cuando hay ocasión
de referirse al nombre mediante un pronombre personal en singular, o en
el caso del género neutro puede ser señalado por los pronombres interro
gativos y relativos «qué, cual». La alineación gramatical no es menos estric
ta que en un sistema de género abierto, como el del latín, donde la mayor
parte de los nombres llevan su señal de género. No hay duda de que
el conocimiento del sexo actual para muchos nombres comunes ingleses,
así como la clasificación científico-biológica y física de los objetos, servi
ría a un extranjero para conocer mejor las mismas clases gramaticales, pero,
después de todo, este conocimiento sería de uso limitado, ya que la mayor
parte de las clases masculina y femenina consisten en miles de nombres
personales, y un extranjero que no sepa nada sobre el fondo cultural de la
cristiandad europea occidental tiene que aprender, por el simple método
de la observación que Jane pertenece al grupo de «ella», y John al grupo
de «él». Existen una gran cantidad de nombres de similitud abierta, pero
de género opuesto, por ejemplo Alice: Ellis, Alison: Addison, Audrey:
Aubrey, Winifred: Wilfred, Myra: Ira, Esther: Lester.3 * Por otra parte,
no existe ninguna propiedad «natural» que indique a nuestro observador
que los nombres de las clases biológicas son neutros (como por ejemplo,
animal, ave, pez, etc.); tampoco puede saber que los animales pequeños
pertenecen, al género neutro, que los animales grandes son del género
masculino, que los perros, las águilas y los pavos son generalmente mascu
linos, que los gatos son generalmente femeninos, que las partes del cuerpo
y todo el mundo botánico pertenecen al género neutro, que los países y
Estados son femeninos, que las ciudades, sociedades y corporaciones son
del género neutro, así como el cuerpo humano y un fantasma, que la natu
108
raleza es femenino, que los botes y canoas son neutros, etc. Los errores
que se cometen con el género inglés, sobre todo por aquellos que aprenden
la lengua, incluyendo a quienes en su propia lengua no poseen género,
mostrarían por sí solos que nos encontramos aquí con categorías gramati
cales cerradas y no con inflexiones del lenguaje debidas a diferencias natu
rales y no culturales.
Las clases de nombres que predominan actualmente en varias lenguas
americanas pueden ser abiertos o cerrados. En el navajo son cerrados. Al
gunos términos pertenecen a la clase redonda, otros a la clase de objeto-
largo, mientras que otros pertenecen a clases que no dependen de la forma.
No en todas las oraciones hay una señal abierta que designa la clase. La
señal de la clase es una reactancia, como ocurre con el género inglés; sin
embargo, no es un pronombre, sino una elección entre ciertos vocablos ver
bales que se encuentran definitivamente al lado de una clase determinada
y no de otra, aunque existen muchos vocablos verbales indiferentes a esta
distinción. Dudo que tales distinciones, por lo menos en el navajo, sean
simple reconocimientos lingüísticos de diferencias no lingüísticas y objeti
vas que serían las mismas para todos los observadores, con mucha más
fuerza de lo que ocurre en el género inglés; más bien parece tratarse de
categorías gramaticales cerradas. Así, pues, cuando se aprende la lengua
navajo, uno tiene que aprender también que «lo siento» pertenece a la
clase «redonda». A primera vista y siguiendo el «sentido común», la im
presión que producen las categorías cerradas, como el género inglés y la
clase navajo de «form a» es que se trata de simples distinciones entre
diferentes clases de experiencias y conocimientos de que decimos Jane
went to her house porque sabemos que Jane es una mujer.* * En realidad,
no necesitamos saber nada de Jane, ya que no es más que un nombre; sin
embargo, si escuchamos el nombre por el teléfono, podemos preguntar
«¿qué le ocurre (a ella)?». E l sentido común puede retroceder un paso
más y decir que sabemos que el nombre de Jane sólo se aplica a las muje
res. Pero esta experiencia yá es lingüística; se trata de aprender inglés
por observación. Y más aún, es fácil mostrar que el pronombre sólo con
cuerda con el nombre, y no con la experiencia. Puedo bautizar con el
nombre de Jane a un automóvil, a un esqueleto o a un cañón y, en tal
caso, todavía requerirá el «ella» en las referencias pronominales. Tengo dos
carpas doradas, a la una le doy el nombre de Jane y a la otra de Dick. Aún
* N . del T . Juana fue a su casa. En este caso, el término que indica el género
es her (su, de ella).
* * N. del T. A cada carpa dorada le gusta su comida. En este caso el término
que indica el género es its (su, de ello). Recuérdese que en inglés los animales pe
queños pertenecen al género neutro.
109
así, todavía puedo decir each goldfish likes its fo o d .** Sin embargo, lo
que no podré decir es Jane likes its food better iban Dick .* * Tendría que
decir Jane likes her food. La palabra perro pertenece a una clase de género
común que tiene preferencia por lo masculino y lo neutro, pero la clase
de género del nombre dado de un perro es la que determina su propio
pronombre. No decimos Tom carne out of its kennel, sino Tom carne out
of bis kennel.** Los nombres «perrunos», como «Fido» pertenecen al
género masculino: Towser carne out of bis kennel. Decimos Se the cat
chase her tail, pero nunca See Dick chase her t a il.*** Las palabras «niño,
bebé, infante», pertenecen a la clase común y pueden adoptar la forma
neutra, pero cuando se da el nombre del niño, se toma el pronombre co
rrespondientes al género de su nombre. Se puede decir My baby enjoys
its food, pero lingüísticamente sería erróneo decir My baby’s ñame is
Helen; see how Helen enjoys its food. Tampoco se puede decir My little
daughter enjoys its food, ya que daugbter, en oposición a baby, pertenece
gramaticalmente al género fem en in o.****
Lo mismo ocurre con varias categorías cerradas de lenguas exóticas:
donde se había pensado encontrar reconocimiento de diferencias objetivas,
pueden que no sean más que categorías gramaticales que están simplemente
en concordancia, hasta cierto punto, con la experiencia objetiva. Cierto
que pueden representar experiencia, pero vista en términos de un esquema
lingüístico definitivo y no experiencia que sea la misma para todos los
observadores. Por otra parte, la distinción entre presencia y ausencia, visible
e invisible, que se hace en muchas lenguas americanas, también puede re
presentar diferencias de experiencia; y nuevamente nos podemos encon
trar tales diferencias de experiencia, insertas según clasificaciones pura
mente gramaticales, formando clases mixtas tales como «presente de ex
periencia más femenino gramatical».
110
Así, pues, una categoría cerrada puede ser llamada criptotipo , un
nombre que llama la atención hacia la naturaleza oculta y críptica de esta
clase de grupos de palabras, especialmente cuando no se encuentran firme
mente contrastadas en la idea, ni marcadas por reactancias que suelen apa
recer con frecuencia, tales como los pronombres. Suelen escapar fácilmente
a nuestra atención y pueden ser difíciles de definir. No obstante, tienen
una profunda influencia sobre el comportamiento lingüístico. Más arriba
se ha definido como criptotipo a los verbos intransitivos ingleses. Un crip
totipo similar comprende los verbos de «resolución copulativa» (ser, lle
gar a ser, parecer, estar, permanecer, etc.), en los que también faltan la
pasiva y la causativa, pero que pueden ser seguidos por nombres, pro
nombres y adjetivos. Los verbos transitivos (un criptotipo que incluye
verbos como «correr, andar, volver», etc., y en realidad la mayor parte
de los verbos ingleses) poseen la pasiva y la causativa y pueden ser seguidos
por nombres y pronombres, pero no por adjetivos. Los nombres de los
países y de las ciudades en inglés forman un criptotipo con la reactancia de
que no nos referimos a ellos mediante pronombres personales, sino como
objetos de las preposiciones «en, a, de, desde, hacia». Podemos decir
I live in Boston , * pero no That’s Boston, I live in it. A una palabra de
este criptotipo nos podemos referir mediante el «allí» o el «aquí», en lugar
de «en ello, a ello, hacia ello», y mediante el «desde allí» y el «desde aquí»
en lugar del «desde ello». Este tipo de nombres constituyen una clase
gramatical en varias lenguas americanas; en el hopi les faltan los casos no
minativo y acusativo, que sólo aparecen en casos de localización; en la
lengua azteca llevan terminaciones características y excluyen la utilización
de ciertas preposiciones.
Los adjetivos ingleses forman dos criptotipos principales con subcla
ses. Un grupo que se refiere a cualidades «inherentes», en las que se in
cluyen color, material, estado físico (sólido, líquido, poroso, duro, etc.),
procedencia, casta o raza, nacionalidad, función, uso, etc. Este grupo tiene
la reactancia de ser colocado más cerca del nombre que los componentes
del segundo grupo, al que podemos llamar grupo de cualidades no inhe
rentes, aunque más bien se trata de los residuos que quedan del primer
grupo, en los que se incluyen adjetivos que determinan tamaño, forma,
posición, evaluación (ética, estética, económica). Estos últimos se colo
can delante del grupo inherente, como por ejemplo large red house (no se
dice red large house), o nice smooth flo o r.** El orden puede ser invertido
1 1 1
para conseguir un contraste, pero sólo cambiando el modelo normal y en
tal caso la forma aparece invertida y muy peculiar. E l modelo normal
coloca el acento primario o bien sobre el nombre o bien sobre el abjetivo
inherente. Pero no podemos invertir simplemente el orden de los adje
tivos y decir French pre’ tty girl en lugar de pretty Fre’nch girl, porque la
primera forma sugiese una «chica normal francesa» sin contrastar con
nada. Además, el modelo de adjetivos de contraste de este tipo no es
propiamente inglés; el verdadero contraste se consigue diciendo pla'in
French girl. Sin embargo, podemos invertir los adjetivos alternando el
modelo de acentuación y diciendo Fre'nch pretty girl en contraste con
Spa’nish pretty girl, aunque esta clase de formas son claramente excepcio
nales.
El término de contraste fenotipo puede ser aplicado a la categoría
abierta y cuando no existe ambigüedad como resultado de su aplicación,
a la señal que acompaña a la categoría abierta en la oración.
La distinción entre categorías abierta y cerrada o fenotipos y cripto -
tipos es una de las dos distinciones que tienen importancia suprema en la
teoría de las categorías gramaticales. La otra es la distinción entre lo que
se podría llamar categorías selectivas y categorías modulus.
Una categoría selectiva es una clase gramatical cuya pertenencia a algo
está fijamente determinada y limitada en comparación con alguna otra
clase más grande. Una categoría selectiva primaria, o categoría lexémica ,
es una de tal clase que si se compara con ella la categoría inmediatamente
superior ésta última resulta ser el léxico total de una lengua. Cuando se
selecciona una palabra perteneciente a una cierta d ase firmemente deter
minada, no concomitante con todo el vocabulario, esta palabra tiene ase
guradas dertas propiedades semánticas y gramaticales. Para que una deter
minada categoría gramatical se encuentre «en el lexema», no se puede
hallar en todos los lexemas. Las «partes familiares del lenguaje» de la
mayor parte de las lenguas europeas, pero no d d inglés, son categorías
lexémicas. La situadón en la lengua inglesa es muy peculiar; este aspecto
será tocado más tarde. Las categorías lexémicas también pueden ser abiertas
o cerradas. E l hopi es un ejemplo de una lengua en la que son cerradas.
Posiblemente, d maya puede ser otro de estos casos, aunque no disponemos
de suficiente informadón sobre este punto. En d hopi no existe distindón
en los vocablos simples entre nombres y verbos y, sin embargo, son posi
bles las oraciones en las que no exista distinción. Así, pues, le • 'na o pam
le • 'na significa «es una estría», mientras que pe • 'na o pam pe • 'na sig
nifica «lo escribe», ya que los nombres y los verbos pueden ser semejantes
en las características abiertas. Sin embargo, es posible y fácil construir
oradones en las que le ■ 'na aparezca con sufijos de caso, siendo comple
112
tamente imposible en otras formas para pe ■ 'na, y viceversa. Uno tiene
que aprender que le • 'na y pe ■ 'na pertenecen a compartimentos diferentes
del léxico, y esto no siempre se descubre por la misma oración.
Probablemente, es más fácil encontrar clases lexémicas abiertas que en
el latín, el francés, el azteca, el tubatulabal, el taos y el navajo. En francés,
los vocablos ange y mange pertenecen a compartimentos diferentes del vo
cabulario (nombre y verbo respectivamente), y en la oración siempre existe
alguna característica que le dice a uno a qué compartimento pertenece el
vocablo. Uno no se encuentra con pareados como il m ange: il ange; c’est
un an ge: c’est un mange. Sería posible encontrar Angel versus Mange!,
pero estos tipos especiales y abreviados de oraciones, con su ausencia de
distinciones formales, no justifican que se les llame categorías cerradas.
En latín, el azteca, el tubatulabal y taos, la distinción no solamente viene
marcada en la oración, sino generalmente, también en el paradigma de la
misma palabra. Sin embargo, esta marca abierta del nombre, verbo, o
cualquier otra «parte de la lengua» no puede ser generalmente transferida
a un lexema ajeno al grupo a que corresponde. La marca que va con una
clase lexémica cerrada no necesita estar supeditada a ninguna otra categoría
como caso, persona o tiempo, aunque así lo hace, por ejemplo, en el
latín, el griego o el sánscrito. Los «sufijos absolutivos» que se encuentran
añadidos a nombres lexémicos en la mayor parte de las lenguas uto-azte
cas no tienen básicamente más carácter que el de tales marcas de clase,
aunque en el azteca también van unidas al número; una superfla ingenui
dad ha estado intentando considerarles como «artículos» o algo semejante.
Los sufijos absolutivos de la lengua taos van junto con la dase selectiva
de los nombres, pero también indican género y número. En el latín, la
distinción entre los nombres (induyendo en esta dase a los adjetivos) y
los verbos es una distindón selectiva y abierta, pero la existenda entre
los adjetivos y los sustantivos es sdectiva y cerrada; compárese por ejem
plo est gladius y est bonus. Como ocurre con todas las clases cerradas, la
distinción se denota después de haber formado el tipo propio de oración:
est bona puede darse, pero no así est gladia.
Las categorías lexémicas no solamente induyen nombres, verbos, adje
tivos y otras «partes de la lengua», sino también palabras «llenas» y
palabras «vacías»,4 como ocurre en el chino y quizás en las lenguas wa-
kashan, incluyendo otros tipos de distindones; por ejemplo, en la lengua
4. Una palabra o vocablo «vacío» es probablemente una que está altamente es
pecializada para indicación gramatical o sintáctica, quizá de una forma que no permite
asignarle un significado concreto. Por ejemplo, una forma de este tipo puede que no
tenga más significado que el de servir como la reactancia de cualquier otra categoría,
o bien como señal de una categoría modulus (véase el párrafo siguiente).
113
8. LENGUAJE
algonquina las dases lexémicas induyen grandes grupos de vocablos que
tienen diversos poderes combinatorios y ocupan posiciones diferentes en
el complejo verbal.
Una categoría modulus es una categoría no selectiva, o sea aplicable y
transferible a voluntad. Dependiendo de su tipo, se le puede aplicar o bien
a cualquier «palabra mayor» {cualquier palabra, excepto dases pequeñas
y de selección especializada, como, por ejemplo, «partículas»), o, lo que
ocurre más a menudo, a cualquier palabra que tenga un requisito previo
de pertenecer a una categoría más grande, que también puede ser selectiva
o bien pertenecer a otra categoría modulus. Los casos, tiempos, aspectos,
modos y voces de las lenguas indo-europeas y azteco-tanoas,5 son categorías
modulus, aplicables a voluntad a palabras que pertenezcan a la categoría
propia pero más grande; los casos siendo moduli de la categoría mayor
de los nombres; los aspectos, tiempos, etc., siendo moduli de la categoría
mayor de los verbos. Así, pues, la persona versada solamente en tipos de
gramática indo-europeos únicamente sabe distinguir entre dase selectiva y
módulos {o entre selectividad y modulación), considerándola como la distin-
dón entre «partes de la lengua» por un lado, y «formas gramaticales» del
aspecto, tiempo, y tipo de voz por otro lado. Pero, en tipos de lenguas am
pliamente diferentes, estos tipos familiares de significado y función cesan
de estar asociados con la selectividad y la modulación en la misma forma.
En la gramática existen alineaciones completamente diferentes y hasta que
no se reconozca esto no se podrá conseguir una concepción adecuada de la
gramática. No es necesario tener categorías grandes, tales como nombres
y verbos, para considerar estas categorías modulus como aspectos. En la
lengua nitinat6 (y es presumible que también en las lenguas nootka y
kwakiutl,' estrechamente emparentadas con la primera) todas las palabras
mayores tienen aspectos tales como el durativo, el momentáneo, el incep-
tivo, etc.; tanto la palabra que designa «correr» como la que se utiliza
para la voz «casa» siempre llevan algún elemento que marca este aspecto.
Podemos utilizar el término «modulus» sólo para denotar el signifi
cado y la función distintiva de clase de la categoría; así, pues, el significado
de participio presente es un modulus en inglés. También podemos utilizar
los modulus para significar la operación gramatical de producir uno de
tales significados y, si no se obtiene una ambigüedad como resultado, para
significar el elemento o patente que señala el modulus. Por lo tanto, po
demos decir que en inglés el modulus que señala el participio presente es
114
el sufijo -ing. Allí donde se desea una mayor precisión, podemos llamar a
la señal abierta la (o una) señal del modulus. Esta distinción es impor
tante; a veces es necesario distinguir algunas señales del mismo modulus.
Al ilustrar las categorías abiertas, citamos el plural del nombre en inglés,
que también es una categoría modulus. El modulus, o tipo plural del sig
nificado, es una y la misma cosa a través de los diversos ejemplos, pero
las señales por medio de las cuales se puede aplicar este modulus plural a
la palabra «pez», son diferentes de un ejemplo al otro. A estas señales po
demos añadir -s o -es, lo que nos dará fishes (el singular es fisb). Como
quiera que sheep, deer, moose, caribou, etc., pertenecen a un criptotipo
que excluye la -r y el «pescado de los pescadores» pertenece a otro de
estos criptotipos, no podemos utilizar esta última señal para ellos. Como
muestra este ejemplo, no es necesario tener una correspondencia de uno a
otro entre los moduli y las señales. Allí donde se obtiene un alto grado de
correspondencia «de uno a uno» de esta clase, se ha adquirido la costumbre
de aplicar la palabra gráfica, no muy científica, de «aglutinativo», al re
ferirse al lenguaje. A las lenguas del tipo «aglutinativo», tales como
el turco, se las ha considerado como si tuvieran esta correspondencia
de uno a uno, y, más aún, como si no tuvieran categorías, sino solamen
te categorías modulus. La gramática del yana (de origen hockan, en Califor
nia) está compuesta en su mayor parte de moduli, pero también contiene
unas pocas categorías selectivas, por ejemplo, una clase de vocablos que
tienen que encontrarse en primer lugar del complejo verbal, y otra clase
que se tiene que encontrar en segundo lugar.
Las categorías modulus también pueden proporcionar una distinción
del mismo tipo semántico que la que nos proporcionan los verbos y los
nombres en las categorías selectivas. Esto significa, que los posibles modu
li no solamente incluyen voz, aspecto, etc., sino también verbalismo y
escalonamiento .7 Allí donde, como por ejemplo, en el yana, la simple
aplicación de ciertos sufijos distintivos o cualquier otra clase de señales
consiguen la formación de un «verbo» partiendo de simples vocablos, no
nos encontramos con una clase de verbos en el mismo sentido que ocurre
115
en francés, latín, griego, hopi, azteca, taos y navajo, o sea, con una clase
selectiva. Nos encontramos con verbalismos en lugar de con tales verbos.
Los así llamados verbos y nombres existentes en las lenguas semíticas no
son más que moduli que se pueden aplicar a lexemas en general por señales
que consisten en largas secuencias-modelo de vocal-consonante, aunque pue
de tratarse de lagunas ocasionales en la universalidad de la aplicabilidad
lexical. En hebreo nos encontramos con e-e como una de las diversas se
ñales de escalonamiento y con a-a como una de las diversas señales de ver
balismo, como ocurre, por ejemplo, en berek 8 (rodilla): bárak (se arrodilló);
derek (camino) : dárak (él marchó); geber (hombre como ente viril o fuer
te): gábar (él era fuerte); bebel (cordel); habal (ató); melek (rey): malak
(reinó); qedem (antecedencia) : qádam (estaba delante); regel (p ie ): ragal
(anduvo con los pies). Sin duda alguna, existen muchos «nombres» he
breos de los que no conocemos el verbalismo por los textos, pero esto
parece deberse, en gran parte, a que los textos hebreos que conocemos no
representan todos los recursos de la antigua lengua viva hoy en día; el
árabe muestra mucho mejor la aplicabilidad general de estos moduli a la
gran mayoría de lexemas. Pero los verbos y los nombres que son catego
rías de modulus se pueden encontrar más cerca, sin necesidad de acudir a
las lenguas semíticas. El léxico inglés contiene dos grandes divisiones se
lectivas. Una de ellas consiste principalmente en palabras largas y palabras
que tienen ciertas terminaciones, en las que se incluyen verbos selectivos
como «reducir, sobrevivir, emprender, quedar perplejo, engrandecer, corres
ponder, etc.», y nombres selectivos como «instrumento, elefante, longevi
dad, altruismo, etc.». A este grupo de nombres y verbos selectivos también
pertenece un pequeño número de palabras cortas, como «corazón, chico,
calle, camino, ciudad; sentarse, ver, escuchar, pensar». En este vocabulario
selectivo, el inglés es como el francés o el hopi. La otra parte del léxico,
compuesta en su mayor parte por palabras más cortas, pero también algunas
largas, contiene lexemas simples a los que se puede aplicar a voluntad
tanto el verbalismo como el escalonamiento, como, por ejemplo, en «ca
beza, mano, situación, andar, cambio, vista, cráneo, tejer, perro, rendirse,
masaje, etc.».89 Esta parte del vocabulario es como en árabe, aunque las
8. Como quiera que estos ejemplos hebreos solamente se utilizan aquí para
ilustrar modelos vocálicos, están escritos en una ortografía morfofonémica aproxima
da, mediante la que no se intenta demostrar la distinción entre las letras b, g, k, etj
cétera, y las aspiradas que las reemplazan después de las vocales en condiciones re
gulares.
9. L a adjetivación en inglés es otro modulus que se aplica tanto a los lexemas
simples como a los nombres selectivos, pero también existen adjetivos selectivos y
éstos no son modulus en los sustantivos.
116
señales son de una dase completamente diferente. Las de escalonamiento
incluyen los artículos, las señales en plural, la posidón después de los pro
nombres posesivos y los adjetivos sdectivos; las de verbalismo induyen
posidón después de un pronombre nominativo, posidón anterior a un pro
nombre, nombre o escalonamiento, las formas del pasado, los auxiliares
verbales, los partidpios de modo, etc.
Puede existir una amplia variabilidad en las rdadones semánticas en
tre verbalismos y escalonamientos en la misma lengua. Cuando se contras
tan con los escalonamientos correspondientes, puede parecer que los ver
balismos añaden de una manera inconstante ideas como «se unió a» (caza,
juego, baile), «se comportó como» (madre, perro), «está en» (alojamiento,
colmena), «pone en» (sitio, asiento, bolsillo, garaje), «hace, añade, instala»
(planta, pipa, hojalata), «saca, pela» (piel, cáscara), «consigue» (pescado,
ratón), «utiliza» (martillo, arco de violín); por otro lado, el escalonamien
to parece añadir inconstantemente ideas tales como «resultado», «signifi
cado», «acción o lugar», «instrumento», etc. Esta inconstancia, o, por de
cirlo mejor, esta elasticidad en ciertos aspectos del significado, existente
tanto en las lenguas semíticas como en el inglés, es característica de los
simples moduli de verbalismo y escalonamiento, y puede ser contrastada
con la condición de tener a disposición un número de moduli diferentes,
cada uno de los cuales sea un tipo diferente y especializado de verbalismo
y escalonamiento, lo que parece ser la situación en la lengua esquimal de
Alaska. Esto significa simplemente que en una lengua con tipos de moduli
primarios y simples, el significado del lexema individual se encuentra en
menor o mayor escala bajo la dominación de toda la oración y a merced
de las grandes posibilidades de connotación y sugestión que puedan pre
sentarse.
¿Puede haber lenguas no sólo sin nombres y verbos selectivos, sino
también sin escalonamientos y verbalismos? Naturalmente. El poder de
hacer oraciones aseverativas o declarativas y de aceptar en ellas a moduli ta
les como voz, aspecto y tiempo, puede ser una propiedad de toda palabra
principal, sin necesidad de añadir un modulus preparatorio. Este parece
ser el caso del nitinat y de otras lenguas del grupo wakashan. Una palabra
aislada es una oración y una sucesión de tales palabras-oración es como una
oración compuesta. Podemos imitar una oración compuesta de este tipo en
inglés, por ejemplo: «H ay uno que es un hombre, que está allí, que corre,
que la atraviesa, que es una calle, que se prolonga». Esta oración exótica
está compuesta simplemente de los lexemas predicativos «uno», «hombre»,
«allí», «correr», «atravesar», «calle» y «larga» y la verdadera traducción
es «hay allí un hombre que atraviesa corriendo la calle larga». En una len
gua aislada se puede o no se puede encontrar una estructura de esta clase,
117
como también puede o no puede ser encontrada en una lengua polisintéti
ca, como el nitinat. La lengua polisintética puede o no puede fundir algu
nos lexemas en palabras largas y sintéticas, pero sin duda alguna tiene en
cualquier caso el poder de fundirlas en elementos mucho más actuales, mo
dales y conectivos (señales de moduli). En ocasiones, se ha dicho de una
lengua polisintética de este tipo que todas las palabras son verbos, o bien
que todas las palabras son nombres a los que se han añadido elementos
verbalizantes. En realidad, los términos verbo y nombre no tienen signifi
cado en una lengua de este tipo. La situación es radicalmente diferente por
que, como ocurre en el hopi por ejemplo, aunque cuando decimos le • 'na
(«es una estría») y pe ■ 'na («lo escribe») estamos expresando oraciones
completas, se trata de palabras que no son igualmente predicativas en to
das las posiciones de la oración, y también pertenecen a clases selectivas
cerradas de nombre y verbo que, en general, adoptan inflexiones diferentes
y que solamente parecen semejantes en tipos especiales de oraciones. En
la lengua hopi, la distinción verbo-nombre es importante sobre una base
selectiva; en inglés es importante sobre una base de modulus; en nitinat
parece no existir.
Hemos visto hasta ahora las categorías que son distintas, tanto desde
el punto de vista configurativo como semántico, y éstas son las formula
ciones típicas de la gramática. Pero también tenemos grupos de palabras
que son configurativamente distintas y que, sin embargo, no tienen diferen
cias en su significado; a éstas las podemos llamar clases isosemánticas o
puramente formales. Son de dos clases, que corresponden a la selectiva y
al modulus en las categorías semánticas, pero que aquí llamaremos mejor
selectiva y alternativa . Las clases isosemánticas selectivas están tipifi
cadas por «declinaciones» y «conjugaciones», esos fenómenos tan comunes
que están extendidos por todas las lenguas y se encuentran muy bien de
sarrollados en el latín, el sánscrito, el hopi y el maya, menos desarrollados
en las lenguas semíticas, en el inglés (verbos «fuertes» y «débiles») y en
el azteca y casi inexistentes en la lengua payute. Estas clases también in
cluyen clases semejantes al género sin diferencia semántica, como en el
bantú o en ciertas clases de géneros del taos (todas éstas pueden ser lla
madas «declinaciones» sin concordancia pronominal o algo similar); tam
bién incluyen clases que requieren una posición diferente en la oración
simple o compuesta sin diferencia en el tipo de significado (clases de posi
ción de vocablos en el algonquiano); finalmente, también incluyen clases
que requieren señales diferentes para el mismo modulus sin diferencia en
el tipo de significado, como ocurre, por ejemplo, en los «nombres» he
breos segmentados ( e-e) y en los grupos de escalonamiento paralelo. Las
clases isosemánticas alternativas son lo que queda implicado por su nom
118
bre; por ejemplo, el grupo inglés que comprende don't, worít, sharít,
carít, etc., y el grupo de los do not, will not, shall not, cannot, etc. En
este caso quizá podríamos hablar de un modulus de brevedad, conveniencia
o actitud coloquial aplicado al primero de los grupos. A veces, las clases
alternativas se muestran opuestas en estilística a la diferencia gramatical.
En otros casos, no parece existir una diferencia generalizable , como
ocurre con las palabras inglesas electricd, cubical, cyclical, historiad, geo-
metricd, respecto a electric, cubic, cydic, historie, geometric.
Todavía quedan otros tipos de distinción: CATEGORÍAS específicas y
categorías genéricas . Una categoría específica es una clase individual
que existe en una lengua individual, por ejemplo, la voz pasiva inglesa, el
aspecto segmentativo de la lengua hopi. Una categoría genérica, en el sen
tido restringido de aplicación a una lengua en particular, es una jerarquía
formada por agrupamiento de clases de tipos semejantes o (y) complemen
tarios, como el caso en el latín y la voz en el hopi. En este caso, la cons
trucción depende mucho, tanto del punto de vista, como de las predilec
ciones del sistematizador o gramático, ya que puedé ser fácil construir
categorías específicas convirtiéndolas en esquemas muy lógicos; sin embar
go, lo que ya se desea más es que estas categorías genéricas representen
sistemas que estén contenidos en la misma lengua. Hacemos bien en mos
trarnos escépticos ante la sistematización de un gramático cuando ésta se
encuentra llena de alomorfismo, el apareamiento de toda categoría con
una opuesta, que más bien significa la ausencia de ella. Las categorías es
pecíficas de evidente oposición en el significado, como, por ejemplo, voz
pasiva y voz activa (cuando el término «activo» significa más bien «no pa
sivo») debían de ser incluidas en una categoría genérica («voz») sólo
cuando son más de dos o cuando, si solamente son dos, contrastan como
una unidad cuando se las coloca juntas y se las compara con cualquier otro
sistema de formas.
Finalmente, las categorías genéricas pueden ser descritas, en un sen
tido aún más amplio, como las que se convierten en equivalentes de los
conceptos de una ciencia general de la gramática. Por agrupamiento, estas
categorías parecen ser categorías específicas similares en lenguas
diferentes . Sólo en este sentido podemos hablar de una categoría de
«voz pasiva» que abarcaría las formas llamadas por ese nombre en inglés,
latín, azteca y otras lenguas. A estas categorías o conceptos les podemos
llamar categorías taxonómicas, opuestas a las categorías descriptivas . Las
categorías taxonómicas pueden ser de primer grado, como por ejemplo
la voz pasiva, o de segundo grado, como por ejemplo voz, caso, etc.
Quizás las más importantes son las que pertenecen al segundo grado y,
en último caso, son las que mejor se pueden evaluar como conceptos lin
119
güísticos, como generalizaciones de las mayores formaciones y como notas
sobresalientes que se encuentran en el lenguaje, cuando éste es considerado
y descrito en términos de toda la especie humana.
1 2 0
D ISCUSIÓN D E LA LIN G Ü ISTICA H O PI *
Querido John:
Tendrás interés en saber que he sido contratado por el Departamen
to de Antropología de la Universidad de Yale para dar una clase de dos
horas semanales desde enero hasta junio de 1939, sobre Problemas de la
lingüística americana. Mi colega George L. Trager dará la clase de Fonéti
ca al mismo grupo y durante el mismo período de tiempo, de forma que
no tengo pensado dedicar mucho tiempo a los problemas fonéticos o foné-
micos per se. Más bien pienso orientar mis clases en una dirección psico
lógica, hacia los problemas del significado, del pensamiento y sobre las
llamadas civilizaciones primitivas. Haré resaltar los métodos de investiga
ción del lenguaje que revelen algo sobre los factores psíquicos o cons
tantes de los indios americanos en una comunidad lingüística dada. Digo
psíquicos en lugar de mentales porque serán tratados en mis clases, tanto
el afecto como el pensamiento, hasta el punto en que éste es lingüístico.
Espero poder dedicar suficiente atención al aspecto de la organización de la
experiencia para convertirla en un universo de ideas consistente y dispuesto
a la comunicación por medio de los modelos lingüísticos. En conjunto,
espero presentar algunas concepciones bastante interesantes para el antro
121
pólogo y el psicólogo y conseguir que germinen algunos exponentes de am
bas disciplinas entre mis estudiantes.
Mientras prepare el material para el curso me sentía muy agradecido
de recibir la ayuda que tú y la Universidad me podáis prestar, ya que se
que tanto tú como la Universidad donde estudias estáis interesados en esta
línea lingüístico-psicológica. Quisiera subrayar aquí algunos conceptos sobre
los que estoy trabajando, basados en el análisis de la lengua hopi, que
naturalmente será una de las que tendré que utilizar mucho para conseguir
ejemplos, aunque también espero poder dedicar algún tiempo al azteca y
al maya. En el análisis de las categorías de morfología verbal de la lengua
hopi, se puede encontrar una introducción al problema general, refiriéndo
me especialmente a aquellas categorías que por propósitos de conveniencia
se pueden llamar aspecto y tiempo, aunque para la lengua hopi no podemos
aceptar exactamente el mismo significado que estos términos poseen en las
lenguas clásicas europeas. No obstante, tenemos dos categorías morfológi
cas distintas: los sufijos que son tratados de forma diferente y tienen posi
ciones diferentes, y el sufijo del tiempo que viene detrás del sufijo de
la voz. Existen tres tiempos: pasado (o sea el pasado hasta el momento
presente, incluyéndolo), el futuro y el generalizado (todo lo que es verdad
general, universal o sin tiempo); todos ellos son mutuamente exclusivos.
De los tres, el único que vamos a considerar aquí es el futuro (sufijo en
-ni). El futuro inglés representa una primera aproximación a su significado.
Existen nueve aspectos, de los que consideraré principalmente el inceptivo
(-va) y el proyectivo (-to). E l aspecto preciso es el aspecto de las oracio
nes simples (vocablos sin sufijos o modificación); el pasado es el tiempo de
la oración simple. Una primera aproximación al significado del inceptivo
es «comienza a hacer» (el pasado hopi lo traduciré en presente). En cuanto
al proyectivo diríamos «hace con un movimiento hacia adelante». Después
me referiré al resultativo progresional o «crescentivo», cuya forma es -iwma.
Existe otra forma progresional similar al inceptivo que hace -’yma, pero
no la incluyo porque tiene un significado notablemente diferente («está
bien la forma en que se está haciendo»).
Al hacer la traducción al inglés de la forma «comienza a hacerlo»
con un gran número de verbos diferentes, nos encontramos con que mien
tras el hopi utiliza el inceptivo para la mayoría de los verbos, utiliza el
proyectivo para un cierto número de ellos y para un número considerable
se sale fuera de la categoría del «aspecto» y utiliza el tiempo futuro
(en su aspecto preciso o no especificado). La utilización es consistente y
no depende del tipo formal («conjugación») del verbo. El análisis muestra
que el significado lexical del verbo se sucede de una forma curiosa. Inme
diatamente nos salta a la vista una cuestión: ¿Por qué un modelo («comien
122
za a hacerlo») que nos parece perfectamente uniforme y de la misma natu
raleza en todos los casos, se debe presentar a sí mismo ante la mente del
hopi de habla bilingüe, inglés-hopi, como un significado que oscila hacia
atrás y hacia adelante entre dos o más categorías fundamentales de signi
ficado de su propia lengua? También se tiene que hacer notar que en casi
todos los casos en los que se utiliza el inceptivo en el sentido de «comienza
a hacer», el hopi no solamente usa el sufijo -va, sino también una redupli
cación. El significado de la reduplicación es proporcionar una estabilidad al
aspecto preciso para denotar un proceso más extendido; así, pues, esto
parecería un requisito previo y lógico a una forma que denotara el comien
zo de un proceso, pero, no obstante, allí donde el tiempo proyectivo o el
futuro traducen el «comienza a hacer», no se emplea la reduplicación. Esto
tiende a confirmarle a uno la impresión de que el observador hopi concibe
los acontecimientos de un modo diferente a como lo conciben aquellos
cuya lengua nativa es el inglés.
Así, pues, el inceptivo {-va o base reduplicada) se utiliza en las expre
siones «comienza a escribir, a respirar, a dormir, a volar, a rodar (sobre
sí mismo), a reír, a luchar, a fumar, a cantar, a nadar, a morir, a mirar,
a aporrearlo,1 a volverlo, a extraerlo, a comerlo, a romperlo, a llevarlo, a
matarlo, a atarlo, a recogerlo, a subirlo, a atarlo, a ponerlo en, a bajarlo, a
cogerlo», y en otras muchas más. El futuro se utiliza en expresiones como
«comienza a correr, a moverse, a huir, a ir hacia casa, a marcharse, a ir
(a un sitio), a subir (o a bajar), a andar, a abrirlo, a cerrarlo, a dispararla
(una flecha), a conducirlo (un coche), a estar en (un sitio)», etc. Así, pues,
las formas son iguales al futuro, o sea «correrá, moverá, huirá», etc. El
aspecto proyectivo se utiliza en expresiones como «comienza a salir, a entrar,
a venir ( = “ llegar” en hopi), a caer, a caer (por el espacio; en hopi
se utiliza un verbo diferente), a ir en un circuito, a volverse, a describir
un movimiento de rotación, a partirse (hacia afuera), a esparcir» y otros
muchos. Él «hace un movimiento hacia adelante» parece muy apropiado
para muchos de estos verbos, pero no está claro por qué no es también
apropiado para muchos de los verbos que se encuentran en los otros dos
grupos, ni por qué la traducción al inglés de este tercer grupo tiene que set
necesariamente «comienza a hacer». N i siquiera el mismo hopi puede
dar una explicación.
Por fenómenos de esta dase, que no quedan confinados al problema
inceptivo, sino que invaden toda la gramática hopi, llego a la condusión
de que para el parlante hopi tiene que existir una relación de similitud,
123
oscuramente sentida, entre los usos del verbo en cada grupo y algunas
facetas no obvias de su significado, lo que ya es de por sí un significado,
pero que se debe tratar de algo tan cercano o inmediatamente situado bajo
el umbral del pensamiento consciente que el parlante no puede expresarlo
con palabras y elude toda traducción. Para aislar, caracterizar y comprender
la operación de este algo, oscuramente sentido, de estos significados pura
mente conscientes (e incluso inconscientes), hay que hacer un análisis que
voy a emprender a continuación. A esta clase de significado elusivo, oscuro,
pero funcionalmente importante, le llamo un criptotipo .
Así, pues, yo diría que los significados de los vocablos hopi que se tra
ducen por «estar escribiendo, respirando, durmiendo, rompiéndolo», etc.,
son similares desde el momento en que todos ellos contienen el «criptoti
po A », mientras que «correr, moverse, ir a casa, abrirlo», etc., contienen el
«criptotipo B » e «ir, caer, volverse», etc., contienen el «criptotipo C».
En contraste con el criptotipo, que no tiene señal formal y cuyo significa
do no queda claramente evidente ya que se trata más bien de un significa
do sumergido que se muestra como una influencia, doy el nombre de
fenotipo a las categorías inceptiva, futura, proyectiva, etc.; o sea que el
fenotipo es la categoría morfológica «clásica» que posee una señal carac
terística formal y que tiene un significado claro y evidente. Por propósitos
esquemáticos, vamos a referirnos al inceptivo, futuro y proyectivo como
a los fenotipos 1, 2 y 3, refiriéndonos siempre al problema presente. Se verá
que en una lengua como el hopi, los significados de las formas gramaticales
son el resultado del entrejuego del fenotipo y del criptotipo, y no proce
den únicamente del fenotipo. Naturalmente, este concepto se puede exten
der a otras muchas lenguas, aparte del hopi. H asta ahora, la lingüística
ha estudiado los fenotipos casi por completo. Pero el estudio de los cripto-
tipos, que apenas se ha llevado a cabo, abre una fase mucho más psicológi
ca de la lingüística.
Hasta ahora nos hemos encontrado con tres tipos de formas de «co
menzar», A -l, B-2 y C-3. Si equiparamos «comienza a ------(infinitivo)»
con «comienza a se r------(gerundio)» (que así se traduce del hopi) y des
pués pasados al «comienza a estar------», donde------no es una forma en
gerundio, sino o bien un adjetivo (a ), o bien un participio pasado (b ),
nos encontramos con una diferencia interesante. Con un adjetivo, como
por ejemplo «comienza a estar húmedo, rojo, blanco, azul, caliente, corto,
bueno, redondo», etc., aparece un nuevo fenotipo (4), o sea otro morfema
similar al inceptivo. Entonces se utiliza una forma terminada en -iwma.
Esta forma es una combinación de voz y aspecto: la voz resultativa («está
húmedo como un resultado de algo»), más el aspecto progresional -ma
(«lo hace durante el transcurso de movimiento, “ se pasa” o “ se marcha”
124
secundariamente a o hacia un estado de condición»). En el caso (b ),
como por ejemplo «comienza a ser roto, extraído, cortado, escrito», etc.,
no es lo mismo que la condición tenga que ser considerada como resultativa
o como pasiva, o sea si lo que está comenzando es una condición de roto
se utiliza el fenotipo 4 (-iwma), y si lo que está comenzado es un acto de
romper que le ocurre a un sujeto pasivo se usa el 2 (tiempo futuro -ni)
más el sufijo de la voz pasiva. No obstante, si se halla presente el cripto-
tipo C, la forma es C-3 (proyectiva, -to) exactamente como en el caso
anterior, sin significado pasivo, o sea que «comienza a estar agrietado hacia
afuera» es lo mismo que «comienza a agrietarse hacia afuera», aunque
en este caso es posible utilizar la forma -iwma para proporcionar a
la oración un significado definitivamente resultativo. En todas estas for
mas de «comienza a estar ------» aparece otro criptotipo, el D, que evi
dentemente es la parte pasivo-resultativa de los significados del A y del
B y que por lo tanto también incluye el adjetivo ordinario descriptivo. El
criptotipo D puede usar dos fenotipos inceptivos, el 4 o el 2. En realidad,
el fenotipo 4 es el aspecto progresional -ma siendo -iw- el signo de la
voz resultativa que corresponde con el signo de la pasiva utilizada con el
2. Hemos añadido, pues, los tipos D-4 y D-2.
Ahora se puede hacer notar que el criptotipo D queda contrastado con
los A, B y C como el inactivo respecto al activo. Los criptotipos A, B y
C son semejantes en cuanto a ser activos, o sea que en ellos se muestra el
movimiento presente y el cambio, o bien un estado vital, un proceso de
vida como el que se indica cuando se dice «durmiendo»; la única excepción
(desde nuestro propio punto de vista) es la de «estar en un sitio», que
en realidad no es una verdadera excepción, sino una fase de la misma idea.
E l «papel» del sujeto es el de un actor, aún cuando éste no haga más que
estar en un sitio; esto parece ser una idea común a los criptotipos A, B
y C. En el criptotipo D el «papel» del sujeto es el de la sustancia no activa
que sirve para desplegar alguna condición o cualidad. Quizá se pueda decir
que, en el primer caso, el sujeto es considerado como el agente causal,
mientras que en el segundo no es el agente causal de lo que yo llamo
«verbalismo», o sea la manifestación (acción, operación, condición, estado,
status, relación, etc.), anunciada por el verbo. Todavía no podemos deter
minar las diferencias entre los criptotipos A, B y C, pero ya se ha mostrado
un factor de significado criptotípico. En la lengua hopi el contraste activo-
inactivo o causal-incausal no aparece en ninguna parte como un fenotipo.
Pero como contraste criptotípico es decisivo para gobernar la forma externa.
Si volvemos al «comienza a hacer» aparecen ciertas diferencias cuando
lo comparamos con el «comienza haciendo». En este caso, el hopi omite
la reduplicación inherente a las formas del aspecto inceptivo del A -l. Evi
125
dentemente el hopi siente que nuestra forma de gerundio denota un proceso
mucho más extenso que el infinitivo. Sin embargo, el criptotipo B se com
porta exactamente igual, o sea utiliza la forma -ni tanto para el «comienza
moviéndose» como para el «comienza a moverse». En el criptotipo C
ocurre lo mismo: -to para «comienza saliendo» y para «comienza a salir».
Pero, además, el criptotipo A puede utilizar ahora el fenotipo 2 (-ni),
al igual que el 1; ambas formas son posibles para el mismo verbo y ambas
tendrán la misma traducción. En ciertos casos surge una ligerísima diferen
cia de significado. Hemos añadido un nuevo tipo, el A-2, que tiene una
ligera diferencia de traducción en comparación con la forma reduplicada
del A -l, y una diferencia de significado, aún más insignificante, en compa
ración con la forma A-l no reduplicada. E s muy difícil percibir esta dife
rencia, pero queda patente en algunos ejemplos y posiblemente tiene alguna
relación con la diferencia existente entre los fenotipos -ni y -va (y no es
criptotípica).
Volviendo a los criptotipos A, B y C : e l A y e l B están relacionados
por el hecho de que el A utiliza -va y -ni, mientras que B sólo utiliza
el -ni. Se puede suponer, por tanto, que en el criptotipo B quedan im
plicadas cierto tipo de ideas que hacen inapropiada la utilización del
-va, característicamente inceptivo. Y en el criptotipo C se puede supo
ner que existe algo que hace ilegible tanto el -va como el -ni por sí
solos, y que requiere la presencia del -to. El criptotipo D es caracte
rísticamente inactivo e incausal y en contraste, los criptotipos A, B y
C, representan tres tipos diferentes de actividad o causalidad. Omitien
do las formas espacio-relación y algunas otras, la causalidad se convierte
en lo mismo que la actividad. Tras un prolongado escrutinio y análisis,
en el que me fueron de muy valiosa ayuda las ideas y puntos de vis
ta que tengo sobre la lengua hopi, llegué a la siguiente caracterización
de los criptotipos A, B y C. E l criptotipo B es una actividad, el co
mienzo de la cual implica que habrá una cierta cantidad de mantenimiento
del estado actual de la misma, saltando desde el impulso inicial propor
cionado por el sujeto o actor. El B representa actos que saltan desde el
impulso iniciado por un sujeto, pero no necesariamente todos estos actos,
sino sólo aquellos en los que la primera iniciación de un fenómeno inme
diatamente subsiguiente al impulso muestra la actividad de una forma
completa, una forma en la que la continuidad tiene simplemente el sig
nificado de tiempo adicional, pero que no implica un desarrollo posterior,
ni una continua adaptación de la forma. En casi todos los casos nos en
contramos con un «impulso», «impulso volitivo» o «voluntad», ya esté
presente en un actor animado, o bien sea «sentida en el interior» de un
objeto inanimado, lo que ocurre con menor frecuencia. Así, pues, el tipo
126
incluye las clases de movimiento uniforme determinado subjetivamente,
como correr, huir y también el «ir» de varias clases. Para decir «él comienza
a correr» la actividad ya tiene que haber sido mostrada por sí misma en
la forma efectiva del estar corriendo, lo que no necesita ser desarrollado
y estabilizado con posterioridad, sino más bien continuar «como es».
«E star», o sea un verbalismo de relación espacial en la lengua hopi, como
«en, a, sobre, a lo largo, bajo, con», etc., está clasificado como pertene
ciente al mismo tipo que «correr». Se incluyen aquí unos pocos verbos
transitivos en los que el actor transfiere su impulso de golpe al objeto, de
modo que su forma de actividad es desplegada al momento. Así ocurre
con «él lo abre» (sin importar lo pequeño que sea el objeto; lo que importa
es que queda abierto y ya no continúa cerrado); el cerrar está clasificado
como una operación inversa del mismo tipo (también se incluye el movi
miento de cualquier barrera que, aún cuando quede parcialmente cerrada,
ha experimentado un movimiento mantenido que no será cambiado en
forma por la continuidad del mismo); así ocurre también con «disparar una
flecha».
Por su parte, el criptotipo A es una actividad cuyo comienzo no
significa siquiera un breve mantenimiento de sí misma como resultado de
un primer impulso o tendencia. En el verdadero y primer impulso de
todos no se tiene que reforzar la idea de que la risa es una verdadera
risa; en este primer impulso la escritura no es tal, sino una simple marca;
en este primer momento no se rasga un objeto, sino que, como máximo, el
objeto experimenta una tirantez, previa al desgarro. Se siente que la acción
consiste en un desarrollo sucesivo de acontecimientos, o una aplicación,
poco más que momentánea, de la voluntad a la acción, una subsiguiente
participación del sujeto, necesaria incluso para el más breve establecimien
to de la acción en su forma representativa. Algunos de los significados
verbales del criptotipo A parecerán al principio haber sido extrañamente
seleccionados partiendo desde este punto de vista, pero si meditamos un
poco sobre la cuestión nos daremos cuenta de que en el significado cripto-
típico de la lengua hopi existe una percepción peculiar. Así, pues, «dor
mir» está clasificado aquí por el hopi como si sintiera que el dormir es
un estado en el que el sujeto entra mediante el desarrollo de un reajuste
continuo, y no un estado en el que cae por sí mismo; mientras que «co
rrer» y «hablar» son considerados como estados en los que el individuo
cae de pronto, sin necesidad de progresar o reajustarse dentro de ellos.
Al criptotipo A pertenecen todos los verbos transitivos, excepto los pocos
que están incluidos en el criptotipo B (la influencia sobre un objeto re
quiere un ajustamiento con respecto a él). Así, pues, el criptotipo A es
un concepto esencialmente dinámico o simbólicamente dinámico, aún
127
cuando se pueda referir a un estado de descanso, en el que el dinamismo
emana del propio sujeto. El criptotipo B es activo o simbólicamente
activo factorial), pero no dinámico; el sujeto queda simplemente invo
lucrado en un estado de movimiento uniforme, o de su equivalente simbó
lico, y se queda allí.
El criptotipo C es una actividad (siempre intransitiva) en la que el
sujeto sólo necesita ser emplazado en el estado inicial con objeto del aco
plarse mediante una tendencia natural y ser llevado al otro lado del estado
inicial a pesar de sí mismo. Es trasladado a un ámbito de tendencia y,
por lo tanto, a partir de entonces ya no es un modelo, sino que se tiene
que someter a un inevitable desarrollo y cambio del estado inicial. Así,
pues, el estado inicial puede perder un apoyo, o perder el equilibrio, con
lo que el sujeto se «trasladará», quedando a merced de la gravedad; en
tonces «caerá» o se «derramará»; una vez que entra en este estado,
tiene que «ver el final». O, como ocurre en el caso de dar vueltas sobre
sí mismo, describir un movimiento de rotación o cualesquiera otras accio
nes mecánicas, puede ser la inercia, el momento, la elasticidad, o simple
mente alguna tendencia automática e indefinida la que recoja al sujeto, una
vez que la primera proyección de la acción lo haya liberado, como un gati
llo. E l símbolo de esta acción es «ser echado», que es la imagen simbólica
que se encuentra tras el aspecto proyectivo -to, «lo hace con un movimien
to hacia adelante». A primera vista se puede pensar que es curioso que
la lengua hopi incluya en esta categoría el «salir» y el «entrar». En reali
dad, ninguna fuerza exterior abarca a todo el sujeto y le hace moverse.
No obstante, el sujeto pasa al otro lado de una línea divisoria definitiva,
entrando así en otro ámbito, el del exterior, en el caso de que haya sido
una parte del interior, y viceversa. Una vez que ha realizado el cambio
está sujeto a las leyes y naturaleza del nuevo ámbito en que se encuentra,
mientras que deja absolutamente atrás las que predominaban en el ámbito
o estado inicial que acaba de abandonar. Así, pues, los verbos «entrar» o
«salir» pueden servir como el símbolo de todas las demás ideas incluidas
en este criptotipo. Por lo tanto el criptotipo C es dinámico o simbólica
mente dinámico, pero el dinamismo no emana del sujeto, sino del campo
externo. Finalmente, el criptotipo D no es, como ya hemos visto, ni diná
mico, ni activo, sino inactivo, o sea o estático o pasivo.
A pesar de la sencillez con que se trate de explicar, el significado de
un fenotipo no puede ser realmente comprendido por completo en todas
sus sutilezas hasta que el criptotipo que le acompaña haya sido extraído
de su estado sumergido y su significado efectivo haya llegado hasta cierto
punto a la conciencia. Por consiguiente, los efectos diferentes que produce
un mismo fenotipo con criptotipos diferentes y viceversa, tiene como
128
resultado una conciencia y comprensión mucho más pronunciada y clara
sobre el mismo fenotipo. Nos encontramos áhora en una posición mejor
para estudiar el significado sutil de -va y de -ni. En el último caso, tenemos
que comenzar, desde luego, con un estudio, en cierto modo intuitivo, del
sistema de tiempos como un todo, para pasar después al tiempo «futuro»
indicado por el -ni. El tiempo «futuro» afirma que existe expectación ante
el acontecimiento, que está presente la voluntad del sujeto con respecto al
acontecimiento, si se trata de un acto voluntario, y que ya se puede haber
alcanzado el primer punto inicial del acontecimiento, pero que todo lo
que se encuentra más allá de esto no es presente, sino futuro, o sea el acon
tecimiento considerado como un todo es futuro. Para que el acontecimiento
como un todo pueda ser considerado como futuro, el tiempo no puede
implicar que la tendencia del sujeto perseverará más allá del punto inicial;
si esto se hiciera así se debilitaría mucho, o desaparecería por completo el
sentido de futuro; en tal caso sólo significaría «empieza su quehacer» o
«empieza a hacerlo». Por otra parte, -va significa «comienza a hacerlo con
perseverancia o acumulando ímpetu»; el punto inicial está presente, el
próximo punto se aproxima velozmente y el siguiente queda como una
promesa de realización. Tanto el -va como el -ni pueden ser utilizados con
el criptotipo A, no reduplicado, con una ligera diferencia de matiz, lo que
ya se muestra en algunos de los ejemplos utilizados para significar «co
mienza a hacerlo». El -ni dice que la actividad ha llegado al punto inicial,
pero el significado dinámico y perseverante del criptotipo promete por
sí mismo que se adoptará claramente la condición no durativa indicada por
el verbo. Lo mismo ocurre con el -va, a excepción de que esta forma hace
la adopción mucho más positiva. Sin embargo, con el verbo reduplicado o
durativo del criptotipo A necesitamos el -va porque la oscura perseverancia
criptotípica del verbo A es suficiente para efectuar la adopción y, con ob
jeto de prometer una subsecuencia mediante una acción durativa, necesita
mos afirmar la voluntad de perseverancia o la tendencia del sujeto por sí
mismo, lo que se consigue mediante el significado del -va. Así, pues, para
decir «comienza a cortarlo», dando a entender que hace oscilar el hacha
para dar, al menos, un primer tajo (no sabemos si el sujeto da más tajos
o decide detenerlos), podemos utilizar el -ni o el -va. Pero, para decir
«está empezando a cortarlo», queriendo decir que a este primer tajo seguirá
otro y otro y así sucesivamente, necesitamos la reduplicación y el -va,
pero no el -ni. Lo mismo ocurre si la acción no es repetitiva, sino más
bien continuada, como por ejemplo «está empezando a dormir».
Por otra parte, con el criptotipo B el significado criptotípico implica
que una vez se ha alcanzado el punto inicial (para lo que es suficiente el
-ni), el acontecimiento queda manifestado en su forma típica y se manten
129
9. LENGUAJE
drá por sí mismo durante un tiempo, por lo menos conservando esa forma,
ya que toda la cuestión de la perseverancia del sujeto se ha tirado por la
ventana, por decirlo así. Esto significa que -va sería redundante e inapropia
do, y que su utilización quizás sugeriría mucho más de lo que se necesita
y que ya queda implicado por la actividad del tipo B. En el criptotipo B
se encuentran palabras que poseen una cierta desnudez y abstracción; estas
palabras anuncian un tipo de movimiento o posición. Todas las palabras
que indican «ir» y «venir» son particularmente abstractas, y no tienen
verdaderas raíces verbales, sino que se trata más bien de posposiciones
verbalizadas o adverbios como «a, desde, fuera», etc. Los verdaderos enten
didos en el proceso del pensamiento hopi deberían tratar de evitar que
esta fría desnudez fuera espoleada o falsificada por la utilización de un
elemento como el -va.
Esta ilustración mostrará cómo el significado de una forma puede ser
analizado mucho más profundamente, en una lengua como el hopi, me
diante el concepto de criptotipo, y cómo la totalidad del significado es un
producto conjunto de factores criptotípicos y fenotípicos. Existen muchas
lenguas en las que el concepto de criptotipo será de muy poca utilidad,
pero también es cierto que hay otras lenguas, como el hopi, en las que
una gran parte de la producción de los paradigmas descansa en este estado
al que es tan difícil llegar, al igual que existen personas cuya vida mental
es mucho menos accesible que otras. Los criptotipos juegan en el hopi
un papel mucho más importante que el problema, más bien menor, de
las formas inceptivas. Creo que soy el primero en indicar la existencia de
este estrato sumergido de significado que, a pesar de sus funciones subte
rráneas, ejerce una influencia regular sobre la lingüística como un todo.
Siento una gran curiosidad por saber qué piensas tú de esta idea general,
desde el punto de vista psicológico. ¿Cómo se adapta a los problemas que
estás estudiando? Sin duda alguna te sentirás sorprendido por la semejanza
de los criptotipos al concepto de la inconsciencia de Freud, y quizá más al
de Jung, aunque el paralelo no debería ser llevado demasiado lejos.
130
ALGUNAS CATEGORÍAS VERBALES D E LA LENGUA H O PI *
131
que situarme para poder traducir del inglés al hopi, como el hecho de
descubrir los significados de las mismas formas hopi. Este hecho se puso
notablemente de manifiesto en los cuatro tipos de categoría verbal que
vamos a estudiar aquí.
Será beneficioso resaltar al principio las siguientes distinciones gene
rales:
1. C ategoría abierta : Marcada por un fonema que aparece en
cada oración que contiene la categoría, en oposición a la categoría cerra
da : no marcada en general en las oraciones, pero en la que se requiere un
tratamiento distintivo en ciertos tipos de oraciones, como por ejemplo en
el caso del género inglés.
2. C ategoría de la palabra : Una categoría (abierta, cerrada, o
mixta) que delimita una jerarquía primaria de clases de palabras, cada
una de las cuales contiene un número limitado de palabras (no corresponde
al vocabulario completo), como por ejemplo las «partes familiares del len
guaje» de las lenguas indoeuropeas y de otras muchas, en oposición a una
categoría modulus: mediante la que se modifica o bien cualquier palabra
del vocabulario, o bien cualquier palabra que ya haya sido incluida en una
clase delimitada, como por ejemplo voces, aspectos, casos.
3. C ategoría e sp ec íf ic a : Una clase individual de cualquiera de los
tipos anteriores, como por ejemplo voz pasiva, aspecto durativo, en oposi
ción a una categoría genérica : una jerarquía más alta fotmada por el
agrupamiento de clases de tipos similares o complementarios, como por
ejemplo voz, aspecto.
Las categorías tratadas en este artículo pertenecen todas a los tipos
abierto y modulus, pero se debe decir aquí que las categorías cerrada y de
la palabra son también de una gran importancia en la gramática hopi. Si
se fracasa en el intento de definir estas clases se dará a la gramática una
apariencia muy irregular. Las categorías genéricas son tratadas como perte
necientes al sistema verbal y han sido designadas con los nombres de
aseveración , modo, status y modalidad.
aseveración
132
duración. Distinguen tres clases diferentes de información. En otras pala
bras, aseveración es una clasificación que dirige la exposición hacia uno
de los tres diferentes ámbitos de validez. La informativa es simplemente
una exposición informativa sobre la actualidad histórica de una determinada
situación, como ocurre por ejemplo en «él corrió, está corriendo, yo lo
veo».2
L a expectativa declara una expectación o anticipación de una situación.
Se traduce por el futuro inglés, o por «va a hacer» o por «comienza a»,
ya que una actitud puede ser todavía de expectante anticipación, antes
que una en la que se informa sobre un fait accompli, mientras la acción está
comenzando todavía. Como quiera que las aseveraciones no tienen nada
que ver con el tiempo como tal, una actitud expectante puede ser proyec
tada hada una reladón de acontecimientos pasados, lo que proporciona
las traducdones «iba a hacer» o «comenzó a hacer». Un indicio de los signi
ficados, de otra forma oscuros, reside en la interpretadón «lo que está
(o estaba) hadendo es lo esperado». Así, pues, la adidón del sufijo del
modo concursivo -kar\ «mientras», forma una concursivo expectativo en
•niktrci pero sería incorrecto traducir esto mediante el futuro inglés «mien
tras él lo hará». L a forma significa «antes de hacerlo», o sea «mientras se
espera su acdón».3
133
La nómica no declara ninguna situación particular, pero ofrece la
exposición como una verdad general, como por ejemplo en inglés: «ella
escribe poesía, él sólo fuma puros, la lluvia cae de las nubes, algunos
dinosaurios colocan los huevos en la arena». Las tres categorías aseverati-
vas son mutuamente exclusivas.
MODO
134
ciún en gerundio); concursivo (kar\, -kakat]), acontecimiento paralelo y
contemporánea (inglés: «mientras como, y »); secuencial (-t), secuencia
en e l tiempo (inglés: «después... y entonces...»); relativo (-qa), cualifi-
cación de una persona o cosa en un párrafo, como el sujeto en el otro
párrafo, el párrafo modal (inglés: «qué, cuál», pero no el caso oblicuo del
«qué»); transrelativo (-q, -q'o"), relación general que supera una di
ferencia del sujeto en los dos párrafos (sin equivalente en -inglés). Cada
modo se refiere a una cierta clase de disparidad o contraste, así como de
conexión, entre los dos párrafos; y una separación de los sujetos o ejecu
tantes en los dos párrafos es, en sí mismo, un tipo básico de disparidad a
un nivel similar al de otros tipos básicos, y entonces necesita el modo
transrelativo en uno de los párrafos. Así, pues, todos los demás modos se
refieren a condiciones en las que el sujeto es el mismo en ambos párrafos,
o sea en las que el contraste del párrafo está basado en otros factores
ajenos a la disparidad de los sujetos. Si se desea añadir a la noción general
del modo transrelativo una expresión, de factores como aquellos que son
básicos en otros modos, se puede conseguir mediante partículas separadas.
E n muchas construcciones transrelativas y en algunas relativas, el sujeto
se encuentra en acusativo. E l sujeto de todos los demás modos se encuentra
en nominativo. Vamos a ver ahora algunos ejemplos del uso de los modos.
Tanto en estos ejemplos como a través de todo el-presente artículo se ha
señalado el sufijo de modo con un guión, con objeto de ayudar a identificar
el verbo dependiente.^
Condicional: ním-€ . mi - ’nat t'iwa ni «cuando vaya a casa verá el río»
(expectativa); n i m i? m i • 'nat ü w á r f i «cuando va a casa ve el río» (nó-
mica).
Correlativo: n im a-q aY m í-'n at t'iwa «porque fue a casa vio el río»;
n im a m i - "nal t'iwa ni-qa'Y «fue a casa con objeto de ver el río», o sea
«fu e a casa porque se esperaba de él que viera el río»; paN qa'W -qaY ya'w
m i • 'nat t'iwa «é l dijo que vio el río» (al decirlo, repite, «vio el río»).
Concursivo: riima-káx\ m i’ 'nat t'iwa «cuando (o mientras) fue a casa,
vio el río»; winima-ka't\ ta • 'wla'wi «cantó y bailó» (al mismo tiempo).
Secuencia!: k i- y ?aw pil'i-t mi • 'nat t’f w a «después (o cuando) llegó
a casa, vio el río»; winima'-t p’f ? ta • ' wla'wi «bailó y después cantó».
Relativo: ta • Jqa ni’ma'-qa m i-'n at t’i w a «e l hombre que fue a casa,
vio. el río»; n i t'iwa ta • rqat nima-qa’-t «y a vi al hombre que fue a casa»
(el relativo toma el caso del nombre y aquí se encuentra en acusativo, como
su sujeto).4
135
Transtelativo: níma-q ta ■ 'qa ’aw pitfni «cuando vaya a casa, un hom
bre le encontrará ("llegará a é l”)»; níma-q mo’t]wi ’aw p i t í t f i «cuando
va a casa, el jefe se encuentra con él (nómica)»; tíyo tvihíma-q ?o ■ 'viy
ma • 'na ta • ’ wla'.wi «como quiera que el chico bailó, la chica cantó»;
pq'NqaW-q ya w ma • 'na ním a «él dijo que la chica se fue a casa»; na ■ t
ta ■ 'wlaW-q ma ■ 'na w’i ním a «mientras él cantó, la chica bailó»; pañ is
winíma'-q p i? ma ■ 'na ta • 'wla'wi «inmediatamente después (o tan pronto
como comenzó a) de que él empezara a bailar, la chica cantó»; ?a'son
níma-q m qr\,vi 'aw p itf ni «después de que vaya a casa, el jefe se encon
trará con él».
Nuestra oración de relativo, con pronombre relativo, es transrelativa
en la lengua hopi, ya que existe disparidad de sujeto; por ejemplo: ta • 'qat
r ií ñwq’-q ním a «el hombre a quien yo vi, se marchó de casa» («el hom
bre», objeto dependiente de «mi vista», «se marchó a casa»). E l hopi trata
al «hombre» como al objeto del párrafo que implica la visión, mientras
que el sujeto de la oración «ir a casa» es «él» expresado en el verbo. La
lengua inglesa hace muy poca distinción entre esta construcción y la que
ya queda expresada en la lengua hopi mediante la utilización del relativo,
utilizando a menudo la misma conexión «que» o «quien» para ambos
casos, de forma que pueden aparecer amplios cambios de construcción al
traducir al hopi un cierto número de oraciones relativas aparentemente
semejantes en su forma exterior. Sin embargo, estos cambios son perfecta
mente transparentes para un hopi; incluso el hopi bilingüe cuando se le
presentan las dos proposiciones que tienen las mismas vestiduras en la
forma inglesa, «el hombre que yo vi marchó a casa» y «el hombre que me
vio, marchó a casa», reaccionará instantáneamente con dos modelos de
oración completamente desiguales: ta • ’qat rií íiwa-q ním a y ta - qa n’iy
tiwd'qa níma. Así, pues, la lengua hopi produce formas transrelativas que
traducen el objeto de nuestro pronombre relativo; y en este caso e» ya
extrema la lejanía con nuestro propio modelo: por ejemplo yamdkpit7
at\ iva - ’yma-q h "p t «el puente sobre el que estaba andando se derrumbó»
(«puente [acusativo] sobre lo estaba él andando, se derrumbó»). Lo más
desconcertante para el punto de vista común indoeuropeo es la forma en
que el hopi combina los modos con las modalidades, de acuerdo siempre
con una lógica sistemática propia.
Como parece peculiar la omisión del «imperativo» de los modos, debo
decir que éste pertenece a una categoría de intimidativos (imperativo,
semi-imperativo, optativo, vetativo) y paradigmas defectivos, que no son
ni modos ni modalidades.
136
ST A T U S
MODALIDAD
137
partículas modalizadoras es más abundante en morfemas que la categoría
-de modalidad, estrictamente considerada. Mientras que existen numerosas
partículas del tipo modalizador, parece necesario distinguir ocho (quizás
más) como mutuamente coordinadas hasta el punto de formar un sistema
de ocho modalidades, al que, por motivos esquemáticos, podemos añadir
una novena: la modalidad indicativa o forma cero. L a línea que pudié
ramos trazar .entre las modalidades y la utilización lexical de otras partícu
las modalizadoras no es muy definida; sin embargo, las modalidades son,
consideradas como un todo, un grupo de formas mutuamente exclusivas
(con ciertas excepciones), mientras que las demás partículas modalizadoras
se pueden usar con mayor libertad con cada una de las demás o con las
partículas modalizadoras de la modalidad, lo que ocurre con menor frecuen
cia y de una forma menos formal, siendo tratadas, quizás con mayor con
veniencia, como ítems lexicales (ver ejemplos al final del presente artículo).
Las modalidades han recibido los siguientes nombres: indicativa , CITATI-
VA, INHIBITIVA, POTENCIAL, INDETERMINADA, ADVERTIDA, CONCESIVA, OBLI
GATIVA, IMPOTENCIAL.
C itativa : Partícula modalizadora ya w. L a aseveración se convierte
en la aseveración de un informe lingüístico. A l narrar un relato popular se
utiliza el y a w en el mismo sentido, qué nuestro «así» o «y así», al comien
zo de casi todas las oraciones largas; en este caso significa «así» én el sen
tido d e «d e acuerdo con lá historia». En la oración simple independiente
añade la idea d e «ellos dicen», on dit que, «se dice». V a colocada inme
diatamente después de una cita directa, la última palabra de la cual recibe
una mayor acentuación sobre la última sílaba; esta combinación es equiva
lente a las citas habladas. También es utilizada en la plática indirecta,
junto con los verbos decir, escuchar, etc., encontrándose en modo relativo
o transrelativo (ver ejemplos en estos modos). Compárense las oraciones
riv travo t-q y a w m ín i «o í decir que é l se cayó» (informe verbal), nv
navot-q m ín i «le escuché caerse» (se escuchó el sonido de su caída). Sin
embargo, la citativa no puede implicar la confirmación, ni conceder la
veracidad del informe, ya que esto último es función de la modalidad con
cesiva (k ir), como se puede ver en la siguiente oración: rii? navot-q kir
m í tu «escuché que él había caído» (lo que escuchó fue la narración del
hecho, al que se concede haber sucedido ya).
I n h ibit iv a : Partícula modalizadora kirbín. Significa que se bloquea
o se previene al sujeto de producir el efecto especificado por el verbo, con
una completa ausencia de implicación sobre la causa de esta condición, como
si ésta se encontrara en la habilidad del sujeto, o externamente, etc. Se
traduce simplemente por «no puedo».
P otencial : Al principio, esta formulación asombra al parlante inglés,
138
que la considera «patas arriba», si no positivamente fantástica. Se traduce
por «puedo», pero se trata simplemente del negativo del inhibitivo y va
indicado por kirbi'n qa'. Sin embargo, el análisis muestra que se trata de
una forma'acentuadamente lógica. Mediante este significado, el bopi produce
un «puedo» perfectamente neutral y potencial que no se refiere simplemen
te a su habilidad personal, sino que indica que el camino está completa
mente abierto para que el sujeto convierta la potencialidad en acción si
así lo elige. {Para el «puedo» de la habilidad personal o técnica, e l «saber
cómo», existe un verbo definido que se utiliza con el expectativo relativo
de la acción verbal). ¿Cómo un «puedo» neutral y potencial de esta clase
se podría expresar mejor que con una forma negativa que declara simple
mente la ausencia de todo impedimento inhibitivo o frustrativo entre el
sujeto y la acción?
I ndeterminada: Partícula modalizadora sin. Indica incertidumbre, que
corresponde al «quizás, posiblemente, puede ser», como por ejemplo nitn-€
sin m q rí'it ?aw piti'ni «cuando vaya a casa, puede encontrarse con el jefe»
(o no puede, es una posibilidad). L a incertidumbre es como la de un balan
ceo entre iguales probabilidades positivas que negativas, por ejemplo: ni?
7aw tivix\ta-q sin ni'm aní «le pregunté si {o bien) estaba a punto de
marcharse a casa (o no)» (construcción transrelativa). A l principio sin parece
jugar el papel del condicional «sí», pero no es así. Solamente contesta la
incertidumbre expresada por el « s í» por cuanto la función de relación y
unión del « s í» queda realizada por la relación del modo transrelativo; el
sin es incapaz por sí mismo de efectuar cualquier, unión, del tipo que ésta
sea.
A dvertiva : Partícula modalizadora kz. Denota una incertidumbre
similar a la expresada por el sin, pero acentúa ligeramente la posibilidad
de una solución positiva, antes que negativa. Si esta posibilidad positiva
está siendo afirmada en presencia de cualquier clase de actitud opuesta, o
una actitud de temor ante tal solución, da la sensación de tratarse de
nuestro «poder» (con facultad) o del «poder a pesar d e», o en el caso infor
mativo del «puede haberlo hecho así». Así, pues, en la oración ta • 'qa.
tiio-i ? k i toa - 'ya'ni «cuando el hombre lo vea, puede que se marche» (su
posible alejamiento del lugar es lo que se tiene que mantener presente).
Por lo tanto, la oración contiene la partícula k t como un carácter de
advertencia, ya que no solamente apunta una incertidumbre, sino que
también llama la atención sobre una posible solución a la misma. Es,
pues, suficientemente lógico que nuestro «puede que no» sea k i qa y no
sin q a como por ejemplo en la oración nim- 1? k i qa' titoa'ni «cuando vaya
a casa, puede que no lo vea».
C oncesiva : Partícula modalizadora kir. Indica que se da validez a la
139
aseveración como un concepto, antes que como una experiencia objetiva:5
por ejemplo «se concede, se garantiza, se infiere por la evidencia que se
posee, se asume, se considera como conocido», etc. En la oración inde
pendiente puede ser interpretado como «parece que, evidentemente, al
parecer», o más bien como «así que», por ejemplo kir m o r f i ntm a «así
que el jefe se marchó a casa» (acción inferida). Sin embargo, su importan
cia sutil es mucho mayor en las oraciones compuestas. Consideremos el si
guiente modelo transrelativo, riv t'iwa-q pa'la «veo que es rojo» (es rojo
en el momento en que yo lo veo), riv tiwa-q ript pita ' «veo que centellea».
El hopi rehúsa utilizar este modelo para referirse al estado, por ejemplo
«veo que es nuevo», ya que en la oración se requiere el concesivo que ex
prese la idea de nuevo, o sea rii tiwq'q kir pi • ’hi (por lo que yo veo,
infiero que es nuevo). En otras palabras, la idea de nuevo no la propor
ciona una sensación visual, como la idea de, rojo o de luz; no es algo que
se ve directamente, sino que se infiere o se asume, kir, por el objeto que
se ve. A nosotros, esto nos puede parecer como un análisis psicológico,
pero para el hopi se trata de una distinción clara y práctica. L a construc
ción normal del condicional inglés «sí» requiere en la lengua hopi que el
modo condicional o transrelátivo, que representa la función de unión de
nuestro «sí», sea. también concesivo para representar la función hipoteca-
dora del «sí»; de otra forma, el modo se traduciría por «cuando» y no
por «sí». Así, pues, se dirá kir m'm-z mi ■ ’nat tiwa ni «si va a casa,
140
verá el- río» (asumiendo que vaya a casa, etc.). E l «sí» contrario al hecho
ya es otra cuestión [?as, ver más abajo).
O bligativa : articula modalizadora so'-on q a\ Significa «necesaria
mente, naturalmente, inevitablemente» y desde el punto de vista indoeuro
peo parece comprometer la idea de ser simplemente un negativo doble, lo
que en la lengua hopi siempre indica un positivo. Se trata de una combi
nación de qa «no» y de sg"on «no expectativo», y esto significa que no
se puede esperar una negación. A menudo se traduce por el «debe» y
«tiene que», pero no está matizado de ninguna idea de apremio, deber u
obligación, siendo completamente neutral y abstracto. Se utiliza a menudo
en la conclusión de las exposiciones condicionales, para indicar una conse
cuencia necesaria, por ejemplo k'ir ni'm-v sq-on qa mí ■ "nat tiw áni «si él
va a casa, verá el río» (como una consecuencia necesaria).
I mpotencial : Partícula modalizadora ’as. Esta modalidad es muy
difícil de expresar en los términos de nuestra forma habitual de pensar.
Indica lo que podríamos llamar inefectividad teleológica. Ya recorremos la
mitad del camino con el hopi al reconocer formas de aseveración como
may y can («debo» y «puedo»), que se encuentran en un plano diferente
al del simple «hace» y «no hace» y que comparadas con estas aseveraciones
más rudimentarias tienen un status que combina las cualidades de afirma
tivo y negativo, de realidad y de irrealidad. Se encuentran a un nivel medio
entre estas oposiciones extremas, aún cuando se encuentren insertas for
malmente en un modelo afirmativo. Pero todas nuestras expresiones de
nivel medio se refieren al ámbito del estado latente; la razón que explica
el carácter dual positivo-negativo de la exposición es que su verdad es la
del estado latente, cuyas manifestaciones pertenecen al futuro. Así, pues,
el hopi tiene expresiones de esta clase a nivel medio, como acabamos de
ver. Pero, además, tiene una expresión a nivel medio en la que el carácter
dual positivo-negativo ya no es una cuestión de estado latente, sino que
está adscrito a acontecimientos que ya han ocurrido. Y más aún, una ex
presión que se refiera a algo que nunca ha ocurrido, puede ser asignada a
este ámbito de cuasi-realidad, junto con referencias a hechos que han
ocurrido realmente. E l criterio que establece este estigma particular de
cuasi-realidad depende de si el sujeto materia de discusión es inefectivo
en términos del propósito, del objetivo, de la necesidad, de la función, etc.
(aquí podemos aplicar una gran variedad de conceptos de nuestra propia
ideología) que formó originalmente los motivos para llevar a cabo la ac
ción. Si un hopi informa sobre una sucesión de acontecimientos en los que
un hombre escapó de sus perseguidores, pero que al final fue capturado por
éstos, utilizará el impotencial y dirá ta ■ ’qa ?qr iva ■ 'ya «el hombre escapó
corriendo» (implicando que «escapó corriendo» no puede interpretarse aquí
141
en el sentido de que realmente «escapó»). Si el hombre hecho a correi y
consiguió escapar de verdad, la exposición sería simplemente ta ■ 'qa wa • 'ya
N i7 m aqto es «fui a cazar»; riv 7as ma’qto es lo mismo, excepto que esta
última oración implica que regresé con las manos vacías o prácticamente
así. Nosotros podemos proporcionar esta información diciendo «fui a ca
zar, ¿y qué?», empleando un tono de disgusto. Sin embargo, la oración
hopi no se puede comparar con esta nuestra. Se trata de una exposición
carente de sentido emocional; 7as no es una expresión de afecto, sino una
expresión intelectual y será utilizada le guste o le disguste al que la dice,
por ejemplo: co ■ 'vito 7as wa ■ 'ya «el ciervo huyó» (pero lo cacé de todos
modos). E l nombre que he utilizado para esta modalidad, «impotencial»,
se refiere a la connotación de impotencia qué da a la exposición de accio
nes e intentos. En el expectativo cambia la traducción del «querer» al
«tratar de», por ejemplo: ma - 'na 7as' winímqsni «la chica trata de bailar»
(pero hasta ahora no lo ha conseguido). Sin embargo, el impotencial ex
pectativo no implica que los intentos posteriores tengan también que fra
casar. Cuando el expectativo se refiere al pasado de la narración, su impo
tencial sé refiere a un intento frustrado de realizar cualquier acción que
al final no se llevó a cabo, por ejemplo: 7as to a-‘ya’ni «trató de escapar»,
refiriéndose a un prisionero que fracasó en su intento de huida. Cuando el
impotencial es expectativo en un modo dependiente (o sea, cuando es
condicional o transrelativo y la otra oración es expectativa), la realidad es
posteriormente atenuada a una posibilidad pasada y nunca realizada teóri
camente. Así, pues, nuestra condición contraria al hecho es impotencial en
la lengua hopi, por ejemplo: 7as ni'm-t7 sq’7on q á n ii- ’nat fiwa’ni «si hu
biera ido a casa, hubiera visto el río» (como no fue a casa, no vio el río).
Aquí se puede añadir el concesivo al impotencial, especialmente si el modo
es transrelativo, por ejemplo: kir 7as níma-q s o ?on qa- mq'v^i 7aw pit'i’ni
«si hubiera ido a casa, el jefe le habría encontrado». Nuestro «aunque,
pero, sin embargo», indica una cierta tensión entre dos tendencias con
flictivas. El hopi discrimina infaliblemente si una de estas tendencias ha
hecho abortar a la otra (el significado impotencial), o si la oposición es de
la clase que se puede indicar con el kz, el szn o cualquier otro significado.
Así, pues en concursivo diría ni7 7as qatí-kar\ ma ■ r\i'7i «aunque estaba
sentado, me sentía cansado»; en transrelativo diría 7as toa ■ 'ya'-q ni7 r ¡i?a
«aunque él huyó, le cogí». Por otra parte, 7as sería incorrecto en una ora
ción como «aunque estaba corriendo, estaba cantando», ya que ninguna
acción ha abortado el propósito de la otra. En este caso, un hopi diría sim
plemente wáriki w-kar\. ta - ’wla wi «mientras estaba corriendo, estaba can
tando», o quizás añadiría a esta oración un elemento que indicara cierta
sorpresa. En la" oración 7as piñ'-t qa' winima «aunque él llegó, no bailó»,
142
el ?as implica que la función de llegar era precisamente la de bailar; tam
bién hubiera podido no venir.6
La disparidad de modelo con las lenguas indoeuropeas aparece en el
hecho de que mientras todas estas modalidades se asemejan al subjuntivo
indoeuropeo, ninguna se alinea con él. El hopi interpreta nuestro subjun
tivo de diversas formas, siempre de acuerdo con un reconocimiento de
relaciones del que nosotros no somos lingüísticamente conscientes. Así, pues,
cuando decimos «si yo fuera un rey», el «fuera» es impotencial desde el
punto de vista hopi; en la oración «para ver si él era bravo», el «era» es
indeterminado; en «aunque él es obstinado», el «es» implica una idea de
advertencia; en «si él tiene razón», el «tiene» es concesivo. ¿O acaso, des
pués de todo, el modelo es tan diferente de las lenguas indoeuropeas? Si
gue siendo un hecho que, en general, las lenguas auto-aztecas, y especialmen
te el hopi, son poco usuales reminiscencias de las indoeuropeas en sus
tipos de gramáticas. ¿Sería posible que en las antiguas formas de las len
guas indoeuropeas, quizás en el hitita, pudieran existir modelos de cons
trucción sintáctica que nos conducirían a un análisis que siguiera en cierto
modo la línea exterior hopi?
OTROS MODALIZADORES
6. E l ámbito de lo «pudiera haber sido, tanto como no» es, en sustancia, ese
nivel medio situado entre lo positivo y lo negativo que viene representado por el im
potencial. Lo que nosotros llamamos «lo que pudiera haber sido» es, en la lengua
hopi, una parte de este ámbito. Lo que puede o no haber sido es la expectancia
(potencia, tendencia, posibilidad, deseo).
143
pi': aceptación de las condiciones como son o tienen que ser, hecho
innegable, inevitablemente; a veces corresponde con la palabra inglesa
stress (tensión, esfuerzo), por ejemplo, pam pitt’ni «él llegará», p i' pañi
p iti ni «él llegará», «él, al menos, llegará». También corresponde a nuestro
«después de todo» y, más aún, a nuestro encogimiento de hombros; mien
tras que pay pi' significa «ya», pi' indica una resignación filosófica a la rea
lidad incambiable, por ejemplo, pay pi' wa ■ 'ya «él escapó corriendo y eso
es todo». También son corrientes las combinaciones con el negativo {pi'
qa') y el obligatorio (s o ?on pi' qa').
ta’tam: necesidad ante la que uno se resigna con una sensación de
autosacrificio; «tiene» o «debe de una forma u otra», incluyendo esta
sensación; implica que el sujeto está sacrificando sus propios intereses o
preferencias.
íir: intención sin clara resolución, más vaga que el «deseo hacer» o
«intento hacer»; se parece más a «está pensando en ...» , «le gustaría».
En las diversas lenguas difiere marcadamente la extensión hasta la que
está diversificado el «sentimiento modal» y la sutileza de su aplicación,
pero probablemente pocas lenguas habrán ido tan lejos en este aspecto
como la lengua hopi.
144
LEN G U A JE: PLAN Y CONCEPCION D E D ISTRIBUCIO N
Nota del editor: en el año 1938, Whorf hizo circular entre un grupo
selecto de colegas el siguiente cuadro y bosquejo en forma de manuscrito.
Fue escrito como un suplemento de Esquemas de materiales culturales,
preparada por George P. Mordock y sus colegas del Departamento de
Antropología de la Universidad de Yale, como una guía para las personas
que trabajan en el campo etnológico. El siguiente cuadro queda reflejado
en la breve sección dedicada al «Lenguaje» de estos Esquemas.
En algunas partes de sus escritos, Whorf menciona lo deseable que
sería poseer una «fuente universal» de las lenguas; sin duda alguna fue
éste el esquema que intentó realizar, concibiéndolo como un armazón
standard en el que recoger la información sobre cada una de las lenguas
que se necesitaran para conseguir una fuente universal de la clase que él
pensaba.
La atención del lector debe dirigirse en primer lugar al cuadro de la
página 146, que refleja todo el esquema de la lengua, según lo concibe
Whorf. E l esquema subsiguiente, que presenta una expansión de la sección
semasiológica del cuadro, solamente es un apéndice al mismo, aún cuando
contiene la mayor parte de éste. El material ha sido impreso con sólo muy
pocas alteraciones y correcciones respecto del manuscrito original, que fue
facilitado por el profesor Normann McQuown, de la Universidad de Chi
cago.
A. La oración
1. Final de la oración marcado por:
145
10. LENGUAJE
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Sublexical (sufijos, etc.).
Partículas (enclíticas o palabras, por ejemplo: «y»).
Hipotáctica (subordinación) (utilización de oraciones dependientes),
por:
Orden.
Significados prosódicos (entonación, etc., por ejemplo, la entonación
de la coma inglesa).
Señalización sublexical, incluyendo formas especiales de verbos, ge
rundios.
Partículas subordínalas, conjunciones.
5. Predicación.
Técnicas:
Orden de las palabras o modelo de oración (tipo aislado).
Predicados sublexicales (o sea sufijos, etc., en este caso el predicado
es el sufijo y no todo el verbo).
Clases de palabras predicativas (verbos y varios tipos de cuasi-verbos;
la fuerza predicativa va unida a un significado lexical, por ejem
plo «come, mata»). Véanse las categorías en la B, La palabra.
Sólo la oración verbal.
Oraciones verbales y nominales — oraciones nominales designadas
por el modelo de orden, sublexicalmente, etc.
Operadores (palabras especializadas para la predicación, que de otro
modo no tienen significado lexical o lo tienen muy vago).
Verbos auxiliares.
Mezclas de técnicas.
Categorías de predicación:
Copulativa (ser).
General.
Inherente (ser español), o subjetiva.
Objetiva (estar español).
General verbal, incluyendo todas las siguientes:
Causal.
Activa-causal.
Intransitiva-mediopasiva.
Transitiva.
Inactiva-causal:
Intransitiva.
Transitiva.
Incausal.
Estática.
Resultativa.
148
Pasiva.
Otras (las anteriores pueden ser establecidas de formas diferentes,
de acuerdo con el modelo de la lengua, por ejemplo: verbo
intrumental, etc.).
6. Oraciones mínimas y abreviadas:
Oraciones abreviadas:
Formas retrospectivas.
Formas elípticas, por ejemplo «¡Pero m añana...!».
Fórmulas sociales («gracias», «¡hola!», «por favor», etc.).
Oraciones mínimas:
Tipo vocativo («¡Ju an !», «¡M adre!»).
Tipo imperativo («¡V en!»).
Otras.
«S í» y «N o».
Interjecciones.
Ordinarias («¡oh !», etc.).
«Juramentos».
Otros tipos con fuerza cultural especial.
149
Entonación {un modelo, varios modelos).
Formas de pausa.
Elementos especiales de señalización.
Orden de palabras.
Señalización afectiva. Entonaciones u otros elementos que marcan
el final de la oración y que también indican énfasis, interés, sorpre
sa, duda, interrogación, fuerza de convicción, disminución o aumen
to afectivo, etc.
2. Principio de oración marcado por:
Orden de palabras, por ejemplo: verbo siempre en primer lugar.
Introductores de la oración.
Entonación.
Otros.
Inexistente.
3. Unión intra-oracional {sintaxis) (principio integrante de la oración).
Orden de palabras. Expansión del orden de palabras, orden sujeto-pre
dicado, orden adyacente (modificador antes, modificador después,
mixto), orden interrumpido (diácope), por ejemplo: división del in
finitivo inglés.
Categorías funcionales (por ejemplo: nombres, verbos, predicados, et
cétera), marcadas de formas diversas. Véanse categorías en la B, La
palabra.
Señalización de relaciones, por ejemplo, mediante casos, pre- o pospo
siciones, directores de acción (o sea diferentes señalizaciones del ob
jetivo de la acción, o de la causa-efecto, transitivos, aplicativos).
Inclusión en regla o clase (referencia en el verbo o en otra palabra
clave respecto a la sintaxis).
Incorporación pronominal o referencia, incorporación nominal, ele
mentos directivos e instrumentales, elementos que formen parte
del cuerpo, etc,
Verbo como oración nuclear (por ejemplo, el navajo).
Oración holofrástica (forma de polisíntesis en la que el verbo toma
parte en la mayoría de las oraciones).
Armonía de la oración, o sea, acuerdo en clases formales, por ejemplo:
acuerdo en género, número, etc. (la lengua bantú es un ejemplo
extremo).
4. Unión inter-oracional (sintaxis externa) (adición de oración a oración).
Paratáctica (coordinación):
Yuxtaposición de oraciones.
Elementos de coordinación:
Prosódico (entonaciones, etc,).
147
Técnicas:
Selección * (por ejemplo, diferencia entre «Juan, ven, perro, mata»).
Flexibilidad (por ejemplo, «va, fue»).
Orden (en frase u oración).
Referencia pronominal (por ejemplo: usada en inglés para marcar
clase de género).
Referencia por medio de palabra-clave, no por pronombre.
Reactancia (palabra que en la relación cerrada gobierna la elección
de otras palabras; por ejemplo: los términos de objeto largo go
biernan en la lengua navajo la elección del vocablo verbal).
Categorías, cerrada. Véase 3. Categorías.
3. Categorías.
Pueden ser abierta o cerrada. A ser posible, decir cuál de ellas y cómo
está señalizada, o si es mixta, por ejemplo: verbos, sufijos; nombres,
selección pura; nombres, ausencia de otra señalización.**
I. Categorías de palabras.
a. Funcional-lexical:
Nombre.
Verbo.
Adjetivo.
Adverbio.
Ninguna (se tiene que recordar que pueden no existir alguno o
todos estos tipos; sería imposible tener mi «verbo» sin un
sufijo verbal que pudiera ser aplicado a cualquier raíz. Enton
ces, no hay clases de verbos, sino solamente la «categoría mo-
dulus» del verbalismo).
b. Funcional.
Pronombres (personal, demostrativo, interrogativo, negativo, inde
finido, relativo, etc.).
Partículas (palabras que se utilizan para señalizar o unir la oración
(véase), señalizadores finales, señalizadores iniciales (inceptores),
pre- y posposiciones, conjunciones, partículas modales, predica
dos, operadores, etc.).
Artículos. Véase II, c, definido-indefinido.
* Selección, o sea selección pura. La selección también acompaña todas las demás
señalizaciones de las categorías de palabras. La selección pura requiere la existencia de
categorías de palabras cerradas.
* * Allí donde sea posible, indicar si se evitan las categorías comunes, como, por
ejemplo, ausencia de plural, de género, etc.
150
c. Categorías de referencia (que implican una clasificación de la ex
periencia, diferentes clases de cosas, estado, o acción):
Géneros (muchas clases diferentes, masculino, femenino, animado,
inanimado, personal, racional, irracional, integral, etc.).
Categorías de referencias múltiples (numerosas clases semejantes a
los géneros, a menudo con significado indistinguible, por ejem
plo en el bantú).
Estado social y clases de rango.
Clases de perfiles (por ejemplo, en el navajo y el haida).
Presencia-ausencia.
Visibilidad.
Clases de emplazamiento y extensión.
d. Clases puramente formales, por ejemplo conjugaciones y declina
ciones.
e. Clases de nombres propios, género, edad, respeto, etc.
II. Categorías modulus. (Éstas no delimitan clases de palabras en sí mis
mas; modifican o bien cualquier clase o bien clases que ya están
delimitadas por otros significados).
a. Generalmente aplicable:
Predicados.
Verbalismo (otros predicados, aparte del «ser»).
«Nominación» o designación nominal.
Sufijos absolutivos, artículos nominativos, señalización cero, etc.
Adjetivación.
b. Aplicación mixta — aplicada generalmente a veces y otras en casos
especiales:
Número (clases 1, 2, 3, varios, muchos, plural).
Colectividad y distribución.
Duración.
Tensión (extensión-duración).
Tiempo.
Comparación, por ejemplo de adjetivos.
Véanse también las categorías de referencia; las mismas ideas pue
den ser aplicadas como moduli.
c. Aplicación especial:
Aplicación general a verbos (o junto a verbalismos).
Categorías de predicación (véase A. La oración).
Voces: activa, pasiva, etc.
Resolución: transitiva, intransitiva, pasiva (se funden la voz
y la resolución).
Aspecto (duración, extensión, etc., por ejemplo, preciso, dura-
151
tivo, perfecto, imperfecto, incentivo, continuativo, progresivo,
frecuentativo, iterativo, usitativo, etc.).
Intensivos.
Sistemas de tiempo.
Modo, por ejemplo, indicativo, subjuntivo, ilativo, dubitativo,
optativo, potencial, permisivo, concesivo, adversativo, etc.
Status, por ejemplo, interrogativo, negativo, citativo, enfático.
Exclamativo y otras formas afectivas.
Formas de petición, por ejemplo, imperativa, vetativa (negativo
imperativa), exhortativa, etc.
Gerundios y subordinadores (referencia cruzada de A 4).
Aplicación general a nombres (o junto a nominalismos).
Estado (o sea poseído, no poseído, formas de posesión prono
minal).
Caso (varios casos).
Adjetivación (dada también bajo el aspecto general).
Definido-indefinido (artículos, etc.).
Partitivos (alguno o ninguno).
Generalidad, por ejemplo, «hombre, mujer, canes», como opues
tos a «un hombre, una mujer, un perro».
Perdurable, por ejemplo, «madera, metal», como opuestos a
«palo, pieza de metal».
Individuativa, por ejemplo, «palo».
Otras. — Véanse categorías de referencia, en las que se en
cuentran fundidas éstas.
d. Categorías de modulus afectivos (expresan los sentimientos del
parlante antes que una idea):
Reducción afectiva (diminutivo).
Aumento afectivo (aumentativo).
Formas de respeto.
Formas enfáticas, exclamativas y otras — ¿a qué clase de pala
bras se aplica el modulus afectivo?
III. Criptotipos. Categorías de palabras cerradas con significado sutil, mar
cadas solamente por reactancias. Omitir esto en la fuente, excepto
para casos obvios, ya que la determinación de los criptotipos re
quiere generalmente un conocimiento profundo d d lenguaje.
152
1. Jerarquías lexicales.
a. La lengua posee distinciones entre raíces y formaciones derivativas
(vocablos, bases, temas). En este caso, la base mínima irreduc
tible es llamada raíz .
b. La lengua sólo puede que tenga una dase, o una dase principal de
elemento lexical. En este caso a esta dase de demento se le
llama tronco, por ejemplo, en la lengua algonquina, o en la
yana. E s posible caracterizar una lengua de este modo.
c. Lexema puede ser idéntico a la palabra (palabra en la oración).
'Lexema siempre diferente de la palabra. E l lexema se produce
en la oración:
1. Con elementos morfológicos.
2. En composidón polisintética.
2. Tipos de raíces y troncos.
Polimorfos (sin forma particular para raíz o tronco — aunque esto es
raro; apto para ser aparentemente basado en análisis insufidente;
por ejemplo, en lo que se refiere a raíces, d inglés no es polimorfo).
Monomorfo. Un tipo característico de raíz, o 1 ó 2 tipos relacionados,
por ejemplo, CV, CVC, etc.
Restringido. Tipo con una considerable libertad de forma con dertas
restricciones, por ejemplo, limitadón de la clase y posidón del agol
pamiento de consonantes en la raíz o en el tronco, como ocurre, por
ejemplo, en d inglés. A ser posible, indicar las restricciones en el
agolpamiento, etc.
3. Derivación (formación de lexemas secundarios, o sea bases de pala
bras, de raíces).
Técnicas. Abierta. Éstas son similares a las técnicas morfológicas, por
ejemplo, colocación de prefijos, colocación de sufijos, etc.
Técnicas cerradas. Transferencia a una clase cerrada diferente y cam
bio de significado con la señalización cerrada.
Grado de derivación. Ninguno, ligero, moderado, grande, acumulativo
(acumuladón de derivativo sobre derivativo; esta formación se
encuentra en la lengua azteca, ya menos en d sánscrito y el griego,
posiblemente en el magiar y el turco).
Tipos derivacionales.*
Tipos de nombres procedentes de bases semejantes a verbos:
Nombres de acción y estado, nombres abstractos.
Agentes: nombres del agente.
* Éstos se pueden fundir con las categorías morfológicas, o ser idénticos a ellas;
en algunas lenguas, esta sección se puede pasar del lexema a la palabra : morfología.
153
Instrumentales: nombres del instrumento.
Nombres de lugar.
Nombre de uno afectado.
Nomen patientis.
Nombre del estado producido.
Nombres adjetivales.
Otros: existen muchas posibilidades.
Tipos verbales procedentes de bases no semejantes: Verbos de activa
ción, de posesión, etc.
4. Composición.
Combinación (esencialmente complejos binarios; las dos partes princi
pales también pueden ser separadas):
Tipos modificadores. ¿Se coloca el modificador antes o después?
Tipos: nombre-nombre, verbo-nombre, nombre-verbo, etc.
Tipos coordinados, por ejemplo «espacio-tiempo» en las «relaciones
espacio-tiempo ».
Composición polisintética.
Composición de muchos troncos con reglas de orden, como por ejem
plo en la lengua algonquina.
Otra posibilidad es: no distinción entre troncos (lexemas) y señali
zadores de categorías modulus. En este caso referencia cruzada a
categorías modulus.
Tipos mixtos, por ejemplo «síntesis interrumpida»:
En las lenguas atabascas se puede prescindir, por ser, a menudo,
muy difícil de analizar.
Lexemas no aislables: pocos, muchos o todos los lexemas.
5. Estructura semántica de la raíz.
Raíz analizable en partes y significados más o menos vagos.
Núcleo y determinativo de la raíz.
Simbolismo fonémico (correspondencia entre sonido y sentido).
Reaparición del mismo fonema o grupo de fonemas con un tipo de
terminado de significado:
Manipulación abierta de fonemas para la obtención de resultados
semánticos y afectivos (por ejemplo, formas infantiles en algunas
lenguas del Nuevo Mundo).
Raíces susceptibles de un considerable análisis intra-radical.
154
LA RELACIO N D E L PENSAM IENTO Y E L COMPORTAM IENTO
H A BITUAL CON E L LEN G U A JE *
Los seres humanos no viven solos en el mundo objetivo, ni tampoco están solos
en el mundo de la actividad social. Dependen mucho de la lengua particular que se ha
convertido en medio de expresión de su sociedad. E s una ilusión pensar que uno se
ajusta a la realidad sin la utilización del lenguaje y que el lenguaje no es más que un
medio incidental de solucionar problemas específicos de comunicación o reflexión. La
realidad es que el «mundo real» está amplia e inconscientemente conformado según
los hábitos lingüísticos de un grupo determinado ... Vemos, escuchamos y obtenemos
experiencia como lo hacemos, principalmente porque los hábitos lingüísticos de nues-
ra comunidad nos predisponen hacia ciertas clases de interpretación.
E dward S apir .
155
EL NOMBRE DE LA SITUACIÓN COMO FACTOR QUE AFECTA EL COMPORTAMIENTO
156
en la planta se llamaba «hilado de piedra caliza». No se hizo ningún inten
to de proteger esta cobertura del calor excesivo o del contacto de la llama.
Después de un período de utilización, el fuego, que ardía bajo uno de los
destiladores, se propagó rápidamente a la «piedra caliza» que, ante la sor
presa de todos, se incendió espectacularmente. La exposición a los vapores
del ácido acético procedentes de los destiladores habían convertido parte
de la piedra caliza (carbonato de calcio) en acetato de calcio. Cuando se
calienta, el acetato de calcio se descompone, formando acetona inflamable.
E l comportamiento que toleró el fuego cerca del recubrimiento aislante
de los destiladores, fue inducido por el uso del nombre «piedra caliza», ya
que al ser «piedra» se piensa inmediatamente que no es un material com
bustible.
En una planta industrial, se observó que una inmensa caldera de hierro
de barniz hirviente estaba sobrecalentada y su temperatura se encontraba
muy cerca del punto de ignición. El operador la apartó del fuego y, movién
dola sobre sus ruedas, la trasladó a cierta distancia, pero sin cubrirla. Al
cabo de un minuto, el barniz se incendió. En este caso, la influencia lin
güística es mucho más compleja. Se refiere a la objetivación metafórica de
«causa» como contacto, o a la yuxtaposición espacial de «cosas», de lo
que depende que la situación sea analizada como «sobre» o como «fuera»
del fuego. En realidad, se había dejado atrás el escenario en el que el
factor principal era el fuego exterior; a partir de entonces, el sobrecalenta
miento se convirtió en un proceso interno caracterizado por la continua
ción del proceso de calentamiento del barniz como consecuencia de la alta
temperatura que todavía conservaba la caldera, aún cuando ésta se encon
trara ya «fuera» del fuego.
En otro lugar, había un calentador eléctrico en la pared que se utili
zaba muy poco. Uno de los trabajadores lo había tomado como un perche
ro muy conveniente para su mono de trabajo. Por lo tanto, el calentador
eléctrico tenía para él el significado de perchero. Por la noche, un vigi
lante entró y apretó el conmutador. Si el vigilante tuviera que verbalizar
esta acción, diría «encender la luz.» Sin embargo, la luz no se encendió
y por lo tanto, verbalizó la acción como «la luz está estropeada». No pudo
ver la bombilla del calentador eléctrico porque el mono de trabajo del
operario estaba colgado sobre ella. Poco después, el calentador eléctrico
encendido hacía arder el mono, y éste causó un incendio en el edificio.
Una curtiduría vertía el agua residual, que contenía desperdicios de
animales, en la instalación de un estanque situado en el exterior, que se
encontraba parcialmente tapado con madera y parcialmente abierto. Nor
malmente esta situación se verbalizaría como un «estanque de agua». Cerca
de allí, un trabajador tuvo que encender su soplete para soldar y arrojó
157
la cerilla al agua. Pero los residuos animales descompuestos habían ema
nado gas que se había situado bajo la cobertura de madera, de forma que
el resultado que produjo el «agua» fue todo lo contrario de lo que esperaba
el trabajador al arrojar allí su cerilla. Una instantánea bola de fuego incen
dió la tapadera de madera del estanque y el fuego se propagó rápidamente
al edificio adjunto, incendiándolo también.
Al final de una sala destinada a secadero de cuero se instaló un poten
te ventilador para producir una corriente de aire que atravesara la estancia
y saliera al exterior por un respiradero que se encontraba en la otra parte
de la sala. El fuego comenzó en un cojinete caliente situado sobre el ven
tilador, que impulsó a las llamas directamente hacia los cueros, incendián
dolos y destruyendo todas las existencias. La peligrosa instalación del ven
tilador fue la consecuencia natural del término «ventilador», cuya equiva
lencia lingüística es «lo que sopla», implicando que su función es necesa
riamente soplar y ventilar. Su función también se podría verbalizar diciendo
que «sopla aire para secar», sin tener en cuenta que también puede «so
plar» otras cosas, como por ejemplo llamas y chispas. En realidad, un
ventilador no produce más que una corriente de aire, y ésta tanto puede
apagar como propagar una llama. Tendría que haber sido instalado al final
del respiradero para extraer el aire existente sobre los cueros sacándolo
de la habitación, en lugar de introducirlo.
Junto a un crisol de carbón para la recuperación de plomo, se colocó
una pila de «desechos de plomo», una verbalizadón errónea, ya que
consistía en las láminas de plomo de viejos condensadores de radio, que
todavía contenían papel parafinado entre ellos. Poco después, la parafina
se incendió y prendió en el techo, la mitad del cual quedó completamente
destruido.
Estos ejemplos, que se podrían multiplicar cuanto quisiéramos, serán
suficientes para demostrarnos cómo lo que nos impulsa a seguir una cierta
línea de comportamiento viene determinado a menudo por las analogías
de las fórmulas lingüísticas con las que expresamos una situación dada.
Estas fórmulas lingüísticas son también las que, hasta cierto punto, anali
zan, clasifican y colocan la situación en ese mundo «amplia e inconscien
temente conformado según los hábitos lingüísticos de un grupo determi
nado». Y, además, siempre suponemos que el análisis lingüístico realizado
por el grupo al que pertenecemos refleja la realidad mejor de lo que en
«realidad» lo hace.
158
MODELOS GRAMATICALES COMO INTERPETACIONES DE LA EXPERIENCIA
159
cosas que en estas lenguas eran plural, resultaban ser singular en la lengua
hopi. La fase de investigación que comenzó entonces me ocupó casi otros
dos años.
La tarea comenzó por asumir el carácter de una comparación entre el
hopi y las lenguas europeas. También me di cuenta de que incluso la
gramática hopi tenía una relación con la cultura hopi, mientras que la
gramática de las lenguas europeas tenían una relación con nuestra propia
civilización «occidental» o «europea». También me di cuenta de que las
interrelaciones quedaban contenidas en esas amplias clases de experiencia
del lenguaje que nos proporcionan términos como «espacio», «tiempo»,
«sustancia», y «materia». Así, pues, y respecto a los rasgos comparados,
existe muy poca diferencia entre el inglés, el francés, el alemán o cualquier
otra lengua europea, con la po sible (pero dudosa) excepción de las len
guas balto-eslávicas o no indoeuropeas. Por lo tanto, agrupé a estas lenguas
en un grupo que llamé SAE o Standard Average European.
Mi informe sobre toda esa parte de mi investigación se puede resu
mir en dos cuestiones: (1) ¿adquieren todos los hombres mediante la expe
riencia una idea sustancialmente similar sobre nuestros propios conceptos
de «tiempo», «espacio» y «m ateria»? ¿O acaso estos conceptos están con
dicionados por la estructura de cada lengua en particular? (2) ¿Existen
afinidades rastreables entre normas culturales y de comportamiento (a)
y modelos lingüísticos a gran escala (b)? (Yo sería el último en pretender
que existe algo tan definitivo como una «correlación» entre civilización
y lenguaje y especialmente entre rúbricas etnológicas, tales como «agricul
tura, caza, etc.» y rúbricas lingüísticas tales como «inflexión», «sintético»
o «aislado»).1 Cuando comencé el estudio, el problema fue, sin duda alguna,
claramente formulado y por otra parte no sospechaba que las contestaciones
aparecieran en la forma en que lo hicieron.
160
hombres» y también «diez días». Diez hombres podrían ser percibidos
objetivamente como diez; diez en una percepción de grupo,2 diez hombres
en la esquina de una calle, por ejemplo. Pero no podemos obtener una
experiencia objetiva de «diez días». Ünicamente pasamos por la experien
cia de un día, el de hoy; los otros nueve (o incluso los diez) son algo
que tiene que ser evocado por la memoria o la imaginación. Si tenemos que
considerar a los «diez días» como un grupo, entonces tiene que ser en
forma de un grupo «imaginario», construido mentalmente. ¿D e dónde
procede este modelo mental? Al igual que en el caso de los errores que
provocaron los incendios, procede del hecho de que nuestro lenguaje con
funde dos situaciones diferentes para las que sólo tiene un modelo. Cuan
do hablamos de «diez pasos dados hacia adelante, de diez campanadas», o
de cualquier otra secuencia cíclica descrita de forma similar, de «tiempos»
de cualquier clase, estamos haciendo lo mismo que hemos hecho con
«días». La secuencia cíclica proporciona la respuesta de los plurales
imaginarios. Pero la utilización de una secuencia cíclica junto a los agre
gados no viene dada inevitablemente por la experiencia antes que por el
lenguaje, ya que entonces se encontraría en todas las lenguas y no es éste
el caso.
Nuestra percepción del tiempo y de la secuencia cíclica contiene algo
de inmediato y de subjetivo, el sentido básico de «llegar más tarde». Sin
embargo, en el pensamiento habitual de quienes pertenecemos al grupo
lingüístico sae, esto se encuentra cubierto por algo completamente dife
rente que, aunque es mental, no debería ser llamado subjetivo. Yo le
llamo objetivizado , o imaginario porque está basado en el mundo exte
r io r . E s esto lo que refleja nuestro uso lingüístico. Nuestra lengua no
establece ninguna distinción entre los números contados en entidades dis
cretas y los números que simplemente «cuentan por sí mismos». E l pensa
miento habitual supone que en el último caso los números cuentan tanto
sobre «algo» como en el primer caso. Esto es objetivación. Los conceptos
de tiempo pierden su contacto con la experiencia subjetiva de «llegar más
tarde», siendo objetivados como cantidades que cuentan, especialmente
como longitudes, composición de unidades como una longitud, con la po
sibilidad de dividir y señalar estas unidades. Entonces, una «longitud de
tiempo» es concebida como una hilera de unidades similares, como si
fuera una hilera de botellas, por ejemplo.
161
11. LENGUAJE
En la lengua hopi existe una diferente situación lingüística. Los plu
rales y los cardinales solamente son usados para designar entidades que
forman o pueden formar un grupo objetivo. No existen los plurales imagi
narios, y en lugar de ellos se utilizan los ordinales con singulares. No se
utiliza, pues, una expresión como la anterior, «diez días». L a exposición
equivalente es operacional, de tal modo que abarca un día seguido de una
cuenta adecuada. Así, pues, una oración como «estuvieron encerrados diez
días» se convierte en «estuvieron encerrados hasta el onceavo día» o bien
«fueron puestos en libertad después del décimo día». La oración «diez
días es mayor que nueve» se convierte en «el décimo día es más tarde que
el noveno». Nuestra «longitud de tiempo» no es considerada como una
longitud, sino como una relación entre dos acontecimientos. En lugar de
nuestra objetivación lingüística de ese dato de conciencia que llamamos
«tiempo», la lengua hopi no ha renunciado a la utilización dé ningún mo
delo que pudiera ahogar la noción subjetiva del «llegar más tarde», que
es la esencia del tiempo.
162
hierro, vidrio» ni la mayor parte de los «materiales», pero sí los inclui
mos si forman parte de cuerpos, pequeños o grandes, con formas definidas.
La distinción es algo que depende de nuestra descripción de los aconteci
mientos, descripción que, a su vez, depende de un inevitable modelo en el
lenguaje. En una gran mayoría de casos es tan inconveniente, que necesita
mos alguna forma de individualizar el nombre masivo para posteriores
recursos lingüísticos. Esto queda hecho en parte mediante nombres de
tipos de cuerpo: «palo de madera, pieza de ropa, bandeja de cristal, pastilla
de jabón»; también se consigue, quizás con mayor asiduidad, introducien
do los nombres de los objetos que lo contienen, aunque queramos refe
rirnos en realidad al contenido: «vaso de agua, taza de café, plato de co
mida, botella de cerveza». Estas fórmulas tan comunes de aplicar el nom
bre del recipiente que contiene aquello a lo que nos referimos, y en las
que el «de» tiene un significado obvio y visualmente perceptible («contie
ne»), influyen nuestros sentimientos sobre las fórmulas de tipo de cuerpo,
menos obvias: «palo de madera, montón de masa», etc. Las fórmulas son
muy similares: nombre individual más un relator similar (el «de»). En
el caso obvio, este relator indica el contenido. En el caso no obvio «sugie
re» el contenido. Los «montones, trozos, bloques, piezas», etc., parecen
contener algo, un «material», «sustancia» o «materia» que corresponde al
«agua», «café» o «cerveza», de las fórmulas de los recipientes. Así, pues,
en el caso de los parlantes SAE la «sustancia» y «materia» filosófica son
la idea ingenua; son instantáneamente aceptables, por su «sentido común».
Y esto es así gracias al hábito lingüístico. Los modelos de nuestra lengua
requieren a menudo que llamemos una cosa física mediante un binomio
que divida la referencia en un concepto informal, más una forma.
El hopi también es diferente en esto. Posee una clase de nombres per
fectamente distinguidos. Pero esta clase no contiene una subclase formal
de nombres masivos. Todos los nombres tienen un sentido individual, así
como las dos formas, singular y plural. Los nombres hopi que más se
acercan a nuestros nombres masivos, todavía se refieren a cuerpos vagos
o a magnitudes vagamente limitadas. Estos nombres implican una calidad
de indefinido, pero no una ausencia de forma y tamaño. En exposiciones
específicas, «agua» significa una determinada masa o cantidad de agua, y
no lo que nosotros llamamos «la sustancia agua». E l verbo o el predicado
son los que transmiten la generalidad de la exposición, y no el nombre.
Como quiera que los nombres ya son individuales, no necesitan ser indi
vidualizados ni por cuerpos-tipo, ni por nombres de recipientes, a no ser
que exista una necesidad especial de hacer resaltar la forma o el recipiente.
E l nombre implica por si mismo un adecuado cuerpo-tipo o un recipiente.
No se dice un «vaso de agua», sino kd ■ yi «un agua»; ni un «estanque de
163
agua», sino pa • hd; 4 ni «un plato de harina de maíz», sino r\dmni, «una
(cantidad de) harina de maíz»; ni «un trozo de carne», sino sikwi «una car
ne». La lengua no tiene necesidad de analogías sobre las que construir el
concepto de existencia como una dualidad de concepto informal y forma.
Cuando se trata de conceptos informales utiliza otros símbolos, ajenos
a los nombres.
164
o una fase, en el modelo de un nombre masivo, de la misma forma a como
de la duración que ya se ha indicado en otros modelos, en la fórmula de
masivo. Así, pues, con nuestra fórmula de binomio podemos decir y pensar
«un momento de tiempo, un segundo de tiempo, un año de tiempo». Per
mítaseme señalar de nuevo que el modelo es simplemente el de «una
botella de leche» o el de «un trozo de queso». Así, pues, tenemos derecho
a imaginar que «un verano» contiene o consiste en realidad en tal y tal
cantidad de «tiempo».
En la lengua hopi, sin embargo, todos los términos de fase, como «vera
no, mañana», etc., no son nombres, sino una clase de adverbios, para uti
lizar la analogía más próxima a las lenguas sae . Son una parte formal del
lenguaje por sí mismos, distintos de los nombres, los verbos, e incluso
de cualquier otra clase de «adverbios» hopi. Una palabra de esta dase
no es una forma de caso, ni un modelo locativo como des Abends o in
the morning. No contiene ningún morfema como el existente en «en la
casa» o «junto al árbol».6 Significa «cuando es mañana» o «mientras está
ocurriendo la fase matinal». Estos «temporales» no son utilizados como
sujetos u objetos, y mucho menos como nombres. En la lengua hopi no se
dice «es un verano caluroso» o «el verano es caluroso»; el verano no es
caluroso, ya que el verano solamente existe cuando las condiciones atmos
féricas son calurosas, cuando aparece el calor. Tampoco se dice « este
verano», sino «verano ahora» o «verano redente». No existe objetivación,
como una región, una magnitud, una cantidad, de la sensación de duración
subjetiva. No se sugiere nada sobre tiempo a excepdón del perpetuo «lle
gar más tarde». Y, por lo tanto, no existe base para una concepción infor
mal que responda a nuestro «tiempo».
165
en la pluralidad y la numeración. Esta objetivación nos permite «colocar
imaginariamente unidades de tiempo en una hilera». E l imaginarse el tiem
po como una hilera armoniza perfectamente con el sistema de tres tiempos,
ya que un sistema de dos tiempos, uno anterior y otro posterior, parecería
corresponder mejor a la sensación de duración conforme ésta se va expe
rimentando. Si investigamos con toda conciencia no encontramos pasado,
presente, ni futuro, sino una unidad de una gran complejidad. T odo está
en la conciencia y todo lo que está en la conciencia e s , y es junto. Existe
en ello algo sensorio y algo no sensorio. A lo sensorio — lo que vemos,
escuchamos, tocamos, etc.— , podemos llamarle «el presente», mientras
que a lo no sensorio, ese vasto mundo de imágenes de la memoria, le
podemos llamar «el pasado» y al otro ámbito de creencias, intuiciones e
incertidumbres, «el futuro»; sin embargo, la sensación, la memoria y la
previsión se encuentran todas juntas en la conciencia. Cuando llega el
tiempo real significa que todo esto se está «haciendo posterior» en la
conciencia, que ciertas relaciones están cambiando de una forma irrever
sible. En este «hacerse posterior», me parece que existe un supremo con
traste entre lo más reciente, el último instante que se encuentra en el foco
de la atención, y todo el resto — lo anterior. Las lenguas contestan muy
bien con dos formas de tiempo a esta suprema relación de «más tarde» con
respecto a «más pronto». Desde luego, siempre podemos construir y
contemplar con e l pensamiento un sistema de pasado, presente y futu
ro, en la configuración objetivada de puntos sobre una línea. Esto es lo
que nos induce a seguir nuestra tendencia general hacia la objetivación, y
lo que confirma nuestro sistema de tiempos.
En inglés, el tiempo presente parece ser el que está en menos armo
nía con la relación suprema temporal. Es como si estuviera oprimido en
diversos deberes que no tuvieran una completa congruencia. Uno de los
deberes es el de estar, como término medio objetivado entre pasado obje
tivado y futuro objetivado, en la narración, la discusión, el argumento, la
lógica, la filosofía. Otro de los deberes es el de indicar inclusión en el
campo sensorial: «Y o lo veo ». Otro es de aspecto nómico, o sea exposicio
nes generalmente válidas: « vemos con nuestros ojos». Toda esta variedad
de usos introduce confusiones de pensamiento, aunque no nos damos cuen
ta de la mayor parte de ellas.
Como muy bien podemos suponer, también el hopi es diferente en este
aspecto. Los verbos no tienen «tiempos» como los nuestros, sino formas
de validez {«aseveraciones»), aspectos y formas de unión de oraciones
(modos), todo lo cual permite una mayor precisión en el lenguaje. Las
formas de validez indican que el que habla (no el sujeto) informa sobre la
situación (contestando a nuestro pasado y a nuestro presente), o bien que
166
la espera (contestando nuestro futuro),7 o bien hace una exposición nómica
(contestando nuestro presente nómico). Los aspectos indican grados dife
rentes de duración y formas diferentes de tendencia «durante la duración».
Como hemos venido indicando hasta ahora, no existe nada en la lengua
hopi para indicar si un acontecimiento es anterior o posterior a otro cuan
do se está informando sobre ambos. Pero esta necesidad no aparece hasta
que no nos encontramos con dos verbos, o sea con dos oraciones. En tal
caso, los «m odos» indican las relaciones entre las oraciones, incluyendo
relaciones de posterior a anterior y de simultaneidad. Entonces, existen
muchas palabras sueltas que expresan relaciones similares, como factores
complementarios de los modos y los aspectos. Los deberes de nuestro siste
ma de tres tiempos y su «tiempo» tripartito, linealmente objetivado, que
dan distribuidos entre varias categorías de verbos, todas ellas diferentes de
nuestros tiempos; y no existe mayor base para un tiempo objetivizado en
los verbos hopi que en cualquier otro modelo hopi; aunque en último tér
mino esto no impide a las formas verbales y a otros modelos el ser estre
chamente ajustados a las realidades pertinentes de las situaciones actuales.
167
te los tínicos medios lingüísticos disponibles. Los términos no metafóricos
existentes en este campo, como «pronto, tarde, intenso, mucho, tenden
cia» no son más que un puñado, bastante inadecuado para las necesidades.
Queda claro, pues, como «encaja» esta condición. Forma parte de
todo nuestro esquema de objetivación , cualidades y potenciales imagina
tivamente especializados cuando no son realmente espaciales (por la in
formación que nos puede proporcionar cualquier sentido perceptivo es
pacial). En nuestra lengua el nombre-significado procede de cuerpos físicos
y se dirige hacia referentes de una clase muy diferente. Como quiera que
los cuerpos físicos y sus formas en el espacio percibido vienen indicados
en términos de tamaño y forma y son calculados por numerosos cardinales
y plurales, estos modelos de indicación y cálculo se extienden a los símbo
los que no tienen significado espacial, sugiriéndonos así un espacio ima
ginario . Concebimos las formas físicas en el espacio percibido, ¿por qué
no hacer lo mismo con estos otros referentes en su espacio imaginario?
Esto ha llegado hasta el punto de que ya es muy difícil referimos a la
situación más simple, no espacial, sin utilizar constantemente las metáforas
físicas. Comprendo el «hilo» de los argumentos de otro, pero si su «nivel»
está por «encima» de mí, puede que mi atención se «retire» y «pierda
contacto» con el «rumbo» que está dando a su argumentación, de forma
que cuando «llegue» a su «punto» principal nuestros «puntos de vista»
serán «ampliamente divergentes», y estarán incluso tan «apartados» que
las «cosas» que él dice me «parecerán» «demasiado» arbitrarias e incluso
sin sentido.
E s sorprendente la ausencia de toda esta clase de metáforas en la
lengua hopi. En ella no se utilizan en absoluto los términos relacionados
con el espacio, cuando el espacio no se encuentra involucrado en el senti
do de la oración, la razón está dara si sabemos que el hopi posee abundan
tes formas conjugacionales y lexicales de expresar duración, intensidad y
tendenda, haciéndolo directamente como tales y sin que los moddos mayo
res gramaticales le propordonen, como nos ocurre a nosotros, analogías
para un espado imaginario. Los numerosos «aspectos» verbales expresan
duración y tendenda de las manifestaciones, mientras que algunas de las
«voces» expresan intensidad, tendenda y duración de las causas o fuerzas
que producen las manifestadones. Después, existe una parte expedal del
lenguaje, los llamados «tensores», que indican simplemente intensidad,
tendencia, duración y secuenda. L a función de los tensores es la de expre
sar intensidades, «esfuerzos», y como éstas continúan o varían, así como
su índice de cambio, de forma que el amplio concepto de intensidad tam
bién incluye el de tendenda y duradón cuando se le considera como un
factor necesariamente variante y /o continuo. Los tensores transmiten
168
distinciones de grado, índice, constancia, repetición, aumento y descenso
de intensidad, secuencia inmediata, interrupción o secuencia después de
un intervalo, etc., y también cualidades de los esfuerzos, tales como las
que nosotros expresaríamos metafóricamente con palabras como «llano,
duro, áspero». Un hecho igualmente sorprendente es la ausencia de pare
cido con los términos del espacio y el movimiento reales que, para nosotros,
«significan lo mismo». Ni siquiera existe más que un vestigio de derivación
aparente de los términos relativos al espacio.8 Así, mientras el hopi parece
muy concreto en sus nombres, con los tensores se convierte en abstracto
hasta el punto de que se encuentra más allá de nuestra capacidad para
seguirle.
169
lidad en términos de lo que en dichas lenguas se llaman «cosas» {cuerpos
y cuasi-cuerpos), más modos de existencia extensional, pero informal,
que llama «sustancias» o «materia». Tiende a ver la existencia a través
de una fórmula binomio que expresa cualquier cosa existente como una
forma espacial más un continuum espacial informal relacionado con la for
ma como el contenido está relacionado con la forma de recipiente que
lo contiene. Las cosas existentes no espaciales son imaginativamente espa-
cializadas, recargándoselas con implicaciones similares de forma y conti
nuum.
E l microcosmos del hopi parece haber analizado la realidad en términos
de acontecimientos {o más bien «aconteceres»), a los que se refiere de
dos formas, objetiva y subjetivamente. En líneas generales los aconteci
mientos son expresados objetivamente, y sólo si existe experiencia física
perceptible, mediante formas, colores, movimientos y otros informes cla
ramente perceptibles. Subjetivamente, los acontecimientos, tanto físicos
como no físicos, son considerados como la expresión de factores invisibles
de intensidad, de los que depende su estabilidad y persistencia, o su fuga
cidad y proclividad. Esto implica que lo existente no «llega más tarde»
en la misma forma para todos los casos; algunas cosas lo hacen así, como
el crecimiento de las plantas; otras mediante la difusión y el desvaneci
miento; otras mediante una procesión de metamorfosis; otras, en fin, man
teniendo una forma a pesar de que ésta se vea afectada por fuerzas vio
lentas. En la naturaleza de cada cosa existente que sea capaz de manifestar
se como un todo definido, se encuentra el poder de su propio modo y
duración: su crecimiento, declive, estabilidad, período cíclico o creatividad.
Así, pues, todo está «preparado» para la forma en que se manifiesta ahora
y esta preparación se realiza mediante fases anteriores al momento de la
manifestación. Lo que cada cosa será más tarde ya ha sido en parte, mien
tras que la otra parte se encuentra en proceso de ser «preparada» en tal
sentido. Un resto importante de este aspecto de preparación o de «estar
siendo preparado» del mundo puede corresponder en el hopi a esa «cualidad
de realidad» que tiene la «materia» para nosotros.
170
el énfasis que se da a la preparación. En esto se incluye d anuncio y el
prepararse de antemano para los acontecimientos, daborar precauciones
para asegurar la persistenda de las condidones deseadas, y d esforzarse
con buena voluntad para conseguir buenos resultados. Consideremos sola
mente las analogías del moddo rdativo a contar los días. E l tiempo es
calculado principalmente «por día» (ta\Jz, -tala), o «por noche» (tok ),
palabras que en la lengua hopi no son nombres, sino tensores, el primero
de los cuales está formado sobre una raíz «luz, día», mientras el segundo lo
está sobre la raíz «dormir». L a cuenta se realiza mediante ordinales.
Este no es d modelo de contar un número de hombres o cosas diferentes,
aún cuando éstas o aquéllos aparezcan sucesivamente, ya que, aún entonces
podrían reunirse en un grupo. Es el moddo de contar las sucesivas tea-
paridones de un mismo hombre o cosa, incapaz de formar ningún grupo
por sí solo. L a analogía no procede con d período cíclico del día d d mismo
modo que con varios hombres («varios días»), que es precisamente lo que
nosotros tendemos a hacer, sino que procede como si se tratara de visitas
sucesivas d d mismo hombre . Uno no altera a varios hombre por d simple
hecho de calcular solamente a uno, pero uno puede preparar las visitas
posteriores d d mismo hombre elaborando la visita que está haciendo
ahora. Esta es la forma en que el hopi actúa en la formación del futuro,
daborándolo según una situadón presente de la que se espera que lleve
impreso, tanto los aspectos obvios como ocultos, hacia el acontecimiento
futuro de interés. Uno podría decir que la sodedad hopi comprende nues
tro proverbio «lo que se ha empezado bien, está medio hecho», pero no
comprende d otro proverbio: «mañana será otro día». Esto puede expli
car muchas cosas sobre d carácter hopi.
Esta forma hopi de preparar el comportamiento puede ser dividida
aproximadamente en anuncio, preparadón exterior, preparadón interior,
partidpadón cerrada y persistencia. E l anuncio o publicidad preparativa
es una fundón muy importante ejercida por un «fundonario» espedal, el
jefe Pregonero. L a preparadón exterior implica una gran actividad visible,
anque no toda ella tenga que ser necesaria y directamente útil, según lo
entendemos nosotros. Incluye prácticas ordinarias, ensayo, preparadón,
formalidades de introducción, preparadón de comida espedal, etc. (todo
esto llevado hasta un grado que a nosotros puede parecemos superela-
borado), intensa y sostenida actividad muscular, como correr, competir,
bailar, etc., lo que se hace para aumentar la intensidad del desarrollo de
los acontedmientos (como por ejemplo el credmiento de la cosecha), pre-
paradones mímicas y mágicas basadas en una teoría esotérica que quizás
abarca instrumentos ocultos, tales como varas, plumas y harina sacerdotales,
y finalmente se llega a las grandes ceremonias y danzas cíclicas, que tienen
171
el significado de preparar la lluvia y la cosecha. De uno de los verbos que
significan «preparar» deriva el nombre utilizado para «cosecha»: natwani
«lo preparado», o lo que «está en preparación».9
La preparación interior consiste en la oración y la meditación y, con una
menor intensidad, buenos deseos y buena voluntad respecto a los poste
riores resultados deseados. Las actitudes hopi ponen en tensión el poder
del deseo y del pensamiento. Con su «microcosmos» es bastante natural
que lo hagan así. El deseo y el pensamiento son los estados más primitivos
de la preparación y, por lo tanto, los más importantes, críticos y cruciales.
Y más aún, para el hopi los deseos y pensamientos de uno influyen no
solamente sobre sus propias acciones, sino también sobre toda la natura
leza. Esto también es perfectamente natural. L a conciencia se da cuenta
por sí misma del trabajo, de la sensación de esfuerzo y energía que realiza
al desear y pensar. Una experiencia mucho más básica que el lenguaje
nos dice que si se gasta energía se producen efectos. N osotros tendemos
a creer que nuestros cuerpos pueden detener esta energía, impedir que
afecte otras cosas hasta que permitamos una acción abierta a nuestros
cuerpos . Pero esto puede que sólo sea así porque tenemos nuestra propia
base lingüística para una teoría según la cual los conceptos informales
como «materia» son cosas por sí mismas, maleables sólo por cosas simi
lares, por más materia, y que por lo tanto se encuentran aislados de los
poderes de la vida y del pensamiento. Ya no es antinatural creer que el
pensamiento está en contacto con todo e impregna el universo, como tam
poco lo es pensar, como hacemos nosotros, que así lo hace la luz que
cuelga fuera de la puerta. Y tampoco es antinatural suponer que el pensa
miento, como cualquier otra fuerza, deja vestigios de sus efectos en todas
partes. Ahora bien, cuando nosotros pensamos en cierto rosal, no supone
mos que nuestro pensamiento se dirige hacia ese rosal y lo ocupa como si
fuera el haz de una linterna dirigido hacia él. Entonces, ¿qué supo
nemos que está haciendo nuestra conciencia cuando pensamos en ese
rosal? Probablemente, pensamos que nuestra conciencia se las tiene que
ver con una «imagen mental» que no es el rosal, sino un sustituto mental
de éste. Pero ¿por qué tiene que ser natural pensar que nuestro pensa
miento se enfrenta con un sustituto y no con el rosal verdadero y real?
Posiblemente porque nos damos cuenta oscuramente de que llevamos a
nuestro alrededor todo un espacio imaginario, lleno de sustitutos mentales.
Para nosotros, los sustitutos mentales son conocidos viejos y familiares.
172
Junto con las imágenes del espacio imaginario, de las que quizás sabemos
secretamente que únicamente son imaginarias, recogemos el pensamiento
del rosal que existe realmente, lo cual ya puede ser otra cuestión, quizás
porque disponemos precisamente de ese «lugar» tan conveniente para él.
E l mundo del pensamiento hopi no tiene espacio imaginario. El corolario
a esto es que el hopi no localiza el pensamiento enfrentándose al espacio
real en cualquier sitio, sino precisa y exactamente en el marco del verda
dero espacio real. No aisla el espacio real de los efectos del pensamiento.
Para un hopi sería natural suponer que su pensamiento (o él mismo) trafica
con el verdadero rosal sobre el que está pensando. Entonces, el pensa
miento debería dejar algún vestigio de sí mismo con la planta que está
en el campo. Si es un buen pensamiento, relacionado con la salud y el
crecimiento, es algo bueno para la planta; si el pensamiento es malo,
ocurre todo lo contrario.
El hopi hace resaltar el factor de intensidad del pensamiento. Para
que el pensamiento sea lo más efectivo posible tiene que ser vivido en la
conciencia como algo definido, firme, sostenido y cargado de buenas inten
ciones fuertemente sentidas. E l hopi transmite esta idea al inglés median
te conceptos como «concentrarse, sujetarlo al corazón, poner tu mente en
ello, teniendo una sincera esperanza». E l poder del pensamiento es la fuerza
que se encuentra detrás de las ceremonias, las varas sacerdotales, el fumar
la pipa ritual, etc. La pipa sacerdotal es considerada como una ayuda para
«concentrarse» {según me dijo mi informador hopi). Su nombre, natwanpi
significa «instrumento de preparación».
L a participación cerrada es la colaboración mental de la gente que no
toma parte en el asunto actual, ya se trate de una trabajo, de la caza, una
carrera de competición o una ceremonia, pero que dirige su pensamiento
y su buena voluntad hacia el éxito del asunto. A menudo, los anuncios
buscan la obtención de la ayuda de esta dase de ayudantes mentales, así
como la de buscar participantes abiertos. En ellos existen exhortaciones
dirigidas a la gente para que ésta ayude con su buena voluntad activa.10
Una similitud con nuestros conceptos de una audiencia predispuesta favo
rablemente o de la sección de hinchas de un equipo de fútbol no debe
oscurecer el hecho de que lo que se espera de los participantes cerrados es
primariamente el poder del pensamiento dirigido, y no una simple simpa
10. Véase, por ejemplo, la obra de Ernest Beaglehole, Notes on Hopi economic
Ufe (Yate University Publications in Anthropology, núm. 15, 1937) y especialmente la
referencia al anuncio de la caza de un conejo, y la descripción de la página 30 sobre
las actividades en conexión con la limpieza de la Fuente Toreva — anuncio, diversas
actividades preparatorias y finalmente preparación de la continuidad de los buenos
resultados ya obtenidos y del continuado manar de la fuente.
173
tía o estímulo. En realidad, los participantes cerrados comienzan su tra
bajo antes, y no durante el juego. Un corolario del poder del pensamiento
es el poder del pensamiento malo utilizado para desear daño; uno de los
propósitos de la participación cerrada es el de conseguir la fuerza masiva
de muchos ayudantes cargados de buenos deseos, para contrarrestar el poder
del pensamiento de los contrarios. Las actitudes de esta clase favorecen
la cooperación y el espíritu de comunidad. Esto no quiere decir que en la
comunidad hopi no aniden las rivalidades y los intereses contrapuestos.
Contra la tendencia de la desintegración social existente en un grupo tan
pequeño y aislado, la teoría de la «preparación» mediante el poder del
pensamiento, conduce lógicamente a un mayor poder del pensamiento
combinado, intensificado y armonizado de toda la comunidad. Esta carac
terística proporciona una vasta ayuda en lo que se refiere al grado de
cooperación, bastante notable, existente en todas las actividades cultura
les importantes del pueblo hopi.
Nuevamente, la «preparación» hopi de las actividades es el resultado
de su fondo lingüístico de pensamiento, en un énfasis de persistencia y
constante e insistente repetición. El sentido del valor acumulativo de in
numerables momentos pequeños, se ve entorpecido por una concepción
del tiempo objetivada y espadalizada como la que nosotros tenemos, mien
tras que se ve realzada por una forma de pensar muy cercana a la concien
cia subjetiva de la duración y de la incesante «sucesión» de los aconteci
mientos. Para nosotros, el tiempo es un movimiento en el espacio y por
eso la repetición invariable parece diseminar su fuerza a lo largo de una
hilera de unidades de ese espacio, lo que consideramos como un derroche.
Para el hopi, el tiempo no es movimiento, sino un «llegar más tarde» de
cada cosa que se pueda hacer y, por lo tanto, no se derrocha, sino que
se acumula la repetición invariable. Se está acumulando un cambio invi
sible que tendrá su expresión en acontecimientos posteriores.11 Como hemos
visto, es como si el retorno del día fuera sentido como el retorno de la
11. Esta idea de acumulación de poder, que aparece implicada en la mayor parte
del comportamiento hopi, tiene una análoga en la física: la aceleración. Se puede decir
que la base lingüística del pensamiento hopi le equipa para reconocer con naturalidad
las manifestaciones de esa fuerza no como movimiento o velocidad, sino como acumu
lación de aceleración. Nuestra propia base lingüística tiende a obstaculizamos este
mismo reconocimiento, ya que habiendo concebido que es esa una fuerza que produce
cambios, pensamos entonces en cambio mediante nuestra analogía metafórica lingüís
tica, movimiento, en lugar de poseer un concepto de cambio sin movimiento, o sea
acumulación o aceleración. Como quiera que para nuestros sentimientos ingenuos repre
senta un fuerte choque el descubrir por los experimentos físicos que no es posible
definir la fuerza mediante el movimiento, ese movimiento y velocidad son completa
mente relativos y esa fuerza sólo puede ser medida mediante la aceleración.
174
misma persona, un poco más vieja, pero con todas las impresiones de
ayer, y no como «otro día», o sea como una persona completamente dife
rente. Este principio, unido al del poder del pensamiento, y conteniendo
rasgos de la cultura general de los indios pueblo, queda expresado en la
teoría de la danza ceremonial hopi para conseguir una posterior lluvia y
cosecha, así como en su corta letanía, repetida miles de veces, hora tras
hora.
E s mucho más difícil hacer justicia en pocas palabras con los rasgos
lingüísticamente condicionados de nuestra propia cultura, que en el caso
de la lengua hopi. Esto se debe sobre todo a la amplia necesidad y difi
cultad de la objetivación a consecuencia de nuestra profunda familiaridad
con las actitudes que tenemos que analizar. Más bien deseo esbozar ahora
ciertas características ajustadas a nuestro binomialismo lingüístico de for
ma más concepto informal o «sustancia», así como a nuestro sentido me
tafórico, nuestro espacio imaginario y nuestro tiempo objetivado. Como
hemos visto anteriormente, todos estos factores son lingüísticos.
Los puntos de vista filosóficos más tradicionalmente característicos de
nuestro «mundo occidental» han obtenido muy poco apoyo por parte de
la dicotomía de forma-más-sustancia. Aquí podemos incluir el materialis
mo, el paralelismo psicológico, la física — al menos en su tradicional forma
newtoniana— , y los puntos de vista dualistas del universo en general. En
realidad, podemos incluir aquí casi todo lo que es «sentido común prác
tico». Los puntos de vista monista, conjuntivista y relativista de la reali
dad atraen a los filósofos y a algunos científicos, pero se encuentran con
un handicap difícil de superar cuando se trata de atraer el «sentido común»
del hombre medio occidental. Y esto no ocurre así porque la misma
Naturaleza los rechace (si lo hace así, los filósofos ya lo podían haber
descubierto), sino porque tienen que ser expresados en una nueva lengua.
El «sentido común», como muestra su nombre, y la «practicalidad», como
no muestra su nombre, son cuestiones de hablar de forma que uno esté
dispuesto a entenderlo. En alguna ocasión se ha afirmado que el espacio,
el tiempo y la materia newtoniana son sentidos intuitivamente por todo el
mundo, después de lo cual se citó la relatividad para demostrar como el
análisis matemático puede probar que la intuición es errónea. Esto, aparte
de ser injusto con la intuición, es un intento de contestar improvisada
mente la cuestión que se planteaba al comienzo de este artículo, una con
175
testación que es precisamente la que busca esta investigación. La presenta
ción de los descubrimientos nos acerca más al final y creo que la contesta
ción está clara. L a contestación improvisada, que culpa a la intuición de
nuestra lentitud en descubrir los misterios del cosmos, tales como la rela
tividad, es la que está equivocada. La contestación correcta es: el espacio,
el tiempo y la materia newtonianas no son intuición. Son recetas de cul
tura y lenguaje y así es como Newton las descubrió.
Sin embargo, nuestro punto de vista objetivizado sobre el tiempo es
favorable a la historicidad y a todo lo que esté conectado con la acumu
lación de información, mientras que el punto de vista hopi es desfavorable
a esta posición. Esta última lengua es demasiado sutil, compleja y desa
rrollada, y no proporciona ninguna contestación a la cuestión de cuando
termina «un» acontecimiento y cuando comienza «otro». Cuando queda
implícito que todo lo que ha ocurrido todavía es, pero en una forma nece
sariamente diferente de lo que nos informan la memoria o los datos reco
gidos, existe muy poco incentivo para estudiar el pasado. En cuanto al
presente, el incentivo no sería el de recogerlo en datos, sino el de tratarlo
como «preparado». Sin embargo, nuestro tiempo objetivado se nos pre
senta ante nuestra imaginación como una cinta o rollo dividido en espacios
iguales en blanco, sugiriéndonos que cada uno de estos espacios sea relle
nado con una entrada. Indudablemente, la escritura nos ha ayudado en lo
que se refiere al tratamiento lingüístico que damos al tiempo, al igual que
el tratamiento lingüístico ha guiado la utilización de la escritura. A través
de este toma y daca entre el lenguaje y toda la cultura, obtenemos, por
ejemplo:
176
a considerar el «concepto informal» o «sustancia» del tiempo como algo
homogéneo que se encuentra en relación con el número de unidades. Así,
pues, nuestra asignación a prorrata del valor del tiempo nos conduce a la
formación de una estructura comercial basada en valores de prorrata del
tiempo: salario por tiempo (el tiempo de trabajo reemplaza constantemen
te a la pieza de trabajo), renta, crédito, interés, gastos por depreciación,
y premios del seguro. No hay duda de que una vez construido, este vasto
sistema continuará su marcha bajo cualquier clase de tratamiento lingüísti
co que se pueda dar al tiempo; pero el que haya tenido que ser construido
así, alcanzando la magnitud y la forma particular a que ha llegado en el
mundo occidental, es un hecho que se encuentra decididamente en conso
nancia con los modelos de las lenguas sae . Otra cuestión, ya mucho ma
yor, es si una civilización como la nuestra hubiera sido posible habiendo
contado con un tratamiento lingüístico ampliamente diferente en nuestra
civilización, los modelos lingüísticos y el modo de nuestro comportamiento
en relación al orden temporal son como son y están en consonancia. Desde
luego que nos sentimos estimulados a utilizar calendarios, relojes y a tratar
de medir el tiempo con toda la precisión posible; esto ayuda a la ciencia
y, en compensación, la ciencia sigue este modelo cultural y devuelve a la
cultura una mayor cantidad, siempre creciente, de aplicaciones, hábitos
y valores con los que la cultura se dirige de nuevo hacia la ciencia. Pero
¿qué hay fuera de esta espiral? La ciencia está comenzando a descubrir que
existe algo en el cosmos que no está de acuerdo con los conceptos que he
mos formado siguiendo la línea de esta espiral. Está tratando de forjar
una nueva lengua para poder ajustarse a sí misma a un universo mucho
más vasto.
Queda claro cómo el énfasis del «tiempo es oro» que va implicado con
todo lo que se ha dicho hasta ahora, y su igualmente obvia objetivación
del tiempo, nos conduce a una más alta evaluación de la «velocidad»,
que muestra jugar por sí misma un gran papel en nuestro comportamiento.
Otro de los efectos que influyen sobre el comportamiento es que el
carácter de monotonía y regularidad que posee nuestra imagen del tiempo,
como una medida ilimitada que siempre podemos estar escalando, nos
persuade para comportarnos como si esa monotonía fuera más verdadera
de lo que en realidad. Esto quiere decir que nos ayuda a entrar dentro
de una rutina. Tendemos a elegir y favorecer todo aquello que contiene este
punto de vista, para «estar de acuerdo» con los aspectos rutinarios de la
existencia. Una de las fases de este proceso es el comportamiento que
evidencia un falso sentido de seguridad o una suposición de que todo
transcurrirá siempre con suavidad, sin altibajos, así como una falta de
previsión y de protegemos a nosotros mismos contra los peligros. Nuestra
177
12. LENGUAJE
técnica de manejar la energía se desenvuelve bien dentro de una rutina, y
es precisamente dentro de esta rutina donde principalmente nos esforzamos
para mejorarla, no sentimos, por ejemplo, ningún interés especial por
impedir que la energía cause accidentes, incendios y explosiones, lo que
está ocurriendo cada vez con mayor asiduidad y a una mayor escala.
Esta clase de indiferencia ante io inesperado de la vida sería desastrosa
para una sociedad tan pequeña, aislada y precariamente equilibrada como
es, o más bien fue, la sociedad hopi.
Así, pues, el mundo de nuestro pensamiento, determinado lingüísti
camente, no solamente colabora con nuestros ídolos e ideales culturales,
sino que llega a comprometer incluso nuestras reacciones personales in
conscientes en sus modelos, dándoles ciertos caracteres típicos. Como ya
hemos visto, un carácter de esta clase es menos cuidadoso, como queda
testimoniado en la conducción temeraria de un automóvil o en el arrojar
colillas de cigarrillos en restos de papel. Pero cuando hablamos se gesta
un carácter diferente. Una gran parte de los gestos efectuados, al menos
por parte de la gente de habla inglesa y probablemente por los parlantes
de todas las lenguas sae, sirven para ilustrar, mediante un movimiento
en el espacio, no una verdadera referencia espacial, sino una de las refe
rencias no espaciales a las que nuestra lengua se refiere mediante metáforas
de espacio imaginario. Esto quiere decir que somos más aptos para hacer
un gesto de «agarrar» cuando hablamos de «agarrar» (aprehender) una
idea elusiva, que cuando hablamos de «agarrar» el pomo de una puerta.
E l gesto intenta hacer más clara una referencia metafórica, que precisa
mente por ser metafórica no queda tan clara. Pero si una lengua se refiere
a cuestiones no espaciales, sin emplear una analogía espacial, la referencia
no quedará por eso más clara mediante el gesto. Por eso el hopi gesticula
tan poco, y quizás no gesticula en absoluto en el sentido que nosotros in
terpretamos como gesto.
Sería como si la sensación del movimiento muscular tuviera que ser
hecha más consciente mediante la utilizan lingüística del espacio ima
ginario y de imágenes metafóricas de movimiento. La sensación del mo
vimiento muscular está marcada por dos facetas en la cultura europea:
arte y deporte. La escultura europea, un arte en el que Europa sobresale,
concede un gran sentido a los movimientos del cuerpo; igual ocurre con la
pintura europea. En nuestra cultura, el baile expresa delicia en el movimien
to antes que simbolismo o ceremonial, y nuestra música está ampliamente
influida por nuestras formas de baile. Nuestros deportes están fuertemente
imbuidos de ese elemento de «poesía del movimiento». Las competi
ciones y los juegos del pueblo hopi parecen hacer resaltar más bien las
virtudes de la duración y la intensidad sostenida. La danza hopi es muy
178
simbólica y es ejecutada con gran intensidad y seriedad, pero no contiene
demasiado movimiento o balanceo. La sinestesia, o sugestión de cierto
sentido de recepción para caracteres que pertenecen a otro sentido, como
el de luz y color por sonidos y viceversa, debería ser hecha más consciente
mediante un sistema lingüístico metafórico que se refiera a experiencias no
espaciales en términos de referencias espaciales, aunque indudablemente
esto llega desde una fuente mucho más profunda. Es muy probable que
en primera instancia la metáfora proceda de la sinestesia y no al revés;
sin embargo, la metáfora no necesita quedar firmemente enraizada en un
modelo lingüístico, como muestra el hopi. La experiencia no espacial posee
un sentido muy bien organizalo, el oído, ya que el olfato y el tacto están
menos organizados. La conciencia no espacial es un ámbito compuesto prin
cipalmente de pensamiento, sensación y sonido. La conciencia espacial
es un ámbito de luz, color, vista y tacto, y presenta formas y dimensiones.
Nuestro sistema metafórico imputa a los sonidos, olores, tactos, emociones
y pensamientos, cualidades como color, luminosidad, formas, ángulos, tex
turas y movimientos de experiencia espacial, siendo el primer grupo ex
periencias no espaciales y el segundo experiencias espaciales. Pero también
ocurre el transvase inverso, hasta cierto punto, ya que después de mucho
hablar sobre tonos como alto, bajo, agudo, pesado, brillante, lento, el par
lante encuentra fácil pensar en forma de experiencia espacial con algunos
factores no espaciales. Y así, hablamos de «tonos» de color, de un gris
«monótono», o de una corbata «chillona», siendo todas estas metáforas
espaciales utilizadas a la inversa. Ahora bien, el arte europeo es distintivo
por la forma en que busca jugar deliberadamente con la sinestesia. La
música trata de sugerir escenas, color, movimiento, diseño geométrico; a
menudo, la pintura y la escultura están guiadas conscientemente por las
analogías del ritmo musical; los colores son juntados con una percepción
de la analogía de lo concordante y lo discordante. El teatro y la ópera
europeos buscan la síntesis de muchas artes. Puede que fuera precisamen
te éste el modo en que se formó nuestro lenguaje metafórico, que en cierto
sentido es una confusión de pensamiento, mediante el arte, como un
resultado de un valor mucho más lejano un sentido estético mucho más
profundo que nos dirige hacia una aprehensión más directa de la unidad su
brayada, dejando aparte los tan variados fenómenos sobre los que nos in
forman nuestros canales sensitivos.
179
IMPLICACIONES HISTÓRICAS
180
compró una radio nueva», comparándola con su significado anterior de
«ciencia de telefonía sin hilos».
Durante la Edad Media, los modelos ya formados en el latín comenza
ron a entrelazarse como consecuencia del creciente aumento de las inven
ciones mecánicas, la industria, el comercio, la escolástica y el pensamiento
científico. La necesidad de mediciones en la industria y el comercio, los
apilamientos de mercancías y «materiales» en varios contenedores, los tipos
de cuerpos en los que se manejaban diversas mercancías, la unificación de
unidades de medida y peso, la invención de los relojes y la medida del
«tiempo», la acumulación de datos, cuentas, crónicas, historias, el desarro
llo de las matemáticas y el emparentamiento entre éstas y las ciencias, todo
ello cooperó a llevar hasta su forma presente nuestro mundo del pensamien
to y del lenguaje.
En la historia hopi, según podemos leer, nos encontramos con un
tipo diferente del lenguaje, así como con unas influencias culturales y am
bientales completamente diferentes, todo ello trabajando en conjunción. Una
sociedad pacífica y agrícola, aislada por los accidentes geográficos y por los
enemigos nómadas, en una zona de escasa pluviosidad, de agricultura árida
de la que sólo se podía sacar provecho medíante una extraordinaria per
severancia (de ahí el valor de la persistencia y la repetición), necesitada de
colaboración (de ahí el énfasis de psicología del trabajo en equipo y
de los factores mentales en general), que consideraba el grano y la lluvia
como los valores primarios, que necesitaba amplias preparaciones y
precauciones para asegurar las cosechas en el su d o pobre y el clima preca
rio de la zona en que vivían, con un agudo sentido de dependencia de la
naturaleza, lo que favorecería la oración y una actitud religiosa hacia las
fuerzas de la naturaleza, espedalmente de una oradón y una religión diri
gida hacia la obtendón de la siempre tan necesitada lluvia... todos estos
factores actuaron interrdacionadamente con los modelos lingüísticos del
hopi, moldeándolos, para ser nuevamente moldeados y formar así, poco
a poco, la concepción que tiene d hopi sobre el mundo. x
Resumiendo la cuestión, la primera cuestión que planteamos al comen
zar el artículo (pág. 162) queda contestada así: los conceptos de «tiempo»
y «materia» no vienen dados sustancialmente en la misma forma por la
experienda, sino que dependen de la naturaleza d d lenguaje o de las len
guas a través de las cuales se ha desarrollado. No dependen tanto de un
sistema incluido en la gramática (por ejemplo tiempo, o nombres), como
de las formas de analizar e informar la experiencia que ha quedado fijada
en d lenguaje como «forma de hablar» integrada y que cruza las clasifica
ciones gramaticales típicas, de modo que una «forma» de esta dase puede
incluir significados lexicales, morfológicos, sintácticos y cualquier otra
181
clase de diversos significados sistemáticos, todo ello coordinado en un
cierto molde de consistencia. Nuestro propio «tiempo» difiere acusada
mente de la «duración» hopi. Está concebido como un espacio de dimensio
nes estrictamente limitadas, o a veces como un movimiento por esta clase
de espacio, y, de acuerdo con esto, es empleado como una herramienta inte
lectual. La «duración» hopi parece ser inconcebible en términos de espacio
o movimiento, siendo el modo en que la vida difiere de la forma y la
conciencia in toto de los elementos espaciales de esa misma conciencia.
Algunas ideas, nacidas bajo nuestro propio concepto del tiempo, tales como
la de la simultaneidad absoluta, serían o bien muy difícil, o bien imposible
de expresar o de ser significadas bajo la concepción hopi, y si existiera ne
cesidad de hacerlo tendrían que ser reemplazadas por conceptos opera-
cionales. Nuestra «materia» es el subtipo físico de «sustancia» que es con
cebido como el concepto informal y extensional que debe ser añadido a
la forma antes de que ésta pueda tener una verdadera existencia. En
la lengua hopi no parece existir nada que corresponda a este concepto; no
existen conceptos informales; la existencia puede o no puede tener forma,
pero lo que si tiene, con o sin forma, es intensidad y duración, siendo
estos conceptos no extensionales y los mismos en su más profunda raíz.
Pero, ¿qué ocurre con nuestro concepto de «espacio», que también
fue incluido en nuestra primera ou stión? N o existe ninguna diferencia
sorprendente entre el hopi y las lenguas sae, al menos no tan sorprenden
te como la que hay en relación con el «tiempo». Probablemente, la apre
hensión del espacio viene dada sustancialmente en la misma forma por la
experiencia independiente del lenguaje. Los experimentos con la percepción
visual realizados por los psicólogos de la teoría del Gestált, parecen esta
blecer esto último como un hecho. Pero el concepto de espacio varía algo
con cada lengua, porque, como una herramienta intelectual,12 se encuentra
estrechamente unido con el empleo concomitante de otras herramientas
intelectuales del orden del «tiempo» y la «materia», que a su vez están
lingüísticamente condicionadas. Con nuestros ojos vemos las mismas for
mas espaciales que ve el hopi, pero nuestra idea del espacio también
tiene la propiedad de actuar como un sustituto de relaciones no espaciales
como tiempo, intensidad, tendencia, y como un hueco que hay que llenar
con conceptos informales imaginados, uno de los cuales, puede ser incluso
el «espacio». El espado, según es sentido por el hopi, no sería conectado
mentalmente con tales sustitutos, sino que sería comparativamente «puro»
y no se encontraría mezclado con nociones extrañas.
En lo que se refiere a nuestra segunda pregunta (pág. 162): existen
182
conexiones, pero no correlaciones o correspondencias diagnósticas entre
normas culturales y modelos lingüísticos. Aunque sería imposible inferir
la existencia de Jefes Pregoneros por la ausencia de tiempos en la lengua
hopi, o viceversa, existe una relación entre una lengua y el resto de la cul
tura de la sociedad que la utiliza. Existen casos en los que la «forma de
hablar» se encuentra estrechamente integrada con toda la cultura en
general, sea o no sea ésta una verdad universal, y existen conexiones, den
tro de esta integración, entre la clase de análisis lingüísticos empleados y
diversas reacciones de comportamiento y también con las formas adoptadas
por diversos desarrollos culturales. Así, pues, la importancia de los Jefes
Pregoneros tiene una conexión, no con la existencia de tiempos, sino con
un sistema de pensamiento en el que es natural la existencia de categorías
diferentes a nuestros tiempos. Estas conexiones no se descubrirán tanto
por dirigir la atención hacia las rúbricas típicas de la descripción lingüística,
etnográfica o sociológica, sino más bien por el examen de la cultura y del
lenguaje (siempre y sólo cuando ambos se hayan encontrado históricamente
juntos durante un considerable espacio de tiempo) como un todo en el
que se puede esperar la existencia de concatenaciones que corren a través
de estas líneas departamentales confiándose en que si éstas existen, puedan
ser eventualmente descubiertas mediante el estudio.
183
TÉCNICA CONFIGURATIVA D E LA COM POSICION D E VOCABLOS
EN LA LEN GU A SHAW NEE *
185
en muchos casos en un simple accidente feliz, y en ocasiones quizás infeliz.
Cuando los principios de la composición son en sí mismos ampliamente
diferentes, estas esquematizaciones quedan destruidas y no pueden explicar
ni las reglas de la secuencia, ni el resultado de los efectos semánticos. Me
voy a permitir dar un simple ejemplo de una lengua no muy diferente al
tipo sintáctico de las lenguas indoeuropeas: la lengua azteca, que pertenece
al grupo de las uto-aztecas. En esta lengua es muy definida la relación apa
rente entre atributo y principal; el término atributivo o modificador siem
pre antecede al término principal o modificado (se requeriría cierta exten
sión para explicar aquí por qué es ésta una conclusión inapelable). Sin
embargo, muchas expresiones siguen el tipo de «camino estrecho», o?-picak-
tli, en el que «estrecho» tiene que ser expresado por una clase de participio
pasivo verbal, «estrechado» (-picak-), quedando el participio situado al
final, o sea después de «camino» ( -o?-). La completa correlación del atri
buto y el principal con el orden de las palabras en esta lengua nos obliga
a llegar a la conclusión de que «estrecho» es el principal y «camino» es
el atributo, como ocurre en la expresión inglesa roadside («borde del
camino, cuneta»). Pero si uno desea decir «camino nuevo, camino bueno,
camino pavimentado», el «camino» sería principal e iría colocado al final.
Entonces, ¿de qué le sirve a uno que quiere componer oraciones en lengua
azteca, la categoría del atributo o del principal si no nos puede decir si
una noción tan simple como «camino» es atributo o es principal en sus
efectos semánticos, de forma que las expresiones «camino estrecho» y
«camino bueno» parecen tan estrechamente paralelas? Se llega así a la
conclusión de que estas categorías no son más que sistemas lingüísticos
emparentados y, al igual que los sistemas sociales emparentados, no siguen
ninguna norma universal.
Lo mismo ocurre con la esquematización del sujeto-predicado, actor-
acción y acción-objetivo. Incluso en inglés es extraño forzar la descripción
de una oración como «el árbol estuvo aquí» considerándola como «actor-
acción», aún cuando formalmente sea paralela a una oración como «el chico
corre». Una hipotética lengua americana, llamémosla X , puede utilizar tres
o más lexemas en lugar de los dos lexemas de la oración anterior; quizás
podría utilizar movimiento del pie (1), sobre una superficie (2), manifes
tación de intervención rápida del chico (3). Quizás el 3 podría llevar for-
mativos que lo convirtieran formalmente en un verbo, o en una «acción»,
pero tales formativos podrían ser «operadores» aplicados a toda la oración,
y no a un lexema más que a otro. Una oración de esta clase no puede ser
dividida en un sujeto y un predicado, y mucho menos cuando consiste en
dos palabras formales. A pesar de todo, es susceptible de ser analizada y
las partes corresponden a ciertos esenciales que han sido segregados de la
186
situación sobre la que se informa: o sea, la situación contiene algo que
puede ser llamado una superficie y algo que puede ser llamado movimiento
de los pies, junto a algo que puede ser llamado un chico. Nuestro pro
blema consiste en determinar cuantas lenguas diferentes segregan esen
ciales diferentes de la misma situación. Esta es a menudo una cuestión
crucial en la descripción de una lengua, y no se debe suponer que ya ha sido
contestada por la explicación de las reglas formales sobre la combinación
de los lexemas en las oraciones junto con otros morfemas que representan
la segregación de esenciales partiendo de situaciones, dentro del lenguaje.
Nuestra hipotética lengua X puede expresar la oración (1 )-(2)-(3) mediante
un compuesto polisintético de troncos y formativos, formando una palabra
formal, como ocurre a menudo en la lengua shawnee, o bien mediante un
número de palabras reunidas en una oración tan analítica como cualquier
otra en inglés; sin embargo, en cualquier caso la diferencia realmente im
portante con respecto al inglés es la misma: se ha aislado el grupo pecu
liar de esenciales (1), (2), (3), y se ha ignorado nuestro propio aislamiento
de «chico» (como un actor) y de «corre». Así, por ejemplo, cuando decimos
que estamos «limpiando (una escopeta) con una baqueta», el shawnee no
aísla ninguna baqueta o acción de limpiar, sino que «dirige un hueco seco
mediante el movimiento de un instrumento» (Shawnee stetns, parte III,
157). Esto es lo que hace que la lengua shawnee sea tan extraña y descon
certante desde el punto de vista inglés, y no por el simple hecho de que
sea una lengua polisintética. Una lengua puede ser polisintética y decir
todavía «limpio con una baqueta» polisintéticamente, conservando la ora
ción una suficiente transparencia desde el punto de vista inglés.
E s deseable comparar las formas en que las diferentes lenguas «seg
mentan» de modo diferente la misma situación de experiencia. Así seremos
capaces de analizar o «segmentar» primero la experiencia de una forma
completamente independiente de cualquier otra lengua o rama lingüística,
de un modo que será el mismo para todos los observadores. Esto no se
puede hacer mediante la descripción de la situación en términos de sujeto-
predicado, actor-acción, atributo-principal, etc., ya que toda utilización
científica de estos términos plantea la cuestión de que puedan tener un
significado variable definido por cada lengua en particular, incluyendo in
cluso la posibilidad de que el significado sea nulo en algunas lenguas.
Tampoco se puede hacer mediante términos familiares que vayan desde
los del tipo de sentido común hasta los cuasi-científicos, como cuando se
trata de dividir la situación en «cosas, objetos, acciones, sustancias, entida
des, acontecimientos». Puede que la utilización cautelosa de tales térmi
nos sea útil, y quizá inevitable, pero se debe recordar que en sus rangos
de significado no son más que criaturas de las modernas lenguas indoeuro
187
peas y de sus dialectos subsidiarios, reflejando, por lo tanto, los modos
típicos de segmentar la experiencia en estas lenguas. No son algo verda
deramente científico para los lingüistas porque pueden ser utilizados en físi
ca o en química. Cuando se refieren a una experiencia psicológica, como
los términos «pensamiento, ideas, conceptos», requieren una utilización no
menos cautelosa, pero no se encuentran bajo un tabú especialmente fuerte
por el que pudieran ser considerados como «mentalistas» o «místicas».
Qertamente no son místicas en el verdadero sentido; se trata más bien
de «lexaciones», ni mejor ni peor que «gravitación» o «queso».
Existe un punto en el que estarán de acuerdo todos los que observen
el suceso de un chico corriendo, al menos después de haber efectuado
un test experimental o tipo cuestionario — que pueda ser dividido en
partes— , y todos ellos harán la división de la misma forma. Todos ellos
dividirán el suceso en una figura o forma que tiene un mayor o menor
movimiento (1) y que es el chico, y alguna clase de fondo o campo (2)
contra él, o en el que se ve a la figura (esto es si definimos la observación
en su sentido común visual y no la dejamos a merced de los «observado
res» ciegos).
Un descubrimiento efectuado por la psicología configurativa o psicolo
gía del Gestalt, nos proporciona una canon de referencia para todos los
observadores, independientemente de sus lenguas o de sus jergas científi
cas. Mediante este canon se pueden deshacer y describir todas las situacio
nes visualmente observables, así como otras muchas situaciones. Se trata
del descubrimiento de que la percepción visual es básicamente la misma
para todas las personas normales, una vez pasada la infancia, quedando
configuradas en leyes definitivas, un buen número de las cuales ya son per
fectamente conocidas. Aquí es imposible profundizar más en estas leyes
y sólo nos limitaremos a tocarlas de pasada, pero ellas nos dicen claramen
te que el hecho básico de la percepción visual es la relación de figura y
fondo, que las percepciones se encuentran ampliamente en la naturaleza de
las formas, contrastadas más o menos con los fondos, campos y proporcio
nes de esas mismas formas, y que la percepción de movimiento o acción es
configurativa en su tipo, o bien está conectada con la percepción de, al
menos, una vaga calidad de forma.
El decir que los hechos son esencialmente los mismos para todos los
observadores no significa negar que ellos tienen su margen de aberración
y diferencias individuales, pero éstas son relativamente menores. Las lesio
nes cerebrales y los defectos visuales producen distorsiones; las habilida
des especiales o los esfuerzos mentales pueden redistribuir las situaciones
y a veces pueden cambiar las reglas de figura-fondo de ciertas exposicio
nes, como cuando uno «quiere» que el dibujo de un cubo visto de ángulo
188
tenga el aspecto de un hexágono con tres radios. El daltonismo y la sen
sibilidad desigual para la percepción de los colores pertenecen a esta clase
de variaciones marginales; la impresión del tamaño también tiene variación
marginal, como cuando la luna tiene para una persona el aspecto del tama
ño de una moneda, mientras para otra parece ser tan grande como una
casa; sin embargo, siempre se fija en la retina con un tamaño menor al de
un lápiz sostenido en la mano completamente extendida. Cuando se llega
a la forma, las variaciones todavía son más marginales y ligeras. Todas
estas variaciones operan dentro de la estructura de leyes ya conocidas y,
por lo tanto, no impiden una referencia normativa de los datos percibidos.
Los h ech o s pueden diferir ligeramente; las leyes son las mismas para
todos. Si las influencias sobre la percepción son tales que ocasionan que
una perosna normal vea una forma definitiva, también tendrán la conse
cuencia de que todas las demás personas normales vean la misma forma.
Por ejemplo, todas las personas ven la constelación de la Osa Mayor como
una figura de la que decimos que tiene forma de carro, aunque no todas
las personas pueden llamarla carro o disponer de un utensilio de esta cla
se en su cultura, y aunque, desde luego, no existen líneas que pongan en
conexión las estrellas para modelar esta forma o cualquiera otra.
¿Pero cómo puede ser que estas leyes de visión proporcionen un canon
de referencia para la experiencia no visual? Por proceso de eliminación.
Cada cosa que «se alza en el espacio» puede ser conocida mediante la vi
sión, ya sea directa o indirectamente. Todo lo que no se ve es espacial en
su carácter (y viceversa) y es sentido como inmediato por el que lo expe
rimenta. El tacto sólo es algo que va unido al material visual y cuando
nos dice la forma, el contorno y la textura, es indirectamente visual. La
experiencia visual es proyectada y constituye espacio, o lo que podríamos
llamar campo externo del observador; la experiencia no visual es proyec
tada hacia el interior y forma lo que, siguiendo a algunos psicólogos de la
teoría del Gestalt, podríamos llamar el campo del ego, o el campo egoico,
porque el observador o ego se siente a sí mismo, como si se encontrara
solo con estas sensaciones y percepciones. Al referirnos al campo egoico
en relación con ciertas experiencias, por que ésta no se encuentra en el
campo visual, o al ámbito limítrofe ambivalente, como cuando una sensa
ción es conocida mediante ambos modos, por ejemplo, dentro del cuerpo
del observador, lo estamos clasificando como lo clasifican todos los obser
vadores, sin tener en cuenta su lenguaje, una vez que ellos comprenden la
naturaleza de la distinción. Y más aún, el campo egoico tiene sus propias
leyes configurativas, de sentido de calidad, de ritmo, etc., siendo éstas
universales. En el campo egoico, y aparte de cualquier lexema que se re
fiera a una experiencia que tenga forma y movimiento, también podemos
189
clasificar sin dudarlo un lexema que se refiera a actos sensitivos, como es
cuchar, tocar y degustar, junto con los de pensamiento, emociones, etc. La
diferencia entre luz y oscuridad y la referencia de ver, no de lo que se
está viendo, pertenece al ámbito limítrofe o al campo de lo egoico porque
la sensación de cualidad es proyectada hacia adentro, mientras que la cua
lidad de figura-fondo es proyectada hacia afuera; el referente de decir algo
también es egoico, porque el observador proyecta hacia adentro, tanto lo
que él dice como lo que dicen otras personas, formando un esencial desde
esto hasta su campo egoico de escuchar; y el referente de poseer o tener
también es egoico.
Este principio de clasificación de referentes no es ni lingüístico, ni
semántico en el sentido que se le da normalmente a la semántica. Una ex
periencia aislada, ya sea en el campo externo o en el campo egoico, como,
por ejemplo, una sombra o un ruido, no es un significado. A pesar de todo,
una lengua puede tener a veces un principio de clasificación de grupos de
morfemas y de sus efectos semánticos, que esté coordinado con el princi
pio universal. Y así, en inglés, los verbos que se refieren a la experiencia
del campo egoico del sujeto utilizan el tiempo de presente simple para el
hecho momentáneamente presente, desechando el presente progresivo.
Otros verbos emplean el tiempo de presente progresivo, ya sea para el
hecho momentáneo o para el presente continuado, mientras utilizan el
presente simple para el aspecto del tiempo nómico u ordinario (excepto en
locuciones especiales con here he comes «aquí llega»). Los extranjeros que
aprenden inglés no suelen conocer este hecho y, por consiguiente, pueden
decir I am hearing you, he is seeing it. Sin embargo, los parlantes ingle
ses dicen I hear you, he sees it, pero vuelven a utilizar el presente
progresivo en I am working (no dicen I work), the boy h running (no dicen
the boy runs, que sería nómico).
Considero que este método de la teoría del Gestalt de describir refe
rentes y situaciones, es de tanta utilidad para la comprensión de puntos
enmarañados de las lenguas, tan diferentes en sus puntos de vista como el
inglés, el hopi, el azteca y el maya, que he decidido intentar aplicarlo en
la lengua shawnee, aunque no sé nada de esta lengua, ni de cualquier otra
lengua algonquina, a excepción de lo que Voegelin ha publicado en la
presente serie de artículos y en su manuscrito, en el que están contenidos
los demás artículos, que completarán su léxico de las lenguas shawnee y
miami. Los resultados son los que voy a dar a continuación y ahora ya
será tarea de los especialistas en las lenguas algonquinas el decir si tienen
alguna significancia o utilidad.
En la formación de los vocablos compuestos de la lengua shawnee se
aplica una simple regla general. En cuanto a su aplicabilidad, puede ser
190
similar a la regla general para la composición en iglés del nombre-frase:
el modificador precede al modificado. Ninguna regla es absoluta; en inglés,
por ejemplo, brick buildings representa el caso típico en el que se aplica
la regla general, mientras que buildings brick except for frame porches es
una de las reglas especiales de excepción. La regla inglesa es una buena
guía para un europeo moderno que esté aprendiendo a componer frases
en inglés, ya que su propia lengua es lo suficientemente similar como para
que comprenda lo que se quiere significar con modificador y modificado:
su lengua efectúa una clasificación similar de experiencia y como máximo,
lo único que hace es invertir el orden, como ocurre en el francés.1 La
fraseología del modificador y del modificado no es válida para los vocablos
compuestos de la lengua shawnee que desemboca en un verbo, como
generalmente ocurre. La regla general básica para la lengua shawee (de
jando aparte las excepciones), es: la figura precede al campo externo, co
locándose la mayor delante de la menor, pero generalmente el campo egoi-
co se antepone a todo esto. Las principales excepciones, son: (1) un grupo
de vocablos de figura vaga (movimiento, textura, tamaño vago, etc.) se
antepone a todo; (2) los vocablos no iniciales tienen que ser precedidos
por algo, aún cuando se contravenga el principio general, y aunque, gene
ralmente, tiendan a ser menos figúrales que lo que les precede; (3) cuando
el resultado es un nombre (pero no una oración utilizada como un nombre),
se invierte el orden de la regla y los caracteres de fondo o campo preceden
a los figúrales; (4) se pueden poner juntos dos temas cada uno de los cua
les esté compuesto de acuerdo con todo lo dicho anteriormente, aun cuando
al colocarlos juntos, el resultado sea una secuencia irregular dentro de
la formación total de ambos; (5) un tema de esta clase es utilizado a
veces como un vocablo.
Las descripciones de la referencia de los troncos, sería:
fve figura vaga especial (a menudo de movimiento vago, dirección, textura o plas
ticidad de superficie o masa, tamaño, etc., todo ello en sentido de vaguedad),
ce referencia del campo egoico.
f figura — este grupo expresa más que los demás la forma y la distribución en
espacio; no implica necesariamente movimiento, aunque éste puede estar pre
sente; un tronco f puede utilizarse después de algunos troncos figúrales f para
191
indicar un campo, fondo o cualidad de lo que completa lo anterior, como un
campo relativo externo.
ffr figura como fondo relativo, como en la descripción precedente, siendo, a menudo
una parte del cuerpo.
fm figura de movimiento, la «idea» o imagen de un cierto perfil de movimiento.
fcm figura que contiene movimiento, un campo vagamente perfilado, que es relati
vamente estacionario, pero que tiene movimiento o «está yendo hacia el des
canso».
ex campo o fondo externo, con un mínimo de cualidad figural o perfilada.
i instrumental, un pequeño grupo especial de elementos.
Éste es el orden normal de posición, o sea: fve, ce, f, ffr, fm, fcm, i,
aunque no hay nada demasiado rígido en cuanto al orden relativo de ffr,
fm y fcm, respecto el uno del otro. Los formativos son indicados por:
192
rior, hueco»; pitaw - «figura situada entre medio»; pakw- «como una plan
ta, en forma de hoja»; peekw- «lugar seco»; peykw- «agrupado, arracima
do»; p o 'k (y )- «roto, condición de destrozado»; pask(y)- «aparición como
consecuencia de abrir»; poskw- «fracción irregular, mitad, roto»; tepilahi
«recto (perfil)»; tepet(w ) «junto, en un grupo»; cee- «par o combinación
igualada, igual»; kip- «cubierto, cerrado»; kotekwi «volverse, recodo»;
kakaanwi «largo (perfil largo)»; kooky- «inmerso en agua»; saapw- «en y
fuera, a través»; Ikote «fuego (figura ígnea)»; laa- «centro de área»;
leep- «afilado en la base»; liipiik- «líquido sedimentado»; -l-pw- «contraí
do, golpeado hacia abajo»; lakd'kwa «contorno ondulado, como la tabla
de una lavandera»; lekio- «cubierto con tierra o cenizas»; liiky- «desman
telado, aparte»; le’Qawaa- «bifurcado, ahorquillado»; laal- «colgando hada
abajo, fuera de»; leVky- «perfil rasgado, trozo de tela»; waawiyaa- «círculo».
Algunos de los troncos f que operan a menudo como ffr, son: (-)lec-
«dedo, mano, en los dedos, en la mano»; -ece- «vientre, cuerpo» (de hecho,
todos los términos que se refieren al cuerpo y a sus partes pertenecen ge
neralmente al grupo ffr); -dkwi- «(masa de) vegetación, flora, bosque»;
aalaka «hueco, hoquedad»; -kamekwi «casa, en la casa»; -lee- «ropa, ves
tidos»; -wale «hacer el equipaje»; -api «asiento, configuración del mismo».
Algunos de los troncos fm son: peteki «hacia atrás en el tiempo o en
espacio» (movimiento o trayectoria); -pho «recoger mientras se corre»;
ptoo- «correr»; clip- «transportar en, transportar secretamente»; ci?Uip-
«sacudir»; - tan- «fluir, flotar»; -ke- «movimiento general del cuerpo»;
-eska- «iniciación del movimiento del cuerpo»; -eka «bailar»; -kawi «cho
rreo, gotera»; -’0d- «volar»; loop- «oscilar»; lek- «disolver, derretir»; miil-
«dar»; hee- «ir»; -§en «dejar de mover una cosa».
Algunos de los troncos fcm son: pfte- «hacer espuma»; pootawe «que
mar madera»; -e^tekwi «corriente (de agua)«; kapee- «cruce de corriente
(de agua)»; kdawi- «hablar (persona que habla)»; kon- «tragar»; kwaap-
«elevar del agua»; kwaskto- «recular»; kwke- «movimiento de pescar con
anzuelo en el agua»; -a- «movimiento de los dientes»; -?si, -?sin- «estar a
punto de descansar»; -laa- «hervir».
Ejemplos de los troncos que operan principalmente en el grupo ex son:
-piiwe «pelo, plumas»; -aapo «líquido»; -pki «esparcir sobre una superfi
cie plana, superficie plana»; tepki «terreno cenagoso, pantanoso»; tepe’ki
«noche»; -taskwi «flora»; -la «color»; -kami «extensión de agua»; -?ki
«extensión, abundancia»; -!kwatwi «cielo»; -swaa- «espacio»; -fskw-atwi
«hierba»; -aam- «suelo»; -?ho- «agua, humedad»; -?sk (y)- «pastosidad, vis
cosidad». Difícilmente se necesitarán ejemplos del pequeño grupo de tron
cos i (instrumentales) que indican las operaciones efectuadas con la mano,
el pie, instrumentos, etc.
193
13. LENGUAJE
Unos pocos ejemplos de composición pueden ser explicados en detalle.
En Shwnee Stems, parte III, pág. 289, se define mediante kip-, kipw-,
troncos del tipo f, un perfil de cierre o de algo cubierto es colocado o «re
flejado» sobre un fondo o en un marco de: (a) piel de ante, (b) un camino,
(c) la región ocular, (d) la región ocular con movimiento de la mano
(-kip-iikwee-n-, -f-frr-i-), así como en la región anal, la boca, la oreja, etc.
Consideremos también la forma de decir «entre las ciénagas». Nuestra pro
pia forma de expresar esta idea es la de aislar de la experiencia un esen
cial que llamamos «ciénaga», que tiene la forma de un típico nombre inglés.
Con tal nombre, se desliza en el apartado gramatical para todos los nom
bres, es tratado como una «cosa» típica, a la que nos referimos en el sen
tido de que tiene una separación individual, una singularidad, una plura
lidad, una capacidad para ser tratado con el artículo y la preposición. En
el tratamiento lingüístico existe muy poca diferencia entre una ciénaga y
una mariposa, a pesar de la enorme diferencia en la experiencia perceptiva.
En la lengua shawnee tenemos que olvidar el tipo inglés de palabra para
retroceder a la situación perceptiva. El referente de nuestra preposición
«entre» se convierte en parte de la imagen con la máxima calidad de
perfil — un lugar limitado y definido en el centro de un campo indefinido— ,
que es un campo cenagoso. La imagen queda toscamente dibujada al colo
car primero el elemento figural laa-, «centro de área», seguido por su fon
do o lugar tepki «terreno cenagoso», > laa-tepki (f-cx) «(lugar) entre las
ciénagas, en la ciénaga» (parte II, página 137).
En la parte II, pág. 157, nos encontramos con «limpio o seco una es
copeta pasando una baqueta en ella», ni-peekw-adak-h-a, s-f-ffr-i-o. E l
centro figural de la composición es un instrumento seco o limpio (peekw)
que es colocado en un lugar o marco de hoquedad, o «hueco», mediante el
tronco -aalak, ffr, una figura que sirve como fondo relativo o campo rela
tivo para la primera figura; entonces, el centro figural se ve activado o se
le proporciona movimiento mediante el instrumental -h- «por movimiento
de un instrumento», indicándose que es un transitivo con objeto inanima
do mediante el formativo -a. En la parte II, pág. 143, el tronco f, íee-
ensalza un perfil básico para la composición, la configuración de una pareja
o de unidades equiparadas. Los esenciales de cualidad de completo para
la pareja equiparada, vienen dados por los troncos ex que significan «cierta
clase o tipo, apariencia general, color», o bien por el tronco ffr que signi
fica «persona-s», o por cx-cx, por ejemplo, «color más pelo del cuerpo»
y «color más agua». Así, pues, el significado de la palabra es «del mismo
tipo, tienen aspecto similar, del mismo color», etc. En ni-PpeQ-k-a, s-f-fm-o,
parte I, pág. 69, «me apoyo contra ello, para levantarlo», el perfil básico
de apoyo, que visualmente sería algo similar a una T tosca o una lambda
194
baja, viene dado por PpeQ ( < Ppe7t), y la vaga cualidad figural de un cuer
po animado con movimiento viene dada por el tronco fm, -k- «movimiento
del cuerpo». En ni-Ppeí-si-m-a, s-f-fcm-t-o, «le pongo allí (sobre algún
soporte) para evitarle una caída», la segunda figura -si-, un perfil vago de
movimiento que va hacia el descanso dentro de un área determinada, llega
al descanso en o sobre el propio perfil básico, y es hedió transitivo con
objeto animado.
En la lista que se encuentra al final de este apéndice, se analizan bre
vemente muchos otros ejemplos de vocablos compuestos. Nos falta hablar
ahora de los compuestos de nombres y de temas, que son considerados
aquí como excepciones a la regla básica de los vocablos compuestos. Cuan
do el resultado de la composidón es un nombre, la regla queda invertida:
él campo o el fondo precede a la figura y la menos figural precede a la
más figural. Como quiera que éste también es el caso más común en el tipo
Usual de reladón atributo-prindpal en inglés, el nombre shawnee (a dife
rencia del verbo) puede ser comprendido generalmente en términos de tal
relación; por ejemplo, parte III, pág. 290, kopeleko-miyeewi, cx-f, «camino
de hierro (vía férrea)». Lo que mentalmente se asoda con el término o
figura principal precede a este último, nuevamente como en inglés; en este
tipo de análisis es considerado como un dato del campo egoico del parlan
te debido a la memoria y, por lo tanto, es indicado como cfm. Así, parte II,
página 139, takhwaan-ekaawe, cfm-f, «danza del pan»; pág. 141, taamin-
aapo «maíz líquido (whisky)»; pág. 143, ciipa-yeemo, cfm-f, «espíritu de
Colmena»; pág. 145, caki-y’kweeQa, ffr-f, «mujer pequeña» donde la figura
vaga, condenda del grado de tamaño, precede al perfil más definitivo.
Dos temas compuestos pueden ser compuestos el uno con el otro, pero
soy incapaz de decir qué regla gobierna el orden, si es que existe alguna.
Los ejemplos parecen ser pocos comparados con el gran número de vo
cablos compuestos ordinarios. Así, en la parte I, pág. 67, existe una forma
que quizá pueda ser analizada como uiaasinitaii-pa Henaweewi-ci, tema-
tema-s. E l primer tema sería waaíi-nitasi, ce-f, «intencionalmente en un lu
gar allí»; el segundo palenaiveeioi, fve-ce, «ir más allá, vivir». Por otra
parte, quizá nos encontramos aquí un tema precedido por dos troncos.
Puede ser que haya dos dases de lexemas en la lengua shawnee, así
como dos dases de troncos y temas, y dos dases de técnicas de composi
ción, una para los troncos y otra para los temas. De acuerdo con esta
teoría, los vocablos compuestos utilizarían el principio de la figura ante
puesta al fondo, lo que tendría como resultado un tema verbal que, si
acaba en la palabra le daría a ésta carácter de verbo o de oración normal,
o bien una oración nómica utilizada como un nombre. Los temas compues
tos utilizarían el principio del fondo antepuesto a la figura, lo que tendría
195
como resultado ser lo que fuera el último tema, verbo o nombre. Enton
ces, nos daríamos cuenta de que ciertos lexemas son siempre temas aun
que no sean analizables, como, por ejemplo, los lexemas fundamentalmente
nominales, y los lexemas fve y ce. Estos elementos fve y ce preceden, aún
siendo temas, el tema verbal f------ex, como menos figúrales. Esto es, des
de luego, muy tentativo.
Nada de lo tratado en este apéndice explica qué tronco es considerado
por el nativo como el más penetrante, o sea como el incidental. Ésta pue
de ser una cuestión completamente aparte de la del método de composi
ción. Puedo arriesgar una suposición que puede depender del grado de
presión analógica que se encuentre detrás de varios troncos en una com
binación. Algunos troncos serían más susceptibles de ser combinados que
otros. Puede que el nativo sienta como nuclear el tronco que tenga un ma
yor número de paralelos más cercanos a la combinación en cuestión.
A continuación damos una lista de combinaciones analizadas, de las
partes I, I I y III. Cada una de ellas va precedida del número de la página
y seguida por la fórmula y la traducción, la cual se encuentra a menudo
reelaborada por Voegelin con objeto de ilustrar la técnica, con comenta
rios ocasionales sobre el efecto semántico.
Parte I: 67 pa-kwke, fve-fcm, «fue hacia la condición de agua, con
pesca moviéndose en ella; fue a pescar». 67 nipá>-pem-,Qe-,to, s-fve-f-fm-o,
«pasé (la resolución) adelante (alrededor)». 67 ye7-pa?-nekot-Qee-Qi-ya,
m-fve-f-fm-m-s, «cuando yo voy allí solo». 68 papi-swaa-wi, f-cx-s, «figura
de ocupante espacioso en campo de espacio general; tiene mucho espacio».
69 ni-pat-sk-a-m-a, s-f-cx-fcm-t-o, «le besé a él» (f lugar húmedo, ex suavidad
general, fem labios (movimiento), el tronco -a- puede ser llamado fem,
pero quizá sea también i). 69 ni-pat-sk-a?h-w-a, s-f-cx-i-t-o, «le hice húmedo
con barro» (i, movimiento de instrumento). 70 ni-peteko-n-a, s-f-i-o, «lo
rodé». 70 peteko-ce-ska, f-ffr-fm, dobló su cuerpo» (perfil inclinado en el
fondo relativo del cuerpo o vientre, movimiento general del cuerpo). 70
ta rpetekisimiim?kaweele-ta-m-akwe, t&axa.-tcmn-t-o-s<taT-peteki-si, fve-fm-m,
«regresa a aquel sitio», miim?kaw-eele, ce-ce, «recordar». 71 ni-petskw-
eele-m-a, s-ce-ce-t-o, «le odiaba». 71 petQaki-lee-üa, ce-f-m, «(persona que)
es un ruido». 71 ni-petako-l-aw-a, s-f-fm-t-o, «disparé por encima de él»
(perfil de superposición, movimiento del proyectil). 71 ni-pt-am-a, s-ce-fcm-
t-o, «le mordí accidentalmente». 72 piic-Qe-^en-wi, f-fm-fem-s, «se rompe y
sale disparado». 72 piici-lece-?sin-wa, f-ffr,fcm-s, «apoyó su mano en el in
terior». 72 ni-piiei-miü-a, a-f-fm-o, «se lo di a él a través de un hueco».
72 piit-alwa, f-ffr (figura de interioridad, llena de balines) = «saquito de
balines». 72 pfteewi-laate, fem-fem, como fondo relativo, «hace espuma
cuando hierve». 73 nipiftawise§e-to, s-tema-fem-o, «junté piezas de ropa»
196
p irtawi-se, f-cx, «juntura (f) en ropa (ex)». 73 piimi-pooteQ-wa, ce-f-s, «co
mete un error al fumar». 74 paak-aame>ki, fve-cx, «es un lugar duro (fve)
de suelo (ex)». 74-75 ni paak-eele-m-a, s-fve-ce-to, «lo pienso de su forta
leza». 76 ni-paki-kaw-?to, s-fve-fm-o, «lo hago chorrear». 77 ni-pkw-e-?ko-
ta, s-f-fem-o, «corto un trozo de ello». 83 leelawi-pükwa, f-cx, «punto
central (f) de maleza (ex)». 83 kinwi-piiktva, f-cx, «área larga y estrecha
(f) de maleza (ex), la maleza se extiende a lo largo». 83 ni-poTki-ce-el-aw-a,
s-f-ffr-fm-t-o, «causé brecha (f) en cuerpo (ffr) con movimiento de pro
yectil (fm) hacia él; le disparé al cuerpo y le di». 83 pó’k-iikwe, f-ffr, «tie
ne brecha (f) en una parte de la cara (ffr); tiene vacía la cuenca de un
ojo». 87 ni-poskwi-piye-en-a, s-f-ffr-i-o, «causé fracción irregular (f) de larga
extensión (ffr) con movimiento de la mano (i) de ello (árbol); rompí una
rama del árbol». 87 ni-poíkwi-nrke-fsi-m-a, s-f-ffr-fem-t-o, «rompí (f) su
brazo (ffr) con movimiento que se acercaba al descanso (fem), arrojándole
contra algo». 91 ni-paalaci-we-l-a, s-f-fm-t-o, «llevé (fm) a él hacia aba
jo (f)». 91 ni-pele-se-en-a, s-f-ffr-i-o, «rasgué la costura de ello». 92
meelawaaci-paam- tye, ce-f-fm, «él estaba cansando (ce) de correr (fm) alre
dedor (f)». 99 piyet-aalak-^en-wi, fve-f-cx-s, «está echado (es en ex) con
hueco (f) de esta manera (fve)».
Parte II: 135 ni-tephikan-^e-to, «lo pongo en jarro-s». 135 ni-tepi-
kiiskwe, s-fve-ce, «volví en mí (a la conciencia)». 136 paf-tepowee-ki, fve-
ce-s, «ellos fueron al consejo». 137 ni-tepeto-kalawi-pe, s-f-fem-m, «ellos
estaban hablando (fem) en un grupo, juntos (f)». 137 tepeto-ptoo-ki, f-fm-s,
«ellos estaban corriendo en un grupo». 138 tetep-á’kwi, f-ffr, «perfil re
dondo de flora» = «vid». 138 ni-waawiyaa-tap-sk-a, s-f-fm-i-o, «lo rodé
(fm) en un círculo (f) dándole puntapiés (i)». 141 ni-mefci-tehe, s-fve-ce,
«he pensado». 149 ni-^aki-caalee-pi-l-a, s-f-ffr-fem-t-o, «me aferré a él (f)
sobre la nariz (ffr) atándole (fem); le puse la soga al cuello».
Parte III: 289 kape-ho-kwi, fcm-cx-s, «él cruza flotando». 293 kotektu-
aakami, f-cx, «el agua (ex) está en un canal tortuoso (f)». 295 ni-kakaanwi-
lece, s-f-ffr, «tengo manos largas». 297 ni-kooki-tepe-en-a, s-f-ffr-i-o, «su
mergí su cabeza (ffr, llenándola de la figura de inmersión) en el agua».
298 ni-Kki-leiee-pi-l-a, s-f-ffr-fem-t-o, «pongo acción de atar» (fem) un anillo
(perfil circular, f) en su dedo (ffr)». 300 kasko-?se, f-ffr, «tiene orejas
agudas». 300 ni-kihv-eéle-m-a, s-ce-ce-t-o, «le considero digno, le permito».
301 kiisoo-kwaam-wa, ce-ce-s, o bien fve-ce-s, él «duerme cálidamente».
303 ni-kilek-a-m-a, s-f-fem-t-o, «causé configuración mezclada (f) con mo
vimiento en la boca (fem); lo mezclé en la boca». 304 kolep-lin-wa, f-
fem-s, «se volvió cuando estaba echado hacia abajo». 306-307 ni-kaawat-
eele-tn-a, s-tema-ce-t-o, «pienso de él como algo redondo» (kaaw-at- tema,
así, pues, ¿puede preceder a ce?). 308 ni-kwasko-l-aw-a, s-fem-fm-t-o, «le
197
derrumbé, disparándole». 308 ni-kwaskwi-tepe-en-a, s-fcm-ffr-i-o (orden
irregular, pero fcm puede ser considerado como f), «aparté su cabeza, em
pujándola». 310 laapot-aalakat-wi, f-ffr-s, «tiene un hueco hasta la otra
parte». 319 Qaak-ho-’Qen-tvi, f-cx-cx-s, «está sumergido en parte, sobresa
liendo del agua». 320 ni-Qak-atdow-een-a, s-f-ffr-i-o, «le cogí por el faldón».
198
IN TERPRETA CIÓ N D E L A PA RTE LIN G Ü ÍSTIC A
D E LO S JE R O G LÍFIC O S M AYAS *
Los mayas fueron las únicas gentes literarias en todo el mundo abori
gen americano. Los edificios y monumentos de piedra que han dejado es
tán cubiertos con sus escritos — de los que hasta ahora se ha leído muy
poco, excepto las fechas en que comienzan. Pero además, los mayas escri
bieron muchos libros y manuscritos, de los que se han conservado tres,
procedentes del último período maya. Se trata de los tres famosos códices
mayas y antes del final del presente artículo me propongo leer un extracto
muy breve de uno de ellos para mostrar, de una forma llana y simple, a
qué se parecía, cómo era el sistema de escritura maya, y cómo se enlazaban
sus signos.
En este sistema de escritura se encuentra incluido un grupo de signos
y combinaciones de signos que se refieren a una clase de cuestión especial.
Se trata de signos que indican numerales, períodos de tiempo y términos
del calendario, entre los que existen relaciones matemáticas y cuyo uso cons
tituye un sistema matemático. Por las relaciones matemáticas, cuya exis
tencia se ha observado entre dichos números, también se han determinado
las referencias matemáticas y, por lo tanto, podemos leer las fechas y las
posiciones del calendario solar-lunar que están anotadas al principio de la
mayor parte de las inscripciones. Aparte de este informe matemático, nos
encontramos con la parte puramente lingüística de los escritos. Entre es
tas partes podemos observar relaciones gramaticales o lingüísticas, pero
199
ninguna clase de relación matemática. En el presente artículo voy a tratar
precisamente de estas partes, puramente lingüísticas. Además, voy a tratar
sobre la escritura de los códices y no sobre la de las inscripciones, aunque
la escritura de estas últimas es generalmente muy similar a la de los códi
ces. Muchas personas pueden sentirse sorprendidas al saber que, en los
códices, los signos lingüísticos, no matemáticos, sobrepasan a los signos
matemáticos en una proporción superior a cien por uno (sin contar las
repeticiones del mismo signo). Esto parece contradecir la creencia de que la
escritura maya es principalmente matemática.
Cuando Champollion comenzó el descifrado de la escritura egipcia, se
encontró en la posición, relativamente afortunada, de no tener que opo
nerse a un extenso cuerpo de doctrina ya establecida en la que se sostu
viera que las señales no eran escritura, sino simbolismos no lingüísticos.
En aquella ocasión sólo existían las fantásticas especulaciones de Athana-
sius Kircher, referentes en su totalidad al simbolismo religioso y místico
que él leía en los jeroglíficos. Pero ninguna de estas teorías fue apoyada
por las disciplinas escolásticas y desaparecieron antes de la llegada de la
irrefutable lógica de Champollion. Por aquel tiempo los eruditos filólogos
y literarios se dedicaban por entero al estudio de las civilizaciones anti
guas. Por lo tanto, Champollion solamente tuvo que probar la lógica lin
güística de sus resultados a los filólogos; no tuvo que defender sus méto
dos ante los arqueólogos, ya que no había más que filólogos. En aquella
época tampoco existía la separación tan especializada que predomina en la
actualidad. La filología era la disciplina que abría el camino, leyendo las
inscripciones y estimulando a la arqueología.
Popularmente, se supone que el éxito del esfuerzo de Champollion se
debió por entero al descubrimiento de la Piedra Rosetta, con su inscrip
ción trilingüe, y que en los jeroglíficos mayas no existe nada parecido a
la Piedra Rosetta. Ambas suposiciones son erróneas. En último término,
Champollion hubiera alcanzado el éxito aun sin contar con la Piedra Ro
setta, ya que las inscripciones parecían estar en una lengua que él conocía.
Champollion, pues, conocía la lengua egipcia, o sea el copto, que era la
última forma del lenguaje egipcio y que, en esencia, era la misma lengua
que hablaron y escribieron los antiguos egipcios. Las escrituras centroameri
canas también se encuentran en una lengua que es posible conocer. Po
drían haber estado escritas en una lengua muerta y entonces el caso hu
biera sido difícil, pero afortunadamente están escritas en maya, lengua
que todavía se habla y que puede ser estudiada desde muchas fuentes.
¿Pero cómo sabemos que están escritas en maya? Esto quedaría bastante
daro para un erudito que se diera cuenta de que si los textos de un carác
ter desconocido se encuentran en una lengua que él conoce, es muy posi
200
ble que pueda detectar este hecho por la naturaleza y la frecuencia de re
petición de la colocación de los signos. Además, se conoce por la tradición
el significado de varias agrupaciones de signos del sistema maya (como, por
ejemplo, los jeroglíficos de los meses), mientras que otras agrupaciones se
conocen por los dibujos que las acompañan en los códices. Los jeroglíficos
registran una lengua en la que los escritos para un cierto mes y para la
«posición de sentado» comienzan con el mismo signo, que es la imagen
de un plumaje. Esta condición únicamente la satisface la lengua maya, en
la que las raíces de estas palabras particulares y la raíz de la palabra «plu
maje» comienzan todas con la misma sílaba. Pero además, se trata de una
lengua en la que los signos escritos para «culebra, pez» y un cierto período
de tiempo, también comienzan con los mismos signos o con signos mutua
mente intercambiables, condición que también satisface la lengua maya. Es
una lengua en la que la escritura para «abeja de miel, tierra» y el nombre
de un día comienzan igual, en la que «ten en la mano» y «nada» comien
zan igual, en la que «lanza» y «nariz» comienzan con el mismo signo, que
también se encuentra en las agrupaciones de signos que significan «jaguar»,
«nueve» y «mes lunar», etc. La evidencia se acumula y se hace abrumado
ra. Ni siquiera el cholti o el tzeltal, y las lenguas más próximas al maya,
pueden satisfacer los requisitos; únicamente el maya los satisface.
Así, pues, existe un equivalente más pequeño de la Piedra Rosetta, o
sea, los nombres conservados de los meses antiguos y otros términos del
calendario con la agrupación de signos con que se escriben, la forma de
escribir los números, los 27 caracteres reseñados por el obispo Landa, las
agrupaciones de signos para las direcciones cardinales, los colores, un buen
número de animales, y varias mercancías; en total, una buena colección de
fragmentos extraños que cuando se colocan juntos forman una cantidad no
precisamente escasa. Finalmente, existen muchos textos en los códices
en los que el significado es casi tan Uano como si se encontrara a su
lado una traducción, gracias a los detallados dibujos que se han colo
cado paralelamente al texto y que lo ilustran. Así, pues, disponemos
en realidad de una Piedra Rosetta para el maya, así como de un conocimien
to de la lengua de los textos. Por lo tanto, una erudición lingüística dada,
similar a la de Champollion, puede descifrar y traducir algunos de los tex
tos a h o r a , y eventualmente todos ellos en un futuro próximo.
Pero, por otra parte, el descifrador lingüístico de hoy tiene que luchar
con el abismo existente en la actualidad entre la arqueología y la filología
americana. El punto de vista filológico, con su interés por los textos y sim
plemente por ellos, se ha convertido en algo bastante extraño e incompren
sible para la moderna arqueología americana, con su alto desarrollo cien
tífico, su correlación lógica de material estrictamente probativo, cuyos as
201
pectos popular y financiero se encuentran en estrecha conexión con el in
terés estético y con el interés dirigido hacia toda cuestión concretamente
humana, particularmente con una cuestión de tipo exótico. Ahora bien,
el interés lingüístico y filológico tiene que ser distinguido, tanto del inte
rés material y físicamente científico, como del interés estético-humano.
Porque aunque no se encuentra divorciado por entero de ambos y, por otra
parte, tampoco puede vivir en un vacío, siente que su preocupación prin
cipal se encuentra a un nivel diferente, a un nivel propio. E l erudito lin
güístico está interesado en un texto, al que considera como el monumento
de una lengua arrinconada en un cierto momento histórico, pero conserva
da hasta nuestros días. N o está primariamente interesado en la cuestión
sobre la que se trata el texto, como tampoco lo está desde el punto de
vista histórico, folklórico, religioso, astronómico o de cualquier otra dis
ciplina, sino simplemente por su forma lingüística, que para él representa
el máximo interés. De aquí procede su tipo de objetividad, una honradez
que tiende a que su lectura no se vea afectada por las teorías relativas al
contenido del escrito. Y, como consecuencia, aparta a un lado el contenido,
para concentrarse en la forma lingüística. Aspira a reconstruir la lengua
como realmente fue, con sus consonantes y sus vocales en el lugar corres
pondiente dentro de las palabras, con sus paradigmas de declinación y con
jugación, y con sus modelos de sintaxis, añadiendo así un nuevo cuerpo de
hechos a todo el dominio de la taxonomía lingüística. Un producto secun
dario de esta investigación es la lectura de la historia y de la cultura, pero
cabe preguntarnos si no será más importante, desde una perspectiva de
tiempo, realizar los descubrimientos históricos y culturales partiendo de
un hecho estrictamente lingüístico. E l desciframiento de la lengua hitita
ha probado ser mucho más importante que todas las informaciones que a
través de este descubrimiento se han obtenido sobre los reinos y las con
quistas 'hititas. Y esto ha sido así precisamente porque este descubrimiento,
estrictamente lingüístico, ha arrojado mucha más luz sobre el desarrollo de
las lenguas indoeuropeas. Las batallas y la política de los hititas ya están
tan muertas como una uña en la tumba de Héctor, pero las formas de sus
verbos, pronombres y palabras comunes son actualmente cuestiones de
vivo interés en las universidades americanas, ya que los precisos hechos
que la lengua hitita revela ante un cuidadoso desciframiento, revolucionan
por completo nuestros conceptos sobre la lingüística indoeuropea. Este
conocimiento preciso de la lengua hitita no lo podríamos haber obtenido
si no hubieran sido precisamente los lingüistas quienes comenzaron su des
cifrado, una tarea que requirió ser llevada a cabo lenta y cuidadosamente,
siguiendo métodos científicos, manteniendo un profundo respeto por el
texto como tal texto, por las palabras exactas y por la gramática, y con-
202
dbiendo esta tarea como su deber primordial. Esto no se podría haber
conseguido si los lingüistas hubieran concebido su tarea como la de leer
una fuente de historia y civilización hitita, o como la de arropar los descu
brimientos de la arqueología con la manta de la narrativa humana, a pesar
de lo importantes que también puedan ser estos aspectos.
El desiderata para el descrifrado maya no es diferente, El leer textos
mayas tiene que ser una investigación lenta y cuidadosa de las formas lin
güísticas, dejando aparte el interés o falta de interés que pueda tener el
tema sobre el que trata el texto investigado. No debemos concebir nuestra
tarea de leer la literatura maya en beneficio de una posible información
sobre la historia, la civilización, la religión o cualquier otra materia que
pueda contener el texto estudiado. Los anales de la investigación de la
lengua maya están repletos de intentos de leer o «interpretar» todo el
cuerpo de los códices mayas en el sentido antes citado, desde Brasseur de
Bourbourg, hasta un intento efectuado recientemente. Estos métodos pro
ceden de un ansia de fama y un deseo de obtener resultados rápidos, des
preciando aquellos que más valor pueden tener. Por otro lado, una gran
parte del trabajo realizado por Cyrus Thomas y varios fragmentos de in
formación lingüística señalados por Morley y por otros, han seguido, al
menos, la dirección correcta; ellos parecen haber entendido cual es real
mente el problema.
El sistema de escritura maya fue una forma muy compleja, pero natu
ral — natural para mentes que comenzaban a explotar la idea de fijar el
lenguaje en símbolos visuales— de utilizar pequeños signos similares a
imágenes para representar los sonidos o fracciones de pronunciación (gene
ralmente de una sílaba o menos de extensión), combinando estos signos
de forma que las fracciones combinadas de la pronunciación dieran la pro
nunciación total de una palabra o de una oración. El estudio de este siste
ma se ha visto considerablemente retrasado por una innecesaria y estéril
logomaquia sobre si el sistema o sobre si algún signo particular debería
ser llamado fonético o ideográfico. Desde un punto de vista lingüístico-
configurativo, no existe ninguna diferencia. «Ideográfico» es un ejemplo
de la llamada terminología mentalista, que no nos dice nada desde el punto
de vista lingüístico. Ninguna dase de escritura, no importa lo ruda o pri
mitiva que ésta sea, simboliza ideas que estén divorciadas de las formas
lingüísticas de expresión. Cuando un símbolo se encuentra solo puede sim
bolizar una «idea pura», pero para representar una idea como tal, en
una secuencia definitiva de ideas, se tiene que convertir en el símbolo de
una forma lingüística o de una fracdón de una forma lingüística. Todos los
sistemas de escritura, induyendo el chino, simbolizan simples pronuncia
ciones lingüísticas. En cuanto se han reunido los suficientes símbolos de
203
pronunciación como para corresponder únicamente a una secuencia llena
de significado en la lengua que se escribe (como una frase o una oración),
esta reunión de signos transmitirá inevitablemente el significado de aquella
secuencia lingüística para el lector nativo de esa lengua, sin importar lo
que cada signo pueda simbolizar estando aislado. E l significado sólo entra
de esta forma en la escritura, escritura de cualquier clase. El significado de
cualquier sucesión lineal o temporal de símbolos no es la suma de cuales
quiera simbolismos o indicaciones que puedan tener los símbolos cuando
se encuentran aislados, sino el significado de la forma lingüística total que
sugiere tal sucesión. Así, pues, el hecho de que algunos signos individuales
parezcan imágenes de las cosas o ideas que indican las palabras de la pro
nunciación, no juega ningún verdadero papel en la lectura del texto; esos
signos son exactamente tan simbólicos y han sido tan aprendidos y tan
arbitrariamente adquiridos para fracciones de pronunciación como cuales
quiera otros caracteres o letras. Por otro lado, la semejanza con un objeto
o imagen puede ser realmente importante en el descifrado, pareciéndose a
una llave que nos conduzca a averiguar cómo llegó a inventarse tal signo,
que nos lleve a la lógica de su utilización original y, por lo tanto, a la
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204
fracción de pronunciación que representaba, o sea sonido que le corres
ponde en la lectura; una llave con la que se puede probar hasta qué punto
esa fracción o sonido propuesto puede encajar en cada lectura propuesta
para él.
El dibujo número 3 muestra 23 símbolos seleccionados de entre varios
cientos encontrados en toda la literatura maya. Éstos han sido escogidos
porque forman parte de palabras escritas y de la oración de los códices
utilizada como ejemplo de desciframiento en el presente artículo. Las frac
ciones de pronunciación a las que corresponden regularmente estos signos
han sido identificadas por evidencia comparativa — que en su punto extre
mo va a parar a ese cuerpo de evidencia que yo he llamado la Piedra
Rosetta maya. Landa también da los mismos valores a los signos 1, 2, 3,
7, 8, 12, 17 y 22 (aunque los signos 1, 7, 12 y 17 han sido ligeramente
alterados en la forma) en su obra Relación de las cosas de Yucatán, en la
que se ofrece una información de primera mano sobre la escritura maya
poco después de la conquista. La columna de la izquierda muestra la frac
ción de pronunciación por orden alfabético, o sea el sonido que corresponde
regularmente1 a la aparición del signo en una forma escrita. La siguiente
columna de la derecha muestra la aparición corriente del signo escrito, con
variantes comunes añadidas en algunos casos. La lista incluye menos de un
tercio de todos los signos cuyos valores fonéticos considero como bastante
bien establecidos. La columna que lleva por título «probable fuente-objeto»
indica la cosa o condición de la que el signo escrito fue probablemente un
205
dibujo en alguna época. No obstante, estas teorías de orígenes pictóricos
no representan la evidencia en cuanto se refiere a los valores fonéticos,
aunque parecen probables y tienen un valor sustancial. Si se demostrara
que son erróneas, no quedaría invalidada la afirmación de que no eviden
cian los valores fonéticos, ni alteran la lectura. Lo único que ocurriría es
que el origen del signo sería diferente al supuesto por mí. Existen algunos
signos para los que soy incapaz de ofrecer una explicación (por ejemplo, el
número 16); sin embargo, el valor fonético es razonablemente cierto, in
cluso para éste. No he llegado a suponer la probable fuente del objeto del
número 6 hasta después de haber conocido su valor fonético durante va
rios años.
La columna extrema de la derecha muestra la palabra maya, según se
da en el diccionario M otul2 para la cosa o condición postulada como la
fuente del objeto. Se observará que el sonido inicial de este nombre maya
del objeto (o sea la primera consonante y/o la primera consonante y vocal)
es el sonido que representa el signo escrito, como se puede ver en la co
lumna de la izquierda, excepto en el caso del número 1, en el que la ini
cial h o bien se ha perdido o bien ha quedado traspuesta, convirtiéndose
en a o ah. La definición española de la fuente del objeto es la forma en que
el diccionario Motul define la palabra maya, en la parte derecha de la
columna.
2. El diccionario Motul es una obra anónima del siglo xvi atribuida a Fray An
tonio de Ciudad Real, y que representa la fuente más voluminosa y auténtica de infor
mación sobre la lengua maya en la época de la conquista. En la actualidad, no es
únicamente un diccionario, sino también una gramática y una crestomatía, ya que la
mayor parte de las citas de palabras van acompañadas de abundantes ejemplos de
frases y oraciones. La técnica de composición de vocablos en la lengua maya de este
período queda muy bien reflejada en estos ejemplos y lo mismo se puede decir de la
sintaxis. Las palabras mayas del dibujo número 3 no están citadas en la ortografía
convencional maya utilizada en el diccionario Motul, pero sí se encuentran en el alfa
beto fonético utilizado en la actualidad por la mayor parte de los lingüistas dedicados
al estudio de las lenguas amerindias (el sistema revisado de la American Antbropolo-
gical Association), excepto que la f es utilizada en lugar de la c para el sonido alveo
lado africado (un sonido similar a ts). La cedilla ha sido añadida a la c para evitar
cualquier confusión con la c de la ortografía maya, que representa a la k. Latida cita
el símbolo 22 con el valor de c; es indudable que él se refería a la f española o el
sonido suave de c, como en el nombre de la letra «ce», que es muy probable fuera
el sonido que pidió escribir a su informador maya. En la antigua lengua española, este
sonido suave de c se encontraba muy cerca del sonido ts, que es el sonido que
equiparó al signo maya para ts, del número 22. Los sonidos c y s son los sonidos
ingleses de ch y sh, mientras que el sonido k' es el k glótico; la lengua tiene toda una
serie de esta clase de sonidos glóticos: p', t’, c'¡ c', k'. Por una curiosa omisión, el
diccionario Motul no cita la palabra ne, «cola», pero, desde luego, se trata de una
palabra maya bien conocida.
206
E l dibujo número 3 debería ser lo suficientemente explicativo por sí
mismo. Sin embargo, se pueden añadir las siguientes observaciones suple
mentarias: el número 1 no aparece al principio de una palabra. La palabra
inaya cuya inicial es h tiende a incluir esta h en el interior de la palabra,
de una forma secundaria, al igual que cuando se encuentra al principio del
segundo miembro de una palabra compuesta tiende a debilitarse o a per
derse. Esto explicaría por qué una sílaba que originalmente indicó ha
ihdique a cuando solamente se utiliza para escribir fracciones no iniciales
de palabras. El número 6 es especialmente interesante. La lengua maya
tiene palabras simplemente inanalizables para «carta» o «libro», palabras
que no están en conexión con «pintura» o «esquema», como ocurre en el
azteca y en otras muchas lenguas americanas. Este hecho, ceteris paribus,
arguye en favor de una mayor antigüedad de la escritura en la civilización
máya que en estas otras civilizaciones. Las misivas y los libros mayas (por
ejemplo, los códices) eran escritos sobre una tira alargada de tejido que
después se doblaba y que, una vez atada o trabada, tendría un aspecto no
fiiuy diferente a una carta moderna introducida en su sobre, o al dibujo
número 6.3 El signo de teta ( im ) para la i, aparece generalmente en los
3. Como se puede inferir por lo dicho hasta ahora, considero como demasiado
imaginativas las teorías previas que se han expresado sobre lo que representa el
número 6. Una de estas teorías afirma que se trata de un grano de maíz (con el que
no tiene semejanza alguna). El hecho de que algunos dibujos mayas de plantas de
grano puedan brotar de los caracteres de la escritura, y que los caracteres puedan tomar
parte en las escenas como si fueran personas u objetos, es más bien un simbolismo
secundario, y no la lógica original de la que procede el carácter. Todos estos simbo
lismos secundarios elaborados, que quizá son religiosos y mágicos en un alto grado,
no tienen nada que ver con la lectura de los caracteres y con su capacidad como sím
bolos de escritura, como tampoco el simbolismo elaborado y la numerología que existen
álíededór de las letras hebreas en la tradición rabínica tienen nada que ver, ni afectan
eh modo alguno la lectura de los textos hebreos. Este simbolismo secundario puede
convertirse eventualmente en una materia de estudio literario filológico, materia en la
que cualquier avance será importante. En la actualidad, y considerando la cuestión
desde un punto de vista lingüístico, el aclarar toda esta dase de simbolismos es algo
esencial para comprender el verdadero simbolismo y fundón de los signos mayas en
la escritura. La utilización del número 6 para indicar el día Kan es un modo de escribir
el nombre original del día H u, o sea «lagarto, iguana» (compárese con el azteca cuetz-
pálin «lagarto» para el mismo día). Todos los nombres originales de los días fueron
cambiados bajo la rivilización maya después del establecimiento del sistema escrito,
excepto para los nombres de los días Ik, Cirni, Caban, quizás para Manik, Cauac y
Eznab y uno o dos más. Algunos de los días continuaron siendo representados por la
letra o carácter inidal de sus nombres originales, como nos ocurre a nosotros mismos
Cuando escribimos «Ib» para libra, pero leemos pound (libra). Las voluminosas especu
laciones de Seler concernientes a los símbolos de los días tienen que ser consideradas
con una gran reserva, si es que no se trata de especulaciones de la peor clase, cau
santes de innumerables errores.
207
códices con tres tetas, lo que me induce a pensar que los pezones de un
ciervo o de cualquier otro animal, pueden haber sido una de las formas
originales; a veces, aparece sólo con dos tetas; Landa lo muestra con dos,
y el signo del día Ik ( ik') puede estar basado en una forma original de
pecho humano que sólo tuviera uno. E l número 8 representa probablemente
un kat, un lebrillo, cesto, cuenco de madera o plato plano, dibujado a me
nudo en forma de bote; por eso fue llamado un cent o «bote» (véase Motul,
chem licil ppo y chem che), y de ahí le puede haber venido el nombre
de kat. Las líneas que forman una figura en forma de peine pueden ser la
convencionalización de un borde acanalado o de los mimbres de protección
del lebrillo, o también pueden representar a gente en un kat, en el ya
citado «bote». E l número 10 es un ejemplo de los numerosos dibujos en
perspectiva encontrados tanto en el arte maya como en los símbolos escri
tos. Se trata de una caldereta redonda y plana con un k 'd , una tapadera,
abrochada, atrancada o cerrada. Como ya se sabe, el maya dibujó con pers
pectiva desde tiempos muy antiguos. E l número 11 es un k'uk ’úm, «plu
maje» o «pluma». En esta palabra el k'úm fue sentido probablemente como
la verdadera forma inicial del vocablo, y k’u- fue posiblemente una redu
plicación, aunque puede que no haya sido éste el caso histórico, pero que
habría sido sentido analógicamente en una lengua como la maya en la que la
reduplicación inicial es un proceso derivacional de uso muy amplio. Hasta
ahora no se ha postulado nada en cuanto a la fuente del objeto número 16.
Se trata del perfil de una cabeza que tiene el pico parecido al de un loro;
en este caso, una sugerencia sería el interpretarlo como la cabeza del ave
llamada moan o muan, tan similar al loro. El signo corresponde a la se
cuencia consonantica mn, sin ninguna vocal entre medio, siendo un signo
que indica el día Men. La forma del número 23 se parece mucho a la del
número 1, pero siempre se encuentra en posición vertical y está colocado
frente a un grupo de signos con su parte cóncava mirando hacia el grupo,
mientras que el número 1 no está colocado frente a ningún grupo y gene
ralmente está situado horizontalmente. El número 23 corresponde a la
inicial u de una palabra, o bien a la u como una palabra separada o como
un prefijo.
El dibujo 4 muestra la escritura de seis palabras que aparecen en los
códices.4 Ya se conocen desde hace tiempo los grupos de signos o jeroglí-
208
fZ. 3.
kan "írtalce* kü '¡g u a T ia ' k v m fiu
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" s i a í b t d , speare d ’ “catch ¡n •nooie-tra^j" IM SÍru-ng -noaye-trap 11
lu - m - m a - n / e - c of í- le-e-sin-a
"si^-no de c o c e ría ".signo d« cace v ía [e "coger* p o r ¡ a -z o "
p or-/ m ed io d e „ p o r* ‘t r a - j n p a **
f l e c h a y |anz.a .siri ‘hrirja'r lazos*'
209
14. LENGUAJE
signos que probablemente no era ambigua, de acuerdo con las convenciones
del parlante maya respecto a la escritura. Esta combinación de signos podía
conseguirse de acuerdo con dos principios: (1) sintéticamente, formando
la sílaba con Jos signos que habían de ser comprendidos como fracciones
de la sílaba y que, todos juntos, formaban la verdadera sílaba; (2) por
afirmación repetida, o sea por combinación, en el sentido de repetición, de
formas diferentes de indicar toda la sílaba. Una palabra de una sílaba, o
a menudo una sílaba incluida dentro de una palabra más larga, podía ser
escrita por medio de cualquiera de estos dos métodos o incluso por ambos
juntos, como en el caso de la escritura de la palabra kan. Los signos ka y
n forman la palabra sintéticamente, mientras el signo kan la repite; tene
mos, pues, escritura doble, pero solamente una lectura. E s como si la
escritura dijera «m i primero es ka, mi segundo es n, mi totalidad es uno
de los valores del signo que indica la culebra y, por lo tanto, tiene que ser
kan». Mediante la suma de todas sus partes, la suma es ka-n-kan, pero
podemos utilizar la convención de transliteración ka-n-kan para mostrar
que el kan final únicamente es doble en la escritura, pero no en la lectura.
El número 2 del dibujo 4 es el grupo de signos que significan «iguana»
o «lagarto grande», un significado que es bastante obvio, ya que va acom
pañado de un claro dibujo de este animal y la forma escrita también lo
contiene. Pero este signo, que parece un dibujo, no es suficiente por sí
mismo para escribir la palabra que significa «iguana», sin importar lo
mucho que se pueda parecer a este animal. El sistema maya requiere, como
ya se ha dicho, una combinación con, por lo menos, otro signo, antes de
poder disponer de una unidad de escritura capaz de encontrarse aislada.
Las excepciones a esta regla representan una lista ciertamente muy res
tringida, siendo las más importantes excepciones los signos del día 20. Se
trata en estos casos de elementos individuales alargados hasta adquirir el
tamaño de un grupo de signos, y capaces de encontrarse solos. En general,
los jeroglíficos del mes, del calendario y matemáticos, se acoplan bastante
bien a la regla, tratándose, por consiguiente, de agrupaciones de signos. El
número 2 escribe la palabra de una sílaba hu, «iguana», siguiendo por
entero el método de afirmación repetida, utilizando el signo ordinario para
hu, número 6 del dibujo 3, y teniendo sobre él la figura de una iguana
que, naturalmente, tiene el valor lingüístiso del nombre del animal. En
este caso, la fórmula que utilizamos es hu-hu que, desde luego, tiene que
ser leído o pronunciado como hu.
El número 3 escribe la palabra kumhu, el nombre de un mes maya,
siguiendo por completo el método sintético. Se trata del jeroglífico, tan
conocido, del mes Cumhu, según se ha encontrado en los códices. Utiliza
el signo de pluma kum, correspondiente al número 11 del dibujo 3, más
210
el hu, correspondiente al número 6; de forma que podemos transliterar
kutn-hu. Algunas otras palabras de los códices que utilizan el signo kum,
número 11 del dibujo 3, son kumah, el vocablo «siento» con sufijo tran
sitivo que significa «asiento» o «lleva sentado», y kumaQ, otra palabra que
significa «serpiente» (compárese con el quiche kumag, «serpiente»). Aunque
todavía tenemos ciertas dudas en lo que respecta a los valores de las voca
les en estas palabras, el contorno general fonético queda confirmado de
modo interesante por el hecho de que los códices escriben kumah no sola
mente como kum-ma (con 11 y 15), sino también como kw-m-a, mientras
que Landa cita una forma de escribir el mes Cumhu, refiriéndose al grupo
kw-m-hw; en ambas escrituras los signos kw y m no están incluidos en el
dibujo 3 (pero sí están confirmados por otras pruebas), mientras que a
corresponde al signo 1 y hw al 5 del dibujo 3.
El número 4 del dibujo 4 aparece en textos del códice Tro-Cortesianus,
que trata sobre la caza y que está ilustrado con dibujos de caza. Se trata,
sin duda alguna, de un grupo de signos o de una palabra que se refiere a
los animales muertos mediante flechas o lanzas y el comentario de la edi
ción Villacorta6 del Tro-Cortesianus le llama «signo de cacería por medio
de flecha y lanza». Se trata de un escrito compuesto sintéticamente en el
que se dobla uno de los signos subsilábicos. En la parte superior se en
cuentra el signo de «vaso para beber» lu, lo, correspondiente al número 14
del dibujo 3, escrito dentro del perfil del número 15, m, que está doblado.
El miembro inferior de la pareja doblada incluye el signo de «cola» n
correspondiente al número 17 del dibujo 3. Cuando nos encontramos con
un signo doblado que, de acuerdo con la serie total se tiene que interpretar
probablemente como un signo silábico confirmado por otro subsilábico,
podemos trasliterar sin la convención de escribir un sobrescrito, utilizando
en su lugar una convención que permite la posible interpretación como
una consonante larga o vocal, lo que en este caso no daría ma-ma, sino
m-ma. En tal caso, el número 4 se puede trasliterar lu-m-ma-n o lo-m-ma-n,
que es una palabra que significa exactamente lo que nos indica la escena
que acompaña al dibujo. Lo que significa «una flecha o lanza arrojada», y
por extensión una «flecha» es la inflexión pasiva participial en -art de la
raíz lom, mientras que si va junto con la inflexión verbal indica el acto de
arrojar una flecha. E l diccionario Motul dice «lom: tiro de lanza, o dardo, y
cosas así y estocada o puñalada». Este mismo vocablo con la inflexión
transitiva verbal es, según el Motul, « lomah,ob: fisgar, o arponear, dar
estocada o puñalada, alancear y aguijonear». Esta d ta está seguida de la
211
forma pasiva participal «loman: cosa que está así fisgada». Por lo tanto,
la palabra loman escrita en los jeroglíficos de los textos mayas significa
«asaeteado, alanceado, herido o muerto por una lanza o flecha», etc.
El número 5 del dibujo 4 es sintético con duplicidad de la vocal inhe
rente de un signo. E s un signo muy común en la sección de caza de este
códice Tro-Cortesianus y obviamente se trata de la palabra que indica coger
a un animal mediante una trampa o lazo, o mediante un cepo — una
trampa consistente en un lazo colocado de forma que esté atado a un
pequeño árbol que se dobla, quedando la cuerda tensada, de modo que
cuando el animal pisa la trampa acciona el disparador, el árbol vuelve
rápidamente a su posición normal cerrando el nudo del lazo y cogiendo al
animal. E l jeroglífico o grupo de signos número 5 incluye una imagen de
esta operación (véase Tro-Cortesianus 42c). Villacorta le llama «signo
de cacería por trampa». Consiste en un lazo o nudo doble que viene indi
cado por el signo l, le, número 13 del dibujo 3, y el signo de punta e,
número 3 del dibujo 3, debiendo ser trasliterado le-e y leído le «lazo, nudo,
trampa de lazo»; se refiere al Motul le: «lazo para cazar y pescar, y pescar
con lazo», junto con la inflexión verbal, por ejemplo le ah, que significa
«coger o atrapar con trampa de lazo», para lo que el Motul da el participial
«lean: cosa enlazada o cogida en lazo». Volvemos a ver aquí el principio
de que un signo es inadecuado por sí mismo y que el signo número 13, aun
derivando de la imagen de un lazo, le, e indicando la fracción de sonido le,
no es suficiente por sí solo para escribir la palabra monosilábica que tiene
este sonido, o sea le «lazo», sino que está sujeto a la regla de que un signo
tiene que estar combinado con otro y no puede encontrarse solo. Aquí
tiene reafirmada su vocal inherente gracias al añadido del signo e. Por lo
tanto, existe aquí una mezcla de los principios sintético y de afirmación
repetida en los grupos de signos o jeroglíficos de este tipo. También
encontramos la forma verbalmente inflexiva leah «coger con lazo», escrita
le-e-a, con el número 1 del dibujo 3 para a. Cyrus Thomas analizó correc
tamente el «grupo» le-e, aunque creo que yo lo reelaboré sin tener que
consultar su obra. Indudablemente, un cierto número de las lecturas de
Thomas son correctas.
En el número 6 del dibujo 4 nos encontramos con una de las palabras
polisintéticas tan comunes en la lengua maya, en la que se han compuesto
dos vocablos y se han añadido sufijos. En la página 46 del códice Tro-
Cortesianus está ilustrado con tres imágenes que muestran vividamente, en
fases de acción sucesivas, cómo un ciervo es cogido y sacudido hacia arriba
por el salto del árbol inclinado al que estaba atado el lazo de la trampa.
Está escrita le-e-sin-a (o -ah) con los signos 12, 3, 19 y 1 del dibujo 3, y
se tiene que leer lesinah. Esta palabra es típica para una clase muy común
212
de compuestos mayas que consisten en dos vocablos con un sufijo añadido
después del segundo, que representa la inflexión verbal. Los vocablos son
le, que ya hemos definido; y sin «tensar cuerda, extender o hacer un lazo,
armar un lazo para que salte cuando sea activado», etc. E l diccionario Motul
da lo siguiente para zin (o sea para sin): extender paños o cueros y colgar
extendiendo o tender desarrugando; armar lazos; armar arco o ballesta».
Generalmente, un compuesto de este tipo tiene la siguiente clase de sig
nificado: designando a los dos vocablos como X e Y, un compuesto X-Y
-ah o bien X-Y -t-ah7 es el significado de X más el significado de Y, tran
sitivamente o en relación con un objeto. Como quiera que le-ah significa
coger en un lazo, podemos formar libremente palabras como le-k'ab-ah
(o más modernamente le-k'ab-t-ah) «coge en un lazo mediante acción de la
mano» (k’ab significa mano) o le-k'as-ah, «coge en un lazo mediante una
acción de atar», etc. Entonces, nuestra palabra le-sin-ha significa «coge en
un lazo mediante la acción sin, o coge en un lazo tensándolo fuertemente».8
Habiendo indicado ya la lectura de unas pocas palabras iniciales, pode
mos pasar a leer una oración corta escrita en jeroglíficos mayas. La figura 5
muestra la página 38 del códice Tro-Cortesianus, y la oración que vamos
a examinar en particular es la compuesta por cuatro grupo de signos o
jeroglíficos situada sobre la segunda figura sentada de la sección b, la que
se encuentra en el centro de la triple división horizontal de la página. La
figura 6 nos muestra esta misma oración escrita en una línea, ya analizada,
trasliterada y traducida. Como fácilmente se puede observar por la figu
ra 5, los textos comentados por las imágenes, o, por decirlo de otra forma,
los textos que van ilustrados por las imágenes, están colocados sobre las
mismas imágenes, leyéndose de izquierda a derecha a lo ancho de la ima
gen, haciendo lo mismo con la línea inferior 3; en los casos en que los
jeroglíficos no van acompañados de imágenes se leen verticalmente, de
arriba hacia abajo. Este orden queda fácilmente demostrado por el parale
lismo de la escritura; nos encontramos aquí con una repetición de oraciones
o cláusulas cortas muy similares. Así, pues, si damos una letra a cada grupo
o jeroglífico que sea el mismo, el texto de la sección central situado sobre
7. L a forma con el sufijo -t antes del sufijo -ah es la forma común en el maya
del diccionario Motul para los compuestos binarios de este tipo.
8. En los códices nos encontramos con otros compuestos de este tipo, incluyendo
algunos otros con sin como segundo miembro; y así, en el códice T ro-C ortesianus (por
ejemplo, en su página 41a) la figura de un venado, apuntalado hacia arriba en un
fardo, con las patas dobladas, con cuerdas a su alrededor, va acompañada del grupo
de signos ma-sin-a (con el signo m a de Landa), para que, probablemente, se lea mas-
sin a, asimilado de m acinah (compuesto de los vocablos tnac y sin ), que significa «en
gancha junto mediante empuje y tensión, mediante encordelar tensamente, mediante
atar tensamente las cuerdas».
213
Figura 5. Página 38 del Codex Tro-Cortesianus.
la imagen primera, o de la mano izquierda, corre de Á a B y el de la línea
inferior de C a D. Inmediatamente a la derecha de este primer grupo de
jeroglíficos de la sección central nos encontramos con los jeroglíficos
A-B-E-F que corren hacia abajo; en la siguiente imagen nos encontramos
de nuevo con la sucesión A-B-C-D, y después una nueva sucesión hacia
abajo de A-B-G-H. En cuanto a los textos de las secciones superior e infe
rior se puede ver que discurren de la misma forma, lo que en general repre
senta una norma en los códices. Los textos parecen estar en un estilo
bastante común en las canciones aborígenes americanas, así como en los
cantos y ceremonias: series de frases que contienen un elemento constante
repetido a través de toda la serie, como si cada línea de un párrafo de la
canción comenzara de la misma forma para introducir después cierta
diferencia. Así, pues, el texto que acabamos de examinar consiste en líneas,
cada una de las cuales comienza con la sucesión A-B, para después conver
tirse en diferente al resto. Los cantos navajos son casos típicos de esta
dase de escritura. En la secdón superior, que como muestran los dibujos
trata sobre la caza, como se puede deducir por el significado de la lanza,
cada cláusula comienza con la palabra loman «alanceado», que ya hemos
estudiado. Sin embargo, no nos vamos a detener a analizar esta secdón
superior, ya que no lo permite el límite de este artículo.
Las secciones central e inferior son muy similares entre sí, atraque no
idénticas. Como se puede ver en las imágenes, tratan sobre actos de tala-
dradón. Las imágenes de la sección central muestran la utilización del
taladro para hacer fuego; las imágenes inferiores nos muestran el acto de ta
ladrar un objeto, que parece ser una piedra. Cada una de las cláusulas de
cada sección comienza con la palabra para «taladrar», como es evidente no
sólo por comparación con estas imágenes, sino también por una imagen
existente en otro de los códices mayas, el códice de Dresden, en el que el
mismo grupo de signos acompaña a las imágenes de taladración, Este gru
po, el A, ocupa la primera posición, que es la posición regular de la palabra
predicativa de la cláusula en la lengua maya del siglo xvi (y quizá también
en la actualidad), como queda demostrado en los cientos de oraciones
cortas y simples incluidas en el diccionario Motul. En la gramática maya,
esta palabra predicativa necesita ser un verbo formal (y así lo es en la
mayor parte de los casos), pero en realidad es lo que corresponde al pre
dicado en una traducción al inglés. Las dos palabras finales de cada cláu
sula, C, D, ... etc., son los tan conocidos jeroglíficos que indican los nom
bres de las divinidades mayas. Son los nombres de las personas mostradas
en las imágenes, como ya se sabe desde hace tiempo, y, por consiguiente,
son sin duda alguna los sujetos gramaticales de las cláusulas. El segundo
grupo de signos de cada cláusula puede ser llamado Bi en la sección central
215
-text
íglyphic
«scrípt )
«pe«
tfdn!<Tr
/ o l H v Í Í f i wir,f f i u m © © ^ H ©
'tmniliierotíon h -Í-e -s a u - t o -k a k i - J - w n - a ~ k a -h a w
Figura 6. Análisis de una frase maya sacada de la página 38 del Codex Tro-Cortesianus.
216
de la figura 6 es una copia del texto, colocada de izquierda a derecha en
una línea, 3 en lugar de las dos líneas que ocupa en el original. Esta línea
como en el texto original, se encuentra en grafía jeroglífica, la forma de
escritura utilizada en los códices. Se parece mucho al estilo jeroglífico
monumental de las inscripciones en piedra, pero tiene una menor orna
mentación y unos perfiles más redondeados. En ambos estilos, los signos
que forman un grupo están reunidos en un cartucho o haz hermético, en
el que están agrupados en dos dimensiones y sólo existe un vestigio de
orden lineal en el hecho de que la parte frontal o extrema de la izquierda
de un grupo de signos nunca se junta con la última parte de una palabra
y, a la inversa, la parte posterior o extrema de la derecha nunca se junta
con el comienzo de la palabra. Dentro de un mismo grupo, los signos suelen
estar en contacto y a menudo se funden o se desarrollan siguiendo el mis
mo perfil fluido; pueden ser emplazados en la parte superior o inferior de
un signo central, o pueden encontrarse unos junto a otros, dentro única
mente del mismo grupo de signos; o sea, un signo puede servir como base
de otro. En pocas palabras, el colocar juntos los signos de un mismo
grupo se parece más bien a un rasgo heráldico que a nuestra forma de es
critura.9 Pero la lectura de los signos se hace como si éstos estuvieran en
orden lineal, aunque este orden tiene que ser aprendido separadamente
para cada jeroglífico y, por lo tanto, requiere a menudo un estudio prolon
gado y por separado de cada signo, cuando llega el momento de su desci
framiento.
La segunda línea de la figura 6 muestra los signos que componen cada
grupo, reagrupados ahora en un orden lineal uni-dimensional. A esta clase
de colocación le llamo transcripción abierta o grafía lineal y existen algu
nas pruebas de que el maya utilizó en realidad está forma de grafía, aunque
no en las inscripciones, ni en los códices que han llegado hasta nosotros.
Landa cita ejemplos de pronunciaciones, como ma in k'ati y elele, que
9. Se debe hacer notar aquí que incluso en nuestra forma de escritura, o sea la
escritura alfabética, el orden lineal de los signos no es completamente absoluto en
muchos sistemas, ya que contiene vestigios de una forma de agrupamiento bidimen-
sional mucho m is antigua. A sí ocurre, por ejemplo, en la escritura del árabe o el
hebreo punteado, y con la taquigrafía Pitman, en donde los puntos de las vocales
están agrupados bidimensionalmente con los signos de las consonantes, y no escritos
consecutivamente con ellos siguiendo el orden de la verdadera pronunciación. En el
alfabeto devanagari los signos de las vocales están fundidos bidimensionalmente con
los signos de las consonantes, y para pronunciar la vocal i después de una consonante,
se coloca la vocal enfrente de esta consonante. Nuestro propio wh inglés está escrito
al revés, ya que debería ser bw — se trata, pues, de un grupo especial de signos que
retiene un orden de posiciones poco corriente. Algunos monogramas y carteles moder
nos de propaganda también utilizan el agrupamiento bidimensional dé letras.
217
fueron escritos de esta forma por un informador nativo,10 delineando con
secutivamente los signos, de izquierda a derecha y cada uno muy cerca
del otro, e incluso tocándose. No parece muy improbable que esta escritu
ra lineal haya sido utilizada durante el último período maya por propia
conveniencia en propósitos ordinarios, como los egipcios utilizaron la
escritura demótica mientras la jeroglífica era considerada como más hiera-
tica y ornamental y solo se utilizaba para libros importantes, para escritos
sacerdotes e inscripciones. Si esto es así, la conversión de un pasaje
de escritura jeroglífica a una transcripción abierta es un recurso que a
menudo proporciona una gran ayuda al descifrador. Se notará que todos
los signos que se encuentran en este pasaje también se encuentran en el
dibujo 3, de modo que partiendo de esta línea de transcripción abierta se
puede leer toda la pronunciación, de un modo tosco, como se muestra en
la tercera línea o trasliteración de la figura 6. Como quiera que muchos de
los signos pueden ser indefinidos en cuanto a su timbre vocálico, aún
cuando impliquen una vocal inherente preferente, las vocales de la pro
nunciación son dudosas, tanto aquí como allí, aunque en general la indi
cación de las vocales definitivas suele hacerse mucho mejor que en el
egipcio o en el hecheo no punteado. La trasliteración de las vocales está
basada hasta un cierto punto, aunque no en su totalidad, en la lengua
maya del siglo xvi, que muy difícilmente puede haber cambiado radical
mente en este aspecto desde el período en que se escribieron los códices, que
probablemente no fueron escritos muchos siglos antes; también está basada
en parte en las pruebas comparativas de otros dialectos mayas, un campo
de investigación que, naturalmente, tiene que ir junto con el estudio y la
lectura filológica de los códices. Pero también se tiene que hacer notar que
el texto contiene por sí mismo una indudable referencia a muchas de sus
vocales; por ejemplo, los signos a, e, i, u, del dibujo 3 no son ambiguos en
su indicación de las vocales, aunque no siempre quede clara la posición
de la vocal en la palabra. Así, pues, llegamos a la trasliteración, que es:
10. Diego de Landa, Relación de las cosas de Y ucatán. La primera frase significa
«yo no deseo». El segundo sonido es un galimatías desde el punto de vista maya,
pero juzgando por el contexto, representa evidentemente el intento del informador
para cumplir con la petición de que escribiera L-E «le ».
218
o bien hessah. Esto último indicaría que el vocablo significa «taladrar», que
es has, se pronunciaba durante el siglo xvi con un sonido más cercano a
bes en el dialecto de los códices. En realidad, se necesitarían mayores
pruebas para confirmar esto, por lo que nos parece preferible la lectura
hasesah, porque aunque la vocal a no está indicada en la escritura, así
nos lo hace pensar una reconstrucción razonable basada en la evidencia
lingüística maya.
Bajo la trasliteración se encuentra una reconstrucción de la oración ori
ginal, de acuerdo con la lingüística maya, escrita en el usual sistema foné
tico americanista y bajo la traducción se encuentra una repetición de la
reconstrucción escrita en la ortografía maya tradicional. Se ha incluido
esto último para que los estudiosos de la lengua maya puedan ver la ora
ción escrita en la forma más familiar, a la que están acostumbrados, aunque
no se recomienda la utilización de esta forma tradicional para propósitos
ling ü ístic o s, ya que representa un handicap e incluso puede engendrar
nociones erróneas en la mente de los estudiantes. Así, pues, en la recons
trucción nos encontramos con:
219
que indica acción transitiva todavía no ejecutada o terminada, ya sea en el
futuro o continuando en el presente. Así, pues, haiesah significa «hace (o
enciende) taladrando».
¿Qué es lo que hace taladrando? De acuerdo con nuestro esquema ante
rior lo que hace viene indicado por el siguiente grupo de signos, o sea
el Bi. En la sección inferior de la misma página el grupo correspondiente B2
indica la piedra o el objeto-piedra que está siendo taladrado. En este caso
«hace taladrando» no significa, desde luego, que crea el objeto por la acción
de taladrar, sino más bien que da ese paso en la manufactura del objeto
que requiere la acción de taladrar. En este caso, pues, existe más bien una
diferencia sutil entre hasesah y haíah «lo taladra». Divagando un poco dire
mos que el grupo B2 se tiene que leer probablemente e-i-l-l: e. La palabra
eil podría significar «utensilio puntiagudo», o sea «punta de arma, cuchi
llo», etc. Naturalmente, estas puntas o cuchillos eran predominantemente de
piedra entre los mayas, y sin duda alguna se confeccionaban a menudo
mediante la acción de taladrar.
Volviendo al texto de la sección central; hasesah, Bi, significa «hace
Bi taladrando» en el sentido de «causa» o «crea», ya que Bi indica sin duda
alguna «fuego». Esto concuerda perfectamente con la expresión citada en el
diccionario Motul para «hace fuego con el taladro de fuego»: hasah k’ak'
(siendo k’ak' «fuego») en donde se utiliza la la forma más simple o menos
inflexionada de hasah, en lugar de hasesah. E l Motul da hax kak (o sea
H as-[ah] k'ak’ )-. encender lumbre causando fuego frotando un palo con
otro». También da haxab kak (hasab k'ak' «taladro para fuego»: artificio
o recaudo con que sacan fuego los indios).
El grupo Bi es analizado como u-to-kak y consiste en el signo 23 del
dibujo 3, u; el signo 21, to, tu (debe leerse aquí como to ); y signo 9 del
dibujo 3, que si se trata de una ka (número 8) doblada o alargada, puede
leerse kaka, kak, o simplemente ka. En este caso, la lectura kak concuerda
con toda exactitud. La inicial a indicaría la referencia pronominal de ter
cera persona, a, pospuesta. Para nuestros propósitos actuales no tiene
importancia la cuestión de si debemos considerar esto como un prefijo o
como una palabra separada que siempre aparece inmediatamente antes de
los vocablos no pronominales. Ateniéndonos por completo a los modelos
gramaticales del inglés (y de otras lenguas europeas) tiene que ser tradu
cido como «él (ella, ello, ellos)» si el vocablo siguiente es traducido como
un verbo inglés, pero como «su (de él, de ella, de ellos)» si el vocablo si
guiente es traducido como un nombre inglés. Desde el punto de vista maya
indica la misma relación en cualquier caso; los vocablos mayas no son ni
nombres, ni verbos en el sentido inglés, sino una clase individual delimitada
sobre una base completamente diferente a las de nuestras partes de la
220
oración. E l vocablo con el que se encuentra en construcción esta « es lo
que está escrito como to-kak en el resto del grupo de signos.
Sin embargo, escribir to-kak es solo aproximadamente fonético, como
ocurre con la escritura maya en general; sólo sugiere en perfiles muy
toscos el sonido de la pronunciación, y de esta sugerencia se espera que
el lector infiera la palabra correcta maya; como ya hemos visto, la aplica
ción maya de la fonética en la escritura no ha progresado más allá de este
punto. Ahora bien, la palabra que se indica aparentemente no es lo que
un fonético americano moderno entiende por la transcripción tokak, sino
más bien por lo que él transcribiría como to • kk'ak'. Esta última es una
palabra compuesta que consiste en los vocablos to • k «quemar, ignición»
(la o - indica que es una o larga) y k'ak' «fuego». E l diccionario Motul
nos da estos vocablos como tooc (o sea to • k): «quemar, abrazar, y cosa
quemada» y kak (o sea k'ak'): «fuego o lumbre». Nótese que la forma
maya de escribir to ■ kk’ak' no distingue la detención glótica de ¡z al final
de k'ak' de la correspondiente detención no glótica de k al final de to • k,
como tampoco distingue la secuencia de las dos kk' de una k individual,
ni la vocal larga o, de una vocal corta o. Todo esto forma parte del carácter
aproximativo y perfilado de la fonética, implicado, antes que consciente
mente clarificado, en el aspecto fonético, dentro de la escritura que emplea
el maya. Existe una diferencia fonética entre las detenciones simples y
glóticas en la lengua maya, pero se trata de una diferencia mínima. L a es
critura utiliza el mismo símbolo en ambos casos y estos ejemplos son muy
numerosos. Sin embargo, esto no significa que no se trate de sonidos dis
tintos en el dialecto de los códices mayas. E s casi seguro que fueran dis
tintos, como ocurre en todos los dialectos modernos de la lengua maya.
Probablemente no eran distinguibles en la escritura, de la misma forma
que en un sistema de escritura no se distinguen a menudo las diferencias
mínimas existentes entre los fonemas (como por ejemplo las vocales largas
y cortas del latín), y esto es así porque el lector nativo siempre puede
saber por el contexto el sonido que corresponde a una palabra. Y esta
condición no es más que la que nos encontramos, en grados diversos, en
todos los sistemas de escritura, incluyendo los sistemas de escritura fonética
que han desarrollado los científicos lingüistas para el propósito expreso de
conseguir una mayor exactitud, más allá de las necesidades de la simple
comunicación.
La expresión u-to • k-k’ak’ puede ser traducida por «su fuego encendi
do», y quizás mejor por «ignición de su fuego». Sigue un tipo de com
puesto maya de dos vocablos, que probablemente se trata del mismo
tipo que ya se ha explicado, aunque la idea de «mediante» no necesita ser
incluida aquí en la traducción. Ahora podemos intentar la traducción de
221
todo el predicado: «{él) causa taladrando la ignición de su fuego»; es
evidente que esta expresión basesah u-to • k-k’ak' es una forma algo más
elaborada del haiah k’ak' citada por el diccionario Motul como la forma
de decir que uno enciende un fuego con un taladro de fuego; sigue el mismo
modelo básico.
Voy a emprender aquí una breve divagación, anticipándome a una
objeción mal concebida que puede surgir, diciendo que el grupo de signos
to-kak aparece en ocasiones en los códices allí donde no hay referencia
pictórica al fuego, y parece referirse en estos casos a un animal en una
escena de caza. Un ejemplo de ello se puede ver en la figura 5, sección
superior, sobre la segunda imagen, donde aparece el grupo to-kak-a, con la
-a del número 1 del dibujo 3, y sin que vaya precedida de u-, formando
parte de una oración que puede ser analizada toscamente como loman
u-NORTE tokaka X «alanceado (en) su norte (es) (objeto gramatical) X ».
Debo sugerir aquí un tipo de explicación que sobrepasa la aproximación
mentalista. Sugiero que la razón por la que este jeroglífico va acompañado
por las dos imágenes, la del fuego y la de un animal cazado, es la de que
se trata de un jeroglífico que indica sacrificio o un sacrificio: ya se trate
de un fuego sacrifical o de un animal preparado para el sacrificio. Al
parecer, esta clase de explicación, con su delgada vena de alusión etnológi
ca, ha parecido plausible a algunas mentes que se han ocupado de los jero
glíficos mayas y es necesario advertir en contra de esto. Esta es la razón
por la que nadie, a excepción de los lingüistas, debería estudiar los jero
glíficos. En el presente caso, la explicación es, desde luego, una trama cons
truida por mí mismo en unos pocos segundos con el simple objeto de
ilustrar un punto. Según creo, un lingüista bien entrenado se inclinaría
a preguntar: «¿H a investigado usted en busca de una explicación en las
configuraciones de las pronunciaciones y en los datos del vocabulario, antes
de adoptar esta hipótesis tan especulativa?». Sin duda alguna, la razón
real es que junto al vocablo to • k «quemar», el maya tiene el otro vocablo,
de sonido similar, tok (con o no larga) «apartar, quitar por la fuerza, cap
turar», etc. El diccionario Motul nos da toe, ah, ob (o sea tok): «quitar,
tomar por fuerza, privar, arrebatar, robar y usurpar casas y cosas muebles».
En este caso, el grupo de signos to-kak no se ha utilizado para escribir la
palabra compuesta to • k-k'ak', sino para escribir alguna derivación o infle
xión, de sonido similar, del vocablo tok, y la palabra significa probablemen
te «súplica, animal tomado o llevado, captura, juego». Posiblemente, la
palabra contiene tok y el sufijo -ak, sufijo repetitivo; de ahí «(sucesivas)
capturas de juego». El contexto es suficiente para distinguir esta palabra
de la otra, de escritura similar, que pertenece al fuego.
El próximo grupo de signos i-g-mn-a, mediante el que se escribe la
222
palabra igamna «Itzamna, nombre de una divinidad maya, la divinidad
de nariz roma de los códices», es muy importante porque se trata del
primer nombre propio escrito en los jeroglíficos mayas que ha sido desci
frado. Los nombres propios, y especialmente los nombres personales, son
peculiarmente convincentes en el desciframiento de cualquier escritura.
Cuando existen, son nombres ideales para ser descifrados. Cuando, con la
ayuda de su sistema, el descifrador puede deletrear algún nombre propio
muy conocido que aparece en el texto, sabe muy bien que está siguiendo
el camino correcto. Se debe recordar aquí que fueron precisamente los
nombre de Ptolomeo y de Cleopatra, que se encontraban en una inscrip
ción, los que proporcionaron a Champollion sus claves de descifrado más
efectivas, y, de modo similar, fueron los nombres de Jerjes y Darío, que
se encontraban en la inscripción Behistun, los que proporcionaron a
Rawlinson su punto de apoyo para el descifrado de la escritura cuneifor
me. Desde hace tiempo se ha llegado a la conclusión de que la divinidad
de nariz roma representada en el códice, o divinidad D, corresponde en sus
caracteres a la divinidad que tradicionalmente es conocida como Itzamna.
Su jeroglífico siempre está escrito de esa forma. Si supiéramos más sobre
los antiguos nombres de los dioses, nuestro progreso en el desciframiento
de la escritura maya aumentaría considerablemente. Desgraciadamente, el
dios Kukulcan, que tan a menudo aparece en los códices, no es citado por
este nombre en ellos, o bien si es llamado por este nombre, está escrito
mediante un signo unitario de palabra.
El grupo siguiente, k-ka-hato, que representa la pronunciación kahaw,
se tiene que reconstruir como ka-ahaw «nuestro señor, nuestro maestro,
nuestro rey». Este fue precisamente el epíteto característico de Itzamna
como el Zeus maya. En el Chilam Balam de Chumayel y también en el
Tizimin existen referencias a esta divinidad, que llaman Itzamna kavil.
Aquí el kavil tiene un sonido similar en el sistema fonético americanista,
k'awil, de kahawil (aumento glótico por la pérdida de -ah-) de ka-ahawil,
que tiene el mismo significado que ka-ahaw. Por lo tanto, el desciframiento
de esta palabra puede parecerse a la transcripción de Rawlinson de «rey,
gran rey, rey de reyes» colocada después del nombre de Jerjes. El diccio
nario Motul define ahaw como ahau (ahaw ): «rey o emperador, monarca,
príncipe o gran señor». E l ka pronominal pospuesto (deletreado tradicional
mente como ca) es la segunda persona de plural que gobierna la palabra si
guiente, siendo posesiva la traducción de la relación cuando esa palabra
es traducida como un nombre, y sujeto cuando es traducida como un verbo.
En este caso, desde luego, la traducción es «nuestro». El grupo k-ka-haw
«nuestro señor» es un acompañamiento casi invariable del nombre Itzam-
na cuando éste aparece en los códices; raramente es omitido el tratamiento
223
y también es raro verlo aparecer como los nombres de otras divinidades.
Ocasionalmente nos encontramos con el epíteto simple de ahaw acompañan
do nombres de divinidades. Este epíteto se escribe tt-hw, significa «señor»,
y lleva un signo a no relacionado en el presente artículo, pero citado de
una forma ligeramente variante por Landa y el signo número 6 del dibu
jo 3 para hw. De acuerdo con el principio general de la escritura maya,
según el cual los signos no pueden ser utilizados aisladamente, excepto
como signos para los días, la palabra ahaw no está escrita sólo con el sig
no 5 ( hato) , excepto cuando significa el día Ahau.
Así, pues, llegamos a nuestra traducción final: «nuestro gran señor
Itzamna enciende su fuego taladrando».
La importancia de este desciframiento y traducción es completamente
independiente del interés, o falta de éste, en cuanto al tema sobre el
que trata la oración. Por lo que concierne a la información que nos pro
porciona esta traducción sobre el pueblo maya, o sobre el propio asunto
de que trata, es bastante trivial; no es ni más ni menos que lo que podría
mos haber deducido por la simple imagen. Su importancia es lingüística y
filológica, lingüística porque nos proporciona información sobre la estruc
tura de una lengua, hasta el punto en que la puede expresar la escritura
en un cierto período de una época pasada; filológica porque es precedente
al estudio de una literatura y de una civilización según queda ésta refle
jada en su literatura, en un cierto período de una época pasada y dentro
de un contexto y perspectiva históricas. De esta pequeña oración se puede
obtener una gran cantidad de información lingüística y filológica, aunque
en el presente artículo únicamente se ha discutido una pequeñísima frac
ción de toda esta información. Se trata de datos que pueden ser com
probados, correlacionados y empleados para nuevos descubrimientos en
posteriores investigaciones de dificultad progresiva. Unas pocas de estas
ramificaciones posteriores de la presente oración han sido indicadas en las
notas marginales, aunque las exigencias de espacio han obligado a que
éstas sean relativamente breves. Cada una de estas notas marginales es
susceptible de proporcionar materia para un estudio más extenso. De este
modo, el desciframiento se establece por sí solo según un enlazamiento
de oraciones que va en constante aumento, y cuyas traducciones se pueden
ir controlando por las imágenes que acompañan los textos. Por otra parte,
la traducción de todas estas oraciones pueden ir engrosando nuestro cono
cimiento de la gramática, la sintaxis, el vocabulario y la lista de signos.
Existen dos formas principales de tratar de leer erróneamente los
códices mayas. Una de las formas equivocadas es intentar dar una pasada
rápida por todo el trabajo a realizar, retirándose para realizar un estudio
aislado y dando a conocer eventualmente el trabajo en forma de libro, un
224
libro que «lo diga todo», que interprete, explique, epitomice y lo comen
te todo, desde la primera página del Tro-Cortesianus hasta la última del
Dresden. Durante los últimos siglos ya han aparecido algunos de estos
libros. Generalmente, se proclama en ellos el descubrimiento de una clave.
Entonces, la clave es aplicada según la propia voluntad del autor y la
cuestión parece tan sencilla como cuando un mago saca un conejo de un
sombrero. También ha ocurrido a menudo que un autor de esta clase
haya expuesto su ligero conocimiento de la lengua maya y de los procedi
mientos lingüísticos en general. Los escritos históricos no se tienen que
leer con claves; no existe más clave que la investigación. El descifrador
aficionado siente cierta inclinación a hacer una falsa analogía entre escri
tura recta y cifra. En realidad, la palabra «descifrar», que he utilizado con
tanta profusión en este ensayo, abarca un concepto erróneo. ¿Por qué
la he usado entonces? Supongo que porque es simple y vivida, porque su
utilización es general para esta clase de investigaciones y porque he sucum
bido a la atracción de su uso. Pero, en realidad, no se descifra una litera
tura; únicamente se descifra una cifra. Una cifra es un método de escribir
con un deliberado intento de ocultar el contenido a aquellos que no po
seen la clave. Una escritura recta, que no intenta ocultar su contenido,
no se descifra, sino que se analiza y se traduce. Los métodos de este
análisis y traducción son completamente diferentes de los métodos utiliza
dos para construir mensajes cifrados; son los métodos de Champollion y
de Young con el egipcio, de Rawlinson y de Grotefend con el babilónico,
de Hrozny y de Sturtevant con el hitita; son los métodos de la lingüística
y de la filología.
La otra forma errónea de atacar la parte lingüística de los códices mayas
es la aproximación al estilo de Sitzenfleisch. Esta aproximación se con
centra durante largos períodos en jeroglíficos o palabras aisladas, olvidan
do que estas cosas existen como oraciones. Supongamos, por ejemplo, que
siguiendo este método llegamos al desciframiento parcial o total del jero
glífico de Itzammna. Lo siguiente es pasarse varios años buscando todos los
jeroglíficos de Itzamna en la literatura, anotando las más mínimas diferen
cias, poniéndolo todo en conexión con cualquier mínima información que
se pueda obtener sobre Itzamna, y después con cualquier divinidad del
área centroamericana que pueda ser puesta en conexión con Itzamna. El
jeroglífico primitivo desaparece de nuestra vista y no ha servido más que
como palanca para saltar al área de la mitología, la religión y el folklore,
de todo lo cual quizás pueda aparecer, al menos, una monografía titulada
«E l concepto de Itzamna». Este método, aunque se concentra por entero
en el estudio de la palabra, se aleja tanto de las incidencias específicas de
la misma en los textos, que al final deja de ser propiamente lingüístico y
225
15. U N G U A IB
se convierte en otra cosa. Las palabras no son nada sin las oraciones. Lo
que es una palabra, depende de lo que hace, o sea de su posición y función
en la oración. Esto llega a ser incluso más importante que la forma en que
se escriba dicha palabra. En el maya, como en el inglés, existen muchos
homónimos, así como palabras que, aún cuando no son homónimas, se
escriben de un modo muy semejante, como las palabras españolas «sangría»
(de sangre) y «sangría» (como bebida refrescante). Por lo tanto, con la de
terminación de los sonidos de los signos y de sus combinaciones jeroglíficas,
sólo se ha ganado la mitad de la batalla.
Sólo existe una forma de descifrar los jeroglíficos mayas y de leer
la literatura maya. Se trata de establecer una creciente concatenación de
oraciones, procediendo desde la menos a la más difícil, comenzando con
oraciones cuyo significado pueda ser comprendido por la visión de las
imágenes, manteniendo una constante atención hacia el interés puramente
lingüístico y hacia los descubrimientos lingüísticos que se vayan realizan
do, así como hacia las conclusiones que vayan apareciendo relacionadas
con la cuestión. Los descubrimientos lingüísticos tendrían que ser even
tualmente tema de escritinio y base de estudio y colaboración entre varios
eruditos lingüísticos. Una sola persona no puede ser el medio de interpretar
una literatura; una tarea de esta clase requiere la contribución mutua de
muchos especialistas que sean capaces de trabajar de acuerdo con irnos
principos básicos. Los principios lingüísticos llevan por sí solos la convic
ción necesaria para llegar a un acuerdo científico de esta clase.
Conforme progresa, se extiende y crece cada vez más la investigación,
se hace posible leer oraciones con una mayor confianza y entonces se puede
pasar a oraciones que no vayan acompañadas de imágenes por las que se
pueda controlar la traducción. Así, pues, debemos comenzar a leer cautelo
samente porciones de las inscripciones, para pasar después a los largos
textos, sin imágenes, del códice Peresianus, cuyo significado es, hasta ahora
bastante misterioso. Conforme se vayan conquistando las mayores dificul
tades lingüísticas, el estudio se irá convirtiendo poco a poco en más filo
lógico que lingüístico; esto significa que la cuestión sobre la que tratan
los textos, y las informaciones culturales e históricas irán adquiriendo un
papel de importancia creciente; entonces ya no será simplemente una
cuestión de leer, sino también de comprender, en lo posible,, las alusiones,
las referencias, los contextos no lingüísticos, los modelos culturales que se
ven a ramalazos, todo ello a través de las propias palabras y gramática
de las traducciones. Esto es filología. Pero para llegar a la filología siempre
tenemos que tomar la lingüística como base. Unicamente de esta forma po
demos confiar en comprender algún día la historia y la cultura del pueblo
maya.
226
FACTORES LIN G Ü ISTIC O S E N LA TERM IN O LO G ÍA D E LA
ARQUITECTURA H O PI *
227
pata lo que se podría llamar elementos estructurales o partes componentes
de un edificio, incluyendo las pertenencias esenciales del mismo, tales como
escaleras, escalones, ventanas, etc. Gramaticalmente, todos estos términos
son nombres. Damos a continuación una lista representativa que sigue el
orden de la construcción, o sea desde los cimientos hacia arriba.
kirc\a «cimiento» o «cimientos»; te k"’a «una estructura de manipos
tería», no siendo una parte de un edificio terminado, pared no terminada,
pared no techada, o porción de ruina que se mantiene en pie»; tekwánmére
«pared que rodea o cierra»; te ■ wi «anaquel o borde», términos aplicados
tanto a un borde natural como a la forma arquitectónica; tekwni «pared»
utilizado principalmente para designar una pared techada, pero aplicado
también a una cerca o muralla de piedra terminada; ?e ci «tabique» o «cer
cado» de cualquier clase; Vécpí, ?ecp¿ «puerta», o sea pieza para cerrar o
puerta propiamente dicha; hócíwa «abertura de puerta, portal»; poksó
«hueco de ventilación, ventana no encristalada, chimenea»; panávca «trozo
de vidrio, ventana encristalada»; nayáve «pavimento de adobe»; palwi,
pálwicoqa «capa de arcilla» utilizada como estuco blanco y «arcilla del
suelo»; ki • qolo «piso más bajo de un edificio de más de un piso, o habi
tación hundida como un basamento; piso con un suelo sobre ella»; k i • tila,
k í • vtLpi, «techo, cielo raso»; wúna «pieza de maderamen de cualquier
clase, anaquel, tablón, poste, palo», ya esté colocada o no en la estructura;
léestqvi «vigueta o viga de techo o de piso superior, madero o tabla» para
este propósito, generalmente cuando está colocada en la estructura; kiqálmó
«alero» o «cornisa»; kí ■ •ami «tejado» (aunque el término no se usa en ex
presiones tales como «sobre el tejado)»; kiska «túnel o camino cubierto, pa
saje techado».
De estos 19 términos, que son algunos de los más comunes, 8 son vo
cablos no analizables o, en pocos casos, parcial o conjeturalmente analiza
bles los otros 11 son claros derivados o compuestos.
Los términos de esta clase son nombres, cuando indican elementos o
partes estructurales de un edificio. Tienen la declinación nominal de dos
casos, nominativo y acusativo, y una serie de formas posesivas o de estado
de construcción. Todos ellos indican cuerpos sólidos tridimensionales en
el sentido geométrico, masas sólidas y rígidas, áreas definitivamente delimi
tadas, o perforaciones a través de dichos sólidos.
Cuando observamos la clasificación gramatical de los nombres, queda
mos asombrados por la ausencia de términos que se refieran a espacios
interiores tridimensionales, tales como nuestras palabras «habitación, cáma
ra, vestíbulo, celda, cripta, ático», etc. Y esto ocurre a pesar de que los edifi
cios hopi están divididos frecuentemente en varias ’ habitaciones, que en
ocasiones están especializadas para diferentes propósitos. Sin embargo, no
228
nos damos cuenta de este estado de cosas hasta qué no nos aproximára
mos primeramente desde el punto de vista gramatical, porque si pregunta
mos a un informador hopi sobre la palabra que indique «habitación», no
dejará de darnos una contestación, nos dirá una palabra que para él es la
equivalente y la traducción de nuestra palabra «habitación». A pesar de
todo, tanto esta palabra como unas pocas más utilizadas para indicar espa
cio interior tienen diferentes propiedades gramaticales y paradigmáticas
en relación con las palabras de la lista que acabamos de dar, utilizadas para
designar elementos arquitectónicos o miembros estructurales. No parece tra
tarse de nombres, al menos en el sentido estricto. La pálaba 7api}v€,
que indica «habitación», no .tiene caso nominativo ni acusativo, como tam
poco estado de construcción; basándose en este vocablo no se puede decir
«m i habitación» en el sentido en que se puede decir «mi puerta» o «m i
techo», aún cuando estas expresiones no tienen un significado socialmente
funcional, ya que la sociedad hopi no revela ninguna calidad de propiedad
o retención individual de habitaciones, puertas, o techos. Aquí vemos la
diferencia existente entre un significado puramente lingüístico o formu
lista que se podría decir, pero que probablemente no se dirá, como en el
caso de «m i techo», y el caso de un significado cultural, prácticamente
reconocible, que también coincide con el significado lingüístico, como por
ejemplo «mi casa». Por el contrario, no existe una expresión que equival
ga formalmente al inglés «mi habitación», o que tenga un significado for
mulista; en comparación con nuestra lengua, existe aquí un resquicio, un.
hueco abierto. Si el hopi tuviera que tomar prestada de nosotros la cos
tumbre de tener habitaciones individuales «propias», o tuviera que alqui
larlas cuando visitara otros pueblos hopi, todavía sería incapaz de decir «mi
habitación». Lo que probablemente haría sería acuñar una nueva expre
sión para esta necesidad. Y hay muchas formas en que lo podría hacer.
Podría decir, por ejemplo, «m i techo», «m i puerta», o «mi suelo» y la
palabra «techo», «puerta» o «suelo» adquirirían el significado de la propia
habitación individual de una persona, como el francés foyer «hogar, fogón»,
significa el propio «hogar» de uno. Esta ligera disgresión del tema principal
servirá para ilustrar el conservadurismo de los modelos gramaticales y su
resistencia a cambiar en comparación con los temas lexicales simples.
Volviendo a la palabra para «habitación», ?á p a v s?, vamos a examinar
sus propiedades. Aunque no tiene los casos nominativo y acusativo, sí
dispone de los casos locativo, ilativo y ablativo, 7ap av e?, 1a pqmtq, 7á‘par\k,
tratándose de relaciones de casos que se encuentran entre los pronombres,
junto con un número de otros casos de naturaleza similar, llamados loca-
cionales. Sin embargo, los pronombres también disponen de los casos no
minativo y acusativo, así como otras propiedades peculiares. Se encontra-
229
rá entonces que ?á‘pávt? pertenece a una parte de la oración llamada
localizadores, en la que quedan incluidas palabras como «aquí, allí,
encima, abajo, en frente, detrás, norte, sur, este, oeste» y una gran canti
dad de otras más, entre las que también se encuentran los nombres geográ
ficos hopi, tales como Oraibi, Walpi, Shipaulovi, etc. Todos ellos tienen
un paradigma de casos locacionales y cada forma termina en un sufijo;
no existe forma de vocablo simple como ocurre en los nombres y en sus
formas de nominativo. Al decir «norte» es necesario decir también «en
el norte, del norte, hacia el norte», etc. Todas éstas son formas que
pertenecen al predicado, mientras que algo más sirve como sujeto, o quizás
en alguna parte no hay sujeto. En otras palabras, son formas adverbiales.
La palabra que se traduce por «habitación» significa «en la casa, habita
ción o cualquier otra cámara cerrada», o para decirlo con mayor precisión
«en un interior arquitectónico», o «hacia» un interior de esta clase, o «des
de» un interior de esta clase, etc., de acuerdo con el sufijo del caso. El
locativo en 1ap h v€ es el sufijo -v€. También existe un sufijo casi-locativo,
-vi o -pi, que no puede ser aplicado al vocablo ?apa-, ni a la mayor parte
de estos locacionales, pero que puede ser aplicado a nombres de lugares
geográficos y a una o dos palabras especiales para «habitación». Su sentido
Figura 7
locativo es tan débil que puede ser utilizado como un nombre en caso
nominativo o acusativo, aunque su uso es muy raro. La otra palabra prin
cipal para indicar espacio interior en un edificio es el locativo yé ■ mbkvi,
ilativo yé ■ tnbk, que se traduce a menudo por «la otra habitación» o «la
próxima habitación», pero que también se utiliza como equivalente de
«cuarto trasero, lavabo, cuarto trastero». Quizás el efecto semántico más
cercano al inglés sería «habitación interior», aunque ésta debe estar cons
truida en el «interior» en el sentido del ilativo hopi, lo que incluiría con
ceptos como «habitación posterior» o «habitación adjunta». Se trata de
cualquier habitación en la que uno tenga que entrar desde otro interior,
siendo éste último el punto de referencia. Uno de los planos más comunes
de distribución de habitaciones en la casa hopi es el que se muestra en
la figura 7.
230
Esto se encuentra en la línea de la forma en que el hopi, y de hecho
la mayor parte de las lenguas uto-aztecas, representan la locación en el
espacio, o regiones en el espacio. No están constituidos como entidades
que puedan funcionar en una oración al igual que términos para designar
gente, animales, o masas de materia que tengan una forma característica, o
bien grupos humanos y relaciones humanas, pero que son tratados como
conceptos puramente relaciónales , de un tipo adverbial. Así, pues,
los espacios huecos como habitación, cámara, vestíbulo, etc., no son
nombrados realmente como objetos, sino que más bien son localizados,
o sea que se especifican las posiciones de otras cosas para mostrar el lugar
que ocupan en tales espacios huecos. En contraste con el considerable nú
mero de términos para designar los miembros arquitectónicos sólidos, pa
rece al principio que hay una notable escasez de términos para desig
nar los espacios arquitectónicos huecos , con solo dos vocablos de verda
dera importancia práctica. Al principio, uno se puede sentir inclinado a
achacar esto a algo culturalmente peculiar en la arquitectura hopi, sus con
ceptos de construcción de edificios son limitados. Sin embargo, si poseemos
un más íntimo conocimiento de la lengua vemos que esto no tiene nada
que ver con la arquitectura; se trata, simplemente, de una cuestión de es
tructura del lenguaje. No son los dos vocablos los que determinan una
escasez o riqueza de expresión, sino la gran cantidad de sufijos, con termi
naciones locacionales de casos, que pueden ser utilizados con estos térmi
nos porque pertenecen al grupo de localizadores. En este grupo, el número
de troncos iniciales no es un criterio importante para determinar la riqueza
del vocabulario; esta riqueza viene determinada más bien por la profusión
de sufijos que en este grupo son, en efecto, troncos no iniciales.
Figura 8
231
Estos edificios son construidos para varios usos especializados. La
mayor parte son viviendas, pero las llamadas casas piki solamente son
utilizadas como hornos para cocer el piki, o los panes de cereal; otros son
utilizados como almacenes, mientras las kivas únicamente sirven para las
ceremonias. Desde que se hizo notar la influencia blanca existen edificios
ocupados únicamente como tiendas, inglesias y escuelas. Ahora bien, noso
tros y muchas gentes mucho menos sofisticadas arquitectónicamente que
el pueblo hopi, poseemos un vocabulario de términos diferentes para
designar edificios; tenemos los términos «casa, edificio, quinta, castillo,
fuerte, templo, iglesia, capilla, teatro, escuela, almacén, posada, hotel,
granero, cobertizo, garaje, establo, cabaña, choza, prisión, cárcel, torre, esta
ción, depósito», etc., etc. Muchos de los términos indican tipo de ocupa
ción; otros se refieren a tipos estructurales. Desde un punto de vista
distinto se puede indicar que esta lista inglesa es más bien una miscelánea
y no sigue prácticamente un sistema. Sin embargo, a nosotros nos parece
la cosa más n atu ral para un pueblo que posee una tecnología arquitéc-
tónica al menos tan diversificada como la del hopi.
No obstante, el hecho es que, excepto para unos pocos términos margi
nales de aplicación extremadamente restringida, la lengua hopi únicamente
dispone de una palabra para designar un edificio; y, sin necesidad de
ser un especialista en arquitectura, se puede decir que la lengua no posee
una terminología arquitectónica que clasifique los edificios por los tipos,
a pesar del hecho de que dispone de una considerable terminología arqui
tectónica para otros propósitos. Únicamente existe la palabra ki • he «casa»
(como se traduce usualmente), que en realidad significa «edificio» de cual
quier clase. Esta palabra es un nombre, pero se trata del único nombre de
su clase existente en la lengua hopi. Aunque no hay ningún final de palabra
compuesta que termine en «-casa», la palabra «casa» puede servir como
vocablo base o inicial para sufijar el vocabulario de los sufijos locacionales
que terminan en casos locacionales, como si fuera un pronombre o un loca
lizador. Desde luego que también hay otros nombres que pueden tomar
unos pocos sufijos de estos, pero «casa» es el único que puede tomar la
serie completa. En este aspecto es como un pronombre de lugar, aunque
en realidad no es un pronombre, ya que tiene las formas de construcción
que sólo tienen los nombres, de forma que uno puede decir «mi casa», «su
casa», etc.
Se pueden citar los casos marginales que posiblemente puedan ser
considerados como términos para designar un edificio, a parte de ki ■ he;
se verá entonces que éstos difícilmente indican verdaderos edifiicios en el
sentido usual: mecdvki «tienda», aunque literalmente se debe traducir por
«casa de ropa», se trata de algo extraño al hopi que viene indicado por
232
un compuesto de «casa»; té ■ téska «capilla», un pequeño espacio cerrado
y cubierto de piedras situado fuera de la verdadera «casa»; kiska «túnel»,
que también es un pasaje exterior cubierto, que posee paredes y techo y
que generalmente pone en comunicación diversos edificios.
Una de las razones que explican la gran escasez de términos hopi para
indicar diversos edificios, es que la lengua hopi no utiliza términos de
ocupación como sinónimos de términos que indiquen la ocupación o pro
pósito para el que se ha construido el edificio, y si lo hacen se trata de
términos adquiridos recientemente y, por lo tanto, son todavía muy esca
sos. La lengua hopi no posee, al menos firmemente enraizado, el modelo
que es tan natural para nosotros según el cual «una iglesia», o sea una
institución, es un término que se ha convertido casi imperceptiblemente
en «una iglesia» en el sentido de tipo de edificio utilizado como lugar de
reunión por los miembros de esta institución, siendo difícil establecer la
verdadera distinción entre ambos significados, a menos que se esté muy
atento a lo que se dice; o en el que «una escuela» como institución,
también es difícil de distinguir de «una escuela» como casa donde se
imparte enseñanza; «garaje» en el sentido de ocupación, de «garaje» el
edificio que contiene esta ocupación; «hospital», la ocupación, de «hospital»,
el edificio; o «el teatro» en el sentido de «el arte dramático», de «el teatro»,
un edificio. La lengua hopi no contiene esta fusión casi imperceptible, pero
tampoco una distinción entre ambos términos. La ocupación y el trozo de
terreno o suelo en el que se desarrolla la ocupación son llamados simple
mente «el edificio», un ki • he. No se trata de una cuestión de estilística, ya
que no se puede variar mediante las modulaciones artísticas d d parlante,
sino de lingüística, ya que se trata de una forma que tiene que seguir d
parlante nativo, lo quiera o no, lo mismo que se ve obligado a seguir los
modelos gramaticales. La ocupación de una casa piki es llamada por un
término que significa «lugar donde se enciende el fogón», pero solamente
se llamaría así si estuviera situado fuera de la «casa», ya que no existe
término para la casa piki por sí misma, excepto en inglés, aunque la casa
piki es un tipo arquitectónico bastante distinto.
El hecho de que los términos de ocupación puedan ser utilizados con la
palabra «edificio», separada y no combinada, con su gran cantidad de
formas de inflexión, para espedficar toda clase de lugares, tanto fuera
como dentro de edificios dados, nos permite comprender la ausencia de
términos para edificio, al menos en lo que se refiera a la fluencia de la
expresión. No obstante, parece bastante extraño que no existan términos
para formas de edificios tan distintas como por ejemplo el edificio de un
piso, el de dos pisos y la kiva; este hecho tiene que ser considerado como
un dato peculiar del lenguaje que no se puede explicar ni por otros mode-
233
¡os del mismo lenguaje, ni por cualquier otra cosa tanto en la arquitectura
como en la cultura hopi.
Parece especialmente extraño, desde el punto de vista de nuestra propia
forma de pensar, que no exista nombre para la kiva, esa estructura tan
típica de la cultura de los indios pueblo y que se encuentra tan íntimamente
relacionada con su religión.
Mucbas personas saben que nuestra palabra kiva ha sido tomada de
la lengua hopi, pero lo que no saben es que en el hopi no existe tal palabra
para referirse a una kiva.
234
CIEN CIA Y LIN G Ü ÍSTIC A *
Una vez pasados los años de la infancia, toda persona normal puede ha
blar y así lo hace. Como consecuencia de este hecho toda persona — civi
lizada o incivilizada— lleva consigo durante toda la vida ciertas ideas in
genuas, pero profundamente enraizadas, sobre el habla y su relación con el
pensamiento. A causa de su firme conexión con los hábitos del lenguaje,
que se han convertido en inconscientes y automáticos, estas ideas tienden
a ser bastante intolerantes con cualquier clase de oposición. Sin duda alguna
son completamente personales y casuales; su base es definitivamente siste
mática, de modo que nos sentimos justificados al llamarlas un sistema de
lógica natural, este término me parece más preferible que el término
sentido común, utilizado a menudo para designar lo mismo.
De acuerdo con la lógica natural, el hecho de que toda persona haya
hablado con fluidez desde su infancia la convierte en su propia autoridad
en el proceso mediante el cual formula y comunica ideas. La persona se
limita simplemente a consultar un substrato de lógica o razón común que
se supone posee. La lógica natural dice que el habla es más bien un proceso
incidental preocupado estrictamente por la comunicación, pero no con la
formulación de ideas. Se supone que el habla, o la utilización del lenguaje,
únicamente «expresa» lo que ya ha sido esencialmente formulado de una
manera no lingüística. La formulación es un proceso independiente, llamado
pensamiento, y se supone que éste es bastante indiferente a la naturaleza
de cada lengua. Las lenguas tienen gramáticas, sobre las que se piensa que
se trata de simples normas de corrección convencional y social, pero por otra
parte supone que la utilización del lenguaje no está dirigida tanto por
estas normas como por el pensamiento correcto, racional e inteligente.
235
INGLES
LAS TRES IDEAS AISLA
"LIMPIAR" "ION" "BAQUETA" DAS DE EXPERIENCIA
UTILIZADAS EN INGLES
PARA DECIR "LO LIM
PIO (LA ESCOPETA)
CON LA BAQUETA".
SHAW N EE
"H" UTILIZAS EN EL
"PEKW" "ALAK" SHAWNEE PARA DECIR
(ESPACIO SECO) (INTERIOR DE HUECO) (MEDIANTE MOVIMIENTO "NIPÉKWALAKHA",
DE INSTRUMENTO) QUE SIGNIFICA "LO
LIMPIO (LA ESCOPETA)
CO N LA BAQUETA"
Figura 9. Las lenguas diseccionan la naturaleza de un modo diferente. Las diferentes ideas
aisladas de significado (pensamientos) utilizadas en inglés y en shawnee para informar sobre
la misma experiencia, la de limpiar el cañón de una escopeta pasando la baqueta por él.
Los pronombres «yo» y «lo, ello» no están señalados por símbolos, ya que tienen el mismo
significado en cada lengua. En shawnee «ni-» es igual a «yo» y «-a» es igual a «lo, ello».
236
el caso dativo como la gramática en general son un producto extremadamen
te menor. Se dice que los antiguos árabes adoptaron una actitud diferente.
Según dice la historia, dos príncipes se disputaron el honor de colocar el
calzado al gramático más sabio de todo el reino, por lo que se dice que su
padre, el califa, hizo notar que a su reino le cabía la gloria de honrar a
los grandes gramáticos por encima de los reyes.
El dicho familiar de que la excepción prueba la regla contiene una bue
na cantidad de sabiduría, aunque desde el punto de vista de la lógica formal
se convierte en algo absurdo desde el momento en que «probar» ya no
significa «enjuiciar». El antiguo refrán comenzó a ser profundamente psico
lógico desde el momento en que dejó de tener apoyo en la lógica. Lo que
a nosotros nos puede sugerir en la actualidad es que si una regla no tiene
ninguna excepción, no es reconocida como una regla, ni como nada más;
forma parte entonces del fondo de experiencia con respecto al cual tende
mos a permanecer inconscientes. Sin haber experimentado algo que contras
te con ello, no podemos aislarlo y formularlo como una. regla hasta que no
hayamos aumentado nuestra experiencia y hayamos extendido nuestra base
de referencia lo suficiente como para encontrar una interrupción de su re
gularidad. La situación tiene algo de análoga con la que se produce cuan
do no nos damos cuenta de la falta de agua hasta que el cauce del río va
seco, o no nos damos cuenta de que necesitamos aire hasta que nos estamos
axfisiando.
Si una raza humana, por ejemplo, tuviera el defecto fisiológico de
no poder ver más que el color azul, difícilmente sería capaz de formular la
regla de que solamente ve azul. El término azul no transmitiría ningún
significado; en su lengua no existirían términos para designar los colores,
y las palabras para indicar las diversas sensaciones de azul contestarían y
traducirían nuestras palabras «luz, oscuridad, blanco, negro», etc., pero no
nuestra palabra «azul». Para poder formular la regla o norma de ser
solamente azul, se necesitarían momentos excepcionales en los que se
pudieran ver otros colores. El fenómeno de la gravedad forma una re
gla sin excepciones; no es necesario decir que la persona inculta no tiene
la menor idea sobre la existencia de una ley de la gravedad, ya que en su
mente nunca entraría la idea de concebir un universo en el que los cuerpos
se comportaran de un modo diferente a como se comportan sobre la
superficie de la tierra. Como ocurre con el color azul en nuestra raza
hipotética, la ley de la gravedad es una parte del fondo incultivado del
individuo, y no algo que él aísla de ese mismo modo. La ley no pudo ser
formulada hasta que no se vio caer a los cuerpos, que siempre caen, en
términos de un mundo astronómico mucho más amplio en el que los cuer
pos se mueven trazando órbitas o siguen éste o aquel camino.
237
De forma similar, cuando volvemos nuestras cabe2as, la imagen de la
escena que vemos pasa por nuestras retinas exactamente igual que si la
escena hubiera dado una vuelta a nuestro alrededor. Pero este efecto procede
de nuestro fondo de experiencia, y no nos damos cuenta de él; no vemos
que una habitación de vueltas a nuestro alrededor, sino que sólo somos
conscientes de haber girado nuestras cabezas en una habitación inmóvil.
Si observamos críticamente mientras giramos la cabeza o hacemos lo mis
mo con los ojos, muy rápidamente, nos daremos cuenta de que ningún
movimiento es verdadero, ya que veremos una escena borrosa entre dos
puntos claros. Normalmente, somos bastante inconscientes de esta conti
nua visión borrosa, pero parecemos mirar un mundo completamente claro.
Cuando andamos y pasamos junto a un árbol o una casa, su imagen cambia
en nuestra retina, como si el árbol o la casa estuvieran girando sobre un
eje; sin embargo, no vemos girarse a los árboles y las casas cuando viaja
mos a velocidades ordinarias. A veces, unas gafas determinadas nos pueden
revelar movimientos transversales en la escena conforme miramos a nues
tro alrededor, pero normalmente no vemos el movimiento relativo del am
biente cuando nos movemos; nuestro modo de ser psíquico está ajustado
de alguna forma para prescindir de reinos enteros de fenómenos que son tan
penetrantes como para ser irrelevantes para nuestras vidas y necesidades
diarias.
La lógica natural contiene dos apariencias engañosas: en primer lugar
no ve que los fenómenos de una lengua tienen con respecto a sus propios
parlantes un amplio carácter relacionado con el fondo de experiencia, de
modo que se encuentran fuera de la conciencia crítica y del control del
parlante que está exponiendo lógica natural. Así, pues, cuando alguien
está hablando como un lógico natural, y todo el mundo lo es, sobre razón,
lógica y las leyes del pensamiento correcto, únicamente es apto para andar
junto con hechos puramente gramaticales que tienen algo del carácter de
fondo de experiencia perteneciente a su propia lengua o familia de len
guas, pero que de ningún modo es universal a todas las lenguas, ni repre
senta un substrato común de razón. En segundo lugar, la lógica natural
confunde el acuerdo sobre la cuestión tratada, logrado mediante la utili
zación del lenguaje, con el conocimiento del proceso lingüístico mediante
el que se consigue tal acuerdo, o sea con el ámbito de actuación del me
nospreciado gramático (que es superfluo para la lógica natural). Dos perso
nas que estén hablando llegan rápidamente a un punto de aquiescencia sobre
la cuestión de su conversación; se muestran de acuerdo en lo que se refiere
a su lengua. Uno de ellos, el A, puede dar directrices para que el otro, el
B, las siga a completa satisfacción de A. Como ambos se entienden mutua
mente con tal perfección, suponen, como lógicos naturales, que deben saber
238
Figura 10. Las lenguas clasifican de modo diferente las particularidades de experiencia. La
clase que en una lengua A corresponde a una palabra y a un pensamiento, puede ser con
considerada por una lengua B como dos o más clases que correspondan a dos o m is palabras
y pensamientos.
como se realiza todo el proceso. Piensan, por ejemplo, que se trata simple
mente de escoger las palabras que expresen sus pensamientos. Si se le pre
gunta a A que explique cómo consiguió que B estuviera tan pronto de
acuerdo con él, repetirá simplemente, con mayor o menor brevedad o
elaboración, lo que ya había dicho a B. No tiene idea del proceso en que se
ha visto envuelto. El amalgamado y complejo sistema de modelos lingüísticos
y clasificaciones que A y B tienen que tener en común antes de que uno
y otro se puedan entender mutuamente, representa todo el fondo de ex
periencia de A y B.
Estos fenómenos de fondo de experiencia son el ámbito de trabajo del
gramático, o del lingüista, para darle su más moderno nombre como
científico. Generalmente, se piensa que la palabra lingüista significa algo
completamente diferente: una persona que puede lograr un rápido acuerdo
sobre una cuestión con personas diferentes, hablando un número diferente
de lenguas. Pero una persona así se debería llamar más bien un políglota
o un multilingüe. El lingüista científico ha comprendido desde hace tiempo
239
que la habilidad para hablar con fluidez una lengua no proporciona necesa
riamente un conocimiento lingüístico de la misma, o sea una comprensión
de sus fenómenos de fondo de experiencia, de sus procesos sistemáticos
y de su estructura, del mismo modo que la habilidad para jugar extraor
dinariamente bien al billar no proporciona, ni requiere, ningún conoci
miento sobre las leyes mecánicas que operan sobre la mesa de billar.
En este caso, la situación no es muy desigual a cualquier otro campo
de la ciencia. Todos los verdaderos científicos tienen sus ojos puestos
principalmente en los fenómenos de fondo de experiencia que tan poca
importancia tienen, como tales, en nuestras vidas diarias; y, sin embargo,
sus estudios tienen una forma de establecer una estrecha relación entre
esos ámbitos insospechados y esas actividades de primer orden, tan deci
sivas para nosotros, como el transporte de mercancías, la preparación de
la comida, el tratamiento de las enfermedades o el crecimiento de las pata
tas, actividades que con el tiempo se pueden ver muy modificadas, simple
mente a causa de la pura investigación científica que en ningún modo se
preocupa de estas cuestiones por sí mismas. Los lingüistas representan un
caso bastante similar; los fenómenos de fondo de experiencia con los que
ñas que estén hablando llegan rápidamente a un punto de aquiescencia sobre
el hablar y el alcanzar acuerdo, en todas nuestras actitudes de razonamien
to y réplica, en toda ley, mediación, conciliación, contrato, tratado, opinión
pública, sopesamiento de las teorías científicas, formulación de los resulta
dos científicos. Allí donde en los asuntos humanos se llega a un acuerdo
o asentimiento, ya estén presentes o no como parte del procedimiento de
las matemáticas o cualquier otra clase de simbolismo especializado, este
ACUERDO SE CONSIGUE MEDIANTE PROCESOS LINGÜÍSTICOS Y NO DE OTRA
FORMA.
Como hemos visto, no es necesario poseer un conocimiento abierto de
los procesos lingüísticos para lograr un acuerdo; sin embargo, tal cono
cimiento no es superfluo. Cuanto más complicada y difícil sea la cuestión,
tanto más nos ayudará este conocimiento a alcanzar el punto de acuerdo
— sospecho que el mundo moderno ha empezado a darse cuenta de esto— ;
entonces, el conocimiento no solamente se convierte en una ayuda, sino
en una necesidad. La situación puede ser comparada a la de la navegación.
Todo barco que navega se encuentra a merced de las fuerzas planetarias;
sin embargo, un chico puede pilotar su pequeña canoa en el recinto de un
puerto sin necesidad de tener conocimientos sobre geografía, astronomía,
matemáticas o política internacional. No obstante, el poseer algunos cono
cimientos sobre estas materias es algo indispensable para el capitán de un
buque transoceánico.
Cuando los lingüistas fueron capaces de examinar crítica y científica
240
mente un gran número de lenguas de modelos ampliamente diferentes,
también aumentó ampliamente su base de referencia; experimentaron la
interrupción de ciertos fenómenos que habían sido considerados como
universales y ante su vista apareció todo un nuevo orden de significados.
Se descubrió que el sistema lingüístico de fondo de experiencia (en otras
palabras, la gramática) de cada lengua, no es simplemente un instrumento
que reproduce las ideas, sino que es más bien en sí mismo el verdadero
formador de las ideas, el programa y guía de la actividad mental del indi
viduo que es utilizado para el análisis de sus impresiones y para la síntesis
de todo el almacenamiento mental con el que trabaja. La formulación de las
ideas no es un proceso independiente, estrictamente racional en el antiguo
sentido, sino que forma parte de una gramática particular y difiere, desde
muy poco a mucho, entre las diferentes gramáticas. Diseccionamos la na
turaleza siguiendo líneas que nos vienen indicadas por nuestras lenguas
nativas. No encontramos allí las categorías y tipos que aislamos del mundo
de los fenómenos porque cada observador las tiene delante de sí mismo;
antes al contrario, el mundo es presentado en un flujo caleidoscópico de
impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes — y esto
significa que tiene que ser organizado en nuestras mentes por los sistemas
lingüísticos. Nosotros dividimos la naturaleza, la organizamos en concep
tos, y adscribimos significados, principalmente porque hemos llegado al
acuerdo de hacerlo así— un acuerdo que se mantiene a través de la comu
nidad que habla nuestra misma lengua y que está codificado en los mode
los de nuestro lenguaje. Naturalmente, este acuerdo es implícito y no queda
expresado, pero sus términos son absolutamente obligatorios; no
podemos hablar sin adscribirnos a la organización y clasificación de infor
mación que determina el acuerdo.
Este hecho es muy significativo para la ciencia moderna, ya que significa
que ningún individuo es libre para describir la naturaleza con absoluta
imparcialidad, sino que está constreñido a utilizar ciertos modos de inter
pretación, aún cuando generalmente el mismo individuo suele pensar libre
mente. La persona que más cerca se podría encontrar de la libertad en tal
sentido sería un lingüista que estuviera familiarizado con muchos y
variados sitemas lingüísticos. Hasta ahora, no existe ningún lingüista que se
encuentre en tal posición. Así, pues, nos vemos introducidos en un nuevo
principio de relatividad que afirma que todos los observadores no son
dirigidos por la misma evidencia física hacia la misma imagen del universo,
a menos que sus fondos de experiencia lingüística sean similares, o puedan
ser calibrados de algún modo.
Esta conclusión, bastante sobrecogedora, no es tan aparente si compa
ramos nuestras modernas lenguas europeas con el latín y el griego. Entre
241
16. LENGUAJE
CAMPO OBJETIVO PARUNTE EL QUE ESCUCHA TRATAMIENTO TOPICO
(emisor) (receptor) TERCERA PERSONA CORRIENDO
SITUACION 1 a.
INGLES... "EL ESTA CORRIENDO"
SITUACION 1 b.
INGLES... "EL CORRIO"
SITUACION 3
ÉL EXPOSICION DE HECHO)
242
condición parte la unanimidad de descripción del mundo en la comunidad
de los científicos modernos. Pero se tiene que hacer notar aquí que «todos
los modernos observadores de lengua indoeuropea» no es lo mismo que
«todos los observadores». El hecho de que los modernos científicos chinos
o turcos describan el mundo en los mismos términos que los científicos
occidentales, únicamente significa que han tomado todo el cuerpo del
sistema occidental de racionalizaciones, pero esto no quiere decir que hayan
corroborado tal sistema desde sus puestos nativos de observación.
Cuando se contrastan con nuestra lengua las lenguas semítica, china,
tibetana y africanas, se hace más evidente la divergencia en el análisis del
mundo; y cuando llegamos a las lenguas nativas de América, cuyas comu
nidades de parlantes han seguido durante milenios sus propios caminos,
independientemente de las demás y de las lenguas del Viejo Mundo, se
patentiza el hecho de que las lenguas diseccionan la naturaleza de muchas
formas diferentes. Se pone entonces de relieve la relatividad de todos los
sistemas conceptuales, incluido el nuestro, y su dependencia del lenguaje.
El hecho de que los indios americanos, que solamente hablan sus lenguas
nativas, nunca se hayan sentido llamados a actuar como observadores
científicos, no tiene nada que ver con lo anterior. El excluir la evidencia
que pueden ofrecernos sus lenguas con respecto a lo que puede hacer la
mente humana es como si esperáramos que los botánicos sólo estudiaran
los plantas comestibles y plantaran rosas, para decirnos después cómo es
el mundo de las plantas.
Consideremos unos pocos ejemplos. En inglés, dividimos la mayor parte
de las palabras en dos clases que tienen diferentes propiedades gramatica
les y lógicas. A la dase 1 le llamamos nombres, como por ejemplo «casa,
hombre»; a la clase 2 le llamamos verbos, como por ejemplo «pegar, co
rrer». Muchas palabras de una clase pueden actuar secundariamente como
si pertenecieran a la otra, como por ejemplo «un puñetazo, una carrera»,
pero la división es absoluta si la consideramos a un nivel primario. Así,
pues, nuestra lengua nos ofrece una división bipolar de la naturaleza. Pero
la naturaleza no está polarizada así. Si se dice que «volverse, correr», etc.,
son verbos porque indican acontecimientos temporales, o sea acciones,
¿por qué «puñetazo» tiene que ser un nombre? También es ün acontedmien-
to temporal. ¿Por qué tienen que ser nombres palabras como «lumbre, ola,
remanso, pulsación, llama, tormenta, fase, dclo, espasmo, ruido, emoción»?
Se trata de acontecimientos temporales. Si «hombre» y «casa» son nombres
porque se trata de acontecimientos estables y duraderos, o sea de cosas, ¿qué
son entonces «guardar, extender, proyectar, continuar, persistir, crecer» y
tantos otros verbos? Si se arguye que estos son verbos porque se trata de
relaciones estables antes que de percepciones estables, ¿por qué tienen que
243
alinearse entre los nombres términos como «equilibrio, presión, corriente,
paz, grupo, nación, sociedad, tribu, hermana», etc.? Se descubrirá entonces
que para nosotros un acontecimiento significa «lo que nuestra lengua cla
sifica como un verbo» o algo análogo. Y también se descubrirá que no es
posible definir «acontecimiento, cosa, objeto, relación», etc., por medio de
la naturaleza y que al definir estos conceptos siempre quedamos envueltos
en un circuito que vuelve a las categorías gramaticales de la lengua que
habla quien trata de definir los conceptos.
En la lengua hopi son verbos «ola, llama, meteoro, nube de humo, pul
sación», los acontecimientos de una duración necesariamente breve no
pueden ser más que verbos. «Nube» y «tormenta» se encuentran en el más
bajo nivel de duración para los nombres. Como se puede ver, el hopi
tiene una clasificación de los acontecimientos (o aislados lingüísticos) algo
extraña a nuestros modos de pensar, ya que lo hace mediante el tipo de
duración de los acontecimientos. Por otra parte, en el nootka, una lengua
de la isla de Vancouver, todas las palabras nos parecen verbos, pero en
realidad no existen las clases 1 y 2; nos encontramos aquí con un punto de
vista monístico de la naturaleza que sólo proporciona una clase de palabra
para toda clase de acontecimientos. «Una casa ocurre» es la forma de decir
«casa», al igual que «una llama ocurre» o «se quema» significa «llama».
Estos términos nos parecen verbos porque poseen inflexión de matices de
tiempo y duración, de modo que los sufijos de la palabra para casa le con
fieren un significado de casa de larga duración, de casa temporal, de casa
futura, de casa que ha de ser utilizada, de lo que empieza a ser una casa,
etcétera.
La lengua hopi posee un nombre que abarca toda cosa o ser que vuela,
con la excepción de los pájaros, cuya clase viene indicada por otro nombre.
Se puede decir que el nombre formal indica la clase (CV-P) clase de vuelo,
menos pájaro. De este modo, el hopi llama insecto, avión y aviador, me
diante la misma palabra, y no siente ninguna dificultad en hacerlo así.
Naturalmente, la situación decide cualquier posible confusión entre los
tan diversos miembros de una amplia clase lingüística, como esta clase
(CV-P). Esta clase nos parece demasiado grande e inclusiva, pero lo mismo
le parecería al esquimal nuestra clase «nieve». Utilizamos la misma pala
bra para la nieve que cae, la nieve que está en el suelo, y la nieve
endurecida como hielo, cualquiera que sea la situación. Para un esquimal
sería casi inconcebible esta palabra que lo incluye todo; él diría que la
nieve que cae, la nieve que está en el suelo, etc., son algo diferente desde
el punto de vista sensitivo y operacional, que son cosas diferentes con las
que porfiar; utiliza clases diferentes de palabras para ellas, así como para
otras clases de nieve. El azteca va incluso más lejos que nosotros en la direc
244
ción opuesta, ya que «frío», «hielo» y «nieve» son ideas representadas
por la misma palabra básica, con terminaciones diferentes: «hielo» es la
forma nominal: «frío» la forma adjetival, y para «nieve» se utiliza la
expresión «niebla de hielo».
Lo que más sorprende es descubrir que varias generalizaciones grandes
del mundo occidental, tales como tiempo, velocidad y materia, no son
esenciales para la construcción de una imagen consistente del universo.
Desde luego, no se destruyen las experiencias psíquicas que nosotros clasi
ficamos bajo estos encabezamientos; antes bien, las categorías derivadas
de otras clases de experiencias se superponen a la soberanía de la cosmo
logía y parecen funcionar igual de bien. A la lengua hopi se le puede llamar
una lengua intemporal. Reconoce el tiempo psicológico, que se parece mucho
a la «duración» de Bergson, pero este «tiempo» es bastante desigual al
tiempo matemático, T, utilizado por nuestros físicos. Entre las propiedades
particulares del tiempo hopi se encuentra la de que varía con cada obser
vador, que no permite la simultaneidad y que tiene dimensiones cero, o sea
no se le puede dar un número mayor que otro. El hopi no dice «estuve
encerrado cinco días», sino «fui liberado al quinto día». Una palabra que
se refiera a esta clase de tiempo no puede tener plural, como la palabra
día. La figura 11 de la página 242 proporcionará ejercicio mental a cual
quiera que le guste resolver por cálculo cómo se combina el verbo hopi
sin utilización de tiempos. En realidad, la única utilización práctica de nues
tros tiempos, en oraciones de un solo verbo, es la de distinguir entre cinco
situaciones típicas que están simbolizadas en la imagen de la figura 11.
E l verbo hopi intemporal no hace distinción entre el presente, el pasado
y el futuro del acontecimiento mismo, pero siempre tiene que indicar qué
tipo de validez intenta dar el parlante a la exposición del hecho: (a) in
forme de un acontecimiento (situaciones 1, 2, 3 en la imagen); (b) espec-
tación de un acontecimiento (situación 4); (c) generalización o ley sobre
acontecimientos (situación 5). La situación 1, en la que tanto la persona
que habla como la que escucha se encuentra en contacto con el mismo
campo objetivo, está dividida en nuestra lengua en las dos condiciones la
y Ib, que llama respectivamente presente y pasado. Esta división no es
necesaria para una lengua que nos asegura que la exposición es un in
forme.
Mediante las formas llamadas aspectos y modos, la gramática hopi
también facilita la distinción entre acontecimientos momentáneos, conti
nuos y repetidos, así como la indicación de la secuencia de los acontecimien
tos sobre los que se está informando. Por lo tanto, el universo puede ser
descrito sin tener que recurrir a un concepto de tiempo dimensional.
¿Cómo podría un físico construir su trabajo siguiendo estas líneas, sin T
245
(tiempo) en sus ecuaciones? Por lo que puedo ver, lo podría hacer perfec
tamente, aunque desde luego requeriría una ideología diferente y quizás
unas matemáticas diferentes. Desde luego que también desaparecería la
V (velocidad). En realidad la lengua hopi no tiene una palabra equivalente
a nuestra «velocidad» o «rapidez». Lo que generalmente traduce estos
términos es una palabra que significa intensidad y que va acompañando
a cualquier verbo de movimiento. Aquí hay, pues, una pista de la natu
raleza de la nueva física. Podemos introducir un nuevo término, I, inten
sidad. Todas las cosas y acontecimientos tendrán una I, ya consideremos la
cosa o acontecimiento como que se está moviendo o simplemente como
duración. Quizás la I de una carga eléctrica resultaría ser su voltaje o po
tencial. Podríamos utilizar relojes para medir algunas intensidades, o más
bien algunas intensidades relativas , ya que la intensidad absoluta de algo
no tendría sentido. Nuestra vieja amiga, la aceleración, se encontraría allí,
pero sin duda alguna bajo un nuevo nombre. Quizás la podríamos llamar
V, no en el sentido de velocidad, sino de variación. Quizás todos los cre
cimientos y acumulaciones pudieran ser considerados entonces como varia
ciones, V. No deberíamos tener entonces él concepto de evaluación en el
sentido temporal, ya que, como la velocidad, la evaluación introduce un
tiempo matemático y lingüístico. Naturalmente, sabemos que todas las
medidas son razones, pero no tratamos como razones las medidas de inten
sidades hechas por comparación con la intensidad media de un reloj o da
un planeta, como tampoco solemos tratar una distancia midiéndola con
una regla de un metro.
Un científico de otra cultura que utilizara el tiempo y la velocidad ten
dría una gran dificultad para comprender estos conceptos. Podríamos hablar
sobre la intensidad de una reacción química; él hablaría de su velocidad o
de su evaluación, palabras sobre las que al principio pensaríamos que se
trataban de simples palabras para indicar la intensidad en su lenguaje. De
modo similar, él pensaría al principio que intensidad era simplemente nues
tra propia palabra para velocidad. Al principio, nos mostraríamos de
acuerdo, pero más tarde comenzaríamos a disentir y puede que ambas par
tes pensaran que se estaban utilizando sistemas diferentes de racionaliza
ción. Entonces, el científico de otra cultura que utilizara el tiempo y la
velocidad tropezaría con serias dificultades para hacernos comprender lo
que realmente quiere significar con velocidad de una reacción química.
Probablemente, no encontraría palabras que encajaran. Quizás tratara de
explicarlo mediante una semejanza con un caballo que corre en contraste
con un caballo perezoso, que se está quieto. Con una sonrisa de superio
ridad intentaríamos mostrarle que su analogía también era una cuestión
de intensidades diferentes, aparte del hecho de que existe muy poca simi
246
litud entre un caballo y una reacción química en el laboratorio. Podríamos
hacerlo notar que el caballo que corre se está moviendo en relación con
el suelo, mientras que el material que se encuentra en la probeta del labo
ratorio está en situación de reposo.
Una significativa contribución a la ciencia, desde el punto de vista lin
güístico, podría ser un mayor desarrollo de nuestro sentido de perspectiva.
En tal caso, ya no seríamos capaces de considerar irnos pocos dialectos re
cientes de la familia europea, ni las técnicas de racionalización elaboradas
por sus modelos, como la cúspide de la evolución de la mente humana,
como tampoco consideraríamos su gran velocidad actual como cualquier
clase de supervivencia de una propiedad, sino como irnos pocos aconte
cimientos históricos, acontecimientos que únicamente se podrían llamar
afortunados desde el punto de vista parcialista de las partes favorecidas.
Los modelos lingüísticos, y nuestros propios procesos de pensamiento con
ellos, ya no podrían ser considerados como una extensión de la escala de
razón y conocimiento, sino solamente como una constelación en una expan
sión galáctica. El darse cuenta del increíble grado de diversidad de sistemas
lingüísticos que se extienden por todo el mundo, le deja a uno la inevi
table sensación de que el espíritu humano es inconcebiblemente antiguo; de
que los pocos miles de años de historia abarcados por nuestros informes
escritos no representan más que el grosor de un punto en la escala de
medidas de nuestra experiencia pasada sobre este planeta; de que los acon
tecimientos de estos milenios recientes no deletrean nada de una forma
revolucionaria; de que la raza no ha brotado repentinamente, ni ha adqui
rido síntesis de mando durante los recientes milenios, sino que solamente
ha jugado un poco con unas pocas formulaciones lingüísticas y puntos de
la naturaleza, legados por un pasado lejano e inexpresable. Sin embargo, la
ciencia no debe sentirse descorazonada ni por estas sensaciones, ni por el
sentido de precaria dependencia que, según sabemos todos, tenemos con
respecto a las herramientas lingüísticas, herramientas que todavía son bas
tante desconocidas. A l contrario, la ciencia debe sentirse impulsada por esa
humildad que acompaña todo verdadero espíritu científico, evitando esa
arrogancia de la mente que impide la verdadera curiosidad e investigación
científica.
247
LA LIN G Ü ISTICA COMO UNA CIEN CIA EXACTA *
249
esto es precisamente todo lo contrario de algo innoble. Palabras tales como
«analizar, comparar, deducir, razón, inferir, postular, teorizar, demostrar»
significan que cuando un científico hace algo, habla sobre lo que hace. Como
muy bien ha demostrado Leonard Bloomfield, la investigación científica
comienza con una serie de oraciones que indican el camino hacia ciertas
observaciones y experimentos, cuyos resultados no se convierten en algo
completamente científico hasta haber regresado al lenguaje, produciendo
nuevamente una serie de oraciones que entonces se convierten en la base
de una posterior exploración en lo desconocido. Esta utilización científica
del lenguaje está sujeta a los principios o leyes de la ciencia que estudia
toda la lengua, la lingüística.
Como ya me esforcé en resaltar en un artículo previo, Ciencia y lin
güistica, publicado en la Review de abril, todos nosotros mantenemos una
ilusión sobre el hablar, la ilusión de que se trata de algo sin trabas, espon
táneo que «expresa» simplemente lo que nosotros queremos expresar. Esta
apariencia ilusoria es el resultado del hecho de que los fenómenos obliga
torios que existen dentro de la fluidez, aparentemente libre, del habla, son
en realidad tan completamente autocráticos que quien habla y quien escu
cha se encuentran inconscientemente atados, como si estuvieran atrapados
en una ley natural. Los fenómenos del lenguaje son fenómenos de fondo
de experiencia, de los que no se dan cuenta las personas que hablan o,
como máximo, tienen una percepción muy oscura de ello; como se dan
cuenta de las motas de polvo que hay en el aire de una habitación, aunque
los fenómenos lingüísticos gobiernan a los parlantes más como gravitación
de lo que lo hace el polvo. Estos modelos automáticos e involuntarios del
lenguaje no son los mismos para todos los hombres, sino que son específi
cos de cada lengua y constituyen la parte formalizada de la lengua, o su
«gramática» — un término que abarca mucho más que la gramática que
aprendimos en los libros de texto durante nuestros días de escolares.
De este hecho se deriva lo que yo he llamado el «principio de relativi
dad lingüística», que significa, en términos informales, que las personas
que utilizan gramáticas acusadamente diferentes se ven dirigidas por sus
respectivas gramáticas hacia tipos diferentes de observación y hacia evalua
ciones diferentes de actos de observación, externamente similares; por lo
tanto, no son equivalentes como observadores, sino que tienen que llegar
a algunos puntos de vista diferentes sobre el mundo. (Una exposición más
formal de este punto aparece en mi artículo de abril último). Desde cada
uno de estos puntos de vista del mundo, no formulados e ingenuos, puede
surgir una concepción del mundo explícitamente científica mediante una
más alta especialización de los mismos modelos gramaticales básicos que
ocasionaron la aparición del punto de vista ingenuo e implícito. Así, pues,
250
la concepción del mundo de la ciencia moderna surge mediante una más
alta especialización de la gramática básica de las lenguas occidentales indoeu
ropeas. Desde luego que con esto no se pretende afirmar que la ciencia fue
causada por esta gramática; simplemente fue coloreada por ella. Esto
ocurrió así en este grupo de lenguas como consecuencia de una sucesión
de acontecimientos históricos que estimularon el comercio, la medición, la
manufacturación y la invención técnica en una parte del mundo donde
predominaban estas lenguas.
Las personas que participan de una concepción dada del mundo no se
dan cuenta de la naturaleza idiomática de los canales sobre los que corren
su pensamiento y su forma de hablar; se sienten perfectamente satisfechas
con ellos, considerándoles como lógicamente inevitables. Pero si observa
mos a un extraño, a una persona acostumbrada a una lengua y a una
cultura ampliamente diferentes, o incluso a un científico de una era poste
rior que utilice una lengua diferente, aun cuando ésta sea del mismo tipo
básico, encontraremos que no todo lo que parece lógico e inevitable para
los participantes del concepto del mundo dado, también lo es para él. Un
observador de esta clase puede sentirse extrañado, pensando que ciertas
cuestiones únicamente son fagons de parler altamente idiomáticas. Consi
deremos las contestaciones que se daban antiguamente a preguntas sobre
la naturaleza, incluso por personas cultivadas: ¿por qué se eleva el agua
en una bomba? Porque la naturaleza rechaza el vado. ¿Por qué el agua
apaga el fuego? Porque el agua es húmeda o porque el principio del fuego
y el principio del agua son antitéticos. ¿Por qué se elevan las llamas? A con
secuencia de la luminosidad del elemento fuego. ¿Por qué se eleva una
piedra con un sucdonador de cuero? Porque la succión levanta la piedra.
¿Por qué una mariposa vuela hacia la luz? Porque la mariposa es curiosa, o
porque la luz la atrae. Si antiguamente estas contestaciones parecieron sa
tisfactoriamente lógicas, pero en la actualidad parecen idiosincrasias de un
lenguaje peculiar, el cambio no se produjo porque la dencia hubiera des
cubierto nuevos hechos. La cienda ha adoptado nuevas formulaciones lin
güísticas de los viejos hechos y ahora que ya nos encontramos a gusto con
el nuevo dialecto, ya no nos sentimos atados por dertos aspectos del viejo.
Nosotros, los hombres modernos, todavía no nos encontramos en una
situación óptima para reímos de los viejos sabios que explicaban diversas
propiedades d d agua por su humedad. La terminología que aplicamos al
lenguaje y a los fenómenos culturales está cortada a menudo por d mismo
patrón que la «humedad del agua» y la «naturaleza rechaza d vado». Ne
cesitamos muchas y diversas investigadones por parte de los lingüistas en
los caminos que utiliza la lengua, si queremos pensar correctamente y es
capar a los errores engendrados por una aceptadón inconsciente de nuestro
251
fondo de experiencia lingüística. Los nuevos caminos del pensamiento im
plicados en esos ámbitos nuevos de la ciencia que he citado al principio
de este ensayo, demandan una creciente contribución de los lingüistas a
la filosofía general de la ciencia. Y esto se necesita para que la ciencia pueda
dar su gran y próximo paso hacia lo desconocido.
Sin embargo, la situación no es adecuada para recibir ayuda por parte
del analista filosófico y matemático, que puede tratar de explotar el campo
de un más alto simbolismo lingüístico, teniendo un escaso conocimiento de
la lingüística. Desgraciadamente, los ensayos de la mayor parte de escrito
res modernos en este campo sufren esta falta de entrenamiento para perci
bir lo lingüístico. El esforzarse en obtener más altas fórmulas matemáti
cas para la lingüística, sin saber nada correcto sobre los rudimentos del
lenguaje, es ir abocado hacia el desastre. La física no comienza con las es
tructuras atómicas ni con los rayos cósmicos, sino con movimientos de
objetos físicos ordinarios y con expresiones simbólicas (matemáticas) para
estos movimientos. De forma similar, la lingüística no comienza con el sig
nificado, ni tampoco con la estructura de las proposiciones lógicas, sino
con los modelos obligatorios construidos por los grandes sonidos audibles
de una lengua dada y con ciertas expresiones simbólicas de su propio
campo, aplicadas a estos modelos. Aparte de estos términos relativamente
simples que tratan sobre los modelos de sonidos, la lingüística se desplie
ga sobre los más altos procedimientos analíticos de la ciencia, al igual que
aparte de los experimentos simples y las matemáticas que se pueden refe
rir a la caída y corte de bloques de madera, las altas matemáticas se des
pliegan sobre procedimientos superiores, desde la física hasta la teoría cuán-
I ib/n,f k| 'iC.C,>C,
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(1) 2) 13. Í4* ITj ,9- *»l (11.» <12- 13- 14 B)
252
tica. Pero ni siquiera los hechos de los modelos de sonido son tan simples
como parecen. N o obstante, ilustran como ninguna otra cosa puede hacer
los fenómenos inconscientes, obligatorios y de fondo de experiencia del
habla.
Por ejemplo: la fórmula estructural para palabras de una sola sílaba
en la lengua inglesa (figura 12) parece bastante complicada; sin embargo,
es bastante simple para tratarse de un modelo lingüístico. En el mundo de
habla inglesa, todo niño que tenga entre dos y cinco años está ocupado en
el aprendizaje del modelo expresado en esta fórmula, entre otras muchas
fórmulas. Cuando el niño tiene seis años de edad, la fórmula ha quedado
arraigada y se ha convertido en automática; a ella se acoplan incluso las
pequeñas palabras sin sentido que el niño construye de acuerdo con la fór
mula, explorando sus posibilidades, pero sin aventurarse más allá.
Así, pues, ya a una edad muy temprana, la fórmula se convierte para
el niño en lo que ya es para el adulto; ninguna secuencia de sonidos que se
desvíe de ella puede ser articulada sin tropezar con graves dificultades. Las
A.
etc.
y - C+sin x
(F U N C IO N DE V A R IA B L E S )
B.
S E R IE S I. S E R IE S 2. S E R IE S 3. S E R ÍE S 4.
NOISES (noyz-iz) CLAWS (kl>-z) CATS (k a t-s ) LEAF
HORSES (hors-tz) PIGS !p ij-z ) UPS (I i p -s) LEAVES] \liyv-z/
MATCHES (mac- ¡z) LAM BS ¡lam-z) NECKS (ne k-s) ÍWIFE ) /wayf*\
WEDGES (wej-iz) R0W S (row-z) CHIEFS (eiyf-s) ÍWIVES/ \wayv-zj
ETC. ETC. ETC. ETC.
(M O D E L O DE ALTERNANTES)
Figura 13. Variables y alternantes: A muestra mediante un gráfico y una fórmula matemá
tica (ecuación) una interrelación de variables. B ilustra con amplios ejemplos y con una
fórmula modelo una interrelación de alternantes. La fórmula signifca que el sufijo inglés que
teóricamente es una «s» final, está actualizado en cualquier caso dado por uno de los cuatro
alternantes siguientes: por «-iz» después de una consonante final sibilante; por «-z» después
de cualquier sonante (vocal o consonante); por «-s» después de cualquier consonante no
pronunciada; y la excepción de que después del alternante especial « f # » está actualizado por
«-z», cambiando el « f # » a «v».
253
palabras nuevas, las palabras sin sentido, las combinaciones de palabras
con las que se intentan sugerir lenguas de salvajes o gritos de animales,
todas ellas proceden del molde de esta misma fórmula. Cuando el joven
comienza a aprender una lengua moderna, trata inconscientemente de cons
truir las sílabas de acuerdo con esta fórmula. Desde luego que esto no
saldrá bien porque las palabras extranjeras están construidas según una
fórmula propia. Generalmente, el estudiante pasa por una época terrible.
Sin saber siquiera que todos los problemas proceden de la existencia de
una fórmula, piensa que la dificultad proviene de sí mismo. Las frustra
ciones e inhibiciones que aparecen al principio bloquean constantemente
sus intentos de utilizar lenguas extranjeras. O bien, escucha algo sobre la
existencia de la fórmula, de modo que las combinaciones inglesas que hace
D I R E C C I O N G E N E R A L L I N G Ü I S T I C A
PRODUCTO
¡TERMINADO
¡IVCNIAI
Figura 14. Esquema del proceso mejorado para aprender francés sin esfuerzos. Se garantiza
la no producción de atascos en la producción.
le suenan como si fueran verdadero francés, por ejemplo. Entonces sufre
una menor inhibición y se puede convertir en lo que se llama un parlante
«fluyente» de francés: ¡mal francés!
Sin embargo, si tiene la fortuna de haber aprendido su francés elemen
tal con un lingüista teórico, primeramente se le explicarán los modelos de
la fórmula inglesa de tal forma que éstos se conviertan en seminconscientes,
con el resultado de que perderán el poder de atracción o atadura sobre él,
poder obtenido mediante la costumbre, aunque seguirán siendo automá
ticos en cuanto se refiere a la lengua inglesa. Después, adquirirá los mode
los franceses sin encontrar oposición interior y el tiempo para adquirir un
dominio de la lengua se habrá reducido a una fracción (véase figura 14).
Para que quede bien claro es muy probable que nunca se enseñe de esta
forma el francés elemental, al menos en instituciones públicas. Sin embar
go, con la adopción de estos métodos se podrían salvar años de tiempo y
millones de dólares de esfuerzo educativo despilfarrado. Pero los hom
bres que son verdaderos lingüistas teóricos todavía son muy pocos por
ahora y se encuentran principalmente en las instituciones superiores.
Examinemos ahora la fórmula para la palabra monosilábica inglesa (fi
gura 12). Parece que se trata de una fórmula matemática, pero no lo es.
E s una expresión de modelos simbólicos, un método analítico que germina
en la lingüística y que contiene, con respecto a ésta, una relación no muy
diferente a la de las altas matemáticas con respecto a la física. Con fórmu
las modelo de esta clase se pueden ejecutar varias operaciones, al igual que
las expresiones matemáticas se pueden sumar, multiplicar y operar con
ellas en cualquier otra forma; lo que ocurre aquí es que las operaciones
no son las de sumar, multiplicar, etc., sino significados que se aplican a
los contextos lingüísticos. De estas operaciones se pueden extraer conclu
siones, al igual que se pueden realizar avances experimentales, dirigidos in
teligentemente hacia los puntos realmente cruciales de la gran cantidad de
información presentada por el lenguaje que está siendo investigado. Gene
ralmente, el lingüista no necesita manipular las fórmulas sobre el papel,
sino ejecutar simplemente las operaciones simbólicas en su mente y decir
después: «N o se puede informar directamente sobre el paradigma de los
verbos de la clase A mediante el investigador previo», o bien «bien, esta
lengua tiene que tener tensiones alternativas, aunque no las pudiera escu
char al principio», o bien «estupendo, pero d y l tiene que ser variantes
del mismo sonido en esta lengua», etc. Después, investiga por medio de ex
perimentos con un informador nativo de la lengua en estudio y descubre
que sus conclusiones son justificadas. Las expresiones de modelo simbólico
son exactas, como lo son las matemáticas, pero no son cuantitativas. No
se refieren, en último término, al número y a la dimensión, como hacen
255
las matemáticas, sino a modelo y estructura. Tampoco tienen que ser con
fundidas con la teoría de grupos o con la lógica simbólica, aunque pueda
ser semejante en algunas formas.
Volviendo a la fórmula, su parte más simple es la del término octavo
(los términos están numerados en la parte inferior), que consiste en una V
situada entre varios signos. Esto significa que cada palabra inglesa contiene
una vocal (lo que no es cierto para todas las lenguas). Como la V no queda
cualificada por otros símbolos, en la palabra monosilábica inglesa puede
aparecer cualquiera de las vocales (lo que no es cierto aplicado a todas las
sílabas de la palabra polisilábica inglesa). Después, volvemos hacia el pri
mer término, que es un cero y que significa que la vocal puede no estar
precedida por nada; la palabra puede empe2 ar por una vocal — una estruc
tura imposible de encontrar en muchas lenguas. Las comas situadas entre
los términos significan «o ». E l segundo término es C, menos una n de
rabo largo. Esto significa que una palabra puede empezar con cualquier
consonante individual inglesa, excepto con una — la que los lingüistas de
signan mediante una n de rabo largo y que se refiere al sonido que nor
malmente escribimos ng, como en hang— . Este sonido ng es común al
final de las palabras inglesas, pero nunca aparece al principio de las mis
mas. En muchas lenguas, como, por ejemplo, el hopi, el esquimal, o el
somoano, es un comienzo muy común para una palabra. Nuestros modelos
oponen una terrible resistencia a la articulación de estas palabras extran
jeras que comienzan con ng, pero en cuanto se ha explicado el mecanismo
que produce el ng, y nos enteramos de que nuestra incapacidad se debe
principalmente a un modelo habitual, podemos colocar la ng donde que
ramos y podemos llegar a pronunciar las palabras que contengan este so
nido con la mayor facilidad. Así, pues, esto significa que las letras inclui
das en la fórmula no siempre son equivalentes a las letras con las que ex
presamos nuestras palabras en un deletreo normal, pero sí son símbolos
inequívocos como los que un lingüista asignaría a los sonidos en un siste
ma de deletreo regular y científico.
De acuerdo con el tercer término, que está compuesto de dos colum
nas, la palabra puede comenzar con cualquier consonante de la primera
columna seguida por r, o bien con g, k, f, o b, seguida de l. La s, que tiene
una cuña invertida, significa sh. Así, pues, podemos decir shred, pero no
shled. La fórmula representa el hecho de que skled no es inglés, de que su
geriría una pronunciación china de shred, o una pronunciación alemana de
sled (si están permitidos por el término 7). La theta griega significa th;
y así, decimos thread, pero no thled, que más bien sugiere una pronuncia
ción china de thread, o la pronunciación infantil de sled. ¿Pero por qué no
se encuentran en este tercer término los sonidos tr, pr y pl? Porque estos
256
sonidos pueden ir precedidos de r y, por lo tanto, pertenecen al término 6.
El cuarto término significa también que la palabra pueda comenzar con
una consonante de la primera columna, seguida por w. E l sonido Hw no
aparece en ninguno de los dialectos del inglés; en deletreo ordinario se
escribe al revés, o hacia atrás, tvh. Si el dialecto no tiene hw, pronuncia
la wh deletreada simplemente como w. E l sonido Thw aparece en unas
pocas palabras, como thwack y tbwart, y el sonido gw, que ya es suficien
te feo de por sí, sólo aparece en nombres propios, como Guieti o Gwynn.
El sonido Kw, que generalmente se deletrea qu, puede tener una s ante
puesta y, por lo tanto, pertenece al término 6.
E l quinto término indica que la palabra puede comenzar con cualquiera
de las consonantes de la primera columna seguida de y, pero sólo cuando
la vocal de la palabra es « ; y así tenemos palabras como hue (hyuw),
que feto, muse, etc. En algunos dialectos también aparecen palabras como
tyu, dyu y nyu (como por ejemplo en tune, due y neto), pero he elabo
rado la fórmula para los dialectos típicos del norte de los Estados Unidos
que en estas palabras tienen el tu, du, nu simple. El sexto término indica
parejas por las que puede comenzar una palabra, ya sean solas o bien
precedidas de una s; se trata de las parejas k, t, o p seguidas de r, así
como de kw y pl (piénsese en las palabras train, strain; crew, screw;
quash, squash; play, splay). El séptimo término, que significa que la
palabra puede comenzar con s seguida por cualquiera de las consonantes de
la segunda columna, completa las partes de la palabra que pueden preceder
a su vocal.
E l término situado detrás del octavo, muestra lo que viene después
de una vocal. Esta parte es bastante más compleja que el comienzo de la
palabra, y nos ocuparía demasiado espacio explicar aquí todos los detalles.
Los principios generales del simbolismo quedarán claros por las explicacio
nes que se han dado hasta ahora. El término noveno, que es cero, indica
que una vocal puede terminar la palabra si esta vocal es una a, que signi
fica (1) la vocal del artículo «a » y la exclamación hub?, y (2) la vocal de
«pa, m a» y las exclamaciones ah! y bah! o bien que la vocal puede termi
nar la palabra si se trata del sonido aw, como en paw, thaw. En algunos
dialectos (como el del este de Nueva Inglaterra, el del sur de los Estados
Unidos, y el del sur de Inglaterra) la vocal final aparece en palabras que
son deletreadas con ar, como car, star (ka, sta, en estos dialectos), aunque
en la mayor parte de los dialectos de Estados Unidos, de Irlanda y de
Escocia, estas palabras suelen acabar realmente en r. En los dialectos del
este de Nueva Inglaterra y del sur de Inglaterra, estas palabras producen
la aparición de una r de unión cuando la palabra siguiente comienza por
vocal, aunque esto no ocurre así en los dialectos del sur de Estados Unidos.
257
15. LENGUAJE
Así, pues, para una expresión como jar off, un sudista norteamericano
dirá fa fo, mientras que un bostoniano y un británico dirán ra rof, con
una r inicial y líquida. No obstante la mayor parte de los norteameri
canos suelen decir far of, con una r rodada. E l término 9 sería dife
rente para algunos dialectos, mostrando una posible vocal final, o sea
el sonido tan peculiar que el americano del medio oeste puede notar en
la pronunciación del bostoniano de fur, cur (f9, k9); sin duda alguna, en
contrarán muy extraño este sonido. E l sonido es muy común en el galés,
gaélico, turco, ute y hopi, pero estoy seguro de que el dialecto bostoniano
no lo ha tomado de estas fuentes.
¿Puede acabar una palabra monosilábica en e, i, o, u? No, no lo puede
hacer en inglés. Las palabras deletreadas así acaban en un sonido con
sonántico, ya sea éste y o w. Así, pues, y expresado en el modelo de la
fórmula « I » es ay «w e» es wiy, «you» es yuw, «how » es baw, etc. Una
comparación con el no español y el N o! inglés muestra que mientras la pa
labra española termina realmente con el sonido o vibrando en el aire,
el equivalente inglés se cierra con el sonido w. Los modelos a los que
estamos acostumbrados nos impulsan a cerrar con una consonante la mayor
parte de las vocales. Y así, cuando aprendemos español, en lugar de decir
como no, nos sentimos inclinados a decir kowmow notv; en lugar de sí, de
cimos nuestra propia palabra see (siy). En el francés tendemos a decir
see bow en lugar de expresar la pronunciación correcta de si beau.
El término 10 indica que la r, la w o la y pueden ser interpoladas en
este punto, excepto cuando tal interpolación tuviera como resultado una
unión entre sí de w e y. E l término 11 significa que la palabra podría
terminar con cualquier consonante inglesa aislada, excepto h; esta excepción
es contraria a la mayor parte de lenguas, como por ejemplo el sánscrito,
el árabe, el navajo, y el maya, en las que muchas palabras terminan con
h. Si el lector nos ha seguido atentamente hasta aquí puede comprender
por sí mismo los términos 12, 13 y 14. Una c pequeña significa ch como
en child; la j es como en joy. E l término 13, que contiene estas letras,
expresa la posibilidad de que existan palabras como gulch, bulge, lunch,
lounge. El término 14 representa el modelo de palabras como health, width,
eighth (eytQ), sixth, xth (eksü). Anque podemos decir «ntb» power o
«ftb » power, nos costaría mucho esfuerzo decir el no permitido «sth»
power o « hth» power. « Hth » simboliza eycQ*, significando el asterisco
que esta forma no aparece. E l término 14, sin embargo, permite tanto el
w*0 como el mpf, éste último en palabras como humph o la reciente oomph
( umpf). Los elementos del término 15 pueden ser añadidos después de
cualquier cosa, las formas t y s después de sonidos no pronunciados, y la
d y la z después de sonidos pronunciados. Así pues, towns es tawnz, con
258
el wnz conseguido por el término 10, más el 11, más el 15; bounce es
bawns con el wns conseguido por los términos 10 más 12. Son muy co
munes algunas de las combinaciones que resultan de esta forma; otras son,
por el contrario, muy raras, pero no por ello dejan de ser posibles formas
en inglés.
El factor de excepción se puede aplicar a toda la expresión es una pro
hibición de doblar letra. A pesar de lo que diga la fórmula no se pueden
yuxtaponer las dos mismas consonantes. Mientras que en el término 15
podemos añadir la t a flip y obtener flipt (flipped), no podemos añadir*
t a bit para obtener hitt. En lugar de eso nos encontramos con el simple
hit en los lugares donde se podría esperar la aparición de un hitt. Algunas
lenguas, como el árabe, tienen palabras como hitt, fadd, etc., con distin
ción de ambas consonantes juntas. La lengua india creek permite hasta tres
consonantes, como por ejemplo nnn.
Es realmente extraordinaria la forma en que los modelos inventariados
en esta fórmula controlan las formas de las palabras inglesas. Con toda
seguridad, una nueva palabra monosilábica que fuera inventada para de
signar cualquier objeto o necesidad nueva, seguiría este modelo. Así, pues,
en la lingüística, como en las ciencias físicas, también existe el poder de
la predicción. Dentro de ciertos límites, puedo predecir lo que se hará
o no se hará en la formación de una nueva palabra. Se puede, por ejemplo,
inventar una palabra que sea thrub, pero nunca una que sea srub, ya que la
fórmula no puede producir el sonido sr. Otra fórmula diferente indica que
si se inventara cualquier palabra que empiece con th, como pudieran ser
thell o therg, la th tendrá el sonido que tiene en thin, pero nunca el sonido
que tiene en this o en there. Nunca se inventaría una palabra inglesa que
comenzara con este último sonido.
Ünicamente podemos seguir acechando las más ásperas sucesiones de
consonantes si éstas se encuentran de acuerdo con los modelos incluidos
en la fórmula. Decimos con mucha facilidad thirds y sixths, aunque este
último sonido tiene una secuencia muy tosca de cuatro consonantes, ksQs.
Por el contrario, el sonido sisths, más simple, va en contra de los modelos
y por lo tanto es más difícil de decir. Glimpst (glimpsed) tiene gl por el
término 3, i por el 8, y mpst por el 12 más el 15. Pero el sonido dlinpfk
queda eliminado por varios motivos: el término 3 no permite la formación
di, y tampoco existe ninguna posible combinación de términos por la
que se pueda obtener npfk. Sin embargo, el lingüista puede decir dlinpfk
con la misma facilidad con que dice glimpsed. L a fórmula no permite mb
final, por lo que no decimos lamb como se deletrea, sino como lam. Land
que es bastante paralelo, pero que está permitido por la fórmula, nos tras
trabilla la lengua cuando lo deletreamos. No es, pues, difícil ver por qué
259
todavía en algunos libros serios de texto se encuentra la «explicación» de
que una lengua hace esto o aquello «por la costumbre de la eufonía», ex
plicación que se puede comparar al «aborrecimiento» que se creía tenía la
naturaleza con respecto al vacío.
La exactitud de esta fórmula, típica para otros muchos cientos, muestra
- que mientras las formulaciones lingüísticas no son las mismas que las de
las matemáticas, no por ello dejan de ser más precisas. Podemos tener en
la mente la impresión de que esta fórmula parece una suma simple cuando
comparamos con una página de cálculo, la formulación de algunos de los
modelos gramaticales ingleses (o de otras lenguas) que tratan sobre el sig
nificado. En general, es más conveniente tratar los modelos muy comple
jos por medio de parágrafos sucesivos de oraciones precisas y fórmulas
simples, de modo que cada parágrafo adicional presuponga todos los ante
riores, para después tratar de abarcarlos a todos en una fórmula muy
compleja.
La lingüística también es una ciencia experimental. L a información
que ofrece es el resultado de una larga serie de observaciones efectuadas
bajo control que, conforme son sistemáticamente alteradas, nos proporcio
nan respuestas definitivas y diferentes. Los experimentos son dirigidos por
el cuerpo teórico de conocimiento, al igual que ocurre con la física o con
la química. Generalmente, no requieren aparato mecánico. En lugar de
aparatos, la lingüística utiliza y desarrolla técnicas . Necesidad experi
mental no significa cuantitativa. En lingüística raramente se necesitan las
medidas y los pesos, ya que tanto la cantidad como el número juegan un
papel muy pequeño en el ámbito de un modelo, en el que no existen varia
bles, sino alteraciones abruptas de una configuración a otra. Las ciencias
matemáticas requieren unas mediciones exactas, pero lo que requiere la
lingüística es más bien un «modelaje» exacto, una exactitud de relación
irrespectiva de dimensiones. Los términos cantidad, dimensión, magnitud
son metáforas, ya que en realidad no pertenecen a este mundo de relacio
nes sin espacios de la lingüística. Se podría utilizar el símil siguiente: para
dibujar cuadrados o cualquier otro polígono regular exacto se requieren
medidas exactas de líneas y ángulos; sin embargo, las medidas no nos
ayudarán a dibujar un círculo exacto, no importa lo precisas que éstas sean.
Para ello sólo es necesario descubrir el principio del compás, alcanzando así,
dando un salto, la habilidad para dibujar círculos perfectos. De modo si
milar, la lingüística ha desarrollado técnicas que, a modo de compases, la
permiten especificar exactamente los modelos sobre los que trata, sin
necesidad de efectuar ninguna verdadera medida. O quizá pueda traer aquí
a colación en caso del estado de cosas dentro del átomo, donde las en
tidades también parecen alternar de configuración a configuración, antes
26Ó
que moverse en términos de posiciones susceptibles de ser medidas. Como
alternantes que son, los fenómenos cuánticos tienen que ser tratados me
diante un método de análisis que sustituya un punto en un modelo, bajo
una serie de condiciones, por un punto en un modelo bajo otra serie de
condiciones distintas; un método similar al utilizado en el análisis de los
fenómenos lingüísticos.
Como quiera que la física y la química estudian la materia inanimada,
requieren para sus experimentos, aparatos inanimados y sustancias. En la
gran escala a la que han sido conducidas en la actualidad exigen en cada
paso la disponibilidad de un equipo físico altamente elaborado, así como
inmensas inversiones en la planta física. Sus experimentos son muy costo
sos de llevar a cabo, tanto absoluta como relativamente al número de
científicos. La biología experimental también utiliza muchos aparatos ina
nimados, pero su aparato fundamental a sus animales y plantas experimen
tales, así como a la comida de aquellos y a las facilidades de crecimiento
de éstos. Todo esto también requiere numerosos gastos. Nadie escatima
los gastos, ni para las ciencias biológicas, ni para las ciencias físicas, siempre
y cuando se espere de estas investigaciones un incremento del conocimien
to del bienestar humano.
El aparato de la lingüística es mucho menos costoso que el de estas
otras ciencias, pero también cuesta dinero. Al igual que el biólogo, el lin
güista experimental también utiliza y tiene que tener animales experimen
tales. Lo que ocurre en este caso es que sus «animales» son humanos. Se
trata de sus informadores, que tienen que ser pagados para que trabajen
con él. A veces, el lingüista tiene que hacer viajes hacia las reservas indias
o hada los pueblos africanos donde viven sus informadores; otras veces,
puede resultar más económico hacer que sea el propio informador quien
viaje hacia el lugar donde se encuentra el lingüista. Son ellos los que pro
porcionan el campo para la investigación experimental. Ellos son aparato
y no maestros. Tan importante es estudiar de este modo las lenguas de los
indios, africanos y otros aborígenes, como estudiar los dialectos ingleses
de Brooklyn, Boston, Richmond o Londres.
Aunque los informadores son el aparato básico, el lingüista también
puede mejorar y acelerar su trabajo con la ayuda de herramientas mecáni
cas, al igual que el biólogo estudia sus animales y plantas con la ayuda de
microscopios, aparatos de rayos X y otros costosos instrumentos. El lin
güista se ve ayudado por la utilización juiciosa de buenos mecanismos de
reproducción fonográfica. Como vemos, se podría hacer mucho con la
ayuda de las máquinas, que generalmente se utilizan en el mundo de
los negocios.
Aunque la lingüística es una ciencia muy antigua, se podría decir que
261
su fase moderna experimental, que se esfuerza por el análisis de la lengua
no escrita, es una de las ciencias más recientes. Por lo que sabemos, la cien
cia lingüística fue fundada por un tal Panini que vivió en la India varios
siglos antes de Cristo. Su primitiva forma ya anticipaba esta otra forma
más reciente. Panini fue muy algebraico, o sea modelo-simbólico, en su
tratamiento lingüístico; utilizó fórmulas de un modo muy moderno para
expresar los modelos obligatorios del sánscrito. Fueron precisamente los
griegos quienes degradaron la ciencia. Ellos mostraron cuan infinitamente
inferiores eran como pensadores científicos en comparación con los hindúes,
y el efecto de su embotamiento mental ha perdurado durante dos mile
nios. L a moderna lingüística científica data del redescubrimiento de Panini
por parte del mundo occidental, afectuado a principios del siglo xix.
Sin embargo, la lingüística todavía se encuentra en su infancia, al me
nos en lo que concierne al equipo que necesita, a la proporción de in
formadores y al mínimo de herramientas, libros, etc. que necesita para su
desarrollo. Hasta el presente sigue siendo un sueño el poder recibir la ayu
da monetaria que se requiere para la adquisión de todos esos apartos mecá
nicos a los que me he referido anteriormente. Quizás esta condición no
sea más que el resultado de una falta de publicidad, que las otras ciencias
reciben, y, después de todo, de una gran honradez. Todos nosotros sabe
mos que son muy poderosas e importantes las fuerzas estudiadas por la físi
ca, la química y la biología. Sin embargo, la gente no suele saber que
las fuerzas estudiadas por la lingüística también son poderosas e impor
tantes, que sus principios controlan toda clase de acuerdo y comprensión
entre los seres humanos, y que más tarde o más temprano tendrá que ins
taurarse como juez mientras que las otras ciencias presentarán sus resultados
ante su tribunal para preguntar sobre lo que significan. Cuando llegue este
momento existirán grandes y bien equipados laboratorios lingüísticos, como
los que tienen a su disposición otras ciencias exactas.
262
LENGUAS Y LÓ G ICA *
263
^ * 3 3 *
2.
Itííll
3 b.
? + ? = ??
Figura 15. Aquí se sugieren ciertos conceptos lingüísticos que, como se explica en el texto, no
son fácilmente definibles.
264
EL LENGUAJE SHAWNEE
CONDICION O FUERZA
Y REACCION, PRESION,
RETROCESO
+ •ho- + -to- = ni - kw olk - ho - to
LUGAR DE CAUSADO POR LO DEJO CAER
i -■> ik LA SUPERFICIE LO INANIMADO EN EL AGUA Y FLOTA
DEL AGUA (SE MUEVE HACIA
SU PUNTO DE PARTIDA)
Figura 16. Las oraciones inglesas «aparto su cabeza» y «lo dejo caer en el agua y flota»
son desiguales. Pero en la lengua shawnee las exposiciones correspondientes son estrecha
mente similares, haciendo resaltar el hecho de que el análisis de la naturaleza y la clasifi
cación de los acontecimientos en la misma categoría (lógica) están gobernadas por la
gramática.
265
ellas nos indica la relación del bote con otros objetos — ésta, al menos, es la
forma de ver nosotros las cosas. E l lingüista indicaría el paralelismo en
los modelos gramaticales así: «el bote es una preposición x de y». E l lógi
co puede convertir el análisis del lingüista en «A está en el estado x en
relación con y», pasando quizás después a fA = xRy. Estos métodos
simbólicos nos conducen hacia técnicas muy fructíferas de ordenación ra
cional, estimulan nuestro pensamiento y nos proporcionan una visión valiosa
de los hechos. Sin embargo, tendríamos que damos cuenta de que las simi
litudes y contrastes en las oraciones originales, subsumadas bajo la fórmu
la precedente, dependen de la clase de lengua materna y que las propieda-
de la lengua se ven eventualmente reflejadas como peculiaridades de
estructura en la fábrica de lógica o matemáticas que nosotros ensalzamos.
En la lengua nootka, de la isla Vancouver, la primera exposición de
«bote» es tlih-is-ma, siendo la segunda lash-tskwiq-ista-ma. Así, pues,
el primero es 1-Il-tna; el segundo es III-IV-V-w¿; y ambas son bastantes
desiguales, ya que el -ma final sólo es el signo de la tercera persona de
indicativo. Ninguna oración contiene una unidad de significado que se
parezca a nuestra palabra «bote», y ni siquiera a «canoa». En la primera
oración, la parte I significa «moviéndose en forma de punta», o moviéndose
en la misma forma que sugiere el dibujo número 2 de la figura 15; así,
pues, «viajando en o como una canoa», o un acontecimiento parecido a una
oposición de esta clase de movimiento. No es un nombre para lo que
nosotros podríamos llamar una «cosa», siendo más bien algo parecido a
lo que es un vector en física. La parte II significa «sobre la playa»; por lo
tanto I-II -ma significa «está sobre la playa en forma de punta como un
acontecimiento de movimiento de canoa», lo que normalmente se referi
ría a un bote que ha sido varado en la playa, o en tierra. En la otra oración,
la parte I I I significa «selección» y la V significa «resultado», de modo que
las partes III-IV significan «seleccionados». La parte V significa «en una
canoa (bote) como una tripulación». Toda la oracción I I I - I V - s i g n i f i c a
o bien «ellos están en el bote como una tripulación de hombres seleccio
nados», o bien «el bote tiene una tripulación de hombres seleccionados».
Significa, en definitiva, que está en proceso todo el acontecimiento que abar
ca los hombres seleccionados y la tripulación del bote.
Como consecuencia de mi formación en ingeniería química, me agrada
sacar a relucir algún simil químico ocasional. Quizá los lectores se den
cuenta de lo que quiero decir si afirmo que la forma en que se encuentran
juntos los constituyentes de estas oraciones en shawnee y nootka, sugieren
un compuesto químico, cuya/^jmbinación en inglés se parece más a una
mezcla mecánica. Una m e^e^U iede ser realizada casi por cualquier cosa,
y no implica ninguna transformación de la apariencia superficial del mate
266
rial. Un compuesto químico, por el contrario, sólo se puede realzar con
ingredientes mutuamente correspondientes y el resultado puede que no sea
simplemente una sopa, sino que también puede ser un montón de cristales
o una nube de humo. Las típicas combinaciones shawnee y nootka parecen
trabajar, de modo similar, con un vocabulario de términos escogidos con
un punto de vista que no va dirigido tanto hacia la utilidad de sus referen
cias inmediatas, como a la habilidad de los términos para combinarse
sugestivamente unos con otros de formas tan variadas que provoquen la
aparición de imágenes nuevas y útiles. Nos parecerá que este principio de
terminología y forma de analizar los acontecimientos es desconocido en las
lenguas con las que estamos familiarizados.
L o que más distingue a las lenguas polisintéticas, como el nootka y el
shawnee, es el análisis de la naturaleza basado en un vocabulario funda
mental capaz de realizar esta clase de recombinaciones evocativas. Su
cualidad característica no es una cuestión de impermeabilidad o indisolu
bilidad de las combinaciones, como han pensado algunos lingüistas. Pro
bablemente se podría decir aisladamente el término shawnee l’Üawa, pero
entonces significaría «ello (o algo) está bifurcado», una exposición que
insinúa muy poco sobre los nuevos significados que aparecen como conse
cuencia de sus combinaciones, al menos para nuestra lógica, o para nuestro
tipo de lógica. Pero las lenguas shawnee y nootka no utilizan exclusiva
mente el tipo químico de síntesis. También utilizan ampliamente una
clase más extra de sintaxis, que, a pesar de todo, no tienen una priori
dad estructural básica. Ni siquiera nuestras propias lenguas indoeuropeas
se encuentran completamente libres del método químico; lo que ocurre
es que raramente construyen oraciones utilizándolo, sienten muy poca
inclinación hacia sus posibilidades y dan prioridad estructural a otro mé
todo. Por eso fue completamente natural que Aristóteles fundara toda
nuestra lógica tradicional sobre este otro método.
Hagamos ahora otra analogía, no con química, sino con arte, con arte
pictórico. Miramos una buena pintura de naturaleza muerta y parece que
vemos una lustrosa fuente de porcelana y un melocotón de pelo suave. Sin
embargo, un análisis que se filtrara por la totalidad de la pintura —como
si fuera a atravesarla cuidadosamente, mirando a través de un hueco— ,
únicamente nos revelaría feas manchas de pintura y, desde luego, no evoca
ría ni la fuente, ni el melocotón. Quizás la síntesis presentada por la pin
tura se parece al tipo químico de sintaxis y puede apuntar hada funda
mentos psicológicos que pertenecen tanto al arte como al lenguaje. El
método mecánico puede ser tipificado, tanto en d arte como en el lengua
je, por el número 3A de la figura 15. El primer elemento, un campo de
motas o manchas, corresponde al adjetivo «moteado», mientras el segun
267
do elemento corresponde al nombre «gato». Si los colocamos juntos obte
nemos «gato moteado». Compárese con la técnica del número 3B de la fi
gura 15. En este caso la figura que corresponde a «gato» sólo tiene un
significado vago por sí misma mientras que el primer elemento todavía es
más vago. Sin embargo, si los combinamos nos evocan un objeto cilindrico,
como si fuera el molde de una barra.
En ambas técnicas existe algo común: un sistentismo sistemático utili
zado como modelo, y esto también es común a todas las técnicas del len
guaje. Bajo el número 3B de la figura 15 he colocado signos de interrogación
para hacer notar la dificultad de encontrar un paralelo en la lengua inglesa
y para resaltar el hecho de que, probablemente, el método no ocupa un
lugar permanente en la lógica tradicional. No obstante, el examen de otras
lenguas y la posibilidad de nuevos tipos de lógica, posibilidad que se han
encargado de impulsar los mismos lógicos modernos, sugieren que esta
cuestión puede ser muy significativa para la ciencia moderna. Eventualmen
te, los nuevos tipos de lógica nos pueden ayudar a comprender cómo puede
ser que los electrones, la velocidad del sonido y otros componentes de la
amplia materia de la física, parezcan comportarse de modo ilógico, o que
los fenómenos que se burlaban del firme sentido común de años anteriores
puedan llegar a ser verdaderos. Hace ya algún tiempo que los pensadores
modernos han indicado que la llamada forma mecanística de pensamiento
ha llegado a un callejón sin salida situado ante la gran frontera de los pro
blemas de la ciencia. E l alejamos por nosotros mismos de esta forma de
pensamiento es algo excesivamente difícil si no tenemos ninguna otra clase
de experiencia lingüística, y cuando ni siquiera nuestros más avanzados ló
gicos y matemáticos nos proporcionan otra — cosa que, obviamente, no pue
dan hacer sin experiencia lingüística. La forma mecanística de pensar quizás
sea simplemente un tipo de sintaxis natural, como la utilizada diariamente
por todas las lenguas indoeuropeas occidentales. Se trata entonces de un
tipo hecho más rígido e intensificado por Aristóteles y los posteriores segui
dores medievales y modernos.
Como dije en mi artículo Ciencia y lingüística, publicado en la Review
de abril de 1940, la poca dificultad que encontramos para expresamos y la
forma subconsciente con que desarrollamos esta actividad, ya durante la
niñez, nos conduce a considerar el hablar y el pensar como algo completa
mente recto y transparente. Naturalmente, sentimos que ellas abarcan leyes
de pensamiento, evidentes por sí mismas e iguales para todos los hombres.
¡Pero si ya conocemos todas las contestaciones! N o obstante, cuando las
investigamos, nos damos cuenta de que se trata de contestaciones polvo
rientas. Utilizamos la conversación para llegar a acuerdos sobre diferentes
cuestiones. Yo digo «por favor, cierra la puerta» y la persona que me
268
escucha y yo llegamos al acuerdo de que «la puerta» se refiere a una cierta
parte del ambiente que nos rodea y que yo deseo que se produ 2 ca cierto
resultado dentro de ese ambiente. Nuestras explicaciones sobre cómo lo
gramos esta comprensión, que aunque es completamente satisfactoria en el
plano social de cada día, se trata más bien de acuerdos (exposiciones) sobre
la misma cuestión (puerta, etc.), más y más amplificadas por exposiciones
sobre las necesidades sociales y personales que nos impulsan a comunicar
nos. N o hay aquí leyes de pensamiento. Sin embargo, las regularidades es
tructurales de nuestras oraciones nos permiten sentir que las leyes se en
cuentran en alguna parte, en el fondo de experiencia. Las explicaciones de
comprensión tales como: «así es que me levanté y le dije: mira, ¿por qué
n o ...?», evitan el verdadero proceso por el que «él» y «yo» nos encontra
mos en comunicación. De modo similar, las descripciones psicológico-so-
ciales de las necesidades sociales y emocionales que impulsan a la gente
a comunicarse con sus semejantes, tienden a ser versiones aprendidas del
mismo método y, aunque son interesantes, continúan evitando la cuestión.
También la evitamos cuando saltamos.de la oración a la situación social por
la vía fisiológica y estimulante.
E l p o r q u é de la comprensión puede que sea algo misterioso durante
mucho tiempo; pero lo que sí puede descubrir es el c ó m o o lógica de
comprensión, sus fondos de leyes o regularidades. E s precisamente el fon
do de experiencia gramatical de nuestra lengua materna lo que incluye no
solamente nuestra forma de construir proposiciones, sino también el modo
en que disecamos la naturaleza y separamos el flujo de experiencia en ob
jetos y entidades para construir proposiciones sobre ellas. Este hecho es
muy importante para la ciencia, ya que significa que la ciencia puede
tener una base racional o lógica, aún cuando ésta sea relativa, y no sea la
lógica ngtural de todo el mundo. Aunque puede variar con cada lengua
y q u j^ s se necesite un mapa planetario de las dimensiones de tales varia
d o » ? ? no deja de ser una base de lógica con leyes susceptibles de ser des
cubiertas. La ciencia no se siente impelida a ver sus procedimientos de ra
zonamiento y de pensamiento convertidos en simples procesos al servicio
de los ajustes sociales y los impulsos emocionales.
Y, además, en mi opinión no se puede pretender que la tremenda im
portancia del lenguaje signifique necesariamente que nada está basado en
la naturaleza, en lo que tradicionalmente se ha llamado «mente». Mis
propios estudios me han sugerido la idea de que el lenguaje es, en cierto
sentido, como un bordado superficial sobre procesos, mucho más profun
dos, de conciencia, que son necesariamente previos a toda comunicación,
y mediante los que se lleva a cabo ésta (aunque no el verdadero acuerdo ),
sin la ayuda del lenguaje y de los simbolismos. Quiero decir «superficial»
269
en el sentido de que, por ejemplo, todos los procesos químicos se pueden
decir que son superficiales sobre el molde más profundo de la existencia
física, que sabemos puede ser intra-atómica, electrónica y subelectrónica.
Nadie tomaría esta exposición en el sentido de que la química no es im
portante , en realidad, todo estriba en que lo más superficial puede signi
ficar lo más importante, en un sentido definitivamente operativo. ¡Puede
incluso que no exista lo que concebimos como Lenguaje (con L mayúscula)!
La exposición de que «el pensamiento es una cuestión de lenguaje »
es una generalización incorrecta de la idea, más correctamente expresada,
de que «el pensamiento es una cuestión de lenguas diversas». Las dife
rentes lenguas son el verdadero fenómeno y puede que no deban ser gene
ralizadas con una idea universal tal como «Lenguaje», sino por algo mejor
— llamado «sublingüístico» o «superlingüístico»— y no desigual por com
pleto, aunque sí bastante diferente a lo que nosotros llamamos ahora «men
tal». Esta generalización no disminuiría, antes al contrario, aumentaría, la
importancia de la investigación bilingüe de este ámbito de verdad.
Para comprender el mundo de las especies vivas, los botánicos y zoólo-
gas han sentido la necesidad de describir las especies en cada parte del
globo, añadiéndoles además una perspectiva de tiempo, al incluir los fósiles.
Después, creyeron necesario comparar y contrastar las especies, para lograr
las familias y las clases, la descendencia evolutiva, la morfología y la taxo
nomía. En la ciencia lingüística se está llevando a cado un intento similar.
El acontecimiento lejano hacia el que se mueve este intento es una nueva
tecnología del lenguaje y del pensamiento. Se han realizado numerosas
progresos en la clasificación de las lenguas de la tierra en familias gené
ticas, cada una de las cuales tiene descendientes que parten de un precur
sor único, así como en seguir la pista de estos desarrollos a través del
tiempo. El resultado ha sido lo que se llama «lingüística comparativa». Sin
embargo, para la futura tecnología del pensamiento todavía es de una
mayor importancia lo que se puede llamar «lingüística contrastada». Esta
clase de lingüística delinea las diferencias exteriores entre las lenguas — en
la gramática, la lógica, y en el análisis general de la experiencia.
Como ya dije en la Revieto de abril de 1940, la segmentación de la
naturaleza es un aspecto de la gramática, y se trata de un aspecto que
hasta ahora ha sido muy poco estudiado por los gramáticos. Cortamos
y organizamos la riada y flujo de acontecimientos como lo hacemos princi
palmente porque a través de nuestras lenguas maternas formamos parte
de un «acuerdo» para continuar haciéndolo así, y no precisamente porque
la naturaleza esté segmentada exactamente de la forma en que nosotros la
dividimos. Las lenguas no solamente difieren en la forma de construir
sus oraciones, sino también en cómo separan la naturaleza para asegurarse
270
los elementos a colocar en tales oraciones. Esta separación, nos propor
ciona unidad en el léxico. «Palabra» no es una buena «palabra» para
ellas; se han sugerido «lexema» y «término». Mediante estos términos, más
o menos distintos, adscribimos un aislamiento semifictido a partes de ex
periencia. Los términos «cielo, colina, ciénaga» nos convencen para consi
derar algunos aspectos elusivos de la infinita variedad de la naturaleza,
como una cosa distinta, casi como una mesa o silla. Por lo tanto, el inglés
y las lenguas similares nos conducen a pensar en el universo como una
colección de objetos y acontecimientos bastante distintos que correspon
den a las palabras. En realidad, ésta es la imagen implícita en la física
dásica y en la astronomía: la imagen de que el universo es esencialmente
una colección de objetos distintos de tamaños diferentes.
Desgraciadamente, los ejemplos que han escogido los antiguos lógicos
para enfrentarse con este punto, fueron, en general, mal seleccionados. En
ellos se tiende a escoger mesas y sillas y manzanas sobre las mesas como
objetos de tests para demostrar la naturaleza de la realidad, similar al ob
jeto, y su perfecta correspondencia con la lógica. Los artefactos del hombre
y los productos agrícolas que él obtiene de las plantas vivas, tienen un grado
único de aislamiento. Esperamos que las lenguas tendrán o depondrán de
términos perfectamente aislados para aplicarlos a estos a ^ f^ c to s y pro
ductos. La verdadera cuestión es: ¿qué hacen las diferentes^Cnguas, no con
estos objetos artificialmente aislados, sino con la cambiante cara de natu
raleza en su movimiento, color y forma; con nubes, playas y el vuelo de los
pájaros? Porque, nuestra física cosmológica se desarrollará al igual que
nuestra segmentación de la cara de la naturaleza.
Aquí encontramos diferencias en la segmentación y selección de térmi
nos básicos. En la naturaleza podemos aislar algo diciendo: «es una gota
que cae». El apache construye la exposición sobre un verbo, ga: «ser blan
co (incluyendo claro, no coloreado, etc.)». Con el prefijo no- aparece el sig
nificado de movimiento hacia abajo: «lo blanco se mueve hacia abajo».
Después, el prefijo tó significa tanto «agua», como «salto». E l resultado
corresponde a nuestro «es una gota que cae», pero sintéticamente es
«como agua, o fuente blanca, que se mueve hacia abajo». ¡Qué desigual
en comparación con nuestra forma de pensar! E l mismo verbo, ga, junto
con un prefijo que significa «un lugar manifiesta la condición», se convierte
en gohlga: «el lugar es blanco, claro; un daro, una planicie o plano». Estos
ejemplos muestran que algunas lenguas tienen medios de expresión — com
binación química, como la he llamado— , en que los términos separados
no se encuentran tan distantes como en el inglés, sino que fluyen juntos
formando creaciones plásticas sintéticas. Por lo tanto, estas lenguas, que
no pintan la imagen de objeto separado del universo de la misma forma
271
que el inglés y sus lenguas hermanas, indican posibles nuevos tipos de
lógica y posibles nuevas imágenes cósmicas.
Las lenguas indoeuropeas y muchas otras conceden una gran impor
tancia a un tipo de oración que tiene dos partes, cada una de las cuales
está construida alrededor de una clase de palabra — sustantivos y verbos— ,
aunque estas lenguas aparecen de forma diferente en cuanto a su gramática.
Como mostré en la Review de abril de 1940, esta distinción no queda
bosquejada por la naturaleza; se trata simplemente de un resultado del
hecho de que cada lengua tiene que poseer cierta dase de estructura, y estas
lenguas han avanzado mucho en la explotación de esta clase. Los griegos,
y especialmente Aristóteles, construyeron este contraste y lo convirtieron
en una ley de razón. Desde entonces, el contraste ha sido expuesto en la
lógica de muchas formas diferentes: sujeto y predicado, actor y acción,
cosas y relaciones entre las cosas, objetos y sus atributos, cantidades y
operaciones. Y, volviendo de nuevo a la gramática, quedó arraigada la
idea de que una de estas dases de entidades puede existir por derecho
propio, pero que la dase verbal no puede existir sin una entidad de la
otra dase, la clase de las «cosas». Raramente se ha puesto en duda el lema
de esta ideología: «es necesaria la incorporación». No obstante, toda la
tendencia de la física moderna, con su énfasis sobre «el campo», lleva im
plicada consigo la duda sobre la ideología. Este contraste surge en nuestras
matemáticas en forma de dos dases de símbolos: la clase como 1, 2, 3, x,
y, z, y la dase como + , — , -i-, V , aunque en vista de la existencia de
0, lA , 3A , tz, y otros quizás no se pueda mantener una dasificación estricta
de dos grupos. A pesar de todo, la idea de los dos grupos siempre está
presente en d fondo d d pensamiento, aunque a menudo no se exprese abier
tamente.
Nuestras lenguas indias muestran que con una gramática adecuada po
demos construir oraciones inteligentes que no puedan ser divididas en su
jetos y predicados. Cualquier intento de separadón, no es más que una
separadón de la traducdón o paráfrasis de la oración, pero no de la
oración india. También podemos tratar de descomponer cierta resina sin
tética en cduloide y yeso blanco, porque la resina puede ser imitada con
cduloide y yeso blanco. La familia de las lenguas algonquinas, a la que
pertenece la lengua shawnee, utiliza un tipo de oradón como nuestro suje
to y predicado, pero también concede una mayor importancia al tipo mos
trado en nuestros ejemplos d d texto y en la figura 15. Para estar seguros
diremos que ni- está representado en la traducción por un sujeto, pero
que lo mismo significa «mí o mío» que «yo» y, por lo tanto, la oradón
podía ser tradudda por «mi mano está apartando la rama hada un lado».
O bien d ni- puede ser abstraído; si es así, seríamos capaces de produdr
272
un sujeto, como «él, ello, alguien», o bien podríamos escoger para nuestro
sujeto inglés una idea que correspondiera a cualquiera de los elementos
shawnee.
Cuando llegamos al nootka nos encontramos con que la oración sin
sujeto o predicado es el único tipo que existe. Se utiliza el término «pre
dicación», pero significa «oración». E l nootka no tiene partes de la ora
ción; la pronunciación más simple es una oración que trata sobre algún
acontecimiento o complejo de acontecimientos. Las oraciones grandes son
oraciones de oraciones (o sea oraciones compuestas), y no simples ora
ciones de palabras. En la figura 17 tenemos una oración simple, no
una compuesta. La traducción, «él invita a la gente a un festín» queda
dividida en sujeto y predicado. Pero no ocurre así con la oración na
tiva. Comienza con el acontecimiento de «hervir o cocer», tl’imsh; des
pués viene el -ya («resultado») = «hervido»; después -is «comido» =
«comida codda comida»; después aparece el -ita («aquellos que lo hacen»)
= «los que comen la comida cocida»; después - itl («ir para»); y después
-ma, signo de la tercera persona de indicativo. La oración queda construida,
pues, así: ti’imshya’isita’itima, que responde a la paráfrasis tosca de «él,
o alguien, va para (invita) a los comedores de comida cocida».
L a técnica inglesa de hablar depende del contraste de dos clases arti
ficiales, sustantivos y verbos, así como de la ideología bipartitiva de la
naturaleza, que ya hemos visto anteriormente. La oración inglesa normal
tiene que tener algún sustantivo antes del verbo, a menos que sea impe
rativo; es éste un requerimiento que corresponde a la idea filosófica e inge
nua de un actor que produce una acción. Puede que esto último no hubiera
sido así si el inglés hubiera tenido miles de verbos como «mantener», indi
cando posiciones. Pero la mayor parte de los verbos ingleses siguen un tipo
de segmentación que aisla de la naturaleza lo que nosotros llamamos «ac
ciones», o sea perfiles en movimiento.
Siguiendo la regla mayoritaria leemos una acción en cada oración, in
cluso en «lo mantego». Un momento de reflexión nos mostrará que «man
tener» no es ninguna acción, sino un estado de posiciones relativas. Sin
embargo, pensamos así e incluso lo vemos como una acción porque la
lengua lo formula del mismo modo que formula muchas otras expresiones,
como «me opongo», lo que se encuentra en relación con movimientos y
cambios.
Nosotros estamos constantemente predispuestos hacia las entidades de
acción natural ficticia, simplemente porque nuestros verbos tienen que tener
sustantivos en la misma oración en que aparecen. Tenemos que decir «aque
llo brilló» o «una luz brilló», suponiendo la existencia de un actor «aque
llo» o «la luz», para ejecutar lo que llamamos una acción de «brillar».
273
18. LENGUAJE
LA L E N G U A I N G L E S A
EL INVITA A LA GENTE A
LA L E NGUA NOOT
Figura 17. Aquí se muestran las formas diferentes en que el inglés y el nootka formulan el
mismo acontecimiento. La oración inglesa es divisible en sujeto y predicado; la oración
nootka no es divisible, pero es completa y lógica. Y, más aún, la oración nootka sólo está
compuesta de una palabra, que consiste en el tronco tl’imsh, acompañado de cinco sufijos.
Y, sin embargo, el brillo y la luz son una misma cosa. La lengua hopi
informa sobre el brillo de una luz con un simple verbo: rebpi «brillo
(ocurre)». No existe división en sujeto y predicado, ni siquiera aparece un
sufijo como el -t del latín tona-t «truena». El hopi puede tener, y tiene,
verbos sin sujetos; un hecho que puede proporcionar a esta lengua ciertas
potencialidades, que probablemente nunca serán desarrolladas, como un
sistema lógico para comprender algunos aspectos del universo. Indudable
mente, la ciencia moderna, que refleja fuertemente las lenguas indoeuro
peas occidentales, hace a menudo lo que todos nosotros hacemos, o sea
ver acciones y fuerzas allí donde, a veces, es mejor no ver más que esta
dos. Por otra parte, «estado» es un nombre y como tal va acompañado del
prestigio superior y tradicional del sujeto o clase de cosa; por lo tanto, la
ciencia está excesivamente preparada para hablar de estados si se permite
manipular el concepto como un nombre. Quizás en lugar de los «estados»
de un átomo o de una célula dividida, sería mejor si pudiéramos manipular
con la misma facilidad un concepto más similar a un verbo, pero sin las
premisas implicadas de actor o acción.
Puedo simpatizar con aquellos que dicen «dígalo de forma llana, en
inglés simple», especialmente cuando protestan contra el vacío formulismo
de recargar el discurso con palabras pseudoaprendidas. Pero restringir el
pensamiento a los simples modelos ingleses, y especialmente a aquellos
274
que representan el colmo de la llaneza en inglés, es perder un poder de pen
samiento que, una vez perdido, ya no se puede recuperar. E s precisamente
el inglés «más llano» el que contiene una mayor cantidad de suposiciones
inconscientes sobre la naturaleza. Este es el problema que se nos presenta
con esquemas como el inglés básico, en el que un inglés británico desen
trañado, con sus premisas implicadas trabajando más duramente que nunca,
debe ser apartado de un mundo confiado, como la sustancia de la misma
Razón pura. Nosotros tratamos mucho mejor nuestro inglés llano si lo
dirigimos desde el ventajoso punto de un conocimiento multilingüe. Por
esta razón creo que aquellas personas que tienen la visión de un mundo
futuro en el que sólo se hablará una lengua, ya sea ésta inglés, alemán,
ruso, o cualquier otra, mantienen un ideal mal dirigido, y hacen el mayor
daño a la evolución de la mente humana. A través del lenguaje, la civili
zación occidental ha hecho un análisis provisional de la realidad, y mantiene
como definitivo este análisis, sin aceptar correcciones. Las únicas correc
ciones a introducir deben ser las de todas aquellas otras lenguas que, como
consecuencia de una evolución independiente, han llegado a análisis dife
rentes, pero no por ello menos lógicos y provisionales.
En un artículo muy útil, titulado Modern logic and the íask of the
natural Sciences, Harold N. Lee dice: «Aquellas ciencias cuya información
está sujeta a medida cuantitativa han sido desarrolladas con el mayor éxito
porque sabemos tan poco acerca de sistemas de ordenación o acerca de los
sistemas ejemplificados en las matemáticas. Sin embargo, podemos decir
con certeza que existen otras clases, ya que el avance de la lógica así lo ha
indicado claramente durante el último medio siglo. Podemos buscar avances
en muchas líneas de las ciencias, actualmente bien fundamentadas, si el
avance de la lógica nos proporciona un adecuado conocimiento de otros
tipos de ordenación. También podemos intentar que muchos sujetos de in
vestigación cuyos métodos no son estrictamente científicos en el momento
actual, se conviertan en realmente científicos cuando tengamos a nuestra
disposición nuevos sistemas de ordenación».1 A esto se puede añadir que
un campo muy importante para la elaboración de nuevos sistemas de orde
nación, campo que se parece, pero que no es idéntico con las matemáticas
actuales, se encuentra en una investigación mucho más penetrante de lo
que se ha hecho hasta ahora, en cuanto a las lenguas cuyo tipo es muy
remoto de la nuestra propia.
275
LEN G U A JE, M EN TE Y REALIDAD *
277
bra sentiment con el significado que tiene el sonido francés le sentment
que se deletrea de forma similar, pero cuya función es completamente
distinta.
Ahora bien, esto no simplemente engendra confusiones de matiz que
pueden ser resueltas por un traductor experto. Aquí se lleva a cabo algo
mucho más complejo. Cada lengua y cada sublengua técnica bien engarzada
incorpora ciertos puntos de vista y ciertas resistencias modélicas a otros
puntos de vista ampliamente divergentes. Y esto ocurre especialmente si
la lengua no es reconocida como un fenómeno planetario, sino como algo
garantizado y se cree que sus especies locales, utilizadas por el pensador
individual, representan toda su suma completa. Estas resistencias no sola
mente aíslan artificialmente a cada ciencia de la otra, sino que también
restringen el espíritu científico como un todo al dar el siguiente paso
en el desarrollo, un paso que impone puntos de vista, no precedentes en
la ciencia, y completamente separados de las tradiciones. Algunos modelos
científicos han sido elaborados hasta su muerte, quedando tensados en la
dialéctica de las ciencias y a menudo siendo también embebidos en la ma
triz de la civilización europea de la que han germinado esas ciencias, y
habiendo sido glorificadas desde hace tiempo como Razón pura per se.
Incluso la misma ciencia siente que se encuentran fuera de foco cuando ob
servan lo que pueden ser aspectos muy significativos de la realidad. Y se
ha de pensar que todo progreso posterior en la comprensión del universo
puede depender de esta observación.
278
primer aspecto de un ámbito de relaciones modelo, inconcebiblemente
diverso, y conteniendo, sin embargo, una afinidad reconocible con la rica
y sistemática organización del lenguaje , incluyendo au fond las mate
máticas y la música que, en último término, son del mismo parentesco que
el lenguaje. La idea es anterior a Platón y, al mismo tiempo, es tan nueva
como nuestros pensadores más revolucionarios. Queda implicada en el
mundo de los aspectos aprehendidos de Whitehead, así como en la física
de la relatividad con su continuum cuatro-dimensional y su tensor Riemann-
Christoffel que suman las propiedades del mundo en cualquier punto-
momento; mientras que es una que más provocan el pensamiento de todas
las presentaciones modernas, y yo creo que la más original, es el Tertium
Organum de Ouspensky. Lo que de nuevo tengo añadir a la cuestión es la
premonición en e l lenguaje de lo desconocido, de este mundo vasto del
que lo físico no es más que una superficie o piel y en el que, sin embargo,
nos encontramos, y pertenecemos A é l . La aproximación a la realidad
a través de las matemáticas, conocimiento moderno que se está empezando
a llevar a cabo, no es más que la aproximación al lenguaje, a través de un
caso especial de esta relación.
Este punto de vista implica que lo que he llamado modelos, son básicos
en un sentido realmente cósmico, y que esos modelos forman todos de
acuerdo con los Gestalten de la psicología, que están abarcados en todos más
amplios que a su vez se encuentran en continua progresión. Así, pues,
la imagen cósmica tiene un carácter consecutivo o jerárquico, el de la
progresión de planos o niveles. A falta de un reconocimiento de este orden
consecutivo, las diferentes ciencias dividen el mundo en segmentos, tratán
dose de segmentos que quizás cruzan la dirección de los niveles naturales
o bien que se detienen antes de llegar a un cambio mayor de nivel, cuando
los fenómenos se convierten en fenómenos de un tipo completamente di
ferente, o bien están fuera del alcance de la vista de los antiguos métodos
de observación.
Sin embargo, en la ciencia lingüística, los hechos del dominio lingüís
tico precisan un reconocimiento de planos consecutivos, cada uno de los
cuales viene explícitamente dado por un orden de modelo observado. Es
como si mirando una pared cubierta con una fina tracería de calados, des
cubriéramos que esta tracería sirve como fondo de un modelo más atrevido,
aunque todavía delicado, compuesto por flores minúsculas, y que después
de habernos dado cuenta de la presencia de una expansión floral viéramos
que multitudes de resquicios nos ofrecen otro modelo, como un rasgueo,
y que los grupos de rasgueos forman letras, y que las letras, si están situa
das en una secuencia adecuada, forman palabras, y que las palabras están
alineadas en columnas como entidades clasificadas, etc., en un continuo
279
cruzamiento de modelos hasta que descubrimos que esta pared es un gran
libro de sabiduría.
280
que puede proyectar música a un país lejano, coloca la conciencia del
físico a un nivel extraño para el hombre no entrenado a hacer lo que
él hace, haciendo posible una configuración estratégica que representa una
manifestación poco usual de fuerza. Otras fórmulas hacen posible la dis
posición estratégica de magnetos e hilos en la instalación de fuerza eléc
trica, de modo que cuando se ponen en movimiento los magnetos (o más
bien el campo de fuerzas sutiles que hay en y alrededor de los magnetos),
la fuerza se manifiesta en forma de lo que llamamos corriente eléctrica.
No pensamos en el proyecto de una estación de radio o en el de una
planta de energía eléctrica como si se tratara de un proceso lingüístico,
y, sin embargo, lo es. Las matemáticas necesarias para ello son un aparato
lingüístico, y los artilugios ensamblados quedarían desproporcionados y
desajustados, o sea no funcionarían y quedarían inertes, sin la correcta
especificación de los modelos esenciales que llevan a cabo las matemáticas.
Pero utilizadas en un caso así, las matemáticas son una fórmula de len
guaje especializado , inventado para hacer posible la manifestación de
un tipo especial de fuerza, únicamente a través de cuerpos metálicos,
siendo esta fuerza la electricidad , en el sentido de lo que definimos
actualmente por ese nombre. La fórmula del lenguaje mántrico está espe
cializada de una manera diferente para hacer posible la manifestación de
un tipo diferente de fuerza, mediante estados remodelados en el sistema
nervioso y en las glándulas, o más bien en las sutiles fuerzas «electrónicas»
o «etéricas» existentes en, y alrededor de tales cuerpos físicos. Mientras
no se ha realizado ese modelamiento estratégico, esas partes del organis
mo no son más que «artilugios inocentes», tan incapaces de manifestar su
poder dinámico como lo son los magnetos y los hilos incorrectamente
dispuestos. Sin embargo, en el propio modelo también son algo más, algo
que no se puede comprender por las propiedades de las partes no modéli
cas, y algo capaz de amplificar y activar fuerzas latentes.
281
el misterio y las contestaciones son erróneas. E s como la impresión inco
rrecta que un hombre recibe de una imagen simple, sensible y satisfactoria
del universo, aunque esta imagen se encuentre muy lejos de la verdad.
Consideremos cómo aparece el mundo ante cualquier persona que, a
pesar de lo sabia y experimentada que sea en la vida humana, nunca haya
escuchado una palabra sobre lo que la ciencia ha descubierto sobre el cos
mos. Para él, la tierra es plana; el sol y la luna son objetos de pequeño
tamaño que aparecen todos los días por un lado oriental, que se mueven a
través del aire y que desaparecen por un lado occidental; al parecer, pasan
la noche o el día, respectivamente en algún lugar situado en el fondo. El
cielo es un cuenco invertido hecho con algún material azul. Las estrellas,
objetos minúsculos y bastante cercanos, parecen tener vida, ya que «salen»
del cielo todas las noches y vuelven a marcharse cuando amanace. El
«sistema solar» no tiene ningún significado para él y el concepto de una
«ley de la gravedad» es algo ininteligible, ni siquiera tiene sentido. Para
él, los cuerpos no caen como consecuencia de la ley de la gravedad, sino
más bien «porque no hay nada que los mantenga arriba», o sea porque
no puede imaginarlos haciendo otra cosa. No puede imaginar el espacio sin
un «arriba» y un «abajo», o incluso sin un «este» y un «oeste». Para él,
la sangre no circula, y el corazón no bombea sangre; piensa que éste último
no es más que un lugar donde se guarda el amor, la niñez y los pensamien
tos. El enfriamiento no es un cambio del calor, sino una suma de «frío»;
las hojas no son verdes por la sustancia clorofílica que contienen, sino por
el «verdor» que tienen. Sería imposible convencerle, mediante razona
miento, de lo erróneo de sus ideas. É l aseguraría que sus ideas son sencillas
y tienen sentido común, lo que significa que a él le parecen satisfactorias
porque son completamente adecuadas como un sistema de comunicación
entre él y los hombres de su medio ambiente. Esto quiere decir que son
adecuadas lingüísticamente para sus necesidades sociales, y así conti
nuará el estado de cosas hasta que sienta un grupo adicional de necesida
des y éste sea elaborado en el lenguaje.
Pero, al igual que este hombre tiene una concepción del universo físico,
de cuya verdadera extensión y orden no tiene la menor idea, así todos
nosotros, desde el más salvaje hasta el más erudito, tenemos una concepción
del lenguaje. Únicamente la ciencia de la lingüística ha comenzado a pene-
rtra un poco en esta ámbito, y sus descubrimientos todavía son amplia
mente desconocidos por otras disciplinas. El hombre natural, ya sea un
simple o un científico, no conoce más sobre las fuerzas lingüísticas de lo
que sabe el salvaje sobre la ley de la gravedad. Supone que el habla es una
actividad en la que es libre y no se encuentra con impedimento alguno.
Piensa que se trata de una actividad simple y transparente, y para eso dis
282
pone de las explicaciones necesarias. Pero estas explicaciones se convier
ten en simples exposiciones de las necesidades que l e impulsan a comu
nicarse . No son adecuadas al proceso por el que se comunica. Así, él
dirá que piensa algo y utilizará palabras para los pensamientos «conforme
éstos vengan». Pero la explicación de por qué tuvo que tener tales y
tales pensamientos antes de que éstos se convirtieran en sonidos se
convierte en algo que es simplemente la historia de sus necesidades sociales
del momento. Es una contestación polvorienta que no arroja ninguna luz.
Pero entonces, él supone que no se necesita arrojar luz sobre el proceso
del habla, ya que la puede manipular bastante bien para sus necesi
dades sociales. Esto implica, erróneamente, que el pensar es una actividad
obvia y recta, que es la misma para todos los seres humanos, y de la
que la lengua no es más que la expresión correcta.
283
sentido del orden lingüístico. El orden lingüístico abaarca todo simbolis
mo, todo proceso simbólico, todo proceso de referencia y lógica. Los tér
minos como Ñama se refieren más bien a subgrados de este orden, el nivel
lexical, el nivel fonético. El equivalente más próximo es probablemente
Manas, término al que difícilmente se acopla nuestra palabra vaga «men
te». En un sentido amplio, Manas es un grado jerárquico superior en la
estructura del mundo, un «plano manásico», como en realidad se le llama
explícitamente. En este caso, el término «plano mental» es susceptible de
desorientar a una persona de habla inglesa. El término inglés «mental»
es una palabra desgraciada, una palabra cuya función en nuestra civilización
sólo se encuentra en relación con una explicación inteligente, y que connota
más bien un limbo neblinoso que un orden cósmico estructural caracteri
zado por el modelaje. Sin embargo, a veces se utiliza el término Manas
para indicar simplemente la psique humana; éste es el caso, de acuerdo
con Fritz Kunz, del famoso dicho ha voz del silencio: «L a mente es la
mayor asesina de lo real».
Se dice que en el plano de Manas existen dos grandes niveles, llamados
los niveles de Rüpa y de Arñpa. El más bajo es el ámbito de «nombre y
forma», Ñama y Rüpa. Aquí, la «form a» significa organización en el espa
d o («nuestro» espado tri-dimensional). Esto está muy lejos de ser coexten
sivo al modelo en su sentido universal. Y Ñama, «nombre», no es lengua,
ni orden lingüístico, sino solamente un nivel, el del proceso de «lexación»
o el de las palabras dadas (nombres) a partes de toda la diversidad de
la experiencia, partes que por lo tanto están hechas para permanecer en
un aislamiento semificticio. Así, pues, una palabra como «d élo », que en
inglés puede ser tratada como un «tablero» (d cielo, un d d o , cielos, algu
nos cielos, un trozo de d d o , etc), nos induce a pensar en una aparición
puramente óptica que sólo es apropiada para cuerpos sólidos rdativamente
aislados. «Colina» y «ciénaga» nos persuaden para tener en consideración
dertas variaciones locales en la altura o composición d d suelo, como si fue
ran cosas distintas, casi como mesas o sillas. Cada lengua realiza de un
modo diferente esta selección artificial del continuo fluir de la existencia.
Palabras y conversación no son una misma cosa. Como veremos, los mo
delos de la estructura de la oración que guían las palabras son mucho
más importantes que las palabras mismas.
Así, pues, el nivel de Rüpa y Ñama — segmentación de forma y voca
bulario— , forma parte d d orden lingüístico, aunque se trata de una parte
algo rudimentaria y no autosufidente, Depende de un nivel superior de
organización, el nivd en el que aparece su esquema combinatorio. Este
es el nivel Arüpa, el modelo del mundo par excellence. Arüpa, «sin
forma», no significa sin forma u organización lingüística, sino sin referencia
284
a lo espacial, a la forma visual, a lo perfilado en el espado, que como
hemos visto en «colina» y «dénaga» es un importante hecho de referenda
en el nivel lexical. Arüpa es un ámbito de modelos que pueden ser «actua
lizados» en el espado y en el tiempo, en los materiales de planos más bajos,
pero que por sí mismos son indiferentes al espacio y al tiempo. Estos mo
delos no son como los significados de las palabras, sino que en cierto
modo son como la forma en que el significado aparece en las oraciones. No
son como oraciones individuales, sino como esquemas de oraciones y dise
ños de la estructura de la oración. Nuestras «mentes», personalmente cons
cientes, pueden comprender estos modelos de una forma limitada median
te la utilizadón de fórmulas matemáticas o gramaticales en las que se
pueden sustituir las palabras, los valores, las cantidades, etc.
Una de las posibilidades de la «civilizadón de lo consciente» es la de
poner en conexión directa este nivel Arüpa del plano «mental» con una
expansión de la condenda. En la obra de Ouspensky, A New Model of the
TJniverse, se dan algunos reflejos de extraordinarios estados mentales por
los que pasó aquel filósofo, solamente esbozos, ya que lo completamente «no
lexical» no se puede expresar con palabras. El habla de ámbitos de «je
roglíficos en movimiento», compuesto por completo por «relaciones ma
temáticas», y de la expansión y ramificación de esos «jeroglíficos» hasta que
llegan a cubrir todo un aspecto del universo. Las predilecdones matemáti
cas de Ouspensky, y su estudio de cosas como la geometría no euclidiana,
el hiperespacio, y la relación entre el tiempo y la condencia, le pueden
haber conducido a tensas analogías matemáticas. Las matemáticas son una
clase espedal de lenguaje procedente de oraciones especiales que contie
nen las palabras numerales 1, 2, 3, 4, ... x, y, z, etc. Pero cualquier otro
tipo de oradón de cualquier lengua también es el núcleo potencial de un
sistema que llegue mucho más lejos. Muy pocos son los que consiguen una
conciencia de tal clase como un estado duradero; sin embargo, muchos
matemáticos y lingüistas científicos han tenido que pasar por la experiencia
de «ver», en un relámpago fugitivo, todo un sistema de reladones, del
que anteriormente nunca se había sospechado que pudiera formar una
unidad. La armonía y la belleza dentíficas que existen en todo ese vasto
sistema vislumbrado momentáneamente es algo que le sumerge a uno en
una corriente de delicia estática. E l «ver», por ejemplo, cómo están coordi
nados todos los sonidos elementales ingleses («fonemas») y sus agrupacio
nes mediante una ley intrincada, pero sistemática, para crear todas las
formas posibles de las palabras monosilábicas inglesas, llenas de sentido,
existentes o aún no pensadas, excluyendo todas las demás formas como
algo inevitable, al igual que la fórmula química de una solución lo excluye
285
todo excepto la aparición de un cierto tipo de cristales — esto ya es una
experiencia distinta.
286
obtenemos C-ng + V + C — h, lo que significa que la palabra, que termi
na igual que la anterior, puede comenzar con cualquier consonante indi
vidual inglesa, excepto el sonido ng como en sing (este sonido debería ser
escrito con un solo símbolo, pero por deferencia al impresor utilizo los sig
nos convencionales). Este modelo nos proporciona una larga serie de pala
bras como hat, bed, dog, man, etc., y nos permite crear palabras nuevas
como tig, nem, zib, pero nótese que no podemos crear palabras como ngib
o zib.
Hasta aquí los modelos son simples. Pero a partir de ahora se convierten
en algo muy intrincado. La fórmula, que aquí se da en forma abreviada,
necesita llevar consigo una serie de listas de consonantes colocadas ordena
damente, como se ve en muchas listas de lavandería, estando cada lista
representada por una de los símbolos Ci, G , etc. La fórmula CiQ significa
que se puede comenzar la palabra con cualquier consonante de la lista Ci
seguida con cualquier consonante de la lista G , que únicamente contiene
r y l. Como la lista Ci, por ejemplo, contiene p, b, /, podemos obtener pala
bras como pray, play, brew, ble..., free, flee, y palabras no existentes todavía
como frig, blosh, etc. Pero supongamos que queremos conseguir una pala
bra que empiece por sr, zr, ti o di. Acudimos a nuestra lista Ci, pero para
sorpresa nuestra no encontramos en ella las letras s, z, t, o d. Cogemos las
demás listas y tampoco nos va mejor la búsqueda. No existe forma de
combinar nuestras listas, de acuerdo con la fórmula, para conseguir estas
combinaciones iniciales. Evidentemente, no se trataba de palabras que per
tenecieran al inglés; y, aún más, cualquier persona que intentara formar
palabras nuevas en inglés, rehusaría misteriosamente crear palabras de
esta clase. Esto demuestra que la creación de palabras nuevas no es un acto
debido a la imaginación, ni siquiera en el sentido salvaje de la insensatez,
sino una utilización estricta de materiales ya sujetos a un modelo. Tan
negativo será el resultado de pedirle a un parlante que invente formas que
todavía no estén prefiguradas en los modelos de su propia lengua, como
pedirle a una persona que haga unos huevos fritos sin darle los huevos.
Así, pues, la fórmula contiene toda posible combinación que puedan
tener las palabras o formas similares inglesas de una sola sílaba, excluyen
do todas las demás. En la fórmula están contenidos los sonidos mpst de
glimpsed, el ksths de sixths, el ftht de he fifthed it, e! nchst del difícil,
pero posible, thou munchst it greedily, y tantos otros sonidos toscos que
pronunciamos con relativa facilidad, pero que «asombrarían a Quintiliano».
Al mismo tiempo, la fórmula descarta numerosas combinaciones suaves,
pero difíciles para nosotros (porque no existe modelo para ellas), como
litk, fpat, nwelng, dzogb, y miles más, todas ellas posibles y fáciles de pro
nunciar en cualquier lengua, pero no en inglés.
287
Aquí se pone de manifiesto que en nuestros monosílabos existe implí
cita una increíble complejidad de organización y que no hay cosa más in
sensata que el viejo dicho de «dilo en palabras de una sílaba», como una
metáfora de simplicidad. Las personas que utilizan con facilidad y fluidez
los intrincados sistemas del lenguaje no son conscientes de la existencia de
estos sistemas hasta que son descubiertos más tarde, no sin cierta dificultad.
En el plano fonológico del lenguaje, viene determinado por modelos
existentes fuera del foco de la conciencia personal, siendo lo que en los
niveles superiores del lenguaje llamamos expresión del pensamiento. Como
veremos en la parte II, el pensamiento también sigue una red de caminos
determinados en cada lengua. Se trata de una organización que puede con
centrarse sistemáticamente según ciertas fases de realidad, ciertos aspectos
de inteligencia, y que puede descartar sistemáticamente otros aspectos y
fases aceptados por otras lenguas. El individuo no se da cuenta de esta
organización, pero se ve en la ineludible necesidad de seguir completamen
te los cauces que ella le marca.
II
288
trolan, como un rebaño de ovejas está controlado por los rayos cósmicos.
Su comprensión de los procesos relacionados con el acto de hablar y con
el raciocinio, es una comprensión puramente superficial y pragmática. Los
hombres todavía muestran una más fuerte disposición para convertir su
ignorancia en una virtud, para condenar los esfuerzos que se hacen por
conseguir una mejor comprensión de cómo trabaja la mente humana, afir
mando que se trata de cosas «poco prácticas» o de «teorías» si quien con
dena es un paleto, o diciendo que son «metafísica» o «misticismo» o «epis
temología» si quien condena lleva la túnica correcta y tradicional de un
científico. La civilización occidental en particular, reserva a los investiga
dores del lenguaje, su más envidioso reconocimiento y sus premios peor
dotados, aun cuando tiene que contar con la natural tendencia humana de
encontrar el lenguaje como el más fascinante de los temas — un tema
sobre el que gusta hablar y lanzar especulaciones poco científicas, y discu
tir sin fin el significado de las palabras, o la mala forma de hablar que
tienen las personas de una región con respecto a otras, y viceversa.
Hasta la mente más superior se siente capaz de realizar cualquier cla
se de hazaña intelectual, pero no de «ser consciente» en el nivel personal.
Esto quiere decir que la mente queda desenfocada en los asuntos prácticos
y en el ego personal, en su ambiente personal e inmediato. Ciertos sueños
y estados mentales excepcionales nos pueden hacer suponer que somos"
conscientes de lo pensado o imaginado a su propio nivel y que ocasional
mente su estado de conciencia puede «penetrar» hasta la personalidad;
pero, aparte de técnicas como el yoga, no existe normalmente una conexión
con la conciencia personal. L e podemos llamar un ego superior, que lleva
en la mente un rasgo distintivo, que aparece en cada lengua, y que tiene
un asombroso parecido con el ego personal, que organiza sus sistemas alre
dedor de un núcleo de tres o más categorías pronominales, «persona», a
una de las cuales le llamamos primera persona singular. Puede funcionar
en cualquier sistema lingüístico — un niño puede aprender cualquier lengua
con la misma facilidad, desde el chino, con sus monosílabos de tonalidad
y tensión separadas, al nootka de la isla de Vancouver con sus frecuentes
oraciones de una sola palabra, tales como mamamamamáhlriiqk'okmaqama—
«cada uno de ellos lo hizo así por su característico parecido a la gente
blanca».3
289
19. LENGUAJE
Como consecuencia de la naturale2 a sistemática y configurativa de la
mente superior, el aspecto «modélico» del lenguaje siempre se superpone
y controla al «lexación» (Ñam a) o aspecto de dar nombre. Y, así, los
significados de las palabras específicas son menos importantes de lo que
imaginamos. La esencia de las conversación son las oraciones y no las pala
bras, al igual que la verdadera esencia de las matemáticas son las ecua
ciones y las funciones y no simplemente los números. Todos nosotros es
tamos equivocados en nuestra creencia común de que cualquier palabra
tiene un «significado exacto». Y a hemos visto que la mente superior tra
baja con símbolos que no tienen una referencia fija con nada, sino que
son como cheques en blanco para ser rellenados como se tenga por con
veniente y que sirven para «cualquier valor» de una variable dada, como
los C' y V' de la fórmula citada en la parte I, o la x, y, z del álgebra.
Existe una ridicula idea occidental, según la cual fueron los antiguos quie
nes descubrieron el álgebra, cuando en realidad el inconsciente humano ha
estado haciendo lo mismo desde tiempos inmemoriales. Por la misma ra
zón, los mayas o hindúes antiguos fueron simplemente humanos cuando
crearon sus ciclos de números astronómicos. No obstante, no debemos co
meter la equivocación de pensar que las palabras, incluso cuando son
usadas por la mente personal inferior, representan el polo opuesto de estos
símbolos variables, y que una palabra que tiene un significado exacto, que
se utiliza para una cosa dada, solamente es un valor de una variable.
Incluso la mente inferior ha aprehendido algo de la naturaleza alge
braica del lenguaje, de modo que las palabras que conocemos son los sím
bolos variables de un modelo puro (Arüpa) y cantidades realmente fijadas.
Esa parte de significado que se encuentra en las palabras, y que podemos
llamar «referencia», sólo está relativamente fijada. La referencia de las
palabras depende de las oraciones y modelos gramaticales en los que apa
recen. Y es sorprendente comprobar hasta qué cantidad mínima se puede
reducir este elemento de referencia. La oración «recorrí todo el camino
sólo para ver a Juan», únicamente contiene una referencia firmemente fija
da: Juan. El resto no son más que modelos no añadidos a nada específico;
ni siquiera «ver» significa lo que normalmente entendemos por tal pala
bra, o sea percibir una imagen visual.
En la referencia de la palabra trabajamos con tamaño para dividirla en
clases de tamaño — pequeño, grande, inmenso, medio, etc.— , pero objeti
vamente el tamaño no se puede dividir en clases, sino que se trata de un
cotinuum puro de relatividad. Sin embargo, pensamos constantemente en
el tamaño como en una serie de clases porque el lenguaje ha segmentado
y dado nombre a la experiencia de este modo. Las palabras que indican
números pueden no referirse a un número como éste se cuenta, sino a
290
clases de números con límites elásticos. Y así, el término «pocos» ajusta
su importancia al tamaño, importancia o rareza de la referencia. Unos «po
cos» reyes, naves de guerra o demonios, pueden ser tres o cuatro, pero
unos «pocos» guisantes, gotas de lluvia u hojas de té pueden ser treinta
o cuarenta.
Se puede decir «si, eso es cierto en palabras como grande, pequeño
y otras similares; no hay duda alguna de que se tratan de términos relati
vos, pero las palabras como perro, árbol, casa, etc., son completamente
diferentes y cada una de ellas designa una cosa determinada». No es así.
Estos términos se encuentran embarcados en la misma nave que «grande»
y «pequeño». La palabra «Fido», dicha por una persona en un momento
determinado se puede referir a algo específico, pero la palabra «perro»
se refiere a una clase con unos límites elásticos. Los límites de estas clases
son diferentes en cada lengua. Uno puede pensar que «árbol» significa lo
mismo en todas partes y para todo el mundo. Pero tampoco es así.
La palabra polaca que significa «árbol» también incluye el significado de
«bosque». El contexto o el modelo de oración determina a qué clase de
objeto se refiere la palabra polaca (o cualquier palabra en cualquier lengua).
En el hopi, una lengua indiomericana de Atizona, la palabra para «perro»,
pobko, incluye animal doméstico de cualquier clase. Y así, «águila domes
ticada» es literalmente «águila-perro» en la lengua hopi; y una vez fijado
el contexto, el hopi puede seguir utilizando la palabra pobko cada vez que
se tenga que referir a «perro».
291
primer caso se refiere a una corriente de electricidad existente en el apa
rato, pero en el segundo caso no se refiere a una corriente eléctrica exis
tente en el experto. Cuando una palabra como «grupo» se puede referir o
bien a una secuencia de fases en el tiempo, o bien a una pila de artículos
dejados en el suelo, su elemento de referencia es menor. Los referentes
de las palabras científicas son a menudo convenientemente vagos y se en
cuentran marcadamente por debajo del imperio de los modelos en los que
aparecen. E s muy sugestivo que este tratamiento de las palabras sea más
acusado en el lenguaje científico y — mirabile dicta — en el lenguaje de la
poesía y del amor. Y estas necesidades tienen que ser así porque la cien-
d e, la poesía y el amor son similares en cuanto que «vuelan» por encima
y se alejan del esdavizado mundo de la referencia literal y de los a veces
cargantes detalles de la prosa, atentos siempre a ampliar la pobre estrechez
de la perspectiva personal, elevándose hada Arüpa, hada ese mundo de ar
monía infinita, de simpatía y orden, de verdades inamovibles y cosas eter
nas. Y mientras que todas las palabras son sufidentemente lastimosas, es
derto que los términos científicos como «fuerza, ventaja, sexo, alérgico,
biológico», no son menos lastimosos y, en su propia forma, no menos cier
tos en referenda que «dulce, alegre, rapto, encantamiento, corazón, polvo
de estrellas». Probablemente, ha oído usted hablar del «polvo de estre
llas»: ¿qué es? ¿E s una multitud de estrellas, un polvo brillante, el sudo
d d planeta Marte, la Vía Láctea, un estado de ensoñamiento diurno, de
imaginación poética, una nebulosa espiral, un suburbio de Pittsburgh, o
una candón popular? Ni usted, ni nadie lo sabe. La palabra — star dust,
que es una lexación y no dos— no tiene referencia propia. En inglés
existen algunas palabras con ésta.4 Como hemos visto, la referencia es la
parte menor d e t significado, mientras que el modelo es la parte mayor. La
ciencia, búsqueda de la verdad, es una dase de locura divina como d
amor. ¿Y la música, no se encuentra en la misma categoría? L a música es
una cuasilengua, basada por completo en los modelos, que no desarrollado
una lexadón.
292
en sparagras al encontrarse bajo la acentuación de los modelos ingleses
puramente fonéticos ilustrados en la fórmula citada en la parte I; como
quiera que sparrer es una forma dialéctica de sparrow, nos encontramos con
sparrow grass y entonces se acepta religiosamente la relación de los spa-
row (gorriones) con esta grass (hierba). Colé slaw procede del alemán
Kohlsalat (ensalada de col), pero la acentuación del modelo ha tendido a
convertirla en coid slaw y en algunas regiones ha llegado incluso a produ
cir una nueva lexación, slaw, y un nuevo plato, hot slaw. Naturalmente,
los niños están remodelando continuamente, pero la presión del ejemplo
de los adultos consigue, en la mayor parte de los casos, volver las cosas a
su cauce normal; los pequeños aprenden que Mississippi no es Mrs. Sippy,
y que el ecuador no es un león del parque zoológico, sino una línea ima
ginaria. En ocasiones, la comunidad adulta no posee los conocimientos es
peciales que se necesitan para corregir. En algunas partes de Nueva Ingla
terra los gatos persas de un tipo determinado son llamados «gatos mapa-
che», y este nombre ha traído consigo la idea de que se trata de un animal
híbrido entre el gato y el mapache (raccoon). Y esto lo creen firmemente
personas que ignoran la biología, ya que el acento del modelo lingüístico
(nombre de animal 1 modifica nombre de animal 2) les induce a «ver»
(o a «proyectar», como diría un psicólogo) la calidad objetiva de mapache
localizada en el cuerpo del gato — la forma de su cola, el pelo largo, etc.
Conozco un caso reciente en el que una mujer tenía un fino Coon cat
(gato persa, erróneamente concebido como mapache) y que le dijo a una
amiga en tono de protesta:
— ¿Por qué? Sólo tienes que mirarlo. Su cola, sus ojos, ¿es que no
lo ves?
— ¡No seas tonta! — le dijo su amiga, más sofisticada— . Piensa en la
Historia natural. Los mapaches no se pueden aparear con los gatos. Perte
necen a una familia diferente.
Pero la señora que tenía el gato estaba tan segura de lo que decía, que
llamó por teléfono a un eminente zoólogo para confirmarlo. Se dice que
el zoólogo señaló con una decidida diplomacia:
— Si a usted le gusta pensarlo así, piénselo.
— ¡Ha sido más cruel que tú! — le dijo después la señora a su amiga,
y quedó convencida de que su gato era el producto de un cruce entre un
gato callejero y un mapache.
La ilusión procreada por una conciencia atrincherada de la personali
dad. Alguien me ha dicho que los Coon cats recibieron su nombre de un
tal capitán Coon que trajo en su barco el primero de estos gatos persas
al Estado de Maine.
Todos nosotros proyectamos las relaciones lingüísticas sobre el universo,
293
sin saberlo y de formas muy sutiles, y las vemos entonces allí, al igual que
la buena señora veía una relación lingüística (Coon = raccoon) hecha
visible en su gato. Nosotros decimos «mira esa ola» de la misma forma
que decimos «mira esa casa». Pero sin la proyección del lenguaje nadie
vería nunca una sola ola. Lo que vemos es una superficie que se encuentra
en un movimiento ondulatorio siempre cambiante. Algunas lenguas no pue
den decir «una ola»; y en este aspecto, se encuentran más cerca de la
realidad. El hopi dice wdalata «ocurre oleaje plural», y puede llamat la
atención hacia un lugar determinado en donde se produce el oleaje, al igual
que hacemos nosotros. Pero, como quiera que una ola no puede existir por
sí misma, la forma que corresponde a nuestro singular, y que en hopi es
wala no es el equivalente de «una ola», sino que significa «ocurre un
chapoteo», como cuando se arroja repentinamente una vasija que contiene
líquido.
El modelo inglés trata de la misma forma I hold it, I strike it, I tear
it y miles de proposiciones que se refieren a acciones que efectúan cambios
en la materia. Sin embargo, hold (mantener) no es, en el fondo, una acción,
sino un estado de posiciones relativas. Y, sin embargo, pensamos en ello, e
incluso lo vemos, como si fuera una acción porque el lenguaje presenta la
proposición de la misma forma que nos presenta otras muchas clases comu
nes de proposiciones que tratan de movimientos y cambios. Nosotros adscri
bimos acción a lo que llamamos «mantener» porque la fórmula sustantivo 4-
+ verbo= actor+ su acción, es fundamental en nuestras oraciones. Y así nos
sentimos impulsados en muchos casos a leer entidades de acción ficticia en
la naturaleza simplemente porque nuestros modelos de oración requieren
que nuestros verbos tengan delante sustantivos, a menos que se trate de
imperativos. Nos vemos obligados a decir it flashed o a light flashed, supo
niendo la existencia de un actor, it , o de una luz A l ig h t , para ejecutar
lo que llamamos una acción, fla sh . Pero la acción de flash (brillar) y la
luz son una misma cosa; no hay nada que haga algo sin hacer nada. El
hopi solamente dice rehpi. E l hopi puede tener verbos sin sujetos y esto
concede a esa lengua un gran poder como un sistema lógico para compren
der ciertos aspectos del cosmos. El lenguaje científico, que ha sido fundado
sobre la base de las lenguas indoeuropeas, y no sobre el hopi, lo hacen
como nosotros lo hacemos, es decir, ve a veces acciones y fuerzas allí
donde quizá s' .amente existan estados. ¿Acaso no se concibe la posibilidad
de que los científicos proyecten inconscientemente los modelos lingüísticos
de un tipo particular de lenguaje, sobre el universo, y los vean después
allí, visibles en la misma cara de la naturaleza, al igual que la buena señora
hacía con su gato? Un cambio en el lenguaje puede transformar nuestra
apreciación del cosmos.
294
Todo esto es típico de la forma en que la mente personal inferior, atra
pada en un mundo más vasto e inescrutable para sus métodos, utiliza su
extraño veneno del lenguaje para tejer el tejido de Maya o ilusión, para
hacer un análisis provisional de la realidad, considerándolo después como
definitivo. La civilización occidental ha llegado muy lejos en este aspecto,
más lejos aún en la determinación de la integridad del análisis provisional,
y mucho más lejos en la determinación de considerarlo como definitivo. El
compromiso con la ilusión ha sido precintado en las lenguas indoeuropeas
occidentales y el camino que sale de la ilusión se encuentra, para el Occi
dente, en una más amplia comprensión del lenguaje, una comprensión que
no pueden proporcionar por sí solas las lenguas indoeuropeas occidentales.
Este es el «Mantra Yoga» de la conciencia occidental, el próximo gran
paso, que, además, estamos ahora preparados para dar. Probablemente, es
la forma más aceptable para Occidente para comenzar esa «cultura de lo
consciente» que le llevará hacia una mayor iluminación.
Mediante esta clase de comprensión del lenguaje, también se adquiere
una gran fase de hermandad humana. La comprensión científica de muchas
y diversas lenguas — que no tienen que ser necesariamente habladas, pero
sí analizadas en sus estructuras— , es una lección de hermandad dentro de
la hermandad existente en el principio humano universal — la hermandad
de los «H ijos de Manas». Esto nos obligaría a superar los límites de las
culturas locales, de las nacionalidades, las peculiaridades físicas debidas a
la «raza», para descubrir finalmente que en sus sistemas lingüísticos todos
los hombres son iguales, aun cuando estos sistemas difieran ampliamente,
siendo igual lo más importante, el orden, la belleza, la armonía de los sis
temas y sus respectivas sutilezas y análisis penetrantes de la realidad. Este
hecho es independiente del estado de evolución en lo que se refiere a
bagaje cultural, salvajismo, civilización, desarrollo moral o ético, etc., a
pesar de que esto pueda sorprender enormemente al europeo culto, a pe
sar de que le asuste, ¡tiene que tragarse esta amarga píldora! El salvaje
más rudo puede manipular inconscientemente, y sin esfuerzo alguno, un
sistema lingüístico tan intrincado, diversamente sistematizado o intelectual
mente difícil, que requiere el estudio de toda una vida por parte de nues
tros más grandes eruditos para llegar a describir su funcionamiento. El
plano manásico y el «ego superior» les ha sido dado a todos, y la evolu
ción del lenguaje humano ya estaba terminada y extendida por toda la
tierra, mucho tiempo antes que la fedia de construcción de la ruina más
antigua que pueda existir en la actualidad sobre la tierra.
El conocimiento lingüístico nos transmite la comprensión de sistemas
muy diferentes y hermosos, de análisis lógico. Gracias a él, el mundo se
convierte en algo inteligible que contiene nuevos términos, cuando se le
295
mita desde los diversos puntos de vista de otros grupos sociales, sobre los
que quizás hemos creído que eran extraños a nosotros mismos. Lo extraño
se convierte entonces en una forma nueva, y a menudo clarificadora, de
ver las cosas. Consideremos el japonés. La imagen que obtenemos de los
japoneses a través de la política de su Gobierno no parece conducir preci
samente a la hermandad entre los hombres. Pero si nos aproximamos a los
japoneses a través de una apreciación estética y científica de su lenguaje,
la imagen cambia por completo. Esto presupone damos cuenta de los nive
les metropolitanos del espíritu. Uno de los modelos más utilizados en este
lenguaje es el de que la oración pueda tener dos sujetos clasificados de forma
diferente. Nosotros estamos familiarizados con la idea de dos clasificacio
nes de objetos para nuestros verbos, una más inmediata y otra más remo
ta, o bien objeto directo e indirecto, como se les suele llamar. Probable
mente nunca hemos pensado en las posibilidades de una idea similar apli
cada a los sujetos. Esta idea es la que se ha utilizado en el japonés. Los
dos sujetos — a los que podemos llamar sujeto 1 y sujeto 2— están mar
cados por las partículas wa y ga, y un diagrama las podría mostrar con una
línea que partiendo de cada sujeto convergiera hacia el mismo predicado,
mientras que nuestra oración inglesa sólo tendría una línea que partiendo
del sujeto iría hacia el predicado. Un ejemplo sería la forma de decir «el
Japón es montañoso»: «Japón i montaña 2 (son) muchas»;5 o bien: «Japón,
en consideración a sus montañas son muchas». «Juan tiene las piernas lar
gas», sería «Juan 1 pierna 2 (son) largas». Este modelo proporciona una
gran concisión, al mismo tiempo que una gran precisión. En lugar de
utilizar el término tan indefinido de nuestro «montañoso», el japonés puede
distinguir, con una misma compactibilidad de formulación, el «montañoso»
que significa que son abundantes las montañas, aunque éstas no siempre
sean altas, del «montañoso» en el sentido de que las montañas que exis
ten son altas, aunque no abundan relativamente. Vemos, pues, como la
utilización lógica de este modelo proporciona al japonés un gran poder en
las concisas operaciones científicas con las ideas, pudiendo además desarro
llar adecuadamente este poder.
5. «Son» está colocado entre paréntesis porque «ser muchos» está expresado en
japonés por una sola palabra, similar a un verbo. En general, el japonés no utiliza el
plural.
296
muy simples, indios cazadores y pescadores, pero son verdaderas maravi
llas de análisis y síntesis. Una de las piezas peculiares de estas lenguas es
el llamado obviativo, una verdadera fineza gramatical. Esto significa que
sus pronombres tienen cuatro personas en lugar de tres, o desde nuestro
punto de vista dos terceras personas. Y esto es de una gran ayuda en la
descripción compacta de situaciones complicadas, para las que nosotros ten
dríamos que recurrir a una fraseología engorrosa. Simbolicemos ahora su
tercera y cuarta personas, añadiendo los numerales 3 y 4 a nuestras pala
bras escritas. Los algonquinos podrían contar la historia de Guillermo
Tell de la siguiente forma: «Guillermo Tell llamó a SU3 hijo y le4 dijo que
le3 trajera su 3 arco y flechas, las cuales4 éb se las llevó a éb. Él 3 lo puso
de pie a éb y le4 colocó un manzana sobre SU3 cabeza; después cogió
SU3 arco y flechas y le4 dijo que no tuviera miedo. Entonces, éh disparó
sobre su4 cabeza sin herirle4 ». Una invención de esta clase nos ayudaría
muchísimo a especificar nuestras complejas situaciones legales, eliminando
«la parte de la primera parte» y «el susodicho John Doe debe, por su
parte, etc.».
El chichewa, una lengua relacionada con el zulú, hablada por una tribu
de negros analfabetos en África Oriental, tiene dos tiempos para el pasa
do; uno para ser aplicado a acontecimientos pasados que tienen un resul
tado o influencia presente, y otro para los acontecimientos pasados que no
tienen influencia en el presente. También se distingue un pasado, como
queda registrado en situaciones exteriores, de un pasado únicamente regis
trado en la psique o memoria; ante nosotros se abre una nueva visión del
tiempo . Representemos el primero con un 1, y el segundo con un 2, y
calibremos ahora las siguientes expresiones chichewa: Y o vinei aquí; Yo
fui allÍ2 ; él estaba2 enfermo; él muriói; Cristo murkú en la cruz; Dios
creói el mundo. «Y o comí 1» significa que no tengo apetito; «Y o comÍ2 »
significa que tengo apetito. Si a no le ofrecen comida y dice «no, he co-
midot» todo va bien, pero si se utiliza el otro tiempo para el pasado, en
tonces se está cometiendo un insulto. Un parlante teosófico del chichewa
podría utilizar el tiempo 1 al hablar de la pasada involución de los Monad
que ha permitido al mundo encontrarse en su estado presente, mientras
que utilizaría el tiempo 2 para referirse, por ejemplo, a sistemas planeta
rios pasados y actualmente desintegrados. Si hablara sobre la reencarnación
utilizaría el tiempo 2 para referirse a los acontecimientos de la encarnación
pasada, pero simplemente en su propia estructura de referencia; sin em
bargo, utilizaría el tiempo 1 al referirse o implicar su «Karm a». Puede
que estos pueblos primitivos estén equipados con una lengua que, si alguno
de estos nativos se convirtiera en filósofo o matemático, podría hacer de
él uno de nuestros mejores pensadores sobre el tiempo .
297
Tómese, por ejemplo, la lengua de Coeur d’Alene, hablada por la pe
queña tribu india existente en la población de este mismo nombre, en Ida-
ho. En lugar de nuestro concepto simple de «causa», fundado en nuestro
simple «ello lo hace a él hacerlo así», la gramática del Coeur d’Alene
requiere que sus parlantes discriminen (lo que naturalmente hacen de for
ma automática) entre tres procesos causales, indicados por tres formas de
verbos causales: (1) crecimiento, o maduración de una causa inherente;
(2) añadidura o acrecentamiento desde el exterior; (3) añadidura secunda
ria, o sea de algo afectado por el proceso 2. Así, pues, para decir «se ha
endulzado», utilizarían la forma 1 para una ciruela endulzada como con
secuencia del proceso de maduración, la forma 2 para una taza de café
endulzada por la azúcar disuelta en ella, y la forma 3 para una torta en
dulzada por una crema, que se ha hecho a su vez a base de azúcar. Si
una vez adquirida una cultura más sofisticada, sus pensadores erigen estas
discriminaciones, hasta ahora inconscientes, en una teoría de causalidad
triádica, apoyada con observaciones científicas, pueden producir una valio
sa herramienta intelectual para la ciencia. Quizá nosotros pudiéramos imi
tar una teoría de esta clase, pero no podríamos aplicarla porque no estamos
acostumbrados a realizar esta clase de distinciones sin esfuerzo en nuestra
propia vida diaria. Los conceptos tienen una base en el habla diaria antes
de que los trabajadores científicos intentan utilizarlos en los laboratorios.
Incluso la relatividad tiene una base de este tipo en las lenguas indoeuro
peas occidentales (y en otras) — el hecho de que estas lenguas disponen
de muchas palabras espaciales y modelos para trabajar con el tiempo.
298
palabras utilizan los fonemas (vocales, consonantes, acentos, etc.), sino re
lacionada como el contenido sensitivo de los fonemas. Existe un tipo uni
versal de Gefühl para unir las experiencias. Este tipo aparece en los ex
perimentos de laboratorio y parece ser independiente del lenguaje, siendo
básicamente igual para todas las personas.
Sin la existencia de un orden consecutivo o jerárquico en el universo,
se tendría que decir que estos experimentos psicológicos y lingüísticos se
contradicen mutuamente. En los experimentos psicológicos, los sujetos hu
manos parecen asociar las experiencias de amplio, frío, agudo, duro, alto,
luz, rápido, estrecho, etc., en largas series relacionadas unas con otras; y,
a la inversa, también relaciona en largas series experiencias como oscuro,
caliente, suave, bajo, pesado, despacio, amplio, etc. Esto ocurre indepen
dientemente de si estas experiencias asociadas se parecen o no, pero la
persona normal siente cierta tendencia a notar una relación con las pala
bras solamente cuando se trata de una relación de semejanza con respecto
a series tales como las vocales o las consonantes de las palabras, mientras
que cuando se trata de una relación de contraste o conflicto, ésta pasa de
sapercibida. E l darse cuenta de la relación de semejanza es un elemento
existente en la sensibilidad para el estilo literario o para lo que aparece
más raramente y que se ha dado en llamar la «música» de las palabras.
El darse cuenta de la relación de conflicto es mucho más difícil, significa
liberarse uno mucho más de la ilusión y aunque es bastante «apoético» es,
en realidad, un movimiento hacia el Manas superior, hacia una simetría
superior a la del simple sonido físico.
Lo que es significativo para nuestra tesis es que el lenguaje ha conver
tido al parlante en un ser más agudamente consciente de ciertas sensacio
nes psíquicas, a pesar de la lexación; en realidad, ha producido un des
pertar de conciencia en planos inferiores al suyo propio: un poder de la
naturaleza de la magia. Existe una verdadera maestría yoga en el poder
del lenguaje para permanecer independientemente de hechos inferiores a
la psique, para sobreponerse a ellos, bien para hacerlos resaltar, bien para
eliminarlos de la imagen, para amoldar los sonidos de las palabras a su
propia regla, encaje o no el círculo psíquico de los sonidos. Si el sonido
encaja, aumenta la calidad psíquica del mismo, y esto lo puede notar has
ta un lego en la materia. Si el sonido no encaja, cambia la calidad psíquica,
de acuerdo con el significado lingüístico, sin importar la incongruencia de
los sonidos, y de esto no se da cuenta el lego en la materia.
Y así, la vocales a (como en father), o, u, se encuentran asociadas en
las pruebas de laboratorio con las series oscuro-caliente-suave, mientras
que las vocales e (a inglesa en ¿ate) i {e inglesa en be) van asociadas a la
serie luminoso-frío-agudo. Las consonantes también están asociadas según
299
uno podría esperar de una sensación ingenua y ordinaria sobre la cuestión.
Lo que ocurre es que cuando una palabra tiene una similitud acústica con
su propio significado, nos damos cuenta de ello, como el inglés soft y el
alemán sanft. Pero nadie se da cuenta cuando ocurre lo contrario. Y así, el
alemán zart (tsart) «tierno», tiene uno de estos sonidos «agudos», a pe
sar de su a, que para una persona que desconozco la lengua alemana evoca
significados de luminosidad-agudeza, pero que para un alemán «suena»
suave — y probablemente también cálido, oscuro, etc. Y todavía es mejor
el caso de deep . S u asociación acústica debería ser como la de p e e p o de
palabras sin sentido tales como veep , treep , queep , etc., o sea como lu
minoso, agudo, rápido. Pero su significado lingüístico en la lengua inglesa
parece referirse a la clase errónea de experiencia para tal asociación. Este
hecho superpone por completo su sonido objetivo, haciendo que «suene»
bastante subjetivamente como oscuro, cálido, pesado, etc., como si su soni
do fuera realmente de este tipo. El descubrir esta clase entre dos «músicas»
en la palabra, una más mental y otra más psíquica, requiere una liberación
de ilusión y un análisis lingüístico. El Manas es capaz de prescindir de las
propiedades del plano psíquico, al igual que puede prescindir de si una
ecuación x se refiere a automóviles o a ovejas. Puede proyectar partes de
sus propios modelos sobre la experiencia, de tal forma que falsean y pro
mueven la ilusión, o bien de forma tal que iluminan y construyen teorías
científicas y herramientas de investigación.
300
comprensiones tienen incluso un vador terapéutico. Muchas neurosis son
simplemente la elaboración compulsiva de sistemas de palabras, algo de lo
que el paciente se puede liberar cuando se le muestra el proceso y modelo
que io ocasiona.
Todo esto nos conduce a la idea tocada ya en la parte I de este ensa
yo, según la cual los tipos de relaciones modelo encontrados en el lenguaje
pueden ser la reflexión distorsionada, pálida y sin sustancia de un mundo
causal. Al igual que el lenguaje consiste en una discreta lexación-segmen-
taáón(Náma-Rüpa) y ordenación de modelos, de todo lo cual esto últi
mo tiene el carácter más profundo, menos obvio, pero más intangible y
universal, así el mundo físico puede ser agregado de entidades cuasi-dis-
cretas (átomos, cristales, organismos vivos, planetas, estrellas, etc.), no
completamente comprensible como tal, sino más bien como algo que emer
ge de un campo de causas que es en sí mismo una diversidad de modelo
y orden. La ciencia está abora equilibrada sobre la barra de la imaginación,
al otro lado de la cual encontrará estos caracteres del campo. Conforme
la física explora los fenómenos intra-atómicos, las discretas formas y fuer
zas físicas se disuelven cada vez más en relaciones de modelaje puro. El
lugar de una entidad aparente, un electrón, por ejemplo, se convierte en
algo indefinido, interrumpido; la entidad aparece y desaparece de una po
sición estructural a otra, como le ocurre a un fonema o a cualquier otra
entidad de modelo lingüístico, y se puede dedr que ahora está aquí entre
las posiciones. Su lugar, primer pensamiento analizado como una variable
continua, se convierte en una simple alternación cuando se le investiga más
de cerca; las situaciones lo «actualizan», la estructura lo gobierna; no exis
te forma tri-dimensional, en su lugar aparece el Arüpa.
301
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encuentra entre los documentos de la familia. Mencionado en ha escri
tura maya y su descifrado (1935) en el sentido de estar trabajando en él;
podría haber sido un año antes de su publicación.
1936 Un desciframiento comparativo de cuarenta y una palabras del antiguo
maya. Diez páginas. £1 manuscrito se encuentra entre los documentos
de la familia. E l texto del artículo fue leído ante la Asociación Antro
pológica Americana en su reunión celebrada en Washington en diciem
bre de 1936.
1938 La lectura del jeroglífico maya C de las Series suplementarias y otros
jeroglíficos. Dibujo abstracto y a lápiz en el artículo. E l manuscrito
se encuentra entre los documentos de la familia.
1939 Clasificación de las lenguas de Norteamérica al norte de México. Manus
critos de 3 páginas escrito a máquina, y fechado en diciembre de 1939;
se encuentra entre los documentos de G. L. Trager. Aparentemente es
la base de una conferencia titulada Agrupamientos lingüísticos al norte
de México dada ante la Asociación Antropológica Americana, en la
reunión celebrada en Chicago en diciembre de 1939.
1940 Las partes de la oración en la lengua hopi. Manuscrito de 15 páginas es
crito a mano; se encuentra entre los documentos de la familia. Al final
hay una nota que dice: «terminado el 12 de octubre de 1940».
ÍNDICE
Bibliografía
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B. Manuscritos no publicados (se le c c ió n )......................................... 306
Andrés Doria, 29
Barcelona - 3