De La Puente, Manuel - El Contrato en General Tomo 1
De La Puente, Manuel - El Contrato en General Tomo 1
De La Puente, Manuel - El Contrato en General Tomo 1
TOMO I
MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Profesor Principal de la Facultad de Derecho
de la Pontifica Universidad Católica del Perú
EL CONTRATO EN GENERAL
Comentarios a la Sección Primera
del Libro VII del Código Civil
TOMO III
PALESTRA EDITORES
LIMA – 2007
EL CONTRATO EN GENERAL
Manuel de la Puente y Lavalle
Segunda edición actualizada, noviembre, 2001.
Primera reimpresión, agosto, 2003.
Segunda reimpresión, julio, 2007.
Impresión y Encuadernización:
Grández Gráficos S.A.C.
Mz. E. Lt. 15 Urb. Santa Rosa de Lima - Los Olivos
Diseño de cubierta:
TOMO I
Libro VII
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
Preliminar ..................................................................................................................... 13
Sección primera
Contratos en general
TOMO II
TOMO III
Palabras proemiales
INTRODUCCIÓN
LIBRO VII
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
12 EL CONTRATO EN GENERAL
13 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
PRELIMINAR
Libro destinado a las obligaciones, formando parte del mismo, o sea que
no tienen la autonomía estructural que el Código civil peruano de 1984
ha conferido a las fuentes de las obligaciones(*).
Empero, no debe entenderse esta decisión como un propósito de
modificar el campo de las obligaciones, tal como están reguladas por el
Libro VI del Código civil, sino simplemente precisar, por razones meto-
dológicas, la manera como se crean dichas obligaciones, sin desconocer
que están referidas al derecho creditorio y a su deber correlativo.
Dentro de este marco, conviene determinar los alcances de lo que
constituye la fuente de la obligación. Sobre el particular, parece no exis-
tir discrepancia doctrinal respecto a que la fuente es el título jurídico del
derecho del acreedor y de la correspondiente obligación del deudor. En
otras palabras, se llama fuente de la obligación al hecho que la produce.
La fuerza vinculante de la obligación debe encontrarse siempre en
la ley. En última instancia, la ley es la fuente única de la obligación. No se
concibe obligación alguna que no tenga, directa o indirectamente, su ori-
gen en la ley.
Así, cuando el Código civil dice que los contratos son obligatorios
en cuanto se haya expresado en ellos, está confiriendo al contrato el po-
der de crear obligaciones, pero este poder emana de la ley. Resulta de esta
suerte que, en el fondo, las obligaciones creadas inmediatamente por el
contrato tienen su origen mediato en la ley. Como se ha visto en el caso
del contrato, la ley, pese a ser siempre el origen de la obligación, muchas
veces no lo es directamente, o sea que la obligación no nace exclusiva-
mente por efecto de la ley, sino que ésta busca otro elemento al cual asigna
el poder de crear, modificar o extinguir la obligación.
Ocurre, pues, que la ley no crea directamente la obligación con-
tractual, sino que es necesaria la voluntad de las partes para que,
poniéndose de acuerdo entre ellas, celebren el contrato y den, con ello,
nacimiento a la obligación. De esta manera, la verdadera fuente de la obli-
gación contractual, o al menos su única fuente inmediata, es el contrato.
Similarmente, las obligaciones provenientes de la gestión de nego-
cios, del enriquecimiento sin causa, de la promesa unilateral y de la
responsabilidad extracontractual, tienen su origen mediato en la ley, que
respectivamente en las Secciones Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta del Li-
bro VII del Código civil establece que estos hechos tienen la virtualidad
suficiente para crear obligaciones, pero es necesario que los hechos en
(*) ALBALADEJO7 considera que ninguna obligación nace verdaderamente de la ley, sino
que ésta simplemente puede crear fuentes, asignando a los hechos el efecto de produ-
cir el nacimiento de las obligaciones, pero sin ser ella propiamente una fuente directa.
Pienso que, obviamente, para que la ley cree obligaciones se requieren hechos que
concurran a esta creación, porque la ley no actúa en abstracto, pero que esto no deter-
mina que sean los hechos las fuentes de las obligaciones, sino únicamente las
circunstancias que rodean la actuación directa de la ley.
17 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. DIEGO, Felipe Clemente de, Instituciones de Derecho civil español, Artes Gráficas Julio San
Martín, Madrid, 1959, T. II, p. 86.
2. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho civil, Ediciones La Ley, Buenos Aires,
1964, T. IV, Vol. I, p. 25.
3. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil: Contratos, Ediciones Depalma, Buenos Aires,
1975, p. 42.
4. CANNATA, C.A., “Le obbligazione in generale” en Pietro RESCIGNO, Obbligazioni e contratti, Unio-
ne Tipográfico-Editrice Torinese, Torino, 1984, T. I, p. 22.
5. RUIZ SERRAMALERA, Ricardo, Derecho civil – Derecho de obligaciones I, Universidad Complu-
tense, Madrid, 1981, p. 137.
18 EL CONTRATO EN GENERAL
6. RUBIO CORREA, Marcial, Título Preliminar, Biblioteca Para leer el Código civil, Fondo Editorial
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1986, p. 142.
7. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1975, T. II, Vol. I, p. 226.T. IV, Vol. I,
p. 25.
8. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, Ediciones Jurídicas Europa-Améri-
ca, Buenos Aires, 1960, Parte Segunda, Vol. I, p. 58.
9. GOMES, Orlando, Obrigacoes, Forense, Rio de Janeiro, 1986, p. 32.
19 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sección primera
CONTRATOS EN GENERAL
20 EL CONTRATO EN GENERAL
21 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Derecho romano.
Conviene aclarar, en primer lugar, para evitar confusiones termi-
nológicas, que en el Derecho romano clásico la palabra contractus no
significó el acuerdo de voluntades, que es el sentido moderno que tiene,
sino la relación jurídica o el vínculo obligatorio en sí (la obligación). El
acuerdo de voluntades (consentimiento) adquirió significado en el Dere-
cho justinianeo y fue llamado pactum o conventio y no contractus.
Esto explica porqué en el fragmento de ULPIANO, citado por los com-
piladores en el Digesto de Justiniano, se dice “Pactio est duorum pluriumve
in ídem placitum consensus”, vinculando así el consentimiento al pacto y
no al contrato.
En consecuencia, la evolución del valor del principio consensual
como fuente generadora de obligaciones debe seguirse en el Derecho ro-
mano (colocándonos en el enfoque dado a este Derecho por los
compiladores justinianeos) a través del pactum, que es el verdadero ante-
cedente del contrato moderno. Esta es la razón por la cual voy a referirme,
a continuación, al pacto y no al contrato.
Inicialmente el solo acuerdo de voluntades (nuda pacta) no producía
acción alguna. Para que esto último ocurriera se requería que el pacto se en-
volviera en algún tipo de ropaje (pacta vestita) que le diera valor obligatorio.
Surgen así los pactos verbales (verbis), cuya vestimenta era el uso
de palabras o ritos solemnes (como la stipulatio); los pactos literales (lite-
ris) que se formalizaban escribiéndolos en un documento el deudor o en
un libro el acreedor; y los pactos reales (re) que sólo se perfeccionaban
con la entrega de la cosa.
Los pactos reales dieron lugar a la existencia de cuatro categorías,
que en lenguaje moderno podrían llamarse contractuales, que eran: el
mutuo, el comodato, el depósito y la prenda.
Estas cuatro categorías fueron recogidas por el Derecho contem-
poráneo a través de los contratos reales.
Sin embargo, debe tenerse presente que el Código civil peruano de
1984, si bien sólo en forma indirecta, no reconoce la categoría de los con-
24 EL CONTRATO EN GENERAL
Derecho medieval.
Poca o ninguna significación, con la honrosa excepción de España,
tiene el desarrollo del contrato en la Edad Media.
Se repitió, casi paso a paso, la evolución del concepto en el Dere-
cho romano, iniciándose con una etapa primitiva, que acoge el sistema
verbal y solemne, para pasar a una época en que las necesidades del
tráfico requieren del contrato real, y finalmente llegar a una etapa en
25 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
que se trata de alcanzar, sin lograrlo, el pleno dominio del contrato con-
sensual.
Por ello, este período histórico carece de interés para el estudio del
contrato en el Derecho peruano.
He hecho una referencia especial al Derecho español, por cuanto
fue el primero en admitir, en el Ordenamiento de Alcalá del año 1348, el
valor del simple acuerdo de voluntades o consentimiento. En efecto, por
influencia del Derecho consuetudinario castellano, la ley única del título
XVI de dicho Ordenamiento estableció que “sea valedera la obligación o el
contracto que fueren fechos en cualquier manera que paresca que alguno se
quiso obligar a otro, e facer contracto con el”, con lo cual se reconoce pleno
valor al contrato consensual.
Esta norma pasó, dos siglos más tarde, a la Nueva Recopilación de
1567, y de ahí a la Novísima Recopilación de 1805.
Derecho canónico.
Se ha reconocido al Derecho canónico una influencia determinan-
te para la formación del concepto moderno del contrato.
Inicialmente el contrato tuvo valor debido al juramento religioso
–acto solemne– que habitualmente lo acompañaba. Empero, poco a poco,
se fue abandonando la exigencia del juramento, reconociéndose el va-
lor pleno del mero consentimiento, llegándose así a afirmar que del nudo
pacto sí nace acción.
GORLA7 adopta una posición singular al afirmar que la influencia
del Derecho canónico fue muy limitada, ya que posiblemente sólo se acu-
dió a él en busca de apoyo o justificación moral cuando ya en la práctica
se había ido imponiendo el principio consensual.
Derecho moderno.
Se estima que el concepto moderno de contrato se alcanzó como
consecuencia de tres diversas corrientes de pensamiento8:
a) La influencia del Derecho canónico, que otorgó un valor funda-
mental al consenso y estableció la idea de que la voluntad es la
fuente de la obligación.
b) Las necesidades prácticas del tráfico comercial, que llevan a supri-
mir las trabas que significan las formas solemnes.
c) La doctrina del Derecho natural, que proclama la libertad indivi-
dual y la autonomía de su voluntad.
26 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Piensa BUEN11, sin embargo, que en el Código civil italiano de 1942 el principio de la
autonomía de la voluntad está fuertemente limitado por cuestiones de orden público.
27 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
El Derecho actual.
El principio de la autonomía privada contractual, aplicado sin tra-
ba alguna, pronto empezó a encontrar en sí mismo su propio germen de
destrucción. La libertad jurídica, al verse enfrentada a una desigualdad
económica, provocó el abuso en la contratación.
Pronto comprendió el Estado que no podía continuar concediendo
a los particulares tanta libertad para regular entre ellos sus relaciones, lo
que había ocasionado este abuso, y decidió intervenir más de cerca en la
relación contractual para intentar equilibrar las posiciones, estrechando
así el campo de la autonomía privada.
Este nuevo rumbo se ha plasmado entre nosotros en el artículo 1355
del Código civil actual, según el cual la ley, por consideraciones de inte-
rés social, público o ético puede imponer reglas o establecer limitaciones
al contenido de los contratos.
Se presenta así el fenómeno del dirigismo contractual.
Otro aspecto que ha influenciado significativamente en la contra-
tación contemporánea es la masificación de las relaciones comerciales,
que ha dado lugar a la impostergable necesidad de celebrar simultánea-
mente una gran cantidad de contratos, cuyos términos no hay tiempo de
discutir caso por caso. A un comercio en masa corresponde una contrata-
ción en masa.
El Código civil peruano se ha visto precisado a dar una solución
adecuada a este problema, y pienso que lo ha logrado a través de las cláu-
sulas generales de contratación, como se verá más adelante al comentar
el artículo 1392.
que todavía se estiran más, hasta referirlas a cualquier acto expresivo de una voluntad
o a los que se atribuye tal carácter. Con tal proceder se explica, y resulta hasta natural,
que se construyan esos cielos de conceptos –de que hablara JEHRING– en los que se
condena como herética cualquier referencia a la realidad. No se niega, en general su
utilidad porque es posible que tal método convenga a un Derecho que hay que tener
muy en cuenta, es que tal concepción del negocio jurídico puede ser incompatible con
los principios con otros ordenamientos. De ahí el especial riesgo que se corre cuando
se recibe el concepto de negocio jurídico. Al darse entrada a tal concepto, producto del
pandectismo alemán, aceptado y mimado en la doctrina italiana, es fácil que con él se
dé entrada a construcciones hechas para las correspondientes legislaciones, pero ajenas
y hasta repugnantes del Derecho español. La simpatía hacia lo extraño y lo nuevo, el
brillo espectacular del malabarismo y de la prestidigitación con los conceptos jurídicos,
puede seducir y llevar a esa tarea monstruosa de adaptar el propio Derecho a sistemas
extraños, a costa de forzar la interpretación de las leyes y de violentar el sentido de las
instituciones fundamentales”.
32 EL CONTRATO EN GENERAL
Son actos unilaterales aquellos en que una sola parte (que puede
estar constituida por una persona o por varias personas) declara su vo-
luntad y esta declaración tiene la virtualidad de producir los efectos
jurídicos queridos por el agente.
Son actos plurilaterales los que necesitan el concurso de las mani-
festaciones de voluntad de varias partes para generar tales efectos, o sea
la creación, regulación, modificación o extinción de relaciones jurídicas.
En la plurilateralidad está comprendida la bilateralidad.
Es preciso tomar en consideración que dos o más actos jurídicos
unilaterales autónomos, aunque combinen entre sí sus efectos, no dan
lugar a un acto jurídico plurilateral, pues para la existencia de éste se
requiere que las manifestaciones de voluntad de las partes se presupon-
gan mutuamente, sean hechas con la finalidad de integrar un acto jurídico
plurilateral único. En otras palabras, cada una de las manifestaciones de
voluntad que, según la teoría del negocio jurídico, dan lugar a la forma-
ción del negocio (o acto) jurídico plurilateral, no es de por sí un acto
jurídico unilateral, sino una fracción del acto jurídico plurilateral19.
Dado que por definición del artículo 1351 del Código civil, el con-
trato es el acuerdo de dos o más partes, hay que concluir que el contrato
es un acto jurídico plurilateral. Así lo entiende parte importante de las
opiniones doctrinarias vertidas en el campo de la teoría del acto jurí-
dico20.
Según se verá más adelante al comentar el Título IV de esta Sec-
ción, el contrato, no obstante ser necesariamente un acto jurídico
plurilateral, puede a su vez clasificarse, según la doctrina tradicional, en
unilateral y bilateral, pero en este caso dichos términos están empleados
con relación al número de partes que quedan obligadas por el contrato y
no al número de partes que lo celebran. Todo contrato, sea unilateral o
bilateral, es un acto jurídico plurilateral.
Empero, ya se ha advertido anteriormente que la aplicación en el
campo de la teoría del acto jurídico de conceptos propios de la teoría del
negocio jurídico puede traer problemas.
Uno de estos problemas es el relacionado con una posición doctri-
naria, desarrollada dentro de la teoría del negocio jurídico, que sostiene
que el contrato, si bien es un negocio jurídico bilateral (que requiere para
su formación dos declaraciones de voluntad), no puede ser un negocio
jurídico plurilateral.
Este tema, que está íntimamente relacionado con el de la necesi-
dad de que el contrato sea conciliador de intereses opuestos, será materia
de estudio al comentarse el artículo 1351 del Código civil.
33 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. EL CONCEPTO DE CONTRATO
Parecería inútil que, existiendo una definición legislativa del con-
trato (artículo 1351 del Código civil), se busque saber cuál es el concepto
de contrato, desde que éste es, al fin y al cabo, lo que la definición dice.
Sin embargo, debe tenerse presente que la definición, por su natu-
raleza, sólo debe establecer los lineamientos generales de la institución,
o sea cuál es su naturaleza y cuáles sus efectos, mientras el concepto de
contrato profundiza estas nociones. Por otro lado, establecer el concepto
de contrato permite juzgar, con mayores elementos de juicio, la bondad
de la definición.
No se trata en este momento de analizar el principio de la autonomía
privada, que es el sustento del contrato, ni el consentimiento, que es el acto
que da lugar a la formación del contrato, pues estos dos temas se estudiarán
al comentar los artículos 1354 y 1352 del Código civil, respectivamente.
Se busca simplemente ubicar la figura del contrato, explicar qué es.
36 EL CONTRATO EN GENERAL
Sobre este mismo tema indica GOMES30 que hay dos posiciones an-
tagónicas que dividen a los juristas: la subjetiva y la objetiva.
De acuerdo con la posición subjetiva, el contenido del contrato está
compuesto por los derechos y obligaciones de las partes, que constituyen
la relación jurídica que vincula a éstas. Según la posición objetiva, las
cláusulas contractuales tienen sustancia normativa, se trata de precep-
tos que forman un reglamento trazado por las partes de común acuerdo,
lo que determina que el contrato sea una fuente de normas jurídicas, al
lado de la ley y de la sentencia.
Para resolver esta duda, dice GOMES, hay que tener presente las en-
señanzas de SAVIGNY, quien distingue el contrato de la ley en el sentido
que aquél es fuente de obligaciones y derechos subjetivos, en tanto que
ésta es fuente de Derecho objetivo.
Por mi parte, no creo que lo que hay que cumplir es el contrato
como norma sino, tal cual acabo de decirlo, las obligaciones creadas por
el contrato. No nos olvidemos que el contrato como acto jurídico deja de
existir una vez que ha logrado su objeto, que es crear la relación jurídica,
dejando no una norma de cumplimiento obligatorio, sino esa relación
constituida por obligaciones que hay que cumplir mediante la ejecución
de las respectivas prestaciones.
Pienso, pues, que el iter contractual se desarrolla sólo en dos etapas:
el contrato como acto jurídico y la relación jurídica creada por este acto.
Estas ideas, que si bien no están puestas de manifiesto en la defini-
ción legislativa del contrato, tampoco están excluidas de ella, permiten
precisar cu+al es el concepto de contrato con el que se va a trabajar en la
presente obra.
Conjugando tales ideas con dicha definición, puede decirse que el
concepto del contrato es la declaración conjunta de la voluntad común
de dos o más partes que, por permitirlo el ordenamiento jurídico, tiene
por efecto crear, regular, modificar o extinguir entre sí obligaciones líci-
tas de carácter patrimonial.
En el Derecho anglosajón, el concepto de contrato es distinto. En
lugar de un acuerdo de voluntades generador de obligaciones, se entien-
de que el contrato es el intercambio de promesas que atribuyen a las par-
tes el derecho a exigir algo, por permitirlo el ordenamiento jurídico31. Las
obligaciones no nacen, pues, del acuerdo de ambas partes, sino de la pro-
mesa de cada una. Por otro lado, se busca más sancionar el incumpli-
miento que exigir el cumplimiento. Por eso, el Restatement of Contracts
expresa que “un contrato es una promesa por cuyo quebrantamiento el
Derecho concede un remedio”.
39 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Título I
DISPOSICIONES GENERALES
44 EL CONTRATO EN GENERAL
45 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. El problema de la definición legislativa.
3. El acuerdo entre las partes.
4. El número de partes.
5. Función del contrato.
6. La relación jurídica patrimonial.
7. Contratación entre cónyuges.
(*) Pese a esta afirmación de VÉLEZ SARSFIELD, el Código civil argentino contiene numero-
sas definiciones, entre ellas la del contrato.
47 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Dice MESSINEO11 que las definiciones del Código civil italiano tienen –en general– valor
vinculante, o sea que son imperativas, si bien expresadas no en término de mandato,
sino de concepto.
“Esto debe decirse, especialmente (ya que no exclusivamente), de los casos en que, del
concepto de un instituto jurídico, el legislador saca consecuencias concretas de orden
normativo; o sea, debe decirse de los casos en que la norma no tendría significado si se
prescindiera de la correspondiente definición. Así, por ejemplo, en el art. 1321 no se
puede prescindir del concepto de contrato y de la referencia que allí se hace a las
relaciones jurídicas patrimoniales, en el sentido de que, si se prescinde de ello, se
podía pensar que las normas sobre el contrato se aplican también a las relaciones jurí-
dicas no-patrimoniales (...).
En tales y similares casos, la definición viene a condicionar la aplicación de una o
varias normas, en el sentido que éstas deben entenderse a la luz de aquéllas”.
50 EL CONTRATO EN GENERAL
definiciones distintas del mismo fenómeno, por lo cual una de ellas, como
definición, es superflua. Esto le hace decir que el ideal de definir el con-
trato en el Código civil italiano aparece como una meta no alcanzada.
Algo similar a lo observado en el Código civil italiano ha ocurrido
con motivo de la elaboración del Código civil peruano de 1984.
Tanto en la Ponencia original como en las cinco Ponencias sustitu-
torias y en el Anteproyecto, elaborados todos ellos antes que se aprobara
el Proyecto de la Comisión Reformadora sobre el acto jurídico, existía el
primer artículo destinado a definir el contrato y otro artículo, que fue
cambiando de numeración, en el cual se indicaban los requisitos del con-
trato, que eran: el consentimiento; la causa; el objeto; y la forma, cuando
resultare prescrita por la ley bajo pena de nulidad.
En realidad, se seguía el sistema adoptado por el Código civil ita-
liano en sus artículos 1321 y 1325, con los mismos problemas.
Más adelante, al observarse que en el artículo 1 del Proyecto de la
Comisión Reformadora sobre el acto jurídico se establecía que para la
validez de éste se requiere capacidad, consentimiento, objeto físico y ju-
rídicamente posible, finalidad lícita y observancia de la forma prescrita
con carácter necesario o que no esté prohibida por la ley, y tomando en
consideración que el contrato es un acto jurídico, se suprimió en el pri-
mer Proyecto el artículo referente a los requisitos del contrato, por
entenderse que era repetitivo.
Posteriormente, el artículo 140 del segundo Proyecto estableció que
el acto jurídico es la manifestación de voluntad destinada a crear, regu-
lar, modificar o extinguir relaciones jurídicas, requiriéndose para su
validez: 1.° agente capaz; 2.° objeto física y jurídicamente posible; 3.° fin
lícito; y 4.° observancia de la forma prescrita con carácter necesario.
Con la sola sustitución de la expresión “con carácter necesario”
por la de “bajo sanción de nulidad”, este artículo fue recogido por el artí-
culo 140 del Código civil.
Como el artículo 1351 del Código civil establece que el contrato es
el acuerdo de dos o más partes para crear, regular, modificar o extinguir
una relación jurídica patrimonial, Max ARIAS SCHREIBER12 ha observado,
con razón, que el contenido de este artículo es prácticamente el mismo
que plantea la primera parte del artículo 140, por lo que siendo el con-
trato una especie del acto jurídico, excepto en lo que atañe al carácter
patrimonial, existe una repetición, que pudo obviarse mediante la co-
rrespondiente remisión, pero conservando el carácter patrimonial del
primero.
51 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Al efecto, dice que el texto del artículo 1351 pudo ser el siguiente:
El contrato es el acuerdo de dos o más partes destinado a producir los
actos que señala el artículo 140, en la medida que sus efectos sean de
orden patrimonial.
Con esta solución se tendría una definición bastante completa del
contrato, en función del acto jurídico.
En Francia ocurrió un problema muy parecido con motivo de la
elaboración del proyecto del nuevo Código civil.
El texto del primer artículo de la Sección destinada a las fuentes de
las obligaciones, redactado por Henri MAZEAUD cuando la Comisión Re-
formadora aún no había decidido consignar en el Código una teoría
general del acto jurídico, era el siguiente: “El contrato o convención es el
acuerdo de dos o más personas para crear, modificar o extinguir una re-
lación de derecho jurídico”.
Posteriormente, se acordó definir el acto jurídico como una mani-
festación de una o varias voluntades, que tiene por efecto crear, modificar
o extinguir un derecho.
Esto trajo como consecuencia que se modificara el primitivo artí-
culo para que quedara con el siguiente texto:
El contrato o convención es un acto jurídico resultante del acuerdo de
dos o varias personas.
Debe tenerse presente que en Francia el contrato puede referirse a
cualquier clase de relaciones jurídicas, inclusive a las no-patrimoniales
Conjugando ambos textos (el propuesto por ARIAS SCHREIBER y el
aprobado por la Comisión Reformadora del Código civil francés), me
permito sugerir que, si se hace algún cambio en el futuro, el artículo 1351
del Código civil peruano tenga la redacción siguiente:
El contrato es un acto jurídico plurilateral, referente a una relación ju-
rídica obligacional entre las partes de carácter patrimonial.
Pero un aspecto muy interesante que quizá haya pasado desaper-
cibido es la declaración contenida en el artículo propuesto en el sentido
que el contrato se refiere a una relación jurídica obligacional de carácter
patrimonial, con lo cual se regresa al concepto del contrato como fuente
exclusiva de obligaciones.
En efecto, el artículo 1370 del Proyecto de la Comisión Reformado-
ra establecía lo siguiente:
El contrato es el acuerdo de dos o más partes para crear, reglar, modifi-
car o extinguir entre sí obligaciones de carácter patrimonial.
52 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) En los trabajos preparatorios del Código civil italiano se justifica el uso de la expresión
“acuerdo” en la definición del contrato contenida en el artículo 1321, aduciéndose que
es la misma expresión utilizada en el artículo 1325, en el cual se enumeran los requisi-
tos del contrato, y en la Sección I del Capítulo II del Título II, en la que se desarrolla la
formación del contrato.14
Esta justificación no existe en el caso del Código civil peruano, desde que en los res-
pectivos artículos de la Ponencia original y de las cinco Ponencias sustitutorias en los
que se indicaban los requisitos del contrato se hablaba de “consentimiento” y no de
“acuerdo”, ocurriendo lo mismo en el Título referente a la formación del contrato.
54 EL CONTRATO EN GENERAL
4. EL NÚMERO DE PARTES
El artículo 1351 del Código civil, al definir el contrato, señala que
el acuerdo que constituye el contrato debe ser tomado por dos o más
partes.
Al indicar esto, el Código toma posición respecto a un punto que
ha suscitado un gran debate jurídico, como es si el contrato, sin perder su
condición de tal, puede ser celebrado sólo entre dos partes o también en-
tre más de dos partes. Para entender la toma de posición del Código
peruano conviene analizar y precisar algunos conceptos previos.
56 EL CONTRATO EN GENERAL
Noción de parte.
Varios Códigos civiles, entre ellos algunos muy modernos, como el
español, el mexicano, el guatemalteco, el filipino, el venezolano, el boli-
viano y el etíope, así como el proyecto de Código civil francés, definen el
contrato como el acuerdo o convención entre dos o más personas.
Otros, como el chileno, el colombiano, el ecuatoriano, el italiano y
el nuestro, así como el proyecto de Código civil holandés, hablan de par-
tes del contrato.
La técnica utilizada por este último grupo de Códigos es evidente-
mente superior, aun cuando no signifique, en realidad, un planteamiento
totalmente opuesto.
En efecto, la doctrina actual no vacila en afirmar que no pueden
identificarse los conceptos de persona y de parte.
La primera se refiere a un ser o entidad dotado de derechos y obli-
gaciones, aunque no tenga existencia individual. Se requiere que tenga
personalidad propia, es decir, la aptitud para ser sujeto de derecho.
El concepto de parte no es tan fácil de explicar. Ante una primera
posición que identifica la noción de parte a la del sujeto del acto, surge la
tendencia moderna de prescindir de los sujetos y referirse, más bien, a lo
que se denomina “centro de interés”. En tal sentido, la parte es el “centro”
en el cual recaen los intereses que se buscan satisfacer mediante la cele-
bración del contrato.
Según esta tendencia moderna, si bien generalmente coinciden el
concepto de sujeto y el concepto de parte, porque en la gran mayoría de
los contratos cada parte está formada por un solo sujeto (el vendedor es
una persona y el comprador es otra), no se descarta la posibilidad de que
una parte esté constituida por dos o más sujetos que tengan un mismo
interés (la parte vendedora es un conjunto de condóminos o lo es la parte
compradora) y, en tal caso, la parte contractual (quien vende o quien
compra) es el centro de interés que agrupa a los sujetos.
En tal sentido se dice21 que en antítesis de lo que puede llamarse
parte simple (o unisubjetiva), puede existir una parte compleja (o pluri-
subjetiva), en cuanto consta de varios sujetos, manteniéndose único y
unitario el “centro de interés”. O sea que tan único es el “centro de inte-
rés” cuando interviene un solo sujeto (que puede ser una persona natural
o una persona jurídica, o ente colectivo), con su propio interés, como cuan-
do intervienen varios sujetos, unidos por un solo interés.
Se objeta a este planteamiento22, con indudable impacto, que un abs-
tracto “centro de interés”, por carecer de personalidad, no puede ser
57 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Intereses opuestos.
Uno de los temas más discutidos en el campo de la concepción del
contrato es si éste tiene que ser un acto jurídico necesariamente bilateral
58 EL CONTRATO EN GENERAL
(celebrado entre sólo dos partes) o puede ser también un acto jurídico
plurilateral (celebrado entre más de dos partes). Para encontrar una so-
lución adecuada a esta discusión es necesario, sin embargo, tratar
previamente otro tema que constituye el pilar del desacuerdo, esto es
determinar si para que exista contrato se requiere que mediante él se
concilien intereses que eran anteriormente opuestos.
Ya he tratado este tema en otro trabajo23, donde he sido de opinión
que el contrato puede ser el fruto tanto de la composición de intereses
opuestos como de la unificación de intereses simplemente distintos.
Sin embargo, algunas nuevas ideas, sacadas de la problemática de
la teoría del negocio jurídico, se han lanzado desde entonces.
Se dice que si el contrato se forma mediante el acuerdo de partes, y
que como cada parte forma un centro de interés, los intereses unidos en
uno de estos centros deben ser opuestos a los que se dispongan en torno
al otro centro, y que el acuerdo de las partes consiste precisamente en
conciliar los intereses de cada centro para que dejen de ser opuestos (lo
que impediría la existencia del contrato) y lleguen a ser comunes (lo que
daría lugar a la formación del contrato).
De conformidad con lo visto en el subrubro “Noción de parte” que
precede, la tendencia moderna plantea que para que varias personas pue-
dan formar una sola parte se requiere que todas ellas tengan el mismo
interés. No es suficiente que el interés sea igual, es indispensable que sea
el mismo, para que la parte pueda ser un “centro de interés”.
En estas condiciones, una persona que tiene un interés igual al de
otra persona no viene a constituirse en una parte contractual con ésta
(no tiene el mismo interés) y, por lo tanto, no existe inconveniente alguno
para que una de ellas sea una parte contractual y la otra una parte con-
tractual distinta.
Para que exista contrato, el centro de interés que da sentido a la
concepción de parte puede ser opuesto al centro de interés que ha dado
lugar a la constitución de la otra parte, y generalmente lo es, pero no
tiene necesariamente que serlo, pues lo único que se requiere es que sea
otro (distinto) interés, aunque sea igual. Lo único que no puede ser es el
mismo interés, pues entonces no habría dos centros de intereses y, por lo
tanto, no habría dos partes.
El Código establece que el contrato es el acuerdo entre las partes,
por lo cual para que se forme el contrato es suficiente que existan partes
que puedan ponerse de acuerdo para crear una relación jurídica patri-
monial.
59 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Este libro fue escrito cuando regía la Ley General de Sociedades aprobada por Decre-
to Legislativo N.° 311,que consideraba que la sociedad se constituía mediante un
contrato.
(**) Sobre el particular dice COSSIO24: “Nuestra concepción jurídica actual, sin embargo, se
resiste a aceptar la idea que nos presenta el contrato como un conflicto de intereses
contrapuestos, que se traduce en el dominio exclusivo de una voluntad sobre otra
voluntad, entendiendo que se trata de una forma de carácter comunitario que se cons-
tituye dentro de un orden mucho más amplio y que se inspira, más que en un juego
rígido de derechos y obligaciones, en una relación de confianza y de lealtad recíprocas
entre las partes que lo celebran”.
60 EL CONTRATO EN GENERAL
Cabe afirmar, por lo tanto, que existe contrato cuando los intereses
que forman cada centro son simplemente distintos (pudiendo aun ser igua-
les), siempre que las partes se pongan de acuerdo para crear entre sí la
relación jurídica.
En estas condiciones, el llamado “acto complejo” en virtud del cual
varios sujetos que tienen intereses iguales fusionan sus voluntades para
formar un solo centro de interés destinado a constituir una parte de un
futuro contrato, como ocurriría en el caso de varios condóminos que de-
sean transferir sus respectivas participaciones en un bien y deciden
convertirse en parte vendedora en un contrato de compraventa de dicho
bien, viene a ser, en realidad, un contrato, desde que varios sujetos con
intereses iguales acuerdan crear entre sí una relación jurídica que los
obliga a convertirse en parte contractual, de manera tal que los efectos
jurídicos del contrato de compraventa celebrado por esa parte recaen en
las esferas jurídicas de los sujetos que la forman.
Es más, pienso que el “acto complejo” considerado en el sentido
general que le da la teoría del negocio jurídico, o sea entendido como la
fusión de voluntades singulares en una voluntad única o unitaria que
busca un mismo efecto25, es en la teoría del acto jurídico, cuando el efecto
querido tiene carácter patrimonial, un contrato, desde que esa fusión re-
presenta, en el fondo, el fruto de un acuerdo de voluntades distintas
(aunque iguales entre sí) destinado a establecer una relación jurídica
patrimonial.
En cambio, el denominado acto colectivo o colegial, según el cual
los integrantes de un órgano se ponen de acuerdo entre sí para que el
órgano tome una decisión en determinado sentido, no tiene la condición
jurídica de contrato pues la voluntad que se forma y que se expresa no es
la particular de los integrantes (no es su voluntad común), sino la volun-
tad del órgano. Por otro lado, los integrantes no establecen entre ellos
una relación jurídica, sino que ésta, cuando se forma alguna, vincula a la
entidad de la cual forma parte el órgano.
Por su parte, MESTRE26 afirma que “el contrato, cada vez menos, es concebido como un
choque de voluntades libremente expresadas, como un compromiso entre intereses
antagónicos, ásperamente defendidos. Aparecen cada vez más, como un punto de equi-
librio necesario, aún más, como la base de una colaboración deseable por los
contratantes” (traducción libre). SCHMIDT27 hace la siguiente precisión: “La discusión
no precede necesariamente la conclusión del contrato: lo que es esencial es el consenti-
miento, no el debate”.
61 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
El contrato plurilateral.
Ya se ha visto que los contratos son actos jurídicos plurilaterales,
pero esta plurilateralidad puede tener un matiz. Tomando como elemen-
to de clasificación el número de partes que intervienen en la celebración
de los contratos, cabe subclasificarlos, con cierta impropiedad, en actos
jurídicos bilaterales (si es que sólo intervienen dos partes) o en actos jurí-
dicos plurilaterales (si intervienen más de dos partes). Para comodidad
de la exposición, a los primeros se les llamará contratos “bilaterales” y a
los segundos contratos “plurilaterales”, aun cuando esta denominación
no corresponda a la clásica distinción entre contratos “unilaterales” y
“bilaterales” atendiendo al número de partes que asumen obligaciones
según ellos.
Para aquella posición doctrinaria, que juega su rol en el campo de
la teoría del negocio jurídico, que considera que el contrato es el acuerdo
para conciliar intereses opuestos, sólo pueden existir contratos bilatera-
les, pues sólo es posible conciliar dos intereses. Los acuerdos de voluntad
entre dos o más partes que no están destinados a conciliar intereses opues-
tos, sino a alcanzar una finalidad común son llamados negocios
plurilaterales. Este tema lo he desarrollado con mayor atención en otro
trabajo28.
Se ha notado, sin embargo, una evolución en la doctrina, especial-
mente en la italiana. Ya no se niega tajantemente la posibilidad de los
contratos plurilaterales, pero esta posibilidad se acepta con más o menos
reserva.
Hay un sector que admite la existencia de los contratos plurilate-
rales, pero limitada a aquéllos en que las partes, si bien pueden tener
intereses no sólo distintos sino también contrapuestos, persiguen una fi-
nalidad común, como ocurre, por ejemplo, en los contratos asociativos.
Cuando los fines de las partes no son comunes, y más aún, si son antagó-
nicos, se considera que no se trata de un contrato, sino que se está frente
a un negocio plurilateral(*).
(*) MESSINEO29 dice al respecto lo siguiente: “La exigencia lógica del negocio plurilateral
deriva de que, según el art. 1420 C.C., cuando junto con la pluralidad de las partes, no
existe comunidad de los fines de las partes, se está fuera del contrato plurilateral;
pero, de otro lado, es legítimo concebir una figura así hecha, que presenta, conjunta-
mente, pluralidad de partes pero heterogeneidad de fines entre esas partes. El negocio
plurilateral ocupa, anoto, un área que no está cubierta por el contrato plurilateral y por
la causa de éste. En efecto, la causa del negocio plurilateral encuentra su base en el
hecho que las prestaciones son contrapuestas entre ellas (y no concurrentes o conver-
gentes, como en el contrato plurilateral), poco más o menos como ocurre en el contrato
de cambio (entre dos partes).
62 EL CONTRATO EN GENERAL
Cuando, a su tiempo, el autor de estas líneas identificaba la figura del negocio plurila-
teral, fue entonces inducido de la constatación que el contrato –entonces se decía ‘en
género’; hoy se dice, más exactamente ‘de cambio’– no comporta más de dos partes,
mientras se dan casos en que más de dos partes entran en una relación (patrimonial)
entre ellas, pero contrapuestas; esto es, están en posición antagónica, la una frente a
cualquiera de las otras en la posición idéntica a la que caracteriza el contrato de cambio
pero que no se concilia con la dualidad de las partes, propia del contrato de este último
tipo. El negocio plurilateral tiene la función de obviar esta imposibilidad; y por enten-
derse el equivalente de aquello que sería el contrato de cambio entre más de dos
partes si, fuera admisible la pluralidad de las partes.
Para encuadrar alguna figura de negocio entre más de dos partes, que no se puede
meter dentro de la figura del contrato plurilateral (porque éste es un caso de contrato
asociativo), sirve el negocio plurilateral”.
63 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
dido como el formado por más de dos partes, tanto si estas partes tienen
intereses comunes y unidad de fin, cuanto si sus intereses son opuestos y
sus finalidades distintas. En tal sentido, tan contrato es el de constitu-
ción simultánea de sociedad anónima (que según el Decreto Legislativo
N.° 311 requería normalmente la intervención como fundadores de no
menos de tres personas) como el de partición entre más de dos copropie-
tarios.
Convención y contrato.
Decía POTHIER32 que un contrato es una especie de convención, por
lo cual para saber lo que es un contrato era antes necesario saber que es
una convención.
Según el mismo autor, una convención es el consentimiento de dos
o más personas, para formar entre ellas algún compromiso, para resol-
ver uno existente, o para modificarlo, agregando que la especie de
convención que tiene por objeto sólo formar algún compromiso, es lo que
se llama contrato.
La concepción de POTHIER fue recogida por el artículo 1101 del Có-
digo Napoleón, según el cual el contrato es una convención por la cual
una o más personas se obligan, hacia otras o varias más, a dar, a hacer o
a no hacer alguna cosa. De allí, esta concepción se difundió considera-
blemente en el siglo XIX.
Surgió así el criterio de que la convención es el género, en el senti-
do que puede crear, modificar o extinguir cualquier relación jurídica, y
el contrato es la especie, pues sólo puede crear obligaciones (de dar, de
hacer o de no hacer).
Por eso dice SÁNCHEZ R OMÁN33 que contratar es siempre convenir,
pero que convenir no es siempre contratar (este autor considera que las
64 EL CONTRATO EN GENERAL
a l e c e n a m r e p a i r o t a g i l b o n ó i c a l e r a n u o d n á u c a t n u g e r p e s ZNERA L
opit led nóicavresnoc al euq asneiP .nóicacifidom us ed rasep a ,amsim
ed ocram led ortned ecah es nóicacifidom al is ,olpmeje rop( otartnoc ed
-se al euq ranimreted arap avisiced se on )atnevarpmoc ed otartnoc nu
odnaredisnoc ,arto rop adaibmac odis ah o amsim al ecenamrep arutcurt
-ifárt led soiretirc sol atneuc ne odnamot esratpoda ebed nóisiced al euq
,otnat ol rop ,edeup airotagilbo nóicaler al ed daditnedi al euq agergA .)*(oc
,euq ed o ,amsim al ecenamrep adibed nóicatserp al euq ed neib esravired
-anif al acitnédi se ,nóicatserp al ed otejbo led nóicacifidom al ed rasep a
.setnatartnoc setrap sabma ed acimónoce dadil
-noc nu ed adaname acidíruj nóicaler al ed agorrórp al ed otcepseR
ahcid ed nóicacifidom anu atropmi alle is adud al egrus ,nóicarud ed otart
e t n a t s a b n o c ,83 O E N I S S E M a m i t s E . a m s i m a l e d n ó i c a v o n e r a n u o n ó i c a l e r
etnemelbisop( otartnoc led nóicacifidom anu se agorrórp al euq ,nózar
-xe alle odnauc )otartnoc la on y acidíruj nóicaler al a odneirifer átse es
yah on( setna ed omsim le se etsé orep ,otartnoc led nóicarud al edneit
-eun otartnoc nu a ragul ad nóicavoner al euq otnat ne ,)oveun otartnoc
.etnedecerp otartnoc led la ocitnédi odinetnoc ed euqnua ,ov
(*) Sobre el particular dice RUGGIERO40 que: “Mutuo disenso es el acuerdo de los mismos
contratantes para resolver el contrato que los liga. La misma voluntad que pudo crear
el vínculo puede también resolverlo. En otros términos, se trata de un verdadero y
propio contrato cuyo contenido es precisamente lo inverso de la constitución del vín-
culo obligatorio como tal contrato entra en la categoría de los contratos liberatorios.
Ahora bien, si la voluntad apta para producir la resolución debe ser semejante a aque-
lla que creó el vínculo, o sea un acuerdo de voluntades, se deduce lógicamente que una
sola voluntad no bastaría para producir tal efecto”.
69 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
las partes o las que forman las partes, por cuanto éste es el verdadero
sentido del principio de la autonomía de la voluntad en materia de con-
tratos, no afectando a personas distintas de los otorgantes, como ocurre
en otros actos jurídicos (por ejemplo, el testamento).
Relación jurídica.
Se ha visto que tanto la Ponencia original como las cinco Ponen-
cias sustitutorias y el primer Proyecto definían al contrato como el acuerdo
para crear (regular, modificar o extinguir) obligaciones de carácter pa-
trimonial.
No cabe duda, pues, que el planteamiento de la Comisión Refor-
madora era considerar que el contrato creaba (regulaba, modificaba o
extinguía) una relación obligacional, esto es limitada al campo de las
obligaciones, lo cual coincidía con el objeto del contrato, que era crear
(regular, modificar o extinguir) obligaciones. Existía, por ello, una expre-
sa armonía entre la definición del contrato y el objeto del mismo.
La Comisión Revisora modificó en el segundo Proyecto la defini-
ción del contrato sustituyendo la expresión “obligaciones de carácter
patrimonial” por la de “relación jurídica patrimonial”, y de allí pasó esta
expresión al artículo 1351 del Código civil.
Pese a la búsqueda hecha en los antecedentes que se hallan en mi
poder, no me ha sido posible encontrar la razón que motivó dicha susti-
tución.
En todo caso, pese a lo ilustrativo que sería conocer dicha razón,
pues revelaría el pensamiento de la Comisión Revisora, o sea la voluntad
del legislador (que en opinión de algunos autores determina el sentido de
la ley), lo cierto es que el artículo 1351 habla de la “relación jurídica pa-
trimonial” y hay que atenerse al significado de esta expresión para
conocer lo que es el contrato según el Código civil, ya que pienso, siguien-
do a otro sector de la doctrina, que “lo que se llama espíritu o sentido de
la ley, no es la voluntad subjetiva de su autor, sino la voluntad de la ley
71 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) MESSINEO47 observa que “puesto que el art. 1321 (u otra norma) no lo dice, no puede
sostenerse que el contrato sea estipulado animo contrahendae obligationis como se ha
observado con la desaparición de la locución ‘vínculo jurídico’ que figuraba en el artí-
culo 1098 del Código abrogado, una de las funciones del contrato –aquella de ser
también fuente de las obligaciones– ha pasado al fondo, si bien no ha sido abolida. Por
tanto, puede ahora decirse que del contrato nacen obligaciones y pretensiones, cuando
no surge directamente un derecho real (que es constituido o transferido) en virtud del
contrato. Es, por lo tanto, siempre actual y fundada en la ley la distinción entre
contratos obligatorios y contratos con efectos reales (que genera o transfiere dere-
chos reales)”.
(**) “Relación jurídica es toda situación que en la vida social se establece entre dos o más
personas, como un cauce idóneo para la realización de unos fines o intereses, que son
dignos y merecedores de tutela, cauce que por ello es disciplinado y organizado unita-
riamente por el ordenamiento jurídico.
Los sujetos de toda relación jurídica son siempre las personas entre quienes la relación
se traba o se establece. Una relación jurídica es siempre una situación en la cual se
encuentran dos o más personas. No es admisible, en buena técnica jurídica, utilizar la
72 EL CONTRATO EN GENERAL
su parte, destaca que los polos de una relación jurídica sólo pueden estar
constituidos por personas, y no por animales o cosas. Dice DUGUIT48 que
como toda relación jurídica es una relación entre dos personas, no puede
nacer más que de una relación entre dos voluntades(*).
Esto es así por cuanto, como afirma GARCÍA AMIGO, en el derecho
real el titular del mismo no es uno de los dos (o más) polos de una rela-
ción jurídica que puede haber dado lugar a la adquisición de este derecho,
sino el polo único (que, en realidad, no es polo sino lugar) en que se en-
cuentra el titular respecto al bien en el que recae el derecho real.
En estas condiciones, el derecho de crédito u obligación es una re-
lación jurídica entre acreedor y deudor, mientras que el derecho real es
una situación jurídica de la persona con respecto a la cosa. Consecuente-
mente, el contrato de compraventa es una relación jurídica entre el
comprador y el vendedor, mientras que el derecho de propiedad, pese a
ser materia del contrato, es una situación jurídica entre el comprador y
la cosa que es materia de la propiedad.
Inicialmente pensé, influido sin duda por la opinión de MESSINEO,
y dentro del marco del Código civil de 1936, que mediante el contrato no
sólo se crean obligaciones, esto es relaciones jurídicas entre personas, sino
que eventualmente pueden celebrarse contratos cuyo objeto es la consti-
tución de derechos reales, o sea relaciones entre una persona y una cosa,
por lo cual es más adecuado considerar que mediante el contrato puedan
afectarse relaciones jurídicas patrimoniales, y así lo manifesté en otro
trabajo49.
Con posterioridad, a la luz de otros pareceres de la doctrina, de los
trabajos de la Comisión Reformadora y de la ubicación del contrato en el
Código civil de 1984, he cambiado de parecer y me rectifico.
Juzgo ahora que la relación jurídica de que trata el artículo 1351
del Código civil debe ser entendida como una conexión entre dos o más
personas desde que está destinada a regular una conducta humana, pues
las relaciones jurídicas son las relaciones de la vida social (o sea entre
personas) reconocidas por el Derecho objetivo50. El elemento subjetivo de
idea de relación jurídica para aludir a la situación en que se encuentra una persona
respecto de una cosa, una persona respecto de un lugar o varias cosas entre sí. La
relación jurídica es siempre entre personas”.
(*) A título informativo vale la pena mencionar que el Código civil de Cuba (dictado el 16
de junio de 1987) establece en su artículo 22, ubicado en el Libro I relativo a la situación
jurídica, que tiene carácter de jurídica la relación entre personas a la que la ley atribuye
efectos, a diferencia del derecho derivado de la relación jurídica sobre bienes, que
recae directamente sobre un bien determinado, del que trata el artículo 127, ubicado
en el Libro II sobre derecho de propiedad y otros derechos sobre bienes.
73 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) La sencillez de ese planteamiento viene a complicarse, sin embargo, por el tratamiento
que da el Código civil a la hipoteca voluntaria. Según el artículo 1097, por la hipoteca
se afecta un inmueble en garantía del cumplimiento de cualquier obligación propia o
de un tercero, agregando el artículo 1098 que la hipoteca se constituye por escritura
pública, salvo disposición diferente de la ley.
Resulta, pues, que de acuerdo con estos artículos la hipoteca, o sea el derecho real de
afectar un inmueble en garantía del cumplimiento de cualquier obligación, se constitu-
ye por escritura pública, la cual, en el caso de la hipoteca voluntaria, sería (tratándose
de hipoteca constituida por acto plurilateral) el convenio de hipoteca. Estamos en pre-
sencia, por lo tanto, de un convenio que produce efectos reales.
Podría observarse que el artículo 1099, al señalar cuáles son los requisitos para la vali-
dez de la hipoteca, entre los cuales se encuentra la inscripción en el registro de la
propiedad inmueble, está disponiendo que para la constitución del derecho real se
requiere, además, el cumplimiento de dichos requisitos, con lo cual el convenio de
hipoteca no sería, por sí solo, constitutivo del gravamen.
Sin embargo, como según la teoría del acto jurídico adoptada por el Código civil perua-
no la invalidez legal (no me refiero a la invalidez jurídica, entendida como una categoría
general de negocio jurídico inexistente o viciado) no está sancionada, de por sí, con la
nulidad ni con la anulación, la falta de alguno de los requisitos señalados en el artículo
1099 no determina, en realidad, la invalidez jurídica de la hipoteca, sino sólo su ineficacia.
En efecto, los únicos actos inválidos jurídicamente son los nulos y los anulables. Los
artículos 219 y 221 del Código civil, que enumeran taxativamente los actos nulos y
anulables, de tal manera que no pueden haber otras causales de nulidad que las indica-
das en dichos artículos52, no sancionan con nulidad la falta de los requisitos necesarios
para la validez de la hipoteca, por lo cual ello no causa su invalidez jurídica o nulidad
(obsérvese que no obstante que el artículo 140 del Código civil establece que para la
validez (legal) del acto jurídico se requiere: agente capaz, objeto física y jurídicamente
posible, fin lícito y observancia de la forma prescrita por la ley bajo sanción de nuli-
dad, esto no significa que la falta de estos requisitos determine, por sí sola, la nulidad
del acto, pues para ello ha sido necesario que los incisos 2, 3, 4 y 6 del artículo 219
sancionen la omisión con nulidad).
LOHMANN53 ha dicho, con razón, que “la invalidez es una noción abstracta (ausencia de
valor jurídico) que no se concreta por sí misma; no tiene per se consecuencias como no
sea a través de la nulidad”.
Por principio, los actos jurídicos se realizan para que tengan el efecto jurídico querido
por el agente. Empero, por determinadas razones dichos actos no producen los efectos
que les son propios. Entonces se les califica de ineficaces.
82 EL CONTRATO EN GENERAL
La patrimonialidad.
Dado que, como se ha visto, la relación jurídica tiene carácter ge-
nérico, comprende dentro de sí varias relaciones especiales entre
personas, como son las obligacionales, familiares, de cortesía, etc. Para
precisar el ámbito del contrato, el artículo 1351 del Código civil señala
que la relación jurídica creada por éste debe ser patrimonial. ¿Qué signi-
ficado y alcances tiene el que la relación jurídica sea patrimonial?
No encuentro realmente mejores palabras que las de DÍEZ-PICAZO56
para contestar esta pregunta. “Una relación jurídica es patrimonial, dice
didácticamente este autor, cuando versa sobre bienes o intereses que po-
sean una naturaleza económica. Los bienes y los intereses poseen
naturaleza económica cuando pueden ser objeto de valoración. Esta va-
loración debe medirse de una manera objetiva, es decir, con independencia
de cuál sea la postura o actitud del sujeto con respecto a los bienes en
cuestión. Así, por ejemplo, aun cuando el interés del sujeto respecto del
bien sea puramente sentimental o de afección, la relación jurídica será
patrimonial siempre que el bien sobre el que recaiga, objetivamente con-
siderado, posea valor económico”.
No ha sido pacífica la elaboración doctrinaria para llegar a la posi-
ción antes descrita. Cuentan E SPÍN 57, H ERNÁNDEZ G IL 58 y el propio
DÍEZ-PICAZO59 que los juristas pertenecientes a la escuela histórica sostu-
vieron que el Derecho romano exigía el carácter pecuniario de la
prestación e inclusive la patrimonialidad del interés del deudor. Fueron
WINDSCHEID e IHERING quienes en el siglo XIX afirmaron que el interés
del acreedor en la obligación puede tener una naturaleza moral o afecti-
va y no necesariamente patrimonial. Frente a estas tesis contrapuestas,
SCIALOJA distinguió entre el interés del acreedor y la prestación en sí mis-
ma, indicando que el primero podía ser no económico, mientras que la
segunda debía tener necesariamente un contenido patrimonial. Dice ES-
PÍN que de esta suerte se concilia la protección de cualquier interés del
acreedor, con tal que sea merecedor de tutela, y la necesidad de poder
valorar económicamente la prestación para que, en caso de incumpli-
miento, pueda sancionarse mediante la compensación o equivalencia
económica en favor del acreedor, que de otro modo tendría un derecho
ilusorio, no jurídico(*).
(*) Debe advertirse que HERNÁNDEZ GIL no participa del planteamiento de ESPÍN y DÍEZ-
PICAZO, pues considera que una prestación no susceptible de valoración económica o
patrimonial puede integrar perfectamente el objeto de las obligaciones y producir con-
secuencias jurídicas.
84 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Esta posición está avalada por la Relación del Guardasellos al Código civil italiano, que
al respecto dice: “La posibilidad de valoración económica no existe solamente si la pres-
tación tiene un valor patrimonial intrínseco, sino también cuando la recibe de reflejo de la
naturaleza de la contraprestación o de una valoración hecha por las partes, como en el
caso que se conviene una cláusula penal”.
GIORGIANI objeta esta última solución distinguiendo agudamente entre la patrimonia-
lidad de la prestación y la juridicidad de la obligación. Según él, la patrimonialidad de
la prestación es de carácter objetivo, es o no valorable en dinero, independientemente
de la patrimonialidad de la contraprestación o de la cláusula penal, las cuales no trans-
forman la prestación no patrimonial en patrimonial, sino que transforman más bien la
obligación no jurídica en jurídica.
Pienso que GIORGIANI60 tiene razón en lo que se refiere a que, según el artículo 1174 del
Código civil italiano, la prestación debe ser de por sí patrimonial, y que esto no puede
ser sustituido por el carácter patrimonial de la cláusula penal. Sin embargo, en el cam-
po del contrato, en el cual hay generalmente prestaciones a cargo de cada parte, bastaría
que alguna de ellas fuera patrimonial para que la relación jurídica creada por el contra-
to tuviera tal carácter. Sólo en el caso que ninguna prestación fuera patrimonial (por
85 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
ejemplo, no tocar el violín a cambio de una invitación a pasear), pese a que para la
inejecución de una o varias de ellas se conviniera una cláusula penal, estaríamos en
presencia de una convención creadora de deberes, aun cuando el incumplimiento de
estos deberes obligaría al pago de la penalidad constitutiva de la cláusula penal.
86 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) El tema ha sido tratado con carácter teórico en otro trabajo64, en el cual opiné que debía
permitirse la contratación entre cónyuges. Recuérdese que el artículo 1339 del Código
civil de 1936, tal como fue modificado por la Ley N.° 9013, durante cuya vigencia se
escribió dicho trabajo, prohibía contratar entre cónyuges, salvo para el otorgamiento de
poderes.
88 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) En un artículo publicado en el diario “El Comercio” el 26 de julio de 1982, Max ARIAS
SCHREIBER, refiriéndose a la parte general de los Contratos en el primer Proyecto dice
que a diferencia de lo que sucede en la actualidad (Código civil de 1936), se permite la
contratación entre cónyuges (artículo 1378) en los casos autorizados por la ley. “Debo
aclarar, agrega, que en este tema primitivamente fui más lejos, consagrando el princi-
pio de que los cónyuges pueden contratar entre sí, salvo prohibición expresa. El Proyecto
no ha querido llegar a este extremo, en previsión de que se podrían vulnerar intereses
familiares y de los acreedores. Declaro, empero, que he vuelto a mi posición original y
concretamente creo que, como regla general, los cónyuges deben ser libres de celebrar
contratos entre ellos, pues el dolo no se presume y el Código ofrece correctivos en
caso de abusos”.
89 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. BELVEDERE, Andrea, Il problema delle definizioni nel Codice Civile, Dott. A. Giuffrè Editore,
Milano, 1977, p. 17.
2. Código Civil de la República Argentina, AZ Editora, Buenos Aires, 1985, p. 118.
3. DÍEZ-P ICAZO, Luis, fundamento de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A. Madrid 1979,
T. I, p. 85.
4. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos Aires
1975, Vol. I, p. 2.
5. Cita de BELVEDERE, Andrea, Op. cit., p. 33.
6. Ibídem, p. 91.
7. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
T. I, p. 30
93 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
8. CAPELLA, Juan-Ramón, El Derecho como lenguaje, Ediciones Ariel, Barcelona, 1968, p. 274.
9. BELVEDERE, Andrea, Op. cit., p. 139. (1).
10. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1975, p. 6.
11. MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y comercial, Ediciones Jurídicas Europa-Amé-
rica, Buenos Aires, 1971, T. I, p. 100.
12. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, “Errores detectados en el área de los contratos en el nuevo
Código civil peruano de 1984”, en El Código civil peruano y el sistema jurídico latinoamerica-
no, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1986, p. 347.
13. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría de los contratos, Víctor P. de Zavalía Editor, Buenos Aires,
1971, p. 21.
14. MESSINEO, Francesco, Il contrato en genere, Dott. A. Giuffrè Editore, Milano, 1973, T. I, p. 388.
15. LEHMANN, Heinrich, Tratado de Derecho civil – Parte general, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1956, p. 210.
16. Cita de DE CASTRO Y BRAVO, Federico, El negocio jurídico, Instituto Nacional de Estudios Jurídi-
cos, Madrid, 1967, p. 27.
17. Ibídem, p. 30.
18. LEHMANN, Heinrich, Op. cit., p. 211. (15).
19. MICCIO, Renato, I diritti di credito, U.T.E.T., Torino, 1977, Vol. II, p. 25.
20. FERRI, Luigi, Lezioni sul contratto, N. Zanichelli Editore S.p.A., Bologna, 1987, p. 18.
21. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 100.
22. BIANCA, C. Massimo, Diritto civile – Il contrato, Dott. A. Giuffrè Editore, Milano, 1984, p. 54.
23. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 108.
24. DE COSSIO, Alfonso, Instituciones de Derecho civil 1, Alianza Editorial, Madrid, 1975, p. 250.
25. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 64.
26. MESTRE, Jacques, “L’evolution du contrat en Droit privé francais” en L’evolution contemporaine
de Droit des contrats, Presse Universitaires de France, París, 1986, p. 45.
27. SCHMIDT, Joanna, Négotiation et conclusion de contrats, Dalloz, París, 1982, p. 5.
28. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 113.
29. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 620.
30. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 57.
31. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obbligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 21.
32. POTHIER, Robert Joseph, Tratado de las Obligaciones, Editorial Atalaya, Buenos Aires, 1947, p. 12.
33. SÁNCHEZ ROMÁN, Felipe, Estudios de Derecho civil, Est. Tipográfico “Sucesores de Rivadene-
yra, Madrid, 1899, T. IV, p. 144.
34. GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1910,
Vol. III, p. 206.
35. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 43.
36. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 481.
37. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, T.
I, p. 131.
38. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 205.
94 EL CONTRATO EN GENERAL
39. LEÓN BARANDIARÁN, José, Comentarios al Código civil peruano – Obligaciones, Ediar S.A., Edi-
tores, Buenos Aires, 1956, T. II, p. 582.
40. DE RUGGIero, Roberto, Instituciones de Derecho Civil, Instituto Editorial Reus, Madrid.
41. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 499. (10)
42. COVIELLO, Nicolás, Doctrinal general del Derecho civil, Unión Tipográfica Editorial Hipano-
América, México, 1938, p. 71.
43. MARINO Y BORREGO, Rubén M. De, El suministro, Talleres Gráficos Imprenta Núñez, Salaman-
ca, 1959, p. 47.
44. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 46.
45. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 49.
46. BULLARD G., Alfredo, La relación jurídico patrimonial, Lluvia Editores, Lima, 1990, p. 123.
47. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 73.
48. DUGUIT, León, Las transformaciones del Derecho, Editorial Heliasta S.R.L., Buenos Aires, 1975, p. 222.
49. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 107.
50. BADENES GASSET, Ramón, Conceptos fundamentales del Derecho (Las relaciones jurídicas pa-
trimoniales), Boixareu Editores, Barcelona, 1982, p. 37.
51. COVIELLO, Nicolás, Op. cit., p. 78.
52. VIDAL RAMÍREZ, Fernando, Teoría general del acto jurídico, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1985, p.
518.
53. LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, El negocio jurídico, Librería Studium, Lima, 1986, p.
385.
54. GHESTIN, Jacques, Le contrat, L.G.D.J., París, 1980, p. 5.
55. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 486.
56. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 49.
57. ESPÍN, Diego, Manual de Derecho civil español, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid,
1978, Vol. III, p. 44.
58. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Derecho de obligaciones, Suc. de Rivadeneyra S.A., Madrid, 1960, p. 109.
59. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 346.
60. GIORGIANI, Michele, La obligación, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, p. 42.
61. PACCHIONNI, Giovanni, Diritto civile italiano, Casa Editrice Dott. A. Milani (S.A.), Padova, 1939,
Parte II, Vol. II, p. 83.
62. TRABUCCHI, Alberto, Instituciones de Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1967, T. II, p. 11.
63. GIORGI, Jorge, Op. cit., Vol. III, p. 21.
64. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 363.
65. CORNEJO CHÁVEZ, Héctor, Derecho Familiar Peruano Librería Studium S.A., Lima, 1985, T. I, p. 286.
66. ECHECOPAR GARCÍA, Luis, Régimen legal de bienes en el matrimonio, Lima, 1952, p. 18.
67. FERRARA, Francisco, La simulación de los negocios jurídicos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1960, p. 83.
95 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Perfeccionamiento del contrato.
3. Consentimiento.
4. Disentimiento.
5. El principio del consensualismo.
6. Los contratos solemnes.
7. La “consideration”.
8. Supresión de los contratos reales.
(*) Conviene advertir, a su vez, que no deben confundirse los términos “formación” y
“conclusión” del contrato, pues éste es el evento final del procedimiento de aquél1.
97 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
3. CONSENTIMIENTO
Según se ha visto, el artículo 1352 del Código civil dice que los con-
tratos se perfeccionan con el consentimiento de las partes.
¿Qué debe entenderse por consentimiento?
Pienso que nuestro Código civil considera que el consentimiento,
siendo uno solo, hay que entenderlo de dos maneras distintas que, en rea-
lidad, son el fondo y la forma de un mismo fenómeno.
La primera manera de entender el consentimiento es dándole el
carácter de coincidencia de voluntades declaradas, que responde a su
origen etimológico (sentire-cum o cum-sentire), cuyo significado es sen-
tir lo mismo.
La otra manera es considerándolo como la conformidad de la ofer-
ta con la aceptación.
Ambas maneras vienen a ser lo que en otro trabajo7 se ha llamado,
respectivamente, los “lados” y los “extremos” del consentimiento.
El presente comentario que se está haciendo del artículo 1352 va a
referirse al primer concepto del consentimiento, dejando el análisis del
segundo concepto para cuando se haga el comentario del artículo 1373,
que indica que el contrato queda perfeccionado en el momento y lugar
en que la aceptación es conocida por el oferente.
Obsérvese que dichos artículos (el 1352 y el 1373) dan a ambos con-
ceptos el mismo efecto, o sea que, tanto mediante el uno como el otro, el
contrato se perfecciona, lo cual pone de manifiesto que se trata de dos
manifestaciones del mismo fenómeno.
Noción de consentimiento.
Piensan algunos que el contrato, además de los requisitos señala-
dos en el artículo 140 del Código civil, requiere el consentimiento. Esta
afirmación, hecha sin explicación alguna, puede inducir a error.
99 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
los contratantes, o sea que hay dos o más consentimientos, y que la con-
junción de estas declaraciones de voluntad, o consentimientos, es lo que
da origen a la llamada declaración de voluntad común.
Esta opinión puede encontrar respaldo en el artículo 1.108 del
Código Napoleón, que habla del consentimiento de la parte que se
obliga.
En realidad, como bien dice MUÑOZ13, tal manera de entender el
consentimiento da lugar a una confusión. La declaración de voluntad de
una persona que con su conformidad da eficacia a un acto jurídico es un
asentimiento (declaración unilateral). El acto jurídico existe antes del
asentimiento, pero no es eficaz hasta que éste se produce. En realidad, el
asentimiento es la declaración que da a conocer que su autor está de
acuerdo con el acto jurídico de otra persona14. El consentimiento es algo
distinto: el acto jurídico (contrato) no es creado por la declaración del
oferente y que cobra eficacia en virtud de la aceptación, sino que el con-
trato no existe antes que se produzca el consentimiento, de tal manera
que la aceptación de la oferta no es un asentimiento sino una de las dos
declaraciones (o la declaración conjunta) que da lugar al consentimien-
to. En la medida que una de las partes simplemente asienta sin llegar a
consentir con la otra parte, no se habrá formado el contrato.
Por ello, me permito discrepar de la afirmación de PLANIOL y RI-
PERT15 en el sentido que la palabra consentimiento tiene una acepción según
la cual designa el asentimiento dado por cada una de las partes a las con-
diciones del contrato proyectado, con la voluntad de hacerle producir
efectos jurídicos.
Opinan otros16, 17, 18, 19, cuya posición comparto, que el consentimien-
to es la integración de las voluntades de las partes para dar lugar a un
acto jurídico unitario, de manera tal que el contrato es el resultado de
esa integración. En la medida que las declaraciones de voluntad de cada
parte conserven su individualidad y no lleguen a fusionarse, a convertir-
se en una declaración propia del contrato, no se habrá formado éste.
El problema que más ha suscitado la atención de los juristas con
relación a la noción de consentimiento es si éste se forma mediante la
unión de dos voluntades declaradas que conservan su propia identidad,
esto es que coincidentes en su contenido no se unifican entre ellas, o si,
por el contrario, ambas voluntades se confunden en una sola, dando lu-
gar a una voluntad común.
Quienes se adhieren al primer planteamiento20, 21, 22 consideran que
cada parte conserva su voluntad propia y que lo que ocurre es, simple-
mente, que tales voluntades coinciden en lo que se refiere a la celebración
101 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Afirma PACCHIONNI26 que “el segundo requisito para la validez de todo contrato (el
primero es la capacidad de contratar), es el consentimiento de los contratantes, el in
ídem placitum consensus. Ocurre, en otros términos, que las partes contratantes, aun
mirando cada una a realizar finalidad e intereses propios, se encuentran en desear la
relación jurídica, que constituye el contenido esencial del contrato que quieren cele-
brar. El consentimiento, en suma, más que un verdadero y propio acuerdo de las partes
en una sola voluntad, representa el punto de coincidencia, de yuxtaposición, y podría
decirse también, con una imagen, que el contacto de dos corrientes distintas, genera la
chispa contractual” (traducción libre).
102 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Sobre el particular, dice BIANCA28 que “el contrato se distingue respecto de la subya-
cente relación económica en cuanto es el título jurídico sobre el que la operación es
fundada. El contrato, precisamente, no es el cambio de bienes y servicios sino el acuer-
do, tácito o explícito, mediante el cual los interesados deciden el negocio (económico)
y en base al cual deben asegurarse cuáles son las prestaciones concernientes a las partes.
Debe excluirse, como he dicho, la idea de que el contrato sea una simple resultante de leyes
económicas o la simple trasposición en términos jurídicos de un fenómeno económico”.
(**) Refiriéndose a la formación del contrato, MESSINEO29 dice que los componentes del
acuerdo, o sea, la oferta y la aceptación, son una y otra, declaraciones de voluntad, por
lo cual hay que concluir que también el acuerdo de las partes no puede dejar de ser, a
su vez, un acto de voluntad.
Agrega que la declaración no se limita a ser un acto intelectivo, sino que es también un
acto de voluntad. La declaración es un acto instrumental con relación a la voluntad, es
un medio de evidenciar, pero de evidenciar (...). Cualquier cosa, que especifique su
contenido y le dé significado; sin esto, queda como un discurso comenzado, pero no
conducido a término, que se pierde en el limbo de la confusión y constituye una mani-
festación lógicamente manca.
103 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
allí el sujeto tendrá una voluntad pero nadie, sino él, lo sabrá. Esto no
interesa al mundo del Derecho; daría lo mismo, en el fondo, que el sujeto
no tuviera voluntad. Para que la voluntad adquiera significado jurídico
se requiere que sea exteriorizada, a fin de que de esta manera puedan
saber también los demás que el sujeto tiene una voluntad. Buen criterio
adopta el Código civil argentino al indicar en su artículo 913 que “nin-
gún hecho tendrá el carácter de voluntario sin un hecho exterior por el
cual la voluntad se manifieste”.
Este hecho exterior debe ser lo suficientemente expresivo para per-
mitir que la voluntad sea clara e inteligiblemente conocida. No importa
tanto cuál es el medio elegido, para lo que el sujeto tiene amplia libertad,
como que dicho medio sea idóneo para exteriorizar claramente la vo-
luntad.
Una vez exteriorizada la voluntad, se habrá dado el segundo y definitivo
paso (el primero es su formación interna) para establecer su existencia jurídica.
Resulta así que en el campo del Derecho no tiene sentido especular
sobre el valor de la voluntad interna, considerada por sí misma, sino que
es indispensable incorporarla a una manifestación, entendida como una
exteriorización, para que, de esta única manera, cobre significado. El bi-
nomio voluntad-exteriorización es así inseparable, porque sólo tiene
sentido la voluntad exteriorizada, que da lugar a la existencia del llama-
do hecho voluntario.
Podríamos, en principio, quedarnos allí. Si el sujeto deseara sim-
plemente tener una voluntad relevante para el Derecho pero no quisiera
que ella produjera efectos jurídicos (por ejemplo, dejar constancia que
tiene derecho a la libertad de religión, lo cual, en realidad, la Constitu-
ción se lo garantiza), sería suficiente que exteriorizara su voluntad en
ese sentido.
Sin embargo, dado que el presente trabajo está orientado al estudio
del contrato que, como se ha visto, es un acuerdo destinado a crear una
relación jurídica obligatoria, se requiere dar un paso más allá. Ya no bas-
ta saber que la voluntad puede tener significado jurídico, sino que es
necesario saber si es apta, además, para producir efectos jurídicos.
Sabemos que el acto jurídico, uno de cuyas especies es el contrato,
está constituido por la manifestación de voluntad destinada a producir
relaciones jurídicas. Consecuentemente, para que la voluntad juegue un
rol en la celebración del contrato se requiere no sólo que exista jurídica-
mente, sino también que sea manifestada. Dado que el problema de la
discrepancia entre la voluntad y su manifestación, que es un tema que
voy a desarrollar después, es tratado también por la doctrina del negocio
105 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Teoría de la voluntad.
Tiene origen latino y es la más antigua. Cuentan los autores roma-
nistas que desaparecido el formalismo, que confería un carácter
determinante a lo expresado solemnemente, prescindiendo de cualquier
otro elemento interpretativo, cobra cuerpo la doctrina que sólo atribuye
valor a la declaración si es conforme con la voluntad interna del decla-
rante (PAPINIANO D.50.15.219.: “En las convenciones hay que atender más
a la voluntad de las partes que a las palabras”). Posteriormente se le con-
cedió un significado ideológico, colocando a esta teoría como el sustento
del desarrollo del capitalismo industrial y comercial, inspirado en que la
voluntad del individuo es el medio jurídico a través del cual se realiza
una economía liberal basada en la iniciativa de los particulares.
Siguiendo este derrotero, se fue considerando, cada vez con más
énfasis, que el alma de los contratos es la voluntad, pues la relación jurí-
dica que resulta de ellos deba representar el querer de las partes. La
declaración no tiene más valor que el ser el medio más adecuado para
exteriorizar este querer.
Según la teoría de la voluntad, surgida una discrepancia entre la
voluntad interna y su declaración debe tomarse especialmente en consi-
deración a aquélla, pues se sostiene que el contrato es un acuerdo de
voluntades.
Sin embargo, no debe atribuirse a la teoría de la voluntad preten-
siones excesivas, ni pensarse que está orientada a prescindir por entero
de la declaración. Esta teoría no busca que en caso de discordancia entre
la voluntad y la declaración lo que debe primar es la voluntad real, o sea
que el contrato deba formarse exclusivamente en base a ésta, sino que en
tal caso no vale la declaración y, por lo tanto, no hay contrato. El consen-
timiento es un acuerdo de declaraciones de voluntad y no un acuerdo
sólo de voluntades(*).
Teoría de la declaración.
Como una reacción contra la inseguridad que crea la teoría de la
voluntad, al no permitir confiar en la declaración si ésta no coincide con
la voluntad real, la cual es difícil de conocer, surgió en Alemania la teo-
ría de la declaración, según la cual el contrato no es evaluado como un
fenómeno psíquico, sino como un fenómeno social, de tal manera que lo
que interesa es el hecho objetivo de la declaración, cuyo conocimiento
está al alcance de todos, y no el hecho subjetivo de la voluntad, que sólo
conoce el agente.
No se piense, sin embargo, que la teoría de la declaración prescin-
de de la voluntad y que se otorga pleno valor a la declaración aunque
ella evidentemente no exteriorice una voluntad. No. Si un acto no tiene
objetivamente el significado de una exteriorización de voluntad del suje-
to en orden a su esfera jurídica, no vale como declaración.
Lo que se busca es conceder al acto que objetivamente aparece como
la exteriorización de la voluntad del sujeto pleno valor como declaración
de voluntad, de tal manera que dicho acto obliga a su autor, como si fue-
ra voluntario, aunque su querer interno sea diverso a lo exteriorizado.
En realidad, la teoría de la declaración, más que negar el valor de
la voluntad real, toma la que podríamos llamar forzada solución de sa-
crificar la voluntad real y sustituirla por la voluntad que aparece de la
declaración. Digo que la solución es forzada por cuanto el ideal para la
teoría de la declaración es que la declaración coincida con la voluntad
real y que no haya que inmolar ésta.
111 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Teoría de la responsabilidad.
Se considera que esta teoría suaviza la teoría de la voluntad al ad-
mitir la responsabilidad del declarante 39 , de tal manera que, aun
discrepando la voluntad de la declaración, hay que atenerse a ésta cuan-
do de la discrepancia sea culpable el declarante, por no haberse
comportado con la necesaria diligencia.
Se justifica esta teoría en que para asegurar el tráfico jurídico es
necesario que el declarante sea autorresponsable de su declaración, pues
de esta manera se garantiza al destinatario de la declaración el significa-
do objetivo de ella, sin que se vea obligado a indagar los motivos que han
inducido al declarante a formularla.
Los únicos requisitos que se exigen son: que la declaración tenga
visos de exteriorizar una voluntad y que sea imputable al declarante la
divergencia entre la voluntad real y la declaración.
Sostiene OSPINA 40 que el actual concepto de la teoría de la respon-
sabilidad se ha desviado de su cauce original. Según él, esta teoría fue
formulada por IHERING en el sentido que toda persona, por el hecho de
emitir una declaración que puede dar lugar a un acto jurídico, garantiza
a los demás interesados la validez de dicho acto. Si el acto no es válido
por no corresponder la declaración a la voluntad, el declarante queda
obligado a indemnizar los perjuicios que ocasione su conducta ilícita.
La desviación ha consistido en que la moderna teoría de la respon-
sabilidad da prevalencia a la declaración sobre la voluntad y, en lugar de
112 EL CONTRATO EN GENERAL
Teoría de la confianza.
Se dice que esta teoría viene a ser un paliativo de los efectos rígi-
dos de la teoría de la declaración.
Según ella, la declaración discrepante de la voluntad tiene valor
cuando el destinatario ha confiado razonablemente sobre la seriedad y
sobre el significado objetivo de ella. Se basa en que la certeza del tráfico
jurídico exige privilegiar la confianza respecto a la realidad del consen-
timiento, en el sentido que la buena fe, que preside la formación del
contrato, permite al destinatario dar valor como declaración de volun-
tad a lo que se le presenta verosímilmente como tal.
En consecuencia, si bien se respeta la teoría de la declaración en
cuanto se acepta el valor de ésta, siempre que tenga visos de exteriorizar
una voluntad cualquiera que sea, se agrega el ingrediente de que el des-
tinatario crea de buena fe que esa voluntad exteriorizada es la voluntad
real del declarante.
En otras palabras, la prevalencia de la declaración no está basada
tanto en su propio valor, sino en la confianza y en la buena fe de los des-
tinatarios de ella, quienes lo único que conocen es la declaración y confían
que ella responda a la voluntad real. Si por determinadas circunstancias
no es dable o racional que los destinatarios confíen en la declaración,
ésta debe ser descartada, condenada a la ineficacia(*).
(*) Inicialmente incurrí en el error que ahora critico, y así lo manifesté en otro trabajo41.
Pero desde entonces mucho agua ha corrido bajo los puentes y me veo obligado a
rectificar dicho error.
113 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Opinión personal.
Las dos principales teorías, o sea las de la voluntad y de la declara-
ción, deben ser entendidas en sus verdaderas dimensiones. Ni la primera
pretende prescindir de la declaración ni la segunda prescindir de la vo-
luntad. Ambas son conscientes que el acto jurídico es una declaración de
voluntad. En lo que difieren es simplemente en la prevalencia que, en
caso de discrepancia entre estos elementos, deba darse a uno u otro.
La teoría de la voluntad, sin dar valor determinante a ésta, niega
valor a la declaración discrepante. La teoría de la declaración, descar-
tando inicialmente el valor de la voluntad discrepante, concede valor a
la declaración, aunque admitiendo que este valor puede ser destruido pos-
teriormente. Para la primera no hay acto jurídico; para la segunda sí lo
hay, aunque sea anulable.
Inicialmente fui un rendido admirador de la teoría de la voluntad42.
Pensé, y creo que aún pienso, que siendo el contrato la declaración con-
junta de una voluntad común, no es posible que se forme el contrato
cuando ésta no existe o cuando, existiendo, discrepa de la declaración
conjunta.
Es más, el contrato se crea porque las partes quieren celebrarlo. Su
origen se encuentra, pues, en la voluntad común, que constituye no sólo
el presupuesto sino también el motor del contrato, que debe continuar
impulsándolo hasta su celebración. Considerar que, ante una discrepan-
cia entre la voluntad común y la declaración conjunta, debe descartarse
aquélla y ser sustituida por un elemento nuevo, y desde luego posterior,
como es la declaración, significa, en mi opinión, dar nacimiento a un acto
distinto del que las partes quisieron celebrar(*).
Sin embargo, mi entusiasmo inicial, sin desaparecer, se ha enfria-
do. Comprendo ahora que la teoría de la voluntad, si bien conserva su
valor jurídico, choca contra el formidable obstáculo de la dificultad de
demostrar el sentido de la voluntad común, dado su carácter interno. Si
precisamente la declaración es la manera de exteriorizar la voluntad co-
mún, resulta arduo no concederle un valor destacado, casi determinante.
Esto no me lleva necesariamente a identificarme con la teoría de la
declaración. Pienso que ante la acreditada discrepancia entre la declara-
(*) La reforma del Código civil argentino (Ley 17.711, art. 1, inc. 65) demuestra su inclina-
ción por la teoría de la confianza al establecer en el primer párrafo de su nuevo artículo
1198 que los “contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de
acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando
con cuidado y previsión”.
114 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) SACCO44 dice al respecto: “Según una afirmación que de tan repetida ha devenido en
lugar común, la relevancia de la voluntad protege el interés (egoísta e individualista)
del declarante, mientras que la relevancia de la declaración protege los intereses socia-
les y colectivos. Esta afirmación, fruto de una ilusión óptica, es no sólo falsa, sino
francamente ingenua.
El principio del valor de la declaración tiene esta función instrumental de hacer más
ágil el tráfico; pero tiene sentido sólo si se encuentra una justificación global del tráfico
considerado en sí mismo. Si el tráfico se articula en declaraciones todas afectas a error,
separadas de la correspondiente voluntad, todas creadas por involuntarias y casuales
manifestaciones, no habría ninguna razón para protegerlo. Sería mejor negarle recono-
cimiento. La única razón para proteger el tráfico está en el hecho de que las decisiones
privadas, al perseguir la ventaja del sujeto singular, no puede dejar de ser contemporá-
neamente una ventaja social. La primera razón de la tutela del tráfico autónomo está
en la función social que cumple la voluntad individual. El principio de la declaración
tiene sentido no porque se opone al principio de la voluntad, sino porque, sacrifican-
do este principio de la voluntad en un número de casos que se espera modesto y
despreciable, rinde expedito rápidamente y garantiza el funcionamiento de toda la
masa de casos normales, en los cuales la voluntad declarada y la voluntad interna
coinciden.
115 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
que encierra una voluntad acorde con ella, el sujeto queda comprometi-
do por su declaración, aunque no responda realmente a su voluntad. Tal
como dice BIANCA 45, “el principio de la autorresponsabilidad expresa la
solución normativa en el sentido de quien introduce o da causa a la in-
troducción de declaraciones negociales en el tráfico jurídico está sujeto a
las consecuencias de ello según su significado objetivo”.
Sin embargo, para que esta teoría cumpla adecuadamente su finali-
dad, se requiere que el declarante actúe voluntariamente, en el sentido
que realmente quiera que su declaración sea considerada como una ex-
teriorización de su voluntad. Si por dolo o culpa declara falsamente una
voluntad que no tiene, es justo que asuma la responsabilidad. En cambio,
si debido a un error, tanto de vicio como obstativo, declara como cierta
una voluntad que no tiene, la teoría de la autorresponsabilidad no po-
dría hacerlo responsable.
Pese a los méritos que tiene esta teoría, no puedo identificarme con
ella. Me cuesta admitir que una declaración de voluntad sea considera-
da como tal, o sea como expresiva de la voluntad, sólo porque el sujeto
así lo quiere, aunque ello no ocurra en realidad. El contrato se forma con
un concurso de declaraciones y un concurso de voluntades, o sea con la
declaración conjunta de una voluntad común. En la medida que exista
sólo una apariencia de concurso de voluntades, originada deliberadamen-
te por la declaración de una de las partes, no considero que la consecuencia
jurídica deba ser dar valor pleno a dicha declaración, pues ello significa-
ría crear artificialmente una voluntad que no existe. Pienso que la
consecuencia adecuada debe ser hacer responsable al declarante por los
daños y perjuicios que cause a la otra parte con su declaración, sin llegar
al extremo de convalidar ésta.
En cuanto a la teoría de la confianza, llamada también de la buena
fe, representa, asimismo un avance apreciable. Con cierta frecuencia se
ha sostenido que esta teoría es una consecuencia de la teoría de la res-
ponsabilidad, pues se piensa que la confianza de una de las partes surge
de la declaración de la otra. Me parece que no es éste el verdadero senti-
do que debe darse a la teoría de la confianza.
Si consideramos que el contrato es el concurso de declaraciones y
voluntades, la confianza que puede dar lugar a la celebración del contra-
to es de que ese concurso realmente existe. Esta confianza debe provenir
de un conjunto de circunstancias que permitan inferir a ambos contra-
tantes que sus declaraciones coinciden con sus voluntades.
Supóngase que la declaración de una de las partes es objetivamen-
te estimable como expresiva de una voluntad acorde con ella, pero que
determinadas circunstancias permiten a la otra parte, usando una dili-
116 EL CONTRATO EN GENERAL
gencia normal, conocer que ello no es así, esto es, que la voluntad del
declarante es otra. La teoría de la confianza no autorizaría a dar por ce-
lebrado el contrato.
Desde luego, las declaraciones de las partes juegan un rol muy im-
portante en la teoría de la confianza, pero sólo en la medida que se les
considera como indicios confiables de la existencia de una voluntad co-
mún.
Con relación a la teoría de la responsabilidad, la teoría de la con-
fianza representa dos cambios importantes. Un cambio de sujeto, pues
ya no se estima el valor de la declaración en la persona del declarante,
sino la manera como esa declaración es apreciada por el destinatario. Un
cambio de objeto, desde que lo que da lugar a la celebración el contrato
no es la comprobación de la coincidencia de las declaraciones, sino la
confianza en que existe una coincidencia de voluntades.
Contrariamente a lo que algunos tratadistas sostienen, la teoría de
la confianza se acerca más a la teoría de la voluntad que a la de la decla-
ración, pues si bien la declaración es uno de los elementos para generar
la confianza, ésta no recae en el sentido de la declaración ni en su impu-
tabilidad al declarante, sino en la posibilidad razonable de que la
declaración sea portadora de una voluntad que va a ser común.
Ante la necesidad de tomar posición frente a este problema, me
inclino por la teoría de la confianza. Las razones que más han pesado en
mi ánimo son las siguientes:
- Pienso que el contrato es un concurso de declaraciones de volun-
tad. De la misma manera como una coincidencia de declaraciones
y una paralela discrepancia de voluntades no pueden dar lugar a
la formación del contrato, tampoco pueden darlo una coincidencia
de voluntades y una paralela discrepancia de declaraciones. Am-
bos elementos (voluntad y declaración) tienen un valor igual.
- Si bien la coincidencia de declaraciones es un hecho fácil de apre-
ciar, no ocurre lo mismo respecto a la coincidencia de las voluntades,
por existir éstas en el fuero interno de las personas. Es necesario,
por ello, recurrir a un medio que razonablemente permita inferir
la realidad de una voluntad común.
- La mayoría de los ordenamientos de Derecho privado descansan
en el principio de que los contratos deben celebrarse de buena fe
(nuestro Código civil agrega que los contratos también deben ne-
gociarse de buena fe), de tal manera que las partes tienen el derecho
de exigírsela recíprocamente.
117 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Tratando sobre la protección a la confianza nos dice TRABUCCHI50: “Podemos decir que
el legislador moderno ha distinguido algunos tipos de negocios en los cuales predomi-
na la tesis de la búsqueda de la voluntad (el matrimonio, el testamento); y como regla
general, para todos los otros negocios, el legislador se ha inspirado en el principio de
la confianza.
Confianza no quiere decir que se supervalore la apariencia, sino más bien protección
de la buena fe. Hoy, el principio de la buena fe ha llegado a ser general en el derecho;
es un requisito propio del ‘obrar’ humano, como se ha dicho; el que obra de buena fe,
fiándose de cuánto aparece según las manifestaciones de otro, debe ser protegido.
Pero buena fe no es supina ignorancia, así como confianza no es ciega entrega. Dichos
principios, persiguen únicamente la salvaguarda del tercero que haya sido diligente en
el conocimiento del negocio y sus circunstancias”.
119 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
4. DISENTIMIENTO
El problema del disentimiento o disenso (al cual llamaré en ade-
lante “el disentimiento”, aun cuando la expresión “disenso” se utiliza
también mucho por la doctrina) es uno de los más difíciles del Derecho
contractual, especialmente por estar muy relacionado con las consecuen-
cias, que acabamos de estudiar, de la divergencia entre la declaración y
la voluntad.
Para la cabal comprensión de este problema puede sernos de gran
ayuda el colocarnos inicialmente en el campo del acto jurídico unilateral
para, de allí, pasar al campo del contrato.
De conformidad con el inciso 1 del artículo 219 del Código civil, el
acto jurídico es nulo cuando falta la manifestación de voluntad del agen-
te. Esto es congruente con el artículo 140, que indica que el acto jurídico
es una manifestación de voluntad destinada a crear, regular, modificar o
extinguir relaciones jurídicas. Evidentemente, si no hay manifestación
de voluntad no hay acto jurídico.
Por su lado, el inciso 2 del artículo 221 del mismo Código establece
que el acto jurídico es anulable por vicio resultante de error, dolo, violen-
cia o intimidación. Estos son los llamados vicios de la voluntad, que se
presentan cuando, por las circunstancias indicadas en dicho inciso, no
existe correlación entre la voluntad del agente y la manifestación de la
misma.
Para los efectos del punto que estamos tratando, interesa estudiar
exclusivamente el caso del error, que puede definirse como una falsa re-
presentación del agente respecto del acto jurídico que está celebrando.
120 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) MESSINEO52 considera que en el caso del disenso evidente, éste puede nacer también de
una situación objetiva negativa que determine que las declaraciones de voluntad no
alcancen a ser conformes y a dar lugar a la voluntad común, por lo cual el resultado
negativo no se origina siempre en un error.
123 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Juan Guillermo LOHMANN5.3 dice al respecto: “Es indudable que el disenso tiene carac-
terísticas propias que lo distinguen del error obstativo, sólo que en el error la
divergencia está entre la voluntad y la declaración tal como en realidad se hizo y en el
disenso la divergencia entre voluntad y declaración está en la forma que la declaración
ha sido percibida. En un caso el error está en la declaración propia; en el disenso hay
error por la declaración ajena, que hace aparecer una concordancia entre las declara-
ciones de las partes. La existencia de un error en la declaración debe determinarse
antes de comprobar la existencia de un error vicio.
(**) Los MAZEAUD54, refiriéndose al error impediente, que es el que impide el acuerdo de
voluntades, dicen que “este acuerdo supone dos voluntades concordantes, comple-
mentarias; ahora bien, los dos contratantes no se han entendido; cada uno se ha engañado
no sólo lo que él quería, sino sobre lo que quería el otro contratante; el ‘error impe-
diente’ es un ‘diálogo entre sordos’. Por eso hay que ver en él algo más que un vicio
del consentimiento; impide el consentimiento, el acuerdo de las voluntades; en reali-
dad, existe una ausencia de consentimiento, que lleva consigo la nulidad absoluta del
contrato”.
124 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) MESSINEO55 expresa que “en buena sustancia, el disenso, como tal, está indirectamente,
pero seguramente comprendido entre las causas de nulidad; en verdad, ello se concre-
ta en la carencia de aquel acuerdo entre las partes (común voluntad, o consenso), del
cual el artículo 1325 hace uno de los requisitos (y, por casualidad, el principal) del
contrato”. Agrega que “el acuerdo de las partes (o consenso, o común voluntad) no
puede constar sino de declaraciones de voluntad conformes, dando lugar así a que el
acuerdo de las partes es requisito esencial del contrato; si las voluntades no son con-
formes se tiene, no el consenso, sino el disenso”.
125 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Aunque es un tema más propio de la teoría general del acto jurídico que de la teoría
general del contrato, conviene hacer una breve referencia a los alcances probatorios de
la forma ad probationem.
Sostienen algunos que la forma ad probationem no excluye la posibilidad de acreditar la
existencia del acto jurídico mediante otras pruebas. Al respecto, LOHMANN60 dice que
la idea de la formalidad “debe ser, sin embargo, matizada, pues yerra por exceso
quien considera que por virtud de las formalidades establecidas ad probationem, el ne-
gocio no puede ser probado por medios diferentes, es decir, por documentos posteriores,
o por medios orales como la confesión o el testimonio o el juramento decisorio o por la
simple ejecución del convenio. Pretender convencionalmente que el concurso de vo-
luntades sólo puede ser probado, por ejemplo, con el documento que reproduzca el
contrato, excluyendo cualquier otro medio probatorio, es ilegal, pues el ejercicio de los
derechos puede tornarse ilusorio”. En igual sentido se pronuncian TORRENTE-SCHLE-
SINGER61, GARCÍA AMIGO62, STOLFI63, DE LOS MOZOS64.
Otros autores piensan, en cambio, que la forma ad probationem determina que ella sea el
único medio de prueba, quedando excluidos los demás. Son de esta opinión COVIE-
LLO 65 , C ASTRO 66 , O SPINA 67 , M OSSET 68 , aunque algunos de ellos admiten que la
jurisprudencia tiende a restar rigidez a este concepto.
ALBALADEJO69 considera que debe distinguirse entre la forma ad probationem y el docu-
mento ad probationem. La primera significa que no se admite la prueba del negocio si no
se ha observado la forma ad probationem, de tal manera que si se puede probar por
cualquier medio que el negocio se celebró con la forma prescrita, dicho negocio puede
ser probado mediante otros medios distintos de la forma ad probationem. En cambio, el
documento ad probationem significa que no se admite prueba si no es mediante el docu-
mento, que es o producto de haber observado la forma al celebrar el negocio o producto
de haberlo recogido, después, documentalmente.
Realmente creo que si la ley impone una forma determinada es porque está obligando
a que sea observada. La ley imperativa no da consejos sino órdenes. Por ello, cuando
el artículo 144 del Código civil dispone que si la ley impone una forma y no se sanciona
con nulidad su inobservancia, constituye sólo un medio de prueba para la existencia
del acto, está contemplando un supuesto de forma obligatoria, por lo que, en realidad,
está ordenando la utilización de la forma y, en consecuencia, su inobservancia determi-
na que el acto no pueda ser probado por otros medios. Carecería de sentido la forma
ad probationem obligatoria si su función pudiera ser sustituida por otros medios proba-
torios, pues ello equivaldría a sostener que la ley da un mandato sin contenido real y
que puede ser dejada de aplicar.
Desde luego, creo también que, en caso de desaparición de la forma ad probationem
efectivamente observada, se puede probar por cualquier medio que se observó la for-
ma y el contenido del acto.
133 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Desde luego, en los contratos consensuales, que se forman por la simple identificación
de la oferta y la aceptación, el consentimiento puede constar de la minuta aun antes de
ser elevada a escritura pública (por ejemplo, en un contrato de compraventa de un bien
inmueble en que se otorga escritura pública para los efectos de su inscripción en los
Registros Públicos).
136 EL CONTRATO EN GENERAL
7. LA CONSIDERATION
Se trata este tema por cuanto, no obstante que la consideration no
juega rol alguno en el Derecho contractual neolatino, tiene una impor-
tancia determinante en la formación del contrato según el régimen del
Derecho anglosajón (common law), por lo cual considero prudente hacer
un somero análisis de ella, a título ilustrativo.
En el Derecho anglosajón los contratos, atendiendo al criterio de su
formación, se dividen en contratos solemnes, llamados contratos under
seal, que requieren la intervención de un funcionario y se extienden en
un documento (equivalente al instrumento público de nuestro sistema
legal), y contratos consensuales, conocidos como simple contracts.
Los contratos under seal tienen pleno valor por el sólo hecho de ha-
berse observado la formalidad, mientras que los simple contracts, si bien
prescinden de la forma, requieren apoyarse en un fundamento suficien-
te, llamado valuable consideration, sin el cual la promesa contenida en el
contrato no es exigible80.
Pese a la reluctancia de los autores anglosajones81 para dar una de-
finición de consideration, ésta puede ser entendida como algo prometido
o dado en cambio de una promesa. Para comprender bien este significa-
do debe tenerse en cuenta que el contrato anglosajón contiene una
promesa de una persona de hacer algo en favor de otra. La consideration
viene a ser, pues, la contrapartida a cargo de quien es favorecido por la
promesa, consistente en hacerle otra promesa o ejecutar una prestación.
140 EL CONTRATO EN GENERAL
cer como tal cuando se dan indisolublemente unidos sus dos elementos
constitutivos (consentimiento y entrega), de tal manera que cuando se
cumplan estos dos requisitos (el consentimiento expresado mediante la
entrega), será el momento de vigencia del contrato.
Debe tenerse presente, al respecto, que la entrega del bien materia
del contrato efectuada simultánea o posteriormente a la celebración del
contrato no determina necesariamente que estemos frente a un contrato
real, pues existen numerosos contratos consensuales, como la compra-
venta, la permuta, la donación, etc., en los cuales la entrega del bien
constituye simplemente la ejecución de la obligación (transferir la pro-
piedad del bien) contraída mediante el contrato, o sea solvendi causa. En
el contrato real no ocurre esto, pues el rol de la entrega es, como se ha
visto, distinto, ya que juega una función en la fase formativa del contra-
to que, sin ella, no se concluye, o sea que tiene lugar contrahendi vel obligandi
causa90.
Piensan algunos autores91 92, 93 que la entrega viene a ser, a su mane-
ra, una especie de forma, considerando que en el Derecho romano ella se
traducía en una atenuación del formalismo, reemplazando las formas
solemnes de las cuales dependía la formación de los contratos. En cierto
modo esto es aceptable, pues debe tenerse presente que en los contratos
reales la entrega tiene como finalidad dar fe de la celebración del contra-
to y no simplemente justificar el derecho a la restitución.
El artículo 1352 del Código civil establece, como se ha visto, que
los contratos se perfeccionan por el consentimiento de las partes, excep-
to aquellos que, además, deben observar la forma señalada por la ley bajo
sanción de nulidad.
Al no contemplar este artículo la posibilidad de que el contrato se
perfeccione también con la entrega del bien materia del contrato, se ha
producido, implícitamente, la supresión de los contratos reales(*).
Conviene estudiar si es conveniente o no esta supresión.
(*) Max ARIAS SCHREIBER94, comentando el artículo 1352 del Código civil dice que “adicio-
nalmente, mediante el precepto bajo comentario se consagra la supresión de los contratos
reales, convirtiendo a los que tradicionalmente eran considerados dentro de esa cate-
goría –mutuo, comodato y depósito–, en contratos consensuales o, en todo caso, con
libertad de forma. Esta modificación tiene significativos beneficios prácticos, pues es
un hecho que, entre el acuerdo a que llegan las partes y la entrega, transcurre un lapso
muchas veces largo, que se traduce con frecuencia en situaciones dudosas o conflicti-
vas. Se ha dado, pues, un paso trascendental, eliminando la entrega o tradición, como
regla general. El acto de la entrega debe entenderse, en consecuencia, no como un
elemento constitutivo o formal sino como parte del mecanismo en el cumplimiento de
lo prometido”.
143 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Sobre el particular dice MESSINEO96 que “si fuese cierto que la entrega es un elemento
ulterior al contrato y este elemento debiera servir para perfeccionar, no el contrato,
sino la obligación de restituir, tendríamos un caso en el que la obligación contractual
encontraría las premisas de su nacimiento no sólo en el contrato, sino en algo extraño
y posterior al contrato: lo que constituiría una anomalía inexplicable, frente al princi-
pio de que, siendo el contrato la fuente de la obligación (contractual) la obligación está
virtualmente contenida, toda ella, en el contrato, sin que nada más sea necesario para
hacerla nacer”.
144 EL CONTRATO EN GENERAL
1. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 392.
2. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, Vol. II2 pp. 165.
3. MANRESA Y NAVARRO, José María, Comentarios al Código civil español, Reus S.A., Madrid,
1967, T. VII, Vol. 2, p. 367.
4. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 367.
5. BESSONE, Mario, Casi e questioni di Diritto privato, Dott. A. Giuffrè Editore, Milano, 1981, T. II, p. 38.
6. TUHR, Andreas von, Op. cit., Vol. II2, p. 165.
7. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 150.
8. “Proyectos y anteproyectos de la reforma del Código civil”, publicación de la Pontificia Univer-
sidad Católica del Perú, T. II, p. 6.
9. RISOLIA, Mario Amelio, Soberanía y crisis del contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958, p. 94.
10. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, Vol. I, p. 235.
11. ARTEAGA, Jesús María, ARTEAGA CARVAJAL, Jaime, Curso de obligaciones, Editorial Temis Libre-
ría, Bogotá, 1979, p. 12.
12. GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 217.
13. MUÑOZ, Luis, Contratos y negocios jurídicos financieros, Editorial Universo, Buenos Aires, 1981,
T. I, p. 163.
14. TUHR, Andreas von, Op. cit., Vol. III1, p. 239.
15. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Tratado práctico de Derecho civil francés, Cultural S.A., Haba-
na, 1946, T. XI, p. 122.
16. ALTERINI, Atilio Aníbal, Curso de Obligaciones, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1977, T. II, p. 386.
17. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Editores S.A., Buenos Aires, 1981, p. 90.
18. MUÑOZ, Luis, Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960, T. I, p. 116.
146 EL CONTRATO EN GENERAL
19. ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1981, p. 35.
20. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 98.
21. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 90.
22. ZAGO, Jorge Alberto, Op. cit., p. 35.
23. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 379.
24. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 119.
25. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho civil, La Ley, Buenos Aires, 1964, T. IV,
Vol. I, p. 46.
26. PACCHIONNI, Giovanni, Dei contratti in generale, Casa Editrice Dott. A. Milano S.A., Padova,
1939, Vol. II, p. 59.
27. GARRIGUES, Joaquín, Curso de Derecho mercantil, Imprenta Aguirre, Madrid, 1969, T. II, p. 13.
28. BIANCA, C. Massimo, Il contrato, Dott. A. Giuffrè Editores, Milano, 1984, p. 28.
29. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 370.
30. MOSSET Iturraspe, Jorge, Op. cit., p. 85.
31. ALBALADEJO, Manuel, El negocio jurídico, Librería Bosch, Barcelona, 1958, p. 78.
32. GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1910, T.
III, p. 118.
33. TOLA, Fernando, Obligaciones, contratos, delitos y acciones, Primer fascículo, Lima, 1944, p. 24.
34. TUHR, Andreas von, Op. cit., T. II, 2, p. 104.
35. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Op. cit., T. VI, p. 131.
36. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 107.
37. TUHR, Andreas von, Op. cit., T. II2, p. 160.
38. ENNECCERUS, Ludwig y KIPP, Theodor, Tratado de Derecho civil, Bosch Casa Editorial, Barcelo-
na, 1954, T. I, Vol. II, p. 284.
39. ALBALADEJO, Manuel, Op. cit., p. 154.
40. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Teoría general de los actos o negocios
jurídicos, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1980, p. 110.
41. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 171. (7)
42. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 156.
43. Loc. cit.
44. SACCO, Rodolfo, Il contratto, Unione Tipografico Editrice Torinese, Torino, 1975, p. 244.
45. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 21.
46. VIDAL RAMÍREZ, Fernando, Teoría general del acto jurídico, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1985, p.
228.
47. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis, Librería Studium, Lima, T. I, p. 89.
48. SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. III, p. 384.
49. COGLIOLO, Pedro, Estudios acerca de la evolución del Derecho privado, Hijos de Reus Editores,
Madrid, 1898, p. 158.
147 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
50. TRABUCCHI, Alberto, Instituciones de Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1967, T. I, p. 208.
51. MORALES MORENO, Antonio-Manuel, El error en los contratos, Editorial Ceura, Madrid, 1988, p. 76.
52. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 210.
53. LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, El negocio jurídico, Librería Studium, Lima, 1986, p.
362.
54. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, Ediciones Jurídicas Europa-Améri-
ca, Buenos Aires, 1960, Parte Segunda, Vol. I, p. 184.
55. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 208.
56. Ibídem, T. II, p. 211.
57. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Op. cit., T. IV, Vol. I, p. 40.
58. GASPERI, Luis de, Tratado de derecho civil, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1964,
T. I, p. 703.
59 MUÑOZ, Luis, Op. cit., T. I, p. 136.
60. LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, Op. cit., p. 108. 54.
61. TORRENTE, Andrea y SCHLESINGER, Piero, Manuale de Diritto Privato, Giuffrè Editore, Milano,
1978, p. 281.
62. GARCÍA AMIGO, Manuel, Instituciones de Derecho Privado, Editorial Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1979, p. 712.
63. STOLFI, Giuseppe, Teoría del negocio jurídico, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid,
1959, p. 212.
64. DE LOS MOZOS, José Luis, El negocio jurídico, Editorial Montecorvo S.A., Madrid, 1987, p. 418.
65. COVIELLO, Nicolás, Doctrina general del Derecho civil, Unión Tipográfica Editorial Hispano-
americana, México, 1938, p. 562.
66. DE CASTRO Y BRAVO, Federico, El negocio jurídico, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos,
Madrid, 1967, p. 287.
67. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Op. cit., p. 237.
68. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 228.
69. ALBALADEJO, Manuel, Op. cit., p. 305.
70. CARBONNIER, Jean, Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1971, T. II, Vol. II, p. 317.
71. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 94.
72. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 145.
73. LEÓN BARANDIARÁN, José, Comentarios al Código civil peruano – Obligaciones, Ediar S.A. Edito-
res, Buenos Aires, 1956, T. II, p. 563; Contratos en el Derecho civil peruano, Comisión
Administradora del Fondo Editorial de la U.N.M.S.M., Lima, 1965, T. I, p. 250.
74. TUHR, Andreas von, Tratado de las obligaciones, Editorial Reus, Madrid, 1934, T. I, p. 170.
75. ECHECOPAR GARCÍA, Luis, Derecho de sucesiones, Editorial Lumen S.A., Lima, 1946, p. 286.
76. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 281. (28)
77. MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho civil y comercial, Ediciones Jurídicas Europa-Amé-
rica, Buenos Aires, 1971, T. IV, p. 522; LAVALLE C OBO, Jorge E., en “Código civil y leyes
complementarias”, dirigido por Belluscio, Augusto C., Editorial Astrea, Buenos Aires, 1984, T.
V, p. 947.
148 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Sometimiento a reglas generales.
3. Contratos nominados e innominados (típicos y atípicos).
4. Clasificación de los contratos.
que encajan dentro de un “tipo legal”, es decir, que ya tienen una regula-
ción en la ley, que han sido precisados, disciplinados en cuanto a su
contenido, sus efectos, sus exigencias formativas.
Sin dejar de reconocer el peso de las razones invocadas por los par-
tidarios de la terminología de contratos nominados e innominados, creo
que resulta más propio llamar “contrato nominado” al que tiene un nom-
bre generalmente conocido para identificarlo y “contrato típico” a aquél
que es regulado por el ordenamiento jurídico. Dentro de este razonamien-
to, tanto los “contratos típicos” como los “contratos atípicos”, entendidos
éstos como los que no tienen una disciplina legal propia, son también,
por regla general, contratos nominados. En el curso de este trabajo se va
a emplear, pues, la denominación de “contratos típicos” y “contratos atí-
picos”, cuando se usa el criterio de la regulación.
Definiciones.
El contrato típico puede ser definido, de acuerdo a lo anteriormen-
te expuesto, como aquel contrato que tiene una regulación legal propia
que lo identifica respecto a los demás. Es, como dice GETE-ALONSO 8, “la
manera de ser” del contrato, en el sentido que “la ley individualiza a un
determinado fenómeno a través de una serie de elementos y datos pecu-
liares, y al conjunto, así descrito, lo valora y le atribuye una concreta
regulación jurídica unitaria”.
Por contraposición, es contrato atípico el que, no obstante tener
una identificación propia y reunir los requisitos necesarios para ser con-
trato, no ha merecido aún recepción legislativa mediante una disciplina
particular. El contrato atípico viene a ser el producto de las necesidades
e imaginación de las partes que, en uso de la libertad que les concede el
artículo 1354 del Código civil, crean un contrato diferente a los ya regu-
lados para normar sus relaciones.
Estos conceptos corresponden a la tipicidad legal o legislativa, pero
puede existir también una tipicidad social, según se estudiará enseguida.
La atipicidad.
Se ha visto, conjugando lo expuesto en los subrubros “Definicio-
nes” y “Tipicidad legal y tipicidad social” que, por contraposición al
contrato típico, es contrato atípico el que carece de disciplina particular,
tanto legal como social (doctrinaria o jurisprudencial).
Aplicando rígidamente este concepto, se llegaría a que sólo es con-
trato atípico aquél que se encuentra huérfano de toda regulación externa,
de tal manera que todo el contenido y efectos contractuales no sólo son
originales, sino también completos. Esto determinaría, a su vez, que tal
contrato, además de su disciplina propia, únicamente estaría regulado
supletoriamente por las pautas de los contratos en general (artículo 1353
del Código civil).
Este es el que la doctrina 15 llama contrato atípico puro, o sea que
no está influenciado por tipicidad alguna (legal o social). Estos contratos
podrían ser calificados de autosuficientes.
En principio, los contratos atípicos puros, siempre que reúnan los
requisitos necesarios para ser contratos (artículo 140 del Código civil),
son tan obligatorios como los contratos típicos, pues les es plenamente
aplicable la regla contenida en el artículo 1361 del Código civil. Esto es
así por cuanto, como dice acertadamente MESSINEO16, en materia contrac-
tual impera un principio opuesto a aquél que rige para los derechos reales;
no se impone el numerus clausus, sino, por el contrario, se concede liber-
tad de creación.
Si bien es cierto que la inteligencia humana puede crear un contra-
to con características propias y absolutamente peculiares, de tal manera
que no puede descartarse la existencia de contratos atípicos puros, la ti-
picidad legal y la social no son secas, estériles, sino que, por el contrario,
tienen tal riqueza que es difícil que no ofrezcan a los contratantes disci-
plinas total o parcialmente adecuadas a sus necesidades. Esto ha dado
lugar, en la práctica, a que sea más fácil recurrir a determinadas reglas
de un contrato típico para adaptarlas al contrato particular que las par-
tes desean celebrar, que inventar nuevas reglas totalmente originales.
Por ello, dice SACCO17 que el contrato atípico, al cual se aplican úni-
camente las reglas generales, no ha hecho aparición aún en un despacho
judicial.
De otro lado, puede ocurrir que, por ignorancia o descuido de las
partes, un contrato atípico no contenga todos los elementos necesarios
para su debida aplicación, lo que obligará a buscar qué reglas de los con-
tratos típicos son adecuadas para colmar la laguna.
156 EL CONTRATO EN GENERAL
- Los principios generales del Derecho (artículo VIII del Título Preli-
minar del Código civil);
- Las normas generales de contratación (artículo 1353 del Código
civil);
- La voluntad de los contratantes (pone como ejemplo una norma
similar a la contenida en el artículo 1531 del Código civil, según la
cual, en el caso de que el precio de una transferencia se fije parte
en dinero y parte en otro bien, se calificará el contrato de acuerdo
con la intención manifiesta de los contratantes).
Creo que la posición de OSSORIO, pese a ser la menos precisa y colo-
car al intérprete en una situación de mayor incertidumbre, es la que, en
el fondo, permite solucionar el problema con mayores probabilidades de
acierto. Debe tenerse presente que, por lo mismo que nos encontramos
en un campo, como es el de la atipicidad, en el que la creatividad e ima-
ginación de las partes son los ingredientes determinantes del contrato, la
solución de contar con los mayores elementos de juicio para encontrar el
verdadero sentido que se ha querido dar a cada uno de los elementos del
contrato atípico es posiblemente el mejor camino.
Hay que tomar en consideración que en los contratos típicos el in-
térprete debe dar por cierto que el legislador los ha regulado ciñéndose a
todos los principios que el ordenamiento jurídico respeta, por lo cual no
tiene que preocuparse de comprobar la validez del contrato en cuanto a
su finalidad. Ello no ocurre necesariamente en los contratos atípicos, en
los cuales son las partes las que introducen los elementos que ellas consi-
deran convenientes para velar por sus intereses particulares, los cuales
pueden encontrarse reñidos con los intereses merecedores de tutela se-
gún dicho ordenamiento. Por ello, el artículo 1322 del Código civil italiano
sólo admite que las partes puedan concluir contratos que no pertenez-
can a los tipos que tienen una disciplina particular, cuando ellos vayan
dirigidos a realizar tales intereses.
En los contratos atípicos (puros e híbridos) la labor del intérprete
es, pues, más complicada que en los contratos típicos, ya que no sólo debe
determinar las reglas aplicables a cada contrato, sino también compro-
bar que mediante ellos se van a alcanzar intereses merecedores de tutela
por el ordenamiento jurídico(*).
(*) En el Derecho peruano debe tenerse presente que, como se verá más adelante al co-
mentar el artículo 1354 del Código civil, el inciso 14) del artículo 2 de la Constitución
dispone que los contratos (tanto los típicos como los atípicos) deben tener fin lícito.
161 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por la prestación.
Tradicionalmente el criterio estaba basado en la obligación y no en
la prestación. De acuerdo con él, los contratos se clasifican en unilatera-
les y bilaterales.
Es contrato unilateral aquél en que una sola de las partes queda
obligada, a diferencia del bilateral en que ambas partes quedan recípro-
camente obligadas.
No se va a estudiar a fondo ahora esta clasificación por cuanto no
ha sido tomada en consideración por el Código civil de 1984, el cual, si-
guiendo el modelo del Código civil italiano de 1942, trata del contrato
con prestaciones recíprocas en lugar del contrato bilateral. Por ello, el
tema será tratado con toda amplitud al comentar el artículo 1426.
Por la valoración.
Según este criterio, los contratos se clasifican en onerosos y gratui-
tos, llamados también a título oneroso y a título gratuito.
Una parte importante de la doctrina tradicional, inspirándose qui-
zá en la definición del contrato de beneficencia dada por el artículo 1.105
del Código Napoleón, considera que la esencia de esta clasificación radi-
ca en los sacrificios o ventajas que sufren o reciben las partes.
Así se dice que es contrato oneroso aquél en que cada una de las
partes sufre un sacrificio cuya contrapartida es una ventaja que recibe, a
diferencia del contrato gratuito, en el cual sólo una de las partes recibe
una ventaja y sólo la otra sufre un sacrificio, no existiendo contraparti-
das a la ventaja y al sacrificio.
163 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Muy expresivo es el prólogo de la Quinta Partida de Alfonso el Sabio28 que llama a
estos contratos de gracia y amor.
164 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) BIANCA32 dice con acierto que “el contrato es a título oneroso cuando a la prestación
principal de una parte corresponde una prestación principal a cargo de la otra”.
165 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
de las prestaciones puede ser establecida como regla, aunque aclara que
el concepto de regla debe ser entendido no como norma legal, sino como
producto de la autonomía privada.
En estas condiciones, es necesario determinar cómo debe apreciar-
se la equivalencia de las prestaciones. Para ello, pueden tomarse en
consideración dos aspectos o elementos, el objetivo y el subjetivo.
El aspecto objetivo es el que resulta del análisis exterior del contra-
to, o sea de la relación jurídica que crea y del valor de las prestaciones
que constituyen el contenido de dicha relación. Si de este análisis resulta
que el valor de la prestación es equivalente al de la contraprestación,
estamos incuestionablemente en presencia de un contrato oneroso.
Pero al lado del aspecto objetivo existe el aspecto subjetivo, que es
el propósito de las partes de considerar como oneroso el contrato aun
cuando no haya equivalencia de las prestaciones principales, siempre que
entre ellas exista una situación de equilibrio que satisface los intereses
de las partes. Así, en una compraventa puede no coincidir el valor del
bien con el importe del precio, no obstante lo cual las partes consideran
que, por circunstancias afectivas o de otra índole, se satisfacen plena-
mente sus intereses.
Sin embargo, la distinción entre el aspecto objetivo y el subjetivo
tiene importancia respecto a los intereses en juego. ARECHEDERRA35 opina,
con razón, que en la relación contractual considerada en su posible efi-
cacia frente a terceros debe aplicarse un criterio objetivo para apreciar
la onerosidad o gratuidad, mientras en la relación contractual inter par-
tes el régimen de protección se dará a base de considerar la voluntad
subjetiva de las partes respecto al carácter del contrato.
Por el riesgo.
De acuerdo con este criterio, los contratos se clasifican en conmuta-
tivos y aleatorios.
Tradicionalmente se consideraba que el contrato conmutativo era
el contrato oneroso en el cual existía equivalencia entre las prestaciones.
Ese es el sentido de la definición dada por el Diccionario de ESCRICHE36,
influenciada, posiblemente, por el artículo 1964 del Código Napoleón,
según el cual es conmutativo el contrato cuando cada una de las partes
se compromete a dar o hacer una cosa que se considera el equivalente de
lo que se da o se hace por ella.
Con el transcurso del tiempo se fue precisando la noción del con-
trato conmutativo, llegándose a la posición moderna de acuerdo con la
168 EL CONTRATO EN GENERAL
cual “el contrato es conmutativo cuando cada una de las partes, al mo-
mento en que se celebra, es consciente de un hecho cierto y concreto, pues
estima anticipadamente el sacrificio y la ventaja que puede correlativa-
mente lograr”.37
Ya he expresado mis reservas a la utilización de los conceptos de
“ventaja” y “sacrificio” para la clasificación de los contratos, por ser con-
ceptos vinculados más bien a los efectos que pueden tener las obligaciones
creadas por el contrato que a las características estructurales del mismo,
que están organizadas alrededor de la obligación y de la prestación.
Por ello, me permito sugerir que se defina el contrato conmutativo
como aquél en el que la entidad de las prestaciones puede ser establecida
al momento de celebrarse el contrato, de tal manera que cada parte co-
noce cuál es el contenido de su prestación y el de la otra parte, si la hubiere.
Al lado opuesto del contrato conmutativo se encuentra el contrato
aleatorio. Antes de intentar una definición del mismo, conviene estudiar
los diversos alcances que la doctrina le ha dado.
Partiendo del concepto de que el contrato aleatorio es aquél en el
cual la ventaja que las partes obtendrán del contrato no es apreciable en
el momento de la perfección del mismo, porque ello depende de un acon-
tecimiento incierto, la primera posición, sostenida, entre otros, por los
MAZEAUD38, entiende que la nota característica de los contratos aleato-
rios está dada por la existencia de un azar (chance).
Al lado de esta posición puede constatarse una nueva tendencia
que identifica la nota característica y diferenciadora del contrato aleato-
rio en la incidencia que el evento incierto tenga sobre la existencia o sobre
la determinación de una prestación39.
ALBALADEJO40, por su parte, se coloca en una tercera posición, de
acuerdo con la cual el contrato es aleatorio cuando las partes, al cele-
brarlo, asumen el riesgo de pérdida o de ganancia, bien sea mediante el
establecimiento de una prestación no determinada concretamente o bien
mediante el establecimiento de una prestación que se realizará o no even-
tualmente, según decida el azar (la suerte). Agrega ALBALADEJO que la
indeterminación, o realización eventual, no tiene que alcanzar a ambas
prestaciones, pudiendo afectar sólo a una, comprendiéndose que, aun en
este caso, lo que es ganancia para una parte es pérdida para la otra.
Conjugando estos conceptos, el contrato aleatorio puede ser defi-
nido (siguiendo siempre el criterio de la prestación) como aquél en el que
la existencia o la determinación del valor concreto de la prestación o con-
traprestación depende de un factor incierto al momento de celebrarse el
169 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por la estructura.
Según este criterio, los contratos se clasifican en simples y complejos.
Es contrato simple aquél que da lugar a una sola relación jurídica
patrimonial. Por ejemplo, la compraventa, que crea la obligación del ven-
dedor de transferir la propiedad de una cosa y la obligación recíproca
del comprador de pagar el precio en dinero.
En cambio, el contrato es complejo cuando agrupa varios contra-
tos distintos. Esta agrupación puede dar lugar, a su vez, a dos clases de
contratos: los contextuales y los vinculados.
Son contratos contextuales los de forma escrita que, teniendo abso-
luta autonomía entre sí, figuran en un mismo documento. Por ejemplo, si
en una sola escritura pública se celebran conjuntamente un contrato de
constitución de sociedad anónima, uno de división y partición y uno de
compraventa, cada contrato, pese a esta agrupación física, sigue su suer-
te con entera independencia de los demás y queda sujeto a su propia
disciplina jurídica, sin que las vicisitudes que ocurran a uno influyan en
los otros.
Los contratos son vinculados cuando, conservando también su iden-
tidad propia, están unidos por algún vínculo de cualquier naturaleza
172 EL CONTRATO EN GENERAL
Por el área.
Esta clasificación obedece a concepciones tradicionales que divi-
dían el Derecho privado en tres grandes campos, que eran el civil, el
comercial y el de los derechos especiales. De acuerdo con ella, los contra-
tos se clasifican en civiles, comerciales y especiales.
Son contratos civiles los que están regidos por el Código civil, tanto
por estar disciplinados en él (contratos típicos civiles), como, no están-
dolo, por serles aplicables las disposiciones generales del contrato civil
(contratos atípicos civiles).
Los contratos son comerciales cuando están regulados por el Códi-
go de comercio (contratos típicos comerciales). También lo son aquellos
contratos atípicos que, por tener analogía o vinculación con los contra-
tos típicos comerciales, quedan comprendidos en las disposiciones
generales sobre los contratos de comercio (contratos atípicos comer-
ciales).
Finalmente, son contratos especiales aquéllos que encuentran su dis-
ciplina en normas que regulan actividades especiales, como la minería,
la pesquería, la agricultura, la comunicación, las finanzas, etc. Estos con-
tratos también pueden ser típicos (cuando están regulados legal o
socialmente) o atípicos (cuando no lo están).
Respecto de estos contratos especiales, como usualmente las nor-
mas que los legislan no contienen disposiciones generales aplicables a
todos ellos o a grupos de ellos, surge el problema de determinar si están
173 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por la autonomía.
De acuerdo con este criterio, los contratos se clasifican en principa-
les, accesorio y derivados.
Son contratos principales aquellos que no dependen jurídicamente
de otros contratos, que por sí tienen o cumplen plenamente una finali-
dad concreta (tales son, por ejemplo, la compraventa, el arrendamiento,
el mutuo, la prestación de servicios). Basta con celebrar un contrato prin-
cipal para que pueda alcanzarse el efecto querido por los contratantes,
sin necesidad de ningún acto jurídico adicional.
En contraposición a los contratos principales se encuentran los ac-
cesorios, llamados también por la doctrina alemana53 contratos auxiliares,
que son los que no pueden celebrarse independientemente, pues su obje-
to es, precisamente, complementar otro contrato. Se dice54, por eso, que
entre el contrato principal y el accesorio existe una relación de causa a efecto,
que es lo que explica el nexo de la accesoriedad. Los ejemplos más comunes
de contratos accesorios son los contratos de garantía (fianza, prenda, etc.).
Pienso, sin embargo, que se incurre en imprecisión al decir que el
contrato accesorio, especialmente el de garantía, depende del contrato
177 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por la formación.
De acuerdo al criterio del rubro, los contratos se clasifican en con-
sensuales, formales y reales, según se formen por el mero consentimiento,
se requiera además una formalidad especial o se necesite también la en-
trega de un bien.
Esta clasificación ha sido estudiada al comentar el artículo 1352
del Código civil, por lo cual me remito a lo ahí expresado.
Por la regulación.
Este criterio determina la clasificación de los contratos en típicos
y atípicos.
Las características de estos contratos han sido desarrolladas en el
rubro “Contratos nominados e innominados (típicos y atípicos)” del pre-
sente comentario, de tal manera que debe tenerse presente lo expuesto es
ese lugar.
Por la función.
Los contratos se clasifican, según este criterio, en constitutivos, re-
guladores, modificatorios y extintivos.
El tema ha sido materia de estudio en el rubro “Función del contra-
to” del comentario al artículo 1351 del Código civil, por lo cual hago la
remisión correspondiente.
179 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por el tiempo.
Siguiendo este criterio, los contratos se clasifican en de ejecución
inmediata, diferida e instantánea y de duración.
LÓPEZ DE ZAVALÍA60 explica muy claramente la diferencia existente
entre los contratos de ejecución inmediata y diferida, de un lado, y los de
ejecución instantánea y de duración, del otro.
Al respecto formula dos preguntas. La primera es: ¿cuándo debe
comenzar la ejecución del contrato?, y responde: inmediatamente (es el
contrato de ejecución inmediata) o después (es el contrato de ejecución
diferida). La segunda pregunta es: ¿cuánto debe durar la ejecución del
contrato? y responde: un solo momento (es el contrato de ejecución ins-
tantánea) o un lapso (es el contrato de duración).
Agrega LÓPEZ DE ZAVALÍA, que los dos criterios son combinables, de
tal manera que puede existir un contrato de ejecución inmediata que sea
de duración (por ejemplo, el arrendamiento puro) o un contrato de ejecu-
ción diferida que sea de ejecución instantánea (por ejemplo, la
compraventa al contado sujeta a plazo suspensivo).
Por otro lado, en una misma categoría de contrato (una compra-
venta) puede ocurrir que una de las prestaciones (la de transferir la
propiedad del bien) sea de ejecución inmediata y la otra prestación (la de
pagar el precio en dinero) sea de ejecución diferida o de duración.
Voy a analizar a continuación las características de cada uno de
los contratos comprendidos en esta clasificación.
Es contrato de ejecución inmediata(*) aquél cuyas prestaciones son
exigibles desde el momento de su celebración. No existe solución de con-
tinuidad entre la conclusión del contrato y la ejecución de las prestaciones
derivadas del mismo. Por ejemplo, en la compraventa simple el bien debe
ser entregado inmediatamente después de celebrado el contrato (artícu-
lo 1552 del C.C.) y el precio debe ser pagado al contado en el momento de
la entrega del bien (artículo 1558 del C.C.).
El contrato es de ejecución diferida cuando, no obstante haber sido
celebrado, la ejecución de sus prestaciones es diferida a una oportunidad
común para todas ellas o a oportunidades diferentes para cada una. En
este aspecto coincide la doctrina.
(*) Es curioso que un mismo autor (MESSINEO) opine, en una obra escrita en 194561, que la
antítesis del contrato de ejecución diferida es el contrato de ejecución inmediata, mien-
tras que en otra obra escrita en 196862 opine que lo contrapuesto al contrato de ejecución
diferida es el contrato de ejecución instantánea.
180 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) TARTAGLIA66 hace referencia a una noción doctrinaria y jurisprudencial italiana que, en
cambio, incluye en la categoría del contrato de ejecución diferida a aquél en que el
diferimiento es causado por una temporal imposibilidad de la prestación por causa no
imputable al deudor.
181 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por la formación.
Este criterio ha dado lugar a una clasificación que está adquirien-
do una gran importancia en la vida moderna, que es la de contratos de
negociación previa y contratos de adhesión.
Dado que el Código civil regula con detalle el contrato de adhesión
en su artículo 1390 y siguientes, esta clasificación será estudiada al co-
mentar dicho artículo.
9. BETTI, Emilio, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1959, p. 153; “Teoría general de las obligaciones”, Editorial Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1970, T. II, p. 68.
10. GRASSETTI, Cesare, L’interpretazione del negozio giuridico, Cedam – Casa Editrice Dott. Anto-
nio Milani, Padova, 1983, p. 167.
11. DE CASTRO Y BRavo, Federico, El negocio jurídico, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos,
Madrid, 1967, p. 207.
12. JORDANO BAREA, Juan B., Los contratos atípicos en Revista de Legislación y Jurisprudencia,
Madrid, 1953, p.62.
13. GETE-A LONSO Y CALERA, María del Carmen, Op. cit., p. 21.
14. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. BELLUSCIO, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1984, T. 5, p. 738.
15. Loc. cit.
16. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 708.
17. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 805.
18. OSSORIO MORALES, Juan, Op. cit., p. 197.
19. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1976, Vol. I, p. 242.
20. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1954, T.
II. Vol. I, p. 410.
21. LACRUZ BERDEJO, José Luis, Elementos de Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1987, Vol.
II, p. 248.
22. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 397.
23. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., Vol. I, p. 246.
24. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 714.
25. OSSORIO MORALES, Juan, Op. cit., p. 200.
26. RUIZ SERRAMALERA, Ricardo, Derecho civil, Universidad Complutense, Facultad de Derecho,
Servicio de Publicaciones, Madrid, 1981, T. II, p. 31.
27. LACRUZ BERDEJO, José Luis, Manual de Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1979, p. 639.
28. “Las Siete Partidas del muy noble Rey don Alfonso el Sabio”, glosadas por el Lic. Gregorio
LÓPEZ. Compañía General de Impresiones y Libreros del Reino, Madrid, 1844, T. II, p. 651.
29. SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. I, p. 150.
30. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 768.
31. SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires,
1954, T. I, p. 39; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, “Tratado práctico de Derecho civil francés”,
Cultural S.A., Habana, 1946. T. VI, p. 53.
32. BIANCA, C., Massimo, Diritto civile – Il contratto, Dott. A. Giuffrè Editore, Milano, 1984, T. III, p.
466.
33. LAVALLE COBO, Jorge E., Op. cit., T. 5, p. 730.
34. ARECHEDERRA ARAZANDI, Luis Ignacio, La equivalencia de las prestaciones en el Derecho con-
tractual, Editorial Montecorvo, Madrid, 1978, p. 289.
35. Ibídem, p. 59.
192 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Autonomía privada.
3. Contenido del contrato.
2. AUTONOMÍA PRIVADA
Aun cuando el artículo 1354 del Código civil regula sólo uno de los
aspectos de la autonomía privada, que es el de la libertad contractual,
llamada también libertad de configuración interna, consistente en la li-
bertad que tienen los contratantes para determinar entre sí el contenido
del contrato que han convenido en celebrar1, conviene estudiar el princi-
pio de la autonomía privada, para conocer su concepto, fundamento y
efectos y, de esta manera, estar posteriormente en aptitud de juzgar la
bondad del artículo 1354.
Concepto.
Se entiende por “autonomía”, en general, el poder de darse normas
de por sí, por lo cual el concepto de autonomía viene, en cierta forma, a
identificarse con el concepto de “soberanía”2. Esta autonomía puede ser
concedida por el Estado a una autoridad, caso en el cual estamos frente a
las normas que constituyen el ordenamiento jurídico, que son obligato-
rias para todos, o bien atribuida (posteriormente se analizará el origen
de esta atribución) a los sujetos privados, quienes de esta manera pueden
dictar normas para regular sus propias conductas. Tal segunda potestad
recibe el nombre de “autonomía privada”3. Se dice, por ello, que en vir-
tud de esta autonomía los hombres son soberanos para vincularse
obligatoriamente entre sí, dentro de los cauces del ordenamiento jurídico.
No siempre la expresión “autonomía privada” ha sido plenamente
acogida. La literatura jurídica ha preferido utilizar el término “autono-
mía de la voluntad”, por entenderse que la potestad, que es el contenido
de la autonomía, se confiere a la voluntad humana, para que sea ella la
que gobierne las relaciones entre las personas que la exteriorizan. Esto es
comprensible por cuanto, siendo la autonomía concedida a los particula-
res el fundamento del acto jurídico, durante todo el período histórico en
el que se consideró el acto jurídico como la expresión de la voluntad de
sus otorgantes, resultaba consecuente que se atribuyera a la voluntad el
principio rector de las relaciones humanas. Era el auge de la teoría de la
voluntad.
Sin embargo, cuando posteriormente surgieron, primero, la teoría
de la declaración y, después, las teorías de la responsabilidad y de la con-
fianza, que, sin desconocer el rol de la voluntad en la formación del acto
jurídico, la privaron de su carácter determinante para tomar en conside-
ración los otros elementos que singularizan a las nuevas teorías, se
percibió que el acto jurídico podía ser válido (con la espada de Damocles
de la ineficacia) aun cuando no represente la voluntad del otorgante.
198 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Sobre el particular, dice FERRI5 lo siguiente: “Igualmente criticable me parece la opinión
que prefiere hablar de autonomía de la voluntad mejor que de autonomía privada. Las
dos expresiones podrían parecer a primera vista sinónimas, pero no lo son. Quienes
hablan de autonomía de la voluntad en realidad desconocen el problema mismo de la
autonomía privada (problema que, visto desde el ángulo subjetivo, se identifica, como
veremos en seguida, con la búsqueda del fundamento del poder reconocido a los par-
ticulares de crear normas jurídicas) y dan relieve a la voluntad real o psicológica de los
sujetos que, según esta opinión, es la raíz de la causa de los efectos jurídicos, en oposi-
ción a quienes, por el contrario, ven más bien en la declaración o en la manifestación de
voluntad, como hecho objetivo, o en la ley, la fuente de los efectos jurídicos.
(**) Debo admitir que en otro trabajo6 incurrí en el error, influido sin duda por mi adhe-
sión a la teoría de la voluntad, de utilizar la expresión “autonomía de la voluntad”.
Ahora, con mayores elementos de juicio, me rectifico.
199 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) LARENZ9 nos habla de que la voluntad coincidente de las partes hace que éstas tomen
parte constructivamente en la creación de su relación jurídica, pero agrega que esto
“sólo es posible porque al ponerse de manifiesto en el contrato la voluntad de ambos
contratantes existe cierta garantía en el sentido que lo que las partes han establecido
como vinculante para ellas no es una pura arbitrariedad, sino algo que contemplado en
su conjunto, es razonable y justo. Y éste es el verdadero sentido de la ‘libertad contrac-
tual’. Significa que el ordenamiento jurídico considera en principio como vinculantes
aquellos contratos libremente concluidos por las partes equiparadas jurídicamente,
otorgando con ello al individuo la posibilidad de adoptar una actividad creadora de
derecho en el campo jurídico privado, mediante la configuración coincidente de las
relaciones recíprocas (autonomía de la voluntad)”.
200 EL CONTRATO EN GENERAL
Historia.
Siguiendo las reseñas hechas por C ASTRO 11 y GHESTIN 12 puede ob-
servarse que la historia de la autonomía privada se confunde casi, como
no podía dejar de hacerlo, con la historia del contrato. Sin embargo,
hay algunos aspectos que es necesario destacar por cuanto pueden cons-
tituir valiosos elementos de juicio para determinar el fundamento de
la autonomía privada.
El Derecho romano no tiene ninguna contribución importante al
desarrollo del principio de la autonomía privada, precisamente por su
carácter formalista y su carencia de una teoría general del contrato.
En cambio, el Derecho canónico aporta el respeto a la palabra dada y
la eficacia de los pactos nudos, conceptos ambos que reconocen el efecto
obligatorio de las convenciones, que es el sustento de la autonomía privada.
La influencia de DOMAT (siglo XVII) y POTHIER (siglo XVIII) es deci-
siva para construir la teoría general del contrato, en la cual se inspiraron
los redactores del Código Napoleón para introducir la regla contenida
en el artículo 1.134, según el cual, las convenciones legalmente formadas
tienen fuerza de ley entre aquéllos que las han hecho, principio cuyos
alcances se encuentra solamente limitados por el artículo 6, que dispone
que no se pueden derogar, por convenciones particulares, las leyes que
interesan al orden público y a las buenas costumbres. Debe destacarse,
sin embargo, que el Código francés no respeta totalmente el pensamiento
de DOMAT y POTHIER, pues para éstos la justificación de la fuerza obliga-
toria de los contratos es esencialmente moral y descansa, no sobre la
libertad individual, sino sobre un deber de conciencia, de tal manera que
las convenciones, además de respetar el orden público y las buenas cos-
tumbres, deben inspirarse en la buena fe y en la equidad.
En el siglo XIX se considera el principio de la autonomía privada
como un dogma científico, pero su fundamento deja de encontrarse en el
respeto a la libertad individual para orientarse hacia la protección del
desarrollo del comercio.
Al comentar el artículo 1355 del Código civil de 1984 veremos cómo
la moderna concepción normativa del Derecho y el intervencionismo de
la Administración están cambiando totalmente este panorama.
201 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Fundamento.
Al estudiar el concepto de la autonomía privada expresé que, para
comprenderla a cabalidad, es necesario encontrar su verdadero funda-
mento.
Dos posiciones tratan de hacerlo. Quizá la mejor expresión de es-
tas dos posiciones son las conferencias dictadas por André ROUAST y
Enmanuel GOUNOT en las “Semanas sociales de Francia” celebradas en
1938, cuya síntesis hacen los MAZEAUD13 en una de sus “Lecturas”.
Para ROUAST, el principio del respeto del contrato libremente con-
sentido (artículo 1.134 del Código civil francés) es de Derecho natural,
porque se basa en una regla moral indiscutida, no pudiendo existir Dere-
cho que pudiera prevalecer sobre una regla moral.
GOUNOT, en cambio, considera que la doctrina de la autonomía de
la voluntad y de la libertad absoluta de las convenciones parece conde-
nada definitivamente, por cuanto un error fundamental la vicia: la
voluntad no es por sí misma fuente de Derecho, sino el instrumento de su
determinación y actuación. La voluntad está al servicio del Derecho; no
el Derecho al servicio de la voluntad.
Respondiendo a estos dos postulados, se han elaborado sendas teo-
rías. La primera de ellas, llamada teoría individualista, sostiene que los
derechos subjetivos no derivan de un Derecho objetivo primordial, sino
de la esencia misma del hombre, por lo cual éste es totalmente autónomo
para regular sus intereses, que es lo que justifica la autonomía privada.
De acuerdo con la segunda teoría, conocida como teoría normativista, la
autonomía privada le es concedida a la persona por expresa delegación
del ordenamiento jurídico, el cual, para no entorpecer el tráfico econó-
mico-jurídico, confía a los particulares la autorregulación de sus intereses,
dentro de los cauces que les señala dicho ordenamiento.
La teoría individualista(*), que encontró en KANT uno de sus princi-
pales defensores, al afirmar que la voluntad individual es la fuente única
(*) RISOLIA sintetiza esta teoría del siguiente modo: “En la base de la construcción jurídica
está el hombre, ser libre por naturaleza, amo de sí, responsable de sus actos. En la
voluntad libre del hombre está el origen del derecho, el origen de la ley, el origen del
acto jurídico. El derecho subjetivo es un poder de voluntad; la ley obliga si la voluntad
libre del hombre ha concurrido a su sanción; el acto jurídico –voluntad jurídica lícita,
dirigida inmediatamente a crear, modificar, confirmar, extinguir una relación de dere-
cho–, es fruto de esa voluntad libre, en la que debe hallarse no sólo el resorte de su
formación, sino también sus efectos precisos. Elemento esencial del acto, de ella deriva
éste su fuerza obligatoria, y su fiel esclarecimiento es la más correcta norma para la
interpretación. El orden jurídico procede, pues, de la voluntad autónoma, de la libertad
202 EL CONTRATO EN GENERAL
normas dictadas por el poder delegante (el Estado), o sea que son normas
jurídicas(*).
Pese a mi adhesión a la tesis normativista no llego a compartir el
razonamiento expuesto en el párrafo anterior.
Pienso que, si bien es cierto que la obligatoriedad del contrato no
proviene de la voluntad individual, sino de la fuerza que el Estado le
concede, ello no significa que el contrato sea en sí una norma jurídica
positiva, esto es, un precepto general regulador de la conducta de la co-
munidad22.
Mediante el contrato el Estado no coloca a las personas en su lugar,
para que puedan dictar (como él lo hace) normas jurídicas, sino que les
concede poder para crear relaciones jurídicas, que es muy distinto.
El contrato no es una fuente del Derecho, cual lo es la norma jurídi-
ca, sino una fuente de las obligaciones, de tal manera que las personas
mediante el acuerdo de sus declaraciones de voluntad no emiten un pre-
cepto regulador (de carácter general), sino crean (regulan) una relación
obligacional entre ellas. Ya veía SAVIGNY la distinción entre negocio jurí-
dico y ley (norma jurídica) en el hecho que la ley es fuente de Derecho
objetivo y el negocio es fuente de derecho subjetivo y de obligaciones,
esto es de relaciones jurídicas. Agregando que “colocar en una misma
línea a las leyes y a los contratos, contemplar a los contratos como fuen-
tes del derecho (objetivo), es confundirlo todo”(**).
(*) Con gran claridad trata FERRI23 este tema diciendo: “He aludido al concepto de fuente
de validez de una norma jurídica y he intentado establecer que ésta se identifica con la
fuente normativa superior a la que contiene la norma de cuya validez se trata.
En otras palabras, la validez de una norma, es decir, su conformidad con el Derecho,
no puede ser afirmada sino con referencia a la norma superior que regula su forma-
ción. Respecto de ella, el negocio jurídico constituye un supuesto de hecho, en cuanto
por ella está previsto de modo general y abstracto.
Ahora bien, si examinamos atentamente la norma superior en la que está regulada la
creación de normas negociales, podremos darnos cuenta de que esta norma contiene
en primer lugar, aunque no sea de modo explícito, una atribución a los particulares del
poder de crear normas jurídicas”.
(**) Como la doctrina jurídica se encuentra dividida respecto a la correlación entre el Dere-
cho objetivo y el subjetivo, considero prudente precisar mi posición. Entiendo que el
Derecho objetivo está contenido en las normas jurídicas, cuyo conjunto da lugar al
ordenamiento jurídico; mientras que el Derecho subjetivo se manifiesta a través de
relaciones jurídicas. No quiero decir con esto que el Derecho subjetivo, como lo entien-
den las doctrinas tradicionales, se manifiesta exclusivamente como facultad, sino que,
coincidiendo con AFTALIÓN24, pienso que importa también el deber jurídico (por ello
algunos autores, como LARENZ, hablan de “situación jurídica subjetiva”, entendida
como un haz de derechos y deberes subjetivos), lo que determina que el Derecho
205 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Efectos.
En principio, las consecuencias más importantes de la autonomía
privada son las siguientes:
a) Las personas tienen la libertad de contratar o de no contratar (in-
ciso 14 del artículo 2 de la Constitución).
b) Son, asimismo, libres para determinar la forma del contrato, salvo
en el caso de los contratos solemnes (artículos 143 y 1352 del Códi-
go civil).
c) Pueden elegir la ley aplicable a las obligaciones contractuales (ar-
tículo 2095 del Código civil).
d) Pueden determinar libremente el contenido del contrato, salvo lo
dispuesto por las normas imperativas (artículo 1354 del Código
civil).
e) Los contratos sólo producen efecto entre las partes que los cele-
bran (artículo 1363 del Código civil).
f) Los contratos obligan a las partes que los han celebrado (artículo
1361 del Código civil).
Entre estas consecuencias, las dos que tienen mayor relieve y que,
en realidad, caracterizan a la autonomía privada, son las contenidas en
los puntos a) y d) que preceden. Aun cuando el artículo objeto de este
comentario se refiere exclusivamente a la libertad de determinar el con-
tenido del contrato, voy a hacer previamente una breve referencia a la
libertad de contratar, que es consecuencia de la aplicación del inciso 14)
del artículo 2 de la Constitución.
La libertad de contratar, llamada con más propiedad, como he di-
cho, libertad de conclusión, es la potestad que se concede a cada persona
de contratar o no y, en caso de hacerlo, para elegir la persona del otro
contratante. Como dice SPOTA25, “se contrata porque se quiere y se con-
trata con tal persona porque así se desea”. El contrato no se impone.
Se estudiará más adelante, al comentar el artículo 1355 del Código
civil, que la libertad de conclusión es la esencia de la contratación. Se
desvirtuaría la libertad de contratar consagrada por la Constitución como
derecho fundamental de la persona si alguien pudiera ser obligado a con-
tratar, porque el contrato es, por encima de todo, un acuerdo de
declaraciones de voluntad (esta afirmación es válida no sólo tratándose
de las teorías de la voluntad y de la confianza, sino también en el caso de
las teorías de la declaración y de la responsabilidad, por cuanto en estas
dos últimas aun cuando el contrato sea originalmente válido por efecto
de la declaración es susceptible de anulación por vicio de la voluntad).
207 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Téngase presente que, por definición legal, el acto jurídico es una mani-
festación de voluntad.
Por ello, se verá como el llamado “contrato forzoso”, tan en boga en
estos tiempos de socialización del Derecho, no es, en realidad, un contrato,
sino un mandato legal que sustituye la voluntad por el imperio de la ley.
La libertad de conclusión comprende también, como se ha expre-
sado, la libertad de elegir el cocontratante. Para proteger esta libertad el
artículo 61 de la Constitución facilita la competencia, combatiendo toda
práctica que la limite y el abusos de posiciones dominantes o monopólicas.
El tema propiamente dicho del artículo 1354 del Código civil, mate-
ria de este comentario, es la libertad contractual, denominada con más
propiedad libertad de configuración interna, tema que será tratado en el
siguiente rubro.
Limitaciones.
Siendo la libertad de configuración interna una manifestación de
la autonomía privada y, por ello, un poder reconocido por el ordenamiento
jurídico, tal libertad sólo puede ejercitarse dentro de los límites que el
propio ordenamiento le impone. Como dice MIRABELLI29, la noción de au-
tonomía lleva ínsito el concepto de límite.
Estos límites a la autonomía privada se van acentuando día a día,
tan es así que un mismo autor (MESSINEO) que escribió en 1947 (“Doctri-
na general del contrato”) que “la libertad contractual debe considerarse
la regla, y el límite la excepción”, dice en 1968 (“Il contrato in genere”)
que “queda la duda, si la libertad contractual va a constituir, en un próxi-
mo futuro, el principio, o bien la excepción”.
Según el ordenamiento jurídico peruano, la libertad de configura-
ción interna está limitada, de manera expresa e inmediata, por su
conformidad a las normas legales de carácter imperativo, tal como lo
señala el artículo 1354 del Código civil.
También está limitada, de manera mediata, por el artículo V del
Título Preliminar del mismo Código, que establece que es nulo el acto
jurídico contrario a las leyes que interesan al orden público o a las bue-
nas costumbres.
Conviene estudiar si se trata de tres limitaciones distintas (leyes
imperativas, orden público y buenas costumbres), o si, en realidad, se trata
de una, o a lo más, dos limitaciones expresadas con términos diferentes.
La duda encuentra un evidente asidero en el hecho que, según se
ha visto en el rubro “Antecedentes de este artículo” del presente comen-
tario, el artículo 1321 del segundo Proyecto disponía que las partes pueden
determinar libremente el contenido del contrato, salvo lo dispuesto por
el artículo V del Título Preliminar. El artículo 1354 del Código vigente ha
sustituido, pues, la mención a las leyes que interesan al orden público y a
las buenas costumbres por la mención a las normas legales de carácter
imperativo. ¿por qué se produjo esta sustitución? ¿Es que se trata de tér-
minos equivalentes o es que existe alguna otra razón? Voy a intentar
desentrañar esta duda.
210 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Algunos autores, como GOMES32, sostienen que, de acuerdo al indicado criterio, las
leyes se dividen en coactivas y supletivas, subdividiéndose las primeras en imperati-
vas y prohibitivas, según ordenen o prohíban. Otros, como HERNÁNDEZ GIL33, las
clasifican en imperativas y dispositivas, subclasificando estas últimas en permisivas y
supletivas, según confieran un poder regulador a la voluntad o desplieguen su eficacia
sólo cuando falte una voluntad en otro sentido. Finalmente un tercer grupo, en el cual
se encuentra, acepta la clasificación de imperativas y dispositivas, subclasificando las
primeras en preceptivas y prohibitivas, según ordenen positivamente o excluyan la
posibilidad de realizar lo prohibido. Voy a adoptar esta última clasificación.
(**) GIORGI afirma que también debe considerarse a las normas declarativas, que no están
dirigidas a la voluntad del hombre, sino más bien a su inteligencia, para indicarle los
requisitos necesarios a una figura jurídica para su validez.
211 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
gaciones del BGB hay de cien reglas dispositivas apenas una sola coacti-
va, aunque reconoce que, a consecuencia de la economía estatal, están
aumentando cada vez más las reglas coactivas.
Ya se ha visto que íntimamente ligado al artículo 1354 del Código
civil se encuentra el artículo V del Título Preliminar de dicho Código,
que establece que es nulo el acto jurídico contrario a las leyes que intere-
san al orden público y a las buenas costumbres. Siendo el contrato un
acto jurídico, resulta evidente que la libertad de configuración interna
del contrato tiene también como límites el orden público y las buenas cos-
tumbres, desde que si no se respetan estos límites el contrato sería nulo.
Conviene tratar por separado los conceptos de orden público y bue-
nas costumbres.
En lo que respecta al orden público es necesario precisar, ante todo,
que la noción a que se refiere el artículo V del Título Preliminar del Códi-
go civil es distinta, en mi opinión, a la considerada en el artículo 277 de
la Constitución de 1979, según el cual las Fuerzas Policiales tienen la fi-
nalidad de conservar el orden público. En este último caso el orden público
tiene un sentido de seguridad, paz, tranquilidad, que no guarda congruen-
cia con la norma civil, pues quedarían excluidas las relaciones privadas
que también son de orden público, como la protección de los incapaces,
el derecho de asociación, la libertad de conciencia y de religión.
Siempre ha sido difícil definir el orden público en el campo civil.
Existe una gran variedad de opiniones (un auto37 ha encontrado veinti-
trés definiciones distintas en la doctrina y la jurisprudencia).
Inicialmente fue identificado con los principios jurídicos, políticos,
morales e incluso religiosos que son necesarios para la conservación del
orden social38.
Pronto se observó que esta noción era sumamente vaga, pues es
difícil precisar cuáles son esos principios en los que descansa el orden
social, tanto más cuanto que este orden difiere de país en país y de época
en época. Tal como dice FERRARA39, “un orden público que quedara a mer-
ced de las discusiones de la política y de las abstracciones de la teoría, un
orden público que varíe según las circunstancias de cada época y lugar y
que, por lo tanto, no esté delimitado por la ley (...) es indiferente de cara
a la regulación de las relaciones contractuales”.
Por otro lado, se cuestionó si el orden público es posible inferirlo
del conjunto del ordenamiento o si, por el contrario, debe resultar siem-
pre y en todo caso de disposiciones expresas40.
Se pensó entonces encontrar un criterio más concreto, recurrién-
dose a los principios que encuentran expresión en la Constitución,
213 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Sobre el particular, CANCINO44 dice que “la noción ideal de orden público se materiali-
za en normas jurídicas de carácter imperativo o prohibitivo –por lo general– y resultan
en todo caso inderogables”.
Por su parte LACRUZ45, después de comentar que el orden público no es la ley, sino la
fuerza social que impulsa a la ley, agrega que “no obstante, cuando se trata de precisar
más, se advierte la asimilación del orden público, en la práctica, con las leyes impera-
tivas y prohibitivas y los principios en que ella se inspiran y que de ellas se deducen”.
En sentido parecido, MESSINEO46 expresa que “con mayor propiedad, las normas de
orden público podrían llamarse normas absolutas o, como acabamos de decir, cogen-
tes”, agregando que “el orden público, más que de normas concretas, resulta de
principios que constituyen las normas coactivas”.
Finalmente RUBIO47 afirma que “el orden público estaría conformado por el conjunto
de disposiciones imperativas existentes dentro del sistema jurídico (y de los principios
subyacentes a tales normas, susceptibles de ser obtenidos mediante ciertos procedi-
mientos de interpretación)”.
(**) Por ejemplo, el artículo 1416 del Código civil que fija en un año el plazo máximo del
compromiso de contratar y reducir cualquier exceso a este límite es, sin duda, una
norma legal de carácter imperativo, que protege el interés privado de los contratantes
de no encontrarse atados por la obligación de contratar sino por un corto lapso. Fácil-
mente, sin violar principios de orden público, pudo ampliarse este plazo máximo.
214 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Al respecto dice STIGLITZ que “la imperatividad resulta de un reconocimiento del or-
denamiento jurídico a las normas legales que prevalecen por sobre el precepto privado
o la regla de voluntad.
En tanto las normas de orden público –más allá de la pacíficamente reconocida dificultad
en hallarles explicación y suministrar una definición– son identificadas por los motivos
o fundamentos en virtud de los cuales se comunica esa imperatividad a la ley”, agre-
gando que “de allí entonces que el orden público atienda a las razones que, extrañas
o no al ordenamiento jurídico, le suministran imperatividad; en tanto las normas im-
perativas son aquéllas cuyo rango preferente se lo suministra siempre el orden jurídico.
Concluye expresando que “resulta ser que la identificación de una norma imperativa
no requiere necesariamente que la misma esté incorporada al ordenamiento legal por
razones vinculadas al orden público.
215 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Este sistema, no obstante proporcionar la ventaja de la certeza, resta fluidez a la apli-
cación del orden público, pues en cierto modo lo inmoviliza.
(**) Refiriéndose al ordenamiento civil italiano, SACCO54 considera que el elenco que hace
éste de las causales de nulidad típicas, remitiendo, como complemento del elenco, a
los otros casos “establecidos por la ley”, que es una fórmula similar a la del Código
216 EL CONTRATO EN GENERAL
relaciones entre los artículos V del Título Preliminar y 1354 del Código
civil sólo serían nulos los contratos contrarios a las leyes que interesan al
orden público, no así los contratos cuyo contenido es contrario a normas
legales de carácter imperativo, desde que en este último caso no existe
sanción de nulidad.
Tomando en consideración que las leyes que interesan al orden pú-
blico son siempre, como se ha visto, normas legales de carácter imperativo,
encuentro que la solución aconsejable hubiera sido, por el contrario, que
el artículo V del Título Preliminar del Código civil estableciera la nuli-
dad del acto jurídico contrario a las normas legales de carácter imperativo
(entre las cuales se encuentran las relativas al orden público) y a las bue-
nas costumbres, con lo cual todos los actos jurídicos contrarios tanto a
las leyes de orden público como a las normas imperativas que no obede-
cen a razones de orden público, serían nulos. Una solución similar ha
sido adoptada por el artículo 1418 del Código civil italiano y, como se ha
visto, por el artículo 6 del Título Preliminar del Código civil español(*).
civil peruano (inciso 7 del artículo 219: “cuando la ley lo declara nulo”), hace abando-
nar la idea de la nulidad virtual.
(*) Aun cuando se trata de un tema vinculado más propiamente a la teoría general del
acto jurídico que a la del contrato, quisiera expresar en esta nota a pie de página una
inquietud muy grande que tengo sobre el problema de las nulidades. Viene a ser más
un pedido de ayuda a pensar que el planteamiento de una posición definitiva.
Tomemos como ejemplo el artículo 1354 del Código civil, cuya situación es peculiar.
Por un lado, limita la libertad de configuración interna en lo que el contenido del
contrato sea contrario a norma legal de carácter imperativo. Por otro, no sanciona con
nulidad o anulabilidad este contenido si existe tal contrariedad, con la consecuencia
que, dado el carácter taxativo de las causales de nulidad y de anulación, la sanción de
nulidad o anulabilidad no sería aplicable en este caso.
Parecería, pues, que el contrato cuyo contenido fuera contrario a norma legal de carác-
ter imperativo (que no obedeciera a razones de orden público) sería, pese a ello, válido.
Podría pensarse que toda estipulación contraria a una norma legal imperativa es ilícita,
por lo cual el contrato que tuviera una estipulación de esta clase tendría una finalidad
ilícita y, como tal, estaría incurso en la nulidad prevista en el inciso 4 del artículo 219
del Código civil.
La cuestión es muy discutible.
Según se verá más adelante en este mismo comentario (infra, T. I, p. 228), los contratos
que incurren en contrariedad con las normas imperativas (incluidas las que interesan
al orden público) y a las buenas costumbres son ilícitos. La ilicitud de los primeros está
fundada en su ilegalidad y la de los segundos en su inmoralidad. Entiendo que un
contrato puede ser ilícito tanto por su finalidad (la razón por la cual se quiere) como
por su objeto (lo que se quiere). Sin embargo, resulta que, según el artículo 219 del
Código civil, son nulos los contratos cuya finalidad es ilícita, no así los contratos cuyo
objeto (la obligación) es ilícito.
Pienso que, siendo el Código un todo orgánico, hay que encontrar su verdadero sen-
tido a los incisos 4 (finalidad ilícita) y 8 (remisión al artículo V del Título Preliminar)
217 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Debe tenerse presente, por otro lado, que tanto el inciso 8 del artí-
culo 85 del primer Proyecto como el inciso 7 del artículo 219 del segundo
Proyecto establecían que el acto jurídico es nulo cuando se oponga a nor-
ma legal imperativa, lo cual tenía mucho sentido y obedecía a un sano
concepto. Fue el inciso 8 del artículo 219 del Código civil el que hizo la
desafortunada referencia al artículo V del Título Preliminar, dando lu-
gar al problema en que nos encontramos.
Queda por analizar el concepto de buenas costumbres. Antes de
hacerlo conviene tener presente, por las razones que extensamente trata
RUBIO55, que el artículo V del Título Preliminar del Código civil no se re-
fiere a un supuesto de “acto “contrario a las leyes que interesan las
del artículo 219 del Código civil. No resulta lógico que mientras el inciso 8 limita, en
realidad, la nulidad por contrariedad a las leyes a aquellas que interesan al orden
público, el inciso 4 haga extensiva esta nulidad a todas las leyes, cualquiera que sean
los intereses que ellas protegen, haciendo innecesario el inciso 8. Alguna explicación
debe existir a esta desarticulación.
Siendo distintos el objeto y la finalidad de un contrato, es nulo el contrato cuya finali-
dad es ilícita (contraria a las leyes imperativas, incluidas las que interesan al orden
público, y a las buenas costumbres) y es nulo el contrato cuyo objeto es contrario a las
leyes que interesan al orden público y a las buenas costumbres, lo que determina que
el contrato cuyo objeto (la obligación) sea contrario a leyes imperativas que no intere-
san al orden público (leyes imperativas que velan por intereses privados) no es nulo.
Este razonamiento llevaría a la conclusión que la limitación establecida por el artículo
1354 del Código civil, tratándose de contratos cuyo objeto es contrario a normas lega-
les de carácter imperativo no inspiradas en principios de orden público, no produciría
efecto alguno.
Como esto es absurdo, resulta necesario interpretar el artículo 1354 para encontrar su
verdadero sentido. Una de las principales reglas de interpretación de la ley es que ella
debe entenderse en el sentido que pueda tener algún efecto y no en aquel según el cual
no tendría ninguno.
Debe tomarse en consideración, antes de seguir adelante, que la ineficacia de un acto
jurídico es la falta de producción de los efectos propios del acto. Esta ineficacia puede
tener, a su vez, dos causas: a) la invalidez del acto; y b) las situaciones externas al acto
mismo.
Dado que el contrato cuyo objeto es contrario a normas legales de carácter imperativo
(que no obedecieran a principios de orden público) no es inválido (las únicas causales
de invalidez de los actos jurídicos son la nulidad y la anulabilidad)56, no obstante lo
cual alguna consecuencia jurídica debe tener la salvedad expresamente establecida por
el artículo 1354, resultaría atendible interpretar este artículo en el sentido que la con-
trariedad prevista por él constituye una situación externa al contrato que produciría la
ineficacia del contenido del mismo. De esta manera, se concedería efecto adecuado al
artículo 1354, que interpretado de otra manera no tendría efecto alguno. Sin embargo,
pese a la incuestionable consistencia de este razonamiento, la solución no es completa-
mente satisfactoria porque le falta coherencia.
Ello me ha llevado a abandonarla para plantear, en aras a la organicidad del sistema de
nulidades del Código civil, la solución propuesta en el rubro “El problema de las nuli-
dades” del comentario al artículo 1403 del Código civil (infra, T. III, p. 269).
218 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Comentando esta última posición arguye RIPERT58 que la regla moral no es sino la regla
de conducta dictada por la consideración de un ideal divino o humano. La repetición
de un acto inmoral no lo convierte en lícito aunque la inmoralidad devengue en cos-
tumbre. El asentimiento general no es suficiente para acostumbrarse al vicio. La
lastimosa consagración de una práctica por una opinión extraviada no la legitima.
(**) Desarrollando este argumento manifiesta CANCINO que “de no utilizarse el criterio
amplificador de control que le dan al juez las reglas morales y en particular la noción
de buenas costumbres, muchos actos escaparían a toda sanción en el orden civil o
comercial, puesto que no serían atacables por contrariar ley alguna, y ni siquiera el
mismo orden público. Muchos serían los actos y negocios francamente inmorales que
caerían bajo el control judicial, si nuestros jueces y funcionarios quisieran atender el
219 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado. Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 53.
2. MARTÍN-BALLESTEROS Y COSTEA, Luis, La manifiesta intención de obligarse y el Derecho nuevo,
Editorial Montecorvo, Madrid, 1963, p. 33.
3. MIRABELLI, Giuseppe, “Delle obbligazioni: Dei contratti in generale”, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 27.
4. DE CASTRO Y BRavo, Federico, El negocio jurídico, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos,
Madrid, 1967, p. 11.
5. FERRI, Luigi, La autonomía privada, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1969, p. 5.
6. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 52.
7. CORNEJO, Ángel Gustavo, Exposición sistemática y comentarios – De los contratos en general,
Lima, 1938, p. 21.
8. CANCINO, Fernando, Estudios de Derecho privado, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1979, p. 22.
dictado de las buenas costumbres, dejando de lado un cegatón criterio legalista que les
ata las manos al momento de querer sancionar la indecorosa actividad particular”.
CANCINO, Fernando, Op. cit., p. 45.
220 EL CONTRATO EN GENERAL
9. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, T.
I, p. 65.
10. LARENZ, Karl, Op. cit., T. I, p. 65.
11. DE CASTRO Y BRAVO, Federico, Op. cit., p. 13.
12. GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 30.
13. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, Ediciones Jurídicas Europa-Améria,
Buenos Aires, 1960, Parte Segunda, Vol. I, p. 140.
14. MICCIO, Renato, I diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 5.
15. CARBONNIER, Jean, Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1971, T. II, Vol. II, p. 127.
16. FERRI, Luigi, Lezioni sul contratto, Nicola Zanichelli S.p.A., Seconda Edizione, Bologna, 1982,
p. 21.
17. REZZÓNICO, Juan Carlos, Contratos con cláusulas predispuestas, Astrea, Buenos Aires, 1987,
p. 345.
18. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Derecho de obligaciones, Sucesión de Rivadeneyra S.A., Madrid,
1960, p. 236.
19. MOSSET I TURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar S.A. Editora, Buenos Aires, 1981, p. 274.
20. FERRI, Luigi, Op. cit., p. 42.
21. CANCINO, Fernando, Op. cit., p. 24.
22. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1973, T. I, Vol. I, p. 18.
23. FERRI, Luigi, Op. cit., p. 45.
24. AFTALIÓN, Enrique R., GARCÍA OLANO, Fernando y VILANOVA, José, Introducción al Derecho, Co-
operadora de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, 1980, p. 216.
25. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. I, p. 22.
26. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. I, p. 98.
27. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 16.
28. LÓPEZ de ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires, 1971, p.
82.
29. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 27.
30. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1975, p. 524.
31. GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1910,
Vol. I, p. 286.
32. GOMES, Orlando, Contratos, Compahia Editora Forense, Rio de Janeiro, 1986, p. 26.
33. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Op. cit., p. 229; CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil español, común
y foral, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1954, T. I, p. 123.
34. LARENZ, Karl, Op. cit., p. 74.
35. HEDEMMAN, J.W., Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho privado, Madrid, 1958,
Vol. III, p. 66.
36. COVIELLO, Nicolás, Doctrina general del Derecho civil, Unión Tipográfica Editorial Hispano-
Americana, México, 1938, p. 16.
37. Malaurie, citado por GHESTIN, Jacques, Le contrat formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 85.
221 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
38. Cita de LACRUZ BERDEJO, José Luis, Derecho de obligaciones, Librería Bosch, Barcelona, 1957,
p. 183.
39. Cita de LIPARI, Nicol, Derecho privado – Un ensayo para la enseñanza, Publicaciones del Real
Colegio de España, Bolonia, 1980, p. 315.
40. Loc. cit.
41. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 584.
42. GOMES, Orlando, Op. cit., p. 28.
43. DORAL, José Antonio y del Arco, Miguel Ángel, El negocio jurídico, Editorial Trivium, Madrid,
1982, p. 19.
44. CANCINO, Fernando, Op. cit., p. 43.
45. LACRUZ B ERDEJO, José Luis, Op. cit. p. 183.
46. MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho civil y comercial, Ediciones Jurídicas Europa-Amé-
rica, Buenos Aires, 1971, T. I, p. 47.
47. RUBIO CORREA, Marcial, Título Preliminar, Biblioteca para leer el Código civil, Fondo Editorial
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1986, p. 100.
48. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 163.
49. GALGANO, Francesco, Diritto civile e commerciale, Casa Editrice Dott. Antonio Milani, Padova,
1990, Vol. II, T. I, p. 273.
50. LEÓN BARANDIARÁN, José, Curso elemental de Derecho civil peruano, Lima, 1970, p. 45; GARCÍA
SAYÁN, Enrique, Las nuevas tendencias en el Derecho contractual, Lima, 1942, p. 55.
51. SANTORO PASSARELLI, F., Doctrinas generales del Derecho civil, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1964, p. 220.
52. RUBIO CORREA, Marcial, Acto jurídico, orden público y buenas costumbres, Materiales de traba-
jo para el Magister en Derecho con mención en Derecho civil, Escuela de Graduados, Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, p. 36.
53. “Código civil – Exposición de motivos y comentarios”, Compiladora Delia REVOREDO DE DE-
BAKEY, Industria Avanzada, Lima, 1985, T. IV, p. 330; VIDAL RAMÍREZ, Fernando, Teoría general de
acto jurídico, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1985, p. 518.
54. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 526.
55. RUBIO CORREA, Marcial, Op. cit., p. 102.
56. ALBALADEJO, Manuel, El negocio jurídico, Librería Bosch, Barcelona, 1958, p. 398; LEÓN BARAN-
DIARÁN , José, Op. cit., T. I, p. 328; VIDAL R AMÍREZ, Fernando, Op. cit., p. 506.
57. TUHR, Andreas von, Tratado de las obligaciones, Editorial Reus Madrid, 1934, T. I, p. 178;
PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Tratado práctico de Derecho civil francés, Cultural S.A., Haba-
na, 1946, T. VI, p. 315; LARENZ, Karl, Op. cit., T. I, p.75; LACRUZ BERDEJO, José Luis, Op. cit. p.
184; BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 504; CANCINO, Fernando, Op. cit., p. 44
58. RIPERT, Georges, La regle morale dans les obligations civiles, Librairie Generale de Droit et de
Jurisprudence, París, 1949, p. 72.
59. RIPERT, Georges, Op. cit. p. VII.
222 EL CONTRATO EN GENERAL
223 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Intervencionismo del Estado.
3. La “crisis” del contrato.
4. Razón de ser del artículo 1355.
5. Aplicaciones del principio contenido en el artículo.
6. El llamado “contrato forzoso”.
sido capaz de evitar los abusos creados por el ejercicio egoísta de un po-
derío económico, que no ha vacilado en utilizar precisamente su fuerza
para beneficiar a quien lo ostenta, en perjuicio de quien, no obstante ser
igual jurídicamente, carece de armas para hacer valer esta igualdad. En
otras palabras, la igualdad jurídica pierde su eficacia al verse enfrentada
por la desigualdad económica.
El Estado, que creyó que al haber concedido a los particulares la
libertad y la igualdad jurídicas les había dotado de las herramientas ne-
cesarias para construir una relación jurídica justa, constató con alarma
que ello no era así, pues había surgido un insospechado factor que des-
truía su aparentemente bien planeado propósito. Consideró, entonces, que
su intervención, limitada a la protección del orden público y de las bue-
nas costumbres, debía tomar un cariz distinto para lograr el
restablecimiento del equilibrio roto.
Es entonces, como dicen los S TIGLITZ2, que se alteran los términos
y se acuña la idea opuesta: “Es la libertad la que esclaviza y es la ley la
que liberta”.
Por otro lado, el Estado también recapacitó que el contrato priva-
do no era un campo para que los particulares satisficieran egoístamente
sus necesidades, sino que debía ser un instrumento adecuado para al-
canzar otra finalidad, cuyo logro consideró el Estado que también era de
su responsabilidad, como es el nuevo concepto de la solidaridad social.
Finalmente, las necesidades del mundo moderno han puesto clara-
mente de manifiesto que corresponde al Estado la realización de una
política económica acorde con los objetivos que la Constitución le impo-
ne alcanzar, para lo cual el contrato privado debe ser modelado también
por el Estado para convertirse en medio eficaz de realizar, con la colabo-
ración (voluntaria o forzada) de los particulares, tal política(*).
Como dice MOSSET3, “el contrato deja de ser la obra exclusiva de las
partes para ser de más en más, una obra realizada en cooperación entre
las partes y el Estado”.
(*) Considero que una de las políticas económicas acordes con los objetivos de la Consti-
tución es impedir el abuso de posiciones monopólicas, de acuerdo con el artículo 61 de
dicha Carta.
Corresponde que el Estado, al amparo de lo dispuesto por el artículo 1355 del Código
civil, imponga reglas destinadas a combatir los abusos que cometan quienes, debido a
encontrarse en posición de monopolio u oligopolio en el tráfico masivo de bienes y
servicios fuercen la voluntad de los consumidores de dichos bienes por razón del
estado de necesidad en que se encuentren.
Téngase presente, al respecto, lo que se manifiesta en los comentarios a los artículos
1390 y 1392 del Código civil.
226 EL CONTRATO EN GENERAL
Estas han sido las razones fundamentales que han motivado el in-
tervencionismo del Estado en la contratación privada.
Posición personal.
Creo que para enfocar correctamente el rol del intervencionismo
del Estado debemos retroceder un tanto y situarnos en el tema del funda-
mento de la autonomía privada (supra, Tomo I, p. 197), que es el poder de
los hombres de vincularse obligatoriamente entre sí.
Si admitimos que dicho fundamento se encuentra en la propia na-
turaleza humana que conlleva, como elemento inseparable de la misma,
la libertad, lo cual determina que en la voluntad libre del hombre se en-
cuentra el origen del contrato, o sea si aceptamos la teoría individualista,
entonces tendremos que reconocer que el intervencionismo estatal ataca
la subsistencia del contrato.
En efecto, entendido el contrato como el resultado del ejercicio del
poder innato del sujeto de contraer obligaciones jurídicas, cuya voluntad
individual posee una originaria virtud creativa de relaciones jurídicas,
la autonomía privada no puede tener más límites que los que la separan
de la ilicitud, o sea el respeto a los principios de orden público y a las
buenas costumbres (la legalidad y la moralidad). En la medida que el
231 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) TOULEMONT19 nos habla del peligro que significaría el debilitamiento de las obligacio-
nes contractuales, pues si los hombres se acostumbran a no respetarlas, bien pronto se
acostumbrarían a no respetar las obligaciones legales. “El menosprecio, dice, de la ley
aceptada por contrato precede muy de cerca al olvido de la ley en general”.
233 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) JOSSERAND22 dice sobre el particular que “al concepto contractual del derecho romano,
tal como lo habían acogido los redactores de nuestro código civil, sucede un instru-
mento jurídico muy diferente, que toma sus puntos de apoyo sobre otros postulados
que los del derecho tradicional, pero que no por ello deja de estar dotado de una gran
vitalidad, y cuyo rol, lejos de ser reducido, será más importante, más cargado de
juridicidad que el de su antecesor. A tiempos nuevos, instituciones nuevas. Por la rea-
lización de este aforismo de buen sentido se transforma en nuestros días el derecho de
los contratos”.
234 EL CONTRATO EN GENERAL
El artículo 62 de la Constitución.
El primer párrafo del artículo del rubro establece lo siguiente:
Artículo 62.- La libertad de contratar garantiza que las partes pueden
pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato.
Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras
disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación
contractual sólo se solucionan en la vía arbitral o en la judicial, según
los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados
en la ley.
Cuando se discutía en el Congreso Constituyente Democrático el
que después fue artículo 62 de la nueva Carta Magna, se advirtió a su
Comisión de Constitución que una declaración de rango constitucional
en el sentido que los términos contractuales no pueden ser modificados
por leyes u otras disposiciones de cualquier clase, daría lugar a que los
jueces, por respeto del principio de la jerarquía de las normas, se verían
obligados a preferir el proyectado artículo constitucional sobre el artícu-
lo III del Título Preliminar y el artículo 1355 del Código civil, lo que
determinaría un desconcierto en la administración de justicia. Además,
habría lugar a la acción de constitucionalidad contra estos artículos, lo
que sería aún menos deseable.
Pese a esta advertencia, el Congreso Constituyente Democrático
aprobó el artículo 62 de la Constitución con el texto proyectado, adu-
ciéndose que el principio de la libertad de contratar declarado en la nueva
Carta Magna, que garantiza que las partes puedan pactar válidamente
según las normas vigentes al tiempo del contrato, justifica que los con-
240 EL CONTRATO EN GENERAL
En esta línea de pensamiento, considero que todas las leyes que im-
ponen reglas o establecen limitaciones al contenido de los contratos,
cualquiera que sean las consideraciones que las motivan, son obligato-
rias y deben ser observadas por los contratantes.
En cuanto al carácter del interés, cuya protección debe tomar en
consideración el legislador, pienso que el interés público y el interés so-
cial están vinculados a los principios del orden público y que el interés
ético se relaciona, más bien, con las buenas costumbres que, como se ha
visto, responden a criterios de moralidad. Puede observarse, pues, la ín-
tima vinculación que tiene el artículo 1355 del Código civil con el artículo
V del Título Preliminar del mismo Código, observada ya por A RIAS
SCHREIBER28.
Pienso que si la ley no se inspira en consideraciones de interés so-
cial, público o ético será siempre de cumplimiento obligatorio, pero la
inobservancia de ella no dará lugar a la nulidad del contrato (por su con-
trariedad a las leyes que interesan al orden público o a las buenas cos-
tumbres), sino únicamente a la ineficacia del mismo por su disconformidad
con las leyes imperativas, por las razones expuestas en el comentario al
artículo 1354 del Código civil (supra, Tomo I, p. 215), salvo que se aceptara
el planteamiento formulado en el comentario al artículo 1403 del mismo
Código (infra, Tomo II, p. 54).
(*) SACCO30 enfoca este problema en la siguiente forma: “La presencia de normas impera-
tivas, dice, que prevé la sustitución de cláusulas legales a aquéllas queridas por las
partes, pone graves problemas de definición; como algunos teóricos han observado
ya, pone en crisis la definición misma del contrato.
Una apertura, en efecto, contrapone a la (vieja, más bien difunta) figura del contrato
autónomo, en el que la voluntad de las partes vaga libremente del concurso de fuentes
diversas, una figura actual y vigorosa de neocontrato, que la ley empeña al servicio de
intereses públicos, ligándolo al tipo, standarizándolo, controlándolo y haciéndolo con-
trolar en cualquier modo por normas subsidiarias y cláusulas generales de naturaleza
diversas.
La antítesis así expuesta es amanerada.
La vieja figura del contrato autónomo preparó, y no siguió, la liberación del tráfico.
Ella fue edificada en una época en que las tasas de precios, las prohibiciones de enaje-
nar y de adquirir, la reglamentación de las relaciones económicas eran en función de la
incompetencia, de la demagogia y del intento discriminatorio de quienes tenían el
poder; y aquella incompetencia, aquella demagogia y aquel intento discriminatorio
eran enormes.
La convivencia entre la regla legal y la definición del contrato como negocio autónomo
es siempre posible, y puede reafirmarse hoy, no obstante el reflorecimiento de tasas
legales, discriminaciones, prohibiciones de enajenar y otras reglas concernientes a la
medida y a la naturaleza de las prestaciones contractuales”.
245 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Integración contractual.
Se entiende por integración contractual el agregar al acuerdo de
las partes, efectos jurídicos no directamente prefigurados por ellas34, o al
menos que no resultan de la declaración contractual. Obsérvese que la
integración se produce después de celebrado el contrato, o sea cuando
las partes ya se han puesto de acuerdo previamente sobre el contenido
del mismo.
La integración puede efectuarse en vía interpretativa, cuando a
través de un proceso hermenéutico se completa la declaración de volun-
tad, agregándole algo que no aparece evidente del contrato, o bien en vía
legal, cuando es la ley la que agrega al contrato normas de naturaleza
dispositiva (integración supletiva) o de naturaleza imperativa (integra-
ción cogente).
La integración cogente tiene por objeto salvar al contrato de una
nulidad determinada por la contrariedad de algunas de sus cláusulas
con normas legales de carácter imperativo y se realiza incorporando a
la relación jurídica contractual, siempre que ello sea posible, el conte-
nido de tales normas35.
247 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
El contrato normado.
Así como la intervención del Estado en la contratación privada
puede hacerse con posterioridad a la celebración del contrato, como ocu-
248 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) SANTOS BRIZ37 considera que algunas de las limitaciones pueden afectar al mismo tiem-
po a la libertad de configuración interna y a la libertad de conclusión, citando como
ejemplo el contrato que para su validez requiere una previa aprobación por las autori-
dades (ventas de terrenos situados en determinadas zonas o efectuada en favor de
extranjeros; tráfico de divisas.
(**) HERNÁNDEZ GIL38 expresa estas ideas diciendo: “Acontece que aun cuando la celebra-
ción del contrato sea efectivamente libre, va extendiéndose cada vez más el contrato
normado o reglamentado. Cabe contratar o no; cabe hacerlo con una persona o con
otra. Mas si el contrato se celebra, la fijación de su contenido no se entrega a la libre
determinación de las partes, sino que lo predetermina la norma, al menos en aquellos
aspectos reputados esenciales sobre los que versan preceptos inderogables creadores
de derechos irrenunciables”.
249 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Denominación.
NIPPERDEY y LARENZ sugieren la calificación de contratos dictados,
por provenir de una coacción de la autoridad, de un “dictado”. CASTRO Y
BRAVO y SPOTA prefieren la de contratos impuestos. DÍEZ-PICAZO y VALLE-
SPINOS se inclinan por la de contratos forzosos. M ASNATTA , en cambio,
considera que esta última definición evoca una nota de violencia, por lo
cual plantea la de contratos necesarios. Finalmente DUALDE nos habla de
los contratos imperativos.
Aun cuando coincido con MASNATTA42 en que la denominación de
contratos necesarios parece más propia tomando en cuenta que una de
las acepciones de esta palabra en el Diccionario de la Lengua Española es
la “de lo que se hace y ejecuta obligado de otra cosa, como opuesto a volunta-
rio y espontáneo”, tiene el inconveniente que es generalmente utilizada
para referirse, como se ha visto, a la relación jurídica que surge de un
estado de necesidad, por lo cual voy a utilizar la de contratos forzosos,
no sólo por significar lo que es obligatorio, lo que no se puede excusar43,
sino sobre todo por su gran difusión.
libre, pues en los contratos forzosos se advierte una voluntad privada que
representa su interés, pero enfrentada a un acto de voluntad más comple-
jo, como es el de la autoridad llamada a aplicar los reglamentos y a defender
el interés general48.
Se afirma, por otro lado, que el contrato forzoso es una modalidad
que “pertenece a un Derecho nuevo, caracterizado por sus profundas in-
cursiones publicistas por lo que jamás podremos analizarlo con los mismos
ojos con que mirábamos al contrato clásico. Piénsese que en estos casos
no podríamos hablar de acuerdo de partes o de concurso de voluntades o
de autonomía de la voluntad. Sin embargo, negarle su existencia sería
cerrar los ojos a una creciente realidad de nuestros días”49. Se agrega que
los contratos forzosos constituyen una típica expresión de la restricción
que viene sufriendo la libertad contractual en atención a preceptos so-
ciales más importantes que la propia voluntad privada de los individuos.
En similar línea de pensamiento, se dice que la obligación legal de
contratar, si bien no contradice la naturaleza contractual del acto, como
acto de ejercicio del poder de la autonomía privada y fuente constitutiva
de la relación, representa una limitación autoritaria de la libertad con-
tractual. La admisibilidad de tal limitación debe ser evaluada según el
plano diverso de la tutela constitucional de la libertad del sujeto. La so-
lución del ordenamiento (el italiano) es en el sentido que la libertad
contractual, fundamentalmente expresada en la libertad de iniciativa eco-
nómica, puede ser limitada en razón de los superiores intereses de utilidad
social50.
Finalmente, en otro orden de argumentos, se afirma que la idea del
contrato forzoso no es contradictoria en sí misma, porque “el que la ley
imponga el deber de celebrar un contrato, no quita al particular la posi-
bilidad de no acatarlos. Si voluntariamente se somete a ellos y celebra el
contrato debido, hay, sin duda, contrato (acuerdo de voluntades entre
partes que, llegando a tal acuerdo, obedecen a la vez lo que se mandó a
una de ellas o a ambas), no menos voluntario por ser ejecución de un de-
ber: acto debido (y, en este sentido, forzoso)”51.
B. Tesis en contra
Ya DUGUIT nos hablaba que los contratos necesarios no son, en rea-
lidad, verdaderos contratos, ya que se caracterizan precisamente por
la ausencia de libertad de los interesados para contraer el vínculo jurí-
dico.
En el concepto mismo del contrato, como concierto libremente es-
tipulado entre personas equiparadas jurídicamente, reside el que nadie
254 EL CONTRATO EN GENERAL
C. Posición personal
Ya expuse en otro trabajo55 mi opinión en el sentido que jurídica-
mente no es eficaz la obligación legal de contratar. Digo esto porque la
obligación de contratar contiene una prestación de querer (llegar a un
acuerdo de declaraciones de voluntad) que no es susceptible de imposi-
ción. Yo no puedo querer simplemente porque se me obliga a hacerlo.
Sin embargo, la realidad de la vida pone frecuentemente de mani-
fiesto que el legislador, desconociendo esta situación, establece la
obligación de contratar. ¿Qué consecuencias tiene tal obligación?
Debe tenerse presente, sobre el particular, que el inciso 14 del artí-
culo 2 de nuestra Constitución Política dispone que toda persona tiene
derecho a contratar con fines lícitos, siempre que no se contravengan
leyes de orden público. Pienso que al amparo de esta disposición consti-
tucional toda persona tiene correlativamente la libertad de no contratar,
aunque sea con fines lícitos (con la excepción que fuera ilícito el no con-
tratar, como sería el caso del médico que se niega injustificadamente a
atender a una persona gravemente enferma), pues si no la libertad de
contratar sería ilusoria. Esta libertad debe ser respetada por la ley, desde
que ésta sólo puede regular su ejercicio, para salvaguardar los principios
de justicia y evitar el abuso del derecho, pero no privar a la persona de
ella.
255 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
como relación jurídica constituida, pero afirmando que ambos son con-
tratos, aunque con unidades diversas.
El primer concepto de contrato proviene de la escuela racionalista
del Derecho natural (siglo XVII) y el segundo del significado etimológico
de la voz romana contractus, que designa lo contraído.
Invoca en su apoyo que en la clasificación de las fuentes de las obli-
gaciones hecha por HERNÁNDEZ GIL 57, se reconoce en tercer lugar a la
norma legal imponiendo consecuencias jurídicas estructuradas como
obligaciones, sin subordinación a un presupuesto de voluntad. De allí
aplica esta tercera clasificación al contrato, llegando a la conclusión que
un contrato puede quedar configurado por la norma legal sin la inter-
vención de la voluntad. Afirma que a igual conclusión se llega acogiendo
la distinción entre contrato como acto de constitución y como relación
constituida.
B. Tesis en contra
Es en este aspecto donde se levantan las críticas adversas más agudas.
Piensa LARENZ58 que el “contrato dictado”, es decir, la relación de
obligación creada por disposición estatal con carácter constitutivo en ma-
teria de Derecho privado y sin intervención de las partes, es un síntoma
de la crisis continua en la que, con breves interrupciones, se encuentra
sumida la vida social y económica.
TUHR59, por su parte, no ve la necesidad de deslizar un contrato
como base de estas prestaciones que establece directamente la ley. La prue-
ba es que la persona que se crea postergada no puede demandar la
celebración de un contrato, sino la concesión de aquello que por ley le
corresponde.
Con su habitual claridad, ALBALADEJO60 dice que la reacción del or-
denamiento jurídico ante la negativa del particular de celebrar el contrato
puede consistir, bien en sustituir las voluntades de los particulares por
una decisión del poder público, es decir, en suprimir la necesidad de que
sean precisas las voluntades para crear, mediante el contrato, la relación
jurídica, o bien en forzar al particular a querer lo que no desea, agregan-
do que esto segundo es imposible.
Se coloca en el supuesto que se otorgara a alguien (juez, autoridad)
el poder de disponer (al celebrar el contrato cuando el otro se negase a
ello) de derechos ajenos, afirmando que “en tal hipótesis habría, sí, un
contrato pero no forzoso, es decir, la relación jurídica prevendría, no de
contrato al que se hubiese obligado el interesado, sino de contrato que
257 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
habría celebrado con efectos para éste (porque por disposición legal te-
nía esa facultad) quien estaba autorizado para hacerlo si el mismo se
negaba a otorgar voluntariamente el contrato legalmente debido”.
Fuera de este caso, considera ALBALADEJO que la relación jurídica
se impone sin contrato, por lo cual entonces no hay contrato, ni libre ni
forzoso. “Hay, sí, agrega, el nacimiento de una obligación jurídica igual a
la que el contrato habría generado. Pero, no se olvide que la relación jurí-
dica –cuya creación es, simplemente, un efecto jurídico– puede proceder
de cualquier clase de hechos o actos, y que nada obsta el que dar vida a
una de ellas pueda ser tanto efecto de un contrato, como de un acto no
contractual”.
Pero es quizá MASNATTA61 quien con mayor precisión enfoca el pro-
blema al decir: “En los casos del llamado contrato forzoso necesario, el
contrato en realidad no existe. El concepto contractual se somete a una
verdadera seudomórfosis. Se ha instalado en su lugar una relación jurí-
dica forzosamente constituida por el Estado, dando cauce a un interés
privado, con un fin de interés público. Quienes aceptan la categoría de
contratos necesarios parten de un equívoco, que hemos intentado preve-
nir. Llaman contrato más a la relación jurídica que al negocio creador. La
distinción entre acto de constitución y relación constituida y el reconoci-
miento de que frente al acto de constitución voluntaria se halla el acto de
constitución forzosa permite superar las incongruencias. Todo caso de
contrato forzoso se resuelve en la creación de una relación jurídica-pri-
vada por la ley, acto administrativo o jurisdiccional”.
C. Posición personal
No existe inconveniente jurídico para que una norma legal esta-
blezca una relación jurídica patrimonial entre dos personas (la ley puede
crear tanto Derecho objetivo como derecho subjetivo). Por ejemplo, im-
poner a una persona la obligación de ceder temporalmente a otra el uso
de un bien y a ésta la obligación de pagar a aquélla una renta determi-
nada.
También sería válido, en mi opinión, que una norma legal imponga
a una o varias personas la obligación de contratar, disponiendo que, en
caso de que no lo hicieren, por mandato de la propia norma quedará cons-
tituida una relación jurídica patrimonial igual a la que habría surgido
del contrato. Verbigracia, la norma legal podría establecer que dos per-
sonas deben celebrar entre sí un contrato de arrendamiento y que, si se
negasen, se producirían las consecuencias legales indicadas en el párrafo
anterior.
258 EL CONTRATO EN GENERAL
1. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 56.
2. STIGLITZ, Rubén S. y STIGLITZ, Gabriel A., Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protec-
ción al consumidor, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1985, p. 44.
3. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Sociedad Anónima Editora, Buenos Aires, 1981, p.
281.
4. GARCÍA SAYÁN, Enrique, Las nuevas tendencias en el Derecho contractual, Lima, 1942, p. 2.
5. Ibídem, p. 41.
6. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 29.
7. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, El contrato por adhesión a cláusulas generales. Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1984, p. 171.
8. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. I, p. 332.
9. MICCIO, Renato, I diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 43.
10. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Derecho de obligaciones, Sucesión de Rivadeneyra S.A., Madrid,
1960, p. 233.
11. BATIFFOL, H., La crise du contrat, Arch. Philo. Droit, Paris, 1968, T. XIII, p. 13.
12. BUEN LOZANO, Néstor de, La decadencia del contrato. Editorial Porrúa S.A., México, 1986, p.
291.
13. GILMORE, Grant, The death of contract, Ohio State University Press, Columbus, 1974, p. 3.
14. RISOLÍA, Marco Aurelio, Soberanía y crisis del contrato. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958, p.
161; RIPERT, Georges, El régimen democrático y el Derecho civil moderno. Editorial José M.
(*) MASNATTA66 expresa al respecto: “Si se dijera que no hay contrato, escribe ESMEIN,
sería necesario hacer una reglamentación nueva de las relaciones entre las partes, que
se inspirarían naturalmente, en la que existe para el contrato dado. Es más simple
mantener ésta. Los juristas, prosigue, gustan poner el vino nuevo en los odres viejos,
aún cuando el resultado no sea perfecto y obligue a emplear subterfugios, retoques,
para que no haya desgaste. El procedimiento satisface la necesidad de continuidad
que es inherente al derecho; ahorra la pena de hacer lo nuevo o evita las dificultades
de ponerse de acuerdo sobre lo nuevo a hacer.
Pero esto, agrega MASNATTA, no puede hacerse sin consecuencias. Ellas surgen nítidas.
El legislador coloca las relaciones bajo gobierno de las técnicas contractuales clásicas
pero la clave de la bóveda que mantiene todo este edificio técnico, el acuerdo de
voluntades, ha sido destruido, reemplazado por otra, completamente distinta: la com-
pulsión legal”.
262 EL CONTRATO EN GENERAL
Cajica Jr., Puebla, 1951, p. 221; RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho civil,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958, T. IV, p. 285.
15. BERCAITZ, Miguel Ángel, Teoría general de los contratos administrativos, Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1980, p. 83.
16. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, Bosch y Cía. Editores, Buenos Aires, 1950, T. II, Vol. I, p. 287.
17. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 53.
18. SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. I, p. 32.
19. TOULEMONT, André, El menosprecio de los contratos y la crisis, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 1945, p. 17.
20. Cita de MESTRE, Jacques, “L’evolution du contrat en Droit privé francais” en L’evolution contem-
poranie du Droit de contrats, Journées René SAVATIER, Presses Universitaires de France, Paris,
1986, p. 44.
21. LIPARI, Nicoló, Derecho privado, Publicaciones del Real Colegio de España, Bolonia, 1980, p.
346.
22. Cita de GARCÍA SAYÁN, Enrique, Op. cit., p. 5.
23. ARIAS SCHREIBER, Max, Exégesis, Librería Studium, Lima, 1986, T. I, p. 103.
24. RUBIO CORREA, Marcial, Título Preliminar, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima, 1986, p. 70.
25. GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 144.
26. CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos, “Autonomía privada, contrato y Constitución” en Contrato y Mercado,
Gaceta Jurídica S.A., Lima, 2000, p. 82.
27 GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter, “Economía de mercado y contratación”, en Contrato y Mercado,
Gaceta Jurídica S.A., Lima, 2000, p. 151.
28. ARIAS SCHREIBER, Max, Op. cit., T. I, p. 103.
29. CASSELLA, Mario, Nullitá parziale del contratto e insercione automatica di clausole, Dott. A.
Giuffrè, Editore, Milano, p. 101.
30. SACCO, Rodolfo, Il contratto, Unione Tipografico-Editrice Torinese, Torino, 1975, p. 791.
31. Ibídem, p. 477.
32. BETTI, Emilio, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1959, p. 73.
33. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 313.
34. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. II, p. 569.
35. SANTOS B RIZ, Jaime, Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1973, T. I,
p. 151.
36. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 793.
37. SANTOS BRIZ, Jaime, Op. cit., T. III, p. 250.
38. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Op. cit., p. 238.
39. BIANCA C. Massimo, Op. cit., p. 204.
40. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires, 1971,
p. 80.
41. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora Delia REVOREDO DE DEBAKEY,
Okura Editores S.A., Lima, 1985, T. VI, p. 550.
263 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo
2. Contenido del artículo 1356.
1. GOMES, Orlando, Contratos, Companhia Editora Forense, Río de Janeiro, 1986, p. 27.
2. MUÑOZ, Luis, Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960, T. I, p. 81.
3. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 484.
269 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Contenido del artículo 1357.
3. Contrato civil o contrato administrativo.
4. Posibilidad de derogación de la ley.
sido autorizado al efecto por una ley, están regidos por las normas del
Derecho privado.
Esta posición ha sido inicialmente acogida por un fallo de la Corte
Suprema de 4 de marzo de 1982 (Sociedad Anónima Fábrica Nacional
Textil “El Amazonas” vs/. el Estado, “El Peruano” de 05-04-1982) que
fue dictado por los fundamentos pertinentes del dictamen del Fiscal. En
el respectivo dictamen, el Fiscal opinó que el contrato celebrado por el
Estado con una empresa industrial que concede a ésta la suspensión de
los derechos arancelarios que afectará la importación de bienes de capi-
tal, “era y es ley entre las partes y su cumplimiento tal y como fue
concebido, es ineludible”.
Agrega el Fiscal que “doctrinariamente se trata de la figura jurídi-
ca llamada ‘Contrato-Ley’ o ‘Ley-Contrato’, en la que el Estado se
encuentra dentro de la esfera de la contratación privada. Estos Contra-
tos-Leyes no pueden modificarse en forma unilateral. Por lo tanto es a
mérito de ese contrato basado en esa Ley y en el solemne compromiso
que fluye de todo convenio, que la demandante tiene un derecho adqui-
rido que no puede suprimirse ni recortarse”.
Posteriormente, el hecho que el artículo 1357 figurara en el Código
civil, ha dado pie para que se sostenga que los contratos que se celebren
en las condiciones señaladas en él están regidos por el Derecho privado.
A mayor abundamiento, Max ARIAS SCHREIBER, autor de la Ponen-
cia sobre la Sección Contratos en general, de la cual forma parte el artículo
1357, señala en la Exposición de Motivos, como se ha visto, que los con-
tratos celebrados al amparo del mismo constituyen una relación
contractual de Derecho privado(*).
Posición personal.
Si me viera obligado a adherirme a una de las dos tesis, tal como han
sido planteadas, creo que me inclinaría por la tesis del contrato civil.
275 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Aun entre los autores que admiten que el contrato es administrativo por razón de su
objeto, algunos10 consideran que en el régimen contractual administrativo, “el princi-
pio de que las convenciones hechas en los contratos constituyen una regla a la cual las
partes deben someterse como a la ley misma, mantiene su vigencia y debe ser acepta-
do en todo su alcance, aun cuando esté sometido a ciertas restricciones que le otorgan
una nueva dinámica, como ocurre por ejemplo con la inmutabilidad de los términos
contractuales, que es estricta en el Derecho privado, es sólo relativa en la órbita de los
contratos administrativos”, agregando, sin embargo, que “el contrato administrativo
es, pues, ley entre las partes, y las obliga con idéntica fuerza con que obligan las con-
venciones hechas en los contratos de Derecho privado”.
278 EL CONTRATO EN GENERAL
En ninguno de los campos del Derecho existe libertad ilimitada para con-
tratar: en cada uno de esos campos hay limitaciones a la libre expresión
de la voluntad, limitaciones propias de la naturaleza de cada rama del
Derecho”.
La gran virtud del artículo 1357 del Código civil es permitir al Es-
tado que, pese a su jus imperium, quede sometido a una relación
contractual cuando se trate de otorgar garantías y seguridades a un par-
ticular o a otro órgano del Estado. Relación contractual que lo obliga a
mantener tales seguridades y garantías en los términos del contrato.
De acuerdo a su texto, que es en realidad lo que determina su senti-
do. no es el propósito del artículo 1357 ni tiene mayor importancia que el
contrato en virtud del cual el Estado otorgue las garantías y seguridades
tenga carácter civil o administrativo. Esto dependerá de la naturaleza de
la situación jurídica garantizada o asegurada, así como de la existencia de
cláusulas exorbitantes en él. En uno u otro caso, el contrato, y no la ley,
será la causa de las obligaciones que asuma el Estado (otorgar garantías y
seguridades) y ello determinará que no pueda desatarse de esas obligacio-
nes, sino en la vía contractual.
Puede objetarse que si el contrato a que de lugar la aplicación del
artículo 1357 tiene carácter administrativo, puede ser revocado unilate-
ralmente por el Estado por razones de “oportunidad”, de “ilegitimidad”
y por culpa o falta del cocontratante. Sin embargo, en ninguno de los tres
casos esta revocación es arbitraria.
En el primer caso, es preciso que la revocación obedezca a la nece-
sidad de satisfacer más adecuadamente las exigencias del interés público.
Si la razón que determina que la ley autorice el otorgamiento de garan-
tías y seguridades mediante contrato es que con ello se satisface el interés
social, nacional o público, es congruente que si el interés invocado por la
ley desaparece, por una razón necesariamente sobreviniente, pueda el Es-
tado revocar unilateralmente el contrato desde que habría dejado de
existir su razón de ser (causa).
Desde luego, el cocontratante tiene la facultad de contradecir judi-
cialmente la revocación, invocando que el interés que se ha querido
proteger no ha desaparecido.
En el segundo caso, la revocación unilateral debe estar justificada
por razones de “ilegitimidad”. Se entiende por ilegitimidad la contradic-
ción con el orden jurídico positivo11, o sea en contravención a los principios
básicos sobre legitimidad establecidos por la ciencia jurídica. A diferencia
de la revocación por oportunidad, que obedece a una razón sobreviniente,
la revocación por ilegitimidad debe responder a un vicio concomitante
279 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
con la celebración del contrato. Por lo tanto, si éste (el contrato) es regu-
lar no puede ser revocado unilateralmente por la Administración Pública,
cuando ha creado derechos a favor de los particulares.
Por último, si se trata de una revocación debida a culpa o falta del
cocontratante, ella debe ser planteada ante el Poder Judicial, por lo cual
se produce una situación muy similar a la resolución por incumplimien-
to en el caso del contrato civil con prestaciones recíprocas.
Vemos, pues, que el hecho que el contrato a que dé lugar la aplica-
ción del artículo 1357 del Código civil tenga carácter administrativo no
le resta obligatoriedad ni permite su revocación arbitraria por parte del
Estado, de tal manera que la protección que busca dicho artículo se al-
canza también en este caso.
(*) Tal como lo manifiesta DUGUIT, “ningún órgano del Estado puede atentar contra un
contrato, ni aun el Parlamento mismo. El acto por el cual un órgano o un agente del
Estado, el Parlamento mismo, anulase o modificase una obligación contractual del Es-
tado, no tendría valor, y los tribunales deberían condenar al Estado como si ese acto
no existiera”.
280 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. La incapacidad.
3. Necesidades ordinarias de la vida diaria.
2. LA INCAPACIDAD
Puede observarse en el rubro Antecedentes de este artículo que pre-
cede, que en el Anteproyecto se distinguía entre los menores y los mayores
incapaces, como si se tratara de dos categorías distintas. El artículo 1358
del Código civil, con mejor técnica, trata ambos casos con el denomina-
dor común de “incapaces”.
La incapacidad, entendida jurídicamente como la falta de aptitud
para adquirir derechos y contraer obligaciones, es un concepto negativo:
la carencia de capacidad.
Conviene, pues, conocer qué es la capacidad para de allí determinar
quiénes son los incapaces a que se refiere el artículo 1358 del Código civil.
No puede darse un concepto general de capacidad, sino de cada una
de sus dos manifestaciones: la capacidad jurídica y la capacidad de obrar.
Capacidad jurídica.
Se entiende por capacidad jurídica, también llamada (con denomi-
nación que ha sido adversamente criticada)1 de goce, la “medida de la
idoneidad del sujeto para ser titular de relaciones jurídicas” (*) 2.
Capacidad de obrar.
Se entiende por capacidad de obrar, llamada también de actuar o de
ejercicio, “la medida de la idoneidad para determinar por acto propio mo-
dificaciones activas o pasivas en la propia esfera de relaciones jurídicas, es
decir, para adquirir, modificar o perder la titularidad de las relaciones”4.
Así como la capacidad jurídica es la aptitud de adquirir derechos y
contraer obligaciones, la capacidad de obrar es la aptitud de realizar los
actos jurídicos necesarios para adquirirlos y contraerlos.
La capacidad a que se refiere el artículo 42 del Código civil es de
obrar (de ejercicio), aunque se ha estimado innecesario definirla, prefi-
riéndose regular los casos de incapacidad5. Por lo tanto, las incapacidades
(faltas de capacidad) contempladas en los artículos 43 y 44 del Código
civil son de obrar.
En el caso del artículo 1358 del Código civil, se trata de una capaci-
dad de obrar, pues se relaciona con la aptitud de celebrar contratos rela-
cionados con las necesidades ordinarias de la vida diaria de los incapaces.
Al igual que en el caso de la capacidad jurídica, la capacidad de obrar
puede ser general o especial, pudiendo ser, tanto la primera como la se-
gunda, plena o atenuada.
Capacidad general plena es la que faculta al sujeto para realizar toda
clase de actos, como ocurre en el caso del mayor de dieciocho años de
edad (artículo 42 del Código civil).
Capacidad general atenuada es una capacidad que habilita al sujeto
para celebrar toda clase de actos, aun cuando para algunos de ellos re-
quiere la asistencia de otras personas. Por ejemplo, el menor que tenga
más de dieciséis años puede contraer obligaciones o renunciar derechos
siempre que sus padres autoricen el acto o lo ratifiquen (artículo 456 del
Código civil).
Capacidad especial plena es la que autoriza la libre celebración de
determinados actos jurídicos. Por ejemplo, el menor capaz de discerni-
284 EL CONTRATO EN GENERAL
El discernimiento.
Los sujetos a que se refiere el artículo 1358 son los incapaces no
privados de discernimiento.
Se ha visto en el rubro “Antecedentes de este artículo” que tal con-
cepto de incapaces no privados de discernimiento se introdujo recién en
el segundo Proyecto, pues anteriormente se hablaba simplemente de los
menores y mayores incapaces.
El cambio estuvo orientado no sólo a lograr una mejora técnica (tan
incapaces son los menores como los mayores incapaces), sino también a
conjugar la norma con el inciso 2 del artículo 43 de dicho Proyecto que
establecía, como asimismo lo hace el Código civil, que son absolutamen-
te incapaces los que por cualquier causa se encuentran privados de
discernimiento.
Resulta así que están comprendidos en el artículo 1358 del Código
civil todos los incapaces mencionados en los artículos 43 y 44 de dicho
Código, con excepción de las personas privadas de discernimiento.
El discernimiento ha sido definido como “la facultad intelectual o
recto juicio que permite percibir y declarar la diferencia existente entre
varias cosas, así como distinguir entre el bien y el mal, midiendo las con-
secuencias posibles de los pensamientos, dichos y acciones”6. El primero
es el discernimiento cognoscitivo; y el segundo, el moral (*). FERNÁNDEZ SES-
(*) El artículo 921 del Código civil argentino establece que los actos serán reputados he-
chos sin discernimiento, si fueren actos lícitos practicados por menores impúberes
(menores de 14 años), o actos ilícitos por menores de diez años; como también los
actos de los dementes que no fuesen practicados en intervalos lúcidos, y los practica-
dos por los que, por cualquier accidente, están sin uso de razón.
285 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
La legitimación.
Aun cuando este tema no “está comprendido en el supuesto del
artículo 1358 del Código civil, conviene tocarlo por cuanto es frecuente
confundir la legitimación con la capacidad.
ALBALADEJO9 considera que la “legitimación” es la situación o rela-
ción en la que, además de ser capaz, debe hallarse el sujeto respecto del
negocio singular, para que éste sea válido y plenamente lícito. En sentido
parecido, DÍEZ-PICAZO10 opina que legitimación “es el reconocimiento que
hace el Derecho a una persona de realizar con eficacia un acto jurídico,
derivando dicha posibilidad de una determinada relación existente en-
tre el sujeto agente y el acto mismo”, distinguiendo, como subespecies, la
legitimación directa, que corresponde siempre al titular del derecho que
se ejercita o al titular del interés que debe quedar afectado por el acto
jurídico, y la indirecta, cuando la posibilidad de actuar se confiere a una
persona distinta del titular del derecho o interés, caso en el cual se en-
cuentra la representación.
SPOTA le da un enfoque algo distinto, aproximándose a la represen-
tación, o sea a la legitimación indirecta de que habla DÍEZ-P ICAZO, al
definirla como “la posición en que una persona se halla con respecto a
un patrimonio ajeno, en cuya virtud la declaración de voluntad de aquel
sujeto tiene consecuencias jurídicas respecto al titular de dicho patri-
monio”.
Se dice11, por ello, que “mientras la capacidad es una manera de ser
del sujeto en sí (o sea, una cualidad del sujeto), la legitimación consiste en
el hecho de encontrarse en una determinada posición, esto es, en un modo
de ser del sujeto respecto a otros o con relación al bien o a los intereses que
son materia del contrato”.
286 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) En la misma línea de pensamiento GORDILLO17 dice: “Por último, y sin salir del ámbito de
las actuaciones eficaces del incapaz, no obstante su incapacidad, debe señalarse ese con-
junto de actos ordinarios y menores atti minuti della vita quotidiana, se dirá en Italia en
los cuales el incapaz proyecta su esfera de actuación congrua, sin perjuicio, ni suyo ni
ajeno, y sin contradicción de nadie. Creemos que mantener aquí otra cosa sería tanto
como abocar el Derecho al terreno de lo irreal y de lo absurdo. Tiene razón Giovanni
GIUNTA cuando afirma que, justificada la incapacidad para la tutela del incapaz, nadie
podrá sostener que no pueda éste adquirir por sí mismo un mendrugo de pan o ejercitar
modestas actividades retribuidas. El reconocimiento legal más explícito de este sector
de actuaciones eficaces se encuentra en el # 52, 3 del ZGB de la DDR; la regla general de
la ineficacia de los actos de los incapaces se excepciona en los contratos sobre objetos de
escaso valor y tendentes a la atención de las necesidades de la vida ordinaria, siempre que
las obligaciones de ellos derivadas encuentren inmediato cumplimiento por las partes”.
288 EL CONTRATO EN GENERAL
1. JOSSERAND, Louis, Derecho civil. Bosch y Cía. Editores, Buenos Aires, 1950, T. I, Vol. I, p. 262.
2. BARBERO, Domenico, Sistemas de Derecho privado, Ediciones Jurídicas Europa-América, Bue-
nos Aires, 1967, T. I, p. 190.
3. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Sociedad Anónima Editora, Buenos Aires, 1981,
p. 161.
4. BARBERO, Domenico, Op. cit. T. I, p. 190.
5. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, El Derecho de las Personas, Librería Studium, Lima, 1986, p. 102.
290 EL CONTRATO EN GENERAL
6. CABANELLAS, Guillermo, Diccionario de Derecho Usual, Editorial Heliasta S.R.L., Buenos Aires,
1974, T. I, p. 718.
7. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, Op. cit., p. 105.
8. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 164.
9. ALBALADEJO, Manuel, El negocio jurídico, Librería Bosch, Barcelona, 1958, p. 190.
10. DÍEZ-PICAZO, Luis, La representación en el Derecho privado, Editorial Civitas, Madrid, 1979, p. 60.
11. CARNELUTTI y BETTI, citados por MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones
Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1986, T. I, p. 89.
12. BARBERO, Domenico, Op. cit., T. I, p. 208.
13. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho Civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. II, p. 220.
14. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. I, p. 141.
15. SPOTA, Alberto C., Op. cit., T. II, p. 223.
16. BORDA, Guillermo A., Manual de Contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 72.
17. GORDILLO CAÑAS, Antonio, Capacidad, incapacidades y estabilidad de los contratos, Editorial
Tecnos S.A., Madrid, 1986, p. 214.
291 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Inexistencia del contrato.
3. Alcances de la conformidad.
3. ALCANCES DE LA CONFORMIDAD
El artículo 1359 define la posición del codificador peruano respec-
to a un tema que ha dividido la legislación, la doctrina y la jurisprudencia
mundiales, como es el contenido que debe tener el acuerdo de declara-
ciones de voluntad para llegar a ser contrato.
La discusión se centra fundamentalmente sobre si basta el acuerdo
sobre sólo las estipulaciones esenciales del contrato o se requiere que verse
sobre todas las estipulaciones del mismo, inclusive las secundarias, pero
comprende además otros temas paralelos, que se tratarán a continuación.
(*) El Código civil soviético de 1964 define en su artículo 120 los puntos esenciales de un
contrato, acogiendo los criterios objetivo y subjetivo, diciendo (en traducción libre)
que son “aquellos que son considerados como tales por la ley o necesarios para los
contratos de un tipo determinado, como también todos aquellos puntos respecto a los
cuales, por declaración (contractual) de una de las partes, debe alcanzarse un acuerdo”.
295 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) MIRABELLI17 nos habla de una tesis que sostiene que estos acuerdos parciales constituyen
propios y verdaderos contratos que tienen como contenido, no el contenido del contrato
propuesto, sino la recíproca renuncia al poder de revocar determinados puntos o cláusu-
las que forman parte de dicho contrato. Dicho autor piensa que el estado actual de la
doctrina no permite atribuir a estos acuerdos una configuración jurídica en ese sentido.
300 EL CONTRATO EN GENERAL
1. VIDAL RAMÍREZ, Fernando, Teoría general del acto jurídico, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1985,
p. 506.
2. “Proyectos y Anteproyectos de la reforma del Código civil”, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1980, T. II, p. 67.
3. SCHMIDT, Joanna, Négotiation et conclusion de contrats, Jurisprudence Générale Dalloz, París,
1982, p. 32.
4. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I,
p. 342.
5. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 124.
6. SCHMIDT, Joanna, op, cit., p. 33.
7. Ibídem, p. 36.
8. Ibídem, p. 79.
9. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 344.
10. MIRABELLI, Giuseppe, Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 50.
11. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 159.
12. LAFAILLE, Héctor, Derecho civil, Ediar S.A. Editores, Buenos Aires, 1953, T. VIII, p. 140.
13. Citado por CASTAÑEDA, Jorge Eugenio, “El Derecho de los contratos”, Departamento de Publi-
caciones de la U.N.M.S.M., Lima, 1966, p. 237.
14. LAFAILLE, Héctor, Op. cit., T. VIII, p. 139.
15. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora Delia REVOREDO DE DEBAKEY,
Okura Editores, Lima, 1985, T. VI, p. 23.
16. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 49.
17. Ibídem, p. 51.
301 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Propósito del artículo 1360.
3. El sistema de la punktation.
4. El sistema de los acuerdos parciales.
5. El sistema del artículo 1360.
saneamiento por vicios ocultos, una de las partes podía desconocer el acuer-
do sobre el precio o sobre cualquiera de los otros puntos concordados.
No debe creerse, sin embargo, que la solución del artículo 1344 sea
descabellada. Responde perfectamente al principio de que el contrato es
un acuerdo de las voluntades actuales al momento de celebrarlo, de tal
manera que el contenido del contrato debe ser el que las partes desean
que tenga en este momento. Si han cambiado de voluntad durante el pro-
ceso de formación del contrato, debe darse valor a la nueva voluntad, a
fin de que el acuerdo pueda ser actual y total.
Sin embargo, como dice SCHMIDT1, “en el curso del período precon-
tractual, cada una de las partes experimenta un conflicto entre la
necesidad de salvaguardar su libertad de no contratar sino al momento
del acuerdo definitivo y aquella de asegurar la confianza en cuanto a los
fragmentos del contrato ya negociados. El respeto absoluto de la libertad
contractual conducirá a rehusar toda intervención jurídica antes que el
contrato no esté sellado, estando las partes libres de llevar la negocia-
ción como les parezca. La necesidad de confianza requiere, por el contrario,
una intervención del derecho para asegurar la armonización de los inte-
reses en presencia, bajo el respecto de la lealtad y de la buena fe”.
El codificador peruano de 1984 se encontró en el conflicto que re-
lata SCHMIDT y ha tratado de solucionarlo. Conviene conocer qué caminos
tenía ante sí para lograrlo.
3. EL SISTEMA DE LA PUNKTATION
Se ha visto al comentar el artículo 1359 del Código civil que la legis-
lación germánica (Códigos de Prusia, Sajonia y Austria) anterior al BGB
de 1900, así como posteriormente los Códigos de Suiza y de la Unión So-
viética, han seguido la orientación de considerar que el contrato se consi-
dera concluido cuando las partes se ponen de acuerdo sobre los puntos
esenciales.
Dentro de esta orientación cobró gran auge el sistema de la punkta-
tion (minuta), según el cual las partes durante la negociaciones
precontractuales dejan constancia escrita en documentos de los acuer-
dos parciales a los que van llegando en el curso de dichas negociaciones.
Esto permite establecer en qué momento se ha logrado, a través de di-
chos acuerdos parciales, conformidad sobre todos los puntos esenciales
del contrato propuesto, momento en el cual este contrato se considera
celebrado.
304 EL CONTRATO EN GENERAL
tos esenciales y han hecho reserva sobre otros puntos, el contrato debe
considerarse concluido, pero subordinado a la condición de que se alcan-
ce acuerdo también sobre los puntos reservados. Este planteamiento tie-
ne gran importancia para nosotros porque se acerca (sin identificarse) a
la solución peruana.
Por último, hay quienes opinan5 que la minuta indica la conclusión
del contrato cuando contiene acuerdo sobre todos los extremos del con-
trato, aun cuando las partes hubieran convenido que el contrato consta-
ra de escritura pública.
secundarios que las partes hayan reservado) del contrato definitivo, cuan-
do éste es típico legal, caso en el cual este contrato se forma por
incorporación de las normas imperativas y dispositivas correspondien-
tes a dicho contrato. En el caso de los contratos definitivos típicos sociales
y de los atípicos la solución es bastante más delicada, según se ha visto
en el subrubro “El rol de las normas dispositivas” del comentario al artí-
culo 1359.
Si el acuerdo parcial no es suficiente para formar el contrato defi-
nitivo, por no comprender todos los elementos esenciales o los secundarios
que las partes hayan reservado, el propósito es que este acuerdo sea vin-
culante en el caso que, mediante acuerdos parciales adicionales, se llegue
a formar el contrato definitivo. Al efecto dice SCHMIDT que, en este caso,
“las partes no consideran que el acuerdo parcial vale como contrato de-
finitivo; la conclusión de éste está subordinada al acuerdo sobre otros
elementos: la convención parcial vendrá a ser, solamente, una parte del
contrato definitivo. La negativa a hacerle producir efectos jurídicos sólo
concierne al acuerdo parcial en su relación con el contrato definitivo;
ella no concierne a los efectos del acuerdo parcial como tal. De aquí se
concluye que el acuerdo parcial produce, en efecto, consecuencias espe-
cíficas, distintas de las del contrato definitivo; él obliga a las partes a
respetar los puntos ya fijados, que no podrán ser desconocidos en el cur-
so de la negociación (salvo por un nuevo acuerdo). Un comportamiento
contrario a tal compromiso puede ser fuente de responsabilidad contrac-
tual”. Desde luego, en el caso del fracaso de las negociaciones sobre los
restantes puntos se produce la caducidad del acuerdo parcial.
Hay que observar que, pese a la opinión de ciertos autores que con-
sideran que el sistema de los acuerdos parciales es una versión neolatina
del sistema de la punktation9, los efectos de uno y otro sistema son dife-
rentes. En el sistema de la punktation la constancia del acuerdo sobre los
puntos parciales sólo tiene por finalidad permitir la determinación de si
se ha llegado a formar el contrato definitivo; en el sistema de los acuer-
dos parciales las finalidad es dar a estos acuerdos valor vinculante, aun
cuando no hubiera llegado aún a formarse el contrato definitivo.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Significado de la obligatoriedad del contrato.
3. Fundamento de la obligatoriedad.
4. Presunción de veracidad de la declaración.
tratos son obligatorios en cuanto se haya expresado en ellos; y (b) los con-
tratos deben ejecutarse según las reglas de la buena fe y común intención
de las partes. Esto ha llevado a pensar que la buena fe sólo es importante
para la ejecución de los contratos y no para su celebración, lo cual no
resulta del pensamiento del codificador de 1936.
Tomando en consideración estos comentarios, y además que la pre-
sunción establecida en el artículo 5 de la Ponencia original debe estar
vinculada a la declaración contractual y no a su ejecución, el artículo 5
de la primera Ponencia sustitutoria fue redactado así:
Artículo 5.- Los contratos son obligatorios en cuanto se haya expresado
en ellos.
Se presume que la declaración expresada en el contrato responde a la
voluntad común de las partes y quien niegue esa coincidencia deberá
probarlo.
El tema de la buena fe recibió un tratamiento distinto en un artícu-
lo separado.
El texto antes transcrito ha sido conservado en el artículo 5 de la
segunda Ponencia sustitutoria, en el artículo 14 de la tercera, cuarta y
quinta Ponencias sustitutorias y del Anteproyecto y en el artículo 1383
del primer Proyecto y del Anteproyecto de la Comisión Revisora.
En el artículo 1327 del segundo Proyecto se regresó, no sé –o al
menos no recuerdo– porqué razón, al texto del artículo 5 de la Ponencia
original, orientación que se rectificó en el artículo 1361 del Código civil.
(*) El Código civil español dice con acierto en su artículo 1091, no que el contrato tiene
fuerza de ley, como lo hace el artículo 1342 del Código civil italiano, sino que “las
obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley (...)”.
(**) HERNÁNDEZ GIL3 describe admirablemente esta situación, diciendo así: “El contrato se
celebra con libertad; y se fija su contenido con libertad. Surgido así, aparece dotado de
fuerza normativa vinculante. Lo pactado, es decir, lo recíprocamente auto-regulado,
pasa a ser regulación, precepto que vincula a los contratantes y a sus herederos y
causahabientes. La voluntad, entonces, deja de ser libre en la esfera del contrato, o bien
sólo goza de aquella libertad que se le reconozca dentro de la regulación contractual.
Podría decirse que hay una antítesis entre la libertad con que se elabora el contrato y
la exclusión o limitación de la libertad que se produce como resultado, de donde se-
guiría que la fuerza obligatoria de aquél dejaría de estar regida por el dogma de la
autonomía de la voluntad. Pero la concepción tradicional, o no advierte la antítesis, o
la evita, el considerar que la fuerza obligatoria del contrato es fruto del uso que se ha
hecho de la libertad. Obligarse es, en el contrato, auto-obligarse. Hay que estar no a
algo impuesto desde fuera, sino a algo querido desde dentro. La vida del contrato
viene a ser una inalterable subsistencia de lo querido. Ya deja de ser relevantes si se
sigue queriendo o no; se ha convertido en precepto el mantenimiento de lo pactado. Se
inmoviliza o, dicho de otro modo, se objetiva lo que en un determinado momento se
quiso”.
314 EL CONTRATO EN GENERAL
podría ocurrir que las partes convinieran en que el contrato que cele-
bran sólo creara obligaciones morales (con contenido patrimonial), cuyo
cumplimiento no es exigible. Considero que ello no es posible porque la
obligatoriedad del contrato no emana de la voluntad de las partes, sino
del mandato de la ley, contenido en el artículo 1361 del Código civil, de
tal manera que, como dice SANTOS BRIZ4, la imperatividad de la norma
contractual –después de dictada– no descansa en la voluntad de los con-
tratantes, sino que les resulta impuesta por el ordenamiento jurídico. Debo
admitir que hay excepciones a esta regla como, por ejemplo, el artículo
1943 del Código civil que dispone que el juego y la apuesta de carácter
lucrativo no prohibidos por la ley (no obstante ser contratos) no otorgan
acción para reclamar por su resultado, pero debe tenerse presente que,
en este caso, la excepción a la obligatoriedad del contrato no proviene de
la voluntad de las partes, sino que está prevista en el propio Código.
Respecto al carácter de la obligatoriedad del contrato (debe enten-
derse que se trata de la obligatoriedad de la relación jurídica creada por
él), existe una corriente doctrinaria, cuyos elementos más representati-
vos son J OSSERAND5 y RIPERT6, que considera que la crisis del contrato
determina el debilitamiento de su fuerza obligatoria. Realmente no llego
a compartir esta opinión. Pienso, por las razones expuestas al comentar
el artículo 1355 del Código civil, que este Código, si bien se coloca en una
situación de avanzada al permitir abiertamente el intervencionismo del
Estado en la contratación privada, reconoce incuestionablemente la ab-
soluta obligatoriedad del contrato, dentro del marco impuesto por ese
intervencionismo.
No cabe duda que los artículos III y V del Título Preliminar y 1354,
1355, 1356, 1440, 1447 y 2121 del Código civil no sólo establecen límites
al contenido de todos los contratos, sino también permiten que sea modi-
ficada la relación obligatoria nacida de los mismos. Pero, establecidos
esos límites y permitidas estas modificaciones, nuestro ordenamiento le-
gal no permite ir más allá. Si las partes, asumiendo, como es necesario
que asuman, las contingencias que pueden presentarse dentro de este
marco legal, celebran un contrato, éste es absolutamente obligatorio en
todo lo que no intervengan dichas contingencias. Ningún juez está facul-
tado para, por equidad, debilitar la obligatoriedad del contrato invocando
nuevas situaciones no contempladas legislativamente(*).
Por otro lado, respecto a los alcances de la obligatoriedad de los
contratos, ella comprende sólo lo que se haya expresado en ellos. Como
(*) Es interesante destacar que la Constitución de los Estados Unidos de América estable-
ce en su artículo I Sección 10 que “ningún Estado aprobará una ley que menoscabe la
obligatoriedad de los contratos”.
315 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
dice CORNEJO7, comentando el artículo 1328 del Código civil de 1936, cuya
primera parte tenía una redacción igual a la del primer párrafo del artí-
culo 1361 del Código civil de 1984, el contenido de las obligaciones
contractuales hay que tomarlo en su sentido estricto, no pudiendo el juez
ampliarlo o limitarlo por vía de interpretación ni suplirlo invocando la
equidad, ni la misma naturaleza del convenio. Como se verá más ade-
lante, el artículo 1362 de este último Código señala que los contratos deben
celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena fe y común intención
de las partes, pero ello sólo establece una línea de conducta para la reali-
zación de estos actos y no significa una alteración del contenido de la
declaración contractual.
La fuerza obligatoria del contrato es idéntica, como dice LAVALLE8,
en los contratos típicos y en los atípicos y, dentro del contrato mismo, el
hecho de que una cláusula sea atípica o inusual no es óbice para su obli-
gatoriedad.
Como consecuencia de todo lo anteriormente expuesto puede lle-
garse a las siguientes conclusiones:
a. El contrato nace desde el momento en que existe el acuerdo de de-
claraciones de voluntad, determinando los alcances de tal acuerdo.
b. Una vez creada la obligación jurídica que es objeto del contrato,
ella desarrolla toda su fuerza obligatoria.
Esto significa que dicha relación debe ser cumplida conforme al
tenor de la declaración contractual.
a semejanza de ésta, carácter normativo y que obligan por tener tal ca-
rácter.
Sin embargo, la gran mayoría de la doctrina de ambos países, así
como de Italia, opinan que la expresión “fuerza de ley” es simplemente
una figura retórica, una metáfora, para enfatizar que los contratos, pese
a ser manifestaciones de la voluntad humana, constituyen un lazo que
actúa con una fuerza que guarda semejanza con la de la ley, sin preten-
der referirse a la naturaleza del vínculo contractual. Este último sentido
ha sido claramente puesto de manifiesto en el texto argentino, que no
habla de “fuerza de ley”, sino que las partes deben someterse al contrato
“como a la ley misma”.
Refiriéndose RUGGIERO12 a la expresión “fuerza de ley” utilizada por
el codificador italiano aclara que con ella no se quiere decir que el con-
trato tenga virtud creadora de normas jurídicas, ya que la eficacia
obligatoria del contrato presupone la existencia de una ley que la reco-
nozca. Por su parte, observa MESSINEO13 que con la citada expresión “no
se quiere entender que el contrato sea equiparado, en su eficacia, a la ley.
Como ya se consideraba bajo el imperio del Código abrogado, a propósi-
to del correspondiente artículo 1123, tal concepto es totalmente extraño
al pensamiento del legislador; con dicha locución se limita a expresar
algo más modesto, si bien muy significativo: que las partes no pueden
sustraerse al deber de observar el contrato de acuerdo a su tenor, en su con-
junto y en cada una de sus cláusulas”.
Consecuencias de la obligatoriedad.
La consecuencia más importante de la obligatoriedad de las rela-
ciones jurídicas creadas por el contrato, y la que realmente da sentido a
dicha obligatoriedad, es su intangibilidad o irrevocabilidad.
Se entiende por intangibilidad (o irrevocabilidad) el que, una vez
formado el contrato por el acuerdo de declaraciones de voluntad, la rela-
ción jurídica patrimonial que constituye su objeto, aun cuando no haya
entrado en vigencia (verbigracia, por existir una condición o un plazo),
no puede ser modificada, sino por un nuevo acuerdo. Este nuevo acuerdo
se llama, como se ha visto anteriormente (supra, Tomo I, p. 68) mutuo di-
senso.
317 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Limitaciones a la obligatoriedad.
No obstante la obligatoriedad de las relaciones jurídicas creadas
por contratos que no adolecen de defecto alguno, existen posibilidades
que se modifiquen tales relaciones, como ocurre, por ejemplo, en los si-
guientes casos:
a) El contrato puede prever su propia revisión, por decisión de una
de las partes.
Realmente no existe en este caso un atentado contra la fuerza obliga-
toria del contrato, pues la modificación estaba prevista en el mismo.
(*) Tanto en la Ponencia original como en las cinco Ponencias sustitutorias, en el Antepro-
yecto y en el primer Proyecto existía un artículo, que fue variando de numeración, que
decía lo siguiente: “Los jueces no pueden crear contratos para las partes, bajo pretexto
de interpretación”. Este dispositivo tenía su fuente en el artículo 1714 del Código civil
de Etiopía.
La norma fue suprimida por la Comisión Revisora, tal como consta de la anotación
puesta en el artículo 1435 de su Anteproyecto.
318 EL CONTRATO EN GENERAL
3. FUNDAMENTO DE LA OBLIGATORIEDAD
Parecería que si el artículo 1361 del Código civil establece que los
contratos son obligatorios en cuanto se ha expresado en ellos, el funda-
mento de la obligatoriedad del contrato se encuentra necesariamente en
319 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
la ley. La ley crea, es como Dios. Basta que la ley diga que el contrato es
obligatorio para que lo sea. No se necesita más.
Pero un razonamiento de este tipo, pese a ser plenamente válido,
no satisface. La ley, como obra humana, ha de tener una razón de ser. No
se legisla porque sí; se legisla porque hay una razón, un fundamento para
hacerlo. Si la ley ha considerado que el contrato debe ser obligatorio, es
necesario conocer esa consideración. Los juristas han entendido perfec-
tamente que no es suficiente que la mayoría de los Códigos civiles digan,
con frases de contenido parecido, que el contrato tiene fuerza de ley en-
tre las partes, sino que se preguntan: ¿por qué se le ha dado esa fuerza?
Hay varias respuestas a este interrogante.
La teoría normativista.
Contra la posición voluntarista se opone (RADBRUCH) el argumento
que nada justifica que la voluntad humana pueda producir por sí misma
una obligación. ¿En virtud de qué principio, se agrega, el hombre, por el
solo ejercicio de su libertad, puede crear una relación jurídica obligato-
ria? Por el contrario, esa misma libertad daría pábulo a que el hombre se
desobligara de su obligación.
Es necesario, pues, que exista un principio superior a la voluntad
que otorgue a la relación contractual carácter obligatorio. Este principio
superior es el ordenamiento jurídico, lo que determina que, por consi-
321 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Posición personal.
Tal como lo he expuesto en el comentario al artículo 1354 del Códi-
go civil, pienso que la tesis normativista responde mejor a la naturaleza
de la autonomía privada. Por ello, me identifico con la posición de KEL-
SEN en cuanto encuentra el fundamento de la fuerza obligatoria del
contrato en el ordenamiento jurídico positivo, el cual ha considerado que
otorgar a los particulares la regulación de sus propios intereses, dentro
de los límites que les señala el propio ordenamiento, es la solución más
indicada y justa, con la única salvedad que yo distingo netamente entre
el Derecho objetivo (que emana de la norma jurídica) y el derecho subje-
tivo (que emana del contrato, aun cuando excepcionalmente también de
la norma jurídica), distinción que KELSEN no considera tajante.
En cuanto al fundamento de la obligatoriedad del contrato, o sea la
razón de ser de que el ordenamiento jurídico lo disponga así, es, a mi
juicio, la protección a una razonable seguridad jurídica que garantice que
la relación jurídica creada por el contrato sólo podrá ser modificada por
causas que, a criterio del mismo ordenamiento jurídico, realmente lo jus-
tifiquen.
1. GARCÍA SAYÁN, Enrique, “Las nuevas tendencias en el Derecho contractual”, Tesis para el
doctorado en Derecho, Lima, 1942, p. 15.
2. CORNEJO, Ángel Gustavo, Exposición sistemática y comentarios – De los contratos en general,
Lima, 1938, p. 25.
3. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, Derecho de obligaciones, Sucesión de Rivadeneyra S.A., Madrid,
1960, p. 230.
4. SANTOS BRIZ , Jaime, Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1966, T. III,
p. 251.
5. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, Bosch y Cía. Editores, Buenos Aires, 1950, T. II, Vol. I, p. 281.
6. RIPERT, Georges, El Régimen Democrático y el Derecho Civil Moderno, Editorial José M. Caji-
ca, Puebla, 1951, p. 251.
7. CORNEJO, Ángel Gustavo, Op. cit., p. 25.
8. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. Belluscio, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. 5, p. 889.
9. R ISOLIA, Marco Aurelio, Soberanía y crisis del contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958,
p. 58.
10. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, Vol. III, p. 329; SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora
Argentina, Buenos Aires, 1954, T. I, pp. 20 y 169.
11. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1954, T.
II, Vol. I, p. 261.
326 EL CONTRATO EN GENERAL
12. DE RUGGIero, Roberto, Instituciones de Derecho civil, Instituto Editorial Reus, Madrid, T. II. Vol.
I, p. 298.
13. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 143.
14. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Sociedad Anónima Editora, Buenos Aires, 1981, p.
277; DE RUGGIero, Roberto, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 257; CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil
español, común y foral, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1954, T. III, p. 327; L ÓPEZ DE ZAVALÍA,
Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires, 1971, p. 274; ARIAS, José,
Contratos civiles, Compañía Argentina de Editores, Buenos Aires, 1939, T. I, p. 69; PUIG PEÑA,
Federico, Tratado de Derecho civil español, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid,
1973, T. IV, Vol. II, p. 14; DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial
Tecnos S.A., Madrid, 1976, T. I, p. 90; SPOTA, Alberto G., Op. cit., Vol. III, p. 343.
15. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 90.
16. Citado por GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 169.
17. Citado por Ibídem, p. 172.
18. Ibídem, p. 177.
19. ALBALADEJO, Manuel, El negocio jurídico, Librería Bosch, Barcelona, 1958, p. 54.
20. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 117.
327 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Sentido del artículo 1362.
3. La buena fe.
4. La común intención.
5. La negociación.
6. La celebración.
7. La ejecución.
El artículo 1384 conservó el tenor del artículo 1384 del primer Pro-
yecto.
El segundo Proyecto, como se ha visto en el comentario al artículo
1361, volvió en su artículo 1327 al texto del artículo 5 de la Ponencia
original. Se suprimió el artículo 1380 del Anteproyecto de la Comisión
Revisora.
El artículo 1362 del Código civil agregó al texto del artículo 1384 la
palabra “negociarse” y suprimió la frase final que decía “con salvaguar-
da de los principios de justicia y evitando el abuso del derecho”.
3. LA BUENA FE
Creí candorosamente al preparar este comentario que el tratamien-
to de la buena fe no me iba a plantear mayores problemas. La buena fe es
un concepto que manejamos con tanta facilidad y lo aplicamos a tantas
situaciones dispares entre sí, que, quizá por lo mismo, presumía su sen-
cillez. ¡Qué equivocado estaba!
En su muy útil Indice Alfabético de Materias del Código civil1, SCHULZ
nos señala que hay 34 artículos del Código civil en los cuales se mencio-
na la buena fe, distribuidos a lo largo de los Libros relativos a los Derechos
de acto jurídico, de familia, de sucesiones, reales, de obligaciones y con-
tratos y de registros públicos. Pero, ¿se están refiriendo todos estos
artículos a lo mismo? ¿Es igual la buena fe del segundo cónyuge del bíga-
mo, a la del poseedor que hace suyos los frutos y a la del que hace un
pago indebido? ¿Aun en un mismo tema, tiene el mismo carácter la bue-
na fe del que negocia un contrato de la del que lo celebra?
No puedo, en este momento del comentario, dar respuesta a tales
preguntas. Considero que debemos conocer previamente muchos aspec-
tos de la buena fe que quizá nos han pasado desapercibidos.
Concepto.
No es fácil ordenar la presentación del tema porque, de un lado,
todavía no sabemos si es que hay una concepción unitaria de buena fe,
con diversos matices o versiones, o si hay varias clases de buena fe, de
naturaleza diferente y unidas simplemente por un nombre común y, de
331 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Obsérvese que el concepto de honradez juega un rol, aunque distinto, en ambos senti-
dos de la buena fe. Esto puede determinar que exista otro elemento de acercamiento
entre ellos, tan es así que TUHR14 sostiene que la buena fe-creencia representa “honradez
subjetiva” y la buena fe-lealtad representa las “reglas objetivas de honradez”, para agre-
gar “así, del concepto moral de honradez brotan (...) dos diversos conceptos jurídicos”.
333 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Buena fe subjetiva.
Posiblemente lo mejor para formarse un concepto de buena fe-
creencia es revisar algunas definiciones dadas por la más especializada
doctrina sobre el tema. Comprendo que esta revisión va a alargar consi-
derablemente el desarrollo del tema, desnaturalizando quizá el carácter
exegético de este trabajo, pero creo que es indispensable para conocer el
tema que estoy analizando.
GHESTIN15 nos dice que “es un simple estado psicológico, una creen-
cia (ésta es la buena fe) o, a la inversa, el conocimiento de un hecho (ésta
es la mala fe)”.
En sentido similar, MORELLO16 habla de “un estado psicológico que
el marco jurídico valora para determinar el tratamiento que el sujeto ha
de recibir, para lo cual se verificará la determinación de cuál ha sido la
efectiva creencia o intención del participante”.
Por su parte, LOI y TESSITORE17 consideran que en la acepción subje-
tiva, poniéndose el acento sobre el estado psicológico del sujeto agente,
“la buena fe viene generalmente individuada en la convicción o persua-
sión de actuar de manera conforme a la ley y de no vulnerar cualquier
otro derecho”.
Puede observarse que este grupo de definiciones tiene el común de-
nominador de entender la buena fe simplemente como un “estado
psicológico” que determina una creencia. Dicha posición se inspira en el
pensamiento de WACHTER, pandectista alemán del siglo XIX, para quien
334 EL CONTRATO EN GENERAL
Buena fe objetiva.
Para llegar al concepto de esta buena fe voy a adoptar el mismo
procedimiento seguido en el caso de la buena fe subjetiva, o sea formar-
nos un juicio de situación a base de las definiciones de la doctrina
especializada. Repito que soy consciente de los peligros de este camino.
FERREIRA28 dice que buena fe probidad es la conducta en el obrar,
proceder con rectitud y lealtad, sin tratar de engañar a nadie o perjudi-
carle y sin pretender hacer uso de los derechos o facultades con extremo
o innecesario rigor”.
GHESTIN agrega que en su aspecto objetivo “la buena fe expresa una
referencia a un valor exterior y superior a la psicología de un contratante”.
Por su parte, TRABUCCHI29 considera que la corrección es un estilo
moral de la persona que implica un espíritu de lealtad, hábito viril de
firmeza, claridad y coherencia, fidelidad y respeto a los deberes que se-
gún la conciencia general deben ser observados en las relaciones
jurídico-sociales. Tal corrección corresponde al deber de comportarse de
manera tal que no se perjudique los intereses ajenos fuera de los límites
establecidos por la tutela legítima de los intereses propios.
MESSINEO30 nos habla de que la “observancia de la buena fe objeti-
va (lealtad) por parte de los contratantes (acreedor y deudor) significa
que el acreedor no debe pretender más, en el ejercicio de su crédito, ni el
deudor puede rehusarse a dar menos, en el cumplimiento de su obliga-
ción, de lo que exige el sentido de la probidad, habida cuenta de la
finalidad del contrato”.
Vemos, pues, que la buena fe objetiva tiene un marcado sabor ético,
que justifica la lealtad.
Otro aspecto muy interesante del problema es el referente al crite-
rio que debe adoptarse para juzgar la conducta del sujeto.
Sobre el particular, nos dice PUIG BRUTAU31 que en sentido objetivo
se trata igualmente de juzgar la conducta del individuo, pero a base de
tener en cuenta si se ajusta a las reglas admitidas acerca de lo que es
337 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Comentando el artículo 7 del nuevo Título Preliminar del Código civil español, según
el cual los derechos deben ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe (que es
la norma que juzgan DÍEZ-PICAZO y GULLÓN en el texto), BATLLE36, después de referir-
se a los dos sentidos que la expresión buena fe tiene en el orden jurídico, o sea a la
buena fe subjetiva y a la buena fe objetiva, dice que es a esta segunda acepción de regla
de conducta exigible, según los criterios sociales y morales dominantes, a la que sin
duda se refiere el precepto que comenta, relativo al ejercicio de los derechos.
338 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Después de analizar la problemática de la buena fe, esto es, la posibilidad de aplicar un
sistema orientador uniforme para resolver todos los problemas que suscita, dice DE
LOS MOZOS40: “La conclusión de todo ello es que no sólo es imposible, por la variedad
de su materia o por el empleo profuso que de ella hace el ordenamiento positivo, dar
un concepto general de la buena fe, ni siquiera, como hacen algunos autores distin-
guiendo la diversa función de la misma; porque a pesar de esas distinciones, no cabe
esclarecer conceptos generales de los que, por vía de deducción, vayan a establecerse
consecuencias particulares, sino una serie de criterios de orientación que requieren, en
cada caso, una precisión distinta, según el contenido a que respondan y la posición que
ocupen en relación con el ordenamiento, sensiblemente diferente, conforme a los tipos
de organización técnica de la buena fe, y a su colocación en relación con las normas y
las instituciones”. Esto lleva a pensar a dicho autor que el concepto de buena fe tiene
un carácter esencialmente tópico.
340 EL CONTRATO EN GENERAL
las buenas costumbres, sino que encuentra un nuevo campo, quizá más
fructífero, en la buena fe.
Cuando el legislador se vio en la necesidad de regular las situacio-
nes jurídicas percibió que existía un imperativo que requería plasmar
normativamente dos órdenes de ideas. La primera es que quien cree ra-
zonablemente actuar conforme al Derecho debe recibir una protección
de éste; la segunda es que la conducta de los individuos debe ajustarse a
determinadas reglas en el cumplimiento de sus deberes.
Creo que este imperativo es la moral, que cumple maravillosamente
bien ambos roles. Al tratar sobre la buena fe subjetiva, hemos llegado a la
conclusión que ella debe tener un sustento ético, o sea de carácter moral.
La buena fe objetiva descansa, por su parte, también en valores éticos.
Vista esta raíz común, supongo que el legislador decidió utilizarla
para regular ambos casos y la llamó “buena fe”.
Pero, ¿justifica esta raíz común que exista una concepción unitaria
de la buena fe? Pienso que no. Si el análisis de los dos sentidos de la bue-
na fe, el subjetivo y el objetivo, nos demuestra que no se trata de una
misma institución, con dos variantes partícipes de una igual sustancia,
sino de dos instituciones de naturaleza diferente, que buscan proteger
intereses distintos y que utilizan para ello sistemas diversos: ¿por qué
tratar de encontrar una identificación irreal? (*).
La existencia de la raíz común no es razón suficiente. Ya hemos
visto que el principio de las buenas costumbres descansa también en la
moral, o sea en la misma raíz común, no obstante lo cual, como se verá
más adelante, ambas actúan en campos distintos. La moral tiene un ra-
dio de acción bastante más grande que la buena fe, y se manifiesta también
de otras maneras distintas en el área del Derecho, tales como el abuso del
derecho, el enriquecimiento indebido, las buenas costumbres, lo que
impide sostener que la incorporación de la moral al Derecho debe lla-
marse necesariamente “buena fe”.
FERREIRA41 hace una riquísima exposición de las razones que la lle-
van a pensar, siguiendo la huella de HERNÁNDEZ G IL, que existe un
concepto unitario de buena fe, desde que no hay entre las dos “clases” de
buena fe diferencia ontológica. Nos dice allí que la llamada buena fe “sub-
(*) GALGANO42 nos dice que la buena fe de que trata el artículo 1337 del Código civil
italiano (buena fe en la negociación y formación del contrato) no significa sino correc-
ción y lealtad, que tiene un significado del todo diverso de la buena fe de la que se
habla en materia de posesión y en las muchas normas que dejan a salvo los derechos de
los terceros de buena fe.
341 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) DE LOS MOZOS44 traduce la expresión italiana “correttezza” como “lealtad”. GALGANO,
por su parte, afirma que la buena fe tiene el mismo significado que aquel general deber
de corrección que el Código impone al deudor y al acreedor (art. 1175).
343 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) DE LOS MOZOS52 afirma que un sentido lato de dolo o de culpa equivale a la mala fe.
Recuérdese la opinión de MOSSET expuesta en la página 338 del texto.
Refiriéndose a la buena fe objetiva, MIRABELLI53 dice que “mala fe no es sino el contra-
puesto de buena fe y, si buena fe es usada en lugar de corrección, mala fe no es otra
cosa que incorrección, esto es inobservancia, aunque sea debida a negligencia, de la
regla de corrección.
345 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Normatividad.
No hay discrepancia entre los autores respecto a la característica
normativa de la buena fe objetiva, porque en tal caso la ley dice que los
sujetos deben actuar de buena fe. La duda surge respecto a la buena fe
subjetiva, porque la ley usa simplemente giros como “el que de buena fe
edifica (...), adquiere lo construido (...)”, “el poseedor de buena fe hace
suyos los frutos”, “el objeto que se hace de buena fe con materia ajena
pertenece al artífice”. Por ello, parte de la doctrina opina que en estos
casos no hay una norma, sino la descripción de una realidad.
FERREIRA54 entiende que la buena fe tiene siempre un contenido y
una función ordenadora de la conducta y, citando a HERNÁNDEZ GIL, agre-
ga que “a pesar de los distintos modos de actuar de la buena fe no es
descartable en ningún caso la dimensión objetiva, ordenadora de la bue-
na fe, por cuanto se acude a ella como norma de conducta para calificar
un comportamiento y hacer depender los efectos jurídicos de la acomo-
dación o no del comportamiento a lo establecido por o con la buena fe.
En el caso de la buena fe subjetiva, cree la misma autora que siendo
los giros utilizados por la ley “nada más que una forma de manifestación
o funcionamiento del principio general, tiene en sí misma una carga or-
denadora, porque hay previamente a cada una de las normas que hacen
referencia a la buena fe de un sujeto, una norma que exige una conducta
de buena fe”.
Irrenunciabilidad.
El artículo materia de este comentario establece que los contratos
deben negociarse, celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena fe.
Impone una obligación.
Se trata, pues, de una norma imperativa, que no es simplemente
supletoria de la voluntad de las partes, sino de aplicación obligatoria,
según lo hemos visto en el comentario del artículo 1356 del Código civil.
Esto determina que el principio de la buena fe en la negociación,
celebración y ejecución de los contratos sea irrenunciable55, esto es, que
no se trata de una norma susceptible de derogación por los particulares.
No sería posible, pues, que las partes estipularan, al celebrar un
contrato, que éste no estaría regido por las reglas de la buena fe, ni que la
relación jurídica creada por un contrato no sería ejecutada de acuerdo
con dichas reglas. La estipulación, en caso de existir, sería ineficaz, esto
es no produciría efecto alguno.
346 EL CONTRATO EN GENERAL
Figuras similares.
Dado que la buena fe se inspira en la moral, existe cierta similitud
con otras figuras que tienen el mismo fundamento.
Así ocurre con la equidad. MOSSET62 nos dice que buena fe y equi-
dad son ideas confluyentes, que se complementan la una a la otra, cons-
tituyendo el “paquete” de ideas que el derecho solidarista incorpora. LEÓN
BARANDIARÁN63, por su parte, afirma que son “hermanas siamesas”.
D E LOS M OZOS64, citando a ESSER, sostiene que la equidad no es ya
un principio jurídico moralizante de naturaleza propia, sino sólo como
una necesaria perspectiva de justicia social dentro del mismo sistema
del ordenamiento; y es precisamente por esto que se diferencia de la
buena fe.
En cuanto a las buenas costumbres, considera LARENZ65 que allí don-
de no exista una vinculación jurídica especial, la conducta de los sujetos
348 EL CONTRATO EN GENERAL
4. LA COMÚN INTENCIÓN
Se ha visto que en el rubro “Antecedentes de este artículo” que pre-
cede que la referencia a la común intención de las partes sólo estuvo presente
en el artículo 5 de la Ponencia original, que fue suprimida en todas las
349 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. LA NEGOCIACIÓN
Estudiados los dos conceptos de buena fe, o sea el objetivo y el sub-
jetivo, estamos en aptitud de determinar cómo deben aplicarse a los tres
casos contemplados en el artículo 1362 del Código civil, que son la nego-
ciación, la celebración y la ejecución del contrato.
Empezaré por el primer caso.
350 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Debe distinguirse el contenido de las “minutas” a que se refiere el texto de aquellos
acuerdos parciales de los que se trató al comentar el artículo 1360 del Código civil,
pues estos últimos son verdaderos contratos, con sus respectivas ofertas y acepta-
ciones.
353 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Al respecto, MICCIO92 insiste en que la conducta de los tratantes “no puede ser aquella
abstracta de un hombre que no tiene cuidado alguno de sus propios intereses y que se
preocupa solamente de ‘colaborar’ con la contraparte, sino más realísticamente aquélla
de quien por tutelar su propio interés no instrumentaliza la fase precontractual enga-
ñando a la contraparte con la disimulada intención de perseguir fines diversos y
ulteriores”.
357 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
a. Deber de información.
Siendo las tratativas el camino hacia la formación del contrato,
los tratantes deben estar en aptitud de recorrerlo con la mayor seguri-
dad posible.
En tal sentido, los tratantes, para actuar de buena fe, tienen el de-
ber de tenerse recíprocamente informados de todas las circunstancias del
negocio materia de las tratativas, para contar con los mayores elementos
(*) Sobre el particular dice FERRI93: “En la fase precontractual, a través del deber de co-
rrección se tiende a contemporizar la libertad de acción de las partes, con la exigencia
de imponer a los contratantes una cierta línea de conducta, suficientemente respetuosa
de los intereses de la contraparte, con la intención señalada de evitar que las tratativas
pasen a transformarse en fuente de daño.
358 EL CONTRATO EN GENERAL
b. Deber de claridad.
Íntimamente ligado al deber de información se encuentra el deber
de claridad, entendido en el sentido que los tratantes deben preocuparse
de que las informaciones que intercambian sean perfectamente inteligi-
bles y no se presten a una mala interpretación.
c. Deber de secreto.
Como dice MOSSET96, este deber se concreta en la obligación de no
divulgar los hechos que han sido conocidos a causa, y no simplemente
con ocasión, de las tratativas, y cuya difusión puede ser perjudicial para
la contraparte.
Por ejemplo, en el curso de las tratativas uno de los tratantes infor-
ma confidencialmente al otro sobre su situación patrimonial, lo cual puede
resultar en su perjuicio si es conocido en forma general. Por otro lado, es
posible que, también con motivo de las tratativas, uno de los tratantes
sea informado sobre características del negocio que pueden perjudicar a
la otra parte si son conocidas por la competencia.
359 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Es preciso destacar, como lo hace LÓPEZ DE Z AVALÍA 97, que las tra-
tativas no obligan a los tratantes a revelar sus secretos personales, sino
únicamente los que pueden permitir conocer las características del ne-
gocio entre manos.
El deber de secreto tampoco obliga, como dice MICCIO98, a no reve-
lar el contenido y desenvolvimiento de las tratativas, en la medida que
con ello no se engañe a la contraparte ni retrase los tratos.
d. Deber de custodia.
Ocurre con alguna frecuencia que en el curso de las tratativas uno
de los tratantes confía al otro el cuidado de determinados bienes que son
materia de las tratativas. Pues bien, el tratante que recibe el bien debe
custodiarlo con diligencia similar a la del depositario, a fin de evitar que
el bien pueda sufrir daño alguno. Como regla general aplicable a todos
los deberes que se acaba de mencionar, hay que tomar en consideración
que, según advierte agudamente MOSSET99, el ámbito de las tratativas es,
a la vez, al mismo tiempo, campo de colaboración y de competición; que
la primera es garantía de orden y la segunda alimenta aspectos vitales
del sistema. En consecuencia, los deberes de los tratantes deben adecuar-
se a estos dos campos, en el sentido de favorecer la prudente colaboración,
pero sin llegar a perjudicar la sana competencia.
Causa de la responsabilidad.
Se ha visto que el artículo 1362 del Código civil dispone que los
contratos deben negociarse según las reglas de la buena fe. También se ha
visto los deberes a que esta exigencia de buena fe da lugar.
Indudablemente si existe un deber jurídico, el Derecho no puede
permanecer impasible ante la violación de tal deber y, de allí, cabe pre-
guntarse: ¿la violación de este deber jurídico es causa de la responsabi-
lidad?
Pienso que el concepto de responsabilidad, cualquiera que ésta
sea, descansa en dos fundamentos: la culpa en sentido amplio(*) (salvo el
caso de la responsabilidad por riesgo en el campo extracontractual) y el
daño.
a. Tesis de IHERING.
Este autor, considerado con razón como el precursor de la respon-
sabilidad precontractual, planteó el tema de la culpa in contrahendo,
entendiendo como tal aquélla en que incurren las partes en el período de
formación del consentimiento contractual. Este período lo ubica él a par-
tir de la formulación de la oferta.
Inspirándose en las fuentes romanas, Rudolf VON IHERING desarro-
lla su tesis –para lo cual utiliza como ejemplo un contrato de compraventa
que se anula por razón de error esencial, originado por un defecto de la
oferta, que determinó que el destinatario incurriera en ciertos gastos– a
través de los tres capítulos de su obra publicada en 1860 que versan, res-
pectivamente, sobre el contenido de las fuentes, la justificación de su teoría
y la casuística de la culpa in contrahendo107, llegando a las siguientes con-
clusiones(*):
1. La culpa in contrahendo es una culpa de naturaleza contractual que
apunta en una dirección especial (la del período de formación del
contrato).
2. El mismo grado de diligencia se debe prestar en el período de for-
mación del contrato que en el período de ejecución.
3. Los contratantes son los únicos que pueden incurrir en esta especie
de culpa, quedando excluidos los terceros.
4. Si el acto a cuya formación se tiende no es un contrato, no puede
haber culpa in contrahendo.
5. La acción fundada en la culpa in contrahendo se transmite a los he-
rederos y prescribe de la misma manera que la fundada en la culpa
contractual.
6. Para que pueda haber culpa in contrahendo tiene que haber existi-
do oferta; las meras tratativas anteriores a la promesa del contrato,
b. Tesis de FAGGELLA.
La tesis de IHERING, aunque no recibió acogida legislativa, fue con-
siderada en su momento como un descubrimiento jurídico109 hasta la
aparición de la obra de Gabriel FAGGELLA en 1906, quien rechaza la tesis
de la culpa in contrahendo y sostiene que la responsabilidad precontrac-
tual comprende todo el período previo a la conclusión del contrato, que
divide en dos etapas: una que comprende las tratativas realizadas antes
de emitirse la oferta; y otra que comienza con la emisión de la oferta y
termina con la conclusión del contrato o la cesación definitiva de las ne-
gociaciones110.
“La incorporación, dice BREBBIA111, de la primera etapa –ignorada
por IHERING– a la teoría de la responsabilidad precontractual constituye
el verdadero aporte de la tesis de FAGGELLA al estudio del tema que expo-
nemos. En esa primera etapa anterior a la oferta, durante la cual ‘(...) las
partes discuten, preordenan, cambian ideas, proyectan el contrato, con-
ciben y elaboran las cláusulas, los pactos y las condiciones, analizándolos
y sintetizándolos (...)’, y en la que, por ende, pueden incurrir en respon-
sabilidad, corresponde distinguir dos diferentes momentos: 1) el de las
negociaciones preliminares o tratativas propiamente dichas; 2) el que tie-
ne por objeto concretar la oferta definitiva”.
Las conclusiones del trabajo de FAGGELLA(*) son las siguientes:
1. Es posible responsabilizar jurídicamente al que se retira en los pri-
meros períodos antecontractuales.
2. Tal responsabilidad se funda en el consentimiento para las tratati-
vas o al concurso de ellas, y, sobre todo, en el hecho de la existencia
de un perjuicio al otro tratante, representado por los gastos y por
el trabajo realmente empleado en la elaboración del proyecto con-
tractual.
3. Este consentimiento contiene en su esencia la obligación tácita de
resarcir al tratante de los gastos efectivos y del costo de trabajo
preparatorio contractual.
4. Los límites del resarcimiento están señalados por la necesidad de
los gastos y del trabajo preparatorio pertinente; y los caracteres del
consentimiento para tratar de la otra parte.
c. Tesis de SALEILLES.
En un estudio aparecido en 1907, Raymond SALEILLES acepta el fun-
damento jurídico de la responsabilidad precontractual propiciado por
FAGGELLA, agregando que las partes que se han puesto en contacto para
concluir un contrato deben actuar en la medida de la equidad comercial.
“Las partes, dice, tienen desde el primer momento la obligación de
obrar conforme a la equidad comercial y a la buena fe; por lo tanto, exis-
te retiro intempestivo de las tratativas cuando una de las partes viola los
usos impuestos por la equidad comercial, siendo esta violación, este ata-
que al uso el hecho principal que debe dar su característica a la
responsabilidad a la cual servirá de fundamento jurídico. Será esa viola-
ción y no la idea de culpa la que determinará las condiciones y la extensión
del resarcimiento”(*).
Con posterioridad a los trabajos de IHERING, FAGGELLA y SALEILLES
e inspirándose en ellos, la doctrina mundial se ha dividido, inclinándose
unos autores por la posición que considera que la responsabilidad pre-
contractual tiene carácter contractual, siguiendo –aunque, en algunos
casos, con considerables variantes– la tesis de IHERING, mientras que otros
otorgan carácter extracontractual a dicha responsabilidad, compartien-
do al parecer –muchas veces sin identificarse necesariamente con sus
fundamentos– de las tesis de FAGGELLA y SALEILLES.
Recordemos la pregunta de BETTI planteada en el último párrafo
del subrubro que precede. El mismo autor responde dicha pregunta di-
ciendo113: “Resolviendo la cuestión en el primer sentido (relación jurídica
entre una y otra parte), se llegaría a calificar la inobservancia de la bue-
na fe en cuestión como culpa contractual, encuadrable en una relación
Posición contractualista.
El planteamiento de IHERING de otorgar carácter contractual a la
responsabilidad precontractual, basado en el surgimiento de una culpa
in contrahendo incurrida en el período de formación del contrato, que él
ubica a partir de la formulación de la oferta, resulta de poca utilidad
para encontrar el fundamento moderno de la responsabilidad precon-
tractual que, precisamente, es la que puede tener lugar durante o con
razón de las tratativas, las cuales constituyen una etapa previa a la for-
mulación de la oferta.
El otorgamiento de carácter contractual a la responsabilidad pre-
contractual propiamente dicha, o sea la susceptible de existir por razón
de las tratativas, se basa fundamentalmente en la tesis del contrato táci-
to, de carácter social, según la cual la iniciación de las tratativas supone
un acuerdo entre los tratantes para ingresar a esta etapa. Recuérdese que
las simples propuestas unilaterales hechas por una de las partes, sin que
haya existido un correlativo asentimiento de la otra de explorar las posi-
bilidades de llegar a celebrar un contrato, no constituyen tratativas, para
cuya existencia se requiere la voluntad común de vincularse contractual-
mente, si ello conviene a los intereses de las partes. De este contrato tácito
surgen los deberes de corrección, de información y de colaboración, cuyo
quebrantamiento da lugar a la responsabilidad, independientemente de
que el contrato para cuya realización se llevan adelante las tratativas
llegue a concluirse o no. Estos deberes, que pueden ser reconducidos a los
conceptos de probidad y lealtad, constituyen los fundamentos para ge-
nerar responsabilidad si no son observados.
Conviene relevar que la tesis del contrato tácito parte de la premi-
sa de que el acuerdo de voluntades recae sobre la asunción por los
tratantes de los deberes de probidad y lealtad, de tal manera que el que-
brantamiento de estos deberes determina el incumplimiento contractual.
366 EL CONTRATO EN GENERAL
Posición extracontractualista.
Esta posición parte de un razonamiento muy sencillo. Afirma que,
si es generalmente aceptado que para que surja responsabilidad contrac-
tual se requiere necesariamente la existencia previa de un contrato,
cuando no se da este presupuesto la responsabilidad tiene carácter ex-
tracontractual. Dentro de este planteamiento, como la tratativa es una
etapa previa a la conclusión del contrato y no forma parte de éste, la
responsabilidad emergente de ella no puede ser contractual y, como no
existe un campo intermedio o neutro, ha de ser incuestionablemente ex-
tracontractual.
Refiriéndose al planteamiento de que la aplicación legal de las re-
glas de la buena fe al desenvolvimiento de las tratativas otorga a la
responsabilidad emergente de ellas carácter contractual, MICCIO115 afir-
ma que “es errado decir que con el sujetamiento de una relación social al
imperativo de la buena fe, la relación se transforma automáticamente en
un vínculo obligatorio. Aparte de la consideración de que una relación es
o no obligatoria y no es susceptible de transformarse milagrosamente, en
virtud de una norma de conducta que la ley pone como límite entre lo
jurídico y lo antijurídico, es ciertamente arbitrario pensar que la buena
fe, especialmente en sentido objetivo, sea monopolio de la materia con-
tractual”.
Si la ley establece que los tratantes deben negociar según las reglas
de la buena fe, el incumplimiento de este deber constituye un comporta-
miento sustancialmente ilícito, que da lugar a una responsabilidad
extracontractual, propia de los actos ilícitos.
Es cierto que la ley quiere elevar a un nivel de corrección y lealtad
la etapa negocial, pero ello no significa que, por este solo hecho, convier-
ta las negociaciones en relaciones contractuales(*).
(*) Afirma COSSIO116 que “es indudable, desde luego, que el solo hecho de ponerse en
contacto dos personas a fin de negociar la conclusión de un contrato establece entre
ellas una cierta conexión y crea un estado de recíproca confianza que no debe ser
defraudado, ya que una y otra se deben un mínimo de lealtad en el trato; sin embargo,
atribuir carácter contractual a esa relación parece un tanto excesivo; decir que por ese
367 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Posición personal.
Las posiciones contractualista y extracontractualista que se aca-
ban de exponer, parten, al parecer, del presupuesto que la responsabilidad,
en general, está dividida en dos campos netos, con carácter excluyente.
La responsabilidad que no es propiamente contractual es necesariamen-
te extracontractual.
Tengo la impresión de que el sistema peruano no se inspira en este
criterio, sino que sigue un camino nuevo, cuyo trazado no es muy preci-
so, al menos para mí.
El Libro VI del Código civil trata de las obligaciones, cuyo Título IX
versa sobre la inejecución de las obligaciones.
Por su parte, el Libro VII del mismo cuerpo de leyes se ocupa de las
fuentes de las obligaciones, entre las cuales enumera los contratos, la ges-
tión de negocios, el enriquecimiento sin causa, la promesa unilateral y la
responsabilidad extracontractual.
Resulta así que, ateniéndonos a esta sistemática, la responsabili-
dad extracontractual genera obligaciones y que el incumplimiento de las
obligaciones así nacidas debe regularse por las normas del Título IX del
Libro VI.
Esto no resulta explicable, porque las obligaciones derivadas de la
responsabilidad extracontractual están reguladas por el propio Código
con arreglo a criterios distintos de los que informan la responsabilidad
por inejecución de las obligaciones.
Si nos atuviéramos estrictamente a la letra del Código, el daño cau-
sado por el ejercicio de una actividad riesgosa depararía a quien lo causó
la obligación de repararlo, prescindiendo del dolo o culpa del autor (con
excepción del caso fortuito o fuerza mayor), no obstante lo cual el in-
cumplimiento de esa obligación de reparación estaría sujeto al sistema
del Título IX del Libro VI, dominado por el principio de la culpabilidad
en sentido amplio.
solo hecho nace una relación contractual, en cuanto ambas partes convienen entre sí,
previamente a la perfección del contrato a que sus conversaciones se dirigen, otro
contrato preliminar, por el que recíprocamente se obligan a guardarse buena fe y la
lealtad debidas, está muy lejos de ajustarse a la realidad de los hechos. Ciertamente
que tal obligación existe, pero no porque así se haya convenido entre las partes, cuya
voluntad no ha querido todavía producir vínculo alguno, sino tan sólo por una nor-
ma de carácter general que en todo caso excluye la mala fe y el fraude en las relaciones
humanas”.
368 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Debo aclarar que cuando participé en la elaboración del Proyecto del Código civil no
fui partidario de la denominación “responsabilidad extracontractual”, pues tan extra-
contractual es esta responsabilidad (por acto ilícito) como la derivada de la inejecución
de las obligaciones que surgen de la gestión de negocios, el enriquecimiento sin causa
y la promesa unilateral, que tampoco son contratos.
369 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Mi opinión se asemeja, sólo en este último sentido, a la de CUPIS118, quien dice: “El art.
1.337 del Código civil establece que ‘las partes en el desarrollo de los tratos deben
comportarse con arreglo a la buena fe’, lo que equivale a afirmar que en las fases que
median entre la iniciación de los tratos y la conclusión del contrato, están recíproca-
mente obligadas a mantener un comportamiento que responda a la buena fe. A nuestro
entender se está en presencia de una relación obligacional –precedente a la que será
establecida en el contrato–, en cuanto el vínculo jurídico referido por el art. 1.337 es un
vínculo jurídico que liga a una parte y a la otra por el hecho de haber principiado los
tratos. Como es sabido, la obligación crea un vínculo jurídico entre sujetos determina-
dos; antes de empezar los tratos no se está obligado a observar un comportamiento
que afecte a la no iniciada fase precontractual; la iniciación de los tratos es el hecho del
que se deriva la obligación de una parte para la otra, de tener un comportamiento
concorde a la buena fe. Esta obligación no surge de un pacto tácito, que de ser admiti-
do chocaría contra las dificultades expuestas: Su fuente es distinta al contrato, por
cuanto radica precisamente en el hecho del inicio de los tratos, que hay que encuadrar
en la serie de aquellos actos o hechos idóneos, junto a los contratos y a los hechos
ilícitos, para producir obligaciones con arreglo al ordenamiento jurídico. El daño pro-
ducido por el incumplimiento de tal obligación es un daño que recibe la denominación
de ‘contractual’ en tanto y cuanto tal expresión se aplica extensivamente a todo daño
ocasionado por el incumplimiento de una obligación, bien se derive de un contrato o
de otra fuente”.
372 EL CONTRATO EN GENERAL
6. LA CELEBRACIÓN
El artículo 1362 del Código civil establece que los contratos deben
celebrarse según las reglas de la buena fe y común intención de las partes.
Campo de la celebración
Se ha visto que la etapa de las tratativas termina con la formula-
ción de la oferta, lo que da lugar a la iniciación de la segunda etapa, que
es la celebración del contrato.
Esta etapa comprende desde la declaración de la oferta por el ofe-
rente hasta el conocimiento por éste de la aceptación del destinatario de
la oferta, que da lugar a la celebración del contrato, incluyéndose en la
etapa las posibilidades de la retractación de la oferta, la contraoferta y la
retractación de la aceptación.
374 EL CONTRATO EN GENERAL
Todos los aspectos relativos a estos temas serán tratados en los co-
mentarios de los artículos 1373 y siguientes del Código civil. Por ahora
me limitaré a estudiar la aplicación de la buena fe a dicha etapa.
7. LA EJECUCIÓN
El artículo 1362 del Código civil establece que los contratos deben
ejecutarse según las reglas de la buena fe y común intención de las par-
tes. Se incurre así en la falta de precisión a la que me referí al tratar sobre
el concepto de contrato (supra, Tomo I, p. 52).
En efecto, la función del contrato es, mediante un acuerdo de de-
claraciones de voluntad, crear (regular, modificar o extinguir) una
relación jurídica patrimonial. Es esta relación jurídica, y no el contrato
(que deja de existir al momento de perfeccionarse), compuesta por dere-
chos y obligaciones de las partes, lo que debe ejecutarse.
De las tres etapas del iter contractual (precontractual, contractual
propiamente dicha y postcontractual), la llamada ejecución del contrato
se encuentra de la etapa postcontractual, o sea aquella en la cual el con-
trato ya se celebró y cumplió su objetivo de crear la relación jurídica.
Corresponde a los ex contratantes, convertidos ahora en deudores
y acreedores, ejecutar las obligaciones derivadas de esta relación jurídica.
Sin embargo, si el contrato celebrado estuviera sujeto a una condi-
ción suspensiva o subordinado a una situación ajena a la voluntad de las
partes (por ejemplo, la determinación del precio de una compraventa por
un tercero) no produciría sus efectos ni, por consiguiente, crearía la rela-
ción jurídica, hasta que se cumpliera la condición o se realizara la situación,
que es cuando se perfeccionaría (produciría sus efectos) el contrato (ver
supra, Tomo I, p. 96).
378 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Sobre el particular BETTI131 dice: “Mas, para captar el aspecto característico de la buena
fe contractual, a la que se refieren la interpretación y la ejecución del contrato pactado,
debemos preguntarnos cuál es el carácter más saliente de esa buena fe. Ahora bien exa-
minando con detenimiento el carácter más saliente de esa buena fe, consiste en que no
está circunscrita a los actos singulares del contrato, sino que abarca por entero el com-
portamiento del mismo considerado en su intrínseca coherencia y en su totalidad, es
decir, como actitud de cooperación que es debida por cada parte a la otra, y la buena fe
valora esta conducta en su totalidad, en la medida que es más conforme al interés de la
otra, el cual trata de satisfacer con esa misma conducta. De este modo resulta evidente
379 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Esto motivó al doctor Max ARIAS SCHREIBER PEZET, autor de las Po-
nencias sobre Contratos del que después fue Código civil de 1984, a
plantear que el artículo 1328 del Código civil de 1936 fuera dividido en
dos artículos separados: uno sobre la obligatoriedad de los contratos en
cuanto se haya expresado en ellos (que figura como artículo 1361; y otro
sobre el deber de negociar, celebrar y ejecutar los contratos según las re-
glas de la buena fe y común intención de las partes (que figura como
artículo 1362)
Esta diversificación ha dado lugar a que debe considerarse que el
Código civil de 1984, siguiendo el parecer de la doctrina, ha establecido
dos reglas independientes, eventualmente oponibles la una a la otra.
En efecto, de acuerdo con el artículo 1361 los contratos son obli-
gatorios en cuanto se haya expresado en ellos, lo que quiere decir que
los contratos establecen entre las partes un vínculo, que determina el
cumplimiento de la relación jurídica que constituye su objeto. La obliga-
toriedad del contrato es, pues, la fuerza que obliga a tal cumplimiento
en los términos del contrato.
SATANOWSKY135 nos dice que en todo contrato debe distinguirse en-
tre lo expresamente pactado en él y lo que surge implícitamente. En lo
primero impera la voluntad de las partes expresada en el contrato. En lo
segundo el concepto de buena fe juega su verdadero rol, indicando la for-
ma cómo debe procederse para dar cumplimiento a la obligación.
En otras palabras, cuando las partes previeron las circunstancias a
ocurrir en la ejecución del contrato, la buena fe exige cumplir con lo pre-
visto. Sin embargo, son muy raros los casos en que las palabras de los
contratos son tan precisas que no permiten una cierta pluralidad de po-
sibilidades según las circunstancias. Es en este campo de las posibilidades
donde actúa la buena fe-lealtad136.
Supóngase el caso de un contrato de compraventa de un automóvil
celebrado en Lima, pero cuya entrega debe efectuarla el vendedor en la
ciudad de Huacho, sin indicarse la ruta a seguir, pero asumiendo el com-
prador el riesgo de pérdida del bien desde el momento de la celebración
del contrato. Ambas partes deben cumplir el contrato de acuerdo a lo
estipulado en él, de tal manera que la entrega en Huacho es obligatoria.
Hasta aquí no entran en juego las reglas de la buena fe. Pero si existen
dos carreteras para trasladar el vehículo de Lima a Huacho, una de ellas
de tránsito rápido pero peligroso, y la otra de tránsito lento pero seguro,
la buena fe impone al vendedor el deber de usar esta última, aun cuando
le tome más tiempo cumplir la prestación de entrega, pues así protege el
legítimo interés del comprador.
383 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. SCHULZ CIÑOVSKY, Antonio, Índice alfabético de materias del Código civil, Editorial Desarrollo
S.A., Lima, 1987, p. 16.
2. FERREIRA RUBIO, Delia Matilde, La buena fe, Editorial Montecorvo S.A., Madrid, 1984, p. 80.
3. Cita de GHESTIN, Jacques, Le contrat : Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 203.
384 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1363.- Los contratos sólo producen efectos entre las partes
que los otorgan y sus herederos, salvo en cuanto a éstos si se trata de derechos
y obligaciones no transmisibles.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Fundamento de la relatividad del contrato.
3. Efectos del contrato.
4. Partes del contrato.
5. Los herederos de las partes.
6. Los terceros.
7. La oponibilidad del contrato.
bles; que las propias partes hayan excluido su transmisión; que dicha
exclusión se desprenda del mandato de la ley; o que, finalmente, haya
sido establecida en razón directa y preponderante de las condiciones per-
sonales de los contratantes.
“Por contraste con esta regla se advierte que los contratos no pro-
ducen efectos respecto de los terceros, lo que significa, naturalmente, que
no les serán oponibles”.
La misma redacción del artículo 28 de la Ponencia original la tie-
nen el artículo 19 de la primera Ponencia sustitutoria, el artículo 17 de la
segunda Ponencia sustitutoria, el artículo 16 de la tercera, cuarta y quin-
ta Ponencias sustitutorias y del Anteproyecto y el artículo 1385 del
Proyecto.
El artículo 1363 del Código civil sólo cambia la frase “respecto de
estos últimos que se trate” por “en cuanto a éstos si se trata”.
Es de advertir que a partir de la Exposición de Motivos del artículo
16 de la cuarta Ponencia sustitutoria se modifica el sentido del segundo
párrafo de la misma, que ha quedado con la siguiente redacción: “Por
oposición a la regla antes señalada, se deduce que los contratos no pro-
ducen efecto respecto de terceros, lo que no significa, de modo alguno,
que no les sean oponibles”.
expresada en forma positiva res inter alios acta, resultaría ser sólo la ex-
presión de una regla negativa contenida en el aforismo latino alteri stipulari
nemo potest (nadie puede estipular por otro).
Pese a esta coincidencia de pareceres, lo que no resulta claro es el
fundamento de la admisión general de la regla. La explicación de que el
rígido formalismo del Derecho romano clásico determinaba la dificultad
de aceptar nuevos esquemas negociables no llega a satisfacer o, al me-
nos, sólo representa una justificación parcial3. Tampoco es completa la
doctrina de UNGER, según la cual el orgullo nacional de los romanos cons-
tituía el fundamento sociológico de la realidad jurídica de que cada efecto,
y también la adquisición de un derecho, presupone un acto de voluntad4.
Quizá el enfoque de PACCHIONNI5 es más comprensivo al atribuir el
efecto relativo de los contratos a que “el Estado realiza ya un esfuerzo
muy fuerte cuando se decide a conceder su propia tutela a los contratos
puramente privados, ultimados entre dos o más personas sin solemni-
dad alguna, sin adición de pruebas, y le presta seguridad y fácil
reconocimiento. Es natural que esta tutela, que en sí misma supone una
concesión, sea restringida lo más posible. Y el límite que puso la doctrina
romana fue que el contrato privado produjese sus efectos sólo entre las
partes que lo habían ultimado, dando, en cierto modo, el bautismo jurídico
a un principio de la ética social, no sólo romana y antigua, sino también
moderna y universal: el principio de que sólo cada individuo es el verda-
dero representante de sus propios intereses”.
La doctrina romanista no sufrió mayor variación en el Derecho in-
termedio y en las primeras épocas del Derecho moderno. Especialmente
la codificación francesa, redactada en los albores del siglo XIX sobre la
base de ideas de los siglos XVII (DOMAT) y XVIII (POTHIER), recogió el prin-
cipio de la relatividad del contrato en los artículos 1.134 (las convenciones
legalmente formadas tienen fuerza de ley entre aquéllos que las han he-
cho) y 1,165 (las convenciones no surten efecto sino entre las partes
contratantes) del Code.
La doctrina francesa, aún la moderna, elogia el principio. “Regla
de buen sentido (...), principio indispensable” dice CAPITANT; “Principio
de toda evidencia” afirma BAUDRY-LACANTINERIE; “(...) consecuencia del
principio de la independencia de los individuos los unos en relación con
los otros” afirma ESMEIN; un principio “racional”. Las convenciones ex-
traen su fuerza obligatoria del consentimiento, sus efectos se producen
entre las personas que han consentido” sostiene BEUDANT; en el mismo
sentido MARTY y RAYNAUD, “Porque el contrato obtiene su fuerza de la
voluntad de las partes, es natural que no produzca su efecto obligatorio
sino respecto a aquéllos que han intercambiado sus consentimientos”;
392 EL CONTRATO EN GENERAL
“El buen sentido demanda que cada uno se ocupe de sus negocios, no de
los de otros” enfatiza CARBONNIER6.
La posición de la doctrina francesa ha sido, seguida, en forma casi
general, por los juristas neolatinos del presente siglo.
GIORGI7 dice que “pocos principios de nuestra ciencia son enseña-
dos de forma tan acorde por los escritores y sancionados con tanta
constancia por los legisladores (...) como la regla de que los contratos
sólo tienen efecto entre los contratantes y no perjudican ni aprovechan a
terceros”, aunque añade que al mismo tiempo pocos son tan difíciles de
comprender y fáciles de tergiversarse.
Es cierto que algunos autores, al observar las cada vez más nume-
rosas excepciones a la regla, sostienen, como SAVATIER, que es un “preten-
dido principio”, o se preguntan , según lo hacía C APITANT en los años
treinta, si las excepciones no han “devorado el principio”. Sin embargo,
como dice GOUTAL8, medio siglo más tarde es necesario constatar que el
principio pertenece siempre al Derecho viviente: los profesores lo ense-
ñan, los jueces lo invocan, los abogados lo defienden, los contratantes
descansan en él.
Considera DÍEZ-PICAZO9 que este principio tiene un claro fundamen-
to. “El contrato, afirma, es un acto de ejercicio de un poder de autonomía
privada y la autonomía privada consiste en la posibilidad de dictar la ley
–el precepto– por el cual se ha de regir la propia esfera jurídica. Un con-
trato con una eficacia en la esfera jurídica de terceras personas, no sería
un acto de autonomía, sino que constituiría una invasión de la esfera
jurídica ajena”. Similarmente BIANCA 10 señala que en el actual ordena-
miento el fundamento jurídico del principio de la relatividad del contrato
debe ser buscado en la función de la autonomía contractual, pues res-
ponde a la idea del contrato como expresión de autonomía privada.
Asombra bastante que a un principio al que se ha dado carácter
tan fundamental –como dice LARROUMET, “una de la piezas maestras del
Derecho de las obligaciones”– no se le encuentre una justificación tam-
bién fundamental. La aproximación a la autonomía privada (entendida
en el sentido que le doy en esta obra) y a la fuerza del consentimiento no
es suficiente. Quizá la explicación es que no se necesita justificar aquello
que es evidente porque el principio va de sí mismo, lo cual ha llevado a
DEMOLOMBE a preguntarse por qué se ha gastado un artículo del Código
civil para expresarlo11. Empero, hay que lamentar que las justificaciones
proporcionadas no hayan sido más sólidas, tanto más cuanto que, como
se ha expresado anteriormente, cada vez más se trata de encontrar nue-
vas excepciones al principio.
393 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) MESSINEO considera que el efecto del contrato incide sobre la relación jurídica y no direc-
tamente sobre los derechos y obligaciones, pero pienso que la manera como la relación
jurídica recae en los contratantes es a través de los derechos y obligaciones que ella con-
tiene, por lo cual son estos derechos y obligaciones los verdaderos efectos del contrato.
395 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) DÍEZ-PICAZO17 distingue entre eficacia refleja y eficacia provocada, entendiendo por
esta última la utilización del negocio jurídico como “fundamento de una toma de actitud
o de una pretensión a iniciativa de cualquiera de los titulares de los intereses en juego”.
(**) Refiriéndose al principio de la relatividad del contrato dice GIORGI18: “Ahora bien,
queriendo saber cuál es el sentido y la importancia del principio indicado, es menester
subdividir los efectos del contrato y distinguir aquéllos que se refieren al vínculo jurí-
dico de los que más bien son otras tantas consecuencias indirectas de la convención.
Dicho esto, el principio jurídico contenido en la regla antes enunciada, es relativo sola-
mente a la primera especie de los efectos, porque el derecho y la obligación dimanantes
de un contrato aprovechan y perjudican sólo a los contratantes; no aprovecha, por
regla general, ni causan daños a terceros. Res inter alios acta, aliis nec prodest nec nocet.
Pero no se puede decir lo mismo de la otra especie de efectos. La prestación, que
representa el objeto del contrato, una vez ejecutada, se convierte en un hecho como
todos los demás, el cual puede resultar accidentalmente útil y dañoso a miles de perso-
nas, sin que por esto ninguna de ellas ponga en duda el derecho al goce de la ventaja
obtenida, o hubiera adquirido, si la prestación es lícita, la facultad de quejarse del
daño y pretender su resarcimiento.
396 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) PUIG BRUTAU31 desarrolla con gran claridad el tema diciendo: “Pero ha de tenerse
presente que el transcrito precepto del artículo 1.257, afirmativo de que ‘los contratos
sólo producen efecto entre las partes que los otorgan y sus herederos’, no debe hacer
creer que se trata de un efecto simultáneo. De momento, esto es, una vez perfecciona-
do el contrato, el efecto sólo se refiere a las partes contratantes. Sin la medicina de otro
acto jurídico, los herederos no podrían entrar en consideración. En realidad, la referen-
cia a que los contratos producen efectos entre las partes que los otorgan y sus herederos,
sólo puede significar que los derechos y obligaciones que brotan del contrato son trans-
misibles por herencia, salvo que por su naturaleza, por pacto o por disposición de la ley
no sean transmisibles; por tanto, significa que en defecto de acto transmisivo expreso
por parte del contratante, la muerte de éste no extinguirá los derechos y obligaciones
contractuales, sino que, formando parte de su caudal relicto, pasarán a quien sea su
sucesor a título universal. Adviértase que, en definitiva, los herederos sólo podrán ser
titulares de los derechos y obligaciones contractuales en virtud de un acto jurídico dife-
rente y posterior al que consiste en el contrato celebrado. Por tanto, por sí solos, los
contratos sólo producen efectos entre las partes que los otorgan. Para que un heredero
esgrima un derecho adquirido por su causante en virtud de un contrato será menester
que pruebe, no sólo la efectiva celebración de dicho contrato, sino la transmisión por
causa de muerte operada a su favor. Deberá, pues, demostrar que se han producido
dos actos jurídicos diferentes y sucesivos: contrato y sucesión por causa de muerte”.
400 EL CONTRATO EN GENERAL
Excepciones.
El artículo 1363 indica que, con relación a los herederos, los con-
tratos no producen efectos en ellos si se trata de derechos y obligaciones
no transmisibles.
Esta disposición es poco clara, pues podría entenderse que se refie-
re a los derechos y obligaciones que, por su naturaleza, no son
transmisibles, los cuales, como se verá más adelante, son muy contados.
Sin embargo, la Exposición de Motivos de este artículo34 dice al res-
pecto: “El sentido del artículo 1363 es transparente. No existe, en efecto,
razón para que cuando una persona que haya celebrado un contrato de
compraventa a plazos fallezca, sus herederos no deban cumplir con el
pago del saldo pendiente. Empero, puede suceder que en el contrato se
haya establecido que, en esta hipótesis, se resuelva la relación existente.
Puede también acontecer que la obligación no se transmita porque la ley
así lo determina, como sucede en la hipótesis prevista por el artículo 1733,
sobre comodato, y siempre que no se presente la salvedad contenida en
dicho precepto. Finalmente, cuando se contrata a un célebre artista para
que realice una pintura o una escultura, por ejemplo, ello se hace en ra-
zón de sus condiciones personales, que por ser propias no se transmiten a
sus herederos y en este caso las obligaciones no se desplazan a estos últi-
mos. Se trata, en suma, de los contratos celebrados intuitu personae, esto
es, en función de las cualidades personales del sujeto, tales como su ca-
pacidad creadora, su prestigio, su seriedad u otras motivaciones similares.
401 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
c. Mandato de la ley.
Hay casos en que la ley expresamente dispone que determinados
derechos u obligaciones, aunque por su naturaleza no son necesariamen-
te intransmisibles a los herederos, lo sean atendiendo a conveniencias de
brindar una mayor protección a los intereses de los contratantes.
Así, por ejemplo, tratándose de las obligaciones asumidas por el
comodatario, por el mandatario o por el depositario, que bien podrían,
en principio, ser cumplidas por los herederos de ellos, los artículos 1733,
1801 y 1844 del Código civil disponen, directa o indirectamente, que ta-
les obligaciones no son transmisibles a los herederos, por considerar que
los respectivos contratos son de crédito, esto es basados en la confianza
(supra, Tomo I, p. 189).
Se trata de casos de intransmisibilidad de origen legal.
404 EL CONTRATO EN GENERAL
d. Estipulación contractual.
No existe inconveniente alguno para que las partes del contrato
estipulen que determinados derechos u obligaciones emanados de él, no
obstante ser susceptibles de ser ejercitados o cumplidos por los herederos
de sus respectivos titulares, no se transmitan a ellos. Pienso que no es
necesario que esta estipulación esté fundada en el carácter personal de
los derechos u obligaciones, pues aunque éstos no tuvieran tal carácter,
la exclusión sería perfectamente válida.
En este caso el fundamento de la intransmisibilidad, como dice
MOSSET44, será convencional.
6. LOS TERCEROS
El artículo 1363, al establecer que los contratos sólo producen efec-
tos entre las partes que los otorgan y sus herederos, está implícitamente
disponiendo que los contratos no producen efectos frente a terceros.
En verdad, pese a algunos intentos de definir positivamente el con-
cepto de tercero, como el “extraño a la situación” o el “no actor”45, la gran
mayoría de la doctrina46 considera que no se puede dar más que una defi-
nición negativa: los terceros son aquéllos que no son parte (incluyendo a
los herederos en el concepto de parte) en los contratos.
Se ha visto ya, que a este respecto, hay que distinguir entre los efec-
tos directos, que son los que realmente no recaen en la esfera de los
terceros, y los efectos indirectos o reflejos, que en alguna manera afectan
a los terceros debido a que deben reconocer las situaciones producidas
por los efectos directos.
Empero, entre los terceros hay algunos, que sin dejar de serlo, se
encuentran en una situación especial. Me refiero a los acreedores comu-
nes o simples(*).
Está muy difundido el concepto de que el patrimonio de una perso-
na constituye la garantía común de sus acreedores(**). Pues bien, como
(*) Para evitar confusiones debo aclarar que nosotros, siguiendo la tradición española, lla-
mamos acreedores “quirografarios” a aquéllos cuyos créditos constan de documento
escrito, mientras que las doctrinas francesa y argentina denominan acreedores “quiro-
grafarios” a los que tienen un crédito sin ninguna garantía real en contra de otra persona,
que es el concepto que corresponde entre nosotros al acreedor “común” o “simple”.
(**) Los OSPINA47 explican la posición de un sector de la doctrina que considera que la fórmula
405 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
que expresa que “el patrimonio del deudor es la prenda común de sus acreedores” es
desafortunada y no pasa de ser un simple símil. Para ellos los acreedores son terceros.
406 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Comentando el sentido del artículo 1199 del Código civil argentino, en cuanto dispone
que los terceros no pueden invocar ni se les puede oponer los contratos en los que no
han sido parte, SALAS53 dice que es inexacta esta fórmula, agregando que “los hechos,
con su fuerza incontrovertible, imponen una solución diametralmente opuesta: los con-
tratos pueden oponerse a los terceros y ser invocados por ellos. La función y alcance
del mencionado texto legal son mucho más modestos; se les debe entender referidos
exclusivamente a los efectos obligatorios de las convenciones”.
407 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. II, p. 192.
2. MOSCARINI, Lucio Valerio, I negozi a favor di terzo, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1970, p. 6.
3. Ibídem, p. 8.
4. Ibídem, p. 9.
5. PACCHIONNI, Giovanni, Los contratos a favor de tercero, Editorial Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1948, p. 16.
6. Citas de GOUTAL, Jean-Louis, Le principe de l’effet relatif du contrat, Librairie Generale de Droit
et de Jurisprudence, París, 1981, p. 17.
7. GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, Imprenta de la Revista de la Legislación, Madrid,
1910, T. IV, p. 277.
8. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 17.
9. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 264.
10. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 535.
11. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 18.
12. BETTI, Emilio, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1959, p. 73.
13. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. II, p. 143.
14. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. II, p. 52.
15. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. BELLUSCIO, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. V, p. 882; MUÑOZ, Luis, Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960,
T. I, p. 325; GOMES, Orlando, Contratos, Companhia Editora Forense, Rio de Janeiro, 1986,
p. 43; LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires,
1971, p. 279.
16. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 541.
17. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 267.
18. GIORGI, Jorge, Op. cit., T. IV, p. 278.
19. CARBONNIER, Jean, Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1971, T. II, Vol. II, p. 406.
20. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. II, p. 153.
21. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Op. cit., p. 280.
22. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 27.
23. FERRERO COSTA, Augusto, El Derecho de sucesiones en el nuevo Código civil peruano, Editorial
Labrusa S.A., Lima, 1987, p. 34.
24. Ibídem, p. 35.
25. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora: Delia REVOREDO DE DEBAKEY,
Okura Editores S.A., Lima 1985, T. V, p. 92.
26. FERREYRA, Edgard A., Principales efectos de la contratación civil, Editorial Abaco de Rodolfo
Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 108.
409 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
27. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. III, p. 278.
28. CORNEJO, Ángel Gustavo, Exposición sistemática y comentarios – De los contratos en general,
Lima, 1938, p. 34.
29. LACRUZ BERDEJO, José Luis, Elementos de Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1977, p.
250; CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. II, p. 667; cita de
ROCA SASTRE hecha por PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Bosch, Casa Edi-
torial, Barcelona, T. II, Vol. I, p. 264.
30. LACRUZ B ERDEJO, José Luis, Op. cit. p. 250.
31. PUIG BRUTAU, José, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 264.
32. AUBRY, C. y RAU, C., Cours de Droit civil francais, Librairie Marchal & Billard, Paris, 1935, T. II, p. 99.
33. SALAS, Acdeel E., Obligaciones, contratos y otros ensayos, Ediciones Depalma, Buenos Aires,
1982, p. 220.
34. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Op. cit., T. VI, p. 26.
35. Ibídem, T. VI, p. 716.
36. Ibídem, T. VI, p. 709.
37. LAVALLE COBO, Jorge E., Op. cit., T. 5, p. 881.
38. FERREYRA, Edgard A., Op. cit., p. 112.
39. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, Bosch y Cía., Editores, Buenos Aires, 1950, T. II, Vol. I, p. 185.
40. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Sociedad Anónima Editora, Buenos Aires, 1981, p.
287.
41. SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires,
1954, T. I, p. 186.
42. LAVALLE COBO, Jorge, Op. cit., T. 5, p. 881.
43. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. II, p. 194.
44. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 288.
45. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 26.
46. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho civil, La Ley, Buenos Aires, 1964, T. IV,
p. 343; LACRUZ BERDEJO, José Luis, Derecho de obligaciones, Librería Bosch, Barcelona, 1957,
T. II, p. 322; LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Op. cit., p. 281.
47. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Teoría general de los actos o negocios
jurídicos, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1980, p. 376.
48. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 293.
49. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 33.
50. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, Ediciones Jurídicas Europa-Améri-
ca, Buenos Aires, 1960, Parte Segunda, Vol. III, p. 35.
51. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., “T. I, p. 268.
52. Loc. cit..
53. SALAS, Acdeel E., Op. cit., p. 224.
54. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Op. cit., Parte Segunda, Vol. III, p. 52.
55. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Op. cit., T. IV, p. 355.
56. GOUTAL, Jean-Louis, Op. cit., p. 37.
410 EL CONTRATO EN GENERAL
411 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Contenido del artículo 1364.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Contratos de ejecución continuada.
3. Falta de plazo determinado.
4. Finalización del contrato unilateralmente.
5. El preaviso.
6. Resolución de pleno derecho.
ración indeterminada que sólo pueden finalizar por mutuo disenso (de-
cisión común), este peligro existe no sólo en los contratos de ejecución
continuada, sino también en los de ejecución periódica, lo más propio es
que dicho artículo se aplique a los contratos de duración, tal como lo
plantea el propio ARIAS SCHREIBER2, de tal manera que comprenda tam-
bién los contratos de ejecución periódica.
Por otro lado, se ha estudiado que en la misma clasificación de los
contratos atendiendo al criterio del tiempo existen entre los contratos de
ejecución inmediata por su naturaleza, algunos en los que por acuerdo
de las partes se aplaza su ejecución, a veces indeterminadamente, lo que
da lugar a los contratos de ejecución diferida.
Surge la duda respecto de si por aplicación del principio del Diges-
to (CELSO: Lib. I, tít. III, ley 4) según el cual “donde existe la misma razón
debe existir el mismo derecho”, el artículo 1365 debe ser interpretado,
con un criterio analógico, en el sentido que se aplica también a los con-
tratos de ejecución diferida.
Pienso que no. Se ha visto que estos contratos son, por su naturale-
za, de ejecución inmediata, de tal manera que el aplazamiento de la
ejecución de la prestación constituye una excepción a la regla que rige
para dichos contratos. Esta excepción da lugar a que la relación jurídica,
o parte de ella, no se cumpla durante el aplazamiento, a diferencia de los
contratos de duración en los que, precisamente, la relación jurídica se
cumple mediante el aplazamiento en el tiempo de las prestaciones que la
constituyen.
Lo único que habría que hacer en los contratos de ejecución diferi-
da por tiempo indeterminado es poner fin al aplazamiento (diferimiento),
mediante un preaviso, con lo cual se cumpliría la relación jurídica, pero
no poner fin al contrato (relación jurídica), que es lo que busca el artícu-
lo 1365 del Código civil.
Naturaleza.
El desistimiento unilateral, cuyo origen puede ser convencional o
legal (en el caso del artículo 1365 tiene carácter legal), es el poder confe-
rido a cada una de las partes para disolver la relación nacida del contrato,
por la sola voluntad e iniciativa de una de ellas5. MICCIO6 sostiene que es
un acto negocial unilateral con el cual una de las partes puede receder de
la relación, lo que da la impresión que es esa parte la que se retira del
contrato, quedando éste subsistente. Sin embargo, el mismo autor preci-
sa páginas más adelante, que el efecto principal del receso es poner fin a
la relación.
Convengo en que, siendo éste el efecto del llamado “desistimiento
unilateral”, tal denominación no lo pone de manifiesto, pues puede ser
entendida en el sentido de ser un apartamiento singular, que desliga a
una de las partes de la relación jurídica, cuando en realidad se trata pro-
piamente de extinguir dicha relación por decisión unilateral de cualquiera
de las partes. Es, como dice MICCIO7, un poder frente a la relación jurídi-
ca, pero que deviene un derecho potestativo frente a la otra parte.
418 EL CONTRATO EN GENERAL
Inderogabilidad.
Surge el problema de determinar si las partes pueden pactar que
en un contrato de duración indeterminada no podrá ejercerse la potes-
tad del desistimiento unilateral, o sea si se puede derogar
convencionalmente la regla del artículo 1365 del Código civil. En princi-
pio, se considera que esto no es posible debido a la finalidad de dicha
regla, que es evitar una relación jurídica potencialmente perpetua. Al
respecto GABRIELLI8, refiriéndose al receso como instrumento de reacción
contra la perpetuidad del vínculo contractual, cita a MANCINI quien dice
que “el receso representa, no sólo un instrumento, sino el instrumento
paradigmático” de actuación de un principio directivo inderogable, orien-
tado a garantizar la propia libertad de la persona.
Sin embargo, el mismo autor9 plantea la posibilidad de que la re-
nuncia convencional al receso sea válida en aquellos contratos que tie-
nen legalmente una duración máxima, caso en el cual la renuncia operaría
para el lapso de esta duración. Pienso que ello tiene sentido, pues si la ley
está señalando un plazo máximo al contrato, con ello está evitando el
peligro de la perpetuidad, lo que justificaría la renuncia al disentimiento
unilateral dentro de dicho plazo. Por lo demás, ello representaría dar un
plazo determinado al contrato, que sería el plazo máximo fijado por la ley.
Irretroactividad.
Una parte importante de la doctrina10 considera que el desistimiento
unilateral actúa ex nunc, es decir, no opera retroactivamente, y no perju-
dica el derecho de los terceros.
(*) Debo reconocer que el artículo 1373 del Código civil italiano permite la rescisión unila-
teral mientras que el contrato no haya tenido principio de ejecución, aun cuando
tratándose de contratos de ejecución continuada o periódica, tal facultad podrá ser
ejercitada también posteriormente.
419 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. EL PREAVISO
El artículo 1365 dispone que la parte que pone fin al contrato debe
dar aviso previo remitido por la vía notarial con una anticipación no
menor de treinta días.
Expresa GABRIELLI14 que el fundamento de exigir el preaviso para el
ejercicio del poder de receso está, evidentemente, “en la exigencia de evi-
tar que la peculiaridad de este instrumento de determinación de la
duración, operante en la estabilidad de la relación y según la libre deter-
minación de una sola parte, provoque excesivo perturbamiento en la
economía del otro contratante, al cual debe darse tiempo adecuado para
proveerse de modo diverso. Tal exigencia es considerada, más bien, de
carácter general, dando lugar a suscitar en doctrina la afirmación de una
correlación necesaria entre receso y preaviso”.
420 EL CONTRATO EN GENERAL
1. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis. Librería Studium, Lima, 1986, T. I, p. 114.
2. Loc. cit.
3. GOMES, Orlando, Contratos, Compahia Editora Forense, Rio de Janeiro, 1986, p. 142.
4. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. II, p. 423.
5. Ibídem, T. II, p. 420.
6. MICCIO, Renato, I diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 420.
7. Ibídem, p. 494.
8. GABRIELLI, Giovanni, “Vincolo contrattuale e recesso unilaterale”, Dott. A. Giuffrè Editore, Mila-
no, 1985, p. 18.
9. Ibídem, p. 25.
10. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 422; GOMES, Orlando, Op. cit., p. 207; MUÑOZ, Luis,
Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960, T. I, p. 583.
11. DE NOVA, Giorgio, Tratatto di Diritto privato diretto da, RESCIGNO, Pietro, T. 10, Obbligazioni e
contratti, Tomo Secondo, U.T.E.T., Torino, 1983, p. 551.
12. GABRIELLI, Giovanni, Op. cit., p. 59.
13. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 494.
14. GABRIELLI, Giovanni, Op. cit., p. 30.
15. DE NOVA, Giorgio, Op. cit., T. Secondo, p. 549.
16. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 422; GOMES, Orlando, Op. cit., p. 207.
17. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. II, p. 421.
18. GOMES, Orlando, Op. cit., p. 207.
422 EL CONTRATO EN GENERAL
423 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Breve glosa del artículo 1366.
3. Adquisición de derechos reales.
4. Prohibiciones.
5. Persona interpuesta.
6. Falta de legitimación.
7. Efectos de la prohibición.
4. PROHIBICIONES
El artículo 1366 ha agrupado en nueve categorías las prohibicio-
nes de adquirir derechos reales, que recaen sobre determinadas personas
426 EL CONTRATO EN GENERAL
reales sobre bienes que estén o hayan estado en litigio ante el juzgado o el
tribunal en cuya jurisdicción ejercen o han ejercido sus funciones.
La razón de esta prohibición es, según COLIN y CAPITANT9, que se
pudiera acusar a las personas enumeradas de haber abusado de su situa-
ción para adquirir los derechos litigiosos a vil precio y que se podría muy
bien sospechar de su imparcialidad si estuvieran personalmente intere-
sados en la solución de la litis pendentia ventilada en su jurisdicción.
WAYAR10, por su parte, considera que se debe fortalecer el orden moral en
que debe desenvolverse la actuación de los funcionarios vinculados con la
administración de justicia, sin poner en tela de juicio la moralidad que
deben tener dichos funcionarios.
El inciso 4 del artículo 1366 habla de bienes que estén o hayan esta-
do en litigio. Se debate en doctrina si el litigio debe entenderse en el
sentido de proceso contencioso o se refiere también al proceso voluntario
(no contencioso). Se cita la opinión de algunos autores (LLERENA, SEGO -
VIA , B IBILONI, R EZZÓNICO ) que haciendo una interpretación restrictiva
consideran que la prohibición se refiere a los bienes que fuesen objeto de
un proceso litigioso, con lo cual quedarían excluidos los bienes existentes
en procesos sin litigio o voluntarios. Otros autores11, adhiriéndose al pa-
recer de MACHADO y SALVAT, sostienen que la expresión “bienes en litigio”
debe entenderse en sentido amplio, o sea como “bienes en juicio”, pu-
diendo tener éste tanto carácter contencioso como voluntario. Pienso que
esta última posición tiene mejor sustento, pues tanto en un procedimien-
to contencioso como en uno no contencioso puede decidirse la suerte de
bienes, por lo cual el peligro que se desea evitar con la prohibición existe
en ambos casos.
Otro tema de discusión es si los funcionarios judiciales están impe-
didos de adquirir derechos reales sobre bienes en litigio en el juzgado o
tribunal en que ellos intervienen o son de su competencia, o si opera tam-
bién en los que no son de su competencia.
El Código civil peruano zanja esta discusión estableciendo que se
trata del juzgado o tribunal en cuya jurisdicción ejercen o han ejercido
sus funciones. Si bien se precisa que no hay impedimento para la adqui-
sición de derechos reales sobre bienes cuya situación se ventila ante otros
juzgados o tribunales del Poder Judicial, la norma, como dice ARIAS SCHREI-
BER 12, es rigurosa, pues no tiene limitaciones en el tiempo, de tal manera
que aun cuando el funcionario judicial haya dejado hace mucho tiempo
de actuar ante un juzgado o tribunal continúa impedido de adquirir bie-
nes cuya situación se ventiló en un juicio en que él intervino.
La regla es aplicable mutatis mutandis a los árbitros.
429 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Los abogados.
Para ellos la prohibición recae en los derechos reales sobre los bienes
que son objeto de un juicio en que intervengan o hayan intervenido por
razón de su profesión, hasta después de un año de concluido el juicio en
todas sus instancias.
La razón de esta prohibición la explica GARCÍA GOYENA 13 diciendo
que sin ella “podrían los abogados cometer fácilmente grandes abusos
en el ejercicio de su noble profesión, que conviene rodear de prestigio en
el interés de la misma y de la recta administración de justicia”.
WAYAR14 sostiene que para los abogados es aceptable la distinción
entre procesos contenciosos y voluntarios, diciendo que en los primeros
la prohibición rige plenamente, no así en los segundos. “En otros térmi-
nos, agrega, los abogados pueden comprar los bienes existentes en los
procesos en que intervinieren siempre que tales procesos no sean con-
tenciosos. Si hay contienda, no pueden comprar”. Pienso, por las razones
expuestas al tratar el tema de los magistrados judiciales y por la redac-
ción del inciso 6 del artículo 1366, que en el Derecho peruano no puede
hacerse esta distinción.
Debe observarse que la prohibición a los abogados sólo rige por un
año de concluido en todas sus instancias el juicio en que hayan interve-
nido, a diferencia de los magistrados judiciales, árbitros, auxiliares de
justicia y miembros del Ministerio Público, para quienes la prohibición
no tiene límite temporal.
Como se ha visto en el rubro “Antecedentes de este artículo” que
precede, la Comisión Revisora agregó que la prohibición a los abogados
de adquirir derechos reales no comprende el pacto de cuota litis. Este pac-
to, antiguamente mal visto y en algunos casos prohibido (Ley 53, Título
14, Libro 2 del Digesto), es actualmente declarado no reprobable por el
artículo 49 del Código de Ética Profesional del Colegio de Abogados de
Lima, sujeto a la observancia de determinadas reglas.
La excepción a la prohibición es justificada desde que la participa-
ción del abogado en los resultados del juicio, que es la esencia del pacto
430 EL CONTRATO EN GENERAL
de cuota litis, puede estar constituida por un derecho real sobre bienes
que son objeto del juicio.
Los albaceas.
Como se sabe, el albacea es la persona a la cual el testador enco-
mienda el cumplimiento de sus disposiciones de última voluntad (artículo
778 del Código civil).
Dice la doctrina15 que la prohibición a los albaceas de adquirir los
bienes que administran “se funda en la necesidad de tutelar el interés
patrimonial de los herederos y sucesores del causante que podrían verse
perjudicados por maniobras del albacea, quien podría aprovechar su ca-
rácter de tal para adquirir bienes de la sucesión en perjuicio de aquéllos”.
Sin embargo, puede ocurrir que el albacea sea legatario, con lo cual
la prohibición lo privaría de recibir el legado si éste consistiera en dere-
chos reales. Refiriéndose al artículo 1361, inc. 3, del Código civil argentino,
que prohíbe a los albaceas la compra de los bienes de las testamentarías,
BORDA16 y REZZÓNICO17 consideran que la prohibición no rige cuando el
albacea es coheredero. El tema es difícil por cuanto el aprovechamiento
de que habla el párrafo anterior es susceptible de producirse, con mayor
razón, cuando el albacea tiene título e interés para recibir todos o parte
de los bienes que forman la masa sucesoria. Por otro lado, resulta muy
duro privar al albacea de su legado.
Pienso que el inciso 7 del artículo 1366 del Código civil peruano
debe ser interpretado en el sentido que la prohibición de adquirir dere-
chos reales por legado se aplica sólo a los bienes ajenos que el albacea
tiene en administración por razón del ejercicio de su cargo, pero no a los
que le corresponden por título sucesorio. En otras palabras, el albacea no
puede adquirir por legado de los herederos derechos reales sobre los bie-
nes que administra en su condición de albacea, pero está en aptitud de
recibir legados del causante que lo nombra albacea para que cumpla sus
disposiciones de última voluntad.
Debe tenerse presente que el legatario adquiere el legado desde el
momento de la muerte del causante, o sea con anterioridad al ejercicio
del cargo de albacea, que sólo empieza con su aceptación.
Si el albaceazgo es un cargo de confianza y el testador encomienda
este cargo a uno de sus legatarios, no ignorando que el conflicto de inte-
reses puede producirse, debe respetarse la voluntad del testador en cuanto
a la institución del legado.
431 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. PERSONA INTERPUESTA
El artículo 1366 dispone que la prohibición de adquirir derechos
reales abarca también el que sean adquiridos por persona interpuesta.
Se entiende por persona interpuesta, llamada también testaferro o
prestanombre, aquélla que aparece celebrando el acto jurídico, cuando
en realidad lo celebra otra, esto es que los efectos del acto recaen, media-
ta o inmediatamente, es la esfera jurídica de esta otra persona.
6. FALTA DE LEGITIMACIÓN
En el rubro “La incapacidad” del comentario al artículo 1358 (su-
pra, Tomo I, p. 282) he opinado que las personas enumeradas en el artículo
1366 tienen falta de legitimación directa para adquirir los derechos rea-
les que se mencionan en dicho artículo.
Sobre el particular, CARIOTA-FERRARA19 dice que cuando se trata de
“la idoneidad para resultar sujeto activo o pasivo de una determinada
relación concreta, precisamente para asumir la relación jurídica tenida
en cuenta en el negocio” y la ley establece “normas prohibitivas (prohi-
biciones legislativas) por la que determinadas categorías de personas no
pueden adquirir ciertos bienes o recibir u obtener beneficios frente a otras
personas de determinada categoría”, se está ante una falta de legitima-
ción pasiva para el negocio, o ante una carencia de legitimación recepticia
o, simplemente, ante una ausencia de legitimación para comprar, ven-
der, etc.
SPOTA20 sostiene que la ausencia de legitimación pasiva pone en juego
la inexistencia de capacidad jurídica, colocándose así en la moderna ten-
dencia de identificar la falta de legitimación con la incapacidad jurídica.
433 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
7. EFECTOS DE LA PROHIBICIÓN
El artículo 1366 prohíbe la adquisición de derechos reales por con-
trato (debe decir por “convención”), legado o subasta pública, todos los
cuales son actos jurídicos.
La razón de esta prohibición reside en la necesidad de evitar que
quienes ocupan determinados cargos o ejercen determinadas actividades
abusen del poder que tales cargos o actividades les confieren para lucrar
en beneficio propio. Entiendo que ésta es una razón de orden público.
Por ello, los actos jurídicos mediante los cuales se violara la prohi-
bición serían contrarios a una norma legal que interesa al orden público,
lo que determinaría su nulidad, de conformidad con el artículo V del Tí-
tulo Preliminar y el inciso 8 del artículo 219 del Código civil.
En la negada hipótesis que no se considerara que el artículo 1366
interesa al orden público, los indicados actos jurídicos violarían una nor-
ma legal imperativa, cuya consecuencia, según se ha visto en el rubro
“Contenido del contrato” del comentario al artículo 1354 (supra, Tomo I,
nota a pie de p. 207), sería la ineficacia de tales actos jurídicos.
Para evitar estas dudas hubiera sido atinado acoger la sugerencia
que se formuló (1983-4-12) en el sentido de declarar que son nulos los
actos celebrados en contravención de los artículos 1366, 1367 y 1368.
1. MAISCH VON HUMBOLT, Lucrecia, De los Derechos Reales, Editorial Desarrollo, Lima, 1982, p. 45.
2. CUADROS VILLENA, Carlos Ferdinand, Derechos reales, Empresa Editora Latina S.A., Lima,
1988, p. 56.
3. BORDA, Guillermo A., Manual de contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 176; WAYAR,
Ernesto C., Compraventa y permuta, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1984, p. 137; REZZÓNICO,
Luis María, Estudio de los contratos, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1967, T. I, p. 189.
4. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis, Librería Studium, Lima, 1986, T. I, p. 116.
5. WAYAR, Ernesto C., Op. cit., p. 130.
6. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, Vol. II, p. 137.
7. GRECO, Paolo y C OTTINO, Gastone, Della vendita, Nicola Zanichelli Editore, Bologna, 1981,
p. 71.
8. BIANCA, C. Massimo, La vendita e la permuta, U.T.E.T., Torino, 1972, p. 16.
9. COLIN, Ambrosio y CAPITANT, H., Curso elemental de Derecho civil, Instituto Editorial Reus,
Madrid, 1955, T. IV, p. 41.
434 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Alcances de la prohibición.
2. ALCANCES DE LA PROHIBICIÓN
A fin de evitar que se burlen las prohibiciones establecidas en el
artículo precedente mediante el sencillo expediente de que los derechos
reales sean adquiridos por los parientes cercanos de los impedidos, el
artículo 1367 hace extensivas dichas prohibiciones a los parientes hasta
el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad de las perso-
nas impedidas.
Sin embargo, como advierte sagazmente ARIAS SCHREIBER1, se ha
omitido considerar al cónyuge, pues, según observa CORNEJO2, “el ancho
436 EL CONTRATO EN GENERAL
1. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis. Librería Studium, Lima, 1986, T. I, p. 118.
2. CORNEJO CHÁVEZ, Héctor, Derecho familiar peruano, Librería Studium, Lima, 1985, T. I, p. 99.
3. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Op. cit., p. 118.
4. COVIELLO, Nicolás, Doctrina general del Derecho civil, Unión Tipográfica Editorial Hispano-Ame-
ricana, México, 1938, p. 453.
(*) COVIELLO4 nos dice al respecto: “El acto es en fraude de la ley cuando la voluntad del
particular, respetándola aparentemente, la viola; lo cual ocurre cuando una persona se
comporta de modo que el negocio, respetada la ley, llega a violarla en su espíritu. En
tal hipótesis, se estima justamente que es nulo el acto realizado en fraude a la ley,
porque efectivamente tal acto es contrario a la misma. Pero no todos los actos que se
dicen hechos en fraude de la ley, son nulos.
El acto cometido en fraude a la ley es nulo, cuando, empleando no sólo la interpreta-
ción declarativa, sino también la extensiva de la prohibición legal, el acto aparentemente
no previsto debe considerarse como previsto en sustancia, porque la norma no sólo
resulta de la letra de la ley, sino de su espíritu. Pero cuando una prohibición legal no se
presta a la interpretación extensiva, porque la intención del legislador se limitó a un
caso determinado, o bien, cuando usando la interpretación extensiva, no entra en el
campo de la prohibición, porque de otro modo se pasaría a la extensión analógica que
no está permitida, es claro que el acto, aunque realizado con la intención de defraudar
la ley, y aun cuando tenga la índole y efectos análogos al expresamente prohibido, no
puede reputarse nulo (...). Por eso los que creen que no es posible la interpretación
extensiva en materia de disposiciones excepcionales, no podrían considerar como nu-
los los actos cometidos en fraude a la ley”.
437 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Vigencia de las prohibiciones
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Excepciones a las prohibiciones
Artículo 1370.- La rescisión deja sin efecto un contrato por causal exis-
tente al momento de celebrarlo.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Razón de ser de los artículos 1370, 1371 y 1372.
3. Concepto de rescisión.
4. Diferencia entre la rescisión y la anulación.
5. Efectos de la rescisión.
6. Carácter de la acción rescisoria.
Rescisión.
Para facilitar el análisis se han agrupado por afinidad los diferen-
tes conceptos que tiene la doctrina sobre la rescisión de los contratos.
- Consideran algunos que la rescisión es dejar sin efecto un contrato
válido mediante un nuevo convenio entre las partes (RIPERT y
BOULANGER , BORDA, LÓPEZ DE Z AVALÍA, GOMES). Aceptan la resci-
sión unilateral cuando ella es permitida por otro convenio previo.
- Ciertos autores precisan que la rescisión es la extinción del vínculo
contractual (MIQUEL, SALVAT).
- Opinan otros que la rescisión es la supresión de los efectos del con-
trato válidamente celebrado, debido a ciertas consecuencias injustas
y perjudiciales derivadas precisamente de su eficacia. La rescisión
supone la validez del contrato y opera únicamente sobre su efica-
cia (PUIG BRUTAU, LARENZ, MOISSET DE ESPANÉS).
- En cambio, MIRABELLI, BIANCA, el Diccionario de ESCRICHE piensan
que la rescisión es invalidación del contrato.
Obsérvese que, para algunos autores, la rescisión es, simplemente,
una nueva convención que tiene por objeto dejar sin efecto un contrato
anterior, por lo cual entienden que sus manifestaciones son el mutuo di-
senso y el distracto; según otros, la rescisión obedece a las consecuencias
perjudiciales que el contrato produce; algunos piensan que la rescisión
pone fin a la relación nacida del contrato y no a éste; para otros, la resci-
sión no afecta la validez del contrato, sino únicamente lo hace ineficaz;
otros, en fin, consideran que la rescisión no se limita a hacer ineficaz el
contrato, sino que lo invalida.
Resolución.
También en este campo las posiciones son disímiles, aunque dentro
de ciertos límites generalmente aceptados.
443 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
3. CONCEPTO DE RESCISIÓN
Como se ha visto, el artículo 1370 del Código civil dispone que la
rescisión deja sin efecto (no lo invalida) un contrato por causal existente
en el momento de su celebración.
De esta definición resultan las siguientes consecuencias:
445 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
necesidad del otro, considero que, en tal caso, este último elemento, que
es de carácter subjetivo, determina que el contrato adolezca de un vicio
del consentimiento, que es distinto de los tres vicios de la voluntad tradi-
cionales, que son el error, el dolo y la intimidación. Esto determina que,
para mí, en el caso de la lesión no es aplicable la diferencia entre la resci-
sión y la anulación que se ha indicado en el punto b) que precede.
Sin embargo, en dicho caso no es posible recurrir a la acción de
anulación por cuanto la lesión no está comprendida en la enumeración
taxativa contenida en el artículo 221 del Código civil, lo que justifica que
se adopte el remedio de la rescisión.
En los demás casos de rescisión, convengo en todas esas diferencias.
5. EFECTOS DE LA RESCISIÓN
Tomando en consideración que la rescisión deja sin efecto un con-
trato por causales existentes en el momento de su celebración, la rescisión,
a diferencia de la resolución, afecta al contrato mismo, privándolo de
sus efectos.
Se verá al comentar el artículo 1372 que la rescisión de un contrato
tiene efecto desde el momento de su celebración.
Esto significa que el contrato rescindido, si bien es válido, carece
de eficacia, o sea que se considera que no ha producido los efectos que le
son propios, esto es, la creación, regulación, modificación o extinción de
la relación jurídica patrimonial.
Como dice CASTÁN 8, el efecto principal de la acción rescisoria es
destruir las consecuencias del contrato, restituyendo las cosas al ser y
estado que tenían cuando él se celebró.
Pueden ocurrir dos situaciones.
La primera es que el contrato rescindido no haya tenido principio de eje-
cución. En tal caso, las obligaciones derivadas del contrato desaparecen, no exis-
tiendo deudor ni acreedor. Consecuentemente, las prestaciones no se ejecutan.
La segunda es que al momento de la rescisión las prestaciones de-
rivadas de la relación jurídica creada por el contrato hayan sido ejecuta-
das total o parcialmente. Surge entonces el problema relacionado con la
restitución de las cosas al ser y estado que tenían cuando él se celebró.
Dado que la rescisión del contrato no afecta su validez, sino única-
mente su eficacia, la retroactividad de la rescisión tiene, como dice CAS-
449 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. BORDA, Guillermo A., Manual de contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 135.
2. ECHECOPAR GARCÍA, Luis, Derecho de Sucesiones, Talleres Gráficos de la Editorial Lumen S.A.,
Lima, 1946, p. 323.
3. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 643.
4. MORENO QUESADA, Bernardo en Comentarios al Código civil y compilaciones forales dirigidos
por Manuel ALBALADEJO, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1981, T. XVII, Vol. 2, p. 77.
5. MOISSET DE ESPANÉS, Luis, La lesión en los actos jurídicos, Universidad Nacional de Córdoba,
Córdoba, 1979, p. 117.
6. CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil español, común y foral, Instituto Editorial Reus, Madrid,
1954, T. I, Vol. II, p. 816.
7. COLIN, Ambrosio y CAPITANT, H., Curso elemental de Derecho civil, Instituto Editorial Reus,
Madrid, 1955, T. I, p. 27.
(*) La Exposición de Motivos elaborada por la Comisión Revisora13 afirma que la senten-
cia rescisoria es un fallo de carácter declarativo. Pienso que, dada la posición adoptada
por el artículo 1370 del Código civil, ello no es así porque la ineficacia del contrato
rescindido, dado que no afecta su validez, sólo surge por razón de la sentencia conde-
natoria.
451 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Concepto de resolución.
3. Efectos de la resolución.
4. Mutuo disenso.
5. Carácter de la acción resolutoria.
2. CONCEPTO DE RESOLUCIÓN
La redacción de la primera parte del artículo 1371 es igual a la de
la primera parte del artículo 1370, esto es, que la resolución (como la
rescisión) deja sin efecto un contrato.
454 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) TRABUCCHI2 dice al respecto: “La resolución se distingue de las demás figuras, a cuyo
lado se encuentra, porque no afecta al acto en sí, sino a sus consecuencias, o sea, a las
obligaciones que del mismo nacen; repercuten no en el negocio en sí, sino en la relación
de él generada.
455 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
3. EFECTOS DE LA RESOLUCIÓN
Al comentar el artículo 1372 del Código civil se estudiarán las ra-
zones que han llevado al codificador a establecer, como se ha visto, que
la resolución no opera retroactivamente.
Esta decisión da lugar a delicados problemas en lo que se refiere a
los efectos de la resolución. Sin embargo, será más fácil solucionar estos
problemas si se toma en consideración que la resolución, aunque sea de-
clarada posteriormente, opera desde el momento en que se produce la
causal sobreviniente. Por ejemplo, tratándose de la resolución por incum-
456 EL CONTRATO EN GENERAL
4. MUTUO DISENSO
En el rubro “Función del contrato” del comentario al artículo 1351
del Código civil traté brevemente del mutuo disenso, entendiéndolo como
la resolución convencional de una relación jurídica surgida de un contrato.
El mutuo disenso tiene, pues, un efecto extintivo, en el sentido que
es un contrato que tiene por efecto extinguir un contrato preexistente.
Para que el mutuo disenso pueda tener efectos se requiere que el
contrato que extingue, que suele llamarse contrato básico, no haya sido
ejecutado o se trate de un contrato de duración.
459 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Retroactividad de la rescisión.
3. Irretroactividad de la resolución.
4. Disposición o pacto en contrario.
5. Derechos de terceros.
2. RETROACTIVIDAD DE LA RESCISIÓN
Como he expresado al comentar el artículo 1370 del Código civil,
ante la confusión existente en los campos legislativo y doctrinal respecto
de los conceptos de rescisión y de resolución y de los efectos de ambas, el
codificador de 1984 se vio precisado a tomar una decisión propia, que se
aparta en varios aspectos de la técnica adoptada por otros Códigos y del
parecer de los juristas.
Puede no ser la solución perfecta, porque esto es difícil en el obrar
humano, pero se acerca mucho a ella, al menos en mi opinión. Si el cam-
po de elección estaba abierto, debido no tanto a la ausencia de un criterio
uniforme como al caos de las opiniones existentes, el codificador perua-
no hizo bien en crear un sistema que definía y distinguía nítidamente las
características de la rescisión y de la resolución y, de acuerdo con estas
características, asignarles los efectos congruentes a ellas.
Tomemos, en primer lugar, el caso de la rescisión. Se optó por con-
siderarla el acto jurídico que deja sin efecto un contrato, lo hace ineficaz,
por causal existente en el momento de su celebración. Se creó así un re-
medio aplicable a todos aquellos casos en que, no existiendo una solución
legal distinta, se requería obtener la ineficacia de un contrato que adole-
ciera de vicios o defectos congénitos.
Si, en estas condiciones, la causal determinante de la necesidad de
hacer ineficaz el contrato existe desde el momento del acuerdo de decla-
raciones de voluntad, la solución razonable es que esta ineficacia tenga
efecto retroactivo al tiempo de celebrar el contrato, ya que de esta mane-
ra no se permite que el vicio o defecto produzca efectos válidos.
Debe observarse, sin embargo, que esta solución no es unánimemen-
te aceptada, pues algunos autores (RIPERT y BOULANGER1, JOSSERAND2, LAVA-
LLE3, LÓPEZ DE ZAVALÍA4) sostienen que la rescisión no tiene efecto retroactivo.
3. IRRETROACTIVIDAD DE LA RESOLUCIÓN
Se han formulado algunas críticas adversas a la posición adoptada
por el Código civil peruano de privar a la resolución de operar retroacti-
463 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Como dice ARIAS SCHREIBER, “el artículo 1372 admite que la ley o el
pacto establezcan resultados opuestos y que, concretamente, la rescisión
tenga carácter irretroactivo y la resolución retroactivo”.
5. DERECHOS DE TERCEROS
Una consideración de elemental prudencia ha llevado al codifica-
dor peruano a establecer que ni en el caso de rescisión ni en el de resolución
se perjudica los derechos de terceros adquiridos de buena fe.
Se trata de una decisión de política legislativa de acordar tutela
jurídica a las personas que no conocen los hechos que han causado la
rescisión o la resolución. El elemento determinante de esta protección es
la buena fe de los terceros, derivada de su ignorancia de circunstancias
existentes en cada caso8.
BIGIO9 ha dicho acertadamente que “(...) es importante advertir que
para tener la condición de tercero no se requiere haber adquirido el dere-
cho a título oneroso ni se exige que el derecho sea acogido por el registro.
De tal manera que el tercero que adquirió a título gratuito de quien com-
pró lesivamente, para ampararse en el artículo 1372 y consecuentemente
hacer inoponible la lesión del primitivo vendedor, le basta haber actua-
do de buena fe”.
1. RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho civil, La Ley, Buenos Aires, 1964, T. IV,
p. 303.
2. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, Bosch y Cía. Editores, Buenos Aires, 1950, T. II, Vol. I, p. 276.
3. LAVALLE COBO, Jorge E., De los contratos en general, en Código civil y leyes complementarias,
dirigido por Augusto C. Belluscio, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. 5, p. 845.
4. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires, 1971, p. 348.
5. SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires,
1954, T. I, p. 209.
6. MICCIO, Renato, Il diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 518.
7. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè Editore, Milano, 1984, p. 697.
8. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 518.
9. BIGIO CHREM, Jack, “Exposición de Motivos Oficial del Código Civil”, Separata Especial del
diario oficial El Peruano N.° 15275 del 8 de abril de 1989, p. 6.
466 EL CONTRATO EN GENERAL
467 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Título II
EL CONSENTIMIENTO
468 EL CONTRATO EN GENERAL
469 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
PRELIMINAR
BIBLIOGRAFÍA EL CONSENTIMIENTO
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. La oferta.
3. La aceptación.
4. Los llamados contratos entre presentes.
5. Los llamados contratos entre ausentes.
6. Momento de la formación del contrato.
7. Lugar de formación del contrato.
8. Carácter del artículo 1373.
2. LA OFERTA
Algunos autores1 sostienen que las expresiones “oferta” y “propues-
ta” son sinónimas. Los OSPINA 2 señalan que últimamente la doctrina
tiende a reservar la denominación de oferta a la propuesta a personas
determinadas y la de policitación a la que se dirige al público en general.
SÁNCHEZ URITE3 encuentra el origen del concepto moderno de ofer-
ta en el instituto romano llamado “policitación”. Según él, la policitación
era en Roma una promesa u oferta no aceptada, que sólo tenía fuerza
vinculante cuando se hacía por un honor o en favor del Estado o de una
ciudad, diferenciándose del voto, que era la promesa hecha a Dios con
un objeto religioso o de piedad.
La evolución del Derecho aceptó esta identificación entre la oferta
y la policitación, tan es así que algunos autores franceses modernos4 se
refieren indistintamente a una y otra, posición que es compartida por
autores españoles5. LAURENT6, en cambio, no admite esta sinonimia, pues
considera que policitación es la oferta que no ha sido aceptada, denomi-
nándose oferta propiamente dicha a la que, por el hecho de haber sido
aceptada, da lugar a la formación del contrato.
Dada esta diversidad de conceptos, voy a denominar para los efec-
tos de esta obra, quizá caprichosamente, policitación al ofrecimiento hecho
al público en general, propuesta al ofrecimiento hecho a persona deter-
minada que no ha llegado a conocimiento del destinatario y que, por
ello, no tiene fuerza vinculante, y oferta al ofrecimiento hecho a perso-
475 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Requisitos de la oferta.
Los requisitos que exige la doctrina para la validez de la oferta son
los siguientes:
(*) Mi posición se basa en que, según POTHIER9, en términos de puro Derecho natural, la
policitación no produce obligación alguna propiamente dicha, por lo cual si, en térmi-
nos del Derecho peruano, la oferta sí obliga al oferente, cabe hacer, actualizando estas
características, la distinción entre policitación (que no obliga) y oferta (que sí obliga).
476 EL CONTRATO EN GENERAL
Forma de la oferta.
Cuando se trate de la celebración de contratos solemnes, la oferta
deberá observar la forma exigida para tales contratos.
ARIAS SCHREIBER13 plantea una cuestión muy interesante al decir que
en los contratos solemnes tanto la oferta como la aceptación podrán re-
vestir cualquier forma, pero el contrato no se entenderá concluido, sino
a partir del momento en que se cumpla la solemnidad exigida por la ley o
impuesta por las partes.
Este planteamiento significa, en realidad, que en los contratos so-
lemnes el consentimiento puede formarse separadamente de la
solemnidad.
Aunque en la práctica puede parecer que así ocurre, creo que la
solemnidad tiene por finalidad calificar el consentimiento, en el sentido
que éste, para que tenga valor, debe prestarse a través de la solemnidad.
En otras palabras, en el contrato solemne las declaraciones contractuales
de oferta y de aceptación, para tener calidad de tales, deben observar la
solemnidad requerida desde que, aún en los contratos solemnes, la acep-
tación de la oferta da lugar a la formación del contrato, lo cual no puede
ocurrir si no se observa la solemnidad.
En efecto, tal como se ha visto en el comentario al artículo 1352 del
Código civil, uno de los objetos de la solemnidad, quizá el principal, es
que el consentimiento sea meditado, consciente, a fin de evitar que el
contrato se concluya de manera apresurada. No se trata, pues, de que el
cumplimiento de la solemnidad sea dar valor a un consentimiento pre-
viamente formado, sino que el consentimiento se forma al manifestarse
mediante la solemnidad.
En tal virtud, pienso que en los contratos solemnes tanto la oferta
como la aceptación deben revestir la solemnidad exigida para el contrato.
No se considera entre los requisitos de la oferta el que ella conten-
ga la determinación del destinatario, pues ello dependerá de la solución
que se adopte respecto al carácter recepticio de la oferta.
La declaración de voluntad que no reúna los requisitos anterior-
mente relacionados no debe ser considerada como una oferta contractual,
sino únicamente quedará en el campo de las tratativas14.
acto jurídico o no. Dos posiciones, ambas muy netas, se han adoptado
en uno u otro sentido.
(*) Sobre el mismo tema, FERRI28 dice lo siguiente: “En orden a la naturaleza de la oferta,
se afirma que ella no puede calificarse como negocio jurídico, y ni siquiera como mero
acto jurídico (según la teoría del negocio jurídico); la oferta (como la aceptación) esta-
ría privada de una autonomía propia y sería de por sí improductiva de efectos jurídicos;
los cuales sólo serían alcanzados por el contrato, del cual la oferta no sería sino un
elemento, un fragmento, de donde viene la definición de actos prenegocial, atribuida
por una autorizada doctrina a la oferta (y a la aceptación)”.
Más adelante agrega: “Considerada autónomamente la oferta no es negocio jurídico,
pues concurre a formarlo. (...) En la oferta la voluntad no está ‘puesta’, sino simple-
mente ‘propuesta’. Una cosa es poner una voluntad, una norma, y otras es proponerla.
La propuesta u oferta tiene la naturaleza de interrogación, no de comando”.
480 EL CONTRATO EN GENERAL
Posición personal.
Según la teoría del acto jurídico, éste es la manifestación de volun-
tad destinada a crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas
(artículo 140 del Código civil peruano).
Se ha visto que el negocio jurídico es definido, por su parte, como
la manifestación de voluntad de una o más personas con miras a produ-
cir un efecto jurídico, es decir, el nacimiento, la modificación de un derecho
subjetivo o bien su garantía o extinción29.
En ambos casos, los efectos jurídicos producidos por el acto o por el
negocio deben ser reconocidos y garantizados por el ordenamiento jurí-
dico.
Pienso que dada la identidad de conceptos (acto jurídico y negocio
jurídico), las razones que se den para determinar la naturaleza jurídica
de la oferta son válidas en los dos sistemas.
Como punto de partida de mi razonamiento deseo referirme a la
distinción que hace CARRARA entre negocios (o actos) jurídicos y declara-
ciones de voluntad en sentido estricto, que considero exacta.
Ateniéndonos a ella, el acto jurídico es la declaración de voluntad
a la que el ordenamiento jurídico reconoce efectos jurídicos propios. En
otras palabras, mediante el negocio jurídico el sujeto alcanza directamen-
te la finalidad buscada por él, siempre que sea lícita.
La declaración de voluntad, en sentido estricto, también busca la
finalidad de tener efecto jurídico, pero no puede alcanzar esta finalidad
por sí sola, sino que prepara la vía a otras declaraciones que sí deben
producirlo. Es, podríamos decirlo así, una etapa en el camino de la for-
mación del acto jurídico.
Con estos elementos de juicio, en otro trabajo30 tomé posición res-
pecto a la naturaleza jurídica de la oferta. Remitiéndome a lo que dije
entonces, sólo quiero ahora precisar algunas ideas.
La oferta contractual es una declaración de voluntad mediante la
cual el declarante propone al destinatario la celebración de un determi-
481 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
puede ignorar que, mientras algunas declaraciones deben ser perceptibles por cual-
quier interesado, otras deben ser puestas en conocimiento de determinados sujetos,
por que sólo a éstos, o prevalentemente a éstos, interesa y sólo frente a ellos se expli-
can sus efectos principales. Sobre este aspecto, y sólo sobre este aspecto, puede, y
debe, hacerse una distinción entre declaraciones que deben ser puestas en conocimien-
to de un determinado sujeto (recepticia) y declaraciones que, pudiendo ser percibidas,
porque sus efectos pueden explicarse, no deben ser puestas en conocimiento de sujetos
determinados (no recepticia)”.
484 EL CONTRATO EN GENERAL
Oferta condicionada.
Se trata de un problema muy parecido al anterior. Supóngase que
se formula una oferta que está sujeta a la condición suspensiva de que se
produzca determinado evento futuro e incierto.
Considero que la solución es la misma, o sea que dicha oferta no
produce efecto alguno, no se está proponiendo nada al destinatario, has-
ta que se cumpla la condición.
487 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Manifestación de la oferta.
La doctrina más generalizada es que la oferta puede ser manifes-
tada en forma expresa o en forma tácita.
Coincide en ello con lo dispuesto por el artículo 141 del Código ci-
vil, según el cual la manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita.
Es expresa cuando se formula oralmente, por escrito o por cualquier otro
488 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) GOMES47, refiriéndose a esta distinción, dice lo siguiente: “En los contratos, la declara-
ción de voluntad puede ser tácita, cuando la ley no la exige expresa. Lo que las distingue
es la forma de expresión. Entretanto, la doctrina vacila entre dos criterios distintivos.
Conforme al criterio subjetivo, habiendo intención de emitirla, la declaración es expre-
sa. Faltándola, es tácita. Para el criterio objetivo, declaración expresa es la que se emite
por palabras, gestos o signos que exteriorizan, inequívocamente, la voluntad. Declara-
ción tácita, es la que resulta de circunstancias indicativas de la voluntad. Declaración
expresa no se confunde, como se ha visto, con declaración directa. La distinción parece
sutil, pero no lo es. La declaración expresa se caracteriza por la forma de expresión de
la voluntad. Ha de ser hecha por palabras, gestos o señales. Es por eso que son expre-
sas las declaraciones verbales, escritas y simbólicas. Puede haber, no obstante,
declaración directa que no sea expresa, como acontece cuando se calla quien debe
hablar, admitido, es claro, que hay declaración en el silencio. No se debe confundir,
por otro lado, declaración tácita con declaración implícita. La declaración implícita es
declaración indirecta contenida en una declaración directa, que puede ser expresa. No
se deduce de circunstancias; admítese como consecuencia lógica de una de aclaración
explícita. Casi siempre, no obstante, las declaraciones tácitas corresponde a manifesta-
ciones indirectas de voluntad”.
489 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Cesión de la oferta.
Existe duda respecto a si es posible que el destinatario ceda a un
tercero la oferta que ha recibido.
MICCIO48 considera que el destinatario no puede ceder la oferta, sin
la autorización del oferente, dada la personalidad de la relación jurídica
que el contrato va a crear. Reconoce que algunos autores aceptan la posi-
bilidad de la cesión cuando está condicionada al mantenimiento de la
responsabilidad del destinatario frente al oferente por los riesgos deri-
vantes de la quiebra o de la incapacidad sobreviniente del cesionario.
SACCO49 opina que la regla general de la incesibilidad de la oferta
tiene sentido sólo en cuanto dicha regla corre simétrica a la incesibilidad
del contrato. Argumenta que si el contrato es excepcionalmente cedible,
también es cedible la oferta. Agrega que, al respecto, es necesario distin-
guir entre la oferta emitida intuiti personae y la oferta estandarizada, pues
es evidente que en el primer caso, la oferta no es cedible porque no sería
cedible el contrato derivante de la oferta misma.
Dado que en nuestro ordenamiento jurídico está permitida la ce-
sión de la opción por el optante y la cesión de posición contractual, pero
que en ambos casos se requiere la conformidad del concedente, en uno, y
del cedido, en el otro, pienso que sólo podría admitirse la cesión de la
oferta en caso que lo autorice el oferente.
3. LA ACEPTACIÓN
Existe prácticamente unanimidad en considerar la aceptación como
una declaración de voluntad emitida por el destinatario y dirigida al ofe-
rente mediante la cual aquél comunica a éste su conformidad con los
términos de la oferta.
Si bien esto es formalmente así, la aceptación, aunque no lo diga
expresamente, debe llevar consigo la intención del aceptante de quedar
obligado por su declaración y de celebrar el contrato en los citados tér-
minos.
Mediante la aceptación el destinatario queda convertido en aceptante.
Así como la oferta es la última proposición contractual, desde que
contiene la propuesta definitiva que el oferente hace al destinatario, la
aceptación es la última declaración contractual, pues con ella se forma el
contrato, sin necesidad de ninguna declaración o intervención del ofe-
rente. El aceptante no propone nada al oferente, sólo le comunica que
con su aceptación ha quedado concluido el contrato.
Requisitos de la aceptación.
A semejanza de la oferta, la aceptación debe reunir determinados
requisitos para su validez, que son los siguientes:
Aceptación condicional.
Un importante sector de la doctrina sostiene que la aceptación debe
ser pura y simple, por lo cual si se emite una aceptación condicionada se
está modificando, en realidad, la oferta y, por ello, esta aceptación debe
considerarse como una contraoferta.
Tal afirmación hay que tomarla con ciertas reservas.
Si el aceptante indica en su aceptación que el contrato que se le ha
propuesto debe quedar sujeto a una condición, la afirmación es plena-
mente válida porque, en efecto, se están modificando los términos de la
oferta, que no contemplaban la existencia de tal condición en el contrato.
En cambio, si lo que se condiciona es sólo la aceptación, la situa-
ción es diferente, porque el aceptante no está planteando la modificación
de los términos del contrato, convirtiéndolo en uno sujeto a condición,
sino únicamente relativizando la firmeza de la aceptación.
El problema cobra importancia, en realidad, cuando se trata de una
condición suspensiva, que priva de eficacia a la aceptación durante la
vigencia de la condición, pues en el caso de la condición resolutoria, que
no ataca el valor actual de la declaración, sino su eficacia futura, la acep-
tación produce de inmediato, como se verá más adelante, todos sus efectos,
entre los cuales ocupa el primer lugar la formación del contrato.
Tratándose de una aceptación sujeta a condición suspensiva lo que
ocurre es, simplemente, como dice ALBALADEJO61, que sólo será acepta-
ción cuando la condición se cumpla.
Supóngase, por ejemplo, que A formula a B una oferta para ven-
derle una casa en los términos indicados en la oferta, entre los cuales se
encuentra que ella está vigente hasta el 31 de diciembre de determinado
año. B pone en conocimiento de A que acepta la oferta con la condición
suspensiva que su hija se case antes de esa fecha. La hija de B se casa
efectivamente el 15 de octubre de dicho año.
La declaración de B no contiene una aceptación de la oferta ni una
propuesta de modificación del contrato, sino únicamente una manifesta-
ción de que aceptará la oferta, tal cual le ha sido formulada, si se cumple
497 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Manifestación de la aceptación.
Como toda manifestación de voluntad, la aceptación, según el sis-
tema civil peruano, puede ser expresa y tácita. Se ha visto al tratar sobre
la manifestación de la oferta, que existe un movimiento doctrinal orien-
tado a sustituir esta distinción por la de manifestación directa e indirecta,
498 EL CONTRATO EN GENERAL
Existencia de la aceptación.
Teniendo en cuenta que la aceptación es, en principio, una declara-
ción recepticia, surge la duda respecto al momento de su existencia.
Si, por un lado, la aceptación es la declaración del destinatario, con-
vertido ya en aceptante, expresando su conformidad con la oferta, es
evidente que la aceptación existe desde que es declarada.
Empero, dado su carácter recepticio, la aceptación no produce el
efecto que le es propio, “o sea dar lugar a la conclusión del contrato, sino
a partir del momento en que es conocida por el oferente.
Resulta así que la aceptación existe a partir del momento de su de-
claración, pero no es eficaz, sino desde que es conocida por el oferente.
El silencio.
En otro trabajo62 he examinado con bastante detenimiento el valor
del silencio como declaración de voluntad, llegando a la conclusión que
era aconsejable establecer las siguientes reglas:
El silencio del destinatario debe considerarse, salvo disposición ex-
presa en contrario, como rechazo de la oferta.
499 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Obsérvese que en los dos citados casos del artículo 1385 la ley no
otorga explícitamente al silencio el significado de rechazo de la oferta,
pues el resultado de la falta de aceptación es la caducidad de la misma,
pero indirectamente lo hace ya que, en buen romance, tal caducidad es el
efecto del rechazo de la oferta expresado a través de la falta de acepta-
ción de ella.
Rol de la aceptación.
Hay coincidencia en la doctrina respecto a que el elemento más
importante para la formación del contrato es la conjunción de la oferta
con la aceptación.
Sin embargo, la coincidencia termina cuando se trata de establecer
la manera cómo se produce esta conjunción.
Tradicionalmente se ha pensado que la oferta es una declaración
de voluntad del oferente mediante la que se propone al destinatario la
celebración de un contrato y que la aceptación es una declaración de
voluntad del aceptante conviniendo con la propuesta. El contrato se for-
maría, así, por la coexistencia de dos declaraciones conformes de
voluntad.
Con posterioridad se ha tratado de encontrar cuál es el verdadero
rol que juega cada una de estas declaraciones de voluntad, esto es, cómo
es que realmente se combinan, sin dejar de reconocer que ambas declara-
ciones tienen las características que les asigna la teoría tradicional.
Tratándose de la oferta, ya se ha visto que un sector de la doctrina
moderna considera que el rol de ella es conferir al destinatario el poder
de perfeccionar el contrato. De acuerdo con este planteamiento, el rol de
la aceptación sería ejercer ese poder y, con ello, dar lugar a la formación
del contrato.
Debo confesar que esta tesis me atrae mucho, pero lo que me impi-
de coincidir totalmente con ella es el temor de que se estaría otorgando a
la aceptación el rol de declaración unilateral suficiente, de por sí, para
celebrar el contrato.
Pienso que el contrato continúa siendo un acuerdo de declaracio-
nes de voluntad y que sólo en la medida que ello sea así podrá concluirse
un contrato. Esto significa que para la formación del contrato se necesi-
tan dos (o más) declaraciones que exterioricen una coincidencia de dos
(o más) voluntades.
Empero, no es necesario, ni siquiera conveniente, que las declara-
ciones se exterioricen separadamente expresando cada una la voluntad
502 EL CONTRATO EN GENERAL
Teoría de la cognición.
Según ella, para que se forme el contrato se requiere que el oferen-
te conozca la aceptación.
El fundamento de esta teoría es que el contrato es un acuerdo de
declaraciones de voluntad, de tal manera que sólo debe considerarse con-
cluido cuando ambas partes conocen que la oferta ha sido aceptada. De
no ser así, se daría, como ocurre en las otras tres teorías, la irregularidad
de que el oferente estaría ligado por un contrato (para cuya existencia se
requiere que la oferta sea aceptada), ignorando que esto ha sucedido.
Personalmente soy partidario, con ciertas reservas, de la teoría de
la cognición. Pienso que si la aceptación es la declaración conjunta de la
505 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Por otro lado, si entiendo que el Código civil de 1984 adopta la teo-
ría de la confianza para los efectos de la formación del consentimiento,
que está basada en que el destinatario pueda depositar su confianza en
que la declaración que se le hace representa la voluntad del declarante,
lo que conlleva el conocimiento de dicha declaración, para ser consecuente
debo entender que para la formación del contrato, que está basado en el
consentimiento, el oferente debe conocer la aceptación del aceptante para,
de este modo, poder depositar su confianza en ella.
Enfocando el problema desde un punto de vista distinto, que no
comparto, ROCCO 75 sostiene que el fundamento de la teoría de la cogni-
ción se halla en la naturaleza misma del contrato: “Si éste es una
conciliación de intereses distintos de las partes, claro está que la conci-
liación no puede ser casual, sino consciente, y que una de ellas debe
conocer que la otra ha querido los que representa esa concordia entre los
dos intereses distintos”.
La teoría de la cognición ha sido blanco de los más apasionados
ataques. GIORGI76 llega a decir que es falsa y confusa en sus principios, iló-
gica en los argumentos, peligrosa en las consecuencias. Con menor
vehemencia, los OSPINA77 sostienen que el argumento aducido por los de-
fensores del sistema de la información en el sentido que sólo hay concurso
cuando cada uno de los interesados tenga conocimiento de que el otro ha
consentido, conduce a la ruina del sistema que en él pretende apoyarse,
porque “dicha solución no sirve para producir la igualdad entre las par-
tes, sino tan solo para invertir los papeles, porque como el aceptante
tampoco sabe el momento en que su respuesta llega al poder del propo-
nente y éste se entera de ella, el sistema de la información conduce a que
dicho aceptante quede ligado por una convención cuya existencia ignora”.
Este es uno de los argumentos que con mayor frecuencia se invoca,
afirmándose que el principio del conocimiento da lugar a la formación
de un círculo vicioso, desde que el aceptante deberá conocer a su vez que
el oferente conoce su aceptación y así sucesivamente. En la nota de V É-
LEZ S ARSFIELD78 a los artículos 1150 a 1154 del Código civil argentino,
citando al jurisconsulto CADRES, dice que “siguiendo los principios de
TROPLONG , el que ha aceptado la propuesta, tendría que esperar que le
llegara la conformidad del que la hizo, y entonces nunca habría concur-
so de voluntades por correspondencia. Sería querer encontrar el fin de
un círculo”.
Sin embargo, la fuerza de este argumento es relativa desde que lo
único que interesa es que tanto el aceptante como el oferente conozcan
la existencia de la aceptación. El aceptante la conoce al momento de de-
clararla y el oferente la conoce en el momento de saber su existencia. Nada
507 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
más se necesita. Con razón manifiesta Eugene GAUDEMET79 que “no hay
más que una información necesaria en nuestro sistema; la información de
la aceptación recibida por el proponente. En cuanto al aceptante, resulta
inútil que reciba la noticia de esa primera información. Desde el instante
en que haya emitido su aceptación, sabe a qué atenerse; sabe lo que se le
ofrece y lo que ha aceptado”.
El segundo argumento en contra de la teoría de la cognición es que
el aceptante ignora el momento en que el oferente conoce su aceptación,
por lo cual ignora igualmente cuándo se ha concluido el contrato. Pienso
que este argumento es válido y la única crítica que puedo hacerle, aun-
que no compone nada, es que en las otras tres teorías es el oferente quien
no sabe la fecha de formación del contrato.
Finalmente se aduce 80 que el sistema de la cognición se presta a
que el oferente, de mala fe, evite o retarde la perfección del contrato,
no abriendo, por ejemplo, la carta en que la supone contenida. Admito
también que esto puede suceder, aunque resulta discutible negarle va-
lor a una teoría simplemente porque se presta al abuso, ya que esto puede
ocurrir con cualquier derecho.
Teoría de la recepción.
Según ella, el contrato queda concluido con la llegada de la acepta-
ción a la dirección del oferente. Es quizá la teoría vista con mayor
benevolencia por la doctrina.
DÍEZ-PICAZO81 dice que el “momento de perfección del contrato, se-
gún esta teoría, hay que situarlo en el momento en que la declaración de
voluntad de la aceptación llega al ámbito o círculo de intereses del ofe-
rente, por ejemplo: su establecimiento, su domicilio, etc., sin perjuicio de
que él llegue efectivamente a conocerla o no. Si el oferente pudo y ade-
más actuando diligentemente debió conocer la aceptación, las
consecuencias jurídicas deben ser las mismas que si la hubiera conocido,
aunque no haya existido un conocimiento real efectivo”.
Por otro lado, tal como lo indica MESSINEO82, el aceptante no queda
abandonado al beneplácito del oferente, el cual podría tomar tardíamen-
te conocimiento de la aceptación y diferir por tiempo indeterminado la
eventual conclusión del contrato. Los medios ordinarios de acreditar el
recibo de la correspondencia (cargos) permiten al aceptante tener certe-
za sobre la fecha de llegada del documento al oferente.
Según ENNECCERUS83 la teoría de la expedición es la que mejor se
ajusta a las necesidades del tráfico y de la justicia. “A diferencia de la
teoría del conocimiento, no deja al arbitrio de la otra parte la eficacia de
508 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Hace ya algún tiempo GAUDEMET88 escribía: “La idea opuesta es la idea de la informa-
ción. Una persona no puede consentir en quedar obligada sin saberlo. Por consiguiente,
509 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
en principio, el oferente no podría quedar obligado más que cuando conociera la acep-
tación.
Pero, ¿cuándo la conoce? En la práctica, nada se sabe. La conoce cuando abre el sobre
y lee la carta. Con frecuencia es imposible probar en qué momento ha pasado eso.
Además, la aplicación estricta del principio constituiría una prima de fraude. Un nego-
ciante ha hecho una oferta de venta. Se arrepiente de ella, la juzga desventajosa. Sin
embargo, recibe una carta de su corresponsal; piensa desde luego que es una acepta-
ción. Pero, estimando malo el contrato para sí, descuida de propósito abrir la carta y
retrasa así, por su voluntad, la conclusión del contrato todo el tiempo que le parezca
bien. Realiza tratos más ventajosos; después se decide a leer la carta y escribe a su
corresponsal que había revocado su oferta antes de haberse informado de su respues-
ta. Tales son las consecuencias estrictamente lógicas del sistema de la información. Y
son las que condena la práctica.
De ahí la necesidad de un remedio; se presumirá que el oferente ha tenido conocimien-
to de la aceptación desde el instante en que haya llegado a sus manos, desde su recepción.
Se vuelve así, por una nueva vía, al sistema de la recepción, al que nos habían conduci-
do las consideraciones prácticas partiendo de un principio opuesto.
(...).
Si se parte del principio opuesto (contrato perfeccionado por el conocimiento de la
aceptación adquirido por el proponente), se verá en la recepción una presunción de
que el proponente ha tenido conocimiento de la aceptación. Eso vale aquí como pre-
sunción de información. Pero esa presunción no es irrefragable. Si el proponente consigue
probar que no ha tenido conocimiento de la aceptación en el instante de la recepción, y
si ese retraso no resulta de su culpa, se caerá de nuevo en la aplicación del principio, y
se dirá que el contrato se ha perfeccionado tan sólo en el momento en que el proponen-
te ha conocido o ha debido conocer la aceptación.
(...)
Somos conducidos así al sistema de la recepción, entendida como presunción de infor-
mación.
Ese razonamiento por sí solo tiene una base práctica en la intención presunta de las
partes, en tanto que el razonamiento contrario es puramente metafísico cuando decla-
ra: existe concurso de voluntades desde el instante en que convergen hacia el mismo
fin. Eso no son más que palabras. Estamos en el terreno de los contratos, donde la
intención es soberana; lo que importa es saber lo que las partes entienden por concurso
de voluntades que produce efectos jurídicos. Acabamos de ver que no es el concurso
metafísico de dos voluntades, en que una de ellas ignora a la otra; es el concurso
consciente de dos voluntades que, recíprocamente, se conocen”.
510 EL CONTRATO EN GENERAL
según los artículos 1135 y 1136 del Código civil, por la fecha del respecti-
vo título.
En el caso de fraude del acto jurídico tiene importancia, aunque no
determinante, que el acto de disposición sea posterior al nacimiento del
crédito del acreedor, estando a lo que establece el artículo 195 del Código
civil.
En las obligaciones de saneamiento el derecho del tercero en caso
de evicción y los vicios ocultos deben existir en el momento de la transfe-
rencia del bien, que puede coincidir con la fecha de celebración del
contrato.
Cuando en una compraventa se conviene que el precio sea el que
tuviere el bien en bolsa o mercado, puede fijarse que se tome en conside-
ración el día de celebración del contrato (artículo 1545 del Código civil).
1. MUÑOZ, Luis, Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960, T. I, p. 237; CANCINO,
Fernando, Estudios de Derecho privado, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1979, p. 59; GARRI-
GUES , Joaquín, Curso de Derecho mercantil, Imprenta Aguirre, Madrid, 1969, T. II, p. 10; MICCIO,
Renato, I diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 130; FERRI, Luigi, Lezioni sul
contratto, Nicola Zanichelli S.p.A., Bologna, 1982, p. 67.
2. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Teoría general de los actos o negocios
jurídicos, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1980, p. 151.
3. SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., La oferta de contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 56.
4. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, Ediciones Jurídicas Europa-Améri-
ca, Buenos Aires, 1960, Parte II, T. I, p. 153; JOSSERAND, Louis, Derecho civil, T. II, Vol. I, p. 40.
5. DIEGO, Felipe Clemente de, Instituciones de Derecho civil español, Artes Gráficas Julio San
Martín, Madrid, 1959, T. II, p. 113.
6. LAURENT, F. Principes de Droit civil, Bruylant-Christophe & Comp., Bruxelles, 1875, T. XV, p.
540.
7. SPOTA, Alberto. G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. I, p. 265.
8. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 193.
9. POTHIER, Robert Joseph, Tratado de las obligaciones, Editorial Atalaya, Buenos Aires, 1947, p.
13.
10. CARRARA, Giovanni, La formazione dei contratti, Casa Editrice Dottor Francesco Vallardi, Mila-
no, p. 137.
11. GARRIGUES, Joaquín, Op. cit., T. II, p. 11.
12. CANCINO, Fernando, Op. cit., p. 64.
516 EL CONTRATO EN GENERAL
13. ARIAS SCHREIBER, Max, Exégesis, Librería Studium, Editores, Lima, 1986, T. I, p. 130.
14. CARRARA, Giovanni, Op. cit., p. 135.
15. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 175.
16. ROCCO, Alfredo, Principios de Derecho mercantil, Editora Nacional , México, 1966, p. 327.
17. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Víctor V. de Zavalía, Buenos Aires, 1971, p.
103.
18. SCHMIDT, Joanna, Négociation et conclusion de contrats, Dalloz, París, 1982, p. 51.
19. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 132.
20. BIANCA, C. Massimo, Diritto civile: Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 226.
21. FERREYRA, Edgard A., Principales efectos de la contratación civil, Editorial Abaco de Rodolfo
Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 69.
22. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 45.
23. ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Univer-
sidad, Buenos –Aires, 1981, p. 44.
24. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 312.
25. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 295.
26. GOMES, Orlando, Contratos, Compahia Editora Forense, Rio de Janeiro, 1986, p. 59.
27. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 193.
28. FERRI, Luigi, Op. cit., p. 67.
29. STOLFI, Giuseppe, Teoría del negocio jurídico, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid,
1959, p. 1.
30. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 178.
31. VALENCIA ZEA, Arturo, Derecho civil, Editorial Temis, Bogotá, 1974, T. III, p. 136.
32. TUHR, Andreas von, Tratado de las obligaciones, Editorial Reus, Madrid, T. I, p. 122.
33. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 96.
34. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. BELLUSCIO, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. 5, p. 759.
35. CARBONNIER, Jean, Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1971, T. II, Vol. II, p. 174.
36. GARRIGUES, Joaquín, Op. cit., T. II, p. 11.
37. JOSSERAND, Louis, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 40.
38. TUHR, Andreas von, Op. cit., Vol. II, 2, p. 140.
39. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 319.
40. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 221.
41. GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1910,
T. III, p. 204.
42. Loc. cit.
43. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 135.
517 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
44. SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires,
1954, T. I, p. 53; MICCIO, Renato, Op. cit., p. 155; SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino,
1975, p. 104.
45. SACCO, Rodolfo, Op. cit., p. 51.
46. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 307.
47. GOMES, Orlando, Op. cit., p. 54.
48. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 140.
49. SACCO, Op. cit., p. 724.
50. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1954, T.
II, Vol. I, p. 207.
51. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 349.
52. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 225.
53. FERREYRA, Edgard A., Op. cit., p. 88.
54. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 221.
55. ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1981, p. 71.
56. SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. I, p. 281.
57. CARBONNIER, Jean, Op. cit., T. II, Vol. II, p. 175.
58. JOSSERAND, Louis, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 40.
59. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 312.
60. MUÑOZ, Luis, Op. cit., T. I, p. 260.
61. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1975, T. II, Vol. I, p. 329.
62. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 231.
63. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora Delia REVOREDO DE DEBAKEY,
Okura Editores S.A., Lima, 1985, T. IV, p. 279.
64. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Op. cit., T. I, p. 133.
65. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 57.
66. GIORGI, Jorge, Op. cit., T. III, p. 211; TUHR, Andreas von, Op. cit., T. I, p. 136; ROCCO, Alfredo, Op.
cit., p. 323.
67. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, Vol. II2, p. 141.
68. SÁNCHEZ URITE, Ernesto, Op. cit., p. 180; MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 346.
69. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 244.
70. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 201.
71. JOSSERAND, Louis, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 45.
72. BOLAFFIO, León, Derecho comercial, Ediar S.A. Editores, Buenos Aires, 1947, T. III, Vol. III, p. 6.
73. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 259.
74. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Tratado práctico de Derecho civil francés, Cultural S.A., Haba-
na, 1946, T. VI, p. 220.
75. ROCCO, Alfredo, Op. cit., p. 324.
76. GIORGI, Jorge, Op. cit., Vol. III, p. 216.
518 EL CONTRATO EN GENERAL
77. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Op. cit., p. 174.
78. Código civil de la República Argentina, A Z Editores, Buenos Aires, 1985, p. 268.
79. Cita de MAZEAUD, Henri, León y Jean, Op. cit., Parte II, Vol. I, p. 178.
80. OSSORIO MORALES, Juan, Lecciones de Derecho civil – Obligaciones y contratos, Editorial Co-
mares, Granada, 1985, p. 214.
81. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 201.
82. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 347
83. Cita de CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil español, común y foral, Instituto Editorial Reus,
Madrid, 1954, T. III, p. 231.
84. MAZEAUD, Henri, León y Jean, Op. cit., Parte II, Vol. I, p. 167.
85. SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., Op. cit., p. 181.
86. LAFAILLE, Héctor, Derecho civil, Ediar S.A. Editores, Buenos Aires, 1953, T. I, p. 90.
87. BORDA, Guillermo A., Manual de contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 49; PLANIOL,
Marcelo y RIPERT, Jorge, Op. cit., T. VI, p. 221; SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. I, p. 293; GHESTIN,
Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 275; LACRUZ BERDEJO, José Luis,
Elementos de Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1977, T. II, p. 92; TORRENTE, Andrea y
SCHLESINGER, Piero, Manuale di Diritto privato, Giuffrè Editore, Milano, 1978, p. 487; CASTÁN
TOBEÑAS, José, Op. cit., T. III, p. 415.
88. Cita de MAZEAUD, Henri, León y Jean, Op. cit., Parte II, Vol. I, p. 176.
89. MICCIO, Renato, Op. cit., p. 164.
90. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 348.
91. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 222.
92. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 329.
93. FERRI, Luigi, Op. cit., p. 93 ; MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., 103 .
94. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Op. cit., T. VI, p. 225.
95. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 349.
96. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 103.
97. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 349.
519 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Declaraciones contractuales.
3. Dirección del destinatario.
4. Carácter de la consideración de conocimiento.
5. Imposibilidad de conocer, sin culpa del destinatario.
2. DECLARACIONES CONTRACTUALES
La regla establecida por el artículo 1374 del Código civil sólo es
aplicable a las declaraciones contractuales dirigidas a determinadas per-
sonas.
De tal manera que, en primer lugar, cualquier declaración que no
tenga carácter contractual, es decir, que no esté relacionada con la for-
mación del contrato o con el cumplimiento de la relación jurídica creada
por él, no cae bajo los efectos del artículo 1374 ni le son aplicables sus
disposiciones.
Así, toda comunicación entre las partes del contrato que no tenga
vinculación con el tema contractual, o sea que no esté destinada a afec-
tar, en una u otra manera, los derechos u obligaciones emanados del
contrato, seguirá la suerte de una comunicación ordinaria entre dos per-
sonas, de tal manera que su recepción en la dirección del destinatario no
dará lugar a que se considere conocida por éste.
Por otro lado, puede darse el caso de una comunicación de un ter-
cero dirigida a una de las partes contractuales o a ambas, que tenga
relación con la formación o con los efectos del contrato. Si bien es cierto
que en este caso la declaración no es estrictamente contractual, pues no
emana de una parte contratante ni es hecha en la esfera del contrato, sí
es contractual en sentido amplio, por cuanto va a afectar el contrato.
Pienso que, en tal caso, debe darse a esa declaración el trato previsto en
el artículo 1374.
En cambio, si se trata de una declaración hecha por una de las par-
tes a un tercero, aún cuando verse sobre un tema contractual, considero
521 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Plazo de aceptación
2. PLAZO DE LA ACEPTACIÓN
Ya se ha visto al comentar el artículo 1373 del Código civil que uno
de los requisitos de la aceptación es que sea oportuna o, en otra palabra,
tempestiva, esto es, que debe ser hecha no solamente mientras se encuen-
tra vigente la oferta, sino también a tiempo, o sea dentro del plazo fijado
por el oferente o por la ley para que ella sea formulada.
El artículo 1375 regula el caso del plazo fijado por el oferente, dis-
poniendo que la aceptación debe llegar a conocimiento del oferente dentro
del plazo establecido por él.
Obsérvese que dicho artículo no distingue entre el plazo resoluto-
rio y el suspensivo, de tal manera que debe aceptarse que se refiere a
ambos. Esto determina que si el plazo es resolutorio, la aceptación no debe
llegar a conocimiento del oferente después del vencimiento de dicho pla-
zo, y si es suspensivo no debe llegar antes del vencimiento del mismo.
MICCIO1 y MESSINEO2 consideran que la falta de oportunidad debe
ser evaluada objetivamente, o sea prescindiéndose de la culpabilidad del
aceptante. Basta que la aceptación no sea tempestiva para que sea inefi-
caz, no produciendo efecto alguno como aceptación.
Consecuente con el principio de la cognición adoptado en el artí-
culo 1373, el codificador ha establecido que la aceptación, para ser
oportuna, debe llegar a conocimiento del oferente dentro del plazo fijado
por él. No cabe duda que, para este efecto, funciona la presunción de
conocimiento contenida en el artículo 1374 del Código civil, con todas
las particularidades examinadas al comentar dicho artículo.
Corresponde al aceptante adoptar diligentemente todas las medi-
das del caso para lograr que la declaración de aceptación sea conocida
por el oferente o llegue a su dirección dentro del plazo establecido. MIRA-
BELLI3 cita una jurisprudencia italiana según la cual aun cuando la
intempestividad no sea imputable al aceptante y hasta cuando sea impu-
table al propio oferente, el contrato no se concluye. Resulta difícil entre
nosotros aceptar este último extremo, tomando en consideración lo dis-
puesto por los artículos 1362 y 1374 del Código civil.
El plazo que señale el oferente debe ser determinado o determina-
ble, esto es, bien sea estableciendo un plazo de vigencia (durante tantos
531 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Cuestionamiento del artículo 1376.
3. Declaración tardía.
4. Declaración no conforme con la oferta.
5. Rechazo de la oferta.
6. La contraoferta.
7. El aviso de eficacia.
8. Aceptación parcial
que ella, ya que cualquier discrepancia, por pequeña que sea, determina
que la declaración del destinatario de la oferta no tenga el carácter de
aceptación ni, por ello, dé lugar a la formación del contrato. En tal senti-
do, el artículo 1359 del Código civil establece que no hay contrato
mientras las partes no estén conformes sobre todas sus estipulaciones,
aunque la discrepancia sea secundaria.
La oportunidad o tempestividad de la aceptación es el requisito
según el cual la aceptación debe llegar a conocimiento (real o presunto)
del oferente durante la vigencia de la oferta o dentro del plazo estableci-
do por el oferente. La declaración del destinatario de la oferta que no es
oportuna o tempestiva, aun cuando sea totalmente congruente con la
oferta, no es aceptación.
En estas condiciones, la declaración oportuna del destinatario de
la oferta que no es conforme a ésta o la declaración del mismo que llega
tardíamente a conocimiento del oferente, no pueden ser denominadas
“aceptación”, como lo hace el artículo 1376 del Código civil.
Tales declaraciones son, en realidad, rechazos implícitos de la oferta
(ya se ha visto al comentar el artículo 1373, supra, Tomo I, p. 500, que la
falta de aceptación de la oferta es un rechazo tácito de la misma), que
dan lugar a la caducidad de la oferta.
Resulta, pues, poco técnico considerar que existe una aceptación
tardía o una oportuna que no sea conforme a la oferta, cuando lo cierto
es que no ha habido aceptación y que se ha producido un rechazo de la
oferta(*).
En el Esboço de Código civil brasileño redactado por TEXEIRA DE FREI-
TAS1 se da la solución correcta al decir en su artículo 1846 que se “reputará
la propuesta como no aceptada, si la otra parte la modificase en cual-
quier sentido (...)”.
Por cierto, no existe inconveniente conceptual alguno para que se
establezca que la declaración del destinatario conforme a la oferta que
llega tardíamente a conocimiento del oferente o la declaración oportuna
(*) SÁNCHEZ URITE2 nos dice que “si nos encontramos frente a una oferta, o se la acepta o
no se la acepta; pero de manera alguna se puede decir, hablando en correctos términos
jurídicos, que la oferta se acepta con modificaciones; ni menos aún que las modificacio-
nes al aceptarla son una nueva oferta; no se puede hablar de manera alguna de aceptación
ante la presencia de una modificación, la oferta primitiva caduca por no haber sido
aceptada y surge a la vida una nueva oferta, que al ser conocida por el primitivo
oferente (ahora destinatario de esta nueva oferta) podrá aceptarla o no; si la acepta tal
como le ha llegado, el contrato se perfecciona”.
536 EL CONTRATO EN GENERAL
del mismo que no sea conforme a la oferta (no obstante constituir un re-
chazo de la oferta) equivalen a una contraoferta.
En tal sentido, el Código civil del Japón, si bien incurre en el error
de reconocer la aceptación tardía (artículo 523) y la aceptación sujetan-
do la oferta a una condición o con alguna otra modificación (artículo
528), tratándose de este último caso establece que se considera que el
aceptante ha rechazado la oferta original y ha hecho una nueva oferta.
MANRESA3, MESSINEO4 y DÍEZ-PICAZO5 están doctrinariamente de acuerdo
con esta última posición.
Como se ve, sólo se trata de una concepción defectuosa del artículo
1376 del Código civil peruano, pero que en el fondo no significa la inapli-
cabilidad de la regla contenida en el primer párrafo de dicho artículo,
respecto a considerar las llamadas “aceptaciones” de que él trata como
contraofertas.
Para que esto sea viable se requiere que la contraoferta o nueva
oferta incorpore en sí misma la oferta original, sin agregarle nada tra-
tándose de la declaración tardía, o agregándole las modificaciones en el
caso de la declaración no conforme, de tal manera que sea una oferta
completa susceptible de ser aceptada por el primitivo oferente, que se ha
convertido en destinatario, mediante un simple “sí”.
Lo que sí da lugar a serias reflexiones es el segundo párrafo del
mismo artículo, que establece que, sin embargo, el oferente puede consi-
derar eficaz la aceptación tardía o la que se haga con modificaciones,
con tal que dé inmediato aviso en ese sentido al aceptante.
El tercer párrafo del artículo 1326 del Código civil italiano dispone
que el proponente puede considerar eficaz la aceptación tardía, con tal
que dé aviso inmediatamente a la otra parte, y el quinto párrafo del mis-
mo artículo establece que una aceptación no conforme a la propuesta
equivale a nueva propuesta. Comentando este quinto párrafo, MESSINEO6
dice que debe entenderse que se trata de una norma derogable por la vo-
luntad del proponente, en el sentido que él puede renunciar a valerse del
dispositivo (darle el tratamiento de nueva oferta) y tener por idónea para
formar el contrato, una aceptación no conforme con la oferta. “Es una
situación en la cual, agrega, el proponente puede resolverse a pasar so-
bre la exigencia que él, inicialmente, conceptuaba como esencial; en tal
caso, el contrato se perfecciona, sin observancia de ella”.
Me resulta difícil admitir que si la declaración tardía y la oportuna
no conforme con la oferta significan el rechazo de ésta, se consideren
esas declaraciones como eficaces, dándoles el carácter de aceptaciones.
El resultado sería que la declaración tardía sería considerada aceptación
537 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
3. DECLARACIÓN TARDÍA
El Código civil de 1936, cuyo artículo 1335 adoptaba la teoría de la
expedición, contemplaba la posibilidad de que una aceptación expedida
oportunamente llegase tardíamente a conocimiento del oferente, dando
como solución que se consideraba una declaración extemporánea, que
no daba lugar a la formación del contrato.
El Código civil de 1984, al acoger la teoría de la cognición, evita
este problema ya que la aceptación que llega real o presuntamente a co-
nocimiento del oferente después de haber terminado la vigencia de la
oferta o vencido el plazo fijado por el oferente, cualquiera que sea el
momento en que ha sido declarada o expedida, no es oportuna y, por ello,
pierde su carácter de aceptación.
Ya se ha visto que para los efectos de la intempestividad de la acep-
tación no se toma en consideración la culpabilidad del aceptante.
tación con la oferta deba ser absoluta, de tal manera que la menor dife-
rencia entre una y otra da lugar a que no exista aceptación.
La doctrina7 se inclina mayoritariamente en este sentido. Sin em-
bargo, MICCIO8 considera que la congruencia no debe ser absoluta y que
es permitido distinguir entre condiciones que conciernen a la aceptación
y condiciones que, si bien en algo son modificaciones con respecto a la
oferta, no son suficientes para excluir la aceptación misma. ALBALADEJO9,
en cambio, dice que en su opinión “no se trata de que la modificación
introducida sea más o menos importante ni de que realmente no se lle-
gue a rechazar positivamente nada de la oferta, sino sólo a agregar algún
nuevo extremo al texto propuesto, sino que se trata de que no habiendo
total acuerdo en el íntegro texto definitivo, no hay consentimiento, pues
éste ha de ser completo, de forma que englobe todos los extremos (se en-
tiende que son los esenciales o los secundarios)”.
Participo plenamente de esta última opinión.
5. RECHAZO DE LA OFERTA
Se ha llegado anteriormente a la conclusión que la declaración tar-
día hecha respecto a la oferta y la declaración no conforme con ella
constituyen un rechazo tácito de la oferta, con los mismos efectos de un
rechazo expreso, lo que determina la caducidad de ésta.
Con el rechazo, la oferta deja, pues, de tener eficacia, sin que sea
necesario, como dice MIRABELLI10, que el oferente la revoque.
Por otro lado, si el destinatario de la oferta, después de haber for-
mulado una declaración introduciendo modificaciones en ésta, o sea
rechazándola, deseara aceptar oportunamente la oferta tal como fue
emitida, no podría hacerlo porque no existiría oferta y, consecuentemen-
te, tal aceptación no daría lugar a la formación del contrato.
DÍEZ-PICAZO 11 nos relata que este problema ha sido estudiado por
la jurisprudencia inglesa, pudiendo plantearse de la siguiente manera:
“TICIO ofrece venderle a CAYO una casa por el precio de cien mil pesetas;
CAYO contesta al poco tiempo afirmando su voluntad de comprar pero
fijando el precio en noventa mil pesetas. TICIO responde rechazando esta
propuesta. Inmediatamente después CAYO comunica a TICIO que acepta
la oferta primitiva, pero entonces TICIO alega que no existe contrato, pues
entre tanto el precio ha subido o ha encontrado un comprador en mejo-
res condiciones”. Dicho autor opina que la conducta de TICIO se encuentra
539 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
6. LA CONTRAOFERTA
El artículo 1376 dispone que la seudoaceptación tardía y la seu-
doaceptación oportuna que no sea conforme a la oferta equivalen a una
contraoferta.
Expresándolo en otros términos, este artículo quiere decir que la
declaración tardía del destinatario de la oferta y la declaración oportuna
del mismo que modifica la oferta, cuyo efecto es el rechazo de ésta, reci-
ben el tratamiento de una nueva oferta.
Refiriéndose al mismo ejemplo relatado en el rubro anterior, DÍEZ-
PICAZO13 dice que las cosas habrían sucedido así: “Ha existido una primera
oferta de TICIO, que no ha sido aceptada por CAYO y que en virtud de esta
falta de aceptación debe entenderse como caducada. Ha existido tam-
bién una segunda oferta, de CAYO, contra-oferta, que no ha sido aceptada
por TICIO. Y, por último, ha habido una tercera oferta, también de CAYO,
coincidente con la primera oferta de TICIO, pero que ahora ha sido recha-
zada por este último.”
Para poder ser nuevas ofertas, la declaración tardía y la oportuna
no conforme con la oferta deben cumplir con el requisito de contener la
intención de contratar. No basta, pues, una declaración tardía conforme
(*) CORBIN14, si bien admite el efecto expresado en el texto, piensa que parece no existir
una buena razón para negar al oferente el derecho de que su oferta se considere eficaz
aun cuando sea rechazada o se formule una contraoferta. Plantea el caso de un oferente
que al hacer su oferta dice: “Esta oferta continuará abierta a su aceptación hasta que yo
le notifique a usted lo contrario, aún cuando usted la rechace diariamente o me envíe
numerosas contraofertas”. Se coloca también en la hipótesis que el destinatario desee
conservar su facultad de aceptar la oferta no obstante formular una contraoferta, para
lo cual diría: “Sigo considerando su oferta; pero entre tanto, estaría dispuesto a com-
prar la propiedad que me ofrece si usted reduce su precio en 500”. Considera CORBIN
que en ambos casos deben respetarse los deseos expresados, respectivamente, por el
oferente y por el destinatario. Me parece que el principio de la autonomía privada
permitiría estas excepcionales situaciones.
540 EL CONTRATO EN GENERAL
con la oferta ni una declaración oportuna no conforme con ella, sino que
ambas declaraciones han de transmitir al oferente, expresa o tácitamen-
te, el propósito de que mediante su aceptación se forme el contrato.
Aun cuando no estoy de acuerdo con la técnica del artículo 1376
del Código civil de hablar de aceptación tardía y de aceptación no con-
forme a la oferta, admito que con estas expresiones se pone de manifiesto
la intención del destinatario de la oferta de celebrar el contrato, porque
si alguien acepta una oferta, aunque sea tardíamente o con modificacio-
nes, es porque desea contratar.
Sin embargo, pienso que ésta no es la única manera de expresar la
intención de celebrar el contrato, pues aun otorgando a la declaración
tardía conforme con la oferta y a la declaración oportuna no conforme
con ella el carácter de rechazo de la oferta, aquella intención puede que-
dar igualmente de manifiesto si la ley confiere a tales declaraciones la
calidad de contraofertas.
En efecto, tal como dice CORBIN15, la diferencia entre el simple re-
chazo de la oferta y la contraoferta es que esta última, si bien es también
un rechazo, tiene algo más, que es el proponer la celebración del contra-
to, bien sea en los mismos términos de la oferta primitiva, cuando se trata
de la declaración tardía, o bien en tales términos con las modificaciones
propuestas por el destinatario, en el caso de tratarse de la declaración no
conforme con la oferta.
Si la ley dispone que la declaración tardía conforme a la oferta y la
declaración oportuna no conforme a la oferta constituyen una contrao-
ferta, no hay duda que si los declarantes, sabiendo esto, formulan sus
declaraciones están admitiendo que ellas van a producir ese efecto, con
lo cual están admitiendo también su intención de contratar.
Como se ha visto anteriormente, la contraoferta produce el efecto
de invertir los papeles, convirtiéndose el primitivo destinatario en ofe-
rente y el primitivo oferente en destinatario, de tal manera que el
contrato se formará en virtud de un nuevo acto de voluntad y no en
virtud de la primera declaración16.
Esta inversión de papeles, si bien no tiene mayor importancia en
los contratos que se celebran cuando las partes se encuentran en el mis-
mo lugar, cobra gran relieve cuando ellas lo están en lugares distintos,
pues el contrato se considerará concluido, no en el lugar en que el primi-
tivo oferente toma conocimiento de la aceptación de su oferta, sino en el
lugar en que el contraoferente toma conocimiento de la aceptación que
formule el primitivo oferente, con las posibles consecuencias que, en cuan-
to a la ley aplicable, ello puede traer.
541 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
7. EL AVISO DE EFICACIA
Se ha visto en el rubro 2) de este comentario que el segundo párra-
fo del artículo 1376 dispone que el oferente puede considerar eficaz la
aceptación tardía o la que se hace con modificaciones, con tal que dé
inmediato aviso en ese sentido al aceptante.
También se ha visto en el mismo rubro cuál es el verdadero sentido
que corresponde dar a esa consideración de eficacia.
El requisito que señala la ley para que sea eficaz la declaración tar-
día o la que se hace con modificaciones, es que se dé inmediato aviso al
declarante.
Considera MIRABELLI17 que, en este caso, la conclusión del contrato
no está subordinada a la declaración del oferente ni, menos aún, a la re-
cepción de esta declaración por el aceptante. El contrato se perfecciona,
dice este autor, en el momento en que la aceptación llega al oferente y
por la sola circunstancia que éste “considere” eficaz la aceptación y, con-
secuentemente, concluido el contrato. Esto es resultado, agrega, del
ejercicio de una facultad de parte del oferente; pero tal facultad está su-
bordinada a un deber, que consiste en dar inmediato aviso al aceptante.
Donde el aviso no sea emitido inmediatamente, el contrato se da por no
concluido; la facultad, en efecto, ha sido mal ejercitada y el comporta-
miento del oferente no produce el efecto previsto por la ley.
Entiendo la opinión de MIRABELLI en el sentido que basta la deci-
sión del oferente para dar eficacia a la aceptación, constituyendo el aviso
al aceptante sólo el cumplimiento de un deber de información a posteriori.
Me resulta difícil compartir esta opinión, aunque admiro su agu-
deza. Pienso que si el aceptante (en realidad, sólo seudoaceptante) sabía
que su aceptación era tardía o que no era conforme a la oferta, sabía tam-
bién que ella normalmente no iba dar lugar a la formación del contrato y
sólo sería considerada como una contraoferta. El hecho, en cierto modo
excepcional, que el oferente convierta esa aceptación en eficaz, dando
lugar a la formación del contrato, no puede ocurrir sin conocimiento del
aceptante, pues de otra manera estaría siendo parte de un contrato cuya
existencia ignora.
Por la misma razón que el aceptante debe conocer que su contrao-
ferta ha sido aceptada para que se forme el contrato, debe conocer también
que esa misma declaración ha dado lugar a la formación del contrato sin
necesidad de aceptación.
Si el Código civil peruano adopta la teoría de la cognición, ello es
porque considera que ambas partes deben saber que el contrato se ha
542 EL CONTRATO EN GENERAL
8. ACEPTACIÓN PARCIAL
Otro caso de aceptación de la oferta, con modificación de ésta, es el
de la aceptación parcial. Para ello se requiere que la oferta sea divisible,
bien en cuanto a los actos jurídicos cuya celebración propone o bien en
cuanto a los bienes sobre los que versa.
Constituye aceptación parcial la que se hace respecto de una parte
de la oferta, rechazando el resto, de tal manera que la aceptación no co-
incide con la oferta, aunque sin dejar de ser congruente con ésta.
Tómese el caso planteado por MANRESA 18, según el cual mediante
una oferta se propone la compraventa de un inmueble y el arrendamien-
to de otro. Si ambos actos jurídicos son absolutamente separables por
voluntad del oferente, puede el destinatario aceptar la compraventa del
inmueble y rechazar el arrendamiento del otro.
Lo mismo ocurriría si se tratara de una oferta de compraventa de
varios bienes, que no forman un juego o conjunto. El destinatario podría
aceptar la compraventa de algunos bienes y no de otros.
543 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Universi-
dad, Buenos Aires, 1981, p. 72.
2. SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., La oferta de contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 177.
3. MANRESA Y NAVARRO, José María, Comentarios al Código civil español, Reus S.A., Madrid,
1967, T. VIII, Vol. II, p. 515.
4. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 340.
5. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 199.
6. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 341.
7. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. BELLUSCIO, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. V, p. 767; FERREYRA, Edgard A., Principales efectos de la contratación civil, Editorial
Abaco de Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 102; MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p.
340; SALVAT, Raymundo, Fuentes de las obligaciones, Tipográfica Editora Argentina, Buenos
Aires, 1954, T. I, p. 71.
8. MICCIO, Renato, I diritti di credito – Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1977, p. 154.
9. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1958, T. II, Vol. I, p. 321.
10. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratto in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 58.
11. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 199.
544 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Ofertas alternativas.
2. OFERTAS ALTERNATIVAS
No existe inconveniente conceptual alguno para que el oferente for-
mule varias ofertas distintas al mismo destinatario, caso en el cual el
destinatario puede aceptar una, algunas o todas las ofertas, formándose
tantos contratos cuantas ofertas hayan sido aceptadas.
Caso distinto es aquél en el que el oferente formula también varias
ofertas al mismo destinatario, pero con la indicación que ellas son alter-
nativas, lo que determina que el destinatario tenga que elegir sólo una
de las ofertas, cuya aceptación da lugar a que queden automáticamente
rechazadas las demás.1
En este caso, el artículo 1377 dispone que la aceptación de cual-
quiera de las ofertas alternativas da lugar a la formación del contrato
respecto a la oferta a la cual el destinatario haya expresado su aceptación.
Por ejemplo, el oferente indica al destinatario que le ofrece ven-
derle un automóvil, arrendarle una casa o darle en mutuo una cantidad
de dinero, con la indicación que estas ofertas son excluyentes entre sí, de
tal manera que la aceptación de una de ellas deja sin efecto las demás.
Según el citado artículo, la aceptación de la oferta de arrendamiento da
lugar a la formación del respectivo contrato, caducando las ofertas rela-
tivas a los contratos de compraventa y mutuo.
Teóricamente es posible que se permita al destinatario elegir va-
rias ofertas, como ocurriría si en el ejemplo antes mencionado se le da la
oportunidad de celebrar dos de los tres contratos propuestos.
MESSINEO2 opina que la declaración conteniendo la elección hecha por el
destinatario vale como cualquier otra aceptación y tiene plena eficacia jurídica.
Hasta ahora se han contemplado casos en que la alternatividad de
las ofertas ha sido expresamente manifestada por el oferente. Cabe pre-
guntarse si la alternatividad puede resultar tácitamente de la propia oferta.
Supóngase que el oferente propone al destinatario venderle una
casa o arrendársela. Es evidente que ambos contratos son excluyentes
entre sí, desde que la celebración de uno cualquiera de ellos hace invia-
ble la del otro. Pienso que se trataría de una oferta alternativa aun cuando
el oferente no lo manifestara así.
1. LAVALLE COBO, Jorge E., “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias
dirigido por Augusto C. BELLUSCIO, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires,
1984, T. V, p. 769.
2. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 317.
547 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Atingencia al artículo 1378.
3. Forma requerida por el oferente.
4. Consecuencia de la inobservancia de la forma.
5. Liberación por el oferente.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Ofertas cruzadas.
2. OFERTAS CRUZADAS
Se consideran ofertas cruzadas las formuladas simultáneamente
por dos o más partes proponiendo la celebración entre ellas de un mismo
554 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) PUIG BRUTAU argumenta así: “Hemos dicho que la oferta y la aceptación constituyen
dos manifestaciones de voluntad cronológicamente sucesivas y la primera determi-
nante del contenido de la segunda. Pero se ha presentado el problema de saber qué
debe suceder cuando las manifestaciones de las partes no aparecen en la forma normal
de oferta y aceptación, sino ambas como ofertas, esto es, como declaraciones indepen-
dientes que se han cruzado, pero que por su contenido se complementan tan
perfectamente como podría hacerlo en el caso de haber sido formuladas como oferta
seguida de aceptación. Así, cuando A ofrece la venta de un objeto que le pertenece por
un precio determinado, mientras B le ofrece comprar el mismo objeto por el mismo
precio, se discute si queda perfeccionado el contrato de venta correspondiente.
Desde un punto de vista estrictamente analítico se ponen reparos a la solución afirma-
tiva. Si de la aceptación se tiene el criterio de que sólo puede consistir en manifestar
que se admite y aprueba una oferta recibida y si del consentimiento tenemos el criterio
rígido de que sólo se manifiesta por el concurso sucesivo de una declaración de voluntad
555 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) Al respecto dice CARRESI9 lo siguiente: “En el contrato, a diferencia de lo que ocurre en
otros actos plurisubjetivos, el acuerdo no se consuma en la constatación de la concorde
voluntad de las partes de realizar un determinado arreglo de sus intereses, como
ocurriría si, por ejemplo, A y B se comunicaran sin concierto previo de estar dispuesto
el uno de vender al otro un determinado bien por un determinado precio y el otro de
estar dispuesto a adquirirlo por el precio que aquél le pide, debiendo sus declaracio-
nes o sus comportamientos expresivos de su consenso seguir un orden preciso,
caracterizado cabalmente por el sometimiento de un proyecto de reglamento negocial
de parte de uno al otro y por la adhesión de este último a aquel proyecto. Solamente
de este modo es posible establecer el momento y el lugar de formación del contrato,
que en nuestro ordenamiento es el momento y el lugar en que el proponente conoce la
aceptación.
557 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, T. II2, p. 137.
2. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1975, p. 232.
3. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1954, T.
II, Vol. I, p. 208.
4. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. II, p. 754.
5. SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., La oferta de contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 89.
6. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge, Tratado práctico de Derecho civil francés, Cultural S.A., Haba-
na, 1946, T. VI, p. 220.
7. CORBIN, Arthur Linton, Corbin on contracts, West Publishing Co., St. Paul, 1952, p. 94.
8. FRIED, Charles, Contract as promise, Harvard University Press, Cambridge, 1981, p. 53.
9. CARRESI, Franco, Op. cit., T. II, p. 752.
558 EL CONTRATO EN GENERAL
559 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Inicio de ejecución.
3. Supuestos de aplicación del artículo 1380.
4. Inicio de ejecución.
5. Momento y lugar de formación del contrato.
6. El aviso del inicio de ejecución.
2. INICIO DE EJECUCIÓN
La esencia del artículo 1380 es que el contrato queda concluido en
el momento y lugar en que comenzó la ejecución.
La doctrina extranjera, especialmente la italiana, duda sobre el ca-
rácter jurídico que tiene este comienzo de ejecución.
Consideran algunos1 que se trata de una aceptación tácita, mien-
tras que otros2 piensan que es un hecho concluyente, que no es otra cosa
que una declaración expresada con medios distintos que la palabra. CAM-
PAGNA3 opina que se está en presencia de un negocio de actuación, entendido
como la expresión del querer del ejecutante a través de un comporta-
miento o actuación, en tanto que los seguidores de SCIALOJA4 afirman que
es una manifestación de índole distinta de la declaración, incompatible
con la naturaleza negocial de la aceptación.
En realidad, tras esta pluralidad de posiciones se oculta un cues-
tionamiento que puede expresarse en términos más sencillos. ¿El comienzo
de ejecución es una manifestación (expresa o tácita) de voluntad del des-
tinatario aceptando la oferta o es el ejercicio de un poder de formar el
contrato sin exteriorizar la voluntad?
Trataré de explicar mejor estos dos planteamientos, partiendo del
presupuesto necesario de que nos encontramos en presencia de un con-
trato, cuya peculiaridad es que a solicitud del oferente o por la naturaleza
de la operación o según los usos, la prestación a cargo del destinatario de
la oferta haya de ejecutarse sin respuesta previa.
En ambos planteamiento se da el denominador común de que el
oferente formula al destinatario una oferta normal, cumpliendo con to-
561 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
dos los requisitos que debe reunir una oferta según lo estudiado al co-
mentar el artículo 1373, con la peculiaridad de que, en un caso, el oferente
solicita al destinatario que ejecute la prestación a su cargo, lo que no ocu-
rre en los otros dos casos.
Según el primer planteamiento, el destinatario considera que para
que se forme el contrato se requiere que preste su aceptación y para cum-
plir con este requerimiento dé inicio a la ejecución de la prestación a su
cargo. En realidad, mediante tal comportamiento está exteriorizando
(aunque sea en forma no recepticia) su aceptación conteniendo la volun-
tad común de celebrar el contrato.
Comentando el numeral 151 del Código civil alemán, que contem-
pla una hipótesis muy parecida a la del artículo 1380 del Código civil
peruano, dice TUHR 5 que la facilidad que ofrece dicho artículo para la
conclusión del contrato consiste en que no es necesario que la aceptación
se declare al oferente y que llegue a su alcance, perfeccionándose el con-
trato en virtud del acto que implica el consentimiento del aceptante. En
sentido parecido MICCIO6 considera que la aceptación se perfecciona con
el inicio de la ejecución, porque se trata de una aceptación no recepticia
basada sobre el contenido concreto del contrato.
Entendido de esta manera el artículo 1380 del Código civil perua-
no viene a ser, como sostiene SACCO7 hablando del artículo 1327 del Código
civil italiano, una común aplicación de la regla consensualista y declara-
cionista, que sólo contiene una derogación al principio de la receptividad
de las declaraciones contractuales.
De conformidad con el segundo planteamiento, la oferta del ofe-
rente funciona no sólo como una propuesta, sino también como una
autorización (expresa en el caso de la solicitud de ejecución y tácita en
los casos de la naturaleza de la operación y de los usos) concedida al des-
tinatario para que mediante un comportamiento (el inicio de ejecución
de la prestación) consiga de inmediato el resultado que busca, o sea la
formación del contrato. El comportamiento no es, pues, una expresión de
aceptación, sino una manera de formar el contrato mediante la ejecución
de la prestación(*).
(*) Refiriéndose a la forma del negocio jurídico, BETTI8 manifiesta que “el negocio consis-
tente en un comportamiento no dirigido a destinatarios, se construye, no ya como
‘indicio’ de una voluntad que eventualmente puede comprobarse por otros medios,
derivarse de otros indicios, sino como expresión objetiva de autonomía privada con la
que se da vida a una reglamentación de intereses privados. También aquí, y no menos
que en los negocios declarativos, el comportamiento tiene una función constitutiva, no
meramente probatoria, reveladora”.
562 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Añade este autor que “en primer lugar, no veo porqué la voluntad del proponente
debe ser así limitada, desde el momento que se trata de una facilidad otorgada al
promisario y no viceversa. Por otro lado, los usos tienen eficacia y es suficiente que
sean reclamados por la ley y no también invocados por las partes o por una de ellas.
Por último, si fuese exacta la interpretación que critico la primera ‘o’ de la locución
legislativa no tendría razón de ser y se habría debido escribir ‘en caso fuera requerida
por el proponente por la naturaleza del negocio o según los usos’”.
565 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Naturaleza de la operación.
En este caso, el procedimiento es más complicado. Por un lado, el
oferente dirigirá su oferta al destinatario proponiéndole la celebración
del contrato, pero sin solicitarle que ejecute la prestación sin respuesta
previa. Esta última decisión la adoptará unilateralmente el destinatario,
tomando en consideración la naturaleza de la operación materia del con-
trato propuesto.
La decisión del destinatario no debe ser arbitraria, en el sentido
que a su solo juicio la operación requiera una ejecución inmediata, sino
que debe obedecer a una razón justificada.
SACCO14 nos relata que la jurisprudencia italiana, intentando una
regla general, ha encontrado que la naturaleza del contrato justifica la
ejecución sin respuesta:
a) Cuando la ejecución sea tan urgente, que podría ser perjudicada si
se difiere la aceptación;
b) Cuando subsista un específico interés del proponente para la eje-
cución inmediata, prevalente sobre el interés a recibir la
comunicación de aceptación.
Parece existir un error en tal jurisprudencia, pues en este caso no
se trata de proteger el interés del proponente, como sí ocurre cuando es
566 EL CONTRATO EN GENERAL
Los usos.
Se trata de un caso muy parecido al anterior, con la diferencia que
en éste se juzga la necesidad de ejecución en función de la propia opera-
ción, vista singularmente, mientras que en el caso de los usos se toma en
consideración un proceder generalizado.
En efecto, el uso está constituido por un hecho material que se prac-
tica de manera general, es decir, que constituye una práctica común a
un determinado círculo de personas independientes entre sí. El uso re-
quiere, además, ser constante, en el sentido que debe existir uniformidad y
continuidad en los actos15.
La decisión del destinatario es más fácil de tomar, pues le bastará
acreditar la existencia de los usos para justificar su actitud de dar inicio
a la ejecución sin respuesta previa.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. El silencio circunstanciado.
3. La dispensa del oferente.
4. Costumbre de no aceptar expresamente.
5. La invitación a ofrecer.
6. El aviso de rehusamiento.
7. La prueba de la costumbre y de la invitación a ofrecer.
2. EL SILENCIO CIRCUNSTANCIADO
El artículo 1381 del Código civil recoge la figura del silencio cir-
cunstanciado o cualificado, según la cual en ciertas circunstancias
idóneas de hecho, que son perceptibles por el destinatario, el silencio de
éste debe reputarse como aceptación.
Obsérvese que el silencio circunstanciado no debe ser confundido
con el comportamiento concluyente del que he hablado al comentar el
artículo 1380, que no es una omisión, sino, por el contrario, una actua-
ción constituida por la ejecución de la prestación(*). En el primer caso, el
(*) Al respecto nos dice SACCO1 que “las dos figuras eran en un tiempo mezcladas dentro
de la más amplia categoría de la declaración tácita. La distinción entre ellas fue deli-
neada por los autores de la segunda mitad del presente siglo, y hoy constituye un
resultado admitido por la mejor doctrina, que tiene cuidado –sobre todo– de distinguir
el silencio circunstanciado de la llamada actuación de voluntad (ejecución del contrato
sin previa declaración)”.
573 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) CORBIN5 con su peculiar estilo literario nos indica que “debe quedar aquí plenamente
evidente que un oferente no tiene el poder de causar que el silencio del destinatario
opere como una aceptación cuando el destinatario no se propone eso. La conducta del
destinatario puede ser tal como para hacer el silencio operativo contra él; y la conducta
del oferente puede ser tal como para hacer del silencio del destinatario una aceptación
suficiente que lo vincula al oferente.
Pero un oferente no puede, simplemente diciendo que el silencio del destinatario será
tomado como una aceptación, causar que ello sea operativo. Él no puede forzar al
destinatario a tomar su pluma en la mano, o gastar una estampilla de dos centavos, o
abrir su boca, bajo la sanción de ser ligado por un contrato si no lo quiere.
Es substancialmente el mismo caso como cuando un oferente intenta dar el significado
de aceptación a algún otro acto ordinario del destinatario que éste desea practicar sin
darle ese sentido. Si A ofrece su tierra a B por un precio, diciendo que B puede signifi-
car su aceptación comiendo su desayuno o izando su bandera en el natalicio de
Washington o asistiendo a la iglesia el domingo, él no puede causar que esas acciones
de B sean consideradas operativas como aceptación contra la voluntad de B. Si B muestra
que no tiene intención de aceptar, y que comió su desayuno simplemente porque tenía
hambre, o izó su bandera porque era su costumbre patriótica, o fue a la iglesia a escu-
char el sermón, ningún contrato se ha concluido aun cuando A realmente creía que B
intentaba aceptar”.
575 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. LA INVITACIÓN A OFRECER
Dicen PLANIOL y RIPERT8 que en los casos en que la proposición ha
sido provocada por el que la recibe, el silencio de éste es explicable por la
inutilidad de repetir una adhesión dada por antemano por parte del ini-
ciador de las relaciones.
Esta es la razón por la cual el artículo 1381 dispone que si el desti-
natario ha hecho una invitación a ofrecer, se reputa concluido el contrato
si la oferta no es rehusada sin dilación.
Se entiende por invitación a ofrecer la manifestación hecha bien
sea a personas determinadas o bien al público en general informándoles
el deseo del invitante de celebrar un contrato, cuyos lineamientos gene-
rales se describen, e invitándoles a que formulen ofertas destinadas a la
conclusión de dicho contrato. Es rasgo característico de la invitación a
ofrecer que el invitante no queda vinculado por su manifestación, de tal
manera que no está obligado a aceptar las ofertas que se le formulen aten-
diendo a la invitación.
Para los efectos del artículo 1381 debe considerarse, desde luego,
que la oferta que se formula se refiere al mismo contrato que es materia
de la invitación a ofrecer.
La disposición que comento tiene sentido, pues es lógico que quien
ha manifestado seriamente su disposición a contratar y ha invitado a que
se le formulen ofertas, creando así una expectativa de celebración de un
contrato, asuma una especial diligencia para poner en conocimiento de
quien, accediendo a su invitación, ha formulado una oferta, que no está
dispuesto a aceptarla. Por otro lado, el oferente tiene confianza de que su
oferta, por encontrarse dentro del marco de la invitación, va a ser acep-
tada, de tal manera que si esto no ocurre debe ser informado sin dilación.
Por ello, el artículo 1381 establece, con razón, que si el invitante no
rehúsa de inmediato la oferta que se le formula, el contrato se reputa
concluido, desde luego en los términos contenidos en la oferta.
577 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
6. EL AVISO DE REHUSAMIENTO
Dada la naturaleza especial de este aviso, cuya finalidad es la de
informar al oferente que, no obstante haber accedido a la invitación, su
oferta no ha sido aceptada, tiene el carácter de declaración recepticia y,
por lo tanto, debe ser conocido sin dilación por el oferente. Para los efec-
tos del conocimiento, considero que es de aplicación la presunción
contenida en el artículo 1374 del Código civil, desde que el aviso es una
declaración contractual dirigida al oferente, quien ya se ha identificado.
El aviso de rehusamiento debe ser dado sin dilación, lo cual debe
entenderse como lo más pronto que sea posible al destinatario de la ofer-
ta y, tratándose de personas que no se encuentran en comunicación
inmediata, utilizándose el medio más rápido de comunicación al que ten-
ga acceso el destinatario.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Sistema adoptado por el Código civil.
3. Obligatoriedad de la oferta.
4. Excepciones a la obligatoriedad.
3. OBLIGATORIEDAD DE LA OFERTA
De acuerdo con la posición tomada por el Código civil, la oferta, en
principio, obliga al oferente. La eficacia vinculatoria de la oferta descan-
sa, pues, en la ley, sin que sea necesario que el oferente la quiera o conozca,
de tal manera que no es necesario buscar otro fundamento a la fuerza
obligatoria de la oferta.
Doctrinariamente la obligatoriedad de la oferta, o sea que no pue-
de ser revocada por el oferente, es una de las dos manifestaciones del
principio de la vinculación del oferente, según el cual éste, por el hecho
de formular la oferta, queda sujeto a todas las consecuencias de ella, in-
dependientemente de su voluntad. La otra manifestación del citado
principio es la autonomía de la oferta, que consiste en la independencia
de ésta respecto al fallecimiento o incapacidad del oferente.
Conviene precisar el concepto de oferta para establecer los alcan-
ces de su obligatoriedad. Ya se ha visto que, según el sistema del Código
civil peruano, la oferta es una declaración naturalmente recepticia, o sea
que debe ser dirigida a una persona determinada para que sea conocida
por ésta, de tal manera que la oferta se perfecciona (adquiere propia-
mente el carácter de tal y es, por lo tanto, obligatoria) en el momento en
que llega a conocimiento del destinatario. Antes de este momento la de-
claración del oferente no es, propiamente, una oferta(*).
Propuesta y oferta.
Tomando en consideración lo que se acaba de exponer, pienso que
la manera más idónea para determinar en qué consiste la obligatoriedad
(*) Es pertinente tener presente que CORNEJO3 considera que: “La fuerza obligatoria de la
oferta sólo la adquiere a partir del momento en que llega a aquel a quien está dirigida,
por aplicación del principio general de que todas las declaraciones de voluntad dirigi-
das a un tercero no producen efectos jurídicos sino desde el momento en que el tercero
las conoce. Hasta este instante valen como manifestaciones de voluntad existentes
independientemente, pero que aún pertenecen sólo a quien las ha emitido”.
582 EL CONTRATO EN GENERAL
Efectos de la obligatoriedad.
El principal efecto de la obligatoriedad de la oferta es que ésta debe
ser mantenida durante todo el plazo de su vigencia, de tal manera que el
destinatario está en aptitud de aceptarla dentro de dicho plazo, dando
lugar con ello a que el contrato quede concluido. No se trata, pues, de
que simplemente el oferente está obligado a respetar la oferta y que, si la
revoca, queda sujeto a la indemnización de daños y perjuicios, sino que
cualquier revocación hecha por el oferente durante la vigencia del plazo
583 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) TUHR6, refiriéndose a la eficacia vinculatoria de la oferta, dice que “a la vinculación del
oferente corresponde un derecho del destinatario; es un derecho de configuración: el
destinatario tiene la facultad, que no puede quitársele, de dar vida mediante su decla-
ración al contrato cuyo contenido resulta de la oferta. Frente a este derecho, la revocación
del oferente carece de efecto y no es necesario tomarla en consideración.
584 EL CONTRATO EN GENERAL
personas distintas, o sea que asuma dos obligaciones iguales. Lo que ocu-
rrirá es que la obligación que es cumplida en primer término dará lugar
a que la prestación en que consiste la segunda obligación, si no es fungi-
ble, resulte imposible por culpa del deudor. Si el contrato es de
prestaciones recíprocas, ello determinará que el mismo quede resuelto
de pleno derecho, no pudiendo exigir el deudor la contraprestación y es-
tará sujeto a la indemnización de daños y perjuicios (artículo 1432). Si el
contrato fuera de prestación unilateral o de prestaciones autónomas, el
deudor queda sujeto a la indemnización de daños y perjuicios, debiendo
comprender el resarcimiento tanto el daño emergente como el lucro ce-
sante (artículo 1321).
Para paliar los peligros de esta solución en el caso de los contratos
de opción (que también dan lugar a la formulación de una oferta irrevo-
cable), el artículo 2023 del Código civil dispone que la inscripción de estos
contratos en el registro de la propiedad inmueble otorga, durante su vi-
gencia, derecho preferente sobre todo derecho real o personal que se
inscriba con posterioridad.
Lamentablemente, no existe una disposición similar para el caso
de las ofertas que versen sobre bienes muebles.
Plazo de la oferta.
La oferta es obligatoria durante el plazo de su vigencia. No lo es
antes, por no ser aún oferta, ni lo es después, por haber dejado de ser
oferta.
El carácter obligatorio de la oferta no ofrece mayores problemas
cuando se trata de ofertas que se hacen sin conceder plazo determinado
o determinable, pues los incisos 1 y 2 del artículo 1385 del Código civil
establecen las oportunidades en que tales ofertas caducan, según se trate
de destinatarios con los cuales los oferentes están o no en comunicación
inmediata.
La dificultad puede presentarse en los casos que las ofertas se con-
cedan con plazo determinado o determinable, en los cuales la oferta
produce efectos obligatorios dentro de tal plazo, pues cabe preguntarse
si este plazo debe tener o no alguna limitación.
Hemos visto que según el sistema de la obligatoriedad de la oferta
“la vinculación del oferente es absoluta durante el plazo de vigencia de
la oferta, de tal manera que el contrato se forma, aun contra la voluntad
del oferente, si la oferta es aceptada oportunamente. En estas condicio-
nes, ¿es prudente permitir que el oferente quede vinculado por su oferta
por un plazo excesivamente dilatado?
585 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
4. EXCEPCIONES A LA OBLIGATORIEDAD
Según se ha visto, el artículo 1382 del Código civil consagra el prin-
cipio de la obligatoriedad de la oferta, pero contempla como excepciones
a este principio que lo contrario no resulte de los términos de la oferta,
de la naturaleza de la operación o de las circunstancias del caso.
Las excepciones a la obligatoriedad no deben ser entendidas, en mi
opinión, como que el contrato deja de formarse aun cuando exista acep-
tación por parte del destinatario, sino únicamente en el sentido que el
oferente puede revocar la oferta antes de que sea aceptada.
Toda oferta, sea obligatoria o no, da lugar a la conclusión del con-
trato cuando la aceptación es conocida por el oferente mientras la oferta
se encuentre vigente. Podría decirse, por lo tanto, que toda oferta, sin
excepción, vincula al oferente si es aceptada oportunamente, pero que
éste puede, en los casos de excepción de la obligatoriedad, revocar la ofer-
ta antes de que sea aceptada para evitar, así, que la aceptación sea
oportuna y que dé lugar a la formación del contrato.
La doctrina alemana7 opina distinto, pues sostiene que la vincula-
ción de la oferta puede ser también excluida en el sentido que el oferente
conservará plena libertad contractual, de suerte que la oferta se conside-
rará únicamente como una invitación a ofrecer. Discrepo de esta opinión,
pues pienso que la oferta es de naturaleza diferente a la de la invitación
a ofrecer y que tienen efectos distintos. La invitación a ofrecer no es una
586 EL CONTRATO EN GENERAL
Términos de la oferta.
La obligatoriedad de la oferta no es un elemento esencial de ésta,
en el sentido que toda oferta es, por su naturaleza, obligatoria, sino un
elemento natural, de tal manera que el oferente puede estipular lo con-
trario. Si en la oferta se pone de manifiesto que ella no es obligatoria, el
oferente podrá revocarla en cualquier momento.
La manifestación del oferente puede ser expresa o tácita, de la
manera indicada en el artículo 141 del Código civil.
No habría inconveniente, por otro lado, que la falta de obligatorie-
dad fuera simplemente parcial. Por ejemplo, se puede formular una oferta
que estará vigente por el plazo de un año, indicándose que sólo será obli-
gatoria durante los primeros tres meses de dicho plazo y que podrá ser
revocada durante los nueve meses restantes.
Naturaleza de la operación.
Aun cuando lo he pensado bastante no he podido imaginar un caso
en que la naturaleza de la operación pueda determinar que la oferta no
sea obligatoria.
Sin embargo, no puede descartarse la posibilidad de que, efectiva-
mente, existan operaciones cuya contratación exija que la oferta hecha
con plazo determinado o determinable pueda ser revocada en cualquier
momento. La casuística de la vida es tan grande que supera las previsio-
nes, por lo cual la norma es prudente.
En cuanto a las ofertas hechas sin conceder plazo determinado o
determinable, la regla del artículo 1385 es que ellas caducan cuando no
son aceptadas con la celeridad requerida, de tal manera que la obligato-
riedad de la oferta no juega un rol determinante en estos casos.
tro, expone los casos en que resulta de las circunstancias que la oferta deja
de obligar.
1. LEÓN BARANDIARÁN, José, Comentarios al Código civil peruano (De los contratos), Librería e
Imprenta Gil S.A., Lima, 1944, T. III, p. 51.
2. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 185.
3. CORNEJO, Ángel Gustavo, Exposición sistemática y comentarios – De los contratos en general,
Lima, 1938, p. 83.
4. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 314.
5. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, T. II2, p. 146.
6. Ibídem, p. 147.
7. LEHMANN, Heinrich, Tratado de Derecho civil – Parte general, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1956, Vol. I, p. 341.
8. BEVILAQUA, Clovis, Codigo civil dos Estados Unidos do Brasil, Livraria Francisco Alves, Rio de
Janeiro, 1930, Vol. IV, p. 247.
9. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 67.
10. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1987, T. II, p. 758.
11. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 68.
12. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 309; DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil
Patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid, T. I, p. 195.
13. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 67.
590 EL CONTRATO EN GENERAL
591 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Autonomía de la oferta.
3. Muerte o incapacidad sobreviniente del oferente.
4. Obligación de los herederos o representantes legales.
5. Intransmisibilidad de la oferta.
2. AUTONOMÍA DE LA OFERTA
Se ha visto en el comentario al artículo 1382 que el principio de la
vinculación del oferente tiene dos manifestaciones: la obligatoriedad de
la oferta y la autonomía de la misma. Puede decirse que estas dos mani-
festaciones están indisolublemente unidas, pues si se considera que la
oferta es irrevocable, la muerte o incapacidad sobreviniente del oferente
determinará que su fuerza vinculante pase a sus herederos o represen-
tantes legales.
Así lo ha entendido la doctrina de aquellos países cuyos Códigos
adoptan el sistema de la obligatoriedad de la oferta.
Sabemos que el numeral 145 del Código civil alemán dispone que
quien propone a otro la conclusión de un contrato está vinculado a la
oferta, a no ser que haya excluido la vinculación. Refiriéndose a este dis-
positivo, ENNECCERUS 1 dice que la muerte o la incapacidad del oferente
antes de la aceptación no impide, por lo regular, la perfección del contra-
to en virtud de una aceptación que llega al heredero o al representante,
basándose para ello en lo dispuesto por el numeral 153 del BGB.
El Código de las obligaciones suizo establece en su artículo 5 que
cuando la oferta se ha hecho sin fijación de plazo a una persona no pre-
593 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
determine que la oferta hecha por el oferente cuando vivía o era capaz
contenga después la obligada voluntad de aquéllos. No puede enten-
derse así la declaración contenida en el artículo 1383, desde que la
voluntad no se impone.
Posiblemente la manera racional de entender dicho artículo es en
el sentido que el contrato que contiene el acuerdo de voluntades del ofe-
rente y del aceptante queda concluido (no se olvide que la formación del
contrato es simplemente un procedimiento, cuya fase final no requiere la
actuación de la voluntad) cuando los herederos o representantes legales
del oferente que ha fallecido o devenido incapaz toman conocimiento de
la aceptación y que, en virtud de la obligación que el artículo 1383 les
impone, dichos herederos o representantes legales ocupan el lugar del
oferente en la relación jurídica patrimonial creada por tal contrato(*).
TUHR7 sostiene que es necesario que la aceptación llegue a conoci-
miento de los herederos o representantes legales, pero no que se dirija a
ellos, pues si el aceptante ignora el fallecimiento o incapacidad del ofe-
rente, puede dirigir su aceptación a éste.
(*) PUIG BRUTAU8, citando a FULLER, dice que “aunque un hombre muerto no puede con-
tratar, es perfectamente posible considerar que la obligación correspondiente gravita
sobre su herencia. De esto se trata, esto es, de saber si es más justo considerar la oferta
revocada al morir el oferente o, por el contrario, considerar que ha de cumplir la
obligación ofrecida su heredero o su ejecutor testamentario (...)”.
599 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. INTRANSMISIBILIDAD DE LA OFERTA
El artículo 1383 dispone que la oferta no obliga a los herederos o
representantes legales del oferente que fallece o deviene incapaz cuando
la naturaleza de la operación u otras circunstancias determinen que la
fuerza vinculante de la oferta sea intransmisible.
Los casos de intransmisibilidad del vínculo contractual están refe-
ridos principalmente a los contratos que versen sobre obligaciones intuitu
personae o sobre prestaciones infungibles9.
1. ENNECCERUS, Ludwig y KIPP, Theodor, Tratado de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelo-
na, 1954, T. I, Vol. II, p. 260.
2. TUHR, Andreas von, K, Editorial Reus, Madrid, 1934, T. I, p. 138.
3. BREBBIA, Roberto H., Responsabilidad precontractual, Ediciones La Rocca, Buenos Aires, 1987,
p. 131.
4. BIANCA, C., Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 241.
5. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 73.
6. LAVALLE COBO, Jorge E. en Código civil y leyes complementarias dirigido por Augusto C. BELLUS-
CIO, Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1984, T. V, p. 763.
7. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, T. II2, p. 149.
8. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho civil, Ediciones Ariel, Barcelona, 1954, T. II, Vol.
I, p. 250.
9. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1975, p. 215.
600 EL CONTRATO EN GENERAL
601 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Revocación de la oferta.
2. REVOCACIÓN DE LA OFERTA
Según se ha visto, el artículo 1382 del Código civil establece que la
oferta obliga al oferente, si lo contrario no resulta de los términos de ella.
602 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Caducidad de la oferta.
3. Comunicación inmediata.
4. Falta de comunicación inmediata.
5. Retractación del oferente.
2. CADUCIDAD DE LA OFERTA
Puede observarse que en las cinco Ponencias sustitutorias, en el An-
teproyecto y en el primer Proyecto se hablaba de que la oferta dejaba de
ser obligatoria cuando ocurrían las situaciones previstas en los tres inci-
sos que seguían.
Esta redacción permitía que se interpretara en el sentido que, si
bien la oferta dejaba de ser obligatoria, o sea que podía ser revocada, se
mantenía vigente por plazo indeterminado, dando con ello lugar a que el
destinatario pudiera aceptarla en cualquier momento durante esta vi-
gencia, con lo cual el conocimiento por el oferente de esta aceptación
determinaría la conclusión del contrato.
Como el propósito del codificador no era éste, pues deseaba que la
oferta que se encontraba en cualesquiera de las situaciones contempla-
das en los referidos tres incisos se extinguiera, o sea que dejara de tener
valor como oferta, se expresó, con muy buen criterio, que en los indica-
dos casos la oferta caduca.
605 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
3. COMUNICACIÓN INMEDIATA
El inciso 1 del artículo 1385 establece que la oferta caduca si se
hizo sin conceder plazo determinado o determinable a una persona con
la que el oferente está en comunicación inmediata y no fue seguidamen-
te aceptada.
Ya se ha visto al comentar el artículo 1373 del Código civil que en
el sistema peruano el concepto de comunicación inmediata ha sustituido
al concepto de presencia, por expresar mejor que lo que tiene realmente
relevancia para los efectos de la aceptación de la oferta no es la cercanía
física, sino la posibilidad de que el oferente y el destinatario conozcan de
inmediato sus respectivas declaraciones.
El inciso 1 del artículo 1385 indica, al referirse a la oportunidad
que determina la caducidad de la oferta, que ello ocurre si la oferta “no
fue seguidamente aceptada”. Entiendo que la palabra seguidamente fue
utilizada para no repetir el concepto de inmediatez que ya había sido
aplicado a la comunicación, tomando en consideración que la segunda
acepción de la palabra “seguida” (en seguida) en el Diccionario de la Len-
gua Española es inmediatamente.
606 EL CONTRATO EN GENERAL
1. TUHR, Andreas von, Tratado de las obligaciones, Editorial Reus, Madrid, 1934, T. I, p. 49.
2. ENNECCERUS, Ludwig y KIPP, Theodor, Tratado de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelo-
na, 1954, T. I, Vol. II, p. 257.
3. BORDA, Guillermo A., Manual de contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 47.
4. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Editora Sociedad Anónima, Buenos Aires, p. 107.
5. MUÑOZ, Luis, Contratos, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1960, T. I, p. 267.
6. ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1981, p. 70.
613 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
7. BEVILAQUA, Clovis, Direito das obrigaçoes, Livraria Editora Freitas Bastos, Rio de Janeiro, 1931, p. 170.
8. GUHL, Theo, Le Droit fédéral des obligations, Editions Polygraphiques S.A., Zurich, 1947, p. 83.
9. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 311.
10. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, p. 56.
11. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, T. II, p. 774.
12. CORNEJO, Ángel Gustavo, Exposición sistemática y comentarios – De los contratos en general,
Lima, 1938, p. 90.
13. LEÓN BARANDIARÁN, José, Comentarios al Código civil peruano (De los contratos), Librería e
Imprenta Gil S.A., Lima, 1944, T. III, p. 60.
14. TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1947, T. II2, p. 142.
15. ENNECCERUS, Ludwig y KIPP, Theodor, Op. cit., T. I, Vol. II, p. 257.
16. LARENZ, Karl, Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Jaen, 1978, p. 711.
17. BEVILAQUA, Clovis, Codigo civil dos Estados Unidos do Brasil, Livraria Francisco Alves, Rio de
Janeiro, 1930, Vol. IV, p. 249.
18. TUHR, Andreas von, Op. cit., T. II2, p. 126.
19. BEVILAQUA, Clovis, Op. cit., Vol. IV, p. 249.
614 EL CONTRATO EN GENERAL
615 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Retractación del aceptante.
tación. Esto me lleva a pensar que, para los efectos de dicho artículo,
debe considerarse que la retractación es eficaz cuando llegue a conoci-
miento del oferente antes o a la vez que la aceptación sea recibida por
éste. Esto da lugar, en la hipótesis que el oferente acredite haberse encon-
trado en la imposibilidad de conocer la aceptación, al mismo desfase que
se produce en el caso de la retractación de la oferta, o sea que existe un
lapso (el que media entre la recepción de la aceptación y el conocimiento
de ella por parte del oferente) en el cual la aceptación no pueda ser mate-
ria de retractación a pesar que aún no es eficaz, esto es, no ha dado aún
lugar a la conclusión del contrato.
También por la misma razón que en el caso de la retractación de la
oferta, para que pueda funcionar la retractación de la aceptación es ne-
cesario que el aceptante utilice para declararla un medio de comunicación
más rápido que aquel que él mismo empleó para declarar su aceptación.
Si el aceptante hubiera empleado para declarar su aceptación el medio
de comunicación más rápido existente, la retractación es ineficaz por-
que no hay posibilidad que ella llegue a conocimiento del oferente antes
o a la vez que éste tome conocimiento de la aceptación.
De igual manera que la retractación de la oferta, la retractación de
la aceptación tiene el carácter de declaración recepticia, en el sentido
que da BIANCA 2 a este carácter, o sea que la declaración llegue a conoci-
miento del destinatario de la misma, que en este caso es el oferente.
En el comentario al artículo 1387 del Código civil se estudiará si la
retractación de la aceptación puede ser hecha por los herederos o repre-
sentantes legales del aceptante que fallece o deviene incapaz después de
haber declarado su aceptación, pero antes de que ésta sea conocida por
el oferente.
1. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, compilado por Delia REVOREDO DE DE-
BAKEY, Okura Editores, Lima, 1985, T. VI, p. 48.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Muerte o incapacidad del destinatario.
3. Muerte o incapacidad del aceptante.
4. Retractación de la aceptación por los herederos o representantes lega-
les del aceptante.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. La oferta al público.
3. La invitación a ofrecer.
4. La promesa al público.
(*) Debo advertir, antes de seguir adelante, que existe una tendencia doctrinaria5 de lla-
mar “policitación” a la propuesta dirigida al público en general y “oferta” a la dirigida
a persona determinada. En la presente obra no se sigue esa tendencia, sino la expresa-
da al comentar el artículo 1373 del Código civil (supra, T. I, p.474).
626 EL CONTRATO EN GENERAL
Perfeccionamiento de la policitación.
El hecho que la policitación no sea una declaración recepticia, por
estar dirigida a una generalidad de terceros y no a personas determina-
das, da lugar a que surja la duda respecto a si, similarmente a la
declaración recepticia, está destinada a ser conocida por sus destinata-
rios, o si este conocimiento es irrelevante.
El artículo 1388 del Código civil no nos da pauta alguna sobre el
particular, ya que simplemente habla de la oferta al público. Sin embar-
go, podemos recurrir a una institución que guarda semejanza, en lo que
a publicidad se refiere, con la oferta al público, que es la promesa unila-
teral al público.
Según el artículo 1959 del mismo Código, aquél que mediante anun-
cio público promete unilateralmente una prestación a quien se encuentre
en determinada situación o ejecute un determinado acto, queda obligado
por su promesa desde el momento en que ésta se hace pública.
Si admitimos esta analogía, no se requiere que la policitación, para
que sea obligatoria para el oferente en el caso del segundo párrafo del
artículo 1388, deba ser conocida por los destinatarios indeterminados,
sino que es suficiente que éstos se encuentren en aptitud de conocerla.
Para esto se requiere que el medio de comunicación mediante el cual se
hace pública la oferta sea idóneo para que ella llegue a conocimiento de
sus destinatarios.
Puede decirse figuradamente que la publicidad en el caso de la po-
licitación juega el mismo rol que la llegada de la oferta a la dirección del
destinatario en el caso de la oferta a persona determinada, o sea que,
como dice SACCO7, con ese acto la declaración “entra en la esfera de con-
trol del destinatario”.
Cabe considerar, pues, que la policitación no requiere el conoci-
miento por parte de los destinatarios, sino únicamente su posibilidad de
conocer.
Si bien esto es aplicable a los dos párrafos del artículo 1388, o sea
tanto a la policitación que vale como invitación a ofrecer cuanto a la
oferta al público que es obligatoria, tiene especial importancia en el se-
gundo caso por el problema de la retractación de la oferta, que
estudiaremos después.
En el caso de la policitación que vale como invitación a ofrecer, el
hecho del conocimiento por parte de los invitados no tiene especial relie-
ve, desde que tal conocimiento quedará evidenciado por las ofertas que
se formulen accediendo a la invitación.
630 EL CONTRATO EN GENERAL
Efectos de la policitación.
Hay que diferenciar netamente los efectos de la policitación cuan-
do ésta vale como invitación a ofrecer de los efectos que ella tiene cuando
es obligatoria.
En el primer caso, el oferente no queda, en realidad, obligado a algo,
pues su actuación está orientada a exteriorizar su disponibilidad a cele-
brar el contrato descrito en la oferta al público, pero sin comprometerse
a hacerlo. Simplemente queda a la espera de conocer las ofertas que se le
hagan para determinar si, de acuerdo a sus posibilidades, está en aptitud
de aceptarlas.
Sin embargo, se presenta un caso en que la policitación que vale
como invitación a ofrecer coloca al oferente en una situación especial,
que es la prevista en el artículo 1381 del Código civil. Como se ha visto al
comentar dicho artículo, el silencio del invitante a ofrecer ante el conoci-
miento de una oferta que se le formule respondiendo a su invitación,
tendrá el carácter de aceptación y dará lugar a la conclusión del respec-
tivo contrato si es que no rehúsa la oferta sin dilación.
En cambio, tratándose de la policitación que tiene el carácter obli-
gatorio de una oferta (segundo párrafo del artículo 1388) los efectos de
dicha oferta son sustancialmente distintos.
En efecto, por tratarse de una oferta, cada aceptación por una per-
sona del público, cuando sea conocida por el oferente, determina la
celebración de un contrato. Téngase presente, al respecto, que la oferta al
público, tal como dice GHESTIN8, liga a su autor de la misma manera que
lo hace la oferta a persona o personas determinadas, de tal manera que
una y otra producen el mismo efecto.
El sistema del Código civil peruano, al hablar de la obligatoriedad
de la oferta, es referirse a su irrevocabilidad, de tal manera que, una vez
formulada una oferta al público, el oferente se ve necesariamente arras-
trado a la celebración de todos los contratos a que dicha oferta dé lugar.
Es indudable que este efecto atenta contra la utilidad de la polici-
tación, cuando ella tiene el carácter de oferta y es, por lo tanto, obligatoria.
Por esto, la doctrina y la jurisprudencia se han esforzado en encontrar
soluciones prácticas.
Para ello se ha tratado de distinguir entre la oferta singular y la
oferta plural, según sea el número de prestaciones susceptibles de con-
tratarse. En el primer caso el oferente sólo queda obligado por la primera
aceptación. En el segundo, la oferta vale por el residuo que queda des-
pués de cada aceptación, en el orden en que se van efectuando9. Este es
también el criterio seguido por la Corte de Casación de Francia10.
631 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Retractación de la policitación.
En el caso del segundo párrafo del artículo 1388 es posible, teórica-
mente, que el oferente al público que haya formulado su declaración de
oferta (por ejemplo, haya redactado el aviso que deberá ser publicado en
un periódico a circular en fecha posterior) haga pública por un medio de
comunicación más rápido (por ejemplo, la radio) la retractación de la
oferta al público.
Sin embargo, en el campo práctico, esto tiene dificultades insospe-
chables, pues es posible que las personas del público que lean el periódico
sean distintas que las que escuchan la radio, con lo cual podrían objetar
que no tuvieron oportunidad de conocer la retractación, lo que determi-
naría que la declaración de oferta adquiriera carácter obligatorio.
3. LA INVITACIÓN A OFRECER
Ocurre con alguna frecuencia que quien desea realizar un negocio
prefiera, en vez de formular la respectiva oferta, precisando los elemen-
tos del futuro contrato, invitar a personas determinadas o al público en
general que le formulen ofertas, a fin de que sean los invitados quienes
precisen los elementos del contrato, reservándose el invitante el dere-
cho de aceptar o rechazar las ofertas que se formulen accediendo a la
invitación.
Caso de la policitación.
En el caso del primer párrafo del artículo 1388, la policitación vale
no como cualquier invitación a ofrecer, sino únicamente como la moda-
lidad de invitación a ofrecer en la cual el invitante precisa todos los
elementos del contrato que está dispuesto a celebrar, de tal manera que
todas las ofertas deben ser iguales en su contenido, variando únicamente
la personalidad del oferente.
La elección del invitante se limita, pues, a determinar el número de
ofertas que acepta y, eventualmente, a calificar la personalidad del oferente.
Esto último ocurre en las llamadas “ofertas ad incertam personam”,
en las cuales la oferta no es dirigida al público en general sino a personas
indeterminadas, pero que se encuentran en una situación especial que
da lugar a que sólo ellas estén en aptitud para formular las ofertas. Por
ejemplo, las invitaciones hechas a quienes tienen determinado título pro-
fesional o gozan de una experiencia en cierto ramo.
Empero, para todos los demás efectos la policitación debe ser, como
la oferta hecha a personas determinadas, completa. Esto no sólo porque
la oferta al público es una oferta, pese a que valga como invitación a ofre-
cer, sino también porque permitirá que el oferente al público no la haga
valer como una invitación a ofrecer, sino como una oferta obligatoria, ha-
ciendo uso de la facultad que le concede el segundo párrafo del artículo 1388.
4. LA PROMESA AL PÚBLICO
En otro trabajo12, escrito antes de la dación del Código civil de 1984,
desarrollé el tema de la diferencia entre la oferta y la promesa unilateral,
en general, y particularmente entre la oferta al público y la promesa uni-
lateral al público.
Expresé allí que la oferta al público no es un acto jurídico, pues
mediante ella simplemente se invita al público a celebrar contratos, que
son los actos jurídicos que darán lugar a la creación de obligaciones, mien-
tras que la promesa unilateral al público es un acto jurídico, ya que tiene
el efecto jurídico de crear obligaciones de por sí, esto es, por la sola vo-
luntad del promitente, sin que sea necesario el concurso de otra voluntad
para darles validez.
Esta distinción se ha puesto legislativamente de manifiesto en el
nuevo Código, ya que, por un lado, el artículo 1388 dispone que la oferta
al público vale como invitación a ofrecer y, por el otro, el artículo 1959
establece que aquél que mediante anuncio público promete unilateral-
mente una prestación a quien se encuentre en determinada situación o
635 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) El artículo 1959 del Código civil peruano tiene una redacción muy similar a la del
primer párrafo del artículo 1989 del Código civil italiano. MESSINEO15 considera que, en
abstracto, “también la promesa al público podría ser configurada como oferta al públi-
co, de manera que constituyera el germen de un posible contrato, al cual pudiera seguir
la aceptación. Pero el nuevo legislador ha preferido configurarla como promesa unila-
teral, en razón de que la primera puede hacerse también a favor de quien ya se encuentre
en una situación determinada, sin que tenga la obligación de efectuar en adelante una
prestación o de desarrollar una actividad, y aquí hubiera sido mera ficción imaginar la
necesidad de una aceptación por parte del destinatario”.
636 EL CONTRATO EN GENERAL
1. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 196.
2. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 318.
3. GARRIGUES, Joaquín, Curso de Derecho mercantil, Imprenta Aguirre, Madrid, 1969, T. II, p. 11.
4. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 318.
5. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Teoría general de los actos y negocios
jurídicos, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1980, p. 162.
6. JIMÉNEZ VARGAS-MACHUCA, Roxana, La oferta al público en el Código civil y en la Ley de Protec-
ción al Consumidor, Lima, 2000.
7. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, p. 186.
8. GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., París, 1988, p. 223.
9. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 110.
10. Cita de SCHMIDT, Joanna, Négotiation et conclusion de contrats, Jurisprudence Générale Da-
lloz, París, 1982, p. 60.
11. SCHMIDT, Joanna, Op. cit., p. 23; SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos,
Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1975, T. I, p. 271; ZAGO, Jorge Alberto, El consentimiento en
los contratos y la teoría de la lesión, Editorial Universidad, Buenos Aires, 1981, p. 65.
12. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, pp. 180 y 204.
13. SBISA, Giuseppe, La promessa al pubblico, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1974, pp. 115 y 117.
14. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 106.
15. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 319.
637 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. La subasta.
3. La celebración del contrato.
2. LA SUBASTA
Nos relata SPOTA1 que la expresión “subasta” viene de los romanos
(sub-hasta: bajo la lanza), porque se colocaba una lanza para señalar el
lugar donde se realizaban las ventas públicas.
La subasta es un mecanismo de contratación, que puede recaer so-
bre cualquier clase de bienes o servicios, aunque la doctrina2 se inclina
en el sentido que sólo tiene sentido cuando se trata de la celebración de
contratos de prestaciones recíprocas. Se caracteriza en que, por decisión
de una de las partes o por mandato legal, el contrato se celebra entre el
subastador, o su representado (comitente), y el mejor postor. Para facili-
tar la explicación de este mecanismo voy a tomar como ejemplo la
compraventa de un bien mueble.
Al efecto, el subastador convoca a la subasta del bien, indicando el
precio mínimo que está dispuesto a aceptar por la transferencia, y expre-
sando que la buena pro, o sea el derecho a establecer la correspondiente
relación jurídica, se otorgará a quien formule la mejor postura. La pecu-
liaridad de la subasta es que cada postura caduca automáticamente con
la formulación de una postura mejor, hasta el momento en que el subas-
tador pone fin a la subasta, bien por haberse vencido el plazo señalado
para ella o bien por no mejorarse la postura vigente. Finalizada la subas-
ta, el contrato se celebrará entre el subastador, o su representado (comi-
tente), y aquel postor cuya postura se encuentre vigente al momento de
la finalización.
Desde luego, como lo he indicado anteriormente, la subasta puede
versar sobre cualquier clase de relación jurídica. Si se tratara, por ejem-
plo, de la compra de un bien por el subastador en vez de su venta, será
mejor postura la de un precio más bajo o, si se tratara de un arrenda-
miento, entrarían en juego no sólo el monto de la renta, sino también la
duración del uso del bien, variando también los criterios si el subastador
actuara como arrendador o como arrendatario.
El mismo SPOTA3 manifiesta, sobre el particular, que hay que dis-
tinguir entre la licitación y la subasta. Considera él que en la “licitación”
639 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
hay una puja, pero hacia abajo: se adjudica a quien ofrece el menor pre-
cio; mientras que en la “subasta” hay una puja hacia arriba: se adjudica
a quien ofrece el mayor precio. Otros autores4 no hacen esta distinción y
opinan que en ambos casos se trata de subastas.
Puede ocurrir que no se formulen posturas iguales o mejores a la
base mínima planteada por el subastador, caso en el cual éste puede sus-
pender el remate. En cambio, basta que se formule una postura igual o
superior a la base mínima para que la subasta juegue su rol natural, que
es el de dar lugar a la formación del contrato con tal postura. Esta regla
emana de lo dispuesto por el artículo 120 del Código de comercio.
A propósito de este Código, la Sección Sétima de su Libro Primero
trata de los rematadores o martilleros y sus disposiciones han sido toma-
das principalmente de la ley argentina5. Comentando los artículos 113 al
122 del Código de comercio argentino, que se refieren a los rematadores
o martilleros, LAFAILLE6 dice que son preceptos de gran importancia, que
aseguran la rectitud de los procedimientos y la probidad en la adjudica-
ción, aplicándose a todo género de ventas, sin requerirse que sean
judiciales.
El martillero es tenido como un agente auxiliar del comercio, de tal
manera que debe entenderse que su intervención es necesaria en toda
operación de remate que tenga carácter comercial. Actúa en los remates
mercantiles siempre como mandatario o comisionista y algunas veces no
sólo a nombre propio, sino también en interés propio7.
Aun cuando es bastante común que en las subastas las posturas se
exterioricen mediante gestos, como el levantar la mano, ello no es técni-
camente correcto, pues el artículo 119 del Código de comercio establece
que ningún rematador podrá admitir posturas por signo ni anunciar puja
alguna, sin que el mayor postor la haya expresado en palabras.
Clases de subasta.
La subasta, según la amplitud de quienes pueden participar en ella,
se clasifica en abierta y cerrada. La subasta es abierta o pública cuando el
subastador no pone límite alguno a quienes pueden actuar como posto-
res, de tal manera que cualquier persona del público que haya tomado
conocimiento de la subasta puede asistir a ella y formular posturas que,
necesariamente, deben ser tomadas en consideración. Salvo causa justi-
ficada, que el subastador tendría que acreditar, no podría negarse a
reconocer una postura más conveniente, cuyo primer efecto sería dejar
sin efecto la anterior postura, y, eventualmente, si aquella postura re-
sultara la mejor, otorgar la buena pro al postor. En cambio, la subasta es
640 EL CONTRATO EN GENERAL
Naturaleza de la subasta.
Si bien existe consenso respecto a que la subasta es una modalidad
de contratar cuyo efecto definitivo es la conclusión de un contrato, es
materia de encontrados pareceres cómo se llega a este resultado, o sea
cuál es el mecanismo que permite la conjunción de la oferta con la acep-
tación.
Opinan algunos8 que en la subasta el rol de oferta es jugado por el
bando o pliego de condiciones que anuncia el subastador, precisando el
objeto del contrato, y que las posturas son aceptaciones de esta oferta.
Esto determina que cada postura da lugar a la celebración del contrato,
con la peculiaridad que este contrato queda sujeto a la condición resolu-
toria de que se formule una oferta mejor, la que produce un doble efecto:
el primero es que determina que se resuelva el contrato celebrado a base
de la postura anterior; y el segundo es que ocasiona la celebración de un
segundo contrato, el cual, a su vez, está sujeto a la condición resolutoria
que se formule una tercera oferta, con los mismos efectos, y así sucesiva-
mente.
Esta posición está recogida en el campo legislativo por el artículo
860 del Código civil colombiano, según el cual “en todo género de licita-
ciones, públicas o privadas, el pliego de cargos constituye una oferta de
contrato y cada postura implica la celebración de un contrato condicio-
nado a que no haya postura mejor. Hecha la adjudicación al mejor postor,
se desecharán las demás”.
Otros autores9 son del parecer que el bando o pliego de condiciones
anunciado por el subastador constituye una invitación a ofrecer y cada
postura es una oferta, con la particularidad de que cada oferta (postura)
caduca automáticamente con la formulación de una postura mejor. El rol
de aceptación corresponde a la adjudicación que haga el subastador.
El codificador alemán ha optado por esta solución estableciendo
en el numeral 156 del BGB que en una subasta el contrato sólo se perfec-
ciona por la adjudicación, extinguiéndose una postura si es lanzada otra
641 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
manifestando su deseo de contratar con aquella persona que plantee la mejor propues-
ta respecto a uno o varios de los elementos del contrato, que se especifican en el pliego.
En estas condiciones, creo que el pliego de condiciones, por ser una declaración no
recepticia, no produce los efectos de la oferta, lo que determina, como consecuencia
lógica, que la mejor postura no puede ser la aceptación. Además (segunda considera-
ción), aun en el supuesto caso, no usual por cierto, que el subastador declare expresamente
en el pliego de condiciones que éste tiene el carácter obligatorio de una oferta, el papel
del subastador no se limita a reconocer que la última postura es la aceptación, pues si
así ocurriera el contrato se formaría simplemente con el conocimiento de esta postura,
sin que fuera necesario que el subastador formulara una declaración en ese sentido.
Bastaría acreditar la existencia de la última postura, aun en ausencia de la adjudicación
del subastador, para que el contrato quedara concluido. Pienso que ello no es así. La
adjudicación hecha por el subastador no tiene como finalidad única reconocer la vali-
dez de la última postura, sino fundamentalmente otorgarle validez como declaración
contractual, lo cual queda de manifiesto por el hecho de que esta adjudicación impide
que se mejore dicha postura, lo que, de ocurrir, determinaría que ella careciera de
validez. Esto es muy importante porque, como se verá más adelante, el subastador
puede, para favorecer a determinado postor, adjudicarle inmediatamente (sin esperar
un plazo prudencial) la buena pro para impedir que se formule otra postura mejor, lo
cual daría lugar (aparte de la responsabilidad en que podría incurrir el subastador) a la
conclusión del contrato, no obstante que la postura favorecida pueda no ser la mejor
postura según el pliego de condiciones.
Si lo que determina la formación del contrato no es el conocimiento por el subastador
de la última postura (como ocurriría si ésta tuviera el carácter de aceptación, de con-
formidad con lo dispuesto por el artículo 1373 del Código civil), sino la adjudicación
del subastador, o sea el otorgamiento de la buena pro, esta adjudicación (que no es una
formalidad ni una conditio juris) constituye, en realidad, una declaración de voluntad
con la cual culmina el iter de formación del contrato. Sin ella, las dos declaraciones de
voluntad previamente emitidas (el pliego de condiciones y la última postura) no ten-
drían efecto contractual alguno.
643 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
En estas condiciones, para que la adjudicación juegue el rol de formar el contrato debe
tener, en mi opinión, la calidad de declaración contractual decisiva, lo cual, en el régi-
men peruano (según el que el perfeccionamiento del contrato ocurre donde y cuando
el oferente conoce la aceptación), sólo lo logra teniendo la calidad de aceptación (aun-
que hay que reconocer que bastante, no totalmente, privada de libertad). En efecto, el
postor somete su postura a la consideración del subastador, o sea le propone que le
adjudique la buena pro por haber cumplido con las condiciones que figuran en el plie-
go. El subastador, al reconocer que ello es efectivamente así, acepta esta propuesta,
otorgando la buena pro, con lo cual queda concluido el contrato.
Obsérvese que si el subastador, pese a que la postura del postor reúne los requisitos
exigidos en el pliego de condiciones, no le otorga la buena pro, el contrato no se llega
a formar. Esto pone de manifiesto que la adjudicación es la declaración de voluntad
del subastador que, haciendo suya la voluntad expresada en la postura, declara conjun-
tamente con el postor la voluntad común de ambos de celebrar el contrato, que es lo que
caracteriza a la aceptación. De esta manera, todo armoniza perfectamente: el pliego de
condiciones constituye una invitación para que se hagan posturas de acuerdo con dichas
condiciones; las sucesivas posturas son ofertas conformes a estas condiciones que se van
sustituyendo una a la otra a medida que son formuladas; y la adjudicación es la acepta-
ción de la que, a juicio del subastador, es la última postura válida, con lo cual queda
formado el contrato. No se olvide que esta formación es simplemente un procedimiento.
La tercera consideración, y quizá la de más peso, es que el codificador peruano, te-
niendo ante sí varias opciones para caracterizar la subasta, eligió conscientemente la
que figura en el artículo 1389 del Código civil. No cabe sino acatar esta decisión.
644 EL CONTRATO EN GENERAL
1. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, T. III, p. 125.
2. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 320.
3. SPOTA, Alberto G., Op. cit., T. III, p. 125.
4. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 324;
SCHMIDT, Joanna, Négotiation et conclusion de contrats, Jurisprudence Générale Dalloz, París,
1982, p. 23; TUHR, Andreas von, Derecho civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, T. II2, p. 171.
5. “Código de Comercio del Perú”, Exposición de Motivos, con críticas de Miguel Antonio de la
LAMA, Librería e Imprenta Gil, Lima, 1905, T. I, p. 32.
6. LAFAILLE, Héctor, Derecho civil, Ediar S.A. Editores, Buenos Aires, 1953, T. VIII, p. 149.
7. SATANOWSKY, Marcos, Tratado de Derecho comercial, Tipográfica Editora Argentina S.A., Bue-
nos Aires, 1957, T. II, p. 333.
8. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 255.
9. SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., La oferta de contrato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 179;
MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 321; SCHMIDT, Joanna, Op. cit., p. 23; OSPINA FERNÁNDEZ,
Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo, Teoría general de los actos o negocios jurídicos, Editorial
Temis Librería, Bogotá, 1980, p. 164.
648 EL CONTRATO EN GENERAL
10. ENNECCERUS, Ludwig y KIPP, Theodor, Tratado de Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelo-
na, 1954, T. I, Vol. II, p. 255.
11. CANCINO, Fernando, Estudios de Derecho privado, Editorial Temis Librería, Bogotá, 1979, p. 325.
12. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 204.
13. FORNO FLÓREZ, Hugo, “La celebración del contrato por medio de la subasta” en Themis, Revis-
ta de Derecho, Segunda Epoca/1990/N.° 17, Lima, p. 70.
14. TUHR, Andreas von, Op. cit., T. II2, p. 172.
15. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 212.
649 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Introducción al tema.
3. El contrato por adhesión.
4. El contrato necesario de hecho.
5. La conjugación inevitable.
6. Concepto de contrato necesario por adhesión.
7. Características del contrato necesario por adhesión.
8. Naturaleza jurídica.
9. Ventajas e inconvenientes.
10. El contrato-tipo.
11. Medidas de protección.
12. A manera de conclusión.
2. INTRODUCCIÓN AL TEMA
Quizá desde que en 1902 SALEILLES mostró su perplejidad ante la
construcción jurídica que debía darse a unos contratos que él llamó, a
falta de otra denominación más adecuada, contratos de adhesión, pocos
temas, con la posible excepción de la lesión y la teoría de la imprevisión,
han suscitado tanta atención de la doctrina contractualista.
Sin embargo, el tratamiento de este tema se ha visto complicado
por otros fenómenos contemporáneos, como es el auge de la contratación
en masa, el desarrollo de los monopolios y la difusión del uso de las con-
diciones generales de contratación, dando lugar a que se establezca una
vinculación muy estrecha entre todos ellos, con lo cual se ha perdido,
quizá, la visión prístina del contrato de adhesión.
Comprendo que el jurista no puede aislarse de la realidad de la vida
y estudiar una institución fuera del contexto donde ella juega su rol na-
tural, pero, por otro lado, se corre el peligro de confundir el instrumento
con el uso que se le da. Quiero decir con esto que sin desconocer que el
contrato de adhesión ha sido y es una manera de contratar que se presta a
651 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
distinguir entre estipulaciones y oferta, desde que no hay parte del con-
tenido contractual que escape a la fijación unilateral. No sería contrato
por adhesión si sólo una fracción del contenido contractual fuera prefi-
jada unilateralmente por una de las partes y el resto fuera el resultado de
una modelación común de ambas, desde que la esencia de este contrato
es que todas sus condiciones sean fijadas unilateralmente. Obsérvese que
el artículo 1390 habla de aceptar o rechazar íntegramente las estipula-
ciones, de tal manera que son éstas las que determinan el contenido del
contrato. En estas circunstancias, las estipulaciones fijadas por una de
las partes no sólo deben formar parte de la oferta sino que constituyen
toda la oferta.
Podría repararse que es posible que la oferta no la formule el re-
dactante de las estipulaciones sino alguien que desea contratar con él y
que, en este caso, la oferta no contendría las estipulaciones, sino las con-
diciones propias del oferente. Empero, debe observarse que como el
redactante sólo está dispuesto a contratar en sus propios términos, mo-
dificará la oferta recibida para adecuarla a estos términos, y como tal
modificación tendrá el carácter de contraoferta (artículo 1376 del Códi-
go civil), sus estipulaciones constituirán realmente la oferta del contrato
por adhesión.
El hecho que el contrato sea modelado por ambas partes o por sólo
una de ellas podrá ser un problema de ejercicio de la libertad de configu-
ración interna, pero no afecta la esencia del contrato, que es el acuerdo
de declaraciones de voluntad. En la medida que se llegue a este acuerdo
por una u otra vía se habrá alcanzado la finalidad del contrato, que es la
creación de la relación jurídica patrimonial entre las partes.
En principio, la oferta del contrato por adhesión es de carácter na-
turalmente recepticio, o sea que debe ser dirigida a uno o varios
destinatarios determinados para ser conocida por ellos. En tal eventuali-
dad, la oferta es obligatoria, o sea que no puede ser revocada por el
oferente. Sólo en el caso de que la oferta de este contrato sea dirigida a
personas indeterminadas, bien sea al público en general o bien ad incer-
tam personam, no tendrá carácter recepticio dado el tratamiento de
invitación a ofrecer que le da el Código civil.
Si en el contrato por adhesión la oferta se hace al público la situa-
ción puede complicarse por la naturaleza de esta oferta. BULLARD4 destaca,
con acierto, que si el artículo 1388 del Código civil establece que la oferta
al público vale como invitación a ofrecer, resultaría que el oferente es el
que se adhiere a las estipulaciones fijadas por el invitante. Entiendo que,
en este caso, la mecánica de la operación es que la policitación desde que
tiene que ser completa, debe estar constituida por las estipulaciones fija-
654 EL CONTRATO EN GENERAL
das por el prerredactante, pero como este ofrecimiento no vale como ofer-
ta, sino como invitación a ofrecer, considerándose oferentes a quienes
acceden a esta invitación, la alternativa no está, en realidad, contenida
en la declaración considerada como oferta, sino en la considerada como
invitación, de tal manera que los invitados, dada la naturaleza del con-
trato por adhesión, sólo pueden optar entre ofrecer ciñéndose total y
exclusivamente a las estipulaciones fijadas en la invitación o no ofrecer.
En realidad, cuando el invitado opta por ofrecer, su oferta, si bien es de-
clarada por él, es redactada por el oferente al público. Este oferente, que
es considerado como destinatario de las ofertas de los invitados, está en
libertad de aceptar aquellas ofertas que, dadas las circunstancias, se en-
cuentre en condiciones de hacerlo.
Quizá por esto es que dice BERLIOZ5 que en los contratos clásicos el
oferente tiene la iniciativa de la conclusión del contrato y la iniciativa en
la determinación del contenido contractual, mientras que en los contra-
tos por adhesión las dos iniciativas pueden estar separadas, correspon-
diendo la iniciativa en la conclusión del contrato al oferente (invitado) y
la iniciativa en la determinación del contenido contractual al estipulan-
te (invitante), quien sería el destinatario de la oferta.
El segundo elemento característico de la definición legal del con-
trato por adhesión es que la parte que redacta o fija las estipulaciones
plantea a la otra una alternativa inmodificable entre la aceptación ínte-
gra de tales estipulaciones, o sea de su oferta, y el rechazo, también íntegro,
de ella. Obsérvese que no se trata de una imposición, en el sentido que el
redactante u oferente presiona o somete al destinatario para que acepte
su oferta, sino únicamente lo coloca en una disyuntiva ante la cual el
destinatario tiene, en principio, amplia libertad de elección entre la acep-
tación y el rechazo.
Un planteamiento sumamente interesante al respecto es el de
LUKES6, quien dice que no puede hablarse de “sumisión” del destinatario
a la oferta del contrato por adhesión, pues ello exigiría el sometimiento a
reglas o normas que ya se hallan en vigor, en tanto que en la aceptación
de la oferta del contrato por adhesión, su objeto es dar vigencia a esas
normas, elevándolas a la categoría de contrato, por lo cual lo que hay es
una aceptación propiamente dicha de una oferta de contrato.
Es cierto que, como veremos, cuando se conjuga el contrato de ad-
hesión con el contrato de celebración prácticamente necesaria el
destinatario se ve realmente compelido a aceptar, pero ello se debe no a
la naturaleza del contrato por adhesión sino a la situación en que él (el
destinatario) se encuentra por razón del contrato necesario. Aislados
ambos contratos, la libertad del destinatario es absoluta en cuanto a la
655 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
5. LA CONJUGACIÓN INEVITABLE
Sería irreal pensar que el contrato por adhesión fue una construc-
ción jurídica de laboratorio, producto de una investigación científica de
carácter teórico, y que el contrato prácticamente necesario fue el resul-
tado exclusivo del juego de factores económicos, en una coyuntura
histórica determinada, pues ambos se encuentran inevitablemente inte-
rrelacionados. Es posible que el primero sea consecuencia del segundo.
Sin embargo, sería igualmente irreal considerar que cada uno de
ellos existe exclusivamente en función del otro.
657 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
que voy a seguir en adelante para desarrollar el tema del contrato por
adhesión, que, por eso, podríamos llamar para este efecto “contrato
necesario por adhesión”.
En otro trabajo9 he analizado, con bastante detenimiento, la natu-
raleza jurídica del contrato por adhesión, considerándolo desde la óptica
indicada en el párrafo anterior, planteando las dos tesis que se han ela-
borado para explicar dicha naturaleza, o sea aquélla que considera que
no se trata de un contrato, sino de un acto unilateral de quien fija las
estipulaciones y la otra que le otorga carácter decididamente contrac-
tual. Mucho de lo allí dicho conserva actualidad, de tal manera que en la
exposición que sigue trataré sólo de cubrir los puntos que merecen una
revisión o sobre los cuales existen enfoques novedosos.
Nos será difícil, sin embargo, determinar la naturaleza jurídica del
contrato necesario por adhesión si antes no conocemos el concepto y ca-
racterísticas del mismo.
(*) Con relación a este tema dice MARÍN PÉREZ11 lo siguiente: “La necesidad de hecho de
concluir el contrato, por la necesidad de procurarse un bien o servicio objeto de la
prestación de la empresa, no ataca a la contractualidad del fenómeno más de lo que
hace la necesidad jurídica de contratar. No es la necesidad de contratar lo que puede
excluir la libertad de autodeterminación. Lo que puede viciar el negocio es el uso
ilimitado de la libertad de uno, de contratar frente a la necesidad de otro. Si una parte
tiene necesidad de contratar y la otra la libertad de imponerle las condiciones que
quiera, absteniéndose, diversamente, de procurarle el bien o el servicio del cual la otra
parte tiene necesidad, la igualdad de las partes se convierte en una ficción. La despro-
porción de las prestaciones y la iniquidad de las condiciones del contrato, son
verdaderas consecuencias de la ilicitud del comportamiento de la parte que conocía la
necesidad de la otra y que se ha aprovechado de dicho estado de necesidad para obte-
ner una ventaja. El principio de la igualdad de las partes en la afirmación del contrato
postula, o que las partes ignoren la disparidad de sus respectivas fuerzas, o que si la
conocen no se aprovechen para obtener de ella ventajas desproporcionadas o inicuas.
661 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
8. NATURALEZA JURÍDICA
La confusión que se hace entre los contratos por adhesión y las cláu-
sulas generales de contratación da lugar a que, también en el tema de la
naturaleza jurídica, se mezclen argumentos que, en realidad, correspon-
den a situaciones distintas. Trataré nuevamente, por lo tanto, de aislar
las razones aplicables exclusivamente a los contratos necesarios por ad-
hesión.
Poco se ha avanzado en los últimos años respecto a la naturaleza
jurídica del contrato por adhesión, de tal manera que la mayoría de lo
que he dicho en otro trabajo13 mantiene su vigencia. Para no incurrir en
664 EL CONTRATO EN GENERAL
Opinión personal.
Considero que para determinar la naturaleza jurídica del contrato
por adhesión conviene analizar primero la situación del contrato libre
por adhesión, para luego estudiar si esta situación sufre variación tra-
tándose del contrato necesario por adhesión.
Recordemos que el artículo 1390 del Código civil dice que el con-
trato es por adhesión cuando una de las partes, colocada en la alternativa
de aceptar o rechazar íntegramente las estipulaciones fijadas por la otra
parte, declara su voluntad de aceptar.
667 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Se trata, pues, de que una de las partes fija unilateralmente las es-
tipulaciones del contrato, las incorpora a su oferta y advierte a la otra
parte que dicha oferta sólo puede ser aceptada íntegramente o rechaza-
da, también íntegramente.
La posición del destinatario de la oferta es la de optar entre la acep-
tación y el rechazo totales de la oferta.
Sin embargo, esto no debe ser entendido en términos tan rígidos,
pues pienso que en el contrato libre por adhesión el destinatario de la
oferta no está obligado a optar entre la aceptación y el rechazo, pudien-
do muy bien limitarse a no declarar su voluntad en uno ni otro sentido, o
sea a abstenerse de declarar su voluntad.
En tal caso, la oferta, si ha sido hecha sin conceder plazo determi-
nado o determinable, caducará inmediatamente, y si ha sido hecha
concediendo un plazo determinado o determinable, caducará al venci-
miento de dicho plazo.
Puede observarse que lo que, en realidad, caracteriza al contrato
por adhesión no es tanto que el destinatario se vea colocado en la alter-
nativa de aceptar o rechazar íntegramente la oferta, lo cual vemos que
no es totalmente cierto, sino que las estipulaciones que constituyen la
oferta son fijadas unilateralmente por el oferente y no surgen como fruto
de tratativas previas.
Considero que si la formación del contrato se produce por razón
de la aceptación de la oferta, que es el acto en virtud del cual el destina-
tario de la oferta hace suya la voluntad del oferente contenida en ella y
lo declara así en su aceptación, con lo que se da lugar a la declaración
conjunta de una voluntad común, esto ocurre tanto en el contrato parita-
rio como en el contrato por adhesión.
El origen de la voluntad del oferente contenida en la oferta, esto es,
si se encuentra en la conciliación de intereses producida en la etapa de
las tratativas u obedece a una determinación unilateral, no afecta, en
mi opinión, el valor de la oferta como tal ni, desde luego, el de su acep-
tación.
Por lo tanto, en el contrato libre por adhesión la aceptación de la
oferta por el destinatario de ella constituye una declaración de voluntad
emitida sin coacción alguna desde que pudo rechazarla o simplemente
abstenerse de aceptar que da lugar al acuerdo de declaraciones de vo-
luntad de que trata el artículo 1351 del Código civil.
No cabe duda, pues, que el contrato libre por adhesión tiene natu-
raleza jurídica contractual. Conviene analizar ahora si el contrato
necesario por adhesión se encuentra o no en la misma situación.
668 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Comentando los artículos 1987 y 1989 del Código civil italiano, que son las fuentes
de los artículos 1956 y 1959 del Código civil peruano, dice SBISA22 que una de las
modalidades de la promesa unilateral es que mira a satisfacer un interés patrimo-
nial directo del promitente y requiere un sacrificio económico, o de cualquier modo
que sea un comportamiento susceptible de valuación económica, de parte del pro-
misario.
669 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Recuérdese que uno de los rasgos del contrato necesario por adhe-
sión es que el estipulante conoce el estado de necesidad en que se
encuentra el destinatario, de tal manera que sabe que éste se verá
compelido a aceptar la oferta.
d) El destinatario de la oferta recibe ésta y conoce así que el contrato
propuesto le va permitir satisfacer su necesidad, por lo cual no va-
cilará en aceptar la oferta para lograr la celebración del contrato.
e) Tenemos, en consecuencia, que, por un lado, la voluntad del ofe-
rente, si bien se ha formado unilateralmente, es en el sentido de
celebrar el contrato, para lo cual declara esa voluntad mediante la
formulación de la oferta.
Por el otro lado, la voluntad del destinatario de la oferta, que se ha
formado también unilateralmente desde que no han existido trata-
tivas, es igualmente la de celebrar el contrato, para lo cual declara
esa voluntad mediante la aceptación. Debe tenerse presente que,
como dice MARTÍN BALLESTERO23, aquél que contrata a pesar de todo
lo que no le gusta, sometiéndose a lo que no quiere, pero da, a pe-
sar de todo, su aceptación mediante la adhesión, o sea da su querer
y allí, en ese trabajoso querer, encuentra él una mayor premedita-
ción de la verdadera y decisiva voluntad.
f) No cabe duda que si bien la voluntad contenida en cada declara-
ción se ha formado, tanto en el caso del estipulante como en el del
destinatario, de manera unilateral, sin ser fruto de tratativas pre-
vias, ambas son coincidentes en el sentido de crear mediante el
contrato una relación jurídica entre ellas, de tal manera que existe
la declaración conjunta (contenida en la aceptación del destinata-
rio) de una voluntad común (la del oferente que ha hecho suya el
destinatario mediante su aceptación de la oferta) que caracteriza
a todo contrato.
g) Tal como dice JOSSERAND24, “la ley no exige, en ninguna parte, que
el acuerdo contractual vaya precedido de una libre discusión, de
largos tratos; sobre todo, ningún texto exige que las dos partes ten-
gan una intervención igual en la génesis del contrato; todo lo que
se pide es que ambos interesados consientan, que exista acuerdo
entre ellos al objeto de hacer nacer las obligaciones; poco importa
que el terreno para el arreglo haya sido preparado o no por uno de
ellos, pues hemos de cuidarnos de confundir los tratos previos con
el contrato”.
h) Desde luego, esta voluntad común, si bien existe, no se ha formado
libremente desde que es el fruto del estado de necesidad en que se
670 EL CONTRATO EN GENERAL
9. VENTAJAS E INCONVENIENTES.
Para apreciar las ventajas e inconvenientes del contrato por adhe-
sión, la doctrina ha recurrido, generalmente, a características que no son
(*) A título informativo resulta interesante saber que en las “III Jornadas Bonaerenses de
Derecho Civil, Comercial y Procesal”, que tuvieron lugar en la ciudad de Junín (Pro-
vincia de Buenos Aires), del 27 al 29 de octubre de 1988, se arribó como segunda
conclusión del Tema “Teoría general del contrato” a que los negocios celebrados por
adhesión o sometidos a cláusulas predispuestas tienen carácter contractual.
671 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
10.EL CONTRATO-TIPO
Aún cuando la ley no habla del contrato-tipo, que no debe confundirse
con el contrato típico, la doctrina maneja esta figura con bastante frecuencia.
Existen dos conceptos de contrato-tipo.
El primero es aquél que otorga al contrato-tipo el carácter de ser
simplemente la prerredacción escrita (usualmente impresa) de la oferta
del contrato por adhesión, de tal manera que para que se celebre el con-
trato basta que las partes suscriban el texto. Este es quizá el sentido que
le da el artículo 1401 del Código civil al decir que las estipulaciones en
las cláusulas generales de contratación o en formularios redactados por
una de las partes, se interpretarán, en caso de duda, en favor de la otra.
Puede observarse que según esta concepción se da la denomina-
ción de contrato a algo que no lo es, ya que no significa un documento
que contiene la declaración de voluntad de ambas partes, sino solamente
uno que materializa la oferta del contrato, aunque es cierto que ese do-
cumento se va a convertir en contrato cuando lo suscriban las partes.
La utilidad de esta versión del contrato-tipo es que puede servir de
modelo para una serie indefinida de contratos, cuya celebración se hará
cuando el oferente presente al destinatario el texto escrito para que se
adhiera a él mediante su suscripción. Obsérvese, sin embargo, que estos
modelos no tienen significado jurídico alguno, pues, a diferencia de las
cláusulas generales de contratación, no constituyen declaraciones pre-
vias de voluntad, sino únicamente cobrarán el carácter de oferta cuando
se le presenten al destinatario.
El segundo concepto de contrato-tipo tiene más visos de contrato,
pues se considera como tal el documento elaborado de común acuerdo
por las partes para regular los futuros contratos que celebren28. En otras
673 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1975, T. II, Vol. I, p. 353.
2. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, Bosch y Cía. Editores, Buenos Aires, 1950, T. II, Vol. I, p. 31.
3. SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho civil – Contratos, Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1975, Vol. I, p. 222.
4. BULLARD G., Alfredo, “Contratación en masa ¿Contratación?” en Themis Revista de Derecho,
Segunda Epoca, N.° 15, Lima, 1989, p. 54.
5. BERLIOZ, Georges, Le contrat d’adhesion, Librairie Generale de Droit et de Jurisprudence,
París, 1976, p. 44.
676 EL CONTRATO EN GENERAL
6. Cita de SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 145.
7. HEDEMANN J.W., Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958,
Vol. III, p. 111.
8. RIPERT, Georges, El régimen democrático y el Derecho civil moderno, Editorial José M. Cajica
Jr., Puebla, 1951, p. 155.
9. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Editorial Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 289.
10. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, El contrato por adhesión a cláusulas generales, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1984, p. 309.
11. MARÍN PÉREZ, Pascual, Derecho civil, Editorial Tecnos, Madrid, 1983, Vol. II, p. 141.
12. MESTRE, Jacques, “L’evolution du contrat en Droit privé français” en L’evolution contemporaine de
Droit des Contrats, Journées René Savatier, Presses Universitaires de France, París, 1986, p. 48.
13. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 289.
14. BUEN L OZANO, Héctor de, La decadencia del contrato, Editorial Porrúa, México, 1986, p. 289.
15. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Ediar Sociedad Anónima Editora, Buenos Aires, 1977, p. 129.
16. KLUMMEROV, Gert, Algunos problemas fundamentales del contrato por adhesión en el Derecho
privado, Sección Publicaciones de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1955, p. 110.
17. Cita de LIPARI, Nicoló, Derecho privado – Un ensayo para la enseñanza, Publicaciones del
Real Colegio de España, Bolonia, 1980, p. 333.
18. ALBALADEJO, Manuel, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 354.
19. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 297.
20. Cita de CARBONE OYARZUN, Carlos F., Contratos de adhesión, Valerio Abeledo, Editor, Buenos
Aires, 1922, p. 33.
21. MONTAGNE, Hipólito, El contrato de adhesión, Imprenta de la Universidad, Córdova, 1931, p. 42.
22. SBISA, Giuseppe, La promessa al pubblico. Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1974, p. 5.
23. MARTÍN BALLESTERO Y COSTEA, Luis, La manifiesta intención de obligarse y el Derecho nuevo,
Editorial Montecorvo, Madrid, 1963, p. 67.
24. JOSSERAND, Louis, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 32.
25. STIGLITZ, Rubén S. y STIGLITZ, Gabriel A., Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protec-
ción al consumidor, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1985, pág.54.
26. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Op. cit., p. 133.
27. Ibídem, p. 134.
28. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 448.
29. LE PERA, Sergio, Cuestiones de Derecho comercial moderno, Editorial Astrea, Buenos Aires,
1979, p. 272.
30. GALGANO, Francesco, Diritto Civile e Commerciale, Casa Editrice Dott. Antonio Milani, Padova,
1990, p. 123.
31. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 139.
32. MESTRE, Jacques, Op. cit., p. 46.
33. Ibídem, p. 47.
34. ALBALADEJO, Manuel, Op. cit., T. II, Vol. I, p. 354.
677 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. La adhesión a un contrato abierto.
3. Modalidades de adhesión.
mados “contratos abiertos”, o sea aquellos en los que se permite una ad-
hesión posterior a la celebración del contrato. La redacción de este artículo
quedó así:
Artículo 32.- Cuando se permita la adhesión por terceros a un contrato
ya celebrado y no se determinaran las modalidades de la misma, el inte-
resado deberá dirigirse al órgano constituido para la realización del
contrato o, a falta de él, a todos los contratantes originarios.
En el artículo 32 de la cuarta Ponencia sustitutoria se cambió sólo
la palabra “realización” por “ejecución”, conservándose el mismo texto
en el artículo 32 de la quinta Ponencia sustitutoria y del Anteproyecto.
En el artículo 1406 del primer Proyecto se sustituyó la frase “y no
se determinaran las modalidades de la misma” por la frase “y no se de-
termine la manera de adherirse al mismo”.
En el artículo 1356 del segundo Proyecto se adoptó el texto que tie-
ne el artículo 1391 del Código civil.
3. MODALIDADES DE LA ADHESIÓN
El adherente debe, en primer lugar, observar lo preceptuado en el
contrato respecto a la manera de adherirse. El Código civil no pone limi-
tación alguna a esta manera, por lo cual el acto de adhesión puede revestir
cualquier formalidad.
Si en el contrato no se hubiera determinado la manera de adherir-
se, el adherente debe dirigirse al órgano constituido para la ejecución del
contrato. Entiendo que esta declaración del adherente tiene carácter re-
cepticio, o sea que debe ser conocida por el citado órgano. Si bien participo
de la opinión de quienes consideran que la adhesión de que trata el artí-
culo 1391 no es una aceptación de oferta, pienso que se trata de una
declaración contractual que debe dirigirse al órgano en referencia, por lo
cual es de aplicación lo dispuesto en el artículo 1374 del Código civil.
Según BIANCA5 debe entenderse como órgano constituido para la
ejecución del contrato el órgano representativo externo al cual se ha con-
ferido la competencia representativa del grupo.
Por último, si en el contrato no se hubiera determinado la manera
de adherirse ni existiese un órgano constituido para la ejecución del con-
trato, el adherente debe dirigirse a todos los contratantes originarios.
Obsérvese que si se hubieran adherido ya otras personas, el adherente no
debe dirigirse también a éstas, sino únicamente a los contratantes origi-
narios, lo que pone de manifiesto que los adherentes no reciben el trato
681 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. MIRABELLI, Giuseppe, Dei contratti in generale, U.T. E.T., Torino, 1980, p. 88.
2. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 440.
3. MIRABELLI Giuseppe, Op. cit., p. 88.
4. Ibídem., p. 90.
5. BIANCA, G. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, p. 249.
682 EL CONTRATO EN GENERAL
683 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Entorno de las cláusulas generales de contratación.
3. Concepto de cláusulas generales.
4. Características de las cláusulas generales.
5. Cláusulas generales y cláusulas especiales.
6. Clasificación de las cláusulas generales.
7. Rol en la formación del contrato.
8. Naturaleza jurídica.
9. Diferencias con el contrato por adhesión.
10. Rasgos de las cláusulas generales.
11. Ventajas e inconvenientes de las cláusulas generales.
12. Colisión de cláusulas generales.
13. Medidas para controlar las cláusulas generales.
14. El contrato normativo.
15. La protección al consumidor.
16. Regulación mundial de las cláusulas generales.
17. Conclusión.
(*) Hablo de difusión más que de aparición o creación porque las hoy denominadas cláu-
sulas generales de contratación eran conocidas, aunque con carácter algo distinto, desde
muy antiguo. Nos habla HONDIUS2 que desde que apareció la escritura en Mesopota-
mia y Egipto alrededor de 3,100 A.C., la humanidad ha hecho uso de modelos
contractuales. Según él, muchas, si no la mayor parte, de las más antiguas tablillas de
arcilla y de rollos de papiro, a despecho de muchos historiadores, no hacían referencia
a dinastías de reyes, sino a simples actos jurídicos, que tenían por objeto la venta de
tierras o de esclavos, o bien la locación de casas. Existía una gran uniformidad entre
estos contratos, que tenían como base común las colecciones de modelos contractuales.
Cuenta MOLLE3 que en el primer siglo del imperio romano un banquero español esta-
blecido en Betica exponía en su local una tablilla, llamada tavola betica, en la que daba
cuenta de las condiciones en que se cumplían determinadas operaciones de crédito.
En Boloña, en los siglos XII y XIII, se efectuó una compilación de modelos contractua-
les hecha por influyentes juristas que tenían una preparación universitaria, como
IRNERIO, SALATIELE y PASSEGERI. De Boloña, la utilización de modelos contractuales
hechos por excelsos juristas se difunde por toda Europa, recibiendo el nombre popular
de “papagallos”.
Se llega así al siglo XVII, en el que la invención de la imprenta de libros hizo posible a
los mercaderes predisponer sus propias condiciones estándar, que se verificó en pri-
mer lugar en el ramo de los seguros. En el siglo XIX el uso de las condiciones estándar
se difundió rápidamente en otras ramas4.
686 EL CONTRATO EN GENERAL
Precisión necesaria.
Se ha elaborado mucho, y quizá irreflexivamente he participado en
esa línea de pensamiento, respecto a que la regulación legal de las cláusu-
las generales de contratación tiene por objetivo fundamental proteger al
contratante débil contra el abuso a que la aplicación de dichas cláusulas
puede dar lugar.
Es cierto que esta protección ha desempeñado un rol importante
porque, si bien teóricamente no existe desequilibrio entre las necesida-
des del productor y las del cliente o consumidor, en la práctica éste se
encuentra en una situación de desventaja con relación al empresario pre-
690 EL CONTRATO EN GENERAL
Definición.
Según el artículo 1392 del Código civil, las “cláusulas generales de
contratación son aquéllas redactadas previa y unilateralmente por una
persona o entidad, en forma general y abstracta, con el objeto de fijar el
contenido normativo de una serie indefinida de futuros contratos parti-
culares, con elementos propios de ellos”.
Esta definición es bastante completa, pues pone de manifiesto las
características de las cláusulas generales de contratación, que se van a
analizar en su momento.
Por ahora, me limitaré a destacar que las cláusulas generales de
contratación tienen existencia jurídica propia antes de formar parte de
los contratos que están destinadas a integrar. Estos contratos, por su lado,
no van a ser colmados totalmente por las cláusulas generales, sino deben
tener elementos propios (particulares) de cada uno de ellos, de tal mane-
ra que, en realidad, el resultado final es que en los contratos celebrados a
base de cláusulas generales de contratación habrán cláusulas generales,
comunes a todos ellos, y cláusulas particulares, privativas de cada uno
de ellos.
Esto es importante y ha llevado a DÍEZ– PICAZO20 a distinguir entre
las condiciones generales de la contratación y las condiciones generales
de los contratos en los contratos por adhesión. Entiendo que en estos úl-
timos la empresa inserta en cada contrato una serie de cláusulas típicas,
que incluyen las condiciones generales de los contratos que eventual y
privadamente haya prerredactado para integrar todos los contratos que
celebre. Resulta así que cada oferta de los contratos por adhesión está
formada por aquellas cláusulas, que son indiscutibles. Las condiciones
generales de contratación, en cambio, no son cláusulas de contratos con-
cretos, sino normas de organización de todos los contratos de la empresa.
En este orden de ideas, las cláusulas generales de contratación, por
ser producto de una elaboración unilateral, no tienen carácter obligato-
rio, ni aun para el propio predisponente, sino a partir del momento en
que se incorporen a una oferta para celebrar cada contrato particular a
base de ellas, porque sólo desde este momento son cláusulas contractua-
les. Antes de que esto ocurra, la situación de las cláusulas es muy singular.
Existen, porque ya han sido predispuestas; tienen vocación de ser obliga-
torias, porque se redactan con el propósito de formar parte de futuros
contratos; pero no producen efecto alguno, porque sólo la celebración
del contrato les da vida. Son como mercaderías exhibidas en una vitrina,
que no son de utilidad alguna hasta que haya quienes se decidan a ad-
quirirlas.
694 EL CONTRATO EN GENERAL
Denominación.
La gran mayoría de la doctrina, y por influencia de ella de las legis-
laciones, emplea la denominación de condiciones generales de la
contratación o, con menos propiedad, de los contratos. Sin embargo, ha
surgido una corriente de opinión, que cobra cada vez más fuerza, en el
sentido de que la utilización de la palabra “condiciones” es inapropiada
para el significado que se le da, o sea para denominar el fenómeno de
preconstitución unilateral del esquema del contrato23, porque la condi-
ción, jurídicamente hablando, es un elemento accidental del acto jurídico,
que tiene por finalidad someter su eficacia a un hecho incierto.
Se ha visto en el rubro “Antecedentes de este artículo” que el artí-
culo 72 de la primera Ponencia sustitutoria hablaba de estipulaciones
generales de contratación, y que recién en el artículo 1407 del primer
Proyecto se empieza a mencionar las cláusulas generales de contratación.
Es dudosa la pertinencia del cambio.
696 EL CONTRATO EN GENERAL
Predisposición.
El artículo 1392 del Código civil dice que las cláusulas generales
de contratación son aquéllas redactadas previa y unilateralmente por una
persona o entidad.
El primer elemento de las cláusulas generales de contratación es,
pues, la predisposición, entendida como el acto por el cual una persona o
entidad elabora intelectualmente los términos que se propone figuren
como parte integrante de un número indefinido de contratos que prevé o
está dispuesta a celebrar. La predisposición tiene por objeto fijar unilate-
ralmente una regla de comportamiento que no tiene aplicación actual,
sino que regirá los contratos singulares que se celebren en el futuro. Tal
como dicen SCHONENBERGER y JAGGI29, se trata de un modelo, pero no de
un contrato, de la misma manera que un plano no es un edificio.
Esta elaboración se plasma generalmente mediante una redacción
por escrito (manuscrito, mecanografía, imprenta u otro procedimiento
mecánico), pero MESSINEO30 no descarta la posibilidad de que sean enun-
ciadas verbalmente. Sin embargo, NAPOLI 31 cita cierta jurisprudencia
italiana que requiere que las cláusulas sean impresas o mecanografiadas
para asegurar una disciplina uniforme.
Quien efectúa la redacción unilateral recibe usualmente el nombre
de “predisponente”, aun cuando existe una tendencia moderna a llamar-
lo “estipulante” 32. La contraparte de cada contrato particular será
llamado “cliente” y eventualmente “consumidor” o “no-predisponente”.
La redacción de las cláusulas debe ser previa a la negociación de
los contratos particulares que se van a celebrar a base de ellas. Esto es así
porque las cláusulas no están destinadas a integrar un contrato determi-
nado cuyos términos ya tienen las partes en mente, sino una serie
indefinida de futuros contratos con elementos propios de ellos, elemen-
tos que el predisponente bien sea ignora en el momento de la redacción o
bien no los toma aún en consideración.
698 EL CONTRATO EN GENERAL
cuando una rama entera utilice las mismas condiciones (bancos, asegu-
radores), no es la rama misma la estipulante, sino quien las individualiza,
fija o establece en el caso particular, es decir que se trata entonces del
típico elemento de la imposición unilateral”.
En cambio, si el predisponente encomienda la redacción a un ter-
cero que no se encuentra bajo su dirección, para que éste a su arbitrio fije
las cláusulas, parte de la doctrina considera que no se estaría en la hipó-
tesis del predisponente de las cláusulas generales de contratación, sino
en la del arbitrador. No llego a compartir esta tesis, pues pienso que el
tercero, si bien actúa según su arbitrio, lo hace por encargo unilateral del
predisponente, o sea por cuenta de éste, sin intervención de la otra parte.
La misión del arbitrador radica, en cambio, en efectuar a su arbitrio, una
determinación por encargo de ambas partes contractuales.
Generalidad y abstracción.
Tal como dice MIRABELLI 39, no basta la predisposición, se requiere
que tal predisposición tenga el carácter de generalidad o uniformidad.
Se ha visto que la necesidad de las cláusulas generales de contrata-
ción está determinada en parte por la exigencia del tráfico de masas de
garantizar al consumidor una igualdad de tratamiento.
Esto se alcanza a través de la generalidad o uniformidad de las cláu-
sulas. “La uniformidad determina una externa igualación del individuo.
Se suprime toda distinción de rango y de características y los individuos
se consideran iguales a sí mismos. Hay, además, una uniformización, en
el sentido que los individuos buscan ellos mismos la igualación”40.
MESSINEO41 considera que la “generalidad” de las cláusulas pueden
ser entendida en varios sentidos. En primer lugar, puede decirse que la
cláusula es general porque se pone como antitética de “especial” o “es-
pecífica”. También la cláusula general puede significar que ella es
“común” a toda la serie de contratos. Finalmente puede considerarse que
la cláusula es general cuando tiene carácter abstracto.
Pienso que como el artículo 1392 del Código civil habla de genera-
lidad y abstracción debe darse a ambos términos contenidos distintos.
La generalidad a que se refiere dicho artículo debe ser entendida
como la posibilidad de aplicar las cláusulas a una serie (o clase, o catego-
ría) indefinida de contratos singulares sin desnaturalizarlos, aun cuando
cada uno de éstos tenga elementos propios. Tal como lo indica el # 1 de la
Ley alemana, la generalidad implica la predisposición para una plurali-
dad de contratos.
700 EL CONTRATO EN GENERAL
Inmutabilidad.
Este elemento, que como hemos visto no figura en la definición de
cláusulas generales de contratación contenida en el artículo 1392 del
Código civil, consiste en que dichas cláusulas, bien sea se incorporan
automáticamente a todas las ofertas que se formulen para contratar con
arreglo a ellas (artículos 1393 y 1397 del Código civil), o bien, a semejan-
za de los contratos por adhesión, son planteadas por el predisponente
701 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Principales y accesorias.
Son cláusulas generales de contratación principales cuando versan
sobre los elementos esenciales de los futuros contratos que se van a cele-
brar a base de ellas, tales como objeto, precio, etc.
Puede observarse que existe cierta similitud entre las cláusulas es-
peciales y las cláusulas generales principales, pues ambas se refieren, en
principio, a los elementos esenciales, con la diferencia que, en el primer
caso, estos elementos son los propios de cada contrato particular y, en el
segundo, tales elementos se generalizan para integrar todos los contratos.
Las cláusulas generales son accesorias si se refieren a elementos del
contrato que tienen carácter natural o accidental (garantías, traslado del
riesgo, limitaciones de responsabilidad, legislación aplicable, tribunal
competente, etc.). Según GARCÍA AMIGO, también son accesorias las cláu-
704 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) COSTANZA47 explica el hecho de que tratándose de contratos típicos se recurra a las
cláusulas generales accesorias y no a las normas legales dispositivas de dichos con-
tratos, afirmando que ello se debe a que la normativa contenida en el ordenamiento
jurídico positivo es insuficiente e inidónea para satisfacer las exigencias de las relaciones
económicas que conciernen la actividad económica del predisponente. Comparto par-
cialmente el planteamiento de esta autora, pues pienso que, muchas veces, las normas
legales dispositivas de los contratos típicos no responden a la celeridad que exige el
tráfico de masas, pero creo, por otro lado, que la utilización de las cláusula generales
accesorias se debe a que el predisponente intenta, mediante estas cláusulas, obtener
ventajas a costa de los consumidores, que no le serían admitidas si se aplicaran exclu-
sivamente las normas dispositivas.
(**) Es interesante la cita que hace REZZÓNICO48 de un despacho aprobado en las VIII Jorna-
das Nacionales de Derecho Civil (Argentina) que establece: “Están afectados de nulidad
relativa los contratos celebrados mediante condiciones generales cuando éstas com-
prometan elementos esenciales de la contratación. Si comprometen elementos
accidentales el contrato será válido, pero las cláusulas cuestionadas serán pasibles de
nulidad. Sólo la parte afectada podrá solicitar la declaración de nulidad del contrato o
de la cláusula según el caso. Cuando se trate de condiciones que hieran elementos
accidentales, el juez, a pedido de parte, podrá modificar la cláusula viciada”. Una
solución parecida ha adoptado el codificador peruano, como se verá al comentar el
artículo 1399, tratándose de las cláusulas generales de contratación no aprobadas ad-
ministrativamente.
705 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Neutrales y vejatorias.
Son cláusulas generales neutrales aquéllas cuyo contenido no favo-
rece especialmente a una de las partes51. Generalmente se refieren a
aquellos aspectos destinados exclusivamente a facilitar de manera obje-
tiva la contratación masiva, sin procurar ventajas egoístas al
predisponente. ROMERO 52 afirma, con razón, que las cláusulas neutrales
tienen por finalidad perfeccionar el contrato individual a celebrarse,
imponiendo un criterio equitativo sin favoritismos para ninguno de los
contratantes.
Reciben el nombre de vejatorias las cláusulas generales que, en cam-
bio, buscan colocar a la contraparte en una situación de inferioridad, que
haga más débil su posición. MESSINEO53 considera que las cláusulas veja-
torias pueden bien sea actuar a beneficio del predisponente, o bien obran
a cargo del otro contratante. Al comentar el artículo 1398 del Código ci-
vil desarrollaré este tema con la debida amplitud.
Incorporación a la oferta.
Refiriéndose al paso de las cláusulas generales a regular la rela-
ción contractual concreta, dice GARCÍA AMIGO57 que “estamos en presencia
de uno de los puntos más discutidos en la problemática de la teoría de las
condiciones generales: su importancia es tal que constituye, en nuestra
opinión, el núcleo central en torno al cual gira todo el problema de los
llamados contratos por adhesión. En realidad, se trata de ver la eficacia
práctica, la cara real y fáctica de la cuestión: todo lo demás será teorizar
sobre la realidad de los supuestos en que las condiciones generales pasan
a regular jurídicamente las singulares relaciones contractuales; por eso
interesa sobre todo verificar los posibles procedimientos técnicos que rea-
lizan dicha misión”.
El problema es distinto según se trate de la incorporación de las
cláusulas generales a la oferta formulada por el predisponente o a la for-
mulada por la contraparte.
En el primer caso, esta incorporación puede realizarse de cualquiera
de las siguientes maneras:
a) Cuando las cláusulas generales figuran en el mismo documento que
contiene la oferta, la aceptación de ésta significará la adhesión au-
tomática a las cláusulas generales, que pasarán así a formar parte
del contrato.
b) Cuando en la oferta se hace referencia expresa a la existencia de
las cláusulas generales, indicándose cómo se puede conocerlas, pero
sin transcribirlas en la oferta, la aceptación de ésta dará lugar a
que se considere incorporadas a ella las cláusulas generales así re-
feridas.
c) Cuando se trata de cláusulas generales que han regido una serie de
contratos particulares anteriormente celebrados entre las mismas
partes, bastará la referencia a tales cláusulas para que se conside-
ren incorporadas a la oferta.
d) Cuando las cláusulas generales han sido aprobadas por la autori-
dad administrativa, tales cláusulas se incorporan automáticamente
709 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
8. NATURALEZA JURÍDICA
He estudiado con todo detenimiento en otro trabajo59 la naturaleza
jurídica de las cláusulas generales de contratación, desarrollando las dos
posiciones que se habían planteado sobre el particular, o sea la que sos-
tiene que las cláusulas generales tienen carácter normativo y la que afirma
que constituyen meros elementos integrantes de los contratos.
Según la tesis normativa, las cláusulas generales forman parte del
ordenamiento legal y deben ser consideradas como normas vinculantes
y obligatorias tanto para quien las predispone cuanto para quienes se
vinculan con él.
De acuerdo con la posición contractualista, dichas cláusulas cons-
tituyen una expresión de la autonomía privada y tienen el carácter de
elementos del contrato.
En esa oportunidad me pronuncié en el sentido que las cláusulas
generales de contratación son declaraciones unilaterales de voluntad que
adquieren virtualidad cuando forman parte de los contratos que se cele-
bren a base de ellas.
Habiéndose con posterioridad dictado el Código civil, que regula
minuciosamente las cláusulas generales de contratación, y existiendo
nuevas opiniones doctrinarias sobre la naturaleza jurídica de dichas cláu-
sulas, conviene revisar aquel pronunciamiento para determinar si
conserva vigencia.
Quiero advertir, sin embargo, que estamos en presencia de un nue-
vo fenómeno jurídico, que se está adaptando a una realidad cambiante,
por lo cual no es conveniente aferrarse a conceptos rígidos, encajándolos
a como de lugar, sino que hay que actuar con imaginación, usando enfo-
ques frescos, pero sin abandonar la prudencia.
Puede decirse que actualmente subsisten las dos posiciones tradi-
cionales, o sea la normativista y la contractualista, y que han surgido
algunos nuevos puntos de vista, que pueden englobarse en el rubro de
tesis mixtas.
Tesis normativista.
Partiendo de la observación que la voluntad del predisponente se
impone a todos los otros contratantes con su imperatividad de facto,
mientras la adhesión de la otra parte aparece como un acto de menor
valor, la tesis normativa ha aproximado las cláusulas generales de con-
tratación a un comando jurídico60.
712 EL CONTRATO EN GENERAL
Tesis contractualista.
Se acentúa el regreso de la doctrina a conceder carácter contrac-
tual a las cláusulas generales.
Al respecto, dice LARENZ63 que “las condiciones generales de con-
tratación no contienen una regulación sólo para un caso concreto, sino
para una generalidad de casos y para un número indeterminado de nego-
cios. Pero les falta la validez normativa, la obligatoriedad del Derecho
objetivo, puesto que ni el empresario que las establece está facultado para
crear Derecho, ni se trata de un Derecho consuetudinario por faltarles el
requisito de la convicción jurídica predominante en la comunidad. Las
condiciones generales de contratación sólo adquieren vigencia, caso por
caso, cuando el cliente se somete a ellas. Mediante esta sumisión llegan a
ser formalmente Derecho contractual, que en el supuesto concreto única-
mente vincula a los contratantes, y ello en base a su acuerdo”.
DÍEZ-PICAZO64 concuerda en que “las condiciones generales sólo ad-
quieren fuerza obligatoria como estricto contenido contractual”.
Los STIGLITZ 65, por su parte, dicen que “la modalidad en la forma-
ción del acto consistente en la adhesión a un contenido predeterminado
con anterioridad y no discutido previamente, no priva al negocio de su
naturaleza contractual, pues en definitiva hay una declaración sobre la
cual las partes consienten, no pudiendo desconocerse que la adhesión,
aunque consista en la aceptación incondicionada de pactos establecidos
por otros es, al menos formalmente, un acto de libre voluntad que no
puede ser constreñido a cumplirse”.
Finalmente, BIANCA66 sostiene que “en realidad, en el ámbito de cual-
quier relación las condiciones generales son eficaces en cuanto encuentran
su título en el contrato. La regla legal valedera para las condiciones ge-
713 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Tesis mixtas.
REZZÓNICO67 nos habla de la teoría de la institución de HAURIOU, se-
gún la cual se parte de la base de que existen casos en que el acto jurídico
no crea derechos determinados, sino que instaura una situación permanen-
te que más adelante será fuente de derechos y obligaciones: se dice que se
ha creado una institución, que se ha dado nacimiento a través del acto ju-
rídico a una situación estable, susceptible de engendrar en el futuro
relaciones jurídicas que, empero, pueden experimentar variaciones.
MIRABELLI68 se ocupa de dos teorías recientes elaboradas por la doc-
trina italiana, que son la teoría de la interpretación típica y la teoría de la
declaración tipificada.
Según la teoría de la interpretación típica, el comportamiento del ad-
herente es una declaración verdadera y propia de adhesión al contrato,
por efecto de la cual se insertan en el contrato las cláusulas generales,
llegándose a esa conclusión a través de una interpretación integradora,
fundada en el criterio de la buena fe y del deber de diligencia.
De acuerdo con la teoría de la declaración tipificada, la declaración
del adherente, o sea de la contraparte de quien ha predispuesto las cláu-
sulas generales, es un comportamiento al cual la ley le atribuye un
contenido y un significado típicos, el significado de aceptación de las cláu-
sulas predispuestas, tal como si hubiera emitido una declaración de
voluntad por medio de palabras claras. Dicen los adeptos de esta teoría69
que se trata de una declaración tipificada porque los efectos que provoca
son idénticos para todos los que tienen igual comportamiento.
Opinión personal.
Según se ha visto, el artículo 1392 del Código civil establece que
las cláusulas generales tienen por objeto fijar el contenido normativo de
una serie indefinida de futuros contratos particulares, con elementos propios
de ellos.
Para entender la manera cómo las cláusulas generales fijan el con-
tenido de los contratos particulares debe tenerse presente lo dispuesto
por los artículos 1393 y 1397 del mismo Código, según los cuales las cláu-
714 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) VALLESPINOS71 reflexiona con mucho acierto que es un hecho común asignarle a las
condiciones generales una versión mala, abusiva y contraria a Derecho, pero que esta
concepción corresponde a una etapa superada, a un ciclo en el cual todas las fuerzas
estaban dirigidas a la explotación del hombre frente a sus necesidades. Por fortuna,
agrega, hoy esa dirección ha sido abandonada merced a un nuevo tipo de fundamento
719 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Redacción impresa.
El hecho que las cláusulas generales sean un auxiliar importantísi-
mo del tráfico masivo de bienes y servicios, ha llevado a los predispo-
nentes a imprimirlas para facilitar su distribución entre los clientes.
Esto ha traído como consecuencia, según apunta REZZÓNICO73, que
debido a la autoridad que parece emanar de la letra impresa, se presenta
un mecanismo psicológico que él denomina “normalidad de verdad”, que
presenta el conjunto de cláusulas impresas y que tiene cierto efecto parali-
zante sobre la reacción del afectado.
El mismo autor cita a NORDMANN, quien sostiene que el solo hecho
de que una cláusula figure impresa en un contrato crea para el profano
la impresión de su licitud y lo desalienta para atacarla y a veces inclusi-
ve para requerir una opinión autorizada.
Complejidad.
Con el afán de cubrir el mayor número de eventualidades que la
experiencia va presentando, el predisponente usa un clausulado cada vez
más complejo.
Por otra parte, como dice V ALLESPINOS74, el predisponente cuenta
con un equipo económico-jurídico que lo asesora permanentemente acerca
de la conveniencia en la inclusión de una u otra condición y que le per-
mitirá alcanzar el objetivo de racionalidad de la empresa.
Esto dificulta muchas veces la comprensión de las cláusulas por el
cliente, quien se siente desorientado ante estipulaciones cuyo verdadero
alcance desconoce.
723 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Lenguaje.
Para cubrirse contra posibles riesgos legales, el predisponente sue-
le usar un lenguaje muy técnico, que no es entendido por el cliente.
Por ello, la ley española de 1984 sobre protección al consumidor
establece en su artículo 10 que las cláusulas generales tengan “concre-
ción, claridad y sencillez en la redacción, con posibilidad de comprensión
directa, sin reenvios a textos o documentos que no se faciliten previa o
simultáneamente a la conclusión del contrato, y a los que, en todo caso,
deberá hacerse referencia expresa en el documento contractual”.
Comentando este texto, manifiesta BERCOVITZ75 que las cláusulas
han de ser susceptibles de una comprensión directa por parte del consu-
midor, lo que obliga a un esfuerzo por un lenguaje comprensible. Agrega
que la comprensión no puede relacionarse con la capacidad de un jurista.
Ventajas.
La doctrina ha estudiado con cierto detenimiento las ventajas que
reporta el uso de las cláusulas generales de contratación. Como existen
diversos enfoques de una misma ventaja, voy a tratar de unificarlos para
evitar una relación demasiado extensa.
- Ahorro de costos: La uniformidad de las cláusulas generales y su
empleo en un tráfico masivo de bienes y servicios, determina la
reducción de gastos generales y de costos de distribución.
- Reducción de precio: Uno de los factores que determinan la reduc-
ción del precio es el ahorro de costos a que se refiere el punto
anterior.
Otro factor que puede incidir en el precio es la limitación de res-
ponsabilidades y obligaciones del predisponente. Sin embargo, se
cuestiona si es legítimo este recurso, pues, a la larga, puede resul-
tar perjudicial para el cliente.
- Ahorro de tiempo: La reducción del área de las tratativas a los ele-
mentos propios de cada contrato particular, eliminando la
discusión sobre todos los temas comprendidos en las cláusulas ge-
nerales, da lugar a una contratación más veloz, con lo cual se
satisface esa necesidad común de empresarios y clientes de “ganar
tiempo”, que constituye una de las características del tráfico masi-
vo de bienes y servicios.
Este es quizá el aporte más importante de las cláusulas generales a
la contratación moderna.
- Racionalización empresarial: Se entiende por esto la “idea de mejo-
ra, de progreso, de obtener superiores resultados con menor
esfuerzo, dinero o tiempo”77, para lo cual se procura instrumentar
medidas organizativas de toda índole.
Al respecto nos dice V ALLESPINOS78 que todo proceso económico
siempre ha buscado encontrar su camino jurídico y que la raciona-
lización aplicada por las grandes empresas también ha seguido ese
principio trasladándose al campo jurídico a fin de encontrar las
técnicas apropiadas a esa directiva general. Agrega dicho autor que
el resultado de esa búsqueda ha determinado que la contratación a
base de cláusulas generales sea la expresión jurídica más acorde
para sus objetivos económicos.
- Delimitación de prestaciones: Las cláusulas generales, debido a ser
redactadas con minuciosidad y detenimiento, permiten una deli-
mitación detallada, que puede acercarse a la perfección, de las
725 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Inconvenientes.
Al lado de las ventajas que proporciona la utilización de las cláu-
sulas generales existen, sin duda, inconvenientes, especialmente para la
clientela.
- Ambigüedad: BERLIOZ81 considera que las cláusulas generales dan
lugar a ambigüedades concernientes tanto a la formación del con-
trato como a su contenido.
En cuanto a la formación, entiende que los clientes sólo dan a los
contratos una lectura superficial, sin percatarse que la suscripción
de los mismos constituirá un compromiso a firme. Quienes les ofre-
cen estos contratos hacen muchas veces vagas promesas de
modificaciones, que no llegan a plasmarse.
726 EL CONTRATO EN GENERAL
les), de forma que cuando éstos se celebren, las partes están obligadas a
insertar en ellos y a observar aquel contenido predeterminado, fruto de
recíproca elaboración precedente. Por tanto, el acuerdo normativo obli-
ga a las partes a darle ejecución siempre que se presente la situación
prevista y disciplinada en el mismo”.
Según la doctrina italiana más difundida93, el contrato normativo
produce su efecto vinculante directamente, sin necesidad de una decla-
ración de voluntad en tal sentido (la llamada eficacia real del contrato
normativo).
Observando esta diferencia de opiniones, GARCÍA AMIGO 94 distin-
gue entre los contratos normativos vinculantes –cuando obligan a que
los contratos que se celebren se sometan necesariamente a la disciplina
establecida en el mismo– y los contratos normativos simplemente direc-
tivos, aunque él niega a estos últimos el carácter de verdaderos contratos
normativos, sino que se trata de simples consejos o indicaciones.
Pienso que el contrato normativo, por ser contrato, crea obligacio-
nes, las cuales están constituidas por la incorporación de las cláusulas
generales a los futuros contratos particulares que celebren las partes del
contrato normativo, lo que se produce de manera automática e imperati-
va. Desde luego, las partes pueden convenir que las líneas rectoras
acordadas no se apliquen a un determinado contrato particular celebra-
do entre ellas.
Italia.
Tengo entendido que ha sido el primer ordenamiento jurídico que
735 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Egipto.
El Código civil egipcio de 1948, si bien no tiene disposiciones ex-
presas sobre las condiciones generales de los contratos, establece en su
artículo 149 que el juez puede, si (el contrato contiene cláusulas leoni-
nas, modificar estas cláusulas o dispensar a la parte adherente del
cumplimiento de ellas conforme a las reglas de la equidad, siendo nula
toda convención en contrario.
Etiopía.
El Código civil etíope sancionado el 5 de mayo de 1960, cuyo ante-
proyecto estuvo a cargo del jurista francés René DAVID98, establece (artículo
1686), refiriéndose a las condiciones generales utilizadas por uno de los
contratantes, que ellas no obligan a la otra parte más que en el caso de
que ésta las haya conocido y aprobado o cuando dichas condiciones han
sido prescritas u homologadas por la autoridad pública.
Respecto a la interpretación de las condiciones generales, dispone
(artículo 1738) que ella se hará en favor del adherente.
Unión Soviética.
En su Código civil de 1964 se dicta (artículo 265), como regla gene-
ral, que los contratos de suministro se concluyen y se ejecutan conforme
a los Reglamentos de suministros adoptados por el Consejo de Ministros
de la Unión Soviética y las condiciones especiales de suministro de las
diversas especies de producción establecidos de manera fija por el Con-
sejo de Ministros de la Unión Soviética y en los casos previstos por ellas,
por el Consejo de Ministros de la R.S.F.S.R. (República Soviética Federalis-
ta Socialista de Rusia).
Bolivia.
El Código civil boliviano, que entró en vigencia el 2 de abril de 1976,
dispone en su artículo 518 que las cláusulas dispuestas por uno de los
contratantes o en formularios organizados por él se interpretan, en caso
de duda, en favor del otro.
Paraguay.
El Código civil paraguayo, que comenzó a regir el 1 de enero de
1987, si bien habla de contratos por adhesión y de condiciones generales
del contrato, no precisa la distinción entre ellos.
Refiriéndose al contrato por adhesión, hace en su artículo 691 una
relación de las cláusulas restrictivas de carácter leonino, respecto de las
cuales la parte adherente podrá ser dispensada de cumplirlas, o pedir su
modificación por el juez.
En el artículo 713 establece que las cláusulas insertas en las condi-
ciones generales del contrato así como en formularios dispuestos por uno
de los contratantes, se interpretarán, en caso de duda, a favor del otro.
737 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Países escandinavos.
Los sistemas de Dinamarca (Market Act), Finlandia (Consumer Sale
Act), Noruega (Market Act) y Suecia (Unfair Contract Terms Act) son
similares y están caracterizados por la intervención del Consumers Om-
budsman, que es un órgano, compuesto de una sola persona e
independiente del Gobierno que, entre sus otras funciones, está la de pre-
venir el uso de cláusulas contractuales injustas.
LANDO100 nos relata que el cometido del Ombudsman es, ante todo,
tratar con la empresa que utiliza una cláusula injusta, revelando la men-
talidad escandinava tendente a evitar la litis.
El Ombudsman intenta, en primer lugar, obtener de la empresa la
modificación de sus condiciones generales y, en la mayoría de los casos,
tiene éxito. La acción judicial es su último recurso.
738 EL CONTRATO EN GENERAL
Gran Bretaña.
Con el título de Unfair Contract Terms Act, 1977, el Parlamento
británico ha aprobado una Ley que regula el procedimiento legislativo
destinado a controlar los contratos standard, la cual ha entrado en vigor
el 1 de febrero de 1978.
Las principales reglas establecidas por la Ley se refieren al control
de las cláusulas de limitación o de exclusión de responsabilidad en cuatro
hipótesis.
La primera regla dispone la prohibición de las cláusulas de exclu-
sión o de limitación de la responsabilidad por muerte o lesiones físicas
debidas a culpa (negligence) del predisponente.
La segunda se refiere a las cláusulas de los contratos con los consu-
midores o las cláusulas predispuestas por la empresa frente a otras
empresas, estableciendo la prohibición de excluir o limitar la responsa-
bilidad por incumplimiento contractual y la prohibición de emplear
739 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Francia.
El 10 de enero de 1978 se promulgó en Francia una Ley relativa a
los productos y servicios, que comprende un capítulo cuarto titulado “tu-
tela del consumidor contra las cláusulas abusivas”, donde el legislador,
en lugar de disciplinar directamente las cláusulas abusivas, delega sus
poderes al Gobierno para dar vida a la auspiciada disciplina.
Se señala que el campo de aplicación de la delegación de poderes
se encuentra en los contratos concluidos entre profesionales y no profe-
sionales o consumidores, los cuales pueden ser vetados, limitados o
reglamentados por decretos del Consejo de Estado, distinguiendo even-
tualmente según la naturaleza de los bienes y servicios, las cláusulas
relativas al carácter determinado o determinable del precio y a su pago,
a la naturaleza de los bienes y a su entrega, a la asunción del riesgo, a la
entidad de la responsabilidad y de las garantías, a las condiciones de eje-
cución, rescisión, resolución o modificación de las convenciones, cuando
tales cláusulas aparecen impuestas a los no profesionales o consumido-
res por un abuso del poder económico de la otra parte y confieren a esta
última una ventaja excesiva.
Tales cláusulas abusivas, estipuladas en contradicción con las dis-
posiciones precedentes, se consideran como no puestas.
Holanda.
Informa V ALLESPINOS101 que en el mes de noviembre de 1981 se re-
emplazó el artículo 3 del Libro 6, Capítulo 5, Sección I del Código civil
holandés, por una larga reglamentación.
Según este autor la Ley holandesa tiene diversos apartados que tra-
tan, respectivamente, sobre las características de las condiciones
generales, consideradas como aquellas cláusulas que han sido utilizadas
por el usuario, tal como las había previsto en la estipulación o que están
previstas para ser aplicadas en los futuros negocios con una cierta regu-
laridad; la validez de las condiciones generales, la posibilidad de
740 EL CONTRATO EN GENERAL
España.
El 13 de abril de 1998 se aprobó en España la Ley de Condiciones
Generales de Contratación, que al mismo tiempo, a través de su disposi-
ción adicional (la primera), modifique el marco jurídico preexistente de
protección al consumidor, constituido por la Ley 26/1984 General para
la Defensa de Consumidores y Usuarios.
Se pretende distinguir lo que son cláusulas abusivas de lo que son
condiciones generales de contratación.
Una cláusula es condición general cuando está predispuesta e in-
corporada a una pluralidad de contratos exclusivamente por una de las
partes, y no tiene porqué ser abusiva. Cláusula abusiva es la que en con-
tra de las exigencias de la buena fe causa en detrimento del consumidor
un desequilibrio importante e injustificado de las obligaciones contrac-
tuales, y puede tener o no el carácter de condición general, ya que también
puede darse en contratos particulares cuando no existe negociación in-
dividual de sus cláusulas, esto es, en contratos de adhesión particulares.
17.CONCLUSIÓN
Al terminar este comentario del artículo 1392 del Código civil debo
reiterar algo que he venido expresando a lo largo del mismo, referente al
verdadero carácter de las cláusulas generales de contratación.
El codificador peruano no ha regulado tales cláusulas como una
modalidad del contrato por adhesión, en el cual, según se ha visto, el des-
tinatario de la oferta se encuentra colocado en la alternativa de aceptarla
o rechazarla íntegramente, sino como una técnica para agilizar la con-
tratación masiva de bienes y servicios.
La esencia de esta técnica es conjugar la rigidez de los elementos
comunes de todos los contratos sujetos a una determinada clase de cláu-
741 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
1. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere. Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 417.
2. HONDIUS, Ewoud H., “Il controllo sulle condizioni generale nel Diritto olandese” en Le condizioni
generali di contratto a cargo de C. Massimo BIANCA, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1981, Vol.
II, p. 405.
3. MOLLE, Giacomo, I contratti bancari, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1975, p. 40.
4. HONDIUS, Ewoud H., Op. cit., Vol. II, p. 406.
5. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, El contrato por adhesión a cláusulas generales, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1984, p. 251.
6. BERLIOZ, Georges, Le contrat d’adhesion, Librairie Generale de Droit et de Jurisprudence,
París, 1976, p. 17.
7. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 417.
742 EL CONTRATO EN GENERAL
8. STIGLITZ, Rubén S. y STIGLITZ, Gabriel A., Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protec-
ción al consumidor, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1985, p. 30.
9. REZZÓNICO, Juan Carlos, Contratos con cláusulas predispuestas, Astrea, Buenos Aires, 1987,
p. 73.
10. MONTAGNE, Hipólito, El contrato de adhesión, Imprenta de la Universidad, Córdova, 1931, p. 10.
11. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 15.
12. FERRI, Luigi, Lezioni sul contratto, Nicola Zanichelli S.p. A., Seconda Edizione, Bologna, 1982,
p. 112.
13. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
131979, T. I, p. 236.
14. EORZI, Gyula, Le condizioni generali di contratto nell’esperienza ungherese en Op. cit. a cargo
de C. Massimo BIANCA, Vol. I, p. 245.
15. HONDIUS, Ewoud H., Op. cit., Vol. II, p. 403.
16. BERLIOZ, Georges, Op. cit., p. 17.
17. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Op. cit., p. 250.
18. LIPARI, Nicoló, Derecho privado – Un ensayo para la enseñanza, Publicaciones del Real Cole-
gio de España, Bolonia, 1980, p. 343.
19. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligazioni – Dei contratti in generale, U.T. E.T., Torino, 1980, p. 137.
20. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 237.
21. BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Alberto y BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Rodrigo, Estudios jurídicos
sobre protección a los consumidores, Editorial Tecnos S.A., Madrid, 1987, p. 190.
22. Cita de SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 145.
23. GOMES, Orlando, Contratos, Companhia Editora Forense, Rio de Janeiro, 1986, p. 121.
24. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 424.
25. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 112.
26. OSSIO GARGUREVICH, Jorge, “Los contratos por adhesión y las cláusulas generales de contrata-
ción dentro del Derecho civil”, Tesis para optar el grado de Bachiller en Derecho en la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1979, p. 82.
27. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 231.
28. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Op. cit., p. 274.
29. Cita de REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 124.
30. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 443.
31. NAPOLI, Emilio Vito, Le condizioni generali di contratto nella jurisprudenza en Op. cit. a cargo de
C. Massimo BIANCA, T. II, p. 5.
32. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 125.
33. COSTANZA, María, Natura normativa delle condizioni generali di contratto en Op. cit. a cargo de
C. Massimo BIANCA, T. I, p. 157.
34. COSSIO, Alfonso de, Instituciones de Derecho civil, Alianza Editorial, Madrid, 1975, T. I, p. 253.
35. DE CASTRO Y BRavo, Federico, Las condiciones generales de los contratos y la eficacia de la
leyes, Editorial Civitas S.A., Madrid, 1975, p. 12.
743 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
36. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A Giuffrè, Editore, Milano, 1987, p. 218.
37. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 429.
38. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 126.
39. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 141.
40. DÍEZ-PICAZO, Luis, Derecho y masificación social, Editorial Civitas S.A., Madrid, 1979, p. 23.
41. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 425.
42. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 129.
43. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Op. cit., p. 262.
44. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 431.
45. GOMES, Orlando, Op. cit., p. 130.
46. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 426.
47. COSTANZA, María, Op. cit., T. I, p. 158.
48. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 116.
49. LACRUZ BERDEJO, José Luis, LUNA SERRANO, Agustín, DELGADO ECHEVARRÍA, Jesús y RIVERO HER-
NÁNDEZ, Francisco, Derecho de obligaciones – Teoría general del contrato, Librería Bosch,
Barcelona, 1987, p. 38.
50. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Op. cit., p. 278.
51. GARCÍA AMIGO, Manuel, Op. cit., p. 143.
52. ROMERO ZAVALA, Luis, Nuevas instituciones contractuales – Parte general, Lima, 1985, p. 11.
53. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 445.
54. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima,
1983, T. I, p. 323.
55. MOLLE, Giacomo, Op. cit., p. 45.
56. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit., T. I, p. 325.
57. GARCÍA AMIGO, Manuel, Op. cit., p. 144.
58. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Op. cit. T. I, p. 332.
59. Ibídem, T. I, p. 314.
60. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 132.
61. COSTANZA, Maria, Il contratto atipico, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1981, p. 274.
62. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 297.
63. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, T.
I, p. 127.
64. DÍEZ-PICAZO, Luis, Op. cit., T. I, p. 239.
65. STIGLITZ, Rubén S. Y STIGLITZ, Gabriel A., Op. cit., p. 69.
66. BIANCA, C. Massimo, Il contrato, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 343.
67. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 276.
68. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 133.
69. GOMES, Orlando, Op. cit., p. 136.
70. GARCÍA Amigo, Manuel, Op. cit., p. 33.
71. Ibídem, p. 33.
744 EL CONTRATO EN GENERAL
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Control administrativo de las cláusulas generales
1. RIZZO, Vito, Condizioni generali del contrato e predisposizione normativa, Universitá de Came-
rino, La Buona Stampa S.p.A., Ercolano, Napoli, 1983, p. 71.
2. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 211.
3. STOLLI, Hans, “La nuova legge della Republica Federale Tedesca sui contratti di adesione”, en:
Le condizioni generale di contratto, a cargo de C. Massimo Bianca, Dott. A Giuffrè, Editore,
Milano, 1981, T. I, p. 273.
750 EL CONTRATO EN GENERAL
751 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Obligatoriedad de la aprobación administrativa.
3. Situación de los contratos por adhesión.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Procedencia de la no incorporación.
2. PROCEDENCIA DE LA NO INCORPORACIÓN
ARIAS SCHREIBER1, reiterando su conformidad con el artículo 1395 del
Código civil, ya expresada en la Exposición de Motivos del artículo 36 de
su Anteproyecto, manifiesta que no existe razón alguna para que en el con-
trato individual o privado al que se adhieren las cláusulas generales, una
o varias de ellas sean suprimidas por las partes intervinientes, lo cual es
una demostración adicional de la flexibilidad que tiene esta modalidad
contractual y un factor diferencial más de los contratos celebrados por ad-
hesión, que son rígidos.
Raramente discrepo de este autor, cuya concepción del Antepro-
yecto del Título sobre los contratos en general admiro sinceramente, pero
ésta es una de las pocas veces en que me atrevo a no coincidir con su
opinión.
Para comprender cabalmente mi disentimiento debe tenerse pre-
sente que estamos tratando de las cláusulas generales de contratación y
no de los contratos celebrados con arreglo a ellas.
Debe recordarse que una de las características que deben tener las
cláusulas generales es su absoluta inmutabilidad, a diferencia de los con-
tratos particulares celebrados a base de ellas que sí permiten la
negociación de los elementos propios de los mismos. Tan rígidas son las
ofertas de los contratos por adhesión como las cláusulas generales de
contratación.
Permitir a las partes convenir la no incorporación de determinadas
cláusulas generales en la oferta de un contrato celebrado con arreglo a
ellas, como lo hace el artículo 1395 del Código Civil, es precisamente ne-
gar la inmutabilidad de dichas cláusulas y destruir la eficacia de este
tipo de contratación.
En efecto, si se admite la posibilidad de, por común acuerdo entre
las partes, suprimir la inclusión de algunas cláusulas se está abriendo la
757 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
la ley exige declaración expresa, de tal manera que no cabría una exclu-
sión tácita, por evidente que ella fuera.
En realidad, pensándolo bien, la recta comprensión del artículo 1395
lleva a considerar que su aplicación determina que un contrato que de-
bía celebrarse con arreglo a cláusulas generales de contratación aproba-
das administrativamente se convierta en un contrato paritario, desde que
si las partes pueden convenir que determinadas cláusulas (teóricamente
pueden ser todas) no se incorporen a la oferta, es que están admitiendo
que las cláusulas que sí se incorporan lo hacen por voluntad de ellas (las
partes) al no excluirlas.
1. ARIAS SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis, Librería Studium, Ediciones, Lima, 1986, T. I, p. 150.
2. STIGLITZ, Rubén y STIGLITZ, Gabriel A., Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protección
al consumidor, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1985, p. 20.
759 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. El contrato de hecho.
3. Finalidad del artículo 1396.
2. EL CONTRATO DE HECHO
Se ha visto en la Exposición de Motivos del artículo 35 del Ante-
proyecto, que ha sido reproducida en la Exposición de Motivos del artículo
1396 del Código civil, que dicho artículo se ha puesto en lo que doctrina-
riamente se conoce como “contrato de hecho” o “conducta social típica”.
En otro trabajo1 he opinado que en los casos en que una persona
tiene determinado comportamiento ante una situación que se le plantea,
no nos encontramos ante un caso de ausencia de voluntad, sino de una
declaración sui generis de voluntad. En tal sentido, manifesté que la solu-
ción de la conducta social típica, entendida como una voluntad presunta
del usuario, constituye una explicación satisfactoria del fundamento de
la obligación que adquiere el usuario de servicios masivos cuando su vo-
luntad sólo se manifiesta mediante el hecho de la utilización del servicio.
Complementando lo dicho en esa oportunidad, sin repetirlo, resul-
ta adecuado observar la situación actual de la doctrina sobre el particular.
761 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Para ello conviene recordar que fue HAUPT quien en 1941 planteó
el concepto de las “relaciones contractuales de hecho” en que se estable-
ce una relación jurídica igual a la creada por un contrato, pero que no
emanan de una voluntad de contratar, sino de unos hechos a los que so-
cialmente se le atribuyen esas consecuencias2. Según HAUPT, las relaciones
contractuales de hecho pueden provenir de tres situaciones distintas: a)
del mero hecho de entrar en contacto las personas con el fin de entablar
entre ellas negociaciones; b) de contratos de hecho ineficaces, como la
sociedad de hecho o el contrato de trabajo de hecho; y c) de prestaciones
del tráfico de masas, en los que las obligaciones surgen del hecho de rea-
lizar un determinado comportamiento sin previa declaración de voluntad.
DÍEZ-PICAZO3 dice, con toda razón, que la situación a) corresponde
a la problemática de la formación de los contratos y la situación b) a la
problemática de la ineficacia de los contratos, por lo cual sólo la situa-
ción c) tiene alguna autonomía.
Refiriéndose a esta tercera situación, expresó LARENZ en 19524 que
el “moderno tráfico de masas trae consigo que en algunos casos, de acuer-
do con la concepción del tráfico, se asuman deberes, nazcan obligaciones,
sin que se emitan declaraciones de voluntad encaminadas a tal fin. En
lugar de las declaraciones surge una oferta pública, y de hecho de una
prestación y la aceptación de hecho de esta prestación por el que toma
parte en el tráfico. Ambas, la oferta pública de hecho y la aceptación de
hecho de la prestación, no suponen declaraciones de voluntad, pero sí
implican una conducta que por su significado social típico tiene los mis-
mos efectos que la actuación jurídica negocial”.
En una obra posterior (1975) el propio LARENZ5 destaca que el cri-
terio que sustenta se diferencia de la doctrina de las “relaciones
contractuales de hecho”, creada por HAUPT y seguida por SIMITIS, por li-
mitarse a los fenómenos del tráfico en masa y por considerar como
elemento jurídicamente decisivo, no el hecho como tal, sino su significa-
do socialmente típico. En apoyo de su posición cita un conocido fallo del
BGH alemán de 1956 (BGHZ 21, 319) sobre un parqueo en una playa de
estacionamiento dada en concesión privada por la Municipalidad de
Hamburgo. El propietario del automóvil había parqueado éste en un lu-
gar donde figuraba, muy visiblemente, la indicación del pago de peaje y
había declarado al vigilante que no deseaba sus servicios y se negaba al
pago, ya que en virtud del uso público se creía con derecho a parquear
allí su automóvil. Cuenta LARENZ que el BGH negó el uso público y con-
denó al propietario del vehículo al pago del peaje, no obstante su
declaración explícita de rehusar el contrato de utilización y vigilancia
propuesto, ya que, según el Tribunal, no importaba la voluntad contraria
762 EL CONTRATO EN GENERAL
1. PUENTE Y LAVALLE, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima
1983, T. I, p. 350.
2. DE CASTRO Y BRAVO, Federico, El negocio jurídico, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos,
Madrid, 1967, p. 42.
3. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Editorial Tecnos S.A., Madrid,
1979, T. I, p. 96.
4. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, T.
I, p. 58.
5. LARENZ, Karl, Derecho civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Jaén, 1978, p. 738.
6. LESER, H.G., L’evolution du contrat en Droit allemand, Hommages au Doyen Ren Savatier,
Presses Universitaires de France, París, 1986, p. 78.
7. CARRESI, Franco, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1974, T. I, p. 29.
8. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 41.
9. BESSONE, Mario, Casi e questioni di diritto privatto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1981, T. II,
p. 4.
10. LACRUZ BERDEJO, José Luis, Elementos de Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1987, Vol.
II, p. 47.
11. SACCO, Rodolfo, Il contratto, U.T.E.T., Torino, 1975, p. 9.
12. VALLESPINOS, Carlos Gustavo, El contrato por adhesión a cláusulas generales, Editorial Univer-
sidad, Buenos Aires, 1984, p. 316.
13. LACRUZ BERDEJO, José Luis, Op. cit., Vol. II, p. 47.
14. BORDA, Guillermo A., Manual de contratos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1973, p. 33.
15. DE CASTRO Y BRavo, Federico, Op. cit., p. 48.
767 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Cláusulas no aprobadas administrativamente.
3. Conocimiento de las cláusulas generales.
4. Posibilidad de conocimiento de las cláusulas.
5. Presunción de conocimiento de las cláusulas generales.
6. Efecto del conocimiento de las cláusulas.
7. Imposibilidad de conocimiento.
“las condiciones generales del contrato establecidas por uno de los con-
tratantes serán eficaces respecto del otro si en el momento de la conclusión
del contrato éste las ha conocido o hubiera debido conocerlas usando la
diligencia ordinaria”. El tema del conocimiento de las cláusulas (condi-
ciones) generales y de la posibilidad de conocerlas ha apasionado a la
doctrina italiana, por lo cual se va a recurrir con frecuencia a ella para
efectuar el presente comentario de nuestro artículo 1397.
Sin embargo, es preciso ser cauteloso en este recurso por cuanto
existen significativas (aunque, a veces, sutiles) diferencias entre ambos
dispositivos.
En primer lugar, según la norma italiana el conocimiento o cog-
noscibilidad de las condiciones generales las hace eficaces respecto del
no-predisponente, o sea que forman parte del contrato cuando éste se
concluye, mientras que de acuerdo con la fórmula peruana esos conoci-
miento o cognoscibilidad determinan la incorporación de las cláusulas
generales a la oferta del contrato particular, la cual tiene todavía que ser
materia de aceptación.
En segundo lugar, el dispositivo italiano, refiriéndose a la cognos-
cibilidad, la caracteriza en que el no-predisponente hubiera debido
conocer las condiciones generales, a diferencia de la regla peruana que
la considera como que el no-predisponente hubiera podido conocerlas.
Debe observarse, eso sí, que tanto el texto italiano como el peruano
no están orientados a proteger al no-predisponente (al supuesto contra-
tante débil), como sostiene parte de la doctrina1, desde que el haber debido
o el haber podido conocer las cláusulas generales, aunque efectivamente
no las haya conocido, determinan que las cláusulas redactadas unilate-
ralmente por el predisponente sean eficaces (mediante su inclusión en el
contrato en el primer caso, o su incorporación a la oferta del contrato en
el segundo). Se trata, más bien, de una medida destinada a agilizar el
tráfico de bienes y servicios, pues permite que las cláusulas generales
jueguen más fácilmente su rol de convertirse en normas contractuales.
Empero, como se verá más adelante, existe a cargo del predispo-
nente el deber de permitir que las cláusulas generales sean conocidas por
la contraparte, lo cual es un factor que favorece la posición de ésta.
Carga de cognoscibilidad
MESSINEO8 nos dice, con razón, que la carga de cognoscibilidad debe
entenderse de dos maneras: una de cognoscibilidad propiamente dicha,
relacionada con la preexistencia de las cláusulas generales y la factibili-
dad de que sean conocidas; y otra de inteligibilidad, orientada a permitir
que sea captado su significado concreto.
773 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Carga de diligencia
Cumplida por parte del predisponente su carga de cognoscibilidad,
entra en juego la contrapartida a cargo del no-predisponente, que es la car-
ga de diligencia. Como se ha visto, el artículo 1397 del Código civil dispone
la incorporación de las cláusulas generales a la oferta del contrato cuando la
contraparte haya podido conocerlas usando de una diligencia ordinaria.
774 EL CONTRATO EN GENERAL
(*) Refiriéndose al fenómeno común de las gentes que no prestan diligente atención a las
cláusulas del contrato y se interesan sobre todo en la calidad del bien, en el precio y en
las condiciones de pago, dice LANDO10 lo siguiente:
“No todos estamos dispuestos a admitir que el débil y el inadvertido deban ser
tutelados respecto al fuerte y al bien informado. Es todavía objeto de discusión si
existe razón de proteger al imprudente y al optimista desde que ellos han debido
leer el contrato y evaluar las consecuencias. Su desventura, se ha dicho, deriva de su
comportamiento y no hay necesidad de prestar ayuda a un contratante que habría
podido mostrar mayor cuidado o prudencia”.
775 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
entender que el modelo del buen padre de familia puede asumir un ca-
rácter relativo que exija, de vez en vez, un diverso esfuerzo de diligencia
de acuerdo con la situación típica de los destinatarios.
Debe tenerse presente que el artículo 1397 exige a la contraparte
una diligencia ordinaria, o sea sin excesivo esfuerzo, pero, por otro lado,
para que se produzca la violación de la carga de diligencia bastará preci-
samente que dicha contraparte incurra en culpa leve (con mayor razón
si incurre en culpa grave o dolo)14.
Cabe llegar como conclusión de este rubro a que el juego armonioso
de la carga de cognoscibilidad que pesa sobre el predisponente y la carga de
diligencia impuesta a la contraparte determina una distribución equitativa
de los esfuerzos de uno y otro para permitir que el contrato con arreglo a
cláusulas generales de contratación sea un instrumento eficaz al servicio
de ambos para lograr la fluidez del tráfico masivo de bienes y servicios.
Repito que esto es lo importante. Si bien la protección del contra-
tante débil debe constituir una preocupación del legislador, tal protección
no debe llegar al extremo de poner obstáculos a la contratación. Por el
contrario, debe exigirse la contribución de ambas partes (el empresario y
el consumidor), aun a costa de sendos sacrificios, para hacer que la con-
tratación con arreglo a cláusulas generales sea, en realidad, una solución
idónea a los graves problemas, tanto prácticos como jurídicos, que ha
creado un fenómeno nuevo, imprevisto hace unos años, como es la gene-
ralización y abstracción del tráfico, donde ha aparecido un personaje
inesperado que es el público, considerado como un conjunto de personas
con necesidades comunes que hay que satisfacer con una celeridad cada
vez más grande.
Presunción de conocimiento.
Obsérvese que este artículo establece una presunción de que la con-
traparte ha conocido las cláusulas generales y no de que ha podido
777 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Naturaleza de la presunción.
La Exposición de Motivos del artículo 139715 indica que la presun-
ción establecida en el segundo párrafo de dicho artículo es jure et de jure,
pues el hecho de la divulgación así lo impone.
Lamento no poder estar de acuerdo con tal afirmación.
Ante todo, en puridad de principio, las presunciones legales iuris
et de iure o absolutas no se admiten en el Derecho moderno, por conside-
rarse que no son sino disposiciones legales, o sea auténticas normas
jurídicas, enmarcadas bajo la forma de presunciones. Son, en realidad,
ficciones legales16.
Empero, aun admitiendo la antigua distinción entre presunciones
iuris et de iure (que no admiten prueba en contrario) y presunciones iuris
tantum (que pueden destruirse mediante prueba en contrario), debe te-
nerse presente que todas las presunciones legales deben considerarse iuris
tantum, salvo que la propia ley indique que la prueba en contrario está
prohibida, u otra fórmula similar. La presunción iuris tantum es, pues, la
regla y la presunción iuris et de iure es la excepción, de tal manera que
para que entre en juego el carácter excepcional de esta última, es preciso
que la norma jurídica destaque, en su texto, tal carácter.
En el caso que nos ocupa, el artículo 1397 del Código civil se limita
a establecer una presunción de conocimiento, sin agregar frase alguna
que permite inferir que es inadmisible la prueba en contrario, por lo cual
debemos pensar que nos encontramos frente a la regla general (presun-
ción iuris tantum) y no ante la excepción (presunción iuris et de iure).
Por lo demás, responde al sentido del artículo que si, pese a la ade-
cuada publicidad dada por el predisponente a sus cláusulas generales de
contratación, el cliente acredita que no pudo conocerlas (estadía en el
extranjero, enfermedad, etc.), dichas cláusulas no se incorporan a la oferta
778 EL CONTRATO EN GENERAL
7. IMPOSIBILIDAD DE CONOCIMIENTO
A la doctrina italiana le preocupa mucho la situación de las cláu-
sulas generales que no han podido ser conocidas por la contraparte. Esta
preocupación obedece a que según el artículo 1341 de su Código civil, el
conocimiento de las cláusulas generales por la contraparte determina su
eficacia, de lo que hay que inferir que si las cláusulas no han sido conoci-
das ni conocibles por la contraparte, deben ser consideradas (las cláusulas
mismas) ineficaces.
Se discute, entonces, si dichas cláusulas son nulas (posición de MI-
RABELLI19 ) o simplemente el juez debe dejar de aplicarlas, pudiendo la
contraparte aceptarlas, si lo quiere (posición de BIANCA20).
Este problema no se presenta en nuestro Derecho, pues las cláusu-
las generales existen desde que son redactadas por el predisponente, y
simplemente no se incorporan a la oferta de un determinado contrato si
la contraparte no las conoce o no ha podido conocerlas. Siguen existien-
780 EL CONTRATO EN GENERAL
1. NAPOLI, Emilio Vito, Le condizioni generali de contratto nella giurisprudenza, en. Le condizioni
generali di contratto, a cargo de C. Massimo Bianca, Dott. A. Giuffrè,. Editore, Milano, 1981, T.
II, p. 19.
2. SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 151.
3. BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Alberto y BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Rodrigo, Estudios jurídicos
sobre protección de los consumidores, Editorial Tecnos S.A., Madrid, 1987, p. 193.
4. MOLLE, Giacomo, I contratto bancari, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1975, p. 45.
5. SANTOS BRIZ, Jaime, Op. cit., p. 152.
6. GARRIGUES, Joaquín, Curso de Derecho mercantil, Imprenta Aguirre, Madrid, 1969, T. I, p. 126.
7. MIRABELLI, Giuseppe, Delle obligación – Dei contratti in generale, U.T.E.T., Torino, 1980, p. 138.
8. MESSINEO, Francesco, Il contrato in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 432.
9. BIANCA, C. Massimo, Il contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1984, p. 346.
10. LANDO, Ole, “Le clausole contrattuali ingiuste nel Diritto dei paesi nordice”, en: Op. cit., a cargo
de C. Massimo Bianca, T. II, p. 261.
11. Código civil – Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora Delia REVOREDO DE DEBAKEY,
Okura Editores S.A., Lima, 1985, T. V, p. 447.
12. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 345.
13. RIZZO, Vito, Condizioni generali del contratto e predispposiziones normativa, Edizione Scienti-
fiche Italiana, Ercolano, 1983, p. 54.
14. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 440.
15. Código civil: Exposición de Motivos y Comentarios, obra compilada por Delia REVOREDO DE
DEBAKEY, Op. cit., T. VI, p. 59.
16. SERRA DOMÍNGUEZ, Manuel, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirigido
por Manuel ALBALADEJO, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1981, T. XVI, Vol. II, p.
616.
17. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 433.
18. MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1986, T. I, p. 444.
19. MIRABELLI, Giuseppe, Op. cit., p. 140.
20. BIANCA, C. Massimo, Op. cit., p. 346.
781 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Alcances del artículo 1398.
3. El problema de las cláusulas “vejatorias”.
4. Enumeración de las cláusulas “vejatorias”.
5. Carácter de la relación del artículo 1398.
6. Posibilidad de la interpretación extensiva.
7. Invalidez de las cláusulas “vejatorias”.
8. Otras cláusulas “vejatorias” posibles.
9. Criterios de cláusulas “vejatorias”.
10. Solución más conveniente.
escrito no tendrán efecto a favor del que las ha impuesto, las limitacio-
nes de responsabilidad, la facultad de rescindir el contrato o suspender
su ejecución, la facultad de oponer excepciones con terceros y las demás
que señale la ley.
Este texto se conservó en el artículo 69 de la primera Ponencia sus-
titutoria, no así en la segunda Ponencia sustitutoria, cuyo artículo 73 tuvo
la siguiente redacción:
Artículo 73.- En los casos de los artículos 70 y 71 no tendrán efecto, si
no fuesen aprobadas expresamente, las estipulaciones generales de con-
tratación que establezcan a favor de quien las ha redactado limitaciones
de responsabilidad, facultades de rescindir el contrato o suspender su
ejecución, o sancionen a cargo de la contraparte caducidades, limitacio-
nes a la facultad de oponer excepciones, prórroga o renovación tácita
del contrato, cláusulas compromisorias o derogaciones a la competencia
de la autoridad judicial.
Una redacción casi igual (corrigiendo la referencia) tuvo el artícu-
lo 39 de la tercera, cuarta y quinta Ponencias sustitutorias y del
Anteproyecto.
En la Exposición de Motivos de este último artículo se dice que él
contempla situaciones que pueden producir severas consecuencias y que,
por ello, no son admisibles en tanto no hayan sido autorizadas.
El artículo 1413 del primer Proyecto contiene una modificación en
cuanto a su referencia a los contratos por adhesión y a las cláusulas ge-
nerales de contratación no aprobadas administrativamente. El artículo
1363 del segundo Proyecto tiene el mismo texto que el artículo 1398 del
Código civil.
dispuesto por el artículo IV del Título Preliminar del Código civil, el artí-
culo 1398 del Código civil podrá ser aplicado por analogía a situaciones
no previstas en dicho artículo.
(*) Es cierto que en el comentario al artículo 1403 del Código civil (infra, T. III, p. 331)
planteo una solución al problema de las nulidades en dicho Código, pero tal solución
sólo podrá ser aplicada cuando sea admitida por la doctrina y la jurisprudencia. Entre-
tanto, la contrariedad de una declaración de voluntad a las normas imperativas que no
interesan al orden público sólo acarrea la ineficacia de tal declaración.
792 EL CONTRATO EN GENERAL
14. D’AMBROSIO, Loris, “Techniche e strumenti di contratto: Il modelo israeliano”, en: Op. cit., a
cargo de C. Massimo BIANCA, T. II, p. 368.
15. STIGLITZ, Rubén S. y Gabriel A. STIGLITZ, Op. cit., p. 101.
16. Cita de REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 456.
17. MICCIO, Renato, I diritti di credito, U.T.E.T., Torino, 1977, Vol. II, Parte II, p. 268.
18. AULETTA, Tomasso Amedeo, Op. cit., T. I, p. 4.
19. DE NOVA, Giorgio, Op. cit., p. 106.
20. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 466.
21. ASCARELLI, Tullio, Iniciación del estudio del Derecho Mercantil, Publicaciones del Real Colegio
de España en Bolonia, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1964, p. 344.
22. MOLE, Giacomo, I contratti bacari, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1975, p. 46.
23. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1975, T. I, p. 28.
24. MIRÓ QUESADA C., Francisco, Tratado de Derecho Civil, Departamento de Impresiones de la
Universidad de Lima, Lima, 1990, T. I, p. 229.
25. BARBERO, Domenico, Sistema de Derecho Privado, Ediciones Jurídicas Europa-América, Bue-
nos Aires, 1967, T. I, p. 126.
26. GARCÍA AMIGO, Manuel, Instituciones de Derecho Civil, Editorial Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1979, p. 200.4
27. AULETTA, Tomasso Amedeo, Op. cit., T. I, p. 5.
28. MESSINEO, Francesco, Op. cit., T. I, p. 432.
29. GHESTIN, Jacques, Le contrat: Formation, L.G.D.J., Paris, 1988, p. 713.
30. REZZÓNICO, Juan, Op. cit., p. 461.
31. Ibídem, p. 459.
32. SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 76.
33. Cita de REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 455.
34. GHESTIN, Jacques, Op. cit., p. 684.
796 EL CONTRATO EN GENERAL
797 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Alcances del artículo 1399.
3. Normas imperativas y normas dispositivas.
4. Fundamentación del artículo 1399.
5. Ineficacia de las estipulaciones.
6. Incorporación de las normas dispositivas.
7. Justificación de la validez de las estipulaciones.
(*) LARENZ4 describe magistralmente este rol de las normas complementarias diciendo:
“Se podría opinar que únicamente son aplicables si las partes nada han previsto al
regular expresamente una cuestión relacionada con la ejecución del contrato, y tampo-
co se puede dar una respuesta segura según el contexto en su totalidad. En este punto
sólo una cosa ha de ser tenida en cuenta: precisamente las partes intervinientes en un
contrato perteneciente a cierto sector del tráfico y concertado en igual forma innume-
rables veces todos los días, no tienen en absoluto la intención de ponerse de acuerdo
sobre todos los puntos que posiblemente requerirían una reglamentación. Confían en
que de darse semejante hipótesis, su regulación está determinada por la ley; por lo
tanto, consideran a la ley no sólo como suplementaria, sino como norma general en la
que confían, porque esperan de ella la solución ‘justa’ de las cuestiones que quizá surjan.
En efecto, las normas legales, incluso las renunciables, pretenden hallar aquella regula-
ción que, en virtud de cuidadosas reflexiones y muchas veces de una experiencia de
siglos, ha considerado el legislador como más adecuada, al menos para la masa de los
casos a regular, como la mejor, objetivamente considerada en armonía con los intereses
de las partes y por ello con las exigencias de la ‘justicia distributiva’. No quieren tener
solamente carácter ‘supletorio’, sino constituir la norma justa del promedio de casos”.
801 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
(*) GARCÍA AMIGO7, en cambio, dice que poniendo en relación el contenido, es decir, las
cláusulas de las condiciones generales con el Derecho legal correspondiente, puede
ocurrir que propongan una regla contraria a la ley dispositiva, siendo en tal caso per-
fectamente válida por virtud del funcionamiento del principio de la autonomía de la
voluntad.
802 EL CONTRATO EN GENERAL
1. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956, T.
I, p. 122.
2. Cita de REZZÓNICO, Juan Carlos, Contratos con cláusulas predispuestas, Editorial Astrea de
Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1987, p. 365.
804 EL CONTRATO EN GENERAL
3. SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 74.
4. LARENZ, Karl, Op. cit., T. I, p. 124.
5. BERLIOZ, Georges, Le contrat d’adhesion, Librairie Generale de Droit et de Jurisprudence,
Paris, 1976, p. 113.
6. CONSTANZA, María, “Natura normativa delle condizioni generali di contratto”, en: Le condizioni
generali di contratto, a cargo de C. Massimo Bianca, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1979, T.
I, p. 158.
7. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 85.
8. SANTOS BRIZ, Jaime, Op. cit., p. 75.
9. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 369.
805 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1400.- En los casos del artículo 1397 las cláusulas agregadas
al formulario prevalecen sobre las de éste cuando sean incompatibles, aunque
las últimas no hubiesen sido dejadas sin efecto.
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. El problema de la referencia al artículo 1397.
3. El concepto de módulo o formulario.
4. Función de la cláusula agregada.
5. Determinación de la incompatibilidad.
6. Efecto de la incompatibilidad.
7. Justificación de la prevalencia.
8. Ineficacia de la cláusula agregada.
9. Opinión personal.
Por otro lado, en los antecedentes del artículo 1400 hay constantes
referencias a que su fuente es el artículo 1342 del Código civil italiano, el
cual versa sobre los contratos concluidos mediante la firma de formula-
rios dispuestos para disciplinar de modo uniforme determinadas
relaciones contractuales.
En la doctrina italiana, NAPOLI1 considera que los módulos o for-
mularios se diferencian de las condiciones generales del contrato, fijadas
para servir a una serie indeterminada de contratos y que constituyen una
declaración dirigida a la generalidad, cuyo destinatario se individualiza
al momento de la conclusión del contrato. El módulo contiene el contrato
ya concretado en cada una de sus partes, y los contratantes no hacen otra
cosa que suscribirlo, con plena libertad, del mismo modo que agregar,
modificar o suprimir cualquier cláusula. En el caso que el módulo haya
sido predispuesto por uno de los contratantes, el contrato-tipo o el sim-
ple módulo no presenta diferencia alguna con el contrato por adhesión(*).
Debe considerarse que, en realidad, la hipótesis a que se refiere el
artículo 1400 no es la de cláusulas generales de contratación no aprobadas
administrativamente (como resulta de su referencia al artículo 1397), sino
la de contratos por adhesión cuyas ofertas se redactan en formularios
(generalmente impresos), de tal manera que para que se celebre el con-
(*) Comparando el artículo 1341 (condiciones generales del contrato) con el artículo 1342
(contratos concluidos mediante la firma de formularios) del Código civil italiano, MES-
SINEO2 encuentra las siguientes diferencias:
En el caso del artículo 1341 se toma en consideración la predisposición de cláusulas en
particular, mientras que en el caso del artículo 1342 se ha tomado en consideración el
módulo el cual contiene la trama entera del contrato, incidiendo, así, integralmente
sobre la disciplina de éste; siendo susceptible de inserción de cláusula nueva, que se
agrega al contenido ya predispuesto.
La figura de que trata el primer párrafo del artículo 1341 está dominada por la exigen-
cia de que la contraparte conozca la cláusula predispuesta o use la diligencia ordinaria
para conocerla; en la figura de que trata el artículo 1342 la presencia de un documento
(módulo) y la suscripción del mismo por parte de los contratantes, hace posible siem-
pre el conocimiento del contenido contractual.
En el caso del primer párrafo del artículo 1341, la cláusula predispuesta entra en el
nexo contractual de manera distinta a la aprobación o suscripción del documento con-
tractual; en el caso del artículo 1342 rige el procedimiento de la suscripción.
A diferencia que en el caso del artículo 1341, la predisposición (mediante módulo)
puede ser obra de ambas partes o de un tercero natural; con lo cual el problema del
conocimiento, o del deber de conocimiento, no se presenta.
La cláusula predispuesta unilateralmente puede no ser conocida por la contraparte (y
sin embargo entrar a formar parte del contenido del contrato); la cláusula incluida en
el módulo se presume notoria para ambas partes, como dato inseparable de la suscrip-
ción del módulo mismo, contemplada por el artículo 1342.
809 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
trato basta que las partes suscriban el formulario. Se trata, pues, de los
llamados contratos-tipo según la primera versión que de ellos he dado al
comentar el artículo 1390 del Código civil (supra, Tomo III, p. 48).
Sólo así se explica que, por un lado, el artículo 1342 del Código
civil italiano hable de contratos concluidos mediante la firma de formu-
larios (el contrato se celebra en virtud de la suscripción de la oferta
contenida en el formulario) y, por el otro, que el artículo 1400 del Códi-
go civil peruano se refiera a las cláusulas agregadas (se supone de común
acuerdo) al formulario, cuando una de las características de las cláusu-
las generales (mientras son cláusulas generales) es su redacción previa,
unilateral y abstracta por el predisponente, sin intervención de las fu-
turas y desconocidas contrapartes.
Desde luego, no puede descartarse la posibilidad de que el artículo
1400 no sólo verse sobre los contratos-tipo, sino también intente versar
sobre los contratos celebrados con arreglo a cláusulas generales de con-
tratación no aprobadas administrativamente, pero debe tomarse en
consideración que en este último caso deben existir elementos propios de
cada contrato particular que son de libre negociación, lo que no permite,
obviamente, que figuren en un formulario. Tampoco es posible que dicho
artículo verse sobre los contratos celebrados a base de cláusulas genera-
les de contratación en los cuales el predisponente impone la aceptación o
rechazo íntegro no sólo de las cláusulas generales, sino también de los
elementos propios de cada contrato particular, porque estos elementos,
aunque impuestos, varían de contrato en contrato, por lo cual no son
susceptibles de constar de un formulario de uso generalizado.
Puede llegarse, por lo tanto, a la conclusión que, dada la especial
naturaleza de las cláusulas generales de contratación en el régimen legal
peruano, es posible que exista un defecto de redacción en el artículo 1400
del Código civil, desde que, a semejanza de su fuente el artículo 1342 del
Código civil italiano y de sus propios antecedentes legislativos, debe apli-
carse a los contratos que se concluyen mediante la suscripción de formu-
larios, o sea a los contratos-tipo, que son, como se ha visto, contratos por
adhesión, y no a las cláusulas generales no aprobadas administrativa-
mente.
5. DETERMINACIÓN DE LA INCOMPATIBILIDAD
El problema radica en la manera de juzgar si la cláusula agregada
realmente es incompatible con la cláusula del formulario.
La opinión generalizada es que se trata de una simple regla de apli-
cación concreta de la interpretación subjetiva, estableciendo una norma
presuntiva de la voluntad contractual4.
Así nos dicen los STIGLITZ5 que frecuentemente, al redactar la cláu-
sula agregada, se omite indicar que su finalidad es derogar la cláusula
del formulario. Interviene entonces la interpretación para establecer si
existe la contradicción y, en caso afirmativo, deducir que la razón de ser
de ella es derogar la cláusula del formulario. Cabría, en efecto, como se
ha dicho anteriormente, que la interpretación pusiera de manifiesto que
la cláusula agregada, que generalmente es manuscrita o mecanografia-
da, se limita a integrar, aclarar, precisar la cláusula impresa, caso en el
cual la incompatibilidad queda excluida6.
Es por esto que KOTZ7 afirma que la prioridad de la cláusula agre-
gada sobre la impresa no es una regla interpretativa, sino que la
interpretación se produce en una etapa previa, que consiste en estable-
cer la contradicción. La prioridad no es sino la aplicación de la regla legal.
SANTOS BRIZ8, en cambio, sostiene que es regla de interpretación la
preferencia de lo particular o especial sobre lo general. REZZÓNICO9 opina
que en el mismo sentido, o sea que la prioridad de la cláusula agregada
no deja de pertenecer al terreno interpretativo, como que le toca dirimir
qué posición ocupará la cláusula agregada.
Pienso que la posición de KOTZ es correcta cuando en el ordena-
miento legal existe una norma que concede prioridad a la cláusula
agregada sobre la impresa (como ocurre entre nosotros), pero que la de
SANTOS BRIZ y REZZÓNICO tiene sentido cuando no existe una norma de
esa naturaleza, de tal manera que, como dice BERLIOZ10, la regla de que
las cláusulas agregadas debe prevalecer es una interpretación del princi-
pio general specialia generalibus derongant.
811 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
6. EFECTO DE LA INCOMPATIBILIDAD
De conformidad con el artículo 1400, determinada la incompatibi-
lidad entre la cláusula agregada y la cláusula impresa, aquélla prevalece
sobre ésta, o sea que la sustituye. El texto contractual quedará con el te-
nor que resulte de la incorporación de la cláusula agregada.
El mismo artículo indica que la prevalencia de la cláusula agrega-
da se producirá aunque la cláusula impresa no hubiese sido dejada sin
efecto. En este caso, figurarán en el formulario las dos cláusulas, la im-
presa y la agregada, pero se entenderá que la impresa ha quedado sin
efecto.
La duda surge respecto a la regla a aplicar en el caso que se deje sin
efecto (por ejemplo, tarjándola) la cláusula impresa, sin agregar una cláu-
sula manuscrita o mecanografiada que la sustituya. Considero que en
este caso cabe interpretar que la voluntad de las partes es simplemente
suprimir la cláusula impresa, de tal manera que ella no figurará en el
texto contractual.
7. JUSTIFICACIÓN DE LA PREVALENCIA
ALFARO 11 nos dice con claridad que el fundamento de la regla se
encuentra en la reconstrucción de la voluntad común de los contratan-
tes. “Las condiciones particulares deben prevalecer porque reflejan mejor
la voluntad de las partes que las condiciones generales”.
En efecto, para quienes en el campo mundial sostienen la bondad
de la fórmula recogida por el artículo 1400 de nuestro Código civil, re-
sulta evidente que siendo las cláusulas del formulario redactadas por el
predisponente y las cláusulas agregadas redactadas posteriormente de
común acuerdo entre éste y la contraparte, las últimas han sido queridas
expresamente por ambos, de tal manera que reflejan mejor ese acuerdo
de declaraciones de voluntad que es la base del contrato.
Por otro lado, si el formulario se convierte en contrato por el acto
de su suscripción por ambas partes, resulta consecuente que sea la vo-
luntad vigente en este momento, que es cuando ya existe en el formulario
la cláusula agregada, la que rija la relación contractual.
Desde luego, todo este razonamiento descansa en que la cláusula
agregada sea obra común del predisponente y de la contraparte. Si esto
no ocurre, o sea si, como dice REZZÓNICO12, la inserción de la cláusula
manuscrita o mecanografiada es obra exclusiva del predisponente o de
812 EL CONTRATO EN GENERAL
9. OPINIÓN PERSONAL
Tal como lo he expresado en el comentario al artículo 1390, la co-
lumna vertebral de los contratos por adhesión es su inmutabilidad.
En la medida que se permita que las partes modifiquen de común
acuerdo la oferta de un contrato por adhesión, se está destruyendo el sis-
tema que justifica la existencia de dicho contrato, esto es que la oferta
sólo pueda ser aceptada o rechazada íntegramente.
El artículo 1400 del Código civil peruano, al contemplar la posibi-
lidad de que las partes puedan agregar cláusulas a los formularios de los
contratos-tipo, les está quitando, en realidad, la calidad de formularios
de contratos por adhesión para convertirlos en borradores de contratos
susceptibles de negociación.
Francamente considero que el artículo 1400 desvirtúa la naturale-
za de los contratos-tipo, convirtiéndolos en contratos paritarios.
814 EL CONTRATO EN GENERAL
1. NAPOLI, Emilio Vito, “Le condizioni generali de contratto nella giurisprudenza”, en: Le condizioni
generali di contratto, a cargo de C. Massimo Bianca, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1981, T.
II, p. 28.
2. MESSINEO, Francesco, Il contratto in genere, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1973, T. I, p. 474.
3. Ibídem, T. II, p. 72.
4. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 46.
5. STIGLITZ, Rubén S. y Gabriel A. STIGLITZ, Contratos por adhesión, cláusulas abusivas y protec-
ción al consumidor, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1985, p. 76.
6. DE NOVA, Giorgio, “Le condizioni generali di contratto”, en: Trattato di Diritto privato, dirigido por
Pietro RESCIGNO, U.T.E.T., Torino, 1982, p. 113.
7. Cita de REZZÓNICO, Juan Carlos, Contratos con cláusulas predispuestas, Editorial Astrea de
Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1987, p. 618.
8. SANTOS BRIZ, Jaime, La contratación privada, Editorial Montecorvo, Madrid, 1966, p. 227.
9. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 618.
10. BERLIOZ, Georges, Le contrat d’adhesion, Librairie Generale de Droit et de Jurisprudence,
Paris, 1976, p. 128.
11. ALFARO ÁGUILA-REAL, Jesús, “La interpretación de las condiciones generales de los contratos”,
en: Revista de Derecho Mercantil, N.°s 183-184, 1987, p. 30.
12. REZZÓNICO, Juan Carlos, Op. cit., p. 615.
13. ALFARO ÁGUILA-REAL, Jesús, Op. cit., p. 32.
14. Loc. cit.
815 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Sumario:
1. Antecedentes de este artículo.
2. Alcances del artículo 1401.
3. Carácter de la interpretación según el artículo 1401.
4. La regla contra stipulatorem.
5. La interpretación “en caso de duda”.
Antecedentes de la regla.
Hay que reconocer que los antecedentes de esta regla la vinculan a
criterios sobre interpretación.
Su origen se encuentra10 en el antiquísimo principio interpretatio
contra stipulatorem, según el cual “cuando en las estipulaciones se duda
qué es lo que se haya hecho, las palabras han de ser interpretadas en
contra del estipulante”. Citando a BIONDI dice REZZÓNICO11 que se ha de
interpretar en esos casos de duda contra el estipulante o creador del acto
porque en el derecho romano el estipulante es quien, precisamente, for-
mula el esquema del acto, mientras que el promitente se limita a una
manifestación adhesiva.
Según ALPA12, los autores fueron adaptando esta máxima a los tiem-
pos sucesivos hasta llegar a POTHIER13, quien la incorporó a su Regla
Séptima para la Interpretación de las Convenciones, que dice: “En caso
de duda, una cláusula debe interpretarse contra aquél que ha estipulado
alguna cosa y en descarga del que ha contraído la obligación”. De allí
pasó al artículo 1.162 del Código Napoleón, según el cual en la duda, la
convención se interpreta contra aquel que la haya estipulado y a favor
de aquel que haya contraído la obligación.
Fundamento de la regla.
El propio POTHIER, después de enunciar su Regla Séptima, la justifi-
có diciendo que el acreedor debe imputarse el no haberse expresado mejor,
de donde surgió el fundamento de la autorresponsabilidad del sujeto que
realiza una declaración de voluntad, que se traduce, según ALFARO14, en
el deber del sujeto de expresarse claramente (clare loqui), “por lo que si
no lo hace debe pechar con las consecuencias y consentir que la duda se
resuelva en contra suya”, agregando que “la regla establece, por lo tan-
to, una distribución equitativa del riesgo contractual: en concreto, el
adherente que no ha participado en la elaboración de las cláusulas con-
822 EL CONTRATO EN GENERAL
estipulante –lo cual puede ser simplemente una consecuencia–, sino ne-
cesariamente favorable a la contraparte, no se habría dado remedio a la
situación.
La regla del favor debitoris, que es también muy antigua, tiene como
eje la idea de ayudar a la parte más débil, que se supone sea el deudor,
apoyándose en un criterio de benignidad. Como dice R EZZÓNICO18 esta
idea, inspirada en la ética cristiana, ha iluminado también los criterios
del favor libertatis, del in dubio pro reo, del in dubio pro operatio, etc. y
parte del principio según el cual debe preferirse qui certat de damno vitan-
do (lucha por evitar un daño) –el obligado– a qui certat del lucro captando
(lucha por adquirir un lucro) –el acreedor– (CARRESI).
Aplicando la regla el favor debitoris, la interpretación de las cláu-
sulas dudosas debe favorecer al deudor.
La doctrina moderna, especialmente la argentina19, se orienta ha-
cia interpretar la citada regla en el sentido de la protección a la parte
más débil del contrato, que en las relaciones modernas (contrato de se-
guro, por ejemplo) no es necesariamente el deudor. Esta orientación se
plasmó en una ponencia aprobada en las X Jornadas Nacionales de Dere-
cho Civil realizadas en Corrientes (Argentina).
Noción de interpretación.
Interpretación, en general, es la actividad destinada a investigar el
recto sentido del precepto, sea éste una norma jurídica (creadora de De-
recho objetivo) o un acto jurídico (creador de derecho subjetivo), desde
que en ambos hay una declaración de voluntad.
825 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Necesidad de la interpretación.
Refiriéndose al proceso de interpretación, dice CARRESI23 que ella
se sustancia en su complejo de operaciones lógicas de las cuales no es
posible prescindir para la comprensión del precepto, agregando que es
desde esta perspectiva que debe apreciarse el significado actual del bro-
cardo in claris non fit interpretatio, que parece excluir, desde que el acto ha
sido formulado de manera clara, la necesidad misma de la interpretación.
Al respecto, cita una sentencia de Casación italiana24, según la cual
“en caso que el sentido literal del contrato revela con claridad y univoci-
dad, a través de las expresiones usadas, la común voluntad de los
contratantes y no subsiste razón de divergencia entre la letra y el espíri-
tu del contrato mismo, una ulterior interpretación es inadmisible en
cuando conduce a sustituir la propia opinión subjetiva de la efectiva vo-
luntad de los contratantes”.
Sin embargo, este parecer jurisprudencial no es compartido por un
sector importante de la doctrina. El propio CARRESI25 siembra la inquie-
tud al plantear que si el afirmar que la claritas del texto contractual hace
superfluo el proceso interpretativo no es, en realidad, sino una contra-
dicción en términos, porque a la conclusión de que un acto es claramente
formulado sólo puede llegarse después que se le ha interpretado.
Admite MIRABELLI26 que en el primer momento del procedimiento
interpretativo debe ser aplicado el método literal, esto es, debe indagarse
el significado propio de las palabras, ya que en este momento del procedi-
miento, siendo el objeto de la interpretación una declaración, no puede
por cierto ser eliminado. Se impone, en cambio, negar valor al brocardo in
claris non fit interpretatio y proceder a un completo examen hermenéutico
del comportamiento jurídicamente relevante, sin detenerse en un reco-
nocimiento prima facie.
ALBALADEJO27 sostiene que toda norma debe ser objeto de interpre-
tación, en el sentido que no hay ninguna que escape a esa necesidad, como
algunas escaparían, si, por ejemplo, unas hubiesen de interpretarse y otras
826 EL CONTRATO EN GENERAL
no, por entenderse a primera vista. “Pues lo mismo, agrega, es tarea in-
terpretativa la sencilla de leer el precepto claro y captar –a la primera–
su sentido. Lo que ocurre es que esa interpretación es fácil. Pero lo es
también, ya que interpretar no se llama solamente a la difícil búsqueda
del sentido de las cosas oscuras”, lo que lo lleva a afirmar que (en su
sentido literal) es falso el brocardo in claris non fit interpretatio.
Si bien escrita en 1983, la obra de GRASSETTI 28 sobre interpretación
conserva su vigencia(*) y tiene una influencia determinante en el Derecho
italiano. Refiriéndose a que el presupuesto necesario y suficiente de los
dos momentos de la interpretación –el literal y el lógico– es una voluntad
manifestada, y no sólo una voluntad manifestada imperfectamente, afir-
ma que “la interpretación tanto del negocio jurídico como de la ley, es
una operación necesaria también cuando las palabras no son oscuras ni
ambiguas (dice que es, por tanto, falsa la máxima in claris no fit interpre-
tatio, que se intenta basar en una errónea generalización de un pasaje de
PAULO relativo a los testamentos): la opinión opuesta deriva de una con-
fusión entre interpretación y dificultad de su realización”.
Cabe sostener, pues, que todo precepto, tanto creador de Derecho
objetivo como de derecho subjetivo, debe ser materia de interpretación.
En el caso de las estipulaciones que se insertan en cláusulas generales de
contratación o en formularios redactados por una de las partes, si bien
no son reglas normativas ni actos jurídicos, son declaraciones de volun-
tad que van a formar parte de contratos particulares, por lo cual requieren
ser interpretadas.
Surgimiento de la duda.
Desde que la claridad del precepto no excluye el requerimiento de
su interpretación, la duda respecto a su recto sentido (del precepto) no
surge necesariamente de su oscuridad (falta de claridad), sino también
de otro elemento o factor que no permite conocer prima facie ese recto
sentido.
Pienso que este elemento o factor es la ambigüedad, considerada
como la calidad de entenderse de varios modos y dar, por consiguiente,
Camino a recorrer.
El artículo 1401 del Código civil no es una norma interpretativa,
en el sentido que no da pautas para efectuar la interpretación, sino que
se limita a establecer las consecuencias que se derivan cuando se deter-
mina que la estipulación redactada por el predisponente da lugar a dudas.
Consecuentemente, antes de aplicar el artículo 1401 es preciso in-
terpretar cada estipulación, recurriendo para ello a las reglas
hermenéuticas aplicables al caso (interpretación literal, lógica, históri-
ca, sistemática y teleológica), tomando en consideración que, tal como se
ha estudiado en el rubro “Carácter de la interpretación según el artículo
1401” de este comentario, tal interpretación debe ser típica, dado el ca-
rácter abstracto y unilateral de las estipulaciones, aunque matizada con
el criterio de la normalidad.
Sólo una vez que, dado este primer paso, se establece a juicio del
juez que la estipulación se presta a duda, habrá que “interpretarla” (en-
seguida veremos que se emplea impropiamente esta expresión) en favor
de la contraparte.
Recto criterio.
Se ha visto que la interpretación tiene por objeto encontrar el recto
sentido del precepto, saber cuál es su significado jurídico relevante.
Consecuentemente, interpretar las estipulaciones redactadas por
el predisponente para incorporarse a las cláusulas generales de contra-
tación y a las ofertas de los contratos-tipo por adhesión (que es el campo
de acción del artículo 1401) es necesariamente tratar de encontrar cuál
es el sentido que el propio predisponente les ha querido dar.
829 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
ciones y que tiene un rancio abolengo jurídico, por lo cual estoy muy lejos
de criticar a nuestros codificadores por su adopción, pero pienso que
hubiera sido preferible darle la siguiente redacción:
Artículo 1401.- Las cláusulas generales de contratación y las estipula-
ciones de las ofertas de los contratos-tipo, en caso de ser oscuras o
ambiguas por razones imputables al predisponente, favorecerán a la con-
traparte.
Para finalizar este comentario quiero hacer referencia a un argu-
mento que se ha esgrimido con bastante frecuencia, en el sentido que las
normas destinadas a, en caso de duda, favorecer a la contraparte, darán
lugar a que “los contratos de empresa sobre formularios sean cada día
más claros en perjuicio del cliente”36.
En el mismo sentido, RAISER37 dice que “la victoria sobre el empre-
sario es breve, según demuestra la experiencia, porque éste pondrá toda
la sagacidad de sus asesores en lo que de ellos dependa para hacer la
cláusula menos dudosa, todavía más general, menos al alcance de un
control interpretativo de esta clase”, agregando ALFARO que, como suce-
de tantas veces, covert tools are not reliable tools (expresión de LEWELLYN).
1. RIZZO, Vito, Condizioni generali del contratto e predisposizione normativa, Edizione Scientifi-
che Italiane, Ercolano, 1983, p. 362.
2. DE NOVA, Giorgio, “Le condizioni generali di contratto”, en: Trattato di Diritto privato, dirigido por
Pietro Rescigno, U.T.E.T., Torino, 1982, p. 114.
3. ALPA, Guido, L’interpretazione del contratto, Dott. A. Giuffrè, Editore, Milano, 1983, p. 290.
4. CASSOTTANA, Marco, “Il problema dell’intenpretazione delle condizioni generali di contratto”,
en: Le condizioni generalli di contratto, a cargo de C. Massimo Bianca, Dott. A. Giuffrè Editore,
Milano, 979, Tomo I, p. 126.
5. GARCÍA AMIGO, Manuel, Condiciones generales de los contratos, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1969, p. 46.
6. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Librería Bosch, Barcelona, 1975, Tomo I, Volumen I, p. 125.
7. ALFARO ÁGUILA-REAL, Jesús, “La interpretación de las condiciones generales de los contratos”,
en: Revista de Derecho Mercantil, N.°s 183-184, Madrid, 1987, p. 20.
8. RIZZO, Vito, Op. cit., p. 143. (1)
9. ALFARO ÁGUILA-REAL, Jesús, Op. cit., p. 21.(7)
10. RIZZO, Vito, Op. cit., p. 306. (1)
11. REZZÓNICO, Juan Carlos, Contratos con cláusulas predispuestas, Editorial Astrea de Alfredo y
Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1987, p. 588.
831 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
ÍNDICE GENERAL
TOMO I
Libro VII
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
Preliminar ................................................................................................................................... 13
Bibliografía Fuentes de las Obligaciones ...................................................................................... 17
Sección primera
CONTRATOS EN GENERAL
Título I
DISPOSICIONES GENERALES
Artículo 1351
1. Antecedentes de este artículo ................................................................................................. 45
2. El problema de la definición legislativa .................................................................................... 46
3. Acuerdo entre las partes ......................................................................................................... 52
¿Efecto jurídico o resultado práctico? ..................................................................................... 54
4. El número de partes ................................................................................................................ 55
Noción de parte. ...................................................................................................................... 56
Intereses opuestos. ................................................................................................................. 57
El contrato plurilateral. ............................................................................................................ 61
5. Función del contrato ................................................................................................................ 63
Convención y contrato. ............................................................................................................ 63
Creación de una relación jurídica. ............................................................................................ 65
Regulación de una relación jurídica. ........................................................................................ 65
Modificación de una relación jurídica. ...................................................................................... 66
Extinción de una relación jurídica. ........................................................................................... 67
Incidencia del contrato entre las partes. .................................................................................. 69
6. La relación jurídica patrimonial ................................................................................................ 70
Relación jurídica. ..................................................................................................................... 70
La patrimonialidad. .................................................................................................................. 83
Las capitulaciones matrimoniales. .......................................................................................... 86
7. Contratación entre cónyuges .................................................................................................... 87
Bibliografía del artículo 1351 ......................................................................................................... 92
Artículo 1352
1. Antecedentes de este artículo ................................................................................................. 95
2. Perfeccionamiento del contrato ............................................................................................... 96
3. Consentimiento ....................................................................................................................... 98
Noción de consentimiento. ...................................................................................................... 98
Formación del consentimiento. ............................................................................................. 103
Teoría de la voluntad. ............................................................................................................. 109
Teoría de la declaración. ........................................................................................................ 110
Teoría de la responsabilidad. ................................................................................................. 111
Teoría de la confianza. ........................................................................................................... 112
Opinión personal. .................................................................................................................. 113
Posición del Código civil. ....................................................................................................... 117
4. Disentimiento ........................................................................................................................ 119
5. El principio del consensualismo ............................................................................................ 131
6. Los contratos solemnes ........................................................................................................ 134
7. La consideration .................................................................................................................... 139
8. Supresión de los contratos reales ......................................................................................... 140
Bibliografía artículo 1352 ............................................................................................................. 145
Artículo 1353
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 149
2. Sometimiento a reglas generales .......................................................................................... 150
3. Contratos nominados e innominados (típicos y atípicos) ...................................................... 151
Definiciones. .......................................................................................................................... 153
Tipicidad legal y tipicidad social. ........................................................................................... 153
La atipicidad. ......................................................................................................................... 155
Disciplina de los contratos atípicos híbridos. ........................................................................ 156
4. Clasificación de los contratos ................................................................................................ 161
Por la prestación. .................................................................................................................. 162
835 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1354
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 195
2. Autonomía privada ................................................................................................................. 197
Concepto. .............................................................................................................................. 197
Historia. ................................................................................................................................. 200
Fundamento. ......................................................................................................................... 201
Efectos. ................................................................................................................................. 206
3. Contenido del contrato .......................................................................................................... 207
Libertad de configuración interna. .......................................................................................... 207
Limitaciones. ......................................................................................................................... 209
Bibliografía artículo 1354 ............................................................................................................. 219
Artículo 1355
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 223
2. Intervencionismo del Estado .................................................................................................. 223
Posición del liberalismo. ....................................................................................................... 224
Motivos de intervencionismo estatal. ..................................................................................... 224
Caracteres del intervencionismo. ........................................................................................... 226
Efectos del intervencionismo estatal. .................................................................................... 226
Sentido de la expresión “socialización del contrato”. ............................................................ 227
3. La “crisis” del contrato ........................................................................................................... 228
Posición contraria al intervencionismo. ................................................................................. 229
Posición favorable al intervencionismo. ................................................................................. 229
Posición personal. ................................................................................................................. 230
4. Razón de ser del artículo 1355 .............................................................................................. 234
Sentido del artículo. ............................................................................................................... 234
El artículo 62 de la Constitución. ........................................................................................... 239
Carácter de las leyes que imponen las reglas y limitaciones. ............................................... 241
Contratos a los que se aplica. ............................................................................................... 242
Finalidad del artículo. ............................................................................................................ 243
Contenido y efectos del contrato. .......................................................................................... 245
5. Aplicaciones del principio contenido en el artículo ................................................................ 246
Integración contractual. ......................................................................................................... 246
El contrato normado. ............................................................................................................. 247
6. El llamado “contrato forzoso” ................................................................................................. 249
Denominación. ...................................................................................................................... 250
Caracterización del contrato forzoso. .................................................................................... 250
Obligación legal de contratar. ................................................................................................ 252
Carácter contractual de la obligación de origen legal. ........................................................... 255
Aplicación de reglas contractuales. ....................................................................................... 260
Bibliografía artículo 1355 ............................................................................................................. 261
836 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1356
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 265
2. Contenido del artículo 1356 ................................................................................................... 266
Bibliografía artículo 1356 ............................................................................................................. 268
Artículo 1357
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 269
2. Contenido del artículo 1357 ................................................................................................... 270
3. Contrato civil o contrato administrativo .................................................................................. 271
La tesis del contrato civil. ...................................................................................................... 271
La tesis del contrato administrativo. ...................................................................................... 273
Posición personal. ................................................................................................................. 274
4. Posibilidad de derogación de la ley ....................................................................................... 279
Bibliografía artículo 1357 ............................................................................................................. 280
Artículo 1358
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 281
2. La incapacidad ...................................................................................................................... 282
Capacidad jurídica. ................................................................................................................ 282
Capacidad de obrar. ............................................................................................................... 283
El discernimiento. .................................................................................................................. 284
La legitimación. ..................................................................................................................... 285
3. Necesidades ordinarias de la vida diaria ................................................................................ 286
La fórmula adoptada es muy feliz. ......................................................................................... 288
Bibliografía artículo 1358 ............................................................................................................. 289
Artículo 1359
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 291
2. Inexistencia del contrato ....................................................................................................... 292
3. Alcances de la conformidad .................................................................................................. 293
Estipulaciones esenciales y secundarias. ............................................................................ 293
El rol de las normas dispositivas. .......................................................................................... 297
Formación progresiva del contrato. ........................................................................................ 299
Bibliografía artículo 1359 ............................................................................................................. 300
Artículo 1360
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 301
2. Propósito del artículo 1360 .................................................................................................... 302
3. El sistema de la punktation ................................................................................................... 303
4. El sistema de los acuerdos parciales .................................................................................... 305
5. El sistema del artículo 1360 .................................................................................................. 306
Bibliografía artículo 1360 ............................................................................................................. 309
Artículo 1361
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 311
2. Significado de la obligatoriedad del contrato ......................................................................... 312
Sentido de la referencia a la ley. ........................................................................................... 315
Consecuencias de la obligatoriedad. ..................................................................................... 316
Limitaciones a la obligatoriedad. ........................................................................................... 317
3. Fundamento de la obligatoriedad ........................................................................................... 318
Teorías que explican la obligatoriedad. .................................................................................. 319
La teoría del voluntarismo jurídico. ........................................................................................ 320
La teoría normativista. ........................................................................................................... 320
Los ensayos de conciliación ................................................................................................. 321
837 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1362
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 327
2. Sentido del artículo 1362 ....................................................................................................... 329
3. La buena fe ............................................................................................................................ 330
Concepto. .............................................................................................................................. 330
Buena fe subjetiva. ................................................................................................................ 333
Buena fe objetiva. .................................................................................................................. 336
¿Es la buena fe una concepción unitaria? ............................................................................. 339
¿Es la buena fe un principio jurídico? .................................................................................... 343
Buena fe y mala fe. ............................................................................................................... 343
Normatividad. ......................................................................................................................... 345
Irrenunciabilidad. ................................................................................................................... 345
Prueba de la buena fe. .......................................................................................................... 346
Sanción por no actuar con buena fe. ..................................................................................... 346
Figuras similares. .................................................................................................................. 347
4. La común intención ............................................................................................................... 348
5. La negociación ...................................................................................................................... 349
Campo de las negociaciones. ............................................................................................... 350
Inobligatoriedad de las tratativas. .......................................................................................... 353
Clase de buena fe. ................................................................................................................ 354
Deberes de los tratantes. ...................................................................................................... 357
Rotura injustificada de las tratativas. ..................................................................................... 359
Causa de la responsabilidad. ................................................................................................ 360
Naturaleza jurídica de la responsabilidad precontractual. ...................................................... 361
Posición contractualista. ....................................................................................................... 365
Posición extracontractualista. ............................................................................................... 366
Posición personal. ................................................................................................................. 367
Medida del daño. ................................................................................................................... 371
Efectos de la conclusión del contrato. .................................................................................. 373
6. La celebración. ...................................................................................................................... 373
Campo de la celebración. ...................................................................................................... 373
Clase de buena fe. ................................................................................................................ 374
Deberes de los contratantes. ................................................................................................ 375
Naturaleza jurídica de la responsabilidad contractual. ........................................................... 376
7. La ejecución .......................................................................................................................... 377
Clase de buena fe. ................................................................................................................ 378
Efectos de la buena fe. .......................................................................................................... 380
Naturaleza jurídica de la responsabilidad postcontractual. .................................................... 383
Bibliografía artículo 1362 ............................................................................................................. 383
Artículo 1363
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 389
2. Fundamento de la relatividad del contrato ............................................................................. 390
3. Efectos del contrato .............................................................................................................. 393
4. Partes del contrato ................................................................................................................ 395
5. Los herederos de las partes .................................................................................................. 397
Excepciones. ........................................................................................................................ 400
6. Los terceros .......................................................................................................................... 404
7. La oponibilidad del contrato ................................................................................................... 405
Bibliografía artículo 1363 ............................................................................................................. 408
838 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1364
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 411
2. Contenido del artículo 1364 ................................................................................................... 411
Artículo 1365
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 413
2. Contratos de ejecución continuada ....................................................................................... 414
3. Falta de plazo determinado ................................................................................................... 415
4. Finalización del contrato unilateralmente .............................................................................. 416
Naturaleza. ............................................................................................................................ 417
Inderogabilidad. ..................................................................................................................... 418
Irretroactividad. ...................................................................................................................... 418
5. El preaviso ............................................................................................................................. 419
6. Resolución de pleno derecho ................................................................................................ 420
Bibliografía artículo 1365 ............................................................................................................. 421
Artículo 1366
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 424
2. Breve glosa al artículo 1366 ................................................................................................... 425
3. Adquisición de derechos reales ............................................................................................. 425
4. Prohibiciones ......................................................................................................................... 425
Presidente de la República, etc. ........................................................................................... 426
Los prefectos y demás autoridades políticas. ....................................................................... 426
Los funcionarios y servidores del sector público. .................................................................. 427
Magistrados judiciales, etc. ................................................................................................... 427
Los miembros del Ministerio Público. .................................................................................... 429
Los abogados. ....................................................................................................................... 429
Los albaceas. ........................................................................................................................ 430
Administradores de bienes ajenos. ....................................................................................... 431
Los agentes mediadores de comercio, etc. ........................................................................... 431
5. Persona interpuesta .............................................................................................................. 432
La interposición puede ser real o ficticia. .............................................................................. 432
6. Falta de legitimación ............................................................................................................. 432
7. Efectos de la prohibición ....................................................................................................... 433
Bibliografía artículo 1366 ............................................................................................................. 433
Artículo 1367
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 435
2. Alcances de la prohibición .................................................................................................... 435
Bibliografía artículo 1367 ............................................................................................................. 436
Artículo 1368
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 437
2. Vigencia de las prohibiciones ................................................................................................ 437
Artículo 1369
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 439
2. Excepciones a las prohibiciones ........................................................................................... 439
Artículo 1370
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 441
2. Razón de ser de los artículos 1370, 1371 y 1372 .................................................................. 442
Rescisión. ............................................................................................................................. 442
Resolución. ........................................................................................................................... 442
Diferencias entre rescisión y resolución ................................................................................ 443
839 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1371
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 453
2. Concepto de resolución ......................................................................................................... 453
3. Efectos de la resolución ........................................................................................................ 455
4. Mutuo disenso ....................................................................................................................... 458
5. Carácter de la acción resolutoria ........................................................................................... 459
Bibliografía artículo 1371 ............................................................................................................. 459
Artículo 1372
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 461
2. Retroactividad de la rescisión ................................................................................................ 462
3. Irretroactividad de la resolución ............................................................................................. 462
4. Disposición o pacto en contrario ........................................................................................... 464
5. Derechos de terceros ............................................................................................................ 465
Bibliografía artículo 1372 ............................................................................................................. 465
Título II
EL CONSENTIMIENTO
Artículo 1373
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 473
2. La oferta ................................................................................................................................ 474
Requisitos de la oferta. .......................................................................................................... 475
Forma de la oferta. ................................................................................................................ 477
Naturaleza jurídica de la oferta. ............................................................................................. 477
Carácter recepticio de la oferta. ............................................................................................. 482
Momento de eficacia de la oferta. .......................................................................................... 485
Oferta con término inicial. ...................................................................................................... 486
Oferta condicionada. ............................................................................................................. 486
Manifestación de la oferta. .................................................................................................... 487
Oferta con pluralidad subjetiva. .............................................................................................. 489
Cesión de la oferta. ............................................................................................................... 490
Oferta “sin compromiso”. ....................................................................................................... 490
3. La aceptación ........................................................................................................................ 491
Requisitos de la aceptación. ................................................................................................. 491
Naturaleza jurídica de la aceptación. ..................................................................................... 493
Carácter recepticio de la aceptación. .................................................................................... 494
La aceptación en los contratos solemnes. ............................................................................ 495
Carácter individual de la aceptación. ..................................................................................... 495
La aceptación “en general”. ................................................................................................... 496
Aceptación condicional. ........................................................................................................ 496
Manifestación de la aceptación. ............................................................................................ 497
Existencia de la aceptación. ................................................................................................. 498
El silencio. ............................................................................................................................ 498
Rol de la aceptación. ............................................................................................................. 501
840 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1374
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 519
2. Declaraciones contractuales ................................................................................................. 520
3. Dirección del destinatario ...................................................................................................... 522
4. Carácter de la consideración de conocimiento ...................................................................... 522
5. Imposibilidad de conocer sin culpa del destinatario ............................................................... 526
Bibliografía artículo 1374 ............................................................................................................. 527
Artículo 1375
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 529
2. Plazo de la aceptación .......................................................................................................... 530
Bibliografía artículo 1375 ............................................................................................................. 531
Artículo 1376
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 533
2. Cuestionamiento del artículo 1376 ........................................................................................ 534
3. Declaración tardía .................................................................................................................. 537
4. Declaración no conforme a la oferta ...................................................................................... 537
5. Rechazo de la oferta ............................................................................................................. 538
6. La contraoferta ...................................................................................................................... 539
7. El aviso de eficacia ................................................................................................................ 541
8. Aceptación parcial ................................................................................................................. 542
Bibliografía artículo 1376 ............................................................................................................. 543
Artículo 1377
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 545
2. Ofertas alternativas ................................................................................................................ 546
Bibliografía artículo 1377 ............................................................................................................. 546
Artículo 1378
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 547
2. Atingencia al artículo 1378 .................................................................................................... 548
3. Forma requerida por el oferente ............................................................................................. 548
4. Consecuencia de la inobservancia de la forma ...................................................................... 549
5. Liberación por el oferente ...................................................................................................... 550
Bibliografía artículo 1378 ............................................................................................................. 552
Artículo 1379
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 553
2. Ofertas cruzadas ................................................................................................................... 553
Bibliografía artículo 1379 ............................................................................................................. 557
Artículo 1380
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 559
2. Inicio de ejecución ................................................................................................................. 560
841 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1381
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 571
2. El silencio circunstanciado .................................................................................................... 572
3. La dispensa del oferente ....................................................................................................... 573
4. Costumbre de no aceptar expresamente ............................................................................... 575
5. La invitación a ofrecer ............................................................................................................ 576
6. El aviso de rehusamiento ...................................................................................................... 577
7. La prueba de la costumbre y de la invitación a ofrecer .......................................................... 577
Bibliografía artículo 1381 ............................................................................................................. 578
Artículo 1382
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 579
2. Sistema adoptado por el Código civil ..................................................................................... 580
3. Obligatoriedad de la oferta ..................................................................................................... 581
Propuesta y oferta. ................................................................................................................ 581
Efectos de la obligatoriedad. ................................................................................................. 582
Plazo de la oferta. ................................................................................................................. 584
4. Excepciones a la obligatoriedad ............................................................................................ 585
Términos de la oferta ............................................................................................................ .586
Naturaleza de la operación. ................................................................................................... 586
Circunstancias del caso. ....................................................................................................... 586
Efectos de las excepciones. ................................................................................................. 587
Bibliografía artículo 1382 ............................................................................................................. 589
Artículo 1383
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 591
2. Autonomía de la oferta .......................................................................................................... 592
Naturaleza de la autonomía de la oferta. ............................................................................... 594
Fundamento de la autonomía de la oferta. ............................................................................ 594
3. Muerte o incapacidad sobreviniente del oferente ................................................................... 595
4. Obligación de los herederos o representantes legales .......................................................... 596
Actitud del destinatario de la oferta. ...................................................................................... 598
5. Intransmisibilidad de la oferta ................................................................................................ 599
Bibliografía artículo 1383 ............................................................................................................. 599
Artículo 1384
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 601
2. Revocación de la oferta ......................................................................................................... 601
Artículo 1385
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 603
2. Caducidad de la oferta ........................................................................................................... 604
3. Comunicación inmediata ....................................................................................................... 605
4. Falta de comunicación inmediata .......................................................................................... 608
5. Retractación del oferente ....................................................................................................... 610
Bibliografía artículo 1385 ............................................................................................................. 612
842 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1386
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 615
2. Retractación del aceptante .................................................................................................... 615
Bibliografía artículo 1386 ............................................................................................................. 617
Artículo 1387
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 619
2. Muerte o incapacidad del destinatario ................................................................................... 620
3. Muerte o incapacidad del aceptante ...................................................................................... 621
4. Retractación de la aceptación por los herederos
o representantes legales del aceptante ................................................................................. 622
Artículo 1388
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 623
2. La llamada oferta al público ................................................................................................... 624
Maneras de la oferta al público. ............................................................................................. 626
Naturaleza de la oferta al público. ......................................................................................... 626
Perfeccionamiento de la policitación. .................................................................................... 629
Efectos de la policitación. ..................................................................................................... 630
Retractación de la policitación. ............................................................................................. 631
Irrevocabilidad de la oferta al público. .................................................................................... 631
3. La invitación a ofrecer ............................................................................................................ 632
Modalidades de invitación a ofrecer. ...................................................................................... 632
Caso de la policitación. ......................................................................................................... 633
Revocación de la invitación a ofrecer. .................................................................................... 633
4. La promesa al público ........................................................................................................... 634
Bibliografía artículo 1388 ............................................................................................................. 636
Artículo 1389
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 637
2. La subasta ............................................................................................................................ 638
Clases de subasta. ............................................................................................................... 639
Naturaleza de la subasta. ...................................................................................................... 640
Carácter de las declaraciones. .............................................................................................. 644
Irrevocabilidad de las posturas. ............................................................................................. 645
Vicisitudes de las posturas. .................................................................................................. 645
3. La celebración del contrato ................................................................................................... 645
Bibliografía artículo 1389 ............................................................................................................. 647
Artículo 1390
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 649
2. Introducción al tema .............................................................................................................. 650
3. El contrato por adhesión ....................................................................................................... 651
4. El contrato necesario de hecho ............................................................................................. 655
5. La conjugación inevitable ....................................................................................................... 656
6. Concepto de contrato necesario por adhesión ...................................................................... 658
7. Características del contrato necesario por adhesión ............................................................. 661
8. Naturaleza jurídica ................................................................................................................. 663
La adhesión como acto unilateral. ......................................................................................... 664
La adhesión como contrato. .................................................................................................. 665
Las tesis intermedias. ........................................................................................................... 665
Opinión personal. .................................................................................................................. 666
9. Ventajas e inconvenientes. .................................................................................................... 670
10.El contrato-tipo ...................................................................................................................... 672
11. Medidas de protección .......................................................................................................... 673
843 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1391
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 677
2. La adhesión a un contrato abierto ......................................................................................... 678
3. Modalidades de la adhesión .................................................................................................. 680
Bibliografía artículo 1391 ............................................................................................................. 681
Artículo 1392
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 683
2. Entorno de las cláusulas generales de contratación ............................................................. 685
Provisión de bienes y servicios. ............................................................................................. 686
Consumo de bienes y servicios. ............................................................................................ 686
Contratación masiva y célere. ............................................................................................... 687
Precisión necesaria. .............................................................................................................. 689
3. Concepto de cláusulas generales. ........................................................................................ 692
Definición. .............................................................................................................................. 693
Denominación. ...................................................................................................................... 695
4. Características de las cláusulas generales ........................................................................... 697
Predisposición. ...................................................................................................................... 697
Generalidad y abstracción. .................................................................................................... 699
Inmutabilidad. ........................................................................................................................ 700
5. Cláusulas generales y cláusulas especiales ......................................................................... 702
6. Clasificación de las cláusulas generales ............................................................................... 703
Principales y accesorias. ...................................................................................................... 703
Neutrales y vejatorias. ........................................................................................................... 705
7. Rol en la formación del contrato ............................................................................................ 705
Manera de su incorporación al contrato. ............................................................................... 706
Incorporación a la oferta. ....................................................................................................... 708
Fijación del contenido normativo. .......................................................................................... 710
8. Naturaleza jurídica ................................................................................................................. 711
Tesis normativista. ................................................................................................................. 711
Tesis contractualista. ............................................................................................................ 712
Tesis mixtas. ......................................................................................................................... 713
Opinión personal. .................................................................................................................. 713
9. Diferencias con el contrato por adhesión ............................................................................... 719
10.Rasgos de las cláusulas generales ....................................................................................... 722
Redacción impresa. ............................................................................................................... 722
Complejidad. ......................................................................................................................... 722
Lenguaje. ............................................................................................................................... 723
11. Ventajas e inconvenientes de las cláusulas generales .......................................................... 723
Ventajas. ............................................................................................................................... 724
Inconvenientes. ...................................................................................................................... 725
12.Colisión de cláusulas generales ............................................................................................ 726
13.Medidas para controlar las cláusulas generales .................................................................... 727
14.El contrato normativo ............................................................................................................. 728
15.La protección al consumidor ................................................................................................. 730
16.regulación mundial de las cláusulas generales ...................................................................... 734
Países que han tratado el tema en el código civil. ................................................................ 734
Países que han regulado el tema en leyes especiales. ......................................................... 737
17.Conclusión ............................................................................................................................ 740
Bibliografía artículo 1392 ............................................................................................................. 741
Artículo 1393
1. Antecedentes de este artículo. .............................................................................................. 745
844 EL CONTRATO EN GENERAL
Artículo 1394
1. Antecedentes de este artículo. .............................................................................................. 751
2. Obligatoriedad de la aprobación administrativa ...................................................................... 752
3. Situación de los contratos por adhesión ............................................................................... 753
Artículo 1395
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 755
2. Procedencia de la no incorporación ....................................................................................... 756
Bibliografía artículo 1395 ............................................................................................................. 758
Artículo 1396
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 759
2. El contrato de hecho ............................................................................................................. 760
3. Finalidad del artículo 1396 ..................................................................................................... 764
Bibliografía artículo 1396 ............................................................................................................. 766
Artículo 1397
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 767
2. Cláusulas no aprobadas administrativamente ........................................................................ 769
3. Conocimiento de las cláusulas generales ............................................................................. 770
4. Posibilidad de conocimiento de las cláusulas ....................................................................... 772
Carga de cognoscibilidad ...................................................................................................... 772
Carga de diligencia ................................................................................................................ 773
5. Presunción de conocimiento de las cláusulas generales ...................................................... 776
Presunción de conocimiento. ................................................................................................ 776
Naturaleza de la presunción. ................................................................................................. 777
Modo de funcionar la presunción. .......................................................................................... 778
6. Efecto del conocimiento de las cláusulas ............................................................................. 778
7. Imposibilidad de conocimiento .............................................................................................. 779
Bibliografía artículo 1397 ............................................................................................................. 780
Artículo 1398
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 781
2. Alcances del artículo 1398 .................................................................................................... 782
3. El problema de las cláusulas “vejatorias” .............................................................................. 783
4. Enumeración de cláusulas “vejatorias” .................................................................................. 784
Exoneraciones o limitaciones de responsabilidad. ................................................................ 784
Suspensión de la ejecución del contrato. .............................................................................. 786
Rescisión y resolución del contrato. ..................................................................................... 786
Prohibición de oponer excepciones. ...................................................................................... 787
Prórroga o renovación tácita del contrato. ............................................................................. 787
5. Carácter de la relación del artículo 1398 ............................................................................... 788
6. Posibilidad de interpretación extensiva .................................................................................. 790
7. Invalidez de las cláusulas vejatorias ...................................................................................... 791
8. Otras cláusulas vejatorias posibles ....................................................................................... 792
9. Criterios de cláusulas vejatorias ............................................................................................ 792
10.Solución más conveniente ..................................................................................................... 793
Bibliografía artículo 1398 ............................................................................................................. 794
Artículo 1399
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 797
2. Alcances del artículo 1399 .................................................................................................... 798
845 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE
Artículo 1400
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 805
2. El problema de la referencia al artículo 1397 ......................................................................... 807
3. Concepto de módulo o formulario .......................................................................................... 807
4. Función de la cláusula agregada ........................................................................................... 809
5. Determinación de la incompatibilidad .................................................................................... 810
6. Efecto de la incompatibilidad ................................................................................................. 811
7. Justificación de la prevalencia ............................................................................................... 811
8. Ineficacia de la cláusula agregada ......................................................................................... 812
9. Opinión personal ................................................................................................................... 813
Bibliografía artículo 1400 ............................................................................................................. 814
Artículo 1401
1. Antecedentes de este artículo ............................................................................................... 815
2. Alcances del artículo 1401 .................................................................................................... 816
3. Carácter de la interpretación según el artículo 1401 .............................................................. 818
4. La regla contra stipulatorem. ................................................................................................. 821
Antecedentes de la regla. ...................................................................................................... 821
Fundamento de la regla. ........................................................................................................ 821
La regla favor debitoris. ......................................................................................................... 822
Posible compatibilidad de ambas reglas. .............................................................................. 823
5. La interpretación “en caso de duda” ...................................................................................... 824
Noción de interpretación. ....................................................................................................... 824
Necesidad de la interpretación. ............................................................................................. 825
Surgimiento de la duda. ......................................................................................................... 826
Camino a recorrer. ................................................................................................................. 828
Recto criterio. ........................................................................................................................ 828
Bibliografía artículo 1401 ............................................................................................................. 830
846 EL CONTRATO EN GENERAL
847 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE