Acción de Tutela
Acción de Tutela
Acción de Tutela
LA ACCION DE TUTELA
Objeto2
Acción pública4
Se trata de una acción pública, que al poder ser ejercida por "cualquier persona",
se encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las acciones que se
ejercen a través de profesionales habilitados con títulos académicos.
Fundamental5
La acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían buena
parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador. Sólo cuando la
misma Carta faculta a la ley y en la medida en que lo haga puede ésta regular o
desarrollar materias relacionadas con los derechos fundamentales y siempre que
La6 acción de tutela tiene un carácter informal que, por su misma naturaleza, riñe
con toda exigencia sacramental que dificulte el sentido material de la protección
que la Constitución quiere brindar a las personas por conducto de los jueces.
Trámite célere17
Los18 artículos 86 inciso 3o. y 6o. del Decreto 2591 de 1991 le imprimen un
carácter subsidiario a la tutela, en la medida en que establecen que sólo será
procedente cuando no exista otro medio alternativo de defensa de los derechos
fundamentales cuya protección se invoca, salvo que lo pretendido sea evitar un
perjuicio irremediable. Pero no puede pretenderse que la mera consagración de
esas vías alternas de defensa en nuestro ordenamiento jurídico sea suficiente
Modalidades de procedencia28
La acción de tutela vino a llenar los vacíos que presentaba el anterior sistema
jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no disponían
de un medio de defensa judicial contra las conductas de las autoridades
públicas, y en ciertos casos de los particulares, que implicaban la vulneración o
amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual sistema
instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección de tales
derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad humana y con el
ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de los fines esenciales
del Estado y de garantizar la primacía de los derechos inalienables de la persona
(C.P., arts. 1, 2 y 5).
24 T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández..
25 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1 Corte Constitucional. Sentencia T-501 de 21 de agosto de 1992. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
26 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. “En el seno de la Asamblea Nacional Constituyente fue negada reiteradamente la
propuesta que buscaba circunscribir la expresión "autoridades públicas", que aparece en el texto del artículo 86 de la
Constitución, de manera que sólo cobijara a las "autoridades administrativas". En el proyecto de articulado presentado por
la Comisión I a la Plenaria no se acogió la pretendida limitación del alcance del derecho de amparo o de la acción de tutela
a las autoridades administrativas (Proyecto No. 67, artículo 62 Misael Pastrana Borrero, Augusto Ramírez Ocampo, Carlos
Rodado Noriega, Hernando Yepes Alzate y Mariano Ospina Hernández. Gaceta Constitucional No. 23) y, por el contrario,
adoptó la fórmula amplia de incluir como sujeto pasivo de dicha acción a cualquier autoridad pública. Igualmente, en el
curso del segundo debate en Plenaria, se presentó una propuesta sustitutiva en el sentido de restringir a las acciones u
omisiones de las autoridades administrativas la interposición de la acción de tutela cuando éstas vulneren o amenacen
vulnerar los derechos fundamentales, la cual fue nuevamente derrotada al aprobarse definitivamente el actual artículo 86
de la Constitución Política. (Propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando Yepes Arcila,
Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda. Gaceta
Constitucional No. 142 p.18)”.
27 M.P. Jaime Córdoba Triviño. “… si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente
consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias judiciales, también lo es que la gran mayoría participó de la
idea de consagrar una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania- pudiera
proceder contra las decisiones judiciales. En este sentido es importante recordar que la propuesta presentada por un
conjunto de delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de protección de la acción de tutela,
resultó amplia y expresamente derrotada por la mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el
cual impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de impunidad constitucional y reduciría la eficacia
de los derechos fundamentales a su simple consagración escrita.”
28 T-378 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
7
Así las cosas, el juez de tutela deberá verificar, por principio, la efectiva
vulneración o amenaza del derecho fundamental de los accionantes, para luego
establecer si existe o no otro medio de defensa judicial ante el cual pueda
ventilarse el conflicto. Si no se dispone de medio de defensa judicial, deberá
darse curso a la acción de tutela. Por el contrario, si existe medio de defensa
judicial, deberá considerar, frente a las circunstancias del caso, su eficacia para
evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable, pues esta condición será la que
lo faculte como juez constitucional para decidir de fondo en el asunto puesto a su
conocimiento. Al respecto, la Corte ha señalado que “para los efectos de
establecer cuando cabe y cuando no la instauración de una acción de tutela, el
juez está obligado a examinar los hechos que ante él se exponen, así como las
pretensiones del actor, para verificar sí, por sus características, el caso materia
de estudio puede ser resuelto en relación con los derechos fundamentales
posiblemente afectados o amenazados, y con la efectividad indispensable para
su salvaguarda, por los procedimientos judiciales ordinarios, o sí a la inversa, la
falta de respuesta eficiente de los medios respectivos, hace de la tutela la única
posibilidad de alcanzar en el caso concreto los objetivos constitucionales”32.
29 La Corte ha considerado que la tutela es un mecanismo subsidiario para la protección de los derechos fundamentales,
característica que se deduce de la procedencia de la acción cuando el afectado no dispone de medio de defensa judicial
para la protección de sus derechos fundamentales. En este sentido, el carácter subsidiario se comprende en cuanto la
tutela suple la inexistencia de medio ordinario de defensa judicial. Al respecto en la sentencia T-007 de 1992 se señaló
que: “... la acción de tutela no procede, según el artículo 86 de la Carta, cuando el presunto afectado disponga de otros
medios de defensa judicial. Allí radica precisamente la naturaleza subsidiaria de esa acción, la cual no es mecanismo
alternativo o sustitutivo de los procesos que, de conformidad con las reglas constitucionales y legales, están a cargo de las
distintas jurisdicciones”.
30 Señala el artículo 86 de la Carta Política que la acción de tutela “procederá cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”.
Esta figura del perjuicio irremediable es tenida en cuenta en el Decreto 2591 de 1991, en donde se señala, art. 6º, que la
acción de tutela es improcedente “1. Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de dichos medios será apreciada
en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solicitante”. El numeral 1 del
artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 fue declarado exequible por esta Corporación en la sentencia C-018 de 1993.
31 La naturaleza particular de un conflicto sometido a consideración del juez de tutela puede admitir, excepcionalmente,
que se imparta una orden definitiva aunque se disponga de un medio judicial de defensa. Esta circunstancia se presenta,
por ejemplo, cuando se imparte la orden de efectuar el pago de mesadas pensionales dejadas de cancelar al accionante
que, con tal omisión, ve vulnerado su derecho al mínimo vital.
32 Corte Constitucional. Sentencia T-001 de 1997.
8
“La Corte debe decidir si contra una sentencia de tutela procede una nueva
acción de tutela basada exclusivamente en el argumento de que al
concederla se incurrió en una vía de hecho porque la tutela era desde el
principio improcedente. Se observa cómo el cuestionamiento al fallo de
tutela versa sobre el juicio de procedencia de la acción como elemento
constitutivo e inescindible del fallo, sin que se cuestionen actuaciones del
juez de tutela diferentes a la sentencia misma. En consideración a lo
expresado anteriormente, la única alternativa para manifestar inconformidad
con la sentencia de tutela de segunda instancia propiamente dicha que se
encuentra en firme, es la intervención de la parte interesada en el proceso
de selección para revisión ante la Corte Constitucional por las razones
anteriormente expuestas.
Lo anterior, por cuanto es claro que por medio del incidente de desacato, las
autoridades judiciales toman decisiones que pueden vulnerar los mandatos
superiores. Así también lo señaló esta Corporación en la sentencia T–421 de
2003, en donde se dijo lo siguiente:
TODA PERSONA
En46 realidad la acción de tutela puede ser ejercida por personas naturales o
jurídicas. En efecto, el artículo 86 de la Constitución establece que toda persona
tendrá acción de tutela, así:
"Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por
sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales" (subrayas y negrillas fuera del
texto).
"La acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por
cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante..."
(subrayas y negrillas fuera del texto).
b- Persona jurídica: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:
"Se llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer derechos
y contraer obligaciones civiles, y de ser respetada judicial y extra
judicialmente".
El49 amparo está al alcance de todas las “personas”, sin distinguir si son
naturales o jurídicas, y, como en el caso de las segundas debe tener lugar la
necesaria adaptación de los derechos constitucionales a su naturaleza y
actividades (no todo derecho de las personas naturales es aplicable a las
jurídicas), es al juez de tutela, en cada caso particular, a quien corresponde el
análisis sobre los derechos que se aducen como amenazados o vulnerados,
para conceder o negar la protección, según sus conclusiones. Es innegable, sin
embargo, como regla general, que derechos como el de la honra, el buen
nombre, la igualdad, el debido proceso, son perfectamente válidos respecto de
las personas jurídicas. No podría deducirse de la Constitución argumento alguno
para dejarlas desamparadas en lo que se refiere a ellos, pues en el fondo, al
protegerlas judicialmente, son protegidas las personas naturales que las
conforman o que dependen, directa o indirectamente, de ellas.
Al respecto ha señalado:
52 C-030 de 2006. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
53 Pueden consultarse al respecto las sentencias: SU-1193 de 2000 M.P. Alfredo Beltrán Sierra; SU-182 de 1998. M.P.
Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández; T-201 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara; T-300 de 2000. M.P José
Gregorio Hernández Galindo; T-238 de 1996. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa; T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-575 de 2002 y T1212 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En dicha jurisprudencia se ha reconocido que las
personas jurídicas son titulares de los derechos al debido proceso, a la igualdad, a la inviolabilidad de domicilio y de
correspondencia, a la libertad de asociación, a la inviolabilidad de los documentos y papeles privados, al acceso a la
administración de justicia, el derecho a la información, el habeas data y el derecho al buen nombre, entre otros.
54 Ver al respecto entre otras las sentencias C- 558/04 M.P: Clara Inés Vargas Hernández y C-320 de 1998 M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz en la que se señaló: “De la misma manera que el legislador en diversos órdenes parte de la premisa
según la cual las personas jurídicas voluntariamente se apartan de la ley y se exponen en consecuencia a tener que
soportar en razón de sus actos u omisiones ilícitas las respectivas imputaciones que son el presupuesto de posteriores
sanciones, puede el mismo órgano soberano en los supuestos que establezca y a propósito de conductas susceptibles de
llevarse a cabo por ellas, disponer que tales entes, al coordinar medios ilícitos con el fin de perseguir sus intereses,
autorizan al juez competente a dar por configurado el presupuesto para aplicar en su caso la sanción penal prevista en la
ley.
(...)
La determinación de situaciones en las que la imputación penal se proyecte sobre la persona jurídica, no encuentra en la
Constitución Política barrera infranqueable; máxime si de lo que se trata es de avanzar en términos de justicia y de mejorar
los instrumentos de defensa colectiva. Es un asunto, por tanto, que se libra dentro del marco de la Carta a la libertad de
configuración normativa del legislador y, concretamente, a su política sancionatoria, la cual puede estimar necesario por lo
menos en ciertos supuestos trascender el ámbito sancionatorio donde reina exclusivamente la persona natural - muchas
veces ejecutora ciega de designios corporativos provenientes de sus centros hegemónicos -, para ocuparse directamente
de los focos del poder que se refugian en la autonomía reconocida por la ley y en los medios que ésta pone a su disposición
para atentar de manera grave contra los más altos valores y bienes sociales.
De conformidad con lo expuesto, la imputación de responsabilidad penal a la persona jurídica en relación con los delitos a
que se ha hecho mención, no viola la Constitución Política”.
16
Por tal razón, en la sentencia T – 924 de 2002 la Corte señaló que ‘El debido
proceso y el acceso a la justicia se atribuyen a las personas, naturales y
jurídicas, porque son derechos que se basan en la capacidad de obrar de unas
y otras, no en la naturaleza de su personalidad. Prueba de ello es que el debido
proceso se aplica a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, y que
el artículo 229 constitucional garantiza a toda persona el acceso a la justicia.’
A renglón seguido, esta Corporación indicó también, que ‘Pretender excluir a las
personas jurídicas de la acción de tutela para restablecer su derecho a un juicio
justo, conforme a las leyes preexistentes, ante un tribunal competente y con la
plenitud de las formas previstas, sería tanto como establecer presupuestos
diferentes en el desenvolvimiento de la capacidad de obrar de las personas
naturales, según su actuación individual u colectiva, desconociendo la
protección que la Carta Política otorga al substrato humano que comportan
todas las actuaciones que proyectan al hombre como ser social.”56
La63 acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían buena
parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y de sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador.
“No puede olvidar esta Corte, y este ha sido su criterio, que la resolución de
los conflictos de competencia debe atender dos principios básicos que
orientan la protección de los derechos fundamentales, como objetivo
primordial de la Constitución de 1991 y de la consagración de la acción de
tutela. Estos principios son, en primer lugar, la eficacia de los derechos
fundamentales (art. 2 C.P.), para lo cual es necesario –las más de las
veces- atender al postulado de prevalencia del derecho substancial sobre el
procedimental; y en segundo lugar, la sumariedad, celeridad e informalidad
del procedimiento de tutela (art. 86 C.P.), entendidos como condición
necesaria para la protección real y oportuna de este tipo especial de
derechos constitucionales.
La85 obligación de dar trámite urgente a las acciones de tutela no cobija tan solo
a los jueces, quienes gozan del perentorio término en referencia para proferir el
fallo, sino que se extiende a los funcionarios y organismos administrativos que
por cualquier razón deban intermediar en la tramitación de la demanda o en la
práctica de las pruebas ordenadas por el juez, ya que el objetivo de la normativa
constitucional, es la protección inmediata y eficaz de los derechos mediante un
procedimiento preferente y sumario. Como ya lo ha expresado la Corte86, este
término no admite excepciones, pues de lo que se trata es de asegurar la
inmediata protección del derecho violado o amenazado, razón por la cual el
mismo precepto superior habla de un procedimiento preferente y sumario, a la
vez que el artículo 15 del Decreto 2591 de 1991 ordena que su trámite se surta
con prelación, para lo cual se pospondrá cualquier otro asunto, salvo el de
Habeas Corpus, añadiendo que los plazos son perentorios e improrrogables.
Según89 el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, la acción de tutela podrá ser
ejercida por cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante. En este
último caso es posible otorgar poder, el cual se presumirá auténtico al tenor de la
misma norma. Ya la Corte ha destacado que, pese a la informalidad de la tutela,
si se acude a un apoderado, éste, en cuanto representa judicialmente a la
persona, debe acreditar que cumple los requisitos legales para hacerlo según el
Decreto 196 de 1971, sobre el ejercicio de la profesión de abogado (Cfr.
Sentencia T-550 de 1993).
95 Este principio es encuentra consagrado en el artículo 2 de la Constitución, sobre el enunciado del mismo, se
pronunció la Corte en sentencia T-011 de 1993 y afirmó que “Cuando la Constitución colombiana habla de la efectividad de
los derechos (art., 2 C.P.) se refiere al concepto de eficacia en sentido estricto, esto es, al hecho de que las normas
determinen la conducta ciudadana por ellas prescrita y , además logren la realización de sus objetivos, es decir realicen
sus contenidos materiales y su sentido axiológico.”
96 En la Sentencia T-603 de 1992 la posibilidad del agenciamiento de derechos ajenos en materia de tutela constituye
desarrollo “lógico” del principio de prevalencia de los aspectos sustantivos sobre los aspectos formales. Así también en
sentencias T-044 de 1996 en la cual la Corte afirmó que con la agencia oficiosa “Se trata una vez más de asegurar la
vigencia efectiva de los derechos por encima de formalidades externas, en una manifestación de la prevalencia del
derecho sustancial...”
97 En la sentencia T-029 de 1993 la Corte se pronuncia sobre la acción de tutela interpuesta por dos personas a favor de
un tercero que se encontraba en estado de indigencia, con el fin de lograr la protección del derecho a la igualdad y a la
vida en condiciones dignas, a pesar de que en este caso se niega la tutela, la Corte acepta el agenciamiento de derechos
debido al “estado de postración e indigencia” y a las “especiales condiciones mentales” en que se encontraba el agenciado
lo que le representaba encontrarse imposibilitado para velar por la protección de sus derechos fundamentales. Y
seguidamente afirma que “tal protección debería proveerse cuando la soliciten personas que actúan en desarrollo del
principio de solidaridad previsto en el artículo 1 de la Constitución.” Igualmente en la sentencia T-422 de 1993 la Corte
confirma la sentencia del ad-quem en la que se negaba la tutela en el sentido de que efectivamente el demandante en el
caso, omitió expresar en la solicitud, las circunstancias que impedían a los titulares de los derechos promover su propia
defensa. Y Sin embargo después de afirmar que “el mejor vocero del derecho es quien debe en primer término buscar su
protección judicial” incluye la excepción que justifica la agencia oficiosa: “salvo que se encuentre en imposibilidad
circunstancial de promover su propia defensa” y recurre nuevamente al principio de solidaridad al afirmar que en este
momento “la solidaridad social está llamada a abogar por su causa, que en últimas, tratándose de las violaciones a los
derechos fundamentales es la de todos los miembros de la comunidad.”
98 Sobre el requisito de manifestar que se actúa bajo tal condición y que el agenciado se encuentra en imposibilidad de
promover su defensa, la Corte ha realizado interpretaciones dirigidas a restarle rigidez según las circunstancias del caso.
Por ejemplo en la Sentencia T-555 de 1996 la Corte resolvió el caso de un agente oficioso (estudiante de consultorio
jurídico) que promovió tutela a favor de una persona para lograr protección de su derecho a la no reformatio in pejus, y no
manifestó la circunstancia de imposibilidad de promover su propia defensa en la cual aquel se encontraba. En esta
oportunidad la Corte concedió la tutela bajo la idea según la cual los derechos involucrados tenían además una
dimensión objetiva que hacía imperiosa su protección, por lo cual “en aquellos casos en que, como en el presente, se
encuentra de por medio la efectividad de un derecho fundamental con dimensiones de carácter objetivo y la violación a
este derecho es manifiesta y constatable prima facie, el agente oficioso - en razón de la naturaleza del derecho
fundamental cuya vulneración se debate - actúa, adicionalmente, en nombre de un interés general, que supera el interés
individual de la persona cuyos derechos agencia.”
99 Sobre la posibilidad de inferir la situación de imposibilidad de promover la propia defensa, la Corte se pronunció en
sentencia T-452 de 2001 en este caso la Corte revisó la sentencia de un juez que negó la tutela de los derechos de un
agenciado bajo el argumento de que el agente no señaló expresamente la situación en que aquel se encontraba y que le
impedía promover su propia defensa, no obstante que en del escrito tal situación se mostraba como evidente. En esta
oportunidad la Corte consideró la posibilidad de pronunciarse de fondo tras aceptar la existencia de una “agencia oficiosa
tácita” ya que según la Corte “la exigencia de estos requisitos (la manifestación de la imposibilidad) no puede interpretarse
formalmente, es decir, su cumplimiento no está supeditado a la existencia, dentro de la petición de tutela, de frases
sacramentales o declaraciones expresas que den cuenta de la agencia oficiosa, pues bien puede ocurrir -como en el caso
que es objeto de estudio en esta oportunidad por parte de la Corte- que las circunstancias que impiden que una persona
actúe a nombre propio, justificando la intervención oficiosa de otro, sean hechos que se desprenden naturalmente de la
narración hecha por el petente...” Además esto fue posible porque la Corte constató que el agenciado no corría riego
alguno por el acto de la agencia, lo cual para la Corte sólo es posible “siempre que exista un respaldo fáctico del cual se
pueda deducir –no simplemente presumir- que se está realizando un acto a favor de otro.”
27
100 101
fundamental no está en condiciones físicas o mentales para promover su
propia defensa. (iii) La existencia de la agencia no implica 102 una relación
formal103 entre el agente y los agenciados titulares de los derechos (iv) La
ratificación104 oportuna105 por parte del agenciado de los hechos y de las
pretensiones consignados en el escrito de acción de tutela por el agente.
100 En la sentencia T-342 de 1994 dos personas actuando como agentes oficiosos para la defensa de los derechos
fundamentales a la diversidad étnica y consecuencialmente los derechos a la igualdad, autonomía, libertad de conciencia,
libertad de expresión etc., de la comunidad indígena nómada Nukak Maku debido a que una asociación asentada en un
lugar estratégico en el departamento del Guaviare había comenzado una serie de actividades dirigidas a la
catecumenización y reducción cultural de los indígenas, La Corte decidió que la agencia oficiosa era en ese caso
procedente, porque además de haberlo manifestado expresamente, “las circunstancias actuales de aislamiento
geográfico, desconocimiento jurídico, incapacidad económica y limitaciones de lenguaje que presentan los integrantes de
dicha comunidad, se corroboró que éstos no están en condiciones de promover su propia defensa.” De esta forma se
amplía notablemente el referente de la expresión del decreto 2591 de 1991 “no encontrarse en condiciones físicas” pues
no se alude con el mismo solamente a incapacidad estrictamente física como limitación corporal, sino que alude a un
marco más amplio de condiciones materiales.
101 En la sentencia T-414 de 1999 el padre de una persona mayor de edad enferma mental, actuando como agente
oficioso presenta acción de tutela con el fin de lograr la protección de los derechos a la salud y a la seguridad social de su
hija. La Corte frente al requisito de “las condiciones para promover su propia defensa” en el presente caso afirmó que
“...para la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como tal, sino
que además demuestre que el titular del derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad de promover su
propia defensa, bien sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas que pudieren haber
afectado su estado mental, o en presencia de un estado de indefensión que le impida acudir a la justicia.” (subrayas fuera
de texto)
102 En la sentencia T-422 de 1993 según la Corte “No corresponde a la esencia de la agencia oficiosa y tampoco se
aviene a su naturaleza, exigir la configuración de una relación formal entre el agente y los titulares de los derechos que no
están en condiciones de promover su propia defensa. Por el contrario, se trata de una relación de hecho que puede
reclamar efectos jurídicos válidos y desplegar eficacia representativa si se cumplen los requisitos previstos en la ley.”
Reiterada en Sentencia T-421 de 2001.
103 En este predicado, propio de la agencia oficiosa, se concreta el principio constitucional de solidaridad de tal forma
que la posibilidad de agenciar derechos ajenos está abierta para cualquiera persona, en este sentido no se requiere la
existencia de relación alguna, ya sea con fundamento en la filiación, el parentesco o en relaciones contractuales
específicas. Así por ejemplo en el caso de agencia oficiosa de derechos fundamentales de menores en la sentencia T-408
de 1995 La Corte concedió la tutela en un proceso promovido por la abuela de una menor quien actuaba como agente
oficiosa de su nieta para proteger su derecho fundamental a no ser separada de su madre, debido a que el padre se
negaba a permitirle a su hija visitar a su madre por encontrarse privada de la libertad. Frente a la posibilidad de presentar
acción de tutela como agente oficioso de menores afirmó: “...cualquiera persona está legitimada para interponer acción de
tutela en nombre de un menor, siempre y cuando en el escrito o petición verbal conste la inminencia de la violación a los
derechos fundamentales del niño, o la ausencia de representante legal.” Igualmente ver la sentencia T-029 de 1993 caso
de agencia oficiosa de derechos fundamentales del indigente, o la sentencia T-422 de 1993 caso de la agencia oficiosa de
los derechos de los vecinos.
104 El requisito de ratificación se introduce de una manera incipiente pero determinante en la Sentencia T-044 de 1996 En
este caso no se concede la tutela pretendida por un falso agente debido a que la agenciada no ratificó ni los hechos ni las
pretensiones de la acción incoada. En la Sentencia T-277 de 1997 el agente oficioso esposo de la titular del derecho a la
salud, interpone acción de tutela con el fin de que se ordenará una intervención quirúrgica, la titular con posterioridad se
dirigió al juzgado y ratificó los hechos y las pretensiones, por lo cual la Corte consideró que se configuraba en el caso la
legitimación en la causa, por consiguiente consideró procedente entrar al examen de fondo sobre los hechos. Para la
Corte en este caso el requisito de ratificación se encuentra implícito en el requisito de “imposibilidad de promover la propia
defensa” reforzado con los argumentos del respeto tanto a la autonomía personal (art., 16) como a la dignidad humana
(art., 1) sobre estas consideraciones ver sentencia T-503 de 1998
105 En la sentencia T-088 de 1999 la Corte reiterando jurisprudencia concluyó que el abogado, quien actuaba como
apoderado del interesado para obtener cumplimiento de un fallo de tutela anterior, carecía de poder especial para el caso
y no actúo como agente oficioso, En esta ocasión resolvió la Corte que no vale el poder otorgado para tutela anterior
por lo cual negó el amparo. Igualmente frente al tema de la ratificación afirmó que por haberse presentado en sede de
revisión, además de ser improcedente en el caso, la misma era inoportuna.
28
Efectos de la figura. Configurados los elementos normativos anteriormente
señalados se perfecciona la legitimación en la causa por activa y el juez de tutela
estará en la obligación de pronunciarse de fondo106 sobre los hechos y las
pretensiones relacionadas en el escrito de tutela. Si los mismos no se presentan
en el caso concreto, el juez deberá según el caso rechazar de plano 107 la acción
de tutela o en la sentencia no conceder108 la tutela de los derechos
fundamentales de los agenciados. Sin embargo considera la Sala que el análisis
acerca de la configuración de los referidos elementos debe realizarse por el juez
de tutela en atención a las circunstancias propias del caso concreto 109, derechos
fundamentales invocados, calidad y condiciones de las partes, características
socio económicas de las mismas, lugar geográfico de la supuesta vulneración
etc., esta obligación que pesa sobre los jueces de tutela deriva directamente del
principio de eficacia de los derechos fundamentales110 que como ha reiterado la
Sala inspira e informa la figura procesal de la agencia oficiosa en materia de
tutela.
106 Así fue reconocido en Sentencia T-315 de 2000 caso en el cual el hermano de un enfermo grave presentó tutela como
agente oficioso con el fin de obtener la protección de los derechos fundamentales de aquel al trabajo y al mínimo vital, la
Corte afirmó que el hermano del agenciado actuó “..válidamente como agente oficioso... lo que permite a la Sala pasar al
examen de fondo de los hechos objeto de proceso.”
107 Asumiendo una postura más estricta frente al requisito de la manifestación que debe hacerse sobre la imposibilidad
de defenderse en que se encuentra el agenciado la Corte afirmó que en su ausencia el juez debería proceder a rechazar de
plano la acción, así en Sentencia T-555 de 1996 (referida en sentencias SU-707 de 1996 y T-414 de 1999) “si del escrito
mediante el cual el agente oficioso demanda el amparo constitucional de los derechos de su agenciado no surge, de
manera clara y expresa, que éste último se encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus derechos por sí mismo, la
acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin que al juez le esté autorizado entrar a estudiar ninguna de las
cuestiones de fondo que se han sometido a su conocimiento.”
108 Así en la sentencia T-573 de 2001 oportunidad en la cual la Corte confirmó la sentencia del ad-quem en el sentido de
revocar la sentencia del a-quo que concedió la tutela de los derechos del agenciado, pues se comprobó que la
enfermedad del agenciado no le impedía promover su propia defensa y además el agente no manifestó expresamente que
el agenciado no se encontraba en condiciones para promover la acción en el escrito de acción de tutela, por lo cual
consideró la Corte que en este caso se configuró “la falta de legitimación en la causa.”
109 Sobre la importancia de consultar las circunstancias propias del caso concreto ver sentencia T-555 de 1996 sentencia
T-452 de 2001 y sentencia T-573 de 2001 en esta última la Corte afirmó que el eventual análisis garantiza “no sólo la
adecuada y oportuna protección de los derechos fundamentales, sino que también permite evitar que se acuda a este
mecanismo cuando ello no resulta indispensable, o el presuntamente afectado no considera vulnerado o amenazado su
derecho.”
110 Aunque no en estos términos así lo afirmó la Corte en sentencia T-555 de 1996 en el sentido de afirmar que los jueces
deben proveer por “llevar a cabo una defensa cabal, adecuada y oportuna de los valores, principios y derechos
constitucionales, la cual no sería posible si la agencia oficiosa, en materia de tutela, se rigiera por reglas inflexibles que no
respondieran a las particularidades de cada situación concreta." Afirmación reiterada en la sentencia T-452 de 2001.
Oportunidad en la cual la Corte consideró que el juez como garante del principio de eficacia de los derechos
fundamentales debe adelantar una conducta activa en materia probatoria con el objeto de establecer con precisión los
hechos y afirmaciones puestos a su consideración en los escritos de tutela.
111 Una integración normativa de la figura de la agencia oficiosa del código de procedimiento civil, dirigida a incluir tales
exigencias en sede de tutela resultaría abiertamente contraria a la Constitución. Dice el artículo 47: “Agencia oficiosa
procesal. Se podrá promover demanda a nombre de persona de quien no se tenga poder, siempre que esté ausente o
impedido para hacerlo; para ello bastará afirmar dicha circunstancia bajo juramento que se entenderá prestado por la
presentación de aquella. El agente oficioso deberá prestar caución dentro de los diez días siguientes a la notificación a él
del auto que admita la demanda, para responder de que el demandante la ratificará dentro de los dos meses siguientes. Si
este no la ratifica, se declarará terminado el proceso y se condenará al agente, a pagar las costas y los prejuicios
causados al demandado. La actuación se suspenderá una vez practicada la notificación al demandado del auto admisorio
de la demanda, El agente deberá obrar por medio de abogado inscrito, salvo en los casos exceptuados en esta ley.”
112 Por lo cual se encuentra “desprovista de requisitos tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados
principales, que en otro tipo de diligencia se exigen” esto se explica también a partir de la naturaleza “informal” y
“sumaria” del proceso de tutela. Así en sentencia T-452 de 2001.
29
113
desprenden de la interpretación de los enunciados constitucionales a partir de
los principios que gobiernan la materia.
Los requisitos del apoderamiento judicial como una de las formas con las que
se puede configurar la legitimación activa en los procesos de tutela
El123 artículo 282 de la Carta Política establece como una de las funciones del
Defensor del Pueblo la de “interponer las acciones de tutela, sin perjuicio del
derecho que asiste a los interesados”. Con base en este mandato superior, los
artículos 10, 46 y 49 del Decreto 2591 de 1.991 “por el cual se reglamenta la
acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política”,
preceptúan que el Defensor del Pueblo podrá ejercer dicha acción en nombre de
cualquier persona que lo solicite o que esté en situación de desamparo o
indefensión, sin perjuicio del derecho que a ella le asiste, al igual que los
personeros municipales en calidad de defensor en la respectiva entidad
poderes se presumen auténticos, según lo dispone el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, pero, obviamente, tal
autenticidad no puede predicarse de poderes no presentados, ya que el juez no está autorizado para presumir que alguien
apodera los intereses de otro, sin que en el respectivo expediente ello aparezca acreditado”.
117 En la sentencia T-001 de 1997 la Corte afirmó que por las características de la acción “todo poder en materia de tutela
es especial, vale decir se otorga una vez para el fin específico y determinado de representar los intereses del accionante
en punto de los derechos fundamentales que alega, contra cierta autoridad o persona y en relación con unos hechos
concretos que dan lugar a su pretensión.”
118 En este sentido la Corte ha acogido las disposiciones del código de procedimiento civil en la materia, así en la
sentencia T-530 de 1998 acoge y aplica la disposición del artículo 65 inciso 1º: “En los poderes especiales, los asuntos se
determinarán claramente, de modo que no puedan confundirse con otros.”
119 En este sentido en la en la sentencia T-695 de1998 la Corte no concedió la tutela impetrada debido a que el abogado
quien presentó la tutela pretendió hacer extensivo el poder recibido para el proceso penal al proceso de tutela. En esta
oportunidad la Corte reiteró la doctrina sentada en la sentencia T-550 de 1993 oportunidad en la cual la Corte afirmó: “De
otro lado, debe desecharse la hipótesis de que el poder conferido para adelantar un proceso judicial sirve al propósito de
intentar la acción de tutela a que pudiere dar lugar ese proceso, por cuanto se trata de actuaciones distintas y, si bien es
cierto que la tutela tiene un carácter informal, también lo es que tal informalidad no lleva a presumir la existencia de un
poder que no se presentó y que es necesario allegar siempre que se ejerza la acción de tutela a nombre de otro y a título
profesional” En un sentido similar ver sentencia T-002 de 2001, en la cual la Corte afirmó que la condición de apoderado
en un proceso penal no habilita para instaurar acción de tutela, así los hechos en que se esta se fundamenta tengan
origen en el proceso penal.
120 En la sentencia T-530 de 1998 la Corte al revisar la decisión de una tutela promovida por el abogado de la parte civil
en un proceso penal quien actuaba sin poder especial para el proceso de tutela, consideró que el a-quo no debió darle
trámite al respectivo proceso debido a que el abogado no allegó el poder respectivo ni manifestó su calidad de agente
oficioso. En este sentido aseveró que “Aunque podría pensarse que su calidad de representante de la parte civil en el
proceso penal lo habilitaba para dicho menester, debe desecharse esta idea, en atención a que en el proceso penal el
sujeto procesal es la parte civil y no su apoderado; es cierto que éste la representa conforme al poder específico que se le
ha conferido; pero éste aun cuando suficiente para la actuación en el proceso penal no lo habilita para ejercitar la acción
de tutela.”
121 En la sentencia T-207 de 1997 la Corte se extendió en consideraciones acerca de la informalidad, propia de la acción
de tutela y de sus implicaciones frente al ejercicio de la misma. Con respecto al apoderamiento judicial como excepción al
principio de informalidad de la acción señaló: “Caso distinto es el de quien ejerce la acción de tutela a nombre de otro a
título profesional, en virtud de mandato judicial, pues es evidente que en tal caso actúa dentro del marco legal y las reglas
propias del ejercicio de la profesión de abogado, razón por la cual debe acreditar que lo es según las normas aplicables
(Decreto 196 de 1971). Ello no solamente por razón de la responsabilidad que implica tal ejercicio, que se concreta en el
campo disciplinario, sino por la necesaria defensa de los intereses del cliente, a quien conviene establecer con certidumbre
que quien lo apodera puede actuar, de acuerdo con la ley, ante las distintas instancias judiciales y que responderá por su
gestión.”
122 Sobre la obligatoriedad de que la representación judicial en tutela sea asumida por abogados en ejercicio no existe
regulación expresa ni en la Constitución ni en los decretos reglamentarios de la acción de tutela, ante este vacío la Corte
en sentencia T-550 de 1993 mediante interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a partir de las disposiciones
generales sobre representación judicial y en especial a partir de la disposición del artículo 38 del decreto 2591 de 1991
(que señala las faltas para los abogados que promuevan irregularmente acciones de tutela) concluyó que esta
disposición no tendría sentido sino se entendiera que la representación judicial sólo pudiese ser adelantada por abogados
titulados y en ejercicio.
123 T-046 de 1999. M.P. Hernando Herrera Vergara.
31
territorial, por delegación expresa del Defensor del Pueblo. Así pues, la
indefensión constituye un presupuesto esencial de habilitación al Defensor del
Pueblo o a los personeros municipales para ejercer actos de representación de
las personas en la tutela, la cual se presume respecto de los menores de edad
cuando sus derechos se ven envueltos negativamente por la acción de una
autoridad o de los particulares, a partir del claro mandato del numeral 9 del
artículo 42 del Decreto 2591 de 1.991, como sucede en el presente caso, siendo
extensible la misma a los eventos de tutela incoada contra autoridades públicas.
Adicional a lo anterior, la Corte124 ha señalado que, en virtud del artículo 44
constitucional que consagra una protección especial a los niños, la actuación del
Defensor del Pueblo y de los personeros municipales podría producirse
simplemente alegando su condición de personas, toda vez que con base en
dicho precepto superior, cualquier persona puede exigir de la autoridad
competente el cumplimiento pleno de los derechos de los menores, así como la
sanción de los infractores, dentro de lo cual estarían incluidos los pedimentos
que por la vía de la acción de tutela se tramitan.
Respecto a la legitimidad e interés para interponerla, hay que decir que la acción
puede interponerse directamente por la persona afectada o por quien actúe en
su nombre126. En efecto, la persona que considere se le ha vulnerado o
amenazado un derecho fundamental y desee instaurar una acción de tutela no
requiere ser abogado, ni tener conocimientos jurídicos, ni mucho menos saber
escribir, es decir, la Constitución y la ley no exigen calidad alguna para el sujeto
activo de la acción. Inclusive, no es requisito esencial presentarla por escrito, la
ley consagra la posibilidad de que la misma se pueda incoar verbalmente en
casos de urgencia o cuando el solicitante no sepa escribir o sea menor de
edad127.
En ese orden de ideas, el artículo 30 del Decreto 196 de 1971, tal como fue
modificado por el artículo 1 de la Ley 583 de 2000, y que señala los asuntos en
los cuales los estudiantes de consultorios jurídicos pueden litigar en causa ajena,
no contempla la posibilidad de que ellos puedan actuar como apoderados dentro
de acciones de tutela135. Si bien es cierto los estudiantes de consultorios
133 Ver Sentencia T-555 del 23 de octubre de 1996.
134 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-550 del 30 de noviembre de 1993. En este fallo la Corporación, luego de hacer
una interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, de las disposiciones sobre representación judicial y del artículo
38 del Decreto 2591 de 1991, que señala las faltas para los abogados que promuevan varias acciones de tutela respecto
de los mismos hechos y derechos, concluyó que esta norma no tendría sentido ni podría ser aplicada, si no se entendiera
que “para ejercer la representación con base en mandato judicial y actuando el apoderado a título profesional, así sean en
materia de tutela, es indispensable que aquel sea abogado titulado y en ejercicio, de conformidad con las normas del
Decreto 196 de 1971”. En el mismo sentido se pronunció la Corte en sentencias T-457 del 23 de septiembre de 1997 y T-
452 del 4 de mayo de 2001.
135 El artículo prescribe que podrán litigar “1. En los procesos penales de que conocen los jueces municipales y los
fiscales delegados ante éstos, así como las autoridades de policía, en condición de apoderados de los implicados. 2. En
34
jurídicos actúan bajo la coordinación y directa orientación de los profesores y
profesionales designados para el efecto, lo que garantiza, en principio, la
idoneidad de la defensa que realicen o las actuaciones que adelanten en nombre
de las personas que requieren representación, es claro que en tratándose de
acciones de tutela, con base en lo arriba expuesto, no pueden actuar como
apoderados de los titulares de derechos. Cuestión diversa y que no es contraria
a las reglas mínimas que gobiernan el mecanismo de la tutela, es que asesoren,
acompañen o guíen a las personas cuyos derechos fundamentales resulten
amenazados o vulnerados, o que actúen como agentes oficiosos, cuando se
reúnan las condiciones para ello. De manera que quien en materia de tutela
actúa en virtud de un mandato judicial debe acreditar que es abogado titulado en
ejercicio y que le ha sido otorgado un poder especial para incoar la acción 136. De
lo contrario, el juez de conocimiento deberá rechazarla o, en el evento en que ya
se hubiere iniciado la actuación, denegarla mediante sentencia.
los procesos penales de competencia de la jurisdicción ordinaria, como representantes de la parte civil. 3. De oficio, en los
procesos penales como voceros o defensores en audiencia. 4. En los procesos laborales, en que la cuantía de la
pretensión no exceda de 20 salarios mínimos legales mensuales vigentes y en las diligencias administrativas de
conciliación en materia laboral. 5. En los procesos civiles de que conocen los jueces municipales en única instancia. 6. En
los procesos de alimentos que se adelanten ante los jueces de familia. 7. De oficio, en los procesos disciplinarios de
competencia de personerías municipales y la Procuraduría General de la Nación. 8. De oficio, en los procesos de
responsabilidad fiscal de competencia de las contralorías municipales, distritales, departamentales y General de la
República. 9. De oficio, en los procesos administrativos de carácter sancionatorio que adelanten las autoridades
administrativas, los organismos de control y las entidades constitucionales autónomas”. La Corte ya se pronunció sobre la
constitucionalidad de algunos de estos numerales en la Sentencia C-143 del 7 de febrero de 2001.
136 Sobre los elementos del apoderamiento en tutela, en la Sentencia T-531 de 2002, ya citada, se precisó que “el mismo
es (i) un acto jurídico formal por lo cual debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder que se
presume auténtico. En este sentido (iv) el poder conferido par ala promoción o para la defensa de los intereses en un
determinado proceso no se entiende conferido par ala promoción de procesos diferentes, así los hechos que le den
fundamento a estos tengan origen en el proceso inicial. (v) el destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un
profesional del derecho habilitado con tarjeta profesional”.
137 T-001 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
138 Sentencia T-068 de 1997.
139 T-033 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
35
imprescindible que su ejercicio tenga lugar dentro del marco de ocurrencia de la
amenaza o violación de los derechos. Una percepción contraria a esta
interpretación, desvirtúa el alcance jurídico dado por el Constituyente a la acción
de tutela y deja sin efecto el objetivo de garantizar por esa vía judicial la
protección actual y efectiva de tales derechos. De suerte que esta Corporación
ha determinado que la tutela tiene como elemento característico la “inmediatez”,
y así lo ha expuesto: “...la Corte ha señalado que dos de las características
esenciales de esta figura en el ordenamiento jurídico colombiano son la
subsidiariedad y la inmediatez: ...la segunda, puesto que la acción de tutela ha
sido instituida como remedio de aplicación urgente que se hace preciso
administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del derecho objeto de
violación o amenaza. Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de
medio o procedimiento llamado a remplazar los procesos ordinarios o
especiales, ni el ordenamiento sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos
ámbitos de competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las
existentes, ya que el propósito específico de su consagración, expresamente
definido en el artículo 86 de la Carta, no es otro que el de brindar a la persona
protección efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus derechos
constitucionales fundamentales......La acción de tutela ha sido instituida como
remedio de aplicación urgente que se hace preciso administrar en guarda de la
efectividad concreta y actual del derecho objeto de violación o amenaza..”140 De
acuerdo con esta característica, la Corte concluye que: “...si la inactividad del
accionante para ejercer las acciones ordinarias, cuando éstas proveen una
protección eficaz, impide que se conceda la acción de tutela, del mismo modo,
es necesario aceptar que la inactividad para interponer esta última acción
durante un término prudencial, debe llevar a que no se conceda. En el caso en
que sea la tutela y no otro medio de defensa el que se ha dejado de interponer a
tiempo, también es aplicable el principio establecido en la Sentencia arriba
mencionada (C-543 de 1992), según el cual la falta de ejercicio oportuno de los
medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus derechos no puede
alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en que existen derechos de
terceros involucrados en la decisión...”141. Para determinar la procedencia de la
acción de tutela, en relación con el criterio de “inmediatez”, la Corte ha señalado,
entre otros elementos, que el juez constitucional debe constatar: “...si existe un
motivo válido para la inactividad de los accionantes...”142, es decir, si es
predicable la existencia de una justa causa por la cual no ejercitó la acción de
manera oportuna.
La143 acción de tutela vino a llenar así los vacíos que presentaba el anterior
sistema jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
autoridades públicas y, en ciertos casos, de los particulares que implicaban la
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual
sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección
de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad humana
y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de los fines
esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los derechos inalienables
de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 6). Siendo así, toda persona que vea amenazado
Es157 preciso recordar el criterio expresado por la Corte en relación con los
términos vulneración y amenaza desde la perspectiva de la protección de los
derechos fundamentales a través de la acción de tutela. En la sentencia T-952
de 2003, se dijo :
Resulta claro entonces, que la Corte Suprema de Justicia, al igual que todos los
demás organismos del Estado y los particulares, se encuentra sometida a la
Constitución Política. Además, es también indiscutible su carácter de autoridad
pública y, en ese orden de ideas, con sus actos u omisiones podría de manera
excepcional, vulnerar o amenazar de vulneración derechos constitucionales
fundamentales que deben ser protegidos por el Estado. De ahí, que no se
entendería que las actuaciones de esa Corporación quedaran excluidas de la
acción de tutela como mecanismo democrático que puede invocar cualquier
ciudadano para la protección de tales derechos.
Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991 (art. 1º),
y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la tutela procede
contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de las autoridades
administrativas, y así lo han reiterado la Corte Constitucional en sus sentencias
sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales por vía de hecho
y el Consejo de Estado en la sentencia anteriormente citada, es evidente que lo
resuelto por las diferentes Salas de Casación de la Corte Suprema de Justicia al
no admitir a trámite las acciones de tutela que interponen las personas contra
providencia judicial proferida por una Sala de dicha Corporación, les vulnera su
derecho constitucional fundamental de acceso a la administración de justicia
(C.N., art. 229) y a obtener la tutela judicial efectiva de sus derechos
fundamentales, de conformidad con los Tratados Internacionales (Convención
Americana de Derechos Humanos, art. 25), y las Opiniones Consultivas de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (OC-11/90, OC-16/99).
Cumplimiento de las órdenes proferidas por el juez constitucional 171. Una vez
verificados por el juez los supuestos fácticos y jurídicos del caso objeto de
estudio y de llegar a la conclusión que se han vulnerado derechos
fundamentales, debe proferir una sentencia que decida de fondo el asunto y
restablezca el orden jurídico violado. La decisión del juez se concreta en una
orden, la cual debe ser de tal entidad que, en caso de que se advierta
vulneración de derechos fundamentales, restablezca de manera inmediata los
derechos desconocidos del interesado, de tal manera que el infractor de la
norma fundamental actúe o se abstenga de hacerlo. Dicha orden es de
inmediato e ineludible cumplimiento en tanto que lo que se pretende es el
restablecimiento del orden jurídico constitucional y hacer efectiva la garantía de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta Política.
Es claro que las personas tienen derecho a saber que contra ellas se ha iniciado
una tutela y a conocer los fallos que se adopten al resolver el caso concreto,
pues durante el trámite de la acción el debido proceso debe observarse y, en
caso contrario, habría lugar a decretar una nulidad o, en el evento de que ese
procedimiento ya hubiese concluido, a iniciar otra acción con el fin de restablecer
el derecho violado. Esa notificación, como las de las demás providencias que se
dicten en el curso del proceso, ya lo ha señalado la ley (art. 30 del Decreto 2591
de 1991) y reafirmado la Corte, no requiere ser personal, pues se puede hacer
por telegrama o por otro medio que resulte ser expedito173 y que, en el caso de la
171 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
172 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-766 de 1998 y T-188 de 2002, ya citadas.
173 En cuanto a la expresión: por el medio que el juez considere mas expedito y eficaz a que aluden los artículos 16 y 30
del Decreto 2591 de 1991, la Corte, en Sentencia T-548 del 23 de noviembre de 1995, manifestó que “[e]sta disposición no
puede en ningún momento considerarse que deja al libre arbitrio del juez determinar la forma en que se debe llevar a cabo
la notificación, pues ello equivaldría a permitir la violación constante del derecho fundamental al debido proceso. (...) Así,
entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes el conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las
decisiones que se adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformidad con la ley y asegurando
siempre que dentro del expediente obre la debida constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso
de ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación personal; si ello no se logra, se debe procurar
la notificación mediante comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su disposición, y, en
43
sentencia, asegure su cumplimiento. Incluso aun en el evento en que dicha
notificación no se realice por parte del juez, pero la persona llamada a cumplir el
fallo se acerque al despacho y se notifique por conducta concluyente -la cual
constituye una forma de notificación subsidiaria-, lo cierto es que ese propósito
de la notificación, cual es hacerle conocer a las partes sobre el contenido de lo
decidido y darles la posibilidad de defensa y de controvertir, se ha satisfecho. En
ese caso el derecho a la contradicción no se ha vulnerado en cuanto los
términos sólo empezarían a contar a partir del día siguiente a la fecha en que se
tuvo conocimiento de la providencia.
El poder que tiene el juez para hacer cumplir sus fallos difiere del que tiene para
imponer una sanción por desacato. El trámite del desacato y el debido proceso
La protección que se otorga a través del fallo que se dicta con ocasión de una
acción de tutela sería inocua si no existieran mecanismos ágiles, eficaces y
oportunos al alcance del juez para coaccionar u obligar a la autoridad o persona
que violó o desconoció un derecho fundamental, y destinatario de una orden,
para que cumpla con lo dispuesto por el funcionario judicial y restablezca, en los
términos fijados por él, el derecho violado o amenazado. El juez no puede
quedarse inerme frente al incumplimiento de una orden contenida en un fallo de
tutela sino que está en la obligación ineludible de actuar, de agotar todos los
mecanismos que sean necesarios para restablecer el derecho violado y de
utilizar las herramientas jurídicas que la ley le confiere para que su decisión no
quede en mera teoría. El poder que tiene el juez en esta materia es tal que la ley
ha dispuesto que él mantiene su competencia hasta tanto no se logre el
restablecimiento completo del derecho vulnerado o hayan sido eliminadas las
causas de la amenaza (art. 27 del Decreto 2591 de 1991).
todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia para que pueda ejercer las rectas procesales
correspondientes”.
174 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-763 del 7 de diciembre de 1998 y T-1155 del 1 de septiembre de 2000.
44
debió haber requerido a su superior para efectos de hacer cumplir el fallo antes
de iniciar el trámite del desacato.
Tal como la Sala Plena de la Corte lo ha sostenido, ese poder conferido al juez
constitucional está inmerso dentro de sus poderes disciplinarios asimilables a los
que el artículo 39, numeral 2 del Código de Procedimiento Civil le concede al
juez civil, y las sanciones que imponga tienen una naturaleza correccional 176. El
trámite que debe adelantarse es el incidental especial que finaliza con un auto, el
que, si impone la sanción, es consultado ante el superior para que éste revise la
actuación surtida por el inferior, pero, si ocurre lo contrario, allí concluye la
actuación, toda vez que el legislador no previó la posibilidad de que dicho auto
pueda ser susceptible de apelación. Es claro que si se impone la medida
correccional, ésta no podrá hacerse efectiva hasta tanto el superior no confirme
el auto consultado177.
Así pues, al ser el desacato una manifestación del poder disciplinario del juez la
responsabilidad de quien en él incurra es subjetiva178, lo que indica que no puede
presumirse la responsabilidad por el sólo hecho del incumplimiento sino que
para que haya lugar a imponer la sanción se requiere comprobar la negligencia
de la persona comprometida. Lo anterior es independiente de la sanción penal
que por esa conducta le pueda ser atribuible al responsable y del delito de fraude
a resolución judicial, al tenor de lo dispuesto en el artículo 53 del Decreto 2591
de 1991. Hasta aquí podría concluirse que el cumplimiento es oficioso, aunque
no excluye la posibilidad de que el afectado pueda solicitarlo al juez; la
responsabilidad es objetiva y además tiene como fundamento normativo los
artículos 23 y 27 del Decreto 2591 de 1991. El desacato, por su parte, se
caracteriza por tener un trámite incidental; las sanciones se pueden imponer a
solicitud de la parte interesada, de alguno de los intervinientes en la tutela, por
petición del Ministerio Público o de la Defensoría del Pueblo e inclusive de
oficio179; la responsabilidad es subjetiva y se cimienta en los artículos 27 y 52
ibídem.
En este sentido la Corporación ha advertido (i) que el objeto central del análisis
de la Corte es la sentencia definitiva en tutela. De ahí que deba detenerse a
considerar los argumentos expuestos por los jueces de instancia. (ii) que no
186 C-018/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
187 T-054 de 2003. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
188 Ver al respecto entre otras las sentenciasT-006 de 1992, T-406 y T-525 de 1992. Para una síntesis de dicha
jurisprudencia ver la Sentencia SU-1184/01.
189 Sentencia T-088 de 1999. Ver además, sentencia T-175 de 1997.
48
resulta indispensable adentrarse en el caso más allá de lo que estime necesario
para fijar la correcta interpretación de la norma constitucional, pues el debate
probatorio se ha debido realizar, en principio, en las instancias. (iii) y que si bien
puede tener presente hechos posteriores a la decisión de tutela ello es así en
tanto puedan resultar decisivos para comprender a cabalidad la situación fáctica
y revelar la violación de un derecho fundamental que al momento de tramitarse
la tutela resultaba discutible190. Así las cosas, la Corte llama la atención sobre el
hecho que la revisión que le encomienda la Constitución y el Decreto 2591 de
1991 no constituye una tercera instancia y que el objeto sobre el cual recae el
análisis de la Corte en dicha sede son las decisiones de los jueces de tutela, con
el fin de examinar si ellos en sus providencias aplicaron en debida forma los
valores, principios y preceptos constitucionales en los términos definidos por la
Corporación en su jurisprudencia191. En este sentido la acción de tutela “no es,
por tanto, “un medio alternativo, ni menos adicional o complementario para
alcanzar el fin propuesto"1en el marco de un proceso judicial. Cabe precisar
igualmente que dicho análisis se circunscribe a los hechos y circunstancias
sometidos a consideración de los jueces de tutela, y que en consecuencia
hechos posteriores a las decisiones por ellos adoptadas solamente pueden ser
considerados como elementos que sirvan para la interpretación o constatación
de los hechos que fueron sometidos a su consideración, pero sin que dichos
hechos posteriores se puedan convertir en objeto de decisión por parte de la
Corte, pues el ámbito de su análisis como ya se señaló está claramente
delimitado. El hecho de que la actuación en sede de revisión no constituya una
tercera instancia implica además que no quepa reconocer personería, ni atender
las peticiones que puedan hacer los sujetos procesales ni sus representantes.
Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las sentencias
unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos, encauzando así la
labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos temas donde no haya
alguna posición de la plenaria, las salas de revisión cuentan con un amplísimo
margen de análisis, pues además de crear la jurisprudencia, establecen los
parámetros que deberán atender los jueces de instancia. En consecuencia, la
labor sistémica de la Corte no está reservada solamente a la Sala Plena, sino
también a cada una de las Salas de Revisión.
Así entonces, contra los autos proferidos por las Salas de Selección no procede
causal alguna de nulidad, toda vez que la escogencia de los casos de revisión,
constituye un trámite “eventual” (Art.86 C.P.), realizado “sin motivación expresa y
según su criterio” (Art. 33 Dto. 2591/91), fundamentado en precisas facultades
que le confieren a esta Corporación discrecionalidad, libertad y autonomía, de
conformidad con los criterios y los objetivos que ella misma determine.
50
ESTA ACCIÓN SOLO PROCEDERÁ CUANDO EL AFECTADO NO DISPONGA
DE OTRO MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL, SALVO QUE AQUELLA SE
UTILICE COMO MECANISMO TRANSITORIO PARA EVITAR UN PERJUICIO
IRREMEDIABLE.
Así, desde sus primeros fallos, ha dicho la Corte, en relación con el contenido
del inciso 3º del artículo 86 de la Constitución, que el sentido de la norma es el
de subrayar el carácter supletorio del mecanismo, es decir, que la acción de
tutela como mecanismo de protección inmediata de los derechos
193 T-577 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
194 Subsidiariedad como predicado del mecanismo en hipótesis de inexistencia de otro mecanismo judicial, así en
Sentencia T-432 de 2002. En el mismo sentido Sentencia T-007 de 1992.
195 Los términos subsidiario y residual con los cuales se califica a la acción de tutela, se utilizan de manera equivalente
para significar la inexistencia de otro mecanismo judicial. Ver en este sentido sentencias SU-646 de 1999 y T-408 de 2002.
196 Estos mecanismos procesales pueden ser incluso recursos ordinarios en el trámite de un proceso judicial o
administrativo así en sentencia T-984 de 1999 citada por la sentencia T-408 de 2002.
197 Esta cualificación del amparo puede verse en sentencia SU-961 de 1999 reiterada en Sentencias T-251 de 2001, T-061
de 2002 y T-433 de 2002. Ver también Sentencia T-251 de 2001.
198 En la sentencia T-432 de 2002 la Corte resolvió el caso de dos menores que buscaban la protección de sus derechos
fundamentales al debido proceso y a la seguridad social, debido a que su madre (representante legal) celebró un acuerdo
conciliatorio en el cual transó la pensión de sobrevivientes de sus hijos por bienes muebles e inmuebles de importante
cuantía, conciliación aprobada por el juez ordinario respectivo. La Corte Constitucional no concedió la tutela debido a que
se pudo comprobar que además de existir un mecanismo ordinario de defensa de los derechos invocados (acción
ordinaria laboral), los actores no se encontraban expuestos a sufrir un perjuicio irremediable en los derechos
fundamentales invocados. Para la Corte, el análisis sobre la configuración o no de un perjuicio irremediable debe guardar
estrecha relación con la afectación de los derechos fundamentales invocados.
199 Cfr. Sentencia T-432 de 2002.
200 T-585 de 2002. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
201 Sentencia T-449 de 27 de agosto de 1998. Sala Primera de Revisión.
202 Sentencia T-983 de 13 de septiembre de 2001. Sala Octava de Revisión.
51
constitucionales fundamentales debe ser entendida como un instrumento
integrado al ordenamiento jurídico, de manera que su efectiva aplicación sólo
tiene lugar cuando dentro de los diversos medios que aquél ofrece para la
realización de los derechos, no exista alguno que resulte idóneo para proteger
instantánea y objetivamente el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza
por virtud de una conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de
particulares en los casos señalados por la ley, a través de una valoración que
siempre se hace en concreto, tomando en consideración las circunstancias del
mismo y la situación de la persona, eventualmente afectada con la acción u
omisión. No puede existir concurrencia de medios judiciales, pues siempre
prevalece la acción ordinaria, y de ahí que se afirme que la tutela no es un medio
adicional o complementario, pues su carácter y esencia es ser único medio de
protección que, al afectado en sus derechos fundamentales, brinda el
ordenamiento jurídico203. En ese mismo sentido, se ha afirmado que el primer
llamado a proteger los derechos constitucionales no es el juez de tutela, sino el
ordinario, ya que la tutela está reservada para enfrentar la absoluta inoperancia
de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los derechos de
las personas, no para suplirlos, pues, de otra manera tendría que aceptarse que,
más temprano que tarde, la acción de tutela perdería completamente su
eficacia204.
Uno226 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 227. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de ese
mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste es
difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al respecto,
la Corte sostiene que:
PROCEDIMIENTO DE TUTELA
En242 cuanto al ataque a la expresión "en los casos que señale este Decreto",
contenida en el inciso primero y alusiva a la procedencia de la tutela contra
particulares, los actores aducen que ella restringe el alcance de la tutela en
forma inconstitucional. La Corte Constitucional no compartió ese concepto y, por
el contrario, estimó que la disposición es ajustada a la Carta, ya que el inciso
final del artículo 86 superior dice: "la ley establecerá los casos en los que la
acción de tutela procede contra particulares...", y fija para ello unos parámetros,
de suerte que el legislador extraordinario, cuando afirma en el artículo 1º del
Decreto 2591 de 1991, que se señalarán los casos en los que procede la tutela
contra particulares, sin indicar aún cuáles son tales casos, no ha hecho sino
anunciar que va a desarrollar el mandato constitucional. De este mismo artículo
primero se acusó casi todo el inciso segundo, relativo al ejercicio de la tutela en
los estados de excepción, porque, según los actores, viola la prohibición
constitucional de suspender los derechos humanos en dichos estados. La Corte
Constitucional no acogió este criterio y estimó que la norma acusada no es
contraria a la Carta, pues ciertamente no predica la "suspensión" de los
derechos humanos ni de las libertades fundamentales ni las reglas del derecho
internacional humanitario, al tenor del numeral 2º del artículo 214 de la
Constitución, sino que tal norma tan sólo dice que "la acción de tutela se podrá
ejercer por lo menos para defender su contenido esencial" -el de los derechos-,
en los estados de excepción. En otras palabras no es que se esté limitando la
tutela durante los estados de excepción sino, por el contrario, sólo se está
diciendo que ni siquiera en dichos estados podrá eliminarse de plano la tutela.
No es, pues, en sentido negativo, sino positivo, que es preciso leer esta
disposición. Ella en últimas protege el mecanismo de la acción de tutela y, con
él, los derechos humanos en períodos en los que el gobernante goza de poderes
constitucionales extraordinarios.
¿Cuáles257 son los criterios que debe aplicar el juez constitucional, para
determinar si un derecho para el cual se solicita protección a través de la
tutela es fundamental?
255 Cfr. Auto 055 de 1997, reiterado en Autos 025 de 2002 y 011 de 2002
256 Cfr. Auto 055 de 1997
257 T-1306 de 2000. M.P. Fabio Morón Díaz.
65
El primer y más importante criterio para determinar los derechos
constitucionales fundamentales por parte del Juez de Tutela consiste en
establecer si se trata, o no, de un derecho esencial de la persona humana.
El sujeto, razón y fin de la Constitución de 1991 es la persona humana. No
es pues el individuo en abstracto, aisladamente considerado, sino
precisamente el ser humano en su dimensión social, visto en la tensión
individuo-comunidad, la razón última de la nueva Carta Política. Los
derechos constitucionales fundamentales no deben ser analizados
aisladamente, sino a través de todo el sistema de derechos que tiene como
sujeto a la persona.
"...ese medio que desplaza la viabilidad del amparo tiene que ser
materialmente apto para lograr que los derechos fundamentales en juego
sean eficientemente protegidos. En consecuencia, no tienen tal virtualidad
los medios judiciales apenas teóricos o formales, pues según el artículo 228
de la Carta, en la administración de justicia debe prevalecer el Derecho
sustancial. Así las cosas, para los efectos de establecer cuándo cabe y
cuándo no la instauración de una acción de tutela, el juez está obligado a
examinar los hechos que ante él se exponen así como las pretensiones del
actor, y a verificar si, por sus características, el caso materia de estudio
puede ser resuelto, en relación con los derechos fundamentales
posiblemente afectados o amenazados, y con la efectividad indispensable
para su salvaguarda, por los procedimientos judiciales ordinarios, o si, a la
inversa, la falta de respuesta eficiente de los medios respectivos, hace de la
tutela la única posibilidad de alcanzar en el caso concreto los objetivos
constitucionales". (Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-01 de 1997).
No277 hay hecho consumado cuando, perpetrados los actos de violación de los
derechos fundamentales invocados y causado un daño, los efectos de éste
persisten y son susceptibles de ser interrumpidos, merced a la orden de
276 T-346 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.
277 SU. 667 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
75
inmediato cumplimiento que imparta el juez, persuadido de la
inconstitucionalidad de la actuación correspondiente. En otros términos, no es
posible admitir como hecho consumado ni sostener para el caso la carencia
actual de objeto de la decisión judicial cuando todavía, mediante la sentencia, es
posible restablecer la efectiva vigencia de los derechos fundamentales violados.
Es lo que acontece en el evento que se estudia: el catedrático demandante fue
despedido, pero está probada la evidente transgresión de varios de sus
derechos básicos y, en lo que atañe a la reivindicación de ellos, una sentencia
judicial que los restablezca tiene viabilidad en la práctica, por lo cual la sola
circunstancia de haberse cumplido ya unas consecuencias iniciales del acto
inconstitucional de despido, la orden que esta Corte impartirá restaura con
eficiencia en su caso el imperio de las normas superiores.
Pero no es ése el caso de la tutela. El mismo artículo 6o. del Decreto 2591
establece en su numeral 5o. que es improcedente la acción "cuando se
trate de actos de carácter general, impersonal y abstracto". Es que lo que
se busca con el mencionado mecanismo es suspender los efectos
violatorios o amenazantes de alguno de los derechos fundamentales de una
persona determinada, derivados de un acto concreto cuya aplicación deberá
suspender el juez, aún mediante medidas provisionales (esto es antes de la
sentencia) cuando lo considere necesario y urgente para proteger el
derecho, según las voces del artículo 7o. del Decreto en mención”.
El290 artículo 7 del Decreto 2591 de 1991 autoriza al juez de tutela para
suspender el acto que amenace o viole el derecho fundamental invocado,
cuando el funcionario judicial “expresamente lo considere necesario y urgente
para proteger el derecho”. Dicha suspensión puede ordenarse de oficio o a
petición de parte. Mediante las medidas provisionales se busca evitar que la
amenaza contra el derecho fundamental se convierta en violación o, habiéndose
constatado la existencia de una violación, ésta se torne más gravosa. Las
medidas provisionales únicamente pueden ser adoptadas durante el trámite del
proceso o en la sentencia. Lo anterior por cuanto únicamente durante el trámite
o al momento de dictar la sentencia, se puede apreciar la urgencia y necesidad
de la medida. Una vez dictada la sentencia, la protección del derecho
fundamental consistirá en el cumplimiento del fallo. Podría objetarse que una vez
dictada la sentencia, puede ser necesario que se adopten medidas
provisionales, pues el trámite de la tutela exige que el fallo sea comunicado al
juez de instancia, a fin de que se cumpla, término en el cual puede proseguir la
violación de los derechos fundamentales. Empero, ha de tenerse presente que
la urgencia y la necesidad de la medida, corresponde evaluarla al juez al
momento de dictar el fallo. Si no se adoptaron en su momento, implica que para
la autoridad judicial, el cumplimiento de la decisión es un mecanismo de
protección suficiente.
Esta291 Sala, por auto de fecha 16 de diciembre de 1997, estimó que las reglas
establecidas en los artículos 7 y 35 del Decreto 2591 de 1991, debían
"conciliarse con el principio de la autonomía judicial, toda vez que al juez de
tutela le está vedado invadir competencias ajenas, y su injerencia dentro del
curso de un proceso judicial debe estar determinada por la flagrante violación o
amenaza de los derechos fundamentales y con el fin de evitar un perjuicio
irremediable". Además, consideró esta Corte que el alcance que debía darse a
los artículos mencionados era el siguiente:
"Ahora bien, es claro que -considerada la función que cumple la tutela como
mecanismo protector de los derechos fundamentales y el contexto de la
norma transcrita- la posibilidad de ejercer la acción en forma conjunta con
las que proceden ante la jurisdicción Contencioso Administrativa, no puede
interpretarse en el sentido de hacer que en tal caso su trámite deba surtirse
forzosamente ante los tribunales administrativos, entendimiento que limitaría
ostensiblemente las posibilidades de protección judicial. Lo que la norma
legal permite, aunque no haya utilizado con propiedad el término
"conjuntamente", es el ejercicio simultáneo de la acción ante el juez de
tutela, como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable y de
las pertinentes ante la jurisdicción especializada".
La acción de tutela contra sentencias. Una de las demandas sobre las cuales se
pronuncia la Corte en esta oportunidad se halla estructurada sobre la base de
que el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991 quebranta los preceptos
constitucionales no tanto por introducir un término de caducidad sino por permitir
que se ejerzan acciones de tutela contra sentencias amparadas por el principio
de la cosa juzgada. A este respecto, la Corte Constitucional formuló las
siguientes consideraciones:
“(…) nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales,
ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando
la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio
300 T-012 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
89
cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y
queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591
de 1991). En hipótesis como éstas no puede hablarse de atentado alguno
contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer
realidad los fines que persigue la justicia.”
En302 lo que tiene que ver con el sujeto pasivo de la acción de tutela, debe estar
bien identificado y guardar relación directa con el sujeto objeto de la vulneración.
En este sentido se ha pronunciado la Corte Constitucional, al decir que “la
legitimación en la causa es una calidad subjetiva de las partes en relación con el
interés sustancial que se discute en el proceso. Por tanto, cuando una de las
partes carece de dicha calidad o atributo, no puede el juez adoptar una decisión
de mérito y debe entonces simplemente declararse inhibido para fallar el caso de
fondo.
El fundamento del llamado que debe hacerse a los terceros con un interés
legítimo en el resultado del proceso de tutela no es otro que el derecho al debido
proceso que, de conformidad con el artículo 29 superior, es aplicable a “toda
clase de actuaciones judiciales y administrativas”, predicado del cual se deduce
que también el procedimiento propio del mecanismo de defensa previsto en el
artículo 86 de la Carta Política se encuentra gobernado por sus reglas, en los
términos de las normas constitucionales y de las normas legales que las
desarrollan y en particular las del decreto 2591 de 1991.
La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a medios que sean
“expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte con claridad acerca
de la forma como el juez ha de poner en conocimiento de las partes y de los
interesados en el trámite de la acción de tutela su iniciación, las providencias
dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la diligencia, lejos de convertirse en
un acto procesal más, cumpla su cometido que no es otro distinto de lograr la
comparecencia y la vinculación efectiva de los notificados a las actuaciones y de
305 Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996..
306 Cf. Corte Constitucional. Sala Novena de revisión. Auto de octubre 3 de 1996..
92
mantenerlos enterados acerca del curso del proceso, permitiéndoles así asumir
su defensa.
“En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de Procedimiento
Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989, artículo 1º, numeral 8º), se
presentan dos causales de nulidad: la del numeral 8º, cuando no se practica
en legal forma, o eficaz en este caso, la notificación del auto que admite la
acción al ‘demandado’ (…) y la del numeral 3º, por haberse pretermitido
íntegramente una instancia, al no haber tenido la parte oportunidad de
impugnar la sentencia, por no haber sido notificado en forma eficaz de ella.
307 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996..
93
causal 3, haberse pretermitido íntegramente una instancia, es de las
nulidades insaneables”.308
En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a impugnar a
terceros con interés legítimo en el resultado del proceso, la Corte ha decretado
la nulidad de las providencias que así lo dispusieron y a la vez ha ordenado que
se le dé curso a la impugnación, con base en consideraciones que vale la pena
transcribir:
310 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de marzo 8 de 1993..
311 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de agosto 16 de 1996.. En idéntico sentido pueden
consultarse los autos de julio 24 de 1996, octubre 4 de 1996 y febrero 17 de 1997.
312 C-186/98. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
313 Cfr. DICCIONARIO ENCICLOPEDICO DE DERCHO USUAL, Tomo V., Guillermo Cabanellas, editorial Heliasta,
Buenos Aires Argentina, pág. 17.
95
“Ahora bien, la Jurisdicción de Tutela en Colombia comprende a todos los
jueces, pues a diferencia de ordenamientos de otros países en donde sólo
la Corte o el Tribunal Constitucional se pronuncian sobre el Derecho de
Amparo, institución que guarda semejanzas pero también diferencias con la
tutela. En nuestro sistema todos los jueces sin distinción de jerarquía tienen
competencia en materia de tutela. Esta Jurisdicción es llamada por el
constitucionalismo contemporáneo la "Jurisdicción de la libertad". (Sentencia T-
02/92)
Posteriormente afirmó:
Como todos los procesos deben llegar a su culminación de manera que las
decisiones judiciales sean oportunas, es indispensable que por la ley se
fijen los plazos con que cuentan para actuar quienes en ellos intervienen.
Esto es todavía de mayor urgencia en el procedimiento de tutela dado su
carácter preferente y habida cuenta del corto término del que dispone el
juez para proferir sentencia. Respecto a los aludidos informes y
documentos, el artículo 19 enunciado dispone que el plazo para rendirlos y
allegarlos es de uno a tres días y que se fijará por el juez según sea la
índole del asunto, la distancia y la rapidez de los medios de comunicación.
324 Auto 265 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
325 T-474 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
102
El artículo 20 del Decreto 2591 de 1991, establece que si el informe no
fuere rendido -es decir, si no hubiere respuesta a los requerimientos del
juez- dentro del plazo correspondiente, se tendrán por ciertos los hechos y
se entrará a resolver de plano, salvo que el juez estime necesaria otra
averiguación. Se trata de una norma en cuya virtud se sanciona la
renuencia de la persona u organismo llamado a responder y
simultáneamente se logra que el proceso siga su curso". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-192 del 20 de abril de 1994).
El juez de tutela debe tener elementos de juicio suficientes para dictar sentencia
de fondo345
Es así, como el artículo 22 del Decreto 2591 de 1991 346 dispone que el juez
constitucional, podrá fallar de fondo el asunto sin necesidad de decretar pruebas,
en aquellos eventos en que llegue al convencimiento pleno sobre los hechos y
las razones que los sustentan, en relación con el asunto sometido a su
conocimiento.
El349 llamado a prevención que se hace debe entenderse con un fin vinculante y
no puramente teórico, tal como ya se ha expresado por esta Corporación:
351 C-543/92.
352 T-151 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
353 Sentencia SU-256 de 1996; (En esta sentencia, la Corte Constitucional estudió el caso de un accionante a quien se le
había diagnosticado ser portador del VIH. Su empleador, informado de esta situación, acordó retirarlo del cargo que
ocupaba y reconocerle una indemnización pagadera de manera consecutiva durante varios meses. Luego de un tiempo, el
empleador decidió abstenerse de seguir cumpliendo con lo acordado. En estas circunstancias, la Corte consideró que,
debido a la enfermedad que afectaba al accionante y a la situación de pobreza se encontraba, el reconocimiento del pago
de los perjuicios era una medida necesaria para garantizar la efectividad de los derechos que se buscaba proteger).
108
354
Casos como el presente, el abuso de la acción de tutela, ocurren con relativa
frecuencia, y se está no sólo en presencia de una actuación temeraria, al tenor
del artículo 38 del decreto 2591 de 1991, sino frente a una conducta totalmente
injustificada por parte del ciudadano, con base en un concepto errado de lo que
es la acción de tutela. A pesar de conocer la improcedencia de su solicitud, pues
un juez ya había explicado, en su sentencia, quince días antes, porque la
demanda del actor no era procedente, el señor pone, nuevamente, en
funcionamiento el aparato judicial, pues el juez tiene que desarrollar su propia
actividad procesal, para dictar la sentencia correspondiente. Además, el
demandado, está nuevamente obligado a concurrir al proceso, presentar
pruebas, etc. Debe, en fin, explicar otra vez su conducta, calificada
anteriormente por el juez, como legítima. Por lo anterior, esta Sala no sólo
confirmará la sentencia que se revisa, sino que dará aplicación a lo dispuesto
en el artículo 25, inciso final, del decreto 2591 de 1991, pues, en este caso, el
demandante incurrió en temeridad al presentar esta segunda acción de tutela, y,
por consiguiente, debe ser condenado al pago de costas. Dice el artículo
señalado, en lo pertinente:
De366 acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que
persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los derechos,
tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el particular que
haya sido declarado responsable de la amenaza o violación, debe cumplir la
Por su parte, los artículos 23, 27 y 52 del mismo decreto se refieren al contenido
que deben tener los fallos de tutela, a las garantías de su cumplimiento y a las
sanciones derivadas de su eventual inobservancia. En ese orden, El primero
(art. 23) establece que cuando la solicitud vaya dirigida contra una acción de
autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá por objeto “garantizar al
agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado anterior a la violación,
cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si lo impugnado es la denegación
de un acto o una omisión, el fallo tendrá que ordenar su realización o desarrollar
la acción adecuada, y en caso de que la autoridad no expida el acto
administrativo, el juez deberá disponer lo necesario “para que el derecho sea
libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento de tratarse de una
actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el deber de ordenar su
inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza, violación, perturbación
o restricción. En su último inciso, la norma le otorga competencia al juez para
que, de todas maneras, establezca los demás efectos del fallo según las
condiciones imperantes en el asunto sometido a juicio.
El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la tutela,
la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora, precisando
que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del responsable para que
lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario en su contra. Si el
superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le permite a la autoridad
judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su contra y “adopta[r]
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del mismo”, pudiendo
sancionar por desacato al responsable y al superior hasta que den cumplimiento
al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo caso, “el juez establecerá los
demás efectos del fallo para el caso concreto y mantendrá la competencia hasta
que esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”. Finalmente, el tercero (art. 52) se ocupa del incidente de desacato,
ordenando que quien incumple la orden judicial de tutela será sancionado “con
arresto hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”;
sanción que debe imponer el mismo juez de amparo mediante trámite incidental,
y que será consultada al superior jerárquico quien le compete decidir dentro de
los tres días siguientes si cabe revocar o no la sanción.
Las razones para afirmar la competencia del a quo en el cumplimiento del fallo
de tutela y en el tramite del incidente de desacato, fueron suficientemente
explicadas por este Tribunal en el Auto 136A de 2002. En dicha providencia se
sostuvo que uno de los motivos tiene que ver con la plena eficacia de la garantía
procesal del grado jurisdiccional de consulta, en la medida en que el incidente de
desacato prevé una sanción y la consecuente revisión automática por el superior
de quien la ordenó, procedimiento que sería nugatorio si el que la impone no
tiene superior jerárquico. El segundo se relaciona con el principio de igualdad
material, pues si la competencia se determina por las circunstancias del caso
concreto, habilitándose al juez que profirió la orden de amparo, se generaría un
trato diferencial para las partes ya que mientras en unos casos la competencia
estaría en el juez de primera instancia, en otros estaría en el de segunda e
incluso en la propia Corte Constitucional. Finalmente, la tercera causa esta
basada en el desconocimiento del principio de inmediación que también irradia
el proceso de tutela, en el entendido que cuando la competencia para tramitar el
desacato recae en el ad quem, éste no se encuentra del todo vinculado con el
trámite de la acción.
378 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
379 Sentencia SU-1158 de 2003.
380 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de
2003, al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho
a la pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
117
2. Anular la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 30 de
abril de 1992 (rollo núm. 1126/1990), con la consiguiente firmeza de la
sentencia de la Audiencia Provincial (Sección décima) de 26 de febrero de
1990 (rollo núm. 873/1998).”
Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos el
juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de otras
jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión. Obsérvese
como, si el juez constitucional es competente para revisar la aplicación del
derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga
por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en que éstas
resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías fundamentales, resulta
válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional de la Constitución y
dentro del marco de sus atribuciones, adopte los correctivos pertinentes, tanto
para impedir que la aludida arbitrariedad o irrazonabilidad continúe lesionando
los derechos invocados, como para asegurar su total reivindicación cuando la
orden de protección no es obedecida por la autoridad responsable.
El381 parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 señala igualmente que el
contenido del fallo de tutela no podrá ser inhibitorio, indicándose con ello que el
juez de tutela debe oficiosamente utilizar todos los mecanismos legales que le
La Sala Plena considera del caso precisar que respecto del tema de la teoría de
las nulidades, en nuestro ordenamiento procesal se aplica el principio de la
especificidad en virtud del cual no hay defecto capaz de estructurar nulidad
adjetiva sin ley que expresamente la establezca, criterio que ha inspirado
siempre a nuestro legislador, predicándose por ello el criterio taxativo en esta
materia al indicar que toda causal de nulidad debe estar prevista en la ley. Es
así como al indagar con relación a las causales de nulidad que puedan
originarse en las actuaciones que se adelantan ante esta Corporación con
ocasión de la función que le ha sido asignada por la Constitución Política y la
Ley relacionada con la revisión de las decisiones judiciales proferidas dentro del
proceso a que da lugar la acción de tutela, las normas especiales que regulan
esta materia nada señalan al respecto.
387 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993.
388 Auto 232 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
122
Constituyen causales de nulidad de los procesos que se adelanten ante la Corte
Constitucional la vulneración de cualquiera de las garantías al debido proceso
consagradas en el artículo 29 de la C. P., pues ninguna es distinta, ni adicional a
la general mencionada en el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 bajo la
denominación general de “irregularidades que impliquen violación del debido
proceso” en las que se enmarcan todas. Dichas irregularidades que constituyen
causales de nulidad de los procesos adelantados ante esta Corte, deben ser
alegadas antes de proferirse el fallo, pero, comoquiera que por obvias razones
las nulidades originadas en la misma sentencia no pueden ser alegadas dentro
del proceso, como lo señala en forma general el artículo 49 antes citado,
deberían entonces ser invocadas en actuación posterior a ésta dentro del
término para impugnarla cuando contra ella proceda recurso alguno o como
excepción en el proceso seguido para ejecutar el fallo, de conformidad con lo
previsto en el artículo 142 del C. de P. C. No obstante lo anterior contra las
sentencias que profiere ésta Corporación no procede recurso alguno y tampoco
existe actuación posterior ante la Corte para la ejecución de sus fallos, no
existiendo luego oportunidad procesal cierta y determinada dentro de la cual
puedan alegarse las causales de nulidad originadas en la sentencia. Si bien la
Constitución no contempla la seguridad jurídica como norma positiva, este valor
fundamental es natural al ámbito del derecho, por cuanto la seguridad jurídica
pretende garantizar, por un lado, la sujeción de las autoridades publicas al
ordenamiento jurídico y, por otro, la certeza del derecho a través de su publicidad
y conocimiento por sus destinatarios. Como consecuencia de lo anterior, el
derecho a acceder a la justicia y el derecho a un proceso sin dilaciones
injustificadas, tiene como corolario el que en algún momento, definido
normativamente, las decisiones judiciales adquieran firmeza. Asumir lo
contrario, esto es, que la ausencia de norma expresa sobre el término dentro del
cual puede solicitarse la declaración de nulidad de una decisión judicial supone
que es posible intentarlo en cualquier tiempo, le resta toda seguridad a los
ciudadanos sobre las decisiones judiciales, creando incertidumbre y falta de
respuesta cierta a interrogantes tales como: ¿Cuándo cumplir con la decisión
judicial? ¿Cuando hay certeza sobre la existencia de un derecho subjetivo
reconocido judicialmente? ¿Cuál es mi derecho?.
“La Corte encuentra que las irregularidades que en este momento pueden
dar lugar a la violación del debido proceso, no son otras que aquellas que
se presentan cuando el trámite seguido vulnera o desconoce las normas
que la propia Constitución señala en sus artículos 241 y 242 y aquellas
otras que indica el Decreto 2067 de 1991 y que conforman el régimen
procedimental de los juicios y actuaciones que se surten ante la Corte
Constitucional. De otra parte, como perentoriamente lo prescribe el artículo
49 antes transcrito, la nulidad originada en el trámite procesal, sólo puede
ser alegada antes de proferirse el fallo. Y en lo tocante con la nulidad que
encuentra su origen en la sentencia misma, aunque ni las normas
123
constitucionales ni el mencionado Decreto prevén causa alguna de nulidad,
la Corte, aplicando directamente el artículo 29 superior, ha reconocido la
posibilidad de su ocurrencia para aquellos casos en los cuales, en el
momento mismo de votar, se produce el desconocimiento del debido
proceso, circunstancia que se circunscribe a los eventos de falta de quórum
o de mayoría exigidos por la ley, y de violación del principio de cosa juzgada
constitucional. En estos casos, por la naturaleza de las cosas, la referida
nulidad debe proponerse posteriormente al fallo, pero dentro de los tres días
siguientes a la notificación de la sentencia, surtida por edicto”.
El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días
siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del
Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano
correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”. La Sala
considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término
dentro del cual se debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia
proferida por esta Corporación que se origine en la misma, procede hacer uso de
la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el
artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la
sentencia, por considerar además que se dan los tres (3) presupuestos básicos
para acudir a la aplicación del principio de la analogía, así:
b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos
se ataca la decisión o sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se
refieren los dos (2) casos a situaciones de orden procesal dentro de la acción de
tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la
decisión de una instancia o actuación.
4 VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil, parte general y personas. Editorial Temis, Bogotá, 1984, Págs. 159 y 160.
124
La Corte ha señalado que la violación del debido proceso que puede dar lugar a
la nulidad de una sentencia de una Sala de Revisión se puede presentar en
varias hipótesis:
394 Ver Auto de Sala Plena de 28 de noviembre de 2001 (En esta ocasión la Corte consideró improcedente la solicitud de
nulidad de la sentencia T-1084/01 por considerar que el caso de la accionante no era idéntico al tratado en jurisprudencia
anterior con referencia al respeto del resultado de los concursos para el nombramiento de funcionarios de carrera
administrativa).
395 Corte Constitucional, Auto 13 de febrero de 2002 (En esta ocasión la Corte considero que no había irrespeto a la
jurisprudencia de unificación de la Sala Plena de la Corte Constitucional porque el caso que estudió la Corte en sentencia
SU-1300 de 2001, que denegara la tutela solicitada por el doctor Rodrigo Garativo Hernández, y cuya nulidad solicitaba
este mismo, no tenía precedente alguno en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, además de no haberse
desconocido el debido proceso ni en el trámite ni en la decisión de tutela).
396 Corte Constitucional, Auto 024 de 1994. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte denegó la solicitud de nulidad de la
sentencia T-341 de 1994 por considerar que no pueden invocarse como causal de nulidad las irregularidades en trámites
legales, salvo que éstos se fundamenten en la Constitución. Además, las presuntas incongruencias con interpretaciones
hechas en casos similares o aparentemente similares sean causales de nulidad).
397 Corte Constitucional, Auto A-013 de 1997. (En esta ocasión la Corte denegó la nulidad de la Sentencia T-566 de
1996, proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar que con esta sentencia no se desconoció la jurisprudencia
de Sala Plena, respecto de la personería de los accionantes, trabajadores individualmente considerados, quienes
ejercieron la acción de tutela con el objeto de reclamar reivindicaciones de orden sindical).
128
“1.3 En materia de solicitudes de nulidad contra las sentencias, la Sala
Plena de la Corte Constitucional, con un criterio esencialmente restrictivo ha
declarado su procedencia en situaciones excepcionales. Concretamente,
cuando se vulnera el derecho al debido proceso. Esta Corporación ha
considerado que, en ciertos casos, y dadas determinadas condiciones, es
procedente solicitar la nulidad de una Sentencia dictada por una Sala de
Revisión, cuando ésta cambia la jurisprudencia. Con todo, ha dejado claro
que “(…) la trasgresión implícita en ese motivo de nulidad (1) no puede
contraerse a diferencias accidentales entre casos aparentemente iguales, ni
(2) consiste en la utilización de expresiones en apariencia contrarias a la
doctrina establecida pero sólo aplicables al asunto en estudio, (3) ni
tampoco en la exploración de criterios jurídicos novedosos para dar eficaz
solución a circunstancias excepcionales.”398
El artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 prevé que “contra las sentencias de la
Corte Constitucional no procede recurso alguno” y que las nulidades de los
procesos ante la Corte sólo podrán alegarse antes de proferido el fallo,
“únicamente por violación al debido proceso”. No obstante, cuando la
irregularidad alegada nace de la misma sentencia, esta Corporación ha admitido
la posibilidad de solicitar la nulidad de una sentencia con posterioridad a su
emisión.
(ii) Cuando las decisiones no sean tomadas por las mayorías legalmente
establecidas. Esto ocurre, en los casos en que se dicta sentencia sin que
haya sido aprobada por las mayorías exigidas en el Decreto 2067 de 1991,
el Acuerdo No. 05 de octubre 15 de 1992 y la Ley 270 de 1996.
b) El incidente debe ser propuesto por un sujeto que cuente con legitimación
activa para solicitar la nulidad, esto es, la solicitud debe ser presentada por
quien haya sido parte en el trámite de la acción de tutela o un tercero que
resulte afectado por las órdenes proferidas en sede de revisión.
“Por último, cabe advertir que la notificación por telegrama a que hacen
referencia las normas citadas, debe realizarse teniendo en cuenta que por
este medio el peticionario pueda enterarse pronta y eficazmente de la
sentencia de tutela. Respecto del término para impugnar el fallo, conviene
remitirse a lo dispuesto en el artículo 4o. del decreto 306 de 1992 donde se
señala que para ‘la interpretación de las disposiciones sobre trámite de la
acción de tutela previstas por el Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los
principios generales del Código de Procedimiento Civil, en todo aquello en
que no sean contrarios a dicho Decreto’. Con base en lo anterior, es
necesario remitirse al artículo 120 C.P.C. que prevé: ‘Todo término
comenzará a correr desde el día siguiente al de la notificación de la
404 Cfr. Autos 162/03, A-146A/03, A-029A y A031A de 2002, A-256/01. Ver también los autos 232/01, 053/01, 082/00,
050/00, 074/99, 013/99, 026ª/98, 022/98, 053/97, 033/95 y 008/93.
405 Auto 091 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
132
providencia que la conceda (...)’. De acuerdo con lo anotado, se puede
afirmar que el deber del juez se limita a enviar el telegrama a la dirección
que el interesado ha señalado en su petición, contándose el término de
impugnación a partir del día siguiente en que se haya efectivamente
recibido, siempre y cuando esto sea plenamente demostrable, o, en su
defecto, a partir del día siguiente de su envío, según la constancia que se
encuentre en el expediente”406.
411 Adoptado por el Acuerdo 01 de 1992; adicionado por los Acuerdos 03 y 04 de 1992 y de nuevo codificado por el
Acuerdo 05 de 1992. Posteriormente, adicionado por los Acuerdos 01 de 1995, 01 de 1996, 01 de 1997, 01 de 1999 y 01
de 2000. En particular, ver el Capítulo XIII, "De la revisión de las sentencias de tutela", artículo 49.
134
412
para revisión por la Corte, si considera que el caso lo amerita. Los integrantes
de la Sala de Selección, nuevamente tienen la última palabra.
Claro está, si el caso tomado por la Corte como ejemplo para sentar su
doctrina ha sido resuelto en contravía de la Constitución, es preciso que
corrija la providencia dictada y, asumiendo el papel de juez de tutela en
concreto, disponga lo necesario para ajustar la decisión a la Carta Política.
La Corte ejerce por este camino una de las más importantes formas de
control de constitucionalidad, que recae en principio sobre actos judiciales y
que se proyecta, a través de la doctrina y la jurisprudencia que trace, sobre
el futuro entendimiento y aplicación de la Carta, en procesos y actuaciones
posteriores, por todos los órganos y funcionarios del Estado y por los
particulares. Así, pues, la revisión ante la Corte no es una instancia
adicional a las ya surtidas ni constituye un momento procesal forzoso que
pudiera tenerse como aplicable a todas las controversias de tutela. Por
tanto, la selección de casos singulares para revisión constitucional no es un
derecho de ninguna de las partes que han intervenido en los procesos de
amparo, ni tampoco de los jueces que acerca de ellos han resuelto. La
Corte Constitucional revisa esos fallos "eventualmente", como lo dice la
Constitución, es decir, puede no revisarlos, si no lo tiene a bien, y la
decisión de no hacerlo es discrecional, de manera que no se quebranta
derecho subjetivo alguno por decidir la Corte que se abstiene de escoger un
determinado proceso con tal fin. En esas ocasiones, el efecto jurídico de la
no selección es concretamente el de la firmeza del fallo correspondiente,
bien que haya sido de primera instancia, no impugnado, o de segundo
grado.”413
416 Así lo hacen diariamente muchas personas, cuyos memoriales son estudiados al momento de analizar el expediente
antes de elaborar el informe que la Unidad de Tutela le presenta a los magistrados para que estos seleccionen los fallos
que habrán de ser revisados.
137
esto es, son una vía de hecho. El procedimiento de revisión es, por tanto, un
mecanismo expresamente regulado en la Constitución con el fin de brindar una
protección óptima a los derechos fundamentales en atención a la importancia
que ellos tienen para las personas y el sistema democrático y constitucional de
derecho. Ninguna otra acción, sea constitucional o legal, goza de un mecanismo
equivalente al de la revisión de la decisión judicial. Y no podía ser de otra
manera, dada la función confiada a la la Corte Constitucional para la constante
defensa de los derechos fundamentales.
Esta discrecionalidad implica que la Corte tiene plena libertad para determinar
cuáles procesos son estudiados por ella, sin que la ley, ni ninguna otra
regulación de menor jerarquía, puedan obligarla a seleccionar un determinado
caso de tutela, o una cierta cantidad de los mismos. En Sentencia C-037 de
1996, la Corte precisó que la facultad de selección es “una atribución libre y
discrecional de la Corporación para revisar los fallos de tutela que sean
remitidos por los diferentes despachos judiciales, con el fin de unificar la
jurisprudencia sobre la materia y de sentar bases sólidas sobre las que los
demás administradores de justicia se puedan inspirar al momento de
pronunciarse acerca de los derechos fundamentales dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”.
Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las sentencias
unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos, encauzando así la
labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos temas donde no haya
alguna posición de la plenaria, las salas de revisión cuentan con un amplísimo
margen de análisis, pues además de crear la jurisprudencia, establecen los
parámetros que deberán atender los jueces de instancia. En consecuencia, la
labor sistémica de la Corte no está reservada solamente a la Sala Plena, sino
también a cada una de las Salas de Revisión. Por último es preciso reiterar que
la facultad discrecional de revisión implica también que el papel de la Corte no
consiste en corregir todos los eventuales errores en que hayan podido incurrir los
jueces al decidir los casos, sino que busca unificar la doctrina sobre el alcance
de los derechos fundamentales. En la Sentencia T-269 de 1995, ha dicho esta
Corporación: “El objetivo primordial de la revisión eventual, mucho más allá de la
139
resolución específica del caso escogido, es el análisis de fondo sobre la manera
como se ha interpretado y aplicado por los jueces la preceptiva constitucional y
la definición que hace la Corte, en el plano doctrinal, acerca de cómo debe
entenderse y aplicarse en casos posteriores en los que surja el mismo debate, a
propósito de hechos o circunstancias regidas por idénticos preceptos.
iii. La necesidad de unificar precedentes, por coexistir, antes del presente fallo,
dos o más líneas jurisprudenciales encontradas.
420 C-228 de 2002. Ms. Ps. Manuel José Cepeda Espinosa y Eduardo Montealegre Lynett.
421 Corte Constitucional, Sentencia C-194/95. Aclaración de Voto de Eduardo Cifuentes Muñoz, Alejandro Martínez
Caballero y Vladimiro Naranjo Mesa. En la aclaración de voto, , los magistrados firmantes señalan que para justificar un
cambio jurisprudencial (overruling) “es necesario que el tribunal aporte razones que sean de un peso y una fuerza tales
que, en el caso concreto, ellas primen no sólo sobre los criterios que sirvieron de base a la decisión en el pasado sino,
además, sobre las consideraciones de seguridad jurídica e igualdad que fundamentan el principio esencial del respeto del
precedente en un Estado de derecho.”
422 Corte Constitucional, Sentencia C-836/01.(Aclaración de Voto de Manuel José Cepeda Espinosa y Marco Gerardo
Monroy Cabra, así como Salvamentos de Voto de Jaime Araujo Rentería, Alfredo Beltrán Sierra, Alvaro Tafur Galvis y
Clara Inés Vargas Hernández). En este fallo, la Corte examinó la constitucionalidad del artículo 4º de la ley 169 de 1.896,
que regula la figura de la doctrina probable. Luego de analizar la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia como juez de casación, esta Corporación señaló tres razones que justificaban un cambio de jurisprudencia: 1)
cuando había un cambio en la legislación y era necesario modificar la jurisprudencia para no contrariar la voluntad del
legislador; 2) cuando se había producido un cambio sustancial en la situación social, política o económica de tal forma
que la ponderación e interpretación del ordenamiento, tal como lo venía haciendo la Corte Suprema de Justicia, no
resultara ya adecuado para responder a las exigencias sociales; y 3) cuando ese cambio fuera necesario para unificar y
precisar la jurisprudencia sobre un determinado tema.
423 Alexy, Robert. Precedent in the Federal Republic of Germany. En Interpreting Precedents, MacComick D. N. &
Summers R. S, Editores. Editorial Darmouth, 1997, páginas 52 a 59.
424 Sobre la aplicación del concepto de precedentes en sistemas no anglosajones y su relación con el concepto de cosa
juzgada, en especial en Alemania, España, Francia e Italia, ver Neil MacCormick y Robert Summers (Ed), Interpreting
precedents. París, Ashgate Darmouth, 1997.
142
425
desarrollados por la jurisprudencia de esta Corte . La segunda alternativa es
apartarse del precedente, esgrimiendo razones poderosas para ello que
respondan a los criterios que también ha señalado la Corte en su jurisprudencia,
para evitar la petrificación del derecho y la continuidad de eventuales errores 426.
También puede la Corte llegar a la misma conclusión de su fallo anterior pero por
razones adicionales o diversas.
425 Corte Constitucional, Sentencias C-131/93, C-083/95, T-123/95; SU-047/99, SU-168/99 y C-836/01.
426 Corte Constitucional, Sentencia C-774/01.
427 T-715 de 2001.
428 SU. 062 de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
143
429
Constitución” , razón por la cual se ha entendido que la doctrina constitucional
en la materia es obligatoria430, en especial, la ratio decidendi431, que construye el
precedente judicial432. De ahí que la Corte haya considerado que existe vía de
hecho cuando el juez se aparta, sin justificar debidamente su posición, de las
decisiones de la Corte Constitucional433.
Competencia a prevención442
Los jueces del país cuando fallan una acción de tutela, están actuando como
jueces constitucionales y no como jueces ordinarios o naturales. Por ello, sin
importar cual sea su especialidad, deberán proceder a fallar las acciones de
tutela, pues la norma es muy clara al señalar que el conocimiento de las mismas
obedece a dos (2) condiciones básicas: el conocimiento “a prevención”, busca
que los principios que rigen el desarrollo y trámite de la acción de tutela, como
son prevalencia del derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia, tengan
plena aplicación en todo el trámite de la tutela; y, que dicho conocimiento a
prevención se encuentre en directa relación con el lugar donde los hechos o la
omisión adelantada por el ente público o privado, tienen efecto.
“(…) la competencia (…) se tiene "a prevención" por los jueces o tribunales
con jurisdicción, no en el sitio en el cual tenga su sede principal el ente
administrativo al que pertenecen aquellos a quienes se sindica de vulnerar
o amenazar con sus hechos u omisiones los derechos fundamentales, sino
"en el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que motiva la
presentación de la solicitud".
“Por tanto, si, como acontece en el presente caso, el juez ante quien la
acción se ha instaurado encuentra que los hechos y situaciones objeto de la
controversia han tenido lugar en el área de su jurisdicción, goza en principio
de competencia para decidir y está obligado a hacerlo.
La Corte Constitucional447 reiteró que con base en los artículos 83, 95 y 209 de la
Constitución, la actuación temeraria debe ser controlada en aras de lograr la
efectividad y agilidad en el funcionamiento del Estado. En aquella oportunidad
esta Corporación sostuvo que el abuso desmedido e irracional del recurso
judicial, para efectos de obtener múltiples pronunciamientos a partir de un mismo
caso, ocasiona un perjuicio para toda la sociedad civil, porque de un 100% de la
capacidad total de la administración de justicia, un incremento en cualquier
En449 lo que se refiere al ejercicio de la citada acción, es bien claro que aquel
debe estar enderezado a lograr, si es del caso, la concreta y especifica
protección inmediata y efectiva del derecho constitucional fundamental,
pudiéndose poner en movimiento las competencias de los jueces en cualquier
tiempo y lugar; en consecuencia, el abogado que se pone al frente para
adelantar en dichas condiciones el procedimiento breve y sumario que ordena la
Carta, debe saber que se trata de una grave responsabilidad, que no puede
menos que asumir con especial transparencia y honestidad, puesto que, desde
cualquier punto de vista resulta claro que esta expresión no significa que la
acción se pueda interponer cuantas veces se quiera, o que queda a discreción
del abogado el promoverla a su antojo, en el número de veces que estime más
conveniente y en ultimas efectivo. A esta reflexión no escapa ningún profesional
del derecho que se encargue de la defensa de los intereses ajenos de aquella
índole por semejante vía y, por tanto, debe estar en condiciones de recibir
concientemente la eventual sanción que le corresponde. Es claro entonces que,
a la luz de la Carta, no es admisible que se adelante dicho procedimiento por
unos hechos y que sea leal y honesto el proponer simultánea o posteriormente la
misma petición en repetidas oportunidades, con base en los mismos hechos;
obsérvese que dicha acción es prevalentemente desritualizada, supone una
dinámica de acción judicial extraordinaria y compromete las acciones y las
capacidades judiciales del Estado y para efectos de remover inmediatamente el
obstáculo causante del agravio o amenaza de violación del derecho. Si esto es
así, nada más coherente y ajustado a la Carta que el Legislador disponga como
deber del abogado el de presentar dicho reclamo, contentivo de la petición de
tutela, por unos determinados hechos, en una oportunidad, no obstante que lo
pueda hacer en cualquier momento y lugar, y que se establezca como sanción
disciplinaria la suspensión de la tarjeta profesional por la infracción al deber
advertido y, en caso de reincidencia, la cancelación de la misma, sin perjuicio de
las demás sanciones a que haya lugar.
En450 relación con las dos acciones de tutela presentadas por Ricardo León
Giraldo Osorio por los mismos hechos, reitera la Corte la doctrina constitucional
en materia de temeridad. Esta Corporación ha manifestado de manera reiterada
que la temeridad es “el abuso desmedido e irracional del recurso judicial”451. El
fundamento de la norma que sanciona la temeridad se encuentra en los
artículos 83 y 95 de la Constitución, que se refieren, el primero, a que las
actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a
los postulados de la buena fe y, el segundo, a los deberes de las personas,
como los de: "respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios" y
"colaborar en el buen funcionamiento de la administración de la justicia". De
conformidad con lo señalado en la sentencia T-014 de 1996452, un actor o su
representante legal incurren en conducta temeraria cuando
Según esa jurisprudencia son varios los requisitos que deben concurrir para que
una actuación se considere temeraria:
1. Que se presente una misma acción de tutela, esto es, por los mismos
hechos y para reclamar el mismo derecho453, en oportunidades diferentes, ya sea
ante distintos jueces o ante el mismo juez454;
1.
2.
"Es de mérito anotar que el particular puede ser autoridad pública, como
por ejemplo cuando está encargado de un servicio público y ejecuta, en
virtud de los anterior, acto de poder o de autoridad, sin embargo, el
mismo artículo 86 constitucional determinó someterlo a una
consideración diferente (...).
Por otra parte, resulta pertinente señalar que la acción de tutela, como en
reiteradas oportunidades lo ha reconocido esta Corporación, procede
adicionalmente cuando se trate de la protección de los derechos
fundamentales de una persona que se encuentra, a su vez, inmersa en una
situación que afecta un interés o un derecho colectivo de personas
indeterminadas, siempre y cuando el amparo del derecho fundamental se
requiera con el fin de evitar un perjuicio irremediable. Lo anterior, porque las
situaciones en las que se encuentra de por medio un derecho colectivo, son
objeto de una protección especial, como es el caso de las acciones populares
de que trata el artículo 88 de la Carta Política, y diversas disposiciones de
orden legal. Sobre el particular, ha señalado esta Corte a propósito de la
protección de un derecho colectivo como es el derecho a gozar de un
ambiente sano:
473 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 1. Sentencia No. T-573/92 del 28 de octubre de 1992.
474 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 9. Sentencia No. T-225/93 del 15 de junio de 1993.
155
de un derecho constitucional fundamental deberá ordenar la tutela efectiva
que se reclama".475
Los numerales 1o., 2o. y 9o. del artículo 42 del decreto 2591 de 1991
¿Debe de aquí deducirse que por aplicación del artículo 4o. del Decreto 306 de
1992 y subsiguientemente de los artículos 138 y 351 del C. de PC, el auto que
decide este incidente es susceptible del recurso de apelación, tanto si impone la
sanción como si no la impone? La Corte estima que esta interpretación debe ser
rechazada, por las siguientes razones:
-Porque el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991 es la norma especial que regula
la materia, y dicha norma consagra un incidente especial, cual es el de desacato
dentro del trámite de la acción de tutela; en cambio, los artículos 138 y 351 del
C. de P. C. que establecen cuándo y en qué efecto procede la apelación del auto
que decide un incidente en el proceso civil, son normas no específicas frente al
caso que regula la norma demandada.
- Porque si bien es cierto que puede acudirse a llenar vacíos legales por
aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un "vacío" y en el
presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el legislador de
no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio sobre su otorgamiento,
toda vez que sólo las providencias expresamente señaladas son apelables.
La501 autoridad que brindó la protección tiene competencia para la efectividad del
amparo al derecho conculcado. Como principio general, es el Juez de primera
instancia el encargado de hacer cumplir la orden impartida, así provenga de
fallo de segunda instancia o de revisión, ya que mantiene la competencia hasta
tanto no se cumpla la orden a cabalidad.
El desacato es un incidente
165
No solo el cumplimiento de la orden se contempla el decreto 2591 de 1991.
Dicho decreto y la jurisdicción constitucional han analizado lo relativo al trámite
del desacato503. Sobre desacato se ha pronunciado esta Corporación en varias
oportunidades: C-243/96, T-554/96 y especialmente T-763/98. En esta última
sentencia prosperó la tutela porque en el incidente de desacato se había violado
el debido proceso. Si el incidente de desacato finaliza con decisión
condenatoria, puede haber vía de hecho si no aparece la prueba del
incumplimiento, o no hay responsabilidad subjetiva. Si el auto que decide el
desacato absuelve al inculpado, se puede incurrir en vía de hecho si la
absolución es groseramente ilegal.
Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma y por quién actúe en su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública (...) Esta acción sólo procederá cuando el afectado no disponga de
otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Una lectura simple de este artículo permite concluir, sin mayor dificultad, que el
ámbito constitucional de aplicación de la acción de tutela incluye la tutela contra
decisiones judiciales. En efecto, si se acepta que las autoridades judiciales son
autoridades públicas, no cabe duda alguna sobre la procedencia de la acción de
tutela para proteger, de manera subsidiaria, los derechos fundamentales que
puedan resultar vulnerados o amenazados por cualquier acción u omisión de los
jueces de la República. En este sentido, la tutela en Colombia. -como el amparo
en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania-, es una acción
judicial autónoma, residual y subsidiaria, creada para asegurar la eficacia
prevalente de los derechos fundamentales en todos los ámbitos en los cuales
dichos derechos puedan resultar vulnerados -incluyendo el ámbito judicial-, que
procederá sólo cuando se hubieren agotado todos los medios ordinarios o
extraordinarios para su defensa o, excepcionalmente, cuando la protección
resulte urgente para evitar un perjuicio irremediable.
Ahora, es claro que ese régimen constitucional de la acción de tutela, por estar
previsto en la Constitución y por estar ésta dotada de valor normativo -al punto
que se trata, justamente, de la norma suprema del ordenamiento jurídico- no
puede ser interferido por el legislador con miras a restringir su ámbito de
aplicación. Es decir, una ley ordinaria no puede, bajo ninguna circunstancia,
modificar o suprimir la Constitución Política y mucho menos uno de los
mecanismos constitucionales de protección de los derechos fundamentales. Y
esta última precisión se hace dado que la Carta de 1991 concibe tales derechos
como razón de ser, como fundamento y límite del poder que el pueblo delegó en
las autoridades y, siendo ello así, si al alcance del legislador no está ninguna
norma superior, mucho menos lo están aquellas que tocan directamente con
aspectos que resultan inescindibles al Estado constitucional de derecho.
Sin embargo, el panorama es claro ya que como regla general la acción de tutela
no procede contra decisiones judiciales y esto por varios motivos. Entre ellos, en
primer lugar, el hecho que las sentencias judiciales constituyen ámbitos
ordinarios de reconocimiento y realización de los derechos fundamentales
proferidos por funcionarios profesionalmente formados para aplicar la
Constitución y la ley; en segundo lugar, el valor de cosa juzgada de las
sentencias a través de las cuales se resuelven las controversias planteadas ante
ellos y la garantía del principio de seguridad jurídica y, en tercer lugar, la
autonomía e independencia que caracteriza a la jurisdicción en la estructura del
poder público inherente a un régimen democrático.
En ese marco, los casos en que procede la acción de tutela contra decisiones
judiciales han sido desarrollados por la doctrina de esta Corporación tanto en
fallos de constitucionalidad, como en fallos de tutela. Esta línea jurisprudencial,
que se reafirma por la Corte en esta oportunidad, ha sido objeto de detenidos
desarrollos. En virtud de ellos, la Corporación ha entendido que la tutela sólo
puede proceder si se cumplen ciertos y rigurosos requisitos de procedibilidad.
Dentro de estos pueden distinguirse unos de carácter general, que habilitan la
interposición de la tutela, y otros de carácter específico, que tocan con la
procedencia misma del amparo, una vez interpuesto.
e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los hechos que
generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado
tal vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido posible509.
Esta exigencia es comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a
rodearse de unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas
por el constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en cuanto al
fundamento de la afectación de derechos que imputa a la decisión judicial, que
la haya planteado al interior del proceso y que dé cuenta de todo ello al momento
de pretender la protección constitucional de sus derechos.
f. Que no se trate de sentencias de tutela510. Esto por cuanto los debates sobre
la protección de los derechos fundamentales no pueden prolongarse de manera
indefinida, mucho más si todas las sentencias proferidas son sometidas a un
505 Sentencia 173/93.
506 Sentencia T-504/00.
507 Ver entre otras la reciente Sentencia T-315/05
508 Sentencias T-008/98 y SU-159/2000
509 Sentencia T-658-98
510 Sentencias T-088-99 y SU-1219-01
172
riguroso proceso de selección ante esta Corporación, proceso en virtud del cual
las sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión de la sala respectiva,
se tornan definitivas.
Ahora, además de los requisitos generales mencionados, para que proceda una
acción de tutela contra una sentencia judicial es necesario acreditar la existencia
de requisitos o causales especiales de procedibilidad, las que deben quedar
plenamente demostradas. En este sentido, como lo ha señalado la Corte, para
que proceda una tutela contra una sentencia se requiere que se presente, al
menos, uno de los vicios o defectos que adelante se explican.
c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.
d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con base
en normas inexistentes o inconstitucionales511 o que presentan una evidente y
grosera contradicción entre los fundamentos y la decisión.
513 Sentencia T-1031 de 2001. En este caso se decidió que “(…) el pretermitir la utilización de los medios ordinarios de
defensa, torna en improcedente la acción de tutela. Empero, la adopción rigurosa de éste postura llevaría, en el caso
concreto, a una desproporcionada afectación de un derecho fundamental. En efecto, habiéndose establecido de manera
fehaciente que la interpretación de una norma se ha hecho con violación de la Constitución, lo que llevó a la condena del
procesado y a una reducción punitiva, no puede la forma imperar sobre lo sustancial (CP. art. 228). De ahí que, en este
caso, ante la evidente violación de los derechos constitucionales fundamentales del demandado, la Corte entiende que ha
de primar la obligación estatal de garantizar la efectividad de los derechos, por encima de la exigencia de agotar los
medios judiciales de defensa.”
174
fáctico; (iii) error inducido; (iv) decisión sin motivación, (v) desconocimiento
del precedente y (vi) violación directa de la Constitución.”514”515
Así, por una parte, hay que indicar que a través de la sentencia C-543/92 la
Corte Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2591 de 1991, disposiciones que consagraban la acción de tutela
contra decisiones judiciales. No obstante, en esa oportunidad la Corte indicó de
manera expresa que la acción de tutela si podía proceder contra omisiones
injustificadas o actuaciones de hecho de los funcionarios judiciales, cuando
quiera que las mismas vulneraran los derechos fundamentales. Al respecto
señaló:
Por otra parte, no sobra recordar que, tal y como lo ha indicado reiteradamente
la Corte, la acción de tutela no sólo se encuentra respaldada en el artículo 86 de
la Carta sino también en los artículos 2 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
incorporados a la Constitución por vía del artículo 93 de la Carta 519. Dichas
normas establecen la obligación de los Estados partes de implementar un
recurso sencillo, efectivo y breve de protección efectiva de los derechos
fundamentales contra cualquier acción u omisión de las autoridades públicas
que pudiera vulnerarlos. En este sentido, el artículo 25 de la Convención
Americana señala:
517 En la Sentencia C-557 de 2001 se consideró al respecto lo siguiente: “Si bien el control de constitucionalidad de las
normas es un control abstracto porque no surge de su aplicación en un proceso particular, ello no significa que el juicio de
exequibilidad deba efectuarse sin tener en cuenta el contexto dentro del cual la norma fue creada (i.e. su nacimiento), y
dentro del cual ha sido interpretada (i.e. ha vivido). En fin: en buena medida, el sentido de toda norma jurídica depende del
contexto dentro del cual es aplicada. || Ahora, dentro de las múltiples dimensiones de ese contexto –bien sea la lingüística,
que permite fijar su sentido natural, o bien la sociológica, que hace posible apreciar sus funciones reales- se destaca la
actividad de los expertos que han interpretado los conceptos técnicos que ella contiene y que los han aplicado a casos
concretos. Obviamente, esos expertos son los jueces y los doctrinantes especializados en la materia tratada en la norma;
dentro de ellos, una posición preeminente la ocupan los órganos judiciales colegiados que se encuentran en la cima de
una jurisdicción. Así lo ha establecido la Constitución al definir al Consejo de Estado como “tribunal supremo de lo
contencioso administrativo” (art. 237- 1 de la CP) y a la Corte Suprema de Justicia como “máximo tribunal de la
jurisdicción ordinaria” (art. 234 de la CP). Por lo tanto, la jurisprudencia de ambos órganos es un referente indispensable
para apreciar el significado viviente de las normas demandadas. Al prestarles la atención que su ubicación institucional
exige, la Corte Constitucional está valorando su labor hermenéutica dentro de un mismo sistema jurídico. Obviamente,
cuando no exista jurisprudencia sobre las normas objeto del control constitucional, la Corte Constitucional tendrá que
acudir a otras fuentes del derecho para interpretar los artículos demandados.”
518 Sentencia T-057/2004
519 Al respecto Cfr entre otros, los autos 220A/02, 149A/03, 010/04 y la sentencia SU-1158/03.
177
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier
otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus
funciones oficiales.
520 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión (M.P. Jaime Araujo Rentaría) y Sentencia SU-1158 de
2003, ya citada, entre otras.
178
legitimidad de tal procedencia. Para ello han expuesto múltiples decisiones que,
como se aprecia en seguida, son fácilmente rebatibles.
Contra la interpretación más simple y ortodoxa del texto del artículo 86 trascrito,
se ha opuesto una interpretación presuntamente “originalista” en virtud de la cual
lo que debe primar a la hora de comprender el sentido normativo de una
disposición no es la letra clara de la misma -o su texto- sino la voluntad del
constituyente al momento de escribirla. En este sentido afirman que cuando el
constituyente dijo que la tutela procedería contra acciones u omisiones de las
autoridades públicas no quiso en realidad decir autoridades públicas sino
autoridades administrativas y que sin embargo consideró que esto resultaba tan
natural y obvio que no parecía necesario precisarlo.
Por los argumentos expuestos parece, más que razonable, indispensable que la
acción de tutela pueda interponerse contra sentencias judiciales de última
instancia y que las tutelas contra sentencias puedan llegar a la Corte
Constitucional para que sea esta Corporación, en su calidad de intérprete
supremo de la Carta, quien defina finalmente el alcance de los derechos
fundamentales en las distintas áreas del derecho legislado.
A este respecto hay que decir que si bien las acciones judiciales ordinarias
constituyen supuestos de reconocimiento y respeto de los derechos
fundamentales, de resultar inidóneos e ineficaces, la persona tiene derecho a
hacer uso de la acción de tutela como mecanismo subsidiario de protección
directamente configurado por el constituyente. Lo contrario implicaría admitir
que la democracia constitucional colombiana está concebida de tal manera que
una persona a la que se le ha vulnerado un derecho fundamental en una
sentencia respecto de la que no existen otros mecanismos ordinarios de
protección, está condenada a sobrellevar esa vulneración y con esto se estaría
renunciando al efecto vinculante de los derechos fundamentales.
En ese sentido, los fundamentos de una decisión de tutela contra una sentencia
judicial deben aclarar con transparencia la relevancia iusfundamental del punto
que se discute y el juez debe contraerse a estudiar esta cuestión y ninguna otra.
No se trata entonces de un mecanismo que permita al juez constitucional
ordenar la anulación de decisiones que no comparte o suplantar al juez ordinario
en su tarea de interpretar el derecho legislado y evaluar las pruebas del caso. De
lo que se trata es de un mecanismo excepcional, subsidiario y residual para
proteger los derechos fundamentales de quien luego de haber pasado por un
proceso judicial se encuentra en condición de indefensión y que permite la
aplicación uniforme y coherente -es decir segura y en condiciones de igualdad-
de los derechos fundamentales a los distintos ámbitos del derecho. En este
sentido en una de las más recientes sentencias sobre esta línea la Corte indicó:
En este sentido es muy importante reiterar que la acción de tutela no puede ser
un mecanismo que sirva para que el juez constitucional pueda desplazar al juez
ordinario en la decisión de la respectiva causa. En efecto, por esta vía no puede
el juez de tutela convertirse en el máximo intérprete del derecho legislado ni
suplantar al juez natural en su función esencial como juez de instancia. Lo que
sin embargo sí habilita la tutela es la vigilancia de la aplicación judicial al caso
concreto de los derechos fundamentales pertinentes y, en especial, del derecho
al debido proceso y de acceso a la administración de justicia.
En los términos que han sido planteados, resulta indudable que quien debe
definir el alcance de todas las áreas del derecho ordinario es la Corte Suprema
de Justicia y que corresponde al Consejo de Estado establecer el alcance de las
normas que integran el derecho contencioso administrativo. Sin embargo,
compete a la Corte Constitucional la tarea de establecer, en última instancia, el
contenido constitucionalmente vinculante de los derechos fundamentales,
derechos que deben ser tenidos en cuenta por los jueces ordinarios y
contenciosos a la hora de definir los asuntos a ellos asignados.
Según la doctrina del Tribunal, procede el recurso contra una sentencia judicial
de última instancia siempre que la sentencia hubiere aplicado una norma
inconstitucional o cuando incurrió en una grave infracción del debido proceso
constitucional o cuando dejó de garantizar los derechos fundamentales que
estaban en juego en el correspondiente proceso. En Alemania una altísima
proporción de los recursos de protección constitucional se dirigen a impugnar
sentencias judiciales de última instancia que han podido vulnerar los derechos
fundamentales de alguna de las partes del proceso.
Conclusión
En las condiciones que se han dejado expuestas, entonces, es claro para esta
Corporación que una ley ordinaria no puede modificar o suprimir la Constitución
524 Artículos 43.2 y 44.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional Español.
525 Según la norma mencionada: “La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico, y vincula a todos los
Jueces y tribunales, quienes interpretarán y aplicarán las leyes y los reglamentos según los preceptos y principios
constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el tribunal
Constitucional en todo tipo de procesos”.
186
Política y con mayor razón uno de los mecanismos de protección de los
derechos fundamentales en ella consagrados; que la acción de tutela procede
contra decisiones judiciales en los casos en que esta Corporación ha establecido
y con cumplimiento de los presupuestos generales y específicos ya indicados;
que al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no fue excluir la
tutela contra decisiones judiciales; que la procedencia de la acción de tutela
contra tales decisiones está legitimada no sólo por la Carta Política sino también
por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y por la Convención
Americana de Derechos Humanos, en tanto instrumentos de derecho
internacional público que hacen parte del bloque de constitucionalidad y que
vinculan al Estado colombiano, y que los argumentos expuestos contra la
procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales son infundados y,
por lo mismo, fácilmente rebatibles.
Esta carga argumentativa permite concluir que una norma legal que dispone que
contra la sentencia que resuelve el recurso extraordinario de casación en
materia penal no procede recurso ni acción, salvo la de revisión; vulnera el
principio de supremacía de la Constitución consagrado en el artículo 4º y la
acción de tutela consagrada en el artículo 86. De allí el imperativo de expulsarla
del ordenamiento jurídico, como, en efecto, lo hará la Corte.
187
Cuando la acción de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del
conocimiento se circunscribe al examen y decisión de la materia constitucional
con prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la vulneración o
amenaza de vulneración del derecho constitucional fundamental. La acción de
tutela no representa frente a los respectivos procesos judiciales instancia ni
recurso alguno. Cuando la vulneración del derecho constitucional se estudia con
ocasión del trámite de la acción de tutela, no se avoca el conocimiento y
desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna circunstancia es de la incumbencia de
la Jurisdicción Constitucional, sino única y exclusivamente la conducta del juez
reflejada en su providencia y en cuanto ésta haya violado un derecho
fundamental o amenace con hacerlo.
Se dice que una sentencia tiene fuerza de cosa juzgada cuando ella se torna
inmutable y definitiva y no puede ser modificada o revocada por ningún medio
jurídico, ordinario o extraordinario, dentro o fuera del proceso en que se produjo.
El recuento de algunas de la principales teorías acerca del fundamento de la
cosa juzgada demuestra que no deriva este principio de un pretendido derecho
inherente a la persona humana. Las teorías modernas se ocupan de justificar la
figura a partir de su expresa consagración legal y de criterios prácticos de
conveniencia general inspirados en la necesidad de mantener los valores de
certeza jurídica y paz social.
SENTENCIA C-543/92527
Se presenta una conducta omisiva por violación del debido proceso y de acceso
oportuno a la administración de justicia por parte de un Juez Promiscuo Civil del
Circuito (alegando la extemporaneidad en la interposición de un recurso y la
ejecutoria de la providencia que se pedía revocar) que se abstuvo de tramitar
-como era su deber- un proceso de restitución declarado por ese despacho nulo
y que de acuerdo con las normas de procedimiento debía asumir o someterlo a
reparto, sin embargo, optó por remitirlo de nuevo al de primera instancia siendo
éste incompetente para que procediera a liquidar costas y cumplir lo decidido. El
expediente se encuentra en el archivo y ha transcurrido casi diez meses desde
cuando fue decretada la nulidad del proceso sin que se haya ordenado la
remisión del expediente al juzgado competente. Esta actuación es inexplicable
por cuanto si lo decidido fue la nulidad, el funcionario competente para hacer
cumplir dicha orden era él a través de un auto en que asumiera la competencia o
el envió del expediente a reparto para que allí se decidiera a quien le
correpondería sustanciarlo. El Juez Primero incurrió en un error procedimental
que a la postre degeneró en la negación de una decisión definitiva de las
pretensiones de la demandante. No entiende la Sala como este Juzgado -
sabiendo que lo ordenado fue la nulidad por falta de competencia-, no remitió el
expediente al funcionario competente. Por el contrario, carente de competencia,
actuó como si el proceso hubiese terminado, incurriendo así en una conducta a
todas luces reprochable. Puesto que se entiende que la peticionaria no cuenta
con recurso diferente a la acción de tutela para lograr que el funcionario
competente respete su derecho de acceso a la justicia y a un debido proceso. Se
dispuso que el juzgado asumiera el conocimiento del asunto y se corrió traslado
a la Procuraduría Delegada.
La tutela plantea una violación del debido proceso en la investigación penal que
el Fiscal Regional adelanta en su contra del peticionario. Dicha vulneración
consistiría en la falta de respuesta a la petición de una prueba considerada
pertinente e indispensable. La Corte Constitucional consideró que el Fiscal
regional debió llamar a rendir testimonio a los señores no sólo por constituir
pruebas cuya conducencia podía objetivamente apreciarse desde la indagatoria
misma del procesado, sino también por el hecho de haber sido solicitadas por su
representante, violando de esta manera los principios de publicidad y
contradicción en el proceso. La omisión del Fiscal viola el principio de
contradicción y por contera se quebrantan los derechos de defensa, debido
proceso y, finalmente, la presunción de inocencia del inculpado. Semejante
omisión no puede ser considerada sino como una grave irregularidad que
vulnera el derecho del procesado a recurrir las providencias judiciales, para lo
cual es necesario que éstas existan y se comuniquen. Se trata, por tanto, de un
acto desprovisto de toda justificación jurídica que configura lo que se conoce
como "vía de hecho".
Las circunstancias en las que se encuentran los demandantes son éstas: fueron
condenados, interpusieron el recurso como apelantes únicos, y el superior
ordenó modificarles la pena en forma fatalmente gravosa(de 24 a 44 años,
atendiendo una nulidad), violando la garantía constitucional del artículo 31 (el
superior no podrá agravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante
único. Principio no reformatio in pejus) con base en una doctrina elaborada y
536 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
537 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
203
reiterada hasta hacerla doctrina probable por la Corte Suprema de Justicia, que
conocería de la casación. La Corte Constitucional señaló que el empeoramiento
de la situación de los apelantes se traduce en un desconocimiento flagrante de
la garantía constitucional contenida en el artículo 31 Superior y, por ende, la
providencia judicial constituye una auténtica vía de hecho. Agregó que es una
manifestación del principio de congruencia, según el cual las pretensiones del
recurrente y su voluntad de interponer el recurso, condicionan la competencia
del juez que conoce del mismo. Lo que el procesado estime lesivo de sus
derechos, constituye el ámbito exclusivo sobre el cual debe resolver el ad quem:
“Tantum devolutum quantum appellatum”. La no interposición oportuna del
recurso de apelación por el Fiscal o el Ministerio Público, revelan la conformidad
del titular de la pretensión punitiva con los términos del fallo, e implican la
preclusión de la oportunidad que el Estado tenía de revisar su propio acto. Esa
conducta omisiva comporta la aquiescencia del Estado, a través de los
funcionarios investidos de competencia precisamente para esos efectos, con la
sentencia de primera instancia que, de ese modo, queda convalidada en cuanto
a las consecuencias favorables que ella comporte con respecto al apelante
único. Si el juez de segundo grado adquiere competencia sólo en función del
recurso interpuesto por el procesado y sólo para revisar la providencia en los
aspectos en que pueda serle desfavorable (tal como se desprende del precepto
constitucional) no puede so pretexto de que ha encontrado alguna irregularidad
en el proceso o en la sentencia, cuya enmienda conduce a un empeoramiento
de la situación del apelante, declararla si tal empeoramiento fatalmente habrá de
producirse. Aducir que la nulidad se justifica por haberse violado el principio de
la legalidad de la pena es un argumento inaceptable. Porque la pena impuesta
no es gratuita ni caprichosa, ni ha sido creación arbitraria del juez. Simplemente
el juez de primera instancia ha basado su decisión en una norma distinta a la
que juzga pertinente el ad quem y, por ende, a juicio de éste ha cometido un
error. Pero resulta que los recursos son mecanismos tendentes a eliminar
errores, pero errores que el juez de segunda instancia pueda jurídicamente
enmendar. Es decir, para cuya enmienda tenga competencia. Aplicando el
principio de interpretación constitucional indicado en la Sentencia T-474/92, es
indudable que la tutela procede en este caso, pues: “La prevalencia de la parte
dogmática sobre la parte orgánica de la Constitución involucra el principio de la
interpretación más favorable para los derechos fundamentales. La interpretación
conforme a la Constitución se traduce, en materia penal, en la limitación de las
facultades y del poder punitivo del Estado, en el grado y en la extensión
necesarios a fin de garantizar el debido proceso y los demás derechos
constitucionales que la Carta consagra en favor de los procesados”. En el caso
concreto, existe certidumbre sobre la ineficacia del recurso de casación, por la
razón anotada (es la Sala de Casación Penal de la H. Corte Suprema la que ha
sentado la doctrina sobre la violación del principio de legalidad como excepción
a la garantía del artículo 31). Pero puede agregarse un motivo adicional: si hay
discrepancia sobre el sentido de una norma constitucional, entre el juez ordinario
(dentro del cual, para estos efectos, hay que incluir al de casación) y la Corte
Constitucional, es el juicio de ésta el que prevalece, tal como se desprende, con
toda nitidez, del fallo C-083 de 1995.
Se señala que el Juzgado Penal del Circuito incurrió en una vía de hecho, al no
percatarse de que estaba juzgando bajo el régimen procesal y sustancial
reservado para los mayores de edad, a quien era menor cuando transgredió la
ley penal. La Corte Constitucional al confirmar la sentencia del Tribunal Superior
por medio de la cual se tuteló el derecho al debido proceso señaló que quien
conoce de la infracción penal cometida por un menor de edad la jurisdicción de
menores, y debe tramitar el proceso de acuerdo con lo previsto en el Código del
Menor (Decreto 2737 de 1989); en consecuencia, el Juzgado Penal del Circuito
de Medellín violó el derecho al debido proceso del actor, pues desconoció las
formas propias del juicio, y al juez natural. Como se violaron las garantías
constitucionales referentes al juez natural y al respeto por las formas propias de
cada juicio desde que el Juzgado demandado inició la actuación penal, toda ella
debe ser declarada nula, y reemplazada por las actuaciones que la Jurisdicción
de Menores encuentre procedentes a la luz del Código del Menor.
Un señor interpuso acción de tutela ante el Tribunal Superior contra el Juez Penal
del Circuito por considerar que éste vulneró su derecho fundamental al debido
proceso al proferir una decisión al término de un proceso judicial en el que careció,
absolutamente, de defensa técnica, dado que los jueces de instrucción y de
conocimiento no le notificaron las decisiones relativas a la practica de pruebas, al
cierre de la investigación, al proveído acusatorio y a la sentencia condenatoria,
pese a que en el expediente se señalaba el lugar en el cual podía ser encontrado.
Adicionalmente, afirmó que el abogado de oficio que le fue nombrado se limitó
exclusivamente a asistir a la audiencia pública sin cumplir diligentemente con los
deberes de defensa que le impone su cargo. A este hecho adjudica la falta de
apelación de la sentencia de primera instancia. La Corte Constitucional reiteró que,
en principio, la tutela resulta improcedente cuando el actor dejó de interponer los
recursos judiciales ordinarios que estaban a su alcance para confrontar la
vulneración o amenaza de sus derechos fundamentales. En efecto, la acción de
tutela no tiene la vocación de sustituir aquellos mecanismos ordinarios de
defensa que, por negligencia, descuido o incuria de quien solicita el amparo
constitucional, no fueron utilizados a su debido tiempo. No obstante, la
jurisprudencia ha reconocido que la regla general mencionada merece algunas
especialísimas excepciones. Se trata de aquellos casos en los cuales la acción
de tutela es el único mecanismo de defensa para la protección de un derecho
fundamental gravemente vulnerado o amenazado, siempre que se logre
demostrar que el actor no pudo utilizar los mecanismos ordinarios de defensa
por encontrarse en una situación que se lo impedía por completo. En otras
palabras, el criterio de procedibilidad que ha sido expuesto cede ante la
demostración palmaria de que la omisión que se advierte no puede ser
imputable al actor y, sin embargo, el daño que se originaría de no proceder el
amparo constitucional sería de suma gravedad. En punto a las actuaciones
negligentes de los defensores de oficio en los procesos penales, esta Corporación
ha sostenido que cuando aquellas no pueden ser conocidas ni corregidas por el
procesado - por falta de calificación de éste o por negligencia del Estado en la
notificación del proceso -, y pueden aparejar una grave vulneración de sus
derechos fundamentales, no le pueden ser imputadas para efectos de impedirle el
acceso a mecanismos de defensa eficaces como la acción de tutela.
Salta a la vista que la Sala Laboral del Tribunal Superior como la Sala Laboral de
la Corte Suprema de Justicia omitieron tomar en consideración la finalidad de la
orden impartida por la Corte Constitucional, así como la urgencia de la situación
de los Embera-Katíos, cuyos derechos individuales y colectivos se buscaba
restablecer. Al interpretar el aparte tercero del fallo en el sentido de restringir las
oportunidades de negociación de la comunidad indígena, tales instancias
limitaron el alcance de la decisión de la Corte, y su empleo de criterios
exegéticos produjo un resultado manifiestamente irrazonable e ignorante de las
graves consecuencias que acarrearía. La irrazonabilidad de la actuación del
Tribunal y la Corte Suprema es ostensible: considerar que el término de
negociación y el de interposición del incidente por el fracaso de ésta son
simultáneos, conduce al absurdo de pretender un amistoso arreglo en medio de
la amenaza de acudir a la vía judicial. Es obvio que el objetivo de la Corte al
216
otorgar un plazo para el concierto era evitar la intervención de terceros en la
determinación del monto, y en lugar de ello, lograr una solución entre la Empresa
y los indígenas; EN SU DEFECTO, es decir, luego del fracaso de esa primera
opción, existía la posibilidad de acudir a la justicia para que mediara en el
asunto. Frente a las dos opciones interpretativas, la que restringía los derechos
de los indígenas y aquélla que les permitía su ejercicio, los jueces DEBIAN optar
por la segunda. No eran ya autónomos para descartarla porque la Carta y la
doctrina de esta Corte han sentado unos parámetros muy claros, a los que no
puede ser ajeno el juez: el derecho a la supervivencia de los pueblos indígenas –
que es el derecho a la vida de la comunidad – prima sobre cualquier
consideración adjetiva; en este caso estaba en juego un derecho sustantivo
fundamental y no admitía una interpretación contraria a su protección. Se
vulneraron los derechos al debido proceso, el derecho de acceso a la
administración de justicia, el derecho a la igualdad, el derecho a la participación
y el derecho a la supervivencia física.
Un ciudadano instauró acción de tutela en contra del juzgado noveno penal del
circuito de Bucaramanga en la cual se le condenó a la pena principal de 60
meses de prisión “como autor responsable del delito de falsedad de particular en
documento publico, agravado por el uso, en concurso heterogéneo y sucesivo
con estafa”. Explica el demandante que en dicho proceso le fue nombrado
defensor de oficio, pues se le procesó como persona (ausente), a pesar de que
entre un período determinado estuvo privado de la libertad en la cárcel modelo
de Bogotá. En su concepto, se violó el debido proceso, pues las normas
procesales ordenan que se notifiquen personalmente a la persona privada de la
libertad las providencias (i) que resuelve la situación jurídica, (ii) que ordena el
cierre de la investigación y (iii) la calificación del mérito del sumario. Como
quiera que estaba detenido al momento en que dichas providencias se
produjeron, no era posible seguir la actuación procesal y menos iniciar la etapa
de juicio y dictar sentencia, sin que se le hubieran notificado personalmente. De
otra parte, considera que le fue violado el derecho de defensa. Asegura que la
actuación del abogado de oficio que le fuera designado no califica como una
defensa técnica, pues no “interpuso ningún recurso, no solicitó una sola prueba
ni en la etapa de instrucción, ni en la de juzgamiento”. Además, la violación del
citado derecho constitucional se verifica por el hecho de que se adelantó un
juicio sin que le fuera informado, cuando el estado lo tenía bajo su custodia. La
Corte Constitucional revocó los fallos proferidos por la Sala Penal del Tribunal
Superior y de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y en su
lugar, concedió la tutela para la protección de los derechos a la circulación de la
información vital, al debido proceso y al derecho de defensa. Las autoridades
judiciales tienen la obligación de utilizar todos los medios a su alcance para dar
con el paradero de una persona procesada en un proceso penal.
Para la Corte, es claro que la defensa del interés público y la preservación del
principio de legalidad, no radica en cabeza del condenado ni le corresponde a
éste asumir su carga. De acuerdo con lo establecido en la Constitución y las
leyes, es el propio Estado, a través del Ministerio Público y la Fiscalía General de
la Nación, el llamado a proteger y garantizar la efectividad de los derechos,
valores e intereses de la comunidad - frente a las actuaciones judiciales -,
debiendo cumplir su función dentro de los términos y condiciones previamente
establecidos por el ordenamiento jurídico, evitando con ello que su inactividad o
tardía participación pueda afectar el núcleo esencial de otras garantías
constitucionales de alcance individual y subjetivo como es la prevista en el
artículo 31-2 Superior. No sobra precisar que la posición asumida por esta
Corporación en relación con el alcance del artículo 31-2 Superior, se convierte
en criterio obligatorio para todas las autoridades judiciales a quienes les
compete interpretar y aplicar la norma. Inicialmente, por cuanto la misma
constituye doctrina constitucional integradora, emanada de la aplicación directa
del propio Estatuto Superior. Pero además, por cuanto tales pautas de
interpretación forman parte de una línea jurisprudencial uniforme y coherente
que, por provenir del órgano de cierre de la jurisdicción y hacer parte de la ratio
decidendi de sus fallos, “funge como auténtica dentro del ordenamiento jurídico
colombiano”. En lo que corresponde a esto último, ya la Corte había señalado
que “si hay discrepancia sobre el sentido de una norma constitucional, entre el
juez ordinario (dentro del cual, para estos efectos, hay que incluir al de casación)
y la Corte Constitucional, es el juicio de ésta el que prevalece, tal como se
desprende, con toda nitidez, del fallo C-083 de 1995. En el mismo sentido,
precisó recientemente, que “...la función de la Corte, en materia de derechos
constitucionales, consiste en lograr ‘la unidad interpretativa de la Constitución’
(C-600/98), razón por la cual se ha entendido que la doctrina constitucional en la
materia es obligatoria, en especial, la ratio decidendi (SU.047/99), que construye
el precedente judicial (T-1265/00)” (SU.062/01). Los jueces que integran la
jurisdicción ordinaria, dentro de los cuales se cuenta a la Corte Suprema de
Justicia, están en la obligación de aplicar el principio de la no reformatio in pejus,
consagrado en el artículo 31 de la Carta, de la forma en que éste resulte más
garantista a los intereses jurídicos del condenado, por ser él quien detenta la
titularidad del derecho subjetivo previsto en la norma. Cualquier interpretación
contraria a este postulado, que conlleve un desconocimiento flagrante del
Estatuto Superior e implique un desafío de la doctrina constitucional sobre la
230
materia, “permite que la jurisdicción constitucional exija el respeto por los
principios de supremacía constitucional y de eficacia de los derechos
fundamentales” (SU.1553/00). En otras palabras, la aplicación del artículo 31-2
Superior, por fuera de los cánones establecidos en la preceptiva constitucional
citada y en contra de lo dispuesto por el intérprete autorizado de la Carta,
constituye una vía de hecho que puede ser declarada en sede de tutela, cuando
no existan otros medios de defensa judicial que garanticen el restablecimiento
efectivo de los derechos fundamentales afectados. Ello, por cuanto el
desconocimiento del precedente constitucional, en últimas, se traduce en un
desconocimiento directo de la Carta Política. Cualquier decisión judicial que se
aparte de los efectos constitucionales reconocidos al principio de la no
reformatio in pejus, en el sentido de que en ningún caso es admisible la
agravación de la condena de quien actúa como apelante único, antes que
constituir una actuación legítima, ubicada en el campo de la interpretación y
presuntamente amparada por el principio de autonomía judicial, es por esencia
un proceder arbitrario, resultado de la inobservancia deliberada de disposiciones
constitucionales interpretadas con autoridad por la Corte Constitucional y
constitutivo de una vía de hecho. La Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia no tenía competencia para aumentar la pena impuesta al
actor, en razón a que éste actuó como apelante único, tanto en la segunda
instancia como en sede de casación. De acuerdo con los elementos de juicio
aportados al proceso, ninguno de los demás sujetos procesales, Ministerio
Público, Fiscalía o parte civil, manifestó su interés por impugnar, recurrir o
demandar en casación el fallo condenatorio. Por ello, la providencia atacada, a
juicio de la Corte y contrario a lo sostenido por los jueces de instancia, constituye
una clara vía de hecho sustantiva en cuanto desconoce el artículo 31 de la Carta
Política y la doctrina constitucional que resulta aplicable a la garantía de la no
reformatio in pejus. La vía de hecho se configura por el rompimiento deliberado
del equilibrio procesal ya que, procediendo en forma contraria al mandato
constitucional según el cual “el superior no podrá agravar la pena impuesta
cuando el condenado sea apelante único”, el tribunal de casación incrementó la
condena impuesta al demandante por los jueces penales de instancia. Ello,
evidentemente, conlleva una flagrante ruptura de la parcialidad del juez y
desfigura el fallo, pues éste último no fue el resultado de una correcta y debida
administración de justicia. Como quiera que la irregularidad en que incurrió la
entidad demandada implica una violación del debido proceso y del derecho de
defensa, que no puede ser remediada por la jurisdicción ordinaria, la Corte
Constitucional, con fundamento en el artículo 29 de la Constitución Política que
prescribe “El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas” y el artículo 306 del C.P.P. que consagra como causal de nulidad
“La comprobada existencia de irregularidades sustanciales que afecten el debido
proceso”, decretará la nulidad de la providencia por medio de la cual la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia decidió agravar la pena
impuesta.
En el primer de los eventos anotados existe vía de hecho por defecto orgánico,
cuando se configura falta de competencia del juez que conoce del caso. La
competencia, que ha sido definida como el grado o la medida de la jurisdicción,
tiene por finalidad delimitar el campo de acción, función o actividad que
corresponde ejercer a una determinada entidad o autoridad pública, haciendo
efectivo de esta manera el principio de seguridad jurídica. Este principio
representa un límite para la autoridad pública que administra justicia, en la
medida que las atribuciones que le son conferidas sólo las podrá ejercer en los
términos que la Constitución y la ley establecen (C.P., art. 121). Cualquier
extralimitación de la esfera de competencia atribuida a un juez constituye un
atentado contra el Estado de Derecho, deslegitima la justicia y produce
desconfianza de los ciudadanos en las autoridades públicas. Por tal motivo, el
ordenamiento jurídico consagra un mecanismo de control idóneo para corregir
tales actuaciones irregulares de las autoridades judiciales, como es el caso de la
acción de tutela. Cabe anotar, que esta acción sólo puede afectar la firmeza de
las providencias judiciales si éstas son verdaderas vías de hecho, es decir,
cuando contienen errores groseros y burdos que, en el fondo, impliquen que no
sean sino meras apariencias de decisiones judiciales.
Quién es autoridad pública para efectos de la tutela. Sobre este aspecto la Corte
Constitucional ha precisado que por autoridad pública debe entenderse todas
aquellas personas que están facultadas para ejercer poder de mando o decisión
en nombre del Estado, veamos lo que ha dicho la Corte:
“La persona que incumpliere una orden de un juez proferida con base en el
presente Decreto incurrirá en desacato sancionable con arresto hasta de
seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales, salvo que en
este decreto ya se hubiere señalado una consecuencia jurídica distinta y sin
perjuicio de las sanciones penales a que hubiere lugar.
“La sanción será impuesta por el mismo juez mediante trámite incidental y
será consultada al superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres días
siguientes si debe revocarse la sanción”.
Igualmente cabe destacar en este punto, que en lo que hace relación a los
conflictos de índole laboral, la Corte ha sido enfática en sostener que, so
pretexto de interpretar el alcance de las normas jurídicas “no le es dable al
operador jurídico desconocer las garantías laborales reconocidas a los
trabajadores por la Constitución Política y las leyes, ni tampoco actuar en
contradicción con los principios superiores que lo amparan como son, entre
otros, los de igualdad de trato y favorabilidad.” Lo anterior es comprensible si se
tiene en cuenta que el Ordenamiento Superior se ha preocupado por garantizar
un mínimo de derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser ignorados,
disminuidos o transgredidos por las autoridades públicas y, en particular, por los
jueces y magistrados de la República en su función constitucional de aplicar y
valorar el alcance de la ley. En estos casos ha manifestado la Corte, la
autonomía judicial para interpretar los mandatos legales pasa a ser muy relativa
pues “el juez puede interpretar la ley que aplica, pero no le es dable hacerlo en
contra del trabajador, esto es, seleccionando entre dos o más entendimientos
posibles aquel que ostensiblemente lo desfavorece o perjudica.”
- A este respecto, debe señalarse que de conformidad con los criterios que se
dejaron consignados previamente, se considera que en el asunto bajo estudio al
exigirse con rigurosidad que los poderes fueran dirigidos al juez laboral, se
desconoció la prevalencia que en la administración de justicia debe darse al
derecho sustancial de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 228 de la
Constitución Política.
- En el caso sujeto a análisis aparece claro, que lo relevante es que los poderes
conferidos a la apoderada de los demandantes, le fueron otorgados por los
actores (pensionados) para que instaurara ante la justicia ordinaria la acción
correspondiente con el fin de que se declarara la responsabilidad subsidiaria de
la sociedad matriz controlante, para el caso la Federación Nacional de
Cafeteros, Fondo Nacional del Café con los pasivos de la entidad de la sociedad
controlada, o sea, la Compañía de Inversiones de la Flota Mercante S.A, en
liquidación obligatoria.
-Que ello es lo sustancial o fundamental, sin que por lo tanto, se considere que
el hecho de dirigir los poderes al Juez Civil del Circuito "Reparto” sea necesario
repetirlos para que sean expresamente dirigidos al Juez Laboral, pues para el
caso, el encabezamiento del poder no le resta nada a la manifestación expresa
de la voluntad que implica el haber otorgado el poder para un propósito definido
como es lograr la efectividad en el pago de sus pensiones y de esta manera se
estima entonces, que la ausencia de tal formalidad, no desvirtúa la esencia de la
acción propuesta, ni existe duda alguna sobre la pretensión de los demandantes,
entonces no hay razón para no haber admitido la demanda, pues como bien lo
señala la apoderada de la parte accionante, el artículo 85 del Código de
Procedimiento Civil y la Ley 446 de 1998 contemplan la remisión de la demanda
al juez competente, sin precisar que deban adecuarse los poderes otorgados
para incoarla.
- Ello es así, pues si bien se considera que la demanda para su admisión debe
cumplir con unos requerimientos esenciales, se estima que una vez cumplidos
estos -como en efecto ocurre en el caso concreto-, la denegación de la admisión
de la demanda, por el solo hecho de no haber dirigido los poderes al juez
laboral, se torna en una vía de hecho pues se priva a la parte demandante del
derecho fundamental al debido proceso y al acceso a la justicia.
-En este sentido es oportuno recordar, que si bien es cierto la acción de tutela en
principio no es procedente contra providencias judiciales, hay que aclarar, que
ella es viable en algunos caso, como cuando no obstante que el afectado ha
hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta agotarlos, no ha
obtenido la efectiva protección de sus derechos constitucionales amenazados o
vulnerados y en tal medida no dispone "de otro medio de defensa judicial" en tal
circunstancia podrá entonces perseguir la protección a través de la acción de
tutela. Ello es válido, entre otras razones, por cuanto la Constitución Política ve
en el respeto a la dignidad humana y la consiguiente efectividad de los derechos
fundamentales el valor fundante y el fin esencial del estado.
Con relación a la existencia del otro medio de defensa, la Corte ha señalado que
éste debe cumplir con ciertas exigencias; no cualquier mecanismo judicial puede
excluir la procedibilidad de la acción de tutela. La decisión constitucional de
otorgarle carácter subsidiario a la acción de tutela da prelación a los
procedimientos diseñados específicamente para resolver cada cuestión, siempre
y cuando esto no implique desproteger los derechos fundamentales. Por tanto,
si una persona invoca la protección de sus derechos fundamentales, y el medio
de defensa judicial con que cuenta para tal fin no le ofrece la posibilidad de
salvaguardar sus garantías básicas como se lo permite la acción de tutela, ésta
última procede como mecanismo principal de defensa de los derechos
fundamentales. De acuerdo con lo establecido por la Corte, el análisis que debe
hacer el juez, conlleva determinar en relación con cada caso, si el diseño
específico del recurso alternativo es idóneo en concreto, no en abstracto, como
medio de defensa judicial principal, excluyendo así la acción de tutela.
Del análisis anterior esta Sala concluye que en el caso sometido a revisión,
la actuación del Consejo de Estado estuvo fundada legalmente, no
obedeció a la voluntad subjetiva o capricho de la autoridad, no vulneró los
derechos fundamentales del procesado, y existe otra vía de defensa judicial;
es decir, no se da ninguno de los requisitos concurrentes exigidos por la
jurisprudencia de la Corte para que proceda la tutela en contra de la
sentencia proferida por el Consejo de Estado el 7 de septiembre de 1994.”
¿procede una acción de tutela contra una sentencia que resolvió un recurso
extraordinario especial de revisión en contra de un fallo que declaró la pérdida
de investidura de un congresista, por violación del derecho fundamental al
debido proceso? Para dar respuesta a esta pregunta, la Corte pone de presente
dos consideraciones. La primera de ellas es que no existe un medio de defensa
judicial frente a la sentencia que resuelve el recurso extraordinario especial de
revisión. Entonces, la acción de tutela procedería contra la sentencia que
resuelve el recurso contra la sentencia que decretó la pérdida de la investidura,
si ésta incurre en una vía de hecho y afecta los derechos fundamentales del
congresista. La segunda consideración es que de acuerdo a la jurisprudencia
constitucional, la acción de tutela no procede en contra de la sentencia que
decreta la pérdida de la investidura, puesto que el recurso extraordinario
especial de revisión constituye un medio de defensa judicial idóneo para la
protección de los derechos fundamentales de los congresistas, en especial el
derecho al debido proceso. En efecto, dicho recurso extraordinario especial
procede por las siguientes causales: “(a) falta del debido proceso; (b) violación
del derecho de defensa”,561 además de las establecidas en el artículo 188 del
Código Contencioso Administrativo.562
La protección de los derechos ante el mismo juez que los viola. Una vez
agotados los mecanismos ordinarios de defensa y si la violación persiste la
tutela es procedente. La Constitución otorgó a la acción de tutela un carácter
subsidiario, lo que implica que deba utilizarse previamente a la vía judicial
correspondiente (civil, penal, administrativa, etc.). Existe, por otro lado, el deber
de cada juez dentro de cada proceso ordinario de velar por la observancia y
protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, es posible que el juez
ordinario no garantice dentro del proceso correspondiente los derechos
fundamentales o, lo que es más grave, que sea el propio juez quien en el
proceso ordinario los viole. Cuando se ha utilizado las instancias ordinarias de
defensa, con las acciones y recursos previstos en ella para la defensa de los
derechos fundamentales y persiste la amenaza o violación contra ellos, la acción
de amparo constitucional se constituye en el único y eficaz mecanismo de
protección de tales derechos. Pues, el agotamiento de las vías ordinarias de
defensa comporta la no existencia de otros medios de protección, lo que habilita
la utilización de la acción de tutela, en los términos del artículo 86 de la
Constitución Política, según el cual la acción de amparo procede cuando no
exista otro mecanismo de defensa judicial.
De suerte, que si por la vía del medio ordinario de defensa, y en los recursos en
ella previstos, se alegó la vulneración de un derecho fundamental, es válido
aducir esos mismos hechos en la acción de tutela, al ser ellos, precisamente, los
que dan cuenta de la violación o amenaza de los derechos fundamentales. No
puede aducirse como razón de la improcedencia de la tutela en estos casos, que
como ya se analizaron y debatieron esos hechos en el procedimiento ordinario,
no es posible volver a plantear esos mismos hechos. Por cuanto, lo que hace
viable esta acción constitucional es la no existencia de mecanismos idóneos y
eficaces de defensa. Luego si de después de intentada esa vía ordinaria la
violación persiste o se mantiene es completamente válido acudir a la acción de
tutela, para proteger los mismos derechos que fueron desatendidos en la vía
judicial correspondiente y que su juez no quiso proteger. Además, la Corte
estima que negar la procedencia de la tutela en estos casos, comporta negar
que el juez, como autoridad pública, puede vulnerar los derechos fundamentales.
Y esta vulneración, también puede producirse al final del proceso, esto es, una
vez agotados todos los recursos que la vía ordinaria previa. Luego, predicar la
improcedencia de la acción de amparo en estos eventos, implica recortar y
desnaturalizar esta acción, puesto que si en una actuación judicial, así sea
564 M.P. Jaime Araujo Rentería.
246
definitiva, si incurre en una vía de hecho, y no existe otra vía de defensa la tutela
procede como mecanismo de defensa, tal como ya lo tiene definido la
consolidada jurisprudencia que sobre esta materia ha vertido esta Corporación
desde sus inicios.
El actor no puede ser obligado a iniciar una acción de revisión, con miras a que
el Estado pueda enmendar los errores cometidos dentro de la investigación y
definición de la causa criminal que lo condenó por una conducta que no cometió,
porque el nombrado es titular del derecho inalienable a la libertad, y la acción de
tutela fue establecida para restablecerlo, en forma inmediata. Como el Juez
Quince Penal del Circuito condenó al actor sin verificar la identidad de quien
realizó la conducta punible y aunque acepta su error insiste en mantener la
565 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
248
decisión, la sentencia de instancia será revocada, para en su lugar anular el
proceso en cuestión, en lo atinente al actor –salvo el material probatorio
recaudado-, porque la acción de revisión, además de tratarse de un trámite que
el aludido no está obligado a soportar, no le proporciona la protección inmediata
que su situación requiere.
Lo anterior por cuanto los jueces de tutela deben resolver las acciones de tutela
que se presenten por violación o amenaza de los derechos fundamentales
contra cualquier autoridad pública bien sea concediendo o negando la tutela. En
la segunda hipótesis, el fallo puede obedecer a que no era procedente la
mencionada acción o a que siendo procedente, no existió vulneración o
amenaza de derechos fundamentales. Las acciones de tutela presentadas
contra autoridades judiciales no pueden ser decididas mediante auto en el que
se resuelva no dar trámite a dicha acción, ya que ello constituye una vulneración
del derecho fundamental al acceso a la administración justicia. Si el juez o
tribunal de tutela considera que la acción de tutela no es procedente, debe dictar
una sentencia denegatoria de las pretensiones por improcedente de la acción,
fallo que debe ser necesariamente remitido a la Corte Constitucional para su
eventual revisión (artículos 86 C.P. y 33 del Decreto 2591 de 1991). En ese
sentido, las providencias que no sean sentencias definitivas en materia de tutela
sino, por ejemplo, autos de rechazo y archivo, vulneran el derecho fundamental
a la tutela efectiva.
569 Ver entre otras las sentencias T-231 de 1994, T-575 de 1996, T-684 de 1998, M.P, T-871 de 2001.
570 Ver entre otras las sentencias C-557 de 2001, C-955 y C-1294 de 2001, C-426 de 2002 y C-207 de 2003, T-666 de
2003.
251
una denegación del derecho al acceso a la administración de justicia. En caso
de que el Juez considere que la protección constitucional debe ser denegada por
improcedente, debe dictar una sentencia en ese sentido y enviar el expediente
necesariamente para su eventual revisión a esta Corporación. Los jueces y
tribunales del país, continuó, no pueden abstenerse de conocer las acciones de
tutela presentadas por cualquier persona contra una autoridad pública, incluidos
las autoridades judiciales, por más importantes que ellas sean. Precisó que, el
problema de fondo de la acción de tutela no está referido a las relaciones de
jerarquía funcional al interior de la rama judicial, sino a la efectividad de los
derechos fundamentales en el contexto de un estado social y democrático de
derecho. Recordó que tanto la Constitución –art. 86-, como la ley –decreto 2591
de 1991- prescriben que todos los fallos de tutela deben ser enviados a esta
Corporación, sin que queden exentos de ese deber los jueces de las altas
Cortes.
Resulta entonces, que la figura jurídica del desacato, se traduce en una medida
de carácter coercitivo y sancionatorio con que cuenta el juez de conocimiento de
la tutela, en ejercicio de su potestad disciplinaria, para sancionar con arresto y
multa, a quien desatienda las órdenes o resoluciones judiciales que se han
expedido para hacer efectivo la protección de derechos fundamentales, a favor
de quien o quienes han solicitado su amparo.
La Sección Cuarta del Consejo de Estado consideró que el artículo 311 del
C.P.C. le otorgaba competencia para resolver sobre unas excepciones previas
sobre las cuales no se había pronunciado su inferior jerárquico, por cuanto “los
puntos a adicionar fueron objeto de debate en la primera instancia siguiendo las
reglas del debido proceso, pero el juez omitió pronunciarse expresamente al
respecto, por lo cual resulta lógico, y ajustado al principio de economía procesal,
que el superior complemente la providencia cuando la parte perjudicada por la
omisión haya apelado, como ocurrió en el presente caso.” ( negrillas
agregadas ).
573 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
574 Corte Suprema de Justicia, sentencia del 5 de septiembre de 1977.
255
Los defectos del análisis probatorio, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso577 y
constituyen irregularidades de tal magnitud que representan vías de hecho,
como ya se indicó. Es el caso de la sentencia cuestionada, que se apartó por
alguna circunstancia del material probatorio, no lo evaluó en su integridad, lo
ignoró y plasmó en su sentencia un supuesto diferente al que le ofrecía el bloque
de pruebas. Por los hechos relatados, se comprobó que el acervo probatorio fue
analizado de manera que de ser tenida en cuenta la prueba en comento,
cambiaría el sentido del fallo atacado.
La paradoja que revela este caso, es que la Magistrada conductora del proceso
no practicó una prueba que justamente echa de menos, y que, se repite, según
su opinión era la manera como la accionante podía armar el soporte de su
pretensión. Sin embargo, omitió su valoración pues al parecer, no detectó la
existencia del documento dentro del expediente o dentro de sus anexos y el fallo
terminó afectado los derechos de la accionante. Fuerza concluir que en muchas
ocasiones, no sólo las fallas judiciales que devienen por una voluntaria
desviación de los preceptos legales y constitucionales por parte de un juez579,
pueden resultar en una “vía de hecho”, si no que quien administra justicia puede
desviarse de los derroteros anteriormente anotados cuando, sin que medie
voluntad alguna de hacerlo, sin que su conciencia se encuentre dirigida a
provocar la violación del debido proceso, por negligencia, descuido o desidia,
falte a las normas aplicables a cada caso, aplique un procedimiento indebido, no
decrete o ignore una prueba practicada, o dicte sentencia sin estar legitimado
por la ley para ello, tales errores resultan obviamente en una violación al debido
proceso que merece igualmente ampararse.580
Finalmente sea del caso señalar que la accionante no cuenta con otro
mecanismo judicial, para solicitar la protección de sus derechos al debido
proceso y acceso a la administración de justicia, en tanto que en la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho cuya sentencia se demanda, se surtió el
trámite de segunda instancia, y el fallo que la resolvió se encuentra en firme. Es
claro que los recursos de revisión y súplica no tenían cabida para los supuestos
de este caso por cuanto las causales previstas para ello no le eran predicables
a las circunstancias de la peticionaria.
Se aprecia, entonces, que así como claras razones de interés general indican
que el mérito determina el acceso y el desempeño de las funciones o cargos
públicos, con las excepciones señaladas en la Constitución y reguladas en la ley,
las mismas razones indican que mientras se convocan y adelantan los procesos
de selección, los nominadores tienen que contar con mecanismos que les
permitan garantizar la continuidad en el cumplimiento de las funciones
encomendadas, sin desvirtuar dichos procesos.
Dentro del anterior contexto y con miras a evitar que se desconozcan las
previsiones constitucionales sobre el acceso a los empleos públicos por méritos
y se trunquen en consecuencia los propósitos antes anotados, la jurisprudencia
constitucional se ha referido con insistencia al carácter excepcional de las
designaciones en encargo o en provisionalidad, destacando sus diferencias con
las designaciones en propiedad, al igual que el carácter reglado y esencialmente
temporal de las mismas. Por ello en reciente decisión esta Corte definió el
mecanismo como “una forma de vinculación laboral con el Estado de carácter
precario, mediante la cual, sin mediar un concurso de méritos, se surte un cargo
de carrera administrativa pero sin encontrarse inscrito en ella ni gozar de los
derechos que la misma otorga”585.
No cabe duda entonces que la falta de motivación del acto que retira del servicio
a una persona que ocupa un cargo de carrera así sea en provisionalidad,
quebranta el artículo 29 de la Carta Política, en cuanto el ordenamiento
constitucional garantiza el debido proceso, lo que presupone que el afectado fue
enterado y pudo actuar en el procedimiento previo a su retiro y conoce las
peligro que se cierne sobre los derechos fundamentales, y por ello estos requieren de un remedio urgente y eficaz que
garantice la protección de los mismos”. En igual sentido la sentencia T-1011 de 2003 M.P. Eduardo Montealegre Lynett,. En
esta oportunidad la Sala Séptima de Revisión negó por improcedente la acción de tutela impetrada contra una Resolución
de insubsistencia dictada por el Fiscal General de la Nación, sin perjuicio de la falta de motivación del acto, como quiera
que “además de contar con otro mecanismo de defensa judicial, no se vislumbra la posibilidad de que el actor esté avocado
a sufrir un perjuicio irremediable”.
587 Sentencia T-031 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño, refiere la decisión, entre otros hechos, que el actor se vinculó a
la Fiscalía General de la Nación “desde el 21 de enero de 1996 como escolta mediante Resolución No. 0-2821 de
diciembre 6 de 1995 (..)” y mediante Resolución del 21 de octubre de 2003 su designación fue declarada insubsistente (..),
señalando además a partir de cuándo dicha resolución tiene vigencia. La brevedad del acto hace más evidente la ausencia
de una motivación para su expedición”.
588 Sentencia T-161 de 2005 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. En esta providencia la Corte resolvió “DEJAR SIN
EFECTOS la Resolución STGR 03839 del 26 de abril de 2004 mediante la cual se declaró insubsistente el nombramiento
de Carlos Iván Mejía Abello en el cargo de Fiscal Delegado ante los Jueces Penales del Circuito Especializados, Unidad
Nacional de Fiscalía Antinarcóticos y de Interdicción Marítima y, en su lugar, ORDENAR al Fiscal General de la Nación que,
si aún no lo ha hecho, en el término de cuarenta y ocho (48) horas a partir de la notificación de esta sentencia, expida una
nueva resolución motivada”.
589 Mediante sentencia T-392 de 2005 M.P. Alfredo Beltrán Sierra la Corte ordenó a la Fiscalía General de la Nación
“DEJAR SIN EFECTOS la Resolución No.02091 del 18 de mayo de 2004, por medio de la cual se desvinculó (..) del cargo
de Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito que desempeñaba en calidad de provisionalidad”.
590 Sentencia T-267 de 2005 M.P. Jaime Araujo Rentería. Reseña la sentencia en cita que mediante “Resolución No.1387
del 26 de junio de 1996, la señora (..) fue vinculada en provisionalidad a la Fiscalía General de la Nación como Fiscal
Delegado ante los Jueces Penales y Promiscuos Municipales de la Dirección Seccional de Fiscalías de Barranquilla;
vinculación que se mantuvo hasta el 1° de julio de 2004, cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de
2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró insubsistente su nombramiento. Agrega la decisión que según
refiere la actora “su desvinculación se produjo cuando se encontraba en una incapacidad de 10 días como consecuencia
de un accidente laboral que sufrió en el año 2000, el cual, además, la colocó en una situación de debilidad manifiesta
puesto que le produjo traumatismos en la columna vertebral que le representan limitaciones para su locomoción. Además,
alega que es madre cabeza de familia porque se encuentra separada y su hijo (..), depende (sic) económicamente de ella
cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de 2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró
insubsistente su nombramiento”.
591 Idem
261
razones que lo motivaron, de manera que podrá ejercer con autoridad los
recursos592.
Ahora bien, no cabe duda que el cargo de Fiscal Delegado ante Jueces
Municipales y Promiscuos de la Dirección Seccional de Fiscalías que ocupaba el
actor es un cargo de carrera dado que i) el artículo 130 de la Ley 270 de 1996
lo dispone expresamente, ii) así lo establecía el artículo 106 del Decreto 261 de
2000 aplicable al actor al momento de su incorporación y iii) en similar sentido se
señala en el artículo 59 de la Ley 938 de 2004.
- la falta de motivación del “acto del Estado que retira del servicio a una persona
nombrada en interinidad porque aún no se han hecho los concursos para
ingresar a la carrera, es una omisión en contra del derecho porque la motivación
es necesaria para el control de los actos administrativos que facilita la función
revisora de lo contencioso-administrativo, y, por ende, la falta de motivación se
convierte en un obstáculo para el efectivo acceso a la justicia (artículo 229)” 598.
-la “actitud de retirar a una persona del cargo, sin motivar el acto administrativo
correspondiente, ubica al afectado en indefensión”-599.
596 Ver entre otras las sentencias SU-250/98 M.P. Alejandro Martínez Caballero, T-884/02 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-1216/04 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-031/05 M.P. Jaime Córdoba Triviño, T-161/05 M.P. Marco Gerardo
Monroy Cabra, T-267/05 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-392/05 M.P. Alfredo Beltrán Sierra, T-123/05 M.P. Alvaro tafur
Galvis.
597 Ibidem.
598 Ibidem.
599 Ibidem.
600 Sentencia T-884 de 2002 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
263
Por consiguiente esta Sala tutelará los derechos fundamentales del actor a la
igualdad, al trabajo y al debido proceso porque la Fiscalía General de la Nación
lo desvinculó mediante un acto sin motivación y sin permitirle contradecir y
probar en contra de la decisión, sin que para el efecto interese que la
designación lo hubiere sido en propiedad o en provisionalidad y sin que resulte
necesario entrar a considerar la situación de quienes como el señor Johny
Romero Cardona, estando en similares condiciones que el actor, en cuanto a
condiciones de ingreso y retiro con violación del debido proceso, fue reintegrado
a su cargo previa decisión de la jurisdicción contencioso administrativa, dado
que para conceder la protección que el actor demanda basta considerar las
disposiciones constitucionales que rigen el retiro con sujeción al debido proceso
en los cargos y entidades del Estado en general y en la Fiscalía General de la
Nación en particular –artículos 2°, 6°, 13, 29, 125 y 253 C.P.
En ninguna parte de las copias que fueron allegadas a este proceso, aparece
referido o consta que el tal defensor hubiere exhibido tarjeta profesional, ni se
cita número alguno. En cambio, como lo certificó la Unidad de Registro Nacional
de Abogados, el señor …, “no se encuentra inscrito como abogado y tampoco se
le ha expedido tarjeta profesional.”
No puede aceptarse que haya sido el mismo Estado, a través de una Fiscalía
Local, quien no encomiende la defensa técnica a un profesional autorizado para
asumirla, viciando de nulidad cualquier acto que se haya ejercido con la
asistencia de quien no tiene la calidad de abogado, pero como entre tales actos
se encuentra la propia vinculación del sindicado, como persona ausente a partir
de allí se afecta todo el proceso, por el vicio desde la misma vinculación,
debiendo declararse la nulidad de todo lo actuado desde allí, con la excepción
de las pruebas incorporadas, en el entendido de que puedan ser objeto de
contradicción por la verdadera defensa técnica que se establezca.
Hace más de tres (3) años, la Corte Constitucional se vio abocada a proferir el
auto 004 del 3 de febrero de 2004, posteriormente reiterado en las sentencias T-
272 de 2005603, T-469 de 2005604, T-642 de 2005605 y T-016 de 2006606,
atendiendo la petición elevada por más de cincuenta (50) ciudadanos en la cual
manifestaban a esta Corporación su preocupación porque las distintas salas de
casación de la Corte Suprema de Justicia no admitían a trámite las acciones de
tutela que se presentaban contra sus decisiones y tampoco enviaban la
correspondiente actuación a la Corte Constitucional para la eventual revisión. La
Corte incluso procedió a solicitar la actuación correspondiente, sin embargo, las
distintas salas de casación se negaron a enviarla.
607 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
267
608
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de
Derechos Humanos609, la acción de tutela constituye per se un derecho
fundamental, por lo que la negativa a darle trámite por parte de los máximos
órganos de la jurisdicción ordinaria y contencioso administrativa, implica a su vez
la violación de un derecho fundamental, como lo es gozar de un recurso judicial
efectivo para la garantía de los demás derechos fundamentales610.
608 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo,
aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
609 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
610 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
611 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
268
En esa línea, el artículo 3° del citado estatuto se refiere a los principios que
gobiernan el trámite de la acción de tutela, señalándose que ésta debe
desarrollarse con arreglo a los principios de “publicidad, prevalencia del derecho
sustancial, economía, celeridad y eficacia”; los cuales a su vez - lo dijo esta
Corporación- “guardan una relación directa con la orden urgente que debe dar
una sentencia cuando reconoce que se ha violado un derecho fundamental” 616, y
además, en virtud de la informalidad, permiten la utilización por parte del juez de
“procedimientos no registrados, siempre y cuando apunten a que se haga
efectivo el derecho material”617. Por su parte, los artículos 23, 27 y 52 del mismo
decreto se refieren al contenido que deben tener los fallos de tutela, a las
garantías de su cumplimiento y a las sanciones derivadas de su eventual
inobservancia.
En ese orden, El primero (art. 23) establece que cuando la solicitud vaya dirigida
contra una acción de autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá por objeto
“garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado anterior
a la violación, cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si lo impugnado es
la denegación de un acto o una omisión, el fallo tendrá que ordenar su
realización o desarrollar la acción adecuada, y en caso de que la autoridad no
expida el acto administrativo, el juez deberá disponer lo necesario “para que el
derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento de tratarse de
una actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el deber de ordenar
su inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza, violación,
perturbación o restricción. En su último inciso, la norma le otorga competencia al
juez para que, de todas maneras, establezca los demás efectos del fallo según
las condiciones imperantes en el asunto sometido a juicio.
El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la tutela,
la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora, precisando
que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del responsable para que
lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario en su contra. Si el
superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le permite a la autoridad
judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su contra y “adopta[r]
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del mismo”, pudiendo
sancionar por desacato al responsable y al superior hasta que den cumplimiento
al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo caso, “el juez establecerá los
demás efectos del fallo para el caso concreto y mantendrá la competencia hasta
que esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”.
624 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
625 Sentencia SU-1158 de 2003.
626 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de
2003, al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho
a la pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
275
interno se ha acudido al expediente de reestablecer la vigencia de la decisión
reemplazada con la providencia declarada nula en vía de tutela. Recientemente,
a propósito del incumplimiento de la Sentencia T-1306 de 2001, que dejó sin
efectos un fallo de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia y le ordenó a
ésta dictar sentencia de reemplazo, la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de
la Judicatura de Cundinamarca, en su condición de juez de tutela de primera
instancia, mediante proveído del 22 de mayo de 2002, decidió “DECLARAR
VIGENTE formal y materialmente la sentencia del juzgado 6° Laboral del Circuito
de la ciudad de Bogotá, del 10 de febrero de 1999...”; en el entendido que ésta
interpretaba en debida forma el contenido de la sentencia de amparo
desacatada. Invocándose una presunta vía de hecho, contra la decisión del
Consejo Seccional se formuló acción de tutela, la cual fue finalmente denegada
por la Corte Constitucional en la Sentencia SU-1158 de 2003, al considerar que
esa autoridad judicial se limitó cumplir con su deber constitucional de hacer
efectiva la orden dada por el máximo órgano de la jurisdicción constitucional.
Por lo tanto, tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de
hacer cumplir sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos
fundamentales, se repite, es posible que la Corte Constitucional, e incluso el juez
de tutela de primera instancia, adopten como medida de cumplimiento la de
adicionar la sentencia de Revisión que no es acatada por una alta corporación,
manteniendo incólume la decisión que ordenó anular la providencia incursa en la
vía de hecho, y procediendo a declarar conforme a la Constitución y
debidamente ejecutoriado el fallo de instancia, en caso de que éste sea
consecuente con los criterios descritos por el tribunal constitucional en la
decisión desacatada. En este supuesto, cuando la orden de protección es
dictada por la Corte Constitucional, la mencionada medida de cumplimiento
puede ser adoptada directamente en la Sentencia, o con posterioridad a la
misma según lo determinen las circunstancias fácticas del caso.
Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos el
juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de otras
jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión. Obsérvese
como, si el juez constitucional es competente para revisar la aplicación del
derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga
por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en que éstas
resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías fundamentales, resulta
válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional de la Constitución y
dentro del marco de sus atribuciones, adopte los correctivos pertinentes, tanto
para impedir que la aludida arbitrariedad o irrazonabilidad continúe lesionando
los derechos invocados, como para asegurar su total reivindicación cuando la
orden de protección no es obedecida por la autoridad responsable.
628 Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004, Expediente de tutela T-373655, correspondiente a la Sentencia SU-1185
de 2001,
629 Auto Ibídem.
630 Auto Ibídem.
277
cabeza del a quo la competencia para imponer las sanciones que genere el
incumplimiento de las decisiones de la Corte, cuando ello es insuficiente para
asegurar su plena observancia, esta última se encuentra habilitada para imponer
los correctivos adicionales que se requieran en pro de lograr el objetivo de
cumplimiento.
Aplicando estos criterios al caso concreto, cabe recordar que, mediante Auto del
17 de febrero de 2004, y dentro del propósito de lograr el obedecimiento de la
Sentencia SU-1185 de 2001, la Corte decidió declarar conforme a la Carta y
debidamente ejecutoriada, la Sentencia dictada por la Sala Laboral del Tribunal
Superior de Bogotá . Visto el informe remitido considera la Corte que la entidad
pública no ha dado estricto cumplimiento a la orden proferida por esta
Corporación en el Auto del 17 de febrero de 2004. Por tanto, sin perjuicio del
incidente de desacato que deba tramitar la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura de Cundinamarca como juez de tutela de
primera instancia, esta Corporación mantiene competencia para pronunciarse al
respecto, ya que aun no ha sido posible garantizar la vigencia y efectividad de
los derechos fundamentales al debido proceso e igualdad de trato del
accionante, amparados por la Corte en la Sentencia SU-1185 de 2001.
- En efecto, desde las sentencias T-458 de 2003 y la T-744 de 2003 (M.P. Marco
Gerardo Monroy Cabra) la Corte expresó que a este Tribunal le corresponde
velar por el cumplimiento de sus decisiones en materia de tutela. Se dijo en
- El Auto 235 de 3003 (M.P. Eduardo Montealegre Lynett) igualmente señaló que
cuando la Corte Constitucional ha seleccionado una decisión de tutela para su
revisión, se ha introducido un elemento nuevo en el trámite de la tutela, cual es
la posibilidad de que las decisiones de instancia sean confirmadas o revocadas,
por distintas razones constitucionales, en función a la competencia de la Corte
Constitucional. En tales circunstancias, no se está frente a la decisión de un juez
dentro del trámite de la tutela, sino a una decisión de la máxima autoridad
judicial en materia constitucional, cuya decisión trasciende el caso concreto (por
razón de la función de unificación de jurisprudencia), de manera que la efectiva
protección del derecho, además de satisfacer una pretensión subjetiva, guarda
estrecha relación con la integridad y supremacía de la Constitución, de suerte
que es posible que el ejercicio de la función de la Corte Constitucional no se
agote con la sentencia que dicte en materia de tutela, sino que la guarda de la
integridad y supremacía constitucional únicamente se logre con la verificación
del cumplimiento de su orden.639
- En el Auto 149 A de 2003, (M.P. Jaime Araujo Rentería) la Corte indicó que esta
Corporación, en tanto órgano de cierre de la jurisdicción constitucional (art. 241
CP), puede tomar las medidas adicionales que considere necesarias para la
protección de los derechos cuya tutela ha concedido. De manera que, si persiste
el incumplimiento de la autoridad responsable del agravio, consistente en que
ésta no expide el acto administrativo a que haya lugar, la Corte “podrá disponer
lo necesario para que el derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”, en
los términos del artículo 23 del Decreto 2591 de 1991.
- En el Auto 010 de 2004640 (M.P. Rodrigo Escobar Gil) en la misma línea del
proveído anterior, la Corte señaló que este Tribunal está en capacidad de
ejercer la competencia para hacer cumplir sus sentencias cuando se reúnan las
siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una sentencia
emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el amparo
solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte imperioso
salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento constitucional y (iii)
[que] la intervención de la Corte sea indispensable para la protección efectiva de
-En el Auto 141 B de 21 de septiembre de 2004, (M.P. Dr. Alvaro Tafur Galvis) se
reiteró la tesis sostenida en el auto 010 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En el
auto de 21 de septiembre de 2004, se ventilaba el cumplimiento de la sentencia
SU-120 de 2003, y ante la manifestación expresa de la Corte Suprema de
Justicia de no cumplir con la orden dada en ese fallo, en punto a la indexación
de la primera mesada y reajustes a las pensiones de algunos ex empleados de
Bancafé, la Corte reasumió la competencia y dio las órdenes que amparaban los
derechos fundamentales conculcados por la renuencia al cumplimiento del fallo.
A la luz de la doctrina fijada en los fallos citados, es preciso anotar que una de
las situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta precisamente en los casos en que la autoridad judicial
renuente a obedecer la decisión es una alta corporación de justicia,
generalmente, respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de
algunas de sus decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose
aquellas a modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la
Sentencia de Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal
constitucional se torna indispensable, pues es conocido por todos que las altas
cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto, no
encuentran en el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo para
conminarlas al cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el
competente para tramitar el correspondiente incidente de desacato.641
Que la Corte adopte como medida de cumplimiento del fallo, reconocerle pleno
valor a la sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca dentro del
proceso ordinario de nulidad y restablecimiento del derecho encuentra una
clara justificación en que dicha providencia acoge en debida forma el criterio de
interpretación constitucional fijado por esta Corporación en punto al examen que
merece una prueba relevante allegada o citada en un proceso. En efecto, el fallo
del Tribunal administrativo, examinó todas las pruebas allegadas y citadas por la
accionante, cumpliendo su misión de sopesarlas en relación con los hechos del
litigio. La estimación, consideración y ponderación del material probatorio es una
tarea inherente al derecho de defensa y constituye garantía de la idoneidad del
proceso para cumplir las finalidades que le han sido señaladas en el Estado
Social de Derecho, ha señalado esta Corporación en múltiples oportunidades.643