Acción de Tutela

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CONSTITUCIÓN POLÍTICA E INTERPRETACION AUTORIZADA

Material extraído de la Jurisprudencia y Doctrina de la Corte Constitucional de


Colombia

Labor de simple compilación1 a manera de


línea jurisprudencial realizada por el doctor
Iván Humberto Escrucería Mayolo

LA ACCION DE TUTELA

Objeto2

La acción de tutela, ha reiterado la Corte Constitucional, es una institución que


consagró la Constitución de 1991, para proteger los derechos fundamentales de
las personas, de lesiones o amenazas de vulneración por parte de una autoridad
pública y, bajo ciertos supuestos, por parte de un particular. Se trata de un
procedimiento judicial específico, autónomo, directo y sumario, que en ningún
caso puede sustituir los procesos judiciales que establece la ley; en ese sentido
la acción de tutela no es una institución procesal alternativa o supletiva. El
propósito de la tutela, como lo establece el artículo 86 de la C.P., es que el juez
constitucional, de manera expedita, administre justicia en el caso concreto,
dictando las órdenes que considere pertinentes para salvaguardar y proteger los
derechos fundamentales de las personas que acudan a esa vía excepcional,
supletoria y sumaria, a la autoridad pública o al particular que con sus acciones u
omisiones los amanecen o vulneren.3

Acción pública4

Se trata de una acción pública, que al poder ser ejercida por "cualquier persona",
se encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las acciones que se
ejercen a través de profesionales habilitados con títulos académicos.

Fundamental5

La acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían buena
parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador. Sólo cuando la
misma Carta faculta a la ley y en la medida en que lo haga puede ésta regular o
desarrollar materias relacionadas con los derechos fundamentales y siempre que

1 Transcripción de apartes en lo pertinente de las decisiones relevantes de la Corte Constitucional.


2 A. 070/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
3 Ver, entre otras, Sentencias T-735 de 1998
4 T-576/92. M.P. Fabio Morón Díaz.
5 C-531/93. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
2
conserve y respete el ámbito intangible producto de la creación del
Constituyente.

Informalidad y prevalencia del derecho sustancial

La6 acción de tutela tiene un carácter informal que, por su misma naturaleza, riñe
con toda exigencia sacramental que dificulte el sentido material de la protección
que la Constitución quiere brindar a las personas por conducto de los jueces.

Por7 su misma índole, la acción de tutela no exige técnicas procesales ni


requisitos formales propios de especialistas, ya que su función no puede
asimilarse a la que cumplen las acciones privadas dentro de los esquemas
ordinarios previstos por el sistema jurídico, sino que corresponde a la defensa
inmediata de los derechos fundamentales. Su papel es ante todo el de
materializar las garantías constitucionales y, por tanto, es de su esencia el
carácter sustancial de su fundamento jurídico. La instauración no puede dar
lugar al rigor formalista de los procesos ordinarios ni se puede convertir su
admisibilidad y trámite en ocasión para definir si se cumplen o no presupuestos
procesales o fórmulas sacramentales, ya que con ella no se busca establecer
una "litis" sino acudir a la protección oportuna de la autoridad judicial cuando un
derecho fundamental es lesionado u objeto de amenaza. Así se consideró desde
el comienzo en la Asamblea Nacional Constituyente, en el cual los Delegatarios
recalcaron: "Estamos frente a un mecanismo excepcional y sumario para una
protección inmediata de los derechos..."8

El9 artículo 86 de la Constitución Política, en concordancia con la del artículo


228, buscan satisfacer ante todo las necesidades de justicia mediante el
principio de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas procesales,
motivo éste que explica por qué en este tipo de actuaciones prevalece un
principio de informalidad cuyo sentido consiste en que los obstáculos de trámite
no se interpongan en la búsqueda de soluciones reales y palpables, acordes con
el fondo de la preceptiva constitucional, a situaciones concretas de amenazas o
quebranto de los derechos en ella plasmados. De10 hecho, al ser una acción que
pueden interponer las personas sin mayores conocimientos jurídicos, es
imposible exigir en su trámite formalidades que entienden y manejan sólo los
expertos en derecho. Por otro lado, la protección que reclaman con tanta
urgencia los derechos fundamentales, y que la tutela pretende brindar, no se
puede supeditar a la observancia de cuestiones meramente procesales. La11
especial jerarquía de los derechos fundamentales exige que el modelo
procedimental de la tutela esté desprovisto de requisitos formales y ofrezca, de
manera ágil y dinámica, una protección efectiva y oportuna al titular del derecho
afectado, cuando no existan en el ordenamiento jurídico otros mecanismos de
defensa que se puedan invocar. De hecho, el Decreto 2591 de 1991, al referirse
al contenido de la solicitud, destaca el carácter informal de la misma que debe
desarrollarse con fundamento en los principios de publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia.

6 T-288/97. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


7 T-501 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
8 Asamblea Nacional Constituyente. Informe-Ponencia "Mecanismos de protección de los derechos fundamentales y del
orden jurídico". Delegatarios Jaime Arias Lopez y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta Constitucional. Número
77. Mayo 20 de 1991. Pág. 9.
9 T-293 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
10 Sentencia T-162 de 1997.
11 Auto 058 de 1999.
3

Derechos objeto de protección12

En el mismo sentido la Corte constitucional en reiterada jurisprudencia, ha


considerado que la acción de tutela sólo es procedente para la protección de
derechos fundamentales, los cuales se constituyen en el objeto exclusivo de
protección, estos derechos fundamentales pueden ser nominados13 o
innominados14. De manera excepcional la Corte ha considerado que la acción de
tutela también es procedente para la protección de derechos constitucionales o
legales que no ostenten el rango de fundamentales, cuando guardan especial
relación con otros de carácter fundamental, contrario sensu la acción de tutela
no es procedente para la protección de derechos de rango legal o infralegal 15, o
para resolver conflictos de contenido económico16.

Trámite célere17

El procedimiento se debe regir por la noción de celeridad. Si bien es cierto que


en cualquier proceso la demora injustificada no sólo es indeseable, sino que de
hecho es sancionable por considerarse violatoria del debido proceso, también es
cierto que en materia de tutela la rapidez es un factor primordial. En primer lugar,
por su carácter de fundamentales, los derechos que protege esta acción deben
ser defendidos de forma inmediata; el efecto de su violación no puede aumentar
por la lentitud de la acción judicial. Y, en segundo lugar, la tutela no es un
mecanismo que pretenda resarcir daños sino evitarlos; por esto, más que en
ningún otro proceso, la dilación debe ser abolida.

Carácter subsidiario y facultades del juez de tutela

Los18 artículos 86 inciso 3o. y 6o. del Decreto 2591 de 1991 le imprimen un
carácter subsidiario a la tutela, en la medida en que establecen que sólo será
procedente cuando no exista otro medio alternativo de defensa de los derechos
fundamentales cuya protección se invoca, salvo que lo pretendido sea evitar un
perjuicio irremediable. Pero no puede pretenderse que la mera consagración de
esas vías alternas de defensa en nuestro ordenamiento jurídico sea suficiente

12 T-577 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


13 Por encontrarse en disposiciones constitucionales de derechos fundamentales ya en el texto de la Constitución de 1991
o en los tratados internacionales sobre derechos humanos, a partir de su incorporación directa a la Constitución en virtud
del mandato del artículo 93 C.P.
14 En virtud de la prohibición del artículo 94 de la Constitución en el sentido de no entender la enunciación de los derechos
contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales como negación de otros, que "siendo inherentes a la
persona" no se encuentren expresamente contemplados, Interpretada sistemáticamente con el mandato del artículo 2º del
decreto 2591, en la que se ordena a la Corte Constitucional dar prelación a la revisión de sentencias de tutela referidas a
derechos no señalados expresamente en la Constitución como fundamentales, la Corte Constitucional ha reconocido y
tutelado derechos fundamentales innominados, es el caso del derecho a la identidad, así en Sentencias T-585 de 1992 y T-
477 de 1995, o del derecho a la circulación de la información vital en Sentencia SU-014 de2001.
15 El caso de las acreencias laborales es ilustrativo. En la Sentencia T-218 de 2002 la Corte resolvió el caso de
trabajadores que acudieron a la acción de tutela con el objetivo de obtener nivelación salarial y el pago de la prima técnica,
por parte de su empleador. La Corte consideró reiterando la jurisprudencia (Sentencias SU-1052 de 2000, SU-995 de
1999, T-366 de 1998 y T-273 de 1997) que la acción de tutela no era procedente para ordenar incrementos salariales, ni el
pago de acreencias laborales, sobre todo cuando se establece en el caso concreto, como efectivamente ocurrió, que existe
otro medio de defensa judicial y no se configura un perjuicio irremediable, que ameritara un estudio sobre la idoneidad y
eficacia de aquellos, con miras a concederle procedencia a la acción de tutela.
16 Así en la Sentencia T-112 de 2002 la Corte resolvió el caso de un empresario ganadero el cual consideró afectado su
derecho a la propiedad por la orden de trasladar de una finca a otra unos semovientes de su propiedad dictada por una
entidad del Estado. La Corte consideró que en el caso no se presentaba vulneración de derecho fundamental como "la
vida, la igualdad o la dignidad " y que no concurrían las condiciones en las cuales es procedente la tutela al derecho de
propiedad. Por lo cual y dado el carácter puramente económico del conflicto, invitó al actor a presentar los recursos
ordinarios y declaró improcedente la acción de tutela.
17 T-162/97. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
18 T-554/95. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
4
para que se deniegue el amparo solicitado, pues es obligación del juez
constitucional analizar, en el caso concreto y de acuerdo con las circunstancias
específicas del mismo, si esa otra acción tiene la eficacia e inmediatez propias
de este mecanismo de protección -artículo 6-1 del Decreto 2591-. De lo
contrario, ese funcionario estaría sacrificando el contenido material de un
derecho fundamental cuya protección le ha sido especialmente encomendada
por el Estatuto Superior. Si llega a la conclusión de que ese medio alterno no
tiene las características anotadas, la tutela se convierte en el medio prevalente
de protección.

La19 Constitución Política en su artículo 86 creó la acción de tutela como un


mecanismo de protección de los derechos fundamentales para dotar a las
personas de un mecanismo expedito que posee las siguientes características:
Subsidiario, porque sólo procede si no existe otro mecanismo de defensa judicial
idóneo. Inmediato, debido a que su propósito es otorgar sin dilaciones la
protección a la que haya lugar. Sencillo, porque no exige conocimientos jurídicos
para su ejercicio. Específico, porque se creó como mecanismo especial de
protección de los derechos fundamentales y por último, es Eficaz, porque
siempre exige del juez un pronunciamiento de fondo bien para conceder o bien
para negar lo solicitado. Estas condiciones se concretan en la definición de un
trámite preferente y sumario.

En desarrollo de la Carta Política, el Decreto Ley 2591 de 1991 reglamentario de


la Acción de Tutela establece unos requisitos mínimos que debe cumplir el
escrito de quien va a interponer el amparo. Estos requisitos, pretenden brindarle
al juez un conocimiento básico sobre los hechos y una identificación de los
posibles responsables en razón de la sencillez y falta de especialidad jurídica
que caracterizan al amparo. En ningún momento el trámite de la acción de tutela
reconoce a los requisitos del artículo 14 del Decreto Ley 2591 de 1991, un
carácter taxativo, rígido o definitivo. La ausencia de formalidades y el carácter
preferente del procedimiento de la acción, revisten al juez de tutela de una serie
de facultades que el juez ordinario no posee. Una de ellas es la de fallar más allá
de las pretensiones de las partes, los fallos ultra o extra petita. Esta facultad que
posee el juez de tutela tiene origen en la primacía dada por el ordenamiento
constitucional a los derechos fundamentales. Por ello, la función de administrar
justicia cuando se trata de garantizar el respeto de los derechos inherentes a las
personas, confiere especiales facultades e impone específicos deberes para
cumplir con el carácter eficaz de la acción de tutela.

La justicia constitucional opera dentro de un especial equilibrio integrado por la


información veraz y adecuada que brinda el actor y el ejercicio activo de
protección de los derechos fundamentales que debe desplegar el juez. Conforme
a este equilibrio no estamos en presencia de una justicia mínima, formal y
taxativa sino ante una justicia eficaz y efectiva que garantiza los derechos
inherentes de las personas. El sentido y objeto de la acción de tutela le imponen
al juez constitucional el deber de conducir el trámite del amparo con la mayor
diligencia20. El recaudo probatorio y la reconstrucción de las circunstancias que
rodean la solicitud deben realizarse con el propósito de pronunciarse sobre la
realidad de los hechos y ello significa, que el juez pasa del conocimiento formal
de un asunto, al análisis de un problema jurídico que requiere un

19 A.053/02. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


20 Conforme a los principios que rigen el trámite de la acción de tutela previstos en el artículo 3° del decreto Ley 2591 de
1991.
5
pronunciamiento de justicia material cuando los derechos fundamentales se
encuentran vulnerados o en grave situación de riesgo. Entenderlo de otra forma
le restaría toda fuerza, eficacia y validez a un mecanismo que pretende
garantizar los derechos de las personas en un Estado fundado en el respeto de
la dignidad humana21.

En el trámite de la acción de tutela es posible afirmar que existe un amplio


margen de las facultades de oficio del juez constitucional y ello se refleja en su
papel activo dentro del trámite y también, en el momento en que advierte la
existencia de una violación de derechos no invocados en la demanda caso en el
cual, el juez constitucional debe desarrollar el procedimiento correspondiente y
dictar las órdenes que sean necesarias para garantizar su protección. La Corte
Constitucional en numerosas oportunidades ha reiterado el carácter preferente
del procedimiento de la acción y el deber del juez de tutela de garantizar los
derechos fundamentales aun cuando ellos no hayan sido indicados por el actor.
Si el juez advierte en el transcurso del trámite del amparo, que existen
situaciones violatorias de otros derechos diferentes al invocado, debe lograr su
efectiva protección22. De otro lado, también constituye un deber del juez
constitucional vincular de oficio el legítimo contradictor o a la parte que por
legitimación pasiva debe concurrir. Si el juez advierte que el sujeto o entidad
demandada no es el responsable de la vulneración o amenaza debe vincularlo al
proceso para así, de una parte, cumplir con el carácter preferente del amparo -la
protección de un derecho fundamental- y de otra, permitirle al presunto
responsable exponer sus razones y controvertir las pruebas que se hayan
practicado. En varias oportunidades 23 la Corte Constitucional ha hecho
referencia a la obligación de integrar el legítimo contradictor o a la parte que por
legitimación pasiva debe concurrir para poder tomar una decisión de fondo y
responder así a la protección eficaz de los derechos fundamentales.

En esta medida lo dispuesto por el artículo 86 de la Constitución Política es un


mecanismo que le confía a los jueces la función de verificar el efectivo
cumplimiento de los mandatos constitucionales de protección y primacía de los
derechos inalienables de la persona y cuando encuentre configurada la
vulneración o amenaza de un derecho fundamental, por acción o por omisión,
imparta las órdenes de inmediato cumplimiento necesarias para salvaguardar
efectivamente el derecho vulnerado. Una actuación superficial y formalista pone
en peligro el derecho de acceso a la justicia al dejar desprotegido a quien solicita
la protección constitucional de sus derechos fundamentales y por lo mismo
desconoce el mandato del artículo 86 superior. El carácter preferente y sumario
del trámite del amparo se altera y desconoce cuando el juez de conocimiento se
abstiene de desplegar todas las medidas necesarias –jurídicamente posibles-
para conjurar la vulneración de los derechos fundamentales. Lo anterior no
significa que el fallador deba producir todo tipo de órdenes sin fundamento
jurídico en aras de absolver siempre afirmativamente las pretensiones de los
accionantes. Por el contrario, el juez debe emplearse a fondo en la identificación
de la totalidad de los aspectos que componen la litis, para que el fallo sea
21 La sentencia T-034 de 1994 se refirió en los siguientes términos a los deberes del juez de tutela:
"El juez u organismo judicial ante el cual se invoca un derecho primario, como los que busca proteger el artículo 86 de la
Carta, debe entrar en el fondo del asunto para examinar, con criterio de justicia material, las circunstancias en medio de
las cuales se ha producido el acto o la omisión que puedan estar causando la perturbación o el riesgo del derecho
fundamental; para definir si el daño o la amenaza existen; para establecer sobre quien recae la responsabilidad de agravio
y para impartir, con carácter obligatorio e inmediato, las órdenes encaminadas a restaurar la vigencia real de las garantías
constitucionales."
22 Sobre el deber de proteger otros derechos diferentes a los invocados por la parte actora pueden consultarse entre
otras, las sentencias T-501 de 1994, T-532 de 1994, T-554 de 1994, T-049 de 1998, T-091 de 2001 y T-684 de 2001.
23 Ver entre otros el Auto 055 de 1997.
6
realmente una garantía efectiva de los derechos fundamentales y producto de
una actuación ágil y oportuna. El fallo de tutela debe ser el resultado de la
valoración de todos los aspectos jurídicos y fácticos además de garantizar la
concurrencia de todas las personas involucradas –activa o pasivamente- en la
situación jurídica producto de la controversia.

Procedencia respecto de cualquier autoridad pública24

En la sentencia T-405 de 199625, al abordarse el punto sobre quiénes constituyen


autoridad pública se indicó que del texto del artículo 86 Superior se desprende
que la tutela tiene dos destinatarios como son la autoridad pública de manera
general y los particulares de forma excepcional, entendiendo por autoridades
públicas “todas aquellas personas que están facultadas por la normatividad para
ejercer poder de mando o decisión en nombre del Estado y cuyas actuaciones
obliguen y afecten a los particulares1”. De igual modo, de los antecedentes de la
Asamblea Nacional Constituyente se aprecia que se pretendió por algunos
delegatarios circunscribir el concepto de “autoridades públicas” al de
“autoridades administrativas”, propuesta que fue derrotada, tal como lo recordó
esta Corte desde la sentencia T-006 de 199226. Por ende, la mayoría de los
delegatarios estuvo de acuerdo en que la acción de tutela procede contra
sentencias judiciales, como recientemente lo reiteró esta Corporación en la
sentencia C-590 de 200527.

Modalidades de procedencia28

La acción de tutela vino a llenar los vacíos que presentaba el anterior sistema
jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no disponían
de un medio de defensa judicial contra las conductas de las autoridades
públicas, y en ciertos casos de los particulares, que implicaban la vulneración o
amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual sistema
instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección de tales
derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad humana y con el
ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de los fines esenciales
del Estado y de garantizar la primacía de los derechos inalienables de la persona
(C.P., arts. 1, 2 y 5).
24 T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández..
25 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1 Corte Constitucional. Sentencia T-501 de 21 de agosto de 1992. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
26 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. “En el seno de la Asamblea Nacional Constituyente fue negada reiteradamente la
propuesta que buscaba circunscribir la expresión "autoridades públicas", que aparece en el texto del artículo 86 de la
Constitución, de manera que sólo cobijara a las "autoridades administrativas". En el proyecto de articulado presentado por
la Comisión I a la Plenaria no se acogió la pretendida limitación del alcance del derecho de amparo o de la acción de tutela
a las autoridades administrativas (Proyecto No. 67, artículo 62 Misael Pastrana Borrero, Augusto Ramírez Ocampo, Carlos
Rodado Noriega, Hernando Yepes Alzate y Mariano Ospina Hernández. Gaceta Constitucional No. 23) y, por el contrario,
adoptó la fórmula amplia de incluir como sujeto pasivo de dicha acción a cualquier autoridad pública. Igualmente, en el
curso del segundo debate en Plenaria, se presentó una propuesta sustitutiva en el sentido de restringir a las acciones u
omisiones de las autoridades administrativas la interposición de la acción de tutela cuando éstas vulneren o amenacen
vulnerar los derechos fundamentales, la cual fue nuevamente derrotada al aprobarse definitivamente el actual artículo 86
de la Constitución Política. (Propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando Yepes Arcila,
Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda. Gaceta
Constitucional No. 142 p.18)”.
27 M.P. Jaime Córdoba Triviño. “… si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente
consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias judiciales, también lo es que la gran mayoría participó de la
idea de consagrar una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania- pudiera
proceder contra las decisiones judiciales. En este sentido es importante recordar que la propuesta presentada por un
conjunto de delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de protección de la acción de tutela,
resultó amplia y expresamente derrotada por la mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el
cual impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de impunidad constitucional y reduciría la eficacia
de los derechos fundamentales a su simple consagración escrita.”
28 T-378 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
7

Con tal finalidad, existen dos modalidades básicas de procedencia de la acción


de tutela: en primer lugar, cuando el afectado no disponga de otro medio de
defensa judicial, caso en el cual adquiere el carácter de mecanismo subsidiario 29
y el juez impartirá una orden de carácter definitivo; y, en segundo lugar, cuando
existiendo el medio de defensa judicial éste no es idóneo o eficaz para evitar un
perjuicio irremediable30. En este evento, la orden judicial se imparte con carácter
transitorio, mientras se emite pronunciamiento por el juez ordinario.31

Así las cosas, el juez de tutela deberá verificar, por principio, la efectiva
vulneración o amenaza del derecho fundamental de los accionantes, para luego
establecer si existe o no otro medio de defensa judicial ante el cual pueda
ventilarse el conflicto. Si no se dispone de medio de defensa judicial, deberá
darse curso a la acción de tutela. Por el contrario, si existe medio de defensa
judicial, deberá considerar, frente a las circunstancias del caso, su eficacia para
evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable, pues esta condición será la que
lo faculte como juez constitucional para decidir de fondo en el asunto puesto a su
conocimiento. Al respecto, la Corte ha señalado que “para los efectos de
establecer cuando cabe y cuando no la instauración de una acción de tutela, el
juez está obligado a examinar los hechos que ante él se exponen, así como las
pretensiones del actor, para verificar sí, por sus características, el caso materia
de estudio puede ser resuelto en relación con los derechos fundamentales
posiblemente afectados o amenazados, y con la efectividad indispensable para
su salvaguarda, por los procedimientos judiciales ordinarios, o sí a la inversa, la
falta de respuesta eficiente de los medios respectivos, hace de la tutela la única
posibilidad de alcanzar en el caso concreto los objetivos constitucionales”32.

Por consiguiente, para resolver acerca de la procedencia de la tutela habrá de


verificarse en cada caso la vulneración o amenaza de derechos fundamentales
involucrados. Si ello así acontece, se determinará luego la inexistencia de un
medio judicial de defensa al que pueda acudir el afectado o, en caso contrario,
se determinará su falta de idoneidad o eficacia para la protección del derecho o
para evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable. Significa lo anterior que la
existencia de un medio de defensa judicial ordinario no genera, por sí, la
improcedencia de la acción de tutela, pues la Carta Política la admite en los
casos excepcionales antes referidos.

29 La Corte ha considerado que la tutela es un mecanismo subsidiario para la protección de los derechos fundamentales,
característica que se deduce de la procedencia de la acción cuando el afectado no dispone de medio de defensa judicial
para la protección de sus derechos fundamentales. En este sentido, el carácter subsidiario se comprende en cuanto la
tutela suple la inexistencia de medio ordinario de defensa judicial. Al respecto en la sentencia T-007 de 1992 se señaló
que: “... la acción de tutela no procede, según el artículo 86 de la Carta, cuando el presunto afectado disponga de otros
medios de defensa judicial. Allí radica precisamente la naturaleza subsidiaria de esa acción, la cual no es mecanismo
alternativo o sustitutivo de los procesos que, de conformidad con las reglas constitucionales y legales, están a cargo de las
distintas jurisdicciones”.
30 Señala el artículo 86 de la Carta Política que la acción de tutela “procederá cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”.
Esta figura del perjuicio irremediable es tenida en cuenta en el Decreto 2591 de 1991, en donde se señala, art. 6º, que la
acción de tutela es improcedente “1. Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de dichos medios será apreciada
en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solicitante”. El numeral 1 del
artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 fue declarado exequible por esta Corporación en la sentencia C-018 de 1993.
31 La naturaleza particular de un conflicto sometido a consideración del juez de tutela puede admitir, excepcionalmente,
que se imparta una orden definitiva aunque se disponga de un medio judicial de defensa. Esta circunstancia se presenta,
por ejemplo, cuando se imparte la orden de efectuar el pago de mesadas pensionales dejadas de cancelar al accionante
que, con tal omisión, ve vulnerado su derecho al mínimo vital.
32 Corte Constitucional. Sentencia T-001 de 1997.
8

Acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio


irremediable33

La acción de tutela, según ha establecido en repetidas oportunidades esta Corte,


fue consagrada por el Constituyente como un mecanismo de naturaleza
subsidiaria para la protección de los derechos fundamentales, que no se diseñó
para desplazar a los jueces ordinarios del ejercicio de sus atribuciones propias.
Por este motivo, el artículo 86 de la Carta dispone que dicha acción “sólo
procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial”.34
La jurisprudencia constitucional, por su parte, ha precisado que este mandato se
debe interpretar en el sentido de que los medios alternos de defensa con que
cuenta el interesado tienen que ser idóneos, esto es, aptos para obtener la
protección requerida, con la urgencia que sea del caso.35 La idoneidad de los
medios de defensa se debe evaluar, por lo tanto, en el contexto particular de
cada caso individual, teniendo en cuenta las circunstancias específicas que
afectan al peticionario, para así determinar si realmente existen alternativas
eficaces de protección que hagan improcedente la tutela.

No obstante lo anterior, el mismo Constituyente introdujo una excepción a dicha


regla, en el mismo artículo 86 Superior: a pesar de la existencia de otros medios
de defensa judicial, será procedente la acción de tutela cuando quiera que “se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”. La
jurisprudencia de esta Corte36 ha señalado que para efectos de esta disposición,
únicamente se considerará que un perjuicio es irremediable cuando, de
conformidad con las circunstancias del caso particular, sea (a) cierto e inminente
–esto es, que no se deba a meras conjeturas o especulaciones, sino a una
apreciación razonable de hechos ciertos-, (b) grave, desde el punto de vista del
bien o interés jurídico que lesionaría, y de la importancia de dicho bien o interés
para el afectado, y (c) de urgente atención, en el sentido de que sea necesaria e
inaplazable su prevención o mitigación para evitar que se consume un daño
antijurídico en forma irreparable.37

Si bien los jueces de tutela deben ser estrictos en la aplicación de estos


requisitos, para efectos de respetar el carácter subsidiario del mecanismo
judicial en cuestión, existen casos en los que el análisis de procedibilidad de la
tutela en el caso concreto se debe efectuar en forma más amplia -esto es,
menos estricta-, dada la naturaleza de las personas que solicitan amparo para
sus derechos fundamentales: se trata de los casos en que estén de por medio
los derechos de cualquiera de los sujetos de especial protección constitucional,
tales como niños, mujeres cabeza de familia, ancianos, miembros de minorías o
personas en condiciones de extrema pobreza. En tales situaciones, los jueces
deben estudiar las características del perjuicio irremediable arriba explicadas con
un criterio de admisibilidad más amplio, para así materializar, en el campo de la
acción de tutela, la particular atención y protección que el Constituyente otorgó a
estas personas, dadas sus condiciones de vulnerabilidad, debilidad o
marginalidad.38
33 T-907 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
34 En este sentido se pueden consultar, entre muchas otras, las sentencias T-600 de 2002, T-1198 de 2001, T-1157 de
2001, T-321 de 2000 y SU-250 de 1998.
35 Sentencia T-384 de 1998.
36 Ver, entre muchas otras, las sentencias T-225 de 1993, T-253 de 1994 y T-142 de 1998.
37 Sentencia T-1316 de 2001.
38 Ver, a este respecto, las sentencias T-719 de 2003 y T-789 de 2003.
9

La acción de tutela procede contra incidentes de desacato cuando en su


trámite puede evidenciarse una vía de hecho39

En la Sentencia SU–1219 de 2001, la Corte precisaría que la acción de tutela no


procede contra sentencias de tutela, especialmente por las siguientes razones:

“La Corte debe decidir si contra una sentencia de tutela procede una nueva
acción de tutela basada exclusivamente en el argumento de que al
concederla se incurrió en una vía de hecho porque la tutela era desde el
principio improcedente. Se observa cómo el cuestionamiento al fallo de
tutela versa sobre el juicio de procedencia de la acción como elemento
constitutivo e inescindible del fallo, sin que se cuestionen actuaciones del
juez de tutela diferentes a la sentencia misma. En consideración a lo
expresado anteriormente, la única alternativa para manifestar inconformidad
con la sentencia de tutela de segunda instancia propiamente dicha que se
encuentra en firme, es la intervención de la parte interesada en el proceso
de selección para revisión ante la Corte Constitucional por las razones
anteriormente expuestas.

En efecto, de la Constitución se concluye que no procede la acción de tutela


contra fallos de tutela

Además, de aceptarse que la tutela procede contra sentencias de tutela


ésta perdería su efectividad como mecanismo de acceso a la justicia para
amparar los derechos fundamentales. El derecho a acceder a la justicia no
comprende tan sólo la existencia formal de acciones y recursos sino ante
todo que las personas puedan obtener de los jueces una decisión que
resuelva las controversias jurídicas conforme a derecho. Si la acción de
tutela procediera contra fallos de tutela, siempre sería posible postergar la
resolución definitiva de la petición de amparo de los derechos
fundamentales, lo cual haría inocua ésta acción y vulneraría el derecho
constitucional a acceder a la justicia. La Corte Constitucional tiene la misión
institucional de impedir que ello ocurra porque lo que está en juego no es
nada menos que la efectividad de todos los derechos constitucionales, la
cual quedaría indefinidamente postergada hasta que el vencido en un
proceso de tutela decidiera no insistir en presentar otra tutela contra el fallo
que le fue adverso para buscar que su posición coincida con la opinión de
algún juez. En este evento, seguramente el anteriormente triunfador iniciará
la misma cadena de intentos hasta volver a vencer.”40

Pero como es bien sabido, la acción de tutela y el incidente de desacato, aunque


establecen entre sí una estrecha relación, no pueden confundirse. Por un lado,
la tutela, de acuerdo a lo establecido en el artículo 86 superior, es una acción
cuya naturaleza consiste en posibilitar que en cualquier momento y lugar, las
personas reclamen ante los jueces, a través de un procedimiento preferente y
sumario, “la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por
la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”. En esa misma disposición,
se determina igualmente que “La protección consistirá en una orden para que

39 T-684 de 2004. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.


40 Esta decisión ha sido reiterada, entre otras, en las siguientes sentencias: T – 623 de 2002, T – 354 de 2002, T – 192
de 2002, T – 1164 de 2003, T – 536 de 2003, T – 200 de 2003, T – 1164 de 2003, T – 1028 de 2003, T – 582 de 2004.
10
aquel respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El
fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez
competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte Constitucional para su
eventual revisión. Esta acción solo procederá cuando el afectado no disponga
de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable. En ningún caso podrán
transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y su resolución. La ley
establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave
y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle
en estado de subordinación o indefensión.”

Como fue señalado en la sentencia T–188 de 2002, “la decisión de juez


constitucional, una vez verificados los supuestos fácticos y jurídicos que
conlleven la vulneración de uno o varios derechos fundamentales, no puede ser
otra que proferir una orden de naturaleza imperativa que restaure el derecho
violado en el caso específico. Esa orden proferida en sede constitucional debe
ser acatada en forma inmediata y total por su destinatario, ya sea una autoridad
pública, o un particular en los casos contemplados en la ley. Si no se cumple, el
orden constitucional continúa quebrantado, con el agravante de que se pone en
tela de juicio la eficacia de las normas constitucionales que protegen los
derechos fundamentales.”

Por el contrario, el incidente de desacato tiene como objeto, de acuerdo a lo


establecido en el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, sancionar con arresto
hasta de seis meses, y multa de hasta 20 salarios mínimos mensuales a la
persona que incumpla una orden de un juez, proferida en una sentencia de
tutela. La figura del desacato, como fue precisado en la sentencia T–188 de
2002 citada, es entonces una medida que tiene un carácter coercitivo, para
“sancionar con arresto y multa, a quien desatienda las órdenes o resoluciones
judiciales que se han expedido para hacer efectivo la protección de derechos
fundamentales, a favor de quien o quienes han solicitado su amparo.”. Contra la
decisión del juez constitucional, de imponer las sanciones por estar demostrada
la existencia del desacato, procede la consulta ante el superior jerárquico. Y
contra esas decisiones, tal y como lo señaló la sentencia T–766 de 1998, no
procede recurso alguno, pues la legislación no contempla esta posibilidad. De
igual forma, y a diferencia de lo que ocurre con las decisiones de tutela, los
incidentes de desacato no deben ser enviados a la Corte Constitucional para su
eventual revisión41.

Por la naturaleza especial que tiene el incidente de desacato, la Corte ha


insistido en que en éste procedimiento, la autoridad judicial no puede volver
sobre los juicios o las valoraciones que hayan sido surtidas dentro de un proceso
de tutela, pues lo anterior implicaría “revivir un proceso concluido afectando de
esa manera la institución de la cosa juzgada”. Estas notables diferencias entre la
acción de tutela y el incidente de desacato, permiten afirmar que los criterios
41 En el Auto A – 005 de 1994, la Corte señaló lo siguiente: “En ningún caso, proferida la decisión por parte del superior
jerárquico dentro del respectivo trámite incidental, bien en virtud de haberse formulado apelación o por la consulta hecha
por el juez que impuso la sanción, podrá remitirse el expediente, contentivo del proceso de imposición de sanción por
desacato, a la Corte Constitucional, para su revisión, por cuanto carece de competencia para ello. Como se indicó
anteriormente, la competencia de la Corte Constitucional en materia de Acciones de Tutela radica únicamente en revisar
"eventualmente" los fallos de tutela proferidos por los jueces de la República -numeral 9o. del artículo 241 de la Carta
Política y artículos 31 a 34 del Decreto 2591 de 1.991-, y no en revisar la decisión proferida por un juez dentro de un
incidente por desacato. En ningún caso puede interpretarse el artículo 52 del Decreto 2591 de 1.991, en el sentido de que
esté facultada la Corte Constitucional para intervenir en el proceso incidental de imposición de sanciones por desacato a
una orden de un juez proferida dentro de un proceso de tutela.”
11
señalados por la Sala Plena de ésta Corporación en la sentencia SU–1219 de
2001 no son aplicables al caso en estudio. Por el contrario, de acuerdo a como
ha sido señalado en decisiones posteriores a la decisión de unificación citada,
como por ejemplo en la sentencia T-188 de 2002, la acción de tutela procede
excepcionalmente contra las decisiones tomadas en el curso de un incidente de
desacato, si puede verificarse la existencia de una vía de hecho42.

Lo anterior, por cuanto es claro que por medio del incidente de desacato, las
autoridades judiciales toman decisiones que pueden vulnerar los mandatos
superiores. Así también lo señaló esta Corporación en la sentencia T–421 de
2003, en donde se dijo lo siguiente:

“el incidente de desacato es un instrumento procesal para garantizar


plenamente el derecho constitucional a la administración de justicia del
accionante (art. 229 C.P.). No sólo se protege éste cuando se permite que
se acuda a la tutela, se reconozca la vulneración de los derechos
fundamentales en el fallo, y se establezca la respectiva orden para su
protección. Se necesita ir más allá y poner en marcha todas la medidas
procesales para que la materialización de la protección sea un hecho.

Al ser el incidente de desacato una providencia judicial en la cual se debe


respetar el debido proceso, también procede contra éste la tutela cuando se
evidencie la existencia de una vía de hecho. Esta Corporación ha señalado
que la vía de hecho, no corresponde a una simple irregularidad procesal,
sino que debe reunir en términos generales las siguientes características: 1)
Que se esté ante derechos fundamentales cuya violación sea grave e
inminente; 2) Debe surgir como una actuación abiertamente contraria al
ordenamiento jurídico; y 3) Que se manifieste como una actuación
caprichosa y arbitraria por parte del juez de conocimiento” .

Uso indiscriminado e irresponsable de la acción de tutela. Consecuencias43

Para la Corte es claro que la paulatina sustitución de los mecanismos ordinarios


de protección de derechos y de solución de controversias por el uso
indiscriminado e irresponsable de la acción de tutela entraña (i) que se desfigure
el papel institucional de la acción de tutela como mecanismo subsidiario para la
protección de los derechos fundamentales, (ii) que se niegue el papel primordial
que debe cumplir el juez ordinario en idéntica tarea, como quiera que es sobre
todo éste quien tiene el deber constitucional de garantizar el principio de eficacia
de los derechos fundamentales (artículo 2 Superior)44 y (iii) que se abran las
puertas para desconocer el derecho al debido proceso de las partes en
contienda, mediante el desplazamiento de la garantía reforzada en que
consisten los procedimientos ordinarios ante la subversión del juez natural (juez
especializado) y la transformación de los procesos ordinarios que son por regla
general procesos de conocimiento (no sumarios).

Ahora, esta situación se agrava si el juez constitucional no sólo se desprende de


la aplicación de las reglas procedimentales en materia de tutela, sino que
además se abroga, sin mayores miramientos, las competencias propias del juez
ordinario, del juez contencioso o de la administración, como cuando al detectar
42 T -343 de 1998
43 T-514 de 2003.M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
44 Cfr. Sentencia T-249 de 2002.
12
una vulneración de derechos fundamentales con ocasión de actuaciones
judiciales su orden de amparo sustituye la competencia funcional de la autoridad
demandada y termina dictando una nueva sentencia, o cuando en hipótesis
similares, ante actuaciones administrativas declara la nulidad de los actos
administrativos y delimita el contenido de los que deberán en consecuencia, ser
adoptados por la entidad administrativa condenada.

Para la Corte este tipo de situaciones son abiertamente contrarias al régimen


jurídico de la acción de tutela, desconocen su naturaleza subsidiaria para la
protección de derechos fundamentales, desvirtúan su papel en el complejo tejido
de competencias y procedimientos del ordenamiento jurídico, y paradójicamente,
pueden llegar a propiciar el desconocimiento de los derechos fundamentales de
las partes en contienda.

Competencia del juez de tutela frente al cumplimiento de los dictámenes


proferidos por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas45

Las observaciones que profiera el Comité de Derechos Humanos deben


observarse y ejecutarse por el Estado parte de buena fe, y es del resorte del juez
constitucional pronunciarse sobre la existencia de una amenaza o violación a los
derechos fundamentales cuando las circunstancias que subyacen a las
recomendaciones internacionales ameriten su intervención.

45 T-385 de 2005. M.P. Rodrigo Escobar Gil.


13

ARTICULO 86 DE LA CONSTITUCION POLITICA

TODA PERSONA

En46 realidad la acción de tutela puede ser ejercida por personas naturales o
jurídicas. En efecto, el artículo 86 de la Constitución establece que toda persona
tendrá acción de tutela, así:

"Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por
sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales" (subrayas y negrillas fuera del
texto).

El artículo 10º del Decreto 2591 de 1991 establece:

"La acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por
cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante..."
(subrayas y negrillas fuera del texto).

En el derecho colombiano se distinguen dos tipos de personas, a saber: las


personas naturales y las personas jurídicas (artículo 73 del código civil).

a- Personas naturales: son absolutamente todos los seres humanos (artículo 74


del Código Civil).

b- Persona jurídica: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:

"Se llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer derechos
y contraer obligaciones civiles, y de ser respetada judicial y extra
judicialmente".

Sobre la titularidad de las personas jurídicas respecto de la acción de tutela, esta


Sala considera que ellas son ciertamente titulares de la acción, como lo dijo ya la
Corte en Sentencia de tutela número T-411.1 Para los efectos relacionados con
la titularidad de la acción de tutela se debe entender que existen derechos
fundamentales que se predican exclusivamente de la persona humana, como el
derecho a la vida y la exclusión de la pena de muerte (artículo 11); prohibición de
desaparición forzada, torturas, tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
(artículo 12); el derecho a la intimidad familiar (artículo 15); entre otros. Pero
otros derechos ya no son exclusivos de los individuos aisladamente
considerados, sino también en cuanto se encuentran insertos en grupos y
organizaciones, cuya finalidad sea específicamente la de defender determinados
ámbitos de libertad o realizar los intereses comunes. Luego, las personas
jurídicas poseen derechos constitucionales fundamentales por dos vías: a-
directamente: cuando las personas jurídicas son titulares de derechos
fundamentales no porque actúan en sustitución de sus miembros, sino que lo
46 T-441 de 1992. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1 T-411 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional de fecha 17 de junio de 1992.
14
son por sí mismas, siempre, claro está, que esos derechos por su naturaleza
sean ejercitables por ellas mismas. b- indirectamente: cuando la esencialidad de
la protección gira alrededor de la tutela de los derechos constitucionales
fundamentales de las personas naturales asociadas. Esta tesis ha sido adoptada
por el derecho comparado, así: el artículo 162.1.b. de la Constitución española
reconoce expresamente la acción de amparo para personas naturales y
jurídicas; y la Ley Fundamental alemana, en su artículo 19.III., dispone lo mismo.

La47 Constitución ha conferido la acción de tutela a todas las personas, es decir


que no limita las posibilidades de acudir a ella por razones de nacionalidad,
sexo, edad, origen de raza o capacidades intelectuales, razón por la cual es
factible que la ejerzan los niños, los indígenas, los presos, los campesinos, los
analfabetas y en general todo individuo de la especie humana que se halle
dentro del territorio colombiano. Riñe, entonces, con la naturaleza y los
propósitos que la inspiran y también con la letra y el espíritu de la Carta, toda
exigencia que pretenda limitar o dificultar su uso, su trámite o su decisión por
fuera de las muy simples condiciones determinadas en las normas pertinentes.
Cuando48 en el artículo 86 se hace alusión a "toda persona", no se establece
diferencia entre la persona natural o jurídica, nacional o extranjera y, por tanto,
legitima a todo titular de un derecho fundamental amenazado o lesionado, para
solicitar su restablecimiento ante los jueces de la República. A su turno, el
artículo 100 Superior, otorga a los extranjeros "los mismos derechos civiles" que
se conceden a los nacionales. Es claro que los extranjeros son titulares de este
mecanismo de defensa, en armonía con lo dispuesto en el artículo 13 de la
Carta, según el cual a nadie se le puede discriminar por razón de su "origen
nacional".

El49 amparo está al alcance de todas las “personas”, sin distinguir si son
naturales o jurídicas, y, como en el caso de las segundas debe tener lugar la
necesaria adaptación de los derechos constitucionales a su naturaleza y
actividades (no todo derecho de las personas naturales es aplicable a las
jurídicas), es al juez de tutela, en cada caso particular, a quien corresponde el
análisis sobre los derechos que se aducen como amenazados o vulnerados,
para conceder o negar la protección, según sus conclusiones. Es innegable, sin
embargo, como regla general, que derechos como el de la honra, el buen
nombre, la igualdad, el debido proceso, son perfectamente válidos respecto de
las personas jurídicas. No podría deducirse de la Constitución argumento alguno
para dejarlas desamparadas en lo que se refiere a ellos, pues en el fondo, al
protegerlas judicialmente, son protegidas las personas naturales que las
conforman o que dependen, directa o indirectamente, de ellas.

La persona jurídica como titular de derechos fundamentales50

La jurisprudencia de la Corte Constitucional51 ha reiterado que las personas


jurídicas son titulares de la acción de tutela, bien por vía directa, cuando se trata
de defender los derechos de esta clase de institución, o bien por vía indirecta,
cuando se procura proteger los derechos de las personas naturales

47 T-459 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


48 T-380 de 1998.
49 T-345 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
50 T-1189 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
51 Cfr. Sentencia T-476 de 1992
15
representadas por la persona jurídica que ejerce la acción prevista en el artículo
86 superior.

Es decir, en determinadas circunstancias la persona jurídica puede agenciar


derechos fundamentales de personas naturales que se encuentran vinculadas
legalmente a ella, como ocurre en el caso de los empleados de un Hospital o de
las personas que se encuentran internas en él y, por ende, bajo la protección
médica e institucional del respectivo centro de rehabilitación. En eventos como
este, el representante legal del centro médico está legitimado para ejercer la
acción de tutela a nombre de los empleados o de las personas hospitalizadas,
más aún cuando mediante actos que implican violencia resultan vulnerados los
derechos fundamentales de las personas sometidas a tratamientos científicos
que imponen su permanencia en el lugar.

Corresponde al juez de tutela evaluar las condiciones dentro de las cuales la


persona jurídica está legitimada en la causa para representar a quienes son
víctimas de una agresión a sus derechos fundamentales. El vínculo entre una y
otros ha de ser de tal entidad, que el juzgador llegue al convencimiento de que la
actuación oportuna de la persona jurídica y la relación legal con sus
representados, constituyen la razón suficiente para reconocerla como
procuradora de los derechos fundamentales de las personas naturales
presuntamente agredidas.

Así mismo52 cabe recordar que como reiteradamente lo ha expuesto esta


Corporación, las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales53
dentro de los que se cuenta el debido proceso y como elemento del mismo el
derecho de defensa que en su caso no resulta hipotético pues el ordenamiento
jurídico no solo prevé la posibilidad de que una persona jurídica y no sólo sus
gestores pueda verse involucrada en conductas ilícitas54 (art. 91, Ley 906 2004)
sino que en general la Corte ha hecho énfasis en que dentro de los derechos
fundamentales que sin duda son predicables de las personas jurídicas se
encuentra el debido proceso y el acceso a la administración de justicia.

Al respecto ha señalado:
52 C-030 de 2006. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
53 Pueden consultarse al respecto las sentencias: SU-1193 de 2000 M.P. Alfredo Beltrán Sierra; SU-182 de 1998. M.P.
Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández; T-201 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara; T-300 de 2000. M.P José
Gregorio Hernández Galindo; T-238 de 1996. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa; T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-575 de 2002 y T1212 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En dicha jurisprudencia se ha reconocido que las
personas jurídicas son titulares de los derechos al debido proceso, a la igualdad, a la inviolabilidad de domicilio y de
correspondencia, a la libertad de asociación, a la inviolabilidad de los documentos y papeles privados, al acceso a la
administración de justicia, el derecho a la información, el habeas data y el derecho al buen nombre, entre otros.

54 Ver al respecto entre otras las sentencias C- 558/04 M.P: Clara Inés Vargas Hernández y C-320 de 1998 M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz en la que se señaló: “De la misma manera que el legislador en diversos órdenes parte de la premisa
según la cual las personas jurídicas voluntariamente se apartan de la ley y se exponen en consecuencia a tener que
soportar en razón de sus actos u omisiones ilícitas las respectivas imputaciones que son el presupuesto de posteriores
sanciones, puede el mismo órgano soberano en los supuestos que establezca y a propósito de conductas susceptibles de
llevarse a cabo por ellas, disponer que tales entes, al coordinar medios ilícitos con el fin de perseguir sus intereses,
autorizan al juez competente a dar por configurado el presupuesto para aplicar en su caso la sanción penal prevista en la
ley.
(...)
La determinación de situaciones en las que la imputación penal se proyecte sobre la persona jurídica, no encuentra en la
Constitución Política barrera infranqueable; máxime si de lo que se trata es de avanzar en términos de justicia y de mejorar
los instrumentos de defensa colectiva. Es un asunto, por tanto, que se libra dentro del marco de la Carta a la libertad de
configuración normativa del legislador y, concretamente, a su política sancionatoria, la cual puede estimar necesario por lo
menos en ciertos supuestos trascender el ámbito sancionatorio donde reina exclusivamente la persona natural - muchas
veces ejecutora ciega de designios corporativos provenientes de sus centros hegemónicos -, para ocuparse directamente
de los focos del poder que se refugian en la autonomía reconocida por la ley y en los medios que ésta pone a su disposición
para atentar de manera grave contra los más altos valores y bienes sociales.
De conformidad con lo expuesto, la imputación de responsabilidad penal a la persona jurídica en relación con los delitos a
que se ha hecho mención, no viola la Constitución Política”.
16

“Es incuestionable que dada su propia naturaleza, una persona jurídica no


puede solicitar, por ejemplo, la protección del derecho a la seguridad
social55. Pero también es indiscutible, que por la función que cumplen estas,
muchas veces se ven en la necesidad de acudir al aparato judicial para
resolver las controversias generadas en el ejercicio de sus actividades. En
estos casos, mal podría afirmarse que el acceso a la administración de
justicia o el debido proceso, son garantías constitucionales fundamentales
de las cuales no son titulares y que los mecanismos diseñados para su
protección resultan inoperantes en esos precisos eventos.

Por tal razón, en la sentencia T – 924 de 2002 la Corte señaló que ‘El debido
proceso y el acceso a la justicia se atribuyen a las personas, naturales y
jurídicas, porque son derechos que se basan en la capacidad de obrar de unas
y otras, no en la naturaleza de su personalidad. Prueba de ello es que el debido
proceso se aplica a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, y que
el artículo 229 constitucional garantiza a toda persona el acceso a la justicia.’

A renglón seguido, esta Corporación indicó también, que ‘Pretender excluir a las
personas jurídicas de la acción de tutela para restablecer su derecho a un juicio
justo, conforme a las leyes preexistentes, ante un tribunal competente y con la
plenitud de las formas previstas, sería tanto como establecer presupuestos
diferentes en el desenvolvimiento de la capacidad de obrar de las personas
naturales, según su actuación individual u colectiva, desconociendo la
protección que la Carta Política otorga al substrato humano que comportan
todas las actuaciones que proyectan al hombre como ser social.”56

Se57 trata ni más ni menos de un medio de defensa que se encuentra al alcance


de todas las personas - nacionales o extranjeras, naturales o jurídicas -, cuya
esencia radica en la sumariedad, preferencia y efectividad para obtener
protección judicial frente a la vulneración o amenaza de sus derechos
fundamentales. Según lo dispone el artículo 86 de la Carta, la tutela puede ser
instaurada por cualquier persona que considere vulnerados o amenazados sus
derechos fundamentales, independientemente de si es ciudadano o no. De
manera que pueden interponerla los nacionales, los extranjeros, los que se
encuentran privados de su libertad, los indígenas58 e inclusive los menores de
edad. No hay diferenciación por aspectos tales como raza, sexo o condición
social, lo que indica que todo ser humano que se halle en territorio colombiano
puede ejercer la acción, o, en el evento en que no se encuentre allí, cuando la
autoridad o particular con cuya acción u omisión se vulnera el derecho
fundamental se halle en Colombia.

La59 mera pluralidad de personas titulares de un mismo derecho personal, no lo


convierte, sin más, en un derecho colectivo que excluya la procedencia de la
acción de tutela.

55 Este punto fue analizado por la Corte en la sentencia C-739 de 2002.


56 Sentencia T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
57 T-1020 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
58 Sobre el ejercicio de la acción de tutela por parte de los indígenas se ha pronunciado la Corte en múltiples
oportunidades, como por ejemplo en las sentencias T-380 del 13 de septiembre de 1993 y T-001 del 13 de enero de 1994.
59 T-320 de 1993. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
17
60
La solicitud de tutela puede ser presentada por un número plural, sin que sea
indispensable que el juzgado ponga la nota de presentación de todos y cada uno
de los firmantes. No es justo exigir que cada solicitante presente por separado
su tutela, Y si esto llegare a ocurrir (identidad de peticiones, fundamentos y
persona contra quien se dirige la acción, pero diversidad de solicitudes), es
prudente que todos se tramiten bajo una misma cuerda, sin necesidad de acudir
a un incidente de acumulación de procesos, bien sea porque se repartan a un
mismo juzgado o porque llegando las solicitudes a un sólo Despacho judicial
este estime conveniente formar un sólo proceso. Lo que no tiene sentido es
perder el tiempo en trámites de acumulación porque esto atenta contra los
principios de economía, celeridad y eficacia. Además, el ritual de los incidentes
no es un principio general del proceso.

La61 acción de tutela es viable cuando la acción u omisión de la autoridad


pública o de un particular pueden afectar a un número plural de personas,
todas ellas identificadas o identificables en sus derechos fundamentales, con
independencia del número de éstas.

Siguiendo62 el texto del artículo 86 superior, la acción de tutela puede ser


ejercida directa o indirectamente por la persona afectada con la acción u
omisión de otro. Sin embargo, la jurisprudencia ha establecido las
hipótesis dentro de las cuales a pesar de tratarse de un grupo de
personas, las mismas pueden identificarse, es decir, ser determinadas a
efectos de examinar si sus derechos han sido conculcados. Ante
situaciones como esta, la Corte Constitucional ha expuesto:

"Ahora bien, la Sala considera conveniente realizar algunas precisiones


acerca del alcance de la acción de tutela contra particulares - y también
contra autoridades públicas- en los casos en que se afecte el interés
colectivo. Sea lo primero advertir que en algunos eventos la acción o la
omisión de un particular, así como la de una autoridad pública, puede
afectar a un número plural de personas, todas ellas identificadas o
identificables, en cuyo caso no se puede predicar una situación de "interés
colectivo" que amerite la protección jurídica mediante la figura de las
acciones populares de que trata el artículo 88 superior, sino que se trata de
una circunstancia que puede protegerse o remediarse mediante
instrumentos especiales como lo son las acciones consagradas en la
legislación colombiana, o la acción de tutela en los términos definidos por el
artículo 86 de la Carta Política. En consecuencia, cuando se presentan los
supuestos descritos, es posible tutelar los derechos fundamentales de las
personas, toda vez que se trata realmente de una acumulación de acciones
encaminadas a proteger a unos individuos determinados. Tal es el caso, por
ejemplo, de la contaminación de la comida en una escuela, o de la
deficiente prestación del servicio público de acueducto en un conjunto
residencial de una ciudad. En estas situaciones, si bien una pluralidad de
personas se encuentran afectadas, todas ellas son identificables e
individualizables y, por ende, cada una puede reclamar ante los jueces el
amparo de sus derechos, amenazados o vulnerados; en caso de no hacerlo,
surge también la vía de la acción de clase mediante la cual esas personas
pueden reclamar por un daño que se les haya ocasionado "sin perjuicio de
60 A.003 de 1994. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
61 T-287 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.
62 T-1189 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
18
las correspondientes acciones particulares" (Art. 88 C.P.). Sentencia T-028
de 1994.

TENDRA ACCION DE TUTELA

La63 acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían buena
parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y de sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador.

Tampoco64 debe olvidarse que conforme a los tratados internacionales de


derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad estricto
sensu, como la Declaración Universal de Derechos Humanos65, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos66 y la Convención Americana de
Derechos Humanos67, la acción de tutela constituye per se un derecho
fundamental, por lo que la negativa a darle trámite por parte de los máximos
órganos de la jurisdicción ordinaria y contencioso administrativa, implica a su vez
la violación de un derecho fundamental, como lo es gozar de un recurso judicial
efectivo para la garantía de los demás derechos fundamentales68.

Además, la resolución de las acciones de tutela debe darse generalmente a


través de fallos judiciales en los cuales habrá de resolverse sobre la concesión,
negación o improcedencia de la acción, por lo que cualquier otro tipo de decisión
no resulta en principio conforme al mandato constitucional del artículo 86 y
desconoce el deber constitucional de administrar justicia69.

PARA RECLAMAR ANTE LOS JUECES

En70 diferentes sentencias la Corte Constitucional ha dejado expuesto su criterio


en el sentido de que el conocimiento de las acciones de tutela corresponde a
todos los jueces de la República, con observancia del principio de la doble
instancia, y que éstos integran una particular jurisdicción constitucional desde el
punto de vista material, sin que ello implique suspensión o ruptura de su relación
con la jurisdicción a la cual cada uno de ellos están orgánica y funcionalmente
vinculados de manera originaria, pues la intención del Constituyente no fue la de
establecer una nueva estructura burocrática como soporte material y jurídico de
63 C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
64 T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
65 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
66 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo,
aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
67 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
68 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
69 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
70 T-424 de 1995. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
19
la jurisdicción constitucional instituida para la defensa de los derechos
constitucionales fundamentales, sino aprovechar la infraestructura judicial
existente.

En relación con la aplicabilidad del Decreto 1382 de 2000, la Corte ha señalado71


que en el sistema jurídico colombiano existen varios órganos de cierre que fijan
la interpretación última en cada una de las áreas del derecho que les han sido
encomendadas según la distribución de competencias efectuada por la propia
Constitución (artículos 234, 237 y 241 de la C.P.). Para establecer si un tema ha
sido decidido de manera definitiva es preciso tener en cuenta cuatro elementos:
(i) la vía judicial que se emplea, (ii) el objeto de la controversia que se analiza 72
(iii) el órgano que profiere la decisión y (iv) la normatividad a partir de la cual se
estudia el caso. En el presente caso se trata de un conjunto de acciones de
nulidad, algunas por ilegalidad y otras por inconstitucionalidad73 que versan
sobre la competencia del Presidente para expedir un decreto reglamentario
regulando la materia mencionada y decididas por una Sección, la Primera de la
Sala Contencioso Administrativa del Consejo de Estado. Ante las circunstancias
descritas, la Corte Constitucional decide acatar la decisión de la Sección Primera
de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, tanto por las
consideraciones expuestas como para salvaguardar el principio de la seguridad
jurídica y proteger los derechos fundamentales de las personas involucradas en
el caso, que son quienes realmente se ven perjudicadas cuando sus procesos
se dilatan en razón a los ahora aparentes conflictos de competencia. Además, es
pertinente subrayar la necesidad de hacer cesar la afectación del derecho al
acceso oportuno a la administración de justicia y de garantizar la celeridad y la
eficacia de los procedimientos de tutela. Lo que procede entonces es aplicar el
decreto reglamentario citado, mientras no se profiera una providencia que decida
lo contrario, a partir de un análisis principalmente constitucional o del estudio de
súplicas diferentes a las denegadas por la Sección Primera del Consejo de
Estado en la sentencia citada.

Conflictos de competencia en tutela74. En pronunciamientos anteriores, esta


Corporación estableció que no está dentro de sus atribuciones resolver conflictos
de competencia entre jueces de la misma jurisdicción que cuenten con un
superior jerárquico común.75 Si bien no existe norma que lo disponga de manera
expresa, los conflictos que se susciten en materia de tutela, deben ser resueltos
por el superior jerárquico común de los jueces o tribunales entre los cuales se
presente la colisión. Sólo en caso de no existir superior jerárquico común, la
Corte Constitucional tiene la competencia para conocer de tal diferencia.76 A
pesar de que la Corte ha reconocido reiteradamente que su competencia es
residual y que cuando los jueces en conflicto tengan un superior jerárquico
común que pueda conocer del conflicto no le corresponde a esta Corporación
hacerlo también ha señalado que “(…) en virtud de los principios de celeridad y
sumariedad en el procedimiento de tutela, y del derecho al acceso oportuno a la

71 Auto 298 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


72 La Corte Constitucional ya ha hecho referencia a la posibilidad de que un decreto reglamentario viole de manera directa
la Constitución, pues la ley no actúa como una “pantalla” que impida una confrontación directa entre aquél y la Carta
Política. Al respecto ver la sentencia C-1290 de 2001.
73 La Sección Primera no se pronunció específicamente sobre algunos de los cargos de inconstitucionalidad presentados
contra el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, como lo anotaron quienes salvaron el voto.
74 Auto 070 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
75 Ver auto A-044/98, (En esta ocasión la Corte se abstuvo de dirimir un conflicto de competencia entre el Juzgados 25
Civil del Circuito de Bogotá y 5 Civil del Circuito de Neiva y remitió el conflicto a la Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Civil para su solución).
76 Ver auto del 14 de marzo de 2001 ICC-147.
20
administración de justicia, la Corte ha llegado a asumir de manera directa el
conocimiento de conflictos de competencia teniendo en cuenta el objetivo de
garantizar la mejor protección de los derechos fundamentales.” 77 Ha dicho la
Corporación:

“No puede olvidar esta Corte, y este ha sido su criterio, que la resolución de
los conflictos de competencia debe atender dos principios básicos que
orientan la protección de los derechos fundamentales, como objetivo
primordial de la Constitución de 1991 y de la consagración de la acción de
tutela. Estos principios son, en primer lugar, la eficacia de los derechos
fundamentales (art. 2 C.P.), para lo cual es necesario –las más de las
veces- atender al postulado de prevalencia del derecho substancial sobre el
procedimental; y en segundo lugar, la sumariedad, celeridad e informalidad
del procedimiento de tutela (art. 86 C.P.), entendidos como condición
necesaria para la protección real y oportuna de este tipo especial de
derechos constitucionales.

La Corte no puede ser permisiva con la dilación de los términos ni con la


renuencia de las autoridades a asumir de manera definitiva el conocimiento
de las solicitudes de tutela. En este sentido, la Sala considera que remitir a
la Corte Suprema las presentes diligencias para que ella resuelva el
conflicto de competencia, agravaría aun más la situación de la peticionaria,
quien por demás, no tiene por que sufrir la mora que aparejan los problemas
de interpretación de las normas de competencia para conocer de la acción
de tutela.”78

Dado el tiempo transcurrido desde la interposición de la tutela hasta la fecha en


que esta Corporación conoce del conflicto de competencia, la Sala considera
necesario entrar a resolver de manera directa la presente colisión. 79 La
Constitución reconoce a toda persona el derecho político fundamental de
interponer “ante los jueces, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento
preferente y sumario”, acción de tutela para “la protección inmediata de sus
derechos fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados o
amenazados” (art.86, CP). En el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 se
establece que, en primera instancia “son competentes para conocer de la acción
de tutela, a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar donde
ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de la
solicitud.” Las normas del procedimiento de acción de tutela son las
herramientas con que cuentan las personas para hacer efectiva la protección sus
derechos fundamentales, en modo alguno pueden entenderse como obstáculos
para lograrla.

EN TODO MOMENTO Y LUGAR


77 Auto 001 de 20 de enero de 2004. En este caso, la Corte conoció de un conflicto de competencias entre los Consejos
Seccionales de Cundinamarca y Atlántico, en razón a qué ambos consideraban que el competente era el Consejo
Seccional de la otra localidad. Por las razones expuestas, la Corte resolvió “remitir, el expediente de tutela al Consejo
Seccional de la Judicatura del Atlántico, Sala Disciplinaria, para que adelante la correspondiente actuación judicial”.
78 Ver ICC-720 del 30 de septiembre de 2003, en el cual esta Corporación conoció de manera directa un conflicto de
competencia entre las salas Civil-Familia y Penal del Tribunal Superior de Buga, a pesar de que la Corte Suprema de
Justicia era la entidad que, en principio, debía resolverlo, toda vez que habían transcurrido más de tres meses desde la
interposición de la tutela sin que esta pudiera haber sido resuelta en virtud de la colisión. Ver también ICC-711, en el cual
la Corte asumió conocimiento del conflicto entre el Juzgado 26 Penal del Circuito de Bogotá y el Tribunal Superior de
Bogotá -Sala Penal- a pesar de que, en virtud de la competencia residual de esta Corporación debería conocer la Corte
Suprema de Justicia. Para el momento de la resolución del conflicto de competencia ya habían transcurrido más de 6
meses desde la interposición de la tutela.
79 Igual decisión adoptó la Corte Constitucional en el Auto 001 de 2004.
21

La80 posibilidad de interponer la acción de tutela en cualquier tiempo significa


que no tiene término de caducidad. La consecuencia de ello es que el juez no
puede rechazarla con fundamento en el paso del tiempo y tiene la obligación de
entrar a estudiar el asunto de fondo. Teniendo en cuenta el sentido de
proporcionalidad entre medios y fines, la inexistencia de un término de
caducidad no puede significar que la acción de tutela no deba interponerse
dentro de un plazo razonable. La razonabilidad de este plazo está determinada
por la finalidad misma de la tutela, que debe ser ponderada en cada caso
concreto. De acuerdo con los hechos, el juez está encargado de establecer si la
tutela se interpuso dentro de un tiempo prudencial y adecuado, de tal modo que
no se vulneren derechos de terceros. Si bien el término para interponer la acción
de tutela no es susceptible de establecerse de antemano de manera afirmativa,
el juez está en la obligación de verificar cuándo ésta no se ha interpuesto de
manera razonable, impidiendo que se convierta en factor de inseguridad, que de
alguna forma afecte los derechos fundamentales de terceros, o que
desnaturalice la acción. Si el elemento de la inmediatez es consustancial a la
protección que la acción brinda a los derechos de los ciudadanos, ello implica
que debe ejercerse de conformidad con tal naturaleza. Esta condiciona su
ejercicio a través de un deber correlativo: la interposición oportuna y justa de la
acción.

Si la inactividad del accionante para ejercer las acciones ordinarias, cuando


éstas proveen una protección eficaz, impide que se conceda la acción de tutela,
del mismo modo, es necesario aceptar que la inactividad para interponer esta
última acción durante un término prudencial, debe llevar a que no se conceda.
En el caso en que sea la tutela y no otro medio de defensa el que se ha dejado
de interponer a tiempo, también es aplicable el principio establecido en la
Sentencia (C-543/92), según el cual la falta de ejercicio oportuno de los medios
que la ley ofrece para el reconocimiento de sus derechos no puede alegarse
para beneficio propio, máxime en los casos en que existen derechos de terceros
involucrados en la decisión. La razonabilidad en la interposición de la acción de
tutela está determinada, tanto en su aspecto positivo, como en el negativo, por la
proporcionalidad entre medios y fines. El juez debe ponderar una serie de
factores con el objeto de establecer si la acción de tutela es el medio idóneo
para lograr los fines que se pretenden y así determinar si es viable o no. Dentro
de los aspectos que debe considerarse, está el que el ejercicio inoportuno de la
acción implique una eventual violación de los derechos de terceros. Para
hacerlo, el juez debe constatar: 1) si existe un motivo válido para la inactividad
de los accionantes; 2) si esta inactividad injustificada vulnera el núcleo esencial
de los derechos de terceros afectados con la decisión y 3) si existe un nexo
causal entre el ejercicio inoportuno de la acción y la vulneración de los derechos
de los interesados.

La81 Corte ha señalado que la presentación de la acción de tutela debe


realizarse dentro de un término razonable que permita la protección inmediata
del derecho fundamental a que se refiere el art. 86 de la C.N., pudiendo resultar
improcedente la acción por la inobservancia del principio de la inmediatez que
debe caracterizar su ejercicio, haciendo que este mecanismo no sea ya el más
expedito para proteger los derechos fundamentales que se consideran
vulnerados con la acción u omisión de la autoridad pública.
80 SU.961 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
81 T-657 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
22

El82 presupuesto de la inmediatez constituye un requisito de procedibilidad de la


tutela. De acuerdo con éste, la acción debe ser interpuesta dentro de un plazo
razonable, oportuno y justo83. Esta condición está contemplada en el artículo 86
de la Carta Política como una de las características de la tutela, cuyo objeto es
precisamente la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales de toda persona, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública o de los
particulares en los casos que establezca la ley. En una decisión más reciente se
retomó el tema en los siguientes términos:

“(...) tal y como lo ha expuesto de forma reiterada esta Corporación, la


procedibilidad de la acción de tutela exige su interposición dentro de un
plazo razonable, oportuno y justo, de tal manera que la acción no se
convierta en un factor de inseguridad jurídica, premiando con ello la
inactividad de los interesados en el ejercicio oportuno de los recursos, la
negligencia y la desidia. Ciertamente, si con la acción de tutela se busca la
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
cuando quiera que estos resulten violados o amenazados por la acción u
omisión de las autoridades públicas, es imprescindible que su ejercicio
tenga lugar dentro del marco de ocurrencia de la amenaza o violación de los
derechos. Una percepción contraria a esta interpretación, desvirtúa el
alcance jurídico dado por el Constituyente a la acción de tutela y deja sin
efecto el objetivo de garantizar por esa vía judicial la protección actual,
inmediata y efectiva de tales derechos”84.

Así pues, es inherente a la acción de tutela la protección actual, inmediata y


efectiva de aquellos derechos. Con tal exigencia se pretende evitar que este
mecanismo de defensa judicial se emplee como herramienta que premia la
desidia, negligencia o indiferencia de los actores, o se convierta en un factor de
inseguridad jurídica.

MEDIANTE UN PROCEDIMIENTO PREFERENTE Y SUMARIO

La85 obligación de dar trámite urgente a las acciones de tutela no cobija tan solo
a los jueces, quienes gozan del perentorio término en referencia para proferir el
fallo, sino que se extiende a los funcionarios y organismos administrativos que
por cualquier razón deban intermediar en la tramitación de la demanda o en la
práctica de las pruebas ordenadas por el juez, ya que el objetivo de la normativa
constitucional, es la protección inmediata y eficaz de los derechos mediante un
procedimiento preferente y sumario. Como ya lo ha expresado la Corte86, este
término no admite excepciones, pues de lo que se trata es de asegurar la
inmediata protección del derecho violado o amenazado, razón por la cual el
mismo precepto superior habla de un procedimiento preferente y sumario, a la
vez que el artículo 15 del Decreto 2591 de 1991 ordena que su trámite se surta
con prelación, para lo cual se pospondrá cualquier otro asunto, salvo el de
Habeas Corpus, añadiendo que los plazos son perentorios e improrrogables.

82 T-635 de 2004. M.P. Jaime Araujo Rentería.


83 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-575/02
84 Corte Constitucional. Sentencia T-575-02.
85 T-459 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
86 Cfr. Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencias de abril 3 y mayo 6 de 1992.
23

La87 Constitución Política en su artículo 86 creó la acción de tutela como un


mecanismo preferente y sumario de protección y defensa de los derechos
fundamentales. Sin embargo, la condición de preferente y sumario no significa
que el juez de conocimiento en pro de la efectividad y rapidez del fallo se
abstenga de desplegar todas las medidas necesarias –jurídicamente posibles-
para conjurar la vulneración de los derechos fundamentales, como tampoco,
significa que el fallador deba producir todo tipo de órdenes sin fundamento
jurídico en aras de absolver afirmativamente las pretensiones de los
accionantes. El fallo de tutela debe ser el resultado de la valoración de todos los
aspectos jurídicos y fácticos además de garantizar la concurrencia de todas las
personas involucradas –activa o pasivamente- en la situación jurídica producto
de la controversia. La condición preferente y sumaria de la acción de tutela
significa, en especial, que el juez de conocimiento debe emplearse a fondo en la
identificación de la totalidad de los aspectos que componen la litis, para que el
fallo sea realmente una garantía efectiva de los derechos fundamentales y
producto de una actuación ágil y oportuna.

De88 conformidad con lo previsto en el Art. 86 de la Constitución, el


procedimiento de tutela es preferente y sumario, para la protección inmediata de
los derechos constitucionales fundamentales, cuando éstos resulten vulnerados
o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública, o de los
particulares en los casos contemplados en la misma disposición. Se trata de un
procedimiento constitucional (no civil), especial, de rango superior, para la
protección de los máximos valores constitucionales y con reglas de
interpretación y aplicación diversas de los procedimientos comunes u ordinarios.
Ello implica que las decisiones que se profieran en dicho procedimiento no
pueden estar sometidas a los mismos trámites señalados por el legislador para
el ejercicio de la funciones judiciales ordinarias y, por tanto, no es admisible que
en todas las situaciones para las cuales no existe norma expresa en la
regulación de la jurisdicción constitucional (Decretos 2067 de 1991 y 2591 de
1991) se apliquen por analogía aquellas disposiciones, concretamente las del
Código de Procedimiento Civil.

POR SI MISMA O POR QUIEN ACTUE A SU NOMBRE

Según89 el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, la acción de tutela podrá ser
ejercida por cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante. En este
último caso es posible otorgar poder, el cual se presumirá auténtico al tenor de la
misma norma. Ya la Corte ha destacado que, pese a la informalidad de la tutela,
si se acude a un apoderado, éste, en cuanto representa judicialmente a la
persona, debe acreditar que cumple los requisitos legales para hacerlo según el
Decreto 196 de 1971, sobre el ejercicio de la profesión de abogado (Cfr.
Sentencia T-550 de 1993).

No acontece lo mismo con quien actúa oficiosamente, agenciando derechos


ajenos, pues en los términos del enunciado artículo 10, esto es factible hacerlo
cuando el titular de aquellos no se halle en condiciones de promover su propia
87 Auto 033 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
88 Auto 014 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
89 T-293 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
24
defensa; desde luego el agente oficioso pondrá de presente tal circunstancia en
la solicitud. En la aludida hipótesis no se está ante la representación judicial
propia del abogado sino que se trata de la intervención oportuna de quien,
conociendo los hechos, actúa en búsqueda de la justicia material que debe
administrarse de manera inmediata para evitar que se cause o prosiga la
violación de un derecho fundamental. Para90 la procedencia de la agencia
oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como tal,
sino que además demuestre que el titular del derecho amenazado o vulnerado
se encuentra en imposibilidad de promover su propia defensa, bien sea por
circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas que pudieren
haber afectado su estado mental, o en presencia de un estado de indefensión
que le impida acudir a la justicia. En todo caso, con base en lo dispuesto por el
inciso 2o. del artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, cuando tal circunstancia
ocurra, deberá esta manifestarse en la respectiva solicitud. Igualmente, en la
Sentencia T-555 de 1996, se expresó acerca de esta institución, lo siguiente: “En
suma, si del escrito mediante el cual el agente oficioso demanda el amparo
constitucional de los derechos de su agenciado no surge, de manera clara y
expresa, que éste último se encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus
derechos por sí mismo, la acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin
que al juez le esté autorizado entrar a estudiar ninguna de las cuestiones de
fondo que se han sometido a su conocimiento”.

En91 el agenciamiento de derechos ajenos, debe estar debidamente demostrado


que realmente el interesado no está en condiciones de asumir la defensa de sus
propios derechos. Esta exigencia no es resultado de un capricho del legislador,
ni corresponde a una mera formalidad, encaminada a obstaculizar el acceso a la
administración de justicia, especialmente cuando se trata de la defensa de un
derecho fundamental. No. Esta exigencia es desarrollo estricto de la
Constitución sobre el respeto a la autonomía personal (art. 16). Una de las
manifestaciones de esta autonomía se refleja en que las personas, por sí
mismas, decidan si hacen uso o no, y en qué momento, de las herramientas
que la Constitución y la ley ponen a su alcance, para la protección de sus
derechos en general, trátese de los fundamentales o de los simplemente legales.
Esta concepción está ligada, también, al reconocimiento integral de la dignidad
humana. Es decir, que a pesar de la informalidad que reviste la presentación de
la acción de tutela, tal informalidad no puede llegar hasta el desconocimiento de
lo que realmente desea la persona interesada. Pues, a pesar de las buenas
intenciones del tercero, sus propósitos pueden no ser los mismos que los del
interesado. El interesado puede no querer, por ejemplo, que personas distintas a
su médico personal la ausculte, o que un juez conozca detalles de su
enfermedad, que quiere que permanezcan dentro de su ámbito privado.

Para92 la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable (i.) no sólo que el


agente afirme actuar como tal, sino que además (ii.) demuestre que el titular del
derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad de promover su
propia defensa, "bien sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por
razones síquicas que pudieren haber afectado su estado mental, o en presencia
de un estado de indefensión que le impida acudir a la justicia". Sin embargo, la
exigencia de estos requisitos no puede interpretarse formalmente, es decir, su
cumplimiento no está supeditado a la existencia, dentro de la petición de tutela,
90 T-414 de 1999.
91 T-503 de 1998. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
92 T-452/01. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
25
de frases sacramentales o declaraciones expresas que den cuenta de la agencia
oficiosa, pues bien puede ocurrir que las circunstancias que impiden que una
persona actúe a nombre propio, justificando la intervención oficiosa de otro, sean
hechos que se desprenden naturalmente de la narración hecha por el petente,
cuya veracidad y alcance deben ser valorados por el juez, pudiendo, incluso,
desplegar sus atribuciones en materia probatoria para establecer la certeza de
las afirmaciones hechas. El juez de tutela, en ejercicio de sus funciones como
garante y guardián de los derechos fundamentales y la Constitución, puede
declarar procedente la agencia oficiosa en aquellos eventos en los que partiendo
de los hechos y circunstancias que definen cada caso, constata que (1.) el actor
en el proceso de amparo actúa a nombre de otra persona y (2.) de la exposición
de los hechos resulta evidente que el agenciado se encuentra imposibilitado
para interponer la acción por su propia cuenta. Ciertamente, la agencia oficiosa
tácita, será procedente en la medida en que el representado no se vea
perjudicado o corra riesgo alguno por el ejercicio del acto de representación, y
siempre que exista un respaldo fáctico del cual se pueda deducir -no
simplemente presumir-, que se está realizando un acto a favor de otro.

La93 satisfacción de los presupuestos legales o de los elementos normativos de


alguna de estas cuatro posibilidades, permiten la configuración de la legitimación
en la causa por activa en los procesos de tutela. En este orden de ideas la Sala
pasará a señalar las referidas posibilidades: (i) la del ejercicio directo de la
acción. (ii) La de su ejercicio por medio de representantes legales (caso de los
menores de edad, los incapaces absolutos, los interdictos y las personas
jurídicas). (iii) La de su ejercicio por medio de apoderado judicial (caso en el cual
el apoderado debe ostentar la condición de abogado titulado y al escrito de
acción se debe anexar el poder especial para el caso o en su defecto el poder
general respectivo). Y (iv) la del ejercicio por medio de agente oficioso.

Elementos normativos que caracterizan la agencia oficiosa como forma de


configurar la legitimación activa en los procesos de tutela. Al ser entonces la
agencia oficiosa una de las posibilidades para la promoción de la acción de
tutela y considerando que una vez reunidos sus requisitos o elementos
normativos se configura la legitimación en la causa por activa en los proceso de
tutela, la Sala procederá a realizar un breve análisis jurisprudencial de las
características de la agencia oficiosa en los procesos de tutela, para lo cual
abordará los siguientes temas en la materia: (i) Fundamento de validez de la
agencia oficiosa. (ii) Elementos normativos de la agencia oficiosa. (iii) Efectos de
la reunión de los requisitos. (iv) Autonomía de la agencia oficiosa. Y (v) Propósito
constitucional de la agencia oficiosa.

Fundamento de validez de la agencia oficiosa. El fundamento de validez de la


norma de permisión consistente en la potestad en cabeza de personas
indeterminadas para promover acción de tutela en favor de terceros se
encuentra en el enunciado normativo del segundo inciso del artículo 1094 del
decreto 2591 de 1991 en el cual el legislador delegado previó que se podían
agenciar derechos ajenos “cuando el titular de los mismos no esté en
condiciones de promover su propia defensa.” Para la Sala la validez de esta
norma de permisión se ve reforzada con tres principios constitucionales: el

93 T-531 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


94 Artículo 10, decreto 2591 de 1991, Legitimidad e interés.
Segundo inciso: (...) “También se pueden agenciar derechos
ajenos cuando el titular de los mismos no esté en condiciones de promover su propia defensa. Cuando tal circunstancia
ocurra, deberá manifestarse en la solicitud.”
26
95
principio de eficacia de los derechos fundamentales , que como mandato
vinculante tanto para las autoridades públicas como para los particulares,
impone la ampliación de los mecanismos institucionales para la realización
efectiva de los contenidos propios de los derechos fundamentales. El principio
de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas96 el cual en estrecha
relación con el anterior está dirigido a evitar que por circunstancias artificiales
propias del diseño de los procedimientos se impida la protección efectiva de los
derechos. Y el principio de solidaridad97 que impone a los miembros de la
sociedad colombiana velar por la defensa no sólo de los derechos
fundamentales propios, sino también por la defensa de los derechos ajenos
cuando sus titulares se encuentran en imposibilidad de promover su defensa.

Elementos normativos de la agencia oficiosa. Los elementos normativos de la


agencia oficiosa están señalados expresamente en el Decreto 2591 de 1991 y
de manera implícita en la Constitución y en los decretos reglamentarios de la
acción tutela. La Sala los sintetiza de la siguiente manera: (i) La manifestación 98
del agente oficioso en el sentido de actuar como tal. (ii) La circunstancia real,
que se desprenda del escrito de tutela ya por figurar expresamente o porque del
contenido se pueda inferir99, consistente en que el titular del derecho

95 Este principio es encuentra consagrado en el artículo 2 de la Constitución, sobre el enunciado del mismo, se
pronunció la Corte en sentencia T-011 de 1993 y afirmó que “Cuando la Constitución colombiana habla de la efectividad de
los derechos (art., 2 C.P.) se refiere al concepto de eficacia en sentido estricto, esto es, al hecho de que las normas
determinen la conducta ciudadana por ellas prescrita y , además logren la realización de sus objetivos, es decir realicen
sus contenidos materiales y su sentido axiológico.”
96 En la Sentencia T-603 de 1992 la posibilidad del agenciamiento de derechos ajenos en materia de tutela constituye
desarrollo “lógico” del principio de prevalencia de los aspectos sustantivos sobre los aspectos formales. Así también en
sentencias T-044 de 1996 en la cual la Corte afirmó que con la agencia oficiosa “Se trata una vez más de asegurar la
vigencia efectiva de los derechos por encima de formalidades externas, en una manifestación de la prevalencia del
derecho sustancial...”
97 En la sentencia T-029 de 1993 la Corte se pronuncia sobre la acción de tutela interpuesta por dos personas a favor de
un tercero que se encontraba en estado de indigencia, con el fin de lograr la protección del derecho a la igualdad y a la
vida en condiciones dignas, a pesar de que en este caso se niega la tutela, la Corte acepta el agenciamiento de derechos
debido al “estado de postración e indigencia” y a las “especiales condiciones mentales” en que se encontraba el agenciado
lo que le representaba encontrarse imposibilitado para velar por la protección de sus derechos fundamentales. Y
seguidamente afirma que “tal protección debería proveerse cuando la soliciten personas que actúan en desarrollo del
principio de solidaridad previsto en el artículo 1 de la Constitución.” Igualmente en la sentencia T-422 de 1993 la Corte
confirma la sentencia del ad-quem en la que se negaba la tutela en el sentido de que efectivamente el demandante en el
caso, omitió expresar en la solicitud, las circunstancias que impedían a los titulares de los derechos promover su propia
defensa. Y Sin embargo después de afirmar que “el mejor vocero del derecho es quien debe en primer término buscar su
protección judicial” incluye la excepción que justifica la agencia oficiosa: “salvo que se encuentre en imposibilidad
circunstancial de promover su propia defensa” y recurre nuevamente al principio de solidaridad al afirmar que en este
momento “la solidaridad social está llamada a abogar por su causa, que en últimas, tratándose de las violaciones a los
derechos fundamentales es la de todos los miembros de la comunidad.”
98 Sobre el requisito de manifestar que se actúa bajo tal condición y que el agenciado se encuentra en imposibilidad de
promover su defensa, la Corte ha realizado interpretaciones dirigidas a restarle rigidez según las circunstancias del caso.
Por ejemplo en la Sentencia T-555 de 1996 la Corte resolvió el caso de un agente oficioso (estudiante de consultorio
jurídico) que promovió tutela a favor de una persona para lograr protección de su derecho a la no reformatio in pejus, y no
manifestó la circunstancia de imposibilidad de promover su propia defensa en la cual aquel se encontraba. En esta
oportunidad la Corte concedió la tutela bajo la idea según la cual los derechos involucrados tenían además una
dimensión objetiva que hacía imperiosa su protección, por lo cual “en aquellos casos en que, como en el presente, se
encuentra de por medio la efectividad de un derecho fundamental con dimensiones de carácter objetivo y la violación a
este derecho es manifiesta y constatable prima facie, el agente oficioso - en razón de la naturaleza del derecho
fundamental cuya vulneración se debate - actúa, adicionalmente, en nombre de un interés general, que supera el interés
individual de la persona cuyos derechos agencia.”
99 Sobre la posibilidad de inferir la situación de imposibilidad de promover la propia defensa, la Corte se pronunció en
sentencia T-452 de 2001 en este caso la Corte revisó la sentencia de un juez que negó la tutela de los derechos de un
agenciado bajo el argumento de que el agente no señaló expresamente la situación en que aquel se encontraba y que le
impedía promover su propia defensa, no obstante que en del escrito tal situación se mostraba como evidente. En esta
oportunidad la Corte consideró la posibilidad de pronunciarse de fondo tras aceptar la existencia de una “agencia oficiosa
tácita” ya que según la Corte “la exigencia de estos requisitos (la manifestación de la imposibilidad) no puede interpretarse
formalmente, es decir, su cumplimiento no está supeditado a la existencia, dentro de la petición de tutela, de frases
sacramentales o declaraciones expresas que den cuenta de la agencia oficiosa, pues bien puede ocurrir -como en el caso
que es objeto de estudio en esta oportunidad por parte de la Corte- que las circunstancias que impiden que una persona
actúe a nombre propio, justificando la intervención oficiosa de otro, sean hechos que se desprenden naturalmente de la
narración hecha por el petente...” Además esto fue posible porque la Corte constató que el agenciado no corría riego
alguno por el acto de la agencia, lo cual para la Corte sólo es posible “siempre que exista un respaldo fáctico del cual se
pueda deducir –no simplemente presumir- que se está realizando un acto a favor de otro.”
27
100 101
fundamental no está en condiciones físicas o mentales para promover su
propia defensa. (iii) La existencia de la agencia no implica 102 una relación
formal103 entre el agente y los agenciados titulares de los derechos (iv) La
ratificación104 oportuna105 por parte del agenciado de los hechos y de las
pretensiones consignados en el escrito de acción de tutela por el agente.

100 En la sentencia T-342 de 1994 dos personas actuando como agentes oficiosos para la defensa de los derechos
fundamentales a la diversidad étnica y consecuencialmente los derechos a la igualdad, autonomía, libertad de conciencia,
libertad de expresión etc., de la comunidad indígena nómada Nukak Maku debido a que una asociación asentada en un
lugar estratégico en el departamento del Guaviare había comenzado una serie de actividades dirigidas a la
catecumenización y reducción cultural de los indígenas, La Corte decidió que la agencia oficiosa era en ese caso
procedente, porque además de haberlo manifestado expresamente, “las circunstancias actuales de aislamiento
geográfico, desconocimiento jurídico, incapacidad económica y limitaciones de lenguaje que presentan los integrantes de
dicha comunidad, se corroboró que éstos no están en condiciones de promover su propia defensa.” De esta forma se
amplía notablemente el referente de la expresión del decreto 2591 de 1991 “no encontrarse en condiciones físicas” pues
no se alude con el mismo solamente a incapacidad estrictamente física como limitación corporal, sino que alude a un
marco más amplio de condiciones materiales.
101 En la sentencia T-414 de 1999 el padre de una persona mayor de edad enferma mental, actuando como agente
oficioso presenta acción de tutela con el fin de lograr la protección de los derechos a la salud y a la seguridad social de su
hija. La Corte frente al requisito de “las condiciones para promover su propia defensa” en el presente caso afirmó que
“...para la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como tal, sino
que además demuestre que el titular del derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad de promover su
propia defensa, bien sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas que pudieren haber
afectado su estado mental, o en presencia de un estado de indefensión que le impida acudir a la justicia.” (subrayas fuera
de texto)
102 En la sentencia T-422 de 1993 según la Corte “No corresponde a la esencia de la agencia oficiosa y tampoco se
aviene a su naturaleza, exigir la configuración de una relación formal entre el agente y los titulares de los derechos que no
están en condiciones de promover su propia defensa. Por el contrario, se trata de una relación de hecho que puede
reclamar efectos jurídicos válidos y desplegar eficacia representativa si se cumplen los requisitos previstos en la ley.”
Reiterada en Sentencia T-421 de 2001.
103 En este predicado, propio de la agencia oficiosa, se concreta el principio constitucional de solidaridad de tal forma
que la posibilidad de agenciar derechos ajenos está abierta para cualquiera persona, en este sentido no se requiere la
existencia de relación alguna, ya sea con fundamento en la filiación, el parentesco o en relaciones contractuales
específicas. Así por ejemplo en el caso de agencia oficiosa de derechos fundamentales de menores en la sentencia T-408
de 1995 La Corte concedió la tutela en un proceso promovido por la abuela de una menor quien actuaba como agente
oficiosa de su nieta para proteger su derecho fundamental a no ser separada de su madre, debido a que el padre se
negaba a permitirle a su hija visitar a su madre por encontrarse privada de la libertad. Frente a la posibilidad de presentar
acción de tutela como agente oficioso de menores afirmó: “...cualquiera persona está legitimada para interponer acción de
tutela en nombre de un menor, siempre y cuando en el escrito o petición verbal conste la inminencia de la violación a los
derechos fundamentales del niño, o la ausencia de representante legal.” Igualmente ver la sentencia T-029 de 1993 caso
de agencia oficiosa de derechos fundamentales del indigente, o la sentencia T-422 de 1993 caso de la agencia oficiosa de
los derechos de los vecinos.
104 El requisito de ratificación se introduce de una manera incipiente pero determinante en la Sentencia T-044 de 1996 En
este caso no se concede la tutela pretendida por un falso agente debido a que la agenciada no ratificó ni los hechos ni las
pretensiones de la acción incoada. En la Sentencia T-277 de 1997 el agente oficioso esposo de la titular del derecho a la
salud, interpone acción de tutela con el fin de que se ordenará una intervención quirúrgica, la titular con posterioridad se
dirigió al juzgado y ratificó los hechos y las pretensiones, por lo cual la Corte consideró que se configuraba en el caso la
legitimación en la causa, por consiguiente consideró procedente entrar al examen de fondo sobre los hechos. Para la
Corte en este caso el requisito de ratificación se encuentra implícito en el requisito de “imposibilidad de promover la propia
defensa” reforzado con los argumentos del respeto tanto a la autonomía personal (art., 16) como a la dignidad humana
(art., 1) sobre estas consideraciones ver sentencia T-503 de 1998
105 En la sentencia T-088 de 1999 la Corte reiterando jurisprudencia concluyó que el abogado, quien actuaba como
apoderado del interesado para obtener cumplimiento de un fallo de tutela anterior, carecía de poder especial para el caso
y no actúo como agente oficioso, En esta ocasión resolvió la Corte que no vale el poder otorgado para tutela anterior
por lo cual negó el amparo. Igualmente frente al tema de la ratificación afirmó que por haberse presentado en sede de
revisión, además de ser improcedente en el caso, la misma era inoportuna.
28
Efectos de la figura. Configurados los elementos normativos anteriormente
señalados se perfecciona la legitimación en la causa por activa y el juez de tutela
estará en la obligación de pronunciarse de fondo106 sobre los hechos y las
pretensiones relacionadas en el escrito de tutela. Si los mismos no se presentan
en el caso concreto, el juez deberá según el caso rechazar de plano 107 la acción
de tutela o en la sentencia no conceder108 la tutela de los derechos
fundamentales de los agenciados. Sin embargo considera la Sala que el análisis
acerca de la configuración de los referidos elementos debe realizarse por el juez
de tutela en atención a las circunstancias propias del caso concreto 109, derechos
fundamentales invocados, calidad y condiciones de las partes, características
socio económicas de las mismas, lugar geográfico de la supuesta vulneración
etc., esta obligación que pesa sobre los jueces de tutela deriva directamente del
principio de eficacia de los derechos fundamentales110 que como ha reiterado la
Sala inspira e informa la figura procesal de la agencia oficiosa en materia de
tutela.

Autonomía de la figura. A pesar de guardar similitudes con la figura de la


agencia oficiosa consagrada y regulada en el código de procedimiento civil 111, la
agencia oficiosa en materia de tutela tiene características propias que permiten
identificarla y diferenciarla112 de aquella, por lo cual las hipótesis para su
configuración son las propias reguladas en el decreto 2591 de 1991 y las que se

106 Así fue reconocido en Sentencia T-315 de 2000 caso en el cual el hermano de un enfermo grave presentó tutela como
agente oficioso con el fin de obtener la protección de los derechos fundamentales de aquel al trabajo y al mínimo vital, la
Corte afirmó que el hermano del agenciado actuó “..válidamente como agente oficioso... lo que permite a la Sala pasar al
examen de fondo de los hechos objeto de proceso.”
107 Asumiendo una postura más estricta frente al requisito de la manifestación que debe hacerse sobre la imposibilidad
de defenderse en que se encuentra el agenciado la Corte afirmó que en su ausencia el juez debería proceder a rechazar de
plano la acción, así en Sentencia T-555 de 1996 (referida en sentencias SU-707 de 1996 y T-414 de 1999) “si del escrito
mediante el cual el agente oficioso demanda el amparo constitucional de los derechos de su agenciado no surge, de
manera clara y expresa, que éste último se encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus derechos por sí mismo, la
acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin que al juez le esté autorizado entrar a estudiar ninguna de las
cuestiones de fondo que se han sometido a su conocimiento.”
108 Así en la sentencia T-573 de 2001 oportunidad en la cual la Corte confirmó la sentencia del ad-quem en el sentido de
revocar la sentencia del a-quo que concedió la tutela de los derechos del agenciado, pues se comprobó que la
enfermedad del agenciado no le impedía promover su propia defensa y además el agente no manifestó expresamente que
el agenciado no se encontraba en condiciones para promover la acción en el escrito de acción de tutela, por lo cual
consideró la Corte que en este caso se configuró “la falta de legitimación en la causa.”
109 Sobre la importancia de consultar las circunstancias propias del caso concreto ver sentencia T-555 de 1996 sentencia
T-452 de 2001 y sentencia T-573 de 2001 en esta última la Corte afirmó que el eventual análisis garantiza “no sólo la
adecuada y oportuna protección de los derechos fundamentales, sino que también permite evitar que se acuda a este
mecanismo cuando ello no resulta indispensable, o el presuntamente afectado no considera vulnerado o amenazado su
derecho.”
110 Aunque no en estos términos así lo afirmó la Corte en sentencia T-555 de 1996 en el sentido de afirmar que los jueces
deben proveer por “llevar a cabo una defensa cabal, adecuada y oportuna de los valores, principios y derechos
constitucionales, la cual no sería posible si la agencia oficiosa, en materia de tutela, se rigiera por reglas inflexibles que no
respondieran a las particularidades de cada situación concreta." Afirmación reiterada en la sentencia T-452 de 2001.
Oportunidad en la cual la Corte consideró que el juez como garante del principio de eficacia de los derechos
fundamentales debe adelantar una conducta activa en materia probatoria con el objeto de establecer con precisión los
hechos y afirmaciones puestos a su consideración en los escritos de tutela.
111 Una integración normativa de la figura de la agencia oficiosa del código de procedimiento civil, dirigida a incluir tales
exigencias en sede de tutela resultaría abiertamente contraria a la Constitución. Dice el artículo 47: “Agencia oficiosa
procesal. Se podrá promover demanda a nombre de persona de quien no se tenga poder, siempre que esté ausente o
impedido para hacerlo; para ello bastará afirmar dicha circunstancia bajo juramento que se entenderá prestado por la
presentación de aquella. El agente oficioso deberá prestar caución dentro de los diez días siguientes a la notificación a él
del auto que admita la demanda, para responder de que el demandante la ratificará dentro de los dos meses siguientes. Si
este no la ratifica, se declarará terminado el proceso y se condenará al agente, a pagar las costas y los prejuicios
causados al demandado. La actuación se suspenderá una vez practicada la notificación al demandado del auto admisorio
de la demanda, El agente deberá obrar por medio de abogado inscrito, salvo en los casos exceptuados en esta ley.”
112 Por lo cual se encuentra “desprovista de requisitos tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados
principales, que en otro tipo de diligencia se exigen” esto se explica también a partir de la naturaleza “informal” y
“sumaria” del proceso de tutela. Así en sentencia T-452 de 2001.
29
113
desprenden de la interpretación de los enunciados constitucionales a partir de
los principios que gobiernan la materia.

Propósito constitucional de la agencia oficiosa. La finalidad114 de la agencia


oficiosa se encuentra en estrecha relación con los principios constitucionales
que la inspiran, su consagración legal es entonces a la vez, la concreción
efectiva de los mismos, de esta forma el principio de eficacia de los derechos
fundamentales, se concreta en la operatividad de la figura de la agencia oficiosa
en tanto y en cuanto con la misma se realiza el principio de prevalencia del
derecho sustancial y el derecho al acceso a la administración de justicia.

Los requisitos del apoderamiento judicial como una de las formas con las que
se puede configurar la legitimación activa en los procesos de tutela

En el literal anterior se abordó el estudio de la agencia oficiosa como una de las


posibilidades con las cuales se puede instaurar una acción de tutela y se puede
configurar la legitimación activa en el respectivo proceso. En el presente literal y
por ser relevante para la correcta decisión del caso concreto la Sala procederá a
efectuar un análisis de los requisitos constitucionales y legales para que se
perfeccione la legitimación en la causa por activa en los procesos de tutela
cuando la misma se promueve por intermedio de apoderado judicial. Se realizará
un breve análisis jurisprudencial de las características del apoderamiento judicial
en los procesos de tutela, para lo cual abordará los siguientes temas en la
materia: (i) Fundamento de validez del apoderamiento. (ii) Elementos normativos
del apoderamiento. (iii) Efectos del apoderamiento.

El fundamento de validez. Al igual que la agencia oficiosa en materia de tutela el


apoderamiento judicial tiene como fuente de validez los enunciados normativos
del art. 86 de la Constitución y los del art., 10 del decreto 2591 de 1991, esto es
que la promoción de la acción puede hacerse por cualquiera persona
directamente o “por quien actúe en su nombre” (art. 86), enunciado que es
reinterpretado por el legislador delegado del decreto 2591 de 1991 en el sentido
de concretar el sentido de la norma constitucional al introducir la posibilidad de la
representación115, de tal forma que toda persona podrá adelantar la acción de
tutela “por sí misma o a través de representante” (art., 10)

Elementos normativos. Dentro de los elementos del apoderamiento en materia


de tutela la Sala señala que el mismo es (i) un acto jurídico formal por lo cual
debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder que se
presume auténtico116. (iii) El referido poder para promover acciones de tutela
113 En este sentido la Corte en Sentencia T-422 de 1993 afirmó “La disciplina normativa de la acción de tutela se inspira
en un amplio designio cautelar y elimina, en este campo, exigencias estrictas que ordinariamente se establecen para la
agencia oficiosa procesal, tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados principales. El régimen legal
aplicable a la acción de tutela reduce al mínimo los requisitos de esta modalidad de intervención judicial.”
114 Esta idea subyace en la Sentencia T-044 de 1996 caso en el cual un agente oficioso recurrió abusivamente al ejercicio
de la figura con el objetivo de obtener decisión judicial favorable a sus propios intereses, en las consideraciones la Corte
resaltó la finalidad de la figura de la agencia oficiosa a partir de la realización de los principios constitucionales (eficacia de
los derechos fundamentales (arts., 2 y 86) y prevalencia del derecho sustancial art., 228), introdujo algunos elementos
dirigidos a reconocer la exigencia de la ratificación del agenciado y reprochó la conducta del falso agente. En este caso
no se concedió la tutela porque se pudo comprobar que la supuesta agenciada no tenía interés en la causa al no
encontrarse afectados o vulnerados derechos fundamentales.
115 Esta Sala advierte que la “representación” así presentado no implica necesariamente la representación judicial por
intermedio de abogado. Sin embargo la Corte se pronunció al respecto a favor de una interpretación restrictiva, de tal
forma que tal representación solamente podría ser adelantada por abogados titulados. Ver sentencia T-550 de 1993.
116 Esta presunción fue establecida por el legislador delegado en el decreto 2591 de 1991. Sobre la misma se pronunció
tangencialmente la Corte en sentencia T-001 de 1997 en la cual la Corte resuelve el caso de abogados que presentaron
acción de tutela como agentes oficiosos sin demostrar la indefensión de los agenciados, la Corte niega la tutela por que no
se configura la agencia oficiosa y no se reúnen los requisitos para el apoderamiento judicial, afirmó la Corte: “Los
30
117
debe ser especial. En este sentido (iv) El poder conferido para la promoción o
para la defensa de los intereses en un determinado proceso no se entiende
conferido118 para la promoción119 de procesos diferentes, así los hechos que le
den fundamento a estos tengan origen120 en el proceso inicial. (iv) El destinatario
del acto de apoderamiento sólo puede ser un profesional del derecho121
habilitado con tarjeta profesional122.

Efectos del apoderamiento. El principal efecto del apoderamiento, es el de


perfeccionar la legitimación en la causa por activa, por lo cual el juez de tutela
estará en la obligación, después de constatar sus elementos, de proceder a
pronunciarse de fondo sobre los hechos y las pretensiones relacionados en el
escrito de acción respectivo.

El123 artículo 282 de la Carta Política establece como una de las funciones del
Defensor del Pueblo la de “interponer las acciones de tutela, sin perjuicio del
derecho que asiste a los interesados”. Con base en este mandato superior, los
artículos 10, 46 y 49 del Decreto 2591 de 1.991 “por el cual se reglamenta la
acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política”,
preceptúan que el Defensor del Pueblo podrá ejercer dicha acción en nombre de
cualquier persona que lo solicite o que esté en situación de desamparo o
indefensión, sin perjuicio del derecho que a ella le asiste, al igual que los
personeros municipales en calidad de defensor en la respectiva entidad
poderes se presumen auténticos, según lo dispone el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, pero, obviamente, tal
autenticidad no puede predicarse de poderes no presentados, ya que el juez no está autorizado para presumir que alguien
apodera los intereses de otro, sin que en el respectivo expediente ello aparezca acreditado”.
117 En la sentencia T-001 de 1997 la Corte afirmó que por las características de la acción “todo poder en materia de tutela
es especial, vale decir se otorga una vez para el fin específico y determinado de representar los intereses del accionante
en punto de los derechos fundamentales que alega, contra cierta autoridad o persona y en relación con unos hechos
concretos que dan lugar a su pretensión.”
118 En este sentido la Corte ha acogido las disposiciones del código de procedimiento civil en la materia, así en la
sentencia T-530 de 1998 acoge y aplica la disposición del artículo 65 inciso 1º: “En los poderes especiales, los asuntos se
determinarán claramente, de modo que no puedan confundirse con otros.”
119 En este sentido en la en la sentencia T-695 de1998 la Corte no concedió la tutela impetrada debido a que el abogado
quien presentó la tutela pretendió hacer extensivo el poder recibido para el proceso penal al proceso de tutela. En esta
oportunidad la Corte reiteró la doctrina sentada en la sentencia T-550 de 1993 oportunidad en la cual la Corte afirmó: “De
otro lado, debe desecharse la hipótesis de que el poder conferido para adelantar un proceso judicial sirve al propósito de
intentar la acción de tutela a que pudiere dar lugar ese proceso, por cuanto se trata de actuaciones distintas y, si bien es
cierto que la tutela tiene un carácter informal, también lo es que tal informalidad no lleva a presumir la existencia de un
poder que no se presentó y que es necesario allegar siempre que se ejerza la acción de tutela a nombre de otro y a título
profesional” En un sentido similar ver sentencia T-002 de 2001, en la cual la Corte afirmó que la condición de apoderado
en un proceso penal no habilita para instaurar acción de tutela, así los hechos en que se esta se fundamenta tengan
origen en el proceso penal.
120 En la sentencia T-530 de 1998 la Corte al revisar la decisión de una tutela promovida por el abogado de la parte civil
en un proceso penal quien actuaba sin poder especial para el proceso de tutela, consideró que el a-quo no debió darle
trámite al respectivo proceso debido a que el abogado no allegó el poder respectivo ni manifestó su calidad de agente
oficioso. En este sentido aseveró que “Aunque podría pensarse que su calidad de representante de la parte civil en el
proceso penal lo habilitaba para dicho menester, debe desecharse esta idea, en atención a que en el proceso penal el
sujeto procesal es la parte civil y no su apoderado; es cierto que éste la representa conforme al poder específico que se le
ha conferido; pero éste aun cuando suficiente para la actuación en el proceso penal no lo habilita para ejercitar la acción
de tutela.”
121 En la sentencia T-207 de 1997 la Corte se extendió en consideraciones acerca de la informalidad, propia de la acción
de tutela y de sus implicaciones frente al ejercicio de la misma. Con respecto al apoderamiento judicial como excepción al
principio de informalidad de la acción señaló: “Caso distinto es el de quien ejerce la acción de tutela a nombre de otro a
título profesional, en virtud de mandato judicial, pues es evidente que en tal caso actúa dentro del marco legal y las reglas
propias del ejercicio de la profesión de abogado, razón por la cual debe acreditar que lo es según las normas aplicables
(Decreto 196 de 1971). Ello no solamente por razón de la responsabilidad que implica tal ejercicio, que se concreta en el
campo disciplinario, sino por la necesaria defensa de los intereses del cliente, a quien conviene establecer con certidumbre
que quien lo apodera puede actuar, de acuerdo con la ley, ante las distintas instancias judiciales y que responderá por su
gestión.”
122 Sobre la obligatoriedad de que la representación judicial en tutela sea asumida por abogados en ejercicio no existe
regulación expresa ni en la Constitución ni en los decretos reglamentarios de la acción de tutela, ante este vacío la Corte
en sentencia T-550 de 1993 mediante interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a partir de las disposiciones
generales sobre representación judicial y en especial a partir de la disposición del artículo 38 del decreto 2591 de 1991
(que señala las faltas para los abogados que promuevan irregularmente acciones de tutela) concluyó que esta
disposición no tendría sentido sino se entendiera que la representación judicial sólo pudiese ser adelantada por abogados
titulados y en ejercicio.
123 T-046 de 1999. M.P. Hernando Herrera Vergara.
31
territorial, por delegación expresa del Defensor del Pueblo. Así pues, la
indefensión constituye un presupuesto esencial de habilitación al Defensor del
Pueblo o a los personeros municipales para ejercer actos de representación de
las personas en la tutela, la cual se presume respecto de los menores de edad
cuando sus derechos se ven envueltos negativamente por la acción de una
autoridad o de los particulares, a partir del claro mandato del numeral 9 del
artículo 42 del Decreto 2591 de 1.991, como sucede en el presente caso, siendo
extensible la misma a los eventos de tutela incoada contra autoridades públicas.
Adicional a lo anterior, la Corte124 ha señalado que, en virtud del artículo 44
constitucional que consagra una protección especial a los niños, la actuación del
Defensor del Pueblo y de los personeros municipales podría producirse
simplemente alegando su condición de personas, toda vez que con base en
dicho precepto superior, cualquier persona puede exigir de la autoridad
competente el cumplimiento pleno de los derechos de los menores, así como la
sanción de los infractores, dentro de lo cual estarían incluidos los pedimentos
que por la vía de la acción de tutela se tramitan.

Carácter informal de la acción de tutela. Para su interposición no es necesario


acudir mediante apoderado judicial, pero si se otorga poder a otro es requisito
sine qua non acreditar la calidad de abogado en ejercicio125

Respecto a la legitimidad e interés para interponerla, hay que decir que la acción
puede interponerse directamente por la persona afectada o por quien actúe en
su nombre126. En efecto, la persona que considere se le ha vulnerado o
amenazado un derecho fundamental y desee instaurar una acción de tutela no
requiere ser abogado, ni tener conocimientos jurídicos, ni mucho menos saber
escribir, es decir, la Constitución y la ley no exigen calidad alguna para el sujeto
activo de la acción. Inclusive, no es requisito esencial presentarla por escrito, la
ley consagra la posibilidad de que la misma se pueda incoar verbalmente en
casos de urgencia o cuando el solicitante no sepa escribir o sea menor de
edad127.

El carácter informal de la acción128 posibilita al sujeto activo, que por su falta de


preparación sea analfabeta, para que acuda a la firma a ruego, a imprimir su
huella dactilar, a acudir a la agencia oficiosa, o simplemente a concurrir ante el
juez y manifestar verbalmente las circunstancias de hecho que motivaron la
violación o amenaza de sus derechos y el señalamiento de los mismos. Lo
importante es que exponga la situación al funcionario judicial, que lo ponga en
alerta sobre la afectación de la cual está siendo objeto para que éste, a su vez,
esclarezca los hechos y adopte una decisión de mérito. Ahora bien, cuando la
persona no ejerce directamente la acción, puede ser representada por otro, bien
en ejercicio de representación legal - por ejemplo su representante legal
tratándose de una persona jurídica o por los padres en virtud de la Patria
Potestad -, en desarrollo de una agencia oficiosa, cuando el titular de los mismos
no está en condiciones de promover su propia defensa, caso en el cual es

124 Ver la Sentencia T-331/97.


125 T-1020 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
126 Artículos 86 C.P. y 10 del Decreto 2591 de 1991.
127 Todo lo relacionado con el contenido de la solicitud de tutela está contemplado en el artículo 14 del Decreto 2591 de
1991.
128 Pueden verse las sentencias T-603 del 11 de diciembre de 1992, T-091 del 26 de febrero de 1993 y el Auto 055 del 11
de diciembre de 1997.
32
129
menester que esa circunstancia se manifieste en la solicitud , o acudir a través
de un abogado titulado.

El legislador extraordinario admitió la eventualidad de que un tercero pueda


interponer la acción de tutela en nombre del afectado, es decir, que se puedan
agenciar derechos ajenos130, pero sólo cuando el directamente afectado no esté
en condiciones de promover su propia defensa y con la condición de que esa
situación se manifieste claramente en el escrito. Así, se han presentado
acciones de tutela por parte de una abuela en representación de su nieta, el
esposo en nombre de su cónyuge, el hijo en representación de su padre, pero en
estos casos siempre se pone de manifiesto en el escrito la razón por la cual el
titular de los derechos no acude directamente, que, por lo general, se trata de
enfermos, limitados psíquicos o cuando aquél se encuentra en situación de
indefensión.

Empero, es claro que no basta solamente con que en el escrito se ponga de


presente que el directamente afectado no puede promover su propia defensa
para que sea procedente la acción de tutela, sino que, además, el juez debe
analizar las diligencias obrantes en el plenario para determinar la veracidad de
esa manifestación131. No es suficiente que el accionante haga dicha aseveración
para que sea procedente la agencia oficiosa si de las pruebas arrimadas al
proceso se advierte, por parte del juez de conocimiento, que el titular del
derecho se encuentra gozando de todas sus capacidades físicas, síquicas e
intelectuales para autodeterminarse y, en tal virtud, se halla en condiciones de
interponer la acción por su propia cuenta. Ante ese acaecimiento no le queda
otra vía al juez que rechazar de plano la acción, o, en el evento en que la misma
ya haya sido tramitada y recopilada las pruebas, denegarla por falta de
legitimidad por activa.

Es indispensable, entonces, que el agente oficioso no actúe en contra de los


intereses de las personas que representa, toda vez que su intervención debe
estar dirigida a la defensa de los intereses que agencia, que no son otros que los
propios intereses de las personas directamente afectadas y que van a resultar
beneficiadas con la acción. Tampoco puede arrogarse la atribución de interponer
acciones de tutela a su arbitrio, es decir, sin que esté justificado plenamente el
supuesto fáctico que la norma exige para legitimar sus actuaciones 132. Esa
exigencia de la disposición legal (art. 10 del Decreto 2591 de 1991) no es en
manera alguna caprichosa o formalista ni desconoce el derecho constitucional
que tiene toda de persona de acceso a la administración de justicia en busca de
defender un derecho fundamental, sino que tiene su justificación en el respeto a
la autonomía personal del ser humano (art. 16 C.P.). Todo individuo tiene
derecho a autodeterminarse, a decidir cuándo y cómo hace uso de las
herramientas jurídicas que la Constitución y la ley le han puesto a su alcance
para defender sus derechos.

129 Artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.


130 Artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.
131 Existe nutrida jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre el tema de la agencia oficiosa y, entre otras, pueden
consultarse las sentencias T-458 del 14 de julio de 1992, T-493 del 28 de octubre de 1993, T-555 del 23 de octubre de
1996 y SU-707 del 9 de diciembre de 1996.
132 Sobre este punto es interesante consultar la Sentencia T-217 del 14 de mayo de 1998, en cuyo caso se denegó la
tutela interpuesta por un agente oficioso y se ordenó investigación disciplinaria para aquél, en atención a que la titular de
los derechos agenciados no le había dado su consentimiento para actuar en su nombre y no era su deseo que se
presentara acción de tutela.
33
Igualmente, ese requerimiento tiene que ver con la dignidad humana, pues
pueden existir ocasiones en las cuales ese individuo no desea que su intimidad
se ponga a la luz pública o simplemente difiera de la medida que un tercero esté
solicitando para él. Cada caso es distinto y para ello está el juez, el cual debe
analizar, estudiar y verificar las especiales circunstancias que se le ponen bajo
su conocimiento. Dado el perfil informal de la acción, en ocasiones
excepcionales es admisible que se agencien derechos ajenos sin que se
manifieste en el escrito el requisito exigido por el artículo 10 del Decreto 2591 de
1991, es decir, que no se aclaren las razones por las cuales el afectado no
puede acudir en su propia defensa. Es necesario tener en cuenta cada caso en
concreto y es tarea del juez verificar la naturaleza de los derechos invocados y la
gravedad o no del daño ocasionado. Así, la Corte Constitucional ha sostenido
que el requisito del artículo 10 en comento sólo se explica y resulta necesario en
aquellos eventos en los cuales los derechos sometidos a debate interesan
únicamente a su titular y, por tanto, éste es libre para exigir su defensa o
abstenerse de hacerlo. Pero en el caso en que se agencien derechos ajenos
que, en forma adicional, revistan un interés general o colectivo, es forzoso que
razonablemente pueda suponerse que la persona directamente afectada no se
opondría y que no existe manifestación en contrario por parte de ésta.

En situaciones de este género se impone la prevalencia del derecho sustancial


(art. 228 C.P.). Ello se puso de presente en una sentencia en la que una
estudiante de Derecho y miembro de un consultorio jurídico incoó acción de
tutela en nombre de un individuo a quien se le había desconocido
ostensiblemente su derecho al debido proceso133. Caso distinto es cuando quien
ejerce la acción en nombre de otro no lo hace como agente oficioso ni como
representante legal, sino que lo hace a título profesional, como ocurre en el
presente asunto, en el cual el poder conferido por la titular de los derechos se
hizo a una persona que demostró ser miembro activo de un consultorio jurídico.
En casos como estos, a pesar de no existir una norma expresa ni en la
Constitución ni en la ley, la Corte ha sido clara en manifestar que cuando se obra
en virtud de un mandato judicial dicha actuación se hace “dentro del marco legal
y las reglas propias del ejercicio de la profesión de abogado, razón por la cual
debe acreditar que lo es según las normas aplicables (Decreto 196 de 1971).
Ello no solamente por razón de la responsabilidad que implica tal ejercicio, que
se concreta en el campo disciplinario, sino por la necesaria defensa de los
intereses del cliente, a quien conviene establecer con certidumbre que quien lo
apodera puede actuar, de acuerdo con la ley, ante las distintas instancias
judiciales y que responderá por su gestión”134.

En ese orden de ideas, el artículo 30 del Decreto 196 de 1971, tal como fue
modificado por el artículo 1 de la Ley 583 de 2000, y que señala los asuntos en
los cuales los estudiantes de consultorios jurídicos pueden litigar en causa ajena,
no contempla la posibilidad de que ellos puedan actuar como apoderados dentro
de acciones de tutela135. Si bien es cierto los estudiantes de consultorios
133 Ver Sentencia T-555 del 23 de octubre de 1996.
134 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-550 del 30 de noviembre de 1993. En este fallo la Corporación, luego de hacer
una interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, de las disposiciones sobre representación judicial y del artículo
38 del Decreto 2591 de 1991, que señala las faltas para los abogados que promuevan varias acciones de tutela respecto
de los mismos hechos y derechos, concluyó que esta norma no tendría sentido ni podría ser aplicada, si no se entendiera
que “para ejercer la representación con base en mandato judicial y actuando el apoderado a título profesional, así sean en
materia de tutela, es indispensable que aquel sea abogado titulado y en ejercicio, de conformidad con las normas del
Decreto 196 de 1971”. En el mismo sentido se pronunció la Corte en sentencias T-457 del 23 de septiembre de 1997 y T-
452 del 4 de mayo de 2001.
135 El artículo prescribe que podrán litigar “1. En los procesos penales de que conocen los jueces municipales y los
fiscales delegados ante éstos, así como las autoridades de policía, en condición de apoderados de los implicados. 2. En
34
jurídicos actúan bajo la coordinación y directa orientación de los profesores y
profesionales designados para el efecto, lo que garantiza, en principio, la
idoneidad de la defensa que realicen o las actuaciones que adelanten en nombre
de las personas que requieren representación, es claro que en tratándose de
acciones de tutela, con base en lo arriba expuesto, no pueden actuar como
apoderados de los titulares de derechos. Cuestión diversa y que no es contraria
a las reglas mínimas que gobiernan el mecanismo de la tutela, es que asesoren,
acompañen o guíen a las personas cuyos derechos fundamentales resulten
amenazados o vulnerados, o que actúen como agentes oficiosos, cuando se
reúnan las condiciones para ello. De manera que quien en materia de tutela
actúa en virtud de un mandato judicial debe acreditar que es abogado titulado en
ejercicio y que le ha sido otorgado un poder especial para incoar la acción 136. De
lo contrario, el juez de conocimiento deberá rechazarla o, en el evento en que ya
se hubiere iniciado la actuación, denegarla mediante sentencia.

LA PROTECCION INMEDIATA DE SUS DERECHOS CONSTITUCIONALES


FUNDAMENTALES

No137 se trata de un proceso sino de un remedio de aplicación urgente que se


hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del
derecho sujeto a violación o amenaza. El138 procedimiento se debe regir por la
noción de celeridad. Si bien es cierto que en cualquier proceso la demora
injustificada no sólo es indeseable, sino que de hecho es sancionable por
considerarse violatoria del debido proceso, también es cierto que en materia de
tutela la rapidez es un factor primordial. En primer lugar, por su carácter de
fundamentales, los derechos que protege esta acción deben ser defendidos de
forma inmediata; el efecto de su violación no puede aumentar por la lentitud de
la acción judicial. Y, en segundo lugar, la tutela no es un mecanismo que
pretenda resarcir daños sino evitarlos; por esto, más que en ningún otro proceso,
la dilación debe ser abolida.

La139 procedibilidad de la acción de tutela, exige su interposición dentro de un


plazo razonable, oportuno y justo, de tal manera que la acción no se convierta en
un factor de inseguridad jurídica, premiando con ello la inactividad de los
interesados en el ejercicio oportuno de los recursos, la negligencia y la desidia.
Ciertamente, si con la acción de tutela se busca la protección inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos resulten
violados o amenazados por la acción u omisión de las autoridades públicas, es

los procesos penales de competencia de la jurisdicción ordinaria, como representantes de la parte civil. 3. De oficio, en los
procesos penales como voceros o defensores en audiencia. 4. En los procesos laborales, en que la cuantía de la
pretensión no exceda de 20 salarios mínimos legales mensuales vigentes y en las diligencias administrativas de
conciliación en materia laboral. 5. En los procesos civiles de que conocen los jueces municipales en única instancia. 6. En
los procesos de alimentos que se adelanten ante los jueces de familia. 7. De oficio, en los procesos disciplinarios de
competencia de personerías municipales y la Procuraduría General de la Nación. 8. De oficio, en los procesos de
responsabilidad fiscal de competencia de las contralorías municipales, distritales, departamentales y General de la
República. 9. De oficio, en los procesos administrativos de carácter sancionatorio que adelanten las autoridades
administrativas, los organismos de control y las entidades constitucionales autónomas”. La Corte ya se pronunció sobre la
constitucionalidad de algunos de estos numerales en la Sentencia C-143 del 7 de febrero de 2001.
136 Sobre los elementos del apoderamiento en tutela, en la Sentencia T-531 de 2002, ya citada, se precisó que “el mismo
es (i) un acto jurídico formal por lo cual debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder que se
presume auténtico. En este sentido (iv) el poder conferido par ala promoción o para la defensa de los intereses en un
determinado proceso no se entiende conferido par ala promoción de procesos diferentes, así los hechos que le den
fundamento a estos tengan origen en el proceso inicial. (v) el destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un
profesional del derecho habilitado con tarjeta profesional”.
137 T-001 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
138 Sentencia T-068 de 1997.
139 T-033 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
35
imprescindible que su ejercicio tenga lugar dentro del marco de ocurrencia de la
amenaza o violación de los derechos. Una percepción contraria a esta
interpretación, desvirtúa el alcance jurídico dado por el Constituyente a la acción
de tutela y deja sin efecto el objetivo de garantizar por esa vía judicial la
protección actual y efectiva de tales derechos. De suerte que esta Corporación
ha determinado que la tutela tiene como elemento característico la “inmediatez”,
y así lo ha expuesto: “...la Corte ha señalado que dos de las características
esenciales de esta figura en el ordenamiento jurídico colombiano son la
subsidiariedad y la inmediatez: ...la segunda, puesto que la acción de tutela ha
sido instituida como remedio de aplicación urgente que se hace preciso
administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del derecho objeto de
violación o amenaza. Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de
medio o procedimiento llamado a remplazar los procesos ordinarios o
especiales, ni el ordenamiento sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos
ámbitos de competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las
existentes, ya que el propósito específico de su consagración, expresamente
definido en el artículo 86 de la Carta, no es otro que el de brindar a la persona
protección efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus derechos
constitucionales fundamentales......La acción de tutela ha sido instituida como
remedio de aplicación urgente que se hace preciso administrar en guarda de la
efectividad concreta y actual del derecho objeto de violación o amenaza..”140 De
acuerdo con esta característica, la Corte concluye que: “...si la inactividad del
accionante para ejercer las acciones ordinarias, cuando éstas proveen una
protección eficaz, impide que se conceda la acción de tutela, del mismo modo,
es necesario aceptar que la inactividad para interponer esta última acción
durante un término prudencial, debe llevar a que no se conceda. En el caso en
que sea la tutela y no otro medio de defensa el que se ha dejado de interponer a
tiempo, también es aplicable el principio establecido en la Sentencia arriba
mencionada (C-543 de 1992), según el cual la falta de ejercicio oportuno de los
medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus derechos no puede
alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en que existen derechos de
terceros involucrados en la decisión...”141. Para determinar la procedencia de la
acción de tutela, en relación con el criterio de “inmediatez”, la Corte ha señalado,
entre otros elementos, que el juez constitucional debe constatar: “...si existe un
motivo válido para la inactividad de los accionantes...”142, es decir, si es
predicable la existencia de una justa causa por la cual no ejercitó la acción de
manera oportuna.

La143 acción de tutela vino a llenar así los vacíos que presentaba el anterior
sistema jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
autoridades públicas y, en ciertos casos, de los particulares que implicaban la
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual
sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección
de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad humana
y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de los fines
esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los derechos inalienables
de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 6). Siendo así, toda persona que vea amenazado

140 Sentencia C-543 de 1992..


141 Sentencia SU-961 de 1999.. Subrayado por fuera del texto original.
142 Ibídem.
143 T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
36
o vulnerado un derecho fundamental dispone ahora de la acción de tutela o de
las acciones ordinarias, según el caso, para su defensa judicial.

Desde144 sus primeras sentencias la Corte ha considerado la inmediatez como


característica propia de este medio judicial de defensa. Sobre el particular, en la
sentencia C-542 de 1992, expresó:

“(...) la Corte ha señalado que dos de las características esenciales de esta


figura en el ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y la
inmediatez: ...la segunda, puesto que la acción de tutela ha sido instituida
como remedio de aplicación urgente que se hace preciso administrar en
guarda de la efectividad concreta y actual del derecho objeto de violación o
amenaza. Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de medio o
procedimiento llamado a remplazar los procesos ordinarios o especiales, ni
el ordenamiento sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos
de competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las existentes,
ya que el propósito específico de su consagración, expresamente definido
en el artículo 86 de la Carta, no es otro que el de brindar a la persona
protección efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus
derechos constitucionales fundamentales”.

La145 jurisprudencia constitucional tiene definido que entre la seguridad de las


decisiones judiciales y la realización de los derechos constitucionales de los
asociados, la Carta Política opta por esta última, tanto así que los artículos 2° y
86 del ordenamiento superior no admiten excepciones cuando se trata de
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes,
creencias, derechos y libertades, en todo momento y lugar, y contra cualquier
autoridad, o particular. Ahora bien, también se desprende del artículo 86 de la
Carta que el restablecimiento de los derechos fundamentales tendrá que ser
inmediato, y las órdenes para conjurar la violación de aquellas que se cumplen
con premura, acepciones que responden a un criterio de oportunidad y de las
que se deriva la necesidad de que los jueces tengan presente los efectos del
tiempo en los asuntos que les son propuestos, a fin de determinar la pertinencia
y la utilidad de su intervención146.

Así las cosas, haciendo un recuento de las decisiones de amparo constitucional


que han considerado la inmediatez de la protección, se puede afirmar que ésta
no puede concederse cuando el daño ya no permite sino acudir a las vías
legales a fin de obtener una reparación económica147, como también en aquellos
casos en que el transcurso del tiempo consolida derechos de terceros148, cuando
la intervención del juez constitucional, sin perjuicio del quebrantamiento, resulta

144 T-635 de 2004. M.P. Jaime Araujo Rentería.


145 T-328 de 2004.M.P. Alvaro Tafur Galvis.
146 Sobre la inmediatez como presupuesto del amparo constitucional invocado se puede consultar, entre otras la
sentencia T-001 de 1992.
147 Mediante la sentencia T-733 de 2001 se negó la protección del derecho de asociación sindical a quienes alegaban su
vulneración, tres años después de haber sido retirados del servicio.
148 En la sentencia T-759 de 2003 se negó la acción instaurada porque se pretendía volver sobre una acción
reivindicatoria, transcurridos los términos para interponer las acciones posesorias y de restablecimiento tanto
administrativas como civiles.
37
149
inútil, de todos modos , o si la situación indica que acudir a los procedimientos
ordinarios no agrava la conculcación150

CUANDO QUIERA QUE ESTOS RESULTEN VULNERADOS O


AMENAZADOS

La151 función del juez constitucional ante la amenaza o la violación de los


derechos fundamentales, es ordenar a las autoridades públicas
correspondientes o a los particulares responsables, la adopción de todas las
medidas que sean necesarias para garantizar su protección. El juez
constitucional no puede limitarse a sugerir a la autoridad correspondiente la
adopción de una medida, su obligación es garantizar la protección de los
derechos fundamentales del accionante ordenando lo pertinente y verificando
que sus decisiones se cumplan. Esta Corporación ha señalado la diferencia que
existe entre la vulneración y la amenaza de los derechos fundamentales. Sobre
la primera, ha dicho, “...se requiere la verificación objetiva que corresponde
efectuar a los jueces de tutela, mediante la estimación de su ocurrencia empírica
y su repercusión jurídico - constitucional..”152 Sobre la segunda, la amenaza,
“...que ella incorpora criterios tanto subjetivos como objetivos, configurándose no
tanto por la intención de la autoridad pública o el particular, cuando sea el caso,
sino por el resultado que su acción o abstención pueda tener sobre el ánimo de
la persona presuntamente afectada. Para que se determine entonces la
hipótesis constitucional de la amenaza se requiere la confluencia de elementos
subjetivos y objetivos o externos : el temor del sujeto que ve peligrar sus
derechos fundamentales y la convalidación de dicha percepción mediante
elementos objetivos externos, cuya significación es la que ofrecen las
circunstancias temporales e históricas.”153 También dijo la Corte, que “... el
criterio constitucional para evaluar la existencia de amenazas a los derechos
fundamentales es racional. No supone la verificación empírica de los factores de
peligro, lo cual de suyo es imposible epistemológicamente, sino la creación de
un parámetro de lo que una persona, en similares circunstancias, podría
razonablemente esperar.”

Ha154 sido reiterada la jurisprudencia de esta Corporación 155, en cuanto a la


necesidad de acreditar la vulneración o amenaza de un derecho fundamental,
pues es indispensable “un mínimo de evidencia fáctica, de suerte que sea
razonable pensar en la realización del daño o en el menoscabo material o
moral”156 del derecho cuya efectividad se solicita a través de la acción de
tutela. Por consiguiente, quien pretende la protección judicial de un derecho
fundamental debe demostrar los supuestos fácticos en que se funda su
pretensión, como quiera que es razonable sostener que quien conoce la
149 “En este orden de ideas al haberse cumplido en su integridad la sanción impuesta (..) no tiene objeto la solicitud de
amparo del derecho fundamental que invoca como vulnerado, pues de una parte, el principio de la inmediatez de la acción
de tutela consagrado por la jurisprudencia constitucional no se da en el presente caso y de otra, de haber existido la
presunta vulneración de los derechos del actor el posible daño ya se consumó al haberse ejecutado en su integridad la
sanción ya hace más de seis (6) años como se señaló, resultando improcedente el amparo” –sentencia T-873 de 2001, en
igual sentido, entre otras sentencias T-138 de 1994.
150 Mediante la sentencia T-812 de 2000 el amparo transitorio invocado fue negado, porque el actor demoró
injustificadamente la iniciación del proceso ordinario, sin perjuicio del daño irreparable alegado.
151 T-212/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
152 Corte Constitucional, Sentencia C-027 de 1993.
153 Ibídem
154 T-110/01. M.P. Martha Victoria Sáchica Méndez.
155 Entre muchas otras, pueden consultarse las sentencias T-082 de 1998, T-578 de 1998, T-739 de 1998, T-321 de 1993.
156 T-082 de 1998.
38
manera exacta como se presentan los hechos y las consecuencias de los
mismos, es quien padece el daño o la amenaza de afectación.

Es157 preciso recordar el criterio expresado por la Corte en relación con los
términos vulneración y amenaza desde la perspectiva de la protección de los
derechos fundamentales a través de la acción de tutela. En la sentencia T-952
de 2003, se dijo :

“…Consecuente con lo expresado, debe señalarse, que la tutela procede


para la protección de los derechos fundamentales que se encuentren no
solo vulnerados sino también amenazados.

Ahora bien, los términos “vulneración” y “amenaza” no se pueden equiparar


entre sí, pues en tanto la vulneración lleva implícito el concepto de daño o
perjuicio, la amenaza es una violación potencial que se presenta como
inminente y próxima.158

De esta manera resulta entonces que se “vulnera” un derecho cuando el


bien jurídico que constituye su objeto es lesionado y se “amenaza” un
derecho cuando ese mismo bien jurídico, sin ser destruido, es puesto en
trance de sufrir mengua. 159

Para que se configure la hipótesis jurídica de una amenaza a los derechos


fundamentales se requiere la confluencia de elementos subjetivos -
convicción íntima de la existencia de un riesgo o peligro - como objetivos -
condiciones fácticas que razonablemente permitan inferir la existencia de un
riesgo o peligro.160” (sentencia T-952 de 2003)

POR LA ACCION O LA OMISION

La161 acción de tutela no está llamada a prosperar cuando los hechos u


omisiones que pueden implicar violación de los derechos fundamentales no se
han producido ni existe razón objetiva, fundada y claramente establecida en cuya
virtud se pueda considerar -con miras a su protección- que existe una amenaza
cierta y contundente contra ellos. En otros términos, la eventualidad del daño
que puedan sufrir los derechos fundamentales por conductas que las
autoridades o personas contra las que se instaura la tutela pueden o no asumir, y
todavía no han asumido, no es elemento suficiente para que pueda concederse
la tutela.

DE CUALQUIER AUTORIDAD PUBLICA

Por autoridades públicas162, en sentido general, se entienden los órganos y


funcionarios que hacen parte de las distintas ramas del poder, encargados de la
157 T-327 de 2004. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
158 Una amenaza se configura con hecho o conductas consistes “en dar a entender con actos o palabras que se quiere
hacer algún mal a otro.” OSSORIO. Manuel. Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales. Heliasta S.R.L Buenos
Aires. 1981. Pág. 52
159 Sentencia No. T-096/94

160 Sentencia No. T-308 de 1993.


161 T-677 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
162 T-348 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara.
39
gestión pública, que comprende el desarrollo y cumplimiento de los cometidos
estatales, y son además, quienes están llamados a ejercer dentro del
ordenamiento jurídico, poder de mando o decisión, cuyas determinaciones, por
tanto, afectan a los gobernados.

La acción de tutela procede contra actos u omisiones de cualquier autoridad


pública163. El artículo 86 de la Constitución Política establece que la acción de
tutela procede contra cualquier autoridad pública, cuando éstas con su acción u
omisión vulneren o amenacen vulnerar derechos constitucionales
fundamentales. Por su parte, el artículo 5 del Decreto 2591 de 1991, establece la
procedencia de la mencionada acción “contra toda acción u omisión de las
autoridades públicas, que haya violado, viole o amenace violar” cualquiera de los
derechos constitucionales fundamentales. Siendo ello así, es importante
recordar lo que en relación con el concepto de autoridades, se señaló en la
sentencia C-543 de 1992. Se dijo en esa oportunidad lo siguiente:

“Ahora bien, de conformidad con el concepto constitucional de autoridades


públicas, no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les
corresponde la función de administrar justicia y sus resoluciones son
obligatorias para los particulares y también para el Estado. En esa
condición no están excluidos de la acción de tutela respecto de actos u
omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo cual no
significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por
ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que
ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su
cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos
judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esa
figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las
cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo
cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo
transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente
temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8° del
Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de
atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se
trata de hacer realidad los fines que persigue la justicia”.

Resulta claro entonces, que la Corte Suprema de Justicia, al igual que todos los
demás organismos del Estado y los particulares, se encuentra sometida a la
Constitución Política. Además, es también indiscutible su carácter de autoridad
pública y, en ese orden de ideas, con sus actos u omisiones podría de manera
excepcional, vulnerar o amenazar de vulneración derechos constitucionales
fundamentales que deben ser protegidos por el Estado. De ahí, que no se
entendería que las actuaciones de esa Corporación quedaran excluidas de la
acción de tutela como mecanismo democrático que puede invocar cualquier
ciudadano para la protección de tales derechos.

El164 artículo 86 de la Constitución Política dispone, sin excepción alguna, que


toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
163 T-420 de 2003.
164 Auto 046 de 2004. Sala Plena.
40
fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados o amenazados por
la acción o la omisión de cualquier autoridad pública; y que, en todo caso, se
remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión, en concordancia con
lo previsto en el numeral 9 del artículo 241 ibídem. que le asigna como función a
la Corte Constitucional la de revisar, en la forma que determine la ley, las
decisiones judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos
constitucionales. En el mismo sentido, el Decreto 2591 de 1991 reglamentario
de la acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política, y
que tiene fuerza de ley, dispone que toda persona tendrá acción de tutela para
reclamar ante los jueces, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados
por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública o de los particulares en
los casos que señale este decreto.

Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991 (art. 1º),
y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la tutela procede
contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de las autoridades
administrativas, y así lo han reiterado la Corte Constitucional en sus sentencias
sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales por vía de hecho
y el Consejo de Estado en la sentencia anteriormente citada, es evidente que lo
resuelto por las diferentes Salas de Casación de la Corte Suprema de Justicia al
no admitir a trámite las acciones de tutela que interponen las personas contra
providencia judicial proferida por una Sala de dicha Corporación, les vulnera su
derecho constitucional fundamental de acceso a la administración de justicia
(C.N., art. 229) y a obtener la tutela judicial efectiva de sus derechos
fundamentales, de conformidad con los Tratados Internacionales (Convención
Americana de Derechos Humanos, art. 25), y las Opiniones Consultivas de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (OC-11/90, OC-16/99).

LA PROTECION CONSISTIRA EN UNA ORDEN PARA QUE AQUEL


RESPECTO DE QUIEN SE SOLICITA LA TUTELA, ACTUE O SE ABSTENGA
DE HACERLO. EL FALLO QUE SERA DE INMEDIATO CUMPLIMIENTO,

El165 juez de tutela imparte órdenes de inmediato cumplimiento, para dar


certidumbre a las personas en cuanto al real y concreto disfrute de sus derechos
constitucionales, y es por ello precisamente que la jurisprudencia ha configurado
la tesis según la cual el medio ordinario no idóneo es desplazado por el amparo.
Pero, por otra parte, no es posible aceptar que esas órdenes puedan ser
impartidas contrariando normas imperativas de la propia Constitución, como la
del ya citado artículo 345, pues la Carta Política estructura un sistema jurídico,
que debe interpretarse y aplicarse razonable y armónicamente. En
consecuencia, las órdenes que al juez de tutela es dable impartir tienen por
presupuesto necesario el ordenamiento jurídico en su conjunto. Las166
sentencias de los jueces de tutela son de inmediato cumplimiento, ni el trámite
de la segunda instancia, ni el de revisión ante la Corte Constitucional justifican
desconocerlas, pues son trámites que se surten en el efecto devolutivo167. El168
fallo de tutela no solamente goza de la fuerza vinculante propia de toda decisión
judicial sino que, en cuanto encuentra sustento directo en la Carta Política y por
165 T-081 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
166 Sentencia T-162 de 1997.
167 Según el tercer inciso del artículo 203 del Código de Procedimiento Penal, devolutivo es el caso en el cual no se
suspenderá el cumplimiento de la providencia apelada ni el curso de la actuación procesal.
168 Auto No. 008 de 1996.
41
estar consagrada aquélla de modo específico para la guarda de los derechos
fundamentales de rango constitucional, reclama la aplicación urgente e integral
de lo ordenado, comprometiendo, a partir de su notificación, la responsabilidad
del sujeto pasivo del mandato judicial, quien está obligado a su cumplimiento so
pena de las sanciones previstas en la ley.

Para la efectividad de los derechos fundamentales y con miras a la real vigencia


de la Constitución, resulta esencial que las sentencias de tutela sean ejecutadas
de manera fiel e inmediata, lo que exige el mayor rigor por parte de los
organismos estatales competentes en la aplicación de las sanciones que
merezca quien desatienda las órdenes judiciales impartidas por medio de ellas.
De la estricta observancia de la normatividad correspondiente depende la
realización de los fines primordiales del orden jurídico y del Estado Social de
Derecho. Ello es todavía más claro, dada la jerarquía del órgano y la función de
control superior y unificación de jurisprudencia que le compete, cuando el
amparo ha sido concedido por la Corte Constitucional, cuyos fallos son
obligatorios e ineludibles y no pueden ser desconocidos, demorados ni
tergiversados por los llamados a acatarlos. El incumplimiento del fallo de tutela
no sólo representa falta disciplinaria y desacato sino que puede configurar
conductas punibles como fraude a resolución judicial y prevaricato por omisión.
Cuando el juez competente no ejerza la función de vigilancia que le ha sido
asignada para asegurar el cumplimiento de los fallos de tutela, debe responder
disciplinariamente, por lo cual, en caso de efectivo desacato a ciencia y
paciencia del juez responsable, el Consejo Superior de la Judicatura y la
Procuraduría General de la Nación en el ámbito de sus respectivas
competencias, deben asumir el conocimiento inmediato del asunto. La Corte
Constitucional no vacila en afirmar que el incumplimiento de los fallos de tutela
tiene que ser sancionado drásticamente y de manera oportuna, pues de lo
contrario resulta inútil la institución. En cuanto a las sentencias de la Corte
Constitucional, no corresponde a ella la función de vigilar con posterioridad al
momento del fallo, si éste es acatado por los obligados. La función de la Corte
culmina con la providencia que pone fin al proceso de revisión adelantado en su
seno. Es al juzgador de primera instancia, a quien corresponde adoptar las
medidas de control e imponer las sanciones pertinentes y, mantener la
competencia hasta que esté completamente restablecido el derecho.

Las169 sentencias de tutela son de cumplimiento inmediato, tal como lo establece


el artículo 86 de la Constitución y el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, es
decir, que no obstante que sean impugnadas, lo decidido se debe cumplir en la
forma dispuesta en la parte resolutiva, porque el hecho de impugnar no lleva
consigo la suspensión del cumplimiento de la misma. Esto no ocurre siquiera,
cuando la acción se encuentra en revisión de la Corte.

Las170 órdenes contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección


de los derechos, tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o
el particular que haya sido declarado responsable de la amenaza o violación,
debe cumplir la orden encaminada a la protección de los derechos
fundamentales en los términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí
señalado. El incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática de
la Carta. Por una parte, en cuanto frusta la consecución material de los fines
esenciales del Estado, como son la realización efectiva de los principios,
169 T-259 DE 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
170 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
42
derechos y deberes consagrados en la Carta, el mantenimiento de la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°). Y
por la otra, en cuanto dicha omisión contraría, además de las normas
constitucionales que regulan la acción de tutela y el derecho infringido, también
aquellas que reconocen en el valor de la justicia y en los derechos al debido
proceso y al acceso efectivo a la administración de justicia, pilares
fundamentales del modelo de Estado Social de Derecho (arts. 29, 86 y 230).

Cumplimiento de las órdenes proferidas por el juez constitucional 171. Una vez
verificados por el juez los supuestos fácticos y jurídicos del caso objeto de
estudio y de llegar a la conclusión que se han vulnerado derechos
fundamentales, debe proferir una sentencia que decida de fondo el asunto y
restablezca el orden jurídico violado. La decisión del juez se concreta en una
orden, la cual debe ser de tal entidad que, en caso de que se advierta
vulneración de derechos fundamentales, restablezca de manera inmediata los
derechos desconocidos del interesado, de tal manera que el infractor de la
norma fundamental actúe o se abstenga de hacerlo. Dicha orden es de
inmediato e ineludible cumplimiento en tanto que lo que se pretende es el
restablecimiento del orden jurídico constitucional y hacer efectiva la garantía de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta Política.

No puede quedarse tan sólo en el plano teórico o conceptual sino que es


imperativo que se materialice, que se haga efectiva porque de lo contrario el
orden constitucional continúa quebrantado y perderían sentido las normas de la
Carta que reconocen y protegen los derechos de estirpe fundamental172. De esta
manera el destinatario de la orden, ya sea una autoridad pública o un particular,
debe acatarla y darle estricto cumplimiento en forma inmediata, sin entrar a
considerar si los fallos que las contienen son o no convenientes o contravienen
sus intereses, pues sólo les basta con saber que han sido dictados por jueces de
la República que, en ejercicio de sus facultades constitucionales, han proferido
una decisión destinada a hacer valer el imperio de las normas constitucionales
que consagran derechos fundamentales. Importa destacar que si bien es cierto
el fallo es de obligatorio cumplimiento, y el llamado a ello debe actuar o dejar de
hacerlo conforme a lo ordenado, también lo es que para que tal providencia sea
oponible es necesario que la misma se haya notificado.

Es claro que las personas tienen derecho a saber que contra ellas se ha iniciado
una tutela y a conocer los fallos que se adopten al resolver el caso concreto,
pues durante el trámite de la acción el debido proceso debe observarse y, en
caso contrario, habría lugar a decretar una nulidad o, en el evento de que ese
procedimiento ya hubiese concluido, a iniciar otra acción con el fin de restablecer
el derecho violado. Esa notificación, como las de las demás providencias que se
dicten en el curso del proceso, ya lo ha señalado la ley (art. 30 del Decreto 2591
de 1991) y reafirmado la Corte, no requiere ser personal, pues se puede hacer
por telegrama o por otro medio que resulte ser expedito173 y que, en el caso de la
171 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
172 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-766 de 1998 y T-188 de 2002, ya citadas.
173 En cuanto a la expresión: por el medio que el juez considere mas expedito y eficaz a que aluden los artículos 16 y 30
del Decreto 2591 de 1991, la Corte, en Sentencia T-548 del 23 de noviembre de 1995, manifestó que “[e]sta disposición no
puede en ningún momento considerarse que deja al libre arbitrio del juez determinar la forma en que se debe llevar a cabo
la notificación, pues ello equivaldría a permitir la violación constante del derecho fundamental al debido proceso. (...) Así,
entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes el conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las
decisiones que se adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformidad con la ley y asegurando
siempre que dentro del expediente obre la debida constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso
de ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación personal; si ello no se logra, se debe procurar
la notificación mediante comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su disposición, y, en
43
sentencia, asegure su cumplimiento. Incluso aun en el evento en que dicha
notificación no se realice por parte del juez, pero la persona llamada a cumplir el
fallo se acerque al despacho y se notifique por conducta concluyente -la cual
constituye una forma de notificación subsidiaria-, lo cierto es que ese propósito
de la notificación, cual es hacerle conocer a las partes sobre el contenido de lo
decidido y darles la posibilidad de defensa y de controvertir, se ha satisfecho. En
ese caso el derecho a la contradicción no se ha vulnerado en cuanto los
términos sólo empezarían a contar a partir del día siguiente a la fecha en que se
tuvo conocimiento de la providencia.

El poder que tiene el juez para hacer cumplir sus fallos difiere del que tiene para
imponer una sanción por desacato. El trámite del desacato y el debido proceso

La protección que se otorga a través del fallo que se dicta con ocasión de una
acción de tutela sería inocua si no existieran mecanismos ágiles, eficaces y
oportunos al alcance del juez para coaccionar u obligar a la autoridad o persona
que violó o desconoció un derecho fundamental, y destinatario de una orden,
para que cumpla con lo dispuesto por el funcionario judicial y restablezca, en los
términos fijados por él, el derecho violado o amenazado. El juez no puede
quedarse inerme frente al incumplimiento de una orden contenida en un fallo de
tutela sino que está en la obligación ineludible de actuar, de agotar todos los
mecanismos que sean necesarios para restablecer el derecho violado y de
utilizar las herramientas jurídicas que la ley le confiere para que su decisión no
quede en mera teoría. El poder que tiene el juez en esta materia es tal que la ley
ha dispuesto que él mantiene su competencia hasta tanto no se logre el
restablecimiento completo del derecho vulnerado o hayan sido eliminadas las
causas de la amenaza (art. 27 del Decreto 2591 de 1991).

Ya la Corte ha señalado, conforme a lo dispuesto en el artículo 27 del Decreto


2591 de 1991, cuáles son los pasos que le corresponde al juez agotar en caso
de que, dentro del término señalado en el fallo, se incumpla la orden dada. Así,
ha sostenido que (1) debe dirigirse al superior del responsable con el fin de
requerirlo para que haga cumplir la sentencia y abra el correspondiente proceso
disciplinario contra aquél; (2) si luego de transcurridas 48 horas a partir del
requerimiento no se ha cumplido con lo ordenado, ordenará abrir proceso contra
el superior, y (3) en ese mismo momento adoptará directamente todas las
medidas para el cabal cumplimiento del fallo174. Adicionalmente, el juez puede
sancionar por desacato al responsable y al superior hasta que cumplan su
sentencia.

De acuerdo con lo anterior, la facultad para sancionar por desacato es una


opción que tiene el juez frente al incumplimiento pero no puede confundirse en
manera alguna con la potestad que tiene para hacer efectiva la orden de tutela.
Es decir, el juez puede adelantar el incidente de desacato y sancionar a o los
responsables y simultáneamente puede adelantar las diligencias tendentes a
obtener el cumplimiento de la orden. Un trámite no excluye al otro y de igual
manera la competencia para hacer efectivo el cumplimiento de la orden no es
requisito necesario ni previo para poder imponer la sanción. Luego no le asiste
razón a la peticionaria cuando alega que el Tribunal Superior del Distrito Judicial

todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia para que pueda ejercer las rectas procesales
correspondientes”.
174 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-763 del 7 de diciembre de 1998 y T-1155 del 1 de septiembre de 2000.
44
debió haber requerido a su superior para efectos de hacer cumplir el fallo antes
de iniciar el trámite del desacato.

El afectado por la falta de materialización de una orden de tutela, puede acudir


ante el juez que impuso la sanción o el de primera instancia, según sea el caso,
para solicitarle el cumplimiento total de la misma y asegurar que su derecho sea
íntegramente protegido, para lo cual el juez está obligado a observar el
procedimiento señalado en la norma transcrita e iniciar un trámite incidental para
establecer si hay lugar o no a imponer la sanción por desacato. El desacato no
es otra cosa que el incumplimiento de una orden proferida por un juez y
contenida ya sea en una sentencia o en cualquier providencia dictada en
ejercicio de sus funciones y con ocasión del trámite de una acción de tutela.
Dicha figura jurídica se traduce en una medida de carácter coercitivo y
sancionatorio con que cuenta el juez de conocimiento de la tutela para sancionar
a quien desatienda sus órdenes expedidas para proteger de manera efectiva
derechos fundamentales175.

Tal como la Sala Plena de la Corte lo ha sostenido, ese poder conferido al juez
constitucional está inmerso dentro de sus poderes disciplinarios asimilables a los
que el artículo 39, numeral 2 del Código de Procedimiento Civil le concede al
juez civil, y las sanciones que imponga tienen una naturaleza correccional 176. El
trámite que debe adelantarse es el incidental especial que finaliza con un auto, el
que, si impone la sanción, es consultado ante el superior para que éste revise la
actuación surtida por el inferior, pero, si ocurre lo contrario, allí concluye la
actuación, toda vez que el legislador no previó la posibilidad de que dicho auto
pueda ser susceptible de apelación. Es claro que si se impone la medida
correccional, ésta no podrá hacerse efectiva hasta tanto el superior no confirme
el auto consultado177.

Así pues, al ser el desacato una manifestación del poder disciplinario del juez la
responsabilidad de quien en él incurra es subjetiva178, lo que indica que no puede
presumirse la responsabilidad por el sólo hecho del incumplimiento sino que
para que haya lugar a imponer la sanción se requiere comprobar la negligencia
de la persona comprometida. Lo anterior es independiente de la sanción penal
que por esa conducta le pueda ser atribuible al responsable y del delito de fraude
a resolución judicial, al tenor de lo dispuesto en el artículo 53 del Decreto 2591
de 1991. Hasta aquí podría concluirse que el cumplimiento es oficioso, aunque
no excluye la posibilidad de que el afectado pueda solicitarlo al juez; la
responsabilidad es objetiva y además tiene como fundamento normativo los
artículos 23 y 27 del Decreto 2591 de 1991. El desacato, por su parte, se
caracteriza por tener un trámite incidental; las sanciones se pueden imponer a
solicitud de la parte interesada, de alguno de los intervinientes en la tutela, por
petición del Ministerio Público o de la Defensoría del Pueblo e inclusive de
oficio179; la responsabilidad es subjetiva y se cimienta en los artículos 27 y 52
ibídem.

175 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-188 de 2002, ya citada.


176 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-092 del 26 de febrero de 1997.
177 Sobre este punto se pronunció la Sala Plena en la Sentencia C-243 del 30 de mayo de 1996, al resolver una demanda
instaurada contra el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, y declaró inexequible la expresión “la consulta se hará en el
efecto devolutivo”.
178 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-763 de 1998, ya citada.
179 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-766 de 1998, ya citada.
45
Teniendo en cuenta que este incidente tiene como objeto no sólo lograr la
efectiva materialización de los derechos fundamentales afectados, sino el de
verificar si la persona o autoridad a la cual se le dio la orden de tutela la ha
incumplido y establecer si es del caso imponer o no la sanción respectiva 180, la
necesaria consecuencia del incumplimiento y demostrada la responsabilidad del
sujeto es la imposición de la sanción. Así las cosas, si durante el trámite del
incidente y antes de que se decida en forma definitiva, el obligado cumple con lo
ordenado por el juez constitucional, no por ello se excluye la posibilidad de
aplicar la sanción por desacato. Ésta se impone como consecuencia directa del
incumplimiento a una orden de un juez, lo cual es independiente al hecho de que
con posterioridad se verifique la observancia de la orden y se restablezca el
derecho vulnerado.

De otra parte, no puede olvidarse que la observancia del debido proceso es


perentoria durante el trámite incidental181, lo cual presume que el juez, sin
desconocer que debe tramitarse al igual que la tutela de manera expedita, no
puede descuidar la garantía del derecho al debido proceso y el derecho de
defensa. Debe (1) comunicar al incumplido sobre la iniciación del mismo y darle
la oportunidad para que informe la razón por la cual no ha dado cumplimiento a
la orden y presente sus argumentos de defensa. Es preciso decir que el
responsable podrá alegar dificultad grave para cumplir la orden, pero sólo en el
evento en que ella sea absolutamente de imposible cumplimiento182, lo cual debe
demostrar por cualquier medio probatorio; así mismo, debe (2) practicar las
pruebas que se le soliciten y las que considere conducentes son indispensables
para adoptar la decisión; (3) notificar la decisión; y, en caso de que haya lugar a
ello, (4) remitir el expediente en consulta ante el superior.

En el evento en que durante el curso del incidente se advierta desconocimiento


del derecho al debido proceso y como consecuencia de ello se constituya una
vía de hecho, es perfectamente admisible que quien considere vulnerado su
derecho acuda a la acción de tutela en procura de obtener protección
constitucional. Será el juez de tutela, entonces, el que entre a valorar si en el
caso concreto se configuran los presupuestos para la procedencia de la acción
contra providencias judiciales y si se configura o no una vía de hecho. Al
respecto, debe anotar la Corte que las razones que el peticionario exponga en su
escrito de tutela deben ser coherentes con los argumentos esgrimidos durante el
incidente y que las pruebas que pretenda hacer valer hayan sido solicitadas,
conocidas o analizadas en la etapa incidental porque de lo contrario la tutela no
sería procedente en tanto que ésta no puede ser utilizada como un remedio
procesal ante la desidia o negligencia del interesado. En la acción de tutela no
es admisible alegar cuestiones que debieron haber sido debatidas en el
desacato o circunstancias nuevas que no fueron manifestadas en su momento y
menos solicitar la práctica de pruebas no pedidas durante el trámite incidental.
Esto en atención a que -se reitera- la tutela no es un mecanismo alternativo de
los procesos judiciales ni puede ser utilizada para remediar falencias del actor
durante el trámite del proceso ordinario.

PODRA IMPUGNARSE ANTE EL JUEZ COMPETENTE Y,

180 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-553 del 18 de julio de 2002.


181 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-572 del 29 de octubre de 1996 y T-766 de 1998, ya citada.
182 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-635 del 15 de julio de 2001 y T-086 de 2003, ya citada.
46
183
Ninguna norma constitucional ni legal exige que quien impugne sustente la
impugnación. La expresión "debidamente", utilizada por el artículo 32, debe
entenderse referida al término para impugnar, único requisito de índole formal
previsto en el Decreto 2591 de 1991, al lado del relativo a la competencia del
juez, establecido por la propia Constitución. Este carácter simple de la
impugnación es concordante con la naturaleza preferente y sumaria que la
Constitución atribuye a la acción de tutela y con la informalidad que, en
consecuencia, subraya el artículo 14 del Decreto 2591 para la presentación de la
solicitud, cuando establece inclusive que al ejercitar la acción "no será
indispensable citar la norma constitucional infringida, siempre que se determine
claramente el derecho violado o amenazado". En este orden de ideas, no es
posible equiparar la impugnación del fallo de tutela con los demás recursos
consagrados en otras leyes, pues ellos tienen fines distintos y diferente régimen,
menos aún con el objeto de impedir su ejercicio haciéndole extensivos "por
analogía" requisitos expresamente indicados para los recursos ordinarios o
extraordinarios. Además, acudiendo a la interpretación teleológica de las normas
constitucionales, se halla fácilmente el sentido protector de la acción de tutela, al
igual que su inconfundible orientación hacia el perfeccionamiento material de los
derechos fundamentales (artículos 1, 2 , y 86 de la Constitución, entre otros),
que no se obtiene dentro de una concepción que rinda culto a las formas
procesales, menos aún si ellas no han sido expresamente consagradas. Al fin y
al cabo, de lo que se trata es de velar por la prevalencia del derecho sustancial,
tan nítidamente definida por el artículo 228 de la Carta Política. En el caso sub-
judice el actor se equivocó al designar con las palabras "recurso de reposición"
lo que en verdad era la impugnación del fallo, pero no se necesita gran esfuerzo
para comprender que su deseo era el de obtener un nuevo estudio de su caso.

La184 apelación de sentencias de tutela se debe conceder en el efecto


DEVOLUTIVO (no se suspenderá el cumplimiento de la providencia apelada, ni
el curso del proceso, art. 354 No. 2 del C. De P. C.), por cuanto no está permitido
al a-quo suspender los efectos del fallo hasta que se resuelva el asunto en
segunda instancia. Si bien un fallo de tutela en primera instancia puede ser
recurrido por cualquiera de las partes dentro de los términos establecidos por la
ley, su cumplimiento por éstas es obligatorio mientras se surte la segunda
instancia, la cual, de confirmarlo, dejará en firme la actuación del a-quo, pero en
caso de revocarlo, dejará sin efectos totales o parciales el fallo objeto de
apelación, y producirá otros, los cuales las partes deberán acatar. Todo fallo de
tutela que sea remitido para eventual revisión por la Corte Constitucional, tiene
plenos efectos, aún durante el trámite de la revisión, por cuanto según lo
prescrito en el artículo 35 del Decreto 2591 de 1991 con fundamento en el
artículo 86 de la Constitución Nacional, la revisión se concede en el efecto
devolutivo, esto es, sin que se suspendan las decisiones adoptadas en el fallo
correspondiente. Lo anterior ocurre sin perjuicio de que la Corporación, cuando
lo estime conveniente, adopte las medidas provisionales que considere
necesarias para proteger un derecho fundamental, según lo prescrito en el
artículo 7o. del mismo Decreto.

El185 decreto 2591 de 1991 en sus artículos 31 y 32, hace referencia a la


impugnación del fallo de tutela. En el artículo 31 se señala de manera expresa el
término máximo para la interposición de la impugnación: “Dentro de los tres días
183 T-501 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
184 T-068 de 1995. M.P. Hernando Herrera Vergara.
185 Auto 159ª de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
47
siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado...”. De esta manera,
surge como único requisito para la impugnación, que ésta sea presentada dentro
del término legalmente estipulado para ello, sin que medie formalidad adicional.
Se hace así efectivo el derecho constitucional de controvertir las decisiones
judiciales, permitiendo el acceso a la segunda instancia y se confirma el carácter
informal de la acción de tutela.

EN TODO CASO, ESTE LO REMITIRA A LA CORTE CONSTITUCIONAL


PARA SU EVENTUAL REVISIÓN

Es186 más importante, en razón de su contenido y alcances, la revisión eventual


que la obligatoria, porque justamente la labor de la Corte en materia de tutela es
de orientación, consolidación de la jurisprudencia y pedagogía constitucional,
todo lo cual se logra más eficientemente con unos fallos preseleccionados por su
importancia y su carácter paradigmático (tal carácter tiene dos implicaciones: es
obligatorio y es didáctico) que con toda una suerte de sentencias obligatorias y
numerosas, la mayoría de las cuales terminarían siendo una repetición de casos
idénticos, que convertirían a la Corte Constitucional en una tercera instancia
ahogada en un mar de confirmaciones de sentencias.

El objeto de la Revisión de las sentencias de tutela. No constituye una nueva


instancia187. La Corte ha precisado en reiteradas decisiones que el alcance de
sus funciones en materia de revisión de las sentencias de tutela se concreta en
la unificación de la jurisprudencia sobre derechos fundamentales con el fin de
garantizar su efectividad188, sin que pueda entenderse que las actuaciones en
dicha sede de revisión constituyan una nueva instancia. Al respecto ha señalado
lo siguiente:

“Según lo determina la propia Carta Política en su artículo 86, la revisión


constitucional de las sentencias de tutela es de carácter eventual y no tiene
el propósito de resolver en todos sus detalles el asunto ya examinado por
los jueces sino el de verificar, frente a la Constitución, lo actuado por ellos,
con miras al señalamiento de la doctrina constitucional y de la
jurisprudencia sobre el alcance de las disposiciones relativas a los derechos
fundamentales. Cosa distinta es que la Corte, cuando encuentre razones
fundadas en su análisis para revocar total o parcialmente, o para modificar
lo resuelto, introduzca los necesarios cambios en la determinación concreta,
o en la orden impartida, adecuándolas a su doctrina. Pero este efecto es
secundario y accesorio a las funciones primordiales de unificación
jurisprudencial y pauta doctrinal confiadas a la Corte, e indica que la
controversia propiamente dicha, con la plenitud de los elementos de hecho
sobre los cuales recae la solicitud de amparo, la legitimidad de las partes y
de los intervinientes y la discusión detallada acerca de las pruebas llevadas
al proceso, debe darse en las instancias”189

En este sentido la Corporación ha advertido (i) que el objeto central del análisis
de la Corte es la sentencia definitiva en tutela. De ahí que deba detenerse a
considerar los argumentos expuestos por los jueces de instancia. (ii) que no
186 C-018/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
187 T-054 de 2003. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
188 Ver al respecto entre otras las sentenciasT-006 de 1992, T-406 y T-525 de 1992. Para una síntesis de dicha
jurisprudencia ver la Sentencia SU-1184/01.
189 Sentencia T-088 de 1999. Ver además, sentencia T-175 de 1997.
48
resulta indispensable adentrarse en el caso más allá de lo que estime necesario
para fijar la correcta interpretación de la norma constitucional, pues el debate
probatorio se ha debido realizar, en principio, en las instancias. (iii) y que si bien
puede tener presente hechos posteriores a la decisión de tutela ello es así en
tanto puedan resultar decisivos para comprender a cabalidad la situación fáctica
y revelar la violación de un derecho fundamental que al momento de tramitarse
la tutela resultaba discutible190. Así las cosas, la Corte llama la atención sobre el
hecho que la revisión que le encomienda la Constitución y el Decreto 2591 de
1991 no constituye una tercera instancia y que el objeto sobre el cual recae el
análisis de la Corte en dicha sede son las decisiones de los jueces de tutela, con
el fin de examinar si ellos en sus providencias aplicaron en debida forma los
valores, principios y preceptos constitucionales en los términos definidos por la
Corporación en su jurisprudencia191. En este sentido la acción de tutela “no es,
por tanto, “un medio alternativo, ni menos adicional o complementario para
alcanzar el fin propuesto"1en el marco de un proceso judicial. Cabe precisar
igualmente que dicho análisis se circunscribe a los hechos y circunstancias
sometidos a consideración de los jueces de tutela, y que en consecuencia
hechos posteriores a las decisiones por ellos adoptadas solamente pueden ser
considerados como elementos que sirvan para la interpretación o constatación
de los hechos que fueron sometidos a su consideración, pero sin que dichos
hechos posteriores se puedan convertir en objeto de decisión por parte de la
Corte, pues el ámbito de su análisis como ya se señaló está claramente
delimitado. El hecho de que la actuación en sede de revisión no constituya una
tercera instancia implica además que no quepa reconocer personería, ni atender
las peticiones que puedan hacer los sujetos procesales ni sus representantes.

En192 desarrollo de la competencia conferida en los artículos 86 y 241 numeral 9º


de la Carta y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Corte
Constitucional tiene la función de revisar de manera eventual, las decisiones
judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales y
en cumplimiento de esta función ejerce su papel como supremo guardián de los
derechos y libertades fundamentales. De acuerdo con lo regulado en el artículo
33 del Decreto 2591 de 1991, para la revisión de los fallos de tutela, se
designará dos de sus magistrados para que seleccionen, “sin motivación
expresa y según su criterio”, las sentencias de tutela que habrán de ser
revisadas.

La revisión eventual por parte de la Corte Constitucional no configura una tercera


instancia, pues como se afirmó en Auto de Agosto 1º de 1996: “…no ha sido
prevista por la Constitución para dar a las partes nueva posibilidad de atacar las
determinaciones judiciales de primero y segundo grado. Su sentido y razón
consisten en asegurar que, por parte del tribunal que tiene a su cargo la guarda
de la integridad y supremacía de la Carta Política, se unifiquen los criterios con
base en los cuales ella se interpreta y aplica en materia de derechos, se elabore
la doctrina constitucional y se tracen las pautas de la jurisprudencia, a propósito
de casos paradigmáticos, sobre el alcance de los principios, postulados,
preceptos y reglas de la constitución, corrigiendo de paso, si hay lugar a ello, las
desviaciones y errores de equivocadas interpretaciones y decisiones judiciales.”

190 Sentencia SU-1184 /01


191 Ver Sentencia T-088 de 1999.
1 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. C-543 de Octubre 1o. de 1.992.
192 Auto 012 de 2004. Sala Plena.
49
Así entonces, en materia de revisión de las Sentencias de tutela por la Corte
Constitucional, la Constitución no ordena a esta Corporación seleccionar y
revisar todos los fallos de tutela como lo afirma el peticionario, sino que le
concede libertad en la escogencia en forma autónoma y discrecional, según los
criterios y los objetivos que ella misma determine o los que juzgue pertinentes
para la protección de los derechos fundamentales. Esta discrecionalidad implica
que la Corte tiene plena libertad para determinar cuáles procesos son estudiados
por ella, sin que la ley, ni ninguna otra regulación de menor jerarquía, puedan
obligarla a seleccionar un determinado caso de tutela, o una cierta cantidad de
los mismos. En Sentencia C-037 de 1996, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa, la
Corte precisó que la facultad de selección es “una atribución libre y discrecional
de la Corporación para revisar los fallos de tutela que sean remitidos por los
diferentes despachos judiciales, con el fin de unificar la jurisprudencia sobre la
materia y de sentar bases sólidas sobre las que los demás administradores de
justicia se puedan inspirar al momento de pronunciarse acerca de los derechos
fundamentales dentro del ordenamiento jurídico colombiano”.

Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las sentencias
unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos, encauzando así la
labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos temas donde no haya
alguna posición de la plenaria, las salas de revisión cuentan con un amplísimo
margen de análisis, pues además de crear la jurisprudencia, establecen los
parámetros que deberán atender los jueces de instancia. En consecuencia, la
labor sistémica de la Corte no está reservada solamente a la Sala Plena, sino
también a cada una de las Salas de Revisión.

Por último es preciso reiterar que la facultad discrecional de revisión implica


también que el papel de la Corte no consiste en corregir todos los eventuales
errores en que hayan podido incurrir los jueces al decidir los casos, sino que
busca unificar la doctrina sobre el alcance de los derechos fundamentales. En la
Sentencia T-269 de 1995, ha dicho esta Corporación: “El objetivo primordial de
la revisión eventual, mucho más allá de la resolución específica del caso
escogido, es el análisis de fondo sobre la manera como se ha interpretado y
aplicado por los jueces la preceptiva constitucional y la definición que hace la
Corte, en el plano doctrinal, acerca de cómo debe entenderse y aplicarse en
casos posteriores en los que surja el mismo debate, a propósito de hechos o
circunstancias regidas por idénticos preceptos. Por supuesto, es indispensable
que el caso particular, a partir de ese examen, sea también resuelto por la Corte,
bien confirmando, ya modificando o revocando los fallos de instancia. Pero tal
resolución no es el único ni el más importante propósito de la revisión y viene a
ser secundario frente a los fines de establecimiento de la doctrina constitucional
y de unificación de la jurisprudencia, que tienen un sentido institucional y no
subjetivo.”

Así entonces, contra los autos proferidos por las Salas de Selección no procede
causal alguna de nulidad, toda vez que la escogencia de los casos de revisión,
constituye un trámite “eventual” (Art.86 C.P.), realizado “sin motivación expresa y
según su criterio” (Art. 33 Dto. 2591/91), fundamentado en precisas facultades
que le confieren a esta Corporación discrecionalidad, libertad y autonomía, de
conformidad con los criterios y los objetivos que ella misma determine.
50
ESTA ACCIÓN SOLO PROCEDERÁ CUANDO EL AFECTADO NO DISPONGA
DE OTRO MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL, SALVO QUE AQUELLA SE
UTILICE COMO MECANISMO TRANSITORIO PARA EVITAR UN PERJUICIO
IRREMEDIABLE.

La193 Corte también ha sido enfática al resaltar el carácter subsidiario194 y


residual195 de la acción de tutela, en este sentido la ha concebido como el
mecanismo procesal previsto ante la inexistencia de mecanismos procesales196
para el amparo judicial integral197 del objeto de protección. Sin embargo también
la ha considerado como un mecanismo procesal supletorio de los mecanismos
ordinarios, frente a la inidoneidad e ineficacia del mecanismo ordinario de
protección circunstancia ligada a la eventualidad del perjuicio irremediable198.
Situación en la cual su virtud tutelar se modula para convertirse en mecanismo
cautelar transitorio199.

Según200 el texto constitucional, para que el amparo proceda, no basta que se


compruebe la vulneración o amenaza de uno o más derechos fundamentales,
sino que es indispensable que el solicitante de la tutela no cuente con otro medio
de defensa judicial al que pueda acudir para lograr su protección, a no ser que
utilice el mecanismo para evitar un perjuicio irremediable. Dicho esto de otro
modo, así como la existencia de otro medio de defensa judicial no significa que,
sin formula de juicio alguna, la acción de tutela resulte improcedente, la
demostración de la violación o amenaza de vulneración no hace que el amparo
proceda en forma mecánica201. Ello es así porque, tal y como reiteradamente lo
ha sostenido la Corte, la acción de tutela es de naturaleza residual y subsidiaria
y no está diseñada para reemplazar las acciones judiciales ordinarias a las
cuales la persona puede acudir para hacer valer sus derechos. Tampoco es un
medio alternativo de defensa al que puede recurrir el interesado cuando no
quiere hacer uso de los medios o recursos judiciales establecidos por el
ordenamiento jurídico, pues el carácter excepcional del mecanismo
constitucional de protección impide que éste pueda superponerse o suplantar
aquellos202.

Así, desde sus primeros fallos, ha dicho la Corte, en relación con el contenido
del inciso 3º del artículo 86 de la Constitución, que el sentido de la norma es el
de subrayar el carácter supletorio del mecanismo, es decir, que la acción de
tutela como mecanismo de protección inmediata de los derechos
193 T-577 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
194 Subsidiariedad como predicado del mecanismo en hipótesis de inexistencia de otro mecanismo judicial, así en
Sentencia T-432 de 2002. En el mismo sentido Sentencia T-007 de 1992.
195 Los términos subsidiario y residual con los cuales se califica a la acción de tutela, se utilizan de manera equivalente
para significar la inexistencia de otro mecanismo judicial. Ver en este sentido sentencias SU-646 de 1999 y T-408 de 2002.
196 Estos mecanismos procesales pueden ser incluso recursos ordinarios en el trámite de un proceso judicial o
administrativo así en sentencia T-984 de 1999 citada por la sentencia T-408 de 2002.
197 Esta cualificación del amparo puede verse en sentencia SU-961 de 1999 reiterada en Sentencias T-251 de 2001, T-061
de 2002 y T-433 de 2002. Ver también Sentencia T-251 de 2001.
198 En la sentencia T-432 de 2002 la Corte resolvió el caso de dos menores que buscaban la protección de sus derechos
fundamentales al debido proceso y a la seguridad social, debido a que su madre (representante legal) celebró un acuerdo
conciliatorio en el cual transó la pensión de sobrevivientes de sus hijos por bienes muebles e inmuebles de importante
cuantía, conciliación aprobada por el juez ordinario respectivo. La Corte Constitucional no concedió la tutela debido a que
se pudo comprobar que además de existir un mecanismo ordinario de defensa de los derechos invocados (acción
ordinaria laboral), los actores no se encontraban expuestos a sufrir un perjuicio irremediable en los derechos
fundamentales invocados. Para la Corte, el análisis sobre la configuración o no de un perjuicio irremediable debe guardar
estrecha relación con la afectación de los derechos fundamentales invocados.
199 Cfr. Sentencia T-432 de 2002.
200 T-585 de 2002. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
201 Sentencia T-449 de 27 de agosto de 1998. Sala Primera de Revisión.
202 Sentencia T-983 de 13 de septiembre de 2001. Sala Octava de Revisión.
51
constitucionales fundamentales debe ser entendida como un instrumento
integrado al ordenamiento jurídico, de manera que su efectiva aplicación sólo
tiene lugar cuando dentro de los diversos medios que aquél ofrece para la
realización de los derechos, no exista alguno que resulte idóneo para proteger
instantánea y objetivamente el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza
por virtud de una conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de
particulares en los casos señalados por la ley, a través de una valoración que
siempre se hace en concreto, tomando en consideración las circunstancias del
mismo y la situación de la persona, eventualmente afectada con la acción u
omisión. No puede existir concurrencia de medios judiciales, pues siempre
prevalece la acción ordinaria, y de ahí que se afirme que la tutela no es un medio
adicional o complementario, pues su carácter y esencia es ser único medio de
protección que, al afectado en sus derechos fundamentales, brinda el
ordenamiento jurídico203. En ese mismo sentido, se ha afirmado que el primer
llamado a proteger los derechos constitucionales no es el juez de tutela, sino el
ordinario, ya que la tutela está reservada para enfrentar la absoluta inoperancia
de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los derechos de
las personas, no para suplirlos, pues, de otra manera tendría que aceptarse que,
más temprano que tarde, la acción de tutela perdería completamente su
eficacia204.

Principio de subsidiariedad de la acción de tutela. La eficacia como excepción a


la regla general de la improcedencia de la acción ante la existencia de otros
mecanismos de defensa205. La regla general en materia de procedibilidad de la
acción de tutela está determinada por el principio de subsidiariedad. La acción
de tutela procede entonces ante la inexistencia de otro mecanismo de defensa
judicial, salvo cuando se intente como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable (art. 86 CN). No obstante, el efecto útil del principio de
subsidiariedad, implica que la procedencia de la acción de tutela dependa
siempre de un juicio sobre la eficacia concreta de los mecanismos ordinarios de
defensa judicial. Esta opción hermenéutica está determinada por la existencia de
una cláusula de cierre de la jurisdicción que indica que no existe asunto no
susceptible de ser sometido a la jurisdicción, y que en el ordenamiento jurídico
colombiano está radicada en cabeza del juez civil del circuito (art., 16 numeral 9
del código de procedimiento civil).

En efecto, no atar la procedencia de la acción de tutela al juicio de eficacia del


mecanismo ordinario, equivaldría prácticamente a condenar al ostracismo la
acción de tutela, pues no existe asunto jurídico alguno no susceptible de ser
sometido a la jurisdicción. Este problema puede plantearse como el problema de
la determinación del efecto útil del principio de subsidiariedad. ¿Hasta que punto
la acción de tutela es subsidiaria de los mecanismos principales para la
protección de los derechos fundamentales? Esta dificultad se resuelve aplicando
un juicio de eficacia.

Como se afirmó en sentencia T-859 de 2003, todo mecanismo de defensa


judicial es en abstracto eficaz para la protección de los derechos fundamentales,
este y no otro, es el propósito de la institucionalización del proceso judicial según
los fines esenciales del Estado (art. 2 CN). No obstante, es posible determinar
caso por caso, y a partir de una verificación de la estructura normativa de los
203Sentencia T-106 de 1993.
204 Ibídem.
205 T-300 de 2004. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
52
procedimientos (duración, tipos de acciones, tipos de pretensiones exigibles, tipo
de medidas que puede tomar el juez) y de las situaciones empíricas que los
caracterizan (tiempo real de duración, doctrinas efectivamente aplicadas, tipos
de medidas que ordinariamente se toman), si tales mecanismos son o no
eficaces para la oportuna protección de los derechos fundamentales en juego.

La206 Corte Constitucional tiene establecido que el perjuicio irremediable se


ocasiona siempre y cuando concurran los siguientes elementos: que el perjuicio
sea inminente y grave, y que las medidas que se requieran tomar por el juez
constitucional sean urgentes e impostergables.

Tales condiciones fueron desarrolladas en la sentencia T-225 de 1993, M.P.


Vladimiro Naranjo Mesa:

a) El perjuicio ha de ser inminente: "que amenaza o está por suceder


prontamente". Con lo anterior se diferencia de la expectativa ante un
posible daño o menoscabo, porque hay evidencias fácticas de su presencia
real en un corto lapso, que justifica las medidas prudentes y oportunas para
evitar algo probable y no una mera conjetura hipotética. Se puede afirmar
que, bajo cierto aspecto, lo inminente puede catalogarse dentro de la
estructura fáctica, aunque no necesariamente consumada. Lo inminente,
pues, desarrolla la operación natural de las cosas, que tienden hacia un
resultado cierto, a no ser que oportunamente se contenga el proceso
iniciado. Hay inminencias que son incontenibles: cuando es imposible
detener el proceso iniciado. Pero hay otras que, con el adecuado empleo
de medios en el momento oportuno, pueden evitar el desenlace efectivo. En
los casos en que, por ejemplo, se puede hacer cesar la causa inmediata del
efecto continuado, es cuando vemos que desapareciendo una causa
perturbadora se desvanece el efecto. Luego siempre hay que mirar la
causa que está produciendo la inminencia.

b) Las medidas que se requieren para conjurar el perjuicio irremediable han


de ser urgentes, es decir, como calidad de urgir, en el sentido de que hay
que instar o precisar una cosa a su pronta ejecución o remedio tal como lo
define el Diccionario de la Real Academia. Es apenas una adecuación
entre la inminencia y la respectiva actuación: si la primera hace relación a
la prontitud del evento que está por realizarse, la segunda alude a su
respuesta proporcionada en la prontitud. Pero además la urgencia se
refiere a la precisión con que se ejecuta la medida, de ahí la necesidad de
ajustarse a las circunstancias particulares. Con lo expuesto se verifica
cómo la precisión y la prontitud señalan la oportunidad de la urgencia.

c) No basta cualquier perjuicio, se requiere que éste sea grave, lo que


equivale a la gran intensidad del daño o menoscabo material o moral en el
haber jurídico de la persona. La gravedad obliga a basarse en la
importancia que el orden jurídico concede a determinados bienes bajo su
protección, de manera que la amenaza a uno de ellos es motivo de
actuación oportuna y diligente por parte de las autoridades públicas. Luego
no se trata de cualquier tipo de irreparabilidad, sino sólo de aquella que
recae sobre un bien de gran significación para la persona, objetivamente. Y
se anota la objetividad, por cuanto la gravedad debe ser determinada o

206 T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


53
determinable, so pena de caer en la indefinición jurídica, a todas luces
inconveniente.

d) La urgencia y la gravedad determinan que la acción de tutela sea


impostergable, ya que tiene que ser adecuada para restablecer el orden
social justo en toda su integridad. Si hay postergabilidad de la acción, ésta
corre el riesgo de ser ineficaz por inoportuna. Se requiere una acción en el
momento de la inminencia, no cuando ya haya desenlace con efectos
antijurídicos. Se trata del sentido de precisión y exactitud de la medida,
fundamento próximo de la eficacia de la actuación de las autoridades
públicas en la conservación y restablecimiento de los derechos y garantías
básicos para el equilibrio social.

De acuerdo con lo que se ha esbozado sobre el perjuicio irremediable, se


deduce que hay ocasiones en que de continuar las circunstancias de
hecho en que se encuentra una persona, es inminente e inevitable la
destrucción grave de un bien jurídicamente protegido, de manera que urge
la protección inmediata e impostergable por parte del Estado ya en forma
directa o como mecanismo transitorio.

El fundamento de la figura jurídica que ocupa la atención de esta Sala es la


inminencia de un daño o menoscabo graves de un bien que reporta gran
interés para la persona y para el ordenamiento jurídico, y que se haría
inevitable la lesión de continuar una determinada circunstancia de hecho. El
fin que persigue esta figura es la protección del bien debido en justicia, el
cual exige lógicamente unos mecanismos transitorios, urgentes e
impostergables, que conllevan, en algunos casos, no una situación
definitiva, sino unas medidas precautelativas.207

La208 acción de tutela, conforme lo dispone el artículo 86 de la Carta Política,


sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio judicial de
defensa, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable. En igual sentido se pronuncia el artículo 6 del Decreto
2591 de 1991 que añade que la existencia de esos medios será apreciada en
concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se
encuentre el solicitante. Sobre el tema ha señalado la jurisprudencia que la
acción como mecanismo transitorio sólo ha sido prevista por el Constituyente
“para el evento de producirse un perjuicio irremediable, en el entendido que allí
la protección o amparo que se concede, si es del caso, sólo puede tener efectos
de carácter temporal y transitorio, mientras se produce una decisión de fondo por
parte del juez competente, cuando para la defensa y protección del derecho
existe otro mecanismo judicial”209.

Lo indispensable es precisar cuándo el perjuicio tiene el carácter de


irremediable, porque el propósito del mecanismo transitorio es, mediante una
determinación temporal adoptada por el juez, restablecer el derecho
constitucional violado o prevenir su vulneración210. Precisamente lo que se
pretende con la acción de tutela como mecanismo transitorio es que el juez
constitucional, a través de un pronunciamiento que tiene carácter transitorio,
207 Estos elementos han sido reiterados de manera constante y uniforme en diferentes oportunidades por esta
Corporación. Ver, por ejemplo, las sentencias SU-250 de 1998 y T-301 y T-931 de 2001.
208 T-711 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
209 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-052 del 11 de febrero de 1994.
210 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 del 21 de octubre de 1994.
54
suspenda de algún modo la vulneración o amenaza del derecho fundamental
invocado por el afectado. Que le imponga a la administración el deber de
suspender el acto violatorio de derechos o que suspenda la actividad que
pretenda realizar y que puede menoscabar los derechos. No se trata de manera
alguna que el juez de tutela sustituya al ordinario, ni que se convierta en un
medio alterno de defensa, sino de remediar una ofensa a un derecho
fundamental cuando su titular se encuentra frente a un perjuicio irremediable y
que someter al afectado a la espera de un proceso ordinario, haría luego inocua
la decisión judicial correspondiente, ya porque el daño se encuentre consumado
o porque en atención a la edad del afectado no dé espera a la resolución de
fondo del asunto.

Así, para determinar la existencia o no del perjuicio es necesario tener en cuenta


varios elementos, como son la inminencia, que exige medidas inmediatas, la
urgencia que tiene el afectado por salir de ese perjuicio inminente, y la gravedad
de los hechos, cuestión que hace evidente la impostergabilidad de la tutela como
mecanismo necesario para la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales. Así las cosas, no todo perjuicio puede ser
considerado como irremediable, sino únicamente aquel que por ser inminente y
grave requiere de la adopción de medidas urgentes e impostergables para su
protección. Sobre el punto ha dicho la jurisprudencia que “establecer CUANDO
existe el perjuicio irremediable no es tarea fácil. En primer lugar hay que
examinar si las acciones u omisiones son manifiestamente ilegítimos y contrarios
a derecho, pues de otra manera no se violan ni amenazan los intereses del
presunto afectado”211.

Recientemente212 esta Corporación en la sentencia T-1064 de 2006213, reiteró


que el perjuicio irremediable debe ser acreditado por el actor, correspondiendo al
juez constitucional apreciar si de la situación fáctica que origina la acción es
posible deducir su existencia. Por ende, la procedencia de la acción de tutela
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable está
supeditada a que el actor demuestre conforme a las circunstancias concretas del
caso, la presencia concurrente de los elementos de su configuración como son
la inminencia, urgencia, gravedad e impostergabilidad de la acción.

EN NINGÚN CASO PODRÁN TRANSCURRIR MÁS DE DIEZ DÍAS ENTRE LA


SOLICITUD DE TUTELA Y SU RESOLUCIÓN.

LA LEY ESTABLECERÁ LOS CASOS EN LOS QUE LA ACCIÓN DE TUTELA


PROCEDE CONTRA PARTICULARES ENCARGADOS DE LA PRESTACIÓN
DE UN SERVICIO PÚBLICO O CUYA CONDUCTA AFECTE GRAVE Y
DIRECTAMENTE EL INTERÉS COLECTIVO, O RESPECTO DE QUIENES EL
SOLICITANTE SE HALLE EN ESTADO DE SUBORDINACIÓN O
INDEFENSIÓN”

El214 cambio de concepción frente al significado de la Constitución que pasa de


ser un texto básicamente entendido como un conjunto de principios a ser hoy
vista como una norma jurídica de obligatorio cumplimiento para los nacionales y
211 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 de 1994, ya citada. También se puede consultar la Sentencia T-052 de
1994, también ya citada.
212 T-226 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
213 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
214 T-611 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
55
extranjeros en Colombia (artículo 4), permite comprender que la Carta
Fundamental además de ser un sistema de instituciones es también un sistema
de libertades y garantías. El respeto de los derechos fundamentales en
sociedades integradas no por individuos libres e iguales sino por grupos sociales
en los que ciertas posiciones generan supremacía social, convierte el principio
de igualdad ante la ley en una declaración formal. Las situaciones de
preeminencia social resultado de relaciones dispares que rompen el ideal de la
autonomía de la voluntad que descansa en el principio de relaciones entre
particulares en términos de igualdad, paridad y simetría, se traducen en
posibilidad de abuso. Basta con hacer referencia a las posibilidades internas o
externas en las que los grupos sociales pueden establecer condiciones que
refuercen su posición preeminente. Desde el punto de vista interno, el
establecimiento de medidas sancionadoras contra individuos aislados por
ejemplo, en los centros educativos concede a la parte dominante facultades
absolutas para delimitar el comportamiento de los miembros de la comunidad.
Desde la perspectiva externa la imposición de condiciones a otros grupos que
tienen la necesidad o la obligación a someterse por ejemplo, las cláusulas
exorbitantes en los contratos con los particulares que prestan servicios públicos,
hacen de la asimetría que surge de la necesidad una autentica posición de poder
privado.

La responsabilidad de proteger los derechos fundamentales trasciende así, la


clásica relación entre individuos y autoridades públicas, se preocupa no sólo por
la protección de la libertad frente a la autoridad y se pregunta sí los derechos
fundamentales no pueden ser vulnerados por acción de los particulares y sí
frente a ese tipo de lesiones no debería extenderse el amparo. ¿Cuál es la
eficacia de los derechos fundamentales frente a los particulares? Las cláusulas
generales que acompañan los desarrollos legales de los derechos se presentan
en principio como las fuentes de protección de las libertades y garantías en las
relaciones particulares. La legislación ordinaria se entiende como el desarrollo
legal de los preceptos constitucionales sin embargo, la efectividad del derecho
frente a terceros no es un problema de legislación ordinaria en la medida que no
se trata de un asunto de desarrollo legal de los derechos fundamentales sino de
la posibilidad de defensa ante posiciones sociales de privilegio que no son
susceptibles de ser reglamentadas en forma general - imperio de la ley- y
abstracta - como síntesis de expectativas -, cuando de lo que se trata es de
discutir si las situaciones de poderes privados, de relaciones asimétricas entre
particulares puede resultar que la autonomía de la personas subordinadas o
indefensas quede reducida, en la realidad a un plano formal de igualdad ante la
ley en tanto, la preeminencia que impone un poder privado pueda conculcar los
derechos y libertades de quienes ocupan la posición más débil. El
reconocimiento de la eficacia directa de los derechos fundamentales contra
particulares acarrea riesgos al debilitar el principio de legalidad, el principio de la
autonomía de la voluntad privada, la libertad contractual y la seguridad jurídica.
Razones por las que la aplicación de la protección de la efectividad directa de los
derechos fundamentales frente a particulares, no puede ser ilimitada, por ello el
artículo 86 de la Constitución establece la condición de subordinación o
indefensión como criterios para precisar su alcance y eficacia.
56
215
La subordinación ha sido definida por la doctrina constitucional como la
condición de una persona que la hace sujetarse a otra o la hace dependiente de
ella y, en esa medida, hace alusión principalmente a una situación derivada de
una relación jurídica en virtud de un contrato de trabajo 216 o de las relaciones
entre estudiantes y directivas del plantel educativo217 o la de los padres e hijos
derivada de la patria potestad218.

El estado de indefensión no tiene origen en la obligatoriedad derivada de un


vinculo jurídico sino en la situación fáctica de falta total o insuficiencia de medios
físicos y jurídicos de defensa para resistir o repeler la agresión, amenaza o
vulneración de sus derechos fundamentales219. La indefensión no es una
circunstancia que pueda ser analizada en abstracto, requiere de un vinculo entre
quien la alega y quien infringe que permita asegurar el nexo causal y la
respectiva vulneración del derecho fundamental.

El220 Constituyente de 1991 contempló la posibilidad de que la tutela


procediera también contra particulares, al plasmar en el inciso final del
artículo 86, su procedencia en cuatro situaciones, a saber: a) que el particular
esté encargado de la prestación de un servicio público; b) que su conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo; c) que respecto del particular,
el solicitante se halle en estado de subordinación; y, d) que el solicitante se
encuentre en estado de indefensión, respecto del particular. En efecto, la
acción de tutela procede contra particulares que prestan un servicio público,
como quiera que si un particular asume su prestación, entonces esa persona
adquiere una posición de supremacía material -con relevancia jurídica- frente
al usuario. El Decreto 2591 de 1991 dispuso que sólo era factible presentar
acción de tutela contra particulares que presten servicio público, para la
protección de ciertos derechos fundamentales. Sin embargo, la Corte
Constitucional, en sentencia C-134 de 1994, declaró inexequibles los apartes
que limitaban el acceso tutelar, pues se consideró que el Legislador limitó
irrazonablemente el mecanismo de protección de derechos fundamentales.
Por consiguiente, hoy puede interponerse para la protección de cualquier
derecho fundamental amenazado o transgredido por prestadores de servicios
públicos.

Así mismo, procede la tutela contra particulares cuando la conducta afecta el


interés colectivo. Se refiere al interés que abarca a un número plural de
personas que se ven afectadas respecto de la conducta desplegada por un
particular, cuya amenaza o vulneración se individualiza. La sentencia T-225
de 1993. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa dejó en claro que para que la protección
sea posible: a) debe afectarse grave y directamente el interés colectivo b) que
la situación atente en forma personal e inmediata el interés de los
perjudicados c) que no se trate de cualquier tipo de irreparabilidad sino
aquella que recae sobre un bien de gran significación para la persona d) Que
exista un perjuicio irremediable, como quiera que las situaciones en que se
encuentra de por medio un derecho colectivo, son objeto de una protección
215 Ver Sentencias S. T-473/00, T-708/00, T-710/00, T-747/00, T-751/00, T-754/00, T-755/00, T-759/00, T-760A/00, T-
825/00, T-898/00, T-1015/00, T-1231/00, T-1234/00, T-1299/00, T-1305/00, T-1360/00, T-1454/00, T-1522/00, T-1561/00, T-
1586/00, T-1590/00, T-1651/00, T-1658/00, T-1686/00, T-1750/00.
216 Ver sentencia T-099 de 1993.
217 Ver sentencia SU 641 de 1998.
218 Ver por ejemplo sentencia T-009 y T- 290 de 1993 y SU-519 de 1997.
219 Ver sentencias T-537. T- 605 y 573 de 1992, T-161, T-099,T-290 de 1993, T-190, T-498, T-003 y T-174 de 1994, T-379 y
T-411 de 1995, T-375 de 1996, T-351 de 1997, T-801 de 1998 y T-172 y T-277 de 1999.
220 T-1033 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
57
especial, como es el caso de las acciones populares. En tercer lugar,
procede la tutela contra el particular respecto del cual el accionante se
encuentra en estado de subordinación. Esta situación se presenta en
aquellos casos en donde una persona tiene la obligación jurídica de acatar las
órdenes que le imparta un tercero, como consecuencia de pertenecer ambas
partes a cierta estructura jerárquica predeterminada por un contrato o una norma
jurídica221. Esto quiere decir que subordinación se explica cuando existen
relaciones horizontales. Finalmente, la procede la tutela contra particulares,
cuando el actor se encuentre en estado de indefensión respecto del
accionado. Al igual que en el caso del servicio público, esta posibilidad tiene
su fundamento jurídico en el derecho de igualdad, toda vez que quien se
encuentra en alguna de las situaciones referidas no cuenta con las mismas
posibilidades de defensa que otro particular. Así pues, la indefensión significa
que la persona que interpone la tutela carezca de medios de defensa contra los
ataques o agravios realizados por el particular. La Corte Constitucional ha
definido este concepto así:

“una persona se encuentra indefensa frente a otra cuando le es imposible


actuar de manera efectiva para neutralizar los efectos de los actos u
omisiones en que aquella incurre, por lo cual resulta inevitable el daño o la
amenaza de sus derechos fundamentales”222

La223 sola circunstancia de que una empresa preste un determinado servicio


público no la convierte, ipso jure, en sujeto pasivo de la acción de tutela224. De
ahí que, "(...) de acuerdo con el sentido teleológico de la norma, es necesario
(...) que la vulneración del derecho fundamental se produzca con ocasión de la
prestación de dicho servicio..."225. En estos términos, es necesario que la
vulneración de los derechos fundamentales invocados por el accionante,
traspase la mera relación contractual y se desarrolle bajo el modelo "usuario-
servidor", evento en el cual es procedente la acción de amparo constitucional.

Uno226 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 227. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de ese
mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste es
difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al respecto,
la Corte sostiene que:

221 Sentencia T-172 de 1997.


222 T-099 de 1998
223 T-468 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
224 Sentencias T-134 de 1994 y T-640 de 1999.
225 En sentencia T-134 de 1994 igualmente se determinó que: "...La acción de tutela procede contra particulares que
prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
226 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
227Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995..
58
... se presentan situaciones en que los denominados "derechos colectivos",
como la paz, la salubridad pública, la moral administrativa o el medio
ambiente, entre otros, únicamente afectan a una o varias personas
identificadas o identificables, y no a un número de personas
indeterminadas. Lo anterior puede darse, por ejemplo, cuando el ruido o
disturbios frecuentes en un lugar de diversión (tabernas, bares, balnearios,
etc.), molestan únicamente a los vecinos del lugar. En estos eventos
proceden los mecanismos de protección jurídica individuales, como es el
caso de la acción de tutela, siempre y cuando dichas situaciones se
encuentren dentro de los presupuestos que la Constitución y la ley
establecen para la protección de los derechos.228

En los casos citados, se aprecia que el particular tiene el derecho de realizar


determinada conducta, sin embargo, el ejercicio del derecho respectivo no es
absoluto sino que está condicionado por el medio social, los derecho de los
demás y su finalidad229. Como expresaba el profesor Josserand, "cada derecho
tiene su espíritu, su objeto, su finalidad; quienquiera que intente apartarlo de su
misión social, comete una falta, delictuosa o cuasi delictuosa, un abuso del
derecho susceptible de comprometer, dado el caso, su responsabilidad"230. El
goce del derecho esta relativizado por las variantes señaladas, con lo cual su
ejercicio se torna abusivo cuando excede su móvil y su fin, como en los casos
señalados. Es por ello que se presenta la violación al derecho de los demás, el
cual puede ser individual, colectivo, difuso o colectivo invidualizable.

La231 acción de tutela se instituye como un instrumento jurídico de carácter


subsidiario que brinda a la persona la posibilidad de acudir a la justicia en
procura de la protección directa e inmediata de sus derechos fundamentales. Sin
embargo, el propio artículo 86 Superior señala que la acción de tutela contra
particulares encuentra restringida su procedencia a una de las siguientes
circunstancias: (1) que los particulares estén encargados de la prestación de un
servicio público; (2) que con su conducta se afecte grave y directamente el
interés colectivo; y (3) que respecto de ellos el solicitante se encuentre en estado
de subordinación o indefensión.232

Sobre éste último punto la Corte ha definido la subordinación como la condición


de una persona que la hace dependiente de otra, es decir, surge por virtud de
una relación jurídica; generalmente nace por la celebración de un contrato de
trabajo, aún cuando también puede configurarse, por ejemplo, en el caso de los
estudiantes frente a los profesores y las directivas, o de los hijos frente a sus
padres. El estado de indefensión, por el contrario, se presenta cuando frente a la
acción u omisión de un particular la persona está desamparada, desprovista de
un medio de defensa eficaz para resistir o repeler la agresión o amenaza a un
derecho. En otras palabras, el afectado con el comportamiento de un particular
que carece de un mecanismo de defensa idóneo para garantizar el ejercicio de
sus derechos fundamentales, se encuentra en una situación de indefensión. Al
respecto la Corte, en Sentencia T-317 de 2001, explicó lo siguiente:

228Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.


229Corte Constitucional. Sentencia No. T-025 del 28 de enero de 1994.
230JOSSERAND, Louis. Del Abuso del Derecho y otros Ensayos. Edit. Temis. Bogotá. 1982. Pág. 5.
231 T-595 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
232 Ver, entre otras, las sentencias T-233 de 1994, T-457 de 1995, T-100 de 1997, T-1386 de 2000, T-317 de 2001, T-874
de 2001 y T-163 de 2002.
59
“Bajo estos supuestos, es claro que para efectos de la procedencia de la
acción de tutela, las circunstancias que se invocan como presupuestos de
la indefensión, deben ser analizadas por el juez constitucional atendiendo
los antecedentes propios del caso sometido a estudio233 y el tipo de vínculo
existente entre el accionante y el actor. Sin embargo, como se desprende
precisamente de esta observación, no existe definición ni circunstancia
única que permita delimitar el contenido del concepto de indefensión,
teniendo en cuenta que éste puede derivarse de diversas circunstancias,
como lo describe la sentencia T-277 de 1999 234, que pone de presente
algunas de ellas, al tenor de la jurisprudencia constitucional, como son,
entre otras: i) la falta, ausencia o ineficacia de medios de defensa de
carácter legal, material o físico, que le permitan a quien instaura la acción,
contrarrestar los ataques o agravios que, contra sus derechos
constitucionales fundamentales, sean inferidos por el particular contra el
cual se impetra la acción235; ii) la imposibilidad del particular de satisfacer
una necesidad básica o vital, por la forma irracional, irrazonable y
desproporcionada como otro particular activa o pasivamente ejerce una
posición o un derecho del que es titular236; iii) la existencia de un vínculo
afectivo, moral, social237 o contractual, que facilite la ejecución de acciones
u omisiones que resulten lesivas de los derechos fundamentales de una de
las partes v.g. la relación entre padres e hijos, entre cónyuges, entre
copropietarios, entre socios, etc.; 238iv) El uso de medios o recursos que
buscan, a través de la presión social que puede causar su utilización, el que
un particular haga o deje de hacer algo en favor de otro. v.g. la publicación
de la condición de deudor de una persona por parte de su acreedor en un
diario de amplia circulación239 o la utilización de chepitos para efectuar el
cobro de acreencias240”.

Como puede observarse, el juez de tutela debe calificar las circunstancias


especiales de cada caso para determinar con claridad si el perjudicado se
encuentra en estado de indefensión frente al particular, en el sentido de no
poseer otras vías o medios de defensa judicial frente al ataque o agresión de un
tercero, y precisar con ello si procede o no el amparo constitucional.

233 Corte Constitucional. Sentencia T-172/99 y T-237/98..


234 Corte Constitucional.. Sentencia T-277 de 1999.
235 Corte Constitucional. Sentencias T-573 de 1992; 190 de 1994 y 498 de 1994, entre otras.
236 Corte Constitucional. Sentencias T-605 de 1992; T-036; T-379 de 1995; T-375 de 1996 y T-801 de 1998,
237 Corte Constitucional. Caso de Club social y derecho de asociación. Sentencia T-003/94.
238 Corte Constitucional. Sentencias 174 de 1994; T-529 de 1992; T-; T-233 de 1994, T-351 de 1997.
239 Corte Constitucional. Sentencia T-411 de 1995
240 Corte Constitucional. Sentencia T-412 de 1992.
60

PROCEDIMIENTO DE TUTELA

DECRETO 2591 de 1991

Artículo 1o. Objeto de la acción de tutela.

Sentencia C-018 de 1993241. Declarar EXEQUIBLE los artículos 1º,... del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

En242 cuanto al ataque a la expresión "en los casos que señale este Decreto",
contenida en el inciso primero y alusiva a la procedencia de la tutela contra
particulares, los actores aducen que ella restringe el alcance de la tutela en
forma inconstitucional. La Corte Constitucional no compartió ese concepto y, por
el contrario, estimó que la disposición es ajustada a la Carta, ya que el inciso
final del artículo 86 superior dice: "la ley establecerá los casos en los que la
acción de tutela procede contra particulares...", y fija para ello unos parámetros,
de suerte que el legislador extraordinario, cuando afirma en el artículo 1º del
Decreto 2591 de 1991, que se señalarán los casos en los que procede la tutela
contra particulares, sin indicar aún cuáles son tales casos, no ha hecho sino
anunciar que va a desarrollar el mandato constitucional. De este mismo artículo
primero se acusó casi todo el inciso segundo, relativo al ejercicio de la tutela en
los estados de excepción, porque, según los actores, viola la prohibición
constitucional de suspender los derechos humanos en dichos estados. La Corte
Constitucional no acogió este criterio y estimó que la norma acusada no es
contraria a la Carta, pues ciertamente no predica la "suspensión" de los
derechos humanos ni de las libertades fundamentales ni las reglas del derecho
internacional humanitario, al tenor del numeral 2º del artículo 214 de la
Constitución, sino que tal norma tan sólo dice que "la acción de tutela se podrá
ejercer por lo menos para defender su contenido esencial" -el de los derechos-,
en los estados de excepción. En otras palabras no es que se esté limitando la
tutela durante los estados de excepción sino, por el contrario, sólo se está
diciendo que ni siquiera en dichos estados podrá eliminarse de plano la tutela.
No es, pues, en sentido negativo, sino positivo, que es preciso leer esta
disposición. Ella en últimas protege el mecanismo de la acción de tutela y, con
él, los derechos humanos en períodos en los que el gobernante goza de poderes
constitucionales extraordinarios.

La243 acción de tutela es un instrumento jurídico confiado directamente por la


Constitución a los jueces cuyo propósito consiste en brindar a las personas la
posibilidad de acceder, sin mayores rigorismos formales y en cualquier
momento, a la protección por parte del Estado con el fin de que éste de manera
inmediata restablezca sus derechos fundamentales cuando quiera que hayan
sido amenazados o violados por una autoridad pública o, en los casos
establecidos por la ley, por los particulares.

Artículo 2o. Derechos protegidos por la tutela.


241 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
242 C-018/93.
243 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
61

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos 2º, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Se244 tachó de inconstitucional la parte de este artículo que consagra la facultad


del juez para tutelar otros derechos distintos a los que la Constitución califica
como fundamentales porque, al sentir de los actores, tal dimensión extensiva de
los derechos no está permitida por la Carta. Para la Corte Constitucional este
precepto no viola la Constitución sino que incluso se inscribe perfectamente en
su sistema axiológico que pretende por un Estado social de derecho flexible y
dinámico, abierto a proteger cada vez más las diferentes aristas de la dignidad
humana. De hecho el tema de la definición de los derechos constitucionales
fundamentales ya ha sido abordado por esta Corporación que ha establecido
criterios entre los que se destaca el que el derecho sea esencial para la persona,
todo ello partiendo del supuesto según el cual la división en títulos y capítulos de
la Constitución y el orden del articulado no es una norma constitucional
vinculante sino indicativa para el intérprete, pues ello no fue aprobado por la
Asamblea Nacional Constituyente conforme al procedimiento establecido en su
Reglamento.245

La acción246 de tutela tiene como finalidad la protección de los derechos


constitucionales fundamentales. El carácter fundamental de estos derechos
significa, entre otras, que a ellos les es inherente una dimensión objetiva. La
dimensión objetiva de los derechos fundamentales supone un tipo de relación
particular entre la persona, el Estado y la sociedad. Así, la estructura y actividad
del Estado deben definirse y mantener su carácter, a partir del respeto de los
derechos fundamentales. En virtud de la dimensión objetiva de los derechos
fundamentales, la labor de protección que corresponde al juez de tutela
constituye también una función de continua definición y mantenimiento de
aquellos valores y principios sobre los cuales existe un consenso constitucional.
En esa medida, esta labor judicial de protección de los derechos fundamentales
es lo que permite que el Estado y la vida en sociedad sean a la vez proceso y
producto del consenso político entre los colombianos. Al respecto, esta
Corporación ha sostenido que la dignidad humana constituye uno de los valores
constitucionales que hacen parte del elemento objetivo de los derechos
fundamentales. En esa medida, sin la protección de tales valores a través de su
correlato en el plano subjetivo - los derechos fundamentales -, el Estado y el
sistema jurídico perderían su identidad.

Para preservar la identidad del Estado y de los valores y principios que


configuran su sistema jurídico, es necesario que existan los órganos estatales
competentes y los mecanismos adecuados para proteger los derechos
fundamentales de las personas. En consecuencia, nuestro sistema jurídico
consagró la acción de tutela, y otorgó a los jueces la competencia para su
conocimiento. De tal modo, el artículo 86 de la Constitución establece que
“[t]oda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma
o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales”. Debido a la importancia que tiene para el
244 C-018/93.
245 Cfr. Sentencia de la Sala Cuarta de Revisión. proceso T-644. Sentencia T-02 del 8 de mayo de 1992.
246 T-520 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
62
Estado la protección de los derechos fundamentales, el constituyente optó por
darle a la acción de tutela un carácter especial, para garantizar que por encima
de otras consideraciones prevalezca el derecho sustancial, en consonancia con
lo dispuesto en el artículo 228 de la Carta. Por tal motivo, quiso dársele un
carácter informal a esta acción, permitiendo que los particulares la interpongan
directamente, a través de un agente oficioso, o mediante un abogado. Esta
diversidad de posibilidades con que cuentan las personas para interponer la
acción de tutela permite garantizar que diversas circunstancias subjetivas, como
la falta de un abogado, o la incapacidad para defender directamente los propios
intereses, no afecten la eficacia de los derechos fundamentales. Sin embargo, el
ejercicio de una u otra posibilidad procesal no afecta el alcance del deber de
protección estatal. El Estado sigue estando en la obligación de reconocer los
derechos fundamentales, y por lo tanto, también de desplegar toda su capacidad
para protegerlos, como emanación de la dignidad humana y de los demás
valores del ordenamiento, pues no se trata sólo un problema de intereses
subjetivos que competan exclusivamente a su titular.

Como247 lo ha indicado esta Corporación248, en principio, la acción de tutela no


procede para la defensa de derechos prestacionales. Sin embargo, como puede
ocurrir que la administración al negarse de manera injustificada a otorgar o
reconocer un derecho prestacional, puede comprometer derechos
fundamentales, en esos eventos procede la tutela como mecanismo transitorio.
Ha dicho la Corte que en tales circunstancias

“(...), la tutela constitucional de la prestación es procedente si se dan las


siguientes condiciones: (1) que el derecho prestacional alegado pueda,
efectivamente, radicarse, en los términos predeterminados por la ley, en
cabeza del actor; (2) que la negativa del Estado comprometa, directamente,
un derecho de carácter fundamental y; (3) que se cumplan los restantes
requisitos de procedibilidad de la acción de tutela.”249

Artículo 3o. Principios.

La250 prevalencia del derecho sustancial implica aceptar el principio de


informalidad como característico de esta acción. Riñe, entonces, con la
naturaleza y los propósitos que la inspiran y también con la letra y el espíritu de
la Carta, toda exigencia que pretenda limitar o dificultar su uso, su trámite o su
decisión por fuera de las muy simples condiciones determinadas en las normas
pertinentes. Esa informalidad permite, entre otras cosas, que el solicitante no
tenga la obligación de ceñirse a la terminología jurídica. La prevalencia del
derecho sustancial se pone de manifiesto, además, cuando el parágrafo del art.
29 del Decreto 2591 de 1991 prohíbe los fallos de contenido inhibitorio, esto es,
que no contengan un pronunciamiento de fondo en cuanto a la procedencia o
improcedencia de la protección de los derechos fundamentales.

247 T-1283 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


248 Corte Constitucional, Sentencias SU-111/97 y T-348/97
249 Corte Constitucional, Sentencia T-378/97. Derecho a la sustitución pensional de hijo mayor inválido, luego de que la
madre de ella, quien disfrutaba de la pensión sustitución falleciera.
250 T-1043 de 2002. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
63
251
Principio de inmediación en el trámite de tutela . Es reconocido que el trámite
de la acción de tutela está informado por los principios de sumariedad,
informalidad, celeridad, prevalencia del derecho sustancial y eficacia de los
derechos fundamentales. A estos principios cabría igualmente agregar, por
encontrarse en estrecha relación con los mismos, el principio de inmediación.
Según este principio, el juez está en la obligación de sustanciar, en la medida de
lo posible, personal y directamente el trámite de tutela. En este sentido deberá él
mismo practicar las pruebas pertinentes y verificar el cumplimiento de sus
providencias. En general, el principio de inmediación ordena al juez vincularse
activamente con todos los trámites que sobre asuntos de tutela cursen en su
despacho.

Principio de moralidad en la acción de tutela252. En el caso de la tutela, el titular


de la acción tiene el deber de no actuar de manera temeraria. La interposición
temeraria de una acción es, en términos generales, una conducta antijurídica del
accionante que se aprovecha de la forma propia del proceso, para obtener un
resultado favorable utilizando medios fraudulentos. De tal modo, el principio de
moralidad adquiere una aplicación particular respecto de la acción de amparo,
entre otras, a través de la regla según la cual, constituye un ejercicio temerario
de la acción de tutela su interposición sucesiva por la misma causa, sin motivo
expresamente justificado. La obligación de prestar juramento, es el mecanismo
disuasivo por medio del cual se pretende impedir el ejercicio abusivo de la
acción de tutela, imponiendo consecuencias penales a los accionantes que
incumplan con el deber de moralidad procesal. Sería prácticamente imposible
que los jueces de tutela comprobaran por sí mismos la veracidad de las
afirmaciones de quienes interponen dicha acción. Por lo tanto, ante la
incertidumbre que tiene el juez al respecto, no le queda una opción diferente a la
de confiar en la probidad de la conducta de los accionantes y de sus
apoderados. La posición ventajosa y de un alto grado de confianza procesal que
se le otorga al accionante implica que el juez deba ser particularmente estricto al
aplicar las consecuencias que se derivan de la falta de lealtad procesal. La
violación del juramento constituye por lo tanto una temeridad, y un ejercicio
abusivo de la acción de tutela, que tiene consecuencias nocivas para la
administración de justicia.

Deberes del juez de tutela, principio de oficiosidad, indebida integración del


contradictorio253. Una de las principales obligaciones del juez de tutela como juez
del Estado social de derecho, es la de velar por la mayor realización posible del
principio de eficacia de los derechos fundamentales. Para lograrlo cuenta con las
potestades indispensables consagradas en la Constitución y especialmente en el
Decreto 2591 de 1991, entre las cuales se pueden contar las siguientes: facultad
para dictar órdenes de tutela (art. 22, 23, 24, 33 y 36), facultades materiales para
cumplir las providencias en materia de tutela (art. 27), facultades disciplinarias
para cumplir las órdenes de tutela (art., 27 y 52), facultades para decretar
medidas cautelares (art. 7), facultades para practicar pruebas de oficio (art.19,
21 y 32)254. Además le corresponde al juez de tutela someter su conducta a los
principios rectores del proceso de tutela: eficacia de los derechos
fundamentales, sumariedad, celeridad, informalidad, prevalencia del derecho
sustancial, y oficiosidad.

251 Auto 136ª de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


252 T-1014 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
253 T-704 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
254 Los artículos referidos pertenecen al Decreto 2591 de 1991.
64

Según el principio de oficiosidad, reitera la Sala, le corresponde al juez


conformar debidamente el legítimo contradictorio, en aquellos casos en los
cuales "según el análisis de los hechos y de la relación entre las funciones que
se cumplen o las actividades que se desarrollan y la invocada vulneración o
amenaza de derechos fundamentales (nexo causal) encuentre que la demanda
ha debido dirigirse contra varias entidades, autoridades o personas, alguna o
algunas de las cuales no fueron demandadas." 255 Así mismo, reitera la Sala, el
Juez de tutela debe tener en cuenta que "en muchas ocasiones el particular que
impetra la acción ignora o no sabe identificar a las autoridades que considera
han violado o amenazado sus derechos fundamentales, simplemente porque no
conoce la complicada y variable estructura del Estado." De tal forma que no
resulta armónico con los principios de informalidad y oficiosidad "exigirle a la
persona que invoca la protección constitucional que sea un experto en la
materia, y menos en el trámite de un proceso que se distingue por su
informalidad y en virtud del cual debe el juez desplegar todos sus poderes para
esclarecer los hechos que le dieron origen."256

Artículo 4º. Interpretación de los derechos tutelados.

¿Cuáles257 son los criterios que debe aplicar el juez constitucional, para
determinar si un derecho para el cual se solicita protección a través de la
tutela es fundamental?

Ellos han sido definidos por la jurisprudencia de esta Corporación:

“El hecho de limitar los derechos fundamentales a aquellos que se


encuentran en la Constitución Política bajo el título de los derechos
fundamentales y excluír cualquier otro que ocupe un lugar distinto, no debe
ser considerado como criterio determinante sino auxiliar, pues él desvirtúa el
sentido garantizador que a los mecanismos de protección y aplicación de
los derechos humanos otorgó el constituyente de 1991. El juez de tutela
debe acudir a la interpretación sistemática, finalística o axiológica para
desentrañar, del caso particular, si se trata o no de un derecho fundamental,
lo que podría denominarse una "especial labor de búsqueda" científica y
razonada por parte del juez.

Con el fin entonces de establecer los derechos tutelables de que trata el


artículo 86 de la Constitución, esta Sala de Revisión utilizará dos tipos de
criterios que no son concurrentes: los criterios principales y los subsidiarios.

2.1 Criterios principales

Los criterios principales para determinar los derechos constitucionales


fundamentales son dos: la persona humana y el reconocimiento expreso. El
primero contiene una base material y el segundo una formal.

2.1.1 Los derechos esenciales de la persona

255 Cfr. Auto 055 de 1997, reiterado en Autos 025 de 2002 y 011 de 2002
256 Cfr. Auto 055 de 1997
257 T-1306 de 2000. M.P. Fabio Morón Díaz.
65
El primer y más importante criterio para determinar los derechos
constitucionales fundamentales por parte del Juez de Tutela consiste en
establecer si se trata, o no, de un derecho esencial de la persona humana.
El sujeto, razón y fin de la Constitución de 1991 es la persona humana. No
es pues el individuo en abstracto, aisladamente considerado, sino
precisamente el ser humano en su dimensión social, visto en la tensión
individuo-comunidad, la razón última de la nueva Carta Política. Los
derechos constitucionales fundamentales no deben ser analizados
aisladamente, sino a través de todo el sistema de derechos que tiene como
sujeto a la persona.

Es a partir del ser humano, su dignidad, su personalidad jurídica y su


desarrollo (artículos 14 y 16 de la Constitución), que adquieren sentido los
derechos, garantías y los deberes, la organización y funcionamiento de las
ramas y poderes públicos. Los valores y principios materiales de la persona,
reconocidos por la Constitución, están inspirados en el primer inciso del
Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre,
aprobada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el
10 de diciembre de 1948, que dice: "Considerando que la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tiene por base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros
de la familia humana;". Y en otro considerando afirma que: "Los pueblos de
las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y
en la igualdad de derechos de hombres y mujeres;"1.

Los valores y principios materiales de la dignidad, la personalidad jurídica y


su libre desarrollo, así como los criterios de la esencialidad, la inherencia y
la inalienabilidad, son atributos propios de la persona, reconocidos en la
Constitución, así:

El Preámbulo de la Carta contiene los valores de la vida, la convivencia, el


trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz; y en el
cuerpo de la Constitución figuran además la moral social, la riqueza natural
y el pluralismo expresado en la diversidad política, étnica y cultural. En los
artículos 1o. y 2o. de la Constitución se establece así mismo que Colombia
es un Estado social de derecho, fundado en el respeto de la dignidad
humana; y dentro de sus fines esenciales está el garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución.

En este sentido, con el fin de verificar si un derecho constitucional


fundamental se deriva del concepto de derecho esencial de la persona
humana, el Juez de Tutela debe investigar racionalmente a partir de los
artículos 5o. y 94 de la Constitución, como se procede a continuación. El
artículo 5o. de la Carta establece: "El Estado reconoce, sin discriminación
alguna, la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a
la familia como institución básica de la sociedad".

El artículo 94 de la Constitución determina que: "La enunciación de los


derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios
internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que,
1 Los Derechos Constitucionales.. Fuentes Internacionales para su interpretación. Consejería para el desarrollo de la
Constitución. Presidencia de la República 1992 Pág. 714
66
siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos".
Esta disposición tiene como antecedente la enmienda novena de la
Constitución de los Estados Unidos, aprobada en 1791. Ambos artículos se
interpretan a la luz de la Convención Americana de los Derechos del
Hombre (norma interpretativa constitucional según el artículo 93 de la
Carta). En efecto, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
"Pacto de San José de Costa Rica", fue aprobada por Colombia mediante la
Ley 16 de 1972, ratificado el 31 de julio de 1973 y entró en vigencia el 18 de
julio de 1975. Ella es por tanto una norma jurídica vinculante en el derecho
interno. Allí se encuentra la idea de que son los atributos de la persona
humana lo determinante para establecer la esencialidad de un derecho,
cuando en el Preámbulo se dice: "Reconociendo que los derechos
esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacional de determinado
Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la persona
humana, razón por la cual justifican una protección internacional, de
naturaleza convencional coadyuvante o complementaria de la que ofrece el
derecho interno de los Estados americanos"2 (subrayas fuera del texto).
Entonces, se pregunta, Qué es inalienable, inherente y esencial?
Podría responderse que inalienable es: "que no se puede enajenar, ceder ni transferir" 258
; inherente: "que
constituye un modo de ser intrínseco a este sujeto"; y esencial: "aquello por
lo que un ser es lo que es, lo permanente e invariable de un ser" 259. Estos
términos "inalienables" e "inherentes" deben ser entendidos así: algo es
inalienable por ser inherente y algo es inherente por ser esencial.” (Corte
Constitucional, Sentencia T-002 de 1992)

Artículo 5o. Procedencia de la acción de tutela

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...6º


(numerales 1º ...), del Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron
atacados, por los motivos expresados en su oportunidad.

Se260 demandó la primera causal de improcedencia de la tutela, que hace


alusión a la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, porque, afirman los actores, la acción no procede cuando el
peticionario disponga de otro medio de defensa judicial, según el artículo 86 de
la Carta. Para la Corte Constitucional estas consideraciones no fueron de recibo,
pues el propio artículo 86, en su inciso tercero, permite la procedencia de la
acción de tutela aún cuando el actor disponga de otro medio judicial de defensa,
cuando "aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable."

En Sentencia261 de la Corte Constitucional se sostuvo respecto al carácter


subsidiario de la acción de tutela: se ha señalado que una de las características
esenciales de esta figura en el ordenamiento jurídico colombiano es la
subsidiariedad por cuanto tan sólo resulta procedente instaurar la acción en
subsidio o a falta de instrumento constitucional o legal diferente, susceptible de
2PACHECO GOMEZ, Máximo. Los Derechos Humanos. Documentos Básicos. Editorial Jurídica de Chile. Santiago. 1967.
Pág. 189
258Definición del Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot. Tomo II. Buenos Aires. 1986, pág. 286.
259Definiciones del Diccionario General Ilustrado de la lengua española "Vox". Editorial Bibliograf. Barcelona. 1967
260 C-018/93.
261 C-543 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
67
ser alegado ante los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro
medio judicial para su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio
irremediable (artículo 86, inciso 3°, de la Constitución. Luego no es propio de la
acción de tutela el sentido de medio o procedimiento llamado a reemplazar los
procesos ordinarios o especiales, ni el de ordenamiento sustitutivo en cuanto a
la fijación de los diversos ámbitos de competencia de los jueces, ni el de
instancia adicional a las existentes, ya que el propósito específico de su
consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la Carta, no es otro
que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y supletoria en orden a
la garantía de sus derechos constitucionales fundamentales. Tal acción no es
procedente cuando exista un medio judicial apto para la defensa del derecho
transgredido o amenazado, a menos que se la utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable entendido. La tutela no puede
converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un mecanismo que sea
factible de elegir según la discrecionalidad del interesado, para esquivar el que
de modo específico ha regulado la ley; no se da la concurrencia entre éste y la
acción de tutela porque siempre prevalece -con la excepción dicha- la acción
ordinaria. La acción de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos
adicional o complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede
afirmarse que sea el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza,
según la Constitución, es la de único medio de protección, precisamente
incorporado a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el
sistema jurídico para otorgar a las personas una plena protección de sus
derechos esenciales. Se comprende, en consecuencia, que cuando se ha tenido
al alcance un medio judicial ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha
agotado y se ha adelantado un proceso, no puede pretenderse adicionar al
trámite ya surtido una acción de tutela, pues al tenor del artículo 86 de la
Constitución, dicho mecanismo es improcedente por la sola existencia de otra
posibilidad judicial de protección, aún sin que ella haya culminado en un
pronunciamiento definitorio del derecho. En el sentir de esta Corte, nadie puede
alegar que careció de medios de defensa si gozó de la oportunidad de un
proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció los
recursos de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones de defensa
dentro del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que le otorgaba
el sistema jurídico en obedecimiento a claros principios constitucionales
(artículos 29 y 31 de la Carta), el interesado se abstuvo de utilizar los
mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución de la tutela
como última tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto ello implica el
alegato de su propia incuria contra el principio universalmente aceptado y
desvirtúa el carácter subsidiario de la acción. Vistas así las cosas, en nuestro
sistema pugna con el concepto mismo de esta acción la idea de aplicarla a
procesos en trámite o terminados, ya que unos y otros llevan implícitos
mecanismos pensados cabalmente para la guarda de los derechos, es decir,
constituyen por definición "otros medios de defensa judicial" que, a la luz del
artículo 86 de la Constitución, excluyen por regla general la acción de tutela.

En Sentencia262 posterior se manifestó: el ámbito de ejercicio de la acción de


tutela está dado frente a la protección efectiva de los derechos fundamentales de
las personas, cuando resulten vulnerados o amenazados por la acción u omisión
de una autoridad pública y, en ciertos casos, por los particulares, con una
procedencia subsidiaria y residual respecto de los demás medios de defensa
judicial que resulten eficaces e idóneos para garantizar dicha protección, salvo
262 T-728 de 1999. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
68
ante la inminencia de un perjuicio irremediable sobre tales derechos que
justifique su trámite transitorio. Su utilización no puede tornarse en arbitraria, en
el sentido de que desconozca el sistema judicial operante en el país, para así
obviar la existencia de los demás instrumentos procesales ordinarios y
especiales, así como las competencias radicadas legalmente en las autoridades
judiciales de la República, a fin de resolver los asuntos litigiosos que les han sido
previamente asignados.

En otra decisión263se dijo: en relación con la existencia de otro medio de defensa


judicial como excluyente de la acción de tutela, esta Corporación ha precisado
que deben reunirse ciertas condiciones que deben estar presentes para que
aquélla no sea procedente, las cuales han de ser evaluadas en cada caso en
particular:

"...para excluir la viabilidad de la tutela, el medio judicial debe ser idóneo


para la real y oportuna defensa del bien jurídico afectado, de rango
constitucional preferente en cuanto se trata nada menos que de la
realización de derechos fundamentales. Ello quiere decir que un medio
judicial, para que pueda ser señalado al actor como el procedente, en vez
de la tutela, con miras a su protección, debe ser eficaz, conducente y estar
dotado de su misma aptitud para producir efectos oportunos, ya que no
tendría objeto alguno enervar el mecanismo de tutela para sustituirlo por un
instrumento teórico, por el sólo hecho de estar previsto en norma legal, si,
consideradas las circunstancias del solicitante, no puede traducirse en
resolución judicial pronta y cumplida que asegure la vigencia de la
Constitución en el caso particular de una probada vulneración o amenaza
de derechos fundamentales. Tal imposición atentaría contra la eficacia de la
administración de justicia y pondría en grave riesgo los postulados del
Estado Social de Derecho, haciendo inoperantes no pocas garantías
constitucionales”. (Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-175 de 1997).

"...ese medio que desplaza la viabilidad del amparo tiene que ser
materialmente apto para lograr que los derechos fundamentales en juego
sean eficientemente protegidos. En consecuencia, no tienen tal virtualidad
los medios judiciales apenas teóricos o formales, pues según el artículo 228
de la Carta, en la administración de justicia debe prevalecer el Derecho
sustancial. Así las cosas, para los efectos de establecer cuándo cabe y
cuándo no la instauración de una acción de tutela, el juez está obligado a
examinar los hechos que ante él se exponen así como las pretensiones del
actor, y a verificar si, por sus características, el caso materia de estudio
puede ser resuelto, en relación con los derechos fundamentales
posiblemente afectados o amenazados, y con la efectividad indispensable
para su salvaguarda, por los procedimientos judiciales ordinarios, o si, a la
inversa, la falta de respuesta eficiente de los medios respectivos, hace de la
tutela la única posibilidad de alcanzar en el caso concreto los objetivos
constitucionales". (Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-01 de 1997).

De264 conformidad con lo que establece el artículo 86 de la Constitución Política,


la acción de tutela “solo procederá cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable”. Tal como lo ha sostenido de
263 T-1000 de 1999. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
264 T-477 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
69
manera reiterada esta Corporación, dado el carácter excepcional de este
mecanismo constitucional de protección de los derechos, la acción de tutela no
puede desplazar ni sustituir los mecanismos ordinarios establecidos en nuestro
ordenamiento jurídico. Así, al precisar el alcance del inciso 3º del artículo 86 de
la Constitución, esta Corporación ha dicho que:

“El sentido de la norma es el de subrayar el carácter supletorio del


mecanismo, es decir, que la acción de tutela como mecanismo de
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales debe
ser entendida como un instrumento integrado al ordenamiento jurídico, de
manera que su efectiva aplicación sólo tiene lugar cuando dentro de los
diversos medios que aquél ofrece para la realización de los derechos, no
exista alguno que resulte idóneo para proteger instantánea y objetivamente
el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza por virtud de una
conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de particulares en
los casos señalados por la ley, a través de una valoración que siempre se
hace en concreto, tomando en consideración las circunstancias del caso y
la situación de la persona, eventualmente afectada con la acción u omisión.
No puede existir concurrencia de medios judiciales, pues siempre prevalece
la acción ordinaria; de ahí que se afirme que la tutela no es un medio
adicional o complementario, pues su carácter y esencia es ser único medio
de protección que, al afectado en sus derechos fundamentales, brinda el
ordenamiento jurídico.”265

También ha señalado esta Corporación que, dada la responsabilidad que cabe a


los jueces ordinarios en la protección de los derechos, la procedencia de la tutela
está sujeta a la ineficacia del medio de defensa judicial ordinario, situación que
sólo puede determinarse en cada caso concreto.266 Para determinar si la acción
de tutela es procedente, esta Corporación ha distinguido dos eventos: (i) cuando
se interpone como mecanismo principal; y (i) cuando se interpone como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. Cuando la tutela se
presenta como mecanismo principal, al definir su procedibilidad es preciso
examinar la existencia de otro medio de defensa judicial y su idoneidad en el
caso concreto. Así, la tutela procede como mecanismo principal de amparo de
los derechos fundamentales cuando no existe otro medio, o cuando éste a pesar
de existir no resulta idóneo en el caso concreto. En relación con la existencia del
otro medio de defensa judicial, adicionalmente ha señalado la jurisprudencia de
la Corte que no es necesario iniciar el proceso ordinario antes de acudir a la
acción de tutela, basta que dicha posibilidad esté abierta al interponer la
demanda.

Sin embargo, si el demandante ha dejado vencer la oportunidad para iniciar el


trámite del proceso ordinario, por prescripción o caducidad, la tutela no procede
como mecanismo transitorio.267 De conformidad con la jurisprudencia reiterada
de esta Corporación, "quien no ha hecho uso oportuno y adecuado de los
medios procesales que la ley le ofrece para obtener el reconocimiento de sus
derechos o prerrogativas se abandona voluntariamente a las consecuencias de
los fallos que le son adversos. De su conducta omisiva no es responsable el
265 Corte Constitucional, Sentencia T-106 de 1993, Ver también, la sentencia T-480 de 1993, MP: José Gregorio
Hernández Galindo.
266 Corte Constitucional, Sentencia T-069 de 2001, donde se reiteró que “La tutela está reservada para enfrentar la
absoluta inoperancia de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los derechos de las personas, no para
suplirlos.”
267 Ver, entre otras, las sentencias T-327 de 1994; T-567 de 1998; T-871 de 1999 y T-812 de 2000.
70
Estado ni puede admitirse que la firmeza de los proveídos sobre los cuales el
interesado no ejerció recurso constituya trasgresión u ofensa a unos derechos
que, pudiendo, no hizo valer en ocasión propicia. Es inútil, por tanto, apelar a la
tutela, cual si se tratara de una instancia nueva y extraordinaria, con el propósito
de resarcir los daños causados por el propio descuido procesal."268

En el segundo evento, cuando la tutela se interpone como mecanismo


transitorio, habida cuenta de la existencia de un medio judicial ordinario idóneo,
es preciso demostrar que ésta es necesaria para evitar un perjuicio irremediable.
Dicho perjuicio se caracteriza, según la jurisprudencia, por lo siguiente: i) por ser
inminente, es decir, que se trate de una amenaza que está por suceder
prontamente; ii) por ser grave, esto es, que el daño o menoscabo material o
moral en el haber jurídico de la persona sea de gran intensidad; iii) porque las
medidas que se requieren para conjurar el perjuicio irremediable sean urgentes;
y iv) porque la acción de tutela sea impostergable a fin de garantizar que sea
adecuada para restablecer el orden social justo en toda su integridad.269

Sentencia C-531 de 1993270. Declarar INEXEQUIBLE el inciso 2, del numeral


primero, del artículo 6 del Decreto-Ley 2591 de 1991.

Esta expresión fue declarada inexequible en Sentencia C-531/93. La definición


legal pretende establecer el significado de las voces "perjuicio irremediable",
contenidas en el artículo 86 de la CP. Si idealmente se integrasen -de ser ello
posible-, los dos preceptos, el constitucional y el legal, la norma material
quedaría así: "La acción de tutela sólo procederá cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar el perjuicio que sólo pueda ser reparado en su
integridad mediante una indemnización". La definición legal exige al Juez de
Tutela establecer si el perjuicio irremediable que se quiere evitar con la
interposición de la acción de concretarse -esto es de pasar de potencia a acto-
sólo podría ser reparado en su integridad mediante una indemnización. La
operación mental que debe, en consecuencia, realizar el Juez se condensa en
un juicio hipotético-conjetural y cuyo horizonte es el futuro. Varios presupuestos y
de diverso tipo deberán concurrir para que el Juez esté en condiciones de emitir
idóneamente un juicio como el que está llamado a formular: (1) certeza sobre la
resarcibilidad del daño; (2) análisis de todas las circunstancias de hecho a fin de
definir si el daño ha sido causado o podrá ser causado -aunque esto parece
impropio, la ley lo insinúa -, por dolo o culpa, pues, sin alguno de ellos, en
principio el daño no es resarcible; (3) precisión sobre la capacidad de actuar y de
decidir del agente del daño con miras a articular la eventual imputación del
hecho ilícito; (4) esclarecimiento del nexo de causalidad entre el daño y la
conducta del sujeto respecto de quien se predica -o predicaría- la acción
indemnizatoria, lo que apareja adicionalmente dilucidar el complejo problema de
la división de responsabilidad en el evento de concurrencia de culpas así como
de las causales o motivos de exoneración que disuelven el anotado nexo; (5)
discurrir acerca de las posibles causas de justificación que de presentarse
excluyen la responsabilidad del agente; (6) puntualizar el régimen especial de
responsabilidad que se aplica a quienes ejercen ciertas actividades y que
implican una específica distribución de riesgos y de la carga de la prueba; (7)

268 Corte Constitucional, T-520 de 1992,.


269 Esta doctrina ha sido reiterada en las sentencias de la Corte Constitucional, T-225 de 1993, MP. Vladimiro Naranjo
Mesa, SU.544/01, T-983-01, entre otras.
270 M.P. Eduardo Cifuentez Muños.
71
especificar la naturaleza del daño patrimonial o extrapatrimonial causado -en
este caso también por causarse- y el tipo, alcance y medida de su
indemnización; (8) fijar si la responsabilidad es directa o indirecta.

La Corte es consciente de que los elementos de hecho y de derecho que deben


tomarse en consideración para definir la procedencia, alcance y naturaleza de
una indemnización, no se agotan en los enumerados y que en los diferentes
campos del derecho -civil, penal, administrativo etc- adquieren modalidades y
matices diferentes. Igualmente, no desconoce la Corte que el juicio hipotético a
emitir por el Juez de tutela no puede reclamar de éste la misma visión rigurosa y
estricta que se demanda del Juez competente para deducir en cada caso la
responsabilidad, lo que en verdad sería a todas luces absurdo si se repara en el
propósito que a este respecto anima a aquél que no es, en el breve término de
que dispone, el de proferir un fallo de responsabilidad sino el de elaborar un
juicio previo y conjetural sobre la resarcibilidad de un determinado perjuicio y el
grado de su cobertura. Una tal decisión judicial no se construye en el aire y
precisa, por el contrario, de los presupuestos atrás referidos. Por ende, cualquier
aproximación conjetural sobre su procedencia y alcance, no puede prescindir de
ciertos y determinados atisbos sobre los distintos elementos que en el mundo
jurídico permiten construir un fallo de responsabilidad. Son innumerables las
dificultades que se oponen a la viabilidad de esta suerte de juicios hipotéticos de
cuyo resultado la ley acusada hace depender la procedencia de la acción de
tutela como mecanismo transitorio. Carece de razonabilidad constitucional
instituir una condición de procedibilidad de la acción de tutela que desnaturalice
su esencia, lo que se evidencia del análisis efectuado respecto de la norma legal
acusada cuya deleznabilidad y consiguiente violación del estatuto superior -
artículos 2, 86 y Título II - es mayor si se toman en consideración las reflexiones
siguientes que se suman a las ya consignadas. Cuando se recurre a la acción de
tutela en ausencia de otro medio de defensa judicial - primera modalidad -, se ha
sostenido con razón que ella tiene carácter subsidiario respecto de este último.

El contenido y contornos esenciales de los derechos fundamentales y de sus


garantías y mecanismos básicos de protección, se establecen y perfilan en la
misma Constitución y ello evita que las leyes los relativicen; vale decir, los
derechos y sus garantías son fundamentales porque son un límite a la acción del
Legislador. Sólo cuando la misma Carta faculta a la ley y en la medida en que lo
haga puede ésta regular o desarrollar materias relacionadas con los derechos
fundamentales y siempre que conserve y respete el ámbito intangible producto
de la creación del Constituyente. En este caso, excediendo la habilitación
extraordinaria que la Constitución otorgó al Gobierno para reglamentar el
derecho de tutela (CP art. transitorio 5), se penetró sin más en el núcleo esencial
de la acción de tutela utilizable como mecanismo transitorio y preventivo y se la
hizo depender de la disciplina legal de la responsabilidad en la que, en lo
sucesivo, se pretendió recabar los criterios para gobernar su procedibilidad,
contrariando así de manera flagrante el diseño constitucional de esta modalidad
de acción que, en lo que concierne a este aspecto, es independiente de la ley.
Por esta vía se ha comenzado a recorrer ilegítimamente el sendero que conduce
a la progresiva relativización - legalización - de un derecho constitucional
fundamental. La refutable relativización del derecho de tutela que introduce la
definición legal demandada, apareja una indebida configuración material de su
núcleo esencial. El Gobierno y la Comisión Especial no acertaron al regular la
acción de tutela supeditándola a la emisión del artificioso juicio hipotético a que
se refiere la definición legal. La fórmula legal en lugar de tratar el "perjuicio
72
irremediable" como categoría fáctica relativa a la situación de orden concreto en
que se encuentra colocado el solicitante de la tutela como consecuencia de la
violación del derecho fundamental o de su amenaza y en la que podría
encontrarse de no concederse el amparo, se limitó a equiparar el "perjuicio
irremediable" a un juicio hipotético de naturaleza jurídica. Este juicio legal-
hipotético que persigue subrogarse sin éxito en la situación fáctica del perjuicio
irremediable al cual se remite el texto constitucional, constituye un inesperado
viraje que se aparta de la diáfana intención del Constituyente.

Dentro de la estructura de la norma contenida en el artículo 86 de la


Constitución, el concepto abierto de "perjuicio irremediable" juega un papel
neurálgico, pues gracias a él ingresa la vida al proceso y puede el Juez darle
contenido y sentido a su tarea de protección efectiva de los derechos
fundamentales y ser el punto de confluencia del derecho y la realidad, de cuya
adecuada interrelación depende la justicia de su decisión. La conservación de la
definición legal y su exequibilidad tendrían el efecto de modificar la naturaleza
abierta de la norma constitucional. Se produciría de hecho una reforma
constitucional a través de un procedimiento no permitido, lo que demuestra que
el poder interpretativo propio del Legislador ha trascendido la actividad
puramente legislativa. El Legislador extraordinario en este caso no ha obrado
dentro del marco fijado por la Constitución y dentro del cual puede libremente
adoptar políticas. La definición legal pretende ocupar el lugar de un concepto
constitucional abierto de importancia sustancial sin el cual la figura de la tutela
quedaría desconectada de la realidad y perdería su virtualidad tuitiva de los
derechos fundamentales. Este concepto abierto es columna de la estructura
portante del edificio constitucional y no puede, en consecuencia, ser sustituido o
suplantado por el Legislador.

Para271 determinar la existencia o no del perjuicio es necesario tener en cuenta


varios elementos, como son la inminencia, que exige medidas inmediatas, la
urgencia que tiene el afectado por salir de ese perjuicio inminente, y la gravedad
de los hechos, cuestión que hace evidente la impostergabilidad de la tutela como
mecanismo necesario para la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales. Así las cosas, no todo perjuicio puede ser
considerado como irremediable, sino únicamente aquel que por ser inminente y
grave requiere de la adopción de medidas urgentes e impostergables para su
protección. Sobre el punto ha dicho la jurisprudencia que “establecer CUANDO
existe el perjuicio irremediable no es tarea fácil. En primer lugar hay que
examinar si las acciones u omisiones son manifiestamente ilegítimos y contrarios
a derecho, pues de otra manera no se violan ni amenazan los intereses del
presunto afectado”272.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...6º


(numerales ...3º), del Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron
atacados, por los motivos expresados en su oportunidad.

Del273 mismo artículo 6º se tacha de inconstitucional la tercera causal de


improcedencia de la tutela, relativa a la protección de los derechos colectivos,
como la paz, pues, sostienen los demandantes, la reglamentación de una norma

271 T-711 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


272 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 de 1994, ya citada. También se puede consultar la Sentencia T-052 de
1994, también ya citada.
273 C-018/93.
73
constitucional no puede restringir los alcances más amplios de la Carta. No
obstante la Corte Constitucional observó que en realidad esta disposición no
hace sino repetir el inciso tercero del artículo 86 (vid supra), ya que finalmente
ella se limita a decir que para la protección de derechos colectivos, como la paz,
existen "las acciones populares" de que trata el artículo 88 de la Constitución en
forma expresa. Luego, existiendo otros medios judiciales de defensa, la acción
de tutela, en principio, no procede en estos casos. Y la propia norma acusada
repite el artículo 86 Superior al agregar que sí procede la tutela, aún existiendo
instrumentos alternativos de defensa judicial, cuando, ya por vía de excepción,
se solicite como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Además debe anotarse, como lo ha dicho esta Corte que tratándose de
elementos contemplados en el artículo 88 de la Constitución, respecto de los
cuales pueda darse el caso de daño concreto a las personas en sus derechos
fundamentales (v. gr. medio ambiente), la acción popular cabe para defender el
derecho colectivo, pero no excluye la acción de tutela para proteger el derecho
fundamental efectivamente vulnerado274. Luego los derechos colectivos en
general y la paz en particular no se encuentran desprotegidos por el
ordenamiento jurídico, sino que la posibilidad de recurrir a la tutela para proteger
tales derechos se encuentra limitada para los eventos en los que a juicio del juez
de tutela exista razonablemente un "perjuicio irremediable".

Procedencia de la acción de tutela ante la presunta vulneración de derechos


colectivos en concurso con derechos fundamentales275. El punto de la
procedibilidad de la acción de tutela cuando se afecta un derecho fundamental y
un derecho colectivo, fue resuelto por la Corte en la Sentencia SU 1116 de 2001.
En esta oportunidad consideró la Corte:

“...para que la tutela proceda y prevalezca en caso de afectación de un


interés colectivo, es necesario (i) que exista conexidad entre la vulneración
de un derecho colectivo y la violación o amenaza a un derecho
fundamental, de tal suerte que el daño o la amenaza del derecho
fundamental sea “consecuencia inmediata y directa de la perturbación del
derecho colectivo”. Además, (ii) el peticionario debe ser la persona directa o
realmente afectada en su derecho fundamental, pues la acción de tutela es
de naturaleza subjetiva; (iii) la vulneración o la amenaza del derecho
fundamental no deben ser hipotéticas sino que deben aparecer
expresamente probadas en el expediente. Y (iv) finalmente, la orden judicial
debe buscar el restablecimiento del derecho fundamental afectado, y no del
derecho colectivo en sí mismo considerado, pese a que con su decisión
resulte protegido, igualmente, un derecho de esta naturaleza”.

Ahora bien, en dicha oportunidad la Corte decidió unificar la jurisprudencia,


debido a que era necesario entrar a precisar si debía mantenerse la doctrina
sobre la procedibilidad de la acción de tutela cuando se presentara afectación de
derechos colectivos. Esto en razón a que en el año 1999 entró en vigencia la ley
472 de 1998, que regula con suficiencia el tema de las acciones populares,
como mecanismo idóneo para la protección de los derechos e intereses
colectivos. Resolvió la Corte mantener la doctrina jurisprudencial que había sido
manejada por la jurisprudencia desde el año de 1993, y cuyos puntos básicos se
citaron. No obstante, la Corte decidió en dicha sentencia de unificación incluir un
quinto requisito a la doctrina aludida:
274 Cfr, Sentencia Nro. T-437 de la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional de fecha junio 30 de 1.992.
275 T-219 de 2004. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
74

“para que la tutela proceda en caso de afectación de un derecho colectivo,


es además necesario, teniendo en cuenta el carácter subsidiario y residual
de la tutela (CP art. 86), que en el expediente aparezca claro que la acción
popular no es idónea, en concreto, para amparar específicamente el
derecho fundamental vulnerado en conexidad con el derecho colectivo, por
ejemplo porque sea necesaria una orden judicial individual en relación con
el peticionario. En efecto, en determinados casos puede suceder que la
acción popular resulta adecuada para enfrentar la afectación del derecho
colectivo vulnerado, pero ella no es suficiente para amparar el derecho
fundamental que ha sido afectado en conexidad con el interés colectivo. En
tal evento, la tutela es procedente de manera directa, por cuanto la acción
popular no resulta idónea para proteger el derecho fundamental. Pero si no
existen razones para suponer que la acción popular sea inadecuada,
entonces la tutela no es procedente, salvo que el actor recurra a ella como
mecanismo transitorio, mientras la jurisdicción competente resuelve la
acción popular en curso y cuando ello resulte indispensable para la
protección de un derecho fundamental”.

Considera la Corte que en el presente caso se reúnen los cinco requisitos


exigidos por la jurisprudencia constitucional para la procedencia excepcional de
la acción de tutela cuando se encuentran afectados también derechos
colectivos.

En efecto: (i) existe conexidad entre la vulneración del derecho colectivo al


acceso a una infraestructura de servicios que garantice la salubridad pública
(art. 4 lit. g ley 472 de 1998) y los derechos fundamentales a la vida digna y a la
salud (art., 1, 11 y 49 CN) alegados como vulnerados; (ii) la peticionaria es la
directamente afectada en sus derechos fundamentales, pues el hecho
vulnerador (la circulación de aguas negras) se registra al pie de la construcción
donde se levanta su lugar de habitación, luego, en este caso sí se trata del
ejercicio de una acción individual; (iii) la vulneración del derecho no es
hipotética, pues se pudo constatar la gravedad de las circunstancias de
salubridad (olores nauseabundos y presencia de numerosos insectos) en que
vive la actora y su núcleo familiar; (iv) la orden de tutela estaría orientada
primordialmente a la protección del derecho fundamental y no del derecho
colectivo, aunque la orden eventualmente pueda proteger el segundo; y (v) la
acción popular no es idónea, ya que la orden que daría el juez se circunscribiría
a aliviar la situación de la actora, pues la superación del hecho vulnerador se
alcanza con la construcción de dos líneas de conducción de aguas negras y de
aguas lluvias, de una extensión no superior a 30 mts, que se construirían sobre
el predio de la actora y que en principio, sólo la benefician a ella.

En sentencia276 de la Corte Constitucional se señaló: cuando las situaciones que


pueden ser consecuencias de la conducta que presuntamente genera una
violación o amenaza del derecho fundamental están definidas surge la figura del
hecho consumado.

No277 hay hecho consumado cuando, perpetrados los actos de violación de los
derechos fundamentales invocados y causado un daño, los efectos de éste
persisten y son susceptibles de ser interrumpidos, merced a la orden de
276 T-346 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.
277 SU. 667 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
75
inmediato cumplimiento que imparta el juez, persuadido de la
inconstitucionalidad de la actuación correspondiente. En otros términos, no es
posible admitir como hecho consumado ni sostener para el caso la carencia
actual de objeto de la decisión judicial cuando todavía, mediante la sentencia, es
posible restablecer la efectiva vigencia de los derechos fundamentales violados.
Es lo que acontece en el evento que se estudia: el catedrático demandante fue
despedido, pero está probada la evidente transgresión de varios de sus
derechos básicos y, en lo que atañe a la reivindicación de ellos, una sentencia
judicial que los restablezca tiene viabilidad en la práctica, por lo cual la sola
circunstancia de haberse cumplido ya unas consecuencias iniciales del acto
inconstitucional de despido, la orden que esta Corte impartirá restaura con
eficiencia en su caso el imperio de las normas superiores.

En278 cumplimiento de la función secundaria279 que tiene la eventual revisión de


los fallos de tutela, la Corte Constitucional ha sostenido que la muerte del
peticionario durante este trámite, no la exime de emitir un pronunciamiento sobre
la cuestión objeto de debate, porque si bien a causa del fallecimiento del actor la
Corte queda impedida para impartir contra el demandado la orden a que hace
referencia el artículo 86 superior, ello no impide que deba resolver sobre el fondo
del asunto sometido a su estudio, dado que el artículo 29 del Decreto 2591 de
1991 prohíbe la emisión de fallos inhibitorios en materia de tutela y que las
funciones de la Corte Constitucional exceden a las que cumple ordinariamente
un tribunal de instancia.280 En efecto, la sentencia T-428 de 1998 precisó que el
propósito de la Corte Constitucional al revisar los procesos de tutela, además de
resolver el caso concreto, es decantar los criterios interpretativos de las normas
jurídicas, buscando establecer parámetros de interpretación para los jueces de la
República, que pretenden clarificar y delimitar, en últimas, el campo doctrinario
de los derechos fundamentales, a lo cual se llega por vía de la revisión de casos
ejemplares o ilustrativos. Por lo anterior, el hecho que el titular de los derechos
que se invocan haya dejado de existir no puede ser obstáculo para emitir un
pronunciamiento de fondo.

En sentencia281 de la Corte Constitucional se dijo respecto a las consecuencias


de la acción de tutela cuando durante su curso el hecho que la generó, fue
superado. La acción de tutela está encaminada a obtener la protección efectiva
de los derechos fundamentales, cuando los mismos se encuentran amenazados
o vulnerados por las autoridades públicas, o por los particulares, en los casos
previstos por la ley. En consecuencia, la protección ofrecida por la acción de
tutela pierde sentido, por innecesaria, cuando durante el curso del proceso
desaparece la amenaza o cesa la vulneración. El juez queda inhabilitado, por
tanto, para emitir orden alguna tendiente a restablecer el orden jurídico
quebrantado, porque éste ha recobrado su normalidad sin la intervención de la
autoridad del Estado. No obstante, es jurisprudencia de la Corte Constitucional
que cuando el hecho motivo de la acción desaparece durante el curso de la
tutela y las circunstancias particulares del conflicto original así lo ameritan, la
Corporación puede pronunciarse sobre el caso sometido a revisión. En efecto, la
Corte ha avalado esta práctica, consciente de la función que tiene como

278 T-436 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


279 Corte Constitucional, sentencia T-175/97.
280 Corte Constitucional, sentencia T-901/01 en la cual se reitera lo señalado en las sentencias T-699/96 y T-428/98.
281 T-027 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
76
promotor de la pedagogía constitucional y tribunal encargado de precisar,
reforzar y acendrar la jurisprudencia.282

Para283 la Corte, no puede hablarse de hecho consumado ni de sustracción de


materia o de carencia actual de objeto de la tutela cuando, en las circunstancias
del caso, el perjuicio ocasionado por quien vulneró los derechos de una persona
se proyecta, fallecida ésta, sobre quienes integran su familia.

Se284 aplicará la jurisprudencia de la Corte Constitucional cuando ha sostenido


que en aquellos eventos en los cuales la pretensión fue satisfecha, la acción
de tutela pierde eficacia e inmediatez y, por ende su justificación
constitucional, por lo que el amparo deberá negarse. Al respecto la Corte ha
dicho que:

“El objetivo de la acción de tutela, conforme al artículo 86 de la Constitución


Política de Colombia, al Decreto 2591 de 1.991 y a la doctrina
constitucional, es la protección efectiva y cierta del derecho constitucional
fundamental, presuntamente vulnerado o amenazado por la acción u
omisión de una autoridad pública o de un particular en los casos
expresamente señalados por la ley.

“En virtud de lo anterior, la eficacia de la acción de tutela radica en el deber


que tiene el juez, en caso de encontrar amenazado o vulnerado un derecho
alegado, de impartir una orden de inmediato cumplimiento orientada a la
defensa actual y cierta del derecho que se aduce.

“No obstante lo anterior, si la situación de hecho que origina la violación o la


amenaza ya ha sido superada en el sentido de que la pretensión erigida en
defensa del derecho conculcado está siendo satisfecha, la acción de tutela
pierde su eficacia y su razón de ser..”285

Improcedencia de la tutela para cuestionar actos de carácter general, impersonal


y abstracto. Reiteración de jurisprudencia y breve justificación del fallo 286. Esta
Corporación, en armonía con lo previsto en el artículo 6º del Decreto 2591 de
1991, ha señalado que la acción de tutela no constituye el medio idóneo para
controvertir actos de contenido general, impersonal y abstracto, pues para tal fin
el ordenamiento ha diseñado otros mecanismos de control judicial 287, lo cual se
explica en la medida que esos actos demandan un análisis ponderado bajo la
órbita de procesos con características especiales288. Algunos ejemplos
jurisprudenciales ilustran con mayor claridad el asunto:

- En la sentencia T-105 de 2002 la Corte debió estudiar las demandas de tutela


presentadas por algunos funcionarios del Municipio y de la Personería de Cali,
quienes consideraban vulnerados sus derechos con las determinaciones de
282 Cfr. Sentencia T-428/98
283 T-437 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
284 T-461 de 2002. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
285 Sentencia T-495 de 2001
286 T-119 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
287 Sobre el particular pueden consultarse, entre muchas otras, las Sentencias T-105/02, T-151/01, T-1497/00, T-1452/00,
T-1290/00, T1201/00, T-982/00, T-815/00, T-287/97, T-610/97, T-321/93, T-203/93 y T-123/93.
288 Cfr. Corte Constitucional, Sentencia T-1452 de 2000. En aquella oportunidad la Corte declaró que la tutela no era
idónea para cuestionar un decreto presidencial, específicamente el que regulaba el procedimiento para suplir las faltas de
alcaldes y gobernadores.
77
dichas entidades sobre sus escalas salariales y el no reconocimiento de una
prima técnica (en las que se incluía un acuerdo municipal). Entre los argumentos
para denegar el amparo la Corte sostuvo que, “la acción de tutela resulta
improcedente frente a actos de carácter general, impersonal y abstracto, como
los que se pretenden cuestionar, frente a los cuales la misma ley consagra otro
mecanismo de defensa judicial, pudiendo ser controvertidos en su legalidad ante
la jurisdicción contencioso administrativa”.

- La misma postura fue asumida en la Sentencia T-151 de 2001. En aquella


oportunidad la Corte analizó el caso de un aspirante a rector en la Universidad
de Cartagena, que inconforme con los requisitos exigidos por el Consejo
Superior Universitario presentó acción de tutela para controvertir el acuerdo
expedido. Al respecto la Corte dijo lo siguiente: “Es claro entonces que
tratándose de actos de carácter general no hay competencia del juez de tutela
y que toda actuación en este campo es por principio, plenamente improcedente”.

- También resulta ilustrativa la Sentencia T-321 de 1993, donde la Corte revocó


los fallos de instancia y en su lugar denegó la tutela interpuesta por una madre
de familia contra el Instituto Nacional de Radio y Televisión y el Consejo Nacional
de Televisión, por la emisión de algunos programas en la franja vespertina. La
Corte fue enfática en destacar la improcedencia de la tutela en los siguientes
términos:

“Cuando el desconocimiento, la vulneración o el recorte de los derechos


fundamentales se origina en actos jurídicos de carácter general producidos
por instancias subordinadas a la Constitución (y todos los poderes
constituidos lo son), su efecto general pernicioso puede ser contrarrestado
mediante mecanismos especialmente dispuestos para ello, V.gr.: la acción
de inconstitucionalidad contra las leyes, o las acciones de nulidad (y de
restablecimiento del derecho) contra los actos administrativos. Mediante
tales instrumentos se provoca la actuación de un organismo público
competente para que, también por vía de disposición general, restablezca el
imperio de la juridicidad.

Pero no es ése el caso de la tutela. El mismo artículo 6o. del Decreto 2591
establece en su numeral 5o. que es improcedente la acción "cuando se
trate de actos de carácter general, impersonal y abstracto". Es que lo que
se busca con el mencionado mecanismo es suspender los efectos
violatorios o amenazantes de alguno de los derechos fundamentales de una
persona determinada, derivados de un acto concreto cuya aplicación deberá
suspender el juez, aún mediante medidas provisionales (esto es antes de la
sentencia) cuando lo considere necesario y urgente para proteger el
derecho, según las voces del artículo 7o. del Decreto en mención”.

Artículo 7o. Medidas provisionales para proteger un derecho.

En auto 049 de 1995289, la Corte Constitucional sostuvo: dicha medida la puede


adoptar el juez respectivo desde la presentación de la solicitud de tutela hasta
antes de expedirse el fallo definitivo, pues al resolver de fondo deberá decidir si
tal medida provisional se convierte en permanente, esto es, definitiva o si por el
contrario, habrá de revocarse. Cabe agregar que el juez, a petición de parte o en
289 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
78
forma oficiosa, puede hacer cesar tal medida en cualquier momento. A la Corte
no le cabe duda de que para efectos de la aplicación de esta medida provisional,
el juez debe evaluar las situaciones de hecho y de derecho en que se
fundamenta la solicitud de tutela, para así determinar la "necesidad y urgencia"
de decretarla, pues ésta sólo se justificaría ante hechos abiertamente lesivos o
claramente amenazadores de un derecho fundamental en detrimento de una
persona, y cuya permanencia en el tiempo haría más gravosa la situación al
afectado; de lo contrario no tendría sentido la medida cautelar por cuanto los
términos para fallar las acciones de tutela son muy breves: 10 días.

El290 artículo 7 del Decreto 2591 de 1991 autoriza al juez de tutela para
suspender el acto que amenace o viole el derecho fundamental invocado,
cuando el funcionario judicial “expresamente lo considere necesario y urgente
para proteger el derecho”. Dicha suspensión puede ordenarse de oficio o a
petición de parte. Mediante las medidas provisionales se busca evitar que la
amenaza contra el derecho fundamental se convierta en violación o, habiéndose
constatado la existencia de una violación, ésta se torne más gravosa. Las
medidas provisionales únicamente pueden ser adoptadas durante el trámite del
proceso o en la sentencia. Lo anterior por cuanto únicamente durante el trámite
o al momento de dictar la sentencia, se puede apreciar la urgencia y necesidad
de la medida. Una vez dictada la sentencia, la protección del derecho
fundamental consistirá en el cumplimiento del fallo. Podría objetarse que una vez
dictada la sentencia, puede ser necesario que se adopten medidas
provisionales, pues el trámite de la tutela exige que el fallo sea comunicado al
juez de instancia, a fin de que se cumpla, término en el cual puede proseguir la
violación de los derechos fundamentales. Empero, ha de tenerse presente que
la urgencia y la necesidad de la medida, corresponde evaluarla al juez al
momento de dictar el fallo. Si no se adoptaron en su momento, implica que para
la autoridad judicial, el cumplimiento de la decisión es un mecanismo de
protección suficiente.

Esta291 Sala, por auto de fecha 16 de diciembre de 1997, estimó que las reglas
establecidas en los artículos 7 y 35 del Decreto 2591 de 1991, debían
"conciliarse con el principio de la autonomía judicial, toda vez que al juez de
tutela le está vedado invadir competencias ajenas, y su injerencia dentro del
curso de un proceso judicial debe estar determinada por la flagrante violación o
amenaza de los derechos fundamentales y con el fin de evitar un perjuicio
irremediable". Además, consideró esta Corte que el alcance que debía darse a
los artículos mencionados era el siguiente:

"a) El sentido de las medidas previas que puede adoptar el juez


constitucional, con miras a la protección de los derechos fundamentales en
juego, parte del supuesto de que con el acto o los actos susceptibles de ser
suspendidos tales derechos resulten vulnerados o afectados de modo
irremediable;

b) La ejecución de una medida judicial dentro de un proceso en curso no


puede ser interrumpida por el juez de tutela, a no ser que de manera
ostensible, evidente e indudable, entrañe la comisión de una vía de hecho
por cuya virtud se lesionen los derechos fundamentales sobre los cuales se
reclama protección. De lo contrario, la medida provisional carece de
290 A.040ª de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
291 T-100 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
79
sustento y debe esperarse al momento del fallo. Todo ello debe ser
apreciado y evaluado por el juez, teniendo en cuenta las circunstancias del
caso;

c) Entre la medida cuya suspensión se ordena y la violación de los


derechos fundamentales afectados debe existir, claramente establecido, un
nexo causal que el juez establezca sin género de dudas. De lo contrario,
invade la órbita del juez ordinario y lesiona su autonomía funcional,
garantizada en el artículo 228 de la Constitución;

d)La apreciación del juez en estos casos no implica prejuzgamiento. Tiene


lugar prima facie y sobre los elementos de los que dispone en ese
momento, sin que ello le impida adoptar una decisión distinta al resolver de
fondo sobre el proceso en cuestión".

Artículo 8o. la tutela como mecanismo transitorio.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...8º, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Cuando292 las vías judiciales ordinarias no resultan eficaces ni idóneas para


evitar la vulneración de derechos fundamentales, procede la tutela como
mecanismo transitorio. En efecto, mientras decide el juez competente, no puede
la jurisdicción constitucional tolerar la violación flagrante de derechos
fundamentales. Por ello la Corte ha considerado que cuando se trata de evitar un
perjuicio irremediable, máxime cuando se trata de personas de la tercera edad,
quienes gozan de una especial protección por parte del Estado, procede la
acción de amparo como mecanismo transitorio.

La293 Corte, en varias oportunidades, ha precisado que la suspensión provisional


es un mecanismo no menos importante y efectivo que la acción de tutela, el cual
se concibe como medida cautelar cuando una entidad vulnera en forma
manifiesta los derechos del administrado294. Lo que ha querido el legislador al
reglamentar el mecanismo de la suspensión provisional, ha sido precisamente
ofrecer a los particulares un medio eficaz y oportuno, que se materialice desde la
admisión misma de la demanda, para evitar que sus derechos sean vulnerados
de manera flagrante por la administración. Empero, en ciertos eventos esa
circunstancia no resulta incompatible con la acción de tutela, cuando ella se
utiliza como mecanismo transitorio, según lo ha explicado la propia Corte
Constitucional en los siguientes términos:

"En relación con la compatibilidad entre la acción de tutela y las acciones


contencioso administrativas y la suspensión provisional del acto
administrativo, se exponen las siguientes consideraciones: 1) Procede la
tutela como mecanismo definitivo, cuando la persona afectada en su
292 SU.636 de 2003. M.P. Jaime Araujo Rentería.
293 T-1031 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
294 Sentencia T-127 de 2001. La Corte revocó los fallos proferidos por diferentes despachos judiciales, quienes
concluyeron que la DIAN había afectado el debido proceso al reclasificar a varios contribuyentes como responsables
fiscales en el régimen común y no en el simplificado. La Corte señaló que los demandantes pudieron acudir a la
jurisdicción contencioso administrativa y solicitar la suspensión provisional del acto administrativo para asegurar la
protección de sus derechos, resultando improcedente la acción de tutela como mecanismo principal. En el mismo sentido
pueden consultarse las sentencias T-533 de 1998 y T-640 de 1996.
80
derecho fundamental no cuenta con acción contenciosa administrativa.
También, en el evento de que no sea posible a través de la acción
contenciosa administrativa, controvertir la violación del derecho fundamental
o dicha acción se revela insuficientemente idónea o ineficaz para la efectiva
protección del derecho. 2) Procede la tutela como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable, cuando el afectado en su derecho
fundamental dispone de acción contenciosa pero no procede la suspensión
provisional."295

En Sentencia296 de la Corte Constitucional se señaló, respecto a la acción de


tutela y las acciones contencioso administrativa y la suspensión provisional del
acto administrativo, lo siguiente:

Bien es sabido que la acción de tutela no es procedente cuando exista un medio


alternativo de defensa judicial que sea idóneo y eficaz, según la valoración que
haga el juez en concreto de estas circunstancias, atendiendo la situación
particular en que se encuentre el solicitante (arts. 86 inciso 3 de la Constitución,
art. 6 numeral 1 del decreto 2591/91), salvo que aquélla se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

- Es compatible la acción de tutela y la acción contenciosa administrativa contra


actos administrativos, medio alternativo de defensa judicial. En efecto:

a) Aun cuando exista un medio alternativo de defensa judicial, la acción de tutela


procede cuando se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, en cuyo caso, "el juez señalará expresamente en la sentencia que
su orden permanecerá vigente sólo durante el término que la autoridad judicial
competente utilice para decidir de fondo sobre la acción instaurada por el
afectado", la cual, debe ser ejercitada, si no lo ha hecho, en el término de cuatro
meses, a partir del fallo de tutela; si no lo hace cesarán los efectos de éste (art. 8
incisos 1 a 4 decreto 2591/91).

b) Específicamente, con respecto a la posibilidad de ejercer simultáneamente la


acción de tutela y las acciones contencioso administrativa el inciso 5 del art. 8
del decreto 2591 de 1991, mediante auto de fecha 1 de septiembre de 1994, la
Corte se refirió al alcance del aparte normativo transcrito, de la siguiente
manera:

"...a juicio de la Sala, al sentido "conjuntamente" debe llegarse no sólo


mediante la interpretación literal sino también con una indagación
teleológica. Así, por razón de la informalidad de la institución a tal expresión
corresponde la tercera acepción de la Real Academia Española, es decir,
"a un mismo tiempo". (ob. cit. pág. 1213). En consecuencia, el inciso
comentado del artículo 8o. del decreto 2591 de 1991, debe interpretarse en
el sentido de que los interesados pueden, desde un principio, ejercer la
acción de tutela al tiempo con las demás de naturaleza contencioso
administrativa, sin que sea necesario que todas ellas se tramiten ante la
jurisdicción contencioso administrativa."

c) El art. 7 del decreto 2591/91, contempla una situación especial, diferente a la


regulada en el artículo siguiente, pues aquél se refiere a las medidas
295 Corte Constitucional, Sentencia SU-039 de 1997.
296 SU.039 de 1997. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
81
provisionales que se pueden adoptar dentro de un proceso de tutela para
proteger un derecho fundamental vulnerado o amenazado, es decir, se trata de
verdaderas medidas cautelares que pueden adoptarse antes de la decisión de
fondo.

d) La jurisprudencia de la Corte Constitucional, sobre la procedencia de la acción


de tutela y las acciones contencioso administrativas y la suspensión provisional
del acto administrativo, y la manera como ellas se compatibilizan, ha señalado:

"...la atribución de suspender provisionalmente los efectos de los actos


administrativos está específicamente conferida por la Constitución a la
jurisdicción de lo Contencioso Administrativo (artículo 238) y mal pueden
interpretarse en contra de su perentorio mandato las disposiciones de los
artículos 7 y 8 del Decreto 2591 de 1991, aplicables tan solo a aquellos
actos contra los cuales no sea procedente dicho mecanismo, de
conformidad con las reglas generales".

"No desconoce la Corte que la última de las disposiciones citadas, al


permitir el ejercicio conjunto de la acción de tutela con las pertinentes ante
la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, faculta al juez para ordenar
que tratándose de un perjuicio irremediable, se inaplique el acto particular
respecto de la situación jurídica concreta cuya protección se solicita
mientras dure el proceso, pero es obvio que esta norma legal parte del
supuesto de que en tales casos no procede la suspensión provisional, pues
resultaría innecesario, inconveniente e inconstitucional que, siendo ella
aplicable para alcanzar el específico fin de detener los efectos del acto
cuestionado, se añadiera un mecanismo con idéntica finalidad por fuera del
proceso Contencioso Administrativo y a cargo de cualquier juez de la
República, con el peligro adicional de decisiones contradictorias, máxime si
se tiene en cuenta que también la suspensión provisional se resuelve
mediante trámite expedito tal como lo dispone el Código Contencioso
Administrativo297"

En la Sentencia T-203/93, refiriéndose al alcance del inciso final, del artículo 8


del decreto 2591/91, la Corte distinguió entre la suspensión provisional del acto y
su inaplicación respecto de la situación jurídica concreta cuya protección se
solicita. Dijo la Corte:

"Como puede verse, lo que es posible decretar en esta hipótesis es una


inaplicación temporal al caso concreto, considerada la particular y
específica situación en que se encuentra el solicitante, así que no recae
propiamente sobre la materialidad del acto administrativo, como sí acontece
con la figura de la suspensión provisional. No tiene, entonces, el alcance de
la misma y, por ende, excepción hecha de la inaplicación que pueda
favorecer al petente a fin de evitarle un daño irreparable, el acto
administrativo como tal permanece incólume mientras no sea suspendido
provisionalmente por la Jurisdicción Contencioso Administrativa o anulado
por ella".

"Debe repararse por otra parte en que el punto materia de análisis -a


diferencia del que constituye el objeto de la providencia mediante la cual se
resuelve acerca de la solicitud de suspensión provisional en los procesos
297 Sentencia T-443/92.
82
contencioso administrativos- no es el relativo a una posible oposición
flagrante entre el acto demandado y las normas superiores a las que está
sometido, sino la situación de hecho en la cual puede hallarse una persona
frente a un acto cuya aplicación concreta implique, en su caso, efectos
inmediatos e irremediables que vulneren sus derechos constitucionales
fundamentales".

"Ahora bien, es claro que -considerada la función que cumple la tutela como
mecanismo protector de los derechos fundamentales y el contexto de la
norma transcrita- la posibilidad de ejercer la acción en forma conjunta con
las que proceden ante la jurisdicción Contencioso Administrativa, no puede
interpretarse en el sentido de hacer que en tal caso su trámite deba surtirse
forzosamente ante los tribunales administrativos, entendimiento que limitaría
ostensiblemente las posibilidades de protección judicial. Lo que la norma
legal permite, aunque no haya utilizado con propiedad el término
"conjuntamente", es el ejercicio simultáneo de la acción ante el juez de
tutela, como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable y de
las pertinentes ante la jurisdicción especializada".

"De las precedentes consideraciones se infiere que, ante acciones


instauradas respecto de actos administrativos, el juez de tutela no puede
asumir la facultad que le confiere la norma mencionada como una
autorización de la ley para sustituir al Contencioso Administrativo en la
definición sobre la validez de aquellos, ni suponer que podría suspenderlos
provisionalmente pues ello representaría invadir el ámbito constitucional de
dicha jurisdicción. De allí los precisos términos usados por el legislador para
definir el objeto al que ha de circunscribirse la orden judicial para el evento
en que prospere la solicitud de tutela transitoria".

Sobre la misma temática, esto es, la interpretación de la referida norma, la


Sentencia T-440 de 1994 de la Corte Constitucional expresó:

"El alcance de esta norma presupone que, en el proceso correspondiente,


se adoptará la decisión definitiva, y concede al juez de tutela una facultad
temporal y excepcional de inaplicación del acto a la situación concreta, lo
cual no puede confundirse con la suspensión provisional ni ninguna otra
medida precautelativa contencioso administrativa." "El precepto también
parte de la base de que, en el caso específico del peticionario, la aplicación
del acto implicaría que continuara la violación o amenaza del derecho,
causándose un perjuicio irremediable que se precisa evitar, pese a la
existencia del medio judicial ordinario. Esto significa que, en la hipótesis
planteada por el artículo 8o. del Decreto 2591 de 1991, el acto de que se
trata es directamente el causante del agravio o del peligro para el derecho
fundamental, objeto de protección."

En la sentencia T-142/95, la Corte acometió el estudio de las situaciones que


debe avocar el juez, frente a la acción de tutela, las acciones contencioso
administrativas y a la suspensión provisional. Se dijo por la Corte:

"La atribución conferida por el Constituyente a la jurisdicción contencioso


administrativa para suspender provisionalmente los efectos de los actos
administrativos, enfrenta al juez de tutela con varias situaciones que han
sido objeto de decisión por parte de la Corte:....." "En situaciones en las
83
que existe violación o amenaza de un derecho fundamental por parte de
una autoridad ejecutiva, y no cuenta el afectado con acción ante la
jurisdicción contencioso administrativa, o dentro del trámite de ella no es
posible la controversia sobre la violación del derecho constitucional, la tutela
procede como mecanismo definitivo de protección del derecho
constitucional conculcado. Así quedó planteado en las Sentencias T-090 de
1995 y T-100 de 1994, ambas de la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas."
"Cuando existe violación o amenaza de un derecho fundamental, el
afectado cuenta con acción contenciosa administrativa, y no procede la
suspensión provisional, el juez de tutela debe dar aplicación a los artículos
7 y 8 del decreto 2591 de 1991...".

También en la aludida sentencia se advierte que "cuando existe la violación o


amenaza del derecho, hay acción contenciosa administrativa y procede la
suspensión provisional el juez de tutela debe proceder" como indica la sentencia
T-443/92, a la cual se hizo alusión antes. En la Sentencia T-131A de 1996, se
expuso lo siguiente:

"Así las cosas en el presente evento cabía la solicitud de suspensión


provisional del acto administrativo, la cual efectivamente fue pedida y
negada dentro del proceso de nulidad y restablecimiento del derecho
instaurado por la Sociedad en contra de la resolución de 1994, y que cursa
en el Tribunal Administrativo. En consecuencia no resulta procedente
conceder el amparo impetrado, menos aún cuando, de conformidad con la
prueba solicitada se encuentra establecido que no se ejercitó el recurso de
apelación en contra del auto mediante el cual negó la suspensión
provisional".

Considera la Corte que es necesario precisar su jurisprudencia, en relación con


la compatibilidad entre la acción de tutela y las acciones contencioso
administrativas y la suspensión provisional del acto administrativo. Con tal
propósito expone las siguientes consideraciones:

- Procede la tutela como mecanismo definitivo, cuando la persona afectada en


su derecho fundamental no cuenta con acción contenciosa administrativa, como
en el caso de los actos preparatorios o trámite y de ejecución o de los actos
policivos no administrativos.

- También procede la tutela como mecanismo definitivo, en el evento de que no


sea posible a través de la acción contenciosa administrativa, controvertir la
violación del derecho fundamental o dicha acción se revela insuficientemente
idónea o ineficaz para la efectiva protección del derecho. Esta fue la situación
analizada por la Corte en la sentencia T-256/95, en relación con los concursos
de mérito para acceder a cargos públicos de carrera.

- Procede la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio


irremediable, cuando el afectado en su derecho fundamental dispone de acción
contenciosa pero no procede la suspensión provisional, según los términos del
art. 152 del C.C.A.. Sin embargo, es preciso aclarar que según la legislación
vigente, la suspensión provisional es admisible en todos los casos en que se
impugna un acto administrativo. Por tanto, hay que entender que la no
procedencia de la suspensión provisional se refiere a los casos en que se
84
ejercitan acciones que no involucran la anulación de actos administrativos
(contractuales o de reparación directa).

- Igualmente es viable la tutela como mecanismo transitorio, cuando el


interesado dispone de la acción contenciosa administrativa y la suspensión
provisional es procedente, por las siguientes razones:

1) Según la letra a) del art. 152 de la Constitución, la regulación de los "derechos


y deberes fundamentales de las personas de los procedimientos y recursos para
su protección" corresponde al Congreso a través de una ley estatutaria. El
decreto 2591 de 1991 dictado en uso de las facultades extraordinarias
conferidas al Presidente de la República por el art. 5 transitorio de la
Constitución, es análoga a una ley estatutaria y, en todo caso ley especial, que
deben aplicar los jueces de la jurisdicción constitucional de la tutela. Con la
finalidad de asegurar la efectiva protección de los derechos constitucionales
fundamentales dicho decreto contempla en el art. 7 la adopción de medidas
provisionales, cuando el juez expresamente lo considera necesario y urgente
para proteger el derecho, en cuyo caso "suspenderá la aplicación del acto
concreto que lo amenace o vulnere". También podrá el juez de oficio o a petición
de parte "dictar cualquier medida de conservación o seguridad encaminada a
proteger el derecho o a evitar a que se produzcan otros daños como
consecuencia de los hechos realizados, todo de conformidad con las
circunstancias del caso" (inciso final art. 7). Así mismo el inciso final del art. 8,
transcrito anteriormente, permite ejercer la tutela como mecanismo transitorio
conjuntamente con las acciones contencioso administrativas.

2) La institución de la suspensión provisional tiene un rango constitucional,


conforme al art. 238 que dice: "La jurisdicción de lo contencioso administrativo
podrá suspender provisionalmente, por los motivos y con los requisitos que
establezca la ley, los efectos de los actos administrativos que sean susceptibles
de impugnación por vía judicial". En los términos del art. 152 del C.C.A., norma
anterior a la Constitución de 1991, la suspensión provisional es procedente bajo
los siguientes supuestos: Que las medidas se solicite y sustente de modo
expreso en la demanda o por escrito separado, presentado antes de que sea
admitido. Si la acción de nulidad, basta que haya manifiesta infracción de una de
las disposiciones invocadas como fundamento de la misma, por confrontación
directa o mediante documentos públicos aducidos con la solicitud. Si la acción
es distinta de la de nulidad, además se deberá demostrar, aunque sea
sumariamente, el perjuicio que la ejecución del acto demandado causa o podría
causar el actor.

3) A diferencia de la acción de tutela que persigue la efectiva protección de los


derechos constitucionales fundamentales amenazados o vulnerados, la
suspensión provisional, se encuentra estructurada bajo la concepción muy
limitada de ser una medida excepcional, con base constitucional pero con
desarrollo legal, que busca impedir provisionalmente la ejecución de actos
administrativos que son manifiestamente violatorios del ordenamiento jurídico y
cuando en algunos casos, además, su ejecución pueda ocasionar perjuicios a
una persona. Dicha institución, en consecuencia, fue concebida como
mecanismo de protección de derechos con rango legal, sin que pueda pensarse
de modo absoluto que eventualmente no pueda utilizarse como instrumento para
el amparo de derechos constitucionales fundamentales; pero lo que si se
advierte es que dados los términos estrictos en que el legislador condicionó su
85
procedencia, no puede considerarse, en principio, como un mecanismo efectivo
de protección de dichos derechos. En efecto: La confrontación que ordena hacer
el art. 152 del C.C.A. entre el acto acusado y las normas que se invocan como
transgredidas, es de confrontación prima facie o constatación simple, porque el
juez administrativo no puede adentrarse en la cuestión de fondo, de la cual debe
ocuparse la sentencia que ponga fin al proceso. En cambio, el juez de tutela
posee un amplio margen de acción para poder apreciar o verificar la violación o
amenaza concreta del derecho constitucional fundamental, pues no sólo
constata los hechos, sino que los analiza y los interpreta y determina a la luz del
contenido y alcance constitucional del derecho si procede o no el amparo
impetrado. De manera que la suspensión provisional opera mediante una
confrontación directa entre el acto y la norma jurídica, generalmente contentiva
de una proposición jurídica completa, que se afirma transgredida, así puedan
examinarse documentos, para determinar su violación manifiesta; en cambio,
cuando se trata de amparar derechos fundamentales el juez de tutela se
encuentra frente a una norma abierta, que puede aplicar libremente a través de
una valoración e interpretación amplia de las circunstancias de hecho. No fue la
intención del Constituyente ni la del Legislador consagrar una prevalencia de la
suspensión provisional sobre la acción de tutela, pues ambas operan y tienen
finalidades diferentes. Por el contrario, en razón de su finalidad se reconoce a la
tutela, como mecanismo destinado a asegurar el respeto, vigencia y efectividad
de los derechos fundamentales, cierta prevalencia sobre la suspensión
provisional del acto administrativo, hasta el punto que es procedente instaurar
conjuntamente la acción de tutela y la acción contencioso administrativa y dentro
del proceso a que da lugar aquélla se pueden adoptar, autónomamente, medidas
provisionales. No puede pensarse que el legislador al regular un mecanismo de
protección de los derechos en un momento dado, automáticamente elimine o
excluya otros instrumentos de amparo, pues pueden existir instrumentos de
protección simultáneos y concurrentes, si ellos, a juicio del legislador, conducen
a la finalidad constitucional de lograr la efectividad de aquellos.

La acción de tutela y la suspensión provisional no pueden mirarse como


instrumentos de protección excluyentes, sino complementarios. En tal virtud, una
es la perspectiva del juez contencioso administrativo sobre viabilidad de la
suspensión provisional del acto, según los condicionamientos que le impone la
ley, y otra la del juez constitucional, cuya misión es la de lograr la efectividad de
los derechos constitucionales fundamentales. Por consiguiente, pueden darse
eventualmente decisiones opuestas que luego se resuelven por el juez que debe
fallar en definitiva el asunto; así bajo la óptica de la regulación legal estricta el
juez administrativo puede considerar que no se da la manifiesta violación de un
derecho fundamental y sin embargo el juez de tutela, que si puede apreciar el
mérito de la violación o amenaza puede estimar que esta existe y, por ende,
conceder el amparo solicitado. En conclusión, es posible instaurar
simultáneamente la acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, sin que interese que se haya solicitado o no la suspensión
provisional del acto administrativo, pues en parte alguna la norma del art. 8
impone como limitante que no se haya solicitado al instaurar la acción
contenciosa administrativa dicha suspensión. Además, dentro del proceso de
tutela es posible, independientemente de dicha suspensión, impetrar las
medidas provisorias a que alude el art. 7 en referencia. La acción de tutela que
como se dijo antes prevalece sobre la acción contencioso administrativa, no
puede quedar anulada o limitada por la circunstancia de que la jurisdicción de lo
contencioso administrativo se haya pronunciado adversamente sobre la petición
86
de suspensión provisional, porque la una y la otra operan en planos normativos,
fácticos, axiológicos y teleológicos diferentes. Estima la Corte, que con
fundamento en el principio de la efectividad de los derechos que consagra la
Constitución, le corresponde al juez de tutela decidir sobre la protección de los
derechos constitucionales fundamentales, en forma oportuna, aún antes de la
conclusión del proceso contencioso administrativo que se hubiere instaurado,
mediante la adopción de medidas provisorias que aseguren su goce y vigencia,
en situaciones que comprometan su violación o amenaza y en extrema urgencia,
para evitar perjuicios o situaciones irreparables.

4) La necesidad de proteger los derechos constitucionales fundamentales y de


efectivizarlos, impone un cambio, una nueva concepción, de la institución de la
suspensión provisional. El viraje que se requiere para adaptarla a los principios,
valores y derechos que consagra el nuevo orden constitucional puede darlo el
juez contencioso administrativo o inducirlo el legislador, a través de una reforma
a las disposiciones que a nivel legal la regulan. El juez administrativo, con el fin
de amparar y asegurar la defensa de los derechos fundamentales podría,
aplicando directamente la Constitución Política, como es su deber, suspender los
efectos de los actos administrativos que configuren violaciones o amenazas de
transgresión de aquellos. Decisiones de esa índole tendrían sustento en: - La
primacía que constitucionalmente se reconoce a los derechos fundamentales y a
la obligación que tienen todas las autoridades- incluidas las judiciales- de
protegerlos y hacerlos efectivos (art. 2 C.P.). - La aplicación preferente de la
Constitución frente a las demás normas jurídicas y así mismo el efecto
integrador que debe dársele a sus disposiciones con respecto a las demás
normas del ordenamiento jurídico. De este modo, al integrar las normas que
regulan la suspensión con las de la Constitución se podría lograr una mayor
eficacia y efectividad a dicha institución. - La necesidad de dar prevalencia al
derecho sustancial (art. 228 C.P.), mas aún cuando este emana de la
Constitución y busca hacer efectivas la protección y la vigencia de los derechos
fundamentales. - La suspensión provisional de los efectos de los actos
administrativos tiene un fundamento constitucional. El art. 238 permite dicha
suspensión "por los motivos y con los requisitos que establezca la ley". Siendo la
Constitución ley de leyes y pudiendo aplicarse sus normas directamente, sobre
todo, cuando se trate de derechos fundamentales (art. 85), es posible aducir
como motivos constitucionales para la procedencia de la suspensión provisional
la violación o amenaza de violación de los derechos fundamentales. La idea
central que se debe tener presente es que las diferentes jurisdicciones, dentro
de sus respectivas competencias, concurran a la realización del postulado
constitucional de la efectivización, eficacia y vigencia de los derechos
constitucionales fundamentales. Por lo tanto, la posibilidad de decretar la
suspensión provisional de los actos administrativos por violación de los derechos
constitucionales fundamentales, independientemente de que ésta sea manifiesta
o no, indudablemente, puede contribuir a un reforzamiento en los mecanismos
de protección de los referidos derechos.

Artículo 9o. Agotamiento opcional de la vía gubernativa.

Artículo 10. Legitimidad e interés.

Artículo 11. Caducidad.


87
Artículo 12. Efectos de la caducidad.

Inexequibles artículos 11, 12 y 40. Sentencia C-543/92298.

Resulta299 palpable la oposición entre el establecimiento de un término de


caducidad para ejercer la acción y lo estatuido en el artículo 86 de la
Constitución cuando señala que ella puede intentarse "en todo momento", razón
suficiente para declarar que por el aspecto enunciado es inexequible el artículo
11 del Decreto 2591 de 1991. Así, dada su relación con la mencionada norma,
que constituye su supuesto, también es inconstitucional el artículo 12 del mismo
estatuto, enderezado a estipular los efectos de la caducidad, declarando que
ésta no es obstáculo para impugnar el acto o la actuación mediante otra acción.

La acción de tutela contra sentencias. Una de las demandas sobre las cuales se
pronuncia la Corte en esta oportunidad se halla estructurada sobre la base de
que el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991 quebranta los preceptos
constitucionales no tanto por introducir un término de caducidad sino por permitir
que se ejerzan acciones de tutela contra sentencias amparadas por el principio
de la cosa juzgada. A este respecto, la Corte Constitucional formuló las
siguientes consideraciones:

Subsistencia del orden jurídico compatible con la Carta. La acción de tutela no


puede asumirse como un sistema de justicia paralelo al que ha consagrado el
ordenamiento jurídico en vigor. El entendimiento y la aplicación del artículo 86 de
la Constitución tan solo resultan coherentes y ajustados a los fines que le son
propios si se lo armoniza con el sistema. De allí que no sea comprensible como
medio judicial capaz de sustituir los procedimientos y las competencias
ordinarias o especiales, pues ello llevaría a un caos no querido por el
Constituyente.

La tutela contra sentencias ante el principio de la cosa juzgada. Es inadmisible


que, por haberse instituido una figura como la acción de tutela, cuyo fin está
exclusivamente relacionado con el amparo inmediato y cierto de los derechos
ante situaciones no previstas por los medios ordinarios, se haya puesto fin a la
vigencia de los postulados básicos en los cuales se ha fundado y desarrollado
nuestra civilización jurídica. Uno de ellos es el principio de la cosa juzgada, que
se traduce en el carácter inmutable, intangible, definitivo, indiscutible y
obligatorio de los fallos cuando se han dado los trámites y se han cumplido las
condiciones y requisitos previstos por la ley. El fin primordial de este principio
radica en impedir que la decisión en firme sea objeto de nueva revisión o debate,
o de instancias adicionales a las ya cumplidas, o que se reabra el caso judicial
dilucidado mediante el fallo que reviste ese carácter, con total independencia de
su sentido y alcances, dotando de estabilidad y certeza las relaciones jurídicas y
dejando espacio libre para que nuevos asuntos pasen a ser ventilados en los
estrados judiciales.

De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe


duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función
de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y
también para el Estado. En esa condición no están excluidos de la acción de
tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos
298 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
299 C-543 de 1992.
88
fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus
providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se
ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de
decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los
términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de
esta figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las
cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco
cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo
efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario competente
(artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En
hipótesis como estas no puede hablarse de atentado alguno contra la seguridad
jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que
persigue la justicia. Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez
de tutela la de inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial en curso,
adoptando decisiones paralelas a las que cumple, en ejercicio de su función,
quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida de plano en los conceptos
de autonomía e independencia funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a
los cuales ya se ha hecho referencia. De ningún modo es admisible, entonces,
que quien resuelve sobre la tutela extienda su poder de decisión hasta el
extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se debate en un proceso, o en
relación con el derecho que allí se controvierte. De las razones anteriores
concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra ninguna providencia
judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada
en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva
que adopte el juez competente.

Reiteración de jurisprudencia. Procedencia excepcional de la acción de tutela


contra acciones u omisiones judiciales300

En la sentencia C-543 de 1992, citada como precedente aplicable al caso por la


Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, se estudió la
constitucionalidad de los artículos 11 y 12 del Decreto 2591 de 1991, normas que
regulaban el ejercicio de la acción de tutela contra sentencias judiciales. En esta
sentencia se resolvió declarar inexequibles las disposiciones acusadas, por
considerar que desconocían las reglas de competencia fijadas por la
Constitución Política y afectaban el principio de seguridad jurídica. No obstante,
la decisión de la Sala Plena de la Corte Constitucional no fue absoluta, pues
matizó sus efectos al prever casos en los cuales, de forma excepcional, la
acción de tutela es procedente contra actuaciones que aunque en apariencia
estuvieran revestidas de formas jurídicas, en realidad implicaran una vía de
hecho. Al respecto dijo la Sala Plena en la sentencia C-543 de 1992,

“(…) nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales,
ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando
la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio
300 T-012 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
89
cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y
queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591
de 1991). En hipótesis como éstas no puede hablarse de atentado alguno
contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer
realidad los fines que persigue la justicia.”

Artículo 13. Personas contra quien se dirige la acción e intervinientes.

La301 acción de tutela, según resulta del artículo 86 de la Constitución, tiene un


sujeto activo -la persona de cuyos derechos fundamentales se trata, o quien
obra a nombre de ella- y uno pasivo -entidad o autoridad pública o persona
particular contra la cual se dirige-, que es precisamente quien, según aquélla,
causa daño o amenaza los derechos fundamentales invocados, merced a su
conducta activa u omisiva. La demanda debe presentarse indicando quién es
ese sujeto, no solamente para que el juez pueda verificar si en verdad los
derechos afectados lo son por su acción u omisión, sino para permitir al
inculpado ejercer el derecho de defensa y darle posibilidades de contradicción y
controversia de las pruebas allegadas, según el artículo 29 de la Constitución
Política. Cuando la acción se dirige contra un sujeto distinto, mal podría
prosperar la tutela, aunque, si en el caso concreto el término lo permite, una vez
se ha percatado de la situación, bien puede el juez de oficio, antes de resolver,
vincular al proceso a la persona o entidad contra la cual ha debido obrar el
demandante, otorgándole suficientes elementos de defensa dentro del mismo,
con arreglo a la garantía constitucional. Sólo en ese evento podría otorgarse el
amparo contra ella.

En302 lo que tiene que ver con el sujeto pasivo de la acción de tutela, debe estar
bien identificado y guardar relación directa con el sujeto objeto de la vulneración.
En este sentido se ha pronunciado la Corte Constitucional, al decir que “la
legitimación en la causa es una calidad subjetiva de las partes en relación con el
interés sustancial que se discute en el proceso. Por tanto, cuando una de las
partes carece de dicha calidad o atributo, no puede el juez adoptar una decisión
de mérito y debe entonces simplemente declararse inhibido para fallar el caso de
fondo.

La legitimación pasiva se consagra como la facultad procesal que le atribuye al


demandado la posibilidad de desconocer o controvertir la reclamación que el
actor le dirige mediante la demanda sobre una pretensión de contenido material.
Si bien la tutela se establece por la Constitución como un proceso preferente y
sumario, con ello no se quiso consagrar un instrumento judicial carente de
garantías procesales, en donde la brevedad y celeridad procesal sirvan de
excusa para desconocer los derechos de las partes o de los terceros, de manera
que en dicho proceso, como en cualquier otro, el juez debe lograr que la
actuación se surta sin vulnerar los principios de legalidad y contradicción. La
identificación cabal del demandado es una exigencia que tanto la Constitución
como del decreto 2591 de 1991 avalan. Según aquélla, la acción de tutela se
promueve contra autoridad pública y, en ciertos casos, contra los particulares por
la acción u omisión que provoque la violación de los derechos fundamentales de
las personas,...” T-416/97.
301 T-578 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
302 T-819 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
90

Los terceros en el proceso de tutela y el debido proceso 303. De particular


relevancia para apreciar la validez de los procedimientos cumplidos a propósito
de la acción de tutela que ocupa la atención de la Sala y, adicionalmente, para
fundar la decisión que haya de adoptarse en el presente evento, es dilucidar si
los terceros que tienen interés legítimo en lo que se decida en una sentencia de
tutela deben ser notificados de la presentación de la solicitud. Al respecto es
oportuno recordar que ya la Corte en decisión contenida en el auto No. 27 de
1995, que fue consultada con la Sala Plena de la Corporación y aprobada por
ésta y que por lo tanto debe tenerse como unificación de la jurisprudencia en la
materia, señaló:

“…no es posible adelantar válidamente un proceso de tutela cuya finalidad


es desconocer actos jurídicos, sentencias o providencias judiciales
ejecutoriadas, o actos administrativos, sin la citación de quienes
participaron en tales actos, o se encuentren en una situación jurídica
concreta en virtud de ellos (…). Esto se entiende fácilmente si se tiene en
cuenta que quienes han intervenido en un proceso judicial, o derivan
derechos de una providencia, lo mismo que aquellos que los derivan de un
acto administrativo están llamados a intervenir necesariamente en el
proceso de tutela encaminado a dejar sin efecto la decisión judicial o
administrativa”.304

El fundamento del llamado que debe hacerse a los terceros con un interés
legítimo en el resultado del proceso de tutela no es otro que el derecho al debido
proceso que, de conformidad con el artículo 29 superior, es aplicable a “toda
clase de actuaciones judiciales y administrativas”, predicado del cual se deduce
que también el procedimiento propio del mecanismo de defensa previsto en el
artículo 86 de la Carta Política se encuentra gobernado por sus reglas, en los
términos de las normas constitucionales y de las normas legales que las
desarrollan y en particular las del decreto 2591 de 1991.

La intervención de los terceros, entonces, se orienta, primordialmente, a lograr


que, en virtud de su legítimo interés, ellos tengan la posibilidad de ejercer todas
las garantías del debido proceso y sobre todo el derecho de defensa que es uno
de sus principios rectores y merced al cual pueden allegar las pruebas que
consideren pertinentes y controvertir las que se presenten en su contra, dentro
de los momentos y términos procesales que, de acuerdo con las formas propias
de cada juicio, se hayan establecido en el pertinente ordenamiento procesal. Lo
anterior significa que la intervención de los terceros en el procedimiento de tutela
además de ineludible debe ser a tal punto oportuna que el juez, al entrar a
resolver, ha de contar con una adecuada evaluación de todos los argumentos y
para ello resulta lógico e indispensable que éstos se hayan aducido en la
correspondiente oportunidad; de ahí que la notificación de la solicitud de tutela
cobre especial importancia como uno de los elementos fundamentales del
debido proceso, a falta del cual resulta imposible a las partes o a los terceros
con interés legítimo hacer uso de las garantías procesales.

Los terceros en el proceso de tutela y la notificación de la solicitud de amparo y


de la sentencia

303 T-247 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz.


304 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto No. 27 de junio 1º de 1995.
91
En armonía con lo expuesto, la Corte ha considerado que el juez, en su calidad
de protector de los derechos fundamentales de los asociados, debe garantizar
también “a los terceros determinados o determinables, con interés legítimo en un
proceso su derecho a la defensa mediante la comunicación” que, en su caso,
persigue la protección procesal de los intereses que puedan verse afectados con
la decisión.305 Acerca de este tópico la Corporación ha dicho:

“Es claro que en el trámite de la acción de tutela no existe norma que en


forma expresa disponga la notificación de sus decisiones a terceros, sobre
los cuales recaiga un interés legítimo en el resultado del proceso; sin
embargo, no puede ignorarse el principio contenido en el artículo 2º de la
Constitución según el cual es fin esencial del Estado “facilitar la
participación de todos en las decisiones que los afectan…”, lo cual a su vez
se ve complementado con lo señalado en el artículo 13, inciso último del
decreto 2591 de 1991, reglamentario de la acción de tutela, que permite la
intervención de “Quien tuviere un interés legítimo en el resultado del
proceso”, intervención que sólo puede llevarse a cabo, mediante el
conocimiento cierto y oportuno que pueda tener el tercero acerca de la
existencia de la acción de tutela”.306

Así pues, como de manera reiterada lo ha sostenido la Corte, la notificación no


es un acto meramente formal y desprovisto de sentido, ya que su fundamento es
el debido proceso y debe surtirse con independencia de que la decisión final sea
favorable o desfavorable a las pretensiones de quien acude a la tutela en
búsqueda de protección, sin que la naturaleza informal de este procedimiento, su
carácter preferente y sumario o los principios de celeridad, economía y eficacia
que lo informan sirvan de pretexto al juez para desarrollar y culminar el trámite a
espaldas de alguna de las partes o de los terceros interesados. Además, la
necesidad de la notificación viene impuesta por el principio de publicidad y,
conforme a lo tantas veces afirmado por la Corte, no es válido argumentar que
“como en la acción de tutela no es indispensable que haya auto avocando el
conocimiento, entonces no hay nada que notificar”.

Es de importancia precisar que además de la iniciación del proceso que tiene su


origen en una solicitud de tutela, deben notificarse a las partes y a los terceros
todas las providencias que se profieran durante el trámite, pues así surge del
artículo 16 del decreto 2591 de 1991 que dispone la notificación de “las
providencias que se dicten” a “las partes o intervinientes, por el medio que el
juez considere más expedito y eficaz”, y del artículo 30 eijusdem, que
refiriéndose al fallo indica que “se notificará por telegrama o por otro medio
expedito que asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber
sido proferido”.

La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a medios que sean
“expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte con claridad acerca
de la forma como el juez ha de poner en conocimiento de las partes y de los
interesados en el trámite de la acción de tutela su iniciación, las providencias
dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la diligencia, lejos de convertirse en
un acto procesal más, cumpla su cometido que no es otro distinto de lograr la
comparecencia y la vinculación efectiva de los notificados a las actuaciones y de

305 Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996..
306 Cf. Corte Constitucional. Sala Novena de revisión. Auto de octubre 3 de 1996..
92
mantenerlos enterados acerca del curso del proceso, permitiéndoles así asumir
su defensa.

La Corte ha hecho énfasis en que lo ideal es la notificación personal y en que a


falta de ella y tratándose de la presentación de una solicitud de tutela se proceda
a informar a las partes e interesados “por edicto publicado en un diario de amplia
circulación, por carta, por telegrama, fijando en la casa de habitación del
notificado un aviso, etc.”, y adicionalmente, valiéndose de una radiodifusora e
incluso, como recurso último, mediante la designación de un curador; adecuando
en cada caso el desarrollo de la diligencia a la urgencia inherente a la acción de
tutela, para lo cual el juez podrá dar cumplimiento al artículo 319 del Código de
Procedimiento Civil en la parte que indica que a falta de un término legal para un
acto, “el juez señalará el que estime necesario para su realización de acuerdo
con las circunstancias”.307

En cuanto a la notificación del fallo de tutela, conviene precisar que la referencia


que a la comunicación telegráfica se halla plasmada en el artículo 30 del decreto
2591 de 1991 no limita las facultades del juez para acudir a otros medios cuando
quiera que los estime más eficaces, pues el simple envío de un telegrama no
satisface por sí solo el requisito de enterar a las partes e interesados del
contenido de la sentencia, cuya notificación debe surtirse correctamente y a
pesar de las dificultades que puedan presentarse, para mantener así la plenitud
de las garantías sobre la impugnación de la misma.

Las consecuencias de la falta de notificación de la solicitud de tutela y de la


sentencia o de la ineficacia de la notificación

Habiéndose resaltado la importancia de la notificación, se plantea un


interrogante relativo a las consecuencias que se siguen cuando la diligencia se
ha omitido o cuando pese a haberse intentado, por error atribuible al juez se
dejaron de surtir los efectos que han debido cumplirse. Al respecto la
jurisprudencia de esta Corporación ha destacado que si no se ha procurado el
acceso del demandante o de los interesados a la actuación procesal, para los
fines de su defensa, se produce una evidente vulneración del debido proceso
que genera la nulidad de lo que se haya adelantado sobre la base de ese
erróneo proceder; empero, con apoyo en las normas del procedimiento civil,
aplicables en lo no regulado al procedimiento de tutela, la Corte ha distinguido
entre la falta de notificación de la iniciación del trámite y la falta de notificación de
la sentencia, así:

“En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de Procedimiento
Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989, artículo 1º, numeral 8º), se
presentan dos causales de nulidad: la del numeral 8º, cuando no se practica
en legal forma, o eficaz en este caso, la notificación del auto que admite la
acción al ‘demandado’ (…) y la del numeral 3º, por haberse pretermitido
íntegramente una instancia, al no haber tenido la parte oportunidad de
impugnar la sentencia, por no haber sido notificado en forma eficaz de ella.

Si bien es cierto que la nulidad contemplada en el numeral 8º, falta de


notificación del auto que avocó el conocimiento de la tutela, habría sido
saneable, en la forma prevista por el artículo 145 del mencionado Código, la

307 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996..
93
causal 3, haberse pretermitido íntegramente una instancia, es de las
nulidades insaneables”.308

En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los que se ha


advertido la configuración de la nulidad saneable derivada de la falta de
notificación de la iniciación del trámite, la Corporación ha optado por devolver el
expediente a los despachos judiciales de origen con la finalidad de que se ponga
en conocimiento del afectado la causal de nulidad para que, de conformidad con
lo preceptuado por el artículo 145 del C. de P. C., si a bien lo tiene, la alegue
dentro de los tres (3) días siguientes, indicándole que si no lo hace, quedará
saneada la nulidad y el proceso continuará su curso; por el contrario, en los
eventos en los que se presenta la nulidad insaneable originada en la falta de
notificación de la sentencia, la Corte ha declarado la nulidad de lo actuado y
enviado las diligencias al despacho del conocimiento para que proceda a
impartirle a la solicitud de tutela el trámite adecuado.

Los terceros con interés legítimo en el proceso de tutela y el derecho a impugnar

Como quiera que la pretermisión de la instancia se explica por la ausencia de


oportunidad para impugnar que, a su turno encuentra su causa en la no
notificación de la sentencia, cabe preguntarse si a los terceros que tienen un
interés legítimo en el resultado del proceso de tutela les asiste la legitimación
para impugnar. Es sabido que la impugnación es un derecho de raigambre
constitucional que asegura el derecho de defensa y tiene fundamento en el
principio de la doble instancia y que, según las voces del artículo 31 del decreto
2591 de 1991, se reconoce al Defensor del Pueblo, al peticionario, a la autoridad
pública y al representante del órgano correspondiente. Sin embargo, la Corte ha
puntualizado que aún cuando en apariencia el precepto comentado deja sin
posibilidad de recurrir al particular demandado en tutela, una interpretación
sistemática de la norma con los artículos 86, 13, 29 y 31 de la Carta, conduce a
establecer que el particular, en tanto sujeto pasivo de la acción, está legitimado
para impugnar como también lo están los terceros, pues, “el interés en la
decisión judicial viene a ser elemento relevante para configurar la legitimidad de
quien impugna, ya que sería injusto y contrario a toda lógica que el tercero
afectado con aquella, pese a no haber sido parte, tuviera que sufrir las
consecuencias negativas de la misma sin poder acudir al superior jerárquico, en
ejercicio de la impugnación, para obtener que en el caso se examinen sus
circunstancias y su situación jurídica a la luz del derecho que aplica el juez de
tutela”.309

En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a impugnar a
terceros con interés legítimo en el resultado del proceso, la Corte ha decretado
la nulidad de las providencias que así lo dispusieron y a la vez ha ordenado que
se le dé curso a la impugnación, con base en consideraciones que vale la pena
transcribir:

“Observa la Sala que, si bien los impugnantes en este caso concreto


aparentemente no forman parte de los sujetos llamados a impugnar las
decisiones de tutela -artículo 31 del decreto 2591-, al existir en ellos un
interés legítimo en el recurso solicitado, toda vez que los efectos del fallo
pueden vulnerar derechos igualmente susceptibles de protección, en este
308 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993..
309 Cf. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia No. T-043 de 1996..
94
caso concreto y, en general, la Sala concluye que los impugnantes si están
legitimados para controvertir la decisión.

“A esta conclusión llega la Sala después de un análisis sistemático del


decreto 2591 de 1991, por cuanto el inciso segundo de su artículo 13,
establece que todo aquel que tenga interés legítimo en el resultado del
proceso, podrá intervenir como coadyuvante, bien del solicitante o de la
autoridad contra la que se dirige la acción correspondiente.

“De esta manera no ve la Sala cómo, sin menoscabo del derecho de


defensa y de la propia idea de justicia que figura en el preámbulo de la
Constitución, nociones éstas que deben prevalecer aún en el trámite de
tutela, pueda negarse válidamente la impugnación solicitada por quien
demuestra que el fallo le puede vulnerar derechos, en algunos casos
fundamentales”.310

En otra ocasión afirmó la Corte:

“Esta Corte, sin embargo, estima que los impugnantes sí estaban


legitimados para atacar el fallo de primera instancia, pues, además de
haber sido expresamente demandados, la sentencia afectó sus derechos,
porque dejó sin fuerza una orden de desalojo que los favorecía, dictada,
respecto de un inmueble, por una autoridad de policía contra el demandante
de esta tutela”.311

Artículo 14. Contenido de la solicitud. Informalidad.

Artículo 15. Trámite preferencial.

Sentencia C-186 de 1998. Declarar exequible, en los términos de esta


sentencia, la expresión "... del presidente de la sala o del magistrado a
quien éste designe, en turno riguroso...", contenida en el artículo 15 del
Decreto 2592 de 1991.

El312 término “jueces”, contenido en varias disposiciones del ordenamiento


Superior, es genérico y, por tanto, comprensivo de todas las autoridades
jurisdiccionales. Incluye tanto al individuo como al organismo o corporación que
ha sido designado para conocer, instruir y fallar una causa, sin distingo de grado
o jerarquía313. En este sentido es utilizado por el artículo 230 de la Carta Política
cuando señala: “Los jueces en sus providencias, sólo están sometidos al imperio
de la ley”. Por ello, cuando el artículo 86 de la Constitución dispone que los
“jueces”, en todo momento y lugar están llamados a conocer de la acción de
tutela, resulta lógico entender que tal competencia se entienda referida a todas las autoridades públicas,
unipersonales y pluripersonales, a quienes la Constitución Política y la ley han asignado la función de administrar justicia, con la sola
observancia del principio de la doble instancia, previsto en el inciso 2° del artículo arriba citado, según el cual: “El fallo, que será de inmediato
cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez competente”. Cabe anotar que esta Corporación, en abundante jurisprudencia, se ha referido al
tema:

310 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de marzo 8 de 1993..
311 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de agosto 16 de 1996.. En idéntico sentido pueden
consultarse los autos de julio 24 de 1996, octubre 4 de 1996 y febrero 17 de 1997.
312 C-186/98. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
313 Cfr. DICCIONARIO ENCICLOPEDICO DE DERCHO USUAL, Tomo V., Guillermo Cabanellas, editorial Heliasta,
Buenos Aires Argentina, pág. 17.
95
“Ahora bien, la Jurisdicción de Tutela en Colombia comprende a todos los
jueces, pues a diferencia de ordenamientos de otros países en donde sólo
la Corte o el Tribunal Constitucional se pronuncian sobre el Derecho de
Amparo, institución que guarda semejanzas pero también diferencias con la
tutela. En nuestro sistema todos los jueces sin distinción de jerarquía tienen
competencia en materia de tutela. Esta Jurisdicción es llamada por el
constitucionalismo contemporáneo la "Jurisdicción de la libertad". (Sentencia T-
02/92)

Posteriormente afirmó:

“...la acción de tutela, es una manifestación de esa jurisdicción


constitucional que todos los jueces y Tribunales de la República pueden y
deben asumir, de manera excepcional y paralela con la jurisdicción ordinaria
a la que pertenezcan. Así, si un juez laboral conoce de una tutela, en ese
momento no está actuando como juez de lo laboral, sino como juez
constitucional, comoquiera que su actuación está encaminada a hacer valer
la integridad y supremacía de la Constitución, vía la protección de los
derechos fundamentales. La jurisdicción constitucional es, pues, paralela y
bien puede ser ejercida por los mismos jueces que actúan en el ámbito de
otras jurisdicciones sin que respecto de ellas se prediquen las mismas
jerarquías y niveles de dichas jurisdicciones. (Sentencia T-413/92).
Igualmente, al declarar exequible el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, que
en materia de tutela fija la competencia, a prevención, en los jueces o tribunales
con jurisdicción en el lugar donde ocurrieron los hechos, manifestó esta
Corporación:

“... por la interpretación sistemática de las normas señaladas se infiere sin


dificultad que cuando el Decreto 2591 de 1991, expedido por autorización y
de conformidad con la Constitución, estableció la competencia de los jueces
para conocer de las acciones de tutela, no violó el artículo 86 de la Carta
sino que justamente hizo viable su realización en la medida en que fijó
parámetros racionales para la realización de este mecanismo tutelar y así
garantizar la efectiva protección de los derechos, que es uno de los fines del
Estado, según el artículo 2° de la Carta.” (Sentencia C-054/93).
Obsérvese que el conocimiento de la acción de tutela por parte de todos los jueces de la República, que sin distingo de grado o jerarquía
integran la jurisdicción constitucional, interpreta la intención del constituyente que elevó a canon constitucional esta figura con el propósito de
lograr la efectividad de los derechos inherentes a la persona cuando, de acuerdo con las circunstancias concretas de cada caso y a falta de
otro medio de orden legal que permita el debido amparo de los derechos, éstos sean vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de
una autoridad pública o de un particular en los términos de ley. Es obvio que la intención de ampliar la competencia a los jueces colegiados
para conocer de la acción de tutela, contribuye decididamente en el propósito de darle aplicación material a los derechos humanos. En la
Asamblea Constituyente, en las discusiones sobre el tema de la tutela y la competencia de los jueces para conocer de ésta, se dijo:
“Un aspecto no menos importante, y que seguramente estará llamado a cumplir un papel protagónico, es el referente al hecho de
que, en desarrollo de esta norma, todos los jueces de la República quedan habilitados para ejercer la protección directa de los
derechos fundamentales.
“La Carta de derechos dejará de ser letra fría y distante para convertirse, en virtud de un control de constitucionalidad concreto,
en razón de la materia, y difuso, por la multiplicidad de los agentes de control, en instrumento cotidiano de promoción de los
derechos humanos.” (Ponencia para segundo debate en plenaria, Gaceta Constitucional No. 112, pág. 8).
Así las cosas, respetando el principio de la doble instancia, sólo las altas corporaciones de justicia, la Corte Constitucional, la Corte Suprema,
el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura se encuentran excluidas de la competencia para conocer en primera instancia de
las acciones de tutela. En esta materia, tales organismos actúan como jueces de apelación, salvo la Corte Constitucional a la que, como
máximo tribunal de la jurisdicción constitucional, le corresponde la revisión eventual de todos los fallos de tutela (art. 86 C.P.). Sobre el
particular, resulta pertinente citar la siguiente jurisprudencia de esta Corporación:
96
“Diferente es la situación de la acción de tutela presentada directamente ante la Corte Constitucional, la Corte Suprema de
Justicia, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura, pues en estos eventos, la correspondiente demanda y sus
anexos se devuelven directamente al interesado sin ser posible la remisión, por tres razones principales:
Como en innumerables ocasiones se ha señalado, los mencionados órganos no pueden conocer de la acción de tutela
directamente, pues se rompe la posibilidad de la segunda instancia. Posibilidad que está prevista en la propia Constitución, en la
norma que estableció la tutela, artículo 86, inciso 2°.” (Sentencia T-080/95, M.P., doctor Jorge Arango Mejía)
Lo expuesto, lleva a la Corte a considerar que la expresión acusada, al determinar que la tramitación de la tutela “estará a cargo del juez, del
Presidente de la Sala o del Magistrado a quien éste designe”, lejos de violar la Constitución promueve su desarrollo, facilitando y ampliando a
los ciudadanos el acceso a la Administración de justicia en procura de lograr una mayor efectividad y garantía material de los derechos
fundamentales. No obstante, debe aclararse que, como ha quedado sentado en abundante jurisprudencia de esta Corporación, la justicia
penal militar está excluida del conocimiento general de la acción de tutela, por tener una competencia restringida a los precisos términos del
314
artículo 221 de la Constitución Política, y formar parte de la Fuerza Pública y no de la Rama Judicial.
Artículo 16. Notificaciones.

La315 Corte ha señalado en diferentes oportunidades316 la importancia que reviste


la notificación de las providencias que se profieren durante todo el trámite de la
acción de tutela, para asegurar el ejercicio del derecho de defensa y del debido
proceso de las partes, los intervinientes y los terceros interesados en el mismo,
esto es, desde el auto admisorio de la demanda hasta el respectivo fallo. Así lo
ha dicho la Corte:

“La notificación, como insistentemente lo ha señalado esta Corte, tiene


como propósito fundamental el que las decisiones que adopte el funcionario
judicial -o cualquier otro servidor público- puedan ser comunicadas
oportunamente a las partes, con el fin de que éstas las conozcan y las
puedan atacar o controvertir en defensa de sus derechos. Se trata, pues, de
la concreción de los derechos fundamentales de defensa y contradicción,
todos ellos integrantes del derecho al debido proceso de que trata el
artículo 29 superior. Ahora bien, en materia de acción de tutela, son varias
las disposiciones contenidas en los decretos 2591 de 1991 y 306 de 1992,
en relación con la notificación de los fallos que resuelven las acciones
instauradas con base en el artículo 86 de la Carta Política. Al respecto
dispone el artículo 16 del decreto 2591 de 1991: “Notificaciones. Las
providencias que se dicten se notificarán a las partes o intervinientes, por el
medio que el juez considere más expedito y eficaz”. Corolario de lo anterior,
es el artículo 5o. del decreto 306 de 1992 que prevé: “De la notificación de
las providencias a las partes. De conformidad con el artículo 16 del Decreto
2591 de 1991, todas las providencias que se dicten en el trámite de una
acción de tutela se deberán notificar a las partes o a los intervinientes. Para
este efecto son partes la persona que ejerce la acción de tutela y el
particular, la entidad o autoridad pública contra la cual se dirige la acción de
tutela de conformidad con el artículo 13 del decreto 2591 de 1991. “El juez
velará porque de acuerdo con las circunstancias, el medio y la oportunidad
de la notificación aseguren la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer
el derecho de defensa”. Finalmente, el artículo 30 del decreto 2591, señala:
“Notificación del fallo. El fallo se notificará por telegrama, o por otro medio
expedito que se asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de
haber sido proferido”. Las normas citadas parten del supuesto jurídico de
que, una vez surtida la notificación al inicio del proceso, es deber del juez y
de las partes, procurar -por parte del primero- todas las garantías
314 Cfr., entre otros, Autos: 012/94, 051/95 y 020/96.
315 Auto 239 de 2002. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
316 Ver entre otras las sentencias T-1020 de 1999,T-548 de 1995.
97
necesarias para que el demandante y el demandado estén al tanto del
desarrollo del trámite judicial, y por parte de los segundos, guardar una
atención mínima sobre el proceso y estar pendientes de las resoluciones
que emita el juzgado, bien sean providencias de carácter interlocutorio o de
sustanciación. Lo anterior significa que el deber del juez de adelantar una
debida y precisa notificación que realmente vincule a la persona, se da a lo
largo del proceso, quedando el demandado con la carga pública de estar
pendiente de la marcha del mismo para conocer la suerte de la acción que
contra él se dirige, siempre y cuando el interesado cuente con los medios
procesales necesarios que le permitan conocer el desarrollo de ese trámite
judicial.” (Sentencia T-548 de 1995)

De igual manera, y en la medida que las decisiones de instancia adoptadas en el


proceso de tutela pueden afectar los derechos de personas distintas a la
accionada, corresponde al juez constitucional, con el fin de conformar el
contradictorio, citar al proceso a todas aquellas personas cuya comparecencia
es necesaria por resultar afectadas con la decisión, con el fin de que intervengan
y ejerzan su derecho de defensa. Esa falta de citación de las personas con las
cuales debe integrarse el litisconsorcio constituye una causal de nulidad del
proceso (C.P.C., arts. 83 y 140-9).

Siguiendo la Jurisprudencia de esta Corporación317 en materia de tutela, se


presenta causal de nulidad por violación del debido proceso y del derecho de
defensa cuando en el curso del proceso de tutela se omite notificar la iniciación
del mismo a los terceros con interés legítimo que pudieren verse afectados con
las decisiones judiciales de instancia, como a continuación se reitera:

"La acción de tutela y su trámite, si bien son informales de conformidad con


la naturaleza que a aquélla le es característica y por razón de las finalidades
que persigue, no escapa a la garantía del debido proceso, que, según el
artículo 29 de la Constitución, habría de ser observado en todas las
actuaciones judiciales y administrativas. Ser oído en el proceso de tutela es
derecho fundamental de rango constitucional que asiste no solamente a
quien aparece como demandado, tanto si es un funcionario o entidad estatal
como si se trata de un particular, sino a quien, sin ser parte, puede resultar
afectado por la decisión que se adopte como culminación del especialísimo
trámite consagrado en el artículo 86 de la Constitución. Es evidente que,
incoada una acción de tutela con la pretensión de obtener que se haga
efectiva la designación en un cargo de carrera por haber concursado y
obtenido el primer lugar entre los aspirantes, si ella llegare a prosperar se
tendría el efecto del desplazamiento del ya nombrado en la plaza
respectiva. Si no ha sido notificado de la demanda de tutela ni ha tenido
ocasión de ser oído -como ocurre en este caso-, resulta imperioso concluir
en la nulidad de lo actuado por vulneración abierta del debido proceso. Así
lo declarará la Sala y ordenará al Tribunal Administrativo de Santander que
reinicie el trámite correspondiente a la acción instaurada, notificando,
además de la parte demandada, a la Juez Primera Civil Municipal de
Barbosa para que, en su condición de tercera afectada, sea oída dentro del
proceso y pueda hacer valer sus argumentos y razones, y ejercer la
totalidad de las garantías previstas en el artículo 29 de la Carta Política."
(Auto 28 del 25 de agosto de 1997)

317 Ver entre otros auto 09/00, 050/96.


98
Como quiera que los terceros interesados pudieron ver afectados sus derechos
por las decisiones judiciales en caso de haberse producido una solución
favorable a las pretensiones del actor, debió notificárseles, para que ejercieran
su derecho de defensa y debido proceso, como partes con interés legítimo
dentro del mismo. Conforme a lo anteriormente expuesto, con el fin de
salvaguardar los derechos al debido proceso y a la defensa de las partes que
eventualmente puedan verse afectadas con el fallo de tutela en el proceso de la
referencia y que no fueron oídas en el mismo, se ordenará al juez de instancia
que ponga en conocimiento la nulidad advertida.

Según318 jurisprudencia reiterada de esta Corporación, cuando el demandante no


integra la causa pasiva con todas aquellas entidades cuyo concurso es
necesario para establecer la presunta amenaza o violación de los derechos
alegados, es deber del juez constitucional proceder a su vinculación oficiosa a fin
de garantizarles su derecho a la defensa y, en ese contexto, permitirle a la
autoridad establecer el grado de responsabilidad que les pueda asistir en los
hechos que son materia de controversia319. Lo anterior conduce a la declaratoria
de nulidad de todo lo actuado conforme a lo preceptuado en el numeral 9 del
artículo 140 del Código de Procedimiento Civil. Aunque se trata de una nulidad
saneable, la Sala de revisión considera que siendo la Corte Constitucional juez
de eventual revisión, el proceso de tutela, puesto a su consideración, ya se
encuentra concluido en la instancia que se surtió y no puede sanearse en esta
sede. En consecuencia, se declarará la nulidad de todo lo actuado en el proceso
de la referencia, a partir del auto admisorio.

Notificación de los fallos de tutela proferidos por las Salas de Revisión de la


Corte Constitucional320

El decreto 2591 de 1991 contiene múltiples disposiciones en relación con la


notificación de los fallos proferidos en procesos de tutela. Dispone el artículo 16
de tal Decreto que "las providencias que se dicten se notificarán a las partes o
intervinientes, por el medio que el juez considere más expedito y eficaz"; en el
mismo sentido, el artículo 30 ibídem establece que “el fallo se notificará por
telegrama, o por otro medio expedito que se asegure su cumplimiento, a más
tardar al día siguiente de haber sido proferido”. El alcance de estas disposiciones
ha sido precisado por la Corte en anteriores oportunidades. En particular, en el
auto 091 de 2002 se reiteró que las normas transcritas no pueden interpretarse
en el sentido de que el juez de tutela cuenta con absoluta discrecionalidad para
determinar la forma como habrá de efectuarse la notificación, puesto que “ello
equivaldría a permitir la violación constante del derecho fundamental al debido
proceso”; por el contrario, se precisó que la interpretación armónica de estas
normas lleva a concluir que “dentro del deber del juez de garantizar a las partes
el conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las decisiones que se
adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformidad con
la ley y asegurando siempre que dentro del expediente obre la debida
constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso de ser
posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación personal;
si ello no se logra, se debe procurar la notificación mediante comunicación por
correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su disposición, y, en
todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia para que
318 Auto 007 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
319 Cfr., entre otras, la Sentencia T-091/93 y el Auto del 12 de febrero de 2002 (Sala Quinta de Revisión.
320 Auto 229 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
99
pueda ejercer las rectas procesales correspondientes...” (subraya fuera del texto
original). Ello por cuanto, como se precisó en el Auto 033 de 1999, “cualquiera
que sea el medio empleado por el juez para dar a conocer la decisión a las
partes o a los sujetos legitimados para impugnarla, aquél debe ser lo
suficientemente efectivo para garantizar, como mínimo, el derecho de defensa
del afectado”.

Lo anterior significa que el juez tiene a su disposición distintos medios para


notificar las providencias por él proferidas, y podrá escoger entre ellos el que
objetivamente considere más idóneo, expedito y eficaz para poner la decisión en
comunicación de los afectados, en atención a las circunstancias del caso
concreto. También quiere decir lo anterior que, si bien el juez de tutela puede
seguir las reglas prescritas por el Código de Procedimiento Civil para efectuar
las notificaciones, no necesariamente está obligado a seguir el orden y el
procedimiento allí dispuestos para llevar a cabo las notificaciones a las que haya
lugar, puesto que no siempre será ése el curso de acción más expedito para
lograr esta finalidad; es decir, en materia de tutela, no es siempre necesario
seguir las reglas sobre notificación prescritas por el estatuto procesal civil,
puesto que el juez cuenta con la potestad de señalar el medio de notificación
que considere más idóneo en el caso concreto, siempre que el medio escogido
sea eficaz, y la notificación se rija por el principio de la buena fe.

Artículo 17. Corrección de la solicitud.

Todo321 fallo de tutela es susceptible de impugnación, de acuerdo con esta


norma. La Constitución no plasmó, por lo tanto, ningún motivo de rechazo "in
limine" de aquella, ni tampoco razón alguna para su improcedencia. En otros
términos, sin perjuicio de la reglamentación legal sobre la forma y características
de la impugnación, puede decirse que a la luz de la Carta, siempre existirá la
posibilidad de atacar el fallo de primera instancia en materia de tutela. Aún en
los casos en los cuales la tutela en sí misma haya sido considerada
improcedente por el juez, debe ser posible la impugnación contra el contenido de
la determinación adoptada, pues bien puede darse la circunstancia de que el
fallador haya estimado erróneamente que la protección no cabía cuando sí era
posible impetrarla según las normas constitucionales. Al juez de segundo grado
corresponde, entonces, verificar la actuación de su inferior y confirmar o revocar,
según el caso, lo resuelto por éste. Téngase en cuenta especialmente que está
de por medio la efectividad de los derechos fundamentales, objetivo prioritario
del Ordenamiento constitucional. Sobre el punto se ha pronunciado esta Sala en
fallo de la fecha:

"Estamos ante un derecho, reconocido directamente por la Carta a las


partes que intervienen dentro del proceso, para que, si la decisión adoptada
no las favorece o no les satisface, acudan ante el juez competente -según la
definición que haga la ley (el superior jerárquico correspondiente, al tenor
del artículo 32 del Decreto 2591 de 1991)- en solicitud de nuevo estudio del
caso. Se trata, pues, de un derecho de naturaleza constitucional cuyo
ejercicio no depende de la procedencia o improcedencia de la acción. El
juez de primera instancia puede haberse equivocado, aun al calificar si la
acción de tutela cabía en el caso concreto. Por tanto, deducir él mismo que
su criterio acerca del punto traiga como consecuencia la pérdida del
321 T-035 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
100
derecho a recurrir significa, ni más ni menos, una clara violación del
precepto superior y un desconocimiento del derecho fundamental de
acceder a la administración de justicia (art. 229 de la Constitución)". (Cfr.
Corte Constitucional. Sentencia T-034 del 2 de febrero de 1994).

La322 acción de tutela, consagrada en el artículo 86 de la Carta Política, es un


mecanismo judicial de naturaleza excepcional, cuyo objetivo radica en la
protección y defensa de los derechos fundamentales, cuando los mismos se ven
amenazados o vulnerados por la acción u omisión de las autoridades públicas, o
de los particulares en los casos expresamente señalados en la Constitución y la
Ley (art. 42 Decreto 2591/91). La especial jerarquía de estos derechos exige
que el modelo procedimental de la tutela esté desprovisto de requisitos formales
y ofrezca, de manera ágil y dinámica, una protección efectiva y oportuna al titular
del derecho afectado, cuando no existan en el ordenamiento jurídico otros
mecanismos de defensa que se puedan invocar. De hecho, el artículo 14 del
Decreto 2591 de 1991, al referirse al contenido de la solicitud, destaca el
carácter informal de la misma y el 3º de dicho ordenamiento dispone que el
trámite de la acción de amparo debe desarrollarse con fundamento en los
principios de publicidad, prevalencia del derecho sustancial, economía, celeridad
y eficacia. Como el diseño procesal de esta acción encuentra fundamento en
dichos principios, es lógico suponer que la inadmisión y el rechazo de la
demanda constituyen eventualidades poco usuales en el trámite de esta acción.
Por ello, el artículo 17 del Decreto 2591 de 1991 prevé la inadmisión de la
demanda sólo cuando del contenido de la solicitud no sea posible determinar el
hecho o razón que motiva la acción; e igualmente, permite su rechazo
únicamente en el evento en que el peticionario se haya abstenido de corregirla
dentro de los 3 días siguientes a su presentación y cuando se actúa
temerariamente, tal como lo indica el artículo 38 del mismo ordenamiento. Por
vía jurisprudencial, la Corte ha extendido el rechazo para los casos en que la
acción se presenta ante tribunales que no tienen superior jerárquico, pues en
tales eventos resulta imposible hacer efectivo el derecho de impugnación. Así las
cosas, si la petición resulta clara y son identificables los sujetos involucrados en
el conflicto jurídico, el juez de tutela está en la obligación de impartirle el trámite
correspondiente, notificando a la parte acusada323 y a los terceros con interés
legítimo en el proceso, ordenando la práctica de las pruebas -si a ello hubiere
lugar- y requiriendo informes al organismo o entidad acusada para sustentar la
decisión jurídica que habrá de tomarse en la sentencia. El fallo, por su parte,
debe producirse dentro de un lapso perentorio e improrrogable de 10 días y debe
girar en torno a las pretensiones contenidas en la demanda (inciso 4º artículo 86
C.P.). En ningún caso puede ser inhibitorio, en virtud de la expresa prohibición
contenida en el parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de 1991, que señala:
"PARAGRAFO. El contenido del fallo no podrá ser inhibitorio." Este mandato
legal hace suponer que al juez de tutela, ante una clara petición de amparo y en
razón del carácter prevalente y sumario de esta acción, le asiste el deber de
pronunciarse sobre el fondo del asunto debatido, para lo cual tiene que acopiar,
incluso de oficio, los elementos de juicio necesarios con el fin de corroborar la
veracidad de los hechos denunciados en la demanda y la vulneración de los
derechos fundamentales invocados, si ello se diere.

322 Auto 058 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.


323 Cfr. entre otras, la Sentencia T-570/93
101
324
Esta Corporación , en reiterados pronunciamientos ha destacado el carácter
excepcional del rechazo de la acción de tutela y ha indicado que sólo procede en
los casos contemplados en los artículos 17 y 38 del Decreto 2591 de 1991, esto
es, cuando el actor no corrige la solicitud dentro de los tres días siguientes a la
prevención hecha por el juez y cuando se está ante actuaciones temerarias, es
decir, cuando se ejerce la misma acción ante varios jueces o tribunales. En
todos los demás casos debe necesariamente emitirse una decisión de fondo
pues los fallos inhibitorios son contrarios a la índole de la acción de tutela. Por
fuera de esta hipótesis, el rechazo de una solicitud, sin notificación del
demandado y sin la emisión del fallo de rigor, no solo constituye una actuación
contraria a la naturaleza de la acción de tutela como mecanismo breve, sumario
e informal de protección de los derechos fundamentales, sino que además
constituye una clara vulneración del derecho de defensa de la persona contra la
cual se dirige la solicitud y del derecho de acceso a la administración de justicia
del actor.

Artículo 18. Restablecimiento inmediato.

Artículo 19. Informes.

Artículo 20. Presunción de veracidad.

En Sentencia325, la Corte Constitucional reiteró la decisión siguiente:

"Principio general aplicable a todos los procesos y por supuesto también al


trámite propio de la tutela -si bien en relación con esta debe recordarse su
carácter sumario- es el de quien afirma algo debe probarlo. En
consecuencia, los hechos aseverados por quien instaura una acción de esta
naturaleza deben hallarse acreditados, al menos sumariamente, o poderse
establecer con certidumbre en el curso del proceso. Como ya lo ha
expresado esta Corte, no puede el juez de tutela precipitarse a fallar dando
por verdadero todo lo que afirma el accionante o su contraparte sino que
está obligado a buscar los elementos de juicio fácticos que, mediante la
adecuada información, le permitan llegar a una convicción seria y suficiente
para fallar en derecho. Precisamente en razón de esta responsabilidad, en
la que se funda parte importante de la justicia del fallo, el juez está
habilitado y aún obligado a requerir informes a la persona, órgano o entidad
contra quien se ejerce la acción de tutela y a pedir la documentación que
requiera en la cual consten los antecedentes del asunto (artículo 19 del
Decreto 2591 de 1991).

Como todos los procesos deben llegar a su culminación de manera que las
decisiones judiciales sean oportunas, es indispensable que por la ley se
fijen los plazos con que cuentan para actuar quienes en ellos intervienen.
Esto es todavía de mayor urgencia en el procedimiento de tutela dado su
carácter preferente y habida cuenta del corto término del que dispone el
juez para proferir sentencia. Respecto a los aludidos informes y
documentos, el artículo 19 enunciado dispone que el plazo para rendirlos y
allegarlos es de uno a tres días y que se fijará por el juez según sea la
índole del asunto, la distancia y la rapidez de los medios de comunicación.
324 Auto 265 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
325 T-474 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
102
El artículo 20 del Decreto 2591 de 1991, establece que si el informe no
fuere rendido -es decir, si no hubiere respuesta a los requerimientos del
juez- dentro del plazo correspondiente, se tendrán por ciertos los hechos y
se entrará a resolver de plano, salvo que el juez estime necesaria otra
averiguación. Se trata de una norma en cuya virtud se sanciona la
renuencia de la persona u organismo llamado a responder y
simultáneamente se logra que el proceso siga su curso". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-192 del 20 de abril de 1994).

Ante326 la omisión injustificada del Gerente de la entidad accionada en rendir el


informe solicitado por la Sala de Revisión dentro del término legal, no sólo se
tendrán por ciertos los hechos invocados por el actor en la demanda de tutela,
sino que además se ordenará en la parte resolutiva de esta providencia, enviar
copia de la misma a la Procuraduría General de la Nación para que se
investigue las causas de tal omisión y si fuere del caso, se impongan las
sanciones a que haya lugar, de conformidad

Presunción de veracidad en materia de tutela cuando el demandado no rinde el


informe solicitado por el juez327

A fin de que ejerciera el derecho de defensa se corrió traslado mediante oficio


sin que se haya pronunciado al respecto. Para estos casos, es decir, cuando la
autoridad contra la cual se dirige la acción no contesta los requerimientos que le
hace el juez de instancia, ni justifica tal omisión, se da aplicación a la presunción
de veracidad, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 20 del decreto 2591
de 1991.

Artículo 21. Información adicional.

Artículo 22. Pruebas.

Se328 ha sostenido que “quien pretende la protección judicial de un derecho


fundamental debe demostrar los supuestos fácticos en que se funda su
pretensión, como quiera que es razonable sostener que quien conoce la
manera exacta como se presentan los hechos y las consecuencias de los
mismos, es quien padece el daño o la amenaza de afectación” 329. De igual
manera, en otro pronunciamiento esta Corporación expresó:

"La acción de tutela cabe únicamente cuando existe el hecho cierto,


indiscutible y probado de una violación al derecho fundamental alegado por
quien la ejerce, o una amenaza contra el mismo, fehaciente y concreta,
cuya configuración también debe acreditarse. No puede el juez conceder la
protección pedida basándose tan solo en las afirmaciones del demandante.
Por el contrario, si los hechos alegados no se prueban de modo claro y
convincente, su deber es negarla, por cuanto, así planteadas las cosas, no
tiene lugar ni justificación”330

326 T-414 de 1999. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.


327 T-998 de 2003. M.P. Jaime Araujo Rentería.
328 T-835 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
329 Sentencia T-864 de 1999.
330 Sentencia T-298 de 1993.
103
331
Es verdad que, en materia de tutela no basta afirmar que se configuran unos
hechos respecto de los cuales se demanda protección, sino que es necesario
probar su existencia dentro del trámite sumario previsto en el artículo 86 de la
Constitución. Pero es evidente, en primer lugar, que el rigor probatorio sobre
tales hechos no puede ser el mismo que se aplica en los procesos ordinarios,
pues el carácter informal de la tutela impide que se exija al accionante un
conjunto mínimo, sujeto a tarifa y escala, de pruebas orientadas a demostrar que
los derechos están siendo violados o amenazados. Por eso, el papel activo del
juez en la búsqueda de elementos de juicio, con miras a adoptar una decisión
objetiva, resulta fundamental. No puede conformarse con negar el amparo por
no haber recibido suficientes pruebas. El puede y debe decretarlas, si las
allegadas al proceso no le parecen completas. Pero, además, en la evaluación
del material probatorio, no puede el juez exigir que se le demuestre, con
elementos de los cuales carece el actor, unos hechos que, por obvios y
normales, puede él mismo concluir de lo aportado por la persona.

Esta332 Corporación se ha pronunciado sobre la necesidad de la prueba en


materia de tutela y sobre el particular a establecido que los jueces de tutela
están sujetos a las mismas reglas que rigen la práctica, valoración y apreciación
de las pruebas en los demás procesos, de forma tal que una vez que tengan los
elementos de juicio suficientes para definir el caso pueden proceder a tutelar el
derecho o denegar la petición333. También ha señalado la Corte, que es
inadmisible que el juez niegue o conceda la tutela, sin verificar ni evaluar a
conciencia lo afirmado y lo acreditado por las partes, pues no puede el fallador
resolver sin llegar a una persuación racional y fundada sobre el trato que merece
el asunto sometido a su juicio, pues la decisión carecería de sustento si no se la
pone en relación con los hechos probados. En otras palabras, le es vedado al
juez adoptar la decisión con base en suposiciones, el deseo o el presentimiento,
toda vez que el juez debe tener la certidumbre sobre si en realidad ha sido
amenazado o violentado un derecho fundamental, conclusión a la que sólo
puede llegar evaluando los hechos establecidos con arreglo a la ley y
garantizando a las partes el derecho de defensa334. De igual manera, ha
indicado que cuando no se garantiza la igualdad de las partes en el proceso, se
vulneran el derecho de acceso a la administración de justicia y por consiguiente
el derecho al debido proceso, pues no basta con que el juez le de trámite a la
solicitud de tutela si no que es necesario que proceda a la resolución de las
peticiones, previo análisis y ponderación de las pruebas que se alleguen al
proceso, o que él recopile, lo cual le permitirá llegar a una decisión razonada,
ajustada a la Constitución y a la ley335.

Protección efectiva de los derechos fundamentales y deber del juez de


practicar pruebas336. Una Constitución humanista como la de 1991, no se
preocupa solamente por declarar la existencia de derechos fundamentales sino
también por consagrar mecanismos tendientes a hacerlos efectivos. De ahí que
corresponde al Estado no sólo obligaciones de abstención ni sólo de promoción
sino también es su deber la protección y garantía del disfrute efectivo de los
derechos fundamentales (C.P. art. 2º). Precisamente, un mecanismo de
protección para la eficacia y efectividad de los derechos fundamentales es la
331 T-308 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
332 T-1630 de 2000. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.
333 Sentencia T-321/93
334 Sentencia T-264 de 1993,
335 Sentencias T-006 de 1992 y T-476 de 1998.
336 T-498 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
104
jurisdicción constitucional (C.P. arts. 4º y 43 de la Ley 270 de 1996), quien, en
primer lugar, es la llamada a interpretar y aplicar la especial protección
constitucional a este tipo de derechos. En este orden de ideas, la hermenéutica
de la ius fundamentalidad exige una actuación particular del juez que estudia
acciones de tutela, pues debe desligar criterios eminentemente formalistas y
otorgar prevalencia al derecho sustancial que involucra la situación fáctica
concreta (C.P. art. 228). Por consiguiente, la interpretación de los derechos
fundamentales le reclama al juez una mayor participación en la búsqueda de la
máxima efectividad de la Constitución (C.P. art. 4). Sin embargo, ello no significa
que la justicia constitucional deba ser oficiosa ni que el éxito de las pretensiones
de la tutela correspondan única y exclusivamente al juez, puesto que “es
razonable sostener que quien conoce la manera exacta como se presentan los
hechos y las consecuencias de los mismos, es quien padece el daño o la
amenaza de afectación” 337. De lo anterior se colige que el juez constitucional,
como principal garante de los derechos fundamentales, debe adelantar
actuaciones mínimas y razonables para la verificación objetiva de los hechos
sometidos a su consideración. Por consiguiente, tal y como esta misma Sala
ya lo dijo en anterior oportunidad, “la práctica de pruebas para el juez
constitucional no es sólo una potestad judicial (art. 179 del Código de
Procedimiento Civil y artículos 19, 21 y 32 del Decreto 2591 de 1991) sino
que es un deber inherente a la función judicial, pues la decisión con fuerza de
cosa juzgada, exige una definición jurídicamente cierta, justa y sensata del
asunto planteado”338.

Ya339 esta Corporación se ha pronunciado sobre la necesidad de la prueba en


materia de tutela y sobre el particular a establecido que los jueces de tutela
están sujetos a las mismas reglas que rigen la práctica, valoración y apreciación
de las pruebas en los demás procesos, de forma tal que una vez que tengan los
elementos de juicio suficientes para definir el caso pueden proceder a tutelar el
derecho o denegar la petición340. También ha señalado la Corte, que es
inadmisible que el juez niegue o conceda la tutela, sin verificar ni evaluar a
conciencia lo afirmado y lo acreditado por las partes, pues no puede el fallador
resolver sin llegar a una persuación racional y fundada sobre el trato que merece
el asunto sometido a su juicio, pues la decisión carecería de sustento si no se la
pone en relación con los hechos probados. En otras palabras, le es vedado al
juez adoptar la decisión con base en suposiciones, el deseo o el presentimiento,
toda vez que el juez debe tener la certidumbre sobre si en realidad ha sido
amenazado o violentado un derecho fundamental, conclusión a la que sólo
puede llegar evaluando los hechos establecidos con arreglo a la ley y
garantizando a las partes el derecho de defensa341. De igual manera, ha
indicado que cuando no se garantiza la igualdad de las partes en el proceso, se
vulneran el derecho de acceso a la administración de justicia y por consiguiente
el derecho al debido proceso, pues no basta con que el juez le de trámite a la
solicitud de tutela si no que es necesario que proceda a la resolución de las
peticiones, previo análisis y ponderación de las pruebas que se alleguen al
proceso, o que él recopile, lo cual le permitirá llegar a una decisión razonada,
ajustada a la Constitución y a la ley342.

337 Sentencia T-864 de 1999


338 Sentencia T-864 de 1999
339 T-1630 de 2000. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.
340 Sentencia T-321/93.
341 Sentencia T-264 de 1993.
342 Sentencias T-006 de 1992 y T-476 de 1998.
105
343
El carácter breve, sumario e informal de la acción de tutela admite que se
pueda proferir el fallo tan pronto el juez llegue al convencimiento respecto de la
situación litigiosa, sin necesidad de practicar las pruebas solicitadas.

Una344 vez el actor alegue los hechos y haya precisado el término de


comparación, le corresponde probarlos. No obstante, ello no significa que la
prueba para el amparo de los derechos fundamentales y, específicamente,
del derecho a la igualdad debe provenir exclusivamente del actor, pues el
juez puede decretar la práctica oficiosa de pruebas. Sin embargo, tampoco
podría sostenerse que la potestad probatoria del juez invierte la carga de
demostración en el juicio de igualdad, pues la oficiosidad de la prueba es un
elemento de apoyo con que cuenta el juez para esclarecer los hechos y
averiguar la verdad procesal, pero no puede convertirse en una carga
imputable a quien debe resolver imparcialmente un problema constitucional.
Por lo tanto, en principio, el funcionario judicial puede requerir pruebas
cuando existen dudas razonables derivadas de los hechos y de las pruebas
aportadas por las partes, pero la carga probatoria de los supuestos fácticos
sigue correspondiendo a quien alega la vulneración o amenaza del derecho a la
igualdad.

El juez de tutela debe tener elementos de juicio suficientes para dictar sentencia
de fondo345

Esta Corporación, ha sostenido la obligación que le asiste a los jueces de tutela


de decretar y practicar pruebas de oficio cuando en el proceso no obren
suficientes elementos de juicio para decidir el asunto sometido a su
conocimiento, al no haberse allegado estos con la solicitud de amparo, esto en
razón de que la labor constitucional encomendada es precisamente la protección
efectiva de los derechos fundamentales, de suerte que es imperativo para el juez
constitucional como conocedor del derecho, reunir todos los elementos
probatorios que le permitan determinar con certeza la procedencia del amparo
solicitado.

Es así, como el artículo 22 del Decreto 2591 de 1991 346 dispone que el juez
constitucional, podrá fallar de fondo el asunto sin necesidad de decretar pruebas,
en aquellos eventos en que llegue al convencimiento pleno sobre los hechos y
las razones que los sustentan, en relación con el asunto sometido a su
conocimiento.

En esos términos, es claro entonces que el juez constitucional, como cualquier


autoridad judicial, puede y debe solicitar pruebas de oficio, como quiera que está
a su cargo reunir los elementos de juicio indispensables para resolver el asunto
que se somete a su consideración, por consiguiente la práctica oficiosa de
pruebas para el juez de tutela no es sólo una potestad, 347 sino que es un deber
inherente a la función judicial, pues la decisión con fuerza de cosa juzgada,
exige una definición jurídicamente cierta, justa y sensata del asunto planteado.348

343 T-276 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


344 T-835 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
345 T-042 de 2005. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
346 “Artículo 22. Pruebas. El juez, tan pronto llegue al convencimiento respecto de la situación litigiosa, podrá proferir el
fallo, sin necesidad de practicar las pruebas solicitadas.”
347 Así lo dispone el artículo 179 del Código de Procedimiento Civil y los artículos 19, 21 y 32 del Decreto 2591 de 1991.
348 Corte Constitucional, Sentencias SU-819/99 y T-864/99.
106
En conclusión, el juez de tutela no puede fallar de fondo un asunto, y menos
negar el amparo solicitado, con el simple argumento de la ausencia de pruebas
para demostrar los hechos alegados, cuando ha omitido su labor de director del
proceso, al no hacer uso de la facultad oficiosa que la ley le confiere para
decretar la práctica de pruebas que estime necesarias, así mismo no podrá
atribuir esa falencia al tutelante, quien en la mayoría de los casos no sabe qué,
ni cómo puede probar un hecho determinado.

Artículo 23. Protección del derecho tutelado.

Artículo 24. Prevención a la autoridad.

El349 llamado a prevención que se hace debe entenderse con un fin vinculante y
no puramente teórico, tal como ya se ha expresado por esta Corporación:

"El efecto de una advertencia judicial en el sentido de que la persona o


autoridad contra la cual se instauró la tutela deje de incurrir en las
conductas objeto de reproche no tiene un alcance puramente teórico ni
puede entenderse como la absolución del comportamiento del implicado
frente a sus obligaciones constitucionales. “Por el contrario, quien es
reconvenido por el juez de tutela, aunque ésta no se otorgue en razón de la
carencia actual de objeto de la orden, tiene una sentencia judicial en su
contra, previo proceso en el cual se ha demostrado que por su acción u
omisión se generó el daño o se produjo la amenaza de derechos
fundamentales. Por tanto, de una parte, debe responder, con arreglo al
sistema jurídico vigente y según la magnitud de la conducta que le sea
imputable, tal como resulta del artículo 6 de la Constitución Política. "Pero,
además, la advertencia judicial implica también una orden judicial
vinculante, con efectos directos sobre la autoridad, ente o persona a quien
se dirige, bajo el entendido de que su desobediencia ocasiona las
sanciones contempladas en el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, previo
incidente de desacato". (Corte Constitucional, Sentencia T-555 de 1997).

Esta350 Corporación ha sostenido respecto de la naturaleza jurídica de la


prevención, que ésta no es un simple consejo ni declaración simbólica que
carezca de efecto práctico alguno, sino un verdadero llamado al orden y al
respeto de los derechos fundamentales, que consiste finalmente en una
disposición obligatoria del juez. Si ella se desobedece, configura flagrante
incumplimiento de la sentencia dictada. En el evento de que el juez de tutela
advierta la procedencia de la acción de tutela no puede abstenerse de proferir
una orden de protección clara, específica y contundente para garantizar la
vigencia de los derechos constitucionales en controversia, sustituyendo esa
decisión por una orden de prevención, que tiene como presupuesto que el
supuesto de hecho del reclamo de protección constitucional haya sido superado.

Artículo 25. Indemnizaciones y costas.

Sentencia C-543 de 1992. Declárase EXEQUIBLE el artículo 25.


349 T-1100 de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
350 T-264 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
107

Ningún351 motivo de inconstitucionalidad encuentra la Corte en el artículo 25 del


Decreto 2591 de 1991, puesto que ese precepto se limita a indicar la natural
consecuencia atribuida por el Derecho, en aplicación de criterios de justicia, a la
comprobación del daño que se deriva de acción u omisión antijurídica, la cual no
puede ser distinta del resarcimiento a cargo de quien lo ocasionó, tal como
dispone el artículo 90 de la Constitución. Se trata de reparar, por orden judicial,
el daño emergente causado si ello fuere necesario para asegurar el goce
efectivo del derecho cuando el afectado no disponga de otro medio judicial, la
violación sea manifiesta y provenga de una acción clara e indiscutiblemente
arbitraria, supuestos que justifican y aún exigen que el fallador, buscando realizar
a plenitud la justicia en cada caso, disponga lo concerniente. Desde luego, no se
trata de sustituir a la jurisdicción especializada ya que el juez de tutela tan sólo
tiene autorización para ordenar la condena en abstracto y su liquidación
corresponde a la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo o al juez
competente, lo cual en nada se opone a las previsiones constitucionales. Se
tiene razón cuando se afirma que la condena en cuanto a indemnizaciones y
costas sólo puede ser el resultado de un debido proceso, pero esta aseveración
no lleva necesariamente a la inexequibilidad de la norma acusada, pues el
proceso de tutela, aunque sumario y preferente, debe surtirse con plena
observancia de las previsiones generales consagradas en el artículo 29 de la
Constitución, de las cuales no ha sido ni podría haber sido excluido en cuanto se
trata de un derecho fundamental. Si en un proceso específico tales
requerimientos constitucionales se transgreden, tiene competencia el superior
ante quien se impugne el fallo y, en su caso, esta Corporación, para revocar la
correspondiente decisión judicial. Considera la Corte que no es el artículo
acusado el que puede tildarse de contrario a la preceptiva superior, toda vez que
en él no se dispone ni autoriza que la actuación judicial se lleve a cabo de
espaldas a las reglas constitucionales aludidas. Su texto en modo alguno
excluye el debido proceso y más bien lo supone, razón por la cual no es
admisible la tesis del actor sobre posible desconocimiento de las normas
fundamentales que lo consagran. Tampoco es contrario a la Carta Política que
se disponga el pago de las costas procesales a cargo del responsable de la
violación o del peticionario que incurrió en temeridad, según el caso, pues ello es
apenas lógico y equitativo tratándose de procesos judiciales.

La352 jurisprudencia de esta Corporación ha establecido que para que el juez


pueda ordenar la indemnización del daño, deben concurrir varias condiciones:
que se conceda la tutela; que no se disponga de otro medio judicial para obtener
el resarcimiento del perjuicio; que la violación del derecho haya sido manifiesta y
sea consecuencia de una acción clara e indiscutiblemente arbitraria; que la
indemnización sea necesaria para garantizar el goce efectivo del derecho; que
se le haya garantizado el debido proceso a quien resulte condenado y, en
particular, que haya tenido la posibilidad de controvertir las pruebas353.

351 C-543/92.
352 T-151 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
353 Sentencia SU-256 de 1996; (En esta sentencia, la Corte Constitucional estudió el caso de un accionante a quien se le
había diagnosticado ser portador del VIH. Su empleador, informado de esta situación, acordó retirarlo del cargo que
ocupaba y reconocerle una indemnización pagadera de manera consecutiva durante varios meses. Luego de un tiempo, el
empleador decidió abstenerse de seguir cumpliendo con lo acordado. En estas circunstancias, la Corte consideró que,
debido a la enfermedad que afectaba al accionante y a la situación de pobreza se encontraba, el reconocimiento del pago
de los perjuicios era una medida necesaria para garantizar la efectividad de los derechos que se buscaba proteger).
108
354
Casos como el presente, el abuso de la acción de tutela, ocurren con relativa
frecuencia, y se está no sólo en presencia de una actuación temeraria, al tenor
del artículo 38 del decreto 2591 de 1991, sino frente a una conducta totalmente
injustificada por parte del ciudadano, con base en un concepto errado de lo que
es la acción de tutela. A pesar de conocer la improcedencia de su solicitud, pues
un juez ya había explicado, en su sentencia, quince días antes, porque la
demanda del actor no era procedente, el señor pone, nuevamente, en
funcionamiento el aparato judicial, pues el juez tiene que desarrollar su propia
actividad procesal, para dictar la sentencia correspondiente. Además, el
demandado, está nuevamente obligado a concurrir al proceso, presentar
pruebas, etc. Debe, en fin, explicar otra vez su conducta, calificada
anteriormente por el juez, como legítima. Por lo anterior, esta Sala no sólo
confirmará la sentencia que se revisa, sino que dará aplicación a lo dispuesto
en el artículo 25, inciso final, del decreto 2591 de 1991, pues, en este caso, el
demandante incurrió en temeridad al presentar esta segunda acción de tutela, y,
por consiguiente, debe ser condenado al pago de costas. Dice el artículo
señalado, en lo pertinente:

Artículo 26. Cesación de la actuación impugnada.

En Sentencia355de la Corte Constitucional se manifestó: esta Corporación ha


establecido que el resultado natural de toda demanda de tutela es el fallo que
pone fin a la acción, luego de que el juez ha examinado, con criterios de justicia
material, el fondo del asunto. Esto se desprende no sólo de la naturaleza misma
de la tutela, como procedimiento preferente y sumario para proteger los
derechos fundamentales de las personas (CP art. 86) sino, además, de los
principios constitucionales del acceso a la justicia (CP art. 229) y la prevalencia
del derecho sustancial sobre las ritualidades procesales (CP art. 228). Al
respecto ha dicho la Corte Constitucional que:

"De acuerdo con la naturaleza de la acción establecida por el artículo 86 de


la Carta, toda demanda de tutela instaurada ante los jueces de la República
debe ser admitida, tramitada y fallada dentro del término constitucional. Es
decir, al culminar el procedimiento preferente y sumario previsto en la
Constitución, el peticionario debe recibir respuesta acerca de si su derecho
fue amparado y, en caso de no haberlo sido, sobre los motivos que
asistieron al juez para negarlo356."

A partir de lo anterior, y de acuerdo a la normatividad que rige esta acción, la


Corte Constitucional consideró que la única excepción al principio según el cual
toda demanda de tutela debe conducir a un fallo de fondo es la consagrada por
el artículo 17 del decreto 2591/91. Y es una excepción totalmente razonable,
pues es natural que el juez pueda rechazar de plano la solicitud, en caso de que
no pueda determinarse la razón que la motiva y el demandante no la corrija
oportunamente. En todos los otros eventos, la demanda de tutela debe conducir
a una decisión de fondo, esto es, a un fallo que conceda o niegue la petición
puesto que, como lo señala parágrafo del artículo 29 del decreto 2591/91, la
decisión que ponga fin al trámite no puede ser inhibitoria. En ese orden de ideas,
aquellas providencias que se dictan con base en el artículo 26 del mencionado
354 T-355 de 1996. M.P. Jorge Arango Mejía.
355 T-368 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
356 Sentencia T-034 del 2 de febrero de 1994.
109
decreto, esto es por cesación de la acción impugnada, también constituyen
fallos. En efecto, el tenor literal de la norma no ordena, en manera alguna, que el
juez de tutela deba terminar su actuación por medio de una providencia
particular diferente a un fallo. Para ello basta con analizar lógicamente la
estructura del mencionado artículo. Este establece la siguiente hipótesis
normativa: que esté en curso una tutela y que se dicte una resolución
administrativa o judicial que haga cesar la actuación impugnada. A esa hipótesis,
el artículo atribuye la siguiente consecuencia jurídica: que en tal caso, el juez
debe declarar fundada la solicitud, esto es conceder la tutela, "únicamente para
efectos de indemnización y costas, si fueren procedentes". Contrario senso, la
norma está diciendo que se declarará infundada la solicitud, esto es, el juez
negará el amparo, si cesa la actuación impugnada y no procede la
indemnización y el pago de costas. En síntesis, conforme al tenor literal del
artículo 26 del decreto 2591/91, lo que cesa es la actuación impugnada y no la
actuación del juez de tutela. Es cierto que debido a tal interrupción, el juez debe
negar la tutela, por carencia de objeto, ya que si la situación ha sido corregida de
manera favorable al petente "obviamente no tendría sentido conceder la tutela
para impartir la orden de que se produzca un hecho que ya sucedió" 357. Pero
como es natural, el juez toma esa determinación por medio de una decisión que
pone fin al proceso de tutela, esto es, por medio de un fallo.

En otra sentencia358 la Corte Constitucional sostuvo: el desistimiento no es


posible en materia de tutela cuando ya el asunto ha sido seleccionado por la
Corte para revisión, dada la naturaleza de ésta. La acción de tutela, según el
artículo 86 de la Constitución, únicamente tiene dos instancias: la que se tramita
por el juez o tribunal ante el que ha sido incoada y la que tiene lugar ante el
superior jerárquico de aquél si alguna de las partes ha impugnado el primer fallo.
El papel que cumple la Corte Constitucional cuando aborda la revisión eventual
consagrada en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Carta Política no es otro
que el de unificar a nivel nacional los criterios judiciales en la interpretación y
aplicación de las normas constitucionales, precisando el alcance de los derechos
fundamentales, trazando pautas acerca de la procedencia y desarrollo del
amparo como mecanismo de protección y efectividad de los mismos y
estableciendo la doctrina constitucional, que según el artículo 8º de la Ley 153
de 1887, declarado exequible por Sentencia C-083 del 1 de marzo de 1995, es
obligatoria para los jueces en todos los casos en que no haya normas legales
exactamente aplicables al caso controvertido.

Como359 lo ha señalado esta Corporación360 dicha disposición implica que si el


desistimiento por parte del accionante se presenta antes de dictar sentencia de
primera instancia y el mismo es jurídicamente admisible, no existe camino
distinto al de archivar el expediente, como la misma norma lo ordena. Además,
esta forma anormal de terminar el trámite de protección de derechos
constitucionales fundamentales sólo es posible cuando están comprometidas
exclusivamente las pretensiones individuales del actor361. En la sentencia T-010
de 1998 la Corte Constitucional precisó que "ninguna persona distinta del
interesado en la defensa de sus derechos fundamentales puede retirar la
demanda, ni desistir, sin la expresa manifestación de aquél." En virtud de lo

357 Corte Constitucional. Sentencia No T-081/95.


358 T-260 de 1995. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
359 T-340 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
360 Cfr. Corte Constitucional, Auto 826/01,.
361 Sobre el tema, pueden consultarse las sentencias T-550/92, T-433/93 y T-297/95.
110
anterior, la expresión "recurrente" a que hace referencia el artículo 26 antes
citado no corresponde a la persona que efectúa el acto material de interponer la
acción de tutela en representación de otro, ya sea como agente oficioso,
apoderado o representante legal, sino que ella hace referencia al sujeto titular
de los derechos fundamentales objeto de debate constitucional. En los eventos
en que están involucrados derechos fundamentales como la vida y la integridad
física de las personas, la cuestión deviene mucho más restrictiva pues como lo
ha sostenido esta Corporación, dichas garantías no son, bajo ninguna
circunstancia, objeto de transacción o desistimiento.362 Por lo tanto, el juez de
tutela no puede basarse en el dicho de un tercero - así sea un familiar muy
próximo al titular de los derechos objeto de amparo- para negar la protección
inmediata que se solicita.

Dicha363 disposición implica que si el desistimiento por parte del accionante se


presenta antes de que dicte sentencia de primera instancia y el mismo es
jurídicamente admisible, no existe camino distinto al de archivar el expediente,
tal y como la misma norma lo ordena claramente.

La364 jurisprudencia de la Corte ha estado encaminada a señalar, en términos


generales, que en la etapa de revisión por esta Corporación, no es posible
desistir de la acción de tutela, pues, no se está frente a una etapa más dentro
del proceso, y los derechos que se examinan trascienden los intereses concretos
de las partes. No obstante lo anterior, este criterio no se aplica al caso bajo
estudio, porque el desistimiento se hizo antes de que esta sentencia fuera
objeto de revisión por esta Corporación.

Artículo 27. Cumplimiento del fallo.

Artículo 28. Alcances del fallo.

Conforme365 a lo dispuesto por el artículo 27 del Decreto 2591 de 1991, al juez


encargado de hacer efectivo el cumplimiento del fallo proferido en una acción de
tutela, se le atribuye también competencia para imponer las sanciones previstas
en ese Decreto por el desacato a la orden judicial impartida en el fallo
respectivo. Es decir que, simultáneamente se confieren atribuciones para el
cumplimiento del fallo, asunto para el cual se conserva competencia para
adoptar las medidas que fueren pertinentes, de un lado y, de otro, para sancionar
a quien no cumpla con lo resuelto en un fallo de tutela, atribuciones que tienen
justificación constitucional en la eficacia necesaria de la protección a los
derechos fundamentales.

De366 acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que
persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los derechos,
tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el particular que
haya sido declarado responsable de la amenaza o violación, debe cumplir la

362 Cfr. Corte Constitucional, Auto 070/99.


363 Auto 268 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
364 Auto 313 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
365 Auto 029 de 2004. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
366 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
111
orden encaminada a la protección de los derechos fundamentales en los
términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí señalado. El
incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática de la Carta. Por
una parte, en cuanto frusta la consecución material de los fines esenciales del
Estado, como son la realización efectiva de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Carta, el mantenimiento de la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°). Y por la otra, en cuanto
dicha omisión contraría, además de las normas constitucionales que regulan la
acción de tutela y el derecho infringido, también aquellas que reconocen en el
valor de la justicia y en los derechos al debido proceso y al acceso efectivo a la
administración de justicia, pilares fundamentales del modelo de Estado Social de
Derecho (arts. 29, 86 y 230).

Tratándose de los derechos al debido proceso y al acceso a la administración de


justicia, su violación se consuma en estos casos, en razón a que el
incumplimiento del fallo de tutela no permite consumar el objetivo propuesto con
su consagración constitucional, cual es “el compromiso estatal de lograr, en
forma real y no meramente nominal, que a través de las actuaciones judiciales
se restablezca el orden jurídico y se protejan las garantías personales que se
estiman violadas”367. En ese mismo marco, el desconocimiento de una sentencia
de tutela que se encuentre en firme, sea dictada por el juez de instancia o por la
Corte Constitucional en Revisión, también contraviene notablemente el valor de
la cosa juzgada constitucional y con ello la seguridad jurídica que le es
inmanente, ya que la omisión de su cumplimiento afecta la garantía de confianza
que tienen los ciudadanos sobre cuál ha de ser la actuación de las autoridades o
de los particulares frente a situaciones derivadas de la aplicación del derecho
vigente; particularmente, de la aplicación del derecho emanado directamente de
la Constitución Política.

Según lo ha sostenido esta Corporación368, la garantía del cumplimiento de las


órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los jueces de
instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener un claro
fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo en el derecho
internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan sólo algunos ejemplos,
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 2°) y la Convención
Americana de Derechos Humanos (art. 25), incorporados al orden interno
mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de 1972, respectivamente, además de
exigirle a los Estados partes la implementación de un recurso sencillo, efectivo y
breve que ampare los derechos fundamentales, también los obliga a “garantizar
el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se
haya estimado procedente el recurso”.

Cabe destacar que, en Colombia, para el efectivo cumplimiento de los fallos de


tutela, el Decreto 2591 de 1991, reglamentario de esta acción, ha establecido un
procedimiento específico y concordante con el espíritu de las normas
constitucionales que regulan la materia (arts. 86 y 241), pues, en palabras de la
Corte, “no tendría sentido que en la Constitución se consagraran derechos
fundamentales si, aparejadamente, no se diseñaran mecanismos por medio de
los cuales dichos derechos fuesen cabal y efectivamente protegidos.” 369 En esa
367 Sentencia C-426 de 2002.
368 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión y Sentencia SU-1158 de 2003, ya citada, entre otras.
369 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado.
112
línea, el artículo 3° del citado estatuto se refiere a los principios que gobiernan el
trámite de la acción de tutela, señalándose que ésta debe desarrollarse con
arreglo a los principios de “publicidad, prevalencia del derecho sustancial,
economía, celeridad y eficacia”; los cuales a su vez - lo dijo esta Corporación-
“guardan una relación directa con la orden urgente que debe dar una sentencia
cuando reconoce que se ha violado un derecho fundamental”370, y además, en
virtud de la informalidad, permiten la utilización por parte del juez de
“procedimientos no registrados, siempre y cuando apunten a que se haga
efectivo el derecho material”371.

Por su parte, los artículos 23, 27 y 52 del mismo decreto se refieren al contenido
que deben tener los fallos de tutela, a las garantías de su cumplimiento y a las
sanciones derivadas de su eventual inobservancia. En ese orden, El primero
(art. 23) establece que cuando la solicitud vaya dirigida contra una acción de
autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá por objeto “garantizar al
agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado anterior a la violación,
cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si lo impugnado es la denegación
de un acto o una omisión, el fallo tendrá que ordenar su realización o desarrollar
la acción adecuada, y en caso de que la autoridad no expida el acto
administrativo, el juez deberá disponer lo necesario “para que el derecho sea
libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento de tratarse de una
actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el deber de ordenar su
inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza, violación, perturbación
o restricción. En su último inciso, la norma le otorga competencia al juez para
que, de todas maneras, establezca los demás efectos del fallo según las
condiciones imperantes en el asunto sometido a juicio.

El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la tutela,
la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora, precisando
que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del responsable para que
lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario en su contra. Si el
superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le permite a la autoridad
judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su contra y “adopta[r]
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del mismo”, pudiendo
sancionar por desacato al responsable y al superior hasta que den cumplimiento
al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo caso, “el juez establecerá los
demás efectos del fallo para el caso concreto y mantendrá la competencia hasta
que esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”. Finalmente, el tercero (art. 52) se ocupa del incidente de desacato,
ordenando que quien incumple la orden judicial de tutela será sancionado “con
arresto hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”;
sanción que debe imponer el mismo juez de amparo mediante trámite incidental,
y que será consultada al superior jerárquico quien le compete decidir dentro de
los tres días siguientes si cabe revocar o no la sanción.

Es de precisarse, siguiendo el contenido de los anteriores preceptos, que la


garantía y efectividad del cumplimiento de las sentencias de tutela exigen del
juez constitucional la adopción de todas las medidas que sean conducentes para
obtener la protección real y efectiva de los derechos fundamentales afectados, lo
cual debe hacer sin perjuicio de las sanciones que imponga a las autoridades
incumplidas por haber incurrido en desacato. De acuerdo con la interpretación
370 Sentencia SU-1158 de 2003.
371 Sentencia Ibídem.
113
constitucional, “resulta perfectamente posible y válido que se adopten las
medidas indispensables para garantizar el cumplimiento efectivo de una
sentencia de tutela, sin entrar a analizar si es predicable responsabilidad
subjetiva de la autoridad que presuntamente incumple una orden tendiente a la
protección de los derechos fundamentales”372. Y es que, si bien en forma
paralela al cumplimiento de la decisión cabe iniciar el tramite de desacato, este
último procedimiento no puede desconocer ni excusar la obligación primordial
del juez constitucional, cual es la de hacer cumplir integralmente la orden judicial
de protección. Como lo afirmó esta Corporación en la Sentencia T-458 de 2003
(M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra), “el trámite del cumplimiento [del fallo] no es
un prerrequisito para el desacato, ni el trámite de desacato es la vía para el
cumplimiento. Son dos cosas distintas el cumplimiento y el desacato. Puede
ocurrir que a través del trámite de desacato se logre el cumplimiento, pero esto
no significa que la tutela no cumplida sólo tiene como posibilidad el incidente de
desacato.” Las diferencias entre cumplimiento y desacato fueron fijadas por la
Corte en la Sentencia T-744 de 2003, en los siguientes términos:

“i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional; el


desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de creación
legal.

ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la exigida


para el desacato es subjetiva.

iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la sentencia


se basan en los artículos 23 y 27 del decreto 2591 de 1991. La base legal
del desacato está en los artículos 57 y 27 del mencionado decreto. Es decir
que en cuanto el respaldo normativo, existen puntos de conjunción y de
diferencia.

iv) El desacato es a petición de parte interesada, el cumplimiento es de


oficio, aunque

v) Puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio Público.”

Así, independientemente de las sanciones a que haya lugar, la autoridad judicial


a quien corresponde velar por la eficacia y efectividad de la orden de tutela, esta
en la obligación -irrenunciable- de adelantar todas las gestiones pertinentes y de
agotar cada uno de mecanismos judiciales que ofrece el ordenamiento jurídico,
para lograr el objetivo de protección inmediata a que hace referencia específica
el artículo 86 Superior. El cumplimiento y el desacato son en realidad dos
instrumentos jurídicos diferentes, que a pesar de tener el mismo origen -la orden
judicial de tutela- y tramitarse en forma paralela, en últimas persiguen distintos
objetivos: el primero, asegurar la vigencia de los derechos fundamentales
afectados, y el segundo, la imposición de una sanción a la autoridad que ha
incumplido el fallo. En consecuencia, tratándose del cumplimiento de la
sentencia, el juez analizará en cada caso concreto si se acató la orden de tutela
o no, de manera que si la misma no ha sido obedecida o no lo ha sido en forma
integral y completa, aquél mantiene la competencia hasta lograr su cabal y total
observancia, aun a pesar de estar agotado el incidente de desacato.

Autoridad competente para hacer cumplir los fallos de tutela.


372 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
114

Interpretando el contenido de los artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de 1991, la


jurisprudencia constitucional viene sosteniendo que, como principio general, es
competencia de los jueces de primera instancia velar por el cumplimiento de los
fallos de tutela, aplicando el procedimiento y las medidas descritas en los
artículo 23, 27 y 52 del precitado estatuto, aun en los casos en que la decisión es
tomada por el juez de segundo grado o por la Corte Constitucional en sede de
revisión. Sobre el particular, se expresó en la Sentencia T-458 de 2003 (M.P.
Marco Gerado Monroy Cabra):

“La autoridad que brindó la protección tiene competencia para la efectividad


del amparo al derecho conculcado. Como principio general, es el juez de
primera instancia el encargado de hacer cumplir la orden impartida, así
provenga de fallo de segunda instancia o de revisión, ya que mantiene la
competencia hasta tanto no se cumpla la orden a cabalidad”.

Las razones para afirmar la competencia del a quo en el cumplimiento del fallo
de tutela y en el tramite del incidente de desacato, fueron suficientemente
explicadas por este Tribunal en el Auto 136A de 2002. En dicha providencia se
sostuvo que uno de los motivos tiene que ver con la plena eficacia de la garantía
procesal del grado jurisdiccional de consulta, en la medida en que el incidente de
desacato prevé una sanción y la consecuente revisión automática por el superior
de quien la ordenó, procedimiento que sería nugatorio si el que la impone no
tiene superior jerárquico. El segundo se relaciona con el principio de igualdad
material, pues si la competencia se determina por las circunstancias del caso
concreto, habilitándose al juez que profirió la orden de amparo, se generaría un
trato diferencial para las partes ya que mientras en unos casos la competencia
estaría en el juez de primera instancia, en otros estaría en el de segunda e
incluso en la propia Corte Constitucional. Finalmente, la tercera causa esta
basada en el desconocimiento del principio de inmediación que también irradia
el proceso de tutela, en el entendido que cuando la competencia para tramitar el
desacato recae en el ad quem, éste no se encuentra del todo vinculado con el
trámite de la acción.

No obstante lo anterior, ha aclarado la jurisprudencia que el hecho de haberse


radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para velar por
el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no significa, en manera alguna,
que la Corte Constitucional no este en capacidad de hacer cumplir directamente
sus ordenes cuando las mismas no han sido acatadas. En estas circunstancias
especiales, “la Corte conserva una competencia preferente, similar a la de la
Procuraduría General de la Nación en el campo disciplinario”373, de forma tal que
se encuentra plenamente habilitada para intervenir en el cumplimiento y
obedecimiento de sus propias decisiones, “ora porque el juez a quien le compete
pronunciarse sobre el cumplimiento de la sentencia dictada por ella no adopta
las medidas conducentes al mismo, ya porque el juez de primera instancia ha
ejercido su competencia y la desobediencia persiste”374.

Considerando que la eficacia de las garantías individuales constituye un principio


fundante en el modelo de Estado social de derecho, y a su vez un factor
legitimante de las decisiones judiciales y del acceso a la justicia, la Corte
Constitucional, como guardiana de la integridad y supremacía de la Carta
373 Auto Ibídem
374 Auto Ibídem.
115
Política, se encuentra obligada a adoptar las medidas que sean necesarias para
impedir que tales garantías resulten del todo nugatorias y se queden sin la
respectiva protección judicial. En su condición de máximo Tribunal de la
jurisdicción constitucional y órgano de cierre de la misma, la Corte “[t]iene la
supremacía cuando funcionalmente se ejercita dicha jurisdicción por los jueces y
magistrados”375, por lo que mantiene competencia para hacer efectivas sus
propias decisiones. En ese entendido, lo dijo la Corporación en la Sentencia C-
802 de 2002 y lo reiteró luego en la Sentencia SU-1158 de 2003, ninguna
autoridad perteneciente a la misma jurisdicción constitucional puede desconocer
la competencia del órgano que la Constitución señala como garante de su
eficacia en todos los órdenes, y menos de entrar a suscitar conflictos de
competencias en asuntos propios y exclusivos de esa jurisdicción.

Como órgano límite, en ejercicio de la supremacía no solo funcional sino


también jerárquica, puede entonces la Corte adoptar medidas adicionales para
proteger efectivamente los derechos por ella tutelados, dando aplicación a los
artículos 3° y 27 del precitado Decreto 2591 de 1991, que ordenan desarrollar el
proceso de tutela con base en los principios de prevalencia del derecho
sustancial, celeridad y eficacia, y que le permiten al juez constitucional, en este
caso a la Corte, “manten[er] la competencia hasta que esté completamente
restablecido el derecho o eliminadas las causas de la amenaza”. Es de
señalarse que, de acuerdo con la jurisprudencia constitucional, la Corte esta en
capacidad de ejercer la competencia siempre que se cumplan las siguientes
condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una sentencia emitida por la
Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el amparo solicitado - en teoría
puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte imperioso salvaguardar la
supremacía e integridad del ordenamiento constitucional y (iii) [que] la
intervención de la Corte sea indispensable para la protección efectiva de los
derechos fundamentales vulnerados o amenazados”376. En ejercicio de esa
competencia, la Corte es autónoma, tanto para determinar la oportunidad en la
cual interviene, es decir, si lo hace antes o después del juez de primera
instancia, como para definir que tipo de medidas son las adecuadas al propósito
de dar cumplimiento al fallo. Ello, “porque de constatarse el desacato la
consecuencia sería la sanción del sujeto desobediente más no necesariamente
la protección efectiva de los derechos fundamentales vulnerados o
amenazados”377. Como ya se ha expresado con insistencia, la efectividad de los
derechos conculcados se logra en ciertos eventos a través de la adopción de
medidas adicionales a la sanción por desacato, al ser este incidente insuficiente
para hacer cumplir la orden proferida por el órgano límite de control
Constitucional.

Atendiendo a las condiciones fijadas, es preciso anotar que una de las


situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado para
adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus fallos,
se presenta en los casos en que la autoridad judicial renuente a obedecer la
decisión es una alta corporación de justicia; generalmente, respecto de acciones
de tutela que se promueven en contra de algunas de sus decisiones por haber
incurrido en vía de hecho, negándose aquellas a modificar el pronunciamiento en
los términos señalados por la Sentencia de Revisión. En estos eventos, la
intervención del tribunal constitucional se torna indispensable, pues es conocido
375 Cfr. Sentencia SU-1158 de 2003.
376 Auto Ibídem.
377 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
116
por todos que las altas cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva
jurisdicción y, por tanto, no encuentran en el juez de tutela de primera instancia
el funcionario idóneo para conminarlas al cumplimiento de la decisión
desobedecida, y tampoco el competente para tramitar el correspondiente
incidente de desacato.

Siguiendo la línea de interpretación fijada por la doctrina constitucional378,


cuando la Corte tiene conocimiento en relación con el incumplimiento de la
sentencia, “puede solicitar nuevamente el expediente o los expedientes que
contienen las sentencias de tutela que la Corporación haya proferido, para hacer
cumplir su fallo, tomando determinaciones que cobijan inclusive a intervinientes
que han citado dentro del expediente de tutela a fin de que no se quede escrita
la protección al derecho fundamental”379.Y dentro de las medidas a adoptar en
estos casos, se cuentan la de proceder a dictar una sentencia de reemplazo si
no existe otra forma de hacer cumplir lo ordenado380, o en su defecto, la de tomar
una decisión complementaria al fallo incumplido que haga cesar la violación de
los derechos fundamentales, como puede ser, sin modificar lo ya resuelto, la de
dejar en firme la decisión judicial que fue revocada por la alta Corporación de
justicia en ejercicio de su competencia funcional, cuando a juicio de la Corte
Constitucional aquella interprete en debida forma el criterio sentado en la
respectiva sentencia de Revisión y garantice la protección de los derechos
conculcados por la alta Corporación.

Esta última opción encuentra antecedentes específicos en el derecho


comparado y concretamente en el derecho español. Ciertamente, con ocasión
del recurso de amparo constitucional promovido contra una sentencia del
Tribunal Supremo que puso fin a un proceso de filiación y pruebas biológicas, el
Tribunal Constitucional Español, en la Sentencia del 7 de enero de 1994,
resolvió anular la decisión de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y dejar en
firme la sentencia proferida por su inferior jerárquico, la Audiencia Provincial. En
el fundamento jurídico octavo de la citada providencia, luego de advertir la
violación por parte de la providencia del Tribunal Supremo, sostuvo el órgano de
control constitucional que una manera de garantizar el derecho de la
demandante a un proceso sin dilaciones indebidas, era perfilar el fallo de
amparo de tal manera que sólo se anularan aquellas decisiones judiciales que
directa e inequívocamente habían infringido el derecho fundamental reclamado,
restableciendo los efectos de aquella que garantizaba su ejercicio. En cuanto
llegó a la conclusión que ello ocurría solo en el caso de la sentencia del Tribunal
Supremo, tomó la decisión advertida: anular el fallo del máximo órgano de la
jurisdicción ordinaria y dejar en firme el que había sido revocado por éste. La
aludida decisión es del siguiente tenor literal:

“Estimar el recurso de amparo y, en consecuencia:

1. Reconocer el derecho de la demandante a la tutela judicial efectiva sin


indefensión.

378 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
379 Sentencia SU-1158 de 2003.
380 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de
2003, al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho
a la pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
117
2. Anular la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 30 de
abril de 1992 (rollo núm. 1126/1990), con la consiguiente firmeza de la
sentencia de la Audiencia Provincial (Sección décima) de 26 de febrero de
1990 (rollo núm. 873/1998).”

Al margen de lo anterior, en procura de hacer realidad la orden de protección


incumplida por una alta corporación de justicia, también en nuestro derecho
interno se ha acudido al expediente de reestablecer la vigencia de la decisión
reemplazada con la providencia declarada nula en vía de tutela. Por lo tanto,
tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de hacer cumplir
sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos fundamentales, se repite,
es posible que la Corte Constitucional, e incluso el juez de tutela de primera
instancia, adopten como medida de cumplimiento la de adicionar la sentencia de
Revisión que no es acatada por una alta corporación, manteniendo incólume la
decisión que ordenó anular la providencia incursa en la vía de hecho, y
procediendo a declarar conforme a la Constitución y debidamente ejecutoriado el
fallo de instancia, en caso de que éste sea consecuente con los criterios
descritos por el tribunal constitucional en la decisión desacatada. En este
supuesto, cuando la orden de protección es dictada por la Corte Constitucional,
la mencionada medida de cumplimiento puede ser adoptada directamente en la
Sentencia, o con posterioridad a la misma según lo determinen las
circunstancias fácticas del caso.

Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos el
juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de otras
jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión. Obsérvese
como, si el juez constitucional es competente para revisar la aplicación del
derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga
por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en que éstas
resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías fundamentales, resulta
válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional de la Constitución y
dentro del marco de sus atribuciones, adopte los correctivos pertinentes, tanto
para impedir que la aludida arbitrariedad o irrazonabilidad continúe lesionando
los derechos invocados, como para asegurar su total reivindicación cuando la
orden de protección no es obedecida por la autoridad responsable.

Artículo 29. Contenido del fallo.

Sentencia C-054/93. ESTESE a lo resuelto por la Corte Constitucional


respecto de los artículos ... 29,... del Decreto 2591 de 1991. (C-543 de 1992)

El381 parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 señala igualmente que el
contenido del fallo de tutela no podrá ser inhibitorio, indicándose con ello que el
juez de tutela debe oficiosamente utilizar todos los mecanismos legales que le

381 Auto 020 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


118
permitan resolver de fondo el problema planteado mediante una acción de esta
naturaleza.

De382 manera insistente ha señalado que es obligación del juez constitucional,


en todos los casos, fallar de fondo en el asunto planteado, en efecto ha dicho
esta Corporación:

Prohibición de las inhibiciones judiciales en materia a de tutela

Al estudiar mecanismos orientados a la defensa de los derechos


fundamentales, uno de los cuales es la acción de tutela, quiso el
constituyente lograr su efectividad ( artículos 2,5 y 83 a 94 de la
constitución política), dentro del criterio de que en las actuaciones
judiciales debe prevalecer el derecho sustancial. En ese orden de ideas,
mediante el articulo 86 de la carta, se confió a los jueces la función de
verificar en concreto la vigencia cierta de la normativa constitucional en
materia y se autorizo para que, cuando encuentren configurada la
violación o amenaza de un derecho fundamental por acción u omisión de
la autoridad publica y aun de los particulares, importan las ordenes de
inmediato cumplimiento que sean necesarias para la salvaguardia
efectiva de aquel. Desde luego, en el cumplimiento de su función, los
jueces están sujetos a las regalas establecidas por el legislador para
fijar la competencia, pero ni siquiera en el supuesto de carácter de ella
están autorizados para proferir fallo inhibitorio, ya que este se halla
expresamente prohibido por el parágrafo del articulo 29 del decreto
2591 de 1991. De ello resulta que ningún juez ante el cual se intente la
acción de tutela puede abstenerse de resolver de fondo sobre el asunto
plantado. Esto es, debe conceder o negar la tutela, motivando
debidamente su determinación. Se trata de un debe5r inexcusable del
juez, quien al negarse al decidir, viola el derecho fundamental de acceso
a la administración de justicia (articulo 229 C.P.) y deja protegido al
peticionario, desconociendo así el articulo 86 de la carta. Ya esta corte
tuvo ocasión en señalarlo en su sentencia T-173 del 4 de mayo de 1993:

“Considera la corte que el acceso a la administración de justicia no es un


derecho apenas formal que satisfaga mediante la iniciación del proceso
sino que su contenido es sustancial, es decir, implica que la persona
obtenga a lo largo de la actuación y hasta la culminación de la misma, la
posibilidad real de ser escuchada, evaluados sus argumentos y alegatos
y tramitadas de acuerdo con la ley. Sus peticiones, de manera que las
resoluciones judiciales sean reflejo y re3alizacion de los valores jurídicos
fundamentales. En tal sentido, el acceso de la administración de justicia es
inescindible del debido proceso y únicamente dentro de él se realiza
con certeza”(Corte Constitucional, Sentencia T 486 DE 1994, M.P. Dr. José
Gregorio Hernández Galindo)

El383 Juzgado profirió una sentencia inhibitoria y esto se encuentra expresamente


prohibido por el parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de 1991 que dice: "El
contenido del fallo no podrá se inhibitorio". Esto significa que el Juez de instancia
actuó expresa prohibición legal. Al proferir sentencia inhibitoria el Juez
desconoció el debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Constitución,
382 Auto 025 de 2001. M.P. Fabio Morón Díaz.
383 Auto 002 de 2002. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
119
violó el mencionado artículo 29 del Decreto 2591 de 1991, e incurrió en la causal
de nulidad prevista en el artículo 152 numeral 8º del Código de Procedimiento
Civil. No es posible sanear esta nulidad porque al no haberse notificado la parte
accionada del auto admisorio de la tutela, no ha podido ejercer su derecho de
defensa y por ende se le ha desconocido el debido proceso. La Corte ha dicho
sobre la necesidad de respetar el debido proceso lo siguiente:

"Corresponde a la noción de debido proceso, el que se cumple con arreglo


a los procedimientos previamente diseñados para preservar las garantías
que protegen los derechos de quienes están involucrados en la respectiva
relación o situación jurídica, cuando quiera que la autoridad judicial o
administrativa deba aplicar la ley en el juzgamiento de un hecho o una
conducta concreta, lo cual conduzca a la creación, modificación o extinción
de un derecho o la imposición de una obligación o sanción". En esencia, el
derecho al debido proceso tiene la función de defender y preservar el valor
de la justicia reconocida en el preámbulo de la Carta Fundamental, como
una garantía de la convivencia social de los integrantes de la comunidad
nacional". "Del contenido del artículo 29 de la Carta y de otras disposiciones
conexas, se infiere que el derecho al debido proceso se desagrega en una
serie de principios particularmente dirigidos a tutelar la intervención plena y
eficaz del sujeto procesal y a protegerlo de la eventual conducta abusiva
que pueda asumir la autoridad que conoce y resuelve sobre la situación
jurídica sometida a su decisión. En tal virtud, y como garantía de respeto a
dichos principios, el proceso se institucionaliza y normatiza, mediante
estatutos escritos que contienen mandatos reguladores de la conducta de
las autoridades administrativas o judiciales, encaminados a asegurar el
ejercicio regular de sus competencias”.384

Por tanto, al decretarse la nulidad se ordenará devolver el expediente al Juzgado


de origen para que proceda a realizar la notificación en debida forma del auto
admisorio de la tutela y luego impulse la actuación procesal hasta dictar la
sentencia que deberá ser de mérito y no inhibitoria.

Artículo 30. Notificación del fallo.

La385 Sala de Revisión de Tutelas, al evaluar la actuación cumplida en el


presente caso, estima necesario reiterar el criterio de la Corte Constitucional
acerca de las consecuencias procesales de la no notificación de la iniciación del
trámite de la acción y la sentencia que decide sobre la solicitud de amparo, así
como de la diligencia que debe tener el juez constitucional de tutela para surtir
esas notificaciones. En sentencia T-247, de 27 de mayo de 1997, se puntualizó:

“Así pues, como de manera reiterada lo ha sostenido la Corte, la notificación


no es un acto meramente formal y desprovisto de sentido, ya que su
fundamento es el debido proceso y debe surtirse con independencia de que
la decisión final sea favorable o desfavorable a las pretensiones de quien
acude a la tutela en búsqueda de protección, sin que la naturaleza informal
de este procedimiento, su carácter preferente y sumario o los principios de
celeridad, economía y eficacia que lo informan sirvan de pretexto al juez
para desarrollar y culminar el trámite a espaldas de alguna de las partes o
384 Sentencia C-214 de 1994.
385 Auto 262 de 2001. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
120
de los terceros interesados. Además, la necesidad de la notificación viene
impuesta por el principio de publicidad y, conforme a lo tantas veces
afirmado por la Corte, no es válido argumentar que “como en la acción de
tutela no es indispensable que haya auto avocando el conocimiento,
entonces no hay nada que notificar”.“ Es de importancia precisar que
además de la iniciación del proceso que tiene su origen en una solicitud de
tutela, deben notificarse a las partes y a los terceros todas las providencias
que se profieran durante el trámite, pues así surge del artículo 16 del
decreto 2591 de 1991 que dispone la notificación de “las providencias que
se dicten” a “las partes o intervinientes, por el medio que el juez considere
más expedito y eficaz”, y del artículo 30 eijusdem, que refiriéndose al fallo
indica que “se notificará por telegrama o por otro medio expedito que
asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber sido
proferido”. “ La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a
medios que sean “expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte
con claridad acerca de la forma como el juez ha de poner en conocimiento
de las partes y de los interesados en el trámite de la acción de tutela su
iniciación, las providencias dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la
diligencia, lejos de convertirse en un acto procesal más, cumpla su
cometido que no es otro distinto de lograr la comparecencia y la vinculación
efectiva de los notificados a las actuaciones y de mantenerlos enterados
acerca del curso del proceso, permitiéndoles así asumir su defensa.

“ La Corte ha hecho énfasis en que lo ideal es la notificación personal y en


que a falta de ella y tratándose de la presentación de una solicitud de tutela
se proceda a informar a las partes e interesados “por edicto publicado en un
diario de amplia circulación, por carta, por telegrama, fijando en la casa de
habitación del notificado un aviso, etc.”, y adicionalmente, valiéndose de
una radiodifusora e incluso, como recurso último, mediante la designación
de un curador; adecuando en cada caso el desarrollo de la diligencia a la
urgencia inherente a la acción de tutela, para lo cual el juez podrá dar
cumplimiento al artículo 319 del Código de Procedimiento Civil en la parte
que indica que a falta de un término legal para un acto, “el juez señalará el
que estime necesario para su realización de acuerdo con las
circunstancias”.386“ En cuanto a la notificación del fallo de tutela, conviene
precisar que la referencia que a la comunicación telegráfica se halla
plasmada en el artículo 30 del decreto 2591 de 1991 no limita las facultades
del juez para acudir a otros medios cuando quiera que los estime más
eficaces, pues el simple envío de un telegrama no satisface por sí solo el
requisito de enterar a las partes e interesados del contenido de la sentencia,
cuya notificación debe surtirse correctamente y a pesar de las dificultades
que puedan presentarse, para mantener así la plenitud de las garantías
sobre la impugnación de la misma.

“ 1.3 Las consecuencias de la falta de notificación de la solicitud de tutela y


de la sentencia o de la ineficacia de la notificación

“Habiéndose resaltado la importancia de la notificación, se plantea un


interrogante relativo a las consecuencias que se siguen cuando la diligencia
se ha omitido o cuando pese a haberse intentado, por error atribuible al juez
se dejaron de surtir los efectos que han debido cumplirse. “ Al respecto la
jurisprudencia de esta Corporación ha destacado que si no se ha procurado
386 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996.
121
el acceso del demandante o de los interesados a la actuación procesal,
para los fines de su defensa, se produce una evidente vulneración del
debido proceso que genera la nulidad de lo que se haya adelantado sobre
la base de ese erróneo proceder; empero, con apoyo en las normas del
procedimiento civil, aplicables en lo no regulado al procedimiento de tutela,
la Corte ha distinguido entre la falta de notificación de la iniciación del
trámite y la falta de notificación de la sentencia, así:

‘En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de


Procedimiento Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989, artículo 1º,
numeral 8º), se presentan dos causales de nulidad: la del numeral 8º,
cuando no se practica en legal forma, o eficaz en este caso, la
notificación del auto que admite la acción al ‘demandado’ (…) y la del
numeral 3º, por haberse pretermitido íntegramente una instancia, al no
haber tenido la parte oportunidad de impugnar la sentencia, por no haber
sido notificado en forma eficaz de ella. ‘Si bien es cierto que la nulidad
contemplada en el numeral 8º, falta de notificación del auto que avocó el
conocimiento de la tutela, habría sido saneable, en la forma prevista por
el artículo 145 del mencionado Código, la causal 3, haberse pretermitido
íntegramente una instancia, es de las nulidades insaneables’.387

“En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los que se


ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada de la falta de
notificación de la iniciación del trámite, la Corporación ha optado por
devolver el expediente a los despachos judiciales de origen con la finalidad
de que se ponga en conocimiento del afectado la causal de nulidad para
que, de conformidad con lo preceptuado por el artículo 145 del C. de P. C.,
si a bien lo tiene, la alegue dentro de los tres (3) días siguientes,
indicándole que si no lo hace, quedará saneada la nulidad y el proceso
continuará su curso; por el contrario, en los eventos en los que se presenta
la nulidad insaneable originada en la falta de notificación de la sentencia, la
Corte ha declarado la nulidad de lo actuado y enviado las diligencias al
despacho del conocimiento para que proceda a impartirle a la solicitud de
tutela el trámite adecuado”.

Causales de nulidad y oportunidad para alegarlas388

La Sala Plena considera del caso precisar que respecto del tema de la teoría de
las nulidades, en nuestro ordenamiento procesal se aplica el principio de la
especificidad en virtud del cual no hay defecto capaz de estructurar nulidad
adjetiva sin ley que expresamente la establezca, criterio que ha inspirado
siempre a nuestro legislador, predicándose por ello el criterio taxativo en esta
materia al indicar que toda causal de nulidad debe estar prevista en la ley. Es
así como al indagar con relación a las causales de nulidad que puedan
originarse en las actuaciones que se adelantan ante esta Corporación con
ocasión de la función que le ha sido asignada por la Constitución Política y la
Ley relacionada con la revisión de las decisiones judiciales proferidas dentro del
proceso a que da lugar la acción de tutela, las normas especiales que regulan
esta materia nada señalan al respecto.

387 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993.
388 Auto 232 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
122
Constituyen causales de nulidad de los procesos que se adelanten ante la Corte
Constitucional la vulneración de cualquiera de las garantías al debido proceso
consagradas en el artículo 29 de la C. P., pues ninguna es distinta, ni adicional a
la general mencionada en el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 bajo la
denominación general de “irregularidades que impliquen violación del debido
proceso” en las que se enmarcan todas. Dichas irregularidades que constituyen
causales de nulidad de los procesos adelantados ante esta Corte, deben ser
alegadas antes de proferirse el fallo, pero, comoquiera que por obvias razones
las nulidades originadas en la misma sentencia no pueden ser alegadas dentro
del proceso, como lo señala en forma general el artículo 49 antes citado,
deberían entonces ser invocadas en actuación posterior a ésta dentro del
término para impugnarla cuando contra ella proceda recurso alguno o como
excepción en el proceso seguido para ejecutar el fallo, de conformidad con lo
previsto en el artículo 142 del C. de P. C. No obstante lo anterior contra las
sentencias que profiere ésta Corporación no procede recurso alguno y tampoco
existe actuación posterior ante la Corte para la ejecución de sus fallos, no
existiendo luego oportunidad procesal cierta y determinada dentro de la cual
puedan alegarse las causales de nulidad originadas en la sentencia. Si bien la
Constitución no contempla la seguridad jurídica como norma positiva, este valor
fundamental es natural al ámbito del derecho, por cuanto la seguridad jurídica
pretende garantizar, por un lado, la sujeción de las autoridades publicas al
ordenamiento jurídico y, por otro, la certeza del derecho a través de su publicidad
y conocimiento por sus destinatarios. Como consecuencia de lo anterior, el
derecho a acceder a la justicia y el derecho a un proceso sin dilaciones
injustificadas, tiene como corolario el que en algún momento, definido
normativamente, las decisiones judiciales adquieran firmeza. Asumir lo
contrario, esto es, que la ausencia de norma expresa sobre el término dentro del
cual puede solicitarse la declaración de nulidad de una decisión judicial supone
que es posible intentarlo en cualquier tiempo, le resta toda seguridad a los
ciudadanos sobre las decisiones judiciales, creando incertidumbre y falta de
respuesta cierta a interrogantes tales como: ¿Cuándo cumplir con la decisión
judicial? ¿Cuando hay certeza sobre la existencia de un derecho subjetivo
reconocido judicialmente? ¿Cuál es mi derecho?.

En aras de conservar valores fundamentales del derecho tales como la justicia,


el bien común y la seguridad jurídica que sirven de sustento a instituciones
jurídicas existentes en nuestro ordenamiento, tales como, la caducidad, la
prescripción, la cosa juzgada, etc., es que considera necesario esta Sala
determinar la oportunidad procesal en que los ciudadanos pueden acudir a ésta
Corporación cuando se considere que con sus decisiones se vulnera el debido
proceso. En este sentido esta Corporación se había pronunciado en forma
somera en Auto 22 A de 1998, en que se señaló:

“La Corte encuentra que las irregularidades que en este momento pueden
dar lugar a la violación del debido proceso, no son otras que aquellas que
se presentan cuando el trámite seguido vulnera o desconoce las normas
que la propia Constitución señala en sus artículos 241 y 242 y aquellas
otras que indica el Decreto 2067 de 1991 y que conforman el régimen
procedimental de los juicios y actuaciones que se surten ante la Corte
Constitucional. De otra parte, como perentoriamente lo prescribe el artículo
49 antes transcrito, la nulidad originada en el trámite procesal, sólo puede
ser alegada antes de proferirse el fallo. Y en lo tocante con la nulidad que
encuentra su origen en la sentencia misma, aunque ni las normas
123
constitucionales ni el mencionado Decreto prevén causa alguna de nulidad,
la Corte, aplicando directamente el artículo 29 superior, ha reconocido la
posibilidad de su ocurrencia para aquellos casos en los cuales, en el
momento mismo de votar, se produce el desconocimiento del debido
proceso, circunstancia que se circunscribe a los eventos de falta de quórum
o de mayoría exigidos por la ley, y de violación del principio de cosa juzgada
constitucional. En estos casos, por la naturaleza de las cosas, la referida
nulidad debe proponerse posteriormente al fallo, pero dentro de los tres días
siguientes a la notificación de la sentencia, surtida por edicto”.

En dicha oportunidad la Corte señaló el término en que procedía proponer la


nulidad derivada de la sentencia sin expresar los motivos y razonamientos que la
llevaron a establecer dicho término. Por lo tanto, en esta ocasión se hará un
análisis juicioso de las razones jurídicas que llevan a la Sala a reiterar y
confirmar que dicho término debe aplicarse a las solicitudes de nulidad
originadas en las sentencias proferidas por esta Corporación. De acuerdo a la
doctrina, mediante la analogía se trata de elaborar una norma jurídica para
regular un caso imprevisto en la ley, pero con fundamento en la misma ley. La
analogía representa pues, una extensión de la ley a otros casos diferentes a los
expresamente previstos, pero, que son similares o semejantes a estos. 4 El
artículo 8º de la Ley 153 de 1887 se refiere de la siguiente manera a la
aplicación analógica de la ley: “Cuando no haya ley exactamente aplicable al
caso controvertido, se aplicarán las leyes que regulen casos o materias
semejantes, y en su defecto la doctrina constitucional y las reglas generales de
derecho”. El principio de la analogía consagrado en nuestro ordenamiento
jurídico, supone la presencia de tres (3) elementos para su configuración: a)
Ausencia de norma exactamente aplicable al caso en cuestión; b) Que el
caso previsto por la norma sea similar o semejante al asunto carente de norma o
previsión por el legislador; c) Que exista la misma razón, motivo o fundamento
para aplicar al caso no previsto el precepto normativo.

El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días
siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del
Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano
correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”. La Sala
considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término
dentro del cual se debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia
proferida por esta Corporación que se origine en la misma, procede hacer uso de
la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el
artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la
sentencia, por considerar además que se dan los tres (3) presupuestos básicos
para acudir a la aplicación del principio de la analogía, así:

a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha


de presentarse la solicitud de nulidad de las sentencias que profiera la Corte
Constitucional.

b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos
se ataca la decisión o sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se
refieren los dos (2) casos a situaciones de orden procesal dentro de la acción de
tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la
decisión de una instancia o actuación.
4 VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil, parte general y personas. Editorial Temis, Bogotá, 1984, Págs. 159 y 160.
124

c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la


presentación del escrito de impugnación del fallo es el bien jurídico fundamental
y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta Corporación a establecer un
término perentorio para la presentación de la solicitud de nulidad, como es, el
determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el ejercicio de una
facultad procesal, en virtud del principio de la preclusión que orienta en forma
general la actividad procesal y en aras de salvaguardar valores del derecho
como la seguridad jurídica y la justicia.

Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las


partes, la sentencia respectiva. Al respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991 establece que las sentencias en que se revise una decisión de tutela
deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de
primera instancia, el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes por el
medio que éste considere más expedito y eficaz de conformidad con lo previsto
por el artículo 16 ibídem. En conclusión, de conformidad con el artículo 49 del
Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte Constitucional proferidas en
desarrollo de los numerales primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la Constitución Política
Colombiana, no procede recurso alguno ni solicitud de nulidad alguna.
Excepcionalmente y como única excepción procede la solicitud de nulidad contra
las sentencias que dicten las Salas de Revisión por irregularidades cometidas en
la sentencia; y la única causal de nulidad es la violación al debido proceso; o sea
del artículo 29 de la Constitución. Todas las irregularidades cometidas antes de
la sentencia no pueden ser alegadas, después de producida la sentencia y
quedan saneadas al ser proferida la misma. La solicitud de nulidad de las
sentencias que profieran las Sala de Revisión de esta Corporación, debe ser
presentada dentro de los tres (3) días siguientes a la notificación de la misma;
acto de notificación que cumple el juez o tribunal que profirió el fallo de primera
instancia; debiendo dejar constancia de la fecha de la notificación y del medio
empleado y que el juez consideró más expedito y eficaz de conformidad con lo
previsto en el artículo 16 del Decreto 2591 de 1991.

De la notificación de las providencias judiciales en materia de tutela389

La notificación consiste en el acto material de comunicación a través del cual se


ponen en conocimiento de las partes y de los terceros interesados las decisiones
proferidas por las autoridades públicas, en ejercicio de sus atribuciones
constitucionales y legales. De esta manera, el acto procesal de notificación
responde al principio constitucional de publicidad de las actuaciones públicas,
mediante el cual se propende por la prevalencia de los derechos fundamentales
al debido proceso y al acceso a la administración de justicia (artículos 29 y 229
de la Constitución Política), dado que se garantiza el ejercicio de los derechos de
defensa, de contradicción y de impugnación previstos en el ordenamiento
jurídico. De suerte que, la notificación del inicio y de las distintas actuaciones
efectuadas en desarrollo de un proceso, permiten hacer valederos los derechos
procesales constitucionales de los asociados, ya que faculta a las partes y a los
intervinientes tanto para oponerse a los actos de la contraparte como para
impugnar las decisiones adoptados por la autoridad competente dentro de los
términos previstos en la ley.

389 Auto 091 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.


125
En cuanto a la notificación de las actuaciones proferidas en sede tutela, la Corte
ha precisado el alcance del artículo 16 Del decreto 2591 de 1991 y, en particular,
de la expresión “por el medio que el juez considere más expedito y eficaz”, con la
finalidad de garantizar la eficacia del derecho de defensa. Así, esta Corporación
ha determinado que:

"...Esta disposición no puede en ningún momento considerarse que deja al


libre arbitrio del juez determinar la forma en que se debe llevar a cabo la
notificación, pues ello equivaldría a permitir la violación constante del
derecho fundamental al debido proceso. La norma en mención debe
interpretarse y aplicarse en concordancia con el inciso segundo del artículo
5o. del decreto 306 de 1992 que señala: 'El juez velará porque de acuerdo
con las circunstancias, el medio y la oportunidad de la notificación aseguren
la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer el derecho de defensa'.
Así, entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes el
conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las decisiones que se
adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de
conformidad con la ley y asegurando siempre que dentro del expediente
obre la debida constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el
juez, en caso de ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a
la notificación personal; si ello no se logra, se debe procurar la notificación
mediante comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio
tecnológico a su disposición, y, en todo caso, siempre teniendo en
consideración el término de la distancia para que pueda ejercer las rectas
procesales correspondientes....".

Ahora bien, de acuerdo con lo expuesto, surge para la Corte el siguiente


interrogante: ¿Cuándo se entienden efectivamente notificadas las providencias
proferidas en sede de tutela? Al respecto, esta Corporación ha sostenido que no
basta con la remisión del telegrama para estimar efectuada la notificación de las
decisiones emanadas en sede de tutela, sino que es necesario dejar constancia
de que la persona notificada recibió efectivamente la comunicación y que, por
consiguiente, se entero de la determinación adoptada. Así, esta Corte ha
manifestado que:

"...No basta para entenderse surtida la notificación en los términos del


artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, con la introducción al correo del
telegrama- que contiene el oficio emanado del despacho judicial por medio
del cual se comunica a los interesados, accionante y accionado, la decisión
adoptada por el juez de tutela- para los efectos de surtirse la notificación;
debe insistir la Sala en que ésta sólo se entiende surtida en debida forma
una vez que proferida la providencia judicial, el interesado la conoce
mediante la recepción del telegrama que le remite el respectivo despacho
judicial, pues sólo con este fin se envía el aviso.

"En otros términos, sólo cuando la persona efectivamente recibe el


telegrama por medio del cual conoce de la existencia del fallo, surte los
efectos la notificación..." (Auto 013 de 1994).

Así, se puede concluir que, a juicio de la Corte, sólo se entiende legalmente


surtida la notificación de las distintas actuaciones en sede de tutela, cuando las
partes y los intervinientes tienen pleno conocimiento de las decisiones definitivas
emanadas de la autoridad judicial.
126

Sobre390 la notificación de las providencias proferidas en los procesos de tutela


se ha expresado de manera reiterada que la notificación no puede entenderse
surtida, como parece entenderlo el juez de tutela de instancia, en el momento en
el que se hace el envío de la comunicación con ese propósito, sino cuando ésta
ha sido efectivamente recibida, de manera que solo a partir de ese momento
puede correr el plazo de tres días para la interposición del recurso de apelación.

Procedencia excepcional de la nulidad de sentencias de tutela de la Corte


Constitucional391

En reiterada jurisprudencia la Corte ha señalado que las solicitudes de nulidad


contra de los fallos de la Corte Constitucional sólo pueden prosperar si se
verifica la existencia de circunstancias jurídicas verdaderamente excepcionales.
En efecto, como lo ha sostenido este Tribunal, “el constituyente de 1991 optó por
conferir a los fallos proferidos por esta Corporación en ejercicio del control
jurisdiccional, la singular consecuencia de la cosa juzgada constitucional, es
decir que cuentan con un carácter definitivo, obligatorio para autoridades y
particulares (C.P., arts. 241 y 243), cuya vigencia en forma permanente dentro
del ordenamiento jurídico se fundamenta ‘por razones de seguridad jurídica y en
virtud de la necesidad de que prevalezcan los postulados y valores que consagra
la Carta Magna’392.”393 Sin duda, los problemas jurídicos sobre el alcance y los
efectos de los derechos constitucionales fundamentales suscitan debate en la
medida en que sean tratados desde perspectivas diferentes, pero ello no justifica
que quien este en desacuerdo con un fallo de revisión acuda a solicitar su
nulidad para desencadenar una especie de segunda instancia. Por eso la Corte
ha dicho:

“Con respecto a los posibles desacuerdos acerca de la argumentación de la


sentencia cuya nulidad se solicita, ha dicho esta Corporación:

“Del carácter excepcional de la nulidad, se colige que no constituye


nulidad la discrepancia que tenga la peticionaria sobre criterios jurídicos
que se expresen en el fallo, sobre el estilo empleado por la Sala de
Revisión en la redacción de la sentencia, la mayor o menor extensión de
la misma, o la pertinencia de las citas que se hagan. Por consiguiente, la
opinión de la doctora Abril Chávez sobre la falta de claridad y análisis de
la sentencia y sobre no aportar nada a la jurisprudencia, fuera de ser
expresiones descomedidas, no son razones para revivir un proceso que
ha finalizado. Tampoco lo es la opinión de la peticionaria de que se le ha
denegado justicia; ya que hubo sentencia, la decisión está motivada y el

390 T-062 de 2004. M.P. Alvaro Tafur Galvis.


391 Auto 044 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
392 Corte Constitucional, Auto 013 del 10 de marzo de 1999. (En esta providencia la Corte denegó la solicitud de nulidad
de la sentencia T-057 de 4 de febrero de 1999, proferida por la Sala Primera de Revisión, porque consideró que la
situación que diera lugar al fallo cuestionado era distinta a la de la sentencia SU-039 de 1997. En el primer caso no se
trataba del posible ejercicio simultáneo, en determinadas circunstancias, de la acción de tutela y de la petición de
suspensión provisional de un acto administrativo, posibilidad avalada por la Corte en el fallo de unificación citado, por lo
que resultaba, entre otras razones, inadmisible la pretendida violación de jurisprudencia vigente de Sala Plena).
393 Corte Constitucional, Auto 007 del 26 de enero de 2000. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte Constitucional
denegó la solicitud de nulidad de la sentencia T-898 de 1999, proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar
que no le asistía razón al impugnante con respecto a la supuesta omisión sobre la existencia o inexistencia de errores de
hecho en la apreciación probatoria de la Corte Suprema de Justicia en sentencia de casación, ya que “a los juzgadores de
instancia corresponde el análisis de la cuestión fáctica debatida en el proceso, a la Corte Suprema de Justicia establecer si
por el juzgador de instancia se incurrió en errores de hecho o derecho en la apreciación probatoria si así se denuncia por
el recurrente, asunto este que, en principio no puede ser objeto de la decisión en una acción de tutela (...).”
127
hecho de que la pretensión no hubiera prosperado no significa
denegación de justicia.”394

A través de la solicitud de nulidad no se puede pretender reabrir un debate que


ya ha sido cerrado en las discusiones de la Sala de Revisión o la Sala Plena.”395

La Corte ha señalado que la violación del debido proceso que puede dar lugar a
la nulidad de una sentencia de una Sala de Revisión se puede presentar en
varias hipótesis:

“Por lo tanto, para la pretendida declaración de nulidad de una decisión


adoptada por la Corte, debe demostrarse plenamente la violación al debido
proceso, bien por el desconocimiento de las reglas aplicables al respectivo
procedimiento constitucional a surtir, o bien por la violación de la cosa
juzgada constitucional o por el cambio de jurisprudencia con su decisión, ya
que el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991 exige un pronunciamiento del
pleno de la Corte para que pueda producirse dicho cambio. En tal caso,
habría que expedir las medidas correctivas pertinentes para recobrar la
normalidad de la vigencia del sistema jurídico constitucional que se ha visto
alterado. (Auto 016 de 1 de marzo de 2000 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
Solicitud de nulidad contra la sentencia T-973 de 1999. La Corte resolvió
denegar la solicitud formulada).”

De otra parte, la Corte interpreta restrictivamente las causales de nulidad contra


los fallos judiciales con miras a evitar el abuso de este mecanismo y a poner fin
definitivo a las controversias judiciales. Ha dicho la Corte a este respecto:

“En la Corte Constitucional se han tramitado nulidades, aún después de


proferido el fallo; pero la Corporación ha advertido que “debe adoptarse el
máximo de cuidado, porque de lo contrario se podrían cometer injusticias,
perderían seriedad los fallos y se podría usurpar jurisdicción al revivir
procesos legalmente concluidos” 396.

En particular ha insistido la Corte que “la sola circunstancia de que el actor o


alguno de los intervinientes dentro del proceso no compartan los argumentos
expuestos por la Corporación en su providencia no es elemento suficiente para
que pueda prosperar la pretensión de su nulidad” (Auto del 27 de junio de
1996).”397 Respecto del cambio de jurisprudencia como causal de nulidad
específicamente invocada por el solicitante en esta oportunidad, la Corte ha
reiterado lo siguiente:

394 Ver Auto de Sala Plena de 28 de noviembre de 2001 (En esta ocasión la Corte consideró improcedente la solicitud de
nulidad de la sentencia T-1084/01 por considerar que el caso de la accionante no era idéntico al tratado en jurisprudencia
anterior con referencia al respeto del resultado de los concursos para el nombramiento de funcionarios de carrera
administrativa).
395 Corte Constitucional, Auto 13 de febrero de 2002 (En esta ocasión la Corte considero que no había irrespeto a la
jurisprudencia de unificación de la Sala Plena de la Corte Constitucional porque el caso que estudió la Corte en sentencia
SU-1300 de 2001, que denegara la tutela solicitada por el doctor Rodrigo Garativo Hernández, y cuya nulidad solicitaba
este mismo, no tenía precedente alguno en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, además de no haberse
desconocido el debido proceso ni en el trámite ni en la decisión de tutela).
396 Corte Constitucional, Auto 024 de 1994. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte denegó la solicitud de nulidad de la
sentencia T-341 de 1994 por considerar que no pueden invocarse como causal de nulidad las irregularidades en trámites
legales, salvo que éstos se fundamenten en la Constitución. Además, las presuntas incongruencias con interpretaciones
hechas en casos similares o aparentemente similares sean causales de nulidad).
397 Corte Constitucional, Auto A-013 de 1997. (En esta ocasión la Corte denegó la nulidad de la Sentencia T-566 de
1996, proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar que con esta sentencia no se desconoció la jurisprudencia
de Sala Plena, respecto de la personería de los accionantes, trabajadores individualmente considerados, quienes
ejercieron la acción de tutela con el objeto de reclamar reivindicaciones de orden sindical).
128
“1.3 En materia de solicitudes de nulidad contra las sentencias, la Sala
Plena de la Corte Constitucional, con un criterio esencialmente restrictivo ha
declarado su procedencia en situaciones excepcionales. Concretamente,
cuando se vulnera el derecho al debido proceso. Esta Corporación ha
considerado que, en ciertos casos, y dadas determinadas condiciones, es
procedente solicitar la nulidad de una Sentencia dictada por una Sala de
Revisión, cuando ésta cambia la jurisprudencia. Con todo, ha dejado claro
que “(…) la trasgresión implícita en ese motivo de nulidad (1) no puede
contraerse a diferencias accidentales entre casos aparentemente iguales, ni
(2) consiste en la utilización de expresiones en apariencia contrarias a la
doctrina establecida pero sólo aplicables al asunto en estudio, (3) ni
tampoco en la exploración de criterios jurídicos novedosos para dar eficaz
solución a circunstancias excepcionales.”398

La jurisprudencia sobre nulidad de sentencias de la Corte Constitucional399

El artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 prevé que “contra las sentencias de la
Corte Constitucional no procede recurso alguno” y que las nulidades de los
procesos ante la Corte sólo podrán alegarse antes de proferido el fallo,
“únicamente por violación al debido proceso”. No obstante, cuando la
irregularidad alegada nace de la misma sentencia, esta Corporación ha admitido
la posibilidad de solicitar la nulidad de una sentencia con posterioridad a su
emisión.

En materia de sentencias de tutela la jurisprudencia constitucional ha


considerado, de tiempo atrás, la posibilidad de declarar la nulidad de las
sentencias proferidas por las Salas de Revisión, en ciertos eventos realmente
excepcionales, que supongan una grave afectación al debido proceso y previo el
cumplimiento de una exigente carga argumentativa por parte de quien alega la
existencia de una nulidad, en el sentido de explicar de manera clara y expresa
los preceptos constitucionales transgredidos y su incidencia en la decisión
adoptada.

En tal sentido, la Corte Constitucional ha definido jurisprudencialmente las


causales de procedencia de peticiones de nulidad contra sentencias proferidas
por las Salas de Revisión en el siguiente sentido:

“(i) Cuando una Sala de Revisión modifica o cambia el criterio de


interpretación o la posición jurisprudencial fijado por la Sala Plena frente a
una misma situación jurídica. En la medida en que el art. 34 del Decreto
2591 de 1991 dispone que todo cambio de jurisprudencia debe ser decidido
por la Sala Plena de la Corporación, el cambio de jurisprudencia por parte
de una Sala de Revisión desconoce el principio del juez natural y vulnera el
derecho a la igualdad.

(ii) Cuando las decisiones no sean tomadas por las mayorías legalmente
establecidas. Esto ocurre, en los casos en que se dicta sentencia sin que
haya sido aprobada por las mayorías exigidas en el Decreto 2067 de 1991,
el Acuerdo No. 05 de octubre 15 de 1992 y la Ley 270 de 1996.

398 Auto 053 de 14 de febrero de 2001.


399 Auto 068 de 2007. M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
129
(iii) Cuando se presente una incongruencia entre la parte motiva y resolutiva
del fallo, generando incertidumbre con respecto a la decisión tomada. Esto
ocurre, en los casos en que la decisión es anfibológica o ininteligible,
cuando se contradice abiertamente o cuando carece totalmente de
fundamentación en la parte motiva. Cabe precisar que los criterios utilizados
para la adecuación de la sentencia, tanto de redacción como de
argumentación, no configuran violación al debido proceso. Al respecto,
señaló la Corte que: ‘[E]l estilo de las sentencias en cuanto puedan ser más
o menos extensas en el desarrollo de la argumentación no incide en nada
para una presunta nulidad. Además, en la tutela, la confrontación es entre
hechos y la viabilidad de la prosperidad de la acción y nunca respecto al
formalismo de la solicitud como si se tratara de una demanda de carácter
civil’.

(iv) Cuando en la parte resolutiva se profieran órdenes a particulares que no


fueron vinculados al proceso y que no tuvieron la oportunidad procesal para
intervenir en su defensa.

(v) Cuando la Sala de Revisión desconoce la existencia de la cosa juzgada


constitucional respecto de cierto asunto, caso en el cual lo que se presente
de parte de ésta una extralimitación en el ejercicio de las competencias que
le son atribuidas por la Constitución y la ley (...)”400.

No cabe, entonces, entender el incidente de nulidad como una nueva instancia


procesal, en la cual se reabran debates y discusiones culminados en relación
con los hechos y la apreciación de las pruebas, sino tan sólo como un
mecanismo encaminado a salvaguardar el derecho fundamental al debido
proceso. De allí el carácter excepcional que ofrece dicho incidente y la carga que
tiene el accionante de enmarcar adecuadamente su petición dentro de alguna de
las causales reconocidas por la jurisprudencia constitucional, pues si la solicitud
de nulidad no demuestra la existencia de al menos una de dichas causales de
procedencia, la naturaleza excepcional y extraordinaria que identifica este tipo de
incidentes debe conducir a la denegación de la solicitud impetrada.

Así, por elementales razones de seguridad jurídica y de necesidad en la certeza


del derecho, la declaratoria de nulidad de una sentencia de la Corte
Constitucional es excepcional y reviste características particulares. Sobre el
punto la Corte ha afirmado que una decisión de estas características está
sometida al advenimiento de "situaciones jurídicas especialísimas y
excepcionales" que sólo tienen lugar cuando "los fundamentos expuestos por
quien la alega muestran, de manera indudable y cierta, que las reglas
procesales aplicables a los procesos constitucionales, que no son otras que las
previstas en los decretos 2067 y 2591 de 1991, han sido quebrantadas, con
notoria y flagrante vulneración del debido proceso. Ella tiene que ser significativa
y trascendental, en cuanto a la decisión adoptada, es decir, debe tener unas
repercusiones sustanciales, para que la petición de nulidad pueda prosperar.”401

En conclusión, para poder decretar la nulidad en cada caso en concreto es


necesario que se cumplan las exigencias reiteradas y reconocidas por esta
Corporación, es decir que los vicios que se invoquen impliquen una verdadera
400 Auto 162 de 2003.
401 Cfr., Auto del 22 de junio de 1995.
130
afectación del debido proceso, cuya demostración sea “ostensible, probada,
significativa y trascendental, es decir, que tenga repercusiones sustanciales y
directas en la decisión o en sus efectos”402.

Procedibilidad de la solicitud de nulidad de la sentencias de tutela proferidas por


las Salas de Revisión

Adicional a las causales de procedencia, la jurisprudencia constitucional ha


definido los requisitos de procedibilidad de las solicitudes de nulidad dirigidas
contra sentencias proferidas por las Salas de Revisión de Tutelas. Tales
requisitos son esencialmente los siguientes:

a) La presentación oportuna de la solicitud constituye el primer requisito de


procedibilidad del incidente de nulidad de una sentencia de tutela proferida
por una Sala de Revisión. De conformidad con la jurisprudencia
constitucional, el término para proponer o alegar la nulidad de cualquier
sentencia proferida por la Corte Constitucional es de tres (3) días contados
a partir de la notificación de la misma403.

b) El incidente debe ser propuesto por un sujeto que cuente con legitimación
activa para solicitar la nulidad, esto es, la solicitud debe ser presentada por
quien haya sido parte en el trámite de la acción de tutela o un tercero que
resulte afectado por las órdenes proferidas en sede de revisión.

402 Auto 031 A de 2002


403 Sobre el plazo para interponer la solicitud de nulidad de una decisión proferida por la Corte Constitucional se afirma
en el Auto 163A de 2003:
“El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días siguientes a su notificación el
fallo podrá ser impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante
del órgano correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”.
“La Sala considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término dentro del cual se
debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia proferida por esta Corporación que se origine en la
misma, procede hacer uso de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el
artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la sentencia, por considerar
además que se dan los tres (3) presupuestos básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía,
así:
“a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha de presentarse la
solicitud de nulidad de las sentencias que profiera la Corte Constitucional.
“b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos se ataca la decisión o
sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se refieren los dos (2) casos a situaciones de orden
procesal dentro de la acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la
decisión de una instancia o actuación.
“c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la presentación del escrito
de impugnación del fallo es el bien jurídico fundamental y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta
Corporación a establecer un término perentorio para la presentación de la solicitud de nulidad, como es, el
determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el ejercicio de una facultad procesal, en virtud del
principio de la preclusión que orienta en forma general la actividad procesal y en aras de salvaguardar valores
del derecho como la seguridad jurídica y la justicia.
“Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las partes, la sentencia respectiva.
Al respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 establece que las sentencias en que se revise una
decisión de tutela deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de primera
instancia, el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes por el medio que éste considere más expedito
y eficaz de conformidad con lo previsto por el artículo 16 ibídem.
“En conclusión, de conformidad con el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte
Constitucional proferidas en desarrollo de los numerales primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la Constitución Política Colombiana, no procede recurso alguno
ni solicitud de nulidad alguna. Excepcionalmente y como única excepción procede la solicitud de nulidad
contra las sentencias que dicten las Salas de Revisión por irregularidades cometidas en la sentencia; y la
única causal de nulidad es la violación al debido proceso; o sea del artículo 29 de la Constitución. Todas las
irregularidades cometidas antes de la sentencia no pueden ser alegadas, después de producida la sentencia
y quedan saneadas al ser proferida la misma.
“La solicitud de nulidad de las sentencias que profieran las Salas de Revisión de esta Corporación, debe ser
presentada dentro de los tres (3) días siguientes a la notificación de la misma; acto de notificación que
cumple el juez o tribunal que profirió el fallo de primera instancia; debiendo dejar constancia de la fecha de la
notificación y del medio empleado y que el juez consideró más expedito y eficaz de conformidad con lo
previsto en el artículo 16 del Decreto 2591 de 1991.”
131
c) Quien alega la existencia de una nulidad debe cumplir con una exigente
carga argumentativa, en el sentido de señalar de manera clara y expresa la
causal de nulidad invocada, los preceptos constitucionales transgredidos y
su incidencia en la decisión adoptada404.

Artículo 31. Impugnación del fallo.

Del término para impugnar las sentencias de tutela405

En relación con lo expuesto, esta Corporación ha sostenido que la impugnación


de las providencias de tutela constituye un derecho de rango constitucional, a
través del cual se busca que el superior jerárquico de la autoridad judicial que
realizó el pronunciamiento, evalúe nuevamente los argumentos debatidos y
adopte una decisión definitiva, ya sea confirmando o revocando la sentencia de
primera instancia. Precisamente, la Corte ha determinado que:

"...Dispone el artículo 86, inciso 2°, de la Constitución Política, refiriéndose


al fallo mediante el cual se resuelve acerca de una acción de tutela: '...podrá
impugnarse ante el juez competente...'...
.
...Como lo dijo esta misma Sala en auto del 7 de septiembre de 1993,
estamos ante un derecho, reconocido directamente por la Carta a las partes
que intervienen dentro del proceso, para que, si la decisión adoptada no es
favorece o no les satisface, acudan ante el juez competente según la
definición que haga la ley - el superior jerárquico correspondiente, al tenor
del articulo 32 del Decreto 2591 de 1991 -, en solicitud de nuevo estudio del
caso. Se trata, pues, de un derecho de naturaleza constitucional cuyo
ejercicio no depende de la procedencia o improcedencia de la acción..."
(Sentencia T-034 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
Subrayado por fuera del texto original).

Sin embargo, el ejercicio oportuno del derecho de impugnación exige su


interposición dentro del término perentorio que establece el artículo 31 del
Decreto 2591 de 1991, es decir: “Dentro de los tres días siguientes a la
notificación del fallo (...)”. Al respecto, resulta trascendental el pronunciamiento
efectuado por esta Corporación, en relación con la forma de contar dicho
término. Así, la Corte ha señalado que:

“Por último, cabe advertir que la notificación por telegrama a que hacen
referencia las normas citadas, debe realizarse teniendo en cuenta que por
este medio el peticionario pueda enterarse pronta y eficazmente de la
sentencia de tutela. Respecto del término para impugnar el fallo, conviene
remitirse a lo dispuesto en el artículo 4o. del decreto 306 de 1992 donde se
señala que para ‘la interpretación de las disposiciones sobre trámite de la
acción de tutela previstas por el Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los
principios generales del Código de Procedimiento Civil, en todo aquello en
que no sean contrarios a dicho Decreto’. Con base en lo anterior, es
necesario remitirse al artículo 120 C.P.C. que prevé: ‘Todo término
comenzará a correr desde el día siguiente al de la notificación de la

404 Cfr. Autos 162/03, A-146A/03, A-029A y A031A de 2002, A-256/01. Ver también los autos 232/01, 053/01, 082/00,
050/00, 074/99, 013/99, 026ª/98, 022/98, 053/97, 033/95 y 008/93.
405 Auto 091 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
132
providencia que la conceda (...)’. De acuerdo con lo anotado, se puede
afirmar que el deber del juez se limita a enviar el telegrama a la dirección
que el interesado ha señalado en su petición, contándose el término de
impugnación a partir del día siguiente en que se haya efectivamente
recibido, siempre y cuando esto sea plenamente demostrable, o, en su
defecto, a partir del día siguiente de su envío, según la constancia que se
encuentre en el expediente”406.

En otra oportunidad, esta Corporación sostuvo:

“...sólo cuando la persona efectivamente recibe el telegrama por medio del


cual conoce de la existencia del fallo, surte los efectos la notificación, por lo
que los tres días de que trata la norma ibídem [artículo 31 del decreto 2591
de 1991] deberán empezar a contarse a partir del día siguiente a aquel en
que la persona efectivamente conoció o recibió el telegrama...”407.

Así las cosas, solamente cuando la persona notificada recibe el telegrama, es


decir, cuando efectivamente puede conocer la decisión, empieza a correr el
término de tres días de que dispone el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991,
para impugnar la determinación de instancia.

La408 notificación del auto que concede la impugnación es una garantía


necesaria para que las partes y los demás intervinientes que no impugnaron la
decisión ejerzan el derecho de defensa y soliciten la práctica de pruebas dentro
del trámite de la segunda instancia de la acción de tutela. En esa medida, la
omisión del juez de llevar a cabo la notificación puede constituir una vulneración
del derecho al debido proceso de quienes no fueron notificados de conformidad
con las normas que regulan el procedimiento respectivo.

Artículo 32. Trámite de la impugnación.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...32, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Sentencia C-1716 de 2000409. Declarar EXEQUIBLE el aparte acusado del


artículo 32 del Decreto 2591 de 1991.

La410 Sentencia C-018 de 1993, al estudiar la palabra "eventual" en lo que hace a


la revisión de sentencias de tutela, resolvió en parte el cuestionamiento
planteado por el actor que hoy se evalúa. Luego de examinar las disposiciones
constitucionales y legales que obligan a la Corte en el contexto de la revisión de
los fallos producidos por los jueces de instancia en todo el país, concluyó:

"En ninguna parte del [artículo] 241.9 [de la Constitución] se está


consagrando la obligatoriedad de la revisión de todos los fallos de tutela y
(...), sólo en gracia de discusión, [la Corte] entrará a rebatir los argumentos

406Sentencia T-225 de 1993.


407 Auto 13 de 1994.
408 Auto 301 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
409 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
410 C-1716 de 2000.
133
del actor, así: es más importante, en razón de su contenido y alcances, la
revisión eventual que la obligatoria, porque justamente la labor de la Corte
en materia de tutela es de orientación, consolidación de la jurisprudencia y
pedagogía constitucional, todo lo cual se logra más eficientemente con unos
fallos preseleccionados por su importancia y su carácter paradigmático, que
con toda una suerte de sentencias obligatorias y numerosas, la mayoría de
las cuales terminarían siendo una repetición de casos idénticos, que
convertirían a la Corte Constitucional en una tercera instancia ahogada en
un mar de confirmaciones de sentencias."

Este argumento resolvió el cuestionamiento hecho por el actor en ese entonces,


a la objeción que éste presentó sobre el carácter "eventual" de la revisión de los
fallos de tutela; justificó el pronunciamiento de fondo sobre ciertos casos y no
sobre todos en dos hechos: no existe obligación de revisar cada uno de los
casos de tutela que llegan a la Corte Constitucional, y es mucho más fructífero y
efectivo el trabajo que se hace con unos pocos casos significativos e
importantes.

El proceso de selección de tutelas para revisión. El demandante equipara la


revisión eventual de los fallos de tutela a una "selección al azar". Esto en nada
corresponde al tratamiento que se da a los expedientes de tutela que, por
mandato de los artículos 86 y 241-9 de la Carta Política llegan a revisión
obligatoria en la Corte Constitucional. De acuerdo con el Reglamento Interno de
la Corporación,411 cada mes dos Magistrados integran una Sala de Selección, y
tienen a su cargo la escogencia de los expedientes de tutela para revisión.
Tendente a llevar a cabo esta función, la Secretaría General de la Corte les
suministra reseñas esquemáticas de todas las tutelas que llegan a la Corte
durante el mes anterior, es decir, de TODOS los expedientes que corresponden
a las demandas de este tipo que se presentan en el país. Esa reseña es el
sucinto y conciso recuento de cada proceso, resultado de un cuidadoso examen
del expediente: el encargado de analizar el caso, a más de consignar sus datos
básicos de identificación (nombre del actor, demandado, derecho invocado,
hechos de la demanda) revisa los fallos de instancia, las pruebas en que se
sustentan, y realiza una anotación en caso de encontrar una posible violación a
los derechos fundamentales de quien interpone la tutela.. Dado que en estas
"Salas de Selección" la gran mayoría de fallos son excluidos de revisión
posterior, existe la posibilidad de insistir en el estudio del caso por la Corte:
cualquier Magistrado o el Defensor del Pueblo puede solicitar, por iniciativa
propia o atendiendo la petición de un ciudadano, la elección de un expediente

411 Adoptado por el Acuerdo 01 de 1992; adicionado por los Acuerdos 03 y 04 de 1992 y de nuevo codificado por el
Acuerdo 05 de 1992. Posteriormente, adicionado por los Acuerdos 01 de 1995, 01 de 1996, 01 de 1997, 01 de 1999 y 01
de 2000. En particular, ver el Capítulo XIII, "De la revisión de las sentencias de tutela", artículo 49.
134
412
para revisión por la Corte, si considera que el caso lo amerita. Los integrantes
de la Sala de Selección, nuevamente tienen la última palabra.

Los expedientes no seleccionados. El demandante se queja de que "queda sin


revisión una cantidad mayor a la seleccionada"; pero ello no quiere decir que los
involucrados en esos casos estén "en el limbo a donde no llega la aplicación de
justicia", pues las razones para ‘descartar’ un expediente, tal y como puede
deducirse de la explicación anterior, no tienen que ver con criterios
discriminatorios, el azar o la ligereza en el examen de los casos. Cada uno de
los fallos que llega a la Corte es estudiado, pero no todos ameritan revisión, y la
razón es simple: la gran mayoría de ellos contiene decisiones de instancia que
son correctas, y la protección de un derecho, o su negación, han sido ordenadas
de acuerdo con la Carta y la jurisprudencia de esta Corporación. En esa medida,
resultaría inoficioso, y contrario a los principios de igualdad, economía y
eficiencia, que la Corte se pronunciara expresamente sobre cada uno de los
casos que le son remitidos. A través del mecanismo descrito, la Corte revisa a
fondo cada una de las decisiones que a ella llegan y, si detecta la vulneración de
algún derecho o principio fundamental, que no fue identificada por el juez de
instancia, o la orden impartida por este último no restablece por completo los
derechos vulnerados, retoma el caso y se pronuncia expresamente para
subsanar el error. Al respecto ha dicho la Corporación:

"El artículo 86 de la Constitución consagra la revisión eventual, por esta


Corte, de las decisiones proferidas por los jueces en materia de tutela. Se
trata, a la luz del precepto superior, de un examen constitucional que recae
sobre las providencias judiciales que han resuelto en materia de amparo. La
Corte, que tiene a su cargo la guarda de la integridad y supremacía de la
Carta Política, verifica la conformidad de esas determinaciones con los
principios y fundamentos de la Constitución Política, con el objeto de
unificar la jurisprudencia y para trazar pautas doctrinales que permitan la
solución, con arreglo a los mandatos supremos, de posteriores casos,
similares a los ya vistos. En tal sentido, los casos concretos que los jueces
de tutela ya han estudiado y sobre los cuales han proferido decisión,
favorable o desfavorable a la protección pedida, no constituyen el motivo
primario de la revisión constitucional. El objetivo del análisis que emprende
la Corte es el de arrojar luz sobre el alcance y contenido sistemático de las
normas fundamentales relativas a derechos de esa misma índole,
formulando las directrices de interpretación y aplicación que han de ilustrar
412 “Según el artículo 33 del decreto 2591 de 1991,[declarado exequible por la Corte en Sentencia C-018/93] es facultad
de la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que serán objeto de revisión. En tal virtud,
las peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de tutela, serán respondidas por el
secretario general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).”
(…)
“Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992) [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano),
se resolvió no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).” [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió
no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
135
sucesivas decisiones judiciales. Ello, a propósito de los casos escogidos,
que son paradigmas de los cuales parte la Corte para establecer su doctrina
constitucional y la jurisprudencia.

Claro está, si el caso tomado por la Corte como ejemplo para sentar su
doctrina ha sido resuelto en contravía de la Constitución, es preciso que
corrija la providencia dictada y, asumiendo el papel de juez de tutela en
concreto, disponga lo necesario para ajustar la decisión a la Carta Política.
La Corte ejerce por este camino una de las más importantes formas de
control de constitucionalidad, que recae en principio sobre actos judiciales y
que se proyecta, a través de la doctrina y la jurisprudencia que trace, sobre
el futuro entendimiento y aplicación de la Carta, en procesos y actuaciones
posteriores, por todos los órganos y funcionarios del Estado y por los
particulares. Así, pues, la revisión ante la Corte no es una instancia
adicional a las ya surtidas ni constituye un momento procesal forzoso que
pudiera tenerse como aplicable a todas las controversias de tutela. Por
tanto, la selección de casos singulares para revisión constitucional no es un
derecho de ninguna de las partes que han intervenido en los procesos de
amparo, ni tampoco de los jueces que acerca de ellos han resuelto. La
Corte Constitucional revisa esos fallos "eventualmente", como lo dice la
Constitución, es decir, puede no revisarlos, si no lo tiene a bien, y la
decisión de no hacerlo es discrecional, de manera que no se quebranta
derecho subjetivo alguno por decidir la Corte que se abstiene de escoger un
determinado proceso con tal fin. En esas ocasiones, el efecto jurídico de la
no selección es concretamente el de la firmeza del fallo correspondiente,
bien que haya sido de primera instancia, no impugnado, o de segundo
grado.”413

Valga414 anotar que el asunto que en este acápite se analiza no es asimilable a la


situación que se presenta cuando la Corte Constitucional, a través de su
correspondiente Sala de Selección, se abstiene de escoger un fallo de tutela
para su revisión. En este caso no se trata de analizar las razones que la parte
interesada aduce con el propósito de invalidar una sentencia que considera
viciada, pues no se está en presencia de recurso alguno. Lo que hace la Corte
es ejercer una potestad que directamente le confiere la Constitución de
establecer si en un determinado fallo, al contradecir una doctrina sentada por la
Corporación, se ha desconocido un derecho fundamental del actor y, por
contera, se ha vulnerado, por ese mismo hecho, el principio de igualdad. No hay
de por medio una demanda cuyo petitum deba ser analizado y respondido
mediante una sentencia de mérito, que acoja o deseche las razones del actor. Es
el propio Constituyente el que ha dispuesto que el proceso de tutela concluya en
la segunda instancia, si hay impugnación, o en la primera si no la hay, y que la
revisión eventual por la Corte tenga por objeto el que arriba se anotó.

El valor de la revisión de los fallos de tutela por la Corte Constitucional415

La Constitución misma previó un proceso especial contra cualquier falta de


protección de los derechos fundamentales: la revisión de las sentencias de tutela
proferidas por los jueces constitucionales (art. 86 inciso 2º C.P.). La revisión que
413 Auto 027/98. En este mismo sentido, ver la Sentencia T-424/95 y el Auto 034/96.
414 C-252 de 2001. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
415 SU.1219 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
136
lleva a cabo la Corte Constitucional incluye las vías de hecho de los mismos
jueces de tutela. Se trata de un mecanismo especial para garantizar el cierre del
sistema jurídico por el órgano constitucional encargado de salvaguardar la
supremacía de la Constitución. La revisión de las sentencias de tutela abarca
tres dimensiones: 1) el deber de remitir a la Corte Constitucional la totalidad de
los fallos de tutela adoptados por los jueces de la República para su eventual
revisión; 2) los efectos de la decisión de la Corte respecto de cada uno de los
casos a ella remitidos y 3) el ámbito del control ejercido por la Corte cuando
decide revisar un fallo de tutela.

Primero, el deber de remisión de todos los fallos de tutela a la Corte


Constitucional obedece a la necesidad de que sea un órgano centralizado al cual
se le confió la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución el que
finalmente determine cuáles son los fallos de tutela que representan una
aplicación adecuada de los derechos constitucionales y así ejerza la tarea de
unificación jurisprudencial en materia de derechos fundamentales y de desarrollo
judicial de la Constitución. Con esta decisión el Constituyente ha creado el
mecanismo más amplio, y a la vez eficaz, para evitar que los derechos
fundamentales no obtengan la protección que merecen como principios
medulares de la organización política colombiana. Es así como la Corte
Constitucional debe mirar la totalidad de las sentencias de tutela, bien sea para
seleccionar las sentencias que ameritan una revisión o para decretar su no
selección pero en cualquiera de estos dos eventos debe estudiar el fallo de
instancia y adoptar una decisión al respecto. Por otra parte, en el proceso de
selección, cualquier persona tiene la posibilidad de elevar una petición ante la
Corte para que una determinada sentencia sea escogida porque, a su juicio,
incurrió en un error, incluso si éste no tiene la entidad y la gravedad para
constituir una vía de hecho.416

Segundo, la decisión de la Corte Constitucional consistente en no seleccionar


para revisión una sentencia de tutela tiene como efecto principal la ejecutoria
formal y material de esta sentencia, con lo que opera el fenómeno de la cosa
juzgada constitucional. Salvo la eventualidad de la anulación de dicha sentencia
por parte de la misma Corte Constitucional de conformidad con la ley, la decisión
de excluir la sentencia de tutela de la revisión se traduce en el establecimiento
de una cosa juzgada inmutable y definitiva. De esta forma se resguarda el
principio de la seguridad jurídica y se manifiesta el carácter de la Corte
Constitucional como órgano de cierre del sistema jurídico. Tercero, el ámbito del
control que ejerce la Corte cuando adelanta el proceso de selección de fallos de
tutela es mucho más amplio que el efectuado respecto de las vías de hecho. En
otras palabras, la Corte no se limita a seleccionar los fallos de tutela arbitrarios,
sino que además escoge fallos que así no se hayan situado en los extramuros
del orden jurídico, representan interpretaciones de los derechos que plantean un
problema valioso para el desarrollo jurisprudencial de la Constitución ya que el
Decreto 2591 le confiere esa facultad. Pero, obviamente, cuando un fallo de
tutela constituye una vía de hecho, éste es contrario a la Constitución y existen
poderosas razones para que forme parte de las sentencias de instancia
seleccionadas para ser revisadas por esta Corte. Así la institución de la revisión
se erige, además de las funciones ya mencionadas, como una control específico
e idóneo de los fallos de instancia que violan de manera grosera la Constitución,

416 Así lo hacen diariamente muchas personas, cuyos memoriales son estudiados al momento de analizar el expediente
antes de elaborar el informe que la Unidad de Tutela le presenta a los magistrados para que estos seleccionen los fallos
que habrán de ser revisados.
137
esto es, son una vía de hecho. El procedimiento de revisión es, por tanto, un
mecanismo expresamente regulado en la Constitución con el fin de brindar una
protección óptima a los derechos fundamentales en atención a la importancia
que ellos tienen para las personas y el sistema democrático y constitucional de
derecho. Ninguna otra acción, sea constitucional o legal, goza de un mecanismo
equivalente al de la revisión de la decisión judicial. Y no podía ser de otra
manera, dada la función confiada a la la Corte Constitucional para la constante
defensa de los derechos fundamentales.

Cosa juzgada constitucional y cosa juzgada ordinaria

Admitir que los fallos de tutela definitivamente decididos o excluidos para


revisión sean luego objeto de una nueva acción de tutela, sería como instituir un
recurso adicional ante la Corte Constitucional para la insistencia en la revisión de
un proceso de tutela ya concluido, lo cual es contrario a la Constitución (art. 86
C.P.), a la ley (art. 33 del Decreto 2591 de 1991) y a las normas reglamentarias
en la materia (arts. 49 a 52 del Reglamento Interno de la Corte Constitucional).
Las Salas de Selección de la Corte Constitucional, salvo sus facultades legales y
reglamentarias, no tienen la facultad de seleccionar lo que ya ha sido excluido de
selección para revisión ni una acción de tutela contra uno de sus fallos de tutela.
Esto por una poderosa razón. Decidido un caso por la Corte Constitucional o
terminado el proceso de selección para revisión y precluido el lapso establecido
para insistir en la selección de un proceso de tutela para revisión (art. 33 del
Decreto 2591 de 1991 y art. 49 a 52 del Reglamento Interno de la Corte
Constitucional417), opera el fenómeno de la cosa juzgada constitucional (art. 243
numeral 1 C.P.). Una vez ha quedado definitivamente en firme una sentencia de
tutela por decisión judicial de la Corte Constitucional, no hay lugar a reabrir el
debate sobre lo decidido.

De418 conformidad con lo establecido en el artículo 241 de la Constitución


Política de 1991, a la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad
y supremacía de la Constitución, “en los estrictos y precisos términos” señalados
en la norma, en consecuencia la atribución de competencias dada a la Corte
Constitucional, fue regulada íntegramente por el Constituyente en la Carta
Política y emana directamente de sus preceptos. En desarrollo de la
competencia conferida en los artículos 86 y 241 numeral 9º de la Carta y en los
417 Reglamento Interno de la Corte Constitucional, Artículo 49. Sala de Selección de Tutelas. (…) Según el artículo 33 del
decreto 2591 de 1991, es facultad de la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que
serán objeto de revisión. En tal virtud, las peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de
tutela, serán respondidas por el secretario general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de
Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).
Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992)
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder a
la petición de nulidad de este artículo.
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder a
la petición de nulidad de este artículo.
418 Auto 012 de 2004. Sala Plena.
138
artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Corte Constitucional tiene la
función de revisar de manera eventual, las decisiones judiciales relacionadas
con la acción de tutela de los derechos constitucionales y en cumplimiento de
esta función ejerce su papel como supremo guardián de los derechos y
libertades fundamentales. De acuerdo con lo regulado en el artículo 33 del
Decreto 2591 de 1991, para la revisión de los fallos de tutela, se designará dos
de sus magistrados para que seleccionen, “sin motivación expresa y según su
criterio”, las sentencias de tutela que habrán de ser revisadas.

La revisión eventual por parte de la Corte Constitucional no configura una tercera


instancia, pues como se afirmó en Auto de Agosto 1º de 1996: “…no ha sido
prevista por la Constitución para dar a las partes nueva posibilidad de atacar las
determinaciones judiciales de primero y segundo grado. Su sentido y razón
consisten en asegurar que, por parte del tribunal que tiene a su cargo la guarda
de la integridad y supremacía de la Carta Política, se unifiquen los criterios con
base en los cuales ella se interpreta y aplica en materia de derechos, se elabore
la doctrina constitucional y se tracen las pautas de la jurisprudencia, a propósito
de casos paradigmáticos, sobre el alcance de los principios, postulados,
preceptos y reglas de la constitución, corrigiendo de paso, si hay lugar a ello, las
desviaciones y errores de equivocadas interpretaciones y decisiones judiciales.”
Así entonces, en materia de revisión de las Sentencias de tutela por la Corte
Constitucional, la Constitución no ordena a esta Corporación seleccionar y
revisar todos los fallos de tutela como lo afirma el peticionario, sino que le
concede libertad en la escogencia en forma autónoma y discrecional, según los
criterios y los objetivos que ella misma determine o los que juzgue pertinentes
para la protección de los derechos fundamentales.

Esta discrecionalidad implica que la Corte tiene plena libertad para determinar
cuáles procesos son estudiados por ella, sin que la ley, ni ninguna otra
regulación de menor jerarquía, puedan obligarla a seleccionar un determinado
caso de tutela, o una cierta cantidad de los mismos. En Sentencia C-037 de
1996, la Corte precisó que la facultad de selección es “una atribución libre y
discrecional de la Corporación para revisar los fallos de tutela que sean
remitidos por los diferentes despachos judiciales, con el fin de unificar la
jurisprudencia sobre la materia y de sentar bases sólidas sobre las que los
demás administradores de justicia se puedan inspirar al momento de
pronunciarse acerca de los derechos fundamentales dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”.

Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las sentencias
unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos, encauzando así la
labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos temas donde no haya
alguna posición de la plenaria, las salas de revisión cuentan con un amplísimo
margen de análisis, pues además de crear la jurisprudencia, establecen los
parámetros que deberán atender los jueces de instancia. En consecuencia, la
labor sistémica de la Corte no está reservada solamente a la Sala Plena, sino
también a cada una de las Salas de Revisión. Por último es preciso reiterar que
la facultad discrecional de revisión implica también que el papel de la Corte no
consiste en corregir todos los eventuales errores en que hayan podido incurrir los
jueces al decidir los casos, sino que busca unificar la doctrina sobre el alcance
de los derechos fundamentales. En la Sentencia T-269 de 1995, ha dicho esta
Corporación: “El objetivo primordial de la revisión eventual, mucho más allá de la
139
resolución específica del caso escogido, es el análisis de fondo sobre la manera
como se ha interpretado y aplicado por los jueces la preceptiva constitucional y
la definición que hace la Corte, en el plano doctrinal, acerca de cómo debe
entenderse y aplicarse en casos posteriores en los que surja el mismo debate, a
propósito de hechos o circunstancias regidas por idénticos preceptos.

Por supuesto, es indispensable que el caso particular, a partir de ese examen,


sea también resuelto por la Corte, bien confirmando, ya modificando o
revocando los fallos de instancia. Pero tal resolución no es el único ni el más
importante propósito de la revisión y viene a ser secundario frente a los fines de
establecimiento de la doctrina constitucional y de unificación de la jurisprudencia,
que tienen un sentido institucional y no subjetivo.” Así entonces, contra los autos
proferidos por las Salas de Selección no procede causal alguna de nulidad, toda
vez que la escogencia de los casos de revisión, constituye un trámite “eventual”
(Art.86 C.P.), realizado “sin motivación expresa y según su criterio” (Art. 33 Dto.
2591/91), fundamentado en precisas facultades que le confieren a esta
Corporación discrecionalidad, libertad y autonomía, de conformidad con los
criterios y los objetivos que ella misma determine.

Artículo 33. Revisión por la Corte Constitucional

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...33 ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Decreto 262 de 22 de febrero de 2000. ARTÍCULO 7°. Funciones. El Procurador


General de la Nación cumple las siguientes funciones: ...12. Solicitar ante la
Corte Constitucional la revisión de fallos de tutela, cuando lo considere
necesario en defensa del orden jurídico, el patrimonio público o de los derechos
y garantías fundamentales.

Artículo 34. Decisión en Sala.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...34 del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Unificación de jurisprudencia de tutela419. Se tacha de inconstitucionalidad la


unificación de la jurisprudencia de tutela por parte de la Corte Constitucional,
pues, al sentir de los actores, ello contraría el artículo 230 de la Carta, según el
cual la jurisprudencia es criterio auxiliar pero no obligatorio para los jueces. En la
norma acusada se regula el tema relativo a las sentencias de la Corte
Constitucional en materia de revisión de tutelas y no a los demás asuntos de
constitucionalidad de que trata el artículo 241 de la Carta. Con el artículo 34 del
Decreto 2591 de 1991 se busca específicamente unificar las sentencias de
revisión de tutela de la Corporación. Ello por cuanto la jurisprudencia de la Corte
debe ser universal, coherente y consistente, con el ánimo de realizar el principio
de igualdad material (art. 13 de la Carta), en virtud del cual se debe conferir igual
tratamiento a situaciones similares, así como propiciar un mínimo de certeza en
el tráfico jurídico. Tales atributos de la jurisprudencia constitucional requieren de
419 C-018/93.
140
la existencia de un mecanismo de unificación, toda vez que la Corte
Constitucional, de conformidad con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto 2591 de
1991, falla los asuntos de tutela mediante las diferentes salas de revisión, cada
uno de ellas encabezada por uno de los Magistrados de la Corporación, de
suerte que existen tantas salas de revisión de sentencias de tutela como
Magistrados de la Corte. Por eso no es de extrañar que en un punto concreto del
discurso jurídico constitucional no exista unidad de criterios entre una y otra sala
de la Corporación. Tal fenómeno es perfectamente viable y natural. Para resolver
entonces la falta de unidad que producirían pronunciamientos disímiles de las
distintas salas de revisión de tutela es que se ha establecido justamente la
norma acusada. De allí su pertinencia, su razonabilidad y su constitucionalidad.
Lo anterior adquiere mayores dimensiones si se tiene en cuenta que la revisión
de sentencias de tutela por parte de la Corporación es eventual, esto es, no se
revisan todas las sentencias sino tan sólo aquellas que sean seleccionadas por
tener un carácter paradigmático. Tal carácter tiene dos implicaciones: es
obligatorio y es didáctico. Lo obligatorio proviene de los artículos 243 de la Carta
y 46 del Decreto 2067 de 1991; lo didáctico del artículo 41 idem. Por tanto mal
haría la Corte en contribuir a la didáctica constitucional mediante sentencias
contradictorias, que antes que educar desorientan y crean confusión. Para ello
entonces se creó el mecanismo unificador regulado en la norma que nos ocupa.
Ahora bien, del hecho de que la Corte disponga de instrumentos para solucionar
los problemas resultantes de sentencias contradictorias no se sigue necesaria y
fatalmente que los demás jueces de la República tengan forzosamente que
seguir dicha jurisprudencia. Una cosa no conduce a la otra. Por otra parte la
norma acusada es concordante con el artículo 243 de la Constitución, que dice:
Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control jurisdiccional hacen tránsito a
cosa juzgada constitucional.

Ahora bien, la fuerza jurídica de las sentencias de revisión de tutela de la Corte


está relacionada con la función que cumple la jurisdicción constitucional en
materia de defensa y protección de los derechos fundamentales. La competencia
de revisión eventual y autónoma (CP art. 241.9) depositada en la Corte
Constitucional -como cabeza de la jurisdicción constitucional, supremo guardián
y máximo intérprete de la Carta-, hace que el interés principal de las sentencias
de revisión no sea resolver el caso específico sino sentar una doctrina cuyo
destinatario es el país entero, de forma que la sujeción a ésta por parte de las
autoridades y los particulares vaya forjando una cultura de respeto de los
derechos fundamentales. Aún cuando los efectos jurídicos emanados de la parte
resolutiva de un fallo de revisión solamente obligan a las partes, el valor doctrinal
de los fundamentos jurídicos o consideraciones de estas sentencias trasciende
el asunto revisado. La interpretación constitucional fijada por la Corte determina
el contenido y alcance de los preceptos de la Carta y hace parte, a su vez, del
"imperio de la ley" a que están sujetos los jueces según lo dispuesto en el
artículo 230 de la Constitución. La Corte Constitucional ejerce una función
democrática primordial al revisar las sentencias de tutela y al fijar con su doctrina
los valores políticos acogidos por el constituyente, de forma que los derechos
fundamentales sean actualizados constantemente y se racionalice la solución de
los conflictos sociales. La jurisdicción constitucional, por medio de su
jurisprudencia y su doctrina, es un importante mecanismo de integración política
y social. Las decisiones de tutela de la Corte Constitucional, se reitera, no se
limitan a resolver el conflicto particular sino que tienen un efecto pedagógico que
afianza y arraiga el papel rector de la Constitución en el arbitraje social y la
regulación de la vida en comunidad. La jurisprudencia constitucional de
141
derechos fundamentales cumple así una triple función legitimadora: es marco de
referencia para las autoridades y los particulares, asegura la efectividad de los
derechos, principios y deberes consagrados en la Constitución y genera el
consenso social indispensable para la convivencia pacífica. En este contexto y
no en otro es que debe entenderse la fuerza jurídica de las sentencias de
revisión que profiere la Corte Constitucional.

De420 conformidad con la jurisprudencia de esta Corte,421 para que un cambio


jurisprudencial no se considere arbitrario, éste debe obedecer a razones
poderosas que lleven no sólo a modificar la solución al problema jurídico
concreto sino que prevalezcan sobre las consideraciones relativas al derecho a
la igualdad y a la seguridad jurídica que invitarían a seguir el precedente. 422
Dentro de tales razones la Corte encuentra que, en este caso, las más
pertinentes aluden a los siguientes puntos:

i. Un cambio en el ordenamiento jurídico que sirvió de referente normativo para la


decisión anterior, lo cual también incluye la consideración de normas adicionales
a aquellas tenidas en cuenta inicialmente.

ii. Un cambio en la concepción del referente normativo debido, no a la mutación


de la opinión de los jueces competentes, sino a la evolución en las corrientes de
pensamiento sobre materias relevantes para analizar el problema jurídico
planteado.

iii. La necesidad de unificar precedentes, por coexistir, antes del presente fallo,
dos o más líneas jurisprudenciales encontradas.

iv. La constatación de que el precedente se funda en una doctrina respecto de la


cual hubo una gran controversia.423

Precedente en Sentencia de constitucionalidad. Al existir un fallo previo sobre la


misma materia de que trata la presente demanda, pero que fue declarado
exequible, nos encontramos ante un precedente respecto del cual la Corte tiene
diversas opciones. La primera, es seguir el precedente, en virtud del valor de la
preservación de la consistencia judicial, de la estabilidad del derecho, de la
seguridad jurídica, del principio de la confianza legítima y de otros valores,
principios o derechos protegidos por la Constitución424 y ampliamente

420 C-228 de 2002. Ms. Ps. Manuel José Cepeda Espinosa y Eduardo Montealegre Lynett.
421 Corte Constitucional, Sentencia C-194/95. Aclaración de Voto de Eduardo Cifuentes Muñoz, Alejandro Martínez
Caballero y Vladimiro Naranjo Mesa. En la aclaración de voto, , los magistrados firmantes señalan que para justificar un
cambio jurisprudencial (overruling) “es necesario que el tribunal aporte razones que sean de un peso y una fuerza tales
que, en el caso concreto, ellas primen no sólo sobre los criterios que sirvieron de base a la decisión en el pasado sino,
además, sobre las consideraciones de seguridad jurídica e igualdad que fundamentan el principio esencial del respeto del
precedente en un Estado de derecho.”
422 Corte Constitucional, Sentencia C-836/01.(Aclaración de Voto de Manuel José Cepeda Espinosa y Marco Gerardo
Monroy Cabra, así como Salvamentos de Voto de Jaime Araujo Rentería, Alfredo Beltrán Sierra, Alvaro Tafur Galvis y
Clara Inés Vargas Hernández). En este fallo, la Corte examinó la constitucionalidad del artículo 4º de la ley 169 de 1.896,
que regula la figura de la doctrina probable. Luego de analizar la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia como juez de casación, esta Corporación señaló tres razones que justificaban un cambio de jurisprudencia: 1)
cuando había un cambio en la legislación y era necesario modificar la jurisprudencia para no contrariar la voluntad del
legislador; 2) cuando se había producido un cambio sustancial en la situación social, política o económica de tal forma
que la ponderación e interpretación del ordenamiento, tal como lo venía haciendo la Corte Suprema de Justicia, no
resultara ya adecuado para responder a las exigencias sociales; y 3) cuando ese cambio fuera necesario para unificar y
precisar la jurisprudencia sobre un determinado tema.
423 Alexy, Robert. Precedent in the Federal Republic of Germany. En Interpreting Precedents, MacComick D. N. &
Summers R. S, Editores. Editorial Darmouth, 1997, páginas 52 a 59.
424 Sobre la aplicación del concepto de precedentes en sistemas no anglosajones y su relación con el concepto de cosa
juzgada, en especial en Alemania, España, Francia e Italia, ver Neil MacCormick y Robert Summers (Ed), Interpreting
precedents. París, Ashgate Darmouth, 1997.
142
425
desarrollados por la jurisprudencia de esta Corte . La segunda alternativa es
apartarse del precedente, esgrimiendo razones poderosas para ello que
respondan a los criterios que también ha señalado la Corte en su jurisprudencia,
para evitar la petrificación del derecho y la continuidad de eventuales errores 426.
También puede la Corte llegar a la misma conclusión de su fallo anterior pero por
razones adicionales o diversas.

Respecto427 de la observancia o aplicación de la doctrina constitucional


consignada en los fallos de tutela, la Corte Constitucional, en la sentencia T-
175/97, reiteró y precisó que la función que cumple la Corte en la revisión de los
fallos de tutela consiste en unificar a nivel nacional los criterios judiciales en la
interpretación y aplicación de las normas constitucionales, precisando el alcance
de los derechos fundamentales, trazando pautas acerca de la procedencia y
desarrollo del amparo como mecanismo de protección y efectividad de los
mismos y estableciendo la doctrina constitucional que es obligatoria para los
jueces en todos los casos en que no haya normas legales exactamente
aplicables al caso controvertido. Igualmente, el principio de autonomía funcional
del juez no implica ni se confunde con la arbitrariedad del fallador al aplicar los
mandatos de la Carta Política. En dicha providencia se insistió en que las pautas
doctrinales que traza la Corte en los fallos de revisión de tutelas "indican a todos
los jueces el sentido y los alcances de la normatividad fundamental y a ellas
deben atenerse" (Cfr. Sentencia T-260 de 1995), por lo cual, cuando, no
existiendo norma legal aplicable al caso controvertido, ignoran o contrarían la
doctrina constitucional no se apartan simplemente de una jurisprudencia -como
podría ser la penal, la civil o la contencioso administrativa- sino que violan la
Constitución, en cuanto la aplican de manera contraria a aquella en que ha sido
entendida por el juez de constitucionalidad. Igualmente, se puso de presente que
la Corte Constitucional interpreta los preceptos fundamentales y señala sus
alcances cuando revisa las sentencias proferidas al resolver sobre acciones de
tutela, toda vez que en tales ocasiones, sin perjuicio del efecto particular e inter
partes del fallo de reemplazo que deba dictar cuando corrige las decisiones de
instancia, fija el sentido en que deben entenderse y aplicarse, consideradas
ciertas circunstancias, los postulados y preceptos de la Constitución. Finalmente,
se ha reiterado que resultaría inútil la función de revisar eventualmente los fallos
de tutela si ello únicamente tuviera por objeto resolver la circunstancia particular
del caso examinado, sin que el análisis jurídico constitucional repercutiera, con
efectos unificadores e integradores y con algún poder vinculante, en el quehacer
futuro de los jueces ante situaciones que por sus características respondan al
paradigma de lo tratado por la Corte en el momento de establecer su doctrina.

Obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Constitucional428. El artículo 36


del Decreto 2591 de 1991 dispone que “las sentencias en que se revise una
decisión de tutela solo surtirá efectos en el caso concreto”. Ello ha dado pie
para que algunas autoridades judiciales consideren que las sentencias
proferidas por la Corte en ejercicio de su función constitucional, no vincula sino a
las partes en el proceso. La jurisprudencia se ha ocupado de este asunto en
innumerables ocasiones y ha señalado que la función de la Corte, en materia de
derechos constitucionales, consiste en lograr “la unidad interpretativa de la

425 Corte Constitucional, Sentencias C-131/93, C-083/95, T-123/95; SU-047/99, SU-168/99 y C-836/01.
426 Corte Constitucional, Sentencia C-774/01.
427 T-715 de 2001.
428 SU. 062 de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
143
429
Constitución” , razón por la cual se ha entendido que la doctrina constitucional
en la materia es obligatoria430, en especial, la ratio decidendi431, que construye el
precedente judicial432. De ahí que la Corte haya considerado que existe vía de
hecho cuando el juez se aparta, sin justificar debidamente su posición, de las
decisiones de la Corte Constitucional433.

Frente434 a solicitudes de nulidad por presuntos cambios de jurisprudencia


realizados por salas de revisión de tutela como la presente, la Corte
Constitucional ha sido reiterativa en afirmar que “(m)ientras no sacrifique el
principio de la cosa juzgada constitucional, la Corte, (…) puede alterar su
jurisprudencia, según (1) los cambios que el Constituyente introduzca en la
normatividad, (2) la evolución que vayan mostrando los hechos de la vida en
sociedad, (3) los nuevos enfoques que promueva el desarrollo del pensamiento
jurídico y (4) la composición misma del tribunal, (…) (5) las modificaciones que
con el paso del tiempo vayan sufriendo las apreciaciones y convicciones de los
magistrados, individualmente, en su interpretación del orden jurídico vigente”435
sin que ello signifique una vulneración del debido proceso, ni comprometa el
derecho a la igualdad frente a la aplicación de la ley. Sin embargo, conforme al
artículo 34 del Decreto 2591 de 1991 y al artículo 53 del Acuerdo 05 de 1992, los
cambios de jurisprudencia deben ser decididos por la Sala Plena de la Corte
Constitucional. Por lo tanto, la jurisprudencia ha dejado claro que “(d)esde
luego, la normatividad establece las reglas mínimas que deben observarse en lo
relativo a las mutaciones en la jurisprudencia y señala cómo han de tener
lugar.”436 Dichos cambios, en todo caso, “exigen del juez (1) la verificación
razonada de los motivos que lo llevan a variar su entendimiento del orden
jurídico y (2) la expresión clara de los fundamentos de su decisión, en el plano
interpretativo, para introducir mutaciones o cambios en el rumbo de la
jurisprudencia.”437

Artículo 35. Decisiones de revisión.

Artículo 36. Efectos de la revisión.

Artículo 37. Primera instancia.

Sentencia C-054 de 1993438. Declarar EXEQUIBLES los artículos 37 ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por las
razones aquí expresadas.

429 Sentencia SU-640 de


430 Sentencia C-600 de 1998.
431 Sentencia SU-047 de 1999
432 Sentencia T-1625 de 2000
433 Ibídem. En la sentencia SU-640 de 1998, la Corte señaló:
“En segundo término, la revisión eventual de las sentencias de tutela contribuye a homogeneizar la interpretación
constitucional de los derechos fundamentales. En este campo, la revocación de las sentencias o actos de los jueces
lesivos de los derechos fundamentales, como puede ocurrir en aplicación de la doctrina sobre las vías de hecho, se revela
como un instrumento eficaz y necesario para preservar la unidad interpretativa de la Constitución.”
434 Auto 053 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
435 Auto 013/97.
436 Ibídem.
437 Autos A-052/97 y A-026A/98.
438 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
144
439
Sentencia C-616 de 1997 . Declarar EXEQUIBLES las expresiones... “bajo
la gravedad del juramento”, contenidas en los artículos ... 37 del Decreto
2591 de 1991....

Competencia a prevención y competencia de acciones dirigidas contra medios


de comunicación440. Esta Corporación estima que la norma acusada es conforme
con la Constitución, por los siguientes motivos. La eficacia de los derechos y de
los mecanismos que los garantizan -como la acción de tutela-, depende en
buena medida del establecimiento de regulaciones razonables que canalicen su
realización. La expedición de normas que hagan viable los preceptos
constitucionales, siempre y cuando se adecuen a la Carta, no debe ser vista
como un obstáculo para los gobernados sino, por el contrario como un medio
para su desarrollo. En este sentido surge entonces la pregunta acerca de si ¿son
constitucionales las disposiciones que regulan la competencia para conocer de
la tutela? Para responder a esta pregunta es necesario en primer lugar comparar
la norma constitucional -artículo 86- con el texto atacado -artículo 37 del Decreto
2591 de 1991-. Y este artículo (86) es concordante con los artículos 257.1 y
transitorio 5°.b) de la Carta, que disponen que la territorialidad es un factor de
competencia que determina la ley. Esta última competencia requería la no
improbación de la Comisión Especial Legislativa, de conformidad con el artículo
6° transitorio superior. De las normas constitucionales citadas se observa que la
facultad de los jueces para conocer de un determinado asunto -en este caso la
tutela- no es una facultad abierta o ilimitada sino que la propia Carta ha
contemplado la posibilidad de que la autoridad competente someta a ciertas
reglas el conocimiento de los asuntos judiciales -como todos los demás asuntos
estatales, en virtud del principio de legalidad de que trata el artículo 6° idem-.
Entonces por la interpretación sistemática de las normas señaladas se infiere sin
dificultad que cuando el Decreto 2591 de 1991, expedido por autorización y de
conformidad con la Constitución, estableció la competencia de los jueces para
conocer de las acciones de tutela, no violó el artículo 86 de la Carta sino que
justamente hizo viable su realización en la medida en que fijó parámetros
racionales para la realización de este mecanismo tutelar y así garantizar la
efectiva protección de los derechos, que es uno de los fines del Estado, según el
artículo 2° de la Carta. La fijación de normas para delimitar la competencia de
los jueces por el factor territorio, materia, subjetivo o tiempo está pues
debidamente autorizada por la Carta. En consecuencia, para esta Corporación la
norma acusada se aviene perfectamente con la preceptiva constitucional,
compartiendo así esta Corte Constitucional el concepto del señor Procurador
General de la Nación.

En otra decisión441 la Corte sostuvo: obsérvese que la competencia enunciada


se tiene "a prevención" por los jueces o tribunales con jurisdicción, no en el sitio
en el cual tenga su sede principal el ente administrativo al que pertenecen
aquellos a quienes se sindica de vulnerar o amenazar con sus hechos u
omisiones los derechos fundamentales, sino "en el lugar donde ocurriere la
violación o la amenaza que motiva la presentación de la solicitud". Por tanto, si
el juez ante quien la acción se ha instaurado encuentra que los hechos y
situaciones objeto de la controversia han tenido lugar en el área de su
jurisdicción, goza en principio de competencia para decidir y está obligado a
hacerlo. El que interponga la acción de tutela deberá manifestar, bajo la
439 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
440 C-054/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
441 T-731 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
145
gravedad del juramento, que no ha presentado otra respecto de los mismos
hechos y derechos. Al recibir la solicitud, se le advertirá sobre las consecuencias
penales del falso testimonio.

Competencia a prevención442

Los jueces del país cuando fallan una acción de tutela, están actuando como
jueces constitucionales y no como jueces ordinarios o naturales. Por ello, sin
importar cual sea su especialidad, deberán proceder a fallar las acciones de
tutela, pues la norma es muy clara al señalar que el conocimiento de las mismas
obedece a dos (2) condiciones básicas: el conocimiento “a prevención”, busca
que los principios que rigen el desarrollo y trámite de la acción de tutela, como
son prevalencia del derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia, tengan
plena aplicación en todo el trámite de la tutela; y, que dicho conocimiento a
prevención se encuentre en directa relación con el lugar donde los hechos o la
omisión adelantada por el ente público o privado, tienen efecto.

Jurisprudencialmente ha sido necesario determinar el alcance de la norma, dado


que en ocasiones es difícil determinar el lugar en donde efectivamente ocurren
los hechos que vulneran o amenazan los derechos fundamentales que se busca
proteger por vía de tutela. Un ente de carácter público o un particular, cuyo
ámbito de desarrollo es todo el país, puede desarrollar actuaciones y dejar de
hacer otras, que traiga consigo que los efectos puedan darse en un lugar distinto
al lugar en que dicha actuación u omisión se concibió. Difícil resultaría pensar
por el contrario, que dichas actuaciones u omisiones tuvieran efecto tan sólo en
el lugar de la sede administrativa de dichas entidades. En situaciones como la
anteriormente descrita la Corte Constitucional ha dicho:

“(…) la competencia (…) se tiene "a prevención" por los jueces o tribunales
con jurisdicción, no en el sitio en el cual tenga su sede principal el ente
administrativo al que pertenecen aquellos a quienes se sindica de vulnerar
o amenazar con sus hechos u omisiones los derechos fundamentales, sino
"en el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que motiva la
presentación de la solicitud".

“Por tanto, si, como acontece en el presente caso, el juez ante quien la
acción se ha instaurado encuentra que los hechos y situaciones objeto de la
controversia han tenido lugar en el área de su jurisdicción, goza en principio
de competencia para decidir y está obligado a hacerlo.

“En ese orden de ideas, el domicilio del demandado o el lugar en el cual


habitualmente despacha no son factores determinantes de la competencia
del juez de tutela. Bien puede ocurrir, por ejemplo, que la actividad en virtud
de la cual se vulneran o amenazan derechos fundamentales se desarrolle
en un lugar ajeno por completo a la sede o al ámbito de competencia del
servidor público contra quien se propone la tutela y, más aún, no puede
descartarse que precisamente esa circunstancia sea uno de los elementos
que configuran la arbitrariedad o el abuso que ante el juez de amparo se
denuncia. Mal puede éste, entonces, abstenerse de tramitar el proceso y de
decidir con la celeridad que la materia demanda, remitiendo las diligencias a
los jueces con jurisdicción en el lugar de la sede del funcionario y

442 T-609 de 2001.


146
desconociendo la norma legal que deduce la competencia del sitio en el
cual han ocurrido los hechos.

“Ahora bien, adicionalmente ha de tenerse en cuenta que, como ya lo ha


dicho la Corte, los ministerios ejercen su actividad en todo el territorio de la
República, según resulta de los artículos 113, 115 y 208 de la Constitución
Política”. (Sentencia T-574 de 1994, Magistrado Ponente José Gregorio
Hernández Galindo. Negrillas fuera de texto).443

En consideración a la anterior jurisprudencia, no existe duda en el sentido de


que, el juez de tutela, en aras de dar pleno cumplimiento a los principios que
dominan la acción de tutela, tiene el deber de conocer de todas las tutelas
presentadas ante su despacho cuando las acciones u omisiones que llevaron al
particular a iniciar la acción de tutela, genera efectos materiales al interior de su
jurisdicción. Pretender dar una interpretación diferente al artículo 37 del decreto
2591 de 1991, implicaría una dilación injustificada en el trámite de la misma.

Se444 considera como presupuesto de procedibilidad de la acción de tutela, que


el demandante o presunto afectado, haya solicitado al medio informativo la
correspondiente rectificación de la información. Esto, en razón a la presunción
de buena fe con que se supone ha efectuado el medio, lo que implica que se le
ha de brindar la oportunidad de proceder directamente a corregir la información
divulgada. El actor solicitó la rectificación de la información publicada por la
demandada la cual fue negada por la Revista Cambio señalando que dicha
información se baso en informes oficiales de inteligencia y en la información que
resulto de un trabajo periodístico exhaustivo realizado bajo el principio de
independencia e imparcialidad en donde se contó con la versión del actor que
fue buscada por iniciativa de la Revista Cambio y que incluyo todos los
elementos necesarios para que los lectores conocieran una situación en su
contexto histórico, en forma completa.

Artículo 38. Actuación temeraria.

Sentencia C-054 de 1993445. Declarar EXEQUIBLES los artículos ... 38 del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por las
razones aquí expresadas.

Sentencia C-155ª de 1993446. Declarar EXEQUIBLE el inciso segundo del


artículo 38 del Decreto 2591 de 1991.

La Corte Constitucional447 reiteró que con base en los artículos 83, 95 y 209 de la
Constitución, la actuación temeraria debe ser controlada en aras de lograr la
efectividad y agilidad en el funcionamiento del Estado. En aquella oportunidad
esta Corporación sostuvo que el abuso desmedido e irracional del recurso
judicial, para efectos de obtener múltiples pronunciamientos a partir de un mismo
caso, ocasiona un perjuicio para toda la sociedad civil, porque de un 100% de la
capacidad total de la administración de justicia, un incremento en cualquier

443 Cfr. sentencias T-323 de 1996, T-458 de


444 T-634 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
445 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
446 M.P. Fabio Morón Díaz.
447 C-054/93.
147
porcentaje, derivado de la repetición de casos idénticos, necesariamente implica
una pérdida directamente proporcional en la capacidad judicial del Estado para
atender los requerimientos del resto de la sociedad civil.448

En449 lo que se refiere al ejercicio de la citada acción, es bien claro que aquel
debe estar enderezado a lograr, si es del caso, la concreta y especifica
protección inmediata y efectiva del derecho constitucional fundamental,
pudiéndose poner en movimiento las competencias de los jueces en cualquier
tiempo y lugar; en consecuencia, el abogado que se pone al frente para
adelantar en dichas condiciones el procedimiento breve y sumario que ordena la
Carta, debe saber que se trata de una grave responsabilidad, que no puede
menos que asumir con especial transparencia y honestidad, puesto que, desde
cualquier punto de vista resulta claro que esta expresión no significa que la
acción se pueda interponer cuantas veces se quiera, o que queda a discreción
del abogado el promoverla a su antojo, en el número de veces que estime más
conveniente y en ultimas efectivo. A esta reflexión no escapa ningún profesional
del derecho que se encargue de la defensa de los intereses ajenos de aquella
índole por semejante vía y, por tanto, debe estar en condiciones de recibir
concientemente la eventual sanción que le corresponde. Es claro entonces que,
a la luz de la Carta, no es admisible que se adelante dicho procedimiento por
unos hechos y que sea leal y honesto el proponer simultánea o posteriormente la
misma petición en repetidas oportunidades, con base en los mismos hechos;
obsérvese que dicha acción es prevalentemente desritualizada, supone una
dinámica de acción judicial extraordinaria y compromete las acciones y las
capacidades judiciales del Estado y para efectos de remover inmediatamente el
obstáculo causante del agravio o amenaza de violación del derecho. Si esto es
así, nada más coherente y ajustado a la Carta que el Legislador disponga como
deber del abogado el de presentar dicho reclamo, contentivo de la petición de
tutela, por unos determinados hechos, en una oportunidad, no obstante que lo
pueda hacer en cualquier momento y lugar, y que se establezca como sanción
disciplinaria la suspensión de la tarjeta profesional por la infracción al deber
advertido y, en caso de reincidencia, la cancelación de la misma, sin perjuicio de
las demás sanciones a que haya lugar.

También deber recordarse que el artículo 95 de la Carta es categórico en advertir


que "El ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución
implica responsabilidades", y que además, el numeral 1o. de la misma
disposición constitucional señala con precisión que "Son deberes de la persona
y del ciudadano: 1o. Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios."
En este sentido se refuerza la facultad del legislador para regular el ejercicio de
la citada acción y para señalar las sanciones que correspondan a las
infracciones causadas al estatuto que establece la regulación, cuando la
violación sea producto del ejercicio desleal de un derecho de rango
constitucional. Desde esta óptica, tampoco es admisible el argumento que
sostiene la presunta violación al derecho constitucional al trabajo que reconoce
el artículo 25 de la Constitución; en efecto, el ejercicio de las profesiones es una
de las modalidades del aquel derecho fundamental, que de manera especial es
objeto de previsiones constitucionales, para efectos de impedir que aquellas se
transformen en vehículos incontrolados de comportamientos atentatorios de los
derechos de los demás, o del orden publico policivo en sus nociones de
moralidad, salubridad y seguridad públicas. Además, dicha vigilancia esta
448 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-10 del 22 de mayo de 1992
449 C-155ª/93.
148
prevista en la Carta y en la ley, dadas las condiciones de reconocimiento social y
jurídico que en los regímenes democráticos suelen rodear a quienes ostentan un
titulo profesional de acreditación sobre la idoneidad para practicar y adelantar
determinadas actividades, y no resulta extraño a dichas regulaciones el
establecimiento de sanciones, que comporten la suspensión en la autorización
legal y administrativa para ejercerla o la cancelación de la misma, siempre que
se adelante la actuación disciplinaria dentro de los cauces y procedimientos
legales previstos, y respetando las reglas del debido proceso establecidas por la
Constitución. Se observa que para los casos que se deban juzgar bajo las
hipótesis del inciso segundo del artículo 38 del Decreto Ley 2591, operan los
mecanismos ordinarios de carácter disciplinario previstos por el régimen general
de la profesión de abogado, que encuentran fundamento constitucional en el
numeral 3o. artículo 256 de la Carta que establece: "Corresponden al Consejo
Superior de la Judicatura o a los Consejos Seccionales, según el caso y de
acuerdo a la ley, las siguientes atribuciones: 3o. Examinar la conducta y
sancionar las faltas de los funcionarios de la rama judicial, así como la de los
abogados en el ejercicio de su profesión, en la instancia que señale la ley". El
carácter especial y la dinámica propia del procedimiento de tutela, impone a la
Ley el compromiso de asegurar la efectividad del citado ejercicio, y es natural
que se pueda acudir a la sanción que se prevé en la disposición acusada, ya
que cuenta con suficiente respaldo constitucional.

En450 relación con las dos acciones de tutela presentadas por Ricardo León
Giraldo Osorio por los mismos hechos, reitera la Corte la doctrina constitucional
en materia de temeridad. Esta Corporación ha manifestado de manera reiterada
que la temeridad es “el abuso desmedido e irracional del recurso judicial”451. El
fundamento de la norma que sanciona la temeridad se encuentra en los
artículos 83 y 95 de la Constitución, que se refieren, el primero, a que las
actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a
los postulados de la buena fe y, el segundo, a los deberes de las personas,
como los de: "respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios" y
"colaborar en el buen funcionamiento de la administración de la justicia". De
conformidad con lo señalado en la sentencia T-014 de 1996452, un actor o su
representante legal incurren en conducta temeraria cuando

“...promueve varias veces la acción de tutela con ocasión de unos mismos


hechos, sin que exista razón valedera que la justifique. Ya la ley, al exigir a
quien interpone una tutela, la manifestación bajo juramento de que no ha
hecho con anticipación, apoyado en los mismos hechos y razones de
derecho (art. 37, inc. 2º, idem), estableció la prohibición, que en la norma
siguiente desarrolla y le atribuye consecuencias. Esas consecuencias a que
acaba de aludir, afectan al actor como a su apoderado.... En relación con el
demandante, la temeridad puede conducir a que se rechace la demanda,
cuando la situación se detecta al momento de resolver sobre su admisión,
o, que el negocio se decida mediante sentencia desfavorable, cuando el
proceso consiguió todo su desarrollo. Para el apoderado judicial, la norma
consagra una sanción disciplinaria de suspensión en el ejercicio profesional

450 T-203 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


451 Corte Constitucional, Sentencia T-010/92. El actor presentó ante diferentes autoridades de la República un total de
(35) investigaciones dentro de las cuales incluye 9 acciones de tutela ante diferentes jueces (9) por los mismos hechos,
como consecuencia de lo cual todas las tutelas fueron rechazadas por la Corte.
452 Corte Constitucional, Sentencia T-014/96. El actor había presentado dos acciones de tutela distintas por los mismos
hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos elementos adicionales en una de las tutelas para distraer la
atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las pretensiones del actor.
149
“al menos por dos años” o peor todavía, la cancelación de la tarjeta
profesional si se establece que el abogado esta reincidiendo en su conducta
temeraria”.

Según esa jurisprudencia son varios los requisitos que deben concurrir para que
una actuación se considere temeraria:

1. Que se presente una misma acción de tutela, esto es, por los mismos
hechos y para reclamar el mismo derecho453, en oportunidades diferentes, ya sea
ante distintos jueces o ante el mismo juez454;

2. Que la tutela sea presentada por la misma persona o por su representante;


y455

3. Que la presentación reiterada de la acción de tutela se haga sin un motivo


razonable, expresamente mencionado para justificar la nueva acción.456

Tal457 como lo ha señalado esta Corporación, el propósito de esta disposición es


“propiciar la credibilidad y seriedad de la justicia y dar aplicación a los principios
de la buena fe, la eficacia y la economía procesal, principios que se verían
seriamente afectados por quienes desconocen los criterios de rectitud y
honradez que exige un debate jurídico serio. Su consagración legal pretende,
entonces, evitar el abuso desmedido de la acción de tutela,458 pues su ejercicio
irracional conlleva la obtención de múltiples pronunciamientos en relación con
unos mismos hechos y frente a un mismo caso, generando un perjuicio para
toda la sociedad, que ve disminuida la capacidad de trabajo de la administración
de justicia en relación con los requerimientos de quienes les asiste también el
derecho de ejercer la acción.”459

De conformidad con la reiterada jurisprudencia de esta Corporación, un actor o


su representante legal incurre en conducta temeraria cuando se presentan las
siguientes circunstancias: (i) Que se presenten varias acciones de tutela por los
mismos hechos y para solicitar la protección del mismo derecho;460 en
453 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acción de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387/95, MP: Hernando Herrera Vergara, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija
menor de edad a recibir tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se
trasladan a Barranquilla, en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción
de tutela y el juez de instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y
por lo tanto no había temeridad.
454 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria
al presentar en tres oportunidades distintas la misma acción de tutela.
455 La conducta temeraria se predica tanto del actor como de su apoderado. Ver T-014/96.
456 La Corte ha considerado que existe justificación para la presentación de una nueva acción de tutela sin que constituya
temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
457 T-025 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
458 Cfr Conforme se indicó en la sentencia T-655/98, sobre el artículo 38 del Decreto-Ley 2591/91 y las distintas
condiciones que determinan la actuación temeraria, pueden estudiarse entre otras, las Sentencias T-10 de 1992; T-327 de
1993, T-007 de 1994; T-014 de 1994; T-053 de 1994; T-574 de 1994; T-308 1995; T-091 de 1996; T-001 de 1997; T-080 de
1998; T-881 de 2001; T-145 y T-172 de 2002.
459 Corte Constitucional. Sentencia T-091 de 1996.
460 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acción de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387 de 1995, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija menor de edad a recibir
tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se trasladan a
Barranquilla, en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción de tutela y
el juez de instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y por lo
150
oportunidades diferentes, ya sea ante distintos jueces o ante el mismo juez;461 (ii)
Que las tutelas sean presentadas por la misma persona o por su
representante;462 y (iii) Que la presentación reiterada de la acción de tutela se
haga sin un motivo razonable, expresamente mencionado para justificar la nueva
acción.463

Así, la Corte ha sancionado la actuación temeraria cuando la presentación de


más de un amparo constitucional por los mismos hechos y con igual pretensión
i) envuelve una actuación “torticera”464; ii) denote el propósito desleal “de obtener
la satisfacción del interés individual a toda costa”,465 iii) deje al descubierto un
abuso deliberado del derecho de acción,466 o iv) asalte “la buena fe de los
administradores de justicia.”467 No obstante lo anterior, también ha señalado la
jurisprudencia que la buena fe se presume en todas las actuaciones de los
particulares ante las autoridades públicas, de suerte que resulta imperativo
demostrar que se incurrió, real y efectivamente en una conducta proscrita por el
ordenamiento, porque la reiteración de solicitudes de amparo no tiene
justificación.468

Artículo 39. Recusación.

Artículo 40. Competencia especial.

tanto no había temeridad.


461 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria
al presentar en tres oportunidades distintas la misma acción de tutela.
462 La conducta temeraria se predica tanto del actor como de su apoderado. Ver T-014 de 1996. El actor había
presentado dos acciones de tutela distintas por los mismos hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos
elementos adicionales en una de las tutelas para distraer la atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las
pretensiones del actor.
463 La Corte ha considerado que existe justificación para la presentación de una nueva acción de tutela sin que constituya
temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
464 T-149 de 1995. Dos trabajadores sindicalizados a quienes por el hecho de estar sindicalizados se les marginaba de
los beneficios contenidos en un pacto colectivo que ofrecía mejores condiciones laborales para los trabajadores no
sindicalizados y, además, se les descontaba más del 50% de su salario para cubrir la cuota de asociación sindical,
interponen dos acciones de tutela en dos momentos diferentes: 1) Para obtener los recibos de pago del salario, por
considerar que esta omisión implicaba una vulneración de sus derechos de petición, igualdad y trabajo. 2) Para corregir el
acto discriminatorio de la reducción salarial, que presuntamente desconoce el derecho a la igualdad y a la asociación
sindical. Los tribunales de instancia consideraron que como las acción de tutelas se basaban en hechos similares y
relacionados entre sí, los actores habían fraccionado la acción de tutela para obtener la protección constitucional de sus
derechos y, por ello, habían incurrido en actuación temeraria. La Corte consideró que en el caso no existía una actuación
de mala fe, pues las acciones de tutela, si bien estaban originadas por hechos comunes, habían sido interpuestas para
proteger derechos diferentes.
465 T-308 de 1995. Dos de los tutelantes habían presentado de manera sucesiva varias acciones de tutela, por los
mismos hechos y ante distintos jueces, unas directamente y otras por conducto de la Defensoría del Pueblo, sin que
existiera un motivo razonable y válido para hacerlo. La Corte consideró que para que ésta circunstancia fuera admitida,
debía hallarse claramente probada la justificación.
466 T-443 de 1995. La Corte condena en costas por actuación temeraria al personero municipal que había interpuesto una
acción de tutela de manera injustificada a favor de un joven que solicitaba ser devuelto a la jornada diurna, pues el plantel
lo había trasladado a la jornada nocturna para evitar los constantes asedios cometidos por éste contra varias estudiantes
del plantel y para permitir que pudiera cumplir con sus deberes de padre en relación con las dos estudiantes que habían
quedado embarazadas por el estudiante. El personero interpone la acción a favor de este estudiante, “desprotegiendo a
quien ha debido proteger y defendiendo posiciones injustas y contrarias a la Constitución”.
467 T-001 de 1997. La Corte encuentra que hubo actuación temeraria cuando varios trabajadores de Foncolpuertos
interpusieron en varias ocasiones acciones de tutela para obtener la protección de sus derechos, por las mismas razones,
mostrando un palmario e inconcebible abuso de la acción de tutela. Las cifras analizadas por la Corte mostraron que de
los 34 expedientes analizados en esta tutela: 1) 470 personas ejercieron la acción de tutela. De ellas, 391 presentaron
demanda una sola vez. 2) Un total de 73 accionantes ejercieron la misma acción en dos oportunidades; 3) 6 de los
peticionarios ejercieron la misma acción tres veces; 4) A 366 personas les fue concedido una sola vez el amparo
solicitado. 5) A 69 accionantes se les concedió la tutela en dos oportunidades. 6) A 6 peticionarios se les concedió la
protección judicial tres veces
468 T-300 de 1996. Véanse, también las sentencias T-082 de 1997 MP. Hernando Herrera Vergara; T-080 de 1998 MP.
Hernando Herrera Vergara, T-303 de 1998.
151
Sentencia C-543 de 1992. Declárase INEXEQUIBLE, dada su unidad
normativa con los preceptos mencionados, el artículo 40 del mismo
Decreto.

Artículo 41. Falta de desarrollo legal.

Artículo 42. Procedencia. Tutela contra particulares.

1.

Sentencia C-134 de 1994469. Declarar EXEQUIBLE el numeral 1o. del artículo 42


del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "para proteger los derechos
consagrados en los artículos 13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37 y 38 de la
Constitución", que se declara INEXEQUIBLE. Debe entenderse que la acción
de tutela procede siempre contra el particular que esté prestando cualquier
servicio público, y por la violación de cualquier derecho constitucional
fundamental.

2.

Sentencia C-134 de 1994. Declarar EXEQUIBLE el numeral 2o. del artículo 42


del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "para proteger los derechos a la
vida, a la intimidad, a la igualdad y a la autonomía", que se declara
INEXEQUIBLE. Debe entenderse que la acción de tutela procede siempre
contra el particular que esté prestando cualquier servicio público, y por la
violación de cualquier derecho constitucional fundamental.

3. , 4., 5., 6., 7., 8. y 9.

Sentencia C-134 de 1994. Declarar EXEQUIBLE el numeral 9o. del artículo 42


del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "la vida o la integridad de".

El470 Constituyente de 1991 contempló la posibilidad de que la tutela


procediera también contra particulares, lo cual no está previsto en otras
legislaciones. Posiblemente se debe ello a que, en principio, se ha
considerado, erróneamente, que es el Estado, a través de las autoridades
públicas, quien viola, por acción u omisión, los derechos fundamentales de
las personas, cuando la realidad demuestra que éstos también son
vulnerados, en forma quizás más reiterativa y a menudo más grave, por los
mismos particulares. Fue esta la eventualidad que quiso prever el
Constituyente colombiano, al plasmar en el inciso final del artículo 86, la
procedencia de la acción de tutela contra particulares que estén colocados en
una de tres situaciones: a) Que estén encargados de la prestación de un
servicio público; b) que su conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo; o c) que respecto de ellos, el solicitante se halle en estado de
subordinación o de indefensión. Esta disposición puede calificarse como una
novedad y como un notable avance dentro del campo del derecho público,
por cuanto permite, bajo unas condiciones específicas que se protejan los
derechos constitucionales fundamentales de las personas, cuando éstos han
sido vulnerados por otros particulares, ya sean personas naturales o jurídicas.
469 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
470 C-134 de 1994.
152
Siendo ello así, la Corte advierte que resulta un contrasentido -por no decir
un retroceso-, como se explicará, que el legislador, desconociendo el espíritu
del Constituyente y uno de los propósitos fundamentales del nuevo
ordenamiento constitucional colombiano, pretenda limitar el radio de acción
de la tutela, al señalar en forma taxativa aquellos derechos fundamentales
que, a su juicio, puedan ser amparados cuando la conducta nociva provenga
de un particular. Respecto de las razones por las cuales la acción de tutela
resulta procedente contra los particulares que se encuentren en una de las
tres situaciones señaladas en la disposición citada, esta Corporación ha
señalado:

"Las relaciones entre los particulares discurren, por regla general, en un


plano de igualdad y de coordinación. La actividad privada que afecte grave
y directamente el interés colectivo, adquiere una connotación patológica
que le resta toda legitimación, máxime en un Estado social de derecho
fundado en el principio de solidaridad y de prevalencia del interés general.
De otro lado, la equidistancia entre los particulares se suspende o se
quebranta cuando a algunos de ellos se los encarga de la prestación de un
servicio público, o el poder social que, por otras causas, alcanzan a detentar
puede virtualmente colocar a los demás en estado de subordinación o
indefensión. En estos eventos, tiene lógica que la ley establezca la
procedencia de la acción de tutela contra los particulares que prevalecidos
de su relativa superioridad u olvidando la finalidad social de sus funciones,
vulneren los derechos fundamentales de los restantes miembros de la
comunidad (CP art. 86). La idea que inspira la tutela, que no es otra que el
control al abuso del poder, se predica de los particulares que lo ejercen de
manera arbitraria".471

Ahora bien, si como se estableció, la procedencia de la acción de tutela contra


particulares parte del supuesto de que las personas, en ciertos casos, no se
encuentran en un plano de igualdad -ya porque están investidos de unas
determinadas atribuciones especiales, ora porque sus actuaciones pueden
atentar contra el interés general- lo que podría ocasionar un "abuso del poder",
entonces la función primordial del legislador debe ser la de definir los casos en
que se pueden presentar estos supuestos fácticos y, en consecuencia, la
potencial violación de un derecho fundamental consagrado en la Carta Política.
Por ello, conviene reiterarlo, el Constituyente determinó tres situaciones en las
cuales se pueden manifestar los presupuestos citados, pues resulta contrario a
un principio mínimo de justicia, partir de la base de que la acción de tutela
proceda siempre en cualquier relación entre particulares, toda vez que ello
llevaría a suprimir la facultad que se tiene para dirimir esos conflictos ante la
jurisdicción ordinaria, ya sea civil, laboral o penal.

La acción de tutela procede contra particulares que prestan un servicio


público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia
conmutativa, donde todas las personas se encuentran en un plano de
igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un
servicio público -como de hecho lo autoriza el artículo 365 superior- o si la
actividad que cumple puede revestir ese carácter, entonces esa persona
adquiere una posición de supremacía material -con relevancia jurídica- frente
al usuario; es decir, recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano
de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus acciones u
471 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No. T-251/93 del 30 de junio de 1993.
153
omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que
requiere de la inmediata protección judicial. Al respecto, ha señalado esta
Corporación:

"El particular es destinatario de la acción de tutela porque, al lado del


poder público, se encuentran conductas desplegadas por los
administrados desde una condición de superioridad frente a los demás o
actividades que afectan grave y directamente el interés colectivo
generando la necesidad de una medida de defensa eficaz y ágil. Las
situaciones que el constituyente estima como generadoras de la
mencionada necesidad son: la prestación de un servicio público (...).

"Es de mérito anotar que el particular puede ser autoridad pública, como
por ejemplo cuando está encargado de un servicio público y ejecuta, en
virtud de los anterior, acto de poder o de autoridad, sin embargo, el
mismo artículo 86 constitucional determinó someterlo a una
consideración diferente (...).

"El servicio público de interés general prestado por un particular -como


en el caso de servicio de correos-, hace que éste adquiera el carácter de
autoridad, pues existe un ejercicio del poder público y la característica
fundamental del servicio público, como se mencionó anteriormente, es
que tiene un régimen especial en atención al servicio (CP art. 365)". 472

Por otra parte, la acción de tutela contra particulares procede en las


situaciones en que el solicitante se encuentre en estado de indefensión o de
subordinación. Al igual que en el caso del servicio público, esta facultad tiene
su fundamento jurídico en el derecho de igualdad, toda vez que quien se
encuentra en alguna de las situaciones referidas no cuenta con las mismas
posibilidades de defensa que otro particular. Por ello, el Estado debe acudir a
su protección -en caso de haberse violado un derecho constitucional
fundamental-, la cual no es otra cosa que una compensación entre el
perjuicio sufrido y el amparo inmediato del derecho. Con todo, también debe
advertirse que las situaciones de indefensión o de subordinación deben
apreciarse en cada caso en concreto. Al respecto, esta Corporación ha
señalado a propósito de una situación de indefensión:

"Debe existir una relación de subordinación o de indefensión del petente en


relación con la persona contra quien se dirige la acción. Salvo en los casos
de menores, en los que esa calificación de la relación se presume, deberá
siempre probarse ese carácter (indefensión o subordinación), para que
prospere la tutela. "La situación de indefensión a que alude el numeral
noveno del artículo 42, significa que la persona que interpone la tutela
carezca de medios de defensa contra los ataques o agravios que, a sus
derechos constitucionales fundamentales, sean realizados por el particular
contra el cual se impetra(...) "Evidentemente, el concepto de indefensión es
relacional. Esto significa que el estado de indefensión en que se encuentra
el ciudadano en relación con otro particular habrá que determinarlo de
acuerdo al tipo de vínculo que exista entre ambos(...) "En casos como el
presente, la labor del juez, consiste, entonces, en evaluar si existe una
amenaza de vulneración del derecho a la vida y a la integridad. Una vez
establecido esto, el juez deberá considerar el carácter de la relación que
472 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 7. Sentencia No. T-507/93 del 5 de noviembre de 1993
154
existe entre el peticionario y la persona contra la cual se formula la tutela:
sólo cuando la relación se caracterice por una subordinación o indefensión,
procederá la tutela".473

Finalmente, la acción de tutela procede contra particulares cuando se trata de


proteger un interés colectivo, esto es, un interés que abarca a un número
plural de personas que se ven afectadas respecto de la conducta desplegada
por un particular. Por lo demás, de acuerdo con los parámetros establecidos
por el inciso quinto del artículo 86 superior, en el caso en comento se
requiere de la presencia concomitante de dos elementos: que se afecte grave
y directamente el interés colectivo. Es decir, que la situación bajo la cual
procede la acción de tutela contra el particular atente en forma personal e
inmediata el interés de los perjudicados. No sobra recordar que esta
Corporación ya se ha referido a las características que debe revestir la
gravedad de una situación particular. En efecto, ha manifestado:

"La gravedad obliga a basarse en la importancia que el orden jurídico


concede a determinados bienes bajo su protección, de manera que la
amenaza a uno de ellos es motivo de actuación oportuna y diligente por
parte de las autoridades públicas. Luego no se trata de cualquier tipo de
irreparabilidad, sino sólo de aquella que recae sobre un bien de gran
significación para la persona, objetivamente. Y se anota la objetividad, por
cuanto la gravedad debe ser determinada o determinable, so pena de caer
en la indefinición jurídica, a todas luces inconveniente".474

Por otra parte, resulta pertinente señalar que la acción de tutela, como en
reiteradas oportunidades lo ha reconocido esta Corporación, procede
adicionalmente cuando se trate de la protección de los derechos
fundamentales de una persona que se encuentra, a su vez, inmersa en una
situación que afecta un interés o un derecho colectivo de personas
indeterminadas, siempre y cuando el amparo del derecho fundamental se
requiera con el fin de evitar un perjuicio irremediable. Lo anterior, porque las
situaciones en las que se encuentra de por medio un derecho colectivo, son
objeto de una protección especial, como es el caso de las acciones populares
de que trata el artículo 88 de la Carta Política, y diversas disposiciones de
orden legal. Sobre el particular, ha señalado esta Corte a propósito de la
protección de un derecho colectivo como es el derecho a gozar de un
ambiente sano:

"Fundamental advertencia sobre este punto es aquella que señala de modo


indubitable que este derecho constitucional colectivo (gozar de un ambiente
sano) puede vincularse con la violación de otro derecho fundamental como
la salud, la vida o la integridad física entre otros, para obtener, por vía de la
tutela que establece el artículo 86 de la Constitución Nacional, el amparo de
uno y otros derechos de origen constitucional, pues en estos casos
prevalece la protección del derecho constitucional fundamental y es deber
del juez remover todos los obstáculos, ofensas y amenazas que atenten
contra éste. En estos casos, como se ha dicho, el Juez al analizar la
situación concreta que adquiera las señaladas características de violación

473 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 1. Sentencia No. T-573/92 del 28 de octubre de 1992.
474 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 9. Sentencia No. T-225/93 del 15 de junio de 1993.
155
de un derecho constitucional fundamental deberá ordenar la tutela efectiva
que se reclama".475

Los numerales 1o., 2o. y 9o. del artículo 42 del decreto 2591 de 1991

La Corte consideró que, de acuerdo con el inciso quinto del artículo 86


superior, al legislador le corresponde señalar los casos, esto es, las
situaciones o las circunstancias en los que procede la tutela contra
particulares. Por ende, no era atribución de la ley, so pretexto de dar
cumplimiento a un mandato constitucional, determinar los derechos
fundamentales que pueden ser invocados por el solicitante cuando el sujeto
pasivo de la tutela es un particular, pues, conviene señalarlo, los derechos
fundamentales son la base, el sustento de toda legislación, y no su efecto.
Ahora bien, si, como se determinó, la acción de tutela procede para proteger
los derechos fundamentales de las personas, entonces no resulta lógico
realizar una diferenciación respecto de cuáles derechos pueden ser
amparados y cuáles no. Valga reiterar que esta Corporación ya ha
determinado que el mecanismo consagrado en el artículo 86 constitucional,
es aplicable a todos los derechos fundamentales, esto es, los que se
encuentran consagrados en la Constitución, los que determinen los tratados
internacionales (Art. 94 C.P.), y los que reconozca la Corte Constitucional al
realizar la correspondiente revisión de los fallos de tutela, teniendo en
consideración la naturaleza del derecho y el caso en concreto (Art. 2o.
decreto 2591 de 1991). Siendo ello así, entonces la acción de tutela contra
particulares es viable cuando se intente proteger, dentro de las tres
situaciones fácticas que contempla la norma constitucional, cualquier derecho
constitucional fundamental, sin discriminación alguna. Las disposiciones
acusadas prevén unas limitaciones al ejercicio de la acción de tutela contra
particulares, pues ésta sólo se podrá intentar cuando se pretenda la
protección de los derechos constitucionales fundamentales allí enunciados.
Lo anterior significa que el legislador, desconociendo el espíritu del
Constituyente y el verdadero alcance de la acción de tutela, estableció una
diferenciación arbitraria respecto del amparo de los derechos de los
solicitantes. Al respecto, cabe preguntarse: ¿Acaso no procede la acción de
tutela cuando se pretenda proteger, por ejemplo, el derecho fundamental a la
honra (Art. 21 C.P.), o los derechos fundamentales de los niños (Art. 44 C.P.)
frente a los particulares que presten el servicio público de educación? ¿Acaso
no procede la acción de tutela cuando se pretenda proteger, por ejemplo, el
derecho fundamental a la integridad física (Art. 12 C.P.), o el derecho
fundamental de petición (Art. 23 C.P.), o el derecho fundamental a la igualdad
(Art. 16 C.P.), frente a los particulares que presten el servicio público de
salud? ¿Acaso no procede cuando el solicitante se encuentre en estado de
indefensión o de subordinación y pretenda que se le ampare, por ejemplo, su
derecho fundamental a la igualdad (Art. 16 C.P.), a la libertad de expresión
(Art. 20 C.P.) o a la circulación (Art. 24 C.P.)? La respuesta a estos
interrogantes es una sola: la acción de tutela no puede ser un instrumento
discriminatorio respecto de la protección de los derechos constitucionales
fundamentales de las personas, así sea frente a otras personas particulares.

Con todo, la Corte Constitucional consideró que, respecto de los numerales


1o. y 2o. del artículo 42 del decreto 2591, la acción de tutela debe proceder
contra cualquier particular que preste un servicio público. Lo anterior porque,
475 Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. T-067/93 del 24 de febrero de 1993.
156
como se ha establecido, el servicio público de interés general prestado por un
particular hace que éste asuma una posición de primacía material, con
relevancia jurídica, que hace que ese particular, al trascender el plano de la
justicia conmutativa que enmarca una relación de igualdad entre todos los
seres de un mismo género, pueda, por medio de sus actos, cometer "abusos
de poder" que atenten contra algún derecho fundamental de una o varias
personas. Por ello ese "particular" debe ser sujeto de las acciones
pertinentes, dentro de las cuales se encuentra la acción de tutela, que
determinan la responsabilidad de quienes, se repite, han vulnerado o
amenazado un derecho constitucional fundamental de cualquier persona.

En476 reiteradas oportunidades la Corte Constitucional ha manifestado que la


acción de tutela contra particulares es procedente siempre y cuando se cumplan
los requisitos constitucionales establecidos en el artículo 86 de la Carta y los de
orden legal que señala el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 (T-755/99). Así
las cosas, es procedente la acción de tutela contra particulares cuando estos
prestan un servicio público, o cuando con su conducta se afecte grave y
directamente el interés público y cuando el solicitante se encuentra en estado de
subordinación o indefensión respecto del demandado.

Procedencia de la acción de tutela contra particulares477

La acción de tutela se instituye como un instrumento jurídico de carácter


subsidiario que brinda a la persona la posibilidad de acudir a la justicia en
procura de la protección directa e inmediata de sus derechos fundamentales. Sin
embargo, el propio artículo 86 Superior señala que la acción de tutela contra
particulares encuentra restringida su procedencia a una de las siguientes
circunstancias: (1) que los particulares estén encargados de la prestación de un
servicio público; (2) que con su conducta se afecte grave y directamente el
interés colectivo; y (3) que respecto de ellos el solicitante se encuentre en estado
de subordinación o indefensión.478

Sobre éste último punto la Corte ha definido la subordinación como la condición


de una persona que la hace dependiente de otra, es decir, surge por virtud de
una relación jurídica; generalmente nace por la celebración de un contrato de
trabajo, aún cuando también puede configurarse, por ejemplo, en el caso de los
estudiantes frente a los profesores y las directivas, o de los hijos frente a sus
padres. El estado de indefensión, por el contrario, se presenta cuando frente a
la acción u omisión de un particular la persona está desamparada, desprovista
de un medio de defensa eficaz para resistir o repeler la agresión o amenaza a un
derecho. En otras palabras, el afectado con el comportamiento de un particular
que carece de un mecanismo de defensa idóneo para garantizar el ejercicio de
sus derechos fundamentales, se encuentra en una situación de indefensión. Al
respecto la Corte, en Sentencia T-317 de 2001, explicó lo siguiente:

“Bajo estos supuestos, es claro que para efectos de la procedencia de la


acción de tutela, las circunstancias que se invocan como presupuestos de
la indefensión, deben ser analizadas por el juez constitucional atendiendo
los antecedentes propios del caso sometido a estudio479 y el tipo de vínculo
476 T-980/01. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
477 T-595 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
478 Ver, entre otras, las sentencias T-233 de 1994, T-457 de 1995, T-100 de 1997, T-1386 de 2000, T-317 de 2001, T-874
de 2001 y T-163 de 2002.
479 Corte Constitucional. Sentencia T-172/99 y T-237/98..
157
existente entre el accionante y el actor. Sin embargo, como se desprende
precisamente de esta observación, no existe definición ni circunstancia
única que permita delimitar el contenido del concepto de indefensión,
teniendo en cuenta que éste puede derivarse de diversas circunstancias,
como lo describe la sentencia T-277 de 1999 480, que pone de presente
algunas de ellas, al tenor de la jurisprudencia constitucional, como son,
entre otras: i) la falta, ausencia o ineficacia de medios de defensa de
carácter legal, material o físico, que le permitan a quien instaura la acción,
contrarrestar los ataques o agravios que, contra sus derechos
constitucionales fundamentales, sean inferidos por el particular contra el
cual se impetra la acción481; ii) la imposibilidad del particular de satisfacer
una necesidad básica o vital, por la forma irracional, irrazonable y
desproporcionada como otro particular activa o pasivamente ejerce una
posición o un derecho del que es titular482; iii) la existencia de un vínculo
afectivo, moral, social483 o contractual, que facilite la ejecución de acciones
u omisiones que resulten lesivas de los derechos fundamentales de una de
las partes v.g. la relación entre padres e hijos, entre cónyuges, entre
copropietarios, entre socios, etc.; 484iv) El uso de medios o recursos que
buscan, a través de la presión social que puede causar su utilización, el que
un particular haga o deje de hacer algo en favor de otro. v.g. la publicación
de la condición de deudor de una persona por parte de su acreedor en un
diario de amplia circulación485 o la utilización de chepitos para efectuar el
cobro de acreencias486”.

Como puede observarse, el juez de tutela debe calificar las circunstancias


especiales de cada caso para determinar con claridad si el perjudicado se
encuentra en estado de indefensión frente al particular, en el sentido de no
poseer otras vías o medios de defensa judicial frente al ataque o agresión de un
tercero, y precisar con ello si procede o no el amparo constitucional.

La487 sola circunstancia de que una empresa preste un determinado servicio


público no la convierte, ipso jure, en sujeto pasivo de la acción de tutela488. De
ahí que, "(...) de acuerdo con el sentido teleológico de la norma, es necesario
(...) que la vulneración del derecho fundamental se produzca con ocasión de la
prestación de dicho servicio..."489. En estos términos, es necesario que la
vulneración de los derechos fundamentales invocados por el accionante,
traspase la mera relación contractual y se desarrolle bajo el modelo "usuario-
servidor", evento en el cual es procedente la acción de amparo constitucional.

480 Corte Constitucional.. Sentencia T-277 de 1999.


481 Corte Constitucional. Sentencias T-573 de 1992; 190 de 1994 y 498 de 1994, entre otras.
482 Corte Constitucional. Sentencias T-605 de 1992; T-036; T-379 de 1995; T-375 de 1996 y T-801 de 1998,
483 Corte Constitucional. Caso de Club social y derecho de asociación. Sentencia T-003/94.
484 Corte Constitucional. Sentencias 174 de 1994; T-529 de 1992; T-; T-233 de 1994, T-351 de 1997.
485 Corte Constitucional. Sentencia T-411 de 1995.
486 Corte Constitucional. Sentencia T-412 de 1992.
487 T-468 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
488 Sentencias T-134 de 1994 y T-640 de 1999.
489 En sentencia T-134 de 1994, igualmente se determinó que: "...La acción de tutela procede contra particulares que
prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
158
490
Uno de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 491. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de ese
mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste es
difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al respecto,
la Corte sostiene que:

“... se presentan situaciones en que los denominados "derechos colectivos",


como la paz, la salubridad pública, la moral administrativa o el medio
ambiente, entre otros, únicamente afectan a una o varias personas
identificadas o identificables, y no a un número de personas
indeterminadas. Lo anterior puede darse, por ejemplo, cuando el ruido o
disturbios frecuentes en un lugar de diversión (tabernas, bares, balnearios,
etc.), molestan únicamente a los vecinos del lugar. En estos eventos
proceden los mecanismos de protección jurídica individuales, como es el
caso de la acción de tutela, siempre y cuando dichas situaciones se
encuentren dentro de los presupuestos que la Constitución y la ley
establecen para la protección de los derechos.”492

En los casos citados, se aprecia que el particular tiene el derecho de realizar


determinada conducta, sin embargo, el ejercicio del derecho respectivo no es
absoluto sino que está condicionado por el medio social, los derecho de los
demás y su finalidad493. Como expresaba el profesor Josserand, "cada derecho
tiene su espíritu, su objeto, su finalidad; quienquiera que intente apartarlo de su
misión social, comete una falta, delictuosa o cuasi delictuosa, un abuso del
derecho susceptible de comprometer, dado el caso, su responsabilidad"494. El
goce del derecho esta relativizado por las variantes señaladas, con lo cual su
ejercicio se torna abusivo cuando excede su móvil y su fin, como en los casos
señalados. Es por ello que se presenta la violación al derecho de los demás, el
cual puede ser individual, colectivo, difuso o colectivo invidualizable.

Artículo 43. Trámite.

Artículo 44. Protección alternativa.

Artículo 45. Conductas legítimas.

Artículo 46. Legitimación. La Tutela y el Defensor del Pueblo.

Artículo 47. Parte.

Artículo 48. Asesores y asistentes.

Artículo 49. Delegación en personeros.

490 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.


491Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995.
492Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
493Corte Constitucional. Sentencia No. T-025 del 28 de enero de 1994.
494JOSSERAND, Louis. Del Abuso del Derecho y otros Ensayos. Edit. Temis. Bogotá. 1982. Pág. 5.
159

Artículo 50. Asistencia a los personeros.

Artículo 51. Colombianos residentes en el exterior.

Artículo 52. Desacato. Sanciones.

Sentencia C-092 de 1997495. Declarar EXEQUIBLE el inciso primero del artículo


52 del decreto 2591 de 1991.

Sentencia C-243 de 1996496. Declarar EXEQUIBLE la expresión “la sanción será


impuesta por el mismo juez, mediante trámite incidental y será consultada al
superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres días siguientes si debe
revocarse la sanción”, del artículo52 del Decreto 2591 de 1991. Declarar
INEXEQUIBLE la expresión "la consulta se hará en el efecto devolutivo” del
artículo 52 del Decreto 2591 de 1991.

En sentencia C-243 de 1996, citada, se manifestó:

¿Debe de aquí deducirse que por aplicación del artículo 4o. del Decreto 306 de
1992 y subsiguientemente de los artículos 138 y 351 del C. de PC, el auto que
decide este incidente es susceptible del recurso de apelación, tanto si impone la
sanción como si no la impone? La Corte estima que esta interpretación debe ser
rechazada, por las siguientes razones:

-Porque el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991 es la norma especial que regula
la materia, y dicha norma consagra un incidente especial, cual es el de desacato
dentro del trámite de la acción de tutela; en cambio, los artículos 138 y 351 del
C. de P. C. que establecen cuándo y en qué efecto procede la apelación del auto
que decide un incidente en el proceso civil, son normas no específicas frente al
caso que regula la norma demandada.

- Porque el legislador al guardar silencio sobre el otorgamiento del recurso de


apelación al auto que decide el incidente de desacato, implícitamente no lo está
consagrando. Es decir, intencionalmente la norma guarda silencio para así no
consagrar el recurso; esto por cuanto el principio general del procedimiento civil
es exactamente ese: que sólo las providencias que expresamente se señalan
por la ley como apelables, lo son. Por lo cual, si el legislador expresamente no
las menciona, no lo son.

- Porque si bien es cierto que puede acudirse a llenar vacíos legales por
aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un "vacío" y en el
presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el legislador de
no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio sobre su otorgamiento,
toda vez que sólo las providencias expresamente señaladas son apelables.

La correcta interpretación y alcance del artículo 52 del Decreto 2591 de 1991,


parcialmente demandado de inexequibilidad, no puede ser otro que el que se
deduce de su tenor literal y del sentido natural y obvio de sus palabras: es decir,
consagra un trámite incidental especial, que concluye con un auto que nunca es
susceptible del recurso de apelación, pero que si dicho auto es sancionatorio,
495 M. P. Carlos Gaviria Díaz.
496 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
160
debe ser objeto del grado de jurisdicción llamado consulta, cuyo objeto consiste
en que el superior jerárquico revise si está correctamente impuesta la sanción,
pero que en sí mismo no se erige como un medio de impugnación. Y ello es así
por cuanto el trámite de la acción de tutela es un trámite especial, preferente y
sumario que busca la protección inmediata de los derechos fundamentales, lo
cual implica una especial relevancia del principio de celeridad. Suponer que el
artículo 52, que se refiere al incidente de desacato por incumplimiento de
órdenes judiciales, no cobija la posibilidad de sancionar por esta razón el
incumplimiento de órdenes contenidas en el fallo mismo, aduciendo que el
incumplimiento del fallo es regulado expresamente por el artículo 53 sin llamarse
“desacato”, implica privar de sentido al artículo 27 que expresamente habla de
desacato por incumplimiento de la sentencia. Luego la sana hermenéutica hace
concluir que, independientemente de la responsabilidad penal derivada de la
tipificación de conductas delictuales como el “fraude a la resolución judicial” que
menciona el artículo 52, el incumplimiento del fallo también da lugar a que se
configure el “desacato” y que resulten desplegables los poderes disciplinarios del
juez. Conviene precisar cuál es el funcionario judicial competente para imponer
la sanción por desacato. Es decir, que la Corte debe responder a qué juez se
está refiriendo el artículo 52 bajo examen, cuando dice que la sanción será
impuesta “por el mismo juez”. De la lectura del inciso segundo del artículo 52, se
deduce claramente que el adjetivo “mismo” se utiliza para referirse al juez de
primera instancia, o, según el caso al juez que profirió la orden, toda vez que
exclusivamente a él se refiere el inciso primero del artículo. No importa si dicho
juez conoció la acción en primera o en segunda instancia, toda vez que al tenor
de lo prescrito por el art. 31 del decreto 2591 de 1991, la impugnación del fallo
no es óbice para su incumplimiento; es decir, aun mediando impugnación, el fallo
debe ser cumplido de inmediato. La norma en cuanto establece que la consulta
del auto que decide el incidente imponiendo una sanción por desacato será
consultada en el efecto devolutivo, adolece de una falta de técnica legislativa,
pues el señalarle este efecto al trámite de la consulta, puede llevar a la
ineficacia de la segunda instancia, tal como sucedería en el hipotético caso que
se plantea en el libelo de la demanda. El efecto devolutivo permite que mientras
la consulta se decide, la ejecución de la pena se lleve a efecto sin el
pronunciamiento del superior jerárquico, que puede llegar tarde, cuando la
privación de la libertad, por ejemplo, esté consumada o parcialmente consumada
y que, además, puede ser revocatorio de la decisión sancionatoria del a-quo. La
factibilidad jurídica de esta situación que posibilita el inciso segundo del artículo
52, al consagrar el efecto devolutivo para el trámite de la consulta, resulta
manifiestamente contraria al inciso 4o. del artículo 29 de la Constitución Política
que recoge el principio de la presunción de inocencia, el cual sólo se desvirtúa
cuando la persona ha sido declarada judicialmente culpable. Ahora bien, como
en el caso en que procede la consulta es evidente que la sentencia de primera
instancia no está en firme, y por tanto no es cosa juzgada, no se ha desvirtuado
judicialmente la presunción de inocencia, y no hay razón suficiente para imponer
una sanción de tanta gravedad como lo es la privación de la libertad.

En Sentencia C-092 de 1997, se manifestó:

El Estado, como responsable de garantizar la efectividad de los derechos y


deberes consagrados en la Constitución, asegurar la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo, debe contar con una herramienta que le permita
exigir coercitivamente a las autoridades públicas y a los particulares el
cumplimiento de las órdenes que se les imparten. Este es el fundamento del
161
poder punitivo que se le otorga. Dicho poder tiene una doble manifestación:
penal y administrativa. Mientras que el derecho penal "protege el orden social en
abstracto y su ejercicio persigue fines retributivos, preventivos y resocializadores,
la potestad sancionatoria de la administración se orienta más a la propia
protección de su organización y funcionamiento”. La sanción por el desacato a
las órdenes dadas por el juez de tutela es una sanción que se inscribe dentro de
los poderes disciplinarios del juez, pues su objetivo es el de lograr la eficacia de
las órdenes proferidas tendentes a proteger el derecho fundamental reclamado
por el actor. Con todas las órdenes que el juez de tutela profiera se busca, en
última instancia, el logro de un objetivo común cual es la protección del derecho
fundamental reclamado por el actor, y la sanción que el juez aplica por el
incumplimiento de una cualquiera de estas órdenes, no persigue una finalidad
distinta a la de lograr la eficacia de la acción impetrada. La previsión normativa
abstracta de las sanciones, disciplinaria por desacato y, penales a que haya
lugar, eventualmente aplicables en virtud del incumplimiento de las órdenes
proferidas por el juez de tutela, tanto en el trámite de la acción como en el fallo,
no vulnera el principio del non bis in idem, ya que la índole de los procesos y la
causa de iniciación de los mismos, es distinta en ambos casos. El primero
corresponde al ejercicio de los poderes disciplinarios del juez y se inicia con el
fin de lograr la efectividad de la orden proferida y con ella el respeto del derecho
fundamental vulnerado; en tanto que el segundo es de naturaleza penal y su
finalidad es la de castigar la vulneración de los bienes jurídicos constitucional o
legalmente protegidos, producida con la omisión del cumplimiento de lo
ordenado. Lo anterior no es óbice para que en supuestos determinados los
jueces de tutela o los penales, respectivamente, se abstengan de aplicar la
sanción disciplinaria o penal, derivada del incumplimiento de una orden proferida
por un juez de tutela, si consideran que al hacerlo imponen una doble sanción
por un mismo hecho, pues no debe olvidarse que el ejercicio de la función
punitiva supone siempre el respeto de las garantías sustanciales y adjetivas de
los procesados. La sanción por desacato que impone el juez de tutela a quien
incumpla una orden proferida, bien sea en el trámite de la acción o en el fallo, es
una sanción de carácter correccional, que por su naturaleza se distingue de la
sanciones penales que puedan derivarse del incumplimiento de las mismas
órdenes y, en principio, no se vulnera el non bis in idem cuando concurran
ambos tipos de sanciones.

La497 Constitución Política al consagrar la acción de tutela como un mecanismo


de protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales, que
resulten vulnerados o amenazados por la acción u omisión de una autoridad
pública, o de los particulares en los casos establecidos por la ley, dispone que la
protección consistirá en una orden y que el fallo será de inmediato cumplimiento.
Esa orden, como lo dijo esta Sala de Revisión498, debe ser acatada en forma
inmediata o total por su destinatario, porque si no se cumple “el orden
constitucional continúa quebrantado, con el agravante de que se pone en tela de
juicio la eficacia de las normas constitucionales que protegen los derechos
fundamentales”, salvo, claro está, que la propia Corte señale un término
adicional, en ejercicio de su facultad de modular sus fallos. Señaló también esta
Sala de Revisión, que en caso de desconocimiento de una orden proferida por el
juez constitucional, el ordenamiento jurídico tiene prevista una vía procesal
específica para obtener que los fallos se cumplan y, para que en caso de no ser
obedecidas, se impongan sanciones que pueden ser pecuniarias o privativas de
497 T-553 de 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
498 Sent. T-188/2002
162
la libertad, de conformidad con lo preceptuado por los artículos 52 y 53 del
Decreto 2591 de 1991. Así las cosas, el desacato, como lo ha sostenido esta
Corporación, es “...un ejercicio del poder disciplinario y por lo mismo, la
responsabilidad de quien incurra en aquel es una responsabilidad subjetiva. Es
decir, que debe haber negligencia comprobada de la persona para el
incumplimiento del fallo, no pudiendo presumirse la responsabilidad por el solo
hecho del incumplimiento...”499.

La competencia para tramitar el incidente especial de desacato regulado por los


artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de 1991, se encuentra radicada en el juez de
primera instancia quien, en caso de encontrarlo procedente, podrá imponer las
sanciones por desacato al juez que incumpla una orden de tutela, en los
términos señalados en la ley, la cual deberá ser consultada con el superior
jerárquico. Resulta pertinente en el caso sub examine, recordar que contra el
auto que impone la sanción por desacato, no procede ningún recurso. Ese
aspecto, fue claramente resuelto por esta Corporación en la sentencia C-243 de
1996, en la cual se expresó lo siguiente:

“En efecto, entre varias alternativas el legislador escogió precisamente la


del trámite incidental, y frente a la posibilidad de señalar los recursos que
cabrían contra el auto que lo decidiera guardó expreso silencio,
estableciendo tan sólo, como obligatorio frente a esta decisión, el grado de
jurisdicción de la consulta. Al proceder de esta manera el legislador definió
claramente los derechos de los sujetos procesales, sin que sea menester
acudir a las reglas del procedimiento civil para definir los alcances de esta
norma. Cuando el texto de una norma es claro, debe interpretarse en su
sentido natural y obvio, sin desvirtuarlo mediante la comparación con
principios o normas jurídicas que no son los especiales frente a la situación
jurídica regulada en concreto. En el caso presente la norma acusada se
limita a señalar que el auto que decide el incidente de desacato imponiendo
una sanción será consultado, sin consagrar el recurso de apelación para
ninguna de las partes ni cuando el incidente concluye en que no hay
sanción, ni cuando concluye imponiéndola. ¿Debe de aquí deducirse que
por aplicación del artículo 4° del Decreto 306 de 1992 y subsiguientemente
de los artículos 138 y 351 del C. de PC, el auto que decide este incidente
es susceptible del recurso de apelación, tanto si impone la sanción como si
no la impone? La Corte estima que esa interpretación debe ser rechazada,
por las siguientes razones:

-Porque el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991 es la norma especial que


regula la materia, y dicha norma consagra un incidente especial, cual es el
de desacato dentro del trámite de la acción de tutela; en cambio, los
artículos 138 y 151 del C. de P.C. que establecen cuándo y en que efecto
procede la apelación del auto que decide un incidente en el proceso civil,
son normas específicas frente al caso que regula la norma demandada.

-Porque el legislador al guardar silencio sobre el otorgamiento del recurso


de apelación al auto que decide el incidente de desacato, implícitamente no
lo está consagrando. Es decir, intencionalmente la norma guarda silencio
para así no consagrar el recurso; esto por cuanto el principio general del
procedimiento civil es exactamente ese; que sólo las providencias que

499 Sent. T-763/98


163
expresamente se señalan por la ley como apelables, lo son. Por lo cual, si el
legislador expresamente no las mencionan no lo son.

-Porque si bien es cierto puede acudirse a llenar vacíos legales por


aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un “vacío” y en
el presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el
legislador de no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio
sobre su otorgamiento, toda vez que sólo las providencias expresamente
señaladas son apelables.

Es por ello que la correcta interpretación y alcance del artículo 52 del


Decreto 2591 de 1991, parcialmente demandado de inexequibilidad, no
puede ser otro que el que se deduce de su tenor literal y del sentido natural
y obvio de sus palabras: es decir, consagra un trámite incidental especial,
que concluye con un auto que nunca es susceptible del recurso de
apelación, pero que si dicho auto es sancionatorio, debe ser objeto del
grado de jurisdicción llamado consulta, cuyo objeto consiste en que el
superior jerárquico revise si está correctamente impuesta la sanción, pero
que en sí mismo no se erige como un medio de impugnación. Y ello es así
por cuanto el trámite de la acción de tutela es un trámite especial,
preferente y sumario que busca la protección inmediata de los derechos
fundamentales, lo cual implica una especial relievancia del principio de
celeridad”.

Ahora bien, la competencia del juez de primera instancia, no se encuentra


restringida a imponer las sanciones pertinentes en caso de incumplimiento de un
fallo de tutela, pues al tenor de lo dispuesto por el artículo 27 del Decreto 2591
de 1991, al juez le corresponde verificar el cumplimiento del fallo, para lo cual
“establecerá los demás efectos del fallo y mantendrá la competencia hasta que
esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”. (Negrillas fuera de texto). Así las cosas, como lo estableció la Corte
“Los artículos 52 y 53 reseñados son concordantes con el 27 del mismo decreto
2591 de 1991, que se refiere específicamente al cumplimiento del fallo por parte
de la autoridad responsable del agravio de los derechos fundamentales y que
autoriza al juez para sancionar por desacato a la persona responsable y
eventualmente cumplidos los supuestos que para ello se señalan en la norma,
también al superior de aquella. La anterior es la interpretación armónica de los
artículos 27, 52 y 53 del decreto 2591 es decir es la interpretación que consulta
el contexto de la ley para entender cada una de sus partes de manera que cada
artículo produzca efectos y que entre todos exista correspondencia y
armonía”500.

La501 autoridad que brindó la protección tiene competencia para la efectividad del
amparo al derecho conculcado. Como principio general, es el Juez de primera
instancia el encargado de hacer cumplir la orden impartida, así provenga de
fallo de segunda instancia o de revisión, ya que mantiene la competencia hasta
tanto no se cumpla la orden a cabalidad.

La obligación principal del juez de tutela es hacer cumplir los fallos502

500 Sent. C-243/96


501 T-458 de 2003. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
502 T-458 de 2003.
164
Los fallos de tutela deben cumplirse. La autoridad o el particular obligado lo debe
hacer de la manera que fije la sentencia. El término para el cumplimiento figura
en la parte resolutiva de cada fallo. Es perentorio. Si fenece el plazo fijado,
transcurren 48 horas y el juez tiene conocimiento del incumplimiento,
entonces, el juez encargado de hacer cumplir la sentencia, se dirigirá al
superior del incumplido y requerirá al superior para dos efectos:

a. Que el superior haga cumplir al inferior la orden de tutela,


b. Que el superior inicie u ordene iniciar un procedimiento disciplinario contra
el funcionario remiso.

“Pasadas otras cuarenta y ocho horas, ordenará abrir proceso contra el


superior que no hubiere procedido conforme a lo ordenado y adoptará
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del mismo. El
Juez podrá sancionar por desacato al responsable y al superior hasta
que cumpla su sentencia.

“Lo anterior sin perjuicio de la responsabilidad penal del funcionario en su


caso”. ( parte del artículo 27 del decreto 2591/91.).

Si el funcionario público o el particular a quien se dirige la orden no la cumple, se


viola no solo el artículo 86 de la C. P., sino la norma constitucional que establece
el derecho fundamental que se ha infringido, y la eficacia que deben tener las
decisiones judiciales. De ahí las amplias facultades otorgadas al juez de tutela
para que haga respetar el derecho fundamental.

Diferencias entre el cumplimiento y el desacato

Paralelamente al cumplimiento de la orden se puede iniciar el trámite incidental


del desacato. Pero el desacato no puede desplazar la principal obligación del
juez constitucional que consiste en hacer cumplir la orden de tutela. Además, el
trámite del cumplimiento no es un prerrequisito para el desacato, ni el trámite del
desacato es la vía para el cumplimiento. Son dos cosas distintas el cumplimiento
y el desacato. Puede ocurrir que a través del trámite de desacato se logre el
cumplimiento, pero esto no significa que la tutela no cumplida sólo tiene como
posibilidad el incidente de desacato.

Las diferencias entre el desacato y el cumplimiento son las siguientes:

i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional; el


desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de creación legal.
ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la exigida
para el desacato es subjetiva.
iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la sentencia
se basan en los artículos 27 y 23 del decreto 2591 de 1991. La base legal del
desacato está en los artículos 52 y 27 del mencionado decreto. Es decir que en
cuanto al respaldo normativo, existen puntos de conjunción y de diferencia.
iv) El desacato es a petición de parte interesada; el cumplimiento es de oficio,
aunque puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio Público.

El desacato es un incidente
165
No solo el cumplimiento de la orden se contempla el decreto 2591 de 1991.
Dicho decreto y la jurisdicción constitucional han analizado lo relativo al trámite
del desacato503. Sobre desacato se ha pronunciado esta Corporación en varias
oportunidades: C-243/96, T-554/96 y especialmente T-763/98. En esta última
sentencia prosperó la tutela porque en el incidente de desacato se había violado
el debido proceso. Si el incidente de desacato finaliza con decisión
condenatoria, puede haber vía de hecho si no aparece la prueba del
incumplimiento, o no hay responsabilidad subjetiva. Si el auto que decide el
desacato absuelve al inculpado, se puede incurrir en vía de hecho si la
absolución es groseramente ilegal.

En cuanto a la competencia para conocer del incidente de desacato, el auto 136


A del 20 de agosto de 2002, de la Corte Constitucional dijo:

¿Cuál es el juez competente para conocer del trámite incidental por


desacato en los procesos de tutela?..... la Corte considera que el juez
competente para conocer del trámite de desacato de una tutela, es el juez
singular o plural que tramitó la primera instancia.

Según esta Corporación:

“7. En Conclusión, la Sala encuentra que el juez de primera instancia


(singular o plural), que haya conocido el trámite de tutela, es en todo caso el
competente para conocer del trámite incidencial por desacato. Esta
interpretación tiene fundamento en los siguientes aspectos: (i) Obedece a
una interpretación sistemática del decreto 2591 de 1991, (ii) genera
claridad en términos de seguridad jurídica, al desarrollar el principio de
igualdad en los procedimientos judiciales, (iii) esta en armonía con el
principio de inmediación del trámite de tutela y, (iv) protege la eficacia de la
garantía procesal en que consiste el grado jurisdiccional de consulta.

8. No sobra advertir que para estos efectos, el juez de segunda instancia


que según el caso revoque la decisión del juez de primera instancia y en su
lugar conceda la tutela, además de enviar el expediente a la Corte
Constitucional para su eventual revisión, en los términos del artículo 32 del
decreto 2591 de 1991, deberá enviar al juez de primera instancia las copias
pertinentes con el fin de que este pueda cumplir con las obligaciones de
que trata el artículo 27 del mismo decreto”.

Por tanto, la labor del Juez no es solamente tramitar el incidente de desacato,


cuando se instaure por incumplimiento de lo ordenado, sino lo fundamental es
que sea efectivo el respeto a los derechos fundamentales. En la sentencia T-
942/00 la Corte Constitucional expresó:

“En conclusión, el incidente de desacato no es el punto final de una


tutela incumplida. El desacato es un simple incidente que puede o no
tramitarse. Lo que es obligatorio para el juez de primera instancia, en
cuanto no pierde competencia para ello, es hacer cumplir la orden de
tutela”.

Artículo 53. Sanciones penales.


503 Cfr. Corte Constitucional, sentencias C-055 de 1993, C-243 de 1996, C-092 de 1997 y T-766 de 1998.
166

Artículo 54. Enseñanza de la tutela.

Artículo 55. Vigencia.


167

LA ACCION DE TUTELA COMO MECANISMO DE PROCEDENCIA


EXCEPCIONAL CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES

Sentencia de constitucionalidad C-590 de 2005504

La Constitución colombiana de 1991 al consagrar y regular la acción de tutela


estableció claramente su ámbito de aplicación. En efecto, según el artículo 86 de
la Carta la tutela procederá, de manera subsidiaria y expedita, para proteger los
derechos fundamentales de todas las personas contra posibles vulneraciones
producidas por una acción u omisión de cualquier autoridad pública. Al respecto
dijo la norma citada:

Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma y por quién actúe en su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública (...) Esta acción sólo procederá cuando el afectado no disponga de
otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

Una lectura simple de este artículo permite concluir, sin mayor dificultad, que el
ámbito constitucional de aplicación de la acción de tutela incluye la tutela contra
decisiones judiciales. En efecto, si se acepta que las autoridades judiciales son
autoridades públicas, no cabe duda alguna sobre la procedencia de la acción de
tutela para proteger, de manera subsidiaria, los derechos fundamentales que
puedan resultar vulnerados o amenazados por cualquier acción u omisión de los
jueces de la República. En este sentido, la tutela en Colombia. -como el amparo
en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania-, es una acción
judicial autónoma, residual y subsidiaria, creada para asegurar la eficacia
prevalente de los derechos fundamentales en todos los ámbitos en los cuales
dichos derechos puedan resultar vulnerados -incluyendo el ámbito judicial-, que
procederá sólo cuando se hubieren agotado todos los medios ordinarios o
extraordinarios para su defensa o, excepcionalmente, cuando la protección
resulte urgente para evitar un perjuicio irremediable.

En la citada norma superior es evidente que el constituyente no realizó


distinciones entre los distintos ámbitos de la función pública, con el fin de excluir
a alguno o algunos de ellos de la procedencia de ese mecanismo de protección
de los derechos fundamentales. Precisamente por ello en la norma superior
indicada se habla de “cualquier” autoridad pública. Siendo ello así, la acción de
tutela procede también contra los actos que son manifestación del ámbito de
poder inherente a la función jurisdiccional y específicamente contra las
decisiones judiciales, pues los jueces y tribunales, en su cotidiana tarea de
aplicación del derecho a supuestos particulares, bien pueden proferir decisiones
que se tornen constitucionalmente relevantes por desbordar el estricto marco de
aplicación de la ley y afectar derechos fundamentales.

Ese tipo de decisiones legitiman la intervención de los jueces constitucionales en


tales procesos, aunque, desde luego, no para resolver el supuesto específico de
504 M.P. Jaime Córdoba Triviño.
168
aplicación de la ley que concierne al caso planteado, sino para resolver la
controversia suscitada con ocasión de la vulneración o amenaza de derechos
fundamentales.

Desde luego, una comprensión de la Constitución como sistema normativo


plantea la necesidad de armonizar la procedencia de la acción de tutela contra
ese tipo de pronunciamientos con principios constitucionales como el de
seguridad jurídica, con la distribución superior de competencias y con otros
principios específicos de la jurisdicción, también de índole constitucional, como
los de autonomía e independencia.

De ese modo, si se equilibran, por una parte, la índole constitucional de la acción


de tutela como mecanismo diseñado por el propio constituyente para la
protección de los derechos fundamentales, con, por otra parte, los demás
principios constitucionales y con los fundamentos superiores de la
administración de justicia, la conclusión a la que se arriba es que la procedencia
de la acción de tutela contra las decisiones tomadas por la jurisdicción debe ser
excepcional, es decir, debe limitarse a aquellos casos que efectivamente
configuren una lesión o una puesta en peligro de derechos fundamentales.
Sobre este punto, ese es el alcance de la Carta Política de 1991 y de esa
manera ha sido interpretada por esta Corporación.

Ahora, es claro que ese régimen constitucional de la acción de tutela, por estar
previsto en la Constitución y por estar ésta dotada de valor normativo -al punto
que se trata, justamente, de la norma suprema del ordenamiento jurídico- no
puede ser interferido por el legislador con miras a restringir su ámbito de
aplicación. Es decir, una ley ordinaria no puede, bajo ninguna circunstancia,
modificar o suprimir la Constitución Política y mucho menos uno de los
mecanismos constitucionales de protección de los derechos fundamentales. Y
esta última precisión se hace dado que la Carta de 1991 concibe tales derechos
como razón de ser, como fundamento y límite del poder que el pueblo delegó en
las autoridades y, siendo ello así, si al alcance del legislador no está ninguna
norma superior, mucho menos lo están aquellas que tocan directamente con
aspectos que resultan inescindibles al Estado constitucional de derecho.

Adviértase que la Constitución consagró reserva de ley estatutaria para el


desarrollo y ampliación de los derechos fundamentales y de sus mecanismos de
protección. De acuerdo con esto, se trata de un tema tan vertebral a la
democracia constitucional colombiana, que incluso el desarrollo y la ampliación
de los mecanismos de protección de esos derechos fueron sometidos al
procedimiento legislativo cualificado y al control judicial previo inherente a las
leyes estatutarias. Luego, si sobre ese ámbito procede la reserva de ley
estatutaria, es evidente que el legislador ordinario no tiene competencia alguna
para regular un espacio vital tan sensible como ese.

En ese contexto, esto es, si la acción de tutela es un mecanismo de protección


de los derechos fundamentales concebido directamente por el poder
constituyente colombiano; si éste, aparte de consagrar ese mecanismo, instituyó
también su ámbito de aplicación; si de éste ámbito no excluyó la función
jurisdiccional y, en consecuencia, las decisiones de los jueces y tribunales y si
consagró una reserva de ley estatutaria para su regulación y ampliación,
incluidos sus mecanismos de protección, es claro que el legislador ordinario no
tiene atribución alguna para interferir ese régimen constitucional y mucho menos
169
para restringir el ámbito de aplicación de la acción de tutela, atribución está que
ni siquiera le ha sido reconocida al legislador estatutario.

La acción de tutela procede contra decisiones judiciales en los casos que la


Corte Constitucional ha establecido

Como se indicó, según el artículo 86 de la Carta Política, la acción de tutela es


un mecanismo concebido para la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales, “cuando quiera que estos resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”. Este
mecanismo de protección de los derechos fundamentales ha permitido entre
nosotros afirmar el carácter vinculante de la Carta Política y ha dotado a todas
las personas de un verdadero resorte institucional que les permite acudir ante los
jueces para exigir el respeto de tales derechos.

De este modo, los derechos fundamentales, otrora sólo objeto de consagración


normativa y discusión académica, hoy se asumen como facultades inviolables en
tanto manifestaciones de la dignidad humana que vinculan a los poderes
públicos e incluso, en algunos casos, a los particulares y que son susceptibles
de judicializarse en aras de su reconocimiento efectivo gracias a un
procedimiento preferente y sumario. Por ello, si la principal característica del
constitucionalismo contemporáneo viene determinada por el reconocimiento del
carácter normativo de los Textos Fundamentales, no puede desconocerse que la
exigibilidad de las normas constitucionales que consagran derechos
fundamentales, frente a supuestos específicos de vulneración o amenaza, ha
jugado un papel central en tal reconocimiento.

A pesar de que la Carta Política indica expresamente que la acción de tutela


procede “por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública” susceptible
de vulnerar o amenazar derechos fundamentales, en algunos ámbitos se ha
cuestionado su procedencia contra sentencias, no obstante tratarse de actos
emanados de jueces y tribunales en tanto autoridades públicas y la consecuente
posibilidad, aunque sumamente excepcional, de que a través de tales actos se
vulneren o amenacen derechos fundamentales.

Sin embargo, el panorama es claro ya que como regla general la acción de tutela
no procede contra decisiones judiciales y esto por varios motivos. Entre ellos, en
primer lugar, el hecho que las sentencias judiciales constituyen ámbitos
ordinarios de reconocimiento y realización de los derechos fundamentales
proferidos por funcionarios profesionalmente formados para aplicar la
Constitución y la ley; en segundo lugar, el valor de cosa juzgada de las
sentencias a través de las cuales se resuelven las controversias planteadas ante
ellos y la garantía del principio de seguridad jurídica y, en tercer lugar, la
autonomía e independencia que caracteriza a la jurisdicción en la estructura del
poder público inherente a un régimen democrático.

En cuanto a lo primero, no puede desconocerse que la administración de


justicia, en general, es una instancia estatal de aplicación del derecho, que en
cumplimiento de su rol debe atenerse a la Constitución y a la ley y que todo su
obrar debe dirigirse, entre otras cosas, a garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, incluidos,
obviamente, los derechos fundamentales. Si esto es así, lo obvio es que las
sentencias judiciales se asuman como supuestos específicos de aplicación del
170
derecho y que se reconozca su legitimidad en tanto ámbitos de realización de
fines estatales y, en particular, de la garantía de los derechos constitucionales.

En cuanto a lo segundo, no debe perderse de vista que el derecho, desde la


modernidad política, es la alternativa de legitimación del poder público y que tal
carácter se mantiene a condición de que resulte un instrumento idóneo para
decidir, de manera definitiva, las controversias que lleguen a suscitarse pues
sólo de esa forma es posible definir el alcance de los derechos y crear las
condiciones necesarias para su adecuado disfrute. De allí el valor de cosa
juzgada de que se rodean las sentencias judiciales y la inmutabilidad e
intangibilidad inherentes a tales pronunciamientos, pues de no ser así, esto es,
de generarse una situación de permanente incertidumbre en cuanto a la forma
como se han de decidir las controversias, nadie sabría el alcance de sus
derechos y de sus obligaciones correlativas y todos los conflictos serían
susceptibles de dilatarse indefinidamente. Es decir, el cuestionamiento de la
validez de cualquier sentencia judicial resquebrajaría el principio de seguridad
jurídica y desnudaría la insuficiencia del derecho como instrumento de civilidad.

Y en cuanto a lo tercero, no debe olvidarse que una cara conquista de las


democracias contemporáneas viene dada por la autonomía e independencia de
sus jueces. Estas aseguran que la capacidad racionalizadora del derecho se
despliegue a partir de las normas de derecho positivo y no de injerencias de
otros jueces y tribunales o de otros ámbitos del poder público. De allí que la
sujeción del juez a la ley constituya una garantía para los asociados, pues estos
saben, gracias a ello, que sus derechos y deberes serán definidos a partir de la
sola consideración de la ley y no por razones políticas o de conveniencia.

Con todo, no obstante que la improcedencia de la acción de tutela contra


sentencias es compatible con el carácter de ámbitos ordinarios de
reconocimiento y realización de los derechos fundamentales inherente a los
fallos judiciales, con el valor de cosa juzgada de las sentencias y con la
autonomía e independencia que caracteriza a la jurisdicción en la estructura del
poder público; ello no se opone a que en supuestos sumamente excepcionales
la acción de tutela proceda contra aquellas decisiones que vulneran o amenazan
derechos fundamentales.

En ese marco, los casos en que procede la acción de tutela contra decisiones
judiciales han sido desarrollados por la doctrina de esta Corporación tanto en
fallos de constitucionalidad, como en fallos de tutela. Esta línea jurisprudencial,
que se reafirma por la Corte en esta oportunidad, ha sido objeto de detenidos
desarrollos. En virtud de ellos, la Corporación ha entendido que la tutela sólo
puede proceder si se cumplen ciertos y rigurosos requisitos de procedibilidad.
Dentro de estos pueden distinguirse unos de carácter general, que habilitan la
interposición de la tutela, y otros de carácter específico, que tocan con la
procedencia misma del amparo, una vez interpuesto.

Los requisitos generales de procedencia de la acción de tutela contra decisiones


judiciales son los siguientes:

a. Que la cuestión que se discuta resulte de evidente relevancia constitucional.


Como ya se mencionó, el juez constitucional no puede entrar a estudiar
cuestiones que no tienen una clara y marcada importancia constitucional so
171
pena de involucrarse en asuntos que corresponde definir a otras
jurisdicciones505. En consecuencia, el juez de tutela debe indicar con toda
claridad y de forma expresa porqué la cuestión que entra a resolver es
genuinamente una cuestión de relevancia constitucional que afecta los derechos
fundamentales de las partes.

b. Que se hayan agotado todos los medios -ordinarios y extraordinarios- de


defensa judicial al alcance de la persona afectada, salvo que se trate de evitar la
consumación de un perjuicio iusfundamental irremediable506. De allí que sea un
deber del actor desplegar todos los mecanismos judiciales ordinarios que el
sistema jurídico le otorga para la defensa de sus derechos. De no ser así, esto
es, de asumirse la acción de tutela como un mecanismo de protección
alternativo, se correría el riesgo de vaciar las competencias de las distintas
autoridades judiciales, de concentrar en la jurisdicción constitucional todas las
decisiones inherentes a ellas y de propiciar un desborde institucional en el
cumplimiento de las funciones de esta última.

c. Que se cumpla el requisito de la inmediatez, es decir, que la tutela se hubiere


interpuesto en un término razonable y proporcionado a partir del hecho que
originó la vulneración507. De lo contrario, esto es, de permitir que la acción de
tutela proceda meses o aún años después de proferida la decisión, se
sacrificarían los principios de cosa juzgada y seguridad jurídica ya que sobre
todas las decisiones judiciales se cerniría una absoluta incertidumbre que las
desdibujaría como mecanismos institucionales legítimos de resolución de
conflictos.

d. Cuando se trate de una irregularidad procesal, debe quedar claro que la


misma tiene un efecto decisivo o determinante en la sentencia que se impugna y
que afecta los derechos fundamentales de la parte actora 508. No obstante, de
acuerdo con la doctrina fijada en la Sentencia C-591-05, si la irregularidad
comporta una grave lesión de derechos fundamentales, tal como ocurre con los
casos de pruebas ilícitas susceptibles de imputarse como crímenes de lesa
humanidad, la protección de tales derechos se genera independientemente de la
incidencia que tengan en el litigio y por ello hay lugar a la anulación del juicio.

e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los hechos que
generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado
tal vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido posible509.
Esta exigencia es comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a
rodearse de unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas
por el constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en cuanto al
fundamento de la afectación de derechos que imputa a la decisión judicial, que
la haya planteado al interior del proceso y que dé cuenta de todo ello al momento
de pretender la protección constitucional de sus derechos.

f. Que no se trate de sentencias de tutela510. Esto por cuanto los debates sobre
la protección de los derechos fundamentales no pueden prolongarse de manera
indefinida, mucho más si todas las sentencias proferidas son sometidas a un
505 Sentencia 173/93.
506 Sentencia T-504/00.
507 Ver entre otras la reciente Sentencia T-315/05
508 Sentencias T-008/98 y SU-159/2000
509 Sentencia T-658-98
510 Sentencias T-088-99 y SU-1219-01
172
riguroso proceso de selección ante esta Corporación, proceso en virtud del cual
las sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión de la sala respectiva,
se tornan definitivas.

Ahora, además de los requisitos generales mencionados, para que proceda una
acción de tutela contra una sentencia judicial es necesario acreditar la existencia
de requisitos o causales especiales de procedibilidad, las que deben quedar
plenamente demostradas. En este sentido, como lo ha señalado la Corte, para
que proceda una tutela contra una sentencia se requiere que se presente, al
menos, uno de los vicios o defectos que adelante se explican.

a. Defecto orgánico, que se presenta cuando el funcionario judicial que profirió la


providencia impugnada, carece, absolutamente, de competencia para ello.

b. Defecto procedimental absoluto, que se origina cuando el juez actuó


completamente al margen del procedimiento establecido.

c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.

d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con base
en normas inexistentes o inconstitucionales511 o que presentan una evidente y
grosera contradicción entre los fundamentos y la decisión.

f. Error inducido, que se presenta cuando el juez o tribunal fue víctima de un


engaño por parte de terceros y ese engaño lo condujo a la toma de una decisión
que afecta derechos fundamentales.

g. Decisión sin motivación, que implica el incumplimiento de los servidores


judiciales de dar cuenta de los fundamentos fácticos y jurídicos de sus
decisiones en el entendido que precisamente en esa motivación reposa la
legitimidad de su órbita funcional.

h. Desconocimiento del precedente, hipótesis que se presenta, por ejemplo,


cuando la Corte Constitucional establece el alcance de un derecho fundamental
y el juez ordinario aplica una ley limitando sustancialmente dicho alcance. En
estos casos la tutela procede como mecanismo para garantizar la eficacia
jurídica del contenido constitucionalmente vinculante del derecho fundamental
vulnerado512.

i. Violación directa de la Constitución.

Estos eventos en que procede la acción de tutela contra decisiones judiciales


involucran la superación del concepto de vía de hecho y la admisión de
específicos supuestos de procedebilidad en eventos en los que si bien no se
está ante una burda trasgresión de la Carta, si se trata de decisiones ilegítimas
que afectan derechos fundamentales. Esta evolución de la doctrina
constitucional fue reseñada de la siguiente manera en un reciente
pronunciamiento de esta Corte:

511 Sentencia T-522/01


512 Cfr. Sentencias T-462/03; SU-1184/01; T-1625/00 y T-1031/01.
173
(E)n los últimos años se ha venido presentando una evolución de la
jurisprudencia constitucional acerca de las situaciones que hacen viable la
acción de tutela contra providencias judiciales. Este desarrollo ha llevado a
concluir que las sentencias judiciales pueden ser atacadas mediante la
acción de tutela por causa de otros defectos adicionales, y que, dado que
esos nuevos defectos no implican que la sentencia sea necesariamente una
“violación flagrante y grosera de la Constitución”, es más adecuado utilizar
el concepto de “causales genéricas de procedibilidad de la acción” que el de
“vía de hecho.” En la sentencia T-774 de 2004 (MP. Manuel José Cepeda
Espinosa) se describe la evolución presentada de la siguiente manera:

“(...) la Sala considera pertinente señalar que el concepto de vía de hecho,


en el cual se funda la presente acción de tutela, ha evolucionado en la
jurisprudencia constitucional. La Corte ha decantado los conceptos de
capricho y arbitrariedad judicial, en los que originalmente se fundaba la
noción de vía de hecho. Actualmente no ‘(…) sólo se trata de los casos en
que el juez impone, de manera grosera y burda su voluntad sobre el
ordenamiento, sino que incluye aquellos casos en los que se aparta de los
precedentes sin argumentar debidamente (capricho) y cuando su
discrecionalidad interpretativa se desborda en perjuicio de los derechos
fundamentales de los asociados (arbitrariedad). Debe advertirse que esta
corporación ha señalado que toda actuación estatal, máxime cuando existen
amplias facultades discrecionales (a lo que de alguna manera se puede
asimilar la libertad hermenéutica del juez), ha de ceñirse a lo razonable. Lo
razonable está condicionado, en primera medida, por el respeto a la
Constitución.’513 En este caso (T-1031 de 2001) la Corte decidió que la
acción de tutela procede contra una providencia judicial que omite, sin razón
alguna, los precedentes aplicables al caso o cuando ‘su discrecionalidad
interpretativa se desborda en perjuicio de los derechos fundamentales de
los asociados.’

“Este avance jurisprudencial ha llevado a la Corte a remplazar ‘(…) el uso


conceptual de la expresión vía de hecho por la de causales genéricas de
procedibilidad.’ Así, la regla jurisprudencial se redefine en los siguientes
términos...

“...todo pronunciamiento de fondo por parte del juez de tutela respecto de la


eventual afectación de los derechos fundamentales con ocasión de la
actividad jurisdiccional (afectación de derechos fundamentales por
providencias judiciales) es constitucionalmente admisible, solamente,
cuando el juez haya determinado de manera previa la configuración de una
de las causales de procedibilidad; es decir, una vez haya constatado la
existencia de alguno de los seis eventos suficientemente reconocidos por la
jurisprudencia: (i) defecto sustantivo, orgánico o procedimental; (ii) defecto

513 Sentencia T-1031 de 2001. En este caso se decidió que “(…) el pretermitir la utilización de los medios ordinarios de
defensa, torna en improcedente la acción de tutela. Empero, la adopción rigurosa de éste postura llevaría, en el caso
concreto, a una desproporcionada afectación de un derecho fundamental. En efecto, habiéndose establecido de manera
fehaciente que la interpretación de una norma se ha hecho con violación de la Constitución, lo que llevó a la condena del
procesado y a una reducción punitiva, no puede la forma imperar sobre lo sustancial (CP. art. 228). De ahí que, en este
caso, ante la evidente violación de los derechos constitucionales fundamentales del demandado, la Corte entiende que ha
de primar la obligación estatal de garantizar la efectividad de los derechos, por encima de la exigencia de agotar los
medios judiciales de defensa.”
174
fáctico; (iii) error inducido; (iv) decisión sin motivación, (v) desconocimiento
del precedente y (vi) violación directa de la Constitución.”514”515

Los argumentos expuestos en los fundamentos anteriores de esta providencia


resultan suficientes para demostrar que desde cualquier perspectiva posible, el
artículo 86 de la Constitución ampara la procedencia de la acción de tutela
contra las decisiones judiciales de última instancia y que hay lugar a ella en los
supuestos indicados por la jurisprudencia de esta Corporación.

Al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no fue excluir la


tutela contra decisiones judiciales

Se ha sostenido que la Corte Constitucional, en la Sentencia C-543-92, declaró


la inexequibilidad de varias disposiciones legales que permitían la tutela contra
sentencias. Con base en esa referencia se afirma que el amparo constitucional
de los derechos fundamentales no procede contra decisiones judiciales porque
así lo estableció esta Corporación en un fallo de constitucionalidad; fallo que, a
diferencia de las decisiones proferidas con ocasión de la revisión de las
sentencias de tutela, tiene efectos erga omnes.

Este argumento, como pasa a indicarse, parte de una premisa equivocada y,


además, desconoce la doctrina constitucional. Por ello no suministra
fundamento alguno para, contra lo que la Constitución ordena, restringir el
ámbito de procedencia de la acción de tutela.

Así, por una parte, hay que indicar que a través de la sentencia C-543/92 la
Corte Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2591 de 1991, disposiciones que consagraban la acción de tutela
contra decisiones judiciales. No obstante, en esa oportunidad la Corte indicó de
manera expresa que la acción de tutela si podía proceder contra omisiones
injustificadas o actuaciones de hecho de los funcionarios judiciales, cuando
quiera que las mismas vulneraran los derechos fundamentales. Al respecto
señaló:

De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no


cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde
la función de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para
particulares y también para el Estado. En esa condición no están excluidos
de la acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o
amenacen derechos fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha
acción contra sus providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la
vía de la tutela se ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en
la adopción de decisiones a su cargo, que proceda a resolver o que observe
con diligencia los términos judiciales, ni riñe contra los preceptos
constitucionales la utilización de esta figura ante actuaciones de hecho
imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o
amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión
pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual si está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio
514 Sentencia T-949 de 2003. En este caso la Corte decidió que “(…) la infracción del deber de identificar correctamente la
persona sometida al proceso penal, sumada a la desafortunada suplantación, constituye un claro defecto fáctico, lo que
implica que está satisfecho el requisito de procedibilidad exigido por la Jurisprudencia para la procedencia de la acción de
tutela contra providencias judiciales.”
515 Sentencia T-453/05.
175
cuyo efecto, queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente. En hipótesis como estas no puede hablarse de
atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se
trata de hacer realidad los fines que persigue la justicia516.

De este modo, no es cierto que la Corte, en el fallo citado, haya descartado, de


manera absoluta, la procedencia de la acción de tutela contra decisiones
judiciales. Lo que hizo en esa oportunidad fue excluir del ordenamiento jurídico
unos preceptos normativos que afirmaban la procedencia de ese mecanismo
contra las sentencias como regla general y no como excepción. De allí que la
Corte, en la motivación de ese pronunciamiento, haya delineado genéricamente
los supuestos en los que de manera excepcional procedía la acción de tutela
contra tales decisiones.

Por otra parte, la postura que se comenta desconoce la doctrina constitucional


pues esta Corporación no sólo ha realizado una interpretación autorizada de la
Sentencia C-543-92, sino que, como se indicó en precedencia, ha construido
una uniforme línea jurisprudencial que desarrolla los supuestos excepcionales de
procedencia de la tutela contra decisiones judiciales. Sobre el sentido de la
decisión tomada en la citada sentencia, la Corte, en la Sentencia SU-1184-01,
expuso:

...coincide parcialmente ésta Sala de Revisión de la Corte Constitucional


con la Sala de Casación Laboral en reconocer la obligatoriedad que tienen
en el sistema jurídico colombiano las sentencias de constitucionalidad,
específicamente la sentencia C-543 de 1992, pero no comparte el criterio
según el cual en dicha sentencia se decidió que era contrario a la
Constitución Política de 1991 el que proceda una acción de tutela contra
una actuación judicial, incluso cuando esta configure una vía de hecho, o
conlleve la amenaza de un perjuicio irremediable.

En cambio, coincide plenamente esta Sala de Revisión con la decisión


adoptada por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia
dentro del proceso T-600048, la cual, en lugar de descartar de manera
absoluta la procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales,
verificó si en el caso concreto ésta era procedente. Concluyó que no lo era y
que en todo caso no se trataba de una vía de hecho. También coincide con
lo expuesto por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia
por la misma razón.

La diferencia entre la posición adoptada por la Sala de Casación Laboral,


por un lado, y las Salas de Casación Civil y Penal, por otro, estriba en que
mientras la primera sostiene que la acción de tutela nunca procede contra
providencias judiciales, las segundas estiman que en ciertos casos
excepcionales, cuando se reúnen estrictos requisitos analizados por la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, ella sí procede contra providencias
judiciales.

Esta Sala de Revisión subraya que el artículo 86 de la Constitución dice que


la tutela procede cuando los derechos fundamentales “resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”. Los
516 Sentencia C-543/92
176
jueces son autoridades públicas y sus providencias constituyen su principal
forma de acción.

Además, la Corte Constitucional en sus salas de revisión y en su Sala Plena


ha reiterado que la tutela sí procede contra providencias judiciales cuando
éstas constituyen vías de hecho.

No desconoce esta Sala de Revisión que una sentencia, como cualquier


texto, es objeto de interpretación. Empero, quien interpreta con autoridad las
sentencias de la Corte Constitucional es la propia Corte Constitucional, así
como esta Corporación ha reconocido que quién interpreta con autoridad las
sentencias de la Corte Suprema de Justicia es la propia Corte Suprema de
Justicia, en razón a que su doctrina relativa al alcance de las leyes en el
ámbito de su competencia como “máximo tribunal de la jurisdicción
ordinaria” (artículo 234 C.P.), constituye un derecho viviente.517”.518

Entonces, no es cierto que la Corte, en un fallo de constitucionalidad, haya


excluido la procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales, pues
tanto de la motivación de ese pronunciamiento como de la interpretación que la
misma Corte ha hecho del mismo y del desarrollo de su jurisprudencia se infiere
que la acción de tutela procede contra decisiones judiciales en los supuestos
que la misma Corte ha indicado.

La procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales está


legitimada también por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y por la Convención Americana sobre Derechos Humanos

Por otra parte, no sobra recordar que, tal y como lo ha indicado reiteradamente
la Corte, la acción de tutela no sólo se encuentra respaldada en el artículo 86 de
la Carta sino también en los artículos 2 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
incorporados a la Constitución por vía del artículo 93 de la Carta 519. Dichas
normas establecen la obligación de los Estados partes de implementar un
recurso sencillo, efectivo y breve de protección efectiva de los derechos
fundamentales contra cualquier acción u omisión de las autoridades públicas
que pudiera vulnerarlos. En este sentido, el artículo 25 de la Convención
Americana señala:

Artículo 25. Protección Judicial

517 En la Sentencia C-557 de 2001 se consideró al respecto lo siguiente: “Si bien el control de constitucionalidad de las
normas es un control abstracto porque no surge de su aplicación en un proceso particular, ello no significa que el juicio de
exequibilidad deba efectuarse sin tener en cuenta el contexto dentro del cual la norma fue creada (i.e. su nacimiento), y
dentro del cual ha sido interpretada (i.e. ha vivido). En fin: en buena medida, el sentido de toda norma jurídica depende del
contexto dentro del cual es aplicada. || Ahora, dentro de las múltiples dimensiones de ese contexto –bien sea la lingüística,
que permite fijar su sentido natural, o bien la sociológica, que hace posible apreciar sus funciones reales- se destaca la
actividad de los expertos que han interpretado los conceptos técnicos que ella contiene y que los han aplicado a casos
concretos. Obviamente, esos expertos son los jueces y los doctrinantes especializados en la materia tratada en la norma;
dentro de ellos, una posición preeminente la ocupan los órganos judiciales colegiados que se encuentran en la cima de
una jurisdicción. Así lo ha establecido la Constitución al definir al Consejo de Estado como “tribunal supremo de lo
contencioso administrativo” (art. 237- 1 de la CP) y a la Corte Suprema de Justicia como “máximo tribunal de la
jurisdicción ordinaria” (art. 234 de la CP). Por lo tanto, la jurisprudencia de ambos órganos es un referente indispensable
para apreciar el significado viviente de las normas demandadas. Al prestarles la atención que su ubicación institucional
exige, la Corte Constitucional está valorando su labor hermenéutica dentro de un mismo sistema jurídico. Obviamente,
cuando no exista jurisprudencia sobre las normas objeto del control constitucional, la Corte Constitucional tendrá que
acudir a otras fuentes del derecho para interpretar los artículos demandados.”
518 Sentencia T-057/2004
519 Al respecto Cfr entre otros, los autos 220A/02, 149A/03, 010/04 y la sentencia SU-1158/03.
177
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier
otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus
funciones oficiales.

2. Los Estados Partes se comprometen:

a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del


Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal
recurso;

b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y

c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda


decisión en que se haya estimado procedente el recurso.

Pero esos instrumentos de derecho público internacional no sólo le imponen al


Estado colombiano la obligación de consagrar un mecanismo de protección de
los derechos fundamentales, sino también la obligación de garantizar el
cumplimiento de las decisiones proferidas al resolver ese recurso. Como lo
indicó la Corte en el auto del 17 de febrero de 2004,

Según lo ha sostenido esta Corporación520, la garantía del cumplimiento de


las órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los jueces
de instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener un claro
fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo en el
derecho internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan sólo
algunos ejemplos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(art. 2°) y la Convención Americana de Derechos Humanos (art. 25),
incorporados al orden interno mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de 1972,
respectivamente, además de exigirle a los Estados partes la implementación
de un recurso sencillo, efectivo y breve que ampare los derechos
fundamentales, también los obliga a “garantizar el cumplimiento, por las
autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado
procedente el recurso”.

En consecuencia, una limitación del ámbito de protección de la acción de tutela


tal como la que podría desprenderse de la disposición parcialmente demandada
no sólo vulneraría el artículo 86 de la Carta sino los artículos 2 y 25 antes
mencionados y, por contera, las obligaciones internacionales del Estado
colombiano en materia de protección de Derechos Humanos.

Los argumentos expuestos contra la tutela contra decisiones judiciales son


fácilmente rebatibles

No obstante la legitimidad constitucional de la acción de tutela contra decisiones


judiciales, distintas esferas de la función jurisdiccional han cuestionado la

520 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión (M.P. Jaime Araujo Rentaría) y Sentencia SU-1158 de
2003, ya citada, entre otras.
178
legitimidad de tal procedencia. Para ello han expuesto múltiples decisiones que,
como se aprecia en seguida, son fácilmente rebatibles.

Contra la interpretación más simple y ortodoxa del texto del artículo 86 trascrito,
se ha opuesto una interpretación presuntamente “originalista” en virtud de la cual
lo que debe primar a la hora de comprender el sentido normativo de una
disposición no es la letra clara de la misma -o su texto- sino la voluntad del
constituyente al momento de escribirla. En este sentido afirman que cuando el
constituyente dijo que la tutela procedería contra acciones u omisiones de las
autoridades públicas no quiso en realidad decir autoridades públicas sino
autoridades administrativas y que sin embargo consideró que esto resultaba tan
natural y obvio que no parecía necesario precisarlo.

Aparte de la dificultad de dar prelación al método originalista en casos como el


presente, -es decir, en aquellos casos en los cuales la aplicación de dicho
método podría contradecir abiertamente el texto de la disposición y,
adicionalmente, podría tener como efecto la restricción de un mecanismo de
garantía de los derechos fundamentales- , lo cierto es que en este caso la
aplicación rigurosa del método originalista no nos conduciría al resultado
mencionado.

En efecto, si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional


Constituyente consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias
judiciales, también lo es que la gran mayoría participó de la idea de consagrar
una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad
en Alemania- pudiera proceder contra las decisiones judiciales. En este sentido
es importante recordar que la propuesta presentada por un conjunto de
delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de
protección de la acción de tutela, resultó amplia y expresamente derrotada por la
mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el cual
impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de
impunidad constitucional y reduciría la eficacia de los derechos fundamentales a
su simple consagración escrita521.

Pero el único argumento que se ha opuesto a la procedencia de la acción de


tutela contra sentencias no es el argumento originalista. Adicionalmente se ha
sostenido que no es de la “naturaleza” de esta acción servir de medio para
impugnar las providencias judiciales. No obstante, al contrario de lo que se ha
afirmado sobre los límites naturales o “consustanciales” de la acción de tutela, la
doctrina constitucional comparada parece coincidir de manera unánime en que
la tutela -amparo o acción de constitucionalidad- contra las sentencias es un
corolario lógico del modelo de control mixto de constitucionalidad.

En efecto, cualquier texto relevante de doctrina constitucional comparada


reconoce que el control de constitucionalidad de las sentencias es un
instrumento necesario para garantizar, simultáneamente, la primacía de la
Constitución y de los derechos fundamentales. Los desacuerdos en la doctrina y
la jurisprudencia más especializada se producen más bien en torno al alcance
de esta figura y al tipo y grado de eficacia de los derechos fundamentales en el
521 En este aparte se hace referencia a la propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando
Yepes Arcila, Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda.
Gaceta Constitucional No. 142 p.182 en la cual se propone restringir el ámbito de aplicación de la tutela y los debates
consecuentes hasta la votación definitiva del texto del hoy artículo 86 de la Constitución. Dicha propuesta fue votada y
negada por la Asamblea.
179
ámbito judicial. No obstante, a estas alturas de la evolución de la doctrina
constitucional, parece que nadie niega la importancia de que exista un último
control de constitucionalidad de aquellas sentencias que hubieren podido
vulnerar los derechos fundamentales de las partes y, en particular, el derecho de
acceso a la administración de justicia.

No puede perderse de vista que la más importante transformación del derecho


constitucional en la segunda mitad del siglo XX fue la consagración de la
Constitución como una verdadera norma jurídica. En otras palabras, en el nuevo
Estado constitucional, las constituciones -y en particular los derechos
fundamentales- dejaron de ser normas formalmente prevalentes pero
jurídicamente irrelevantes para convertirse en las normas jurídicas de mayor
eficacia o poder vinculante dentro del ordenamiento. Para lograr esta
transformación, los distintos sistemas jurídicos incorporaron al texto
constitucional poderosos sistemas de garantía tendientes a asegurar la sujeción
de todos los órganos del Estado a las disposiciones constitucionales y, muy en
particular, a los derechos fundamentales.

En este novedoso y potente sistema de protección de la Constitución, la tutela


contra sentencias juega un papel fundamental: el control de constitucionalidad
de las sentencias sirve para desplegar con fuerza la eficacia normativa de los
derechos fundamentales en todos los ámbitos de aplicación del derecho. En
otras palabras, de lo que se trata es de asegurar el llamado “efecto irradiación”
de los derechos fundamentales en jurisdicciones acostumbradas a seguir
fielmente los mandatos del derecho legislado sin atender a las normas
constitucionales que podrían resultar relevantes para resolver la respectiva
cuestión.

Entonces, la acción de tutela -o el llamado recurso de amparo o recurso de


constitucionalidad- contra sentencias constituye uno de los ejes centrales de
todo el sistema de garantía de los derechos fundamentales. Este instrumento se
convierte no sólo en la última garantía de los derechos fundamentales, cuando
quiera que ellos han sido vulnerados o amenazados por la acción o la omisión
de una autoridad judicial, sino que sirve como instrumento para introducir la
perspectiva de los derechos fundamentales a juicios tradicionalmente tramitados
y definidos, exclusivamente, desde la perspectiva del derecho legislado. En otras
palabras, la tutela contra sentencias es el mecanismo más preciado para
actualizar el derecho y nutrirlo de los valores, principios y derechos del Estado
social y democrático de derecho.

Adicionalmente, el control eventual de las sentencias por parte de la Corte


Constitucional, es el mecanismo encontrado por el constituyente para garantizar
la unificación de la jurisprudencia. En estos términos, la necesidad de que exista
un órgano único que tenga la función de unificar la jurisprudencia relativa al
alcance de los derechos fundamentales, no es sino la aplicación al sistema mixto
de control constitucional de las estrategias más ortodoxas de los sistemas
jurídicos occidentales, tendientes a asegurar la unidad en la interpretación y
aplicación del derecho y garantizar así el derecho de igualdad y el principio de
seguridad jurídica.

En virtud de tal unificación, se pretende asegurar que la interpretación y


aplicación del contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales por parte de todos los jueces de la República -con
180
independencia de la causa que se encuentren juzgando- resulte coherente y
ordenada. En este sentido, parece obvio que la función de unificación de la
jurisprudencia materialmente constitucional esté adscrita a un sólo órgano
judicial y que este sea quien tiene asignada la misión de servir como intérprete
último de la Carta.

A este respecto no sobra recordar que en tanto las disposiciones


constitucionales, y en particular las disposiciones iusfundamentales, suelen tener
una estructura especial -en general la doctrina las ha denominado estructura o
“textura” abierta- las mismas exigen para su interpretación además de los
métodos tradicionales de interpretación del derecho, otros especiales y propios
del derecho constitucional. En este sentido, es fundamental que exista un órgano
último especializado en estas materias, que adicionalmente pueda ser objeto de
permanente vigilancia y control, dado que tiene a su cargo la función de servir
como intérprete supremo de la Constitución.

Por los argumentos expuestos parece, más que razonable, indispensable que la
acción de tutela pueda interponerse contra sentencias judiciales de última
instancia y que las tutelas contra sentencias puedan llegar a la Corte
Constitucional para que sea esta Corporación, en su calidad de intérprete
supremo de la Carta, quien defina finalmente el alcance de los derechos
fundamentales en las distintas áreas del derecho legislado.

Se ha dicho también que la tutela contra sentencias vulnera los principios de


seguridad jurídica y de autonomía funcional del juez.

A este respecto hay que decir que si bien las acciones judiciales ordinarias
constituyen supuestos de reconocimiento y respeto de los derechos
fundamentales, de resultar inidóneos e ineficaces, la persona tiene derecho a
hacer uso de la acción de tutela como mecanismo subsidiario de protección
directamente configurado por el constituyente. Lo contrario implicaría admitir
que la democracia constitucional colombiana está concebida de tal manera que
una persona a la que se le ha vulnerado un derecho fundamental en una
sentencia respecto de la que no existen otros mecanismos ordinarios de
protección, está condenada a sobrellevar esa vulneración y con esto se estaría
renunciando al efecto vinculante de los derechos fundamentales.

El valor de cosa juzgada de las sentencias y el principio de seguridad jurídica


suponen que los fallos son respetuosos de los derechos y ese respeto no se
determina a partir de la visión que cada juez tenga de ellos sino del alcance que
les fije la Corte Constitucional, pues esta es la habilitada para generar certeza
sobre su alcance. Y ello es lógico ya que si algo genera inseguridad jurídica es
la promoción de diferentes lecturas de la Carta Política por los jueces y, en
particular, sobre el alcance de los derechos fundamentales. Este es
precisamente el peligro que se evita mediante la excepcional procedencia de la
tutela contra sentencias pues a través de ella se promueven lecturas uniformes
sobre el alcance de tales derechos y de la Carta Política como su soporte
normativo.

Y en lo que atañe a la autonomía e independencia de los jueces y tribunales,


ellas deben entenderse en el marco de la realización de los fines estatales
inherentes a la jurisdicción y, en especial, de cara al cumplimiento de su deber
de garantizar la efectividad de los derechos a todas las personas. Es decir, la
181
Constitución no configura tal autonomía y tal independencia como atributos
idóneos para negar la garantía de esos derechos. Por el contrario, esa
autonomía y esa independencia deben asumirse como un mandato de
proscripción de injerencias indebidas en el ejercicio de la función jurisdiccional,
pero en el entendido que ésta se orienta a la afirmación y no a la negación de los
fundamentos de la democracia colombiana. De allí que, si esto último ocurre, es
decir, si la jurisdicción da lugar a afectaciones de derechos fundamentales, tales
decisiones deban removerse del mundo jurídico para restablecer el efecto
vinculante de esos derechos.

Ahora, la intervención del juez constitucional en los distintos procesos es


únicamente para efectos de proteger los derechos fundamentales afectados. Al
respecto en reiterada jurisprudencia la Corte Constitucional ha señalado que la
función del juez constitucional no es la de reemplazar al juez de la causa ni la de
crear incertidumbre a la hora de definir el sentido del derecho. Muy por el
contrario, el Juez constitucional debe tener particular cuidado a la hora de
evaluar si una determinada decisión judicial vulnera los derechos fundamentales
de una de las partes.

En ese sentido, los fundamentos de una decisión de tutela contra una sentencia
judicial deben aclarar con transparencia la relevancia iusfundamental del punto
que se discute y el juez debe contraerse a estudiar esta cuestión y ninguna otra.
No se trata entonces de un mecanismo que permita al juez constitucional
ordenar la anulación de decisiones que no comparte o suplantar al juez ordinario
en su tarea de interpretar el derecho legislado y evaluar las pruebas del caso. De
lo que se trata es de un mecanismo excepcional, subsidiario y residual para
proteger los derechos fundamentales de quien luego de haber pasado por un
proceso judicial se encuentra en condición de indefensión y que permite la
aplicación uniforme y coherente -es decir segura y en condiciones de igualdad-
de los derechos fundamentales a los distintos ámbitos del derecho. En este
sentido en una de las más recientes sentencias sobre esta línea la Corte indicó:

4. Coincide la Corte con la Sala de Casación Laboral en el sentido de


sostener que los principios de seguridad jurídica y autonomía funcional son
principios rectores de la administración de justicia. No obstante, como se ha
reiterado en múltiples ocasiones, la procedencia especial de la acción de
tutela contra decisiones judiciales lejos de afectar tales principios, tiende a
su garantía y protección. En efecto, en cuanto se refiere al principio de la
seguridad jurídica, resulta claro que se garantiza en mucha mayor medida la
seguridad de los ciudadanos sobre alcance y sentido del derecho, si existe
una manera de unificar las decisiones judiciales en cada una de las distintas
materias o ramas del derecho y no si su interpretación se encuentra librada
exclusivamente al criterio solitario e inmune de cada juez. Ese es
justamente el papel de la casación en materia laboral, civil o penal, el de
unificar el sentido de las normas que los jueces deben aplicar para resolver
las distintas controversias jurídicas. En este sentido, no debe extrañar que
en los regímenes de control de constitucionalidad mixto –como el
colombiano, el alemán o el español– exista un recurso que, como la acción
de tutela, permita garantizar la unidad de la interpretación judicial de los
derechos y las garantías fundamentales, en particular, la garantía del debido
proceso constitucional...
182
Ahora bien, para garantizar que el control judicial resulte ajustado a los
principios de especialización y jerarquía, la tutela contra sentencia se debe
interponer ante el superior funcional del accionado. Si se dirige contra la
Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado o el Consejo Superior de
la Judicatura-Sala Jurisdiccional Disciplinaria, será repartido a la misma
corporación y se resolverá por la Sala de Decisión, Sección o Subsección
que corresponda. Finalmente, tratándose de la protección de derechos
constitucionales fundamentales, la Corte Constitucional tendrá la última
palabra en tanto guardiana e intérprete suprema de la Constitución.

Sólo a través de un control de esta naturaleza, con un único órgano de


cierre en materia constitucional, será posible asegurar que todos los jueces
de la República, obligados como están a aplicar la Constitución cuando
quiera que ello resulte conducente para resolver la respectiva causa, tengan
una doctrina relativamente coherente sobre el alcance y significado de las
garantías constitucionales. De otra forma, cada juez o, en el mejor de los
casos, cada jurisdicción, podría tener una lectura distinta e incluso
contradictoria de las disposiciones constitucionales, sin que resultara
posible unificar el sentido del derecho constitucional para generar una
verdadera seguridad jurídica.

También se afirma que la violación de la seguridad jurídica se produce dado


que no existe un término de caducidad de la tutela contra sentencias. En
consecuencia, en cualquier momento la persona que disienta de una
decisión judicial puede impugnarla mediante la acción de Tutela. En este
sentido, como se desarrollará en detalle más adelante, es cierto que la falta
de un término de caducidad puede dar lugar a la violación del principio de la
seguridad jurídica. Sin embargo, para conjurar este riesgo la jurisprudencia
constitucional ha desarrollado la doctrina de la inmediatez. Según esta
doctrina, la acción de tutela debe ser interpuesta en un término razonable y
proporcionado como mecanismo para proteger, de manera inmediata, el
derecho vulnerado o amenazado. De otra forma se estaría premiando la
inacción de la parte interesada y afectando severamente el principio
universal de la seguridad jurídica, es decir, la tranquilidad que deben tener
los ciudadanos sobre la estabilidad de la decisiones judiciales...

Finalmente, se ha sostenido que se viola la seguridad jurídica y la


autonomía funcional del juez por la mera posibilidad de revocar las
sentencias mediante la acción de tutela. Este argumento llevaría a sostener
que la segunda instancia es también una violación de la seguridad jurídica y
de la autonomía funcional, como lo seria también el recurso de casación. En
efecto, hasta agotar dichos recursos la sentencia no hace tránsito a cosa
juzgada y su existencia habilita justamente al juez de alzada a revocar la
decisión del juez de instancia y a marcar las pautas de interpretación y
fijación del sentido del derecho. En este sentido, la tutela debe ser vista,
simplemente, como un control constitucional absolutamente excepcional y
de muy corta duración, arbitrado por la propia Constitución para que en el
Estado constitucional exista una cierta unidad en la interpretación y
aplicación de las normas fundamentales y, especialmente, del debido
proceso constitucional. En otras palabras, para asegurar la vigencia del
principio de igualdad y del importante valor de la seguridad jurídica.522

522 T-315 de 2005.


183
De otra parte, se ha sostenido que la tutela contra sentencias de última instancia
viola la distribución constitucional de competencias entre las más altas Cortes de
justicia pues, por esta vía, la última palabra en materia penal, civil o laboral no la
tendrá la Corte Suprema por vía de casación sino el juez constitucional por vía
de tutela.

En este sentido es muy importante reiterar que la acción de tutela no puede ser
un mecanismo que sirva para que el juez constitucional pueda desplazar al juez
ordinario en la decisión de la respectiva causa. En efecto, por esta vía no puede
el juez de tutela convertirse en el máximo intérprete del derecho legislado ni
suplantar al juez natural en su función esencial como juez de instancia. Lo que
sin embargo sí habilita la tutela es la vigilancia de la aplicación judicial al caso
concreto de los derechos fundamentales pertinentes y, en especial, del derecho
al debido proceso y de acceso a la administración de justicia.

En otras palabras, se trata de una garantía excepcional, subsidiaria y autónoma


para asegurar, cuando todos los recursos anteriores han fallado, que a las
personas sometidas a un proceso judicial no les violen sus derechos
constitucionales fundamentales. No se trata entonces de garantizar la adecuada
aplicación del resto de las normas que integran el sistema jurídico o de los
derechos que tienen origen en la ley.

Adicionalmente, este mecanismo sólo puede operar cuando todos los


mecanismos anteriores han fallado y siempre que la persona hubiere acudido a
ellos de manera diligente. En este sentido, la acción de tutela no suplanta ni
reemplaza a los mecanismos ordinarios ni puede servir para remediar la
negligencia de alguna de las partes procesales. Se trata, simplemente, de una
revisión extraordinaria y excepcional de la constitucionalidad de las decisiones
judiciales cuando la persona presuntamente afectada ha agotado todos los
recursos a su alcance y se encuentra, por lo tanto, en condiciones de
indefensión. Si las acciones y recursos judiciales ordinarios y extraordinarios han
operado adecuadamente, nada nuevo tendrá que decir el juez de tutela, pues los
jueces ordinarios habrán cumplido a cabalidad con la tarea de garantizar los
derechos fundamentales concernidos.

En los términos que han sido planteados, resulta indudable que quien debe
definir el alcance de todas las áreas del derecho ordinario es la Corte Suprema
de Justicia y que corresponde al Consejo de Estado establecer el alcance de las
normas que integran el derecho contencioso administrativo. Sin embargo,
compete a la Corte Constitucional la tarea de establecer, en última instancia, el
contenido constitucionalmente vinculante de los derechos fundamentales,
derechos que deben ser tenidos en cuenta por los jueces ordinarios y
contenciosos a la hora de definir los asuntos a ellos asignados.

La tutela contra sentencias, entonces, tiene simplemente la función de garantizar


que en esta tarea de aplicación simultánea de la Constitución y la ley, la
supremacía de los derechos fundamentales sobre la ley quede suficientemente
resguardada. En este sentido, si una cuestión resulta ser simultáneamente de
relevancia legal y constitucional, resulta claro que el juez de la causa debe
aplicar el derecho constitucional -de conformidad con los dictámenes de su
intérprete supremo- y el derecho ordinario -siguiendo las pautas del máximo
órgano de la respectiva jurisdicción-.
184
En conclusión, el argumento según el cual la tutela contra sentencias de última
instancia afecta la distribución constitucional de competencias entre las altas
Cortes y, en particular, la naturaleza de la Corte Suprema de Justicia y del
Consejo de Estado como “órganos de cierre” de la respetiva jurisdicción, es
falso, pues el juez constitucional no tiene facultades para intervenir en la
definición de una cuestión que debe ser resuelta exclusivamente con el derecho
ordinario o contencioso. Su papel se reduce exclusivamente a intervenir para
garantizar, de manera residual y subsidiaria, en los procesos ordinarios o
contencioso administrativos, la aplicación de los derechos fundamentales, cuyo
intérprete supremo, por expresa disposición de la Constitución, es la Corte
Constitucional.

Ahora bien, si el argumento que ha sido expuesto se funda simplemente en que


el juez constitucional pueda ordenarle al juez de última instancia que revoque su
decisión y que profiera otra de conformidad con los derechos fundamentales, es
esta una simple consecuencia del nuevo modelo en el cual la norma que tiene
primacía es la Constitución. En este sentido, nadie pensaría que viola la
distribución constitucional de competencias la posibilidad de que una corte
internacional, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pueda
ordenarle al Estado, a través de una decisión judicial, que revoque una sentencia
de última instancia y profiera una nueva decisión de conformidad con los
derechos humanos que el Estado colombiano se ha comprometido a proteger.
En este caso la Corte Interamericana no estaría siendo la última instancia en
materia civil, contenciosa o constitucional sino cumpliendo su labor como órgano
encargado de asegurar la aplicación de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en aquellos países del Continente que la han suscrito y han
aceptado someterse a su jurisdicción.

Finalmente, el último argumento que se ha utilizado para sostener que no es


posible derivar del texto del artículo 86 la procedencia de la tutela contra
sentencias de última instancia es un argumento de derecho comparado
acompañado de una premonición sobre el caos que esta figura puede causar en
un sistema jurídico que pretende ser “bien ordenado”. Para responder
someramente este argumento la Corte se limitará a hacer una breve alusión a
sistemas comparados como el sistema alemán o el español, en los cuales
parecen existir sistemas jurídicos bien ordenados pese a que la “tutela” contra
sentencias de última instancia ocupa mas del 80% de los recursos de amparo o
protección constitucional presentados ante los respectivos Tribunales
Constitucionales.

Actualmente, casi la totalidad de los sistemas jurídicos que adoptaron en la


segunda mitad del siglo XX el sistema de control de constitucionalidad mixto
incorporan un mecanismo que sirve para que el juez constitucional -usualmente
el máximo tribunal constitucional- pueda controlar la constitucionalidad de las
decisiones judiciales de última instancia proferidas en las restantes
jurisdicciones523. En la mayoría de los casos se trata de un recurso o acción
judicial subsidiaria, residual, autónoma y expedita que se encuentra limitada,
exclusivamente, al estudio de las cuestiones iusfundamentales relevantes y que
permite que el juez constitucional revoque una decisión judicial de última
instancia siempre que encuentre que la misma vulnera los derechos
fundamentales.
523 En algunos caos se establecen causales específicas de procedibilidad como en los casos de Chile y Perú. En el caso
de Ecuador no hay tutela contra sentencias.
185

En la medida en que el amparo es un recurso subsidiario, es necesario que se


agoten, antes de interponerlo, la totalidad de los medios ordinarios y
extraordinarios de defensa. Por esta razón, el recurso de amparo opera casi
fundamentalmente contra sentencias judiciales de última instancia, es decir,
contra sentencias del Tribunal Supremo –o de la Corte Suprema-. Ahora bien,
dado que la protección de los derechos fundamentales debe armonizarse con la
protección de la seguridad jurídica, el ordenamiento legal dispone de un término
de caducidad de 20 días fuera de los cuales no procederá el recurso524.

En España, el recurso de amparo contra sentencias de última instancia tiene la


función de proteger los derechos fundamentales eventualmente afectados, la
supremacía de la Constitución y la constitucionalización del derecho legislado.
En general, el recurso procede cuando el juez ha aplicado una norma declarada
inconstitucional, cuando ha dejado de aplicar los derechos fundamentales
aplicables al caso o cuando ha vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva.
Finalmente, resulta relevante mencionar que el artículo 5.1 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial establece que los jueces y Tribunales están vinculados a la
interpretación que haga el Tribunal Constitucional de los derechos
fundamentales525.

A su turno, en Alemania el Recurso Constitucional o Recurso de Protección


Constitucional es un recurso subsidiario, residual y autónomo que se interpone
ante el Tribunal Constitucional cuando quiera que se trate de proteger un
derecho fundamental presuntamente afectado por acciones de las autoridades
públicas incluyendo, naturalmente a los jueces. Gracias a este recurso el
Tribunal Constitucional pudo influir decisivamente en la constitucionalización del
derecho legislado y en la forma como las autoridades judiciales incorporaron a
su quehacer cotidiano los principios, valores y derechos del nuevo Estado
constitucional.

Según la doctrina del Tribunal, procede el recurso contra una sentencia judicial
de última instancia siempre que la sentencia hubiere aplicado una norma
inconstitucional o cuando incurrió en una grave infracción del debido proceso
constitucional o cuando dejó de garantizar los derechos fundamentales que
estaban en juego en el correspondiente proceso. En Alemania una altísima
proporción de los recursos de protección constitucional se dirigen a impugnar
sentencias judiciales de última instancia que han podido vulnerar los derechos
fundamentales de alguna de las partes del proceso.

En suma, la tutela contra sentencias judiciales constituye un elemento esencial


en los distintos sistemas de control mixto de constitucionalidad para garantizar,
simultáneamente, la defensa de los derechos subjetivos y la primacía de la
Constitución en el ordenamiento jurídico.

Conclusión

En las condiciones que se han dejado expuestas, entonces, es claro para esta
Corporación que una ley ordinaria no puede modificar o suprimir la Constitución
524 Artículos 43.2 y 44.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional Español.
525 Según la norma mencionada: “La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico, y vincula a todos los
Jueces y tribunales, quienes interpretarán y aplicarán las leyes y los reglamentos según los preceptos y principios
constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el tribunal
Constitucional en todo tipo de procesos”.
186
Política y con mayor razón uno de los mecanismos de protección de los
derechos fundamentales en ella consagrados; que la acción de tutela procede
contra decisiones judiciales en los casos en que esta Corporación ha establecido
y con cumplimiento de los presupuestos generales y específicos ya indicados;
que al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no fue excluir la
tutela contra decisiones judiciales; que la procedencia de la acción de tutela
contra tales decisiones está legitimada no sólo por la Carta Política sino también
por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y por la Convención
Americana de Derechos Humanos, en tanto instrumentos de derecho
internacional público que hacen parte del bloque de constitucionalidad y que
vinculan al Estado colombiano, y que los argumentos expuestos contra la
procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales son infundados y,
por lo mismo, fácilmente rebatibles.

Esta carga argumentativa permite concluir que una norma legal que dispone que
contra la sentencia que resuelve el recurso extraordinario de casación en
materia penal no procede recurso ni acción, salvo la de revisión; vulnera el
principio de supremacía de la Constitución consagrado en el artículo 4º y la
acción de tutela consagrada en el artículo 86. De allí el imperativo de expulsarla
del ordenamiento jurídico, como, en efecto, lo hará la Corte.
187

A NIVEL DE EJEMPLO SE EXPONEN ALGUNOS CASOS QUE JUSTIFICAN


LA PROCEDENCIA EXCEPCIONAL DE LA ACCIÓN DE TUTELA CONTRA
PROVIDENCIAS JUDICIALES PARA GARANTIA DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES Y EL ORDEN JUSTO

T-006 DE 1992526, relativa a la presentación de una acción de tutela contra el


Tribunal Superior y la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, por violación del
debido proceso, entre otros derechos fundamentales. El juez de tutela que fue la
Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, no adoptó decisión de fondo y se
declaró incompetente para conocer de una decisión de la otra Sala. Al respecto,
la Corte Constitucional consideró:

Respecto de la incompetencia manifestó que ello devendría en carencia de


contención e inimpugnabilidad de las decisiones ordinarias. Recordó que la
Corte Suprema de Justicia, constituye autoridad pública por lo que es viable la
acción de tutela. En un estado social de derecho, democrático, cuya finalidad es
asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo, no puede
tolerarse un poder público si las sentencias de la Corte Suprema de Justicia
estuvieran revestidas de inmunidad constitucional. El artículo 86 de la
Constitución autoriza que la acción se dirija "contra cualquier autoridad pública".
No existe Estado de derecho si las autoridades disponen de poderes ilimitados.
Si en verdad la Constitución se tiene como norma fundamental, sobre ella no
pueden prevalecer ninguno de los actos ni de las abstenciones de los órganos
que integran las ramas del poder público. Actos del Congreso o del Ejecutivo
que violen esa norma superior están llamados a ser excluidos del ordenamiento
jurídico mediante las correspondientes acciones de inconstitucionalidad y
nulidad. Con mayor énfasis debe predicarse de los órganos y autoridades
públicas que, como la Corte Suprema de Justicia, conforman la rama judicial. El
conjunto de los actos de los órganos constituidos - Congreso, ejecutivo y jueces
- se identifica con referencia a la Constitución y no se reconoce como derecho si
desconoce sus criterios de validez. La Constitución como lex superior precisa y
regula las formas y métodos de producción de las normas que integran el
ordenamiento y es por ello "fuente de fuentes", norma normarum. Estas
características de supremacía y de máxima regla de reconocimiento del orden
jurídico propias de la Constitución, se expresan inequívocamente en el texto del
artículo 4o. de la Constitución. No cabe duda del valor normativo acentuado que
la Constitución le asigna a las normas sobre derechos, garantías y deberes.
Valor normativo que se acompaña con el principio de efectividad que se eleva a
fin esencial del estado y a compromiso ineludible de todas las autoridades
públicas: "son fines esenciales del estado: ...garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución". Una
jurisprudencia evolutiva, abierta al conocimiento de las condiciones sociales,
económicas y políticas del país y consciente de la necesidad de estimular la
progresiva y firme instauración de un orden justo, asentado en el respeto y
efectividad de los derechos y garantías de los ciudadanos, es la única que se
concilia con el estado social de derecho. Las altas jerarquías del estado de los
órdenes legislativo, ejecutivo y judicial, no son titulares de fracciones de poder
sino instrumentos para la realización de las tareas estatales. La conciencia de
los fines del estado lleva a comprender que la Constitución es en cierto sentido
un orden a alcanzar.
526 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
188

La persona humana en su manifestación individual y colectiva es contemplada


en la Constitución como fuente suprema y última de toda autoridad y titular de
derechos inalienables para cuya protección se crea el estado y se otorgan
competencias a sus agentes. En un plano subjetivo, los derechos y garantías
constitucionalmente proclamados, tienen la virtualidad de reconocer al individuo
y a los grupos sociales el poder efectivo de establecer, en unos casos, un límite
a la acción del Estado y por tanto reivindicar con éxito frente a sus invasiones
una esfera de actuación libre de interferencias e intromisiones (libertad
negativa); en otros, el de ejercer libremente una determinada actividad, que
implica acotar un campo específico y propio para el libre desarrollo de la
personalidad, en sus proyecciones individuales y sociales (libertad positiva); y,
finalmente, el de obtener del estado la realización de ciertas prestaciones que
correlativamente se tornan deberes sociales del Estado y que, en línea de
principio, corresponden a los derechos económicos, sociales y culturales. La
Jurisdicción Constitucional es la garantía básica del Estado constitucional de
derecho. El poder público en todas sus manifestaciones - estado-legislador,
estado-administrador y estado-juez - se origina en el pueblo y se ejerce en los
términos que la Constitución establece (CP art. 3o.). La Jurisdicción
Constitucional asegura que efectivamente todos los poderes públicos sujeten
sus actos (aquí quedan comprendidos entre otros las leyes, las sentencias y los
actos administrativos) a las normas, valores y principios constitucionales, de
modo que cada una de las funciones estatales sea el correcto y legítimo
ejercicio de una función constitucional. El derecho fundamental a la integridad y
supremacía de la Constitución se traduce en materia de derechos
fundamentales en el derecho fundamental a la protección inmediata de los
derechos fundamentales.

De conformidad con lo estipulado en el artículo 228 de la Constitución, los


mecanismos procesales ideados por el constituyente y por el legislador deben
interpretarse de manera que prevalezca el derecho sustancial. La acción de
tutela - al igual que los restantes mecanismos y procedimientos legales de
protección de los derechos fundamentales - deben interpretarse, en
consecuencia, buscando el máximo grado de cumplimiento y eficacia de la
Constitución que, en este caso, equivale a la mayor efectividad del derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales.

La acción de tutela es uno de los medios a través de los cuales se pretende


satisfacer el mencionado derecho fundamental, pero su utilización se subordina,
en primer término, a la condición de que el afectado "no disponga de otro medio
de defensa judicial". Para determinar si se dispone de "otro medio de defensa
judicial", no se debe verificar únicamente si el ordenamiento contempla
expresamente una posibilidad legal de acción. No se trata de garantizar
simplemente el "derecho de toda persona para acceder a la administración de
justicia" (CP art. 229), sino el derecho fundamental a la protección inmediata de
los derechos fundamentales. En consecuencia, debe determinarse,
adicionalmente, si la acción legal alternativa, de existir, es capaz de garantizar la
protección inmediata de los derechos vulnerados o amenazados. La Convención
Americana de Derechos Humanos, suscrita por Colombia, que en su artículo 25
ordena: "Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier
otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
Constitución, la ley o la presente convención, aún cuando tal violación sea
189
cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales". Y no
de otra manera podría ser ya que como lo expresara el legislador especial -
Comisión Especial Legislativa - en su momento "la real existencia de medios
judiciales de defensa no se suple con una existencia formal o de mero papel.
Para que ésta pueda predicarse requiere que los medios sean eficaces y aptos
para remediar la vulneración o eliminar la amenaza. Si el medio existe, pero es
tardío, lo que lo hace ineficaz, determina la procedencia de la acción" (Informe
Ponencia para Debate en Plenaria. Informe de Mayoría. Ponentes Germán
Sarmiento Palacio, Hidela Avila de Zuluaga, Armando Novoa García. Comisión
Especial Legislativa, Gaceta Legislativa No. 18 p. 5). Es evidente que si el
afectado ha hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta
agotarlos, sin obtener efectiva protección de sus derechos constitucionales
amenazados o vulnerados, a su término no dispondrá "de otro medio de defensa
judicial" y podrá perseguir esa protección a través de la acción de tutela. La
acción de tutela se concibe como medio último y extraordinario de protección al
cual se puede recurrir sólo en ausencia efectiva de un medio judicial ordinario
capaz de brindarla.

Cuando la acción de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del
conocimiento se circunscribe al examen y decisión de la materia constitucional
con prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la vulneración o
amenaza de vulneración del derecho constitucional fundamental. La acción de
tutela no representa frente a los respectivos procesos judiciales instancia ni
recurso alguno. Cuando la vulneración del derecho constitucional se estudia con
ocasión del trámite de la acción de tutela, no se avoca el conocimiento y
desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna circunstancia es de la incumbencia de
la Jurisdicción Constitucional, sino única y exclusivamente la conducta del juez
reflejada en su providencia y en cuanto ésta haya violado un derecho
fundamental o amenace con hacerlo.

Se dice que una sentencia tiene fuerza de cosa juzgada cuando ella se torna
inmutable y definitiva y no puede ser modificada o revocada por ningún medio
jurídico, ordinario o extraordinario, dentro o fuera del proceso en que se produjo.
El recuento de algunas de la principales teorías acerca del fundamento de la
cosa juzgada demuestra que no deriva este principio de un pretendido derecho
inherente a la persona humana. Las teorías modernas se ocupan de justificar la
figura a partir de su expresa consagración legal y de criterios prácticos de
conveniencia general inspirados en la necesidad de mantener los valores de
certeza jurídica y paz social.

Las leyes que consagran y regulan la cosa juzgada deben respetar la


Constitución. La regulación legal de la cosa juzgada no tiene una jerarquía o
status superior a la Constitución y su interpretación debe hacerse según el
sentido que mejor armonice con sus principios y preceptos. El fin del proceso
debe ser la sentencia justa (CP art. 2): No la cosa juzgada a secas. El sentido de
la entera obra del Constituyente se orienta al establecimiento de un orden
social justo. Por consiguiente entre las alternativas de solución de un caso, el
Juez debe inclinarse por la que produzca el resultado más justo y resuelva de
fondo la controversia dando prevalencia al derecho sustancial (CP Preámbulo,
arts. 2 y 228). No cabe duda que a la luz de la Constitución debe afirmarse
como valor orientador de la actividad judicial el favorecimiento de la justicia
material que se condensa en la consigna pro iustitia. En razón del principio pro
iustitia la regulación legal de la cosa juzgada debe en aras de la seguridad
190
jurídica sacrificar lo menos posible la justicia. El mero "decisionismo", no
corresponde a la filosofía que anima la Constitución. Frente al problema
planteado conviene avanzar en un doble sentido. Primero, determinando unos
criterios generales que apunten a la progresiva construcción de la justicia
material, de modo que la cosa juzgada sea más el escudo de una decisión justa
que la mera inmunidad que protege una decisión de Estado. Y es que la cosa
juzgada, en el nuevo ordenamiento constitucional, vale no como razón de
Estado sino como expresión de justicia. Segundo, señalando específicamente lo
que en ningún caso puede ser sacrificado en función de la certeza o seguridad
jurídica y que corresponde al "mínimo de justicia material" que debe contener
una sentencia. Sólo de esta manera se puede delimitar el ámbito de seguridad
jurídica que permite sustraer a una decisión judicial cubierta por la cosa juzgada
de los ataques e impugnaciones de que puede ser objeto por su ilegalidad o
injusticia.

La progresiva construcción de justicia por los jueces enriquece la cosa juzgada


pues sus fallos tendrán más valor en términos de justicia y verdad. Las
dilaciones indebidas en el curso de los diferentes procesos desvirtúan la eficacia
de la justicia y quebrantan el deber de diligencia y agilidad que el artículo 228
impone a los jueces que deben tramitar las peticiones de justicia de las personas
dentro de unos plazos razonables. De lo dicho puede colegirse que la regulación
legal de la cosa juzgada sólo puede mantenerse en la sociedad democrática y
justa diseñada por el Constituyente bajo la condición de que como fórmula
histórica y evolutiva de compromiso sacrifique cada vez menos justicia en aras
de la consecución de la necesaria estabilidad jurídica. En otras palabras, en
cada momento histórico habrá un "precio" límite en términos de justicia
sacrificada a partir del cual no se podrá ofrecer nada más a fin de garantizar la
necesaria seguridad jurídica. La sentencia que se produzca con violación o
desconocimiento de los derechos fundamentales - tanto de orden sustantivo
como procesal -, por no incorporar el mínimo de justicia material exigido por el
ordenamiento constitucional, no puede pretender hacer tránsito a cosa juzgada.
Sólo la cosa juzgada que incorpore por lo menos ese mínimo de justicia puede
aspirar a conservar su carácter. La violación o desconocimiento de los derechos
fundamentales, base de la convivencia, quebranta la paz social. La violación o
desconocimiento de los derechos fundamentales se opone a la vigencia de un
orden justo. La seguridad jurídica no se puede construir ni mantener a costa de
la violación o desconocimiento de los derechos fundamentales y la que se
consiga de esa manera será siempre frágil. El juez que profiere una sentencia
que desconozca o viole los derechos fundamentales obra por fuera de sus
competencias e incurre en arbitrariedad. La jurisdicción del Estado como todo
poder público se origina en la soberanía que reside exclusivamente en el pueblo
y no puede ejercerse para desconocer o violar sus derechos fundamentales.

En este contexto la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución


Política es un medio procesal especial que complementa el derecho sustantivo
constitucional, mediante la concesión de un arma poderosa a las personas que
vean sus derechos fundamentales violados o desconocidos. Tratándose de
sentencias que vulneren estos derechos, la acción de tutela, es un medio
idóneo para depurar el eventual contenido de injusticia de la sentencia atacada y
evita que ésta se torne inimpugnable e irrevocable no obstante el flagrante
desconocimiento del mínimo de justicia material que debe expresar toda
sentencia y que sólo se da cuando se respetan y se hacen efectivos los
derechos fundamentales. Si la ley puede producir el anotado desplazamiento -
191
en cualquiera de los sentidos - de la cosa juzgada, lo que no equivale a su
eliminación, con mayor razón lo puede hacer el constituyente al incluir una
acción - en este caso la acción de tutela como mecanismo idóneo - contra las
sentencias que violen los derechos fundamentales. En este caso el límite de la
cosa juzgada se desplaza hacia adelante y sólo luego de la decisión que desate
el procedimiento que se instaura con ocasión de la acción de tutela se puede
hablar en estricto rigor de cosa juzgada. El valor normativo de la Constitución y
su pretensión normativa, reclaman una interpretación que propenda por la
eficacia y actualización de sus disposiciones, de modo que la Constitución
formal se convierta en Constitución real y vaya adaptándose a las cambiantes
condiciones de la vida social. La tesis de la inimpugnabilidad constitucional de
las sentencias, deja sin aplicación en un importante ámbito de la realidad
nacional, las normas constitucionales sobre protección de derechos
fundamentales. Así mismo, la interpretación radicalmente restrictiva y
reduccionista de la tutela, la despoja de eficacia real.

SENTENCIA C-543/92527

Con posterioridad a esta Sentencia de Tutela, la Corte Constitucional abordó el


estudio de los artículos 11, 12 y 40 (también el 25) del Decreto Ley 2591 de 1991
(reglamentario de la acción de tutela) contentivos de la procedencia de la acción
de tutela contra providencias judiciales, disposiciones que vinieron a ser
declaradas inexequibles (con la salvedad del artículo 25) por la sentencia C-
543/92, bajo las siguientes consideraciones:

“De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no


cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde
la función de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para
los particulares y también para el Estado. En esa condición no están
excluidos de la acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren
o amenacen derechos fundamentales, lo cual no significa que proceda
dicha acción contra sus providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para
que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha incurrido en dilación
injustificada en la adopción de decisiones a su cargo que proceda a resolver
o que observe con diligencia los términos judiciales, ni riñe con los
preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante actuaciones de
hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o
amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión
pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio
cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y
queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591
de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de atentado alguno
contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer
realidad los fines que persigue la justicia. Pero, en cambio, no está dentro
de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en el trámite de un
proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que cumple,
en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad está
excluida de plano en los conceptos de autonomía e independencia
funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho
referencia.
527 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
192

No procede la acción de tutela contra ninguna providencia judicial, con la


única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este
evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva que
adopte el juez competente.”

T-043/93528. ABSTENCION DE TRAMITAR ASUNTO QUE VULNERO ACCESO


A LA JUSTICIA Y DEBIDO PROCESO

Se presenta una conducta omisiva por violación del debido proceso y de acceso
oportuno a la administración de justicia por parte de un Juez Promiscuo Civil del
Circuito (alegando la extemporaneidad en la interposición de un recurso y la
ejecutoria de la providencia que se pedía revocar) que se abstuvo de tramitar
-como era su deber- un proceso de restitución declarado por ese despacho nulo
y que de acuerdo con las normas de procedimiento debía asumir o someterlo a
reparto, sin embargo, optó por remitirlo de nuevo al de primera instancia siendo
éste incompetente para que procediera a liquidar costas y cumplir lo decidido. El
expediente se encuentra en el archivo y ha transcurrido casi diez meses desde
cuando fue decretada la nulidad del proceso sin que se haya ordenado la
remisión del expediente al juzgado competente. Esta actuación es inexplicable
por cuanto si lo decidido fue la nulidad, el funcionario competente para hacer
cumplir dicha orden era él a través de un auto en que asumiera la competencia o
el envió del expediente a reparto para que allí se decidiera a quien le
correpondería sustanciarlo. El Juez Primero incurrió en un error procedimental
que a la postre degeneró en la negación de una decisión definitiva de las
pretensiones de la demandante. No entiende la Sala como este Juzgado -
sabiendo que lo ordenado fue la nulidad por falta de competencia-, no remitió el
expediente al funcionario competente. Por el contrario, carente de competencia,
actuó como si el proceso hubiese terminado, incurriendo así en una conducta a
todas luces reprochable. Puesto que se entiende que la peticionaria no cuenta
con recurso diferente a la acción de tutela para lograr que el funcionario
competente respete su derecho de acceso a la justicia y a un debido proceso. Se
dispuso que el juzgado asumiera el conocimiento del asunto y se corrió traslado
a la Procuraduría Delegada.

T-079/93529. AFECTACION DE LAS GARANTIAS PROCESALES A


PROGRENITORA EN TRAMITE DE DECLARACION DE ESTADO DE
ABANDONO Y HOMOLOGACION DE ADOPCION DE MENOR HIJO

Una madre interpuso acción de tutela contra la resolución de la defensora de


familia (y la sentencia judicial que la homologó) que declaró en estado de
abandono a su menor hijo y ordenó la iniciación de los trámites de adopción, por
considerar vulnerados los derechos fundamentales y los de su hijo,
específicamente, la igualdad real y efectiva, el debido proceso, el derecho de
defensa, el libre desarrollo de la personalidad, la protección especial que merece
el núcleo familiar, los derechos de la mujer y los derechos del niño. La Corte
Constitucional encontró error manifiesto del fallador, falta de fundamentación de
la sentencia y el incumplimiento del control de legalidad dispuesto por la ley
respecto de las resoluciones de abandono proferidas por las autoridades
administrativas. Así mismo, se colocó a la peticionaria en posición de desventaja
528 M.P. Ciro Angarita Barón.
529 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
193
frente a la contraparte, vulnerando el principio de igualdad procesal y sus
derechos fundamentales de defensa y debido proceso por parte de la autoridad
administrativa, al no atender las exigencias legales de recepción y práctica de
las pruebas en condiciones de igualdad para las partes. Actuó como juez de
tutela, la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia que confirmó la sentencia de
primera instancia que concediera la tutela por considerar que la violación del
derecho fundamental era manifiesta.

La Corte Constitucional señaló que una actuación de la autoridad pública se


torna en una vía de hecho susceptible del control constitucional de la acción de
tutela cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo, obedece a
su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la vulneración de los
derechos fundamentales de la persona. Carece de fundamento objetivo la
actuación manifiestamente contraria a la Constitución y a la Ley. La legitimidad
de las decisiones estatales depende de su fundamentación objetiva y razonable.
El principio de legalidad rige el ejercicio de las funciones públicas (CP art. 121),
es condición de existencia de los empleos públicos (CP art. 122) y su
desconocimiento genera la responsabilidad de los servidores públicos (CP arts.
6, 90). Una decisión de la autoridad no es constitucional solamente por el hecho
de adoptarse en ejercicio de las funciones del cargo. Ella debe respetar la
igualdad de todos ante la ley (CP art. 13), principio que le imprime a la actuación
estatal su carácter razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la
discrecionalidad de los servidores públicos, quienes, en el desempeño de sus
funciones, no pueden interpretar y aplicar arbitrariamente las normas, so pena
de abandonar el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple y llanamente
actuaciones de hecho contrarias al Estado de Derecho que les da su legitimidad.

La decisión revestida de las formalidades de un acto jurídico encubre una


actuación de hecho cuando ésta obedece más a la voluntad o al capricho del
agente estatal que a las competencias atribuidas por ley para proferirla. El
criterio para evaluar qué conductas tienen fundamento en el ordenamiento
jurídico y cuáles no es finalista y deontológico. Las autoridades públicas están al
servicio de la comunidad (CP art. 123) y en el cumplimiento de sus funciones
deben ser conscientes de que los fines esenciales del Estado son, entre otros,
servir a dicha comunidad y garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las autoridades públicas
deben ceñir sus actuaciones a los postulados de la buena fe (CP art. 83). La
conducta dolosa o gravemente culposa de los servidores públicos debe ser
excluida del ordenamiento jurídico y su demostración genera la responsabilidad
patrimonial del Estado, así como el deber de repetir contra el agente
responsable del daño (CP art. 90). La vulneración de los derechos
fundamentales por parte de servidores públicos que actúan sin fundamento
objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones internas, desconoce la primacía
de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5), la protección
constitucional de los derechos fundamentales (CP art. 86) y la prevalencia del
derecho sustancial (CP art. 228). En caso de demostrarse su ocurrencia, el juez
de tutela deberá examinar la pertenencia del acto al mundo jurídico y proceder a
la defensa de los derechos fundamentales vulnerados en el curso de una vía de
hecho por parte de la autoridad pública.

T-158/93530. NEGACION DE UN RECURSO CON FUNDAMENTO EN UN


REQUISITO JURIDICAMENTE INEXISTENTE
530 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
194

El accionante considera que en el trámite de un proceso ejecutivo se le ha


vulnerado el debido proceso por parte de un Juzgado al negar el recurso de
apelación aduciendo un requisito jurídicamente inexistente, pues, en virtud del
Decreto 2282 de 1989, no es necesario el requisito de sustentación del recurso,
por cuanto el artículo 1o., numeral 170, lo eliminó. La Corte Constitucional
señaló que el proceso es un juicio y es lícito en cuanto implica un acto de
justicia. Y como es evidente por la naturaleza procesal, se requieren tres
condiciones para que un proceso sea debido: Primera, que proceda de una
inclinación por la justicia; Segunda, que proceda de la autoridad competente;
Tercera, que se profiera de acuerdo con la recta razón de la prudencia, en este
caso, que se coteje integralmente toda pretensión, de tal manera que siempre
esté presente el derecho de defensa, y que el juez en ningún momento se
arrogue prerrogativas que no están regladas por la ley, ni exija, asimismo,
requisitos extralegales. El acto del Juzgado Civil del Circuito, al negar un
recurso, como el de apelación, aduciendo un requisito jurídicamente inexistente,
no sólo es violatorio del debido proceso y concretamente del derecho de defensa
(art. 29 C. N.), sino que incurre en contradicción con los artículos 6o. y 84 del
Estatuto Superior. Aquí es evidente la extralimitación de funciones del juzgado
ya que al exigir un requisito no estipulado por la ley, hizo algo que no le estaba
permitido por el legislador, contrariando así el espíritu del Estado Social de
Derecho, según el cual las autoridades sólo pueden hacer aquello que les está
permitido, al paso que los particulares pueden hacer todo aquello que no les esté
prohibido.

T-173/93531. DESCONOCIMIENTO DE LA CALIDAD DE REPRESENTANTE Y


NO PERMISION EJERCICIO DEL DERECHO DE DEFENSA QUE VULNERO
EL DEBIDO PROCESO Y NO HIZO POSIBLE DERECHO A IMPUGNAR
DECISIONES JUDICIALES

La empresa accionante manifestó que a pesar de encontrarse acreditado, en el


proceso penal de perturbación de la posesión adelantado en su contra, la calidad
de representante legal se desconoció dicha calidad por el juzgador. Señaló que
como representante legal fueron vinculados en forma irregular y se realizó
devolución del bien al denunciante declarado invasor en proceso policivo.
Agregó violación del debido proceso por el juzgador al abstenerse de desatar
una impugnación pretextando que quien la intentaba carecía de poder para
actuar haciéndose más patente cuando en auto de cúmplase se deniega la
reposición y se ordena la devolución al juzgado de origen. La Corte
Constitucional encontró que el desconocimiento de la calidad de representante y
no permisión del ejercicio del derecho de defensa, vulneró el debido proceso y
no hizo posible el derecho de impugnar las decisiones judiciales, lo que hace
viable el excepcional procedimiento de la tutela para restaurar la vigencia del
Derecho, toda vez que el Juez Penal del Circuito, so pretexto de resolver el
recurso, omitiendo hacerlo, no solo desconoció flagrantemente lo probado dentro
del proceso sino que, contrariando los principios constitucionales sobre
administración de justicia dejó en la indefinición la firmeza de la decisión
apelada, asunto que, por su naturaleza y fines, debió ser resuelto materialmente.
No entró la Corte en el análisis de la legalidad del auto objeto de apelación, pues
al hacerlo sustituiría al juez encargado de proferir precisamente el fallo que se
ordena en esta providencia, lo cual, fuera de ser un contrasentido, implicaría una
invasión a la órbita jurisdiccional de ese Despacho y un desconocimiento de la
531 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
195
autonomía funcional consagrada en la Constitución (artículos 228 y 230). Se
ordenó al Juez que cumpla con su obligación de resolver sobre el fondo de la
cuestión planteada en el recurso de apelación ante él interpuesto y corrió
traslado a la Procuraduría General de la Nación para que vele de manera
especial por el adecuado trámite del proceso y por el respeto a los derechos
fundamentales de las partes.

La Corte Constitución consideró que el acceso a la administración de justicia no


es un derecho apenas formal que se satisfaga mediante la iniciación del proceso
sino que su contenido es sustancial, es decir, implica que la persona obtenga a
lo largo de la actuación y hasta la culminación de la misma, la posibilidad real de
ser escuchada, evaluados sus argumentos y alegatos y tramitadas, de acuerdo
con la ley, sus peticiones, de manera que las resoluciones judiciales sean reflejo
y realización de los valores jurídicos fundamentales. En tal sentido, el acceso a
la administración de justicia es inescindible del debido proceso y únicamente
dentro de él se realiza con certeza. Agregó que la regla general de
improcedencia de la acción de tutela contra providencias judicial no es absoluta
y, por tanto, admite excepciones. Las actuaciones judiciales cuya ostensible
desviación del ordenamiento jurídico las convierte -pese a su forma- en
verdaderas vías de hecho, no merecen la denominación ni tienen el carácter de
providencias para los efectos de establecer la procedencia de la acción de tutela.
No es el ropaje o la apariencia de una decisión sino su contenido lo que amerita
la intangibilidad constitucionalmente conferida a la autonomía funcional del juez.
Indicó que la doctrina de la Corte ha efectuado un análisis material y ha
establecido una diáfana distinción entre las providencias judiciales -que son
invulnerables a la acción de tutela en cuanto corresponden al ejercicio autónomo
de la función judicial y respecto de las cuales existen, dentro del respectivo
proceso, los medios judiciales de defensa establecidos por el ordenamiento
jurídico- y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de una providencia
judicial, quien debería administrar justicia quebranta en realidad los principios
que la inspiran y abusa de la autonomía que la Carta Política reconoce a su
función, para vulnerar en cambio los derechos básicos de las personas. En ese
orden de ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte del
juez, aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución judicial,
puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan
los presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no exista
otro medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho. En tales
casos, desde luego, el objeto de la acción y de la orden judicial que puede
impartirse no toca con la cuestión litigiosa que se debate en el proceso, sino que
se circunscribe al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un
derecho fundamental. La decisión del juez, que materialmente no puede
considerarse como providencia, es la que originó la violación de los derechos
fundamentales de la peticionaria, pues conforma en realidad una vía de hecho
por cuyo conducto el juez -llamado a adoptar una decisión judicial de fondo-
omitió el deber que era de su incumbencia y, basado en presupuestos de hecho
contrarios a la verdad, quebrantó de manera abierta los derechos fundamentales
de la entidad apelante, en especial las reglas del debido proceso (artículo 29 de
la Constitución) y denegó en la práctica el derecho que la Carta otorga a toda
persona en el sentido de impugnar las decisiones judiciales.

T-055/94532. FALTA DE RESPUESTA A LA PETICION DE UNA PRUEBA


CONSIDERADA PERTINENTE E INDISPENSABLE. PRINCIPIOS DE
532 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
196
PUBLICIDAD, CONTRADICCION Y DEFENSA COMO SUPUESTO DE LA
PRESUNCION DE INOCENCIA Y DEL DEBIDO PROCESO PENAL

La tutela plantea una violación del debido proceso en la investigación penal que
el Fiscal Regional adelanta en su contra del peticionario. Dicha vulneración
consistiría en la falta de respuesta a la petición de una prueba considerada
pertinente e indispensable. La Corte Constitucional consideró que el Fiscal
regional debió llamar a rendir testimonio a los señores no sólo por constituir
pruebas cuya conducencia podía objetivamente apreciarse desde la indagatoria
misma del procesado, sino también por el hecho de haber sido solicitadas por su
representante, violando de esta manera los principios de publicidad y
contradicción en el proceso. La omisión del Fiscal viola el principio de
contradicción y por contera se quebrantan los derechos de defensa, debido
proceso y, finalmente, la presunción de inocencia del inculpado. Semejante
omisión no puede ser considerada sino como una grave irregularidad que
vulnera el derecho del procesado a recurrir las providencias judiciales, para lo
cual es necesario que éstas existan y se comuniquen. Se trata, por tanto, de un
acto desprovisto de toda justificación jurídica que configura lo que se conoce
como "vía de hecho".

El proceso no puede ser concebido como una serie de pasos encaminados a la


demostración de una hipótesis planteada por el fiscal o juez. La omisión de una
prueba objetivamente conducente en el proceso que se sigue contra el
peticionario, constituye una violación a su derecho de defensa y al debido
proceso. El hecho de que no se hayan rendido los testimonios solicitados por el
peticionario resulta especialmente grave si se tienen en cuenta estas dos
circunstancias: 1) los testimonios solicitados eran pertinentes e indispensables
desde el momento mismo de la indagatoria y, además, fueron solicitados
formalmente por el representante del peticionario, y 2) no hay trazas de que el
fiscal hubiere estimado, en cualquier sentido, la conducencia de la prueba y de
ahí su actitud omisiva, la cual impide al acusado la interposición de los recursos
que le habrían permitido proteger su derecho de defensa. El artículo 250 del
Código de Procedimiento Penal establece que el juez que rechaza una prueba
debe hacerlo mediante providencia. Dicha providencia es apelable en el efecto
diferido, según lo consagra el artículo 204-b-1 del mismo código. Con la omisión
señalada se viola igualmente el principio de publicidad que debe inspirar las
diferentes actuaciones procesales. Según este principio la justicia penal debe
ser comunicada a las partes y al público en general; los fallos y las decisiones
deben ser difundidos y motivados. Con ello se protege el derecho a la
información de personas afectadas por decisiones judiciales y se garantiza la
posibilidad de que las mismas puedan controvertir su contenido y alcance. El
derecho a la presunción de inocencia se encuentra en estrecha relación de
interdependencia con el derecho de defensa y el debido proceso. El derecho que
tiene el procesado a no ser considerado culpable hasta tanto no se demuestre lo
contrario mediante sentencia judicial, está íntimamente ligado a la existencia de
medios de prueba y de específicos procedimientos de evaluación y trámite cuyo
desarrollo y análisis está prioritariamente en cabeza del juez. El fiscal ha
desconocido tanto los medios de prueba como los procedimientos que protegen
la presunción de inocencia. Lo primero, al no pronunciarse sobre la petición de
prueba y, lo segundo, al no aceptar la práctica de una prueba conducente. La
doctrina de las vías de hecho ha sido ampliamente preconizada por el derecho
administrativo con el objeto de contrarrestar ciertas patologías de los "hechos
197
humanos o subjetivos", las vías de hecho, consideradas como expresiones
ilícitas y anormales de la actividad humana.

T-175/94533. EVIDENTES ERRORES AL AMPARO DE EQUIVOCADA


APLICACION DE NORMA Y CON LA CUAL DESCONOCIO EL
DERECHO DE DEFENSA. LA PARTE DEMANDADA CUMPLIO EL
DEBER PROCESAL DE CONSIGNAR LAS MESADAS DEBIDAS
AL MOMENTO DE CONTESTAR LA DEMANDA Y ESA CONDUCTA
LEGITIMABA EL DERECHO A CONTESTAR LA DEMANDA Y
PROPONER LAS EXCEPCIONES ASI COMO EL DEBER DEL
JUEZ DE RESOLVER SOBRE LOS MEDIOS DE DEFENSA
INTERPUESTOS EN OPORTUNIDAD

Un Juez Civil Municipal omitió la resolución de las excepciones pendientes (cosa


juzgada) y por consiguiente de las pruebas solicitadas, aduciendo la no
consignación de los cánones transcurridos a pesar de que la parte demandada
cumplió el deber procesal de consignar las mesadas debidas al momento de
contestar la demanda, porque aparece su evidencia en el expediente, y esa
conducta legitimaba el derecho a contestar la demanda y proponer las
excepciones. Por ende, al amparo de una equivocada aplicación de la norma en
que dijo apoyarse, se desconoció el derecho de defensa de la petente, además,
el juez carecía de la prueba eficaz del contrato de arrendamiento, para decidir de
mérito. Agréguese que la parte demandada careció, por razón de ser un
proceso de única instancia, de toda posibilidad de controvertir la sentencia
judicial y neutralizar sus efectos, de manera que los resultados de tal decisión se
volvieron, por razón de la particular situación, en definitivos e inexorables. La
Corte Constitucional manifestó que el juez incurrió en evidentes (errores) al
amparo de una equivocada aplicación de la norma y con ocasión de la cual,
desconoció el derecho de defensa. La parte demandada cumplió el deber
procesal de consignar las mesadas debidas al momento de contestar la
demanda y esa conducta legitimaba el derecho a contestar la demanda y
proponer las excepciones así como el deber de juez, de resolver sobre los
medios de defensa interpuestos en oportunidad. Se cercenó el derecho de
participación y defensa de la demandada, al suprimir las etapas procesales
subsiguientes en las que debía resolverse sobre su oposición a las pretensiones
de la parte actora, especialmente en relación con la excepción previa de cosa
juzgada. El error consistió en el hecho de que el juez aplicó los efectos
procesales que se deducen del numeral 2. del parágrafo 2o. del artículo 424, a
unos hechos que son materia de regulación por el numeral 3 del mismo
parágrafo. Además, el juez carecía de la prueba eficaz del contrato de
arrendamiento, para decidir de mérito, porque en la demostración de dicho acto
jurídico se adujeron unos testimonios ante notario que no se ratificaron. La parte
demandada careció, por razón de ser un proceso de única instancia, de toda
posibilidad de controvertir la sentencia judicial y neutralizar sus efectos, de
manera que los resultados de tal decisión se volvieron, por razón de la particular
situación, en definitivos e inexorables.

La Corte Constitucional reiteró como regla general que la acción de tutela no


procede contra sentencias judiciales sobre las cuales recae el efecto de cosa
juzgada. Este efecto genera una situación de estabilidad jurídica, que permite,
de un lado, hacer cumplir lo que en la sentencia se decidió, pero igualmente,
impide que se discuta o se vuelva a cuestionar ese contenido entre las mismas
533 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
198
partes. No obstante, también es claro que esa certeza que impone la cosa
juzgada no constituye un valor absoluto frente a la vigencia y defensa de los
derechos fundamentales, de suerte que si está de por medio la protección de
tales valores, procede la tutela contra sentencias que sean el resultado de una
"vía de hecho", lo cual ocurre cuando el juez la adopta contrariando
ostensiblemente el contenido y voluntad de la ley o desconociendo ritualidades
cuya observancia consagran una garantía del derecho de defensa de las partes
en el proceso. La cosa juzgada como resultado de una vía de hecho, pierde su
valor de decisión intangible y poco vale como cosa juzgada. Cuando la Carta
dispone que los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al imperio de
la ley (art. 230), está consagrando, además del principio de autonomía de los
demás órganos del poder público, también el principio de legalidad, en razón del
cual, toda su conducta está dirigida y sometida por la norma que le diseña y
demarca su actividad jurisdiccional. Como supuesto que autoriza y justifica la
tutela, no puede admitirse cualquier irregularidad procesal, que como tal, carece
de la virtualidad para considerar la decisión como el resultado de una vía de
hecho, y menos - por supuesto - cuando para contrarrestarla existen
instrumentos jurídicos aducibles como medio de defensa.

T-231/94534. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE CONGRUENCIA Y DEL


DERECHO DE DEFENSA POR EXTENSION DE CONDENA DE
PERJUICIOS MORATORIOS TODA VEZ QUE NO APARECE
CONDENA POR CONCEPTO DE CORRECCION MONETARIA NI
DEL ESCRITO DE ESTIMACION DE PERJUICIOS SE DEDUCE EL
LUCRO CESANTE EN CIERTA CANTIDAD

La demandante (persona jurídica) acusa los autos de liquidación de la condena


de perjuicios del vicio de incongruencia en relación con lo debatido y probado
procesalmente toda vez que ni en la condena abstracta (sentencia del juzgado
décimo sexto civil del circuito) aparece condena alguna por concepto de
corrección monetaria, ni del escrito de estimación de perjuicios del demandante
se deduce como que allí se determina el lucro cesante en la suma de $
333.573.704.93. La vía de hecho consiste en extender la condena de perjuicios
moratorios decretada contra la empresa más allá del período de efectiva
inmovilización de la maquinaria asegurada. Se desconoce en su sustancia la
causa petendi. La desviación del Tribunal tiene tal grado que alcanza a vulnerar
los derechos fundamentales de acceso a la justicia y de debido proceso cuyo
quebranto reclama la petente. Finalmente, la desviación judicial revestía
extremada gravedad y violaba derechos fundamentales de la actora en tutela.
Conoció como Juez de Tutela la Corte Suprema de Justicia Sala Civil (a juicio
del fallador de segunda instancia, las providencias judiciales arbitrarias o
constitutivas de vías de hecho, lo son "cuando se pronuncian sin motivo legal,
sin valoración probatoria y sin dar oportunidad a la revisión por el ad-quem u otro
órgano judicial, no obstante encontrarse previstas en la ley") que si bien confirmó
la concesión parcial de la tutela, lo hizo solamente para no tornar más gravosa la
situación de la apelante única. La Corte Constitucional concedió parcialmente la
tutela a la sociedad de sus derechos fundamentales de acceso a la justicia y
debido proceso y dispuso restablecer a la actora en la integridad de sus
derechos fundamentales y devolver el expediente al Tribunal que estableció la
cuantificación de los perjuicios moratorios, a fin de que de conformidad con lo
señalado en los fundamentos de esta sentencia rehaga la liquidación y para el
efecto dicte nuevo auto suficientemente fundado y congruente.
534 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
199

La Corte Constitucional recuerda que conforme al principio de congruencia, el


juez, en su sentencia, no puede reconocer lo que no se le ha pedido (extra
petita) ni más de lo pedido (ultra petita). Lo demás, significa desbordar, positiva o
negativamente, los límites de su potestad. La vía de hecho predicable de una
determinada acción u omisión de un juez, no obstante poder ser impugnada
como nulidad absoluta, es una suerte de vicio más radical aún en cuanto que el
titular del órgano se desliga por entero del imperio de la ley. Si la jurisdicción y la
consiguiente atribución de poder a los diferentes jueces, se hace con miras a la
aplicación del derecho a las situaciones concretas y a través de los cauces que
la ley determina, una modalidad de ejercicio de esta potestad que discurra
ostensiblemente al margen de la ley, de los hechos que resulten probados o con
abierta preterición de los trámites y procedimientos establecidos, no podrá
imputarse al órgano ni sus resultados tomarse como vinculantes, habida cuenta
de la "malversación" de la competencia y de la manifiesta actuación ultra o extra
vires de su titular. Si este comportamiento - abultadamente deformado respecto
del postulado en la norma - se traduce en la utilización de un poder concedido al
juez por el ordenamiento para un fin no previsto en la disposición (defecto
sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por un órgano que no es su titular
(defecto orgánico), o en la aplicación del derecho sin contar con el apoyo de los
hechos determinantes del supuesto legal (defecto fáctico), o en la actuación por
fuera del procedimiento establecido (defecto procedimental), esta sustancial
carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley, como reveladores de
una manifiesta desconexión entre la voluntad del ordenamiento y la del
funcionario judicial, aparejará su descalificación como acto judicial. El control
constitucional de la vía de hecho judicial, no obstante ser definitivamente
excepcional y de procedencia limitada a los supuestos de defectos sustantivos,
orgánicos, fácticos o procedimentales, en que se incurra en grado absoluto, es
tanto de forma como de fondo, pues su referente es la arbitrariedad que puede
ser tanto formal como material. Este pensamiento de la Corte Constitucional
coincide integralmente con el pronunciamiento de la Corte Suprema de
Justicia( Sentencia del 7 de octubre de 1993). El acto judicial que en grado
absoluto exhiba alguno de los defectos mencionados, atenta contra la pax
publica y por fuerza se convierte en socialmente recusable. La incongruencia
que es capaz de tornar en simple de vía de hecho la acción del juez reflejada en
una providencia, es sólo aquella que subvierte completamente los términos de
referencia que sirvieron al desarrollo del proceso, generando dicha alteración
sustancial, dentro de la respectiva jurisdicción, la quiebra irremediable del
principio de contradicción y del derecho de defensa. Es evidente que si la
sentencia o providencia judicial recae sobre materias no debatidas en el
proceso, ausentes de la relación jurídico-procesal trabada, la incongruencia,
además de sorprender a una de las partes, la coloca en situación de indefensión
que, de subsistir, pese a la interposición de los recursos, y con mayor razón
cuando éstos no caben o se han propuesto infructuosamente, se traduce
inexorablemente en la violación definitiva de su derecho de defensa (CP art. 29).

Si bien la Corte Suprema de Justicia admite la existencia de un control


constitucional de la vía de hecho judicial, lo circunscribe al simple control o
constatación externa y formal. El control formal de la vía de hecho, puede
significar la intangibilidad de defectos absolutos sustantivos, orgánicos, fácticos y
procedimentales de los actos judiciales, que adopten un aparente revestimiento
legal y fáctico, pese a que prima facie se pueda observar la patente violación del
derecho, de los procedimientos o la invidencia judicial respecto de los hechos
200
determinantes. El control puramente formal de la vía de hecho, arriesga casi
siempre dejar intacta la afrenta sustancial al derecho de la que el acto judicial
viciado es portador. La paz social alterada, con la desviación de poder del juez,
si el estigma permanece enraizado, no podrá corregirse. Así como el Estado de
derecho está lejano de adquirir plenitud con la mera vigencia formal y no material
de sus normas, lo mismo la paz social incorpora una exigencia inapelable de
realidad que impugna constantemente la apariencia. La insistencia en un control
puramente formal de la vía de hecho, parece ignorar las múltiples causas que se
encuentran en el origen mismo de la arbitrariedad judicial y cuyo
desconocimiento sólo contribuye a perpetuarlas, desacreditando el derecho y
desvirtuando a la justicia: La notoria falsedad en la apreciación de los hechos; la
manifiesta ruptura de la igualdad; la mayúscula desproporcionalidad e
irracionalidad en la aplicación del derecho y en la estimación de los hechos
determinantes que corresponden al supuesto tenido en cuenta en las normas; la
burda desviación de poder del juez que sacrifica irrazonablemente los principios
jurídicos constitucionales y legales que marcan los derroteros y fines del derecho
en los distintos campos; la vulneración de los derechos fundamentales de las
personas reconocidos en la Constitución; la iniquidad manifiesta; la mala fe etc.
La acción de tutela, en suma, frente a vías de hecho judiciales, se reduce a los
casos en los cuales contra la providencia en la que se haga patente la
arbitrariedad o defecto absoluto antes aludido, no exista medio ordinario de
defensa o que pese a estar consagrado y a ejercitarse con ese objeto, la
situación irregular se mantenga y, por ende, el quebrantamiento del derecho
fundamental subsista y los medios ordinarios de defensa se encuentren ya
agotados.

T-442/94535. VIA DE HECHO POR OMISION DEL JUEZ EN ESTIMAR EL


MATERIAL PROBATORIO. DERECHOS DE LOS NIÑOS A LA
INTEGRIDAD FISICA, LA SALUD Y A LA LIBRE EXPRESION DE
SU OPINION. LA ACCION DE TUTELA Y LA CUSTODIA Y
CUIDADO PERSONAL DE LOS MENORES

Un menor de 10 años que desde su nacimiento ha estado bajo la custodia de los


abuelos y tías a quienes identifica como sus padres, fue objeto de declaración de
custodia a favor de los padres biológicos desconociendo el juzgado sin motivo
serio alguno, la realidad probatoria objetiva (no tuvo en cuenta los autorizados
conceptos científicos que eran determinantes para decidir sobre la custodia del
menor y al ordenar colocar al menor en una situación por él indeseada, se atenta
contra su autonomía para manifestar su opinión e igualmente se corre el riesgo
de causarle secuelas psicológicas irreversibles) que mostraba el proceso
creando al menor una situación de angustia, inestabilidad e indiferencia, que
viola sus derechos constitucionales fundamentales a la integridad física, salud y
libertad de expresar su opinión. Según los conceptos médicos presenta una
perturbación psíquica cuyas consecuencias dependen de un prudente manejo y
tratamiento psicoterapéutico, pues de lo contrario terminaría en un posible
proceso psicótico, y que el menor continúe al lado de su madre psicológica, lo
cual mejoraría sustancialmente su pronóstico. El dictamen del médico psiquiatra
señaló que debe acogerse el deseo del niño de permanecer con sus tías y que el
menor debe seguir con su familia parental con visitas a sus padres cuando el
menor lo desee, no forzar la situación. Se presentó la tutela como mecanismo
transitorio para evitar un daño grave al menor representado en el rechazo que
presenta contra los padres biológicos y que según dictámenes científicos
535 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
201
aconsejan su permanencia en el actual medio socio familiar por cuanto la
desadaptación traería problemas graves de tipo adictivo en el desarrollo psíquico
del menor. La Corte Constitucional confirmó la Sentencia proferida por el
Tribunal Superior, Sala de Familia, que concedió transitoriamente la tutela.
Señaló que en cada caso particular se deben analizar las circunstancias y
situaciones que comunican un estado favorable en las condiciones en que se
encuentre el menor en un momento dado y valorar sí el otorgamiento del
cuidado y custodia puede implicar eventualmente una modificación desventajosa
de dicho estado. Se puede avizorar un perjuicio irremediable, ya que de acuerdo
con los conceptos de los médicos, los cuales fueron aportados al proceso de
tutela, el menor presenta una crisis de ansiedad que se ha agravado hasta el
extremo de generar una reacción depresiva severa, por lo que ha sido necesario
iniciar un tratamiento con medicamentos antidepresivos y darle incapacidad
médica indefinida. La situación del menor, según dichos conceptos puede llegar
a una enfermedad más severa y posiblemente de carácter irreversible, pues
tratándose de un niño de su edad, el daño psicológico es mayor por estar en
etapa de maduración del sistema nervioso central y porque el niño está en
proceso de conformación de su personalidad. La opinión del menor, en cuanto
sea libre y espontánea y esté exenta de vicios en su consentimiento, constituye
un instrumento apropiado e invaluable en la adopción de la respectiva decisión,
más aún, si aquélla se adecua al mantenimiento de las condiciones favorables
de que viene disfrutando. Agregó que si bien el juzgador goza de un gran poder
discrecional para valorar el material probatorio en el cual debe fundar su decisión
y formar libremente su convencimiento, inspirándose en los principios científicos
de la sana crítica, dicho poder jamás puede ser arbitrario; su actividad evaluativa
probatoria supone necesariamente la adopción de criterios objetivos, racionales,
serios y responsables. No se adecua a este desideratum, la negación o
valoración arbitraria, irracional y caprichosa de la prueba, que se presenta
cuando el juez simplemente ignora la prueba u omite su valoración o sin razón
valedera alguna no da por probado el hecho o la circunstancia que de la misma
emerge clara y objetivamente. Sólo es factible fundar una acción de tutela,
cuando se observa que de una manera manifiesta aparece irrazonable la
valoración probatoria hecha por el juez en la correspondiente providencia. El
error en el juicio valorativo de la prueba debe ser de tal entidad que sea
ostensible, flagrante y manifiesto, y el mismo debe tener una incidencia directa
en la decisión, pues el juez de tutela no puede convertirse en una instancia
revisora de la actividad de evaluación probatoria del juez que ordinariamente
conoce de un asunto, según las reglas generales de competencia, porque ello
sería contrario al principio de que la tutela es un medio alternativo de defensa
judicial, aparte de que se invadiría la órbita de la competencia y la autonomía de
que son titulares las otras jurisdicciones. En el caso en concreto, es procedente
la acción de tutela como mecanismo transitorio, esto es, mientras se decide por
el Juez de Familia de la custodia y cuidado del menor, en atención a que los
derechos constitucionales fundamentales del menor no pueden quedar
desprotegidos mientras se adopta una nueva resolución judicial, pues se
causaría un perjuicio irremediable.
202
536
T-572/94 . ES VIA DE HECHO Y VIOLA EL DEBIDO PROCESO Y EL
ACCESO A LA JUSTICIA LA NEGATIVA DE UN JUEZ A PERMITIR
QUE UNA ENTIDAD TERRITORIAL EVITE EL REMATE DE UN
BIEN DE USO PÚBLICO. DEFENSA DE LOS BIENES DE USO
PUBLICO (CASO DE SANTA MARIA DEL LAGO)

El Alcalde Mayor de Bogotá instauró acción de tutela contra el Juzgado Civil de


Circuito, que ordenó dentro del proceso ejecutivo el remate del inmueble
embargado y secuestrado, por considerar que dentro del mismo se encuentra un
bien de uso público (inalienable e inembargable), a saber, el humedal que existe
en el sector de Santa María del lago. Señaló que no se ha permitido al Distrito
Capital reconocerlo como parte del proceso para así defender el patrimonio
público. La Corte Constitucional señaló que se incurre en vía de hecho aquel
funcionario judicial que impide que una entidad territorial como el Distrito Capital
participe en un proceso para evitar el remate de bienes como los humedales,
que no son sólo de uso público cuando no nacen ni mueren en el mismo predio,
y por ende inembargables, sino que además tienen un particular valor ecológico.
Por ende, la Corte Constitucional decidió revocar la sentencia proferida por la
Sala De Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y concedió a la
peticionaria la tutela de los derechos fundamentales al debido proceso y al
derecho de acceso a la justicia. Por lo tanto, a efectos de garantizar la tutela de
dichos derechos, dispuso proceder a admitir la demanda de constitución de
parte civil y a darle el trámite que según la ley procesal penal corresponde.
Consideró, además, que las vías de hecho ocurrieron desde cuando se negó al
Distrito toda posibilidad de defensa de los bienes de uso público. Todo ello ha
violado la Constitución y ha vulnerado los derechos al debido proceso y al
acceso a la justicia del Distrito. Y es obvio que el Distrito no cuenta con otro
medio judicial de defensa diferente a la tutela, por cuanto, al no haber sido
admitido en el proceso hipotecario, no tiene como controvertir las actuaciones
del Juzgado Civil del Circuito. Para la Corte la tutela no debió ser concedida
como mecanismo transitorio sino como vía principal, puesto que no tiene el
petente otros medios judiciales para proteger sus derechos constitucionales
fundamentales vulnerados. En ese orden de ideas, al Estado corresponde el
derecho y el deber de velar por la integridad de esos bienes de uso público. El
ejercicio de estos derechos y deberes por parte del Estado, invocados por
Entidades Territoriales y aun por la comunidad, no puede ser obstaculizado por
un Juez de la República con el argumento de que sólo son parte interesada en
un determinado proceso de ejecución el ejecutante o el ejecutado. Por el
contrario, debe el juez permitir que judicialmente se determine si es cierta la
solicitud de quien alega ser titular de un derecho real institucional: el dominio
público, e invoca este carácter para exigir el cumplimiento del artículo 63 de la
Constitución.

SU.327/95537. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE NO REFORMATIO IN PEJUS

Las circunstancias en las que se encuentran los demandantes son éstas: fueron
condenados, interpusieron el recurso como apelantes únicos, y el superior
ordenó modificarles la pena en forma fatalmente gravosa(de 24 a 44 años,
atendiendo una nulidad), violando la garantía constitucional del artículo 31 (el
superior no podrá agravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante
único. Principio no reformatio in pejus) con base en una doctrina elaborada y
536 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
537 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
203
reiterada hasta hacerla doctrina probable por la Corte Suprema de Justicia, que
conocería de la casación. La Corte Constitucional señaló que el empeoramiento
de la situación de los apelantes se traduce en un desconocimiento flagrante de
la garantía constitucional contenida en el artículo 31 Superior y, por ende, la
providencia judicial constituye una auténtica vía de hecho. Agregó que es una
manifestación del principio de congruencia, según el cual las pretensiones del
recurrente y su voluntad de interponer el recurso, condicionan la competencia
del juez que conoce del mismo. Lo que el procesado estime lesivo de sus
derechos, constituye el ámbito exclusivo sobre el cual debe resolver el ad quem:
“Tantum devolutum quantum appellatum”. La no interposición oportuna del
recurso de apelación por el Fiscal o el Ministerio Público, revelan la conformidad
del titular de la pretensión punitiva con los términos del fallo, e implican la
preclusión de la oportunidad que el Estado tenía de revisar su propio acto. Esa
conducta omisiva comporta la aquiescencia del Estado, a través de los
funcionarios investidos de competencia precisamente para esos efectos, con la
sentencia de primera instancia que, de ese modo, queda convalidada en cuanto
a las consecuencias favorables que ella comporte con respecto al apelante
único. Si el juez de segundo grado adquiere competencia sólo en función del
recurso interpuesto por el procesado y sólo para revisar la providencia en los
aspectos en que pueda serle desfavorable (tal como se desprende del precepto
constitucional) no puede so pretexto de que ha encontrado alguna irregularidad
en el proceso o en la sentencia, cuya enmienda conduce a un empeoramiento
de la situación del apelante, declararla si tal empeoramiento fatalmente habrá de
producirse. Aducir que la nulidad se justifica por haberse violado el principio de
la legalidad de la pena es un argumento inaceptable. Porque la pena impuesta
no es gratuita ni caprichosa, ni ha sido creación arbitraria del juez. Simplemente
el juez de primera instancia ha basado su decisión en una norma distinta a la
que juzga pertinente el ad quem y, por ende, a juicio de éste ha cometido un
error. Pero resulta que los recursos son mecanismos tendentes a eliminar
errores, pero errores que el juez de segunda instancia pueda jurídicamente
enmendar. Es decir, para cuya enmienda tenga competencia. Aplicando el
principio de interpretación constitucional indicado en la Sentencia T-474/92, es
indudable que la tutela procede en este caso, pues: “La prevalencia de la parte
dogmática sobre la parte orgánica de la Constitución involucra el principio de la
interpretación más favorable para los derechos fundamentales. La interpretación
conforme a la Constitución se traduce, en materia penal, en la limitación de las
facultades y del poder punitivo del Estado, en el grado y en la extensión
necesarios a fin de garantizar el debido proceso y los demás derechos
constitucionales que la Carta consagra en favor de los procesados”. En el caso
concreto, existe certidumbre sobre la ineficacia del recurso de casación, por la
razón anotada (es la Sala de Casación Penal de la H. Corte Suprema la que ha
sentado la doctrina sobre la violación del principio de legalidad como excepción
a la garantía del artículo 31). Pero puede agregarse un motivo adicional: si hay
discrepancia sobre el sentido de una norma constitucional, entre el juez ordinario
(dentro del cual, para estos efectos, hay que incluir al de casación) y la Corte
Constitucional, es el juicio de ésta el que prevalece, tal como se desprende, con
toda nitidez, del fallo C-083 de 1995.

SU.637/96538. VIA DE HECHO POR NO APLICACION EN SANCION


DISCIPLINARIA DE NORMA MAS FAVORABLE. APLICACION
DE NORMA DEROGADA

538 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.


204
El actor considera que en la sentencia del Consejo Superior de la Judicatura,
mediante la cual se le impuso la sanción de destitución, se incurrió en una vía de
hecho. Fundamenta su aseveración en la circunstancia de que el Consejo basó
su fallo en el Decreto 1888 de 1989, a pesar de que éste había sido derogado
por la Ley 200 de 1995, ley que si se hubiera aplicado le habría acarreado una
sanción más favorable. La Corte Constitucional consideró que debió aplicarse,
en lo relacionado con las sanciones, la normatividad de la Ley 200 de 1995, la
cual había entrado ya en vigor al momento de dictarse la sentencia. Las normas
de la referida Ley 200 de 1995 atinentes a la sanción de destitución son más
favorables a los disciplinados, puesto que eliminan la discrecionalidad de la
autoridad disciplinaria para asignar esa pena y limitan a ciertas hipótesis
taxativas la posibilidad de imponerla. La decisión judicial corresponde a una vía
de hecho. La imposición de la sanción disciplinaria más desfavorable, no
obstante que al momento de confirmarse la sanción se encontraba en vigencia
una ley que consagraba un régimen punitivo más favorable y que, la misma de
manera expresa e inequívoca derogaba los regímenes especiales disciplinarios -
salvo el aplicable a la fuerza pública -, pone de presente que la actuación judicial
se apartó ostensiblemente del imperio de la ley y, por ende, se incurrió en una
vía de hecho violatoria del derecho fundamental al debido proceso que, en este
caso, se impone amparar, a fin de que el órgano judicial competente adopte su
decisión conforme a la ley vigente y con estricta sujeción al principio de
favorabilidad. El CDU se aplica a todos los servidores públicos y deroga los
regímenes especiales existentes hasta entonces, así como todas las
disposiciones que le sean contrarias, salvo las excepciones contempladas en la
Constitución y en la misma ley. Evidentemente, esta conclusión se extiende
también a los funcionarios de la Rama Judicial. La Corte ha señalado ya en
varias ocasiones que los principios del derecho penal criminal son aplicables al
derecho disciplinario, por cuanto éste constituye una modalidad del derecho
penal. Entre los principios del derecho penal se halla el de la favorabilidad, el
cual se encuentra expresamente contemplado en el artículo 29 de la
Constitución Política. Este principio rige tanto para los conflictos de leyes en el
tiempo como para cuando se trata de leyes coetáneas y se ha de determinar
cuál debe regir en un caso específico.

T-056/97539. DOBLE CONDENA POR UNA CAUSA JURIDICA. NO


INTEGRACION DEL LITISCONSORCIO NECESARIO EN
SUSTITUCION PENSIONAL

Acción de tutela instaurada por el Instituto de Seguros Sociales contra la Sala


Décima Primera de Decisión Laboral del Tribunal Superior, que confirmó la
dictada por el Juzgado Tercero Laboral , en el sentido de reconocer a una señora
la pensión de sobrevivientes de su compañero. Estima la entidad demandante
que se encuentra en abierta contradicción con la sentencia dictada con fecha
anterior por la Sala Quinta de Decisión Laboral del mismo Tribunal, en virtud de
la cual, luego de la revocación de la sentencia de primera instancia, dictada por
el Juzgado Tercero Laboral, se reconoció igualmente a otra señora la pensión de
sobreviviente del citado señor pero en la condición de cónyuge sobreviviente. En
el caso que se analiza se ha impuesto al ISS una doble condena por una misma
causa jurídica, como es, el hecho de la sustitución pensional de un señor tanto a
su cónyuge como a su compañera permanente, cuando las normas que rigen la
materia son claras en el sentido de que solamente puede existir un beneficiario
de dicha sustitución. Se trata de establecer si al no haberse integrado el
539 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
205
litisconsorcio necesario se pudo haber incurrido por el Tribunal Superior, a través
de las Salas de Decisión Laboral mencionadas, en una vía de hecho. La Corte
Constitucional señaló que la omisión de la integración del litisconsorcio por el
Juzgado que fue avalada por la Sala Quinta de Decisión del Tribunal Superior,
conllevó una flagrante violación del derecho al debido proceso, consagrado por
el art. 29 de la Constitución, por ser ésta una actuación procesal de obligatoria
observancia, pues se requería para poder decidir de mérito y en justicia sobre el
derecho que debía reconocérsele a una de las interesadas. La falta de
integración de litisconsorcio también significó un desconocimiento de principios
esenciales del ordenamiento constitucional, como son: la justicia, la vigencia de
un orden justo, y la eficiencia y la eficacia de las decisiones judiciales, pues no
se aviene con aquellos los fallos de la jurisdicción laboral que impusieron al ISS,
sin causa jurídica legítima, una doble obligación que lesiona su patrimonio, el
cual igualmente es objeto de protección, según se desprende de diferentes
normas de la Constitución. De no haberse presentado la aludida omisión, el
proceso hubiera concluido necesariamente decidiendo la cuestión litigiosa en
forma unitaria para las dos interesadas, de manera que se hubiera definido a
cual de ellas correspondía en derecho la pensión de sobrevivientes. Esta
situación, necesariamente motivó el trámite del segundo proceso que determinó
una decisión contradictoria en el sentido de imponer una doble condena al ISS y
que igualmente resultó contagiado del mismo vicio. La necesidad de un
pronunciamiento uniforme y con efectos concretos sobre la totalidad de dichos
sujetos impone su concurrencia al respectivo proceso. Por lo tanto, en estos
eventos el juez no puede proveer sobre la demanda y decidir sobre la pretensión
sin que todos los sujetos activos y pasivos de la relación procesal hayan sido
citados e intervengan en el proceso. La necesidad de la participación de dichos
sujetos se torna, por consiguiente, en algo que es consustancial con el principio
de la integración del contradictorio.

T-201/97540. IGNORANCIA DE CIRCUNSTANCIA DE ATENUACION PUNITIVA.


TRIBUNAL RECONOCE ANTE JUEZ DE TUTELA ERROR
CUANTITATIVO EN CONDENA. IMPOSICIÓN DE PENA MAYOR A
LA ORDENADA POR EL LEGISLADOR

A pesar de que indiscutiblemente el Tribunal se encontraba facultado para


revocar la decisión de primera instancia, dicho organismo condenó al
accionante con base en la pena descrita en el inciso 1 del artículo 33 de la Ley
30 de 1986 -de 4 a 12 años de prisión-, ignorando la circunstancia de atenuación
punitiva, de orden cuantitativa, que prevé la misma norma para quienes porten
menos de 100 gramos de cocaína. Quedó demostrado que la droga descubierta
al accionante correspondió a 0.5 gramos de cocaína, luego la condena debió ser
tasada, con base en el inciso 2º del artículo 33 de la referida ley, -de1 a 3 años
de prisión y multa-. El Magistrado ponente que conoció del grado de consulta
informó en escrito enviado al juez de tutela lo siguiente: “..el texto de la sentencia
acusada arroja un error cuantitativo en el examen de los hechos, que traslada la
conducta objeto de reproche, dentro de la misma norma, a una previsión que no
es la que corresponde a los hechos y que resulta gravosa para el acusado, ya
que en vez de graduarse la sanción con arreglo al inciso 2 del artículo 33 de la
Ley 30 de 1986, que era el aplicable, se graduó con observancia del inc. 2º (sic)
ibídem [se refiere al inciso primero del artículo 33 de la Ley 30 de 1986]”. La
Corte Constitucional al decretar la nulidad de la sentencia del Tribunal Superior
del Distrito, señaló en relación con la vía de hecho, la doctrina sentada que
540 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
206
sostiene que la acción de tutela no procede contra sentencias ejecutoriadas u
otras sentencias, salvo que éstas sean el resultado de una actitud arbitraria y
carente de fundamento objetivo producto del desconocimiento flagrante y
ostensible del ordenamiento jurídico. Imponer una pena mayor a la ordenada por
el legislador, constituye claramente una conducta lesiva que rompe el equilibrio
procesal, y deja al sindicado en indefensión total, configurándose una vía de
hecho. Por tratarse de una sentencia ejecutoriada, sólo cabría la acción de
revisión contenida en el artículo 232 C.P.P. Sin embargo, la situación planteada
en vía de tutela, no se encuadra en ninguna de las circunstancias previstas para
la procedencia de la mencionada acción, contenidas en el artículo citado. Sin
embargo, no es posible que el juez de tutela entre a modificar la providencia del
h. Tribunal por las razones consignadas en la parte motiva de este fallo. Por
consiguiente, la Sala de revisión decretará la nulidad de la sentencia estudiada.
Esta decisión se ajusta a lo prescrito por el Código de Procedimiento Penal.

T-432/97541. EL DERECHO DEL DEFENSOR A EXAMINAR EL EXPEDIENTE


ES PRESUPUESTO DEL PLENO EJERCICIO DEL DERECHO A
LA DEFENSA TECNICA DEL SINDICADO. EL PODER
CORRECCIONAL DEL FUNCIONARIO JUDICIAL ES REGLADO Y
NO LE OTORGA DISCRECION A QUIEN LO EJERCE PARA
ESCOGER LA SANCION QUE A BIEN TENGA. CUANDO SE
ALTERA SIGNIFICATIVAMENTE LA IGUALDAD ENTRE LAS
PARTES DURANTE LA ETAPA INQUISITIVA DE UN PROCESO
PENAL, RESULTA VIOLADO EL DERECHO A QUE SE
RESPETEN LAS FORMAS CONSTITUCIONALES DE ESA CLASE
DE PROCESOS

Una persona sindicada de la comisión de un delito designó al demandante como


su defensor en la indagatoria ante un Fiscal Regional. El actor solicitó que se le
permitiera examinar las copias del expediente mientras se interrogaba al
sindicado, pero el Fiscal Regional se negó a hacerlo durante la diligencia, y
también cuando ésta concluyó. Hasta la presentación de la demanda de tutela,
el actor desconocía el cuaderno número 5 del expediente a pesar de haberlo
solicitado en repetidas oportunidades. El demandante y la Defensoría del Pueblo
coinciden al afirmar que las irregularidades son significativas porque: a) el Fiscal
a cuyo incurrió en varias conductas constitutivas de vía de hecho; b) esas
irregularidades afectaron gravemente la posibilidad de ejercer la defensa técnica,
hasta el punto de hacerla inexistente durante la indagatoria y la recolección de
las demás pruebas, etapas fundamentales de la investigación; c) dejar librados
al actor y a su representado a la defensa que pueda permitirles la interposición
de los recursos ordinarios, después de verificar los extremos a los que ha
llegado el funcionario demandado, puede no ser una carga injustificada para el
actor, pero ciertamente lo es para el sindicado; y d) dejar librados al actor y a su
representado a la defensa que pueda permitirles el juez, en caso de que el
proceso llegue a su conocimiento, deja pendiente de un hecho futuro e incierto
(en contra de la presunción de inocencia) el restablecimiento de los derechos
conculcados, y permite que se cause un daño irreparable al defendido por el
actor. La Corte Constitucional al tutelar los derechos al debido proceso y a la
defensa técnica señaló que el derecho del defensor a examinar el expediente, es
presupuesto del pleno ejercicio del derecho a la defensa técnica del sindicado.
Si el derecho a la defensa técnica surge desde el momento en que se ordena
investigar a una persona, en la diligencia de indagatoria adquiere particular
541 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
207
importancia, porque el ejercicio de ese derecho confluye con el de la defensa
material del sindicado, y debe servir para que éste actúe dentro del proceso con
la asesoría de un especialista en derecho. Así, la mera presencia de un abogado
defensor no necesariamente significa que el derecho al que se hace referencia
se hizo efectivo en esta diligencia; si al abogado no se le permite conocer el
sumario, este asesor no puede cumplir con su tarea, por más calificado y
experimentado que sea. Se incurrió en una vía de hecho al mantener fuera del
conocimiento de la defensa, uno de los cuadernos en los que obran las piezas
procesales recolectadas por la entidad demandada, y negarle el acceso
oportuno a otros de los cuadernos requeridos para cumplir con la defensa
técnica. Cuando se altera significativamente la igualdad entre las partes durante
la etapa inquisitiva de un proceso penal, resulta violado el derecho a que se
respeten las formas constitucionales de esa clase de procesos. Como lo
consideró el Juez Penal del Circuito, por regla general la tutela es improcedente
cuando se intenta contra providencias judiciales, salvo la existencia de vías de
hecho; y mientras operen los recursos ordinarios, no hay lugar a la tutela, puesto
que esos otros mecanismos judiciales de defensa la desplazan; pero cuando se
hacen nugatorios por las reiteradas vías de hecho en las que incurre el
encargado de arbitrar el trámite, la razón de la improcedencia desaparece con
los controles que el demandado impidió poner en acción, pues lo que cuestiona
en tal caso al actor no es sólo la transgresión repetida de la ley procesal, sino la
falta de la garantía constitucional básica, de la imparcialidad del tercero que
ejerce la jurisdicción.

SU.477/97542. OMISION DE APRECIACION DE PRUEBAS

Se presentó acción de tutela contra el Consejo de Estado por la sentencia


proferida dentro del proceso de nulidad y restablecimiento del derecho, en
procura de la defensa de los derechos de los actores a la igualdad, al debido
proceso y al acceso a la justicia. Los actores, que afirman que nunca tuvieron
relaciones contractuales con el Departamento del Atlántico sino con el de
Bolívar, interpusieron una demanda de nulidad y restablecimiento del derecho y
pidieron la devolución de los dineros con corrección monetaria e intereses.
Manifiestan la falta de apreciación de las notas crédito (no tuvo en cuenta el
documento anterior y 58 más de similar alcance), la sentencia se fundamentó en
unas relaciones de pruebas y no en las pruebas, la sentencia no tuvo en cuenta
la diligencia de inspección judicial donde está probado el valor del
almacenamiento. Se estudió la falta de consideración de pruebas. La Corte
Constitucional al revisar minuciosamente el expediente, encuentra que, en
verdad, en el proceso de nulidad y restablecimiento del derecho de los actores
contra el Departamento del Atlántico, aquellos sí presentaron, como pruebas, las
fotocopias de las notas crédito referentes a los pagos efectuados durante los
años de 1986 y 1987. Tales documentos provienen de la inspección judicial
anticipada. Pues bien, de todas esas fotocopias, por lo menos 32 corresponden
sin dificultad a las afirmaciones de la demanda. Lo dicho indica que, como el
presunto pago de lo no debido gira sólo alrededor de las sumas pagadas a la
Caja de Previsión, por lo menos 32 recibos hacen verosímiles las aseveraciones
de los demandantes. Por lo anterior, se ordenará al H. Consejo de Estado dictar
nuevamente la sentencia correspondiente, apreciando las pruebas omitidas, de
conformidad con el mérito que les reconozca. Respecto de la sentencia de
segundo grado proferida por el Consejo de Estado, los actores no tienen
posibilidad de acudir a otro medio de defensa judicial distinto de la acción de
542 M.P. Jorge Arango Mejía.
208
tutela, ni siquiera al recurso extraordinario de revisión contencioso
administrativo, que no contempla ninguna causal aplicable a la vía de hecho
objeto de este asunto. Por este aspecto, la acción de tutela es perfectamente
procedente para la actual defensa de los derechos de los interesados. Agrego la
Corte Constitucional que la falta de consideración de un medio probatorio que
determina el sentido de un fallo, constituye una vía de hecho susceptible de
control por vía de tutela. Como la prueba es el fundamento de las decisiones de
la justicia, es obvio que su desconocimiento, ya sea por ausencia de apreciación
o por manifiesto error en su entendimiento, conduce indefectiblemente a la
injusticia judicial. La necesidad de evitar tan funesta consecuencia, violatoria del
derecho al debido proceso, ha llevado a la Corte a sostener que los yerros
ostensibles en esta delicada materia, pueden remediarse mediante la acción de
tutela, siempre y cuando, claro está, los interesados no dispongan de otro medio
de defensa judicial.

T-019/98543. JUZGAMIENTO BAJO REGIMEN PROCESAL Y SUSTANCIAL


RESERVADO PARA LOS MAYORES DE EDAD A QUIEN ERA
MENOR CUANDO TRANSGREDIO LA LEY PENAL. EL JUZGADO
PENAL DEL CIRCUITO VIOLO EL DERECHO AL DEBIDO
PROCESO PUES DESCONOCIO LAS FORMAS PROPIAS DEL
JUICIO Y AL JUEZ NATURAL

Se señala que el Juzgado Penal del Circuito incurrió en una vía de hecho, al no
percatarse de que estaba juzgando bajo el régimen procesal y sustancial
reservado para los mayores de edad, a quien era menor cuando transgredió la
ley penal. La Corte Constitucional al confirmar la sentencia del Tribunal Superior
por medio de la cual se tuteló el derecho al debido proceso señaló que quien
conoce de la infracción penal cometida por un menor de edad la jurisdicción de
menores, y debe tramitar el proceso de acuerdo con lo previsto en el Código del
Menor (Decreto 2737 de 1989); en consecuencia, el Juzgado Penal del Circuito
de Medellín violó el derecho al debido proceso del actor, pues desconoció las
formas propias del juicio, y al juez natural. Como se violaron las garantías
constitucionales referentes al juez natural y al respeto por las formas propias de
cada juicio desde que el Juzgado demandado inició la actuación penal, toda ella
debe ser declarada nula, y reemplazada por las actuaciones que la Jurisdicción
de Menores encuentre procedentes a la luz del Código del Menor.

T-567/98544. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE FAVORABILIDAD PENAL.

Se interpuso acción de tutela contra la sentencia del Juzgado Promiscuo del


Circuito del Paz de Río, por considerar que tal decisión judicial vulnera sus
derechos fundamentales a la libertad personal y al debido proceso. Estima que,
al haber aplicado en forma errónea el artículo 299 del Código de Procedimiento
Penal, el juzgado demandado infringió el principio de favorabilidad penal y, por
ende, incurrió en una vía de hecho. La Corte Constitucional se preguntó si puede
ser considerada como una vía de hecho aquella decisión judicial de naturaleza
penal que se funda en una norma que no estaba vigente al momento de la
comisión del hecho punible y que, al ser aplicada, resulta más gravosa que la
disposición vigente en ese momento. Al respecto la Corte Constitucional al
confirmar la Sentencia del Tribunal Superior que concedió la tutela manifestó
que en el caso sub-lite, fue aplicada una norma (1) que no estaba vigente al
543 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
544 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
209
momento de la comisión del ilícito; y, (2) que consagraba un trato punitivo menos
favorable que el que se encontraba establecido en normas derogadas por la
misma. En estas circunstancias, resulta flagrante la aplicación de una norma
menos favorable que la que estaba vigente al momento de cometerse el delito.
Ciertamente, aquella providencia que, de manera flagrante, vulnera el principio
de favorabilidad, queda de inmediato revestida de un defecto sustantivo de tal
magnitud que origina una vía de hecho.

La Corte ha sostenido, de manera reiterada, que la acción de tutela es


improcedente cuando, con ella, se pretenden sustituir mecanismos ordinarios de
defensa que, por negligencia, descuido o incuria de quien solicita el amparo
constitucional, no fueron utilizados a su debido tiempo. Sin embargo, la regla
anterior admite algunas especialísimas excepciones, en aquellos casos en los
cuales se encuentra debidamente acreditado en el expediente que el actor no
pudo utilizar los mecanismos ordinarios de defensa por encontrarse en una
situación que, desde el punto de vista fáctico o jurídico, se lo impedía por
completo y, en cuyo caso, la aplicación de la regla antes señalada le causaría un
daño de mayor entidad constitucional que el que se derivaría del
desconocimiento del criterio general enunciado. En este sentido, se ha
pronunciado la Corte al reconocer que, en ciertos casos, la presunta omisión no
es, desde ningún punto de vista, imputable al actor. En otras palabras, que no
puede hablarse, ni siquiera, de culpa levísima de quien intenta la acción de
tutela, pese a no haber utilizado los mecanismos ordinarios existentes. En este
sentido, la Corte ha considerado que las actuaciones negligentes de los
defensores de oficio en los procesos penales constituyen una situación que se
inscribe dentro de la excepción mencionada. Ciertamente, los expedientes
contentivos del proceso penal y de la acción de tutela demuestran que es un
campesino prácticamente iletrado (sólo cursó hasta el primer grado de
educación primaria) que fue asistido, de manera sucesiva, a lo largo del proceso
penal que culminó con su condena, por distintos defensores de oficio. En este
sentido, el actor nunca escogió su defensa y debió someterse a la estrategia que
éstos diseñaran para controvertir su caso ante la justicia penal. Adicionalmente,
luego de proferida la sentencia condenatoria, el defensor de oficio desapareció
por completo. Ni siquiera existe algún tipo de actuación de su parte dirigida a
solicitar copias de una providencia que, como se vio, es flagrantemente injusta y
violatoria de los derechos fundamentales del condenado. Tampoco el Ministerio
Público intervino para evitar tan grave injusticia. Sólo dos años después, un
asesor jurídico en el que se encuentra recluido se percató del error e intentó, de
manera infructuosa, por vía de las normas procesales que autorizan la
corrección aritmética, la adición y la complementación de sentencias, que el
Juzgado del Circuito modificara la sentencia en comento. Si, en el presente
caso, existe alguna forma de descuido o incuria ésta recae sobre el Ministerio
Público o sobre el defensor de oficio quienes, abandonaron al actor en el
momento en que más requería de su asistencia. Cabe anotar que, en este caso,
el factor determinante para acceder a la procedencia de la acción de tutela es
que el actor no tuvo oportunidad de escoger su defensa y que fue justamente la
falta de defensa técnica y de una adecuada vigilancia por parte del Ministerio
Público la que permitió que la decisión quedara en firme. Si el Estado es el
causante del daño (por error del juez o por omisión del defensor de oficio y de
Ministerio Público) no puede ahora imputarle al actor las consecuencias del
mismo.
210
545
T-654/98 . VULNERACION DEL DEBIDO PROCESO AL PROFERIRSE
DECISION AL TERMINO DE UN PROCESO EN QUE CARECIO DE
DEFENSA TECNICA DADO QUE LOS JUECES NO LE
NOTIFICARON LAS DECISIONES RELATIVAS A LA PRACTICA DE
PRUEBAS, AL CIERRE DE LA INVESTIGACION, AL PROVEIDO
ACUSATORIO Y A LA SENTENCIA CONDENATORIA PESE A QUE
EN EL EXPEDIENTE SE SEÑALABA EL LUGAR EN EL CUAL
PODIA SER ENCONTRADO. ADICIONALMENTE EL ABOGADO DE
OFICIO SE LIMITO EXCLUSIVAMENTE A ASISTIR A LA
AUDIENCIA PUBLICA SIN CUMPLIR DILIGENTEMENTE CON LOS
DEBERES DE DEFENSA QUE LE IMPONE SU CARGO

Un señor interpuso acción de tutela ante el Tribunal Superior contra el Juez Penal
del Circuito por considerar que éste vulneró su derecho fundamental al debido
proceso al proferir una decisión al término de un proceso judicial en el que careció,
absolutamente, de defensa técnica, dado que los jueces de instrucción y de
conocimiento no le notificaron las decisiones relativas a la practica de pruebas, al
cierre de la investigación, al proveído acusatorio y a la sentencia condenatoria,
pese a que en el expediente se señalaba el lugar en el cual podía ser encontrado.
Adicionalmente, afirmó que el abogado de oficio que le fue nombrado se limitó
exclusivamente a asistir a la audiencia pública sin cumplir diligentemente con los
deberes de defensa que le impone su cargo. A este hecho adjudica la falta de
apelación de la sentencia de primera instancia. La Corte Constitucional reiteró que,
en principio, la tutela resulta improcedente cuando el actor dejó de interponer los
recursos judiciales ordinarios que estaban a su alcance para confrontar la
vulneración o amenaza de sus derechos fundamentales. En efecto, la acción de
tutela no tiene la vocación de sustituir aquellos mecanismos ordinarios de
defensa que, por negligencia, descuido o incuria de quien solicita el amparo
constitucional, no fueron utilizados a su debido tiempo. No obstante, la
jurisprudencia ha reconocido que la regla general mencionada merece algunas
especialísimas excepciones. Se trata de aquellos casos en los cuales la acción
de tutela es el único mecanismo de defensa para la protección de un derecho
fundamental gravemente vulnerado o amenazado, siempre que se logre
demostrar que el actor no pudo utilizar los mecanismos ordinarios de defensa
por encontrarse en una situación que se lo impedía por completo. En otras
palabras, el criterio de procedibilidad que ha sido expuesto cede ante la
demostración palmaria de que la omisión que se advierte no puede ser
imputable al actor y, sin embargo, el daño que se originaría de no proceder el
amparo constitucional sería de suma gravedad. En punto a las actuaciones
negligentes de los defensores de oficio en los procesos penales, esta Corporación
ha sostenido que cuando aquellas no pueden ser conocidas ni corregidas por el
procesado - por falta de calificación de éste o por negligencia del Estado en la
notificación del proceso -, y pueden aparejar una grave vulneración de sus
derechos fundamentales, no le pueden ser imputadas para efectos de impedirle el
acceso a mecanismos de defensa eficaces como la acción de tutela.

La Corte Constitucional ha entendido que constituye vía de hecho aquella


decisión judicial que incurra en un defecto sustantivo, fáctico, orgánico o
procedimental, de tal magnitud que pueda afirmarse que la misma se aparta, de
manera ostensible, del ordenamiento jurídico. Ha dicho esta Corte que el defecto
sustantivo se configura siempre que la decisión se encuentre fundada en una
norma claramente inaplicable al caso concreto. A su turno, el llamado defecto
545 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
211
fáctico se origina cuando resulta evidente que el apoyo probatorio en que se
basó el juez para aplicar una determinada norma es completamente impertinente
o insuficiente. El defecto orgánico, se refiere a aquellas situaciones en las cuales
el funcionario judicial carece absolutamente de competencia para resolver el
asunto de que se trate. Por último, el defecto procedimental, se presenta en
aquellos casos en los cuales el juez se desvía por completo del procedimiento
fijado por la ley para dar trámite al proceso respectivo. En las condiciones
anotadas, para considerar si una determinada sentencia judicial constituye una
vía de hecho, no basta con demostrar que existieron fallas en la defensa técnica
del procesado. Esta última cuestión servirá, sí, para alegar vulneración de los
derechos de quien es sujeto de la acción judicial y ejercer los recursos ordinarios
o extraordinarios del caso, pero no habilita, por sí misma, la procedencia de la
acción de tutela. Para que pueda solicitarse el amparo constitucional mediante
la mencionada acción será necesario, adicionalmente, demostrar los siguientes
cuatro elementos: (1) que efectivamente existieron fallas en la defensa que,
desde ninguna perspectiva posible, pueden ser amparadas bajo el amplio
margen de libertad con que cuenta el apoderado para escoger la estrategia de
defensa adecuada; (2) que las mencionadas deficiencias no le son imputables al
procesado; (3) que la falta de defensa material o técnica tuvo o puede tener un
efecto definitivo y evidente sobre la decisión judicial de manera tal que pueda
afirmarse que esta incurre en uno de los cuatro defectos anotados - sustantivo,
fáctico, orgánico o procedimental -; (4) que, como consecuencia de todo lo
anterior, aparezca una vulneración palmaria de los derechos fundamentales del
procesado. En otras palabras, si las deficiencias en la defensa del implicado no
tienen un efecto definitivo y notorio sobre la decisión judicial o si no apareja una
afectación ulterior de sus restantes derechos fundamentales, no podría proceder
la acción de tutela contra las decisiones judiciales del caso.

El actor no contó con un apoderado durante la etapa de instrucción, en la que se


practicaron la totalidad de las pruebas que sirvieron como indicio para
condenarlo, posteriormente, a 10 años de prisión. En consecuencia, no pudo
solicitar las pruebas que hubieran podido serle favorables ni controvertir aquellas
que le eran desfavorables. Adicionalmente, tampoco pudo impugnar la decisión
del juez de no practicar aquellas pruebas que le solicitó directamente, como la
confirmación de una serie de versiones de oídas que luego fueron
fundamentales para adoptar la sentencia o la reconstrucción de los hechos con
asistencia de peritos técnicos. El señor sólo recibió educación básica o primaria.
Su lugar de trabajo y de residencia, desde enero de 1987, era Bogotá. Como en
enero de 1987 el expediente se encontraba en Paime, el actor solicitó permiso a
la juez de instrucción para desplazarse a la ciudad de Bogotá, manifestando el
lugar exacto en el que residiría y solicitándole que le informara sobre cualquier
decisión que se adoptara en el curso del proceso. No obstante, ni los jueces que
adelantaron el procedimiento, ni el ministerio público ni el apoderado de oficio le
pusieron al corriente de las decisiones que se adoptaron en su contra, como el
auto de cierre de la investigación, el que calificó el mérito del sumario, el que
abrió el periodo probatorio, la citación a audiencia pública y, finalmente, la
sentencia de primera instancia. En consecuencia, no se enteró del curso de los
acontecimientos hasta enero de 1998 cuando fue casualmente capturado en la
misma localidad. Los jueces de Instrucción que conocieron de la causa contra el
actor, pese a advertir que las personas que estaban siendo investigadas no
tenían apoderado de confianza, no nombraron defensor de oficio sino hasta
proferida la resolución de acusación. El apoderado de oficio se limitó a
posesionarse y a asistir a la audiencia pública de juzgamiento, previas dos
212
citaciones que había incumplido. No buscó a su representado a pesar de que en
el expediente se encontraba la dirección de su residencia. No solicitó pruebas.
No controvirtió las pruebas existentes. No impugno y, al parecer, ni siquiera
acudió al juzgado para notificarse personalmente de las decisiones de fondo que
eran desfavorables a su representado, como la sentencia condenatoria de
primera instancia. El actor careció, absolutamente, de defensa técnica y
material, no sólo en la fase del sumario sino, incluso, en la etapa del juicio. La
ausencia de defensa implicó, en primer lugar, que dejaran de practicarse y
controvertirse pruebas esenciales para el procesado y, en segundo término, que
las decisiones de instancia no pudieran ser controvertidas y estudiadas en una
segunda oportunidad. Los defectos de procedimiento terminaron por convertir a
la decisión de primera instancia en una vía de hecho judicial que vulnera los
derechos fundamentales al debido proceso y, especialmente, a la defensa, del
actor. El proceso judicial que culminó con la decisión impugnada, puede ser
calificado como una vía de hecho dada la flagrante vulneración del derecho de
defensa y las notorias consecuencias sobre los derechos fundamentales del actor.
Se trata, en efecto, de la verificación de un vicio o defecto procedimental y,
adicionalmente, de un defecto fáctico, en la medida en que el apoyo probatorio en
que se basó el juez no es fruto de un proceso en el que el imputado hubiese
podido solicitar las pruebas necesarias para probar su eventual inocencia o
controvertir las que condujeron a demostrar su responsabilidad.

SU.047/99546. INVIOLABILIDAD DE VOTOS Y OPINIONES DE LOS


CONGRESISTAS. VIA DE HECHO PROSPECTIVA

La peticionaria, Senadora de la República, en 1996 se desempeñaba como


Representante a la Cámara, cuando ese cuerpo político investigó al entonces
Presidente de la República. Según la actora, la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia ha desconocido su derecho a la inviolabilidad de sus
votos y opiniones como congresista al vincularla a un proceso penal por la
decisión que tomó en 1996 en favor de la preclusión de la investigación contra el
Presidente. Según su parecer, la Corte Suprema carece de competencia para
juzgar ese voto, pues como congresista es inviolable por las opiniones y los
votos que emita en ejercicio de su cargo, es decir, que aquellos no pueden
generar nunca responsabilidad penal. Por su parte, los magistrados de la Sala
de Casación Penal sostienen que ese tribunal es competente para investigar a
los representantes por sus conductas en el proceso contra el Presidente, por
cuanto los congresistas pudieron haber cometido delitos en esas actuaciones
judiciales, y en un Estado de derecho, ningún servidor público se encuentra por
encima de la ley. La Corte Constitucional resolvió tutelar el derecho fundamental
al debido proceso de la peticionaria, por cuanto la garantía institucional de la
inviolabilidad priva, de manera absoluta, a la Corte Suprema de competencia
para investigar como delitos los hechos inescindiblemente ligados a las
opiniones y votos emitidos por la actora en las actuaciones adelantadas por la
Cámara de Representantes contra el entonces Presidente de la República.
Podría denominarse una "vía de hecho prospectiva", por cuanto, hacia el
pasado, las decisiones del funcionario judicial, aunque discutibles, son
inatacables por medio de la tutela, ya que siguen amparadas por la autonomía
funcional de los jueces, por no ser protuberantemente defectuosas; sin embargo,
una evaluación de sus inevitables resultados futuros permite concluir que el juez
terminará por incurrir en una vía de hecho, al violar de manera manifiesta la
Carta. En tales circunstancias, y siempre y cuando esos resultados futuros sean
546 M.P. Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero.
213
evidentes, y no exista otro mecanismo judicial de defensa, el juez constitucional
puede intervenir a fin de enfrentar una amenaza a los derechos fundamentales,
derivada de una actuación judicial, que inevitablemente devendrá en vía de
hecho ya que, el artículo 86 superior es claro en señalar que esa acción procede
en tales eventos.

T-171/00547. EMPLAZAMIENTO A QUIEN NO ESTABA DEBIDAMENTE


IDENTIFICADO Y DECLARACION DE PERSONA AUSENTE AL
SINDICADO DE CONDICIONES CIVILES Y PERSONALES
DESCONOCIDAS EN EL PROCESO

En el proceso penal que originó esta tutela, se declaró persona ausente al


sindicado después de emplazarlo; sin embargo, de acuerdo con la sentencia
condenatoria tanto la agente del Ministerio Público como el defensor de oficio
afirmaron en sus alegatos de conclusión que el acusado no se encontraba
debidamente individualizado e identificado (posible homonimia). La Corte
Constitucional revocó la sentencia proferida por el Consejo de Estado como
juez de tutela y en su lugar confirmar la adoptada por el Tribunal Administrativo,
por medio de la cual se resolvió tutelar el derecho al debido proceso como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, hasta que la
autoridad competente resuelva la acción de revisión. Se incurrió en una vía de
hecho, pues el juez reemplazó las formas propias del proceso penal
desarrolladas por el legislador (C.P. art. 29), por el procedimiento contrario a
derecho que le dictó su afán eficientista y, de esa manera, es indudable que
resultó vulnerado el derecho al debido proceso del actor de la tutela bajo
revisión, pues el funcionario instructor no sólo emplazó a quien no estaba
debidamente identificado, sino que declaró persona ausente a alguien de
condiciones civiles y personales desconocidas en el proceso. El funcionario
demandado en tutela no valoró las irregularidades que afectan a la vinculación al
proceso del sindicado y a su reconocimiento a través de fotografía, ni consideró
relevante la duda sobre un posible caso de homonimia, y dictó sentencia
condenatoria. El actor cuenta con la acción extraordinaria de revisión, pero
solicitó el amparo de sus derechos fundamentales "...como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable", y esta Sala juzga que ha lugar a
esa protección transitoria, pues: a) son indudables las vías de hecho en las que
incurrieron tanto la Fiscalía como el Juez Primero Penal del Circuito de
Florencia; b) al expediente de tutela se allegaron los medios de prueba que el
funcionario demandado ordenó pero no practicó, y que versan precisamente
sobre el caso de homonimia que afecta al actor; y c) el perjuicio que se ocasiona
en este caso al actor, a su grupo familiar, y a la organización comunitaria de la
que es miembro activo desde hace más de una década, con la ejecución de un
acto que sólo en apariencia es una providencia, puede evitarse con el amparo
transitorio, pues de acuerdo con la sentencia C-543/92, antes transcrita, no
"...riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la
decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo
efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario competente
(artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En
hipótesis como estas no puede hablarse de atentado alguno contra la seguridad
547 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
214
jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que
persigue la justicia'."(T-266/99).

T-1009/00548. DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIGENAS. VIA DE HECHO


POR INTERPRETACION DE LOS FALLOS DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL CONTRARIA A LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES. OBLIGATORIEDAD DE LOS FALLOS DE LA
CORTE CONSTITUCIONAL. UNIDAD DE LA JURISDICCION
CONSTITUCIONAL

Con el ánimo de proteger varios derechos fundamentales de los indígenas


Embera-Katíos del Alto Sinú, la Corte dispuso, en el numeral tercero de la
Sentencia (T-652/98), que tenían derecho a que se les indemnizara por los
daños causados a su medio ambiente natural y cultural durante la construcción
de las obras civiles de Urrá I, ya que éstas se llevaron a cabo sin el lleno de los
requisitos legales y reglamentarios. En la parte resolutiva de la sentencia, se
ordenó: "Si los Embera-Katíos del Alto Sinú y la firma dueña del proyecto no
llegaren a un acuerdo sobre el monto de la indemnización que se les debe pagar
a los primeros, dentro de los seis (6) meses siguientes a la notificación de esta
providencia, los Embera-Katíos deberán iniciar ante el Tribunal Superior ...el
incidente previsto en la ley para fijar la suma que corresponda a un subsidio
alimentario y de transporte, que pagará la firma propietaria del proyecto a cada
uno de los miembros del pueblo indígena durante los próximos 15 años, a fin de
garantizar la supervivencia física de ese pueblo, mientras adecua sus usos y
costumbres a las modificaciones culturales, económicas y políticas que introdujo
la construcción de la hidroeléctrica sin que los embera fueran consultados, y
mientras pueden educar a la siguiente generación para asegurar que no
desaparecerá esta cultura en el mediano plazo". Notificada la sentencia se
iniciaron las negociaciones entre los indígenas y la empresa. Transcurrido el
término determinado por la Corte sin que se lograra una concertación, los
indígenas acudieron a la posibilidad subsidiaria señalada en el fallo: el incidente
de liquidación de perjuicios ante el Tribunal Superior. Éste decidió rechazar el
trámite del incidente por considerarlo extemporáneo, y adujo actuar de acuerdo
con el término establecido en el Decreto 2591 de 1991; idéntica fue la decisión
de la Corte Suprema de Justicia, ante quien los indígenas apelaron. La Corte
Constitucional debe resolver entonces, si en esas decisiones hubo vía de hecho
por la interpretación que los jueces hicieron de la orden que se dio en la
Sentencia T-652/98, y la aplicación del artículo 25 del Decreto citado. La Corte
Constitucional tuteló los derechos al debido proceso, a la igualdad, al acceso a
la administración de justicia, a la participación y a la supervivencia física y
cultural de los peticionarios. En consecuencia, ordenó al Tribunal Superior, juez
de primera instancia en este proceso, que dé cumplimiento a lo dispuesto en el
numeral tercero de la parte resolutiva de la sentencia T-652 de 1998, en el
sentido de dar trámite al incidente de regulación de perjuicios promovido por los
peticionarios. Es indispensable que en cada caso, la interpretación de las
disposiciones jurídicas se lleve a cabo acudiendo a un criterio finalista, que tome
como base la libertad y la filosofía humanística que son valores fundantes y
objetivos esenciales del Estado colombiano, de acuerdo con la Carta. Resulta
evidente que durante el proceso de ejecución de los fallos de tutela de la Corte
Constitucional, los jueces de instancia deben realizar un ejercicio interpretativo,
tanto de la decisión, como de las normas en las cuales se sustenta; ya se ha
aclarado que este ejercicio debe ser llevado a cabo con un criterio finalista, y
548 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
215
evitar a toda costa incurrir en una nueva vulneración de los derechos
fundamentales de los implicados.

De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, la interpretación del


fallo en ese sentido, constituye una vía de hecho por tres razones: En primer
lugar, adolece de un defecto sustantivo, porque se basa en una norma
inaplicable al caso; en segundo lugar, presenta un defecto procedimental porque,
por la misma razón, el juez se desvió del curso a seguir que era particular a este
proceso. El lapso de 6 meses para el acuerdo fue otorgado por la Corte en su
autonomía para fijar los términos del cumplimiento de sus órdenes; no
corresponde a una ley o reglamento pre-existente, y no hace referencia a norma
alguna, sino desarrolla una potestad derivada directamente de la Constitución, y
fija pautas propias al caso para el ejercicio del debido proceso. Por tanto,
cualquier limitación que se imponga a él con base en una disposición extraña es
arbitraria e impertinente, y corresponde a un ejercicio indebido y abusivo de la
jurisdicción. Adicionalmente, la Corte determinó que el incidente que se debía
iniciar, si fracasaba la negociación, era el correspondiente a la ley: esta vez sí el
artículo 25 del Decreto 2591. El término para promoverlo debía empezar a
contarse una vez transcurridos los 6 meses de negociación y, de acuerdo con la
norma aplicable. Aún estaba dentro del término legal y, si el juez hubiera actuado
de acuerdo a Derecho, habría admitido el incidente por haberse promovido en
tiempo; pero una vez más, se desvió del procedimiento indicado en la ley para el
caso, e incurrió con ello en una vía de hecho. En tercer lugar, las decisiones del
Tribunal y la Corte Suprema configuran vía de hecho por la interpretación
irrazonable, carente de fundamento objetivo y lógico, y ante todo, transgresora
del derecho sustancial. Es claro que la Corte en la sentencia T-652/98 tuvo como
objetivo primordial garantizar el derecho a la participación de los Embera-Katíos,
no solamente en cuanto al cumplimiento de la consulta obligatoria en el
desarrollo de grandes proyectos económicos en tierras indígenas, sino
especialmente, para efectos de fijar el monto de la indemnización que les
correspondía por los daños irreparables causados a su habitat y a su modo de
vida, con el objeto de garantizar su supervivencia. Entonces, de acuerdo con la
Carta y la interpretación que de ella hizo la Corte, luego de constatar las
precarias condiciones en las que quedaron estos indígenas, el aparte de la
sentencia que es objeto de controversia sólo podía tener el sentido de otorgar
dos términos diferentes: uno de ellos para intentar la negociación directa,
durante seis meses, y el otro, subsidiario y consecuencial, determinado en la ley,
para promover el incidente de regulación judicial de perjuicios, en caso de que
las negociaciones fallaran.

Salta a la vista que la Sala Laboral del Tribunal Superior como la Sala Laboral de
la Corte Suprema de Justicia omitieron tomar en consideración la finalidad de la
orden impartida por la Corte Constitucional, así como la urgencia de la situación
de los Embera-Katíos, cuyos derechos individuales y colectivos se buscaba
restablecer. Al interpretar el aparte tercero del fallo en el sentido de restringir las
oportunidades de negociación de la comunidad indígena, tales instancias
limitaron el alcance de la decisión de la Corte, y su empleo de criterios
exegéticos produjo un resultado manifiestamente irrazonable e ignorante de las
graves consecuencias que acarrearía. La irrazonabilidad de la actuación del
Tribunal y la Corte Suprema es ostensible: considerar que el término de
negociación y el de interposición del incidente por el fracaso de ésta son
simultáneos, conduce al absurdo de pretender un amistoso arreglo en medio de
la amenaza de acudir a la vía judicial. Es obvio que el objetivo de la Corte al
216
otorgar un plazo para el concierto era evitar la intervención de terceros en la
determinación del monto, y en lugar de ello, lograr una solución entre la Empresa
y los indígenas; EN SU DEFECTO, es decir, luego del fracaso de esa primera
opción, existía la posibilidad de acudir a la justicia para que mediara en el
asunto. Frente a las dos opciones interpretativas, la que restringía los derechos
de los indígenas y aquélla que les permitía su ejercicio, los jueces DEBIAN optar
por la segunda. No eran ya autónomos para descartarla porque la Carta y la
doctrina de esta Corte han sentado unos parámetros muy claros, a los que no
puede ser ajeno el juez: el derecho a la supervivencia de los pueblos indígenas –
que es el derecho a la vida de la comunidad – prima sobre cualquier
consideración adjetiva; en este caso estaba en juego un derecho sustantivo
fundamental y no admitía una interpretación contraria a su protección. Se
vulneraron los derechos al debido proceso, el derecho de acceso a la
administración de justicia, el derecho a la igualdad, el derecho a la participación
y el derecho a la supervivencia física.

SU.014/01549. VIA DE HECHO CONSECUENCIAL. NOMBRAMIENTO DE


DEFENSOR DE OFICIO PUES SE LE PROCESO COMO PERSONA
AUSENTE A PESAR DE QUE ENTRE UN PERIODO DETERMINADO
ESTUVO PRIVADO DE LA LIBERTAD EN LA CARCEL. RAZONABLE
ESFUERZO POR UBICAR EL PARADERO DE UN PROCESADO. GRAVE
INCUMPLIMIENTO DEL ESTADO EN SUS DEBERES CONSTITUCIONALES.
VIOLACION DEL DERECHO DE DEFENSA. OBLIGACION DEL JUEZ DE
GARANTIZAR UN JUICIO JUSTO

Un ciudadano instauró acción de tutela en contra del juzgado noveno penal del
circuito de Bucaramanga en la cual se le condenó a la pena principal de 60
meses de prisión “como autor responsable del delito de falsedad de particular en
documento publico, agravado por el uso, en concurso heterogéneo y sucesivo
con estafa”. Explica el demandante que en dicho proceso le fue nombrado
defensor de oficio, pues se le procesó como persona (ausente), a pesar de que
entre un período determinado estuvo privado de la libertad en la cárcel modelo
de Bogotá. En su concepto, se violó el debido proceso, pues las normas
procesales ordenan que se notifiquen personalmente a la persona privada de la
libertad las providencias (i) que resuelve la situación jurídica, (ii) que ordena el
cierre de la investigación y (iii) la calificación del mérito del sumario. Como
quiera que estaba detenido al momento en que dichas providencias se
produjeron, no era posible seguir la actuación procesal y menos iniciar la etapa
de juicio y dictar sentencia, sin que se le hubieran notificado personalmente. De
otra parte, considera que le fue violado el derecho de defensa. Asegura que la
actuación del abogado de oficio que le fuera designado no califica como una
defensa técnica, pues no “interpuso ningún recurso, no solicitó una sola prueba
ni en la etapa de instrucción, ni en la de juzgamiento”. Además, la violación del
citado derecho constitucional se verifica por el hecho de que se adelantó un
juicio sin que le fuera informado, cuando el estado lo tenía bajo su custodia. La
Corte Constitucional revocó los fallos proferidos por la Sala Penal del Tribunal
Superior y de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y en su
lugar, concedió la tutela para la protección de los derechos a la circulación de la
información vital, al debido proceso y al derecho de defensa. Las autoridades
judiciales tienen la obligación de utilizar todos los medios a su alcance para dar
con el paradero de una persona procesada en un proceso penal.

549 M.P. Martha Victoria Sáchica Méndez.


217
Es posible distinguir la sentencia violatoria de derechos fundamentales por
defectos propios del aparato judicial - presupuesto de la vía de hecho -, de
aquellas providencias judiciales que aunque no desconocen de manera directa
la Constitución, comportan un perjuicio iusfundamental como consecuencia del
incumplimiento por parte de distintos órganos estatales de la orden
constitucional de colaborar armónicamente con la administración de justicia con
el objeto de garantizar la plena eficacia de los derechos constitucionales. Se
trata de una suerte de vía de hecho por consecuencia, en la que el juez, a pesar
de haber desplegado los medios a su alcance para ubicar al procesado, actuó
confiado en la recta actuación estatal, cuando en realidad ésta se ha realizado
con vulneración de derechos constitucionales, al inducirlo en error. En tales
casos - vía de hecho por consecuencia - se presenta una violación del debido
proceso, no atribuible al funcionario judicial, en la medida en que no lo puede
apreciar, como consecuencia de la actuación inconstitucional de otros órganos
estatales. De presentarse una sentencia en la que se verifique una vía de hecho
por consecuencia, esto es, que la decisión judicial se base en la apreciación de
hechos o situaciones jurídicas, en cuya determinación los órganos competentes
hayan violado derechos constitucionales, y que tenga como consecuencia un
perjuicio iusfundamental, se impone, en aras de garantizar los fines esenciales
del Estado, su revisión. En caso de que no exista otro medio de defensa judicial,
no existe razón constitucional alguna para que no se pueda acudir a la tutela.
Existe la obligación de que los archivos y bancos de datos públicos estén
debidamente actualizados. De allí que, en el caso concreto, fuera exigible que
en el archivo de alguna autoridad pública existiera constancia de la privación de
la libertad del demandante. En el presente caso, el deber de mantener
actualizadas las bases de datos y los archivos públicos no está en juego, pues
no se ha puesto en duda que alguna autoridad tuviese debidamente registrado el
dato.
218
La información sobre la privación de la libertad de la persona reviste carácter de
información vital. La restricción de la libertad que apareja su privación,
no puede tener como efecto la anulación de los restantes derechos
constitucionales. La circulación debida del dato “la persona X está
privada de la libertad” se torna indispensable para que ella pueda
ejercer el derecho de defensa, pues sin el conocimiento de dicha
información, la autoridad judicial erradamente asumirá que se procesa
a un sindicado que se oculta. La obligación de garantizar la circulación
debida de la información recae en quien la posee. El derecho de
defensa nace en el momento en que se atribuye a una persona una
conducta delictiva y debe garantizarse durante el desarrollo de todo el
proceso. Por tal motivo, resulta esencial que el imputado conozca de
manera oportuna la investigación, de manera que pueda intervenir en
el proceso y si fuere del caso, contradecir las pruebas que se hayan
presentado en su contra. Es decir, la designación del abogado de
oficio únicamente procede si estando presente el procesado, éste
carece de abogado o si fuera imposible garantizar su derecho a
“hallarse presente en el proceso”. Obsérvese que la garantía principal,
es la presencia del procesado al proceso. Ha de precisarse, que el
ejercicio del derecho de defensa no se limita a la actividad que debe
cumplir al abogado defensor, - defensa técnica - sino que se refiere
también a las actividades de autodefensa que corresponden al
inculpado – defensa material – las cuales confluyen con la labor
desplegada por el abogado con el mismo objetivo: defender al
imputado. Resulta incuestionable que el incumplimiento de los entes
estatales encargados de asegurar la información vital sobre la
privación de la libertad que implica un grave desconocimiento de la
obligación de colaborar armónicamente con el aparato de justicia,
indujo a error al Juez Penal del Circuito de Bucaramanga y a la
violación del derecho de defensa del demandante, por cuanto el
Estado no garantizó, pudiéndolo hacer en razón de que estaba bajo
su custodia, el derecho a hacerse presente en el proceso. En estas
condiciones, se presenta una vía de hecho por consecuencia. Es
necesario advertir a las distintas instancias del Estado colombiano de
su obligación de asegurar que la información vital de los ciudadanos
circule debidamente. Resulta imperioso garantizar los medios para
que las autoridades judiciales puedan acceder a información como la
omitida en esta oportunidad. Por lo tanto, se urgirá a la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, Ministerio de
Justicia y del Derecho, al Departamento Administrativo de Seguridad
-DAS- a la Policía Nacional, al Instituto Penitenciario y Carcelario
-INPEC-, que dispongan lo necesario para que en un término
razonable se creen los medios técnicos para asegurar a los jueces
penales, el acceso a la información que requieran para el
cumplimiento de sus funciones.

T-522/01550. VIA DE HECHO POR FALTA DE CONSIDERACION DE LA


EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD FRENTE A UNA NORMA
EVIDENTEMENTE CONTRARIA A LA CONSTITUCION

Por intermedio de apoderado judicial se impetró acción de tutela en contra de la


Comisión de Fiscales Especializados por considerar que la decisión de no
550 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
219
conceder la sustitución de la medida de aseguramiento (detención preventiva)
por la de detención domiciliaria, viola el derecho al debido proceso. Se funda en
el fallo de la Corte Constitucional en que se estudió la constitucionalidad de la
Ley 504/99. Se alega una vía de hecho que consiste en aplicar una disposición
inexistente cuyo contenido normativo fue declarado inexequible por la Corte
Constitucional. Incurre en una vía de hecho un funcionario judicial cuando la
decisión que toma se funda en la aplicación en una disposición cuyo contenido
normativo fue declarado inexequible por la Corte Constitucional, por desconocer
derechos fundamentales? La Corte Constitucional al tutelar los derechos a la
igualdad y la libertad, ordenó a la Comisión de Fiscales Delegados ante los
Jueces Penales de Circuito resolver nuevamente la solicitud presentada de
manera autónoma y dentro del respeto al orden constitucional vigente. Señaló
que aplicar una norma claramente contraria a la Constitución, según sentencia
expresa de la Corte, y que conlleve violaciones a derechos fundamentales
constituye una vía de hecho. Incurre en una vía de hecho por razones
sustanciales el funcionario judicial que tome una decisión con base en una
disposición: (1) cuyo contenido normativo es evidentemente contrario a la
Constitución, porque la Corte Constitucional previamente así lo declaró con
efectos erga omnes, (2) cuyo sentido y aplicación claramente compromete
derechos fundamentales, y (3) cuya incompatibilidad ha sido alegada por el
interesado, invocando el respeto a una sentencia de constitucionalidad de la
Corte Constitucional que excluyó del ordenamiento jurídico el sentido normativo
único e ínsito en la norma legal aplicada en el curso del proceso y de la cual
depende la decisión.

SU.1185/01551. LA VIA DE HECHO EN MATERIA DE INTERPRETACION


JUDICIAL. DESCONOCIMIENTO DE LOS PRINCIPIOS DE IGUALDAD DE
TRATO Y FAVORABILIDAD. DESCONOCIMIENTO DE LA CONVENCION
COLECTIVA COMO FUENTE FORMAL DEL DERECHO Y ACTO DE
NATURALEZA SOLEMNE

Le correspondió a la Corte Constitucional establecer si la Corte Suprema de


Justicia, en su Sala de Casación Laboral, incurrió en una vía de hecho judicial al
dictar la Sentencia mediante la cual casó (absolvió al Banco de la República de
todas las pretensiones que habían sido formuladas en su contra) la Sentencia
del Tribunal Superior, que había ordenado al Banco de la República conceder a
favor de un señor una pensión mensual vitalicia sin consideración a su edad,
atendiendo lo establecido en la Convención Colectiva. Se alegó la vulneración
de los principios de favorabilidad laboral y de igualdad. La Corte examinó si se
configura una vulneración del derecho fundamental al debido proceso, cuando el
juez de la causa aprecia una convención colectiva del trabajo ignorando su
naturaleza de acto solemne y fuente formal del derecho laboral, y en franco
desconocimiento de los valores, principios y derechos constitucionales. La Corte
Constitucional al conceder la tutela para la protección de los derechos al debido
proceso y a la igualdad de trato, señaló que la convención colectiva como acto
jurídico regulador de las relaciones entre el patrono y sus empleados
sindicalizados, comparte íntegramente la definición de acto solemne, con sus
características de aseguramiento de los acuerdos a que llegan las partes, la
precisión de los derechos adquiridos, la claridad y la conservación de los
mismos. Por ello la existencia de un derecho convencional no puede acreditarse
por otro medio probatorio diferente a la misma convención, pues su naturaleza y
las características propias de los actos solemnes lo impiden. La Corte reiteró
551 M.P. Rodrigo Escobar Gil.
220
que no toda discrepancia interpretativa -defecto sustantivo- conlleva, prima facie,
a la ocurrencia de una vía de hecho. El principio de autonomía e independencia
judicial, pilar fundamental del Estado social de derecho, no permite que por vía
de la acción de tutela se controviertan las decisiones judiciales con la simple
excusa de que el criterio adoptado por el operador jurídico no es compartido por
las partes o por el fallador que lo revisa. De hecho, las posibles diferencias de
interpretación, sustentadas en un principio de razón suficiente, no pueden ser
calificadas como vías de hecho pues, en realidad -lo ha dicho este Tribunal-, la
eventual disparidad de criterios sobre un mismo asunto no implica por ella
misma un desconocimiento grosero de la juridicidad, sino una consecuencia
humana del ejercicio del derecho. Según lo ha dicho la jurisprudencia:

Manifestó que la Corte ha señalado que la autonomía e independencia judicial,


como manifestación de la facultad que tiene el operador jurídico para interpretar
las normas jurídicas, no es absoluta. Ella encuentra limites claros en la propia
institucionalidad y en el orden jurídico. Así, la función judicial, analizada desde la
perspectiva del conjunto de atribuciones y potestades reconocidas por la ley a
los órganos encargados de administrar justicia, tiene necesariamente que
desarrollarse dentro del marco de la Constitución Política, como la única forma
de garantizarle a los coasociados la convivencia, el trabajo, la igualdad, la
libertad, la justicia y la paz, y de procurar hacer efectivo el propósito Superior de
asegurar un orden político, económico y social justo. En este sentido, los
mandatos contenidos en los artículos 228 y 230 del Estatuto Superior, en los que
se dispone que la administración de justicia es autónoma y que los jueces, en
sus providencias, sólo están sometidos al imperio de la ley, deben ser
armonizados y conciliados con el artículo 1° de la Carta que propugna por la
promoción y protección de la dignidad humana, con el artículo 2° del mismo
ordenamiento que le impone a todos los órganos del Estado, incluidas las
autoridades judiciales, la obligación de garantizar los derechos, deberes y
libertades de todas las personas residentes en Colombia, y con el artículo 13
Superior que consagra, entre los presupuestos de aplicación material del
derecho a la igualdad, la igualdad frente a la ley y la igualdad de protección y
trato por parte de las autoridades públicas.

Así, es cierto que al juez de la causa le corresponde fijarle el alcance a la norma


que aplica, pero no puede hacerlo en oposición a los valores, principios y
derechos constitucionales, de manera que, debiendo seleccionar entre dos o
más entendimientos posibles, debe forzosamente acoger aquél que en todo se
ajuste a la Carta política. La autonomía y libertad que se le reconoce a las
autoridades judiciales para interpretar y aplicar los textos jurídicos, no puede
entonces comprender, en ningún caso, aquellas manifestaciones de autoridad
que supongan un desconocimiento de los derechos fundamentales de las
personas. Según lo ha expresado la propia jurisprudencia, toda trasgresión a
esta regla Superior en el curso de un proceso constituye una vía de hecho
judicial, la cual debe ser declarada por el juez constitucional cuando no existan
otros medios de impugnación para reparar esta clase de actuaciones ilegítimas,
contrarias a los postulados que orientan la Constitución Política. En el ámbito de
los conflictos de trabajo, por ejemplo, la Corte ha sido enfática en sostener que,
so pretexto de interpretar el alcance de las normas jurídicas, no le es dable al
operador jurídico desconocer las garantías laborales reconocidas a los
trabajadores por la Constitución Política y las leyes, ni tampoco actuar en
contradicción con los principios superiores que lo amparan como son, entre
otros, los de igualdad de trato y favorabilidad. En este sentido, puede afirmarse
221
que el Estatuto Superior se ha preocupado por garantizar un mínimo de
derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser ignorados, disminuidos o
transgredidos por las autoridades públicas y, en particular, por los jueces y
magistrados de la República en su función constitucional de aplicar y valorar el
alcance de la ley.

Desde esta perspectiva, cuando se trata de aplicar una convención colectiva, en


atención a su valor normativo y a su carácter de acto solemne, lo que le compete
el juez laboral es interpretarla de acuerdo al contenido material de su texto y, en
caso de duda, optar por la interpretación que resulte más favorable al trabajador.
Es incuestionable que un proceder contrario a esta exigencia, que no encuentre
fundamento en un principio de razón suficiente, configura una vía de hecho en
cuanto implica un desconocimiento flagrante de los derechos fundamentales del
trabajador, en especial el del debido proceso (C.P. art. 29). A este respecto,
recuérdese que la convención es plena prueba de la norma que contiene y si la
misma puede conducir a equívocos, es deber imperativo del funcionario judicial
interpretarla a la luz de los principios de igualdad y favorabilidad consagrados en
el Texto Constitucional (arts. 13 y 53). Ante las posibles dudas que pueden surgir
sobre el sentido y alcance de una norma convencional, y frente a las diversas
interpretaciones que de la misma se formulen, es deber del juez priorizar aquella
que interprete en mejor medida los derechos laborales. Así, el hecho de que la
Corte Suprema de Justicia haya alterado el valor normativo de la preceptiva
convencional objeto de la litis, y sin un fundamento razonable y válido hubiese
modificado su propia jurisprudencia en contravía de los intereses y derechos del
demandante, conlleva una flagrante violación de los principios de igualdad de
trato y favorabilidad en materia laboral. Si el derecho a la igualdad exige como
presupuesto de aplicación material, el que las autoridades dispensen la misma
protección y trato a quienes se encuentren bajo idéntica situación de hecho, no
cabe duda que éste se transgrede cuando un mismo órgano judicial modifica sin
fundamento sólido el sentido de sus decisiones en casos que se muestran
sustancial y fácticamente iguales. Por todo lo expuesto, concluyó que la Corte
Suprema de Justicia violó el debido proceso e incurrió en vía de hecho por
defecto fáctico al desconocer la naturaleza ad solemnitatem de la convención
colectiva; y en vía de hecho por defecto sustantivo, al desconocer el valor de la
convención colectiva como fuente formal del derecho y no aplicar los principios
de igualdad de trato y favorabilidad en la interpretación de la norma convencional
que regulaba la situación jurídica objeto del litigio.

T-1306/01552. VIA DE HECHO POR EXCESO RITUAL MANIFIESTO. EFICACIA


DE LA CASACION PARA LA PROTECCION DE DERECHOS
FUNDAMENTALES. DEBER DE PROTECCION DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES EN CASACION.

Los problemas jurídicos a resolver consistieron en determinar si el Tribunal


Superior, Sala Laboral, incurrió en vía de hecho la proferir un fallo en contravía
de la jurisprudencia unificada de la Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral,
negándole en consecuencia el derecho a pensión al accionante. Y si la Sala de
Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia incurrió en vía de hecho al
haber reconocido expresamente que el actor tenía derecho al reconocimiento de
pensión de jubilación y, sin embargo no haber casado la sentencia en virtud de
errores en la técnica de casación. La Corte Constitucional confirmó el fallo del
Consejo Superior de la Judicatura y en consecuencia tuteló los derechos al
552 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
222
debido proceso y al mínimo vital del actor, dejando sin efectos la Sentencia de la
Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia y disponiendo que se
profiera Sentencia de reemplazo siguiente los lineamientos señalados en la
parte motiva de esta decisión.

La Corte Constitucional al recordar la prevalencia del derecho sustancial sobre


las formas, señaló que el procedimiento no es, en principio, ni debe llegar a ser
impedimento para la efectividad del derecho sustancial, sino que debe tender a
la realización de los derechos sustanciales al suministrar una vía para la solución
de controversias sobre los mismos. Cuando surge un conflicto respecto de un
derecho subjetivo, es el derecho procesal el que entra a servir como pauta válida
y necesaria de solución de la diferencia entre las partes. Se debe tener siempre
presente que la norma procesal se debe a la búsqueda de la garantía del
derecho sustancial. Teniendo en claro la prevalencia que en la administración de
justicia debía tener el derecho sustancial, el constituyente de 1991 lo estableció
como principio de la administración de justicia en el artículo 228 al consagrar
que en las actuaciones de la administración de justicia “prevalecerá el derecho
sustancial”. La Constitución consagra el respeto de los derechos fundamentales,
lo cual implica que esta protección debe prevalecer sobre normas procesales
que de ser aplicadas conducirían la negación de los mismos. Respecto de la
naturaleza del recurso de casación la Corte Constitucional señaló que si bien
esta Corporación ha estimado que la casación debe conservar su naturaleza de
recurso extraordinario, no convirtiéndose en una tercera instancia al conocer de
nuevo de los hechos, como se haría en el caso de la apelación, sino limitándose
“a verificar si los enunciados normativos contenidos en la regla jurídica han sido
interpretados o aplicados correctamente por el juez de instancia y si en esta
labor creadora de la vida del derecho, también propia y natural de los jueces
funcionalmente inferiores, no se ha incurrido en violación de la ley sustancial”.
Este motivo hace razonable la existencia de causales de casación, pero sin que
la rigurosidad de las mismas llegue al extremo de hacer inocuo un derecho
sustancial. Queda entonces claro que, de hallar que el juez de instancia sí
incurrió en un error de aplicación, apreciación o interpretación de la norma
sustancial que se alega, y más aún cuando la Sala de Casación reconoce la
existencia de un derecho fundamental merecedor de protección, es deber de
ésta el casar pronunciándose de fondo sobre el caso en concreto para garantizar
el derecho.

Si bien una de las funciones de la casación es la unificación de jurisprudencia a


nivel nacional, la cual se da en pro del interés público y en cuanto tal tiene
trascendental importancia, no se debe pasar por alto que también es función
prioritaria el control de legalidad y constitucionalidad de las sentencias para que
de esta manera se puedan proteger derechos subjetivos del casacionista. Por tal
motivo la Corte declaró inexequible la norma que contemplaba la procedencia de
casación una vez ejecutoriada la sentencia en materia penal porque si bien se
podía llegar a una unificación de jurisprudencia, se estaría permitiendo en
muchos casos la perpetuación de la vulneración de derechos materiales en
muchos casos de índole fundamental. También hizo alusión al derecho a la
seguridad social en pensiones como fundamental, en conexidad con otros
derechos fundamentales, para señalar que el oportuno reconocimiento del
derecho a pensión se configura en medio garante del mínimo vital de la mayoría
de la población que recibe una mesada. El respeto a la pensión de jubilación en
sus facetas de reconocimiento, pago oportuno, proporcionalidad a lo aportado
durante la vida laboral y reajuste de las mesadas es por tanto uno de los
223
mínimos por el que el Estado colombiano a través de sus instituciones debe
propender. Consideró que la casación constituye un medio idóneo para la
protección de derechos fundamentales. Agregó que sin limitarla únicamente al
área penal, es y debe ser mecanismo idóneo para la protección de los derechos
fundamentales de los casacionistas. En consecuencia, las diversas salas de
casación deben actuar en pro de la realización y respeto de los derechos
fundamentales de los recurrentes si, al realizar el examen de los cargos del
recurrente, observan que en el fallo de instancia recurrido se incurrió en
vulneración de tales derechos. La Corte reiteró la función protectora de los
derechos fundamentales que tienen los magistrados en casación al declarar
constitucional el artículo 228 del Código de Procedimiento Penal que consagra
que la Sala de casación penal "(...) podrá casar la sentencia cuando sea
ostensible que la misma atenta contra las garantías fundamentales". Partiendo
de la naturaleza de derecho fundamental que puede llegar a tener la pensión de
jubilación y del deber de protección de derechos fundamentales que tienen las
salas de casación de la Corte Suprema de Justicia, es válido afirmar que de
encontrarse en una sentencia que se ha sometido a juicio de legalidad una
vulneración de tal derecho fundamental éstas deben actuar en pro de la
protección de tal derecho, mas aún si se recuerda que en materia laboral la
Constitución del 91 estableció una especial protección al trabajador por la
posición de subordinación en la cual se encuentra frente al patrón.

Manifestó la Corte Constitucional la existencia de vía de hecho por exceso ritual


manifiesto en el recurso extraordinario de casación y omisión consciente del
deber de protección de derechos fundamentales en la decisión de este recurso.
Indicó que si en el desarrollo de su labor como Tribunal de Casación, la Corte
Suprema evidencia, de los cargos formulados por el recurrente –así estos
carezcan de la técnica respectiva- o derivado del análisis de los mismos, una
vulneración de derechos fundamentales, es su deber, en virtud de la reconocida
eficacia de la casación para la protección de derechos fundamentales, hacer
efectivo el amparo de tales derechos en la sentencia de casación. Al actuar, la
Corte Suprema así no contraría la naturaleza dispositiva de la casación en virtud
de que se ciñe a lo pedido por el casacionista, a pesar de los eventuales errores
de técnica. Se garantiza igualmente el derecho de defensa de las partes en
cuanto el pronunciamiento sigue ligado a los cargos formulados en la demanda
de casación, frente a los cuales existe una oportunidad procesal de
pronunciamiento por parte de la contraparte. No obstante, si observa una
vulneración del núcleo esencial de los derechos fundamentales o se encuentra
frente a un derecho que por mandato constitucional sea irrenunciable, deberá
proveer la protección a los mismos así no haya existido un cargo del cual se
derive tal vulneración. La naturaleza irrenunciable de tales derechos prima sobre
el carácter dispositivo que en términos generales tiene la casación. Esta
doctrina no exige el abandono de la naturaleza excepcional de la casación. Este
recurso extraordinario conserva su carácter excepcional al continuar restringido
su acceso a los casos que taxativamente consagre la ley; igualmente, al ser sus
causales taxativas y al existir un límite en la cuantía para recurrir. También,
porque se trata de un estudio de la legalidad de la sentencia que se recurre, lo
que hace limitada la valoración del caso para el tribunal de casación –
particularmente en el aspecto probatorio- . Finalmente, en virtud de que tiene
como función primordial la sistémica que conlleva la unificación de
jurisprudencia a nivel nacional y la nomofilaxis o protección de la realización del
derecho objetivo.
224
553
T-1334/01 . VIA DE HECHO DENTRO DEL PROCESO DE REINTEGRO POR
FUERO SINDICAL. NINGUN TRABAJADOR AMPARADO POR DICHA
GARANTIA PUEDE SER DESPEDIDO, NI DESMEJORADO, NI
TRASLADADO SIN QUE PREVIAMENTE SE HAYA PROCEDIDO A
LEVANTAR EL FUERO SINDICAL MEDIANTE LA SOLICITUD QUE AL
EFECTO DEBE ELEVAR EL EMPLEADOR ANTE EL JUEZ DEL TRABAJO

Se instauró acción de tutela al considerar vulnerados sus derechos


fundamentales al debido proceso, a la igualdad, trabajo, libre asociación sindical,
sindicalización en especial el fuero sindical y acceso a la administración de
justicia, al incurrirse en vía de hecho en el momento de dictar la sentencia dentro
del proceso especial de reintegro por fuero sindical. En su condición de
empleado público inscrito en carrera administrativa estuvo afiliado al Sindicato.
Manifiesta que la entidad decidió terminar en forma unilateral la relación laboral,
en razón a la supresión de la Planta de Personal. Que al momento de ordenarse
el retiro definitivo del servicio, en su condición de directivo del Sindicato gozaba
de fuero sindical, sin que se procediera a levantarle dicho fuero a fin de que el
retiro del servicio se realizara en legal forma. Que el Tribunal Superior en
segunda instancia consideró que frente a la supresión del cargo como causa
legal de retiro del servicio no procede el levantamiento del fuero sindical, dado
que esta “supresión del cargo por reestructuración” no se encuentra dentro de
las causas que deben ser objeto de calificación legal y levantamiento del fuero
por parte del juez laboral. De otra parte, ante la supresión (del cargo) de la
Planta de Personal el reintegro se torna absolutamente imposible por haber
quedado fenecidos los cargos y por lo tanto el fallo se haría ilusorio por no poder
cumplirse. La Corte Constitucional al conceder el amparo de los derechos de
asociación y libertad sindical, fuero sindical y debido proceso del actor señaló
que la garantía del fuero sindical se encuentra consagrada a nivel constitucional
en el artículo 39 de la Carta Política. Es de la esencia del fuero sindical, el que
ningún trabajador (sea particular o servidor público) amparado por dicha garantía
puede ser despedido, ni desmejorado, ni trasladado sin que previamente se
haya procedido a levantar el fuero sindical mediante la solicitud que al efecto
debe elevar el empleador ante el juez del trabajo, con la finalidad exclusiva de
que este proceda a calificar la existencia de justa causa para el despido,
desmejoramiento o traslado. De no ser así, la garantía del fuero sindical
resultaría nugatoria para este tipo de trabajadores, situación que conllevaría la
vulneración de los derechos fundamentales de asociación, libertad sindical y
fuero sindical dado que este último no es cosa distinta a un derecho derivado de
aquellos, todos consagrados constitucionalmente. De no levantarse el
respectivo fuero sindical, no podrá considerarse legal el retiro del servicio, ni el
desmejoramiento, ni el traslado y de ahí que proceda para el primer caso la
acción de reintegro y pago de salarios dejados de percibir, a efectos de que se
proceda por el patrono a solicitar el permiso o autorización para el retiro previa
calificación judicial de la causa. De considerar el juez del trabajo que existe justa
causa, levantará el fuero concediendo el permiso al patrono para despedir,
desmejorar o trasladar al trabajador; en caso contrario, lo negará y no levantará
el fuero sindical lo que implica que el patrono no podrá despedir, ni desmejorar,
ni trasladar al trabajador.

En el presente caso tenemos que el actor tiene la calidad de empleado público y


se encuentra inscrito en carrera administrativa, para cuyo evento, la misma ley
consagra en forma expresa la obligación para la entidad estatal de levantar el
553 M.P. Jaime Araujo Rentería.
225
fuero sindical previamente al retiro del servicio, cuando quiera que se trate de un
empleado aforado y sin que se prevea excepción alguna. Es así como el artículo
147 del Decreto 1572 de 1998 reglamentario de la Ley 443 de 1998 establece
que “Para el retiro del servicio de empleado de carrera con fuero sindical, por
cualquiera de las causales contempladas en la ley, debe previamente obtenerse
la autorización judicial correspondiente”. Por lo tanto, no es válida la afirmación
del juez de segunda instancia en el sentido de indicar que frente a la causa legal
de supresión del cargo no procede la calificación judicial. Se considera que si
bien toda causa legal de retiro del servicio de un servidor público constituye una
justa causa, esta no puede ser calificada motu propio por la entidad estatal, sino
que en virtud de la garantía constitucional del fuero sindical, se debe solicitar la
calificación judicial de esa justa causa, al juez laboral a fin de que se pueda
proceder a la desvinculación del servidor público en forma legal; de lo contrario,
dicha omisión generaría una vulneración al debido proceso y a los derechos de
asociación, libertad y fuero sindical, para cuya protección no debe acudirse a la
acción de tutela sino al mecanismo judicial idóneo y eficaz establecido por la ley,
como lo es la acción de reintegro. En el presente caso, se observó que existe
norma expresa que ordena al empleador en el caso de empleados de carrera
administrativa obtener la calificación judicial previa a la desvinculación ante las
autoridades del trabajo, razón por la cual de no obtenerse esta se estaría
vulnerando el derecho al debido proceso, siendo del caso, mediante la acción de
reintegro obtener éste a fin de que se proceda al levantamiento del fuero
sindical, pues dicho reintegro nunca podría tener efectos definitivos. En relación
con el reintegro de los servidores públicos con ocasión del retiro del servicio por
supresión del empleo se considera que en el presente caso, la función no
desapareció sino se trasladó a otro nivel, pasando a ser desarrollada por el nivel
Departamental al suprimirse en el Municipal, por lo tanto, tratándose del Estado
como empleador y al trasladarse la función de un nivel territorial a otro, procedía
el reintegro en criterio de esta Sala, como acertadamente lo ordenó el juez de
primera instancia. En el presente caso se observa que evidentemente el
Despacho Judicial demandado ignoró la norma especial y aplicable al caso en
cuestión como lo es el artículo 147 del decreto 1572 de 1998, constituyéndose
una vía de hecho por defecto sustantivo, pues este no se refiere sólo al hecho de
basar la decisión en una norma no aplicable, sino también en ignorar la norma
aplicable al caso en cuestión. Por lo tanto, la demandada incurrió en vía de
hecho al proferir su decisión de segunda instancia dentro de la acción especial
de reintegro por fuero sindical, debiendo conceder la acción de tutela, razón por
la cual se declarará la nulidad de la decisión de segunda instancia y se ordenará
proferir el fallo correspondiente.

T-020/02554. IDENTIFICACION E INDIVIDUALIZACION DEL SINDICADO Y


VINCULACION AL PROCESO PENAL. DEBIDO PROCESO Y DERECHO DE
DEFENSA.

Se manifestó incurrir en vías de hecho: la primera consiste en graves


irregularidades en el proceso de identificación e individualización que llevan a
establecer un nexo causal inexistente entre el señor y el homicidio por el cual fue
condenado. La segunda, por violación del derecho de defensa porque procesado
careció de abogado defensor durante la etapa instructiva y nunca fue notificado
de su vinculación al proceso, del cual solamente tuvo conocimiento cuando fue
aprehendido para cumplir la condena. La Corte Constitucional tuteló el derecho
fundamental al debido proceso y el derecho a la defensa declarando la nulidad
554 M.P. Jaime Araujo Rentería.
226
de la sentencia condenatoria y de todo lo actuado desde la resolución por medio
de la cual se declaró persona ausente en adelante y ordenando que s a partir de
la notificación del fallo, la Fiscalía delegada ante los juzgados penales del
circuito de Bogotá, vincule mediante indagatoria al señor y tome las decisiones
que en derecho correspondan frente a la libertad del procesado garantizando
una adecuada defensa.

Señaló que desde sus primeros pronunciamientos, esta Corporación ha


compartido el criterio jurídico según el cual las decisiones judiciales que ponen
fin a una actuación judicial, en principio, hacen tránsito a cosa juzgada. Es así
como la sentencia C-543 de 1992, declaró inexequibles los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2591 de 1991, normas que consagraban la posibilidad de presentar
tutela contra providencias judiciales y fallos ejecutoriados. No obstante lo
anterior, como excepción a la regla general existe la posibilidad de que el juez de
tutela proteja a las personas de aquellas decisiones judiciales en las cuales se
observen ostensibles y manifiestas situaciones de carácter, sustantivo, fáctico,
orgánico o procedimental que atenten contra el orden jurídico erigiendo lo que se
ha denominado “vía de hecho”. Frente a la vía de hecho no es posible mantener
incólume el principio de la cosa juzgada según lo recuerda la jurisprudencia
Constitucional:“ A este respecto, la Corte ha indicado que hay lugar a la
interposición de la acción de tutela contra una decisión judicial cuando (1) la
decisión impugnada se funda en una norma evidentemente inaplicable (defecto
sustantivo); (2) resulta incuestionable que el juez carece del apoyo probatorio
que permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la
decisión (defecto fáctico); (3) el funcionario judicial que profirió la decisión
carece, en forma absoluta, de competencia para hacerlo (defecto orgánico); y,
(4) el juez actuó completamente por fuera del procedimiento establecido (defecto
procedimental). En criterio de la Corte “esta sustancial carencia de poder o de
desviación del otorgado por la ley, como reveladores de una manifiesta
desconexión entre la voluntad del ordenamiento y la del funcionario judicial,
aparejará su descalificación como acto judicial”.

Aunque la identificación e individualización del señor corresponde con la de la


persona recluida en prisión, reconoce que sí existe negligencia de parte de la
Fiscalía delegada, para procurar la captura y vinculación personal al proceso de
quien había designado como autor probable. No es aventurado concluir que en
los hechos que hoy se revisan el señor nunca fue buscado durante el proceso
por las autoridades judiciales y de policía y por lo tanto mal podría predicarse
renuencia a comparecer u ocultamiento de la acción de la justicia. También se
observa que contrario al deber permanente de búsqueda del procesado, el
juzgado Penal del Circuito de Bogotá de manera indolente envía comunicación
notificando la sentencia al condenado a una dirección que ni siquiera aparece en
el expediente, pues es muy distinta. Por tanto, si la inasistencia del sindicado al
proceso proviene de una causa imputable al Estado, es viable que se solicite el
amparo a través de la acción de tutela de acuerdo con la jurisprudencia de esta
corporación, siempre y cuando se demuestre que las entidades demandadas
incurrieron en irregularidades sustanciales que vulneraron su derecho al debido
proceso: “Situación diferente se presenta cuando el procesado no se oculta, y no
comparece debido a que las autoridades competentes no han actuado en forma
diligente para informar al sindicado la existencia del proceso, pues frente a este
hecho, el procesado cuenta con la posibilidad de solicitar, en cualquier momento,
la nulidad de lo actuado y, si ya se ha proferido sentencia definitiva ejecutoriada,
puede acudir a la acción de tutela, siempre y cuando las acciones y recursos
227
legales no sean eficaces para restablecerle el derecho fundamental que se le ha
vulnerado.” Lo que se censura son las tibias actuaciones subsiguientes para
localizar y aprehender al procesado cuya búsqueda se redujo a librar telegramas
a una dirección en la cual se sabía que no vivía, a pesar de tener bases
testimoniales que daban luces sobre el lugar en que se encontraba durante los
meses subsiguientes al hecho luctuoso. En el caso que se revisa no solamente
se vulneró la defensa privada o material del sindicado, sino que se coartó la
defensa pública o formal que le es propia al defensor de oficio. A pesar de que la
resolución por medio de la cual se declaró persona ausente al señor, designó al
doctor ZZ, este nunca tomó posesión del cargo y menos realizó ninguna
actividad defensiva hasta cierto momento. Prácticamente todo el proceso de
instrucción estuvo huérfano de controversia u oposición de las determinaciones
tomadas por la Fiscalía delegada ante los Juzgado Penales del Circuito, quien
sin ningún recato, incumplió con lo establecido en el artículo 356 vigente para la
época y profirió decisiones de fondo (resolución que resolvió la situación jurídica)
dirigiendo comunicaciones al doctor quien nunca fue sujeto procesal y menos
ejerció alguna actividad en favor del señor. Por el contrario manifestó en
memorial presentado a la Fiscalía demandada que hacía más de un año que se
encontraba retirado del ejercicio profesional y domiciliado fuera de la ciudad de
Bogotá. El agotamiento de los estadios del proceso por parte de la Fiscal fue
formalmente legal, pero esa legalidad solamente fue un manto que encubrió la
actuación arbitraria seguida por el ente acusador, en detrimento del principio de
contradicción que es consustancial con la idea de proceso.

T-080/02555. VIOLACION DEL PRINCIPIO NO REFORMATIO IN PEJUS

Le corresponde a la Corte determinar si la Sala de Casación Penal de la Corte


Suprema de Justicia, en la Sentencia incurrió en una vía de hecho judicial, al
resolver el recurso extraordinario de casación sin haber tenido en cuenta la
garantía procesal fijada en el artículo 31-2 de la Constitución Política, en la que
se prohíbe al superior agravar la pena del condenado cuando éste actúa como
apelante único. La Corte Constitucional al conceder al peticionario la tutela del
derecho fundamental al debido proceso por el desconocimiento de la garantía
constitucional que constituye la prohibición de la reformatio in pejus, señaló que
dentro del núcleo esencial del derecho al debido proceso y como una garantía
fundamental del derecho a la defensa, se encuentra el principio de la no
“reformatio in pejus”, vigente en el ordenamiento jurídico colombiano por expreso
mandato del artículo 31 constitucional. La no reformatio in pejus o prohibición de
la reforma peyorativa, es una institución jurídica a través de la cual se busca
limitar y controlar a las instancias judiciales superiores en la aplicación de su
poder sancionatorio. Así, el funcionario de segundo grado, que por competencia
le corresponda conocer de un recurso de apelación, no podrá hacer más
gravosa la situación del condenado cuando éste sea apelante único. De este
modo, se le garantiza al imputado que, en tanto los demás sujetos procesales no
apelen la decisión, la revisión de la Sentencia sólo se surte en torno a los
aspectos que le hayan sido desfavorables y dentro de los parámetros fijados por
él en las pretensiones.

La prohibición de la reforma peyorativa, lo ha dicho esta Corporación, comporta


una clara “manifestación del principio de congruencia, según el cual las
pretensiones del recurrente y su voluntad de interponer el recurso, condicionan
la competencia del juez que conoce del mismo”, de manera que, “Lo que el
555 M.P. Jaime Araujo Rentería.
228
procesado estime lesivo de sus derechos, [cuando actúa como apelante único]
constituye el ámbito exclusivo sobre el cual debe resolver el ad quem”
(SU.327/95). Ello implica, necesariamente, que la situación jurídica del
recurrente puede ser mejorada por el superior, o incluso mantenida en los
términos de la providencia impugnada, pero un ningún caso agravada, pues tal
proceder desbordaría el ámbito de competencia funcional que, en virtud de la
aplicación del principio constitucional en cuestión, se le ha reconocido a la
autoridad judicial. Dicho en otros términos, por la vía del recurso de apelación, la
competencia del juez tiene un alcance restrictivo si el condenado hace uso
exclusivo del derecho de impugnación. Así las cosas, el artículo 31 de la Carta
Política, al consagrar la prohibición según la cual “El superior no podrá agravar
la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único”, le otorgó al régimen
de impugnación el carácter de garantía fundamental de defensa, descartando
cualquier posibilidad de que, por esa vía judicial, el condenado pudiera sufrir un
menoscabo de su situación jurídica, mayor a la que motivó o justificó la
interposición del recurso. Un entendimiento distinto de la institución, llevaría al
condenado a tener que soportar el riesgo de un posible aumento de la pena
impuesta en primera instancia, desestimulando su interés por recurrir y, en
consecuencia, haciendo nugatorio el ejercicio de los derechos al debido proceso
y a la defensa, proyectados por el artículo 29 Superior en la posibilidad que tiene
todo sindicado “a impugnar la sentencia condenatoria”.

Cabe precisar que la garantía constitucional de la no reformatio in pejus es


aplicable no solo al juez de segunda instancia que conoce del recurso de
apelación, sino también a la autoridad judicial a quien se le asigna la función de
ejercer el control de legalidad de las decisiones judiciales, esto es, al tribunal de
casación. Esta Corporación, al interpretar el alcance del inciso segundo del
artículo 31 de la Constitución Política, ha sido enfática en señalar que la
prohibición según la cual “el superior no podrá agravar la pena impuesta cuando
el condenado sea apelante único”, se extiende también a la labor desarrollada
por la Corte Suprema de Justicia, pues dicha institución, cuando opta por casar
una decisión y dictar la respectiva sentencia sustitutiva, funge como tribunal de
instancia y se convierte en Juez “superior”, siendo este último la autoridad a la
que hace expresa referencia la norma constitucional citada. La vinculación de la
Corte Suprema de Justicia a la prohibición de la reforma peyorativa, no pretende
deslegitimar o hacer inoperante su función como tribunal de casación. En
realidad, lo ha dicho esta Corporación, lo que se persigue con la incorporación
del precitado principio al trámite de casación, es hacer plenamente efectivas las
garantías constitucionales que son aplicables al proceso de configuración de la
pena, concretamente, cuando la Corte Suprema adquiere competencia para
proferir un nuevo fallo. La aplicación del principio de no agravación dentro del
trámite del recurso extraordinario de casación, además de encontrar un claro
fundamento de principio en el artículo 31 Superior, aparece expresamente
desarrollado en el artículo 215 del actual Código de Procedimiento Penal, al
prescribir éste que: “Cuando se trate de sentencia condenatoria no se podrá
agravar la pena impuesta, salvo que el fiscal, el Ministerio Público o la parte civil,
cuando tuvieren interés, la hubieren demandado.” .

En este orden de ideas, atendiendo los mandatos constitucionales y legales


sobre la materia, el superior - entiéndase juez de segunda instancia o casación -,
ex-officio, no está facultado para empeorar la condena impuesta al impugnante
cuando éste ostenta la calidad de apelante único. Una actitud contraria,
colocaría al recurrente en manifiesta indefensión, reflejada en la imposibilidad de
229
conocer y controvertir las razones que el ad quem tuvo para modificar la decisión
de instancia, desconociéndose su derecho de defensa y, por contera, el debido
proceso. Esta Corporación, en ejercicio de su función de guardiana “de la
integridad y supremacía de la Constitución” (C.P. art. 241), en reiterada
jurisprudencia, se ha encargado de establecer una línea doctrinal uniforme en
torno al tema, concluyendo “que la garantía constitucional que prohíbe la
reformatio in pejus no admite excepciones cuando el condenado es apelante
único, pues sólo así se garantiza la efectividad del artículo 31 de la Carta y del
principio de certeza jurídica en el fallo” (SU.1553/00). A juicio de la Corte, la
incorporación de esta garantía en la parte dogmática de la Constitución, sin que
a ese mismo nivel se hubieren previsto restricciones sobre su alcance, le otorga
a dicho instituto un efecto imperativo y prevalente frente a otros principios
constitucionales, resultando contraria a su propia naturaleza jurídica - medio de
defensa- cualquier interpretación que desfavorezca los intereses del condenado,
y que desborde el ámbito de competencia funcional reconocida por el propio
precepto a las autoridades judiciales llamadas a ejercer el control de legalidad.

Para la Corte, es claro que la defensa del interés público y la preservación del
principio de legalidad, no radica en cabeza del condenado ni le corresponde a
éste asumir su carga. De acuerdo con lo establecido en la Constitución y las
leyes, es el propio Estado, a través del Ministerio Público y la Fiscalía General de
la Nación, el llamado a proteger y garantizar la efectividad de los derechos,
valores e intereses de la comunidad - frente a las actuaciones judiciales -,
debiendo cumplir su función dentro de los términos y condiciones previamente
establecidos por el ordenamiento jurídico, evitando con ello que su inactividad o
tardía participación pueda afectar el núcleo esencial de otras garantías
constitucionales de alcance individual y subjetivo como es la prevista en el
artículo 31-2 Superior. No sobra precisar que la posición asumida por esta
Corporación en relación con el alcance del artículo 31-2 Superior, se convierte
en criterio obligatorio para todas las autoridades judiciales a quienes les
compete interpretar y aplicar la norma. Inicialmente, por cuanto la misma
constituye doctrina constitucional integradora, emanada de la aplicación directa
del propio Estatuto Superior. Pero además, por cuanto tales pautas de
interpretación forman parte de una línea jurisprudencial uniforme y coherente
que, por provenir del órgano de cierre de la jurisdicción y hacer parte de la ratio
decidendi de sus fallos, “funge como auténtica dentro del ordenamiento jurídico
colombiano”. En lo que corresponde a esto último, ya la Corte había señalado
que “si hay discrepancia sobre el sentido de una norma constitucional, entre el
juez ordinario (dentro del cual, para estos efectos, hay que incluir al de casación)
y la Corte Constitucional, es el juicio de ésta el que prevalece, tal como se
desprende, con toda nitidez, del fallo C-083 de 1995. En el mismo sentido,
precisó recientemente, que “...la función de la Corte, en materia de derechos
constitucionales, consiste en lograr ‘la unidad interpretativa de la Constitución’
(C-600/98), razón por la cual se ha entendido que la doctrina constitucional en la
materia es obligatoria, en especial, la ratio decidendi (SU.047/99), que construye
el precedente judicial (T-1265/00)” (SU.062/01). Los jueces que integran la
jurisdicción ordinaria, dentro de los cuales se cuenta a la Corte Suprema de
Justicia, están en la obligación de aplicar el principio de la no reformatio in pejus,
consagrado en el artículo 31 de la Carta, de la forma en que éste resulte más
garantista a los intereses jurídicos del condenado, por ser él quien detenta la
titularidad del derecho subjetivo previsto en la norma. Cualquier interpretación
contraria a este postulado, que conlleve un desconocimiento flagrante del
Estatuto Superior e implique un desafío de la doctrina constitucional sobre la
230
materia, “permite que la jurisdicción constitucional exija el respeto por los
principios de supremacía constitucional y de eficacia de los derechos
fundamentales” (SU.1553/00). En otras palabras, la aplicación del artículo 31-2
Superior, por fuera de los cánones establecidos en la preceptiva constitucional
citada y en contra de lo dispuesto por el intérprete autorizado de la Carta,
constituye una vía de hecho que puede ser declarada en sede de tutela, cuando
no existan otros medios de defensa judicial que garanticen el restablecimiento
efectivo de los derechos fundamentales afectados. Ello, por cuanto el
desconocimiento del precedente constitucional, en últimas, se traduce en un
desconocimiento directo de la Carta Política. Cualquier decisión judicial que se
aparte de los efectos constitucionales reconocidos al principio de la no
reformatio in pejus, en el sentido de que en ningún caso es admisible la
agravación de la condena de quien actúa como apelante único, antes que
constituir una actuación legítima, ubicada en el campo de la interpretación y
presuntamente amparada por el principio de autonomía judicial, es por esencia
un proceder arbitrario, resultado de la inobservancia deliberada de disposiciones
constitucionales interpretadas con autoridad por la Corte Constitucional y
constitutivo de una vía de hecho. La Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia no tenía competencia para aumentar la pena impuesta al
actor, en razón a que éste actuó como apelante único, tanto en la segunda
instancia como en sede de casación. De acuerdo con los elementos de juicio
aportados al proceso, ninguno de los demás sujetos procesales, Ministerio
Público, Fiscalía o parte civil, manifestó su interés por impugnar, recurrir o
demandar en casación el fallo condenatorio. Por ello, la providencia atacada, a
juicio de la Corte y contrario a lo sostenido por los jueces de instancia, constituye
una clara vía de hecho sustantiva en cuanto desconoce el artículo 31 de la Carta
Política y la doctrina constitucional que resulta aplicable a la garantía de la no
reformatio in pejus. La vía de hecho se configura por el rompimiento deliberado
del equilibrio procesal ya que, procediendo en forma contraria al mandato
constitucional según el cual “el superior no podrá agravar la pena impuesta
cuando el condenado sea apelante único”, el tribunal de casación incrementó la
condena impuesta al demandante por los jueces penales de instancia. Ello,
evidentemente, conlleva una flagrante ruptura de la parcialidad del juez y
desfigura el fallo, pues éste último no fue el resultado de una correcta y debida
administración de justicia. Como quiera que la irregularidad en que incurrió la
entidad demandada implica una violación del debido proceso y del derecho de
defensa, que no puede ser remediada por la jurisdicción ordinaria, la Corte
Constitucional, con fundamento en el artículo 29 de la Constitución Política que
prescribe “El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas” y el artículo 306 del C.P.P. que consagra como causal de nulidad
“La comprobada existencia de irregularidades sustanciales que afecten el debido
proceso”, decretará la nulidad de la providencia por medio de la cual la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia decidió agravar la pena
impuesta.

T-1057/02556. VIA DE HECHO POR REFORMA DEL FALLO DE TUTELA


DURANTE EL TRAMITE DEL DESACATO

Corresponde determinar si el Juzgado Promiscuo del Circuito durante el


conocimiento de la consulta por desacato está habilitado para modificar fallos de
tutela ejecutoriados en debida forma; asimismo, deberá establecer quién es
autoridad pública para efectos de las ordenes impartidas en virtud de esta acción
556 M.P. Jaime Araujo Rentería.
231
constitucional; por último, deberá establecerse que tratamiento debe impartírsele
a quien desacata una orden judicial de tutela. Al respecto, la Corte consideró:

La procedencia de la acción tutela contra providencias judiciales, incluso las que


versen sobre esa misma acción, en nuestro ordenamiento jurídico es de carácter
excepcional. Acorde con la jurisprudencia constitucional sólo se admite cuando
se está en presencia de una vía de hecho, esto es, ante una actuación judicial
carente de fundamento objetivo, que obedece a la sola voluntad o capricho del
juez y tiene como consecuencia la vulneración de los derechos de la persona.
Conforme a lo anterior la jurisprudencia constitucional acepta que hay vía de
hecho en providencias judiciales cuando en ellas se evidencia alguna de las
siguientes irregularidades: (i) un defecto orgánico (falta de competencia del juez
que conoce del caso); (ii) un defecto fáctico (cuando resulta que el apoyo
probatorio en que se basó el juez para tomar su decisión es totalmente
inadecuado); (iii) un defecto sustancial (desconocimiento de la normatividad
aplicable); o (iv) un defecto procedimental (inaplicación de las formas propias de
cada juicio que conlleve una afectación del derecho sustancial).

En el primer de los eventos anotados existe vía de hecho por defecto orgánico,
cuando se configura falta de competencia del juez que conoce del caso. La
competencia, que ha sido definida como el grado o la medida de la jurisdicción,
tiene por finalidad delimitar el campo de acción, función o actividad que
corresponde ejercer a una determinada entidad o autoridad pública, haciendo
efectivo de esta manera el principio de seguridad jurídica. Este principio
representa un límite para la autoridad pública que administra justicia, en la
medida que las atribuciones que le son conferidas sólo las podrá ejercer en los
términos que la Constitución y la ley establecen (C.P., art. 121). Cualquier
extralimitación de la esfera de competencia atribuida a un juez constituye un
atentado contra el Estado de Derecho, deslegitima la justicia y produce
desconfianza de los ciudadanos en las autoridades públicas. Por tal motivo, el
ordenamiento jurídico consagra un mecanismo de control idóneo para corregir
tales actuaciones irregulares de las autoridades judiciales, como es el caso de la
acción de tutela. Cabe anotar, que esta acción sólo puede afectar la firmeza de
las providencias judiciales si éstas son verdaderas vías de hecho, es decir,
cuando contienen errores groseros y burdos que, en el fondo, impliquen que no
sean sino meras apariencias de decisiones judiciales.

Momentos procedimentales para reformar los fallos de tutela. El Decreto


Extraordinario 2591 de 1991 contempla el trámite de la acción constitucional de
tutela, encontrándose en él los momentos en los cuales pueden ser confirmados
o revocados los fallos proferidos durante su trámite. En primer lugar, el citado
ordenamiento admite de forma expresa que el fallo puede ser impugnado. Esta
norma atribuye al juez de segunda instancia la facultad de “confirmar” o “revocar”
el fallo de primera instancia, de donde se desprende que el juez que conoce de
la impugnación está habilitado para introducir, si es del caso, las modificaciones
que estime pertinentes para proteger los derechos fundamentales alegados. Otro
de los momentos en que pueden introducirse cambios a los fallos de instancia
en el procedimiento de tutela, surge de la “eventual revisión” atribuida a la Corte
Constitucional. Los artículos 86 inciso 2° y 241 numeral 9 de la Constitución
contemplan esa posibilidad, desarrollada por el artículo 35 del Decreto 2591. Por
fuera de estos eventos no existen otros en los cuales los jueces puedan
modificar los fallos de tutela, pues cualquier cambio efectuado por otros cauces
representa un quebrantamiento de las “formas propias” aplicable a esta acción
232
constitucional, que se convierte en una actuación arbitraria que como tal debe
ser retirada del ordenamiento jurídico. Esta situación se da, por ejemplo, cuando
el juez que conoce la consulta de la sanción impuesta por desacatar una orden
de tutela, desbordando el cauce del incidente, entra a conocer y valorar las
situaciones analizadas en los fallos de tutela, lo que atenta contra el debido
proceso, por representar una vía de hecho, es decir una actuación arbitraria,
grosera y burda.

Quién es autoridad pública para efectos de la tutela. Sobre este aspecto la Corte
Constitucional ha precisado que por autoridad pública debe entenderse todas
aquellas personas que están facultadas para ejercer poder de mando o decisión
en nombre del Estado, veamos lo que ha dicho la Corte:

“Del artículo anterior (se refiere al 86 C.P.) se desprende que la acción de


tutela tiene dos destinatarios a saber: la autoridad pública de forma general
y el particular de forma excepcional.

“La autoridad pública se define como la destinataria principal de la acción


de tutela, debido a que la finalidad del mencionado mecanismo de
protección de derechos fundamentales está determinada por la
desproporción entre el Estado y la persona. Conforme a lo expuesto, es
necesario determinar el evento en que la autoridad es pública, lo cual se
presenta cuando el poder del que dispone proviene del Estado, de
conformidad con las instituciones que lo rigen. Subjetivamente hablando, la
expresión autoridad sirve para designar a quien encarna y ejerce esa
potestad. Para el acceso a mecanismos judiciales concebidos para la
defensa de los derechos fundamentales, como es el caso de la acción de
tutela entre nosotros, por "autoridades públicas" deben entenderse todas
aquellas personas que están facultadas por la normatividad para ejercer
poder de mando o decisión en nombre del Estado y cuyas actuaciones
obliguen y afecten a los particulares”.

Medidas que puede adoptar el juez en caso de desacato a la orden de amparo.


El Decreto–Extraordinario 2591 de 1991 incluye un régimen
sancionatorio para efectos de asegurar el cumplimiento inmediato de
los fallos de tutela. En efecto, el artículo 52 dispone:

“La persona que incumpliere una orden de un juez proferida con base en el
presente Decreto incurrirá en desacato sancionable con arresto hasta de
seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales, salvo que en
este decreto ya se hubiere señalado una consecuencia jurídica distinta y sin
perjuicio de las sanciones penales a que hubiere lugar.

“La sanción será impuesta por el mismo juez mediante trámite incidental y
será consultada al superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres días
siguientes si debe revocarse la sanción”.

Las sanciones de arresto y multa contempladas en esta norma buscan el


cumplimiento inmediato de las ordenes impartidas durante el trámite de la acción
de tutela, con el fin de lograr la protección de los derechos fundamentales
amenazados o conculcados. Dichas sanciones pueden ser aplicadas previo
cumplimiento del debido proceso.
233
El caso concreto. En efecto, las órdenes impartidas por el Juzgado Promiscuo
Municipal en su fallo de 2002, tienen como destinatario al Alcalde
Municipal de ese municipio y no al municipio como persona jurídica, como
de manera equivocada lo aduce la Juez Promiscua del Circuito en sus
consideraciones. Siendo este uno de los motivos por los cuales se
confirmará el fallo de tutela objeto de revisión. El Juzgado Promiscuo del
Circuito incurrió en vía de hecho al modificar el fallo de tutela durante el
trámite de la consulta de la sanción por desacato. Como quedó indicado,
los fallos de tutela sólo pueden ser modificados durante el trámite de la
impugnación o en la eventual revisión que realiza la Corte Constitucional.
En consecuencia, modificar un fallo por fuera de estos dos momentos
desconoce de manera manifiesta las formas propias aplicables a la
acción de tutela, y por ende el debido proceso, por cuanto se afecta el
principio de la competencia y de legalidad que regulan los artículos 1°, 29
y 121 de la Constitución Política. En el presente caso la Juez promiscuo
del Circuito, motu proprio, durante el conocimiento de la consulta de la
sanción por desacato modificó la orden impartida al Alcalde. Así, en su
providencia de 17 de junio de 2002, amplío a noventa días el plazo
establecido para la adecuación del Palacio Municipal y traslado del
Comando de Policía, que había sido fijado por el Juez Promiscuo en
treinta días, según consta en el numeral 2° del fallo del 19 de marzo de
2002. Proceder que quebranta de manera protuberante y manifiesta el
ordenamiento jurídico, constituyendo a la vez una ostensible vía de
hecho.

La sanción impuesta al alcalde por desacato es procedente. Quedó demostrado


por el Juez de instancia el incumplimiento de la orden de tutela impartida
para que se trasladara el Comando de Policía del primer piso del edificio
donde reside la peticionaria al Palacio Municipal, lugar donde venía
funcionando. El Alcalde dejó vencer este término, desechando la
posibilidad de contestar los cargos formulados, de pedir pruebas, de
acompañar los documentos y pruebas anticipadas que se encontraran en
su poder con el objeto de ejercer el derecho de defensa de manera
diligente y oportuna, brindándole al juez la oportunidad de contar con más
elementos de análisis para formar su juicio. La desidia y negligencia
mostrada por dicho servidor público lo hacen responsable de las
consecuencias adversas que se determinen, porque de acuerdo con el
principio Nemo auditur propiam turpitudinem allegans, a nadie le es dado
alegar a su favor su propia torpeza o culpa, y por tanto, debe ser
responsable de las consecuencias derivadas de su conducta procesal.

T-1123/02557. RECHAZO DE DEMANDA POR ASPECTOS FORMALES QUE


DESCONOCE EL PRINCIPIO DE FAVORABILIDAD LABORAL RESPECTO
DE UNOS PENSIONADOS

La vía de hecho en materia de interpretación judicial. La Corte Constitucional ha


sostenido también que no toda discrepancia interpretativa -defecto sustantivo-
conlleva prima facie a la ocurrencia de una vía de hecho, pues el principio de
autonomía e independencia judicial, no autoriza para que por vía de tutela se
controviertan las decisiones judiciales con el argumento de que el criterio
adoptado por el operador jurídico no es compartido por las partes o por el
fallador que lo revisa. De esta manera las muy posibles y factibles diferencias de
557 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
234
interpretación, no pueden ser calificadas per se como vías de hecho pues, en
realidad la pluralidad de criterios sobre un mismo asunto no implica en sí misma
un desconocimiento de la juridicidad, sino una consecuencia lógica del ejercicio
del derecho. Lo dicho, sin embargo, no es óbice para que la Corte haya
precisado en relación con la autonomía e independencia judicial que tiene el
operador jurídico para interpretar las normas jurídicas, que ésta no es absoluta,
pues la misma encuentra sus límites en el orden jurídico. Así entonces, la
función judicial, analizada desde la perspectiva del conjunto de atribuciones y
potestades reconocidas por la ley a los órganos encargados de administrar
justicia, tiene necesariamente que desarrollarse dentro del marco de la
Constitución Política, como la única forma de garantizarle a los coasociados la
convivencia, el trabajo, la igualdad, la libertad, la justicia y la paz, y de procurar
hacer efectivo el propósito superior de asegurar un orden político, económico y
social justo.

Ha de entenderse entonces, que lo establecido por los artículos 228 y 230 de la


Constitución Política acerca de la autonomía de la administración de justicia y de
que los jueces, en sus providencias sólo están sometidos al imperio de la ley,
debe armonizarse con lo dispuesto por otras reglas constitucionales como los
artículo 1° de la Constitución Política que propugna por la promoción y
protección de la dignidad humana y por el artículo 2° Superior, que le impone a
todos los órganos del Estado, incluidas las autoridades judiciales, la obligación
de garantizar los derechos, deberes y libertades de todas las personas
residentes en Colombia, y con el artículo 13 Constitucional, que establece entre
los presupuestos de aplicación material del derecho a la igualdad, la igualdad
frente a la ley y la igualdad de protección y trato por parte de las autoridades
públicas. Así las cosas resulta cierto, que si bien al juez de conocimiento le
corresponde fijar el alcance a la norma que aplica, no puede hacerlo en
contradicción con los valores, principios y derechos constitucionales, de manera
que debiendo elegir entre dos o más entendimientos posibles, debe acoger
aquél que se ajuste más a la Constitución Política.

Igualmente cabe destacar en este punto, que en lo que hace relación a los
conflictos de índole laboral, la Corte ha sido enfática en sostener que, so
pretexto de interpretar el alcance de las normas jurídicas “no le es dable al
operador jurídico desconocer las garantías laborales reconocidas a los
trabajadores por la Constitución Política y las leyes, ni tampoco actuar en
contradicción con los principios superiores que lo amparan como son, entre
otros, los de igualdad de trato y favorabilidad.” Lo anterior es comprensible si se
tiene en cuenta que el Ordenamiento Superior se ha preocupado por garantizar
un mínimo de derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser ignorados,
disminuidos o transgredidos por las autoridades públicas y, en particular, por los
jueces y magistrados de la República en su función constitucional de aplicar y
valorar el alcance de la ley. En estos casos ha manifestado la Corte, la
autonomía judicial para interpretar los mandatos legales pasa a ser muy relativa
pues “el juez puede interpretar la ley que aplica, pero no le es dable hacerlo en
contra del trabajador, esto es, seleccionando entre dos o más entendimientos
posibles aquel que ostensiblemente lo desfavorece o perjudica.”

Prevalencia del derecho sustancial sobre las formas. Teniendo en claro la


prevalencia que en la administración de justicia debía darse al derecho
sustancial, el constituyente de 1991 estableció como principio de la
administración de justicia en el artículo 228 que en las actuaciones de la
235
administración de justicia “prevalecerá el derecho sustancial.” En ese orden de
ideas cabe señalar que con el nuevo ordenamiento constitucional, el
procedimiento no debe constituirse en un impedimento para la efectividad del
derecho sustancial, sino que por el contrario debe propender por la realización
de los derechos sustanciales al suministrar una vía para la solución de las
controversias; en tal medida, cuando surge un conflicto respecto de un derecho
subjetivo, es el derecho procesal el que debe entrar a servir como pauta válida y
necesaria en la solución de la diferencia entre las partes, pues con la norma
procesal se debe buscar la garantía del derecho sustancial. Ello es así, por
cuanto con el artículo 228 de la C. P., se ha constitucionalizado el principio de
interpretación según el cual, la ley procesal debe interpretarse teniendo en
cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad de los derechos
reconocidos por la Constitución y la ley. La nueva hermenéutica que impone la
Constitución se inspira en el propósito de incorporar a todas las disposiciones
jurídicas los postulados del estado social de derecho y el instrumento para
alcanzar este objetivo no puede ser otro que el juez.En armonía con lo señalado,
el art. 4º del C.P.C. precisa que al interpretar la ley procesal, el juez deberá tener
en cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad de los derechos
reconocidos por la ley sustancial y las dudas que surjan en la interpretación de
las normas de ese código, deberán aclararse mediante la aplicación de los
principios generales del derecho procesal, de manera que se cumpla la garantía
constitucional del debido proceso, se respete el derecho de defensa, y se
mantenga la igualdad de las partes. Esta Corporación en la Sentencia T-1306 de
2001, hizo hincapié en el deber de protección de los derechos fundamentales de
las personas y censuró el exceso en el celo de las ritualidades, cuando estas
vayan en detrimento de garantizar el derecho sustancial.

Conclusiones previas al fallo. Como quedó demostrado en las consideraciones


previas a este fallo, el artículo 228 de la Constitución Política, ordena que en las
decisiones judiciales prevalecerá el derecho sustancial. Ello es así, porque no
se puede concebir un estado de derecho sin garantía efectiva de los derechos
de las personas. El respeto a la dignidad humana y al trabajo consagradas en el
ordenamiento Superior, le dan un contenido material y no simplemente formal al
estado de derecho, el cual no puede mirarse exclusivamente bajo la óptica del
“exclusivo imperio de las leyes”. Así las cosas se estima que en el examen de
cualquier acto jurisdiccional, no debe ignorarse dar prevalencia el derecho
sustancial constituye el fin principal de la administración de justicia (art. 228 CN).
La validez de una decisión judicial de carácter procesal debe necesariamente
juzgarse a partir del problema de fondo de derecho sustantivo a cuya resolución
ella se enderece. Lo anterior es válido en razón de que el estado social de
derecho, exige la protección y el respeto a la persona humana y en tal medida no
se puede mantener la vigencia y eficacia de actos jurisdiccionales lesivos de los
derechos y garantías de las personas constitucionalmente establecidos. La
propia concepción del Estado de derecho no se agota en la proclamación formal
de los derechos de las personas sino que se configura a partir de su efectiva
realización. Además debe tenerse en cuenta que específicamente el artículo 29
de la C. P. garantiza que el debido proceso el cual se aplicará a toda clase de
actuaciones tanto las administrativas como las judiciales y en esta última esta
incluída la que hace relación con la debida representación procesal. Que
igualmente los artículos 228 y 229 de la Constitución Política atribuyen a las
personas el derecho fundamental de acceso efectivo a la administración
justicia.
236
La autonomía que la Constitución Política le reconoce a las autoridades
encargadas de impartir justicia (arts. 228 y 230), debe ser siempre armonizada y
conciliada con las garantías incorporadas en los artículos 13 y 53 del mismo
ordenamiento que le reconocen a todas las personas, en particular a los
trabajadores, los derechos a “recibir la misma protección y trato de las
autoridades” y a ser favorecidos “en caso de duda en la interpretación y
aplicación de las fuentes formales del derecho”. Una vez establecida la norma
jurídica que resulte aplicable al asunto materia de controversia, surge para el
funcionario judicial competente responsable de su aplicación, la obligación
constitucional de interpretar la misma en el sentido que resulte más favorable al
trabajador y ante las posibles dudas que pueden surgir sobre el sentido y
alcance de una norma, y frente a las diversas interpretaciones que de la misma
se formulen, es deber del juez elegir aquella que interprete en mejor medida los
derechos laborales. En este sentido debe recordarse, que la Constitución
consagra el respeto de los derechos fundamentales, lo cual implica que esta
protección debe prevalecer sobre normas procesales que de ser aplicadas
conducirían la negación de los mismos. Igualmente se estima, que a los jueces
les corresponde apreciar, interpretar y aplicar las leyes y demás normas,
conforme a los dictados de las reglas y principios consagrados en la
Constitución, buscando además que sus decisiones sean justas, dado que ellas
son uno de los instrumentos del Estado para asegurar la convivencia pacífica y
la vigencia de un orden justo (CP art. 2), lo expresado está en armonía con lo
dispuesto por el artículo 228 de la Carta que expresa que. "...Las actuaciones
serán públicas y permanentes con las excepciones que establezca la ley y en
ellas prevalecerá el derecho sustancial....". Por último debe tenerse en cuenta
que el juez como autoridad judicial responsable del proceso debe adelantar el
mismo con criterios de proporcionalidad y de razonabilidad, en relación con los
hechos y circunstancias, que le sirvan de causa.

Resolución. Precisan los demandantes que los autos acusados, negaron la


admisión de la demanda por formalismos que no establece la ley, y que en
consecuencia, con estos se violaron los derechos al debido proceso y al acceso
a la administración de justicia, y aducen que como ya transcurrió el plazo de
cuatro (4) meses señalado por la Corte Constitucional para presentar la
demanda ante la vía ordinaria, están imposibilitados para presentar la misma
nuevamente; de tal manera que el trabajo de más de 20 años y todos los
esfuerzos que han realizado por hacer valer sus derechos habrían sido en vano,
lo cual, sin lugar a dudas les causa un perjuicio irremediable. Resulta claro que
de conformidad con lo afirmado por las partes y de las pruebas que obran en el
expediente, la apoderada de la parte demandante cumplió con los requisitos
exigidos por el Juzgado Dieciocho accionado, salvo el relativo a anexar los
poderes dirigidos al juez laboral y es éste el hecho que precisamente motivó el
proceso de tutela de la referencia y el cual habrá de analizarse a continuación:

- A este respecto, debe señalarse que de conformidad con los criterios que se
dejaron consignados previamente, se considera que en el asunto bajo estudio al
exigirse con rigurosidad que los poderes fueran dirigidos al juez laboral, se
desconoció la prevalencia que en la administración de justicia debe darse al
derecho sustancial de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 228 de la
Constitución Política.

- Para el caso concreto se estima, que el juez laboral al abordar el caso de la


referencia, debió en aplicación del principio de favorabilidad que consagra la
237
Constitución, optar por una interpretación que resultara más favorable a los
actores, quienes como se sabe son personas mayores pensionados, que
durante varias décadas dedicaron todos sus esfuerzos al trabajo y que por lo
tanto tiene derecho a reclamar un tratamiento justo como es el de poder acceder
a la administración de justicia.

-Un proceder contrario a esta exigencia no encuentra fundamento en un principio


de razón suficiente y configura una vía de hecho en cuanto implica un
desconocimiento flagrante de los derechos fundamentales de los actores, en
especial el del debido proceso y al acceso a la administración de justicia (C.P.
art. 29 y 228).

- En el caso sujeto a análisis aparece claro, que lo relevante es que los poderes
conferidos a la apoderada de los demandantes, le fueron otorgados por los
actores (pensionados) para que instaurara ante la justicia ordinaria la acción
correspondiente con el fin de que se declarara la responsabilidad subsidiaria de
la sociedad matriz controlante, para el caso la Federación Nacional de
Cafeteros, Fondo Nacional del Café con los pasivos de la entidad de la sociedad
controlada, o sea, la Compañía de Inversiones de la Flota Mercante S.A, en
liquidación obligatoria.

-Que ello es lo sustancial o fundamental, sin que por lo tanto, se considere que
el hecho de dirigir los poderes al Juez Civil del Circuito "Reparto” sea necesario
repetirlos para que sean expresamente dirigidos al Juez Laboral, pues para el
caso, el encabezamiento del poder no le resta nada a la manifestación expresa
de la voluntad que implica el haber otorgado el poder para un propósito definido
como es lograr la efectividad en el pago de sus pensiones y de esta manera se
estima entonces, que la ausencia de tal formalidad, no desvirtúa la esencia de la
acción propuesta, ni existe duda alguna sobre la pretensión de los demandantes,
entonces no hay razón para no haber admitido la demanda, pues como bien lo
señala la apoderada de la parte accionante, el artículo 85 del Código de
Procedimiento Civil y la Ley 446 de 1998 contemplan la remisión de la demanda
al juez competente, sin precisar que deban adecuarse los poderes otorgados
para incoarla.

-En el presente caso y habida consideración de los argumentos esbozados


anteriormente, habrá de reconocerse que se hace necesario con miras a la
prevalencia del Derecho sustancial, que se atempere la rigidez de la exigencia
de presentar los poderes dirigidos al Juez Laboral y se otorgue a los actores la
posibilidad del amparo judicial extraordinario, en procura de salvaguardar sus
derechos fundamentales.

- Ello es así, pues si bien se considera que la demanda para su admisión debe
cumplir con unos requerimientos esenciales, se estima que una vez cumplidos
estos -como en efecto ocurre en el caso concreto-, la denegación de la admisión
de la demanda, por el solo hecho de no haber dirigido los poderes al juez
laboral, se torna en una vía de hecho pues se priva a la parte demandante del
derecho fundamental al debido proceso y al acceso a la justicia.

- Un principio de elemental justicia, indica que en dicha circunstancia no deben


ser sancionados los demandantes (pensionados), con la eliminación de toda
posibilidad de hacer valer sus derechos fundamentales y que, mereciendo ellos,
la protección especial del Estado impuesta por la Constitución procede la tutela,
238
máximo si se tiene en cuenta que como es obvio, los actores no cuentan con
otro medio judicial de defensa diferente a la tutela, por cuanto, no tienen como
controvertir las actuaciones realizadas por los organismos judiciales accionados.

-En este sentido es oportuno recordar, que si bien es cierto la acción de tutela en
principio no es procedente contra providencias judiciales, hay que aclarar, que
ella es viable en algunos caso, como cuando no obstante que el afectado ha
hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta agotarlos, no ha
obtenido la efectiva protección de sus derechos constitucionales amenazados o
vulnerados y en tal medida no dispone "de otro medio de defensa judicial" en tal
circunstancia podrá entonces perseguir la protección a través de la acción de
tutela. Ello es válido, entre otras razones, por cuanto la Constitución Política ve
en el respeto a la dignidad humana y la consiguiente efectividad de los derechos
fundamentales el valor fundante y el fin esencial del estado.

-La seguridad jurídica no puede construirse ni mantenerse a costa de la violación


o desconocimiento de los derechos fundamentales y el juez que profiere una
providencia judicial que desconozca o viole los derechos fundamentales obra por
fuera de sus competencias e incurre en arbitrariedad. La jurisdicción del Estado
como todo poder público no puede ejercerse para desconocer o violar sus
derechos fundamentales. Para el caso concreto se estima que con la tesis de la
inimpugnabilidad constitucional de las sentencias, acogida por la Corte Suprema
de Justicia, se impide rectificar el curso desviado de la función jurisdiccional
cuando ésta, en lugar de afianzar el estado social de derecho, directamente lo
vulnera.

SU.120/03558. NEGATIVA DE INDEXACIÓN DE LA PRIMERA MESADA


PENSIONAL. DERECHOS DEL PENSIONADO A MANTENER EL PODER
ADQUISITIVO DE LA MESADA.

La jurisprudencia constitucional tiene definido que constituyen vías de hechos las


decisiones judiciales caprichosas, arbitrarias e irrazonables, doctrina que
aplicada a la labor de interpretación judicial comporta infirmar las decisiones en
las que el juez elige la norma aplicable o determina su manera de aplicación i)
contraviniendo o haciendo caso omiso de los postulados, principios y valores
constitucionales, ii) imponiendo criterios irracionales o desproporcionados, iv) sin
respetar el principio de igualdad, y v) en desmedro de los derechos sustantivos
en litigio. Entonces los jueces y los tribunales son autónomos e independientes
para elegir la norma aplicable, para determinar como será aplicada, y para
establecer la manera como habrán de llenarse los vacíos legislativos
encontrados con el fin de resolver en derecho el asunto sometido a su
consideración; pero en esta labor no les es dable apartarse de los hechos, dejar
de valorar las pruebas regular y oportunamente aportadas, y desconocer las
disposiciones constitucionales, porque la justicia se administra en relación con
los hechos debidamente probados, y los contenidos, postulados y principios
constitucionales son criterios hermenéuticos de forzosa aplicación –artículos 6°,
29 y 230 C.P.-.

Es más, esta Corte tiene definido que en razón de la autonomía y libertad de


acción que se desprende del artículo 230 constitucional, los jueces y tribunales
no pueden, por ningún motivo, aplicar la voluntad abstracta de la ley al caso
concreto desconociendo los derechos fundamentales de las personas
558 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
239
involucradas en sus decisiones, porque la normativa constitucional atinente a
tales derechos prevalece respecto de la que organiza la actividad estatal y
determina las distintas funciones de las autoridades públicas. Otro aspecto que
la jurisprudencia constitucional destaca, en aras de que la autonomía e
independencia de los jueces en la resolución de los casos particulares
sometidos a su consideración sea entendida dentro del contexto constitucional
que la establece, es el papel que la interpretación judicial cumple en el
acatamiento de las normas, entre éstas de las constitucionales, porque –sin
desconocer que los asociados se encuentran sujetos en primer término a la ley-
no se puede negar que los asociados perciben y acatan el ordenamiento desde
la perspectiva en que éste es aplicado por los jueces y los tribunales.

Al decidir sobre la procedencia de indexar la primera mesada pensional, los


jueces no pueden desconocer la necesidad de mantener el equilibrio en las
relaciones de trabajo y el valor adquisitivo de las pensiones como lo indican los
artículos 53 y 230 de la Carta Política. Y tampoco pueden apartarse del querer
legislador, para quien ha sido una preocupación constante regular el monto y la
oportunidad de los reajustes pensionales. De manera que si el juzgador no opta
por lo expuesto, sino que decide resolver sobre la indexación de la primera
mesada pensional acudiendo a soluciones que no consultan los criterios
auxiliares de la actividad judicial, hacen necesaria la intervención del Juez
constitucional para restablecer los derechos fundamentales mínimos de los
trabajadores El artículo 48 de la Constitución Política impone al legislador definir
“los medios para que los recursos destinados a la seguridad social mantengan
su valor adquisitivo constante”, y el artículo 53 del mismo ordenamiento dispone
que el “Estado garantiza el derecho al pago oportuno y al reajuste periódico de
las pensiones legales”. Los artículos 14, 36 y 117 de la Ley 100 de 1993,
disponen mecanismos de actualización, tanto de las pensiones causadas, como
de los recursos que atenderán las prestaciones futuras, mediante la aplicación
del índice de precios al consumidor, según certificación expedida por el DANE.
Pero lo anterior no es todo, las entidades financieras obligadas –Bancafé y Caja
Agraria- han debido proveer, desde el retiro de cada uno de los accionantes, año
por año, el pago de la prestación a la que están obligadas utilizando la tasa
promedio de la inflación registrada por el Dane para los últimos diez años, como
lo disponen el artículo 50 del Código de Comercio, los artículos 112, 113 y 206
del Estatuto Tributario, el Decreto 2498 de 1988 y la Circular Externa 063 de
1990 emitida por la Superintendencia Bancaria. De suerte que compete a la Sala
accionada adecuar sus decisiones de manera que los demandantes mantengan
el valor adquisitivo de su pensión, atendiendo los dictados constitucionales y la
voluntad abstracta de las leyes laborales y de seguridad social, con miras a que
los nombrados puedan disfrutar de la mesada pensional que efectivamente les
corresponde, poniendo de esta manera en vigencia un orden político, económico
y social justo, en el reconocimiento de los derechos ciertos de los tutelantes
pensionados –Preámbulo, artículos 2 y 230 C.P.-

La Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia está obligada a unificar la


jurisprudencia nacional del trabajo y los jueces y tribunales a acatar su decisión,
con el objeto de evitar la anarquía en las relaciones laborales, de infundir
seguridad en éstas, y de no defraudar la confianza que los asociados depositan
en el ordenamiento jurídico y en los jueces como artífices de su aplicación –
Preámbulo artículos 2°, 6°, 13, 83, 228 a 230 C. P.-.
240
No obstante la accionada arguye que una decisión suya, aunque reiterada en
más de tres ocasiones, puede ser desconocida por ella misma, porque tan solo
constituye “la doctrina legal más probable”, en los términos del artículo 4° de la
Ley 69 de 1896, lo que equivaldría sostener que en la jurisdicción laboral los
jueces únicos y colegiados no están obligados a resolver los casos concretos
aplicando la ley conforme el significado abstracto fijado por la Sala Laboral de la
Corte Suprema de Justicia, porque esta no conforma doctrina probable.

Pero lo dicho no es de recibo, porque tres decisiones judiciales uniformes


constituyen “doctrina probable” de forzosa aplicación, como quiera que los
jueces únicos y colegiados deben acoger su criterio, salvo un “fundamento
explicito suficiente”.

En consecuencia, como la unicidad interpretativa en materia laboral depende de


la labor de unificación que cumpla al respecto la Sala de Casación Laboral de la
Corte Suprema de Justicia, corresponde examinar si en la materia a la que se
refieren las sentencias que fueron proferidas en los asuntos sub examine, la
accionada está infundiendo a las relaciones del trabajo la seguridad que
requieren. Y si al apartarse de sus propias decisiones lo ha hecho con el
fundamento explicito suficiente.

Los Jueces de tutela no consideraron que la Sala accionada vulneró el derecho


a la igualdad. Las decisiones judiciales contrarias al ordenamiento constitucional
constituyen vías de hecho.

Los Falladores de instancia no podían considerar, como lo hicieron, que la Sala


de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia, al negar a los accionantes
su derecho a la indexación de su primera mesada pensional no incurrió en vía de
hecho, porque, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 228 de la
Constitución Política, los jueces deben resolver los asuntos que les han sido
confiados buscando la efectiva realización de los derechos fundamentales en
conflicto.

Ahora bien, la anterior concepción del derecho procesal, permite a la Corte


afirmar que cuando los jueces no consideran los derechos fundamentales
mínimos que se encuentran garantizados en los artículos 25, 48 y 53 del
ordenamiento constitucional, quebrantan los artículos 29, 228 y 230
constitucionales e incurren en vía de hecho; porque dichos derechos regulan los
derechos y prerrogativas de los trabajadores y de los pensionados e informan
todas las previsiones del ordenamiento.

Las orientaciones de la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de


Justicia, en materia de indexación de las obligaciones laborales, dejan al
descubierto la existencia de una profunda divergencia interpretativa en torno del
tema. La unificación de la jurisprudencia en materia de indexación de la primera
mesada pensional, y los dictados constitucionales. Las decisiones de la Sala de
Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia que negaron a los
accionantes el reajuste de su primera mesada pensional, quebrantan los
artículos 29, 228 y 230 de la Carta

En efecto, como a lo largo de esta providencia ha quedado explicado, las


decisiones de la Sala accionada que negaron a los actores el derecho acceder a
una pensión acorde con su salario real i) desconocen la prevalencia del derecho
241
sustancial, en cuanto no se sujetan a los dictados constitucionales de la
igualdad, favorabilidad, y conservación del poder adquisitivo de las pensiones559
y ii) no se informan en la equidad, además de pasar por alto los principios
generales del derecho laboral -artículos 13, 48 y 53 C.P.-.

SU.1159/03560. PROCEDIBILIDAD EXCEPCIONAL DE LA ACCIÓN DE


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS QUE RESUELVAN UN RECURSO
EXTRAORDINARIO ESPECIAL DE REVISIÓN CONTRA UNA SENTENCIA DE
PÉRDIDA DE LA INVESTIDURA DE UN CONGRESISTA

En la sentencia C-543 de 1992, la Corte Constitucional decidió que, salvo en


aquellos casos en que se haya incurrido en una vía de hecho, la acción de tutela
no procede contra providencias judiciales. A esta regla se suma el carácter
subsidiario que siempre tiene la acción de tutela, puesto que según el artículo 86
de la Constitución Política, esta vía sólo procede “cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial”. Así, teniendo en cuenta que salvo
las excepciones debidamente establecidas, contra toda providencia judicial en
principio proceden recursos, es preciso concluir que la posibilidad de que
proceda una acción de tutela contra una providencia judicial es en realidad
excepcional. Por tanto, una acción de tutela procede en contra de una
providencia judicial en dos eventos, (i) cuando no exista otro medio de defensa
judicial idóneo para proteger los derechos fundamentales y la actuación judicial
acusada constituya una vía de hecho o (ii) cuando se emplee como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable en materia de derechos
fundamentales.

Con relación a la existencia del otro medio de defensa, la Corte ha señalado que
éste debe cumplir con ciertas exigencias; no cualquier mecanismo judicial puede
excluir la procedibilidad de la acción de tutela. La decisión constitucional de
otorgarle carácter subsidiario a la acción de tutela da prelación a los
procedimientos diseñados específicamente para resolver cada cuestión, siempre
y cuando esto no implique desproteger los derechos fundamentales. Por tanto,
si una persona invoca la protección de sus derechos fundamentales, y el medio
de defensa judicial con que cuenta para tal fin no le ofrece la posibilidad de
salvaguardar sus garantías básicas como se lo permite la acción de tutela, ésta
última procede como mecanismo principal de defensa de los derechos
fundamentales. De acuerdo con lo establecido por la Corte, el análisis que debe
hacer el juez, conlleva determinar en relación con cada caso, si el diseño
específico del recurso alternativo es idóneo en concreto, no en abstracto, como
medio de defensa judicial principal, excluyendo así la acción de tutela.

Con relación a las decisiones de pérdida de investidura, se ha planteado el


siguiente problema jurídico: ¿procede una acción de tutela contra una sentencia
en la que se declara la pérdida de investidura de un congresista, por aparente
violación del derecho fundamental al debido proceso, a pesar de que en este
caso se cuenta con el recurso extraordinario especial de revisión?

La jurisprudencia constitucional reiteradamente ha indicado que no procede la


tutela. Ha considerado que el recurso extraordinario especial de revisión creado
por el Legislador (Ley 144 de 1994) salvaguarda los derechos fundamentales de
559 “Dentro de cualquier proceso que se surta ante la administración de justicia, la valoración de daños irrogados a las
personas y a las cosas, atenderá los principios de reparación integral y equidad y observara los criterios técnicos
actuariales.” –artículo 16 Ley 446 de 1998-.
560 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
242
los congresistas, al permitirles recurrir la decisión mediante la cual fue decretada
la pérdida de su investidura. Esta cuestión fue resuelta dentro de este proceso
por la Corte Constitucional, en la primera ocasión en que le correspondió
estudiar el proceso de la referencia. En aquella oportunidad la Corte revisó el
fallo de tutela de primera instancia mediante el cual el Tribunal Superior de
Bogotá había negado la acción de tutela interpuesta por el Senador Ricaurte
Losada Valderrama en contra de la sentencia de septiembre 7 de 1994, en la
que el Consejo de Estado había decretado la pérdida de su investidura. Con
relación a la inexistencia de otro medio de defensa judicial, la sentencia (T-193
de 1995) sostuvo lo siguiente,

“Tampoco este requisito para la procedencia de la tutela está presente en el


sub-lite; tal y como lo reconoce el actor, el artículo diecisiete de la Ley 144
de 1994 (cuya constitucionalidad no se cuestiona), establece que: “Son
susceptibles del Recurso Extraordinario Especial de Revisión, interpuesto
dentro de los cinco (5) años siguientes a su ejecutoria, las sentencias
mediante las cuales haya sido levantada la investidura de un Parlamentario,
por las causales establecidas en el artículo 188 del Código Contencioso
Administrativo, y por las siguientes: a) Falta del debido proceso; b) Violación
del derecho de defensa; c)...”

Del análisis anterior esta Sala concluye que en el caso sometido a revisión,
la actuación del Consejo de Estado estuvo fundada legalmente, no
obedeció a la voluntad subjetiva o capricho de la autoridad, no vulneró los
derechos fundamentales del procesado, y existe otra vía de defensa judicial;
es decir, no se da ninguno de los requisitos concurrentes exigidos por la
jurisprudencia de la Corte para que proceda la tutela en contra de la
sentencia proferida por el Consejo de Estado el 7 de septiembre de 1994.”

Esta decisión fue temporalmente modificada por la jurisprudencia constitucional,


por cuanto consideró que el otro medio de defensa judicial (el recurso
extraordinario especial de revisión) había resultado “inane” hasta tanto no
estuviera debidamente regulado, garantizando así, un medio de protección
idóneo para la defensa de los derechos fundamentales que pudiesen verse
afectados en un proceso de pérdida de investidura de un congresista. No
obstante, en sentencia de unificación (SU-858 de 2001) la Sala Plena de la
Corte Constitucional, teniendo en cuenta que la Ley 446 de 1998 había llenado
los vacíos normativos que existían con relación a la competencia, decidió que
dentro del proceso de pérdida de investidura de los congresistas existe un medio
de defensa idóneo para la protección del derecho al debido proceso y como
resultado del cual el afectado puede obtener la restitución total de su derecho, o
abrir la vía para la obtención de una reparación patrimonial compensatoria. Esta
decisión, que ya ha sido reiterada, se tomó con base a las siguientes
consideraciones,

“La particular naturaleza de este recurso extraordinario, que la ley define


como especial, lo constituye en mecanismo adecuado para la defensa de
los derechos fundamentales que resulten lesionados en un proceso de
pérdida de investidura, por cuanto, como lo ha sostenido la Corte,
tratándose de un proceso de única instancia, la ley ha previsto como causal
de revisión una con rango constitucional, como es la violación del debido
proceso, con el objeto de que, para la protección de los derechos
fundamentales del condenado, se le brinde la oportunidad de controvertir la
243
sentencia. En general, el recurso extraordinario de revisión no es una vía
para que el afectado por una sentencia nuevamente plantee las cuestiones
que fueron dilucidadas en el curso del proceso. El ámbito de la revisión está
estrictamente demarcado por las causales taxativamente enunciadas en la
ley. De manera que, por fuera de esas causales, el afectado no puede
pretender la reapertura de controversias ya superadas. No obstante, en el
Recurso Extraordinario Especial de Revisión que la ley ha previsto para la
pérdida de la investidura, la causal de violación del debido proceso
claramente permite que en sede de revisión se controviertan los asuntos,
que no obstante haber sido planteados durante el trámite de la instancia,
comporten una decisión violatoria del debido proceso.”

¿procede una acción de tutela contra una sentencia que resolvió un recurso
extraordinario especial de revisión en contra de un fallo que declaró la pérdida
de investidura de un congresista, por violación del derecho fundamental al
debido proceso? Para dar respuesta a esta pregunta, la Corte pone de presente
dos consideraciones. La primera de ellas es que no existe un medio de defensa
judicial frente a la sentencia que resuelve el recurso extraordinario especial de
revisión. Entonces, la acción de tutela procedería contra la sentencia que
resuelve el recurso contra la sentencia que decretó la pérdida de la investidura,
si ésta incurre en una vía de hecho y afecta los derechos fundamentales del
congresista. La segunda consideración es que de acuerdo a la jurisprudencia
constitucional, la acción de tutela no procede en contra de la sentencia que
decreta la pérdida de la investidura, puesto que el recurso extraordinario
especial de revisión constituye un medio de defensa judicial idóneo para la
protección de los derechos fundamentales de los congresistas, en especial el
derecho al debido proceso. En efecto, dicho recurso extraordinario especial
procede por las siguientes causales: “(a) falta del debido proceso; (b) violación
del derecho de defensa”,561 además de las establecidas en el artículo 188 del
Código Contencioso Administrativo.562

En ese orden de ideas, la excepcionalidad de la procedencia de la acción tutela


en contra de sentencias judiciales que incurran en una vía de hecho, es aún
mayor cuando la sentencia acusada tuvo por objeto resolver un recurso
extraordinario especial de revisión. En estos casos la tutela procede (i) cuando
se alegue una vía de hecho que específicamente tenga origen en el fallo que
resuelve el recurso extraordinario especial de revisión, o en el proceso de
561 Ley 144 de 1994 (Por la cual se establece el procedimiento de pérdida de la investidura de los congresistas) “artículo
17.- Son susceptibles del recurso extraordinario especial de revisión, interpuesto dentro de los cinco (5) años siguientes a
su ejecutoria, las sentencias mediante las cuales haya sido levantada la investidura de un parlamentario, por las causales
establecidas en el artículo 188 del C.C.A. y por las siguientes: a.- Falta del debido proceso; b.- Violación del derecho de
defensa”. Recientemente en la sentencia C-207 de 2003 (M.P. Rodrigo Escobar Gil; Salvamento parcial de voto de la
Magistrada Clara Inés Vargas Hernández) la Corte resolvió declarar exequible esta norma “(…) en el entendido que el
recurso extraordinario de revisión allí previsto también procede para todas las sentencias ejecutoriadas antes de la
vigencia de la Ley 446 de 1998, incluidas las proferidas con anterioridad a la vigencia de la Ley 144 de 1994, y que el
término de caducidad de cinco años, para éstos casos, se cuenta a partir del 8 de julio de 1998, fecha de publicación de
esta última ley.”
562 Código Contencioso Administrativo, artículo 188.- (Modificado por la Ley 446 de 1998, art. 57) Causales de revisión.
Son causales de revisión: 1. Haberse dictado la sentencia con fundamento en documentos falsos o adulterados. 2.
Haberse recobrado después de dictada la sentencia documentos decisivos, con los cuales se hubiera podido proferir una
decisión diferente, y que el recurrente no pudo aportar al proceso por fuerza mayor o caso fortuito o por obra de la parte
contraria. 3. Aparecer, después de dictada la sentencia a favor de una persona, otra con mayor derecho para reclamar. 4.
No reunir la persona en cuyo favor se decretó una pensión periódica, al tiempo del reconocimiento, la aptitud legal
necesaria, o perder esa aptitud con posterioridad a la sentencia, o sobrevenir alguna de las causales legales para su
pérdida. 5. Haberse dictado sentencia penal que declare que hubo violencia o cohecho en el pronunciamiento de la
sentencia. 6. Existir nulidad originada en la sentencia que puso fin al proceso y contra la que no procede recurso de
apelación. 7. Haberse dictado la sentencia con base en dictamen de peritos condenados penalmente por ilícitos
cometidos en su expedición. 8. Ser la sentencia contraria a otra anterior que constituya cosa juzgada entre las partes del
proceso en que aquella fue dictada. Sin embargo, no habrá lugar a revisión si en el segundo proceso se propuso la
excepción de cosa juzgada y fue rechazada.
244
revisión en sí mismo considerado; (ii) cuando se alegue una vía de hecho que
ocurrió durante el proceso de pérdida de investidura, que fue invocada en el
recurso extraordinario especial de revisión, pero cuyo análisis por parte del
Consejo de Estado acerca de la violación del derecho fundamental contradice la
Constitución o la jurisprudencia constitucional aplicable; y (iii) cuando se trate de
una vía de hecho que ocurrió en el proceso de pérdida de investidura pero que, o
bien no podía ser alegada mediante un recurso en contra de la sentencia de
pérdida de investidura, o bien fue alegada pero el Consejo de Estado la dejó de
lado por completo y no la analizó o lo hizo desconociendo el derecho claramente
aplicable.

Así pues, se reitera lo dicho anteriormente por la Corte: el recurso extraordinario


especial de revisión es el medio adecuado para controvertir una vía de hecho en
el trámite de pérdida de investidura ante el Consejo de Estado. Por tal razón, los
cargos que se tengan en contra de la sentencia que resuelva la pérdida de la
investidura deben ser presentados en sede de revisión y no pueden ser
guardados estratégicamente para ser invocados luego en un proceso de tutela.
La acción de tutela procede residualmente cuando el Consejo de Estado en
sede de revisión, foro judicial señalado por la Constitución y la ley para resolver
dichas controversias, ha desconocido en sus actuaciones judiciales los derechos
fundamentales de algún Senador o Representante a la Cámara en los términos
antes mencionados. Las partes deben presentar sus alegatos en contra de las
decisiones judiciales durante el transcurso del proceso, y mediante las vías
ordinarias diseñadas para ello; como se dijo, no es aceptable guardar
argumentos estratégicamente con el fin de presentarlos únicamente ante el juez
de tutela, pretendiendo cambiar así el “foro judicial” designado por el propio
Constituyente para resolver las controversias con relación a los procesos de
pérdida de investidura.

Podría objetarse que las garantías que ofrece el procedimiento a los


congresistas no son suficientes, debido a que se trata de un breve proceso de
única instancia. Considera la Corte que la objeción no es procedente. Debido a
la importancia del procedimiento de pérdida de investidura, el Constituyente de
1991 le confío la competencia al Consejo de Estado, precisamente como una
forma de asegurar el debido proceso de los congresistas. Como lo aclararon
algunos delegatarios en la Asamblea Nacional Constituyente, no contemplar dos
instancias en el proceso de pérdida de investidura no implica un
desconocimiento del derecho al debido proceso de los congresistas. La forma de
garantizar en este proceso es que el juicio se adelantará de acuerdo a las
formas jurídicas establecidas, y con el debido respeto por los derechos
fundamentales del congresista acusado, es atribuyéndole la competencia al
Consejo de Estado, no mediante el principio de las dos instancias. 563 En otras
palabras, mientras que a una persona sindicada en un proceso penal se le
garantiza el respeto a sus derechos fijando la competencia para conocer del
caso en un juez municipal y en un juez de circuito, por ejemplo, la Constitución le
garantiza a los congresistas sus derechos al confiar los casos de pérdida de
563 El delegatario Hernando Yepes Arcila respondió dicha objeción, a propósito del fuero especial de los congresistas, en
virtud del cual son juzgados por los delitos que cometan por la Corte Suprema de Justicia en única instancia, en los
siguientes términos: “El doctor [Hernando] Londoño fundó su opinión en la necesidad de mantener el principio de la doble
instancia como una garantía fundamental del procesado, a ese respecto quiero recordarles que la misma protección que
se obtiene por la doble instancia, no proviene de que sean dos juicios los que recaigan sobre la misma conducta sino del
hecho de que una instancia superior a la que en primer lugar conoce un delito, venga finalmente a determinar el contenido
del fallo (…) en el hecho de estar establecido el fuero especial justamente radicado en la más alta corporación judicial del
país en lo que consistiría una garantía; mucha mayor envergadura e importancia que el principio de la doble, del doble
análisis o el doble estudio del mismo problema. (…).” Asamblea Nacional Constituyente. Antecedentes del artículo 184.
Biblioteca de la Corte Constitucional. Mimeo.
245
investidura al Consejo de Estado. No obstante, como se indicó, no sólo se
garantiza el derecho de los congresistas al fijar la competencia del proceso en
cabeza del Consejo de Estado, el más alto juez de lo contencioso administrativo;
actualmente esta Corporación puede volver a conocer el proceso en sede del
recurso extraordinario especial de revisión.

T-1232/03564. PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES AL


DEBIDO PROCESO, AL EJERCICIO DE CARGOS Y FUNCIONES PÚBLICAS,
DE EJERCICIO Y CONTROL DEL PODER POLÍTICO, AL TRABAJO, AL
LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD, A LA IGUALDAD Y A LA
LIBERTAD DE EXPRESIÓN FRENTE A LA PÉRDIDA DE INVESTIDURA
COMO SENADOR DE LA REPÚBLICA Y LA IMPROSPERIDAD DEL
RECURSO EXTRAORDINARIO DE REVISIÓN INTERPUESTO POR EL
ACTOR.

La protección de los derechos ante el mismo juez que los viola. Una vez
agotados los mecanismos ordinarios de defensa y si la violación persiste la
tutela es procedente. La Constitución otorgó a la acción de tutela un carácter
subsidiario, lo que implica que deba utilizarse previamente a la vía judicial
correspondiente (civil, penal, administrativa, etc.). Existe, por otro lado, el deber
de cada juez dentro de cada proceso ordinario de velar por la observancia y
protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, es posible que el juez
ordinario no garantice dentro del proceso correspondiente los derechos
fundamentales o, lo que es más grave, que sea el propio juez quien en el
proceso ordinario los viole. Cuando se ha utilizado las instancias ordinarias de
defensa, con las acciones y recursos previstos en ella para la defensa de los
derechos fundamentales y persiste la amenaza o violación contra ellos, la acción
de amparo constitucional se constituye en el único y eficaz mecanismo de
protección de tales derechos. Pues, el agotamiento de las vías ordinarias de
defensa comporta la no existencia de otros medios de protección, lo que habilita
la utilización de la acción de tutela, en los términos del artículo 86 de la
Constitución Política, según el cual la acción de amparo procede cuando no
exista otro mecanismo de defensa judicial.

De suerte, que si por la vía del medio ordinario de defensa, y en los recursos en
ella previstos, se alegó la vulneración de un derecho fundamental, es válido
aducir esos mismos hechos en la acción de tutela, al ser ellos, precisamente, los
que dan cuenta de la violación o amenaza de los derechos fundamentales. No
puede aducirse como razón de la improcedencia de la tutela en estos casos, que
como ya se analizaron y debatieron esos hechos en el procedimiento ordinario,
no es posible volver a plantear esos mismos hechos. Por cuanto, lo que hace
viable esta acción constitucional es la no existencia de mecanismos idóneos y
eficaces de defensa. Luego si de después de intentada esa vía ordinaria la
violación persiste o se mantiene es completamente válido acudir a la acción de
tutela, para proteger los mismos derechos que fueron desatendidos en la vía
judicial correspondiente y que su juez no quiso proteger. Además, la Corte
estima que negar la procedencia de la tutela en estos casos, comporta negar
que el juez, como autoridad pública, puede vulnerar los derechos fundamentales.
Y esta vulneración, también puede producirse al final del proceso, esto es, una
vez agotados todos los recursos que la vía ordinaria previa. Luego, predicar la
improcedencia de la acción de amparo en estos eventos, implica recortar y
desnaturalizar esta acción, puesto que si en una actuación judicial, así sea
564 M.P. Jaime Araujo Rentería.
246
definitiva, si incurre en una vía de hecho, y no existe otra vía de defensa la tutela
procede como mecanismo de defensa, tal como ya lo tiene definido la
consolidada jurisprudencia que sobre esta materia ha vertido esta Corporación
desde sus inicios.

En este orden de ideas, la Corte considera que la procedencia de la acción de


tutela se justifica, aún más, cuando los recursos en la vía ordinaria deben
ejercerse ante al mismo juez. En este sentido, quien no ha protegido un derecho
fundamental o lo ha violado es muy difícil que confiese su violación, pues nadie
confiesa que no protegió o vulneró un derecho, y mucho menos en un incidente
especial, decidido por el mismo juez que los vulneró. Así, el proceso “ordinario”
se muestra exiguo en garantías, haciendo procedente, con mayor razón, la
acción constitucional de tutela, por resultar precaria la defensa del derecho
fundamental en este evento, pues, es evidente la depreciación de las garantías
procesales en estas circunstancias, por la disminución de la imparcialidad del
juez que debe decidir sobre su propia actuación, por no tener superior jerárquico.
Para esta Corporación es viable entrar en el análisis de fondo del presente caso,
habida consideración que el actor no cuenta con otro mecanismo de defensa
judicial y ejerció esa medio de defensa en medio de limitaciones insalvables. En
efecto, si bien utilizó el único recurso previsto en la vía judicial correspondiente,
como es el recurso extraordinario de revisión, no logró el amparo solicitado. Lo
que hace procedente la tutela en este evento, por dos razones, la primera, es
que por tratarse de una decisión judicial definitiva, no existe mecanismo de
defensa judicial distinto a la acción de amparo constitucional, para lograr la
protección de los derechos que dice vulnerados. Que haya expuesto por esa vía,
los y hechos y razones que ahora intenta, no le impide acudir a la acción de
tutela, porque ella está prevista para la protección inmediata y eficaz de los
derechos fundamentales, por la acción u omisión de cualquier autoridad pública,
incluidos los jueces, sin importar que la decisión con la que vulnera o amenaza
un derecho fundamental sea definitiva.

La segunda razón, es que el recurso extraordinario de revisión en caso de


pérdida de investidura de los congresistas debe ejercerse ante la misma
autoridad que supuestamente vulneró el derecho fundamental, por cuanto, como
quedó dicho, quien no ha protegido un derecho fundamental o lo ha violado es
muy difícil que confiese su violación, pues nadie confiesa que no protegió o
vulneró un derecho, y mucho menos al resolver un recurso especial como es la
pérdida de investidura de un alto servidor del Estado, como es un congresista.
Por tanto, ejercer el mecanismo de defensa de los derechos fundamentales en
estas condiciones precarias, hace más evidente que la vulneración o amenaza
de los derechos fundamentales puede persistir después de su utilización, lo que
justifica aún más, la procedencia de la acción de tutela. Adicionalmente la Corte
considera que el recurso extraordinario de casación, equivalente en los procesos
de pérdida de investidura al recurso de revisión, es resuelto por un juez distinto a
aquél a quien correspondía velar por la protección del derecho fundamental. Por
tanto, la garantía de imparcialidad está garantizada por tratarse de juez distinto.
Sin embargo, cuando las diversas Salas de la Corte Suprema de Justicia no
protegen tales derechos, o incurren ellas mismas en su amenaza o violación, la
Corte Constitucional ha estimado que la acción de tutela es procedente así se
trate de sentencias judiciales definitivas y del máximo Tribunal de la jurisdicción
ordinaria. Análogos razonamientos caben en el caso del recurso extraordinario
de revisión en los eventos de pérdida de investidura, pues la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado está en igual predicamento.
247

Alcance de la causal de pérdida de investidura contemplada en el inciso 1° del


artículo 180 de la Constitución: la prohibición a los congresistas de desempeñar
cargos o empleos públicos o privados no les impide desarrollar cualquier oficio o
actividad. En ese orden, los oficios o labores que no involucren vínculos jurídicos
contractuales o legales y reglamentarios no están cubiertos por la referida
prohibición. Así, bien puede un congresista, por afición, realizar actividades o
labores de pintor, o de músico, o dedicarse al cuidado de las plantas, o de sus
hijos o de sus nietos, u otras labores, sin ningún vínculo de dependencia
contractual con nadie en el orden laboral, casos en los cuales a nadie se
ocurriría pensar que se desempeña un cargo. Afirmar lo contrario supondría
coartar el libre desarrollo de la personalidad de las personas que desarrollan el
oficio de congresista, que para poder cumplir esas tareas tendrían que renunciar
a actividades propias de toda persona, pues, éstas quedarían cubiertas por esa
prohibición. De suerte que por muy alta y ponderada que sea la función
legislativa, no puede pretender desnaturalizar al ser humano, impidiéndole que
satisfaga necesidades e intereses propios de su condición. Además, es
imposible privarlos de ciertos oficios, labores o actividades, que por más que se
busque garantizar su dedicación exclusiva a la labor de congresista, es
inevitable que las cumpla. Por tanto, sólo los oficios que supongan vínculos
laborales pueden considerarse que constituyen la prohibición a los congresistas
de desempeñar cargos o empleos públicos o privados, contenida en el numeral
1° del artículo 180 de la Constitución Política.

La igualdad es un derecho que se reconoce a todas las personas sin distingos


de ninguna naturaleza ya sea por razones de sexo, raza, origen nacional o
familiar, lengua, religión opinión política o filosófica. La Constitución prohíbe
tratos desiguales a personas que se encuentren ante supuestos de hechos
iguales. De manera que hay que tratar igual a lo igual y desigual a lo desigual, a
fin de preservar la igualdad. El Juez Constitucional como garante de la integridad
y supremacía de la Constitución y, por ende, de los derechos fundamentales de
los individuos, debe resguardar la aplicación irrestricta de este derecho,
retirando, ya sea por la vía del control abstracto de inconstitucionalidad o de la
revisión de los fallos de tutela, las actuaciones de las autoridades que
proporcionen a las personas tratos discriminatorios, así como las que
establezcan privilegios a su favor, con el propósito indeclinable de mantener la
vigencia y eficacia de los derechos fundamentales. Obligación que corresponde,
además, a todas las autoridades públicas.

T-027/04565. EL JUEZ ACCIONADO CONDENÓ AL ACTOR A 28 MESES DE


PRISIÓN POR HECHOS QUE ÉSTE NO COMETIÓ Y AUNQUE ACEPTA LA
SITUACIÓN, INSISTE EN MANTENER LA CONDENA Y LA CONSIGUIENTE
ORDEN DE CAPTURA, HASTA QUE RESUELVA EN CONTRARIO EL JUEZ
DE REVISIÓN

El actor no puede ser obligado a iniciar una acción de revisión, con miras a que
el Estado pueda enmendar los errores cometidos dentro de la investigación y
definición de la causa criminal que lo condenó por una conducta que no cometió,
porque el nombrado es titular del derecho inalienable a la libertad, y la acción de
tutela fue establecida para restablecerlo, en forma inmediata. Como el Juez
Quince Penal del Circuito condenó al actor sin verificar la identidad de quien
realizó la conducta punible y aunque acepta su error insiste en mantener la
565 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
248
decisión, la sentencia de instancia será revocada, para en su lugar anular el
proceso en cuestión, en lo atinente al actor –salvo el material probatorio
recaudado-, porque la acción de revisión, además de tratarse de un trámite que
el aludido no está obligado a soportar, no le proporciona la protección inmediata
que su situación requiere.

T-205/04566. REESTRUCTURACIÓN DE PASIVOS DE ENTIDADES


PÚBLICAS. LA ADMINISTRACIÓN TIENE EL DEBER DE ACUDIR
PREVIAMENTE ANTE EL JUEZ LABORAL CUANDO QUIERA QUE SEA
NECESARIO SUPRIMIR UN CARGO QUE VIENE SIENDO OCUPADO POR
UN TRABAJADOR AFORADO

Contra las decisiones arbitrarias y caprichosas de los funcionarios judiciales que


sin fundamento objetivo y razonable contradigan los parámetros constitucionales
con la consecuente vulneración de derechos fundamentales, se podrá formular
el amparo de tutela con la debida demostración del yerro en el que se incurrió en
la providencia judicial. A la Corte le corresponderá verificar la existencia del vicio
alegado por el accionante, sin que por ello se dé lugar a una intromisión
arbitraria en la esfera de competencia del juez de conocimiento; pero no podrá
definir la cuestión litigiosa de forma concluyente. El examen se limitará a
constatar la existencia de situaciones irregulares desde una perspectiva
sustantiva, fáctica, orgánica o procedimental, y una vez advertidos, adoptar las
medidas que le están dadas expedir en la órbita de su competencia
constitucional. En los casos de reestructuración de pasivos de entidades
públicas, la Administración tiene el deber de acudir previamente ante el juez
laboral cuando quiera que sea necesario suprimir un cargo que viene siendo
ocupado por un trabajador aforado. Así pues, el funcionario judicial determinará
si el proceso de reestructuración constituye o no una justa causa para levantar la
garantía constitucional del fuero a un dirigente sindical. No tramitar previamente
una autorización judicial para despedir al trabajador aforado, incluso en los
casos de reestructuración de pasivos, constituye una omisión que genera una
vulneración al debido proceso y a los derechos de asociación, libertad y fuero
sindicales.

T-1189/04567. LA VÍA DE HECHO POR LA OMISIÓN DE NOTIFICACIÓN AL


PROCESADO PRIVADO DE LA LIBERTAD

En diversos pronunciamientos esta Corporación ha señalado que la omisión de


las autoridades judiciales en notificar debidamente las actuaciones del proceso
constituye una violación al debido proceso de tal gravedad, que da lugar a una
nulidad procesal que, de no ser declarada, implica la configuración de una vía de
hecho. Esto por cuanto la falta de notificación impide al procesado ejercer su
derecho de defensa. Nuevamente se ha configurado lo que jurisprudencia ha
venido en llamar una“vía de hecho consecuencial”, originada por la negligencia
del Estado en el cumplimiento de su deber de mantener actualizada y circulando
la información relativa a la privación de la libertad de las personas que están
siendo investigadas o juzgadas por el aparto judicial.

566 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.


567 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
249
568
T-328 DE 2005 , LAS DECISIONES DE RECHAZO CONTRA
PROVIDENCIAS DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA VULNERA LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LOS CIUDADANOS.

La Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia resolvió rechazar y


archivar la solicitud de amparo elevada por el ciudadano Mozo Rovira. En
consecuencia, en contravía con lo dispuesto en la Constitución y la ley, no
remitió el expediente a la Corte Constitucional para su eventual revisión.
Argumentó para ello que, dado que la decisión demandada en tutela fue
proferida por la Sala Penal de la Corte Suprema y dado también que esta
Corporación es el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria, sus decisiones son
intangibles e inmodificables. Por tal razón, señala la Corte Suprema, no hay
lugar siquiera a tramitar las peticiones de amparo que se dirijan contra una de
sus Salas. Evento en el cual, a su juicio, sólo procede el rechazo y archivo del
expediente.

Como fue analizado en las consideraciones anteriores, la acción de tutela


procede en ciertos supuestos de hecho contra decisiones judiciales -aún contra
las proferidas por la Corte Suprema de Justicia-. Lo relevante es este acápite, en
consecuencia, es determinar si, puntualmente, la decisión de no remitir el asunto
a la Corte Constitucional vulnera derechos fundamentales de las personas que
solicitan el amparo.

El artículo 86 de la Carta Fundamental, dispone entre otras cosas que, en el


trámite de la acción de tutela, la protección consistirá en una orden para que
aquel respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El
fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez
competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte Constitucional para su
eventual revisión. De igual manera, los artículos 32 y 33 del decreto 2591 de
1991 prescriben que todos los fallos de tutela en firme, deben ser remitidos a la
Corte Constitucional.

Lo anterior por cuanto los jueces de tutela deben resolver las acciones de tutela
que se presenten por violación o amenaza de los derechos fundamentales
contra cualquier autoridad pública bien sea concediendo o negando la tutela. En
la segunda hipótesis, el fallo puede obedecer a que no era procedente la
mencionada acción o a que siendo procedente, no existió vulneración o
amenaza de derechos fundamentales. Las acciones de tutela presentadas
contra autoridades judiciales no pueden ser decididas mediante auto en el que
se resuelva no dar trámite a dicha acción, ya que ello constituye una vulneración
del derecho fundamental al acceso a la administración justicia. Si el juez o
tribunal de tutela considera que la acción de tutela no es procedente, debe dictar
una sentencia denegatoria de las pretensiones por improcedente de la acción,
fallo que debe ser necesariamente remitido a la Corte Constitucional para su
eventual revisión (artículos 86 C.P. y 33 del Decreto 2591 de 1991). En ese
sentido, las providencias que no sean sentencias definitivas en materia de tutela
sino, por ejemplo, autos de rechazo y archivo, vulneran el derecho fundamental
a la tutela efectiva.

El derecho fundamental a la tutela judicial efectiva es manifestación concreta de


los derechos fundamentales a acceder a la justicia, a la defensa y al debido
proceso. Este derecho se vulnera cuando las autoridades judiciales, en este
568 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
250
caso las autoridades competentes para decidir sobre las acciones de tutela, no
ejercen las funciones a ellas atribuidas en materia de defensa y protección de los
derechos fundamentales y restan así toda efectividad del goce de los mismos
por parte de sus titulares. Tal es el caso cuando el juez o tribunal de tutela no
admite a trámite una acción de tutela, pese a que las dos únicas opciones según
los principios de inmediación, informalidad y efectividad que gobiernan el trámite
de esta acción son la concesión del amparo solicitado o su denegatoria, bien por
razones de fondo o de procedencia.

Se vulnera el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva de los derechos


fundamentales cuando un juez o tribunal de tutela decide no dar trámite a la
misma cualquiera sean los fundamentos en que se base, puesto que el fallo
judicial respectivo –positivo o negativo– debe ser susceptible de revisión
eventual por parte de la Corte Constitucional como órgano de cierre del
ordenamiento jurídico en el ámbito constitucional en lo atinente a los derechos
constitucionales.

Como órgano de cierre, la Corte Constitucional ha respetado la autonomía de los


jueces, en especial de la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado,
cabezas de la jurisdicción ordinaria y de la jurisdicción contencioso
administrativa, respectivamente. Por esta razón, ha interpretado de manera
restrictiva la procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales 569 e
inclusive ha valorado la autoridad de la jurisprudencia sentada por estos órganos
judiciales en tanto derecho viviente que fija el sentido de las leyes.570 No
obstante, esa autonomía no consiste en desconocer el derecho a la tutela
judicial efectiva de los derechos constitucionales fundamentales. Esta
Corporación en diversos pronunciamientos ha señalado la vulneración del
derecho fundamental a la tutela efectiva con ocasión de la decisión de los jueces
constitucionales de no tramitar las solicitudes de amparo y no remitir, entonces,
el expediente a la Corte Constitucional.

En la sentencia T-420 de 2003, la Corte señaló que la Corte Suprema de


Justicia, al igual que todas las autoridades y los particulares, se encuentra
sometida a la Constitución Política. Por tal razón, y más aún en su calidad de
autoridad pública, podría eventualmente con sus actuaciones vulnerar derechos
fundamentales. No habría razón, entonces, para que esta autoridad judicial
quedara excluida del deber del Estado de promover y proteger las garantías
básicas. Así, entonces, la decisión de archivar la solicitud de amparo dirigida
contra esta entidad debe entenderse como una providencia que contiene una
decisión de mérito respecto de la petición de amparo del actor, pues aunque no
revista la forma de una sentencia judicial, desde el punto de vista material sí lo
es.

En la sentencia T-678 de 2003, esta Corporación precisó que, en diversos


pronunciamientos, la Corte ha admitido la procedencia de la acción de tutela
contra providencias judiciales, cuando se configure una vía de hecho (sentencias
C-543 de 1992, T-079 de 1993, T-231 de 1994). En ese sentido, la acción de
tutela, se oriente o no a atacar una providencia judicial, debe ser resuelta por el
operador judicial mediante una sentencia que conceda o deniegue el amparo. Es
decir, una decisión en otro sentido, un auto de rechazo, por ejemplo, constituye

569 Ver entre otras las sentencias T-231 de 1994, T-575 de 1996, T-684 de 1998, M.P, T-871 de 2001.
570 Ver entre otras las sentencias C-557 de 2001, C-955 y C-1294 de 2001, C-426 de 2002 y C-207 de 2003, T-666 de
2003.
251
una denegación del derecho al acceso a la administración de justicia. En caso
de que el Juez considere que la protección constitucional debe ser denegada por
improcedente, debe dictar una sentencia en ese sentido y enviar el expediente
necesariamente para su eventual revisión a esta Corporación. Los jueces y
tribunales del país, continuó, no pueden abstenerse de conocer las acciones de
tutela presentadas por cualquier persona contra una autoridad pública, incluidos
las autoridades judiciales, por más importantes que ellas sean. Precisó que, el
problema de fondo de la acción de tutela no está referido a las relaciones de
jerarquía funcional al interior de la rama judicial, sino a la efectividad de los
derechos fundamentales en el contexto de un estado social y democrático de
derecho. Recordó que tanto la Constitución –art. 86-, como la ley –decreto 2591
de 1991- prescriben que todos los fallos de tutela deben ser enviados a esta
Corporación, sin que queden exentos de ese deber los jueces de las altas
Cortes.

En las sentencias T-105 de 2005 y T-272 de 2005, la Corte Constitucional señaló


que, la no admisión de las acciones de tutela que se presentan contra las altas
cortes, vulnera los derechos a la tutela judicial efectiva y al acceso a la
administración de justicia, entre otros. Recordó que, un pronunciamiento relativo
a la acción de tutela que no resuelva denegar o amparar el derecho fundamental
invocado por el peticionario, implica el desconocimiento del deber que vincula a
todas las autoridades con la promoción y protección del derecho de las personas
a acceder a la administración de justicia.

En suma, esta Corporación ha precisado que (i) dadas las condiciones de


procedibilidad, es conducente la acción de tutela contra todas las autoridades
judiciales –aun contra las altas cortes-. (ii) Una de las razones que sustentan
este aserto es el deber que vincula a todas las autoridades del Estado de
proteger y promover los derechos fundamentales. (iii) Toda proceso de tutela
debe tener como decisión definitiva una sentencia que deniegue o acceda a las
pretensiones del peticionario. (iv) Todas las sentencias con las cuales culmine un
proceso de amparo, deben ser remitidas para su eventual revisión a la Corte
Constitucional. (v) Una decisión de otra naturaleza, es decir, por ejemplo, un
auto de rechazo de la petición de amparo, vulnera los derechos fundamentales
de acceso a la administración de justicia y a la tutela judicial efectiva de las
personas. (v) toda decisión diferente a una sentencia judicial que culmine un
proceso de tutela, aunque formalmente no lo sea, debe entenderse como una
sentencia judicial y debe también, en consecuencia, ser remitida a la Corte
Constitucional para su eventual revisión.

En consecuencia, dadas las consideraciones precedentes, se dejará sin efectos


la decisión objeto de revisión mediante su anulación, concederá la tutela del
derecho fundamental a acceder a la justicia y ordenará que se falle de fondo de
conformidad con la doctrina constitucional, todo ello con fundamento en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 que al respecto dispone: “Efectos de la
revisión. Las sentencias en que se revise una decisión de tutela solo surtirán
efectos en el caso concreto y deberán ser comunicadas inmediatamente al juez
o tribunal competente de primera instancia, el cual notificará la sentencia de la
Corte a las partes y adoptará las decisiones necesarias para adecuar su fallo a
lo dispuesto por ésta” (se agrega el subrayado). La orden de adecuar el fallo de
tutela de primera instancia a lo aquí dispuesto tiene su explicación en que, por
una parte, la Sala de Casación Civil, actuando como Tribunal de tutela, debe
fallar de fondo la acción de tutela interpuesta por el actor de forma que no se
252
pretermitan las posibles instancias en el proceso de tutela, y, por otra parte, la
decisión contra la cual se interpusiera la acción de tutela debe ser analizada con
fundamento en la doctrina constitucional expuesta en la presente sentencia,
dada la obligatoriedad de las decisiones constitucionales con efectos erga
omnes.

T-465 DE 2005571. INTERPRETACIÓN NO AJUSTADA A LA REALIDAD


PROBATORIA EN EL INCIDENTE DE DESACATO: LA SALA DE CASACIÓN
PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA INCURRIÓ EN UNA VÍA DE
HECHO.

Resulta entonces, que la figura jurídica del desacato, se traduce en una medida
de carácter coercitivo y sancionatorio con que cuenta el juez de conocimiento de
la tutela, en ejercicio de su potestad disciplinaria, para sancionar con arresto y
multa, a quien desatienda las órdenes o resoluciones judiciales que se han
expedido para hacer efectivo la protección de derechos fundamentales, a favor
de quien o quienes han solicitado su amparo.

Así las cosas, en caso de incumplimiento de una sentencia de tutela, el afectado


tiene la posibilidad de lograr su cumplimiento mediante un incidente de
desacato, dentro del cual el juez debe establecer objetivamente que el fallo o la
sentencia de tutela no se ha cumplido, o se ha cumplido de manera meramente
parcial, o se ha tergiversado, en consecuencia, debe proceder a imponer la
sanción que corresponda, con el fin, como se ha dicho, de restaurar el orden
constitucional quebrantado. Ese es el objeto del procedimiento incidental, por
ello, no se puede volver sobre juicios o valoraciones hechas dentro del proceso
de tutela, pues ello implicaría revivir un proceso concluido afectando de esa
manera la institución de la cosa juzgada.

En el caso objeto de estudio la sentencia T –083 de 2004, en forma expresa en


su numeral 2 al revocar la sentencia de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, indicó: “Segundo. .... CONCEDER la tutela invocada por el
señor Carlos Villamil Chaux, modificando parcialmente la medida de protección
en el sentido de ORDENAR al Ministerio de Relaciones Exteriores que, si aún
no lo ha hecho, dentro de las 48 horas siguientes a la notificación de esta
Sentencia, proceda a enviar nuevamente al Seguro Social la información que
constitucionalmente corresponde para la pensión de vejez del señor Carlos
Villamil Chaux, como son los salarios que realmente él devengo en su cargo de
Cónsul General de Colombia en Berlín - República Federal de Alemania -,
haciendo la conversión de la moneda extranjera con la cual le fueron cancelados
los salarios a moneda colombiana, para que esta nueva circunstancia material
sea tenida en cuenta por el Seguro Social en una correcta liquidación de la
pensión de vejez del actor.” (Subrayas fuera del texto). Sobre tal orden, la Sala
Penal del Tribunal Superior de Bogotá al estudiar la respuesta dada por el
Ministerio de Relaciones Exteriores en el trámite del incidente de desacato,
determinó que no se había dado cumplimiento a lo dispuesto en la sentencia,
por cuanto de acuerdo a los documentos obrantes en el expediente, el
accionante recibía finalmente su salario en Marcos Alemanes y no en Dólares
Americanos.

La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia al conocer en Consulta tal


decisión, la revocó argumentando que “... La remuneración de los funcionarios
571 M.P. Jaime Córdoba Triviño.
253
del servicio exterior estaba fijada en dólares americanos y el hecho del
procedimiento cambiario que ejecutaba el Banco Central para situar sus sueldos
en los países donde se desempeñaban, en manera alguna traduce que ahora
deba certificarse un salario mucho mas alto del establecido para los respectivos
cargos diplomáticos y consulares”.

En punto de tal decisión, la Sala considera que la misma no fue acertada, si


tenemos en cuenta que según lo dispuesto en el Decreto 300 de 1975 expedido
por la Presidencia de la República, a partir del 1 de Marzo de 1975 el pago de
las sumas de dinero a que tuvieran derecho los funcionarios diplomáticos y
consulares de la República por concepto de asignaciones o primas se deberían
cancelar en las monedas que allí se indicaban, que para el caso de la República
Federal Alemana lo eran en “marcos de la República Federal de Alemania”. Y de
conformidad con lo preceptuado en el Decreto 3031 de 1983 se estableció una
tasa de cambio preferencial de “tres (3.0) por dólar de los Estados Unidos de
América para la conversión a marcos alemanes o Francos Suizos que el Banco
de la República deba efectuar en el pago de las sumas a que tengan derecho los
funcionarios de las Misiones Diplomáticas y Consulares de la República en el
servicio exterior....” Y fueron en Marcos Alemanes los dineros que el aquí
accionante recibió como remuneración por sus servicios prestados como Cónsul
General Grado Ocupacional 4EX en el Consulado General de Colombia en
Berlín, República Federal de Alemania. Así lo certifica el Director del
Departamento de Cambios Internacionales del Banco de la República572. Si bien
es cierto que el artículo 2 del decreto 300 de 1975 indica que “La Tesorería
General de la República al momento de solicitar el giro enviará su contravalor en
pesos de acuerdo con los procedimientos actuales y ordenará el pago de las
sumas a que se refiere el artículo anterior en dólares estadinenses...” dicho
procedimiento interno de conversión y giro, en modo alguno altera la moneda en
la cual finalmente (se subraya) el accionante recibía su remuneración. Téngase
en cuenta que tal afirmación resulta comprobada con el documento visto a folio
109 en el que se observa que al accionante se le canceló la suma de 13.249.29
Marcos Alemanes por el sueldo correspondiente al mes de Diciembre de 1991
valor equivalente a USD 4.416.43.

Así se concluye que el Ministerio no dio cabal cumplimiento a lo aquí ordenado


en la sentencia T-083 de 2004 en el sentido de certificar el sueldo real
devengado por el accionante efectuada la conversión de la moneda extranjera
en la cual se cancelaban los salarios a pesos colombianos. Y la Sala Penal de
la H. Corte Suprema de Justicia interpretó la orden de una forma no efectuada
en la sentencia, tergiversó lo mandado y aceptó el cumplimiento sin tener en
cuenta los documentos obrantes en el expediente y la normatividad vigente al
momento en que el accionante se encontraba vinculado al Ministerio de
Relaciones Exteriores. Es que la sentencia ordenó la certificación de lo
realmente devengado y no de lo que apareciera en archivos y documentos en el
Ministerio. No se entiende, y aceptando en gracia de discusión que el
accionante devengaba su salario en dólares estadounidenses, porqué se
certifica un salario de US$2.864.47 dólares estadounidenses si del documento
al que se hizo referencia anteriormente y visto a folio 109 se indica que los
marcos alemanes cancelados equivalían a $ 4.416.43 USD. No existe en este
caso concordancia entre lo certificado y lo realmente devengado en dólares y
aceptando en gracia de discusión, como se dijo antes, que los pagos se
efectuaban en dólares.
572 Folio 105.
254

T-516 DE 2005573. EL MISMO CONSEJO DE ESTADO ADMITIÓ QUE EL


TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE CUNDINAMARCA NO SE HABÍA
PRONUNCIADO SOBRE LAS EXCEPCIONES DE FALTA DE COMPETENCIA
Y CLÁUSULA COMPROMISORIA, PLANTEADAS POR AQUÉLLAS, PERO SÍ
LO HIZO EN RELACIÓN CON LAS EXCEPCIONES PREVIAS PLANTEADAS
POR EL BANCO DE LA REPÚBLICA; Y EQUIVOCADAMENTE ESTIMÓ QUE,
EN VIRTUD DEL ARTÍCULO 311 DEL C.P.C. , ERA COMPETENTE PARA
ENTRAR A RESOLVERLAS, INCURRIENDO DE ESTA FORMA EN UNA VÍA
DE HECHO POR DEFECTO ORGÁNICO.

Contenido del derecho fundamental al debido proceso en relación con los


terceros que son llamados en garantía durante una acción de grupo.

Así pues, el adelantamiento de un llamamiento en garantía en el curso de una


acción de grupo debe ceñirse al artículo 29 constitucional y, en especial, el
artículo 57 del Código de Procedimiento Civil, disposición que regula este
instituto procesal.

En tal sentido, el llamado en garantía, en virtud del artículo 29 Superior, tiene el


derecho a ejercer su derecho de defensa, encontrándose facultado para
interponer las excepciones previas o de fondo que estime pertinentes, a
presentar y controvertir pruebas, a que el proceso sea tramitado por un juez
independiente e imparcial, a impugnar la sentencia que le sea desfavorable y a
no ser juzgado dos veces por lo mismo.

En este orden de ideas, el llamado en garantía cuenta con las mismas


prerrogativas que una parte procesal, y como tal, puede coadyuvar la posición y
las excepciones planteadas por el llamante o invocar otras diferentes; presentar
y controvertir pruebas; la sentencia, cuando decide en forma definitiva sobre las
relaciones jurídicas entre llamante y llamado, hace tránsito a cosa juzgada; e
igualmente, como lo ha reconocido la Corte Suprema de Justicia de vieja data
“La sentencia podrá ser recurrida independientemente por cualquiera de las tres
partes, o sea que el llamado en garantía puede hacerlo en cuanto le asista un
interés propio, aunque el demandado guarde silencio o lo consienta”574. De allí
que, el ejercicio de la facultad de recurrir un fallo adverso a quien fue llamado en
garantía, dependerá de que el juez de primera instancia se haya pronunciado
sobre las excepciones, previas o de fondo según el caso, planteadas por aquél.

Límites constitucionales al juez de segunda instancia para pronunciarse sobre


asuntos no resueltos por el a quo.

La Sección Cuarta del Consejo de Estado consideró que el artículo 311 del
C.P.C. le otorgaba competencia para resolver sobre unas excepciones previas
sobre las cuales no se había pronunciado su inferior jerárquico, por cuanto “los
puntos a adicionar fueron objeto de debate en la primera instancia siguiendo las
reglas del debido proceso, pero el juez omitió pronunciarse expresamente al
respecto, por lo cual resulta lógico, y ajustado al principio de economía procesal,
que el superior complemente la providencia cuando la parte perjudicada por la
omisión haya apelado, como ocurrió en el presente caso.” ( negrillas
agregadas ).
573 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
574 Corte Suprema de Justicia, sentencia del 5 de septiembre de 1977.
255

La Sala de Revisión, por el contrario, estima que el examen de la competencia


del superior jerárquico para adicionar el pronunciamiento del a quo, no debe ser
entendida únicamente en términos de economía procesal, sino que se encuentra
limitada por el respeto al derecho fundamental del debido proceso, por la
garantía de la doble instancia, y el derecho a la igualdad procesal.

En tal sentido, la competencia que el legislador ha determinado al superior


jerárquico para entrar a pronunciarse como juzgador de segunda instancia en
virtud del recurso de apelación, constituye un elemento del derecho fundamental
del derecho de defensa y del debido proceso, que condiciona la validez jurídica
de su actuación, ya que, por mandato del artículo 6 superior, los servidores
públicos únicamente pueden hacer aquello que expresamente les esté permitido
realizar. Siguiendo a García de Enterría “la competencia es la medida de la
potestad que corresponde a cada órgano, siendo siempre una determinación
normativa”575.

Pues bien, una interpretación sistemática de las normas que consagran el


trámite de la apelación de los autos y de las excepciones previas en particular,
evidencia que la competencia que al respecto tiene el juez de segunda instancia
se encuentra regulada y limitada en las disposiciones propias del Procedimiento
Civil. Así, en el trámite de la segunda instancia, un juez no tiene siempre plena
competencia para pronunciarse sobre todos los asuntos que tengan alguna
relación con la apelación, pues podría estar actuando por fuera del marco de su
competencia, por ejemplo, cuando profiere decisiones que resuelven de manera
directa un asunto que no fue objeto de decisión por parte del a quo.

Las anteriores consideraciones permiten reiterar la competencia limitada del juez


cuando actúa en segunda instancia, quien no puede ampliarla de hecho
invocando el principio de economía procesal, con el fin de pronunciarse sobre
asuntos no decididos en primera instancia y por lo tanto no puestos a su
consideración en virtud de la apelación. Por lo tanto, no puede decidirse en
segunda instancia, sobre unas excepciones previas, propuestas por un tercero
llamado en garantía, sobre las cuales en la primera instancia el juez omitió el
pronunciamiento, sin que se tratara del caso contemplado en el numeral 7 del
artículo 99 del C.P.P.

Cabe asimismo señalar, que si el superior jerárquico decide complementar una


decisión de primera instancia, resolviendo sobre unas excepciones previas sobre
las cuales no aparece decisión alguna del a quo, además de actuar por fuera del
debido proceso, estaría desconociendo la garantía constitucional de la doble
instancia.

A su vez, al juez de segunda instancia le está vedado vulnerar el derecho a la


igualdad procesal, en el sentido de entrar a pronunciarse, en los mismos
términos, sobre unas excepciones previas que fueron resueltas por el inferior
jerárquico, y otras que no lo fueron, es decir, sobre una decisión que surtió
efectivamente dos instancias, y otra que sólo fue objeto de una.

En suma, a un juez de segunda instancia durante el trámite de una acción de


grupo le está vedado complementar un auto en el sentido de pronunciarse sobre
575 Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Madrid, Civitas, 2001, p.
456.
256
unas excepciones previas planteadas por un tercero llamado en garantía, sobre
las cuales no se había pronunciado el juez de primera instancia, y sin que se
tratara del caso contemplado en el numeral 7 del artículo 99 del C.P.C., so pena
de incurrir en una vía de hecho por defecto orgánico, es decir, por carecer de
competencia absoluta para ello.

En este orden de ideas, luego de analizar las pruebas que obran en el


expediente, la Sala considera que le asiste razón a las accionantes por cuanto el
mismo Consejo de Estado admitió que el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca no se había pronunciado sobre las excepciones de falta de
competencia y cláusula compromisoria, planteadas por aquéllas, pero sí lo hizo
en relación con las excepciones previas planteadas por el Banco de la
República; y equivocadamente estimó que, en virtud del artículo 311 del C.P.C.
era competente para entrar a resolverlas, incurriendo de esta forma en una vía
de hecho por defecto orgánico. En efecto, como se ha visto, la competencia
legal que tiene el superior jerárquico para pronunciarse sobre asuntos no
resueltos por el a quo, no puede conducir, en materia de excepciones previas, a
desconocer el derecho fundamental al debido proceso, la garantía de la doble
instancia y el derecho a la igualdad procesal.

Con fundamento en las anteriores consideraciones, la Corte amparará el derecho


fundamental al debido proceso de las accionantes, a su igualdad procesal, y a la
garantía de la doble instancia, dejando sin efectos los autos proferidos el 28 de
agosto y el 20 de noviembre de 2003 por la Sección Cuarta del Consejo de
Estado.

De igual manera, la Sala le ordenará a la Sección Primera, Subsección B del


Tribunal Administrativo de Cundinamarca que, en el término máximo de 15 días
hábiles, se pronuncie sobre las excepciones previas propuestas por las
Compañías Suramericana de Seguros S.A. y Aseguradora Colseguros S.A. –
cláusula compromisoria y falta de competencia-, en el expediente núm.
19990528, cuya demandante es María Eugenia Jaramillo Escalante.

T-902 DE 2005576. EL FALLO PROFERIDO POR EL CONSEJO DE ESTADO,


SECCIÓN SEGUNDA, SUBSECCIÓN “A” DE LA SALA DE LO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, CONSTITUYE FUNDAMENTALMENTE
UNA VÍA DE HECHO POR DEFECTO FÁCTICO AL NO HABER APRECIADO
LAS PRUEBAS APORTADAS EN EL PROCESO DE NULIDAD Y
RESTABLECIMIENTO DEL DERECHO QUE LE ERAN FAVORABLES PARA
RESOLVER LA SITUACIÓN JURÍDICA, ESPECÍFICAMENTE LA
COMPROBACIÓN DE UNA DESVIACIÓN DE PODER EN CABEZA DE
FERROVÍAS.

Las pruebas anteriores, no fueron valoradas por la sentencia de segunda


instancia y a juicio de esta Sala son determinantes para concluir, precisamente
en lo que debía, a juicio de la sentencia cuestionada, probarse en el proceso de
nulidad para poder demostrar la motivación oculta del acto administrativo que
declaró la insubsistencia del cargo de la accionante.

Visto lo anterior, es posible afirmar que el fallo atacado, negó la valoración de


una prueba relevante para identificar la veracidad de los hechos puestos a su
conocimiento. Si en la lógica del fallo demandado, la prueba no existía en el
576 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
257
expediente, si estaba contenida en un anexo, o no aparecía físicamente, pero sí
estaba mencionada, referida y valorada tanto por la demanda, como por la
providencia de primera instancia, al punto de ser un documento axial del fallo del
a quo, no cumplió la sentencia acusada con agotar los medios necesarios para
recoger, siquiera sumariamente, prueba de los supuestos fácticos que le habían
presentado a su consideración los interesados en el proceso de nulidad y
restablecimiento. Se insiste entonces, en que se incurrió en defecto fáctico en su
dimensión omisiva, vulnerando de la misma manera el debido proceso de la
accionante.

Los defectos del análisis probatorio, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso577 y
constituyen irregularidades de tal magnitud que representan vías de hecho,
como ya se indicó. Es el caso de la sentencia cuestionada, que se apartó por
alguna circunstancia del material probatorio, no lo evaluó en su integridad, lo
ignoró y plasmó en su sentencia un supuesto diferente al que le ofrecía el bloque
de pruebas. Por los hechos relatados, se comprobó que el acervo probatorio fue
analizado de manera que de ser tenida en cuenta la prueba en comento,
cambiaría el sentido del fallo atacado.

Es claro entonces, que el juicio valorativo de la prueba que la sentencia no


analizó es de tal entidad que cambia el sentido del fallo: (i) porque es una prueba
concluyente en la demostración de la posible desviación de poder que se
alegaba en el proceso de nulidad y (ii) amén de lo anterior, es la prueba que la
sentencia atacada construye como hipótesis para demostrar el desvío de poder,
por ello, no existe duda de que era un documento determinante en las resultas
del proceso de nulidad y restablecimiento que se discutía en segunda instancia
en el Consejo de Estado. En consecuencia, al pie de la jurisprudencia de esta
Corporación, se configuró una vía de hecho en tanto la falta de consideración de
un medio probatorio conlleva una vía de hecho siempre y cuando ésta determine
un cambio en el sentido del fallo.578

La paradoja que revela este caso, es que la Magistrada conductora del proceso
no practicó una prueba que justamente echa de menos, y que, se repite, según
su opinión era la manera como la accionante podía armar el soporte de su
pretensión. Sin embargo, omitió su valoración pues al parecer, no detectó la
existencia del documento dentro del expediente o dentro de sus anexos y el fallo
terminó afectado los derechos de la accionante. Fuerza concluir que en muchas
ocasiones, no sólo las fallas judiciales que devienen por una voluntaria
desviación de los preceptos legales y constitucionales por parte de un juez579,
pueden resultar en una “vía de hecho”, si no que quien administra justicia puede
desviarse de los derroteros anteriormente anotados cuando, sin que medie
voluntad alguna de hacerlo, sin que su conciencia se encuentre dirigida a
provocar la violación del debido proceso, por negligencia, descuido o desidia,
falte a las normas aplicables a cada caso, aplique un procedimiento indebido, no
decrete o ignore una prueba practicada, o dicte sentencia sin estar legitimado
por la ley para ello, tales errores resultan obviamente en una violación al debido
proceso que merece igualmente ampararse.580

577 Sentencia T-100 de 1998 M.P. José Gregorio Hernández.


578 Sentencia T-550 de 2002.
579 Caso que también se encuentra penado por nuestro ordenamiento penal.
580 Sentencia T-564 de 2005 Jaime Araujo Rentería.
258
Ahora bien, la negativa a la práctica y valoración de pruebas sólo puede
obedecer a la circunstancia de que ellas no conduzcan a establecer la verdad
sobre los hechos materia del proceso o que estén legalmente prohibidas o sean
ineficaces o versen sobre hechos notoriamente impertinentes o se las considere
manifiestamente superfluas; pero a juicio de esta Corte, la impertinencia,
inutilidad y extralimitación en la práctica y estudio de la prueba debe ser
objetivamente analizada por el fallador y ser evidente, pues el rechazo de una
prueba que legalmente sea conducente constituye una violación del derecho de
defensa y del debido proceso.581 En este caso, se reitera, la prueba no valorada,
era la que contenía los dos hechos que la propia sentencia atacada exigía como
probados: que la demandante negara un concepto favorable para adjudicar la
licitación y que dicha adjudicación no tenía piso jurídico.

Es cierto que la escasa actividad probatoria per se no conduce a una vía de


hecho. Por esa razón, el cargo endilgado a la sentencia del Consejo de Estado
no es su precario análisis probatorio, pues en muchas ocasiones pese a la
orfandad de las pruebas, no se alcanza a constituir una vía de hecho, porque
del examen de la providencia judicial cuestionada, puede derivarse que de las
pruebas obrantes en el expediente, se tomó la decisión que se ajustaba a la
evidencia del proceso. Sin embargo, es precisamente la evidencia del proceso la
que en este caso no se ajusta a la ley, porque consta en el proceso : (i) la
prueba presentada por la demandante, identificada en un cuaderno y allegada al
expediente; (ii) el análisis que de esa prueba hizo la sentencia de primera
instancia proferida por el Tribunal Administrativo; (iii) el estudio que de la misma
situación hizo la providencia de la Procuradora Delegada que igualmente solicitó
la confirmación del fallo de primer grado y (iv) el carácter definitivo que tenía la
prueba no valorada, dentro del proceso de nulidad y restablecimiento.

Finalmente sea del caso señalar que la accionante no cuenta con otro
mecanismo judicial, para solicitar la protección de sus derechos al debido
proceso y acceso a la administración de justicia, en tanto que en la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho cuya sentencia se demanda, se surtió el
trámite de segunda instancia, y el fallo que la resolvió se encuentra en firme. Es
claro que los recursos de revisión y súplica no tenían cabida para los supuestos
de este caso por cuanto las causales previstas para ello no le eran predicables
a las circunstancias de la peticionaria.

T-170 DE 2006582. DEBIDO PROCESO EN CASO DE EMPLEADO


NOMBRADO EN PROVISIONALIDAD EN CARGO DE CARRERA
ADMINISTRATIVA.

De lo expuesto se puede afirmar que el sistema de carrera, de que tratan los


artículos 125 y 253 de la Carta Política, desarrollados por los artículos 156 a 175
de la Ley 270 de 1996, los Decretos 2699 de 1991 y 261 de 2000 y en la
actualidad por la Ley 938 de 2004583, propende porque las funciones que el
ordenamiento superior y la ley confían a los servidores vinculados a la Fiscalía
General de la Nación se realicen con fundamento en los principios de eficacia y
581 Sentencia T-393 de 1994 M.P Antonio Barrera Carbonell.
582 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
583 El artículo 70 de la Ley 938 de 2004, dispone sobre los nombramientos en la Fiscalía General de la Nación: “La
provisión de un cargo de carrera se efectuará mediante nombramiento en propiedad, una vez superado el período de
prueba. Cuando ello no fuere posible, se procederá al nombramiento mediante la figura de encargo, atendiendo al lleno de
los requisitos y al perfil del cargo respectivo.
Excepcionalmente, cuando no fuere posible proveer dicho cargo en la forma anteriormente descrita, se procederá al
nombramiento en provisionalidad, el cual en ningún caso generará derechos de carrera”.
259
eficiencia, al servicio del interés general, para lo cual los nominadores no
pueden vincular al servicio sino a los más capacitados, quienes gozan de
estabilidad laboral, fundada en su desempeño individual, la que no se ve
aminorada porque las designaciones, de manera excepcional y por razones del
servicio, lo sean en provisionalidad.

Parámetros éstos que, como se dijo, los nominadores estuvieron en el deber de


observar desde los inicios de la entidad, según lo preceptuaron los artículos
transitorios 5° y 27 del ordenamiento superior, realizando así en la Fiscalía
General de la Nación el postulado constitucional de la igualdad, el principio
mínimo fundamental de estabilidad que deberá estar presente en toda relación
laboral y la vigencia de un orden justo. Por cuanto la selección y permanencia
por méritos, a la par que ofrece a los asociados iguales e irrenunciables
oportunidades para acceder a los empleos en los órganos y entidades del
Estado, comporta que las labores encomendadas se desarrollen por los más
capaces y sin interrupción, con fundamento en los principios que orientan el
ejercicio de las funciones públicas –artículo 209 C.P.-584.

Se aprecia, entonces, que así como claras razones de interés general indican
que el mérito determina el acceso y el desempeño de las funciones o cargos
públicos, con las excepciones señaladas en la Constitución y reguladas en la ley,
las mismas razones indican que mientras se convocan y adelantan los procesos
de selección, los nominadores tienen que contar con mecanismos que les
permitan garantizar la continuidad en el cumplimiento de las funciones
encomendadas, sin desvirtuar dichos procesos.

Dentro del anterior contexto y con miras a evitar que se desconozcan las
previsiones constitucionales sobre el acceso a los empleos públicos por méritos
y se trunquen en consecuencia los propósitos antes anotados, la jurisprudencia
constitucional se ha referido con insistencia al carácter excepcional de las
designaciones en encargo o en provisionalidad, destacando sus diferencias con
las designaciones en propiedad, al igual que el carácter reglado y esencialmente
temporal de las mismas. Por ello en reciente decisión esta Corte definió el
mecanismo como “una forma de vinculación laboral con el Estado de carácter
precario, mediante la cual, sin mediar un concurso de méritos, se surte un cargo
de carrera administrativa pero sin encontrarse inscrito en ella ni gozar de los
derechos que la misma otorga”585.

La necesaria motivación de los actos de desvinculación de personas en


provisionalidad en la Fiscalía General de la Nación. Síntesis de jurisprudencia.

El estado del régimen de carrera en la Fiscalía General de la Nación ha sido


advertido en varias sentencias de tutela, concedidas por esta Corte de manera
transitoria586, al establecer cómo la entidad declara insubsistentes las
584 Sentencia C-195 de 1994 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa, sobre los parámetros que deben seguirse para determinar en
la administración los cargos de libre nombramiento y remoción como una excepción debidamente justificada.
585 Sentencia C-733 de 2005 M.P. Clara Inés Vargas Hernández. En esta oportunidad la Corte declaró inexequible el
artículo 56 de la Ley 909 de 2004, como quiera que “(..) todos los aspirantes deben concursar en igualdad de condiciones
aún respecto de quienes ocupan los cargos en provisionalidad, los que por tal condición no pueden ser tratados con
privilegios o ventajas, así como tampoco con desventajas, en relación con el cargo que ocupan y al cual aspiran”.
586 Al respecto el siguiente aparte de la sentencia T-131 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño: “(..)cuando lo pretendido es
lograr que por vía de tutela se reintegre a un trabajador a su cargo, esta Corporación ha sido igualmente muy clara en
señalar que la acción de nulidad y restablecimiento del derecho promovida ante la jurisdicción contencioso administrativa,
es la vía judicial por naturaleza para resolver esta petición. Sin embargo, sólo en el evento en que los derechos
fundamentales afectados con dicha desvinculación se encuentren expuestos a un perjuicio irremediable, será la acción de
tutela el mecanismo judicial idóneo para protegerlos de manera transitoria. Pero, recordemos que para considerar que
existe un perjuicio irremediable, deberán coincidir elementos como la inminencia, la impostergabilidad y la gravedad del
260
designaciones en cargos de carrera, desconociendo el Estatuto que rige el
funcionamiento de la entidad y lesionando en grave forma los derechos
fundamentales de los servidores –artículo 13, 40 y 29 C.P.

En decisiones recientes, las Salas Cuarta587, Sexta588, Segunda589 y Primera de


Revisión590, en armonía con la consistente y reiterada jurisprudencia
constitucional en la materia, se pronunciaron sobre la violación de los derechos
fundamentales de las personas vinculadas a la Fiscalía General de la Nación en
cargos de carrera, declaradas insubsistentes, disponiendo su reintegro, “al cargo
que ocupaba antes de su desvinculación o a otro de iguales características”591,
previa la nulidad del acto administrativo expedido sin motivación.

Como puede apreciarse la ratio juris de la reiterada jurisprudencia de esta Corte


que se trae a colación y que exige la motivación del acto de retiro es aplicable
siempre que el retiro del servicio tenga que ver con cargos de carrera, sin que
para el efecto interese que la designación lo hubiere sido en propiedad o en
provisionalidad, en cuanto la estabilidad en los órganos y entidades del Estado
prevista en los artículos 53, 125, 253 de la Carta Política y la prestación de las
funciones públicas con fundamento en los principios constitucionales de la
igualdad, moralidad, eficacia, economía, imparcialidad y publicidad, en los
términos de los artículos 13 y 209 constitucionales, obligan a los nominadores a
tener presentes el mérito y las calidades personales para resolver sobre el
ingreso, el ascenso y la permanencia en los cargos de carrera.

No cabe duda entonces que la falta de motivación del acto que retira del servicio
a una persona que ocupa un cargo de carrera así sea en provisionalidad,
quebranta el artículo 29 de la Carta Política, en cuanto el ordenamiento
constitucional garantiza el debido proceso, lo que presupone que el afectado fue
enterado y pudo actuar en el procedimiento previo a su retiro y conoce las

peligro que se cierne sobre los derechos fundamentales, y por ello estos requieren de un remedio urgente y eficaz que
garantice la protección de los mismos”. En igual sentido la sentencia T-1011 de 2003 M.P. Eduardo Montealegre Lynett,. En
esta oportunidad la Sala Séptima de Revisión negó por improcedente la acción de tutela impetrada contra una Resolución
de insubsistencia dictada por el Fiscal General de la Nación, sin perjuicio de la falta de motivación del acto, como quiera
que “además de contar con otro mecanismo de defensa judicial, no se vislumbra la posibilidad de que el actor esté avocado
a sufrir un perjuicio irremediable”.
587 Sentencia T-031 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño, refiere la decisión, entre otros hechos, que el actor se vinculó a
la Fiscalía General de la Nación “desde el 21 de enero de 1996 como escolta mediante Resolución No. 0-2821 de
diciembre 6 de 1995 (..)” y mediante Resolución del 21 de octubre de 2003 su designación fue declarada insubsistente (..),
señalando además a partir de cuándo dicha resolución tiene vigencia. La brevedad del acto hace más evidente la ausencia
de una motivación para su expedición”.
588 Sentencia T-161 de 2005 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. En esta providencia la Corte resolvió “DEJAR SIN
EFECTOS la Resolución STGR 03839 del 26 de abril de 2004 mediante la cual se declaró insubsistente el nombramiento
de Carlos Iván Mejía Abello en el cargo de Fiscal Delegado ante los Jueces Penales del Circuito Especializados, Unidad
Nacional de Fiscalía Antinarcóticos y de Interdicción Marítima y, en su lugar, ORDENAR al Fiscal General de la Nación que,
si aún no lo ha hecho, en el término de cuarenta y ocho (48) horas a partir de la notificación de esta sentencia, expida una
nueva resolución motivada”.
589 Mediante sentencia T-392 de 2005 M.P. Alfredo Beltrán Sierra la Corte ordenó a la Fiscalía General de la Nación
“DEJAR SIN EFECTOS la Resolución No.02091 del 18 de mayo de 2004, por medio de la cual se desvinculó (..) del cargo
de Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito que desempeñaba en calidad de provisionalidad”.
590 Sentencia T-267 de 2005 M.P. Jaime Araujo Rentería. Reseña la sentencia en cita que mediante “Resolución No.1387
del 26 de junio de 1996, la señora (..) fue vinculada en provisionalidad a la Fiscalía General de la Nación como Fiscal
Delegado ante los Jueces Penales y Promiscuos Municipales de la Dirección Seccional de Fiscalías de Barranquilla;
vinculación que se mantuvo hasta el 1° de julio de 2004, cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de
2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró insubsistente su nombramiento. Agrega la decisión que según
refiere la actora “su desvinculación se produjo cuando se encontraba en una incapacidad de 10 días como consecuencia
de un accidente laboral que sufrió en el año 2000, el cual, además, la colocó en una situación de debilidad manifiesta
puesto que le produjo traumatismos en la columna vertebral que le representan limitaciones para su locomoción. Además,
alega que es madre cabeza de familia porque se encuentra separada y su hijo (..), depende (sic) económicamente de ella
cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de 2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró
insubsistente su nombramiento”.
591 Idem
261
razones que lo motivaron, de manera que podrá ejercer con autoridad los
recursos592.

Parece claro, entonces, que ante una declaratoria de insubsistencia no motivada


corresponde a la jurisdicción de lo contencioso administrativo restablecer el
derecho del afectado al debido proceso, orientado a la nulidad del acto y su
reintegro593, como quiera que la acción de tutela ha sido prevista como un
mecanismo judicial que procede cuando no se tiene otro instrumento para el
restablecimiento de los derechos fundamentales o como mecanismo transitorio
para evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable.

Sin embargo cabe considerar la hipótesis de que no obstante la utilización de la


acción que corresponde, la jurisdicción competente opte por no decretar la
nulidad omitiendo proyectar en su decisión los dictados constitucionales, evento
en el cual, ante la invocación de amparo, corresponde al juez de tutela proteger
los derechos fundamentales vulnerados594.

Ahora bien como se desprende de las consideraciones preliminares de esta


providencia puede afirmarse que la acción que se revisa es procedente, habida
cuenta que el actor reclama sobre una providencia respecto de la cual no cabe
ningún recurso y de conformidad con lo previsto en el artículo 86 superior toda
persona tiene acción de tutela para reclamar contra la vulneración de sus
derechos fundamentales, cualquiera fuere la autoridad pública que los
desconozca, siempre que el ordenamiento no cuente con un procedimiento
eficaz para el efecto595.

Las pretensiones del actor se orientan al restablecimiento de sus derechos


fundamentales a la igualdad, al trabajo y al debido proceso, en razón de que la
Fiscalía General de la Nación declaró insubsistente su designación en el cargo
de Fiscal de la localidad de Sahagún y la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado infirmó la decisión que declaraba la
nulidad del acto y disponía su reintegro a la entidad, a título de restablecimiento.

Ahora bien, no cabe duda que el cargo de Fiscal Delegado ante Jueces
Municipales y Promiscuos de la Dirección Seccional de Fiscalías que ocupaba el
actor es un cargo de carrera dado que i) el artículo 130 de la Ley 270 de 1996
lo dispone expresamente, ii) así lo establecía el artículo 106 del Decreto 261 de
2000 aplicable al actor al momento de su incorporación y iii) en similar sentido se
señala en el artículo 59 de la Ley 938 de 2004.

592 Sentencia SU-250 de 1998 –nota 41-.


593“La Acción de Nulidad y Restablecimiento del Derecho, es el instrumento jurídico específico que puede utilizar el
actor para solicitar de la Jurisdicción Contencioso Administrativo la declaratoria de nulidad del acto administrativo; esto
es, para plantear su pretensión orientada a la pérdida de su eficacia jurídica por la ocurrencia de un vicio que afecta su
validez (ilegalidad, incompetencia, forma irregular, etc..) y que, en consecuencia, se le restablezca en su derecho o se le
repare el daño (..) Esta acción tiene por objeto la protección directa de los derechos subjetivos de la persona amparados
en una norma jurídica y desconocidos por el acto administrativo. En ella se le brindan al actor todas las posibilidades
probatorias para que demuestre la ilicitud del acto acusado y logre que se le restablezca en su derecho o se le repare el
daño” –sentencia T-343 de 2001 M.P. Rodrigo Escobar Gil-.
594 Al respecto consultar entre otras las sentencias C-131 de 1993 M.P. Alejandro Martínez Caballero, C-083 de 1995 M.P.
Carlos Gaviria Díaz, SU-047 de 1999 M(s) P(s) Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero y C-739 de 2001 M.P.
Alvaro Tafur Galvis.
595 Respecto de la derogatoria del artículo 194 del Código Contencioso Administrativo, que preveía la posibilidad de
recurrir en súplica ante la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado contra las sentencias
ejecutoriadas dictadas por cualquiera de las Secciones o Subsecciones de la Corporación, por violación directa de normas
sustanciales, consultar la Ley 954 de 2005.
262
Está probado además que el Fiscal General de la Nación desvinculó al actor del
servicio mediante acto sin motivación y sin actuación previa y es claro también
que la Fiscalía justifica la omisión en que “si bien es cierto que el actor para
ingresar a la Fiscalía presentó examen, también es verdadero que él se sometió
a las reglas del mismo, y en el formato del concurso consta que dicho examen
no fue para ingresar a la carrera.”

Ahora bien, independientemente de los efectos que el Fiscal General haya


resuelto darle a la convocatoria pública realizada por la entidad y atendida por el
actor a principios de 1994, lo cierto es que para proceder a desvincular al actor
del cargo que ocupaba era necesario proferir un acto motivado.

Lo anterior porque -como como se desprende de los apartes preliminares de


esta sentencia y de la síntesis de jurisprudencia en ella efectuada- las
actuaciones del Fiscal General relativas al retiro del servicio comprometen, en si
mismas, los derechos fundamentales del servidor a la igualdad en el desempeño
de cargos y funciones públicas, al trabajo y al debido proceso –artículos 13, 40,
53 y 29 C.P.- por lo que deben ser motivadas.596

- la motivación de los actos administrativos “(..) se orienta al convencimiento de


las partes , eliminando cualquier arbitrariedad y facilitando el saber por qué se
tomó la decisión respectiva, lo cual permite la viabilidad de los recursos (..) pone
de manifiesto la vinculación de la Administración al ordenamiento jurídico (..)
también permite el control de la actividad administrativa por parte de la opinión
pública (..)”597.

- la falta de motivación del “acto del Estado que retira del servicio a una persona
nombrada en interinidad porque aún no se han hecho los concursos para
ingresar a la carrera, es una omisión en contra del derecho porque la motivación
es necesaria para el control de los actos administrativos que facilita la función
revisora de lo contencioso-administrativo, y, por ende, la falta de motivación se
convierte en un obstáculo para el efectivo acceso a la justicia (artículo 229)” 598.

-la “actitud de retirar a una persona del cargo, sin motivar el acto administrativo
correspondiente, ubica al afectado en indefensión”-599.

- “mientras no se configure una justa causa disciplinaria o se convoque el


respectivo concurso de méritos y se provea el cargo mediante tal sistema, un
empleado que ocupe en forma provisional un cargo de carrera no puede ser
separado del mismo en tanto ese hecho pueda atentar contra derechos
fundamentales de la persona, como también compagina con el pensamiento de
la Corporación en cuanto a que la estabilidad laboral, que si bien en si misma
no es un derecho fundamental, no se reduce por el solo hecho de que el
empleado ocupe el cargo en provisionalidad” 600.

596 Ver entre otras las sentencias SU-250/98 M.P. Alejandro Martínez Caballero, T-884/02 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-1216/04 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-031/05 M.P. Jaime Córdoba Triviño, T-161/05 M.P. Marco Gerardo
Monroy Cabra, T-267/05 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-392/05 M.P. Alfredo Beltrán Sierra, T-123/05 M.P. Alvaro tafur
Galvis.
597 Ibidem.
598 Ibidem.
599 Ibidem.
600 Sentencia T-884 de 2002 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
263
Por consiguiente esta Sala tutelará los derechos fundamentales del actor a la
igualdad, al trabajo y al debido proceso porque la Fiscalía General de la Nación
lo desvinculó mediante un acto sin motivación y sin permitirle contradecir y
probar en contra de la decisión, sin que para el efecto interese que la
designación lo hubiere sido en propiedad o en provisionalidad y sin que resulte
necesario entrar a considerar la situación de quienes como el señor Johny
Romero Cardona, estando en similares condiciones que el actor, en cuanto a
condiciones de ingreso y retiro con violación del debido proceso, fue reintegrado
a su cargo previa decisión de la jurisdicción contencioso administrativa, dado
que para conceder la protección que el actor demanda basta considerar las
disposiciones constitucionales que rigen el retiro con sujeción al debido proceso
en los cargos y entidades del Estado en general y en la Fiscalía General de la
Nación en particular –artículos 2°, 6°, 13, 29, 125 y 253 C.P.

Se observa entonces que con el propósito de restablecer los derechos


fundamentales del actor a la igualdad, al debido proceso y al trabajo y reafirmar
la jurisprudencia constitucional relativa i) al carácter reglado y la necesaria
motivación de las actuaciones administrativas que deciden el retiro del servicio
-haya sido la designación en propiedad o en provisionalidad- y ii) atinente al
deber ineludible de hacer realidad la garantías constitucionales, siempre que se
trate de resolver sobre el retiro de un servidor, esta Corte dejará sin efecto la
providencia proferida el 2 de septiembre de 2003 por la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado para resolver el recurso de
súplica y declarar ejecutoriado y en firme el fallo adoptado por la Subsección B
de la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo
de Estado del 23 de Septiembre de 1999 dictado dentro del proceso de Nulidad
y Restablecimiento del Derecho promovido por Antonio Musiri Gutiérrez contra la
Fiscalía General de la Nación.

T-1072 DE 2006601. DEBIDO PROCESO, DEFENSA TÉCNICA Y LIBERTAD DE


PERSONA CONDENADA A PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD SIN
BENEFICIO DE EXCARCELACIÓN QUE FUE JUZGADA COMO REO
AUSENTE SIN HABER CONTADO CON UNA DEBIDA DEFENSA TÉCNICA
AL SER NOMBRADO UN DEFENSOR DE OFICIO QUE NO ERA ABOGADO.

En ninguna parte de las copias que fueron allegadas a este proceso, aparece
referido o consta que el tal defensor hubiere exhibido tarjeta profesional, ni se
cita número alguno. En cambio, como lo certificó la Unidad de Registro Nacional
de Abogados, el señor …, “no se encuentra inscrito como abogado y tampoco se
le ha expedido tarjeta profesional.”

Tampoco se constató que el aludido … poseyera licencia provisional de


abogado, ni actuare como estudiante adscrito a consultorio jurídico, debidamente
facultado.

Si bien la Sala de Casación Penal ha considerado que “no siempre que se


constate que el ejercicio de la defensa técnica ha sido confiada a una persona
que no se encuentra autorizada por la ley, tal irregularidad conllevará
necesariamente la declaratoria de nulidad”, tratándose de una situación como la
ahora considerada, en la misma providencia (sentencia de fecha octubre 19 de
2006, en casación N° 22432, M. P. Javier Zapata Ortiz) agregó:

601M.P. Nilsón Pinilla Pinilla.


264
“Luego, se presenta una de las situaciones a que hizo referencia la Sala
precedentemente, relativas a las falencias que dan lugar a la vulneración
del derecho a la garantía constitucional de la defensa técnica, relativa a que
la persona que actúe como defensor del imputado o procesado debe tener
la condición de abogado, cuya omisión por sí sola constituye una grave
afectación para el derecho a la defensa técnica que impone la declaratoria
de nulidad, en cuanto, los funcionarios judiciales no le aseguraron los
servicios de una persona versada en el conocimiento de la ley, de los
procedimientos y derechos que asistían al inculpado, frente al ejercicio de la
facultad punitiva del Estado.” (No está en negrilla en el texto original.)

No puede aceptarse que haya sido el mismo Estado, a través de una Fiscalía
Local, quien no encomiende la defensa técnica a un profesional autorizado para
asumirla, viciando de nulidad cualquier acto que se haya ejercido con la
asistencia de quien no tiene la calidad de abogado, pero como entre tales actos
se encuentra la propia vinculación del sindicado, como persona ausente a partir
de allí se afecta todo el proceso, por el vicio desde la misma vinculación,
debiendo declararse la nulidad de todo lo actuado desde allí, con la excepción
de las pruebas incorporadas, en el entendido de que puedan ser objeto de
contradicción por la verdadera defensa técnica que se establezca.

En otras palabras, las actuaciones realizadas en el proceso penal seguido por la


Unidad de Fiscalías Delegadas ante los Juzgados Promiscuos Municipales de
Manzanares, Pensilvania y Marquetalia y luego por el Juzgado Promiscuo
Municipal de Marquetalia, con el falso “defensor” …, en el proceso que se
adelantó en ausencia, por la conducta punible de hurto calificado y agravado,
son nulas de pleno derecho (inciso final del artículo 29 de la Constitución).

En síntesis, como se le han vulnerado los derechos al debido proceso, a la


defensa técnica y, consecuencialmente, a la libertad …, toda vez que en el
proceso seguido en su contra se le designó por parte de la Fiscalía como
defensor de oficio a una persona que no es abogado graduado, ni estudiante
inscrito en consultorio jurídico acreditado, ni tenía licencia provisional, quien no
ostentaba por tanto las calidades científico jurídicas para ejercer una defensa
técnica, lo cual constituye una grave y ostensible vía de hecho, esta Sala de
Revisión tomará las siguientes determinaciones.
265

NO ADMISION A TRAMITE DE LAS ACCIONES DE TUTELA CONTRA LAS


PROPIAS DECISIONES DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Y EL
CONSEJO DE ESTADO

Competencia de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria de los consejos


Seccional y Superior de la Judicatura para conocer de la presente acción
de tutela ante la renuencia de la Sección Primera del Consejo de Estado
que dispuso su rechazo602.

Hace más de tres (3) años, la Corte Constitucional se vio abocada a proferir el
auto 004 del 3 de febrero de 2004, posteriormente reiterado en las sentencias T-
272 de 2005603, T-469 de 2005604, T-642 de 2005605 y T-016 de 2006606,
atendiendo la petición elevada por más de cincuenta (50) ciudadanos en la cual
manifestaban a esta Corporación su preocupación porque las distintas salas de
casación de la Corte Suprema de Justicia no admitían a trámite las acciones de
tutela que se presentaban contra sus decisiones y tampoco enviaban la
correspondiente actuación a la Corte Constitucional para la eventual revisión. La
Corte incluso procedió a solicitar la actuación correspondiente, sin embargo, las
distintas salas de casación se negaron a enviarla.

Ello motivó que la Corte Constitucional, como máximo órgano de la jurisdicción


constitucional (inciso 1 del artículo 241 de la Constitución), a fin de impedir que
continuara la violación de los derechos constitucionales de los ciudadanos y no
quedaran sin solución alguna las solicitudes de tutela presentadas,
concretamente para garantizar el derecho de acceso a la administración de
justicia y la tutela judicial efectiva de los derechos fundamentales, resolviera que
los ciudadanos “tienen el derecho de acudir ante cualquier juez (unipersonal o
colegiado), incluyendo una Corporación de igual jerarquía a la Corte Suprema de
Justicia, para reclamar mediante una acción de tutela la protección del derecho
fundamental que consideran violado con la actuación de una Sala de Casación
de dicha Corte”. Como fundamentos de dicha determinación, la Corte
Constitucional expuso:

“Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991


(art. 1º), y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la tutela
procede contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de las
autoridades administrativas, y así lo han reiterado la Corte Constitucional en
sus sentencias sobre la procedencia de la tutela contra providencias
judiciales por vía de hecho y el Consejo de Estado en la sentencia
anteriormente citada, es evidente que lo resuelto por las diferentes Salas de
Casación de la Corte Suprema de Justicia al no admitir a trámite las
acciones de tutela que interponen las personas contra providencia judicial
proferida por una Sala de dicha Corporación, les vulnera su derecho
constitucional fundamental de acceso a la administración de justicia (C.N.,
art. 229) y a obtener la tutela judicial efectiva de sus derechos
fundamentales, de conformidad con los Tratados Internacionales
(Convención Americana de Derechos Humanos, art. 25), y las Opiniones

602 T-117 DE 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.


603 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
604 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
605 M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
606 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
266
Consultivas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (OC-11/90,
OC-16/99).

Pese a lo anterior, no es posible, como regla general, que la respectiva Sala
de Selección disponga lo pertinente sin que las tutelas hubieren surtido el
trámite propio de las instancias.

En estos casos entonces, con fundamento en el artículo 37 del decreto 2591


de 1991, que dispone que son competentes para conocer de la acción de
tutela, a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar
donde ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de
la solicitud, y con el fin de que las personas logren que se pueda disponer lo
pertinente en relación con la revisión de dichas acciones de tutela, los
accionantes tienen el derecho de acudir ante cualquier juez (unipersonal o
colegiado), incluida otra Corporación de igual jerarquía, solicitando la tutela
del derecho fundamental que consideran violado. Es claro que el juez
escogido por el actor o actores no podrá suscitar conflicto de competencia
con la Corte Suprema de Justicia pues es la autoridad que ya con
anterioridad ha resuelto no admitir su trámite.

Tampoco podrá negarse la tutela respectiva con fundamento en la temeridad


o mala fe del accionante, por cuanto para estos casos, al no existir una
decisión de fondo, la vulneración sobreviniente del derecho de acceso a la
administración de justicia justifica la nueva interposición de la acción de
tutela.

Finalmente, es necesario dar un tratamiento igual a otros ciudadanos que


puedan encontrarse en la misma situación aquí advertida. Por ello, para los
casos en que exista la misma situación de vulneración del derecho
fundamental de acceso a la administración de justicia y la no tutela judicial
efectiva de sus derechos fundamentales, los ciudadanos tienen el derecho
de acudir ante cualquier juez (unipersonal o colegiado), incluyendo una
Corporación de igual jerarquía a la Corte Suprema de Justicia, para
reclamar mediante una acción de tutela la protección del derecho
fundamental que consideran violado con la actuación de una Sala de
casación de la Corte Suprema de Justicia.”

Por consiguiente, la Corte estableció que las acciones de tutela presentadas


contra providencias judiciales de las altas corporaciones judiciales que fueran
objeto de rechazo por el mismo órgano, permite a cualquier ciudadano su nueva
presentación ante cualquier juez incluyendo una Corporación de igual jerarquía a
la Corte Suprema o al Consejo de Estado, como la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Seccional o Superior de la Judicatura, para así cumplir
con los fines esenciales del Estado como el “garantizar la efectividad de los …
derechos…consagrados en la Constitución” (art. 2 de la Carta).

Tampoco debe olvidarse que conforme a los tratados internacionales de


derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad estricto
sensu, como la Declaración Universal de Derechos Humanos607, el Pacto

607 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
267
608
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de
Derechos Humanos609, la acción de tutela constituye per se un derecho
fundamental, por lo que la negativa a darle trámite por parte de los máximos
órganos de la jurisdicción ordinaria y contencioso administrativa, implica a su vez
la violación de un derecho fundamental, como lo es gozar de un recurso judicial
efectivo para la garantía de los demás derechos fundamentales610.

Además, la resolución de las acciones de tutela debe darse generalmente a


través de fallos judiciales en los cuales habrá de resolverse sobre la concesión,
negación o improcedencia de la acción, por lo que cualquier otro tipo de decisión
no resulta en principio conforme al mandato constitucional del artículo 86 y
desconoce el deber constitucional de administrar justicia611.

En consecuencia, atendiendo que en el presente caso la Sección Primera del


Consejo de Estado procedió en auto del 7 de abril de 2006 a rechazar la acción
de tutela, su conducta legitimó constitucionalmente a la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Seccional y Superior de la Judicatura para entrar a
conocer y resolver esta acción de tutela para garantía de los derechos de acceso
a la administración de justicia y la tutela judicial efectiva de los derechos
fundamentales.

608 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo,
aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
609 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
610 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
611 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
268

DECISION COMPLEMENTARIA O SENTENCIA DE REEMPLAZO ADOPTADA


POR LA CORTE CONSTITUCIONAL AL ESTAR EN CAPACIDAD DE HACER
CUMPLIR SUS PROPIAS ORDENES CUANDO HAN SIDO DESACATADAS.
RECONOCIMIENTO DE PLENO VALOR DE DECISION PROFERIDA POR EL
JUEZ DE TUTELA (TRIBUNAL).

Auto 010 de 2004612

Intervención y adopción de decisiones directamente por la Corte


Constitucional que aseguren el cumplimiento de sus fallos ante renuencia
de la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia

Los fallos de tutela. Su cumplimiento y el procedimiento para hacerlos efectivos.


Según lo ha venido señalando esta Corporación, aun cuando el artículo 86
Superior le otorgue a la acción de tutela un carácter subsidiario y residual frente
a los medios ordinarios de defensa, la misma se constituye en el principal y más
efectivo mecanismo de protección de los derechos constitucionales
fundamentales y de los directamente conexos con éstos, no solo por el hecho de
haber sido concebida con el propósito específico de garantizar la vigencia
efectiva de tales derechos, sino además, por las condiciones especiales que el
ordenamiento jurídico le ha reconocido para asegurar su eficaz ejercicio y
desarrollo. La consagración de la acción de tutela, como medio judicial especial
para la defensa de los derechos y libertades fundamentales de los nacionales y
extranjeros en Colombia, ha venido a constituir, sin lugar a dudas, una de las
innovaciones y de los logros más importantes atribuidos a la reforma
constitucional de 1991. Las condiciones en que ha sido concebida buscan
garantizar que, en forma ágil y oportuna, el funcionamiento del Estado se de
dentro de las pautas trazadas por la voluntad constituyente, evitando que las
autoridades públicas utilicen el poder para servir a intereses que no sean los
propios de la comunidad y de cada uno de sus miembros, desconociendo las
garantías ciudadanas reconocidas por la Constitución.

Como es sabido, por disposición del constituyente, el objeto de la acción de


tutela se concentra en brindar una protección “inmediata” de los derechos
fundamentales, cuando éstos han sido violados o amenazados por “cualquier
autoridad pública” o por los particulares en los casos que determine la ley.
Examinada desde esa óptica, comporta el medio judicial expedito para
salvaguardar tales garantías del uso arbitrario del poder, sin que resulte
relevante la autoridad de la cual procede la afectación - administrativa, legislativa
o judicial -, ya que el amparo constitucional es predicable de todos los servidores
del Estado sin excepción, e incluso, según se expresó, de ciertos particulares.
Para cumplir su finalidad, la propia Constitución Política (art. 86) establece como
reglas básicas, las siguientes: (i) que el procedimiento que corresponde a esta
acción sea preferente y sumario; (ii) que la acción pueda ser interpuesta
directamente por la persona afectada o por quien actúe a su nombre; (iii) que
pueda promoverse en todo momento y lugar ante cualquier juez de la República,
incluyendo los altos tribunales - con excepción de la Corte Constitucional -; y (iv)
que sea fallada por la autoridad judicial competente dentro de los diez días
siguientes a la presentación de la solicitud. Igualmente, prevé el precitado
ordenamiento (v) que en caso de accederse a la tutela, la decisión debe consistir
en una orden para que aquel respecto de quien se ha interpuesto el amparo
612 M.P. Rodrigo Escobar Gil.
269
actúe o se abstenga de hacerlo; y (vi) que el fallo es de inmediato cumplimiento,
sin perjuicio de que pueda ser impugnado y posteriormente sometido al trámite
de la Revisión eventual ante la Corte Constitucional.

De acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que


persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los derechos,
tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el particular que
haya sido declarado responsable de la amenaza o violación, debe cumplir la
orden encaminada a la protección de los derechos fundamentales en los
términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí señalado. El
incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática de la Carta. Por
una parte, en cuanto frusta la consecución material de los fines esenciales del
Estado, como son la realización efectiva de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Carta, el mantenimiento de la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°). Y por la otra, en cuanto
dicha omisión contraría, además de las normas constitucionales que regulan la
acción de tutela y el derecho infringido, también aquellas que reconocen en el
valor de la justicia y en los derechos al debido proceso y al acceso efectivo a la
administración de justicia, pilares fundamentales del modelo de Estado Social de
Derecho (arts. 29, 86 y 230).

Tratándose de los derechos al debido proceso y al acceso a la administración de


justicia, su violación se consuma en estos casos, en razón a que el
incumplimiento del fallo de tutela no permite consumar el objetivo propuesto con
su consagración constitucional, cual es “el compromiso estatal de lograr, en
forma real y no meramente nominal, que a través de las actuaciones judiciales
se restablezca el orden jurídico y se protejan las garantías personales que se
estiman violadas”613. En ese mismo marco, el desconocimiento de una sentencia
de tutela que se encuentre en firme, sea dictada por el juez de instancia o por la
Corte Constitucional en Revisión, también contraviene notablemente el valor de
la cosa juzgada constitucional y con ello la seguridad jurídica que le es
inmanente, ya que la omisión de su cumplimiento afecta la garantía de confianza
que tienen los ciudadanos sobre cuál ha de ser la actuación de las autoridades o
de los particulares frente a situaciones derivadas de la aplicación del derecho
vigente; particularmente, de la aplicación del derecho emanado directamente de
la Constitución Política.

Según lo ha sostenido esta Corporación614, la garantía del cumplimiento de las


órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los jueces de
instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener un claro
fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo en el derecho
internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan sólo algunos ejemplos,
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 2°) y la Convención
Americana de Derechos Humanos (art. 25), incorporados al orden interno
mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de 1972, respectivamente, además de
exigirle a los Estados partes la implementación de un recurso sencillo, efectivo y
breve que ampare los derechos fundamentales, también los obliga a “garantizar
el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se
haya estimado procedente el recurso”. Cabe destacar que, en Colombia, para el
613 Sentencia C-426 de 2002
614 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión y Sentencia SU-1158 de 2003, ya citada, entre otras.
270
efectivo cumplimiento de los fallos de tutela, el Decreto 2591 de 1991,
reglamentario de esta acción, ha establecido un procedimiento específico y
concordante con el espíritu de las normas constitucionales que regulan la
materia (arts. 86 y 241), pues, en palabras de la Corte, “no tendría sentido que
en la Constitución se consagraran derechos fundamentales si, aparejadamente,
no se diseñaran mecanismos por medio de los cuales dichos derechos fuesen
cabal y efectivamente protegidos.”615

En esa línea, el artículo 3° del citado estatuto se refiere a los principios que
gobiernan el trámite de la acción de tutela, señalándose que ésta debe
desarrollarse con arreglo a los principios de “publicidad, prevalencia del derecho
sustancial, economía, celeridad y eficacia”; los cuales a su vez - lo dijo esta
Corporación- “guardan una relación directa con la orden urgente que debe dar
una sentencia cuando reconoce que se ha violado un derecho fundamental” 616, y
además, en virtud de la informalidad, permiten la utilización por parte del juez de
“procedimientos no registrados, siempre y cuando apunten a que se haga
efectivo el derecho material”617. Por su parte, los artículos 23, 27 y 52 del mismo
decreto se refieren al contenido que deben tener los fallos de tutela, a las
garantías de su cumplimiento y a las sanciones derivadas de su eventual
inobservancia.

En ese orden, El primero (art. 23) establece que cuando la solicitud vaya dirigida
contra una acción de autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá por objeto
“garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado anterior
a la violación, cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si lo impugnado es
la denegación de un acto o una omisión, el fallo tendrá que ordenar su
realización o desarrollar la acción adecuada, y en caso de que la autoridad no
expida el acto administrativo, el juez deberá disponer lo necesario “para que el
derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento de tratarse de
una actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el deber de ordenar
su inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza, violación,
perturbación o restricción. En su último inciso, la norma le otorga competencia al
juez para que, de todas maneras, establezca los demás efectos del fallo según
las condiciones imperantes en el asunto sometido a juicio.

El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la tutela,
la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora, precisando
que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del responsable para que
lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario en su contra. Si el
superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le permite a la autoridad
judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su contra y “adopta[r]
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del mismo”, pudiendo
sancionar por desacato al responsable y al superior hasta que den cumplimiento
al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo caso, “el juez establecerá los
demás efectos del fallo para el caso concreto y mantendrá la competencia hasta
que esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”.

Finalmente, el tercero (art. 52) se ocupa del incidente de desacato, ordenando


que quien incumple la orden judicial de tutela será sancionado “con arresto
615 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado.
616 Sentencia SU-1158 de 2003.
617 Sentencia Ibídem.
271
hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”;
sanción que debe imponer el mismo juez de amparo mediante trámite incidental,
y que será consultada al superior jerárquico quien le compete decidir dentro de
los tres días siguientes si cabe revocar o no la sanción.

Es de precisarse, siguiendo el contenido de los anteriores preceptos, que la


garantía y efectividad del cumplimiento de las sentencias de tutela exigen del
juez constitucional la adopción de todas las medidas que sean conducentes para
obtener la protección real y efectiva de los derechos fundamentales afectados, lo
cual debe hacer sin perjuicio de las sanciones que imponga a las autoridades
incumplidas por haber incurrido en desacato. De acuerdo con la interpretación
constitucional, “resulta perfectamente posible y válido que se adopten las
medidas indispensables para garantizar el cumplimiento efectivo de una
sentencia de tutela, sin entrar a analizar si es predicable responsabilidad
subjetiva de la autoridad que presuntamente incumple una orden tendiente a la
protección de los derechos fundamentales”618. Y es que, si bien en forma
paralela al cumplimiento de la decisión cabe iniciar el tramite de desacato, este
último procedimiento no puede desconocer ni excusar la obligación primordial
del juez constitucional, cual es la de hacer cumplir integralmente la orden judicial
de protección. Como lo afirmó esta Corporación en la Sentencia T-458 de 2003,
“el trámite del cumplimiento [del fallo] no es un prerrequisito para el desacato, ni
el trámite de desacato es la vía para el cumplimiento. Son dos cosas distintas el
cumplimiento y el desacato. Puede ocurrir que a través del trámite de desacato
se logre el cumplimiento, pero esto no significa que la tutela no cumplida sólo
tiene como posibilidad el incidente de desacato.” Las diferencias entre
cumplimiento y desacato fueron fijadas por la Corte en la Sentencia T-744 de
2003, en los siguientes términos:

“i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional; el


desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de creación
legal.

ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la exigida


para el desacato es subjetiva.

iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la sentencia


se basan en los artículos 23 y 27 del decreto 2591 de 1991. La base legal
del desacato está en los artículos 57 y 27 del mencionado decreto. Es decir
que en cuanto el respaldo normativo, existen puntos de conjunción y de
diferencia.

iv) El desacato es a petición de parte interesada, el cumplimiento es de


oficio, aunque

v) Puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio Público.”

Así, independientemente de las sanciones a que haya lugar, la autoridad judicial


a quien corresponde velar por la eficacia y efectividad de la orden de tutela, esta
en la obligación -irrenunciable- de adelantar todas las gestiones pertinentes y de
agotar cada uno de mecanismos judiciales que ofrece el ordenamiento jurídico,
para lograr el objetivo de protección inmediata a que hace referencia específica
el artículo 86 Superior. El cumplimiento y el desacato son en realidad dos
618 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
272
instrumentos jurídicos diferentes, que a pesar de tener el mismo origen -la orden
judicial de tutela- y tramitarse en forma paralela, en últimas persiguen distintos
objetivos: el primero, asegurar la vigencia de los derechos fundamentales
afectados, y el segundo, la imposición de una sanción a la autoridad que ha
incumplido el fallo. En consecuencia, tratándose del cumplimiento de la
sentencia, el juez analizará en cada caso concreto si se acató la orden de tutela
o no, de manera que si la misma no ha sido obedecida o no lo ha sido en forma
integral y completa, aquél mantiene la competencia hasta lograr su cabal y total
observancia, aun a pesar de estar agotado el incidente de desacato.

Autoridad competente para hacer cumplir los fallos de tutela. La Corte


Constitucional está en capacidad de hacer cumplir directamente sus ordenes
cuando las mismas no han sido acatadas. Interpretando el contenido de los
artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de 1991, la jurisprudencia constitucional viene
sosteniendo que, como principio general, es competencia de los jueces de
primera instancia velar por el cumplimiento de los fallos de tutela, aplicando el
procedimiento y las medidas descritas en los artículo 23, 27 y 52 del precitado
estatuto, aun en los casos en que la decisión es tomada por el juez de segundo
grado o por la Corte Constitucional en sede de revisión. Las razones para
afirmar la competencia del a quo en el cumplimiento del fallo de tutela y en el
tramite del incidente de desacato, fueron suficientemente explicadas por este
Tribunal en el Auto 136A de 2002. En dicha providencia se sostuvo que uno de
los motivos tiene que ver con la plena eficacia de la garantía procesal del grado
jurisdiccional de consulta, en la medida en que el incidente de desacato prevé
una sanción y la consecuente revisión automática por el superior de quien la
ordenó, procedimiento que sería nugatorio si el que la impone no tiene superior
jerárquico. El segundo se relaciona con el principio de igualdad material, pues si
la competencia se determina por las circunstancias del caso concreto,
habilitándose al juez que profirió la orden de amparo, se generaría un trato
diferencial para las partes ya que mientras en unos casos la competencia estaría
en el juez de primera instancia, en otros estaría en el de segunda e incluso en la
propia Corte Constitucional. Finalmente, la tercera causa esta basada en el
desconocimiento del principio de inmediación que también irradia el proceso de
tutela, en el entendido que cuando la competencia para tramitar el desacato
recae en el ad quem, éste no se encuentra del todo vinculado con el trámite de
la acción.

No obstante lo anterior, ha aclarado la jurisprudencia que el hecho de haberse


radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para velar por
el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no significa, en manera alguna,
que la Corte Constitucional no este en capacidad de hacer cumplir directamente
sus ordenes cuando las mismas no han sido acatadas. En estas circunstancias
especiales, “la Corte conserva una competencia preferente, similar a la de la
Procuraduría General de la Nación en el campo disciplinario”619, de forma tal que
se encuentra plenamente habilitada para intervenir en el cumplimiento y
obedecimiento de sus propias decisiones, “ora porque el juez a quien le compete
pronunciarse sobre el cumplimiento de la sentencia dictada por ella no adopta
las medidas conducentes al mismo, ya porque el juez de primera instancia ha
ejercido su competencia y la desobediencia persiste”620. Considerando que la
eficacia de las garantías individuales constituye un principio fundante en el
modelo de Estado social de derecho, y a su vez un factor legitimante de las
619 Auto Ibídem
620 Auto Ibídem.
273
decisiones judiciales y del acceso a la justicia, la Corte Constitucional, como
guardiana de la integridad y supremacía de la Carta Política, se encuentra
obligada a adoptar las medidas que sean necesarias para impedir que tales
garantías resulten del todo nugatorias y se queden sin la respectiva protección
judicial.

En su condición de máximo Tribunal de la jurisdicción constitucional y órgano de


cierre de la misma, la Corte “[t]iene la supremacía cuando funcionalmente se
ejercita dicha jurisdicción por los jueces y magistrados”621, por lo que mantiene
competencia para hacer efectivas sus propias decisiones. En ese entendido, lo
dijo la Corporación en la Sentencia C-802 de 2002 y lo reiteró luego en la
Sentencia SU-1158 de 2003, ninguna autoridad perteneciente a la misma
jurisdicción constitucional puede desconocer la competencia del órgano que la
Constitución señala como garante de su eficacia en todos los órdenes, y menos
de entrar a suscitar conflictos de competencias en asuntos propios y exclusivos
de esa jurisdicción. Como órgano límite, en ejercicio de la supremacía no solo
funcional sino también jerárquica, puede entonces la Corte adoptar medidas
adicionales para proteger efectivamente los derechos por ella tutelados, dando
aplicación a los artículos 3° y 27 del precitado Decreto 2591 de 1991, que
ordenan desarrollar el proceso de tutela con base en los principios de
prevalencia del derecho sustancial, celeridad y eficacia, y que le permiten al juez
constitucional, en este caso a la Corte, “manten[er] la competencia hasta que
esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”.

Es de señalarse que, de acuerdo con la jurisprudencia constitucional, la Corte


esta en capacidad de ejercer la competencia siempre que se cumplan las
siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una sentencia
emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el amparo
solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte imperioso
salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento constitucional y (iii)
[que] la intervención de la Corte sea indispensable para la protección efectiva de
los derechos fundamentales vulnerados o amenazados”622. En ejercicio de esa
competencia, la Corte es autónoma, tanto para determinar la oportunidad en la
cual interviene, es decir, si lo hace antes o después del juez de primera
instancia, como para definir que tipo de medidas son las adecuadas al propósito
de dar cumplimiento al fallo. Ello, “porque de constatarse el desacato la
consecuencia sería la sanción del sujeto desobediente más no necesariamente
la protección efectiva de los derechos fundamentales vulnerados o
amenazados”623. Como ya se ha expresado con insistencia, la efectividad de los
derechos conculcados se logra en ciertos eventos a través de la adopción de
medidas adicionales a la sanción por desacato, al ser este incidente insuficiente
para hacer cumplir la orden proferida por el órgano límite de control
Constitucional.

Atendiendo a las condiciones fijadas, es preciso anotar que una de las


situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado para
adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus fallos,
se presenta en los casos en que la autoridad judicial renuente a obedecer la
decisión es una alta corporación de justicia; generalmente, respecto de acciones
621 Cfr. Sentencia SU-1158 de 2003.
622 Auto Ibídem.
623 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
274
de tutela que se promueven en contra de algunas de sus decisiones por haber
incurrido en vía de hecho, negándose aquellas a modificar el pronunciamiento en
los términos señalados por la Sentencia de Revisión. En estos eventos, la
intervención del tribunal constitucional se torna indispensable, pues es conocido
por todos que las altas cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva
jurisdicción y, por tanto, no encuentran en el juez de tutela de primera instancia
el funcionario idóneo para conminarlas al cumplimiento de la decisión
desobedecida, y tampoco el competente para tramitar el correspondiente
incidente de desacato.

Siguiendo la línea de interpretación fijada por la doctrina constitucional624,


cuando la Corte tiene conocimiento en relación con el incumplimiento de la
sentencia, “puede solicitar nuevamente el expediente o los expedientes que
contienen las sentencias de tutela que la Corporación haya proferido, para hacer
cumplir su fallo, tomando determinaciones que cobijan inclusive a intervinientes
que han citado dentro del expediente de tutela a fin de que no se quede escrita
la protección al derecho fundamental”625.Y dentro de las medidas a adoptar en
estos casos, se cuentan la de proceder a dictar una sentencia de reemplazo si
no existe otra forma de hacer cumplir lo ordenado626, o en su defecto, la de tomar
una decisión complementaria al fallo incumplido que haga cesar la violación de
los derechos fundamentales, como puede ser, sin modificar lo ya resuelto, la de
dejar en firme la decisión judicial que fue revocada por la alta Corporación de
justicia en ejercicio de su competencia funcional, cuando a juicio de la Corte
Constitucional aquella interprete en debida forma el criterio sentado en la
respectiva sentencia de Revisión y garantice la protección de los derechos
conculcados por la alta Corporación.

Esta última opción encuentra antecedentes específicos en el derecho


comparado y concretamente en el derecho español. Ciertamente, con ocasión
del recurso de amparo constitucional promovido contra una sentencia del
Tribunal Supremo que puso fin a un proceso de filiación y pruebas biológicas, el
Tribunal Constitucional Español, en la Sentencia del 7 de enero de 1994,
resolvió anular la decisión de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y dejar en
firme la sentencia proferida por su inferior jerárquico, la Audiencia Provincial. En
el fundamento jurídico octavo de la citada providencia, luego de advertir la
violación por parte de la providencia del Tribunal Supremo, sostuvo el órgano de
control constitucional que una manera de garantizar el derecho de la
demandante a un proceso sin dilaciones indebidas, era perfilar el fallo de
amparo de tal manera que sólo se anularan aquellas decisiones judiciales que
directa e inequívocamente habían infringido el derecho fundamental reclamado,
restableciendo los efectos de aquella que garantizaba su ejercicio. En cuanto
llegó a la conclusión que ello ocurría solo en el caso de la sentencia del Tribunal
Supremo, tomó la decisión advertida: anular el fallo del máximo órgano de la
jurisdicción ordinaria y dejar en firme el que había sido revocado por éste.

Al margen de lo anterior, en procura de hacer realidad la orden de protección


incumplida por una alta corporación de justicia, también en nuestro derecho

624 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
625 Sentencia SU-1158 de 2003.
626 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de
2003, al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho
a la pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
275
interno se ha acudido al expediente de reestablecer la vigencia de la decisión
reemplazada con la providencia declarada nula en vía de tutela. Recientemente,
a propósito del incumplimiento de la Sentencia T-1306 de 2001, que dejó sin
efectos un fallo de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia y le ordenó a
ésta dictar sentencia de reemplazo, la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de
la Judicatura de Cundinamarca, en su condición de juez de tutela de primera
instancia, mediante proveído del 22 de mayo de 2002, decidió “DECLARAR
VIGENTE formal y materialmente la sentencia del juzgado 6° Laboral del Circuito
de la ciudad de Bogotá, del 10 de febrero de 1999...”; en el entendido que ésta
interpretaba en debida forma el contenido de la sentencia de amparo
desacatada. Invocándose una presunta vía de hecho, contra la decisión del
Consejo Seccional se formuló acción de tutela, la cual fue finalmente denegada
por la Corte Constitucional en la Sentencia SU-1158 de 2003, al considerar que
esa autoridad judicial se limitó cumplir con su deber constitucional de hacer
efectiva la orden dada por el máximo órgano de la jurisdicción constitucional.

Por lo tanto, tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de
hacer cumplir sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos
fundamentales, se repite, es posible que la Corte Constitucional, e incluso el juez
de tutela de primera instancia, adopten como medida de cumplimiento la de
adicionar la sentencia de Revisión que no es acatada por una alta corporación,
manteniendo incólume la decisión que ordenó anular la providencia incursa en la
vía de hecho, y procediendo a declarar conforme a la Constitución y
debidamente ejecutoriado el fallo de instancia, en caso de que éste sea
consecuente con los criterios descritos por el tribunal constitucional en la
decisión desacatada. En este supuesto, cuando la orden de protección es
dictada por la Corte Constitucional, la mencionada medida de cumplimiento
puede ser adoptada directamente en la Sentencia, o con posterioridad a la
misma según lo determinen las circunstancias fácticas del caso.

Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos el
juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de otras
jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión. Obsérvese
como, si el juez constitucional es competente para revisar la aplicación del
derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga
por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en que éstas
resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías fundamentales, resulta
válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional de la Constitución y
dentro del marco de sus atribuciones, adopte los correctivos pertinentes, tanto
para impedir que la aludida arbitrariedad o irrazonabilidad continúe lesionando
los derechos invocados, como para asegurar su total reivindicación cuando la
orden de protección no es obedecida por la autoridad responsable.

Auto 045 de 2004627

627 M.P. Rodrigo Escobar Gil


276
Solicitudes relacionadas con el Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004,
por el cual se complementó la Sentencia SU-1185 de 2001-

Según lo ha venido explicando esta Corporación, a partir del objetivo que


persigue la acción de tutela, y que se concreta en la defensa y protección
inmediata de los derechos fundamentales, constituye un imperativo
constitucional el que las decisiones que se adopten en desarrollo de tales
procesos deban cumplirse y acatarse sin excepción. En ese propósito, el
Decreto 2591 de 1991 (arts. 23, 27 y 52), desarrollando las disposiciones
superiores que se refieren al mecanismo de amparo (arts. 86 y 241), ha
diseñado un procedimiento específico que busca garantizar el efectivo
cumplimiento de sus fallos. Conforme con las directrices trazadas en el Decreto
2591 de 1991, la garantía y efectividad del cumplimiento de las sentencias de
amparo exigen del juez constitucional una actuación de doble vía: (i) la primera,
de naturaleza objetiva y consustancial a la vigencia del mecanismo de amparo,
la cual se concreta en la adopción de todas las medidas que sean necesarias
para lograr la protección real y efectiva de los derechos fundamentales
protegidos por la orden judicial (arts. 23 y 27); y (ii) la segunda, esencialmente
subjetiva, materializada en la imposición de sanciones a las autoridades o
particulares que se hayan resistido a su cumplimiento, lo que incluye tramitar el
respectivo incidente de desacato (arts. 37 y 52).

En torno a estas dos actuaciones, en reciente decisión la Corte precisó que el


cumplimiento del fallo y el desacato “son en realidad dos instrumentos jurídicos
diferentes, que a pesar de tener el mismo origen -la orden judicial de tutela- y
tramitarse en forma paralela, en últimas persiguen distintos objetivos: el primero,
asegurar la vigencia de los derechos fundamentales afectados, y el segundo, la
imposición de una sanción a la autoridad que ha incumplido el fallo” 628. Bajo esa
premisa, en la misma providencia se sostuvo que, “si bien en forma paralela al
cumplimiento de la decisión cabe iniciar el trámite de desacato, este último
procedimiento no puede desconocer ni excusar la obligación primordial del juez
constitucional, cual es la de hacer cumplir integralmente la orden judicial de
protección”629. Por ello, sin perjuicio de que se sancione o no al funcionario
obligado a obedecer el fallo, el juez constitucional tiene el deber de asegurar su
total cumplimiento si ello no ha ocurrido por vía del desacato, ya que en ciertos
eventos la efectividad de los derechos conculcados se logra “a través de la
adopción de medidas adicionales a la sanción por desacato, al ser este incidente
insuficiente para hacer cumplir la orden proferida…”630

Aun cuando en principio la jurisprudencia constitucional ha radicado en cabeza


del juez de tutela de primera instancia la competencia para velar por el
cumplimiento de los fallos y para tramitar el incidente de desacato, en
cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 27 del Decreto 2591 de 1991, la propia
doctrina de esta Corporación viene sosteniendo que la Corte Constitucional, en
ejercicio de sus funciones constitucionales y legales, y como máximo Tribunal de
la Jurisdicción Constitucional, mantiene competencia para hacer efectivas sus
propias decisiones, y en ese orden, para adoptar las medidas adicionales
tendientes a garantizar la vigencia de los derechos fundamentales por ella
protegidos en cada caso concreto. De este modo, aun cuando continúa en

628 Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004, Expediente de tutela T-373655, correspondiente a la Sentencia SU-1185
de 2001,
629 Auto Ibídem.
630 Auto Ibídem.
277
cabeza del a quo la competencia para imponer las sanciones que genere el
incumplimiento de las decisiones de la Corte, cuando ello es insuficiente para
asegurar su plena observancia, esta última se encuentra habilitada para imponer
los correctivos adicionales que se requieran en pro de lograr el objetivo de
cumplimiento.

Aplicando estos criterios al caso concreto, cabe recordar que, mediante Auto del
17 de febrero de 2004, y dentro del propósito de lograr el obedecimiento de la
Sentencia SU-1185 de 2001, la Corte decidió declarar conforme a la Carta y
debidamente ejecutoriada, la Sentencia dictada por la Sala Laboral del Tribunal
Superior de Bogotá . Visto el informe remitido considera la Corte que la entidad
pública no ha dado estricto cumplimiento a la orden proferida por esta
Corporación en el Auto del 17 de febrero de 2004. Por tanto, sin perjuicio del
incidente de desacato que deba tramitar la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura de Cundinamarca como juez de tutela de
primera instancia, esta Corporación mantiene competencia para pronunciarse al
respecto, ya que aun no ha sido posible garantizar la vigencia y efectividad de
los derechos fundamentales al debido proceso e igualdad de trato del
accionante, amparados por la Corte en la Sentencia SU-1185 de 2001.

Auto 141 B de 2004631

Sentencia SU-120/03. Solicitud de cumplimiento de la decisión adoptada para


resolver las acciones de tutela instauradas contra la Sala de Casación Laboral
de la H. Corte Suprema de Justicia

El artículo 86 de la Constitución Política confiere al Juez constitucional la


competencia que demanda el restablecimiento real y efectivo de los derechos
fundamentales de los asociados, quebrantados por acción u omisión de las
autoridades públicas o de los particulares -en los casos que la norma señala-, y
el Decreto 2591 de 1991 enuncia algunas de las medidas que pueden tomarse
“para garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho”, y a su vez sancionar
a quien se abstiene de cumplir con las órdenes de restablecimiento. Por ello en
reiterada jurisprudencia esta Corporación ha distinguido632 las medidas
destinadas a restablecer los derechos conculcados, mediante acciones dirigidas
a que cesen efectivamente los actos o actuaciones que dan lugar a la
conculcación, de las indemnizaciones costas y sanciones, así que “resulta
perfectamente posible y válido que se adopten las medidas indispensables para
garantizar el cumplimiento efectivo de una sentencia de tutela, sin entrar a
analizar si es predicable responsabilidad subjetiva de la autoridad que
presuntamente incumple una orden tendiente a la protección de los derechos
fundamentales”633.

Dentro del anterior contexto, sin perjuicio de las competencias de otras


autoridades para aplicar las medidas sancionatorias previstas en el Decreto
2591 de 1991 y resolver sobre responsabilidades, indemnizaciones y costas,
esta Corporación se ha concentrado, en los casos de incumplimiento de sus
decisiones, en las medidas que hacen cesar la conculcación, y ha reiterado que
éstas pueden tomarse “hasta que esté completamente restablecido el derecho o

631 M.P. Alvaro Tafur Galvis.


632 Sobre la distinción entre cumplimiento de las órdenes de tutela y las sanciones a las autoridades y particulares
renuentes se pueden consultar, entre otras, las sentencias T-744 y T-458 de 2003.
633 Auto 1459 A-03, 6 de agosto de 2003, solicitud de cumplimiento de la sentencia T-658 de 1998.
278
eliminadas las causas de la amenaza” –artículo 27-. Ahora bien, son varias las
alternativas que se desprenden de las facultades de restablecimiento que
confieren al juez de tutela el artículo 86 de la Carta y el Decreto 2591 de 1991,
entre ellas la adición de la decisión inicial, a fin de darle pleno efecto a la
vinculación de quienes no quedaron expresamente incursos en las
consecuencias que acarrea el incumplimiento, estando comprometidos con la
conculcación y por ende con el acatamiento irrestricto e incondicional de las
órdenes emitidas.

Auto 249 de 2006634

Corresponde a la Corte Constitucional velar por el cumplimiento de sus


decisiones en materia de tutela.

De conformidad con lo prescrito en los artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de


1991, la jurisprudencia constitucional ha sostenido que la competencia para
hacer cumplir los fallos de tutela, incluso tratándose de sentencias de segunda
instancia o de aquellas proferidas por la Corte Constitucional en sede de
revisión, radica, prima facie, en cabeza de los jueces de primera instancia.

No obstante lo anterior, la jurisprudencia ha precisado 635 que el hecho de


haberse radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para
velar por el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no quiere decir que la
Corte Constitucional no sea competente en algunos casos para hacer cumplir
directamente sus órdenes cuando las mismas no han sido acatadas. Es decir
que en ciertas circunstancias especiales, la Corte conserva la competencia
preferente, de forma tal que se encuentra habilitada para intervenir en el
cumplimiento de sus propias decisiones, “ora porque el juez a quien le compete
pronunciarse sobre el cumplimiento de la sentencia dictada por ella no adopta
las medidas conducentes al mismo, ya porque el juez de primera instancia ha
ejercido su competencia y la desobediencia persiste”636 (Subrayas fuera del texto
original).

Esta posibilidad de que la Corte Constitucional reasuma la competencia para


asegurar el cumplimiento de una decisión de tutela tiene carácter excepcional y
se ha aplicado en circunstancias especiales, cuando ha habido manifiesto
incumplimiento de las decisiones de tutela, sin que los jueces de primera
instancia hayan podido adoptar las medidas que hagan efectiva la orden de
protección, o dichas medidas han sido insuficientes o ineficaces637, o cuando, en
presencia de un estado de cosas inconstitucional, que afecta a un conjunto
amplio de personas, se han emitido órdenes complejas, para cuya efectividad es
necesario un permanente seguimiento y la adopción de nuevas determinaciones,
de acuerdo con las circunstancias de una situación que se prolonga en el
tiempo.638

- En efecto, desde las sentencias T-458 de 2003 y la T-744 de 2003 (M.P. Marco
Gerardo Monroy Cabra) la Corte expresó que a este Tribunal le corresponde
velar por el cumplimiento de sus decisiones en materia de tutela. Se dijo en

634 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.


635 Auto No.96 B de 2006 M. P. Humberto Sierra Porto
636 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
637 Caso Cadena Antolinez, Autos 010, 045 de 2004 y 184 de 2005
638 Caso desplazados, Autos 050 185 de 2004, 176 y 177 de 2005
279
esas ocasiones que si el incumplimiento proviene de las Corporaciones que son
superiores en la respectiva jurisdicción, y, en consecuencia, la Corte
Constitucional, como cabeza de la jurisdicción constitucional, defensora de la
integridad de la Constitución Política, hace cumplir la orden, siempre y cuando
haya sido la Corte Constitucional la que concedió la tutela. Esta competencia se
sustenta en el efecto útil de las sentencias y en el artículo 23 del decreto 2591 de
1991 al cual no se le puede dar una interpretación restrictiva.

- En la Sentencia SU-1158 de 2003 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra) la Corte


sostuvo en la misma línea que si quienes incumplen, como ocurre en la presente
tutela son los Magistrados de las Altas Cortes y se da la orden de proferir una
sentencia de reemplazo o de adoptar una decisión judicial que haga cesar la
violación a los derechos fundamentales, la alternativa es clara: el juez de
primera instancia, en la tutela, toma todas las medidas adecuadas para que se
cumpla el derecho, o el juez de revisión directamente las toma en la propia
sentencia o reasumiendo la competencia.

- El Auto 235 de 3003 (M.P. Eduardo Montealegre Lynett) igualmente señaló que
cuando la Corte Constitucional ha seleccionado una decisión de tutela para su
revisión, se ha introducido un elemento nuevo en el trámite de la tutela, cual es
la posibilidad de que las decisiones de instancia sean confirmadas o revocadas,
por distintas razones constitucionales, en función a la competencia de la Corte
Constitucional. En tales circunstancias, no se está frente a la decisión de un juez
dentro del trámite de la tutela, sino a una decisión de la máxima autoridad
judicial en materia constitucional, cuya decisión trasciende el caso concreto (por
razón de la función de unificación de jurisprudencia), de manera que la efectiva
protección del derecho, además de satisfacer una pretensión subjetiva, guarda
estrecha relación con la integridad y supremacía de la Constitución, de suerte
que es posible que el ejercicio de la función de la Corte Constitucional no se
agote con la sentencia que dicte en materia de tutela, sino que la guarda de la
integridad y supremacía constitucional únicamente se logre con la verificación
del cumplimiento de su orden.639

- En el Auto 149 A de 2003, (M.P. Jaime Araujo Rentería) la Corte indicó que esta
Corporación, en tanto órgano de cierre de la jurisdicción constitucional (art. 241
CP), puede tomar las medidas adicionales que considere necesarias para la
protección de los derechos cuya tutela ha concedido. De manera que, si persiste
el incumplimiento de la autoridad responsable del agravio, consistente en que
ésta no expide el acto administrativo a que haya lugar, la Corte “podrá disponer
lo necesario para que el derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”, en
los términos del artículo 23 del Decreto 2591 de 1991.

- En el Auto 010 de 2004640 (M.P. Rodrigo Escobar Gil) en la misma línea del
proveído anterior, la Corte señaló que este Tribunal está en capacidad de
ejercer la competencia para hacer cumplir sus sentencias cuando se reúnan las
siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una sentencia
emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el amparo
solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte imperioso
salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento constitucional y (iii)
[que] la intervención de la Corte sea indispensable para la protección efectiva de

639 M. P.. Eduardo Montealegre Lynett.


640 M.P. Rodrigo Escobar Gil. Este auto fue proferido con ocasión de la solicitud de cumplimiento de la sentencia SU-1185
de 2001.
280
los derechos fundamentales vulnerados o amenazados” (Auto 149 A del 6 de
agosto de 2003). En ejercicio de esa competencia, la Corte es autónoma, tanto
para determinar la oportunidad en la cual interviene, es decir, si lo hace antes o
después del juez de primera instancia, como para definir que tipo de medidas
son las adecuadas al propósito de dar cumplimiento al fallo. Ello, “porque de
constatarse el desacato la consecuencia sería la sanción del sujeto
desobediente más no necesariamente la protección efectiva de los derechos
fundamentales vulnerados o amenazados” (Auto ibídem).

-En el Auto 141 B de 21 de septiembre de 2004, (M.P. Dr. Alvaro Tafur Galvis) se
reiteró la tesis sostenida en el auto 010 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En el
auto de 21 de septiembre de 2004, se ventilaba el cumplimiento de la sentencia
SU-120 de 2003, y ante la manifestación expresa de la Corte Suprema de
Justicia de no cumplir con la orden dada en ese fallo, en punto a la indexación
de la primera mesada y reajustes a las pensiones de algunos ex empleados de
Bancafé, la Corte reasumió la competencia y dio las órdenes que amparaban los
derechos fundamentales conculcados por la renuencia al cumplimiento del fallo.

- La Sala Primera de Revisión, en el Auto 127 de 2004, (M.P. Jaime Araújo


Rentería) dictó sentencia de reemplazo en virtud de la solicitud de cumplimiento
hecha a la sentencia T-800 de 1999. Esta Sala consideró que la solicitud de
cumplimiento del fallo formulada por el señor Reinaldo Mosquera Medina era
procedente, puesto que la orden contenida en la sentencia T–800 de 1999 no fue
ejecutada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de la ciudad de Neiva,
quien mediante sentencia del 1° de octubre de 2001 aparentó cumplir la orden
de tutela, pero terminó declarando de oficio la excepción de cosa juzgada, sin
hacer un pronunciamiento sobre las pretensiones que los demandantes
formularon en la demanda laboral dentro del proceso especial de fuero sindical.

- En el Auto 085 de 2005 (M.P. Jaime Córdoba Triviño) la Corte Suprema de


Justicia se negó a dar cumplimiento a lo dispuesto en la sentencia T-663 de
2003. Los jueces de instancia, ante quienes se solicitó incidente de desacato,
consideraron que no eran competentes para tramitarlo y en consecuencia
remitieron los expedientes a la Corte Constitucional, y/o a la Comisión de
Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes para lo de su
competencia. En estas circunstancias, la Corte Constitucional procedió a
adoptar un remedio procesal extraordinario y excepcional destinado
exclusivamente a la satisfacción del derecho a la tutela judicial efectiva de
quienes impulsaron las acciones de tutela.

- Lo propio se mantuvo en el auto No. 96 B de 17 de mayo de 2005, (M.P.


Humberto Sierra Porto), en el caso del cumplimiento de la tutela T-136 de 2005
proferida por la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional. La Sala
Séptima de Revisión consideró que ante la renuencia de los jueces de instancia
de cumplir la orden de vincular al señor Brausín Arévalo en la vacante que
existía en la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía Mayor de Bogotá, era preciso
que la Corte conservara la competencia para hacer cumplir de manera estricta
la orden emitida en la tutela referida.

- En el auto 191 de 2006, (M.P. Jaime Araújo Rentería) la Sala Primera de


Revisión, resolvió la solicitud de cumplimiento de la sentencia T-385 de 1995,
tras considerar que la Alcaldía de Cartagena no había dado cumplimiento a la
orden impartida en la sentencia citada para el restablecimiento de los derechos
281
fundamentales a la vida, salud, educación, trabajo y dignidad humana de la
población estudiantil y docente de la Escuela Sac número 6 y 16 del Barrio
República de Venezuela de la ciudad de Cartagena. Razón por la cual era
menester que la Corte reasumiera su competencia y dictara las órdenes que
efectivamente restablecieran los derechos vulnerados. Consideró la Corte que
no se viola el principio de cosa juzgada cuando el juez encargado de velar por el
cumplimiento de una orden de tutela, y especialmente si es la Corte
Constitucional avoca el trámite respectivo para verificar que éste haya sido
atendido.

A la luz de la doctrina fijada en los fallos citados, es preciso anotar que una de
las situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta precisamente en los casos en que la autoridad judicial
renuente a obedecer la decisión es una alta corporación de justicia,
generalmente, respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de
algunas de sus decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose
aquellas a modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la
Sentencia de Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal
constitucional se torna indispensable, pues es conocido por todos que las altas
cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto, no
encuentran en el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo para
conminarlas al cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el
competente para tramitar el correspondiente incidente de desacato.641

El propósito de tal medida, es el de preservar en formal real y efectiva los


derechos constitucionales fundamentales que vienen siendo desconocidos por la
corporación judicial que se niega a cumplir la decisión del juez constitucional. La
Corte Constitucional ha entendido que el juez de tutela actúa dentro del marco
de la jurisdicción constitucional, sin necesidad de asumir competencias que le
son propias a las autoridades de otras jurisdicciones y, concretamente, de
aquella que no acata la decisión.

Ha subrayado la Corte de igual manera, que si el juez constitucional es


competente para revisar la aplicación del derecho por parte de los tribunales
ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga por objeto actuaciones u omisiones
judiciales, en la medida en que éstas resulten arbitrarias o irrazonables y afecten
garantías fundamentales, resulta válido que éste, también en la aplicación
jurisdiccional de la Constitución y dentro del marco de sus atribuciones, adopte
los correctivos pertinentes, tanto para impedir que la aludida arbitrariedad o
irrazonabilidad continúe lesionando los derechos invocados, como para asegurar
su total reivindicación cuando la orden de protección no es obedecida por la
autoridad responsable642.

De conformidad con el anterior itinerario de la jurisprudencia en torno a la


posibilidad excepcional de que la Corte haga cumplir directamente sus órdenes
cuando las mismas no han sido acatadas, se analiza a continuación el caso
concreto a fin de determinar con precisión las medidas que garanticen en debida
forma los derechos tutelados en la sentencia T-902 de 2005.

641 Auto 010 de 2004


642 Ibídem.
282
Decisión a tomar por la Corte con el fin de garantizar la eficacia de los derechos
tutelados en la Sentencia T-902 de 2005.

Sostiene la señora …, la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo de


Estado desconoce no sólo su derecho al debido proceso sino también su
derecho a la igualdad. Con fundamento en estos hechos, la peticionaria solicitó a
la Corte no sólo verificar el cumplimiento de la sentencia T-902 de 2005, sino
también dictar una sentencia de reemplazo.

El recuento anterior indica, que después de transcurrido casi un año y de


haberse adelantado todas las gestiones enumeradas, tendientes a lograr el
cumplimiento de la Sentencia T-902 de 2005, incluyendo la promoción del
incidente de desacato en más de una oportunidad, la titular de los derechos que
fueron protegidos con el fallo, no ha logrado que la Subsección “A” de la
Sección Segunda del Consejo de Estado dé cumplimiento al fallo referido,
procediendo a dictar la sentencia de reemplazo conforme a lo ordenado por la
Corte Constitucional. Antes por el contrario, el Consejo de Estado reitera en
todos los proveídos su postura de no acceder a las tutelas contra sentencias
judiciales y su crítica permanente a la Corte Constitucional en el ejercicio de sus
competencias.

La renuencia del Consejo de Estado en acatar los lineamientos fijados en la


sentencia T-902 de 2005, se torna más inexplicable ante la existencia de dos
fallos que la accionante puso de presente en su solicitud de cumplimiento. Las
referidas sentencias provienen de la misma Subsección “A” de la Sección
Segunda del Consejo de Estado, en donde se trabaron asuntos idénticos al de la
señora Rosario Bedoya, se tuvieron en cuenta las pruebas ignoradas en su caso
y se fallaron a favor las peticiones de los accionantes. Lo anterior corrobora que
el incumplimiento del fallo de tutela por parte de la Subsección “A” de la Sección
Segunda del Consejo de Estado, comporta un desconocimiento de la
Constitución Política, al negarse reiteradamente a proteger el derecho
fundamental al debido proceso de la accionante.

La Corte hace claridad en que ciertamente no puede predicarse como vía de


hecho la interpretación legítima del juez en el plano de lo que constituye la
valoración de las pruebas aportadas al proceso. Sin embargo, en las
circunstancias que dieron lugar a la sentencia T-902 de 2005, la Corte no hizo
una valoración probatoria aneja a la del juez administrativo, ni pretendió
confrontar las dos valoraciones para dar prevalencia a la suya.

La Corte en cambio, constató la efectiva existencia de una prueba que el propio


Consejo de Estado había declarado inexistente, y con ello desconoció el debido
proceso de la accionante. En efecto, el Consejo de Estado había sostenido que
“en relación con el primer hecho (la negativa a dar un concepto favorable),
observa la Sala que se trata de un hecho de la propia demandante, que tiene
un medio de prueba directo e incontrovertible: el documento en el cual se
plasma el concepto negativo de favorabilidad o se niega el concepto positivo
solicitado por el nominador. Como dicho documento no se encuentra aportado
al expediente, se deberá efectuar una valoración de las pruebas indirectas de
carácter testimonial y documental en cuanto puedan constituir indicios
necesarios del hecho anterior.” Es evidente que al excluirse una prueba
existente, no se reflejó una valoración integral del acervo probatorio. No
obstante lo anterior, en el fallo de 17 de noviembre de 2005, la Subsección “A”
283
de la Sección Segunda del Consejo de Estado, agravó la situación al mantener
el mismo argumento y hacer la misma valoración probatoria a pesar de que la
prueba ya existía.

Un recto acatamiento de las directrices indicadas por la Corte en la sentencia T-


902 de 2005, sugería que el Consejo de Estado ante la evidencia de la prueba
previamente valorada por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo
de Estado, ajustara sus consideraciones a esa realidad procesal y dictara una
sentencia que garantizara el debido proceso de la demandante. Sin embargo, en
la sentencia de 17 de noviembre de 2005, la Subsección “A” de la Sección
Segunda del Consejo de Estado, desconoce nuevamente los parámetros
indicados por la Corte y mantiene la vulneración al debido proceso, garantía
fundamental que viene siendo desestimada desde el primer fallo de la
Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado que fue objeto de
tutela.

La Corte considera entonces, que la manera más expedita de hacer cumplir la


orden judicial de tutela y lograr la efectividad y eficacia de los derechos por ella
protegidos, es dejar sin efecto la sentencia de 17 de noviembre de 2005 dictada
por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado, en tanto se
trató de un fallo que no atendió los parámetros fijados por la Corte en la
sentencia T-902 de 2005 y al tratarse de un cumplimiento sólo formal de la
sentencia de esta Corporación, lejos está de ser una respuesta efectiva a la
garantía de los derechos que se busca proteger en el fallo referido. Es claro que
el pronunciamiento de 17 de noviembre de 2005, no se allana a lo que esta
Corporación ordenó en la sentencia T-902 de 2005, y so pretexto de atender lo
allí ordenado, incumple la sentencia de la Corte, dicta un fallo que contradice lo
que había sostenido precisamente en la sentencia atacada en tutela y vuelve a
dejar desprotegido el derecho al debido proceso de la interesada.

Con lo realmente acaecido en este caso, y a la luz de la jurisprudencia citada en


torno a la competencia excepcional de la Corte para dictar los autos de
cumplimiento por la renuencia de las Altas Cortes de cumplir los fallos de tutela
proferidos por la Corte Constitucional, claro es entonces que en este caso, la
Corte como último recurso, hace efectiva su competencia para velar por el
cumplimiento estricto de la providencia dictada por la Sala Sexta de Revisión,
toda vez que la solicitante ya acudió en varias ocasiones, sin ningún resultado, al
juez de primera instancia y no se ha logrado el cumplimiento estricto de lo
ordenado en la sentencia T-902 de 2005.

En vista de lo anterior, la Corte Constitucional, como máximo órgano de la


Jurisdicción constitucional y como guardiana de la integridad y supremacía de la
Constitución, con fundamento en la competencia asignada por el artículo 27 del
Decreto 2591 de 1991, está en la obligación de adoptar las medidas que sean
necesarias para hacer cumplir estrictamente la sentencia T-902 de 2005 y
brindar de esa forma una protección efectiva y real al derecho fundamental al
debido proceso de la señora …, tal como lo ordena expresamente el citado fallo.
De esta manera, se confiere eficacia a la parte motiva de la sentencia T-902 de
2005 en tanto, en sede de cumplimiento es preciso tener en cuenta no sólo la
parte resolutiva sino la fundamentación que la Corte hace de las razones que
conducen a concretar su decisión. Se recuerda que en su motivación la Corte en
el fallo citado, constató efectivamente la existencia de una prueba que según
valoración probatoria del mismo Consejo de Estado era determinante en el fallo
284
de nulidad y restablecimiento del derecho impulsado por la accionante y a partir
de allí verificó la causal de procedibilidad de la acción de tutela.

Deberá entonces declararse conforme a la Constitución y debidamente


ejecutoriada la sentencia dictada en primera instancia el 25 de abril de 2002, por
la Subsección “A” de la Sección Segunda del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, dentro del proceso laboral de nulidad y restablecimiento del
derecho de … contra la Empresa Colombiana de Vías Férreas por medio de la
cual se condenó a dicha empresa a reintegrar a la señora … al cargo que
ocupaba al momento del retiro sin solución de continuidad, tal como se expuso
en la parte motiva de ese fallo.

Que la Corte adopte como medida de cumplimiento del fallo, reconocerle pleno
valor a la sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca dentro del
proceso ordinario de nulidad y restablecimiento del derecho encuentra una
clara justificación en que dicha providencia acoge en debida forma el criterio de
interpretación constitucional fijado por esta Corporación en punto al examen que
merece una prueba relevante allegada o citada en un proceso. En efecto, el fallo
del Tribunal administrativo, examinó todas las pruebas allegadas y citadas por la
accionante, cumpliendo su misión de sopesarlas en relación con los hechos del
litigio. La estimación, consideración y ponderación del material probatorio es una
tarea inherente al derecho de defensa y constituye garantía de la idoneidad del
proceso para cumplir las finalidades que le han sido señaladas en el Estado
Social de Derecho, ha señalado esta Corporación en múltiples oportunidades.643

No cabe duda, entonces, que declarar conforme a la Constitución y debidamente


ejecutoriada la decisión del 25 de abril de 2002, proferida en primera instancia
por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, comporta una medida adecuada para garantizar el derecho
fundamental de la señora … al debido proceso, el cual fue tutelado por esta
Corporación en la Sentencia T-902 de 2005.

643 Sentencia T-100 de 1998, entre otras. .

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