Civil I General y de La Persona
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Nota. La estructura y contenidos de los apuntes originales de Sonia, y sus revisiones posteriores se ha mantenido
mayoritariamente, procediéndose a la revisión de algunos apartados ya sea para su actualización, o por necesitar algún retoque
para su mejor comprensión. El mayor volumen de hojas respecto de los originales responde al cambio de tamaño de letra y el
mayor espaciado entre epígrafes.
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TEMA 1
CAPÍTULO 1
CONCEPTO Y POSICIÓN SISTEMÁTICA DEL DERECHO CIVIL
1.1. INTRODUCCIÓN
No se puede dar una definición precisa del Derecho, que satisfaga las diversas líneas del
pensamiento y resulte admisible para la generalidad de autores. Ya desde E. Kant (XIX) los juristas
buscan una definición del concepto de Derecho. Para los tratadistas franceses del siglo XIX, el Derecho
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La forma codificada del Derecho Civil ha sido el punto crítico de su evolución, un instrumento.
El núcleo central del Derecho Civil viene representado por la PERSONA en sí misma considerada, en
su dimensión FAMILIAR y en sus relaciones PATRIMONIALES, como revela la mera contemplación
del índice sistemático de cualquiera de los Códigos Civiles.
La propia estructura del Código Civil español (acusadamente derivado del francés) demuestra
lo anterior. Analizando su contenido, las materias sobre las que recae su regulación serían:
• Vigencia y efectos de las normas jurídicas.
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• Delimitación del ámbito de poder jurídico de las personas y su relación con un grupo especial de
(otras) personas, que les son especialmente próximas por razón del nexo biológico (o adoptivo) entre
ellas existente (familia).
• Categorías de bienes que pueden ser objeto de tráfico; poder que las personas pueden ostentar sobre
dichos bienes; modos de circulación de dichos bienes; y reglas de transmisión de tales bienes
(herencia).
El Derecho Civil tiene un marcado carácter social, lo que conlleva una tensión constante entre
el grupo social políticamente organizado, considerado en su conjunto y los individuos que lo integran,
considerados como personas en sí mismas. El problema principal es la delimitación entre la esfera
individual y la esfera social, Individuo vs Grupo. También existe otro problema, si la “familia” se
adscribe al individuo o al grupo social.
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El usuario de este libro, agradecerá una mayor concreción sobre la temática considerada. El
estudio de nuestra asignatura se divide en 4 asignaturas, ubicadas en sendos cursos de la Grado:
virtud de una determinada relación jurídica. Se caracterizan por el carácter inmediato del
poder que otorgan a su titular sobre la cosa, y la facultad de ejercitarlo frente a todos los
hombres), y la publicidad proporcionada respecto de los bienes inmuebles por el Registro de
la Propiedad.
4. DERECHO DE FAMILA Y DE SUCESIONES: estudio del matrimonio (y relaciones
extramatrimoniales); relaciones de los progenitores con sus hijos; régimen económico del
matrimonio y crisis matrimoniales (separación, divorcio, nulidad); la herencia y los distintos
modos de suceder (testamento y sucesión testada, sistema de legítimas y reservas, y sucesión
intestada).
Al contrastar el referido plan de exposición con el índice sistemático del Código Civil español
se apercibirá de inmediato que entre aquél y éste no existe paralelismo alguno. La razón de ello es que,
doctrinalmente, en nuestro país, ha contado más la elaboración teórica alemana que la propia atención a
los datos normativos patrios. Nuestro Código debe adscribirse sin duda al plan romano francés.
EXAMEN:
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TEMA 1
CAPÍTULO 2
LA CODIFICACIÓN Y LOS DERECHOS FORALES
Hacia mediados del siglo XVIII, se produce un intento generalizado en toda Europa de realizar
una sistematización del Derecho sobre patrones diversos. Hasta entonces se había calificado como
Codex o como códice a un conjunto de folios en forma de libro, cosido por el lomo, y que, tenía por
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objeto recopilar conjuntos muy heterogéneos de cuestiones o máximas jurídicas sin criterio determinado.
A veces se ordenaban cronológicamente, a veces según la fuente y otras veces de forma completamente
anárquica.
A partir de ahora, la palabra código pasa a tener un significado preciso y representa un ideal a
alcanzar para todas las naciones europeas (y muchas sudamericanas). Dicho periodo puede considerarse
abierto con la publicación del Código Civil francés en 1804 y cerrado con la aprobación del Código
Civil alemán de 1896 (BGB). En ese periodo se racionalizó la materia jurídica, clarificando el sistema
jurídico. Se estructura un sistema normativo único que se aplicará a la generalidad de los ciudadanos
(Francia) o súbditos. Esta codificación está caracterizada por Claridad, Sistematización, Igualdad
política (adecuado a las estructuras socio-políticas del momento) y Uniformidad jurídica.
Una vez sentadas tales premisas, se manifiesta con nitidez la posibilidad de delimitación de
sectores normativos con principios propios y característicos, que se ve facilitada porque el Derecho pasa
a ser feudo exclusivo del poder legislativo de los diferentes Estados, interesados claramente en lograr la
uniformidad jurídica.
• Ser notoriamente afrancesado (seguía muy de cerca los patrones propios del Código Civil
francés).
• Unificaba la legislación civil española, eliminando los Derecho Forales
registro civil, ley de propiedad intelectual). Tales leyes reciben la adjetivación de especiales en cuanto
se considera que los aspectos “comunes o fundamentales de ellas deberían ser recogidos en el Código
Civil”. La calificación de especiales resalta ab initio la idea de que son leyes extra codificadas. Leyes
especiales en contraposición a las leyes generales que están en el Código Civil.
contuvieran los principios y fundamentos a desarrollar en el Código Civil, mientras que la redacción del
texto articulado quedaría encomendada a los organismos técnicos. Rechazado en el Congreso se vio
obligado a presentarlo ante las Cámaras por libros (esto es, por partes).Con ligeros retoques, volvió a
insistir en la idea de la Ley de bases en 1885, la cual tras la consiguiente tramitación parlamentaria
fue aprobada como Ley en 1888.
Siguiendo las bases (es decir, los principios, fundamentos o presupuestos fundamentales)
establecidas por dicha Ley, la Comisión de Códigos, de forma algo atropellada y retoques de última
hora, llevó a cabo su misión de redactar el texto articulado, publicado finalmente en la Gaceta (hoy,
BOE) de 25, 26 y 27 de julio de 1889, el Código Civil.
Desde su publicación hasta la fecha, el texto articulado del Código Civil ha sido objeto de
numerosas reformas, aunque la mayor parte del mismo ha resistido bien el paso del tiempo y sigue fiel
a los textos originarios. Entre las reformas habidas, las fundamentales y más profundas son las debidas
a la necesidad de adecuar el contenido del Código a la Constitución española de 1978, sobre todo en lo
referente a la igualdad entre hombres y mujeres y a la igualdad entre hijos matrimoniales y
extramatrimoniales.
Otro bloque de disposiciones modificativas del texto articulado del Código Civil responde a
razones puramente técnicas. Sin duda la más importante es la Ley de 1973, en cuya virtud se dio nueva
redacción al Título preliminar del Código Civil.
Durante los siglos XVIII y XIX existía en España una cierta diversidad de regulaciones civiles,
pues Aragón, Navarra, Mallorca, Cataluña y las Provincias Vascongadas mantenían reglas propias en
materia civil (sobre todo en lo referido a la familia y a la herencia). Sin embargo, la codificación requería
la unificación legislativa en toda España, a lo que los juristas forales se negaban. Uno de los motivos
por los que no salió adelante el Proyecto Isabelino era que pretendían abrogar (derogar) los Derechos
forales. Cuando se aprueba el Código Civil a finales del siglo XIX no hay consenso y nace la “cuestión
foral”.
Una vez aprobado el Código Civil, este se aplica a la mayor parte del territorio nacional, mientras
que en los Territorios Forales (Aragón, Navarra, Mallorca, Cataluña, Provincias Vascongadas y se añade
Galicia en 1880) rigen disposiciones de naturaleza civil propias, de diferente alcance, extensión y
significado.
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4.- LAS DISTINTAS SOLUCIONES DE LA CUESTION FORAL, DESDE LA LEY DE BASES HASTA LA
COMPILACION FORALES
4.1. LEY DE BASES Y REDACCIÓN ORIGINARIA DEL CÓDIGO CIVIL, LA TÉCNICA PREVISTA DE LOS APÉNDICES.
La división entre el derecho civil común y los derechos forales ha estado viva durante todo el
periodo y sigue latente en nuestros días.
El art. 5 de la Ley de Bases del Código Civil era suficientemente explícito “las provincias y
territorios en que subsiste el Derecho Foral lo conservarán por ahora en toda su integridad, sin que sufra
alteración su actual régimen jurídico por la publicación del Código, que regirá tan solo como supletorio
en defecto del que no sea en cada una de aquellas por sus leyes especiales…”
Art.6: “el gobierno, oyendo a la Comisión de Códigos, presentará a las Cortes, en uno o varios
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proyectos de Ley, los apéndices del Código Civil, en los que se contengan las instituciones forales.”
Conclusiones:
- El Código Civil respeta y garantiza los Derecho forales. Es valedor del régimen normativo
foral.
- Los Derechos forales se consideran provisionales (por ahora).
- Los Derechos forales no son sistemas paralelos al Código Civil, sino complementarios,
tienen “Carácter Apendicular”. La intención era conseguir un Código Civil General (único).
Sólo se aprobó en 1926 el apéndice de Aragón.
- La vigencia normativa de la Ley de Bases del Código Civil se agotó una vez publicado este,
no obstante, tiene un gran valor como instrumento para interpretar el Código Civil.
En 1946 en Zaragoza se celebró un congreso Nacional de Derecho Civil para tratar el asunto de
integrar el derecho común y los Derechos civiles forales. En dicho congreso se obtuvo un relativo
consenso respecto de los siguientes puntos fundamentales:
• Llevar a cabo una recopilación de las instituciones forales o territoriales, no sólo las
vigentes, también las no decaídas por el uso.
• Tratar de determinar el substrato común para elaborar un Código Civil general que se
desarrollaría en un nuevo Congreso Nacional (que nunca se celebró).
Entre 1959 y 1973, se aprobaron en las Cortes Generales las distintas Compilaciones forales
(durante el gobierno de Franco)
5.- RELACIONES ENTRE EL DERECHO CIVIL GENERAL Y LOS DERECHOS CIVILES FORALES TRAS LA
CONSTITUCIÓN
Las compilaciones debían ser un paso previo a la unificación del Código Civil, pero con la
Constitución de 1978 todo cambió. Se consolidan las compilaciones y faculta a las Comunidades
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Autónomas en las que existan derechos forales o especiales para la conservación, modificación y
desarrollo de los mismos.
Dichas premisas se encuentran establecidas en el artículo 149.1.8 de la Constitución Española,
el cual ha originado un fortísimo debate entre los civilistas actuales sobre su alcance y significado:
“el Estado tiene competencia exclusiva sobre la legislación civil, sin perjuicio de la
conservación, modificación y desarrollo por las CCAA de los derechos civiles forales o especiales, allí
donde existan. En todo caso, las reglas relativas a la aplicación y eficacia de las normas jurídicas,
relaciones jurídico-civiles relativas a las formas de matrimonio, ordenación de los registros e
instrumentos públicos, bases de las obligaciones contractuales, normas para resolver los conflictos de
leyes y determinación de las fuentes del Derecho, con respeto en este último caso, a las normas de
Derecho foral o especial”.
La mera lectura de dicho precepto evidencia su complejidad. La tensión, pues, entre Derecho
civil común y Derechos civiles forales o especiales sigue irresuelta también tras la Constitución.
1. El concepto de Derecho foral debe ser abandonado tras la CE. Las CCAA pueden legislar sobre
cualquier materia de Derecho civil. Foralistas (catalanes).
2. Otros civilistas entienden que los límites a la conservación, modificación y desarrollo de los
derechos civiles forales o especiales vendrían representados por el contenido normativo de las
respectivas Compilaciones en el momento de aprobarse la CE.
3. Algún foralista propugna que el carácter particular de los Derechos forales sólo puede identificarse
a través de los principios inspiradores que le son propios.
4. Para otros, el límite constitucional de desarrollo de Derecho civil foral ha de identificarse con las
instituciones características y propias de los territorios forales que, tradicionalmente, han sido
reguladas de forma distinta por el Derecho común y por los Derechos forales (A juicio del autor de
esta obra, la posición técnicamente más correcta es la última).
*La reciente STC 82/2016 de 28 de abril parece orientarse en esta última posición, pues respecto del Derecho
civil foral valenciano indica que la competencia autonómica se debe situar necesariamente en el marco de lo
dispuesto en el art. 149.1.8 CE, que permite a las comunidades legislar en orden a la conservación del texto
constitucional sin que se permita admitir la existencia de un derecho foral susceptible de actualización
independientemente de su preexistencia, debiendo ejercitarse con la finalidad de conservar, modificar o
desarrollar las normas que formen parte de su acervo jurídico a la entrada en vigor de la CE.
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Pasada esta primera etapa, la mayoría de las CCAA se ha preocupado por la actualización de las
Compilaciones, siempre como Derecho foral o especial. Sin embargo, la diferenciación normativa va
en aumento; entre todas las CCAA con competencia foral sobresale sin duda la actividad legislativa
catalana.
La reciente Ley 5/2015, de 25 de junio, de Derecho Civil Vasco, aparte de omitir el epíteto foral, modifica
radicalmente el sistema territorial de aplicación de las normas autonómicas, al generalizar el Derecho Civil
Vasco en todo el territorio de dicha Comunidad Autónoma.
La Ley 3/2017 del libro sexto del CC de Cataluña, relativo a obligaciones y contratos, modifica
también los cinco libros anteriores y actualmente está sometido a recurso de inconstitucionalidad en relación
con sus artículos 3, 4 y 9.
EXAMEN:
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TEMA 2
CAPÍTULO 3
ORDENAMIENTO JURÍDICO Y FUENTES DEL DERECHO
- Disposiciones Jurídicas Completas o Autónomas: portadoras de una norma jurídica completa, que
como tal debe contener un mandato relativo a un conflicto de intereses de transcendencia social
suficiente.
- Disposiciones Jurídicas Incompletas (o auxiliares, fragmentarias, etc): requieren ser combinadas con
otras del mismo carácter y deducir así el mandato normativo o con disposiciones completas
(precisando detalles o limitando su ámbito etc).
Tipos de incompletas
• Las que aclaran conceptos o ideas fijadas en otras normas jurídicas.
• Las de remisión o reenvío de una normativa que ya existe, mediante las cuales la solución a un
determinado supuesto de hecho se logra aplicando las reglas previstas por la ley para otro supuesto
(normalmente análogo): por ejemplo, aplicar las normas de compraventa a la permuta (art.1541).
• Las que concretan la aplicación y eficacia de una verdadera norma (realmente no dejan de ser parte
de la norma en sí).
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- Carácter general (generalidad): la norma no está dirigida a alguien en concreto, sino a un grupo de
personas (p.e. empleados) o a la colectividad (Derecho Penal).
- Carácter abstracto (abstracción): viene definida por la multiplicidad del supuesto de hecho, la norma
contempla un supuesto de hecho tipo, genérico, cuya adecuación a cada caso concreto mediante
matizaciones están reservadas a los técnicos en derecho y especialmente a los jueces a través de sus
sentencias.
- Normas de Derecho ESPECIAL: están dirigidas hacia un sector determinado de los ciudadanos, no
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considerados como personas en sí mismas, sino como integrantes de ciertos colectivos sometidos a
un régimen jurídico propio considerado especial. (Por ejemplo, al comerciantes o empresarios se les
aplica el Derecho Mercantil o a los trabajadores por cuenta ajena, el Derecho Laboral).
- Normas de Derecho COMUN: regula las relaciones entre personas consideradas en sí mismas. Cabe
resaltar su generalidad y su carácter supletorio respecto del derecho especial. En nuestro
ordenamiento la función del derecho común viene desempeñada por el Derecho Civil. Art. 4.3 CC:
“Las disposiciones del Código Civil se aplicarán como supletorias en las materias regidas por otras
leyes”
En términos generales, el Derecho Civil está compuesto fundamentalmente por normas dispositivas, por
el contrario el Derecho público (administrativo, fiscal o procesal) está compuesto por normas imperativas
ya que sería impensable que cada uno pretendiese pagar los impuestos, conseguir subvenciones, otorgar
títulos universitarios…
2.- LA GÉNESIS DE LAS NORMAS JURÍDICAS: LAS FUENTES DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO ESPAÑOL
Art. 1.1 del CC: “Las fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre y los
principios generales del Derecho”. Por lo tanto, en dicho artículo se presentan por un lado desde el
punto de vista formal, y de forma escalonada, los medios de expresión de las normas jurídicas (en forma
de leyes, costumbres o Principios generales del derecho), en cuanto que son son vehículos portadores
de estas.
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Al mismo tiempo, desde un punto de vista puramente técnico, al hablar de fuentes del Derecho
se está haciendo referencia al cómo se generan las normas Jurídicas, al modo de producción de las
normas jurídicas, en un doble sentido:
• Legitimadora: En un sentido de máxima elevación, al preguntarse sobre el por qué último del Derecho,
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se suele hablar de Fuente legitimadora del mismo, en el sentido de que el Ordenamiento jurídico se
asienta en las ideas comunes sobre la Justicia como último principio inspirador.
• Conocimientos: También se habla, ya en un sentido menos elevado, de fuentes de conocimiento del
Derecho para hacer referencia al Instrumental del que se sirven los juristas para identificar el Derecho
positivo de una determinada colectividad y un preciso momento histórico.
Se ha afirmado que el título preliminar del Código Civil tiene “valor constitucional”; pero no
cabe duda de que mayor valor constitucional tiene el propio art. 1.2 de la Constitución: “la soberanía
nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
Al ser la Constitución una derivación de dicha soberanía nacional (el pueblo español aprobó la
Constitución por referéndum), es precisamente ella la que delimita el verdadero sistema normativo y
expresa las capacidades legislativas de las instituciones.
Conforme a ella, tanto el Estado central (Cortes Generales), como las CCAA (Parlamentos
autonómicos o Asambleas legislativas) pueden dictar leyes en sus respectivos territorios. Asimismo, la
Constitución dictamina que la costumbre sólo tiene valor en el Código Civil, no en otras ramas del
Derecho (por ejemplo, Derecho mercantil).
La Constitución tiene una visión más internacional del sistema normativo y las fuentes del
derecho que el Código Civil. El artículo 93 de la Constitución Española prevé “se podrán autorizar la
celebración de tratados por los que se atribuya a una organización o institución internacional el
ejercicio de competencias derivadas de la Constitución Española.” Este artículo se redactó pensando
en el ingreso de España en la CEE.
Finalmente, no olvidemos lo ya estudiado en relación al art.149.1.8 atribuyendo al estado la
competencia sobre la determinación de las fuentes del derecho, con respeto de las normas de derecho
foral.
Como hemos visto, las fuentes del derecho son la ley, la costumbre y los principios generales
del Derecho. A diferencia de la ley, que emana de la organización política que la sociedad se da a sí
misma, la costumbre procede de la propia sociedad no organizada, que mediante la observancia reiterada
de una conducta, acaba imponiéndola preceptivamente. Las normas consuetudinarias son de emanación
social directa.
Podría definirse como el modelo de conducta observado reiteradamente en una comunidad
que, de acuerdo con el ambiente social en el que nace y se desenvuelve, se desea que sea observado
en lo sucesivo.
La costumbre, por lo tanto, tiene dos elementos:
- Elemento material: reiteración de un comportamiento.
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• La costumbre es una fuente del Derecho de carácter subsidiario (respecto a la ley), lo que implica
que:
- La costumbre sólo es aplicable cuando no haya ley aplicable al caso, aunque exista y sea
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mejor (Art. 1.3 del Código Civil). Dado que hay muchas leyes, cada vez queda menos sitio
para las costumbres. En Navarra, la regla es la inversa, aplicándose la costumbre
preferentemente a la Ley (Ley 3 de la Compilación Navarra).
- Ese carácter subsidiario significa también que la costumbre es una fuente de derecho porque
la ley lo determina así. Es la propia ley la que establece los límites y condiciones de las
costumbres.
• La costumbre es una fuente de derecho de carácter secundario: quien pretenda que se le aplique una
costumbre en juicio tiene que alegar y probar la existencia y vigencia de la costumbre en cuestión
(Art.1.3 Código Civil). Quedando por tanto (a diferencia de la ley y los principios generales del
derecho), excluida de la regla iura novit curia.
En la Compilación Navarra la costumbre notoria no debe ser alegada y probada ante los Tribunales, criterio seguido
también recientemente por la Ley 5/2015, de 25 de junio, de Derecho Civil Vasco, pero en sentido inverso (es decir,
declarando que La costumbre que no sea notoria deberá ser probada)
• Tradicionalmente se decía que la costumbre tiene que ser racional (razón = derecho natural). Como
secuela de ese antiguo requisito, el art.1.3 mantiene que la costumbre no debe ser contraria a la moral
o al orden público. (Si tenemos en cuenta que el orden público se infiere de las disposiciones legales
y la moral es la socialmente dominante y no la moral de quien aplica el derecho, puede deducirse
que los limites en este sentido son de dudosa virtualidad.)
• La Ley de Enjuiciamiento Civil, Art. 281.2: Mantiene que “la prueba de la costumbre no será
necesaria si las partes están de acuerdo en su existencia y contenido y sus normas no afectan al orden
público”), La costumbre por tanto puede ser vinculante si existe una relación jurídica privada en la
que las partes la den por buena (por ejemplo, en la compra-venta).
• No obstante, el juez sigue sin estar obligado a conocerla y aplicarla si las partes no están de acuerdo
o si a la parte a quien convenga no llega a alegarla y probarla.
Hay determinados usos que se equiparan a la costumbre, pudiendo generar normas jurídicas
consuetudinarias. Art. 1.3 CC: “los usos jurídicos que no sean meramente interpretativos de una
declaración de voluntad tendrán la consideración de costumbre.
Es en el ámbito de los negocios donde más problemas puede dar este artículo. Los que manejan
ese mundo reclaman que al modo habitual de proceder en una situación se le asigne un cierto valor
normativo, por ejemplo, la tarifa usual, el porcentaje usual…, aunque no se especifique en el contrato.
Con esto se le confiere un cierto poder normativo a los grupos dominantes en el mundo de los negocios.
Esto se consiguió con la reforma del título preliminar del Código Civil de 1974.
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La admisión de esos usos como fuente del derecho crea un riesgo de abuso, que se ve reducido
por los límites que se imponen a las condiciones generales de los contratos y por otras leyes con la Ley
General de Protección de Consumidores y Usuarios, Ley de Contratación, Ley contra la Morosidad…
Los principios generales del derecho se entienden como las ideas fundamentales e informadoras
de la organización jurídica de la nación (De Castro). Dan sentido a las normas jurídicas legales o
consuetudinarias. Son una de las fuentes del ordenamiento jurídico español y sólo se aplican cuando no
existe ley o costumbre que se pueda usar. Por eso se dice que es una fuente subsidiaria de segundo
grado.
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Para fallar en un juicio, el Juez debe acudir a una norma que le viene previamente dada (aunque
deba él buscarla, encontrarla y adaptarla al caso), pero la infinita casuística puede producir que no
siempre exista una ley o costumbre que pueda resultar aplicable a un determinado supuesto.
La aplicación de los Principios generales del derecho es, por tanto, un medio para evitar que en
estos casos los jueces resuelvan los pleitos aplicando su libre albedrío, máxime teniendo en cuenta que
están obligados a fallar en todos los pleitos que sean sometidos a su decisión ya que de lo contrario
podrían cometer un delito de prevaricación.
Es en definitiva cuando no hay ley ni costumbre aplicable al caso, el juez en vez de crear derecho
(algo que va en contra de nuestra tradición jurídica y política), debe recurrir a lo que podría calificarse
como el “limbo de las normas jurídicas”, los Principios generales del derecho, como principios
ordenadores e inspiradores de nuestro ordenamiento. Ni que decir tiene que, con todo, la generalidad y
vaguedad de tales principios dejan amplio margen al Juez.
7.- LA JURISPRUDENCIA
La jurisprudencia, en sentido lato, se identifica con los criterios sentados por los Jueces y
Tribunales en su cotidiana tarea de interpretación y aplicación del Derecho objetivo a los litigios
concretos. En sentido estricto, tradicionalmente la jurisprudencia coincide con la doctrina sentada por
el Tribunal Supremo.
Las resoluciones judiciales tienen que basarse en el sistema de fuentes legalmente establecido
(ley, tratados internacionales, costumbres, principios generales del derecho). Por eso la jurisprudencia
tiene un papel secundario respecto a las fuentes del Derecho. No se puede considerar una fuente
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punto de vista práctico se podría decir que los criterios jurisprudenciales son el verdadero derecho vivido
en nuestra sociedad. Pero no hay que confundir los criterios jurisprudenciales con la creación libre del
derecho (países anglosajones), sino que están basados en el sistema de fuentes establecido legalmente.
Resumiendo: la ley es lo primero, la jurisprudencia es secundaria. Esta afirmación se basa en las
siguientes consideraciones:
1. La tarea legislativa corresponde a las Cortes. Los Jueces y Magistrados administran justicia según
el sistema de fuentes (ley, costumbre…) establecido por el poder político.
2. En nuestro medio el juez no tiene capacidad para crear derecho según sus convicciones y criterios
ético-jurídicos.
3. El imperio de la Ley, abstracta y general, garantiza la igualdad entre ciudadanos y es el principio
que constituye uno de los pilares de la convivencia política.
El recurso de casación es un recurso extraordinario que tiene por objeto anular una sentencia
judicial que contiene una incorrecta interpretación o aplicación de la Ley o que ha sido dictada en un
procedimiento que no ha cumplido las solemnidades legales:
El Tribunal Supremo es el órgano superior en todos los órganos, salvo lo dispuesto en materia
de garantías constitucionales. La función básica del Tribunal Supremo es resolver recursos de casación.
Dicho recurso tiene como objetivo unificar la doctrina jurisprudencial para una correcta interpretación
de las normas jurídicas por parte de los Jueces y Tribunales, procurando que la primacía de las normas
jurídicas no pueda ser puesta en duda (mediante interpretación) por cualquier Tribunal, sino sólo por el
Tribunal Supremo.
Así pues, el TS ni es una instancia más, ni el recuro de casación significa una revisión
propiamente dicha del litigio. Con el recurso de casación se protegen los derechos subjetivos de las
partes en litigio, y se protege el Derecho objetivo de erróneas interpretaciones para evitar la desigualdad
en la aplicación de la ley.
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Por eso, el motivo más genuino para un recurso de casación es “la infracción de las normas del
ordenamiento jurídico o la jurisprudencia. En materia de D. Civil y D. Mercantil, jurisprudencia
equivale a la doctrina que de modo reiterado establezca la Sala 1ª del TS. (Esa es la Sala de lo Civil, la
2º es la de lo Penal… hay 5 salas del Tribunal Supremo).
Los Jueces y Tribunales inferiores son libres para interpretar y aplicar el Ordenamiento jurídico,
pero su criterio queda mediatizado por el propio TS, que puede casar (anular) las sentencias o
resoluciones si no se adecuan a la doctrina jurisprudencial establecida por él mismo. No obstante, la
jurisprudencia menor (emanada de los órganos jurisdiccionales inferiores) tiene gran importancia en
todas aquellas materias que no encuentran cauce procesal oportuno para ser sometidas al conocimiento
del TS. En estos casos se encargan las Audiencias Provinciales o los Tribunales Superiores de Justicia
de llevar a cabo la tarea de “interpretación unificadora”.
También existe el recurso de casación foral, que es competencia del respectivo Tribunal Superior
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de Justicia autonómico, cuando se basa parcial o totalmente en infracciones de las normas del D. Civil
foral o especial propio de la comunidad y cuando el Estatuto de Autonomía haya previsto esta atribución.
El Art. 477 y siguientes de la LEC (Ley de Enjuiciamiento Civil) regula el Recurso de Casación
de la siguiente forma:
1. El recurso de casación habrá de fundarse, como motivo único, en la infracción de normas aplicables
para resolver las cuestiones objeto del proceso.
2. Serán recurribles las sentencias dictadas en segunda instancia por las Audiencias Provinciales, en los
siguientes casos:
- Cuando se dictarán para la tutela judicial civil de derechos fundamentales (excepto los del Art.24
CE, derecho a tutela de los jueces).
- Cuando la cuantía del asunto excediere de 600.000 euros.
- Cuando la resolución del recurso presente interés casacional.
Para poder fundamentar el recurso de casación hay que identificar la doctrina jurisprudencial
adecuada, lo cual no es siempre fácil. Todas las sentencias se estructuran en 3 partes claras:
1. Antecedentes de hecho: consideración de los hechos reales que han originado el conflicto.
2. Fundamentos de Derecho: razonamientos del Juez o Tribunal al aplicar la legislación.
3. Fallo: parte dispositiva de la sentencia en la que el órgano jurisprudencial establece cuál es la solución
(o resolución) del caso. El fallo suele ser breve y conciso, condenando o absolviendo al demandado.
- Que la doctrina jurisprudencial haya sido dictada en un caso similar al debatido; es decir, que las normas
jurídicas aplicables sean sustancialmente las mismas.
- Que la argumentación realizada por el Tribunal en los fundamentos del Derecho que se traen a colación
haya sido la causa determinante del fallo (ratio decidendi: razón para decidir) y no una mera
consideración hecha incidentalmente (obiter dicta: argumento auxiliar de interpretación).
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EXAMEN:
• La norma jurídica: concepto y caracteres (**)
• La imperatividad del derecho: normas imperativas y dispositivas
• El sistema de fuentes en el ordenamiento jurídico español: determinación y jerarquía
• La costumbre, concepto y caracteres (*********)
• Requisitos de la costumbre como fuente del derecho Los principios generales del derecho
• La jurisprudencia como fuente del ordenamiento jurídico. Como fuente del derecho.
• La jurisprudencia (**************)
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TEMA 3
CAPÍTULO 4
LA APLICACIÓN DE LAS NORMAS JURÍDICAS
Las normas jurídicas tienen dos funciones: regular y conformar. Para regular deben ser efectivas
ordenando la vida en sociedad y deben ser impuestas (coactivas). Para conformar dan a los ciudadanos
los criterios para organizar su vida y sus relaciones con los demás, al mismo tiempo que amenazan con
sanciones si no cumplen las normas.
Por eso el ordenamiento jurídico tiene que ser suficiente y claro (Art. 9.3 de la Constitución
Española) pero no siempre es así.
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A diferencia de las llamadas “lagunas de derecho” excluidas por nuestro ordenamiento en virtud
de la formulación de un sistema de fuentes, el sistema legal SI que reconoce la posibilidad de que se
produzcan las llamadas lagunas de ley o vacíos legales y otorga instrumentos para superar este problema,
la analogía, que consiste en aplicar al supuesto carente de regulación la solución que el ordenamiento si
da para otro supuesto similar o análogo. Hay dos tipos de analogía:
- Analogía legis: un vacío normativo concreto es rellenado acudiendo a otra norma concreta y determinada
que da una solución extensible al supuesto carente de regulación. Es una técnica de aplicación de la ley.
Produce la extensión de la aplicación de las leyes. Por ejemplo; carreras de carros, carreras de coches;
viuda embarazada, herederos...
- Analogía iuris: cuando no existen leyes similares, se debe recurrir a la analogía a través de los principios
generales del derecho de los llamados sistemáticos, en virtud de los cuales, tal y como vimos, mediante
un proceso de inducción y abstracción, la ratio determinante del mandato era aislada y formulada como
norma general. De este proceso resulta la formulación de principios que se aplican cuando no existen
leyes o costumbres, es decir, se trata de hallar una regla o principio general de carácter lógico o sistemático
y aplicarlo en defecto de regulación legal o consuetudinaria.
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5.2. CONDICIONES Y LIMITACIONES DE LA ANALOGÍA
Condiciones
Para que una norma determinada pueda ser aplicada analógicamente tienen que darse dos condiciones:
1. Ausencia de cobertura normativa concreta.
2. Identidad de razón entre el supuesto contemplado en la norma y el supuesto que se quiere solucionar (Art.
4.1 Código Civil). La ratio decidendi (razón para decidir) tiene que ser adecuada, cumpliendo criterios
de semejanza entre la norma y el caso real. Para valorar la semejanza hay que tener en cuenta:
− Similitud fáctica entre los supuestos.
− Finalidad perseguida por la norma que se trata de aplicar.
Limitaciones: Art. 4.2 del Código Civil
1. Normas temporales: Obviamente, se refiere más a un problema de vigencia, ya que las normas afectan
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a un periodo concreto de tiempo, y pasado ese tiempo dejan de tener valor. No se aplican porque no ya
es una norma vigente.
2. Leyes penales: nadie puede ser sancionado por observar una conducta que la ley no haya tipificado como
delito o falta. Es el Principio de tipicidad y legalidad en materia penal. Esto también se extiende a las
sanciones administrativas (sería mejor por tanto hablar de derecho punitivo y no solo penal). No obstante,
si la analogía produjese un resultado favorable para el ciudadano, podría aplicarse.
3. Normas excepcionales: son las excepciones de los criterios generales del Ordenamiento, por eso no
pueden extrapolarse a otras situaciones, ya que se ven privadas de la fuerza expansiva que la analogía
representa.
4. Normas prohibitivas y limitativas de la capacidad de las personas y de los derechos subjetivos
individuales. En estos casos generalizar es muy difícil por lo que hay que decidir en cada caso concreto.
Aunque formalmente no sea fuente del Derecho, la jurisprudencia establece un cuerpo de criterios
para solucionar conflictos con trascendencia normativa en sentido material que complementa al Derecho.
La jurisprudencia adquiere importancia por tres motivos:
- Es preciso adaptar la norma (general) al caso (concreto).
- Las normas pueden ser muy generales, abstractas o flexibles.
- Los Tribunales son piramidales, los de primera instancia no están obligados a seguir al Supremo,
pero este puede anular sus sentencias.
6.3. LA EQUIDAD
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Interpretación es la tarea de averiguar el sentido de las palabras que integran la norma, para
aplicarla al caso planteado. Con la interpretación se persigue un objetivo práctico: buscar el criterio de
ordenación de conductas que contiene la norma para hacerlo efectivo en el caso concreto planteado.
Las técnicas de interpretación se encuentran en íntima relación con los fundamentos de la
concepción del Derecho y su función. Además, las técnicas interpretativas trascienden a la aplicación
judicial del Derecho y es de interés general para el conjunto de los profesionales del Derecho, ya que
constituyen las pautas mínimas de argumentación jurídica.
Los criterios interpretativos son los materiales sobre los que debe dirigir su atención el intérprete
para clarificar el sentido de la norma al ser aplicada a un caso concreto. Estos criterios están recogidos
en el Art. 3 del Código Civil, párrafo 1
Hasta la reforma de 1974 del título preliminar del Código Civil no se hace referencia escrita a los
criterios interpretativos, pero se usaban, sobre todo en el Tribunal Supremo.
Algunos autores dudan de la utilidad de este artículo por dos razones:
- Libertad amplia del intérprete, sobre todo en base al criterio sociológico, lo que hace difícil que se
recurra en casación por este motivo.
- No existe jerarquía entre los criterios, sólo cierta preeminencia del criterio teleológico.
De todos modos, la interpretación de las normas jurídicas requiere combinar diversos criterios
interpretativos.
Consiste en interpretar el sentido propio de las palabras de la norma, no de forma aislada, sino en
conjunto. Esto plantea el problema de que las palabras no tienen normalmente un único sentido, por lo
que hay que averiguar en cuál de su posible sentido ha querido emplearlas la norma.
Se trata de evitar que se interpreten las palabras más allá de unos límites razonables. Por eso se
dice que cuando el sentido de una norma se desprende con claridad de las palabras que emplea no hace
falta interpretar.
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7.4. LA INTERPRETACIÓN SISTEMÁTICA
Para interpretar hay que poner la norma en su contexto, su ubicación en el seno de un conjunto
de disposiciones relacionadas entre sí, con coherencia interna.
El mismo término (código o ley, título, capítulo, etc) puede tener un significado diferente según
la sede en que se emplee. Decidir cuándo debe prevalecer uno u otro sentido viene dado normalmente por
el contexto de la norma analizada. Por ejemplo: Responsabilidad; en el Código Civil se refiere a
menoscabo patrimonial, en el Código Penal se arriesga la libertad.
de la norma. También hay que tener en cuenta el autor (aunque a veces esto es difícil de averiguar).
Además, es frecuente que las normas nuevas tengan una parte de su contenido que responda a un
arrastre histórico, no suelen ser innovadoras.
Hay que tener en cuenta los antecedentes históricos y también los legislativos, la tradición jurídica
que le precede. Las normas legales tienen inspiración en borradores, proyectos, actas, textos extranjeros...
Por ejemplo, el código civil español está basado en el francés.
La interpretación teleológica se refiere a la ratio legis (razón legal), al criterio que preside la
norma, la idea-fuerza que la inspira (su razón de ser -raison d'être-), su formulación esencial, lo que debe
ser buscado por el intérprete. Es el espíritu (porque) y la finalidad (para que) de la norma.
Espíritu:
Se prefiere una interpretación que procure objetivar el espíritu o voluntad de la norma como algo
independiente del espíritu o voluntad del autor de la misma. Con ocasión de una determinada situación y
para conseguir un resultado concreto, el legislador puede dictar una norma que, sin embargo, dé cabida a
supuestos diferentes y produzca un juego más amplio que lo realmente pretendido en concreto al dictarla.
Se distingue entonces entre:
Occasio legis o circunstancias concretas que motivan que se dicten las normas, y
Ratio legis, o criterio de solución del conflicto que se sostiene en la norma, y que es más
susceptible de generalización.
Finalidad:
La referencia a la finalidad de la norma impone la necesidad de efectuar una interpretación
teleológica, esto es, que atienda tanto a los fines generales que persigue la norma como a los fines
concretos que se consiguen mediante su aplicación al caso planteado. Si lo general y lo concreto son
contradictorios, se debe rechazar esa interpretación.
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El aplicador del Derecho debe buscar la averiguación del espíritu y finalidad de las normas. Pero
la libertad de interpretación queda circunscrita por dos situaciones:
- Los principios generales del Derecho. Art. 1.4 del Código Civil.
- La Constitución y los valores que esta proclama como superiores. La Constitución es la norma
SUPREMA de todo el ordenamiento jurídico. Art. 5.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
EXAMEN:
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TEMA 3
CAPÍTULO 5
LA VIGENCIA Y EFICACIA DE LAS NORMAS
1.1. LA PUBLICACIÓN
Los ordenamientos jurídicos modernos no admiten la existencia de disposiciones secretas (salvo
regímenes totalitarios). Toda norma jurídica escrita debe ser publicada. Además, la publicación de una
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Tras la Constitución de 1978 y una vez producida la efectiva consolidación de las CCAA, las
disposiciones estatales se publican en el BOE y las autonómicas en el correspondiente Boletín Oficial de
la Comunidad de que se trate. Los actos normativos de las distintas instituciones comunitarias, por
supuesto, se publican (en las diferentes lenguas) en el correspondiente Diario Oficial de la Unión Europea.
Una vez publicada, la disposición normativa puede entrar en vigor de forma inmediata, el 1 de
enero del año siguiente, a los 3 meses de su publicación. En caso de que la fecha de publicación no
coincida con la entrada en vigor, la tradición impone hablar de vacatio legis, para identificar el periodo
temporal durante el cual la vigencia o vigor de la ley publicada se encuentra en suspenso.
El Código Civil establece 20 días como periodo de vacatio legis para todas las disposiciones
normativas donde no se especifica el momento de la entrada en vigor. De todos modos, esto casi nunca
es necesario porque casi todas las disposiciones especifican que “entrará en vigor el mismo día de su
publicación el BOE”.
Las leyes tienden a ser permanentes, no suelen establecer un periodo de vigencia limitado. No
obstante, en ocasiones, se habla de leyes de ámbito temporal, cuando la propia ley autoestablece un
periodo de vigencia determinado.
Cuando las leyes no tienen límite temporal siguen en vigor hasta que una nueva ley dicte lo
contrario. Derogar es dejar sin efecto, sin vigor, una ley preexistente por publicarse una nueva
disposición normativa que contempla o regula los mismos supuestos o materias que la anterior.
- Derogación total: dejar absolutamente privada de efecto la ley anterior.
- Derogación parcial: una parte de la ley se anula, el resto sigue en vigor.
Según el Art. 2.2 del Código Civil la derogación puede tener lugar de dos formas:
• EXPRESA.
- Concreta: la ley nueva indica las leyes anteriores que quedan derogados.
- Genérica: cualquier disposición que se oponga a la nueva regulación queda derogada.
• TACITA: aunque no se estipula una materia no puede estar regulada por dos disposiciones contrarias,
en ese caso, según el Art. 2.2 del Código Civil prevalece la nueva.
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Dictar una nueva ley y derogar la anterior es fácil, el problema de la derogación radica en saber si
la nueva ley debe regular las situaciones jurídicas producidas con anterioridad a ella o sólo las nacidas
con posterioridad.
El problema de la retroactividad o irretroactividad de la ley es muy grave, ya que las relaciones
sociales nacidas bajo la ley antigua no pueden derogarse ni desconocerse. Por eso, normalmente, casi
todas las disposiciones normativas se cierran con una serie de disposiciones transitorias que pretenden
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resolver los problemas planteados por el cambio legislativo, por el tránsito de una ley a otra.
Las disposiciones transitorias no pueden ser infinitas, ni tan detalladas que afronten cualquier
supuesto problemático de Derecho transitorio. Por eso todos los Ordenamientos contemporáneos
contienen una regla general favorable a la irretroactividad de la ley, como regla de máxima.
Este principio queda recogido en el Código Civil, Art. 2.3: “las leyes no tendrán efecto retroactivo
sino dispusieren lo contrario” y en la Constitución Española, Art. 9.3: “la Constitución garantiza…la
irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos
individuales…”.
La irretroactividad de las leyes ha estado conectada al principio de seguridad jurídica: como
regla, los actos realizados bajo un determinado régimen normativo no deben verse enjuiciados con una
ley nueva. La irretroactividad a la que apunta nuestro ordenamiento NO es una regla absoluta:
a) La Constitución impone la irretroactividad al legislador ordinario, pero no con carácter general, sino sólo
respecto de las disposiciones sancionadoras no favorables (que agraven un régimen sancionador
cualquiera: penal, administrativo, civil, etc) y de aquellas que sean restrictivas de los derechos
individuales.
Recientemente, la STC 49/2015, de 5 de marzo, en su fundamento jurídico 4 a) recoge la doctrina del Tribunal
respecto del principio de irretroactividad de las leyes, estableciendo que << es doctrina reiterada de este Tribunal
la de que el principio de irretroactividad de las leyes consagrado en el artículo 9.3 CE no es un principio general sino
que está referido exclusivamente a las leyes ex post facto sancionadoras o restrictivas de derechos individuales (SSTC
27/1981,6/1983 Y 150/1990). Fuera de estos dos ámbitos, nada impide constitucionalmente al legislador dotar a la ley del
grado de retroactividad que considere oportuno, entre otras razones porque la interdicción absoluta de cualquier tipo de
retroactividad conduciría a situaciones de congelación o petrificación del Ordenamiento Jurídico, lo que resulta inadmisible
– ello, obviamente, sin perjuicio del debido respeto a otros principios consagrados en el artículo 9.3 CE>>.
b) En cualquier otro caso, la ley puede ser retroactiva con absoluto respeto de la CE y sin violentar el
tradicional precepto civil.
La decisión de que una nueva disposición tenga o no carácter retroactivo, depende del propio
legislador (respetando los límites constitucionales), que habrá de valorar en cada caso los beneficios y las
consecuencias negativas de cualquiera de ambas opciones.
La eficacia retroactiva permite graduaciones y matizaciones, según sea la naturaleza del problema
social objeto de regulación:
- Cuando la ley nueva es de aplicación a los efectos de un hecho o acto acaecidos con anterioridad a su
publicación, se habla de retroactividad de segundo grado o fuerte. (Hechos y efectos anteriores a la
nueva ley). Ej. Ley 30/1981 “Ley del Divorcio”
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- Cuando la nueva ley se aplica a los efectos producidos, con posterioridad a su entrada en vigor, a causa
de un hecho o acto anterior a la misma, se califica de retroactividad en grado mínimo o débil. (Hecho
anterior y efecto posterior a la nueva ley). Ej. Ley 11/1981 “patria potestad conjunta de padre y madre”
La retroactividad resulta de interés general en todas aquellas leyes que conllevan un trato más
favorable para el ciudadano que la legislación preexistente.
Desde un punto de vista lógico, se podría pensar que, para poder respetar las leyes, previamente
habría que conocerlas, ya que difícilmente puede respetarse lo que se ignora. Sin embargo, desde el punto
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de vista práctico es imposible que un sujeto pueda conocer todo el conjunto de normas que componen
el Ordenamiento jurídico.
Las reglas de la lógica general no son las mismas que las reglas de la lógica y el razonamiento
jurídicos. Jurídicamente el problema tiene que ser enfocado desde la óptica de la efectividad del
ordenamiento; han de organizarse las cosas de forma que las normas sean efectivamente aplicadas. La
norma se aplicará, sea conocida o no por el sujeto determinado. En otro caso, bastaría con alegar la
ignorancia para que uno quedara a salvo del deber de cumplir y observar la norma.
Este problema es abordado y resuelto por nuestro sistema jurídico sobre las siguientes bases:
- Las normas deben ser objeto de publicidad. Esta publicidad formal implica la teórica
posibilidad de que cualquiera pueda tener acceso a la norma en cuestión. Pero con ello no se
resuelve el problema, pues un ciudadano corriente, enfrentado al BOE tendrá seguramente
muchos problemas para averiguar con exactitud el sentido de una Ley, eso si la encuentra.
- Se establece la regla de la efectividad del ordenamiento y deber de cumplimiento de las normas,
sea conocido o ignorado su contenido (art. 6.1 del CC: “la ignorancia de las leyes no excusa
de su cumplimiento”).
Por consiguiente, aun sin que exista el deber de conocer las normas y sin que éstas sean
efectivamente conocidas, sí existe el deber general de cumplimiento.
En general, las normas tienen que ser aplicadas incluso aunque se desconozcan. Sin embargo, si
se atiende a una de las reglas que se desprenden del art. 6.2 del CC, parece que sí cabe excluir
voluntariamente la aplicación de las normas, dentro de ciertos límites y condiciones: “la exclusión
voluntaria de la ley aplicable sólo será válida cuando no contraríe el interés o el orden público ni
perjudique a terceros”.
Para entender esta exclusión voluntaria de la ley hay que conocer la distinción entre normas de
Derecho imperativo y normas de Derecho dispositivo. Las normas imperativas se imponen
absolutamente siempre con o contra la voluntad y deseos de sus destinatarios. Las normas dispositivas
frecuentemente autorizan a los propios interesados a reglamentar las situaciones que les afectan
privadamente.
Cuando esto sucede, la regulación contenida en la norma jurídica solamente entra en juego en
defecto o ausencia de regulación convencional por parte de los interesados. Precisamente se está ante un
caso de exclusión voluntaria de la Ley aplicable, por ejemplo, es regla contenida en la ley que el préstamo
de dinero no produce intereses, pero la propia disposición legal autoriza la posibilidad de pacto expreso
en contrario.
Son frecuentes las normas dispositivas en el ámbito del Derecho patrimonial privado. Cuando
una norma reviste ese carácter, entonces es cuando cabe precisamente que la norma general pueda ser
desplazada por la reglamentación particular creada por los interesados.
Cuando, por el contrario, la norma es imperativa, la voluntad o deseo de los destinatarios de la
misma de excluirla es absolutamente irrelevante.
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El sujeto es libre de acatar las normas o no, pero si no las acata el ordenamiento prevé sanciones
en función de las normas no cumplidas.
Junto a esta modalidad de comportamiento directamente contrario a las normas, cabe que se
realice una conducta que produzca un resultado contrario al ordenamiento, pero que, aisladamente
considerada, sin atender a ese resultado, sea en sí conforme con las normas jurídicas. En tales casos se
habla de actos de fraude a la Ley, caracterizados por “los actos realizados al amparo del texto de una
norma que persigan un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, o contrario a él”.
Formalmente la ley se cumple; realmente se pretende su violación. Ejemplo (celebración de un
matrimonio con la finalidad exclusiva de obtener la nacionalidad).
El ordenamiento reacciona, no conformándose con la observancia formal de sus mandatos, sino
yendo al fondo del asunto, para perseguir las conductas fraudulentas, no impidiéndose la debida
aplicación de la norma que se hubiese tratado eludir.
EXAMEN:
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TEMA 4
CAPÍTULO 6
LOS DERECHOS SUBJETIVOS
La llamada relación jurídica consiste en cualquier tipo de relación entre seres humanos que se
encuentra regulada por el Derecho o que, sin estarlo, produce consecuencias jurídicas. Otras formas de
definir la relación jurídica son: vínculo de persona a persona determinado por una regla jurídica (Von
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Partiendo del contenido básico de la relación jurídica, existirán básicamente cuatro tipos:
1. Relaciones obligatorias:
Comprenderían aquellos supuestos en los que, por responsabilidad contractual o extracontractual,
una persona se encuentra en el deber de prestar o desplegar una conducta determinada en beneficio de
otra.
2. Relaciones jurídico-reales:
Basadas en la tenencia o apropiación de los bienes, se encontrarían presididas por la propiedad y
demás derechos reales, en cuya virtud una persona goza de una capacidad decisoria sobre el uso y
aprovechamiento de cualquier bien que el Ordenamiento le garantiza frente a los demás miembros de la
colectividad.
3. Relaciones familiares:
Situaciones de especial conexión entre las personas que el Ordenamiento jurídico regula
atendiendo a criterios de ordenación social general, para garantizar un marco normativo a la familia.
4. Relaciones hereditarias o sucesorias:
Todas aquellas conectadas al fenómeno de la herencia y a las personas en ella implicadas, como
sucesores de la persona fallecida con anterioridad: derechos y deberes de los herederos entre sí y en sus
relaciones con los demás.
Pretende resaltar los distintos componentes que pueden analizarse por separado en ella. Pueden
distinguirse:
Los sujetos de la relación jurídica:
Dado que los derechos y deberes sólo pueden atribuirse a las personas, es evidente que en toda
relación jurídica el componente personal es estructuralmente necesario. Las relaciones sociales de
trascendencia jurídica requieren la existencia de un determinado vínculo o lazo entre personas que ocupan
posiciones distintas.
La persona que tiene derecho a algo se denomina sujeto activo. En cambio quien se encuentra
obligado a reconocer, satisfacer o hacer efectivo el derecho de cualquier otra persona, se denomina sujeto
pasivo. La posición de sujeto activo/pasivo puede ser ocupada por una o varias personas (cotitularidad).
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determinado comportamiento respetuoso del derecho ostentado por cualquier otra persona.
Las normas jurídicas ordenan la observancia de los comportamientos considerados necesarios para
mantener la organización social tanto a los particulares, (ya sea individualmente considerados, o como
miembros de los colectivos sociales), como a los propios poderes públicos.
La tradición política, cultural y jurídica aboga por el establecimiento de sistemas jurídicos
respetuosos de la libertad de las personas y de los colectivos sociales, a quienes las normas deben
reconocer y respetar su propio ámbito de decisión y de actuación, con plena eficacia, aunque a veces el
hiperreglamentarismo actual hace que esto sea difícil.
El ordenamiento jurídico intenta crear los cauces y garantías para que la libertad personal sea
respetada, dentro de los márgenes legales, además establece los criterios de resolución de conflictos
cuando estos surgen.
De acuerdo con nuestra Constitución (Art. 9.3), los poderes públicos sólo pueden actuar al amparo
y dentro de los cauces preestablecidos por el propio ordenamiento, persiguiéndose así la seguridad
jurídica y la prohibición de la arbitrariedad de los poderes públicos.
Pero lo cierto es que el ámbito de la libertad de las personas no solamente puede padecer
agresiones desde los poderes públicos, sino también por parte de otros sujetos privados, individual y
colectivamente considerados. Por ello, no basta con crear baluartes de defensa de la persona frente a la
posible agresión estatal, sino que es necesario defenderla frente a todo tipo de agresión y facilitarle una
libertad de decisión dotada de un contenido rico para que los legítimos fines individuales y el libre
desarrollo de la personalidad se puedan convertir en realidad.
El derecho subjetivo es el poder que el Ordenamiento otorga o reconoce a los particulares para
que satisfagan sus propios intereses. El “tener derecho a…” significa ostentar el poder de exigir algo a
alguien: el poder de exigir la observancia de una determinada conducta (activa u omisiva) a alguna otra
persona en concreto o, en general, a todos los demás (frente a otros particulares o frente al estado). Por
ello suele definirse al derecho subjetivo como la situación de poder concreto otorgada por el
Ordenamiento jurídico a un sujeto para que defienda y satisfaga sus propios intereses.
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del propio derecho subjetivo matriz. La mayor parte de ellas pueden desgajarse de este derecho y generar
un nuevo derecho subjetivo derivado que tendrá menor alcance y contenido.
frecuente que determinadas personas tengan atribuidas autoridad, competencias, funciones o cargas con
vistas al cumplimiento de intereses generales que excedan de su propio ámbito de libertad y decisión.
EXAMEN:
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TEMA 4
CAPÍTULO 7
EL EJERCICIO DE LOS DERECHOS
Ejercitar un derecho es hacer uso del poder que comporta. El ejercicio de un derecho no es
obligatorio sino opcional. En función del derecho de que se trate, así serán los actos de ejercicio que
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correspondan.
No es preciso que sea el propio titular el que ejercite sus derechos subjetivos. Cuando el titular es
incapaz de ejercitar sus derechos (Ej.: por no tener la edad precisa para ello), pueden hacerlo otras personas.
También puede ocurrir que el titular encomiende el ejercicio a otra persona, para que actúe en interés del
titular del derecho (representación).
El titular de un derecho subjetivo, para satisfacer su interés, puede ejercitar el conjunto de
facultades o poderes concretos del derecho. Sin embargo, la satisfacción del propio interés no autoriza a
cualquier acto de ejercicio del derecho, sino que existen límites.
Las facultades de actuación del titular de los derechos subjetivos se encuentran circunscritas o
delimitadas al abanico de posibilidades que satisfaga sus intereses sin detrimento de los derechos de los
demás ciudadanos y de las necesidades o requerimientos de interés general. El ejercicio de los derechos
subjetivos debe llevarse a cabo de forma razonable, no suponen un poder infinito o una capacidad de
actuación ilimitada.
Sin embargo, hay quien se extralimita en el ejercicio de sus derechos subjetivos, por eso, el
legislador (y, sobre todo, la jurisprudencia) debe contar con mecanismos restauradores del ejercicio
razonable de estos derechos que permitan la ordenada convivencia social y, en su caso, la jerarquización
de los intereses jurídicamente protegidos. Estos mecanismos suelen identificarse doctrinalmente con los
límites de los derechos, dentro de los que se distinguen: límites extrínsecos, intrínsecos y temporales.
Los límites vienen dados por un factor externo al ejercicio del derecho propiamente dicho o en sí
mismo considerado. Se agrupan en esta expresión las consecuencias relativas al ejercicio de los derechos
nacidas a causa de la concurrencia de diversos derechos recayentes sobre un mismo objeto o que despliegan
su eficacia en un ámbito que puede verse afectado por diversos derechos contrastantes entre sí. Supuestos
típicos:
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Sin embargo, por mucha previsión que tenga el legislador o los interesados, lo cierto es que la
complejidad de la vida social seguirá presentando de continuo situaciones fácticas de colisión de derechos
que habrán de resolverse mediante el recurso a los principios generales de aplicación de las normas
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jurídicas (por ejemplo, prima el derecho que se haya puesto en acción antes).
La pluralidad de sujetos respecto de un mismo derecho genera una situación de cotitularidad que
puede ser considerada como un subtipo concreto de la colisión de derechos, pues al menos cuando el
derecho recae sobre las cosas (copropiedad, en sentido técnico) suele ser incompatible el ejercicio
simultáneo de todos los cotitulares sobre ellas. Este problema se rige por las reglas establecidas en los Art.
392 y siguientes del Código Civil.
Derivan de la propia conformidad del derecho subjetivo con el ejercicio del mismo, requiriendo
a su titular que se comporte según parámetros exigibles con carácter general, es decir, que los derechos se
ejerciten conforme a su propia función y significado, vetando su ejercicio de manera desorbitada o
contraria a los parámetros de conducta socialmente asumidos.
Tal delimitación de la extensión de los derechos se lleva a cabo por el Ordenamiento y por la
jurisprudencia, acudiendo a una serie de conceptos jurídicos indeterminados que se encuentran acogidos
en el Título preliminar del Código Civil: la buena fe y el abuso del derecho. Constituyen límites
intrínsecos, en cuanto el ejercicio de cualquier derecho ha de realizarse de acuerdo con tales principios
generales del Derecho.
Art. 7 del Título preliminar del CC: “los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la
buena fe”. Dicho precepto ordena que los derechos (pero, también los deberes) que se ostentan deben
materializarse de conformidad con el modelo de conducta que socialmente es considerado honesto y
adecuado. En consecuencia, no estaría permitido realizar actos de ejercicio que, aunque quepan dentro de
las facultades teóricas que tenga el titular, se aparten de ese canon de lealtad en las relaciones sociales.
La buena fe es un concepto jurídico indeterminado, por lo tanto, es casi imposible describirla
en términos positivos, aunque sea una figura muy común dentro del derecho. Es un principio general del
derecho de carácter expansivo. Es el módulo rector del ejercicio de los derechos.
La buena fe se ha enunciado como postulado básico por cuanto representa una de las más fecundas
vías de irrupción del contenido ético-social en el orden jurídico. Sigue siendo un principio general del
Derecho, pero es ahora un principio normativizado: buena fe en sentido objetivo y como pauta general
de conducta en el ejercicio de los derechos.
La indeterminación es inmanente al principio general de la buena fe y precisamente mantenerla
constituye una estrategia del Ordenamiento jurídico para facilitar constantes adaptaciones a la realidad.
En la Ley de Enjuiciamiento Civil (art. 247) se incorpora también una referencia a la buena fe, en
este caso procesal, y se pueden distinguir tres partes distintas:
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1. Los dos primeros apartados establecen la necesidad de adecuar las actuaciones procesales a las
exigencias de la buena fe, de forma positiva o negativa.
2. El tercero prevé la posibilidad de que a la parte que haya vulnerado las reglas de la buena fe se le puedan
imponer multas de hasta 6 mil euros.
3. El cuarto regula el supuesto de que la vulneración haya sido llevada a cabo por los profesionales
intervinientes, pudiéndose establecer una sanción disciplinaria por parte del Colegio profesional oportuno.
Igualmente son frecuentes las referencias a la buena fe en las disposiciones relativas a la
Administración pública (Ley 30/1999 RJAPAC). Actualmente debe reseñarse el artículo 3.1.e) de la Ley
40/2015 del Régimen Jurídico del Sector Público, que señala que deberán respetar en su actuación y
relaciones el principio de buena fe.
Son numerosísimas las sentencias del Tribunal Superior que recurren a la idea de la doctrina de los
propios actos, rechazando el ejercicio de un derecho cuando resulta incompatible con la conducta
anteriormente observada por su titular respecto del mismo derecho o de las facultades que lo integran.
Dicha regla no se encuentra formulada normativamente en nuestro Ordenamiento con carácter
general, mas su operatividad es innegable como consecuencia concreta del ejercicio de los derechos de
acuerdo con la buena fe.
La alegación de la doctrina requiere que el sujeto pasivo demuestre que, en relación con él mismo,
el sujeto activo del derecho subjetivo haya desplegado con anterioridad una conducta que, interpretada de
buena fe, demuestra la contradicción o incompatibilidad de la nueva postura del titular del derecho
subjetivo; circunstancia que, en definitiva, destruye la confianza que para el sujeto pasivo comportaba la
conducta anterior del sujeto activo. Por tanto, dicha ruptura de la confianza ha de considerarse contraria a
la buena fe, en cuanto el titular del derecho subjetivo no puede adecuar a su antojo y por mero capricho,
jugando con las expectativas de las personas que con él se relacionan. Proclama el principio general del
derecho como norma, la inadmisibilidad de actuar contra los propios actos. Constituye un límite del
ejercicio de un derecho subjetivo como consecuencia del principio de buena fe, y de la exigencia de
observar un comportamiento consecuente.
Alguien, con su conducta, puede abrir o crear ciertas expectativas a terceros (justificadas y
legítimas). Al planificar su desenvolvimiento en el tráfico jurídico, el tercero puede invertir tiempo y
esfuerzo, y el agente con su conducta inconsecuente cerrarle o frustrarle las expectativas, causándole un
daño injusto. Encuentra su fundamento en la protección que requiere la confianza que se puede haber
depositado en el comportamiento ajeno y la regla de la buena fe, que impone el deber de coherencia en el
comportamiento.
Se basa en la coherencia de la conducta, si nuestros actos son de un determinado tipo hoy, deberán
continuar siéndolo mañana, o las terceras personas no sabrán a qué atenerse. Por ejemplo: El padre que
reconoce voluntariamente a una persona como hijo, y pretende posteriormente impugnar dicho estado
civil. El establecimiento que vende alcoholes a una persona, que sufre accidente en sus dependencias y
luego pretende excusarse de su responsabilidad alegando precisamente la ingesta alcohólica de esa misma
persona.
Finalmente, el artículo 111-8 de la Ley 29/2002, de 30 de diciembre, primera Ley del Código Civil de Cataluña,
recoge expresamente la doctrina de los propios actos, al declarar que <<Nadie puede hacer valer un derecho o una facultad
que contradiga la conducta propia observada con anterioridad si ésta tenía una significación inequívoca de la cual derivan
consecuencias jurídicas incompatibles con la pretensión actual>>
El abuso del derecho constituye un concepto jurídico indeterminado que se incorpora al título
preliminar del Código Civil. Su concreción requiere la consideración casuística y por tanto
un atento análisis jurisprudencial. La fijación de fronteras definidas entre la buena fe y el abuso del derecho
es muy complicada.
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La idea del abuso del derecho es reciente y posterior al momento codificador europeo y además se
encuentra sobrepuesta directamente con el análisis del contenido del derecho a la propiedad en concreto,
resultando innegable su matiz jurisprudencial. Surgido por tanto en algunas sentencias francesas en
juzgados de primera instancia en la segunda mitad del siglo XIX, su desarrollo doctrinal y jurisprudencial
ha sido constante hasta su conversión en texto normativo, que sucede por primera vez en el BGB.
En la jurisprudencia española el concepto de forma fundamental en la sentencia del Tribunal
Supremo de 1944, en la que se establece los siguientes puntos de partida:
1. Debe considerarse, primeramente, la regla de derecho clásico según la cual el ejercicio del derecho es
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lícito, aunque se lesionen simples intereses de terceras personas, no obstante, a la misma no debe
atribuírsele un alcance demasiado literal y absoluto que en cierto modo la pondría en pugna con las
exigencias éticas del derecho.
2. La doctrina moderna considera ilícito el ejercicio de los derechos cuando sea abusivo, partiendo de la
idea de que los derechos, aparte de sus límites legales, tienen otros de orden moral, teleológico y
social, de modo que incurre en responsabilidad el que obrando al amparo de una legalidad externa causa
daños a un tercero o a la sociedad.
Desde la sentencia de 1944 el Tribunal Supremo ha reiterado los elementos esenciales del abuso
del derecho y su aplicación o inaplicación.
La figura del abuso del derecho aparece por primera vez en nuestro ordenamiento jurídico en la
Ley de Arrendamiento Urbano de 1964, pero esta ley era por su carácter excepcional limitada, ya que no
se podía expandir dicho principio al resto de las relaciones jurídicas.
No sucede lo mismo cuando queda incorporado a nuestro Código civil en su art..7.2 “La Ley no
ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión que, por la intención de su
autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites normales del
ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de
las medidas judiciales o administrativas que impidan la persistencia en el abuso”.
Por lo tanto, y según se establece en el Código Civil, los presupuestos de aplicación del abuso del derecho
son:
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2. Consecuencia dañosa para un tercero: El ejercicio abusivo del derecho sí requiere, en cambio, que su
materialización haya acarreado a cualquier otra persona un daño determinado, cuya existencia concreta y
efectiva habrá de probarse y cuantificarse. El daño puede consistir tanto en la aparición de consecuencias
imprevistas para el tercero como en la agravación de la situación jurídica en que éste se encuentre, según
que exista o no una previa relación jurídica entre el agente del ejercicio abusivo y el tercero.
Una vez producido el daño, la víctima podrá reclamar daños y perjuicios y/o solicitar la adopción
de medidas que impidan la persistencia en el abuso.
1. Debe aplicarse con especial cuidado, atendiendo a las circunstancias del hecho y procurando la
indubitada acreditación de los presupuestos de aplicación según en Art. 7.2 del Código Civil.
2. Sólo entra en juego cuando no hay norma concreta aplicable al supuesto, requiriendo que el
interés dañado no goce de protección determinada.
3. Su aplicación debe ser solicitada por quien lo estime, ya que es materia dispositiva.
EXAMEN:
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TEMA 5
CAPÍTULO 8
LA PRESCRIPCIÓN Y LA CADUCIDAD
El titular de un derecho tiene la posibilidad de ejercitar los poderes que su derecho le confiere,
bien en un momento concreto (término), bien a lo largo de un periodo de tiempo máximo (plazo), que lo
mismo puede haber quedado determinado que indeterminado en la relación jurídica de que se trate.
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La precisión del período temporal durante el cual pueden ejercitarse las facultades que se poseen,
varía de acuerdo con la naturaleza del derecho de que se trate y de las previsiones legislativas o de los
particulares. Es justo que la situación de poder que otorga cualquier derecho subjetivo pese sobre los
sujetos pasivos del mismo de forma temporalmente limitada, especialmente por razones de seguridad en
el tráfico económico y jurídico. Si en principio el titular del derecho subjetivo deja pasar un largo período
temporal sin hacerlo, puede darse el caso de que termine por reclamar sus intereses en un momento tan
tardío que, razonablemente, el sujeto pasivo no pensara que tal derecho se encontraba vivo y activo.
Por otra parte, la desidia en el ejercicio de los propios derechos es también manifestación de una
conducta que, permite suponer que los derechos que no son ejercitados en su momento adecuado o dentro
de un periodo temporal prudente, ya no serán ejercitados nunca, generando así la legítima expectativa en
las demás personas de la comunidad de que el derecho ha decaído, ha sido renunciado o no va a ser
ejercitado finalmente.
La configuración de los límites temporales del ejercicio de los derechos puede hacerse mediante
dos figuras distintas: la caducidad y la prescripción.
Gramaticalmente hablando, computar equivale a contar o calcular una cosa cualquiera; en este
caso, los periodos de tiempo. El cálculo del tiempo provoca numerosos problemas en la práctica.
La regla fundamental al respecto se encuentra recogida en el art. 5 del CC: “1. Siempre que no
se establezca otra cosa, en los plazos señalados por días, a contar de uno determinado, quedará éste
excluido del cómputo, el cual deberá empezar el día siguiente; y si los plazos estuvieren fijados por
meses o años, se computarán de fecha a fecha. Cuando en el mes de vencimiento no hubiera día
equivalente a la inicial del cómputo, se entenderá que el plazo expira el último día del mes. 2. En el
cómputo civil de los plazos no se excluyen los días inhábiles”.
Comentarios:
- La regla tiene carácter supletorio (“siempre que no se establezca otra cosa…”). No vincula al legislador
ni a los particulares. Ambos pueden resolver los problemas de índole temporal estableciendo otras reglas.
Pero, en caso de no hacerlo, encontrará aplicación lo dispuesto en el artículo.
- Por ello ha de considerarse una regla general que se ve contradicha en numerosas ocasiones (por ej. la
inclusión por completo del día de nacimiento a efectos de determinar la mayoría de edad).
- Los días inhábiles se computan como si no fueran tales, pues el Código Civil sigue el sistema de cómputo
continuo, en cuya virtud no se exceptúan los días inhábiles.
Lo contrario de esté sería el sistema de cómputo útil, que excluye los días inhábiles por considerar en
tales días no puede exigirse el cumplimiento de una determinada actividad. Por ejemplo, según la LOPJ
son días inhábiles, a efectos procesales los sábados, domingos, 24 y 31 de diciembre y las fiestas
nacionales autonómicas y locales.
- La computación de fecha a fecha de los plazos mensuales o anuales, NO deroga la exclusión del cómputo
del día inicial, pero desempeña el papel de garantizar la exacta correspondencia entre fechas.
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- La regla establecida respecto del agotamiento de los plazos mensuales, referida al último día de un mes
cualquiera es obvia, dada la distinta duración de los meses del año.
También en esta materia, las disposiciones del Código Civil han desempeñado un claro papel
estelar y han sido aplicables, con carácter general, al conjunto del ordenamiento jurídico.
En los tiempos contemporáneos lo dispuesto por el Código Civil se ve repetido y reiterado (de
forma innecesaria) en otras leyes, en las que podría haber bastado con resaltar la exclusión de los días
inhábiles, es decir, la procedencia del cómputo útil.
Sí que se hace necesaria la regulación específica de los plazos en el ámbito administrativo o
procesal, ya que, en estos casos, el cómputo de los plazos obviamente no es de carácter dispositivo para
los particulares, debiendo procederse a la exclusión los días inhábiles.
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2.- LA PRESCRIPCIÓN
En relación a la clara incidencia del tiempo sobre el nacimiento y relación de los derechos, hay que
determinar dos figuras clave:
− En primer lugar, es necesario que estemos frente a un derecho que sea susceptible de prescripción, esto
es, un derecho prescriptible. La prescriptibilidad de los derechos sirve de regla general, sobre todo
referida a los derechos subjetivos patrimoniales. Al contrario, los derechos subjetivos extrapatrimoniales,
generalmente no prescriben.
− Que el titular del derecho en cuestión permanezca inactivo, esto es, sin ejercitar el derecho que le
corresponde.
− Que transcurra el plazo señalado por la ley para el ejercicio del derecho sin que se haya llevado a cabo
la actuación del mismo.
− Que, en su caso, producido un acto extemporáneo de pretendido ejercicio del derecho, el sujeto pasivo
alegue la prescripción producida y no haya renunciado a ella.
El cómputo del plazo prescriptivo establecido en cada caso se inicia desde el momento en que el
derecho pudo haber sido ejercitado, salvo que se disponga otra cosa diferente.
La expresión “desde el día en que pudieron ejercitarse” los derechos (o las acciones, según el
tenor literal del Código Civil) ha de ser entendida en el sentido de que debe iniciarse el cómputo del plazo
prescriptivo desde que el titular del derecho tuvo conocimiento (o pudo tenerlo razonablemente) de que
podía ejercitar el derecho.
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Hay algunas especialidades en al cómputo de la prescripción, que no atentan contra la regla general:
− En las obligaciones del pago de rentas e intereses la prescripción comienza a correr desde el último
pago de la renta o del interés adeudado.
− En las obligaciones determinadas por sentencia judicial la prescripción comienza a correr desde el
momento en que esta sea firme.
− En las obligaciones de rendición de cuentas comienza a correr desde que los obligados a rendirlas cesan
en su cargo o desde que hay conformidad respecto a las cuentas finales.
Como hemos visto, existen excepciones al art. 5 que excluía del cómputo el día inicial, una de
ellas es la establecida en el artículo 1960.3 en materia de Usucapión, según dicho precepto el primer día
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o día inicial del plazo se tiene por entero en lugar de excluirse (p.e: si cualquier derecho puede ejercitarse
a partir de las 13:00 horas del día 3 de mayo de 1990 y tiene un plazo de prescripción de 3 años, dado
que el día referido debe computarse desde las cero horas, es evidente que el plazo finaliza a las 00:00 del
día 3 de mayo de 1993. Esto es, el día final para realizar cualquier acto de ejercicio en relación con tal
derecho es el 2 de mayo de 1993).
El derecho civil menciona unos plazos generales de prescripción, aunque hay una enorme
cantidad de casuismo referido a dichos plazos:
• Los derechos reales sobre inmuebles prescriben a los 30 años, salvo la acción hipotecaria, que
prescribe a los 20 años.
• Los derechos reales sobre bienes muebles prescriben a los 6 años.
• Las acciones personales que no tengan plazo especial prescriben a los 5 años desde que pueda exigirse
el cumplimiento de la obligación. En las obligaciones continuadas de hacer o no hacer, el plazo
comenzará cada vez que se incumplan.
*Este nuevo segundo párrafo del art 1964 CC, modificado por la ley 42/2015 de reforma de la LEC, reduce
el histórico plazo quindenial (15 años) de forma probablemente drástica en exceso a tan solo cinco años.
• El derecho a cobrar prestaciones periódicas pagaderas en plazos inferiores a un año prescribe a los 5
años.
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• El derecho a cobrar los servicios profesionales y algunos derechos concretos prescribe en el plazo de 3
años.
• En el plazo de 1 año prescriben los interdictos posesorios y el derecho a reclamar la indemnización que
nace de la responsabilidad civil extracontractual.
7.- LA CADUCIDAD
7.1. CADUCIDAD DE LOS DERECHOS
temporal propiamente dicha, pues pueden revivir de forma continuada y recurrente por un mero acto de
ejercicio de su titular. Esta reviviscencia o resurrección de los derechos no resulta siempre posible, ni
técnicamente aconsejable ya que provocaría la eternización de los procesos, y su consiguiente
disfuncionalidad.
Ante ello, la ley (y también a veces los particulares) considera en numerosas ocasiones que el
ejercicio de determinados derechos y facultades se debe llevar a cabo, necesaria e inexcusablemente,
dentro de un periodo temporal predeterminado. Una vez transcurrido el plazo marcado, sin posibilidad
alguna de suspensión o interrupción, el derecho de que se trate no podrá ya ser ejercitado por su titular,
requiriendo pues una especial diligencia y prontitud por su parte. Podemos conceptuar caducidad, como
la extinción de un derecho por su falta de ejercicio durante un plazo temporal prefijado que no es
susceptible de ser interrumpido.
Ocurre así, en general, en todos los actos procesales (p.e: quien estime que alguno de sus
derechos fundamentales ha sido vulnerado, perderá su derecho a que el TC conozca su causa si no
presenta el recurso de amparo dentro de los 20 días siguientes a la notificación de la resolución recaída
en el previo proceso judicial).También en Derecho civil (y en otros sectores del ordenamiento) son
frecuentes los supuestos de caducidad.
1. Los plazos de caducidad no son susceptibles de interrupción ni suspensión alguna, operando, por tanto,
en estrictos términos temporales.
2. Los plazos de caducidad suelen ser breves, cuando no brevísimos, aunque ciertamente cabe resaltar
también que en algunos casos los plazos de prescripción pueden circunscribirse a cortos períodos de
tiempo.
3. La caducidad puede ser declarada judicialmente de oficio, la prescripción no. Esto es así porque existe
un interés público en que ciertos derechos se ejerciten.
EXAMEN:
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TEMA 6
CAPÍTULO 9
LA PERSONA
El Derecho existe porque los seres humanos quieren encontrar una forma de resolución de
conflictos. Actualmente se ha equiparado persona y seres humanos, mientras existió la esclavitud y la
servidumbre esto no era así, algunos seres humanos no eran considerados persona. Pero, aun así, en
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Derecho no suele hablarse de ser humano, ni de hombre, mujer o niño, sino de personas físicas o personas
naturales para referirse al conjunto de seres humanos.
Esto se debe a que hay que tener en cuenta, como posibles sujetos de derechos y obligaciones, no
sólo a los seres humanos, sino también a ciertas entidades, agrupaciones o colectivos a los que el Derecho
ha personificado por razones de distinta índole. Por consiguiente, para referirse genéricamente a cada uno
de tales grupos, se ha impuesto la necesidad de hablar, respectivamente, de persona natural, de una
parte, y, de otra, de persona jurídica.
Las personas físicas o seres humanos fueron consideradas primero en el Derecho (prius), son el
motivo por el que existe el Derecho, para solucionar conflictos interindividuales o sociales. Por el
contrario, las denominadas personas jurídicas son tales sólo porque están reguladas y admitidas por el
Derecho positivo.
Sea por la inmanente personalidad del ser humano o por la asimilación al mismo, mediante la
personificación de ciertas entidades o agrupaciones de individuos, el Derecho acaba reconociendo o
atribuyendo personalidad tanto a las personas naturales como a las jurídicas. Personalidad puede definirse
pues como el reconocimiento de alguien como sujeto de derechos y obligaciones.
− Capacidad de obrar: se refiere a ser capaz de ejercer sus derechos y obligaciones, implica la posibilidad,
aptitud o idoneidad de una persona (natural o jurídica) para ejercitar o poner en práctica los derechos u
obligaciones que le sean imputables o referibles. Permite graduaciones o divisiones, según el acto a
realizar.
El Art. 14 de la Constitución española establece que los españoles somos iguales ante la ley, no
iguales entre sí, sin discriminación por circunstancias personales o sociales. Está basada en la ley
consagrada con la Revolución francesa que anulaba las diferencias ante la ley según la clase o sector
social
La capacidad jurídica significa posibilidad, abstracta y teórica, de encontrarse en
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situaciones originadoras de derechos y obligaciones que pueden darse a lo largo de la vida de un sujeto
y tiene un valor fundamentalmente ético o sociopolítico. Coloca a todas las personas en un punto de
partida presidido por la idea de igualdad (ser potencialmente sujeto de todos los derechos identificados
por el ordenamiento jurídico), rechazando discriminaciones.
Planteamiento constitucional
La utilidad del concepto de estado civil es más que discutible, pues realmente tal calificación no
conlleva la aplicación de un régimen normativo prefigurado y común a todos los pretendidos estados
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1. En cuanto al Derecho Romano, se basa en la trilogía status libertatis, status civitatis y status familiae,
según la cual no se era sujeto de Derecho, (es decir persona), quien no fuera libre, ciudadano romano y
no estuviera sometido al padre.
2. En cuanto al concepto medieval de status, se basa en condición o manera en que los hombres viven,
atribuyendo leyes distintas según raza, religión, clase social…
La vigente Ley de Enjuiciamiento Civil 2000 mantiene, en el Título I del Libro IV (art. 748-781),
los procesos especiales sobre capacidad, filiación, matrimonio y menores, que resultan totalmente
coincidentes con la temática tradicional concerniente a los “estados civiles”.
No obstante, lo hace sin utilizar en ninguna ocasión ese término, sino que usa la denominación
técnica del asunto o cuestión que en casa caso resulte oportuno (capacidad o incapacitación,
determinación o impugnación de la filiación…)
Además, el Art. 751.1, establece que “en los procesos a que se refiere este título no surtirán efecto
la renuncia, el allanamiento ni la transacción”, al tratarse de procesos indisponibles para las personas o
particulares, y lo hace sin recurrir a la previa atribución de carácter de estado civil, sino que sencillamente
declara que no se puede transigir sobre la capacidad, ni negociar con la incapacitación de las personas
por ser cuestiones reservadas a reglas de Derecho imperativo, dada su trascendencia.
4.- EL NACIMIENTO
La adquisición de la personalidad y de la capacidad jurídica por los seres humanos tiene lugar con el
nacimiento, en tal sentido el artículo 29 CC ya incide sobre la idea indicando que el nacimiento determina la
personalidad.
La ley 20/2011 del Registro civil, modificó la antigua redacción del artículo 30 del Código Civil, dejándola
de la siguiente forma:
“la personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida y enteramente desprendido del
seno materno”.
Desparecen pues los dos requisitos necesarios para la adquisición de la personalidad según la redacción
del art. 30 previa a la mencionada reforma:
- Tener figura humana.
- Vivir 24 horas enteramente desprendido del seno materno. La personalidad se adquiría desde el momento
del nacimiento, pero solo si vivía más de 24 horas.
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4.2. EL MOMENTO DEL NACIMIENTO: PARTOS MÚLTIPLES
El nacimiento se produce en el instante mismo en que el feto se independiza de la madre. Por ello,
la legislación requiere que en la inscripción de nacimiento en el Registro Civil conste, además de la fecha,
la hora del nacimiento. No obstante, en la práctica no es de extrañar que el parte médico y la declaración
de los padres alteren levemente la hora para hacerla coincidir con algún día especial para la familia.
La determinación del momento del nacimiento adquiere particular relevancia en el caso de
embarazo múltiple (más de un hijo). Según el art. 31 del Código Civil “corresponden al primer nacido
los derechos que la ley reconozca al primogénito”. En términos médicos, al parecer nace antes el último
concebido. Desde el punto de vista legal, en caso de no conocerse la hora del nacimiento debe constar el
orden del nacimiento y en caso de que tampoco se conozca debe figurar como desconocido.
De todos modos, todos los hermanos son iguales ante la ley, por lo que el primogénito no tiene
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Múltiples razones de orden familiar y sucesorio han planteado, ya desde los viejos tiempos
romanos, la necesidad de considerar la situación jurídica de quienes se encontraban gestándose en el
claustro materno, dotándoles de una especial protección.
Los modernos Códigos destinan una serie de preceptos al nasciturus para “reservarle” ciertos
beneficios o efectos favorables para el caso de que llegue a nacer y adquirir la capacidad jurídica.
Según el Art. 29 del Código Civil “el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le
sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente”. Esto también
se reconoce reiterativamente en el LEC-2000 que en su art. 6.1.2 reconoce la capacidad de las personas
físicas para ser parte en los procesos civiles y también hace lo propio para el concebido, pero no nacido,
para todos los efectos que le sean favorables.
Desde el punto de vista moral, filosófico, ético o incluso médico, puede discutirse sobre el
momento genético de la vida humana, desde el punto de vista legal no hay dudas, la personalidad se
adquiere con el nacimiento regular, conforme a los dispuesto en el art. 30 CC.
La expresión latina es habitual para referirse a personas que, pese a no haber sido “aún
concebidas” pueden llegar a nacer (p.e: el hijo mayor de mi nieto). Tales personas, en principio, no
pueden considerarse como titulares de posición jurídica alguna, ni de un derecho subjetivo concreto, pues
representan un futurible. Sin embargo, existen mecanismos en cuya virtud la atribución de derechos a los
nondum concepto resulta admisible, como la donación con cláusula de reversión en favor de terceros y
la sustitución fideicomisaria.
El art. 32 del Código Civil establece que: “la personalidad civil se extingue por la muerte de las
personas”, regla obvia que no requiere explicación alguna.
En cambio, sí requiere explicación el art. 34 del Código Civil “presunción de muerte del ausente”
o persona desaparecida sin que se tenga noticia alguna de ella durante un plazo de tiempo prudencial
(arts. 183 y 193) o bien de aquellas personas que hayan participado en campañas bélicas, sufrido
naufragio o accidente aéreo y de cuya supervivencia no se tengan noticias. La suerte del ausente o
desaparecido no puede constituir una incógnita permanente y sin límite temporal alguno, ya que las
relaciones jurídicas tocantes al ausente y, lógicamente, a terceros no pueden quedar indefinidamente en
suspenso. Para evitar esto se puede instar judicialmente la declaración de fallecimiento, la cual establece
plazos según el tipo de desaparición que sea.
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5.2. DETERMINACIÓN DEL FALLECIMIENTO
Las consecuencias de la muerte como hecho físico incontestable que a todos nos ha de llegar son
claras: al extinguirse la personalidad del difunto, todas las situaciones o relaciones sociales a él
pertenecientes habrán de darse igualmente por extinguidas, por desaparición del sujeto. Su cuerpo pasa a
ser cadáver y, por consiguiente, no puede ser calificado como persona, sino como cosa. Por ello, resulta
necesario precisar el momento del fallecimiento y, en tal sentido, establece la Ley de Registro Civil que
la inscripción de defunción hace fe de la fecha, hora y lugar en que acontece la muerte y que, para
proceder a la inscripción “será necesaria certificación médica de la existencia de señales inequívocas de
muerte”, con indicación de la causa.
Tanto el actual RD 1723/2012, como el artículo 10.2 del derogado Real Decreto 2070/1999 sobre
trasplantes de órganos, tratan el tema en parecidos términos, este último establecía que la muerte del
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individuo podrá certificarse tras la confirmación del cese irreversible de las funciones
cardiorrespiratorias o del cese irreversible de las funciones encefálicas. Si bien la ley actual sustituye la
referencia a la “actividad cardiorrespiratoria” por “funciones circulatoria y respiratoria”.
5.3. LA CONMORIENCIA
Pero el artículo 33 del Código Civil cambió la tradición, según ese artículo “si los conmorientes
fallecen de forma simultánea no tiene lugar la transmisión de derechos de uno a otro”. Aunque
probablemente fue redactado pensando en una muerte simultánea por la misma causa (accidente,
terremoto…), se mantiene, aunque la causa y el lugar sea distinta, siempre y cuando la muerte sea
simultánea.
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EXAMEN:
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TEMA 6
CAPÍTULO 10
LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
Por este motivo, cualquier acto relativo a la integridad física no puede considerarse directamente
atentatorio contra dicho derecho, salvo que realmente ponga en peligro injustificadamente la vida de la
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El procedimiento judicial para la extracción de órganos de donantes vivos se regula en la nueva Ley
15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria (arts. 78 a 80), tratando de garantizar que el
consentimiento prestado por el donante sea prestado libre, consciente y desinteresadamente, sin que en
tales expedientes sea necesaria la intervención de Abogado o Procurador, sino que bastará la solicitud
del donante ante el Juez de 1ª. Instancia de la localidad donde haya de realizarse la extracción o el
trasplante, a elección del solicitante.
o Respecto de las personas fallecidas, la Ley establece que “la extracción de órganos u otras
piezas anatómicas de fallecidos podrá realizarse con fines terapéuticos o científicos, en el caso
de que éstos no hubieran dejado constancia expresa de su oposición”.
Por consiguiente, el requisito establecido legalmente radica en que la persona haya manifestado
expresamente en vida su voluntad contraria a la cesión o extracción. De no existir oposición expresa, la
extracción de órganos es lícita y posible, aunque la persona en cuestión no hubiera expresado nunca en
vida su voluntad favorable a la cesión. Una vez fallecido, la voluntad de los familiares al respecto resulta
intrascendente.
Con todo, conviene observar que, en la práctica hospitalaria, la oposición de los familiares a la
extracción de órganos del difunto suele conllevar de facto la inaplicación de la Ley y, a la postre, la
imposibilidad de obtención de órganos.
Tener en cuenta también que según la Ley 26/2011 de adaptación formativa a la Convención
internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, la información y el consentimiento
deben estar adecuados a la discapacidad del sujeto, para que resulte accesible y comprensible a su tipo
de discapacidad.
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El ordenamiento español se ocupa también del trasplante de células y tejidos humanos, que ha
experimentado un notable incremento en los últimos años, en el Real Decreto-Ley 9/2014, de 4 de julio, por el
que se establecen las normas de calidad y seguridad para la donación, obtención, preservación, almacenamiento
y distribución de células y tejidos humanos. En este ámbito, además, es necesario distinguir la donación y
obtención de células y tejidos entre donantes vivos, de aquellos otros casos en los que el donante ha fallecido.
Entre donantes vivos es importante la regla cuarta del artículo 7.1 del RD, según la cual, con carácter
general, no podrán obtenerse células y tejidos de personas menores de edad o de personas que por deficiencias
psíquicas, enfermedad mental, incapacitación legal o cualquier otra causa, no pueden otorgar su consentimiento.
En el caso de donantes fallecidos, la obtención de tejidos y células podrá realizarse siempre que no hubieran
dejado constancia expresa de su oposición y en el caso de menores de edad o personas no capaces de prestar su
consentimiento, la oposición a la donación podrá hacerse constar por quienes hubieran ostentado en vida de ellos
su representación legal (art. 8).
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5.1. INTRODUCCIÓN
Tal derecho genérico se plasma y concreta en la propia Constitución en el art. 18.1: “se garantiza
el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”; precepto que, a su vez,
ha sido desarrollado por la Ley Orgánica 1/1982 de protección civil del derecho al honor, a la
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intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Estos derechos también son objeto de protección
penal, aunque actualmente casi todos los procesos de este tipo son civiles.
La verdadera importancia de la Ley Orgánica radica en que haya delito o no, las reglas
indemnizatorias son las mismas, las cuales se separan de las generales en materia de responsabilidad
extracontractual.
Estos conceptos son muy difíciles de definir, se dice que son metajurídicos o prejurídicos. La
Ley regula estos derechos, pero no los define, pero al regularlos pasan a ser jurídicos y es necesario
concretarlos.
La Ley Orgánica del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y a la Propia Imagen se encarga
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de subrayar que las ideas sobre el honor, la intimidad y la imagen son contingentes y variables,
dependiendo del momento y de las circunstancias sociales de cada época. Por eso, en el art.2 de dicha
ley se dice: “la protección civil del honor, de la intimidad y de la propia imagen quedará delimitada por
las leyes y por los usos sociales, atendiendo al ámbito que, por sus propios actos, mantenga cada
persona reservado para sí misma o su familia”.
De este artículo hay que destacar:
1. Los criterios objetivos son determinados por las propias leyes y por los usos sociales de carácter
general.
2. Los criterios subjetivos consisten en que cada persona queda vinculada por sus propios actos en
relación con el ámbito que considera reservado e íntimo (si la persona ha decidido pertenecer a las
tertulias audiovisuales y está presente todo el día en la vida cotidiana del resto de los ciudadanos,
lógicamente está restringiendo su ámbito íntimo –aunque éste, deberá ser también objeto de respeto
general, si se le compara con cualquier ciudadano).
Honor
Desde el punto de vista positivo, se define como la estimación y el respeto que la persona se
profese a sí misma y que le reconozca la comunidad en que se desenvuelve. Debe considerar todas las
manifestaciones del sentimiento de estimación de la persona (honor civil, comercial…).
Desde el punto de vista negativo, es más fácil identificar los actos por los que una persona queda
deshonrada. La jurisprudencia no da un concepto teórico y general del honor, lo identifica con la fama,
consideración, dignidad, reputación, crédito, sentimiento de estimación, prestigio…
La STS 408/2016 ha declarado que las personas jurídicas de Derecho público no son titulares
del derecho al honor garantizado por artículo 18.1 CE.
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La propia imagen
El derecho a la propia imagen significa que para hacer pública la representación gráfica de
cualquier persona, mediante cualquier procedimiento técnico de reproducción, es necesario contar con
su consentimiento.
Los tribunales de justicia (en particular el Tribunal Supremo) han sido siempre muy reacios a
otorgar indemnizaciones por la vulneración de tales derechos, argumentando que el derecho a la
información es superior a los derechos de la personalidad. Pero tras varias sentencias, finalmente la STS-
1ª 518/2012, relativa a la actriz Elsa Pataky contra varios medios de comunicación que finalmente fueron
condenados a indemnizarla por haber captado imágenes indebidamente. En la misma línea la STS
538/2016 condenó a una revista del corazón a indemnizar a Penélope Cruz por la publicación de
imágenes debido a la apreciación de intromisión ilegítima en sus derechos fundamentales a la propia
imagen y a la intimidad.
En este sentido, la STS de 15 de febrero de 2017 entiende que el ejercicio del derecho a la libertad
de información no legitima la publicación no consentida de una imagen obtenida de un perfil de
Facebook ya que la imagen no queda excluida del ámbito protegido por el derecho a la propia imagen
y se necesita el consentimiento expreso del titular para publicarla.
Al ser el honor, la intimidad y la imagen tan difíciles de definir, se ha prestado especial atención
a la enumeración de los actos que atentan contra ellos. Los actos que pueden ser atentatorios contra el
derecho al honor, la intimidad y la imagen son llamados intromisiones ilegítimas y se han enumerado
en el artículo 7 de la Ley Orgánica, no obstante, pueden existir otras intromisiones ilegitimas no
enumeradas aquí:
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2. Utilización de dispositivos ópticos u otros para el conocimiento de la vida íntima de las personas o de
manifestaciones o cartas privadas no destinadas a quien haga uso de tales medios, así como su grabación,
registro o reproducción.
En este sentido, la STS 5215/2014, considera que la grabación realizada por una trabajadora de la conversación
mantenida con el empleador en la puerta del centro de trabajo, en un contexto de conflicto laboral, no constituye
una intromisión ilegítima en el derecho a la intimidad del empleador. El TS entendió que no se había lesionado
la intimidad personal del demandante, pues utilizar una grabación sin autorización judicial no implica
intromisión ilegítima si no va destinada al conocimiento de la intimidad personal o familiar de las personas. El
TS concluye afirmando que quien graba una conversación de otros atenta contra el derecho reconocido en el
artículo 18.3 CE; por el contrario, quien graba una conversación con otro no incurre, por este solo hecho, en
conducta contraria al precepto constitucional citado.
Por el contrario, la grabación de conversaciones entre abogado y cliente vulnera, según la sentencia del
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3. Divulgación de hechos relativos a la vida privada de una persona o familia que afecte a su reputación y
buen nombre, así como la publicación de cartas o escritos personales íntimos.
4. Revelación de datos privados de una persona o familia conocidos a través de la actividad profesional
u oficial de quien los revela.
5. Captación, reproducción o publicación por fotografía o cualquier otro procedimiento de la imagen de
las personas en lugares o momentos de su vida privada o fuera de ellos, salvo en lo previsto en el artículo
8.2.
6. Utilización del nombre, la voz o la imagen de una persona para fines publicitarios, comerciales o de
naturaleza análoga.
7. Imputación de hechos o manifestación de juicios de valor a través de acciones o expresiones que de
cualquier modo lesionen la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra la propia
estimación. La vulneración sistemática de este derecho queda recogida en el Código Penal.
8. La utilización del delito por el condenado en sentencia penal firme para conseguir notoriedad pública
u obtener provecho económico, o la divulgación de datos falsos sobre hechos delictivos, cuando ello
suponga el menoscabo de la dignidad de las víctimas.
No obstante, hay excepciones previstas en el artículo 8 de la propia LO 1/1982 y ley 4/1997, de 4 de agosto, por
la que se regula la utilización de videocámaras por las fuerzas y cuerpos de la Seguridad del Estado que en su
artículo 2.1 establece que <<la captación, reproducción y tratamiento de imágenes y sonidos, en los términos
previstos en esta Ley, así como las actividades preparatorias, no se considerarán intromisiones ilegítimas en el
derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen>>.
Las intromisiones ilegitimas o ilícitas pueden tener exclusivamente alcance civil, pero también
pueden tener alcance penal. Especial mención merece el apartado donde se contemplan los delitos contra
estos derechos cometidos por funcionarios públicos.
La Ley Orgánica 1/82 también específica las situaciones en las que la captación o utilización de
imágenes puede ser admisible (excepciones):
1. En las actuaciones autorizadas o acordadas por la autoridad competente o cuando exista un interés
histórico, científico o cultural relevante.
2. En cuanto al derecho a la propia imagen cuando:
- La persona ejerce cargo público, profesión notoria o proyección pública y la imagen se capture
durante un acto público o en lugares abiertos.
- La utilización de caricaturas de dichas personas de acuerdo con el uso social.
- La imagen gráfica sobre un suceso o acontecimiento público cuando la imagen de la persona aparezca
como algo accesorio.
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Otra excepción sería la Ley Orgánica 4/97 que regula la videovigilancia en los lugares públicos,
por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, interpretando correctamente el interés público de <<…
asegurar la convivencia ciudadana, la erradicación de la violencia y la utilización pacífica de las vías y espacios
públicos, así como de prevenir la comisión de delitos, faltas e infracciones relacionados con la seguridad
pública>> (art.1.1), establece en su artículo 2.1: “la captación, reproducción y tratamiento de imágenes y
sonidos en los términos previstos en esta Ley, así como las actividades preparatoria, no se considerarán
intromisiones ilegítimas en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”.
La STS 13/2018, anula la condena por intromisión en el derecho al honor de un entrenador de gimnasia
denunciado por abusos sexuales a menores cuando el delito ya había prescrito. Considera que para que una
vulneración en el honor resulte legitimada por el ejercicio de la libertad de información, se requiere la
concurrencia de los requisitos de la relevancia pública de los hechos y la veracidad de la información y, en este
caso, no supone que la conducta de quien denuncia públicamente los hechos pueda considerarse maliciosa.
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EXAMEN:
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TEMA 7
CAPÍTULO 11
LA CAPACIDAD DE OBRAR: LA EDAD Y EL SEXO
1.- LA MAYORÍA DE EDAD Y LA PLENA CAPACIDAD DE OBRAR
Llegar a la mayoría de edad significa, de forma automática (por el mero transcurso del tiempo e
inexistencia de enfermedades o deficiencias que impidan a la persona gobernarse por sí misma), adquirir
la plena capacidad de obrar, o posibilidad de ejercitar por sí misma los derechos y obligaciones
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pertenecientes a la persona.
El art. 322 del Código Civil dice que el mayor de edad es capaz para todos los actos de la vida
civil, aunque la realidad es que es capaz de gobernarse y es responsable de sí mismo en todas las ramas
del Derecho. También dice dicho artículo “salvo las excepciones establecidas en casos especiales por
este Código”, estableciendo capacidad de obrar especial para casos específicos (por ejemplo, no se puede
adoptar hasta los 25 años).
Con la Constitución de 1978, la mayoría de edad se rebajó de los 21 años a los 18 años,
estableciendo en su art. 12 que “los españoles son mayores de edad a los dieciocho años”, lo que provocó
la adaptación por la Ley 11/1981 que redactó el art. 315.1 del Código Civil según el cual “la mayor
edad empieza a los dieciocho años cumplidos. Para el computo de los años de la mayoría de edad se
incluirá completo el día del nacimiento”.
1. UCD y Alianza Popular: querían establecer la mayoría de edad política a los 18 años y dejar
el resto como estaba, según las distintas leyes.
2. Los Socialistas y la Minoría Catalana: mantuvieron la mayoría de edad a los 18 años a todos
los efectos, ya que podría darse la incongruencia de poder ostentar un cargo público estando
sometido a la patria potestad, además existía la necesidad de reconocer la plena incorporación
de la juventud a la vida ciudadana.
Así que el 17 de noviembre de 1978 se publica en el BOE el Real Decreto que establece con
carácter inmediato la mayoría de edad a los 18 años para todo el país. La premura en la publicación de
la ley se debía a que de esta forma se ampliaba el número de votantes (4,5 millones de votantes) para el
referéndum que tres semanas más tarde aprobaría la Constitución Española.
Además, según la situación legislativa del momento, reducir el límite de la mayoría de edad, no
sólo era conveniente y oportuno, sino que era una cuestión lógica. La mayoría de edad depende de la
instrucción y formación de los jóvenes, así como de su capacidad para desenvolverse en las relaciones
sociales por sí mismos y de la asunción de su esfera de responsabilidad.
No dejaba de ser incongruente que la mayoría de edad se mantuviera en los 21 años, cuando:
- La Ley General de Educación de 1970 daba por finalizado el proceso de instrucción mucho antes.
El Código de Circulación vigente señalaba los 18 años como edad para la conducción de
automóviles. La Orden de 14 de octubre de 1972 señalaba los 18 años como frontera para la
asistencia a espectáculos de todo tipo.
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- Tanto las disposiciones militares como la Ley de Caza implicaban la utilización lícita de armas
por menores de 21 años.
- La vieja Ley de Contrato de Trabajo (1944) otorgaba capacidad contractual en el ámbito laboral
a partir de los 18 años.
- El Código Penal establecía la responsabilidad penal relativamente atenuada a los 16 años y plena
a los 18.
No es habitual que la mayoría de edad sea una cuestión que se trate en los textos constitucionales.
El introducir este apartado en la Constitución tenía sus defensores y sus detractores:
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1. Detractores: hacían hincapié en que la mayoría de edad nunca había sido materia constitucional y que
debería estar en la legislación ordinaria, para tener mayor flexibilidad. Se insistía en la rigidez de la
Constitución y en que para cambiar la mayoría de edad sería necesario toda una reforma constitucional.
2. Defensores: alegan que las Constituciones son cada vez más completas y que cualquier extremo social
importante merece una referencia constitucional. Además, con la regulación constitucional se da
coherencia interna al Ordenamiento jurídico con una única mayoría de edad, cosa que el Código Civil
no puede hacer.
Tradicionalmente el menor de edad era total y absolutamente incapaz (término que conviene no
confundir con incapacitado) para realizar actos con eficacia jurídica.
De forma muy certera, este planteamiento ha sido objeto de crítica (F. De Castro), negando la
“incapacidad general” del menor, ya que no concuerda muy bien con la realidad práctica, en la que
los menores (al menos cuando dejan de ser niños, en sentido estricto) se desenvuelven por sí solos con
relativa frecuencia en el tráfico, celebrando contratos de continuo (transacciones elementales: compra
de chucherías y material escolar, transporte urbano) y nadie duda de su capacidad para entender su
alcance y manifestar una voluntad libre y vinculante. A medida que la edad a aumenta hasta aproximarse
a los límites de la mayor edad, la gama de contratos realizados por el menor y su complejidad y cuantía
económica aumenta.
La Ley 11/1981, modificó los preceptos del Código Civil relativos al menor, reconociéndole una
cierta capacidad, aunque limitada. El Derecho positivo ha acabado por reconocer que la adquisición de
la capacidad de obrar es gradual y paulatina.
Recordar que:
• El menor puede realizar por sí mismo determinados actos, de acuerdo con las leyes y sus condiciones
de madurez.
Dicho planteamiento, se encuentra reforzado actualmente, tras la reforma del artículo 1263 CC por la Ley
26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, que
determina que los menores no emancipados podrán prestar consentimiento en aquellos contratos que las leyes
les permitan realizar por sí mismos o con asistencia de sus representantes, y los relativos a bienes y servicios de
la vida corriente propios de su edad de conformidad con los usos sociales.
• El menor que haya cumplido dieciséis años podrá administrar por sí mismo los bienes que haya
adquirido con su trabajo o industria.
• Los padres no podrán disponer de los derechos de que sean titulares los hijos, ni de sus bienes inmuebles,
objetos preciosos o valores mobiliarios, salvo que cuenten con el consentimiento del menor que haya
cumplido 16 años (expresado necesariamente en documento público) o con autorización judicial.
• Igualmente es necesario el consentimiento del menor que haya cumplido 16 años cuando sus padres
pretendan emanciparle.
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• La alteración del orden de los apellidos de los menores de edad requerirá su aprobación en expediente
registral si tuvieren “suficiente juicio” debiendo ser oídos.
La Ley Orgánica 1/1996, de protección jurídica del menor, pretende resaltar la adquisición
gradual de la capacidad de obrar de los menores, afirmando incluso, que “las limitaciones a la
capacidad de obrar de los menores se interpretarán de forma restrictiva (en cuya virtud se restringe
el alcance de la norma, apartando de ella determinados supuestos que se encontrarían incluidos de
acuerdo con la redacción de su texto).
• A la libertad ideológica.
• A la libertad de expresión.
• A ser oídos.
De manera inmediata en sentido temporal, tras completar su reforma mediante la Ley 26/2015, de
modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia (LPIA) se recogen en los artículos 9 bis
a 9 quinquies los deberes de los menores, relativos al ámbito familiar, escolar y social, cuya expresión en esta
Ley es en gran medida igualmente superflua por redundante con lo ya recogido en otras norma, como que deben
respetar a los familiares, a otras personas con las que se relacionen, han de respetar las normas
aplicables, etc…
En conclusión, Ley Orgánica 1/1996 ha sido objeto de una amplia revisión por la mencionada Ley26/2015, y por
la Ley Orgánica 8/2015, también denominada de modificación del sistema de protección a la infancia y a la
adolescencia. Esta última refuerza el principio del interés superior del menor y contempla la posibilidad de su
ingreso en centros de protección específicos para menores con problemas de conducta en los que esté prevista
la utilización de medidas de seguridad y de restricción de libertades o derechos fundamentales.
3.- LA EMANCIPACIÓN
Hoy en día entre la capacitación parcial del menor y la mayoría de edad a los 18 años, la figura
de la emancipación es bastante marginal.
Conforme a la vigente redacción del Código Civil establecida por la Ley 11/1981, modificada
por la Ley 15/2015, de 2 de Julio, de la Jurisdicción Voluntaria, la emancipación puede tener lugar por
diferentes causas.
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Según establecía el Art. 316: “el matrimonio produce de derecho la emancipación”, sin la
necesidad de la concurrencia de requisito complementario alguno. La razón de este supuesto (en
palabras del profesor Lacruz Berdejo) es que “Quien por el matrimonio constituye una nueva familia,
no ha de seguir sujeto a otra autoridad familiar”.
A partir de los 14 años, según el artículo 48.2, el Juez de Primera Instancia podía autorizar el
matrimonio después de oír al menor y a los padres o guardadores. La aprobación de la Ley 15/2015, de
jurisdicción voluntaria, también ha derogado dicha dispensa de edad para contraer matrimonio.
Art. 319: “se reputará para todos los efectos como emancipado al hijo mayor de 16 años que,
con el consentimiento de los padres, viviere independientemente de éstos. Los padres podrán revocar
este consentimiento”.
La situación de independencia del menor es revocable, frente al resto de clases de emancipación
que tienen naturaleza irrevocable.
Por esta revocabilidad, no se consideraba inicialmente la inscripción en el Registro Civil, pero
con la nueva Ley de Registro Civil (Ley 20/2011, art.70.4) se dispone “La emancipación tácita o por
vida independiente podrá inscribirse mediante la acreditación documental de la situación de
independencia y el consentimiento de quienes ejercen la patria potestad”, además esto no producirá
efectos frente a terceros mientras no se inscriban en el Registro Civil.
Es evidente que esta la emancipación por vida independiente requiere al menos una cierta
autonomía económica del menor, no sólo una lejanía física (por ejemplo, los estudiantes desplazados).
En el caso de los menores artistas, si tienen entre 16 y 18 años que viven independientemente
con el consentimiento de los padres o tutores o con autorización de la persona o institución que les
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tengan a su cargo, tienen plena capacidad para ceder derechos de explotación (Ley de propiedad
intelectual, art. 44).
• Tomar dinero a préstamo (pero sí prestar dinero o recibir en préstamo cualesquiera otros tipos de bienes
distintos al dinero).
• Enajenar o gravar bienes inmuebles o establecimientos mercantiles o industriales u objetos de
extraordinario valor sin consentimiento de sus padres y, a falta de ambos, sin el de su curador.
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El código establece una regla especial en caso de matrimonio: para que el casado menor de edad
pueda enajenar o gravar bienes inmuebles que sean comunes, basta el consentimiento de los dos siempre
que el otro cónyuge sea mayor de edad. Si el otro cónyuge es menor también, se necesita el
consentimiento padres o tutores de ambos.
Por lo tanto, en el supuesto en el que solo uno de los cónyuges es mayor de edad, el
consentimiento de este sustituye al inicialmente requerido por el artículo 323 en relación con los bienes
comunes (el de los padres o curador), pudiendo entenderse por tanto que igualmente podrá tomar
dinero a préstamo con el consentimiento de su cónyuge mayor de edad.
Fuera de los aspectos patrimoniales, el menor emancipado tiene una capacidad asimilable a la
de mayor de edad, es decir, capacidad plena para regir su persona como si fuera mayor.
EXAMEN:
• La mayoría de edad y la plena capacidad de obrar
• Concepto y clases de emancipación (**)
• La emancipación: clases o tipos (******)
• La emancipación de hecho o emancipación por vida independiente
• La emancipación por concesión paterna
• La emancipación por concesión judicial (****)
• La emancipación por matrimonio
• Efectos de la emancipación (****)
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TEMA 7
CAPÍTULO 12
CAPACIDAD, DISCAPACIDAD Y CARGOS TUITIVOS
Privar a una persona de la capacidad de obrar (incapacitar) es una cuestión muy grave que sólo
la autoridad judicial puede realizar. El Juez, tras el correspondiente proceso, regulado por la Ley de
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Enjuiciamiento Civil en el art. 756 y ss, mediante sentencia basada en las causas establecidas en el
artículo 200 del Código Civil, según el cual son causas de incapacitación las enfermedades o
deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico, que impidan a la persona gobernarse por sí
misma.
En este sentido, tanto el CC mediante la redacción dada por la Ley 13/1983 como la propia LEC,
manifiestan los siguientes aspectos:
1. La incapacitación declarada por la sentencia puede ser total o parcial. Es GRADUABLE. Hay que
determinar los límites y extensión de la incapacidad y el régimen de tutela o guarda, así como la
necesidad de internamiento (así lo establecía el art.210 así permanece en el actual art. 760 LEC).
Por lo tanto, la derogación de ambos artículos para su incorporación a la LEC-2000 no supone ningún
cambio sustancial.
1. El internamiento, por razón de trastorno psíquico, de una persona que no esté en condiciones de
decidirlo por sí, aunque esté sometida a la patria potestad o a tutela, requerirá autorización judicial,
que será recabada del tribunal del lugar donde resida la persona afectada por el internamiento.
La autorización será previa a dicho internamiento, salvo que razones de urgencia hicieren
necesaria la inmediata adopción de la medida. En este caso, el responsable del centro en que se
hubiere producido el internamiento deberá dar cuenta de éste al tribunal competente lo antes posible
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y, en todo caso, dentro del plazo de veinticuatro horas, a los efectos de que se proceda a la
preceptiva ratificación de dicha medida, que deberá efectuarse en el plazo máximo de setenta y dos
horas desde que el internamiento llegue a conocimiento del Tribunal.
Las sentencias 131/2010, 132/2010 y 141/2012 han declarado inconstitucional el artículo 763.1 párrafo primero de la
LEC sin bien esto no supone su nulidad para evitar el consiguiente vacío normativo, instándose al legislador a llevar a
cabo dicha regulación mediante ley orgánica. La ley orgánica 8/2015 que modifica la LEC en el sentido de atribuir
carácter orgánico al artículo 763, solventa las objeciones declaradas por el TC.
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2.- LA PRODIGALIDAD
y después, art. 757.5 LEC-2000). En caso de que tales familiares no existan o, existiendo, no tengan
derecho a alimentos, cada uno es libre de gastar o malgastar cuanto le venga en gana.
El pródigo, no es técnicamente un incapacitado, ni se encuentra sometido a tutela, sino a
curatela. El pródigo no se ve privado de la capacidad de obrar ni actúa a través del curador, sino que
sencillamente ha de contar con la asistencia de éste para realizar aquellos actos determinados en la
sentencia. Los demás actos podrán realizarlos por sí mismo.
Actualmente, la prodigalidad está regulada por la Ley de Enjuiciamiento Civil del 2000, aunque
mantiene inalterable la regulación que contenía el CC:
Art. 757.5: La declaración de prodigalidad sólo podrá ser instada por el cónyuge, los
descendientes o ascendientes que perciban alimentos del presunto pródigo o se encuentren en situación
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EXAMEN:
• La declaración judicial de incapacitación (***)
• La prodigalidad (***)
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TEMA 8
CAPÍTULO 13
LA AUSENCIA Y LA DECLARACIÓN DE FALLECIMIENTO
Se denomina ausente a quien, además de encontrarse fuera del lugar en que habitualmente
desarrolla su vida ordinaria, ha desaparecido sin dejar noticias o sin comunicarse con sus allegados y
familiares. Se desconoce su paradero e incluso si sigue vivo, con independencia de que sea algo
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Ante una eventual e injustificada desaparición, la primera medida que adopta el Código Civil es
la posibilidad de designación de un defensor del desaparecido, para que, interina o transitoriamente,
atienda los asuntos más urgentes del desaparecido.
Dicha designación tiene un carácter provisional, ya que transcurrido un año de la desaparición
o de las últimas noticias, las medidas provisionales llevadas a cabo deberían ser sustituidas por las
correspondientes a la situación de ausencia legal.
El nombramiento del defensor del desaparecido no requiere que haya transcurrido plazo alguno
desde la desaparición y carencia de noticias, pues precisamente basta la incógnita (aunque sea
meramente provisional) sobre la posibilidad de que los asuntos del desaparecido sean desatendidos.
Por lo tanto, si el desaparecido estuviera ya representado por un apoderado con facultades de
administración de sus bienes, será él quien atienda sus asuntos, no siendo necesario la figura del
defensor.
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El defensor ha de ser nombrado por Secretario Judicial (LAJ) mediante auto, a instancia de
parte interesada o del Ministerio Fiscal, tras haber seguido el oportuno procedimiento de jurisdicción
voluntaria. El auto de nombramiento debe inscribirse en el Registro Civil.
Según el art. 181 CC el defensor nato del desaparecido será su cónyuge, siempre que sea mayor
de edad y que no haya habido separación de hecho (ya que se entiende que en eses caso no tienen
intereses coincidentes). En caso de falta o inexistencia de éste, habrá de ser nombrado el pariente más
próximo hasta el cuarto grado también mayor de edad. Si no existiera ninguno de los familiares
considerados, el Secretario Judicial (LAJ) nombrará persona solvente y de buenos antecedentes, previa
audiencia del Ministerio Fiscal.
Inicialmente las funciones del defensor deben entenderse limitadas al amparo y representación del
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desaparecido en juicio a los negocios que no admitan demoran sin perjuicio grave (181.1). Asume, pues,
el defensor funciones puramente cautelares y legalmente muy delimitadas. Sin embargo, en contra
de semejante planteamiento del tema, el propio artículo 181.3 faculta al Secretario Judicial para <<
adoptar las providencias necesarias a la conservación del patrimonio del desaparecido, según su
prudente arbitrio>>.
Parece que en definitiva será el propio decreto del Secretario Judicial (LAJ) el que delimitará la
extensión de las facultades del defensor, en dependencia de las circunstancias concretas del caso. Como
afirmara el profesor Cabanillas Sanchez<< El Juez [hoy Secretario Judicial]podrá conferir al defensor
la administración de todo o parte de los bienes del desaparecido, y establecer las cautelas que juzgue
oportunas en relación con la conservación de dicho patrimonio>>.
Señalado ya el carácter provisional de este nombramiento como primer paso para atender los
asuntos del desaparecido, sucede que el transcurso del tiempo sin que reaparezca o se tengan nuevas
noticias (ello con independencia de que se hubiera nombrado o no defensor del desaparecido) da lugar
a una segunda fase conocida como declaración de ausencia legal.
Más allá de que la situación de ausencia legal sea desarrollada el art.183 CC como supuesto de
hecho, esta carece de virtualidad alguna si no se ve seguida del correspondiente decreto del Secretario
Judicial (LAJ).
Dicho decreto del Secretario Judicial (ahora denominado Letrado de la Administración de
Justicia) (art. 71 LJV), requiere verse precedida de una especial publicidad del expediente. En tal
sentido, dispone el artículo 70.2 de la Ley de Jurisdicción Voluntaria que el Letrado de la administración
de Justicia <<ordenará publicar dos veces la resolución de admisión mediante edictos, con intervalo
mínimo de ocho días, en la forma establecida en la Ley de Enjuiciamiento Civil, en el Boletín Oficial
del Estado y en el tablón del Ayuntamiento de la localidad en la que el ausente hubiere tenido su último
domicilio>>.
Además, el Letrado de la administración de Justicia podrá adoptar <<cuantas medidas de
averiguación e investigación considere procedentes>>, así como <<si en la comparecencia se propusiere
la práctica de algún medio probatorio o actuación útil para la averiguación del paradero de la persona
de que se trate en el expediente, el Secretario judicial podrá acordar su práctica posterior>> art. 70.3 y
4 de la LJV.
Aunque idealmente podemos configurar la declaración de ausencia legal como una segunda fase
del conjunto de actividades dirigidas a la declaración del fallecimiento, hay que reseñar que al igual que
la declaración de ausencia legal no requiere de la previa designación del defensor del desaparecido,
tampoco tiene por qué verse seguida necesariamente por la declaración de fallecimiento, de hecho,
durante la etapa de ausencia legal pueden producirse eventualidades que hagan innecesaria la
declaración de fallecimiento:
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− Transcurrido 1 año desde las últimas noticias o de la desaparición de la persona que no hubiere
designado o tuviere nombrado un apoderado general.
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La existencia de un apoderado general permite suponer fundadamente que aquel atenderá a todos
los asuntos relativos a su representado y que la desaparición o ausencia de una persona no tiene por qué
provocar peligro para su patrimonio y los asuntos en que pueda estar interesado.
Según el artículo 182 CC y 68.2 LJV podrá pedirla cualquier persona que racionalmente estime tener
sobre los bienes del desaparecido algún derecho ejercitable en vida del mismo o dependiente de su
muerte, al tiempo que el Ministerio Fiscal y los familiares quedan obligados a promoverla.
Las personas obligadas a promover una declaración de ausencia legal son:
Aunque hay personas facultadas para solicitarla (cualquiera interesado) y personas obligadas a
promoverla (cónyuge, pariente o Fiscal), esto no es operativo, ya que no se establecen sanciones en el
caso de incumplimiento de la obligación.
El artículo 71.1 de la Ley de Jurisdicción Voluntaria indica que el Secretario Judicial << dictará
decreto de declaración legal de ausencia (y) nombrará el representante del ausente con arreglo a lo
dispuesto en el artículo 184 del Código Civil>> demostrando así que, a lo largo del expediente de
declaración de ausencia legal, debe considerarse el fundamental aspecto del nombramiento del
representante. Éste puede pertenecer a dos grupos diferentes: los legítimos y los dativos. Pueden
identificarse como representantes legítimos los que son familiares del ausente; mientras que las personas
extrañas al círculo familiar merecerían la calificación de dativos.
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El orden de prelación establecido vincula al Secretario Judicial (LAJ), quien sólo podrá alterarlo si
aprecia un motivo grave que así lo aconseje, debiendo además fundamentarlo en el decreto de
declaración de ausencia legal.
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Posesión temporal: los representantes legítimos son los poseedores temporales del patrimonio
del ausente, teniendo derecho a hacer suyos los productos líquidos del patrimonio del ausente en la
cuantía que el Secretario judicial señale, es decir, reciben una retribución que varía según las aptitudes
que tengan para gestionar el patrimonio del ausente, el cual sigue perteneciendo al desaparecido. La
cuantía que señala el Secretario judicial suele ser un porcentaje variable según el importe de las rentas
y las obligaciones alimenticias, número de hijos, y demás circunstancias de la propia índole.
Los representantes legítimos impropios sólo se les puede conceder un máximo de dos tercios
de los productos líquidos.
Ejercicio de la representación dativa: los representantes dativos sólo tienen derecho a la
retribución fijada para el tutor. Actualmente, se obliga al Secretario Judicial a fijarla teniendo en
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Supone la tercera y definitiva fase: finalmente, en ella se le da por muerto, aunque realmente
no haya garantía cierta de que el ausente haya fallecido. La declaración de fallecimiento supone, por
tanto, una presunción: no excluye la reaparición del declarado fallecido, pero mientras no ocurra se le
considera muerto.
Las medidas provisionales, la declaración de ausencia y la de fallecimiento no constituyen fases
necesariamente encadenadas; pueden promoverse sin haberse producido unas u otras.
2.- Plazos
De aplicación la ley 4/2000 y 15/2015 cabe realizar la síntesis al respecto:
a) Ausencia cualificada: El anterior plazo de dos años que establecía el CC ha sido drásticamente
reducido (solo se mantiene su vigor respecto de la participación en campañas bélicas); siendo
sustituido por:
a. 1 año para los supuestos de violencia contra la vida.
b. 3 meses en caso de siniestro sin noticias de su cesación, entendiendo por siniestro, en
contraposición a la violencia, cualquier suceso ajeno a la acción del hombre (catástrofes
naturales, incendios, accidentes etc.).
c. 1 mes en el caso de presunción de siniestro de nave por naufragio o desaparición por inmersión
en el mar o siniestro de aeronave. En caso de comprobación o evidencias de que no haya
supervivientes la declaración de fallecimiento podrá ser inmediata, o bien de 8 días si a falta
de dichas evidencias se hubieran encontrado restos humanos que no hayan podido ser
identificados.
b) Ausencia simple: en cualesquiera otros supuestos, la exigencia temporal se eleva diez años, si bien
dicho plazo se reduce a la mitad si al expirar los cinco primeros años el ausente hubiere cumplido ya
75 años.
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La declaración de fallecimiento dará lugar a que la herencia del fallecido, conforme a las
reglas generales en la materia, salvo algunas excepciones, pase a sus herederos. Tales excepciones son
una consecuencia de la posibilidad de reaparición del fallecido y tienen una clara función cautelar:
a) Los herederos están obligados a realizar ante notario un inventario detallado de los bienes muebles
y una descripción de los inmuebles del declarado fallecido.
b) Los herederos no podrán disponer a título gratuito (donar) hasta cinco años después de dichos bienes,
aunque sí podrán hacerlo a título oneroso (vender).
c) En caso de que el testamento del declarado fallecido se hubiesen instituidos legados, quedarán en
suspenso durante un período de 5 años, exceptuándose los “legados píos”.
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El vigente art. 85 del CC, modificado en 1981, establece que “el matrimonio se disuelve… por
la muerte o la declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges y por el divorcio”. Una vez declarado
el fallecimiento, el cónyuge presente podrá volver a contraer matrimonio si lo desea.
Previo a esta Ley, la declaración de fallecimiento no bastaba por sí sola para que el cónyuge
presente pudiera contraer matrimonio posterior.
La declaración de fallecimiento es una presunción iuris tantum (salvo prueba en contrario), por
lo que existe la posibilidad de que el declarado fallecido reaparezca (ya sea por su presentación en su
círculo habitual, o porque se acredite su existencia.
En ese caso, el reaparecido “recuperará sus bienes en el estado en que se encuentren y tendrá
derecho al precio de los que se hubieran vendido, o a los bienes que con este precio se hayan adquirido,
pero no podrá reclamar de sus sucesores rentas, frutos, ni productos obtenidos con los bienes de su
sucesión, sino desde el día de su presencia o de la declaración de no haber muerto”.
Dicha recuperación a favor del reaparecido no tiene carácter retroactivo, pues se parte de la
base de que, durante el periodo en que sus sucesores hayan sido titulares de los bienes, realmente
deberían ser considerados legítimos propietarios de los mismos.
En el ámbito personal, el reaparecido recuperará igualmente la posición que pudiera
corresponderle en las distintas relaciones jurídicas. Así, p.e., en las relaciones familiares es obvio que
recuperará la patria potestad respecto de sus hijos. Sin embargo, no podrá ser considerado cónyuge de
su consorte, aunque éste le haya guardado la ausencia y no haya vuelto a contraer matrimonio posterior
alguno para reanudar la convivencia conyugal, habrían de celebrar nuevo matrimonio los antiguos
cónyuges.
EXAMEN:
• Medidas provisionales en caso de la desaparición de la persona
• El defensor del desaparecido
• Requisitos de la declaración legal de ausencia (***)
• La declaración legal de ausencia: requisitos y efectos (**)
• Efectos de la declaración legal de ausencia
• El representante legal del ausente
• Personas legitimadas para promover la declaración de ausencia legal
• Requisitos exigidos para la declaración de fallecimiento (***)
• La declaración de fallecimiento: requisitos y efectos
• Efectos de la declaración de fallecimiento (***)
• Efectos de carácter patrimonial en la declaración de fallecimiento (***)
• Efectos personales de la declaración de fallecimiento (**)
• La declaración de fallecimiento y el matrimonio del declarado fallecido (***)
• La reaparición del declarado fallecido
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TEMA 9
CAPÍTULO 14
LA NACIONALIDAD
1.- LA NACIONALIDAD
y coherencia de criterios, para que la Administración pueda saber en todo momento quienes son sus
ciudadanos.
A pesar de lo importante que es, resulta difícil definir en términos exactos la nacionalidad, por
lo que ni la Constitución ni ninguna otra norma define el concepto. De entre las posibles acepciones es
frecuente definir la nacionalidad como la condición que tienen las personas que integran la comunidad
nacional española (definición poco lógica, ya que se incluye lo definido en la definición). El Prof.
Lasarte considera preferible afirmar que la nacionalidad es “la integración de la persona en cualquier
organización política de carácter estatal”; de tal manera que la persona queda sometida al
ordenamiento jurídico de dicho Estado, mientras que éste queda obligado a reconocer y respetar los
derechos fundamentales y las libertades cívicas de aquélla.
Las normas sobre nacionalidad determinan el elemento personal o elemento poblacional de
cualquier Estado, por lo que tiene extremada trascendencia desde el punto de vista del Derecho en
general, por este motivo, se regula con detalle la materia en base a las siguientes ideas (que a veces
pueden ser contradictorias).
Respecto de los apátridas considera el Código Civil que les será de aplicación, como ley
personal, la ley del lugar de su residencia habitual, denominada técnicamente lex loci.
El Reglamento de reconocimiento del Estatuto de Apátrida vigente en el momento actual es el
aprobado por el Real Decreto 865/2001, de 20 de julio, debiéndose tener en cuenta ahora la ley 12/2009,
de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de protección subsidiaria, cuya disposición final
tercera sugería que en seis meses habría un nuevo marco jurídico de los apátridas, que finalmente no se
ha producido, hasta ahora.
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Hoy día nacionalidad y ciudadanía son términos sinónimos, aunque el tema genera controversia
en la doctrina española. Los partidos políticos nacionalistas pretendieron sustituir el término
“nacionalidad” de la Constitución por el de “ciudadanía”; y reservar la idea de nacionalidad para las
“nacionalidades” de ciertas CCAA. La propuesta no tuvo éxito, pero enturbió definitivamente la
cuestión teórica. La propia Constitución Española, en un artículo fundamental como el 53, uso la
expresión “cualquier ciudadano” de forma equivalente a nacional o español.
1. La atribución de nacionalidad por la pertenencia del nacido a una determinada línea o estirpe familiar,
criterio normalmente identificado con la expresión latina ius sanguinis.
2. La atribución de nacionalidad por el lugar de nacimiento, normalmente conocido como ius soli.
2. LA NACIONALIDAD DE ORIGEN
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Los supuestos que originan la atribución de nacionalidad española de origen iure soli son:
1. El nacimiento en España del hijo de padres extranjeros si, al menos, uno de ellos hubiere nacido
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también en nuestro territorio nacional, salvo diplomáticos (Art 17.1.b). Este supuesto se fundamenta
en el intento de evitar estirpes familiares extranjeras afincadas en España.
2. Los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad o si la legislación
de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad (Art. 17.1.c). La finalidad del precepto es clara:
evitar los supuestos de apátrida.
3. Los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada: piénsese en el recién nacido abandonado
en el portal de una casa. Ante el desconocimiento de su línea familiar, el Código Civil opta por atribuirle
la nacionalidad española de origen.
Se otorga la nacionalidad de origen al extranjero menor de 18 años que sea adoptado por un
español (Art. 19.1). Aunque es nacionalidad de origen, se adquiere en el momento de la adopción, no
con el nacimiento.
Además, sin perjuicio del derecho del menor adoptado de adquirir la nacionalidad española de
origen, se establece que podrá mantener su nacionalidad y que así le será reconocida en España.
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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
La presente Ley amplía la posibilidad de adquisición de la nacionalidad española a los descendientes hasta el primer
grado de quienes hubiesen sido originariamente españoles. Con ello se satisface una legítima pretensión de la emigración
española, que incluye singularmente a los descendientes de quienes perdieron la nacionalidad española por el exilio a
consecuencia de la Guerra Civil o la Dictadura.
DISPOSICIÓN ADICIONAL SÉPTIMA. Adquisición de la nacionalidad española.
1. Las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español podrán optar a la nacionalidad española
de origen si formalizan su declaración en el plazo de dos años desde la entrada en vigor de la presente disposición adicional.
Dicho plazo podrá ser prorrogado por acuerdo de Consejo de Ministros hasta el límite de un año.
2. Este derecho también se reconocerá a los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad
española como consecuencia del exilio.
3. LA NACIONALIDAD DERIVATIVA
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3.1 LA OPCION
1. La filiación o el nacimiento en España cuya determinación se produzca después de los 18 años de edad
del interesado. (Art. 17.2).
2. La adopción del extranjero mayor de 18 años de edad. (Art. 19.2).
3. Estar o haber estado el interesado sujeto a la patria potestad de un español. (Art. 20.1.a).
4. Las personas que sean descendientes de padre o madre que hubiera sido originariamente español y
nacido en España, sin límite de edad. (Art. 20.1.b).
En general, la declaración de optar por la nacionalidad española deberá ser realizada en el plazo
de dos años, a contar desde el momento en que se da el supuesto de hecho propio de la adquisición de
la nacionalidad española por opción. Cuando se refiere a la opción fundamentada en la sujeción a la
patria potestad de un español, se puede hacer con anterioridad a los 18 años, por lo que el plazo de dos
años en este caso no entra en juego. En este caso el mayor de 14 años podrá solicitar por sí mismo la
declaración de opción, asistido simplemente por su representante legal.
Se trata de un plazo de caducidad, por lo que una vez transcurrido el plazo de dos años se pierde
todo derecho a utilizar esta vía. Sin embargo, apenas reviste gravedad, pues podrá naturalizarse mediante
el plazo de residencia de un año que veremos más adelante.
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aprobara el RD sobre concesión de la nacionalidad española a las víctimas de los atentados terroristas
del 11 de marzo de 2004.
En este sentido, señalar que el art. 41de la ley 29/2011 considera como circunstancia excepcional
a los efectos de adquisición de la nacionalidad española por carta de naturaleza a las que tengan la
condición de víctimas del terrorismo.
También se usa este medio para conceder a las Brigadas Internacionales la nacionalidad
española sin tener que renunciar a su nacionalidad anterior.
La Ley 12/2015, de 24 de junio, sobre concesión de la nacionalidad española a los sefardíes*
originarios de España establece un procedimiento para la concesión de la nacionalidad española por
carta de naturaleza respecto de aquellos sefardíes que justifiquen tal condición y su especial vinculación
con España.
Con anterioridad a la aprobación de dicha Ley, existían dos medios para que los sefardíes
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pudieran obtener la nacionalidad española: primero, acreditando ser sefardí y probando su residencia
legal en España durante al menos dos años y en segundo lugar por carta de naturaleza.
Actualmente, la Ley 12/2015 entiende que tales circunstancias concurren en los ciudadanos
sefardíes originarios de España que prueben dicha condición y una especial vinculación con
España, aun cuando no tengan residencia legal en nuestro país. Tal condición, se acreditará mediante
una serie de medios probatorios y una prueba de evaluación de conocimientos de la lengua y cultura
españolas.
*“Se denomina sefardíes a los judios que vivieron en la Peninsula Iberica (España y Portugal) y en particular a
sus descendientes, aquellos que tras el edicto de 1492…”.
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Para favorecer el control y la comunicación entre las Administraciones, se estipula que las
autoridades competentes pueden recabar de oficio cuantos informes sean necesarios para comprobar los
requisitos de la nacionalización, sin que sea necesario en consentimiento de los interesados.
El Art.23 establece que son requisitos comunes para la adquisición derivativa (opción, carta de
naturaleza o residencia):
• Que el mayor de 14 años y capaz, jure o prometa fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución
Española y a las Leyes.
• Que declare que renuncia a su anterior nacionalidad, aunque este requisito no debe de cumplirlo los
naturales de países mencionados en el apartado 1 del artículo 24 y los sefardíes originarios de España,
según la Ley 12/2015 sobre nacionalidad de los sefardíes originarios de nuestro país.
• Que la adquisición se inscriba en el Registro Civil español
1) En el caso de que la nacionalidad se haya adquirido por carta de naturaleza o por residencia, el
interesado dispone de un plazco de 180 días para cumplir los requisitos e inscribir la nacionalización en
el Registro Civil, si no lo hace pierde la nacionalidad.
2) Si de adquiere la nacionalidad por opción, los plazos de caducidad se dan en relación con el
cumplimiento de los requisitos del Art.23
EXAMEN:
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TEMA 9
CAPÍTULO 15
LA VECINDAD CIVIL Y EL DOMICILIO
La vecindad civil permite saber cuál es el ordenamiento estatal aplicable a las personas, es decir,
permite saber si debe serle aplicado el Derecho civil común o, por el contrario, el Derecho civil foral o
especial que esté vigente en alguna de las Comunidades Autónomas que cuenten con dicho régimen
especial.
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Desde que la ley 11/1990 afirmará la independencia entre marido y mujer respecto a la vecindad
civil, quedó roto el principio de unidad familiar complicándose las reglas de atribución de vecindad civil.
Respecto de los hijos, si los dos padres tienen la misma vecindad se aplica ius sanguinis, si los
padres tienen distinta vecindad pueden atribuir a los hijos la vecindad civil de cualquiera de ellos. Si no
lo hicieran, se aplicará prioritariamente la del lugar de nacimiento y subsidiariamente la vecindad común.
Por otro lado, cualquier menor de edad que haya cumplido 14 años podrá optar por la vecindad
civil del lugar de nacimiento o por la última vecindad de cualquiera de sus padres.
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Finalmente, la residencia y el lugar de residencia también son tenidos en cuenta por el legislador
a efectos de la adquisición de una vecindad civil que anteriormente no se ostentaba.
En caso de que los padres tengan la misma vecindad civil esa será la de los hijos. Art. 14.2 “tienen
vecindad civil en territorio de derecho común, o en uno de los de derecho especial o foral, los nacidos
de padres que tengan tal vecindad”.
Además, la Ley 11/1990 añade que la vecindad civil común de los adoptantes hace que dicha
vecindad sea atribuida a los adoptados no emancipados.
Superado el antiguo principio de unidad familiar, El Art.14 establece que existen criterios legales
de atribución de la vecindad civil a los hijos por naturaleza o adopción, pero también faculta a los padres
para que elijan la vecindad civil de los hijos, e incluso se concede la facultad de opción a estos una vez
que cumplan los 14 años.
En primer lugar, hay que destacar el carácter dispositivo de los criterios de atribución de la
vecindad civil, debiéndose analizar la misma conforme al art. 14.3: “los padres, o el que de ellos ejerza
o le haya sido atribuida la patria potestad, podrán atribuir al hijo la vecindad civil de cualquiera de
ellos en tanto no transcurran los 6 meses siguientes al nacimiento o a la adopción”.
La contemplación del plazo señalado, pretende evitar que los padres jueguen con la vecindad civil
del hijo, requiriéndoles una decisión rápida. El plazo debe entenderse de caducidad, lo que implica que
transcurrido el mismo, no debiera proceder manifestación alguna por parte de los padres aún actuando de
común acuerdo.
Este es precisamente el fondo de la cuestión, que los padres actúen de común acuerdo, pues de
otra manera podrían originarse supuestos abusivos en la atribución de la vecindad civil al hijo
(básicamente, por el padre, al llevar a cabo la inscripción del hijo, mientras que la madre se encuentra en
la clínica o en la recuperación postparto). Por tanto, el Encargado del Registro Civil debiera exigir la
actuación conjunta y concorde de los padres en la atribución al hijo de la vecindad civil de cualquiera de
ellos, sea o no coincidente con la del lugar del nacimiento. Si no hay acuerdo se establecen los criterios
legales de atribución de vecindad.
En el caso de que exista diferente vecindad civil entre los padres, los criterios de atribución de
vecindad civil será en primer caso el lugar de nacimiento y en último término la vecindad de derecho
común.
Si los padres se ponen de acuerdo, se atribuirá la vecindad civil que ellos consideren oportuno.
Resumiendo, en caso de que los padres no tengan la misma vecindad civil se seguirá este orden:
1. La que establezcan los padres de común acuerdo (se refiere a la del padre o la madre, según ellos
decidan).
2. La del lugar de nacimiento, ius soli.
3. La vecindad civil común, de carácter subsidiario para supuestos en los que, no habiendo coincidencia ni
acuerdo entre los padres, no puede ser de aplicación la vecindad del lugar de nacimiento por haber nacido
en el extranjero.
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Desde reforma legal de 1990, se complicó mucho la situación de la vecindad civil, al verse roto el
concepto de unidad familiar en virtud de la cual la mujer debía adoptar la vecindad civil del marido. Ello,
sumado al desconocimiento general de la ciudadanía respecto de la vecindad civil, puede llegar a producir
un auténtico rompecabezas jurídico-familiar. Posiblemente para evitarlo, el legislador ha propiciado la
existencia de adquisiciones derivativas de la vecindad civil a través del mecanismo de la opción. Así,
se distingue:
Como ya hemos visto, según la Ley 11/1990 “el matrimonio no altera la vecindad civil”. Por
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eso, el matrimonio entre españoles de diferente vecindad civil puede verse extraordinariamente
complicado en cuestiones de régimen económico patrimonial y hereditarias.
Para evitar esto, el Art. 14.4 del Código Civil establece que cualquiera de los cónyuges puede
optar, durante la vigencia del matrimonio, por la vecindad civil del otro, permitiendo la unificación
familiar. Pero la realidad práctica es que casi nadie lo hace por desconocimiento general del significado
de la vecindad civil.
El último párrafo del art. 14.3 permite a los hijos pronunciarse de forma personal acerca de la
vecindad civil que desean ostentar, pues pueden optar tanto por la vecindad civil correspondiente al lugar
de nacimiento, como por la última vecindad de cualquiera de sus padres, siempre que hayan cumplido
14 años, estén o no emancipados. Sólo que, en caso de no estar emancipados, habrán de actuar con la
asistencia de su representante legal.
El plazo de ejercicio de la opción comienza al cumplirse los 14 años y se extingue “un año después
de su emancipación”. Por tanto, en el caso de que ésta se produzca por alcanzar la mayoría de edad, el
interesado cuenta con 5 años naturales para llevar a cabo la opción (desde los 14 hasta los 19 años). El
plazo, en todo caso, debe ser considerado de caducidad.
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El término domicilio se refiere a la vivienda de la persona, aunque por extensión puede estar
también referido al lugar de residencia habitual de la persona. Por otra parte, el domicilio en cuanto lugar
de residencia habitual de la persona tiene importancia no sólo para el Derecho civil, sino para los restantes
sectores del Derecho (Tributario, Electoral…).
En nuestra Constitución el domicilio aparece expresamente recogido en el art. 18, que garantiza
su inviolabilidad. Evidentemente, en tal precepto el domicilio se identifica con la vivienda en la que
(habitual o pasajeramente) reside la persona, para garantizar que (salvo en caso de flagrante delito) nadie
puede penetrar en ella, ni siquiera los representantes de los poderes públicos, sin autorización judicial o
consentimiento del propio interesado. Según el Tribunal Constitucional, esto también se aplica a las
entradas o registros de las habitaciones hoteleras.
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El Art. 19 del Código Civil reconoce a los españoles el “derecho a elegir libremente su residencia
y a circular por el territorio nacional”.
La disposición del Código Civil sobre el particular establece que, para el ejercicio de los derechos
y el cumplimiento de las obligaciones civiles, el domicilio de las personas naturales es el lugar de su
residencia natural y en su caso el que determine la Ley de Enjuiciamiento Civil. Semejante enfoque, hace
que, la doctrina distinga entre domicilio real o voluntario y el domicilio legal.
9. CLASES DE DOMICILIO
A diferencia del anterior, el domicilio legal vendría fijado por una disposición legislativa que así lo
establece, con independencia del lugar de residencia efectiva de la persona.
• El domicilio de los diplomáticos destinados en el extranjero será el último que hayan tenido en territorio
español (art.40 párrafo 2 CC).
• Conforme al derogado art 64 LEC-1881, el domicilio de los hijos sometidos a la patria potestad era el
de sus padres; y el de los menores e incapacitados sometidos a tutela o curatela, el de sus guardadores.
• Conforme al derogado art 65 LEC-1881, el domicilio de los comerciantes, para todo lo referido a la
actividad mercantil era el pueblo donde esté su centro de operaciones.
• Conforme al derogado art 67 LEC-1881, el domicilio de los empleados era el pueblo en el que sirvan su
destino o en el que vivan con más frecuencia.
• Conforme al derogado art 68 LEC-1881, el domicilio de los militares en servicio activo era el pueblo en
el que se encuentre el Cuerpo al que pertenezcan.
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El tradicional debate en relación al verdadero alcance general de los domicilios legales o su única
relevancia a efectos procesales hay varias posturas. De especial calado es aquella que entiende que los
domicilios legales serían meras presunciones, que podrían verse desvirtuadas por la acreditación de que
la residencia habitual no coincide con los datos legalmente establecidos. Esta prevalencia del domicilio
real sobre el legal es la línea argumentativa en la que parecía moverse predominantemente el TS.
Abandonando cualquier carácter historicista, la LEC-2000 opta por plantear el tema del domicilio
de los litigantes de una manera puramente instrumental, por lo tanto, este “domicilio procesal” (efectos
de notificaciones), no determina el domicilio propiamente dicho, es solo un dato instrumental para que
los litigantes conozcan los detalles del caso.
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De hecho, en el caso de que las partes litigantes actúen a través de Procurador, su domicilio carece
de relevancia alguna, ya que la fijación únicamente tiene por objeto la emisión y recepción de las
correspondientes citaciones y notificaciones.
El domicilio del demandante será el que haya hecho constar en la demanda o en la petición o
solicitud con que se inicie el proceso; y el demandado, una vez comparecido, podrá designar para
sucesivas comunicaciones un domicilio distinto.
Se trata de que los litigantes tengan un lugar donde ser localizados y hacer llegar las oportunas
notificaciones, sin imputarle “residencia habitual”.
Sirve para identificar el lugar de ejercicio de un derecho o del cumplimiento de una obligación
designado por las personas interesadas en cualquier relación jurídica, con independencia del domicilio
real de las mismas. Es la mera utilización instrumental de un lugar determinado como espacio físico de
imputación de una actividad con relevancia jurídica. Suele insistirse en que el llamado domicilio electivo
no es un verdadero domicilio.
El Código Civil no regula con carácter general dicho domicilio electivo, pero, en la práctica, es
objeto de mucha utilización y tiene gran importancia.
EXAMEN:
• La atribución de la vecindad civil por los padres (**)
• Adquisición de la vecindad civil en virtud de la opción
• La adquisición de la vecindad civil por residencia (***********)
• Clases de domicilio (****)
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TEMA 10
CAPÍTULO 16
EL REGISTRO CIVIL
1.1. INTRODUCCIÓN
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Las relaciones sociales requieren frecuentemente acreditar de forma segura e indiscutible las
condiciones de capacidad y el entorno familiar de la persona: la edad, el hecho de estar soltero o casado
o de no haber sido sometido a incapacitación, etc.
Los Estados modernos, adoradores de la estadística, han mostrado un enorme interés por contar
con un “fichero” de sus ciudadanos, de gran utilidad para las más diversas cuestiones. Semejante fichero
viene representado por el Registro Civil, un Registro que está destinado al efecto de que consten en él
“los actos concernientes al estado civil de las personas”. En términos coloquiales (y en impresos y
formularios, incluso oficiales), la expresión estado civil se hace coincidir con el hecho de estar casado
o no (soltero, divorciado o viudo); sin embargo, en términos técnico-jurídicos, la significación del estado
civil es mucho más amplia. Como sabemos, son estados civiles de la persona cualesquiera cualidades
o circunstancias estables de la misma que, de una forma u otra, afecten a su capacidad de obrar.
En el Registro Civil no sólo se inscriben circunstancias o situaciones referentes al estado civil,
sino que se inscriben todos aquellos datos estipulados por la Ley. Aunque desde la perspectiva contraria,
no es susceptible de inscripción en el Registro Civil la mayoría de edad por la sencilla razón de que, al
estar estipulado constitucionalmente, solo hay que realizar una operación aritmética para calcularla.
Conforme a la disposición adicional 10ª de la Ley 20/2011 del Registro Civil, debía entrar en
vigor en julio de 2014. Dicha Ley supone un cambio radical, configurando el Registro Civil como un
Registro único para toda España, informatizado y accesible electrónicamente, suprimiendo el
tradicional sistema de división en secciones y se crea un registro individual por cada persona a la que
se debe asignar un código personal alfanumérico. La vacatio legis de esta Ley, ha sido prorrogada
hasta junio de 2020 por la disposición adicional primera de la Ley 5/2018 relativa a la ocupación ilegal
de las viviendas.
Constituyen objeto del Registro Civil los siguientes datos relativos a las personas, que podría
denominarse “biografía jurídica”:
1. El nacimiento.
2. La filiación (hijo de…).
3. El nombre y apellidos.
4. La emancipación y habilitación de edad.
5. Las modificaciones judiciales de la capacidad de las personas o que éstas han sido declaradas en
concurso, quiebra o suspensión de pagos (debe constar también en el Registro Civil el nombramiento
del administrador del discapacitado o de las personas relacionadas con la tutela o la administración del
patrimonio).
6. Las declaraciones de ausencia o fallecimiento.
7. La nacionalidad y vecindad.
8. La patria potestad, tutela y demás representaciones que señala la Ley.
9. El matrimonio.
10. La defunción.
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Los datos que se pueden inscribir en el Registro Civil son esos y sólo esos, tienen numerus
clausus, los particulares no pueden pretender la inscripción en el Registro Civil de hechos distintos de
los aquí enumerados.
El Registro Civil no afecta sólo a los españoles propiamente dichos, sino también a los hechos
ocurridos en territorio español, aunque afecten a extranjeros (nacimientos, defunciones…). Además, los
hechos ocurridos fuera de España, también se inscribirán en el Registro Civil cuando tengan que servir
de base a inscripciones marginales exigidas por el Derecho español.
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1.3. EL NOMBRE
El sistema español se ha caracterizado por atribuir o imponer a toda persona dos apellidos,
anteponiendo el primero de los paternos y después el de los maternos. Además, el ordenamiento español
se ha caracterizado siempre por mantener los apellidos propios de la mujer, esté casada o no. La
costumbre burguesa de algunos sectores sociales de atribuir a las casadas el apellido del marido jamás
ha tenido reconocimiento normativo alguno, tratándose sólo de un uso social sin valor jurídico.
La Ley 40/1999 introdujo una modificación importante, la posibilidad de que ambos padres, de
común acuerdo, decidieran el orden de transmisión de su respectivo primer apellido en la inscripción
registral, sin que tuviera que ser obligatoriamente primero el del padre y luego el de la madre, podría
ser al revés (casi nadie lo hace).
A modo de inciso, comentar que La LO 1/2004, relativa a la violencia de género, bajo la rúbrica de “cambio de
apellido” ha añadido un nuevo párrafo al art. 58 de la Ley del Registro Civil, en el sentido de que cuando se den
circunstancias excepcionales podrá accederse al cambio. En caso de que el solicitante de la autorización de cambio de
apellidos sea objeto de violencia de género y en cualquier otro supuesto en que la urgencia de la situación así lo requiriera
podrá accederse al cambio por Orden del Ministerio de Justicia. Solo destacar que, en este caso, el cambio de apellidos
no se refiere a un simple cambio de orden de los apellidos originales, sino que puede desembocar en una modificación
que implique la utilización de otros apellidos totalmente diferentes.
Finalmente, la ley 20/2011 ofrece una regulación completamente diversa, prescindiendo de la
histórica prevalencia del apellido paterno frente al materno. Serán ambos progenitores los que
decidan el orden de los apellidos y en caso de desacuerdo u omisión en la solicitud de inscripción,
será el Encargado del Registro Civil el que requerirá a los progenitores (o representantes legales del
menor) para que en el plazo de 3 días realicen dicha comunicación. Transcurrido el plazo sin que sea
realizada, el Encargado determinará el orden de los apellidos atendiendo al interés superior del menor.
En el caso del cambio de apellidos del menor, la STS 658/2017 declara que la cuestión a
dilucidar “no es tanto si existe perjuicio para el menor por el cambio de apellidos como si, partiendo
del que tiene como primero, le sería beneficioso el cambio, de forma que el primero fuese el paterno
y el segundo el materno. Si no consta ese beneficio, no existe, razón para alterar el primer apellido
con el que viene identificado el menor.”
Para que el Registro Civil pueda resultar útil es necesario diversificar territorialmente el Registro
y agrupar en “secciones” diferentes las circunstancias fundamentales objeto de inscripción.
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En esta sección se inscribe el matrimonio, la fecha, la hora y el lugar donde se contrae. Como
anotaciones marginales se establecen las siguientes:
• Las sentencias y resoluciones sobre la validez, nulidad o separación del matrimonio y cuantos actos
pongan término a éste.
• La existencia de pactos, resoluciones judiciales y demás hechos que modifiquen el régimen económico
de la sociedad conyugal.
En esta sección se inscribe la muerte de la persona, con indicación de la fecha, hora y lugar
en que se produce. La inscripción de la muerte se realiza por la declaración de quien tenga conocimiento
de ella y, particularmente, de los parientes del difunto o habitantes de su misma casa. Se inscribe
exclusivamente el hecho físico y real de la muerte y no así la declaración de fallecimiento, la cual se
inscribe como nota marginal en la sección 1ª, de nacimientos.
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La representación legal por antonomasia es la ostentada por los padres respecto de los hijos
menores que se encuentran sometidos a la patria potestad. Sin embargo, ésta y sus modificaciones no
hay que inscribirlas en el Registro Civil.
Por tanto “las tutelas y representaciones legales” quedan circunscritas a la anotación de los
cargos tutelares y demás representaciones legales de personas naturales y sus modificaciones.
El Registro Civil depende del Ministerio de Justicia y dentro de dicho Ministerio todos los
asuntos a él referentes están encomendados a la Dirección General de los Registros y el Notariado.
Según el art. 149.1. 8º de la Constitución Española, “la ordenación de los Registros, es una materia que
corresponde en exclusiva a la competencia estatal. Por ese motivo, institucionalmente considerado, el
Registro Civil es único, en el sentido de que todos los distintos registros se consideran integrados como
un todo.
Naturalmente no supone que exista un único Registro Civil en el sentido de oficina y
organización administrativa del mismo, sino que, por el contrario, está integrado por los Registros
Municipales, los Registros Consulares y el Registro Central:
En todo municipio debe existir un Registro, en el que se inscribirán los hechos que ocurran en
dicho municipio. Hay dos tipos de Registros Municipales, según existan o no Jueces de primera
instancia:
1. Registros principales, en los municipios donde hay Juez de Primera instancia, estos son los
encargados de dicho registro.
2. Registros subordinados o delegados, los existentes en aquellos municipios en que únicamente
exista Juez de paz, quien actuará por delegación del Juez de primera instancia, pero con
numerosas restricciones:
• Carecen prácticamente de competencia en materia de expedientes.
• No existe en los Registro subordinados de la Sección 4ª (tutelas y representaciones legales).
• Las certificaciones deben llevar siempre la firma conjunta del Juez de paz y del Secretario.
En cada demarcación consular habrá un Registro Civil a cargo de los cónsules de España o los
funcionarios diplomáticos. Su misión es que los residentes en el extranjero puedan inscribir los datos
exigidos por la Ley. Se inscriben no sólo nacimientos sino todos los hechos que afecten a las cualidades
personales de los españoles, sean residentes en el extranjero o visitantes ocasionales.
Las inscripciones realizadas en los Registros Consulares se extenderán por duplicado (uno de los
ejemplares se remite al Registro Central y el otro queda depositado en el Registro Consular), pudiendo
duplicarse mediante la realización de fotografías o procedimientos análogos, debiendo cuidar que la
impresión sea indeleble y legible y que el tamaño coincida con el de los folios de los libros de
inscripciones.
Hasta 1985 había que remitir los duplicados a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, desde
entonces el Reglamento del Registro Civil permite la comunicación directa entre los Registros
Consulares y el Registro Central.
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3. El Registro Central:
Igualmente se llevarán en el Registro Civil Central los libros formados con los duplicados de las
inscripciones consulares y de las inscripciones de nacimiento practicadas en los Registros Municipales
del domicilio en relación a los nacimientos ocurridos en el extranjero, que una vez inscritos en estos,
debe comunicarse dicha inscripción al Registro Civil Central.
4.1. INSCRIPCIONES
4.2. ANOTACIONES
Las anotaciones registrales son asientos provisionales, de menor importancia que las
inscripciones. Solo tienen valor informativo (no constituyen la prueba que proporciona la inscripción).
Son de carácter secundario, aún el caso de que instrumenten declaraciones con valor de simple
presunción y adquieran en consecuencia un valor probatorio iuris tantum del hecho anotado.
Finalmente destacar que, con valor puramente informativo, y a petición del Ministerio Fiscal o
de cualquier interesado, se puede anotar la existencia de un guardador de hecho y de las medidas
judiciales de control y vigilancia adoptadas respecto a un menor o presunto incapaz. Los demás hechos
o circunstancias que pueden ser recogidas en anotaciones se encuentran en el artículo 38 de la Ley de
Registro Civil.
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Son asientos breves anotados en el margen de los folios registrales cuya función, puramente
instrumental, es relacionar las inscripciones entre sí, de tal forma que la consulta del Registro se vea
facilitada. Coordinan y enlazan los asientos registrales entre sí y están destinados a hacer constar el
cumplimiento de determinadas formalidades o la existencia de hechos que deben reflejar los asientos
del Registro.
Dada su función instrumental, se las denomina también notas de referencia. Así, por ejemplo,
al margen de la inscripción de nacimiento, se pondrá nota de referencia a las de matrimonio, tutela,
representación y defunción del nacido. Al mismo tiempo, en estas inscripciones se hará constar, a su
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vez, referencia a la de nacimiento. Incluso el lugar de enterramiento puede hacerse constar por nota
marginal cuando la inscripción de defunción se haya realizado previamente sin indicarlo.
También se pueden recoger en notas marginales las modificaciones judiciales de capacidad,
modificaciones de organismos tutelares, prorroga o rehabilitación de la patria potestad….Dichas
inscripciones serán comunicadas al Registro de oficio por el Juez competente.
4.4. INDICACIONES
Otra novedad incorporada a la Ley vigente es la constancia en el Registro Civil del régimen de
bienes del matrimonio (gananciales, separación, comunidad absoluta, participación, etc.), a través de un
asiento de carácter especial legalmente denominado indicación.
4.5. CANCELACIONES
En técnica registral, cancelar significa privar de eficacia a una inscripción o cualquier otro
asiento que con anterioridad publicaba un hecho o circunstancia susceptible de registración. Las
cancelaciones son asientos de carácter negativo que suponen la anulación de un asiento anterior por
ineficacia del acto, inexactitud del contenido u otra causa.
La cancelación puede constar marginalmente o abrir folio independiente (con la consiguiente
nota de referencia) y, por su parte, el asiento totalmente cancelado será cruzado (esto es, tachado) con
tinta de distinto color en el libro registral; mientras que, si se cancela parcialmente, se subrayará la parte
cancelada cerrándose entre paréntesis con llamada marginal al asiento cancelatorio.
Realmente los únicos asientos que gozan de un régimen jurídico destacable son las inscripciones,
en cuanto tienen valor probatorio especialmente cualificado, las restantes tienen un papel claramente
secundario, solo informativo o instrumental.
Conviene destacar algunos datos complementarios respecto de las inscripciones:
Son inscripciones declarativas aquellas cuya función sea constatar públicamente hechos, actos
o circunstancias de la persona que ya han ocurrido (incluso con plenitud de efectos) con
independencia de la propia inscripción (nacimiento, muerte…). Por lo tanto, aunque obligatorias, la
mayor parte de las inscripciones tienen carácter declarativo.
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Las inscripciones son una prueba privilegiada, cualificada y también excluyente salvo que
los asientos sean impugnados ante la autoridad judicial. El Registro Civil constituye la prueba de los
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hechos en él inscritos. Sólo cuando no existe inscripción o no se puede certificar el asiento se admitirán
otros medios de prueba.
Cuando no existe inscripción o esta se ha impugnado judicialmente, la Ley del Registro Civil
procura restaurar la exactitud de los hechos inscritos de dos formas:
a) Para admitir otros medios de prueba en caso de falta de inscripción, será requisito
indispensable para su admisión, que, previa o simultáneamente, se haya instado la inscripción
omitida o la reconstitución del asiento.
b) No podrán impugnarse en juicio los hechos inscritos en el Registro sin que a la vez se inste
la rectificación del asiento correspondiente.
6. LA PUBLICIDAD FORMAL
La expresión publicidad formal se refiere al carácter público del Registro Civil y al hecho de que
su contenido puede ser conocido a través de formas especiales reguladas por la ley.
El conocimiento de los asientos registrales puede adquirirse a través de los siguientes medios:
a) Consulta directa o exhibición al interesado de los propios libros registrales, para que pueda obtener
la información directamente e incluso tomar notas, aunque esas notas carecen de valor probatorio
alguno. Por eso y por la dificultad de la consulta directa generalizada (escaso espacio y personal), la
consulta directa es más anecdótica que otra cosa.
b) Las notas simples informativas: de lo mismo que puede certificarse se dará, sin garantía, nota
simple informativa a quien la solicite. El giro “sin garantía” demuestra bien a las claras que las notas
simples informativas (expedidas por lo general en papel común con el sello del Registro
correspondiente) carecen de valor probatorio y explica que sean escasamente utilizadas en la
práctica.
c) Las certificaciones, son documentos públicos con pleno valor probatorio, tal y como establecía la
antigua LEC-1881, el cual hablaba indistintamente de “las partidas o certificaciones de nacimiento,
de matrimonio y de defunción…”, manteniendo así un término (partida) que es el normalmente
utilizado para referirse a las certificaciones del Registro Civil.
del Registro Civil. La gratuidad de las certificaciones, unida a su particular valor probatorio como
documentos públicos, hace que su uso sea generalizado, siendo, por tanto, el medio habitual de
acreditación del contenido de los asientos.
• Literales: las que comprenden íntegramente los asientos a que se refieren, con indicación de las
firmas.
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• En extracto u ordinarias: las que contienen los datos de que especialmente hace fe la inscripción
correspondiente.
Hoy día las certificaciones suelen ser comúnmente literales, pues la autorización de fotocopias
de los libros registrales, hace que sea más fácil proporcionar el contenido íntegro del folio
correspondiente que entresacar del mismo algunos datos. Naturalmente, dichas fotocopias se realizan en
papel oficial y con una diligencia de compulsa autenticada con la firma del Secretario del Juzgado.
El carácter público del Registro ha sido regulado por ley, pero sólo la parte que hace referencia
a las certificaciones. Las notas simples y el examen directo no están regulados.
El Registro Civil, como regla general, tiene carácter público, asumiendo que quien solicita una
certificación tiene interés en conocer los asientos y, por consiguiente, derecho a obtener la oportuna
certificación. Sin embargo, dicha regla general tiene excepciones:
1. Protección de datos íntimos. Porque las cuestiones relacionadas con la intimidad personal y
familiar no deben ser objeto de divulgación indiscriminada y son consideradas como casos de
publicidad restringida. En consecuencia, las certificaciones que contengan algunos de los datos
reservados (filiación adoptiva, filiación no matrimonial o desconocida, privación o suspensión de
la patria potestad, rectificación del sexo, causas de nulidad o separación matrimonial, causas de
divorcio, etc.) sólo pueden ser expedidas a favor de los propios inscritos o de sus familiares
cercanos o herederos.
2. Uso abusivo por gratuidad. Para evitar los abusos que podría provocar la gratuidad de las
certificaciones, se considera que, si el peticionario solicita más de una certificación referida al
mismo asiento o documento, el encargado adoptará las determinaciones oportunas a fin de evitar
abusos.
Los Registros civiles han recibido, en los últimos años, un impulso en el proceso de
informatización, así como la digitalización de sus archivos. Se trata de una cuestión compleja, técnica
y políticamente que requiere un desarrollo paulatino. Desde el año 2002 es posible solicitar
certificaciones a través de internet, aunque lo cierto es que, a día de hoy, el peticionario acabará
recibiendo una fotocopia del asiento, a través del correo postal.
3. Se establecen los requisitos y demás condiciones para realizar y expedir asientos y certificaciones
que afecten al establecimiento y gestión de los ficheros automatizados.
Se diseñó una aplicación informática llamada INFOREG, que está funcionando a pleno
rendimiento en la mayor parte de los Registros Civiles principales cuya función es:
• Conectar los datos de las distintas Secciones sobre una misma persona
• Facilitar la transmisión masiva de datos de utilidad pública a los organismos públicos
Todo esto siempre con pleno respecto a los límites legales sobre publicidad restringida,
protección de datos personales y derecho a la intimidad personal y familiar.
EXAMEN:
• Datos inscribibles en el Registro Civil (**)
• Clases de asientos practicables en el Registro Civil El asiento de inscripción: clases y valor probatorio
• Las inscripciones registrales en particular
• El valor probatorio de la inscripción en el Registro Civil
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TEMA 11
CAPÍTULO 17
LAS PERSONAS JURÍDICAS
En nuestro sistema jurídico existen tres tipos de personas jurídicas según el art.35 CC:
De todas formas, las asociaciones también requieren un patrimonio y las fundaciones precisan
lógicamente de la colaboración de personas, pero el germen de asociación y fundación es distinto, ya
que en la asociación es primordial el sustrato personal mientras que, en la fundación, lo primordial es
el componente patrimonial.
Las personas jurídicas denominadas por el Código Civil corporaciones son básicamente
asociaciones, pero están reconocidas o creadas por ley. De este modo, atendiendo a su origen habría
dos tipos de agrupaciones de personas con un fin común:
1. Las creadas por iniciativa de los componentes de la agrupación, quienes deciden dotarla de
personalidad jurídica, sería la asociación.
2. Por iniciativa de una Ley, dando cuerpo a una corporación, que se incorporan dentro de las
Administraciones públicas: Estado, Comunidades Autónomas, Provincia, Municipio,
Universidades, Colegios Profesionales, Federaciones Deportivas…
El Código utiliza el término corporaciones para referirse a todas las personas jurídico-públicas
que deben su nacimiento al propio impulso de la Administración pública y de los diferentes organismos
políticos.
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El Código Civil exige en su art. 35 que tanto las corporaciones, como las asociaciones y las
fundaciones sean “de interés público reconocidas por la ley”. Lo dicho no significa que las
asociaciones y las fundaciones dejen de ser personas jurídico-privadas en sentido genuino, sino sólo que
los fines perseguidos por ellas han de ser de interés general.
En principio, las asociaciones y las fundaciones han de ser consideradas privadas, en el sentido
de que, una vez permitidas legalmente, la iniciativa de su creación o constitución corresponde, por
principio, a los particulares (si bien, en el caso de las fundaciones también pueden ser impulsadas por
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Con las asociaciones de interés particular viene a complicarse el panorama. En realidad, tales
asociaciones constituyen un subtipo de la figura de la asociación propiamente dicha: las sociedades, que
tienen por objeto conseguir un lucro o ganancia repartible entre los socios.
Sin embargo, ha de considerarse que dicho interés particular no es antagónico al denominado
interés público (generación de riqueza, creación de empleo, ampliación de mercados, etc.).
EXAMEN:
• Las personas jurídicas en el Código Civil (**)
• Clasificación de las personas jurídicas
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TEMA 11
CAPÍTULO 18
LAS ASOCIACIONES
La Constitución Española, como tantas otras, reconoce el derecho de asociación (art. 22). El
derecho de asociación no está regulado sólo por los regímenes democráticos, sino también por los que
no lo son. La diferencia fundamental entre unos y otros vendrá dada por el posterior desarrollo o
limitación del principio asociativo, en el segundo caso en la evitación de toda agrupación de carácter
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político.
La Ley de Asociaciones de 1964, vigente hasta el 2002, prohibía cualquier tipo de asociación
que implique un peligro para la unidad política y social de España, entre otras cosas, impidiendo el
normal desarrollo del derecho a la asociación que estipulaba la Constitución.
Entre 1978 y 2002 se dio la paradoja situación de simultanear la vigencia de las dos leyes, que
son contradictorias entre sí.
La peculiar transición política de España, entre 1975 y 1978, requirió institucionalizar los
partidos políticos y los sindicatos antes de la elaboración de la propia Constitución. Esto hizo que se
produjera una situación muy peculiar. Se mantiene la Ley General de Asociaciones de 1964 como un
parche y al mismo tiempo se legislan varias leyes relacionadas con las Asociaciones:
• Asociaciones políticas: 1976
• Asociación sindical: 1977
• Partidos Políticos: 1978
También se publican varios Reales Decretos en 1977.
• Actividad política-sindical en las Fuerzas Armadas.
• Derecho de asociación sindical de los funcionarios públicos.
• Derecho de asociación de los funcionarios civiles de la Seguridad del Estado.
A partir de la puesta en vigor de la Constitución, estando todavía vigente la Ley 191/1964 (en
gran parte inconstitucional) y pendiente de desarrollar el artículo 22 de la Constitución, la clase política
siguió una política de parcheado. Se realzan ciertas asociaciones: partidos políticos, libertad de
sindicación, los sindicatos y las asociaciones empresariales, las asociaciones y colegios profesionales y
la asociación profesional de Jueces, Magistrados y Fiscales.
La Constitución ratifica un extenso panorama de entidades asociativas: asociaciones
religiosas (católicas y no católicas), asociaciones deportivas, asociaciones administrativas de
contribuyentes, asociaciones de propietarios, centros de iniciativas turísticas, asociaciones de
consumidores…
Con el tiempo, la situación se ha vuelto confusa desde el punto de vista normativo, pues algunas
de las disposiciones han sido objeto de reforma o desarrollo antes de transcurrir 10 años desde la
aprobación de la Constitución. Se cambió la regulación de las asociaciones de carácter sindical, las
asociaciones profesionales de Jueces, Magistrados y Fiscales, las asociaciones religiosas, las
asociaciones deportivas, las asociaciones de estudiantes universitarios.
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mínimo y común que es compatible con las leyes especiales dictadas para determinados tipos de
asociaciones (partidos políticos, sindicatos…) y sirve de base para las asociaciones no contempladas en
la legislación especial.
El desarrollo reglamentario de la LO 1/2002 se ha llevado a cabo por el Real Decreto 1497/2003
por el que se aprueba el Reglamento del Registro Nacional de Asociaciones y sus relaciones con los
registros de asociaciones autonómicos.
3. CONSTITUCIÓN DE LA ASOCIACIÓN
El primer paso para constituir una asociación es llevar a cabo un acto donde se manifieste la
voluntad de constituirla. La Ley habla de un acta constitutiva, acuerdo de constitución o acta
fundacional, que es el documento suscrito por los socios fundadores que deja constancia de la voluntad
común y concorde de los asistentes de constituir una asociación.
La Ley no exige una forma determinada para la validez del acta, puede tratarse de un documento
público (acta notarial) o privado, redactado y suscrito por las propias personas interesadas (el más
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habitual por ser gratuito), cuya aportación se requiere para el registro de la asociación de la comunidad
autónoma en la que se ubique el domicilio de la asociación. En dicho documento deben constar los
siguientes datos:
1. Nombre y apellidos de los promotores de la asociación (si son personas físicas); denominación o
razón social (si son personas jurídicas) y en ambos casos nacionalidad y domicilio.
2. Voluntad de los promotores de constituir una asociación, los pactos que hubiesen establecido y la
denominación de esta.
3. Estatutos aprobados que regirán el funcionamiento de la asociación, cuyo contenido se ajustará a las
prescripciones de la Ley.
4. Lugar y fecha del otorgamiento del acta y firma de los promotores o de sus representantes si son
personas jurídicas.
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Los estatutos, son las reglas de autorregulación de la asociación, tienen que comprender la
denominación, fines, domicilio, órganos directivos, etc. Tienen una gran importancia práctica, ya que
sus normas suplen los vacíos legales. Tanto la ley derogada de 1964 como la legislación actual de 2002
establecen un contenido estatutario mínimo, que una vez respetado, puede completarse con los pactos
y condiciones LICITOS que los socios quieran incorporar:
1. La denominación de la asociación, que no podrá ser idéntica a la de otras previamente registradas.
Tampoco pueden usarse denominaciones de otras corporaciones: Colegio, Academia, Cámara,
Universidad…, ni demarcaciones territoriales sin precisiones complementarias: Asociación de
Madrid…, ni nombres reservados a otros tipos de personas jurídicas: sociedad, fundación,
compañía…
2. El domicilio y ámbito territorial donde se realicen sus actividades.
3. La duración, cuando la asociación no se constituya por tiempo indefinido (lo más frecuente es que
sea por tiempo indefinido).
4. Los fines de la asociación, que habrán de ser lícitos y determinados, así como las actividades
previstas para su consecución. Los fines y las actividades deben ser descritos de forma precisa. En
relación con la licitud de los fines, la Constitución se limita a declarar la ilegalidad de las
asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito, y a prohibir las
asociaciones secretas y las de carácter paramilitar. Los fines descritos por la LO 1/2002 son: cívicos,
educativos, científicos, cultural, deportivos, sanitarios, de promoción de los valores constitucionales,
de promoción de los derechos humanos, de asistencia social, de cooperación para el desarrollo, de
promoción de la mujer…
5. Los requisitos y modalidades de admisión y baja, sanción y separación de los asociados y las
clases de éstos. Podrán incluir también las consecuencias del impago de las cuotas por parte de los
asociados.
6. Los derechos y obligaciones de los asociados y de cada una de sus distintas modalidades.
7. Los criterios que garanticen el funcionamiento democrático de la asociación.
8. Los órganos directivos y representación, su composición, reglas y procedimientos para la elección
y sustitución de sus miembros, sus atribuciones, duración de los cargos, causas de cese, la
forma de deliberar, adoptar y ejecutar sus acuerdos y las personas o cargos con facultad para
certificarlos, y requisitos para que los citados órganos queden válidamente constituidos, así como la
cantidad de asociados necesaria para poder convocar sesiones de los órganos de gobierno o de
proponer asuntos en el orden del día.
9. El régimen de administración, contabilidad y documentación, y fecha de cierre del ejercicio
asociativo.
10. El patrimonio inicial y los recursos económicos de los que se podrá hacer uso.
11. Causas de disolución y destino del patrimonio en tal supuesto, que no podrá desvirtuar el carácter
no lucrativo de la entidad.
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Tradicionalmente (ley 1964), se consideró que la adquisición de personalidad jurídica por parte
de las asociaciones requería el control de los poderes públicos (sistema de reconocimiento) y su
inscripción en el Registro provincial dependiente del Ministerio del Interior.
Actualmente, el párrafo 3 del artículo 22 de la Constitución establece que “las asociaciones
deberán inscribirse en un Registro a los solos efectos de publicidad”. En base a esto, el Tribunal
Supremo ha deducido que la personalidad jurídica nace del acuerdo o acto constitutivo, sin necesidad
de acto registral, lo cual ha sido muy criticado por los juristas, según los cuales, las asociaciones
registradas deberían gozar de personalidad, las no registradas deberían ser asociaciones sin personalidad.
Esto es evidente en relación con los partidos políticos y los sindicatos, los cuales no gozaran de
personalidad jurídica independiente de la de sus promotores si no han sido inscritos en los
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correspondientes Registros.
La LO 1/2002 dice en su artículo 10, que la inscripción será a los solos efectos de publicidad y
en su artículo 5.2 establece que, con el otorgamiento del acta fundacional, la asociación adquiere su
personalidad jurídica y la plena capacidad de obrar. PERO, los promotores de las asociaciones NO
inscritas responderán personal y solidariamente, de las obligaciones contraídas con terceros,
mientras que las asociaciones inscritas responden de sus obligaciones con todos sus bienes presentes y
futuros, sin que los asociados tengan que responder personalmente de las deudas de la asociación. Por
este motivo, la inscripción resulta crucial en relación con el régimen de responsabilidad por deudas
frente a terceros, aspecto fundamental para establecer la existencia o no de personalidad jurídica
independiente.
4. LA CONDICIÓN DE SOCIO
Pertenecer a una asociación es un acto voluntario. Nadie puede ser obligado a pertenecer a una
asociación, ni a seguir ostentando la cualidad de socio previamente adquirida.
El Tribunal Constitucional por un lado y la Le 2002 por otro establecen la condición de socio
desde dos perspectivas:
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Tipos de socios:
• Socios fundadores: participaron en la generación del grupo social organizado, en el momento
constituyente.
• Socios ordinarios o socios: se incorporan en cualquier momento posterior a la constitución de la
asociación.
A nivel general, los requisitos básicos para la admisión son:
• El candidato debe solicitar la incorporación a la asociación.
• Debe cumplir las condiciones fijadas por los estatutos:
- Condiciones que son libremente determinadas por parte de los promotores de la
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asociación.
- Debe considerarse la asociación una estructura abierta, sin que exista abuso por parte de
los ya socios.
• Debe dirigirse a los órganos directivos de la asociación.
• Suelen necesitar una carta de recomendación de uno o varios socios.
• El candidato tiene que tener capacidad de obrar.
En todo caso, en abstracto y positivamente, es muy difícil determinar la licitud de las condiciones
de admisión en relación al principio de igualdad constitucional.
Finalmente reseñar que es frecuente que las asociaciones cuenten con patrocinadores, socios
honorarios y honoríficos: se trata de personas que, sin ostentar la cualidad de socio, proporcionan lustre
y esplendor a la asociación o le suministran apoyo y patrocinio.
Motivos:
• A petición del socio, como manifestación de su voluntad en tal sentido (dicha libertad no puede
limitarse más allá del establecimiento de un plazo de preaviso para la renuncia).
• Debido a muerte o declaración de fallecimiento.
• Si se pierden las condiciones o circunstancias personales requeridas para pertenecer a la asociación
(ser vecino, por ejemplo).
• Razones establecidas en los estatutos: impago de cuotas, actuación desleal o contraria a los fines de
la asociación….
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1. Asamblea General: órgano supremo; ha de convocarse al menos una vez al año para la aprobación de
cuentas y presupuestos. Es el órgano competente para modificación de Estatutos, etc. Salvo que los
Estatutos dispongan otra cosa, el quórum de constitución en 1ª convocatoria es la mayoría de socios
(presentes o representados) y en 2ª, cualquiera que sea el número de asistentes a la sesión.
2. Junta Directiva: órgano de dirección y gestión de la asociación.
3. Presidente: representa a la asociación frente a terceros y preside tanto la Junta Directiva como la
Asamblea General.
La Ley 1964, regulaba obligatoriamente los referidos órganos, pero la Ley 2002 sólo habla de
un “órgano de representación que gestione y represente los intereses de la asociación”, de tal manera
que, en adelante, dicho órgano lo mismo puede denominarse Junta Directiva que Consejo de dirección,
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Comisión permanente o cualquier giro similar. En este sentido, las asociaciones tienen que ajustar su
funcionamiento a lo referido en sus propios Estatutos.
La Ley 1964 hablaba de patrimonio fundacional, pero la Ley 1/2002 hace referencia a
patrimonio inicial: conjunto de bienes y derechos que los socios aportan a la Asociación en el momento
de la constitución.
Es obligatorio que en los Estatutos figure una cifra concreta como patrimonio inicial,
quedando vinculada al cumplimiento de los fines de la asociación. Dicho patrimonio inicial puede
aumentar posteriormente mediante las aportaciones o cuotas que acuerden los socios, las donaciones,
subvenciones, legados, herencias, etc., que pudiera recibir de terceros.
Aunque la Ley de 1964 era muy restrictiva con la capacidad patrimonial, hoy en día las
asociaciones tienen derecho a adquirir y poseer toda clase de bienes y derechos sin necesidad de
autorización administrativa alguna.
Sin embargo, no hay que olvidar que la dotación patrimonial de las asociaciones es algo
puramente instrumental (no como en las fundaciones) y suele ser de escasa entidad e incluso
prácticamente inexistente.
La nueva LO 1/2002, considera que el destino del patrimonio “no podrá desvirtuar el carácter
no lucrativo de la entidad”, al tiempo que se establece que “en todos los supuestos de disolución deberá
darse al patrimonio el destino previsto en los Estatutos”.
A pesar de esto, priman las normas estatutarias, por lo que, aun siendo cierto que la idea de
lucro es extraña al régimen jurídico de las asociaciones y que, por consiguiente, la disolución de la
asociación no debería tener como resultado el enriquecimiento de los asociados, la interpretación
generalmente aceptada en los estatutos es que en caso de disolución de la asociación el patrimonio
restante podrá distribuirse entre los asociados (lo que es bastante paradójico).
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o La propia Ley de Asociaciones de 1964 estipulaba que, en caso de ilicitud, la asociación era
disuelta por sentencia judicial.
o Posteriormente la Constitución, en esa misma línea, también requiere resolución judicial
motivada, de modo que, conforme a lo dispuesto en la norma constitucional, únicamente
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podrán ser disueltas las asociaciones ilícitas tipificadas actualmente en el art. 515 del código
penal, según el cual son punibles las asociaciones ilícitas, teniendo tal consideración:
Las que tenga como objetivo cometer delitos o promover su comisión.
Las que empleen medios violentos para conseguir sus objetivos.
Las que sean clandestinas o paramilitares.
Las que promuevan la discriminación racial.
Bandas armadas, organizaciones o grupos terroristas.
2. De forma voluntaria:
o Por voluntad de los socios. Deberá regirse según lo que determinen los Estatutos al respecto
sobre el quórum y el número de votos. Si los Estatutos no lo prevén se aplicará la Ley.
La ley 1964 requería el voto favorable de 2/3 partes de los socios que formen la
Asamblea Ordinaria.
La ley 1/2002 requiere solo la mayoría cualificada de las personas presentes o
representadas.
o Por expiración del plazo estipulado al crearla.
o Por haber realizado el fin social.
o Por ser imposible realizar el fin social.
EXAMEN:
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TEMA 11
CAPÍTULO 19
LAS FUNDACIONES
La fundación es la persona jurídica de sustrato patrimonial por excelencia: una vez constituida
no importa de ella tanto la persona del fundador como el conjunto de bienes (o patrimonio) que éste
separa o individualiza para atender a un fin determinado. Puede caracterizarse la fundación como la
personificación de un patrimonio establemente adscrito a un fin de carácter general.
También llamadas de beneficencia particular, son las más antiguas y las de mayor raigambre
social. Estaban reguladas por un Real Decreto de 1899, que las identificaba como fundaciones
“permanentes dedicadas a la satisfacción gratuita de necesidades intelectuales o físicas…”, generando
un buen número de instituciones sanitarias o asistenciales que cumplieron su cometido durante bastantes
décadas (hospitales, manicomios, asilos, casas cuna, etc.). Actualmente, la presencia social de éstas es
bastante escasa ante la generalización del sistema público de Seguridad Social.
Se encontraban reguladas por un Decreto de 1961. Podían ser creadas por un convenio entre
empresa y trabajadores o ser creadas en un acto unilateral por parte de la empresa o de terceras personas.
En él se estipulaban las aportaciones de ambos y las normas sobre el gobierno y administración. Dichos
pactos se celebraban con las formalidades establecidas en los Convenios Colectivos Sindicales. Su
número e importancia, en la práctica, eran escasos.
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Las actuales Leyes de Fundaciones abandonan la clasificación anterior, llevando a cabo una
regulación de carácter general que se aplica a todos los tipos de fundaciones. Aunque descriptivamente
se pueden seguir usando dichos términos, las leyes de 1994 y 2002 tienen carácter común para todas.
De todos modos, la Ley 50/2002 mantiene el régimen propio de las fundaciones religiosas de la
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3. LA CONSTITUCIÓN DE LA FUNDACIÓN
Por lo general la constitución o creación de una fundación puede llevarse a cabo tanto por
personas físicas como por personas jurídicas ya sea mediante acto Inter vivos o mortis causa (en
testamento). La voluntad de fundador (o fundadores) asume un extraordinario protagonismo, ya que la
fundación NO es una “estructura abierta”, dependiente de la voluntad de los administradores, sino
sólo y exclusivamente dependiente de los designios del fundador. Los Estatutos de la fundación han
de ser interpretados y, en su caso, integrados conforme a la voluntad del fundador. Ahora bien, la
voluntad del fundador no es algo que haya que proteger a toda costa. Hay un mínimum exigible al
pretendido fundador que debe observarse:
a) La fundación ha de servir fines de interés general para la colectividad; debe estar presidida por la
idea de altruismo.
b) Pese a que los Estatutos fundacionales deben ser interpretados conforme a la voluntad del fundador,
éste, por sí mismo, no tiene facultad alguna para decidir la suerte de la fundación una vez constituida.
La pervivencia o extinción de la fundación dependerá de lo dispuesto en los Estatutos.
No basta la mera voluntad de fundador para que la fundación pueda entenderse constituida. La
fundación es un patrimonio adscrito a un fin y, por tanto, no nacerá al mundo del Derecho mientras no
sea dotada de los bienes necesarios para atender a los fines previstos. La dotación patrimonial es un
requisito sine qua non de la existencia y constitución de la fundación.
La Ley 50/2002, establece que “la dotación […] ha de ser adecuada y suficiente para el
cumplimiento de los fines fundacionales”, presumiéndose “suficiente la dotación cuyo valor económico
alcance los 30.000 euros”. No obstante, en caso de que la aportación tenga un valor inferior al anterior,
el fundador deberá justificar su adecuación y suficiencia a los fines fundacionales, lo que acredita que
la cifra suficiente no es realmente la mínima posible.
No obstante, la dotación patrimonial inicial puede ser considerada solamente como un paso
inicial para conseguir una dotación ideal o una dotación óptima. Tampoco imposibilita futuras
aportaciones patrimoniales que deban agregarse a la dotación inicial. Pero cuidado, la dotación
patrimonial inicial es un requisito de la constitución de la fundación y no puede ser una transferencia
patrimonial irrisoria o simbólica.
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1. Los fines fundacionales deben estar descritos, obligatoriamente, en los Estatutos de la fundación,
para poder someterse al control de los poderes públicos.
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2. Los futuros beneficiarios de las prestaciones de la fundación tienen que ser, necesariamente
indeterminados (colectividades genéricas de personas), estando prohibido que sean fundaciones
“familiares”.
3. Los fines han de ser lícitos por principio y, en particular, legales. Si no lo son pueden ser suspendidas
sus actividades o ser extinguidas tras trámite judicial (mediante sentencia).
5. LA ACTIVIDAD DE LA FUNDACIÓN
Las actividades de la fundación deben ser realizadas sin detrimento (sin menoscabo) de la
dotación patrimonial, para evitar el agotamiento del mismo. La fundación debe actuar conservando su
patrimonio y aplicando a la consecución de sus fines fundacionales única y exclusivamente las rentas o
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fundación, previa deducción de impuestos, debe ser destinado a los fines fundacionales. El resto,
deducidos los gastos de administración, puede ser destinado a incrementar la dotación patrimonial. Las
aportaciones efectuadas en concepto de dotación patrimonial, realizadas en el momento de la
constitución o en cualquier otro momento, no serán computables en este sentido.
Inicialmente la doctrina especializada era contraria a la idea de que las fundaciones pudieran
desempeñar actividades empresariales. Incluso se afirmó que la estructura fundacional es contraria a
que la fundación sea accionista de sociedades mercantiles, ya que la idea de lucro no es propia de las
fundaciones.
Sin embargo, en los últimos tiempos se defiende abiertamente esta posibilidad a fin de
incrementar la rentabilidad de la dotación y procurar el mejor cumplimiento del fin fundacional. Por lo
que, con carácter general, se admite el desempeño de actividades empresariales por parte de las
fundaciones.
6. EL PROTECTORADO
1. La mayoría de los Estatutos de Autonomía de las CCAA atribuyen a éstas competencia exclusiva
sobre las fundaciones que desarrollen principalmente sus funciones en la correspondiente
Comunidad.
2. La Ley 30/1994 y la Ley 50/2002 se limitan a indicar que el Protectorado será ejercido por la
Administración General del Estado, en la forma que reglamentariamente se determine, respecto de
las fundaciones de competencia estatal.
3. El Reglamento de fundaciones reitera dicha idea en el artículo 40.1 “el Protectorado es ejercido
por la Administración General del Estado a través de los Departamentos ministeriales que posean
atribuciones vinculadas con los fines fundacionales”; al tiempo que el apartado 2 del mismo artículo
establece que “el Registro de fundaciones de competencia estatal decidirá, tanto en el momento de
su constitución como con ocasión de una eventual modificación estatutaria que afecte a sus fines,
el protectorado competente al que dicha fundación quedará adscrita”.
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Tales causas son más teóricas que otra cosa: la causa más común de extinción de las fundaciones
suele ser la Insuficiencia patrimonial para atender al fin previsto.
En ese caso la fundación no se extingue, sino que se origina la modificación o fusión de las
fundaciones, es decir, el patrimonio restante se adscribe aun fin menos ambicioso que el inicialmente
previsto; o se procede a acumular o agregar varios patrimonios fundacionales para seguir cumpliendo
la voluntad de los fundadores, pero adecuada a las nuevas circunstancias temporales.
La modificación y/o fusión de las fundaciones requiere, además del correspondiente acuerdo del
Patronato, la autorización o control del Protectorado.
La Ley 30/1994 excluyó la posibilidad de reversión del patrimonio fundacional a los herederos
o familiares del fundador: “tendrán que destinarse a entidades no lucrativas privadas que persigan fines
de interés general y que tengan afectados sus bienes, incluso para el supuesto de su disolución a la
consecución de aquéllos…” La Ley 50/2002 utiliza términos parecidos.
EXAMEN:
• Concepto de fundación.
• Adquisición de la personalidad jurídica de las fundaciones.
• El gobierno de la fundación: el patronato (**) .
• La actividad de la fundación.
• El protectorado de la fundación (**).
• Concepto y diferencia entre asociación y fundación (**).
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TEMA 12
CAPÍTULO 20
LAS COSAS
Las relaciones jurídicas tienden por lo general a conseguir o bien una cosa determinada, o bien la
prestación de una conducta concreta por parte de cualquier persona. Por este motivo, resulta lógico hablar
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del objeto de la relación jurídica, para poner de manifiesto que cuando los sujetos de Derecho se
relacionan unos con otros el fin por ellos perseguido (una cosa, una conducta concreta) puede
identificarse con el elemento objetivo de la relación entablada.
Aunque el elemento objetivo suele ser alguno de los bienes necesario para la subsistencia
cotidiana, casi siempre cosas, esto no siempre es así y requiere de algunas precisiones:
1. Es también frecuente que relaciones sociales sometidas al Derecho tengan por objeto conductas
humanas que en absoluto pueden cosificarse (ej: conocer el castellano, guardarse fidelidad los
cónyuges).
2. El estudio de las cosas, como capítulo independiente, sólo tiene fundamento de orden sistemático y
didáctico.
3. Tradicionalmente, la distinta naturaleza o características de las cosas se tiene en cuenta al entablar
las relaciones jurídicas y el ordenamiento jurídico tome en consideración los rasgos peculiares de
ciertos grupos de cosas para dotarlos de un régimen jurídico distinto al de otro grupo de cosas
diferentes.
Aunque el CC parece emplear como sinónimas las expresiones “cosas” y “bienes”, la identidad de ambos
conceptos no es idéntica.
• Cosas: objetos materiales.
• Bienes: componentes del patrimonio de una persona evaluables economicamente, tanto si son cosas
propiamente dichas, como si son derechos sobre las cosas (derechos reales) o derechos que tienen por
objeto la conducta ajena (derechos de crédito). No obstante, la doctrina rechaza la identificación de los
bienes con los derechos, manteniendo que el bien es el objeto sobre el que recae el derecho, por lo que
se deduce que los derechos no son bienes en sentido estricto.
Por lo tanto, en rigor, el término “bien” sería el género, frente al papel de especie desempeñado
por las “cosas”.
Los bienes tienen interés para el Derecho en cuanto resulten susceptibles de apropiación o de
atribución a una persona (física o jurídica), por lo tanto, las cosas materiales de uso común y generalizado
(sol, aire, lluvia) en sí mismas consideradas no constituyen un bien autónomo, ni lógicamente, son objeto
de relaciones jurídicas aunque tengan previsiones normativas encaminadas a su protección.
De todas las clasificaciones de las cosas, la división entre bienes muebles e inmuebles es sin duda
la más importante, pues el régimen jurídico de unos y otros es muy diverso, desde los viejos tiempos
romanos hasta la actualidad.
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El Código Civil dice en su artículo 333 que “todas las cosas que son o pueden ser objeto de
apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles”.
A continuación, el artículo 334 pasa a enumerar los bienes inmuebles de forma pormenorizada
(a grandes rasgos podrían definirse como aquellos bienes que tienen una situación fija y no pueden ser
desplazados).
La citada enumeración del art. 334 nos sirve también para delimitar el significado de los bienes
muebles, ya que el art. 335 dice que se consideran bienes muebles a aquellos que no son inmuebles, así
como “todos los bienes que se puedan transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa inmueble
a que estuvieren unidos”.
Resulta necesario distinguir en base a la enumeración referida entre bienes inmuebles por
naturaleza, por destino y por analogía.
El bien inmueble por antonomasia es la tierra, en cuanto elemento físico que sirve de soporte a
la existencia de los seres humanos y, por consiguiente, todo lo que se encuentra unido de forma estable
a ella, sea de forma natural o de forma artificial (por incorporación), es considerado por el Código Civil
como bien inmueble:
De otra parte, refiriéndose ya no sólo a la tierra, sino a cualquier otro bien inmueble, considera
como tal “todo lo que esté unido a un inmueble de manera fija…”
Esta última referencia hace que algunos autores prefieran subdistinguir entre inmuebles por
naturaleza e inmuebles por incorporación, pues evidentemente cualquier bien mueble unido
establemente a un inmueble (lavabo, grifo, chimenea empotrada, etc.) era, antes de su incorporación, un
bien mueble “por naturaleza”. El art. 334 requiere que la unión se lleve a cabo “de una manera fija”. La
fijeza o perdurabilidad de la unión la explica el CC en el propio precepto “… de suerte que no pueda
separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto”.
El hecho de que la incorporación provoque materialmente la consecuencia de que el bien mueble
pase a ser parte del inmueble ha traído consigo que la doctrina española contemporánea haya pretendido
incorporar a nuestro sistema jurídico el concepto de “parte integrante” (y también el de “pertenencia”).
El concepto de “partes integrantes”, tampoco parece un concepto útil, ya que se consigue el mismo
resultado con la idea de “quebrantamiento”.
Son bienes muebles, que, por su destino, se convierten o transmutan en bienes inmuebles para el
Ordenamiento jurídico:
1. Las estatuas u otros objetos ornamentales unidos de modo permanente al edificio (finca
urbana) o la heredad (finca rústica).
2. Las máquinas o utensilios destinados al servicio de una explotación asentada en un inmueble,
sea rústica, agraria, industrial, comercial...
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Según el art. 334.10 del CC son bienes inmuebles las concesiones administrativas de obras
públicas y las servidumbres y demás derechos reales (por ejemplo, derecho de paso) sobre bienes
inmuebles.
Al ser estas concesiones incorporales, existen dudas sobre que puedan ser calificadas como
bienes, y con más motivos calificarlas como bienes inmuebles y bienes muebles, debido a la naturaleza
del bien sobre el que recae el derecho.
Negativa: todos los bienes que no se encuentran relacionados en el artículo 334, es decir, todo lo que
no son bienes inmuebles.
Positiva: todos los bienes que se pueden transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa
inmueble a que estuvieren unidos.
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En muchas relaciones jurídicas es interesante saber si una cosa, según sus características, puede
ser sustituida por otra sin detrimento de las expectativas de quien ha de recibirlas.
De acuerdo con ello se puede determinar las siguientes clasificaciones de las cosas:
Han de considerarse consumibles “aquellos bienes de que no puede hacerse el uso adecuado a
su naturaleza sin que se consuman”.
Son cosas consumibles las que, utilizadas conforme a su destino, desaparecen de la esfera jurídica
de la persona que las usa, ya sea porque al hacerlo se agotan o destruyen (leña, gasolina, tinta…) o,
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sencillamente, porque se pierde la disponibilidad de ellas, aunque materialmente sigan íntegras (por
ejemplo, el dinero que gastamos habitualmente). Se usan y desaparecen.
Bienes inconsumibles, tal y como dice el Código, recurriendo a la técnica de la contraposición,
serán los demás.
Los bienes inconsumibles pueden ser, ellos mismos, entregados a otras personas en virtud de
cualquier relación jurídica (préstamo, regalo, venta). Por el contrario, en relación con los bienes
consumibles, sólo cabrá la entrega de otro tanto de la misma especie y calidad, es decir, de una cantidad
equivalente (tantundem), pero no los mismos y exactos que fueron entregados.
Se denominan cosas fungibles a aquellas que pueden sustituirse por otras en caso de ser
necesario, dado que son entre sí homogéneas o equivalentes y contempladas en atención a sus
características o cualidades genéricas (un libro, el dinero, un coche, cinco litros de aceite). En general,
las cosas fungibles son al mismo tiempo consumibles, aunque los conceptos no son sinónimos.
Los bienes infungibles son los que tienen características propias que no tienen por qué darse en
el resto de los bienes de la categoría (un libro dedicado por su autor para alguien en concreto, un cuadro
determinado).
Cosas divisibles: aquellas que una vez dividida desempeñan la misma función que la cosa matriz
(parcela de 2.000 mts. dividida en dos).
Por el contrario, cuando la división física de la cosa origina piezas o componentes (desmontaje
de un ordenador) que por sí mismas no desempeñen la misma función que anteriormente realizaba la
cosa matriz, habremos de calificarlas de cosa indivisible; aunque tales partes resultantes tengan utilidad
(piezas de recambio) o gran valor (trozo de corbata del novio).
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Cosas simples son aquellas que, una vez formadas (natural o artificialmente) traen consigo una
unidad inescindible, dada la imposibilidad de fragmentar los diversos elementos de la cosa sin provocar
de forma simultánea la destrucción de la propia cosa simple (una hoja de papel, un pan, un cristal).
Las cosas compuestas se caracterizan por estar formadas por la adición de una serie de cosas
simples cuya unión persigue conseguir una determinada función, pero que son susceptibles de separación
(automóvil).
La división entre cosas simples y compuestas es intrascendente para el derecho y no tiene utilidad.
En términos prácticos lo que si tiene utilidad es la distinción entre cosas divisibles e indivisibles.
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En determinadas ocasiones, es útil considerar agrupadas un conjunto plural de cosas para facilitar
su consideración como objeto de derecho. Por ejemplo, cuando se vende una biblioteca o una colección
filatélica.
A tales conjuntos se les denomina universalidades, precisamente para evidenciar que funcionan en
el tráfico como un todo, que exige reglas distintas y propias de las que se aplicarían en el caso de
considerar una a una las distintas cosas que la integran. Casi siempre la existencia de una universalidad
depende del dueño de las cosas, el cual las agrupa, sin embargo, algunas veces existe una política
legislativa para agrupar determinados bienes, por ejemplo, el patrimonio del ausente, en ese caso se
habla de universitates iuris.
Existen una serie de bienes que, por su peculiar importancia y por estar destinados al uso común
o a un servicio público, han sido sometidos a un régimen especial, denominado dominio público.
Son bienes de dominio público:
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1. Los destinados al uso público, como los caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes construidos
por el Estado, las riberas, playas, radas (ensenadas) y otros análogos.
2. Los que pertenecen privativamente al Estado, sin ser de uso común, y están destinados a algún
servicio público o al fomento de la riqueza nacional, como las murallas, fortalezas y demás obras de
defensa del territorio, y las minas, mientras que no se otorgue su concesión.
Además, según el artículo 344.1, son bienes de uso público, en las provincias y en los pueblos,
los caminos provinciales y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las
obras públicas de servicio general, costeadas por tales pueblos o provincias.
De todas formas, no hay que olvidar, que las entidades públicas (Estado, CCAA, Provincias y
Municipios), también pueden ser titulares de bienes en régimen de propiedad privada.
Los bienes y derechos que pertenecen a las entidades públicas pueden ser:
1. Bienes de dominio público o demaniales.
a. Son inalienables, imprescriptibles e inembargables.
b. Los bienes de dominio público estatal.
2. Bienes de dominio privado o patrimoniales.
La Constitución establece que por Ley se regularán el Patrimonio del Estado y el Nacional, su
administración, defensa y conservación. (Ley de Patrimonio del Estado y Patrimonio Nacional, Ley de
1982 modificada por Ley 1995).
6.2. CRITERIOS DISTINTIVOS ENTRE AMBAS CATEGORÍAS: LAS PRETENDIDAS NOTAS CARACTERÍSTICAS
EXCLUSIVAS DE LOS BIENES DEMANIALES
Los bienes y derechos que pertenezcan a las entidades públicas y no merezcan la consideración
de demaniales, serán calificados como patrimoniales.
Legal y doctrinalmente, la frontera entre ambos tipos de bienes se delimita en base a los dos
criterios descritos previamente:
1. La naturaleza de los bienes: excluiría del ámbito de la propiedad privada a una serie de
bienes que no son susceptibles de apropiación por los particulares: mar, playas, recursos
naturales…
2. La afectación o destino de los bienes a los intereses generales de la comunidad, ya sea por
estar especialmente afectos al uso público o al servicio público. Son inalienables,
imprescriptibles e inembargables.
Los bienes patrimoniales serían los que no están afectos al uso o servicio público (ya sea por
naturaleza o por destinación especial). Es común resaltar la diferencia entre ambos tipos de bienes
subrayando el régimen jurídico de los bienes de dominio público y dejando en la sombra el régimen
propio de los bienes patrimoniales.
Respecto de los bienes demaniales, la Constitución Española delega en la ley ordinaria su
regulación, “inspirándose en los principios de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad”.
Inalienabilidad: no pueden ser objeto de enajenación, son indisponibles si previamente no ha
tenido lugar la desafectación al interés público. Tendría como consecuencia la inalterabilidad.
Inembargabilidad: no pueden ser objeto de gravamen ni quedar afectos en garantía de tipo
alguno que pueda acarrear el embargo de ellos.
Imprescriptibilidad: no son susceptibles de convertirse en propiedad de los particulares
mediante usucapión (adquisición de un derecho) o prescripción adquisitiva.
6.3. IDENTIDAD BÁSICA DEL RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS BIENES DEMANIALES Y PATRIMONIALES
La identidad básica del régimen jurídico de los bienes demaniales y patrimoniales es muy
parecida, aunque con algunas diferencias. Por ejemplo, los bienes patrimoniales tampoco pueden ser
objeto de embargo salvo escasas excepciones.
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Por otro lado, aunque en los bienes patrimoniales tiene menor importancia la inalienabilidad
conviene no olvidar que:
o Para enajenar bienes patrimoniales hay que contar con autorización administrativa, según la
valoración de los bienes a enajenar: poder legislativo, Gobierno, Ministerios de Economía y
Hacienda…
o La enajenación tendrá determinadas garantías procedimentales (subasta pública).
De este modo hay un relativo parecido entre la desafectación para los bienes demaniales y la
autorización para los bienes patrimoniales.
Otras notas o características asociadas a los bienes demaniales están presentes en los
bienes patrimoniales, como por ejemplo las facultades de deslinde de los bienes de oficio (determinación
por las propias Administraciones Públicas de la extensión y linderos de sus bienes inmuebles) y las
facultades de recuperación de los bienes de oficio (potestad exorbitante de la Administración, según la
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cual puede recuperar la posesión de los bienes de que haya sido despojada, antes del transcurso de un
año y un día, por sí misma; mientras que los particulares, en caso similar, habrán de recurrir a la
autoridad judicial a través del anteriormente denominado interdicto de recobrar).
Aunque se use la expresión “patrimonio privado de la Administración”, lo cierto es que éste se
encuentra sometido a un régimen jurídico-público que, sólo por excepción, reclama la aplicación de las
normas de Derecho Privado.
Por otro lado, el dominio público entraña una forma de explotación caracterizada por la esencialidad
del interés general, que es el interés de todos los ciudadanos y por la existencia de unas formas de control
administrativo de dicho interés.
7. LOS FRUTOS
7.1. CONCEPTO
En términos jurídicos, fruto es todo rendimiento o producto que genera cualquier cosa, sin perder
su propia individualidad y sustancia. Puede hablarse de bienes (o cosas) fructíferos y no fructíferos,
división que tiene un valor fundamentalmente descriptivo, pues el problema radica en determinar a quién
corresponden los frutos de una cosa; Los frutos pertenecen al propietario de la cosa principal (o
fructífera).
1. Frutos naturales son las producciones espontáneas de la tierra, y las crías y demás productos de los
animales.
2. Frutos industriales son los que producen los predios (fundo o finca) de cualquiera especie a beneficio
del cultivo o del trabajo.
3. Frutos civiles, tienen tal carácter: El alquiler de los edificios, el precio del arrendamiento de tierras y el
importe de las rentas perpetuas, vitalicias u otras análogas. Son denominados o calificados así, para
resaltar que no son productos que se deriven directamente de la cosa, sino “como consecuencia de haberla
hecho objeto de una relación jurídica de la que nace el derecho a obtener el fruto”.
A. Los frutos son bienes que llegan a tener independencia y propia autonomía desde el momento en que
son separados de la cosa matriz (las frutas o los intereses de una cantidad depositada en el banco).
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B. Sólo se entienden por frutos los beneficios o productos de una cosa que se generen conservando la cosa
matriz su propia sustancia y funcionalidad económica (el peral sigue siendo tal y la cantidad sigue
íntegra).
C. Los frutos tienen evidentemente carácter accesorio respecto de la cosa fructífera, que en adelante puede
seguir produciendo otros frutos si el propietario de la misma lo considera conveniente y no desea, por
ejemplo, donarla o venderla (en cuyo caso, aunque obtenga un buen precio, no es técnicamente fruto).
D. Una cosa potencialmente fructífera producirá o no frutos según la voluntad y condiciones concretas de
su propietario o de quien tenga derecho sobre ella, así que no se puede exigir a los frutos carácter
periódico alguno.
EXAMEN:
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TEMA 13
CAPÍTULO 21
EL PATRIMONIO
1. LA NOCIÓN DE PATRIMONIO
Sin embargo, para la mayor parte de los juristas la expresión patrimonio no debe referirse a los
bienes en sí mismos consideradas, sino sólo a los derechos que sobre ellos recaen. En definitiva, el
patrimonio habría de identificarse con los derechos (y, en su caso, obligaciones) que siendo
evaluables económicamente o pecuniariamente apreciables pertenecen a una persona. Desde este
punto de vista sería una “universalidad de derecho”, porque el concepto deriva del propio sistema
jurídico y no de la voluntad concreta de la persona de agrupar los bienes; y también sería una
“universalidad de derechos” subjetivos de contenido económico agrupados por la persona titular de los
mismos.
Los derechos patrimoniales requieren una significación económica concreta y sólo ellos pueden
integrar el patrimonio. La doctrina en relación con la posición jurídica de la persona, excluye de la
noción de patrimonio a los derechos de la persona como la capacidad jurídica y capacidad de obrar, de
los derechos de la personalidad, de la nacionalidad, de la vecindad civil, del domicilio, etc., en cuanto
que son atributos de la persona que carecen de entidad económica concreta.
El Código Civil considera a los derechos como bienes, como una especie particular de bienes. Lo
cierto es que la generalización del término patrimonio es fruto de una abstracción motivada por el
nacimiento en el Derecho contemporáneo de la responsabilidad patrimonial universal, según la cual,
las personas deben responder frente a los demás de sus deudas con todos los bienes que tengan o que
puedan tener en el futuro (art.1.911 del Código Civil).
El Artículo 1911 del Código Civil es muy importante en nuestro sistema jurídico y dispone que
“del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y futuros”,
de este artículo se puede extraer:
1. Desaparece el concepto de prisión por deudas, en cuya virtud la persona podía perder la libertad
en caso de no afrontar sus deudas.
2. Se restringen las facultades de cobro de los acreedores sólo a los bienes y no a los atributos
personales e incluso a los derechos subjetivos del deudor, que, por ser indisponibles e
inalienables, no pueden ser objeto de consideración por aquéllos, ni el ordenamiento permite su
embargo o privación al deudor.
Nuestra anterior LEC- 1881, cuando se planteó la posibilidad de embargar, no se fijó solo en los
derechos, sino fundamentalmente en los bienes propiamente dichos, por considerarles elementos
patrimoniales con sustantividad propia, con independencia de los derechos que sobre tales bienes pudiera
tener la persona embargada. Por eso, según su art.1447 LEC-1881, se guardará en los embargos el orden
siguiente:
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1. Dinero si se encontrare
2. Efectos públicos y títulos valores que se coticen en Bolsa
3. Alhajas de oro, plata o pedrería
4. Créditos realizables en el acto
5. Frutos y rentas de toda especie
6. Bienes muebles o semovientes
7. Bienes inmuebles
8. Sueldos o pensiones
9. Créditos o derechos no realizables en el acto
10. Establecimientos mercantiles e industriales
De este modo, históricamente, nuestros textos legales entre los que se incluye nuestro Código
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Civil se han referido al patrimonio, no en cuanto a los derechos, sino en cuanto a los bienes en sí mismos
considerados, ya que su formulación es previa a la denominada “teoría del patrimonio”, y separándose
pues, de la construcción abstracta que la doctrina ha venido manteniendo al respecto.
A) El usufructo de un patrimonio
El artículo 506 del Código Civil regula el usufructo sobre la totalidad del patrimonio, entendiendo
aquí patrimonio como conjunto o suma de bienes.
Sin embargo, la formulación doctrinal del patrimonio llega a la conclusión teórica de que es
imposible transmitir inter vivos el patrimonio en su conjunto, en atención a la imperatividad de las
normas que lo regulan (¿Cuáles serían esas normas?) y al sentido o significado institucional que ha de
atribuirse al …concepto. Esto choca totalmente con la posibilidad de que la donación comprenda todos
los bienes presentes del donante o “donación del patrimonio”, que en el artículo 634 establece que “la
donación podrá comprender todos los bienes presentes del donante, o parte de ellos, con tal que éste se
reserve, en plena propiedad o en usufructo, lo necesario para vivir en un estado correspondiente a sus
circunstancias”
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Mantiene la línea de patrimonio como bienes y derechos: “en todo caso, y en consonancia
con la finalidad propia de los patrimonios protegidos de satisfacción de las necesidades vitales de sus
titulares, con los mismos bienes y derechos en el integrados, así como sus frutos, productos y
rendimientos no se consideraran actos de disposición el gasto de dinero y el consumo de bienes fungibles
integrados en el patrimonio, cuando se hagan para atender las necesidades vitales de la persona
beneficiaria.
El planteamiento formal de gran parte de la doctrina está viciado de origen, porque no atiene a la
valoración real de unos y otros elementos patrimoniales. En los derechos de crédito (un crédito concreto
debido a un préstamo), la valoración económica de ellos se encuentra incorporada al propio derecho,
en unidades monetarias concretas, que al ser unidades de valor general, permiten que la utilidad
patrimonial se deduzca del propio derecho.
Por el contrario, en el caso de los derechos reales, la cuestión debe ser contemplada de otro
modo; tomemos la propiedad como ejemplo. Si somos propietarios de una casa, el valor en sí no lo
proporciona nuestro derecho de propiedad sobre la misma, sino el precio (real o presumible) de mercado
de ella, con lo cual, la referencia patrimonial del tema ha de reconducirse necesariamente al propio valor
del bien más que al del derecho. De ahí que, la LEC no hable de embargar el derecho de propiedad, sino
los bienes muebles o inmuebles objeto de dicho derecho; mientras que, en cambio, los créditos si pueden
ser objeto de embargo.
Evidentemente, las deudas constituyen un factor de disminución del valor económico del
conjunto patrimonial que, restado de éste, daría el resultado correspondiente.
En términos teóricos, lo más razonable es defender que las deudas, aunque sea como mero
elemento pasivo, forman parte del patrimonio y que, por consiguiente, la determinación de éste requiere
distinguir entre patrimonio bruto y patrimonio neto, o lo que es lo mismo, entre activo y pasivo del
conjunto patrimonial.
La cuestión planteada sólo tiene consecuencias prácticas: ¿qué debe ocurrir en el caso de que se
transmita un conjunto patrimonial a otra persona?, ¿se transmiten también las deudas? Por norma general
la respuesta será SI. Sin embargo, la posición que se adopte desde la perspectiva teórica será necesario
contrastarla con las opciones normativas que haya tomado el legislador. Así, en nuestro derecho:
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La consideración doctrinal del patrimonio se arranca en las teorías de dos grandes juristas
franceses, AUBRY y RAU, quienes sostienen que el patrimonio personal es el conjunto de bienes y
derechos de cualquier persona por el mero hecho de serlo sin requerirle atributo complementario alguno.
La posición de Aubry y Rau, conocida actualmente como la teoría clásica, personalista o subjetiva,
parte de la base de que la idea de patrimonio se deduce directamente de la personalidad, en cuanto es
una emanación de la personalidad y la expresión del poder jurídico de que una persona, en cuanto tal, es
investida.
Aubry y Rau formulan una serie de proposiciones consecutivas: únicamente las personas tienen
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patrimonio; toda persona tiene un patrimonio y ninguna persona tiene más de un patrimonio. Pero
cuando comparamos esto con la realidad jurídica, no coincide, por lo que las conclusiones de Aubry y
Rau son desechables desde el punto de vista de la realidad jurídica.
Otros autores han tratado de resaltar el aspecto objetivo o la consideración objetivista del
patrimonio, resaltando que éste no puede confundirse con la propia capacidad patrimonial de las
personas, sino que es necesario conectarlo con las masas de bienes que el Ordenamiento individualice
por conectarlas con un destino o finalidad concretos. La noción de patrimonio debe quedar en una
posición subordinada respecto de la persona. Además, la ley no atribuye un significado unívoco al
termino patrimonio, los conjuntos patrimoniales atribuidos a una persona no tienen por qué ser ni uno
ni intransmisibles como quería imponer la “doctrina clásica”.
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1. Según Real Decreto de 1965, con lo recaudado se forma un patrimonio destinado a un fin, cuyos
órganos de gestión y distribución son los organizadores. Los bienes que lo componen no pertenecen
a los organizadores en propiedad (no tienen responsabilidad) ni tampoco a los suscriptores de la
colecta, porque si fuera así y los fondos fueran insuficientes se les devolvería el dinero. En caso de
fondos insuficientes será el Gobernador civil de la provincia (actualmente esta figura no existe, serían
los Subdelegados del Gobierno) quien “prudencialmente” establecerá el destino alternativo de los
fondos recaudados.
2. Según la Ley 2002, los organizadores de una colecta responden personal y solidariamente frente a
las personas que hayan contribuido, pero, como decíamos, aún no ha sido objeto de desarrollo
reglamentario.
Son las masas patrimoniales pertenecientes a dos o más personas (naturales o jurídicas) que, en
cuanto componente de un determinado grupo carente de personalidad jurídica (no personificado),
tendrían acceso a tales bienes. Los ejemplos de mayor interés son los de la sociedad de gananciales y la
herencia indivisa con pluralidad de herederos.
La sociedad de gananciales, no es una verdadera sociedad, sino una de las formas
posibles de organización del régimen económico del matrimonio, que se caracteriza por la necesidad de
distinguir entre los patrimonios privativos de los cónyuges (bienes adquiridos por los cónyuges con
anterioridad al matrimonio o bien los adquiridos posteriormente a título gratuito: donación, herencia…)
y el patrimonio ganancial (los bienes obtenidos por los cónyuges, una vez casados mediante su trabajo,
profesión, oficio e industria, además de los frutos, rentas o intereses de los propios bienes privativos de
cada uno de los cónyuges). La masa ganancial se considera patrimonio colectivo de ambos cónyuges.
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La situación de comunidad hereditaria requiere que exista una pluralidad de herederos que
hayan aceptado la herencia, pero que, sin embargo, aún no han llevado a cabo la partición o distribución
de los bienes hereditarios entre ellos. Éstos tendrán una cuota ideal sobre el conjunto de la masa de la
herencia (un noveno, un tercio, la mitad), pero no podrán realizar acto de disposición alguno sobre ellos,
debiéndose limitar a administrarlos, bien por sí mismos, bien mediante un administrador nombrado
judicialmente.
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EXAMEN
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TEMA 14
CAPÍTULO 22
EL NEGOCIO JURÍDICO
albedrío de la persona quedaría limitada a la decisión de realizar o no el acto que representa el supuesto
de hecho típico de la norma jurídica aplicable.
1. La libertad de la persona no puede quedar reducida hasta el extremo de limitarse a decidir si lleva
a cabo (o no) el supuesto de hecho contemplado en las normas jurídicas. Al menos en las
relaciones entre particulares, resulta necesario reconocer a las personas ámbitos de libertad
superiores, que les permitan no sólo decidir si realizan o no un determinado acto, sino también
determinar las consecuencias del mismo, conforme al propio designio del acuerdo o pacto
conseguido por cualquier otra persona o conforme a la propia decisión voluntaria del actuante.
2. La omnicomprensividad del Ordenamiento jurídico (que es más teórica que real) no llega hasta
el extremo de prever una solución concreta para todo hecho o acto jurídico realmente acaecido,
pues el propio sistema jurídico parte de la base de que la libertad de actuación de los sujetos de
derecho permite establecer reglas de conducta que, si bien se encuentran amparadas por el
Derecho positivo, no se encuentran expresamente contempladas en él de forma detallada.
Ante ello hay que considerar que la titularidad de los derechos subjetivos reconocidos o
atribuidos a las personas no son un fin en sí mismos, sino un vehículo de satisfacción de los propios
intereses de los particulares. Por tanto, ha de reconocerse a las personas la capacidad de “negociar” con
sus derechos y de utilizarlos como les convenga conforme a la satisfacción de sus intereses.
Este poder de iniciativa atribuido a los particulares, según el cual se pueden establecer las reglas
aplicables para conseguir sus fines, existe y se identifica con el denominado principio de autonomía
privada. Se habla de ésta cuando se le atribuyen a los particulares la posibilidad de dictar reglas de
conducta vinculantes, supone en definitiva un poder de autorregulación o de autogobierno en las
relaciones jurídicas privadas.
El reconocimiento de la autonomía privada supone que las relaciones entre particulares se
encuentran sometidas no sólo a las normas jurídicas en sentido estricto (ley, costumbre y principios
generales), sino también a las reglas creadas por los propios particulares.
La idea de autonomía privada está regulada y contemplada en nuestra regulación jurídica, siempre
y cuando no sea contraria a las leyes, la moral ni al orden público. Existe un mínimo imperativo de
respeto general y una vez tenido en cuenta existe libertad para autorregular los propios intereses. En este
sentido se habla de Lex contractus: las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre
las partes contratantes y deben cumplirse a tenor de los mismos.
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3. EL NEGOCIO JURÍDICO
1. Elementos esenciales: serían aquellos que necesariamente deben integrar el negocio jurídico para que
se considere válido y eficaz. Tales elementos serían los siguientes:
a. la voluntad o el consentimiento de crear un determinado negocio.
b. la causa.
c. la forma del objeto
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2. Elementos naturales: circunstancias, datos técnicos o características del negocio que la ley considera
integrados en el negocio, salvo que el sujeto o las partes los excluyan.
3. Elementos accidentales: representados por la condición, el término y el modo, en cuanto
determinaciones de carácter accesorio que, por propia y expresa voluntad de los sujetos, pueden formar
parte del negocio jurídico.
Son negocios mortis causa aquellos que tienen por objeto regular las relaciones jurídicas de una
persona después de su fallecimiento (el testamento). Son unilaterales y revocables mientras no se
produzca el fallecimiento.
Por contraposición son negocios inter vivos los que regulan las relaciones jurídicas de una
persona (o normalmente, dos o varias), durante su vida (todos los contratos).
Los negocios típicos son aquellos que, al tiempo que gozan de un reconocimiento legal expreso,
se incluyen en un régimen normativo específico (adopción, contrato de compraventa).
Los negocios atípicos son los que, siendo lícitos y admisibles con carácter general, como
derivación de la autonomía privada, carecen de una regulación institucional, por no haber sido
contemplados expresamente por el legislador (uniones de hecho, contrato de garaje).
Los abstractos producirían efectos por la mera voluntad de las partes y sin necesidad de tener en
cuenta el elemento causal. NO PARECEN ADMISIBLES EN NUESTRO SISTEMA JURÍDICO, por
mucho que el BGB sí los permita y regule.
Se habla de un negocio gratuito (o lucrativo) cuando uno de los sujetos se enriquece u obtiene
un beneficio a consecuencia del negocio, sin asumir carga o contraprestación alguna (la donación). Para
el Código Civil son también gratuitos los contratos de mandato, préstamo y depósito, ya que se trata de
beneficiar a alguien sin exigir nada a cambio.
En los negocios onerosos la prestación de una parte encuentra su razón de ser en la
contraprestación de la otra: arriendo para que el arrendatario me pague mensualmente, y él me paga para
tener una vivienda. El calificativo oneroso significa carga, por lo que expresa claramente que se trata
de conseguir algo mediante la transferencia a la otra parte de un valor equivalente.
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En este apartado es importante distinguir entre negocio jurídico y contrato, no tiene el mismo
significado negocio jurídico unilateral que contrato unilateral.
• Negocio jurídico unilateral: se basa en la voluntad de una sola persona o de varias con la misma
posición jurídica, por ejemplo, testamento.
• Negocio jurídico bilateral: requieren la voluntad de dos o más personas con posiciones jurídicas
contrapuestas, por ejemplo, los contratos.
• Acto plurilateral o acto colectivo: varias personas manifiestas su voluntad y ocupan posiciones
similares o persigan el mismo objetivo.
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• Contratos bilaterales o sinalagmáticos: generan obligaciones para ambas partes; por ejemplo, el
comprador paga y el vendedor entrega el objeto.
• Contratos unilaterales: los que generan obligaciones sólo a una de las partes; por ejemplo, la obligación
de devolver un préstamo.
EXAMEN:
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TEMA 14
CAPÍTULO 25
LA INEFICACIA DEL NEGOCIO JURÍDICO
Se habla de ineficacia del negocio jurídico en todos aquellos supuestos en los que el negocio no
llega a producir los efectos a que estaba tendencialmente dirigido o deja de producirlos en un momento
dado. La ineficacia negocial puede clasificarse en:
esenciales del negocio jurídico que no resultan admisibles para el Ordenamiento jurídico. Dentro de
la invalidez, según la gravedad de tales circunstancias cabe distinguir entre:
1. Nulidad.
2. Anulabilidad.
B) Ineficacia en sentido estricto, en la que se deberían incluirse aquellos casos en que ciertos defectos
o carencias extrínsecos al negocio jurídico en sí mismo considerado, como acuerdo de voluntades,
conllevan su falta de efectos: mutuo disenso, desistimiento unilateral, resolución por
incumplimiento, rescisión, revocación, acaecimiento de la condición resolutoria, falta de
acaecimiento de la condición suspensiva, etc.
2. LA NULIDAD
La nulidad es el supuesto más grave de ineficacia, por lo que debe ser adjetivada como nulidad
absoluta o nulidad de pleno derecho. Los negocios jurídicos nulos reciben el rechazo del Derecho ya
que el Ordenamiento jurídico no puede reconocer ningún efecto del negocio jurídico nulo, ni siquiera
su admisibilidad como tal negocio jurídico, hasta tal punto que se habla del “nada jurídico”.
Las causas de nulidad son de extraordinaria gravedad. La nulidad propiamente dicha, absoluta
o de pleno derecho tiene lugar cuando el acto es contrario a las normas imperativas o prohibitivas o
cuando no tiene existencia por carecer de alguno de sus elementos esenciales: el consentimiento, el
objeto o la causa.
Son causas de nulidad radical del negocio jurídico aquellas que sean contrarias al derecho imperativo:
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Por muy nulo que sea un negocio jurídico celebrado, su apariencia seguirá produciendo los
efectos propios del negocio jurídico de que se trate, como si fuera válido, hasta que sea destruido. Para
evitar semejante apariencia negocial, la acción de nulidad tiene una serie de características:
A) En general: la restitución.
El negocio jurídico nulo no produce efectos. La declaración judicial de nulidad tiende a dejar las
cosas en la situación inmediatamente anterior a la celebración del presunto negocio jurídico: lo que
técnicamente se denomina restitución.
Art. 1303 del Código Civil, pensado para la compraventa, dice: declarada la nulidad […] los
contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen sido materia del contrato, con sus
frutos y el precio con los intereses.
Dicha restitución debe hacerse de forma específica, devolviéndose las partes aquellas cosas que
fueron transmitidas en función del negocio jurídico nulo. De no ser posible, procederá la restitución
del equivalente en dinero.
En este sentido, el art. 1307 del Código Civil mantiene que siempre que el obligado por la
declaración de nulidad a la devolución de la cosa, no pueda devolverla por haberse perdido, deberá
restituir los frutos percibidos y el valor que tenía la cosa cuando se perdió, con los intereses desde la
misma fecha.
La restitución no tiene sentido en los supuestos en los que el objeto (del contrato) o la causa (del
negocio) sean ilícitos. En estos casos se aplicarán los artículos 1305 y 1306 que determinan diferentes
consecuencias según que la ilicitud (civil) del objeto y de la causa constituya o no, simultáneamente, un
ilícito (delito o falta) penal propiamente dicho.
2. En los supuestos en que la causa torpe (ilícito civil) se aplicara el artículo 1306:
• Cuando la culpa sea de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo que hubiera dado a
virtud del contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese ofrecido.
• Cuando esté de parte de un solo contratante, no podrá el culpable repetir lo que hubiese dado a virtud
del contrato, ni pedir el cumplimiento de los que se hubiera ofrecido. El no culpable, podrá reclamar
lo que hubiera dado, sin obligación de cumplir lo que hubiera ofrecido.
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Los casos de nulidad parcial son cada día más frecuentes. Se habla de nulidad parcial cuando el
negocio jurídico contiene una o varias cláusulas o determinaciones ilegales, pese a la validez y
adecuación al Ordenamiento jurídico del conjunto esencial del mismo.
La coexistencia de cláusulas nulas –por ilegales- con los restantes pactos válidos, plantea el
problema de determinar si la invalidez de la cláusula nula debe afectar al conjunto negocial. El Código
Civil no contempla dicho problema con carácter general, aunque a lo largo de su articulado existen
normas concretas de las que se deduce el principio general que ha de inspirar su solución: las
determinaciones o condiciones nulas deberán tenerse por lo puestas, como inexistentes; al tiempo que se
debe preconizar la eficacia del negocio jurídico: principio de conservación del negocio jurídico.
Resulta claro que el vacío contractual resultante debe rellenarse mediante las tareas de
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3. LA ANULABILIDAD
Un negocio jurídico anulable será aquel que puede ser impugnado o, por el contrario, seguir
produciendo efectos en caso de que su efectiva anulación no tenga lugar. La anulabilidad es un supuesto
de invalidez de mucha menor gravedad que la nulidad.
1. Todos los vicios de la voluntad o, en su caso, del consentimiento: error, violencia (no absoluta),
intimidación y dolo, que no van a volver a ser considerados.
2. Inexistencia de plena capacidad de obrar en alguno de los sujetos del negocio y, en su caso, de las partes
contratantes, tal y como ocurre en los siguientes casos:
3. Inexistencia de consentimiento marital o uxorio (esto es, del otro cónyuge) respecto de los actos o
negocios jurídicos onerosos realizados por el otro cónyuge, cuando legalmente se requiere el
consentimiento de ambos.
Señalar que nuestro CC denomina a la “acción de anulabilidad” como “acción de nulidad”, por lo
que algunos autores consideran preferible habar de “nulidad absoluta” para referirse a la nulidad tal y
como la hemos estudiado, y “nulidad relativa” para referirse a la anulabilidad ahora considerada.
A) Plazo de ejercicio:
Art. 1301.1 la acción de anulabilidad “sólo durará 4 años” que se deduce como plazo de
caducidad quedando atenuado en un buen número de supuestos de anulabilidad. El art. 1301 indica que
el plazo empezará a correr de forma diversa, según la naturaleza de la causa de nulidad:
1. El punto inicial del cómputo es “la consumación del contrato” (entendido como a la celebración
del negocio jurídico) sólo en los casos de error o dolo.
2. En los demás casos de anulabilidad el cómputo inicial queda retrasado a un momento posterior a
la celebración del negocio jurídico anulable:
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B) Legitimación activa:
El círculo de personas legitimadas para el ejercicio de la acción de anulabilidad queda limitado
a las personas que hayan sufrido el vicio de la voluntad o del consentimiento o fueren incapaces para
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realizar el negocio jurídico; así como quienes, sin ser parte propiamente hablando del mismo, asumen
obligaciones a causa de dicho negocio jurídico. Art. 1302.
Los efectos de la anulabilidad son sustancialmente los mismo que las consecuencias de la nulidad
analizadas en general: la restitución conforme el artículo 1303 y normas complementarias. Bastaría con
tener en cuenta el trato favorable que dispensa el art. 1304 a quienes realizan negocios jurídicos sin tener
plena capacidad de obrar: “no está obligado el incapaz a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa
o precio que recibiera”
La fundamental coincidencia de efectos entre nulidad y anulabilidad, la restitución entre las
partes del negocio o, en su caso, los contratantes, es consecuencia del hecho de que la anulación del
negocio jurídico tiene carácter retroactivo.
La diferencia entre nulidad y anulabilidad no puede rastrearse en función de los efectos positivos
del ejercicio de la correspondiente acción, sino resaltando las consecuencias de la falta de ejercicio de la
acción.
Mientras que no se declare judicialmente la anulabilidad o la nulidad, los negocios jurídicos
inválidos pervivirán como si no fueran tales, pero ¿qué consideración tienen para el ordenamiento
jurídico?
• Aunque no se ejercite la acción de nulidad, el negocio jurídico nulo será tal para el Derecho. Por eso
se tratará de una mera apariencia del negocio jurídico.
• La falta de ejercicio de la acción de anulabilidad conlleva, por el contrario, que la pervivencia fáctica
del negocio jurídico anulable se asume por el Ordenamiento jurídico, que lo convalida por considerar
que las causas de anulabilidad no atentan contra el orden público negocial, sino contra los intereses
de un particular. Por tanto, si la persona que ha sufrido la causa de anulabilidad no procura su propia
indemnidad ejercitando la acción anulatoria del negocio jurídico, el principio de seguridad jurídica
comportará la sanación de la causa de anulabilidad.
Las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y, por tanto, sanables. Las causas de
nulidad, por el contrario, son de derecho necesario y de carácter absolutamente indisponible, por atentar
contra el orden público.
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Si las causas de anulabilidad son disponibles para las partes, renunciando al ejercicio de la
correspondiente acción, es lógico que exista un cauce para sanar el negocio jurídico anulable antes de
que la acción de anulabilidad precluya. Dicho cauce sanatorio se conoce con el nombre de
confirmación. Conforme el art.1313 “la confirmación purifica al contrato de los vicios de que adoleciera
desde el momento de su celebración” (tiene eficacia retroactiva) y, por consiguiente, extingue la acción
de anulabilidad (art. 1309)
Para que la confirmación sea válida, se requiere que quien la lleve a cabo (por definición, quien
está legitimado para ejercitar la acción de anulabilidad: arts. 1312 y 1302) sea consciente de la
trascendencia de la misma. Por ello requiere el Código Civil que el confirmante tenga conocimiento de
la causa de anulabilidad y que el vicio no le siga afectando (habiendo ésta cesado).
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Puede realizarse la confirmación de forma expresa o tácita. Esta última consiste, según el artículo
1311, en que el legitimado para ejercitar la anulabilidad “ejecutase un acto que implique necesariamente
la voluntad de renunciarlo”.
Quizá por el eterno prurito de simetría característico de ciertos juristas y dado que la confirmación
es sólo aplicable a los anulables, se afirma que el negocio jurídico nulo es susceptible de conversión. La
pretendida conversión del negocio jurídico consistiría en que un negocio jurídico con tacha de nulidad,
por contravenir alguna norma imperativa propia del modelo o tipo negocial de que se trate, puede ser
reconducido a un tipo negocial diverso para ser considerado válido. Por ejemplo: un comodato oneroso
debería estimarse arrendamiento, ya que para el Código Civil intercambiar cesión de uso de una cosa por
precio constituye la causa típica del arrendamiento y no la de comodato.
Generalizar la figura de la conversión en nuestro Derecho resulta tarea ardua, ya que el Código
Civil no la considera posible, por mucho que se pretenda ampliar el principio de conservación del
negocio jurídico. En supuestos concretos, la tarea interpretativa resultará igualmente difícil; ya que,
además de concurrir en el negocio jurídico nulo los requisitos y contenido del negocio jurídico válido al
que se reconvierte, no parece razonable propugnar la conversión del negocio jurídico sin tener en cuenta
la voluntad de las personas interesadas.
5. LA RESCISIÓN
Es una forma particular de ineficacia del contrato que procede de un momento posterior a la
celebración del mismo, el cual nace plenamente válido, pero posteriormente puede ser declarado ineficaz
por sus efectos lesivos o perjudiciales para una de las partes o de un tercero (art. 1291)
Se distingue fácilmente de la nulidad y de la anulabilidad del negocio: la rescisión presupone un
negocio jurídico inicialmente válido, mientras que la nulidad y la anulabilidad implican la invalidez
inicial del negocio a que estén referidas.
El término lesión significa aquí perjuicio patrimonial para uno de los sujetos del negocio, y en
particular, para una de las partes contratantes.
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1. Los contratos que pudiendo ser celebrados sin autorización judicial, hayan sido celebrados por los
tutores, siempre que las personas a quienes representan hayan sufrido lesión en más de la cuarta parte
del valor de las cosas que hubiesen sido objeto de aquellos.
Los contratos que celebre el menor por sí solo serán anulables y no rescindibles. Tampoco serán
rescindibles los contratos que celebre el tutor con autorización judicial; respecto de los cuales podrá el
menor, para reparar los prejuicios que le causen, exigir la responsabilidad en que haya podido incurrir
el Juez al conceder la autorización al tutor. Finalmente, aquellos contratos que, necesitando la
autorización judicial, celebre el tutor por sí solo, son directamente nulos, por incumplimiento de ese
requisito o condicio iuris.
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2. Los celebrados en representación de los ausentes, siempre que éstos hayan sufrido una lesión a que se
refiere el número anterior, es decir, en más de la cuarta parte del valor de la cosa, art. 1291 y no se haya
celebrado el contrato con autorización judicial, art. 1296.
3. La participación de la herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta parte, atendiendo al valor
de las cosas cuando fueran adjudicadas. Art. 1074.
Fuera de los casos indicados ningún contrato se rescindirá por lesión art. 1293.
1. Los contratos celebrados en fraude de acreedores, cuando éstos no puedan cobrar de otro modo lo que
se les deba, art. 1291.3. Se presume el fraude en todas las enajenaciones gratuitas; y en las onerosas,
cuando el transmitente haya sido judicialmente condenado o cuando se trate de bienes embargados
judicialmente, art.1297.
2. Los contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido celebrados por el demandado sin
conocimiento y aprobación de las partes litigantes o de la Autoridad judicial competente, art. 1291.4.
3. Los pagos hechos en estado de insolvencia por cuenta de obligaciones a cuyo cumplimiento no podía ser
compelido el deudor al tiempo de hacerlos, art. 1292.
1. Que el perjudicado carezca de otro recurso legal para obtener la reparación del perjuicio art. 1294; se
trata, por tanto, de una acción subsidiaria.
2. Que el perjudicado pueda devolver aquello a que estuviera obligado art. 1295.
3. Que las cosas objeto del contrato no se hallen legalmente en poder de terceras personas que hubieren
procedido de buena fe, art. 1295.2; ya que, en tal caso, la pretensión del lesionado o defraudado ha de
limitarse a reclamar la indemnización de perjuicios al causante de la lesión. Art. 1295.3
El plazo de ejercicio de la acción será de 4 años, empezará a correr desde la celebración del
negocio jurídico rescindible. Para las personas sujetas a tutela y para los ausentes, los 4 años no
empezarán hasta que haya cesado la incapacidad de los primeros, o sea conocido el domicilio de los
segundos. Art. 1299.2
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El efecto fundamental de la rescisión es obtener la devolución de todo aquello que haya sido
entregado o transmitido por virtud del negocio rescindible. Pero puede ocurrir que las cosas entregadas
hayan desaparecido, siendo imposible su devolución; o bien que hayan ido a parar a manos de terceros
adquirentes, protegidos en su adquisición de modo preferente sobre el que ejercita la acción rescisoria
por lesión o fraude, en estos casos de imposible devolución, la acción rescisoria se transforma en
indemnizatoria o reparatoria, con carácter subsidiario.
La obligación de indemnizar puede alcanzar al adquiriente de mala fe, pues “el que hubiese
adquirido de mala fe las cosas enajenadas en fraude de acreedores, deberá indemnizar a éstos de los
daños y perjuicios que la enajenación les hubiere ocasionado, siempre que por cualquier causa le fuere
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EXAMEN:
• Causas de nulidad***
• Causas de anulabilidad**
• Negocios rescindibles: causas.***
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TEMA 14
CAPÍTULO 26
LA REPRESENTACION
1. IDEAS GENERALES
Por lo general, las personas se desenvuelven en el tráfico jurídico por si mismas, realizando
aquellos actos o negocios que estiman de su interés de forma directa y personal. Sin embargo, resulta
frecuente que la actuación personal sea imposible o desaconsejable (lejanía, gran pérdida de tiempo,
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razones de salud, ausencia, etc.) y sea necesario buscar una tercera persona que despliegue la actividad
de que se trate en lugar del directamente interesado, sustituyéndolo.
De otra parte, el hecho de que toda persona, incapaces incluidos, sea o pueda ser titular de
derechos y obligaciones hace necesario que la ley atiende a la gestión de tales derechos y obligaciones
imponiendo a ciertas personas el desempeño de los mismos en nombre del incapaz.
La diferencia entre ambos es enorme, ya que los primeros actúan por decisión del interesado y en
estricta dependencia de la voluntad del representado, que es el que marca las directrices, límites y
detalles de la actuación representativa. En cambio, en la representación legal la voluntad del
representante goza de su propia autonomía sustituyendo plenamente en su actividad jurídica a la persona
sometida a los poderes familiares de los que aquella deriva.
Son todos aquellos supuestos en que el representante actúa en nombre propio, aunque lo haga
por cuenta ajena y en interés del representado. En tales casos, se habla de representación indirecta,
pues, aunque en el fondo el representante actúe siguiendo las instrucciones del representado,
externamente o frente a terceros, se presenta como parte directamente interesada, realizando los actos o
cerrando las negociaciones en su propio nombre.
Son numerosos los supuestos en que una persona sustituye o auxilia a otra en actividades de la
más variada índole, mas sin atribuirse legitimación representativa alguna, sino sencillamente
colaborando o contribuyendo materialmente a la consecución de tales actividades, sin llegar a sustituir
realmente la capacidad decisoria del interesado (una secretaria o una intérprete, el niño a quien se
envía a pagar lo adecuado en el supermercado), no pueden ser considerados representantes, sino “otra
cosa”.
Categorías gestorías:
¿No puede decirse que el anuncio “representa” de algún modo al dominus negotii? Por supuesto
que sí. Lo representa en cuanto “se presenta por él”; pero, en términos jurídico-técnicos se considera
que no hay verdadera representación. La idea de representación es una abstracción doctrinal, un
concepto teórico, que, por consiguiente, puede extenderse o restringirse según la concepción de cada
cual, dado que no existe una norma concreta que precise los límites seguros de la actuación
representativa propiamente considerada en nuestro ordenamiento jurídico.
No significa que la cuestión carezca de importancia práctica, además de la teórica, pues la
calificación técnica de cualquier supuesto concreto de interposición gestoría acarreará la aplicación de
las normas generales y de los principios propios de la categoría representativa correspondiente.
Consideraremos los extremos fundamentales de la representación directa, es en todo caso de
utilidad, mutatis mutandis, a los demás tipos de representación, sean más o menos espúreos.
2. La actuación por cuenta ajena: requisito en cuya virtud la actuación del representante debe
encontrarse presidida por la idea de defender los intereses y las expectativas negóciales del representado.
Tal requisito no sólo está presente en la representación directa, sino también en los demás supuestos de
representación.
3. Existencia de apoderamiento: semejante presupuesto es igualmente aplicable a todas las
categorías de actuación representativa.
representación a “la emisión de declaraciones de voluntad” ha traído consigo que la mayor parte de la
doctrina considere que la actuación representativa tiene su ámbito natural y propio exclusivamente en
relación con los negocios jurídicos.
En nuestro Código, el art. 439 establece que la adquisición de la posesión (acto de carácter
material) puede realizarse “por la misma persona que va a disfrutarla, por su representante legal, por
su mandatario…”. La doctrina española, de forma mayoritaria, niega que en el citado artículo puedan
verse indicios de verdadera representación”.
Sin embargo, el criterio interpretativo no parece compatible con la idea de representación en
nuestro Ordenamiento Jurídico. En cambio, el parecer de F. DE CASTRO, sí parece asumible: “…el
ámbito de la representación es muy amplio en Derecho español; comprende todo el campo de la
autonomía de la voluntad, entendida ésta en su sentido más general; es decir, comprendiendo la
celebración de negocios jurídicos, realización de actos jurídicos no negociales, ejercicio de derechos
y facultades; siempre que no tengan carácter de personalísimos”.
Para que una persona pueda presentarse legítimamente ante la comunidad como representante de
otra, es evidente que ha de estar facultada, legal o convencionalmente, para ello. En pocas palabras, el
representante ha de tener un “poder” para actuar en cuanto tal.
El “apoderamiento” al representante constituye el punto de partida de su actuación en nombre
ajeno (o del representado) y delimita y concreta sus facultades. El acto de apoderamiento es unilateral
en cuanto su único efecto radica en otorgar al representante la facultad o posibilidad (mas no la
obligación) de representar al principal.
Si el poder no llega a conocimiento del apoderado, existe y es válido, pero es simultáneamente
ineficaz (no ha valido para nada), dado que no ha sido objeto de desarrollo posterior. El desarrollo del
poder requiere la existencia de un contrato de mandato, en cuya virtud el apoderado (en cuanto
mandatario) sí queda obligado a llevar a cabo la actividad contemplada como objeto del mandato.
Obviamente, poder y mandato son cosas diferentes, en nuestro CC el mandato puede carecer de
efectos representativos, por consiguiente, el mandato puede ser representativo o no representativo, pero
en todo caso la representación es una modalidad del mandato.
En el caso de que se apodere a varias personas para un mismo asunto es de gran interés práctico
saber si la actuación de ellas se ha de realizar de forma conjunta o por separado. A tal efecto, debe
distinguirse entre:
• Poder solidario: sería el otorgado a varias personas para un mismo asunto de forma que cualesquiera de
ellas pueden celebrar individual y separadamente el negocio en cuestión.
• Poder mancomunado: cuando la designación de varias personas tiene como propósito determinante
que todos ellos participen en la celebración definitiva del negocio.
La distinción entre poder revocable y el poder irrevocable hay que referirla a la representación
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voluntaria. El apoderamiento, es desde luego un acto propio de autonomía privada, respecto del cual el
poderdante detenta por completo la iniciativa. De forma tal que, el poder es por naturaleza revocable sin
necesidad de justa causa o de fundamento concreto alguno.
Sin embargo, no son extraños los casos en que el propio representado tiene interés en conceder
las atribuciones correspondientes al representante de forma irrevocable, para evitar “males mayores”.
(alguien muy endeudado otorga poder irrevocable a sus principales acreedores para vender algunos de
sus bienes, bajo el compromiso de que éstos no le embargarán otros bienes fructíferos con los que piensa
afrontar el resto de sus deudas).
En tal sentido, tanto la doctrina como la jurisprudencia han venido admitiendo la licitud del pacto
de irrevocabilidad cuando la concesión del mandato irrevocable sea el contenido o el medio de
ejecución especialmente pactado de un negocio, mientras subsista el contrato que motivó el
otorgamiento del poder.
Pese a que la actuación del representante requiera encontrarse legitimada por una relación de
apoderamiento, convencional o legalmente constituida, resulta obvio que en la práctica no son extraños
los casos en que una persona actúa por otra sin contar con dicha legitimación o, extralimitándose en las
atribuciones que le habían sido conferidas por el poder.
Aunque factible, es escasamente frecuente que una persona se arrogue la representación de otra
que no le ha otorgado poder alguno.
Son sumamente numerosos los casos en que el representante se prevale de un poder que, después,
le ha sido revocado por el principal o aquellos en que el representante se extralimita de las instrucciones
recibidas en el poder, por entender de buena fe que con ellos consigue mayores beneficios para el
poderdante o por querer, maliciosamente, cerrar de una vez el negocio para cobrar. En tales casos y en
otro de parecida índole se habla de falsus procurator (falso representante), en atención a la economía
gramatical.
Considerar vinculado al presunto representado por las actuaciones del falso procurador no parece
razonable, ya que él no ha autorizado a nadie para actuar en su nombre o ha señalado unos límites que
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no han sido respetados por el apoderado. De otra parte, como el apoderado no actuaba en su nombre,
una vez perdido el sustrato personal de su intervención, tampoco resulta lógico considerarlo vinculado.
El negocio o contrato celebrado entre el representante y el tercer no podrá producir los efectos
propios del mismo y habrá de considerarse ineficaz. Art. 1259.2 “el contrato celebrado a nombre de
otro por quien no tenga su autorización o su representación legal será nulo…”
Dicha consecuencia (nulidad del acto) se producirá “… a no ser que lo ratifique la persona a
cuyo nombre se otorgue antes de ser revocado por la otra parte contratante” Esto es, el representado,
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advertido o no previamente por el representante, cuando el tercero le inste a ejecutar lo pactado con el
falso representante adoptará la iniciativa:
A) Alegar la existencia de un supuesto de falsus procurator y desentenderse de forma total y absoluta
del tema;
B) Asumir personalmente la falsa o inadecuada actuación representativa y considerarse vinculado con
el tercer, mediante una declaración propia de voluntad que, conforme al verbo del art. 1259.2º, se
conoce con el nombre de “ratificación”.
Dicha aceptación ex post facto de la actuación del representante viene a suponer, pues, un
apoderamiento a posteriori que, no obstante, tiene ineficacia retroactiva y sana el defecto de poder de la
actuación del representante, originariamente no apoderado. Por tanto, a los efectos prácticos la fecha del
contrato en su caso será la del celebrado por el falsus procurator y no la de la ratificación.
Naturalmente, en el supuesto de que la actuación del falsus procurator se vea ratificada, el tercero
(al quedar vinculado en adelante con el representado) no tendrá interés alguno en mantener relaciones
con el falsus procurator y, por tanto, no se dirigirá contra el representante, aunque inicialmente la
actuación de éste estuviese viciada por un defecto de poder.
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Por tanto, es evidente que la actuación del falsus procurator coloca al tercero en una situación
poco deseable, ya que el tercero habrá de pechar con todos los riesgos de la operación: desde la
localización y búsqueda del falsus procurator hasta su propia insolvencia.
6.1. EN GENERAL
La actuación por cuenta ajena que la representación conlleva, supone y requiere que el
representante gestione y defienda el interés del representado, en nombre de quien interviene, y se olvide
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del suyo propio en tanto desenvuelve la actuación representativa. Por consiguiente, para actuar
correctamente, en el caso de que exista conflicto de intereses entre poderdante o representado y
representante, éste debería atender más al provecho y beneficio del representado que al suyo propio.
La actuación por cuenta ajena no es una nota exclusiva de la representación voluntaria directa y
de la representación legal (esto es, de la representación propiamente dicha), sino que puede darse en
otros supuestos por razones más o menos inconfesadas (p.e: si yo, enemistado con el carpintero del
barrio, encomiendo a un amigo que le encargue una determinada librería, es obvio que no sólo no le
apodero para que utilice mi nombre, sino que debe guardarse de hacerlo, pese a que actúe por mi cuenta
y en interés mío). La ocultación de actuar en nombre ajeno es, pues consciente y deliberada ya por
razones serias o intrascendentes.
En los supuestos de esta índole la actuación representativa se caracteriza por el hecho de que el
representante actúa “en nombre propio”, sin manifestar u ocultando conscientemente el nombre de la
persona por cuenta de quien actúa. Por tanto, en puridad de conceptos, acaso deberíamos hablar de
mandatario y no de representante. Siendo ello así, parece natural que la actuación del mandatario no
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pueda vincular directa e inmediatamente al representado y al tercero, ya que este ni siquiera sabe por
cuenta de quién ha actuado el mandatario.
Los supuestos ahora considerados se suelen englobar bajo la denominación de representación
indirecta, pese a que en la misma no se da propiamente hablando fenómeno representativo alguno.
• El mandante no tiene acción contra las personas con quienes el mandatario ha contratado, ni éstas
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Representado Representado
Representante
Tercero Tercero
8. LA REPRESENTACIÓN LEGAL
Conviene hacer una recapitulación sobre la materia, pues no son extrañas las propuestas
doctrinales acerca de la exclusión de la representación legal del ámbito de la representación.
Nuestro CC no utiliza casi nunca el vocablo representación para referirse a la actuación
representativa directa; mientras que su utilización (y la de representante) es continua y reiterada en
relación con los supuestos de representación legal.
Es cierto que, entre la representación directa y la representación legal, existen innegables
diferencias. Pero, en definitiva, el substratum básico de ambas es el mismo: una persona actúa en nombre
y por cuenta de otra, que será la titular de los derechos y obligaciones dimanantes de la actuación
representativa.
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EXAMEN:
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