Los Libritos 3

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Instituto De Pastoral Vocacional

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Buenos Aires, Argentina: Instituto de Pastoral Vocacional


Tel. 4431-7160
e-mail: ipv_cov@hotmail.com/ www.ipv-cov.com.ar

1
1.- El centro diocesano de pastoral vocacional
Pautas para su definición y organización

Preparado por:
P. Emilio Lavaniegos González
Prólogo de Mons. Domingo Díaz Martínez

Presentación
La convivencia con los coordinadores de la pastoral vocacional por
un lado, y por el otro, con los laicos y religiosos que suelen colaborar en
los centros diocesanos para la pastoral vocacional, nos hizo ver la
conveniencia de una publicación en la que se presentara el ser y hacer
del centro diocesano para la pastoral vocacional.
Lo hacemos desde la convicción del valor trascendental que tiene
en toda labor apostólica, y de modo muy especial en la pastoral
vocacional, la referencia a la Iglesia Particular .Esta quiere ser la nota
firme y la idea inspiradora de este folleto.
Por ello arranca con la presentación de la comunidad diocesana y
de la pastoral vocacional, en los dos primeros capítulos, definiendo el
ámbito propio del centro diocesano de vocaciones.
Un tercer capítulo se dedica al centro diocesano y sus funciones. Para
definirlo hemos seguido muy de cerca el texto del documento conclusivo
del II Congreso Internacional de Pastoral Vocacional, que se comenta
detalladamente.
A continuación se presentan los aspectos prácticos: la constitución
del equipo, la formación de los agentes y las actividades esenciales.
Si quisiéramos dedicar este folleto a alguien, lo haríamos muy
especialmente a los obispos, reconociendo en ellos a los primeros
responsables de las vocaciones en la Iglesia Particular. También a los
coordinadores diocesanos de la pastoral vocacional, como un aliento y
un estímulo en su difícil y apasionante tarea. Va dirigido, por supuesto, a
todos aquellos que, con una actitud de fe y de esperanza, colaboran en
los centros diocesanos intentando poner en práctica una cultura más
abierta al don de Dios que llama. Pero sobre todo a los jóvenes, que
participan en procesos de discernimiento vocacional en el ámbito de las
Iglesias particulares y que ponen sus vidas para que el mundo tenga vida
por medio del evangelio.

2
Agradecemos a D. Domingo Díaz Martínez, vocal del episcopado
para la Organización Mexicana de Agentes de Pastoral Vocacional, su
presencia constante en las asambleas y jornadas nacionales, y su aliento
para esta publicación, que se expresa a continuación con sus propias
palabras:
Al Presentar "El Centro Diocesano de Pastoral Vocacional"
hago dos propuestas:
Primera: Que muchos sembremos el mensaje vocacional en
nuestras diócesis, así como son muchos los que siembran el maíz, el
fríjol o el trigo.
Segunda: Motivar para que muchos recibamos el mensaje
vocacional así como la tierra recibe la semilla y la cubre con cariño.
Quien hace que la semilla se convierta con el tiempo en un árbol,
una rosa o en un fruto, hará que el mensaje vocacional sembrado con el
tiempo se convierta en un excelente sacerdote, un buen hermano (a) de
la vida consagrada, en un apostólico laico o en un excelente padre de
familia.
Dios bendiga nuestro trabajo con excelentes vocaciones

Domingo Díaz Martínez


IV Obispo de Tuxpan

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1. La comunidad diocesana

Antes de abordar el tema del centro diocesano para la pastoral


vocacional, conviene referirse al ámbito que lo envuelve y define: la
comunidad diocesana o Iglesia Particular. Este concepto es de
trascendental importancia en la eclesiología posconciliar.
Por Iglesia particular se entiende una porción del pueblo de Dios.
Es convocada por el Obispo y su presbiterio, que la constituye en el
Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía. En ella
verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa,
católica y apostólica (Cf. CIC 396). En la Iglesia particular están todos los
elementos que constituyen la comunidad cristiana. Esta plenitud de la
Iglesia se expresa de un modo eminente en la Eucaristía presidida por el
Obispo y su presbiterio y participada por todo el pueblo de Dios;
celebración que ya se testimonia en los escritos de los Padres y se
conserva, por ejemplo, en la misa crismal del jueves santo.
El modo de existir de la Iglesia es como Iglesia particular. La Iglesia
universal se constituye por la comunión que el Espíritu Santo realiza
entre todas las Iglesias. Ninguna persona ni institución de la Iglesia vive
fuera de una Iglesia particular .Más aún, hay que decir, que en el plan
salvífico de Dios, los distintos dones carismáticos que se hallan
presentes en una diócesis a través de personas y de instituciones, son
necesarios en esa Iglesia particular y por ello son un don irrenunciable.
Es válida la comparación con el cuerpo vivo. En el cuerpo, los 9rganos,
con sus características individuales, son parte de un todo. De cada uno
de ellos se puede decir que es cuerpo y no lo sería en plenitud si faltara
alguno de los órganos. Así, nada en la Iglesia particular, si es del Espíritu,
puede ser superfluo.
Esto, que parece muy sencillo, tiene consecuencias importantes.
La comunidad diocesana no se define principalmente desde un punto de
vista geográfico. Tampoco se define sólo desde el punto de vista
organizacional, como una empresa que distribuye sus trabajadores.
Mucho menos desde una perspectiva meramente económica. La
comunidad diocesana se define ante todo por el criterio teológico.
Es una comunión de carismas puestos al servicio de esa porción
del pueblo de Dios y de todos los demás. Una comunión que por su
propia naturaleza es compleja y abierta. Compleja porque supone la
participación de todos. Abierta porque se mantiene atenta a la novedad
que el Espíritu va plasmando paulatinamente en ella. Mejor aún, es una
comunidad peregrina. Ciertamente es a la vez una institución humana,
pero antes y por encima de los aspectos institucionales o jurídicos, es
una comunidad que camina hacia el don de Dios, siempre nuevo y
desconcertante.

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En la comunidad diocesana existen diversos carismas y
ministerios. Diversos por su origen, por su identidad teológica y eclesial,
por su estabilidad y por su oficialidad; diversos también por su carácter
sacramental. En ella se exige la comunión, pero no la uniformidad. Es
una comunidad acogedora y promotora de esta diversidad desde la
comunión, diversidad que se descubre siempre como una gran riqueza.
Hagamos una sumaria clasificación:
Está en primer lugar el carisma del ministerio ordenado, marcado a
su vez por la diversidad y la complementariedad: Junto al ministerio del
Obispo diocesano y de sus auxiliares, participan en un único presbiterio
los presbíteros, los diáconos transitorios y permanentes. Los diversos
ministerios ordenados tienen en común la encomienda de la misión en su
conjunto, en su sentido global. Ninguno de ellos se ejerce en un sector
de la misión, sino suponen una responsabilidad sobre el conjunto. Por
eso el ministerio ordenado nunca debe limitarse ni a un grupo o a un
movimiento. Es un ministerio que hace a la Iglesia, siempre desde la
unión con el orden episcopal.
Otra parte importante de la comunidad diocesana son los carismas
de las personas consagradas. Una de las más antiguas instituciones en
este ámbito es la virginidad consagrada, de carácter eminentemente
diocesano. Junto a ella están los institutos seculares, similares a la
virginidad consagrada por su carácter laical. También las órdenes y
congregaciones religiosas, ya sean de vida contemplativa o apostólica.
Requieren de un cuidado especial de toda la comunidad diocesana las
instituciones de vida consagrada que han surgido en su seno. Pero toda
forma de consagración que exista en la diócesis, aunque fueran institutos
de derecho pontificio, se realiza y existe en la Iglesia particular .Por eso
es fundamental que se establezcan vínculos profundos, espirituales,
afectivos y organizativos, entre estas comunidades y la comunidad
diocesana.
Un tercer ámbito es el de los ministerios y servicios laicales. Desde
los ministerios instituidos hasta los servicios ocasionales que presta todo
fiel cristiano movido por su fe. Están los ministerios del acólito, del lector
y el extraordinario de la Eucaristía. Pero también los servicios en los
distintos ámbitos de la evangelización: catequesis, kerygma, pastoral
juvenil, pastoral familiar, pastoral educativa, pastoral de los enfermos,
pastoral penitenciaria, movimientos especializados, etc. Se pueden
clasificar en cuatro grandes apartados: el del anuncio o testimonio de la
fe (martyría); el del servicio a los más necesitados (diaconía); el de la
comunión y organización de la misma comunidad (koinonía) y el de la
celebración (leiturgia).
Un quinto grupo de ministerios merece clasificación aparte por su
trascendencia. Es el de las misiones. Desde los misioneros de vida
religiosa o de consagración secular, hasta las misiones temporales y
parroquiales.

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He querido señalar esta riqueza porque todo ello se haIla presente
en la comunidad diocesana y ayuda a descubrir que los servicios que
prestan las comisiones diocesanas, especialmente el de la pastoral
vocacional, han de permanecer abiertos continuamente a esta
diversidad. Y esto no por motivos estratégicos, sino por la propia
naturaleza teológica de la comunidad diocesana. Así establecemos un
primer marco de comprensión para nuestro tema: el centro diocesano de
pastoral vocacional se sitúa en este conjunto de carismas y ministerios
que forman la Iglesia particular ya ella debe servir. Será así un centro de
promoción y cuidado de todas las vocaciones y ministerios, marcado por
la complejidad propia de lo diocesano.
Conviene una palabra sobre el responsable del centro diocesano.
El natural responsable del cuidado de todas las vocaciones en la Iglesia
particular es el Obispo, y la persona idónea para gestionar este centro
será en principio un sacerdote diocesano, precisamente como parte de
su propio carisma en el ministerio ordenado.
Más aún, debería ser un sacerdote con cierta experiencia, de modo
que haya adquirido la capacidad de acompañar y discernir los delicados
procesos vocacionales. Por otra parte, se requiere sacerdote conocedor
de los diversos carismas e instituciones que existen en la Iglesia
Particular, que haya enriquecido su vida espiritual con la participación de
estos carismas. Se requiere una persona capaz de coordinar a otros
agentes de pastoral vocacional en el cuidado de una obra común. Él
condivide una responsabilidad fundamental del Obispo, y por ello deberá
ser un estrecho colaborador suyo.

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2. La pastoral vocacional

Nos interesa definir brevemente el concepto de pastoral


vocacional, porque es determinante de la acción pastoral que se intente
poner en práctica desde el centro diocesano. Al describir la pastoral
vocacional lo haremos relacionándola con la pastoral de conjunto y con
algunas acciones pastorales que le son especialmente afines: la pastoral
juvenil, la educativa, la catequética y la familiar.
Noción de vocación. La primera dificultad que se encuentra en los
ambientes eclesiales es un concepto reductivo, casi excluyente, de la
vocación. Se la considera un don de Dios que es sólo para algunos. Se
llega a utilizar la expresión tienes vocación y no tienes vocación en este
sentido. Desde este punto de vista, la vocación por antonomasia sería la
sacerdotal y la consagrada. Cuando se hace esta reducción, se tiende a
privilegiar las tendencias personales. Surge un lenguaje confuso: sentir el
llamado; el gusto por la vocación; la inquietud vocacional. Parecería que
el centro de la experiencia está en los afectos, en la interioridad.
Frente a esta idea, la Palabra de Dios nos revela la vocación como
un don del Creador para todos y cada uno de los hombres. La
intervención de Dios muestra al pueblo su destino en la historia: Ustedes
son un pueblo elegido por Dios, un pueblo sacerdotal. Esta perspectiva
se amplía aún más al considerar a ese pueblo como un signo y un medio
para la salvación universal. Dios llama ciertamente a todos los hombres,
y en especial a los bautizados, que han llegado a tener conciencia de ese
don. Cada una de las vocaciones específicas: la sacerdotal, la religiosa y
la laical, tienen idéntica dignidad. Ser llamado supone así integrarse en la
armonía de las vocaciones.
Aquí está el cambio de mentalidad que nos interesa: pasar de la
conciencia del llamado individual a la conciencia de la convocación en la
fe. Ser llamado significa sobre todo participar de la comunión, donde
cada uno de los carismas edifica el cuerpo común. La vocación
específica se entiende entonces como función comunitaria al interno de
un solo cuerpo y un espíritu. No como una realidad distinta y mucho
menos superior. La consecuencia para la vida espiritual es clara: hay que
subrayar la espiritualidad cristiana, común a todos, y no la específica de
una vocación. El contexto en el que se hacen los planteamientos
vocacionales es el de la iniciación cristiana y no el de las vocaciones
especiales. Lo importante es que seamos, con la ayuda de Dios,
auténticos cristianos y desde allí podremos esperar buenos laicos,
sacerdotes y religiosos.
El concepto amplio de vocación exige que la pastoral vocacional
deje de ser una acción marginal y comience a ocupar un puesto central,

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tanto en la vida de la comunidad como en la historia personal de cada
uno de los creyentes.
El concepto de pastoral. Se ha divulgado el uso de la expresión
pastoral al grado de que se llega a convertir en sinónimo de actividad o
de trabajo. Con frecuencia decimos voy a la pastoral o al apostolado. Hay
incluso la tendencia a reducir la pastoral a una acción de tipo
promocional, como hacen las empresas para vender un producto o para
reclutar trabajadores. Llega a ponerse el acento en la eficacia y la
productividad de estas acciones, de modo que no es raro encontrar una
gran satisfacción en el número de personas convocadas o en el efecto
social de la actividad.
Pero la acción pastoral supone la caridad pastoral como actitud
fundamental. Tiene un fondo profundo, porque nace de un
descentramiento radical: el buen pastor da la vida por las ovejas. No es
un asalariado, uno que busca resultados y exige productividad. La acción
pastoral auténtica prescinde de cálculos y de rentabilidad para obrar
desde la gratuidad de un amor semejante al de Cristo.
Por eso no se puede reducir el apostolado a una actividad, sino
que es necesario comprender la vida como apostolado. Toda vida
cristiana es apostolado porque supone la total orientación a Dios y a los
hermanos, en un amor de calidad extraordinaria.
Concepto de pastoral vocacional. La acción pastoral vocacional
no se puede reducir a una serie de convivencias con jóvenes inquietos o
inclinados por gusto hacia la vocación consagrada. El cultivo de las
vocaciones especiales tiene su contexto en la conciencia vocacional de
cada uno de los creyentes en la comunidad convocada. El punto de
interés no está en verificar la existencia de la vocación específica, sino
en discernir el camino concreto por el que cada uno debe responder a la
llamada de Dios. Hay que subrayar este deber, porque la respuesta al
llamado entra en el campo de la moral y de la responsabilidad.
Desde esta doble perspectiva, la pastoral vocacional se puede
definir como el cuidado pastoral de cada uno de los creyentes que,
partiendo de la conciencia de la fe, los acompaña hasta la feliz
realización de su camino vocacional en la Iglesia. Una definición amplia y
abierta, que implica todas las vocaciones en las distintas etapas de la
vida. Porque toda vida y toda la vida está abierta al llamado de Dios y a
la misión.

LAS MODALIDADES DE LA PASTORAL VOCACIONAL

El cuidado pastoral es necesario en todos los momentos del


proceso vocacional. Esta atención personalizada es una necesidad
urgente de la Iglesia y configura un verdadero carisma, que se desarrolla
en diversas dimensiones y por medio de diversos agentes. Para

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comprender mejor la amplitud de la acción pastoral a favor de las
vocaciones puede ser útil el siguiente esquema:

Etapas Vida Propuesta Proceso Momentos


de la fe espiritual vocacional personal formativos
Propuesta
Toma de
Inicio, apoyos, vocacional
Apertura de la fe

conciencia.
deficiencias en genérica.
Dudas, Pastoral
la vida Me siento
atractivo, Vocacional de la
espiritual. llamado a la
sospechas. preparación.
Dependencia fe, pero aun
La vocación
de un grupo de no a
permanece en
referencia. la vocación
secreto.
específica,
La vocación se
Deseo de con-
Propuesta comunica, Pastoral
solidar la fe.
específica. Primera Vocacional
Crecimiento de la fe

Superación de
Invitación decisión, ya de la
deficiencias.
concreta con rasgos de Propuesta y el
Apertura más
personaL definitividad. Discernimiento
universal,

Búsqueda de Formación Cuestiona-


Pastoral
Una de miento
vocacional del
profundización la vocación y maduración
cuidado.
espiritual, específica. de la decisión.
Desarrollo de la fe

La fe polariza
toda la vida.
Opción
La persona Encomienda Pastoral
definitiva de
tiende a un de una Vocacional del
vida
compromiso misión. sostenimiento.
Perseverancia.
eclesial
estable.

En él aparecen las etapas del proceso de fe y de vocación, las


características generales de la vida espiritual y del proceso psicoafectivo
de la persona. Pero sobre todo queremos poner atención a las
modalidades de la pastoral vocacional en cada momento. Se observa
que la acción a favor de las vocaciones reviste diversas características:
Como se puede observar en la columna de la derecha, el cuidado
pastoral de la vocación adquiere diversas características según el
momento vocacional en que se encuentran los destinatarios.
- En el momento de la primera evangelización o iniciación cristiana, y
especialmente en el caso de los niños y adolescentes, hay toda una
pastoral vocacional de la preparación. Se trata de esa acción que pone

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los elementos culturales y ambientales para que aquellas personas, en
su día, puedan abrirse convenientemente al llamado de Dios. Este es el
sentido de los aspirantados y seminarios menores, pero también de toda
la labor vocacional que se hace en los colegios de educación primaria y
secundaria, o en los diversos ambientes comunitarios cristianos, como
los hospitales, los asilos, los grupos juveniles, etc.
- Durante la etapa de la promoción vocacional, la acción pastoral toma
el sesgo de la propuesta y el discernimiento. Es un momento privilegiado
para hacer una propuesta valiente y clara a cada persona. Hay que decir
que todos los fieles, sean más o menos jóvenes, tienen derecho a que se
les plantee una catequesis vocacional completa y se les hagan
propuestas específicas. En la segunda parte de este proceso, se
intensifica la vida espiritual y el acompañamiento, porque la persona
necesita discernir lo que Dios le está pidiendo. Para algunos llamados de
Dios este momento se vive en una edad evolutiva posterior: virginidad
consagrada, soltería, diaconado permanente, etc.
- La formación básica viene caracterizada por dos elementos. El
primero es la revisión de la iniciación cristiana. Hay que reconocer que
gran parte de la formación se dedica sobre todo a formar al hombre o
mujer y al cristiano. La fe de los formandos y sus valores cristianos
necesitan ampliarse y profundizarse de un modo muy especial en este
período. El segundo es la formación especflca, que no sólo se refiere a
los valores vocacionales, sino a los medios para cultivarlos. Es un
momento en que ambos elementos se pueden trabajar de un modo
sistemático y riguroso. La acción esencial en este momento es el
cuidado de la vocación.
- La formación permanente tiene como característica central la
autoformación. Es cada uno de los llamados el primer responsable del
cultivo de su propio proceso vocacional. Es un período muy largo en el
que hay que permanecer atentos a la edad evolutiva. Adquieren un
relieve especial los medios espirituales, como la oración, el examen, la
dirección espiritual. Un término clásico que describe bien la acción
pastoral en este momento es el de sostenimiento vocacional. Las tareas
en esta línea son amplísimas y apasionantes.
Queda muy claro cómo el cuidado pastoral de la vocación no se
puede reducir al primer momento, sino que implica todos y cada uno de
los momentos. Consecuentemente, la programación deberá acudir a las
necesidades vocacionales de las personas en cada uno de estos
momentos. Por eso se insiste tanto en los documentos eclesiales en que
la pastoral vocacional es una acción misericordiosa. Podemos aplicar
literalmente la cita evangélica: Sintió compasión de ellos porque estaban
como ovejas sin pastor.

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3. Definición y funciones del Centro
Diocesano de Pastoral Vocacional.

El centro diocesano para la pastoral vocacional viene bien definido


en el documento conclusivo del II Congreso Mundial de Pastoral
Vocacional. Transcribo en un primer momento el texto literal, para
después hacer un comentario:
57. Centro Diocesano de Vocaciones. Para favorecer una pastoral
vocacional unitaria, que desarrolle un constante y eficaz servicio de
animación, se requiere lapresencia, en toda Iglesia particular, del Centro
Diocesano de las Vocaciones’. No se propone la multiplicación de
estructuras burocráticas, sino que se desea la inserción de la pastoral de
las vocaciones, a través del oportuno Centro, en la pastoral general y en
las instituciones locales, como contribución a la común unión. Todo
retraso en la erección de este organismo o de su eficaz puesta en
marcha se traduce en un daño para la Iglesia. El Centro Diocesano de
Vocaciones bajo la guía del Obispo:

- tiene por objeto ayudar y coordinar la animación vocacional que hay


que llevar a cabo en toda la diócesis y en cada parroquia, según las
directrices del Concilio, sin ocupar el puesto que corresponde a la
comunidad parroquial, que es el centro primario de animación de todas
las vocaciones;

- constituye el lugar natural de encuentro de personas, instituciones,


asociaciones que pueden contribuir a la pastoral de las vocaciones,
uniendo sus fuerzas y respetando los carismas y fines propios de cada
uno;

- desarrolla su trabajo en servicio de todas las vocaciones consagradas,


sin invadir el campo de aquellas iniciativas que cada una de las
Instituciones pueden legítimamente promover a favor de las vocaciones
propias;

- mantiene los necesarios contactos con las distintas iniciativas de


acompañamiento y con los Institutos de formación presbiteral, diaconal,
religiosa y misionera existentes en la Iglesia local.

Al Director del Centro Diocesano de Vocaciones, nombrado por el


Obispo de acuerdo con los otros Representantes de la vida consagrada,
se unen presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, misioneros,
miembros de Institutos Seculares y laicos, los cuales son elegidos para

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cooperar en la actividad del Centro, en armonía con el programa o Plan
de Acción diocesano a favor de las vocaciones. Estas personas son
conscientes de la importancia de su ministerio y se prestan a ejercerlo de
la mejor manera con competencia y experiencia.

El texto está reflejando la experiencia de muchas comunidades


diocesanas. El primer dato sobresaliente es que postula la existencia del
centro diocesano en toda Iglesia Particular. Se define con toda claridad
su fin: para favorecer una pastoral vocacional unitaria. Es resaltada la
trascendencia de este centro unificador de la acción vocacional: todo
retraso en la erección de este organismo o de su eficaz puesta en
marcha se traduce en un daño para la Iglesia. Nuevamente se refleja la
experiencia. No es raro que en las diócesis se cuestione la validez o la
necesidad del centro diocesano, o su sentido unificador de todas las
vocaciones. Con frecuencia se le quiere reducir a la promoción de
vocaciones para el Seminario o se le convierte en una extensión de la
comisión diocesana de pastoral juvenil. Hay que afirmar con fuerza la
importancia del buen funcionamiento de un centro para la pastoral
vocacional, y cómo este centro es la expresión de una correcta
comprensión teológica de la comunidad diocesana, de la vocación como
un don de Dios y del mismo ministerio ordenado.
A continuación se describe el objeto o finalidad del centro
diocesano: ayudar y coordinar la animación vocacional que hay que
llevar a cabo en toda la diócesis y en cada parroquia, e insiste: sin
ocupar el puesto que corresponde a la comunidad parroquial, que es el
centro primario de animación de todas las vocaciones. Se interpreta así
al centro diocesano no como un ejecutor de la actividad vocacional, sino
como un animador de esta actividad en los diversos ámbitos
comunitarios que forman la comunidad diocesana. Se pone un énfasis
especial en la parroquia y en la función vocacional que le corresponde
como parte integral de su misión.
Un segundo párrafo matiza el concepto del centro diocesano:
constituye el lugar natural de encuentro de los diversos agentes
vocacionales, a quienes debe unir en un esfuerzo conjunto, pero
respetando los carismas y fines pro- píos de cada institución. Lugar
natural porque la función propia del ministro ordenado es precisamente
esta armonización de los carismas en la única misión eclesial. Es un
ámbito de confluencia de los carismas, ministerios e instituciones
eclesiales en el terreno íntimo y profundo de las nuevas vocaciones. La
tarea del centro diocesano será así convocar, organizar, estructurar,
animar a todos los agentes vocacionales. No mira sólo a sí mismo, ni
sólo al seminario diocesano, sino a la comunidad diocesana en su
conjunto y a todas las vocaciones en ella.
El centro desarrolla su trabajo en servicio de todas las vocaciones
consagradas. Se propone una visión amplia y abierta del trabajo

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vocacional. Se trata de fomentar todas las vocaciones, porque todas ellas
nacen de la Iglesia particular y la enriquecen.
Por último se señala hacia la relación profunda que debe existir
entre el centro diocesano y las casas de formación, en especial los
aspirantados y seminarios menores, y en general con todas las
instituciones que en la Iglesia local inciden en el ámbito juvenil
vocacional, como pueden ser los colegios católicos, los grupos juveniles,
los movimientos juveniles, etc. El centro diocesano deberá incidir
fuertemente en el ámbito juvenil de toda la diócesis, pro poniendo
explícitamente a los jóvenes la buena noticia del llamado de Dios en su
vida.
Como se puede observar, la función y tarea del centro diocesano está
bien definida. El hecho de que exista este centro no impide que cada
institución religiosa, cada parroquia o movimiento apostólico, tenga
también su centro y actividad vocacional propios, pero el centro
diocesano se entiende como el lugar de confluencia y comunión de todos
ellos y de su actividad vocacional.
Para describir los límites del centro diocesano puede ser útil echar
una mirada a dos ámbitos concretos con los cuales se relaciona
intensamente: el centro nacional de pastoral vocacional y las parroquias.
El documento conclusivo del II Congreso Mundial nos ayuda en este
sentido. Transcribimos a continuación dos párrafos correspondientes a
ambos temas:
59. Centro Nacional de Vocaciones. La Iglesia particular,
mediadora de todas las vocaciones, encuentra en el Centro Nacional de
Vocaciones el lugar ordinario de comunión de la pastoral de vocaciones.
Dicho Centro es un instrumento idóneo de estudio, de programación, de
coordinación y de servicio para la animación de la pastoral unitaria a
favor de las vocaciones consagradas. Este servicio comprende:

- la propuesta de las líneas de pastoral vocacional, según los programas


de la Conferencia Episcopal y las directrices del Magisterio universal;

- la promoción de Centros Diocesanos unitarios;

- la ayuda a la formación de los Responsables y preparación de medios


pastorales para utilidad común;

- la colaboración con otros organismos nacionales, asociaciones,


movimientos, cuyo fin es el apostolado, la educación, la espiritualidad,
- ser lugar de encuentro, de intercambio, de comunión con los Centros
Diocesanos4.

40. Comunidades parroquiales y otras comunidades. La vida y la


misión de la Iglesia local se desarrolla de modo particular en las
comunidades parroquiales. Ellas son comunidades que tienden a

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hacerse adultas en la fe, totalmente ministeriales en el servicio. Ellas de
alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el
orbe. Son como células de la Diócesis, escuelas de apostolado y de
espíritu misional, el lugar donde cada uno tiene un don para el bien de
todos. En ellas el presbítero es el animador de los carismas entre los
hermanos, hombre de comunión, servidor de la unidad de los creyentes.
El condivide las responsabilidades del Obispo también en el campo del
fomento de las diversas vocaciones.
Hay que subrayar la importancia de la comunidad parroquial como
ambiente providencial para la eclosión y desarrollo de las vocaciones
consagradas. Para llevar a cabo este ministerio, la comunidad parroquial
dispone de grandes medios pastorales, de los cuales se ha hablado
anteriormente: la celebración de la Eucaristía y demás Sacramentos, la
oración, el anuncio de la Palabra de Dios, el servicio de la caridad. Es
evidente, pues, la fuerza de animación vocacional que tienen las
comunidades parroquiales empeñadas en las actividades apostólicas,
abiertas a las necesidades de las misiones, dedicadas particularmente al
servicio de los pobres, de los abandonados, de los marginados. Aquí los
jóvenes encuentran una palestra eficaz para la maduración humana,
cristiana y apostólica.
La comunidad parroquial es el lugar natural de encuentro con otras
comunidades y grupos que se van multiplicando en todas las partes de la
Iglesia. Este fenómeno ha de ser acogido como nueva forma de ser
miembros activos de la Iglesia.
Los valores cristianos de las comunidades de base, ilustrados por
el Magisterio de la Iglesia9, tal como surgen en diversos Países,
enriquecen la imagen de la comunidad parroquial. Las comunidades de
base sirven a la Iglesia de diversas formas, pero unidas en la comunión
eclesial y en comunión con el Pastor de la Diócesis. Las auténticas
comunidades de base, ellas también células vivas de la Iglesia, ofrecen
un fértil campo para la pastoral de las vocaciones. La intensa educación
en la fe y la experiencia del servicio concreto a los hermanos son medios
válidos para el florecimiento de nuevas vocaciones a los ministerios
ordenados y a otras formas de vida consagrada. Esto mismo se cumple
en otras comunidades que surgen para anunciar el Evangelio y servir al
Pueblo de Dios.
Las comunidades religiosas, presentes en la comunidad
parroquial, contribuyen mucho al enriquecimiento de la espiritualidad y
del apostolado. Ellas tienen, como carisma específico, el llamamiento a
vivir en comunidad de fe, de oración y de servicio. Los efectos de la vida
consagrada se irradian en la comunidad parroquial. Una gran eficacia
demuestra la presencia de comunidades religiosas que se dedican a la
enseñanza, a la educación y a la asistencia de los enfermos.
Excepcional relieve tiene la presencia de comunidades de vida
contemplativa.
La comunidad parroquial se enriquece con la vida y las obras de

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asociaciones, movimientos y grupos de laicos que trabajan íntimamente
unidos a sus sacerdotes y que en estrecha vinculación con la Jerarquía,
persiguen fines propiamente apostólicos. Estas asociaciones,
movimientos y grupos, poseen, por su misma naturaleza, una pedagogía
mas apta para favorecer las vocaciones presbiterales, religiosas,
misioneras y laicales consagradas, precisamente porque cooperan más
directamente en el ministerio pastoral y, por lo tanto, en la vida y misión
de la Iglesia.
Las diversas comunidades, en las que surgen las vocaciones, al
mismo tiempo que dan gracias a Dios por los dones recibidos, se sienten
gozosas de entregarlas con grandeza de miras al bien general de la
iglesia, rebasando los confines de los propios intereses.
El centro diocesano funciona mucho mejor cuando sabe
aprovechar los medios que ofrece el centro nacional o
los centros regionales. Se trata de establecer líneas comunes de acción y
de sumar esfuerzos en esta tarea delicada y exigente. De ahí la gran
importancia de la participación de los responsables de los centros
diocesanos en estas estructuras que van más allá de la diócesis y que
ponen en práctica la función específica de la conferencia episcopal.
Aunque puede tornar iniciativas en ámbitos como la formación de
los agentes o la publicación de materiales vocacionales, tiene siempre
como referencia las líneas comunes de acción y lo que se hace a nivel
nacional, que es en alguna medida normativo para todos. La existencia
del centro nacional da seguridad y serenidad al caminar de la pastoral
vocacional en cada una de las Iglesias particulares.
El centro nacional y los centros regionales son también un ámbito
de colaboración y de intercambio. Es un apoyo importante a la hora de
afrontar las tareas más difícilmente realizables desde el sólo centro
diocesano.
Por otro lado se presenta a la parroquia como llamada a
constituirse en verdadero centro vocacional. El centro diocesano no debe
suplir a las parroquias en su propia responsabilidad vocacional. Por ello
el centro diocesano no es un ejecutor de la acción en favor de las
vocaciones, sino un coordinador de la acción vocacional que realizan, por
propia iniciativa y responsabilidad diversas personas y grupos.
El texto no se refiere solamente a las parroquias, sino a todo tipo
de comunidades cristinas que existen en la diócesis y tienen su propia
competencia en el ámbito de la pastoral de las vocaciones. Muy
especialmente se alude a las comunidades de base, a la familia, a las
comunidades educativas y juveniles, a los movimientos y asociaciones
de seglares. Todos estos ámbitos comunitarios, sin que se diga nada en
contra de su participación en la parroquia, comunidad que engloba a
estas pequeñas comunidades, son también un ámbito privilegiado para el
surgimiento y el acompañamiento de las nuevas vocaciones.
El centro diocesano de pastoral vocacional deberá mantenerse
cerca de las comunidades parroquiales y de todas estas instancias

15
comunitarias para animar su responsabilidad vocacional. Por allí ya se
pueden determinar una serie de tareas que corresponden
específicamente al centro diocesano de vocaciones.

4. El equipo diocesano.

Es función prioritaria del centro diocesano convocar a los agentes


de la pastoral vocacional para que desarrollen un plan conjunto.
Consecuentemente deberá convocar a todos los agentes de pastoral
vocacional que están en la diócesis.
Los documentos sobre la pastoral vocacional insisten en la
responsabilidad di, todos: Toda la comunidad creyente es responsable en
orden a las vocaciones. Las personas consagradas lo son de modo
particular. También a las comunidades menores, que forman parte de la
comunidad diocesana, les corresponde su parte de responsabilidad.
Personas y comunidades desempeñan una mediación necesaria, que
corresponde a los planes de la providencia.
Sin embargo, hay que considerar que cada uno participa a su modo en la
acción pastoral a favor de las vocaciones. El centro diocesano deberá
promover la participación de todos, pero a la vez deberá conocer y
respetar la identidad de cada uno de ellos, que es a la vez su identidad
vocacional. Siguiendo los documentos se obtiene esta lista de
responsables:
• El pastor de la diócesis es el primer responsable de todas las
vocaciones. Para ayudarle en esta responsabilidad puede nombrar a un
coordinador, pero no puede delegar esta función que es parte esencial de
su ministerio episcopal. Su responsabilidad implica no sólo la promoción
de todas las vocaciones, también su formación básica y permanente.
Para eso intervienen de modo específico las comisiones diocesanas de
pastoral vocacional, de la formación permanente del clero, de la vida
consagrada, del apostolado laical, de pastoral juvenil, educativa, familiar
y social, los seminarios y casas de formación. Conviene promover la
participación del Obispo en el equipo de pastoral vocacional por medio
de encuentros periódicos con los promotores.
• Los presbíteros. Su labor a favor de las vocaciones es
insustituible. El cuidado de las vocaciones pertenece a la misión
sacerdotal misma. Hay que subrayar el ministerio vocacional de los
párrocos. A ellos corresponde anunciar la buena noticia de la vocación a
todos los creyentes, subrayando las vocaciones de especial
consagración. También les corresponde el momento delicado de un
primer acompañamiento, por medio del cual se acoge la intención
vocacional de los jóvenes y se les alienta en la búsqueda de su vocación.
Al párroco corresponde la organización de la pastoral vocacional en la
parroquia. El equipo vocacional interactúa con los presbíteros en el

16
mismo ámbito de las parroquias. Cada parroquia deberá conseguir un
equipo vocacional propio.
• Los diáconos. Ya sean transitorios o permanentes, son los
animadores del servicio o diaconía en la Iglesia. Su trabajo apostólico,
especialmente en medio de los más pobres y de los jóvenes tiene
grandes posibilidades vocacionales. Su misma vocación es un signo,
propio de la Iglesia de nuestro tiempo, de la diversidad y
complementariedad de las vocaciones.
• Los religiosos y religiosas. Actúan en la pastoral vocacional
más desde lo que son que desde lo que hacen. Por eso se exige al
coordinador diocesano un conocimiento, valoración y respeto profundo
de sus propios carismas, para que sepa encontrar el lugar de cada uno.
Hay que fomentar no sólo su participación en el equipo diocesano;
también su compromiso vocacional en sus ámbitos propios de vida y de
acción apostólica. Una breve clasificación puede ser ilustrativa:
Los superiores y superioras. Lo que se ha dicho del obispo y del
párroco, se aplica de manera similar a los superiores de las comunidades
religiosas que hay en la diócesis. Su responsabilidad vocacional no se
puede delegar, tanto en lo que se refiere a las nuevas vocaciones como
al cuidado de la vocación de sus hermanos de comunidad. Desde el
centro diocesano conviene convocar también a los superiores,
procurando, su sensibilización vocacional.
Los de vida contemplativa. Participan desde su propio monasterio,
ofreciendo un referente de vida orante en los diversos momentos
vocacionales de la diócesis. Para fomentar su participación es necesario
mantenerlos informados, pidiendo su apoyo y haciéndolo visible y
concreto para los promotores, los candidatos, los formandos, los
ordenandos. En los itinerarios vocacionales hay que contar con una visita
al monasterio, porque es un referente vocacional importante. A la vez hay
que velar porque en los monasterios exista un plan de promoción
vocacional.
Los relacionados con la catequesis y la pastoral parroquial Pueden
involucrarse de modo especial en dos ámbitos: los equipos vocacionales
de las parroquias, y la elaboración de los itinerarios y catequesis
vocacionales. Suelen ser un apoyo grande para los párrocos en el área
de la pastoral juvenil y de la catequesis, allí son un signo vocacional de
primer orden.
Los implicados en la pastoral educativa. Conviene subrayar su
compromiso vocacional primeramente en su propia comunidad educativa,
relacionando para este fin lo más posible a los colegios católicos entre sí.
Los religiosos y religiosas educadores tienen un ámbito privilegiado de
pastoral vocacional, con frecuencia poco cultivado. En general necesitan
ayuda y motivación para emprender un esfuerzo de catequesis y
acompañamiento vocacional en sus propias estructuras pastorales.
Los que realizan servicios asistenciales. Con frecuencia se cuenta e
la diócesis con el testimonio vocacional elocuente de religiosos

17
comprometidos en el servicio social en orfanatorios, asilos de ancianos,
hospitales, clínicas, dispensarios, etc. Sus propios ámbitos de trabajo
apostólico son un campo de sensibilización vocacional para todos,
especialmente para los jóvenes. A ellos también hay que estimularlos
para que tengan un sencillo plan de pastoral vocacional en su propia
comunidad. Pueden ofrecer un campo precioso donde se prueben a sí
mismos los candidatos en sus intenciones vocacionales.
Los misioneros. Las vocaciones misioneras requieren un cuidado
especial de parte del centro diocesano de vocaciones. Todas las
comunidades cristianas de la diócesis necesitan hacerse conscientes de
su dimensión misionera. En los itinerarios vocacionales y formativos
conviene promover la participación de instituciones dedicadas
expresamente a este fin.
Las comunidades nacidas en la diócesis. Estas comunidades
religiosas que han nacido en la Iglesia local, requieren de un aprecio y un
apoyo especial del centro diocesano de vocaciones. Habitualmente están
presentes en varios puntos de la diócesis. Esto les da muchas
posibilidades. De un modo especial conviene contar con sus casas de
formación como un referente juvenil y vocacional.
Los de carisma vocacional Algunos institutos de vida religiosa tienen
como parte de su carisma y misión la pastoral vocacional. Conviene que
el coordinador de la pastoral vocacional conozca sus constituciones para
que sepa facilitar el campo adecuado para su participación.
• Los laicos. Su compromiso y acción vocacional se desarrolla en
el ámbito secular, con el que su vida está como entretejida. Allí, en su
vida ordinaria, es donde puede ser más fecundo su apostolado
vocacional. Hay una gran diversidad entre los laicos implicados en la
pastoral vocacional:
Los miembros de institutos seculares y las vírgenes consagradas.
Su consagración secular les hace especialmente hábiles para entrar en
ambientes donde a otros les sería difícil hacerlo: escuelas y hospitales
públicos, oficinas, negocios, etc. Su vocación debe darse a conocer
expresamente en los itinerarios vocacionales. Las vírgenes consagradas
suelen tener una presencia constante en las parroquias. Su proceso
vocacional requiere de una atención muy delicada.
Los padres de familia. Es deseable que lleguen a ser los primeros
promotores vocacionales de sus hijos. Todo lo que se les pueda ofrecer
de cultura y catequesis vocacional redundará en más y mejores
vocaciones. Sobre todo conviene despertar en ellos la conciencia de su
responsabilidad en la pastoral vocacional. Entre ellos destacan por el don
que han recibido de dios los padres de los seminaristas y de los
formandos, de los sacerdotes y los religiosos y religiosas.
Los asesores y animadores juveniles. Aunque es muy evidente su
responsabilidad vocacional suelen ser poco conscientes de ella. Se
requiere un trabajo asiduo de mentalización y una integración profunda
con la comisión diocesana de pastoral juvenil. El centro vocacional podrá

18
intervenir frecuentemente en la formación vocacional de los agentes
juveniles.
Los laicos educadores. Un número considerable de laicos
comprometidos trabajan en el ámbito educativo, ya sea en colegios
católicos o públicos. De esos centros educativos, también de los
públicos, proceden las vocaciones. Será labor del centro diocesano
despertar la conciencia vocacional de estos educadores e implicarlos en
la acción vocacional diocesana.
Los solteros. Es cada día más abundante el número de los creyentes
que optan por permanecer solteros. Ellos son especialmente cercanos al
corazón de Jesús 14 Tienen la posibilidad de dedicar todas sus fuerzas al
servicio del Señor, y con frecuencia lo hacen. Previa evangelización de
su propio estado de soltería, son personas especialmente dispuestas
para el apostolado vocacional.
Los laicos de movimientos eclesiales. Los movimientos son una
fuente importante de vocaciones. Conviene mantener una relación con
los responsables de estos movimientos de carácter evangelizador, para
que incluyan en sus procesos la conveniente catequesis vocacional. Es
recomendable invitar a sus miembros a participar en los eventos
vocacionales de la diócesis.
Los laicos de carisma vocacional. También existen asociaciones y
movimientos laicales de carisma vocacional. El ejemplo más clásico es el
club Serra. También están los laicos que participan de los carismas
vocacionales de los religiosos y los que colaboran en el mismo centro
vocacional de la diócesis. Siempre conviene cuidar su catequesis
vocacional. Ellos se comprometen con mucha creatividd en las acciones
vocacionales.

Como se puede apreciar, prácticamente en cualquier diócesis se


cuenta con un gran número de potenciales a- gentes vocacionales. Será
arte y tarea del coordinador diocensano despertar la conciencia de su
responsabilidad e implicarlos en el apostolado vocacional. Es evidente
que tendrá que emprender un continuo esfuerzo en la línea de la
sensibilización y formación de estos agentes, para que puedan ejercer
con coherencia esta acción apostólica. Aún se pueden señalar algunas
pautas para la organización del equipo vocacional diocesano.
Se juega para ello con un principio básico. Es necesario fomentar
equilibradamente el desarrollo de una cultura vocacional y los procesos
vocacionales específicos. Porque la opción vocacional se da
adecuadamente en un ámbito cultural adecuado. Lo podemos
representar con un esquema sencillo. El cuadro representa la cultura
vocacional, y el círculo los procesos específicos. El círculo tiene más
Cultura vocacional Cultura vocacional
Proceso
vocaciona Proceso
l vocaciona
l

19
sentido dentro del cuadro que aislado de él. Hay que pasar de los
procesos vocacionales espontáneos a procesos en los que medie la
catequesis vocacional.
El mismo esquema puede servir para organizar la actividad del centro
diocesano, y también para distribuir a las personas en diversos equipos
de trabajo. Sólo como un ejemplo de esta organización, presentamos el
siguiente esquema.

En la parte que corresponde a la cultura vocacional a- parecen seis


equipos: El de difusión, para eventos vocacionales globales,
exposiciones vocacionales, propaganda, etc. El de catequesis
vocacional, para la preparación de materiales catequéticos y para la
formación vocacional de los catequistas. El de pastoral juvenil-
vocacional, para dar contenidos vocacionales a la pastoral juvenil y para
la capacitación vocacional de los animadores y asesores de la pastoral
juvenil. El de la pastoral educativa-vocacional para difundir la cultura
vocacional en las escuelas y la formación vocacional de los maestros. El
equipo de la pastoral familiar-vocacional, sobre todo para la
sensibilización vocacional de los padres de familia. El de la
espiritualidad vocacional para fomentar la oración personal y
comunitaria a favor de las vocaciones.
En la parte que corresponde a los procesos vocacionales aparece
el equipo organizador de los círculos vocacionales. Son actividades de
reflexión y comunicación en trono a la llamada de Dios. Pueden existir
círculos de diferentes niveles, según el grado de conciencia vocacional y
de comunicación de los participantes. El equipo que ofrece el itinerario
vocacional para el ingreso en el seminario, ya sea el mayor o el

20
menor. En este equipo conviene que colaboren ya algunos de los
formadores y algunos de los seminaristas. Por último, un equipo que
ofrezca el itinerario vocacional para la vida consagrada, en el cual
participan personas consagradas de diversas instituciones.
Así, más que de un equipo, estamos hablando de diversos equipos
que encauzan la responsabilidad de los distintos agentes. Estamos
siguiendo la definición dada del centro diocesano: lugar natural de
confluencia de los agentes vocacionales. El equipo vocacional no es el
que “ayuda” al coordinador diocesano, sino el ámbito donde se facilita
que cada uno ejerza su propia responsabilidad. Además quizá sea
necesario un equipo coordinador del centro.

21
5. La formación de los agentes

El apostolado vocacional tiene una característica fundamental:


consiste en la coordinación de los esfuerzos de quienes, por su propia
naturaleza, son agentes vocacionales. Así, la tarea más importante del
centro vocacional y del coordinador diocesano no es ejecutar acciones,
sino facilitar que otros las ejecuten. El coordinador no es el único ni el
primer responsable de las vocaciones en la diócesis, ya hemos dicho que
esto corresponde a todos en la comunidad diocesana.
Por eso, una de las tareas más importantes del centro diocesano
es la de motivar y formar a los agentes. Su labor se sitúa más en el nivel
de la animación que de la ejecución. Algunos coordinadores de la
pastoral vocacional llevan un registro de sus agentes, para verificar la
frecuencia y la gradualidad de su formación. La consigna de los
documentos del Magisterio: permanecer atento a la solidez de la
formación es válida para los agentes vocacionales. Se pueden establecer
unas prioridades formativas para el equipo de pastoral vocacional:

1) El cuidado de su propia vocación. Tarea prioritaria del centro


diocesano es cuidar la vocación de sus agentes vocacionales. Es la
fundamental preparación para ejercer este apostolado. Realizar
constantes acciones ordenadas a este fin. Para los laicos que colaboran,
conseguir una catequesis de su vocación laical y de sus formas de vida.
Si ellos se saben tocados en la vivencia de su propia vocación, se
convertirán en incondicionales agentes vocacionales. El clima que debe
reinar entre los religiosos y religiosas que colaboran en el centro es el de
una profundización en su vivencia vocacional y en su espiritualidad
propia. Propiciar la valoración del carisma de sus instituciones y el mutuo
conocimiento, que les ayude a orientar más objetivamente a los
candidatos. Un cuidado especial merece la vocación de los seminaristas
que con frecuencia son asignados al centro vocacional para su actividad
apostólica. Deberán encontrar en este apostolado no sólo mucho trabajo,
sino una profundización en su identidad como promotores vocacionales y
como candidatos al sacerdocio. Conviene que estén bien atendidas las
personas en situaciones que podemos llamar especiales y con frecuencia
colaboran en el centro diocesano: los que deciden permanecer solteros,
los viudos, que han sido abandonados o incluso los divorciados. Que se
catequice su propia situación de vida y lleguen a profundizar en su
identidad cristiana y vocacional. De modo que, desde su propia vivencia,
ayuden a la formación de una cultura vocacional. El primer campo de
formación es, pues, la vida vocacional de los agentes.

22
2) La catequesis vocacional básica. La mayor parte de las
actividades del centro diocesano se concentran en la catequesis
vocacional. Hay que reconocer una carencia en nuestra Iglesia en este
sentido. Hay poca cultura vocacional. Por ello la formación básica de los
agentes deberá ser de carácter bíblico y teológico. Que comprendan el
valor y el sentido del llamado de Dios y sepan utilizar los textos bíblicos
vocacionales en la catequesis. Sin un conocimiento suficiente de la
vocación y de las vocaciones se dificulta grandemente la opción
vocacional. Hacer pasar a todos por esta formación básica. Actualizar su
formación en este sentido constantemente. Que descubran la novedad
de la teología de la vocación, de la antropología vocacional, de la
espiritualidad vocacional. No dar por supuesto este conocimiento en los
formandos y en las personas consagradas, porque en general es una
carencia. Para este fin puede ser útil la confección de un catecismo
vocacional.
3) La animación de los círculos vocacionales. Es una tarea de
segundo nivel. Se trata de conseguir una habilidad para animar las
reuniones vocacionales, de cualquier nivel. Que aprendan a situarse
adecuadamente ante las necesidades vocacionales de los jóvenes, sin
imponer un programa. Que lleguen a utilizar el lenguaje adecuado,
especialmente en las culturas juveniles. Que aprendan a poner en
práctica un estilo propositivo, no impositivo. Sobre todo que aprendan a
animar el diálogo vocacional en el grupo y la oración comunitaria
vocacional.
4) El acompañamiento inicial. Es el que se requiere en el primer
momento vocacional. No hace falta que los agentes en este nivel tengan
un gran conocimiento de los procesos vocacionales y formativos. Más
bien se trata de que adquieran la prudencia y la delicadeza necesarias
para acoger la confidencia vocacional de un joven y para alentar su
vocación. Esta formación es muy importante para los agentes que
trabajan directamente con jóvenes, como los maestros en los colegios,
los asesores de la pastoral juvenil o quienes acompañan a los jóvenes en
sus apostolados, como las misiones de semana santa o las visitas a un
orfanatorio, etc. Contar con suficientes personas preparadas para recibir
la primera inquietud de un candidato.
5) Los itinerarios vocacionales. Son los procesos más
prolongados que ya apuntan hacia el ingreso en una casa de formación.
Se trata de un itinerario formal, con reuniones, retiros, entrevistas. Suele
implementarse un proceso vocacional para el ingreso en el seminario y
otro para el ingreso en las comunidades religiosas. Aquí intervienen no
sólo los promotores, también los formadores de las primeras etapas.
Conviene preparar a los agentes que intervienen en este momento para
respetar los procesos completos, para conducir el itinerario con todas sus
partes, para progremar y evaluar estos procesos. De manera que en este
nivel no se improvise. En la medida en que se plantea un itinerario bien
preparado, las personas van haciendo el proceso vocacional

23
correspondiente. Los agentes deben aprender a justificar los distintos
momentos del itinerario y a enriquecerlo siempre con nuevos elementos.
Es deseable que se vayan haciendo tradiciones en el proceso, que
señalan momentos formativos muy fecundos para los candidatos.

6) El acompañamiento sistemático. Se da hacia el final del


proceso vocacional y coincide con los itinerarios vocacionales. Para este
acompañamiento hay que tener a- gentes preparados para la entrevista y
para la dirección espiritual. Conviene que este acompañamiento no lo
realice cualquiera, sino personas cuya preparación consta y que van a
obrar con unanimidad de criterios. Esto da seguridad al proceso
vocacional de los candidatos. Estos acompañantes estarán preparados
para llevar un registro de las entrevistas y para preparar un informe.
7) La coordinación de la catequesis vocacional Serán pocas
personas, pero con una función clave. Los que coordinan la catequesis
vocacional en los colegios católicos, en la pastoral juvenil, en la
catequesis parroquial. Conviene que tengan una formación completa y
gradual, muy parecida a la que necesita el propio coordinador diocesano,
de modo que sepan orientar y formar a sus propios agentes
vocacionales.

24
6. Las actividades esenciales

No es raro que al recibir el nombramiento como coordinador


diocesano de la pastoral vocacional resulte difícil priorizar las actividades
a las que dedicas el tiempo. Más todavía cuando hay que hacer
compatible este cargo con otras responsabilidades. Por esta razón quiero
terminar este material con un listado y breve descripción de las
actividades más esenciales que deberán llevarse a cabo en un centro de
esta naturaleza.
Plantearé el ideal hacia el que hay que tender, sabiendo que en la
realidad se harán aproximaciones hacia ese ideal, muy condicionadas
por las limitaciones de personal, de tiempo, de recursos económicos, y
por el mismo caminar histórico de la comunidad diocesana.
Una primera tarea es el itinerario vocacional para el ingreso en
el seminario. En muchas diócesis no existe este itinerario. Los
candidatos asisten a un preseminario en el que se resuelve su admisión
al seminario. En ocasiones no se distingue entre los que van a ingresar al
Mayor y al Menor, haciendo una mezcla de muchachos de diversas
edades y preparación, que más bien los confunde.
Aquí el objetivo sería ganar el tiempo suficiente para que se
establezcan procesos vocacionales. De modo que sólo se admita a los
candidatos que han pasado por una amplia catequesis vocacional y por
un mínimo acompañamiento. Es probable que el presbiterio reaccione
negativamente al principio ante esta exigencia, pero se verán los
resultados en la perseverancia de los candidatos.
Este itinerario vocacional para él seminario mayor contiene los
siguientes elementos: Una catequesis vocacional que cubra el proceso
que inicia con la toma de conciencia de la vocación y termina con el
discernimiento de la vocación sacerdotal. De modo que el muchacho
relea todo su proceso y lo comprenda mejor y llegue a tener razones
claras que justifiquen su ingreso en el seminario. Una experiencia
apostólica comunitaria, por ejemplo, las misiones de semana santa, en la
que se pueda observar al candidato en sus relaciones con el grupo y se
pruebe a sí mismo en el servicio apostólico. Un medio de profundización
espiritual, pueden ser unos ejercicios espirituales, o un retiro de
discernimiento, de modo que aprenda a hacer oración y a llevar a esa
dimensión orante su planteamiento vocacional. Ocho o diez entrevistas
con un mismo orientador, que garanticen un acompañamiento
sistemático y ya lo preparen para la dirección espiritual. Cuatro
convivencias con el grupo de candidatos, que consigan un conocimiento
suficiente entre ellos y una selección natural. En algunas de estas

25
convivencias conviene que participen los seminaristas, de modo que
cuenten con un modelo vocacional más cercano. Un momento oportuno
para plantear- les la posibilidad de la vida religiosa y se oriente a los
interesados hacia comunidades religiosas, de modo que el candidato
tenga clara conciencia de que se le dio a conocer esta posibilidad. Un
preseminario, en el que con tiempo suficiente soliciten su ingreso en el
seminario. Que se les comunique oportunamente si son admitidos al
proceso formativo. Conviene que en algunos momentos del proceso ya
intervenga el equipo formador.
El itinerario vocacional para el ingreso en el seminario menor sería
más sencillo. Es un campo en el que pueden intervenir con mucho fruto
los laicos que colaboran en el centro vocacional. Además de la
catequesis vocacional lo más completa posible, conviene que los
adolescentes admitan consciente y libremente su formación en el
seminario como un proceso de discernimiento vocacional y no
simplemente como una manera más fácil de hacer la preparatoria. El
proceso vocacional, de los adolescentes debe incluir también a sus
familias. Por eso parece imprescindible al menos una visita a la familia en
la que se ofrezca una visión más objetiva de la finalidad del seminario
menor. La catequesis y el acompañamiento vocacional deberán ser
sistemáticos y rigurosos sobre todo durante los tres años del seminario
menor. De modo que efectivamente prepare para la opción por el
sacerdocio. El seminario menor es un referente para las otras
instituciones que en la diócesis persiguen fines similares 17 Se trata de
los colegios católicos, los grupos juveniles, los movimientos apostólicos
que tratan con jóvenes de la edad de los seminaristas. El seminario
cumplirá su función vocacional en la comunidad diocesana si promueve
el intercambio con ellos ayudando a formar una cultura vocacional.
El itinerario vocacional para el ingreso en la vida consagrada.
Es muy similar al del seminario. Hay que garantizar los mismos
elementos, y se da también en ese doble nivel, el de los mayores y el de
los menores. Las comunidades religiosas tienen sus criterios para el
proceso vocacional, pero es importante ayudarles a respetar esos
criterios participando a la vez en el proceso diocesano. Los candidatos y
candidatas para la vida religiosa tendrán un mayor sentido eclesial y del
propio carisma si han participado en un proceso diocesano que ayude a
un mejor discernimiento vocacional. En cada diócesis hay que discernir
cuál es el momento oportuno para separar varones y mujeres, para la
catequesis vocacional genérica y para la invitación específica, y otros
detalles. No hay que olvidar la presentación de los institutos seculares y
de la virginidad consagrada como una posibilidad.
Procesos vocacionales especiales. Conviene tener personas
preparadas para afrontar procesos vocacionales más delicados. Es el
caso de las vírgenes consagradas, los candidatos al diaconado
permanente, las vocaciones adultas, las vocaciones indígenas, o la
aceptación de la soltería como una forma de vida. Son procesos para los

26
que no habrá muchos candidatos pero requieren de un acompañamiento
muy cuidadoso.
Los círculos vocacionales. Sirven para abrir un espacio de
comunicación y oración en torno a los procesos vocacionales. Es
importante que existan porque los jóvenes con inquietudes vocacionales
no suelen encontrar estos espacios. El objetivo fundamental es que
puedan expresar en grupo sus planteamientos vocacionales. Incluyen
también cierto proceso de catequesis vocacional. Puede haber círculos
de diferentes niveles, según los intereses de los participantes. Uno
primero más informativo sobe la vocación. U otros más profundos, en
torno al discernimiento vocacional. El círculo vocacional tiene su enclave
ideal en el ambiente en el que se desenvuelven los jóvenes: en su
parroquia, su colegio, su grupo apostólico... No aparta al muchacho de
sus ocupaciones ni de sus apostolados, sino que ofrece una ayuda
vocacional en medio de ellos. Los círculos funcionan muy bien cuando se
reúnen cada tres semanas. Una meta interesante es conseguir que en la
diócesis se establezca un buen número de círculos vocacionales de
distintos niveles, de modo que alimenten las actividades que se
organizan a nivel diocesano.
La relación con otras comisiones diocesanas. El centro
diocesano necesita establecer una relación fluida con otras comisiones
diocesanas, en concreto con la pastoral juvenil, la familiar, la catequética
y la educativa. Es parte de su actividad ordinaria. Sobre todo interesa
ofrecer medios de formación vocacional para los agentes pastorales que
actúan en esos otros niveles. La actitud del centro de pastoral vocacional
será la de ofrecer formación y ampliar perspectivas.

27
2.- La pastoral vocacional en la parroquia
Proceso para vocacionalizar la comunidad parroquial

Preparado por:
Emilio Lavaniegos González

Presentación

El impulso a la Pastoral Vocacional y la preocupación por entender


y explayar el sentido vocacional de nuestra existencia como cristianos
son algunas de las tareas que ha asumido con mucho entusiasmo el
Instituto de Animación Vocacional Sol, y especialmente el P. Emilio
Lavaniegos González, quien nuevamente nos vuelve a sorprender con
esta publicación.
En su ya larga y destacada trayectoria como promotor y animador
de la Pastoral Vocacional en México el P. Emilio se ha distinguido por su
incansable labor de intuir nuevos caminos para proyectar el trabajo de la
animación y promoción vocacional y particularmente por producir
materiales pedagógicos que puedan enriquecer el quehacer pastoral de
los promotores vocacionales en nuestro país. Esta labor tan importante
de los padres Operarios Diocesanos y el liderazgo que han mostrado en
el campo de la Pastoral Vocacional representan una contribución
significativa para todos aquellos que comienzan la apasionante aventura
de acompañar vocacionalmente a los jóvenes de nuestras comunidades
cristianas.
En esta ocasión, y desde el marco de la cultura vocacional, se
proponen una serie de reflexiones y de herramientas para vocacionalizar
la comunidad parroquial. Nos lleva a reconocer las ventajas que la
parroquia ofrece para atraer a los jóvenes y para ofrecerles procesos de
acompañamiento que les permitan responder de una manera más
adecuada al llamado del Señor.
Se constatan algunas características de la mentalidad posmoderna
en la que actualmente flotan nuestros jóvenes, especialmente aquellas
actitudes de sospecha ante las instituciones de nuestra sociedad y que
de alguna manera también afectan su experiencia como creyentes.
Constatando estas tendencias, la parroquia se perfila como uno de los

28
espacios más adecuados para que los jóvenes puedan identificarse
mejor con su fe cristiana, en donde al mismo tiempo se les ofrezcan
procesos de acompañamiento e itinerarios de vida cristiana, para que
estén en mejores condiciones a la hora de responder al llamado del
Señor.
También se hace notar la posición privilegiada que tiene la
parroquia, espacio vital que puede provocar la comunión, en la medida
en que sea capaz de integrar todos los carismas que el Señor derrama
en su Iglesia. Prácticamente en este aspecto la parroquia se juega su
credibilidad.
Se trata, pues, de nuevas y profundas intuiciones fundadas en una
sólida formación teológica y un ejemplar amor a la Iglesia ya la Pastoral
Vocacional. Sin duda estos materiales serán de gran ayuda para
reorientar el trabajo vocacional, considerando los diversos desafíos en
los que se realiza esta labor pastoral tan esencial en la vida de la Iglesia.
Además, de esta forma se comprueba que la Pastoral Vocacional no es
una línea más del trabajo que realiza la Iglesia, sino que responde a su
realidad más íntima.
Saludamos con gozo y esperanza esta nueva aportación ya
nombre de la Comisión Episcopal de Seminarios y Vocaciones. Al mismo
tiempo le pedimos al Señor siga bendiciendo a la Hermandad de
Sacerdotes Operarios Diocesanos, fundada por el Beato Manuel
Domingo y Sol, quien fuera designado por el Papa Pablo VI Santo
Apóstol de las Vocaciones.

P. José Juan Sánchez Jacomé


Secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal
de Seminarios y Vocaciones.

29
1. La comunidad parroquial

La comunidad parroquial es una porción del pueblo de Dios que se


integra como parte viva de la Iglesia Particular ya la vez como una
comunidad de comunidades. La caracteriza, por un lado, la comunión,
pero complementariamente es parte de su misma definición la diversidad.
Subrayando estas dos coordenadas de la parroquia surgen con fuerza
dos características espirituales y anímicas de quienes la forman: el
constate esfuerzo por caminar hacia la unidad y la disposición a acoger a
cada persona y grupo con sus diversos carismas. La comunidad
parroquial tiene como roca firme su unión con el Obispo y su presbiterio
en la Iglesia Particular. Pero a la vez su capacidad de enriquecerse
continuamente con las aportaciones de las pequeñas comunidades que
la forman.
La comunión no es uniformidad. Por eso las pequeñas
comunidades que forman la parroquia pueden tener diversas
características. No se trata de que todos sean iguales, sino que todos
converjan aun mismo fin. Parte importante de la credibilidad de la
parroquia se juega en su capacidad de integrar a todos: comunidades
eclesiales de base, movimientos apostólicos, grupos de catequesis o de
servicio social, grupos de crecimiento humano... La inclusión de todos es
un dato fundamental expresado en la Eucaristía, centro de la comunidad
parroquial.
Es de especial trascendencia la aceptación cordial de las
comunidades religiosas y de otros carismas específicos, que son parte
viva de la parroquia, y el reconocimiento profundo de su valor eclesial y
vocacional. No es vocacional una parroquia que vive de espaldas a la
diversidad de los carismas o enfrentada con ellos. Al contrario, el sólo
hecho de manifestarse unidos y concordes es capaz de crear ya un
ambiente vocacional. Porque la vocación acontece como convocación en
el ámbito de una comunidad.
A la hora de vocacionalizar la parroquia tiene una importancia
central la relación dinámica que se establece entre la comunidad
parroquial y el párroco o el equipo sacerdotal. Los ministros ordenados
son un signo visible y eficaz de lo que toda la comunidad está llamada a
ser. Por eso las actitudes de los sacerdotes son trascendentes en la
edificación de la comunidad.
No se puede dejar de lado la importantísima función que el II
Congreso Mundial de las Vocaciones señala a los presbíteros en la
pastoral vocacional:
El Concilio reconoce el valor insustituible de su labor:

30
"El cuidado de las vocaciones pertenece a la misión sacerdotal misma,
por lo que el presbítero participa en verdad de la solicitud de toda la
Iglesia para que no falten nunca operarios al pueblo de Dios en la tierra "
(P.O. 11).
Al dedicarse a este fundamental ministerio, los presbíteros saben
valorar objetivamente las dificultades, pero no se dejan vencer por ellas.
No consienten que las dificultades engendren desconfianza, reticencia u
omisiones culpables. Los presbíteros se inspiran únicamente en la fe: y
ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (lJn 5,4). Los
presbíteros, en estrecha colaboración con el obispo, entre sí y con los
demás Responsables, cumplen su propio deber, particularmente de
estos modos:
• Anuncian a la comunidad la Palabra de Dios, en lo que respecta a la
vocación cristiana, la vocación presbiteral, las otras vocaciones
consagradas.
• Se muestran abiertos a todos, especialmente a los jóvenes; alientan
la búsqueda de los auténticos valores, apoyan las experiencias
espirituales, apostólicas, misioneras; promueven una educación cristiana
completa, de modo que todo creyente adquiera conciencia de su
vocación.
• Ofrecen el testimonio de su fe, de una vida evangélica, de fervor
apostólico, de caridad verdadera, esperanza y optimismo cristiano, de
modo que otros, movidos por su ejemplo, sientan el deseo de ser como
ellos y de unirse a su misión.
• Saben descubrir personas, especialmente jóvenes, aptas y
dispuestas a elegir la vida consagrada; les manifiestan, con prudencia
pero claramente y sin temor alguno, esta posibilidad, después de previa
oración. Les orientan con sabia dirección espiritual.
Cuando se señala que la pastoral de las vocaciones pertenece a la
misión sacerdotal misma se está mostrando que el presbítero es un
referente vocacional de primer orden, no sólo por su actividad, ni por la
organización de la parroquia, sino principalmente por su testimonio
personal de vida y por su función ministerial.
En los textos evangélicos se subraya y privilegia un rasgo de la
identidad de quienes ocupan los primeros puestos y presiden la
Eucaristía. Es el rasgo del humilde servicio, a ejemplo de Jesús 2. Este
rasgo es irrenunciable en la vida sacerdotal, al grado que se puede
hablar con exactitud teológica de la diaconía presbiteral y de la diaconía
episcopal. Ni el presbítero ni el obispo dejan de ser diáconos, porque el
humilde servicio está en la esencia y en el corazón de su ministerio y en
el dinamismo propio de la misma comunidad cristiana que presiden.
La vocacionalización de la parroquia pide que el equipo sacerdotal
asuma sin ambigüedades este rasgo esencial del ministerio eclesial. Es
un rasgo a la vez profundamente humano y ligado al surgimiento de
nuevas vocaciones, según la recomendación de 1 Pe 5: Apacienten el
rebaño que

31
Dios les ha confiado, no a la fuerza, sino con gusto, como Dios quiere; y
no por los beneficios que pueda traerles, sino con ánimo generoso, no
como déspotas con quienes les han sido confiados, sino como modelos
del rebaño. El texto está afrontando la difícil experiencia de abusos
dolorosos de parte de los dirigentes en las comunidades cristianas
nacientes.
Más aún, hay una serie de prioridades que conviene señalar entre
las encomiendas especiales que P .0.6c señala como principales
obligaciones de los presbíteros. Se trata del cuidado de los corderos del
rebaño, es decir, de los más necesitados. En concreto se alude a los
pobres y los más débiles, a los jóvenes, a los cónyuges y padres de
familia, a los religiosos y religiosas ya los enfermos y agonizantes. El
presbítero y en especial el párroco ha de ejercer el humilde servicio en
medio de estos grupos de personas en situación de especial necesidad
¡situaciones todas ellas profundamente relacionadas con la vida
vocacional!
Si nos hemos entretenido en revisar este rasgo del servicio, tan
íntimo al ministerio sacerdotal, es porque al mismo tiempo ha de ser un
rasgo constitutivo y definitorio de la comunidad cristiana.
Existe una relación dinámica y profunda entre el llamado que Dios
hace a algunos y la vocación de todos. De modo que el llamado al
humilde servicio sacerdotal es ala vez un llamado al servicio que se
dirige a la entera comunidad parroquial. El párroco, con su propio
ejemplo, debe ayudar a la comunidad a volcarse en el servicio a los más
débiles y postergados, entre los cuales ha señalado el documento de
Puebla, a los jóvenes como los pobres entre los pobres (nn. 1166-1205).
Las vocaciones surgen en un clima adecuado. Antes de emprender
acciones directas de promoción vocacional, es necesario promover una
cultura vocacional, que tiene como nota característica la de la entrega de
sí mismos al humilde servicio. Si esto siempre ha sido importante hoy
tiene especial trascendencia, dadas las características de la
posmodernidad.
Los jóvenes actuales han rechazado a las grandes instituciones, y
en concreto el gobierno, los partidos políticos y la Iglesia-jerarquía,
porque no les merecen credibilidad. Pero como contraparte, sobre todo
cuando intentan un camino de autonomía frente al núcleo familiar, es
decir, en la adolescencia, se abren a instituciones intermedias si
descubren en ellas signos claros de valores que vale la pena defender.
Algunas de estas instituciones son las organizaciones no
gubernamentales, los clubes esotéricos, el colegio... y la parroquia.
La comunidad parroquial está en una posición privilegiada por su
cercanía a la realidad de la población y en especial de los jóvenes... pero
¿merece ante sus ojos credibilidad? Todo dependerá de si ellos
descubren en quienes la forman y la representan un espíritu cristiano de
humilde servicio, sin ambigüedades. La parroquia está llamada a

32
ofrecerles un clima vocacional adecuado, donde puedan confiar sus
anhelos y donde puedan verlos en vías de realización.
Esta cultura vocacional necesita ser a la vez una cultura juvenil, en
la que ellos encuentren los caminos de un verdadero protagonismo y
aprendan el inestimable valor del servicio cristiano. Aprenden a vivir en
comunión con la Iglesia Particular ya la vez a valorar su propia
comunidad juvenil como parte de esa comunidad de comunidades que es
la Parroquia. Estos puntos se desarrollarán más adelante, por ahora
hemos querido señalar ante todo la identidad cristiana de la comunidad
parroquial y su valor como artífice de un ambiente vocacional adecuado.

33
2. La parroquia y las vocaciones

Para clarificar la función vocacional de la parroquia, tomamos


como referencia fundamental el n. 40 del II Congreso Mundial de las
vocaciones, La Pastoral Vocacional en las Iglesias Particulares:
La vida y misión de la Iglesia local se desarrolla de modo particular
en las comunidades parroquiales. Ellas son comunidades que tienden a
hacerse adultas en la fe, totalmente ministeriales en el servicio. Ellas "de
alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el
orbe"(S.C. 42). Son como células de la diócesis, escuelas de apostolado
y de espíritu misional, el lugar donde cada uno tiene un don para el bien
de todos. En ellas el presbítero es el animador de los carismas entre los
hermanos, hombre de comunión, servidor de la unidad de los creyentes.
Él condivide las responsabilidades del Obispo también en el campo del
fomento de las vocaciones.
Hay que subrayar la importancia de la comunidad parroquial como
ambiente providencial para la eclosión y desarrollo de las vocaciones
consagradas. Para llevar a cabo este ministerio, la comunidad parroquial
dispone de grandes medios pastorales: la celebración de la Eucaristía y
demás Sacramentos, la oración, el anuncio de la Palabra de Dios, el
servicio de la caridad. Es evidente, pues, la fuerza de animación
vocacional que tienen las comunidades parroquiales empeñadas en las
actividades apostólicas, abiertas a las necesidades de las misiones,
dedicadas particularmente al servicio de los pobres, de los abandonados,
de los marginados.
El n. 43 completa esta doctrina, al referir el dinamismo propio de la
comunidad cristiana:
En este marco, la pastoral vocacional consiste esencialmente en la
iniciación para participar de modo concreto y activo en la vida y en la
misión de la Iglesia particular. La búsqueda vocacional se realiza
especialmente en la comunidad parroquial, en la cual los jóvenes tienen
su participación y responsabilidad.
En ella los jóvenes descubren cómo se construye una comunidad
viva, cómo se escucha la Palabra de Dios, cómo se hace la catequesis,
cómo se ora, cómo se sirve al mismo tiempo a la Iglesia ya la
humanidad. Los jóvenes deben ser ayudados en esta experiencia. Pero
deben sentirse verdaderos protagonistas, según los carismas personales
y en la medida de las responsabilidades de cada uno: " Ellos deben
convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes,
ejerciendo el apostolado entre sí, teniendo en consideración el medio

34
social en que viven"(A.A. 12). Pero su tarea va más allá de ellos:
personas pobres, ancianos, marginados, abandonados.
Trabajando en la comunidad, los jóvenes descubren la realidad en
la que viven y los ministerios y servicios de los que la comunidad tiene
necesidad. Y los compromisos de hoy, si tal es el designio del Señor,
pueden preparar una consagración definitiva para toda la vida.
Los textos muestran con claridad cómo la parroquia está llamada a
ofrecer un camino pedagógico por medio del cual todos los fieles, y
especialmente los jóvenes, pueden progresar en el difícil reto de la
entrega de sí mismos. Esta actitud evangélica del humilde servicio
supone al mismo tiempo un itinerario humano y espiritual. Desde el punto
de vista de la formación humana se destaca la capacidad de amor
oblativo y de auténtico servicio a los demás, que está a la base de la
salud vocacional de los candidatos. Desde el punto de vista teologal se
subraya la apertura del don del Espíritu y la reproducción, en la propia
personalidad, de los rasgos de Cristo, amigo y siervo.
La parroquia será ámbito de surgimiento de las vocaciones cuando
ofrezca este itinerario catequético y espiritual a las personas que están
en la tesitura de elegir un camino en la vida. Nadie elige lo que está fuera
de su ámbito cultural y social. La parroquia es un referente de cultura
vocacional en la medida en que se mantiene continuamente al servicio
de los demás.
No es suficiente el más radical ejemplo, ni tampoco las palabras
más claras; es necesaria la formación de estructuras educativas y
comunitarias que propicien el desarrollo de la fe y de la vocación de los
jóvenes. En la tradición de la Iglesia se valoran especialmente estas
estructuras: desde el antiguo catecumenado, pasando por la -experiencia
de los oratorios y los ejercicios espirituales, hasta los modernos
movimientos eclesiales y los procesos juveniles.
La Conferencia del Episcopado Latinoamericano ha ofrecido toda
una estructura de la pastoral juvenil que parte del reconocimiento de la
necesidad de los itinerarios formativos y vocacionales. Por distintas
partes se han multiplicado las propuestas de procesos juveniles, que han
conocido ya una evolución. Desde las Jornadas de Vida Cristiana,
pasando por los grupos juveniles de carácter catecumenal, hasta las más
modernas versiones de itinerarios juveniles que intentan cuidar
integralmente el proceso formativo, cultivando las diversas áreas de
formación. Esta estructura se puede implementar, mejor que en ningún
otro lugar, en la comunidad parroquial, porque cuenta con los elementos
que favorecen su construcción.
Los jóvenes concederán credibilidad a la parroquia, tan cercana a
su realidad, cuando les abra auténticamente sus puertas y privilegie su
formación cristiana y vocacional; sobre todo cuando se ponga a su
servicio sin ambigüedades y sin otro interés que velar por su bien.
Conviene aplicar a la parroquia y al párroco lo que san Juan Hosco decía
de los educadores: La familiaridad engendra afecto, y el afecto,

35
confianza. Esto es lo que abre los corazones, y los jóvenes lo manifiestan
todo sin temor a los maestros, a los asistentes ya los superiores. Son
sinceros en la confesión y fuera de ella, y se prestan con facilidad a todo
lo que les quiera mandar aquél que saben que los ama.
Si se desea que la parroquia sea fuente de vocaciones, deberá
llegar a ser ámbito de afecto y familiaridad para los jóvenes,
especialmente en ese momento en el que, poco a poco, se desligan del
núcleo familiar para abrirse al horizonte social por medio de los grupos
intermedios que encuentran a su alcance. Esto implica crear espacios
adaptados a sus exigencias culturales.
La pastoral vocacional solamente puede implementarse cuando
existen procesos previos de catequesis y de un modo especial en la
pastoral juvenil.
Estos elementos, así presentados, exigen un replanteamiento de la
parroquia, de su organización y de sus servicios, para que los jóvenes
ocupen verdaderamente un puesto central en la comunidad.
No se trata solamente de la buena voluntad del pastor, ni siquiera
de su identidad presbiteral. Hemos titulado este capítulo la parroquia y
las vocaciones porque el compromiso vocacional es de toda la
comunidad parroquial, que con su estructura misma suscita vocaciones
para toda la Iglesia.
En los siguientes capítulos desplazaremos la atención del párroco
y del equipo sacerdotal a la parroquia, su consejo pastoral y sus
estructuras evangelizadoras, precisamente para insistir en esta
perspectiva más comunitaria. Es toda la comunidad la que necesita
descubrir sus posibilidades de ser fecunda vocacionalmente y la que ha
de anhelar la plena realización cristiana de cada uno de sus miembros y
de todos los hombres y mujeres.

36
3. Las opciones prioritarias

La comunidad parroquial avanzará en su vocacionalización con


más eficacia si en ella se asumen algunas opciones prioritarias. Se
pueden señalar las siguientes:
Las estructuras juveniles. La posibilidad de nuevas vocaciones
depende en buena medida de que los jóvenes se sepan pertenecientes a
la comunidad parroquial. Se su pone como un sustrato previo la pastoral
juvenil con toda su estructura organizativa. Las comunidades juveniles
son una parte importante de esta comunidad de comunidades que es la
parroquia. En ellas los jóvenes son recibidos y evangelizados; aprenden
a ser creyentes ya construir con sus propias vidas la comunidad.
La centralidad de los jóvenes. Estas estructuras juveniles no son
marginales en la Parroquia. Al contrario, el equipo sacerdotal, el Consejo
Pastoral y los diversos grupos existentes se vuelcan sobre los jóvenes y
les dan un puesto central. El cuidado de los procesos juveniles es para
todos algo de gran trascendencia. De manera que se acostumbra a los
creyentes a mirar con especial cuidado a los adolescentes, según la
consigna de Jesús para Pedro: apacienta mis corderos. Esto supone la
presencia y dedicación de los adultos en la pastoral juvenil, y de modo
muy especial de los sacerdotes y personas consagradas.
La fraternidad y la colaboración. Una tercera opción es la de una
relación fraterna entre las diversas vocaciones. Es de gran trascendencia
que nos vean ponernos juntos al servicio, empeñados en la obra común y
subrayando lo que nos une. El solo testimonio de la fraternidad en la fe y
de la complementariedad vocacional en la práctica, es un referente
vocacional de primer orden. Las distancias y las divisiones se pagan a un
precio muy alto en este sentido.
Quien está llamado a propiciar esta profunda comunión entre los diversos
carismas es el párroco. Esta función nace del corazón de su propio
ministerio sacerdotal, pues está llamado a construir la comunión. Al
respecto señala el papa Juan Pablo II: Ustedes [Ios presbíteros] son
educadores de la fe, formadores de las conciencias, guías de las almas,
para permitir a cada cristiano desarrollar su vocación personal según el
evangelio, en una caridad sincera y activa, leer en los acontecimientos lo
que Dios espera de él, ocupar su lugar plenamente en la comunidad de
los cristianos, de la que ustedes son los convocadores y los pastores, y
que debe ser misionera, para permitirle también asumir sus
responsabilidades temporales en la comunidad de los hombres de un
modo conforme a la fe cristiana. Los catecúmenos, los bautizados, los
confirmados, los esposos, los religiosos y las religiosas, individualmente

37
o en grupo, cuentan con su ayuda específica para llegar a ser aquello
que deben ser. En una palabra, todas sus fuerzas están consagradas al
crecimiento espiritual del cuerpo de Cristo, cualesquiera que sean el
ministerio preciso o la presencia misionera que les estén confiados.
La catequesis vocacional. El anuncio concreto y claro de la
vocación como un don de Dios es otra opción necesaria. Que no
permanezca nadie en la comunidad cristiana sin adquirir conciencia del
llamado de Dios para él. Esto supone un esfuerzo por atender lo más
delicado y nuclear de la vida de fe de las personas que forman la
comunidad parroquial, y de un modo especial los más cercanos
colaboradores. Hay que señalar que el adulto en la fe debe ser
consciente de su propia vocación y más aún quien ejerce un ministerio o
servicio a favor de los demás. La conciencia vocacional de todos crea
una cultura vocacional, porque el llamado de cada uno se complementa y
se enriquece con el llamado de los demás.
Al mismo tiempo conviene fomentar un ambiente en el que se
respeten, se valoren, se anhelen y se pidan en la oración las vocaciones
de especial consagración, como un don inestimable de Dios. Pero este
pedir las vocaciones no será coherente si no es a la vez
comprometiéndose cada uno en el propio camino vocacional. Sólo puedo
pedir para los demás lo que de alguna manera vivo y en lo que de algún
modo me comprometo.
Supone implementar materiales por etapas para que todos
conozcan y valoren en don de la llamada de Dios, donde se cuenta con
recursos didácticos que expresen con nitidez este irrenunciable valor y lo
hagan accesible a todos.
Llamar por el propio nombre. La llamada de Dios se hace
audible por medio de la voz de personas amigas que en su nombre
invitan a ofrecer la propia vida. Los presbíteros y especialmente los
párrocos tienen experiencia de esto, porque suelen llamar a los laicos a
la colaboración en las actividades pastorales. Es necesario tener la
valentía de llamar por el propio nombre y de proponer la entrega total y
definitiva al proyecto de Dios. La misma evangelización supone una
llamada y un ponerse al servicio. Pero es necesaria también la llamada
específica para dar la vida en el sacerdocio, en la vida religiosa, en la
consagración secular. La llamada por el propio nombre supone un
discernimiento previo y una profunda actitud orante, una prudencia
grande pero ala vez una audacia profética, típica del ministerio
sacerdotal.
El sostenimiento específico de cada vocación. El clima vocacional
se construye también por el cuidado de las personas consagradas y de
los iaicos que ejercen ministerios en la comunidad parroquial. Es
incoherente llamar a otros cuando el modo de vivir la vocación de
quienes ya han sido llamados no es de plenitud sino de sobrevivencia.
Nuevamente se compromete el ministerio sacerdotal en una de sus
facetas más delicadas: la dirección espiritual. Este y otros medios que

38
ayudan al sostenimiento de las vocaciones deberán ser puestos en
práctica, de modo que las personas ya consagradas o comprometidas en
la comunidad parroquial cuenten con los elementos necesarios para que
su vocación se revitalice continuamente y su testimonio vocacional sea a
su vez convocador de nuevas vocaciones.
El cuidado pastoral de las formas de vida. Especialmente la
vocación de los laicos es percibida y experimentada a través de las
formas de vida. No basta con que tengan conciencia de su vocación
laical. Es necesario que den un sentido a las formas estables que han
marcado su vida y constituyen un campo precioso de espiritualidad
vocacional para ellos. La catequesis en torno a las formas de vida
construye a su vez el clima vocacional de la parroquia. Las personas que
colaboran en la comunidad parroquial deberán dar sentido cristiano y
vocacional al noviazgo, al matrimonio ya la viudez; a la soltería y al
celibato; a la virginidad consagrada; a la paternidad I maternidad ya la
familia; a la profesión ya los diferentes oficios; a la misión ya los
ministerios laicales. Cada una de estas formas de vivir es susceptible de
una verdadera catequesis vocacional.
Las prioridades se traducen en espacios y tiempos comunitarios
significativos, y en concreto en tres iniciativas bien precisas que marcan
a una parroquia vocacional:
• El oratorio eucarístico vocacional, donde todos, pero especialmente los
jóvenes tienen la posibilidad de una oración viva e íntima, adaptada a sus
necesidades culturales y religiosas, tanto en el plano personal como en el
grupal. En este sentido se presenta un reto ala creatividad en torno ala
presencia del Señor en el sacramento ya las maneras de ejercer el
servicio de la animación de la oración. Una parroquia vocacional es
necesariamente una verdadera escuela de oración.
• Las salas de acompañamiento que hacen ver de manera objetiva la
importancia que se da a acompañar procesos. Se trata de los procesos
de los jóvenes, para quienes existe un acompañamiento personalizado, a
través de diversos agentes, pero también para todos. Un estilo pastoral
parroquial en el que las personas son escuchadas, poniendo en práctica
el valor trascendente que la guía espiritual tiene en la tradición cristiana.

39
4. El equipo parroquial
de pastoral vocacional

Al comprender la función del equipo parroquial de pastoral vocacional y


al constituirlo, hay que partir de que la pastoral vocacional no es una
actividad más dentro de la Parroquia. No es algo añadido, o un
departamento aislado. Se trata más bien de una dimensión interior, que
toca el corazón de cada persona, y en especial de cada uno de los
agentes de la acción pastoral. El cuidado de la vocación es una exigencia
de la evangelización y de toda acción pastoral.
Por este motivo el equipo de pastoral vocacional no debe ser un
equipo más, que tenga su representante en el consejo de pastoral.
Deberá comprometer a los mismos responsables de la Parroquia, es
decir, el equipo sacerdotal y el consejo de pastoral, porque ellos son a su
vez los primeros responsables de la pastoral vocacional. De modo que
delegar la pastoral vocacional sería negarse a realizarla. Esta no es una
acción que se delega, sino en la que todos participan directamente. En
concreto el párroco y los sacerdotes, los laicos, religiosos o religiosas
coordinadores de las áreas pastorales. Toda la actividad parroquial
deberá impregnarse de sentido vocacional.
La vocación es el alma de los servicios evangelizadores ya la vez
es el punto motivacionar de la comunión y de la misión. No hay identidad
cristiana sin identidad vocacional. Por ello el equipo de pastoral
vocacional se constituye con la participación de todas las vocaciones. Es
deseable que sea formado por sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y
misioneros, es decir, por la diversidad posible de vocaciones que existen
en la parroquia. También pueden participar los formandos o seminaristas.
Los miembros del equipo vocacional han de ser personas de fe,
con una vida de oración, capaces de trabajar en equipo y conscientes del
valor de la comunión en la Iglesia. Deben contar con una preparación
básica, sin embargo no es necesario que todos ellos estén preparados
para el acompañamiento vocacional.
Lo más importante de los miembros del equipo vocacional es que
tengan conciencia clara y vivencia profunda de su propia vocación. La
capacitación para llamar no es primeramente técnica, sino espiritual y
vocacional.
Las tareas propias de la comunidad parroquial tienen más que ver
con la siembra que con la recolección. Se trata de sembrar inquietudes,
de catequizar, de preparar alas personas y especialmente a los jóvenes
para que en su día puedan hacer una opción libre y serena. La parte más
compleja del acompañamiento y de la selección de los candidatos le
tocará habitualmente a los promotores vocacionales de la diócesis y de
las congregaciones, o a los formadores. El papa Juan XXIII describe

40
hermosamente estas tareas vocacionales en la parroquia: El trabajo del
espigador no es complicado. Sencillamente requiere un corazón abierto y
dispuesto, intuición y discreción, celo sincero y amor de Dios. Basta con
seguir por el surco, que es tanto como decir la huella de la Providencia;
descubrir un indicio, respetar un secreto, alentar una idea escogiendo el
momento justo para dirigir, aconsejar, conducir con mano suave y firme
en los momentos de crisis y tentación.
Los objetivos del equipo vocacional parroquial son bien
concretos, y aunque su acción implique a toda la parroquia, son
fácilmente evaluables. Tienen siempre como alma la oración vocacional y
como medio la catequesis vocacional. Se pueden señalar seis objetivos:

• Promover una cultura vocacional en la parroquia.


• Vocacionalizar las áreas pastorales de la parroquia.
• Formar vocacionalmente a los agentes de pastoral.
• Promover la catequesis vocacional.
• Suscitar el surgimiento de nuevas vocaciones.
• Relacionarse con el centro diocesano de vocaciones.

Para poder realizar su función con eficacia, es conveniente


elaborar el plan parroquial de pastoral vocacional. Este plan quizá en un
primer momento sea independiente de la programación general, pero
poco a poco deberá incorporarse a ella. Se justifica por la importancia
que concedemos a la pastoral vocacional en la parroquia y por la
dificultad que presenta su puesta en marcha en medio del trajín de cada
día.
La elaboración del plan parroquial será una de las primeras tareas
del equipo vocacional.

41
5. Organizando el equipo parroquial

Damos ahora un paso más adelante. Se trata de organizar y poner en


funcionamiento al equipo parroquial de pastoral vocacional. Nunca hay
que perder de vista que esta tarea pastoral tiene un carácter eclesial, de
manera que es reflejo no sólo de las actividades parroquiales sino de
todas las comunidades que existen en la Parroquia.
¿Cuándo organizar el equipo? El primer dato en que queremos
poner atención es que hay que organizarlo cuanto antes. La existencia
de este equipo es algo que no debería cuestionarse. Todo retraso en
poner en funcionamiento el equipo parroquial de pastoral vocacional se
traduce en un mal para la Iglesia. Se pueden señalar los siguientes
pasos:
¿Quién toma la iniciativa? La iniciativa pertenece al Párroco. Así
como el Obispo es el primer responsable de las vocaciones en la
diócesis, lo es el Párroco en la parroquia. De modo que no sea otro, ni un
delegado, sino él mismo ejerciendo su función pastoral, quien convoque
y avale al equipo vocacional. Es el párroco quien debe presidirlo y apoyar
su tarea con toda la fuerza de su autoridad.
¿Con quienes comenzar? En el equipo estarán presentes, al
menos en los momentos más importantes, los encargados de áreas de la
parroquia. Nadie debe desentenderse de esta tarea prioritaria. Ninguna
de las áreas de la actividad pastoral debe eximirse de participar. Quizá
en la práctica hay que distinguir el equipo completo, que incluye a todos
los responsables de la parroquia, de un equipo ejecutivo, que realiza las
actividades vocacionales.
Es conveniente que el equipo sea un reflejo de la diversidad y
armonía de las vocaciones. Privilegiar la presencia de religiosos,
religiosas, seminaristas y formandos; si existieran vírgenes consagradas,
miembros de institutos seculares o misioneros. Contar de manera
especial con los colegios católicos o movimientos juveniles y familiares,
que están especialmente implicados en la pastoral vocacional. No está
de más pedir un seminarista en su año de pastoral para esta tarea. Pero
también conviene la presencia de las diversas formas de vida: casados,
viudos, solteros, jóvenes, profesionistas.
¿Cómo comenzar? Antes de lanzar la invitación a formar parte del
equipo vocacional, conviene dar un paso previo: concientizar a toda la
comunidad de la importancia y trascendencia de la pastoral vocacional.
Lograr un clima de verdadero interés por el futuro de la Iglesia y por
todas las vocaciones. Esto se puede llevar tiempo, quizá hasta un
semestre. Lo importante es que no se perciba como algo ajeno a la
comunidad, sino como una preocupación fuertemente sentida.

42
En un segundo momento, convocar al equipo parroquial, como ya
se ha señalado, con la mayor amplitud posible e implicando a los mismos
responsables de áreas. La experiencia dice que así se evita que unos
pongan obstáculos a otros en la realización de las actividades
vocacionales.
El tercer paso importante sería organizar un curso de formación
para todo el equipo en lo que se refiere ala pastoral vocacional. Es
importante la .parte doctrinal, pero también la parte pedagógica, de modo
que clarifiquen no sólo el qué, sino también el estilo o modo con que se
realiza la pastoral vocacional.
Conviene dar al equipo una mínima organización interna: un
coordinador, un secretario, un tesorero. Según se vayan descubriendo
las tareas propias del equipo, se pueden nombrar también coordinadores
de las diversas dimensiones de la acción vocacional: la oración, la
formación, el llamado y acompañamiento, la colaboración económica.
El equipo no está organizado si no cuenta con un plan parroquial
de pastoral vocacional. No tiene que ser, en un principio, un plan muy
elaborado. Con que ofrezca un objetivo claro para el curso y unos medios
elementales. La función del plan es unificar la actividad del equipo. Poco
a poco se irá confeccionando y enriqueciendo ese plan.
Es importante que se distinga al equipo vocacional como animador
del sentido vocacional de las diversas áreas de evangelización, del
equipo vocacional como ejecutor de actividades que son muy
específicamente vocacionales o que incluso están orientadas al fomento
de las vocaciones consagradas.

43
6. Las actividades vocacionales
en la parroquia

Son múltiples y diversas las actividades vocacionales que le


corresponden a la parroquia. Para proponerlas con mayor facilidad se
pueden señalar cuatro dimensiones de la acción vocacional:

1° La dimensión de la oración. Esta se refiere a la actitud


espiritual con que pedimos a Dios el don de las vocaciones y también a
la actitud con que hacemos oración la propia vocación y las propias
decisiones. Los documentos de la Iglesia conceden un gran valor a la
oración vocacional, concediéndole el lugar del primer e indispensable
medio para la pastoral vocacional. En esta dimensión espiritual se
pueden sugerir algunas tareas concretas:
• La Misa vocacional mensual, en la que se van haciendo presentes
las distintas vocaciones y se invita a toda la comunidad a orar por ellas.
El mismo Misal romano ofrece esquemas para la celebración que marcan
un conjunto de intenciones: por el Obispo, por los sacerdotes, por las
vocaciones sacerdotales, por los religiosos, por las vocaciones
sacerdotales, por los laicos, por la evangelización de los pueblos, por la
santificación del trabajo, por la familia, por los esposos.
• La hora santa vocacional, invitando a hacerla no solo en la sede
parroquial, sino en cada una de las comunidades. Existe la costumbre de
celebrarla los jueves. Se puede dar a la hora santa un ritmo y un
dinamismo que haga presente la oración por las vocaciones en todos los
ámbitos comunitarios y en el conjunto. Hay un campo inmenso de
creatividad en la preparación de temas y en la animación del mismo
momento de oración.
• La celebración de la Palabra con tema vocacional, especialmente en
ámbitos donde el anuncio de la llamada de Dios y la catequesis
vocacional es de especial trascendencia. De un modo concreto en los
grupos de catequesis y juveniles. La celebración en la que las
narraciones bíblicas de la vocación son escuchadas como palabra viva
de Dios.
• La vigilia eucarística vocacional. Una modalidad de oración
comunitaria que une la tradición de las vigilias a la necesidad de
vocaciones ya la presencia de Cristo en la Eucaristía. Se actualiza el
ruego evangélico: envía, Señor, operarios a tu mies.
• La jornada mundial de oración por las vocaciones, en el domingo
del buen pastor (4° de pascua). Aquí caben muchas actividades:
Preparar copias del mensaje que el Papa envía a toda la Iglesia. Estudiar

44
este mensaje con el equipo parroquial de pastoral vocacional. Darlo a
conocer por diversos medios. Organizar una vigilia de oración la noche
del sábado anterior. Decorar el templo parroquial con elementos alusivos
al tema de la jornada... Que este día dedicado especialmente a la oración
vocacional sea percibido con claridad por todos los fieles.
• Los momentos de retiro vocacional, en los que la oración por y con
las vocaciones merece una especial atención. Que los jóvenes tengan
noticia de cómo la comunidad permanece en oración encomendando su
vocación al Señor. Lo mismo hay que decir de momentos diocesanos
importantes, como los preseminarios o los retiros para candidatos ala
vida religiosa. En este caso es todo un detalle enviar un ramillete
espiritual de la parroquia.
• Distribuir oraciones vocacionales para ser rezadas individualmente,
en familia o en comunidad. El uso de estas oraciones al final de la misa y
al concluir las diversas reuniones de los grupos en la Parroquia, según se
acostumbre en la diócesis. Proponer una diversidad de ellas para que no
se caiga en la monotonía.
• La oración de las familias. Cada hogar se constituye como un
espacio privilegiado de oración. La pastoral vocacional no deja de
aprovechar este nivel íntimo y profundo de la oración vocacional. Los
padres que oran por la vocación de sus hijos; los esposos que se
enriquecen mutuamente por la experiencia de la oración; la oración de
todos por las vocaciones.
• La oración de los enfermos que se visitan cotidianamente y puede
ofrecerse especialmente por las vocaciones en la comunidad parroquial y
diocesana. Pedir a los seminaristas y formandos que los visiten en sus
tiempos de vacaciones.
• El vía crucis y el rosario vocacional. Suele contarse con esquemas
bien preparados para aprovechar estos actos de devoción para orar por
la propia vocación y por las vocaciones.
• Los aniversarios sacerdotales y de la vida religiosa, al igual que los
momentos de ingreso en el seminario o en las casas de formación.
Aprovechar estos acontecimientos vocacionales propios de la comunidad
para dar gracias a Dios por su llamada y para pedir su ayuda, como
dicen las letanías propias de las ordenaciones y profesiones, por estos
elegidos.
• Las fiestas patronales, sobre todo subrayando el proceso vocacional
del santo y cómo es un modelo de disponibilidad ante el llamado de Dios
y ante las necesidades de los hombres.
• Aprovechando la devoción mariana con alocuciones e intenciones
vocacionales, desde el rezo del ángelus hasta las novenas y fiestas de la
Santísima Virgen.

2° La dimensión de la formación. Es Una parte indispensable de


los procesos vocacionales. Sólo una Comunidad catequizada: con cierta

45
Cultura vocacional permite que en su seno Surjan nuevas vocaciones. Es
la comunidad que conoce el don de la vocación y lo Pone en práctica,
que valora los procesos vocacionales y se pone a su servicio.
• Formar a los agentes de pastoral vocacional. Si se acepta que todos
son responsables de la pastoral vocacional, será necesario formar
Continuamente Personas para que desarrollen un trabajo más sólido y
fecundo. La formación de los miembros del propio equipo vocacional será
una propiedad.
• Formar a toda la comunidad, de manera que cada uno de los
creyentes sea consciente de la necesidad, naturaleza y grandeza de las
vocaciones en la Iglesia, de su responsabilidad sobre las vocaciones, del
valor grande de su propia vocación y del significado profundo que tienen
los diversos ministerios en la comunidad cristiana.
• Promover la catequesis vocacional en todos los niveles de la
catequesis de los niños, de los grupos de monaguillos, de la pastoral
juvenil y educativa, y de la catequesis de adultos. Tiene especial
importancia la concientización vocacional en ámbitos juveniles que
pertenecen a la parroquia, como son los colegios o centros juveniles.
• Realizar eventos vocacionales para la comunidad parroquial. Por
ejemplo, la proyección de películas vocacionales, la promoción de visitas
a las casas de formación, la redacción de artículos y de programas
radiofónicos, etc.

3° La dimensión del llamado y el acompañamiento. La Iglesia


quiere estar presente cerca de los jóvenes desde el momento de la toma
de conciencia de la llamada de Dios hasta su plena realización en la
comunidad cristiana. Hay que conseguir la cercanía suficiente como para
que los jóvenes puedan compartir sus inquietudes vocacionales y dejarse
ayudar en ellas. Por otro lado, hay que tener la valentía de llamarlos por
su propio nombre y en nombre de Dios. También hay que saber
acompañarlos y sostenerlos para que puedan pronunciar un "sí".
• Llamar para servicios concretos. Se trata de ofrecer a los jóvenes, en
especial a los que ya manifiestan alguna inquietud vocacional, campos
de apostolado, donde el candidato imagina su futuro vocacional y pone a
prueba su vocación. La comunidad parroquial es un ámbito de servicio
que dispone para la opción vocacional.
• Llamar por el propio nombre. Esta llamada es una actividad decisiva
en la pastoral vocacional. No basta con esperar a que alguien se
presente, es necesario proponer la vocación por su nombre, cuando se
descubren en un joven posibilidades para ello. Hay que llamar sin miedo
a ser decepcionados, llamar en nombre de Dios. Llamar mostrando las
necesidades de la Iglesia y del mundo. La función de proponer la
vocación recae ante todo sobre los responsables del proceso formativo
de los jóvenes. Es importante que antes de hacer esta llamada exista un
discernimiento adecuado. El Nuevo Testamento nos enseña la

46
importancia de llamar a quienes ya se dejan mover por el Espíritu y
muestran un estilo de verdadero servicio y de comunión con los demás.
• Después de la llamada viene el acompañamiento. En a parroquia se
ofrece habitualmente un acompañamiento inicial, que tiene sus
características propias. Sobre todo destaca la presentación abierta y
clara de las diversas vocaciones que amplía las perspectivas
vocacionales de los jóvenes y la estimulación de su perseverancia en el
compromiso vocacional. En la parroquia se acompaña de modo especial
a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales y sin embargo, por
motivo de edad o de requisitos académicos, o por otros problemas, aún
no pueden ingresar en una casa de formación. Entonces se plantea el
reto de un proceso prolongado y de una atención integral.
• Una manera más moderna de proponer y acompañar la vocación son
los círculos vocacionales. Se trata de un medio grupal que, sin distraer a
cada uno de su propio apostolado, ayuda a afirmar planteamientos
vocacionales específicos. El círculo vocacional se puede proponer a
diversos niveles y para diversos destinatarios. Lo importante es que abra
un espacio de instrucción y de comunicación y de oración en torno a la
vocación.
• Hay que señalar como un ámbito precioso de acompañamiento la
preparación para el matrimonio, de modo que el equipo de pastoral
vocacional esté en profunda sintonía con los encargados de la
catequesis prematrimonial.
• Existe una parte del acompañamiento que corresponde de modo
exclusivo al párroco y culmina con la presentación del candidato al
Seminario o a una Congregación religiosa. Para un párroco siempre es
un gozo y un privilegio poder presentar candidatos, sobre todo cuando se
han realizado verdaderos procesos vocacionales.

4° La dimensión económica. Esta es una parte necesaria. Una


verdadera estructura de pastoral vocacional parroquial será costosa y
requerirá una financiación. Para esto el mismo equipo parroquial buscará
los recursos. Por la colaboración económica también se muestra el
interés de la comunidad parroquial por las vocaciones. En concreto
conviene cuidar:
• El día del seminario en el que las colectas de las parroquias de
dedican íntegramente a este fin. Es una ocasión para la sensibilización
vocacional de la comunidad y para la participación de todos. En esta
misma línea está la asistencia a eventos económicos del Seminario o de
las casas de formación, en los que se expresa el amor de la comunidad
parroquial por las vocaciones.
• La recolección de donativos mensuales para el seminario. El equipo
vocacional puede asumir este servicio y ayudar muy eficazmente al
departamento de economía del Seminario.

47
• Proponer servicios bien específicos que puede hacer la comunidad
parroquial cuando hay eventos vocacionales, como el transporte de los
jóvenes, la alimentación, la limpieza, etc. Es una manera de contar con
esa comunidad que ha puesto como prioridad la pastoral juvenil y
vocacional.
• Ofrecer a los candidatos y formandos el apoyo económico en su
proceso de formación, proporcionando ropa, colegiaturas, libros, y otras
cosas necesarias para su proceso formativo.
• En la pastoral vocacional debe estar también comprometido el
consejo económico de la parroquia.

Como se puede apreciar el equipo parroquial de pastoral


vocacional tiene múltiples tareas entre manos. En su realización entran
en juego los diversos carismas y servicios, prácticamente la entera
comunidad parroquial.

48
7. El plan parroquial y su presentación .

Si se desea caminar seriamente hacia la vocacionalización de la


parroquia, conviene elaborar un plan parroquial de pastoral vocacional.
Así como dijimos del equipo vocacional, no es un plan más de la
parroquia entre otros, sino que debe afectar a la misma estructura y
organización de la pastoral de conjunto en la Parroquia.
Es probable que la parroquia tenga toda una programación. Pero
también suele ocurrir que ésta no existe. En cualquiera de los dos casos,
al menos al principio, conviene que el plan vocacional sea un documento
aparte. La razón de hacerlo aparte es que reviste una novedad para el
tren de vida habitual de la parroquia. Sin embargo, con el tiempo, el plan
de pastoral vocacional deberá no sólo incorporarse a la programación
general, sino afectar a su misma estructura y estilo pastoral.
Efectivamente, la pastoral vocacional puede ser aglutinadora de toda la
acción pastoral, porque todo el evangelio es vocacional, porque toda
acción pastoral se ordena a la plena realización vocacional de los
creyentes.
Se pretende que el plan vocacional sea conocido por todos en la
parroquia, y en especial por todos los agentes pastorales. Que todos se
abran ala catequesis vocacional y por ende ala relectura de su propia
vocación. Que a nadie extrañe que se realicen en todos los ámbitos
actividades vocacionales.
Las características del plan parroquial de pastoral vocacional serán
las siguientes:
• Central. Que afecte a los planteamientos básicos de la acción
pastoral. Que toque toda la estructura de la acción pastoral. Que implique
a todos los agentes.
• Incisivo y claro. Incida con decisión en todos los ámbitos, de modo que
no deje dudas sobre las acciones que se pretenden desarrollar .Presente
con claridad las acciones de que se trata en cada área de pastoral.
• Breve y sencillo. El éxito del plan vocacional se juega en que todos lo
conozcan y entiendan. Por tanto ha de presentarse con una gran
sencillez. Que se pueda apreciar en un golpe de vista, en una sola
página. Que no queden dudas de qué se trata.
• Naturalidad. La vocación no es un añadido artificial, sino algo que a
todos nos toca esencialmente. Por eso debe presentar con naturalidad el
hecho vocacional, como algo propio y específico de todos, como algo
que importa e implica a todos.

La elaboración del plan deberá hacerse por todo el equipo, con la


participación expresa del consejo de pastoral, de los coordinadores de

49
áreas y del equipo sacerdotal. Incluirá las necesidades vocacionales de
toda la comunidad parroquial.
Se pueden utilizar diversas metodologías de planificación, pero dos
características son necesarias:
• que se parta de las necesidades vocacionales reales de los
destinatarios, de modo que no se les imponga un discurso vocacional
que no aceptan o no necesitan.
• que dé la prioridad a un proceso educativo vocacional, por el
que poco a poco se va llevando a todos a adquirir una mayor conciencia
de su vocación ya responder a ese llamado de Dios.

50
4.- La pastoral vocacional en la comunidad local
Materiales para el estudio comunitario
en las congregaciones religiosas
y los institutos seculares

Preparado por
Emilio Lavaniegos González
Con la colaboración de
Fausto Márquez Domínguez y Eduardo Ramírez García

Introducción

Para una persona consagrada, la pastoral vocacional es una


cuestión de honor. ¿Cómo no preocuparse y ocuparse de que alguien
nos suceda en ese puesto privilegiado de amor a Jesucristo y de
disponibilidad ante quienes necesitan conocer ese amor? Por eso doy
por supuesto que en tu corazón tal inquietud permanece viva. Este breve
folleto intenta dar forma a esa inquietud, sorteando las dificultades que
habitualmente se presentan en la comunidad local para poner en práctica
una acción organizada en favor de las vocaciones. Los capítulos son
cortos y fueron redactados con un lenguaje sencillo, de modo que no te
lleve mucho tiempo leerlos. Lo importante es reflexionarlos. Para eso se
proponen una serie de preguntas en el recuadro al final de cada capítulo.
Intenta responderlas con profundidad, para que luego las puedas llevar a
la oración y al diálogo comunitario
No quiero dejar de alentarte en este camino de la pastoral
vocacional, que es el de tu propia vocación. Esa aventura preciosa la
realizas en el seno de una comunidad local, como todas, con muchas
dificultades. El mejor deseo para ti es que el esfuerzo que supone este
trabajo y la gracia de Dios que nunca falla, despierten en ti el amor y la
ilusión por esa pequeña comunidad, que tiene en sí misma la capacidad
de llegar a ser fuente de vocaciones. María, primera llamada y madre de
las vocaciones, sea como una luz que ilumina el camino y muestra el
bien.

51
1. Trascendencia de la comunidad local

Cuando se pregunta por una congregación religiosa, o cualquier


otra institución eclesial, con frecuencia pensamos en la gran institución.
Se quiere saber si es de derecho pontificio, y si el superior o superiora
general está en Roma. Esto no sólo sucede con los de fuera. Muchas
veces te tropiezas en tu propia vida consagrada con relaciones
comunitarias pobres y realizaciones insatisfactorias del carisma en la
comunidad local, y resulta consolador pensar que al menos en otro lugar
o en otro tiempo, las cosas han sido mejores. El punto es que resulta fácil
que se conceda poco valor a la comunidad local.
Esta percepción de la comunidad local choca frontalmente con la
eclesiología actual, que ha redimensionado y revalorado a la Iglesia
particular. Los conceptos eclesiológicos que nos interesan se pueden
resumir de un modo sencillo en cuatro puntos:

a) La Iglesia es universal, porque es una y es católica. Pero esta


universalidad no hace de ella un ente genérico o abstracto, algo así como
una compañía transnacional. La Iglesia universal no está en Roma
fisicamente, sino en la comunión de todas las Iglesias. Roma es una
Iglesia más, cuyo pastor preside a todas las Iglesias. La Santa Sede es
un organismo para el gobierno de las Iglesias, pero respeta y promueve
el nacimiento, desarrollo y fortalecimiento de cada una de las
comunidades cristianas locales. Precisamente esta es su función.

b) La Iglesia existe como Iglesia particular. Este es el modo


concreto de existir de la Iglesia. Consecuentemente nadie pertenece a la
Iglesia universal sin concretar esa pertenencia en una Iglesia particular.
Esto es válido para los obispos, que no son obispos en general, sino de
un lugar específico. También vale para los presbíteros, que permanecen
incardinados en una diócesis o Iglesia particular. Igualmente es válido
para las comunidades de vida consagrada: cada comunidad se inserta en
una diócesis concreta y participa de la comunión.

c) La comunión de las Iglesias se alimenta y se expresa por medio


de signos visibles. Algunos de estos signos son propiamente
sacramentales. El primero de ellos es la Eucaristía, el signo de comunión
por excelencia. En ella siempre recordamos nuestra unión con el Papa y
las otras Iglesias particulares. Otro signo de primer orden es la persona
del Obispo. Está puesto como signo y medio para la comunión con las
demás Iglesias. Hay muchas formas de colaboración y de intercambio
entre las Iglesias particulares que se enmarcan en este contexto. Una de
esas formas de intercambio son las comunidades de vida consagrada.

52
Sus miembros se alimentan de la Iglesia particular y llevan a otras
Iglesias lo que han recibido.
d) La Iglesia particular se define como una porción del pueblo de
Dios. Es convocada por el Obispo y su presbiterio, que la constituye en el
Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía. En ella
verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa,
católica y apostólica (Cf.. CIC 369). En la Iglesia particular o diócesis
están todos los elementos que constituyen la comunidad cristiana, que se
expresan de un modo eminente en la Eucaristía, presidida por el obispo y
su presbiterio. Hagamos ahora una sencilla aplicación de cada uno de
estos puntos a las comunidades de vida consagrada:

a) La congregación tiene una personalidad jurídica y es


representada por un superior general, que cuenta con un consejo para
ayudarle en el gobierno de la misma. Pero la congregación no es sólo ni
principalmente la casa central, ni el superior general, ni su consejo. Este
consejo está puesto precisamente para promover el desarrollo de las
comunidades locales en la realización del carisma que caracteriza a la
congregación.

b) La congregación existe en la forma de comunidades locales. El


mismo consejo de gobierno está constituido en lo posible como una
comunidad. Cada comunidad local realiza el carisma recibido del Espíritu
Santo y así enriquece a la Iglesia particular. Ninguna comunidad local
agota la riqueza del carisma, pero toda comunidad local debe traducir
ese carisma de modo que sea reconocido y valorado en la Iglesia
particular.

c) La comunidad local debe mantenerse en continua comunicación


y sobre todo en comunión con la Iglesia particular. De ella se alimenta ya
ella enriquece con su don. Más aún, sus miembros deben entender, que
por su humilde presencia el Espíritu Santo concede un don a la
comunidad diocesana, y que en rigor ese don no pertenece a las
personas ni a la comunidad religiosa, sino a la Iglesia. El aporte principal
de la comunidad religiosa no son las tareas que realiza, sino su propia
vida de fe, que pertenece íntimamente a la vida, a la santidad ya la
misión de la Iglesia (L.G.44).

d) La comunidad local de vida consagrada tiene la responsabilidad


de hacer la inculturación del carisma por medio de la vida comunitaria y
del servicio concreto que ofrece. De modo que los miembros de la
comunidad diocesana puedan reconocer en su modo de vivir y en su
servicio un don del Espíritu que los enriquece. Con el tiempo, el carisma
hunde sus raíces en la comunidad diocesana, de modo que no se siente
como un cuerpo extraño, sino como parte de su alma. Cuando la

53
comunidad local ha insertado el carisma en la Iglesia particular, participa
de su vitalidad, recibiendo de esa Iglesia nuevas vocaciones.

Para el diálogo comunitario...

1. ¿En nuestra comunidad local logramos traducir el carisma, haciéndolo


accesible a los demás? ¿En qué podemos notario?

2. Nuestra relación con la diócesis se reduce a colaborar en las tareas, o


es de alma y corazón?

3. ¿Compartimos la idea de promover las vocaciones en red, es decir, en


unión con otras instituciones?

4. ¿Surgen vocaciones para la Congregación en esta comunidad local?


¿Por qué?

54
2. Un ámbito vocacional

Es frecuente ver a los promotores y promotoras vocacionales


"buscando" vocaciones fuera de los propios ámbitos donde la comunidad
realiza su apostolado. Es verdad que Dios llama donde quiere y como
quiere, pero lo ordinario será que las vocaciones surjan de los propios
apostolados. Hay siempre esas honrosas excepciones, como la de los
institutos misioneros u otros, que por sus fines específicos, necesitan
vocaciones provenientes de otros ámbitos.
El problema que se nos plantea es éste: ¿Por qué no surgen
vocaciones suficientes de nuestros propios apostolados? Para responder
a esta pregunta te pido que pongas atención a este texto del II Congreso
mundial de pastoral vocacional:
Es opinión extendida que muchos jóvenes están abiertos a la
persona de Cristo, pero no a la Iglesia y sus instituciones. Este hecho
nos interpela. ¿Qué imagen de Iglesia ofrecemos a la juventud? ¿A qué
Iglesia rechaza? ¿Por qué? Es ciertamente un problema de fe, pero
también de credibilidad. Los jóvenes no creen porque no encuentran
signos y testimonios convincentes que puedan estimularlos a
comprometerse con la Iglesia. Aún más, ciertas incoherencias entre fe y
vida, manifestadas por personas e instituciones, crean obstáculos aún
mayores...
La Iglesia tiene fe en sus jóvenes y cree que ellos la ayudarán a
revelar al mundo su verdadero rostro. La respuesta de los jóvenes será
más generosa si se sienten miembros responsables de la Iglesia, aún
más, miembros privilegiados, y si la Iglesia los llama a un mayor
compromiso en la construcción de una civilización del amor (n.4).
El texto es incisivo. Señala dos puntos que comprometen la
fecundidad vocacional de la Iglesia y podemos aplicar con mucha
facilidad a la comunidad local: la falta de credibilidad y el hecho de no
conceder un lugar a los jóvenes. Ambas situaciones las relaciona con la
fe. Urge suscitar el don de la fe en los corazones de los jóvenes, pero no
es menos urgente recuperar nuestra fe en ellos y sentirlos como propios.
La comunidad local es un ámbito vocacional privilegiado por tres
conceptos:

a) Es un espacio de confluencia vocacional. En la comunidad local


confluyen las diversas vocaciones y formas de vida. Actúan
complementariamente en orden a un único servicio comunitario,
manifestando, a su modo, la unidad de la Iglesia y el espíritu de
comunión.
Habitualmente en nuestras comunidades locales hay presencia
sacerdotal, y algunas veces del Obispo. Persevera, en el corazón del

55
apostolado, la misma comunidad religiosa. Y abundan, cada vez más, los
colaboradores laicos que asumen diversas responsabilidades. Hay que
tener la habilidad de dar a cada quien su lugar. Cada uno de ellos, a su
modo y desde su propia vocación, puede y debe enriquecer su vida de fe
por la participación del carisma de la Congregación.
Pedir al sacerdote lo que conviene desde su propia vocación y
misión, darle su propio lugar como pastor, tanto en la comunidad religiosa
como en el apostolado. No reducir su presencia a meras celebraciones
litúrgicas. Propiciar que su propia vida sacerdotal se vea enriquecida,
exigida y matizada por su participación del carisma.
Propiciar en la comunidad religiosa un sano orgullo de su
pertenencia a la Congregación porque ven que se ponen todos los
esfuerzos para inculturar el carisma específico en .la vivencia de cada
día. Que sea éste el primer ámbito donde se pide el don del Espíritu y
donde nos empeñamos en profundizar el propio carisma. Hacer de la
comunidad un espacio donde los hermanos o hermanas de las distintas
edades encuentren un motivo para esperar y para perseverar en su
camino vocacional.
Anunciar a los laicos con valentía y con amor el propio carisma,
propiciando su participación en él. Siempre en el primer plano del
enriquecimiento de su fe, y después en el de las tareas que concretan de
un modo muy específico la misión. Suscitar en ellos el anhelo de nuevas
vocaciones, porque descubren que su acción comprometida nunca podrá
suplir la presencia de los religiosos o religiosas.
Lo mejor de todo es que la comunidad local ofrece todas estas
posibilidades permanentemente. En ella, no sólo por su actividad, sino
también por su vida íntima, confluyen de un modo natural las tres
vocaciones. Y esto convierte a la comunidad local en un ámbito
vocacional. ¿Cómo no va a llamar la atención de los jóvenes el vernos
actuar juntos para un fin común y con una misma esperanza?
Pero en la comunidad local también confluyen las diversas formas
de vida. Muy en concreto, aparecen la virginidad consagrada y la vida
comunitaria; el matrimonio y la viudez; la profesión y el trabajo; la
maternidad y la paternidad; la soltería y el celibato.
Propiciar un conocimiento y valoración del don de la virginidad
consagrada y de la vida comunitaria. Son realidades cuyo contacto
cotidiano enriquece la vida de los fieles y de toda la Iglesia. Hacer ver a
todos la alegría de compartir la vida y de renunciar a otros lazos afectivos
para tener a Cristo ya los hermanos en el corazón. Aprovechar los
cambios de personal para hacer descubrir el gran valor de la
disponibilidad y para que todos aprendan una lección de
desprendimiento.
Otorgar un puesto primordial al matrimonio como referente
fundamental en la vida de los jóvenes y como institución que merece
respeto. Dar a los esposos cristianos que participan un cauce para su
fecundidad conyugal en el gran bien que pueden hacer a la comunidad.

56
Propiciar en ellos el espíritu de oración y la participación en los rasgos de
la espiritualidad de la Congregación. Siempre contamos con esos
matrimonios que nos han conocido y nos aman... y nos amarían más si
conocieran nuestro corazón. Dar un lugar de especial honor ala viudez. A
veces tenemos el privilegio de contar con personas que han perdido a su
pareja, y abren a la comunidad su corazón y sus manos para ponerse al
servicio. Su don tiene un inmenso valor porque ha sido purificado por
medio del sufrimiento. Pero a la vez es un signo vocacional de primer
orden. Valorar a estas personas no sólo por su trabajo profesional, sino
por su vida.
Reconocer y ponderar el valor del trabajo. Las personas que
realizan diversos trabajos son también parte de la comunidad. Su trabajo
muchas veces oculto y silencioso es un signo vocacional para todos.
Muchos de ellos han unido sus vidas a este trabajo y lo realizan con
sentido de fe. Conviene ayudar a estas personas a que adquieran
conciencia de lo que significan para los demás. Algo similar ocurre con la
Profesión de los colaboradores laicos. Es maravilloso que encuentren
una comunidad religiosa que valora y respeta su competencia
profesional, que agradece su aportación y la reconoce ante todos.
Estamos rodeados de personas que viven la maternidad y
paternidad. Esta forma de vida transforma el corazón de quien la vive y
le abre a grandes posibilidades vocacionales. El corazón de los padres y
madres sabe del sacrificio, del amor abnegado, del don desinteresado de
sí mismos. La comunidad propicia que estos grandes valores se pongan
al servicio y enriquezcan nuestra propia vida religiosa.
Por último está la soltería y el celibato. Cuántas personas solteras
son verdaderos pilares de nuestras obras apostólicas. Los solteros tienen
todas sus fuerzas para el servicio. Son también un signo vocacional en la
comunidad. Sobre todo cuando su soltería es fecundada por la fuerza del
Espíritu a través de un carisma como el de la Congregación.

b) Pone de manifiesto los carismas. La primera pregunta que se


hacen los jóvenes y los laicos cuando se acercan a nuestra vida es ésta:
¿Qué onda con estos religiosos? En el fondo están preguntando por el
carisma. Porque de nosotros se espera que estemos en la onda del
Espíritu. Los creyentes tienen una sensibilidad especial para percibir los
carismas. y también para captar las infidelidades. Saben cuándo damos
un verdadero lugar al Espíritu. Si reconocen esta situación, se
entusiasman y participan.
La comunidad local es el lugar donde el carisma se hace vida. Por
ello es necesario mostrarlo con toda su fuerza y en su contenido íntegro.
Esto se consigue por medio de una catequesis sistemática sobre el
carisma, pero sobre todo por el testimonio de vida de la comunidad
religiosa, que está en el centro y se muestra como cautivada por este
don de Dios. Cualquier signo positivo es percibido por los creyentes y
profundamente valorado. Llama mucho la atención cómo los laicos tienen

57
una concepción de nuestra vida espiritual con frecuencia más alta de la
que tenemos nosotros mismos.
Pero la comunidad local es también el ámbito en el que se
desarrollan los carismas particulares, es decir, los de las personas
concretas. Allí debe darse un lugar a la hermana que sabe hacer pasteles
ya la otra que es buena para la actuación, o ala que tiene buena mano
para los pobres. Facilitar que todos conozcan, valoren e integren
Positivamente los dones que Dios ha concedido a cada persona. No ser i
personas grises, sino llenas de matices que se hallan bien I integrados
con el carisma institucional.

c) Es un campo para el ejercicio ministerial. Es la comunidad local


un espacio de confluencia de los carismas y las necesidades. Este es el
campo fecundo en el que prosperan los ministerios laicales. Existen
ministerios de diverso grado y de diversa competencia. Una breve lista
puede ilustrar su valor en la comunidad local:
Ministerios instituidos. En la Iglesia hay tres ministerios
instituidos que se pueden hacer presentes en la comunidad: el lector, el
acólito y el ministro extraordinario de la comunión. Fomentar estos
ministerios que se interpretan de modo original de acuerdo con las
necesidades comunitarias. Ayudar a que se ejerzan con dignidad y con
prudencia ya que se integren bien con el ministerio ordenado y con otros
servicios. Considerar a estos ministros como personas relevantes en la
comunidad.
Servicios habituales. Se equiparan a los instituidos pero en otros
ámbitos. Son esas personas que asumen responsabilidades estables,
por un año o más. Por ejemplo, el coordinador de la catequesis, el
maestro de educación en la fe, el responsable de la acción social, el
director del dispensario. Habitualmente son personas que están al
servicio de corazón, cuya perseverancia es digna de ser señalada como
un signo vocacional.
Servicios ocasionales. Son los que una persona presta desde su
conciencia cristiana, de un modo espontáneo y libre. Los verdaderos
creyentes se prestan con espontaneidad al servicio. Encuentran siempre
maneras de hacerlo. Desde el que da el aventón poniendo al servicio su
auto y su tiempo, hasta el que va a visitar al enfermo o ayuda aun
estudiante en sus dificultades con los estudios. Fomentar el servicio de
unos para otros, de modo que se propicie una experiencia comunitaria en
la que todos sirven y son servidos, dan y reciben. Al final, en esta
experiencia de dar y recibir está el aprendizaje del amor. Esto prepara la
vocación.
Un último ámbito en el que se ejercen de modo privilegiado los
ministerios es el apostolado. Aquí suelen implicarse también los jóvenes.
El apostolado es el primer ensayo vocacional que nos dispone para una
opción determinada. Propiciar un diseño de los apostolados que no sólo
sea utilitario, sino vocacionalmente formativo. Profundizar el nexo,

58
existente entre la generosidad en el apostolado y el don de sí mismo
para toda la vida. Que se descubra a la misma comunidad religiosa como
verdaderamente apostólica.

Para el diálogo comunitario...

1. ¿En la comunidad local se da su verdadero lugar a la vocación


sacerdotal, religiosa y laica? ¿Qué aciertos y deficiencias descubres en
esta materia?

2. ¿Está presente la dimensión del carisma en la comunidad local?


Señala unos rasgos indicadores.

3. ¿Existe la adecuada valoración y cuidado de todas las formas de vida?


¿Cómo se puede mejorar esto?

4. ¿Hay un ejercicio vivo de los ministerios laicales en la comunidad


local?

59
3. Comunidad que envuelve a los jóvenes

Una de las grandes críticas que suelen hacerse a las comunidades


de vida consagrada es que en ellas los jóvenes no tienen un lugar. La
comunidad religiosa aparece como misteriosa ya veces hostil a los
jóvenes. Colocamos puertas con cerraduras que impiden el acceso a
quien pueda traer un poco de desorden y de alegría. A veces tenemos
pudor de que los jóvenes perciban nuestras incoherencias, o nuestras
malas relaciones. Este es uno de los mayores impedimentos para la
pastoral vocacional.
La comunidad local está llamada a ser un ámbito en el que los
jóvenes son recibidos y como envueltos por el carisma espiritual que la
caracteriza. Los jóvenes necesitan descubrirnos y conocemos para poder
concebir la posibilidad de una consagración al Señor. Somos para ellos la
mediación vocacional más cercana. Se pueden señalar varias notas de la
comunidad local en relación con los jóvenes:
Comunidad educadora. Se parte de la convicción de que la Iglesia
toda está para acoger a los jóvenes y los tiene como primeros
destinatarios de sus esfuerzos evangelizadores. Los Jóvenes no son
personas que se toleran, sino a quienes se privilegia y se concede el
puesto central. Es una cuestión de sentido común y una exigencia de la
propia fe. Lo más importante es transmitirla a las nuevas generaciones.
Si esto, por naturaleza está fuera de discusión, nuestra capacidad de
acogida a los jóvenes se convierte en un reto ante el secularismo que
nos invade. El primer terreno que tenemos que conquistar para los
jóvenes es nuestra propia casa y nuestros propios recursos. Invertir
decididamente los mejores recursos en quienes más lo necesitan.
Empeñar en ello nuestra creatividad e implicar a los laicos en la acción a
favor de los jóvenes. Educar a toda la comunidad eclesial para que toda
ella sea acogedora y educadora de los jóvenes. En la medida en que
permanezcamos ajenos a la juventud, por ley física, tendremos menos
vocaciones.
Comunidad orante. Los jóvenes son especialmente sensibles a los
rasgos de incoherencia que hay en nuestra vida. Esperan ver en
nosotros valores espirituales y los reclaman. Suponen, y es correcto que
lo hagan así, que hay un contraste entre la vida de la gente de la calle y
la comunidad religiosa: mayor austeridad, mayor capacidad de perdón,
mayor vida espiritual, mayor capacidad de desprendimiento. Esperan que
el contacto con Dios sea como el centro y el corazón de nuestra vida, y
quieren comprobar que esto es verdad.
Presentar a la comunidad religiosa como verdaderamente espiritual
es ya hacer pastoral vocacional. Esto se consigue también fomentando
los valores espirituales entre los laicos colaboradores, que de algún
modo participan de la vida espiritual de nuestra comunidad. La
comunidad que ora por los jóvenes, los tiene verdaderamente presentes

60
y les da noticia oportuna de esta oración. Nunca podremos medir lo que
vocacionalmente significa una tarjeta, un abrazo, un estímulo de nuestra
parte en la vida de los jóvenes.
Comunidad al servicio. Este es el otro factor al que los jóvenes son
muy sensibles. Esperan una comunidad que se halle auténtica y
radicalmente al servicio de los demás. Cuando descubren en la
comunidad religiosa opciones de comodidad o de lujo, cuando
aparecemos como mundanos y vanidosos, matamos sus posibilidades
vocacionales.
La relevancia social de una comunidad religiosa no se mide por su
capacidad económica ni por su poder social. Se mide por su carácter
evangélico. Es llamativo que los jóvenes y la sociedad en general valoran
a las instituciones religiosas que se dedican sin ambigüedades al
servicio. A la vez rechazan y ponen en tela de juicio a las instituciones
religiosas que juegan con el prestigio y el poder. En esta materia habría
que recordar a san Pablo, cuyo testimonio es claro: En cuanto a mi,
jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para mi y yo para el mundo
(GaI6,14).
Si la comunidad local se dedica honesta y verdaderamente al
servicio, se hará capaz de suscitar inquietudes. Aquí es conveniente
recordar aquellos interrogantes que según Pablo VI debe crear la
comunidad cristiana para poder evangelizar: ¿Por qué son así? ¿Por qué
viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué
están con nosotros? (E.N. 21 ). Mientras la comunidad local no provoque
interrogantes en quienes la contemplan, será difícil que llegue a ser
fuente de nuevas vocaciones.
Conviene hacer un análisis de la imagen de la comunidad en el
ambiente que nos rodea. ¿Qué ven en nosotros? ¿Dónde están los
motivos de ambigüedad? ¿Qué rasgos comunitarios pueden hacer
evangélicamente relevante nuestra vocación en este ambiente social? La
relevancia no es tanto un bien que hay que ambicionar, sino una
responsabilidad. Tenemos el deber de hacemos relevantes o
significativos en el ambiente social que nos rodea y por los dones que
hemos recibido de Dios, que son los verdaderamente relevantes.

Para el diálogo comunitario...

I. ¿Nuestra comunidad local da un verdadero lugar a los jóvenes? ¿Qué


datos objetivos se pueden argumentar al respecto?

2. ¿Nuestra comunidad se presenta ante los demás como un grupo


verdaderamente espiritual, que da la prioridad al encuentro con Cristo?

61
3. ¿Nuestra comunidad aparece como entregada al servicio evangélico, y
por ello es significativa para los demás? ¿Qué piensan sobre esto los
jóvenes que nos conocen?
4. Pastoral vocacional y pastoral de conjunto

A la hora de intentar poner en práctica la pastoral vocacional en la


comunidad local suele surgir la dificultad de su integración con el resto de
la actividad. Las comunidades religiosas suelen tener un ritmo de vida
intenso, desde el cual una nueva encomienda aparece como una carga
más. Es difícil distraer las fuerzas, ya limitadas, en una acción que
supone mucho esfuerzo y pocos frutos.
La verdad es que debajo de estos argumentos es frecuente que se
escondan otros: un temor a presentar la vocación como es; una
desilusión y descuido de la propia vocación; un recelo de las familias y
del ambiente social que rodea a la comunidad religiosa...
El II Congreso mundial de vocaciones enuncia cuatro principios
para la integración de la pastoral vocacional en la pastoral de conjunto,
que pueden ser interesantes. El Congreso hace propio el pensamiento
manifestado en los planes de acción de muchos obispos y subraya que la
pastoral de las vocaciones;
-se inserta de modo orgánico en la pastoral de conjunto: no es,
pues, una actividad separada,
-se ocupa de forma específica de las vocaciones consagradas: no
es, por tanto, una actividad genérica
-se interesa por todas las vocaciones consagradas: no es, por lo
tanto, una actividad unilateral,
-se dedica al “problema fundamental de la Iglesia ": no es, por lo
mismo una actividad marginal (n. 18).

Nos interesa subrayar especialmente esos "no". La pastoral


vocacional no debe ser, en la comunidad local, una actividad separada,
genérica, unilateral y marginal. Si intentamos enunciar esto mismo en
positivo, hay que decir que la pastoral vocacional es en la comunidad
local una actividad integrada en el conjunto, que hace la invitación
específica, que se ocupa de la vocación de todos, y tiene un carácter
central en el apostolado.
Contemplando así la pastoral vocacional no es algo que se pueda
encargar a una persona, desentendiéndose las demás, sino que implica
a todos: no sólo a la comunidad religiosa, sino a los colaboradores laicos,
e incluso a los mismos destinatarios.
El documento de Puebla nos puede ayudar a distinguir el segundo
punto: aquello de la actividad genérica o específica. Dice así: Porque la
pastoral vocacional es una acción evangelizadora y en orden a la
evangelización, misión de la Iglesia, debe ser encarnada y diferenciada.
Es decir; debe responder desde la fe a los problemas concretos de cada

62
nación y región y reflejar la unidad y variedad de funciones y servicios de
ese cuerpo diversificado cuya cabeza es Cristo (n. 863).
Dicho en otras palabras, esta acción pastoral debe atender a la
problemática real de la vocación de todos los creyentes (en este sentido
es encarnada), pero a la vez debe cuidar de modo muy específico
aquellas vocaciones que son de especial trascendencia para la vida de la
comunidad (en este sentido es diferenciada). Una cosa no está reñida
con la otra.
La pregunta que nos hacemos al intentar hacer pastoral vocacional
en la comunidad local no es ¿cuántas vocaciones necesitamos? , sino
¿qué necesitan los demás para descubrir y vivir su vocación? En todo
caso: ¿qué clase de vocaciones necesita el pueblo de Dios para
continuar existiendo? Como se puede observar, la pastoral vocacional
exige a la comunidad religiosa un profundo salir de sí misma para buscar
el bien de los jóvenes, y de la Iglesia particular.
Surge aquí también el asunto de la integración con el centro
diocesano de vocaciones. En las diócesis suele existir este centro, que
convoca a los promotores vocacionales de las diversas comunidades
para realizar una acción en conjunto. Casi siempre se pone la atención
en el ingreso de nuevos candidatos a las comunidades religiosas, es
decir, en la parte específica. Podríamos quedamos satisfechos diciendo
que ya un miembro de la comunidad participa en el centro de vocaciones.
Para perfilar mejor este punto, conviene enunciar dos principios:
a) Es toda la comunidad y no sólo la persona encargada, quien se
integra ala acción vocacional de la diócesis. Habitualmente se porponen
objetivos y medios que se deben implementar en la comunidad local. Es
un contrasentido enviar un delegado, para que luego no haya una
comunión eficaz en tomo a los compromisos que ese delegado asume.
b) Toda actividad vocacional que realiza la comunidad local debe
estar impregnada de amor e interés por la Iglesia particular y su futuro, y
por todas las vocaciones que existen en ella. De modo que brille el
espíritu eclesial y el sentido de la pastoral de conjunto hasta en las
actividades vocacionales más íntimas de la comunidad local.

Para el diálogo comunitario...

1. ¿La acción vocacional que realizamos en la comunidad local,


impregna toda nuestra vida y actividades?

2. ¿Nos ocupamos del fomento de todas las vocaciones?

3. ¿Nuestros colaboradores laicos y destinatarios tienen conciencia clara


de su propia vocación? ¿De qué manera les ayudamos a vivir
plenamente su vocación?

63
4. ¿Hay una verdadera integración con el centro diocesano de pastoral
vocacional?

5. Cuatro elementos de la comunidad vocacional

Dice el II Congreso mundial de vocaciones: La comunidad, que


toma conciencia de ser llamada, al mismo tiempo es consciente de que a
su vez debe llamar continuamente. De este modo se prolonga en ella la
manifestación del misterio del Padre que llama, del Hijo que envía, del
Espíritu que consagra (n. 13). La comunidad tiene en sí misma la fuerza
espiritual para convocar en nombre de Dios, para ser fuente de
vocaciones. Porque el carisma comunitario dinamiza la vida cristiana y
desarrolla toda clase de posibilidades de entrega y servicio a los demás.
Pero con frecuencia surge la pregunta: ¿Cuáles son las
características de una comunidad vocacional? Lo fundamental es que
sea tal comunidad, es decir, un grupo humano que tiene como fuente de
su propia identidad la experiencia constante de Dios y por ello se
comprende como en estado de oración y de conversión, en estado de
vocación y misión.
Para la comunidad religiosa el camino es muy claro: La primera
aportación que los religiosos y religiosas ofrecen a la comunidad
creyente deriva de su ser religiosos: Lo que más cuenta no es lo que los
religiosos y religiosas hacen, sino lo que son, como personas
consagradas al Señor: Su presencia es signo de una llamada-respuesta
a una existencia radicalmente evangélica, que para cada religioso y
religiosa constituye la razón de su vida (II ,Congreso Mundial, n. 34 ).
Se pueden señalar cuatro elementos que caracterizan a una
comunidad vocacional:
a) El clima general. El primero y más fundamental es el clima de fe
y de testimonio vocacional que reina en la comunidad local. Este clima de
fe supone una catequesis permanente y un esfuerzo constante por
mantener el dinamismo creyente. Habitualmente brota de la misma
comunidad religiosa. El testimonio de una comunidad alegre y
esperanzada anima a todos y hace vocacionalmente fecundo el ámbito
pastoral en el que se halla inserta. Si en la comunidad religiosa hay
verdadera vida de fe, pese a las dificultades, se hace capaz de convocar.
Al contrario, una comunidad en la que la experiencia de Dios no
está en el centro, en la que ha desaparecido el testimonio de fe, hará
estéril el ámbito pastoral que la rodea. Hay situaciones comunitarias de
esterilidad permanente que requieren de un replanteamiento profundo y
radical. Surgen allí los conflictos humanos como determinantes del clima
general, porque ha desaparecido el motivo profundo de su convocación.
Es como si se le arrancara su corazón. Esto será inmediatamente notado
por los jóvenes, que tienen una especial sensibilidad al respecto.

64
El clima vocacional se desarrolla también, como ya hemos
señalado, por las actitudes de aprecio y de interés por todas las
vocaciones, formas de vida y ministerios que confluyen en la comunidad
local. El clima adecuado para el surgimiento de las vocaciones
consagradas es el de un constante desarrollo de todas las vocaciones y
ministerios, el de la comunidad ministerial.
b) El plan de acción. Supuesto un clima vocacional adecuado,
aparece como segunda característica que exista un plan de acción en
favor de las vocaciones y que ese plan sea asumido por todos los
miembros de la comunidad religiosa y por la mayor cantidad posible de
colaboradores.
Las características de este plan vienen bien señaladas para el
ámbito diocesano en las sugerencias acerca de la elaboración del plan
de acción diocesano para las vocaciones, de la Sagrada Congregación
para la educación católica, de 1978. Son adaptables para la comunidad
religiosa local. Son tres:
-El plan debe concebirse en relación con el conjunto de la acción
pastoral y definir su programa respecto a varios sectores que pueden
condicionar la manifestación y perseverancia de las vocaciones
consagradas. Por lo tanto, prácticamente: en relación con la
evangelización, con la pastoral juvenil y familiar, con la vida y el
apostolado de la comunidad religiosa. Es un plan que debe afectar a toda
la marcha de la comunidad. En este sentido se puede decir que la
pastoral vocacional está en el corazón de la pastoral de conjunto y puede
ser muy bien un elemento aglutinador y motivador de toda la acción
pastoral de la comunidad local.
-El plan debe contener las dimensiones esenciales de la acción en
favor de las vocaciones. En concreto: El aspecto doctrinal, por el que se
dan a conocer la vocación y las vocaciones por medio de la catequesis
vocacional y crea la cultura vocacional necesaria. El aspecto espiritual,
por el que se promueve la participación en la liturgia, la oración y los
sacramentos, formando una comunidad que ora por las vocaciones y que
acoge los dones del Espíritu. El aspecto organizativo o funcional, por el
que se ponen los medios concretos que ayudan al surgimiento y
fortalecimiento de las vocaciones consagradas.
-El plan debe ser realista y adaptarse a las condiciones
vocacionales de la comunidad local. Cada comunidad tiene su fisonomía
propia y en medio de ella hay que actuar. Hay que tener presente la
realidad local, que no es la ideal. Escoger objetivos prioritarios,
proponerse realizarlos en diversas etapas. Incluso habrá que sacrificar
otras cosas para poder realizar el plan. El plan debe atender ala
vocacionalización del ambiente pero sin descuidar la promoción y el
cuidado de las vocaciones consagradas.
c) El equipo vocacional. La comunidad local no se vocacionaliza
sólo con buenas intenciones. No se puede pedir al hermano o hermana
promotor que afronte en solitario el conjunto de la acción pastoral. Es

65
necesario constituir un equipo vocacional, invertir en su formación, y
darle una responsabilidad real en el conjunto de la acción pastoral. En el
equipo conviene que estén bien representadas las diversas vocaciones,
las formas de vida y ministerios que son importantes en la comunidad. El
equipo vocacional diseña y ejecuta esas acciones estratégicas que
pueden llevar a toda la comunidad a asumir su responsabilidad en torno
al problema vocacional, que es el problema fundamental de la Iglesia.
d) La centralidad de los jóvenes. La comunidad local tendrá más
posibilidades de ser fuente de vocaciones si promueve la presencia y el
protagonismo de los jóvenes. Sea cual sea la misión de la comunidad
local, los jóvenes tienen la posibilidad de actuar en medio de ella.
Dice el ll Congreso mundial respecto a la comunidad parroquial
algo que es válido también para la comunidad religiosa local: En ella los
jóvenes descubren cómo se construye una comunidad viva, cómo se
escucha la palabra de Dios, cómo se hace la catequesis, cómo se ora,
cómo se sirve al mismo tiempo a la Iglesia ya la humanidad. Los jóvenes
deben ser ayudados en esta experiencia. Pero deben sentirse
verdaderos protagonistas, según los carismas personales y las
verdaderas posibilidades de cada uno. Ellos deben convertirse en los
primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo el apostolado
entre sí, teniendo en consideración el medio social en que viven. Pero su
tarea va más allá del mundo juvenil. Otros tienen necesidad de ellos:
personas pobres, ancianos, marginados, abandonados (n. 43).
Es un texto con contenido amplio, en el que se descubre todo un
conjunto de acciones que son posibles para los jóvenes y conviene
promover. La comunidad local necesita crear los espacios de
participación para los jóvenes. Espacios en los cuales ellos puedan
desarrollar sus propias capacidades y dones en favor de los demás.
Las tareas que lleva entre manos la comunidad religiosa local
constituyen lugares privilegiados para la participación de los jóvenes:
colegios, asilos de ancianos, orfanatorios, dispensarios, colaboración
parroquial, etc. Quizá lo que falta es desarrollar nuestra capacidad para
acoger a los jóvenes, para orar con ellos, para preparar el lugar donde
puedan ejercer el apostolado y hacer de su colaboración una verdadera
experiencia vocacional. En síntesis, quizá nos falta creer en ellos y en la
llamada de Dios que se hace audible cuando los jóvenes se ponen en
contacto con las necesidades comunitarias y se cuenta con ellos para el
servicio.

66
Para el diálogo comunitario...

1. ¿Cómo es el clima vocacional de tu comunidad local? ¿Qué ayudaría


a mejorarlo?

2. ¿Tenemos un plan de acción vocacional en la comunidad local?


¿Cumple las características señalada en las páginas 27 y 28?

3. ¿Es posible constituir un equipo vocacional local con participación de


todas las vocaciones, formas de vida y ministerios?

4. ¿Qué nos falta para dar a los jóvenes la posibilidad de evangelizar en


nuestra comunidad local?

67
6. Pasos para vocacionalizar la comunidad local

A continuación sugiero una serie de pasos que pueden ayudar a


vocacionalizar la comunidad local. Reflejan la experiencia de algunas
comunidades y se intentan prevenir fallos:
a) ¿Quién toma la iniciativa? El primer responsable de la acción
vocacional en la comunidad local es el superior o superiora local. Le
corresponde tomar la iniciativa. Se entiende que lo hace en comunión
con los hermanos y de acuerdo con ellos. La toma de postura oficial hace
ver que esta acción pastoral es algo importante para la comunidad y sus
fines. Una buena manera de presentar la iniciativa puede ser la que
utilizó el Papa Juan Pablo II al recibir a los miembros del II Congreso
mundial: El problema vocacional es el problema fundamental de la
Iglesia. Nadie puede permanecer ajeno o indiferente ante aquél problema
que compromete el futuro de la comunidad.
Hay que evitar que la pastoral vocacional aparezca como un sector
de la actividad privatizado por personas o grupos. Desde un principio
conviene presentarla como una actividad y un compromiso de toda la
comunidad, independientemente del tipo de tarea que se realice, y
buscar el modo de hacer partícipes a todos, desde lo que cada uno
puede aportar. Hay que evitar a la vez que entre en confrontación con las
otras actividades pastorales. Ya hemos insistido en cómo la pastoral
vocacional se integra en la pastoral de conjunto y puede llegar a ser
como su alma o motivación.
b) ¿Con quién comenzar? El superior no puede actuar sólo. Desde
el primer momento deberá aparecer muy unido al promotor vocacional
que se ha designado. Entre ellos debe haber comunicación frecuente y
confianza profunda. Ambos deben hacer presencia junto a la comunidad
religiosa en las actividades vocacionales para darles su verdadero lugar
en la acción pastoral.
Pero una acción tan importante implica a más. Conviene convocar
cuanto antes un equipo de colaboradores. Deberán ser los suficientes
para que las acciones vocacionales que se propongan puedan permear
toda la acción pastoral. ¿Cuántas personas? Depende mucho de las
dimensiones del apostolado comunitario. Pero lo importante es que no
aparezca como un grupo más, sino como una realidad en la que todos
están representados, algo así como el consejo parroquial. Quizá un buen
número es diez o doce personas. Es mejor que esas personas ya estén
colaborando en la comunidad y ya tengan cierta sensibilidad vocacional y
un sentido de comunión con la Iglesia particular.
c) Catequizar la vocación del equipo. Hay que garantizar que
quienes se comprometen en la acción vocacional tengan su propia

68
experiencia de ser llamados y enviados. Esto se hace a través de una
catequesis sistemática y profunda. Es hacer pasar al equipo ya la misma
comunidad religiosa por aquello que pretenden ofrecer a los demás. La
principal calificación del promotor vocacional consiste en su propia
vivencia vocacional. Esto supone que a la vez cada uno de ellos está
haciendo su propio proceso espiritual y tiene un acompañante, es decir,
una verdadera conversión.
Esta catequesis vocacional ayuda a los miembros del equipo a
profundizar al menos en los siguientes aspectos: la vocación bautismal o
común; la vocación específica, ya sea laical o religiosa; las formas de
vida y su sentido vocacional; el valor vocacional de los servicios,
apostolados y ministerios; el sentido vocacional del estilo de la acción en
favor de los demás.
c) Elaborar el plan de acción. La elaboración del plan es parte de la
misma formación el equipo. Al hacerlo, como se ha señalado, hay que
estar atentos a la situación vocacional real de la comunidad. Sin embargo
se pueden señalar cuatro contenidos básicos de la acción del equipo
vocacional:
-El fomento de la oración vocacional. Se trata de despertar en toda
la comunidad un anhelo espiritual que desee y pida el don de la
vocación. No consiste sólo en rezar por la vocación de los demás, sino
abrir el corazón a la llamada de Dios. No basta con repetir una oración;
hay que infundir en las personas el espíritu de oración en su grado más
profundo, que es la apertura a la voluntad de Dios sobre la propia vida.
Toda la liturgia y los actos de devoción deben llenarse de sentido
vocacional. Es conveniente fomentar devociones específicamente
vocacionales como el jueves sacerdotal, la oración comunitaria pidiendo
vocaciones, la hora santa vocacional, la Jornada de oración por las
vocaciones, etc. Implicar también a los jóvenes en esta oración
vocacional.
-La formación o catequesis vocacional. Se intenta formar una
cultura vocacional por medio del conocimiento del misterio de la vocación
y de las vocaciones. Debe incluir la catequesis bíblica y teológica.
También la comunicación testimonial de la experiencia vocacional y el
contacto con el testimonio de los santos. Un medio muy útil son las
películas vocacionales. Pero hay mil maneras de hacer la catequesis
vocacional. Toda la acción evangelizadora de la comunidad deberá afinar
sus contenidos vocacionales. Para ayudar a esto está el equipo
vocacional.
-El llamado por el propio nombre. Llamar es una acción decisiva en
la pastoral vocacional. En la Biblia hay constantes testimonios de este
llamar por el propio nombre. Es un acto que implica mucha
responsabilidad. Antes de llamar es normal que en el equipo vocacional
se hable de esta posibilidad y de la idoneidad del candidato, y sobre todo
se ore por él. El llamado conviene reservarlo a quienes tienen una mayor
responsabilidad. Pero no hay que tener miedo de llamar. No sólo una

69
llamada genérica, sino a personas en particular, con todo el contenido de
emociones que esto supone.
-La colaboración económica. La acción vocacional de la comunidad
necesita sostenerse. Como se ve es una acción amplia y profunda, que
no se improvisa a nivel de los recursos materiales.

Para el diálogo comunitario...

1. ¿Qué ventajas y qué dificultades ves para vocacionalizar tu comunidad


según los pasos que se han presentado?

70
4.- El equipo de pastoral vocacional
Itinerario formativo para los miembros
del equipo de pastoral vocacional

Preparado por:
Juan Francisco Comendador Prisuelos

Presentación
Estas páginas surgen de un convencimiento asumido teóricamente
pero difícil de llevar a la práctica: el trabajo en equipo es una condición
de la eficiencia de la pastoral vocacional. El mensaje de la vocación es
amplio, multiforme, de muchos y variados matices. Requiere testigos
audaces y decididos que, en equipo, sepan transmitir la buena noticia de
la vocación en un mundo que se hace el sordo al llamado de Dios.
El presente librito se divide en dos partes definidas por su contenido.
Los tres primeros capítulos se detienen en justificar la existencia del
equipo de pastoral vocacional, delimitar su campo de acción y señalar
algunos ámbitos (centro diocesano, parroquia, colegio y movimientos)
don-de aquella se torna especialmente eficaz.
Los tres últimos capítulos vuelven su mirada sobre el equipo en sí,
sobre sus miembros, con el fin de ofrecer una guía para su formación:
formar en el sentido de “convocar”, pero también formar en el sentido de
“educar o adiestrar para algo”. Al final, se propone un itinerario formativo
con algunas sugerencias metodológicas que pueden ser de utilidad para
el coordinador o responsable del equipo.
Nuestro deseo es que este sencillo material contribuya a fomentar el
espíritu del trabajo en equipo en nuestros organismos y estructuras de
pastoral vocacional; un espíritu que no responde a la urgencia del
momento, sino a una verdadera necesidad carismática de, en un plano
de unidad e igualdad, mostrar al mundo la sinfonía vocacional, la
profunda complementariedad de las vocaciones, de la Iglesia.

71
1. La necesidad del equipo

En los últimos años se ha ido imponiendo en nuestras comunidades la


convicción de que toda tarea pastoral ha de ser pensada y ejecutada en
su totalidad por un grupo de personas que, aunando esfuerzos y
preparación, hiciesen de la misma tarea un terreno más fecundo y
provechoso. Hoy nadie osa poner en tela de juicio la preeminencia en
términos de eficacia de la labor compartida sobre aquella que se
desempeña a título individual. Uno de los factores que, precisamente, ha
contribuido a alcanzar dicha convicción ha sido el fracaso de los
proyectos pastorales persona-les. Todos conocemos casos como el
siguiente: un joven sacerdote que, tras varios años de empeñar energías
en la parroquia, es trasladado a otro lugar. Decrece entonces la vitalidad
de los grupos juveniles, que habían estado a su cargo, hasta llegar al
punto de desaparecer. Es evidente que tales grupos estaban
excesivamente ligados al carisma personal del joven sacerdote. De
haberse asentado, en cambio, sobre un proyecto pastoral amplio y
definido, el traslado no hubiese resultado tan doloroso para la vida
pastoral de esta parroquia.
Probablemente hemos ido tomando conciencia de la necesidad de
crear equipos que, coordinados, implementen las distintas tareas
pastorales en diversos ámbitos a raíz de experiencias negativas como la
referida anteriormente. Sin embargo, existen unos imperativos positivos
que urgen a la formación de estos equipos:

1. Imperativo bíblico: Jesús no actúa sólo. Tan pronto comienza su


actividad apostólica, se las ingenia para convocar a un grupo de
seguidores más cercanos “para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar” (Mc 3, 13-19 y paralelos). Aunque en los relatos evangélicos
aparezcan personalidades destacadas como la de Pedro, la mayoría de
las veces los discípulos aparecen, escuchan, aprenden, cometen
errores…como grupo. Si Jesús no hubiese dispuesto este grupo, con su
muerte habría acabado todo. Nadie hubiese sido testigo de la
resurrección y nadie hubiese dado comienzo a la Iglesia.

2. Imperativo magisterial: Muchos teólogos opinan que la categoría


principal bajo la que han de entenderse las enseñanzas magisteriales del
Concilio Vaticano II es la de comunión. La Iglesia es el espacio donde
esta comunión entre los creyentes se lleva a cabo. Tal concepción de la
Iglesia como espacio de comunión exige una respuesta en el nivel de las
acciones que ésta realiza. La comunión eclesial necesita objetivaciones
concretas para hacerse visible, también en el nivel de las estructuras. Ya
no es posible, por tanto, acciones puntuales, personales, incluso
contradictorias que desfiguren la comunión. Se precisan, pues,

72
estructuras grupales que sean testimonio vivo de esta comunión a la que
hemos sido llamados.

3. Imperativo jurídico: El Código de Derecho Canónico, siguiendo


estas disposiciones magisteriales, urge e impele a la creación de
consejos pastorales en las distintas plataformas pastorales (diócesis,
seminario, parroquia). Cf. cánones 492, 495, 511, 537.

Estos imperativos, puesto que se derivan de la Escritura y son


explicitados por el Magisterio de la Iglesia, no son discutibles ni
negociables. Trabajar en equipo conlleva dificultades y esfuerzo, es
verdad, pero estamos llamados a asumir el riesgo de dejarnos empapar
por la experiencia y la sabiduría de los demás, el riesgo de sentirnos
interpelados en nuestro obrar, el riesgo de construir juntos, de incorporar
la diversidad. No es una cuestión de eficiencia lo que ha de movernos
a trabajar en equipo, sino una cuestión de “necesidad” carismática.
Es como un instinto, una inclinación, una necesidad de mostrarse unidos.
Conciencia y convicción de que sólo así es posible manifestar la
comunión a la que hemos sido convocados.
Afinemos un poco más. Lo que a nosotros nos interesa en este
momento son los equipos de pastoral vocacional (EPV). Si bien es
verdad que los imperativos señalados sobran para justificar el
establecimiento de equipos de pastoral, en el caso de los EPV existe
además otro factor que exige que la labor de la animación vocacional sea
llevada a cabo en equipo; a saber, el mismo concepto de la vocación y la
complementariedad de las vocaciones específicas.
Con frecuencia, al escuchar el término vocación surgen resistencias
derivadas de una acepción muy extendida pero equivocada. Se entiende
por vocación el llamado que Dios hace a algunas personas para
dedicarse mediante una consagración especial al servicio del Reino.
Así, se dice en el lenguaje ordinario que los sacerdotes o las religiosas
“tienen vocación”. No se contempla la vocación al laicado como un
llamado, tan especial y concreto como los otros, al servicio del Reino. Por
supuesto, en este contexto resulta aún más extraño el hablar de las
formas de vida (matrimonio, soltería, viudez…) desde una perspectiva
vocacional. Se trata de un problema de comunicación, pues, de hecho, la
vocación no es un don que Dios concede a unos pocos privilegiados,
sino un proyecto ideal que Dios ha soñado para cada uno de nosotros,
con nuestros nombres y apellidos.
Dios nos ha hecho primeramente un llamado a la vida. La primera
gran decisión que es el vivir no ha sido tomada por nosotros, sino que
nos ha venido dada. Después nos ha llamado a la fe. Es lo que
habitualmente se conoce como vocación cristiana. Sólo en un tercer
momento nos es revelada la vocación personal que se manifiesta en un
nuevo modo de ser y estar en la Iglesia. Es lo que conocemos como
vocaciones específicas. Todos tenemos una vocación, un proyecto por

73
descubrir y realizar, especialmente los jóvenes, al margen de que se
declaren católicos o no. Para unos, tal camino se concreta en el
sacerdocio, para otros en la vida consagrada y para otros en el laicado. A
un nivel humano, quizá tal camino se concreta en el ejercicio de una
profesión o la creación de una familia. Ningún camino supera en
perfección, dignidad o importancia a los otros: todos son igualmente
importantes y necesarios. Por eso hablamos de la complementariedad de
las vocaciones y de la importancia de que los laicos asuman su
responsabilidad en la pastoral vocacional.
Hemos de preguntarnos, pues, por qué hemos fallado al transmitir
algo tan esencial y aparentemente tan claro. ¿No tendrá algo que ver el
hecho de que hayan sido durante mucho tiempo únicamente los
sacerdotes y consagra-dos los encargados de la pastoral vocacional? La
ausencia de los laicos en esta ardua y delicada tarea ha contribuido, sin
duda, a prolongar la impresión de que la vocación es sólo asunto de unos
pocos. Existen, además, otros factores que explican esta concepción
errónea de la vocación. En el pasado ha habido una comprensión de la
pastoral vocacional como estrategia para reclutar candidatos al
sacerdocio y a la vida consagrada. Hoy, al menos en teoría, se entiende
que la pastoral vocacional consiste en otra cosa. Pero eso lo veremos
más adelante.
Hemos de concluir, por tanto, que el establecimiento de equipos de
PV es necesario no solamente por motivos formales (imperativos bíblico,
magisterial y jurídico) sino por razones de contenido, pues una pastoral
que se quiera calificar de vocacional ha de presentar en igualdad de
condiciones todas las vocaciones específicas posibles y, sobre todo, de
llegar a todos. Y puesto que la vocación no consiste en un conocimiento
de tipo intelectual, sino que sólo se vislumbra cuando se objetiva en
seres de carne y hueso, se hace urgente que estos equipos estén
conformados por personas que se identifiquen plenamente con las
distintas opciones vocacionales.
El primer trabajo del equipo será conseguir la identidad vocacional de
sus miembros. Porque la fe y la vocación se transmiten más desde la
vida que desde la técnica; más como testimonio que como estrategia.

74
2. ¿Qué es y que hace el Equipo de Pastoral Vocacional?

Una vez situados los fundamentos para el establecimiento del


equipo de pastoral vocacional trataremos de definir en qué consiste
precisamente tal equipo:
 Es un equipo, es decir, un grupo organizado, con una estructura
orientada a un fin concreto. Es preciso, pues, definir con nitidez en qué
consiste ese fin, perfilar las funciones de los individuos que conforman tal
equipo en orden a la consecución de dicho fin. Un equipo de fútbol, por
ejemplo, tiene un objetivo claro y definido: marcar goles en la portería
contraria. A su vez, posee una organización que es medio imprescindible
para la consecución del mismo. Un equipo de fútbol en el que el portero
no actuase como tal, el defensa tratara de meter goles y el delantero
enviase el balón hacia su propia portería sería un caos.
 De pastoral. La pastoral es la acción de la Iglesia que tiene por objeto
manifestar su propio ser en el mundo. Tiene un momento de análisis de
la realidad, un momento de proyección de futuro (lo que se quiere
conseguir) y un momento de definir imperativos de acción (los medios
que ponemos para alcanzar el objetivo propuesto). Es decir, un equipo de
pastoral planifica, no improvisa ni realiza acciones descoordinadas. Un
equipo de pastoral, por tanto, no se limita a “organizar” eventos si no
responden a un programa previo.
 Vocacional. Este adjetivo da nombre al fin y los objetivos que se
propone el equipo de pastoral. No es lo mismo un equipo de pastoral
penitenciaria o un equipo de pastoral de la salud que un equipo de
pastoral vocacional. Esto significa, frente a la creencia extendida, que el
equipo de pastoral vocacional no se identifica totalmente con el equipo
de pastoral juvenil. Esta afirmación requiere una explicación aparte, pues
con frecuencia es fuente de malentendidos.
La pastoral vocacional tiene en los jóvenes a sus principales
destinatarios, pero no los únicos. En efecto, es durante la etapa de
juventud cuando la persona ha de hacer una opción vocacional
específica. Pero la vocación no es sólo cuestión de una decisión que se
toma en un momento de la vida. Toda toma de decisión requiere una
preparación previa que incluye el conocimiento de las diversas opciones
y la valoración de las mismas. Una vez tomada, además, es preciso
asumirla progresivamente y ser consecuente con la misma. Por ejemplo,
cuando un chavo elige estudiar medicina, lo hace tras sopesar otras
posibilidades (podía haber elegido estudiar magisterio o una ingeniería).
Una vez tomada la decisión y habiendo comenzado sus estudios, tendrá
que afrontar las dificultades, esforzarse por superar las materias más
difíciles. Cuando se licencie, deberá continuar estudiando a lo largo de la
vida si quiere ser competente en su profesión y no quedarse anquilosado
en viejas técnicas medicinales. Lo mismo ocurre con la vocación: primero

75
habrá que adquirir un conocimiento de las distintas vocaciones, después
habrá que optar por una de ellas, y luego habrá que profundizar en ella,
asumirla, y crecer en la opción hecha.
Esta consideración amplía sin duda el campo de acción de la pastoral
vocacional. Quizá pensábamos que sólo tendríamos que vérnoslas con
adolescentes y jóvenes, pero de pronto descubrimos que también los
niños y los adultos han de ser destinatarios de nuestras acciones. En
otras palabras, la pastoral vocacional no se identifica con la promoción
vocacional, sino que la incluye como una de sus etapas. También existe
una pastoral vocacional de la preparación (etapa previa), una pastoral
vocacional del cuidado (formación básica) y una pastoral vocacional del
sostenimiento de la vocación (formación permanente).
Cualquier ámbito donde se lleve a cabo la pastoral vocacional
(parroquia, colegio, casa de formación, etc.) ha de tener presente la
natural correspondencia de la promoción vocacional con la etapa previa y
las posteriores. El equipo vocacional ha de hacerse consciente de este
radio de acción y tenerlo en cuenta en su planificación.

Todo grupo humano se plantea al constituirse unos objetivos, aunque


éstos no estén explícitamente formula-dos. El equipo de pastoral
vocacional, en cuanto grupo de personas, también tiene unos objetivos
hacia los cuales han de estar orientados todo su ser y su hacer. Es
importante que estos objetivos estén clara y explícitamente definidos y
asumidos por los miembros del equipo. De este modo, siempre habrá
unos criterios claros para discernir el tipo de acción que se quiere
realizar. En otras palabras, el hacer del equipo tiene una clara relación
con los objetivos que se marca. Proponemos como fundamentales los
siguientes, pero cabe añadir otros según las circunstancias:
• Promover una cultura vocacional.
• Coordinar la acción pastoral vocacional con otras plataformas
pastorales.
• Relacionarse con el centro diocesano de vocaciones.
• Formar vocacionalmente a los agentes de PV.
• Vocacionalizar la actividad pastoral.
• Promover la catequesis vocacional.
• Abrir espacios de catequesis y oración vocacional.
• Suscitar el surgimiento de nuevas vocaciones.

Un ámbito privilegiado para implementar el equipo de pastoral


vocacional es la parroquia. En ella se vislumbran los objetivos señalados
cuando el lenguaje vocacional no es extraño y sus miembros poseen
conciencia de su identidad vocacional (cultura vocacional); cuando su
acción pastoral se coordina con otras acciones emprendidas por
instancias incluidas en el territorio parroquial (colegios, conventos, casas
de formación, etc.); cuando se da una presencia habitual en el centro
diocesano; cuando existe una formación sobre la vocación para los

76
miembros del equipo y de la comunidad; cuando toda actividad pastoral
se tiñe de un mensaje vocacional (casamientos, retiros, apostolado
social, etc.), cuando se ofrecen catequesis vocacionales de un modo
sistemático en la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes y se presta
atención a los eventos vocacionales (jornada de oración por las
vocaciones, día de la vida consagrada, aniversarios matrimoniales,
aniversario de la ordenación del párroco, etc.); cuando, por último, del
seno de esa comunidad surgen nuevas vocaciones al ministerio
ordenado y a la vida consagrada, así como vocaciones laicales con un
claro sentido de su misión.

77
3. El equipo sí, pero… ¿dónde?

Varios son los ámbitos pastorales donde el equipo de pastoral


vocacional está llamado a implementarse. Por regla general habría que
decir que, en la medida de sus posibilidades, toda plataforma pastoral
debería contar en su estructura con una pastoral vocacional organizada
y, consecuentemente, con un equipo que la lleve a cabo. Cuatro son, sin
embargo, los ámbitos en los que, por razones diferentes, parece urgente
su implantación:
1. El Centro Diocesano de Pastoral Vocacional. El centro diocesano es
el punto de referencia de toda iniciativa de pastoral vocacional que se dé
en el seno de una diócesis. En él confluyen parroquias, instituciones
religiosas y movimientos de diverso signo. Su función es coordinar estas
iniciativas y asegurar la inserción de las mismas en la pastoral de
conjunto. El obispo ha de designar un responsable del centro, que a su
vez ha de rodearse de un equipo en el que estén representadas cada
una de las vocaciones específicas: ministros ordenados, religiosos y
laicos. La estructura y organización del equipo normalmente adopta la
forma propuesta por el Centro Nacional de Pastoral Vocacional.
2. La Parroquia. La parroquia es, por definición, madre de vocaciones.
Más allá de una estructura jurídica, la parroquia se revela como célula
viva de la Iglesia. En ella se dan procesos de iniciación en la fe que
culminan en una opción vocacional. El dinamismo vocacional de la
Iglesia se juega en la parroquia: ella es madre que engendra y cobija las
distintas vocaciones y formas de vida que el Espíritu suscita: religiosos,
laicos, casados, solteros, viudos, etc. El equipo de pastoral vocacional
desarrolla su acción de un modo coordinado con el resto de pastorales
específicas que se dan en la parroquia: pastoral juvenil, familiar, social,
litúrgica, etc. En ella, el equipo se esfuerza por crear una cultura
vocacional que posibilite la toma de conciencia vocacional de cada uno
de los fieles y el surgimiento de vocaciones al ministerio ordenado y la
vida consagrada. Implementa su acción en coordinación con aquellos
ámbitos susceptibles de recibir el mensaje de la vocación, especial-
mente con los ámbitos juveniles (colegios, asociaciones, comunidades
religiosas, etc.)
3. El Colegio. En muchos colegios regentados por religiosos y
religiosas se percibe un esfuerzo considerable por transmitir el mensaje
cristiano de la vocación a los alumnos, insertando distintas iniciativas
orientadas a este fin en el proceso educativo. En efecto, los colegios son
ámbitos privilegiados para la pastoral vocacional al tratarse de un
espacio absolutamente juvenil. Desechamos muchas oportunidades de
evangelizar a los jóvenes por no plantear una pastoral vocacional
sistemática y coordinada con otras instancias significativas para los
jóvenes como la familia o la parroquia. El equipo de pastoral vocacional
en el colegio dirige su mirada a los jóvenes, acometiendo lo que hemos
llamado la pastoral vocacional de la preparación y de la promoción.

78
4. Los Movimientos laicales, especialmente los juveniles. Cada día son
más abundantes los movimientos de carácter espiritual o social que
implementan su acción pastoral de un modo supra-parroquial e incluso
supra-diocesano. Se trata, por lo general, de movimientos que persiguen
una profundización en la fe de sus miembros, fortaleciéndola a través de
distintas experiencias. Ejemplos de movimientos laicales son El camino
neocatecumenal, Encuentros conyugales, Cursillos de cristiandad,
Jornadas de vida cristiana, etc. También en ellos resulta conveniente la
implantación de un equipo de pastoral vocacional que coordine las
acciones que desde esta pastoral específica se emprenden. Los
movimientos promueven un tipo de experiencia intensa de fe que en
muchas ocasiones es más vinculante que la parroquia. De hecho,
muchas vocaciones a la vida consagrada y al ministerio han surgido del
seno de estos movimientos. Es preciso, por tanto, organizar la acción
vocacional en ellos.
Aunque en toda plataforma pastoral debiera constituirse el equipo de
pastoral vocacional, en éstas se antoja tarea urgente por motivos
diversos: en el centro diocesano, por la necesidad de mostrar la igualdad
y profunda complementariedad de las vocaciones específicas también en
las estructuras organizativas; en la parroquia, porque en ella confluyen
todas las vocaciones y formas de vida; en los colegios, por ser un ámbito
fundamental de la vida de los jóvenes; en los movimientos, por la
incidencia eclesial de los mismos.
Además de estos cuatro ámbitos “territoriales”, por así decir, existen
otros ámbitos o espacios con los que la pastoral vocacional ha de
establecer unos vínculos especiales: la pastoral juvenil y la pastoral
social. En relación al equipo, este vínculo puede darse a través de la
presencia en el equipo de miembros que trabajen en ambas pastorales.
La razón de esta especial conexión parece evidente. Con la pastoral
juvenil, porque aunque la vocación sea un asunto de toda la vida, es en
la juventud donde esta cuestión aflora con mayor intensidad. Con la
pastoral social, porque es en el diálogo con las necesidades del entorno
donde una vocación se cualifica como auténtica.

79
4. Formando el equipo

Formar es una palabra polisémica que en este apartado la usamos


con dos significados. En primer lugar, entendemos por formar el dar
forma u origen a algo. En relación al equipo de pastoral vocacional,
formar, en este sentido, se traduce por convocar. ¿Cómo convocar el
equipo? ¿Qué criterios seguir para seleccionar a los miembros del
equipo?

En este aspecto es preciso hacerse consciente de la realidad de


nuestras plataformas. Con frecuencia, los creyentes no tienen conciencia
de su identidad vocacional y entienden que la vocación es un asunto de
curas y monjas. De este modo, conciben su papel en la pastoral
vocacional como una colaboración en las actividades encaminadas a
promover candidatos para los seminarios y postulantados. La mayor
parte de las veces, ese es el punto de partida del equipo de pastoral
vocacional.

En función de las características del equipo (diocesano, parroquial,


escolar) se han de seguir unos criterios a la hora de convocar u otros. En
cualquier caso, hay tres que se tornan imprescindibles:
 Que todo integrante del equipo tenga una mínima conciencia de su
identidad vocacional, aunque no haya sido expresada explícitamente.
Que tenga, al menos, una clara identidad cristiana.
 Que el equipo sea un grupo vocacionalmente mixto, es decir, que esté
conformado por las distintas vocaciones eclesiales (religiosas,
sacerdotales, laicales) y las diversas formas de vida (casados, solteros,
viudos, profesionistas, etc.)
 Que haya variedad de edades y grupos eclesiales de referencia.

Estos tres criterios se aplican a cualquier ámbito de pastoral


vocacional. El equipo del centro diocesano cumple con estos requisitos:
hay representación de las tres vocaciones específicas y de las distintas
congregaciones y movimientos.

En la parroquia forman parte del equipo el párroco, que es el primer


animador vocacional de la comunidad; una religiosa o religioso que o
bien colabora en la parroquia o bien pertenece territorialmente a la
misma; varios laicos, de edad diversa, que proceden de los grupos que
funcionan en la parroquia: pastoral juvenil, pastoral social, pastoral
litúrgica, grupo de Biblia, etc. La diversidad de edades se contempla a la
hora de invitar a las personas. Es importante que las personas
mantengan la vinculación con este grupo parroquial de referencia. La
pastoral vocacional parroquial, aunque acomete acciones específicas, ha
de realizarse de un modo transversal, permitiendo que todos los grupos y

80
movimientos presentes en la parroquia se empapen del mensaje de la
vocación.

Parece importante señalar otro criterio en este ámbito: la


representatividad de las formas de vida más usuales: matrimonio, familia,
soltería, viudez, profesión, etc. Las personas acceden al conocimiento de
su vocación y la asumen de un modo práctico desde las circunstancias
ordinarias de su vida. Para los laicos son muy importantes las formas de
vida, pues es en ellas donde se ponen de manifiesto las profundas
implicaciones de su vocación. Especialmente en la parroquia tiene
importancia implementar la pastoral vocacional en la preparación para
asumir las formas de vida: la preparación de las bodas, de los bautismos,
de los XV años, de las graduaciones, etc.

En un colegio, aparte de los criterios mencionados, cabe añadir otro


más: la significatividad y relevancia de los miembros del equipo para los
alumnos: profesores que gozan de la simpatía de los jóvenes, personal
de servicio especialmente cercano a los muchachos, papás que
colaboran asiduamente en las actividades del colegio, etc. Todos ellos
son, por lo general, personas cercanas a los alumnos; constituyen una
presencia amable (más que los consagra-dos, incluso) que contribuye
con mayor eficacia a la transmisión del mensaje de la vocación. Por otro
lado, en la mayoría de los colegios existe algo parecido a un
departamento de orientación vocacional, con el fin de ayudar a los
alumnos a tomar las decisiones adecuadas en torno a su futuro
académico y profesional. La relación de este objeto con el de la pastoral
vocacional en un colegio es más que evidente, por lo que se ha de
procurar la presencia del psícólogo u orientador que esté a cargo de este
departamento en el equipo de pastoral vocacional.

Una vez convocado el equipo, ¿qué hacemos con él? Sencillo:


formarlo. Esta vez en el sentido de educar, adiestrar, fomentar la
asunción de las actitudes y habilidades necesarias para ser un agente de
pastoral vocacional. No se trata sólo de obtener destrezas pedagógicas,
sino sobre todo de adquirir una clara conciencia de la propia vocación y
consolidar la vivencia de la misma mediante la formulación de un
proyecto de vida vocacional. Un agente de pastoral vocacional ha de
estar convencido de su propia vocación, amarla y sentirse feliz de haber
sido agraciado con ella. No importa cuál sea ni las formas de vida en que
tome cuerpo; lo esencial es que se tenga clara y se valore la propia
vocación, de tal manera que llegue a tener firmeza para transmitir esta
identidad vocacional a otros.

La formación del agente de pastoral vocacional no apunta sólo, por


tanto, a la adquisición de unos conocimientos o destrezas, sino también,

81
y sobre todo, a delinear una experiencia de vida. Para ello, es importante
cuidar y resaltar algunos aspectos:

 Que el encuentro formativo del equipo sea ocasión de alegría y gozo por
sentirse parte de la Iglesia, esto es: que la formación conlleve el tener
una fuerte experiencia de Iglesia. Tener una experiencia de Iglesia
supone vislumbrar la unidad, la comunión, a pesar de la pluralidad y
diversidad de personas, ideas y estilos. Supone reconocer que esa
unidad es obra del Espíritu, que nos convoca y reúne para el seguimiento
de Jesús, siendo cada uno “hijos de nuestro padre y de nuestra madre”.
Supone no sólo la aceptación del otro y la tolerancia respecto al otro,
sino la apertura a la posibilidad de que el otro pueda ofrecerme un punto
de vista que enriquezca mi vida de fe y me ayude a mejor seguir a Jesús.
Supone aceptar que Dios obra en mi vida a través de los hermanos y
que, además, mi vida es para los demás, no para mí mismo.

 Que el encuentro formativo sea un encuentro de creyentes, que se


esfuerzan por vivir cada día su fe en las circunstancias particulares. Las
reuniones no tienen únicamente por objeto el ponerse de acuerdo, el
discutir cuestiones operativas, sino sobre todo el de compartir la vivencia
de la propia vocación. Para ello, o bien se comienza la reunión
reservando un espacio para la comunicación tras la oración inicial o bien
dentro del mismo marco celebrativo (oración, Eucaristía) se hace
partícipes a los demás de la propia vivencia de la encomienda
(ministerio) a la luz de la Palabra. Esto va creando un clima grupal que
no se basa en la afinidad de intereses o en la amistad solamente, sino
que tiene su fundamento en la persona de Jesús y en el regalo de la
propia vocación que impulsa a contribuir a la tarea evangelizadora de la
Iglesia en el ámbito concreto de la pastoral vocacional. La comunicación
es más espontánea, sincera y honda en la medida en que se otorga igual
validez y dignidad a todas las vocaciones y formas de vida. Las distintas
situaciones humanas requieren una lectura desde la fe para que
podamos hablar de formas de vida. La soltería, el divorcio, la viudez, etc.
son situaciones que pueden ser leídas como un fracaso desde una
perspectiva meramente humana pero que pueden adquirir un sentido a la
luz de la fe. Si estas situaciones son asumidas de modo positivo e
integradas en la propia existencia como parte del proyecto de Dios con
cada uno de nosotros, estamos respondiendo a un nuevo llamado que
Dios hace en esa situación “inesperada”.

 Que el encuentro formativo sea un espacio de oración, que se refiera de


modo constante no sólo las acciones emprendidas, sino también las
mismas personas al que es el Dueño de la mies. En un mundo que va a
una velocidad de vértigo, donde las ocupaciones diarias devoran nuestro
tiempo, los seres humanos agradecemos la habilitación de espacios para
el sosiego, el encuentro con nosotros mismos y con Dios. También en las

82
reuniones del equipo de pastoral vocacional se han de poner los medios
necesarios –a través de la preparación de los tiempos de oración- para
que los participantes fundamenten su vida y acción pastoral en la
presencia viva y actuante de Dios que llama.

Si estos elementos espirituales resultan de capital importancia para


asegurar la identidad grupal, no lo son menos aquellos otros aspectos
que apuntan a la intervención activa de los miembros del equipo. Algunos
de estos aspectos son los siguientes:

 Los integrantes del equipo seleccionan o priorizan los temas de estudio a


desarrollar en los encuentros formativos. Son muchos los temas relativos
a la vocación que merecen la atención y conocimiento de un agente de
pastoral vocacional. Se puede presentar un elenco de estos temas y
seleccionar entre todos los que se consideran más importantes o
urgentes.

 Los integrantes del equipo intervienen como agentes –facilitadores- en


los encuentros formativos y/o proponen personas que expongan
determina-dos temas. Muchas veces, entre los miembros del equipo hay
personas cualificadas para presentar un tema, por ejemplo un psicólogo
que aborde la cuestión de las motivaciones vocacionales o un maestro o
pedagogo que presente una metodología catequética.

 Los integrantes del equipo llevan a cabo lecturas previas que facilitan la
asimilación de los contenidos.

 Los integrantes del equipo elaboran materiales para las distintas


actividades que se implementan. Es quizá en este ámbito donde el
equipo se muestra más fructífero y a la vez incardinado en el contexto
concreto de la plataforma pastoral (parroquia urbana o rural, por
ejemplo). Hay un gran espacio para la creatividad: no se trata sólo de
adaptar sino de crear también nuevos materiales que se ajusten mejor a
la realidad de los destinatarios concretos.

 Algunos integrantes del equipo asumen los cargos de coordinador,


secretario y tesorero. La creación y distribución de estos roles ayuda a
dar estabilidad al grupo. El coordinador tiene una especial
responsabilidad. Él es quien, normalmente convoca al equipo.

 Los integrantes del equipo se distribuyen en distintas comisiones de


trabajo que respondan a las acciones que se realizan. Algunas de estas
comisiones pueden ser:
 La oración por las vocaciones. Se encarga de dinamizar la oración
vocacional en la plataforma pastoral correspondiente.

83
 La catequesis vocacional. Tiene por objeto diseñar y ofrecer
sistemáticamente catequesis vocacionales por niveles, en coordinación
con otras pastorales (niños, adultos, formas de vida y sacramentos).
 Los eventos vocacionales. Organiza y pre-para los eventos vocacionales
extraordinarios tales como la semana vocacional, la Jornada mundial de
oración por las vocaciones, retiros vocacionales, día del seminario, etc.
 Acompañamiento vocacional. Al menos dos personas preparadas para
acoger y acompañar las inquietudes vocacionales de algunos miembros
de la comunidad.
 La pastoral juvenil-vocacional. Se encarga de proponer catequesis
vocacionales sistemáticas y círculos vocacionales en los grupos
juveniles.
 Relación con instituciones vocacionales (monasterios, seminarios,
familias, grupos de voluntariado, etc.).
 Participación en el centro diocesano.
 Comisión de economía. Tiene por objeto sostener las actividades del
equipo.
 Etc.

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5. Hacia un itinerario formativo

En este capítulo, el más largo de todos, pretendemos ofrecer un


sencillo itinerario formativo que sirva de guía al coordinador o animador
del equipo. Se trata de una selección de nueve temas que abarcan
diversos aspectos relacionados con la vocación. Casi todos los temas se
suelen tratar en un curso básico de pastoral vocacional. Nos referiremos
habitualmente al manual Curso Básico de Pastoral Vocacional (Servicios
de Animación Vocacional Sol, 2007), bien sugiriendo algunas páginas
para su lectura o bien proponiendo al facilitador, junto con otra
bibliografía, la consideración de algunos capítulos para la exposición de
algún tema.
En las páginas siguientes presentaremos el contenido concreto que ha
de abordarse en cada uno de estos temas. Lo haremos atendiendo a los
siguientes elementos:
 Contenido. Se menciona brevemente el contenido fundamental de cada
tema, las ideas que al final del mismo deberían quedar claras
 Metodología. Se propone un guión general para el desarrollo de la
sesión formativa en el que se salva-guardan tres momentos
fundamentales: uno primero de sensibilización, otro de explicación y un
último de aplicación.
 Recursos y bibliografía. Se sugiere bibliografía pertinente a cada tema
con el fin de que el facilitador adquiera un mayor conocimiento de la
cuestión a tratar. A su vez, se proponen algunos elementos auxiliares
(películas, canciones, esquemas, dinámicas, etc.) que ayuden al
desarrollo del tema.
Los temas, con sus correspondientes objetivos, son los siguientes:
1. La historia de mi vocación: Los participantes expresan con sus palabras
el sentido actual de su propia vocación.
2. El concepto auténtico de vocación: Los participantes visualizan los
conceptos reductivos de la vocación y formulan la concepción cristiana
de la misma.
3. Cultura y vocación: Los participantes se hacen conscientes de los
condicionantes de la cultura contemporánea para proponer el mensaje
de la vocación.
4. Los niveles de la vocación y los valores vocacionales: Los participantes
vislumbran distintos modos de vivir vocacionalmente y comprenden el
significado de los valores vocacionales.
5. Etapas de la pastoral vocacional: Los participantes comprenden la
pedagogía de la propuesta vocacional en relación con los procesos de
fe.
6. La catequesis y el círculo vocacional: Los participantes aprenden una
metodología catequética para implementar una catequesis vocacional y
distinguen los distintos tipos de círculos vocacionales.
7. Vocaciones específicas y formas de vida: Los participantes visualizan las
características que definen cada una de las vocaciones específicas y la

85
densidad vocacional que presentan las formas de vida, así como la
profunda complementariedad entre ellas.
8. Acompañamiento y entrevista vocacional: Los participantes reconocen la
necesidad de ser acompaña-dos y adquieren algunas destrezas para
conducir la entrevista.
9. Espiritualidad del agente de pastoral vocacional: Los participantes
asumen su papel en la pastoral vocacional de un modo alegre y decidido
como algo necesario para vivir su propia vocación.
Los temas sugeridos son dispares en contenido y extensión. Se han
introducido temas de carácter antropológico (1, 3 y 9)), teológico (2, 4 y
7) y pedagógico (5, 6 y 8). Las perspectivas, como se verá, no son
excluyentes, sino que se interrelacionan profundamente.
Unos temas requerirán de más sesiones que otros. La cantidad de
encuentros destinados a desarrollar un tema dependerá de la naturaleza
específica de la cuestión a desarrollar y de las características de los
destinatarios. Así, por ejemplo, en un colegio el tema de la catequesis
vocacional y los círculos vocacionales requerirá de menos sesiones si la
mayoría de los miembros del equipo son maestros, esto es, si están
familiarizados con cuestiones de pedagogía general. En cada uno de los
temas, sin embargo, se propone un número de sesiones determinado
para su desarrollo.
Por otro lado, la necesidad de síntesis nos ha llevado a omitir otros
temas que pudieran parecer importantes, como la teología bíblica de la
vocación, las disposiciones magisteriales sobre la vocación, los
organismos y ámbitos de la pastoral vocacional, etc. Si el coordinador lo
considera conveniente, puede añadir estos otros temas o abordar-los de
un modo transversal.
Conviene que individualmente los miembros del equipo vayan
asistiendo a cursos de pastoral vocacional que les ayuden por un lado a
mejorar su preparación y, por otro lado, a tener una experiencia eclesial
con otros agentes y otros ámbitos de la pastoral vocacional.
A todo aquél que, convencido de la necesidad carismática de trabajar
en equipo, se ha decidido a convocar el equipo de pastoral vocacional,
no nos queda sino animarle en esta delicada y hermosa tarea de formar
a los agentes del futuro. Todo esfuerzo que se encamine en esta
dirección no será en vano, pues contribuirá a revitalizar su comunidad
tocando lo más íntimo que el Señor ha puesto en los corazones de los
que la componen: la vocación.

86
6. Los temas

1. La historia de mi vocación
Contenido. La reflexión personal y comunicación de la propia
experiencia vocacional. Es importante que los miembros del equipo –
especialmente los laicos- perciban que, aunque no sean muy conscientes
de ello, ellos también son depositarios de una vocación personalísima;
que las personas describan, con sus propias palabras, su propio proceso
vocacional.
Metodología. Una sesión de hora y media es, en principio,
suficiente para realizar este ejercicio. La metodología ha de ser en este
caso eminentemente vivencial. Es importante comenzar con una
dinámica profunda de conocimiento donde se dé cuenta de las razones
por las que cada uno ha accedido a formar parte del equipo. El
coordinador ha de moderar las intervenciones para que este momento no
se alargue en exceso.
En un segundo momento, se introduce una dinámica de reflexión
personal sobre los eventos vocacionales más signficativos de la propia
historia. Se puede hacer “la línea de la vida”, trazando una línea en un
papel en blanco que representa la propia vida desde el nacimiento hasta
el momento actual, o “el radar vocacional”, que es una variante del
ejercicio anterior. Tras este ejercicio personal, se puede compartir con un
par o en pequeños grupos.
Conviene terminar la sesión con una breve oración de acción de gracias
por la vocación recibida. Proponemos la recitación conjunta del salmo 16
–Me ha tocado un lote estupendo, ¡qué hermosa es mi herencia!- para
concluirla.
Recursos. Cualquier dinámica de integración y conocimiento
puede valer. Para “la línea de la vida” sólo se requiere un papel en
blanco. La dinámica “el radar vocacional” se encuentra en los materiales
para el profesor del Curso Básico de Pastoral Vocacional (CBPV, de aquí
en adelante).

2. El concepto cristiano de vocación


Contenido. Las concepciones más frecuentes de la vocación distan
mucho del concepto auténtico. Normalmente se utiliza el término
vocación para referirnos a aquello que nos gusta o para lo que tenemos
aptitudes (profesión), aquello en lo que servimos a los demás (opción
altruista), una opción de vida que conlleva definitividad (matrimonio) o
algo sagrado que se comprende como privilegio divino (sacerdocio o vida
consagrada). Ninguna de estas acepciones da cuenta totalmente de lo
que es la vocación: a saber, un don de Dios para todos y cada uno de
nosotros para realizar una misión concreta en la vida. Es importante
clarificar el concepto de vocación, porque según lo entendamos así
emprenderemos la pastoral vocacional. Si confundimos vocación con

87
profesión, entenderemos la pastoral vocacional como orientación
vocacional-profesional. Si pensamos que la vocación es sólo asunto de
curas y monjas, haremos una pastoral vocacional dirigida a “reclutar”
candidatos para los seminarios y noviciados.
Metodología. Una sesión de hora y media. Comenzamos dividiendo al
equipo en grupos de tres. Cada grupo ha de formular una definición del
término vocación que después será puesta en común. Al hacer el vaciado
en el pizarrón el facilitador se cuidará de anotar las palabras clave que
responden al concepto auténtico en el centro y las que se refieren a los
reductivos en las esquinas:

Gusto Opción por los


Aptitudes Don de Dios demás
Realización Llamado Generosidad
personal Acontecimiento
Misión Algo sagrado
Matrimonio Diálogo Privilegio
Definitividad Curas
Monjas

Tras la puesta en común, se realiza la explicación de los distintos


conceptos y el modo de plantear la pastoral vocacional que de ellos se
deriva.
A continuación, se da tiempo para la lectura de las páginas 31-36 del
CBPV, invitando a subrayar lo que llame la atención o no se comprenda.
Tras un breve diálogo, se trata de responder en común a estas
preguntas: ¿Qué me sugiere este concepto de la vocación? ¿Qué me
resulta novedoso? ¿Cuestiona esto tu concepción de la pastoral
vocacional?
Finalizamos con un momento de oración. Se puede proclamar el texto
de Ex 19, 1-11, en el que Yahvé propone la alianza a su pueblo.
Recursos y bibliografía. Además del CBPV, puede resoltar interesante
presentar algunos libros de orientación vocacional para constatar la
concepción de vocación más habitual como aquello que para lo que
tenemos capacidades. Dos títulos, a modo de ejemplo, son: John I.
Holland, La elección vocacional. Teoría de las Carreras, México, 1992; y
Nuria Cortada, El profesor y la orientación vocacional, México, 1993.

3. Cultura y vocación
Contenido. La cultura postmoderna reviste algunas características de
las que es preciso hacerse consciente para pro-poner el mensaje de la
vocación de modo que sea comprensible para el hombre de hoy. Entre
otras, se destacan la preponderancia de la subjetividad sobre cualquier
sistema objetivo de valores, la supervaloración de lo material en
detrimento de lo espiritual, el consumo de lo inmediato, la religiosidad
ambigua, etc. Esas peculiaridades de la cultura, que se expanden por

88
todos los rincones del planeta a causa de la globalización, afectan de un
modo específico a los jóvenes en cada contexto. Es preciso analizar las
características de los jóvenes con los que trabajamos para adecuar el
mensaje de la vocación a su sensibilidad. De esta forma, habrá que
presentar con mayor nitidez los matices del mensaje cristiano que
conectan mejor con la sensibilidad del hombre contemporáneo.
Metodología. Sugerimos desarrollar este tema en dos sesiones. En la
primera, los miembros del equipo tendrán que haber leído previamente
las páginas 17-22 del CBPV. Se iniciará el encuentro compartiendo las
impresiones de cada uno tras la lectura del apartado propuesto. Después
dividimos el grupo en dos: uno tratará de buscar en las circunstancias
culturales elementos que favorecen la opción vocacional, otros
elementos que la obstaculizan. Tras la puesta en común, el animador
explicará brevemente las dudas que hayan surgido, poniendo especial
atención al tipo de experiencia cristiana que conecta mejor con la
sensibilidad de los jóvenes de hoy. Para ello, pueden servirle de ayuda
las notas propuestas en las páginas 23-26 del CBPV. En un tercer
momento, se pueden ilustrar las características de la cultura
postmoderna escuchando dos canciones de géneros diferentes: Me
gustas tú, de Manu Chao, y Ríe y llora, de Celia Cruz.
La segunda sesión puede dedicarse a analizar, en concreto, el modo
en que la cultura postmoderna incide en el propio contexto y, en
particular, en los jóvenes con los que se trabaja. Para ello, puede ser útil
la hoja Las culturas juveniles, que se incluye en el bloque introductorio
del material para el profesor del CBPV. Se trata, en primer lugar, de
identifi-car la cultura juvenil con la que se trabaja (estudiante, rural,
indígena, etc.) y, en segundo lugar, descubrir las dificultades, riesgos,
ventajas y oportunidades que tal cultura presenta para el ejercicio de la
pastoral vocacional.
Recursos y bibliografía. Además del CBPV y el material para el
profesor, puede resultar la interés la lectura de Vattimo, G., Al final de la
modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura postmoderna, Ed.
Gedisa, Barcelona, 1985. El análisis que el sociólogo Javier Elzo
presenta en el estudio Jóvenes españoles 2002 y vocación, en la revista
Seminarios (Vol. L, 2004) puede, a su vez, arrojar luces para la
realización del segundo ejercicio. Las canciones pro-puestas están
incluidas en los discos Regalo del alma (Celia Cruz, 2003) y Próxima
estación: Esperanza (Manu Chao, 2001).

4. Los niveles de la vocación y sus valores


Contenido. La vocación es un acontecimiento esencial en la vida de
todo hombre, de tal modo que, aunque éste no se haga consciente de
aquella, es capaz de vivir vocacional-mente. Cuatro son los niveles de la
vocación: nivel huma-no o vocación a la vida; nivel cristiano o vocación
bautismal a la santidad; nivel específico (ministerio ordenado, vida
consagrada, laicado) y nivel institucional. Los valores vocacionales

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afectan a todas las vocaciones y se viven en cada uno de estos niveles,
aunque su concreción práctica varía de acuerdo al nivel y la vocación
específica. Lo importante de esta sesión es vislumbrar la vocación como
algo ordinario y cotidiano, para nada extraordinario, y convencerse, por
tanto, de que el mensaje de la vocación, si es presentado con acierto,
siempre es relevante para las personas.
Metodología. Con una sesión será suficiente para abordar esta
cuestión. Se comienza repartiendo por grupos la biografía de personas
que, de alguna manera, han vivido vocacionalmente: Che Guevara,
Martin Luther King, Madre Teresa, Ghandi, etc. Cada grupo tendrá que
responder con argumentos a la pregunta: ¿tuvieron estas personas
vocación? ¿Por qué? Tras la puesta en común, se explicarán los niveles
de la vocación y los valores vocacionales. Al final se puede provocar una
discusión en torno a este último punto con el fin de aclarar la diferencia
entre el consejo evangélico en cuanto distintivo público de los religiosos y
el valor vocacional, que afecta a todas las vocaciones.
Recursos y bibliografía. Para realizar las biografías ad hoc se pueden
extraer los datos de www.wikipedia.org. Este apartado se encuentra en
las páginas 107-117 del CBPV.

5. Etapas de la pastoral vocacional


Contenido. La vocación no es un asunto que sólo se plan-tea en una
etapa de la vida (juventud, momento de la opción) sino que afecta a toda
la existencia. A grandes rasgos, se puede hablar de cuatro etapas de la
pastoral vocacional: preparación, promoción, cuidado y sostenimiento de
la vocación. Estas etapas se asientan sobre un proceso de fe que, a su
vez, comprende tres momentos fundamentales: apertura, crecimiento y
desarrollo de la fe. Lo importante de este tema es vislumbrar la profunda
relación existente entre proceso de fe y proceso vocacional.
Metodología. Este tema se puede abordar en dos o tres sesiones,
según las características del equipo. En una primera sesión se han de
explicar los tres momentos fundamentales del proceso de fe y su relación
con las etapas de la pastoral vocacional. Para ello, se puede iniciar
pidiendo a cada participante que se pregunte por el desarrollo de su
propia fe: ¿cómo ha ido cambiando mi fe a lo largo de los años? ¿en qué
se nota? Tras una puesta en común, se explica el tema. Para ello, se
puede presentar el cuadro de la página 187 del CBPV en un power point.
En una segunda sesión, se explican con detenimiento las etapas de la
promoción vocacional. Es importante vislumbrarlas con claridad porque
determinarán las actividades que el equipo realice. Se pueden ilustrar
con un caso personal: el de una religiosa o sacerdote miembros del
equipo que identifiquen las seis etapas en su proceso desde la toma de
conciencia de la vocación hasta su ingreso en la casa de formación.
También se puede presentar en power point el cuadro que aparece en la
página 190 del CBPV.
La tercera sesión estará dedicada a la elaboración de un itinerario

90
vocacional sencillo para el momento de la pro-moción vocacional. Esta
tarea será acometida por el equipo del centro diocesano o un equipo
congregacional de pastoral vocacional. En otro tipo de equipos (parroquia
o colegio) habrá que informar del itinerario que propone la diócesis y/o
congregaciones, quedando esta parte incluida en la segunda sesión.
Recursos y bibliografía. El libro de Cencini, A., El árbol de la vida, San
Pablo, Madrid, 2005, nos hace una pro-puesta integral de pastoral
vocacional que abarca todas las etapas. Su lectura puede ayudar a
clarificar conceptos al facilitador. La explicación puede ayudarse del
apartado “La pedagogía vocacional”, en el CBPV (pp. 185-199). Para la
realización del itinerario, véase el ejercicio correspondiente en el bloque
práctico de los materiales para el profesor del CBPV.

6. La catequesis y el círculo vocacionales


Contenido. La catequesis responde a la necesidad de transmitir un
contenido de fe, en este caso la vocación. No se trata de una
comunicación doctrinal, sino de una experiencia de fe a través de la cual
un aspecto de la vida es iluminado por el Evangelio. La catequesis
vocacional aborda múltiples aspectos de la vocación, desde el sentido de
la vida hasta la urgencia de la opción. Se ha de hacer de un modo
sistemático y atento a la sensibilidad de los destinatarios.
El círculo vocacional es una forma de acompañamiento grupal que
reviste diversas características según su modalidad. Puede ser
informativo (donde literalmente “se informa” sobre la vocación, abierto a
todos), formativo (para aquellos que van perfilando una opción y
necesitan saber más) y, por último, un círculo para el ingreso (para los
que han decidido ingresar en una casa de formación). Cuando hablamos
de círculo vocacional nos solemos referir a este último, que por lo general
se realiza en un ámbito específico (diócesis, seminario, postulantado,
etc.), pero el círculo informativo, por ejemplo, puede ser implementado en
cualquier ámbito pastoral (parroquia o colegio).
Metodología. Para este tema dedicaremos, en principio, dos sesiones.
En la primera, se explicará la metodología catequética que se estime
oportuna. No importa cuál sea (experiencial, ver-juzgar-actuar, etc.), lo
importante es que sea sencilla, clara y accesible a todos. En el bloque
práctico de los materiales para el profesor del CBPV se encuentra una
hoja explicativa y una plantilla para elaborar una catequesis vocacional.
En un segundo momento, en pequeños grupos, se elaborarán catequesis
vocacionales con temas diversos (para niños de primaria una catequesis
sobre la vocación bautismal, para jóvenes de preparatoria una catequesis
sobre la elección del área, etc.)
En una segunda sesión, se presentarán los distintos tipos de círculos y
sus objetivos. Se pueden presentar algunos mate-.riales ya elaborados.
Lo importante de este encuentro es que los participantes asuman el
convencimiento de que el círculo informativo puede ser implementado en

91
el propio ámbito. Entre todos se puede pensar en los posibles
destinatarios, invitarlos personalmente a participar en el grupo. También
se pueden definir los temas que tendrían que tratarse en el círculo y
distribuirlos entre los participantes para su elaboración.
Recursos y bibliografía. Aparte de los materiales para el profesor
mencionados, en las páginas 221-228 del CBPV aparece una amplia
explicación sobre la catequesis vocacional. Para ilustrar los distintos tipos
de círculos, se pueden rescatar materiales que se han usado en la
diócesis o institución. Un ejemplo de círculo informativo se puede
encontrar en El círculo vocacional informativo, Servicios de Animación
Vocacional Sol, 2008.

7. Vocaciones específicas y formas de vida


Contenido. Las vocaciones específicas poseen una identidad
particular que se define en virtud de su origen, función, tareas y formas
de vida en las que se expresan. A veces se confunden las formas de vida
(matrimonio, celibato, vida en comunidad, etc.) con las vocaciones
específicas.
Metodología. A este tema dedicaremos cuatro sesiones: tres para
cada una de las vocaciones (ministerio ordenado, vida consagrada y
laicado) y una última para las formas de vida y la complementariedad
vocacional. Respecto a las tres primeras, sugerimos seguir la misma
metodología: estudio personal de textos del magisterio sobre cada
vocación, discusión en pequeños grupos y puesta en común general. En
los materiales para el profesor del CBPV, en el bloque de teología,
aparece una selección de textos del magisterio. También se pueden
tomar otros de documentos recientes. Para la cuarta sesión, sobre las
formas de vida y la complementariedad de las vocaciones, también
sugerimos el ejercicio de los cuadrados propuesto en los mismos
materiales o cualquier otra dinámica de colaboración.
Recursos y bibliografía. Dada la complejidad del tema hemos preferido
remitirnos a la propuesta metodológica ya formulada en los materiales
para el profesor del CBPV. En las páginas 117-136 del manual se ofrece
la explicación correspondiente.

8. Acompañamiento y entrevista vocacional


Contenido. El acompañamiento, más que un requisito para vivir
vocacionalmente, es una profunda necesidad sentida por las personas en
distintos momentos de su vida. La entrevista es la herramienta
fundamental del acompaña-miento. La entrevista vocacional posee unas
características específicas que emanan del objeto de la misma: el
discernimiento de la propia vocación. Para realizarla no se requieren
habilidades técnicas extraordinarias, pero sí es preciso cultivar algunas
actitudes.
Metodología. Dedicaremos a este tema dos o tres sesiones. En la
primera, se pedirá a los participantes que recuerden aquellas personas

92
que le ayudaron a afrontar algún problema. Si han tenido experiencia de
ser acompañados espiritualmente, se les pedirá que recuerden a sus
acompañantes o directores espirituales. Se han de contestar tres
interrogantes: ¿en qué me ayudó esta persona? ¿Qué actitudes valoré
de él/ella? ¿Qué me exigieron esas actitudes? Tras una puesta en
común, se reparte el texto del encuentro de Jesús con la samaritana (Jn
4, 3-28), invitando a identificar los distintos momentos de la escena:
actitudes introductorias, diálogo antropológico, confrontación, experiencia
de Dios. Estos momentos del encuentro con la samaritana reproducen de
alguna manera las fases de la entrevista: descarga, auto-comprensión,
decisión y acción.
En las sesiones siguientes se pondrá atención a las actitudes del
acompañante. Para ello los participantes habrán leído previamente el
apartado “Las funciones esenciales de la dirección espiritual”, en las
páginas 157-163 del libro de J. Vela que se cita en la bibliografía. ¿Qué
impresión general nos deja esta lectura? ¿Qué nos dice acerca del
acompañamiento?
En otro momento, se puede desarrollar el capítulo “Actitudes del
entrevistador” (pp. 189-196), bien a través de la lectura personal de los
participantes, bien mediante la explicación del facilitador. Sería
recomendable que éste fuese alguien con experiencia en la conducción
de entrevistas con el fin de que disponga de recursos y ejemplos reales
para ilustrar lo afirmado.
Recursos y bibliografía. Un libro bastante completo sobre entrevista es
Vela, J., La entrevista persona y el diálogo pastoral, CCS, Madrid, 1998.
De él hemos seleccionado las páginas recomendadas para su lectura.
Otro libro interesan-te es Giordani, B., Encuentro de ayuda espiritual,
Atenas, Madrid, 1992. Por otro lado, algunas películas pueden servir para
ilustrar el proceso de la entrevista y las actitudes del orientador. La
película Mente Indomable (1995), centrada en la relación entre un joven
problemático y su psicólogo, puede resultar de gran ayuda en este
sentido.

9. Espiritualidad del animador vocacional


Contenido. Ser agente de pastoral vocacional no es un ministerio
cualquiera. Conlleva una plena identificación con la propia vocación y
una alegría profunda por saberse llamado. Exige, a su vez, cultivar
algunas actitudes profundas en torno a la oración y la relación con los
demás, especialmente con los más jóvenes.
Metodología. Para este tema dedicaremos sólo una sesión. Por lo
general, esta cuestión de la espiritualidad viene muy bien para cerrar un
ciclo. Si se han añadido otros temas, éste se reserva para el último
encuentro del año o curso. Se comienza pidiendo que, por pequeños
grupos, se formule una definición del término “espiritualidad”. Tras la
puesta en común, se explican las notas propuestas en las páginas 202-
205 del CBPV. Por parejas tratan de contestar a las siguientes preguntas:

93
¿con qué características del animador vocacional me identifico? ¿Con
cuáles no? ¿Me considero un agente del primer o del segundo
momento? ¿Qué actitudes he de cultivar para ser mejor animador
vocacional? Se puede terminar con una adoración al Santísimo o un
momento de oración prolongada en el que se dé gracias a Dios por el
camino recorrido.
Recursos y bibliografía. El apartado mencionado (“Perfil del animador
vocacional”) del CBPV parece suficiente para abordar este tema que
posee un carácter más experiencial que intelectual. Lo importante es
reconocerse en las características del animador más que conocerlas
teóricamente.

94
4. La programación de la pastoral vocacional
Metodología para aplicarse en el ámbito
de las comunidades cristianas

Preparado por:
Emilio Lavaniegos González

1. Introducción

Presentamos esta guía de la forma más elemental posible, para


que ayude a la programación de la pastoral vocacional, con la convicción
de que la clave de una buena programación está en su simplicidad. Se
intenta que todos los colaboradores puedan comprender sencillamente
su contenido y de que el equipo responsable pueda acceder a la
metodología. En este sentido se distingue de otras metodologías de
programación que están dirigidas a especialistas.
Continuamente nos referiremos al “equipo” y por ello se entiende el
grupo de personas que realiza la programación. Se presentan
secuencialmente los pasos que el equipo ha de dar en la elaboración del
proyecto vocacional. Cada paso corresponde a un capítulo de este
folleto. Se supone siempre la presencia de un animador o responsable
del equipo que ha estudiado la metodología y la propone a los demás.
Hemos puesto como subtítulo “Metodología para aplicarse en el
ámbito de las comunidades cristianas” porque consideramos que es
aplicable a diversos niveles de la comunidad cristiana: una diócesis, una
congregación religiosa, una parroquia, una comunidad religiosa local, un
colegio, un movimiento apostólico, una comunidad juvenil.
Evidentemente el grado de complejidad será distinto, pero la metodología
será la misma.
Al final de cada capítulo se presentan los esquemas correspondientes,
que se han adaptado al tamaño de estas páginas. Se pueden hacer en
borrador en ellas, para después pasarlas en limpio en la computadora.
En el capítulo 9 se ofrecen instrucciones más precisas para la
presentación del proyecto. Es conveniente hacerla bien porque el éxito
de un proyecto no reside principalmente en su correcta formulación, sino
en la acogida que le brinde la comunidad.
En un principio la programación de la pastoral vocacional puede
hacerse separadamente. Incluso conviene hacerlo así, porque
habitualmente se encarga de ello un equipo. Pero la tendencia deberá

95
ser a incorporarse en la programación ordinaria de las obras apostólicas.
El modo de esta inserción en todo el apostolado no es el de un elemento
añadido al conjunto, sino el de un factor que se entreteje con la pastoral
de conjunto y puede llegar a estructurarla, porque el cuidado de las
vocaciones está en el corazón de toda acción pastoral.
Comenzamos nuestra andadura con una distinción fundamental:
¿Qué es un proyecto y qué es un programa?
En este momento es importante despertar la conciencia del equipo de
que se le está pidiendo una decisión y un compromiso. Se puede incluso
facilitar un espacio de retiro para que con mayor libertad asuman ese
compromiso.
- Un proyecto. Es la decisión de un grupo de señalar modelos para el
futuro. Toda acción conjunta parte de una decisión grupal. Exige un
análisis de la realidad e incluye la implementación práctica de esa
decisión.
Por ejemplo, podemos hablar del proyecto de la pastoral de los
enfermos en la Parroquia, o del proyecto de la pastoral juvenil en el
Colegio. Estos dos proyectos implican acciones dirigidas a toda la
comunidad parroquial o educativa, y una previsión de lo que esperamos
alcanzar en uno, tres y seis años.
- Un programa. Es una parte del proyecto que está referida a un nivel de
acción y a un plazo determinados. El proyecto se forma de varios
programas, porque debe tender a incluir todos los niveles de acción y los
tres plazos.
Siguiendo los mismos ejemplos, podemos pensar en el programa de
visita y censo de los enfermos para desarrollarlo en este curso; o en el
programa de catequesis para adolescentes en la secundaria para un año.
Cada uno de estos programas es sólo una parte de un proyecto más
amplio, que les da sentido.
Ahora vamos a distinguir los diversos niveles de la pastoral
vocacional. Existen cuatro niveles de acción pastoral vocacional. Una
programación debe incluir los cuatro niveles porque se implican entre sí.
Estos niveles son:
Ejecución. Cuando la acción se dirige al fomento, formación o
sostenimiento de las vocaciones. Son acciones a nivel de ejecución, por
ejemplo, una convivencia vocacional para jóvenes, un preseminario, una
tanda de ejercicios espirituales para religiosas, una actividad vocacional
con seminaristas o sacerdotes, una campaña de promoción vocacional.
Todas estas acciones pretenden cuidar las vocaciones directamente, por
eso pertenecen a la ejecución.
Las vocaciones se parecen a las plantas. Si reciben atención se
fortalecen, pero si se las descuida se debilitan.
- Si este nivel se trabaja, tienden a surgir y a renovarse las vocaciones.
- Si este nivel se descuida, no surgen vocaciones y las que hay tienden a
perderse.
Animación. Cuando la acción se dirige al fomento, formación o

96
sostenimiento de los agentes de pastoral vocacional. Son acciones a
nivel de animación: una campaña para suscitar equipos parroquiales de
pastoral vocacional, un encuentro de agentes vocacionales para su
formación, una convivencia de maestros para sensibilizarlos sobre su
papel en la promoción de las vocaciones, un encuentro para padres de
familia de los seminaristas en el que se les insiste sobre la importancia
de que colaboren en la formación de sus hijos. Estas son acciones de
animación porque pretenden animar a los agentes vocacionales en su
acción específica a favor de las vocaciones.
Es imposible desarrollar una verdadera acción a favor de las
vocaciones sin preocuparse de conseguir agentes que realicen dicha
acción pastoral:
- Si este nivel se trabaja, tienden a multiplicarse los agentes
vocacionales y los ámbitos en los cuales se realiza la acción vocacional.
- Si este nivel se descuida, se limita el número de los agentes
vocacionales y se estrechan los ámbitos en los cuales se realiza la
acción vocacional.
Asesoría. Cuando la acción se dirige a aquellas personas que
coordinan a diversos agentes vocacionales. Son acciones a nivel de
asesoría: una convivencia de coordinado-res de la pastoral vocacional;
una asamblea de pastoral vocacional; una reunión de responsables de la
pastoral vocacional en los colegios o parroquias (siempre que tengan
equipos de pastoral vocacional en cada colegio o parroquia). Estas son
acciones de asesoría porque atienden las necesidades de quienes
animan a otros en su acción vocacional.
La acción pastoral será duradera en la medida en que se establezcan
estructuras y tradiciones que le den estabilidad. Estas estructuras son
fundamentales en nuestro caso porque se siguen procesos complejos,
que llevan tiempo y exigen cierta calidad pedagógica:
- Si se trabaja este nivel, se va adquiriendo mayor claridad sobre la
estructuración de la pastoral vocacional en las comunidades locales y
surgen iniciativas de comunicación entre los responsables de la pastoral
vocacional en las diversas comunidades.
- Si se descuida este nivel, hay confusión sobre cómo se implementa la
pastoral vocacional en las comunidades locales. Cada comunidad local
tiende a aislarse en su acción vocacional.
Mentalización. Es la acción que se dirige a los últimos responsables
de la pastoral vocacional, quienes la coordinan desde los principios. Son
acciones de mentalización las siguientes: envío de informes sobre las
actividades vocacionales a los superiores; formación del coordinador
general de la pastoral vocacional, formación de los superiores generales
y locales sobre pastoral vocacional; sensibilización de los párrocos en
torno a la pastoral vocacional.
- Si se trabaja este nivel, se tiende a cultivar un lenguaje común en
torno a la vocación y se establecen líneas comunes de acción entre las
diversas etapas del proceso vocacional.

97
- Si se descuida este nivel se tiende a establecer un conflicto entre
autoridad y agentes de pastoral vocacional, y se comprende la pastoral
vocacional desde puntos de vista contradictorios.
Por último, conviene distinguir tres plazos de programación. No hay
una verdadera programación si no se tienen perspectivas
suficientemente amplias del modelo que se quiere perfilar para el futuro,
y esto sólo se consigue proyectando los objetivos a largo plazo (el
modelo de futuro que perfilamos) y relacionando el largo plazo con las
condiciones objetivas de la acción pastoral en el corto plazo (perspectiva
de realidad en el momento presente). De esta manera la programación
es un ejercicio grupal que consiste en proponer un futuro mejor, pero
cotejándolo continuamente con el presente: mirar al ideal, pero contando
con los condicionamientos objetivos de la realidad.
Hemos establecido el largo plazo a seis años porque es un período
suficiente para que se mire con objetividad el modelo que se quiere
conseguir. El largo plazo se desliga de los condicionamientos actuales,
establece un ideal al que tendemos como grupo. Además suele ser ese
el período de duración de los organismos de gobierno en las instituciones
eclesiales y por ello de las expectativas a las cuales estamos
acostumbrados.
El largo plazo no se detalla, porque más bien consiste en un boceto o
perfil genérico de lo que esperamos conseguir. En el ámbito empresarial
se suele proyectar a más largo plazo, por ejemplo, 15 o 30 años. En el
ámbito urbanístico se trazan expectativas aún a más largo plazo, 40 o 50
años.
El corto plazo es de un año. Se refiere a lo que es posible poner en
práctica con los recursos con que contamos en la actualidad. Este plazo
ofrece unas perspectivas de realidad. La pregunta que nos lleva al largo
plazo es: ¿Qué quisiéramos hacer? Pero la pregunta que nos lleva al
corto plazo es: ¿qué podemos hacer realmente?
El corto plazo se detalla con precisión, porque se va a poner en
práctica inmediatamente. Es frecuente que en el corto plazo se reduzcan
notablemente las expectativas, porque se perciben con más claridad los
límites que la realidad impone.
El mediano plazo establece un punto intermedio entre el ideal y la
realidad inmediata. Es importante formular el mediano plazo porque lleva
al equipo a vislumbrar lo que poco a poco irá consiguiendo. El mediano
plazo es como el resultado del diálogo entre el ideal y la realidad.

2. Los destinatarios

98
Los destinatarios son aquellas personas a las que se dirige la
acción pastoral vocacional, ya sea para que vivan mejor su vocación
(nivel ejecución) o para que colaboren como agentes de pastoral
vocacional (nivel animación) o para que se organice mejor (nivel
asesoría) o para que sea asumida por los últimos responsables (nivel
mentalización). Comenzamos con el análisis de los destinatarios. Ellos
son la prioridad porque la pastoral vocacional revierte ante todo en sus
personas.
Conviene incluir a todos los destinatarios y describirlos lo más
objetivamente que se pueda, considerando su situación social, cultural,
religiosa, ambiental, vocacional, etc. Todo lo que se considere importante
para la acción que queremos desarrollar. Es útil anotar en una tarjeta
cada grupo de destinatarios con su descripción, de modo que después se
puedan clasificar por secciones, o por niveles de acción. Es mejor que se
hagan muchas tarjetas, porque la calidad de la programación dependerá
en buena medida de la profundidad de este primer análisis.
En la misma tarjeta se enuncian sus necesidades vocacionales. Debe
tratarse siempre de lo específicamente vocacional. Te preguntas ¿qué
necesita para que pueda avanzar en la conciencia y vivencia de su
propia vocación y/o en su responsabilidad en la pastoral vocacional? Las
necesidades de los destinatarios pueden ser semejantes entre sí. Ahora
se trata sólo de describir esas necesidades, ya luego se verá el modo de
atenderlas.
Es conveniente que esta descripción de los destinatarios sea
elaborada por todos los miembros del equipo, de modo que se
mentalicen al respecto. Al conocer la realidad de las personas con
quienes trabajamos, nos conocemos mejor a nosotros mismos. Esta es
una parte laboriosa del trabajo, pero constituye el telón de fondo de la
actuación vocacional del equipo.
Puede ser útil consignar una lista de los destinatarios que con más
frecuencia aparecen en las programaciones de una diócesis:

Nivel ejecución:
• Jóvenes en general.
• Jóvenes que participan en grupos apostólicos.
• Jóvenes sin inquietudes vocacionales.
• Jóvenes con inquietudes vocacionales.
• Adultos, sacerdotes, religiosos o laicos.
• Nivel animación:
• Posibles miembros del equipo vocacional.
• Adultos con experiencia en el apostolado.
• Religiosas de las comunidades locales.
• Seminaristas enviados a la pastoral vocacional.
• Catequistas, maestros, animadores juveniles.
• Nivel asesoría:

99
• Coordinadores de centros vocacionales.
• Responsables de la educación en la fe.
• Delegados locales de pastoral vocacional.
• Nivel mentalización:
• El obispo y los superiores mayores.
• Los párrocos y los superiores locales.
• Directores de colegios o grupos apostólicos.

Análisis de los destinatarios (formato)

Nombre del grupo

O Ejecución.
Pertenecen al O Animación.
nivel: O Asesoría.
O Mentalización.

Situación
económica,
cultural,
académica, social

Situación
religiosa o
espiritual

Situación
vocacional
¿Qué necesita
para vivir mejor su
propia vocación o
para
comprometerse en
la pastoral
vocacional?

100
Análisis de los destinatarios (ejemplo)
Nombre del
Profesores de secundaria
grupo

O Ejecución.
Pertenecen al O Animación.
nivel: O Asesoría.
O Mentalización.

 Todos tienen una licenciatura.


 En general, un nivel cultural más bien
ele-vado.
Situación
 Su situación económica es buena, pero
económica,
con limitaciones. Algunos tienen dos
cultural,
turnos de trabajo en dos colegios
académica,
diferentes.
social
 Algunos trabajan sólo por horas, y por
ello se limitan a dar sus clases.

La mayoría se definen como católicos, pero


muchos de ellos no participan en la
Situación
comunidad cristiana. Hay niveles diversos
religiosa o
de conciencia de la fe. Algunos no
espiritual
establecen un nexo entre su trabajo, su
profesión y su vida cristiana.

 Profundizar en su fe y su vocación.
 Conocer el contenido de su vocación
laical, de su profesión y de las formas
de vida que marcan su existencia.
Necesidades  Abrirse a un concepto más amplio de
vocacionales vocación, que puedan aplicar a todos
los alumnos.
 Identificarse como agentes de pastoral
vocacional.

101
3. Elementos previos

Ahora el equipo pone su atención en la misma actividad pastoral.


Son los datos que proceden de la realidad que se quiere programar.
Seguramente ya se está haciendo algo por el fomento, cuidado y
sostenimiento de las vocaciones. Es importante dar continuidad a lo que
se hace y programar de acuerdo a las posibilidades reales. Estos
elementos previos serán una página importante del proyecto.
Los elementos previos se analizan en dos momentos:
- Colecta de datos. Se trata de recabar los datos de la acción
pastoral que ya se está realizando en el ámbito pastoral del que se trate.
¿Qué estamos haciendo a favor de las vocaciones? Responder con la
mayor precisión posible sobre lugares, tiempos, personas,
funcionamiento. Proponemos el uso de una tarjeta para cada actividad,
de modo que conste un análisis pormenorizado de lo que ya se hace.
Habitualmente el equipo se sorprende al percatarse de que
efectivamente se realizan actividades, aun-que sean sencillas. Es
conveniente que no deje de valorarse nada de lo que ya se viene
haciendo.
- Diagnóstico. Es la conclusión general que se saca después del
análisis de la actividad pastoral. Pro-viene de la colecta de datos
iluminada por la teoría que hemos estudiado sobre la vocación y la
pastoral vocacional.
Es útil que el diagnóstico se redacte brevemente, así como hacen los
doctores, que en un breve enuncia-do describen la situación del paciente.
¿Cuál es la situación de nuestra pastoral vocacional?

102
Colecta de datos (formato)
¿Qué estamos haciendo? Describan las actividades específicamente vocacionales
que se realizan siguiendo este esquema:

Actividad
Una descripción breve de cada
una de las actividades, de modo
que todos comprendan en qué
consiste

Responsable
Se dice con claridad a quién
corresponde hacer esa actividad.

Funcionamiento
Es un juicio sobre la eficacia de
cada actividad, no sólo expresa si
funciona o no, también matiza en
qué medida ocurre esto.

Colecta de datos (ejemplo)


¿Qué estamos haciendo? Describan las actividades específicamente vocacionales
que se realizan siguiendo este esquema:

Actividad
Oración por las vocaciones
Una descripción breve de cada
al final de las reuniones
una de las actividades, de modo
de grupos y de las
que todos comprendan en qué
celebraciones
consiste

Responsable
Quien dirige la reunión
Se dice con claridad a quién
o quien preside la celebración
corresponde hacer esa actividad.

Funcionamiento Se realiza la oración con asiduidad y con


Es un juicio sobre la eficacia de interés, pero muchas veces se hace de forma
cada actividad; no sólo expresa si mecánica, repetitiva.
funciona o no, también matiza en
qué medida ocurre esto. Se pide por las vocaciones consagradas pero
pocas veces se hace oración la propia vocación.

103
Diagnóstico (formato)

Hagan una breve descripción de la situación actual de la


pastoral vocacional en la comunidad, semejante a la que
hace un médico para reportar el estado de salud de su
paciente.

Se puede comenzar con dos o tres palabras, un sustantivo


con sus calificativos, que expresen esta situación y luego
explicar más detalladamente las razones por las que se han
elegido.

104
Diagnóstico (ejemplo)
Hagan una breve descripción de la situación actual de la
pastoral vocacional en la comunidad, semejante a la que
hace un médico para reportar el estado de salud de su
paciente.

Se puede comenzar con dos o tres palabras, un sustantivo


con sus calificativos, que expresen esta situación y luego
explicar más detalladamente las razones por las que se han
elegido.

Pastoral vocacional anémica


Hemos elegido la palabra anémica porque nuestra
pastoral vocacional carece de los elementos fundamentales
que le darían fortaleza. Es una acción débil y pobre:
• Se reduce a momentos litúrgicos o a breves oraciones por
las vocaciones, pero no desarrollamos una verdadera
catequesis vocacional.
• Se limita a personas mayores, prácticamente no incide en
la vida de los jóvenes.
• Nos faltan agentes vocacionales suficientes, depende de
la buena voluntad de dos o tres personas.
• Es una acción lateral, que con mucha facilidad pasa a un
segundo plano o se olvida. Queda en ocasiones
simplemente como parte de los “avisos parroquiales”.
• No estamos representados de manera estable en el centro
diocesano de pastoral vocacional porque suelen ir personas
diferentes, que no dan continuidad a esa presencia.
• Nos pasan desapercibidos acontecimientos vocacionales
de la diócesis a los que deberíamos poner más atención.

105
4. Propuesta general de objetivos

Este es un momento intenso para compartir los sueños con los


miembros del equipo. Puede ser conveniente rodearlo de oración y crear
un clima de ilusión en el grupo. Respondemos a la pregunta: ¿Qué
deberíamos hacer? A la luz del diagnóstico de la realidad, escribir
cuantos objetivos se nos ocurran de cara a la acción pastoral vocacional.
En este momento no tiene importancia si los objetivos que se
proponen son demasiado ideales. Lo más importan-te es compartir el
proyecto, ilusionarse con el futuro. Hemos definido el proyecto como la
decisión grupal de perfilar un modelo para el futuro. Por medio de la
propuesta de objetivos se perfila ese modelo.
Se escribe sólo un objetivo en cada tarjeta, de modo que después se
puedan clasificar. Es útil escribirlos en tarje-tas de ¼ de tamaño carta, y
hacerlo con plumones, en letra grande y legible, para que todos los
puedan leer con facilidad. Los objetivos expresan acciones que pueden
ser evaluadas. Se pueden redactar de dos maneras:
- Modelo prospectivo: Se redactan en presente, como si ya se
estuviera cumpliendo ese objetivo. Intentamos situarnos en el futuro, en
el plazo que se ha fijado. Se señala la conducta que se pretende que
realicen los destinatarios. Por ejemplo: “Los alumnos expresan sus
inquietudes vocacionales”.
- Modelo clásico: Se redactan en infinitivo, situándose en el tiempo
presente, y señalando más bien la acción pedagógica que se quiere
realizar. Por ejemplo: “Facilitar que los alumnos expresen sus
inquietudes vocacionales”.
En todo caso conviene que los objetivos se redacten brevemente, de
modo que sean muy fácilmente comprensibles para todo. Evitar objetivos
largos, con frases subordinadas. Se trata más bien de frases que señalen
con claridad algo que se quiere conseguir. La estructura más simple es la
de un sujeto, un verbo y un complemento di-recto.
Los objetivos se escriben en aleatoriamente, según se les vaya
ocurriendo en el grupo, de modo que las tarjetas se van amontonando.
Deben sobrar objetivos. Según se acumulan el grupo va adquiriendo la
convicción de que tenemos mucho qué hacer, de que hay un verdadero
proyecto. Las emociones que surgen en este trabajo son un factor
importante de la programación porque son motivadoras para todos. Un
grupo que se ha atrevido a soñar su futuro en voz alta, ya tiene un
proyecto. Lo que queda es darle forma, sistematizarlo, aterrizarlo en la
realidad. Todo esto se hará posteriormente. Para la formulación de los
objetivos proponemos la siguiente tarjeta. Si los miembros del equipo
tienen dificultades para redactar puede nombrarse un redactor.

106
Propuesta general de objetivos (formato)

Sujeto:

Verbo:

Complemento directo:

Propuesta general de objetivos (ejemplo)

Sujeto:
Los jóvenes

Verbo:
participan

Complemento directo:
en un círculo vocacional

Propuesta general de objetivos (ejemplo)


Sujeto:
Los animadores juveniles

Verbo:
imparten

Complemento directo:
las catequesis vocacionales

107
5. Principios de acción

La propuesta general de objetivos ha dejado el ambiente caldeado.


Da la impresión de que tenemos muchas cosas que hacer, pero no se
sabe por dónde empezar. Antes de seguir trabajando con los objetivos es
imprescindible establecer unos principios de acción o estrategias.
Los principios de acción constituyen las opciones con-cretas del
equipo en relación a su acción pastoral. Se llaman así porque establecen
un acuerdo grupal a la hora de actuar. También se llaman estrategias
porque se parecen a lo que hace un general cuando quiere aprovechar a
su ejército para conseguir más rápidamente un fin. Conviene que se
exprese la justificación de las estrategias para que todos puedan
entender su razón de ser.
Pueden existir tres tipos de principios de acción:
• Prioridades. Establecen lo que es más conveniente realizar en un
primer momento de acuerdo a las circunstancias, para conseguir el fin.
Se puede priorizar un nivel de acción pastoral o un tipo de acción.
Un ejemplo del primer caso: “Privilegiaremos la formación de los agentes
vocacionales para que después ellos puedan ejecutar las actividades
directas”.
Otro ejemplo: “Para poder implementar el proyecto es necesario buscar
fondos suficientes”
• Estilos pastorales. Expresan el acuerdo del grupo de realizar las
actividades pastorales de un modo determinado. Suponen que se
comprende la trascendencia de los modos de hacer.
Por ejemplo: “Privilegiaremos el trabajo en equipo para mostrar que
todos buscamos el mismo fin y para presentar un modelo de Iglesia a los
jóvenes”.
Otro ejemplo: “Daremos importancia a la presencia gratuita de los
animadores, de modo que los jóvenes los perciban no como profesores,
sino como parte del grupo”
• Secuencias. Establecen una relación de subordinación entre los
objetivos, es decir, qué va primero y qué va después, para garantizar un
proceso pedagógico.
Por ejemplo: “Antes de realizar actividades vocacionales facilitaremos la
profundización de los animadores en su propia vocación, para que
puedan proponer la catequesis con convicción”
Otro ejemplo: “Primeramente presentaremos la vocación de forma
genérica, cuando esto se haya comprendido bien, pasaremos a las
vocaciones específicas, con el fin de que los jóvenes se abran al
cuestionamiento de su propia vocación”.

Es importante que estos principios sean formulados por todo el equipo


y sean asimilados por todos los colaborado-res, porque constituyen la
raíz de la acción común, el acuerdo fundamental a la hora de actuar. Son

108
los compromisos del grupo que, aunque pueden ser revisados y
reformulados, deben ser respetados. Por ello deben quedar por escrito.
El equipo propone principios o estrategias y los discute, afinando su
redacción, para plasmarlos después en una sola página. No deben ser
muchos para que de verdad marquen un modo de actuar. Puede servir
este formato:

Principios de acción o estrategias (formato)

Son los acuerdos del equipo que unifican su


acción. Establecen prioridades, estilos
pastorales o secuencias pedagógicas.

109
6. Distribución de los objetivos

Es el momento de continuar el trabajo sobre los objetivos que se


han redactado. Si antes se hizo una lluvia de ideas más o menos caótica,
ahora corresponde dar orden a esas ideas. Esto se puede hacer en un
espacio grande, por ejemplo, sobre un pizarrón, pegando con cinta los
papeles en los que antes se escribieron los objetivos con letra grande.
Conviene tener a la mano más tarjetas en blanco, por si hay que redactar
nuevamente algún objetivo o añadir otros nuevos.
Primeramente se distribuyen los objetivos entre los cuatro niveles, a
saber, ejecución, animación, asesoría y mentalización. La distribución en
niveles facilita la elaboración de los programas. Si alguno de estos
niveles queda vacío o es-caso, se pueden añadir otros objetivos. Hay
que verificar que correspondan verdaderamente a un nivel:
• Mentalización: la acción se dirige a los últimos responsables de la
pastoral vocacional.
• Asesoría: la acción se refiere a la formación de estructuras pastorales y
a la elaboración de materiales vocacionales comunes.
• Animación: la acción pretende la convocatoria y formación de los
agentes de pastoral vocacional.
• Ejecución: la acción se dirige a los últimos destinatarios de la pastoral
vocacional, quienes conocen su vocación o profundizan en ella.
Para hacer este trabajo, se va leyendo en voz alta cada objetivo
dando oportunidad a que los miembros del equipo opinen sobre el nivel
en el que hay que colocarlos. Cuando haya un acuerdo, se pegan en el
nivel que corresponda.
En un segundo momento se distribuyen en tres plazos porque esto
ayuda a visualizar la capacidad real de alcanzar lo que nos proponemos.
- Los objetivos a largo plazo expresan el sentido global de la acción
pastoral y dan sentido a las actividades. Ayudan a fijar un rumbo, para
que el grupo vaya a donde quiere ir y no a donde lo lleven las
circunstancias. Facilitan la continuidad del proyecto.
- Los objetivos a mediano plazo expresan aquellas acciones que de
momento no se pueden conseguir pero mediatizan los objetivos a largo
plazo. Algunos de es-tos objetivos pasarán al corto plazo cuando se haga
la revisión del proyecto.
- Los objetivos a corto plazo expresan las acciones que efectiva e
inmediatamente se pueden poner en práctica porque contamos con los
recursos para realizarlas.
Según se van distribuyendo los objetivos por los niveles y los plazos,
se van formando líneas de programación, que unen tres objetivos
similares, uno en cada plazo. Conviene establecer unas cuantas líneas
de programación porque éstas serán como la columna vertebral del
proyecto. En cada uno de los niveles habrá que diseñar tres o cuatro
líneas de programación, cada una con objetivos en los tres plazos.

110
Este trabajo parece laborioso, pero a la larga es productivo. Cuando
se revise el proyecto, las líneas de programación se irán recorriendo,
según se vayan consiguiendo los objetivos, de modo que lo que estaba
en el largo plazo pasa al mediano y lo que estaba en el mediano plazo
pasa al corto. En las dos páginas siguientes aparece el esquema para la
distribución de objetivos en el pizarrón y un ejemplo de líneas de
programación. Los objetivos así distribuidos serán una de las páginas
más utilizadas a la hora de explicar el proyecto y de involucrar en él a
más personas.

Esquema para distribuir objetivos en el pizarrón

Corto plazo Mediano plazo Largo plazo


1 año 3 años 6 años
Mentalización
Asesoría
Animación
Ejecución

111
Ejemplos de líneas de programación
Corto plazo Mediano plazo Largo plazo
1 año 3 años 6 años
El Obispo
El Obispo
designa más
recibe El Obispo
recursos
informes de apoya las
humanos para
Mentalización las actividades
el centro
actividades vocacionales
vocacional
vocacionales
Los párrocos
Los párrocos
envían
Los párrocos han asumido
jóvenes de
conocen las el itinerario
sus
fechas de las vocacional
comunidades
jornadas anual
al proceso
vocacionales
vocacional
Se comienzan
Se inicia un Se mejoran
a imprimir
archivo de las los materiales
materiales que
actividades de las
se utilizan en
vocacionales actividades
las parroquias
Asesoría

vocacionales
y zonas
Se comienzan
Los equipos
a formar Los equipos
de zona
equipos de zona se
realizan sus
vocacionales hacen más
propios
por zonas numerosos y
itinerarios
pastorales consistentes
vocacionales
El equipo
El equipo
Se convoca el vocacio-nal
vocacional
equipo involucra más
apoya a los
vocacional de laicos en
Animación

equipos de
la diócesis equipos
zona
parroquiales
Se comienza Contamos con
Los agentes
la formación personas con
vocacionales
de los agentes experiencia en
mejoran su
vocacionales la pastoral
formación
vocacional
Se ha
Se anuncia el El kerygma
avanzado
kerygma vocacio-nal se
hacia la
vocacional a difunde en los
formación de
algunos colegios y
una cultura
grupos grupos
Ejecución

juvenil
juveniles juveniles
vocacional
Los El
El
candidatos acompañamie
acompañamie
son nto de los
nto consigue
acompañados candidatos se
procesos
de manera hace más
vocacionales
personal sistemático
más sólidos

112
7. Formulación de programas

Los programas de actividades contienen las acciones que


concretan la realización del proyecto. El proyecto incluye cuatro
programas, uno para cada nivel. Cada programa a su vez incluye los tres
plazos. Conviene elaborarlos de modo similar, para que se puedan
colocar en un cuadro de conjunto.
Para formular cada uno de los programas, hay que utilizar las tablas
correspondientes. Lógicamente, las actividades a corto plazo se detallan
más en lo referente a lugares, tiempos y recursos. Las actividades que
corresponden al largo plazo simplemente se enuncian como una meta
que todos queremos alcanzar; formularlas nos ayuda a ver esa meta con
más claridad. En las tablas aparecen los siguientes elementos:
- Destinatarios. Simplemente se enuncian, porque ya los hemos descrito
con sus necesidades.
- Actividades. Son las acciones concretas por medio de las cuales se
pretende atender las necesidades y al mismo tiempo cubrir los objetivos.
- Lugares. Conviene determinar con claridad los lugares geográficos o
locales donde se pretende realizar la acción para que se dispongan
adecuadamente.
- Tiempos. Es la calendarización de las actividades. Debe ser coherente
con los objetivos y los principios de acción.
- Recursos. Son los medios que servirán para realizar las actividades.
Recursos humanos, económicos e instrumentales. Deben perfilarse lo
más posible para que se facilite la realización de las actividades.
En la página siguiente se presenta un ejemplo de actividades en un
colegio católico que incluye los cuatro niveles, y luego aparecen las
tablas que pueden ser utilizadas en la formulación de los programas.

Ejemplo de formulación de actividades

113
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

Se informa a la directora de Colegio. Cada mes. La coordinadora


las actividades de P.V. vocacional del colegio.
Mentalización

Entrevista de la animadora Colegio. Cada mes al entregar el


vocacional con la directora. informe. Animadora vocacional.

La directora asiste a la reu- Colegio. Una vez al mes. La directora del


nión del equipo vocacional colegio.

Se elabora un calendario de Colegio. Cada semestre. La coordina-


actividades. dora con aprobación de la dirección.
Asesoría

Se organizan los agentes Al inicio de curso. Oficina de cada


vocacionales por secciones. sección. Maestros, empleados y padres.

Se nombran responsables de En la primera reunión del equipo. Oficina


cada sección. de sección. Todos.

Convocar a los equipos por Al final del curso anterior. En cada


secciones. sección. La coordinadora vocacional.
Animación

Dos cursos de formación de Al principio de cada semestre.


animadores vocacionales. Compartiendo con otros colegios.

Reunión de estudio de los Una vez al mes, siguiendo un texto para


animadores vocacionales. todas las secciones.

Visita de motivación Sept/Oct. Todos los salones, equipos


vocacional en los salones. vocacionales de sección.
Ejecución

Semana vocacional para la Noviembre. Colegio y secciones. La


comunidad educativa. coordinadora y su equipo.

Círculos vocacionales por Diciembre a julio. Secundaria y


secciones. preparatoria. Equipos de sección.

Tablas para formular los programas

114
Nivel ejecución / corto plazo
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos
A.

B.

C.

D.

E.

F.

Nivel ejecución / mediano plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

Nivel ejecución / largo plazo


Actividades

Nivel animación / corto plazo

115
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos
A.

B.

C.

D.

E.

F.

Nivel animación / mediano plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

Nivel animación / largo plazo


Actividades

Nivel asesoría / corto plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

116
A.

B.

C.

D.

E.

F.

Nivel asesoría / mediano plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

Nivel asesoría / largo plazo


Actividades

Nivel mentalización / corto plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

117
A.

B.

C.

D.

E.

F.

Nivel mentalización / mediano plazo


Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos

Nivel mentalización / largo plazo


Actividades

8. Integración del proyecto

118
Consiste en armonizar los cuatro programas de un modo
coherente, afinando los detalles. Se reúnen todos los datos de los
programas en una sola tabla, de modo que se puedan comparar las
actividades que corresponden a cada nivel y a cada plazo. Se hacen los
ajustes convenientes, tanto en el contenido de las actividades como en
su redacción dentro del cuadro. También conviene ajustar, en el corto
plazo, las actividades, lugares, tiempos y recursos de los distintos
programas, de modo que se puedan realizar sin interferir unos con otros.
Es importante que el proyecto no sólo se integre en sí mismo,
conjuntando los cuatro programas, sino también con el proyecto general
o la pastoral de conjunto, de modo que se hagan los ajustes pertinentes
para que las actividades que estamos planificando no sean incompatibles
con las del nivel general.
La integración del proyecto implica pasarlo en limpio, quizá en la
computadora y preparar su presentación, ya sea por escrito o para
proyectarla (power point). La presentación del proyecto incluye los
siguientes elementos:

 Introducción.
 Análisis de los destinatarios.
 Colecta de datos.
 Diagnóstico.
 Principios de acción.
 Objetivos distribuidos por niveles y plazos.
 Programas de actividades.

A la hora de exponer el proyecto, ya sea a los superiores, que son los


últimos responsables de la pastoral vocacional, o a los colaboradores
(por ejemplo, padres de familia y maestros en un colegio), hay que
hacerlo con entusiasmo, intentando ganar a las personas para una
programación que de alguna manera los compromete a todos.
No se presenta todo el trabajo que ha implicado su formulación, sino
que se hace de manera simple y esquemática, de modo que las
personas se entusiasmen con lo que se quiere conseguir y descubran
caminos de participación en el mismo.
Esta puede ser una de las actividades más importantes, que incide
sobre todo en los niveles de mentalización, asesoría y animación: dar a
conocer el proyecto para que más personas se involucren en él.
Continuamente hay que exponer el proyecto porque la pastoral
vocacional es un asunto de toda la comunidad, la cual irá conociendo el
proyecto poco a poco. Quizá un día se le puede exponer sólo la colecta
de datos, o los principios de acción, o sólo uno de los programas, el del
nivel que más interese a ese grupo de personas, provocando en ellos
una reflexión similar a la que ha hecho el equipo durante la elaboración
del proyecto.

119
La eficacia de un proyecto de pastoral vocacional de-pende de la
profundidad y claridad con que es conocido por todos los que, directa o
indirectamente, están implica-dos en su realización.

120
9. Revisión del proyecto

Es fundamental que el proyecto, ya en vías de realización, sea


objeto de sucesivas revisiones, para que se vaya perfilando mejor y al
mismo tiempo se vaya actualizando. El proyecto es un material para
usarse y corregirse continua-mente. Por ello no debe permanecer
guardado en el archivo, sino pasar de mano en mano para que se ponga
en práctica. Se parece a los planos que el arquitecto pone en manos de
los albañiles. El plano termina arrugado, manchado, corregido, con
muchas anotaciones, porque efectivamente se realiza la obra.
Conviene hacer tres tipos de revisiones:
- Revisión ordinaria. En las reuniones del equipo nos remitimos al
proyecto, sobre todo en el corto plazo, e incluso hacemos los ajustes
pertinentes.
Es útil poner esos ajustes por escrito, incluso sobre un original impreso,
para que no se olviden las correcciones. Estos detalles, asentados con
cuidado, ya preparan la actualización anual del proyecto.
- Actualización anual. Después de un año, se han cumplido algunos
de los objetivos a corto plazo, quizá otros aún no se cumplen. Conviene
actualizar el proyecto para que algunos de los que estaban a mediano
plazo se bajen al corto plazo y algunos del corto plazo, los que no se han
cumplido satisfactoriamente, se repitan.
Los elementos que se rehacen en la actualización anual son:
 Los objetivos distribuidos por niveles y plazos. Es ilustrativo comparar las
hojas de objetivos de un año a otro. Al hacerlo se está evaluando la
evolución del proyecto y se comprueba que el proyecto mismo es una
realidad viva y cambiante.
 Los programas de actividades. Siempre habrá actividades que se repiten,
pero es fundamental que se note un cambio, que se maticen de alguna
manera. Esto hace que todos perciban los avances. La gente es sensible
a los avances de un proyecto, en la medida en que los perciben, el
proyecto tendrá credibilidad.
La actualización anual exige una reunión formal del equipo cada año
para programar. A poco que se vaya avanzando en su puesta en práctica,
las reuniones serán percibidas con alegría, subrayando el gozo de
perfilar un modelo para el futuro.
Las actualizaciones anuales se anexan al proyecto y sirven para preparar
su reformulación.
- Reformulación. El proyecto debe reformularse cada tres o cuatro
años de modo total. El motivo de esta reformulación es que después de
unos años se supone que la realidad ha cambiado, si no
sustancialmente, sí en puntos que afectan a la actividad pastoral.

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