Los Libritos 3
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Los Libritos 3
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1.- El centro diocesano de pastoral vocacional
Pautas para su definición y organización
Preparado por:
P. Emilio Lavaniegos González
Prólogo de Mons. Domingo Díaz Martínez
Presentación
La convivencia con los coordinadores de la pastoral vocacional por
un lado, y por el otro, con los laicos y religiosos que suelen colaborar en
los centros diocesanos para la pastoral vocacional, nos hizo ver la
conveniencia de una publicación en la que se presentara el ser y hacer
del centro diocesano para la pastoral vocacional.
Lo hacemos desde la convicción del valor trascendental que tiene
en toda labor apostólica, y de modo muy especial en la pastoral
vocacional, la referencia a la Iglesia Particular .Esta quiere ser la nota
firme y la idea inspiradora de este folleto.
Por ello arranca con la presentación de la comunidad diocesana y
de la pastoral vocacional, en los dos primeros capítulos, definiendo el
ámbito propio del centro diocesano de vocaciones.
Un tercer capítulo se dedica al centro diocesano y sus funciones. Para
definirlo hemos seguido muy de cerca el texto del documento conclusivo
del II Congreso Internacional de Pastoral Vocacional, que se comenta
detalladamente.
A continuación se presentan los aspectos prácticos: la constitución
del equipo, la formación de los agentes y las actividades esenciales.
Si quisiéramos dedicar este folleto a alguien, lo haríamos muy
especialmente a los obispos, reconociendo en ellos a los primeros
responsables de las vocaciones en la Iglesia Particular. También a los
coordinadores diocesanos de la pastoral vocacional, como un aliento y
un estímulo en su difícil y apasionante tarea. Va dirigido, por supuesto, a
todos aquellos que, con una actitud de fe y de esperanza, colaboran en
los centros diocesanos intentando poner en práctica una cultura más
abierta al don de Dios que llama. Pero sobre todo a los jóvenes, que
participan en procesos de discernimiento vocacional en el ámbito de las
Iglesias particulares y que ponen sus vidas para que el mundo tenga vida
por medio del evangelio.
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Agradecemos a D. Domingo Díaz Martínez, vocal del episcopado
para la Organización Mexicana de Agentes de Pastoral Vocacional, su
presencia constante en las asambleas y jornadas nacionales, y su aliento
para esta publicación, que se expresa a continuación con sus propias
palabras:
Al Presentar "El Centro Diocesano de Pastoral Vocacional"
hago dos propuestas:
Primera: Que muchos sembremos el mensaje vocacional en
nuestras diócesis, así como son muchos los que siembran el maíz, el
fríjol o el trigo.
Segunda: Motivar para que muchos recibamos el mensaje
vocacional así como la tierra recibe la semilla y la cubre con cariño.
Quien hace que la semilla se convierta con el tiempo en un árbol,
una rosa o en un fruto, hará que el mensaje vocacional sembrado con el
tiempo se convierta en un excelente sacerdote, un buen hermano (a) de
la vida consagrada, en un apostólico laico o en un excelente padre de
familia.
Dios bendiga nuestro trabajo con excelentes vocaciones
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1. La comunidad diocesana
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En la comunidad diocesana existen diversos carismas y
ministerios. Diversos por su origen, por su identidad teológica y eclesial,
por su estabilidad y por su oficialidad; diversos también por su carácter
sacramental. En ella se exige la comunión, pero no la uniformidad. Es
una comunidad acogedora y promotora de esta diversidad desde la
comunión, diversidad que se descubre siempre como una gran riqueza.
Hagamos una sumaria clasificación:
Está en primer lugar el carisma del ministerio ordenado, marcado a
su vez por la diversidad y la complementariedad: Junto al ministerio del
Obispo diocesano y de sus auxiliares, participan en un único presbiterio
los presbíteros, los diáconos transitorios y permanentes. Los diversos
ministerios ordenados tienen en común la encomienda de la misión en su
conjunto, en su sentido global. Ninguno de ellos se ejerce en un sector
de la misión, sino suponen una responsabilidad sobre el conjunto. Por
eso el ministerio ordenado nunca debe limitarse ni a un grupo o a un
movimiento. Es un ministerio que hace a la Iglesia, siempre desde la
unión con el orden episcopal.
Otra parte importante de la comunidad diocesana son los carismas
de las personas consagradas. Una de las más antiguas instituciones en
este ámbito es la virginidad consagrada, de carácter eminentemente
diocesano. Junto a ella están los institutos seculares, similares a la
virginidad consagrada por su carácter laical. También las órdenes y
congregaciones religiosas, ya sean de vida contemplativa o apostólica.
Requieren de un cuidado especial de toda la comunidad diocesana las
instituciones de vida consagrada que han surgido en su seno. Pero toda
forma de consagración que exista en la diócesis, aunque fueran institutos
de derecho pontificio, se realiza y existe en la Iglesia particular .Por eso
es fundamental que se establezcan vínculos profundos, espirituales,
afectivos y organizativos, entre estas comunidades y la comunidad
diocesana.
Un tercer ámbito es el de los ministerios y servicios laicales. Desde
los ministerios instituidos hasta los servicios ocasionales que presta todo
fiel cristiano movido por su fe. Están los ministerios del acólito, del lector
y el extraordinario de la Eucaristía. Pero también los servicios en los
distintos ámbitos de la evangelización: catequesis, kerygma, pastoral
juvenil, pastoral familiar, pastoral educativa, pastoral de los enfermos,
pastoral penitenciaria, movimientos especializados, etc. Se pueden
clasificar en cuatro grandes apartados: el del anuncio o testimonio de la
fe (martyría); el del servicio a los más necesitados (diaconía); el de la
comunión y organización de la misma comunidad (koinonía) y el de la
celebración (leiturgia).
Un quinto grupo de ministerios merece clasificación aparte por su
trascendencia. Es el de las misiones. Desde los misioneros de vida
religiosa o de consagración secular, hasta las misiones temporales y
parroquiales.
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He querido señalar esta riqueza porque todo ello se haIla presente
en la comunidad diocesana y ayuda a descubrir que los servicios que
prestan las comisiones diocesanas, especialmente el de la pastoral
vocacional, han de permanecer abiertos continuamente a esta
diversidad. Y esto no por motivos estratégicos, sino por la propia
naturaleza teológica de la comunidad diocesana. Así establecemos un
primer marco de comprensión para nuestro tema: el centro diocesano de
pastoral vocacional se sitúa en este conjunto de carismas y ministerios
que forman la Iglesia particular ya ella debe servir. Será así un centro de
promoción y cuidado de todas las vocaciones y ministerios, marcado por
la complejidad propia de lo diocesano.
Conviene una palabra sobre el responsable del centro diocesano.
El natural responsable del cuidado de todas las vocaciones en la Iglesia
particular es el Obispo, y la persona idónea para gestionar este centro
será en principio un sacerdote diocesano, precisamente como parte de
su propio carisma en el ministerio ordenado.
Más aún, debería ser un sacerdote con cierta experiencia, de modo
que haya adquirido la capacidad de acompañar y discernir los delicados
procesos vocacionales. Por otra parte, se requiere sacerdote conocedor
de los diversos carismas e instituciones que existen en la Iglesia
Particular, que haya enriquecido su vida espiritual con la participación de
estos carismas. Se requiere una persona capaz de coordinar a otros
agentes de pastoral vocacional en el cuidado de una obra común. Él
condivide una responsabilidad fundamental del Obispo, y por ello deberá
ser un estrecho colaborador suyo.
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2. La pastoral vocacional
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tanto en la vida de la comunidad como en la historia personal de cada
uno de los creyentes.
El concepto de pastoral. Se ha divulgado el uso de la expresión
pastoral al grado de que se llega a convertir en sinónimo de actividad o
de trabajo. Con frecuencia decimos voy a la pastoral o al apostolado. Hay
incluso la tendencia a reducir la pastoral a una acción de tipo
promocional, como hacen las empresas para vender un producto o para
reclutar trabajadores. Llega a ponerse el acento en la eficacia y la
productividad de estas acciones, de modo que no es raro encontrar una
gran satisfacción en el número de personas convocadas o en el efecto
social de la actividad.
Pero la acción pastoral supone la caridad pastoral como actitud
fundamental. Tiene un fondo profundo, porque nace de un
descentramiento radical: el buen pastor da la vida por las ovejas. No es
un asalariado, uno que busca resultados y exige productividad. La acción
pastoral auténtica prescinde de cálculos y de rentabilidad para obrar
desde la gratuidad de un amor semejante al de Cristo.
Por eso no se puede reducir el apostolado a una actividad, sino
que es necesario comprender la vida como apostolado. Toda vida
cristiana es apostolado porque supone la total orientación a Dios y a los
hermanos, en un amor de calidad extraordinaria.
Concepto de pastoral vocacional. La acción pastoral vocacional
no se puede reducir a una serie de convivencias con jóvenes inquietos o
inclinados por gusto hacia la vocación consagrada. El cultivo de las
vocaciones especiales tiene su contexto en la conciencia vocacional de
cada uno de los creyentes en la comunidad convocada. El punto de
interés no está en verificar la existencia de la vocación específica, sino
en discernir el camino concreto por el que cada uno debe responder a la
llamada de Dios. Hay que subrayar este deber, porque la respuesta al
llamado entra en el campo de la moral y de la responsabilidad.
Desde esta doble perspectiva, la pastoral vocacional se puede
definir como el cuidado pastoral de cada uno de los creyentes que,
partiendo de la conciencia de la fe, los acompaña hasta la feliz
realización de su camino vocacional en la Iglesia. Una definición amplia y
abierta, que implica todas las vocaciones en las distintas etapas de la
vida. Porque toda vida y toda la vida está abierta al llamado de Dios y a
la misión.
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comprender mejor la amplitud de la acción pastoral a favor de las
vocaciones puede ser útil el siguiente esquema:
conciencia.
deficiencias en genérica.
Dudas, Pastoral
la vida Me siento
atractivo, Vocacional de la
espiritual. llamado a la
sospechas. preparación.
Dependencia fe, pero aun
La vocación
de un grupo de no a
permanece en
referencia. la vocación
secreto.
específica,
La vocación se
Deseo de con-
Propuesta comunica, Pastoral
solidar la fe.
específica. Primera Vocacional
Crecimiento de la fe
Superación de
Invitación decisión, ya de la
deficiencias.
concreta con rasgos de Propuesta y el
Apertura más
personaL definitividad. Discernimiento
universal,
La fe polariza
toda la vida.
Opción
La persona Encomienda Pastoral
definitiva de
tiende a un de una Vocacional del
vida
compromiso misión. sostenimiento.
Perseverancia.
eclesial
estable.
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los elementos culturales y ambientales para que aquellas personas, en
su día, puedan abrirse convenientemente al llamado de Dios. Este es el
sentido de los aspirantados y seminarios menores, pero también de toda
la labor vocacional que se hace en los colegios de educación primaria y
secundaria, o en los diversos ambientes comunitarios cristianos, como
los hospitales, los asilos, los grupos juveniles, etc.
- Durante la etapa de la promoción vocacional, la acción pastoral toma
el sesgo de la propuesta y el discernimiento. Es un momento privilegiado
para hacer una propuesta valiente y clara a cada persona. Hay que decir
que todos los fieles, sean más o menos jóvenes, tienen derecho a que se
les plantee una catequesis vocacional completa y se les hagan
propuestas específicas. En la segunda parte de este proceso, se
intensifica la vida espiritual y el acompañamiento, porque la persona
necesita discernir lo que Dios le está pidiendo. Para algunos llamados de
Dios este momento se vive en una edad evolutiva posterior: virginidad
consagrada, soltería, diaconado permanente, etc.
- La formación básica viene caracterizada por dos elementos. El
primero es la revisión de la iniciación cristiana. Hay que reconocer que
gran parte de la formación se dedica sobre todo a formar al hombre o
mujer y al cristiano. La fe de los formandos y sus valores cristianos
necesitan ampliarse y profundizarse de un modo muy especial en este
período. El segundo es la formación especflca, que no sólo se refiere a
los valores vocacionales, sino a los medios para cultivarlos. Es un
momento en que ambos elementos se pueden trabajar de un modo
sistemático y riguroso. La acción esencial en este momento es el
cuidado de la vocación.
- La formación permanente tiene como característica central la
autoformación. Es cada uno de los llamados el primer responsable del
cultivo de su propio proceso vocacional. Es un período muy largo en el
que hay que permanecer atentos a la edad evolutiva. Adquieren un
relieve especial los medios espirituales, como la oración, el examen, la
dirección espiritual. Un término clásico que describe bien la acción
pastoral en este momento es el de sostenimiento vocacional. Las tareas
en esta línea son amplísimas y apasionantes.
Queda muy claro cómo el cuidado pastoral de la vocación no se
puede reducir al primer momento, sino que implica todos y cada uno de
los momentos. Consecuentemente, la programación deberá acudir a las
necesidades vocacionales de las personas en cada uno de estos
momentos. Por eso se insiste tanto en los documentos eclesiales en que
la pastoral vocacional es una acción misericordiosa. Podemos aplicar
literalmente la cita evangélica: Sintió compasión de ellos porque estaban
como ovejas sin pastor.
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3. Definición y funciones del Centro
Diocesano de Pastoral Vocacional.
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cooperar en la actividad del Centro, en armonía con el programa o Plan
de Acción diocesano a favor de las vocaciones. Estas personas son
conscientes de la importancia de su ministerio y se prestan a ejercerlo de
la mejor manera con competencia y experiencia.
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vocacional. Se trata de fomentar todas las vocaciones, porque todas ellas
nacen de la Iglesia particular y la enriquecen.
Por último se señala hacia la relación profunda que debe existir
entre el centro diocesano y las casas de formación, en especial los
aspirantados y seminarios menores, y en general con todas las
instituciones que en la Iglesia local inciden en el ámbito juvenil
vocacional, como pueden ser los colegios católicos, los grupos juveniles,
los movimientos juveniles, etc. El centro diocesano deberá incidir
fuertemente en el ámbito juvenil de toda la diócesis, pro poniendo
explícitamente a los jóvenes la buena noticia del llamado de Dios en su
vida.
Como se puede observar, la función y tarea del centro diocesano está
bien definida. El hecho de que exista este centro no impide que cada
institución religiosa, cada parroquia o movimiento apostólico, tenga
también su centro y actividad vocacional propios, pero el centro
diocesano se entiende como el lugar de confluencia y comunión de todos
ellos y de su actividad vocacional.
Para describir los límites del centro diocesano puede ser útil echar
una mirada a dos ámbitos concretos con los cuales se relaciona
intensamente: el centro nacional de pastoral vocacional y las parroquias.
El documento conclusivo del II Congreso Mundial nos ayuda en este
sentido. Transcribimos a continuación dos párrafos correspondientes a
ambos temas:
59. Centro Nacional de Vocaciones. La Iglesia particular,
mediadora de todas las vocaciones, encuentra en el Centro Nacional de
Vocaciones el lugar ordinario de comunión de la pastoral de vocaciones.
Dicho Centro es un instrumento idóneo de estudio, de programación, de
coordinación y de servicio para la animación de la pastoral unitaria a
favor de las vocaciones consagradas. Este servicio comprende:
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hacerse adultas en la fe, totalmente ministeriales en el servicio. Ellas de
alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el
orbe. Son como células de la Diócesis, escuelas de apostolado y de
espíritu misional, el lugar donde cada uno tiene un don para el bien de
todos. En ellas el presbítero es el animador de los carismas entre los
hermanos, hombre de comunión, servidor de la unidad de los creyentes.
El condivide las responsabilidades del Obispo también en el campo del
fomento de las diversas vocaciones.
Hay que subrayar la importancia de la comunidad parroquial como
ambiente providencial para la eclosión y desarrollo de las vocaciones
consagradas. Para llevar a cabo este ministerio, la comunidad parroquial
dispone de grandes medios pastorales, de los cuales se ha hablado
anteriormente: la celebración de la Eucaristía y demás Sacramentos, la
oración, el anuncio de la Palabra de Dios, el servicio de la caridad. Es
evidente, pues, la fuerza de animación vocacional que tienen las
comunidades parroquiales empeñadas en las actividades apostólicas,
abiertas a las necesidades de las misiones, dedicadas particularmente al
servicio de los pobres, de los abandonados, de los marginados. Aquí los
jóvenes encuentran una palestra eficaz para la maduración humana,
cristiana y apostólica.
La comunidad parroquial es el lugar natural de encuentro con otras
comunidades y grupos que se van multiplicando en todas las partes de la
Iglesia. Este fenómeno ha de ser acogido como nueva forma de ser
miembros activos de la Iglesia.
Los valores cristianos de las comunidades de base, ilustrados por
el Magisterio de la Iglesia9, tal como surgen en diversos Países,
enriquecen la imagen de la comunidad parroquial. Las comunidades de
base sirven a la Iglesia de diversas formas, pero unidas en la comunión
eclesial y en comunión con el Pastor de la Diócesis. Las auténticas
comunidades de base, ellas también células vivas de la Iglesia, ofrecen
un fértil campo para la pastoral de las vocaciones. La intensa educación
en la fe y la experiencia del servicio concreto a los hermanos son medios
válidos para el florecimiento de nuevas vocaciones a los ministerios
ordenados y a otras formas de vida consagrada. Esto mismo se cumple
en otras comunidades que surgen para anunciar el Evangelio y servir al
Pueblo de Dios.
Las comunidades religiosas, presentes en la comunidad
parroquial, contribuyen mucho al enriquecimiento de la espiritualidad y
del apostolado. Ellas tienen, como carisma específico, el llamamiento a
vivir en comunidad de fe, de oración y de servicio. Los efectos de la vida
consagrada se irradian en la comunidad parroquial. Una gran eficacia
demuestra la presencia de comunidades religiosas que se dedican a la
enseñanza, a la educación y a la asistencia de los enfermos.
Excepcional relieve tiene la presencia de comunidades de vida
contemplativa.
La comunidad parroquial se enriquece con la vida y las obras de
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asociaciones, movimientos y grupos de laicos que trabajan íntimamente
unidos a sus sacerdotes y que en estrecha vinculación con la Jerarquía,
persiguen fines propiamente apostólicos. Estas asociaciones,
movimientos y grupos, poseen, por su misma naturaleza, una pedagogía
mas apta para favorecer las vocaciones presbiterales, religiosas,
misioneras y laicales consagradas, precisamente porque cooperan más
directamente en el ministerio pastoral y, por lo tanto, en la vida y misión
de la Iglesia.
Las diversas comunidades, en las que surgen las vocaciones, al
mismo tiempo que dan gracias a Dios por los dones recibidos, se sienten
gozosas de entregarlas con grandeza de miras al bien general de la
iglesia, rebasando los confines de los propios intereses.
El centro diocesano funciona mucho mejor cuando sabe
aprovechar los medios que ofrece el centro nacional o
los centros regionales. Se trata de establecer líneas comunes de acción y
de sumar esfuerzos en esta tarea delicada y exigente. De ahí la gran
importancia de la participación de los responsables de los centros
diocesanos en estas estructuras que van más allá de la diócesis y que
ponen en práctica la función específica de la conferencia episcopal.
Aunque puede tornar iniciativas en ámbitos como la formación de
los agentes o la publicación de materiales vocacionales, tiene siempre
como referencia las líneas comunes de acción y lo que se hace a nivel
nacional, que es en alguna medida normativo para todos. La existencia
del centro nacional da seguridad y serenidad al caminar de la pastoral
vocacional en cada una de las Iglesias particulares.
El centro nacional y los centros regionales son también un ámbito
de colaboración y de intercambio. Es un apoyo importante a la hora de
afrontar las tareas más difícilmente realizables desde el sólo centro
diocesano.
Por otro lado se presenta a la parroquia como llamada a
constituirse en verdadero centro vocacional. El centro diocesano no debe
suplir a las parroquias en su propia responsabilidad vocacional. Por ello
el centro diocesano no es un ejecutor de la acción en favor de las
vocaciones, sino un coordinador de la acción vocacional que realizan, por
propia iniciativa y responsabilidad diversas personas y grupos.
El texto no se refiere solamente a las parroquias, sino a todo tipo
de comunidades cristinas que existen en la diócesis y tienen su propia
competencia en el ámbito de la pastoral de las vocaciones. Muy
especialmente se alude a las comunidades de base, a la familia, a las
comunidades educativas y juveniles, a los movimientos y asociaciones
de seglares. Todos estos ámbitos comunitarios, sin que se diga nada en
contra de su participación en la parroquia, comunidad que engloba a
estas pequeñas comunidades, son también un ámbito privilegiado para el
surgimiento y el acompañamiento de las nuevas vocaciones.
El centro diocesano de pastoral vocacional deberá mantenerse
cerca de las comunidades parroquiales y de todas estas instancias
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comunitarias para animar su responsabilidad vocacional. Por allí ya se
pueden determinar una serie de tareas que corresponden
específicamente al centro diocesano de vocaciones.
4. El equipo diocesano.
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mismo ámbito de las parroquias. Cada parroquia deberá conseguir un
equipo vocacional propio.
• Los diáconos. Ya sean transitorios o permanentes, son los
animadores del servicio o diaconía en la Iglesia. Su trabajo apostólico,
especialmente en medio de los más pobres y de los jóvenes tiene
grandes posibilidades vocacionales. Su misma vocación es un signo,
propio de la Iglesia de nuestro tiempo, de la diversidad y
complementariedad de las vocaciones.
• Los religiosos y religiosas. Actúan en la pastoral vocacional
más desde lo que son que desde lo que hacen. Por eso se exige al
coordinador diocesano un conocimiento, valoración y respeto profundo
de sus propios carismas, para que sepa encontrar el lugar de cada uno.
Hay que fomentar no sólo su participación en el equipo diocesano;
también su compromiso vocacional en sus ámbitos propios de vida y de
acción apostólica. Una breve clasificación puede ser ilustrativa:
Los superiores y superioras. Lo que se ha dicho del obispo y del
párroco, se aplica de manera similar a los superiores de las comunidades
religiosas que hay en la diócesis. Su responsabilidad vocacional no se
puede delegar, tanto en lo que se refiere a las nuevas vocaciones como
al cuidado de la vocación de sus hermanos de comunidad. Desde el
centro diocesano conviene convocar también a los superiores,
procurando, su sensibilización vocacional.
Los de vida contemplativa. Participan desde su propio monasterio,
ofreciendo un referente de vida orante en los diversos momentos
vocacionales de la diócesis. Para fomentar su participación es necesario
mantenerlos informados, pidiendo su apoyo y haciéndolo visible y
concreto para los promotores, los candidatos, los formandos, los
ordenandos. En los itinerarios vocacionales hay que contar con una visita
al monasterio, porque es un referente vocacional importante. A la vez hay
que velar porque en los monasterios exista un plan de promoción
vocacional.
Los relacionados con la catequesis y la pastoral parroquial Pueden
involucrarse de modo especial en dos ámbitos: los equipos vocacionales
de las parroquias, y la elaboración de los itinerarios y catequesis
vocacionales. Suelen ser un apoyo grande para los párrocos en el área
de la pastoral juvenil y de la catequesis, allí son un signo vocacional de
primer orden.
Los implicados en la pastoral educativa. Conviene subrayar su
compromiso vocacional primeramente en su propia comunidad educativa,
relacionando para este fin lo más posible a los colegios católicos entre sí.
Los religiosos y religiosas educadores tienen un ámbito privilegiado de
pastoral vocacional, con frecuencia poco cultivado. En general necesitan
ayuda y motivación para emprender un esfuerzo de catequesis y
acompañamiento vocacional en sus propias estructuras pastorales.
Los que realizan servicios asistenciales. Con frecuencia se cuenta e
la diócesis con el testimonio vocacional elocuente de religiosos
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comprometidos en el servicio social en orfanatorios, asilos de ancianos,
hospitales, clínicas, dispensarios, etc. Sus propios ámbitos de trabajo
apostólico son un campo de sensibilización vocacional para todos,
especialmente para los jóvenes. A ellos también hay que estimularlos
para que tengan un sencillo plan de pastoral vocacional en su propia
comunidad. Pueden ofrecer un campo precioso donde se prueben a sí
mismos los candidatos en sus intenciones vocacionales.
Los misioneros. Las vocaciones misioneras requieren un cuidado
especial de parte del centro diocesano de vocaciones. Todas las
comunidades cristianas de la diócesis necesitan hacerse conscientes de
su dimensión misionera. En los itinerarios vocacionales y formativos
conviene promover la participación de instituciones dedicadas
expresamente a este fin.
Las comunidades nacidas en la diócesis. Estas comunidades
religiosas que han nacido en la Iglesia local, requieren de un aprecio y un
apoyo especial del centro diocesano de vocaciones. Habitualmente están
presentes en varios puntos de la diócesis. Esto les da muchas
posibilidades. De un modo especial conviene contar con sus casas de
formación como un referente juvenil y vocacional.
Los de carisma vocacional Algunos institutos de vida religiosa tienen
como parte de su carisma y misión la pastoral vocacional. Conviene que
el coordinador de la pastoral vocacional conozca sus constituciones para
que sepa facilitar el campo adecuado para su participación.
• Los laicos. Su compromiso y acción vocacional se desarrolla en
el ámbito secular, con el que su vida está como entretejida. Allí, en su
vida ordinaria, es donde puede ser más fecundo su apostolado
vocacional. Hay una gran diversidad entre los laicos implicados en la
pastoral vocacional:
Los miembros de institutos seculares y las vírgenes consagradas.
Su consagración secular les hace especialmente hábiles para entrar en
ambientes donde a otros les sería difícil hacerlo: escuelas y hospitales
públicos, oficinas, negocios, etc. Su vocación debe darse a conocer
expresamente en los itinerarios vocacionales. Las vírgenes consagradas
suelen tener una presencia constante en las parroquias. Su proceso
vocacional requiere de una atención muy delicada.
Los padres de familia. Es deseable que lleguen a ser los primeros
promotores vocacionales de sus hijos. Todo lo que se les pueda ofrecer
de cultura y catequesis vocacional redundará en más y mejores
vocaciones. Sobre todo conviene despertar en ellos la conciencia de su
responsabilidad en la pastoral vocacional. Entre ellos destacan por el don
que han recibido de dios los padres de los seminaristas y de los
formandos, de los sacerdotes y los religiosos y religiosas.
Los asesores y animadores juveniles. Aunque es muy evidente su
responsabilidad vocacional suelen ser poco conscientes de ella. Se
requiere un trabajo asiduo de mentalización y una integración profunda
con la comisión diocesana de pastoral juvenil. El centro vocacional podrá
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intervenir frecuentemente en la formación vocacional de los agentes
juveniles.
Los laicos educadores. Un número considerable de laicos
comprometidos trabajan en el ámbito educativo, ya sea en colegios
católicos o públicos. De esos centros educativos, también de los
públicos, proceden las vocaciones. Será labor del centro diocesano
despertar la conciencia vocacional de estos educadores e implicarlos en
la acción vocacional diocesana.
Los solteros. Es cada día más abundante el número de los creyentes
que optan por permanecer solteros. Ellos son especialmente cercanos al
corazón de Jesús 14 Tienen la posibilidad de dedicar todas sus fuerzas al
servicio del Señor, y con frecuencia lo hacen. Previa evangelización de
su propio estado de soltería, son personas especialmente dispuestas
para el apostolado vocacional.
Los laicos de movimientos eclesiales. Los movimientos son una
fuente importante de vocaciones. Conviene mantener una relación con
los responsables de estos movimientos de carácter evangelizador, para
que incluyan en sus procesos la conveniente catequesis vocacional. Es
recomendable invitar a sus miembros a participar en los eventos
vocacionales de la diócesis.
Los laicos de carisma vocacional. También existen asociaciones y
movimientos laicales de carisma vocacional. El ejemplo más clásico es el
club Serra. También están los laicos que participan de los carismas
vocacionales de los religiosos y los que colaboran en el mismo centro
vocacional de la diócesis. Siempre conviene cuidar su catequesis
vocacional. Ellos se comprometen con mucha creatividd en las acciones
vocacionales.
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sentido dentro del cuadro que aislado de él. Hay que pasar de los
procesos vocacionales espontáneos a procesos en los que medie la
catequesis vocacional.
El mismo esquema puede servir para organizar la actividad del centro
diocesano, y también para distribuir a las personas en diversos equipos
de trabajo. Sólo como un ejemplo de esta organización, presentamos el
siguiente esquema.
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menor. En este equipo conviene que colaboren ya algunos de los
formadores y algunos de los seminaristas. Por último, un equipo que
ofrezca el itinerario vocacional para la vida consagrada, en el cual
participan personas consagradas de diversas instituciones.
Así, más que de un equipo, estamos hablando de diversos equipos
que encauzan la responsabilidad de los distintos agentes. Estamos
siguiendo la definición dada del centro diocesano: lugar natural de
confluencia de los agentes vocacionales. El equipo vocacional no es el
que “ayuda” al coordinador diocesano, sino el ámbito donde se facilita
que cada uno ejerza su propia responsabilidad. Además quizá sea
necesario un equipo coordinador del centro.
21
5. La formación de los agentes
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2) La catequesis vocacional básica. La mayor parte de las
actividades del centro diocesano se concentran en la catequesis
vocacional. Hay que reconocer una carencia en nuestra Iglesia en este
sentido. Hay poca cultura vocacional. Por ello la formación básica de los
agentes deberá ser de carácter bíblico y teológico. Que comprendan el
valor y el sentido del llamado de Dios y sepan utilizar los textos bíblicos
vocacionales en la catequesis. Sin un conocimiento suficiente de la
vocación y de las vocaciones se dificulta grandemente la opción
vocacional. Hacer pasar a todos por esta formación básica. Actualizar su
formación en este sentido constantemente. Que descubran la novedad
de la teología de la vocación, de la antropología vocacional, de la
espiritualidad vocacional. No dar por supuesto este conocimiento en los
formandos y en las personas consagradas, porque en general es una
carencia. Para este fin puede ser útil la confección de un catecismo
vocacional.
3) La animación de los círculos vocacionales. Es una tarea de
segundo nivel. Se trata de conseguir una habilidad para animar las
reuniones vocacionales, de cualquier nivel. Que aprendan a situarse
adecuadamente ante las necesidades vocacionales de los jóvenes, sin
imponer un programa. Que lleguen a utilizar el lenguaje adecuado,
especialmente en las culturas juveniles. Que aprendan a poner en
práctica un estilo propositivo, no impositivo. Sobre todo que aprendan a
animar el diálogo vocacional en el grupo y la oración comunitaria
vocacional.
4) El acompañamiento inicial. Es el que se requiere en el primer
momento vocacional. No hace falta que los agentes en este nivel tengan
un gran conocimiento de los procesos vocacionales y formativos. Más
bien se trata de que adquieran la prudencia y la delicadeza necesarias
para acoger la confidencia vocacional de un joven y para alentar su
vocación. Esta formación es muy importante para los agentes que
trabajan directamente con jóvenes, como los maestros en los colegios,
los asesores de la pastoral juvenil o quienes acompañan a los jóvenes en
sus apostolados, como las misiones de semana santa o las visitas a un
orfanatorio, etc. Contar con suficientes personas preparadas para recibir
la primera inquietud de un candidato.
5) Los itinerarios vocacionales. Son los procesos más
prolongados que ya apuntan hacia el ingreso en una casa de formación.
Se trata de un itinerario formal, con reuniones, retiros, entrevistas. Suele
implementarse un proceso vocacional para el ingreso en el seminario y
otro para el ingreso en las comunidades religiosas. Aquí intervienen no
sólo los promotores, también los formadores de las primeras etapas.
Conviene preparar a los agentes que intervienen en este momento para
respetar los procesos completos, para conducir el itinerario con todas sus
partes, para progremar y evaluar estos procesos. De manera que en este
nivel no se improvise. En la medida en que se plantea un itinerario bien
preparado, las personas van haciendo el proceso vocacional
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correspondiente. Los agentes deben aprender a justificar los distintos
momentos del itinerario y a enriquecerlo siempre con nuevos elementos.
Es deseable que se vayan haciendo tradiciones en el proceso, que
señalan momentos formativos muy fecundos para los candidatos.
24
6. Las actividades esenciales
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convivencias conviene que participen los seminaristas, de modo que
cuenten con un modelo vocacional más cercano. Un momento oportuno
para plantear- les la posibilidad de la vida religiosa y se oriente a los
interesados hacia comunidades religiosas, de modo que el candidato
tenga clara conciencia de que se le dio a conocer esta posibilidad. Un
preseminario, en el que con tiempo suficiente soliciten su ingreso en el
seminario. Que se les comunique oportunamente si son admitidos al
proceso formativo. Conviene que en algunos momentos del proceso ya
intervenga el equipo formador.
El itinerario vocacional para el ingreso en el seminario menor sería
más sencillo. Es un campo en el que pueden intervenir con mucho fruto
los laicos que colaboran en el centro vocacional. Además de la
catequesis vocacional lo más completa posible, conviene que los
adolescentes admitan consciente y libremente su formación en el
seminario como un proceso de discernimiento vocacional y no
simplemente como una manera más fácil de hacer la preparatoria. El
proceso vocacional, de los adolescentes debe incluir también a sus
familias. Por eso parece imprescindible al menos una visita a la familia en
la que se ofrezca una visión más objetiva de la finalidad del seminario
menor. La catequesis y el acompañamiento vocacional deberán ser
sistemáticos y rigurosos sobre todo durante los tres años del seminario
menor. De modo que efectivamente prepare para la opción por el
sacerdocio. El seminario menor es un referente para las otras
instituciones que en la diócesis persiguen fines similares 17 Se trata de
los colegios católicos, los grupos juveniles, los movimientos apostólicos
que tratan con jóvenes de la edad de los seminaristas. El seminario
cumplirá su función vocacional en la comunidad diocesana si promueve
el intercambio con ellos ayudando a formar una cultura vocacional.
El itinerario vocacional para el ingreso en la vida consagrada.
Es muy similar al del seminario. Hay que garantizar los mismos
elementos, y se da también en ese doble nivel, el de los mayores y el de
los menores. Las comunidades religiosas tienen sus criterios para el
proceso vocacional, pero es importante ayudarles a respetar esos
criterios participando a la vez en el proceso diocesano. Los candidatos y
candidatas para la vida religiosa tendrán un mayor sentido eclesial y del
propio carisma si han participado en un proceso diocesano que ayude a
un mejor discernimiento vocacional. En cada diócesis hay que discernir
cuál es el momento oportuno para separar varones y mujeres, para la
catequesis vocacional genérica y para la invitación específica, y otros
detalles. No hay que olvidar la presentación de los institutos seculares y
de la virginidad consagrada como una posibilidad.
Procesos vocacionales especiales. Conviene tener personas
preparadas para afrontar procesos vocacionales más delicados. Es el
caso de las vírgenes consagradas, los candidatos al diaconado
permanente, las vocaciones adultas, las vocaciones indígenas, o la
aceptación de la soltería como una forma de vida. Son procesos para los
26
que no habrá muchos candidatos pero requieren de un acompañamiento
muy cuidadoso.
Los círculos vocacionales. Sirven para abrir un espacio de
comunicación y oración en torno a los procesos vocacionales. Es
importante que existan porque los jóvenes con inquietudes vocacionales
no suelen encontrar estos espacios. El objetivo fundamental es que
puedan expresar en grupo sus planteamientos vocacionales. Incluyen
también cierto proceso de catequesis vocacional. Puede haber círculos
de diferentes niveles, según los intereses de los participantes. Uno
primero más informativo sobe la vocación. U otros más profundos, en
torno al discernimiento vocacional. El círculo vocacional tiene su enclave
ideal en el ambiente en el que se desenvuelven los jóvenes: en su
parroquia, su colegio, su grupo apostólico... No aparta al muchacho de
sus ocupaciones ni de sus apostolados, sino que ofrece una ayuda
vocacional en medio de ellos. Los círculos funcionan muy bien cuando se
reúnen cada tres semanas. Una meta interesante es conseguir que en la
diócesis se establezca un buen número de círculos vocacionales de
distintos niveles, de modo que alimenten las actividades que se
organizan a nivel diocesano.
La relación con otras comisiones diocesanas. El centro
diocesano necesita establecer una relación fluida con otras comisiones
diocesanas, en concreto con la pastoral juvenil, la familiar, la catequética
y la educativa. Es parte de su actividad ordinaria. Sobre todo interesa
ofrecer medios de formación vocacional para los agentes pastorales que
actúan en esos otros niveles. La actitud del centro de pastoral vocacional
será la de ofrecer formación y ampliar perspectivas.
27
2.- La pastoral vocacional en la parroquia
Proceso para vocacionalizar la comunidad parroquial
Preparado por:
Emilio Lavaniegos González
Presentación
28
espacios más adecuados para que los jóvenes puedan identificarse
mejor con su fe cristiana, en donde al mismo tiempo se les ofrezcan
procesos de acompañamiento e itinerarios de vida cristiana, para que
estén en mejores condiciones a la hora de responder al llamado del
Señor.
También se hace notar la posición privilegiada que tiene la
parroquia, espacio vital que puede provocar la comunión, en la medida
en que sea capaz de integrar todos los carismas que el Señor derrama
en su Iglesia. Prácticamente en este aspecto la parroquia se juega su
credibilidad.
Se trata, pues, de nuevas y profundas intuiciones fundadas en una
sólida formación teológica y un ejemplar amor a la Iglesia ya la Pastoral
Vocacional. Sin duda estos materiales serán de gran ayuda para
reorientar el trabajo vocacional, considerando los diversos desafíos en
los que se realiza esta labor pastoral tan esencial en la vida de la Iglesia.
Además, de esta forma se comprueba que la Pastoral Vocacional no es
una línea más del trabajo que realiza la Iglesia, sino que responde a su
realidad más íntima.
Saludamos con gozo y esperanza esta nueva aportación ya
nombre de la Comisión Episcopal de Seminarios y Vocaciones. Al mismo
tiempo le pedimos al Señor siga bendiciendo a la Hermandad de
Sacerdotes Operarios Diocesanos, fundada por el Beato Manuel
Domingo y Sol, quien fuera designado por el Papa Pablo VI Santo
Apóstol de las Vocaciones.
29
1. La comunidad parroquial
30
"El cuidado de las vocaciones pertenece a la misión sacerdotal misma,
por lo que el presbítero participa en verdad de la solicitud de toda la
Iglesia para que no falten nunca operarios al pueblo de Dios en la tierra "
(P.O. 11).
Al dedicarse a este fundamental ministerio, los presbíteros saben
valorar objetivamente las dificultades, pero no se dejan vencer por ellas.
No consienten que las dificultades engendren desconfianza, reticencia u
omisiones culpables. Los presbíteros se inspiran únicamente en la fe: y
ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (lJn 5,4). Los
presbíteros, en estrecha colaboración con el obispo, entre sí y con los
demás Responsables, cumplen su propio deber, particularmente de
estos modos:
• Anuncian a la comunidad la Palabra de Dios, en lo que respecta a la
vocación cristiana, la vocación presbiteral, las otras vocaciones
consagradas.
• Se muestran abiertos a todos, especialmente a los jóvenes; alientan
la búsqueda de los auténticos valores, apoyan las experiencias
espirituales, apostólicas, misioneras; promueven una educación cristiana
completa, de modo que todo creyente adquiera conciencia de su
vocación.
• Ofrecen el testimonio de su fe, de una vida evangélica, de fervor
apostólico, de caridad verdadera, esperanza y optimismo cristiano, de
modo que otros, movidos por su ejemplo, sientan el deseo de ser como
ellos y de unirse a su misión.
• Saben descubrir personas, especialmente jóvenes, aptas y
dispuestas a elegir la vida consagrada; les manifiestan, con prudencia
pero claramente y sin temor alguno, esta posibilidad, después de previa
oración. Les orientan con sabia dirección espiritual.
Cuando se señala que la pastoral de las vocaciones pertenece a la
misión sacerdotal misma se está mostrando que el presbítero es un
referente vocacional de primer orden, no sólo por su actividad, ni por la
organización de la parroquia, sino principalmente por su testimonio
personal de vida y por su función ministerial.
En los textos evangélicos se subraya y privilegia un rasgo de la
identidad de quienes ocupan los primeros puestos y presiden la
Eucaristía. Es el rasgo del humilde servicio, a ejemplo de Jesús 2. Este
rasgo es irrenunciable en la vida sacerdotal, al grado que se puede
hablar con exactitud teológica de la diaconía presbiteral y de la diaconía
episcopal. Ni el presbítero ni el obispo dejan de ser diáconos, porque el
humilde servicio está en la esencia y en el corazón de su ministerio y en
el dinamismo propio de la misma comunidad cristiana que presiden.
La vocacionalización de la parroquia pide que el equipo sacerdotal
asuma sin ambigüedades este rasgo esencial del ministerio eclesial. Es
un rasgo a la vez profundamente humano y ligado al surgimiento de
nuevas vocaciones, según la recomendación de 1 Pe 5: Apacienten el
rebaño que
31
Dios les ha confiado, no a la fuerza, sino con gusto, como Dios quiere; y
no por los beneficios que pueda traerles, sino con ánimo generoso, no
como déspotas con quienes les han sido confiados, sino como modelos
del rebaño. El texto está afrontando la difícil experiencia de abusos
dolorosos de parte de los dirigentes en las comunidades cristianas
nacientes.
Más aún, hay una serie de prioridades que conviene señalar entre
las encomiendas especiales que P .0.6c señala como principales
obligaciones de los presbíteros. Se trata del cuidado de los corderos del
rebaño, es decir, de los más necesitados. En concreto se alude a los
pobres y los más débiles, a los jóvenes, a los cónyuges y padres de
familia, a los religiosos y religiosas ya los enfermos y agonizantes. El
presbítero y en especial el párroco ha de ejercer el humilde servicio en
medio de estos grupos de personas en situación de especial necesidad
¡situaciones todas ellas profundamente relacionadas con la vida
vocacional!
Si nos hemos entretenido en revisar este rasgo del servicio, tan
íntimo al ministerio sacerdotal, es porque al mismo tiempo ha de ser un
rasgo constitutivo y definitorio de la comunidad cristiana.
Existe una relación dinámica y profunda entre el llamado que Dios
hace a algunos y la vocación de todos. De modo que el llamado al
humilde servicio sacerdotal es ala vez un llamado al servicio que se
dirige a la entera comunidad parroquial. El párroco, con su propio
ejemplo, debe ayudar a la comunidad a volcarse en el servicio a los más
débiles y postergados, entre los cuales ha señalado el documento de
Puebla, a los jóvenes como los pobres entre los pobres (nn. 1166-1205).
Las vocaciones surgen en un clima adecuado. Antes de emprender
acciones directas de promoción vocacional, es necesario promover una
cultura vocacional, que tiene como nota característica la de la entrega de
sí mismos al humilde servicio. Si esto siempre ha sido importante hoy
tiene especial trascendencia, dadas las características de la
posmodernidad.
Los jóvenes actuales han rechazado a las grandes instituciones, y
en concreto el gobierno, los partidos políticos y la Iglesia-jerarquía,
porque no les merecen credibilidad. Pero como contraparte, sobre todo
cuando intentan un camino de autonomía frente al núcleo familiar, es
decir, en la adolescencia, se abren a instituciones intermedias si
descubren en ellas signos claros de valores que vale la pena defender.
Algunas de estas instituciones son las organizaciones no
gubernamentales, los clubes esotéricos, el colegio... y la parroquia.
La comunidad parroquial está en una posición privilegiada por su
cercanía a la realidad de la población y en especial de los jóvenes... pero
¿merece ante sus ojos credibilidad? Todo dependerá de si ellos
descubren en quienes la forman y la representan un espíritu cristiano de
humilde servicio, sin ambigüedades. La parroquia está llamada a
32
ofrecerles un clima vocacional adecuado, donde puedan confiar sus
anhelos y donde puedan verlos en vías de realización.
Esta cultura vocacional necesita ser a la vez una cultura juvenil, en
la que ellos encuentren los caminos de un verdadero protagonismo y
aprendan el inestimable valor del servicio cristiano. Aprenden a vivir en
comunión con la Iglesia Particular ya la vez a valorar su propia
comunidad juvenil como parte de esa comunidad de comunidades que es
la Parroquia. Estos puntos se desarrollarán más adelante, por ahora
hemos querido señalar ante todo la identidad cristiana de la comunidad
parroquial y su valor como artífice de un ambiente vocacional adecuado.
33
2. La parroquia y las vocaciones
34
social en que viven"(A.A. 12). Pero su tarea va más allá de ellos:
personas pobres, ancianos, marginados, abandonados.
Trabajando en la comunidad, los jóvenes descubren la realidad en
la que viven y los ministerios y servicios de los que la comunidad tiene
necesidad. Y los compromisos de hoy, si tal es el designio del Señor,
pueden preparar una consagración definitiva para toda la vida.
Los textos muestran con claridad cómo la parroquia está llamada a
ofrecer un camino pedagógico por medio del cual todos los fieles, y
especialmente los jóvenes, pueden progresar en el difícil reto de la
entrega de sí mismos. Esta actitud evangélica del humilde servicio
supone al mismo tiempo un itinerario humano y espiritual. Desde el punto
de vista de la formación humana se destaca la capacidad de amor
oblativo y de auténtico servicio a los demás, que está a la base de la
salud vocacional de los candidatos. Desde el punto de vista teologal se
subraya la apertura del don del Espíritu y la reproducción, en la propia
personalidad, de los rasgos de Cristo, amigo y siervo.
La parroquia será ámbito de surgimiento de las vocaciones cuando
ofrezca este itinerario catequético y espiritual a las personas que están
en la tesitura de elegir un camino en la vida. Nadie elige lo que está fuera
de su ámbito cultural y social. La parroquia es un referente de cultura
vocacional en la medida en que se mantiene continuamente al servicio
de los demás.
No es suficiente el más radical ejemplo, ni tampoco las palabras
más claras; es necesaria la formación de estructuras educativas y
comunitarias que propicien el desarrollo de la fe y de la vocación de los
jóvenes. En la tradición de la Iglesia se valoran especialmente estas
estructuras: desde el antiguo catecumenado, pasando por la -experiencia
de los oratorios y los ejercicios espirituales, hasta los modernos
movimientos eclesiales y los procesos juveniles.
La Conferencia del Episcopado Latinoamericano ha ofrecido toda
una estructura de la pastoral juvenil que parte del reconocimiento de la
necesidad de los itinerarios formativos y vocacionales. Por distintas
partes se han multiplicado las propuestas de procesos juveniles, que han
conocido ya una evolución. Desde las Jornadas de Vida Cristiana,
pasando por los grupos juveniles de carácter catecumenal, hasta las más
modernas versiones de itinerarios juveniles que intentan cuidar
integralmente el proceso formativo, cultivando las diversas áreas de
formación. Esta estructura se puede implementar, mejor que en ningún
otro lugar, en la comunidad parroquial, porque cuenta con los elementos
que favorecen su construcción.
Los jóvenes concederán credibilidad a la parroquia, tan cercana a
su realidad, cuando les abra auténticamente sus puertas y privilegie su
formación cristiana y vocacional; sobre todo cuando se ponga a su
servicio sin ambigüedades y sin otro interés que velar por su bien.
Conviene aplicar a la parroquia y al párroco lo que san Juan Hosco decía
de los educadores: La familiaridad engendra afecto, y el afecto,
35
confianza. Esto es lo que abre los corazones, y los jóvenes lo manifiestan
todo sin temor a los maestros, a los asistentes ya los superiores. Son
sinceros en la confesión y fuera de ella, y se prestan con facilidad a todo
lo que les quiera mandar aquél que saben que los ama.
Si se desea que la parroquia sea fuente de vocaciones, deberá
llegar a ser ámbito de afecto y familiaridad para los jóvenes,
especialmente en ese momento en el que, poco a poco, se desligan del
núcleo familiar para abrirse al horizonte social por medio de los grupos
intermedios que encuentran a su alcance. Esto implica crear espacios
adaptados a sus exigencias culturales.
La pastoral vocacional solamente puede implementarse cuando
existen procesos previos de catequesis y de un modo especial en la
pastoral juvenil.
Estos elementos, así presentados, exigen un replanteamiento de la
parroquia, de su organización y de sus servicios, para que los jóvenes
ocupen verdaderamente un puesto central en la comunidad.
No se trata solamente de la buena voluntad del pastor, ni siquiera
de su identidad presbiteral. Hemos titulado este capítulo la parroquia y
las vocaciones porque el compromiso vocacional es de toda la
comunidad parroquial, que con su estructura misma suscita vocaciones
para toda la Iglesia.
En los siguientes capítulos desplazaremos la atención del párroco
y del equipo sacerdotal a la parroquia, su consejo pastoral y sus
estructuras evangelizadoras, precisamente para insistir en esta
perspectiva más comunitaria. Es toda la comunidad la que necesita
descubrir sus posibilidades de ser fecunda vocacionalmente y la que ha
de anhelar la plena realización cristiana de cada uno de sus miembros y
de todos los hombres y mujeres.
36
3. Las opciones prioritarias
37
o en grupo, cuentan con su ayuda específica para llegar a ser aquello
que deben ser. En una palabra, todas sus fuerzas están consagradas al
crecimiento espiritual del cuerpo de Cristo, cualesquiera que sean el
ministerio preciso o la presencia misionera que les estén confiados.
La catequesis vocacional. El anuncio concreto y claro de la
vocación como un don de Dios es otra opción necesaria. Que no
permanezca nadie en la comunidad cristiana sin adquirir conciencia del
llamado de Dios para él. Esto supone un esfuerzo por atender lo más
delicado y nuclear de la vida de fe de las personas que forman la
comunidad parroquial, y de un modo especial los más cercanos
colaboradores. Hay que señalar que el adulto en la fe debe ser
consciente de su propia vocación y más aún quien ejerce un ministerio o
servicio a favor de los demás. La conciencia vocacional de todos crea
una cultura vocacional, porque el llamado de cada uno se complementa y
se enriquece con el llamado de los demás.
Al mismo tiempo conviene fomentar un ambiente en el que se
respeten, se valoren, se anhelen y se pidan en la oración las vocaciones
de especial consagración, como un don inestimable de Dios. Pero este
pedir las vocaciones no será coherente si no es a la vez
comprometiéndose cada uno en el propio camino vocacional. Sólo puedo
pedir para los demás lo que de alguna manera vivo y en lo que de algún
modo me comprometo.
Supone implementar materiales por etapas para que todos
conozcan y valoren en don de la llamada de Dios, donde se cuenta con
recursos didácticos que expresen con nitidez este irrenunciable valor y lo
hagan accesible a todos.
Llamar por el propio nombre. La llamada de Dios se hace
audible por medio de la voz de personas amigas que en su nombre
invitan a ofrecer la propia vida. Los presbíteros y especialmente los
párrocos tienen experiencia de esto, porque suelen llamar a los laicos a
la colaboración en las actividades pastorales. Es necesario tener la
valentía de llamar por el propio nombre y de proponer la entrega total y
definitiva al proyecto de Dios. La misma evangelización supone una
llamada y un ponerse al servicio. Pero es necesaria también la llamada
específica para dar la vida en el sacerdocio, en la vida religiosa, en la
consagración secular. La llamada por el propio nombre supone un
discernimiento previo y una profunda actitud orante, una prudencia
grande pero ala vez una audacia profética, típica del ministerio
sacerdotal.
El sostenimiento específico de cada vocación. El clima vocacional
se construye también por el cuidado de las personas consagradas y de
los iaicos que ejercen ministerios en la comunidad parroquial. Es
incoherente llamar a otros cuando el modo de vivir la vocación de
quienes ya han sido llamados no es de plenitud sino de sobrevivencia.
Nuevamente se compromete el ministerio sacerdotal en una de sus
facetas más delicadas: la dirección espiritual. Este y otros medios que
38
ayudan al sostenimiento de las vocaciones deberán ser puestos en
práctica, de modo que las personas ya consagradas o comprometidas en
la comunidad parroquial cuenten con los elementos necesarios para que
su vocación se revitalice continuamente y su testimonio vocacional sea a
su vez convocador de nuevas vocaciones.
El cuidado pastoral de las formas de vida. Especialmente la
vocación de los laicos es percibida y experimentada a través de las
formas de vida. No basta con que tengan conciencia de su vocación
laical. Es necesario que den un sentido a las formas estables que han
marcado su vida y constituyen un campo precioso de espiritualidad
vocacional para ellos. La catequesis en torno a las formas de vida
construye a su vez el clima vocacional de la parroquia. Las personas que
colaboran en la comunidad parroquial deberán dar sentido cristiano y
vocacional al noviazgo, al matrimonio ya la viudez; a la soltería y al
celibato; a la virginidad consagrada; a la paternidad I maternidad ya la
familia; a la profesión ya los diferentes oficios; a la misión ya los
ministerios laicales. Cada una de estas formas de vivir es susceptible de
una verdadera catequesis vocacional.
Las prioridades se traducen en espacios y tiempos comunitarios
significativos, y en concreto en tres iniciativas bien precisas que marcan
a una parroquia vocacional:
• El oratorio eucarístico vocacional, donde todos, pero especialmente los
jóvenes tienen la posibilidad de una oración viva e íntima, adaptada a sus
necesidades culturales y religiosas, tanto en el plano personal como en el
grupal. En este sentido se presenta un reto ala creatividad en torno ala
presencia del Señor en el sacramento ya las maneras de ejercer el
servicio de la animación de la oración. Una parroquia vocacional es
necesariamente una verdadera escuela de oración.
• Las salas de acompañamiento que hacen ver de manera objetiva la
importancia que se da a acompañar procesos. Se trata de los procesos
de los jóvenes, para quienes existe un acompañamiento personalizado, a
través de diversos agentes, pero también para todos. Un estilo pastoral
parroquial en el que las personas son escuchadas, poniendo en práctica
el valor trascendente que la guía espiritual tiene en la tradición cristiana.
39
4. El equipo parroquial
de pastoral vocacional
40
hermosamente estas tareas vocacionales en la parroquia: El trabajo del
espigador no es complicado. Sencillamente requiere un corazón abierto y
dispuesto, intuición y discreción, celo sincero y amor de Dios. Basta con
seguir por el surco, que es tanto como decir la huella de la Providencia;
descubrir un indicio, respetar un secreto, alentar una idea escogiendo el
momento justo para dirigir, aconsejar, conducir con mano suave y firme
en los momentos de crisis y tentación.
Los objetivos del equipo vocacional parroquial son bien
concretos, y aunque su acción implique a toda la parroquia, son
fácilmente evaluables. Tienen siempre como alma la oración vocacional y
como medio la catequesis vocacional. Se pueden señalar seis objetivos:
41
5. Organizando el equipo parroquial
42
En un segundo momento, convocar al equipo parroquial, como ya
se ha señalado, con la mayor amplitud posible e implicando a los mismos
responsables de áreas. La experiencia dice que así se evita que unos
pongan obstáculos a otros en la realización de las actividades
vocacionales.
El tercer paso importante sería organizar un curso de formación
para todo el equipo en lo que se refiere ala pastoral vocacional. Es
importante la .parte doctrinal, pero también la parte pedagógica, de modo
que clarifiquen no sólo el qué, sino también el estilo o modo con que se
realiza la pastoral vocacional.
Conviene dar al equipo una mínima organización interna: un
coordinador, un secretario, un tesorero. Según se vayan descubriendo
las tareas propias del equipo, se pueden nombrar también coordinadores
de las diversas dimensiones de la acción vocacional: la oración, la
formación, el llamado y acompañamiento, la colaboración económica.
El equipo no está organizado si no cuenta con un plan parroquial
de pastoral vocacional. No tiene que ser, en un principio, un plan muy
elaborado. Con que ofrezca un objetivo claro para el curso y unos medios
elementales. La función del plan es unificar la actividad del equipo. Poco
a poco se irá confeccionando y enriqueciendo ese plan.
Es importante que se distinga al equipo vocacional como animador
del sentido vocacional de las diversas áreas de evangelización, del
equipo vocacional como ejecutor de actividades que son muy
específicamente vocacionales o que incluso están orientadas al fomento
de las vocaciones consagradas.
43
6. Las actividades vocacionales
en la parroquia
44
este mensaje con el equipo parroquial de pastoral vocacional. Darlo a
conocer por diversos medios. Organizar una vigilia de oración la noche
del sábado anterior. Decorar el templo parroquial con elementos alusivos
al tema de la jornada... Que este día dedicado especialmente a la oración
vocacional sea percibido con claridad por todos los fieles.
• Los momentos de retiro vocacional, en los que la oración por y con
las vocaciones merece una especial atención. Que los jóvenes tengan
noticia de cómo la comunidad permanece en oración encomendando su
vocación al Señor. Lo mismo hay que decir de momentos diocesanos
importantes, como los preseminarios o los retiros para candidatos ala
vida religiosa. En este caso es todo un detalle enviar un ramillete
espiritual de la parroquia.
• Distribuir oraciones vocacionales para ser rezadas individualmente,
en familia o en comunidad. El uso de estas oraciones al final de la misa y
al concluir las diversas reuniones de los grupos en la Parroquia, según se
acostumbre en la diócesis. Proponer una diversidad de ellas para que no
se caiga en la monotonía.
• La oración de las familias. Cada hogar se constituye como un
espacio privilegiado de oración. La pastoral vocacional no deja de
aprovechar este nivel íntimo y profundo de la oración vocacional. Los
padres que oran por la vocación de sus hijos; los esposos que se
enriquecen mutuamente por la experiencia de la oración; la oración de
todos por las vocaciones.
• La oración de los enfermos que se visitan cotidianamente y puede
ofrecerse especialmente por las vocaciones en la comunidad parroquial y
diocesana. Pedir a los seminaristas y formandos que los visiten en sus
tiempos de vacaciones.
• El vía crucis y el rosario vocacional. Suele contarse con esquemas
bien preparados para aprovechar estos actos de devoción para orar por
la propia vocación y por las vocaciones.
• Los aniversarios sacerdotales y de la vida religiosa, al igual que los
momentos de ingreso en el seminario o en las casas de formación.
Aprovechar estos acontecimientos vocacionales propios de la comunidad
para dar gracias a Dios por su llamada y para pedir su ayuda, como
dicen las letanías propias de las ordenaciones y profesiones, por estos
elegidos.
• Las fiestas patronales, sobre todo subrayando el proceso vocacional
del santo y cómo es un modelo de disponibilidad ante el llamado de Dios
y ante las necesidades de los hombres.
• Aprovechando la devoción mariana con alocuciones e intenciones
vocacionales, desde el rezo del ángelus hasta las novenas y fiestas de la
Santísima Virgen.
45
Cultura vocacional permite que en su seno Surjan nuevas vocaciones. Es
la comunidad que conoce el don de la vocación y lo Pone en práctica,
que valora los procesos vocacionales y se pone a su servicio.
• Formar a los agentes de pastoral vocacional. Si se acepta que todos
son responsables de la pastoral vocacional, será necesario formar
Continuamente Personas para que desarrollen un trabajo más sólido y
fecundo. La formación de los miembros del propio equipo vocacional será
una propiedad.
• Formar a toda la comunidad, de manera que cada uno de los
creyentes sea consciente de la necesidad, naturaleza y grandeza de las
vocaciones en la Iglesia, de su responsabilidad sobre las vocaciones, del
valor grande de su propia vocación y del significado profundo que tienen
los diversos ministerios en la comunidad cristiana.
• Promover la catequesis vocacional en todos los niveles de la
catequesis de los niños, de los grupos de monaguillos, de la pastoral
juvenil y educativa, y de la catequesis de adultos. Tiene especial
importancia la concientización vocacional en ámbitos juveniles que
pertenecen a la parroquia, como son los colegios o centros juveniles.
• Realizar eventos vocacionales para la comunidad parroquial. Por
ejemplo, la proyección de películas vocacionales, la promoción de visitas
a las casas de formación, la redacción de artículos y de programas
radiofónicos, etc.
46
importancia de llamar a quienes ya se dejan mover por el Espíritu y
muestran un estilo de verdadero servicio y de comunión con los demás.
• Después de la llamada viene el acompañamiento. En a parroquia se
ofrece habitualmente un acompañamiento inicial, que tiene sus
características propias. Sobre todo destaca la presentación abierta y
clara de las diversas vocaciones que amplía las perspectivas
vocacionales de los jóvenes y la estimulación de su perseverancia en el
compromiso vocacional. En la parroquia se acompaña de modo especial
a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales y sin embargo, por
motivo de edad o de requisitos académicos, o por otros problemas, aún
no pueden ingresar en una casa de formación. Entonces se plantea el
reto de un proceso prolongado y de una atención integral.
• Una manera más moderna de proponer y acompañar la vocación son
los círculos vocacionales. Se trata de un medio grupal que, sin distraer a
cada uno de su propio apostolado, ayuda a afirmar planteamientos
vocacionales específicos. El círculo vocacional se puede proponer a
diversos niveles y para diversos destinatarios. Lo importante es que abra
un espacio de instrucción y de comunicación y de oración en torno a la
vocación.
• Hay que señalar como un ámbito precioso de acompañamiento la
preparación para el matrimonio, de modo que el equipo de pastoral
vocacional esté en profunda sintonía con los encargados de la
catequesis prematrimonial.
• Existe una parte del acompañamiento que corresponde de modo
exclusivo al párroco y culmina con la presentación del candidato al
Seminario o a una Congregación religiosa. Para un párroco siempre es
un gozo y un privilegio poder presentar candidatos, sobre todo cuando se
han realizado verdaderos procesos vocacionales.
47
• Proponer servicios bien específicos que puede hacer la comunidad
parroquial cuando hay eventos vocacionales, como el transporte de los
jóvenes, la alimentación, la limpieza, etc. Es una manera de contar con
esa comunidad que ha puesto como prioridad la pastoral juvenil y
vocacional.
• Ofrecer a los candidatos y formandos el apoyo económico en su
proceso de formación, proporcionando ropa, colegiaturas, libros, y otras
cosas necesarias para su proceso formativo.
• En la pastoral vocacional debe estar también comprometido el
consejo económico de la parroquia.
48
7. El plan parroquial y su presentación .
49
áreas y del equipo sacerdotal. Incluirá las necesidades vocacionales de
toda la comunidad parroquial.
Se pueden utilizar diversas metodologías de planificación, pero dos
características son necesarias:
• que se parta de las necesidades vocacionales reales de los
destinatarios, de modo que no se les imponga un discurso vocacional
que no aceptan o no necesitan.
• que dé la prioridad a un proceso educativo vocacional, por el
que poco a poco se va llevando a todos a adquirir una mayor conciencia
de su vocación ya responder a ese llamado de Dios.
50
4.- La pastoral vocacional en la comunidad local
Materiales para el estudio comunitario
en las congregaciones religiosas
y los institutos seculares
Preparado por
Emilio Lavaniegos González
Con la colaboración de
Fausto Márquez Domínguez y Eduardo Ramírez García
Introducción
51
1. Trascendencia de la comunidad local
52
Sus miembros se alimentan de la Iglesia particular y llevan a otras
Iglesias lo que han recibido.
d) La Iglesia particular se define como una porción del pueblo de
Dios. Es convocada por el Obispo y su presbiterio, que la constituye en el
Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía. En ella
verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa,
católica y apostólica (Cf.. CIC 369). En la Iglesia particular o diócesis
están todos los elementos que constituyen la comunidad cristiana, que se
expresan de un modo eminente en la Eucaristía, presidida por el obispo y
su presbiterio. Hagamos ahora una sencilla aplicación de cada uno de
estos puntos a las comunidades de vida consagrada:
53
comunidad local ha insertado el carisma en la Iglesia particular, participa
de su vitalidad, recibiendo de esa Iglesia nuevas vocaciones.
54
2. Un ámbito vocacional
55
apostolado, la misma comunidad religiosa. Y abundan, cada vez más, los
colaboradores laicos que asumen diversas responsabilidades. Hay que
tener la habilidad de dar a cada quien su lugar. Cada uno de ellos, a su
modo y desde su propia vocación, puede y debe enriquecer su vida de fe
por la participación del carisma de la Congregación.
Pedir al sacerdote lo que conviene desde su propia vocación y
misión, darle su propio lugar como pastor, tanto en la comunidad religiosa
como en el apostolado. No reducir su presencia a meras celebraciones
litúrgicas. Propiciar que su propia vida sacerdotal se vea enriquecida,
exigida y matizada por su participación del carisma.
Propiciar en la comunidad religiosa un sano orgullo de su
pertenencia a la Congregación porque ven que se ponen todos los
esfuerzos para inculturar el carisma específico en .la vivencia de cada
día. Que sea éste el primer ámbito donde se pide el don del Espíritu y
donde nos empeñamos en profundizar el propio carisma. Hacer de la
comunidad un espacio donde los hermanos o hermanas de las distintas
edades encuentren un motivo para esperar y para perseverar en su
camino vocacional.
Anunciar a los laicos con valentía y con amor el propio carisma,
propiciando su participación en él. Siempre en el primer plano del
enriquecimiento de su fe, y después en el de las tareas que concretan de
un modo muy específico la misión. Suscitar en ellos el anhelo de nuevas
vocaciones, porque descubren que su acción comprometida nunca podrá
suplir la presencia de los religiosos o religiosas.
Lo mejor de todo es que la comunidad local ofrece todas estas
posibilidades permanentemente. En ella, no sólo por su actividad, sino
también por su vida íntima, confluyen de un modo natural las tres
vocaciones. Y esto convierte a la comunidad local en un ámbito
vocacional. ¿Cómo no va a llamar la atención de los jóvenes el vernos
actuar juntos para un fin común y con una misma esperanza?
Pero en la comunidad local también confluyen las diversas formas
de vida. Muy en concreto, aparecen la virginidad consagrada y la vida
comunitaria; el matrimonio y la viudez; la profesión y el trabajo; la
maternidad y la paternidad; la soltería y el celibato.
Propiciar un conocimiento y valoración del don de la virginidad
consagrada y de la vida comunitaria. Son realidades cuyo contacto
cotidiano enriquece la vida de los fieles y de toda la Iglesia. Hacer ver a
todos la alegría de compartir la vida y de renunciar a otros lazos afectivos
para tener a Cristo ya los hermanos en el corazón. Aprovechar los
cambios de personal para hacer descubrir el gran valor de la
disponibilidad y para que todos aprendan una lección de
desprendimiento.
Otorgar un puesto primordial al matrimonio como referente
fundamental en la vida de los jóvenes y como institución que merece
respeto. Dar a los esposos cristianos que participan un cauce para su
fecundidad conyugal en el gran bien que pueden hacer a la comunidad.
56
Propiciar en ellos el espíritu de oración y la participación en los rasgos de
la espiritualidad de la Congregación. Siempre contamos con esos
matrimonios que nos han conocido y nos aman... y nos amarían más si
conocieran nuestro corazón. Dar un lugar de especial honor ala viudez. A
veces tenemos el privilegio de contar con personas que han perdido a su
pareja, y abren a la comunidad su corazón y sus manos para ponerse al
servicio. Su don tiene un inmenso valor porque ha sido purificado por
medio del sufrimiento. Pero a la vez es un signo vocacional de primer
orden. Valorar a estas personas no sólo por su trabajo profesional, sino
por su vida.
Reconocer y ponderar el valor del trabajo. Las personas que
realizan diversos trabajos son también parte de la comunidad. Su trabajo
muchas veces oculto y silencioso es un signo vocacional para todos.
Muchos de ellos han unido sus vidas a este trabajo y lo realizan con
sentido de fe. Conviene ayudar a estas personas a que adquieran
conciencia de lo que significan para los demás. Algo similar ocurre con la
Profesión de los colaboradores laicos. Es maravilloso que encuentren
una comunidad religiosa que valora y respeta su competencia
profesional, que agradece su aportación y la reconoce ante todos.
Estamos rodeados de personas que viven la maternidad y
paternidad. Esta forma de vida transforma el corazón de quien la vive y
le abre a grandes posibilidades vocacionales. El corazón de los padres y
madres sabe del sacrificio, del amor abnegado, del don desinteresado de
sí mismos. La comunidad propicia que estos grandes valores se pongan
al servicio y enriquezcan nuestra propia vida religiosa.
Por último está la soltería y el celibato. Cuántas personas solteras
son verdaderos pilares de nuestras obras apostólicas. Los solteros tienen
todas sus fuerzas para el servicio. Son también un signo vocacional en la
comunidad. Sobre todo cuando su soltería es fecundada por la fuerza del
Espíritu a través de un carisma como el de la Congregación.
57
una concepción de nuestra vida espiritual con frecuencia más alta de la
que tenemos nosotros mismos.
Pero la comunidad local es también el ámbito en el que se
desarrollan los carismas particulares, es decir, los de las personas
concretas. Allí debe darse un lugar a la hermana que sabe hacer pasteles
ya la otra que es buena para la actuación, o ala que tiene buena mano
para los pobres. Facilitar que todos conozcan, valoren e integren
Positivamente los dones que Dios ha concedido a cada persona. No ser i
personas grises, sino llenas de matices que se hallan bien I integrados
con el carisma institucional.
58
existente entre la generosidad en el apostolado y el don de sí mismo
para toda la vida. Que se descubra a la misma comunidad religiosa como
verdaderamente apostólica.
59
3. Comunidad que envuelve a los jóvenes
60
y les da noticia oportuna de esta oración. Nunca podremos medir lo que
vocacionalmente significa una tarjeta, un abrazo, un estímulo de nuestra
parte en la vida de los jóvenes.
Comunidad al servicio. Este es el otro factor al que los jóvenes son
muy sensibles. Esperan una comunidad que se halle auténtica y
radicalmente al servicio de los demás. Cuando descubren en la
comunidad religiosa opciones de comodidad o de lujo, cuando
aparecemos como mundanos y vanidosos, matamos sus posibilidades
vocacionales.
La relevancia social de una comunidad religiosa no se mide por su
capacidad económica ni por su poder social. Se mide por su carácter
evangélico. Es llamativo que los jóvenes y la sociedad en general valoran
a las instituciones religiosas que se dedican sin ambigüedades al
servicio. A la vez rechazan y ponen en tela de juicio a las instituciones
religiosas que juegan con el prestigio y el poder. En esta materia habría
que recordar a san Pablo, cuyo testimonio es claro: En cuanto a mi,
jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para mi y yo para el mundo
(GaI6,14).
Si la comunidad local se dedica honesta y verdaderamente al
servicio, se hará capaz de suscitar inquietudes. Aquí es conveniente
recordar aquellos interrogantes que según Pablo VI debe crear la
comunidad cristiana para poder evangelizar: ¿Por qué son así? ¿Por qué
viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué
están con nosotros? (E.N. 21 ). Mientras la comunidad local no provoque
interrogantes en quienes la contemplan, será difícil que llegue a ser
fuente de nuevas vocaciones.
Conviene hacer un análisis de la imagen de la comunidad en el
ambiente que nos rodea. ¿Qué ven en nosotros? ¿Dónde están los
motivos de ambigüedad? ¿Qué rasgos comunitarios pueden hacer
evangélicamente relevante nuestra vocación en este ambiente social? La
relevancia no es tanto un bien que hay que ambicionar, sino una
responsabilidad. Tenemos el deber de hacemos relevantes o
significativos en el ambiente social que nos rodea y por los dones que
hemos recibido de Dios, que son los verdaderamente relevantes.
61
3. ¿Nuestra comunidad aparece como entregada al servicio evangélico, y
por ello es significativa para los demás? ¿Qué piensan sobre esto los
jóvenes que nos conocen?
4. Pastoral vocacional y pastoral de conjunto
62
nación y región y reflejar la unidad y variedad de funciones y servicios de
ese cuerpo diversificado cuya cabeza es Cristo (n. 863).
Dicho en otras palabras, esta acción pastoral debe atender a la
problemática real de la vocación de todos los creyentes (en este sentido
es encarnada), pero a la vez debe cuidar de modo muy específico
aquellas vocaciones que son de especial trascendencia para la vida de la
comunidad (en este sentido es diferenciada). Una cosa no está reñida
con la otra.
La pregunta que nos hacemos al intentar hacer pastoral vocacional
en la comunidad local no es ¿cuántas vocaciones necesitamos? , sino
¿qué necesitan los demás para descubrir y vivir su vocación? En todo
caso: ¿qué clase de vocaciones necesita el pueblo de Dios para
continuar existiendo? Como se puede observar, la pastoral vocacional
exige a la comunidad religiosa un profundo salir de sí misma para buscar
el bien de los jóvenes, y de la Iglesia particular.
Surge aquí también el asunto de la integración con el centro
diocesano de vocaciones. En las diócesis suele existir este centro, que
convoca a los promotores vocacionales de las diversas comunidades
para realizar una acción en conjunto. Casi siempre se pone la atención
en el ingreso de nuevos candidatos a las comunidades religiosas, es
decir, en la parte específica. Podríamos quedamos satisfechos diciendo
que ya un miembro de la comunidad participa en el centro de vocaciones.
Para perfilar mejor este punto, conviene enunciar dos principios:
a) Es toda la comunidad y no sólo la persona encargada, quien se
integra ala acción vocacional de la diócesis. Habitualmente se porponen
objetivos y medios que se deben implementar en la comunidad local. Es
un contrasentido enviar un delegado, para que luego no haya una
comunión eficaz en tomo a los compromisos que ese delegado asume.
b) Toda actividad vocacional que realiza la comunidad local debe
estar impregnada de amor e interés por la Iglesia particular y su futuro, y
por todas las vocaciones que existen en ella. De modo que brille el
espíritu eclesial y el sentido de la pastoral de conjunto hasta en las
actividades vocacionales más íntimas de la comunidad local.
63
4. ¿Hay una verdadera integración con el centro diocesano de pastoral
vocacional?
64
El clima vocacional se desarrolla también, como ya hemos
señalado, por las actitudes de aprecio y de interés por todas las
vocaciones, formas de vida y ministerios que confluyen en la comunidad
local. El clima adecuado para el surgimiento de las vocaciones
consagradas es el de un constante desarrollo de todas las vocaciones y
ministerios, el de la comunidad ministerial.
b) El plan de acción. Supuesto un clima vocacional adecuado,
aparece como segunda característica que exista un plan de acción en
favor de las vocaciones y que ese plan sea asumido por todos los
miembros de la comunidad religiosa y por la mayor cantidad posible de
colaboradores.
Las características de este plan vienen bien señaladas para el
ámbito diocesano en las sugerencias acerca de la elaboración del plan
de acción diocesano para las vocaciones, de la Sagrada Congregación
para la educación católica, de 1978. Son adaptables para la comunidad
religiosa local. Son tres:
-El plan debe concebirse en relación con el conjunto de la acción
pastoral y definir su programa respecto a varios sectores que pueden
condicionar la manifestación y perseverancia de las vocaciones
consagradas. Por lo tanto, prácticamente: en relación con la
evangelización, con la pastoral juvenil y familiar, con la vida y el
apostolado de la comunidad religiosa. Es un plan que debe afectar a toda
la marcha de la comunidad. En este sentido se puede decir que la
pastoral vocacional está en el corazón de la pastoral de conjunto y puede
ser muy bien un elemento aglutinador y motivador de toda la acción
pastoral de la comunidad local.
-El plan debe contener las dimensiones esenciales de la acción en
favor de las vocaciones. En concreto: El aspecto doctrinal, por el que se
dan a conocer la vocación y las vocaciones por medio de la catequesis
vocacional y crea la cultura vocacional necesaria. El aspecto espiritual,
por el que se promueve la participación en la liturgia, la oración y los
sacramentos, formando una comunidad que ora por las vocaciones y que
acoge los dones del Espíritu. El aspecto organizativo o funcional, por el
que se ponen los medios concretos que ayudan al surgimiento y
fortalecimiento de las vocaciones consagradas.
-El plan debe ser realista y adaptarse a las condiciones
vocacionales de la comunidad local. Cada comunidad tiene su fisonomía
propia y en medio de ella hay que actuar. Hay que tener presente la
realidad local, que no es la ideal. Escoger objetivos prioritarios,
proponerse realizarlos en diversas etapas. Incluso habrá que sacrificar
otras cosas para poder realizar el plan. El plan debe atender ala
vocacionalización del ambiente pero sin descuidar la promoción y el
cuidado de las vocaciones consagradas.
c) El equipo vocacional. La comunidad local no se vocacionaliza
sólo con buenas intenciones. No se puede pedir al hermano o hermana
promotor que afronte en solitario el conjunto de la acción pastoral. Es
65
necesario constituir un equipo vocacional, invertir en su formación, y
darle una responsabilidad real en el conjunto de la acción pastoral. En el
equipo conviene que estén bien representadas las diversas vocaciones,
las formas de vida y ministerios que son importantes en la comunidad. El
equipo vocacional diseña y ejecuta esas acciones estratégicas que
pueden llevar a toda la comunidad a asumir su responsabilidad en torno
al problema vocacional, que es el problema fundamental de la Iglesia.
d) La centralidad de los jóvenes. La comunidad local tendrá más
posibilidades de ser fuente de vocaciones si promueve la presencia y el
protagonismo de los jóvenes. Sea cual sea la misión de la comunidad
local, los jóvenes tienen la posibilidad de actuar en medio de ella.
Dice el ll Congreso mundial respecto a la comunidad parroquial
algo que es válido también para la comunidad religiosa local: En ella los
jóvenes descubren cómo se construye una comunidad viva, cómo se
escucha la palabra de Dios, cómo se hace la catequesis, cómo se ora,
cómo se sirve al mismo tiempo a la Iglesia ya la humanidad. Los jóvenes
deben ser ayudados en esta experiencia. Pero deben sentirse
verdaderos protagonistas, según los carismas personales y las
verdaderas posibilidades de cada uno. Ellos deben convertirse en los
primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo el apostolado
entre sí, teniendo en consideración el medio social en que viven. Pero su
tarea va más allá del mundo juvenil. Otros tienen necesidad de ellos:
personas pobres, ancianos, marginados, abandonados (n. 43).
Es un texto con contenido amplio, en el que se descubre todo un
conjunto de acciones que son posibles para los jóvenes y conviene
promover. La comunidad local necesita crear los espacios de
participación para los jóvenes. Espacios en los cuales ellos puedan
desarrollar sus propias capacidades y dones en favor de los demás.
Las tareas que lleva entre manos la comunidad religiosa local
constituyen lugares privilegiados para la participación de los jóvenes:
colegios, asilos de ancianos, orfanatorios, dispensarios, colaboración
parroquial, etc. Quizá lo que falta es desarrollar nuestra capacidad para
acoger a los jóvenes, para orar con ellos, para preparar el lugar donde
puedan ejercer el apostolado y hacer de su colaboración una verdadera
experiencia vocacional. En síntesis, quizá nos falta creer en ellos y en la
llamada de Dios que se hace audible cuando los jóvenes se ponen en
contacto con las necesidades comunitarias y se cuenta con ellos para el
servicio.
66
Para el diálogo comunitario...
67
6. Pasos para vocacionalizar la comunidad local
68
experiencia de ser llamados y enviados. Esto se hace a través de una
catequesis sistemática y profunda. Es hacer pasar al equipo ya la misma
comunidad religiosa por aquello que pretenden ofrecer a los demás. La
principal calificación del promotor vocacional consiste en su propia
vivencia vocacional. Esto supone que a la vez cada uno de ellos está
haciendo su propio proceso espiritual y tiene un acompañante, es decir,
una verdadera conversión.
Esta catequesis vocacional ayuda a los miembros del equipo a
profundizar al menos en los siguientes aspectos: la vocación bautismal o
común; la vocación específica, ya sea laical o religiosa; las formas de
vida y su sentido vocacional; el valor vocacional de los servicios,
apostolados y ministerios; el sentido vocacional del estilo de la acción en
favor de los demás.
c) Elaborar el plan de acción. La elaboración del plan es parte de la
misma formación el equipo. Al hacerlo, como se ha señalado, hay que
estar atentos a la situación vocacional real de la comunidad. Sin embargo
se pueden señalar cuatro contenidos básicos de la acción del equipo
vocacional:
-El fomento de la oración vocacional. Se trata de despertar en toda
la comunidad un anhelo espiritual que desee y pida el don de la
vocación. No consiste sólo en rezar por la vocación de los demás, sino
abrir el corazón a la llamada de Dios. No basta con repetir una oración;
hay que infundir en las personas el espíritu de oración en su grado más
profundo, que es la apertura a la voluntad de Dios sobre la propia vida.
Toda la liturgia y los actos de devoción deben llenarse de sentido
vocacional. Es conveniente fomentar devociones específicamente
vocacionales como el jueves sacerdotal, la oración comunitaria pidiendo
vocaciones, la hora santa vocacional, la Jornada de oración por las
vocaciones, etc. Implicar también a los jóvenes en esta oración
vocacional.
-La formación o catequesis vocacional. Se intenta formar una
cultura vocacional por medio del conocimiento del misterio de la vocación
y de las vocaciones. Debe incluir la catequesis bíblica y teológica.
También la comunicación testimonial de la experiencia vocacional y el
contacto con el testimonio de los santos. Un medio muy útil son las
películas vocacionales. Pero hay mil maneras de hacer la catequesis
vocacional. Toda la acción evangelizadora de la comunidad deberá afinar
sus contenidos vocacionales. Para ayudar a esto está el equipo
vocacional.
-El llamado por el propio nombre. Llamar es una acción decisiva en
la pastoral vocacional. En la Biblia hay constantes testimonios de este
llamar por el propio nombre. Es un acto que implica mucha
responsabilidad. Antes de llamar es normal que en el equipo vocacional
se hable de esta posibilidad y de la idoneidad del candidato, y sobre todo
se ore por él. El llamado conviene reservarlo a quienes tienen una mayor
responsabilidad. Pero no hay que tener miedo de llamar. No sólo una
69
llamada genérica, sino a personas en particular, con todo el contenido de
emociones que esto supone.
-La colaboración económica. La acción vocacional de la comunidad
necesita sostenerse. Como se ve es una acción amplia y profunda, que
no se improvisa a nivel de los recursos materiales.
70
4.- El equipo de pastoral vocacional
Itinerario formativo para los miembros
del equipo de pastoral vocacional
Preparado por:
Juan Francisco Comendador Prisuelos
Presentación
Estas páginas surgen de un convencimiento asumido teóricamente
pero difícil de llevar a la práctica: el trabajo en equipo es una condición
de la eficiencia de la pastoral vocacional. El mensaje de la vocación es
amplio, multiforme, de muchos y variados matices. Requiere testigos
audaces y decididos que, en equipo, sepan transmitir la buena noticia de
la vocación en un mundo que se hace el sordo al llamado de Dios.
El presente librito se divide en dos partes definidas por su contenido.
Los tres primeros capítulos se detienen en justificar la existencia del
equipo de pastoral vocacional, delimitar su campo de acción y señalar
algunos ámbitos (centro diocesano, parroquia, colegio y movimientos)
don-de aquella se torna especialmente eficaz.
Los tres últimos capítulos vuelven su mirada sobre el equipo en sí,
sobre sus miembros, con el fin de ofrecer una guía para su formación:
formar en el sentido de “convocar”, pero también formar en el sentido de
“educar o adiestrar para algo”. Al final, se propone un itinerario formativo
con algunas sugerencias metodológicas que pueden ser de utilidad para
el coordinador o responsable del equipo.
Nuestro deseo es que este sencillo material contribuya a fomentar el
espíritu del trabajo en equipo en nuestros organismos y estructuras de
pastoral vocacional; un espíritu que no responde a la urgencia del
momento, sino a una verdadera necesidad carismática de, en un plano
de unidad e igualdad, mostrar al mundo la sinfonía vocacional, la
profunda complementariedad de las vocaciones, de la Iglesia.
71
1. La necesidad del equipo
72
estructuras grupales que sean testimonio vivo de esta comunión a la que
hemos sido llamados.
73
descubrir y realizar, especialmente los jóvenes, al margen de que se
declaren católicos o no. Para unos, tal camino se concreta en el
sacerdocio, para otros en la vida consagrada y para otros en el laicado. A
un nivel humano, quizá tal camino se concreta en el ejercicio de una
profesión o la creación de una familia. Ningún camino supera en
perfección, dignidad o importancia a los otros: todos son igualmente
importantes y necesarios. Por eso hablamos de la complementariedad de
las vocaciones y de la importancia de que los laicos asuman su
responsabilidad en la pastoral vocacional.
Hemos de preguntarnos, pues, por qué hemos fallado al transmitir
algo tan esencial y aparentemente tan claro. ¿No tendrá algo que ver el
hecho de que hayan sido durante mucho tiempo únicamente los
sacerdotes y consagra-dos los encargados de la pastoral vocacional? La
ausencia de los laicos en esta ardua y delicada tarea ha contribuido, sin
duda, a prolongar la impresión de que la vocación es sólo asunto de unos
pocos. Existen, además, otros factores que explican esta concepción
errónea de la vocación. En el pasado ha habido una comprensión de la
pastoral vocacional como estrategia para reclutar candidatos al
sacerdocio y a la vida consagrada. Hoy, al menos en teoría, se entiende
que la pastoral vocacional consiste en otra cosa. Pero eso lo veremos
más adelante.
Hemos de concluir, por tanto, que el establecimiento de equipos de
PV es necesario no solamente por motivos formales (imperativos bíblico,
magisterial y jurídico) sino por razones de contenido, pues una pastoral
que se quiera calificar de vocacional ha de presentar en igualdad de
condiciones todas las vocaciones específicas posibles y, sobre todo, de
llegar a todos. Y puesto que la vocación no consiste en un conocimiento
de tipo intelectual, sino que sólo se vislumbra cuando se objetiva en
seres de carne y hueso, se hace urgente que estos equipos estén
conformados por personas que se identifiquen plenamente con las
distintas opciones vocacionales.
El primer trabajo del equipo será conseguir la identidad vocacional de
sus miembros. Porque la fe y la vocación se transmiten más desde la
vida que desde la técnica; más como testimonio que como estrategia.
74
2. ¿Qué es y que hace el Equipo de Pastoral Vocacional?
75
habrá que adquirir un conocimiento de las distintas vocaciones, después
habrá que optar por una de ellas, y luego habrá que profundizar en ella,
asumirla, y crecer en la opción hecha.
Esta consideración amplía sin duda el campo de acción de la pastoral
vocacional. Quizá pensábamos que sólo tendríamos que vérnoslas con
adolescentes y jóvenes, pero de pronto descubrimos que también los
niños y los adultos han de ser destinatarios de nuestras acciones. En
otras palabras, la pastoral vocacional no se identifica con la promoción
vocacional, sino que la incluye como una de sus etapas. También existe
una pastoral vocacional de la preparación (etapa previa), una pastoral
vocacional del cuidado (formación básica) y una pastoral vocacional del
sostenimiento de la vocación (formación permanente).
Cualquier ámbito donde se lleve a cabo la pastoral vocacional
(parroquia, colegio, casa de formación, etc.) ha de tener presente la
natural correspondencia de la promoción vocacional con la etapa previa y
las posteriores. El equipo vocacional ha de hacerse consciente de este
radio de acción y tenerlo en cuenta en su planificación.
76
miembros del equipo y de la comunidad; cuando toda actividad pastoral
se tiñe de un mensaje vocacional (casamientos, retiros, apostolado
social, etc.), cuando se ofrecen catequesis vocacionales de un modo
sistemático en la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes y se presta
atención a los eventos vocacionales (jornada de oración por las
vocaciones, día de la vida consagrada, aniversarios matrimoniales,
aniversario de la ordenación del párroco, etc.); cuando, por último, del
seno de esa comunidad surgen nuevas vocaciones al ministerio
ordenado y a la vida consagrada, así como vocaciones laicales con un
claro sentido de su misión.
77
3. El equipo sí, pero… ¿dónde?
78
4. Los Movimientos laicales, especialmente los juveniles. Cada día son
más abundantes los movimientos de carácter espiritual o social que
implementan su acción pastoral de un modo supra-parroquial e incluso
supra-diocesano. Se trata, por lo general, de movimientos que persiguen
una profundización en la fe de sus miembros, fortaleciéndola a través de
distintas experiencias. Ejemplos de movimientos laicales son El camino
neocatecumenal, Encuentros conyugales, Cursillos de cristiandad,
Jornadas de vida cristiana, etc. También en ellos resulta conveniente la
implantación de un equipo de pastoral vocacional que coordine las
acciones que desde esta pastoral específica se emprenden. Los
movimientos promueven un tipo de experiencia intensa de fe que en
muchas ocasiones es más vinculante que la parroquia. De hecho,
muchas vocaciones a la vida consagrada y al ministerio han surgido del
seno de estos movimientos. Es preciso, por tanto, organizar la acción
vocacional en ellos.
Aunque en toda plataforma pastoral debiera constituirse el equipo de
pastoral vocacional, en éstas se antoja tarea urgente por motivos
diversos: en el centro diocesano, por la necesidad de mostrar la igualdad
y profunda complementariedad de las vocaciones específicas también en
las estructuras organizativas; en la parroquia, porque en ella confluyen
todas las vocaciones y formas de vida; en los colegios, por ser un ámbito
fundamental de la vida de los jóvenes; en los movimientos, por la
incidencia eclesial de los mismos.
Además de estos cuatro ámbitos “territoriales”, por así decir, existen
otros ámbitos o espacios con los que la pastoral vocacional ha de
establecer unos vínculos especiales: la pastoral juvenil y la pastoral
social. En relación al equipo, este vínculo puede darse a través de la
presencia en el equipo de miembros que trabajen en ambas pastorales.
La razón de esta especial conexión parece evidente. Con la pastoral
juvenil, porque aunque la vocación sea un asunto de toda la vida, es en
la juventud donde esta cuestión aflora con mayor intensidad. Con la
pastoral social, porque es en el diálogo con las necesidades del entorno
donde una vocación se cualifica como auténtica.
79
4. Formando el equipo
80
movimientos presentes en la parroquia se empapen del mensaje de la
vocación.
81
y sobre todo, a delinear una experiencia de vida. Para ello, es importante
cuidar y resaltar algunos aspectos:
Que el encuentro formativo del equipo sea ocasión de alegría y gozo por
sentirse parte de la Iglesia, esto es: que la formación conlleve el tener
una fuerte experiencia de Iglesia. Tener una experiencia de Iglesia
supone vislumbrar la unidad, la comunión, a pesar de la pluralidad y
diversidad de personas, ideas y estilos. Supone reconocer que esa
unidad es obra del Espíritu, que nos convoca y reúne para el seguimiento
de Jesús, siendo cada uno “hijos de nuestro padre y de nuestra madre”.
Supone no sólo la aceptación del otro y la tolerancia respecto al otro,
sino la apertura a la posibilidad de que el otro pueda ofrecerme un punto
de vista que enriquezca mi vida de fe y me ayude a mejor seguir a Jesús.
Supone aceptar que Dios obra en mi vida a través de los hermanos y
que, además, mi vida es para los demás, no para mí mismo.
82
reuniones del equipo de pastoral vocacional se han de poner los medios
necesarios –a través de la preparación de los tiempos de oración- para
que los participantes fundamenten su vida y acción pastoral en la
presencia viva y actuante de Dios que llama.
Los integrantes del equipo llevan a cabo lecturas previas que facilitan la
asimilación de los contenidos.
83
La catequesis vocacional. Tiene por objeto diseñar y ofrecer
sistemáticamente catequesis vocacionales por niveles, en coordinación
con otras pastorales (niños, adultos, formas de vida y sacramentos).
Los eventos vocacionales. Organiza y pre-para los eventos vocacionales
extraordinarios tales como la semana vocacional, la Jornada mundial de
oración por las vocaciones, retiros vocacionales, día del seminario, etc.
Acompañamiento vocacional. Al menos dos personas preparadas para
acoger y acompañar las inquietudes vocacionales de algunos miembros
de la comunidad.
La pastoral juvenil-vocacional. Se encarga de proponer catequesis
vocacionales sistemáticas y círculos vocacionales en los grupos
juveniles.
Relación con instituciones vocacionales (monasterios, seminarios,
familias, grupos de voluntariado, etc.).
Participación en el centro diocesano.
Comisión de economía. Tiene por objeto sostener las actividades del
equipo.
Etc.
84
5. Hacia un itinerario formativo
85
densidad vocacional que presentan las formas de vida, así como la
profunda complementariedad entre ellas.
8. Acompañamiento y entrevista vocacional: Los participantes reconocen la
necesidad de ser acompaña-dos y adquieren algunas destrezas para
conducir la entrevista.
9. Espiritualidad del agente de pastoral vocacional: Los participantes
asumen su papel en la pastoral vocacional de un modo alegre y decidido
como algo necesario para vivir su propia vocación.
Los temas sugeridos son dispares en contenido y extensión. Se han
introducido temas de carácter antropológico (1, 3 y 9)), teológico (2, 4 y
7) y pedagógico (5, 6 y 8). Las perspectivas, como se verá, no son
excluyentes, sino que se interrelacionan profundamente.
Unos temas requerirán de más sesiones que otros. La cantidad de
encuentros destinados a desarrollar un tema dependerá de la naturaleza
específica de la cuestión a desarrollar y de las características de los
destinatarios. Así, por ejemplo, en un colegio el tema de la catequesis
vocacional y los círculos vocacionales requerirá de menos sesiones si la
mayoría de los miembros del equipo son maestros, esto es, si están
familiarizados con cuestiones de pedagogía general. En cada uno de los
temas, sin embargo, se propone un número de sesiones determinado
para su desarrollo.
Por otro lado, la necesidad de síntesis nos ha llevado a omitir otros
temas que pudieran parecer importantes, como la teología bíblica de la
vocación, las disposiciones magisteriales sobre la vocación, los
organismos y ámbitos de la pastoral vocacional, etc. Si el coordinador lo
considera conveniente, puede añadir estos otros temas o abordar-los de
un modo transversal.
Conviene que individualmente los miembros del equipo vayan
asistiendo a cursos de pastoral vocacional que les ayuden por un lado a
mejorar su preparación y, por otro lado, a tener una experiencia eclesial
con otros agentes y otros ámbitos de la pastoral vocacional.
A todo aquél que, convencido de la necesidad carismática de trabajar
en equipo, se ha decidido a convocar el equipo de pastoral vocacional,
no nos queda sino animarle en esta delicada y hermosa tarea de formar
a los agentes del futuro. Todo esfuerzo que se encamine en esta
dirección no será en vano, pues contribuirá a revitalizar su comunidad
tocando lo más íntimo que el Señor ha puesto en los corazones de los
que la componen: la vocación.
86
6. Los temas
1. La historia de mi vocación
Contenido. La reflexión personal y comunicación de la propia
experiencia vocacional. Es importante que los miembros del equipo –
especialmente los laicos- perciban que, aunque no sean muy conscientes
de ello, ellos también son depositarios de una vocación personalísima;
que las personas describan, con sus propias palabras, su propio proceso
vocacional.
Metodología. Una sesión de hora y media es, en principio,
suficiente para realizar este ejercicio. La metodología ha de ser en este
caso eminentemente vivencial. Es importante comenzar con una
dinámica profunda de conocimiento donde se dé cuenta de las razones
por las que cada uno ha accedido a formar parte del equipo. El
coordinador ha de moderar las intervenciones para que este momento no
se alargue en exceso.
En un segundo momento, se introduce una dinámica de reflexión
personal sobre los eventos vocacionales más signficativos de la propia
historia. Se puede hacer “la línea de la vida”, trazando una línea en un
papel en blanco que representa la propia vida desde el nacimiento hasta
el momento actual, o “el radar vocacional”, que es una variante del
ejercicio anterior. Tras este ejercicio personal, se puede compartir con un
par o en pequeños grupos.
Conviene terminar la sesión con una breve oración de acción de gracias
por la vocación recibida. Proponemos la recitación conjunta del salmo 16
–Me ha tocado un lote estupendo, ¡qué hermosa es mi herencia!- para
concluirla.
Recursos. Cualquier dinámica de integración y conocimiento
puede valer. Para “la línea de la vida” sólo se requiere un papel en
blanco. La dinámica “el radar vocacional” se encuentra en los materiales
para el profesor del Curso Básico de Pastoral Vocacional (CBPV, de aquí
en adelante).
87
profesión, entenderemos la pastoral vocacional como orientación
vocacional-profesional. Si pensamos que la vocación es sólo asunto de
curas y monjas, haremos una pastoral vocacional dirigida a “reclutar”
candidatos para los seminarios y noviciados.
Metodología. Una sesión de hora y media. Comenzamos dividiendo al
equipo en grupos de tres. Cada grupo ha de formular una definición del
término vocación que después será puesta en común. Al hacer el vaciado
en el pizarrón el facilitador se cuidará de anotar las palabras clave que
responden al concepto auténtico en el centro y las que se refieren a los
reductivos en las esquinas:
3. Cultura y vocación
Contenido. La cultura postmoderna reviste algunas características de
las que es preciso hacerse consciente para pro-poner el mensaje de la
vocación de modo que sea comprensible para el hombre de hoy. Entre
otras, se destacan la preponderancia de la subjetividad sobre cualquier
sistema objetivo de valores, la supervaloración de lo material en
detrimento de lo espiritual, el consumo de lo inmediato, la religiosidad
ambigua, etc. Esas peculiaridades de la cultura, que se expanden por
88
todos los rincones del planeta a causa de la globalización, afectan de un
modo específico a los jóvenes en cada contexto. Es preciso analizar las
características de los jóvenes con los que trabajamos para adecuar el
mensaje de la vocación a su sensibilidad. De esta forma, habrá que
presentar con mayor nitidez los matices del mensaje cristiano que
conectan mejor con la sensibilidad del hombre contemporáneo.
Metodología. Sugerimos desarrollar este tema en dos sesiones. En la
primera, los miembros del equipo tendrán que haber leído previamente
las páginas 17-22 del CBPV. Se iniciará el encuentro compartiendo las
impresiones de cada uno tras la lectura del apartado propuesto. Después
dividimos el grupo en dos: uno tratará de buscar en las circunstancias
culturales elementos que favorecen la opción vocacional, otros
elementos que la obstaculizan. Tras la puesta en común, el animador
explicará brevemente las dudas que hayan surgido, poniendo especial
atención al tipo de experiencia cristiana que conecta mejor con la
sensibilidad de los jóvenes de hoy. Para ello, pueden servirle de ayuda
las notas propuestas en las páginas 23-26 del CBPV. En un tercer
momento, se pueden ilustrar las características de la cultura
postmoderna escuchando dos canciones de géneros diferentes: Me
gustas tú, de Manu Chao, y Ríe y llora, de Celia Cruz.
La segunda sesión puede dedicarse a analizar, en concreto, el modo
en que la cultura postmoderna incide en el propio contexto y, en
particular, en los jóvenes con los que se trabaja. Para ello, puede ser útil
la hoja Las culturas juveniles, que se incluye en el bloque introductorio
del material para el profesor del CBPV. Se trata, en primer lugar, de
identifi-car la cultura juvenil con la que se trabaja (estudiante, rural,
indígena, etc.) y, en segundo lugar, descubrir las dificultades, riesgos,
ventajas y oportunidades que tal cultura presenta para el ejercicio de la
pastoral vocacional.
Recursos y bibliografía. Además del CBPV y el material para el
profesor, puede resultar la interés la lectura de Vattimo, G., Al final de la
modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura postmoderna, Ed.
Gedisa, Barcelona, 1985. El análisis que el sociólogo Javier Elzo
presenta en el estudio Jóvenes españoles 2002 y vocación, en la revista
Seminarios (Vol. L, 2004) puede, a su vez, arrojar luces para la
realización del segundo ejercicio. Las canciones pro-puestas están
incluidas en los discos Regalo del alma (Celia Cruz, 2003) y Próxima
estación: Esperanza (Manu Chao, 2001).
89
afectan a todas las vocaciones y se viven en cada uno de estos niveles,
aunque su concreción práctica varía de acuerdo al nivel y la vocación
específica. Lo importante de esta sesión es vislumbrar la vocación como
algo ordinario y cotidiano, para nada extraordinario, y convencerse, por
tanto, de que el mensaje de la vocación, si es presentado con acierto,
siempre es relevante para las personas.
Metodología. Con una sesión será suficiente para abordar esta
cuestión. Se comienza repartiendo por grupos la biografía de personas
que, de alguna manera, han vivido vocacionalmente: Che Guevara,
Martin Luther King, Madre Teresa, Ghandi, etc. Cada grupo tendrá que
responder con argumentos a la pregunta: ¿tuvieron estas personas
vocación? ¿Por qué? Tras la puesta en común, se explicarán los niveles
de la vocación y los valores vocacionales. Al final se puede provocar una
discusión en torno a este último punto con el fin de aclarar la diferencia
entre el consejo evangélico en cuanto distintivo público de los religiosos y
el valor vocacional, que afecta a todas las vocaciones.
Recursos y bibliografía. Para realizar las biografías ad hoc se pueden
extraer los datos de www.wikipedia.org. Este apartado se encuentra en
las páginas 107-117 del CBPV.
90
vocacional sencillo para el momento de la pro-moción vocacional. Esta
tarea será acometida por el equipo del centro diocesano o un equipo
congregacional de pastoral vocacional. En otro tipo de equipos (parroquia
o colegio) habrá que informar del itinerario que propone la diócesis y/o
congregaciones, quedando esta parte incluida en la segunda sesión.
Recursos y bibliografía. El libro de Cencini, A., El árbol de la vida, San
Pablo, Madrid, 2005, nos hace una pro-puesta integral de pastoral
vocacional que abarca todas las etapas. Su lectura puede ayudar a
clarificar conceptos al facilitador. La explicación puede ayudarse del
apartado “La pedagogía vocacional”, en el CBPV (pp. 185-199). Para la
realización del itinerario, véase el ejercicio correspondiente en el bloque
práctico de los materiales para el profesor del CBPV.
91
el propio ámbito. Entre todos se puede pensar en los posibles
destinatarios, invitarlos personalmente a participar en el grupo. También
se pueden definir los temas que tendrían que tratarse en el círculo y
distribuirlos entre los participantes para su elaboración.
Recursos y bibliografía. Aparte de los materiales para el profesor
mencionados, en las páginas 221-228 del CBPV aparece una amplia
explicación sobre la catequesis vocacional. Para ilustrar los distintos tipos
de círculos, se pueden rescatar materiales que se han usado en la
diócesis o institución. Un ejemplo de círculo informativo se puede
encontrar en El círculo vocacional informativo, Servicios de Animación
Vocacional Sol, 2008.
92
que le ayudaron a afrontar algún problema. Si han tenido experiencia de
ser acompañados espiritualmente, se les pedirá que recuerden a sus
acompañantes o directores espirituales. Se han de contestar tres
interrogantes: ¿en qué me ayudó esta persona? ¿Qué actitudes valoré
de él/ella? ¿Qué me exigieron esas actitudes? Tras una puesta en
común, se reparte el texto del encuentro de Jesús con la samaritana (Jn
4, 3-28), invitando a identificar los distintos momentos de la escena:
actitudes introductorias, diálogo antropológico, confrontación, experiencia
de Dios. Estos momentos del encuentro con la samaritana reproducen de
alguna manera las fases de la entrevista: descarga, auto-comprensión,
decisión y acción.
En las sesiones siguientes se pondrá atención a las actitudes del
acompañante. Para ello los participantes habrán leído previamente el
apartado “Las funciones esenciales de la dirección espiritual”, en las
páginas 157-163 del libro de J. Vela que se cita en la bibliografía. ¿Qué
impresión general nos deja esta lectura? ¿Qué nos dice acerca del
acompañamiento?
En otro momento, se puede desarrollar el capítulo “Actitudes del
entrevistador” (pp. 189-196), bien a través de la lectura personal de los
participantes, bien mediante la explicación del facilitador. Sería
recomendable que éste fuese alguien con experiencia en la conducción
de entrevistas con el fin de que disponga de recursos y ejemplos reales
para ilustrar lo afirmado.
Recursos y bibliografía. Un libro bastante completo sobre entrevista es
Vela, J., La entrevista persona y el diálogo pastoral, CCS, Madrid, 1998.
De él hemos seleccionado las páginas recomendadas para su lectura.
Otro libro interesan-te es Giordani, B., Encuentro de ayuda espiritual,
Atenas, Madrid, 1992. Por otro lado, algunas películas pueden servir para
ilustrar el proceso de la entrevista y las actitudes del orientador. La
película Mente Indomable (1995), centrada en la relación entre un joven
problemático y su psicólogo, puede resultar de gran ayuda en este
sentido.
93
¿con qué características del animador vocacional me identifico? ¿Con
cuáles no? ¿Me considero un agente del primer o del segundo
momento? ¿Qué actitudes he de cultivar para ser mejor animador
vocacional? Se puede terminar con una adoración al Santísimo o un
momento de oración prolongada en el que se dé gracias a Dios por el
camino recorrido.
Recursos y bibliografía. El apartado mencionado (“Perfil del animador
vocacional”) del CBPV parece suficiente para abordar este tema que
posee un carácter más experiencial que intelectual. Lo importante es
reconocerse en las características del animador más que conocerlas
teóricamente.
94
4. La programación de la pastoral vocacional
Metodología para aplicarse en el ámbito
de las comunidades cristianas
Preparado por:
Emilio Lavaniegos González
1. Introducción
95
ser a incorporarse en la programación ordinaria de las obras apostólicas.
El modo de esta inserción en todo el apostolado no es el de un elemento
añadido al conjunto, sino el de un factor que se entreteje con la pastoral
de conjunto y puede llegar a estructurarla, porque el cuidado de las
vocaciones está en el corazón de toda acción pastoral.
Comenzamos nuestra andadura con una distinción fundamental:
¿Qué es un proyecto y qué es un programa?
En este momento es importante despertar la conciencia del equipo de
que se le está pidiendo una decisión y un compromiso. Se puede incluso
facilitar un espacio de retiro para que con mayor libertad asuman ese
compromiso.
- Un proyecto. Es la decisión de un grupo de señalar modelos para el
futuro. Toda acción conjunta parte de una decisión grupal. Exige un
análisis de la realidad e incluye la implementación práctica de esa
decisión.
Por ejemplo, podemos hablar del proyecto de la pastoral de los
enfermos en la Parroquia, o del proyecto de la pastoral juvenil en el
Colegio. Estos dos proyectos implican acciones dirigidas a toda la
comunidad parroquial o educativa, y una previsión de lo que esperamos
alcanzar en uno, tres y seis años.
- Un programa. Es una parte del proyecto que está referida a un nivel de
acción y a un plazo determinados. El proyecto se forma de varios
programas, porque debe tender a incluir todos los niveles de acción y los
tres plazos.
Siguiendo los mismos ejemplos, podemos pensar en el programa de
visita y censo de los enfermos para desarrollarlo en este curso; o en el
programa de catequesis para adolescentes en la secundaria para un año.
Cada uno de estos programas es sólo una parte de un proyecto más
amplio, que les da sentido.
Ahora vamos a distinguir los diversos niveles de la pastoral
vocacional. Existen cuatro niveles de acción pastoral vocacional. Una
programación debe incluir los cuatro niveles porque se implican entre sí.
Estos niveles son:
Ejecución. Cuando la acción se dirige al fomento, formación o
sostenimiento de las vocaciones. Son acciones a nivel de ejecución, por
ejemplo, una convivencia vocacional para jóvenes, un preseminario, una
tanda de ejercicios espirituales para religiosas, una actividad vocacional
con seminaristas o sacerdotes, una campaña de promoción vocacional.
Todas estas acciones pretenden cuidar las vocaciones directamente, por
eso pertenecen a la ejecución.
Las vocaciones se parecen a las plantas. Si reciben atención se
fortalecen, pero si se las descuida se debilitan.
- Si este nivel se trabaja, tienden a surgir y a renovarse las vocaciones.
- Si este nivel se descuida, no surgen vocaciones y las que hay tienden a
perderse.
Animación. Cuando la acción se dirige al fomento, formación o
96
sostenimiento de los agentes de pastoral vocacional. Son acciones a
nivel de animación: una campaña para suscitar equipos parroquiales de
pastoral vocacional, un encuentro de agentes vocacionales para su
formación, una convivencia de maestros para sensibilizarlos sobre su
papel en la promoción de las vocaciones, un encuentro para padres de
familia de los seminaristas en el que se les insiste sobre la importancia
de que colaboren en la formación de sus hijos. Estas son acciones de
animación porque pretenden animar a los agentes vocacionales en su
acción específica a favor de las vocaciones.
Es imposible desarrollar una verdadera acción a favor de las
vocaciones sin preocuparse de conseguir agentes que realicen dicha
acción pastoral:
- Si este nivel se trabaja, tienden a multiplicarse los agentes
vocacionales y los ámbitos en los cuales se realiza la acción vocacional.
- Si este nivel se descuida, se limita el número de los agentes
vocacionales y se estrechan los ámbitos en los cuales se realiza la
acción vocacional.
Asesoría. Cuando la acción se dirige a aquellas personas que
coordinan a diversos agentes vocacionales. Son acciones a nivel de
asesoría: una convivencia de coordinado-res de la pastoral vocacional;
una asamblea de pastoral vocacional; una reunión de responsables de la
pastoral vocacional en los colegios o parroquias (siempre que tengan
equipos de pastoral vocacional en cada colegio o parroquia). Estas son
acciones de asesoría porque atienden las necesidades de quienes
animan a otros en su acción vocacional.
La acción pastoral será duradera en la medida en que se establezcan
estructuras y tradiciones que le den estabilidad. Estas estructuras son
fundamentales en nuestro caso porque se siguen procesos complejos,
que llevan tiempo y exigen cierta calidad pedagógica:
- Si se trabaja este nivel, se va adquiriendo mayor claridad sobre la
estructuración de la pastoral vocacional en las comunidades locales y
surgen iniciativas de comunicación entre los responsables de la pastoral
vocacional en las diversas comunidades.
- Si se descuida este nivel, hay confusión sobre cómo se implementa la
pastoral vocacional en las comunidades locales. Cada comunidad local
tiende a aislarse en su acción vocacional.
Mentalización. Es la acción que se dirige a los últimos responsables
de la pastoral vocacional, quienes la coordinan desde los principios. Son
acciones de mentalización las siguientes: envío de informes sobre las
actividades vocacionales a los superiores; formación del coordinador
general de la pastoral vocacional, formación de los superiores generales
y locales sobre pastoral vocacional; sensibilización de los párrocos en
torno a la pastoral vocacional.
- Si se trabaja este nivel, se tiende a cultivar un lenguaje común en
torno a la vocación y se establecen líneas comunes de acción entre las
diversas etapas del proceso vocacional.
97
- Si se descuida este nivel se tiende a establecer un conflicto entre
autoridad y agentes de pastoral vocacional, y se comprende la pastoral
vocacional desde puntos de vista contradictorios.
Por último, conviene distinguir tres plazos de programación. No hay
una verdadera programación si no se tienen perspectivas
suficientemente amplias del modelo que se quiere perfilar para el futuro,
y esto sólo se consigue proyectando los objetivos a largo plazo (el
modelo de futuro que perfilamos) y relacionando el largo plazo con las
condiciones objetivas de la acción pastoral en el corto plazo (perspectiva
de realidad en el momento presente). De esta manera la programación
es un ejercicio grupal que consiste en proponer un futuro mejor, pero
cotejándolo continuamente con el presente: mirar al ideal, pero contando
con los condicionamientos objetivos de la realidad.
Hemos establecido el largo plazo a seis años porque es un período
suficiente para que se mire con objetividad el modelo que se quiere
conseguir. El largo plazo se desliga de los condicionamientos actuales,
establece un ideal al que tendemos como grupo. Además suele ser ese
el período de duración de los organismos de gobierno en las instituciones
eclesiales y por ello de las expectativas a las cuales estamos
acostumbrados.
El largo plazo no se detalla, porque más bien consiste en un boceto o
perfil genérico de lo que esperamos conseguir. En el ámbito empresarial
se suele proyectar a más largo plazo, por ejemplo, 15 o 30 años. En el
ámbito urbanístico se trazan expectativas aún a más largo plazo, 40 o 50
años.
El corto plazo es de un año. Se refiere a lo que es posible poner en
práctica con los recursos con que contamos en la actualidad. Este plazo
ofrece unas perspectivas de realidad. La pregunta que nos lleva al largo
plazo es: ¿Qué quisiéramos hacer? Pero la pregunta que nos lleva al
corto plazo es: ¿qué podemos hacer realmente?
El corto plazo se detalla con precisión, porque se va a poner en
práctica inmediatamente. Es frecuente que en el corto plazo se reduzcan
notablemente las expectativas, porque se perciben con más claridad los
límites que la realidad impone.
El mediano plazo establece un punto intermedio entre el ideal y la
realidad inmediata. Es importante formular el mediano plazo porque lleva
al equipo a vislumbrar lo que poco a poco irá consiguiendo. El mediano
plazo es como el resultado del diálogo entre el ideal y la realidad.
2. Los destinatarios
98
Los destinatarios son aquellas personas a las que se dirige la
acción pastoral vocacional, ya sea para que vivan mejor su vocación
(nivel ejecución) o para que colaboren como agentes de pastoral
vocacional (nivel animación) o para que se organice mejor (nivel
asesoría) o para que sea asumida por los últimos responsables (nivel
mentalización). Comenzamos con el análisis de los destinatarios. Ellos
son la prioridad porque la pastoral vocacional revierte ante todo en sus
personas.
Conviene incluir a todos los destinatarios y describirlos lo más
objetivamente que se pueda, considerando su situación social, cultural,
religiosa, ambiental, vocacional, etc. Todo lo que se considere importante
para la acción que queremos desarrollar. Es útil anotar en una tarjeta
cada grupo de destinatarios con su descripción, de modo que después se
puedan clasificar por secciones, o por niveles de acción. Es mejor que se
hagan muchas tarjetas, porque la calidad de la programación dependerá
en buena medida de la profundidad de este primer análisis.
En la misma tarjeta se enuncian sus necesidades vocacionales. Debe
tratarse siempre de lo específicamente vocacional. Te preguntas ¿qué
necesita para que pueda avanzar en la conciencia y vivencia de su
propia vocación y/o en su responsabilidad en la pastoral vocacional? Las
necesidades de los destinatarios pueden ser semejantes entre sí. Ahora
se trata sólo de describir esas necesidades, ya luego se verá el modo de
atenderlas.
Es conveniente que esta descripción de los destinatarios sea
elaborada por todos los miembros del equipo, de modo que se
mentalicen al respecto. Al conocer la realidad de las personas con
quienes trabajamos, nos conocemos mejor a nosotros mismos. Esta es
una parte laboriosa del trabajo, pero constituye el telón de fondo de la
actuación vocacional del equipo.
Puede ser útil consignar una lista de los destinatarios que con más
frecuencia aparecen en las programaciones de una diócesis:
Nivel ejecución:
• Jóvenes en general.
• Jóvenes que participan en grupos apostólicos.
• Jóvenes sin inquietudes vocacionales.
• Jóvenes con inquietudes vocacionales.
• Adultos, sacerdotes, religiosos o laicos.
• Nivel animación:
• Posibles miembros del equipo vocacional.
• Adultos con experiencia en el apostolado.
• Religiosas de las comunidades locales.
• Seminaristas enviados a la pastoral vocacional.
• Catequistas, maestros, animadores juveniles.
• Nivel asesoría:
99
• Coordinadores de centros vocacionales.
• Responsables de la educación en la fe.
• Delegados locales de pastoral vocacional.
• Nivel mentalización:
• El obispo y los superiores mayores.
• Los párrocos y los superiores locales.
• Directores de colegios o grupos apostólicos.
O Ejecución.
Pertenecen al O Animación.
nivel: O Asesoría.
O Mentalización.
Situación
económica,
cultural,
académica, social
Situación
religiosa o
espiritual
Situación
vocacional
¿Qué necesita
para vivir mejor su
propia vocación o
para
comprometerse en
la pastoral
vocacional?
100
Análisis de los destinatarios (ejemplo)
Nombre del
Profesores de secundaria
grupo
O Ejecución.
Pertenecen al O Animación.
nivel: O Asesoría.
O Mentalización.
Profundizar en su fe y su vocación.
Conocer el contenido de su vocación
laical, de su profesión y de las formas
de vida que marcan su existencia.
Necesidades Abrirse a un concepto más amplio de
vocacionales vocación, que puedan aplicar a todos
los alumnos.
Identificarse como agentes de pastoral
vocacional.
101
3. Elementos previos
102
Colecta de datos (formato)
¿Qué estamos haciendo? Describan las actividades específicamente vocacionales
que se realizan siguiendo este esquema:
Actividad
Una descripción breve de cada
una de las actividades, de modo
que todos comprendan en qué
consiste
Responsable
Se dice con claridad a quién
corresponde hacer esa actividad.
Funcionamiento
Es un juicio sobre la eficacia de
cada actividad, no sólo expresa si
funciona o no, también matiza en
qué medida ocurre esto.
Actividad
Oración por las vocaciones
Una descripción breve de cada
al final de las reuniones
una de las actividades, de modo
de grupos y de las
que todos comprendan en qué
celebraciones
consiste
Responsable
Quien dirige la reunión
Se dice con claridad a quién
o quien preside la celebración
corresponde hacer esa actividad.
103
Diagnóstico (formato)
104
Diagnóstico (ejemplo)
Hagan una breve descripción de la situación actual de la
pastoral vocacional en la comunidad, semejante a la que
hace un médico para reportar el estado de salud de su
paciente.
105
4. Propuesta general de objetivos
106
Propuesta general de objetivos (formato)
Sujeto:
Verbo:
Complemento directo:
Sujeto:
Los jóvenes
Verbo:
participan
Complemento directo:
en un círculo vocacional
Verbo:
imparten
Complemento directo:
las catequesis vocacionales
107
5. Principios de acción
108
los compromisos del grupo que, aunque pueden ser revisados y
reformulados, deben ser respetados. Por ello deben quedar por escrito.
El equipo propone principios o estrategias y los discute, afinando su
redacción, para plasmarlos después en una sola página. No deben ser
muchos para que de verdad marquen un modo de actuar. Puede servir
este formato:
109
6. Distribución de los objetivos
110
Este trabajo parece laborioso, pero a la larga es productivo. Cuando
se revise el proyecto, las líneas de programación se irán recorriendo,
según se vayan consiguiendo los objetivos, de modo que lo que estaba
en el largo plazo pasa al mediano y lo que estaba en el mediano plazo
pasa al corto. En las dos páginas siguientes aparece el esquema para la
distribución de objetivos en el pizarrón y un ejemplo de líneas de
programación. Los objetivos así distribuidos serán una de las páginas
más utilizadas a la hora de explicar el proyecto y de involucrar en él a
más personas.
111
Ejemplos de líneas de programación
Corto plazo Mediano plazo Largo plazo
1 año 3 años 6 años
El Obispo
El Obispo
designa más
recibe El Obispo
recursos
informes de apoya las
humanos para
Mentalización las actividades
el centro
actividades vocacionales
vocacional
vocacionales
Los párrocos
Los párrocos
envían
Los párrocos han asumido
jóvenes de
conocen las el itinerario
sus
fechas de las vocacional
comunidades
jornadas anual
al proceso
vocacionales
vocacional
Se comienzan
Se inicia un Se mejoran
a imprimir
archivo de las los materiales
materiales que
actividades de las
se utilizan en
vocacionales actividades
las parroquias
Asesoría
vocacionales
y zonas
Se comienzan
Los equipos
a formar Los equipos
de zona
equipos de zona se
realizan sus
vocacionales hacen más
propios
por zonas numerosos y
itinerarios
pastorales consistentes
vocacionales
El equipo
El equipo
Se convoca el vocacio-nal
vocacional
equipo involucra más
apoya a los
vocacional de laicos en
Animación
equipos de
la diócesis equipos
zona
parroquiales
Se comienza Contamos con
Los agentes
la formación personas con
vocacionales
de los agentes experiencia en
mejoran su
vocacionales la pastoral
formación
vocacional
Se ha
Se anuncia el El kerygma
avanzado
kerygma vocacio-nal se
hacia la
vocacional a difunde en los
formación de
algunos colegios y
una cultura
grupos grupos
Ejecución
juvenil
juveniles juveniles
vocacional
Los El
El
candidatos acompañamie
acompañamie
son nto de los
nto consigue
acompañados candidatos se
procesos
de manera hace más
vocacionales
personal sistemático
más sólidos
112
7. Formulación de programas
113
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos
114
Nivel ejecución / corto plazo
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos
A.
B.
C.
D.
E.
F.
115
Actividades Lugares, tiempos y recursos humanos
A.
B.
C.
D.
E.
F.
116
A.
B.
C.
D.
E.
F.
117
A.
B.
C.
D.
E.
F.
118
Consiste en armonizar los cuatro programas de un modo
coherente, afinando los detalles. Se reúnen todos los datos de los
programas en una sola tabla, de modo que se puedan comparar las
actividades que corresponden a cada nivel y a cada plazo. Se hacen los
ajustes convenientes, tanto en el contenido de las actividades como en
su redacción dentro del cuadro. También conviene ajustar, en el corto
plazo, las actividades, lugares, tiempos y recursos de los distintos
programas, de modo que se puedan realizar sin interferir unos con otros.
Es importante que el proyecto no sólo se integre en sí mismo,
conjuntando los cuatro programas, sino también con el proyecto general
o la pastoral de conjunto, de modo que se hagan los ajustes pertinentes
para que las actividades que estamos planificando no sean incompatibles
con las del nivel general.
La integración del proyecto implica pasarlo en limpio, quizá en la
computadora y preparar su presentación, ya sea por escrito o para
proyectarla (power point). La presentación del proyecto incluye los
siguientes elementos:
Introducción.
Análisis de los destinatarios.
Colecta de datos.
Diagnóstico.
Principios de acción.
Objetivos distribuidos por niveles y plazos.
Programas de actividades.
119
La eficacia de un proyecto de pastoral vocacional de-pende de la
profundidad y claridad con que es conocido por todos los que, directa o
indirectamente, están implica-dos en su realización.
120
9. Revisión del proyecto
121