Los Libros Litúrgicos
Los Libros Litúrgicos
Los Libros Litúrgicos
Los Rituales
Si nos remontásemos unos cuantos años atrás, antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II,
descubriríamos un libro titulado Rituale Romanum –Ritual Romano–. Allí se contenían, en un solo
volumen, y no demasiado grande, los ritos de todos los sacramentos y de otras celebraciones a las que
denominamos “sacramentales”, porque tienen una estructura similar a la de los sacramentos: nos referimos
a las exequias, a las bendiciones, etc.
Cuando la reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II se planteó renovar la celebración de los
sacramentos y sacramentales, según el encargo de la constitución Sacrosanctum Concilium, se decidió
publicar por separado, como un libro autónomo, cada uno de los rituales de los sacramentos. Así hoy no
encontramos un libro que se llame el Ritual Romano, sino que encontramos, por ejemplo, el Ritual del
Bautismo, el Ritual de la Confirmación, el Ritual de Exequias o el Ritual para el culto eucarístico fuera
de la misa.
Esta decisión puede parecer algo sin importancia, pero no lo es. Como hemos comentado antes, el antiguo
Rituale Romanum reunía en sí todos los rituales, y no era un libro voluminoso. ¿Por qué? Porque había
algunas cosas en las que los rituales de los sacramentos y sacramentales eran bastante pobres. En concreto,
en dos: la presencia de la Palabra de Dios y la existencia de textos y formularios alternativos, para no
celebrar siempre los sacramentos con los mismos textos, sino teniendo una variedad que permita adaptarse
a las circunstancias concretas de la celebración.
En efecto, si nosotros hojeamos un ritual de cualquier sacramento –pongamos por ejemplo el Bautismo–
vamos a encontrar no solamente el rito del sacramento, sino varias alternativas. En el caso concreto de
este ritual tenemos el bautismo de varios niños y el de un solo niño –adaptando las fórmulas al singular
para no tener que improvisar sobre la marcha-, y vamos a encontrar en apéndice multitud de formularios
alternativos para las oraciones que forman parte del rito. Esto hace posible un rito menos "automático", y
requiere por parte de quien lo prepara un esfuerzo por utilizar las herramientas que el ritual proporciona
para hacer una celebración que facilite en la medida de lo posible la participación activa de la asamblea.
Teniendo en cuenta que en los sacramentos las asambleas suelen ser muy variopintas (que está formado
por elementos de muy diversas características) y el nivel de fe que encontramos muy variable, es un punto
a tener en cuenta.
Junto con esto cada ritual tiene su propio leccionario: una selección de lecturas adecuada para el
sacramento que se celebra. A veces incluyen incluso comentarios, o ejemplos prácticos de liturgia de la
Palabra adecuada a diversas situaciones, y en algunas ocasiones hay rituales que contienen modelos de
homilía o moniciones. La importancia de los "tesoros bíblicos" de la Palabra de Dios, que decía el Concilio
Vaticano II, se muestra no solamente en el leccionario de la Misa, sino también en los distintos rituales,
de modo que nunca se celebre un sacramento o sacramental sin la proclamación adecuada de la Palabra
de Dios, del encuentro con Cristo en su Palabra que precede y prepara al signo sacramental.
Los rituales, por tanto, son un desafío para quienes presiden y celebran los sacramentos y para quienes los
preparan, porque no son un instrumento que se utiliza tal cual, sino que requiere una adecuada preparación,
que, por desgracia, no siempre se da.
El Pontifical
Como su propio nombre indica, el Pontifical sería el libro que contiene las celebraciones y ritos que
preside el pontifex, el pontífice, o sea, el obispo.
En efecto, desde muy antiguo existió y fue evolucionando un libro con las celebraciones que eran propias
del obispo. Con el paso de los siglos el Pontifical se fue ampliando y complicando. Tras el Concilio de
Trento, en 1595, se publica la edición "oficial" del Pontifical, en tres volúmenes. En 1961 se hizo una
revisión para simplificarlo, dado que las celebraciones que contenía eran tremendamente complejas, y
llenas de duplicados y añadidos que se habían adherido con el tiempo.
La Reforma Litúrgica del Vaticano II hace con el Pontifical lo mismo que había hecho con el Ritual: deja
de existir como libro autónomo y lo que se hace es publicar por separado los ritos que forman parte del
mismo, ampliando la posibilidad de elegir textos y lecturas, y simplificando notablemente los ritos, en
continuidad con la Tradición litúrgica de la Iglesia.
De entre los libros que formarían parte del Pontifical y que han sido publicados por separado cabría señalar
dos, entre otros: el Ritual de Órdenes y el Ritual de la dedicación de iglesias y altares. Las ordenaciones,
tanto del obispo como del presbítero y el diácono, son celebraciones que solamente puede presidir el
obispo, que es el ministro del sacramento. La dedicación de las iglesias no es un sacramento, sino un
sacramental, una celebración instituida no por Cristo, sino por la misma Iglesia, y estructurada a imagen
de los sacramentos. Es una celebración importantísima, por la cual se consagra la iglesia o el altar, y está
llena de un riquísimo simbolismo teológico sobre la Iglesia –la que está hecha de piedra y sobre todo la
que está hecha de piedras vivas, de cristianos–.
El Pontifical contiene también otros ritos, como la visita pastoral, la bendición del abad o la abadesa, etc.
Junto con el Pontifical se publicó en el siglo XVI una especie de "manual de uso" práctico de este libro.
Es el llamado Ceremonial de los obispos, (del cual estamos esperando la publicación en castellano
actualizada desde hace ya algunos años.)
Algo muy importante en los libros que componen el Pontifical –y que está explicado detalladamente en
el Ceremonial– es la así llamada Misa Estacional. La Reforma Litúrgica cambió la expresión Misa
Pontifical por Misa Estacional. "Pontifical" hace referencia, a que está presidida por el obispo.
"Estacional", hace referencia a la reunión de toda la Iglesia Local: presidida por el obispo, concelebrada
por los presbíteros, con la participación del Pueblo de Dios. La Misa Estacional es la manifestación más
visible y perfecta de la Iglesia Local, que, en comunión con toda la Iglesia Universal y bajo la guía del
obispo, peregrina en un lugar determinado.
Así, cada vez que el obispo ordena, o dedica una iglesia, o simplemente preside solemnemente la
Eucaristía en la visita a una parroquia, está celebrando una Misa Estacional.
Los libros contenidos en el Pontifical son las celebraciones que van marcando la vida diocesana, y, por
tanto, debemos tenerlos en gran consideración, como un tesoro precioso, tanto por los ritos como por la
riqueza teológica que contienen.