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En los primeros años del siglo XX, el país mostraba una imagen desoladora en lo concerniente a
las actividades musicales. Exceptuando los bailes, algunas representaciones de óperas y
zarzuelas y ciertas iniciativas particulares dirigidas a la interpretación de música de cámara, no
existía en Venezuela vida musical. En ese ambiente social se soñaba con una orquesta sinfónica
estable y permanente para la capital. Hacia los años veinte, comenzaron los primeros intentos
que llevaron a la creación de la Orquesta Sinfónica Venezuela. Curiosamente, el surgimiento de
esta orquesta permanece vinculado a la Iglesia Católica, lo mismo que el rico movimiento
musical de la colonia venezolana.
Acompañaban a Vicente Martucci en esta gesta, el ilustre violinista y compositor doctor Manuel
Leoncio Rodríguez y el violoncelista Andrés Añez. En 1926, después de los loables esfuerzos de
sus miembros por mantenerse, la Sociedad, lamentablemente fue disuelta por decisión de sus
propios integrantes.
La Orquesta Sinfónica Venezuela fue una de las instituciones centrales en la actividad musical
del país durante las décadas de los treinta y de los cuarenta. Otra institución fundamental en esa
época, cuando el movimiento musical moderno comenzaba a desarrollarse en el país, fue el
Orfeón Lamas. Con el Orfeón Lamas se inicia el actual movimiento coral venezolano. Antes no
existía en Venezuela ninguna agrupación coral estable. Sorprende saber que esta agrupación,
clave dentro de nuestro movimiento musical, tuvo su origen en las "carnestolendas" de enero de
1928, cuando un grupo de músicos, todos disfrazados de ucranianos, salió por las calles
caraqueñas, yendo de una residencia a otra de la ciudad cantando con voz timbrada y excelente
afinación, sorprendiendo por su maravillosa musicalidad. Ese grupo de jóvenes y alegres
músicos estaba formado por Vicente Emilio Sojo, los hermanos Emilio y José Antonio Calcaño,
Juan Bautista Plaza, Miguel Angel Calcaño y William Werner. La idea de cantar a coro se les
había ocurrido después de entrar en contacto con una agrupación vocal de Ucrania que se había
presentado en el Teatro Municipal de Caracas a finales de 1927. Esa alegre unión de músicos fue
el germen de lo que sería el Orfeón Lamas: en marzo de 1929 comenzó a reunirse en la
residencia de José Antonio Calcaño un grupo de músicos, algunos aficionados, para ensayar
piezas de compositores venezolanos; después de unos meses, se agregó a este grupo otro de
voces femeninas, completándose así la agrupación coral y constituyéndose un orfeón. Después
de un año de ensayo y trabajo arduo, el Orfeón Lamas ofreció su primera presentación en el
Teatro Nacional el 15 de julio de 1930.
El repertorio del Orfeón Lamas estuvo constituido por obras de los compositores venezolanos de
la Escuela de Santa Capilla, discípulos de Sojo, y por obras sacras de compositores venezolanos
de la Colonia. Muchas de las obras coloniales sólo existían como antiguos manuscritos en mal
estado de conservación y tuvieron que ser reconstruidas parcialmente. Los conciertos sacros del
Orfeón Lamas exigieron y propiciaron una incomparable labor de rescate y difusión de ese
repertorio.
La Orquesta Sinfónica Venezuela acompañó siempre al Orfeón Lamas en los famosos Conciertos
Sacros iniciados por Sojo en el año 1933, y, desde entonces, se llevaron a cabo con regularidad
durante varios años, bajo la batuta de este insigne maestro, todos los Viernes de Concilio en el
Teatro Municipal. Es memorable, por ejemplo, el concierto sacro realizado el 31 de marzo de
1933 en el Teatro Municipal, donde participaron aproximadamente cien coralistas y la Orquesta
Sinfónica Venezuela; este concierto fue transmitido en vivo a través de la "Broadcasting
Caracas" al interior y exterior del país. En 1938, el Orfeón Lamas fue invitado a las celebraciones
del IV Centenario de la fundación de la ciudad de Bogotá. Ofreció en aquella ocasión tres
exitosos conciertos en el Teatro Colón de la Capital colombiana.
Desde 1940 hasta el año 1964 dominaron la escena musical caraqueña los músicos de la Escuela
de Santa Capilla, es decir, los que realizaron estudios en la hoy llamada Escuela José Angel
Lamas, ubicada justamente en la caraqueña esquina de Santa Capilla y que fueron discípulos de
Sojo. Con estos compositores el Nacionalismo musical venezolana alcanza su máxima expresión.
Son artistas de gran sensibilidad social y fieles a los valores espirituales de su pueblo. La elevada
calidad que ha dado a sus composiciones una reconocida universalidad, nunca entró en conflicto
con el gusto popular del venezolano. Como la música de los compositores de la Escuela de
Chacao, las creaciones de los músicos de la Escuela de Santa Capilla han alcanzado gran
popularidad, llegando a arraigarse en el recuerdo como rico patrimonio espiritual de la nación.
Años Cincuenta
Desde su creación, sobre todo a partir de 1950, han pasado por la Orquesta Sinfónica Venezuela,
como músicos invitados, insignes directores y solistas de fama internacional. Es memorable la
participación de esta agrupación en el Primer Festival de Música Latinoamericana, realizado en
Caracas en 1954, donde se reunieron por vez primera los principales músicos latinoamericanos
de la época para hacer escuchar su mensaje. Hasta la década de los ochenta, la actividad musical
del país se centró fundamentalmente en esta orquesta. Luego han surgido numerosas
agrupaciones orquestales en Caracas y en el interior del país, muchas de ellas gracias al empeño
del doctor José Antonio Abreu a través de su proyecto de Orquestas Juveniles siendo la actual
Orquesta Sinfónica Simón Bolívar su mejor fruto.
El Orfeón Lamas, por otro lado, a partir de la década de los cincuenta experimentó un proceso
de decadencia que lo condujo paulatinamente a su total desaparición aproximadamente a
comienzos de los años sesenta. Afortunadamente, su presencia había animado la creación de
otras agrupaciones similares. En 1942 se fundó en la Universidad Central de Venezuela, por
iniciativa de Antonio Estévez, el Orfeón Universitario; al año siguiente, en 1943, Ángel Sauce
fundó el Orfeón Juan Manuel Olivares, coral obrera auspiciada por el Ministerio de Educación y
de la cual surgió luego la Coral Venezuela. Ambas agrupaciones todavía realizan una loable labor
en pro de la cultura nacional. También hay que recalcar que tanto Estévez como Sauce fueron
discípulos de Sojo y formaron parte de la primera promoción de maestros compositores
formados en el país.
En marzo de 1954, durante el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, se efectuó en Caracas
la X Conferencia Interamericana. Para esa ocasión, se construyeron en el país grandes obras de
infraestructura como la autopista Caracas - La Guaira, la Avenida Rafael Urdaneta, el Aula
Magna de la Universidad Central de Venezuela. Esta última fue sede de tan importante evento.
En la misma semana se inauguró el Anfiteatro "José Ángel Lamas", mejor conocido como la
Concha Acústica de Bello Monte. Este local fue construido para ser la sede permanente de la
Orquesta Sinfónica Venezuela. El acto de inauguración fue un importante acontecimiento que
contó con la asistencia del presidente de la República, miembros del gabinete, cuerpo
diplomático y delegados a la X Conferencia Interamericana; se efectuó un concierto con la
Orquesta Sinfónica Venezuela que en su primera parte fue dirigido por el maestro Vicente
Emilio Sojo, y en la segunda parte, por el maestro Wilhelm Fürtwangler, entonces director de la
Orquesta Sinfónica de Berlín.
Contemporaneidad
Tiempos de cambio
En 1961, la pianista de origen francés Monique Duphil estrenó en Mérida los Casualismos para
piano de Rhazés Hernández López, obra esta basada en un juego libre de los elementos
fundamentales de la técnica dodecafónica: tratamiento atemático de la forma, ausencia de todo
sentido descriptivo o anecdótico y de cualquier sentimentalismo melódico y armónico; búsqueda
de la sonoridad totalmente pura. Casualismo sería una de las primeras intenciones voluntarias
de aprovechar los nuevos procedimientos composicionales que la vanguardia musical del siglo
XX estaba brindando.
Por el año 1965, por iniciativa del Dr. Inocente Palacios, se crea el Estudio de Fonología Musical
del INCIBA, cuya sede estuvo ubicada en el Anfiteatro José Ángel Lamas, mejor conocido como
Concha Acústica de Bello Monte. A pesar de la apatía reinante en Caracas respecto a las
entonces novedosas tendencias musicales que se producían en Europa y Estados Unidos, el
compositor caraqueño Alfredo Del Mónaco produjo sus primeras piezas electroacústicas:
Cromofonías I (1967) y Estudio Electrónico I (1968).
A partir de los años setenta comenzaron a aparecer nuevas agrupaciones orquestales. Dentro de
este despliegue de grupos orquestales vale la pena comentar el desarrollo del movimiento de
orquestas juveniles. El año 1974, el Dr. José Antonio Abreu creó y dirigió una orquesta juvenil
con estudiantes provenientes de las diversas escuelas de música de Caracas, siendo apoyado en
este proyecto por el maestro Ángel Sauce. Este esfuerzo desembocó en la creación el año 1975 de
la Sociedad Civil Orquesta Nacional Juvenil "Juan José Landaeta". Esta institución creó ese
mismo año dos orquestas juveniles más, una en Maracay y otra en Barquisimeto. Tal iniciativa
creó un efecto de avalancha, pues las actividades que realizaron estas agrupaciones sirvieron de
estímulo para muchos jóvenes que sintieron entusiasmo y deseos de participar en ellas. La
Sociedad Civil sintió entonces la necesidad de ampliar sus funciones y de ofrecer también una
formación a los ejecutantes que formaban parte de las orquestas juveniles. Pronto, la Orquesta
"Juan José Landaeta", actualmente Orquesta Sinfónica "Simón Bolívar", comenzó a realizar
giras por Europa y Latinoamérica. Después de varios años de intenso trabajo, en 1979, el
gobierno venezolano creó la Fundación del Estado para la Orquesta Nacional Juvenil de
Venezuela para garantizar la protección económica de la Sociedad Civil. En la actualidad,
después de más de veinte años de actividad musical, el movimiento de orquestas juveniles tiene
núcleos en todas partes del país, instituciones de enseñanza musical, incluso a nivel
universitario, como el Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM), y talleres de
luthería. Desde 1982, la O.E.A. aprobó un Proyecto Multinacional de Extensión
Latinoamericana y del Caribe tomando como modelo el sistema educativo creado por la
Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela; comenzaron a desarrollarse entonces orquestas
juveniles similares a las de Venezuela en Colombia, Ecuador, y Trinidad. Este movimiento se ha
desarollado en tal forma que se ha extendido hasta la creación de orquestas infantiles.
Otras orquestas han aparecido en la capital, como la Orquesta Filarmónica de Caracas -hoy día
desaparecida-, la Sinfonietta de Caracas y la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. La
Orquesta Sinfónica Venezuela sufrió un ajuste del cual surgió la actual Orquesta Filarmónica
Nacional. Otra agrupación sinfónica de importancia es la Orquesta Sinfónica de Maracaibo.
También hay que considerar que las antiguas orquestas juveniles son hoy en día orquestas
sinfónicas profesionales de elevado nivel.
Entre los tantos eventos musicales de importancia realizados en el país, cabe mencionar el III
Festival de Música Latinoamericana, realizado en Caracas en 1966. Este festival suscitó
acaloradas polémicas en el medio musical caraqueño porque en él, nuestros músicos y el público
de la capital tuvo que enfrentar obras de factura y concepciones inéditas. Luego, en el año 1977,
se realizaron dos festivales de música contemporánea, uno en Maracaibo y otro en Caracas.
Hubo varios intentos de resucitar el antiguo festival latinoamericano, pero no fue sino hasta el
año 1990, gracias a la valiosa colaboración del Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, bajo la
dirección del Dr. José Antonio Abreu, entonces ministro de la cultura, cuando se llevó a cabo el
IV Festival de Música Latinoamericana en Caracas. Desde entonces se ha venido realizando
anualmente este importante evento musical, llegando en 1995 a su novena edición. Este festival,
que tiene carácter internacional, es relevante porque en él tenemos oportunidad no sólo de
conocer los últimos trabajos de nuestros compositores sino valorar la labor de nuestros
intérpretes.
Cira Parra
RESUMEN
ABSTRACT
This study presents the different tendencies of the Venezuela nationalism through
the choral music of Modesta Bor. The investigation focused in three different
aspects: the nationalistic inheritance of the XXth Century that allows us to
understand that Bor’ s vary music production can be considered nationalistic;
Bor’ s life and works; and the different music styles present her music production.
Design as a documentary research, it has a theoretical, reflexive and analytical
approach. Documents were selected, analyzed and catalogued following the
nationalistic theory of the musicologist José Peñín. The very few existent documents
on venezuelan music nacionalism limited the scope of this investigation. In
addition, Bor’ s works, not many published, required a detailed search in Nueva
Esparta, where she was born, in Caracas and in Mérida, where she died. This
investigation gives a significant contribution to the knowledge of academic and folk
Venezuelan music and allows us to document and value Venezuelan musicians.
Key words: Venezuelan nationalism; musical analysis; choral music; Modesta Bor
INTRODUCCIÓN
La música de Modesta Bor se canta y se toca en toda Venezuela por coros orquesta,
instrumentistas y cantantes tanto amateur como profesionales, tanto niños como
adultos y sigue estando vigente. Su obra ya es del conocimiento y práctica de los
países latinoamericanos y también de Estados Unidos, Canadá y Japón, conocida a
través de los coros, los grupos de cámara y músicos venezolanos que cantan y
tocan en el exterior, de talleres de música latinoamericana y de los festivales
internacionales que se hacen en Venezuela, como el Festival D’ Canto en
Margarita. Sin embargo, pocas veces Bor ha sido estudiada y poco se conoce de la
gran variedad estilística de sus composiciones y arreglos.
MÉTODO
En el Arte, en la segunda mitad del siglo XIX, la producción musical varió por
completo de carácter.
Las canciones patrióticas son sustituidas por marchas militares de factura más o
menos estereotipadas (Plaza, 2000).
Para poder percibir lo que fue ese movimiento nacionalista, el historiador José Peñín
(1999) en su libro “ Nacionalismo musical en Venezuela” , identifica diferentes
expresiones del nacionalismo y muchas de ellas están presentes en la obra de Bor.
La primera expresión nacionalista es lo que Peñín llama el “ nacionalismo objetivo”
o la “ música nacional” . Esto se relaciona con la música folklórica propiamente
dicha que se preserva en las comunidades en su ambiente social y cultural. La
segunda categoría es el “ nacionalismo subjetivo” que ocurre cuando una obra
nacional o folklórica es extraída de su ambiente social, se escribe y se arregla o
adapta para presentarla en salas de conciertos u otros espacios artísticos con
grupos musicales diferentes de los que la interpretan originalmente. Bor, no sólo
recopiló la música nacional en su entorno, sino que también la escribió, le puso
acompañamiento (usualmente de piano), la arregló para voz y piano, coro infantil y
coro de adultos con la intención de preservar lo nacional y darlo a conocer dentro y
fuera de Venezuela.
Hija de Armando Bor e Isabel Leandro, Modesta Bor crece en el seno de una familia
con inclinaciones musicales. Su padre, Armando, ejecutaba la guitarra y el cuatro,
sus tíos, Nicolás, la mandolina y Leandro el violín y sus primas cuatro y guitarra.
Leandro, el violinista fue uno de los fundadores de la Orquesta Sinfónica Venezuela
(Sangiorgi, 1991).
Es gracias a Vicente Emilio Sojo que Bor “ consigue nueva vida como músico” .
Según Izcaray (1996, pp. 109-110), en 1953, el maestro Sojo se acerca a Bor y le
entrega una poesía de Federico García Lorca para que le ponga música. Cuando
Modesta le regresa la tarea, el maestro le exige que la escriba para Coro Mixto.
Para sorpresa de Bor, la obra Balada de la Luna, Luna fue estrenada por el Orfeón
Lamas ese mismo año. De allí en adelante, Modesta Bor se dedica a la composición,
apoyada además, por Juan Bautista Plaza y Antonio Estévez. Recibe su diploma de
Maestro Compositor de las manos del Maestro Vicente Emilio Sojo en 1959 con la
composición de la Suite para Orquesta de Cámara, que es estrenada ese mismo
año por la Orquesta Sinfónica Venezuela, bajo la dirección de Antonio Estévez.
La decisión fue difícil para Bor, pues implicaba abandonar a su familia (esposo y
tres hijos) por un largo período de tiempo y lo que iba a ser un viaje corto, duró
dos años. En ese tiempo Bor estudió Polifonía con Sergei Skripov, Literatura Musical
con Natalia Fiodorova, Orquestación con Dmitri Rogal-Lwitsky, Composición con
Aram Ilich Khachaturian y Lengua Rusa con Nina Vlasova convirtiéndose en la
primera mujer venezolana que toma estudios de música a nivel de post-grado en el
exterior (Izcaray, 1996, p. 111).
En 1990, Bor se muda a Mérida, donde imparte cursos de dirección coral infantil,
armonía y composición en el Centro Universitario de Artes (CUDA) y luego en la
Escuela de Música de la Universidad de los Andes (ULA), mientras se mantiene
activa como compositora, ofrece su nuevo repertorio coral a las agrupaciones de la
región tales como: el Orfeón de la Universidad de los Andes (ULA), la Cantoría de
Mérida, y la Cantoría Infantil de Mérida, entre otros (Téllez, 2004).
• En 1970. Tres canciones para mezzo soprano y piano. Premio Nacional de Música
Vocal.
Modesta Bor, durante su formación musical, recibe las enseñanzas e influencias del
folklore por diferentes medios. Primariamente de sus familiares con quienes
participaba de las festividades folklóricas de su pueblo. Bor tocaba el cuatro y con
él recorría el país. Inclusive, hay una anécdota que ella misma le contaba a sus
alumnos en clase de composición en donde, llegando a Rusia, sin saber el idioma,
no lograba llegar al Conservatorio. Entonces se sentó a tocar el cuatro en un
parque para así llamar la atención de cualquier venezolano que la ayudara a
encontrar su camino. Y así ocurrió1.
Con bastante regularidad, Bor emprendía trabajos de campo para conocer a fondo
las tradiciones y documentarlas apropiadamente para el Instituto. En dicha
institución conoció y trabajó de cerca con musicólogos y folkloristas como Luis
Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz.
• De nuestra cultura indígena, Bor toma lo que Ramón y Rivera explica que “ se
encuentra un canto coral heterofónico, voces que cantan melodías distintas sin
concierto armónico” (1967, p. 8), alternando con el canto a solo (esto no se debe
confundir con la heterofonía en la música).
• Bor utiliza las voces humanas con fonemas y sílabas onomatopéyicas para imitar
el contrapunto y la polirítmia de los instrumentos acompañantes tradicionales
típicos de la música afro-venezolana de la costa como en el golpe de tambor de San
Juan y de la música llanera y margariteña.
• La organización formal bipartita o en dos partes de las obras: una parte que
funciona como estribillo o moraleja de la historia y que se repite igual o con
variaciones y la otra sección que puede o no cambiar de música dependiendo del
texto (obras como El Róbalo (s.f.) o algún aguinaldo venezolano). Esta forma
bipartita es a veces ampliada por una introducción instrumental (o vocal en
contadas obras) que puede funcionar como coda o interludio entre los diferentes
versos.
El Aguinaldo: “ Con esta Parrandita” (1986), respeta toda esta tradición folklórica,
se le considera una obra de nacionalismo objetivo porque, a pesar de haber sido
compuesta y escrita por un músico académico y no por un personaje del pueblo o
anónimo, la obra, a lo largo de los años, ha tendido a folklorizarse, es decir, que el
pueblo se ha apropiado de ella y la usan en sus festividades propias del pueblo
margariteño. Está escrita en dos secciones, donde A es el estribillo y B los tres
solos que se repiten con diferentes letras. Enmarcada en una secuencia armónica
funcional, está escrita métricamente en 2/4 y mantiene una textura homofónica en
la primera parte, mientras que la sección B, presenta ese canto coral heterofónico
donde, la melodía está repartida entre bajos y tenores, y es acompañada por dos
contra-melodías en contrapunto entre sopranos y contraltos.
• Sojo habla de “ la fiel adaptación del ritmo musical al ritmo de la palabra” . Con
pocos desaciertos, Bor respeta esto inclusive cuando el texto requiere de cambios
de métrica” (Lira - Espejo, 1977, p. 47).
De sus estudios en Rusia con Aram Khachaturian (1903-1978), podemos decir que
la mayor influencia se nota en el cambio drástico formal y armónico que se observa
en las composiciones de 1962 en adelante. Ahora Bor presenta mayor libertad
formal y melódica y utiliza el ritmo para crear o destruir la periodicidad de los
acentos musicales. Khachaturian, también le dio muchísima importancia a utilizar la
música folklórica como materia prima extraordinaria con la cual componer nuevas
obras. Estas obras alternan pasajes homofónicos con polifónicos donde a veces es
la melodía lo más importante, o la textura, o el ritmo. Khachaturian es considerado
en historia de la música del siglo XX como el responsable por “ el desarrollo de los
principios de improvisación, variaciones rítmicas y métricas y de obras
politemáticas” (The New Grove, 1986, X, p. 47). Trabajando bajo un sistema
político socialista, Khachaturian se vio en la necesidad de componer para el régimen
ofreciendo obras de alto contenido social. Y esa preocupación por incluir temas de
interés social, también se ve reflejado en algunas de las obras de Bor.
Una de sus obras corales más contemporáneas y más alejada a la tradición musical
venezolana, es el tríptico titulado: Manchas Sonoras de 1975 dedicadas a la
“ Schola Cantorum de Caracas.” Las Manchas Sonoras utilizan esa combinación de
acordes formados por segundas, cuartas y quintas que era común en las obras de
Khachaturian. En estas Manchas Sonoras Bor incursiona en esa armonía combinada
con ritmos que podrían sentirse como latinos. En el caso de Requiebros la segunda
de las Manchas, comienza y termina con un esquema rítmico en 5/8, 2/8, 6/8 y 3/4
esquema que al repetirse, se acerca por su acentuación al merengue venezolano
seguido de dos secciones centrales con textura de melodías acompañadas, que
luego se presentan en stretto antes de la recapitulación. Para sentirla más
innovadora, estas Manchas Sonoras no llevan letra, un poco para simular
instrumentos en las voces; música por sí misma sin un mensaje de texto que
transmitir.
La armonía se presenta desde el principio como armonía ampliada con divisi vocal
hasta a 8 voces, usando 6tas. agregadas, novenas e inclusive treceavas y en
muchos casos con una nota pedal ajena al acorde. La Modalidad de los acordes es
ambigua, pues en algunos casos, la tercera del acorde es suprimida o si no
duplicada a distancia de medio tono para crear la ambigüedad mayor-menor,
(ver figura 5).
Pero Bor no deja de recordar su sentido tonal nacionalista en esta obra, pues si
bien, desde el primer acorde los presenta expandidos con cuartas y segundas,
termina Requiebros en una secuencia armónica que asemeja el polo margariteño a
pesar de las 7 notas presentes.
En las obras de su madurez, compuestas en Mérida, encontramos ya una mezcla de
acordes que si bien no siguen la armonía funcional tradicional, mantienen una
estructura coherente. Ya las obras dejan de ser bipartitas para presentar formas
más libres y las melodías se presentan rara vez de la misma manera, pues el
principio de la variación melódica se hace preponderante.
Es el caso de Aquí te amo, donde la coherencia musical viene dada más por la
textura y la similitud de las melodías que por la armonía. Bor abandona la forma
bipartita tradicional y presenta una forma de rondó libre que no es tradicional, pues
las partes son desiguales y Bor repite el motivo “ aquí te amo” más veces que el
poema original y en diferentes tonalidades y con variaciones del motivo rítmico-
melódico.
CONCLUSIONES
En su proceso de crecimiento musical, Bor logró asimilar los estilos a los cuales se
veía expuesta. Así, en el proceso nacionalista venezolano de principios del siglo XX,
toma poemas de venezolanos contemporáneos y les escribe música original
respetando la tradición pero buscando una proyección y calidad internacional en la
búsqueda de nuevas sonoridades. El estilo nacionalista de principios del siglo XX en
Venezuela era eminentemente tonal, con estructuras formales clásicas, ritmos
sencillos y texturas homofónicas. A medida que avanza el siglo XX y el XXI, el
nacionalismo figurativo y el nacionalismo estilizado se hacen más preponderantes y
la influencia de otros estilos y técnicas de composición internacionales se mezclan
con ritmos, armonías o melodías propias de nuestra tradición.
Mientras tanto, la tradición folklórica de Bor la lleva durante toda su vida de vuelta
a sus raíces familiares y populares, escribiendo aguinaldos, polos y fulías, que
respetaban la temática popular y conservaban el estilo y simplicidad de la música
popular, tanto, que algunas de las obras se han folclorizado con el tiempo.
Finalmente Modesta Bor en su necesidad por aprender y experimentar lo que
ocurría en el mundo a nivel musical, logra irse a estudiar al Conservatorio
Tchaikovsky, en Moscú, que era uno de los Conservatorios de Música más
importantes del mundo en esa época.
Para concluir, desde la realidad histórica de Bor que le permitió actualizar sus
conocimientos musicales en Moscú y desde la madurez de su estilo amalgamando
sus conocimientos musicales en obras de alta calidad y expresividad, sus
enseñanzas han dado oportunidad a nuevas generaciones para desarrollarse y
mantener activa la producción de música venezolana. Además, su música es
altamente atractiva por la forma como funde lo internacional y lo nacional, en una
vasta producción de alto nivel artístico, sin perder sus raíces venezolanas. El
compositor y director Alberto Grau, quien estrenó muchas de sus obras corales
dice:
La música coral de Modesta [Bor] es un estilo que salvo algunos casos, no pretende
aportar nuevas fórmulas en comparación con el interés de otros autores
contemporáneos, pero dentro de un lenguaje muy personal, es una música
extremadamente expresiva y muy apegada a una armonía y formas rítmicas
demostrativas de su gran talento y sensibilidad (Grau, correo electrónico, Abril 28,
2006).
Notas
Autores de la Post-Modernidad
Para Rugeles (2001) el estreno en 1961 de la obra "Casualismos" de Rházes Hernández López
marca el inicio en Venezuela de la así llamada "vanguardia musical". Dicha obra se basa en un
libre juego de los elementos de la música dodecafónica: tratamiento atemático de la forma,
ausencia de todo sentido descriptivo, anecdótico o esquemático y de sentimentalismo melódico
o armónico, búsqueda de la sonoridad totalmente pura. En este sentido, esta pieza marca la
primera intención en Venezuela de utilizar procedimientos nuevos de composición de técnicas
que ya se venían practicando desde comienzos del siglo en Europa.
En 1965, por iniciativa del Dr. Inocente Palacios, se crea el Estudio de Fonología Musical del
INCIBA. Allí, Alfredo Del Mónaco (1938) produjo sus primeras obras electroacústicas:
"Cromofonías I" (1967) y "Estudio Electrónico I" (1968).
En 1966 se realizó el III Festival Interamericano de Música, en el cual muchas de las obras
participantes manifestaban el aprovechamiento de técnicas vanguardistas y concepciones
formales que no habían sido abordadas por la "Escuela de Santa Capilla", hecho que provocó
rechazo por parte de muchos.
A partir de 1968 se residencia en Caracas el compositor greco-venezolano Yannis Ioannidis
(1938), quien logró reunir en torno suyo un grupo de jóvenes estudiantes de composición.
Ioannidis traía consigo una estimulante y valiosa información sobre las técnicas y estéticas
europeas de vanguardia. Su posición ante la música, que implicaba un compromiso intelectual
y filosófico respecto a la creación artística y su repercusión social, abrió un panorama nuevo en
la música venezolana. Su clase de composición no se limitaba tan sólo a la parte musical sino
que abordaba temas de cultura general que abrieron de forma única los horizontes y las
perspectivas de sus jóvenes alumnos.
Entre los autores que estudiaron composición con Ioannidis se encuentran Federico Ruiz
(1948), Emilio Mendoza (1953), Servio Tulio Marín (1947), Alfredo Marcano Adrianza (1953),
Ricardo Teruel (1956), Carlos Duarte (1957), Paul Desenne (1959) y Alfredo Rugeles (1949).
Después de Ioannidis, en 1974 llega a Venezuela el compositor uruguayo Antonio
Mastrogiovanni (1936) quién reunió a su alrededor a un nuevo grupo de estudiantes de
composición. Su actividad de enseñanza se desarrolló en el Conservatorio Juan José Landaeta
y logró graduar a cinco jóvenes con el título de Maestro Compositor en 1987: Juan Francisco
Sans (1961), Miguel Astor (1958), Víctor Varela (1955) y Juan de Dios López (1962) entre ellos.
Es Juan Francisco Sans quien a partir de 1988 sustituye a Mastrogiovanni en la Cátedra de
Composición del Conservatorio Landaeta y entre los egresados de su clase debemos
mencionar a los jóvenes compositores: Roberto Cedeño (1965), Fidel Rodríguez (1961) y
Josefina Benedetti (1953).
Las nuevas generaciones de compositores se han venido formando con varios maestros
quienes han asumido el rol de profesores de composición en diversas instituciones
caraqueñas, como el Iudem (Instituto Universitario de Estudios Musicales), a cargo de
compositores como Blas Emilio Atehortúa, Beatriz Bilbao, Federico Ruiz y Ricardo Teruel; la
Cátedra de Composición Antonio Estévez a cargo del maestro Juan Carlos Núñez y la recién
creada Maestría en Composición de la Universidad Simón Bolívar a cargo de los compositores
Diana Arismendi, Adina Izarra y Emilio Mendoza.
Igualmente, es importante destacar la enseñanza privada y de cursos especiales en la Maestría
de la Universidad Central de Venezuela que ha dictado el maestro Alfredo Del Mónaco. Los
nuevos nombres que comienzan a destacarse son: Luis Alejandro Álvarez, Leonidas De
Santiago, Wilmer Flores, Tito Nava, Albert Hernández, Ryan Revoredo, Harold Vargas e Icli
Zitella, entre otros.
Por otra parte, Rugeles (2001) hace mención de compositores que se han destacado en el
medio artístico venezolano y que por alguna u otra razón no pertenecen a ninguna de las
escuelas mencionadas, aunque quizás hayan tenido algún contacto esporádico con ellas, o
bien su formación ha sido directamente realizada fuera de Venezuela, en Latinoamérica, en los
Estados Unidos de Norteamérica o en Europa. Así, tenemos nombres como Alfredo Del
Mónaco (1938), Diógenes Rivas (1942), Juan Carlos Núñez (1947), Gustavo Matamoros
(1957), Adina Izarra (1959), Álvaro Cordero (1954), Eduardo Kusnir (1939), Julio D’Escriván
(1960), Beatriz Bilbao (1951), Ricardo Lorenz-Abreu (1961), Alonso Toro (1963), Mercedes
Otero (1953), Jacky Schreiber (1961), Diana Arismendi (1962), Manuel Sosa, Alfonso Tenreiro
(1976), Efraín Amaya, Marianela Machado, Arcángel Castillo (1959) y Diego Silva (1954) entre
otros.
A pesar de que el Orfeón funcionó hasta los años 60, este venezolano
es considerado como el maestro de la Escuela Moderna venezolana,
pues bajo su tutela se formaron los compositores que posteriormente
crearon la Escuela Nacionalista de Composición.
Alfredo Rugeles:
Así, hacia el tercer cuarto del siglo XIX, merecen mencionarse autores de
célebres valses como Federico Villena (1835-1899), Teresa Carreño (1853-
1917), Rogelio Caraballo, Ramón Delgado Palacios (1867-1902) y Sebastián
Díaz Peña (1844-1926), con su célebre "Maricela". Ya a principios del siglo
XX, sobresalen los valses de Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), conocido por
su joropo "Alma Llanera" de la zarzuela del mismo nombre, Francisco de
Paula Aguirre, autor del popular "Dama Antañona", Federico Vollmer (1834-
1901) y su "Jarro Mocho", Augusto Brandt (1892-1941), Simón Wohnsiedler,
y Laudelino Mejías con su "Conticinio", entre otros. Aparte del vals, destacan
la canción romántica venezolana, el "aguinaldo", ritmos y aires nacionales de
raíz folclórica que inspiraron a nuestros compositores. Es el período
romántico por excelencia y con música que cubrió en particular el desarrollo
de obras para piano y canciones, fantasías y rapsodias sobre temas operáticos.
Los últimos años del siglo XIX y el principio del siglo XX se caracterizan por
una decadencia en la formación y en la calidad de los músicos. Ya para 1919
comienza un resurgimiento y despiertan los músicos de aquel largo letargo.
Los principales propulsores de esa primera etapa de renovación son Vicente
Emilio Sojo, José Antonio Calcaño (1900-1978), Juan Bautista Plaza (1898-
1965), Miguel Angel Calcaño (1904-1958), Juan Vicente Lecuna (1891-1954)
y Moisés Moleiro (1904-1979).
Por otra parte, la situación del compositor venezolano sigue siendo muy
"romántica". En la mayoría de las veces escribe para archivar, para la gaveta,
y sus obras, si es que se ejecutan, se escuchan sólo en el estreno y nunca más.
Sin embargo, no todo es negativo ya que en los últimos años algunas empresas
privadas han comenzado a encargar obras y a producir discos compactos.
Asimismo, Universidades como la Simón Bolívar han publicado CDs con
obras de los profesores-compositores allí empleados. De igual manera,
Juventudes Musicales ha producido una serie de discos con obras de jóvenes
autores venezolanos con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura (Conac)
y de patrocinio privado.
Otro autor, Paul Desenne, chelista de gran prestigio, ha creado música en base
al elemento rítmico del "merengue", la "guasa" y el sonido del afrovenezolano
"quitiplás", un instrumento de percusión que usualmente se toca en trio, hecho
de piezas pequeñas de bambú golpeadas contra una superficie dura. El motivo
principal del quitiplás se constituye por una estructura que se mantiene
siempre en 6/8. En la composición de "Juegos Transchamánicos" (1989) para
tres chelos, de Desenne, se evocan la interrelación de figuras que se hace en la
interpretación del quitiplás, aunque su intención
Ejemplos concretos están en obras como "Soufflé en flauta" (1993) para flauta
y cinta, que tiene alusiones rítmicas al merengue con modificaciones en las
acentuaciones, referencias irónicas a "música", conocida en Venezuela como
"para hueleflores" (música excesivamente contemplativa) formada por
progresiones de tres acordes y finalmente un joropo en 6/8 y el uso de la
síncopa. En "Petequías" (Dengue tuyero) (1991), nombre dado a la
enfermedad que causa ruptura de vasos sanguíneos produciendo manchas
pequeñas en la piel, fue compuesta para su esposa Rosana, quien sufrió esta
enfermedad. Para representar esto, Toro emplea el puntillismo. Aquí la flauta
toca notas muy rápidas y cortas con grandes saltos al registro agudo del
instrumento. "El Guapísimo" (1993) para guitarra y maracas se basa en el
estilo de la llamada música tuyera (música de los valles del Tuy al sur de
Caracas y alrededor del río Tuy). Esta música se desarrolló durante el
establecimiento de las colonias españolas y bajo la influencia directa de la
música para clavecín de España e Italia, en especial de Domenico Scarlatti.
Los "criollos" adaptaron elementos de este estilo produciendo una música
muy rica, caracterizada por su ritmo enérgico y cambios constantes entre
metros binarios y ternarios (influencia afrocaribeña), dentro de un marco
polifónico de tradición barroca. La música europea también tuvo influencia en
cuanto a algunos elementos de instrumentación y ejecución; así tenemos el
arpa tuyera (arpa del Tuy) que usa cuerdas metálicas produciendo una
sonoridad similar al clavecín.
La música tuyera se toca usualmente con esta arpa, maracas y en ocasiones
con un cantante. Dentro de las obras electroacústicas de Toro cabe mencionar,
entre otras "La Cumbia del Loro", "Chancho mix" y "No me perdonan". En
esta última, se impone el ritmo del bolero, alma de la cultura del Caribe. El
humor de Toro se destaca al utilizar un discurso del ex-presidente Carlos
Andrés Pérez como guía melódica, procesándolo con el fin de obtener una
dicción rítmica del texto acoplada al fondo musical, sin alterar el tono de su
voz ni la substancia del discurso.
Éstos pueden incluir desde tambores batá hasta congas, bongos, tom-toms y
tambores de gaita zuliana, por ejemplo, creando así un ostinato y una
polirritmia muy rica e interesante que se une a un fondo armónico quasi
religioso de notas largas, interpretado por el resto de la orquesta en crescendo
y que funciona, además, como un gran coral final.
Por último, deseo mencionar un par de obras mías que contienen elementos de
la música popular: "Tanguitis" (1984) para piano solo, es un tango, cuyo título
se refiere casi a la enfermedad por el tango, la pasión por dicha danza
argentina. El lenguaje melódico y armónico combina lo tonal con lo
dodecafónico, con un cierto humor sofisticado y la obvia diversidad estilística,
cromatismo y diatonismo, y hasta una cita del acorde de "Tristán e Isolda" de
Wagner para concluir. En mi "Oración para clamar por los oprimidos" (1989)
sobre poesía de mi padre Manuel Felipe Rugeles, para mediosoprano, flauta,
oboe, arpa, sintetizador y contrabajo, empleo asimismo ritmos afrocaribeños
en combinación con técnicas de composición contemporánea. Los fragmentos
del poema pleno en imágenes de la naturaleza, metáforas y de una gran
libertad métrica, se integran a la rica combinación instrumental y dan forma a
la pieza, caracterizada por secciones muy definidas: solos líricos y virtuosos o
combinaciones rítmicas y tímbricas del ensemble.