El Existencialismo Es Un Humanismo

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El existencialismo es un humanismo

Editorial del 80, Buenos Aires 1982

(t.o.: L'existentialisme est un humanisme)

A. INTRODUCCION GENERAL

Jean-Paul Sartre nació en París el 21-VI-1905 en el seno de una familia


burguesa.

Huérfano de padre a los dos años, vivió en La Rochelle aunque sus estudios
medios los realizó en París.

En la educación de su primera infancia influyó su madre, católica, y su


abuelo materno, calvinista alsaciano de tendencias germanófilas que
ridiculizaba continuamente el catolicismo. De esta doble influencia deriva
posiblemente la actitud mental del filósofo. Superó la tensión religiosa
incidiendo en el agnosticismo y después en un radical ateísmo: representa la
posición resueltamente atea del existencialismo. Del puritanismo del abuelo
protestante persistirá la preocupación moralista que aparece en todos sus
escritos.

Fue alumno de la Escuela Normal Superior de París de 1924 a 1928, donde


cursó sus estudios de Filosofía obteniendo el título de agregado junto con la
escritora Simone de Beauvoir, con la que permaneció unido desde entonces. Su
afición a la Filosofía le llevó a ejercer la docencia en esta materia desde 1929 a
1933. En esta época conoció a Kafka, primer formador de la "literatura negra"
existencialista, y los novelistas americanos, y se inicia su interés por el
Marxismo.

Interrumpió la docencia en 1933 y marchó a Berlín para estudiar la filosofía


alemana: este tiempo fue decisivo para su orientación intelectual. Entró en
contacto con la fenomenología de Husserl y tuvo influencias de los últimos
desarrollos de la misma por el nuevo movimiento existencialista de Heidegger
y Jaspers. Asistió a las lecciones del primero siendo el heredero más directo y
radical de su filosofía existencial. De la asimilación de la fenomenología y el
existencialismo de Heidegger comenzó a elaborar su nueva construcción
existencial personal e independiente.

Regresó a París y de 1934 hasta 1945 continuó dedicado a la enseñanza que


dejó voluntariamente para dedicarse a escribir. En la II guerra mundial fue
movilizado (1939) cayendo prisionero casualmente (1940) y liberado en 1941.
Ante los acontecimientos mundiales su mentalidad se transforma y radicaliza y
aparece su nuevo modo de pensar existencialista revolucionario. Tomó parte en
el movimiento de resistencia contra las fuerzas de ocupación alemana y este
hecho influye como elemento decisivo en su obra filosófica y literaria: la
resistencia hace de él un revolucionario, en concomitancia y simpatía con los
comunistas. Pero en los años siguientes rechaza la dogmática marxista en
nombre de la libertad existencial.

En el movimiento existencialista desarrollado en Francia, Sartre y sus


seguidores representan la corriente atea. Aunque los autores franceses
desarrollan este sistema de una manera propia e independiente y con nuevos
modos de expresión, deriva este existencialismo y recibe su fuente de
inspiración general de los fundadores germanos.

El movimiento existencialista alemán se desarrolla desde los principios del


siglo XX hasta la II guerra mundial y está en decadencia desde entonces.
Utilizando el método de Husserl (el existencialismo enlaza directamente con la
"fenomenología"), el existencialismo se inspira en temas de Kierkegaard
(existencia individual, subjetividad, libertad, elección) pero a la vez intenta
hablar no sólo del hombre sino del ser como tal. Representa un esfuerzo de
restauración metafísica, pero dentro de los límites del inmanentismo.

Los existencialistas consideran que el hombre está sumido en el "tiempo",


en la historicidad y lo relativo; pero se niegan a construir un sistema de la
Historia al estilo de Hegel y a hablar del Absoluto o del Infinito. Sus estudios
son un análisis de la finitud; de ahí que casi todos ellos vean el individuo
singular sumergido en el tiempo, en lo finito, de un modo trágico y angustioso,
de cara a la nada y a la muerte.

El cuadro presentado por los existencialistas es en general sombrío.


Reconocen que el hombre, la historia, la ciencia, la cultura, el mundo, no son el
Absoluto; que el propio hombre es la finitud, la precariedad, la muerte, el
fracaso. Pero al no admitir a Dios, caen en un pesimismo trágico y
desconsolado.

Como ya dijimos Jean-Paul Sartre representa la posición atea y nihilista del


existencialismo. Proclama el nihilismo absoluto: "el hombre es una pasión
inútil". Pero este nihilismo procede precisamente de la ausencia de Dios: "el
existencialismo no es más que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias de
una posición atea coherente".

El sistema filosófico ideado por Sartre se basa en la fenomenología de


Husserl (modo científico —según este filósofo— de hacer que la
realidad aparezca a nuestra mirada tal y como es en nuestra conciencia; no
acepta el ser; para Husserl, todo objeto es tal en cuanto se presenta a la
conciencia que hace la reducción fenomenológica; "toda transcendencia se
constituye en la vida de la conciencia", con lo cual condena al movimiento
fenomenológico y al existencialismo asociado a él a la cárcel inmanentista en
la que el humanismo de la filosofía moderna se halla confinado); en la
dialéctica de Hegel (sobre todo, la negatividad); y en un rígido dualismo de
conciencia y ser (Descartes: pensamiento y extensión).

Para Sartre hay dos realidades contrapuestas:

1) el ser en-sí son las cosas exteriores a la conciencia humana: lo estático,


inerte, objetivo, fáctico, opaco o "lleno"; también es ser en sí el cuerpo humano
y el pasado que ya no se puede cambiar; con la muerte triunfa en cada hombre
lo fáctico del en-sí: la esencia de cada uno queda fijada, fosilizada.

2) el ser para-sí es la conciencia dinámica, la libertad, que en cuanto tal no


es nada, pero capta el en-sí y lo hace objeto de su "proyecto": Sartre interpreta
erróneamente la intencionalidad, como si el pensar fuera un "vacío" que se llena
del "objeto pensado", no como un acto positivo espiritual.

El dualismo entre en-sí y para-sí es absoluto. Son dos polos que se niegan
dialécticamente: el en-sí se "hace" para-sí al ser pensado y así se destruye;
el para-sí se "hace" en-sí al pensar algo, y así se objetiva y pierde la libertad.
Tampoco hay intersubjetividad o comunicación yo-tú, pues el para-sí no puede
penetrar en otro para-sí, pues todo lo que se piensa es en-sí: "el infierno son los
otros".

Por tanto, el hombre se encuentra en una situación contradictoria, y la vive


como angustia; si no se reconoce esta angustia, se vive en situación de "mala
fe". Al para-sí (mi yo libre) le gustaría convertirse en una síntesis total: un en-
sí—para-sí, que sería Dios; es decir, al hombre le gustaría ser Dios... Pero
"Dios" es contradictorio, porque en-sí y para-sí se excluyen mutuamente. Por
tanto, el hombre se ve abocado a una pretensión imposible, "condenado a la
libertad", y es una "pasión inútil".

B. CONTENIDO DEL LIBRO

Se trata de un ensayo publicado en 1946 en el que Sartre intenta hacer una


apología del existencialismo saliendo al paso de los ataques dirigidos contra su
filosofía. Estos ataques, según afirma él mismo, provienen de dos fuentes:

a) Por un lado, y a pesar de ser existencialista-marxista, están las críticas


comunistas que "han reprochado el invitar a las gentes a permanecer en un
quietismo de desesperación, porque si todas las soluciones están cerradas,
habría que considerar que la acción en este mundo es totalmente imposible y
desembocar finalmente en una filosofía contemplativa, lo que además, dado que
la contemplación es un lujo, nos conduce a una filosofía burguesa"; y marxistas
que reprochan el que "subrayamos la ignominia humana, que mostramos en
todas las cosas lo sórdido, lo turbio, lo viscoso, y que desatendemos cierto
número de bellezas risueñas, el lado luminoso de la naturaleza humana."
"Los unos y los otros nos reprochan que hemos faltado a la solidaridad
humana" (p.11).

b) Por otro lado se encuentran las críticas de los católicos: "y del lado
cristiano, se nos reprocha que negamos la realidad y la seriedad de las empresas
humanas, puesto que si suprimimos los mandamientos de Dios y los valores
inscritos en la eternidad, no queda más que la estricta gratuidad, pudiendo hacer
cada uno lo que quiere y siendo incapaz, desde su punto de vista, de condenar
los puntos de vista y los actos de los demás" (p.12).

En ambos lados encuentra el reproche esencial de presentar una visión


sombría de la vida, que acentúa el pesimismo al poner "el acento en el lado
malo de la vida humana" (...) "se asimila la fealdad a existencialismo" (p. 12).

Sartre quiere responder a estos reproches afirmando que "el


existencialismo es un humanismo". El humanismo de Sartre significa que el
hombre está constantemente proyectándose y persiguiendo fines trascendentes,
y sólo así puede existir; pero esta trascendencia no es —en Sartre— una relación
a Dios (su negación de lo sobrenatural es absoluta), sino la misma subjetividad
humana que sobrepasa los objetos. Por esta razón afirma que su teoría no es
materialista: la dignidad humana sería superior a los objetos materiales porque
está constituida "por valores distintos del reino material, precisamente por esto
el hombre no está encerrado en sí mismo, sino siempre presente en un universo
humano". Además el hombre "no tiene otro legislador que él mismo, que debe
decidir de sí mismo en la derelicción (delcissement) y que sólo volviendo hacia
sí, y buscando fuera un fin que es tal liberación, o realización particular, se
realizará precisamente como humano".

Sartre califica su doctrina de "humanismo porque confiere al hombre la


tarea de constituirse a sí mismo y de dar un sentido al mundo por su libertad".

Y un humanismo optimista porque "entendemos por existencialismo una


doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda
verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana" (p.12); es
decir, define al hombre por la acción y el destino del hombre lo pone en él
mismo. Lejos de desanimar al hombre a obrar (reproche de los comunistas)
afirma que no tiene más esperanza que la acción, "la sola cosa que permite al
hombre vivir" ya que el hombre no es más que el conjunto de sus actos.

Después de exponer lo que no es el existencialismo —niega que sea una


visión pesimista del hombre—, pasa a resaltar algunas tesis principales de esa
filosofía. Recalca en especial su ateísmo radical: Sartre niega la existencia de
Dios y como consecuencia considera al hombre dueño del bien y del mal ("Si
considero que tal o cual acto es bueno, soy yo el que elegiré decir que este acto
es bueno y no malo" p.19), de la verdad y de la mentira, y llega a concluir que
la existencia se identifica con libertad (elección-acción). Realmente para Sartre
no existe el bien ("No está escrito en ninguna parte que el bien exista": p 21), y
su ateísmo (el "hombre es una 'pasión inútil' que está condenado a la libertad")
tiene siempre necesidad de un activismo amoral.

I) El punto de partida es la afirmación —que dice ser común a todos los


existencialistas— de que la "existencia precede a la esencia", es decir, que hay
que partir de la subjetividad: "si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el
que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser
definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre" (pp. 15 y 16). No
hay naturaleza humana por que no hay un Dios que la pueda concebir. Por tanto
la afirmación de que la existencia precede a la esencia significa que el hombre
empieza por existir, empieza por no ser nada, surge en el mundo y después se
define: "el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer
principio del existencialismo. Es lo que se llama subjetividad".

II) A partir de esta afirmación pasa a declarar su "humanismo". En la


concepción existencialista del hombre, el hombre es el único que no sólo es
como se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la
existencia. Es ante todo un proyecto y nada existe previamente a éste; el hombre
será, ante todo, no lo que querrá ser, sino lo que habrá proyectado ser "porque
lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente que,
para la mayoría de nosotros, es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí
mismo" (p.16).

Este proyecto lo va a realizar mediante la elección libre: el hombre es


libertad. Precisamente la libertad es quizá el tema central de la antropología
sartriana, pero no entiende la libertad como una cualidad que se atribuye a la
esencia del hombre, sino que la libertad, esa posibilidad de hacerse a sí mismo,
no es una propiedad del hombre sino su raíz. El hombre —en la concepción
existencialista— no es más que libertad, y no le cabe más que actuar siempre
sin que nada coarte su acción.

El hombre aparece en un continuo realizarse y el primer paso del


existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es y asentar sobre
él toda la responsabilidad de su existencia. El hombre se elige a sí mismo,
escoge su propio ser, pero no es sólo responsable de su individualidad, sino que
al elegirse elige a todos los hombres: "nuestra responsabilidad es mucho mayor
de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera"
(p.17).

Sartre niega que haya una naturaleza humana, una naturaleza universal,
pero afirma que existe una "universalidad humana de condición" según las
situaciones históricas de cada época.

El proyecto de existir es un "compromiso libre por el cual el hombre se


realiza realizando un tipo de humanidad". Al elegir, el hombre es responsable
y la conciencia de su libertad lleva consigo "ser deudor": conciencia de "ser
culpable", que acompaña la realización de las existencias. El compromiso de
existir se realiza, por esto, en la angustia: "el existencialismo suele declarar que
el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que
se da cuenta de que es no sólo el que elige el ser, sino también un legislador,
que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede
escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad" (p.18). Los que
tratan de rehuir esa angustia en el compromiso de realizar su vida en la libertad
son tratados como gente de mala fe.

En la filosofía sartriana la angustia no es algo que conduzca al quietismo,


sino algo que conocen todos los que han tenido responsabilidades. No impide
obrar, sino que, por el contrario, es la condición misma de la acción. En el
vértigo de la angustia el hombre se capta a sí mismo como el propio autor de
sus actos, como algo sin apoyo.

Las reflexiones que hace sobre la moral responden a ese existencialismo


ateo que Sartre representa: no hay moral general que pueda indicar lo que hay
que hacer, no podemos decir a priori lo que hay que hacer. El hombre se hace,
no está hecho desde el principio, se hace al elegir su moral: la moral es creación
e invención. Para Sartre no hay cosas que tengan un valor objetivo: las cosas
tienen valor porque han sido elegidas. No hay moral alguna sino un acto detrás
de otro, situaciones. Si Dios no existe, todo es posible. No cabe hablar de la
dignidad del hombre: en Sartre no cabe siquiera una moral natural.

III) Existencialismo humanista. Como el ensayo tiene la intención de


presentar el existencialismo como humanismo, se reduce a afirmar varios
puntos de vista en defensa de la posición existencialista: una serie de teorías en
las que únicamente se habla del hombre.

C. VALORACION CRITICA

Analizaremos los puntos centrales en los que se basa haciendo una crítica
en vista de un planteamiento recto.

(1) La primera afirmación sartriana es que la existencia precede a la


esencia: "el hombre, sin ningún apoyo y sin ninguna ayuda, está condenado en
cada instante a inventar el hombre". Existir significa, pues, darse el ser en la
decisión, en el proyecto, de modo que nuestro ser es una actuación de la libertad
de un individuo singular consciente.

Para el realismo —filosofía del ser— la existencia de las cosas es


el factum o resultado de la acción creadora de Dios. Todo lo que así procede de
Dios está compuesto de dos principios: la esencia como potencia de ser, y
el esse o acto de ser limitado por la esencia: según esto, el acto de ser es el acto
último de todas las cosas y es la esencia —unidad primordial de una cosa, el
quid, lo que una cosa es, la determinación del ser— lo que determina
formalmente las cosas. Es cierto que el hombre se hace pero no en el sentido
que Sartre lo entiende, sino que el hombre va "haciéndose" en un "despliegue"
de las posibilidades de su esencia.

(2) Como consecuencia de esto Sartre afirma que no hay naturaleza


humana, ya que sabemos que la esencia de las cosas confiere a éstas su
naturaleza propia. Esto va íntimamente unido al ateísmo radical de Sartre: no
hay naturaleza humana porque no hay un Dios que la pueda concebir. Si no hay
Dios, no hay tampoco esencias, valores objetivos: el hombre debe crear los
valores; su "proyecto" los hace ser y en esto es enteramente responsable: se
encuentra abandonado a sí mismo sin poder apoyarse en nada objetivo; si lo
hiciera, sería de mala fe y dejaría de ser libre. El hombre libre es el que renuncia
a la verdad objetiva; el que sabe que debe elegir incesantemente sin someterse
a ninguna norma. El propósito de Sartre es "glorificar" al hombre; sin embargo,
nunca había quedado reducido a una condición tan inferior como la de simple
instrumento en manos de la humanidad.

En esta misma línea sigue afirmando —erróneamente— que el hombre se


construye con su acción y esas acciones no son producto de lo que el hombre
es, de su naturaleza, sino que surgen de sí mismas y son constructoras del ser
del hombre: el comienzo está en la negatividad, en el no-ser. En la metafísica
del ser —por el contrario— lo primero es el acto.

(3) En cuanto al ateísmo existencialista, afirma Sartre que el


"existencialismo no es más que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias
de una posición atea coherente" (p.43). Hay una negación de Dios y un total
apartamiento de Él. Sartre quiere dar gloria al hombre, hay que elegir entre Dios
o el hombre y él elige al hombre en contra de Dios; quiere dar gloria al ser
humano y no subordinarlo a otro: "es necesario que el hombre se encuentre a sí
mismo y se convenza de que nada puede salvarlo de sí mismo, aun cuando
hubiera una prueba válida de la existencia de Dios. En tal sentido el
existencialismo es un optimismo, una doctrina de acción y sólo por mala fe y
confundiendo su propia desesperación con la nuestra es como los cristianos
pueden llamarnos desesperados" (p.43-46). Es ésta la afirmación más clara del
ateísmo de Sartre, un ateísmo de principio base de su filosofía y fundamento de
su concepción de la libertad: "Dios no existe. Dios, si existiera, seria inútil".
Son declaraciones que manifiestan su actitud de rechazo frente a Dios. El
ateísmo es fundamental en el pensamiento de Sartre: constituye un punto de
partida de su existencialismo y llega a identificar —haciendo una
generalización indebida ya que existe un existencialismo espiritualista—,
existencialismo y ateísmo.

Para Sartre no hay otro universo que este universo humano, el universo de
la subjetividad, y aunque habla de trascendencia, no considera este concepto
como la trascendencia del ser respecto del hombre, ya que implicaría la
necesidad de fundamentarlo y llevaría al descubrimiento de Dios: no, para
Sartre, trascendente significa esencialmente "objeto" o la "cosa en cuanto otro":
"No hay otro universo que este universo humano. Esta unión de la trascendencia
como constitutiva del hombre —no en el sentido en que Dios es trascendente,
sino en el sentido de rebasamiento— y de la subjetividad en el sentido de que
el hombre no está encerrado en sí mismo sino presente siempre en un universo
humano, es lo que llamamos humanismo existencialista. Humanismo porque
recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es en el
desamparo donde decidirá de sí mismo; y porque mostramos que no es
volviendo hacia sí mismo, sino siempre buscando fuera de sí un fin que es tal o
cual liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará
precisamente en cuanto humano" (p.43).

Esta trascendencia constitutiva del hombre no es pues relación a Dios, sino


la misma subjetividad humana sobrepasando los objetos; el hombre está
constantemente proyectándose y persiguiendo fines trascendentes y sólo así
puede existir. Se ve que esta trascendencia nada tiene que ver con la auténtica
trascendencia. En Sartre se da una degradación de conceptos metafísicos a nivel
de una fenomenología a ras de tierra: emplea en un sentido completamente ateo
términos como absoluto, libertad, trascendencia que tienen por sí mismos una
significación metafísica e incluso religiosa.

Esta aparente exaltación del hombre termina, en la filosofía de Sartre, en


un trágico pesimismo; al poner al hombre como absoluto, llega a afirmar que el
"hombre es una pasión inútil", un ser "condenado a a libertad".

(4) Sartre concibe la moral como una "moral de situación", ajena a toda
norma vinculante para la libertad humana, totalmente indiferente al bien o al
mal. Es precisamente en este ensayo donde expone los supuestos teóricos de la
moral de situación. El fundamento teórico de esta ausencia de norma moral es,
aparte de la negación de Dios — "es muy molesto que Dios no exista, porque
con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo ininteligible;
no puede darse el bien 'a priori' si no hay conciencia infinita que lo piense; y no
está escrito en ninguna parte que el bien exista" (p.21) — el hecho de que el
hombre es libre: toda norma y todo valor nacen de la libertad y por la libertad,
y vale sólo dentro de los límites del proyecto concreto que surge de la misma
libertad.

No hay quehaceres dados ni tareas preexistentes esperándonos; no hay


imperativos inscritos en el cielo metafísico, ni postes indicadores a lo largo de
la ruta humana. Afirma Sartre: "no se puede tener el bien a priori", ninguna
moral general puede indicar lo que hay que hacer. Las decisiones dependen de
la libertad personal en cada situación; y las cosas adquieren valor al ser elegidas:
la libertad es —según Sartre— el fundamento de todos los valores y es la
conciencia y nada más que la conciencia la formuladora de esos valores.
Es una "moral de la libertad" sin más leyes o normas que las que surgen del
compromiso de realizarse a sí mismo en la "situación" concreta en la que cada
hombre se encuentra, por lo que todo lo que hace es siempre bueno: la moral
existencialista es una moral "libre" y permisiva muy difundida en el mundo
actual.

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