La Escritura Ibérica y Otros Aspectos PDF
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UN ENSAYO DE SÍNTESIS
ABSTRACT: In this paper, the data available from Iberian inscriptions is examined in
order to show the kind of socio-historical information that can be attained, in spite of the
fact of their not translatability. Among many other aspects we may lay stress upon the
analyse of the diachronical geopolitical evolution of the areas of employment of the dif-
ferent writing varieties. It's also revealed the prominent active participation of the Iberian
people in the romanisation of Hispania. Likewise, it's proposed that, according to the exis-
ting evidence, it should be considered seriously that, if Basque, Aquitanian and Iberian are
related languages, as the latest discoveries seem to prove, these linguistic family came into
the Iberian Peninsula with the Urnfield culture.
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JESÚS RODRÍGUEZ RAMOS
1. La escritura íbera-meridional
1.1. Aunque de esta variante epigráfica se puede identificar la lengua de la mayo-
ría de sus inscripciones, nuestro conocimiento es precario3. El que sea lengua íbera,
como en la variante levantina, ayuda poco. Los textos denotan una gran diversidad
de signarios diagrapsos4, usándose, por ejemplo en el mismo primer plomo de
Mogente, es decir en mismo lugar y misma fecha, dos variantes en que incluso un
mismo signo tiene valores diferentes. Dado que se conocen pocas inscripciones
meridionales, esta diversidad permite extrapolar una situación heterogénea y la exis-
tencia de muchas variantes locales. Estos factores y la infrecuencia de contexto
arqueológico, explican la dificultad de su estudio.
1.2. La cronología más antigua disponible de una inscripción inequívocamente
identificable como meridional es de finales del s. IV. Pero el hecho de que sus signos
1. Dada la amplitud del tema tratado he tenido que reducir el número de citas bibliográficas cuando
he juzgado que no eran precisas para la discusión de las ideas expuestas, especialmente en aquellos
aspectos que considero que son bien conocidos (como la fase de mayores importaciones de cerámica
ática, el declive de Tartessos o las teorías "tradicionales" o aspectos generales de los Campos de Urnas o
las colonizaciones). La discusión de algunos aspectos concretos que aquí no trato en profundidad puede
verse, quizá con exceso de exhaustividad, en mis trabajos citados en la bibliografía.
2. Los plomos íberos que nos han llegado se relacionan casi siempre con una fase de destrucción que
ha impedido que siguiese el proceso normal de borrado del texto y reutilización del material.
3. Un estudio de conjunto sobre la lectura del sistema meridional en Rodríguez Ramos, en prensa c .
4. Diagrapso es un neologismo siendo a un sistema de escritura lo que un dialecto es a una lengua.
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LA CULTURA IBÉRICA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA EPIGRAFÍA: UN ENSAYO DE SÍNTESIS
sean muy similares a los de la escritura sudlusitana (originada hacia el 800 a.C.:
Rodríguez Ramos 1992 , 2000b , en prensa a y b ), así como que la variante levan-
tina, documentada hacia el 400 aC, derive de la meridional (Rodríguez Ramos 1992
, en prensa a y c ) y que algunas del levantino arcaico sean explicables como deri-
vaciones de formas evolucionadas por trazado rápido o cursivo de los signos meri-
dionales (así be, o o s), permiten suponer que existía con bastante antelación a dicha
fecha; por lo que puede especularse con un ante quem de ca. 450 aC. Sin seguridad
en la filiación sí que hay algún indicio arqueológico de uso anterior5.
1.3.1. Frente a la escritura sudlusitana, en la cual el trazado de los signos no
da muestras de un uso de la escritura sobre otro soporte que se denotase por la cur-
sividad paleográfica, sino que mantiene un estilo lapidario (por lo demás fiel a la
tradición fenicia arcaica), en la meridional sí distinguimos dos fenómenos estilísti-
cos; uno común y otro como evolución interna. El rasgo común se aprecia en la
adaptación lineal de signos cuyos modelos sudlusitanos eran curvados. Esto puede
verse sobre todo en el signo r (del sudlusitano r’). La causa puede ser el uso de
soportes en los que es fácil realizar líneas rectas, como puede ser el caso de escri-
bir sobre madera mediante incisiones; a cotejar con lo que sucede en la escritura
rúnica y, caso extremo, la ogámica. Con este proceso puede estar relacionada la
aparición de signos en forma de tridente, en el que se abre el círculo o triángulo
superior prototipo original.
1.3.2. El fenómeno de evolución interna, que encuentra confirmación en la adap-
tación de los signos al levantino, radica en la inclinación curvada de algunos de los
signos que provienen de un eje vertical. El caso más evidente es el de la evolución
paralela de los signos o y s, con variantes originales verticales, pero con inscripcio-
nes en que se ha curvado (así en Padrão H.13.1 y en Gádor H.1.1) o totalmente hori-
zontales (grafito de Baeza, Correa 1989). Esta evolución cursiva debe de relacionar-
se con un método de escritura que facilitase los trazos rápidos, probablemente con
inscripciones pintadas.
1.4.1. En lo que atañe a los usos epigráficos, aunque esta zona cultural es la de
las necrópolis más ricas y monumentales, a diferencia de la escritura sudlusitana, la
meridional no da muestras de haberse empleado en usos funerarios (al menos en los
soportes que han perdurado). Existe un uso en estela, pero al parecer procedente del
hábitat, en la inscripción de Cástulo (Cabrero 1994) de lectura y filiación difíciles y
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6. Ambas con el nombre propio del dedicante (Rodríguez Ramos en prensa c y 2002).
7. También es interesante su zona de aparición; más si añadimos el que la breve inscripción de
Cañamero (Cáceres) también podría ser meridional, puesto que encajaría con la ruta comercial prerro-
mana que une el sudeste con Extremadura, pero no puede descartarse que esta inscripción sea de época
romana.
8. Por más que la riqueza del soporte no eludiría que fuese la marca del receptor de un don, dado que
en los textos en plomo el destinatario suele indicarse de forma parecida.
9. Por otra parte el uso de inscripciones pintadas sobre cerámica decorada, habitual en levantino, aun-
que especialmente en la zona de influencia edetana, tiene un paralelo meridional aislado en el fragmen-
to de Meca (Ayora) (Broncano 1986).
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2. La escritura greco-íbera
2.1. Hace algunos años, cuando acertadamente empezó a reivindicarse la influen-
cia colonial púnica en todo el levante español, esta reacción ante el helenocentrismo
llegó a postular que toda la historia de las fuentes de la presencia de colonias griegas
del sudeste y el sur indicadas por Avieno y otros autores antiguos eran simples ficcio-
nes. Esto implicaba olvidar la documentación epigráfica, puesto que ya era conocida
la existencia de una adaptación del alfabeto griego para escribir lengua íbera en la
zona de Alicante y en parte de Murcia10. Es posible que los griegos no fundasen gran-
des colonias en el sudeste, pero su influencia cultural en la zona es innegable.
2.2.1. El que esta influencia se produce al menos desde el s. V es lo que imponen
datos paleográficos bastante contundentes, como ya observó Maluquer (1968: 91).
En primer lugar tenemos el hecho bien establecido de que a lo largo del s. V se impo-
ne en toda el área cultural helena el alfabeto griego clásico, abandonándose las
variantes locales arcaicas, pero que la escritura grecoibérica no proviene de un
modelo clásico. Por otro lado, tenemos el que para la s íbera se utilice la letra
'sampi'11. Ello prueba que el origen de esta escritura es jonio, muy probablemente del
ámbito massaliota, como era de esperar. Esta letra desaparece de las inscripciones a
mediados del s. V aC y como testimonio más reciente sólo se encuentran unas acu-
ñaciones monetales de Massalia, para una de las cuales Johnston da una datación
de "[c. 425-400?]" (Jeffery 1990 : 464). Consecuentemente hay que datar el origen de
la escritura grecoibérica en la segunda mitad del s. V como mínimo, sin que repre-
sente problema alguno que las inscripciones grecoibéricas suelan datar del s. IV12.
Obviamente una datación de finales del s. V sería coincidente con el 'boom' de
importaciones áticas y auge de la actividad griega que se produce en esas fechas.
2.2.2. Un problema mayor radica en establecer su momento final, puesto que se
han publicado dos inscripciones: una como cerámica campaniense A; otra como
imitación de campaniense de s. II. Sin embargo, el testimonio de estas inscripciones
presenta algunas incertidumbres13. En mi opinión, el contraste de la ausencia de plo-
10. El plomo "grecoibérico" de Sagunto es probablemente una falsificación y en todo caso no es gre-
coibérico. El grafito cerámico de Ampurias (junto a otra marca de propiedad en levantino) verosímilmen-
te una recomercialización, si no un uso esporádico del alfabeto griego.
11. Signo que los pueblos jonios y sus colonias utilizaban para la sibilante africada en posición intervo-
cálica. Fonema procedente básicamente de la palatalización de las oclusivas velares y dentales sordas en
proto-griego, y que en clásico y otros diagrapsos griegos se escribía mediante la doble 'tau' o la doble 'sigma'
12. Un resumen de las dataciones en Aranegui 1994 : 119.
13. La inscripción G.3.1 corresponde a un pequeño fragmento de borde, lo que dificulta establecer su
tipología y, a falta de una revisión moderna, la clasificación cerámica (Tarradell 1968) fue realizada en una
época en que se llamaba campaniense A también a las producciones occidentales protocampanienses, que
cubren todo el s. III. La inscripción de Los Villares (Bonet y Mata 1989: 137-140) es demasiado extraña e ile-
gible como para ser clasificada como grecoibérica, motivo básico para su exclusión, pero tampoco su data-
ción en el s. II está clara. Si por un lado la descripción que hacen Bonet y Mata como de "pasta amarillenta,
blanda, barniz casi inexistente, características que apuntan hacia un taller local" sugiere una imitación proba-
blemente tardía, por su mala calidad; basarse en que es una forma Lamboglia 34 para hacer depender la data-
ción de que esta forma es habitual en la campaniense A media es sólo una tentativa. La pieza es similar a la
forma Morel 2733 de la que Morel describe diversas producciones locales (aunque de mejor calidad) en el s.
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mos en greco-ibérico que se asocien a las destrucciones de finales del s. III e inicios
del II, frente a su abundancia en escritura levantina, hace probable que hubiese des-
aparecido ya antes de finales del s. III.
2.3. De esta manera tenemos en los ss. V-IV en el sudeste peninsular dos tradi-
ciones escrituarias distintas. Una que posiblemente surge del Alto Guadalquivir y que
es la escritura íbera meridional; otra de foco costero y origen heleno. Puede supo-
nerse que la diversidad de focos es la que estableció la disyuntiva cultural, pero la
existencia de la escritura levantina hace suponer que las escrituras de semisilabario
íbero ya habían llegado a la costa a mediados del s. V, por lo que, o bien el origen
del grecoibérico es incluso anterior o hay que buscar otra explicación.
2.4. Dentro de lo escasamente representada que está la escritura grecoibérica, es
interesante observar el que su uso documentado es similar al de la escritura levanti-
na previa a la romanización. Abundan las marcas de propiedad sobre cerámica y los
documentos en plomo, entre los que sólo muestra diferencias el plomo del
Cigarralejo, cuya forma y contexto funerario hace presumir un sentido religioso ctó-
nico-ritual con diferencias además en su léxico y amortización.
3. La escritura levantina
3.1. Es ésta la mejor conocida, hecho que permite un análisis más detallado.
Paleográficamente la relación de algunos de sus signos permite explicarse a través de
la inclinación por cursividad que hemos visto en las formas de o y s del meridional.
Ésta es la explicación de la génesis de o y de be. En cambio, la evolución de s no
sigue esta pauta sino que se ha desarrollado a partir de la forma 'xi' del meridional
mediante un procedimiento distinto. En vez de iniciar su ductus por la línea vertical,
que en meridional luego se inclina como es el origen de la o, se ha iniciado por los
signos transversales horizontales, pero en una realización sin levantar el instrumen-
to de escritura, uniendo dichos signos en forma de zig-zag, dando lugar a las ondu-
laciones 'sigmáticas' de la s levantina. Del hecho de que estos signos ya aparecen
formados en el s. IV14 puede deducirse tanto que el fenómeno de la inclinación ya
estaba activo en meridional hacia el 400, como que en este caso sí podemos ver en
la solución de s un testimonio de existencia de escritura pintada en el s. V, explica-
ción más probable para este peculiar ductus.
3.2. Los testimonios prístinos de la variante íbera levantina, tanto según el contexto
arqueológico como por arcaísmo paleográfico, son una veintena de inscripciones de
Ullastret que abarcarían todo el s. IV15. Esto se ve secundado por otros hallazgos del s.
IV en yacimientos de su entorno como Pontós o Ampurias. También de estas fechas
14. Para los problemas de crono-paleografía véase Rodríguez Ramos 1997a y 2000 . Más detalles, así
como aspectos evolutivos en Rodríguez Ramos en prensa a.
15. Para la datación arqueológica y paleográfica de las piezas: Rodríguez Ramos en prensa a y 1997a.
Incluso, salvo que las recientes excavaciones corrijan la fecha propuesta por Maluquer para el reaprove-
chamiento de material de edificios en el alzado de la muralla, los restos de inscripción encontrados en los
sillares reutilizados en la muralla (C.2.1 y 2) indicarían el uso de la escritura en monumentos edilicios a
finales del s. V; datación arcaica a favor de la cual parece abogar su difícil paleografía.
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LA CULTURA IBÉRICA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA EPIGRAFÍA: UN ENSAYO DE SÍNTESIS
16. Además de que los excavadores de Liria observan que es común la perduración de piezas áticas
en el poblado hasta su fase de destrucción a inicios del s. II (Bonet 1995 : 285). Un problema similar lo
tenemos en los tres plomos de la tumba de Orleyl. Técnicamente, su ajuar ático permitiría datarlos en la
segunda mitad del s. IV, pero paleográficamente sus signos son mucho más modernos que los de las ins-
cripciones efectuadas sobre cerámica ática. La conclusión más probable es que el ajuar de la tumba, que
presenta incluso reparaciones, ha perdurado hasta su amortización en un enterramiento del s. III.
17. Las siguientes inscripciones al sur del Turia son las más arcaicas y no serían datables paleográfi-
camente antes del 225, pudiendo ser todas posteriores al 200: plomo de Enguera F.21.1 (210-175); Alcoy
G.1.5 (210-175); Alcoy G.1.6 (225-175); plomo Marsal (Untermann 1998 ) (210-180); mientras que para
Alcoy G.1.4 el 'post quem' de 225 sólo es probable.
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18. La única pieza clara del s. IV realmente del interior es la ática de barniz negro de Sidamón,
Lamboglia 21, producida a mediados del s. IV. Pero conviene recordar que su único signo bien datable (a-
5a) parece originarse a finales del s. III, así como que su e no tiene un aspecto muy arcaico. Al respecto ya
he propuesto que tal vez haya que corregir la lectura de a en r, eso si no es una perduración. Más difícil es
la evaluación de la inscripción de Roques de Sant Formatge (una Lamboglia 21 y en un estrato datado en
fines del s. V primera mitad del IV: Junyent 1973:380s , pieza 3503), puesto que presenta problemas de lec-
tura y en la forma de sus signos, por lo que incluso su carácter de íbero levantino es sólo probable.
19. Este término usa la misma sufijación que baites y a veces tengo la impresión de tanto batir como
baites marcan la función de diversas personas y que baites sería una función inferior (mi hipótesis favori-
ta es que baites sea un tipo de testigo o de aval).
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LA CULTURA IBÉRICA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA EPIGRAFÍA: UN ENSAYO DE SÍNTESIS
Pero lo importante es que parece reconstruirse un dueño Lucius Atilius Aiunadin y que,
si bilake es Flaccus, abiner probablemente equivale a 'servus'20. De todos modos, estos
son casos excepcionales y lo habitual es que cuando un íbero escribe no vea la nece-
sidad de indicar ni su posición social ni su origen ni relaciones familiares.
3.8.1. Hay también otros aspectos que son interesantes para saber el tipo de trans-
acciones que realizaban los íberos. Es bien conocida la aparición en los plomos de
carácter comercial de la serie de asociación cuantitativa a o ki; con valores fonéticos
coincidentes tanto en levantino como en meridional. Ya Oroz (1979) aprovecho la
aparición de barras numerales asociadas a esta serie en el cuenco de plata de La
Granjuela (H.9.1) para determinar que se trata de medidas de peso, así como inten-
tar establecer el valor de estas medidas. No es posible saber con precisión el valor
de cada una de ellas. Oroz tras examinar diversas posibilidades se decanta por a =
384'5 gr. o = 39'45 gr. y ki = 3'9 gr., mientras que yo preferiría la comparación con
la 'litra' siciliana de 417'5 gr. (a = 417'45, o= 34'78 y ki = 2'89). Pero en este caso
lo importante es que sabemos la magnitud aproximada de dichas medidas. Si tene-
mos esto en cuenta, podemos ver que en los plomos es raro que se citen cantidades
que contengan más de un a, mientras que sí es frecuente que se limiten a unos ki.
Ello implica que se está hablando de materiales que se intercambian en cantidades
muy bajas, que rara vez se aproximarían al kilo, quedándose en unos pocos gramos.
De ahí podemos deducir que los plomos íberos se refieren a un material valioso, con
toda probabilidad plata. El que esta mención a pequeñas cantidades de plata sea la
pauta normal en los plomos con numerales parece un indicio más de que nos encon-
tramos ante una sociedad premonetal, en la que se toma como patrón común de
valores para los intercambios el peso de metales.
3.8.2. Otra información comercial interesante, aunque de un uso excepcional,
es la de los dipinti de las ánforas de Vieille-Toulouse (Vidal y Magnol 1983). Sobre
este interesante conjunto de ánforas de mediados del s. II se ha escrito mucho, pero
hay un aspecto relevante que parece haber pasado inadvertido. Estos dipinti se com-
ponen de una abreviatura de un nombre propio seguido de una serie de indicacio-
nes numerales diferentes a los conocidos a o ki. Pero resulta que, si la edición de
los textos no ha sido defectuosa, observo que cada vez que se repite un nombre pro-
pio, también se repite exactamente la misma cantidad tras él. No conozco lo sufi-
cientemente bien los paralelos de las ánforas romanas, cosa que aquí resultaría
aconsejable, pero, dado que no creo que un mismo cliente hiciese siempre el
mismo pedido, ni que un mismo proveedor hiciese siempre las mismas entregas,
deduzco que todas las ánforas con un mismo nombre corresponden a un único
envío, cuya cantidad, peso o valor, se marcaría en varias de las ánforas del lote.
Asimismo deduzco que el nombre propio hace referencia al destinatario y que, pro-
bablemente, aunque esto es especulativo, el distribuidor de todas las ánforas con
inscripción pintadas de este conjunto de Vieille-Toulouse fuese el mismo; siendo la
costumbre de escribir los envíos en íbero una característica organizativa suya; lo
que explicaría la unidad y el carácter excepcional de estas piezas.
20. Untermann en la edición de la pieza sugiere también la posibilidad de que equivalga a 'dominus',
aunque sintácticamente me parece improbable.
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21. El propio Untermann (Villar, F. y D'Encarnação 1996 : 380) concluye que "ya está fuera de duda
que la lengua ibérica tiene algo que ver con la lengua vasca". Un reanálisis sobre el vascoiberismo en
Rodríguez Ramos (en prensa a) 4.3, así como algunos aspectos en Rodríguez Ramos 2000a .
Naturalmente, el que el vasco y el íbero estén relacionados genéticamente no implica que sean ciertas las
diversas teorías surrealistas que han solido y siguen soliendo plantearse al respecto.
22. Respecto a la zona de extensión de los aquitanos véase Roman y Roman 1997 : 243-246.
23. Cierto es que persiste en la época la ambigüedad respecto al calificativo íbero, referible tanto a un
habitante de Hispania, como a un íbero propiamente dicho. Pero, desde luego, Estrabón no se refería a
ningún celtíbero ni turdetano, siendo los pueblos de la cornisa cantábrica mal conocidos en su época y
teniendo poco sentido su indicación si se circunscribía a la zona vasca; puesto que hubiese sido más lógi-
co indicar algo así como que los aquitanos se extienden por ambos lados de los Pirineos. Es por tanto
probable que efectivamente se refiera a los íberos.
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LA CULTURA IBÉRICA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA EPIGRAFÍA: UN ENSAYO DE SÍNTESIS
24. Ya en 1986 (pp. 382, 400 y 482) apuntaba la contradicción de suponer la indoeuropeidad de las
Campos de Urnas cuando son el substrato en el nordeste de la cultura ibérica. Posteriormente (Almagro-
Gorbea y Ruiz-Zapatero 1992: 482) indica que "La continuidad entre el substrato de campos de urnas y
el mundo ibérico es evidente" y aunque recoge la posibilidad de que fuesen indoeuropeos pero no se pro-
dujese una indoeuropeización completa, influido por la teoría de De Hoz de que en más allá del sudeste
la lengua íbera no fuese nativa, sino sólo usada vehicularmente, concluye que hay que desvincular cam-
pos de urnas de pueblos célticos.
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JESÚS RODRÍGUEZ RAMOS
1995 : 283) según la cual la lengua íbera se habría extendido desde el sudeste median-
te los contactos comerciales, como lengua de prestigio, como lingua franca o incluso
sólo como lengua vehicular empleada en ámbitos comerciales. Cuenta para ello con
el argumento objetivo de que en los grafitos arcaicos de Ullastret sobre cerámica, en
los que esperaríamos onomásticos como marcas de propiedad, se encuentran con rela-
tiva frecuencia términos aislados que no permiten su identificación como un onomás-
tico íbero. A partir de ahí supone que la población originaria no era íbera y que, pro-
bablemente, la onomástica posterior en Cataluña, homogéneamente íbera, correspon-
da a un grupo social reducido que hubiese iberizado sus nombres por motivos de pres-
tigio. Esta hipótesis encaja, naturalmente, con el hecho de que la iberización de la cul-
tura material de la zona se produce por influjo cultural del sudeste y con el que se
observan importaciones masivas de cerámicas ibéricas del sudeste en las primeras fases
del mundo ibérico del nordeste. Dado que De Hoz , incluso tras los nuevos hallazgos,
considera que el íbero y el vasco no están emparentados; etno-arqueológicamente
podría fundamentarse su hipótesis suponiendo que la lengua íbera fuese descendiente
del pueblo de la cultura del Argar, que presumiblemente habría extendido su influen-
cia en el llamado Bronce Valenciano. Éste substrato étnico habría entrado en contacto
con la cultura tartesia y recibido el impacto colonial fenicio y griego, produciéndose la
cultura ibérica, que ya en el s. VI habría extendido su influencia hacia el nordeste como
adstrato sobre las poblaciones nativas (descendientes de los Campos de Urnas).
4.5.1. Aunque lo raro de los onomásticos propuestos como substrato indígena por
De Hoz no le hace proponer que sean indoeuropeos, adicionalmente la tradicional
ecuación Campo de Urnas igual a Indoeuropeo choca además con la falta de topó-
nimos indoeuropeos propuestos para el Levante español. Mientras que sí se conocen
unos pocos topónimos de aspecto indoeuropeo en la Cataluña interior (por más que
su fecha de entrada podría ser tardía), éstos parecen estar ausentes en la costa, justa-
mente el área de máximo impacto tanto de la cultura de los Campos de Urnas como
de la cultura ibérica25.
4.5.2. Una aproximación diferente al problema sería el recurso a los topónimos y
tribónimos identificables como íberos según las raíces onomásticas conocidas, a fin
de determinar la zona ibero-parlante, puesto que su presencia es menos explicable
como aculturación26. A partir de la muy estudiada raíz para "ciudad" iltir´/ iltur, tene-
25. Sin embargo, la toponimia es una "ciencia" demasiado sujeta a modas y no es imposible que una
revisión permitiera matizar algunos puntos de vista. Tal podría ser el caso de los hidrónimos, sobre los que
se ha trabajado mucho y bien, pero que han dejado algunos huecos. Así, es conocida la raíz I.E. *seykw
"fluir"la raíz, no gala, de Sequana, el río Sena. Asombrosamente, no tengo noticia de que se haya plante-
ado nunca pera explicar una pequeña serie de hidrónimos prerromanos como son Sicoris (el Segre),
Sigarra (ciudad en la zona de Tarragona en la zona del actual río Segarra), Sicanus (el Júcar) e incluso
Singilis (El Genil). Sin embargo, sea esta serie cierta o no, el hecho es que los topónimos antiguos dejan
poco sitio para lo indoeuropeo en la zona íbera y su diferencia con los del área celta es manifiesta.
26. La iberización de topónimos precisaría de la presencia de hablantes de la misma, mientras que no
alcanzo a ver claro el motivo por el que una tribu hubiera de alterar su nombre para adaptarlo a una len-
gua de ámbito comercial. Obsérvese, con todo, el peligro de que alguno de los nombres transmitido por
los romanos no correspondiese a la auto-denominación de la tribu, sino al que le dieran sus "informantes"
íberos. Otra 'aporía' la representaría el que entre el léxico onomástico íbero (y que consecuentemente
consideramos propio de esta lengua) se hubiesen infiltrado elementos exógenos.
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LA CULTURA IBÉRICA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA EPIGRAFÍA: UN ENSAYO DE SÍNTESIS
mos la existencia de una Iliberri en el sur de Francia y de iltir´ta e ilturo, así como
los nombres de ilergetas e ilercavones. También, siguiendo las formas íberas indi,
ger´e y ede tendríamos a los indigetas (untikesken)27, los edetanos, quizás incluso a
los ceretanos28. Tal vez el nombre de Gerunda podría interpretarse como ger´(e)-
undi, aunque la forma teórica no deja de presentar algunos problemas. Asimismo la
primera capital de los ilergetas 'Atanagrum' podría ser una interpretatio latina de una
forma íbera regular atan-ager. Esto no es una prueba decisiva, pero en todo caso
implicaría una muy intensa iberización y el que la lengua ya no fuese minoritaria y
de uso restringido al menos a finales del s. III.
4.5.3. Es útil también el enfoque inverso: la presencia de topónimos para los que
no conocemos una explicación íbera y que no son infrecuentes en la zona catalana.
Pero tampoco esto parece apoyar la idea de que la zona íbera originaria se limitase
al sudeste, puesto que en esta zona hay muchos nombres que tampoco responde a
los que conocemos como íberos: así incluso los tribónimos de contestanos, deitanos,
oretanos; o ciudades como Saitabi, Sucro, Basti. Casi son más claros los nombres íbe-
ros en el norte que en el sur, lo que si bien no refuta la teoría de la lingua franca sí
le plantea serios problemas.
4.5.4.1. Por otra parte, conocemos por los plomos griegos la presencia de gente
de nombre íbero en Ampurias y Pech-Maho ya en el s. V; así como hemos visto que
es ésta la zona aparente de origen de la escritura íbera levantina. Habría que supo-
ner por tanto una especie de colonización íbera, con traslado de cantidades signifi-
cativa de población a Ullastret y Enserune, junto con la comercialización de cerá-
mica del sudeste. Que los comerciantes del sudeste entraron en contacto con el nor-
deste y con los foceos parece claro: además de la presencia de cerámica del sudes-
te, la escritura levantina sólo puede explicarse como derivada de la meridional y
cuesta imaginarse a un fenicio o a un griego difundiéndola. Sin embargo, suponer
que en el s. VI-V, cuando se inicia la iberización en la cultura material del nordeste,
la capacidad económica, cultural y demográfica era tan fuerte en la cultura íbera del
sudeste que, pese a ser las mismas fechas en que en la misma zona se produce la pre-
sencia focea, fuese capaz de asimilar una población nativa de una etnia y lengua
diferente me parece un punto excesivo.
4.5.4.2. Dado que la escritura íbera levantina y la meridional son muy diferentes
(mutuamente ininteligibles), no se puede suponer una subordinación del nordeste al
sudeste, sino más bien una independencia. Si la lengua de los íberos del sudeste no
era similar a la de los del nordeste, habría resultado más fácil la implantación como
lingua franca del griego. La única alternativa sería que los íberos del sudeste hubie-
27. Queda el problema de que la forma onomástica íbera documentada se parezca más a la forma
dada por las fuentes que la de las propias leyendas monetales íberas. El undikor´is´ de Enserune (B.1.333),
puede ser galo.
28. Untermann (1992b : en especial pág. 31) indica la ibericidad de los nombres de tribu de los cere-
tani, edetani, ilergetes, ilergavones, lacetani, suesetani e indiketes. Por otra parte, achaca el que nombres
como sedetanos o contestanos no permitan esta explicación a lo incompleto del conocimiento que tene-
mos del léxico íbero. Esto último parece verse confirmado por el que en el plomo griego de Pech-Maho
se haya documentado un indígena Sedegôn.
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sen emigrado hacia el norte e impuesto su lengua entre los ss. VI-V, pero no es un
fenómeno que se aprecie arqueológicamente ni un proceso históricamente esperable
cuando el sudeste todavía está iniciando su desarrollo. Creo que es más sencillo
suponer que había una cierta unidad lingüística en la zona costera, unidad que
habría favorecido la aculturación desde el sudeste y los contactos comerciales,
dando prioridad al elemento indígena sobre el elemento colonial29. Esto no implica-
ría que la población levantina fuese lingüísticamente homogénea: podrían convivir
grupos de diversa lengua (al fin y al cabo en Grecia también habitaban pelasgos),
pero sí el que un componente importante fuese de lengua íbera.
4.5.5. En resumidas cuentas, no es que la hipótesis de De Hoz esté precisa-
mente infundada, ni que pueda refutarse sin más. Si se confirmare, el que implique
una gran y muy temprana actividad y predominio cultural, económico y segura-
mente político del mundo íbero del sudeste sobre el norte de Valencia y Cataluña,
no tendría fuerza para negar la hipótesis sino que, al revés, sería la hipótesis la que,
llevada a sus últimas consecuencias nos indicaría que la cultura íbera tuvo un
potencial muy superior a lo que incluso un indigenista como yo, que rechazo la
idea de que toda la iniciativa cultural y económica la llevaron los colonos orien-
tales frente a unos pobres nativos, está en la actualidad dispuesto a aceptar. Sin
embargo, creo que lo que pone problemas a la teoría de la lingua franca es más
bien el probable parentesco entre la lengua íbera y el grupo vasco-aquitano, paren-
tesco en el que, por otra parte, De Hoz no cree.
4.6. Si la lengua íbera era originaria del sudeste (aunque no del Alto Guadalquivir
que toponímicamente muestra coherencia con el Bajo Guadalquivir), cabría suponer
que es descendiente de la cultura del Argar y del Bronce Valenciano. Pero en tal caso
históricamente resulta aparentemente imposible explicar el parentesco con lenguas
del Golfo de Vizcaya, mientras que sería más verosímil uno con las culturas del
Bronce Atlántico del Sudoeste peninsular cuyo descendiente peninsular, la lengua de
los topónimos en -ippo / -oba, no muestra ninguna similitud.
4.6.2. Si por el contrario, la lengua íbera se relaciona con la entrada de la cul-
tura de los Campos de Urnas (ya sea como lengua única o, más verosímilmente,
como un grupo lingüístico entre varios que compusieran dichas penetraciones),
puede darse una explicación satisfactoria. Cierto es que el que una explicación
explique satisfactoriamente un proceso no implica su veracidad, pero creo que, en
el estado actual de los conocimientos, no sólo es la teoría menos mala, sino la única
sostenible con datos objetivos y contrastables, y que, consecuentemente, es la que
hay que mantener mientras no surja nueva evidencia (evidencia que también pudie-
re darle el rango de definitiva).
4.7. Es cierto que los Campos de Urnas aparecen primeramente en la costa cata-
lana y, sea por otras entradas ultrapirenaicas y / o por expansiones hacia el interior,
29. En este sentido, Almagro-Gorbea y Ruiz-Zapatero (1992 : 484) indican: "Es evidente la gran varie-
dad de la Cultura Ibérica, al extenderse casi 1000 km. Desde el Rosellón hasta Andalucía, pero aún es más
sorprendente su relativa homogeneidad, sólo explicable por un substrato relativamente común, que es
necesario retrotraer a la Edad de Bronce y que permitiría comprender la evidente proximidad lingüística,
documentada por textos epigráficos y topónimos, de todas las regiones peninsulares del Levante".
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30. De hecho, González Prats 1993 : 141 indica, aunque no la considera explicable por influjo con-
tinental, que durante el Bronce Final (1100-700) se produce en Valencia y Murcia una ruptura, con apa-
rición de nuevos asentamientos, uso de novedades técnicas en la construcción e introducción de la cre-
mación funeraria.
31. La formulación tradicional suele relacionarla con culturas megalíticas y sociedades cantábricas.
Sin embargo, la toponimia antigua del cantábrico y de buena parte del País Vasco no sólo se resiste a una
interpretación como de lengua vasca, sino que incluye nombres como el de los autrigones difíciles de con-
ciliar con la fonética vasca. En el País Vasco los topónimos suelen ser no identificables o indoeuropeos,
correspondientes al adstrato celta. Frente a esta situación, en el sur de Francia y el norte del Valle del Ebro
la toponimia sí encuentra topónimos de aspecto vasco o íbero. Este fenómeno ha sido observado en diver-
sas ocasiones (Gorrochategui 1995 : 216ss) pero no explicado.
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JESÚS RODRÍGUEZ RAMOS
camente imposible con los pueblos del sudeste. Si bien una zona montañosa puede
servir para mantener un resto lingüístico, aunque no siempre, y si bien puede apoyar-
se esta idea en que, según los datos arqueológicos, la zona en cuestión se mantenga
un tanto al margen de las evoluciones culturales, ello no lo hace precisamente candi-
data a ser el núcleo de culturas de zonas en las que históricamente se detectan múl-
tiples influencias culturales y pasos de pueblos que además son demográficamente
más productivos. Es más fácil suponer que la zona fue asimilada lingüísticamente, se
extinguiera la lengua previa, tal vez dejando algunos préstamos lexicales, y sólo pos-
teriormente, ante la celtización y la romanización se convirtiera en una reliquia lin-
güística (aunque recibiendo una enorme cantidad de préstamos latinos y romances).
4.9. En consecuencia, creo que el probable parentesco entre la lengua íbera y el
aquitano antiguo y el vasco, permite suponer que dichas tres lenguas proceden de
una capa demográficamente invasiva, probablemente una que formaba parte de la
cultura de los Campos de Urnas32.
32. Merece indicarse que tras la primera versión de este texto ha aparecido un artículo de X. Ballester,
quien en una nota (1998-99 : 70, n.16) advierte de la posibilidad de que "el ibérico sea en la Península
una lengua advenida con posterioridad al advenimiento de las indoeuropeas" y también se hace eco de
los estudios que relacionan la cultura ibérica con la de loa Campos de Urnas. Agradezco al prof. Ballester
el haberme señalado esta coincidencia de planteamiento y haberme facilitado una copia del artículo.
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ejemplo, la raíz ede- parece coincidir bastante bien con la distribución de los edeta-
nos; en coherencia con el mencionado en las fuentes jefe edetano Edecón35. Sin
embargo, el que las inscripciones antiguas se concentren en un territorio reducido y
el que las modernas correspondan a un periodo en el que podemos esperar movi-
mientos de personas generalizados dificultan este análisis.
5.3.3.1. Más interesante, no obstante, es la determinación de grupos paleográfi-
cos, especialmente en la fase del s. III, antes de la difusión del estilo paleográfico ibe-
rorromano. Aspectos para cuya explicación más detallada me remito a mis trabajos
sobre paleografía (en prensa a, 1997a y muy especialmente 2000c ).
5.3.3.2. En primer lugar tenemos durante los ss. IV-III la presencia de inscripciones
que presentan los signos silábicos duplicados mediante el añadido o no de un rasgo
adicional (Correa 1992; Rodríguez Ramos 1997a). Este sistema, que parece corres-
ponder a grosso modo con la utilización de oclusivas sordas frente a sonoras para las
dentales y velares en el grecoibérico, es el que he venido llamando sistema de nota-
ción dual de oclusivas. En esta época, entre Castellón y Liria se encuentran una serie
de inscripciones en las que los signos también muestran ocasionalmente uno, o inclu-
so dos, rasgos adicionales. Sin embargo, el uso de este método en esta zona no coin-
cide con el de las de notación dual, siendo internamente contradictorio (un mismo tér-
mino puede encontrarse escrito tanto con el signo simple como con el compuesto)
y no habiéndosele encontrado significación alguna a su alternancia. Es posible que
hayan visto textos que usasen el sistema dual pero que no lo comprendieran. Tenemos
por tanto dos zonas claras en época prerromana. Por un lado, desde Tivissa (su ins-
cripción más meridional) hasta la zona del sur de Francia, tenemos la zona que
emplea la notación dual de oclusivas, sistema que puede llamarse también levantino
catalán. Habiendo de estar la frontera de uso entre Tivissa y Castellón, puede, pru-
dentemente, tomarse el Ebro como límite. En todo caso, su dispersión coincide bási-
camente con la Edetania, por lo que, al ser un uso de signos adornados (sin función
aparente para estos adornos) propongo llamarlas realizaciones barrocas edetanas.
5.3.3.3. Dentro del área del sistema dual o catalán, todavía puede intentarse una
subdivisión a partir de la innovación del signo a en forma de R (a-4) desde mediados
del s. III. Esta forma se vuelve predominante, pero no única, en el sur de Francia, pero
es difícil establecer su frontera meridional, que actualmente parece llegar al menos
hasta Palamós (Gerona). Parece cubrir pues, la zona íbera francesa y la zona indiketa.
5.3.3.4. Es interesante observar que, con la conquista romana, desaparece el siste-
ma de notación dual y que progresivamente se expande por todo el levante el estilo
paleográfico iberorromano, de estilo más lineal o lapidar, quedando sólo algunos resi-
duos arcaizantes en zonas del interior. Es interesante porque esto significa que existía
un factor unificador de la ortografía como un factor superestructural, con la suficien-
te fuerza para mantener la ortografía hasta el 200 aC, pero lo suficientemente ajeno al
sistema de escritura como para que desaparezca de forma repentina sin dejar rastro.
Tal vez existía, salvando las distancias, algún tipo de academia o escuela de escribas
interpreta correctamente). No se entiende cómo pudo confundirse un claro genitivo plural (orissôn: de los
orisses / de los oretanos) tanto con un genitivo singular como además con un acusativo singular.
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que mantenía la ortodoxia (lo que obviamente supondría una centralización política
y cultural), o tal vez es que simplemente se produjo un cambio drástico en los usua-
rios de la escritura (con desaparición de la mayoría de los anteriores e incorporación
de muchos otros nuevos ajenos a la tradición y que no completaron su aprendizaje),
lo que junto a la toma como modelo gráfico del estilo paleográfico de las monedas,
coadyuvara a una simplificación del sistema gráfico. Probablemente ello implica que
el uso de la escritura íbera levantina no estaba socialmente muy extendido antes de la
romanización. En todo caso, no deja de ser un curioso enigma.
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