Ruy Rodríguez - Inventario Sobre La Marihuana y Ella

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ruy rodríguez

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inventario
sobre
la marihuana
y ella
se hace el inventario de menudencias diarias, realizadas en este cuarto o camarote irrazonable,
anclado a tu centro moreno, de espaldas al morro del esqueleto -antípoda irremisible de sus
carnosas mulatas con ojos solemnes y respiración deforme. se realiza el inventario en aquel otro
paisaje, frente a los escollos de ese mar destituido por ti y para siempre (de su condición de miel
en el tarro de la bahía de guanabara), con su manicomio de islas donde nos desnudamos y
tomamos sol y tuvimos inspiraciones súbitas de lugares y superficies en desgracia: lugares donde
alguna vez iríamos, ya lejos de copacabana y de ipanema y de ese olor a vértigo en los sentidos,
junto a los hombrecitos que vimos revolcarse en sus cubiles.
se recuerda la droga que es lo que me importa en este momento: la simiente de orgullo que nos
mantiene juntos, esta alianza ante el miedo de la sangre corriendo, esta risa tatuada en tu cara, en
la mía, en la del contrabajista de bossa nova que se suicidó con furia aturdido por tu gemido en mis
brazos, y al que sostuvimos entre los dos mientras la voz de nara leão invadía el beco das
garrafas.
Se piensa en la procesión de malformaciones que encontramos en nuestras largas caminatas, en
los catecismos de la mendicidad que aprendimos de puro inocentes y metidos, en los mendigos
arrojados a la bahía donde formaron archipiélagos (dulce refugio para los cónyuges anónimos) y
volvieron a nosotros en el estómago de los inusitados peces que comprabas o robabas al viejo
pescador vociferante: ése con su aliento concentrado en la botella de cascasha que asoma de su
bolsillo trasero y que desatiende todo por servirte y mostrarte que todavía puede hacer abluciones
en el agua que corre entre tus piernas.
el inventario se ocupa de las horas perdidas, los detritus, las hambres, los crujidos de mis
ortopedias en los instantes de la ternura, , si no hubiese estado la marihuana y su tráfico de
espejismos, tal vez diría instantes de amor, en el cuarto de siempre, , en la posición de siempre,
con la melancolía de siempre, que finalmente me obliga al silencio de la droga. y aspirar con rabia
su humo grueso, mirar la brasa que se hace inalcanzable como las llaves sobre la mesa, más allá
del infierno de tu astronomía, donde la sangre se desprende, el sudor centellea, el violoncelo baja
del desván y marca tu lujuria y vecindad; y los dormitorios son varios y dorados, y me olvido y te
olvidas del viejo que te violó una tarde detrás de la estatua de tiradentes, y reímos con un proyecto
de alegría: yo tomo un cuchillo que retumbe para espantar los recuerdos de aquella ciudad que se
escapan de las cartas de mi madre -aquí no hay obelisco ni subterráneos pero están nuestros
fantasmas en la droga, en tus caderas y en tus dientes, en las moscas pesadas por el calor de esta
cueva, en las humedades de tus pechos cubiertos de polvo. y no cambio el confort del subterráneo
por tus muslos destapados, ahora giras peligrosa y cantas como nara leão, luego desfilas en
carnaval, este lunes de carnaval den que en un hospital muere ary barroso, y tú y la escola do
samba sin saberlo prestan un homenaje cantando sus canciones, tienen puestas plumas sobre la
piel oscura, y giras y cantas, giras tú y gira nara que ya canta la marcha del miércoles de ceniza,
todo gira como las letanías de los pescadores en el puerto con susurros de demencia (parapetados
en las ardientes muertes de las prostitutas), y vuelve el deseo explotando antiguo en nuestras
pieles distintas para finalmente terminar en este insomnio acorralado contra la maleta y su etiqueta
que dice buenos aires, mientras canta nara, ary ha muerto, se terminó la droga, y ya no sé si me
importas.

por eso mismo y para no perder veracidad termino el inventario.

de lola y con trompeta de hojalata

estoy haciendo sonar una trompeta de hojalata, tiro de tu mano lola, me cansan
las lluvias que no lavan ni mojan mi ventana. ahora ya no estás, te fuiste con el
pobre hermanito de novelista famoso disfrazado de marinero yanqui, que no toca
trompeta pero da lata en forma creciente y obligada. toco trompeta y toco tu
pierna lola cuando estás bailando.
no...no pares, sigue bailando total estamos solos parapetados en esta andrajosa
madrugada, no pares, piensa que te miras en un espejo, tu niño de celuloide
duerme y abraza una trompeta y sueña que es contramaestre en un barco que se
pavonea con ruido a latas en un mar picado de bañadera antigua. Tienes ojos
tristes, ojos que se expanden en fuga, ojos que hacen fiestas de todos los elogios,
no ejerzas profesión de triste, baila aunque no suene mi trompeta, mírame y baila
en tu espacio ortopédico. yo no sé bailar, nunca pude aprender porque me daban
vergüenza los ojos famélicos de mi primera compañera de baile. pero ahora los
andamiajes han cedido y el dolor como lata oxidada peca de escándalo en este
prontuario de niño-contramaestre-que-toca-la-trompeta.
tu niño como yo no duerme lola, tu niño teme los inciertos amaneceres con gallos
de papel maché cantando sobre las demoliciones. sigue bailando como en aquella
niebla con musgo e infinito puerto de la película de jacques demy. oigo tu risa lola.
brilla el tribunal de tu boca. no pares aunque yo te hable de barcos con borrachos
tripulantes, aunque recuerde puertos alejados de las playas en mares que
fermentan, no pares
a pesar de las levaduras y manchas en fotos memoriosas. sigue bailando que ese
tu sol inusitado ya lustra destellos sobre un blanco convertible americano de
tensas y opulentas formas como tus vecinas: esa damas provincianas de corsé
avasallante.
no te calles ni te vayas con el día lola. piensa sólo en; qué podría hacer un tocador
de trompeta de hojalata como yo entre las engranajes de una maquinaria
francesa. tal vez buscar corales en el sena o escribir una larga lista de hambres
concentradas y colgarla como si fuera un kakemono en la torre eifell (allí donde
por última vez entrecerraron los ojos y lloraron sordas notas soplando sus
trompetas los ídolos suicidas), y caminar y cansarme hasta finalmente sentarme
en algún oscuro grabado de daumier donde poder pensar y proyectar la búsqueda
del dormitorio de un vientre exasperante.
lola, nada de eso ya sirve, nada de eso hará brillar las lentejuelas de tu sol sobre
los escombros de este mapa, de esta quemada geografía que ahora sólo quiere ser
un estertor en nuestra pequeña vitrina de desorden para poder partir una vez más,
y ser el brujo-payaso-imperialista que toca la trompeta como miles davis entre los
dementes del amazonas, con los paisajes barridos por los cocodrilos con sus
dichosos hocicos taciturnos, con toscas sirvientas con aros de todos los colores y
un enorme infierno de elementos.

hay memorias hoscas que se arrastran por las notas bajas de este solo con
sordina, ya has dejado el límite del tiempo y se mueve el continente. toco tu
pierna. dejo la trompeta y tiro de tu mano. ya las lluvias marcan las horas de
marcharse con las ratas lola.

Ruy Rodríguez
De: "El buho en el vitral", Ediciones Sunda, 1967

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