El Tesoro de Ronaldinho

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EL TESORO DE RONALDINHO

Terrorismo en Francia ‘98

HUGO GIOVANETTI VIOLA


1ª edición: Ediciones Caracol al Galope (Montevideo / 2000)
1ª edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes (2019)

para Sergio Viera

Y tú, ¡oh extremo del valor que puede desearse,


término de la humana gentileza, único remedio
de este fingido corazón que te adora!, ya que el
maligno encantador me persigue, y ha puesto
nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo ellos
y no para otros ha mudado y transformado tu
sin igual hermosura y rostro en el de una labradora
pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en
algún vestigio, para hacerle aborrecible a tus ojos,
no dejes de mirarme blanda y amorosamente,
echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento
que a tu contrahecha hermosura hago la humildad
con que mi alma te adora.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

SEÑAL DE AJUSTE

ISABELINO PENA es un detective privado que 1.50 y tiene más de 70 años: sus héroes
inspiradores son Jesucristo, Don Quijote, Artigas, Obdulio Varela y Philip Marlowe, y
durante cada una de sus “vidas breves” protagoniza una aventura ejemplar y digna del
Hombre Nuevo que la humanidad está llamada a implantar en el cosmos. En El tesoro de
Ronaldinho / Terrorismo en Francia ’98 el detective es contratado por el investigador
literario ruso Mijail Bajtin para custodiar y testimoniar novelescamente el trabajo de una
Patrulla del Gran Tiempo que intentará -en los dos días previos al comienzo de un
campeonato mundial de fútbol- contrabandear una imagen virtual de la PAX-LUX
INVENCIBLE Y ETERNA en las poluidas pantallitas de la TV del planeta. Varios
integrantes de la Patrulla del Gran Tiempo como el propio Mijail Bajtin, W. A. Mozart,
C. G. Jung, Juan Carlos Onetti y Felisberto Hernández son seguramente ya bastante
conocidos por el lector, aunque sus diálogos pueden sobrevolarse igual que si nos llevaran
de visita a un loquero: lo que importa en el seguimiento de esta novela es animarse a
comulgar con el aguante y la garra diarios que necesitamos para sepultar los excrementos
demoníacos y terminar de construir un mundo enamorado de la Gran Dimensión.

Isabelino Pena se instaló en la chambre 22 del hotel Stella y bajó hasta la place de La
Sorbonne. Enseguida distingo a Wolgfang Amadé sentado en la terraza de un boliche,
frente a una comparsa de hinchas escoceses que se dedican eufóricamente a levantarse las
polleras para mostrar que no llevan calzoncillos.

-Salud, profeta -dijo el viejito que usaba gabardina y gacho detectivescos.

Mozart demora en abrir los ojos, y cuando me reconoce responde:

-Salud, Monsieur Le Privé. Tanto tiempo. Acompáñene con un rouge, por favor.

-¿Qué pasa? ¿No le gustan los culos de los escoceses? -señaló con su pipa vacía Isabelino
Pena a los borrachos que ya empezaban a bajar por el Boul Mich.

-Ni siquiera los había visto -sonríe Mozart, y el atardecer rebrilla sobre su dentadura color
llama.

-Ah. Pensé que cerraba los ojos para no ver tanta obscenidad.

-Obscenos son los filósofos que nos muestran las hemorroides de sus almas modernas -
carcajeó el hombre empelucado.
Y cuando brindamos con el rouge baratieri de l’Escholier él señala hacia adentro y se
decide a explicar:

-Antes de que usted llegara pasaron una canción asombrosa. El mozo dice que se llama
Only you. ¿La conoce?

-Es un clásico negro norteamericano.

Entonces el hombre-niño volvió a prensar los párpados y desembuchó, acariciando el


lomo resplandeciente de su peluca:

-¿Sabe que la belleza que había depositada en esa canción me hizo recordar los rostros de
todas las infantas que me enamoraron en los salones y los jardines y los teatros del mundo
hasta que me di cuenta que ese you no podía ser más nadie que el mismísimo Dios?

-Sólo Tú: depositado en las criaturas, las estrellas y el alma.

Mozart señaló la granulosidad crepuscular que ardía sobre La Sorbonne y agregó:

-Y unos minutos antes había visto pasar una nave con forma de gallo. Asombrosa,
también. ¿Estará relacionada con este carnaval de Francia ’98?

-Cómo era el gallo.

-Blanco. Con la cresta muy roja y el pico abierto y muy cóncavo. Y en la terraza de
conducción se distinguían los rulos voladores de una muchacha.

Entonces murmuro, erizado:

-Ese gallo no tiene nada que ver con el mundial de fútbol, aunque sí es muy probable que
esté relacionado con la Brigada del Gran Tiempo. Después se lo explicó mejor. ¿Ve lo
que estoy viendo en la última mesa?
-Sí -dijo Mozart. -Hoy había otros tres, idénticos. Tienen pinta de catedráticos. Esa es la
verdadera obscenidad, Monsieur.

Lo curioso es que puedo creerlo: los tipos acaban de despegarse los rostros como quien
se arranca una máscara de utilería y siguen conversando lo más campantes y clavándose
los Gauloises en las calaveras.

-¿Sabe que siempre tuve la sensación de que la mayoría de los catedráticos son así? -
levantó un brazo el hombre-niño para llamar al mozo. -Y sobre todo aquí en París. El día
que enterramos a mamá me parecía ver esqueletos escondidos por todas partes. Era peor
que cualquier peste negra.

El mozo nos llena las copas y Amadé le pregunta tímidamente si podrían repetir Only
you.

-Es música programada -se adelantó a explicar Isabelino Pena. -Ellos la sintonizan,
solamente.

El profeta hace fondo blanco y se queda contemplando con ojos muy ahuevados el pedazo
de cielo por donde pasó el gallo.

-¿Sabe que la carta que le escribió al abate Bullinger cuando murió su madrde es
considerada una de las cumbres mundiales de la serenidad? -preguntó el detective.

-Y sin embargo la escribí casi con vanidad -sonríe Amadé, sin dejar de apuntar al
terciopelo altísimo con el breve peñón de su nariz. -Igual que cuando me brotaba algún
Andante capaz de hacerme festejar absolutamente todo.

-Bueno, yo tengo que volver al hotel -dijo el viejito, terminando su rouge y clavándose la
pipa en su risa musgosa. -Ojo con los esqueletos. Esa barra es más brava que la hincada
escocesa.

Pero él sigue espejando la cumbre de la tarde como si no escuchara.

2
Isabelino Pena encontró al dueño del Stella viendo un programa dedicado a Ronaldinho:
el hombre bigotudo abandonó su mecedora con resignación y trató de sonreír.

-¿Pudo localizar a Mozart?

-Sí. Estaba en el el Escholier. Se quedó un rato más, totalmente volado.

Y de golpe tengo la sensación de que este tipo de sienes venosas podría llevar
perfectamente una máscara sujetada por dos velcros a la calavera.

-Qué le pasa. Se puso blanco.

-Creo que fue el vino suelto. Y eso que duele 12 francos la copa.

-En París hay que pagar hasta el servicio de guillotinamiento -mimó una carcajadita el
hotelero, mientras abría la libreta de registros. -A propósito: hoy me faltó apuntar el año
de su muerte.

-1983. 27 de noviembre. En el Hospital Italiano de Montevideo.

-¿Este es su primer renacimiento? Curiosidad, nomás.

-No -me conmuevo frente al fulgor blindado de su desesperanza. -Y además no fue por
cábala que le pedí la chambre 22.

-Me imaginé. Allí viene el jefe.

Bajtin abrió la puerta de la conserjería con los arcoirisados por la pantallita y después de
unos segundos le advirtió a Ronaldo:

-Sos demasiado bueno. Te van a mandar a Siberia en cualquier momento.


Y me hace señas de que pase a su despacho improvisado en un cuchitril que da al patio
interior.

-Ese canario es suyo? -preguntó el detective.

El suave hombre pulposo y destartalado termina de prender la pipa y me contrapregunta:

-¿Nunca oyó hablar de los canarios de oro de Klimovsk? Cantan muy poco, pero cuando
cantan uno sea acuerda de que no hay nada muerto de nuna manera absoluta. Y de que
cada sentido olvidado tendrá su fiesta de resurrección.

-Nada menos.

-Bueno -se le agrandó humosamente el ojo derecho a Bajtin. -Lo que iba a explicarle
cuando nos interrumpieron eran dos asuntos bien diferenciados. Primero: su trabajo
primordial en esta Brigada no va a ser el detectivesco. Lo que yo necesito es que usted
escriba una novela sobre lo que nos pase aquí en París. Y no hablo de una crónica, por
supuesto: le hablo de un cronotopo.

Qué disparate, pienso. Isabelino Pena prendió un Peter Stuyvesant y dijo:

-Supongo que usted ya sabe que fracasé escrbiendo el caso de la guitarra estrellada.

-Me imporra un real carámbano. Fracasar es lo humano. Y ya paso al punto dos: sólo
usted puede saber que lo que nos proponemos en este caso es algo más que destellar una
imagen simbólica del Gran Tiempo.

Y agarra el bastón y lo horizontaliza en dirección al pozo azul del patio para agregar:

-Tenemos que estar prontos para dar el zarpazo este miércoles de tarde: exactamente
dentro de 44 horas. Y lo que nos proponemos es una operación terrorista, así como lo oye:
contrabandear el sosiego del Gran Tiempo en la televisión del mundo entero. Amén.

El detective observó la jaula apenas alumbrada por el canario y demoró en suspirar.


-A sus órdenes, jefe.

Entonces siento que el ruso empieza a taladrarme con su empequeñecido y derrumbado


ojo izquierdo cuando ordena, apuntándome con la pipa:

-Vaya a la chambre 9 y trate de que Onetti nos se emborrache demasiado antes de que
aterrice el gallo.

Isabelino Pena aplastó el cigarrillo y se levantó con traviesa agilidad:

-¿No me va a preguntar de qué gallo le estoy hablando? -me picanea desde atrás, pero yo
me hago el sordo y terminó de abrir la puerta que da a la conserjería chiflando el mejor
Andante de Wolgfang Amadé.

Isabelino Pena avanzó ardillescamente y se frenó frente a la puerta entreabierta de la


chambre 9. El humo que derrama hacia el corredor me obliga a atenazarme la nariz.

-La disección de La cara de la desgracia es muy fácil, por ejemplo -argumentó Jung,
eufórico. -La infanta sorda es el espejismo del espíritu en jaque del héroe. Él no debe
escuchar a la prostituta-sirena-madre que llega al bungalow a tratar de amortajarlo con
la suciedad del mundo.

-Sí. Y yo estoy enamorado de mi mamá y blablabla. No me joda, herr. Please.

-Y usted no me diga herr porque con este mismo brazo que usé para cargar piedrones de
la torre soy capaz de fracturarle la rodilla al Moisés. Y además no se haga el burro, Onetti.
Usted sabe muy bien que yo no tengo nada que ver con los teoremas sexualistas
freudianos.
-Bueno, no te enojés. Te digo che y no herr. Pero te aclaro que ni vos ni Freud me importan
un carajo. Y eso que lo del Edipo es precioso.

-Siempre lo reconocí.

-Y lo tuyo del héroe sordo y el espíritu en jaque y el espejismo virginal no está nada mal,
tampoco. Ya empecé a hablar con rima. Che: este vino te hace ver a Tata Dios acostándose
con las nenas vestidas de comunión.

-Es de la reserva personal de Bollingen. Pero escuchá, escuchá.

-Escuchá escuchá, Rodríguez. Vos parecés el diablo del Paco Espínola, mi querido.
Vamos a tomar vino tranquilos y a pensar que no hay muerte. La sagrada vita brevis.
Bueno: abrí otra botellita y te escucho otro poco.

Lo terrible es que Onetti empieza desbanrracarse hacia la borrachera pero me sigo


taponeando los estornudos porque me es imposible no escuchar el próximo round.

-La última antes de la cena -advirtió Jung.

Y enseguida des descorchar y servir fundamenta:

-El héroe se enamora ipso facto de la infanta porque todos los inocentes son sordos. No
interesa demasiado que ella sea físicamente sorda. El problema es que después el macho
comete el grave error de tratar de poseer a su espejismo femenino -como pasa en el
noventa por ciento de los casos- y no abrigarse con la contemplación de la
invencibilidad del justo que hay depositada en la infanta. Y -al contrario que Job- cuando
les cae la maldición el héroe se resigna: se queda con la visión de su espíritu aniquilado
y contaminado hasta por su propia voracidad nietzscheana y termina odiando a Dios, por
supuesto.

Huno un silencio compacto y después un ruido de yesquero hasta que Onetti contestó:

-Suena fenómeno, viejo. Ahora te pareceés a uno de esos obispos que eructan bufonadas
con vuelo y enseguida te dan a besar el anillo para que no escarbes más en el asunto.
-No me pienso ofender.

-No, yo tampoco. Pero quiero aclararte que soy mucho menos miope que el pagado de
Joyce, que andaba mostrándole a los amigos la liebre paralítica que le sacaste de la galera.
Y además uno se pregunta: ¿esta disección tuya no es como si yo me hubiera tomado el
trabajo de soñar hermosamente a la Virgen de los sordos y crucificar al sospechado hijo
de la paloma en plena luz de El Bosque y después venís vos y me recitás mi propio
apocalipsis como quien vende pororó?

Entonces la carcajada de Jung y mi catarata de estornudos resuenan al unísono y no tengo


más remedio que meterme en la niebla tabacal de la chambre donde los hombres
setentones -Onetti de piyama y Jung con mameluco- festejan ebriamente el empate.

-Sonamos. Cayó el Marlowe de Liliput -roncó Onetti, estirando la trompa hacia Isabelino
Pena.

Y apenas termino de apelotonar el pañuelo sobre mi moco alérgico escuchamos gritar al


Bigote desde la escalera:

-LO ESPERAN EN EL PATIO, MONSIEUR LE PRIVÉ!!!!

Isabelino Pena llegó al patio cuando Bajtin y Mozart terminaban de subir la escalera de
acceso a la nave. El gallo interoceánico es mucho más grande que un helicóptero, pero
conserva el resplandor inofensivamente sedoso de un carro de carnaval.

-Mire que ya hay dos tripulantes que bajaron y anda por ahí atrás -le advirtió el hotelero
al detective. -Un negro y un perrazo.

Entonces rodeo la nave y encuento al Papalote saqueando el rosal que sobrevuela la pila
de bolsas de basura.
-Uruguayos campeones / de Américay y del mundo!!!! -berreó como un murguista
Isabelino Pena. -¿Se acuerda de mí, jefe?

El Paplote clausura el gruñido del Lobo dándole una rosa-hueso y se cuelga la suya bajó
el panamá antes de contestarme:

-No se olvida el payador / del manantial de un hermano / como no desprecia el llano /


los besos del picaflor.

-Perdonen, caballeros -los interrumpió Bajtin, haciendo caer su sombra cabezona desde
la terraza de conducción. -¿Qué les parece si dan por resucitado el diálogo patriótico y
nos ayudan a elegir la inscripción en el altar?

El negro hace una señal para que nos adelantemos con el Bigote y yo tengo le sensación
de que se va a escapar en cualquier momento, pero no me hago caso.

-Buenas y santas -saludó Felisberto Hernández al detective. -Y mire que también lo digo
por la Hortensia. Pobrecita. Es un sueño de muchacha.

En el pico-terraza veo una de las altísimas muñecas que diseña Felisberto: está vestida de
puta callejera, aunque una catarata de rulos color miel la corona de infancia.

-Probando -anunció Mozart. -Atención, caballeros.

Y apenas firuletea en un mini-piano de cola el Andante del concierto Nº 21 el techo


empieza perlarse con la insondable frutalidad de unos grumos de pintura que parecen
rezar: La siesta fue invadida por tus ojos de plata. / Cuando me desperté supe que aquel
disfraz tenía dos corazones. / Y hoy vivo enamorado de un filón vaporoso.

-Cristo -hizo viborear una ceja Felisberto en dirección a Bajtin.

-Otra prueba, por favor -murmura el ruso, con el ojo derecho sobredorado.
Y esta vez el mensaje del óleo de Manuel Espínola Gómez sentenció: La suavísimamente
visitante del sueño / me pobló media boca con tanta caridad / que me quedé velando la
infusión de la luna.

-Mejor voy a buscar un destellador -se entusiasma el Bigote, y al rato lo escuchamos gritar
por la ventana de la conserjería:

-JEFE: EL NEGRO Y EL PERRAZO NO APARECEN POR NINGÚN LADO!!!!

-Detective -dijo Bajtin. -A usted le hablan.

-Esto parece un partido de truco -me hace una trompita Felisberto. -Mírenme el frac,
muchachos. Ya se estaba empezando a poner fosforecente.

El detective sacó la pipa vacía de su gabardina y subió hasta la conserjería con la tracción
avasallante de un dibujo animado.

-Un quilombo -le pregunto al Bigote. -¿Existe algún quilombo de la vieja guardia en
París?

-Claro. El de Yemanjá del Mar Dulce, en la rue Mouffetard.

-Deme la dirección. Por favor.

-¿Quiere que lo acompañe? Hace años que me consuelo con las sudamericanas. Soy como
de la casa.

En ese momento Jung bajaba la escalera provocando un barullo de taconazos y carcajadas


pantagruélicas.

-Este Onetti es un caso escopeta -toma vino de una botella polvorienta que me provoca
envidia. -Juro que nunca vi una gárgola más enamorada de la Trinidad. Y eso que llevo
décadas empujando montañas con la mano.
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Isabelino Pena contestó:

-El gallo original figura en una tela de Manuel Espínola Gómez que se llama Alborada
en las gargantas. Y a Felisberto se le ocurrió fabricar naves con ese formato para sacar a
pasear a las Hortensias, aunque yo no tenía idea de que hubiera algún modelo capaz de
trasladar patrullas interoceánicas.

-Bueno -sonríe el Bigote, apenas dejamos atrás el bochinche montada por la torcida
brasileña en La Contrescarpe. -Uruguay podrá no estar presente futbolísticamente en el
mundial, pero esta Brigada del Gran Tiempo tiene amplia mayoría celeste.

-¿Hace mucho que trabaja con Bajtin? -guardó la pipa el detective para prender un Peter
Stuyvesant.

-No. Es la primera vez. El ruso averiguó que soy especialista en realidad virtual y me
propuso manejarle los destelladores.

-¿Y por qué le interesa tanto la realidad virtual? Si se puede saber.

-Me conmueve -se frena de golpe el hombre que parece conservar su derrota adolescente
entre un formol seboso. -Es de las poquísimas cosas que pueden motivar a un francés de
mi generación. Eso y los renacidos. Ustedes, tan simpáticos. Ojalá yo pudiera soñar con
el Gran Tiempo.

-Ojo que es una profecía de evolución dimensional y no cualquier sueñito.

Entonces el hotelero le abrazó los hombros al viejo casi enano y sentenció:

-Es ficción, camarada. La salvación que el hombre necesita de verdad no existe, Ya lo


sabemos.
-¿Es aquí? -señalo la luz fantasmagórica de un corredor y aprovecho para sacarme su
húmero de encima.

-En el subsuelo. ¿Pero usted cómo puede estar tan seguro de que los depredadores de
rosas van a estar ahí abajo?

Isabelino Pena no contestó.

-Espéreme un momento que hablo con la patrona -empieza a caracolear por una escalera
ferruginosa el Bigote.

El detective avanzó algunos pasos para asomarse a una especie de portería donde se
escuchaba el tintineo de una voz muy senil:

-Mirá, lo que yo hacía cuando me ocupaba con los camioneros de la rambla del Ukraina
era cerrar los ojos y sentirme la Virgen. Porque esas bestias de los Urales pagan bien si
tragás, nada más: no hay tu tía. Lo que ayudaba mucho era que ellos venían siempre con
noche blanca. Y yo primero me ocupaba gratis con el comisario del hotel para que no me
denunciara y después caminaba hasta el río tratando de flotar. El pasto se ponía todo azul
a esa hora. Y al subir a la cabina del camión me podía sentir Ella. Y los podía aguantar y
hasta tenerles pena. ¿Entendés?

No puedo distinguir a la vieja que habla, pero sí a una muchacha quinceañera que toma
mate sentada en el suelo.

-Hoy podrías un poco, Gardelito -se irritó de repente la voz superadulta. -Mirá cómo está
la Bicha de jodida.

Y entonces se oye el oro insondable de un canario que nos dibuja en las entrañas una
triple inscripción: Saber amar la luna / cuando ella / no se ama. La muchacha sacó la
boca de la bombilla y subió su perfil con los ojos cerrados. Y durante unos momentos
nadie puede dudar que flota como Ella.

6
Isabelino Pena fue sobresaltado por el rechinar metálico de la escalera. El Bigote me hace
señas de que baje: la muchacha sigue en trance y aprovecho para escurrirme y caracolear
hacia el subsuelo con picazón en la nariz.

-Te hace falta la fe para volar a oscuras / te hacen falta las puras / soledades del sur -
escucharon berrear acaribeñadamente al Papalote, mientras atravesaban un pasadizo que
desembocaba en el bar del quilombo.

El Negro Jefe cachetea un taburete-bongó rodeado por las putas, que todavía no están
vestidas para trabajar. Una especie de odalisca elefantiásica candombeaba zarandeando
sus pechos color moka entre el mostrador y el piano, y al ver al detective carcajeó:

-Hay que joderse. Me faltaba el pitufo pa coser la cajeta. ¿Cómo le va, mi santo?

El Bigote nos mira sin entender y chisto:

-Santo tu madrina, darling. Y vos no te las tirés de diosa del Pantanoso, tampoco. ¿O
ahora que estás anclada en París hay que mandarte barquitos con castañas y olvidarse del
corso donde te basureaban?

-Te hace falta rugir la mansa llamarada / te hace falta una espada / para partir el mar -
bachateó el Papalote, cortinado por los aullidos del ovejero tuerto.

Entonces Yemanjá del Mar Dulce me hace una guiñada entrompando el mascarón
siniestro y les grita a las muchachas:

-Todo el mundo a santiguarse con el Lobo, carajo!!!! Y que no quede tristeza viva en el
campamento!!!!

Los ojos del Papalote se atigraron bajo el panamá en el momento de rematar tras un largo
redoble:

-Y si ya te clavaste al perfume profundo / no te quejes del mundo / porque no hay más


que hablar.
Después las putas empiezan a agacharse una por una frente al perro, que les apoya la flor-
hueso sobre el rostro con feroz precisión.

-La miseria de amor -le explicó Isabelino Pena al hotelero.

Y de golpe la patrona mira para todos lados y termina por chillar desorbitadamente:

-Falta la Bicha, che!!!! A ver si le explicás que sanatas de la rusa tiene todos los días y
hoy aquí tallan héroes de exportación, carajo!!!! Y además que ni sueñe con oír a
Gardelito porque estoy segurísima que ese vuelve a cantar un día antes del espiche y nada
más: igual que el cogotudo que se emporotó a Leda.

El detective se atenazó la nariz mientras un chiquilín de mirada sangrienta y pelo rasta


salía de atrás del mostrador a cumplir el encargo.

-El problema es que nos tenemos que llevar a los cantores lo antes posible, doña Yema -
se anima a confesar el Bigote. -Hay canyengue mundialista en el hotel.

-Bueno: entonces te doy permiso para que invites a toda la barra a remojarse la brótola o
la raya antes de la macumba, qué joder -sacó una llave del escote la patrona. -Tomá:
llamamos por teléfono desde mi escritorio y después conversamos. Capaz que hasta podés
pedirme un milagro de Abita y todo.

-¿Un milagro de quién? -se le abultan las sienes al Bigote.

-Del diablo -rezongó Isabelino Pena, observando a una puta celulítica que se arrodilló a
llorar entre el negro y el perrazo.

Isabelino Pena y el hotelero no esperaron la llegada del resto de la Brigada para recorrer
el quilombo. El laberinto adonde dan las puertas recién iluminadas me retrotrae al Tren
Fantasma del Parque Rodó, aunque aquí apesta a infierno de verdad. El detective demoró
en reconocer a la muchacha que había recibido arrodillada la bendición del Lobo. Ahora
el espejismo de la luz negra la hace parecer una vedette vencida por la inflación, pero con
una piel que brilla como chorros de cobre emergentes de la minúscula fluorescencia del
body.

-Hola -le acarició las lentejuelas el hotelero. -¿De qué país sos?

-De uno de cuyo nombre no me quiero acordar. Vine pal campeonato.

Tiene dos dientes verdes y un bigotazo oxigenado que me raspa el estómago.

-Cómo te llamás, maja -preguntó el detective.

-Aldonza.

Entonces me explotan los estornudos y terminamos llorando de la risa hasta que un


esqueleto sin máscara nos interrumpe para pedir precio por una fiestita.

-Depende con quién sea -contestó Aldonza.

-Y a quién me recomendás.

-A la Bicha, chaval. Esa es Nuestro Señor disfrazado de yegua.

El esqueleto está recubierto por un cuerpo de apariencia perfectamente humana, y sin


embargo el rostro-máscara le cuelga como un pellejo.

-Disculpe la ignorancia -murmuró Isabelino Pena mientras caminaban detrás de Aldonza


y su cliente en dirección a la pieza de la Bicha. -¿A estos cosos les funciona la pistola
virtual?

-No, Monsieur. Cuando entran en la pieza se sacan todo el equipo y utilizan los huesitos
de los dedos, nomás. Lo sé de buena fuente.
Al final del corredor había un amontonamiento de hinchas brasileños y escoceses que
parecían contemplar algo más fascinante que el debut de sus selecciones en el mundial.
Y cuando nos abrimos paso aprovechando el hueco que provoca la gorda veo a la infanta
tirada de espaldas sobre la cama, haciendo oscilar sus nalgas apenas defendidas por dos
borlas celestes.

-Carajo: me hizo mojar igual que un chiquilín -se abanicó la cara con el gacho el detective
después que Aldonza cerró la puerta.

El Bigote me acaricia la gomina reseca con más autocompasión que piedad y retruca:

-A mí antes me pasaba.

Isabelino Pena le pidió a Mozart que tocara otra vez Only you. No se puede creer cómo
lo memorizó tan indeleblemente y ya es capaz de trasmutarlo en un Andante que parece
flamear apenas despeinado por un vuelo de gallo.

-Hermano -le pidió Onetti al negro, que escuchaba el piano con el poso dorado de un
lagrimón serpenteándole hasta la guayabera. -¿No le decís al suizo que lo quiero?

Jung está sentado entre la Hortensia y Felisberto, y mientras me sirve vino gruñe:

-Contéstele que yo también lo quiero. Por favor.

En ese momento el ovejero se incorporó y jadeó en dirección a la puerta del bar que daba
al laberinto. Entonces vemos aparecer a la Bicha, con el pelo negro amantillado
enmarcándole el orgullo por ser Miss Fiestitas: se queda contemplando sin pestañear las
teclas color llama y de golpe sonríe.

-Tenez -le dijo Felisberto, señalándole la flor-hueso ofrecida por el Lobo.


La infanta le hace caso recién cuando termina la música y se escapa sonriendo.

-¿No se acordará de Yesterday? -le preguntó el detective a Mozart. -La que estaba sonando
cuando llegué a l’Escholier.

El profeta vacía la copa que hay encima del piano y enseguida cabecea afirmativamente,
pero la irrupción de tres esqueletos desenmascarados no lo deja empezar: los cosos
quedan estaqueados frente a la Hortensia y uno de ellos pide precio por una fiestita con
la muñeca.

-El Gran Tiempo no se manosea -ladró el detective.

-Sí. Pero ustedes piquenselás, murga de pelotudos -grita Yemanjá, saliendo desde su
escritorio con el Bigote. -Los invito a ocuparse con la mejor merca hispanoblableteante
que hay en París y lo que hacen es chuparle la sangre al cordero y arriba traen
competencia, saturados del orto!!!!

Mozart ayudó a Felisberto a cargar la muñeca y Jung apuntaló a Onetti, que estaba muy
borracho. El Papalote le regala su rosa a la patrona y los esqueletos se sientan en la barra
atendida por el rasta.

-Mejor llamamos los taxis desde acá -propuso Isabelino Pena, sonándose la gran nariz
goteante.

-¿Así que te las tirás de botón privativo y ni siquiera papás que la brigada de los mamertos
finolis viaja en gallo, pitufo? -me escracha con su mirada color borra de café recién hecho
la diosa.

El detective miró asombradamente al hotelero y el otro explicó:

-Bajtin nos dio permiso para usarlo en vuelos cortos.

En el laberinto se desencadena una batucada y el Lobo responde alzando un aullido


amoroso.
9

Isabelino Pena señaló el perfil del gallo recortado como una mole prehistórica sobre la
palidez del patio y explicó:

-Fue algo verdaderamente inefable, maestro. Tuve la sensación de estar volando más por
la CAPITAL DE LA REDONDEZ AZUL que por París: la visión del sentido de la
plenitud del universo cósmico y humano!!!! La anticipación de un contexto ulterior
creciente y sin fronteras monológicas, dialógicas ni demonológicas!!!! El Hombre Nuevo
redimensionado contemplativamente para asomarse a la infinita iniciación del ser!!!! Le
digo que ese bicho es una nave del Gran Tiempo, nomás.

Desde la conserjería nos empieza a llegar el Adagio del 23 filmado en Viena y pienso en
la peluca radiante de Amadé frente a la pantallita.

-Y pensar que para él tanto las grabaciones como la televisión son límite en movimiento
y no tiempo menor -dijo Bajtin. -Menos mal que entre tanto fútbol le pudimos pescar un
concierto supremo.

-Perdón -sonríe el Bigote, sin poder disimular una piedad burlona. -Toda esa
arborescencia imaginativa suena interesantísima. Pero a mí lo que me sigue intrigando es
cómo mierda hizo el negro para saber dónde quedaba el quilombo de Yemanjá.

-Eso mejor se lo pregunta a Jung -le contrabandeó una guiñada Bajtin al detective. -
Aunque es obvio que en este caso hay una renovación del diálogo mítico / arquetípico /
instintivo entre la Gran Madre y el Gran Hijo del terrero Selvático.

-¿Y ese encuentro estaba previsto?

-No -se le hiela el ojo izquierdo al ruso. -Lo único que está previsto por la Brigada es la
reconstrucción y ampliación de un ritual evolutivo que inventó Felisberto Hernández hace
muy poco tiempo, en un caserío solisense bautizado Alborada en las gargantas. Claro
que ahora también interviene Monsieur Mozart, con Jung y Onetti como moderadores.
¿Por qué no espera a la filmación de mañana y descansa tranquilo?
El Bigote le hace la venia y da una zancada en dirección a la rendija por donde sigue
derramando el Adagio, pero allí se da vuelta y me encara con odio:

-¿Y a usted quién le batió que los depredadores iban a estar en el quilombo, viejo?

-El Espíritu Santo -mostró los dientes reverdecidos Isabelino Pena. -Y le aclaro que viejos
son los trapos.

El franchute mira al ruso como si reclamara un penal merecedor de expulsión, y de golpe


escuchamos cantar al canario de Klimovsk:

-Alcanza con creer. / Con no creer no alcanza.

-¿Escucharon? -pareció levitar Bajtin.

Y cuando estoy por contarle que en el quilombo hay otro canario poeta el Bigote se
revuelca regurgitando una especie de náusea de ahorcado y lo tenemos que cargar entre
los dos hasta su dormitorio.

-Me parece que este pobre hombre es más spinoziano que cartesiano -diagnosticó Bajtin
apenas escucharon roncar al hotelero. -Bueno, hay que descansar por lo menos un rato.
¿Se dio cuenta que Mozart ni siquiera nos escuchó pasar por la conserjería?

Después bostezamos al unísono y nos despedimos en la escalera y yo subo chiflando hasta


la chambre 22 sin volver a acordarme de Gardelito.

10

Isabelino Pena se sacó el gacho y la gabardina sin prender la luz. El balcón de la bohardilla
proyecto una palidez azulada y me arrodillo para decir:
-Aquí estoy, Padre mío. Aquí sufrió persecución mi hijo Abel en tu nombre y te pido que
me ayudes a ponerme a la altura de la sacratísima humanidad.

-¿Te estás armando detective, payaso? -siseó una voz femenina desde la cama.

No me muevo, y la maldita alergia recién me permite reconocer el perfume del jazmín


del país.

-Tranquilo -dijo ella. -Y te aconsejo que no prendas la luz. Fumate un holandés o masticá
el chupete. Lo que te voy adelantando es que estoy más desnuda que la loquita que tentó
a Marlowe en The big sleep.

Le hago caso y me siento, distinguiendo solamente el claror de una capelina y el perfil


viboresco que abulta la sábana.

-Qué querés -le flaqueó la voz al detective.

-Que me salves. Y te aclaro desde ya que no soy tu mamá ni tu mujer ni tu alma ni la


parca ni la Virgen. Y que podés salvarme descubriendo quién soy, nada más. Tenés
tiempo hasta el miércoles.

Prendo otro Peter Stuyvesant y rezo mentalmente un Padrenuestro.

-¿Cuál fue tu primer caso resuelto? -atacó la capelina. -Todavía eras Pepe Rosso el
normal, ¿no es verdad? La quijotada de hacerte detective y escribir folletines sobre tus
propios casos todavía era un berretín de borracho. ¿O me equivoco?

-No.

-Y sin embargo tanto vos como tu hijo están convencidos de que Isabelino Pena resolvió
el caso del Papalote. Y Abel hasta escribió un folletín glorificándote.

Entonces mastico un Ave María y otro Padrenuestro y ella chilla:


-Touché!!!! ¿Y cuál fue la conclusión sobre lo que hacía el negro en tu barrio? Dale:
repetilo en voz alta ahora que renaciste y sos un héroe de la Brigada del Gran Tiempo y
todo. Informáselo al lector normal, a ver quién te lo cree.

Isabelino Pena demoró en contestar:

-El negro le acariciaba el sexo a una niña prostituida que vivía al lado de casa para
encajetarle el reino en la patria triste.

-¿Y cómo lo pudieron confirmar?

-Porque ella testimonió muchos años después que el papalote la acariciaba recitando la
lira más maravillosa que escribió San Juan de la Cruz en el cántico de las bodas del alma
con Dios.

-Bueno, ahora ya podés iluminar este sepulcro. Dale.

Tiro el cigarrillo y cuando prendo el tuboluz del botiquín veo un esqueleto con capelina
emergiendo de la sábana y diciéndome:

-Okey. Ahora ya se acabaron las cortinas de humo de Pepe Rosso el cuerdo ensartando
divagues y el hijito escribiéndolos como si fueran estriptises místicos: ahora hay que
probarle al mundo que Dios y el reino existen, Monsieur le Privé. Usted y la comparsa
que lo contrató. Podés dormir conmigo, además. Mirá: no soy tan fea.

Isabelino Pena vio una lluvia de pequeñas corolas estrelladas proliferando y


desapareciendo y volviendo a trenzarse dentro del costillar y el cráneo y concedió:

-Qué precioso interior. Parece un cubrepantallas de computadora.

-Bueno, andá poniéndote el piyama que mañana tenés que laburar a lo bestia. Y acordate
que aquí se está jugando el destino del planeta, además de un mundial.

Y mientras yo me cambio y me acuesto ella va hasta el espejo del lavatorio y antes de


apagar el tuboluz se tercia la capelina para sisear:
-Te aclaro que si querés salvarme de verdad me tenés que querer de verdad. O van a
perder todo. ¿Entendiste, payaso?

11

Isabelino Pena se despertó de madrugada y se vistió lo más silenciosamente que pudo. La


Dama ronca a hueso suelto y bajo con unas ganas locas de tomar mate, hasta que una
especie de llanto ballenáceo me hace asomarme a la chambre 9: la puerta sigue
derramando una niebla picante, aunque ahora Onetti está solo entre muchas botellas y el
gran brillo de un vómito donde se agruma el alma.

-Mamaaaaaá -volvió a llamar el hombre con armazón de caballo.

-Tranquilo, Juan. Tranquilo -me apelotono el pañuelo para cruzar el charco.

El detective se sentó en la punta de la cama y agregó:

-Aquí estoy, hijo.

Juan parece querer pastar con la trompa muy torcida y al final dice:

-Quién.

-¿Ya ni siquiera me conoces, hijo? Si soy tu alma, que ha sufrido tanto.

-Así que el alma, che. Jung es un animal. Pero fue culpa mía.

Isabelino Pena miró hacia la puerta del sucucho conexo donde dormía Jung.
-Yo te besé la trompa de la muerte, Bee -canturreó Onetti. -Bordecito de plata. Piedrita
blanca.

-Y aquí estoy -me sujeto la náusea. -A tus órdenes, hombre.

-Perseguidor de mierda. Soy un perseguidor de mierda.

-No te creo.

-Pero te quiero mucho. ¿Así que no estás muerta?

-No, mijo.

-Dame un beso. En la pompa.

Entonces el detective se inclinó sobre la burbuja que le asomó al hombre desdentado pero
Jung gritó:

-Basta. Ya se calmó.

Y cuando me doy vuelta termina de abrocharse hoscamente el mameluco y ordena


contemplándonos con un asco dorado:

-Váyase que yo limpio.

12

Isabelino Pena contestó:

-De ninguna manera.


Y después que lo ayudo a fregar y bajamos hasta el depósito con el carrito de la limpieza
y la bolsa jedionda Jung se queda mirando el ducto y dice:

-Anoche soñé con un campo de concentración donde había nada más que princesas y
monjas. Los oficiales nazis tenían sus protegidas y las cebaban para comérselas tiernas.
Y nosotros éramos los dragones de Acuario y le íbamos a explicar a San Jorge que a las
montañas también les importaba la humanidad.

-Yo soñé con Dulcinea del Toboso -demoró en murmurar Isabelino Pena.

Pero no cuento quién se quedó esperándome en la chambre 22. Jung fue a ver a Bajtin y
el detective encontró al Negro Jefe tomando mate a la sombra del gallo.

-Buen día -me saluda desde la terraza de conducción Felisberto. -El amargo está pipicucú,
pero nosotros tenemos que sintonizar la fosforecencia antes de que empiece el ensayo.

El Papalote volvió a colocar la calderita sobre el fuego que había armado con cartones y
envases de chucrut y midió al detective son su miopía atigrada.

-¿Sabe que usted tiene una mandíbula idéntica a la de Onetti pero torcida para el otro
lado? -comentó infantilmente. -Qué rico mate.

-Y usted tiene un misterio jineteándole el lomo mucho peor que el de Onetti y el del
hotelero juntos -se acarició la rosa renovada bajo el panamá el hombre-pantera de edad
indefinible y olor a mejillón.

-Si usted lo dice, Jefe.

-Lobo -palmea el negro al ovejero que ronca y se pedorrea sísimicamente, sin soltar la
flor-hueso. -Vamos a cantarle a don Isabelino la bachata que nos pintó el lucero. Meta,
carajo!!!!

El perrazo retembló y bostezó mientras el payador se calzaba un envase de madera entre


las piernas y empezaba a berrear:
-La belleza es la lluvia renaciendo en Dolores. / Y el sur no tiene precio. / La belleza es
la barca de los locos de amar. / Y el mar no tiene precio.

Veo que Mozart y Felisberto se asoman a la terraza y les hago la seña del dos:

-La belleza es el viento mortal de los trigales -siguió aullando el Papalote, ahora ya
acompasado con los aullidos de su escudero tuerto. -Y el sol no tiene precio.

Y eso me hace escrutarle el rosado costroso de los pies y pensar que Van Gogh fue feliz
como un rayo.

-La belleza es el oro de los desesperados -terminó por redoblar el hombre ya chorreante.
-Y vos no tenés precio.

Entonces veo renguear a Bajtin entre la suavidad polvorienta del patio y lo saludo
levantando el mate mientras Felisberto pregunta desde arriba:

-Disculpe, Jefe. ¿Esa bachata está dedicada a mi Hortensia, por casualidad?

-No. A la Bicha -retrucó el Papalote.

Y se empieza a chupar mansamente el sudor.

13

Isabelino Pena le explicó a Bajtin:

-La Bicha es una de las muchachas de Yemanjá. Y hablando del quilombo: ¿usted podrá
creer que la portera es rusa y tiene un canario que canta como el suyo?
-Madre mía -se electriza Bajtin. -Me olvidé de cambiarle el agua a Gargantúa. Enseguida
vuelvo.

El Papalote le alcanzó el mate al detective y comentó:

-Ponerle nombre de gigante a un pajarito es santo.

El ruso cruza el patio haciéndome sentir que la culpabilidad le pesa más que su pierna
ortopédica.

-¿Y? -gritó Felisberto, con la sombra muy crespa derramada sobre la irisación del gallo.
-¿Se ensaya o no se ensaya?

En ese momento aparecen Jung y el Bigote cargando un destellador.

-Nos acabamos de encontrar con don Mijail en la escalera -se rio el hotelero. -Tenía cara
de precisar un baño con urgencia.

Le devuelvo el mate al Papalote y subo a la nave.

-Atencióm, caballeros. Probando -arqueó las manos Mozart, apenas fue programado el
destellador.

Entonces Felisberto se embute una capucha fabricada con una bolsa de arpillera y explica:

-Ustedes disculparán, pero cuando echo luz la cara se me transforma en una


sinvergüenzada más inhumana que las de Picasso.

-Entonces muestrelá -dijo Jung. -Sería interesantísimo.

-No, aparcero. La Hortensia dejaría de quererme.


Mozart no se controla y arranca con el Andante logrando que las pinceladas de Espínola
Gómez rezumen la infusión orquestal necesaria para completar el concierto Nº 21,
mientras los redondeles de la capucha de Felisberto irradian una marea fosforecente que
desnuda a la muñeca.

-Esto es algo imperdible. Yo voy a buscar al ruso -jadea el hotelero.

Y al rato nos paraliza su ronquera sobrevolando el patio:

-¿PODRÍA VENIR HASTA EL DESPACHO, MONSIEUR LE PRIVÉ? EL ENSAYO


SE SUSPENDE!!!!

14

Isabelino Pena le pidió al hotelero que lo dejara solo con Bajtin. El cadáver del canario
de Klimovsk se recorta crudamente sobre la mesa y parece absorber todos los mediodías
del mundo.

-Ni siquiera se había tomado el agua de ayer -trató de sonreír el ruso. -¿Sabe que siempre
sentí que Gargantúa era yo? Siempre renació conmigo, además. Y cada vez que cantaba
sentía como si me llenara la pata con la paz de Siberia.

No me animo a fumar. El detective se paró muy cerca del hombre derrumbado y pidió:

-Agárreme una rodilla, por favor.

Y cuando me hace caso agrego:

-Nunca dejes decir que no hay amor. Nunca desprecies el amor que das. Nunca pienses
que no hay nadie perfecto.

Bajtin abrió los ojos y soltó al hombrecito antes de contestar:


-Muchas gracias, hermano. Ahora quisiera viendo brillar un rato a Gargantúa. ¿No les
avisa a los muchachos que el ensayo se retoma esta noche?

15

Isabelino Pena salió a comprar un pollo al spiedo, una baguette y un botellón de dos litros
de Valpolicella.

-¿Qué vas a festejar, quijotín? -me hace erizar la Dama apenas entró a la chambre.

-Nada. ¿No querés comer algo?

Ella se desperezó quiroprácticamente y avanzó hasta el lavatorio para acomodarse la


capelina.

-Sentate -no tengo más remedio que hundir el tapón en el trasluz rosado. -¿No me
alcanzarías el vaso de lavarse los dientes? Es el único que tenemos.

-Qué chanchada, por Dios.

El detective se sirvió vino y empapó y devoró una punta de la baguette antes de


arrodillarse con una sola pierna y salmodiar:

-Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección ven señor Jesús.

-Mejor sería que le resucitaras el pajarito al ruso, en vez de emborracharte.

-Lo que jamás se puede dejar de conmemorar es la consagración de los frutos eternos, Ma
Dame.
-No me digas Ma Dame, si ni siquiera te das cuenta quién soy. Y mejor explicale al lector
normal qué pretendés vendernos con este circo.

Entonces hago fondo blanco y de golpe siento que la chanbre 22 es la coronación de las
escalinatas de Montmartre y anuncio:

-Bienaventurados los hombres del siglo que supieron ser pájaros solitarios.

-El lector no te entiende.

-Los verdaderos pájaros solitarios son los que encuentran el corazón del cielo en la paz
de la jaula.

-Pero mirá qué bárbaro.

-Y bienaventurados son los que festejaron el oro de la sed humillada y lloraron con tanta
fe que la lluvia de su infancia besó el sol para siempre.

-Eso ya es un delirio, quijotín.

-VIVA LA HUMANIDAD!!!! VIVA DULCINEA, CRISTO!!!!

Isabelino Pena devoró los dos muslos del pollo acompañándose con pan chorreante y al
final jadeó:

-Qué te pasa, mijita.

Y recién me doy cuenta que está tomando vino a la par mío y que un estrellerío color
malvón la transforma en un pozo de sequedad quemante.

-A ver, mijita. Calma -se lavó las manos el detective antes de abanicar a la Dama con la
capelina.
Y ahora no estamos en Montmartre y la cargo hasta la cama y le acaricio un húmero antes
de informarle:

-Ya se le pusieron blancos los jazmines, señora.

-No me toques.

-Perdón. ¿Puedo dormir la siesta contigo?

-Tanto me da.

Isabelino Pena se recostó aflojándose la corbata y esperó a que se le terminaran los


estornudos provocados por la variación térmica para prender un Peter Stuyvesant.

16

Isabelino Pena saltó de la cama a media tarde y encajó largamente la cabeza bajo la
canilla. La Dama parece soñar con migraciones de corolas-luciérnagas y eso me
tranquiliza. El detective caracoleó chiflando hasta el segundo piso, donde la puerta de la
chambre 9 permanecía entornada.

-Pasá, hermano -me reconoce el taconeo Onetti. -Jung acaba de subirme una botellita que
puede interesarte.

-A la mierda. Un Chivas 12 -se sentó sobre el brazo de un sofá muy despellejado Isabelino
Pena.

-¿Sabías que el mejor remedio para la resaca es un whisky triple?

-No.
-Servite.

-Más tarde. Dentro de un rato hay ensayo y filmación.

-Más tarde estás jodido. Pobre Bajtin. ¿Cómo le puede tener confianza a Felisberto
Hernández? Pero yo precisaba hablarte de otra cosa.

Y mientras rellena el vaso estudia la penosísima ascensión de una cucaracha por el


respaldo del sofá y eructa viejas culpas.

-Che, Santo -prendió un Kent con otro Onetti. -Preciso contratar tus servicios
detectivescos. Y mirá que lo de Santo va con mayúsculas de marquesina, nomás. Porque
hoy te armaste un jopo idéntico al de Roger Moore.

Entonces me levanto reacomodándome el gacho y retruco:

-A Moore lo están esperando en el patio.

-Perá, carajo -contempló plateadamente el cielorraso el hombre desdentado. -Te hablo en


serio. Me tenés que traer a la gurisa que Mozart hizo llorar en lo de Yemanjá.

-¿A la Bicha?

-No sé cómo le dicen. Lo que sé es que yo nunca había podido ver la salvación del
mundo en una cara como me pasó anoche, hermano. Y si no me la traen rápido reviento
y chau. Y no vengan a joder nunca más con el Gran Tiempo.

-Bueno. Pero dejame consultarlo con Bajtin. Y te adelanto que vas a tener que esperar
hasta la madrugada, por lo menos.

-La hora del lobo es buena.

-Y además la gurisa no lloró en el quilombo. Disculpame.


El viejo se lame un pezón lluvioso que le rueda hasta la trompa y me ejecuta con dulzura:

-Cuando una puta se ríe así el que llora es el Espíritu Santo, Mister Moore. Reflexión de
un ateo.

17

Isabelino Pena le alcanzó el mate a Jung mientras Felisberto explicaba:

-Lo que a mí se me ocurrió al principio fue casar a una Hortensia con el Gerente General
del Universo, como le llamaba Espínola Gómez a Tata Dios. Estábamos en un hotel de
Alborada en las gargantas, llovía una barbaridad y de repente me puse a tocar el Andante
del 21 y le pedí al Papalote que acariciara a la muchacha recitando la lira nupcial. Nada
más. Al otro día nos levantamos y encontramos a la Hortensia tomando sol entre los
árboles, con un traje de novia que parecía un paracaídas hinchado por el perfume que las
hormigas le chupan al pastito.

Bajtin y el negro terminan de enterrar al canario al pie del rosal y se sientan a matear con
nosotros.

-Entonces lo que pretende la Brigada es recobrar a Dulcinea del Toboso para el Gran
Tiempo -sondeó Jung a Bajtin alfileradamente.

El ruso saca los ojos de la fogata y suspira:

-No le entiendo.

-Es muy claro. Fíjese que desde el Renacimiento hasta el fin del milenio no hubo
espejismo espiritual más alto que la Dama del Caballero de la Triste Figura -se paró el
suizo proyectando una especie de aspaviento gótico sobre el gallo. -Pero ya era imposible
ver encarnada el alma de Don Quijote en aquella humanidad, caballeros. Y el imperio
del Anticristo demoró todavía cuatro siglos más en autodevorarse. Recién ahora es el
momento para tratar de ver a la Dama Perfecta tal cual es.
Yo me acuerdo del esperpento con capelina que me espera en la chambre y me siento más
desorientado que una estatua de Lenin.

-Claro. Usted se refiere a la resurrección del sentido olvidado de Dulcinea -se le


incendió el ojo derecho a Bajtin. -Sería una verbalización adecuada para el símbolo. No
se me había ocurrido.

Y el negro me hace una guiñada y bachatea a media voz:

-Me quedé en tus pupilas, mi bien / ya no cierro los ojos / me tiré a lo más hondo / y me
ahogo en los mares / de tu partida, de tu partida.

-¿Y? -gritó Mozart desde la terraza del gallo. -¿Se ensaya o se matea?

-Esta vez se nos perdió el hotelero -resopló Jung.

Pero en ese momento aparece el Bigote frotándose las manos y explica con falsa euforia:

-Disculpenmé, señores. Aproveché para hacerme una escapadita a lo de Yemanjá. Hay


muchachas que me atienden a la hora de la siesta.

-Pero mirá qué mal que viven los nihilistas -le frotó el lomo Felisberto al perrazo
maloliente.

-Nihilista tu madrina -se encocora el Bigote. -¿O no conoce el Dios que nos pulió
Spinoza? ¿No leyó el soneto magistral que le dedicó su paisano Borges?

-Basta -subió el bastón Bajtin. -Ya se nos hizo tarde.

-La eternidad abstracta es la peor cabeza de medusa que nos preparó el diablo -me dice al
oído Jung mientras subimos de dos en dos la escalera de la nave.

18
Isabelino Pena se sentó en una punta del semicírculo de asientos que rodeaban el altar. La
Hortensia sigue acostada y desnuda, pero en el escalón de la tarima brilla
penumbrosamente la inscripción PAX. Felisberto se calzó la capucha, Mozart
desencadenó el fogonazo orquestal y el perfil de la muñeca empezó a derramar una
humedad perlada.

-Lobo -llama el Papalote, y el ovejero irrumpe en la fosforecencia con la rosa colgante. -


Séquela hasta que nazca.

Mozart reprodujo el tema mientras Bajtin se agazapaba para abrazar a Jung y al detective.
Entonces el perrazo apoya la corola sobre el rostro irisado de la Hortensia y ella abre una
mirada de dolor infantil que hace saltar al negro.

-Ya -jadeó el Papalote.

Y ocupa el lugar del Lobo y se arrodilla para acariciar el vellón de la muñeca mientras
murmura:

-Oh cristalina fuente / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos
deseados / que tengo en mis entrañas dibujados.

Mozart dejó de tocar y la fosforecencia desapareció.

-Uf, ya me estaba ahogando -se arranca la bolsa felisberto.

-¿Apago el aparato? -carraspeó del hotelero.

-No. Ya viene. Atención.

Y entonces vemos cómo un relámpago de blancura nupcial entula el largo cuerpo


sonriente de la Hortensia.
19

Isabelino Pena se sonó la nariz y comentó:

-No me diga que esta ciudad no merece ser definida como la CAPITAL DE LA
REDONDEZ AZUL, maestro.

-El problema es cruzar las fronteras demonológicas -le hace una seña Bajtin a Felisberto
para que mantenga el vuelo del gallo estabilizado frente al rosetón de Notre Dame.

Los tripulantes de la nave parecieron espejar la deflagración de un silencio mucho más


poluido por las hinchadas que por el tránsito nocturno.

-Ojo que acá está el vórtice de la barbarie -se asoma Jung para escrutar la borrachera
campal que medievaliza la plaza.

-Y acá está el mirador de la serenidad -sonrió Mozart.

Entonces Bajtin me apoya el bastón en la rodilla y termino de entender la maniobra: la


Hortensia empieza a rezumar un resplandor tan floralmente plateado como el de los
adornos navideños y el ruso agrega:

-Ahora podemos filmar a la Dama del Gran Tiempo, señores.

Pero apenas el hotelero prendió el destellador la muñeca sacó los ojos de la gran
transparencia y Jung gritó:

-Cuidado. La hipnotizó una gárgola.

Y aunque el negro se zambulle igual que un golero la Hortensia trata de volar hacia la
catedral y cae planeando sobre los borrachos que no usan calzoncillos y ya se arraciman
para casarla desorbitadamente.
-Dios los perdone -demoró en componer una mueca sarrosa el detective.

20

Isabelino Pena volvió de la exhibición del destello final de la Hortensia endemoniada y


encontró a la Dama contorsionándose frente al espejo.

-Me están filmando -imita con innegable gracia a la Bacall. -Ahora que se pudrió todo me
eligieron Miss Gran Tiempo. ¿Viste que Dulcinea sigue encantada aunque quieran
disfrazarla de novia sobrehumana, payaso?

-Es verdad. Por ahora.

-¿Cuándo piensan disolver la Brigada?

-El hotel está alquilado hasta mañana de noche.

-No me digas que compraste otro botellón.

-Me lo regaló Felisberto. Porque no tuvo más remedio que zamparse un Lexotan 12
entero.

-Mirá que el Caballero de la triste Payada comió la última mierda con total lucidez.

-Pero yo tengo que ser EL MEJOR CABALLERO POSIBLE EN CUALQUIER


MUNDO POSIBLE -hundió el tapón del Valpolicella y engulló un gran primer trago el
viejito, antes de arrancarse el gacho y la gabardina. -Chandler dixit.

-Lindísimo. Pero no entiendo qué tiene que ver con seguir emborrachándose.
Entonces las escalinatas de Montmartre vuelven a desembocar en la chambre-sepulcro y
murmuro:

-La cuestión es beber o no beber de la Fonte, sister Yorick.

El detective se remangó para abrir el paquete grasoso y ella chilló:

-Esperate que ahí va otra.

Y se abalanza con más desesperación que las hordas pollerudas y fulmina a una cucaracha
con un soplo que huele a jarrón de cementerio.

-Me pasé todo el día matando monstruos por vos. Permiso -engarfió el vaso la Dama. -
Ya podés comer tranquilo. Y guardame un alita, aunque sea.

-¿Las matás con el aliento?

-Sí, pero no te asustes: es un veneno suave. Apenas podría matar a un bebé.

Y ahora siento que el cadáver de la cucaracha corona el acantilado del Sagrado Corazón
y me acuerdo de Onetti.

-Tengo que ir a buscar a la Bicha, carajo -taponeó el botellón Isabelino Pena.

-¿Pero qué hacés? ¿Ya te mamaste, Bogart?

-El Gran Tiempo no espera.

-El Gran tiempo no existe, quijotín.

Pero yo guardo el Valpolicella en mi bolso de mano y salgo a trabajar pensando en el


Espíritu.
21

Isabelino Pena bajó evitando el taconeo y al pasar frente a la chambre 9 escuchó decir a
Onetti:

-Salú, hermano. Brindemos por el bordecito de plata del fracaso. Che, este ovejero jiede
más que un chivo. Pero es muy gente. ¿No te sabés alguna de Gardel?

Y entreafina sin esperar la respuesta del Papalote:

-Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia / y porque tengo otro modo de ver
y filosofar.

El detective encontró a Mozart viendo televisión en la conserjería.

-¿Usted tampoco le aceptó el pastillazo a Jung? -señalo la puerta del despacho donde
Bajtin se emperra en dormir sentado.

-No. Prefiero ver fútbol.

-Entonces lo convido con elixir de la Fonte.

-Gracias. ¿Piensa salir? -caricaturizó una reverencia y se prendió el botellón el hombre


empelucado.

-Tengo que ir al quilombo. Por trabajo, claro.

-¿Me permite que lo acompañe?


-Será un honor.

Mozart se acerca a la televisión con el tic ocular muy agitado y antes de apagarla dice:

-Me preocupa Ronaldinho. Juega como si creyera en Dulcinea.

-Es verdad.

Caminaron hasta La Contrescarpe pasándose el botellón en completo silencio. Y recién


al cruzar el corredor de Yemanjá el profeta me agarra un brazo y confiesa.

-Tengo miedo.

-De qué.

-No sé de qué. Y eso me da más miedo.

-Calma -sacó la pipa Isabelino Pena y arrastró al hombre ya desfigurado por un tic
metronómico.

Y cuando llegamos al sucucho donde vi por primera vez a la infanta nos encontramos con
un velorio desierto y sin flores: la portera parece levitar en un cajón infantil con el cadáver
del otro canario de Klimovsk entre las manos.

-Yo me quedo un rato aquí -se sentó en el suelo Mozart y empezó a silbar ojicerradamente
el segundo movimiento del 23.

22
Isabelino Pena volvió a encontrar un gentío en la puerta de la Bicha. Pero ahora alcanzo
a verla porque balancea las nalgas arrodillada sobre un armario y se deja manosear por
los hinchas o los esqueletos que invaden relampagueantemente la luz negra.

-Muévenme tus afrentas, Notre Dame -prendió un Peter Stuyvesant con otro el detective.

Y de repente la veo saltar y espantar al borbollón como si lo partiera hasta que me acaricia
las manos murmurando:

-Yo te preciso a vos.

La muchacha arrastró al viejo entre una gritería de estadio y después que cerró la puerta
lo hizo sentar sobre la colcha azul.

-Macanudo con b larga -me empieza a gotear el naso por la mezcla irrespirable de
desodorante ambiental y perfume. -Yo también precisaba hablarte. ¿Cómo te llamás,
mija?

-Beatriz. Pero me dicen-

-Ya sé cómo te dicen. ¿Qué edad tenés?

-Quince -se le humedecieron ofídicamente los ojos color yerba mate a la Bicha. -¿Querés
hablas, nomás?

Y entonces le acaricio el amantillamiento y sentencio:

-La Virgen de la portería no murió. Soit tranquille.

-Te mamaste demasiado -alargó un pie la muchacha para señalar el bulto del botellón
vacío.

-Te vengo a proponer un curro en el hotel Stella -agrego recogiendo uno de los conejos
de peluche que coronan la almohada.
-No toqués a los nenes.

-¿Sos uruguaya?

-No: paraguaya. Andate. Y olvídate del curro porque Yemanjá no nos deja salir ni para
hacerles fiestitas a los Presidentes.

-Yo gestiono el permiso. No hay problema.

La infanta levantó la cara hacia el cielorraso y demoró en decir:

-Entonces Gardelito tampoco se murió de verdad.

-Por supuesto que no. Esperate que ya vuelvo.

Y al salir ligo una silbatina idéntica a la que recibe un jugador que es expulsado a los
cinco minutos de empezar el partido.

23

Isabelino Pena terminó su whisky y le dijo a la negra:

-Gardelito había cantado justo ayer de noche, diosa. Yo lo escuché.

-Y a vos quién te dio permiso para meter ese mango resfriado en el queco de Abita -se
retoba la elefanta que parece tener la tristeza llovida en el escote.

-Es alergia, no resfrío -se sirvió más Chivas el detective. -La portera estaba contando algo
tan terriblemente maravilloso que tuve que parar la oreja hasta el final.
-Menos mal que todavía se te para algo, loco.

-No te creas. Esta vez me siento un Hombre Nuevo total.

-No chupes más, pitufo.

Y ahora veo caminar a la Virgen Portera por la cornisa del piso 15 del hotel Ukraina: lleva
el canario en la cabeza y me explica que Beatriz es la Dama del Cosmos, siempre que la
soñemos.

-Les va a salir muy caro alquilar a la Bicha -entornó la mirada color barro empapado
Yemanjá.

-Vos sabés muy bien que esta farra ya me está saliendo carísima -aterrizo forzosamente
en el escritorio, que jiede igual o peor que los cuartos de las muchachas.

-Permiso, doña Yema -se asomó el hotelero con las sienes hinchadas. -Y perdonen que
interrumpa. Pero acabo de ver a la Grucha y le puedo asegurar que a esa mujer la
asesinaron y que lo más posible es que haya sido uno de esos huesudos de mierda. No
soportan la fe.

-¿Y con qué la asesinaron, gilazo? Si yo la encontré muerta es tarde y estaba más preciosa
que un bebé. Mejor no le retuerzas el cogote al ahorcado, franchute de Sorbón: la Grucha
quiso piantarse junto con Gardelito y chau.

-No me digas que no sabés que los huesudos matan a las cucarachas con el aliento -tiembla
mi voz de golpe. -Y esa señora ya pesaba menos que un colibrí.

La negra encañonó al hotelero con una uña granate:

-Podrían tener razón. Pero mejor que no sea cierto porque no va a quedarles una chuleta
sana a esos cosos sin culo. Te lo juro por-
-¿Quiere que lleve a Mozart al hotel? -la interrumpe para consultarme el Bigote. -Lo
encontré hablando solo y en verso. Como en las cartas.

-Se lo agradecería -sacó el pañuelo el detective y agregó en dirección a la negra: -Ponga


el precio de una vez, patrona. El Gran Tiempo no espera.

-Bueno, tenés razón: por ahora alcanza y sobra con que sigas bancándote a la desconchada
de la 22. Aunque tenés que averiguar quién es o se les pudre todo, socio de
Blancanieves.

24

Isabelino Pena y la infanta encontraron a Aldonza junto al perfil de nácar de la rusa.

-Coño -le dice Beatriz, sacándose del escote la flor-hueso que le ofrendó el Lobo. -Hay
una barra brava nigeriana esperándote abajo. Mejor que no te vea Yemanjá.

La muchacha bigotuda y celulítica mantuvo los ojos fijos en el cadáver del canario y
gruñó:

-No se me da nada, maja.

Y entonces siento que estamos en la Mancha y le digo:

-Bienaventurados los que rezan en el establo.

Beatriz demoró en clavar la rosa entre las manos de Grucha y el oro ya raído de Gardelito.
Y recién cuando empezamos a repechar la Mouffetard me pregunta en qué consiste el
curro del Stella.

-No sé muy bien. Pero el viejo pelado y con cara de caballo que estaba anoche en el bar
dice que precisa verte lo antes posible o revienta -explicó el detective.
Y al doblar por la rue Clovis ella se pone a hacer bocha chiusa con Only you y yo me
animó a escarbar:

-Por qué changás, mijita.

-Preciso sexo -se ajustó el cuello del tapado de nutria Beatriz. -Las otras tratan de no gozar
y cuando un coso las agarra mal se quejan, todavía.

-Pensé que no gozaban.

-Eso es todo mentira.

Ahora desembocamos en el Panthéon y de golpe me freno para saciarme con una especie
de soplo de plata que corona a Beatriz.

-Vos yendrías que hacer equilibrismo arriba de algún Andante del que tocó Only you -
levantó la sonrisa Isabelino Pena hacia la muchacha que le llevaba casi una cabeza. -Y
sabrías lo que es gozar como Dios manda, hermana.

Ella vuelve a darme el brazo y retruca:

El diablo puso el whisky y el más chiquitito se lo tomó.

25

Isabelino Pena se despertó al amanecer y manoteó el vaso de agua pero lo encontró vacío.

-Qué deshidratración, Hombre Nuevo -me latiguea la Dama.


El detective se agarró el estómago como para rezar. La huesuda sigue oliendo a borra de
florero y yo me siento un pescadito culpable de la sequedad cósmica.

-Explicale al lector cómo te queda el alma después que te emborrachás para poder seguir
creyendo en las milicias de la redención.

Lo importante es saber que el Espíritu perdona y espera que cualquier hombre rejunte sus
pedazos, pienso ahogado de sed.

-¿No te acordás de nada, quijotín? Anoche tuve que sacarte hasta los calzoncillos de tan
duro que llegaste. ¿Ni siquiera te acordás que dejaste a la yirita de la chambre 9 con el
viejo baboso y te sentías Jesús?

-De lo único que no me olvido es de Jesús -se sentó crujientemente Isabelino Pena.

Y me destapo de una patada y me tambaleo aplastando cadáveres de cucarachas para


meter la boca en la canilla y empaparme la nuca hasta que Satanás se hunde en mi lava
negra.

-¿Y ahora qué vas a hacer? -descruzó las tibias la Dama.

-Tengo que acompañar a Beatriz hasta el quilombo -me visto y me engomino con la
sensación de tener el esqueleto casi pulverizado por una secta de termitas-gárgolas.

26

Isabelino Pena caracoleó con inseguridad hasta el segundo piso y se paró un momento
frente a la chambre 9. Pero enseguida oigo voces en la conserjería y bajo y encuentro al
ruso y al Bigote tomando café.

-La Bicha no se desocupó, todavía le informó el hotelero a Isabelino Pena. -Acá estamos
discutiendo con don Mijail, porque ni siquiera acepta volver a ver la filmación de la
Hortensia.
-La Nueva Dulcinea no puede resplandecer con horror a las gárgolas -le bizquea el
ojo muerto al ruso. -Y no existe un segundo de la filmación donde la Dama Perfecta
exista tal cual es. No joda más, Monsieur.

-¿Pero a usted no le gusta decir que fracasar es lo humano? -observó la pantallita apagada
el hotelero.

-El problema es que el Gran Tiempo es divino -me siento igual que Philip Marlowe
provocando a la policía.

-Bueno -se rio el Bigote. -Califíquelo como quiera. Spinoza nos dio permiso para usar
viejos términos alusivos a la inmortalidad que no existe. Porque es obvio que el tercer
grado de conocimiento nos ayuda a superar la finitud, pero no la mortalidad.

Bajtin y el detective se miraron.

-Vamos, don Mijail -se envalentona en Bigote. -Usted habrá hecho muy buena letra
dialéctica en Siberia pero en el fondo es un monista de la natura naturata, al revés que el
Gran Marrano. ¿O no?

-Yo investigo los símbolos -alzó su taza el ruso. -Y trato de religar sin agarrarme a
dogmas.

-Y sin utilizar la luz del Verbo vivo con un cinismo aristocratizante -me desboco y no
puedo retener un estornudo-trueno que le clava una flema en el zapato al Bigote.

-Dios-se frunció asqueadamente el hotelero. -Yo no me estaba refiriendo a los marranos


alérgicos.

Entonces me arrodillo a limpiarle el zapato y después de enterrar el gargajo en mi pañuelo


sentencio:

-Dios es lavar la culpa sin devolver el odio, Monsieur. ¿Sabe que usted parece un
huesudo de La Sorbonne? Con la diferencia que ellos se disfrazan de hombres. Y usted
de creyente.
-Basta -roncó Bajtin. -Parecen hinchas de fútbol. Lo único que le voy a pedir es que
destruya todo lo que filmó, señor spinoziano.

-Y yo lo único que le voy a pedir en retribución es que me explique cómo pensaba utilizar
el trasluz virtual de la Dama del Gran Tiempo.

-Haciendo cruzar la imagen por encima de la línea central de la cancha en el momento de


empezar el primer partido del mundial.

-Mi Dios: pero hubiera sido alborotar a millones de personas con una imagen humanizada
(y por lo tanto falsa) del absoluto -ladra el Bigote. -Lo que necesitamos es la imaginación
purificada de supersticiones o teologías que se disfrazan de ciencias de la redención.

-No siga nombrando a Dios -encañonó Isabelino Pena al hotelero con la pipa vacía. -
Hable de la base cognitiva de la salvación o del orgasmo consolador del ahorcado o
lo que se le ocurra. Pero deje al Padre tranquilo, por favor.

-Perdonen: ¿queda café para un pobre de espíritu? -pregunta Jung sonriendo desde la
puerta, aunque la trastienda de su miopía sopesa la pelotera aceradamente.

27

Isabelino Pena le arrimó una silla al suizo y jadeó:

-¿Qué sabe de Beatriz? ¿Usted durmió en la chambre 9, no es verdad?

-Estuve en mi cubículo anexo de la chambre 9 toda la santa noche pero no dormí nada -
me corrige Jung, plácido.

-¿Así que yo fui el único que tomó Lexotan? -bostezó recelosamente Bajtin.
-Usted y Felisberto. Yo primero me desvelé interpretando la caída, el despedazamiento y
la exhibición virtual de la Hortensia endemoniada y después escuché. Porque el señor
sabueso trajo a la Beatrice de Onetti y no tuve más remedio que escuchar.

-Yo casi no me acuerdo de nada -eructo un encrespamiento bilioso del café.

-Cuente, cuente. Adoro la franja verde -se entusiasmó el hotelero.

-¿No hablé de una noche santa? -me pide un cigarrillo Jung, por señas. -Santa como la
PAX del altar, mis amigos. Porque apenas quedaron solos Onetti le pidió a la muchacha
que se despintara y se acostara en el sofá tapada hasta el pescuezo con una sábana.

-Y sin embargo el viejo estaba esperándola desnudo. Desnudo y tomando whisky -


entrecerró su mirada fluvial Isabelino Pena. -De eso me acuerdo clarito.

-Eso yo no podía verlo -cabecea con bondad y displicencia el suizo. -Bueno, y de golpe
Onetti pregunta: ¿Qué precisabas contarme, querida? Y ella demoró mucho pero al
final contó que en el Paraguay las familias muy ricas visitan a los muertos en sus
panteones y les hablan y los tocan. Y que a ella la obligaban a masturbarse besando el
cráneo del abuelo todos los domingos. Desde que tenía seis años.

Nos junamos apenas con el ruso.

-Y esta mañana, cuando me di cuenta que estaban dormidos y me animé a salir -se limpió
los lentes Jung- pude ver la forma Dei impresa indeleblemente en las facciones de la
muchacha. Como el Verbo espejado sobre las aguas de la Creación o el ánimus que sella
la individuación del ánima caótica. Porque la verdadera esencia del plomo es el oro,
como enseñó Muhyi-d-Ibn’Arabi sintetizando de un plumazo a Platón y a Aristóteles.

-¿Lo puede traducir o es pura imaginatio? -se desboca el Bigote y Bajtin alza el bastón
como para pegarle de veras hasta que el negro empieza a berrear un merengue en el patio
y corremos a verlo.

28
Isabelino Pena esperó que Bajtin llegara a la ventana y se sacó el gacho para presentar a
la muchacha que merengueaba con el Papalote.

-Esa es Beatriz, maestro.

Tiene puesta solamente una gran camisa blanca encima de los encajes y parece pertenecer
mucho más a la desnudez solar que a la sombra del gallo.

-Este Onetti es asombroso. Dígame si esa criatura no baila como si cabalgara penetrada
por Dios -se ajustó los lentes Jung.

Bajtin la mandó llamar inmediatamente y ella se presentó con el mate y la pava y una rosa
metida entre los pechos.

-Cómo está Juan -pregunto.

-Roncando -se aplastó el pelo chorreante Beatriz. -Perdón, pero aquí falta el señor que
toca el piano y el que está casado con la maniquí.

-Ese se quedó viudo -nos sigue provocando el Bigote, aunque nadie le da bola.

-Y yo soy el director de esta troupe y quisiera contratarla por unas horas más, señorita -
sonrió Bajtin.

Ella baja los ojos para cebar un mate y advierte:

-Buenos, los precios de las fiestitas con mucha gente los pone Yemanjá. Habría que
llamarla por teléfono para que me dé permiso, además.

Jung le pidió otro cigarrillo al detective mientras el ruso contestaba:

-Entonces vamos a llamarla ahora mismo. Pero para pedirle precio por un paseo en gallo
y una filmación.
-Ah -se le agita la rosa a Beatriz. -Pornografía no filmo. Porque cuando deje el queco
pienso ser bailarina y esa publicidad no me conviene. ¿Entiende?

-No te hagas mala sangre que no es pornografía, mijita -abrió la cabina telefónica
Isabelino Pena. -Y usted empiece nomás con los preparativos que yo me encargo de
ponerle el cascabel a la pantera, don Mijail.

-¿Pero estamos todos locos? -se encocora el Bigote.

-Yo no. Y toco madera -sopló el humo Jung, manso.

29

Isabelino Pena tuvo que esperar que el teléfono sonara dieciséis veces. Y entonces
Yemanjá parece responderme desde los intestinos del mundo.

-Ya sé quién sos por lo occesivo, guacho. Me agarraste llegando del entierro de la Grucha
y Gardelito.

-No sabía que las diosas moqueaban.

-Las diosas están viejas. Y además el sorongo de tu hotelero tenía razón: a Grucha la
limpiaron. Fue Gardelito el que crepó de pierna.

-Cómo te diste cuenta -manoteó la pipa el detective y empezó a dibujar círculos en el aire
reseco de la cabina.

-Porque antes de que la atornillaran le levanté los párpados y los ojos parecían dijes de
plata. Y eso es cuando te clavan.
Entonces veo que Bajtin estira mucho la papada y las cejas para apurarme y anuncio
suavemente:

-Necesitamos a la niña hasta el mediodía, por lo menos.

Isabelino Pena guardó la pipa y se abanicó con el gacho hasta que Yemanjá siseó:

-Mirá que si me roban a la Bicha te va a salir carísima la farra, pitufo.

-Nadie habló de robártela. Y además anoche mismo me reconociste que ya estoy pagando
un precio cinco estrellas, mamavieja. No me hinches.

-Podría salirte más caro todavía -cuelga haciéndome retumbar el tubazo en la ingravidez
ácida del cuerpo que me queda.

30

Isabelino Pena le avisó a Bajtin que volvía enseguida y subió a la chambre 22. Me acuesto
al lado de la Dama y digo:

-Tenías ganas de verte.

-Ah: creí que preferías acompañar putitas.

-Mirá que a vos te quiero tanto como a Beatriz.

La Dama estornudó.

-Capaz que me contagiaste la alergia, payaso.


-Ojalá que no. Porque lo que me hace estornudar hasta quedar deshecho es la desgracia,
hermana.

Ahora empieza a llover nacaradamente dentro de su cráneo y agrego:

-Ayer soñé que vos y Beatriz eran la misma persona.

-No mientas más.

-¿No sentís que te quiero?

-NO!!!!

El detective trató de acariciar el húmero izquierdo de la Dama pero ella relampagueó:

-¿Querés morir pegado?

Entonces me concentro para paladear un Ave María y explico:

-Ya no soy Pepe Rosso el normal. Lo único que me importa es dar la vida. Y te aseguro
que no hay otra manera de aguantar esta vida en paz.

-El problema es aguantarte a vos.

Isabelino se tapó la cara con el sombrero como los mexicanos y murmuró:

-Vos no sos un esqueleto de Baruch, paloma mía. Eso ya lo entendí.

-Y sin embargo le dijiste a la negra que estás pagando un precio cinco estrellas por
bancarme en la chambre.

-Es difícil salvarte.


-Te queda poco tiempo.

-Cierto -casi corro hasta la puerta y sonrío: -Chau, mi amor.

La Dama empezó a oler a rosal empapado.

31

Isabelino Pena encontró a Bajtin y al negro mateando en el patio.

-¿Y el gallo? -me siento inundado por la saliva espasmódica de mis tiempos de
ajedrecista.

-Problemas -acarició al Lobo Bajtin. -Jung tuvo que llevar a Mozart hasta la calesita de
Versailles para animarlo un poco.

-Qué le pasó.

-Dice que amaneció muerto -me alcanza un mate el negro. -Y encima Felisberto tuvo que
pilotear encapuchado porque amaneció con la cabeza del sinvergüenza, como cuando
echa luz.

-Qué barbaridad. ¿Y el Bigote dónde anda?

-Está en el laboratorio. ¿No lo vio? Queda en la chambre pegada a la suya.

Isabelino Pena devolvió el mate y se puso a escupir sobre el cantero.


-La Beatriz sigue hundida en la pecera de Onetti -se acomodó el sombrero insolado el
papalote.

-Sí, ya la vi bajar: el viejo le cantaba Las raspa y ella saltaba igual que en las fiestas del
colegio.

-¿Y usted por qué escupe tanto? Disculpe el atrevimiento -sonrió Bajtin, muy pálido

-Debe ser la última fase de desintegración -contesto recordando recién ahora que en el
medio metro de tierra está sepultado Gargantúa. -Disculpe usted, maestro.

El negro apoyo la pava sobre las brasas y rumió ensimismado:

-Cuán delicadamente me enamoras.

32

Isabelino Pena volvió a subir con la gracia de transfiguración de un dibujo animado y al


pasar por la chambre 9 escuchó gritar:

-Santo: me cayó algo del cielo.

Encuentro al viejo dibujando sus letrones en la última página de El evangelio según


Jesucristo y a Beatriz leyendo un Lucky Luke tirada en el sofá.

-Escribí una paginita -se apoyó el lápiz en la oreja Onetti. -Y se va a llamar Levantarás
tu rostro limpio de mancha, uno de los títulos candidateados para La cara de la desgracia,
of course.

-En versión Casiodoro. ¿Y qué opinás del libro que estás usando como cuaderno?
El viejo prende un Kent y observa a Beatriz, que ni se inmuta: entonces siento que desde
el rostro y los pechos nevados de la muchacha se desprende una atmósfera que me
deslumbra igual que las sábanas de mis padres cuando todavía espejaban un espesor
divino.

-Pienso que Saramago le falseó el título al libro -tardó mucho en sentenciar el hombre
desdentado.

-Monsieur -asoma su cabeza en formol el Bigote. -La nave acaba de aterrizar y Mozart
quiere hablar con usted.

-¡Ya voy, carajo -escupió en el lavatorio Isabelino pena y volvió a mirar a Onetti. -¿Vos
cómo le hubieras puesto?

-Bueno, yo soy un animal sin la menos astucia ni ambición por copar pasarelas en el jet
capitalista o en el set marxistoide -se entrompa el viejo, triste. -Yo le hubiera puesto el
título correcto pero a la mierda la candidatura para el Nobel, querido. ¿Cómo le van a dar
un premio tan humanista a El evangelio según Satanás?

33

Isabelino Pena le comentó al hotelero:

-Recién subí para pedirle que conservara la filmación de la Hortensia por unas horas pero
me entretuve-

-La Hortensia ya no existe, Monsieur le Privé. Como tampoco existe Satanás, aunque la
mayor parte de la humanidad siempre lo esté nombrando. Ah: Mozart se apoltronó a
esperarlo en la conserjería, para variar.

Lo veo bajar al patio y no tengo otro remedio que escupir en el suelo.

-Tiens -dijo el detective, levantando la pipa hacia el televisor. -Ronaldinho partout.


Después me atrevo a mirar al profeta, que sonríe montañosamente y confiesa:

-Jung es un mago. Hoy me desperté muerto por primera vez en mis vidas y fuimos al
jardín de Versailles y recién al subirme a un caballito se me ocurrió contarle que había
estado en el velorio de una mujer con halo.

-Grucha.

-Claro. Y al final entendí que la serenidad que ostenté frente a mi madre muerta fue pura
vanidad y que me había llegado el momento de pagar. Y me curé.

-Qué hermoso. ¿Cómo está Felisberto?

-Sigue con la cabeza dividida en cuarenta pedazos.

Isabelino Pena escupió adentro de un floreto y dijo:

-Hay que pagar.

-Aunque lo que tenía más interés en contarle -ahueva los ojos Mozart hacia la pantallita-
es que al ver el Stade de France desde la altura sentí que Ronaldinho va a ser crucificado
antes de que termine el mundial.

-Esperemos que no.

-Mire que los que somos carne de la jauría del oro nos conocemos muy bien unos a otros
-se le enloqueció el tic al hombre empelucado. -¿Usted realmente piensa que el
verdadero tesoro de Ronaldinho puede ser visible para la humanidad en general?

-Por eso estoy aquí.

-¿Pero qué le puede haber pasado al mundo para que Dante todavía alcanzara a ver a su
Dama y Don Quijote no?
-Nos pasó el Anticristo por arriba del lomo. Incluida su vanidad y mi horror. Y las
inquisiciones y las revoluciones y los totalitarismos y los imperialismos al servicio de la
monarquía absoluta de la nada.

Mozart mira la sonrisa infantil del 9 brasilero y sacude la cabeza.

34

Isabelino Pena descubrió a Felisberto metiendo la bombilla del mate a través de un tercer
redondel recortado en la capucha y chistó:

-Qué cosa bárbara.

El hombre de frac verde sondea las brasas y de golpe confiesa:

-¿Sabe que siento como si la piñata de mi poesía hubiera reventado justo arriba de la
hinchada escocesa pero que el verdadero sinvergüenza soy yo?

-Bueno -gritó Bajtin. -Acá está todo pronto.

Subieron la escalera de acceso a la nave y encontraron a Beatriz sonriendo boca arriba


sobre el altar, azulada frugalmente por una sábana.

-Música -ordenó Jung.

Mozart hace irrumpir la floración del reino muestra la dentadura igual que si dijera:

-Hoy no hace falta acariciar ninguna patria triste.


Y cuando la fosforecencia de Felisberto inundó a la muchacha Jung lo desencapuchó de
un zarpazo y el perro se puso a gruñir. Entonces Beatriz avanza totalmente desnuda y se
empina a besar un tercer ojo con forma de sello salomónico que titila en la frente del
hombre fracturado.

-Aaaah -dijo Felisberto.

Y mientras sus facciones se recomponen ella empieza a ser cubierta por una especie de
velo nupcial que hace sentenciar al ruso:

-Alcanza con creer, señor spinoziano.

35

Isabelino Pena le pidió al ruso que lo esperara cinco minutos y subió hasta su chambre
con redoblada ingravidez. Pero ahora encuentro el hueserío de la Dama desperdigado
entre las cucarachas y rezo, sin entender muy bien por qué:

-No dejes de mirarme blanda y amorosamente echando de ver en esta sumisión y


arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te
adora.

Después el detective se levantó para enfrentarse al espejo y dijo:

-Estás solo y cangüeco y humillado y rayado pero tenés a Dios, que es la esperanza de
todos los pueblos. Todos los sentimientos y las derrotas gloriosas son nuestro pan del
cielo, hermanos. Y el gran amanecer de que no nos importe absolutamente nada sino todo.
Para que ría el mundo.

Pero de golpe veo la capelina tirada al lado del pollo y le doy la espalda al lavatorio y
grito:

-Traten de filmar esto, huesudos. Y sueñen con que vieron cagarse a un Hombre Nuevo.
El detective se tiró un pedo enorme y salió taconeando.

36

Isabelino Pena murmuró en el oído de Jung:

-¿Cómo supo que Beatriz le iba a besar el tercer ojo a Felisberto?

-El sello salomónico completo significa la síntesis de los cuatro elementos y la unificación
de todos los antagonismos -me explica el suizo, observando despreocupadamente las
siluetas de los que viajan en la terraza del gallo. -Todos tenemos ese tercer ojo en el
umbral del sí mismo. Pero mire que yo no había planeado ni siquiera desencapucharlo.
Fue una inspiración del momento.

-Pero yo le estoy preguntando otra cosa, doctor.

-Ah, lo del beso. Eso fue imantación, nomás: una demostración física de cómo va a operar
psicológicamente la imagen de la Nueva Dulcinea en los pobres de espíritu.

Jung le rechazó un Peter Stuyvesant al detective y advirtió:

-Ya llegamos a Notre Dame.

La nave se estabiliza frente al rosetón donde riela el mediodía y Bajtin le hace una seña
al Bigote para que prepare el destellador: el envoltorio nupcial segregado por Beatriz la
despoja de curvas y le transforma el frisado del pelo en un plano azabache. Entonces
Mozart empezó a tocar Only you y la mirada de la muchacha se enjoyó borealmente.

-Ya está -suspira el ruso, pero ella extiende su mano derecha con la palma hacia arriba y
de golpe abandona el podio y avanza hacia Notre Dame igual que si flotara sobre el hilo
melódico.
-No mires para abajo, mamacita -jadeó el Papalote.

-Tranquilos. Se acabaron las caídas -sentencia Jung, y yo casi me ahogo por no animarme
a escupir mientras Beatriz llega a la catedral y posa su blancura ya floralmente andrógina
sobre una gárgola.

-Quedate quieta allí que enseguida te recogemos -gritó Felisberto desde la cabina de
mando.

Pero ella nos saluda con el brazo hasta que su silueta parece entrar en una transparencia
que la vaporiza y termina por esconderla como una puerta de oro.

37

Isabelino Pena demoró en escupir desahogadamente hacia el ruido de la plaza y


comentarle a Bajtin:

-Límite en movimiento.

-Yo diría sobre todo que es la transmutación de una novedad absoluta o valor supremo
en PUERTA DIMENSIONAL -sonríe el ruso. -Algo que en las épocas precapitalistas se
hubiera calificado como un milagro. En fin.

-La puerta se cerró detrás de ti -bachateó el Papalote, simulando tamborilear sobre la


mansedumbre vigilante del Lobo.

-El problema es que se pueda volver a abrir -gruñe el Bigote.

-Ya se abrió -explicó Jung. -Beatriz ya está en la chambre 9. En un rato vamos a poder
comprobarlo.
El profeta sigue saltando entre Only you y Yesterday como si se despeinara en una calesita
y Felisberto consulta:

-¿Volvemos al Stella, maestro?

-No -contestó Bajtin. -El destello va a exhibirse ahora mismo, señores.

Mozart empieza con el 23 y cuando nos sentamos en semicírculo y el resplandor de la


terraza queda herméticamente bloqueado nos invade una infusión puntillista de Espínola
Gómez que parece rezar: No volveré a nacer. / La eternidad gotea su ventarrón de perlas
/ entre una veladura de acacias amarillas. / Y el perfume resuena. / No volveré a morir.

-Ahora -mumuró el ruso.

Y del destellador se desprende la espesura de una Beatriz tan alta como la Hortensia pero
que nos extiende una PAX sideral con la palma del alma.

38

Isabelino Pena comió un solo pedazo de pulpón. El Papalote le cuenta al ruso y a Jung
cómo se las arregló para que el carnicero le cortara el asado a la criolla y el profeta bobea
con Felisberto:

-El gallo del uruguayo tiene piano y va lontano. Y en la heroica chambre 9 ya no llueve
y hay grial. SE ABRIÓ LA DIMENSIONAL!!!!

-Son ricas estas costillitas -le comentó el hotelero al detective. -Pero las rosas depredadas
por las bestias aborígenes se las voy a tener que cargar en la cuenta a Bajtin. Permiso que
ya vuelvo.

Bestias aborígenes serán tus hemorroides, pienso empinando una botella de la reserva de
Bollingen: aunque en el fondo ya sabemos que vos pateás pal mismo lado que los cosos
sin culo, diavolo de Sorbón.
En ese momento Felisberto observó la gran cresta de la nave y contrapunteó:

-Yo habré perdido una Hortensia pero gané la presencia de un yo con fosforecencia.

Y de golpe se aplasta los rulos y sondea el cielo aduraznado para desembuchar:

-¿Sabe que antes de mji primera muerte tuve el proyecto de escribir sobre un acomodador
que asesinaba jubilados con un firuleteo de la linterna y los mandaba al paraíso aunque
no creía en Dios?

-Pero qué sinvergüenza más piadoso -se chupó un dedo Mozart. -Bueno, yo voy subiendo
porque está por empezar la ceremonia de inauguración en Saint Denis.

Al rato se van todos menos el perro y lo único que se sigue escuchando son las carcajadas
rabelaisianas de Jung, que tuvo la delicadeza de dejarme otra botella.

-Ah brasas de amor vivo -se aflojó la corbata Isabelino Pena. -¿Me habrá tocado dar la
vida por el coágulo azul?

Y al ver que el Lobo escarba en el cantero me levanto sin soltar la botella y grito:

-Fuera, hermano. Allí sobran los huesos.

Después el detective se hincó a la sombra del rosal y desapelotonó su pañuelo para recoger
el cadáver del canario.

-Te mataron como a una cucaracha pero eras un poeta -sentenció al entreabrirle la mirada
y descubrir dos brillitos de plata.

-Qué casualidad: yo también acabo de desenterrar un misterio, Monsieur le Privé -hizo


saltar a Isabelino Pena el hotelero, incrustando cegadoramente la capelina en el polvo del
patio. -¿No le parece que tendríamos que resolver algunas realidades antes de ir al estadio
a emborrachar a media humanidad con la Gran Ilusión?
39

Isabelino Pena contestó:

-Bienaventurados los que vean la imagen simbólica del Nuevo Eón porque se saciarán. Y
le aseguro que la única realidad ilusoria que desaparecerá con el advenimiento
cuatridimensional de Acuario será la Caída Humana, Monsieur l’Hôtelier.

El Bigote me mide derramando un desprecio irrefrenablemente esmerilado por la envidia


y ladra:

-Lo que yo sé es que usted no me pidió permiso para saciarse con una huesuda en el
hotel, payasito.

-Y usted no me pidió permiso para entrar en la chambre glorificada por mi hijo, basura.

-La basura tuve que subir a sacarla porque Bajtin contrató el Stella entero y sin personal
que lo comprometiera, como cualquier fanático fundamentalista. Pero yo terminé
barriendo un esqueleto.

El detective se arrodilló para volver a enterrar el canario de Klimovsk envuelto en su


pañuelo y lo regó con vino.

-Y ahora usted acaba de descubrir otro asesinato, encima -se lengüetea los colmillos el
sorongo.

-Es verdad. Pero no se lo cuente a Bajtin. Y deme la capelina, por favor: en mi estirpe es
un touch del alma enamorada, que ni cansa ni se cansa.

Isabelino Pena agarró el sombrero todavía impoluto y de golpe empezó a estornudar al


mismo tiempo hasta quedar agachado con sumisión fetal. Entonces le arranco el forro de
seda al gacho para fregarme el gargajerío y me pongo la capelina y jadeo:
-Nos tendríamos que ir yendo al estadio. ¿Piensa viajar en gallo?

-No. Prefiero tomar un taxi.

El detective tiró el gacho rotoso a la basura y atajó a Felisberto en mitad de la escalera:

-Quédese mirando televisión tranquilo, aparcero. No vamos a usar la nave.

El hombre de frac verde me estudia sonriendo:

-¿Sabe que recién me doy cuenta que usted se parece muchísimo a la portera del
quilombo? Con todo respeto, claro.

Isabelino Pena sacó a relucir su pipa, la mordió y contestó:

-Puede ser. Y además tengo toda la pinta de un jubilado. Pero creo que no me merezco ir
derecho al paraíso con ella, así que conmigo no habría necesidad de usar la linterna
homicida.

El Bigote me mira pensando que terminé de rayarme y Felisberto suspira:

-Tiren sobre el pianista, nomás.

Mozart, Bajtin y Jung aprobaron eufóricamente la incorporación de la capelina al look


detectivesco.

-Me parece un recurso carnavalizador digno de San Basilio -exagera el ruso.

-Para mí está igualito a San Giorgio en el momento de subir a la dama recién rescatada al
caballo -se apoyó la botella contra la cara Jung. -El dragón todavía echa humo y el
guerrero enarbola la blancura inmortal mientras le dice: Te salvé, alma mía.
-Maravilloso. Inescrupuloso. Ampuloso. Filoso -hace una reverencia Mozart para
alcanzarme el evangelio de Saramago. -Beatriz y don Juan Carlos acaban de salir a cenar
y a bailar unos tangos. Y el Caballero de la Rosa acaba de anotar un mensaje en la primera
página de este volumen.

Isabelino Pena lo recogió fatigadamente y leyó: Che, Marlow: me olvidé de decirte que
para escribir como Satanás hay que ser un genio. Así que tené pasensia con el defensor
de las causas podridas. Entonces le pido al Bigote que me espere un minuto y me encierro
en la cabina y llamo a Yemanjá, que chilla de sobrepique:

-Yo te dije que me iban a robar al bomboncito, enano. Así que preparate para descarrilar.

-Tengo noticias peores. Estoy seguro que al canario de Grucha lo limpiaron, también.
Más no puedo explicarte.

El detective aprovechó la mudez de la negra para escurrirse los mocos con la mano y
agregó:

-Preciso que me ayudes, mamavieja.

-Siempre que sea pa que revientes de una vez, encantada.

-¿El milagro de Abita lo firuleteatse a pedido de alguien?

-¿Pero vos qué te creés? -se empieza a divertir. -Una desconchada con capelina no la
inventa cualquiera, rapaz. Esa la soñé al mango, mientras me mineteaba a la Bicha. ¿O
no te cayó bien la Dama?

-Me enamoró. De veras.

-Lástima que no te dé la cuerina para entender quién es.

-Andá a la mierda, diosa.


Yemanjá del Mar Dulce le latigueó el oído al detective con una carcajada de manicomio
y después jadeó:

-Okey. Una ayuda, mi santo: todo lo que te dijo la huesuda es verdad. Y que te garúe
finito.

Y enseguida que cuelga siento que me chorrean los requesones de Sancho por la cara.

40

Isabelino Pena se asomó por la ventanilla del taxi y le explicó al Papalote:

-Yo también vuelo en la calesita que sale a las ocho de Versailles, pero voy a tomarla
directamente desde el estadio. Así que ya no nos vemos.

El Negro Jefe se saca el panamá y me despide oliendo a mar revuelto:

-Ta todo escrito, don Pena. Lo nuestro es la santa cena.

El detective le hizo la venia y el otro elastizó una posición de firme muy patizamba. Y
cuando dejamos de ver la guayabera que parece bordada con nácar el Bigote confiesa:

-Hay que reconocer que esa calesita ultradimensional que programó Bajtin es gloriosa.

-Más gloriosa fue la proyección de la Dama del Cosmos, Monsieur. No se me haga el


modesto.

-Déjese de joder. Creer en eso sería como creer en la resurrección de Jesús que vemos en
las películas. Aunque confieso que exageré con lo del alboroto mundial: nadie le va a dar
bola. Van a pensar que es una propaganda de champú como las que hace Claudia Schiffer
o algo así.
El detective se tapó la gran nariz gredosa con la capelina. Trato de recomponer
desesperadamente todo lo que me dijo la Dama en la chambre y cuando me quedo en
blanco mastico un Ave María y un Padrenuestro en tándem hasta que ya pasando
Clignancourt siento caer un doblón de la piñata y me zambullo al tanteo, todavía:

-Me imagino que habrá tenido la decencia de destruir la filmación de la Miss Gran Tiempo
que hizo a través del vidrio falso de mi botiquín, Monsieur l’Hôtelier. Porque estoy
segurísimo que la primera noche Yemanjá tuvo la gentileza de bocinarle cuál era la
maldición de Abita que me correspondía cuerpear y usted no podía dejar de aprovecharlo.
¿No es verdad?

Pasaron dos semáforos antes que el hotelero retrucara:

-Touché. ¿Pero a usted que le importa si yo conservo esa maravilla felliniana? Yo pensaba
que los privés con honor se encachilaban con la redención de los asesinatos, viejo. ¿Y
resulta que hay una portera de quilombo y dos canarios parlanchines borrados
olímpicamente del mapa y usted lo más tranquilo? Es más: todavía me pide que no le
cuente nada a Bajtin. ¿Pero qué es esto? ¿Una brigada teleológica comisionada para
barrer realidades abajo de alfombra?

No volvemos a hablar hasta acomodarnos en las butacas ubicadas frente a la línea central
de la cancha que consiguió el ruso a precio vangoghiano.

-Qué belleza -recompuso una sonrisa dorada el detective. -La humanidad. El fútbol. La
promesa del reino.

-Pan y circo, Monsieur. Y en lo posible una alienación religiosa decente para que las
masas se olviden de que no pueden acceder al tercer grado de conocimiento. Dios no es
para cualquiera.

-El amor a la unidad está en cada uno de nosotros como los intestinos, el infierno y la
muerte. Fíjese en la expresión de Ronaldo: ese muchacho nació para profetizar la gracia
de profundidad inefable de la unidad vida.

-Por algo está tasado en ciento veinte millones de dólares.


Ya van a destazarlo, pienso pero me callo: el Bigote prepara el destellador con las venas
muy hinchadas y yo me saco la capelina y me arrodillo para encomendarle al Señor la
ofrenda del Gran Tiempo.

El hotelero le acarició el jopo engominado al viejito y chistó:

-Arriba, Monsieur: ya va a empezar el partido. Y trate de perdonarme por las malas


jugadas.

Entonces entiendo todo de golpe y me siento flotar como un colibrí cuando le arranco los
velcros maquillados y le dejo la máscara colgando sin que levante un dedo para frenarme.

-Tiens -dijo el detective. -El huesudo que no soporta las porteras santas ni los canarios
poetas.

-Ni la fe en las brigadas de la alucinación -agrega accionando el proyector para que se


desprenda el destello sepulcral de la Dama de mis pesadillas.

Entonces Isabelino Pena agarró la capelina como si fuera un aro de quiosco de kermesse
y la tiró hasta embocarla sobre la calavera virtual mientras roncaba:

-Ya adiviné quién sos, paloma mía. DULCINEA DEL TOBOSO!!!! Mártir de los
adoradores del imperio ilusorio de la parca!!!! Hermosura contrahecha por las garras del
mundo!!!! Triste figura de la eternidad!!!!

Y el esqueleto se trasmuta ipso facto en la Beatriz floral y la veo caminar


impresionistamente ensombrerada por la cumbre del sol hasta que un resoplido del Bigote
me desguaza la espalda recordándome que ya debo pesar menos que un colibrí.

-Todo escrito, señores -gritó Isabelino Pena.

Y antes de asfixiarme alcanzo a saborear la LUX que sobrevuela la mitad de la cancha y


pienso en las pantallitas de los hombres saciados. Ronaldo sonrió.
1999 / 2000

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