El Preámbulo Constitucional

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES


MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL

"EL PREÁMBULO CONSTITUCIONAL: FUERZA NORMATIVA Y FUERZA IMPERATIVA"


TESIS DE POSGRADO

JOSE PABLO PACHECO SAMAYOA


CARNET 15192-09

GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, ENERO DE 2020


CAMPUS CENTRAL
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL

"EL PREÁMBULO CONSTITUCIONAL: FUERZA NORMATIVA Y FUERZA IMPERATIVA"


TESIS DE POSGRADO

TRABAJO PRESENTADO AL CONSEJO DE LA FACULTAD DE


CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

POR
JOSE PABLO PACHECO SAMAYOA

PREVIO A CONFERÍRSELE

EL GRADO ACADÉMICO DE MAGÍSTER EN DERECHO CONSTITUCIONAL

GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, ENERO DE 2020


CAMPUS CENTRAL
AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

RECTOR: P. MARCO TULIO MARTÍNEZ SALAZAR, S. J.


VICERRECTORA ACADÉMICA: MGTR. LESBIA CAROLINA ROCA RUANO
VICERRECTOR DE LIC. JOSÉ ALEJANDRO ARÉVALO ALBUREZ
INVESTIGACIÓN Y
PROYECCIÓN:
VICERRECTOR DE P. LUIS CARLOS TORO HILTON, S. J.
INTEGRACIÓN UNIVERSITARIA:
VICERRECTOR MGTR. JOSÉ FEDERICO LINARES MARTÍNEZ
ADMINISTRATIVO:
SECRETARIA GENERAL: LIC. FABIOLA DE LA LUZ PADILLA BELTRANENA

AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

DECANO: DR. HUGO ROLANDO ESCOBAR MENALDO

VICEDECANA: MGTR. HELENA CAROLINA MACHADO CARBALLO

SECRETARIO: LIC. CHRISTIAN ROBERTO VILLATORO MARTÍNEZ

NOMBRE DEL ASESOR DE TRABAJO DE GRADUACIÓN


DRA. CLAUDIA EUGENIA CABALLEROS ORDÓÑEZ DE BAQUIAX

TERNA QUE PRACTICÓ LA EVALUACIÓN


DR. EDGAR ORLANDO RUANO GODOY
MGTR. ANGEL ESTUARDO MENÉNDEZ OCHOA
MGTR. JOSÉ ROBERTO OVIEDO SOTO
Dedicatoria
A mi Dios.
A mis padres, Luis Arturo y Nancy.
A mis hermanos, Luis y Arturo.
A mis abuelos, en especial a Jose Jacinto Pacheco.
A mis mentores, Doctor Josué Felipe Baquiax y Doctora Claudia Eugenia
Caballeros.
A mi Alma Máter, la Universidad Rafael Landívar.
Responsabilidad: El autor es el único responsable del contenido y conclusiones
del presente trabajo.
ÍNDICE
RESUMEN .............................................................................................................. 2

INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 3

1. CAPÍTULO I: LA CONSTITUCIÓN COMO UN ÓRDEN DE VALORES .............. 4

1.1 Derecho natural y derecho positivo (reglas, principios y valores) .................. 4

1.2 Los principios constitucionales ..................................................................... 11

1.3 Categorías principios constitucionales ......................................................... 20

1.3.1 Los principios constitucionales institucionales ....................................... 22

1.3.2 Los principios constitucionales surgidos de la interpretación armónica de


dos o más disposiciones constitucionales. ..................................................... 24

1.3.3 Los principios constitucionales recavables de la propia legislación


ordinaria que los presupone ........................................................................... 28

1.4 Los valores superiores ................................................................................. 30

2. CAPÍTULO II: INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL ................................... 39

2.1 La interpretación jurídica .............................................................................. 39

2.2 Teorías y límites de la interpretación............................................................ 47

2.3 La interpretación constitucional .................................................................... 59

2.3.1 Características ....................................................................................... 60

2.3.2 Concepto ............................................................................................... 61

2.3.3 Métodos de interpretación constitucional ............................................... 65

2.4 La defensa de la constitución ....................................................................... 74

3. CAPÍTULO III: El PREÁMBULO CONSTITUCIONAL ....................................... 84

3.1 Antecedentes históricos ............................................................................... 84

3.2 Conceptualización ........................................................................................ 89

3.3 Funciones del preámbulo constitucional ...................................................... 98


3.3.1 Función de síntesis de la decisión política fundamental ........................ 99

3.3.2 Función de integración nacional .......................................................... 103

4. CAPÍTULO IV: FUERZA NORMATIVA E INTERPRETATIVA DEL PREÁMBULO


CONSTITUCIONAL ............................................................................................. 108

4.1 Fuerza interpretativa .................................................................................. 111

4.2 Fuerza normativa ....................................................................................... 120

4.3 Modulación constitucional .......................................................................... 129

4.4 Inconstitucionalidad de reformas constitucionales ..................................... 150

4.4.1 Poder de reforma y sus sujetos ........................................................... 152

4.4.2 Límites a la reforma constitucional ...................................................... 156

4.4.3 La inconstitucionalidad de las reformas constitucionales..................... 166

5. CAPÍTULO V: PRESENTACIÓN, DISCUSIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS


............................................................................................................................ 171

CONCLUSIONES ................................................................................................ 184

RECOMENDACIONES ....................................................................................... 185

REFERENCIAS ................................................................................................... 186

ANEXOS ............................................................................................................. 194


RESUMEN
Una nueva concepción del constitucionalismo ha cambiado el paradigma de las
normas constitucionales, segmentándolas en reglas principios y valores, esto ha
generado que su contenido abstracto se concretice mediante la jurisprudencia. El
preámbulo constitucional se posiciona como disposición de contenido axiológico que
necesita ser descubierto en su fuerza, sea interpretativa o normativa, lo que
permitiría utilizarlo como parámetro de interpretación y/o de control de
constitucionalidad. Se ha generado la ampliación de la materia de la constitución a
través de trasplantes como el bloque de constitutionalite francés y el control de
convencionalidad de la Corte Interamericana de Derechos Humanos promoviendo la
constitucionalización de una gran cantidad de normas, lo que, aunado a las leyes
constitucionales (sui generis), las reformas a la constitución, la jurisprudencia
nacional e internacional, etc., conforman un amplio catálogo (reglas, principios y
valores) que requiere ser esquematizado bajo una perspectiva interpretativa que
logre determinar el valor y preeminencia entre unas y otras. Esta investigación busca
identificar la fuerza normativa y/o interpretativa que asiste al preámbulo y los tipos de
normas constitucionales en Guatemala, estudiar su contenido axiológico y normativo,
y modularlas, con el fin de crear una gradación normativa constitucional que funcione
como parámetro en caso de conflicto entre estas.

2
INTRODUCCIÓN

El preámbulo constitucional es una parte medular de los textos constitucionales en


los que aparece reflejado, asimismo, sirve de base axiológica para el
constitucionalismo del Estado que lo consagra.
Como manera de manifestación, representa el sentimiento más profundo de los
constituyentes previo a desarrollar las bases políticas e ideológicas sobre las que el
Estado se apoyará; por ello, debe observarse de qué manera se ha manifestado y
qué representa, pues en algún caso podría ser una declaración de principios y
valores morales en un sentido estricto y, en algún otro, una memoria y alusión a las
conquistas de los mártires que dieron vida a un Estado constitucional que se dispone
a autorregularse. Así, otros más podrían ser una invocación del espíritu del pueblo en
un determinado momento histórico que sienta las bases morales de su desarrollo
como reglas inquebrantables hacia el futuro.
La investigación revelará la importancia de conocer el contenido sustancial de cada
preámbulo y su conformación por reglas, principios y valores, lo que permitirá
entender si sus disposiciones ostentan fuerza normativa frente a otras leyes o bien,
su fuerza vinculante es interpretativa y puede ser reflejada en la tarea hermenéutica
de la Constitución, todo ello para posicionarlo como una herramienta para dilucidar
conflictos entre normas constitucionales.
Asimismo, la investigación desarrollará qué es el preámbulo constitucional y de qué
manera han sido plasmados en varias constituciones lo cual será útil desde el
constitucionalismo para encontrar rasgos comunes, similares o diferencias
abismales; en ese sentido, se llegará a determinar la tarea del preámbulo consistente
en dar una visión del presente, del pasado y del futuro de un pueblo, lo que permitirá
categorizar su rango constitucional y determinar su fuerza interpretativa para modular
la jurisprudencia constitucional y su fuerza normativa como parámetro de
constitucionalidad para al momento de resolver conflictos entre normas
constitucionales.

3
CAPÍTULO I
LA CONSTITUCIÓN COMO UN ÓRDEN DE VALORES
1.1 Derecho natural y derecho positivo (reglas, principios y valores)

El derecho natural es considerado a través de la historia como el conjunto de rasgos


propios del ser humano, inherentes a su naturaleza y que vienen acompañados de
su propia existencia, ello en buena medida de la concepción divina de la existencia
del hombre, el cual, a través de los más antiguos filósofos se considera a sí mismo
como la creación racional perfecta. Ya lo mencionaban los pensadores griegos en
sus primeros postulados: la razón diferencia al hombre de los animales y su pasión,
por ello se ha considerado que el hombre –derivado de su naturaleza racional divina-
posee cualidades y sentidos propios que prevalecen ante otros seres y al final, frente
a los mismos hombres.

Así, el derecho natural como una concepción de valores intrínsecos de cada persona
debe entenderse como una manifestación propia de la humanidad de cada persona,
es decir, de la racionalidad que cada ser humano se presupone acarrea con su sola
existencia, pues se podría afirmar que aún y cuando no todos los seres humanos
crecen con un sentido moral estricto –respecto del respeto de la humanidad de los
demás-, todos poseen la capacidad de racionalizar –hablar y entender-, por lo que
las leyes naturales de convivencia y respeto que han sido plasmadas en principio por
las normas religiosas y en segundo plano por las normas morales surgidas en los
países mal-llamados civilizados (cristianos), marcan una guía de comportamiento al
ser humano, así como configuran un catálogo de derechos intrínsecos que le
pertenecen por el simple de hecho de ser persona y que se ha propugnado por su
reconocimiento escrito a través de sendos movimientos históricos; de lo anterior es
entonces que se considera que el derecho natural forma un conjunto de valores y
principios que pueden, o no, estar plasmados en reglas legales o positivas, pues su
reconocimiento corre paralelo al propio de la humanidad de las personas y subsiste
sin estar textualizado, a diferencia del derecho positivo, por ello es que resultan más

4
relevantes, incluso, que aquellos textualizados o normativizados, pues configuran la
esencia subjetiva que da vida a los derechos objetivos.

Al respecto del derecho positivo, que resulta resumirse en aquellas normas y/o reglas
que el hombre plasma en leyes, códigos o textos para observancia y cumplimiento
general, debe entenderse que dichas reglas son parámetros que guían el
comportamiento de las personas dentro de la sociedad, ya lo mencionaba Recaséns
Siches1, el derecho como vida humana objetivada busca desde su sentido más
amplio, regular las conductas sociales a través de premisas que constituyen
supuestos de hecho y conllevan consecuencias jurídicas, empero, ello no siempre
delimita que dichas reglas o normas tengan un cumplimiento en velación a algún
derecho humano, pues únicamente buscan regular, así es que las mismas se
vuelven reclamables ante la jurisdicción, pues en principio son normas de
cumplimiento obligatorio para los ciudadanos, a diferencia de los principios –derecho
natural-, que son normas de carácter moral y a veces religioso que pueden o no estar
contenidas en algún tipo de texto o ley, pero que esto no les vuelve reclamables ante
la jurisdicción ordinaria.

Ahora bien, a partir de la expedición del neo constitucionalismo y mejor llamado,


post-positivismo, en el cual los jueces tienen un papel más relevante como legislador
negativo e integrador del derecho, los principios se han vuelto cada vez más
reclamables cual si fueran normas o reglas contenidas en las normas ordinarias,
pues a partir que las constituciones han plasmado principios y valores en sus textos
han revalorizado el carácter humano del derecho y han dotado al juez de normas
naturales –principios y valores- para usarlos como herramientas ya no solo
hermenéuticas sino como propias normas prevalentes erga omnes.

Gustavo Zagrebelsky examina la dicotomía entre derecho positivo –reglas y normas-


versus derecho natural –principios y valores- con estas palabras:

1
Recansens Siches, Luis. Vida humana, sociedad y derecho. Fundamentación de la filosofía del
derecho, México, Ed. La casa de España en México, 1939, p. 37.

5
«Las reglas nos proporcionan el criterio de nuestras acciones, nos dicen cómo
debemos, no debemos, podemos actuar en determinadas situaciones
específicas previstas por las reglas mismas; los principios, directamente, no
nos dicen nada a este respecto, pero nos proporcionan criterios para tomar
posición ante situaciones concretas pero que a priori aparecen
indeterminadas. Los principios generan actitudes favorables o contrarias, de
adhesión y apoyo o de disenso y repulsa hacia todo lo que puede estar
implicado en su salvaguarda en cada caso concreto. Puesto que carecen de
«supuesto de hecho», a los principios, a diferencia de lo que sucede con las
reglas, sólo se les puede dar algún significado operativo haciéndoles
«reaccionar» ante algún caso concreto. Su significado no puede determinarse
en abstracto, sino sólo en los casos concretos, y sólo en los casos concretos
se puede entender su alcance».2

Las reglas y los principios se diferencian básicamente por la forma en que pueden
hacerse reclamables en el mundo jurídico, por lo que se entiende que las reglas
dejan fuera todo tipo de interpretación hermenéutica principialista, es decir, a través
del estudio de ellas no es dable encontrar sentidos que no sean los estrictamente
plasmados por el legislador en su creación por el principio de legalidad que remite a
que los jueces deben aplicar figuras jurídicas previamente establecidas en las leyes,
aplicación que variará dependiendo el caso concreto y será interpretada conforme a
los parámetros que la ley consigna para hacerlo, pero que no deja margen de
integración para lo que la propia norma no ha contemplado como premisa de
supuesto de hecho y su consecuencia jurídica; diferencia clara con los principios y
valores morales aun y cuando apareciesen plasmados o no.

La única forma de dotarles de un cuerpo de interpretación es a través del caso


concreto, en su aplicación práctica sobre circunstancias en las que las normas

2
Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, trad. de Marina Gascón, Madrid,
Trotta, 2003, 5ª Edición, pp. 110-111.

6
legales o reglas no tienen el alcance necesario y suficiente para satisfacer el
espectro jurídico sujeto a litigio, o bien, cuando existen contradicciones o antinomias
entre las propias reglas, sobre las cuales debe atenderse a la subjetividad de uno u
otro principio o valor que digiera la aplicación real y más adecuada conforme a la
naturaleza humana de quien recibe la aplicación de la decisión.

Cabe señalar que las constituciones como textos que encuadran un orden de reglas,
valores y principios, debido a su característica proclamadora del establecimiento de
un Estado de derecho, se han vuelto en verdaderos instrumentos hermenéuticos en
las manos no solo de los jueces constitucionales –en un sistema concentrado-, sino
que también en las manos de los jueces ordinarios, quienes al aplicar el control
constitucional difusamente deben tomar en consideración como primer parámetro
para interpretar las normas, su constitucionalidad, para posteriormente decidir si se
aplica o no en el caso concreto.

Del creciente y absoluto uso de la constitución como herramienta hermenéutica en


los casos concretos, debe advertirse que la misma tiene jerarquías también dentro de
su propio contenido, pues como ya se coligió anteriormente, las reglas y normas
provenientes de la constitución y consagradas en ella proveerán un parámetro
constitucional versus las leyes pantalla –aquellas que disminuyen el contenido
constitucional de una norma-, es decir, en la aplicación del caso concreto se velará
directamente por lo consagrado por la ley constitucional, sin embargo, la discusión
surge en los conflictos de normas constitucionales, cuando una regla o norma
constitucional colisiona con otra o bien con un principio o un principio colisiona con
otro y alguno debe prevalecer frente al otro; en los detallados casos se debe
establecer la preeminencia de uno sobre otro, atendiendo a distintos criterios
hermenéuticos que serán detallados más adelante, es por ello que señala
Zagrebelsky que:

«Según el punto de vista tradicional del positivismo jurídico, los principios del
derecho desempañan una importante función supletoria, integradora o

7
correctiva de las reglas jurídicas. Los principios operarían para «perfeccionar»
el ordenamiento y entrarían en juego cuando las otras normas no estuvieran
en condición de desarrollar plena o satisfactoriamente la función reguladora
que tienen atribuida (…) Sin embargo, si consideramos seriamente la
diferencia estructural entre los principios y las reglas, nos daremos cuenta de
la imposibilidad de reducir el alcance de los primeros a una mera función
accesoria de las segundas. Los principios –ya se ha dicho- no imponen una
acción conforme con el supuesto normativo, como ocurre con las reglas, sino
una «toma de posición» conforme con su ethos en todas las no precisadas ni
predecibles eventualidades concretas de la vida en las que se pueda plantear,
precisamente, una «cuestión de principio». Los principios, por ello, no agotan
en absoluto su eficacia como apoyo de las reglas jurídicas, sino que poseen
una autónoma razón de ser frente a la realidad».3

Realidad que en la actualidad neo constitucionalista que viven los Estados cobra
mayor vigor y hace que las constituciones se conviertan en instrumentos vivos de
interpretación de las normas y reglas tanto constitucionales como infra
constitucionales, tomando como base para interpretar los principios en ellas
recogidos, esto pues en principio aquellos son la voluntad del pueblo soberano
constituyente que se organizó para vivir en sociedad y procurar el bien común para
las personas, por lo que lejos de dejar fuera la concepción de que los principios
funcionan como meros accesorios de las normas debe decirse que las normas
actualmente juegan el papel de accesorios desarrolladores de los principios,
atendiendo a estos como mandatos de optimización.

Al respecto de la dicotomía entre reglas versus principios, expresa Ronald Dworking 4


que el ordenamiento jurídico no se agota en estándares que funcionan como reglas,
sino que en él es posible encontrar otros que operan como “principios, directrices
políticas y otros tipos de pautas”, a los cuales llamó genéricamente “principios”,

3
Ibíd. pp. 117, 118.
4
Dworking, Ronald. Los derechos en serio, Barcelona, Ed. Ariel S.A., 1995, p. 72.

8
dichos tipos de estándares jurídicos, o bien proponen objetivos que han de ser
alcanzados, o bien contienen exigencias de justicia, equidad o alguna otra dimensión
de la moralidad.

La posición de modulación entre la propia constitución es reforzada por Monroy


Cabra5, quien señala que la doctrina ha distinguido entre valores, principios y reglas
constitucionales y ha formulado, con base a precisiones de concepto, una teoría
sobre la existencia de un sistema de jerarquía normativa al interior de los textos
constitucionales; tal sistema jerárquico normativo dentro de la propia constitución, se
desarrollará en ésta investigación con el nombre de modulación constitucional, sin
embargo, desde un punto de enfoque distinto, atendiendo a la amplitud que el
espectro constitucional ha tomado desde la instauración del bloque de
constitucionalidad así como desde la perspectiva de las reformas constitucionales,
leyes categorizadas como constitucionales, etc.

Entendiendo la dinámica inicial de la jerarquización dentro de la propia constitución y


para definir cómo la doctrina delimita valores, principios y reglas desde un punto de
vista conceptual, los valores son considerados como normas abstractas y de tipo
abierto que orientan la producción e interpretación de las demás normas, y en tal
virtud fijan criterios de contenido para otras normas y por tanto prevalecen sobre los
principios y sobre las reglas6, los principios son normas que condicionan las demás
normas, pero tiene un grado mayor de concreción y eficacia, teniendo por sí mismo
carácter normativo, por tanto los valores son más abstractos y abiertos que los
principios7, aun y cuando siguen perteneciendo a la categoría genérica principialista
y axiológica, y por último, Luciano Parejo en cuanto a las reglas define que son
disposiciones jurídicas en las que se define, en forma general y abstracta, un
supuesto de hecho y se determina la consecuencia o consecuencias jurídicas que se
derivan de la realización del mismo; una disposición, pues, derechamente construida

5
Monroy Cabra, Marco Gerardo. La interpretación constitucional, Bogotá, Ed. Librería Ediciones del
Profesional, 2013, 3ª Edición, p. 41.
6
Parejo Alfonso, Luciano. Constitución y Valores del ordenamiento, Madrid, Ed. Universitaria Ramón
Areces, 1990, p. 122.
7
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 41.

9
para regular u ordenar de forma directa la vida humana, la realidad social 8,
estableciéndose las diferencias entre reglas y principios y valores en la idea noción
del grado de concreción de la norma, bajo la idea principal –citada ut supra- que las
reglas son de aplicación directa, mientras que los principios y valores (que serán
diferenciados más adelante), constituyen norma de normas.

Sobre la distinción entre reglas y principios y valores, Alexy señala que:

«… Las reglas son normas que, cuando se cumple el tipo de hecho, ordenan
una consecuencia jurídica definitiva, es decir, cuando se cumplen
determinadas condiciones, ordenan, prohíben o permiten algo definitivamente
o autorizan definitivamente hacer algo. Por lo tanto pueden ser llamadas
“mandatos definitivos”. Su forma de aplicación característica es la subsunción.
En cambio, los principios son mandatos de optimización. En tanto tales, son
normas que ordenan que algo se realice en la mayor medida posible, según
las probabilidades fácticas y jurídicas. Esto significa que pueden ser realizadas
en diferente grado y que la medida de su realización depende no solo de las
posibilidades fácticas sino también jurídicas. Las posibilidades jurídicas de la
realización de un principio están determinadas esencialmente, además de por
las reglas, por los principios opuestos. Esto significa que los principios
dependen de y requieren ponderación. La ponderación es la forma
característica de la aplicación de los principios…».9

Tal autor plantea un dilema en la aplicación de principios, sin hacer diferenciación


entre valores y principios, categorizándolos como una sola rama; de esa cuenta,
plantea la ponderación como el aliviador de tensiones entre ellos y disolvente de
antinomias espirituales axiológicas que puedan existir entre contenidos
sustancialmente imposible de diferenciar bajo una interpretación común y corriente.

8
Parejo Alfonso, Luciano. Temas Básicos de Derecho Constitucional, Tomo I, Madrid, Ed. Civitas,
2001, p. 38.
9
Alexy, Robert. El concepto y la validez del Derecho, Barcelona, Ed. Gedisa S.A., 1994, p. 75.

10
A medida que se dilucida el dilema categórico entre reglas y principios y valores, se
hace evidente que la relación de unos con otros se ve afectada por la concretización
con la cual unos nace y la apatía objetiva con la que otros nunca ven la luz en el
plano fáctico y jurídico, para lo cual debe abordarse específicamente desde el punto
de vista constitucional, las categorías de principios –genéricamente- constitucionales
que existen, ello pues, después de haber establecido la diferencia entre el derecho
positivo y el derecho natural y cómo su respectivo contenido –reglas y normas versus
principios y valores- se aplican en la actualidad, las primeras como propias normas
reguladoras y los segundos como parámetros hermenéuticos y mandatos de
optimización de las primeras, se deben de desarrollar únicamente los principios y
valores constitucionales, enfocándonos en los plasmados en los preámbulos
constitucionales, vistos estos como el cenit de la voluntad soberana de los pueblos al
autorregularse constitucionalmente.

1.2 Los principios constitucionales

Podríamos partir de la concepción que Robert Alexy nos brinda sobre los principios
como mandatos de optimización10, sin embargo, dicha analogía únicamente refiere
un aspecto de lo amplio en que los principios se han convertido en la actualidad con
la renovación del constitucionalismo, así, los principios partieron de ser simples
premisas proclamadas en algunos textos para formar parte fundamental (si no la más
importante) tanto de los textos constitucionales como de otras normas de inferior
rango.

De una manera general, un principio es un concepto fundamental sobre el que se


apoya un razonamiento; yendo más a fondo, los principios jurídicos son cláusulas de
derecho condensado que no tienen la misma estructura de las reglas, aunque están
dotadas de significado jurídico externo e interno: externo, porque hacen parte del
ordenamiento jurídico, se han incorporado al derecho positivo porque le dan sentido

10
Alexy, Robert., Teoría de los Derechos Fundamentales, Trad. de Ernesto Garzón Valdés, Rev. por
Ruth Zimmerling, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993, p. 22.

11
a éste; pero además, tienen un significado interno por sí mismos, un contenido
jurídico relativamente preciso, aceptado convencionalmente por la comunidad
jurídica.

Hoy en día, la concepción que versó sobre que los principios eran declaraciones
programáticas, que solo se hacían obligatorias o cumplibles en caso de encontrar
desarrollo en reglas de aplicación directa (normas), ya no se apega a la realidad;
más aún, con la incursión de la interpretación naturalista del derecho que cobró
vigencia desde el papel activo de los jueces en el Estado constitucional, los principios
son una pauta ineludible de interpretación por la simple razón de pertenecer al
diseño constitucional, pero también debe determinarse si les asiste fuerza normativa,
la cual no siempre puede determinarse por sí misma en la aplicación de un caso
concreto, pero tampoco impide que su realización se lleve a cabo en la vía directa de
aplicación en las tensiones que surjan entre normas constitucionales; en principio, tal
fuerza normativa dependerá de la concretización que cada principio pueda tener en
el plano fáctico y jurídico, y tal concretización dependerá a su vez de la categoría de
principio constitucional de que se trate según sea su contenido moral, jurídico o
religioso.

En otra concepción, los principios constitucionales son aquellos fundamentos


filosóficos y morales que están impresos en las normas o reglas textuales que se
engloban dentro de las constituciones actuales o bien, que están contenidos en los
preámbulos que dieron vida a dichos textos constitucionales, ello por el hecho que
resultan ser la fundamentación histórica y su vez teleológica de la existencia de las
normas o reglas que anteceden o preceden según sea el caso.

Más allá de tal concepción, los principios según sea su contenido dentro del orden
constitucional pueden ser considerados normas, ello por la magnitud de mandato que
reflejan como hilo conductor de todo el desarrollo normativo constitucional, asimismo,
porque los principios por ser preceptos de mandato, condicionan a las demás
normas, pero con mayor grado de concreción, pues alcanzan proyección normativa o

12
reflejo legal a través de la realización de su subjetividad mediante supuestos de
hecho contenidos en reglas, también los valores –como principios- por su contenido
axiológico irradian de manera indirecta el ordenamiento jurídico y marcan el sendero
a seguir en la garantía y aplicación de los derechos constitucionalmente reconocidos,
vía que debe ser la más expedita para evitar el efecto pantalla que, como ya se
relacionó, disminuye la plena efectividad de los derechos naturalmente reconocidos
por las constituciones y aquellos que se integran a ella de diversas formas, pudiendo
llegar hasta suprimirlos en determinados casos.

En diversas ocasiones, los principios pueden ser hallados dentro de las


constituciones como expresiones solitarias y apáticas esperando a ser usadas e
interpretadas para dar vida filosófica a alguna norma o regla, y en otras, los principios
están inmersos en las propias normas o reglas pues están detallados dentro de ellas
y en tanto obligan a que la interpretación de dicha norma sea desde la perspectiva
estricta que detalla el principio, verbigracia, el principio pro persona consagrado en el
preámbulo constitucional guatemalteco encuentra su sueño en todo el ordenamiento
constitucional al no ser objetivizado por norma alguna, más aún, al ser desplazado
en los fines del Estado por el bien común, en una antinomia evidente y
aparentemente insignificante e inofensiva, pero que en el caso concreto podría llegar
a ser piedra angular de un conflicto constitucional que debería resolverse mediante la
ponderación de un principio-valor vs una norma-regla; en el segundo caso, en que el
principio constitucional encuentra su realización objetiva a través de estar inmerso
dentro de la propia norma o regla, se encuentra el principio-valor de la supremacía
constitucional, clave básica para el desglose y funcionamiento del ordenamiento
general, que tanto se afianza como manifestación de derecho fundamental como
principio de funcionamiento del sistema judicial instaurado por la constitución
guatemalteca.

13
Los principios constitucionales pueden ser clasificados en implícitos y explícitos 11;
son principios constitucionales explícitos, por remisión expresa los que forman parte
del ordenamiento jurídico por alusiones efectuadas a través del constituyente, por
ejemplo, el principio de justicia social relacionado a la salud pública y asistencia
social, a través del cual el texto constitucional manda a observar disposiciones de
tendencia social y empaña el derecho a la salud como bien público tendiente a
alcanzar a todos por igual; en otro sentido, los principios constitucionales implícitos
se extraen de enunciados presentes en el ordenamiento jurídico, son normas de
mandato que se derivan de enunciados contenidos en la constitución, así, son
aquellos que derivan de una interpretación armónica y sistemática del texto
constitucional, por ejemplo, el principio pro actione que deriva de la informalidad que
la constitución avala en la presentación del recurso de casación para los condenados
a muerte, tal principio, si bien es cierto fue desarrollado por jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, puede hallarse fácilmente de la enunciación
de mecanismos en favor de la acción cuando la vida esté en riesgo.

Para entender la dinámica entre principios y normas como manifestaciones


plasmadas en los textos constitucionales, se debe hallar sus diferencias y cuestiones
comunes, se debe contextualizar en qué difieren unos de otros y en qué pueden ser
concebidos juntos, ello pues, la distinción entre reglas y principios generó un cambio
en la concepción del constitucionalismo clásico a un nuevo constitucionalismo en el
cual los derechos adquieren un carácter fundamental a partir, entre otros aspectos,
de las garantías materiales para su protección efectiva, que exigen del intérprete
constitucional instrumentos para la interpretación de los principios a través de los
cuales se provoca esta protección12.

El nuevo constitucionalismo o post positivismo, exige de los intérpretes judiciales


directos –jueces- examinar cada caso concreto teniendo a la vista los valores

11
Quinche, Manuel Fernando. Derecho Constitucional Colombiano. De La Carta de 1991 y sus
Reformas, Colombia, Editorial Temis, 2015, 6ª Edición, p. 46.
12
Molinares Hassan Viridiana y Abraham Bechara Llanos. “Entre la interpretación y la norma: la tasa
razonable de justificación constitucional”, Revista de Derecho, no. 48, Colombia, Universidad de
Cartagena, 2017, pp. 163-188.

14
subjetivos e inmateriales que fungen el derecho objeto a aplicar, tanto es esto, que
una interpretación vaga y consistente en la mera subsunción de conductas en
normas jurídicas ya no es vista como manifestación de la tutela judicial efectiva que
le asiste a las partes intervinientes en cualquier proceso judicial, más bien, se espera
del realizador del derecho objeto una tarea de acoplamiento de las normas jurídicas
con los principios intrínsecos que pueden asistir en determinado caso a cada parte
que comparece ante su jurisdicción, extendiendo el actuar de los jueces a un campo
sumamente complicado y sobretodo, peligroso, al volverlo moldeador del derecho,
entendiendo como derecho no solo a las fuentes del derecho tradicionales sino a
todo pilar fundamental, realmente vinculante y obligatorio mediante el cual el juez
está adscrito a interpretar y crear el derecho.

Siguiendo con la búsqueda del espíritu de los principios constitucionales y la razón


de ser que los diferencia de las normas legales o reglas, se debe partir de su
importancia como modelos hermenéuticos por defecto de las normas de aplicación
directa, también existen otras diferencias no tan filosóficas como la referente a las
garantías fundamentales como su razón de ser y la materia pura y abstracta que
tanto norma y regla trata a diferencia de la destinada a ser objeto de los principios,
así lo explica Alexy y Bernal, citados por Molinares y Bechara:

«… Así es como “el punto decisivo para la distinción entre reglas y principios
es que los principios son normas que ordenan que se realice algo en la mayor
medida posible, en relación con las posibilidades jurídicas y fácticas” (Alexy,
1988, p. 143). Otra diferencia entre reglas y principios está dada en que las
reglas, como primer tipo de normas, obedecen a la lógica de la subsunción, al
modelo del silogismo jurídico, y estas se aplican de la manera “todo o nada”;
es decir, no precisan una ajustada interpretación a las posibilidades fácticas
del caso concreto, sino que, en caso de conflicto, se aplicará una ley, y la otra
se eliminaría o se apartaría del sistema jurídico. Mientras que los principios,
como el segundo tipo de normas, obedecen a la lógica de las colisiones, ya no
expresadas en condiciones de conflicto entre una y otra norma como las

15
reglas, sino como relaciones de tensión entre una y otra norma de condición,
como cuando a su vez algo está permitido en cuanto a su condición hipotética,
y a su vez algo está prohibido debido a esa condición de las posibilidades.
Esto lo explica Bernal (2003) así: “Para establecer esa mayor medida posible
en que debe realizarse un principio, es necesario confrontarlo con los
principios opuestos o con los principios que respaldan a las reglas opuestas”
(p. 226). De acuerdo con lo anterior, los principios se enmarcan, en el modelo
de las circunstancias fácticas y jurídicas, a un nuevo modelo de interpretación
y argumentación jurídica, con especial relación a las decisiones que resuelven
colisiones, determinadas por la fórmula de las condiciones de posibilidad. Lo
que provee a los principios, como instrumentos para la concreción de los
derechos fundamentales, es que actúan como valor fundante del Estado
constitucional de derecho».13

Estas explicaciones, dan claridad sobre parámetros y criterios hermenéuticos


asignados a cada principio constitucional, pues se puede distinguir que los principios
funcionan a medida que la norma o regla no puede suplir la necesidad del caso
concreto, habiéndose ya señalado que las normas y reglas establecen los clásicos
silogismos jurídicos de aplicación abstracta y general es menester que el intérprete
constitucional encuentre cuáles principios y en qué medida se encuentran contenidos
o respaldan la norma o regla que se encuentra en aplicación o conflicto,
contraponiendo una con otra y a su vez, extrayendo los principios que la inspiraron,
inspiran y a los que aspira –valores superiores- para poder en un ejercicio de
ponderación encontrar cuál prevalecerá sobre el otro, atendiendo a la idoneidad,
necesidad, adecuación o bien proporcionalidad que uno u otro pudiese tener en el
caso concreto y concluyendo qué norma se aplicará por sobre la otra en discordia.

Ahora bien, resulta indispensable para la materialización de la fuerza normativa


asignada a los principios, establecer la diferencia entre estos y los valores
constitucionales; de esa cuenta, Quinche cita a la Corte Constitucional colombiana

13
Ibíd., pp. 168-169.

16
en cuanto a que los valores no alcanzan el valor normativo del principio, pero sin
embargo dictaminan el camino que habrá de seguir el Estado frente a su
organización funcional, en tanto que también delimita al Juez para que aplique la
norma de tal manera que uno y otro sean congruentes14; tal escenario planteado
resulta peculiar pues coloca a las normas como operativizadoras de los principios,
pero que en determinado momento a través de la interpretación judicial pueden
colisionar con estos mismos, arbitrando el camino entre normas y principios, los
valores constitucionales, es decir, sirviendo como una guía general que aun y cuando
no posean fuerza normativa, marcan el camino de aplicación directa de normas y
principios para la realización de la voluntad constitucional inicial.

Es menester establecer las más importantes diferencias entre unos y otros, entre
principios y valores constitucionales; la primera y más importante, derivada de la
fuerza normativa argüida que poseen es que los principios son normas y los valores
son fines jurídicos; asimismo, los principios son específicos, mientras que los valores
son generales, esto es, porque los principios se encuentran expresamente señalados
ya sea implícita o explícitamente y los valores constitucionales funcionan como el
fondo que da contenido al direccionamiento de cada principio como norma
constitucional.

En cuanto a los principios y su determinación como normas constitucionales,


Quinche15 señala cuatro características principales a relucir:
a) Son verdaderas normas que contienen mandatos obligatorios y exigibles de
modo inmediato.
b) Son normas de carácter general, aplicables al universo de casos y sin
restricción por especialidad jurídica. (Inocencia, justicia social, irretroactividad)
c) Normas que deciden los casos difíciles o complejos.
d) Sus conflictos son resueltos por ponderación.

14
Quinche, Manuel Fernando. Óp. Cit., p. 46.
15
Ibíd. p. 47.

17
Por su parte, los valores constitucionales son conceptos puramente axiológicos, no
encuadran en ellos motivos procesales como el principio pro actione o como el
principio de inocencia en materia penal y tributaria, sino que responden al criterio de
lo que puede ser calificado como lo bueno o lo mejor para el ser humano como
centro del Estado constitucional de derecho.

Estos se desenvuelven en el campo de la moral y responden a una tradición


naturalista que contrapone la maldad de la bondad o la valentía de la cobardía,
diferenciando los valores de los antivalores por la cantidad de moral impresa en cada
uno de ellos; entre tanto, los valores constitucionales, es decir, todo lo que está bien
desde un punto de social e idiosincrásico, son señalados dentro del catálogo
axiológico que se deriva de la voluntad del constituyente para con su texto
constitucional, o sea, son las preferencias acogidas por el poder constituyente y
señaladas como prioritarias y fundamentadoras para todo el desarrollo jurídico de
convivencia social; representan la base moral sobre la cual una sociedad dispone a
organizarse y al final, dan sentido y finalidad tanto a principios entendidos como
normas, como a las reglas como normas propiamente dichas.

Para Pérez Luño16, los valores constitucionales configuran las opciones ético-
sociales básicas que deben presidir el orden político, jurídico, económico y cultural
de un Estado, tal tarea es vista desde una triple dimensión:
a) Sirven de fundamento al conjunto de disposiciones e instituciones
constitucionales, al ordenamiento jurídico en su conjunto;
b) Orientan ese mismo orden jurídico hacia unas metas o fines
predeterminados que hacen ilegítima cualquier norma que persiga fines
distintos o que obstaculice la consecución de los que están enunciados en el
sistema axiológico constitucional y,
c) Ejercen una función crítica en cuanto sirven de criterio o parámetro de
valoración para medir la legitimidad de los diferentes hechos y conductas.

16
Pérez Luño, Enrique. Derechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución, España, Ed. Tecnos,
12ª Edición, p. 288.

18
Puede decirse que, a diferencia de los principios, los valores sólo tienen de jurídico
su significado externo: el hecho de que estén mencionados en la constitución,
mientras que los principios son normas jurídicas porque hacen parte de la
constitución.

Fuera de ese contexto pueden tener un significado muy diferente, ya sea moral,
filosófico o religioso dependiendo del ámbito en el que aparezcan insertos, como por
ejemplo, cuando se habla de igualdad de los hombres ante la ley, el valor igualdad
tiene un significado jurídico constitucional; contrario de hablar, por ejemplo, de que
todos los hombres son iguales ante los ojos de Dios, donde el valor igualdad tiene
matiz religioso.

Debe concluirse en que los principios y valores constitucionales como categoría


general que incluye tanto principios como valores, funcionan como soporte axiológico
y filosófico de las normas jurídicas en general y de la norma constitucional en lo
particular, gravitan la arquitectura constitucional de manera perenne pues informan la
interpretación de toda la normativa, así como son utilizados de manera directa solo
en caso de que la propia norma lo contenga y así lo disponga, empero, resulta difícil
encontrar casos en que la aplicación de uno de ellos en abstracto y de manera
directa sea viable, claro está, por la subjetividad que ello conlleva y los límites que la
legalidad –como principio- impone; ergo, tal aplicación solo resulta para algunos
recomendable en caso de conflicto entre normas constitucionales, esto pues, tales
normas tienen un alto contenido axiológico y, aun y cuando no lo reflejen, en el caso
de normas funcionales o estructurales deben tenerlo e irradiarlo.

Tal contenido axiológico y filosófico de cada norma constitucional es en esencia un


principio o un valor, dotado de importancia en mayor o menor medida de por los
antecedentes de esa norma y la historia fidedigna que motivó su creación e incursión
dentro del espectro constitucional, de la frontera jurídica que protege a través de su
existencia o bien, del contenido de derechos fundamentales que promueva; estos
tres elementos pueden ser considerados como medidores del contenido axiológico
19
de una norma constitucional y que servirán como base para el ejercicio de flexibilidad
entre principios y valores que puedan llegar a colisionar, pues en efecto, debe
elegirse uno por sobre otro.

Ahora bien, existen principios y valores transparentes que permanecen inertes pues
no tienen cuerpo normativo que refleje su estructura, pero que subsisten en las
razones propias que motivan la creación de las normas constitucionales, tal es el
caso de principios (principios y valores) que sustentan el preámbulo constitucional,
que al no poder ser objetivizado como norma o regla de manera directa debe
conformarse con su alto contenido axiológico, pero que subsiste por sí solo y no solo
es la esencia filosófica de todo el texto constitucional, sino que es el combustible que
permite que los principios que sí aparecen operativizados en las normas
constitucionales funcionen de manera correcta.

Es el caso, que los principios como categoría axiológica general entenderán su


funcionamiento a partir del contenido espiritual que contenga cada uno de ellos, ello
pues, existen algunos que al ser principios implícitos o explícitos pueden ser
objetivizados y, por ende, llevados al ejercicio de tensión interpretativa y de
aplicación normativa puramente, mientras que aquellos otros que traspasan el campo
de la moral, es decir, los principios valores, únicamente pueden ser utilizados como
espejo interpretativo y de aplicación de la norma constitucional (sea principio o regla).

1.3 Categorías de principios constitucionales

Habiendo establecido las diferencias principales entre normas y reglas versus


principios y valores, así como establecido de manera genérica qué son los principios,
sus componentes más básicos y la subdivisión, debe traerse a colación la
clasificación en cuanto a los principios como categoría general; para ello, deben
definirse qué categorías de principios constitucionales existen, o más bien, cuáles
reconocen algunos doctrinarios como parte del espectro axiológico constitucional.

20
En cuanto a los principios constitucionales en sentido general, algunos autores han
señalado que estos son aquellos que, incluso, están implícitos en las normas
constitucionales y que, en ocasiones, no se pueden nombrar; mientras tanto, otros
autores han reducido a los principios constitucionales como principios generales del
derecho, pues engloban su mayoría en manifestaciones casi abstractas y subjetivas,
tales como la justicia, la igualdad, etc., sin embargo, para llegar a un análisis un poco
más profundo del que ya muchos autores han hecho, otros han categorizado los
principios constitucionales a manera de hallar el espíritu filosófico de cada uno, con
la mira de poder utilizar dicha categorización al momento de aplicar la
proporcionalidad en el caso concreto de colisión entre ellos.

Rubén Hernández Valle señala que existen tres categorías de principios


constitucionales, los principios institucionales, los que se derivan a la interpretación
armónica de dos o más normas constitucionales y los implícitos o presupuestos por
la legislación ordinaria.17

Dicha categorización no es definitiva y ha variado con la inclusión de nuevos


modelos de principios y sobretodo, como parte de la incursión del neo
constitucionalismo en las sentencias interpretativas multinivel, lo mismo fue palpable
en la propia constitución del Estado mexicano, la cual fue reformada en dos mil once
con motivo de incluir sendos principios constitucionales para hacerlos reclamables
ante los órganos jurisdiccionales y utilizables como parámetros hermenéuticos de la
propia constitución y demás normas, verbigracia el principio de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad, progresividad, pro personae, de interpretación
conforme; tal conceptualización de principios no es exclusiva en México, sino que
cada vez son más Estados los que plasman sus bases ideológicas y hermenéuticas
en sus textos constitucionales; ahora bien, dicha inclusión de principios y cambios en
la categorización, no excluyen que se analicen las tres categorías citadas por

17
Hernández Valle, Rubén. Los Principios Constitucionales, San José, Escuela Judicial Corte
Suprema de Justicia de Costa Rica, 1992, pp. 7-12.

21
Hernández Valle, pues para lo que incumbe a la presente investigación, es decir,
hallar la fuerza normativa e interpretativa de lo estipulado por el preámbulo
constitucional –de contenido axiológico-, se partirá de la trascendencia de los
principios y valores morales consignados o no en los textos constitucionales y para
ello, buena manera resulta categorizarlos.

1.3.1 Los principios constitucionales institucionales

Al respecto de estos, es importante señalar antes de desarrollarlos, que los principios


institucionales en su mayoría van acompañados a una norma o regla, es decir, se
encuentran expresamente consignados en las constituciones, ello pues, por su
naturaleza revelan la organización estatal y los fines de la sociedad organizada a
través de su pacto político; Hernández Valle define los mismos de la siguiente
manera:

«Los denominados principios institucionales constituyen las fuentes supremas


del ordenamiento y, por consiguiente, se encuadran dentro de una categoría
típica de hechos normativos. Tales fuentes se manifiestan no en actos que
expresan una voluntad normativa, sino más bien en opiniones y convicciones.
Por ejemplo, la convicción sobre la existencia misma de los elementos y
caracteres idóneos para individualizar al Estado y, por lo tanto, su
ordenamiento; sobre la necesidad de interpretar éste último según los cánones
de la gramática y de la lógica; sobre la necesidad de reconocer a la autoridad
constituida, etc.».18

Cabe hacer mención que los principios constitucionales institucionales tal y como los
conceptualiza el citado autor, constituyen aquellos pilares fundamentales que aún y
cuando no estén definidos, forman parte de los hechos normativos del Estado, es
decir, de su organización, por lo que se refiere a aquellos dogmas que han dado pie
a la constitución de la sociedad política a través del texto constitucional, y, aun

18
Ibíd., p. 8.

22
cuando, por ejemplo, la soberanía no esté expresamente detallada en la carta
fundamental, al momento de proclamar una República la convicción soberana de la
cosa pública está implícita en dicha declaración normativa.

También la Corte Constitucional italiana reconoce en su jurisprudencia 19 la idea de


que existe una jerarquía entre normas y normas de la misma constitución
(modulación constitucional) que permite en todo caso, establecer un orden de
preeminencia entre unas y otras, participando activamente como reguladores de
tensiones entre normativa constitucional los principios como categoría general que
incluye a los valores supremos del ordenamiento.

Ricardo Guastini20 señala que la Corte Constitucional italiana ha establecido los


llamados principios supremos del ordenamiento constitucional, que tienen un “valor
superior” respecto a las restantes normas de rango constitucional; de esa cuenta,
dichos principios no son en modo alguno susceptibles de revisión constitucional,
pues de hacerlo se atentaría contra la plataforma y la base idiosincrásica que motivó
la construcción de la constitución, por ejemplo, si se atentara en Guatemala en
contra del principio de no reelección presidencial o también conocido como
alternabilidad en el poder, el cual, protegido por normas pétreas, es decir,
irreformables, constituye un valor superior o principio supremo que, puede o no estar
descrito en una norma que lo contenga, pero que no puede ser alteado sin alterar la
infraestructura constitucional entera; los también llamados valores superiores serán
analizados detenidamente en el siguiente apartado, sin embargo, debe aludirse a
que se encuentran en la categoría de principios constitucionales institucionales.

Los principios constitucionales institucionales se subdividen en dos categorías, la


primera, que se relaciona con aquellos principios fundamentales que sirven como
interpretadores de normas en abstracto, sin los cuales todo el ordenamiento jurídico
positivo no podría desarrollarse, ellos son por ejemplo, el debido proceso, la

19
Corte Constitutizionale della Repubblica Italiana, Sentencia 125/88, 1988.
20
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional, México, Ed. Fontamara, 2013, 4ª Edición, p.
144.

23
irretroactividad de la ley, etc.; ahora bien, la segunda categoría responde al ejemplo
citado en prima facie, correspondiente a los principios institucionales puramente
hablando, es decir, aquellos que nacen de la organización del gobierno y que no
necesariamente deben estar plasmados en la constitución, así, la división de poderes
aún y cuando no se encuentre estrictamente detallada dentro del texto constitucional,
responde al modelo republicano de gobierno que sí lo está, por lo que dichos
principios resultan ser rezagos histórico-políticos de la realidad del pueblo que se
esté auto determinando a través de su constitución y resultan ser necesarísimos para
mantener una relación cordial entre la historia que ha llevado al Estado a ese
momento histórico y que a partir de allí (acto constituyente), lo definirá hacia el futuro
venidero, más aún, constituyen una barrera inquebrantable entre la idiosincrasia
constitucional y las reformas que puedan alterar la esencia de la voluntad del
constituyente.

1.3.2 Los principios constitucionales surgidos de la interpretación armónica


de dos o más disposiciones constitucionales

Siguiendo la estructuración hecha por Hernández Valle21 en su categorización de


principios constitucionales, se encuentra la segunda categoría aunque no menos
importante, empero, de otro tipo, pues esta se basa específicamente en cuanto a la
interpretación y a la fuerza hermenéutica de determinados principios en relación a
otros.

Para el citado autor ésta resulta ser la categoría de principios constitucionales más
desarrollada, más común y a su vez de mayor relevancia, ello porque los encargados
de modularla son los operadores judiciales, es decir, los jueces constitucionales y en
el panorama actual de aplicación de control de convencionalidad multinivel, todos los
órganos estatales en las resoluciones que dicten, pues la interpretación legal en
armonización a los principios constitucionales constituye un reflejo del alcance de

21
Hernández Valle, Rubén. Óp. Cit., p. 7-12.

24
estos, ya sea través de convencionalidad en los países que la aplican a viva voz o
bien, a través del propio alcance constitucional sobre las leyes pantalla que aplican
los jueces y funcionarios en forma directa.

Para ello, el sistema hermenéutico de interpretación variará, desde el efecto útil, el


lógico-sistemático o la proporcionalidad a través del triple test (desarrollado por el
Tribunal Constitucional Alemán), la finalidad de éste tipo de principio constitucional
es, sin duda, lograr la armonización entre ellos, pues no se trata de otorgar mayor o
menor valor a uno u otro, sino en el caso concreto hallar el prevalente sin que éste
disminuya o desaparezca al otro o bien, en el caso general, que la preponderancia
de uno sobre otro no cause un efecto ulterior a futuro, sino más bien, que a través de
la armonización sean rellenados todos los espacios, entendiendo ésta analogía como
sean cubiertos todos los derechos fundamentales o trasgredidos en su mínimo
posible.

Por último, es importante recordar que ésta categoría de principios constitucionales


pueden, al igual que la primera, estar enmarcados en el texto constitucional de
manera expresa o implícitamente, pues la garantía de su aplicación erga omnes la
provee el propio juez al fallar sobre ellos, al interpretarlos y dotarles de valor positivo
y normativo, situación que los convierte en normas fundamentales fácilmente
reclamables a través de las garantías constitucionales que prevea el propio texto
constitucional para reclamar cualquier otro derecho contemplado en ella.

Son varios los principios constitucionales surgidos de la interpretación armónica entre


normas constitucionales, sobre los cuales se ahondará en el capítulo respectivo, sin
embargo, se hará alusión a unos cuantos, en tanto sirvan para ilustrar ésta categoría
definida por Hernández Valle; el primero, aunque más discutido de ellos, es el de
supremacía constitucional; como corolario del sistema difuso de control constitucional
y como base del constitucionalismo moderno, dicho principio ha resultado incómodo
de aplicar luego de su surgimiento, especialmente al momento de que la propia
Constitución otorga rango constitucional a otras normas, lo cual en principio ya

25
parece una antinomia; pero el más importante dilema surgido de tal principio, que en
teoría funciona como armonizador, surgió de la categorización de las normas
internacionales en materia de derechos humanos como parte activa de la
constitución o más bien, como superior a ésta.

Tal dilema surgido de la supremacía constitucional, deviene de las bases de creación


del sistema constitucional que rige actualmente, ello pues, dentro del Estado
constitucional de derecho, todos los poderes públicos está vinculados por los
derechos y libertades, es así que, la ley puede regular su ejercicio pero con respeto
al “contenido esencial” del derecho reconocido en la Constitución22.

El diseño mismo del Estado constitucional de derecho se presenta no solo como un


ser sino como un deber que incorpora fines, valores, o exigencias sociales; de esa
cuenta Antonio Peña Freire, citado por Monroy Cabra, dice que el Estado
constitucional de derecho desde este punto de vista “podría ser entendido como un
conglomerado institucional con un sentido preciso, que es el proporcionado por los
fines, valores, exigencias o imperativos de su propio modelo normativo”; mientras
que del lado normativo es un modelo teórico con una fuerte carga axiológica y
valorativa que aspira a proyectarse y realizarse en los distintos órdenes jurídicos y
políticos existentes23; tal proyección y realización de fines compartidos por la
universalidad de Estados mediante documentos determinantes como la Carta de
Naciones Unidas o el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, han influido y más que
eso, han nutrido los ordenamientos constitucionales, permitiendo que el derecho
internacional de los derechos humanos se posiciones como luz guía de los
constituyentes.

Ahora bien, el dilema concreto en cuanto a la supremacía constitucional surgió al


momento en que Estados aportaron en su diseño constitucional, normas de apertura
o programáticas en cuanto a derechos humanos, dotando incluso –como en el caso

22
Jiménez Campo, Javier. Derechos fundamentales. Concepto y garantías, Madrid, Ed. Trotta, 1999,
p. 29.
23
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 187.

26
de Guatemala-, de preeminencia a los tratados internacionales en esta materia por
sobre el derecho interno, entendiendo sin rodeo interpretativo alguno, que cuando la
Constitución hace referencia a derecho interno incluye a su vez a su propio texto; por
lo que es palpable el dilema de un principio que prima facie como armonizador entre
normas y principios, pero que ahora necesita de otros tantos postulados axiológicos
para no caer en desuso por la colisión que pueda argüirse entre si debe primar el
derecho internacional de los derechos humanos –con rango constitucional- o la
propia constitución.

De esa cuenta, han surgido principios interpretativos y otros más de carácter


dogmático para intentar solventar la disfuncionalidad de la supremacía constitucional
como principio de principios; subsidiariamente y surgido como mecanismo de alivio
entre tensiones constitucionales, nació el principio de la efectividad constitucional,
también llamado del efecto útil, y que en palabras de La Fuente Balle, conforme a
esta regla, supuesta varias interpretaciones posibles de una norma subconstitucional,
se optará por la que en mayor medida favorezca la eficacia de la norma
constitucional. Y aun especialmente en el caso de las normas dogmáticas, es decir
de las reguladoras de derechos y libertades24; según este principio, la interpretación
cuando ocurre una aparente antinomia entre normas constitucionales y
subconstitucionales, debe estar encaminada a buscar la eficacia o efectividad de la
norma constitucional.

Este último principio ha sido utilizado en gran medida en las sentencias


interpretativas de los tribunales constitucionales, diseñando y, hay quienes reclaman,
mutando la constitución, con miras a que tenga un efecto útil y su existencia no se
torne irremediablemente inservible.

24
La Fuente Balle, José María. La judicialización de la interpretación constitucional, Madrid, Ed. Colex,
2000, p. 113.

27
1.3.3 Los principios constitucionales recavables de la propia legislación
ordinaria que los presupone

Como última categoría pero tampoco menos importante, Hernández Valle25


conceptualiza los principios constitucionales que nacen de leyes ordinarias con base
al principio de regularidad jurídica que desarrolló Hans Kelsen 26; éste último señaló
en su momento que toda norma debe ser regulada por una de superior jerarquía,
estableciendo que las leyes ordinarias debían ser reguladas por una norma
constitucional que les diera validez, al igual que éstas le daban validez a los
reglamentos que se encontraban por debajo de ellas en la pirámide normativa que
diseñó consecuentemente.

Ahora bien, en cuanto a lo que atañe a ésta categoría de principios constitucionales


seguida por Hernández Valle, no todos los posibles e ideales pueden ser
desarrollados ya sea expresa o implícitamente en el texto constitucional, pues estos
actos constituyentes responden a momentos históricos que ponen más o menos
interés a determinados asuntos dependiendo la importancia que tenga en ese
preciso momento para el pueblo soberano representado, por lo que, aquellos
principios que no han podido ser ni desarrollados ni conceptualizados, encuentran su
asidero en normas ordinarias que derivan de la ley fundamental, que por lógica han
sido promulgadas tiempo después del texto constitucional, pero que responden a una
necesidad surgida siempre de la propia voluntad y en con el aval de la norma
suprema (sin perjuicio de que surja una inconstitucionalidad posterior).

Estos principios, aún y cuando están contenidos en una norma ordinaria, no dejan de
ser menos constitucionales que los demás, pues su origen deviene de un mandato
de la ley suprema, empero, como su origen positivo es encontrado en una ley
ordinaria, la forma de constitucionalizarlos, es a través de su inclusión vía bloque de

25
Hernández Valle, Rubén. Óp. Cit., p. 7-12.
26
Kelsen, Hans. Teoría general del Estado, trad. de Legaz Lacambra, Barcelona, Ed. Labor, 1934, p.
34.

28
constitucionalidad, es decir, vía adecuación a un derecho fundamental, lo cual
arrojaría una nueva categoría de principios constitucionales.

Al respecto de esta categoría de principios constitucionales, son dos los que resultan
interesantes y que dan forma al recavar de los demás; el primero de ellos, al principio
normativo conservacionista, que en palabras más precisas versa sobre la presunción
de constitucionalidad que tiene el legislador ordinario en su actuar; es así, señala
José Ángel Marín27, que existe la presunción de adecuación constitucional de las
normas por el hecho de proceder de un poder público (poder constituido). Por tanto,
en ausencia de poderosas razones debe prevalecer la voluntad del legislador y por
tanto, el tribunal constitucional debe abstenerse de declarar inconstitucional algún
principio constitucional surgido de una norma ordinaria.

El otro principio interesante en cuanto a cómo se hace la nutrición de la axiología


constitucional proveniente también de las normas ordinarias, es el de favor
constitutione, según el cual, el juez constitucional tiene la obligación de buscar el
sentido de la ley que se ajuste más a la Constitución, si es que lo hubiere. Para esto
hay que considerar el preámbulo, los textos constitucionales y las normas que los
integran, y los principios y valores constitucionales. Asimismo, hay que integrar el
bloque de constitucionalidad no solo con las normas constitucionales así integradas
con principios y valores, sino con los tratados que reconocen los derechos humanos
y prohíben su limitación en estados de excepción28, tal integración, permite la
creación y la recavación de nuevos principios constitucionales desarrollados por una
amplia gama de disposiciones, todas dentro un amplio margen de constitucionalidad.

En conclusión, para continuar con el paso al tema central de la presente


investigación, o sea, determinar la fuerza normativa e interpretativa de las normas
contenidas en el preámbulo constitucional, es importante también resaltar la vida que
el bloque de constitucionalidad ha dado a los principios constitucionales de diversa

27
Marín, José Ángel. Naturaleza jurídica del Tribunal Constitucional, Barcelona, Ed. Ariel Derecho,
1998, pp. 84-85.
28
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., pp. 195-196.

29
categoría y que están dispersos en el mundo jurídico abstracto y materialmente en el
positivo, pues sin la posibilidad de acoplamiento de derechos fundamentales que
brinda la inclusión del bloque de constitucionalidad a nuestros ordenamientos, el juez
tendría que realizar una labor interpretativa más profunda –y discutida por excesiva-
de la que hace ya con la ayuda del bloque, a decir que, la creación jurídica de éste
último nació gracias a un preámbulo constitucional –principios y valores-, por ello
éste último forma tan interesante mezcla entre norma constituyente y principio de
interpretación constitucional.

1.4 Los valores superiores

Se han diferenciado ampliamente las reglas de los principios y valores como normas
constitucionales, estableciendo que estos últimos forman parte de una categoría
genérica conocida como principios constitucionales, y definiendo someramente cómo
funcionan y difieren unos de otros dentro de las normas axiológicas constitucionales;
necesario resulta, ahondar en los valores constitucionales, que son aquellos de
contenido programático teleológico destinados a la realización de los fines comunes
del Estado que los plasma, ahora bien, como normas constitucionales tienen un
significado ulterior, para lo cual se tomará el análisis específico en cuanto a una de
las categorías que integran estas normas constitucionales; estos son los valores
superiores, que son aquellos sine qua non del Estado en donde resultan plasmados,
es decir, son valores centrales que motivaron su creación o autodeterminación y que,
fuera de ser implícitos o explícitos dentro del preámbulo constitucional o de alguna
norma del texto mismo o, incluso, subconstitucional, forman parte esencial del
Estado constitucional y por ende, permean la aplicación de principios propiamente
dichos y de las reglas.

La palabra valor tiene varios sentidos, siendo el que interesa, el que la define como
la cualidad que poseen algunas realidades, llamadas bienes, por lo cual son
estimables; dicha pauta remite a la concepción de que los valores no tienen una
existencia tangible o material, sino que son percepciones razonables acerca de

30
determinadas cuestiones, sin embargo, estos pueden ser más palpables en
ocasiones que las propias normas.

Así, los valores desde un punto de vista filosófico, se consideran cuestiones de bien
o con sentido positivo, lo que en el mundo jurídico puede matizarse al grado de
entender un valor superior como un mal necesario.

Desde el punto de vista de normas sociales y jurídicas, señala Cuenca, que los
valores desempeñan tres tipos de funciones en la sociedad, por un lado, dan
coherencia y sentido al código de normas y modelos de la misma; en segundo lugar,
cohesionan psíquicamente a las personas y, por último, contribuyen a la integración
social de la comunidad29, es así, que el carácter de cada sistema de valores refleja
generalmente necesidades básicas del sistema social en el contexto político,
religioso, etc., pues reflejan la afectación que han provocado los cambios en las
condiciones de vida de los pueblos y que finalmente producen cambios en sus
valoraciones o en sus objetivos como comunidad organizada.

Señala Díaz Revorio, que el derecho, muy especialmente en los Estados


democráticos, se refleja ese sistema de valores de la sociedad, normalmente de
forma implícita. El valor jurídico de antonomasia es la justicia, que se entiende como
criterio que cabe utilizar para valorar el sistema jurídico, aunque existen también
otros conceptos con los que pueda evaluarse el derecho (por ejemplo, la libertad, la
igualdad o la seguridad), como señala Atienza, aunque también, partiendo de que los
valores han de servir de referencia crítica para el campo jurídico, se ha afirmado que
el orden de valores que fundamente las normas jurídicas ha de ser social, humano,
científico y dialéctico.30

29
Cuenca, Ángel. “Valor y Ley”, Revista de Estudios Políticos, no. 80, abril-junio, Madrid, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, 1993, p. 121.
30
Díaz Revorio, Francisco Javier. Valores superiores e interpretación constitucional, México, Ed.
Tirant lo Blanch, 2018, p. 38.

31
Tales valores superiores, redundaran la humanidad como centro de su análisis, pero
también establecerán un punto de partida social crítico sobre el cual se desarrollará
la base del ordenamiento jurídico, ello pues, de no hacerlo, se caería en una utopía
constitucional, intentando moldear y reflejar mediante el desarrollo constitucional,
valores que no son propios del pueblo que se autodeterminó mediante el instrumento
constitucional, y que, al no partir de sus intrahistoria, no podrá alcanzar los objetivos
deseados realmente.

Habiendo expuesto algunas diferencias en apartados anteriores entre los símiles de


principios y valores, ambos dentro de un rango axiológico, no está demás acotar una
serie de circunstancias que más allá de diferenciarlos, le dan sentido a cada uno,
claro está, se enfocará en determinar el sentido que tienen los valores
constitucionales.

Díaz Revorio, en un intento por clasificar los criterios diferenciadores, fue más a
fondo en la discusión y determinó como el primero de ellos, el mayor contenido ético
de los valores, frente al contenido político que ostentan los principios; como segundo
punto, determinó la eficacia que le asiste a cada uno, señalando que para los
valores, la doctrina que niega fuerza vinculante, reza que poseen una función
interpretativa, incluso llamándoles metanormas o normas de segundo grado, por no
ser eficaces en primer plano; como tercer criterio diferenciador, se establece la
función fundamentadora que ostentan los valores frente a los principios, ello pues
están legitimados desde una generalidad o abstracción.31.

Resulta claro que los principios y valores dentro de la categorización normativa


constitucional, cada vez se alejan en mayor medida, siendo la brecha principal que
separa uno de otro, la eficacia normativa que pudiera llegar a tener, sin embargo, ello
no impide que los valores superiores en determinado momento, sean incluso más
vinculantes frente al ordenamiento jurídico, pues su contenido como metanormas,

31
Ibíd. p. 113.

32
versa sobre la esencia de todo el ordenamiento y no sobre una rama específica o
aspecto singular.

Difícil tarea se tiene al intentar enumerar o clasificar cuáles son los valores
superiores que operan en la mayoría de ordenamientos constitucionales, y mucho
más aún, intentar definir cuáles son los valores superiores propios del Estado
constitucional guatemalteco; en una mirada general, pueden determinarse como
valores superiores de la mayoría de Estados de derecho, la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político; es así, pues estos fundamentan la mayoría de
circunstancias sobre las que se funda una República, sin embargo, la tarea de
determinar valores superiores pareciera sencilla desde la óptica de la Constitución
guatemalteca al observar los contenidos en el preámbulo constitucional, que refleja
de entrada a la persona humana y la familia como base de la sociedad, continuando
en el propio desarrollo del texto constitucional con los fines específicos instituidos en
los primeros artículos.

Pero interesante resulta al contraponer dichos valores superiores aparentes, frente a


otros contenidos más en la esencia de contenido de la constitución, como los son la
alternabilidad en el poder, la prohibición de reelección o el excesivo cuidado a la
libertad personal, valores que son producto de la situación y coyuntura histórica del
país al momento de promulgar el texto constitucional y que sin duda, configura las
razones expresas y el sentir auténtico del constituyente.

Como primer valor superior de todo ordenamiento, incluyendo el guatemalteco –al


aceptar al derecho internacional de los derechos humanos como superior al
ordenamiento interno-, es la dignidad de la persona humana.

La dignidad de la persona humana como valor superior, no solo funciona como el


centro de toda la actuación estatal, sino que es el fundamento moderno de los
derechos fundamentales, los cuales a su vez, son un pilar para el Estado
constitucional de derecho, sin los cuales, no puede concebirse como tal.

33
Ruíz-Giménez Cortés, citado por Díaz Revorio, comenta que la dignidad de la
persona humana como fundamento del orden político y la paz social, da idea de su
carácter esencial para el sistema constitucional, así como que menciona que la
dignidad ocupa un posición central y legitimadora (fundamental y fundamentadora)
en el ordenamiento jurídico.32

Es pues definitivo, a partir de la opinión del autor, entender que, aun y cuando la
dignidad de la persona humana no esté expresada como tal y más aún como un
valor superior dentro del texto constitucional, intrínsecamente fundamenta y legitima
todo el actuar del poder público, pues la propia constitución como instrumento,
funciona como límite al poder, límite ante el individuo en su naturaleza pura y llana,
es decir, limitado para invadir la esfera de la persona humana, por lo que, tal valor
superior está inmerso en todos y cada uno de los derechos fundamentales que están
desplegados en el texto constitucional o bien, en los que han sido recogidos
mediante el bloque de constitucionalidad, o han aparecido por ampliación hecha por
normas ordinarias; en conclusión, la dignidad de la persona humana ha sido
considerada por gran cantidad de textos constitucionales como valor superior de su
desarrollo y más importante, es la base actual del sistema universal de derechos
humanos, lo que la hace la manifestación concreta del desarrollo de los derechos
fundamentales en un Estado constitucional de derecho.

En evidente discordia entra la vida como un valor superior en la constitución; ya se


ha mencionado a la dignidad de la persona humana como fundante de todos los
derechos fundamentales que rodean la arquitectura constitucional, y así surge la
duda en cuanto a si la vida humana, diferenciándola del principio pro homine y pro
persona, claro está, resulta ser un valor fundamental al que aspira el Estado de
derecho; desde ese ángulo, muchos son los autores que colocan a la vida como un
bien jurídico constitucionalmente protegido, sin embargo, no le otorgan la calidad de

32
Ibíd. p. 126.

34
valor superior, ello pues, en el caso específico de Guatemala, el Estado sitúa a la
pena de muerte en el artículo 19 constitucional, contraponiendo intereses de política
criminal a un bien jurídico fundamental, pero que desde allí puede delimitarse
únicamente como eso, y no como un valor superior.

Existen a su vez otros valores superiores de categoría menos utópica e idealista


como la justicia, la equidad, etc., estos son aquellos valores superiores sobre los
cuales se ha fundado el Estado y que mantienen a su estructura funcionando incluso
antes de la reformulación que puede significar adoptar una nueva constitución.

Peces-Barba considera que estos valores superiores se configuran como norma


básica material del sistema jurídico, y que representan los máximos ideales que una
sociedad decide erigir en objetivos del poder político a realizar a través del derecho,
expresando estos la propia legitimidad del sistema político y la justicia del derecho de
cada Estado33; en otras palabras, ciertos valores superiores plasmados por un
ordenamiento constitucional, deben reflejar la forma básica de funcionamiento de su
ordenamiento jurídico y político, habiendo puntos grises y zonas de penumbra para
algunos derechos que se verán afectados por estos valores superiores, pero que sin
duda, permiten funcionar un Estado partiendo de sus rasgos histórico-políticos y
jurídico-políticos.

En el plano guatemalteco pueden distinguirse diversos valores superiores en la


constitución, apareciendo como coralario de los demás la invocación al nombre de
Dios; la alusión que hace el titulo que precede al preámbulo constitucional resulta
vital para entender la mística religiosa sobre la cual se refunda el Estado de
Guatemala, ello pues, a pesar de que el propio texto reza luego sobre la laicidad de
la estructura estatal, reafirma su desarrollo sobre una base cristiana, lo cual es reflejo
de la historia constitucional guatemalteca y que posiciona a la iglesia católica como
ostentadora de bastantes privilegios; empero, la cristiandad reflejada a través de

33
Peces-Barba, Gregorio. Derecho y derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1993, pp. 283 y ss.

35
dicho valor superior no solo abarca el catolicismo, sino que, se extiende hacia la
personalidad jurídica de las iglesias, las exenciones de determinados impuestos y
sobretodo, las capacidades de realizar actos de vida pública que se les otorga a los
ministros de culto.

El dilema surge al preguntarse, ¿podrá un ministro de culto de la religión budista


autorizar un matrimonio con base en la ley civil del país?; dudoso resulta afirmarlo,
pues la institución familiar y el matrimonio están seriamente inclinados hacia la
cristiandad; asimismo, ¿podría una secta satánica establecer una iglesia
formalmente en Guatemala?; la respuesta parece más lejana y menos positiva aún
que la primera, ello pues, a diferencia de los Estados Unidos de América, quienes en
su constitución sitúan a la tenencia libre de armas y a la libertad religiosa como valor
superior, el Estado Guatemalteco reduce las posibilidades religiosas a un libre
ejercicio siempre y cuando éste no entre en contacto con la estructura estatal para
ser promovido o, en el caso del satanismo, autorizado, ello por chocar de manera
sustancial con el valor superior cristiano sobre el que se constituyó el Estado.

Otro valor superior plasmado por el preámbulo constitucional es el de la familia,


cristiana, claro está, el cual refleja el conservadurismo de las disposiciones relativas
al matrimonio y la unión familiar dentro del desarrollo jurídico de la institución; éste
valor superior no solo impregna el ordenamiento civil en materia de uniones, sino
también lo hace en materia de separaciones y disolución del vínculo que une a dos
personas que forman una familia; de esa cuenta, el desarrollo civil de la institución,
reconocido como constitucional por el propio texto en sus disposiciones transitorias,
desarrolla una serie de causales y ralentiza el proceso de divorcio por motivaciones
religiosas, con tintes claro está de machismo positivo, es decir, menospreciando la
participación activa de la mujer dentro del núcleo familiar y, prácticamente, obligando
a quien no quiera permanecer unida a un vínculo matrimonial a una persona, por lo
menos un año.

36
Tales valores superiores son reliquias socio-históricas de la formación del Estado y
reflejan el carácter conservador del constituyente para la instauración de un sistema
social basado en la familia cristiana; empero, por otro lado, aparecen aquellos
valores superiores que inspiran y reflejan el ánimo político y jurídico organizacional
del país, ellos son aquellos que establecen la forma de gobierno, la alternabilidad y la
prohibición de determinadas personas para ostentar cargos públicos.

En este orden de ideas, la justicia constitucional se ha situado de manera importante


como la moldeadora de los valores jurídicos impresos en la constitución, pues es a
través de ésta que los mismos pueden evolucionar a través de la interpretación que
se les dé, siempre y cuando no se altere la esencia de su existencia; en dicha tarea
interpretativa en materia de valores superiores, el tribunal constitucional está
desempeñando una labor creativa, en el sentido de que su decisión innova el
ordenamiento, ya que no es la única consecuencia posible del texto constitucional,
como señala Wroblewski, la “ideología dinámica”, que supone continua adaptación
del derecho a la vida social, es “ex definitione” creativa34.

Díaz Revorio, señala la tarea moldeadora que enfrenta el juez constitucional así:

«… En la aludida “interpretación evolutiva” juega un papel trascendental el


Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Norma fundamental; su
legitimación deriva de su actuación como “comisionado del Poder
constituyente”, y en todo caso su actuación no puede implicar una reforma
tácita de la Constitución, ya que está siempre limitado por el propio texto de
ésta. Como ha destacado LÓPEZ GUERRA, una mutación constitucional
puede producirse por reinterpretación de un término constitucional, que
experimenta un desarrollo en la experiencia social; pero la garantía que el

34
Wroblewski, Jerzy. Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, Valencia, Ed. Tirant lo
Blanch, 1994, p. 57.

37
cambio es real y general radica en su admisión expresa y formal, que suele
producirse mediante la jurisprudencia constitucional»35.

Resta aportar entonces, que los valores superiores como auténtico espíritu que ha
moldeado el desarrollo de las normas y principios constitucionales, funcionan como
límites últimos a la voluntad de los funcionarios públicos para realizar su cotidiana
tarea, es decir, a pesar de estar implícitos en el ordenamiento constitucional o bien,
al ser mencionados expresamente en el preámbulo constitucional, son guía central
de la actuación de todo el aparato estatal, de la cual no pueden separarse en
atención a la finalidad que buscan estos últimos; en el caso de Guatemala, el texto
constitucional ha sido esquivo en nombrar como superiores a determinados valores,
empero, a través del análisis socio-histórico pueden hallarse guías básicas de
funcionamiento del Estado como las mencionadas ut supra, o bien, las reconocidas
en jurisprudencia por el tribunal constitucional.

Sin embargo, más allá de los valores implícitos y explícitos, debe tenerse presente
que el respeto hacia estos máximos postulados del constituyente, que fueron
traducidos de una u otra manera en el texto constitucional, buscan en unidad
desarrollar la idiosincrasia de una sociedad, por ende, aun y cuando exista un
desarrollo social y una evolución jurídica, estos no pueden ser argumento para
desnaturalizar de cierta manera el porqué de constituirse de la manera en que se
hizo, ni aun por el tribunal constitucional, que a pesar de estar integrado por jueces
con una realidad jurídica nueva y distinta a la del constituyente, deben ser
observadores permanentes de ambas realidades en su tarea interpretativa, para
lograr empalmar una con otra y seguir un camino común de desarrollo.

35
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit. p. 146.

38
CAPÍTULO II
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL
Luego de esquematizar los principios, valores y reglas en el plano general, así
como detallar de qué forma coexisten en el plano constitucional y concluyendo con
los valores superiores como cúspide del espíritu filosófico normativo, para dar forma
a la investigación a manera que se logre encontrar el significado auténtico y uso
eficaz del preámbulo constitucional a través de su fuerza normativa e interpretativa,
debe ahondarse entonces en la forma como se pasa de la teoría a la práctica, es
decir, la manera exacta en la que cobra eficacia un principio o valor –superior o no-
en el plano jurídico, esa forma es la interpretación, que, tanto jurídica como
constitucional, compartirán cánones comunes, sobre los cuales versará el presente
capítulo.

2.1 La interpretación jurídica


La interpretación es una actividad encaminada, consciente e intencionalmente, a
la comprensión y explicación de una norma (un texto) 36, de esa manera puede
hallarse el sentido por el cual fue creada y el fin al que aspira en el ánimo de
regulación que promueve; la interpretación dependerá desde el método que se
realice o bien, desde el intérprete que participe en la tarea, pero el fin siempre será
buscar el significado exacto o conveniente de su postulado.

El concepto interpretación contiene dos actividades, la primera, que resulta ser un


acto de voluntad o decisión cuando es realizada por un órgano de aplicación del
derecho y a la postre es una atribución, y la segunda, que es realizada por un
imaginario, es decir, por un jurista desinteresado, la cual será un acto de
conocimiento o de descubrimiento –descripción- de los significados que un texto
potencialmente contiene37, sin embargo, ambas tareas exteriorizadas tanto por
intérprete judicial como por el jurista desinteresado desembocan en desentrañar el

36
Haberle, Peter. El estado constitucional, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
2018, 2ª Edición, p. 142.
37
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional. Óp. Cit. p. 249.

39
diseño original que el legislador quiso dar a la norma, para procurar su mejor
aplicación y la más eficaz.

De una manera más básica pero no menos importante, pues no se refiere a un texto,
Monroy Cabra señala que la interpretación es atribuir un significado a un signo
lingüístico, en términos generales, la interpretación es la indagación del significado
de una norma utilizando diversos criterios como los gramaticales o conceptuales 38, lo
que lleva a la aseveración de que la tarea interpretativa es una búsqueda constante
de significados, que pueden verse alterados según quién la realice y el contexto en
que se encuentre, pero que también observa límites estatuidos por las leyes o bien,
por las capacidades de quien la realiza.

Es así que la tarea interpretativa buscará un significado a la norma o texto que esté
analizando el intérprete dependiendo de su posicionamiento para hacerlo, sin
embargo, también la interpretación llevada a la práctica encuentra una ambigüedad,
esto es, dos formas de ser hecha, para lo cual debe distinguirse entre la
interpretación “en abstracto”, que consiste en identificar el contenido de significado,
es decir, el contenido normativo, expresado y lógicamente implícito en un texto
normativo, sin referencia a algún supuesto de hecho concreto; y la interpretación “en
concreto”, que consiste en subsumir un supuesto de hecho concreto en el campo de
aplicación de una norma previamente identificada “en abstracto” 39; tal ambigüedad
surge de la propia labor interpretativa, ello pues, puede resultar en significados
contrapuestos o definidos a medias, devenido de que de la interpretación en
abstracto que se realice se verá impregnada y permeada la interpretación al caso
concreto, lo cual supone un dilema ético entre la teoría y la práctica que, aun y
cuando no es parte de la investigación, debe advertirse para entender el fenómeno
interpretativo complejo.

38
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit. p. 1.
39
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Madrid, Minima Trotta,
2008, p. 30.

40
El autor guatemalteco José Arturo Sierra González señala que la interpretación
jurídica, no debe tener por finalidad investigar cuál fue la intención del legislador, sino
determinar el significado y alcance actual de la norma, de acuerdo con su posición e
interrelación dentro del sistema general 40, postura que se aleja del significado
filosófico de la interpretación y que sitúa al intérprete en un ámbito actual y
dependiendo de su posición, lo cual será útil al analizar al intérprete judicial, sin
embargo, parte importantísima de la interpretación es hallar la historia fidedigna de la
norma, así lo regula la Ley del Organismo Judicial 41 en su décimo artículo y
constituye tarea del intérprete jurídico para la observación del antecedente a la
norma para hallar su significado en caso de defecto en la interpretación gramatical.

Varias teorías sobre la interpretación jurídica han sido desarrolladas por la doctrina y
en su esencia compartirán los métodos a llevar a cabo para encontrar la mayor
eficacia a norma jurídica en procura de que el significado al que se llegue represente
la esencia del porqué de su existencia, de esa cuenta, que esa esencia sea conocida
como el contenido deóntico o filosófico de cada expresión jurídica, por lo que no solo
resulta útil el aspecto histórico, sino que a su vez, los fines sociales que la norma
persigue, la relación sistémica con las demás normas que le rodean y a su vez, las
consecuencias previstas para cada posible interpretación; en ese sentido, Vigo
señala que la interpretación jurídica tiene por objeto reconocer o atribuir un
significado jurídico a cierto texto jurídico, que pueden ser conductas, palabras u otros
signos, y por ello, siendo el objeto de la interpretación jurídica determinar
racionalmente la conducta jurídica prohibida, obligatoria o permitida, ella se instala en
el campo de la razón práctica, pues a este modo de ejercer la razón le compete
definir y justificar el carácter deóntico de las conductas42.

Tal concepción conlleva la determinación, como se mencionó anteriormente, de la


norma en su sentido abstracto, es decir, de su carácter racional normativo, el porqué
40
Sierra González, José Arturo. Derecho constitucional guatemalteco, Guatemala, Ed. Estudiantil
Fenix, 2007, p. 97.
41
Congreso de la República de Guatemala, Decreto 2-89, Ley del Organismo Judicial.
42
Vigo, Rodolfo Luis. Interpretación constitucional, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1993, p. 14.

41
de su instauración, lo cual centra el estudio de la presente investigación en el espíritu
de las normas, vuélvase a decir, los principios y valores de estas.

Llevado a la práctica, el razonamiento que revelará el carácter deóntico filosófico de


cada norma, se convierte en un razonamiento justificatorio 43, que incluso puede
llegar a ser moral, ello pues, señala Betti, que la interpretación que interesa al
derecho es una actividad dirigida a reconocer y a reconstruir el significado que ha de
atribuirse a formas representativas, en la órbita del orden jurídico, que son fuente de
valoraciones jurídicas, o que constituyen el objeto de semejantes valoraciones44;
dichas valoraciones jurídicas, formaran el centro de la interpretación, encaminando la
misma hacia la fuente de valoración –que es la norma-, es decir, que para el éxito de
la interpretación jurídica no solo debe hallarse el significado de la norma, sino su
valor jurídico abstracto, los cuales se encuentran en correlación y deberán aplicarse
al caso concreto a través de la subsunción del caso al hecho.

Tal concepción, conlleva una crítica a una materia jurídica descuidada de por sí en la
tradición del civil law, ello por la relevancia como fuente que puede llegar a tener en
determinados casos; tal materia, conocida también como fuente del derecho es la
jurisprudencia.

La jurisprudencia no es nada menos que una fuente del derecho, reconocida así por
la ley pero descuidada en desmedido tanto por el operador judicial como por el
usuario del sistema en Guatemala; de esa cuenta, la interpretación jurídica, desde el
punto de vista que se realice, constituye jurisprudencia; lejos ha quedado la
concepción arcaica de las escuelas que enseñan a la jurisprudencia como un
conjunto de fallos reiterados en un mismo sentido, esta denominación no solo simple
sino equivoca desde cualquier punto de vista, refleja el poco interés por la

43
Nino, Carlos S. La validez del Derecho, Buenos Aires, Ed. Astrea, 1985, p. 62.
44
Betti, Emilio. “Interpretación de la ley y de los actos jurídicos”, Revista de Derecho Privado, Madrid,
1971, p. 95.

42
interpretación jurídica que existe, por lo menos, en Guatemala como usuario de la
tradición del civil law.

Motivado en tal malentendido y despojamiento de interés y relevancia sobre el papel


de una fuente del derecho que conlleva como esencia la interpretación jurídica, surge
una necesidad de aclarar su verdadero papel, para lo cual Clemente de Diego señala
que, la jurisprudencia no consiste simplemente en el conocimiento teórico y en la
combinación abstracta de las reglas y principios del Derecho, sino también, y sobre
todo, "en el arte bien difícil de aplicar el derecho al hecho, es decir, de poner la ley en
acción, de restringir o extender su aplicación a las innumerables cuestiones surgidas
en el choque de los intereses y en la variedad de las relaciones sociales45; es
contundente la referencia del autor al difícil arte que conlleva la aplicación del
derecho, esa aplicación que dependiendo de la calidad del intérprete variará, debe
estar encaminada a la mayor eficacia y efecto útil de la norma.

La jurisprudencia desmitificada, conforma una ciencia de aplicación del derecho, de


interpretación y de búsqueda del significado más apegado a la realidad jurídica del
caso para dar solución a una controversia, tarea que el juez en última instancia
realiza, sin embargo, ha de considerarse también que no es el actor principal en la
creación de ésta importante fuente del derecho, ello pues, éste último es un
ignorante de los hechos, un receptor de alegaciones que formará en su mente la
concepción sobre qué fue lo que realmente pasó, para establecer la debida
aplicación de una norma en ese caso concreto; de esa cuenta, quien toma el papel
central en el diseño de la jurisprudencia, es decir, en la interpretación jurídica judicial,
es el abogado, éste último se convierte en el arquitecto de la decisión del juzgador,
ello pues, así como éste pide se resolverá.

La interpretación jurídica ha evolucionado desde la doctrina en diversos modos en


que ha sido tratada y usada, de esa cuenta, resulta importante citar algunas de las

45
Clemente de Diego, Felipe. “La jurisprudencia como fuente del derecho”. Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1925, p. 364.

43
escuelas interpretativas que han dotado de un carácter especial a la labor de hallar el
sentido de las normas jurídicas.

La primera en aparecer en el plano es la escuela de la exégesis; ésta sostuvo que


la interpretación se reducía a la aplicación de una norma abstracta a los casos
concretos mediante inferencias lógicas y de un silogismo en que la premisa mayor
era la hipótesis abstracta de la ley, la premisa menor el supuesto de hecho o caso, y
la conclusión que era la subsunción en la sentencia del caso del tipo legal 46, tal forma
de interpretación sigue vigente hoy en día en especial en los países de tradición civil
law, en los cuales el legislador se encarga de establecer las conductas y abarcar las
posibilidades que surjan de ellas en la propia norma, reduciendo la labor
interpretativa y argumentativa a una mera justificación silogística, ello a pesar de que
tal escuela exegética surge de los cánones del imperio de la ley estatuidos bajo la
Revolución Francesa y la defensa acérrima del derecho frente a los abusos del poder
interpretativo; al referirse a tal escuela, su principal defensor Montesquieu, afirmaba
que los jueces de la nación no son más que el instrumento que pronuncia las
palabras de la ley y eran entonces, seres inanimados que no podían moderar ni la
fuerza ni el rigor de las leyes47.

Tales postulados siguen sorprendentemente vigentes en muchos países en los


cuales los jueces son única y exclusivamente la boca de la ley, expresando a través
de inferencias sencillas su aplicación al caso concreto, lo que sin duda, para la
modernización del derecho ha quedado fuera de vigencia, ello pues, los jueces son
cada vez más los moldeadores de las realidades jurídicas en cada caso concreto; en
conclusión, el tema central de la escuela de la exégesis es mantener la legitimidad
del órgano legiferante, es decir, mantener al legislador como el intérprete último de la
norma, quedando el juez limitado a lo que éste último, bajo su legitimidad
democrática ha decidido que signifique la norma.

46
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Op. Cit. p. 6.
47
Montesquieu. Del espíritu de las leyes. Madrid, Ed. Tecnos, 1972, p. 156.

44
En posición más abierta a la escuela de la exégesis, surgió la escuela del derecho
libre en Alemania, bajo los postulados de Kantorowics, ésta no aceptaba que la ley
fuera la única fuente del derecho positivo, sino que hay que tener en cuenta el
derecho libre, entendido éste como “las convicciones predominantes que tiene la
gente en cierto lugar y un cierto tiempo sobre lo que es justo, convicciones las
cuales, real y efectivamente, regulan la conducta de esas gentes 48, y que forman
parte de un todo común que son los fines mismos del derecho, o los valores
centrales de su realización; es así, que bajo éste postulado de la escuela libre, los
jueces pueden apartarse de la ley cuando ésta no refleje la solución del caso
concreto, atendiendo a la justicia como parámetro de decisión y utilizando las fuentes
del derecho que tenga a su disposición para dirimir la causa.

Ahora bien, en manifiesta contradicción de la escuela de la exégesis –como primer


escuela interpretativa conocida-, surgió la escuela del realismo jurídico, la cual fue
secundada por la interpretación evolutiva; éstas dos promovidas desde la tradición
del common law, centraron su idea en el juez como intérprete de la ley y por tanto,
como su creador al momento de sentar los precedentes, algo que, para la tradición
civil law es de por sí, difícil de aceptar, pero que con la incursión del neo
constitucionalismo ha sido posible en cantidades menores, obviamente, que en el
derecho anglosajón; es así, que Cardozo llegó a alabar al juez “creativo”, llamándole
legislador judicial, y por implicación, criticó al juez que no “crea” ley, es decir, que no
legislaba en sus precedentes49, ello pues, se señaló que éste no solo debía
interpretar la norma con miras a lo que ocurrió años atrás en su creación, sino que
debía tener en cuenta la realidad social y la experiencia de la nación a través de
ésta, lo que a la postre, conlleva a que el juez tenga poder político que pueda ser
utilizado para bienestar de la sociedad.

Estas últimas escuelas o pensamientos acerca de la interpretación, revelan la tensión


existente entre el legiferante y el intérprete aplicador, es decir, entre quien crea la ley

48
Recansens Siches, Luis. Nueva filosofía de la interpretación del derecho. México, F.C.E., 1956, p.
58.
49
Cardozo, Benjamín. The nature of the judicial process. New Haven, Yale University Press, 1921.

45
y quien la aplica –legislador y juez-, pues pone de manifiesto los límites que pueden
llegar a tener cada uno de ellos en la incursión de las normas jurídicas, lo cierto es
que, como señala Bobbio respecto del realismo jurídico, no obstante al extremismo
inaceptable [para la tradición civil law] del realismo americano, el mérito de las
corrientes sociológicas en el campo del derecho ha sido grande, porque han
impedido la cristalización de la ciencia jurídica en una dogmática sin fuerza
innovadora50, es decir, han permitido que los jueces en su argumentación jurídica y
proveniente de la interpretación que motivan los abogados actuantes ante ellos,
cambien en cierta manera el derecho y su forma de concepción en la sociedad,
llevando incluso, a cambios en las leyes, inhibiendo el estancamiento del sistema
jurídico.

En la actualidad, la doctrina propugna por una nueva concepción interpretativa


con base en principios y valores para lograr una solución justa, tal concepción fue
el resultado de la crisis del positivismo que tuvo lugar con el fin de la segunda guerra
mundial, crisis que reveló que no todas las leyes son justas, por lo que la ley no
siempre es reflejo de los valores y principios que inspiran el derecho natural y por
ende, se empezó a encaminar la interpretación jurídica con base en principios y
valores como remedio para los vacíos legales o bien, para las injusticias legales; es
así, que la doctrina actual de interpretación jurídica predica el carácter creador de la
aplicación del derecho, es decir, el papel activo del juez no solo en su aplicación,
sino en su creación, tal creación, señala Pietro Sanchís, otorga una excepcional
importancia a la teoría de los valores y especialmente a la teoría de la justicia 51 como
ideario central del derecho; ésta utiliza la llamada teoría de la argumentación jurídica
y se observa la orientación argumentativa de la metodología jurídica 52, ello para
llevar a cabo una concepción más flexible y matizada en la aplicación del derecho,
llegando a decisiones no solo legales, sino justas.

50
Bobbio, Norberto. Teoría general del derecho. Trad. de Jorge Guerrero, Bogotá, Ed. Temis, 1994, p.
36.
51
Pietro Sanchís, Luis. Ideología e interpretación jurídica. Madrid, Tecnos, 1987, pp. 110 y 117.
52
García Amado, Juan Antonio. Teorías de la tópica jurídica. Madrid, Civitas, 1998, p. 312.

46
Vigo resume el camino de la nueva interpretación jurídica de la siguiente manera:
«Desde la teoría pura de Kelsen con su irracionalismo en la elección
interpretativa, hasta la teoría herculeana de Dworking descubridora de la
solución correcta para los casos planteados, pasando por el discrecionalismo
judicial debilitado de Hart, la nueva retórica de Perelman, la tópica de
Viehweg, el arte dialéctico de Villey, el logos de lo razonable de Recanses
Siches, la hermenéutica existencial de Gadamer, la prudencia o razón práctica
de Kriele, la teoría de la controversia de Giuliani, la teoría de la convergencia
de Kaufmann, las reglas del discurso práctico de Alexy, la aceptabilidad
racional de Aarnio o la tópica hermenéutica de Muller, cada uno, a su modo,
rechaza tajantemente la ingenuidad de suponer que el intérprete cuando
aplica la norma jurídica, la repite sin aportar nada innovador o novedoso para
el ordenamiento jurídico, y, a su vez, procuran establecer mecanismos que
permitan asegurar cierta racionabilidad, razonabilidad, justicia u objetividad en
el resultado interpretativo».53

Por último y para concluir con la interpretación jurídica como tema genérico del
presente capítulo y dar paso a la interpretación constitucional –que nos llevará a
determinar la vis absoluta o relativa del preámbulo constitucional-, debe colegirse
que la tarea interpretativa no es exclusiva del intérprete judicial, sino que forma parte
esencial del estudio del derecho; se realiza por todo aquel que tiene relación con una
norma jurídica, pero más importante, todo aquel que imprime su propio pensar sobre
el funcionamiento de dicha norma, esto es, el espíritu de la norma que en otras
palabras, llamaríamos, principios y valores.

2.2 Teorías y límites de la interpretación

Como todo estudio relacionado al derecho, la interpretación jurídica como ciencia de


aplicación no escapa de diversas teorías que han reflejado más o menos cómo
debería de funcionar; el estudio de algunas de ellas, expresadas por sendos

53
Vigo, Rodolfo Luis. Óp. Cit., pp. 26-27.

47
doctrinarios, ayudará a establecer los parámetros importantes a tomar en cuenta
para una interpretación que revele el verdadero sentir de la norma.

Al primero que se hará referencia es a Wroblewski54, quien señala existen tres


concepciones sobre la interpretación legal o jurídica, estas son, la primera
denominada sensu larguísimo, y la define como la comprensión de un objeto en tanto
que fenómeno cultural, en otras palabras, podrá hallarse el significado del objeto
sujeto a interpretación en tanto se entienda el sentido cultural que lo motivó.

La segunda, denominada sensu largo, la define como la comprensión de cualquier


signo lingüístico, esto es, que el lenguaje legal conlleva una interpretación en sentido
amplio o dicho en otras palabras, en la interpretación debe atenderse al sentido
gramatical de las palabras o signos lingüísticos que integran el grupo sintáctico en la
oración o párrafo sujeto a interpretación.

La tercera, denominada sensu strictu, la define como la determinación de un


significado de una expresión lingüística cuando existen dudas referentes a este
significado en un caso concreto de comunicación, es decir, esta funciona cuando la
norma objeto de interpretación que está compuesta por signos lingüísticos entra en
una zona de penumbra, en la cual se hace difícil entender o bien, determinar el
significado de esos signos, habida cuenta, una coma o punto y coma, o un tipo de
conjunción copulativa o disyuntiva, hacen que la norma, a pesar de estar diseñada
de manera separada, pueda interpretarse en varios sentidos.

De esa cuenta, el citado autor55 señala que para aplicar correctamente cualquiera de
las tres concepciones señaladas, debe atenderse a una postura en el trabajo
metodológico al realizar la tarea interpretativa, ellos son:
a) Una disposición legal es parte de un texto legal se concreta como artículo,
parágrafo, párrafo, etc., con arreglo a la técnica legislativa utilizada;

54
Wroblewski, Jerzy. Óp. Cit. pp. 21 y ss.
55
Wroblewski, Jerzy. Óp. Cit., pp. 25-26.

48
b) La norma legal es una regla construida a partir de disposiciones legales de
acuerdo con un modelo aceptado de su fórmula apropiada (normal);
c) Las disposiciones legales y las normas legales tienen un significado como
expresión de un leguaje legal utilizado en contextos determinados;
d) Este significado, que depende de los contextos de su uso, es o no claro según
los casos concretos para los que se utiliza.

Monroy Cabra coincide con el citado autor en que la interpretación mediante la


concepción sensu larguísimo es la más adecuada, ello pues, señala que objeto de la
interpretación legal es siempre un texto de una regla general, expresada bien como
disposición o bien como norma, y esta regla es formulada en un lenguaje legal, por lo
que los textos legales se interpretan cuando no son claros en determinados
contextos56, lo que lleva a entender la tarea interpretativa como complemento de una
deficiencia legislativa en la tarea de expresión de la norma o regla jurídica, ello,
dependiendo el contexto cultural o coyuntural que pueda tener, lo cual también
afectará en su interpretación.

Resulta importante la clasificación citada ut supra, en la cual se definen los


contenidos de las normas jurídicas, que, a diferencia de como conceptualizaban los
exegéticos, ya no están conformadas únicamente por premisa mayor o menor,
mucho menos la constitución; es por ello, que los textos normativos, deben
entenderse en su contexto de norma jurídica, es decir, debe determinarse antes de
ser interpretados, por cuántas reglas, normas o disposiciones están conformados,
incluyendo dentro la categoría normativa a los principios y valores.

El segundo doctrinario que plantea una teoría sobre la interpretación es Guastini,


citado por Monroy Cabra57, quien señala que existen tres teorías para abordar la
interpretación jurídica; la teoría formalista, la teoría escéptica y una teoría intermedia
entre estas dos.

56
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 14.
57
Loc. Cit.

49
La teoría formalista, dice que “la interpretación es descubrimiento, conocimiento, -y
más precisamente conocimiento empírico- o de significado propio, objetivo, de los
textos normativos (por ejemplo las leyes) o de la subjetiva intención de la autoridad
normativa (por ejemplo del Parlamento), por lo tanto, interpretar quiere decir conectar
palabras y significados, y esto a su vez consiste en describir empíricamente estos
significados preexistentes, ya incorporados en las palabras.

La teoría cognitiva, sostiene que los enunciados proferidos por los juristas y los
jueces en la interpretación de textos normativos tienen naturaleza descriptiva: son
por lo tanto enunciados verdaderos o falsos, en tanto que esta postura es
eminentemente positivista, también sostiene que los sistemas jurídicos, son
necesariamente completos, privados de lagunas y además, coherentes, o sea
privados de antinomias, de tal modo que toda controversia recae en el ámbito de
aplicación de una sola norma jurídica preexistente; tal concepción deja claro que no
existe espacio para discrecionalidad judicial, afirmando que los jueces están
determinados únicamente por normas preexistentes58.

En contraposición a dicha teoría formalista o cognitiva, surge la teoría escéptica, que


cambia el discurso hacia que la interpretación no es una actividad de conocimiento
de una norma preestablecida, sino que es una tarea de valoración y decisión; esto
es, que cada texto puede ser entendido en una pluralidad de modos diferentes. 59

De esa cuenta, cabe resaltar que el autor acepta que en diversos casos puede llegar
a existir una interpretación cognitiva que lleve al juez únicamente a describir la norma
jurídica, ello pues la propia norma brinda las soluciones y no admite otra
interpretación valorativa, es decir, no tiene lagunas que puedan ser rellenadas, sin
embargo, lo que sí cabe admitir es que ningún ordenamiento ostenta una claridad
total en donde no quepan lagunas ni antinomias, y es allí en donde el juez actúa de

58
Ibíd., p. 15.
59
Loc. Cit.

50
legislador y está encargado de crear el derecho para solucionar el vacío existente o
la contradicción aparente.

Para concluir con Guastini y las teorías que formula, Monroy Cabra 60 cita los
postulados que según dicho autor debe incluir todo discurso interpretativo:
a) Una conclusión interpretativa, esto es, un enunciado según el cual cierto texto
jurídico debe ser entendido en determinado sentido; y
b) Un conjunto de argumentos interpretativos, esto es, argumentos adoptados
para sostener la conclusión interpretativa.

Guastini reitera que la interpretación cognitiva es una operación puramente científica,


que carece de cualquier efecto práctico, mientras que la interpretación decisoria y la
interpretación creativa [escéptica] son operaciones políticas (en sentido amplio), que
pueden ser realizadas tanto por un jurista como por un órgano de aplicación.61

Es de resaltar que tanto Wroblewski y Guastini sostienen una nula aceptación por los
postulados formalistas que pretenden centrar al legislador como el centro de la
interpretación final, y propugnan por una interpretación argumentativa, enseñando
que, independientemente de quién realice la interpretación, sea juez o legislador, o
incluso el abogado desde su papel en el litigio, para que ésta sea válida y coherente,
debe estar suficientemente sostenida en razones y argumentos que den vida a su
conclusión y no de manera escueta señalar silogismos obvios que puedan
descubrirse sin mayor esfuerzo.

El tercer y último doctrinario al que se hará referencia en cuanto a la teoría de


interpretación que plantea, es Gustavo Zagrebelsky, citado por Monroy Cabra;
sostiene que el juez debe adaptar el significado de los textos normativos a las
exigencias de justicia sustancial del caso concreto (independientemente del
significado común de las palabras) y aun en contra de la voluntad del legislador. En

60
Loc. Cit.
61
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional. Óp. Cit., pp. 35-36.

51
otros términos, el juez debe primero, decidir el caso según justicia (esto es, de
acuerdo a sus sentimientos privados de justicia) y –después- encontrar en el
ordenamiento una norma idónea para justificar su decisión, reinterpretando, si es
necesario, los textos normativos existentes de forma tal que se obtenga la norma
elegida. Cualquier método interpretativo es bueno para este objetivo.62

La teoría enseñada por el autor refleja el otro extremo de las teorías formalistas o
descriptivas en las cuales la observancia de la norma y la aplicación del método
gramatical de manera simple era la solución de aplicación; ello pues, aparta su
mirada del legislador en todo momento, desconociendo su labor legiferante y el
mandato democrático que obtuvo para determinar las normas, para dar paso a un
juez libre y creador de derecho, manipulador e incluso, transgresor de mecanismos
normativos con el fin de abarcar la justicia en su decisión, sin embargo, tal y como
señala, ese sentimiento de justicia que el juez debe imprimir en la argumentación de
su interpretación es el propio, no el del legislador ni el del postulante, lo cual provoca
cierto recelo al dejarle un amplio margen discrecional de decisión al juzgador que no
en todos los casos puede ser el más conveniente o apegado a los valores sociales.

Sin embargo, tal concepción del juez como creador del derecho no resulta totalmente
nueva, ya los romanos como precursores de instituciones jurídicas consideraban al
juez, en su faceta de aplicador del derecho, como creador de éste, ello pues, no solo
era una tarea en su aplicación, sino una necesidad. Desde el derecho romano, la
actividad interpretativa de los jueces se va integrando en un proceso creador de
Derecho, que sistematizado, genera un cuerpo coherente de instituciones. Para el
Derecho romano, no hay ninguna objeción en hablar de creación del Derecho en la
aplicación, porque así precisamente va surgiendo el Derecho, a medida de la
necesidad social63, claro está, en el tiempo en que dicha concepción tuvo lugar, el
derecho en sí estaba en evolución, por lo que los jueces suplían la tarea de rellenar
las lagunas jurídicas y de promover la creación de lo que faltase.

62
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 16.
63
Balaguer Callejón, María Luisa. Interpretación de la Constitución y Ordenamiento Jurídico, Madrid,
Ed. Tecnos, 1997, pp. 75 y ss.

52
Así es, que la interpretación cualquiera que sea la teoría que se aplique para hacerla,
la concepción que se tenga para argumentarla o bien, la fórmula que se aplique en
su cometido, encontrará límites, por lo que se abordaran los tres que se consideran
más importantes y que engloban la idea de la investigación.

El primero y más importante es la Constitución; la interpretación debe hacerse


teniendo en cuenta que el límite principal es la Constitución, por cuanto define las
reglas de producción de las demás normas así como las propias reglas de
competencia de los órganos judiciales64, esto es, que el juez debe tener sujeción a la
norma de normas, por ser ésta la que conceptualiza la forma de creación de las
normas y, obviamente, le brinda las funciones y capacidades.

Al respecto de la interpretación que tiene como guía central la Constitución, cabe


resaltar las críticas que se han recibido hacia el llamado activismo judicial; esta
corriente resalta, como se ha mencionado antes, que el juez es un creador del
derecho, sin embargo, hay quienes consideran que es errado llamarle así, ello pues,
el único creador es el legislador y en todo caso, el constituyente, ahora bien, otros
más consideran que el juez no es sino un socio en la formación del derecho –
entendido como el espectro amplio que incluye todas las normas jurídicas-; tal
concepción se hace desde el punto de vista de comparación con el sistema del
common law, en el cual el juez es un socio mayoritario en tal función, sin embargo,
en nuestro sistema el juez se considera un socio menor, pues únicamente moldea las
normas que crea el legislador a realidades objetivas que puedan ser útiles.

De esa manera relata Aharon Barak65 que el papel de juez es interpretar la


Constitución y las leyes, y el sistema de interpretación por lo general se determina
por el juez mismo. Esto implica que cada rama del Estado no puede desarrollar su
propio sistema de interpretación. Se socavaría el Estado de derecho si el sistema de

64
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 19.
65
Barak, Aharon. Un juez reflexiona sobre su labor: el papel de un tribunal constitucional en una
democracia, México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2009, pp. 29-30.

53
interpretación aceptado por los jueces no vinculara al Legislativo y al Ejecutivo. La
dificultad, claro está, es que no existe un sistema único de interpretación; si bien es
cierto, menciona el autor que el problema interpretativo surge al existir tantos y varios
métodos o formas de interpretar, concluye que, naturalmente, en la aproximación
interpretativa no se alejará del lenguaje de la Constitución ni de las leyes dándoles
un significado que el lenguaje no puede sostener.

Tal lenguaje al que se refiere, no es menos que los principios y valores fundantes
tanto de la Constitución como de las leyes, pues si bien el juez actúa como socio
menor en la creación del derecho –tal y como se citó ocurrió en Roma-, también lo es
que debe ser objetivo al realizar su tarea interpretativa, objetividad que se reflejará
en su mayor o menor argumentación y de qué forma ésta está legitimada.

Un segundo límite es la motivación de las resoluciones judiciales; tal garantía


figura no solo como parte del debido proceso como conjunto de garantías
procesales, sino que conforma un derecho fundamental de acceso a la justicia,
estatuido, tanto en el texto constitucional guatemalteco (artículo 12)66, como en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en los artículos 8 y 25; este deber
de fundamentación y motivación conlleva una responsabilidad judicial para dar a
conocer las razones claras, concretas, precisas, completas y legítimas del porqué de
la toma de decisión en determinado sentido, permitiendo a las partes inmersas en
una controversia y a la colectividad en general, entender el funcionamiento de una
norma en el sentido que falla.

Habida cuenta, la motivación en toda la materia jurídica tiene un realce importante


como derecho fundamental, ello pues, constituye la justificación de la función
jurisdiccional legítima; Fernando De la Rúa 67 señala que la motivación de la
sentencia constituye un elemento intelectual, de contenido crítico, valorativo y lógico,
que consiste en el conjunto de razonamientos de hecho y de derecho en que el juez

66
Asamblea Nacional Constituyente. Constitución Política de la República de Guatemala, 1985.
67
De la Rúa, Fernando. Teoría general del proceso, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1991, p. 146.

54
apoya su decisión; esos razonamientos de sentido crítico, conforman la
interpretación exteriorizada en la resolución y se hace necesario que sean
expresados de manera que las partes puedan conocer el método utilizado por el
juez, así como los valores y principios deónticos que pudo aplicar en la utilización de
una norma jurídica.

La motivación, que suele confundirse con la fundamentación, se ha vuelto parte de


un derecho fundamental que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
desarrollado en varios fallos, este es, la tutela judicial efectiva, que se refiere
específicamente al deber que tiene el juez, entre tantas, de expresar una motivación
suficiente para su argumento jurídico; esa jurisprudencia ha logrado desarraigar la
nefasta idea que ostentaba la tradición del civil law sobre que la parte dispositiva del
fallo o resolución era la que importaba, trasladando a la tarea interpretativa los
reflectores, sin embargo, esa interpretación, aparte de constituir una obligación el
que esté reflejada en el fallo, también encuentra un límite a que cualquier
interpretación traducida en argumentación no puede considerarse suficiente, sino
que solo aquella que utilice un método coherente con la norma jurídica interpretada y
que se sostenga sobre los valores y principios constitucionales y legales será
aceptada como suficiente.

La motivación, por tanto, no puede considerarse cumplida con la mera emisión de


una declaración de voluntad del juzgador, accediendo o no a lo pretendido por las
partes en el proceso, sino que se refiere a que en los proveídos judiciales se
exterioricen los razonamientos que cimientan y sustentan la decisión, que debe ser lo
suficientemente clara para que sea comprendida y, de esta manera, se elimine la
arbitrariedad. Por tanto, no hay duda de que la motivación, a más de ser un deber
para el poder público, es un derecho exigible jurisdiccionalmente, conforme con un
Estado constitucional de derechos y justicia68, y por ende, constituye un límite a una
interpretación vacía o bien, injusta.

68
Espinosa Cueva, Carla. Teoría de la motivación de las resoluciones judiciales y jurisprudencia de
casación y electoral, Ecuador, Tribunal Contencioso Electoral, 2010, p. 53.

55
Para concluir, la motivación como límite a la interpretación, debe estar encaminada a
cumplir con el propósito de la norma objeto, ello pues, el derecho es una herramienta
diseñada para realizar una meta social. Está diseñado para asegurar la vida social
norma de la comunidad, por un lado, y los derechos humanos, la igualdad y la
justicia, por el otro. La historia del derecho es la búsqueda por el equilibrio adecuado
entre estas metas, y la interpretación de un texto jurídico debe darle expresión a este
equilibrio por medio de la argumentación. Sin duda, si una ley es una herramienta
para cumplir con un objetivo social, entonces la interpretación de la ley debe ser
hecha de forma tal que se cumpla con ese objetivo social 69, por lo que una
motivación solo será suficiente límite de la interpretación, cuando logre que expresar
el equilibrio social que pretende la norma.

Dicho equilibrio que se pretende a través de una debida motivación, responde a que
dicha interpretación esté movida por un doble objetivo, la búsqueda de que en su
actuar se proyecte la finalidad misma del derecho, que es la búsqueda de la justicia
en el caso particular y a través de éste, el logro de la que se ha denominado la paz
judicial; y en paralelo, que esta búsqueda sea a través de una correcta aplicación del
derecho por medio de resoluciones coherentes, justificadas, empapadas de
racionamiento, que den certeza y pretendan seguridad, de manera que sean
respetadas, acatadas y emuladas, en definitiva que pretendan una continuidad de
aplicación, que determinen conclusiones futuras en casos venideros, que vinculen y
logren unidad70.

El tercer límite son los principios y valores; bastante se ha citado sobre la


importancia de los principios y valores constitucionales y, más aún, de los valores
superiores, sin embargo, en este apartado debe referirse a ellos como límites a la
actividad interpretativa judicial y constitucional, ello pues, si el derecho no se puede
reducir a ley, surge la importancia de los principios y valores como un ámbito

69
Barak, Aharon. Óp. Cit., pp. 58-59.
70
Clemente de Diego, Felipe. Instituciones del Derecho Civil Español, Tomo I, Madrid, Ed. Artes
Gráficas Julio San Martín, 1959, 2ª Edición, p. 22.

56
integrativo del ordenamiento jurídico, de esa cuenta, señala Vigo citado por Monroy
Cabra71 que el centro de gravedad [del derecho] va desplazándose lentamente desde
el sistema de codificación a una casuística judicial orientada según principios.

Es así, que el derecho sigue siendo la ciencia de lo justo, por lo que tal principio
informa toda la actuación interpretativa que se ensambla en la jurisprudencia, tal y
como lo advierte Ayuso72, así lo justo jurídico, determinado prudencialmente,
adquiere un estatuto propio entre la virtud de la justicia y las exigencias de la
politicidad natural del hombre, concretada en el bien común; lo que resalta el papel
del juez como equilibrador de las fuerzas humanas en una sociedad, pero que debe
tener como eje central de actuación, la justicia.

Ahora bien, difícil resulta hablar de derecho justo, es decir, de normas interpretadas
con justeza y equidad, derecho creado a partir de la concepción su fin último; Santo
Tomás, citado por Orrego Sánchez73, considera que el sentido original del vocablo
“derecho” es el de “la misma cosa justa”, entendiendo por “justo” lo que corresponde
a otro según alguna igualdad, de modo que así como la justicia ordena al hombre en
las cosas relativas a otro, el término del acto de la justicia se determina sin
considerar la persona del que obra, sino en atención a otro sujeto.

De esa cuenta, la interpretación únicamente podrá ser justa si al llegar a su


conclusión final sobre la norma jurídica, considera la realidad objetiva del otro, es
decir, de las partes a quien se aplica y aplicará en un futuro, ello pues, toda
interpretación judicial que se realiza conlleva efectos hacia la colectividad y hacia el
futuro, esto es pues, aún y cuando se consideran normas individuales, no puede
constreñirse el sentido interpretativo a manera de que no se vuelva a usar, sino que,
de por sí, constituirá un primer plano de observación en el futuro de su aplicación.

71
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 23.
72
Ayuso Torres, Miguel. De la ley a la ley. Cinco lecciones sobre legalidad y legitimidad, Madrid,
Colección Prudentia Iuris, Marcial Pons, 2001, p. 24.
73
Orrego Sánchez, Cristóbal. Analítica del derecho justo. La crisis del positivismo jurídico y la crítica
del derecho natural, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM, 2005, p. 17.

57
Ahora bien, los principios y valores, y la justicia como valor final del derecho, deben
funcionar como límite para objetividad judicial, es decir, ser la capa que protege a la
comunidad de la arbitrariedad del juez; así lo conceptualizó Aharon Barak al referirse
a los principios fundamentales:

«He enfatizado que es una función del Juez darle efecto a la democracia
decidiendo en concordancia a los valores democráticos y principios
fundacionales. Desde mi perspectiva, los principios (o valores) fundamentales
llenan el universo normativo de la democracia. Justifican las normas jurídicas.
Son la razón para cambiarlas. Son el espíritu (voluntas) que encierran la
sustancia (verba). Cada forma que se crea en una democracia se crea teniendo
como trasfondo estos valores. El Ministro Michael Chesin de la Suprema Corte
de Israel lo expresó adecuadamente cuando escribió: “Todo éstos –principios,
valores y doctrinas- son prima facie extra jurídicos, pero sirven como un anclaje
para el derecho –para todo derecho- y ningún derecho puede ser descrito sin
ellos. Un derecho sin un ancla es como una casa sin fundamentos; así como
ésta última no durará, así también un derecho que sólo se tiene a sí mismo es
como un castillo en el aire”. Mi posición es que cada norma –ya sea expresada
en una ley o en la jurisprudencia [interpretación]- vive y respira dentro de este
mundo normativo repleto de valores y principios. Estos valores crean un
“paraguas normativo” para la operación del common law y un marco para
interpretar a todos los textos jurídicos. La suposición es que cada norma jurídica
busca darle efecto a estos valores.»74

Como hace referencia el autor, los principios y valores fundantes deben ser el marco
referencial para la interpretación, pues ésta tarea no puede desaforar las propias
bases que dieron lugar al sistema jurídico, de esa cuenta, una argumentación jurídica
que desconozca principios y valores fundantes de un Estado constitucional o bien,

74
Barak, Aharon. Óp. Cit., pp. 20-21.

58
que trasgreda la justicia como valor último del derecho –cualquiera que sea el
sistema por el que se exprese-, no puede durar por ser ilegítima.

Orrego Sánchez75 menciona que, precisamente ocurre en la jurisprudencia –


labor interpretativa del juez- el arte de dar a cada uno lo suyo. Eso supone que habrá
alguien concreto obligado –condenado por el juez- a dar o restituir algo a otro. Por el
contrario, si no es posible dar algo concreto –porque no existe- esa declaración no es
derecho: será una aspiración política o social, pero no derecho; dicha afirmación
conlleva la creencia que la labor interpretativa está aparejada de la justicia como
valor central del derecho, sin embargo, no siempre esa labor interpretativa estará
destinada a dirimir litigios o conflictos, por lo que cuando no lo haga, no será
informada por la justicia como valor, sino por valores políticos o sociales, siempre y
cuando estos estén expresados en la constitución o en la ley de la forma que sea.

Para concluir, ha de establecerse que actualmente los principios y valores


conforman, incluyendo obviamente los surgidos de los textos constitucionales, la
principal barrera para la interpretación jurídica en general y la interpretación
constitucional en lo particular, ello pues, no solo influyen en los métodos
interpretativos tradicionales, sino que constituyen un elemento esencial en el método
de la interpretación constitucional –que será el próximo apartado a tratar-, por lo que,
además de los métodos tradicionales, es menester tener en cuenta los valores
superiores a la hora de interpretar la Constitución y las leyes que de ella derivan76.

2.3 La interpretación constitucional

Se ha abordado a fondo el tema genérico que atiende a la interpretación jurídica,


llegando a conclusiones sobre los métodos más relevantes y los principales límites
que encuentra en su labor, ahora bien, para continuar con la línea investigativa y
extraer el significado normativo del preámbulo constitucional, debe ahondarse en el
tema específico de la interpretación constitucional, la cual, como ya se mencionó

75
Orrego Sánchez, Cristóbal. Óp. Cit., p. 80.
76
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit., p. 349.

59
someramente, no solo conforma métodos tradicionales, sino que conlleva análisis
políticos y sociales, los cuales arrojaran su funcionamiento y de qué manera éste
puede encaminarse a hallar el valor normativo de los valores y principios plasmados
en el preámbulo.

2.3.1 Características

La importancia de la interpretación constitucional se fundamenta, según Luis Prieto


Sanchís, citado por Monroy Cabra, a la idea de la Constitución como verdadera
norma jurídica, como fuente de derechos y obligaciones susceptible de generar
controversias que han de ser dirimidas por un órgano jurisdiccional 77, que
regularmente actúa bajo funciones y competencias delegadas por el texto
constitucional de forma expresa y, en algunos casos, de forma implícita por su
naturaleza.

Esta concepción surge a raíz del entendimiento de los textos constitucionales más
allá de cartas políticas de organización o de reconocimiento de derechos, aún y
cuando se les sigue considerando así, también aparejó el constitucionalismo, un
entendimiento de la Constitución como norma superior que irradia a todo el sistema y
por ende, que es coercible y no solo admirable.

De esa cuenta, la interpretación constitucional es una modalidad de la interpretación


jurídica, sin embargo, tal y como se ha mencionado anteriormente, ofrece otras
características.

Pietro Sanchís78 enseña las características principales de la interpretación


constitucional desde varios puntos; en primer lugar señala, las normas
constitucionales son en su mayoría de carácter abstracto, indeterminado y elástico,
por lo que se adecuan más a los principios que a las reglas; por ende, en segundo

77
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 55.
78
Pietro Sanchís, Luis. “Notas sobre la interpretación constitucional”, Revista del Centro de Estudios
Constitucionales, No. 9, Madrid, 1991, pp. 175 y ss.

60
lugar señala, que la jurisdicción constitucional encargada de dirimir conflictos en
donde estén inmersas normas constitucionales, no está orientada a explicar la
respuesta correcta a un caso determinado, sino más bien, establecer las
interpretaciones intolerables de la norma constitucional; y por último, define la
diferencia principal entre la interpretación constitucional y legal o jurídica, por los
efectos que cada una tiene para con todo el ordenamiento jurídico.

Esto es, que la interpretación constitucional, al igual que la fuente suprema que se
interpreta, que impregna todo el ordenamiento jurídico y restringe la actividad
legislativa del legiferante, la interpretación constitucional plasmada en la
jurisprudencia constitucional, impregna la aplicación del derecho objeto con relación
a los demás intérpretes, es decir, sienta un campo de licitud sobre el cual se podrá
deducir una tarea interpretativa legítima en miras de respeto a precedentes que,
dependiendo el sistema, serán menos o más coercibles, pero de observancia
obligatoria.

2.3.2 Concepto

Por lo que se refiere a la interpretación constitucional, para Gomes Canotilho, citado


por Díaz Revorio79, ésta consiste en atribuir un significado a uno o varios símbolos
lingüísticos escritos en la Constitución con el fin de obtener una decisión de
problemas prácticos, fundada en la propia Norma fundamental.

Tal concepción incluye una característica principal que diferencia a la interpretación


constitucional de la interpretación legal o jurídica, que es que la decisión que se
obtenga del caso práctico en el que intervino la norma constitucional, sea reflejada
desde la óptica de la norma fundamental, es decir, que irradie los principios y
valores.

79
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit., p. 46.

61
A tal definición debe añadírsele el elemento judicial, pues inmiscuye al juez
constitucional como principal encargado de la atribución de significado de las normas
constitucionales, de esa cuenta, señala Alonso García80 que la interpretación
constitucional se definiría como la actividad que el juez lleva a cabo para determinar,
mediante un razonamiento fundado en Derecho, el sentido de una norma
constitucional que es entendido de modo diverso por las partes de un litigio; resulta
interesante que dicha definición manda al intérprete judicial constitucional, a delimitar
mediante un razonamiento fundado, es decir, motivado, las razones de darle
determinado sentido a la norma constitucional.

Por tanto, concluye Díaz Revorio81, que la interpretación constitucional es una


especie o tipo de la interpretación jurídica, de cuyas características participa, y que
se distingue por el objeto específico sobre el que recae (la norma constitucional) que
al tiempo proporciona criterios o elementos propios para la propia tarea
hermenéutica; asimismo, contiene sus propios límites, que irán más allá del derecho
justo como en la interpretación jurídica, así como más allá del propio texto
constitucional, esto pues, ¿cómo se interpreta una norma constitucional que se
contrapone a otra norma constitucional?, o mejor dicho, ¿puede ser inconstitucional
una norma constitucional?, se tratará de dar respuesta más adelante, sin embargo,
son preguntas que van más allá de una interpretación constitucional sujeta a
estándares normales y que exigen un análisis más profundo de la complicada tarea
que es.

Desde la concepción del juez como creador de normas constitucionales y como socio
menor en la tarea integradora del derecho, Alonso García 82 considera que la esencia
de la interpretación es la elaboración de normas subconstitucionales en tanto
resultado de la aplicación judicial de la Constitución; tal elaboración resulta por
demás interesante, arriesgada y sobretodo, complicada, ello pues, de por sí el

80
García, Enrique Alonso. La interpretación constitucional, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1984, p. 4.
81
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit., p. 47.
82
García, Enrique Alonso. Óp. Cit., p. 5.

62
espectro constitucional hoy día es tan amplio que va más allá del texto constitucional
a estar conformado por una cantidad, en casos, innumerable de normas jurídicas con
categoría constitucional, por ende, las normas subconstitucionales a que se refiere el
autor, formarían parte de una categorización de subnormas, respecto de las demás,
pero que a fin de cuentas, estas últimas son las que explican el funcionamiento entre
todo el espectro constitucional.

De allí que se haga importante proponer una teoría innovadora que tienda a
categorizar las normas constitucionales, la cual llamaremos modulación
constitucional y será abordada más adelante.

En un sentido más práctico, Vigo83 señala que la interpretación constitucional tiene,


en principio, un doble objeto posible: o bien se procura con ella fijar el sentido de una
norma constitucional; o bien interesa para fijar el sentido de una norma o de un
comportamiento en relación a la Constitución; en otras palabras, no solo impone el
funcionamiento de una norma constitucional como límite para todo el sistema
jurídico, sino que también establece hasta dónde la norma inferior deja de ser
constitucional y se opone como una pantalla debilitadora de la impregnación
constitucional de todo el ordenamiento.

Ahora bien, para algunos doctrinarios, contrarios a Favoreu y su teoría de la


impregnación constitucional84 -que reza la irrigación de la Constitución en las leyes,
consistente en que estas van “vinculando” y llevando a cabo cada vez más las
normas constitucionales, propagándolas en todo el derecho-, no toda interpretación
debe parar en el campo de lo constitucional; tal es el caso de Hesse 85, que citado por
Monroy Cabra señala que solo puede hablarse de interpretación constitucional
cuando debe darse contestación a una pregunta de Derecho Constitucional que, a la
luz de la Constitución, no ofrece una solución clara; concepción que hace pensar

83
Vigo, Rodolfo Luis. Óp. Cit., p. 83.
84
Favoreu, Louis Joseph. “La constitucionalización del derecho”, Revista de Derecho Universidad
Austral de Chile, Valdivia, 2001, p. 35.
85
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 56.

63
remotamente en una teoría formalista sobre la cual, la norma constitucional ya tiene
un sentido dado y que, solo cuando se encuentre en una zona de penumbra,
permitirá ser interpretada.

De manera más simple pero no menos filosófica, Gadamer dice que la interpretación
no es un acto complementario a la comprensión, sino que comprender es siempre
interpretar y, en consecuencia la interpretación es la forma explícita de la
comprensión86, esto es, un proceso intelectual, dirigido no solo a extraer el
significado de la Constitución, sino a comprenderla; esa comprensión, vendrá en la
medida que sea acompañada de todos los aspectos axiológicos que rodearon su
creación, naturalmente expresados en los preámbulos o bien, en sus disposiciones
pétreas, traducidas en su carácter de irreformabilidad.

Para dar por finalizado el amplio catálogo de conceptos que se han detallado, resta
señalar lo que expresó Sierra González87 sobre la materia, en el sentido de que la
interpretación constitucional es toda aquella operación intelectual tendiente a
establecer el significado o sentido, alcance y extensión de los preceptos que
conforman el texto constitucional. Interpretación constitucional es indagar el
contenido de disposiciones de la Constitución; conceptualización amplia que resulta
interesante por los antecedentes del Tribunal constitucional guatemalteco, que entre
sus funciones –papel que se hablará más adelante-, tiene la defensa del orden
constitucional, justificante de la extensividad de su interpretación constitucional que
ha sido llevada a límites insospechados y hasta arriesgados.

De tal suerte, la norma constitucional, debido a su especialidad ha motivado la


creación de tribunales constitucionales especializados, los cuales según Monroy
Cabra88 ostentan un papel creador y esto es debido a la inconcreción de la norma
constitucional, su carácter político, su ambigüedad semántica, y su habitual
incompletud. Esto provoca que muchas normas constitucionales se remitan a la ley

86
Gadamer, Hans-Georg. Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1984, 5ª edición, p. 383.
87
Sierra González, José Arturo. Óp. Cit., p. 106.
88
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 59.

64
para la determinación de sus consecuencias jurídicas; tales normas se conocen
como programáticas, pues anclan su contenido en la constitución, pero mandan al
legislador a desarrollarlas, por lo que su interpretación ya no dependerá únicamente
de dicho anclaje en el texto constitucional, sino que de su desarrollo en una norma
infraconstitucional o de rango constitucional, lo cual supone, de nueva cuenta, viable
una categorización de normas constitucionales.

2.3.3 Métodos de interpretación constitucional

Al igual que la interpretación jurídica, la interpretación constitucional ostenta diversos


métodos para ser llevada a la práctica, los cuales dependerán del sujeto que la
realice o las formas de análisis que implique, sin embargo, en este apartado se
tratará de conceptualizar los más relevantes, y sobre todo, los que se consideran
más adecuados desde el punto de vista del sujeto de la interpretación constitucional
más importante: el juez constitucional.

Ningún método de interpretación constitucional es perfecto, por ello la diversidad y


complejidad de algunos respecto a otros; Aharon Barak abordó el dilema de la
esencia de la interpretación constitucional de la siguiente manera:

«Muchos aspiran en vano a descubrir cuál es “verdaderamente” el


significado jurídico de un texto. Es una búsqueda infructuosa: el texto no tiene
un significado “verdadero”. No tenemos la habilidad para comparar el
significado del texto antes y después de su interpretación, enfocándonos en su
“verdadero” significado. No existe una comprensión pre-exegética de un texto,
ya que sólo podemos acceder a él y comprenderlo a través de un proceso de
interpretación. Solo diferentes interpretaciones de un texto pueden ser
comparadas. A lo más que podemos aspirar es al significado “adecuado”, más
no al “verdadero”. La pregunta clave es, ¿Cuál es el sistema de interpretación
“adecuado”? (…) Todos los sistemas interpretativos lucha con los límites del
lenguaje y las generalidades. Todos los sistemas interpretativos deben resolver

65
la relación entre el texto y el contexto; entre la “palabra” (verba) de un texto y su
espíritu (voluntas). Todos los sistemas interpretativos deben adoptar una
posición respecto de la relación entre la intención real e hipotética del autor;
entre la intención “declarada” del autor, que se extrae del texto, y su intención
“real”, que se extrae del texto y de fuentes externas a él. ¿Cómo podemos
determinar el sistema de interpretación adecuado?»89.

Debe concordarse enteramente con el autor en el sentido de que todos los métodos
o sistemas de interpretación constitucional encontraran límites y problemática en su
aplicación, debiendo decantarse el intérprete por alguno específico dependiendo de
la mayor efectividad que le brinde, sin embargo, la tarea de determinar cuál es el
método adecuado solo hace más difícil la elección, por lo que en lo consiguiente, se
citarán unos cuantos métodos que se consideran como los más adecuados respecto
a lo que intentan hacer, que es la defensa de la Constitución.

Enfoque teleológico; este método busca estudiar la finalidad de las normas de la


Constitución, es decir, que desde el punto de vista del Estado constitucional de
derecho, el texto constitucional tenderá siempre a garantizar derechos
fundamentales y a limitar el ejercicio del poder público otorgado por ella; de esa
cuenta, Karl Loewenstein90 señala que se debe considerar como telos (fin) de toda
Constitución la creación de instituciones para limitar y controlar el poder político.

De la concepción finalista del autor, debe entenderse que toda interpretación del
mismo, debe estar orientada a sus fines supremos, sin embargo, estos no se limitan
a la división de poderes y el reconocimiento de derechos fundamentales –como
fundamentos del Estado constitucional de derecho-, sino que abarcan fines propios
de cada pueblo decidido a auto-determinarse mediante su texto constitucional;
regularmente, estos fines están plasmados en forma de valores superiores en el

89
Barak, Aharon. Óp. Cit., pp. 20-21.
90
Loewenstein, Karl. Teoría de la Constitución. Trad. de Alfredo Gallego, Barcelona, Ed. Ariel, 1986,
p. 151.

66
preámbulo constitucional o en las normas introductorias, esto es, una interpretación
que busca la intención y propósitos de los constituyentes y del pueblo que la adoptó,
por ende, solo podrá hallarse el sentido pleno de la Constitución, cuando se analizan
los motivos políticos que llevaron a su formulación; Monroy Cabra 91 señala que, para
descubrir la fórmula política hay que acudir al Preámbulo de la Constitución y a las
normas donde se determinan los principios y valores constitucionales.

Es así, que la Suprema Corte de los Estados Unidos de América 92 expresó en el fallo
Downes vs. Bidwell, que una Constitución debe ser interpretada por el espíritu, que
vivifica, y por la letra, que mata; es decir, deben tomar especial relevancia los valores
superiores que dieron forma a su creación. En ese mismo sentido, Linares
Quintana93 expresa que el espíritu o alma de la Constitución constituye un elemento
primordial en su interpretación, ya que ésta nunca podrá contrariarlo o estar en
pugna con él; en otras palabras, los valores superiores que informen la creación de la
norma constitucional, encontrarán siempre el camino para adecuarse a la
interpretación adecuada, causando tranquilidad con su resultado interpretativo y no
penumbra ni tergiversación constitucional disfrazada de mutación.

Ricardo Guastini94 señala que, en la tarea de hallar el sentido finalista de la norma


constitucional para realizar una debida interpretación de la misma, se interpreta el
texto constitucional según la “voluntad”, la “intención” (intent) o la “finalidad”
(purpose) de los “padres fundadores”, pero es necesario distinguir entre la intención
subjetiva y objetiva, entendiendo la primera de estas desde el estudio de los trabajos
preparatorios del texto constitucional; y la segunda, es decir, la intención objetiva,
como la suposición de una intención racional o razonable del constituyente al
diagramar la norma constitucional, sin embargo, ésta última intención racional suele
depender completamente de los juicios de valor de los intérpretes.

91
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 72.
92
Suprema Corte de los Estados Unidos de América, Downes vs. Bidwell, p. 661.
93
Linares Quintana, Segundo V. Tratado de Interpretación Constitucional, Buenos Aires, Abeledo-
Perrot, 1993, p. 342.
94
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional. Óp. Cit., p. 69.

67
Enfoque sistemático; este método de interpretación constitucional se configura
como uno de los más discretos, pero más útiles, ello pues determina una solución
eficaz al fenómeno de la mutación constitucional malintencionada o mejor llamada, la
tergiversación constitucional, esto pues, a través de la sistematización del texto
constitucional debe entenderse que el mismo es un todo, un sistema o un cuerpo
orgánico integrado por reglas y subreglas, principios y valores constitucionales95, por
lo que, de esa unidad, la constitución ostenta coherencia y armonización interna que
debe observarse al momento de aparecer una aparente antinomia constitucional.

Tal concepción significa que una norma constitucional, esté integrada por reglas,
principios o valores, no puede interpretarse de forma aislada y en sí misma, sino que
debe ser analizada sobre la manera en que está colocada en conexión con las
demás normas o preceptos del texto constitucional, ello para evitar cambiar el
sentido de esta o estos.

Habida cuenta, los textos constitucionales están conformados por secciones, partes
o apartados, los cuales detallarán, según la naturaleza del texto constitucional de que
se trate, las materias que se tratarán y los preceptos que se desarrollarán en cada
uno de ellos, por lo que en principio, el método sistemático manda a una observancia
general de la constitución y su sentido, luego de la parte específica a la que
pertenece y por último, de la familia de preceptos a la que pertenece; esta tarea
delimitadora de hallar la sistematización de cada norma constitucional al interpretarla,
permitirá hacer dicha labor con la entereza con la que el constituyente armó el diseño
constitucional.

De tal método, Pablo Lucas Verdú96 señala que todo precepto constitucional tiene
que interpretarse de manera que armonice con aquellos principios elementales

95
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 74.
96
Verdú, Pablo Lucas. La interpretación constitucional, España, Universidad de Salamanca, 1960, p.
157.

68
constitucionales y con las decisiones fundamentales del legislador constituyente;
decisiones que ha expresado mediante una arquitectura constitucional específica.

Asimismo, en la tarea de interpretación constitucional utilizando el método


sistemático, es importante considerar a todas las partes como vitales e importantes,
ello pues la totalidad de la Constitución es la guía primaria para desentrañar el
significado de cada norma específica; dicha tarea se vuelve cada vez más difícil en el
plano de la interpretación constitucional moderna, en la cual surgen cada vez más
normas con rango constitucional al espectro objeto de interpretación, lo cual no solo
hace que el centro de estudio ya no solo se enfoque en el texto constitucional, sino
que en determinado momento, la amplia gama de normas con rango constitucional
pueden permear el texto central erigido por el acto constituyente, para bien o para
mal, lo cual es tarea fulminante del intérprete, tanto permitir como impedir.

En cuanto a establecer el funcionamiento de los principios y valores en este método


de interpretación, Díaz Revorio97 enseña que engloba tres argumentos; el argumento
a coherentia (interpretación de los enunciados legales teniendo en cuenta que no
pueden expresar normas incompatibles entre ellas); el argumento sedes materiae
(atribución de significado a un enunciado dudoso teniendo en cuenta el lugar que
ocupa en el texto normativo del que forma parte); y argumento sistemático en sentido
estricto (atribución de significado teniendo de acuerdo con el contenido de otras
normas, o contexto jurídico; de estos, puede establecerse que los valores no son los
que informan su utilización, sino más bien, este método es útil para destacar la
importancia de los valores sistemáticamente planteados en el texto constitucional.

Así lo conceptualiza Guastini98 de una forma práctica de la utilización del método


sistemático, citando que en general, siempre que una disposición constitucional
admite dos interpretaciones, una de las cuales contradice otra disposición
constitucional (previamente interpretada) y la otra no produce ninguna antinomia, se

97
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit., p. 339.
98
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional. Óp. Cit., p. 72.

69
hace interpretación sistemática, escogiendo esta segunda interpretación y
descartando la primera; esto ilumina, en el sentido de que las normas
subconstitucionales que son creadas por el juez constitucional, en el método
sistemático, influyen para la interpretación de otras normas constitucionales,
constituyendo un propio medio más directo de control.

Enfoque progresista y realista; estos dos métodos de interpretación tienen


diversos enfoques, los cuales coligen en diversos puntos y conllevan a un estudio
similar de la norma constitucional, ello hace que se analicen de manera conjunta.

Funcionan de manera en que la Constitución debe interpretarse no solo conforme a


las circunstancias sociales, políticas, y económicas existentes en el momento de su
elaboración, sino teniendo en cuenta las condiciones y necesidades de todo orden
existentes en el momento de su aplicación, esto provoca la conciliación de la
estabilidad y seguridad con la evolución y transformación 99 y asegura de cierta
manera, un desarrollo ordenado de la garantía de la constitución, pues de manera
paulatina irradia el ordenamiento jurídico ordinario tanto de valores fundantes como
de valores nacientes y reales de la sociedad actual.

Esta nueva categorización de valores nacientes de la realidad social existente al


momento de la interpretación de la norma constitucional, en ningún caso puede
alterar o menoscabar los valores superiores que dieron lugar al texto constitucional
original, así lo afirma Smend 100 a través de su método científico-espiritual, quien
señala que el sistema de valores o “sistema cultural” constituye un sustrato material
integrador de la comunidad. Pero tales valores tienen un carácter dinámico, de forma
que deben ser actualizados y adaptados. Se ha destacado que el recurso al orden de
valores obliga a una “captación espiritual” del contenido axiológico último del orden
constitucional; de esta forma, la interpretación aparece más que para dar respuesta
al sentido de los conceptos del texto, para comprender el “sentido y realidad” de la

99
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 74.
100
Smend, Rudolf. Constitución y derecho constitucional. Trad. J.M. Beneyto Pérez, Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1985, p. 197.

70
ley constitucional, es decir, que a través del estudio espiritual-realista de la norma,
pueden hallarse valores cambiantes en su estructura, que dependerán de su mayor o
menor aceptación cultural para que formen parte de la estructura de la norma.

Esto indica que la interpretación constitucional debe tener siempre presente la


realidad del momento histórico en que se realiza la interpretación, la cual deberá ser
razonable, práctica, de acuerdo al sentido común, y conforme a la realidad social de
la época respectiva, utilizando los valores culturales pasados y presentes como
herramientas de integración; Linares Quintana 101 señala que la Constitución es vida y
evoluciona sin cesar, la interpretación de sus normas ha de ser esencialmente
dinámica, progresista y constructiva, y seguir simultáneamente el cambio de las
condiciones sociales, políticas y económicas, que acaecen inexorablemente en el
devenir de la humanidad.

Por último, debe remarcarse que dichos cambios sociales, políticos y culturales que,
necesariamente ocurren con el transcurrir de los años, no pueden alterar una esencia
intocable, que es la que conforman los valores superiores que dieron vida al Estado;
así lo señala, como crítica al método científico-espiritual Díaz Revorio, de forma que
tal método tiene el acierto de mostrar la influencia de la realidad social sobre la
interpretación del texto constitucional (idea que, desde luego, debe tenerse en
cuenta, y sobre la que volveremos). De esa cuenta, indudablemente, debe aceptarse
la influencia de la “comunidad de valores”, y de los factores sociológicos en general,
a la hora de interpretar la Constitución: pero ello solo para concretar o desarrollar los
valores expresamente recogidos en el texto constitucional, nunca para añadir otros, y
menos para imponer algunos en contradicción con los constitucionales expresos, por
más que, supuestamente, pudieran hallarse otros valores “efectivamente vívidos” por
la comunidad. En todo caso, la apertura constitucional, a la que ya nos hemos
referido, permite el juego de los “valores sociales”.

101
Linares Quintana, Segundo V. Óp. Cit., p. 558.

71
Debe concordarse con el autor en que, en la tarea integradora que realiza el
intérprete constitucional, no puede pretender añadir valores constitucionales que no
están reflejados en el texto por el constituyente, ello pues, no es tarea de la
interpretación constitucional, a través de la creación de normas subconstitucionales o
de su papel como socio menor en la creación del derecho, sustituir la voluntad del
constituyente reflejada en forma de valores superiores.

Método propositivo; como una variante descendiente del enfoque teleológico o


finalista, y que sumerge la categoría de principios y valores en su estudio, surge la
interpretación propositiva, llamada así por Aharon Barak102 y confeccionada desde el
punto de vista del propósito; el propósito es un concepto normativo que el derecho
construye; el propósito de un trabajo legislativo específico contiene elementos tanto
objetivos como subjetivos, pero la interpretación constitucional desde el método
propositivo analizará únicamente el elemento objetivo de la norma.

De esa cuenta, tal elemento objetivo, resumido en la intención racional del


constituyente al crear la norma constitucional, puede observarse según Guastini 103
en tres variantes, en primer lugar, para extraer directamente de ella el significado del
enunciado que se interpreta; en segundo lugar, lo que es mucho más frecuente, se
puede apelar a esta intención “en negativo”, con el único fin de descartar la
interpretación literal, escogiendo un significado diverso (normalmente más discutible);
y en tercer lugar, no se hace referencia a la intención real o “fáctica” de la autoridad
normativa, sino a una intención “contrafáctica”, con el objetivo, nuevamente, de
descartar el significado literal o de colmar una laguna en la constitución.

Es así, que para Aharon Barak104, los elementos objetivos también influyen sobre el
propósito, operando en varios niveles de abstracción; en un nivel alto de abstracción,
el propósito objetivo de un texto es realizar los valores fundamentales del sistema
jurídico, sin embargo, la tarea difícil resulta al intentar encontrar el equilibrio entre los

102
Barak, Aharon. Óp. Cit., pp. 59-60.
103
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional. Óp. Cit., p. 70.
104
Barak, Aharon. Óp. Cit., p. 60.

72
propósitos subjetivos y objetivos, es decir, la intención real del constituyente y la
intención hipotética del autor de la interpretación, lo cual deja camino de resolución
en las manos de la discrecionalidad.

Por ende, para realizar la interpretación constitucional desde este método


propositivo, es menester tener en cuenta pre-condiciones para la tarea interpretativa;
de esa cuenta, mientras más discrecionalidad tenga el juez constitucional, de mejor
manera podrá intentar hallar el equilibrio entre propósitos, esas pre-condiciones
corren a cuenta de su independencia o bien, de la garantía de su función, lo anterior,
diseñado por el propio texto constitucional.

En conclusión, dependerá de la mayor o menor discrecionalidad que ostente el juez


constitucional para realizar su tarea, la capacidad que tenga al enfrentar el equilibrio
entre los propósitos reales e hipotéticos de una norma y así, encontrar el punto
medio que procure una interpretación constitucional adecuada; en otras palabras, la
discrecionalidad deberá estar seriamente permeada por la objetividad en la labor del
juez constitucional, esta objetividad conlleva grandes exigencias, requiriendo del juez
que se abstenga moralmente. El juez debe estar consciente que tiene valores que
carecen de valor general, y que sus opiniones personales pueden ser excepcionales
e inusuales.

En opinión de Barak105, el requerimiento de objetividad impone una gran carga sobre


el Juez, quien debe ser capaz de distinguir entre sus deseos personales y lo que es
aceptado generalmente en la sociedad; debe erigir una partición clara entre sus
creencias como un individuo y sus visiones como Juez; debe ser capaz de reconocer
que sus visiones personales pueden no ser generalmente aceptadas por el público;
debe distinguir cuidadosamente su propio credo del de la nación; debe ser crítico
consigo mismo y restringirse respecto de sus creencias, y por último, debe respetar
las cadenas que lo limitan como Juez; estas son cualidades que se considera,
debería tener todo juez del rango y rama que sea al realizar su labor.

105
Ibíd. p. 43.

73
2.4 La defensa de la Constitución

Se ha mencionado entonces la importancia de la interpretación jurídica y de la


interpretación constitucional como ramal independiente de ésta, pero resta definir el
porqué de la amplia gama de teorías de interpretación y de métodos para realizarla;
es por ello, que este apartado abordará la motivación de toda la estructura de
interpretación legítima que pretende instaurarse por sobre la constitución, incluyendo
en ella la prevalencia de principios y valores, dicha motivación es: la defensa de la
Constitución.

Para hablar sobre la defensa de la Constitución, debemos entender en primer lugar


la concepción de la propia palabra; ¿qué es la Constitución?, ¿por qué es el
instrumento más importante dentro de un Estado?, y sobre todo, ¿cómo está
conformada?

Estas preguntas encontrarán muchas respuestas símiles, algunas laxas y otras


concretas, pero serán faros guía para determinar qué estamos defendiendo a través
de una interpretación constitucional activa, así como qué se pretende desde el punto
de vista dogmático, al asignarle fuerza normativa e interpretativa al preámbulo
constitucional. Asimismo, resultará útil responder a tales cuestionamientos, para
determinar la relevancia de la propuesta de teoría que se hará en esta investigación,
esta es, la modulación constitucional como sistema de categorización de normas
constitucionales.

La constitución puede ser entendida desde muchos puntos de vista; desde la visión
como un orden jurídico fundamental del Estado y la sociedad, posee una validez
jurídica formal de naturaleza superior, pues se encuentra en la cúspide del
ordenamiento y lo irradia; también es la Constitución, creadora del momento de la

74
estabilidad y la permanencia106, pues pretende vivir a perpetuidad, manifestando una
voluntad creadora con miras a la progresividad y abierta a los cambios.

Lo anterior en palabras de Popper, citado por Haberle107 significa que la Constitución


permite la apertura hacia adelante, hacia el futuro; institucionaliza las experiencias –
lo que se conoce como “apertura hacia atrás”-, y abre espacio para el desarrollo del
espíritu humano y su historia, en otras palabras, la Constitución tiene una mirada
histórica de la sociedad que organiza, a través de la cual planta los principios y
valores que han ayudado a su creación de cara a futuro; tiene un sentido histórico
material del momento que estabiliza y sobre el cual asienta su base inspiradora, y
por último, ve hacia el futuro en aras del desarrollo del pueblo que auto-determina.

De esa cuenta, la Constitución es un sistema de normas jerarquizado y estructurado


en forma aspiracional; funciona como conjunto de normas limitadoras al poder, y
como conjunto de normas que contienen derechos fundamentales para los
ciudadanos, en palabras Guastini108, el adjetivo “constitucional” para un Estado, solo
puede ser utilizado cuando éste esté provisto de una Constitución, que, sí, y solo sí,
satisfaga dos condiciones (disyuntivamente necesarias y conjuntivamente
suficientes): 1) por un lado, que estén garantizados los derechos de los ciudadanos
en sus relaciones con el Estado, y 2) por otro, que los poderes del Estado (el Poder
Legislativo, el Poder Ejecutivo o de gobierno y el poder jurisdiccional) estén divididos
y separados (o sea que se ejerzar con órganos diversos).

Así las cosas, se puede entender que el término Constitución no presupone la


existencia de un texto constitucional, pues la teoría que rezó sobre que todo Estado
es constitucional por contar con un texto o código de normas fundamentales ha
quedado en desuso, dando paso a los requisitos que reitera ut supra el autor, como
básicos para considerarse un Estado constitucional; de esa cuenta, pueden haber
Estados que se cataloguen como constitucionales por tener una Constitución

106
Haberle, Peter. Óp. Cit., p. 3.
107
Ibíd. p. 4.
108
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional. Óp. Cit., p. 25.

75
material, pero que no garanticen su división de poderes o los derechos
fundamentales de sus habitantes, y que por ende, no son, y contrario sensu, habrán
Estados que aun y cuando no textualicen sus deseos fundamentales en una
Constitución, son constitucionales por cuanto respetan y garantizan derechos
fundamentales y su forma autentica de gobierno y límite al poder político.

Es por ello, que en la actualidad existe el reflejo de normas fundamentales y ya no


solo de textos constitucionales; estas normas fundamentales –que pueden o no
llamarse Constitución- serán en diversos sentidos: a) las que determinan la llamada
“forma de Estado”., b) las que determinan la “forma de gobierno”, y c) las que regulan
la producción normativa109; estas en su conjunto, estando proscritas o no, proveen al
Estado de una Constitución, y por lo tanto, eso son.

La defensa de la Constitución no es exclusiva de un texto específico, el cual ya está


conformado por reglas, principios y valores, sino que corre a favor de un
conglomerado de normas fundamentales; Guastini 110 ilustra de mejor manera el
funcionamieneto de tal pensamiento, señalando que la Constitución entendida como
conjunto de normas fundamentales (en uno u otro sentido) es llamada a su vez
Constitución en sentido “sustancial” o “material”; se llaman materialmente
constitucionales las normas “fundamentales” –en uno u otro sentido- de todo
ordenamiento jurídico; en otras palabras, la Constitución es únicamente un código
fundamental en el que están contenidas algunas de las normas que forman parte de
la materia constitucional, ello pues, es raro que un texto constitucional agote la
totalidad de dicha materia, sino que programa para que otra norma lo haga o bien,
atribuye el carácter constitucional expresamente.

De tal postura, al hablar de la defensa de la Constitución en su garantía de suprema


norma, hablaremos de materia constitucional y no solo del texto específico, ello pues,
la Constitución ya prevé la existencia de normas que desarrollen sus mandatos y en

109
Ibíd. p. 26.
110
Ibíd. p. 27.

76
concreto, asigna rango constitucional a otras normas internas y externas (en el caso
del bloque de constitucionalidad), lo que nos llevará a una defensa más amplia o con
más frentes.

Tal idea no fue nueva para la Constitución de Guatemala, en la cual se atribuye a la


Corte de Constitucionalidad en el artículo 268111 como función esencial, la defensa
del orden constitucional; ello en contraposición a lo que se pudiera interpretar sobre
la defensa de la Constitución como texto, pues el constituyente reflejó que lo que ha
de defendeserse a través de la interpretación constitucional es la materia
constitucional y no únicamente el texto constitucional central.

Es preciso entonces establecer que la Constitución como sistema entero


materializado en un texto normativo o bien en principios y valores estatuidos en
diversas normas fundamentales, debe ser defendida; esa defensa parte de la
importancia en donde se sitúa la Constitución como la norma suprema o
fundamental, “norma normarum”, o norma reguladora de la producción de las demás
normas, que se encuentra en la cúspide de la pirámide del ordenamiento jurídico,
que de ella recibe su juridicidad y constitucionalidad.112

Es así que entendida la Constitución en sentido material –materia de la constitución-,


su defensa velará no solo por su estricto cumplimiento, sino por la irradiación
adecuada al demás ordenamiento, es decir, que la luz que refleja llegue a todo el
ordenamiento jurídico y no sea disminuida por efecto pantalla; asimismo, dicha
defensa permitirá afianzar la base sobre la cual se instauró el orden constitucional y
abarcará toda la materia de la constitución.

La defensa de la Constitución señala Estévez Araujo 113 puede entenderse como una
operación de control que tiene como objetivo evitar que la normativa

111
Asamblea Nacional Constituyente, Constitución Política de la República de Guatemala, 1985.
112
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., p. 79.
113
Estévez Araujo, José Antonio. La Constitución como proceso y desobediencia civil, Madrid, Ed.
Trotta, 1994, p. 66.

77
infraconstitucional viole o contradiga lo establecido en la Constitución y, muy
especialmente, que el legislador trascienda los límites que la Constitución impone;
menciona también el autor, que el tipo de operación intelectual necesario para llevar
a cabo el control dependerá de la concepción que se tenga de la propia Constitución,
ello pues, no será igual, por ejemplo, en el caso de que se sustente una concepción
de la Constitución como “sólo texto” o en el caso de que se consideran determinados
principios de derecho natural como integrantes de ésta; cabe resaltar que la
Constitución no puede ser analizada como un texto aislado sin motivación axiológica,
por ende, su defensa correrá también por el estudio de principios y valores, llegando
incluso a aplicarlos directamente.

Dicha defensa de la Constitución –materia de la constitución- ha sido discutida desde


varios puntos de vista, uno de ellos es sobre quién debe realizarla; de esa cuenta, la
partida la ganó Hans Kelsen por sobre Carl Schmitt, citados por Monroy Cabra 114, en
el entendido de que el primero de estos pregonaba que la defensa debía ser
realizada por un Tribunal Constitucional, mientras que el segundo, por el Canciller,
esto por ser el guardían principal del sistema político, entendiendo que la
Constitución es un proceso político y no jurídico; sin embargo, la catástrofe nacional-
socialista, dio la razón a Kelsen e inclinó la balanza hacia la defensa ejercida por
jueces constitucionales.

No se centrará este apartado en delimitar los tipos de tribunales constitucionales,


aunque cabe resaltar que mucho dependerá la forma de su integración para una
adecuada tarea defensiva de la materia de la Constitución, o bien si está coaligado al
poder judicial; sin embargo, la historia ha demostrado que no existe un modelo de
tribunal constitucional idóneo, sino que cada Estado encuentra a conveniencia el que
mejor funcione para sus condiciones socio-políticas; de tal afirmación es ejemplo
Guatemala, que en su Constitución de 1965 instituyó su primer tribunal
constitucional, pero conformado por los jueces de la Corte Suprema de Justicia, lo
cual tensó su actuación y acabó por inutilizarlo, por lo que en la Constitución vigente

114
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit., pp. 84 y ss.

78
de 1985 se optó por un tribunal constitucional independiente y de jurisdicción
privativa.

Ese no es el caso de Costa Rica, país en el cual funciona una sala constitucional
parte de la Corte Suprema de Justicia y que, a pesar de ello, ha obtenido
reconocimiento por su labor al frente de la defensa de la Constitución; otros ejemplos
como México en el cual la Suprema Corte de Justicia hace las veces de contralor de
la constitucionalidad, asimismo la Argentina, o como en el caso guatemalteco, las
cortes constitucionales chilenas y colombianas; tal perspectiva enseña que el modelo
del tribunal constitucional que encabece la defensa de la constitución poco importa si
dicho tribunal no hace efectivas todas las cláusulas valorativas y principialistas que
suyacen en los textos fundamentales, por lo que el mayor o menor éxito dependerá
del buen uso de las funciones tan grandes que se les ha enconmendado, atendiendo
a que un gran poder, conlleva una gran resposabilidad en el actuar.

Habida cuenta, con la aparición de los tribunales constitucionales para la defensa de


la materia constitucional, surge la jurisdicción constitucional, que no es más que un
andamiaje procesal tendiente a asegurar la plena eficacia de las normas
constitucionales; pero antes de hablar de ello, en una breve descripción de los
sistemas de jurisdicción constitucional existentes, debe hacerse una bifurcación
sobre la tipología de la defensa de la Constitución.

En palabras de José Ángel Marín115, las grandes tipologías de defensa de la


Constitución son dos: a) la que atribuye todas las competencias propias de la
defensa de la Constitución a órganos políticos (pudiendo subclasificarse desde el
parlamento o desde el ejecutivo), y b) la que atribuye a órganos judiciales la defensa
de la Constitución; ante esta clasificación, a juicio propio, puede sumarse una tercera
pero no menos importante, que es la vía de hecho; en esa vía de hecho la
Constitución es defendida por cuenta propia, es decir, el propio texto fundamental
colige un derecho fundamental para que la ciudadanía actúe en su defensa.

115
Marín, José Ángel. Óp. Cit., p. 32.

79
Tal derecho fundamental aludido es conocido como el derecho a la resistencia, o mal
llamado, a la desobediencia civil, y consiste básicamente en que permitir el desacato
de órdenes manifiestamente ilegales y contrarias al texto fundamental; aparece así
reflejado en diversos textos constitucionales y también puede preceptuarse como
derecho a la revolución; de esa cuenta, partiendo de la premisa que la Constitución
puede ser defendida desde la vía política, judicial y de hecho, se procederá a explicar
de manera resumida los tres sistemas de control constitucional existentes.

El primero y más antiguo es el control difuso, también llamado americano; éste surge
con el trabajo hecho por el Juez Marshall en la sentencia del caso Marbury vs.
Madison, en el cual inaplicó una norma legal y aplicó la Constitución en preferencia;
señala Orozco Solano116 que en el método difuso de control de constitucionalidad
todos los órganos jurisdiccionales, al determinar cuál es la norma aplicable al caso
concreto, deben valorar si se adecua o no al Derecho de la Constitución y, si es el
caso, declarar su inconstitucionalidad y su inaplicación, interpretándose directamente
la norma fundamental; de esa cuenta, los rasgos más sobresalientes de tal sistema
son: que es aplicado difusamente por los jueces y no por un tribunal con jurisdicción
privativa, asimismo, los efectos de sus declaraciones son inter partes, es decir,
causan efectos al caso concreto.

Mientras tanto, el control concentrado o también llamado europeo, exclusiviza la


función contralora de la constitucionalidad del ordenamiento jurídico a un tribunal
constitucional con facultades de legislador negativo, es decir, que sus decisiones
tienen efectos erga omnes, a diferencia del modelo difuso que es inter partes; en ese
sentido, para Kelsen117 la Constitución no contiene normas directamente aplicables
por el juez sino mandatos o prohibiciones al Legislador; de tal forma que la
Constitución es ejecutada por la ley y, ésta, por la sentencia de juez.

116
Orozco Solano, Víctor Eduardo. La fuerza normativa de la Constitución, México, Ed. Porrúa, 2017,
p. 7.
117
Ibíd. p. 13.

80
Poco queda de ese pensamiento en la realidad jurídica de los tribunales
constitucionales de carácter concentrado, que han tomado un papel vívido en la
aplicación directa de la Constitución frente a la ley y han dejado de ser legisladores
negativos, para convertirse en verdaderos creadores de derecho, como se ha citado
en otras líneas, creadores de normas subconstitucionales.

De tal cuenta, la defensa de la Constitución fue llevada mediante el método


concentrado da un carácter jurisdiccional y no político a los tribunales
constitucionales, los cuales deben realizarla, según Martínez Sospedra, citado por
Monroy Cabra118 en razón de lo siguiente: a) la sujeción de su función a un método
jurídico de interpretación; b) el carácter reglado de la acción del Tribunal
Constitucional, la actividad de conocimiento jurídico y no de oportunidad política; c)
su actuación que sólo opera a instancia de parte; d) la vinculación de su actividad a
un proceso jurisdiccional especial y contradictorio; e) los principios de neutralidad e
independencia a que está sujeta la actividad jurisdiccional; y f) la posición del
Tribunal Constitucional como de tercer superpartes.

Tales consideraciones ponen de manifiesto límites concretos que el juez


constitucional debe observar para la defensa de la Constitución, en razón de la gran
tarea que esto conlleva y la responsabilidad en modular los parámetros amplios de
actuación que tiene, para que sean razonables y objetivos en su tarea de juez.

Para culminar con los modelos de control constitucional, algunos constitucionalistas


latinoamericanos resaltan la existencia de un tercer modelo; este se nutre de los
modelos americano y europeo, y forma uno independiente de características mixtas.
En palabras de Piza Escalante119, no es correcto, ni justo reducir los modelos de
Justicia Constitucional a los dos paradigmáticos a los que se ha hecho costumbre

118
Monroy Cabra, Marco Gerardo., “Necesidad e importancia de los tribunales constitucionales en un
Estado social de derecho”, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, Uruguay, Fundación
Konrad Adenauer Stiftung A.C., Tomo I, 2004, p. 23.
119
Piza Escalante, Rodolfo. La Justicia Constitucional en Costa Rica, San José, Ed. Investigaciones
Jurídicas, Sociedad Anónima, 2004, p. 66.

81
referir, con simplismo, todos los sistemas conocidos: el norteamericano o “difuso” y el
europeo o “concentrado”, cuyas categorías o criterios, aun combinados, no alcanzan
para explicar el que, con perfiles y caracteres propios, no reductibles a los otros dos
–ademas, anterior al nacimiento del segundo y hasta de su ilustre creador-, puede
bautizarse “iberoamericano” –para incluir a Brasil y no hacerlo con Haiti, que no tiene
nada que decir en esta materia-.

Este sistema iberoamericano, también llamado modelo integral de justicia


constitucional, surgido como tal en Colombia y Venezuela, tiene entre sus notas
características, señala Orozco Solano120, la existencia una acción popular de
inconstitucionalidad, que faculta a cualquier ciudadano para impugnar la
constitucionalidad de una ley, por el mero interés de hacer valer el Derecho de la
Constitución, en segundo, la combinación de ambos métodos de control de
constitucionalidad, el concentrado y difuso, y el establecimiento de un recurso
directo, no subsidiario, de naturaleza sumaria e interdictal, para la defensa de los
derechos fundamentales, tal y como es exigido por el artículo 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.

Este recurso directo, considerado en diversos países como acción o garantía, nació
en Latinoamérica con el nombre de amparo, específicamente en México para la
defensa de la libertad y la garantía de los derechos sociales, y ha sido extendido
como parte fundamental de la defensa de la constitución, ello pues, la
inconstitucionalidad funciona como límite al poder, frente al mandato constituyente, y
el amparo como garantía para el goce y disfrute pleno de los derechos
fundamentales contenidos en la materia de la Constitución.

Para culminar con este pequeñisimo apartado sobre la tarea tan importante de
defender la Constitución, debe reconocerse la motivación para hacerlo, y esta no es
más que la propia defensa de la democracia, del Estado de derecho y de la persona
humana, es decir, al defender la Constitución, entendida como la materia que

120
Orozco Solano, Víctor Eduardo. Óp. Cit., p. 18.

82
organiza a un Estado democrático y garantiza los derechos fundamentales de los
ciudadanos basados en la dignidad de la persona humana, estamos defendiéndonos
nosotros mismos; esta defensa va más alla de una concepción formal, pues es una
tarea obligatoria, en especial para el juez constitucional.

Así puede entenderse en cuanto a la defensa material de la Constitución, como lo


menciona Aharon Barak121 al referirse a la defensa de la democracia, explicando que
los sistemas jurídicos imponen la tarea defensiva a los jueces, incluso en aquellos en
donde no poseen Constitución formal, verbigracia Inglaterra en donde, a pesar de la
ausencia de una Constitución escrita, los jueces han protegido los ideales
democráticos durante muchos años, es por ello, que si se desea conservar la
democracia, no se puede dar por sentada su existencia, debe lucharse por ella; de
igual manera en cuanto a los derechos fundamentales, que fueron fruto de una
incansable lucha social que configuró cada una de sus categorías, para que hoy en
día se les entienda como una unidad indivisible e interdependiente.

Consideramos entonces, concordando con el citado autor, que la principal labor de


un juez constitucional en una democracia es mantener y proteger a la Constitución y
a la democracia; la lucha por el derecho es incesante y la necesidad de cuidar el
Estado de derecho existe en todo momento, por lo que nunca se puede relajar –el
juez- en la protección del Estado de derecho y más importante, el juez constitucional
de esta generación –la generación de los jueces-, está encargado de cuidar nuestros
valores básicos y protegerlos de aquellos que los desafían.

121
Barak, Aharon. Óp. Cit., pp. 13 y ss.

83
CAPÍTULO III
EL PREÁMBULO CONSTITUCIONAL
Establecida la base sobre la que se sienta el constitucionalismo moderno, la
distinción que surge entre las normas constitucionales, integradas estas por reglas,
principios y valores y, la forma en que la interpretación constitucional se convierte en
la herramienta para dotar de fuerza interpretativa y normativa a las disposiciones de
la materia de la constitución, se está ante el apartado para bosquejar la parte
axiológica y filosóficamente más concentrada de la Constitución, su preámbulo.

3.1 Antecedentes históricos

Luego de conceptualizado, es menester observar al pasado y establecer los orígenes


de los preámbulos, ello para tener una visión más amplia acerca de qué cuestiones
han regulado y la importancia que han tenido, tanto histórica como normativamente,
pues de allí se partirá para determinar el valor fundamental que ostentan, normativo
o hermenéutico.

De acuerdo a la historia del constitucionalismo moderno, el primer texto


constitucionalista del cual se habla tradicionalmente es la Carta Magna de 1215, la
cual a decir verdad, contempla un preámbulo bastante especial que se analizará más
adelante, sin embargo, para fines de estudio, se ha considerado que el primer
preámbulo que existió, por la manera en que fue consagrado y las situaciones que
precedía, así como la relevancia que tal documento otorgó al mundo del derecho, fue
el del Código de Hammurabi (1792-1750 A.C.), que en un fragmento relataba lo
siguiente:

«Yo soy Hammurabi: El Pastor Elegido del divino Enlil… el rey poderoso, Sol
de Babilonia que hace amanecer la luz sobre el País de Súmer y Acad, rey
sometedor de los Cuatro Cuadrantes, el protegido de Ishtar. Cuando Marduk
me mandó a gobernar el pueblo, a enseñarle al País el buen camino, yo hice

84
de la Verdad y la Equidad el asunto más importante: me ocupé del bienestar
del pueblo…»122.

Es impresionante notar de qué manera en las primeras civilizaciones de la tierra la


organización del poder (gobierno) era encaminada para el bienestar de su pueblo,
ostentando desde sus primeros pasos valores y principios que regían y guiaban para
tal tarea, y que en suma, eran los motivos y razones propias de que surgiera el
gobierno como tal; a su vez, el segundo antecedente histórico más antiguo proviene
de la antigua civilización egipcia, precisamente a quienes se ha considerado como
los promotores de la esclavitud en el mundo antiguo, relataban en el Gran Edicto de
Horemheb (1319-1292 A.C.):

«Su majestad, dedicado a procurar el bienestar de Egipto, pidió consejo a su


corazón sobre el mejor medio para suprimir el mal y la mentira, pues es su
voluntad proteger a los egipcios de toda violencia y opresión. El escriba de su
majestad tomó la paleta y el rodillo, y todo lo puso por escrito conforme a la
decisión de su majestad. El rey mismo dijo así: "Mi majestad manda lo
siguiente en lo relativo a abolir todos los eventos de opresión en la tierra…».123

Estos antecedentes son particulares pues las antiguas civilizaciones buscaban


inspiración divina en cada acto que realizaban, cuestión que aunque no dista de la
realidad que vive el constitucionalismo moderno, moldeaba de distinta forma sus
normas, pues las mismas contenían alusiones poéticas y religiosas, con normas
imperativas e incluso amenazantes para sus detractores; así las cosas, tal y como se
mencionó ut supra, el constitucionalismo moderno u occidental comenzó su largo
recorrido de la mano del primer texto sobre el cual se imprimieron principios y
valores, la Carta Magna de 1215, la cual en su preámbulo relataba lo siguiente:

122
Tajadura Tejada, Javier. “La función política de los preámbulos constitucionales”, Cuestiones
constitucionales: Revista mexicana de derecho constitucional, Nº. 5, México, 2001, pp. 252 y ss.
123
Breasted, James. Ancient Records of Egypt, Chicago, University of Illinois Press, 2001, vol. III, pp.
50-67.

85
«Juan, por la gracia de Dios rey de Inglaterra, señor de Irlanda, Duque de
Normandía y Aquitania y conde de Anjou (…) Hemos concedido a todos los
hombres libres de nuestro reino, en nuestro nombre y el de nuestros
sucesores para siempre, todas las libertades que a continuación se expresan,
para que las tengan y posean ellos y sus descendientes, de parte de Nos y
nuestros sucesores…».124

Tal concesión de libertades, que en esencia era un reconocimiento de principios


inherentes a la persona humana (hombres libres de esa época), constituyó más que
un simple texto con valor normativo, una verdadera alusión a la propia democracia, lo
cual en conexión con lo relatado anteriormente referente a las declaraciones de
autoproclamación de los primeros antecedentes legiferantes, hace que se observe el
preámbulo constitucional como una parte fundamental de la democracia sobre la cual
se funda el Estado moderno, pero que derivó de procesos lentos de
autodeterminación de la antigüedad.

El primer preámbulo constitucional, llamado en sí de esa manera y catalogado por


una buena parte de pensadores en Estados Unidos como parte fundamental de la
constitución de éstos, surge tras la revolución americana, que se fundó en principios
de derecho natural, sin embargo, otra buena parte (mayoritaria, por cierto), cataloga
al preámbulo de su constitución como una mera expresión de valores, ello por una
simple razón, el self restraint que guía el common law que practica dicho país, pues
los estadounidenses han sido los principales detractores del gobierno de los jueces.

Paradójicamente los jueces estadounidenses han sido tan relevantes para el derecho
constitucional y el desarrollo de la teoría de los derechos fundamentales, que el
preámbulo estadounidense es un referente en materia constitucional. Ahora bien,
independientemente de la postura sobre la vinculatoriedad del preámbulo frente a
otras normas, la primera Constitución política desde la perspectiva del concepto

124
Echeverri Quintana, Eudoro. “El Preámbulo de la Constitución Política”, Revista Académica e
Institucional de la UCPR, No. 88, Colombia, 2010, p. 7.

86
racional normativo en el entendido de contener un mínimo de derechos y de
garantías humanas y avalar la división del poder político fue la estadounidense,
conceptualizando su preámbulo así:

«Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más
perfecta, establecer Justicia, asegurar la tranquilidad interior, proveer para la
defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros y
para nuestra posteridad los beneficios de la Libertad, establecemos y
sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América».125

La principal distinción de este texto es el principio democrático sobre el cual se


inspira, al afirmar que es el pueblo quien se reúne y decreta la constitución, a
diferencia de como se analizó en los primeros antecedentes, en los que los reyes o
bien las deidades eran quienes otorgaban con beneplácito los derechos y los
reconocían; es importante mencionar que el preámbulo de los Estados Unidos de
América no apela a deidad alguna ni presupone sus bases sobre la fe, sino
únicamente sobre principios provenientes del derecho natural; ello encuentra
justificación más adelante en los primeros dos artículos del texto constitucional, pues
es en dos derechos fundamentales sobre los que dicho pueblo funda su nación, la
libertad religiosa y el derecho a poseer armas (auto defenderse), esto encuentra su
explicación en que dicho país fue poblado inicialmente por migrantes provenientes de
muchos lugares con credos distintos (que llegaban huyendo de la las guerras
religiosas en Europa) y, sobre la lucha que había llevado a su liberación de la
monarquía británica y un posible nuevo conflicto con ésta.

El tercer bastión del Constitucionalismo moderno fue la Declaración de los derechos


del hombre y del ciudadano, expedida por la Asamblea Constituyente de Francia en
1789; véase el Preámbulo:

125
Loc. Cit.

87
“Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional,
considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos
del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la
corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración
solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de
que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del
cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que
los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada
instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y
para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en
principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del
mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos. En consecuencia,
la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo y
bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano”. 126

Una de las diferencias más importantes que se encuentran en el antecedente


francés, es que tal Estado se declara como religioso, es decir, señala que a través de
la divinidad de un ser supremo se otorgan los derechos del hombre y del ciudadano,
conectando directamente el derecho natural con el derecho divino o canónico;
asimismo, el antecedente francés es importantísimo para relacionar la fuerza
normativa de los preámbulos –como se verá más adelante-, pues a través de éste y
su vinculatoriedad, expresada así por el Consejo Constitucional francés, se creó la
teoría del Bloque de Constitucionalite, adoptada por gran parte de países
iberoamericanos.

Los primeros preámbulos constitucionales y el sentido histórico-material que cada


uno tuvo e imprimió al constitucionalismo para futuro, reflejan las teorías jurídicas
sobre las cuales se basa la Estado constitucional de derecho moderno y la forma de
gobierno por excelencia, la república (división de poderes), ello pues, tanto la

126
Ibíd. p. 8.

88
separación de poderes como la garantía de los derechos fundamentales, que fueron
históricas conquistas plasmadas en los textos constitucionales y por ende, en sus
preámbulos, son elementos sin los cuales un Estado no puede desarrollarse,
encontrando además, elementos religiosos o culturales que, como se dijo, llevarán
adelante el desarrollo de la nación que conceptualiza su sentir en la Constitución.

3.2 Conceptualización

Etimológicamente, la palabra preámbulo contiene su origen en el latín praeambúlus,


que refiere que es aquel “que va delante”; esto, cambia de muchas maneras la
acepción normal que se le confiere al término preámbulo como accesorio
premonitorio de un texto constitucional, esto pues, debe entenderse como la carátula
axiológica del texto que se desarrollará; así lo ha referido Manuel Ossorio127 en su
definición: exordio, prefación, aquello que se dice antes de dar inicio a lo que se trata
de narrar, probar, mandar, etc., asimismo, desde el punto de vista jurídico, lo señaló
como la enunciación previa que contienen algunas Constituciones respecto a los
principios que las inspiran y que han sido tenidos en cuenta por los constituyentes.

Para Ernesto Adrián Löffler128, El preámbulo de una constitución puede ser


considerado como un prólogo, como una pieza que contiene los grandes fines y
objetivos del programa propuesto por el constituyente.

Ambas concepciones, distan de la concepción original que detalla su origen


etimológico, pues vasta diferencia hay entre algo que va delante de otra cosa, a algo
que la antecede. El afán de este embrollo gramatical es determinar que la palabra
preámbulo y su origen en latín, se refieren a que éste es una manifestación que está

127
Ossorio, Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, Buenos Aires, Ed.
Heliasta, 1984, p. 755.
128
Löffler, Ernesto Adrián. “Aspectos esenciales del preámbulo de la Constitución de Tierra del
Fuego”, Revista Judicial Obiter Dictum, No. 3, Argentina, Poder Judicial Provincia de Tierra del Fuego,
Antártida e Islas del Atlántico Sur, septiembre, 2015, p. 2.

89
por delante, es decir, que representa a lo que viene detrás de él, por lo que desde
ese punto puede determinarse la magnitud, importancia y relevancia para la materia
constitucional.

Conceptualizar al preámbulo constitucional en sentido estricto resulta complicado,


por ello debe remitirse a las acepciones de importancia que diversos autores le han
dado; al respecto Juan Bautista Alberdi, citado por Ricardo Haro129 señala al referirse
al preámbulo de la Constitución argentina de 1853, que éste oficiaba de fanal (faro)
que ilumina el camino de la constitución; tal concepción, aunque romántica, dejaba
entreabierta la puerta para interpretar su contenido como normas de contenido
axiológico y valorativo, que ya presuponen una consecuencia en el mundo jurídico,
siendo una tarea específica consistente en guiar toda la reproducción de la materia
constitucional.

El mismo Bautista Alberdi130 señala que conviene, pues, que el Preámbulo exprese
sumariamente los grandes fines de la Constitución (la unión nacional, la justicia, la
paz interior, la defensa común, el bienestar general y la libertad). Abrazando la mente
de la Constitución, vendrá a ser la antorcha que alumbre el sendero de la legislación
y señale el rumbo de la política del gobierno; en otras palabras, el autor refiere al
preámbulo desde el punto de vista programático, como punto de partida y principal
valedor de en lo que el texto constitucional resulte, esto resulta en una congruencia
necesaria y condicionante entre los principios y valores que sean allí consignados,
con el desarrollo jurídico de la materia constitucional y del resto del ordenamiento
jurídico.

Cabe señalar que los preámbulos no solo reúnen los principios y valores que se
desarrollarán en forma de reglas, principios y valores en el texto constitucional, sino

129
Haro, Ricardo. “El control de constitucionalidad comparado y el rol paradigmático de las cortes y
tribunales constitucionales”, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, Uruguay, Fundación
Konrad Adenauer Stiftung A.C., Tomo I, 2004, p. 65.
130
Bautista Alberdi, Juan. Las bases, Santa Fe, Ed. Castellví, 1957, p. 203.

90
que la nueva cultura democrática, señala Torres del Morral y Tajadura Tejada 131,
suele tener en los preámbulos constitucionales un privilegiado reflejo. No en vano en
su opinión éstos son, sin mengua de su especial valor normativo, piezas retóricas
muy valiosas en las que se dan cita los valores y los ideales que motivan la
redacción de sus respectivos textos constitucionales, en otras palabras, estas piezas
retóricas que pueden extenderse sobre cuestiones específicas o bien generalidades
del Estado que se está fundando, reflejan un carácter histórico, presencial y finalista,
que servirá de base para la programación de un sistema democrático.

Interesante es hacer mención de la concepción de los citados autores en cuanto a


señalar a los preámbulos como reflejo de la nueva cultura democrática, ello pues, a
través de esta se desarrolla un marco conceptual basado en un sistema de gobierno
inherente al Estado constitucional moderno, es decir, un marco normativo que gravite
en la garantía de los derechos fundamentales y que va más allá de la fuerza
normativa común que pueda llegar a reunir una concepción principialista, esto
porque, a través de dotar a un preámbulo como fundamento expreso de la
democratización de un Estado, se imprime en todo el texto constitucional valores y
principios supremos que, aun y no estén expresados como tal, se les dota también
de relevancia y, por ende, pasan a formar pieza fundamental y no meramente
accesoria y antepuesta al texto constitucional, es más, se reflejan como la parte más
viva del propio texto, pues su espíritu resulta ser el más puro por reunir todos los
valores y principios que llevaron al Estado a ese determinado momento histórico de
acto constituyente democrático.

No todos los ordenamientos jurídicos que poseen un texto constitucional expresan


sus valores y principios mediante un preámbulo, ello pues, posiblemente el desarrollo
de los textos los contendrá, sin embargo, la concretización axiológica que toma lugar
en el preámbulo no solo se ha vuelto cada vez más común, sino necesaria,
especialmente en Estados que acarrean un pasado convulso.

131
Torres del Moral, Antonio y Javier Tajadura Tejeda. Los preámbulos constitucionales de
Iberoamérica, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, serie Cuadernos y Debates nº
113, 2001, p. 10.

91
En ese sentido, Antonio Hernández Gil, presidente de las cortes constituyentes
españolas, citado por Tajadura Tejada132, defiende la existencia del preámbulo, pues
señala que debería lograrse un texto lapidario capaz de motivar el juicio positivo de
los ciudadanos conscientes a la hora del referéndum, porque es claro que no van a
analizar toda la Constitución; señala que el preámbulo debería servir también como
base de comentarios sencillos en las escuelas y en los medios de difusión, debería
servir, en fin, para demostrar que la Constitución no es sólo (y ya es mucho) un texto
jurídico, sino también una palanca motivadora y estimulante para la democracia.

Tal defensa es reveladora en cuanto a que el preámbulo, fuera de ser el centro de


gravedad filosófico y axiológico de toda la materia constitucional, también es un
reflejo en el que el constituyente explica en palabras sencillas –pero llenas de
contenido material- el porqué de la forma de organización que ha decidido instaurar.

Esta tarea didáctica que cumple el preámbulo en su faceta inspiradora de la


educación constitucional, es vista desde la panorámica abordada en párrafos
anteriores, que pone en relieve la característica esencial de dicho texto: concentrar la
sustancia de la Constitución, es decir, su identidad, su espíritu.

Respecto a la diagramación del preámbulo de la Constitución española, Tajadura


Tejada133 describe que, el Preámbulo de la Constitución de 1978, obra de los
profesores Enrique Tierno Galván, Pablo Lucas Verdú, Raúl Morodo, Donato Fuejo y
Enrique Linde, en cuanto sintetiza con precisión, brillantez y elegancia, el techo
ideológico de la fórmula política de nuestra Constitución reúne las condiciones para
poder desempeñar, con éxito, la noble y trascendental tarea que, con gran agudeza e
indiscutible acierto, atribuía el senador Sampedro a los textos preambulares: servir
de instrumento para la transmisión a las nuevas generaciones de españoles del
sentimiento constitucional; éste sentimiento constitucional, referido por el senador

132
Tajadura Tejada, Javier. “Veinticinco años de Preámbulo Constitucional”, Revista de Derecho
Político UNED, No. 58-59, País Vasco, 2003-2004, p. 38.
133
Loc. Cit.

92
que cita el autor, es en esencia, la identidad de la Constitución, la cual se presupone
de esa forma preambular con el objetivo de ser transmitida generacionalmente y de
constituir la primera referencia del sistema jurídico-político del Estado para la
posteridad.

Termina de señalar Tajadura Tejada 134 que el Preámbulo, es un buen instrumento


para exponer las raíces filosóficas del constitucionalismo, cuyo conocimiento
considera indispensable para cualquier ciudadano; es enfático en señalar que en el
preámbulo (español) están, de una u otra forma, con mayor o menor intensidad,
Maquiavelo y Bodino, Montesquieu y Rousseau, Locke y Kant, de esa cuenta, ante
todo y sobre todo, el Preámbulo nos habla de una comunidad política (española) que
en uso de su soberanía ratifica una Constitución; pero tal concepción no es alejada
del plano guatemalteco y de la mayoría de países occidentales que se caracterizan
por regímenes democráticos, ello pues, el constitucionalismo es una concepción
mundial que irradia su naturaleza a través del pensamiento de sus creadores y las
instituciones que fueron adoptadas y desarrolladas de la manera en que cada
comunidad política organizada lo decidió en su material constitucional, pero que
comparte principios filosóficos comunes.

Un concepto mucho más extenso y denso es el que relató hace casi un siglo Nicolás
Pérez Serrano135, sobre que el Preámbulo de la Constitución es no sólo una fórmula
solemne de introducción, sino enunciación compendiosa del fin al que aspira y del
origen de donde procede la obra constitucional, es más, en buena medida, el
preámbulo debe exponer la tendencia y el espíritu de la Constitución a que precede y
viene a ser algo así como el preludio donde se contienen los motivos capitales de la
ley fundamental; por eso, y frente a la concepción dominante, que no reconoce a
esas palabras valor preceptivo o dispositivo alguno, hoy se propende a ver en ellas, y
en otras análogas, la encarnación misma de la Constitución, a diferencia de las

134
Ibíd., p. 41.
135
Pérez Serrano, Nicolás. “La constitución española”, Revista de Derecho Privado, 9-XII-1931,
Madrid, 1932, p. 22.

93
normas contenidas en preceptos constitucionales; por donde resultaría que el
preámbulo entrañaba el acto de decisión política unitaria y suprema en que la
Constitución consiste según modernas opiniones.

De esa cuenta, aun y cuando se proscriba la noción de que al preámbulo no le asiste


fuerza normativa directa, las normas constitucionales que entrañan los valores y
principios sentados por éste, dan cuenta de su aplicación directa o indirecta, sea
conforme a ellas o bien mediante normas ordinarias que las desarrollen, pero que en
un sentido teleológico, apuntan a dar cumplimiento al deseo plasmado en éste texto
retórico y a veces, semántico.

La inclusión de los principios y valores como normas supra legales, es decir,


constitucionales en sentido estricto, refiere que es indispensable crear una
conciencia constitucional –sobre la cual no muchos están de acuerdo- que haga
renacer los valores fundamentales y las fuerzas centrales y vitales de la constitución;
las “ideas fuerza” mejor llamadas principios o mandatos de optimización según
Alexy136, pues de ellas se nutre la vida de los hombres en sociedad; como se ha
reiterado anteriormente, ese conjunto de ideas, valores y creencias que han llevado a
un pueblo a constituirse, forman el patrimonio de la cultura constitucional, el cual,
indudablemente las cortes y los tribunales constitucionales deben saber extraer a
través de sus pronunciamientos, así como la inmensa riqueza de los matices de sus
contenidos, que son nada menos que los que alimentan la conciencia constitucional
de la sociedad organizada, o en otras palabras, la identidad de la Constitución.

Ahora bien, en cuanto al desentrañamiento de esa identidad constitucional que


reflejan los valores y principios en el preámbulo de la Constitución y en su
esquematización dentro del texto constitucional, Señala Haro137, que no se debe de
perder de vista la frase o sentencia bíblica: “La letra mata pero el espíritu vivifica”,
pues menciona que es imprescindible que a través de una amplia, razonable y

136
Alexy, Robert. Óp. Cit., p. 22.
137
Haro, Ricardo. Óp. Cit., p. 66.

94
vivificante interpretación constitucional, las cortes o los tribunales constitucionales
expongan y transmitan a la sociedad el mensaje de su alto magisterio constitucional:
cuáles son las ideas, los sentimientos y los comportamientos constitucionales que,
por tener una repercusión social valiosa, promuevan una actitud ejemplificadora de
convocatoria, seguimiento y compromiso.

Lo anterior remite a que en la interpretación constitucional, los parámetros


hermenéuticos que usen los jueces constitucionales deban velar por sentar en cada
resolución una muestra de las ideas valor que los constituyentes intentaron plasmar
en el preámbulo constitucional en principio y luego en el texto constitucional, pues
resulta imprescindible, tal y como lo recoge la cita, que dichos fallos reflejen un
sentimiento ejemplificador de la sociedad que se esperaba construir a partir del acto
constituyente.

Así es que, para Jóse Ramón Cossío138, los preámbulos al inicio de la teoría
constitucional, es decir, del constitucionalismo, venían a ser la correa de transmisión,
por decirlo así, entre la filosofía política y el texto constitucional; dicho en otros
términos, eran la forma utilizada por el constituyente para establecer, ab initio, cuáles
eran sus fundamentos de legitimación, qué valores serían perseguidos, sobre qué
bienes recaería su protección y, finalmente, qué objetivos pretendían alcanzarse
socialmente.

En otra latitud señala Pedro J. Frías139, que los preámbulos son el imaginario
argentino (y de cualquier sociedad), o sea, las representaciones mentales
depositadas en la memoria colectiva, es decir, nos imaginamos así; es así que si
aquellos no representan el presente, representan el “futurable”, es decir, son valores
socialmente reconocidos, que pueden ser finales, como la paz y la justicia, o
instrumentales, como la participación y la representación política; pensamiento que

138
Cossío, José Ramón. “Los preámbulos de las constituciones mexicanas: contenidos y funciones”,
Revista del Instituto de la Judicatura Federal, No. 8, Consejo de la Judicatura Federal, México, 2001,
p. 79.
139
Frías, Pedro José. Las nuevas constituciones provinciales, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1989, p. 1.

95
diagrama dos clases de valores socialmente reconocidos dentro de un preámbulo
constitucional a los cuales debe ponérseles énfasis.

Los finales que resultan ser teleológicos y los instrumentales que son más bien
derechos subjetivos de los habitantes, para hacer una correcta diferenciación,
debemos separar los unos de los otros por la manera en que estos se desarrollan y
luego se reclaman, pues los finales o teleológicos, por resultar intrínsecos o
generales, deben ir inmersos en todos los actos y su contradicción resulta ser motivo
para que la misma siquiera nazca a la vida jurídica o sea nula de pleno derecho -ipso
jure-, empero, los instrumentales que, como ya se coligió, son derechos subjetivos
que se pueden o no accionar, resultan ser reclamables a través de las garantías
constitucionales como el amparo y la inconstitucionalidad de carácter general o en
caso concreto, ello pues, estos necesitan de un análisis e interpretación
constitucional ponderativa que replique si prevalecen sobre algún otro valor o
principio constitucional y deben ser aplicados o bien, deben ceder en dicha
ponderación.

De la importancia de los argumentos sobre qué es y para qué nos sirve tener una
conciencia constitucional más activa –dotar al preámbulo de valor normativo-,
encontramos en el análisis de Pablo Lucas Verdú140 quien refiere que el preámbulo
es una dimensión moral del hombre (conciencia ética), pero en el caso que nos
ocupa se refiere al hombre como ciudadano (conciencia cívica), conciencia
constitucional, que versa sobre una Constitución, sobre los valores que la legitiman,
sobre el correcto funcionamiento de las instituciones y órganos fundamentales, ante
todo acerca del reconocimiento y la garantía de los derechos humanos. Es por ello
que, a su juicio, la conciencia constitucional es “una facultad del hombre, en cuanto
ciudadano, que le permite identificarse con el orden constitucional de su país en la
medida en que satisface sus convicciones político-sociales.

140
Lucas Verdú, Pablo. “Conciencia y sentimientos constitucionales (examen de los factores
psicopolíticos como integradores de la convivencia política”, Anuario de Derecho Constitucional y
Parlamentario, nº 9, Asamblea Regional y Universidad de Murcia, Madrid, 1997, pp. 1-2.

96
Esa conciencia constitucional, reflejada en el preámbulo constitucional, como valor
democrático, debe ser analizada y empoderada por el juez constitucional, pues no
está demás advertir que, a través del reconocimiento de los procesos traumáticos
que llevaron a una sociedad a construir un ordenamiento constitucional nuevo, puede
llegarse a la aplicación normativa real que debe dársele a los principios y valores que
están contenidos en el preámbulo, dotando de fuerza hermenéutica y normativa
directa e indirecta al seno de la constitución, es decir, a la fuente filosófica de su
creación.

La historicidad que antecede la Constitución, hace que el preámbulo adquiera una


especial importancia pues contiene el pensamiento rector, las líneas maestras o las
directrices que han inspirado la redacción de sus normas, es decir, el planteamiento
ideológico del que se ha valido el legislador para la elaboración del texto
constitucional141; de ahí que en el preámbulo se halle el sentido histórico de una
determinada Constitución y pueda referirse a éste como una guía sentada para toda
la materia constitucional y jurídica que se desarrolle.

Así entonces, en palabras poéticas de Fernández Sessarego 142, el preámbulo de la


Constitución se constituye en la savia vivificante de su articulado, por lo que ilumina y
unifica la comprensión de los objetivos y propósitos de sus textos normativos; en
otras palabras, funciona de manera interpretativa para dar comprensión a todo el
andamiaje jurídico, pero también lo limita en su aplicación por el valor axiológico de
sus postulados.

Por último, en un concepto propio, el preámbulo constitucional es: la manifestación


política, jurídica y filosófica de un pueblo con ánimo constituyente, que reúne de
forma concretizada valores superiores, principios y directrices axiológicas, que
reflejan la forma en que se espera sea desarrollada la materia de la constitución, el
141
Fernández Sessarego, Carlos. “El preámbulo de la Constitución: su significado y alcances”, Revista
Institucional No. 6, Apuntes sobre la reforma constitucional, Academia de la Magistratura, Perú, 2006,
p. 169.
142
Ibíd. p. 170.

97
ordenamiento jurídico y la convivencia social, con una mirada histórica, acentuada en
la realidad del presente y con ánimo de programación del futuro deseado.

3.3 Funciones del preámbulo constitucional

Los preámbulos constitucionales, lejos de ser una declaración de principios y valores


sobre la que los constituyentes invocan las facultades soberanas que el pueblo les
otorgó a través de un mandato democrático y representativo para auto definirse
mediante una Constitución, fungen también como instrumentos en diversas áreas,
dependiendo siempre de qué manera se permita el alcance de sus disposiciones.

Estas funciones suelen definirse vía jurisprudencial y encontraran límite en la


aplicación directa o indirecta del preámbulo como norma jurídica, apartado que se
analizará más adelante al tocar el tema de la fuerza normativa e interpretativa de
éste, sin embargo, el preámbulo como parte de la Constitución cumple con funciones
que van más allá de la normatividad o de la interpretación, teniendo como su base
funcional la política, es decir, la organización del poder dentro del Estado.

Desde un punto de vista político dos son las funciones principales que cabe atribuir a
un Preámbulo constitucional. En primer lugar una función de síntesis: los preámbulos
sintetizan la «decisión política fundamental», por utilizar la expresión clásica de
Schmit, en que toda Constitución consiste. En segundo lugar, los preámbulos
presentan también una faceta o dimensión simbólica que los convierte en factores de
integración nacional, en tanto que la asimilación de los textos preambulares
contribuye a la potenciación del sentimiento constitucional.143

143
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal
Constitucional del Perú, Lima, 2016, p. 263.

98
3.3.1 Función de síntesis de la decisión política fundamental

Las constituciones como expresión de los pueblos que se disponen a auto regular
una existencia soberana y civilizada, funcionan como instrumentos políticos por
excelencia, es así, que hasta que el constitucionalismo se empezó a afianzar en la
dogmática jurídica, fue que se trató a los textos constitucionales como normas
jurídicas; de esa cuenta, la política es la razón de ser de tales instrumentos y, por
ende, de sus preámbulos.

Ahora bien, el preámbulo constitucional funge el papel más importante en la llamada


fórmula política que adopta el Estado a través de su texto constitucional, pues
delimita los primeros pasos de regulación de la vida en sociedad, limita los poderes
que se otorgarán a los gobernantes mediante exclamaciones históricas y además,
señala en ocasiones, derechos fundamentales primarios que serán una barrera
infranqueable para el ejercicio del poder que el texto constitucional se dispone a
otorgar.

El único autor guatemalteco que se ha referido a este importante apartado de la


Constitución, Jorge Mario García Laguardia144, señala que tanto en el preámbulo
como en otros artículos dispersos en el texto constitucional, se pueden encontrar los
principios, la filosofía y la ideología que lo inspira; desde el punto de vista político, el
preámbulo significa el abandono del régimen autoritario por uno democrático, en
otras palabras, se subraya la intención de constituir un sistema realmente
democrático, en el que se respete la dignidad y se ponga en lugar preferente el
respeto de los derechos humanos.

La Constitución guatemalteca, expresa según el autor, valores superiores que


informan el ordenamiento jurídico-constitucional, entre ellos, la dignidad de la
persona humana, la libertad, la igualdad, la seguridad, la justicia, el bien común y la

144
García Laguardia, Jorge Mario. Breve historia constitucional de Guatemala, Guatemala, Ed.
Universitaria Universidad de San Carlos de Guatemala, 2015, 2ª Edición, p. 100.

99
paz; estos valores son fruto de una tendencia hacia la democratización del Estado,
que luego es desarrollada programáticamente a manera de fórmula política para
limitar el poder de la autoridad que históricamente infringió los derechos de los
guatemaltecos.

La fórmula política o decisión política fundamental reflejada mediante el texto


constitucional y condensada en el preámbulo, según el decisionismo de Schmitt 145,
es anterior a la propia Constitución, ello pues, para que pueda surgir y erigirse como
tal, debe haber una unidad política funcional que se decida a la auto limitación, en
otras palabras, para que un pueblo pueda gobernarse a sí mismo, los actores
políticos que integran aquel, deben ponerse de acuerdo y tomar una decisión; esa
decisión se reflejará en el texto constitucional y, por ende, es anterior a éste.

En palabras de Tajadura Tejada146, este acto de la voluntad nacional, esta decisión


fundamental, tiene por objeto la forma y el modo de la unidad política. Unidad política
que, por tanto, no surge por la Constitución, no es consecuencia o efecto de ella,
sino antes bien, su fundamento o causa; habida cuenta, el pacto social sobre el cual
se fundamenta el Estado constitucional de derecho, tiene un fundamento político
anterior, que estará reflejado en una expresión de decisión que contendrá principios
y valores sobre los cuales hubo consenso en la comunidad política.

El concepto de Constitución como decisión política fundamental lleva, por tanto, a


otorgar una importancia capital a los preámbulos constitucionales y a las
declaraciones de principios, según el autor, estos textos, menospreciados,
subestimados por el derecho constitucional clásico, pasan a convertirse ahora en
elementos fundamentales no sólo para la construcción científico-jurídica sino también
para la aplicación de los preceptos constitucionales.147

145
Schmitt, Carl. Teoría de la Constitución, Trad. de Francisco Ayala, Madrid, Ed. Alianza, 1982, p. 47.
146
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Óp. Cit. p. 264.
147
Ibíd. p. 265.

100
La noción de "fórmula política" fue definida por Lucas Verdú148 como la expresión
ideológica jurídicamente organizada en una estructura social; tal expresión puede
estar consagrada tanto en principios como en valores, superiores o no, y estos
forman un techo ideológico que se puede hallar definido en el preámbulo
constitucional.

Sin embargo, de la noción del preámbulo como síntesis de la decisión política


fundamental o diagramadora de la fórmula política asumida por los constituyentes,
debe resaltarse que ésta última estará integrada en realidad por las fuerzas
políticamente relevantes o bien, materialmente dominantes, en el momento histórico
en el que se erige el pacto social, ello pues, difícilmente, aun y cuando se propende
una democracia, se logrará instaurar un régimen constitucional que albergue los
ideales y principios de todas las clases políticas existentes dentro de un Estado, por
ello, los constituyentes plasmarán en su decisión los valores y principios que atraigan
y desecharán los que, en su pensar, puedan afectar la fórmula política que proponen.

Canosa Usera149, relata que los elementos ideológicos, formados en el momento del
nacimiento de una fuerza política e incluidos en su programa, se expresarán en la
fórmula política estatal, siempre y cuando dicha fuerza política tenga capacidad
suficiente para influir en la determinación de la orientación política general; tal
capacidad de influjo se materializa en la transformación de sus postulados
ideológicos, primero, en principios políticos de la Comunidad nacional y, segundo, en
principios constitucionales.

Según Canosa150, la fórmula política, plasmada en el preámbulo constitucional como


fiel reflejo de la decisión política fundamental a la que se llegó por parte de los
constituyentes, cumple con dos funciones vitales:

148
Lucas Verdú, Pablo. Curso de derecho político, Madrid, Ed. Tecnos, 1976, 2ª Edición, p. 422.
149
Canosa Usera, Raúl, Interpretación constitucional y fórmula política, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1988, p. 253.
150
Ibíd. p. 263-265.

101
a) La fórmula alberga en sí misma la síntesis de la Constitución material y de
la Constitución formal.
b) Como consecuencia de lo anterior, como instrumento para la interpretación
constitucional, la fórmula permite superar las contradicciones entre las
orientaciones subjetiva y objetiva de la interpretación.

De esa cuenta, el texto constitucional de manera formal, es decir, como


ordenamiento jurídico, descansa sobre los principios axiológicos plasmados en la
fórmula política que contiene el preámbulo constitucional; asimismo, la materia de la
Constitución no solo refleja tal fórmula, sino que a medida de la constitucionalización
de normas, es decir, en tanto se vayan sumando nuevas normas jurídicas a la
categoría de constitucionales, éstas deben estar en constante reverencia y
adaptación a la fórmula dispuesta por el constituyente, pues es ésta última la que
dicta la objetivización de toda la materia jurídico-constitucional.

En segundo lugar, la fórmula política plasmada en el preámbulo constitucional y


desarrollada por la constitución material y formal, será el instrumento adecuado para
dilucidar cualquier tipo de problema interpretativo que surja dentro del ordenamiento,
ello pues, señalará el camino a seguir marcado por el constituyente; tal
funcionamiento interpretativo será abordado más adelante.

Para concluir, y como preludio al tema central, puede decirse que la fuerza normativa
de la Constitución supone que ésta desea ser aplicada, en este sentido hay que
subrayar la idoneidad de la fórmula política para extender la fuerza normativa de los
preceptos más importantes del articulado constitucional, que precisamente por su
importancia, adolecen de una generalidad que los hace difíciles de concretar, pero
que, sin embargo, la fórmula posee recursos que permiten desentrañar el significado
normativo de esas disposiciones y, por consiguiente, aplicarlas correctamente. 151

151
Tajadura Tejada, Javier. “La función política de los preámbulos constitucionales”, Cuestiones
Constitucionales Revista Mexicana de Derecho Constitucional, No. 5, Instituto de Investigaciones
Jurídicas UNAM, México, julio-diciembre, 2001, p. 251.

102
3.3.2 Función de integración nacional

El preámbulo constitucional además de fungir como el estandarte que eleva por título
propio los valores y principios que iluminan y radican la materia de la constitución,
también funge desde un punto de vista metodológico, casi pedagógico, como
integrador de la conciencia nacional, del espíritu constituyente y de la convención
política que, re-unida, tomó parte en un nuevo pacto social en el cual se presupone,
está representada sino la totalidad, la mayoría de los sujetos que conviven en un
Estado.

Debe reconocerse que la base del constitucionalismo está cimentada sobre la idea
central de unidad, de despojo de la tiranía de una clase política en particular, para
llegar a un pacto social basado en convivencia de todos los actores y, sobretodo, de
todos los ciudadanos parte de una comunidad; de esa cuenta, Lucas Verdú 152,
señala que el integracionismo es una teoría ideada por Smend, según la cual el
Estado es resultado de un proceso de creación continuo que se cumple mediante las
tres típicas integraciones: personal, funcional y real, así pues, el Estado no es un
fenómeno natural que deba ser simplemente constatado, sino una realización cultural
que como tal realidad de la vida del espíritu es fluida, necesitada continuamente de
renovación y desarrollo, puesta continuamente en duda.

Sobre esta base construye Smend el concepto de integración:

“El Estado no constituye en cuanto tal una totalidad inmóvil, cuya única
expresión externa consista en expedir leyes, acuerdos diplomáticos,
sentencias o actos administrativos. Si el Estado existe, es únicamente gracias
a estas diversas manifestaciones, expresiones de un entramado espiritual, y,
de un modo más decisivo, a través de las transformaciones y renovaciones
que tienen como objeto inmediato dicho entramado inteligible. El Estado existe

152
Lucas Verdú, Pablo. La lucha contra el positivismo en la República de Weimar: la teoría
constitucional de Rudolf Smend, Madrid, Ed. Tecnos, 1987, p. 117.

103
y se desarrolla exclusivamente en este proceso de continua renovación y
permanente reviviscencia; por utilizar aquí la célebre caracterización de la
Nación en frase de Renan, el Estado vive de un plebiscito que se renueva
cada día. Para este proceso, que es el núcleo sustancial de la dinámica del
Estado, he propuesto ya en otro lugar la denominación de integración”. 153

Entendido como lo plantea el autor, el Estado, y por ende, sus bases constitutivas,
están en constante transformación y renovación, en miras del mejoramiento a la
convivencia de sus ciudadanos; sin embargo, tal renovación puede constituirse en
deformación, por lo cual debe entrañarse un núcleo sustancial que le dé la
característica única e irrepetible a un Estado del porqué de su unión, es decir, del
porqué de las razones para constituirse.

De esa cuenta, señala Smend 154, que la Constitución es un elemento integrador de


diversos factores, entre ellos el personal, es decir, la comunidad de personas que
residen y son parte de un Estado, esto es, desde la persona individual, hasta el
burócrata que toma decisiones; el funcional, que aglutina a toda la estructura estatal
bajo la cual los individuos arriba detallados se desarrollan, es decir, que estará
integrado desde todo punto de vista el actuar de cualquier persona, con fines únicos
y transversales; por último, desde el punto de vista material, el cual se aleja la
concepción formalista y procedimental, ello pues, a través de ésta forma de
integración se logra que la materia de la constitución, sea pre, post, o nacida con su
creación, forme una unidad transparente a los valores y principios del Estado.

La integración material que se logra a partir de la Constitución, y en especial,


mediante su preámbulo, conlleva todo aquello que no puede palparse en el mundo
jurídico; en otras palabras, unifica los sentimientos jurídicos, religiosos, coyunturales
e históricos que los constituyentes han de proclamar en unidad y en aras de un futuro
mejorable.

153
Smend, Rudolf. Óp. Cit., pp. 62-63.
154
Smend, Rudolf. Óp. Cit. pp. 70-92.

104
A la integración material o real pertenecen todos aquellos fenómenos que significan
participación de los individuos en un contenido de valores estatales. Entre estos
destacan todos los símbolos que materializan el contenido axiológico del Estado y
hacen sencillo su conocimiento; es así, que los preámbulos constitucionales suelen
contener el techo ideológico del régimen, sintetizan todo su contenido axiológico, y
cumplen esta función de un modo asequible para todo ciudadano. 155

Esa materialidad sustancial que el preámbulo logra reunir en un texto semántico,


suele contener sentimientos diversos, que según la teoría constitucional moderna se
cataloga como “sentimiento constitucional”; esta conceptualización, lejos de ser
filosófica, es pedagógica como se ha dicho, mientras surte un efecto de enseñanza a
la colectividad sobre su pacto social.

Loeweinstein156 ha definido al sentimiento constitucional como aquella conciencia de


la comunidad que, trascendiendo a todos los antagonismos y tensiones existentes
político partidistas, económico-sociales, religiosos o de otro tipo, integra a
detentadores y destinatarios del poder en el marco de un orden comunitario
obligatorio, justamente la constitución, sometiendo el proceso político a los intereses
de la comunidad.

Por su parte, Lucas Verdú157 cataloga al sentimiento constitucional como la adhesión


íntima a las normas e instituciones fundamentales de un país, experimentada con
intensidad, más o menos consciente, porque se estiman (sin que sea necesario un
conocimiento exacto de sus peculiaridades y funcionamiento) que son buenas y
convenientes para la integración, mantenimiento y desarrollo de una justa
convivencia.

155
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Óp. Cit. p. 254.
156
Loewenstein, Karl. Óp. Cit. p. 200.
157
Lucas Verdú, Pablo. El sentimiento constitucional (aproximación al estudio del sentir constitucional
como modo de integración política), Madrid, Ed. Reus, 1985, pp. 6-7.

105
Esa conciencia de que la Constitución y su materia reúne cualidades buenas y
convenientes para todas las personas –bien común-, se ve reflejada en la mayoría de
textos constitucionales actuales, más aún, en la Constitución guatemalteca se
postula como un fin específico del Estado constitucional; de esa cuenta, señala
Haberle158, el Estado constitucional democrático no puede renunciar a los vínculos
sentimentales de los ciudadanos hacia él, tampoco a la creación de posibilidades de
identificación para el ciudadano y a su propia obligación y responsabilidad ante
instancias y contextos más altos.

Esto pues, el preámbulo constitucional remite a verdades básicas sobre las cuales
una comunidad política se asienta; estas verdades constituyen los valores superiores
de la Constitución y para el citado autor, pueden llamarse “religión civile”; ahora bien,
como se ha mencionado, no todos los textos constitucionales son inaugurados por un
preámbulo que sintetice la religión civil de la comunidad política que regula.

En estos casos no puede decirse que no exista el sentimiento constitucional, más


bien, estará reflejado de otra manera, a través de principios, valores y valores
superiores contextualizados o no; lo cierto es, que los preámbulos pretenden
racionalizar las verdades de cada ordenamiento jurídico, es decir, pretenden
racionalizar y darles expresión para volverlas mandatos para los ciudadanos.

Ahora bien, hay que entender que es el constituyente quien representa y plasma los
valores superiores, la religión civile o esas verdades de fe que se proclaman en la
Constitución de manera dispersa o bien, en su preámbulo; estos representantes de la
comunidad política que dispuso una organización constitucional democrática, reflejan
no solo sentimientos unificados, sino también disparidades que a la luz de la
Constitución no generan conflicto, pero que deben ser entendidas para hallar
soluciones a futuros conflictos interpretativos; de esa cuenta, tanto como para
aquellos textos constitucionales que no tengan un preámbulo constitucional o bien,

158
Haberle, Peter. Óp. Cit. p. 259.

106
para aquellos que lo tengan pero surjan dudas sobre el sentir verdadero del
constituyente, se ha vuelto una herramienta útil el estudio de los diarios de sesiones
de estos, ello pues a través de la discusión motivada en la sustanciación y
proclamación de valores superiores o principios, puede hallarse solución a
divergencias futuras.

Para concluir, el preámbulo constitucional cumple con varias e importantes funciones


dentro de un esquema constitucional, que van desde la función esencial de la
Constitución, que es aglutinar el pensamiento político organizado de una comunidad
de personas sobre un territorio; también, comprometer de manera personal e
institucional a todos los ciudadanos e instituciones que coadyuvan para la vida en
común en un Estado; hasta educar y formar intencionalmente de manera pedagógica
al estudio de la Constitución como texto integrador del ordenamiento jurídico, lo que
hace que materialmente los valores y principios ideados por los constituyentes
formen de una u otra manera, lo que llamaremos a conveniencia, sentimiento
constitucional, religión civile o verdades de fe; para Haberle159, estos fundamentos de
la auto-comprensión de la identidad política de una comunidad política, es aquello
que obliga a todos los ciudadanos, casi como una “profesión de fe”.

159
Loc. Cit.

107
CAPÍTULO IV
FUERZA NORMATIVA E INTERPRETATIVA DEL PREÁMBULO
CONSTITUCIONAL

Se ha discutido sobre la fuerza tanto normativa como hermenéutica que puedan o no


tener los preámbulos constitucionales frente a otras normas constitucionales o frente
a normas ordinarias, dicha discusión ha sido postergada y no ha sido sino a través
de fallos de los tribunales y cortes constitucionales que se ha ido develando en
buena manera en qué medida tienen esta fuerza o bien únicamente constituyen un
antecedente de la propia constitución.

A través de la historia tradicional se ha desconocido al preámbulo como una fuerza


vinculante, al entender que su función no es propiamente la de mandar o prohibir
(reglas), ni la de consagrar derechos (normas), sino la de ofrecer una entrada
justificativa o considerativa, literaria y elocuente, a las normas constitucionales del
texto en sí.

A partir de allí, se ha sostenido que el preámbulo se limita a anunciar lo que viene a


continuación, que son las verdaderas cláusulas constitucionales, de las cuales da
una visión general, resumida y declarativa-filosófica, es decir, para quienes sostienen
lo anterior, el preámbulo no tiene valor normativo, es tan solo una especie de adorno
que en suma tendría alguna utilidad orientativa en la interpretación de la
Constitución, empero, a juicio personal, dicha visión ha estado cambiando y ha
generado serias contradicciones en los países cuyas constituciones han pasado de
ser textos muertos a ser verdaderos órdenes valorativos y vinculantes.

Humberto Quiroga Lavié160 señaló la discusión que la doctrina constitucional ha


venido teniendo sobre el valor jurídico de los preámbulos con que suelen las
constituciones abrir su contexto normativo, y para ello diagnosticó tres posiciones

160
Quiroga Lavié, Humberto. Derecho constitucional latinoamericano, México, Instituto de
Investigaciones Jurídicas UNAM, 1991, p. 9.

108
desde la academia; la primera, una posición enteramente formalista que le niega al
preámbulo valor jurídico alguno, entendiéndolo sólo como portada simbólica del texto
constitucional, y la segunda posición extrema -a la manera del decisionismo de Karl
Schmitt- que le otorga pleno carácter normativo, en la medida que en él se
encuentren consagradas las decisiones políticas fundamentales, para concluir en una
tercera posición intermedia, según la cual los preámbulos no pueden ser invocados
para ampliar los poderes del Estado, pero sí para interpretar el alcance de los
establecidos en la ley fundamental.

A todo ello, los franceses han tenido una interesante discusión ante cual es la
verdadera fuerza del preámbulo; Augusto Hernández Becerra relata que, en opinión
de algunos, como Carré de Malberg y Esmein, el preámbulo simplemente era un
manifiesto cultural de naturaleza filosófica y moral que, a diferencia de la
Constitución, era incapaz de producir efectos legales. Otros en cambio, como como
Hauriou, Duguit y Georges Vedel, le atribuyeron fuerza normativa. Burdeau incluso
declaró con énfasis que el preámbulo “es una regla que liga al legislador con la
fuerza de una ley constitucional positiva”.161

Uno de los aportes más importantes para alimentar la discusión lo hizo el Consejo
Constitucional, cuando reconoció el valor constitucional del preámbulo de la
Constitución de la Quinta República en dos resonantes decisiones, la primera del 19
de junio de 1970 (DC 70-39) y la segunda del 16 de julio de 1971 (DC 71-44).162

Dichas resoluciones dotaron al preámbulo constitucional de fuerza normativa e,


inclusive, formaron parte de la creación del bloque de constitucionalidad, la corriente
jurídico-interpretativa más importante hoy en día en América Latina por las
implicaciones que tiene en la ampliación de la aplicación del derecho internacional de
los derechos humanos; en estas, se recoge básicamente que las normas

161
Burdeau, Georges. Traité de Science Politique T. III: le Statut du Pouvoir dans l'Etat, Paris, Librairie
générale de droit et de jurisprudence, 1950, pp. 130 y ss.
162
Hernández Becerra, Augusto. Manual de Derecho Constitucional, Bogotá, Departamento de
Derecho Constitucional de la Universidad Externado de Colombia, 2016, p. 11.

109
constitucionales contenidas tanto en la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, como en el Preámbulo de la Constitución de 1946, son parte activa
de la Constitución actual, y por ende son normas con fuerza normativa vinculante
ante cualquier otra y no solo interpretativa.

De esa cuenta, con el surgimiento de la doctrina del bloque de constitucionalite, que


recogió a través del propio preámbulo constitucional, como normas activas y de
aplicación directa a la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano e
inclusive a otro preámbulo constitucional (1946), se pudo entender la fuerza que éste
ostenta realmente, claro está, dependiendo a qué haga referencia y qué manifieste,
pues en el caso francés, amplió el catálogo de derechos fundamentales y libertades
que la propia constitución establecía, mientras que otros tipos de preámbulos
únicamente rezan fundamentos filosóficos, que tampoco escapan de tener fuerza
vinculante, pues en conexión con otras normas fundamentales pueden ser
reclamables.

En ese sentido, el constitucionalista Pierre Pactet163 comenta que aún hoy el


preámbulo de la Constitución francesa presenta ciertos problemas en lo que
concierne a su valor jurídico, sin embargo concluye que la Constitución debe
entenderse en su texto mismo, como es lógico, y en su preámbulo, que le precede, el
cual en su opinión hace parte de la Constitución junto con el título; hace referencia al
entendimiento del ordenamiento constitucional, el cual será hecho por el juez del
tribunal o corte constitucional en una tarea intelectiva y de análisis, en la cual podrá
determinar si una norma ordinaria prevalece ante el preámbulo o bien éste último
prevalece ante otra norma constitucional propiamente, lo cual sería el cenit de su
valor normativo y la fuerza vinculante total que podría otorgársele, en otras palabras,
de así afirmarse, el preámbulo y su vinculatoriedad estaría por sobre todas las
demás normas de cualquier rango o carácter.

163
Pactet, Pierre y Ferdinand Mélin-Soucramanien. Derecho constitucional. Trad. de Corina Duque
Ayala, Bogotá, Universidad Santo Tomás y Ed. Legis, 2011, p. 556.

110
Una posición un tanto más pragmática y conciliadora toma Quiroga Lavié 164, al
señalar que el preámbulo puede tener, según el caso, un carácter múltiple, a saber:
ser un acta de establecimiento de la Constitución; ser el acto ratificatorio de pactos o
acuerdos fundamentales de las fuerzas políticas nacionales: tal es el caso del "Pacto
de Federación de las Provincias Argentinas"; ser el acto de ejecución de dichos
acuerdos o pactos; ser un conjunto de fines operantes como normas programáticas a
ser interpretadas por los tribunales de justicia a la hora de aplicar la Constitución; el
señalado carácter múltiple se convertirá en el punto de partida de discusión sobre la
fuerza normativa o interpretativa según sea el caso en concreto que se estudie, pues
permitirá que el intérprete tome posición por sobre el decisionismo del constituyente
o bien sobre el papel creador del derecho del juez constitucional.

4.1 Fuerza interpretativa

La tarea interpretativa del preámbulo constitucional es por excelencia la tarea que le


ha sido asignada en los ordenamientos conservadores que pretenden apartarse de
una constitución viviente de manera autónoma y de el apego permanente al mandato
de los constituyentes; es así, que a través de la interpretación se ha logrado dar una
tarea relevante a los principios y valores contenidos en el preámbulo, sin que eso
haya permitido su aplicación directa y manifiesta, esto por el miedo latente a
apartarse de la cultura positivista que remite a los juzgadores al apego de la ley y su
letra muerta.

Aun así resulta sumamente relevante la tarea interpretativa que ocupa, esto pues, los
principios –regularmente contenidos en el preámbulo- según Bobbio, citado por
Monroy Cabra165, cumplen varias finalidades, entre las que resaltan: a) una función
interpretativa respecto de las dudas que se pueden suscitar al momento de su
aplicación; b) una función integradora cuando no exista norma; c) una función

164
Quiroga Lavié, Humberto. Óp. Cit., p. 9.
165
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit. p. 78.

111
orientadora para el operador jurídico; y, d) una función limitativa pues fijan los límites
de eficacia de una determinada regulación.

Así las cosas, las cuatro funciones señaladas por el autor, si bien es cierto se
delimitan por separado, debe entenderse que están condensadas sobre un papel
interpretativo de los principios y valores por sobre las reglas, es decir, la tarea de
estos en general es la permeabilidad abstracta que tienen sobre las normas de
aplicación directa; por tanto, el papel interpretativo ya no es solo concebido como
una facultad para integrar o despejar dudas, sino que también se planta como límite
de aplicación de una regla, dando los primeros pasos hacia una aplicación directa
(fuerza normativa) de los principios.

Específicamente, el preámbulo constitucional cumple con la parte ética e ideológica


de la constitución, es decir, enumera y conceptualiza de manera entendible los
valores y principios de asentamiento estatal y por ende, desde esa primera
concepción, le compete una tarea interpretativa por sobre todas las demás reglas
contenidas por el texto y derivadas de éste en las normas ordinarias.

En ese contexto, la fuerza interpretativa del preámbulo debe estar dirigida en un


primer plano, a dirimir las contradicciones que surjan del texto constitucional, las
cuales regularmente estarán vinculadas al ejercicio de los derechos fundamentales
versus el funcionamiento estatal o intra derechos fundamentales; cuando esto
sucede, el principal reto interpretativo de los principios contenidos en el preámbulo es
mantener el equilibrio en la materia de la constitución, en otras palabras, Haberle 166
señala que los derechos fundamentales tienen el rango de bienes jurídicos
constitucionales y ostentan una función ético-social, la que está condicionada por la
existencia de la comunidad –organización política-, por lo que estos son a la vez
regla y principio, y solo puede encontrarse el fundamento funcional de un Estado si
hay equilibrio entre su límite y su alcance.

166
Haberle, Peter. La libertad fundamental en el Estado Constitucional, Lima, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Fondo Editorial, 1997, p. 54.

112
La justificación de la fuerza interpretativa del preámbulo constitucional y sus valores y
principios, proviene de la característica misma de la constitución, y es que ésta no es
una norma jurídica común, es decir, no tiene la misma estructura que las leyes sino
que actúa con base en conceptos jurídicos indeterminados, haciendo de ésta un
orden abierto que amerita una interpretación dirigida por valores superiores distintos
a los que rigen las leyes comunes.

Al respecto de lo anterior, Carlos de Cabo Martín167 señala sobre la necesidad de la


fuerza interpretativa de los principios y valores contenidos en la constitución –
regularmente condensados en el preámbulo-, que esta surge sobre la base de la
consideración de la constitución como norma jurídica, lo que ha situado al Estado y
consecuentemente a la Ley en un segundo nivel, tanto formalmente adaptándose a
los procedimientos señalados por la ley suprema, como materialmente adecuándose
a sus principios y valores.

Sobre la capacidad interpretativa de los preámbulos en particular, Guastini168 dice


que el preámbulo es una disposición programática, que expresa ideas políticas,
morales y religiosas que la constitución intenta promover; normalmente, éste no dicta
alguna norma jurídica precisa para el comportamiento humano, y está por tanto
privado de contenido relevante, por lo que tiene un carácter ideológico, más que
jurídico; en esta concepción –que más adelante debatirá-, se le priva de concreción a
los principios contenidos al preámbulo, relegándolos a la tarea de interpretación de
manera programática, es decir, como mandatos futurables.

El carácter abierto de la constitución puede suponer algún tipo de problema en


cuanto a la libertad normativa que se le dé al juez constitucional en la actividad
interpretativa; es así, que el preámbulo constitucional funge como un límite a tal

167
De Cabo Martín, Carlos. Sobre el concepto de Ley, Madrid, Ed. Trotta, 2000, pp. 79 y ss.
168
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Óp. Cit. p. 95.

113
actividad. Así lo expresa Díaz Revorio169, en cuanto a que el carácter abierto no
implica la carencia de contenido obligatorio e inmediatamente vinculante, ello pues,
resulta cierto que la presencia de los valores y principios generales permite que
puedan realizarse varias lecturas o interpretaciones de ésta, sin embargo, no permite
cualquier interpretación, sino solo aquellas que no sean rechazadas de plano por lo
propios valores constitucionales fundacionales, contenidos regularmente en el
preámbulo constitucional.

Para entender de mejor manera la fuerza interpretativa que un preámbulo


constitucional puede llegar a tener, y cómo se avizoraba esto en los inicios del
constitucionalismo, Brutus, un anti-federalista estadounidense citado por José
Ramón Cossío170 lo planteaba en el sentido de que para descubrir el espíritu de la
Constitución era necesario atender al preámbulo pues el objetivo de todo gobierno
era seguir aquello que en él estaba señalado, esto pues, sus preocupaciones tenían
su origen en el hecho de que el preámbulo era determinante del sentido que los
tribunales podían llegar a darle a los preceptos constitucionales, en el entendido que
el preámbulo no es sólo el resumen de los contenidos constitucionales sino, ante
todo, la propuesta del constituyente para el entendimiento de su texto.

Así también era relatado por Story, citado a su vez por Cossío171, quien señala que la
importancia del examen del preámbulo para llegar a la verdadera interpretación de
las cláusulas de la Constitución ha sido siempre comprendida y reconocida en todas
las discusiones judiciales, ello es así, decía, en tanto revela la intención del
legislador, hace conocer los males que quiso remediar y el fin que desea alcanzar;
en otras palabras, a través de la interpretación principialista basada en el preámbulo,
puede llegarse a entender el sentido material y programático de todo el texto
constitucional.

169
Díaz Revorio, Francisco Javier. Óp. Cit. p. 326.
170
Cossío, José Ramón. Óp. Cit. pp. 81-82.
171
Loc. Cit.

114
La fuerza interpretativa del preámbulo constitucional como ya se ha dicho, ha sido la
salida fácil del intérprete judicial al aceptar su vinculatoriedad, y es así, que a través
de jurisprudencia se ha ido poco a poco dotando de relevancia para las funciones
mencionadas de integración, relleno, equilibrio y límite de aplicación de las demás
normas jurídicas; habida cuenta, los principales tribunales constitucionales han
soslayado sobre la indiscutible tarea interpretativa del preámbulo y su contenido.

Los preámbulos surten de un método interpretativo finalista y psicológico para las


normas constitucionales y de todo el ordenamiento en general, en tanto en ellos se
recogen los fines u objetivos por los cuales el legislador actuó y para lograr los
cuales lo hizo de determinada manera; de esa cuenta, Tajadura Tejada 172 señala que
la fuerza interpretativa de estos puede verse reflejada en dos vertientes:
a) Como canon hermenéutico principal y vinculante, es decir, como primer
criterio de interpretación, y de carácter vinculante, dado que supone una
positivación del sentido, objetivos y finalidad del texto al que precede;
concluye que bajo esta concepción, el valor jurídico del preámbulo como
criterio interpretativo se resume en que, las disposiciones normativas
estructuradas en los artículos que siguen a continuación deben ser
necesariamente entendidas de tal modo que consigan los objetivos descritos
en el preámbulo.
b) Como un canon hermenéutico más, teleológico o sicológico, a utilizar
libremente en la interpretación.
Señala el autor que este último es el valor interpretativo que debe atribuírsele al
preámbulo, en cuanto a las razones siguientes:
b.1) Si se atribuye al preámbulo el carácter de elemento interpretativo
vinculante se está diciendo que las disposiciones articuladas sólo pueden ser
entendidas en el sentido que de él se desprende, lo que limitaría la libertad del
intérprete y se excluyen o, como mínimo, se colocan en una posición
subordinada, los demás criterios de interpretación.

172
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Óp. Cit. p. 261.

115
b.2) Además del criterio teleológico, todos los ordenamiento establece otros
cánones hermenéuticos los cuales no aparecen clasificados en un orden
jerárquico de prelación, ni tienen el carácter de numerus clausus.
b.3) El intérprete no debe utilizar simultáneamente todos los criterios
hermenéuticos, sino que es libre de utilizar aquellos que considere más
convenientes para conseguir una recta interpretación de la norma concreta.

Estos riesgos señalados por el autor son consecuencia de la negación de fuerza


normativa al preámbulo, pues de aceptarse la fuerza interpretativa obligaría, de una
manera no concreta sino indirecta a dotar de fuerza normativa a sus disposiciones
por sobre las normas constitucionales, esto es, que estas deberían permear en todos
los casos la interpretación y no ser un método utilizable en determinado momento;
sin embargo, se reconoce el papel preponderante en su tarea interpretativa,
constituyendo un método de observancia preferente o de utilización en casos de
extrapolación de la norma constitucional.

Al respecto se pronuncia Oscar Alzaga Villaamil citado por Francisco Astarloa


Villena173, sobre que el preámbulo, en cuanto declaración solemne de intención que
formula colectivamente el poder constituyente, se sitúa en lugar muy destacado entre
los elementos de que puede servirse el Tribunal Constitucional y los jueces y
tribunales ordinarios a la hora de la búsqueda de una interpretación auténtica de
determinado precepto de la Constitución; regularmente este método interpretativo
será el más adecuado para solventar dilemas interpretativos entre normas
constitucionales o de rango constitucional.

El problema resulta de la aparente prevalencia de la fuerza interpretativa del


preámbulo, la cual ocurrirá únicamente cuando los demás métodos fallen o no sean
viables, esta concepción en vez de situarlo como faro que ilumine a la materia de la
constitución lo relega a segundo plano por sobre la voluntad antojadiza del juez

Astarloa Villena, Francisco. “Comentarios a la Constitución española de 1978”, Revista Teoría y


173

Realidad Constitucional, No. 3, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1999, p. 306.

116
constitucional.

Sobre la prevalencia que debería tener la fuerza interpretativa del preámbulo, Larrea
Holguín174 señala que, si se tiene en cuenta que una constitución por fuerza de su
naturaleza y por su brevedad contiene normas bastante abstractas que luego deben
concretarse en la legislación secundaria, entonces se aprecia toda la importancia de
un preámbulo que da la pista para la adecuada interpretación, asimismo, como toda
la legislación se somete a la constitución, los principios que sirven para entender a
esta, deben igualmente aplicarse en la inteligencia del resto de la legislación; de
modo que un preámbulo tiene enorme trascendencia.

En este sentido el Tribunal Supremo de EE.UU., en el único caso en que se


pronunció directamente sobre una demanda por violación de los derechos
consagrados en el preámbulo, declaró que, aun cuando el preámbulo expone el
propósito general por el cual el pueblo ordenó y estableció la Constitución, nunca ha
sido considerado como la fuente de ningún poder sustantivo conferido al gobierno de
los Estados Unidos o a ninguno de los Estados. 175

Unos años más tarde, la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, que hace
las veces de tribunal constitucional, también abordó la discusión sobre el carácter
jurídico del preámbulo de la constitución argentina de 1853, señalando que a tal
manifestación le está vedado un carácter atributivo de facultades (normativo),
empero, le está adscrito un carácter interpretativo en la tarea de dirimir controversias
y garantizar derechos, lo cual pronunció de la forma siguiente:

«… El valor del preámbulo, en efecto, como elemento de interpretación, no


debe ser exagerado. Sería, desde luego ineficaz para dar al cuerpo el
instrumento a que se aplica un "sentido distinto del que fluye de su claro

174
Larrea Holguín, Juan. Derecho Constitucional Ecuatoriano, Quito, Ed. Corporación de Estudios y
Publicaciones, 2000, p. 77.
175
Corte Suprema de Justicia, Estados Unidos de América, Jacobson v. Commonwealth of
Massachusetts, 1905.

117
lenguaje.” Sólo constituye un positivo factor de interpretación cuando el
pensamiento de los redactores no aparece en aquel nítido y definitivo –
Wiiloughby § 19. (…) debe observarse además que si bien los representantes
del pueblo de la Nación Argentina, al sancionar la carta política que nos rige,
lo hicieron para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que
quieran habitar en el suelo argentino, tuvieron por fin principal y fundamental,
también afirmado enfáticamente en el Preámbulo, consolidar la paz interior,
promover el bienestar general y asegurar el beneficio de la libertad, altos
propósitos que en el hecho resultarían vulnerados y desconocidos si se
negara al Gobierno federal la facultad de eliminar del país a los extranjeros
que viniera a él precisamente a impedir o dificultar la realización de aquellos
propósitos…»176

Esta acepción es similar a la concepción del Tribunal Constitucional español, que en


fallo del 4 de octubre de 1990, resolvió que los preámbulos o exposiciones de
motivos carecen de valor normativo por tanto, no pueden ser objeto de un recurso de
inconstitucionalidad.177

En ese sentido Fernández Sessarego178 señala que el preámbulo no sólo sirve, como
se apuntó en precedencia, para interpretar, a partir de las normas, el sentido
axiológico de las conductas intersubjetivas que integran el Derecho -es decir, para
encontrar su sentido valioso o desvalioso- sino para comprender la cultura de un
pueblo y conocer su opción política-axiológica; en síntesis, la importancia del
preámbulo se hará indispensable para comprender, a cabalidad, los alcances del
texto constitucional y despejar, por consiguiente, cualquier duda o mal interpretación
al respecto, lo que ayudará en gran medida a liberarse de las caprichosas
interpretaciones auténticas que se realizan.

176
Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, sentencia 166:344, de 6 de mayo de 1932.
177
Tribunal Constitucional de España, sentencia 150/1990, de 4 de octubre de 1990.
178
Fernández Sessarego, Carlos. Óp. Cit. pp. 173-174.

118
A estos antecedentes que refieren el preámbulo constitucional como un método
interpretativo se suma la concepción que le dio la Corte de Constitucionalidad de
Guatemala en uno de sus primeros fallos, de la forma siguiente:

«… el Preámbulo de la Constitución Política contiene una declaración de los


principios por la que se expresan los valores que los constituyentes plasmaron
en el texto, siendo además una invocación que solemniza el mandato recibido
y el acto de promulgación de la carta fundamental. Tiene gran significación en
orden a las motivaciones constituyentes, pero en sí no contienen una norma
positiva ni menos sustituye la obvia interpretación de disposiciones claras.
Podría, eso sí, tomando en cuanto su importancia, constituir fuente de
interpretación ante dudas serias sobre el alcance de un precepto
constitucional…»179

La postura tomada por el tribunal constitucional guatemalteco, refleja la fuerza


interpretativa subsidiaria y no inmediata que en aquella época se le atribuyó al
preámbulo, reiterando que es el juez constitucional quien decidirá el método
interpretativo más eficaz y limitando a los preceptos axiológicos contenidos en el
preámbulo a optimizar el alcance de las normas constitucionales, lo cual sin duda,
dejó un vacío en cuanto a otro tipo de utilidad que pueda adquirir el concepto
preambular en aras de la realización de la constitución.

Ante tales opiniones que desvaloran jurídicamente la fuerza normativa del preámbulo
constitucional, los propios tribunales constitucionales han reiterado que cuando una
norma constitucional sea clara y directa, el preámbulo no puede acudir a darle un
sentido ni valor distinto, pues esto sería una normatividad que no poseen por lo
abstracto de sus mandatos, sin embargo, reconocen, que cuando ésta sea ambigua
o deje espacio para la subjetividad, éste puede ser usado como fuente de
interpretación.

179
Corte de Constitucionalidad de Guatemala, expediente 12-86, sentencia de 17 de septiembre de
mil 1986.

119
Por último, José Ramón Cossío180 señala que, sin duda alguna, puestos en conjunto
todos estos elementos contenidos en el preámbulo y admitiéndose que son el
horizonte al cual debe tender la práctica constitucional a fin de hacerlo efectivo, los
mismos le confieren a los preámbulos un valor sustantivo para la comprensión del
texto constitucional, independientemente del valor normativo que llegue a asignársele
en cada orden positivo; este valor sustantivo se hace efectivo mediante su fuerza
interpretativa, y así, los preámbulos cumplen las funciones básicas señaladas de
establecimiento del fundamento de legitimación del constituyente y de la constitución,
de los valores que persigue, de los bienes a los que desea otorgar su protección y de
los objetivos sociales que pretende alcanzar.

4.2 Fuerza normativa

La normatividad de la constitución inició el camino hacia el reconocimiento del valor


jurídico de los preámbulos a través del reconocimiento de la vinculatoriedad de todas
las normas constitucionales para con todo el ordenamiento jurídico, normas que
incluyen a las reglas, principios y valores; la diferencia como se ha acotado
anteriormente entre unas y otras, radica en que las reglas son preceptos de
aplicación abstracta directa, mientras que los principios y valores son de carácter
subjetivo y sustancial, lo cual dificulta su aplicación directa.

Reconocer la aplicación directa de los principios y valores significaría dotar de


relevancia jurídica a la ideología de la constitución, posibilitando que el intérprete
constitucional defina en qué medida y hasta qué punto son aplicables, lo cual vivifica
el riesgo del activismo judicial desmedido; sin embargo, también supondría un límite
a dicho activismo, pues postularía al sentimiento constitucional reflejado en tales
principios y valores como principal barrera a la interpretación arbitraria y a un falso
originalismo basado en opiniones sesgadas por otros intereses.

180
Cossío, José Ramón. Óp. Cit. p. 85.

120
Así lo conceptualizó el tratadista Vladimiro Naranjo Mesa 181, quien cita a George
Burdeau, al considerar éste último que las declaraciones del preámbulo
constitucional no dan pie a los gobernados para exigir prestaciones al gobernante ni
para oponerse a determinados actos del mismo; esto de manera directa y con el
gigante objetivo de impedir el originalismo pragmático de los jueces, otorgando o
coartando facultades propias de los poderes del Estado y vulnerando así la división
de poderes.

En el plano actual, solo el Tribunal Constitucional francés se ha aventurado a


declarar la aplicación normativa directa de los principios y valores contenidos en el
preámbulo de su constitución, esto para la adopción normativa de un derecho
fundamental no contenido en el texto constitucional pero sí en otros textos referidos
por su preámbulo; tal intervención interpretativa creó el bloque de constitucionalite, y
sin duda, cambió la percepción actual sobre la materia de la constitución, ampliando
su contenido de forma sustancial y en casos como el de Guatemala, de forma
desmedida.

Es por este único antecedente que el preámbulo puede sostenerse como un


parámetro directo de normatividad en el constitucionalismo moderno, con algunos
otros tímidos intentos de tribunales constitucionales que han aventurado por
preponderar los principios y valores allí contenidos hacia su aplicación indirecta por
medio de otro tipo de normas constitucionales como las reglas, que son de aplicación
directa.

En una posición intermedia, Luis Carlos Sáchica, citado por José Albendea Pabón 182
sostiene que el preámbulo por una parte no es un texto declarativo, sino que tiene
fuerza de decisión que condiciona el ejercicio del poder reformador y de los poderes

181
Naranjo Mesa, Vladimiro. Teoría constitucional e instituciones políticas, Bogotá, Ed. Temis, 9ª
Edición, 2003, p. 223.
182
Albendea Pabón, José. "El preámbulo de la constitución colombiana" Revista Díkaion, Colombia,
Universidad de la Sabana, Vol. 3, Julio 2009, p. 13.

121
constituidos, aunque por otro lado, éste no tiene expresión normativa, en otras
palabras, el autor refleja la conflictividad del dilema para asignar algún grado de
fuerza normativa al preámbulo, aunque no entera, esto pues en principio ya es un
límite para los poderes constituidos; esto también fue señalado por Guastini 183, al
referirse que la constitución entera es un texto normativo, que expresa, en cuanto tal,
auténticas normas jurídicas, por lo que el problema no reside en interpretar las
normas –principios y valores- provenientes del preámbulo, sino en determinar cuál es
valor jurídico, es decir, es un problema dogmático y no de interpretación.

De esa cuenta se abordará la fuerza normativa del preámbulo constitucional desde la


forma indirecta, esto pues, se cuestiona Tajadura Tejada184 ¿es posible extraer
normas de las disposiciones preambulares?; respuesta que, en palabras de Alzaga
citado por Astarloa Villena185, afirman que las disposiciones preambulares por sí
solas no son fuente de derecho objetivo, es decir, no pueden construirse normas a
partir solo de ellas, sino que estas necesitan de otras normas –reglas- para poder
hacerse efectivas.

Así entonces, se ha señalado que no cabe extraer derechos ni deberes para los
ciudadanos o los poderes públicos de los preámbulos, ni pueden ser consideradas
sus disposiciones como fuente de competencias para ningún órgano del Estado,
afirmando así que los preámbulos no son aptos para regular por sí mismos
situaciones y relaciones jurídicas, en otras palabras, esto quiere decir que los
preámbulos, como principio general, carecen de valor normativo directo.

Ahora bien, Néstor Pedro Sagüés186 ha ido más allá, señalando que las normas –
principios y valores- contenidos en los preámbulos tienen fuerza directa de
aplicación, a tal grado que señala que tales cláusulas pueden servir para invalidar

183
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Madrid, Minima Trotta,
2008, p. 96.
184
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Óp. Cit. p. 258.
185
Astarloa Villena, Francisco. Óp. Cit. p. 69.
186
Sagüés, Néstor Pedro. Teoría de la constitución, Buenos Aires, Ed. Astrea, 2004, p. 261.

122
una norma inferior que las contradiga (piénsese, teniendo en cuenta los ejemplos
citados, en una ley iraní que estableciese la educación atea; en una regla soviética
que hubiese admitido el sufragio calificado por la riqueza; una norma española que
hubiere permitido la desmembración del país), es decir, señala que estas normas,
aun y cuando no son reglas de aplicación concreta, son parámetro de
constitucionalidad directa, es decir, tienen plena fuerza normativa.

Sin embargo, para ahondar en el tema referente a la fuerza normativa, cabe resaltar
que las disposiciones preambulares serán normativas en la medida en que pueden
intervenir en la determinación del significado de las disposiciones del articulado
constitucional o bien del articulado en general; esta indeterminación sobre la medida
de su fuerza se debe a la amplitud que pueda tener una norma constitucional o legal
para recibir ésta y hacerla efectiva, esto pues, las normas de aplicación concreta
suelen ser directas y no dejar cabida a integración, lo cual cierra la posibilidad de
aplicación normativa indirecta.

Tajadura Tejada187 señala que los preámbulos tienen así un valor normativo
indirecto, en cuanto el intérprete puede obtener la norma valiéndose –o combinando–
tanto de las disposiciones del articulado como de las del preámbulo, por lo que, por
supuesto, se encuentra con unas disposiciones cuya intensidad normativa es menor
que las del articulado, pero se trata de una diferencia de grado y de forma; debe
discreparse de esta posición que remite a la complementariedad que puedan
ostentar principios y valores abstractos, sin embargo, debe considerarse que las
reglas como disposiciones de desarrollo son, en realidad, el complemento del
sentimiento constitucional, y no al revés.

La fuerza normativa sea indirecta o directa, hace que el preámbulo constitucional sea
relevante no solo para la interpretación de las normas contenidas en toda la materia

187
Tajadura Tejada, Javier. “Valor jurídico y función política de los preámbulos constitucionales”,
Revista peruana de derecho constitucional, Óp. Cit. pp. 258-259.

123
constitucional, sino que condicionan su aplicación a estándares axiológicos
propuestos por el constituyente como cimiento de todo el Estado.

De esa cuenta, la tarea de asignación del grado de fuerza que pueda llegar a tener
una norma –principio o valor- contenida en el preámbulo, dependerá de su aplicación
al caso concreto en uso de una norma –regla- de aplicación concreta; esto por una
razón, y es que el preámbulo no puede ser separado del resto del articulado del texto
constitucional, pues es parte misma de éste, al tiempo que funge como hilo
conductor de su articulado y como síntesis de todo, al menos en su parte dogmática,
mientras que en la parte organizativa tendría un carácter más de limitante, tal y como
lo plasmaba la jurisprudencia norteamericana citada ut supra.

En cuanto a que el preámbulo es parte activa de la constitución y, por ende, debe


ostentar vinculatoriedad, Bidar Campos188 refiere que discrepa con quienes niegan
normatividad al preámbulo, esto pues, por el hecho de ser una declaración de
principios no quiere decir que no marque rumbos, que no contenga normas, que no
emita enunciados revestidos de ejemplaridad; así, señala que, lo que dice el
preámbulo debe hacerse, de lo contrario sería inútil, y no tendría sentido el hecho de
que sintetice lo que se da en llamar principios fundamentales de la constitución,
principios directivos que dominan todo el conjunto del derecho constitucional de un
Estado.

Como soporte a la normatividad del preámbulo, la Corte Constitucional colombiana


ha interpretado de manera muy interesante la fuerza normativa del preámbulo
constitucional y se ha convertido en el referente en su alusión como una norma
constitucional viva y con fuerza determinante, señalando en la sentencia c-479 de
1992 que:

«El Preámbulo da sentido a los preceptos constitucionales y señala al Estado


las metas hacia las cuales debe orientar su acción; el rumbo de las

188
Bidart Campos, Germán. Derecho Constitucional, Buenos Aires, Ed. Ediar, 1979, p. 315.

124
instituciones jurídicas. Lejos de ser ajeno a la Constitución, el Preámbulo hace
parte integrante de ella. Las normas pertenecientes a las demás jerarquías
del sistema jurídico están sujetas a toda la Constitución y, si no pueden
contravenir los mandatos contenidos en su articulado, menos aún les está
permitida la transgresión de las bases sobre las cuales se soportan y a cuyas
finalidades apuntan. El Preámbulo goza de poder vinculante en cuanto
sustento del orden que la Carta instaura y, por tanto, toda norma -sea de
índole legislativa o de otro nivel- que desconozca o quebrante cualquiera de
los fines en él señalados, lesiona la Constitución porque traiciona sus
principios».189

Es importante resaltar que el Tribunal Constitucional colombiano ha sido principal


referente en cuanto a la fuerza normativa e importancia vinculante que tiene el
preámbulo constitucional, pues ha reiterado que más allá de ser un parámetro
interpretativo en caso de duda acerca de cierta norma, éste forma parte de la historia
del pueblo que decidió constituirse y es así que debe ser tomado en cuenta y
considerado como tal para oponerse frente a normas que traigan detrimento a esos
valores fundamentales y principios social-humanos que algún día sentó.

Los precedentes jurisprudenciales asentados por la Corte Constitucional colombiana


y por la Corte Suprema de Justicia del mismo país, han sido amplios en diversificar la
tarea de su preámbulo constitucional, dando luz hacia nuevas aspiraciones que
puedan tener estos en otras jurisdicciones; en ese sentido, en la sentencia de
octubre 2 de 1980 con ponencia de los magistrados Carlos Medellín, Mario Latorre
Rueda, Oscar Salazar Chávez y Jorge Vélez García, han sostenido que los
preámbulos pueden ser considerados desde tres posiciones:
a) la de quienes sostienen que el preámbulo de una Constitución es como su
fachada, la gran portada por la que se penetra al interior del conjunto
normativo y que anuncia su estilo político y su carácter jurídico;

189
Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-479, 1992, p. 122.

125
b) la de quienes ven en el preámbulo un conjunto de principios con fuerza
directiva, de manera que se configura en ellos una verdadera normatividad
supraconstitucional, con jerarquía superior a la de los preceptos de la carta
que deben ser su desarrollo;
c) y una tercera que entiende el preámbulo como declaración de principios y
como el señalamiento de los fines y motivos que animan al constituyente para
expedir el Código Superior.190

De estos tres aspectos, se posiciona al frente de la investigación el relativo a que los


preámbulos contienen una normatividad supraconstitucional, entendida ésta como
una súper posición subjetiva de las normas –principios y valores- allí contenidos, por
sobre las normas –reglas- de desarrollo del texto constitucional, posicionando
preferentemente a un tipo de normas e infiriendo, para efectos de dogmática
constitucional, una modulación entre estas.

La supraconstitucionalidad de los preámbulos no proviene de una naturaleza


especial o extraña al propio texto constitucional, sino al contrario, proviene de la
esencia sobre la cual todo lo demás tiene lugar, siendo esta esencia los principios y
valores plasmados en éste; entonces, debe comprenderse la diferenciación entre
principio y valor, por cuanto los primeros tienen concreción en las reglas, mientras
que los valores se ven hasta cierto punto abandonados a la disposición del juez
constitucional o del juez natural que desee emplearlos para la interpretación.

De entre los principios y valores, que han sido diferenciados ut supra, debe
remembrarse la diferenciación en su aplicación, y partiendo de ello, asentir sobre la
mayor o menor supraconstitucionalidad de cada uno; de esa cuenta, los valores
superiores de la constitución ya no son entonces declaraciones retóricas o simples
postulados programáticos, sino que son la base del ordenamiento, prestándole el

190
Echeverri Quintana, Eudoro. “El Preámbulo en la Constitución Política”, Revista Páginas, No. 88,
Colombia, Universidad Católica de Pereira, Diciembre 1988, p. 10.

126
sentido propio y por ende, debiendo presidir toda su interpretación y aplicación, es
decir, poseen fuerza interpretativa y fuerza normativa directa.

En refuerzo a la fuerza normativa del preámbulo constitucional y de su contenido,


Antonio Pérez Luño citado por Echeverri Quintana191, señala que que la normatividad
de los valores se prueba con la existencia de las denominadas "normas
constitucionales inconstitucionales", para subrayar la primacía hermenéutica de los
valores hasta el punto de determinar la inconstitucionalidad de las propias normas
constitucionales que contradicen su sentido; normatividad que se manifiesta en su
protección reforzada en relación con los requisitos para la reforma constitucional, así
como la posibilidad de interponer recurso de inconstitucionalidad por infracción de los
valores constitucionales; en otras palabras, el autor abre la puerta a la normatividad
determinable jurídicamente a través de la jurisdicción constitucional, posibilidad que
será analizada en otro apartado pero que, sin duda, es un cambio de paradigma.

Debe reflexionarse sobre la importancia del preámbulo en su aspecto justificativo,


pues es la parte que relata los motivos concretos de autodeterminación de un
Estado; también es el músculo de la voluntad democrática de un pueblo constituido
y, por ende, la válvula por donde fluirá la normativa constitucional. De esa manera
puede entenderse ese primer momento de unión, el cual significó una luz diáfana en
un lugar donde, o no había nada, o existía conflicto.

Peter Haberle192, es claro al señalar que los preámbulos son la “Constitución de la


Constitución” y contienen cláusulas de eternidad, esto es, las definiciones esenciales
o principios sustantivos que dan identidad al Estado constitucional, los que se dirigen
tanto a la razón como al corazón, buscan persuadir con lógica y realismo, pero
también apelan a las fibras emocionales de las personas, a sus convicciones
morales, sus lealtades ideológicas, su sentimiento religioso; por ende, es que se
entiende al contenido del preámbulo como el anhelo más puro de un pueblo, su

191
Ibíd. p. 17.
192
Haberle, Peter. Óp. Cit., pp. 145 y ss.

127
razón de ser previo a la juridicidad que aportará un texto, entonces, ¿de qué manera
puede negársele fuerza normativa?.

Por su parte, Jaime Angulo Bossa, al hacer una crítica hacia el Tribunal
Constitucional colombiano y su papel desarrollador de la fuerza normativa
preambular, señala:

«… siendo la cabeza parte fundamental de un cuerpo, la de la Constitución -


su preámbulo – no se puede, sin matarlo, separar de ella.” (…). “No hay duda
sobre las inmensas proyecciones del fallo del 13 de agosto de 1992. La Corte
Constitucional con ello empezó no sólo una revolución jurídica sino política
porque indicó, implícitamente, la obligatoriedad del sistema democrático en la
República de Colombia, estatuido fundamentalmente por la preceptiva del
preámbulo»193.

En otras palabras, el autor señala como responsable de allanar el camino hacia la


justiciabilidad del preámbulo a la Corte Constitucional colombiana, la cual, siguiendo
el ejemplo de la solitaria tarea realizada por el Consejo Constitucional francés, dotó
de fuerza normativa a la esencia normativa del Estado, con contenido jurídico,
político, filosófico, social, humanista y de muchas índoles, pero que, sin embargo, es
la cabeza que debe guiar al cuerpo, debiendo este responder ante todos sus
mandatos; en otras palabras, una parte de la materia constitucional que no se acople
a su guía, no puede permanecer en ella, pues no funciona conforme se ideó en un
principio que lo haría.

Esta posición, asentada y reforzada por sendos fallos en otras jurisdicciones, tales
como el emitido por el tribunal constitucional turco en sentencia de 5 de junio de
2008, en la cual declara inconstitucional una reforma constitucional por contravenir el

193
Angulo Bossa, Jaime. ¿Qué es un Preámbulo? Introducción al conocimiento de la conciencia
Constitucional, Bogotá, Ed. Totamar, 1996, p. 307.

128
preámbulo de la constitución en su sentido religioso194, ha llevado a éste de un plano
aislado a formar tal vez, en opinión personal, la parte más importante de la
constitución, pues, ¿qué destino le espera a aquel pueblo que no puede defenderse
jurídicamente apelando a su pasado, su presente y sus aspiraciones a futuro como
normas de extrema vinculación con sus fines democráticos? La respuesta es simple,
ninguno.

4.3 Modulación constitucional

Se ha manifestado a través de las líneas de esta investigación la necesidad de


existencia de una teoría de gradación de normas constitucionales, que conceptualice
y module la gran cantidad de normas que conforman la materia de la constitución;
dicha categorización no solo pretende ser útil de manera interpretativa, sino también
ilustrativa en cuanto a ordenar la riqueza de normas que conforman el espectro
constitucional hoy en día, y propositiva en definir los efectos que una interpretación
bajo ésta óptica modular sería capaz de dar en ayuda a la resolución de conflictos
constitucionales.

La modulación constitucional desde un punto de vista práctico, es una teoría de


interpretación constitucional poco abordada por los constitucionalistas
latinoamericanos, ello pues, constituye un trabajo activo de los jueces en la
determinación del valor que pueda tener una norma subconstitucional en
determinados casos, asignando diversos efectos a las normas constitucionales en su
aplicación en escenarios distintos.

Esta teoría ha sido tomada de la perspectiva norteamericana del precedente judicial,


y ha sido utilizada en casos de una multiplicidad de condiciones dentro de un Estado
a las cuales se aplican un solo grupo de normas constitucionales; de esa cuenta, la
modulación constitucional como se ha conocido en su poco desarrollo, no es más
que una forma de dar sentidos distintos a una norma constitucional, dependiendo el
caso en que se aplique y dadas las circunstancias de su intervención.
194
Corte Constitucional de Turquía, Sentencia 27032, de 5 de junio de 2008.

129
Bajo esta perspectiva –que no será la desarrollada por la investigación-Nestor Pedro
Sagüés195 indica que, la modulación constitucional en una primera aproximación
conceptual, podría detectarse que propone para ciertos segmentos de la constitución
(el más significativo puede ser el de los derechos personales), extraer en cada caso
distintas respuestas o productos interpretativos, en función de contextos, obviamente
diferentes, que exigen una evaluación especial.

Esto es, que el mismo precepto constitucional, por ende, podría tener variaciones o
matices en su aplicación, en razón de una serie de factores de diversa índole, en
otras palabras, señala el autor, para ciertos momentos, sujetos o situaciones la
misma norma constitucional implicaría o generaría una respuesta (obviamente,
constitucional) “a”, para otros, “b”, o “c”, y en un orden paralelo de ideas, una norma
subconstitucional podría resultar constitucional en algunos escenarios, pero
inconstitucional en los restantes.

En ese sentido, la modulación constitucional de la manera en que ha sido estudiada


y que funciona otorgándole diversos sentidos a una norma constitucional, queda al
margen de lo que se pretende en la línea investigativa, pues, modulación no consiste
únicamente en dar diversos sentidos a una norma, sino también, consiste en un
ordenamiento interno de tales normas, es decir, categorizar.

La modulación constitucional como se concebirá en los párrafos siguientes, no


funciona desde el punto de vista interpretativo sobre una norma particular, sino
desde el conjunto de normas que conforman la materia de la constitución, de manera
general y no concreta, pues lo que busca es modular en secciones plenamente
identificables las normas constitucionales existentes, esto con el objeto de encontrar
una jerarquía interna de estas, la cual, no prejuzgará sobre la supremacía absoluta
de la materia de la constitución por sobre todo el demás ordenamiento que no
ostenta el carácter de constitucional.

195
Sagüés, Nestor Pedro. La modulación constitucional, manifestaciones en el reciente
constitucionalismo latinoamericano, Buenos Aires, Centro Argentino de Derecho Procesal
Constitucional, 2014, p. 1.

130
Una de las justificaciones principales para aventurarse a proponer la creación de una
teoría de modulación constitucional desde el punto de vista jerárquico, es que, con la
incursión del constitucionalismo post segunda guerra mundial, en específico, con el
surgimiento del neo constitucionalismo o post positivismo, la constitución como tal ha
dejado de ser un único texto codificado, dando paso a una serie de disposiciones que
ostentan un rango superior dentro del ordenamiento, pero que a su vez, generan
conflicto cuando estas se contraponen unas a otras.

De esa forma, lograr modular las normas constitucionales que forman parte de toda
la materia de la constitución ayudaría al intérprete constitucional en caso de dirimir
conflictos constitucionales, determinando entonces que unas pesan más sobre otras,
incluso, llegando a la conclusión de que, en determinado caso, una norma
constitucional en atención a su rango inter-normativo puede llegar a ser
inconstitucional.

Hoy en día la constitución como fenómeno normativo ya no es concebida únicamente


en su forma textual, sino que abarca un conglomerado de disposiciones normativas,
sociales e internacionales que conforman la materia de la constitución, en otras
palabras, la constitución ha pasado de ser un código en el que se desarrollan
derechos fundamentales y la organización del Estado, a ser una innumerable
cantidad de disposiciones de diverso carácter que coadyuvan al funcionamiento
ordenado y respetuoso de derechos fundamentales de todos los Estados.

Tal materia se ve nutrida no solo por el texto central titulado constitución, sino que en
ella se ven reflejadas normas de carácter ordinario que han recibido la fuerza y
categoría de constitucionales por determinada circunstancia; normas internacionales
en materia de derechos humanos, adicionadas mediante decretos legislativos, es
decir, normas de carácter ordinario a fin de cuentas, pero con carácter constitucional;
normas constitucionales añadidas mediante la facultad de reforma otorgada a los
órganos encargados por el constituyente; sentencias del tribunal constitucional que
modulan internamente una disposición constitucional y por ende, hacen que esta
mute y forme otra categoría de entendimiento distinta a la que inicialmente tuvo, y
así, una gran cantidad de material jurisprudencial de entes internacionales e internos

131
de cada Estado que a la postre, moldean la materia de la constitución y ostentan por
tanto tal categoría.

Para iniciar con esta difícil labor, debe tenerse en cuenta que la doctrina
constitucional ya reconoce de por sí tipos de normas constitucionales sin asignarles
jerarquía.

Es por ello que la propuesta para la creación de una teoría de jerarquización inter-
normativa surge de la gran cantidad de tipos de constituciones que existen o que se
perciben desde el plano dogmático.

Al respecto el autor costarricense Víctor Orozco Solano196, señala una primera


categorización de normas constitucionales basada en la eficacia de su normatividad
y establece que existen dos tipos de normas constitucionales básicas, las normas
constitucionales de eficacia directa y las normas constitucionales eficacia diferida.

Las primeras, que son aquellas que vinculan directamente al poder público y en su
mayoría, tratan de garantizar derechos fundamentales, son conceptualizadas así por
los tribunales constitucionales, que van soslayando sobre la aplicación directa y
obligatoria de cada derecho en la medida en que sean invocados o no en el texto
constitucional, por lo que los derechos fundamentales como ejemplo, han pasado de
ser normas de limitación al poder, a ser invocados por los ciudadanos en todas sus
relaciones.

Las segundas, son aquellas normas que señala el autor en palabras de Giusseppe
De Vergottini, pese a que efectivamente tienen carácter vinculante y naturaleza
preceptiva, estas requieren para su aplicación intervenciones normativas ulteriores.

Sin embargo, esta primera aproximación responde a la normatividad que pueda


llegar a tener una norma constitucional, cuestión que sobre la línea investigativa se
ha tornado resuelta, esto pues, ya se ha determinado la fuerza normativa de reglas,
principios y valores, sin que ello prejuzgue sobre la condición de una norma por
sobre otra.

196
Orozco Solano, Víctor Eduardo. Óp. Cit. pp. 191-193.

132
Desde la perspectiva guatemalteca, pueden hallarse gran cantidad de normas
constitucionales, que distinguiremos unas de otras por la fuente de donde provienen,
sin prejuzgar sobre el contenido normativo (reglas, principios y valores) que tiene
cada una de ellas, lo cual será analizado más adelante para determinar la
prevalencia inter-normativa; de esa cuenta, la materia de la constitución
guatemalteca contiene los tipos de normas siguientes:

a) el primer tipo de norma constitucional es el preámbulo constitucional, esto


incluye sus principios y valores que no tienen expresión normativa concreta
pero sí sustancial, pues no son expresados en mandatos sino en la
consagración de un deseo de porvenir para el desarrollo del Estado; habida
cuenta, el preámbulo constitucional forma parte de un tipo especial de norma,
cuyo contenido axiológico es debatido en cuanto a su fuerza normativa pero
que, sin embargo, es la parte medular de toda la materia de la constitución,
por lo que sea para interpretar a las demás normas o para aplicarse directa o
diferidamente, se le reconoce como una norma constitucional que ocupa la
cúspide en la escala normativa constitucional.
b) El segundo tipo de norma constitucional que puede hallarse es la
Constitución Política de la República por sí misma, que siendo desarrollada
como un código de autodeterminación constituyente contiene reglas, principios
y valores expresados en mandatos concretos, abstractos y programáticos que
determinan los derechos fundamentales de los individuos y el funcionamiento
del Estado guatemalteco, y que dentro de su desarrollo contiene a su vez tres
tipos de normas; las dogmáticas, que son aquellas cuyo contenido expreso se
resume en derechos fundamentales para los individuos, pudiendo ser reglas,
principios o valores, o bien, una combinación de estos y que son exigibles
directamente; las orgánicas o institucionales, que son aquellas que moldean el
funcionamiento del aparato estatal y que, normalmente están expresadas en
forma de reglas, por lo que, aun y cuando su fuerza normativa no es
directamente aplicable desde la exigibilidad de una conducta, son normas
constitucionales limitantes al poder institucional, pues delimitan las funciones
de cada ente que el texto crea, asignando funciones, competencias y

133
atribuciones propias de cada uno de estos; y las programáticas, que
normalmente se expresan en reglas de contenido abierto hacia el poder
constituido y contienen un mandato de desarrollo hacia la ley ordinaria, es
decir, que prevén alguna circunstancia vital (verbigracia derecho al agua) para
el ordenamiento constitucional, pero no tan relevante para el constituyente
como para ocupar el texto constitucional, por lo que encomienda al poder
constituido su desarrollo en la legislación ordinaria, el cual debe ser atendido
para evitar incurrir en una omisión legislativa que dañe derechos
constitucionales programados; así, la diversidad de normas constitucionales
contenidas en el texto constitucional per se, no prejuzgan sobre su esencia y
su jerarquía entre unas y otras, pues esto podría darse hasta determinar cuál
es su contenido, es decir, si son reglas, principios o valores, y si, se pueden
anteponer a otras normas constitucionales por una superioridad en su
contenido sustancial.
c) El tercer tipo de norma constitucional en el ámbito guatemalteco, está
conformado por las leyes constitucionales, las cuales no forman parte del texto
constitucional, pero desarrollan una materia especialmente encomendada por
ésta, es decir, surgen a raíz de una programación hecha por el constituyente,
pero que éste mismo se reserva; de esa cuenta, las leyes constitucionales son
producto de la voluntad del constituyente, que señala el mandato para que
dichas materias sean desarrollas, pero al mismo tiempo reserva su regulación
de manera que su especialidad tenga prevalencia por sobre las demás
normas que desarrollará el poder constituido. Este tipo de normas
constitucionales llaman especialmente la atención, pues aun y cuando se
catalogan como constitucionales, no ostentan el rango supremo de la
constitución por no estar contenidas dentro de su texto y por ende, no poseer
la rigidez del texto mismo, sin embargo, contienen ciertos rasgos que pueden
considerarse de superioridad por sobre las normas ordinarias, los cuales son a
su vez otorgados por el texto constitucional y que pueden llevar a la
concepción de considerarlas normas constitucionales intermedias o de
segunda categoría.

134
c.1) el primero de estos es el calificativo que el texto constitucional da a dichas
normas, pues en los cuatro casos existentes (Ley Electoral y de Partidos
Políticos, Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, Ley de
Orden Público y Ley de Emisión del Pensamiento), la constitución se refiere
de manera expresa a estas como leyes constitucionales, lo cual presupone un
carácter distinto de las normas ordinarias, pues desarrollan materia específica
de la constitución la cual a pensar del constituyente debe tener una relevancia
en la jerarquía normativa por la trascendencia de su regulación.
c.2) el segundo de los rasgos para determinar la superioridad de las leyes
constitucionales, es el procedimiento agravado para su reforma, es decir, la
rigidez que el texto le brinda; esto pues, el texto constitucional establece un
procedimiento distinto de reforma a las cuatro leyes señaladas, estableciendo
por sobre la primacía legislativa, que para que estas puedan sufrir una
modificación es necesario un dictamen de viabilidad de reforma de la Corte de
Constitucionalidad, lo cual, sin duda alguna otorga un carácter distinto a estas
en cuanto son las únicas dentro del ordenamiento jurídico guatemalteco que
requieren un dictamen previo de constitucionalidad obligatorio, emitido por un
tribunal de derecho y no por el órgano político, lo cual denota que el
constituyente posa sobre el tribunal constitucional como órgano constituyente
permanente la responsabilidad de que el orden constitucional que las cuatro
leyes constitucionales sostienen, sea apegado a la realidad del texto
constitucional central.
c.3) el tercer rasgo que se encuentra en estas normas sigue en el plano del
procedimiento para su reforma, o sea su rigidez, pues éste a su vez exige que
la decisión del parlamento para aprobarla sea hecha por mayoría calificada,
específicamente de dos terceras partes de sus integrantes, lo cual agrava el
procedimiento de reforma pero que, sin embargo, no lo especializa de manera
total, pues no son las únicas leyes que requieren tal número de votos para su
aprobación y a su vez, tampoco exige la consulta popular que sí es necesaria
para la reforma de la parte rígida de la constitución, ostentando entonces
estas normas un carácter semi-rígido.

135
c.4) el cuarto rasgo está inmerso en la reserva de ley que el constituyente hizo
para su emisión, o por lo menos, para la emisión de dos de estas (Ley
Electoral y de Partidos Políticos y Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad), pues señala su constitucionalidad y a su vez remite a que
sea el propio órgano constituyente el que las desarrolle, esto por la materia de
especial importancia que tratan; ahora bien, en cuanto a las otras dos leyes de
carácter constitucional (Ley de Orden Público y Ley de Emisión del
Pensamiento), resulta más interesante aún el hecho de que el constituyente
no solo constitucionalice normas que fueron emitidas al amparo de otra
constitución (1965), sino que les otorgue el rango de constitucionales por
haber sido emitidas por el órgano constituyente de aquella época, lo cual sin
duda, formula una unidad de criterio en determinar de que la materia que
estas regulan es constitucional indefinidamente en el tiempo para el Estado, y
así es entendido por cuanto sus características forman parte del orden
constitucional general. Ahora bien, puede entenderse que este es un primer
antecedente del bloque de constitucionalidad, pues, el constituyente de 1985
reconociendo la labor del constituyente del constituyente de 1965, le otorga
relevancia a la materia constitucional definida por éste, al punto de adoptar
normativa hecha para otro texto constitucional, lo cual, de por sí, es una
manifestación de unificación de la tarea constituyente y un reconocimiento de
las bases democráticas, republicanas y constitucionales del Estado en la
modernidad.

Para entender de manera más amplia la esencia de las leyes constitucionales


y dar por sentado su carácter como tipo de normas de la materia de la constitución,
la Corte de Constitucionalidad se ha expresado así:

«… Esta Corte considera que las leyes constitucionales son revestidas de tal
carácter en forma expresa por la Constitución, son emitidas por el órgano que
ostenta el poder constituyente y su procedimiento de reforma es más rígido
que el previsto para reformar leyes ordinarias. La Constitución en el artículo
175 prevé un mecanismo rígido para la reforma de leyes constitucionales que

136
para llevarse a cabo deberá aprobarse con el voto de las dos terceras partes
del total de diputados que integran el Congreso, previo dictamen favorable de
la Corte de Constitucionalidad. Las normas de una ley constitucional no
pueden ser expulsadas del ordenamiento jurídico a través de una
inconstitucionalidad general o inaplicables mediante su planteamiento en caso
concreto, sino únicamente por medio de la reforma de la ley y siguiendo el
procedimiento establecido en la Constitución, ya que de lo contrario esta Corte
dejaría de ser intérprete de la Constitución y se convertiría en un legislador
constitucional negativo…»197

Tal expresar del tribunal constitucional no deja duda en cuanto a la constitucionalidad


que ostentan las leyes catalogadas como tal, al punto de catalogarlas como
inexequibles, es decir, que no pueden ser declaradas inconstitucionales, análisis del
que se discrepa en cuanto a se desarrolle la modulación constitucional y el rango que
este tipo de normas ostenta en realidad dentro de la materia de la constitución, pero
que, sin embargo, deja sin lugar la discusión sobre el rango constitucional dado a
estas leyes, el cual no solo corre por el calificativo, sino por la sustancia de la materia
que regulan que, habida cuenta, es constitucional.

Hay que destacar que la constitución per se no es una ley constitucional, como
erróneamente se ha llegado a suponer, pues esta ostenta un rango superior definitivo
por sobre cualquier norma ordinaria o catalogada como constitucional en primer lugar
por el órgano que la expide, cuya tarea única ha sido su creación, es decir, que el
telos de su convocatoria constituye también su razón de ser, no pudieron ser
equiparable a cualquier otra norma emitida por éste o por otro órgano pues su
supremacía depende, entre otras cosas, de su carácter único e irrepetible, es así que
la Constitución es el centro de la codificación de la materia de la constitución, en
otras palabras, este texto central precedido por un preámbulo que forma parte activa
de este, no es una ley, sino un código estrato céntrico del que emanan todas la
normas, sean constitucionales o no, pues su legitimidad legitima todo lo demás y por

197
Corte de Constitucionalidad de Guatemala, expediente 300-95, sentencia de 12 de marzo de 1996,
p. 45.

137
ende, ostenta un rango único e incomparable y no puede ser equiparada con las
leyes constitucionales, es decir, no puede ser considerada una ley, sino una norma
suprema, la norma de normas.

En fin, las leyes constitucionales forman un tipo de normas intermedias en cuanto a


su procedimiento de revisión y cotejo constitucional, pero en cuanto a su carácter y
fuerza normativa por sobre el ordenamiento común, son plenamente vinculantes
dada la materia que desarrollan y el mandato que las legitima, por lo que son normas
constitucionales que merecen atención y posición dentro de la tesis de modulación
que se desarrollará.

d) El cuarto tipo de normas constitucionales, se integra en el plano


constitucional, gracias a la apertura que la constitución realiza mediante dos
artículos, el 44 y el 46; este articulado refiere de manera resumida, que la
constitución no excluye otros derechos que por su naturaleza sean inherentes
a la persona humana, es decir, abre una ventana hacia el desarrollo del
derecho internacional de los derechos humanos, para que a medida que este
sea desarrollado y nuevas categorías de derechos fundamentales sean
reconocidas en el plano internacional, puedan ser integrados al texto
constitucional, dicha integración surge a partir de la otra disposición
constitucional, que por medio de un principio, señala que los tratados
internacionales en materia de derechos humanos prevalecen sobre el derecho
interno.
Esta discusión ha generado muchas tesis en cuanto al posicionamiento de
estas normas ante la jerarquía normativa y bajo la supremacía de la
constitución como norma de normas, teniendo como primera visión, que el
derecho interno está conformado por todas las normas que no son la
constitución, lo cual de por sí es errado, pues el primer orden interno surge
con el texto constitucional, siendo inviable e ilógico desvincular de su carácter
de normatividad interna ante la dicotomía de derecho interno y externo; ahora
bien, para palear la discusión y controversia, el tribunal constitucional ha
emitido jurisprudencia en la cual señala que la constitución es un conjunto

138
armónico de normas, incluyendo las que ésta misma señala como parte de
ella, por lo que al referir sobre las normas internacionales en materia de
derechos humanos, las acoge dentro de su texto y les brinda el carácter de
constitucional, únicamente frente a las normas ordinarias, esto en otras
palabras, no permite la subordinación de la constitución ante dichas normas
de carácter internacional, pues en caso de contravención entre unas y otras,
las normas constitucionales no podrían verse sujetas a reforma o modificación
por las internacionales, esto pues, señala el tribunal, el conflicto no podría
existir pues el Estado no aceptaría de entrada normativa internacional que
contraviniera el texto constitucional.
Esta posición no es compartida, pues aun y cuando el Estado decide qué
normas de carácter internacional entran a la esfera del derecho guatemalteco,
el examen de constitucionalidad que realiza el parlamento no siempre es el
idóneo para determinar esta posibilidad conflictiva, habida cuenta, es tarea del
tribunal constitucional hallarla, además de que las normas mutan, y así, tanto
la constitucional o la internacional pueden cambiar de efectos modificando su
sustancia y pudiendo colisionar una con otra, por lo que el conflicto
constitucional sí puede ocurrir, sin embargo, debe decidirse qué categoría
ostenta la norma internacional en materia de derechos humanos adoptada por
el texto constitucional para establecer si traspasa una norma constitucional o
no.
Al respecto de estas normas, también el tribunal constitucional se ha
expresado sobre que no es viable realizar el examen de constitucionalidad de
manera directa, pues no ostentan la legitimidad de la norma de normas,
debiendo ser hecho por vía del bloque de constitucionalidad y aplicación de
las normas que permiten su entrada, es decir, los artículos 44 y 46
constitucionales.
En fin, las normas internacionales en materia de derechos humanos, son
entonces, normas constitucionales plenamente reconocidas, las cuales, sea
de manera integradora o bien, mejoradora, forman parte del texto
constitucional y por ende de la materia de la constitución.

139
La inclusión de derechos fundamentales y de normas constitucionales
mediante la creación jurisprudencial del bloque de constitucionalidad ha
distorsionado la materia de la constitución permitiendo que una vastedad de
normas internacionales en materia de derechos humanos obtengan su
constitucionalización; esto ha provocado una intensa carga impregnadora de
las normas internas con normas internacionales y jurisprudencia de la
aplicación de estas, lo cual, con los límites adecuados es de mucha ayuda.
e) El quinto tipo de normas constitucionales que puede hallarse, es la
jurisprudencia constitucional; estas son más bien subnormas, o como cita
Monroy Cabra198 normas subconstitucionales, las cuales surgen al verificar la
confrontación entre la ley y la constitución, en la actividad de interpretación, es
decir, se crean a partir del proceso de subsunción que realiza el intérprete
constitucional. También lo señala así Enrique Alonso García 199, en cuanto a
que de toda operación de subsunción, por simple que parezca, se deriva un
tertium que constituye la norma subconstitucional para una aplicación
analógica de la jurisprudencia, por lo que, pese a que se diga que el juez
constitucional realizó tarea interpretativa, es más bien una función de
integración o complementación que se vuelve creadora la que realiza.

Estas normas subconstitucionales son intermedias en cuanto a su contenido,


en la medida que se localizan dentro de la actividad creadora del legislador y
la aplicación del juzgador, siendo entonces una subcategoría que moldea la
materia de la constitución; son indispensables para la sanidad de un Estado
de derecho y del orden constitucional, pues en estas están contenidos los
parámetros actuales de interpretación, que son todos aquellos factores de
aplicación que inducen al juez constitucional actual, pero a su vez, mantienen
la esencia dotada por el constituyente al momento de su creación, en otras
palabras, la jurisprudencia constitucional constituye un puente que une el
momento de creación de la norma constitucional con el momento actual de

198
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit. p. 137.
199
García, Enrique Alonso. Óp. Cit., pp. 14-15.

140
aplicación, sosteniendo entre sus líneas criterios objetivos y reales, pero
también subjetivos y materiales.

Es así, que el tribunal constitucional tomando en consideración el carácter


abierto del texto constitucional, en donde coexisten conceptos jurídicos
indeterminados, principios y valores, crea normas que se han llamado
subconstitucionales para facilitar la aplicación de los preceptos indeterminados
o abiertos200.
En el plano guatemalteco todos los tribunales constitucionales difusos y el
tribunal constitucional concentrado tienen como función de interpretación de la
constitución y su materia, pero la creación de normas subconstitucionales
mediante la expedición de jurisprudencia está reservada a la Corte de
Constitucionalidad a través de varias de las tareas que realiza; la primera de
ellas es en las sentencias de amparo en donde sienta criterios interpretativos
catalogados como doctrina legal, es decir, de observancia obligatoria, cuando
su emisión se condense en tres fallos contestes sobre la interpretación de una
misma norma, en otras palabras, en la interpretación de la defensa de
derechos fundamentales; la segunda es en la resolución de las acciones de
inconstitucionalidad de carácter general y en caso concreto que son sometidas
al tribunal constitucional, en las que determina la exequibilidad de las normas
que son puestas a cotejo con las normas constitucionales pero también
moldea su entendimiento para evitar su expulsión por el eventual roce que
tenga lugar, de esa cuenta, en las sentencias de estas acciones tiene lugar
tarea interpretativa de importancia vital que puede catalogarse de observancia
necesaria y por ende constituir una norma subconstitucional; por último, en la
tarea de consulta que está atribuida al tribunal constitucional guatemalteco a
petición de parte o bien por mandato constitucional –reformas a las leyes
constitucionales– se sientan criterios de interpretación y entendimiento de una
norma constitucional, es decir, que el tribunal constitucional como intérprete

200
Monroy Cabra, Marco Gerardo. Óp. Cit. pp. 137-138.

141
último de la constitución y su materia define, en su calidad de poder
constituyente permanente, cómo debe de entenderse, aplicarse o interpretarse
una norma constitucional, vinculando tanto a quien solicita dicha consulta
como a todo el poder público a la observancia general de los parámetros
definidos por éste.

Ahora bien, gracias a la expansión del derecho internacional de los derechos


humanos y a la creación jurisprudencial del bloque de constitucionalidad como
teorema de integración de normas internacionales al plano constitucional
también se incorporó al plano guatemalteco el control de convencionalidad;
bajo esta tesis, los Estados parte de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y que hayan aceptado la competencia contenciosa de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos están obligados a observar no
solo las disposiciones convencionales sino la interpretación dada a ellas por
parte de su intérprete última, es decir, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos; es así que las sentencias y opiniones consultivas emitidas por el
citado órgano internacional y que forman la jurisprudencia internacional en
materia de derechos humanos también son normas subconstitucionales pues
interpretan y aplican normas que son parte de la materia de la constitución con
la única diferencia que la jurisprudencia constitucional requiere de un número
de fallos contestes para su obligatoria aplicación, mientras que la
jurisprudencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos es
de observancia obligatoria y de aplicación ex officio por todos los órganos
jurisdiccionales y autoridades administrativas de los Estados parte.
f) El sexto tipo de normas constitucionales surge de la interpretación
constitucional, y son las costumbres y convenciones constitucionales; estas
pueden entenderse desde la óptica de la jurisprudencia constitucional y su
método creación es a través de la subsunción, por lo que también ostentan el
carácter de normas subconstitucionales.

142
Este tipo de normas en Guatemala no tienen cabida expresa por la
jurisprudencia constitucional, sin embargo, considérese útil hacer alusión a
estas, por cuanto se analizará su papel dentro de la modulación constitucional.

La costumbre desempeña un papel legítimo de integración de la constitución,


a menudo con lagunas, por lo que, incluso las costumbres constitucionales
producen normas de rango constitucional que al ostentar dicha jerarquía no
son modificables ni derogables por obra de los mismos sujetos que las han
puesto en vigor.

Ricardo Guastini201 señala que las normas derivadas de costumbres


constitucionales pueden ser hechas valer por el tribunal constitucional,
cuando menos en el juicio sobre conflictos de atribución entre los poderes del
Estado; en otras palabras, estas resultan de utilidad para garantizar la división
de poderes como principio clásico del republicanismo y básico de un Estado
constitucional.

Ahora bien, según Giuseppe Ugo Rescigno202 las convenciones


constitucionales son acuerdos en donde nacen reglas de comportamiento no
escritas, destinadas a:
1) Bien interpretar las disposiciones constitucionales (con el efecto, algunas
veces, de eludirlas).
2) Bien para integrarlas (en cualquiera de los sentidos de esta palabra),
colmando de paso las lagunas de la constitución.

La doctrina distingue cuatro tipos de convenciones constitucionales:

1) Convenciones que sustituyen sustancialmente reglas constitucionales


escritas, de modo que estas últimas continúan siendo respetadas, pero

201
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional, Óp. Cit., p. 243.
202
Rescigno, Giuseppe Ugo, “Le convenzioni della Constituzione”, Rivista Trimestrale di Diritto
Pubblico, Milán, 1969, pp. 1039 y ss.

143
solo en la forma, mientras que la sustancia es ocupada por una regla
diferente, precisamente convencional.
2) Convenciones que integran reglas constitucionales escritas: la regla
constitucional marca los límites y deja abierto el camino a un haz de
posibilidades ulteriores reglas de comportamiento aptas para completarla,
de manera que dentro de los límites marcados exista un margen de
libertad, que es ocupado precisamente por la regla convencional.
3) Convenciones que, aunque formando parte de la constitución (de alguna
manera) no están directamente conectadas a alguna específica regla
constitucional escrita.
4) Convenciones que se sobreponen a una regla constitucional escrita,
incorporando a un acto o suceso –quedando firmes sus propios efectos
jurídicos, previstos por la regla escrita- también ciertas consecuencias
políticas que la misma regla no prevé.203

Tanto las costumbres como las convenciones constitucionales no están


prescritas en el texto constitucional por lo que funcionan como fuentes
extraordinarias añadidas vía jurisprudencial a la materia de la constitución y en
todo caso podrían imponerse solo en virtud del principio de efectividad de su
uso.

Algunas diferencias entre estas dos normas subconstitucionales son, en


primer lugar, que las reglas convencionales no siempre nacen de
comportamientos uniformemente repetidos durante mucho tiempo –como la
costumbre–, algunas veces nacen también de un solo precedente; asimismo,
las reglas convencionales no son susceptibles de aplicación jurisdiccional, de
modo que su violación carece de todo remedio; es por esta última razón que
las reglas convencionales son siempre derogables; por último, las reglas
convencionales tienen una eficacia, por así decir, contingente, en el sentido de

203
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional, Óp.Cit., pp. 245-246.

144
que están destinadas a perder eficacia en situaciones político-constitucionales
diversas de las que permitieron o requirieron su formación.204

El ejemplo más próximo a una convención constitucional en Guatemala es el


que tuvo lugar con motivo del auto golpe de Estado dado por el ex presidente
Jorge Serrano Elías en 1992, situación en la cual el tribunal constitucional
actúo de oficio y sin precedente alguno para restablecer el orden
constitucional dentro del país –atendiendo a la función de protección del orden
constitucional–, retornando a los poderes del Estado su función y restituyendo
a los funcionarios desaforados; este único antecedente, da cuenta de un
precedente político-constitucional en el cual se sentó una convención, es
decir, se integró una regla constitucional de actuación que no está prevista por
el texto constitucional o por ley, pero que permitió mantener la esencia del
texto per se a través de la instauración por una única vez de una función
abstracta reflejada en un acto de subsunción.
g) El séptimo tipo de normas constitucionales está conformado por las reformas
constitucionales; estas son normas –reglas, principios o valores– añadidas los
textos normativos que forman la materia de la constitución con posterioridad
del momento de su creación, por lo que su diferenciación con las normas
constitucionales es el tiempo de creación y el órgano por el que son
expedidas. En el caso de Guatemala únicamente pueden existir este tipo de
normas dentro de la Constitución y de las leyes constitucionales, pues son los
únicos dos cuerpos normativos de carácter constitucional sujetos al poder de
reforma por el constituyente. Para la Constitución, estas normas pueden
provenir de dos órganos distintos que dependerá del grado de rigidez de la
norma original que sea sujeto de reforma, mientras que para las leyes
constitucionales únicamente un órgano ostenta el poder de expedirlas, lo que
hace necesario clasificarlas de la forma siguiente:
a) El primer subtipo de reformas constitucionales son las que modifican una
norma constitucional rigidísima, es decir, aquellas para las que el texto

204
Ibíd. p. 247.

145
constitucional prevé un procedimiento especialmente riguroso para su
reforma, estas son: el artículo 287 –que contiene las disposiciones
relativas a la reforma constitucional– y los artículos contenidos en el
capítulo I del título II; la creación de estas normas se hace por medio de
una asamblea nacional constituyente –poder constituyente derivado– el
cual es convocado exclusivamente para su diseño e inclusión dentro del
texto constitucional y al terminar dicha tarea es disuelto.
b) El segundo subtipo de reformas constitucionales son aquellas que
modifican una norma constitucional rígida, es decir, aquellas para las que
el texto constitucional prevé un procedimiento agravado pero en menor
medida que las anteriores, estas son: el resto de articulado de la
constitución (con excepción de las normas irreformables y de manera
sustancial, el preámbulo y las relativas a la forma republicana y
democrática de gobierno, así como aquellas que garanticen el principio de
separación de poderes); la creación del diseño de estas normas está
asignada al parlamento –poder constituido– que deberá aprobarlas
mediante una votación especial –mayoría calificada– y por último, su
inclusión definitiva es decidida mediante el referéndum del pueblo, es
decir, mediante consulta popular en la que la votación para su aprobación
debe tener mayoría absoluta.
c) El tercer subtipo de reformas constitucionales son las que modifican una
norma contenida en cualquier de las leyes constitucionales: ley de amparo,
exhibición personal y de constitucionalidad, ley electoral y de partidos
políticos, ley de orden público y ley de libre emisión del pensamiento; la
creación de estas normas está encomendada al parlamento –poder
constituido– que deberá aprobarlas mediante una votación especial –
mayoría calificada– con un dictamen previo de constitucionalidad emitido
por la Corte de Constitucionalidad –poder constituyente permanente–, es
decir, que a la postre, la aprobación e inclusión de estas normas
reformantes depende exclusivamente del tribunal constitucional.

146
Bajo la concepción derivada de la jerarquía desde la fuente de creación-inclusión de
estas normas, las reformas constitucionales forman un tipo de normas
constitucionales intermedias que conecta el momento de creación de la norma
fundante con la realidad histórico-material de cuando se crean e incluyen dentro de la
materia de la constitución, y a su vez, encuentran jerarquía entre ellas en atención al
órgano que las diseña e incluye, ello pues el procedimiento más o menos agravado
dará cuenta de la importancia de su existencia y de la trascendencia que provoca su
carácter modificatorio al texto inicial consagrado por el constituyente, en conclusión,
este tipo de normas constitucionales pueden o no pasar desapercibidas en cuanto a
dichos aspectos, siempre y cuando no rocen –sea por mutación o por tergiversación
en el momento de su creación– con el texto constitucional o con la materia de la
constitución y especialmente con los principios y valores superiores consagrados en
esta.

Existen antecedentes en los que las reformas constitucionales han sido utilizadas
para tergiversar la materia de la constitución y, aunque no son muchos, revelan el
trabajo cuidadoso que debe observarse al modificar cualquier parte del texto
constitucional o de las leyes con esta categoría, para ello la doctrina ha abordado de
manera leve la posibilidad de que exista inconstitucionalidad de una reforma
constitucional, es decir, que una norma posterior a la creación de la constitución y
añadida por alguno de los órganos que ostentan la tarea reformadora resulte
contraria a la materia de la constitución y sus principios y valores superiores
fundantes, tema que se abordará en líneas posteriores pero que debe traerse a
colación para la categorización que se propone a través de la teoría de modulación
constitucional construida en esta investigación.

Desplegados y explicados de manera breve los tipos de normas constitucionales que


forman parte del espectro constitucional –materia de la constitución– en Guatemala,
corresponde adentrarse a la gradación entre ellas, esto es, a asignarles valor
constitucional distinto en atención a diversos factores.

147
Para argumentar la modulación de las normas constitucionales, deben tenerse en
cuenta diversos factores que guiarán a dicha tarea, entre estos, el factor cronológico,
el factor metajurídico, el factor normativo y el factor interpretativo.

Así, se estaría ante una deliberación tendiente a poner en la cúspide de la materia


constitucional a las normas (reglas, principios y valores) que integren el preámbulo
constitucional y las cláusulas de eternidad (irreformables) contenidas en el texto
constitucional, esto pues, atendiendo a los criterios cronológico, metajurídico,
normativo e interpretativo, estas se súper-posicionan por delante de todas; habida
cuenta, fueron las primeras en ser ideadas y/o protegidas celosamente por el
constituyente, además, contienen un alto contenido axiológico pues están inmersas
en mandatos abstractos que reflejan identidad y el sentimiento constitucional
específico del Estado, también contienen coercitividad normativa sobre el demás
ordenamiento constitucional, pues de estas se origina y/o se impregna de sus
características y, por último, funcionan como faro iluminador para el intérprete
constitucional.

Un escalón por debajo están las normas (reglas, principios y valores) del texto
constitucional que no pueden considerarse originarias o superiores (rigidísimas),
pues son aquellas que requieren que se conforme el poder constituyente derivado
para su reforma, a su vez, contienen los derechos fundamentales y los principios
estructurales para el funcionamiento estatal.

En el mismo peldaño se encuentran las normas de carácter internacional que


complementan la materia de la constitución y que la mejoran, de esa cuenta, para
que una norma internacional se súper-posicione sobre una constitucional, debe
atenderse al criterio normativo e interpretativo en favor del mejoramiento de las
condiciones preexistentes; así, cuando una norma de carácter internacional-
constitucional garantice de manera menor los principios, valores y fines del Estado,
estas estarán un escalón por debajo de la constitución, pudiéndola superar
únicamente cuando mejore las condiciones internas a medida de que su realización
sea posible y no colisione con principios y valores contenidos en la estructura básica.

148
Un peldaño más abajo se encuentran las reformas constitucionales; estas pueden
considerarse las más delicadas de todo el ordenamiento constitucional, pues lo
renuevan y moldean hacia el futuro, sin embargo, no pueden contravenir la estructura
básica ni los principios y valores superiores que la inspiran, de forma explícita e
implícita.

En el siguiente peldaño se encuentran las normas (reglas, principios y valores)


contenidas en las leyes constitucionales, las que estarán definidas por la realidad
político-material en la que se encuentre el Estado y deben estar sujetas en todo
momento a su coherencia con la estructura básica constitucional y a su formalidad
respecto de su reforma.

Un peldaño más abajo, luego de esquematizar las normas propiamente dichas, se


encuentran las consideradas subnormas o normas subconstitucionales; las primeras,
las nacidas mediante la jurisprudencia interpretativa de la constitución y sus normas;
las segundas, las nacidas mediante la jurisprudencia interpretativa del derecho
convencional y el derecho internacional; y las terceras, las nacidas mediante la
jurisprudencia interpretativa de las leyes constitucionales; estas dan sentido a la
aplicación práctica de toda la normativa constitucional y determinan el campo de
acción de cada una.

El último peldaño de esta categorización lo ostentan las costumbres y las


convenciones constitucionales, que aun y cuando surgen de la interpretación
constitucional para casos concretos, tienen vigencia efímera mientras sus efectos
puedan ser aplicables, en otras palabras, dependen de un momento político
coyuntural único para surgir a la vida y de allí pasar a ser inaplicables.

149
La materia de la constitución guatemalteca

Preámbulo, normas pétreas, principios y valores superiores

Normas constitucionales, internacionales DDHH.

Reformas constitucionales

Leyes constitucionales

Reformas a leyes constitucionales

Jurisprudencia

Convenciones y Costumbres

4.4 Inconstitucionalidad de reformas constitucionales

La inconstitucionalidad como forma de control constitucional sobre las normas


jurídicas pertenecientes a un ordenamiento, funciona de manera que, a través del
cotejo de una norma superior conocida regularmente como Constitución, con una
norma de rango inferior, se denota la variación, modificación o contradicción de algún
mandato que el texto constitucional ha establecido de manera explícita y esto resulta
en la expulsión o inaplicación de la norma infra constitucional.

Ese control constitucional, sin embargo, es la forma más simple y directa para
asegurar la supremacía de lo que conocemos como Constitución y no en todos los
casos funcionará de la misma manera, ello pues, existe una diversidad de normas
jurídicas en el plano constitucional, las cuales van tomando diversas formas, ya sea
por la vía legal o interpretativa, lo cual supondrá un problema de análisis para aquel
cotejo básico del cual parte el funcionamiento de la inconstitucionalidad como
mecanismo de control constitucional.

La presente investigación no abordará la inconstitucionalidad en su faceta normal de


cotejo de una norma infra versus una supra, sino en un caso específico de normas,
ello pues, derivado de la amplitud de normas constitucionales existentes y los

150
diversos métodos de creación de estas, surge la interrogante ante una en específico,
las normas constitucionales posteriores, es decir, las reformas constitucionales;
¿Puede una reforma constitucional, ser inconstitucional?, y si sí, ¿bajo qué
parámetro de control constitucional?

Las modificaciones constitucionales pueden servir para adaptarse a procesos


evolutivos que ya se han producido en los hechos; pero también pueden pretender
inducir tales procesos. Deben distinguirse pues “la modificación de adaptación” y “la
modificación de la creación”205; es así, que la modificación constitucional es el
procedimiento institucionalizado para la adaptación de la Constitución al cambio
cultural y para la iniciación activa de medidas para dicho cambio.

Esto pues, debemos entender que las normas añadidas vía reforma constitucional a
un texto, forman parte de un deseo expreso del constituyente originario para la
programación de la Constitución a futuro, ello siempre y cuando tal modificación
responda a la voluntad inicial del constituyente, esto es, que el constituyente
derivado o bien, el constituido facultado, deben observar límites para realizar tal
proceso reformativo.

Tales interrogantes pueden llegar a ser respondidas a través de un análisis


concentrado en puntos varios, tales como que la Constitución es un conjunto de
normas jurídicas de validez y aplicación concreta, entendiendo como normas
jurídicas a las reglas, principios y valores que la conforman; asimismo, la
Constitución es un conjunto sistemático de visiones a las que el constituyente quiso
llegar, es decir, existen principios y valores guías del ordenamiento que deben
observarse por el poder reformador.

De tal establecimiento podremos abordar la problemática y llegar conclusiones


inusitadas sobre las cuales diremos que, no solo una reforma, sino las normas
constitucionales pueden llegar a ser inconstitucionales.

205
Haberle, Peter. El estado constitucional, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
2018, 2ª Edición, p. 133.

151
4.4.1 Poder de reforma y sus sujetos

Partamos entonces de la premisa que a través de la creación del texto constitucional,


el constituyente originario crea a su vez mecanismos dentro de ese marco normativo
para permitir la programación de variaciones a futuro, ello en la mira específica de
que la Constitución se establece como un documento permanente, que debe ser
“refrescado” a través de los cambios sociales que surjan, de manera que no exista un
estancamiento del orden jurídico permitido por esta.

La reformabilidad constitucional permite que exista un dinamismo jurídico, ello pues,


como menciona Soto Flores206, el derecho requiere, para seguir siendo un
instrumento de utilidad, de un proceso de constante renovación, que lo haga
responder a las necesidades del entorno social y para ello, resulta indispensable que
las disposiciones de derecho se reformen, modifiquen, en sí que se establezca un
proceso jurídico que le dé al derecho las características de estabilidad y cambio; sin
embargo, tal estabilidad y cambio, cuando se habla de la Constitución, es mucho
más compleja, pues por una parte se busca el dinamismo, y por otra se busca
mantener el deseo constituyente estático y permanente.

De esa cuenta, no es posible obligar a las futuras generaciones a sujetarse a


esquemas que tal vez en otros tiempos correspondieron a la realidad, pero que ahora
ya no cumplen con esos objetivos, por lo que los procesos jurídicos señalados por el
autor, serán la guía para el cambio y de ellos, obtendremos el carácter de texto
constitucional que se posee, así como sus límites.

Ahora bien, si la tarea de reforma de la Constitución se configura ya como


trascendental pues a través de ésta se harán aleaciones jurídicas modernas y
antiguas, debe distinguirse sobre quién es el encargado de realizarla; así surge el

206
Soto Flores, Armando y Otros. Teoría de la Constitución, México, Ed. Porrúa, 2018, 8ª Edición, pp.
185-186.

152
poder reformador de la Constitución, el cual según Orozco Solano 207, alude a la
facultad de que gozan los poderes constituidos, particularmente el legislador, de
implementar una reforma a la Norma Fundamental; la actuación de dicho poder
reformador es indispensable cuando la realidad de la norma jurídica se transforma a
tal grado de que ya no es suficiente la mutación constitucional interpretativa para
apegar la norma a la realidad, por lo que deben instarse los procedimientos de
revisión.

De esa cuenta, dependiendo la forma en que el constituyente haya dotado al texto


original de facultades para reinventarse jurídicamente, será la forma en que ese texto
sea considerado, ya sea flexible, rígido o rigidísimo y así también, serán identificados
los órganos que detenten el poder de reforma.

Las constituciones como entes jurídicos supremos pueden ser rígidas y flexibles en
una primera aproximación; en esta se puede observar que a manera en que el
procedimiento es más gravoso así será considerada la Constitución, por lo que
aquella que imponga procedimientos agravados, complicados o difíciles de llevar a
cabo, se categorizará como rígida, mientras que aquella en la que su modificación se
prevé de la manera normal de creación de ley por el órgano constituido, será flexible,
pues los cambios no requieren un proceso distinto al de creación de la ley.

Ahora bien, dentro de la concepción de constituciones rígidas, confluye una segunda


clasificación, que versará sobre la dificultad mayor o menor, o bien la imposibilidad
de reforma; de esa cuenta, un texto constitucional será rígido en tanto el
procedimiento llevado a cabo por el órgano constituido sea distinto o más gravoso
que el requerido para la creación de las leyes; será rigidísimo cuando para su
reforma o modificación deba invocarse al poder constituyente derivado, y será pétreo
o irreformable cuando su modificación resulte imposibilitada por el propio texto.

207
Orozco Solano, Víctor Eduardo. La fuerza normativa de la Constitución, México, Ed. Porrúa, 2017,
p. 152.

153
En el caso de Guatemala, la Constitución se perfila como rígida en su mayoría, con
una parte rigidísima y otra parte pétrea; de esa cuenta, para que confluya la reforma
del texto constitucional, pueden intervenir no solo el poder constituido reformador,
sino el poder constituyente derivado y a su vez, un actor inusitado para la reforma de
las leyes constitucionales, la Corte de Constitucionalidad que se llamará como la
doctrina cataloga a los tribunales constitucionales: constituyente permanente.

Así lo ha señalado Lucio Pegoraro208 en cuanto a que los tribunales constitucionales


han llegado incluso a prever un papel activo en el ámbito de revisión constitucional,
consagrando así su función de “constituyente permanente”; éste papel activo
concurre de diversos modos a la transformación de los textos constitucionales,
adaptándolos a las nuevas exigencias de la sociedad.

Señala el autor, que algunas de las formas de participación de los tribunales


constitucionales en el procedimiento de reforma pueden ser a través de revisar
preventivamente el fondo de la reforma que se pretende instaurar, tal atribución es
conocida como control previo de constitucionalidad y ha sido objetada por trasladar
un amplio margen de vinculatoriedad a las decisiones judiciales, llegando incluso a
politizarlas.

Al respecto, la Constitución guatemalteca señala tal control para un tipo de norma


constitucional específica, las leyes constitucionales, que dentro de la categorización
de normas constitucionales –modulación constitucional- ocuparían un escalón por
debajo de la Constitución, de esa cuenta, puede entenderse porqué el constituyente
decidió que tal control se hiciera únicamente para la reforma de tales leyes y no del
texto central directamente, pues tal facultad dejaría en manos del tribunal

208
Pegoraro, Lucio. “La circulación, la recepción y la hibridación de los modelos de justicia
constitucional”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2002, p. 413.

154
constitucional la responsabilidad no solo jurídica, sino política de la creación de la
Constitución de manera directa.

También participan como contralores dentro del proceso de revisión hecho por el
órgano constituido, es decir, que velan por la inexistencia de vicios interna corporis
en la revisión constitucional; tal control es una manifestación de límites al poder
reformador y no así una actuación del tribunal constitucional como tal, sin embargo,
es la más utilizada y aceptada por diversos Estados, pues restringe la actuación de
contralor de la constitucionalidad a motivaciones formales y no materiales, ello pues,
en el caso de la Constitución se está ante una norma política por excelencia, es
decir, una norma meta jurídica, que no es susceptible de ser llenada por el juicio
jurídico del juez constitucional.

El tribunal constitucional guatemalteco tiene una especial connotación que pocas


veces puede ser hallada en el derecho comparado, y es que ostenta según el propio
texto constitucional, iniciativa para la reforma constitucional, es decir, está facultado
para presentar revisiones y modificaciones a la Constitución; tal implicación lo
posiciona como parte del organigrama de órganos que ostentan poder de reforma,
pues a través de su experiencia en la interpretación y modulación interpretativa de la
norma constitucional, el propio texto entiende que puede aportar cambios a él, aun y
cuando esos cambios sean del orden político y no jurídico.

Puede concluirse entonces, en cuanto a los sujetos que ostentan el poder de


reforma, que estos serán los designados expresamente por el texto constitucional
para el caso específico de algún tipo de reforma, ello partiendo de que las propias
constituciones clasifican las normas sobre las cuales determinado órgano con poder
de reforma actúa, por lo que podemos citar que existen tres tipos de órganos con
poder de reforma, el poder constituido, que será el parlamento o el órgano
legiferante; el poder constituyente derivado, que será una asamblea constituyente
electa con fines de modificar la Constitución; y, el poder constituyente permanente,

155
que será el tribunal constitucional que tenga atribuidas funciones en cuanto a la
modificación del texto constitucional, sea de manera preventiva, activa o posterior.

4.4.2 Límites a la reforma constitucional

Luego de establecer los sujetos encargados de realizar tan transcendental labor


como la reforma o modificación de la Constitución, debemos adentrarnos a
determinar cuáles son los límites del poder reformador, es decir, de quienes ostenten
en mayor o menor medida –dependiendo del grado de poder del que estén dotados-
la potestad de hacerlo.

Desde un punto de vista formal, el primer límite que encontramos será procedimental
o competencial sobre quien tenga la facultad para modificar la Constitución, pues así
como se le atribuye el poder, se le atribuye una forma de exteriorizarlo, sin embargo,
previo a desarrollarlo, abordaremos la tesis opuesta a que existen límites para
ejercer el poder reformador, ello pues, como corolario a la tesis que sustentaremos,
su antítesis servirá de justificación.

Según varios doctrinarios la reformabilidad de la Constitución es ilimitada, ello en


tanto el propio texto denomine formas para modificarse, pues un texto que desea ser
eterno no impone mecanismos para rehacerse; de manera muy clara lo describe
Felipe Tena Ramírez 209, quien señala que la separación en el tiempo del poder
constituyente, autor de la Constitución, y de los poderes constituidos –poder
constituyente derivado, poder constituido y poder constituyente permanente-, que
son obra y emanan de aquel primero, no presenta dificultad para entenderse, ello
pues, en el momento en que la vida del primero se extingue por haber cumplido su
misión, comienza la vida y obra de los segundos, en otras palabras, no pueden
mezclarse las tareas que ambos poderes realizan, pues uno es originario y el otro
derivado de la vida que éste último le brinda.

209
Tena Ramírez, Felipe. Derecho Constitucional Mexicano, México, Ed. Porrúa, 1983, 19ª Edición,
pp. 45-46.

156
De tal postura puede rescatarse la distinción clara que se hace sobre el poder
constituyente originario y el poder constituido, sin embargo, para el fin que persigue
esta investigación, debe desecharse en cuanto a que, en efecto, el poder constituido,
cualquiera que sea su denominación o la forma que adopte para ejercer el poder
reformador, siempre observará límites de una u otra manera, y por ende, como lo
menciona Enrique Carpizo210, ante la existencia de reglas expresas o implícitas de
ejercicio, deba haber un órgano encargado de verificar que las mismas se cumplan,
es decir, un órgano que parta de un control preventivo o represivo o de ambos,
según las necesidades del caso.

También en contraposición de la teoría del poder ilimitado reformador, Carpizo 211


dice que solo en países cuya ideología política es radical o absolutista, podrá
hablarse de una asamblea constituyente o reformadora ilimitada, porque se trata de
naciones ajenas a un sistema de protección internacional de derechos humanos o de
protección relativa a nivel interno, haciéndose necesaria la integración de un sistema
externo de verificación coadyuvante como el judicial, para analizar si existe o no
apego a los límites expresos o implícitos en el actuar de quienes validan o toman
decisiones importantes ara nación en su conjunto.

Existen diversos tipos de límites a la reforma constitucional, entre los más relevantes
y que abordaremos para tener una panorámica sobre qué materias pueden llegar a
ser transgredidas y por tanto, inconstitucionales, por parte de una reforma
constitucional, encontramos los límites expresos, los límites implícitos, los límites
lógicos y las cláusulas de eternidad o límites insuperables.

Esta tipología de los límites parte de la idea –como la mayoría en el derecho-, de lo


formal y lo material o sustancial, de manera que en principio, los primeros en

210
Carpizo, Enrique. El control del poder constituyente, de la reforma constitucional y de los tratados
internacionales, México, Ed. Ubijus, 2018, p. 48.
211
Ibíd., p. 50.

157
aparecer son los límites expresos; estos límites al poder reformador de la
Constitución son aquellos que han sido consignados de manera explícita entre las
normas constitucionales; de esa cuenta, entenderemos que estos tienen una
especial connotación dependiendo de a quién se limite para ejercerlos, estos pueden
ser de tipo formal, substancial, de carácter absoluto, parciales o temporales y de
origen nacional o internacional, sin olvidar su posible reiteración o reconocimiento vía
jurisprudencial.

Así las cosas, cuando nos referimos a un límite expreso formal, estamos hablando de
aquellos requisitos de tipo procesal contenidos en el texto constitucional respecto de
los requerimientos necesarios que debe cumplir el poder reformador para que la
modificación en principio, esté correctamente formulada, ello sin prejuzgar el fondo
del asunto, es decir, sin determinar si la substancia de ésta se apega al mandato
constitucional o no.

En el plano guatemalteco lo encontramos en tres planos; el primero, para el


procedimiento de reforma rigidísimo, en el que es necesaria la convocatoria a una
Asamblea Nacional Constituyente, pues para que el decreto que convoque ésta
última sea válido, se requiere del voto favorable de las dos terceras partes del
parlamento, luego de ello, el texto constitucional manda a que la integración y
actuación de tal poder constituyente derivado sea realizada según la Ley Electoral y
de Partidos Políticos.

Asimismo, para el procedimiento de reforma rígido, en el que participa el poder


constituido reformador, es decir, el Congreso de la República, el texto constitucional
manda a que el decreto modificativo sea aprobado igualmente por una mayoría
calificada y luego refrendado por el pueblo mediante consulta popular, que debe ser
regulada conforme la Ley Electoral y de Partidos Políticos; por último, en cuanto a la
reforma de las normas constitucionales de segunda categoría, es decir, las leyes
constitucionales, la Constitución remite a que el decreto modificativo sea aprobado

158
por mayoría calificada, previo dictamen favorable –control preventivo- del tribunal
constitucional.

Todos estos, son límites expresos de tipo formal, pues imponen obligaciones directas
y de tipo procesal al poder reformador que, de no observarse, provocarán un vicio
constitutivo de inconstitucionalidad interna coporis irremediable y que hará nula la
modificación.

Ahora bien, existen límites expresos materiales o substanciales; estos serán aquellos
que impiden la modificación de una norma por contrariar los principios y valores
previstos por el texto constitucional, es decir, permiten una vista al fondo de la
modificación para hallar si tergiversa un mandato prohibitivo expreso, conocido
regularmente como cláusula de intangibilidad; de acuerdo con Díaz Revorio, citado
por Orozco Solano212, las cláusulas de intangibilidad han surgido en los textos
constitucionales posteriores a la experiencia europea del periodo entreguerras, con el
fin de salvaguardar, o de preservar de cualquier enemigo los principios y valores
fundamentales, en otras palabras, éste tipo de límites tienen un contenido histórico
muy importante que el constituyente pretendió proteger a través de una norma o
conjunto de normas que son el basamento del modelo de autodeterminación
asumido.

Los límites expresos materiales, no incluyen únicamente las normas expresamente


detalladas en los mismos, sino también toda substancia que los contenga o afecte
directa o indirectamente mediante una modificación; bajo esta lógica está redactado
el artículo 281 de la Constitución guatemalteca, que al blindar determinados artículos
de manera expresa bajo cualquier forma de reforma, es decir, al volverlos pétreos, no
solo lo hace con estos, sino con la forma republicana de gobierno y la alternabilidad
en el ejercicio del poder, límites materiales y substanciales que están irradiados en
otras normas propias de las atribuciones de poderes, y que, aun y cuando no forman
parte del catálogo que desarrolla el artículo, son pétreos de manera material o bien,

212
Orozco Solano, Víctor Eduardo. Óp. Cit., p. 157.

159
son inmodificables en la medida que tergiversen lo que aquel artículo protege, léase,
la forma republicana de gobierno, la democracia representativa y la alternabilidad en
la presidencia de la república.

Lo anterior, desde el punto de vista de Guastini 213, pues la ley de revisión


constitucional puede sí referirse al documento constitucional, pero no a lo que está
afuera de la Constitución, primero que ella; el poder de reforma constitucional, que es
un poder constituido, no puede disponer en torno a una cuestión que escapaba
incluso al poder de decisión de los constituyentes, que escapaba al mismo poder
constituyente, pues tales ideaciones –el republicanismo, la democracia y la
representatividad- no son invenciones del constituyente, sino modelos instituidos de
manera global y atraídos desde modelos constitucionales pasados.

La siguiente categoría dentro de la tipología de límites, se encuentran los límites


implícitos; su existencia emana cita Carpizo 214, de la lógica comprensión del texto
de la norma base o sus referentes de constitucionalidad, donde incluye la
interpretación nacional o internacional que los optimice, la cual, no requiere una
redacción prohibitiva expresa para evitar que la asamblea constituyente, el órgano
reformador o cualquier ente constituido, comprenda que el reconocimiento a la vida,
ante una eventual falta literal en ese sentido, genera un contorno de naturaleza
tácita, de tipo sustancial y, en ciertos casos, de carácter absoluto.

El citado autor va más allá del análisis simple de los límites implícitos e incluye
dentro de su estructura a los surgidos por obligaciones internacionales de los
Estados, verbigracia, los surgidos de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y su interpretación por parte de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, trasladada al ámbito nacional, vía control de convencionalidad, en tanto
estas normas pueden ser consideradas supra constitucionales dentro de la teoría de
modulación constitucional, fungirán también, aun y cuando no lo denoten así en su

213
Guastini, Ricardo. Estudios de teoría constitucional, México, Ed. Fontamara, 2013, 4ª Edición, pp.
192-193.
214
Carpizo, Enrique. Óp. Cit., p. 53.

160
estructura legible, como límites implícitos del actuar del poder reformador, pues como
parte activa dentro del bloque de constitucionalidad –gracias a los artículos 44 y 46
de la Constitución-, no pueden ser obviados al momento de una modificación
constitucional.

Los primeros dos límites implícitos que contempla la doctrina, son los inherentes a
cualquier Estado constitucional de derecho, y son los relativos al principio de
separación de poderes y el reconocimiento de derechos fundamentales; de esa
cuenta, señala Orozco Solano215, el principio de separación de poderes alimenta un
sistema político democrático, de manera que, ya sea de forma rígida o flexible, -
entendiendo la forma rígida en la cual cada uno realiza la tarea constitucional
asignada por separado, y la flexible en la cual existe colaboración entre poderes-,
permite que tanto el sistema parlamentario o presidencial funcione de acuerdo al
esquema constitucional planteado por el constituyente; por lo que al poder
reformador le estaría vedado entonces iniciar una revisión en la norma fundamental
para suprimir los alcances de dicho principio, permitiéndose la concentración de
todas las funciones en uno solo.

El segundo límite implícito de los citados es la garantía de los derechos


fundamentales, esto pues, estos forman el andamiaje sobre el cual está formulado el
Estado constitucional moderno, que ha centrado sus esfuerzo en la dignidad de la
persona humana como centro de su funcionamiento; así las cosas, advierte Nogueira
Alcalá216 que una reforma constitucional debe respetar la irreversabilidad de los
derechos fundamentales, de modo que únicamente pueden ser reformados para
potenciar los alcances de su contenido esencial o mejorar su situación preexistente,
bajo el respeto pleno del principio de la dignidad humana; siendo que el autor
propugna por la no regresividad de los derechos fundamentales, debe aclararse que

215
Orozco Solano, Víctor Eduardo. Óp. Cit., p. 167.
216
Nogueira Alcalá, Humberto. “Los límites del poder constituyente y el control de constitucionalidad
de las reformas constitucionales en Chile”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Chile,
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca, Noviembre de 2006, pp. 435-
455.

161
la modificación constitucional puede, en efecto, afectar derechos fundamentales de
alguna manera, sin embargo, lo que realmente le está vedado al poder reformador es
la supresión absoluta del contenido esencial de un derecho fundamental o bien,
vaciar su contenido217.

Al respecto, Guastini218 señala que los derechos inviolables conforman un límite


implícito al poder reformador, en cuanto estos por el carácter supremo que ostentan
son parte inherente del ser humano y por ende, no son susceptibles de reforma
constitucional, lo que no quiere decir que su modificación sea inadmisible, sino que
en ningún caso la revisión constitucional puede llegar hasta suprimirlos.

Para concluir, los límites implícitos, conformados por principios, valores y


declaraciones extraídas de los textos constitucionales, conforman la barrera
axiológica más grande con la que se enfrenta el poder reformador, ello pues, estos
son intocables, no pueden ser medidos y tienen un nivel de abstracción que no
puede ser graduado en un estudio simple de la norma que los contiene o bien, del
grupo de normas que se extraen; como lo dice García de Enterría 219, no existen en la
Constitución declaraciones (sean inoportunas u oportunas, felices o desafortunadas,
precisas o indeterminadas) a las que no haya que dar valor normativo y solo su
contenido concreto podrá precisar en cada caso el alcance específico de dicho valor
en cuanto a sus efectos; en otras palabras, el poder reformador debe estar
consciente de que cada declaración implícita en el texto constitucional, responde a
un valor fundamental que no puede ser afectado en su esencia por una modificación.

El siguiente escalón en la tipología lo ocupan los límites lógicos; estos son una
construcción que deriva de inferencias interpretativas y que buscan, en forma
sistemática, proteger el sistema instaurado por la Constitución. Debe señalarse que
para poder hallarlos, debe atenderse a la historia fidedigna de la institución

217
Orozco Solano, Víctor Eduardo. Óp. Cit. p. 169.
218
Guastini, Ricardo. Estudios sobre teoría constitucional, Óp. Cit., pp. 195-196.
219
García de Enterría, Eduardo. La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Madrid, Ed.
Civitas, 1985, p. 71.

162
constitucional de donde derivan; en palabras de Guastini 220, un límite lógico es una
prohibición de reforma no contingente, sino necesario, intrínseco a cualquier
constitución, se trata, en otras palabras, de un límite que deriva del concepto de
constitución y/o de reforma constitucional.

La Corte Constituzionale italiana221 ha sido enfática en cuanto a que el poder de


reforma constitucional, incluso en ausencia de cualquier prohibición explícita en ese
sentido, no es competente para tocar los principios supremos de la constitución y los
derechos inviolables del hombre, y esquematiza su razonamiento de la forma
siguiente:
a) es necesario distinguir entre reforma de la constitución existente y la
instauración de una nueva constitución;
b) el poder de reforma, en cuanto poder constituido, no puede extenderse hasta
la instauración de una nueva constitución;
c) la reforma, a diferencia de la instauración, supone que la constitución
existente conserve su identidad;
d) la constitución no es un simple conjunto de normas: es una totalidad
cohesionada de principios y valores; en suma, su identidad reside
precisamente en estos principios y valores;
e) en consecuencia, una reforma que tocase los principios supremos no sería
una genuina reforma: desde el punto de vista sustancial, sería una
instauración constitucional camuflada como reforma;
f) por tanto, la reforma de los principios y valores que caracterizan la
constitución, está prohibida.

De tales parámetros, puede distinguirse que las normas jurídicas que dan vida al
ordenamiento, es decir, los principios y valores, fungen como estandartes de las
disposiciones generales y sobretodo de la identidad de la Constitución, la cual es

220
Guastini, Ricardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Madrid, Minima Trotta,
2008, p. 100-101.
221
Corte Constituzionale italiana, sentencia 1146/1988.

163
intocable vía reforma; ésta posición es reforzada por Pérez Royo 222, quien señala
que, si bien es cierto la Constitución permite su reforma incluso para modificar sus
valores esenciales, autoriza la defensa de valores opuestos dentro de la concepción
pluralista y desde luego desde las vías constitucionales, también la misma
Constitución puede prever cláusulas de intangibilidad, o sea prohibir aspectos que se
consideren fundamentales; de los cuales, lógicamente pueden derivar otros que por
su naturaleza están aparejados y que al ser removidos, alterarían todo el esquema
protegido por las normas intangibles.

Los límites lógicos derivan, dice Guastini223, según los casos, de la estructura lógica
del lenguaje constitucional o del concepto mismo de Constitución, es decir, que
pertenecen a todas las Constituciones y no son especiales una en específico.

Se señalan varios tipos de límites lógicos; el primero colige acerca de la norma sobre
la reforma, es decir, establece que por simple procedimiento lógico, la norma que
establece el procedimiento de reforma agravado o bien la cláusula de intangibilidad,
no es reformable, esto radica en la supra ordenación lógica que presupone la norma
que prohíbe o agrava la reforma, por lo que se puede decir que la misma se auto
blinda; en el plano guatemalteco, la discusión radica sobre el artículo 281
constitucional que cataloga como irreformables un catálogo de normas y de otra serie
de principios substanciales, pero que no se auto cataloga como irreformable, lo cual,
por simple lógica de no serlo, resultaría fácil la burla a su mandato de prohibición, por
lo que, de una derivación lógica simple se entiende como pétrea de la misma manera
que las normas que denomina como tal.

Así también, los principios supremos forman parte de un límite lógico material más
amplio y difícil de determinar; señala Guastini 224 que estos están necesariamente
sustraídos a la revisión constitucional, pues constituyen la llamada “Constitución

222
Pérez Royo, Javier. La reforma de la Constitución, Madrid, Congreso de los Diputados, 1987, pp.
103 y ss.
223
Guastini, Ricardo. Estudios sobre teoría constitucional, Óp. Cit., p. 197.
224
Ibíd. p. 198.

164
material”; aquella que no ha de percibirse de manera concreta, pero que forma parte
del funcionamiento de la arquitectura constitucional.

Peter Haberle225 cataloga a los principios supremos como “cláusulas de eternidad” y


refiere que son parte integrante inmanente, escrita o incluso no escrita de las
Constituciones del Estado constitucional, en la medida que sean interpretadas desde
un enfoque material; asimismo, señala que estas son de naturaleza declarativa, en la
medida en que definan, total o parcialmente, elementos de la “sustancia” de la
Constitución.

En este contexto, señala Guastini226, la locución “Constitución material” se emplea


para designar no ya un conjunto definido de normas constitucionales expresas, sino
más bien un conjunto de valores morales o políticos fundamentales que caracterizan
el régimen político vigente (en cuanto son aceptados y dominantes); valores que,
aunque inexpresos, o al menos no todos ellos expresados en el texto constitucional,
son, sin embargo, presupuestos por diversas disposiciones constitucionales o, quizá,
por la Constitución en su complejo, y están por eso mismo, materialmente supra
ordenados a la misma Constitución; tal concepción remite al poder reformador a no
poder extenderse hasta fundar una nueva Constitución, sin convertirse en poder
constituyente y por ende, volver ilegítimo su actuar, o más bien, inconstitucional.

Aquella sustancia de las Constituciones comprende, según Haberle 227,


tipológicamente hablando, los derechos fundamentales, con la dignidad humana en
su vértice, porque ésta constituye la base antropológica, la democracia y la división
de poderes; en otras palabras, está conformada por los elementos sine qua non de
un Estado constitucional moderno; éstas cláusulas de eternidad deben
desentrañarse en el sentido de un pensamiento positivo, de contenido esencial o de
identidad.

225
Haberle, Peter. Óp.Cit., pp. 138-139.
226
Guastini, Ricardo. Estudios sobre teoría constitucional, Óp. Cit., p. 199.
227
Haberle, Peter. Óp. Cit. p. 139.

165
La identidad de la Constitución, conocida por los noruegos como el espíritu de la
Constitución, estaría no en el conjunto de normas que la componen, sino en los
principios y valores que la caracterizan228 y por ende, resultaría de vital importancia
para el mantenimiento de la continuidad del deseo constituyente, su respeto estricto
y como tal, formaría un límite lógico implícito y formal para la modificación
constitucional.

Para concluir con los límites a la reforma constitucional, Haberle229 señala que este
enfoque, que incluye los principios y valores superiores como parámetro de
constitucionalidad de las reformas constitucionales, muestra la proximidad específica
de las cláusulas de eternidad, escritas y no escritas, con lo que está contenido en los
preámbulos, los que en múltiples ocasiones esbozan, como una especie de
“Constitución de la Constitución”, los principios sustantivos de la misma,
constituyendo una demostración jurídico-positiva de esta idea, que algunas cláusulas
de eternidad positivas incluyan, en todo o en parte, a los preámbulos, en otras
palabras, estas normas de alto contenido axiológico, son el primer parámetro de
constitucionalidad para cualquier reforma constitucional, pues son la guía de la guía.

4.4.3 La inconstitucionalidad de las reformas constitucionales

Esbozadas algunas de las peculiaridades que rodean a los procesos de reforma de


la Constitución, determinados los sujetos que intervienen en ellas y los límites que
les son impuestos, debe ahondarse en la posibilidad de dar respuesta afirmativa al
dilema investigativo, es decir, si es viable formal y materialmente una
inconstitucionalidad de una reforma constitucional.

En efecto, señala Bachof, citado por Díaz Revorio230 y refiriéndose a los primeros
antecedentes de la modulación constitucional, que es posible la inconstitucionalidad

228
Guastini, Ricardo. Estudios sobre teoría constitucional, Óp. Cit., p. 200.
229
Haberle, Peter. Óp. Cit. p. 140-141.
230
Díaz Revorio, Francisco Javier. Valores superiores e interpretación constitucional, México, Ed.
Tirant lo Blanch, 2018, p. 290-291.

166
de normas constitucionales, en específico la existencia de un marco supralegal
incluso vinculante para el legislador constituyente y que, por tanto, es de observancia
general para el poder reformador, pues, aun y cuando esté o no positivizado, debe
considerarse parte integrante de la Constitución, y su violación debe calificarse como
inconstitucional.

Así las cosas, en cuanto a la subcategoría específica de las normas constitucionales


introducidas vía reformas, existirá inconstitucionalidad de una de ellas cuando ésta
es ilegal, es decir, porque se violaron en su creación o entrada en vigor los
procedimientos constitucionales para formar parte de la Constitución; asimismo,
podrá ser inconstitucional, señala Bachof, citado por Díaz Revorio231, por infracción
formal o material; al referirse a vicios formales, entendemos a los que por la
agravación del proceso son exigidos de manera expresa por el texto constitucional,
es decir, los límites expresos de la propia forma rígida de la Constitución, mientras
que cuando se refiere a vicios materiales, entendemos al fondo de la normativa que
puede soslayar en una tergiversación o menoscabo de la materia de la Constitución.

En sí, la teoría sobre la inconstitucionalidad de las reformas constitucionales


materiales, debe versar sobre la contraposición de ésta última con principios y
valores que son considerados supremos por el ordenamiento constitucional,
entendiendo éste como todo el espectro de acción de la Constitución y no
únicamente el texto constitucional.

Es así que para poder realizar el examen al que está afecto el control de
constitucionalidad, es decir, el cotejo entre normas para desechar una y sostener
otra, debe afianzarse que tal teoría gira sobre la base de rangos jerarquizados de
normas constitucionales modulación constitucional, la cual sugiere la superioridad de
determinadas normas del espectro constitucional sobre las demás; por ende,
entendemos que los principios y valores supremos, estén o no expresados como tal
en el texto constitucional, formarán parte de un derecho natural de primera categoría,

231
Loc. Cit.

167
que es inherente al Estado constitucional y que debe ser considerado
superior versus una reforma constitucional, que puede ser considerada como norma
de segunda categoría, por el órganos que la expide.

Al respecto, Loewenstein232 señala es habitual considerar el derecho natural como


fundamento de las normas constitucionales inconstitucionales, pues advierte que
detrás del problema de las normas constitucionales anticonstitucionales está la
cuestión de si los derechos fundamentales son traídos consigo por el hombre con su
nacimiento a la sociedad estatal, siendo así inviolables e inalienables, o por el
contrario son otorgados por la sociedad estatal, pudiendo en consecuencia ser
limitados y determinados en su ámbito de aplicación; dicha concepción queda sin
discusión al considerar los derechos fundamentales como mandatos que, aun y no
aparezca, forman parte de un derecho natural superior.

Pablo Lucas Verdu233 considera al efecto que solo es posible declarar la


inconstitucionalidad de una norma constitucional si se admite el Derecho natural, de
manera que estaríamos ante un caso de “anti iusnaturalidad” de una norma
constitucional; análisis que funge como justificante para el examen y cotejo entre una
norma y otra, y así determinar en un control a posteriori que la norma llevada al plano
constitucional por la vía formal, responde materialmente a principios distintos a los
del derecho natural proclamados por el texto constitucional.

Por último, después de establecidos dos de los tantos criterios por los cuales se
puede impugnar de inconstitucionalidad una norma constitucional añadida vía
reforma, debe establecerse la vía en que se realizará el control de constitucionalidad,
pues una cosa es establecer qué normas entrarán en estudio para hallar
contradicción y superioridad de alguna de ellas, y otra es delimitar quién debe
conocer tal pugna y en qué momento.

232
Loewenstein, Karl. Teoría de la Constitución. Trad. de Alfredo Gallego, Barcelona, Ed. Ariel, 1986,
p. 151.
233
Verdú, Pablo Lucas. Curso de Derecho político, Madrid, Ed. Tecnos, 1982, p. 702.

168
Para ello partiremos de la premisa de los tipos de control constitucional por el
momento en que son realizados, esto es, desde el punto de vista preventivo o
represivo.

Para ello, el primer control en aparecer es el legislativo; éste viene aparejado


necesariamente de la presunción de constitucionalidad de la cual está investido el
poder constituido, y funciona de manera que el legislador realiza un control
constitucional preventivo interno en la discusión de una reforma constitucional;
también de parte del control legislativo, aparece un procedimiento especial que es el
de consulta al tribunal constitucional, como ya se citó anteriormente, éste control es
difícil de encontrar en las legislaciones, sin embargo, la Constitución guatemalteca
conceptualiza para las reformas a leyes constitucionales –normas constitucionales de
segunda categoría-, que el poder constituido debe enviar para la verificación material
de la adecuación de tal proyecto al espectro constitucional.

El segundo control en aparecer es el control judicial; que puede ser preventivo en el


caso citado en el párrafo anterior para con las leyes constitucionales prestas a
reforma a través de una consulta obligatoria y vinculante sobre la materiabilidad
constitucional de una norma, y el control represivo, que realiza un órgano
jurisdiccional, sea para la inaplicación de una reforma constitucional en el caso
concreto –control difuso-, pero que únicamente tendrá efectos inter partes y, para la
expulsión definitiva de una reforma constitucional por contravenir la materia de la
Constitución, tarea encomendada al tribunal constitucional –control concentrado- y
que tendrá efectos erga omnes

Ahora bien, existe un tipo de control para detectar la inconstitucionalidad de una


reforma constitucional de forma indirecta, y esto es así, pues no lo realiza un poder
reformador strictu sensu, sino que lo hace el pueblo en ejercicio de su facultad
soberana sobre la Constitución; tal es el caso de las consultas populares que
aprueban o imprueban una reforma constitucional, lo que a primera vista no
pareciera un tipo de control sobre la constitucionalidad de una norma, sin embargo,

169
el trasfondo de la decisión pública, resulta en una suerte de decisión democrática
que se ampara en el principio del Estado constitucional de derecho y, por ende, se
basa en un valor superior que forma parte de la materia de la Constitución.

En conclusión a la respuesta planteada a la interrogante inicial: las reformas


constitucionales pueden, en efecto, ser inconstitucionales, ello dependerá de la forma
en que la acción de revisión de la reforma sea planteada y el vicio concreto que
ataque, pero el consenso es preciso y es que, toda modificación constitucional, aun y
cuando responde a deseos del poder reformador en ejercicio de su soberana
facultad, debe ser hecha con sumo cuidado y diligencia para no llegar a sustituir la
Constitución material, ello pues, de algo puede estarse seguro, y es que ese no fue
el deseo del constituyente al dejar posibilidad de modificación a la Constitución, por
lo que corresponderá, sea al ciudadano, al propio legislador o al tribunal
constitucional, ejercer con sumo cuidado a la vez, la defensa de la Constitución y
toda su materia, es decir, la identidad y espíritu de la Constitución.

170
CAPÍTULO V
PRESENTACIÓN, DISCUSIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS

Los preámbulos constitucionales como manifestaciones del sentimiento


constitucional pueden dar una luz guía sobre el funcionamiento de un Estado, pero
también pueden ir más allá y comprimir la normatividad a una serie de directrices de
carácter meta-jurídico que deben ser reproducidas a lo largo de la materia de la
constitución y en el ordenamiento común.

Es así, que cada constitución cuyo preludio es una declaración preambular no puede
ser analizada de forma aislada e inhóspita, pues para adentrarse por el derrotero
sobre el cual el constituyente se situó, es menester constituirse en sus propios
zapatos, dando una mirada al pasado, al presente y al deseo de un futuro congruente
con sus formas y coherente con su estructura.

El análisis de los instrumentos utilizados para encontrar características propias de


cada Estado al auto-determinarse mediante la expedición de un texto constitucional
preludido por un preámbulo ha permitido hallar puntos idénticos, diferencias
abismales y deseos compartidos que se conceptualizan mediante palabras
adornadas de sentimiento constitutivo.

En la difícil tarea de desentrañar el sentimiento que los constituyentes pretendieron


imprimir en sus primeras letras y con el fin único de hallar en ellas coercitividad
explícita, directa o diferida, se ha podido encontrar el camino hacia el surgimiento de
otras discusiones.

En ese sentido, el preámbulo no solo se presenta como un elemento ornamental


dentro del texto constitucional, sino que constituye una parte activa y vinculante
según sea el caso que se estudie, ello para establecer métodos interpretativos del
texto constitucional y de todo el ordenamiento jurídico.

171
También ha revelado una importante característica mediadora entre el pasado, el
presente y el futuro de la sociedad, pues al fungir como la parte estática más pura de
la constitución se convierte en el punto de partida de todo.

Para tal misión, se partió de la concepción de la constitución como un orden de


valores, lo que necesariamente llevó a definir que las normas constitucionales están
compuestas de formas complejas y no necesariamente serán siempre entendibles en
su literalidad o aplicables concretamente mediante premisas de subsunción.

La primera parte de la investigación permitió entender la triple dimensión de las


normas constitucionales, cuales pueden constituirse como reglas, principios y
valores, cada una de estas con sus propias características y bifurcaciones, además,
también sentó las bases para descubrir la gran cantidad de tipos de normas
constitucionales que existen, extrayendo de estas el carácter axiológico y/o
normativo según sea el caso.

Tal diagramación de las normas constitucionales y sobretodo la diferenciación entre


unas y otras, permitió en el estudio de las unidades análisis determinar de qué se
encuentran contenidos los preámbulos constitucionales en los casos sometidos a
estudio, de esa cuenta, pudo observarse en casos como el de Turquía y Colombia,
de qué forma los preámbulos de sus constituciones contienen normas de aplicación
directa –reglas- que consagran y otorgan derechos fundamentales a sus ciudadanos,
inclusive; asimismo, pudo observarse en los preámbulos de las constituciones de
EE.UU. y España la forma en que se consagran principios rectores que protegen el
diseño del Estado, en el primer caso de forma federal y en el segundo de forma
comunitaria.

Por último, en el caso guatemalteco puedo observase la conceptualización de


principios hermenéuticos como el pro persona, que orientan la actividad normativa de
la constitución hacia un fin único y relata la actividad proteccionista y cuasi-
paternalista para con sus habitantes.

172
Como se ha dicho, todos los preámbulos constitucionales contienen mandatos
axiológicos destinados a establecer líneas ético-morales para el desarrollo de una
sociedad en específico, en otras palabras, estos mandatos abstractos son conocidos
como valores, los cuales pudieron verse reflejados en los preámbulos de las
constituciones colombiana y guatemalteca en un caso particular, el rasgo común
religioso que imprime como preludio al propio texto preambular; esta declaración
hace referencia a un Dios judeo-cristiano de rasgo monoteísta, lo que
automáticamente excluye otras creencias del sentimiento constituyente.

Una característica axiológica hallada en la constitución guatemalteca, a diferencia de


las otras analizadas y que puede ser considerada como un valor como mandato
abierto y abstracto, es la declaración de la familia como el núcleo de la sociedad y
polo desarrollador de los principios y valores; tal premisa puede considerarse como
un reflejo conservador de la sociedad y una mirada hacia el futuro de cómo quiere
mantenerse.

En ese sentido, también la constitución estadounidense contempla un símil al


establecer en su preámbulo constitucional una mirada hacia las futuras generaciones
que habiten su nación, declarando como punto esencial crear las condiciones de una
unión más perfecta basada en principios como la justicia, la igualdad, y sobretodo el
aseguramiento para las futuras generaciones del beneficio de la libertad.

Otro aspecto en común a resaltar en la extracción de normas de los preámbulos


analizados, es la referencia en el guatemalteco, español y colombiano, a la
cooperación internacional y a la integración comunitaria e internacional; estas reglas
más adelante dentro de los textos constitucionales se ven operativizadas por amplias
facultades estatales para comprometerse a nivel internacional y a procurar la
integración de cada región; el caso guatemalteco es peculiar al reconocer el deseo
integracionista de la unión centroamericana, inclusive, al considerar guatemaltecos

173
de origen a los nacidos en las repúblicas que una vez conformaron la Federación
Centroamericana.

En el caso español, la regla concreta menciona la integración y colaboración con


todas las naciones del mundo, mientras que en el caso colombiano se hace
referencia a la unión latinoamericana, así, pueden distinguirse estas concepciones de
la contextualizada en una regla específica del preámbulo turco, que reza sobre la paz
interior para ser reflejada al exterior; tal diferencia resulta congruente con el deseo de
su fundador del cual parten para la creación de la mayoría de sus normas
constitucionales, manteniendo en prima facie la unidad como nación para luego
reflejar al exterior dicha estabilidad.

En relación a la nación turca y su constitucionalismo, debe resaltarse el fervor con el


que hacen referencia a su fundador Atatürk, quien sentó las bases del estado
mediante la unión de todas las culturas que habitaban su territorio, estableciendo
como uno de sus principios fundamentales la separación entre iglesia y Estado; es
así, que dicho preámbulo no solo contextualiza como un mandato axiológico la
laicidad del Estado turco, sino que también establece reglas de aplicación concreta a
los funcionarios públicos y sus entidades para permanecer separados y evitar
favorecer una religión específica.

Otra situación aislada del preámbulo turco que resulta especialmente extenso, es
que busca afianzar los derechos individuales basados en la moralidad y la
religiosidad de cada persona, estableciendo reglas concretas que otorgan el derecho
fundamental a una vida digna y a la práctica de una vida pacífica basada en la
libertad de conciencia, estos derechos otorgados por el propio texto preambular
están coaligados con los principios y valores sentados en otras de sus líneas y
componen una gran declaración del sentimiento constitucional turco basado en las
líneas establecidas por su líder en la reunión de su nación.

174
En contraposición, la constitución guatemalteca se posiciona más conservadora en
cuanto a determinar el derrotero sobre el que sus habitantes deben desarrollarse,
así, establece como una regla concreta que luego desarrolla en su texto la plena
vigencia de los derechos humanos, dando pie a la apertura hacia el derecho
internacional de los derechos humanos como razón fundante del pacto constituyente
de 1985, asimismo, señala como responsable de su promoción al Estado, el cual
está regido por la legalidad y otros principios plenamente exigibles mediante las
garantías que establece para la defensa de la constitución.

La tarea que llevó a la diferenciación entre reglas, principios y valores como


categorías de normas constitucionales fue indispensable para entender la
arquitectura de cada preámbulo estudiado, pues, como se relató en párrafos
anteriores, se encontraron similitudes, diferencias e identidades en cada uno de los
textos estudiados, pero más allá de eso, se hallaron normas de contenido axiológico,
ético-moral, de aplicación concreta y puramente sentimentales que merecen ser
reconocidas para luego establecer su valor interpretativo o normativo; de esa cuenta,
en el esfuerzo por separar unas de otras, se logró notar de qué forma los
constituyentes de cada uno de los Estados estudiados mediante su preámbulo fijaron
el faro iluminador para el poder constituido de forma que todo el ordenamiento
tuviera coherencia y congruencia con la realidad histórica y material que vivían en el
momento de autodeterminación.

Así las cosas, la segunda parte del trabajo se basó en la interpretación constitucional
como ciencia adscrita al derecho constitucional, en la cual mediante diversos
mecanismos puede realizarse el intento en descubrir el real significado de las normas
constitucionales; cabe resaltar que son muchas las formas que ha adquirido la
interpretación jurídica, siendo una de ellas la interpretación constitucional, para lo
cual se analizaron varias modalidades de esta que permitieron tener al alcance los
beneficios de que los jueces constitucionales vayan más allá en su papel creador-
integrador de la constitución y formen concepciones mediante la mutación, o bien, se

175
apeguen al originalismo e impidan de cierta forma el avance hacia nuevas
realidades.

Sin embargo, respecto al estudio de los preámbulos constitucionales y cómo ello se


vio reflejado en la jurisprudencia que se tuvo al alcance, se analizaron desde el
método de interpretación constitucional teleológico y sistemático los límites en la
tarea interpretativa de los tribunales constitucionales, lo cual se vio reflejado en tres
de los cinco casos que se analizaron, mientras que en los otros dos pudo observarse
una tarea integradora del intérprete que tomó un papel cuasi-legiferante.

Sin duda, los primeros tres fallos de tribunales constitucionales analizados, el de la


Corte de Constitucionalidad guatemalteca, el Tribunal Constitucional español y la
Suprema Corte de los Estados Unidos de América, reflejan en cuanto al preámbulo
constitucional una tarea interpretativa limitada en su argumento, a través de la cual
en primer lugar, niegan fuerza normativa de las disposiciones contenidas en el texto,
lo que va aparejado a las características de cada preámbulo, pues en el caso
estadounidense puede observarse una seria limitación para la tarea interpretativa por
el carácter resumido de su contenido, esto a su vez está relacionado al mínimo
desarrollo de su constitución en general, cuestiones que al sumarse detienen a los
jueces de realizar un papel creador del derecho al evitar dar un paso en falso
respecto de crear nuevas atribuciones a los poderes públicos distintas de las que
están expresadas en el texto constitucional partiendo de lo que ellos llaman una
declaración de solemnidad y de deseos.

Sin embargo, debe resaltarse que en el estudio de los argumentos interpretativos


contenidos en los casos existen algunos rasgos que dan pie a una concepción no tan
conservadora como pareciera.

El antecedente jurisprudencial estadounidense es interesante en cuanto a la


profundidad de su argumento al establecer limitaciones al poder judicial pero también
al extraer del preámbulo una de sus características más importantes y que más

176
adelante sería el punto de partida para definir su normatividad; esto ocurre al hacer
referencia al espíritu de la constitución, situado nada más ni nada menos que en el
preámbulo constitucional.

El espíritu de la constitución es entendido hoy en día como el sentimiento


constitucional y está conformado por reglas, principios y valores superiores
plenamente identificables que constituyen el ADN constitucional y forman una
especie de cláusulas de eternidad, en otras palabras, guías máximas a las cuales un
Estado aspira.

Al crear esa concepción del preámbulo constitucional, la Suprema Corte de los


Estados Unidos de América no solo hizo referencia a la íntima relación entre éste y
las palabras que contiene el desarrollo del texto constitucional –método sistemático-,
sino que fue más allá al señalar una categoría de respeto y observancia sobre sus
disposiciones, específicamente al hacer referencia sobre su categoría en relación al
texto de la constitución posicionándolo al mismo nivel; esta concepción refleja la
interacción interpretativa que propone en su fallo, además, asigna –sin pretenderlo–
un tipo de fuerza normativa indirecta al sentimiento constitucional contenido en el
preámbulo, situándolo con un respeto no menor que el del texto. Esto puede ser
entendido desde el punto de vista semántico como una breve declaración de
importancia, pero en caso de una discusión más profunda, puede ser utilizado como
parámetro de constitucionalidad, pues el tribunal constitucional es claro al definir una
categoría, por lo menos, equiparable al del texto constitucional en su conjunto.

En ese sentido, resulta más sencillo advertir la fuerza interpretativa asignada, que
aun y cuando pareciera estar dotada de manera supletoria se vuelve en parte central
del texto. Así, mientras el tribunal constitucional refiere una relación íntima entre el
espíritu de la constitución –preámbulo– y su texto, remite a que toda interpretación
esté necesariamente ligada a un estudio de forma sistemática del texto constitucional
per se y de las razones abstractas que le dan sentido.

177
El plano español es mucho más desolador para adentrarse a una interpretación
activa del preámbulo constitucional, en principio, porque al argumentar sobre el
examen de constitucionalidad de las normas contenidas en los considerandos o
preámbulos de leyes o constituciones, señala que no puede existir concreción de las
normas provenientes de mandatos abstractos, por lo que de manera directa corta
cualquier intención sobre su posible fuerza normativa, refiriendo que las
disposiciones allí contenidas no son susceptibles de ser impugnadas mediante
inconstitucionalidad, en otras palabras, cierra la posibilidad de cotejo de sus normas
(sean reglas, principios o valores) dejando el margen únicamente para ser utilizadas
como parámetro interpretativo auxiliar.

Tal escenario es resultado de un papel mesurado del tribunal constitucional al


interpretar o examinar cualquier disposición que pueda colisionar con el derecho a la
autodeterminación de las comunidades autónomas que conforman el Estado
español, lo cual, al hacer un examen en retrospectiva del contenido de su preámbulo,
ocupa lógica en cuanto a que uno de los principios concretos allí contenidos se
refiere al pluralismo político y a la convivencia democrática entre comunidades, ergo,
en caso de crear un antecedente en el cual se pudiera declarar inconstitucional una
declaración preambular, cerraría la posibilidad de autonomía que asiste a las
comunidades –la cual se ve reflejada en sus propios pactos sociales– y de cierta
manera, minaría su propio Estado provocando su ruptura interna.

En cuanto a la fuerza interpretativa, cabe resaltar que el tribunal constitucional


español no se moja en determinarla en el antecedente jurisprudencial citado, es
decir, no define a los preámbulos constitucionales como métodos interpretativos per
se, sin embargo, la concepción del preámbulo es ampliamente utilizada para la
llamada “educación constitucional”, así, el papel del preámbulo retoma la dirección
que la Suprema Corte estadounidense le dio al declararlo como el espíritu de la
constitución, por lo cual según los propios constituyentes españoles y siendo
interpretado de esa misma forma por el tribunal constitucional, cumple una función
educadora de las generaciones futuras, es decir, marca el sentimiento constitucional

178
de la época en que se sentaron las bases del Estado español y sobre las cuales
quieren desarrollarse.

El caso jurisprudencial guatemalteco es particular, al resaltar de éste en primer lugar


la época en que fue expedido, un año después de la promulgación del texto
constitucional de 1985; siendo uno de los primeros antecedentes interpretativos del
tribunal constitucional –nuevo a la vez- se buscaba unidad sistemática del texto con
las declaraciones sentimentales contenidas en el preámbulo, además, refleja mesura
en la tarea del tribunal constitucional al punto de limitar su capacidad integradora y/o
creadora.

Un segundo punto a resaltar del caso guatemalteco, es que relaciona la gran


significación de las normas contenidas en el preámbulo y su vinculación con el texto,
sin embargo, cierra la posibilidad de concreción para mandatos al hacer mención que
no puede extraerse alguna norma positiva de su estructura; tal declaración es
particularmente llamativa, al entender la dicotomía entre normas positivas y
negativas desde su clasificación desde el punto de vista de su interpretación, así, al
referirse el tribunal constitucional a normas positivas necesariamente abre la puerta
para la existencia de normas negativas; en ese contexto, la lógica argumentativa
corre a favor de que el preámbulo no otorga mandatos, prescribe o permite
conductas, sin embargo, deja la puerta abierta para atender a que éste sí puede
prohibir o imponer una obligación de no hacer.

Otro de los aspectos en cuanto a la fuerza normativa negada hacia el preámbulo en


el argumento interpretativo del tribunal constitucional guatemalteco, es que aparte de
negar la concretización de normas positivas, también limita la aplicabilidad indirecta
de su fuerza sobre las demás normas del texto constitucional, reservando que las
disposiciones contenidas en el preámbulo no sustituyen una obvia interpretación de
disposiciones claras; tal declaración es tendenciosa al evitar su utilización como
parámetro primordial de interpretación, lo que desde la mesura caracterizada por las
primeras sentencias del tribunal constitucional era entendible, pero que no concuerda

179
con la estructura básica del diseño de las normas jurídicas, pues en el entendido de
la teoría general del derecho, toda norma jurídica está compuesta por un contenido
moral que la empuja hacia su positivación.

Por último, en cuanto al sentido interpretativo asignado de forma supletoria por el


tribunal constitucional guatemalteco, lo más relevante es la connotación que refiere
sobre dudas serias que puedan surgir en la interpretación de una norma
constitucional; esto presupone una concepción armónica del texto constitucional en
la que difícilmente ocurren conflictos o contradicciones entre sus normas, por lo es
importante resaltar que en cuanto a la fuerza interpretativa puede entenderse más
como un método supletorio pero definitivo, es decir, un método que ponga punto y
final a una discusión interpretativa sobre el alcance de una norma constitucional,
desde ese punto, la fuerza interpretativa cobra una relevancia más importante que el
papel de supletoriedad aparente para convertirse en el método por excelencia en
situaciones extremas en las que métodos comunes no funcionen.

Los dos antecedentes jurisprudenciales que sí refieren fuerza normativa e


interpretativa para los preámbulos de sus estados, son los de los tribunales
constitucionales colombiano y turco; en estos, pueden hallarse rasgos más modernos
de interpretación y resultan más abiertos hacia el papel del juez constitucional como
integrador del derecho, llegando incluso en uno de ellos a invalidar una reforma
constitucional.

El primero y que marca la pauta para un nuevo constitucionalismo en Latinoamérica


fue el emitido por la Corte Constitucional colombiana, que en el análisis del
preámbulo de la constitución de 1991 establece por primera vez, modalidades para
entender su funcionamiento activo y permeante de todo el ordenamiento
constitucional y ordinario.

En referencia a la fuerza interpretativa que le asiste al texto del preámbulo, el tribunal


constitucional colombiano parte de la idea de su condición como parte medular del

180
ordenamiento constitucional, en ese sentido, elimina el pensamiento común que lo
refería de forma ajena a la constitución y señala que hace parte activa de ésta. Más
allá de conceptualizarlo como parte del texto constitucional, lo posiciona como
referente primordial para el estudio y desarrollo de sus preceptos.

Desde el punto de vista interpretativo llena de sentido a los preceptos


constitucionales, les dota de sentido axiológico y de contenido moral e histórico-
material; asimismo, contempla que sus líneas de desarrollo son guía de la acción
estatal en cuanto a la realización de sus fines, sin embargo, lo más interesante en
cuanto a definirlo como parámetro hermenéutico directo de los preceptos
constitucionales es que lo establece como el derrotero axiológico sobre el que se
desarrollarán todas las instituciones jurídicas que surjan de la materia de la
constitución, así, el preámbulo toma parte directa en la diagramación de cada
institución jurídica que directa o indirectamente parta de la constitución, lo cual ya
presupone un nivel alto de utilización que más adelante se verá complementado por
su aplicación directa, o sea, su fuerza normativa.

En cuanto a la fuerza normativa, la Corte Constitucional colombiana es referente en


la región al esquematizar un constitucionalismo vivo respecto de los principios y
valores que fundan sus sistema, esto puede medirse a través de la vinculatoriedad
que otorga a las normas contenidas en el texto del preámbulo, haciéndolo en primer
lugar, parte activa de la constitución y luego atándolo de forma vital a toda norma
jurídica que se desprenda del constitucionalismo colombiano; en ese sentido, dicho
tribunal constitucional señala el pleno poder vinculante de las disposiciones
preambulares respecto de todo el ordenamiento derivado y además, abre la puerta
para que dichas disposiciones puedan ser parámetro para ejercer control de
constitucionalidad.

El precedente jurisprudencial colombiano es por demás interesante al dotar de


cualidades plenas como parámetro de constitucionalidad al preámbulo, sin embargo,
uno de los rasgos más importantes de su interpretación es que conceptualiza las

181
normas infra-constitucionales que pueden ser cotejadas versus el preámbulo en un
determinado momento de contravención, esto lo hace al señalar que toda norma de
índole legislativo o de cualquier otro nivel que lo contravenga puede ser declarada
inconstitucional bajo dicho parámetro, así, tal concepción es particularmente
llamativa para el caso colombiano y de otros Estados en los que conviva el
ordenamiento interno con la institución del bloque de constitucionalidad y normas de
derecho multinivel, pues el tribunal constitucional no hace distinción entre normas y
alimenta la fuerza normativa del preámbulo erga omnes.

Como último antecedente jurisprudencial se posiciona el emitido por la Corte


Constitucional de Turquía, el cual reviste características amplias y variadas a los
otros analizados al relatar sobre el poder vinculante interpretativo y normativo que
pudiese llegar a tener el preámbulo y sus normas; en cuanto a la fuerza interpretativa
el tribunal constitucional turco hace referencia a la concreción de los principios y
valores contenidos en el texto del preámbulo lo cual predomina en la forma de
argumentar, pues señala que dicha tarea de concreción es vital para garantizar la
integridad de la constitución.

La referencia al principio de integridad de la constitución puede ser útil para develar


el sentido interpretativo que se desprende del fallo, esto porque el constitucionalismo
turco es eminentemente originalista, sin embargo, dicha corriente puede ser
suplantada de manera sutil por otro tipo de concepción sistemática que conlleve a
preservar los principios y valores unitarios del sistema constitucional turco, en otras
palabras, al señalarse la integridad de la constitución, el tribunal constitucional no se
avoca a una voluntad omnipotente del constituyente, sino a la coherencia que brinda
la interpretación de los principios y valores fundantes con el texto que se desarrolla a
partir de estos.

En cuanto a la fuerza normativa otorgada al preámbulo turco mediante el fallo


analizado, cabe resaltar puntos especiales e interesantes, por demás distintos a los

182
otros antecedentes, en primer lugar porque se trata del caso concreto en el que se
declaró inconstitucional una reforma constitucional por contravenir sus preceptos.

El tribunal constitucional turco es enfático en la sentencia analizada, al determinar


que la más mínima variación de los principios y valores contenidos en el preámbulo
constitucional producirían una suplantación de la voluntad constituyente sobre temas
zanjados y que forman el sentimiento constitucional de la nación turca para el futuro,
así, el fallo contiene dos formas en las cuales puede ocurrir una variación de lo
contenido en el preámbulo, por variación (mutación) o por cambio (sustitución),
además, también contempla dos efectos para el caso concreto (reforma
constitucional) pudiendo ser total o parcial en cuanto a uno o todos los principios y
valores que sustentan la Constitución de Turquía.

En el precedente jurisprudencial es claro el ánimo integracionista –no originalista- del


tribunal constitucional al preservar la naturaleza y esencia de la constitución
contenida en el preámbulo y otros artículos, diagramada en forma de principios y
valores, así, el poder constituyente permanente –Corte Constitucional turca- impone
un límite intrínseco a la reforma constitucional que realiza el poder constituido con
poder de reforma, naciendo éste de valores abstractos y difíciles de objetivar, lo cual
supone un riesgo cuando se teme o duda de la legitimidad pero que, sin embargo, es
una acción directa contra la mutación de la estructura base de la constitución.

Por último, tanto las constituciones aludidas como los preámbulos constitucionales
diagramados han revelado características comunes, idénticas y abismales en todos
los casos, que suponen la originalidad del sentimiento constitucional de cada Estado
y que han llevado a los tribunales constitucionales de cada uno a otorgar en mayor o
menor medida fuerza interpretativa y/o fuerza normativa al preámbulo constitucional.

183
CONCLUSIONES

1. La naturaleza de las normas contenidas en el preámbulo constitucional, está


compuesta de reglas, principios y valores morales y humanos que se
desprendieron de los acontecimientos históricos específicos que llevaron a
cada Estado a su auto-regulación/composición mediante su texto
constitucional.
2. Por medio de diversos métodos de interpretación constitucional (lógica,
sistemática, teleológica) se determinó que el preámbulo de la constitución
contiene parámetros axiológicos que son replicados en todo el desarrollo del
texto, en otras palabras, se descubrió la impregnación de toda la constitución
con el sentimiento constitucional contenido en el preámbulo, lo que sería una
especie de fuerza interpretativa.
3. En cuanto a la fuerza normativa directa o diferida se procedió a vincular sus
preceptos normativos con el ordenamiento, concluyendo que las eventuales
reglas, principios y valores que allí se contemplan son verdaderos mandatos
que se traducen como cualquier otro derecho fundamental y que forman parte
de un catálogo inalienable de condiciones naturales y socio-culturales de vital
importancia que aún y no estuviesen textualizados son vinculantes frente a
todo el ordenamiento.
4. A raíz del descubrimiento de que el preámbulo ostenta, dependiendo el caso,
fuerza normativa e interpretativa, pudo posicionarse a este como el centro
axiológico del constitucionalismo del Estado, ostentando la pureza y cúspide
dentro de toda la materia de la constitución.
5. Se ha revelado la idea de una teoría de gradación de normas constitucionales
–modulación constitucional-, que partiría de la concepción de ordenar la vasta
materia de la constitución y que serviría para solucionar conflictos entre
normas de ésta categoría utilizando como faro guía el preámbulo
constitucional.

184
RECOMENDACIONES

1. Se debe innovar el estudio jurisprudencial de la Constitución mediante el


análisis sistemático de las normas contenidas dentro del preámbulo
constitucional, entendiéndolo como el paradigma concreto sobre el que se
sienta el constitucionalismo guatemalteco y utilizándolo como método
interpretativo para dirimir conflictos en donde sea necesario.
2. Debe afianzarse mediante la evolución jurisprudencial, que los principios y
valores contenidos en el preámbulo constitucional no solo permiten interpretar
el texto en caso de serias dudas sobre su alcance, sino que también son
parámetro de constitucionalidad, al centrar en este las bases de
autodeterminación del Estado.
3. Dicha evolución jurisprudencial debería gradualmente contener una
diferenciación entre la gran cantidad de normas constitucionales que existen
actualmente, apoyando sobre la teoría de modulación constitucional la idea de
que una norma con categoría constitucional pudiese contravenir la estructura
base o espíritu constitucional contenido en el preámbulo y en otras
disposiciones de contenido axiológico.

185
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1990.

193
ANEXOS

194
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Maestría en Derecho Constitucional

CUADRO DE COTEJO DE SENTENCIAS

Tema: El preámbulo constitucional: fuerza normativa y fuerza interpretativa.

UNIDADES DE ANÁLISIS SENTENCIAS

Corte de Tribunal Suprema Corte de Corte Constitucional Corte Constitucional de


Constitucionalidad Constitucion los Estados Unidos de Colombia, Turquía, Sentencia
INDICADOR de Guatemala, al de de América, Sentencia C-479, 13 de 27032, de 5 de junio de
Sentencia de 17 de España, Jacobson v. agosto de 1992. 2008.
septiembre de Sentencia Commonwealth of
1986, 12-86 150/1990, de Massachusetts, 20
4 de octubre de febrero de 1905.
de 1990.

No le asigna. No le asigna. No le asigna. Sí le asigna. Sí le asigna.

Fuerza «… Tiene gran «… los «… The United States «… El Preámbulo goza «… las propuestas de la
normativa significación en preámbulos o does not derive any of de poder vinculante en enmienda constitucional al
orden a las exposiciones its substantive powers cuanto sustento del hacer la más mínima
motivaciones de motivos from the Preamble of orden que la Carta desviación de los principios
constituyentes, pero de las leyes the Constitution. It instaura y, por tanto, toda establecidos en los
en sí no contienen carecen de cannot exert any norma -sea de índole artículos 1 y 2 (preámbulo)
una norma positiva valor power to secure the legislativa o de otro nivel- de la Constitución o prever
ni menos sustituye normativo y declared objects of the que desconozca o el cambio, se afirma que si

195
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Maestría en Derecho Constitucional

CUADRO DE COTEJO DE SENTENCIAS

Tema: El preámbulo constitucional: fuerza normativa y fuerza interpretativa.

la obvia no pueden Constitution unless, quebrante cualquiera de las enmiendas apuntan a


interpretación de ser objeto de apart from the los fines en él señalados, todos o alguno de los
disposiciones un recurso de Preamble, such power lesiona la Constitución principios mencionados, no
claras…» inconstitucion be found in, or can porque traiciona sus pueden ser propuestas y
alidad…» properly be implied principios…» aceptadas por las
from, some express legislaturas, y si se
delegation in the proponen y aceptan,
234
instrument…» estarán en contradicción…»

Sí le asigna de No hace Sí le asigna de forma Sí le asigna. Sí le asigna.


forma supletoria. referencia. supletoria.
Fuerza «… El Preámbulo da «… La concreción de las
interpretativa «… Podría, eso sí, «… While the spirit of sentido a los preceptos características abstractas
tomando en cuanto the Constitution is to constitucionales y en el Artículo 2 de la
su importancia, be respected not less señala al Estado las Constitución [preámbulo]
constituir fuente de than its letter, the metas hacia las cuales es posible con los arreglos

234
Los Estados Unidos no derivan ninguno de sus poderes sustantivos del Preámbulo de la Constitución. [El preámbulo] No puede ejercer ningún
poder para asegurar los objetos declarados de la Constitución a menos que, aparte del Preámbulo, dicho poder se encuentre en alguna
delegación expresa en el instrumento o se pueda implicar adecuadamente en ella.

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Tema: El preámbulo constitucional: fuerza normativa y fuerza interpretativa.

interpretación ante spirit is to be debe orientar su acción; en otros artículos. La


dudas serias sobre collected chiefly from el rumbo de las integridad se garantiza al
el alcance de un its words…»235 instituciones jurídicas. dar sentido a los principios
precepto Lejos de ser ajeno a la con estos acuerdos
constitucional…» Constitución, el concretos…»
Preámbulo hace parte
integrante de ella…»

235
Si bien el espíritu de la Constitución debe respetarse no menos que su letra, el espíritu debe recogerse principalmente de sus palabras.

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UNIDADES DE ANÁLISIS

Constitución Constitución Constitución Constitución Constitución de la República de


Política de la Española, 1978. de los Política de Turquía, 1982.
INDICADOR República de Estados Colombia, 1991.
Guatemala, 1985. Unidos de
América,
1787.

1. Invocación al 1. Justicia, la 1. Unión 1. Invocación 1. Existencia eterna de la Patria y


nombre de libertad y la más a la Nación turcas y la unidad
Dios seguridad y perfecta protección indivisible del Estado turco.
(monoteísta, promover el . de Dios 2. Nacionalismo del fundador de la
Principios / 2. Justicia.
judeo- bien de (monoteíst República de Turquía, Atatürk,
valores 3. Tranquil
cristiano). cuantos la a, judeo- el líder inmortal y el héroe sin
idad
2. Primacía de la integran cristiano). igual, y sus reformas y
interior.
persona (pluralismo 2. Fortalecer principios.
4. Defensa
humana. político). común. la unidad 3. La existencia eterna, la
3. Familia como 2. La 5. Bienest de la prosperidad, el bienestar
génesis convivencia ar Nación. material y espiritual de la
primario y democrática general. 3. Marco República de Turquía, y las
fundamental . 6. Asegura jurídico normas de la civilización.

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de los valores 3. Imperio de r para sí (legalidad) 4. La supremacía absoluta de la


espirituales y la ley como mismos , voluntad de la nación.
morales de la expresión y para democrátic 5. La separación de poderes, que
sociedad. de la sus oy no implica un orden de
4. Ideales de voluntad descen participativ precedencia entre los órganos
antepasados, popular. dientes o que del Estado, sino que se refiere
los
tradiciones y garantice únicamente al ejercicio de
benefici
herencia un orden determinadas competencias
os de la
cultural. Libertad político, estatales y al cumplimiento de
. económico los deberes, y se limita a una
y social cooperación civilizada y a la
justo. división de funcione.
6. Laicismo.

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1. Estado como 1. Proteger a 1. Asegurar 1. Ningún individuo u organismo


responsable todos los la vida, la facultado para ejercer esta
de la españoles y convivenci soberanía en nombre de la
promoción del pueblos de a, el nación se desviará de la
Reglas / bien común. España en trabajo, la democracia indicada en la
normas 2. Estado como el ejercicio justicia, la Constitución y en el
responsable
de los igualdad, ordenamiento jurídico instituido
de la
derechos el de acuerdo con sus requisitos.
consolidación
del régimen de humanos, conocimie 2. Que no se concederá
legalidad, sus culturas nto, la protección a una actividad
seguridad, y tradicio- libertad y contraria a los intereses
justicia, nes, la paz. nacionales turcos, a la
igualdad, lenguas e 2. Impulsar la existencia turca y al principio de
libertad y paz. instituciones integración su indivisibilidad con su Estado
3. Impulsar la . de la y su territorio, los valores
plena vigencia 2. Asegurar a comunidad históricos y morales de la turca.
de los DDHH todos una latinoameri 3. El nacionalismo, los principios,
dentro de un digna cana. las reformas y el
orden civilizacionismo de Atatürk y
calidad de
institucional
vida. que los sentimientos religiosos
estable,
permanente y 3. Colaborar sagrados no estarán

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Tema: El preámbulo constitucional: fuerza normativa y fuerza interpretativa.

popular, donde en el absolutamente involucrados en


gobernados y fortalecimie los asuntos de Estado y la
gobernantes nto de unas política como lo exige el
procedan con relaciones principio del laicismo.
absoluto pacíficas y 4. Derecho y un poder innatos,
apego al de eficaz para llevar una vida honorable y
Derecho.
cooperación para mejorar su bienestar
entre todos material y espiritual.
los pueblos 5. Derecho a exigir una vida
de la Tierra. pacífica basada en el respeto
absoluto de los derechos y
libertades de los demás, el
amor mutuo y la comunión, y el
deseo y la creencia en "La paz
en el hogar; paz en el mundo".

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