Capitulo 5 de Jane Austen

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CONCLUSIONES

El contexto en el que se desarrolló Jane Austen se vio afectado por la revolución francesa,

las guerras napoleónicas y la revolución industrial. El positivismo, el racionalismo, el

orden, el conocimiento y la tecnología, como ideales reinantes, propiciaron una reacción

opuesta: la del Romanticismo, ideología que se inclinó por la imaginación, el sentimiento,

el caos; buscando así un principio diferente, un principio anterior más puro, que encontró

su centro en la naturaleza, en la espontaneidad y en la analogía existente entre el hombre y

la naturaleza.

Jane Austen nos muestra en sus novelas esta dualidad ideológica, desde la

perspectiva del mundo que le era más propia, del único mundo del cual podía comunicar

hasta el más ligero detalle, desde la perspectiva de la vida doméstica y de la vida social de

la gentry, de la alta burguesía, de las cenas, bailes, matrimonios, paseos y viajes a Londres

y Bath, dejando a la aristocracia, la baja burguesía y la clase laboral en la periferia. Sus

personajes se desarrollan en el espacio de una vida diaria y de una vida social que resulta

un tanto limitada, pues como bien nos recuerda Sergio Pitol en De Jane Austen a Virginia

Woolf, “El reproche más fuerte lanzado contra Jane Austen alude a una carencia de reflejos

de los acontecimientos de su época” (9).

Charlotte Brontë vio también un mundo muy limitado: “A carefully fenced, highly

cultivated garden, with neat borders and delicate flowers; but . . . no open country, no fresh

air. . . . I should hardly like to live with her ladies and gentlemen, in their elegant but

confined houses” (citada en Moers 48-49). Visto desde otro punto, es precisamente esa

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limitación existente en las novelas de Austen lo que le permite concentrarse en el detalle de

la caracterización de sus personajes, las relaciones entre ellos y las actividades de la vida

diaria. Dentro de éstas no existen tramas fantásticas muy complicadas en países lejanos1,

sólo la vida diaria de una clase social que, aunque se encontraba en un auge monetario, se

vería ya amenazada por el ascenso de clases que se estaba dando a través de matrimonios y

de la adquisición de grandes fortunas a base del comercio y que se viera opacada por las

clases inferiores en los años venideros.

Sería difícil que se propiciara una literatura como la de la sociedad que Austen

describe en la Inglaterra posterior, en una Inglaterra en la que la industria estuviera más

desarrollada.2 Del cuidado en los detalles, los diálogos, se deriva también el dominio de la

ironía de Jane Austen. Cabe recordar que es precisamente la delimitación tan puntual del

mundo literario de Jane Austen lo que contribuye, según Franco Moretti, a dar forma al

estado-nación de manera simbólica; pues estaba creando un elemento propiamente

nacional al presentarnos sólo la Inglaterra central, dejando fuera la Inglaterra

industrializada del norte.

Regresando a cómo Jane Austen nos presenta la dicotomía del mundo manifestada

en la sociedad sobre la que ella escribe, podemos ver que las concretizaciones de sus obras

pueden ser opuestas según el horizonte de expectativas del lector, pues al no tomar una

posición indiscutiblemente tradicional o de ruptura, deja ciertos espacios de

indeterminación. En el tercer capítulo ya vimos que esto era una práctica común en de las

obras escritas por mujeres, pues al ser la escritura una práctica rechazada por los libros de

1
Como lo había en la novela gótica y sentimental generalmente producida por mujeres.
2
Escritoras posteriores trasladan su centro de atención a las clases menos privilegiadas, así tenemos a
Charlotte Brontë escribiendo sobre la vida de una institutriz en Jane Eyre y sobre una maestra en Villette, a
Elizabeth Gaskell sobre las condiciones laborales en Manchester en Mary Barton y a George Eliot sobre la
vida clerical en Scenes of Clerical life y Adam Bede.

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conducta y en contra de las normas de aceptación general de la sociedad, las mujeres se

veían en la necesidad de disidir dentro de ciertos parámetros aceptados. Con esto en

mente, recordemos que en general las protagonistas de las cuatro novelas de Austen

analizadas tienen ese elemento de rebeldía, de disidencia a las normas o de alejamiento del

patrón de conducta en una mujer.

Tenemos a Marianne Dashwood, quien hace caso omiso a las reglas de

comportamiento y se da a la creencia en los ideales románticos, identificándose con la

naturaleza, la sensibilidad, la espontaneidad y la poesía. Elizabeth Bennet y Emma

Woodhouse se rebelan ante el matrimonio. Elizabeth se deja llevar por el orgullo y el

prejuicio, mientras que Emma sucumbe a la arrogancia y la vanidad, características que no

se promueven en los manuales de conducta. Catherine Morland se deja llevar por la

imaginación y es víctima de su propia ingenuidad, características ambas que no podemos

dejar de asociar con el romanticismo. Recordemos también que Catherine es presentada

abiertamente como anti-heroína, pues todas sus características, en vez de ser

sobresalientes, son mediocres, y la trama de la novela deliberadamente se aleja y niega lo

afirmado en general por la novela gótica3, especialmente la de Anne Radcliffe.

En cada una de las novelas también aparece un elemento que funciona como

contraparte rebelde. Marianne Dashwood tiene a Elinor como contraparte, pues como ya

hemos demostrado, Elinor se guía por la razón mientras Marianne por el sentimiento, lo

que las contrasta constantemente y permite un dialogo entre la dicotomía de la que

hablábamos, la cual es precisamente el tema de Sense and Sensibility. En Northanger

3
La novela gótica se caracteriza por adentrarse hacia un mundo ficticio, exótico, remoto; las historias se
desarrollan muchas veces en lugares lejanos; narrativamente utiliza la discontinuidad y la narración dentro de
la narración; abundan las persecuciones laberínticas y las pasiones desencarnadas ( Álvarez Rodríguez 67-
69).

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Abbey, Tilney representa una conciencia de las reglas y convenciones sociales, mientras

que Catherine es la inocencia pura y la ignorancia de tales asuntos, así como una

imaginación que la transporta al mundo de las novelas góticas de las que es ávida lectora.

En Pride and Prejudice los dos elementos del título, considerados fallas de carácter tanto

en Elizabeth como en Darcy, se ven contrastados con la imparcialidad y sencillez de Jane y

Bingley. Por último, en Emma, el elemento rebelde es la posición de la protagonista frente

al matrimonio, lo cual es contrapuesto con el deseo de contraer matrimonio de todas las

mujeres que la rodean y con su deseo de propiciar estas uniones.

Es importante mencionar que en las cuatro novelas comentadas se da una

transformación del personaje, un cambio en su ideología y en sus actos. En Sense and

Sensibility Marianne y Elinor se identificaban con la razón y con el sentimiento

respectivamente, dejando que éstos fueran sus únicas guías. Conforme la novela avanza,

sus experiencias las llevan a verse víctimas de esas características. Marianne se ve al

borde de la muerte y Elinor a punto de perder al hombre que ama. En ambos casos, sus

vivencias las llevan a buscar un punto medio. Elinor finalmente deja salir sus sentimientos

por Edward y Marianne adopta una posición más racional para superar su dolor por el

engaño de Willoughby para finalmente sentir afecto nuevamente y casarse con el Coronel

Brandon.

En Northanger Abbey Catherine pasa de ser una joven completamente ingenua

respecto al funcionamiento de la sociedad, guiado por el dinero y el interés a experimentar

en carne propia la descortesía ocasionada por el interés. Pride and Prejudice nos presenta

un cambio de actitud y visión en Elizabeth, quien después de descubrir sus errores de juicio

y probar la humildad, supera sus prejuicios y su orgullo para poderle dar paso al amor: no

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es sino hasta que conoce al verdadero Darcy y no al que ella creó, basándose en sus

impresiones, cuando descubre que lo ama y acepta ser su esposa. Emma, después de sus

intentos fallidos como Celestina y, en consecuencia de ocasionar dolor y confusión en la

gente que la rodea, se da cuenta de que su posición social no le da el derecho de

entretenerse a costa de la gente. En Emma, su posición respecto al matrimonio cambia

completamente, pues pasa de verlo como un contrato económico innecesario para ella, por

su buena situación, a verlo como una unión sentimental de la cual finalmente participa.

Mucho ya hemos dicho sobre la ambigüedad de Austen en sus novelas. Algo que

se ve claramente en ellas es la negación del matrimonio como transacción económica,

aunque finalmente lo fuera para la sociedad inglesa del periodo. Austen nos muestra en

sus novelas que no tiene que ser visto así, y se manifiesta a favor de los matrimonios por

afecto; todas sus heroínas se casan por afecto, independientemente de que esto desafíe la

tradición de casarse dentro del mismo nivel económico y social. Oportunamente para las

protagonistas de Austen, esto es beneficioso para ellas o al menos no perjudicial, como en

el caso de Emma.

Las revoluciones y los acontecimientos históricos en Inglaterra, Europa y el resto

del mundo pueden no estar presentes en la obra de Austen, pero sí se manifiestan ciertas

tendencias nuevas, el matrimonio por afecto, por ejemplo, cuyo número se estaba

incrementando, así como una reacción al romanticismo. Pitol dice que “La novela inglesa

de los siglos XVIII y XIX pretende, voluntariamente o no, negar a la poesía romántica, ser

un correctivo social a los excesos del irracionalismo, borrar la imagen creada por Blake,

Byron y Shelley y sustituirla por las necesidades inherentes al tejido social” (8).

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En el capítulo anterior vimos que las cuatro novelas analizadas contienen elementos

románticos importantes, la ruptura con lo establecido, la búsqueda de una pureza en el

caos, la ambigüedad, la ironía, así como la sensibilidad, la naturaleza y hasta el sueño. Sin

embargo, es también importante señalar que lo romántico en las novelas de Austen, sólo

está formado por elementos característicos del pensamiento romántico y de ninguna

manera constituyen una obra plenamente romántica. Se puede decir que están ahí

precisamente porque Austen, al retratar la vida real y cotidiana de la gentry, tenía que

incluir al romanticismo, que sin duda se manifestaba a su alrededor.

Por otra parte, a pesar del espíritu romántico que influye en la novelística de Jane

Austen, en esa transformación de los personajes de la que hablábamos anteriormente, se

manifiesta también una transformación de los ideales románticos. Un elemento romántico

que sufre transformación es la evasión, la cual es más evidente en Northanger Abbey y

Sense and Sensibility. En la primera, Catherine evade la realidad con las novelas góticas

que lee y éstas le agudizan su imaginación cuando se encuentra en la abadía de visita. En

Sense and Sensibility, Marianne evita enfrentar su realidad económica y su descenso social

en sus paseos en el campo y sus sueños de matrimonio con Whilloughby, los cuales no se

cumplen.

Aunque esto nos acerca a la tradición, el orden y la razón, no nos lleva

definitivamente a ese extremo. Hemos venido hablando de la ambigüedad proveniente de

ese doble código con el que tendían a escribir las mujeres de la época y ya vimos cómo lo

usa Jane Austen.

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En cada uno de los cuatro textos analizados vimos tanto una afirmación como una

negación de lo establecido. Por lo general el espíritu romántico y rebelde de las

protagonistas se veía controlado para el final de las obras, por lo cual hay críticos que

dicen que la obra de Austen mantenía el orden preestablecido. Yo diría, sin embargo, que

Austen más bien nos presenta un justo medio; nos presenta la contraparte del romanticismo

y lo equilibra junto al racionalismo, pues finalmente en la vida real no todos pueden vivir

la vida romántica, sin preocupaciones monetarias, como vivieron los grandes poetas

románticos ingleses. Dentro del espacio doméstico real que describió Jane Austen ese

romanticismo simplemente no podía desarrollarse, tenía que anclaren una realidad social y

económica.

Sabemos ya que el sentimentalismo fue una característica importante en la

literatura producida por mujeres, tanto contemporáneas como anteriores a Jane Austen. En

Austen el elemento sentimental está presente, pero no es eso lo que la caracteriza. Su

característica, como lo hemos sabido desde un principio, es su uso del humor, la ironía y la

parodia para críticar a la sociedad, independientemente de una postura estilística radical

con respecto al romanticismo o la novela gótica y por lo tanto, de ruptura hacia lo

establecido en los finales de sus novelas. Sin embargo, lo que tenemos que valorar en este

trabajo, para poder situarla dentro de la tradición romántica, es esa inserción de lo

romántico en un espacio femenino, en la vida doméstica y su realidad.

Los poetas románticos ingleses se movían en un plano completamente distinto,

debido a la situación privilegiada que les permitía evadirse de las preocupaciones

mundanas y acercase a la naturaleza, adentrarse en la imaginación y realizar una regresión

en el tiempo en busca de lo inmaterial, la pureza y una pauta distinta de la positivista. Su

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situación también les proporcionó las bases de una educación clásica para hacer referencia

al tiempo, a la historia, a los lugares lejanos, lo cual les llevó a la producción de una

literatura específica, muchas veces determinada como Alto Romanticismo.

Con esto en mente nos queda claro que era difícil que una escritora, determinada

antes que nada por su situación social y económica, pudiera dejarse llevar por las mismas

preocupaciones masculinas y tener una producción comparable a la de los escritores; y

aunque las hubo, Jane Austen no fue una de ellas. Las mujeres escritoras del periodo

romántico, como lo vimos en el tercer capítulo, se permitían escribir novela por ser esta

considerada un género menor, de modo que no sentían la necesidad de una educación

clásica, además, impulsadas por el magazine, consideraban poco intimidante la tarea. Su

papel consistía también en producir una literatura para un público femenino que se estaba

incrementando por el desarrollo económico que dejaba desocupadas a muchas mujeres de

la burguesía. Su literatura, situada en el periodo romántico, contiene ese elemento de

ruptura con el que ellas también evadían la realidad que las tenía en una posición limitada,

aunque, no pudiéndose alejar de ella, crearon la literatura con doble conciencia que las

caracteriza. Austen, indiscutiblemente influenciada por su entorno, produce una obra

romántica propiamente modulada por su realidad femenina. Austen no buscaba una

aceptación crítica, la cual estaría basada en un estándar masculino. Ésto le permitió la

creación de una literatura femenina, en novela, equivalente a la poesía romántica masculina

reinante, pues adaptaba el espíritu romántico a un espacio femenino.

Para darle un lugar a Austen en el romanticismo inglés es necesario ampliar los

parámetros de éste. En general ha sido caracterizado por la poesía, un género

predominantemente masculino en esa época e identificado principalmente con Blake,

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Byron, Wordsworth, Coleridge y Shelley. Cabe recordar también que en el periodo en el

que Austen escribió, la novela comenzaba a ganar notoriedad y la mujer empezaba a perder

el dominio de este género que hasta entonces tenido. En este sentido, es importante

destacar dentro de una producción novelística muy abundante a Austen, pues sobresalió

por descripciones detalladas de la vida diaria doméstica, su creación de personajes

dinámicos, y sus narraciones en tercera persona que, lejos de ser impositivas, seguían

dejando el paso a la ambigüedad y la ironía.

“[L]a técnica de la novela decimonónica, nos dice Andrés Amorós, “nos parece hoy

de un detallismo y una minuciosidad que muchas veces se nos atragantan, nos resultan

enojosos” (30-31). Amorós dice que la novela romántica “saca al lector de su ámbito vital

(considerado vulgar, sin interés) y le llevaba por caminos de fantasía” (22). Por otra parte,

la novela realista se basa en la capacidad de observación y en la “pretensión de veracidad”

(31). Austen en sus novelas tiene el espíritu romántico, mas no nos lleva fuera del ámbito

vital, al contrario, nos adentra en él con todos sus detalles, sin necesidad de hacer

descripciones demasiado extensas4, por lo que podemos decir que Austen se adelanta en su

técnica.

Hoy en día, en un mundo donde la mujer ha ganado mucho terreno en todos los

ámbitos, me parece igualmente importante redefinir cómo vemos el pasado y en este

proceso de redescubrimiento, en este caso sobre el romanticismo, darle un lugar a esa

literatura que contiene la esencia del romanticismo traducida a los espacios e intereses

femeninos. Estos espacios e intereses estaban determinados por la realidad y la

racionalidad, pues en ellos había en cuestión necesidades básicas que no le permitían a esta

4
Recordemos que Austen niega el hacer narraciones innecesariamente extensas sobre la vida de personajes
periféricos en Northanger Abbey.

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literatura, como ya lo dijimos, alejarse de las condiciones materiales, lo cual nos presenta

con una explicación de la falta de definición entre la ruptura y la conformidad presente en

las obras comentadas de Jane Austen: en ellas, que ella nos dice pretendían pintar un

retrato detallado de la sociedad que conocía, los elementos románticos sólo podían

manifestarse dentro de esa misma realidad que la determinaba, lo cual hacía imposible la

inclinación hacia un campo o el otro. La ambigüedad es elemento fundamental en Austen;

dentro de ella está su presentación de lo establecido, su rebeldía, su ironía, su parodia y su

crítica, su romanticismo. Eso fue precisamente lo que le permitió expresarse para tener

éxito en una época tradicionalista y llena de restricciones para la mujer y de alguna manera

abrir paso posteriormente a una crítica más directa, así como mantenerse vigente hasta

ahora, en una época en que su parodia de la sociedad de entonces y su desafío a normas

establecidas son disfrutados y valorados, pues una nueva concretización de la obra de Jane

Austen, desde un horizonte de expectativas actual, puede abrir nuevas puertas para lectores

posteriores.

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