Ecos - y - Desafios - Del - Congreso - Internacion Dentro
Ecos - y - Desafios - Del - Congreso - Internacion Dentro
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“Prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras”. Pero antes el testimonio: que la
gente vea en sus vidas el Evangelio, que pueda leer el Evangelio.” S.S. Francisco
Entre el 26 y el 28 de septiembre de 2013, en el contexto del Año de la Fe, se realizó en Roma el Congreso
Internacional de Catequesis, con el lema “El catequista, testigo de la fe”. El Padre Luiz Alves de Lima nos solicitó un
artículo sobre este Congreso para la revista “Catequese”, que él dirige. Se trata de una publicación bimensual editada
por Unisal. Centro Universitario Salesiano de San Pablo, Brasil. Este pedido se convirtió en razón y en motivación
para poner en acto, una vez más, uno de los propósitos más genuinos de nuestra identidad: “pensar la Catequesis”.
_”Fueron a buscar al Papa hasta el fin del mundo”_ bromeó Francisco ante la multitud reunida en la Plaza
de San Pedro, aquel 16 de marzo de 2013, una vez finalizado el cónclave. Desde el lejano sur, desde allí
donde parece terminar el mundo, la delegación argentina llegó al Congreso Internacional de Catequesis.
Junto a más de una decena de catequistas de nuestro país, integraron esta delegación 1Mons. Nicolás
Baisi, Obispo Auxiliar de La Plata y miembro de la Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica; el
Pbro. Carlos Osvaldo Paravizzini, Vicedirector de la Junta Nacional de Catequesis; el Pbro. José Luis María
Rey, Director de la Junta Arquidiocesana de Catequesis de Buenos Aires; Silvina Cambría de Grimaldi,
Directora Diocesana de Catequesis de Río Cuarto; Raquel Pastrana, responsable del área de Catequesis
Familiar de la Arquidiócesis de Salta; y yo, José Luis Quijano en representación del Instituto Superior de
Catequesis Argentino.
Nos sentimos verdaderos peregrinos. “No es lo mismo ser un deambulante que un peregrino. El que
deambula, camina sin sentido. El peregrino, en cambio, avanza firmemente hacia el encuentro con sus
anhelos más profundos y hace de su vida una respuesta leal y generosa a la amistad que Dios le ofrece.” 2
Buscábamos vivir una honda experiencia eclesial que nos hiciera “tocar” la amistad de Dios y, al mismo,
tiempo, queríamos escuchar, aprender, reflexionar, desentrañar los desafíos de una Catequesis renovada y
cargar nuestras mochilas y voluntades con nuevos proyectos.
Nos sentimos convocados, sobre todo, por una de las finalidades del Año de la Fe, finalidad que hizo suya
el Congreso Internacional de Catequesis: “recuperar ‘la unidad profunda entre el acto con el que se cree y
los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento’ (PF 10) porque la fe es, ante todo, un don de Dios
y una acción de la gracia que transforma el corazón del creyente. Además, ‘el conocimiento de los
contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no
está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha
anunciado es la Palabra de Dios.’ (PF 10) En esta descripción se encierran tanto la persona como el rol
del catequista. En una época del fraccionamiento del saber y de la experiencia, es urgente, sostener,
promover y formar catequistas capaces de captar los desafíos del tiempo presente, para ofrecer un
testimonio capaz de hacer posible la propuesta del Dios de Jesucristo a nuestros contemporáneos.” 3
1
Patricia López, Mónica Bearzot de Torino, Mónica Gomez , Cristina Cavoti, Hna. Norma Beatriz Andrada, Santiago
Álvarez, P.Gabriel Marronetti, P. Eugenio Uda, Laura Martínez, María Ayelen Díaz Lapergola, Cristina Pieroni de
Gigena, Graciela Pagliaricci de Holmberg y Evangelina Casero.
2
Cfr. Quijano, José Luis, “Misionar el tiempo y la cultura” en “Iglesia misionera hoy”, Buenos Aires, 2008.
3
Cfr. “Orientaciones y destinatarios del Congreso Internacional de Catequesis”, Roma, 2013,
http://www.isca.org.ar/congreso/destinatarios.php
1
“El contexto plural (con delegaciones provenientes de los diversos continentes) nos invitó a abrirnos a la
diversidad de planteos, situaciones y propuestas y, al mismo tiempo, a adentrarnos en nuestra propia
identidad latinoamericana. Desde allí, desde la profundidad de lo auténticamente nuestro, pudimos
imaginar, pensar, comparar y observar desde lo propio. Distintos y coexistentes escenarios
latinoamericanos se nos hicieron presentes, como animándonos en la búsqueda de una tierra prometida
más humana y más justa en la que la fe se elige y se encarna como algo propio, absolutamente vital e
irrenunciable.”4
Este escenario nos lleva a seguir pensando, no sólo en la concepción de Catequesis en términos de un
nuevo paradigma catequético, como ya venimos haciendo desde hace años, sino también en el lugar que
ella ocupa en el proceso evangelizador. Esta reflexión a la cual nos sentimos interpelados, desde hace
tiempo, se inserta hoy en el cambio de lugar que se le ha asignado a la Catequesis en el conjunto de
oficinas y organismos que integran la curia romana. En la rica sinfonía del Magisterio petrino 5
correspondiente al Año de la Fe, que culminó el domingo 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey, se
realizaron, también, algunas acciones que permiten visualizar un horizonte pastoral de renovación: la
realización del Sínodo sobre la Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe Cristiana y el traslado de
la Catequesis de la Congregación para el Clero al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización
Este cambio de lugar no es aleatorio y está cargado de sentido. “Hacer más orgánica la relación
entre la Catequesis y la Nueva Evangelización permite, ante todo, consolidar el
camino que el concilio Vaticano II ha querido expresar en modo innovador para las
diversas etapas de la misión de la Iglesia en su tarea de evangelizar. Al mismo
tiempo, ofrece al proyecto de la Nueva Evangelización un instrumento altamente
calificado para aclarar mayormente el camino que ella está llamada a recorrer. ”6 Como
instrumento privilegiado de la Nueva Evangelización, la Catequesis se interroga hoy a sí misma acerca de la
conversión que ha de experimentar en el actual contexto eclesial y cultural.
4
Cfr. Quijano, José Luis, “Una mirada latinoamericana en un encuentro europeo”, ISCA, Buenos Aires, 2008.
5
Como trasfondo y guía, nos acompañó, a lo largo del Año de la Fe, la Palabra de la Iglesia a través del Magisterio de
Benedicto XVI y de Francisco. La Carta Apostólica Porta fidei nos invitó a “redescubrir el camino de la fe para
iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Cfr. Benedicto
XVI, Porta fidei Nº 2, 11 de octubre de 2011) y la Encíclica Lumen fidei nos convocó a vivir disponibles a esa gracia
que viene de Dios. “La característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del
hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial,
tiene que venir, en definitiva, de Dios” (Cfr. Francisco, Lumen fidei Nº 4, 29 de junio de 2013).
6
S.E.R. Mons. Rino Fisichella, Artículo para la promulgación de Fides per doctrinam de Benedicto XVI, 16 de
enero de 2013. Se han transferido al Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización las competencias que, en
materia de Catequesis, la Constitución Apostólica Pastor bonus, del 28 de junio de 1988, había encomendado a la
Congregación para el Clero. Según el artículo 2 de Fides per doctrinam se transfirió, también, al Consejo Pontificio
para la Promoción de la Nueva Evangelización el Consejo Internacional para la Catequesis, creado por Pablo VI el 7
de junio de 1973. De tal Consejo asume la presidencia el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización.
2
Estar situada en el ámbito de la Congregación para el Clero implicaba un paradigma en el cual se la
concebía prioritariamente vinculada a los sacramentos. Suponía una continuidad en un camino jalonado
de "etapas" adecuadas a las distintas edades, en el que los sacramentos se insertaban como "momentos"
fuertes en el seno de una continuidad sin interrupciones. La Catequesis se asumía, casi exclusivamente,
como instrumento de preparación para la recepción de esos sacramentos.
“La relación que induce a unir ‘Nueva Evangelización’ y ‘Catequesis’ conlleva, inevitablemente, la
exigencia de una renovada interpretación del proceso catequético leído a la luz de la Nueva
Evangelización; esto supone, por lo tanto, interpretarla como herramienta de la comunidad cristiana para
ir al encuentro de los creyentes y de todos los que están buscando el sentido de la vida. Los primeros no
deberán desestimar la exigencia de una Catequesis expresada y desarrollada en clave misionera para
recuperar la fuerza del anuncio en todos los que tienen un papel activo en la comunidad cristiana. Para los
otros, la Catequesis puede convertirse en anuncio – a veces, en un primer anuncio - , para entender
gradualmente la novedad de la fe y su importancia en la vida.”7
- El “Preludio” del Congreso estuvo a cargo de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, quien afirmó categóricamente que “pensar
que la Iglesia realice un camino de Nueva Evangelización y que la Catequesis permanezca con los
mismos rasgos del pasado - aún reciente – es un riesgo que es necesario evitar…Una de las tareas
de la Nueva Evangelización consta, en primer lugar, en consolidar la fe de los cristianos más
cercanos a la comunidad. En efecto, con frecuencia parece convertirse en las brasas del fuego
ardiente, que ya no es llama viva capaz de dar apoyo a la existencia. Por diversas razones se ha
convertido en una fe débil, para muchos también insignificante para su vida, y que necesita, sin
embargo, de un renovado aliciente…”
- Luego, la Prof. Bruna Costacurta, Directora del Departamento de Teología Bíblica en la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma, contribuyó a colocar el ícono del encuentro del Resucitado con
los discípulos de Emaús, como paradigma de nuestra historia de creyentes. Lo hizo a través de la
Lectio Divina que unió a todos los participantes en un significativo momento de oración.
- Finalmente, dos relaciones para la primera jornada del Congreso: una, a cargo del Dr. Petroc
Willey, Director Adjunto del Instituto del Instituto Maryvale de Birmingham, Reino Unido, (Dios
busca al hombre y se revela). “Dios nos busca a nosotros, los hombres, para revelarse a sí
mismo. Su revelación es comunicación, la comunicación de sí mismo a nosotros. La
Catequesis es, pues, la obra preciosa de la Iglesia, que consiste en transmitir esta
Revelación. La otra, a cargo del Rvdo. Manuel José Jiménez Rodríguez, Capellán de la
Universidad Nacional de Colombia y Director del Departamento de Catequesis de la Conferencia
Episcopal de Colombia, (La Iglesia, primer sujeto de la fe). “Es urgente demostrar que la fe no
es sólo una opción individual que ocurre en la interioridad del creyente (…), que no es
7
Cfr. Mons. Rino Fisichella, “Preludio”, Congreso Internacional de Catequesis, 26 de septiembre de 2013.
3
vínculo aislado entre el yo del fiel y el Tú divino, entre el sujeto autónomo y Dios (…), que
no puede ser una mera confesión que nace del singular (LF 39). La fe cristiana no es un
hecho privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva.” (LF 22). La fe es
don de Dios y respuesta libre, pero no es un acto aislado. La fe es un acto eclesial. La
Iglesia es la primera en creer. La Iglesia es la primera que profesa al Señor en todos
lados, y con ella y en ella somos impulsados y llevados a profesar también nosotros: creo,
creemos…”
- La cuarta relación del Congreso fue titulada “Traditio et redditio Symboli. Nuestro ‘sí’ a Dios” y
estuvo a cargo del P. Robert Dodaro, O.S.A., Decano del Institutum Patristicum Augustinianum de
la Pontificia Universidad Lateranense (Roma). Esta ponencia acercó a los participantes a esta
cuestión: ¿cómo puede lograrse un adecuado equilibrio entre el respeto por la Tradición de la
Iglesia y un método y un lenguaje adaptados a los tiempos y a las culturas? A través de algunos
ejemplos se responde a esta pregunta : San Hilario de Poitiers y San Agustín cuidaron el justo
equilibrio entre los términos bíblicos tradicionales y las reformulaciones y adaptaciones de este
lenguaje para ser empleado con las poblaciones que habían sido recientemente evangelizadas y
catequizadas (inculturación teológica). Otro ejemplo emblemático es el discurso del beato
Juan XXIII, con el cual dio apertura al Concilio Vaticano II, Gaudet mater ecclesia (11 de
octubre de 1962). Se observa en él la lingüística apropiada en la puesta al día del modo en
el que son presentadas las doctrinas antiguas y modernas de la Iglesia a los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo. 8
- Por la tarde se realizaron las siguientes comunicaciones, que fueron coronadas por la Catequesis
del Papa Francisco, con la cual se puso fin a la segunda Jornada del Congreso:
https://www.dropbox.com/s/zxyl2iihpn8qo4s/Congreso%20Internacional%20de%20Catequesis%20-
%20Resumen.pdf. La síntesis de todas las relaciones y comunicaciones pueden encontrarse, a continuación del
“Preludio” de Mons. Fischella, en el sitio del ISCA. http://www.isca.org.ar/congreso/expositores.php
4
otra. La fe no es irracional, no omite la razón ni la destruye. La fe cristiana no es
un producto natural de la razón humana, pero siempre estimula la razón a abrirse
y considerar mucho más que aquello que la razón, sólo por sí misma, puede ver.”
2. Para una pedagogía del acto de fe, por el Dr. Jem Sullivan, Docente de Catequética en la
Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción de la Dominican House of Studies
(Washington, DC, USA). “La Revelación de Dios inspira no sólo el contenido de la
Catequesis, ella guía también la aplicación de los principios educativos en contextos
catequísticos diferentes. Las teorías de la educación sirven al acto de la fe en la medida en
que ellas animan la fiel transmisión del entero contenido de la Revelación y nutren la
continua conversión a Dios.”A la luz de la “original pedagogía de la fe”, esta presentación
propone tres principios pedagógicos para el acto de fe: una pedagogía teocéntrica, una
pedagogía cristocéntrica y una pedagogía eclesial. La presentación cierra, finalmente,
poniendo el acento en el rol indispensable del testimonio personal, fiel, alegre y humilde
del catequista que enriquece en forma profundamente humana la concreta aplicación de
las teorías y de los métodos educativos en la Catequesis .
3. En el río de la “Traditio Verbi”: la armonía entre Escritura, Tradición y Magisterio, a cargo
del Rvdo. Alberto Franzini, Párroco (Cremona, Italia). “Según la DV, la Revelación consiste
sobre todo en la relación dialogal, que Dios ha puesto en marcha con el hombre, con el fin
de comunicarse a sí mismo a aquél y de dar sentido pleno a la vida humana. La Revelación
no apareció sólo ‘verbis’ (comunicación de verdad), sino también ‘gestis’ (eventos),
profundamente entrecruzados entre ellos…. La Tradición y la Escritura no son tan sólo
dos fuentes documentales de la Revelación, sino que son dos testimonios que, insertos
vitalmente en el organismo eclesial, resuelven la tarea de notificar y de actualizar la
historia de la Revelación de Dios. Si la Escritura es palabra de Dios en cuanto es puesta
por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, la Tradición transmite integralmente la
Palabra de Dios.” (DV 9).”
4. Recepción del Catecismo de la Iglesia Católica en la Catequesis. Experiencias y criterios
para una plena recepción, por el Prof. Joël Molinario, Teólogo y Director adjunto del
Instituto Superior de Pastoral Catequética (París, Francia). “Benedicto XVI en Porta fidei
escribe: ‘Existe una profunda unidad entre el acto con el cual se cree y los contenidos a los
cuales damos nuestro asentimiento’. La fe es apertura del corazón al don de Dios y
fidelidad a las palabras de Dios a través de la confesión de los labios. El conocimiento de
las enseñanzas es pues insuficiente, precisa Benedicto XVI, sin la apertura del corazón que
convierte a la persona (cf. Porta fidei 10). La fe de la cual habla el CEC no es un don
abstracto en sí mismo. El conocimiento del cual se habla en el CEC es una estructura que
armoniza la fe profesada, la fe celebrada, la fe practicada y la oración: estas cuatro partes
del CEC vehiculizan el encuentro con Cristo. El lenguaje dogmático no se opone al
lenguaje de la experiencia creyente.”
- A continuación, S.E. Mons. Octavio, Ruiz Arenas, Secretario del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización, a través de una espléndida síntesis, presentó las
conclusiones del Congreso. 9
9
http://www.isca.org.ar/congreso/frutos-congreso.php
5
- Luego, la celebración del Sacramento de la Reconciliación y la Adoración Eucarística.
El Santo Padre se dirigió en dos oportunidades a los catequistas reunidos en Roma con motivo del
Congreso. Lo hizo el 27 de septiembre en el aula Pablo VI, dirigiéndose a todos los que participaban en
dicho Congreso y dos días más tarde, durante la homilía de la Misa celebrada con una muchedumbre
reunida en la Plaza San Pedro. En ambas oportunidades, focalizó su enseñanza en la identidad del
catequista. Como cuando era el Arzobispo de Buenos Aires, en estas dos oportunidades, durante el
Congreso, Francisco se dirigió a “sus catequistas”.
Los argentinos reconocimos bien su estilo y temáticas predilectas. Sin hacer teorizaciones sobre modelos
catequéticos, no se detuvo en la filigrana de una teología reservada sólo a unos pocos, no cayó en
reiteradas quejas sobre los males de este tiempo ni se entretuvo en vericuetos metodológicos.
Sencillamente, les habló a sus catequistas a quienes, con exigencia educativa de pastor les dijo: _ “Ser
catequistas es mucho más que trabajar de catequista”.
En la Catequesis del viernes 27 perfiló la identidad del catequista a partir de actitudes que manifiestan un
don invalorable: el amor de Cristo, amor que nos hace capaces del testimonio. Se trata, según manifestó
el Santo Padre de “recomenzar desde Cristo” y, para ello, precisó tres actitudes que forjan la identidad del
catequista:
- La familiaridad con Jesús: sólo unidos a Él los catequistas podremos dar fruto. Sentirnos en la
presencia del Señor y dejarnos mirar por Él. Esto constituye un modo de rezar y nos deja tener
acceso al fuego de la amistad de Cristo. Nos hace sentir que Él verdaderamente nos mira, está
cerca de nosotros y nos ama.
- Imitar a Jesús en el salir de uno mismo para ir al encuentro del otro: _”porque ¡quién pone en el
centro de la propia vida a Cristo se descentra! Más nos unimos a Jesús y Él se convierte más en el
centro de nuestra vida, más nos hace salir de nosotros mismos, nos descentra y nos abre a los
otros.” El catequista es un hombre o una mujer que, a partir de Cristo, optan por vivir una
verdadera cultura del encuentro.
- No tener miedo de ir con Jesús a las periferias: ahora en las palabras del Obispo de Roma, y
antes en las del Arzobispo de Buenos Aires, descubrimos el mismo impulso misionero que invita a
salir al encuentro de los que no creen, de quienes se alejaron y aprendieron a vivir sin fe, a pesar
de su humano e inefable anhelo de trascendencia. Y, en este reiterado llamado del Santo Padre,
una vez más, su invitación a acercarnos a las periferias, sobre todo a las periferias existenciales de
los que sufren y de los que tiene el corazón desgarrado por el sinsentido. Reiterando aquella
contundente opción expresada en sus primeros meses de pontificado, Francisco volvió a decir que
“prefiere una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma", una Iglesia inquieta, que sale, se
mueve, se cuestiona y se arriesga. Si salimos a llevar el Evangelio de Cristo con amor, Él camina
con nosotros y llega antes porque, en realidad, Él ya está en aquellas periferias a las que nosotros
nos dirigimos impulsados por su llamado.
Días más tarde, el domingo 29 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, durante la Misa, resonaban las
palabras del Profeta Amós: y“¡Ay de los que se fían de Sión,... acostados en lechos de marfil!” Y el Santo
Padre agregaba: _“Comen, beben, cantan, se divierten no se preocupan por los problemas de los demás”.
6
En términos similares Francisco se refirió, también, a aquel hombre rico del Evangelio, incapaz de
compartir de verdad la riqueza de su banquete con el pobre que aguardaba, en la puerta, un poco de
humana solidaridad.
La indiferencia y la falta de compasión nos deshumanizan. Como constatación de esta tragedia, el Papa se
detiene en este hecho que puede pasar inadvertido: ese hombre rico no tiene nombre. Esto es como no
tener rostro. Podríamos decir que las “ventanas” de su identidad están herméticamente cerradas. A
nosotros puede pasarnos lo mismo: podemos pretender ser aquello mismo que poseemos, podemos
encerrarnos en la pequeñez de nuestros propios límites y olvidarnos de dónde venimos y hacia dónde
vamos. Podemos perder la memoria de Dios. “Si falta la memoria de Dios, todo queda rebajado, todo
queda en el yo, en nuestro bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden la consistencia, ya no cuentan
nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros
perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del
Evangelio.”
El desafío de la conversión
Así como Pablo VI quiso celebrar el Año de la Fe en 1967 y concluirlo con el bello Credo del Pueblo de Dios,
como bálsamo y clarificación ante una época de crisis posconciliar, Benedicto XVI nos convocó a un
segundo Año de la Fe, iniciado el 11 de octubre de 2012, “con la intención de ilustrar a todos los fieles la
fuerza y belleza de la fe”.10 ¿Cómo no realizar un Congreso Internacional de Catequesis en Roma, en este
contexto? En el Primer Anuncio la persona da su adhesión al Señor. Comienza a descubrir la fuerza y la
belleza de la fe en su asentimiento al Kerigma que afecta su vida entera. En la Catequesis de Iniciación el
creyente realiza su unidad con el Señor, en el seguimiento que lo hace discípulo misionero y en la
Catequesis Permanente profundiza su comunión con Jesucristo, ahondando en las verdades de la fe. La
Catequesis es, siempre, “posibilidad de participación en el mismo Evento de la fe, en el mismo Evento –
Cristo”. 11
“El Motu proprio Fides per doctrinam (…), subraya que la fe necesita ser sostenida por medio de una
doctrina capaz de iluminar la mente y el corazón de los creyentes. Para tal fin la Catequesis es una etapa
que la Iglesia ha desarrollado, desde los primeros tiempos, para transmitir el contenido de la verdad que
Dios ha querido comunicarnos, y ha buscado siempre la manera de expresarse con un lenguaje que no sólo
sea apto para los tiempos, sino que llegue al corazón de la gente para que pueda conocer el misterio
revelado por Jesús.”12
“Entre las finalidades del Año de la Fe, se encuentra indicada la necesidad de recuperar la unidad
profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento (Pf, 10)
porque la fe es, ante todo, un don de Dios y una acción de la gracia que transforma el corazón del
creyente. Además, el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el
corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar
10
Cfr. PF 4.
11
Cfr. La homilía pronunciada por el Card. Mauro Piacenza durante el XII Congreso Europeo de Catequesis, 8 de
mayo de 2012.
12
Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013.
7
en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios” (Pf, 10).13 Este Congreso
nos ayudó a reflexionar en la formación de catequistas “que sean conscientes del gran don de la fe y, al
mismo tiempo, propongan el mensaje evangélico con un lenguaje que llegue al corazón del hombre y de la
mujer de hoy, para que puedan convertirse en auténticos discípulos misioneros de Cristo” 14.
En estas afirmaciones quedan implicados la Catequesis, los catequistas y la comunidad cristiana, como
verdadera catequista. La Iglesia toda posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que
han sido, especialmente, llamadas a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Toda delegación supone una
simple entrega de la tarea en sí misma, pero nunca es una entrega de la responsabilidad contenida en esa
tarea. Si la comunidad eclesial se despreocupara de su función profética, se desnaturalizaría. No sería
quien está llamada a ser. La Catequesis no es, por lo tanto, un ámbito cerrado y reservado a unos pocos
“especialistas” del anuncio.
Esta dimensión comunitaria de la Catequesis no es, ciertamente, un rasgo nuevo. De todos modos, es
preciso explicitarla con una fuerza nueva ante el hambre de comunión que se manifiesta en una sociedad
del éxito, el consumo y la soledad en medio de la masificación. Uno de los dramas del hombre de hoy es su
falta de ligazón a la realidad. No tiene dónde apoyarse. Sólo el caos y el abismo parecen abrazarlo. En esta
situación de soledad y falta de consistencia, necesita desesperadamente situarse, asirse, reencontrarse,
trascender de él mismo para ir al encuentro de los otros. Sólo esas relaciones profundas, estables, sólidas
y confiables pueden llegar a producir procesos personales de identificación como los que se realizan en el
encuentro con personas concretas que tratan de llevar, sinceramente, el cristianismo a su vida y están
dispuestos a hablar de ello con los demás y a darles testimonio. Todo esto configura un sentido llamado a
renovar la Catequesis, la Iglesia y a los catequistas, a través de un humilde y pascual proceso de conversión
que lleve a todos a gestar, animar y fortalecer una cultura y una pastoral del encuentro.
El fenómeno que algunos han denominado “modernidad psicológica”15, que pone la realización personal y
la propia libertad como valores absolutos a los cuales deben subordinarse otros valores; y el fenómeno de
la globalización, con sus evidentes resultados de pluralidad, ponen a la persona en situación de hacer su
opción religiosa en un escenario en el cual las diversas propuestas se ofrecen en un nivel de igualdad en el
que todo vale. El hombre y la mujer de hoy quedan, de este modo, en un amplísimo ámbito de libertad sin
referencias y librado a tener que elegir sin que los valores más genuinos y más connaturales a la
humanidad se le hayan mostrado, para que puedan atraerlo por su misma y real valiosidad.
Aquí la Catequesis tradicional se halla casi impedida para transmitir la fe, puesto que pretende abordar un
camino que supone una fe inicial inexistente, débil u olvidada. La multiplicidad de propuestas y la ausencia
o debilidad de referencias confunden las búsquedas religiosas. Se requiere, en estas condiciones, un
anuncio kerigmático que, muchas veces, se da falsamente como supuesto. Ante este escenario se nos
plantea, también, una conversión que acentúe el carácter misionero de la Iglesia y sus agentes, en un
contexto de Nueva Evangelización.
A un Primer Anuncio pudo haber seguido una Catequesis que no ha provocado eco en el corazón de las
personas por diversas razones. Este Primer Anuncio pudo haberse realizado, muchas veces, sin haber
logrado algún efecto significativo. Los itinerarios de los creyentes en la post – modernidad resultan a veces
caóticos y sinuosos, a pesar de haber comenzado con un buen Primer Anuncio. A veces, a un buen Primer
Anuncio puede seguir una buena Catequesis en los itinerarios de los que recomienzan su vida de fe. Todo
esto lleva a afirmar que la fe de la Iglesia no puede ser el resultado ni de una Catequesis deficiente ni de la
ausencia de un Primer Anuncio verdadero y eficaz.
“La Iglesia es el sujeto primario de la evangelización, que se preocupa por anunciar el Evangelio tanto a
los no creyentes, como también a los bautizados que viven en una indiferencia religiosa… Anuncia el
13
Cfr. Orientaciones previas al Congreso Internacional de Catequesis 2013.
14
Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013. http://www.isca.org.ar/congreso/frutos-
congreso.php
15
Por ejemplo, Juan Martín Velasco en “La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea”.
8
Evangelio, invita a la conversión y al seguimiento de Cristo y acompaña no sólo a los catecúmenos, sino
que forma y acompaña a aquellos que sirven en la Iglesia como catequistas… Hoy más que nunca es
necesario resaltar la dimensión misionera de la Catequesis, lo cual comporta una seria formación de los
catequistas. Una formación que logre conjugar el conocimiento de los contenidos de la fe y el testimonio de
vida”16
Esperamos un kairós en el cual el olvido de Dios, que hoy empuja a la humanidad hacia periferias de
mucho dolor e incertidumbre, se transforme en ocasión de “anuncio misionero. La vida cotidiana nos
mostrará dónde localizar esos patios de los gentiles, dentro de los cuales nuestras palabras se hacen no
sólo audibles, sino también significativas y curativas para la humanidad. La tarea de la Nueva
Evangelización es conducir, tanto a los cristianos practicantes, como a los que se preguntan acerca de
Dios, a percibir su llamada personal en la propia conciencia.” 17
A partir de estas conversiones a las que nos vemos interpelados, nos planteamos la irrenunciable prioridad
de repensar la formación de los catequistas. Justificamos esta afirmación a través de dos postulados:
- En la Nueva Evangelización la formación no es un objetivo, sino una condición. 18
- Una Nueva Evangelización supone una nueva Catequesis 19y, por lo tanto, nuevos catequistas.
Catequistas testigos de su fe, para que el mundo crea.
Respondiendo a esta prioridad, durante el Congreso, Mons. Octavio Ruiz Arenas nos convocó a algunos
sacerdotes de Chile, Argentina y de otros países latinoamericanos. Convenimos realizar, en el CELAM
(Colombia), en abril de 2014, un encuentro de rectores de institutos superiores de Catequética de los
países de la región, para pensar la formación de catequistas en la Nueva Evangelización.
En una línea de reciprocidad, afirmamos que “el catequista en formación, sólo si vive y hace la nueva
Iglesia logrará modelarse como un nuevo creyente, atravesado por un renovado ardor misionero que ame
y contagie al mundo de hoy, transmitiendo el don de la fe. Será, al mismo tiempo anfitrión y comensal
invitado, al banquete del Señor Jesús que celebra la fiesta de la Salvación. De esta manera podrá suscitar
y desplegar, en cada varón y mujer de su tiempo, el deseo y la apropiación de la Buena Noticia de Jesús.” 21
Estamos convocados a una catequesis del “insieme” 22, donde todos podemos recorrer itinerarios que nos
lleven a la conversión, incluso después de la conversión primera. La Iglesia evangeliza y es evangelizada.
En el Congreso se señaló que la relación “Nueva Evangelización – Catequesis” nos lleva a realizar una
nueva interpretación del proceso catequístico, en términos de Catequesis misionera. Ella es la Catequesis
16
Conclusiones del Ingreso Internacional de Catequesis Nº 1.
17
Cfr. Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, “La Nueva Evangelización para la transmisión
de la fe cristiana”, Lineamenta, Roma, 2011
18
Cfr. Mons. Octavio Ruiz Arenas, “La importancia de la formación permanente para los nuevos evangelizadores” en
las 48º Jornadas de Cuestiones Pastorales “Confesar la fe es un reto”, 2012.
19
Cfr. Mons. Rino Fisichella, “Preludio” en el Congreso Internacional de Catequesis, Roma, 2013.
20
Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013.
21
Cfr. el Documento de Apertura de las IV Jornadas Nacionales de Catequética, ISCA, 2008.
22
Esta expresión que significa “todos juntos” ha sido empleada en el número 81 del texto del I SENAC.
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cuyos interlocutores son quienes han recibido el Primer Anuncio sin que éste calara hondo en sus vidas.
Un anunció que no suscitó la fe, que no contribuyó a una primera conversión, que fue débil e ineficaz.
Según se manifestó en el mismo Congreso, la Catequesis misionera es, también, aquella cuyos
interlocutores están comprometidos con Cristo y con su Iglesia. Un anuncio en clave misionera contribuye
a que nos percatemos una y otra vez de la novedad del Evangelio, de su vigencia y de su renovada
propuesta ante distintas situaciones vitales a lo largo de nuestra existencia. Se trata de un don que no
obliga, hace superar el acostumbramiento y ayuda a crecer en la fe, desde la interioridad más
profunda de la persona, que da y reitera una y otra vez su “sí” a Dios.
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales,
de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio
para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de
su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y
permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción
de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que
brota del corazón de Cristo resucitado.”23
En sintonía con todo esto, señalamos dos perspectivas complementarias en la formación de catequistas en
la Nueva Evangelización: contribuir a promover identidades cristianas adultas y desarrollar una
competencia específica al servicio de la comunicación de la fe. Esto implica, al mismo tiempo, la
formación en la fe adulta del catequista y la formación para la comunicación de la fe. Un catequista que
crece en la fe adulta hace y renueva permanentemente la opción por el Señor Jesús, tiene un sentido de
pertenencia responsable a la Iglesia y puede captar el significado de la fe para los problemas del hombre y
de la sociedad.
La competencia comunicativa, por su parte, abarca la capacidad de acceso correcto a las fuentes de la
Catequesis con una asimilación personal y progresiva de sus contenidos fundamentales; y la capacidad de
integrar juntamente los distintos elementos (contenidos, situación de los destinatarios, contexto eclesial,
instrumentos didácticos, lenguaje, interacción), con vistas a favorecer el camino de fe de los
catequizandos. Para definir la perspectiva de la promoción de identidades cristianas adultas utilizamos
esta expresión: “la Catequesis del catequista”. En una reflexión que escribimos en 2012, con ocasión del
día del catequista, decíamos al respecto: “Para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita
hacerse destinatario de la Catequesis. Destinatario de itinerarios formativos diseñados para él, en los
cuales la educación en la fe sea intencional y sistemáticamente favorecida. En el integral entramado de
dimensiones diversas asumidas por la formación de los catequistas, tendrá un lugar privilegiado la
educación de la fe, que ha de ser sostenida, fortalecida, animada, informada y testimoniada a lo largo de
toda la vida.”24
“Una formación del catequista sólo funcional o didáctica no tiene sentido, es estéril estrategia. Al mismo
tiempo, la sola maduración de fe del catequista, sin hacerlo capaz de su tarea específica, es decir, la
dinámica comunicativa como espacio del nacer, crecer y llegar a la madurez de la fe, deja desguarnecido
el aspecto principal de su ministerio y puede quedarse en una formación espiritual ineficaz.” 25
En el Documento de Aparecida logramos vislumbrar estas dos perspectivas a través de la unidad interna
de la dinámica discípulo misionero, que atraviesa todo el documento. El discípulo se hace misionero
porque él mismo ha encarnado en su vida los valores del Maestro y su vida digna, plena y feliz en Cristo
atrae a otros que encuentran en Jesús el sentido de sus vidas.
“El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su
alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el
23
Cfr. EG Nº 2.
24
Cfr. Quijano, José Luis en http://www.isca.org.ar/images/mail/carta-catequistas/index.htm
25
Así se expresaba el Hno. Enzo Biemmi en la Asociación Española de Catequetas (AECA), diciembre de 2011.
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amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La
misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la
formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la
maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.”26
Otras dos perspectivas complementarias 27 pueden contribuir hoy a la configuración de itinerarios para la
formación de catequistas en la Nueva Evangelización: la propuesta de la fe (el catequista evangelizador
que propone la siempre atrayente novedad del Evangelio) y el cuidado de la fe (el catequista pedagogo
que enseña y acompaña en el camino de crecimiento y profundización de la fe). En palabras de Aparecida,
podríamos expresar esto mismo diciendo “el encuentro con Cristo” y “el discipulado” 28. En la mayoría de
nuestras comunidades la Catequesis está pensada y organizada en el horizonte del “cuidado de la fe”.
Muchos interlocutores del Mensaje no han tenido todavía el encuentro con Cristo que transforma su vida
y, paradójicamente, los procesos catequísticos que se les propone buscan cuidar una fe inexistente,
abandonada u olvidada. Estos interlocutores, en reiteradas ocasiones, se han acostumbrado a vivir sin fe
pero, al mismo tiempo y casi sin saberlo, están en una inquieta y persistente búsqueda religiosa.
26
Cfr. D.A. Nº 278.
27
A partir de la presentación del Hno. Enzo Biemmi en la AECA en 2011, estas perspectivas fueron resignificadas para
un contexto latinoamericano, por el Padre Quijano en el Encuentro de Comisiones Episcopales de Catequesis del Cono
Sur, organizado por el Departamento de Misión y Espiritualidad del CELAM y realizado en Buenos Aires en 2013.
28
Cfr. DA. Nº 278
29
Biemmi, Enzo, “Il secondo annuncio. La grazia di ricominciare”, Bologna, EDB, Bologna, 2011.
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