Carta A Los Catequistas. Manantiales de Agua Viva Versión 2
Carta A Los Catequistas. Manantiales de Agua Viva Versión 2
Carta A Los Catequistas. Manantiales de Agua Viva Versión 2
Hace ya varios años que, próximos al día del catequista, les hago llegar una reflexión.
“La catequesis del catequista”. http://www.isca.org.ar/images/mail/carta-
catequistas/index.htm . En este tema nos centramos en 2012, señalando que los
catequistas somos hombres y mujeres de fe, y necesitamos ser permanentemente
educados en la fe que anunciamos y profesamos.
“Cristo golpea a tu puerta”. En este año 2015, después de haber realizado una misión a
los catequistas referentes de una diócesis del conurbano bonaerense, les hago llegar
una nueva reflexión. Reiterándola año a año, se transformó este hábito en una buena
costumbre. Por eso, vuelvo a escribirles. Es como sentarnos a conversar, desgranando
ideas, algunas convicciones, experiencias y esperanzas comunes.
“El agua que yo les daré se convertirá en manantial que brotará hasta la vida eterna.”
(Cfr. Jn. 4, 14 b)
Recorrer las parroquias fue para los misioneros una verdadera experiencia espiritual:
siempre distinta, siempre única y original. En algunas de las visitas se produjo el
reencuentro entre los misioneros y los catequistas misionados. Pudieron reanudar el
vínculo. No empezaron de nuevo, sino que confirmaron el abrazo conocido, que se
remonta a tiempos atesorados. Reanudar es volver a tensar las hebras que los
mantienen siempre unidos en la misma vocación compartida. Con otros catequistas,
fue posible estrenar la cercanía del vínculo. Ellos también se abrieron al encuentro y se
reconocieron disponibles y compañeros de camino. Con todos se hizo la siempre
enriquecedora experiencia de la mutua recepción y de reconocerse en el otro.
1
Este delicado ofrecimiento generó en muchos catequistas el deseo sincero de mostrar
y contar qué estaban haciendo: las fortalezas, los aciertos, las dificultades y
debilidades de la catequesis y de los catequistas. Se abrieron carpetas, cronogramas,
relatos y agendas. Y, entonces, con fidelidad al propósito inicial, los misioneros
reencauzaban el encuentro: “Vinimos a verte a vos. ¿Cuándo comenzaste a decir ‘soy
catequista’? ¿Qué situación, anécdota o hecho puntual de tu vida como catequista
dejaron una huella en tu existencia? ¿Quisieras compartirlos? ¿Cómo iniciaste este
camino en la catequesis?”
En casi todas las visitas hubo una especie de sorpresa: se cerraron las carpetas y las
agendas, y los ojos se alzaron en la búsqueda de recuerdos significativos en la
maduración del llamado. Los rostros sonrieron, a las miradas asomaron algunas
lágrimas y comenzaron los relatos de corazón a corazón. Las historias se ofrecieron
generosamente ante los misioneros embargados por una gratitud que el Espíritu
inspiraba. Ante la presencia de tanta vida, ellos repitieron en uno y en otro encuentro:
“Vos siempre le hablás a la gente de Dios. Hoy nosotros te traemos su Palabra a vos”.
Estos catequistas referentes son también frescos como manantiales de agua viva. Han
recorrido las últimas décadas arraigados en convicciones profundas que, ante los
2
desafíos desconocidos, los mantienen despiertos y transparentes. La Palabra de Dios
resuena en la hondura de sus conciencias y allí escuchan, también, la voz significativa
de algunos catequetas que, alguna vez, les dejaron sus enseñanzas y reflexiones.
“Frente a este cambio de época se sienten llamados a hacer una lectura crítica y
esperanzada de aquellos aspectos que inciden de manera directa en la transmisión de
la fe, a fin de encontrar nuevas formas que nos permitan compartir la alegría del
encuentro con Jesús.”1Optan por navegar mar adentro en un tiempo oportuno para
animar, con nuevo dinamismo, el movimiento catequístico.
Recuerdo a Frans De Vos, gran catequeta belga que actuó en la Argentina, y afirmo
como él: “La catequesis no es un movimiento que puede estar o no en la Iglesia”. Me
permito agregar, en sintonía con el Padre Frans, que la catequesis tiene algunos rasgos
propios de los movimientos: un lenguaje específico; algunas costumbres; actitudes que
se reiteran porque son propias del perfil catequístico; una conciencia de lo colectivo o,
mejor aún, de pertenencia a la comunidad catequística y, sobre todo, una vitalidad
inusitada que congrega, contagia y da nueva vida a las vocaciones. Tiene, en definitiva,
una mística propia.
Desde una pequeña experiencia de misión en una diócesis del conurbano bonaerense,
reafirmo el valor de promover el movimiento catequístico, contribuyendo a darle
nueva vida y significado en los tiempos que corren.
1
Cfr. Departamento de Misión y Espiritualidad (CELAM) “La alegría de iniciar discípulos misioneros
en el cambio de época”, Nº 17.
2
Cfr. I SENAC, “La catequesis en clave misionera. Relación entre Primer Anuncio, iniciación cristiana
y catequesis permanente”, San Pablo, Buenos Aires, 2011, Nº 24.
3
El catequista misionero es el que anuncia el Kerigma. Con Cercanía, apertura al diálogo,
paciencia y una acogida cordial que no condena” 3 valora e invita a valorar la novedad de la fe y
la experiencia cristiana. Realiza su profesión de fe en un lenguaje existencial, interpelando la
libre y consciente respuesta de fe del catequizando. Para ello da el paso de la fe supuesta a la
fe propuesta; no se limita a nutrir una fe ya en acto, sino que trata siempre, incluso después de
la conversión inicial, de provocar el encuentro con el Señor Jesús como Buena Noticia que
cambia el orden de prioridades en la propia vida. Llama a recibir el don de Dios en condiciones
nuevas y a reencontrar contemporáneamente el gesto inicial de la evangelización: el de la
propuesta sencilla y decidida por el Evangelio de Cristo.
La mesa común
Este horizonte nos pide la formación de dirigentes Mujeres y hombres, líderes en sus
comunidades que, sin abandonar la siembra en las parroquias, recorren un itinerario
de formación alrededor de una mesa común. Esta imagen quiere expresar la
reciprocidad como nota casi esencial del proceso, en un dinamismo de ofrecer y
recibir. Todos pueden poner lo mejor de sí mismos y, al mismo tiempo, todos pueden
servirse de lo que otros miembros aportan. Esta apreciación combina, por un lado, una
sana valoración de las personas y, por otro lado, la justa esperanza de que cada uno dé
lo mejor de sí con verdadero espíritu de comunión.
3
Cfr. EG 165
4
Jn 1,39
5
Cfr. EG 165
4
Donde hay vínculos hay vida, sobre todo si los vínculos son profundos, si implican el
misterio de uno entregado generosamente al otro que lo recibe, lo enriquece y se deja
enriquecer. La formación de dirigentes, en una dinámica de reciprocidad y de vínculos,
supone sumar vida a la vida.
quijano@obispado-si.org.ar
6
Quijano, José Luis,”La transmisión de la fe, una experiencia eclesial”, recuperado de
http://www.isca.org.ar/blogdelrector/articulo.php?id=35, 2006.