Libro El Estado Constitucional Contemporáneo - MX
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DIEGO VALADÉS
MIGUEL CARBONELL
Coordinadores
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
Diego VALADÉS
Miguel CARBONELL
Palabras de Diego Valadés en la inauguración . . . . . . . . . . . XV
VII
VIII CONTENIDO
Diego VALADÉS
Miguel CARBONELL
PALABRAS DE DIEGO VALADÉS EN LA INAUGURACIÓN
funcionó cuando era necesario dar una respuesta a las reivindicaciones que
fueron motor de la Revolución. Ahí están las notables conquistas represen-
tadas por los artículos 27 y 123. La Constitución también funcionó como
instrumento para la estabilidad política y extendió los deberes prestaciona-
les del Estado al incorporar la seguridad social y reconocer diversos dere-
chos, como el de la salud y la vivienda; en una etapa siguiente se propuso
actualizar algunas instituciones, como las judiciales y municipales.
En otros aspectos la Constitución se mostró más retraída; sobre todo en
el concernido con la democracia. Por décadas el texto normó al contexto;
ahora el texto se ha desentendido del contexto. La concentración de la ri-
queza y del poder ha generado su propia inercia; la violencia no da tregua a
la sociedad ni reposo a las autoridades; la iniquidad económica perfila un
país dual, de opulencia y de miseria; la ambición de poder alcanza una di-
mensión fáustica, y el vértigo cotidiano deja sin aliento a los dirigentes y
sin oriente a los dirigidos.
La paradoja es que la Constitución haya sido en el pasado un documento
abierto y poroso que llevaba oxígeno a la sociedad, y sea en el presente un
monumento distante que estrecha el horizonte de los cambios. Que así sea,
no necesariamente es un accidente. Así parece convenir a quienes no com-
parten el sentido social y laico de la carta suprema.
Hay una corriente adversa a la pervivencia del Estado moderno en Méxi-
co. Por inverosímil que esto pueda resultar en el siglo XXI, entre nosotros se
intenta reproducir una situación hipotéticamente superada hace décadas.
Conocemos como Renacimiento al gran proceso creativo basado en la
recuperación de los modelos estéticos clásicos. La renovación de los temas
y de su tratamiento literario y plástico marcó la línea divisoria entre la
Edad Media y la Edad Moderna. También el Estado formó parte de esa for-
midable transformación. Dejando atrás el poder político fragmentado y
confesional del medioevo, la Edad Moderna presenció el surgimiento de
los Estados nacionales con un poder político secularizado.
Algunas tendencias que hoy se advierten en México, son típicamente
medievales. Hay que prestarles atención, porque es difícil distinguir si lo
reiteradamente afirmado por un alto funcionario federal es sólo un desliz
personal o corresponde a una estrategia para medir la capacidad de res-
puesta de la sociedad. Si se trata de esto último, es bueno que se advierta
que nuestra nación, cercana al bicentenario de su independencia y al cente-
nario de la Revolución que cambió su estructura jurídica y social, no puede
volver a fracturarse por un debate históricamente cerrado.
PALABRAS DE DIEGO VALADÉS EN LA INAUGURACIÓN XIX
1
2 MÓNICA BELTRÁN GAOS
1 Zamora Pierce, Jesús, Garantías y proceso penal, México, Porrúa, 1998, p. 423.
2 Cárdenas Ruiz, Marco, La presunción de inocencia, en www.derechopenalonli
ne.com.
3 Cubas Villanueva, Víctor, El proceso penal. Teoría y práctica, Palestra Editores,
1997, p. 25.
4 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 6a. ed., Madrid,
Trotta, 2004, p. 549.
¿INOCENTES O CULPABLES? 3
de garantías que ofrece en su artículo 53.1, que expresa que los derechos y
libertades reconocidos en el capítulo II del título I vinculan a todos los po-
deres públicos, añadiendo, en su apartado 2, que cualquier ciudadano podrá
recabar la tutela de las libertades reconocidas en el artículo 14, y en la sec-
ción 1a. del capítulo II del título I (artículos 15 al 29), ante los tribunales or-
dinarios, y en su caso, a través del recurso de amparo ante el Tribunal Cons-
titucional. Es decir, que la presunción de inocencia en el sistema jurídico
español goza de una posición privilegiada en el sistema de protección de
los derechos contenidos en el artículo 53, puesto que no sólo cuenta con la
garantía procedente de la jurisdicción ordinaria, sino también con la garan-
tía o tutela específica y reforzada que, sin duda, supone el recurso de amparo
constitucional.10
De igual modo que en México, en el texto constitucional español tam-
bién se hace referencia al papel desempeñado por los tratados internacio-
nales. Así, el artículo 10.2 dice: “Las normas relativas a los derechos fun-
damentales y a las libertades que la Constitución reconoce, se interpretarán
de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y
los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratifica-
dos por España”.
A tenor de lo dispuesto en este artículo, España deberá respetar el conte-
nido básico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948
(artículo 11.1), el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales de 1977 (artículo 6.2), el Pac-
to Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de 1966 (artículo
14.2), así como la interpretación de los derechos y libertades que realiza el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, plasmada en su jurisprudencia,
permitiendo también la posibilidad de acudir, en última instancia, al ampa-
ro de dicho tribunal.11
La Constitución europea, de próxima aplicación, en su artículo 108
dice: “Todo acusado se presume inocente mientras su culpabilidad no
haya sido declarada legalmente. Se garantiza a todo acusado el respeto
de los derechos de la defensa”.
12 STC 31/81.
13 El Tribunal Constitucional Español determina que “el derecho a la presunción de
inocencia no puede entenderse reducido al estricto campo del enjuiciamiento de conduc-
tas presuntamente delictivas, sino que debe entenderse también que preside la adopción
de cualquier resolución, tanto administrativa como jurisdiccional, que se base en la con-
dición o conducta de las personas y de cuya apreciación se derive un resultado sanciona-
torio para las mismas o limitativo de sus derechos (F. J 2, “in fine”).
10 MÓNICA BELTRÁN GAOS
que debe ser destruida para poder condenarnos, y la condena sólo puede
basarse en las pruebas fehacientes que hayan cursado en el proceso; por
tanto, el juez no tiene autoridad ni moral ni legal para privarnos de la pre-
sunción de inocencia, teniendo que aplicar el principio in dubio pro reo, es
decir, en caso de duda, a favor del reo, resolviéndose así el problema de la
insuficiencia de la prueba.
Bentham opina al respecto:
14 Bentham, Jeremías, Tratado de las pruebas judiciales, Buenos Aires, Ejea, 1959.
15 Zamora Pierce, Jesús, op. cit., nota 1, p. 428.
¿INOCENTES O CULPABLES? 11
20 Idem.
14 MÓNICA BELTRÁN GAOS
21 Idem.
¿INOCENTES O CULPABLES? 15
V. BIBLIOGRAFÍA
Paulo BONAVIDES*
Mas o futuro não será bem assim. Assim fora se os povos do continente
capitulassem, se desertassem o teatro de luta, se não buscassem no direito
constitucional de resistência que tanto apregoamos a força reparadora das
injustiças que padecem. Sobretudo se não achassem nesse direito, na
aderência tenaz aos seus princípios o escudo moral da causa justa que lhes
não consente abdicar a soberania em proveito de seus opressores.
O constitucionalismo social no Brasil encara com determinação, firme-
za de ânimo, discernimento dos meios de oposição, a sombria ameaça neo-
liberal de extinguir direitos que estão nas páginas da Constituição. Direitos
fundamentais da segunda geração, dificultosamente conquistados nos pré-
dios sociais da segunda metade do século passado.
Vitoriosa essa bandeira, decretar-se-á o fim da idade média do con-
tra-humanismo, ínsito à doutrina da globalização neoliberal.
** Paulo Bonavides, Curso de direito constitucional, 17a. edição, São Paulo, 2005,
pp. 571 e 572.
CONSTITUCIONALISMO SOCIAL E DEMOCRACIA PARTICIPATIVA 29
A esta altura não posso deixar de volver às palavras por mim proferidas,
em Foz do Iguaçu, ao ensejo do discurso de despedida e encerramento da
XV Conferência Nacional da Ordem dos Advogados do Brasil, em 1994,
quando ousei enunciar e teorizar aquele direito. E o fiz, entre outras consi-
derações, com os seguintes comentários:
Ontem, este era apenas um direito dos Estados, hoje tende a ser, numa
ampliação de horizontes, além de direito dos Estados, também dos cidadãos.
Demais disso, à medida que aquela fundamentalidade cresce e avulta na
consciência contemporânea das sociedades democráticas, ocorre uma as-
sociação conceitual dos direitos fundamentais ao conceito de democracia,
até fazer desta, no curso de uma evolução de sentido, a mais apurada forma
de direito fundamental, a saber, direito da quarta geração, que a dignidade
da pessoa humana ampara e alarga.
Como se vê, a democracia caminha, a largos passos, para deixar de ser
apenas forma de governo, de Estado, de república, de convivência humana
e social, de regime, ou de sistema político, para subir a um grau superlativo
de princípio, de valor e de normatividade, derivado de sua proclamação e
reconhecimento como direito da quarta geração.
Enfim, na escalada da legitimidade constitucional, o século XIX foi o
século do legislador, o século XX o século do juiz e da justiça constitucio-
nal universalizada, enquanto o século XXI está fadado a ser o século do ci-
dadão governante, do cidadão povo, do cidadão soberano, do cidadão su-
jeito de direito internacional, conforme já consta da jurisprudência do
direito das gentes. Ou ainda, do cidadão titular de direitos fundamentais de
todas as dimensões; século, por fim, que há-de de presenciar nos ordena-
mentos políticos do terceiro mundo o ocaso do atual modelo de represen-
tação e de partidos. É o fim que aguarda as formas representativas deca-
dentes. Mas é também a alvorada que faz nascer o sol da democracia
participativa nas regiões constitucionais da periferia.
LA CIUDADANÍA COMO EXCLUSIÓN
6 Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, 2a. ed., trad. de Per-
fecto Andrés Ibáñez y Andrea Greppi, Madrid, Trotta, 2001, pp. 98 y 99.
7 En este sentido se pronuncia Miguel Carbonell en el estudio introductorio que pre-
cede la obra de Kymlicka, Will y Christine, Straehle, Cosmopolitismo, Estado-nación y
nacionalismo de las minorías. Un análisis crítico de la literatura reciente, trad. de Karla
Pérez Portilla y Neus Torbisco, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2003, pp. 14 y 15.
8 Ibidem, p. 16.
LA CIUDADANÍA COMO EXCLUSIÓN 35
safío de las fronteras. Derechos humanos y xenofobia frente a una sociedad plural, Ma-
drid, Temas de Hoy, 1994, p. 135.
14 Lucas, Javier de, “Por qué son relevantes las reivindicaciones jurídico-políticas de
las minorías”, Derechos de las minorías en una sociedad multicultural, Madrid, CGPJ,
1999, p. 265.
15 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 6, pp. 117 y 118.
LA CIUDADANÍA COMO EXCLUSIÓN 37
se entre todos los pueblos de la Tierra, ha llegado hasta el punto de que una
violación del derecho, cometida en un sitio, repercute en todos los demás.
De esto se infiere que la idea de un derecho de ciudadanía mundial no es
una fantasía jurídica, sino un complemento necesario del código no escrito
del derecho político y de gentes, que de ese modo se eleva a la categoría de
derecho público de la humanidad.19
En época más reciente esta idea se sigue manteniendo. Los textos haber-
masianos también recorren el tema de la ciudadanía cosmopolita. Para Ha-
bermas, una concepción democrática del Estado de derecho puede y debe
preparar el camino al estatuto de la ciudadanía cosmopolita que hoy se per-
fila en las comunicaciones políticas a escala planetaria. Hoy en día, aconte-
cimientos como la guerra del Golfo o las transformaciones de Europa del
Este son, a decir de Habermas, acontecimientos cosmopolitas por la pre-
sencia que han adquirido en la esfera pública planetaria a través de los
mass media. El maestro germano nos hace ver, de esta forma, que la orga-
nización cosmopolita del planeta no es ya una quimera, pues la ciudadanía
nacional y la ciudadanía cosmopolita tienden a unirse en un continuum so-
cial y político.20
Otro de los elementos interesantes que se han tratado últimamente sobre
el nuevo enfoque que se debe dar a la ciudadanía, es su papel de concepto
mediador en el diálogo de una comunidad política compuesta por diversas
tradiciones culturales y discursos políticos en el establecimiento de ese mar-
co de juego solidario que pretende superar la dicotomía entre ciudadanos y
extranjeros. Ésta es la línea de argumentación que sigue David Held, al su-
gerir que uno de los retos políticos del futuro será que cada ciudadano per-
teneciente a un Estado deberá aprender a convertirse en un ciudadano cos-
mopolita también, es decir, en una persona capaz de mediación entre las
tradiciones nacionales, comunidades y estilos de vida alternativos.21
Por estas razones nos podemos dar cuenta de que una versión de la ciuda-
danía que no sea, al menos tendencialmente, un proyecto universal, no pue-
de dejar de constituir, para emplear los términos de Dahrendorf, “una penosa
cobertura del privilegio”. La tesis de la ciudadanía global o cosmopolita se
fortalece indudablemente si consideramos, otra vez con Dahrendorf, que la
19
Ibidem, p. 261.
20
Habermas, Jürgen, op. cit., nota 1, p. 137.
21
Held, David, “Regulating Globlalization? The Reinvention of Politics”, en Gid-
dens, Anthony (ed.), The Global Third Way Debate, Cambridge, Polity Press, 2001, cit.
por Valencia Saiz, Ángel, “Ciudadanía ecológica: una noción…”, p. 277.
LA CIUDADANÍA COMO EXCLUSIÓN 39
en que los límites de lo posible no vienen dados por lo real, ya que, en ma-
yor o menor grado, podemos cambiar las instituciones políticas y sociales,
y muchas otras cosas. De ahí que tengamos que apoyarnos en conjeturas y
especulaciones, y esforzarnos en sostener que el mundo social que soña-
mos es factible y puede existir realmente, si no ahora, entonces en un futu-
ro mejor, en el que una ciudadanía incluyente no sea cuestión de filantro-
pía, sino de derecho.24
24 Véanse en este sentido, pero sobre el derecho de gentes, las ideas de Rawls, John,
El derecho de gentes, trad. de Hernando Valencia Villa, Barcelona, Paidós, 2001, pp. 23
y 24.
EL DERECHO INTERNACIONAL EN LA INTEGRACIÓN
CONSTITUCIONAL. ELEMENTOS PARA UNA HERMENÉUTICA
DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
I. INTRODUCCIÓN
41
42 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
titucionalismo de corte cosmopolita y con fundamento en los derechos humanos. Cfr. Ferra-
joli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999.
4 Quizá una de las diferencias más importantes que se apuntan entre el modelo clásico
del Estado liberal y el Estado constitucional contemporáneo sea precisamente que el primero
fortaleció una construcción de cuerpos legislativos cuya validez descansaba en el procedi-
miento de creación formal de las mismas leyes, mientras que el segundo supone la construc-
ción argumentativa del derecho, a fin de obtener la coherencia constitucional de todo el or-
den jurídico; de ahí que se privilegien especialmente los procesos jurisdiccionales de defensa
o control de la constitucionalidad. Cfr. Atienza, Manuel, “El derecho como argumentación”,
en Atienza, Manuel y Ferrajoli, Luigi, Jurisdicción y argumentación en el Estado constitu-
cional de derecho, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 10 y ss.
5 Aunque en realidad la conformación jurídica estamental es propia del medievo, el
ancien régime se propuso eliminarla sin éxito al subsistir los privilegios personales bajo
esta estructura, lo que finalmente logró el Estado liberal, paradójicamente, en un punto de
confluencia entre ambos modelos más que de ruptura.
6 En relación con este proceso de construcción de un concepto decimonónico de la
mexicanidad, Jorge Alberto González Galván ha señalado: “Este proceso de nacionaliza-
ción de las poblaciones existentes al interior del territorio estatal, se caracterizó por re-
producir en México un tipo de sociedad que hablara sólo el español e interiorizara los
valores de las sociedades llamadas occidentales. Las poblaciones fueron “representadas
en el pasado o en el porvenir como si formaran una comunidad natural poseedora en sí
misma de una identidad de origen, de cultura, de interés, que trasciende a los individuos
y a las condiciones sociales”, González Galván, Jorge Alberto, “Los paradigmas consti-
tucionales y los derechos indígenas”, en Ordóñez, José Emilio (coord.), Balance y pers-
pectivas del derecho social y los pueblos indios de Mesoamérica. VII Jornadas Lasca-
sianas, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1999, p. 95.
7 Ferrajoli, op. cit., nota 3, p. 75.
EL DERECHO INTERNACIONAL EN LA INTEGRACIÓN CONSTITUCIONAL 43
8 En esta tradición identifica Paolo Grossi, la visión imperativa del derecho mo-
derno como una norma, específicamente como una “regla autorizada y autoritaria”, que
necesariamente se concreta en una sola fuente de expresión de la juridicidad que es la
ley. Cfr. Grossi, Paolo, Mitología jurídica de la modernidad, Madrid, Trotta, 2003, pp.
16 y 17.
9 En este sentido, Manuel Atienza considera incompatible la visión kelseniana con
una perspectiva argumentativa del derecho, por diversas razones, entre otras, que la pri-
mera considera a la conformación estructural del orden jurídico como un conjunto de
normas ya establecido, y a la concepción epistemológica del mismo como un objeto para
conocerse, más que una práctica en cuya construcción se participa, como ocurre en la ar-
gumentación. Cfr. Atienza, op. cit., nota 4, p. 31.
10 En el contexto europeo, me refiero a lo que Timothy Garton ha señalado como las
tres grandes “oleadas” que han cambiado el rostro de Europa para hacerla más democrá-
tica después de la Segunda Guerra Mundial. La primera, sobre el norte de Europa justo al
término de la guerra, y que empezaría por la propia Constitución de Alemania Federal; la
segunda, en los ejercicios de la década de los setenta en España y Portugal; la tercera, a
partir del derrumbe del bloque soviético, en los países de Europa del Este. Garton Ash,
Timothy, “Adelante hacia el Día de la Victoria”, suplemento “Domingo”, El País, Ma-
drid, 15 de mayo de 2005, p. 11. Por su parte, en América Latina, este fenómeno se ha
desarrollado en la apertura democrática que ha sobrevenido a la paulatina desaparición
de las dictaduras militares y de los regímenes de corte autoritario, y en donde han resul-
tado modélicos los nuevos ejercicios constitucionales, por citar ejemplos, de Brasil
(1988), Colombia (1991), Argentina (1994) o Venezuela (1999), país en el que a pesar
del magnífico texto constitucional, lamentablemente también se han presentado regresio-
nes autoritarias en los últimos años.
44 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
14 Cfr. Zagrebelsky, op. cit., nota 2, p. 49. En este sentido, por ejemplo, la Corte
Constitucional de Colombia en la Sentencia 126-98, del 1o. de abril, ha señalado en rela-
ción con los principios:
“Los principios constitucionales a pesar de tener una forma de interpretación y
aplicación diversa a las reglas, pues están sujetos a un ejercicio de ponderación, no por
ello dejan de ser normas constitucionales, por lo cual deben de ser respetadas por la
ley... Esta Corporación ha señalado que la fuerza normativa de los principios es tan cla-
ra que incluso habría que retirar del ordenamiento aquellas disposiciones que vulneran
el preámbulo, ya que éste forma parte de la Carta y goza de fuerza vinculante”. En:
http://www.ramajudicial.gov.co, consulta del 17 de diciembre de 2005.
15 Según el desarrollo que se ha conformado en la teoría del derecho contemporánea,
como teoría de la argumentación, en su vertiente de interpretación y propiamente de es-
tructura del discurso jurídico. Especialmente relevantes a este respecto son las aportacio-
nes de los teóricos a quienes se considera como representantes contemporáneos de una
teoría constitucional del derecho, como son Robert Alexy o Ronald Dworkin. Cfr. Atien-
za, op. cit., nota 4, pp. 51 y 52.
16 Una apreciación propia del Estado liberal que ha insistido en ese carácter “reac-
cional” de los derechos frente al poder avasallante del Estado y que en México ha tenido
una notable influencia tanto en la doctrina como en los criterios de los tribunales nacio-
nales. Cfr. Carbonell, Miguel, Los derechos fundamentales en México, México, CHDH-
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2004, p. 36.
17 En este sentido, Zagrebelsky apunta que en el Estado liberal los derechos han
existido en la medida que han sido creados por el legislador, y que el derecho subjetivo
del individuo con respecto a la autoridad ha consistido en invocar normas jurídicas en fa-
vor de su propio interés. Op. cit., nota 2, p. 48.
EL DERECHO INTERNACIONAL EN LA INTEGRACIÓN CONSTITUCIONAL 47
que de alguna manera ha causado ciertos desequilibrios financieros para el Estado en la aten-
ción de los derechos sociales. Sobre el tema: Molina Betancur, Carlos Mario (ed.), Corte
Constitucional, 10 años. Balance y perspectivas, Bogotá, Universidad del Rosario, 2003.
26 Considerando cuarto, foja 35, séptimo párrafo.
27 En este sentido, el colegiado señaló: “...cualquiera que se vea afectado por la inac-
ción del Estado o por actos ilegales o irregulares de éste, bajo un concepto de igualdad
de los derechos apoyados en especificar y concretar obligaciones y deberes consignados
en las normas de acción que derivan tanto de la Constitución como de tratados interna-
50 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
46 Así lo ha precisado el TEDH con respecto al CEDH en el célebre caso Irlanda vs.
Reino Unido, en sentencia de 18 de enero de 1978. En el párrafo 239 señala: “Unlike inter-
national treaties of the classic kind, the Convention comprises more than mere reciprocal
engagements between contracting states it creates, over and above a network of mutual,
bilateral undertakings, objective obligations which, in the words of Preamble, benefit from
a collective enforcement”, http://hudoc.echr.coe.int, 28 de noviembre de 2005.
47 Carbonell, Miguel, El derecho a no ser discriminado en la Constitución mexica-
na: análisis y propuesta de reforma, documento de trabajo 77, México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, diciembre de 2005, p. 27.
48 Según la expresión de Alejandro Saiz, La apertura constitucional al derecho in-
ternacional y europeo de los derechos humanos. El artículo 10.2 de la Constitución es-
pañola, Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 1999, p. 269.
56 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
61 Artículo 16.
62 Artículo 10.2.
63 Artículo 93.
64 Artículo 23, que a la letra señala: “Los tratados, pactos y convenciones relativos a
derechos humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía constitucional
y prevalecen en el orden interno, en la medida que contengan normas sobre su goce y
ejercicio más favorables a las establecidas por esta Constitución y las leyes de la Repú-
blica, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás órganos del Po-
der Público”.
65 Cfr. Ortiz, Loretta et al., Ensayos en torno a una propuesta de reforma constitu-
cional en materia de política exterior y derechos humanos, México, Porrúa-UIA, 2004.
En el mismo sentido, Carbonell, Miguel, El derecho a no ser discriminado... cit., nota
47, pp. 28 y 29.
62 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
75 En este sentido, Juan Luis Requejo señala: “De poco sirve la articulación que en la
definición del contenido de los derechos fundamentales se logra por la vía del artículo 10.2
de la Constitución, si rompiendo la lógica de una verdadera integración e sistemas normati-
vos, no se articulan también las diversas instancias de garantía que concurren en la defensa
de esos derechos una vez alcanzada su integración conceptual”, “Convenio Europeo y Tri-
bunal Constitucional. La inviable diversidad de contenidos en los enunciados de derechos
fundamentales” en Muñoz, Juan Andrés (coord.), Anuario Jurídico de la Rioja, Logroño,
Universidad de la Rioja Parlamento de la Rioja, núms. 6 y 7, 2000-2001, p. 384.
76 A la letra: “Las Altas Partes Contratantes se comprometen a acatar las sentencias
definitivas del Tribunal en los litigios en que sean partes”.
66 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
recurrir a los criterios del CEDH, que resulta más restrictivo en la protec-
ción de este derecho.79
De lo anterior se desprende una dinámica en que entran en juego los mí-
nimos establecidos en ambos espacios normativos, y la consideración de
que se promueven vías de expansión de los derechos. De poco sirve que los
tratados ostenten un nivel jerárquico constitucional, si en realidad no siem-
pre prevalece su aplicación, en atención incluso a lo que puede establecer
el propio tratado.
C) Desde el ámbito internacional, encontramos claridad en el sentido de
que el tratado debe aplicarse prima facie con preferencia al derecho inter-
no. Sin embargo, también se toman en consideración algunos criterios in-
terpretativos mediante los que se establece un equilibrio entre las tensiones
que se producen a favor de la aplicación del instrumento internacional o
hacia el orden constitucional de los propios Estados.
Criterio consensual. Implica que los tribunales internacionales acuden al
marco jurídico interno para la interpretación de los tratados, de tal suerte que
se atiende al contexto de las legislaciones domésticas para verificar la ampli-
tud o restricción de determinado derecho. Lo anterior deviene en la conside-
ración de los preceptos de derecho interno, y en algunos casos, a seguir la
propia construcción argumentativa de los operadores jurídicos nacionales a
efecto de ir fincando desde ahí su propia interpretación.80
Margen de apreciación. Esta figura parece jugar un poco en contra de la
prevalencia de los tratados, ante el hecho de que se privilegian los criterios
establecidos al interior de los Estados. Sin embargo, una visión más ponde-
rada atenderá a la construcción de un bagaje interpretativo tras telón, es de-
cir, la configuración de una jurisprudencia internacional que se abre paso
respetando las facultades de los Estados y al mismo tiempo construyendo
un tejido jurídico común. De esta forma, este principio permite que el Esta-
do establezca sus propios criterios respecto a temas de incipiente desarro-
llo en el ámbito internacional, o secundarios y de mayor atención en el ám-
81 Por ejemplo, con respecto artículo 6.1 del Convenio Europeo relativo al derecho a
un proceso equitativo y las formalidades que pueden limitarlo, tales como plazos de in-
terposición, insuficiencia en los planteamientos, invocación de preceptos no aplicables,
etcétera, en el Caso Saez Maeso vs. España, sentencia del 9 de noviembre de 2004, el
Tribunal Europeo estimó que este derecho no es absoluto e implica limitaciones, “princi-
palmente en cuanto a las condiciones de admisión de un recurso, ya que requiere por su
propia naturaleza ser regulado por el Estado, quien goza para ello de cierto margen de
apreciación” (párrafo 23, in fine).
82 “Y como añadidura aparece la realimentación entre la fuente interna y la interna-
cional, conjugadas de conformidad con el principio pro homine: para cada caso a resol-
ver hay que buscar la fuente y la norma que proveen la solución más beneficiosa y mejor
para la persona y sus derechos, tal cual lo ha propuesto la jurisprudencia de la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos”. Bidart, Germán, “Jerarquía y prelación de normas en
un sistema internacional de derechos humanos”, Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.),
Derecho procesal constitucional, México, Porrúa-Colegio de Secretarios de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, 2003, t. II, p. 1535.
83 Ayala Corao, Carlos, “La jerarquía constitucional de los tratados relativos a los de-
rechos humanos y sus consecuencias” en Méndez Silva, Ricardo (coord.), Derecho inter-
nacional de los derechos humanos. Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Dere-
cho Constitucional, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2002, p. 55.
EL DERECHO INTERNACIONAL EN LA INTEGRACIÓN CONSTITUCIONAL 69
84 Cfr. Pérez Tremps, Pablo, Escritos sobre justicia constitucional, México, Po-
rrúa-Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional, 2005, p. 103.
85 Ibidem, p. 104.
86 Ibidem, p. 110.
87 Cito de la reflexión del ministro: “Partiendo de la base de una interpretación pro-
gresiva (consistente en adaptar los textos constitucionales a la dinámica de la comuni-
dad internacional del presente) y sistemática, debe señalarse que si bien el Principio de
70 JOSÉ LUIS CABALLERO OCHOA
V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
Walter F. CARNOTA*
I. PLANTEAMIENTO INTRODUCTORIO
73
74 WALTER F. CARNOTA
Una de las áreas que registró más movimiento en todos estos años ha si-
do la concerniente a los derechos y libertades fundamentales. Este dato no
deja de entrañar en sí mismo una paradoja. La Ley 24.309, que activó el
mecanismo de reforma constitucional preveía una suerte de “petrificación
parcial” del texto de la ley fundamental destinada a los derechos, es decir,
los primeros treinta y cinco del articulado constitucional.
El constituyente revisor entendió que no podía introducir variaciones en
ese campo. Empero, agregó de todas maneras un capítulo adicional, con
objeto de incentivar la participación ciudadana (partidos políticos, iniciati-
va popular, consulta popular), de incorporar los apodados “derechos hu-
manos de tercera generación” (protección del ambiente, del usuario y del
consumidor) y de mejorar el marco garantístico debido (amparo colectivo
y habeas data).
Sin embargo, no fue sólo con este incremento como cambió el horizonte
constitucional argentino. No fue tampoco ni siquiera con nuevas o más su-
gerentes “lecturas” que pudiesen efectuarse de las tradicionales libertades
públicas, los llamados “derechos viejos con nuevos contenidos.”2 La ver-
dadera “revolución de los derechos” fue consumada por medio del famoso
artículo 75, inciso 22 de la norma base.
V. EL CONTEXTO POLÍTICO-INSTITUCIONAL
DE UN NUEVO TRIBUNAL
10 Véase Zaffaroni, Eugenio Raúl, Estructuras judiciales, Buenos Aires, 1994, p. 270.
78 WALTER F. CARNOTA
Desde 2004 la nueva Corte se ha esforzado por fijar nuevos criterios que
a la postre contribuyan a su propia consolidación institucional.
Dos frentes que se destacan son una reafirmación constante del papel
del derecho internacional de los derechos humanos, y un acento puesto en
derechos de raíz social (o de “segunda generación”).
11
Sentencia de 7 de julio de 1993. Fallos de la Corte Suprema Argentina, 316:1669.
12
Usamos la expresión empleada por Stack, John F., Jr., “Constructing Human
Rights in the Americas: Institutional Development and Practice in the New World”, en
Volcansek, Mary L. y Stack, John F., Jr., Courts Crossing Borders: Blurring the Lines of
Sovereignty, Durham, Carolina del Norte, 2005, p. 106.
13 “Banco Comercial de Finanzas”, sentencia de 19 de agosto de 2004, Fallos de la
Corte Suprema Argentina, 327:3117.
EL PAPEL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 79
21 Sobre los “Cánones en el derecho constitucional”, véase el ensayo que con ese
nombre se publica de J. M. Balkin y Sanford Levinson, en Academia. Revista sobre la
Enseñanza del Derecho en Buenos Aires, Buenos Aires, núm. 5, 2005, p. 9.
22 Véase Gialdino, Rolando, “Fuentes comparadas de la Constitución Nacional en
materia de derechos humanos. Acercamientos. Distanciamientos: el caso de los Estados
Unidos de América”, El Derecho, t. 204, 2003, p. 914.
23 Bien afirma Valadés que “Controlar al poder es una manifestación de poder”.
Véase Valadés, Diego, El control del poder, Buenos Aires, 2005, p. 17.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA COMO PARTE ESENCIAL
DEL ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO
Jorge CARPIZO*
I. LA CRISIS DE LA JUSTICIA
No obstante esas propuestas, las crisis y los debates continúan; son po-
cos los países en los cuales existe consenso sobre los órganos, procesos y
procedimientos, jurisdiccionales o judiciales, incluidos los de procuración
de justicia.
2. En esta ocasión, me concentro sobre algunos aspectos del Ministerio
Público o Ministerio Fiscal, de acuerdo con las denominaciones que reci-
be, según sus respectivos países.
La finalidad de la instrucción o averiguación previa es conocer la verdad
del caso, basada únicamente en pruebas obtenidas en forma legal, y así po-
der determinar si procede ejercer la acción penal en nombre del Estado.2
La instrucción o averiguación previa —utilizaré principalmente esta últi-
ma denominación— reviste importancia especial, porque puede restringir
la libertad de los individuos, e incluso, si no se llega a ejercer la acción pe-
nal, dicha averiguación puede traer consigo consecuencias psíquicas, so-
ciales y económicas para el afectado.3 Se está, entonces, hablando no sólo
del procedimiento penal, sino de la vigencia de los derechos humanos. El
Ministerio Público o Fiscal implica una cuestión primordial de derecho
constitucional, sin descuidar el derecho procesal penal. En consecuencia,
la mayoría de las leyes fundamentales señalan su estructura y funciones, y
garantizan a las personas una serie de derechos de seguridad jurídica.
Las atribuciones del Ministerio Público y el ejercicio de la acción penal
pueden implicar intereses y finalidades extraños a la legalidad, como que
la investigación previa o instrucción se contamine con aspectos políticos
hasta el extremo de llegar a marginar a la ley por la llamada razón de Esta-
do o por intereses particulares. Éste es el aspecto nodal de varias de las dis-
cusiones más agrias al respecto, porque se persigue, con toda razón, la neu-
tralización política de la acción penal y la distancia del Ministerio Público
de los poderes políticos del Estado, en especial del Poder Ejecutivo.
Bien dice el profesor Díez-Picazo, que la discusión en Europa respecto
al Ministerio Público se centra sobre cuál debe ser su estructura y funcio-
trucción del proceso penal por el ministerio fiscal: aspectos estructurales a la luz del dere-
cho comparado”, Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa
Rica, San José, Costa Rica, año 9, núm. 13, 1997, pp. 36-52.
2 Véanse Vogler, Richard, “Criminal Procedure in France”, John Hatchard et al.
(eds.), Comparative Criminal Procedure, Londres, The British Institute of International
and Comparative Law, 1996, p. 41; y Granados, Francisco, El Ministerio Fiscal (del pre-
sente al futuro), Madrid, Tecnos, 1989, pp. 13-19.
3 Díez-Picazo, Luis María, El poder de acusar. Ministerio Fiscal y constitucionalis-
mo, Barcelona, Ariel, 2000, p. 11.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 85
4 Ibidem, pp. 12, 17, 18, 109, 126, 133 y 134; Rolla, Giancarlo, “El Ministerio Pú-
blico en Italia: disciplina constitucional”, Pensamiento Constitucional, Lima, año VII,
núm. 7, 2000, p. 260.
5 Delmas-Marty, Mireille, Procesos penales en Europa (Alemania, Inglaterra y
País de Gales, Bélgica, Francia, Italia), Zaragoza, Edijus, 2000, p. 494.
6 Hay, D. y Zinder, F. (eds.), Policing and Prosecution in Britain, 1750-1850,
Oxford, Clarendon Press, 1989, p. 43.
7 Woischnik, Jan, Juez de instrucción y derechos humanos en Argentina. Un análi-
sis crítico del Código Procesal Penal de la Nación, Buenos Aires, Ad Hoc-Konrad Ade-
nauer Stiftung, 2003, pp. 35 y 159.
86 JORGE CARPIZO
11 Delmas-Marty, Mireille, op. cit., nota 5, pp. 424-427. Para otra perspectiva, puede
consultarse Marchena Gómez, Manuel, El Ministerio Fiscal: su pasado y su futuro, Ma-
drid, Marcial Pons, 1992, pp. 25 y 26.
12 Fix-Zamudio, Héctor, Presente y futuro del Ministerio Público en México, edición
mecanográfica, pp. 36 y 37.
90 JORGE CARPIZO
nación por parte del presidente de la República, con aprobación del Sena-
do. La propuesta de Cabrera es, en este aspecto, superior a la del PAN.14 A
partir de 1994, el presidente integra una terna y el Senado designa al minis-
tro, con una serie de modalidades, sistema que presenta inconvenientes que
preocupan.
4. El cuarto tipo de procuración de justicia lo constituye el órgano cons-
titucional autónomo. El ejemplo es Italia, país que otorgó ese status al Mi-
nisterio Público a través de una evolución, que comenzó en 1946, la que
fue asimilando la posición del fiscal a la del juez hasta alcanzar su plena in-
dependencia del Poder Ejecutivo. La Ley de Organización Judicial de
1951, intitulada “Distinción de los magistrados según sus funciones”, des-
truyó cualquier diferencia entre los fiscales y los jueces, cuya unidad de ca-
rrera y de garantías están a cargo de un Consejo superior de la magistratura,
cuyo control se encuentra en manos del Poder Judicial.
El gobierno había conservado, a través del ministro de justicia, dos fa-
cultades que perdió: a) el inicio de la acción disciplinaria, y b) la de ser oí-
do y el monopolio de iniciativa en los nombramientos no-directivos. Si
bien el Consejo Superior de la Magistratura podía no aceptar tal solicitud,
ese órgano no estaba facultado para realizar el nombramiento. La Corte
Constitucional declaró inconstitucional esa norma; entonces, el ministro
únicamente podía formular solicitudes al Consejo; su “veto” había desapa-
recido por completo en 1992. No obstante, una reforma acontecida en 2005
otorgó al ministro de justicia, de nueva cuenta, la facultad de oponerse al
nombramiento de los fiscales.
Ahora, el Ministerio Público italiano, además de la facultad de acusar, po-
see la atribución y la obligación de investigar los supuestos hechos delicti-
vos, allegarse las pruebas y dirigir a la policía judicial con esa finalidad. El
fiscal es supervisado por el juez de investigaciones preliminares, quien debe
aprobar cualquier medida que limite derechos constitucionales y, quien de-
cide, después de examinar las pruebas correspondientes, si procede o no el
comienzo del juicio y, si puede negociarse la aplicación de la pena.
Este sistema hizo innecesaria la existencia de un juez de instrucción, ra-
zón por la cual dicha figura fue eliminada del derecho italiano.15
14 Debate parlamentario: el Ministerio Público como parte del Poder Judicial. Mé-
xico, Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, L Legislatura, 1977, pp. 15-30.
15 Amodio, Ennio, Processo penale, diritto europeo e common law, dal rito inquisi-
torio al giusto processo, Milán, Giuffrè 2003, pp. 99-120, principalmente las pp.
92 JORGE CARPIZO
101-103; Díez-Picazo, Luis María, op. cit., nota 3, pp. 125-134; Delmas-Marty, Mireille,
op. cit., nota 5, pp. 431-435; Granados, Francisco, op. cit., nota 2, pp. 314-317.
16 Coussirat, Jorge A., “El Ministerio Público en la Reforma Constitucional de
1994”, Derecho constitucional de la reforma de 1994, Buenos Aires, Depalma, 1995, t.
II, pp. 314, 317, 320, 323 y 331; Woischnik, Jan, op. cit., nota 7, pp. 119, 174 y 175.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 93
18 Vogler, Richard, op. cit., nota 2, pp. 41-43, 69, 86-88; Gómez Colomer, Juan-
Luis, op. cit., nota 1, pp. 36-52; Delmas-Marty, Mireille, op. cit., nota 5, pp. 518, 519 y
529; Díez-Picazo, Luis María, op. cit., nota 3, pp. 135-139.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 95
19 Véase Fairén Guillén, Víctor, “Estudios de derecho procesal civil, penal y constitu-
cional”, La reforma procesal penal: 1990-1992, Madrid, Revista de Derecho Privado, p.
143; Gimeno Sendra, Vicente et al., Lecciones de derecho procesal penal, Madrid, Colex,
2003, pp. 177-184; Martín y Martín, José Antonio, La instrucción penal, Madrid, Marcial
Pons, 1999, pp. 92-98. Respecto a la relación juez instructor, fiscal y policía, véanse Oliva
Santos, Andrés de la et al., Derecho procesal penal, Madrid, Centro de Estudios Ramón
Areces, 2002, pp. 296 y 297. La anterior relación en procesos abreviados se puede con-
sultar en Zarzalejos Nieto, Jesús, “El nuevo proceso abreviado para delitos menores gra-
ves (Ley Orgánica 7/1988, de 28 de diciembre)”; Nuevos tribunales y nuevo proceso pe-
nal, Oliva Andrés de la Madrid, La Ley, 1989, pp. 163-178.
96 JORGE CARPIZO
20 Gómez Colomer, Juan-Luis, op cit., nota 1, pp. 36-52; Woischnik, Jan, op. cit.,
nota 7, p. 180; Hatchard, John et al., op. cit., nota 2, pp. 240 y 245; Fairén Guillén,
Víctor, “Notas sobre el proyectado Código de Proceso Penal-Modelo para Iberoaméri-
ca”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, año XXIV, núm. 70, 1991, pp.
136 y 137; Marchena Gómez, Manuel, “Aproximación descriptiva al régimen constitu-
cional del Ministerio Fiscal español”, Criminalia, México, año LXI, núm. 1, 1995, pp.
107 y 108.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 97
Con las precisiones anteriores, mis propuestas, que integran una unidad,
son las siguientes:
24 Véase García Ramírez, Sergio, “Programa de justicia penal para el nuevo gobier-
no. La síntesis”, Criminalia, México, año LXVI, núm. 2, 2000, p. 29.
25 García Ramírez, Sergio, “Programa de Justicia Penal…”, cit., nota 24, p. 32, y, en
ese mismo número de Criminalia, otro trabajo de García Ramírez, Sergio, “Notas para la
introducción y el diagnóstico…”, cit., nota 24, p. 98.
26 Véase Díez-Picazo, Luis María, op. cit., nota 3, p. 15.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 101
ral es el del Ministerio Público, cuando “está obligado a figurar como parte
en la causa, en calidad de actor”.31
Ahora bien, el órgano constitucional al que se refiere García-Pelayo es
completamente diverso de un órgano constitucional autónomo. Tan es así,
que el tratadista español señala como órganos constitucionales: al gobier-
no, al Congreso de los Diputados, al Senado, al Consejo General del Poder
Judicial y al tribunal constitucional, los que participan en la dirección polí-
tica del Estado, o sea, en la formación de la voluntad estatal.32
Las características del órgano constitucional autónomo son las siguientes:
31 Jellinek, Georg, Sistema dei diritti pubblici subbietivi, prefacio de Vittorio Ema-
nuele Orlando, Milán, Societá Editrice Libraria, 1912, pp. 245-247, 256, 258, 265 y 391.
32 García-Pelayo, Manuel, Obras completas, Madrid, Centro de Estudios Constitu-
cionales, 1991, t. III, pp. 2898 y 2899, 2905, 2910 y 2911 y 3008. Véanse Gil Rendón,
Raymundo, “¿Qué son los órganos constitucionales autónomos?”, Derecho y Cultura,
Órgano de divulgación de la Academia Mexicana para el Derecho, la Educación y la
Cultura, México, núm. 2, 2001, pp. 13-15, y Cárdenas Gracia, Jaime, “Justificación de
los órganos constitucionales autónomos”, en la misma revista citada en esta nota, pp. 17
y 18. Partido Acción Nacional, op. cit., nota 30, p. 591.
104 JORGE CARPIZO
anotado por Th. S. Renoux y M. de Villiers, con prólogo y prefacio de J. Rivero y L. Fa-
voreu, respectivamente, París, Librairie de la Cour de Cassation, 1995, pp. 504-512.
37 Coelho, Augusto Víctor, “Consejo Superior de la Magistratura. La experiencia
portuguesa”, Justicia y sociedad, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
1994, p. 74. Oliva Santos, Andrés de la, “El Consejo General del Poder Judicial en Espa-
ña”, en el mismo libro citado en esta nota, pp. 35 y 36.
38 Coussirat, Jorge A., op. cit., nota 16, p. 333.
112 JORGE CARPIZO
39 Sobre estos principios, véase Granados, Francisco, op. cit., nota 2, pp. 140-153 y
299-307.
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA 113
XII. COLOFÓN
Este tema debe ser uno de los más importantes de la reforma del Estado,
en virtud de que replantearía la relación de la sociedad con el propio go-
bierno; se fortalecería el Estado de derecho, el principio de legalidad y la
protección y respeto a los derechos humanos; en esa labor judicial, se su-
primiría cualquier elemento político o partidista que pudiera lesionar la im-
parcialidad. En esta propuesta, el fiscal se convierte en una especie de
funcionario judicial, tal y como debe ser, ya que muchas de sus decisiones
afectan el campo de libertades que la Constitución garantiza a todas las
personas en nuestro país.
En primer lugar, quiero dar testimonio, como siempre que acudo al Insti-
tuto, de sentirme en casa, la cual me ha ayudado a formarme, de la que
soy tributario absolutamente; a Diego Valadés, a quien llamo cariñosa-
mente, por muchas razones más, “jefe Diego” —cada quien escoge a su
jefe Diego en la vida— y en tercer lugar, me da gusto que nos acompañe
una persona muy brillante de Acción Nacional, con quien los priístas de-
bemos hablar y llevar adelante acuerdos, porque es un hombre que honra
la palabra y que procede, como decía el maestro Reyes Heroles, haciendo
que su acción corresponda a una serie de principios y a una serie de co-
nocimientos sólidamente adquiridos.
Dice que por joven no ha alcanzado algunas posiciones que yo ya tuve.
Yo le voy a decir que en mi pueblo, cuando uno es joven y se le ve futuro,
le dicen “joven promesa”, y cuando ya está uno de salida, como es mi caso,
se le dice “viejo”; entonces yo celebro que él sea una joven promesa de
Chihuahua y no un viejito acabado del Estado de México.
El tema que quiero tratar a la luz de la praxis del Poder Legislativo en
México es el de la división de poderes y su correlato con la responsabilidad
política.
En México, 1929 fue el año que dio un viraje al sistema constitucional
de división de poderes, porque con la decisión unilateral de Plutarco Elías
Calles para crear un partido que aglutinara a todas las fracciones revolucio-
narias, el paisaje en el que operó la Constitución de 1917 se nutrió de una
serie de elementos fácticos que no existían.
A partir de entonces, la Presidencia hiperpreciada o el presidencialismo
exacerbado o las facultades metaconstitucionales del presidente en tanto
jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe de partido hegemónico, se da duran-
te setenta años, hasta que llegamos a la alternancia de 2000.
115
116 EMILIO CHUAYFFET CHEMOR
¿Por qué el dinero? Diego alguna vez me respondió: “pero mira, ya hay
topes de los recursos públicos, ya no es el dinero el que cuenta en la elec-
ción”. A mí me parece que lamentablemente se encontraron salidas falsas
por parte de los partidos, se encarecieron las campañas, y que hoy los lími-
tes son franqueables a través de muchos mecanismos de simulación.
Las precampañas —que quién sabe quién empieza, con uno, dos, tres
años de anticipación—. Aquí los mexicanos hemos tenido gente que empe-
zó hace un año y medio a decir “quiero ser esto”, y ahí está, tiene un activo,
por lo menos un activo memorial en la conciencia del electorado gracias a
gastar dinero que no registra, porque es de precampaña, y ahí hay un ele-
mento de ventaja que no podemos desconocer en los términos del análisis
pragmático de lo que ocurre en las elecciones mexicanas.
Es dinero suave, dinero que se inyecta, y por tanto no se registra en las
estructuras de partido para formar todos estos cuadros de movilización que
bien conocemos en México y que indudablemente tiene sus efectos electo-
rales reales.
Lo ha dicho el “Peje”, que a lo que le teme es a no tener una estructura de
partido para movilizar a la gente a votar; lo han dicho los panistas, que lo
que temen es que el PRI tiene la estructura más completa (ya se nos cayó
mucho, pero bueno…) para movilizar a la gente a votar.
Creo que es fundamental, y no es una movilización ilegal. La moviliza-
ción es legal en muchísimas partes del mundo, contamos algunos con esa
estructura y otros carecen de ella, y creo también que el dinero que se in-
yecta ahí no es un dinero que esté contemplado en los gastos de campaña.
Hay que ver qué es lo que cuenta como tal y qué no.
El tema de la reelección me deja muy preocupado, porque siento que si
no modificamos las reglas del dinero en la elección, es abrir la puerta hacia
un mal mayor a aquel que queremos prevenir.
Otro tema muy importante, además del de la reelección, es el que decía
yo al inicio, del trabajo en comisiones. Las comisiones en el Congreso son
como clubes: se asiste con la regularidad que la voluntad dicta; se aporta
con la sinceridad que la espontaneidad alimenta, y no hay agenda. No sé si
pase lo mismo en el Senado. Así lo creo, pero tendré que ir al Senado a cer-
ciorarme.
Entonces, no existe un trabajo consistente en las comisiones, por el au-
sentismo, por la falta de método y por la ausencia de normas que reglamen-
ten con precisión lo que cada una de las comisiones debe hacer o lo que se
122 EMILIO CHUAYFFET CHEMOR
ejemplo, yo creo que César Jáuregui, que es hombre muy inteligente, esta-
rá de acuerdo conmigo en que debe desaparecer la lista plurinominal del
Senado de la República y dejar exclusivamente los dos senadores por esta-
do y si acaso de la primera minoría, para no romper el equilibrio numérico
de las entidades federativas.
Son las cosas que tenemos que hacer y no las hacemos, ¿y saben por qué
no? Porque quienes se oponen, incluyendo a mi partido, son las burocra-
cias partidarias. Menos curules, menos escaños, menos posibilidad de ocu-
par cuadros en las Cámaras.
Esto demanda un salto audaz y muy honesto de parte de todos los parti-
dos políticos en México, ¿qué queremos: partidocracia con chamba segura
para sus miembros más connotados o queremos funcionamiento eficaz del
Poder Legislativo en colaboración con el Ejecutivo?
Yo me atrevo a poner en la mesa, antes de pensar en modelos distintos al
del régimen presidencial, una serie de reformas en la distribución del poder
en México.
Nunca había sido diputado, había sido secretario de Gobernación, fun-
dador del IFE, gobernador de mi estado, presidente municipal, era puro
verticalismo extraordinario, maravilloso, pero llegué a la Cámara y tuve
que hablar con mis pares, hacer acuerdos y establecer una negociación, que
me gusta, sin duda alguna, el IFE me dio la posibilidad de aprenderla. Creo
que he llegado a un puesto en el que sin duda alguna me siento muy a gusto.
Cuando llegué, un amigo me hizo una broma de mal gusto, me dijo que
ser diputado es un honor que dura tres años y una vergüenza que dura toda
la vida.
Creo que no hay tal. Los diputados hemos tenido en estos últimos años
(y es mérito de todos, pero también del presidente Fox, y lo quiero dejar
asentado), un margen de libertad tal, que nos ha permitido crear y recrear
leyes e instituciones, no siempre con la fortuna de haber sido atinados. Hay
que educarse para esta libertad política y hay que educarse para el acuerdo
en un sistema tan plural como el que hoy tenemos.
Y cierro simplemente esta plática diciendo que: para que la división de
poderes sea colaboración, es necesario modificar muchas leyes mexicanas
que promueven el disenso y no el acuerdo, que fomentan incluso, que par-
tidos minoritarios bloqueen decisiones de la mayoría.
En estos días estamos discutiendo la transformación de la Procuradu-
ría General de la República y su designación a partir de una terna que pre-
124 EMILIO CHUAYFFET CHEMOR
I. INTRODUCCIÓN
125
126 DAVID CIENFUEGOS SALGADO
teria, así como a los derechos adquiridos por terceros o por integrantes de
la comunidad, al uso y disfrute preferente de los recursos naturales de los
lugares que habitan y ocupan las comunidades, salvo aquellos que corres-
ponden a las áreas estratégicas, en términos de esta Constitución. Para es-
tos efectos las comunidades podrán asociarse en términos de ley.
VII. Elegir, en los municipios con población indígena, representantes
ante los ayuntamientos.
Las Constituciones y leyes de las entidades federativas reconocerán y
regularán estos derechos en los municipios, con el propósito de fortalecer
la participación y representación política de conformidad con sus tradicio-
nes y normas internas.
VIII. Acceder plenamente a la jurisdicción del Estado. Para garantizar
ese derecho, en todos los juicios y procedimientos en que sean parte, indi-
vidual o colectivamente, se deberán tomar en cuenta sus costumbres y es-
pecificidades culturales respetando los preceptos de esta Constitución. Los
indígenas tienen en todo tiempo el derecho a ser asistidos por intérpretes y
defensores que tengan conocimiento de su lengua y cultura.
Las Constituciones y leyes de las entidades federativas establecerán
las características de libre determinación y autonomía que mejor expre-
sen las situaciones y aspiraciones de los pueblos indígenas en cada enti-
dad, así como las normas para el reconocimiento de las comunidades in-
dígenas como entidades de interés público.
B. La Federación, los estados y los municipios, para promover la igual-
dad de oportunidades de los indígenas y eliminar cualquier práctica discri-
minatoria, establecerán las instituciones y determinarán las políticas nece-
sarias para garantizar la vigencia de los derechos de los indígenas y el
desarrollo integral de sus pueblos y comunidades, las cuales deberán ser
diseñadas y operadas conjuntamente con ellos.
Para abatir las carencias y rezagos que afectan a los pueblos y comuni-
dades indígenas, dichas autoridades, tienen la obligación de:
I. Impulsar el desarrollo regional de las zonas indígenas con el propósi-
to de fortalecer las economías locales y mejorar las condiciones de vida de
sus pueblos, mediante acciones coordinadas entre los tres órdenes de go-
bierno, con la participación de las comunidades. Las autoridades munici-
pales determinarán equitativamente las asignaciones presupuestales que
las comunidades administrarán directamente para fines específicos.
II. Garantizar e incrementar los niveles de escolaridad, favoreciendo la
educación bilingüe e intercultural, la alfabetización, la conclusión de la edu-
cación básica, la capacitación productiva y la educación media superior y
superior. Establecer un sistema de becas para los estudiantes indígenas en
PUEBLOS Y COMUNIDADES INDÍGENAS 129
Datos tomados, para la segunda columna, de Olivera, Mercedes et al., La población y las
lenguas indígenas de México en 1970. Mapas y cuadros, México, UNAM, 1982, pp. 21 y
22; para la tercera columna, de la lámina La diversidad cultural de México. Los pueblos in-
dígenas y sus 62 idiomas, SEP-CNCA-INI-CIESAS-Comisión Nacional para el Conoci-
miento y Uso de la Biodiversidad, Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito.
Octubre de 1998, y para la cuarta columna, Población de 5 años y más hablante de lengua
indígena según principales lenguas, 2000, de la página web del INEGI: XII Censo General
de Población y Vivienda 2000, Bases de Datos y Tabulados de la Muestra Censal. Elabora-
ción propia.
1. Campeche
Artículo 7o. Son habitantes del Estado todas las personas que radiquen en
su territorio.
El Estado de Campeche reconoce expresamente, en términos del artícu-
lo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que el
país tiene una composición pluricultural, sustentada en la diversidad de
pueblos indígenas que se encuentran asentados y conviven en su territorio,
del cual forma parte el propio Estado.
En consecuencia, con estricto respeto a los derechos humanos en su
concepción de derecho a la existencia cultural alterna, los pueblos indíge-
nas que habitan en la entidad tienen derecho, dentro de un marco jurídico
específico, a desarrollar y fortalecer el control y disfrute de sus recursos
naturales, el uso de su lengua propia, sin limitación alguna, sus formas e
instituciones de gobierno, sus sistemas normativos y de resolución de con-
flictos, sus formas particulares de organización social y política, así como
sus diversas manifestaciones culturales.
Son objeto de protección, con la participación activa de las comunida-
des, los recursos naturales, los lugares sagrados y patrimonio cultural de
los pueblos indígenas.
Las leyes del Estado deberán establecer mecanismos que garanticen la
efectiva participación de los pueblos indígenas en los distintos ámbitos y
niveles de gobierno comunal, municipal y estatal.
El Estado garantizará que la convivencia entre los habitantes de la enti-
dad se realice en un marco de respeto y valoración a la diversidad cultural
y regulará mecanismos de sanción contra actos de discriminación hacia los
pueblos indígenas y sus integrantes.
En la educación básica que imparta el Estado será obligatoria la ense-
ñanza de una lengua indígena, en aquellas comunidades en donde la exis-
tencia de integrantes de pueblos indígenas sea de regular proporción. El
Estado apoyará el desarrollo y promoción de los conocimientos, medicina
tradicional y tecnologías indígenas.
PUEBLOS Y COMUNIDADES INDÍGENAS 141
2. Chiapas
3. Chihuahua
Artículo 8o. En todo juicio civil o penal si una de las partes es indígena las
autoridades tomarán en cuenta sus usos, costumbres y prácticas jurídicas.
En la represión de los delitos cometidos en las comunidades indígenas
entre miembros de un mismo pueblo, se respetarán los métodos e institu-
ciones utilizados tradicionalmente por el pueblo de que se trate. La ley es-
tablecerá todo lo relativo a las competencias, jurisdicciones y demás que
sea necesario para dar cumplimiento a este precepto.
Artículo 9o. Conforme a la ley, las tierras pertenecientes a los pueblos
indígenas son inalienables e imprescriptibles. La enajenación o gravamen
que tengan por objeto las tierras o aguas pertenecientes a los pueblos indí-
genas se ajustarán a lo que disponga la ley y, particularmente, acatando
los usos, costumbres y prácticas jurídicas de dichos pueblos, que deben re-
copilarse, reconocerse, garantizarse y regularse por las leyes que rigen en
materia civil dentro del Estado de Chihuahua.
Artículo 10. La educación de los pueblos indígenas será objeto de aten-
ción especial por parte del Estado. La ley establecerá los mecanismos ne-
cesarios para propiciar que aquélla se proporcione por dichos pueblos y
sea bilingüe cuando éstos así lo soliciten.
Los servicios de salud que el Estado proporcione a los pueblos indíge-
nas se planearán en coordinación con éstos, teniendo en cuenta su idioma,
usos y costumbres.
4. Coahuila
...la dignidad, la igualdad y el libre desarrollo del ser humano, los derechos
fundamentales que le son inherentes, los derechos colectivos, el garantismo
y la promoción, fomento y ejercicio de una cultura política basada en la
146 DAVID CIENFUEGOS SALGADO
5. Durango
6. Guanajuato
7. Guerrero
8. Hidalgo
9. Jalisco
Artículo 4o.
El Estado de Jalisco tiene una composición pluricultural sustentada ori-
ginalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de
poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la co-
lonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas,
culturales y políticas, o parte de ellas.
La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental
para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indí-
genas.
Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que for-
men una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y
que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.
El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá
en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional.
El reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas se hará en las
leyes reglamentarias, las que deberán tomar en cuenta, además de los prin-
cipios generales establecidos en los párrafos anteriores de este artículo,
criterios etnolingüísticos y de asentamiento físico.
A. Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y
las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a
la autonomía para:
PUEBLOS Y COMUNIDADES INDÍGENAS 149
10. México
11. Michoacán
12. Morelos
13. Nayarit
14. Oaxaca
15. Puebla
16. Querétaro
19. Sinaloa
20. Sonora
21. Tabasco
22. Veracruz
Arnaldo CÓRDOVA
Muchos, a través del tiempo, se han solazado en afirmar que todas nues-
tras instituciones no son otra cosa que malas y a veces buenas copias de to-
do lo que los europeos o los norteamericanos han inventado, y que es por
eso que nuestra Constitución ha sido tan sólo letra muerta en todos o casi
todos sus preceptos. Imitar es irrenunciable cuando se viven realidades se-
mejantes, sobre todo cuando se trata de construir un nuevo Estado, prácti-
camente de la nada y sin haber tenido las experiencias políticas y sociales
que otros pueblos, más avanzados que el nuestro, tuvieron. ¿Cuántas veces
los modernos no imitaron a los antiguos en la constante búsqueda de solu-
ciones que, muy a menudo, solían medirse con la vara de la sabiduría de la
antigüedad? Que hayamos copiado la idea de la soberanía de los revolucio-
narios franceses y, en realidad, de su gran precursor que fue Rousseau, se-
ría ridículo si no hubiéramos tenido un pueblo y una nación en formación.
Las ideas suelen anticiparse a la realidad y adaptarse perfectamente a ella
cuando la misma realidad muestra que lo está exigiendo y, a veces, la imi-
tación de las ideas busca anticiparse a la propia realidad.
Nuestra historia constitucional, por lo demás, nos ofrece una sólida tra-
dición soberanista en la que se consagra el credo de los mexicanos en su ser
nacional, diverso de los demás pueblos del mundo, independiente y deseo-
so de ser ante el mundo un pueblo igual a los demás, respetado por los de-
más y colaborador entusiasta de la convivencia pacífica de todos. Los pa-
dres de la patria mexicana —aunque se ha puesto en duda por varios
historiadores que conocieran en sus textos a los autores de la Ilustración,
en especial a los enciclopedistas y a los philosophes— sin duda alguna es-
taban al tanto de lo que se discutía y se estaba creando en el campo de las
ideas en la palestra de la política mundial. Lo notable es cómo, a lo largo de
nuestra historia política y constitucional, el tema de la soberanía y, en espe-
cial, en su forma de soberanía popular, está en el centro del pensamiento
creador que da lugar a los más diversos documentos constitucionales. El
padre Hidalgo ya habla de la “valerosa Nación Americana”, en su famoso
Bando dado en Guadalajara el 6 de diciembre de 1810. En sus “Elementos
constitucionales” de agosto de 1811, punto 5o., don Ignacio López de Ra-
yón, todavía haciendo concesión a la Corona española, establece: “La so-
beranía dimana inmediatamente del pueblo, reside en la persona del señor
don Fernando VII y su ejercicio en el Supremo Congreso Nacional Ameri-
cano”.
En su hermoso documento “Sentimientos de la nación”, del 14 de sep-
tiembre de 1813, el padre Morelos, ya sin ninguna concesión a la Corona
EL PRINCIPIO DE LA SOBERANÍA POPULAR 167
es lo mismo que el poder, pero ahora confrontado con otros poderes igual-
mente legítimos o sedicentes tales. Como defensa frente a los poderosos, la
soberanía sirve para poco, y es notable el hecho de que los poderosos son
los que menos aducen su soberanía para decidir en política internacional.
Ellos prefieren hablar de intereses, de zonas de influencia, de cuotas de
poder, de deberes y misiones a realizar en el mundo, y la verdad es que
nunca de soberanía. Y lo más estupefaciente es que consideran que los
demás, los otros poderosos y todos los débiles, deben estar de acuerdo en
ello. El respeto que se da entre los Estados no es resultado del concepto
de soberanía nacional “exterior” que, como tal, es un contrasentido. Es
resultado del acuerdo y la convivencia entre ellos y los muchos intereses
que generan las relaciones internacionales. Pedir al extranjero que respe-
te la soberanía nacional es tanto como pedirle que respete la legitimidad
del poder del Estado mexicano, lo que puede suceder, pero más a menudo
puede suceder que no lo haga, y todo estará en relación, no con nuestra so-
beranía nacional, sino con el poder que ostente nuestro Estado soberano
(no sólo armado o económico, sino político) y en los marcos del orden in-
ternacional y su derecho.
Finalmente, no podemos dejar de hacer mención de otro problema que,
sobre todo las fuerzas políticas nacionalistas de México y toda una pléyade
de intelectuales progresistas, pero no sólo ellos, han creado con sus inter-
pretaciones del artículo 27 constitucional, dando lugar a una concepción
de la soberanía nacional que encierra un sentido, como califica González
Uribe, eulogístico (como cosa sagrada). La esencia de la soberanía nacio-
nal, se pregona, radica en el artículo 27. En él se inscriben los derechos
fundamentales de la nación, y, por tanto, les parece a sus exponentes, el
verdadero sentido que debe darse a la soberanía nacional. Se trata de una
evidente mistificación sin sentido alguno. Nuestra soberanía nacional está
perfectamente definida en el artículo 39, y no significa otra cosa más de lo
que allí se dice, en relación, naturalmente, y como se ha hecho notar, con
los artículos 40 y 43. En realidad, el artículo 27 constitucional, que institu-
ye nuestro sistema de relaciones de propiedad, no tiene nada que ver con el
concepto de soberanía. Sólo establece una relación de prelación y jerarqui-
zación de las formas de propiedad en México y, en especial, la que se refie-
re a la propiedad nacional, y acota lo que es de todos, vale decir, de la na-
ción, representada por los poderes federales y, en primer término, por el
Poder Ejecutivo, y en ningún sentido indica algo que tenga que ver con la
174 ARNALDO CÓRDOVA
soberanía. Sólo delimita lo que son los intereses de la nación frente a los
demás intereses, lo que es totalmente otra cosa. Se trata, en realidad, de una
división nacional del trabajo y de una justa distribución de la riqueza de la
nación, no de señalar el titular de la soberanía, que es el pueblo y no la na-
ción, como reza el artículo 39: la propiedad, en un principio era toda de la
nación, y de ella derivó la propiedad privada, pero se conservó la propie-
dad de la nación para evitar que se diera lo que ocurrió en el porfirismo,
que toda la riqueza fuera a parar a manos de unos cuantos; por eso se insti-
tuyó, en la letra original del artículo 27, que el Estado y, en realidad, su ra-
ma ejecutiva, se hiciera cargo de la porción que se mantiene como propie-
dad de la nación para regular el desarrollo económico de la propia nación.
Desde luego, también este artículo se complementa con otros, en especial,
con el 25, el 26 y el 28, para dejar claro el papel que el Estado debe desem-
peñar en la estrategia nacional de desarrollo económico. Eso no tiene nada
que ver, como no sea de manera aleatoria, con el tema de la soberanía, que
sigue estando clara en el texto de nuestro artículo 39 constitucional.
LOS DESAFÍOS DE LA FISCALIZACIÓN ELECTORAL
DE CARA A 2006
1 Bobbio, Norberto, Teoria generale della politica, Turín, Einaudi, 1999, p. 339.
175
176 LORENZO CÓRDOVA VIANELLO
ejercicio de la libertad de prensa, con las declaraciones que los líderes po-
líticos hacen a través de los medios de comunicación...2
Hasta 1993 las reglas que regulaban las finanzas de los partidos políti-
cos habían sido pocas e insuficientes y se limitaban a las modalidades que
tenía el financiamiento público sin que se normara de manera alguna el fi-
nanciamiento de origen privado; además, los instrumentos de rendición de
cuentas eran completamente nulos. Hasta entonces nadie podía hablar con
LOS DESAFÍOS DE LA FISCALIZACIÓN ELECTORAL 179
a) Recursos públicos.
b) Ingresos provenientes de la militancia.
c) Aportaciones de simpatizantes.
d) Autofinanciamiento.
e) Rendimientos financieros.
das, tuvieron la enorme virtud de permitir conocer, por primera vez, gra-
cias a la revisión de los informes anuales y de campaña de los partidos, las
dimensiones de los recursos, públicos y privados, involucrados en las con-
tiendas electorales. Los resultados de la revisión que realizó la Comisión
de Consejeros Ciudadanos encargada de fiscalizar los informes de campa-
ña mostraron la enorme asimetría en la distribución de los recursos eroga-
dos durante el proceso electoral de 1994 por los partidos contendientes: en
las elecciones presidenciales el PRI dispuso del 71.4% del total del dinero
gastado; el PAN, 17.8%; el PRD, 6.05%; el PT, 1.15%; el PDM, 1.02%; el
PPS, 0.9%; el PFCRN, 0.87%; el PVEM, 0.56% y el PARM, 0.24% ).3
3 Becerra, Salazar et al., La mecánica del cambio político en México, México, Cal y
Arena, 2000, pp. 371 y 372. Por lo que hace al total del dinero erogado en las campañas
(no sólo en la presidencial), el resultado es aún más asimétrico: PRI, 78.28%; PAN,
10.37%; PRD, 4.73%; PPS, 1.52%; PFCRN, 1.02%; PARM, 1.28%; PDM, 1.12%; PT,
1.12% y, PVEM, 0.80%, IFE, memoria del proceso electoral federal de 1994, México,
Instituto Federal Electoral, 1995, p. 246.
LOS DESAFÍOS DE LA FISCALIZACIÓN ELECTORAL 183
4 El título completo de esa norma era Reglamento que establece los lineamientos,
formatos, instructivos, catálogos de cuentas y guía contabilizadora aplicables a los parti-
dos políticos en el registro de sus ingresos y egresos y en la presentación de sus infor-
mes, mismo que fue modificado mediante acuerdo del Consejo General del IFE, el 10 de
noviembre de 2005, para quedar como Reglamento que establece los lineamentos para la
fiscalización de los recursos de los partidos políticos nacionales.
LOS DESAFÍOS DE LA FISCALIZACIÓN ELECTORAL 193
6 Cabe señalar que el Tribunal Electoral se pronunció respecto a esa ambigüedad se-
ñalando que el IFE debía aclarar cuál era el destino final de esos recursos. Sin embargo,
a principios de febrero de 2006 el IFE aún no había hecho esa aclaración, pues aún había
recursos pendientes por ser resueltos por el TEPJF en contra del reglamento mencionado.
7 Como consecuencia de no haber alcanzado del porcentaje de votación requerido
por la ley, en 2003 perdieron su registro los partidos Alianza Social, de la Sociedad Na-
cionalista, Fuerza Ciudadana, México Posible y Liberal Mexicano.
LOS DESAFÍOS DE LA FISCALIZACIÓN ELECTORAL 195
8 Las tres entregas hacen referencia al caso de los informes en el caso de la cam-
paña para presidente de los Estados Unidos Mexicanos y deben realizarse, la primera,
el 30 de marzo del año de la elección (comprendiendo los ingresos y gastos desde el
momento de registro ante el IFE y hasta el 15 de marzo); la segunda, el 30 de mayo
(comprendiendo los ingresos y gastos desde el 16 de marzo y hasta el 15 de mayo); y la
tercera el 31 de julio (incluyendo los ingresos y gastos realizados del 15 de mayo y hasta
el cierre de la campaña electoral).
196 LORENZO CÓRDOVA VIANELLO
3. Poder Legislativo
VIII. BIBLIOGRAFÍA
David HUME1
I. PUNTO DE PARTIDA
Gráfico A
I. Posibilidad o imposibilidad de aceptar
la puesta en duda de la reforma por razo-
nes de naturaleza procesal y/o material de
Juicio sobre la constitucionalidad derecho constitucional y/o provenientes
de la reforma de la Constitución del derecho internacional.
federal de la Argentina
II. Sobre qué órgano ejercerá el control de
la enmienda.
Gráfico B
2. Proposiciones capitales
1. Significado
8 Hesse, Honrad, Escritos de derecho constitucional, 2a. ed., Madrid, CEPC, 1992,
p. 35.
9 Bidart Campos, Germán, por ejemplo, piensa que por bloque de constitucionalidad
puede entenderse, según cada sistema en cada Estado, un conjunto normativo que parte de
la Constitución, y que añade y contiene disposiciones, principios y valores que son mate-
208 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
3. Función
15 Ibidem, p. 132.
16 Supone admitir que todo tiempo es significativo para el derecho constitucional,
entendimiento que descansa, a su vez, en el presupuesto de que han de existir diversida-
des y por ende distintas calidades en los mismos.
212 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
I) Iniciación.
II) Deliberación pública y elección.
III) Producción constituyente: creación constitucional.
No corresponde considerar aisladamente ninguna de estas etapas, por-
que una relación ontológica esencial las une nítidamente. Las tres confor-
man un todo: el proceso constituyente. Cada uno de los actos cumplidos
tiene relevancia necesariamente superior a los actos cumplidos en la órbita
de los poderes constituidos. No será asombroso, por tanto, cuando más
adelante se examinen los límites al poder reformador, que lo expuesto no
sean meras murmuraciones. Con discreción, anticipo que los resultados so-
bre las aludidas indagaciones tienen punto de conexión importantísimo
con la caracterización del proceso constituyente, es decir, la naturaleza y
sentido de cada una de sus etapas.
V. INICIACIÓN
Llamo de dicho modo al conjunto de objetos que son regulados por las
disposiciones constitucionales.
214 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
Convención no está sujeta a lapso alguno, y nadie puede limitárselo después. Si, en cam-
bio, el Congreso estableciera un plazo para que la Convención constituyente desarrolle
su competencia, el vencimiento del mismo provocaría automáticamente la disolución de
la Convención, que perdería su habilitación para seguir trabajando o para prorrogar sus
sesiones. Bidart Campos, Germán J., op. cit., nota 9, p. 488.
218 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
1. Política constitucional
modo que ningún otro sujeto tiene potestad para crear ese tipo de fuente.28
Esta asignación (o reserva) de competencia que realiza la Constitución tie-
ne importantísimas consecuencias. En efecto, se dice más arriba que una de
las reglas relevantes de nuestro sistema constitucional era la referida a la
organización de los poderes. Añado, pues, que asignar competencias a los
órganos del poder se integra con las ideas de delimitación e indelegabili-
dad: la Constitución imputa una tarea a un órgano de poder —constituyen-
te o constituido—, el que debe asumirla y no cederla o transferirla, salvo
que se encuentre autorizada la delegación.29 Siguiendo hasta sus últimas
instancias los rasgos básicos del razonamiento, queda verificada la fijación
del ordenamiento, como tarea fundamental del sistema programado por la
Constitución. Es que, en tal sentido, como bien señala Hesse, “la Constitu-
ción funda competencias, creando de esta manera poder estatal conforme a
derecho con el alcance del respectivo mandato”.30 En pocas palabras: la
constitutio scripta determina que cada poder del Estado realice sus compe-
tencias dentro de las limitaciones prefijadas, evitando abuso de competen-
cias. ¿Hace falta señalar que el poder reformador queda incluido?
32 Desde el punto de vista del vocabulario, quizá haya sido Carl Schmitt quien por pri-
mera vez en la dogmática se refirió a “reformas inconstitucionales de la Constitución”:
aquellas realizadas sin la observancia del procedimiento previsto para tales revisiones. Ra-
zonablemente, pues, se apunta “desde el vocabulario”, porque, recuérdese que el jurista
alemán entendió que era inexacto caracterizar como poder constituyente la facultad atribui-
da y regulada sobre la base de una ley constitucional, de cambiar, es decir, de revisar deter-
minaciones legales constitucionales. Schmitt, Carl, op. cit., nota 24, pp. 114 y 115.
33 Vanossi, Jorge, op. cit., nota 20, p. 393.
34 Tal la definición de la “soberanía”, según el maestro Bidart Campos. Véase Bidart
Campos, Germán, Lecciones elementales de política, nota liminar de Domingo García
Belaúnde, edición al cuidado de José Palomino Manchego, Lima, Universidad Peruana
Los Andes-Asociación Peruana de Derecho Constitucional, 2002, p. 241.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 223
36 Bobbio, Norberto, Teoría general del derecho, Bogotá, Temis, 1997, p. 177.
37 Sobre el particular, añado otra buena razón expuesta por Kelsen: “Las normas de la
Constitución... no son normas jurídicas independientes y completas. Son partes integrantes
de la totalidad de las normas jurídicas que los tribunales y otros órganos han de aplicar.
Por esta razón, no puede citarse el derecho constitucional como un ejemplo de normas ju-
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 225
rídicas que no establecen sanciones... En una exposición estática del derecho, las normas
superiores que integran la Constitución se hallan, por decirlo así, proyectadas, como par-
tes en las inferiores”. Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, traducción
de Eduardo García Maynez, México, Imprenta Universitaria, 1958, p. 170.
38 La literatura es vastísima. Se indican solamente las fuentes más consultadas, inde-
pendiente, por supuesto, de las propiedades del propio modelo asumido sobre el particu-
lar en esta investigación. Para facilitar la comprensión separo en fuentes argentinas y ex-
tranjeras. Veamos.
I) Dogmática argentina: Ekmekdjian, Miguel, op. cit., nota 19, pp. 160-165; Gelli,
María Angélica, Constitución de la Nación Argentina, comentada y concordada, Buenos
Aires, La Ley, 2003, pp. 262-264; Poviña, Jorge Raúl, “El poder constituyente, los jue-
ces y la Constitución”, Revista de la Facultad de Derecho, núm. 13, 1956, pp. 227-237;
Badeni, Gregorio, op. cit., nota 18, pp. 148 y 149 y 178-183; González Calderón, Juan
A., Curso de derecho constitucional, cit., pp. 23 y 24; Bidart Campos, Germán, Tratado
elemental de derecho constitucional, op. cit., nota 10, t. I-A, pp. 488 y 489; Jiménez,
Eduardo Pablo, Derecho constitucional argentino, Buenos Aires, Ediar, 2001, t. I, pp.
239-245; Sánchez Viamonte, Carlos, Manual de derecho constitucional, Buenos Aires,
Kapelusz, 1964, p. 348; Bielsa, Rafael, Derecho constitucional, Depalma, 1959, pp.
118-126; Sagüés, Néstor, Elementos de derecho constitucional, t. I, pp. 125-130 y
402-406; y Vanossi, Jorge, Teoría constitucional, cit., nota 20, t. I, pp. 173-276.
II) Dogmática extranjera: Férnandez Segado, Francisco, El sistema constitucional
español, Madrid, Dykinson, 1992, pp. 81-88; Vega, Pedro de, La reforma constitucional y
la problemática del poder constituyente, Madrid, Tecnos, 1991, pp. 219-296; Aláez Co-
rral, Benito, Los límites materiales a la reforma de la Constitución española de 1978, op.
cit., nota 5, Torres del Moral, Antonio, Principios de derecho constitucional español,
Madrid, Universidad Complutense, 1998, pp. 137-143; García-Atance, María Victoria,
Reforma y permanencia constitucional, Madrid, CEPC, 2002, Cuadernos y Debates, pp.
173-224; Verdú, Pablo Lucas, “El problema de los cambios de la Constitución”, Boletín
Informativo del Seminario de Derecho Político de la Universidad de Salamanca, ma-
yo-junio, 1955, pp. 35-49; Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, cit., nota 14,
pp. 188-205; Bachof, Otto, Normas constitucionais inconstitucionais?, Coimbra, Livraria
226 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
4. Etimología. Sentido
Almedina, 1994; Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución, cit., nota 25, pp. 116-34;
Häberle, Peter, El Estado constitucional, cit., nota 24, pp. 129-148; Carbonell, Miguel,
Constitución, reforma constitucional y fuentes del derecho en México, México, Porrúa,
2001, pp. 243-250; González Schmal, Raúl, “¿Una reforma constitucional puede ser in-
constitucional?”, El significado actual de la Constitución, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1998, pp. 319-350; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucio-
nal mexicano, México, Porrúa, 1975, pp. 63-68; Burgoa, Ignacio, Derecho constitucional
mexicano, México, Porrúa, 1999, pp. 377-386; Fix-Zamudio, Héctor y Valencia Carmo-
na, Salvador, Derecho constitucional mexicano y comparado, Porrúa-UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 2001, pp. 105-108; Ríos Alvarado, Flavino, “Defensa a una
reforma a la Constitución”, Memoria del III Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1987, t. II, pp.
795-806; Valadés, Diego, “Reforma Constitucional en el sistema mexicano”, Los cam-
bios constitucionales, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1977, pp.
191-209; Guastini, Ricardo, Estudios de teoría constitucional, cit., nota 28, pp. 194-211;
Zagrebelsky, Gustavo, Manuale di diritto costituzionale, Turín, UTET, 2000, vol. 1, pp.
100-104; Cicconetti, Stefano Maria, Le fonti del diritto italiano, Turín, Giapichelli, 2001,
84-116, y Vergottini, Giuseppe de, Dirito costituzionale comparato, 5a. ed., Pádova,
CEDAM, 1999, pp. 206-224.
39 Cfr. Abbagnano, Incola, Diccionario de filosofía, cit., nota 6, p. 749.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 227
5. Concepto constitucional
6. Límites formales
43 Aláez Corral, Benito, op. cit., nota 39, pp. 169 y 170.
44 Ibidem, p. 171.
45 Ibidem, p. 169.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 229
46 Cfr. Hart, H. L. A., El concepto de derecho, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1992,
p. 119.
47 Véase sobre el particular, sección III. Significado y funciones, supra.
48 Cfr. Ross, Alf, “On Self Reference and Puzzle in Constitutional Law”, Mind, vol.
78, Issue 309, Oxford University Press, january 1969, p. 1.
49 Sobre la regla de reconocimiento democrática, como regla conceptual para la or-
denación estatal, remito al trabajo “Poder, democracia y configuración constitucional”,
cit., pp. 95-100.
230 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
Segundo. Debate público y elecciones, que implica las más irrestricta vi-
gencia de los derechos subjetivos constitucionales para permitir la libre deli-
beración, que antecederá al comicio. Aunque la Constitución federal no fija
plazo, entiendo que las elecciones para elegir convencionales constituyentes
deben realizarse inmediatamente de culminada la etapa del Congreso.
Tercero. Creación constitucional, cuyo racional entendimiento supone
que: a) la Convención Constituyente tiene prohibido, carece de competen-
cia, para tratar materia y eventualmente proponer reformas, sobre objetos
de regulación que no hayan sido previamente votadas, en tal sentido, por el
Congreso, razón que conlleva, además, que el cuerpo electoral no habría
tenido ocasión de expedir su apoyo o rechazo sobre el particular; b) la Con-
vención Constituyente no se encuentra obligada a reformar las materias su-
geridas por el Congreso.
Formalmente, a mi juicio, éstos son los linderos dentro de los que debe
desarrollarse la creación del poder reformador, cuya producción se halla
constitucionalmente reglada por dichas pistas. Estos linderos delimitan el
ámbito de actuación formal del proceso de reforma.
Los diferentes actos que se deben cumplir en el proceso de reforma, en-
derezados a la modificación de la Constitución, no ocurren simultánea-
mente. Ocurren en forma sucesiva. Sin esta conexión la reforma no es
constitucionalmente posible. Por tanto, es absolutamente necesario que los
actos se realicen en una secuencia específica. Además, como se ha visto
anteriormente, cada uno de estos actos que a su vez integra cada una de las
etapas del proceso de reforma, tienen un significado especial, porque hay
una disposición normativa (el artículo 30 de la CA, básicamente, pero tam-
bién coinciden las mandas del los artículos 1o., 37, 44 y 54) que determina
un sujeto y un procedimiento para que los actos tengan la valuación jurídi-
ca que se pretende adjudicárseles.
Argumentar de esta manera significa no pasar por alto, en lo más míni-
mo, el relevante papel que cumplen las reglas (que fijan el inexcusable de-
sarrollo de determinados actos) en la formación de la reforma. Analizada
en sus aspectos formales, una reforma de la Constitución federal será váli-
da cuando sea elaborada de conformidad con todas las etapas que gobier-
nan el proceso de su creación. Teniendo en cuenta lo que acabo de decir, la
validez de una reforma, en su aspecto formal, es el resultado de la obser-
vancia, más concretamente, de una mecánica constitucional, que estipula
una serie de reglas para la formación del acto. Inobservada esa secuencia o
incumplido un acto o cumplido defectuosamente, no se podrá predicar la
232 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
Conceptos básicos
52 Cfr. Bidart Campos, Germán, Derecho constitucional, Buenos Aires, Ediar, 1964,
p. 150.
53 Cfr. Aarnio, Aulis, “Las reglas en serio”, La normatividad del derecho, Barcelona,
Gedisa, 1997, p. 17.
54 Señala Kelsen que puede ocurrir que una Constitución se declare a sí misma
“eterna” o que algunos preceptos constitucionales se declaren irreformables. Desde el
punto de vista del orden jurídico estatal, único desde el que se plantea la cuestión, la
respuesta es la siguiente: del mismo modo que la violación de las normas que se refie-
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 233
tual reforma, existen muy buenas razones para sostener la existencia de lí-
mites a la reforma constitucional. Sencillamente, afirmo que las reformas
pueden generar gigantescos cambios en un sistema de gobierno y en la dis-
tribución de bienes y recursos comunitarios. Cuando un pueblo, como el
argentino, adoptó la democracia, para desprenderse de esta modalidad de
producción y respeto de la dignidad humana en que ella consiste, emplean-
do a la democracia para autodestruirse, es necesario convertir a la demo-
cracia constitucional en un sistema político de naturaleza diferente. No es
constitucionalmente admisible la reforma total de la ley mayor, aunque se
cuente con el consentimiento de la mayoría de los gobernados, si la refor-
ma instala la autocracia y/o implica que el poder de la mayoría puede,
llegado el caso, violar la soberanía de las conductas del ciudadano en su
ámbito personal.
Propongo un ejemplo. En medio de la infinita emergencia pública que
azota la evolución del Estado argentino, un movimiento político carismáti-
co, encabezado por un líder a la Providencia, obtiene el consentimiento del
pueblo para concretar una reforma, hacia un régimen de naturaleza auto-
crático, sin división de poderes ni respeto de los derechos subjetivos cons-
titucionales básicos. Voy más lejos aún. El cambio constitucional, mila-
grosamente, haría que se aminoren los efectos de la crisis económica. ¿Hay
fronteras para el cambio constitucional? ¿Podría el pueblo argentino que
ha aceptado la democracia constitucional autorizar semejante transforma-
ción política? ¿Puede el nuevo sistema jurídico afirmar que su validez deri-
va del sistema de la Constitución anterior? La Constitución no democrática
no podría hallar fundamento en la Constitución democrática, porque en el
propio proceso de emanación jurídica el pueblo, al conceder un poder ab-
soluto, renuncia al propio fundamento de la democracia: la libertad del ciu-
dadano para decidir. Ergo, la democracia no da pie para su propio suicidio;
la regla de la mayoría no concede evitar la pluralidad de las respuestas, des-
de que en el caso apuntado la decisión debería ser soportada por todos. La
democracia constitucional puede sustituirse, pero el nuevo sistema antide-
mocrático que destruye al anterior opera fuera del paradigma de validez.
En la dogmática constitucional adquiere una especial relevancia la dis-
posición incluida en el artículo 36 de la CA, por la reforma constitucional
de 1994. Regiamente dispone la norma: “Esta Constitución mantendrá su
imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza
contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán
insanablemente nulos...”. ¿Qué significa ello en la interpretación consti-
236 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
texto constitucional que dicho sistema encierra una clave para convivir con
los problemas comunitarios y, eventualmente, resolverlos. Su específica
tarea, como ideación político jurídica, es que los poderes del Estado man-
tengan como premisa la posibilidad del ciudadano de utilizar efectivamen-
te su libertad de opinión y de manifestación para fines políticos. Es que el
núcleo del ser humano como ciudadano se ve afectado si no se respeta esta
premisa antropológica y cultural, cuya consecuencia organizativa es la de-
mocracia y los derechos que derivan de ésta.58
La democracia es una forma de producción del sistema jurídico, donde
todos los ciudadanos son llamados a decidir. Por tanto, la legitimación de-
mocrática es un presupuesto o regla de reconocimiento de la organización
constitucional argentina. Se acierta al imaginar que el reconocimiento de la
democracia como regla de legitimación conlleva la existencia y garantía
del pluralismo. El pluralismo, significa —como afirmó Ignacio de Otto—
reconocer jurídicamente la posibilidad de lo otro, porque, en definitiva, de-
sechada la posibilidad misma de la identidad, la democracia no es sino la ga-
rantía de la posibilidad de todos los proyectos, un sistema en el que en princi-
pio es realizable cualquiera de ellos. Si la democracia está esencialmente
vinculada al pluralismo, está claro que se excluye la posibilidad de aplicar
los métodos democráticos a su supresión, esto es, que tal supresión no podría
llamarse decisión democrática. Afirmar lo contrario es admitir una omnipo-
tencia que se destruye, algo que no puede predicarse sin sofisma.59
La intangibilidad del pluralismo es el único contenido que una dogmáti-
ca adecuada debería defender rigurosa y decididamente contra las agresio-
nes de aquellos que impugnan la pluralidad. 60 Según dicha consideración,
la única forma de casar a la democracia es, en rigor, entendiendo y toleran-
do que no hay una única forma de ver el mundo, sino tantos modelos como
sean imaginables.
Si, apelando al proceso previsto por el artículo 30 constitucional se lle-
vase a cabo una modificación —en caso de ser imaginable— que suprimie-
se el sistema democrático, esto es, la nueva regla constitucional impondría
la eliminación de la soberanía del ciudadano para decidir en libertad y par-
58 Cfr. Häberle, Peter, El Estado constitucional, cit., nota 13, pp. 193-203.
59 Otto, Ignacio de, Derecho constitucional. Sistema de Fuentes, Barcelona, Ariel,
1987, p. 65.
60 Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos y justicia, Madrid, Trotta,
1999, pp. 14-17.
238 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
61 Cfr. Torres del Moral, Antonio, Principios de derecho constitucional español, 4a.
ed., Madrid, Servicio de Publicaciones Universidad Complutense Madrid, 1998, pp.
141-143.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 239
66 Cfr. Vega , Pedro de, La reforma constitucional y la problemática del poder cons-
tituyente, cit, nota 37, pp. 60 y 61.
67 Cfr. Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, cit., nota 36, p. 341.
68 V. Bobbio, Norberto, Teoría general de la política, cit., nota 61, p. 469.
69 Véase sobre esta definición: Ferreyra, Raúl Gustavo, “Poder, democracia y confi-
guración constitucional”, cit., nota 3, pp. 109-120.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 243
70 Cfr. Bobbio, Norberto, Teoría general de la política, cit., nota 61, p. 478 y 479.
71 En rigor de verdad se trata de un subsistema jurídico, más precisamente, el núcleo,
el portador de la cadena biológica de ADN, pero regula las propiedades básicas del siste-
ma, razón por la cual dado que la ley mayor define la concretización de la totalidad de
las reglas del sistema jurídico, en sentido débil, puede aplicarse o entreverse en la Cons-
titución la idea de sistema.
72 Cfr. Hart, H. L. A., El concepto de derecho, cit., nota 45, pp. 101 y 125-153.
244 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
73 Cfr. Garzón Váldez, Ernesto, De re cho, éti ca y po lí ti ca, Ma drid, CEPC, 1993,
p. 582.
74 Cfr. Guastini, Ricardo, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del dere-
cho, Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 319-342.
REFORMA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA 245
75 Cfr. Garzón Valdéz, Ernesto, “Las limitaciones jurídicas del soberano”, El lengua-
je del derecho, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1983, p. 179.
246 RAÚL GUSTAVO FERREYRA
78 Sostiene Josep Aguilo Regla que la “abolición” suele reservarse para la extinción
deliberada de instituciones y tiene un cierto componente de ruptura con el pasado del que
carece, por ejemplo, la derogación. Véase Regla, Josep Aguilo, “Derogación”, en Garzón
Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco J. (eds.), El derecho y la justicia, Madrid, Trotta,
1996, p. 206.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y CONTROL DE LEGALIDAD
EN MÉXICO
Héctor FIX-ZAMUDIO*
I. INTRODUCCIÓN
38. Existen algunos aspectos de frontera en los que no resulta fácil des-
lindar la constitucionalidad de la legalidad; un ejemplo es el de las normas
procesales, En este sector se pueden presentar conflictos, y al respecto los
roces y diferencias entre el Tribunal Supremo Español y el Tribunal Cons-
titucional se han dado esencialmente en cuanto a la aplicación del artículo
24 de la carta de ese país, que regula la tutela judicial efectiva.
39. En nuestro país, al quedar los tribunales colegiados de circuito a
cargo del control de legalidad en única o segunda instancia, por conducto
del amparo judicial, se han convertido en tribunales de casación, pero al
aumentar su número de manera incesante se ha producido una verdadera
maraña de interpretaciones legales, cuya única forma de unificación es
por conducto del procedimiento de contradicción de tesis a cargo de la
Suprema Corte de Justicia (artículo 197 A, de la Ley de Amparo), proce-
dimiento que se ha convertido en una tarea imposible, no obstante el gran
esfuerzo que han realizado sus integrantes.
40. Por ello, se requiere, hasta donde sea posible, realizar esa separación
necesaria entre el control de constitucionalidad y el de estricta legalidad.
Se ha reconocido por la doctrina mayoritaria que el amparo judicial consti-
tuye un recurso de casación, de tipo francés con reenvío, no obstante lo
cual se sigue hablando en la jurisprudencia y en la legislación de juicio de
garantías o juicio constitucional. Debido a esta tradición, no debemos cali-
ficar al tribunal federal como tribunal de casación, como lo propuso Emi-
lio Rabasa en el Congreso Jurídico Nacional de 1930, pues el ilustre jurista
mexicano planteaba la necesidad de suprimir radicalmente el amparo judi-
cial, para conferir a nuestra máxima institución procesal un carácter exclu-
sivamente constitucional, y si bien pretendemos lograr el mismo resultado
de reforzar las funciones constitucionales de la Suprema Corte, considera-
mos que sería muy difícil eliminar totalmente el juicio de amparo contra re-
soluciones judiciales, pero sí es posible al menos separar claramente
dentro del propio juicio de amparo la legalidad de la constitucionalidad.
41. A este respecto, debemos recordar que el ilustre procesalista italia-
no, Piero Calamandrei, cuyos estudios sobre el recurso de casación no han
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y CONTROL DE LEGALIDAD 263
podido ser superados, señalaba que esta institución procesal tenía dos fina-
lidades básicas: a) como instrumento de impugnación (recurso extraordi-
nario de legalidad), que tiene por objeto la vigilancia de la legalidad proce-
sal, y que el jurista italiano calificó de nomofilaquia, y b) en segundo lugar,
y de no menor importancia, lograr la unificación del ordenamiento jurídico
en cuanto al sector de legalidad, por medio de la centralización de su inter-
pretación. En este segundo aspecto, dicho autor subrayó que era necesario
que esa unificación debiera centralizarse en un tribunal único, ya sea un tri-
bunal supremo o corte de casación, pues si se deja a varios organismos ju-
diciales se produce una verdadera anarquía.
42. Este futuro tribunal federal tendría encomendadas las funciones de
legalidad que actualmente se encuentran en la Suprema Corte de Justicia,
es decir, la unificación de la jurisprudencia al resolver las contradicciones
de tesis entre los tribunales colegiados, y como deberá estar conformado
por salas según su materia, también las de dichas salas; las que podrían
también asumir la facultad de atracción respecto de los tribunales colegia-
dos, en los asuntos que consideren de mayor trascendencia. Con estas dos
atribuciones esenciales sería la cabeza del Poder Judicial Federal exclusi-
vamente en materia de legalidad.
43. En esta dirección, se podría señalar como ejemplo el Superior Tribu-
nal de Justicia establecido por la Constitución brasileña de 1988, y en esta
materia se podrían encontrar algunas similitudes con el Tribunal Federal
que proponemos dentro del paralelismo relativo que hemos señalado ante-
riormente, en cuanto a la transformación del Supremo Tribunal Federal en
un tribunal esencialmente constitucional (véase supra, párrafo 17). Dicho
organismo jurisdiccional está situado dentro del Poder Judicial federal, in-
mediatamente por abajo del Supremo Tribunal Federal. Dentro de las fun-
ciones esenciales de este Tribunal Superior de Justicia podemos destacar la
competencia que le fue incorporada por la reforma constitucional de 2003,
para resolver en única y última instancia las impugnaciones contra las sen-
tencias de los tribunales regionales federales y por los tribunales de los
estados, Distrito Federal y territorios, cuando los citados tribunales dicten
resoluciones que contraríen a un tratado o ley federal o les nieguen vigen-
cia; además, cuando las sentencias de dichos tribunales confieran a la ley
federal una interpretación diversa a la que se hubiese establecido por otro
tribunal (artículo 105, fracción III, de la citada carta federal brasileña).
Esta disposición está dirigida a la unificación de la interpretación en mate-
264 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO
VII. CONCLUSIONES
48. De las muy breves reflexiones anteriores podemos llegar a las si-
guientes conclusiones.
49. Primera. Para elaborar propuestas de una reforma judicial sustan-
cial, previamente debe partirse de una breve reseña histórica y tomar en
cuenta que la primera Constitución del México independiente, es decir, la
carta federal de 1824, se inspiró para organizar el Poder Judicial Federal en
el paradigma de la Constitución de los Estados Unidos, la cual estableció
una doble jurisdicción, en virtud de la que los tribunales federales y locales
se separaban al decidir sobre la aplicación de las leyes de la Federación y
las de las entidades federativas, y sólo de manera excepcional las disposi-
ciones legislativas locales podían impugnarse ante los organismos juris-
diccionales de carácter federal. Además, en ese primer documento consti-
tucional mexicano reguló la organización y competencia de los tribunales
de los estados y estableció de manera categórica que los asuntos de carác-
ter local debían plantearse y decidirse por los tribunales locales hasta su úl-
tima y definitiva instancia.
50. Segunda. Las cartas federales de 1857 y la vigente de 1917 consa-
graron también formalmente el principio de la doble jurisdicción, pero nin-
guna de ellas recogió lo dispuesto por la anterior de 1824, en el sentido de
que los asuntos judiciales de las entidades federativas debían decidirse en
los tribunales locales de manera definitiva y última. Aunado a lo anterior,
la Constitución de 1857 consagró la institución del juicio de amparo, cuyo
conocimiento y decisión correspondía a los tribunales federales con objeto
de proteger las llamadas garantías individuales (derechos humanos de ca-
rácter individual) contra las leyes o actos de cualquier autoridad que vio-
266 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO
Imer B. FLORES*
I. INTRODUCCIÓN
271
272 IMER B. FLORES
Antes que nada, cabe advertir que esta ponencia se inscribe en una de
mis líneas de investigación, conocida como “legisprudencia”, i. e. “la teo-
ría —y la práctica— de la legislación”. Ahora bien, como la palabra “legis-
lación” está afectada por la ambigüedad proceso-resultado, debemos acla-
rar que aquélla —la legisprudencia— comprende el estudio no sólo del
“proceso legislativo”, es decir, del “legislar”, sino también del “resultado
legislativo”, esto es, de la “ley”. Asimismo, connota el examen del “legis-
lador” y de la “legislatura”.4
De igual forma, debemos clarificar que si bien el término “legislación” se
usa, por lo general, en un sentido estricto, para denotar tanto la actividad que
realiza el legislador en la legislatura como el producto resultante de ella, ade-
más, se utiliza en un sentido amplio, para designar cualquier proceso o resul-
tado legislativo: desde los padres que asumen la función del legislador para
et al. (coords.), Funciones del derecho en las democracias incipientes. El caso de México,
México, Porrúa-UNAM, Facultad de Derecho, 2005, pp. 149-171.
3 Este apartado tienes sus antecedentes inmediatos en: Flores, Imer B., “Legispru-
dence: The Forms and the Limits of Legislation”, ponencia presentada en el Special
Workshop Legisprudence, en el XXII IVR World Congress, Granada, España, del 24 al
29 de mayo de 2005; y mediatos en: Fuller, Lon L., “The Forms and Limits of Adjudica-
tion”, The Principles of Social Order, Durham, North Carolina, Duke University Press,
1981, p. 87 (publicación original: Harvard Law Review, vol. 92, 1978, p. 357).
4 Véase Flores, Imer B., “The Quest for Legisprudence: Constitutionalism vs. Lega-
lism”, en Wintgens, Luc J. (ed.), The Theory and Practice of Legislation. Essays in Le-
gisprudence, Aldershot, Hampshire, Ashgate, 2005, p. 26.
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 273
1. Formas
5 En este punto seguimos a Manuel Atienza, quien afirma que los principios de ra-
cionalidad jurídica son los mismos tanto para la adjudicación como para la legislación, a
saber: racionalidad lingüística (R1); racionalidad lógico-formal o sistemática (R2); ra-
cionalidad pragmática (R3); racionalidad teleológica (R4); y racionalidad ética (R5).
Véase Atienza, Manuel, “Sociología jurídica y ciencia de la legislación”, en Bergalli, R.
(ed.), El derecho y sus realidades. Investigación y enseñanza de la sociología jurídica,
Barcelona, PPU, 1989, pp. 41-70; “Contribución a la teoría de la legislación”, Doxa, vol.
6, 1989, pp. 385-403; Contribución a la teoría de la legislación, Madrid, Tecnos, 1997, y
274 IMER B. FLORES
Por esta razón, entre las variantes de la legislación, además del caso ob-
vio de una asamblea legislativa que promulga una ley o decreto, están:
“Reasoning and Legislation”, cit., nota 4, pp. 297-317. Véase también Flores Imer B.,
“The Quest for Legisprudence…”, cit., nota 4, pp. 37 y 38; y “Legisprudence: The
Forms and the Limits of Legislation”, cit., nota 3.
6 Southern Pacific vs. Jensen, 244 U.S. 205, 221 (1917): “I recognize without hesi-
tation that judges do and must legislate, but they can do so only interstitially”. La traduc-
ción es nuestra.
7 Hart, H. L. A., The Concept of Law, Oxford, Oxford University Press, 1961, p.
200: “Laws require interpretation if they are to be applied to concrete cases, and once the
myths which obscure the nature of the judicial processes are dispelled by realistic study,
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 275
Las normas jurídicas exigen interpretación para ser aplicadas a los casos
concretos, y una vez que el estudio realista disipa los mitos que oscure-
cen la naturaleza de los procesos judiciales, se hace patente… que la tex-
tura abierta del derecho deja un vasto campo para una actividad creadora
que algunos llaman legislativa.
it is patent… that the open texture of law leaves a vast field for a creative activity which
some call legislative” (hay versión en español: El concepto de derecho, trad. Genaro R.
Carrió, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1963, p. 252) (hay 2a. ed. con “Postscript”, 1994,
p. 205; y versión en español: Post scriptum a El concepto de derecho, trad. Rolando Ta-
mayo y Salmorán, México, UNAM, 2000.) Cfr. Hart, H. L. A., “American Jurisprudence
through English Eyes: The Nightmare and the Noble Dream”, Essays in Jurisprudence
and Philosophy, Oxford, Clarendon Press, 1983, p. 128 (hay versión en español: “Una
mirada inglesa a la teoría del derecho norteamericana: la pesadilla y el noble sueño”,
trad. José Juan Moreso y Pablo Eugenio Navarro, en Casanovas, Pompeu, y Moreso, Jose
Juan (eds.), El ámbito de lo jurídico. Lecturas de pensamiento jurídico contemporáneo,
Barcelona, Crítica, 1994, pp. 327-350) (Publicación original: Georgia Law Review, vol.
11, núm. 5, 1977).
8 En el contexto de la polémica entre el rey James I —castellanizado Jacobo I— y
sir Edward Coke —o Cook—, en la cual éste en su calidad de juez advertía que aquél por
más monarca o soberano que fuera no tenía un poder ilimitado, sir Francis Bacon escri-
bió uno de sus celebérrimos ensayos —en concreto el que versa “Sobre la judicatura”—,
que comienza con una recomendación: “Los jueces jamás deben olvidar que su oficio es
jus dicere y no jus dare; es decir, que su oficio es interpretar y aplicar la ley, y no hacer-
la o imponerla como comúnmente se dice”. Véase Bacon, Francis, “Of Judicature”,
Essays, Londres, Everyman, 1994, p. 141: “Judges ought to remember that their office is
jus dicere, and not jus dare; to interpret law, and not to make law, or give law” (hay ver-
sión en español: “Sobre los deberes de los jueces”, Ensayos sobre moral y política, trad.
Arcadio Roda Rivas, México, UNAM, 1974, p. 226). Véase también Flores, Imer B.,
“The Quest for Legisprudence…”, cit., nota 4, pp. 43-45.
9 Véase por ejemplo, Fuller, Lon L. “The Forms and Limits of Adjudication”, cit.,
nota 3, p. 96: “The proper province of adjudication is to make an authoritative determi-
nation of questions raised by claims of right and accusations of fault or guilt” (“La pro-
vincia propia de la adjudicación es tomar determinaciones autoritativas acerca de las pre-
guntas formuladas por disputas de derechos y acusaciones de culpa o dolo”). La
traducción es nuestra.
276 IMER B. FLORES
Lo que cuestiono son dos cosas: primera, la idea de que los juzgadores
legislan o bien que deban o puedan legislar, i. e. crear normas generales,
abstractas, impersonales y permanentes, no la idea de que de alguna forma
crean derecho, ya sea una norma individualizada, por un lado, o un criterio
o precedente, por otro; y segunda, la idea de que como lo hacen de modo
10 Flores, Imer B., “Apuntes para una teoría —y práctica— del derecho judicial:
Algunas reflexiones críticas sobre técnica jurídica”, Reforma Judicial. Revista Mexicana
de Justicia, núm. 7, enero-junio de 2006, pp. 3-25.
11 Véase Kelsen, Hans, La garantía jurisdiccional de la Constitución (la justicia
constitucional), trad. de Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, 2001, p. 54:
“Por más que pueda distinguirse, la diferencia entre la función jurisdiccional y la función
legislativa, consiste, ante todo, en que ésta crea normas jurídicas generales, en tanto que
la otra no crea sino normas individuales” (esta versión en español apareció por primera
vez en Anuario Jurídico, México, UNAM, 1974, pp. 471-515).
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 277
2. Límites
12 Cfr. Fuller, Lon L., “The Case of the Speluncean Explorers”, Harvard Law Re-
view, vol. 112, núm. 8, 1999, p. 1858 (publicación original: 1949; y hay versión en espa-
ñol: El caso de los exploradores de cavernas, Genaro R. Carrío, Buenos Aires, Abele-
do-Perrot, 1961, p. 31). (Reproducido en Suber, Peter, The Case of the Speluncean
Explorers. Nine New Opinions, Londres, Routledge, 1998, p. 14).
13 Ibidem, p. 1859: “The correction of obvious legislative errors or oversights is not
to supplant the legislative will, but to make that will effective” pp. 14 y 32).
278 IMER B. FLORES
14 Por supuesto que el hecho de que estas decisiones sean primordialmente políticas
no quiere decir que algunas no sean a la vez técnicas —o tengan componentes técni-
cos— ni que no tengan que cumplir con los principios de racionalidad jurídica. Véase
Flores, Imer B., “The Quest for Legisprudence…”, cit., nota 4, pp. 37-38; y “Legispru-
dence: the Forms and the Limits of Legislation”, cit., nota 3. Véase también la ponencia
de Mora-Donatto, Cecilia, presentada en esta mismo obra.
15 Cfr. Hart, H. L. A., The Concept of Law, cit., nota 7, pp. 121-132 , pp. 155-169,
pp. 124-136.
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 279
16 Véase Fuller, Lon L., The Morality of Law, 2a. ed., New Haven, Yale University
Press, 1969, p. 39 (hay versión en español de la 1a. ed.: Navarro, Francisco, La moral del
derecho, México, Trillas, 1967). “Implicit Elements in Made Law”, The Anatomy of
Law, Nueva York, Frederick A. Praeger, 1968, pp. 91-110 (una selección fue reproduci-
da como: “The Implicit Laws of Lawmaking”, en Winston, Kenneth I. (ed.), The Princi-
ples of Social Order. Selected Essays of, Lon L. Fuller, Durham, North Carolina, Duke
University Press, 1981, pp. 158-168.
17 Véase Bobbio, Norberto, “Le bon législateur”, en Hubien, Hubert (ed.), Le rai-
sonnment juridique/Legal Reasoning/Die jurisdiche argumentation, Bruselas, Établisse-
ments Émile Bruylant, 1971, pp. 243-249.
18 Nótese que esto no quiere decir que los jueces no sean democráticos ni representa-
tivos por el simple hecho de no ser electos, lo cual es un hecho meramente contingente.
Es más, ser electos no es condición necesaria ni mucho menos suficiente para ser demo-
cráticos o representativos. Cfr. Flores, Imer B., “Assessing Democracy and Rule of Law:
Access to Justice”, en Peczenik, Aleksander (ed.), Proceedings of the 21st IVR World
Congress, Lund, Suecia, 12-17, agosto de 2003, Part I: Justice, Stuttgart, Franz Steiner
Verlag, 2004, pp. 151 y 152, y “Constitución, democracia y derecho: teoría constitucio-
nal y valores constitucionales”, Revista del Instituto de la Judicatura Federal, núm. 15,
2003, pp. 150-153 [hay una versión revisada en Serrano Migallón, Fernando (coord.),
Estudios jurídicos en homenaje a Antonio Martínez Baez, México, Porrúa-UNAM, Fa-
cultad de Derecho, 2004, pp. 134-137].
280 IMER B. FLORES
réplica de éste Wer soll der Hütter der Verfassung sein? —i . e. “¿Quién
debe ser el Protector de la Constitución?”—19 esta atribución —la de prote-
ger la Constitución— ha recaído por lo general en poderes u órganos juris-
diccionales, a la sazón: en el Poder Judicial, ya sea en la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, como en el caso de México; en un Tribunal Constitu-
cional, como en el caso de España; o bien, en lo que ha dado lugar a una
fórmula mixta, en una sala constitucional o de constitucionalidad, como en
el caso de Colombia.
Hasta ahí —a partir de las semejanzas entre la promulgación de la ley y
la realización de la reforma constitucional— no hay problema para conce-
bir tanto a una como la otra como objeto de control constitucional. Ahora
bien, las diferencias entre ambas parecen sugerir que el control de constitu-
cionalidad de una reforma constitucional queda o puede quedar en entredi-
cho. Al respecto, debemos traer a colación al menos dos distinciones:
La primera entre el titular de la facultad legislativa, es decir, el órgano o
Poder Legislativo —un poder constituido— y el de la facultad reformato-
ria, esto es el órgano o poder revisor de la Constitución, el mal llamado
“constituyente permanente”,20 un poder constituido, conformado por dos
poderes constituidos, a saber: el Legislativo y el federativo.
La segunda, entre el procedimiento en uno y otro caso, en México, aun-
que ambos parten del procedimiento legislativo ordinario, en la reforma
constitucional —como un procedimiento dificultado diverso al legislativo
ordinario y como tal extraordinario, aunque ciertamente parte de aquél—
se requiere además de una votación calificada de dos terceras partes, así
como la mayoría (simple) de las legislaturas de los estados.21
Por una parte, en lo referente al mal llamado “poder constituyente per-
manente”, también caracterizado como “poder constituyente constituido,
derivado o instituido”, para distinguirlo del “poder constituyente origina-
22 Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, cit., nota 20, p. 45.
23 Ibidem, pp. 45-74.
282 IMER B. FLORES
28 Los casos en sí son lo de menos, lo que me interesa es establecer una racional en-
tre la votación calificada requerida para aprobar una reforma constitucional al interior del
poder u órgano reformador de la Constitución, de un lado, y para controlar la constitucio-
nalidad de la misma al interior del poder u órgano encargado de hacerlo, del otro.
29 Rabasa, Emilio, La Constitución y la dictadura. Estudio sobre la organización po-
lítica de México, México, Porrúa, 1990, p. 237 (el énfasis es original). Cfr. Cajas Sarría,
Mario Alberto, “La reforma constitucional: límites de la corte al congreso”, Precedente.
Anuario Jurídico. 2004, Cali, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad
284 IMER B. FLORES
ICESI, 2005, p. 15: “[E]l Congreso puede reformar la Constitución pero no le está permi-
tido sustituirla” (el énfasis es nuestro).
30 Está más que claro que las tipologías no son exhaustivas sino meramente indicati-
vas. Cfr. Vega García, Pedro de, La reforma constitucional, Madrid, Tecnos, 1985.
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 285
Lo anterior parece sugerir que, al menos para él, el amparo procede con-
tra vicios tanto formales como materiales. Ahora bien, después de citar la
fracción I del artículo 103 constitucional: “Los tribunales de la Federación
resolverán toda controversia que se suscite: I. Por leyes o actos de la autori-
dad que violen las garantías individuales”, procedió a precisar que esta
norma sirve de “fundamento para que a través del juicio de amparo pueda
examinarse la constitucionalidad del procedimiento de reforma constitu-
cional”.33
Cierto es que su argumentación se funda en el hecho de que el silencio
acerca de “la procedencia expresa del juicio de amparo en contra del proce-
dimiento de reforma constitucional” no es un “problema insalvable”. Para
tal efecto, cubrir la laguna u omisión propone reconocer la naturaleza de
“ley”, en un sentido amplio, para incluir a la reforma constitucional, al rea-
lizar primero una interpretación extensiva y luego una integración analó-
gica a la par.34 Toda vez que el artículo 70 estipula: “Toda resolución del
38 Véase Casas Sarría, Mario Alberto, op. cit., nota 29, pp. 13-48.
A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIONALIDAD 291
IV. CONCLUSIÓN
I. ¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN?
II. SOCIEDAD
Aun cuando éstos no puedan moverse, hay una fuerte presión por abrir-
los a la explotación por parte del capital internacional.
Por regla general, el ius puniendi permanece en cada Estado, pero con la
limitante de que éstos deben aplicar las reglas internacionales en vigor, en
su régimen interno, o sea tipificar las conductas y sancionar; regular, ade-
más, la extradición que eventualmente proceda.
VII. DEMOCRACIA
las decisiones al “libre mercado...”, pero este último está siendo dominado
por los grandes intereses económicos.
La defensa de la democracia se erige por una nueva corriente en una ma-
yor y no menor participación de la sociedad, incluso en campos de deci-
sión, como el económico, en el cual su acción ha sido restringida.
9) Nivel de desarrollo. La democracia se desarrolló con base en una
“clase media”, gran parte de la cual tenía el control, si no de toda la eco-
nomía, sí de gran parte de ella. De su apropiación del poder político par-
tió la paulatina obtención de derechos a medida que dicho estrato, que fue
en principio la elite económica no nobiliaria, integró a estratos interme-
dios; fue recibiendo la presión de nuevos grupos, básicamente los traba-
jadores. Todo esto fue posible en virtud de los resultados de la Revolu-
ción Industrial, que permitió beneficios económicos a las clases de
menores ingresos. El fenómeno, no sin graves trastornos, se dio en forma
evolutiva y se precipitó por la fuerza política, social y moral que adqui-
rieron las “nuevas clases”, primero por su contribución al proceso pro-
ductivo y después porque demostraron comportarse en las guerras con
“igualdad” a la hora de los grandes sacrificios.
Fue imposible negar derechos civiles y políticos a las masas. La tecno-
logía, el espíritu empresarial y el trabajo ordenado y capacitado permitie-
ron la afluencia económica. Los activos y los ingresos de los países aumen-
taron. El bienestar económico —relativo, pero real— y la apertura social
redujeron las áreas de conflicto. Gran parte de las predicciones marxistas
no se dieron. La educación aumentó con el bienestar, y se extendió a todas
las capas sociales. Se alcanzó una cultura homogénea basada en el respeto
de los valores sociales fundamentales. Parte de esta cultura es un respeto a
las instituciones y una conciencia participativa.
Los derechos políticos fueron oportunamente reclamados y satisfechos.
El sufragio universal es un fenómeno relativamente reciente, y el perfec-
cionamiento de las instituciones democráticas avanza en la segunda parte
del siglo XX. Algunas apenas se están aceptando —como el referéndum—
por necesidad de reconocer una exigencia social.
Incluso la conciencia de las “elites” ha evolucionado en favor de la ho-
mogeneidad y de que es mucho más provechoso tener consumidores que
esclavos. La democracia se practica así en unos cuantos Estados-nación.
La gran pregunta es si las instituciones tal como están acabadas pueden
consolidarse donde apenas se está llevando a cabo el proceso evolutivo
CONSTITUCIONALISMO Y GLOBALIZACIÓN 331
Hoy por hoy, Internet es una red sin control centralizado. Está coordina-
da por un organismo privado: la “Internet Corporation for Assigned Na-
mes and Numbers” (ICANN), creada en 1998 por el gobierno de los Esta-
dos Unidos, que conserva funciones de vigilancia. Se ve pues como un
instrumento de esa potencia para controlar el ciberespacio. Internet es por
esencia descentralizada y de difícil control, y plantea una problemática
compleja: los domain names, ¿quién opera la base de datos de cada nom-
bre?; los números de protocolo que identifican cada máquina (12 dígitos),
hay 4, 000 millones que parece no serán a la larga suficientes. ¿Quién los
va a asignar a fin de que cada máquina sea reconocida?; los servidores root
services, actualmente prestados por trece empresas, ¿quién va a operarlos?,
¿desde donde?, ¿con qué propósitos?
Los medios de comunicación de información, ideas y mensajes actual-
mente a disposición de la humanidad, aceleran las interacciones humanas y
crean relaciones a nivel planetario. Es, sin exagerar, una nueva etapa en la
historia cualitativamente diferente de las anteriores, en razón de la intensi-
dad y prontitud con que se alcanzan los interlocutores. Hay ahora un diálo-
go universal.
El correo tiene ahora medios de alcance en horas, no en meses; la distri-
bución de libros y revistas, y en general de cualquier artículo puede iniciar-
se desde el hogar o la oficina y recibirse en pocos días; es muy frecuente
que determinados trabajos se realicen “desde casa utilizando la computa-
dora”.
De una época de mera comunicación e información al público se ha pro-
piciado la de discurso y argumentación entre individuos y grupos.
En buena medida, los medios han permitido el debate de temas que nos
acercan a los propósitos del ágora o del foro; permite que las acciones pú-
blicas se expliquen y adquieran legitimidad cuando son aprobadas con co-
nocimiento. Hay una mayor participación activa del público, en tanto éste
se forma opiniones que traduce en soportes a acciones legislativas o admi-
nistrativas y que se reflejan en decisiones electorales. Los órganos del po-
der público comienzan a encontrar un efectivo contrapeso en la sociedad.
El señalamiento en torno a los aspectos disfuncionales de la televisión
es universal. Se critica la comercialización del medio, la excesiva cantidad
de violencia y contenido sexual, la difusión de prácticas criminales noveli-
zadas y el desaprovechamiento de posibilidades educativas y culturales.
Pero también hay contenidos positivos, innegablemente, y los canales es-
pecializados tienden a extenderse.
CONSTITUCIONALISMO Y GLOBALIZACIÓN 333
X. EL TERCER MUNDO
XI. CONSTITUCIONALISMO
XII. BIBLIOGRAFÍA
A Ulises Schmill
I. PLANTEAMIENTO
351
352 ROBERTO GIL ZUARTH
una instancia normativa más alta. Por otra parte, la función típicamente
negativa atribuida a la Constitución, esto es, de mera defensa de la liber-
tad, fue sustituida por el entendimiento de que a ésta correspondía orien-
tar la actuación de los poderes públicos en el sentido de promocionar la
igualdad sustancial, a través de normas compensatorias de las desventa-
jas y la positivización de prestaciones directas a cargo del Estado.
Así pues, la Constitución sería llamada a realizar una tarea significativa-
mente distinta. Sin embargo, las garantías constitucionales o, mejor dicho,
los medios a través de los cuales se asegura el cumplimiento de las disposi-
ciones constitucionales,4 no fueron adaptadas a los requerimientos impues-
tos por la asunción de este nuevo paradigma jurídico. La inclusión de nue-
vos contenidos no fue acompañada de mecanismos ad hoc para hacerlos
plenamente eficaces y, consecuentemente, se ha optado, a mi juicio de ma-
nera incorrecta, por negar la condición jurídica de los preceptos constitu-
cionales cuya violación no puede repararse a través de las garantías conce-
bidas por el constitucionalismo meramente negativo o de tipo liberal.
La ciencia jurídica y, fundamentalmente, la dogmática constitucional,
está en el centro de esta problemática. En efecto, la imposibilidad práctica
de ofrecer respuestas consistentes a los complejos problemas asociados al
Estado social ha dado lugar a respuestas simplistas basadas en aparentes
diferencias intrínsecas entre las normas constitucionales. En este sentido,
es frecuente encontrar en los estudios sobre la Constitución, tipologías de
sus preceptos basadas en un supuesto diverso grado de eficacia jurídica.
Ante la dificultad de explicar a todas las normas constitucionales a través
de las categorías de obligación, antijuridicidad y sanción,5 se ha intentado
diferenciar entre normas constitucionales con eficacia directa y normas
que establecen fines y que, por tanto, se encuentran condicionadas por su
ulterior desarrollo por parte de los poderes públicos y, en particular, del le-
4 Sobre el concepto de garantía, véase a Aragón, Manuel, “La interpretación de la
Constitución y el carácter objetivado del control jurisdiccional”, Anuario de Derecho Pú-
blico. Los Controles Constitucionales, México, núm. 1, 1997, pp. 14 y ss.
5 Sobre este punto, Ulises Schmill afirma, a mi juicio con razón, que estas catego-
rías resultan inadecuadas para comprender las normas constitucionales y su uso ha impe-
dido “captar su significado verdadero y su operancia efectiva”. En efecto, como se verá
más adelante, es necesario recurrir a una categoría distinta, pues estos conceptos “no son
aplicables a las normas constitucionales y, en general, a las normas procesales, es decir,
aquellas que regulan los procesos de creación de otras normas”. Schmill Ordoñez, Ulises,
“Comentarios a Juspositivismo crítico y democracia constitucional de Luigi Ferrajoli”,
Isonomía, núm. 16, abril de 2002, p. 57.
ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO 353
11 Idem.
12 Schmill, Ulises, “Los derechos fundamentales: construcción teórica de su concep-
to”, Revista Mexicana de Derecho Público, núm. 2, octubre de 2002, p. 37.
13 Schmill, Ulises, op. cit., nota 8, p. 13.
14 Schmill, Ulises, op. cit., nota 12, p. 37.
15 Ibidem, p. 38.
356 ROBERTO GIL ZUARTH
19 Schmill, Ulises, “Una función del orden constitucional: el poder y el órgano refor-
mador de la Constitución”, Revista Mexicana de Derecho Público, México, núm. 51,
ITAM-Fontamara, marzo de 2003, énfasis en el original.
20 Schmill, Ulises, op. cit., nota 12, p. 42.
21 Ibidem, p. 43.
22 Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, trad. de Ernesto Garzón
Valdés, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993, p. 233.
23 Cfr. Hart, Herber, El concepto del derecho, 2a. ed., trad. de Genario Carrió, Bue-
nos Aires, Abeledo-Perrot, 1968, cap. V.
24 Schmill, Ulises, op. cit., nota 12, p. 45.
358 ROBERTO GIL ZUARTH
Esta misma lógica impera también para los procesos de revisión de la re-
gularidad del orden jurídico. Así, cuando un juez o tribunal evalúa la com-
patibilidad de una norma o un acto, debe, en primer lugar, construir la nor-
ma completa que operará como parámetro de control. Esa norma compleja
estará igualmente integrada por normas en sentido estricto de diversa jerar-
quía que definen competencias, procedimientos y contenidos. Siguiendo
este razonamiento, es posible concluir que si bien el orden jurídico no se
aplica respondiendo a niveles normativos rígidos integrados por Constitu-
ción, ley, reglamento y sentencia, sí es posible distinguir con nitidez entre
normas superiores y normas inferiores, atendiendo a la relación condicio-
nante de validez antes apuntada. La imagen piramidal del orden jurídico
intenta, por tanto, explicar relaciones de supra y subordinación, no así
específicos escalafones de normas jurídicas organizadas en función de sus
características definitorias y mucho menos atendiendo al órgano creador.
Lo anterior conduce necesariamente a aceptar que una norma constitu-
cional puede ser individualizada simultáneamente por distintos órganos a
través de normas de distinta jerarquía. Volviendo a la imagen piramidal, si
bien la Constitución puede reservar a normas de cierta jerarquía formal y
material la regulación de ciertas materias, la concreción y desarrollo del
texto constitucional es una función que se realiza a través de un complejo
entramado de normas de diversa jerarquía. Y eso es así por dos razones:
a) las normas constitucionales operan como los fundamentos de validez
de todas las normas que integran un determinado ordenamiento jurídico,
y b) son normas que establecen fundamentalmente facultades para crear
normas jurídicas de rango inferior. Esto último no es más que aceptar que
las normas constitucionales regulan una pluralidad de actos creadores de
derecho, los cuales, mientras sean conformes a ésta, deben reputarse como
actos de concreción de su contenido.
A modo de ejemplo puede decirse que tanto el Parlamento como el Tri-
bunal Constitucional individualizan la norma constitucional que establece
el derecho a la tutela judicial efectiva, cuando el primero promulga una ley
que introduce una segunda instancia en un determinado procedimiento co-
mo cuando el segundo anula un acuerdo que sin causa justificada rechaza la
admisión de un recurso de casación. En ambos supuestos, sendos órganos
están facultados para crear una norma jurídica que determine los ámbitos de
validez de una misma norma constitucional. La diferencia entre ambos pro-
cesos de concretización es clara: las normas creadas por uno u otro órgano
se distinguen entre sí por sus ámbitos específicos de validez.
360 ROBERTO GIL ZUARTH
27 Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, 2a. ed., trad. de Eduardo
García Máynez, México, UNAM, p. 237.
28 Idem.
362 ROBERTO GIL ZUARTH
que los poderes constituidos difícilmente podrían, con sus decisiones, ne-
gar este conjunto de prestaciones sin que ello suponga incurrir en una vul-
neración frontal a la Constitución. El hecho de que un determinado sujeto
no esté habilitado para solicitar a un órgano del Estado la creación de una
norma jurídica que tenga por objeto esas prestaciones no es equivalente a
la libre disponibilidad de los contenidos constitucionales por parte de los
órganos constituidos. Si bien no es del todo claro que la omisión en la reali-
zación de estos contenidos normativos pueda ser entendido como una vio-
lación a la Constitución y, consecuentemente, actualizar la panoplia de ins-
trumentos reparadores,39 es significativamente más pacífico admitir que la
Constitución, a causa de su rigidez y superioridad, es indisponible para los
poderes públicos, pues lo contrario “es tanto como admitir una omnipoten-
cia que se destruye, algo que ni de Dios puede predicarse sin sofisma”.40
La segunda diferencia guarda relación con las consecuencias jurídicas
de la aplicación de ambos tipos de normas constitucionales. En tanto refle-
jos subalternos, los derechos de prestación se encuentran estructuralmente
vinculados a otras normas constitucionales que atribuyen a un órgano del
Estado la facultad de crear una norma subordinada cuyo ámbito de validez
material consiste precisamente en una conducta positiva a cargo de otros
órganos del Estado. En ese sentido, la aplicación de las normas constitu-
cionales que contienen derechos de prestación admite, al menos teórica-
mente, la posibilidad de crear una norma jurídica individualizada en sus
ámbitos de validez que tiene por objeto estatuir situaciones jurídicas en fa-
vor de sujetos específicos. Es difícil aceptar, por su parte, que de la aplica-
ción directa de la fórmula constitucional puedan derivarse situaciones jurí-
dicas individuales, pues, de un lado, el principio de separación de poderes
limita que ciertos órganos del Estado apliquen normas jurídicas cuya con-
creción aparece en principio reservada a normas generales y abstractas y,
IV. BIBLIOGRAFÍA
Artículo 50. Las facultades exclusivas del Congreso General son las si-
guientes:
1. Promover la Ilustración, asegurando por tiempo limitado derechos
exclusivos a los autores por sus respectivas obras, estableciendo colegios
de marina, artillería e ingenieros, erigiendo uno o más establecimientos en
que se enseñen las ciencias naturales y exactas, políticas y morales, nobles
artes y lenguas, sin perjudicar la libertad que tienen las legislaturas para el
arreglo de la educación publica en sus respectivos Estados.
2. Fomentar la prosperidad general, decretando la apertura de caminos
y canales, o su mejora, sin impedir a los Estados la apertura o mejora de
los suyos.
31. Dictar todas las leyes y decretos que sean conducentes para llenar
los objetos de que habla el artículo 49, sin mezclarse en la administración
interior de los Estados.
LA NECESIDAD DE UN NUEVO DISEÑO CONSTITUCIONAL 377
Los Constituyentes previeron esta situación (El conflicto entre leyes fe-
derales y estatales) y proveyeron una solución para ella, al declarar la su-
premacía no sólo de la Constitución, sino de todas las leyes hechas de
conformidad con aquélla. La anulación de una ley que es inconsistente
con la Constitución se produce por la declaración de que la Constitución
es la Ley Suprema. La aplicación apropiada de esta misma supremacía
en las leyes y tratados con relación a las leyes estatales es que, a pesar de
no transgredir sus competencias, si bien expedidas de acuerdo a las fa-
cultades de los Estados, éstas interfieran o sean contrarias a las leyes
expedidas por el Congreso General, de acuerdo a la Constitución o a
los Tratados formalizados bajo la autoridad de los Estados Unidos. En
tales casos, la ley del Congreso General o el Tratado es suprema y las le-
yes de los Estados, aunque de acuerdo con su ámbito de competencia,
deben subordinarse a aquélla.1
1 Gibbons vs. Ogden 22 US 210-211 (1824). Este resultado fue anticipado en otro
caso resuelto por el mismo ministro Marshall en McCulloch vs. Maryland (1819), donde
Marshall interpretó la cláusula “necesaria y propia” (artículo I, sección 8a., párrafo 18 de
la Constitución de los Estados Unidos), que otorga al Congreso la facultad para “Aprobar
todas las leyes que sean necesarias y apropiadas para llevar a cabo las anteriores faculta-
des, así como las demás otorgadas por esta Constitución al gobierno de los Estados Uni-
dos, o a cualquier dependencia o autoridad del mismo” (Constitution of the United States
of America. Revised and Annotated by Edward Corwin, US Printing Office, 1987, p. 10),
que equivale a la fracción XXXI de nuestro artículo 73 constitucional: “Para expedir to-
das las leyes que sean necesarias a objeto de hacer efectivas las facultades anteriores, y
todas las otras concedidas por esta Constitución a los Poderes de la Unión”. La resolu-
ción de Marshall incluye la interpretación de la décima enmienda antes referida, por la
cual se suprimió el término de facultades “expresas”, en contraste con los artículos de
la Confederación, lo cual implicaba para Marshall que el gobierno federal no era produc-
to del pacto entre estados, como lo sugirieron los seguidores de Thomas Jefferson en las
denominadas Resoluciones de las Legislaturas de Kentucky y Virginia de 1798 y 1799,
sino que al derivar el gobierno federal del pueblo soberano, éste no tenía limitación para
legislar al tratarse del bienestar general del mismo, pues las facultades enumeradas en el
propio artículo I de su Constitución no eran limitativas, sino sólo indicativas. Nótese la
diferencia a que llega Marshall por la disimilitud de una sola palabra que tiene nuestro
artículo 124 constitucional (“expresamente”). Véase “McCulloch vs. Maryland”, The
Oxford Companion to the Supreme Court of the United States, Kermit L. Hall Editor,
Oxford University Press, 1992, pp. 536 y 537.
LA NECESIDAD DE UN NUEVO DISEÑO CONSTITUCIONAL 379
2 “Sólo el Congreso General podrá resolver las dudas que ocurran sobre la inteligen-
cia de los artículos de esta Constitución y de la Acta Constitutiva”.
3 Artículo 21 del Acta de Reformas: “Los Poderes de la Unión derivan todos de la
Constitución, y se limitan sólo al ejercicio de las facultades expresamente designadas en
ella misma, sin que se entiendan permitidas otras por falta de expresa restricción”. Tena
Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de México, 1808-1999, Porrúa, 1999, p. 474. Con-
fróntese este artículo con el actual artículo 124 de la Constitución Federal intacto por re-
forma alguna desde 1857 (artículo 117): “Las facultades que no están expresamente con-
cedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los
380 MANUEL GONZÁLEZ OROPEZA
beranía se había dividido en los Estados Unidos, pero dicha división no li-
mitaba al gobierno federal de ejercer los poderes necesarios y apropiados
para el bienestar de la Nación, según lo había explicado primero Alexander
Hamilton en El Federalista, número 23,7 y más tarde James Kent, 8 ambos
fuentes de donde abrevó Tocqueville. Sin embargo, estas ideas no persua-
dieron a Otero para permitir el federalismo cooperativo a que había llegado
el país vecino, y al nuestro en 1824 de diversa manera, sino a adoptar una
regla confederada de distribución de competencias, donde se limitara al
gobierno federal a las facultades expresas en la Constitución. De tal mane-
ra, Otero invirtió a Tocqueville, razonando que dicho cambio sería benéfi-
co para la estabilidad política de México, ya que los conflictos de compe-
tencias habían provocado serios problemas estructurales entre nosotros.9
Si bien Estados Unidos fue un ejemplo a seguir, la experiencia de Cana-
dá se dio tardíamente para la definición de nuestro diseño constitucional,
ya que el Acta de la América del Norte Británica de 1867 definió los tér-
duos, sin recurrir a ninguna otra autoridad que la propia”, Wilson Pierson, George, Toc-
queville in America, 2a. ed., Baltimore-Londres, The John Hopkins University Press,
1996, p. 604.
7 Hamilton escribió en el número 23 de la clásica obra: “Si estamos ansiosos de dar
a la Unión energía y permanencia, debemos abandonar el proyecto vano de legislar hacia
los estados en sus capacidades colectivas, debemos extender las leyes del gobierno fede-
ral a los ciudadanos individuales de América... El gobierno de la Unión debe estar facul-
tado para aprobar todas las leyes, así como elaborar todas las normas con ellas relaciona-
das”. The Federalist Papers, Nueva Cork, Editado por Clinton Rossiter. New American
Library, 1961, pp. 154 y 155.
8 Quien escribió entre 1826 y 1830 una popular obra sobre los Commentaries on
American Law, que fue traducida parcialmente al español en 1878 por J. Carlos Mexía,
con el título de Comentarios a la Constitución de los Estados Unidos, reeditada en 1997
por Editorial Pedagógica Iberoamericana.
9 En el voto particular de 1847 antes aludido, base del Acta de Reformas, Otero
describió la compleja realidad de nuestro federalismo: “En un tiempo vimos al Congreso
general convertido en árbitro de los partidos de los estados decidir las cuestiones más im-
portantes de su administración interior; y ahora apenas reestablecida la Federación, ve-
mos ya síntomas de disolución, por el extremo contrario. Algunas Legislaturas han sus-
pendido las leyes de este Congreso (General); otra ha declarado expresamente que no se
obedecerá en su territorio ninguna general que tenga por objeto alterar el estado actual de
ciertos bienes: un estado anunció que iba a reasumir la soberanía de que se había des-
prendido: con las mejores intenciones se está formando una coalición que establecerá
una Federación dentro de otra: se nos acaba de dar cuenta con la ley por la cual un estado
durante ciertas circunstancias confería el poder de toda la Unión a los diputados de esa
coalición, y quizá se meditan ensayos todavía más desorganizadores y atentatorios”. Te-
na Ramírez, op. cit., nota 3, p. 463.
LA NECESIDAD DE UN NUEVO DISEÑO CONSTITUCIONAL 385
10 Cuya acción sobre la justicia canadiense perduró hasta 1949. W. Hogg, Peter, Cons-
titutional Law of Canada, 3a. ed., Carswell, 1992, pp. 110 y 111.
11 Por otra parte, al igual que en México, la concurrencia es excepcional tratándose
de exportación de recursos naturales, de facultades sobre comercio así como de faculta-
des sobre los beneficios y pensiones para los adultos mayores. Ibidem, pp. 409 y 410.
12 El primer párrafo del artículo 91 de la Constitución canadiense de 1867 estableció
un poder residual a favor del Parlamento federal, conocido como la facultad para legislar
sobre la paz, orden y buen gobierno de Canadá (p.o.g.g.), por el cual todas las facultades
no exclusivamente otorgadas a las provincias podían ser legisladas por la Federación. Sin
embargo, la justicia federal no ha interpretado esta facultad favorablemente hacia la Fe-
deración, sino que basada en la interpretación de la fracción 13 del artículo 92 de la pro-
pia Constitución, relativa a la facultad de las provincias para regular la propiedad y los
derechos civiles en las mismas provincias, todas las facultades residuales se han reverti-
do a favor de las mismas provincias. Ibidem, p. 435 y 436.
386 MANUEL GONZÁLEZ OROPEZA
13 Quizá la única ocasión en que se han aplicado las facultades implícitas fue en la
controversia constitucional 2/32 entre la Federación y Oaxaca respecto de las ruinas de
Monte Albán. Sin embargo, esta resolución fue después convertida en una facultad ex-
presa mediante reforma constitucional al artículo 73, fracción XXV, publicada el 13 de
enero de 1966, donde se estableció la facultad expresa de legislar, por parte de la Federa-
ción, sobre monumentos arqueológicos. De tal manera, la controversia constitucional re-
ferida, lejos de constituir un precedente, fue más bien un antecedente para confirmar la
regla general del artículo 124 constitucional.
LA NECESIDAD DE UN NUEVO DISEÑO CONSTITUCIONAL 387
Otra manera de operar este cambio sería modificando el artículo 124 por
una regla parecida a la prevista en el del artículo 71 de la República Federal
Alemana que establece: “En el dominio de la competencia legislativa ex-
clusiva de la Federación, los Estados no podrán legislar a menos que la
propia ley federal los autorice expresamente, en la modalidad y términos
que la propia ley determine”.14
Es decir, la propia ley federal podría autorizar, en multitud de aspec-
tos, la participación de los Estados, convirtiendo a la materia exclusiva
objeto de regulación, en una facultad concurrente, sin perder la Federa-
ción el debido control de la materia que ya se le ha encomendado por la
Constitución. Nuestra propuesta sería la de implantar en el artículo 124
constitucional una disposición similar a la citada en la Ley Fundamental
de Alemania.15
Por supuesto, el procedimiento para que una ley federal efectúe esta dele-
gación puede ser tanto por iniciativa del propio Congreso de la Unión como
por referéndum de la mayoría de las Legislaturas de los estados, a iniciativa
de alguna de ellas; siendo el primer supuesto potestativo para el Poder Legis-
lativo Federal el aceptar dicha delegación, mientras que en el caso de la ini-
ciativa de las Legislaturas, el referéndum que ellas mismas organicen, por
autorización constitucional, sería vinculatorio sobre el Congreso de la Unión.
El producto de ese referéndum sería el de una nueva especie de ley, denomi-
nada constitucional, por semejar el procedimiento de una virtual reforma
constitucional. Esta ley constitucional aprobada por referéndum de las Le-
gislaturas estatales obligaría a la Federación a aceptar la colaboración y
I. PRECISIÓN TERMINOLÓGICA
En el texto original, los artículos clave eran el 24, que establecía, aunque
de manera limitada, el derecho a la libertad de creencias y de culto, ubicado
en la parte dogmática de la Constitución, y el 130, perteneciente a la parte
orgánica, que regulaba las relaciones entre el Estado y las Iglesias o, por
paradójico que resulte, las relaciones del Estado con las no-Iglesias, dado
que no les reconocía existencia jurídica.
Conviene comenzar, entonces, con el artículo 24, que en su redacción
original consagraba el derecho a la libertad de creencia religiosa y la liber-
tad de culto, pero restringida esta última a que el culto se realizara sola-
mente en los templos o en el domicilio particular.
En su texto primigenio el artículo 3o. prohibía la enseñanza religiosa en
las escuelas públicas o privadas de nivel primario, secundario, normal y de
cualquier tipo o grado, destinada a obreros y campesinos. Asimismo, otor-
gaba al Estado la facultad de negar o revocar las autorizaciones concedidas a
los particulares para impartir educación en los tipos y grados mencionados,
sin que contra tales resoluciones procediera juicio o recurso alguno. Tam-
bién establecía la prohibición a las corporaciones religiosas y ministros de
culto de intervenir en planteles en que se impartiera educación primaria, se-
cundaria y normal, y la destinada a obreros y campesinos. Finalmente, con-
cedía al Estado la facultad de retirar, discrecionalmente, en cualquier tiem-
po, el reconocimiento de validez oficial a los estudios hechos en planteles
particulares.
En el artículo 5o. prohibía el voto religioso y el establecimiento de órde-
nes monásticas, cualquiera que fuera la denominación u objeto con que
pretendieran erigirse.
En sus términos originales, el artículo 27, en sus fracciones II y III, estable-
cía la incapacidad jurídica de las asociaciones religiosas, y la consiguiente
prohibición para adquirir, poseer o administrar bienes raíces, capitales im-
puestos sobre ellos. Se determinaba también la nacionalización de los obis-
pados, casas curales, seminarios, asilos y escuelas, con objeto de destinar-
los exclusivamente a los servicios públicos de la federación o de los
estados. Respecto de los templos, se prescribió que serían propiedad de la
nación. Igualmente se estableció la prohibición de que las instituciones de
beneficencia, de investigación científica, de enseñanza o cualquier otra pu-
dieran estar bajo el patronato, dirección, administración, cargo o vigilancia
de instituciones religiosas, de ministros de los cultos o sus asimilados.
Por último, el artículo 130 originariamente contenía las siguientes dis-
posiciones: otorgaba facultades a los poderes federales para intervenir “en
396 RAÚL GONZÁLEZ SCHMAL
1. Artículo 3o.
2. Artículo 5o.
3. Artículo 24
laicidad del Estado consistiría en promover las condiciones para que la li-
bertad y la igualdad religiosas del individuo y de los grupos en que se inte-
gra sean reales y efectivas y remover los obstáculos que impidan o dificul-
ten su plenitud. Nunca debe perderse de vista que la vida religiosa de los
ciudadanos según el dictamen de su conciencia es el valor supremo tanto
en la vida individual como en la vida social de los ciudadanos.
Se puede concluir diciendo que del principio de laicidad se deducen
las siguientes consecuencias: a) valoración positiva del hecho religio-
so; b) Protección del pluralismo religioso, y c) la aconfesionalidad del
Estado.
5. Artículo 130
La “asociación religiosa” es una nueva figura jurídica creada por las re-
formas. Es una estructura específica del género de las sociedades, que de-
ben adoptar aquellas confesiones religiosas que pretendan adquirir perso-
nalidad jurídica. Ésta la obtienen, en su caso, por un acto unilateral del
Estado, actuando a través del órgano competente. No tiene carácter “decla-
rativo”, sino “constitutivo”. El Estado no “reconoce” la personalidad jurí-
dica, sino la “otorga”.
Hay que advertir, por otro lado, que en la nueva normativa una Iglesia o
agrupación religiosa no tiene obligación de constituirse en asociación reli-
giosa; esta posibilidad es, naturalmente, facultativa para ellas. Pueden se-
guir actuando, aunque sin personalidad jurídica y con derechos restringi-
dos, o pueden constituirse como asociación civil con fines religiosos,
como lo prevén los artículos 25 y 2670 del Código Civil, caso en el cual ad-
quieren personalidad jurídica en forma automática, por virtud de la propia
ley y sin que requieran de una decisión expresa del poder público.
La adquisición de personalidad jurídica como consecuencia del registro
constitutivo como asociación religiosa inserta a estas entidades religiosas
en el ordenamiento del Estado, pero conservando su estructura, su identi-
dad y su carácter propio. Así, pues, tendrán los derechos de la personalidad
que le son propios, como el derecho al nombre, a la identidad, a la naciona-
lidad, al honor y a la fama, la titularidad de derechos sobre bienes, derecho
a la negociación jurídica y, en general, cuantos derechos, facultades obli-
gaciones y cargas correspondan a las personas jurídicas conforme a la ley
del Estado, salvo las que vengan reguladas de modo específico para dichas
asociaciones religiosas. Igualmente, regirá la legislación civil en lo que
concierne al ejercicio de aquellos derechos, cumplimiento de obligaciones
y responsabilidad contractual y extracontractual.
En el nuevo texto del artículo 130 se usan las dos expresiones —Igle-
sias y agrupaciones religiosas— sin distinguir entre uno y otro término.
Probablemente mediante el término “iglesia” se quiso significar estructu-
ras religiosas con una organización jurídica formal, orden jurídico inter-
no y jerarquía, y por el de agrupación religiosa, quizá se pretende referir a
comunidades con lazos societarios menos formales, con menor grado de
organización jurídica y formal.
El artículo 130-b reconoce este derecho —aunque restringido a las aso-
ciaciones religiosas— en los siguientes términos: “Las autoridades no in-
tervendrán en la vida interna de las asociaciones religiosas”.
MUTACIÓN Y REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1917 407
Antes de las reformas no sólo no se reconocía este derecho, sino era ca-
tegóricamente desconocido por la propia Constitución y por la legisla-
ción reglamentaria. Recuérdese, a título de ejemplos, el artículo 5o. cons-
titucional, que prohibía el voto religioso y el establecimiento de órdenes
monásticas, o el artículo 130, que negaba la personalidad jurídica a las
Iglesias y facultaba a las legislaturas de los estados a determinar el núme-
ro máximo de ministros de culto, o las disposiciones draconianas de las
reformas de 2 de julio de 1926 al Código Penal y las contenidas en la lla-
mada “Ley Calles” (Ley Reglamentaria del artículo 130 constitucional del
18 de enero de 1927).
La autonomía, en un sentido general, consiste en el derecho que tiene
una persona moral de darse su propia legislación, su propio gobierno, y su
propia administración. En su proyección a las comunidades religiosas, es
el derecho que tienen éstas de crear libremente sus propias normas jurídi-
cas internas, organización, estructura, principos doctrinales, designación
de sus autoridades, erección de templos para el culto, formación de sus mi-
nistros, administración de sus bienes, etcétera, sin que al Estado, a través
de sus autoridades, le sea lícito intervenir.
El artículo 130 reformado se refiere a los ministros de culto en sus inci-
sos c, d, y e, párrafos primero y cuarto.
No precisa la Constitución lo que debe entenderse por dicho término. La
ley reglamentaria señala que “se consideran ministros de culto a todas
aquellas mayores de edad a quienes las asociaciones religiosas a que perte-
nezcan confieran ese carácter” (artículo12).
La anterior Ley Reglamentaria del artículo 130, de 18 de enero de 1927,
la cual quedó abrogada por la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Pú-
blico, en su artículo 7o. establecía que “Los ministros de los cultos serán
considerados como personas que ejercen una profesión”.
La jurisprudencia tendrá que ir precisando el contenido del término, que
de suyo es ambiguo y proteico, ya que no tiene correspondencia en todas
las confesiones religiosas.
El artículo 130-d de la Constitución y el artículo 14 de la ley reglamenta-
ria sujetan a los ministros de culto a un estatuto de excepción en su calidad
de ciudadanos, por cuanto se les priva del voto pasivo y de la posibilidad de
desempeñar cargos públicos superiores, a menos que se separen definitiva-
mente de su ministerio cuando menos cinco años en el primero de los casos,
y tres en el segundo, antes de la elección de que se trate o de la aceptación del
cargo respectivo.
408 RAÚL GONZÁLEZ SCHMAL
Tania GROPPI*
La primauté del diritto europeo sul diritto nazionale costituisce una delle
chiavi per comprendere i rapporti tra gli ordinamenti giuridici degli Stati
membri e quello dell’Unione europea. Ciò vale più per la primauté “cos-
tituzionale”, ovvero per la prevalenza del diritto UE sulle costituzioni na-
zionali, che per la primauté “ordinaria”, ovvero sul diritto di rango legis-
lativo degli Stati membri, che, benché variamente fondata, non pare in
discussione in nessuno dei 25 paesi dell’Unione.
Al contrario, riguardo alla primauté costituzionale, quarant’anni dopo
la sua introduzione, in via giurisprudenziale, da parte della Corte di giusti-
zia, l’osservazione degli ordinamenti nazionali mostra che non è stato rag-
giunto un punto di equilibrio soddisfacente e che profonda resta la distanza
tra i giudici di Lussemburgo e le giurisdizioni costituzionali nazionali.
Come è noto, la Corte di giustizia, fin dalla sentenza Costa/ENEL del 15
luglio 1964,1 ha precisato che la primauté del diritto comunitario trova
conferma nell’art. 189 (ora 249) TCE, rilevando che “questa disposizione,
che non è accompagnata da alcuna riserva, sarebbe priva di significato se
* Università di Siena.
1 Causa 6/64; corsivi aggiunti.
411
412 TANIA GROPPI
tedesco aveva vietato l’uso di giochi ritenuti in contrasto con tale valore, è
compatibile con l’ordinamento comunitario, che contempla al suo interno
il principio della dignità umana, senza che assuma rilievo il fatto “che, in
Germania, il principio del rispetto del principio della dignità umana bene-
fici di uno status particolare in quanto diritto fondamentale autonomo”.
Che la Corte di giustizia non riservi uno speciale trattamento al diritto
costituzionale nazionale e ai suoi interpreti, i giudici costituzionali, è testi-
moniato anche dalla celebre sentenza Köbler del 30 settembre 2003,6 con
la quale si è affermato che “il principio secondo cui gli Stati membri sono
obbligati a riparare i danni recati ai singoli dalle violazioni del diritto co-
munitario che sono loro imputabili si applica anche allorché la violazione
deriva dal contenuto di una decisione di un organo giurisdizionale nazio-
nale di ultimo grado” (ivi compresa, dovremmo aggiungere, una Corte cos-
tituzionale nazionale).
A fronte di questo orientamento “assolutista” della Corte europea, sono
note le resistenze alla primauté costituzionale mostrate da alcune Corti
costituzionali nazionali —a partire, storicamente, da quelle italiana e te-
desca, per arrivare, di recente, alla Corte polacca— che hanno sviluppato
la dottrina dei c.d. “controlimiti”, ovvero dei limiti alla cessione di com-
petenze, o alle limitazioni di sovranità, realizzate in favore dell’Unione eu-
ropea. Sempre più frequente, poi, è l’introduzione, nelle c.d. “clausole
europee”, che vengono aggiunte alle costituzioni attraverso la revisione
per consentire l’adesione all’UE, di un tale tipo di limiti, che trovano quin-
di una formulazione normativa esplicita nella norma fondamentale.
In questo complesso scenario, il Trattato costituzionale, sottoscritto il
29 ottobre 2004, ha codificato nell’art. I-6 la primauté che, fino a tale data,
faceva parte unicamente dell’acquis giurisprudenziale. Tale codificazione
è realizzata in forma “incondizionata” (“La costituzione ed il diritto adotta-
to dalle istituzioni dell’Unione nell’esercizio delle competenze a questa at-
tribuite prevalgono sul diritto degli Stati membri”), per cui il Trattato e il
diritto europeo derivato prevalgono sul diritto nazionale senza alcuna spe-
cificazione o limitazione (se non quella, certamente non secondaria, ma
scarsamente rilevante per il discorso qui sviluppato, del rispetto della sfera
competenziale), così da chiarire che la primauté vale nei confronti sia del
6 Sent. 30 settembre 2003, causa C-224/01; tra le violazioni del diritto comunitario
imputabili alle giurisdizioni di ultima istanza è compreso anche il diniego di sollevare
questione pregiudiziale ai sensi dell’art. 234 del Trattato CE.
414 TANIA GROPPI
7 Anche se ciò è vero soprattutto per gli Stati fondatori: come precisa Witte, B. de,
“Direct Effect, Supremacy and the Nature of Legal Order”, in Craig, P. Burca, J. de (cur.),
The Evolution of EU Law, Oxford, Oxford University Press, 1999, pp. 196 y ss., per gli
Stati membri diversi dai fondatori la primauté rientra, a pieno titolo, nell’acquis commu-
nautaire, per cui al momento dell’adesione sono comunque chiamati a confrontarsi con es-
sa. Questo è particolarmente evidente nel recente caso della Polonia: la sentenza del Tribu-
nale costituzionale del1’11 maggio 2005, sulla costituzionalità del Trattato di adesione, è
dedicata prevalentemente, come si avrà modo di vedere più avanti, al tema della primauté.
8 V. la decisione n. 2004-505 del 19 novembre 2004.
9 V. la declaraciòn 1/2004 del 13 dicembre 2004.
10 Tra le quali anche le disposizione “orizzontali” della Carta dei diritti, oggi conte-
nute, con significative modificazioni, negli artt. II-112 e II-113 del Trattato: v. al riguar-
do Cartabia, M., “Unità nella diversità”: il rapporto tra la costituzione europea e le costi-
tuzioni nazionali, in www.giustamm.it.
11 Questa lettura della primauté è stata fatta propria, nelle citate decisioni del 2004,
tanto dal Tribunale costituzionale spagnolo che dal Conseil constitutionnel francese. In
dottrina, v. al riguardo Cruz Villalón, P., “El papel de los tribunales constitucionale na-
cionales en el futuro consitucional de la Unión”, Une communauté de droit. Festschrift
für Gil Carlos Rodrìguez Iglesias, Berlín, 2003, pp. 271 ss.; parlano di “primauté mini-
misé”, Labayle, H. y Sauron, J. L., “La Constitution française à l’épreuve de la Constitu-
tion pour l’Europe”, Revue fr. Droit Adm., 2005, pp. 1 y ss. ; di « flessibilizzazione » de-
lla supremazia del diritto comunitario parla V. Ferreres Comella, “La Constitución
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 415
18 Così tra gli altri Cartabia, M., op. cit., nota 10.
19 Wiitte, B. de, “Do Not Mentione the Word: Sovereignity in Two Europhile Coun-
tries: Belgium and the Netherlands”, in Walker, N. (cur.), Sovereignity in Transition, cit.,
nota 15, p. 354. V. altresì il parere del Conseil d’Etat del 15 febbraio 2005 sul progetto di
legge volto a ratificare il trattato costituzionale, in Rev.fr.dr.adm., 2005, 42 ss., ove si ri-
badisce, in caso di contrasto tra Trattati europei e norme costituzionali, la necessità di
una previa revisione costituzionale.
20 Qualche dubbio, rilevando che in 25 anni di appartenenza alla Comunità parrebbe
non essersi verificato neppure un caso di conflitto tra diritto comunitario e leggi danesi
successive, avanza, Wiitte, B. de, op cit., nota 7, p. 198.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 417
Una seconda categoria, simile per molti versi alla prima, è costituita da
quei paesi che, come i precedenti, non ammettono, in linea di principio, la
primauté costituzionale, ma nei quali esistono meccanismi che, attraver-
so una procedura rinforzata, consentono di superare l’ostacolo, produ-
cendo una “nazionalizzazione” del diritto europeo. Questo raggiunge
pertanto il suo obbiettivo, ovvero il ravvicinamento e l’unificazione dei
diritti nazionali, ma seguendo una via indiretta, che passa attraverso un
pronunciamento di soggetti politici nazionali.
Si tratta di paesi nei quali, a fronte di un contrasto tra diritto europeo e
diritto costituzionale nazionale, è necessaria una riforma costituzionale per
consentire al diritto europeo di esplicare la propria efficacia. L’attenzione,
in questi paesi, è posta prevalentemente sulle procedure, piuttosto che sui
limiti materiali: si consente in ultima istanza al diritto europeo di prevalere,
ma in conseguenza di una decisione politica ad hoc, che autorizzi tale pre-
valenza.25
Questa via è utilizzata soprattutto per il diritto dei trattati, il diritto euro-
peo originario, che, se entra nell’ordinamento a seguito di una revisione
amendments to the Constitution of the Republic of Estonia: § 1. On the basis of the fun-
damental principles of the Constitution of the Republic of Estonia, Estonia may belong
to the European Union. § 2. When Estonia belongs to the European Union, the Constitu-
tion of the Republic of Estonia shall be applied with due regard to the rights and duties
arising from the Accession Treaty. § 3. The present Act may only be amended by refe-
rendum. § 4. The present Act enters into force three months from the date of proclama-
tion”. Il risultato del referendum, che ha visto il voto favorevole del 64% dei votanti è in
http://www.vvk.ee/rh03/tulemus/enght.html.
25 Questo concetto è espresso molto bene nella sentenza dell’11 marzo 2005, causa K
19/04 del Tribunale Costituzionale polacco: qualora ci si trovi di fronte a una antinomia tra
diritto europeo e diritto costituzionale nazionale, non risolvibile in via di interpretazione,
“such a collision may in no event be resolved by assuming the supremacy of a Community
norm over a constitutional norm. Furthermore, it may not lead to the situation whereby a
constitutional norm loses its binding force and is substituted by a Community norm, nor
may it lead to an application of the constitutional norm restricted to areas beyond the scope
of community law regulation. In such an event the nation as the sovereign, or a State aut-
hority organ authorised by the Constitution to represent the nation, would need to decide
on: amending the Constitution; or causing modifications within Community provisions; or,
ultimately, on Poland’s withdrawal from the European Union”.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 419
conseguenza che, alla luce della procedura prevista dall’art. 46 Cost., oc-
corre, oltre al consenso delle due camere, anche un pronunciamento popo-
lare, nella forma del referendum.28 In tal modo, il giudice costituzionale ir-
landese ha individuato un limite di tipo procedurale alla primauté dei
trattati comunitari sulla costituzione: nel senso che, qualora determinino
mutamenti radicali al processo di integrazione, debbono essere autorizzati
nella forma della revisione costituzionale. Una volta superato tale scoglio e
avvenuta la ratifica, i Trattati godranno della clausola di immunità dell’art.
29, par. 4, n. 10, della costituzione, prevalendo su qualsiasi norma interna,
anche di rango costituzionale.29
Si possono collocare in tale categoria, sempre limitatamente al diritto
originario, anche i Paesi Bassi: l’art. 91, par. 3, cost. prevede un controllo
di costituzionalità sui nuovi trattati, svolto dal Parlamento al momento
della autorizzazione alla ratifica. Qualora si ritenga che il trattato deroghi
alla costituzione, esso può essere approvato soltanto con una maggioran-
za superiore ai due terzi (ovvero, la stessa maggioranza prevista all’art.
137 per la revisione costituzionale). Una volta che il trattato sia entrato in
vigore, esso è immune da qualsiasi controllo di costituzionalità. Infatti,
l’art. 120 della costituzione afferma espressamente che la costituziona-
lità degli atti del parlamento e dei trattati non può essere giudicata dalle
Corti, facendo dei Paesi Bassi l’unico paese europeo ove il controllo di
costituzionalità sia espressamente vietato dalla costituzione.30
In alcuni ordinamenti è affrontato allo stesso modo anche il problema
del diritto derivato, che può essere sottoposto a controllo di costituziona-
lità, ma la cui eventuale incostituzionalità può essere superata attraverso
una riforma costituzionale. E’ questo il caso della Francia : se da un lato il
Conseil nega di poter sindacare la costituzionalità (in via indiretta, tramite
la legge interna applicativa) del diritto comunitario derivato in assenza di
un puntuale contrasto con una norma costituzionale, al contempo esso af-
ferma che l’incompatibilità del diritto comunitario derivato con qualsiasi
31 V. le sentenze dec. núm. 2004-496 del 10 giugno e n. 2004-497 del 1o. luglio.
32 Come afferma espressamente il commento sui Cahiers du Conseil const., in
htpp://www.conseil-constitutionnel.fr/cahiers/cc17/jurisp496.htm.
33 Così la sentenza del 27 aprile 2005, P1/05, nella quale si afferma espressamente
che “The basic function of the Constitutional Tribunal within the Polish constitutional
system is to review the conformity of normative acts with the Constitution. The Tribunal
is not relieved of this obligation where the allegation of non-conformity with the Consti-
tution concerns the scope of a statute implementing European Union law”.
34 Così l’art. 29, par. 4, n. 10 della Costituzione irlandese, secondo il quale “nessuna
disposizione della presente Costituzione annulla le leggi approvate, gli atti o le misure
adottate dallo Stato in ottemperanza agli obblighi di membro dell’UE o delle Comunità
ovvero impedisce che le leggi approvate, gli atti o le misure adottati dall’UE o dalle Co-
munità, o dalle sue istituzioni, o dagli organi competenti secondo i Trattati istitutivi delle
Comunità, abbiano forza di legge nello Stato”. Molto più indiretto è il caso dei Paesi
Bassi, ove il fatto che non possa essere controllata la costituzionalità del diritto europeo
deriva dal citato art. 120 della Costituzione.
422 TANIA GROPPI
35 Ampiamente su questa decisione, Pernice, I., “Les bananes et les droits fondamen-
taux: la Cour constitutionnelle allemande fait le point”, in Cahiers de droit européen,
2001, pp. 427 e ss.; anche Palermo, F., “La giurisprudenza costituzionale tedesca nel
biennio 1999-2000”, Giur. Cost., 2001, pp. 3301 e ss.
36 Grewwe, C., “Le “traité de paix” avec la Cour de Luxembourg: l’arrêt de la Cour
constitutionnelle allemande du 7 juin 2000 relatif au règlement du marché de la banane”,
Revue Trimestrielle de Droit Européen, 2001, pp. 1 e ss.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 423
lo teorica, ancor più dopo l’approvazione della Cara di Nizza, che ha for-
malizzato la tutela comunitaria dei diritti.37
Interessante è il caso del Regno Unito. Il tema dei limiti alla primauté del
diritto comunitario è stato affrontato dalle Corti in anni recenti, trovando una
soluzione che consente di collocare tale paese, privo di una costituzione
scritta di stampo continentale, tra quegli ordinamenti che pongono argini di
ordine costituzionale nazionale al prevalere del diritto comunitario.
La sentenza Thoburn della High Court del 2002, divenuta nota come
“Metric Martyrs”,38 ha visto i giudici confrontarsi sulla possibilità, per leg-
gi successive, di abrogare tacitamente l’European Communities Act 1972.
Lord Justice Laws, estensore della decisione, ha ritenuto che una corretta
analisi delle relazioni tra diritto comunitario e diritto nazionale necessitas-
sero quattro precisazioni: a) tutti i diritti e gli obblighi creati dal diritto UE
sono incorporati a livello supremo nell’ordinamento nazionale per mezzo
dell’European Communities Act 1972; di conseguenza, tutte le norme con-
trastanti con tali diritti ed obblighi presenti nel diritto britannico debbono
essere considerate abrogate o vanno modificate, anche se si tratta di norme
primarie; b) l’Act del 1972 è un testo di natura costituzionale; pertanto, non
può essere abrogato tacitamente; c) questa conclusione non deriva dal di-
ritto comunitario, ma dal common law, che riconosce la categoria dei testi
di natura costituzionale; d) il fondamento giuridico dei rapporti tra Regno
Unito e UE si trova a livello nazionale e non comunitario.
La sentenza aggiunge che, di conseguenza, qualora un atto comunitario
fosse incompatibile con un diritto fondamentale o costituzionale garantito
dal diritto britannico, occorrerebbe chiedersi se l’Act del 1972 è idoneo a
introdurlo nell’ordinamento nazionale e a conferirgli la supremazia, anche
se quest’ultima affermazione resta a livello di mero obiter dictum, in quan-
to ritenuta non necessaria alla soluzione del caso. Lord Laws conclude che
questi quattro elementi consentono di conciliare la primauté del diritto co-
munitario e la primauté del parlamento britannico: “le due primauté sono
in armonia, e non in contrapposizione”.
Il solo paese che può essere inserito a pieno titolo in questa categoria è
l’Austria. Pur in mancanza di una esplicita norma costituzionale sul punto,
la primauté del diritto comunitario in Austria non è mai stata messa in dis-
cussione. Ampiamente dominante è la posizione che ritiene incondizionata
l’apertura dell’ordine legale austriaco al diritto comunitario, ricollegando-
la direttamente al Trattato di adesione, come parte dell’acquis communau-
taire: si ritiene che tutto il diritto comunitario, senza differenziare fra pri-
mario e derivato, prevalga sul diritto interno, sia di rango legislativo, sia di
rango costituzionale; 40 solo una corrente minoritaria della dottrina ha cer-
cato di enucleare —in via del tutto ipotetica— un “nucleo” resistente all-
’integrazione (c.d. integrationsfester Kern).41
Questi tentativi della dottrina sono stati resi del tutto inutili dal Tribu-
nale costituzionale (VfGH) che ha avuto occasione di precisare come tale
primato del diritto comunitario possa comportare anche deroghe alle nor-
me nazionali di rango costituzionale. Nella sent. 24 febbraio 1999, B
1625/98, si è rilevato il contrasto con il diritto comunitario della mancata
previsione di rimedi giurisdizionali avverso le decisioni della Telekom
39 Mc Whirter & Gourier v Secretary of State for Foreign Affaire [2003] EWCA Civ
384, sulla quale v. Guazzarotti, A., Principio di supremazia e costituzione inglese. I due
casi “Martiri del sistema metrico” e “Mc Whirter & Gourier”, in htpp://www.forumcos
tutuzionenale.it.
40 Cfr. Koeck, “Report on Austria”, in FIDE, XX Congresso, Droit communautaire et
Constitutions nationales, Londres, 2002, p. 10; e Olingher, T., “Austria”, in Palaci di Su-
ni, E. (cur.) et al., Le costituzioni dei paesi dell’Unione europea, Padova, CEDAM, 2001,
pp. 88 e ss.
41 Ibidem, p. 42.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 425
42 Su questa decisione cfr. Parodi, G., “La giurisprudenza della Corte costituzionale
austriaca nel biennio 1999-2000, Giur. Cost., 2001, pp. 3065 e ss.
43 Così Hogan, G., “Rapport sur l’Irlande”, in FIDE, XX Congresso, Droit commu-
nautaire et Constitutions nationales, cit., 19, che espressamente afferma : “Save for one
isolated and inconclusive instance dealing with abortion, the Irish courts have unhesita-
tingly acknowledged the supremacy of Community law”.
44 S.P.U.C. v. Grogan [1989] IR 753. La Corte di giustizia, decidendo in un momen-
to successivo sulla stessa questione, ha cercato di vitare il conflitto affermando che la
diffusione delle informazioni in questione non rientrava nel campo di operatività dell-
’art.59 del trattato, a causa dell’assenza di qualsiasi legame economico tra gli studenti
che avevano diffuso le informazioni e le cliniche di un altro Stato membro: CGCE, dec.
4 ottobre 1991, S. P. U. C. v. Grogan, in causa C-159/90. Nella nuova decisione, succes-
siva a quella della Corte di giustizia, la Corte suprema afferma chiaramente di essere vin-
426 TANIA GROPPI
colata dalla decisione della Corte di giustizia, anche in materie sensibili come quella in
esame: SPUC. v. Grogan [1998] IR 343.
45 La High Court, nel precedente grado di giudizio, aveva sollevato questione pre-
giudiziale, secondo l’allora art.177, TCE, alla Corte di giustizia.
46 Così A.G. v. X., dec. del 5 marzo 1992, [1992] 1 IR 1.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 427
L’analisi comparata mostra che nella maggior parte degli Stati membri
la primauté costituzionale non è accettata: a fronte di un principio che, a li-
vello comunitario, è affermato ormai da decenni, le “sfide” nazionali resta-
no intatte e, anzi, si rafforzano con il contributo dei nuovi membri. Tali sfi-
de, delle quali si fanno portavoce in prima battuta le Corti costituzionali,
conducono però a differenti esiti, sulla base delle istanze nazionali alle
quali viene riservata l’ultima parola: in alcuni paesi essa spetta al potere di
revisione costituzionale, in altri invece le decisioni delle Corti non posso-
no essere superate per quella via. Non mancano le implicazioni pratiche
(anche lasciando da parte le questioni legate alla sovranità popolare e al
principio democratico) di tale diversa impostazione: è assai più probabile
che riesca a ostacolare (sia pure momentaneamente, come hanno mostrato
le esperienze danese e irlandese) la primauté comunitaria un referendum,
piuttosto che la pronuncia di una Corte costituzionale: organi come i
Tribunali costituzionali operano con troppa ponderazione politica per
rischiare di porre in gioco la partecipazione dei propri Stati all’Unione
europea; il popolo, invece, nella sua “incontrollabile follia”, può avere
addirittura il “coraggio” di rifiutare l’Unione europea o un suo atto (gli
esempi sono sotto i nostri occhi).
47 E con la CEDU, alla luce della sentenza di condanna della Corte di Strasburgo, 29
ottobre 1992, Open Door et alt. v. Irlanda, nella quale la normativa (anche costituziona-
le) e la giurisprudenza irlandesi erano state dichiarate contrarie all’art.10 CEDU, costi-
tuendo violazione della libertà di espressione.
428 TANIA GROPPI
48 Così Alonso García, R., Il giudice nazionale come giudice europeo, Quad. Cost.,
2005, pp. 111 e ss.; Cartabia, M., “Unità nella diversità”: il rapporto tra la Costituzione
europea e le costituzioni nazionali, cit.
49 Una possibile soluzione è prospettata da Ruggeri, A., op. cit., nota 13, il quale rile-
va che occorrerebbe che la Corte di giustizia rimandasse la questione ai giudici nazionali.
LA PRIMAUTÉ DEL DIRITTO EUROPEO 429
“Una «pregiudizialità» siffatta, tuttavia, come si sa, non esiste o, diciamo meglio, non è
ad oggi codificata. Diciamo allora che la Corte di Giustizia potrebbe (o dovrebbe?) di-
chiarare le propria incompetenza a pronunziarsi sulla questione stessa o, meglio, a pro-
nunziarsi «a prima battuta» su di essa, rigettando di conseguenza per inammissibilità il
ricorso davanti ad essa presentato e non preceduto da altro, identico (per oggetto) ricorso
avanzato davanti al giudice nazionale e quindi da quest’ultimo deciso, in un senso o nell-
’altro”.
50 Sulle molteplici forme di “dialogo” v. Luther, J., “Jueces europeos y jueces naciona-
les: la Constitución del diálogo”, Revista de Derecho Constitucional Europeo, n.1/2005, in
http://www.ugr.es/~redce/ReDCEportada.htm.
VERFASSUNGSRECHTLICHE ASPEKTE
DER KULTURELLEN IDENTITÄT*
Peter HÄBERLE**
I. EINLEITUNG, PROBLEM
Die Aktualität des Themas ist denkbar groß: auf nationaler und auf eu-
ropäischer Ebene, ja auf Weltebene. Angesichts der rasanten “Globalisie-
rung” einerseits, der in vielen Verfassungsstaaten sich entwickelnden
“Föderalisierung” und “Regionalisierung” andererseits, angesichts der
Zweifel am ufer- und schrankenlosen (Welt-)Markt beobachten wir welt-
weit eine Wiederbesinnung auf Kultur als identitätsstiftende Kraft, auf
kulturelle Freiheit als direkt menschenwürdebezogene Freiheit (im Unters-
chied zur wirtschaftlichen Freiheit mit ihrer nur instrumentalen Bedeu-
tung), auf kulturelle Differenz (Vielfalt bis hin zum Minderheitenschutz).
“Kultur”, eine Schöpfung Ciceros, erlebt derzeit auf vielen Feldern eine ein-
drucksvolle Themenkarriere: man denke an das Ringen um den Schutz der
kulturellen Identität des Menschen (auch im Datenschutz greifbar), den
Schutz der vielgestaltigen Minderheiten ganzer Völker oder Regionen wie
Europas oder Lateinamerikas oder an das vorläufig gescheiterte UNESCO-
“Europa” bzw. seiner Identität aus Kultur: Europa als “Mutterland mit den
Nationen als ”Vaterländern". Im Jahre 2003 fragten J. Derrida und J. Ha-
bermas gezielt nach der “europäischen Identität” (Stichworte sind das
“Kerneuropa”, das sogenannte “alte Europa”). 1973 war es zu einer
Erklärung der Staats- und Regierungsschefs der EWG über die europäis-
che Identität gekommen. Europa als “Wertegemeinschaft” ist ein Schlag-
wort.
Der Theorierahmen kann hier nur skizziert werden. Er findet sich in dem
seit 1979/82 vom Verf. versuchten “kulturwissenschaftlichen Ansatz”, der
hier in Stichworten wiederholt sei: Ausgangspunkt ist ein offenes, pluralis-
tisches Kulturkonzept mit den im Verhältnis zueinander durchlässigen Kate-
gorien der “Hochkultur” (des Wahren, Guten und Schönen), der “Volkskul-
tur” besonders lebendig in Lateinamerika (Indios) und in der Schweiz (z.B.
als Folklore) und den Alternativ- bzw. Subkulturen (vom Fussball bis zu
den Beatles oder besser umgekehrt). Mischungen finden sich in Begriffen
wie höfische und bürgerliche Kultur oder Arbeiterkultur. Anliegen des
kulturwissenschaftlichen Konzepts ist es, das Tiefgründige “hinter” den
Normtexten Stehende zu erfassen; das juristische Regelwerk ist nur eine
Dimension. Vergegenwärtigt werden kann so die geschichtliche Dimen-
sion, z.B. das kollektive, kulturelle Gedächtnis eines Volkes , auch seine
“Errungenschaften” oder Traumata und Wunden (“Schicksal”) – wie in
der Ukraine “Tschernobyl” (Stichwort: “Erfahrungswissenschaft”). Aus
“Verfassungsgeschichte kommt (”gerinnt") ein Stück Identität (“Verfas-
sungspatriotismus”, D. Sternberger). Mit “bloß” juristischen Umschrei-
bungen, Texten, Einrichtungen und Verfahren ist es also nicht getan. Ver-
fassung ist nicht nur rechtliche Ordnung für Juristen und von diesen nach
alten aund neuen Kunstregeln zu interpretieren – sie wirkt wesentlich auch
als Leitfaden für Nichtjuristen: für den Bürger. Verfassung ist nicht nur ju-
ristischer Text oder normatives “Regelwerk”, sondern auch Ausdruck ei-
nes kulturellen Entwicklungszustandes, Mittel der kulturellen Selbstdars-
VERFASSUNGSRECHTLICHE ASPEKTE 437
tellung des Volkes, Spiegel seines kulturellen Erbes und Fundament seiner
Hoffnungen. Lebende Verfassungen als ein Werk aller Verfassungsinter-
preten der offenen Gesellschaft sind der Form und der Sache nach weit
mehr Ausdruck und Vermittlung von Kultur, Rahmen für kulturelle
(Re-)Produktion und Rezeption und Speicher von überkommenen kulture-
llen “Informationen”, Erfahrungen, Erlebnissen, Weisheiten. Entspre-
chend tiefer liegt ihre – kulturelle Geltungsweise. Dies ist am schönsten er-
fasst in dem von H. Heller aktivierten Bild Goethes, Verfassung sei
“geprägte Form, die lebend sich entwickelt”.
Damit werden klassische Verfassungskonzepte nicht hinfällig: etwa
Verfassung als “Norm und Aufgabe” (U. Scheuner), als “Anregung und
Schranke” (R. Smend), als Beschränkung von Macht und Gewährleistung
eines freiheitlichen Lebensprozesses (H. Ehmke) bis hin zum neuen Kon-
zept von der “Verfassung als öffentlicher Prozess” (1969), aber sie behal-
ten nur eine —freilich unverzichtbare— relative Aussagekraft.
In Europa ist wichtig, dass der schrittweise seit 1957 legitimierte Eini-
gungsprozess (“Rom”, zuletzt “Nizza”, “Brüssel” und “Rom”) als kulture-
ller Vorgang begriffen wird, nicht primär als ökonomischer. Testfälle sind
der anhaltende Streit um den Gottesbezug in einer europäischen Verfas-
sung und um die Aufnahme der Türkei (dazu im dritten Vortrag), eines Ta-
ges vielleicht auch der Ukraine. Methodisch macht dieser Ansatz den Weg
frei für “kulturelle Verfassungsvergleichung” (1982) als Erarbeitung des
Gleichen und Ungleichen, für die Idee der Rechtsvergleichung als “fünf-
ter” Auslegungsmethode (1989), jetzt vom Verfassungsgericht Liechtens-
tein rezipiert und praktiziert (2003). Inhaltlich wird es möglich, das Wer-
den einer europäischen Öffentlichkeit, dank Politik und Verfassung aus
schon vorhandener kultureller Öffentlichkeit zu begreifen und dem Kul-
turverfassungsrecht in den nationalen Verfassungen wie in der europäis-
chen einen besonders hohen Stellenwert einzuräumen, im Kontext der
Grundwerte-Artikel und auf der Basis der kulturellen Freiheiten des Bür-
gers bzw. der Kulturkompetenzen der Res publica. Begriffe wie “Verfas-
sungskultur” und “Grundrechtskultur” (1979/82) lassen sich erst in diesem
Theorierahmen entwerfen und gebrauchen. Der Begriff “Rechtskultur”,
auch auf das Zivilrecht und Strafrecht bezogen, liegt nahe. Die europäis-
che Rechtskultur konstituiert sich aus den sechs Elementen: Geschich-
tlichkeit, Wissenschaftlichkeit, Unabhängigkeit der Rechtsprechung, kon-
fessionelle Neutralität des Staates, Vielfalt und Einheit, Partikularität und
Universalität.
438 PETER HÄBERLE
Die hier gestellte Frage nach der kulturellen Identität ist also bescheiden
anzugehen, prinzipiell konkret, nicht “hoch philosophisch”. Stets sollte
der Bezug auf Konkretes hergestellt werden: auf Menschen bzw. Bürger,
10 Häberle, P., Die europäische Stadt das Beispiel Bayreuth, BayVBl. 2005, Heft 6, S.
11 Klassikertexte im Verfassungsleben, 1981.
VERFASSUNGSRECHTLICHE ASPEKTE 441
V. AUSBLICK
12 Zit. nach D. Barenboim, Das Versprechen der Väter, Süddeutsche Zeitung Nr.
111, 2004.
13 Vgl. die Bände von A. D’Atena, L’ Italia verso il “federalismo”, 2001; ders.
Hrsg.), Le regioni e l’unione europeo, 2002; ders. (Hrsg.), Federalismo e regionalismo in
Europa, 1994.
442 PETER HÄBERLE
VI. LITERATURVERZEICHNIS
Juan BAÑUELOS
Paraje de Polhó, Chiapas
I. CONSIDERACIONES GENERALES
443
444 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
segunda mitad del siglo XX, sin obviar que desde tiempos inmemoriales
grupos humanos vastos han sido desarraigados de sus territorios; a guisa
de ejemplo: el éxodo israelita. La también denominada migración forzada
se denota como una especie tanto del reconocimiento histórico de un fenó-
meno alterno como el de los refugiados, pero perfectamente diferenciado
del mismo,1 en razón de su plena tutela a nivel de derechos humanos y hu-
manitarios tal como se refleja en documentos internacionales tales como
la Carta de Naciones Unidas2 y las Convenciones sobre refugiados.3 Vale
decir que los desplazamientos internos (en adelante DI) o migraciones
Persona o grupo de persona que se han visto obligadas a huir o a dejar sus
hogares o lugares de residencia habitual como resultado de, o para evitar,
en particular, los efectos de un conflicto armado, las situaciones de violen-
cia generalizadas, las violaciones de derechos humanos o los desastres
naturales o causados por el hombre, y que no han cruzado una frontera es-
tatal internacional reconocida como tal.11
en adelante ACNUR), el cual sólo considera desplazados a los que serían refugiados en
virtud de la Convención de Ginebra sobre los Refugiados si hubieran cruzado alguna
frontera. Recordemos que se entiende por refugiado: Aquella persona que se encuentra
fuera de su país de origen, debido a temores fundados de ser perseguido por motivo de
raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opinión política y,
a causa de dichos temores, no puede o no quiere acogerse a la protección de tal país.
12 La óptica a través de la cual se ha apreciado el fenómeno del desplazamiento por
desarrollo adquiere, desde la perspectiva teórica y en palabras de Meter Penz: “…el inte-
rés público, de determinación individual y de equidad… La perspectiva del interés públi-
co proporciona una expresión concreta hacia el análisis costo-beneficio. El criterio es
que los beneficios netos lleguen en su totalidad a la población. Los efectos negativos, in-
cluyendo el desplazamiento, son tratados como costos, y la interrogante es cómo plantear
los beneficios del proyecto o política excedida a tales costos… Es posible que se vuelva
peor para esos desplazados, debido a esos costos tomados en cuenta, y peor aún para el
proyecto o política para poder generar beneficios netos positivos… También hay una in-
terpretación comunitaria de la autodeterminación, la cual es violada por el traslado coar-
tado o migración forzada de todas las comunidades. Esto puede ser un prometedor antí-
doto al autoritarismo y privilegios empresariales desarrollados desde los líderes. Sin
embargo, también es demasiado cruel. Ignora las consideraciones del interés público,
quienes han improvisado las condiciones de vida resultantes de la electricidad e irriga-
ción provenientes de las represas… el desarrollo de proyectos y políticas puede ser justi-
ficado en base a la reducción de la pobreza y desigualdad, lo cual concierne a la tercera
perspectiva: igualitarismo. El desplazamiento inducido por el desarrollo puede reducir
concebiblemente la desigualdad, si primeramente beneficia la pobreza y pone la carga en
aquellos que están mejor. Sin embargo, la igualdad horizontal entre la pobreza puede ser
violada cuando los beneficios para algunos grupos desaventajados son perjudicados por
otros grupos que son desplazados. Esto puede ser resuelto, en parte, por una compensa-
ción adecuada pero la distribución equitativa requiere también que esos desplazados
comporten los beneficios del desarrollo, y no simplemente reciban compensación. Al
mismo tiempo, la igualdad requiere que las comunidades desplazadas no sean las únicas
beneficiadas por el desarrollo”. Véase Penz, Meter, “Desarrollo, desplazamiento y ética”,
Migraciones forzadas, núm. 12, enero de 2002, versión electrónica http://www.migracio
nesforzadas.org/pdfRMF12RMF12.pdfm, consulta realizada el 22 de noviembre de 2005.
13 Es importante considerar que si bien, la migración de esta naturaleza no se incluye
en el fenómeno de desplazamiento interno, sí derivan de éste una serie de consecuencias
de carácter económico que lamentablemente finalizan en la depauperización de los gru-
pos de desplazados, hecho que se agudiza tratándose de los indígenas, así: “…Como con-
secuencias de este conflicto se ha visto: la pérdida de tierras y territorios ancestrales, así,
448 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
los que reciben compensación y protección estatal adecuada tras los desas-
tres naturales o el reasentamiento por motivo de desarrollo.
Esta categoría de DI se concreta, normalmente, en países en los que el
conflicto interno es precursor de un estado desintegrado y en el que no
existe el imperio de la ley.
El reciente número de DI resulta también del cambio en las prioridades
del régimen internacional humanitario; la preocupación actual por limitar
los flujos de refugiados y evitar su asentamiento a largo plazo ha tenido co-
mo resultado una política de cambio hacia la internalización del desplaza-
miento.
Empero, la mayor responsabilidad de los DI recae, directamente, en los
gobiernos nacionales y en las autoridades locales, los cuales se enfrentan,
las más de las veces, a lagunas y vacíos jurídicos, propiciando que los úni-
cos mecanismos de defensa sean los considerados a nivel internacional.
Hasta cierto punto, la situación de los DI sirve para evidenciar la cre-
ciente redundancia e ineficacia de la maquinaria jurídica disponible para su
protección. Las convenciones de Ginebra y sus protocolos, ya referidos,
contienen disposiciones para la protección de civiles en conflictos inter-
nos, pero fueron formulados cuando la guerra convencional era lo normal.
Ante tal vacío en la comprensión del fenómeno y verdaderos mecanis-
mos de tutela en 1992, el ya referido señor Deng inició la compilación de
las normas jurídicas aplicables a los DI, y encontró un número significati-
vo de lagunas en el derecho humanitario, por lo que en 1998 presentó a la
consideración de la Comisión de Derechos Humanos, el Consejo Econó-
mico y Social y la Organización de las Naciones Unidas, en su 54a. sesión,
los denominados Principios Rectores de los Desplazados Internos.
Principios que por su carácter no vinculante, producto de la consolida-
ción de disposiciones en materia de desplazados y dispersas en diversos
como sus formas de vida tradicionales que se ven afectadas y con ellas, los procesos orga-
nizativos, la desintegración de las relaciones de identidad étnico-culturales, la destrucción
del medio ambiente y, por ende, la persecución y hechos atentatorios contra la integridad
personal que causan miedo, rabia y dolor cuya respuesta es el éxodo violento que los
conduce a la miseria, al abandono, al hambre, a la pérdida de la autoestima y a lo que
más los ha identificado: sus relaciones de parentesco familiar”, véase Guevara Corral,
Darío, “La nueva colonización urbana: el desplazamiento forzado”, Salud y desplaza-
miento, 1o. de mayo de 2004, dirección electrónica: http://www.disasterinfo.net/desplaza
dos/informes/as prodeso/violenciagenero/, consultada el 20 de octubre de 2004.
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 449
de actuación de los Estados, pero han de ser los gobiernos nacionales los que
den la solución de continuidad a un problema que presenta día a día nuevos
rostros.
Más aún, la situación se agrava cuando la realidad de los Estados “na-
cionales”, para nosotros “plurinacionales y pluriculturales”, evidencia una
falta de identificación, vía censos o datos duros, de los grupos, causas del
desplazamiento, territorios de asentamiento, formas de supervivencia, po-
líticas gubernamentales implementadas, resultados de la reubicación o
reintegración de los DI, id est, el efectivo monitoreo de los fenómenos so-
cioantropológicos, económicos y, nuevamente, jurídicos que se derivan.
Al hilo discursivo no escapa a los especialistas en la materia que los des-
plazados, en la mayoría de los casos
…han tenido que escapar abandonando casi todas sus pertenencias mate-
riales. Se ven obligados a recorrer grandes distancias, a menudo a pie, pa-
ra encontrar un lugar seguro donde refugiarse de los combates [nosotros
agregamos los desastres o las obras públicas]. Las familias se dispersan,
los niños pierden el contacto con sus padres en el caso de la huida, los pa-
rientes ancianos demasiado débiles para emprender viajes tan penosos se
quedan atrás abandonados a su suerte, los desplazados internos… pierden
sus fuentes y medios para ganarse el sustento. Así pues, para poder sobre-
vivir dependen por lo menos en un comienzo, de la buena voluntad de las
comunidades que los acogen y de las organizaciones humanitarias.17
...es desplazado toda persona que se ha visto obligada a migrar dentro del
territorio nacional abandonando su localidad de residencia o sus activida-
des económicas habituales, porque su vida, integridad física o libertad han
sido vulneradas o se encuentran amenazadas, debido a la existencia de
cualquiera de las siguientes situaciones causadas por el hombre: conflicto
armado interno, disturbios o tensiones interiores, violencia generalizada,
violaciones masivas de derechos humanos u otras circunstancias emana-
das de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren drásticamen-
te el orden público.19
18 Consulta electrónica a la página web del Alto Comisionado de las Naciones Uni-
das para los Refugiados: http://www.acnur.org (octubre de 2004).
19 http://www.desplazados.org.co/quienes/diferencias.htm, consultada el 22 de octu-
bre de 2004.
452 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
22 Idem.
454 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
1. El desplazamiento en México
Las personas que han trabajado con los desplazados internos en Europa,
Asia y África a menudo se han encontrado que aquéllos son miembros de
minorías étnicas, religiosas, tribales o lingüísticas, confrontados con mayo-
rías étnicas, como son el caso de los kurdos en Turquía e Irak, los chechenios
en la Federación Rusa, los kosovares albaneses en la ex Yugoslavia, los ta-
miles en Sri Lanka, los karen y kareni en Myanmar y los cristianos y animis-
tas del sur de Sudán.
Tales minorías étnicas buscan autonomía o independencia de los go-
biernos que sirven a los intereses del grupo étnico dominante. No obstante,
en las guerras civiles de América Latina, particularmente del cono sur, los
desplazados internos no son minorías étnicas en búsqueda de independen-
cia, proviene principalmente de las mayorías rurales y pobres, como ocurre
en El Salvador, Honduras, Colombia Guatemala, Perú y México, en donde
son los indígenas los desplazados internos.
En el caso mexicano, específicamente, el fenómeno se ha concretado
en el sureste del país, donde se presentan los casos de “desplazamientos
internos”.
Así, en la actualidad se tienen aproximadamente a 16,000 desplazados in-
ternos en el estado de Chiapas.26 No se deja de mencionar que en otros esta-
dos, como Oaxaca y Guerrero, se presenta también este fenómeno, aunque
en menor medida.
Otra cara de la problemática que enfrentan los “desplazados internos” es
que generalmente se dirigen a los centros urbanos en donde enfrentan dis-
criminación por su condición indígena, por su propia pobreza y dificultad
para comunicarse, por desconocer el idioma español.
Además, hay que reconocer que gran parte de los desplazados son muje-
res y niños que enfrentan especiales condiciones de marginación.
Cabe señalar que en la actualidad la ciudad de México es la entidad que
en la República mexicana cuenta con la mayor población indígena.
No obstante que los “desplazamientos internos” se deben a conflictos
estrictamente locales, y generalmente se ubican en zonas perfectamente
identificadas, en el interior del país de que se trate, como hemos apuntado
posteriormente, casi no existen en la actualidad legislaciones internas que
prevean expresamente el derecho de todo individuo a no ser desplazado, en
26 Idem.
456 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
Así, hay que mirar hacia los instrumentos de derecho internacional (de-
rechos humanos, derecho humanitario, derecho de los refugiados) para en-
contrar los mecanismos de defensa que tengan previstas determinadas si-
tuaciones.
No queremos dejar de manifestar que, de cara a la postulación de un
derecho de los desplazados internos (vía la compilación y análisis, así co-
mo de los principios rectores), existe una posición contraria que sostiene
que la conformación de un derecho de tal naturaleza rendiría ineficaces
las demás disposiciones internacionales,29 siendo suficientes, por tanto,
su reconducción a las disposiciones de derecho internacional humanita-
rio, particularmente bajo el concepto de “población civil”, posición que
no compartimos.
Volvamos al caso paradigmático del Estado mexicano: Chiapas, una
historia excepcional que se puede narrar.
Los desplazamientos de población iniciaron con el conflicto armado, a
principios de 1994, lo que provocó que familias posicionadas y latifundis-
tas de los Altos de Chiapas se refugiaran en las cabeceras municipales y
fueran acogidos por el gobierno y la administración pública.
Conforme a la estrategia que el diálogo siguió, los desplazados fueron
regresando a sus hogares hasta retornar, masivamente, a partir de la milita-
rización de 1995.
Con la ofensiva militar de 9 de febrero de 1995, miles de indígenas simpa-
tizantes rebeldes u opositores al régimen de gobierno se vieron obligados a
refugiarse en las montañas para evitar una represión selectiva. La mayoría de
ellos consiguió regresar a sus pueblos poco tiempo después, cuando el ejér-
cito abandonó sus poblados. Pero en algunas partes de las cañadas selváticas
los soldados nunca se retiraron: se instalaron nuevos cuarteles y retenes, al-
gunos en medio de los pueblos, como ocurrió en Guadalupe Tepeyac, que
sufrió las consecuencias de haber sido la capital rebelde durante todo 1994, o
el ejido Vicente Guerrero, en el municipio de Las Margaritas.
Fue a finales de 1995, consolidado ya el diálogo de San Andrés, milita-
rizado toda la entidad, cuando una nueva estrategia perturbadora de la ne-
29 En este sentido véase Lavoyer, Jean Philippe, “Principios rectores relativos…”,
cit., nota 16; Contant Hickel, Marguerite, “La protección de los desplazados internos
afectados por conflictos armados: concepto y desafíos”, Revista Internacional de la Cruz
Roja, núm. 43, 30 de febrero de 2001, consulta electrónica http://www.icrc.org/web/spa
/sitespa0.nsf/htlm/5TDQ4P, 1o. de febrero de 2005; Comité Internacional de la Cruz Ro-
ja, Guerra y desplazados, consulta electrónica ya citada.
458 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
gociación empezó a hacer aparición con mayor virulencia: los grupos para-
militares. En la zona norte del estado, el grupo paramilitar Paz y Justicia
provocó muertes y terror en los campesinos simpatizantes del EZLN o mi-
litantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Miles de indígenas choles huyeron de sus comunidades. En los caminos
y carreteras, Paz y Justicia estableció retenes paralelos a los del ejército
mexicano e impidieron el libre tránsito con total impunidad. El brazo de la
justicia hizo su aparición con la detención y encarcelamiento de decenas de
indígenas opositores al gobierno.
A partir de la interrupción del diálogo, en septiembre de 1996, en los
Altos de Chiapas avanzó la estrategia contrainsurgente implementada por
el ejército y la policía. Se reclutó a jóvenes, se entrenó y se ofrecieron pre-
bendas a quienes participaran en las incipientes bandas paramilitares.
Poco a poco, el miedo y la coerción pasaron a cobrar sus primeras víc-
timas: familias de indígenas se desplazaron de sus comunidades por no
querer o no poder pagar el impuesto que cobraban los paramilitares, fa-
milias de simpatizantes zapatistas o de la sociedad civil Las Abejas reci-
bieron amenazas de muerte, sus casas fueron quemadas, sus pertenencias
saqueadas. Fueron obligados a dejar sus pueblos, sus milpas, sus cafeta-
les a punto de cosecha. El número de desplazados en el municipio de
Chenalhó se incrementó de forma espeluznante sin que el gobierno toma-
ra ninguna medida.
En Acteal, el 22 de diciembre, un grupo de desplazados se encontraba
rezando cuando un grupo de paramilitares abrieron fuego, matando a 45
personas, la mayoría mujeres y niños. La noticia de la masacre se esparció,
convulsionando al municipio de Chenalhó. Se inició, así, un éxodo de mi-
les y miles de campesinos ante el terror de la actuación paramilitar; el re-
sultado: en la actualidad 10, 500 personas sobreviven en campamentos de
desplazados de guerra alrededor de Polhó, capital de este municipio pobla-
do por indios tzotziles.
El 11 de abril de 1998 un operativo militar y policial desmanteló el mu-
nicipio autónomo y rebelde Ricardo Flores Magón, en la comunidad de Ta-
niperla. El saldo de esta operación fue decenas de detenidos, encarcelados
y cientos de hombres desplazados en las montañas. En Taniperla se instaló
un cuartel policial, y los paramilitares del grupo MIRA se enseñorearon del
lugar. Desde entonces, en esa cañada de la selva lacandona, la impunidad
de los paramilitares ha llevado al desplazamiento de familias enteras a otros
pueblos.
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 459
AGOSTO 2001
ZONA SELVA-NORTE
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Chuctiejá 06-95 Tila Cabecera Tila 2 8
Tzaquil 19-12-00 Tila Cabecera Tila 2 3
Miguel Ale- 8-08-95 Masoja
Tila Tila 21 107
mán 12-06-96 Schucjá
**
Usipá 4-09-95 Tila Usuipá Tila 95 475
Masoja
Sucsulumil 12-06-96 Tila Tila 12 75
Schucjá
Chulum, La
1995 Tila Tila 19 150
Las Palmas Revolución
Nuevo
Pantianijá 1-08-97 Tila Tila 2 5
Limar
*
Cruz Cruz
1-08-97 Tila Tila 16 74
Palenque Palenque
Masojá Masojá
16-07-96 Tila Tila 3 18
grande Shucjá
Masojá
Tzaquil 09-95 Tila Tila 7 36
Shucjá
Ojo Enukuabi
13-12-95 Tila Tila 25 80
de agua Zapata
*
San José Sn José
14-07-95 Tila Tila 230 500
Limar Limar
30 Estadísticas tomadas del Informe Especial 2002, que rinde el Centro de Derechos
Humanos Fray Bartolomé de las Casas, A. C. www.sepi.org.mx.
460 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Nuevo 4-09-96 Nuevo
Tila Tila 98 350
Limar 21-08-97 Limar
*
Jol ako 14-02-99 Tila Jol ako Tila 12 74
Salto Nuevo
13-12-95 Tila Tila 21 138
de Agua Limar
Curva
28-08-95 Tila Cabecera Tila 6 34
Chuctieja
Jolnixtié
Agua fría 18-06-96 Tila Tila 7 20
2a. Sec.
Masoja
Sucsulumil 12-06-96 Tila Tila 17 75
Shucjá
Emiliano Chulacko
Tumbalá Tumbalá 27 150
Zapata Ixtejá
Col. Paraíso,
Tzaquil,
Pasijá
Morelos,
Quintana Nueva
19-01-97 Sabanilla Tila 143 760
Roo, Cerro Revolución
Misupá, Je-
sús Carranza
y Chulúm
Chico anexo
Campamen-
Bebedero 23-06-96 Sabanilla Sabanilla 7 22
to Saquijá
Campamen-
Jesús
19-06-96 Sabanilla to San Mar- Sabanilla 84 351
Carranza
cos
Campamen-
Los Moyos 14-06-96 Sabanilla to San Ra- Sabanilla 17 86
fael
Poblado
Ejido Salto Salto
19-08-97 San 5 34
Progreso de Agua de Agua
Marcos
Ejido Salto San José Salto
9-08-97 5 35
Progreso de Agua Tzibalch’en de Agua
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 461
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Ejido Salto La Trini- Salto
9-08-97 2 10
Progreso de Agua dad de Agua
Ejido Salto Salto
9-08-97 Jilumil 1 5
Progreso de Agua de Agua
ZONA SELVA
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Marqués Benemérito Benemé-
Río
3-11-00 de de las rito de las 10 43
Salinas Cruz
Comillas Américas Américas
Marqués
Río Ejido Scolte-
3-11-00 de 6 37
Salinas Cruz Chanibal nango
Comillas
**
Ejido Bu-
siljá 28-03-94 Ocosingo Ocosingo 18 60
Ratayula
Barrio
Guanal 28-03-94 Ocosingo Morelos Ocosingo 28 135
Cabecera
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Plan de Barrio
28-03-94 Ocosingo Ocosingo 68 411
Guadalupe Nvo. Gpe.
Barrio Mo-
Amador
28-03-94 Ocosingo relos Ocosingo 6 55
Hernández
Cabecera
Barrio Mo-
Prado Paca-
28-03-94 Ocosingo relos Ocosingo 17 89
yal
Cabecera
Sabanilla Sabanilla Agua Dulce Ocosingo 12 60
ZONA ALTOS
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Los Chorros Chenalhó SCLC SCLC 5 25
C’anolal 27-10-97 Chenalhó INI SCLC SCLC 14 72
Bosco
C’anolal 29-01-98 Chenalhó SCLC 33 188
SCLC
Tzanembo- 14,15-10-9
Chenalhó Tzajalch’en Chenalhó 8 40
lóm 7
C’anolal 27-10-97 Chenalhó Tzajalch’en Chenalhó 9 42
*
C’anolal 27-10-97 Chenalhó C’anolal Chenalhó 13 64
*
Tzajalucúm 27-12-97 Chenalhó Tzajalucúm Chenalhó 25 125
Cen.
17-12-97 Chenalhó Acteal Chenalhó 50 295
Quech’tic
Pob.
17-12-97 Chenalhó Acteal Chenalhó 14 90
Quech’tic
* 24-05-97
Yaxgemel Chenalhó Yaxgemel Chenalhó 35 186
28-12-97
*
Col.
29-12-97 Chenalhó Col. Puebla Chenalhó 10 49
Puebla
*
Barrio B. Chuch-
24-05-97 Chenalhó Chenalhó 15 83
Chuchtic tic
*
Miguel
Los Cha-
Utrilla 27-12-97 Chenalhó Chenalhó 46 280
rros
Los Charros
Nueva
30-09-97
Yibeljoj Chenalhó Reubica- Chenalhó 96 480
16-11-97
ción
Aurora 8-10-97
Chenalhó Polhó Polhó 20 138
Chica 18-11-97
Barrio 22,
Chenalhó Acteal Polhó 23 174
Cáchatela 23-12-97
Bajo beltic 26-05-97 Chenalhó Polhó Polhó 27 130
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 463
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Chimix
27-10-97 Chenalhó Polhó Polhó 18 110
1a. fracción
Chimix
21-11-97 Chenalhó Polhó Polhó 29 151
2a. fracción
Chimix
29-10-97 Chenalhó Polhó Polhó 13 63
5a. fracción
Chimix
27-10-97 Chenalhó Polhó Polhó 28 181
6a. fracción
Chimix
Chenalhó Polhó Polhó 35 259
Centro
Barrio
21-11-97 Chenalhó Polhó Polhó 64 366
Tulantic
21-09-97
La
3-10-97 Chenalhó Polhó Polhó 42 195
Esperanza
22-12-97
Majomut 1 22-09-97 Chenalhó Polhó Polhó 32 185
**
Los Cha-
15-09-97 Chenalhó Polhó Polhó 54 200
rros
Los Charros
15-09-97 Chenalhó Polhó Polhó 6 30
Barrio Tzeltal
Pexhequil 19-11-97 Chenalhó Polhó Polhó 28 125
Tzahaky-
19-12-97 Chenalhó Polhó Polhó 26 165
cpum
Tzanembo- 15-10-97
Chenalhó Polhó Polhó 85 425
lóm 18-1197
Xcumumal 27-12-97 Chenalhó Polhó Polhó 15 52
Poquini-
Yaxgemel 20-12-97 Chenalhó Polhó 114 690
chim
Yibeljoj
30-09-97 Chenalhó Polhó Polhó 37 168
Centro
24-05
B. Chuchtic Chenalhó Polhó Polhó
20-11-97
Polhó y 15, 16, Río
Chenalhó Ococingo 38 181
Majomut 17-03-00 Naranjo
464 MARÍA DEL PILAR HERNÁNDEZ / LAURA ORTIZ VALDEZ
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
15,16, Emiliano San Ma-
Chenalhó 5 25
17-03-00 Zapata nuel
Acteal 15,16,
Chenalhó Arena Ocosingo 18 90
y Chimix 17-03-00
Tzanembo- 15,16, San San Ma-
Chenalhó 25 125
lon 17-03-00 Marcos nuel
Tzanembo-
lon, Chimix, 15,16, Francisco San Ma-
Chenalhó 17 85
Naranjatic 17-03-00 Villa nuel
Bajo
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
* Nuevo San Pe-
Guadalupe Las Mar-
02-95 Guadalupe dro Mi- 72 450
Tepeyac garitas
Tepeyac choacán
Maravilla Las Mar- Tierra y
28-02-95 Río Jordan 32 170
Tenejapa garitas Libertad
San Anto-
Nuevo Las Mar- Tierra y
9-02-95 nio Monte- 9 47
Momón garitas Libertad
rrey
Nuevo Las Mar- Tierra y
9-02-95 Santa Julia 26 1,078
Momón garitas Libertad
ZONA CENTRO
Fecha del
Comunidad Municipio Comunidad Munici- Número Número
desplaza-
de origen de origen actual pio actual familiar personas
miento
Nuevo
Villa Villa
Centro 4-12-98 La Piedrita 15 89
Corzo Corzo
Cimarrón
Carmelitas Rancho
10-11-99 Cintalapa Cintalapa 3 25
Matzán El Carmen
1. El Cajón y la Parota
a. Un millón de damnificados.
b. Ocho personas muertas.
c. El 93% de los municipios de Yucatán afectados.
d. 72,000 personas desplazadas.
e. Dieciocho municipios yucatecos en estado de emergencia.
f. Cuarenta y ocho horas azotando la península de Yucatán.
g. Veintiocho kilómetros de la zona hotelera de Cancún asolados.
Artículo 13
1. Al aplicar las disposiciones de esta parte del Convenio, los gobiernos
deberán respetar la importancia especial que para las culturas y valores
espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o
territorios, o con ambos, según los casos, que ocupan o utilizan de alguna
otra manera, y en particular los aspectos colectivos de esa relación.
2. La utilización del término [tierras] en los artículos 15 y 16 deberá in-
cluir el concepto de territorios, lo que cubre la totalidad del hábitat de las
regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra ma-
nera.
Artículo 14
1. Deberá reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propie-
dad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Ade-
más, en los casos apropiados, deberán tomarse medidas para salvaguardar
el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no estén exclu-
sivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmen-
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 473
Artículo 2o.
A. Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y
las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a
la autonomía para...
V. Conservar y mejorar el hábitat y preservar la integridad de sus tie-
rras en los términos establecidos en esta Constitución.
VI. Acceder, con respeto a las formas y modalidades de propiedad y te-
nencia de la tierra establecidas en esta Constitución y a las leyes de la ma-
teria, así como a los derechos adquiridos por terceros o por integrantes de
la comunidad, al uso y disfrute preferente de los recursos naturales de los
lugares que habitan y ocupan las comunidades, salvo aquellos que corres-
ponden a las áreas estratégicas, en términos de esta Constitución. Para es-
tos efectos las comunidades podrán asociarse en términos de ley.
Artículo 4o. …
[párrafo noveno] Es responsabilidad del Estado garantizar la atención,
la seguridad, así como la restitución de derechos de los desplazados inter-
nos, ya sea de grupos o de personas que se han visto forzadas u obligadas
a escapar o huir de su lugar de residencia, para evitar los efectos de un
conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones
de los derechos humanos o catástrofes naturales o provocadas por el ser
humano, dentro de sus fronteras, según lo disponga la ley en la materia, la
cual establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federati-
vas en el ámbito de sus respectivas competencias.
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 479
Por último, la reforma dispone la creación de una ley que regule la con-
currencia de la Federación y las entidades federativas en el ámbito de sus
respectivas competencias.
Sin embargo, al igual que el diputado Zebadúa, consideramos que la de-
finición y la regulación del desplazamiento interno tendrían que darse den-
tro de la ley que regule la concurrencia de las diferentes esferas de gobier-
no, por lo que retomando la multicitada propuesta de reforma, proponemos
que la modificación al artículo 4o. constitucional fuera la siguiente:
Artículo 4o. …
Toda persona o conjunto de personas tiene derecho a la propiedad pri-
vada que establece esta Constitución, en las formas, modalidades y excep-
ciones que ella establezca.
El Estado garantizará la atención, la seguridad, así como la restitución
de derechos de los desplazados internos, ya sea de personas o grupos que
se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su lugar de residen-
cia, para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de vio-
lencia generalizada, de violaciones de los derechos humanos o catástrofes
naturales o provocadas por el ser humano, dentro de sus fronteras, según
lo disponga la ley en la materia, la cual establecerá la concurrencia de la
Federación y las entidades federativas en el ámbito de sus respectivas
competencias. En todos casos las autoridades federales, estatales y muni-
cipales, observarán lo previsto en los instrumentos internacionales en ma-
teria de derechos humanos y humanitarios.
Por último, es importante señalar que la ley que se expida al respecto de-
berá retomar no sólo los principios rectores de los DI, sino que tendrá que
regular por separado cada tipo especial de desplazamiento, para tener con-
gruencia consigo misma y responder al fenómeno que se suscita desde ha-
ce varios años en México.
DEL DESPLAZAMIENTO A LA RESISTENCIA CIVIL 481
VI. BIBLIOGRAFÍA
A Claudia, mi hermana
I. INTRODUCCIÓN
483
484 FRANCISCO IBARRA PALAFOX
les, parece conveniente proporcionar algunas cifras. Según los números que
proporciona la Eurostat, oficina encargada de la estadística europea, entre
2.3 y 2.4 millones de extranjeros se instalaron en Europa sólo en 2004. A es-
cala mundial, los flujos migratorios internacionales se han extendido consi-
derablemente y, en la actualidad, representan aproximadamente el 3% de la
población mundial, duplicando su número en sólo veinte años.4
Para ser más exactos, en la actualidad hay aproximadamente ciento se-
tenta y cinco millones de personas que viven fuera de su país de origen. Las
cifras estimadas de remesas que los inmigrantes han enviado sólo en 2001
a los países en los que nacieron asciende a 93 miles de millones de dólares.5
Estas cifras, por sí solas, muestran la intensidad del flujo migratorio mun-
dial y su estrecha vinculación con el trabajo, pues no hay que perder de vis-
ta que la gran mayoría de los migrantes salen de su país de origen por razo-
nes primordialmente económicas.
Las remesas monetarias de los inmigrantes a sus países de origen com-
plementan el ingreso de sus familias, al tiempo que sostienen la actividad
económica de sus países, o cuando menos forman una parte importante de
la misma. Estas aportaciones, frecuentemente, sobrepasan la ayuda pública
para el desarrollo de los países de origen de los inmigrantes, y en ocasiones
sobrepasan la inversión extranjera directa en las economías nacionales, co-
mo sucedió en el caso de México en 2003.
En 2001, México fue junto con la India el principal receptor de remesas
provenientes de la migración, con más de 10 mil millones de dólares, muy
por delante de muchos otros países que también poseen importantes flujos
migratorios, como Filipinas, Marruecos, Egipto o Turquía. Para las peque-
ñas economías, estas remesas económicas representan importantes cifras
con respecto a su producto interno bruto. Así por ejemplo, para países co-
mo El Salvador, Nicaragua, Líbano o Cabo Verde, las remesas representan
entre el 12% y el 16% de su PIB; 22% para Jordania y 26% para Lesoto.
Pero las remesas no sólo significan importantes entradas de recursos pa-
ra los países de los cuales salieron los inmigrantes, sino que también repre-
sentan importantes salidas de recursos para los Estados receptores de inmi-
grantes. Ellas representan el 0.3 % del PIB estadounidense, y 6.4% del PIB
4 Laetitia van Eeckhout, “Le siècle des migrants”, Le Monde. Dossier & Docu-
ments, cit., nota 2, p. 1.
5 Guy, Herzlich, “Une nouvelle figure de la mondialization. Aujourd´hui, l´mmigra-
tion reste guidée par le travail”, Le Monde. Dossier & Documents, cit., nota 2, p. 1.
488 FRANCISCO IBARRA PALAFOX
Irlanda, país que apenas en el siglo pasado padeció una éxodo migrato-
rio de proporciones mayúsculas, paradójicamente, hoy recibe más de 45
mil inmigrantes cada año, provenientes de lugares tan apartados como Ru-
sia, Polonia, Ucrania, Pakistán o la India. De igual manera, en Italia, las
cuotas laborales para inmigrantes fueron fijadas en 89, 400 para 2001. Pa-
ra este mismo año, Portugal registraba 350, 000 extranjeros residentes,
provenientes principalmente de Brasil o África (Cabo Verde o Angola). En
2000 España registraba 1.2 millones de extranjeros, preferentemente suda-
mericanos y africanos. Inclusive Grecia, país tradicionalmente de migran-
tes (se estima que aproximadamente la mitad de la población griega vive en
el extranjero), registraba 762, 000 extranjeros en 2001, principalmente ru-
sos, búlgaros, albaneses, egipcios, ucranianos y exiliados de la ex Yugos-
lavia.
Todos estos países europeos han emprendido campañas para luchar
contra la inmigración irregular; sin embargo, debido a su gran número, han
tenido que implementar importantes programas de regularización. Grecia,
por ejemplo, regularizó a 722, 000 en 1997 y 2001. En Italia tuvieron lugar
217, 000 regularizaciones en 1998, y para 2002 había 702, 000 demandas
de regularización. Portugal regularizó 179, 000 en 2001 y, en España, tu-
vieron lugar 405, 000 regularizaciones entre 2000 y 2001. Para este último
país, se espera que en 2006 tenga lugar un importante programa de regula-
rizaciones.10
Asia no es excepción en cuanto a la recepción de inmigrantes y la conse-
cuente formación de minorías etnoculturales producto de la inmigración.
En efecto, en Asia del Este (Corea, Taiwán y Japón) y del Sudeste (Singa-
pur, Malasia y Tailandia), la inmigración aumentó considerablemente du-
rante los años noventa, debido también a la necesidad de abundante mano
de obra, necesaria para atender su rápido crecimiento económico, así como
la reducción considerable de su tasa de natalidad.
De esta forma Japón, país tradicionalmente cerrado a la inmigración, ha
experimentado un inusitado flujo migratorio en los últimos años. En 2002,
el número de inmigrantes con estancia legal era de 1.8 millones de perso-
nas, de los cuales el 60% eran asiáticos (coreanos, chinos y filipinos), al
tiempo que se estimaba que cuando menos un millón podrían estar en ries-
go de que su visa venciera. En Corea, para 2000, se contaban alrededor de
11 Idem.
12 M. K., “L’exception africaine”, op. cit., nota 2, p. 2.
13 Idem.
LA CIUDADANÍA MIGRANTE 491
dad nacional, de tal manera que el Estado como entidad política tendrá que
adoptar y promover esa cultura nacional dominante. En ocasiones este mo-
delo uninacional puede requerir además de la reproducción de cultura do-
minante y, según el lugar donde se reproduzca, de una raza o de una reli-
gión particular que tienden a asociarse con la cultura dominante.
Ahora bien, donde la cultura nacional, la descendencia étnica, la reli-
gión o la raza, marquen las fronteras de la sociedad receptora y los límites
de la ciudadanía, los inmigrantes encontrarán severos obstáculos para inte-
grarse, ya que serán preseleccionados para efectos de adquirir la ciudada-
nía, con base en semejantes criterios, motivo por el cual permanecerán ex-
cluidos o internamente segregados. Esta exclusión tiene su origen en el
hecho de que las minorías etnoculturales producto de la inmigración han
iniciado recientemente su proceso de incorporación a la cultura receptora,
y este proceso de integración a la nueva cultura es largo y difícil. En efecto,
donde una lengua nacional o las tradiciones culturales compartidas sean
invocadas, los inmigrantes serán requeridos para asimilarse con el propósi-
to de calificar como ciudadanos plenos, lo que implicará para las minorías
etnoculturales un sacrificio mayúsculo de sus derechos culturales. Ade-
más, si el modelo nacional incorpora un elemento étnico o religioso, es
muy probable que las minorías se encuentren definitivamente impedidas
de adquirir la ciudadanía.
Como se podrá observar, este modelo al fomentar una sola identidad na-
cional basada en una cultura única, implicará normalmente el desconoci-
miento de las identidades nacionales y culturales de los inmigrantes, por lo
que tenderá a excluirlos de la sociedad y afectará, en definitiva, su capaci-
dad para gozar de las libertades y derechos fundamentales.
En contraste con la concepción nacionalista de la ciudadanía, la concep-
ción republicana hace referencia esencialmente a la sociedad política que
toma prioridad sobre cualquier otro tipo de afiliación, como pudieran ser
las afiliaciones étnicas, religiosas, o sobre cualquier tipo de vínculos cultu-
rales. Esta concepción “alienta las virtudes patrióticas y cívicas, a la vez
que activa la participación política, por lo que la ciudadanía es considerada
entonces más como una práctica de tomar parte en los asuntos públicos del
estado, que como un estatuto legal”.20
Para efectos de integrar a las minorías etnoculturales producto de la mi-
gración, la concepción republicana presenta un problema: para el recono-
20 Idem.
496 FRANCISCO IBARRA PALAFOX
aquello realmente valioso para nosotros.21 En otras palabras, para que una
persona pueda ser realmente libre es indispensable que ésta se encuentre en
posibilidades de identificar lo que es realmente valioso para ella, pues sin
esta posibilidad no sabría identificar lo que realmente necesita para seguir
una buena vida. Sin esta asignación de valor a las diferentes opciones que
tiene una persona no sería posible escoger, y sin la posibilidad de escoger,
no se podría ejercer realmente la libertad, ya que la libertad implica la ne-
cesaria capacidad de elegir entre opciones significativas. Ahora bien, es la
cultura a la que pertenecemos la que nos permite contextualizar y, en últi-
ma instancia, asignar valor a las opciones que se nos presentan; es decir,
sin una cultura no estaríamos en posibilidades de asignar valor a las opcio-
nes que se nos ofrecen, y sin la capacidad de identificar opciones significa-
tivas, no estaríamos en posibilidades de ser libres.
Así por ejemplo, me parece de la mayor importancia que los países re-
ceptores de inmigración promuevan, entre otras cosas, la educación bilin-
güe, pues ella es el puente indispensable entre la cultura de los inmigrantes
y la del Estado receptor, así como vehículo esencial para el disfrute de las
libertades y derechos fundamentales. En efecto, ¿cómo podrían los inmi-
grantes ejercer sus derechos fundamentales si no tuvieran traductores sufi-
cientes en los tribunales en los que se les sigue un proceso? Sencillamente
no podrían hacerlo. Por lo anterior, es que la cultura es tan importante para
el diseño de la ciudadanía, así como de cualquier otra institución que se
encuentre vinculada a la distribución de las libertades y los derechos
fundamentales.
En virtud de su incapacidad para integrar a las diversas culturas que coe-
xisten en los Estados contemporáneos, me parecen insuficientes tanto el
modelo nacionalista como el republicano de la ciudadanía. En efecto, por
una parte, el modelo nacionalista que privilegia a una sola cultura es un
modelo uninacional que trata de construir una sola identidad cultural, o
cuando menos una cultura predominante, que frecuentemente se trata de
imponer a las integrantes de las minorías etnoculturales. El modelo nacio-
nalista de la ciudadanía, que también podría denominar uninacional, no es
un modelo que permita la coexistencia de diversas culturas; por el contra-
21 Sobre la relación entre cultura y libertad, veáse Kymlicka, Will, Ciudadanía mul-
ticultural. Una teoría liberal de los derechos de las minorías, Barcelona, Paidós, 1996;
Raz, Joseph, “Multiculturalism, a Liberal Perspectiva”, Dissent, invierno de 1994; Ta-
mir, Y., Liberal Nationalism, Princeton, Princeton University Press, 1993.
LA CIUDADANÍA MIGRANTE 499
rio, trata de privilegiar a una sola cultura sobre el resto. Por otra parte, para
el modelo republicano de la ciudadanía, las culturas son frecuentemente
irrelevantes, pues trata de construir a la ciudadanía sobre la base de una so-
ciedad política que ejerce sus derechos y libertades políticas fundamenta-
les; para el modelo republicano son relevantes los “derechos cívicos”, no
los derechos culturales.
Ahora bien, con el modelo pluricultural de la ciudadanía migrante no se
pretende, de ninguna manera, crear “islas culturales” al interior de los Esta-
dos nacionales. Por el contrario, el hecho de que se otorgue un espacio sig-
nificativo a las culturas de los inmigrantes implica la posibilidad de que los
Estados, al tiempo que fomentan su cultura nacional particular, abran espa-
cios para que las minorías etnoculturales tengan la posibilidad de desarro-
llar todas aquellas prácticas culturales que les son indispensables para el
ejercicio de sus libertades y derechos fundamentales. A mediano y largo
plazo, estas prácticas fomentan la integración social y no la desunión entre
las minorías y los integrantes de la sociedad predominante. De esta mane-
ra, los inmigrantes tendrán, por ejemplo, la posibilidad de que los servicios
públicos básicos se proporcionen en su propia lengua, pues es la única for-
ma de que accedan a ellos. En este punto, mención especial merecen los
servicios de salud, educativos, así como la asistencia de los traductores
necesarios para el buen desarrollo de los procedimientos judiciales en los
que estén relacionados.
Asimismo, el sustrato común para que diversas culturas convivan en un
mismo espacio territorial y estatal, será el de las libertades y derechos fun-
damentales. En efecto, a partir de un acuerdo esencial sobre las libertades y
los derechos fundamentales se podrá ir construyendo una ciudadanía que
integre a las diversas culturas como elemento esencial del estatuto ciuda-
dano. De esta manera, las libertades y derechos fundamentales que todo or-
den democrático debe ofrecer funcionarán como una especie de piso míni-
mo sobre el que se podrá ir construyendo una noción de ciudadanía
pluricultural. Dicho de otra manera: habrá un acuerdo básico constituido
por las libertades y derechos fundamentales, sobre el que se podrán ir cons-
truyendo —como dice John Rawls— acuerdos traslapados en torno a las
distintas entidades culturales que pudiesen coexistir, en un momento deter-
minado, en los Estados nacionales.22
23 Marshall, T. H., Citizenship and Social Class, Cambridge, Reino Unido, 1950. Hay
traducción al castellano, Ciudadanía y clase social, Madrid, Alianza Editorial, 1998.
LA CIUDADANÍA MIGRANTE 501
24 Rundell, John y Bauböck, Rainer (eds.), op. cit., nota 17, p. 33.
502 FRANCISCO IBARRA PALAFOX
Sergio LÓPEZ-AYLLÓN*
I. INTRODUCCIÓN
Ello es así, en virtud de que el artículo impugnado [el 8o. de la Ley Fede-
ral de Cinematografía] permite la exteriorización de las ideas que transmi-
te el autor de la obra a través de diferentes medios, como es la traducción
en forma escrita, tratándose de las películas subtituladas filmadas en idio-
ma extranjero o la sustitución del idioma en que originalmente se filmó la
película por el idioma español, cuando se trate de películas infantiles y do-
cumentales, por lo que el hecho de que tal precepto no contemple como
medio de difusión de las ideas, para todo tipo de películas, su traducción
verbal al idioma español, no constituye una violación a la garantía consti-
tucional referida dobladas al español.20
26 Semanario Judicial de la Federación, Sexta Época, vol. VII, segunda parte, p. 10,
amparo directo 1711/56.
27 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, primera Sala, t. LVI, p. 133.
CRÓNICA DE UN DERECHO EN CONSTRUCCIÓN 519
Tal derecho [el de la información] es, por tanto, básico para el mejora-
miento de una conciencia ciudadana que contribuir a que ésta sea más en-
terada, lo cual es esencial para el progreso de nuestra sociedad. Si las au-
toridades públicas… asumen ante ésta actitudes que permitan atribuirles
conductas falta de ética, al entregar a la comunidad una información mani-
pulada, incompleta, condicionada a intereses de grupos o personas, que le
vede la posibilidad de conocer la verdad para poder participar libremente
en la formación de la voluntad general, incurre en una violación grave a
las garantías individuales en términos del artículo 97 constitucional, se-
gundo párrafo, pues su proceder conlleva a considerar que existe en ellas
la propensión de incorporar a nuestra vida política, lo que podríamos lla-
mar la cultura del engaño, de la maquinación y de la ocultación, en lugar
de enfrentar la verdad y tomar acciones rápidas y eficaces para llegar a és-
ta y hacerla del conocimiento de los gobernados.32
apretada síntesis de los hechos, el señor Saúl Uribe Ahuja solicitó amparo
contra actos del presidente del Tribunal Superior de Justicia del DF, en
concreto que éste se había negado a proporcionar información sobre la si-
tuación que guardaba la justicia en el DF, particularmente por no haber in-
corporado información estadística en los informes correspondientes a los
años 1989 y 1990, y por haber distorsionado la información proporcionada
en los informes correspondientes a 1991 y 1992; adicionalmente, por no
haber respondido a diversas solicitudes de información hechas por la
Asamblea de Representantes del DF.
La secuencia procesal de este caso es muy compleja. Nos importa des-
tacar que, al final del día, el fallo de la Segunda Sala implicó un avance,
aunque limitado, en la construcción del derecho a la información, y en al-
gún sentido, una contradicción con la decisión del caso Aguas Blancas.33
Veamos por qué.
En efecto, en la decisión, la Corte admite plenamente que el artículo
6o. “consagra el derecho de todo ciudadano a la información”, y aún más,
le otorga ya expresamente el carácter de una garantía individual. Leída a
contrario sensu, la decisión insinúa además, que existe el derecho subje-
tivo de solicitar información a las autoridades, y que la negativa de la au-
toridad de proporcionarla constituiría un “acto autoritario” susceptible de
ser impugnado por la vía del amparo. Sin embargo, la decisión limita el
ejercicio del derecho a la existencia de un interés jurídico por parte del que-
joso. Esta interpretación aleja a la Corte del sentido de la decisión de Aguas
Blancas, pues en aquélla había inferido que del artículo 6o. se derivaba una
obligación para las autoridades de conducirse con veracidad respecto de la
información que rindan. En el caso, esta cuestión queda totalmente de lado,
pues, según argumenta la sentencia “las posibles discrepancias que pudiese
tener ese informe de labores con la realidad y que por ese motivo pudiesen
ser de interés para la sociedad, no acreditan la lesión jurídica al quejoso
puesto que este no demostró haber ejercido el derecho que estima violato-
rio…”.
Esta decisión muestra, en palabras de Cossío, una etapa de transición en
la interpretación del derecho, pues,
El caso antes comentado pareció abrir una vía muy amplia para que los
ciudadanos requirieran información a las autoridades, pues admitía ya que
este derecho era una garantía individual, y por ello la procedencia del am-
paro como un mecanismo para remediar los casos en que las autoridades no
la proporcionaran. Sin embargo, una nueva decisión de la Corte, expedida
poco tiempo después, dio un nuevo golpe de timón, para establecer límites
importantes al ejercicio del derecho a la información. Se trata del amparo
en revisión 3137/98 resuelto por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia el
2 de diciembre de 1999.35
El señor Bruno F. Villaseñor solicitó amparo, entre otras razones, por
considerar que el artículo 112, fracción VII, de la Ley Orgánica Municipal
de Guanajuato, resultaba inconstitucional al exigir que la expedición de
copias de las actas del ayuntamiento estuviera sustentada en un interés le-
gítimo. Estimó que era importante que los ciudadanos pudieran conocer
los asuntos tratados por el Ayuntamiento para poder opinar sobre ellos. El
juez de distrito negó el amparo, y el quejoso interpuso el recurso de revi-
sión el cual fue turnado para su resolución al pleno de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
A juicio del pleno, existían dos conceptos de violación: que no existía
causa justificada para limitar la expedición de copias de las actas de sesio-
nes a las personas que tuvieran un interés jurídico, y que la ley no debió ha-
ber conferido discrecionalidad a los ayuntamientos para determinar dicho
interés. La Corte, para resolver, debatió el alcance del artículo 6o. constitu-
cional en materia de derecho a la información y estableció diversos aspec-
tos relevantes.
El primero de ellos fue explicitar que el titular del derecho a la informa-
ción, como garantía constitucional, es “todo aquel sujeto que se encuentre
en la situación de gobernado”. Correlativamente, la sentencia estableció
por primera vez algo que desde la perspectiva de la teoría de los derechos
fundamentales era obvio, y es que “el sujeto pasivo u obligado por tal dere-
cho lo es el Estado, que está constreñido a garantizar que se permita o pro-
porcione dicha información, sin más limitante que la propia Constitución y
las que establezcan las leyes”36 ¡La Corte tardó así más de una década en
llegar a esta conclusión!
Esta última frase anuncia la argumentación que seguirá la Corte en un
doble sentido. El primero, que el derecho a la información no es absoluto y
admite límites. El segundo, que éstos deben contenerse en la propia Cons-
titución, situación, que como ya expusimos, es obvia desde una perspecti-
va teórica. Pero añade una conclusión sorprendente, y es que estas limita-
ciones pueden contenerse también en las leyes. Un mínimo de rigor teórico
hubiera permitido a la Corte precisar esta aseveración en el sentido de que
las eventuales limitaciones legales tendrían que encuadrarse de manera es-
tricta en las limitaciones constitucionales. Ello hubiera evitado el desatino
de concluir que cualquier limitación legal a un derecho fundamental era
válida. Veremos la consecuencia de esta situación en la propia sentencia.
La resolución argumenta que
…el Estado, como sujeto informativo que genera información, que tiene el
carácter de pública, y supone, por lo tanto, el interés de los miembros de la
sociedad por conocerla, se encuentra obligado a comunicar a los goberna-
36 Ibidem, p. 107.
526 SERGIO LÓPEZ-AYLLÓN
dos sus actividades y éstos tienen el derecho correlativo de tener acceso li-
bre y oportuno a esa información.
Sin embargo, continua la sentencia “con las limitantes que para fines
prácticos se pueden agrupar en tres tipos: limitaciones en razón del interés
nacional e internacional, limitaciones por intereses sociales y limitaciones
para protección de la persona.37
A partir de esta clasificación, la sentencia elabora sobre los preceptos
constitucionales que darían contenido a cada una de esas limitaciones.38
Con independencia de la pertinencia de ese análisis, se concluye que “no
toda la información que generan los entes públicos puede ser materia de di-
fusión general, en la medida en que involucre a algunas de las materias in-
dicadas, debiéndose restringir a sus receptores, especificados por la legiti-
mación que les es exigida para poder acceder a la información deseada”.39
En este razonamiento encontramos el salto argumentativo que condujo a
la Corte a limitar de manera extraordinariamente amplia el derecho de acce-
so a la información. En efecto, coincidimos en que las limitaciones están
37 “DERECHO A LA INFORMACIÓN. SU EJERCICIO SE ENCUENTRA LIMITADO TANTO POR
LOS INTERESES NACIONALES Y DE LA SOCIEDAD, COMO POR LOS DERECHOS DE TERCEROS. El
derecho a la información consagrado en la última parte del artículo 6o. de la Constitu-
ción federal no es absoluto, sino que, como toda garantía, se halla sujeto a limitaciones o
excepciones que se sustentan, fundamentalmente, en la protección de la seguridad nacio-
nal y en el respeto tanto a los intereses de la sociedad como a los derechos de los goberna-
dos, limitaciones que, incluso, han dado origen a la figura jurídica del secreto de informa-
ción que se conoce en la doctrina como “reserva de información” o “secreto burocrático”.
En estas condiciones, al encontrarse obligado el Estado, como sujeto pasivo de la citada
garantía, a velar por dichos intereses, con apego a las normas constitucionales y legales, el
mencionado derecho no puede ser garantizado indiscriminadamente, sino que el respeto a
su ejercicio encuentra excepciones que lo regulan y a su vez lo garantizan, en atención a la
materia a que se refiera; así, en cuanto a la seguridad nacional, se tienen normas que, por
un lado, restringen el acceso a la información esta materia, en razón de que su conoci-
miento público puede generar daños a los intereses nacionales y, por el otro, sancionan la
inobservancia de esa reserva; por lo que hace al interés social, se cuenta con normas que
tienden a proteger la averiguación de los delitos, la salud y la moral públicas, mientras
que por lo que respecta a la protección de la persona existen normas que protegen el de-
recho a la vida o a la privacidad de los gobernados”. Ibidem, p. 109.
38 Las primeras derivan del mantenimiento de la seguridad y el orden público, como
son las previstas en los artículo 29, 73, fracciones XII, XV y XXI; 76, fracciones III a
IV; 89, fracciones IV a VIII, y 118, fracción III. Las segundas, de los artículos 7, 21, 73,
fracción XVI; 89 fracción I, 115, fracción II, y 117 fracción IX. Las últimas de los ar-
tículos 5o., 7o., 10, 16, 24 y 114 constitucionales.
39 México Suprema Corte de Justicia de la Nación, op. cit., nota 35, p. 112.
CRÓNICA DE UN DERECHO EN CONSTRUCCIÓN 527
contenidas en la propia Constitución, pero por la misma razón, las leyes que
en la especie lo limiten deben ser específicas a esas materias. Sin embargo, la
Corte razona de manera amplia, pues al analizar las facultades que diversos ar-
tículos de la Ley Orgánica Municipal de Guanajuato otorgan a los ayunta-
mientos, concluye que como éstas son muy diversas “ameritan diversos trata-
mientos en cuanto a la publicidad y difusión de su discusión y resolución”, y
por ello “su difusión no puede ser indiscriminadamente general, no obedecer a
la simple curiosidad del ciudadano, sino a un interés que legitime o relacione
al solicitante con la información deseada y que la difusión de ésta, aun en ám-
bitos tan reducidos no perjudique al interés público”. Por ello, se consideró, no
hubo violación a la Constitución.40
Así, este caso produjo, por un lado, una definición clara de los titulares
del derecho, del sujeto obligado y de su contenido. Sin embargo, por otro
lado y mediante un procedimiento argumentativo peculiar, generalizó las
restricciones y admitió que no requerían de especificidad, sino que bastaba
una valoración extensa del legislador para que éstas operaran. El problema
en este caso es que se admiten limitaciones amplias a un derecho funda-
mental por la vía legislativa sin hacer una interpretación restrictiva y espe-
cífica de su operación, buscando determinar las hipótesis que admiten re-
servas, sino que se generalizan. Así, “la Corte determinó que el derecho a
la información podía quedar conculcado siempre que los legisladores, por
ejemplo, plantearan un amplio listado de atribuciones a favor de un órgano
y mezclaran en él todas las competencias que fueran posibles”.41
Dos casos posteriores a los que comentamos mantienen una línea argu-
mentativa similar, en el sentido de confirmar el carácter de garantía indivi-
dual del derecho a la información, pero de darle un sentido restrictivo a su
aplicación concreta. En apretada síntesis, a Ana Laura Sánchez Montiel se
le implantó, sin su consentimiento, un dispositivo intrauterino en un hospi-
tal del Seguro Social, por lo que decidió demandar a esa institución por el
daño moral recibido. Con este motivo solicitó a esa institución una copia
certificada de su expediente clínico, así como de otros documentos admi-
nistrativos, los cuales le fueron negados con fundamento en el artículo 22
de la Ley del IMSS.42 La quejosa en su amparo expresó que el derecho a la
información tenía el carácter de garantía individual y que todas las autori-
dades se encontraban vinculadas por éste. Por ello, el mencionado artículo
sería violatorio del mencionado derecho. El juez de distrito que conoció la
causa sustentó su resolución en el mismo sentido que el caso Burgoa, es de-
cir, negando que dicho derecho fuera una garantía individual (evidente-
mente no conocía las decisiones de los casos Uribe Ahuja y Villaseñor), y
estableció además que la negativa de proporcionarle información no le
causaba perjuicio “en atención a que con ello se trata de proteger la seguri-
dad individual de las personas respecto de los datos en ellos contenidos”.
Correspondió al Pleno de la Suprema Corte conocer del recurso de revi-
sión. La recurrente planteó como agravio que el juez negara que el derecho
a la información tuviera el carácter de garantía individual. La Corte se vio
por ello obligada a revisar los antecedentes del caso, y a reconocer elegante
pero explícitamente el error cometido en el caso Burgoa, al tiempo que
41 Cossío Díaz, op. cit., nota 34, p. 23.
42 Este precepto establece que “Los documentos, datos e informes que los trabajado-
res, patrones y demás personas proporcionen al Instituto, en cumplimiento de las obliga-
ciones que les impone esta ley, serán estrictamente confidenciales y no podrán comunicar-
se o darse a conocer en forma nominativa e individual, salvo cuando se trate de juicios o
procedimientos en que el Instituto fuere parte y en los casos previstos en la Ley”.
CRÓNICA DE UN DERECHO EN CONSTRUCCIÓN 529
V. REFLEXIONES FINALES
cisiva también los instrumentos procesales de protección. Por ello nos pa-
rece que es indispensable modernizar el juicio de amparo. Existen diversas
características de este instrumento que, si bien tienen una razón que las ex-
plica, a lo largo de los años lo han convertido en un procedimiento largo,
complejo, demasiado formalista, caro y de efectividad limitada. Una rees-
tructuración completa del juicio de amparo en sus diversos componentes,
en particular sus efectos, permitiría transformarlo en una herramienta mu-
cho más eficaz. En este sentido las propuestas contenidas en el proyecto de
nueva Ley de Amparo nos parece que avanzan en el camino correcto.47 Los
intereses y la desidia de los legisladores han constituido hasta ahora un
obstáculo insalvable e injustificado. Urge exigir su adopción inmediata.
Y es justamente ante este horizonte que resulta aún más importante in-
sistir en la necesidad de construir una teoría de los derechos fundamentales
que orienten su interpretación judicial. De nada servirían mejores instru-
mentos si no existe la capacidad y la claridad institucional para lograr me-
jores resultados sustantivos.
Finalmente, hay que reconocer que esta tarea no es responsabilidad ex-
clusiva del Poder Judicial. Ésta es en realidad una tarea en la que todos los
involucrados (académicos, litigantes, organizaciones de defensa de los de-
rechos humanos —tanto gubernamentales como no gubernamentales— y
los propios ciudadanos) tenemos que contribuir. Hoy hemos sido incapa-
ces de articular con técnica y argumentación, con casos y ejemplos, la ma-
nera en que los tribunales deben ejercer una de sus tareas centrales. Éste es
el reto que tenemos por delante.
47 Véase al respecto Cossío Díaz, José Ramón, “Hacia una nueva Ley de Amparo”,
Bosquejos constitucionales, México, Porrúa, 2004, pp. 417-444, y Zaldívar Lelo de La-
rrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, México, UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, 2002.
ALGUNOS CRITERIOS PARA ORDENAR LA JUSTICIA
CONSTITUCIONAL LOCAL*
I. MARCO DE REFERENCIA
535
536 JOSÉ LUIS LÓPEZ CHAVARRÍA
1824, editado por Mariano Galván Rivera, y que en edición facsimilar publicó Miguel
Ángel Porrúa en 3 tomos, en 1988.
4 En el prólogo al trabajo de López Chavarría, José Luis, Las elecciones municipa-
les en México, México, UNAM, 1994, p. 7.
5 En el prólogo a la obra Justicia constitucional local, cit., nota 2, p. 9.
540 JOSÉ LUIS LÓPEZ CHAVARRÍA
Dentro de los cinco días hábiles siguientes a la fecha en que entre en vigor
este decreto, el Tribunal Superior de Justicia, en pleno, deberá sesionar
para emitir un acuerdo en donde se declare formalmente el carácter de Tri-
bunal Constitucional local, en los términos del artículo 158 de la Constitu-
ción Política del Estado. Este acuerdo tendrá sólo efectos declarativos, no
constitutivos, pero deberá publicarse en el periódico oficial del gobierno
del estado.
19 En Astudillo Reyes, César I., op. cit., nota 6, pp. 222 y 223.
20 Ibidem, p. 136.
ALGUNOS CRITERIOS PARA ORDENAR LA JUSTICIA 547
¿Cómo articular los medios de control local con los controles federales, de
manera que uno no aniquile al otro?
¿Qué se puede pensar cuando se tiene noticia de que contra la resolu-
ción dictada en una acción de inconstitucionalidad estatal se presenta una
demanda de amparo ante los tribunales federales?, es decir, ¿cuándo lo re-
suelto en un medio de control local se impugna a través del ejercicio de un
medio de control federal?
¿Cuando se promueven ante la Suprema Corte acciones de inconstitu-
cionalidad contra leyes locales, siendo que éstas podrían haber sido im-
pugnadas en la vía del mismo nombre a nivel estatal?
¿O un juicio de protección de derechos (local) simultáneo a un juicio
de amparo?
21 Cfr. Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, op. cit., nota 12, pp. 203 y 204.
22 En “La Constitución local y su defensa. Elementos para una teoría del control de
la constitucionalidad”, Derecho procesal constitucional, México, Porrúa, 2003, t. IV, pp.
3619 y 3620.
548 JOSÉ LUIS LÓPEZ CHAVARRÍA
26 Idem.
27 Idem.
28 Idem.
29 En “La Constitución local y su defensa. Elementos para una teoría del control de
la constitucionalidad”, Justicia constitucional local, cit., nota 10, p. 16.
30 Idem.
550 JOSÉ LUIS LÓPEZ CHAVARRÍA
Otra cuestión importante que plantea el profesor Arteaga Nava es: ¿cuá-
les deben ser los principios según los cuales operen los controles y cuál se-
rá el alcance de las resoluciones que se dicten? A lo que responde:
Por otra parte, se cuestiona: ¿cuál será el papel de los tribunales federa-
les en la revisión de las sentencias locales que declaren constitucional o in-
constitucional un acto de autoridad local?:
En los casos en que una controversia se inicie por una demanda formula-
da por un particular, es de suponerse que, por vía del amparo, puedan ser
revisadas las resoluciones que las autoridades judiciales locales emitan,
en los procesos de constitucionalidad que se ventilen ante ellos.
Tratándose de controversias que se den entre los poderes o autoridades
locales, no se puede hacer una afirmación tan general; todo parece indicar
que, en principio, cuando los tribunales de constitucionalidad local actúan
dentro de la órbita de su competencia, sus resoluciones no deberían ser re-
visables por las autoridades judiciales federales.32
Finalmente, apunta que debe ser un sistema de excepción, tanto por es-
perarse que la violación de una Constitución sea algo ocasional, como
por que cuando ella se produzca opere el autocontrol que deriva del he-
cho de que todo servidor público, antes de asumir el cargo, debe protestar
guardar y hacer guardar la carta magna del Estado.
De las atinadas formulaciones expresadas por el doctor Elisur Arteaga
destaca que la aplicación de la justicia constitucional local se circunscriba
a las violaciones a la Constitución de un estado por leyes o actos de las au-
toridades locales, que deriven del ejercicio de una facultad o atribución de
naturaleza también local.
31 Ibidem, p. 19.
32 Ibidem, pp. 21 y 22.
ALGUNOS CRITERIOS PARA ORDENAR LA JUSTICIA 551
Para finalizar, cabe destacar que para que la justicia constitucional local
pueda funcionar adecuadamente no sólo falta subsanar las deficiencias que
el esquema formal presenta, sino que también tienen que superarse los nue-
vos retos que el sistema federal está presentando, al grado de que algunos
medios periodísticos hablen del “caos federal”, poniendo énfasis en que la
distrofia que aqueja al presidencialismo mexicano ha provocado que se re-
viertan en favor de los gobernadores un cúmulo de decisiones políticas an-
tes concentradas en el Ejecutivo federal, sin que tal tendencia represente en
modo alguno fortalecimiento democrático, sino más bien formas nuevas de
neocaciquismo, que no se pueden tolerar.
Es difícil pensar en un funcionamiento cabal de la justicia constitucional
local, cuando vemos dificultades en la independencia de los tribunales es-
tatales; graves deficiencias en la preparación y selección de los juzgadores;
cuando nos enteramos de escandalosos hechos de abusos de autoridad y de
corrupción por aquellos que tienen la encomienda del gobierno, o cómo las
autoridades se ven rebasadas en la prevención de violentos hechos delicti-
vos, lo cual nos hace ver a la justicia constitucional todavía como una qui-
mera.
“Las resoluciones que emitan dichos tribunales serán terminales, sólo cuando se
refieran a constitucionalidad de actos o normas que no contravengan lo señalado por esta
Constitución”.
LOS DERECHOS HUMANOS
Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
I. ANTECEDENTES
1. La conquista y el virreinato
Lo que viene a decir De Vitoria es que hay que examinar cada situación
concreta, y si las circunstancias lo ameritan, entonces habrá guerra justa.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 555
1. La vida.
2. La propiedad.
3. El libre tránsito.
Regresando al tema de De las Casas que fue el que originó toda esta po-
lémica podemos decir a su favor que:
co, relamido y en actitud mística y de contemplación, que habla con los pa-
jaritos y que hace poesías a las flores; que habla del hermano lobo y la
hermana luna; que tiene un libro que se llama Las florecillas,4 así nos lo
presentan algunas biografías que con buenas intenciones no hacen más que
un flaco favor a estas personas. Como aquellas biografías que nos narran
que ciertos santos, de niños, los viernes de cuaresma no se asían de los pe-
chos de su madre para no mamar leche por mortificación, o que ya desde
chicos estaban confirmados en gracia; pero esto es un garabato o una cari-
catura mal hecha de estos personajes.
Si se estudia más, se verá que los franciscanos eran hombres recios,
enérgicos: que en las misiones cogían a los indios y les hacían trabajar el
día entero. Los lugares donde hubo misiones franciscanas dieron como re-
sultado que en el siglo XXI no haya problemas de asimilación del indio.
Cuando digo que los hicieron trabajar, no me refiero a que los maltrata-
ran, y para los indios que tuvieron ganas de trabajar esto fue muy bueno; por-
que entonces fueron las grandes poblaciones de indios que aprendieron el
español, que se civilizaron y que fueron como el inca Garcilaso de la Vega.
En cambio, donde hubo misioneros dominicos las cosas fueron distin-
tas, ya que la orden dominica no es la orden del amor y del trabajo duro, co-
mo la franciscana; la orden dominica es la orden del intelecto, de la teolo-
gía, de la especulación, de la predicación académica: ahí donde la tesis de
De las Casas se mantuvo:
Por eso hoy podemos afirmar, aunque resulte paradójico, que De las Ca-
sas es un precedente muy importante para los siglos siguientes de los siste-
mas políticos de segregación racial que ha conocido el mundo occidental, ya
que él opinaba que los españoles no se debían mezclar con los indios, que no
adulteraran al indio. Y el resultado fue que en esos países que cuentan con
millones de indios, hoy día, cuando la presión del mundo occidental indus-
trializado exige que todo el mundo trabaje, no hay qué hacer con ellos.
En el siglo XVI se podían permitir el lujo de decir de tal región: “que vi-
van como quieran”. En el siglo XXI resulta que un país o trabajo toda la po-
blación, o todos los que trabajan son perjudicados por los que no trabajan.
El gran problema de Guatemala en el siglo XXI es en buena medida conse-
cuencia de la doctrina de De las Casas, del humanitarismo absoluto y radi-
cal; medio país que hace lo que puede por ir adelante y otro medio país le-
tárgico, en un enajenamiento del ánimo y en la anemia colectiva.
Por esto yo no me considero totalmente humanitarista. Para hacer bien
las cosas no basta querer hacerlas o tener buenas intenciones, sino saber
hacerlas.
1. Derechos civiles
1. Derecho a la vida.
2. Derecho a la libertad física y a sus garantías procesales.
560 LUIS FELIPE MARTÍ B.
sión y $10, 000 de multa. Esto fue revocado por la Corte Suprema de Esta-
dos Unidos. La causa del conflicto fue no enrolarse en la guerra de Viet-
nam (donde aproximadamente 58,000 norteamericanos perdieron la vida),
violando la ley, argumentando que su religión no se lo permitía.
En cuanto al derecho de libertad física y sus garantías procesales, es
asombroso cómo todavía en pleno siglo XXI en Malasia los inmigrantes
ilegales, principalmente las empleadas del hogar, son castigadas con la fla-
gelación; antes la flagelación estaba reservada en Malasia a los drogadic-
tos, secuestradores y atracadores. El gobierno trata así de evitar la crecien-
te afluencia de mujeres procedentes de Indonesia que llegan ilegalmente
para trabajar como empleadas del hogar, donde hay más de 250,000 inmi-
grantes ilegales. El plan del gobierno malayo no incluye al parecer a los in-
migrantes ilegales hombres.
a) Derecho a la nacionalidad.
b) Derecho a participar en la vida cívica del país, etcétera.
3. Derechos económicos
4. Derechos sociales
5. Derechos culturales
1. Sobre el fundamento
Las posiciones más usuales sobre el fundamento del derecho son dos:
Hay gente que piensa que los derechos del hombre son una especie de
coto cerrado o de cerco de protección; utilizan esas personas la frase: “vive
y deja vivir”, frase que usa Kant en más de un escrito.5
“Mi libertad llega hasta donde empieza la libertad de los otros”. Esta
frase es kantiana, y podríamos objetar que en muchas ocasiones el derecho
y la libertad es el arte de saber combinar su derecho una persona y mi liber-
tad con el derecho y con la libertad de los demás.
Herbert Marcuse, haciendo una crítica a Kant y a su derecho, dice que
este derecho no es más que el látigo del rebañero.6
Hobbes, en el Leviatán, define a la persona como la reputación tiene una
persona con los demás.7
El conocimiento que tiene una persona con los demás. El saber con los
demás, es la definición de conciencia que da santo Tomás.8 Cuando Hob-
bes define a la persona se basa en santo Tomás, y aunque es algo exagera-
do lo que dice Hobbes al establecer esa definición, no abandona su punto
de vista tomista. Y es que socialmente estamos muy influidos. El hombre
es él y su entorno.
Por eso es que el derecho es el arte de inmiscuirse en la vida de otros, y
como los otros se inmiscuyen en mi vida, el derecho es comunicación.
Para continuar con la postura de que el derecho (lo justo) se basa en la
naturaleza del hombre, es decir, en lo que el hombre es de manera constan-
te (racional, libre, voluntad, etcétera).
Hegel, en su libro La filosofía del derecho, en su parágrafo 13 cita a
Goethe, y dice: “el que quiere algo grande debe saber limitarse”. Es decir,
elegir es renunciar. Hegel dice: “la voluntad que no decide no es voluntad
real, cuando uno decide forma su carácter; debe saberse determinar. La vo-
luntad es la determinación del yo. La libertad implica deber”.9 Hay gente
que en los derechos humanos quiere ver sólo libertades, y casi nadie habla
de los deberes humanos.
Por eso Hegel, en el parágrafo 15 de la misma obra, dice que el hombre
vulgar se cree libre cuando actúa con base en el arbitrio, pero en el arbitrio
no radica su libertad; arbitrio entendido como arbitrario, caprichoso, punti-
5 Kant, Emmanuel, La paz perpetua, Buenos Aires, Editorial Araujo, 1938, p. 11.
6 Marcuse, Herbert, El hombre unidimensional, Barcelona, Ariel, 1999, p. 51.
7 Hobbes, Thomas, Leviatán, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 71.
8 Aquino, Tomas de, Suma contra los gentiles, Madrid, Editorial Católica, 1952,
p. 73.
9 Hegel, C. W. F., Filosofía del derecho, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1987, p. 33.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 565
2. En cuanto a su medición
a) Cuantificables o mensurables.
b) No cuantificables o no mensurables.
— La libertad de creencias.
— La libertad de pensamiento.
— El derecho de expresión, que no tiene límite hasta que se topa
con el derecho penal.
Una de las personalidades que reaccionaron con más furia contra el mo-
vimiento positivista en el siglo XIX fue Julio Federico Stahl, quien es con-
siderado uno de los grandes teóricos de la escuela histórica del derecho.
Stahl era ultraconservador: criticaba la libertad de los ilustrados, pro-
ducto del contrato social. Califica esta libertad de vacía o formal. Para él, la
verdadera libertad es la que se ejerce:
— En la pequeña comunidad.
— En la familia.
— En la Iglesia.
10 Stahl, Julio Federico, La filosofía del derecho, Madrid, Editorial La Española Mo-
derna, 1894, p. 41.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 567
Decían los clásicos que los principios jurídicos deben ser con los hom-
bres como la regla de Resbos (no como la cama de Procustes. Cama de Pro-
custes: cama de piedra donde acostaban a una persona y si no cabía le cor-
taban o le estiraban, según el caso), regla de Resbos: varita mágica que se
ajustaba para medir cada cosa en particular.
Los juristas suelen ser muy normativistas. Pasa como aquel reproche
que le hacía un glosador a otro glosador. Martino se agarra de la letra como
un judío: “Martinus ad aerelst litteram tanquam judaeum”.
No fue hasta el siglo XVIII cuando se introdujo en Europa el consumo
generalizado de la papa, y el consumo del trigo de tallo corto, por lo que
antes en Europa la gente se moría de hambre con más facilidad; por eso en
ocasiones lo ético era esclavizar a la gente, esto era lo justo, ya que muchas
veces la necesidad (o la utilitas) determinaba lo justo. 1) Si un legionario
romano detenía a dos prisioneros, los podía matar, pero esto era inhumano;
2) podía dejarlos en libertad, esto podía ser muy peligroso; 3) meterlos a un
campo de concentración, pero como los mismos legionarios no tenían ase-
570 LUIS FELIPE MARTÍ B.
gurada su comida diaria, no les iban a dar de comer a los prisioneros por-
que sería quitarle el pan de la boca a sus hijos; en este caso lo justo era ha-
cerlos esclavos, así como en las guerras napoleónicas, la guerra
franco-prusiana o la Primera Guerra Mundial.
Los medievales, en cuanto a la moral y a la ética, eran mucho más flexi-
bles y humanos que el hombre moderno, que reduce a categorías únicas o a
formas unidimensionales, como lo denuncia Herbert Marcuse en su libro
El hombre unidimensional.
La po lémica de la moralidad empieza a finales del si glo XIX y prin ci-
pios del siglo XX, es decir, nuestros abuelos liberales o masones eran
altamente morales, si los comparamos con ciertos personajes contem-
poráneos.
Carlos Marx nunca cuestionó el aborto; para él era evidente que esto era
un asesinato, y lo poco que escribió sobre el divorcio fue condenándolo, es
decir, que hoy puede ser más moral un Carlos Marx, que el tipo que está a
nuestro lado en misa.
Si seguimos sosteniendo que el contenido de los derechos humanos está
en el derecho natural, habrá que aceptar que el orden de los preceptos o le-
yes naturales siguen el orden de las inclinaciones de la naturaleza (santo
Tomás). Así podemos definir lo que es la normalidad, siempre y cuando no
se pierda la idea de principios y de finalidad.
Por otro lado hay que tener clara la diferencia entre título y causa.
Título: es el postulado universal, como podría ser que todos tenemos de-
recho a la educación.
Causa: es como se concreta en cada caso particular ese postulado.
En los derechos más elementales, título y causa se identifican, como es
el caso del derecho penal, que es lo más básico de los derechos humanos.
El título de fumarme un cigarrillo es que soy hombre; la causa es una
compraventa de esos cigarros. Esto en el tema de los derechos humanos
no se entiende con frecuencia, muchos piensan que tienen derecho a todo
y no toman en cuenta la causa.
En derecho, toda definición es peligrosa, decían los romanos (porque li-
mita, y lo propio del derecho y del jurista es distinguir, no uniformar; es ver
en el caso concreto con sus determinadas peculiaridades qué es lo justo).
En todo el Digesto difícilmente encontrarán alguna definición de compra-
venta o de algún otro contrato o figura jurídica. Por eso el título y la causa
hay que examinarlos en cada caso particular.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 571
Estado.14 Rousseau dice que más que crear la voluntad general, ésta se des-
cubre, se desvela, como un monumento, ya que ésta ya existe; la voluntad
general es la justicia, la verdad y la bondad. Es de esta manera como lo con-
sidero el padre de los sistemas totalitarios. La democracia se puede conver-
tir por lo tanto en una tiranía de la mayoría o en un Estado dictatorial, don-
de las minorías no cuentan y no tienen a dónde acudir.
En la Democracia en América, Tocqueville se pregunta a quién pueden
acudir las minorías en un sistema de esta naturaleza: ¿A la opinión públi-
ca? Ella es la que forma la mayoría; ¿al cuerpo legislativo? Representa a la
mayoría y la obedece ciegamente; ¿al Poder Ejecutivo? Es nombrado por
la mayoría ¿a la fuerza pública? Si es la mayoría en armas; ¿al jurado? Es la
mayoría revestida de derecho.15
Estos sistemas políticos terminan siendo demagógicos. Llenan sus dis-
cursos de retórica y flatus vocis, y aquí el que controla la palabra y el discur-
so tiene el poder o, como dice aquella máxima en política, “el que posee el
nombre posee a la persona”. Es una gran injusticia lo que hacen los medios
de comunicación, cuando por colocar un encabezado estético sacrifican el
fondo de la noticia.
3. Desarrollo. Que no se trata de un desarrollo acumulativo lineal y
cuantificable, como han querido ver algunos, ya que esto es reducir la com-
plejidad de la vida a la pobretería de la lógica formal matemática. Esto es
uno de los mitos de la ciencia política, la sustitución del desarrollo espiri-
tual, por el desarrollo técnico. El desarrollo debe propiciar el disfrute de to-
dos los derechos humanos, pero la falta de desarrollo no puede invocarse
como justificación para limitar los derechos humanos.
En el terreno de la física y de la tecnología, los físicos estudian las regu-
laridades en los comportamientos de los cuerpos; pero el físico no sabe
realmente qué son las cosas, por qué son así; deben hacer los físicos una es-
pecie de voto de pobreza intelectual, porque de no ser así se saldrían de los
límites de la física o de la técnica.
El alumno preguntón del físico se tiene que topar con que al tercer por-
qué, el físico le tendrá que responder “porque así es”. No se puede reducir
la complejidad de la vida a explicaciones físicas como a veces lo quiere ha-
cer la modernidad, por medio del método científico.
aquella otra que dice “no pudiendo concluir otra cosa más que la culpabili-
dad del acusado”, estos giros del lenguaje que quieren persuadir, lo que ha-
cen es mostrar como contundentes y categóricos algunos argumentos, que
de suyo son débiles o poco probables. Con el lenguaje se quiere presentar
como lógico algo que de suyo no lo es.
Por eso el derecho es fundamentalmente argumentación, más que de-
mostración, propia del campo formal lógico matemático.
Hay algunas diferencias importantes entre argumentación y demostra-
ción, como son:
1) La libertad.
2) La moralidad.
3) La racionalidad.
4) La autonomía de la voluntad.
los derechos reales, pero se olvidan de que todo derecho y toda libertad tie-
nen como contrapartida un deber y una obligación.
En cuanto a las circunstancias, el derecho siempre tiene una dimensión
social, el derecho no es sólo lo que físicamente puedo hacer; por lo tanto,
no hay derechos si no hay respeto a la igualdad del otro con sus pretensio-
nes. No se puede pedir respeto cuando uno no respeta los derechos ajenos.
Los latinos examinaban la nature der sache; es decir, la naturaleza del
asunto; esto califica la justicia de la acción o la ilicitud, como cuando una
persona presta un libro dedicado por el autor, lo justo es que le regresen ese
ejemplar, y no otro, ya que el ejemplar autografiado tiene un valor espe-
cial, por estar firmado.
“El derecho es una conducta social”; es como se armoniza la pretensión
de una persona con la pretensión de otra, no como se le imponga. El dere-
cho y la libertad es el arte de adentrarse una persona y de combinar sus de-
rechos y libertades con los derechos y libertades de los demás. Así se pasa,
“del infierno son los demás”, de J. P. Sartre, a “los demás son mi metafísi-
ca, son mi destino”, de José Gaos.
“El respeto al derecho ajeno es la paz”; es cierto, pero es insuficiente,
porque el derecho no se puede ver únicamente como cotos cerrados o esfe-
ras de individualidad. El derecho es diálogo, el derecho es construir una
verdad común, el derecho es como armonizo mi pretensión con la preten-
sión del otro, no como se la impongo, ya que el derecho, como he dicho, es
una conducta social.
Siguiendo esta lógica argumentativa, podemos descalificar muchos su-
puestos derechos, que por no ser conductas sociales quedan desacreditados
como genuinos derechos, como podría ser un pretendido derecho al terro-
rismo o la violencia.
Dice el artículo 16 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano de Naciones Unidas, que un Estado no se puede considerar como
constitucional y democrático si no garantiza la existencia de los derechos
humanos y si no consagra la separación de poderes, por lo que nos parece
oportuno hacer ahora mención de algunas instituciones jurídicas y políti-
cas que han servido para impulsar la representación política y la división
de poderes.
Me gustaría comenzar con algunos antecedentes en nuestra tradición
grecolatina.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 579
Los patricios iban incorporando a sus grupos a los plebeyos más ricos,
además de copiar su sistema de propiedad privada.
Los romanos, con sus campamentos marchas, fueron levantando in-
fraestructura y fueron dominando el mundo, así construyendo acueductos,
calzadas, plazas, etcétera. Cuando conquistaban, no pedían tributos, sino
gente que sirviera al imperio; por eso el imperio romano se tardo mil años
en formarse y otros mil en perderse.
Antes de Roma, las civilizaciones o se disolvían cuando enfrentaban otras
civilizaciones y perdían su identidad, o bien tenían un éxito fulgurante y lue-
go desaparecían como poder hegemónico, como fue el caso de Alejandro
Magno, que en treinta años conquistó buena parte del mundo conocido.
Ahora nos detendremos en el caso inglés, ya que si un país ha ido en los
últimos siglos a la cabeza de la evolución de las formas e instituciones polí-
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 581
Son tres las razones por las que prevaleció el mandato representativo:
a. Razones histórico-prácticas.
b. Razones político-ideológicas.
c. Razones simbólicas.
16 Jellinek, Georg, Teoría general del Estado, México, Fondo de Cultura Económica,
2004, p. 49.
17 Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, Madrid, Trotta, 1998, p. 44.
588 LUIS FELIPE MARTÍ B.
1) El voto es único.
2) El voto es libre.
3) El voto es general.
4) El voto es secreto.
18 Bodino, Jean, Los seis libros de la República, Madrid, Aguilar, 1937, p. 102.
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 591
I. La democracia de consenso.
II. La democracia de oposición o tipo Westmister.
1. La abulia política.
2. La democracia participativa.
Pensaba hacer una exposición más o menos amplia sobre las instituciones
constitucionales mexicanas, pero dada la brevedad del tiempo asignado a
cada ponencia prefiero concretarme esencialmente en el tema de “Refor-
mas constitucionales para la gobernabilidad dentro del sistema político
mexicano”, ponencia que presento con carácter exclusivamente personal,
como lo he hecho siempre en este tipo de congresos a los que he concurri-
do desde hace varias décadas.
Como otros muchos bienes del espíritu o de la vida social, la gobernabi-
lidad suele ser percibida cuando se pierde o se pone en riesgo. De ahí que
en nuestra época ha sido más frecuente el uso del concepto de “ingoberna-
bilidad”, o sea, su antónimo, marcado por implicaciones pesimistas o de
crisis, a menudo con enfoques conservadores. Estando ante especialistas,
diremos que la ingobernabilidad suele atribuirse a la incapacidad de los go-
bernantes, a las demandas excesivas de la sociedad, o a la falta de autono-
mía, cohesión, legitimidad o credibilidad de las instituciones o de quienes
las representan, frecuentemente basada en una crisis de apoyo de los go-
bernados hacia las autoridades.
En México, en los últimos años, se ha hablado mucho de falta de gober-
nabilidad o inestabilidad política, y esto se suele atribuir a la forma de go-
bierno, y hasta se han sugerido diversas alternativas en este capítulo, como
la adopción del parlamentarismo o del llamado gobierno de gabinete. Esta
última nos ha sido expuesta con gran brillantez por el señor diputado Al-
berto Aguilar Inárritu. A nosotros nos parece —sin descalificar, a priori
por supuesto, otras opciones— que esa falta de gobernabilidad es a pesar
del sistema presidencial y no a causa de él, pues mientras éste estuvo bien
manejado y extendió la democracia y justicia social, o sea, hasta antes de la
irrupción del neoliberalismo en 1988 y de la alternancia de 2000, nuestro
595
596 MARIO MOYA PALENCIA
Sin embargo, como ese régimen fue sustituido por el mixto en 1977, el
cual tiene características muy diferentes —aunque en la práctica ha vuelto
a caer en que los diputados y senadores de representación proporcional
sean electos con el mismo voto emitido a favor de sus colegas mayorita-
rios, por efecto de una reforma a las fracciones f y g del apartado 1, del ar-
tículo 205 del Cofipe— la autocorrección de que se hablaba, infortunada-
mente, no se ha dado. Como es sabido, el espectro actual de los partidos
políticos proyecta tres fuerzas electorales muy semejantes, y otras cuatro o
cinco sumamente pequeñas que buscan aliarse con las primeras para fines
598 MARIO MOYA PALENCIA
Esos elementos los posee sin duda la sociedad mexicana, y no debe per-
derlos; antes bien, acendrar su respeto al orden constitucional e involucrar-
nos todos sus integrantes en cumplirlo, y en acrecentarlo, aunque sea con
aportaciones tan modestas como la que hemos sugerido esta tarde ante us-
tedes. Muchas gracias.
I. INTRODUCCIÓN
601
602 SALVADOR O. NAVA GOMAR
VI. CONCLUSIONES
Debemos dejar atrás la idea de que la solución a los problemas que pasa
la democracia mexicana tiene solución con la llamada reforma del Estado.
Tal vez debamos seguir la recomendación que un viejo administrativista
español dirigió a los reformadores, y cito: “siendo ineluctables las refor-
mas —dice Muñoz Machado— tienen que producirse estudiando primero
con exactitud cuáles son las necesarias para no abrir el flujo de lo fútil y
dispensable y cerrar todas las puertas a lo esencial”.3
I. INTRODUCCIÓN
613
614 PEDRO OJEDA PAULLADA
1 Cfr. Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, 18a. ed., México,
Porrúa, 1981, p. 108.
REFORMAS CONSTITUCIONALES URGENTES 615
Bajo tal perspectiva, para que la vida de dichas entidades se pueda llevar
a cabo en un esquema de orden y de control legal resulta necesario el surgi-
miento y aprobación de un pacto o convenio, esto es, una Constitución, que
es la base de toda estructura federal. Recordemos al respecto que el voca-
blo mismo de federación encuentra su etimología en la voz latina foedus,
foederis, que significa precisamente tratado o pacto.
Si bien la anterior explicación alude ante todo a los aspectos formales
del surgimiento de un sistema federal, resulta indispensable además hacer
referencia a otros rasgos de los sistemas federales, más insertados en as-
pectos de orden histórico, sociológico y cultural.
De esta manera, tomando en cuenta tanto los factores sociológicos como
los de orden formal jurídico, se da cabida en un sistema federal al surgimien-
to de un nuevo poder, producto de la convención pactada entre los diversos
entes integrantes de la Unión, esto es, el poder federal, que está avocado a
conservar el pacto unificador de las comunidades federadas. Surge a la vez
una doble organización política; la federación, por una parte, que actuará en
la totalidad del territorio nacional, y los poderes locales, que actúan en el ám-
bito espacial de sus entidades, debiendo coexistir ambos poderes bajo reglas
establecidas y definidas en el ordenamiento constitucional correspondiente,
por lo que dicho instrumento jurídico deberá contemplar con precisión las
competencias que correspondan a cada orden de gobierno participante en la
integración federal.
Debo hacer notar que desde el surgimiento mismo del artículo 124 en
comentario, su texto ya había quedado incompleto, toda vez que una de las
novedades de la ley suprema de 1917 fue precisamente la de haber recono-
cido al nivel de gobierno municipal con rango constitucional, otorgándole
una serie de competencias previstas expresamente en el artículo 115 del or-
denamiento, facultades municipales que se han ampliado mucho más me-
diante una serie de sucesivas reformas y adiciones constitucionales a ese
precepto.
En igual sentido se debe considerar también que la actual regulación
constitucional del Distrito Federal ha variado sustancialmente en las déca-
das recientes, a fin de otorgar a las autoridades de la capital una serie muy
significativa de competencias que ejercen de manera autónoma y que están
contempladas en el artículo 122 de la ley superior del país.
Por todo ello, la fórmula de distribución de competencias que se tomó
del modelo clásico de la Constitución de los Estados Unidos ha quedado en
nuestro país francamente incompleta y parcial, por lo que resulta necesario
modificar la redacción del artículo 124 constitucional, para adecuar su tex-
to a las nuevas circunstancias que vivimos.
Lo anterior, a fin de evitar confusiones o interpretaciones erróneas, a
más de lograr congruencia en el análisis integral de las competencias cons-
titucionales. En este sentido, me permito proponer la siguiente redacción:
ARTÍCULO 124
Con relación al tema, debo decir también que las modificaciones y adi-
ciones de 1994 al artículo 105 constitucional, que otorgaron a la Suprema
Corte de Justicia de la Nación la facultad de resolver las controversias
planteadas por la Federación, los estados, los municipios y el Distrito Fe-
deral, han resultado de gran trascendencia en esta materia, ya que en am-
plia medida esas controversias tienen que ver precisamente con el ejercicio
competencial de los órdenes de gobierno del Estado mexicano, contando
ahora nuestro sistema constitucional con un instrumento legal para que las
resoluciones del alto tribunal eviten conflictos y tensiones en la estructura
federal. De hecho, un buen número de resoluciones de la Suprema Corte
han venido a dar solución a conflictos competenciales antes no resueltos.
en sus manos los principales servicios generales y las obras públicas más
importantes; igualmente suelen contar con liderazgos políticos fuertes y de
amplio alcance.
Por lo que hace al tipo de federalismo coordinado, tiene como caracte-
rística central al apego, con frecuencia escrupuloso, a la separación de sus
esferas competenciales, a fin de sólo interrelacionarse en lo estrictamente
necesario la Federación y los estados. Esa forma de relación suele ocasio-
nar tensiones y controversias difíciles de resolver.
En lo tocante al federalismo cooperativo, éste implica la suma de esfuer-
zos y recursos, en sus respectivas facultades, tanto del gobierno federal co-
mo de los gobiernos locales, en la búsqueda de ciertos objetivos y metas
deseables para ambos órdenes de gobierno. De esta manera, cooperando
entre ellos se pueden realizar proyectos comunes que coordinan las atribu-
ciones de unos y otros, en un bien desarrollado esquema de relaciones in-
tergubernamentales equilibradas y eficientes.
Nuestro país ha dado ya algunos incipientes pasos para lograr que el
modelo mexicano se ubique en el federalismo de tipo cooperativo. La
gran concentración de facultades federales empieza a revertirse con una
serie de ejercicios de descentralización, como lo podemos observar en
asuntos de educación y de salud.
Para que se puedan lograr resultados en esta vía, la propia Constitución
establece una serie de mecanismos tendentes a lograr la cooperación des-
centralizada del sistema federal. Así, el texto de la fracción VII del artículo
116 constitucional prevé que:
relación entre los poderes y los niveles de gobierno con incentivos para la
cooperación, así como una adecuada distribución de éstas en las entidades
federativas, con eficientes instrumentos de control constitucional y la ade-
cuada participación ciudadana.
En este sentido resulta importante que el 5 de febrero de 2004 se convo-
có a la Primera Convención Nacional Hacendaria como verdadera reunión
republicana democrática y participativa para fortalecer el federalismo ha-
cendarío y revertir la alta centralización en esta materia.
La Convención propuso renovar las bases del sistema tributario nacio-
nal con un sentido descentralizador, llegando a presentar en agosto de ese
año más de 3,000 propuestas de cambios y ajustes en materia ejecutiva y
legislativa.
Entre dichos acuerdos destacan que se debe determinar cuáles son las po-
testades impositivas respecto a quién corresponde administrar, recaudar o
recibir impuestos; cuáles son las facultades concurrentes y las exclusivas, in-
cluyendo los aspectos de gasto, deuda y patrimonio público. Lo anterior, pa-
ra generar un capitulo hacendarío en la Constitución de la Republica y una
nueva Ley de Federalismo Hacendario, que sería la reglamentaria de dicho
capítulo.
Tanto en esta materia hacendaria como en otras existen muchas iniciati-
vas de grupos parlamentarios, que seguramente en un futuro no lejano ha-
brán de dar los resultados que el país está necesitando para que de esta for-
ma nuestro sistema federal quede mejor integrado y funcione como real y
efectivamente de tipo cooperativo.
Concluyo mi exposición reiterando mi convicción de que el modelo fe-
deral que nos legaron los mejores hombres de nuestra historia ha sido útil
en la consolidación nacional, pero también reconociendo que hace falta
una transformación que integre nuevos mecanismos de cooperación y de
interrelación entre la Federación, los estados y los municipios mexicanos.
Sólo de esa manera se logrará una mejor distribución del poder en la bús-
queda de perfeccionar el régimen democrático al que aspiramos.
Con un mejor funcionamiento federativo se estarán abriendo nuevas op-
ciones de participación política a los ciudadanos y se acrecentará el com-
promiso de las fuerzas políticas al entender que entidades más autónomas y
autosuficientes, estarán en una mejor posibilidad de cumplir sus compro-
misos con el pueblo y de garantizar de mejor manera los valores fundamen-
tales de la libertad y la seguridad.
REFORMAS CONSTITUCIONALES URGENTES 621
V. BIBLIOGRAFÍA
Marco OLIVETTI*
I. INTRODUZIONE
ce under Occupation: Rule of Law and the Ethics of Nation-Building in Iraq”, The Yale
Journal of International Law, 2005, pp. 431 ss.; Stover, E., Megally, H., Muftti, H.,
“Bremer’s Gordian Knot: Transitional Justice and the US Occupation of Iraq”, Human
Rights Quarterly, 2005, pp. 830 e ss.; Warbrick, C., “The Iraqi Special Tribunal for Cri-
mes against Humanity”, International and Comparative Law Quarterly, january 2004,
pp. 237 e ss.; Zappalà, S., “The Iraqi Special Tribunal’s draft rules of procedures and
evidence”, Journal of International Criminal Justice, 2004, n. 3, pp. 855 e ss.
8 Si v. l’order della Coalition Provisional Authority n. 96 del 7 giugno 2004, che
prevedeva, per le prime elezioni dell’Assemblea nazionale un sistema elettorale propor-
zionale con collegio unico nazionale e scrutinio di lista.
9 Si v. già l’order della Coalition Provisional Authority n. 97 del 7 giugno 2004.
10 La Coalizione occupante ha istituito una autorità denominata Coalition Provisional
Authority, al cui vertice è stato collocato un “administrator”, carica occupata per alcune setti-
mane —già durante il conflitto— dal gen. John Garner, e successivamente, dal 6 maggio
2003 al 29 giugno 2004, dal diplomatico di carriera Paul Bremer (entrambi statunitensi). La
CPA e i suoi administrators derivano la loro autorità dal governo degli Stati Uniti d’Ameri-
ca. Per la definizione dei poteri della CPA si v. la sua Regulation n. 1 del 6.5.2003.
La mission della CPA era definita sia nella sua denominazione —che indicava di
per sè una transitorietà— sia nelle finalità dichiarate della guerra contro l’Iraq: l’esporta-
zione della democrazia (oltre, ovviamente, alle armi di distruzione di massa). L’obiettivo
di costruire istituzioni democratiche in Iraq era annunciato nello stesso discorso del Pre-
sidente Usa George Bush del 19 marzo 2003: cfr. il testo pubblicato da Le Monde del
21.3.2003, p. 2.
628 MARCO OLIVETTI
11 Mentre i principali passaggi della transizione sono stati concordati con i rappre-
sentanti delle comunità curde e con varie componenti delle comunità arabe sciite, molto
più problematico si è rivelato il coinvolgimento di rappresentanti della comunità araba
sunnita. I partiti sunniti hanno boicottato le elezioni per l’Assemblea costituente del 30
gennaio 2005, anche se l’Assemblea ha tentato di recuperare un dialogo con essi, ad es.
includendo rappresentanti arabi sunniti nella Commissione incaricata di elaborare il pro-
getto di Costituzione.
Per un quadro delle forze politiche emergenti in Iraq si v. Ibrahim, F., “Die politis-
che Kräfte im Irak nach dem Regimenwechsel”, Aus Politik und Zeitsgeschichte, 2003,
n. 24-25, pp. 45 e ss.
Gli elettori sunniti hanno invece preso parte alle elezioni del primo parlamento
irakeno svoltesi il 15 dicembre 2005.
12 Si v. la Regulation della CPA n. 6 del 13.7.2003, con la quale venne riconosciuto
l’Iraqi Governing Council (e la regulation n. 9 del 9.6.2004 in cui si prende atto del suo
scioglimento in vista del passaggio dei poteri).
Il 15 novembre 2003 la CPA e l’Iraqi Governing Council stabilirono che entro il
30 giugno 2004 i poteri sarebbero stati trasferiti ad un governo irakeno transitorio. Tale
accordo individuava altresì i nodi da sciogliere nella definizione delle nuove istituzioni
irakene e stabiliva che lo Stato avrebbe avuto forma federale.
13 Il passaggio dei poteri genera una situazione ambigua dal punto di vista del diritto
internazionale: da un lato la prosecuzione del regime di occupazione militare; dall’altro
l’esistenza di autorità politiche locali formalmente sovrane (ma in realtà derivanti la loro
origine ultima dall’autorità militare occupante, anche se il “cordone ombelicale” si è in
un certo senso spezzato dopo il 28 giugno 2004). Della fine formale dell’occupazione ha
preso atto la risoluzione n. 1546 del 2004 del Consiglio di Sicurezza dell’Onu.
Compito principale del governo provvisorio irakeno era la convocazione e la tenu-
ta di elezioni per l’Assemblea costituente, effettivamente svoltesi il 30 gennaio 2005.
14 Va sottolineata la brevità dei tempi a disposizione degli attori del processo costi-
tuente, che hanno operato sotto una pressione esterna che ricorda —sia pure in un contesto
diverso— quella in cui fu elaborata la Costituzione della Bosnia Erzegovina. A parte il
breve periodo di gestione diretta del potere da parte della CPA (che si spiega con l’esigen-
COSTITUZIONE IRAKENA DEL 2005 629
23 Sulla Costituzione del 1925 v. Giannini, A., “La Costituzione dell’Iraq, Oriente Mo-
derno, 1930, p. 525-546, ripubbl. in Id., Le Costituzioni degli Stati del Vicino Oriente, Ro-
ma, Pubblicazioni dell’Istituto per l’Oriente, 1931, pp. 139 e ss. Su alcuni aspetti della
sua evoluzione in senso parlamentare v. el-Fartosy, M. H., Du principe de la responsabi-
lité politique des ministres et de son application éventuelle en Irak, tesi, Cooperative
d’Impr., Geneve-Neuchatel, 1956; Ghalib al-Ani, A., La vie parlementaire en Irak (de
1921 à 1957), Cooperative d’Impr., Geneve-Neuchatel, 1960.
24 Su quest’ultima cfr. Ishow, H., “La Constitution provisoire irakienne de 1990 et la
pratique politique”, Defense nationale, 2001, 12, pp. 52-85.
25 Elenco dei capi di Stato irakeni:
nelle Costituzioni scritte e meno ancora nella prassi politica: e questo pare
un elemento di continuità fra il periodo monarchico e quello della repub-
blica autoritaria.
a) Dal 30 giugno 2004 (data del passaggio dei poteri dalla CPA al go-
verno provvisorio irakeno) alla formazione di un nuovo governo a
seguito delle elezioni legislative (poi tenutesi il 30 gennaio 2005).
b) Dalla formazione del governo provvisorio (3 maggio 2005) alla
formazione del primo governo successivo alle prime elezioni tenu-
tesi in base alla nuova Costituzione.
Tali due finalità non erano però configurate come fini ultimi ed autore-
ferenziali ma erano orientate dal medesimo art. 52 alla creazione di “un
Iraq unito, in cui ogni cittadino partecipi attivamente agli affari pubblici,
sia sicuro nei suoi diritti e libero dalla dominazione”.
Una volta optato per una struttura federale (per le ragioni indicate supra
nel par. 1.5.) i costituenti irakeni del 2004 (e in seguito, come si vedrà, que-
lli del 2005) avevano il problema di individuare i soggetti federati. Questi
ultimi, infatti, non preesistevano alla Costituzione, salvo la Regione curda.
Esistevano, invece —come si è visto— 18 governatorati.
La alternative33 che la Costituzione provvisoria (e, in seguito, quella de-
finitiva) avevano davanti per la formazione delle Regioni erano:
La prima soluzione era inaccettabile per gli sciiti (che avrebbero visto
frammentata la loro comunità in una decina di Regioni diverse) e la secon-
da per i curdi.
La Costituzione provvisoria ha scelto una via intermedia, che ricorda le
tecniche utilizzate dalla Costituzione spagnola del 1931 e riprese da quella
del 1978, ovvero:
1. La regione curda
3. Il riparto di competenze
a) regola generale:
stata respinta, ma col 55% dei voti, quindi a maggioranza inferiore ai due ter-
zi. Essa è quindi risultata approvata e potrà pertanto entrare in vigore al ter-
mine stabilito dalla Costituzione provvisoria, sopra ricordato.
Nel complesso, oltre che poco rispettosa di varie regole formali, la pro-
cedura seguita non è riuscita a promuovere la partecipazione popolare alla
elaborazione della Costituzione, anche a causa delle gravi violenze verifi-
catesi nel Paese; d’altro canto la legittimazione della Costituzione appare
debole anche per il dissenso nei confronti di essa di una delle principali
comunità irakene.
1. Caratteristiche generali
43 Anche se la Costituzione non definisce l’Iraq una repubblica islamica, nel testo so-
no presenti vari elementi (ad es. l’invocazione alla divinità nel Preambolo e l’espressa af-
fermazione secondo cui l’Islam è la religione ufficiale dello Stato ed è una fonte fonda-
mentale della legislazione —art. 2. I a— con la conseguenza che nessuna legge (o
norma) può contrastare con le regole stabilite dell’Islam) da cui si può desumere la natu-
ra confessionale dello Stato. Sembrerebbe tuttavia trattarsi di un confessionismo modera-
to (specie se letto alla luce del contesto medio-orientale): ad es. l’Islam è una delle fonti
della legislazione, ma non certo l’unica nè quella suprema; nessuna norma può contrasta-
re con i principi della democrazia e con i diritti e le libertà fondamentali previsti dalla
Costituzione, oltre che con l’Islam, con la conseguenza che potrebbero così porsi le basi
per il bilanciamento fra democrazia e diritti da un lato e tradizione islamica dall’altro;
l’art. 2.II, inoltre, pur garantendo l’identità islamica della maggioranza del popolo irake-
no, garantisce altresì i pieni diritti di tutti gli individui alla libertà di credo e di pratica re-
ligiosa (sono espressamente menzionati i cristiani ed alcune sette). Un altro bilanciamen-
to viene operato dalla Costituzione fra la natura plurinazionale e plurireligiosa dell’Iraq e
la sua appartenenza al mondo islamico e alla Lega araba (art. 3). Su alcuni di questi pro-
blemi si v. Stilt, K. A., “Islamic Law and the making and remaking of Iraqi legal system”,
The George Washington International Law Review, 2004, n. 4, pp. 695 e ss.
44 Il rapporto col recente passato del Paese traspare in molti passaggi della nuova
Costituzione. Ne segnaliamo tre:
a) le norme sulla de-baathizzazione (si v. il Preambolo e l’art. 7; essa aveva preso
l’avvio con l’order n. 1 della CPA in data 16 maggio 2003, sulla base dello scioglimento
del partito Baath, già deciso dalle autorità militari americane alcuni giorni prima).
b) la disciplina delle forze armate (art. 9, che prevede che esse abbiano una com-
posizione etnicamente equilibrata e finalità unicamente di difesa nazionale e non di op-
pressione interna; che siano vietate le milizie; che i militari, pur avendo diritto di voto,
siano ineleggibili; che siano rispettati i trattati di non proliferazione per armi nucleari,
chimiche e biologiche).
c) la disciplina dei servizi segreti (di cui è stabilito dall’art. 9D che siano posti sot-
to direzione civile, assoggettati a controllo parlamentare e vincolati a rispettare la legge e
i diritti umani).
COSTITUZIONE IRAKENA DEL 2005 645
vinces de pouvoir siéger au Parlement. La loi prévoit que les listes soient composées
d’un tiers de femmes en position éligible afin de respecter le quota de 25 % de députées
au Parlement fixé par le projet de Constitution”. Sui problemi della rappresentanza in
Iraq si v. Korhonen, O., The problem of representation and the Iraqi elections, in The
Finnish Yearbook of International Law, 2003, pp. 35 e ss.
47 Art. 54.I della Costituzione.
COSTITUZIONE IRAKENA DEL 2005 647
C. Il Governo
petenze sono regolati dalla legge (art. 83). Il primo ministro e i ministri so-
no responsabili personalmente e collegialmente davanti al Consiglio dei
rappresentanti (art. 80). Non sono previsti poteri di direzione governativa
dell’attività parlamentare, salva l’iniziativa legislativa e la presentazione
del bilancio. Oltre a questi due poteri, il Governo cura l’esecuzione delle
leggi, negozia i trattati internazionali e presenta al Consiglio dei rappresen-
tanti le proposte per le nomine alle massime cariche statali (art. 76).
F. Valutazione d’insieme
48 Utilizzo questa locuzione nel senso ben noto in letteratura a partire dal lavoro di
Mirkine Guetzevich, B., “Nouvelles tendences du droit constitutionnel”, Revue du Droit
Public, 1928.
49 Il ricorso a forme di power sharing nelle fasi di transizione ha un interessante pre-
cedente nel caso sudafricano.
650 MARCO OLIVETTI
a) La capitale “decentralizzata”.
b) Le regioni.
c) Le province.
d) L’amministrazione locale.
so in cui non siano parte di una Regione (“province non organizzate in Re-
gioni”), mentre finirà per essere assimilato a quello dell’amministrazione
locale qualora esse entrino a far parte di una Regione.
A parte infatti la Regione curda —la quale, come fra breve si vedrà, viene
direttamente riconosciuta dalla Costituzione— le altre Regioni sono, come
già nella Costituzione provvisoria del 2004, enti meramente eventuali, in
quanto la Costituzione non le individua né le presuppone, ma consente la lo-
ro formazione mediante una apposita procedura e definisce le competenze
loro spettanti nel caso in cui vengano effettivamente costituite.
2. La regione curda
4. La Città di Baghdad
Si è già accennato allo status peculiare della città di Baghdad, che l’art.
112 definisce come “capitale decentralizzata”.
Essa costituisce, nei confini della sua municipalità, un governatorato,
che però, a differenza delle altre province, non può entrare a far parte di
nessuna Regione (art. 120) e sembrerebbe quindi essere strutturalmente un
soggetto diretto della federazione. Ad essa dovrebbero pertanto trovare ap-
plicazione in via generale le norme costituzionali che si riferiscono alle pro-
vince non organizzate in Regioni. Tuttavia, il fatto che l’art. 120.II rimetta
ad una legge (ovviamente federale) la definizione dello status di Baghdad
apre la via alla possibilità di un regime speciale, sulla falsariga di quanto ac-
cade per i distretti federali di numerose federazioni.
— Dogane.
— Energia elettrica.
— Ambiente.
— Pianificazione generale.
— Sanità pubblica.
— Educazione ed istruzione pubblica.
— Acque interne.
Si tratta in questo caso di un elenco che apre alla legislazione federale am-
pi spazi di intervento in materie di grande rilievo economico-sociale. E’ però
importante sottolineare che in caso di conflitto fra le leggi federali e le leggi
regionali, sono queste ultime a prevalere. Non è chiaro se la legge regionale
sia abilitata a prevalere sulla legge statale in virtù di una maggiore forza for-
male, come sembrerebbe potersi desumere dalla seconda frase dell’art. 111
(“la prevalenza spetta alla legge regionale in caso di conflitto fra altri poteri
ripartiti fra la federazione e le Regioni”), o se la legge federale abbia la fa-
coltà di disporre una regolazione uniforme sulle materie di competenza con-
corrente, salva però la potestà della legge regionale di reintervenire successi-
vamente sulla medesima materia per “modificare l’applicazione della legge
nazionale in quella Regione”, come sembra invece desumersi dall’art.
117.II. Va inoltre notato che entrambe le disposizioni ora citate —che rego-
lano il rapporto fra legge nazionale e legge regionale nelle materie di compe-
tenza ripartita— si riferiscono alla sola legge regionale e non alla potestà le-
gislativa delle Province non organizzate in Regioni.
1. La revisione costituzionale
è una garanzia molto più intensa della potestà di partecipare alla revisione
costituzionale riconosciuta agli Stati membri dalle Costituzioni federali
classiche (ad es. l’art. V della Costituzione degli Stati Uniti d’America).
2. La seconda Camera
3. Le Commissioni federali
52 Oltre a quelle rilevanti in materia federale essa è competente a giudicare sulla le-
gittimità costituzionale delle leggi e dei regolamenti, ad interpretare le disposizioni della
COSTITUZIONE IRAKENA DEL 2005 661
IX. CONCLUSIONE
I. INTRODUCCIÓN
Ahora bien, poco más de medio siglo después de la puesta en marcha del
Estado liberal-burgués de derecho, se evidenció ya la inconsistencia de al-
gunas de las ideas sobre las que se asentaba su sistema de libertades. En es-
pecial, había hecho crisis aquella según la cual los derechos constituían pa-
trimonio del individuo-aislado frente a un Estado abstencionista: por un
lado, la exaltación del individualismo allí contenida chocaba con la natura-
leza social de la vida humana e impregnaba de conflictividad las relaciones
sociales, mientras que, de otro, la pasividad del Estado frente a los efectos
disfuncionales del desarrollo económico liberal amenazaba seriamente
con derrumbar todo el sistema político. La adaptación del modelo político
a las circunstancias creadas por el surgimiento de la sociedad industrial no
era, por lo demás, sólo una exigencia política o ética, sino ante todo una ne-
cesidad histórica de supervivencia del Estado liberal. Tal es el origen del
Estado social de derecho, producto más de la práctica que de una prefigura-
ción teórica,7 que permitió conservar las libertades hasta entonces consa-
7 Baldassarre, A., voz “Diritti sociali”, Enciclopedia Giuridica, Roma, Tecani, 1989.
El autor pone de presente que ninguna de las ideologías políticas contemporáneas (so-
cialdemócratas, cristianos, liberales, socialistas, jacobinos, etcétera), tiene la exclusiva en
la articulación del Estado social, que apareció más bien a modo de compromiso y de re-
sultado de múltiples experiencias. Por el contrario, la tendencia actual al desmonte del
668 NÉSTOR OSUNA PATIÑO
gradas, con las correcciones notables que imponían las nuevas circunstan-
cias económicas.
Las revoluciones rusa y mexicana, en los albores del siglo XX, fueron
las primeras demostraciones contundentes de la crisis del Estado liberal
burgués. Las Constituciones que formalizaron sus nuevos sistemas políti-
cos se apartaban del modelo hasta entonces conocido. La mexicana de
1917 significó la primera plasmación de derechos de rango constitucional
sobre bases que se apartaban de la ortodoxia burguesa.8 La Constitución
otorgó a la propiedad una función social, consagró un modelo de reforma
agraria, y proclamó derechos colectivos cuya efectividad exige prestacio-
nes estatales. La Constitución de la Unión Soviética (1918), por su parte,
suprimió las garantías de los derechos individuales y otorgó la titularidad
de los derechos al proletariado en su conjunto, con lo que se apartó por
completo del modelo liberal.
El Estado social de derecho se fue delineando al fragor de las guerras
mundiales, la depresión económica de los años treinta, el ambiente revolu-
cionario marxista-leninista y el surgimiento de los fascismos.9 A su configu-
ración teórico-jurídica contribuyó con especial relieve Hermann Heller,
quien, ante las irracionalidades de la política del momento (la irracionalidad
del sistema capitalista, por un lado, la irracionalidad fascista, por el otro),
proponía en su obra Estado de derecho o dictadura, publicada en 1929, no
renunciar a aquel modelo político, sino dotarlo de contenido económico y
social, y realizar, desde el propio Estado, un nuevo orden de distribución de
tad, por su parte, no se diseñó sólo como atributo jurídico-formal, sino que
se buscaba la libertad real, con acento en la posibilidad material de todos
los ciudadanos para gozar efectivamente de la misma, lo cual amplía sin
duda el contenido interno de cada derecho.
Los derechos fundamentales en el Estado social de derecho siguen sien-
do, por lo demás, derechos subjetivos, pero allí no se agota su contenido.
Tienen también una función social, con lo que se quiere significar, por una
parte, el abandono de la concepción individualista burguesa de los dere-
chos, y por otra, que el concepto de función social sirve también para deter-
minar los límites inmanentes del derecho subjetivo y para obligar al legis-
lador a respetar en la sustancia los principios contenidos en los derechos
fundamentales.12 Conviene acompañar siempre el reconocimiento de la
función social de los derechos fundamentales con la advertencia sobre los
límites de esta función, de modo que no se olvide que aquéllos son ante to-
do derechos y libertades. Una concepción social sólo tiene cabida dentro
del constitucionalismo si no va en desmedro del significado de los dere-
chos como tutela del individuo.
Por otro lado, frente al Estado, los derechos ya no tienen sólo carácter
delimitador, negativo, sino que al mismo tiempo establecen cargas de pres-
tación social en favor de los ciudadanos e incluyen así la obligación del en-
te público de procurar los presupuestos sociales necesarios para su realiza-
ción efectiva, lo cual llega, en algunos casos, hasta la satisfacción directa
por parte del Estado de algunas pretensiones de contenido económico.
Por último, el catálogo de derechos fundamentales se ve ampliado me-
diante la incorporación de los llamados “derechos sociales”, esto es, cláu-
sulas de contenido económico, social y cultural que buscan garantizar unas
condiciones materiales de vida digna para todos los ciudadanos, bajo el en-
tendimiento de que estas condiciones, además de su valor intrínseco, cons-
tituyen el presupuesto fáctico indispensable para el ejercicio efectivo de
los demás derechos por todos sus titulares. Por otra parte, la elevación del
mínimo existencial que suponen, hace posible el proceso de integración
social que el Estado y la sociedad requieren para subsistir. La proclama-
ción de los derechos sociales significa así, entre otras cosas, una fuerte
apuesta del Estado por la lucha contra la desigualdad, y en ese sentido, a fa-
vor de las minorías tradicionalmente marginadas en lo económico y social.
En ese sentido, se comparten aquí los argumentos de G. Pisarello, cuando
afirma que los derechos sociales interesan a todas las personas, pero sobre
todo a los miembros más vulnerables de la sociedad, lo que permite carac-
terizarlos como derechos de los “desaventajados”.13
La idea de los derechos sociales goza en la actualidad de amplia legiti-
midad política y de reconocimiento constitucional suficiente. Atrás pare-
cen haber quedado los argumentos que sugerían la incompatibilidad de
estos derechos con los clásicos de libertad, precisamente porque la prácti-
ca, más que cualquier planteamiento teórico, ha demostrado la comple-
mentariedad de unos y otros. A pesar de ello, imperioso es reconocer que
bajo el consenso sobre la legitimidad de los derechos sociales subyace
una viva controversia sobre su extensión y contenido, sobre el tipo de ga-
rantías adecuado para su efectividad, su invocabilidad judicial como dere-
chos subjetivos e incluso sobre el valor jurídico de las disposiciones que los
consagran. Esta dificultad es especialmente notoria en la discusión, más
ideológica que técnica, pero viva aún, sobre si estos derechos tienen carác-
ter de derechos subjetivos judicialmente invocables.
Ahora bien, la realización de los derechos sociales, así como la de los pre-
supuestos materiales básicos para el ejercicio de las libertades públicas, está
condicionada a la disponibilidad de recursos económicos que por definición
son bienes escasos. Esta afirmación, si bien es predicable incluso en los paí-
ses industrializados, se torna dramática en las sociedades en vías de desa-
rrollo. Así, podría llegar a afirmarse que, pese a los cantos de sirena de la
globalización, los derechos sociales son hoy en día un privilegio de los ciu-
dadanos de los Estados económicamente más poderosos, y una simple ilu-
sión para la mayoría de la población mundial. La consagración constitu-
cional de los derechos sociales en los países del llamado tercer mundo cho-
caría inevitablemente con la precariedad económica y no sería más que un
factor añadido de disminución del carácter normativo de la Constitución.
Sin embargo, parecen erróneas aquellas tesis que niegan la posibilidad de
realización de los derechos sociales en circunstancias de estrechez econó-
mica, como quiera que por medio suyo, dada la relatividad del concepto de
escasez, así como las circunstancias de mayor o menor riqueza que presen-
tan las diversas economías nacionales, se llegaría por vía directa a la sin sa-
lida de la descalificación de los derechos sociales como fundamentales, lo
13 Pisarello, Gerardo, “El Estado social como Estado constitucional: mejores garan-
tías, más democracia”, en Abramovich, V. et al. (comps.) Derechos sociales, instruccio-
nes de uso, México, Doctrina Jurídica Contemporánea, 2003, p. 23.
672 NÉSTOR OSUNA PATIÑO
tos idóneos para lograr el efectivo goce de los derechos por parte de esos
grupos.21
Además de lo anterior, las reivindicaciones de estas minorías requieren
de un enorme esfuerzo de lucha contra la discriminación, que casi siempre
los Estados emprenden en sus políticas públicas de modo sospechosamen-
te cauteloso y tímido. La ley mexicana antidiscriminación, sin embargo,
parece un buen ejemplo de acción estatal para la lucha contra las desventa-
jas que tradicionalmente padecen los grupos minoritarios.22 Por último, es-
tas reivindicaciones, aunque en ocasiones se concretan en la solicitud de
alguna reforma a los textos constitucionales, no son contrarias al constitu-
cionalismo; más bien, son el reclamo de su efectiva realización.
Ahora bien, las minorías de tipo cultural, dentro de las cuales el ejemplo
paradigmático, al menos en América Latina, son los pueblos indígenas,
reivindican también en numerosas ocasiones el acceso a la igualdad, o al
aparato de justicia estatal sin sufrir discriminaciones, y en ese sentido, tam-
bién respecto de una buena parte de los reclamos de estas comunidades se
está ante la reivindicación de un trato diverso para lograr el pleno disfrute
de los mismos derechos fundamentales que ya están consagrados en las
Constituciones.23 En algunas ocasiones, sin embargo, se trata de la reivin-
dicación de específicos derechos culturales, que cuando se erigen como
privilegios de las comunidades que puede erigirse en contra de los indivi-
duos que las integran, chocan con el constitucionalismo y con el régimen
internacional de los derechos humanos.24 Sobre este punto el constitucio-
21 Sobre este punto, véase Lucas, Javier de, quien identifica dos etapas en el proceso
de reconocimiento jurídico de las minorías, la primera consistente en la elimiación de las
discriminaciones, suficiente para atender las exigencias de aquella minory by force, y, la
segunda, en donde se implementan acciones afirmativas o medidas de discrimnación po-
sitiva, destinadas a satisfacer los reclamos de la minory by will. En, “Por qué son rele-
vantes las reivindicaciones jurídico-políticas de las minorías. Los derechos de las mino-
rías en el cincuenta aniversario de la declaración universal de los derechos humanos”, en
Carbonell, Miguel et al. (comps.), Derechos sociales y derechos de las minorías, 2a. ed.,
México, Porrúa-UNAM, 2001, pp. 298 y 299.
22 Carbonell, Miguel, Ley Federal mexicana para Prevenir y Eliminar la Discrimi-
nación, México, Consejo Nacional para prevenir la Discriminación, 2004.
23 Ibarra Palafox, Francisco, Minorías etnoculturales y Estado nacional, México,
UNAM, 2005.
24 Basterra I, Marcela, “Los derechos fundamentales y el Estado. Multiculturalismo,
minorías y grupos étnicos”, Derechos fundamentales y Estado. Memoria del VII Congre-
so Iberoamericano de Derecho Constitucional, México, UNAM, 2002, pp. 87-106.
676 NÉSTOR OSUNA PATIÑO
36 Naciones Unidas, “La situación de los derechos humanos y las libertades funda-
mentales de los indígenas”, Informe del relator especial sobre la situación de los de-
rechos humanos de los indígenas, distribuido el 12 de agosto de 2004, documento
A/59/258.
LOS RECLAMOS DE LAS MINORÍAS Y EL CONSTITUCIONALISMO 681
Resulta paradójico que aunque en las dos primeras sentencias las reli-
giones que resultan protegidas son ancestrales, en el tercer caso la religión
que resulta oficial y única es la católica, toda vez que en esta ocasión la
Corte (Sentencia C-1022 de 2001) se limitó a reiterar sus precedentes, y
aunque advirtió que aquí había un elemento diferente, como lo era que la
religión promovida por la autoridad indígena era la católica, consideró sin
embargo que esa confesión ya tenía características ancestrales para aquella
comunidad. Debe anotarse también que en dos de los casos fallados se tra-
taba de la negativa de las autoridades indígenas para que personas que no
formaban parte de su comunidad (“unos pastores”) pudieran ejercer activi-
dades de promoción religiosa, pero que en el otro se trataba de miembros
de la propia comunidad indígena que se veían expuestos a persecución por
parte de las autoridades, por ejercer un culto diferente al oficial.
Es evidente que en este punto, pero tal vez sólo en este, sí nos encontra-
mos ante una desviación de la cultura constitucional y del respeto a los de-
rechos humanos, con fuerte sabor comunitarista. Al respecto, cabría reco-
mendar la rectificación de esa línea jurisprudencial, por varias razones, una
de las cuales, como lo señala el informe del relator Stavenhagen a la Asam-
blea General de las Naciones Unidas, es que
Asimismo, con Ramón Ruiz Ruiz, cabe afirmar que de ninguna manera
resulta legítimo que, con la excusa de lograr la subsistencia de una cultura,
ésta se pueda imponer a sus supuestos integrantes o se les puedan negar sus
derechos. En sus palabras:
I. INTRODUCCIÓN
3 Baker, John, et al., Equality. From Theory to Action, Gran Bretaña, Palgrave,
2004, p. 3. OECD significa Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo,
www.oecd.org. Los treinta países de la OECD son los países más ricos y “desarrollados”;
las estadísticas los utilizan generalmente para denominar al bloque de países más acauda-
lados. Los países subsaharianos son los países ubicados debajo del Sáhara, mismos que
generalmente se encuentran entre los países más pobres del mundo. UNDP significa Pro-
grama de Naciones Unidas para el Desarrollo, www.undp.org.
690 KARLA PÉREZ PORTILLA
gra tiene ocho veces más posibilidades de morir por homicidio que la po-
blación blanca...4
...Un patrón recurrente de la desigualdad es su conexión con la “raza” y
la etnicidad. En los Estados Unidos, las familias afroamericanas reciben
en promedio menos de dos tercios de lo que reciben las familias blancas
no hispánicas... La desigualdad en el ingreso también refleja discapacidad.
Los ingresos de los discapacitados en Gran Bretaña son en promedio, la
mitad del ingreso promedio, descontando los gastos extra derivados de su
condición.5
...las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales
en más de 80 países (ILGA 2003).6
En Europa, las mujeres conforman entre el 40 y el 45% de los parla-
mentos más igualitarios (Noruega y Suecia) pero menos del 10% de los
menos igualitarios (Francia, Grecia, Hungría y Malta) (FCZB 2003)...
La población negra de los Estados Unidos representa un 13% del total
de la población pero sólo un 7% de los miembros del Congreso...7
La información cuantitativa más confiable es sobre empleo remunera-
do, ésta revela que un empleado promedio en Hong Kong, la Ciudad de
México y Estambul, trabaja alrededor de 600 horas más al año que su
equivalente en Berlín, Copenhague o Ámsterdam.8
4 Ibidem, pp. 3 y 4.
5 Ibidem, p. 5.
6 Idem. ILGA significa Asociación Internacional de Lesbianas y Gays, www.ilga.org.
7 Ibidem, p. 7. FCZB significa Centro de Cómputo de las Mujeres de Berlín www.fczb.de.
8 Idem.
9 Instituto Nacional de las Mujeres, www.inmujeres.gob.mx/principal/temas/educa
cion.htm.
10 Existen varios sitios en donde puede encontrare mucha información al respecto, ta-
les como: www.amnestyusa.org/women/juarez/, http://wais.stanford.edu/Mexico/mexicochi
huahuakilingsciudadjuarez6603.html y www.casa-amiga.org/translation.DOC.
UN ANÁLISIS DE LA DISCRIMINACIÓN 691
En México hay más de 28 lenguas, habladas por más de 6, 044, 547 perso-
nas, lo cual representa el 6.2% del total de la población. Además, 16.9% de
la población indígena es monolingüe.11 Sin embargo, la mayoría —si no es
que todas— las instituciones, como tribunales, oficinas gubernamentales,
hospitales, escuelas, los medios12 y, en suma, todo el desarrollo del país, se
lleva a cabo en español.
La última actualización ofrecida por el Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática (INEGI) reveló que:
Estos datos no son más que una pequeña parte de un gran número de de-
sigualdades interrelacionadas con estas cifras. Las desigualdades que re-
sultan de desigualdades previas terminan por percibirse como “normales”;
por ejemplo, la población indígena analfabeta (primera desigualdad) no
cumple con los requisitos necesarios para tener un empleo digno (segunda
desigualdad) y por ello, en parte, tienen un muy bajo nivel de vida.
De los 6, 044, 547 indígenas del país, únicamente 2, 345, 959 tienen al-
gún trabajo: 48.1% perciben un salario; 1.0% son empleadores; 40.5% tra-
baja por su propia cuenta, y el 10.4% trabaja en negocio familiar sin remu-
neración.
La mayor parte del trabajo que hace la población indígena es trabajo do-
méstico. De hecho, el 28.7% del trabajo doméstico en México es realizado
por la población indígena: 0.7% hombres y 55.6% mujeres.
11 Las estadísticas presentadas sobre México fueron tomadas del INEGI. La última
actualización corresponde a junio de 2003, www.inegi.gob.mx. Ir a población hablante de
lengua indígena.
12 En este sentido puede verse, Villamil, Jenaro, “Critica Xóchitl Gálvez iniquidad
de la Ley Televisa”, La Jornada, 15 de febrero.
692 KARLA PÉREZ PORTILLA
bito, práctica espontánea...”.28 Sin embargo, el poder nunca logra ser tan
invisible, ya que la gente sabe y ve bien lo que no quiere; la gente sabe lo
que es sufrir y experimenta la ausencia de poder. En realidad, la cuestión es
qué hacer al respecto: hacer caso omiso de nuestro “desempoderamiento” e
intentar adecuarnos al mundo tal cual se nos presenta, o bien, empezar a
cuestionarlo todo, y pensar y promover formas de cambio.
Siguiendo a Aveen Maguire, nuestra realidad,
...la manera de ser de las cosas, ...es el resultado del ejercicio del poder
de alguien. La voluntad de alguien se ha traducido en acción para crear
esta realidad. La realidad, no es simplemente ‘la manera de ser de las co-
sas’, ni se traduce en un simple ‘así es la vida’. La realidad es el resulta-
do de un uso específico del poder.29
der, como un intento por hacer parecer que un problema es poco o nada
grave y no requiere “solución”. La tercera cara del poder es perceptible en
la exitosa “normalización” de la forma masculino-centrista de expresión.
Las normas del lenguaje sexista nos están tan arraigadas que difícilmente
las desafiamos y por tanto, permanecen incontrovertidas.
El lenguaje puede contribuir a perpetuar la discriminación; el lenguaje no
es simplemente utilizado para la comunicación de las ideas, sino que tam-
bién proporciona y mantiene un ambiente que garantiza la efectiva comuni-
cación de “determinadas” ideas. No se trata únicamente de una de las bases
más importantes de la cultura humana; sino de un producto de ésta. El len-
guaje no sólo no describe el mundo de una manera neutral o arbitraria, sino
que lo evalúa permanentemente. El lenguaje en este sentido es poder.
En México, leyes como la General de Educación (artículos 2o. y 8o.)
utiliza la palabra “hombre” para referirse a todas las personas. Hemos
aceptado y normalizado esta situación y pasado completamente por alto
sus implicaciones y origen. Si de verdad queremos promover cambio, este
tiene que buscarse en todos los ámbitos.
Otra manifestación de poder y opresión que pasa inadvertida y se consi-
dera inofensiva es el “humor”. Muy a menudo podemos escuchar la frase
“pero si es sólo una broma” para justificar manifestaciones racistas, sexis-
tas, homofóbicas, etcétera, escondidas detrás de la fachada del “humor”.
Hay quien podría insistir en que se trata de una especie de catarsis y que no
se habla “en serio”; sin embargo, los “chistes” racistas o sexistas conside-
ran muy poco la historia de la opresión de estos grupos y su lucha por dere-
chos civiles y políticos; ignoran la suerte que, por ejemplo, los negros han
experimentado y que va desde su exclusión de las escuelas hasta el apart-
heid. Quien puede disfrutar de un “chiste” misógino no tiene conciencia
—en el mejor de los casos— de la magnitud de la violencia y opresión eco-
nómica, política y social de este grupo. Además, los derechos que estos dos
y otros grupos han alcanzado no se deben a la buena voluntad de un trío o
cuarteto de personas sentadas alrededor de una mesa, sino a luchas arduas
de miles de personas —mujeres y hombres, negros y blancos— alrededor
del mundo y que han costado varias vidas.
No hay evidencia sobre los posibles efectos catárticos de los “chistes
discriminatorios”, pero sí existe una evidencia muy clara sobre los efectos
negativos de los estereotipos que promueven. Como lo señaló el filósofo
Stuart Ainsworth —experto en humor—:
700 KARLA PÉREZ PORTILLA
Los autores citados sugieren que es un esquema útil para promover cam-
bio, dado que una vez que se conocen las fuentes de discriminación, resulta
mucho más sencilla y sobre todo eficaz la lucha en contra de la misma.
Los niveles de discriminación propuestos son los siguientes:
1. Aspectos estructurales
En segundo lugar, los pueblos indígenas señalan que fueron (y son) víc-
timas de invasiones, conquistas y despojos; por lo que reclaman la restitu-
ción de derechos arrebatados y no protección de derechos concedidos.
En tercer lugar, saben que sus antepasados fueron naciones que se auto-
gobernaron y que posteriormente fueron sojuzgadas contra su voluntad e
incorporadas a unidades políticas extrañas.43
Las características de la “descolonización” en América Latina conduje-
ron a que las fronteras coloniales se mantuviesen, construyéndose unidades
nacionales que de un modo u otro han sido una continuación de la Colonia.
La construcción en el siglo XX de los Estados de carácter “nacional po-
pular” resultó en el oscurecimiento de la existencia de grupos sociales dife-
renciados al interior del territorio. La población era vista bajo el concepto
genérico de “pueblo” en una voluntad de “igualdad” entre todos los miem-
bros sean cuales fueren sus orígenes étnicos, y se conservó esta cuestión
bajo un prisma integracionista y asimilacionista. Sin embargo, los pueblos
indígenas tienen conciencia nacional y habían experimentado capacidad
jurídica de autonomía y autogobierno en su territorio ancestral. Además, se
trata de sociedades étnicamente diferenciadas, con sistemas religiosos, te-
rritorio y lenguas específicas.
Lo indígena en materia política sigue siendo de categoría inferior, son
“entidades de interés público”; es decir, órganos subordinados y tutelados
por el Estado y no parte ni autoridades del gobierno mexicano.44 Su “inclu-
sión” está condicionada a su capacidad de adaptarse —por sus propios me-
dios— a las estructuras políticas dominantes en el país. Esto constituye
discriminación política.
C. Discriminación jurídica
El legislador estableció diferencias que no tienen que ver con el fin per-
seguido por la norma (irrazonables). Se trata de un derecho que tienen los
trabajadores y que se dirige a la protección de la familia; por tanto, no de-
bió señalar requisitos distintos por razón de género.
La fracción en comento ha sido derogada y la actual redacción del ar-
tículo 24 resulta más congruente con los artículos 1o. y 4o. constituciona-
les, que establecen la igualdad entre mujeres y hombres.
El actual artículo 24, en su fracción I establece que tendrán derecho a las
prestaciones de salud el esposo o la esposa o a falta de éstos el varón o la
mujer con quien ha vivido como si lo fuera durante los cinco años anterio-
res a la enfermedad o con quien tuviesen hijos (as)...
Como en este caso, pueden existir otras normas cuyos criterios de dife-
renciación o de trato desigual sean irrazonables. Miguel Carbonell ha iden-
tificado algunos de ellos, como el artículo 27 constitucional, fracción pri-
mera, con relación al derecho de propiedad negado a los extranjeros; el
artículo 32 también constitucional, el cual discrimina por “origen nacio-
nal” y carece de justificación razonable en materia de empleo, y el artículo
33 y su violación al principio de igualdad y garantía de audiencia, entre
otros.47
46 Tesis P. LIX/99 del Pleno de la Suprema Corte, SJF, t. X, agosto de 1999, p. 58.
47 Carbonell, Miguel, “El derecho a no ser discriminado en la Constitución mexica-
na: análisis y propuesta de reformas”, Derecho constitucional, documento de trabajo
núm. 77, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 17-27.
708 KARLA PÉREZ PORTILLA
• Ataques a la moral.
• Derechos de tercero.
• Provocación de un delito.
• Perturbación del orden público.
III. Contribuir a elevar el nivel cultural del pueblo y a conservar las características
nacionales, las costumbres del país y sus tradiciones, la propiedad del idioma y a exaltar
los valores de la nacionalidad mexicana.
IV. Fortalecer las convicciones democráticas, la unidad nacional y la amistad y
cooperación internacionales”.
“Artículo 63. Quedan prohibidas todas las transmisiones que causen la corrupción
del lenguaje y las contrarias a las buenas costumbres, ya sea mediante expresiones mali-
ciosas, imágenes procaces, frases y escenas de doble sentido, apología de la violencia o
del crimen; se prohíbe también, todo aquello que sea denigrante u ofensivo para el culto
cívico de los héroes y para las creencias religiosas, o discriminatorio de las razas; queda
asimismo prohibido el empleo de recursos de baja comicidad y sonidos ofensivos”.
49 Carbonell, Miguel, op. cit., nota 48, p. 4.
50 Vargas, Ángel, Jiménez, Arturo y Camacho, Fernando, “Reacciones encontradas
por las caricaturas de Mahoma”, La Jornada, 4 de febrero de 2006, en http://www.jorna
da.unam.mx/2006/02/04/a02n1cul.php.
710 KARLA PÉREZ PORTILLA
c. Antinomias
e. En su proceso de creación
52 Ley General de Educación, artículo 2o. “…la educación es medio fundamental pa-
ra adquirir, transmitir y acrecentar la cultura; es proceso permanente que contribuye al
desarrollo del individuo y a la transformación de la sociedad, y es factor determinante
para la adquisición de conocimientos y para formar al hombre de manera que tenga senti-
do de solidaridad social…”.
53 Véase Baker, John et al., op. cit., nota 4, pp. 179-181.
54 Pérez Portilla, Karla, Principio de igualdad: alcances y perspectivas, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas-Conapred, 2005, pp. 184-193.
712 KARLA PÉREZ PORTILLA
2. Aspectos culturales
3. Aspectos institucionales
...un millón de mujeres acuden cada año a los servicios de urgencia por le-
siones provocadas por la violencia familiar, Aurora del Río, directora del
programa Salud y Mujer de la Secretaría de Salud, aceptó que no se cum-
ple la norma que obliga a esta institución a atender el problema... Aclaró
que las resistencias para abordar el problema de la violencia familiar no es
privativo del sector salud aunque aceptó que los prestadores de servicios
se niegan a dar aviso de los casos de violencia al Ministerio Público, así
como a llevar a cabo un registro de éstos...63
Estos datos ameritan una aguda interpretación; sin embargo, baste para
la intención de este trabajo subrayar lo obvio: son muy pocos los defenso-
res de oficio bilingües, y argumentar falta de recursos es inaceptable. Ade-
más, si se revisa la lista del INEGI66 sobre las lenguas más habladas, en-
contramos que el tzotzil está en quinto lugar; el tzeltal en séptimo; el
zapoteco en tercero (pero hay ocho vertientes);67 el tarahumara en el lugar
17 (de tarahumara hay cuatro vertientes)68 y el yaqui en la posición 28.
Estas cifras son alarmantes y una clara muestra de discriminación a ni-
vel institucional. No se le ha dado la importancia debida a los problemas
que enfrentan los indígenas para su defensa, y la impartición de justicia ha
fracasado en su misión por motivos racistas. No es necesario llegar al
apartheid para llamar a algo racismo. La indiferencia de las autoridades, el
procesar a los indígenas y sentenciarlos sin un defensor que hable su
lengua es discriminación institucional por motivos racistas.
4. Aspectos personales
66 Para consultar una lista de la población hablante de lengua indígena por principa-
les lenguas, véase http://www.inegi.gob.mx/est/contenidos/espanol/rutinas/ept.asp?t=mlen
10&c=3337.
67 Zapoteco, zapoteco de Cuixtla, zapoteco de Ixtlán, zapoteco del Istmo, zapoteco
del Rincón, zapoteco sureño, zapoteco vallista y zapoteco vijano, en http://www.ine
gi.gob.mx/est/contenidos/espanol/rutinas/ept.asp?t=mlen10&c=3337.
68 Existen cuatro formas de tarahumara: central (samachique, chinatu); meridional (tuba-
re); septentrional (ariseachi) y, occidental (rocoroibo, panalachi). Puede verse http://www.
proel.org/mundo/taraumara.htm.
720 KARLA PÉREZ PORTILLA
69 Cfr. Monsiváis, Carlos, “El «sádico» y los crímenes de odio”, El Universal Onli-
ne, 29 de enero de 2006, en www.eluniversal.com.mx/editoriales/33172.html.
70 Idem.
722 KARLA PÉREZ PORTILLA
V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
VI. BIBLIOGRAFÍA