Consideraciones para Una Teoria de La Frontera PDF

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CONSIDERACIONES
PARA UNA TEORÍA DE LA FRONTERA
Claude Raffestin

Las nociones de límite y de frontera


El límite (de limes: camino que bordea un campo) engloba como
categoría general la frontera. Pero ¿qué hay en el origen del
límite, de la frontera? Una autoridad, un poder que puede ejercer
«la función social del ritual y de la significación social de la
línea, del límite donde el ritual permite el paso, la transgresión»
(Bourdieu, 1982: 121). El límite, o la línea trazada, instaura un
orden que no solo es de naturaleza espacial, también es de
naturaleza temporal en el sentido que la línea separa un «aquí»
de un «allá», y por otro lado, un «antes» de un «después». Esta
doble naturaleza ya aparece en el mito de la fundación de Roma.
Así, todo límite, toda frontera, es intencional: procede de una
voluntad que nunca es arbitraria, y en su origen se legitimaba
por un ritual religioso, y posteriormente, con un proceso político.
De acuerdo con los trabajos hechos sobre las instituciones
indo-europeas, la noción de límite es tanto material como moral:
«lo recto», representa la norma, regula, es el «instrumento que
traza el derecho que fija la regla. Lo que es recto se opone en el
orden moral a lo que es retorcido, doblado» (Benveniste, 1969:
14): «Hay que partir de esta noción de materialidad en su
origen… para poder entender la formación de rex y del verbo
regere. Esta doble noción se presenta con la importante
expresión de regere fines, acto religioso, acto preliminar a toda
construcción; regere fines significa literalmente trazar las
fronteras en línea recta. Esta operación es la que ejecuta el gran
sacerdote antes de la construcción de un templo o de una ciudad
y consiste en delimitar el espacio consagrado en el terreno. Es

 Traducido por Rosa Cerarols del original francés «Eléments pour une
théorie de la frontière», Diogène, 34(134), 1986; pp. 3-21.
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una operación donde el carácter mágico es visible: delimita el


interior y el exterior, el reino de lo sagrado y de lo profano, el
territorio nacional y el extranjero. Este trazo lo realiza el
personaje que tiene los más altos poderes, el rex» (Benveniste,
1969: 14). Y siempre según Benveniste «en elrex, hay que ver
menos el soberano que el que traza la línea…». El límite, pues,
es la expresión de la acción de un poder; laprimera forma de
ejercicio de poder cuyo fundamento es el trabajo, es decir, que
corresponde a la capacidad de transformar el entorno físico y
social.
Todo sujeto, vivo y activo, se afronta a la práctica y/o al
conocimiento de las cosas en relación con la noción de límite.
Pensar, implica ipso facto, un sistema de límites, el que
constituye el mismo lenguaje: «los límites de mi lenguaje
significan los límites de mi propio mundo» (Wittgenstein, 1961:
141). De hecho, toda acción, traducida en las relaciones con el
entorno y en el contacto con los seres y los objetos, necesita la
creación o la consideración de los límites. Al mismo tiempo, la
noción de límite es ubicua y no se puede pensar ni evitar ni
eliminar. Pertenece a la categoría que cualificaríamos
deinvariante. Sin embargo, la noción de límite paga por la
evidencia de su necesidad de indiferencia en la cual se mantiene
y se desecha acusándola de ser arbitraria. Epíteto que es erróneo
y sin fundamento, como se demostrará. Esto sucede, sin duda,
porque no disponemos ni de una historia ni de una teoría del
límite (Moles y Rohmer, 1972).
Además, el límite es fundador de la diferencia, acompaña
todos los grandes mitos y todas las cosmogonías: «Llamó Dios a
la luz «día» y a la oscuridad «noche». Y atardeció y amaneció el
primer día» (Génesis 15). Rómulo mata a su hermano porque
osa traspasar el surco sagrado que delimita la futura ciudad de
Roma. Así, toda creación empieza con una partición que
instaura límites espaciales y/o temporales. En este caso, el límite
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implica la diferencia o, si se prefiere, la diferencia conlleva el


límite. De hecho, diferencia y límite son esenciales ya que
«cuando no hay diferencia amenaza la violencia» (Girard, 1972:
87). El límite no es, pues, lo que se proyecta, aquí, lo trazado,
allí, arbitrariamente; el límite es producto de una relación: «todo
sujeto teje sus relaciones como si fuera una telaraña, con
determinadas características de las cosas y las entrelaza para
crear una red que le lleva a su existencia» (Von Uexküll, 1965:
27). En sus relaciones, el sujeto satisface o intenta satisfacer sus
necesidades, es decir, procura la cantidad de energía y de
información necesaria para mantener su estructura (Laborit,
1971: 2-3). En la práctica de estos procesos aparece la
delimitación de una «malla», la de un territorio que contiene «el
conjunto de los objetos gratificantes» (Laborit, 1979: 94). Este
«campo de libertad», como mencionan Moles y Rohmer, no se
delimita arbitrariamente sino por las «leyes» de naturaleza física,
biológica, social, moral y estadística (Moles y Rohmer, 1972:
23-24). ¿Cómo puede ser arbitraria la existencia cuando se teje
del azar y la necesidad, en el sentido que Monod se refiere a
estos términos?
Toda red es la expresión de un proyecto donde los límites
constituyen una información que estructura el territorio.
Retomemos aquí lo que escribió Laborit: «No parece pues que
haya un instinto innato de propiedad. Simplemente hay un
sistema nervioso activo en un espacio que es gratificante, porque
es ocupado por objetos y seres que permiten la gratificación».
¿Qué quiere decir esto?Que el sistema nervioso memoriza las
acciones gratificantes por oposición a las otras, que hay
aprendizaje y que el rol de la cultura social se combina con el de
la biología. Por lo tanto, emerge una interfaz bio-social en la
cual no hay ni una reducción de lo sociológico a la biológico, ni
una analogía entre lo sociológico y lo biológico, a pesar de que
el nivel sociológico engloba y el nivel biológico es englobado
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(Laborit, 1979: 94). De todas las especies territoriales, de los


animales a los seres humanos, se puede observar la aparición de
sistemas sémicos que permiten marcar, dividir, delimitar; en
síntesis, que permiten la diferenciación (Ardrey, 1966).
La frontera, en el sentido geográfico y político que le damos,
es, al fin y al cabo, un subconjunto del conjunto de los límites.
La clase de las fronteras se incluye en la clase de los límites que
se ha intentado definir más arriba. El proceso de aparición,
evolución y estabilización de la frontera es parecido a la de
cualquier otro límite, simplemente es más complejo en algunos
aspectos, aparentemente más socializado, y sobretodo, más
enraizado en la historia. La noción de frontera no es unívoca ya
que, generalizando, se puede definir en términos de zonificación
o de linealidad, de zona fronteriza o de línea de frontera, de
frontier o de boundary. El inglés ha mantenido la distinción
mientras que el francés vacila entre «marche»y «frange
pionnière» al plasmar frontier. Sin ninguna duda, en geografía
humana, la«marche», con una connotación política antigua, o la
frange pionnière, que implica un dinamismo todavía activo, se
definen sobretodo por las fuerzas centrífugas, aunque en la
frontera se manifiesten más las fuerzas centrípetas. En un caso,
hay la orientación de una fuerza hacia la periferia, y en el otro,
orientación hacia el centro. Lamarcheo la frange pionnière son
característicos de unas relaciones socio-políticas rudimentarias,
o en todo caso incompletas, ya que siguen integrando el
territorio, con oscilaciones o fluctuaciones sucesivas. La
frontera, en cambio, es indicio de sociedades que tienen un
grado de maduración política y jurídica ya desarrollada. La
frontera se controla desde un centro y se regula con el derecho
positivo (Kristof, 1967).
La zona fronteriza (marche o frange pionnière) revela una
sociedad en movimiento, más o menos marginal, agresiva al
lugar de los seres y de las cosas, a menudo conquistadora y a
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veces defensiva (Turner, 1963). La línea fronteriza expresa el


límite propio del que un Estado puede ejercer soberanamente su
fuerza coercitiva. Así, la primera noción se define mejor con el
ejercicio de un poder de hecho mientras que la segunda se funda
en un poder formal de esencia jurídica. Se podría decir que
históricamente una procede a la otra, pero este no es el caso.
Dichas nociones pueden ser simultáneas, contemporáneas y
caracterizar, en lugares y en momentos diferentes, el mismo
territorio.

La evolución de la noción de frontera


La frontera, tal y como se concibe hoy, debe mucho a la
representación territorial del mapa. Esto es así porqué algunos
aseguran que «la frontera lineal es muy reciente» (Guillemain,
1973: 259). Si es cierto que el limes romano no es una frontera,
pero sí el límite de la ocupación militar, no menoslo sonlos
diferentes muros edificados en diversas partes del Imperio
esbozando una linealidad moderna. Lo mismo sucede con la
Gran Muralla china. ¿Qué es lo que emerge, en realidad?
Discontinuidades cuya construcción tiene algo de locura ya que
implica un derroche de recursos enorme. No fueron las fronteras
políticas en sentido moderno, pero las fronteras de sociedad,o
mejor, de civilización, disyunciones que enfatizan la oposición
entre civilización sedentaria y civilización nómada, las que
oponen dos espacios y también dos tiempos, dos ritmos
difícilmente conciliables. Así, no es del todo cierto que estas
disyunciones hayan tenido «más virtud en el sentido de la
gestión interna del espacio que de la defensa contra los peligros
exteriores» como piensa Paul Claval (Claval, 1978: 25). Limes y
muralla articulan una interioridad y una exterioridad de doble
significación: de zona y línea a la vez. Es lo propio de los
imperios alimentarse de su periferia, de una paradoja:fijar los
límites con la finalidad de imponer un orden y una
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administración, pero también las transgresiones para incorporar


y integrar nuevos espacios y someterlos.
Si existió una época en la que la realidad fronteriza se ignoró,
o más concretamente, que estuvo latente, esta fue la Edad Media,
puesto que contenía una organización política fundada en
«menos consideraciones territoriales y más en las relaciones
personales» (Guillemain, 1973: 259). A través del vínculo
feudal, de carácter personal, que ataba o desataba, se entraba en
una esfera de influencia o se salía. En estas condiciones, «el
Estado personal no postula la exigencia de una frontera sino de
un vínculo entre un soberano y un sujeto» (Benvenuti, 1973: 16).
Esto no quiere decir que en la Edad Media se hubieron ignorado
las delimitaciones que atestiguan muchos textos que hacen
alusión al umbral, caminos, ríos, etc. utilizados para determinar
los límites de jurisdicción. Simplemente, no se trata de una
linealidad tal y como hoy la concebimos.
La idea de frontera lineal aparece con el Estado moderno a
partir de los siglos XIV-XV. La etimología de la palabra
frontera, en diferentes lenguas indo-europeas, la encontramos a
menudo desde los siglos XIII y XVII (frontier en el XIV,
confine en el XIV, Grenze en el XV, boundary en el XVII). El
Estado moderno postula la frontera lineal, al menos en tanto que
concepto, debido a su naturaleza territorial. El vínculo entre
Estado y sujetos o Estado y ciudadanos es el territorio que es
objeto de soberanía: «Los juristas del Estado moderno
concibieron el territorio como un objeto de derecho real»
(Benvenuti, 1973: 17). Por tanto, tiempo después de la aparición
del Estado moderno la linealidad de la frontera será más
aparente que real. Aparente por el trazo de los mapas, pero
todavía muy borrosa en la realidad del día a día. Será necesario
llegar al siglo XVIII, y concretamente a la Revolución francesa,
para que la linealidad se afirme: «Estas preocupaciones se
manifiestan en la preparación del Tratado de Bâle y en las
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discusiones vinculadas a su ratificación. Habrá que esperar al


tratado de Campo-Formio para ver una frontera lineal fijada al
detalle» (Guillemain, 1973: 261). La afirmación puede
considerarse un poco perentoria ya que podemos encontrar
ejemplos del siglo XVIII menos conocidos, en los que la
linealidad ya estaba bien configurada, pero en su conjunto, el
tratado de Campo-Formio es un buen punto de partida.
En el siglo XVIII, más que en el XVII, a pesar de lo que se
ha podido escribir al respeto, nace la idea de frontera natural:
«es muy raro encontrar en el siglo XVII un autor que defienda la
teoría de las fronteras naturales» (André, 1950: 2). La palabra
naturaleza es una palabra clave del siglo XVIII y su persistencia
en lo que se refiere a la frontera sólo es igualable a la ilusión que
provoca (Guichonnet y Raffestin, 1974: 19). Es conocida la
famosa frase que dijo Brissot a Dumouriez: «Quería decirle que
la idea que aquí se difunde es que la República francesa no debe
tener por límite otro que el Rin». A pesar de que la noción de
frontera natural no se ha resistido al análisis, ha tomado un valor
talde señal que se ha perpetuado hasta nuestros días. Sin
embargo, si admitimos que la frontera junto con cualquier otro
límite es producto de una relación,se hace inevitable rechazar la
frontera natural ya que implica admitir a priori, antes de toda
acción, que las discontinuidades morfológicas sirven de frontera
para las personas. De hecho, la naturalización de la frontera se
ha utilizado como instrumento de anexión y de opresión. Debe
recordarse que ¿«sin un sujeto viviente, no existe ni el tiempo ni
el espacio»? (Uexküll, 1965: 26). Son las personas las que crean
los límites y las fronteras con su práctica y conocimiento del
espacio; la «naturaleza» no crea más que los accidentes a los
cuales,eventualmente, se les confiere el estatuto de frontera,
estatuto marcado por la historicidad, y que en consecuencia, se
puede impugnar.
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Sea como fuera, la frontera natural ha suscitado reacciones y


hemos visto emerger la frontera límite de nacionalidad, al ser
defendida por los alemanes en el momento que Fichte escribió
sus Discursos a la nación alemana. Las conquistas napoleónicas
no se alejan de este nacimiento en la lengua, la etnia o la cultura.
Conocidos son, en este sentido, los debates del siglo XIX que se
basan en este principio de la nacionalidad. En paralelo se
desarrolla la noción de frontera como límite del imperio, teoría
defendida por Curzon en relación con el imperio británico
particularmente con India. SegúnCurzon es necesario combinar
la línea y la zona en su perspectiva estratégica. El origen de la
frontera límite de imperio es antiguo y se remonta al Tratado de
Tordesillas, de finales del siglo XV, que traza una línea de
separación entre el Imperio español y el portugués. Esta
concepción imperialista de frontera es bien explicada por Ratzel
y sus epígonos de la geopolítica: membrana periférica que se
deforma al grado de la expansión del Estado. La expresión de
Jacques Ancel a propósito de la frontera es la de una «isóbara
política» (Ancel, 1938), aproximación igualmente significativa.
En contraposición al concepto de frontera imperialistase
desarrolla el de la frontera negociada o contractual, objeto de
una discusión bi o multilateral. En un principio se trata de
prohibirel uso de la fuerza para fijar una frontera, respetando la
voluntad de los pueblos más que la delos«príncipes». Los
americanos, que subrayaron este espíritu contractualdesde su
Declaración de Independencia tuvieron susadeptos. Sin embargo,
las negociaciones relativas a la frontera canadiense y mexicana
no siempre se han caracterizado por este entrañable principio.
Esta evocación histórica sobre los diferentes tipos de frontera
sólo es parcial a puesta. Sólo pretende mostrar el carácter
relacional, por tanto, no arbitrario, de la frontera creada
solamente por los vínculos con un sujeto, individual o colectivo,
imbricado en el espacio. La frontera es al mismo tiempo práctica
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y conocimiento de la realidad territorial en un lugar y momento


determinados. Cuando cambia el sistema de relaciones,
larelevancia de la frontera puede ponerse en duda en cuanto a
una o a otra actividad. Esto no significa que el trazo de la
frontera tenga que cambiar ya que hacerlo implica
modificaciones que crean una inestabilidad inaguantable
creadora de desórdenes. Las inadaptaciones pueden paliarse con
correcciones menores que se concretan con ajustes locales, con
intercambios de terrenos o con regulaciones de naturaleza
jurídico-institucional. La frontera es convencional, pero de
ninguna manera arbitraria. Vamos rápidamente a abordar el
problema de la fijación de la frontera desde el punto de vista
técnico.

La fijación de la frontera
Hace falta llegar al siglo XIX, época en la cual se impone la
linealidad, para que se precisen las reglas de establecimiento de
la frontera. En principio, se desarrolla en tres etapas: la
definición, la delimitación y la demarcación. La definición es la
parte de las negociaciones y de los tratados. Es verbo-conceptual,
precisa o relativamente precisa en relación con los términos
geográficos utilizados y también con los nombres de los lugares
citados, pero hay una discrepancia muy marcada con la realidad
territorial. Si no se resuelve esta cuestión la frontera nunca se
hará realidad. La delimitación es la obra de los cartógrafos que
con su trabajo en los mapas a gran escala, y hoy también con
fotografías aéreas, dan una representación más precisa posible
de la frontera a partir del mapa como documento. Llega
finalmente la demarcación, que se efectúa en el terreno y que
debe hacer coincidir mapa y territorio, la «representación» y lo
«representado». La materialización de la demarcación se puede
hacer a partir de loslímites, de los muros, de los setos, de
lashileras de piedra, de cualquier construcción rudimentaria o de
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marcas paisajísticas cuando no existe la posibilidad de fijar la


frontera en un accidente o en una discontinuidad de relieve
(Boggs, 1945). Cabe señalar que estas tres secuencias muy a
menudo son separadas unas de otras por dilatados intervalos de
tiempo, y que, en todo caso, la fijación de una frontera exige un
tiempo que puede ser muy largo. Muchas fronteras del mundo,
en África por ejemplo, están sólo delimitadas; su demarcación
todavía no se ha realizado. La fijación de la frontera americano-
canadiense se estableció entre 1792 y 1925. La frontera franco-
española de los Pirineos, fijada prácticamente después del siglo
XI, no se delimitó hasta la segunda mitad del siglo XIX (Dion,
1947).
¿Qué significa, al fin, este sistema de secuencias de fijación? En
un primer momento, es una ganancia considerable, y a menudo
inestimable, de información que ofrece a los Estados la
posibilidad de conocer exactamente la zona de extensión de su
soberanía a la vez que se elimina la mayor parte de los motivos
de conflicto vinculados a la incertidumbre del trazado. Pero al
mismo tiempo, esta adquisición de información conlleva altos
costes puestoque la demarcación puede ser larga y difícil. De
aquí el retraso frecuente de la última fase. Sin embargo, la
demarcación es indispensableen la medida que es un factor de
orden, de estabilización y regulación. Es evidente que estas tres
fases conciernen a las fronteras terrestres ya que es difícil, sino
imposible en algunas ocasiones, de concebir una demarcación
para las fronteras marítimas e, incluso, para las fronteras aéreas.
No obstante, la definición y la delimitación de las fronteras
marítimas y aéreas aportan cuestiones interesantes.
Con los grandes descubrimientos, y sobretodo a partir de la
segunda mitad del siglo XVI, los pueblos con vocación marítima
empezaron a «pensar» el mar: «los holandeses fueron los
primeros en reconocer la necesidad de una zona marítima
contigua al litoral y perteneciente al Estado» (Sanguin, 1977:
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139). En el siglo XVII se enfrontaron dos teorías, la de las


«aguas abiertas» (Mare Liberum) defendida por Hugo Grotius y
la de las «aguas cerradas» (Mare Clausum) defendida por John
Selden. La segunda, de inspiración británica, se remonta a
finales del siglo XVII entrando en contradicción manifiesta con
la voluntad de expansión colonial (Sanguin, 1977: 139). Fue en
el siglo XVIII cuando el jurista holandés Cornelius Van
Bynkershoek, con su De Dominio Maris Dissertatio estableció y
sistematizó una terminología, que en general, todavía es viable
en cuanto a su principio: la de las aguas y del mar territoriales.
La distancia de las aguas territoriales se fijó en el siglo XVIII a
tres millas marinas, que correspondían a la distancia de alcance
de un cañón. La idea subyacente es que las aguas territoriales
son las que el Estado, en cierto modo, alcanza a controlar desde
la costa. Después de la Segunda Guerra mundial, se produjeron
cuestionamientosde este principio. En 1958, sólo una parte de
los Estados marítimos se había adherido a las 3 millas (48
Estados de 73), y en el mismo año, en la Primera Conferencia
sobre el derecho de la mar, celebrada en Ginebra, se instauró la
legislación de una zona contigua a las aguas territoriales de 12
millasmás allá de las aguas territoriales(Sanguin, 1977: 141). La
Segunda Conferencia, de 1960, aceptó el principio de 12 millas
como aguas territoriales. Con lo cual, los movimientos de
descolonización e independencia de una parte, y las
preocupaciones económicas (pesca, recursos petrolíferos) así
como las vinculadas a la contaminación por otra parte,
condujeron a un consenso relativo y «en 1973, en la víspera de
la Tercera Conferencia sobre el derecho de la mar, de los 111
Estados marítimos inventariados en el mundo, el 7% reclamó el
principio de 200 millas y el 50% de 12 millas de mar territorial»
(Sanguin, 1977: 141). Desde este momento reina una cierta
confusión, o en todo caso, importantes diferencias entre países.
Cabe recordar, para hacer memoria, que en la delimitación de
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las aguas territoriales se utilizan los métodos de la réplica, de la


línea de base convencional o el conocido como el del sobre
(Guichonnet y Raffestin, 1974: 40).
En lo relativo al espacio aéreo la cuestión es todavía más
complicada puesto que ¿hasta dónde se extiende la soberanía del
Estado hacia el cielo?¿Hay un techo de la soberanía nacional
sobre el espacio aéreo? (Sanguin, 1977: 161). Si se aplica el
principio marítimo de Bynkershoek, significaría que el espacio
aéreo es el que se puede defender desde tierra. Pero desde este
punto de vista, algunas teorías se enfrontan: ¿el aire es parte
integrante del territorio del Estado o bien el aire es parte de él
pero con libre derecho de tránsito? A pesar de la celebración de
algunas conferencias, no existe un consenso internacional. Si
nos referimos al cosmos, parece existir un límite entre la
atmosfera y el cosmos entre los 40 y los 160 km. Entre los años
1967 y 1976 unas convenciones se centraron en el estatuto del
cosmos para evitar las reivindicaciones territoriales de la Luna,
evitando su militarización y permitiendo la explotación de los
recursos cósmicos en todos los Estados (Sanguin, 1977: 163).
Así se puede decir que la circulación aérea está limitada
mientras que la circulación cósmica todavía sigue libre, lo que
es muy conveniente para todo lo relacionado con las
telecomunicaciones.
En materia de fijación de las fronteras se constata que la
precisión de la información decrece de los límites terrestres a los
límites aéreos, pasando por los límites marítimos. Ahora quela
información no es un fin en sí misma, es necesaria para evitar la
confusión, fuente de conflictos potenciales. Una vez más, se
trata de luchar contra la entropía de las relaciones «informando»
lo más posible sobre los sistemas de límites y fronteras. Uno se
puede preguntar legítimamente por qué es necesario dedicar
tanto esfuerzo a la fijación y al establecimiento de las fronteras.
En este punto la respuesta es relativamente fácil: las fronteras
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asumen unas funciones en que su ejercicio es más fácil y más


eficaz si se realiza con la existencia de unas delimitaciones
precisas. Todo límite, toda frontera tiene su funcionalidad: una
frontera sin ninguna funcionalidad no tiene razón de ser y en
consecuencia tiende a desaparecer o a «borrarse». La idea
clásica de la mayoría de los movimientos de integración
económica, política y cultural que conducen a «borrar» las
fronteras sólo tiene sentido si las diferencias de que los límites
son portadores también desaparecen, de lo contrario, se trata de
una opinión trivial y sin ningún fundamento.
Las funciones se definen en relación con las personas y las
cosas que las fronteras controlan, restriñen o excluyen
totalmente de su movilidad. La frontera es un verdadero
instrumento equiparable a la clase de sistemas sémicos a
disposición de los colectivos políticos. Tres funciones son
esenciales: la función legal, la fiscal y la de control. Por función
legal se tiene en cuenta el predominio de un conjunto de
instituciones jurídicas en el interior de una zona delimitada,
incluso demarcada. En el interior de esta zona territorial se
aplica el derecho positivo de un Estado. La función fiscal puede
tener diferentes objetivos: defender el mercado nacional con la
aplicación de tasas a los productos extranjeros, alimentar un
presupuesto o llevar a cabo una política económica básica. Esta,
es sin duda, la función que aparece más a menudo como
negativa. La función de control consiste en la vigilancia de las
personas y los bienes en el momento de traspasar la frontera:
control de los movimientos migratorios o control de capital y
bienes. Todo control está ligado a los criterios que derivan de las
políticas económicas, sociales y culturales. También es
necesario remitirse a la función militar de la frontera y a la
función ideológica que se materializa con los «muros», las
«cortinas de hierro» y las «cortinas de bambú». La función
militar hoy no es significativa si no va en conjunción a un
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armamento convencional. En cuanto a la función ideológica,


transforma la frontera en límite de imperio que no sólo distingue
entre dos territorios sino incluso entre dos «ritmos de tiempo»,
en dos organizaciones espacio-temporales.
Se puede pensar que en el contexto de integración se
mantendrá al menos una función, la legal. Esto es porque la idea
de la «desaparición» delas fronteras es una ilusión. Entonces,
será un error ya que como se ha señalado anteriormente, toda
acción implica tomar en consideración las diferencias. Si las
fronteras provocan reacciones pasionales, únicamente son la
consecuencia de la utilización que se ha hecho y se hace de ellas
y no de su naturaleza instrumental.

Tipos de frontera
La geografía política dispone de diferentes taxonomías en
materia de frontera: las más simplistas distinguen entre fronteras
naturales y fronteras artificiales; otras son más elaboradas, como
la de Boggs o la de Harstshorne. La clasificación de Boggs es
morfológica, e incluso fenomenológica, según la expresión de
Stephen B. Jones. Parte de una tipología muy descriptiva que
podemos cualificar, en última instancia, de objetiva. Esta
comprende cuatro tipos principales.
El tipo físico en el cual la frontera tiene como soporte una
cresta, una línea de división de aguas, un desierto, un arroyo, un
río, un canal, etc. La frontera franco-española responde, en
cierto modo y en ciertos tramos, a este tipo. La misma frontera
franco-italiana en los Alpes tampoco tiene una aplicación
sistemática del principio fisiográfico. La frontera americano-
mexicana del Golfo de México, en El Paso, coincide con el río
Grande, pero en seguida responde a un tipo geométrico. El tipo
geométrico es el que la frontera está determinada por las
medidas astronómicas y fijada por los meridianos, paralelos,
arcos o loxodromias. Uno de los ejemplos más antiguo que
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puede ilustrar este tipo es el de la partición del Nuevo Mundo,


probado por Alejandro VI en 1493, acordando que los territorios
situados a 100 leguas al oeste de la última isla de las Azores
pertenecen a España. Una división que se revisó poco después y
se corrigió en el Tratado de Tordesillas debido a las reacciones
portuguesas. Muchas de las fronteras africanas pertenecen al
tipo geométrico y están en clara discordancia con las realidades
humanas, étnicas, lingüísticas o tribales. Si las fronteras
geométricas son en apariencia cómodas, su demarcación lo es
mucho menos. El tipo antropo-geográfico se delimita con
criterios culturales, étnicos, lingüísticos, religiosos, etc. Nacen
de fronteras que reclaman el principio de nacionalidad, entre
otros. Este tipo de frontera que de modo general es favorable a
las comunidades ya que tiende a respetar su unidad, es menos
frecuente de lo que se pueda pensar. Resta finalmente el tipo
complejo, que combina diferentes factores que simultáneamente
son tomados en consideración para determinar la frontera.
Muchas fronteras europeas son del tipo complejo. A lo largo de
una frontera de cierta envergadura, diferentes tipos pueden
haberse considerado y, de ese modo, los tipos «puros»
finalmente son pocos. En este sentido, la clasificación de Boggs
puede ser útil pero no es fácil de manejar.
La clasificación genética de Hartshorne que data de 1936
pretende liberar las relaciones entre frontera y ocupación
humana. Su principio es saber si la frontera se ha establecido
antes, durante o después de que las poblaciones hayan
configurado los principales elementos del paisaje humanizado
(De Blij, 1973). Este principio permite identificar las fronteras
antecedentes, como la frontera americano-canadiense; las
fronteras sucesivas; como la mayor parte de las fronteras
europeas; y las fronteras sobre impuestas, como la frontera de
Israel por ejemplo. Las líneas de tregua o de armisticio a
menudo aparecen en el tipo sobre impuesto mientras que las
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fronteras antecedentes y subsecuentes son las características de


las regiones «jóvenes» y regiones «viejas» respectivamente, en
referencia a su poblamiento.
Las clasificaciones no son suplementarias sino más bien lo
contrario, son complementarias e incluso sería posible
combinarlas, y de alguna manera, cruzarlas. Podría haber un
medio geo-histórico para explicar el fenómeno de la frontera.
Como se ha dicho, las clasificaciones son sobretodo obsoletas y
ya no responden más, en gran parte, a la concepción moderna de
la frontera que ciertas ciencias humanas actuales demandan. En
las condiciones actuales, es necesario reflexionar sobre el
desarrollo de unas tipologías que tengan en cuenta las relaciones
susceptibles de aparecer con la frontera. A este punto, nos
remitimos a nuestras propias aportaciones (Guichonnet y
Raffestin, 1974: 61-63). Por razones fáciles de entender, lo
deseable es que las fronteras se mantengan estables o que se
sometan a pequeños ajustes. Pero la no modificación del soporte
del significante no implica la no modificación de la
significación, del significado. La frontera, como hemos visto, es
un instrumento, un elemento sémico; la concepción que tenemos
de ella puede y debe cambiar para adaptarse a las nuevas
relaciones ligadas a las actividades humanas. Es el problema de
las regiones fronterizas y de su articulación que debería
explicitarse. Una cosa es cierta: no hay en sì mismoni buenas ni
malas fronteras, simplemente existen relaciones simétricas y
asimétricas entre las comunidades que utilizan bien o mal la
frontera por motivos diversos. Y aquí abordaremos un último
punto en relación al poder y a la frontera.

Poder, límite y frontera


Se constata que los sistemas de límites y fronteras,
materializados o no, horizontales o verticales, constituyen
invariablemente una necesidad. Los límites y las fronteras
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toman formas extremamente variables, delimitando mallas de


tamaño también variable pero que sin embargo siempre están
presentes entre los Estados o al interior de ellos. Además, la
malla territorial es una manifestación de poder;una de las
muchas manifestaciones del poder. Así, la delimitación
territorial, por un lado informa sobre el poder que lo configura,
y por otro, sobre las intenciones de este mismo poder: «… la
finalidad de las delimitaciones no es científica; sirve para
controlar a la gente; lo que importa es la elección de una
dimensión correcta –que depende de lo que se quiera obtener de
las poblaciones; es más reducida cuando el poder es exigente
pero se expande cuando la acción del señor solo afecta a una
pequeña parte de la vida de cada uno» (Claval, 1978: 135).
De un modo menos reductor puede decirse que las
delimitaciones trazan el marco territorial de un proyecto social,
sensu lato, y que contribuyen también a la elaboración de una
ideología. La consciencia que tenemos de la frontera participa
en una ideología nacional definida como proyecto: «en tanto que
la ideología nacional se mantiene viva, el dibujo de la frontera
está justificado, aunque parezca difícil. Cada población aspira a
la independencia ya que es la única manera de adquirir una
estructura social completay de distribuir sus miembros en la
totalidad de las escalas de estatutos yprivilegios» (Claval, 1978:
135).
Cuando el poder cambia y la ideología se modifica, el
sistema de límites,en su totalidad o en parte, entra en crisis y en
riesgo de destruirse. ¿Esto no es lo que pasó en Francia con la
revolución de 1789 o en Rusia con la Revolución de 1917? El
poder necesita los límites y las fronteras para «cuadricular», es
decir, para controlar, para organizar, paraensanchar, para
facilitar, pero también para vigilar, para encerrar y, en última
instancia, para reprimir. Por este motivo hay que estar atento a
toda restructuración de los sistemas de límites y de fronteras ya
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que cada cambio nunca es inocente: siempre termina


influenciando la propia existencia de las personas a través de su
territorialidad cotidiana.

Esbozo para una teoría limológica


El límite (o frontera) es una invariante estructural y quizás
morfológica que su construcción está condicionada por su
interfaz fisio-eco-socio-lógica. Esta interfaz constituye una isla
de neguentropía que produce,con su propia existencia, un
sistema de límites en relación a la exterioridad. Así, cada
sistema de límites cumple cuatro funciones esenciales:
traducción, regulación, diferenciación y relación. Estas son las
mega-funciones que voy a intentar explicar a continuación.
El límite es la traducción de una intención, de una voluntad,
de un poder ejercido, de una movilización, etc. El límite es, ante
todo traza, índice, y luego, signo y también señal. Dijimos que
todo serviviente genera uno o más límites: el hecho de existir ya
implica la construcción y producción de límites así como la
elaboración de un territorio a partir de una porción de espacio.
El límite, como traza revela el alcance de una actividad, el
alcance de una fuerza: dentro dela traza se encuentra la
coherencia, la organización; fuera hay la disolución y el
debilitamiento. Al mismo tiempo, toda red se rige por un
sistema de factores que se equilibran y se compensan, y nada
impide pensar una teoría matemática de la frontera, a pesar de
que todavía sea un sueño utópico. De alguna manera, la frontera
o el límite, rinde cuentas en un estado intermedio entre
actualización y potencialización. Pensemos, también, como
Lupasco trató el límite en términos energéticos (Lupasco, 1971:
70-71): el límite, en tanto que traza, es la traducción de una
fuerza, de un trabajo. Pero quien dice trabajo también dice
información. En un nivel concreto de la producción del límite,
fuera dela traza y del índice, hay el signo que refleja una
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estabilización energética y que revela también la emergencia de


una información.
En esta etapa de traducción lo importante es la señal, que es
información por excelencia. La inscripción del monumento a los
muertos de Cavour (Piamonte) es la expresión misma de la
frontera como señal: «para reivindicar los límites sagrados que
la naturaleza ha emplazado como frontera de la Patria, ellos
afrontaron impávidos una muerte gloriosa». De ese modo, el
límite conlleva un proceso que va desde la energía a la
información. Cuando el proceso se ha finalizado, o de algún
modo cristalizado, la frontera se convierte en marca y en
instrumento de taxonomía territorial. En tanto que señal, la
frontera se ha utilizado largamente en el vocabulario político
para movilizar a los pueblos y las naciones. Junto a la capital, la
frontera es, en nuestras sociedades, uno de los últimos refugios
de una sacralización ancestral. Este carácter sagrado es, en todo
caso, más allá del tiempo, el enlace entre el surco de Rómulo y
la frontera nacional contemporánea. El límite siempre es
ideológico en la medida que es la traducción de un proyecto
socio-político. En efecto, la frontera entre el Este y el Oeste
tiene el origen en esta sacralización ritual que instaura dos
mundos oponiéndolos, a la vez que los regula, los diferencia y
los enlaza.
El límitees regulación porque no solo delimita los territorios,
controla incluso las «reservas», es decir los bolsillos temporales.
Un territorio es un conjunto de «recursos» a disposición del
grupo que los ha delimitado. El límite es al mismo tiempo una
regulación política, económica, social y cultural: demarca las
zonas relacionales al interior de las cuales se desarrollan las
prácticas y los conocimientos, los instrumentos y los códigos
que se adecuan a los proyectos colectivos. Deshacer o borrar un
límite implica cuestionar un orden complejo: se abre una crisis
que sólo se superará con un nuevo sacrificio que de vida a
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nuevos límites o que los resuelva. El límite es la regulación


también en el sentido que indica una zona de autonomía para los
quien la han establecido. El límite es la regulaciónde lo que
traduce: una voluntad o un poder. El límite es regulación porque
se orienta a la homeostasis, una homeostasis de la interfaz de la
que hemos hablado más arriba. En tanto que invariante necesaria,
el límite o la frontera no pueden eliminarse como desean ciertos
seguidores de la integración económica y política. Cometen un
grave error: confunden la necesidad estructural del límite y la
contingencia de los roles históricos a los cuales se ha cargado el
límite. Con la regulación el límitearticula, combinay/o separa.
Funciona como un conmutador que abre o cierra, permite o
prohíbe. En simismo no es ni negativo ni positivo: es uno u otro
en función del contexto y sería erróneo inducir de una situación
particular una conclusión que pone en duda su necesidad.
El límite también es diferenciación. Siempre es fundador de
una diferencia, la desaparición de la cual es crítica. Si la
superación de los límites en elcurso de la historia ha implicado
casi siempre explosiones de violencia, esto se debe a
quejustamente en aquellos casos la diferencia esencial era
negada. Rehacer el límite significa reencontrar el sentido de la
diferencia y mantener el orden. En efecto, ninguna actividad
material o espiritual puede hacerse sin el sistema de los límites.
Esta necesaria diferenciación no implica que los límites tengan
que ser siempre estables,pero implica que siempre haya límites,
lo que es diferente, como bien podemos comprender.El caos es
la indiferenciación, es la ausencia de límites. Podemos ver
también la relación que se mantiene entre el límite y el valor. El
límite es una noción ubicua que en su sentido del término es una
invariante absolutamente indispensable. Podemos afirmar, y en
este sentido estaríamos de acuerdo con los preconizan la
desaparición de las fronteras, que poco importan los límites… a
pesar de que existan. Así pues, la diferenciación de que el límite
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es portador desemboca en una teoría de la cultura. Y toda


cultura, en el sentido antropológico del término, es una teoría
activa en el límite.
Por último, el límite es la relación de las cercanías que lo
postulan. Esta yuxtaposición de los territorios y de sus
duraciones variables permite, a través de las sociedades que los
han elaborado,confrontar,comparar ydescubrir. La relación
puede ser de intercambio, de colaboración o de oposición: la
naturaleza misma del límite lo sufrirá y quedará condicionada
Traducción, regulación, diferenciación y relación son los
principios que siempre aparecerán en el límite o en la frontera.
Principios que deben permitir ubicar las cuestiones esenciales a
no importa que límite a propósito de la que se demande: ¿qué
traduce?¿qué regula?¿qué diferencia?¿qué relaciona? Es el
único medio que disponemos para pasar de un análisis
ideográfico a un análisis nomotético, el único medio para
superar la particularidad para atender a lo general.

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