Volumen 7 - 9
Volumen 7 - 9
Volumen 7 - 9
Campbell
Contrato con un
multimillonario
Volúmenes 7-9
En la biblioteca:
En un pequeño restaurante
vegetariano me encuentro con Adam y
Blanche, que ya están sentados ante
enormes platos humeantes.
– ¡Hola! ¡Están bien bronceados!
Exclamo a manera de saludo.
– Hey, hola, Juliette, ¿cómo estás?
Me responde mi amigo de la infancia,
abriéndome ampliamente sus brazos.
– Hola Juliette, dice a su vez
Blanche, con una dulce sonrisa.
Este par tienen de verdad buena
cara. Incluso la prima de Darius, de tez
normalmente diáfana, luce un ligero halo
que le va muy bien. Adam, él está
francamente tostado, mientras que su
cabello rubio se aclaró todavía más.
El regreso a su look de surfista…
Siguen estando visiblemente
prendados uno del otro. Al sentarme
frente a ellos, noto sus pies enredados
bajo la mesa.
– ¿Qué pidieron? Digo, muerta de
hambre.
– Un curry vegetariano, responden al
unísono.
– Ya veo, comento, irónicamente.
Adam se sonroja a penas y Blanche
ríe suavemente. Estos dos están en pleno
periodo de fusión. Pero con lo que debe
soportar en estos momentos la prima de
Darius, me imagino que debe sentir una
enorme necesidad de apoyo. Estoy feliz
de que mi amigo esté ahí para ella.
Ordeno rápidamente una ensalada
enorme y hablamos largamente sobre su
viaje a España. Decido no contarles lo
que me acaba de suceder. No me
preocupa demasiado esta competencia y
Blanche tiene bastantes preocupaciones
como para tener que escuchar además
las mías. Pero ante mi gran sorpresa,
durante el café, ella es la que aborda el
tema que yo creía tabú: su gemelo,
Óscar.
– Pasé a ver a Óscar al regresar,
comienza ella, con un velo de tristeza
pasando por sus ojos.
– Oh… ¿Cómo estaba?
– No muy bien. Hable con él. De las
facturas que hacía llegar a Darius,
precisa, un poco fastidiada.
Asiento sin decir palabra. Darius y
Blanche parecen entenderse bastante
bien, pero después de todo, Óscar es su
hermano y ella siempre toma partido por
él, hasta ahora.
– Le pedí que fuera razonable,
pero…
– No es tu culpa, le murmura Adam,
protector.
– Hay que disculparlo, sé que lo que
hace no está bien, pero nuestra madre lo
mimó siempre tanto, ¡que simplemente
está aterrado con la idea de encontrarse
sin ella! Exclama ella lanzándome una
mirada suplicante.
Puedo entender que esté traumado,
pero de ahí a disculparlo por su
comportamiento hacia Darius…
Decido guardar silencio y me
contento con apretar la mano de
Blanche. Está visiblemente
reproduciendo el comportamiento de su
madre, sin darse cuenta de ello. Haga lo
que haga su inmaduro hermano, ella lo
perdona y lo protege…
Se notan los resultados que eso
produce.
Cruzo la mirada de Adam,
agradecido. Mi amigo me conoce,
sospecha bien que no tengo sin duda la
misma indulgencia que su novia hacia
Óscar de Saintier. Per debo reconocer
que la angustia de Blanche me
conmueve. Debe ser una pesadilla el
tener como gemelo a alguien tan
autodestructivo.
***
¡Qué día!
Mi reencuentro con Darius fue tan
ardiente como nuestra noche. Ya son
casi las 8 de la noche y a penas salgo de
la ducha. Tengo la impresión de florar a
15 centímetros del suelo. Cuando dudo
entre una bata o volver a vestirme,
escucho gritos en el salon de la lujosa
suite.
– ¡Tienes que ayudarme! ¡Estoy
metido en mierda negra, en mierda
negra!
La voz masculina que pronunció esas
palabras transpira miedo. La garganta se
me cierra enseguida. Me abalanzo al
vestidor y me enfilo de prisa las
primeras prendas que encuentro a la
mano. Yo que no acepto fácilmente las
prendas que Darius me regala
constantemente, me encuentro vestida
con una suerte de combinación de jersey
de seda, muy escotado en la espalda,
casi indecente…
– ¡Mierda! Blasfemo con los dientes
apretados.
Agarro al pasar un suéter que
enseguida me paso para cubrir los
hombros y corro al salón, con los pies
descalza.
Cuando entro a la pieza, Darius está
de pie, vestido con un simple pantalón y
una camisa que no se tomó el tiempo de
fajar en la cintura. El cabello todavía
húmedo le da un aire falsamente
descuidado terriblemente sexy. Frente a
él, su primo… Óscar de Saintier viste un
traje en tan mal estado ¡que uno juraría
que rodó en el lodo! Tiene el cabello
rubio sucio, pegado, la tez gris y los
ojos agrandados por el pánico. Ninguno
de los dos hombres me mira.
– Óscar, cálmate y explícame en
detalle qué te pasa, dice Darius con voz
calmada y tranquilizadora.
– ¿Qué me calme? ¿Pero cómo
quieres que me calme? Ladra su primo.
Oh, la puta, metí toda la pata, Darius.
– Explícame.
Darius, imperturbable, toma una
silla que coloca delante de su primo,
invitándolo con un gesto a sentarse.
Óscar de Saintier de deja caer en ella,
fofo y abatido. En una esquina del salón,
observo a Penélope, visiblemente
inquieta. Con una mirada, Darius le
indica que la situación está bajo control.
Estoy impresionada por su calma. Por
mi parte, el corazón me late a toda prisa
y presto atención lo que el primo le va a
anunciar.
– Yo… compré droga, dice
finalmente.
¿Pero con qué dinero?
Darius no pestañea. Espera lo que
sigue, silencioso.
– Los dealers me conocen, me
dieron crédito, pero les contaron lo de
mamá… y quieren recuperar su dinero
mañana, si no dijeron que me cargarían.
Oh, mierda…
Óscar de Saintier se derrumba, en
lágrimas. Darius se levanta y, con las
manos en sus hombros, lo fuerza a
enderezarse.
– Óscar, nadie te va a matar. Pero
ahora, me vas a escuchar y a hacer lo
que te digo.
Su primo asiente febrilmente, con la
tez marmoleada, y los ojos enrojecidos.
– Le voy a llamar a Bertaud, mi
detective privado, y a uno de mis
abogados, el mejor penalista que
conozco.
Siempre presente, la asistente da
Darius toma notas y manda un mensaje
de texto desde su teléfono.
– Cuando hayamos arreglado los
primeros detalles, vas a contactar a tus
dealers para darles una cita mañana,
continua Darius, siempre tranquilo. Les
dirás que tienes el dinero. Le vamos a
advertir a la policía, que supervisará el
encuentro y que los arrestará antes de
que te pase nada. ¿Entendiste? Pregunta
a su primo.
– Sí. Gracias… ¿Estás seguro de que
va a funcionar?
Óscar de Saintier está visiblemente
aliviado, pero no del todo tranquilo.
Al mismo tiempo, en su lugar, yo
estaría igualmente aterrorizada.
– Seguro. Sabes que puedes confiar
en mí, lo tranquiliza Darius.
Por primera vez, me doy cuenta de
que con su primo tiene una actitud casi
paternal. Su reacción, tranquila y
prudente, me colma de amor y de
admiración por él. A pesar de todo lo
que ha atravesado, de todo lo que esta
familia le ha infligido, que sea capaz de
proteger y ayudar a su primo me
emociona.
10. Prensa amarilla
Contrato con un
multimillonario -
Volúmenes 10-12