Victor Macias, Homosociabilidad PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 31

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Víctor M. Macías-González
Las amistades apasionadas y la homosociabilidad en la primera mitad del siglo XIX
Historia y Grafía, núm. 31, 2008, pp. 19-48,
Departamento de Historia
México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922941002

Historia y Grafía,
ISSN (Versión impresa): 1405-0927
historia.grafia@uia.mx, publica@uia.mx
Departamento de Historia
México

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

www.redalyc.org
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Las amistades apasionadas
y la homosociabilidad en la primera
mitad del siglo xix
Víctor M. Macías-González
Universidad de Wisconsin, La Crosse

Resumen
Además de servir como una útil categoría de análisis histórico, la amistad
puede ser un espacio fructífero para explorar las relaciones e identidades
no heteronormativas durante la época posterior a la patologización de
la homosexualidad a fines del siglo xix. Este artículo repasa la historio-
grafía anglosajona de estudios lesbicogays y de género, y la aplica a un
estudio de caso donde se analiza la correspondencia y los usos que de
la amistad hace el joven y elegante oficial José María Calderón y Tapia
entre 1830 y 1858.

Palabras clave: amistad, clientelismo, afecto, homosociabilidad, co-


rrespondencia.

Intense Friendships and Homosociability in Early National Mexico.


More than serving as a useful category of historical analysis, friendship can
be a useful site for the exploration of non-heteronormative relationships and
identities prior to the medicalization of homosexuality in the late nineteenth


Agradezco los comentarios de Rob Buffington, Gabriela Cano, Sarah C.
Chambers, George Chauncey, Ramón A. Gutiérrez, Donna Guy, Matt Kueffler,
Lawrence La Fountain-Stokes, Asunción Lavrin y Pablo Picatto, y de los lectores
externos anónimos de Historia y Grafía.

Historia y Grafía, UIA, núm. 31, 2008


century. This essay reviews and applies the historiography of U.S. Gender
and LGBT studies to a case study analyzing the correspondence and relatio-
nships of an elite Mexican youth, José María Calderón y Tapia during the
1830s-1850s.

Key words: Friendship, patronage, affection, homosociability, correspon-


dance.

G uillermo Prieto (1818-1897) narra en sus memorias cómo,


entre 1840 y 1841, se convirtió en el caballerito –edecán, se-
cretario, confidente, compañero de cuarto y favorito– del presiden-
te Anastasio Bustamante (1780-1853), solterón que le llevaba 38
años. Pobre y sin fortuna para casarse, hizo un discurso crítico de
Bustamante en la Universidad, intentando así lograr fama para con-
seguir algún empleo. Al terminar, el jefe de la policía se aproximó a
Prieto y le dijo que el presidente lo citaba para la tarde siguiente.
Al llegar a los aposentos presidenciales, Prieto explicó sus ac-
ciones, dejando en claro que no buscaba atacar a Bustamante, sino
conseguir recursos para cubrir los gastos de su matrimonio. Su
atrevimiento y pasión le encantaron a Bustamante. De improviso,
el mandatario llamó a su valet. “López –dijo–, pone usted una
cama en mi cuarto para el señor, usted le obedece porque es como
mi hijo”. Después, ordenó a su secretario particular que le diera a
Prieto 100 pesos mensuales para sus gastos. También dispuso que
su ahora protegido cobrara otros 150 pesos en la Gaceta Oficial.
Durante el año siguiente, hasta la caída de Bustamante del po-
der en octubre de 1841, Prieto compartió la alcoba presidencial.
Durante el día, trabajaban y comían juntos, y en la noche con-
versaban para compartir sus impresiones íntimas de los sucesos
cotidianos. Los dos llegaron a ser inseparables. Llamado “mi caba-
llerito” por el mandatario, Prieto pasó de revolucionario a primer


Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Conaculta, 1992, p. 285.

Ibid., p. 286.

20 / Víctor M. Macías-González
compañero. Su relación quizás se caracterizaría mejor como una
de amistad cuyo alto grado de intimidad se afirmaba mediante
el intercambio de ideas y opiniones, creando un lazo emocional
fuerte y un compañerismo estrecho. Al iniciar esta relación, Prieto
emplea de hecho la primera persona del plural, nosotros, en su na-
rrativa, sugiriendo que en pensamiento y acción él y Bustamante
eran un solo ser.
El entonces presidente sostuvo similares amistades apasiona-
das a lo largo de su carrera. Desde la colonia, la elite mexicana
empleaba vínculos interpersonales articulados mediante meca-
nismos afectivos, al igual que otras formas de “sabiduría social”,
como estrategia de supervivencia. Además de la relación con
Prieto, conocemos sus vínculos con sus edecanes Valentín Mejía
y José María Calderón y Tapia; su amistad con este último fue
tan célebre que mereció el comentario de sus biógrafos. Arroniz,
por ejemplo, llamó a Calderón el “leal y valeroso compañero”
de Bustamante. Otros nexos diádicos importantes en el mundo
político mexicano de la primera mitad del siglo xix incluyeron las
amistades de Bustamante con el general Agustín de Iturbide (tan
apasionada que, al morir, Bustamante dejó órdenes de que se le
extrajera el corazón para depositarlo junto a los restos mortales
del ex emperador), de Andrés Quintana Roo con José M. Morelos
y de Lucas Alamán con el filántropo Francisco de Fagoaga. Per-

Víctor Peralta Ruiz, Patrones, clientes y amigos. El poder burocrático indiano en
la España del siglo xviii, Madrid, csic, 2006, y Frédérique Langue, “Sensibilida-
des alternas. Nobles americanos, entre fueros y compadrazgos”, Nuevo Mundo,
Mundos Nuevos, Coloquios, 2007, puesto en línea el 5 de enero de 2007. url:
http://nuevomundo.revues.org/index3202.html. Consultado el 15 de octubre
de 2008.

Marcos Arroniz, Manual de biografía mejicana o galería de hombres célebres de
Méjico, París, Librería de Rosa Bouret, 1857, p. 88.

Bustamante ordenó que su corazón fuera extraído y depositado en la tumba
que él le había reservado en la Catedral Metropolitana en 1838. Véase Michael
Costeloe, The Central Republic in Mexico, 1835-1846: Hombres de Bien in the
Age of Santa Anna, Londres, Cambridge University, 1993, pp. 121-48. Prieto
narra la amistad de Quintana Roo con Morelos y Pavón en sus Memorias, pp.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 21


sonajes prominentes hicieron de la amistad una herramienta útil
para construir la nación. De hecho, McKee-Irwin ha postulado
que las relaciones de amistad “no necesariamente homosexuales,
sino más bien fraternales”, facilitaron la aparición de una cultu-
ra literaria y política nacional. A través de las redes de amistad
(“conjuntos de relaciones diádicas”) de sus patrones, padrinos,
mentores y compañeros, miembros de las elites mexicana obte-
nían trabajo e intercambiaban información, lealtad, favores y re-
cursos que les permitían sobreponerse a condiciones adversas.
Las amistades apasionadas complican y amplían a la vez la
historia de la práctica de la amistad, la fraternidad y la homoso-
ciabilidad en el México decimonónico. ¿Qué significado tenía
para sus contemporáneos sostener una amistad tan íntima, y tan
desigual, como la que surge entre Bustamante y sus edecanes?
¿Qué aportaba a sus vidas? ¿Qué significaba ser “el favorito” de
un presidente como Bustamante, soltero, sin hijos, sin hogar? Si
la homosociabilidad que caracterizaba el mundo de la política,
de las armas, de la sotana y del comercio –los cuatro pilares del
poder– no llegó a levantar sospechas sobre la naturaleza de la in-
timidad entre los próceres y sus edecanes, es posible que algunas
de estas amistades apasionadas pudieran haber servido como un
sitio para explorar sentimientos y prácticas homoeróticas. Si bien
hay un silencio histórico sobre el tema, en la producción literaria
de la época se manifiesta tal ansiedad por el afeminamiento y lo
que hoy denominamos homosexualidad, que estas prácticas de

150-2, y la amistad de Bustamante con Iturbide, p. 282. Quintana Roo y Busta-


mante fueron, respectivamente, asistentes de Morelos e Iturbide. La amistad de
Alamán con Fagoaga surgió en su juventud, cuando ambos viajaron por Europa.
Véase José C. Valadés, Alamán, estadista e historiador, México, Antigua Librería
Robredo, 1938, pp. 68-85.

Robert McKee-Irwin, Mexican Masculinities, Minneápolis, University of Min-
nesota, 2003, pp. 7-11.

Laura Alarcón Menchaca, “Clientelismo y exilio. José María Maytorena como
ego de una red, 1915-1920”, Región y Sociedad, vol. 18, núm. 37, 2006, pp.
253-88.

22 / Víctor M. Macías-González
género y sexualidad sirvieron como importante demarcador de
la ciudadanía mexicana. Historiar ésta y otras amistades des-
de la perspectiva de género permite ampliar nuestro conocimiento
sobre la formación de identidades y relaciones de género paralelas
y distintas de las heteronormativas y, al mismo tiempo, recono-
cer el importante papel que la diversidad sexual ha desempeñado
en el desarrollo del país.
Igualmente, es importante subrayar que, con el fin de que la
historia de las sexualidades gane mayor aceptación en la acade-
mia, sus practicantes deben sujetarse a normas y prácticas profe-
sionales que, lejos de deslegitimar la academia queer, sirvan para
establecer sus cimientos en la academia mexicana. De nada sirve
“sacar del clóset” a un prócer o compilar una lista de amanerados
y asignarles alguna identidad o comportamiento desde el siglo
xxi. Lo importante es comprender, primero, cómo y con qué fin
la sociedad mexicana creaba categorías humanas a partir de la
sexualidad y, segundo, en qué momento y en qué circunstancias
de desarrollo político, económico y social se manifiesta la identi-
dad homosexual.10 Empezar como hace Fernanda Núñez Becerra
en su entrega, desde la genealogía de los discursos patológicos, es
acertado, pero también sería importante reconocer que la lucha
por la igualdad, desde un punto de vista histórico, surge dentro
del contexto de la evolución de un estado de derecho y desde la
madurez institucional y la formación de una cultura ciudadana.11
Las prácticas de amistad y los lazos afectivos de la primera mi-


McKee-Irwin, Mexican Masculinities, op. cit., pp. 7-11.
10
Un buen modelo es Richard Cleminson y Francisco Vázquez García, Los Invi-
sibles. A History of Male Homosexuality in Spain, 1850-1940, Cardiff, University
of Wales, 2007.
11
Al respecto, Beatriz González Stephan nos llama a reflexionar sobre el proceso
de autovigilancia y de autorreflexión, y de su vínculo con el espacio privado,
en “Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano. Del espa-
cio público y privado”, en Beatriz González Stephan et al., Esplendores y miserias
del siglo xix. Cultura y sociedad en América Latina, Caracas, Monte Ávila, 1993,
pp. 431-51.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 23


tad del siglo xix, además de servir para conceptualizar la cultura
ciudadana surgida del fraternalismo de las logias masónicas y de
las letras románticas, permitieron a algunos individuos explorar
otras posibilidades afectivas, como sugiere la historiografía sobre
las amistades femeninas anglosajonas del siglo xviii.
Además de los cuestionamientos ya planteados, surgen varias
interrogantes. ¿Coexistía algún homoerotismo sublimado con las
relaciones maritales y extramaritales con mujeres? ¿Cómo com-
prendieron y cómo se explicaron a sí mismos, en la medida en
que escribieron o reflexionaron en sus diarios y correspondencias
sobre el significado y las amistades apasionadas, la aparente atrac-
ción hacia sus semejantes?
Una amplia producción historiográfica anglosajona sobre los
usos y las prácticas de la amistad en los siglos xviii y xix sir-
ve como punto de partida de esta investigación. Anthony Ro-
tundo analiza las llamadas “amistades apasionadas” del siglo xix,
mediante las que algunos adolescentes encontraban en amigos
un sustituto del afecto familiar y, a la vez, realizaban “ensayos”
para sus subsecuentes uniones amorosas.12 Demasiado restrictivo
y renuente a aceptar la trascendencia de la amistad homosocial de
la intimidad heteronormativa, las ideas de Rotundo no ayudan a
explicar la diversidad de amistades apasionadas evidentes a través
del siglo xix mexicano. Quizás un modelo mejor –y uno que in-
forma este artículo– es el de las categorías de la amistad propuesto
por David M. Halperin, historiador pionero de la homosexuali-
dad. Este autor observa que la amistad existe en un continuum
que va de la amistad jerárquica, en un extremo, a la amistad mu-
tua, en el otro. En el primer caso, las amistades son similares a
las relaciones de clientelismo que asignan “deberes, posiciones y
papeles radicalmente diversos”.13 En el segundo, ve un vínculo
12
Anthony Rotundo, “Romantic Friendship: Male Intimacy and Middle Class
Youth in the Northern United States, 1800-1900”, Journal of Social History, vol.
23, núm. 1, 1989, p. 14.
13
David M. Halperin, “How to Do the History of Male Homosexuality”, GLQ:

24 / Víctor M. Macías-González
de “igualdad, mutualidad y reciprocidad en el amor” que crea
un nexo de connubio igualitario gracias a la semejanza de “rango
social, edad, masculinidad y poder social”.14
Tanto entre hombres de edad, clase, jerarquía y fortuna si-
milar es como dispares, y con variaciones que van de lo momen-
táneamente conveniente a lo longevo, las relaciones amistosas
proveyeron a quienes las entablaron un medio para el intercam-
bio mutuamente beneficioso del capital cultural, social y político.
Para los hombres “casados con sus carreras”, como los estadistas;
para el clero o, bien, para los solteros disolutos o los hombres sin
fortuna suficiente para sostener un hogar a la altura de su clase,
una amistad intensa o apasionada facilitaba una forma de realiza-
ción, en especial si los amigos viajaban o residían juntos, además
de explorar y cultivar un grado de domesticidad y de afecto que
no podían lograr los solteros. Fomentaban una forma de afecto
fraternal que proporcionaba cohesión social y estructuraba las no-
ciones del deber, el honor y la lealtad, creando así un sentimien-
to de responsabilidad intensa y dedicación compartida a través
de la cual se lograba el éxito personal en la Iglesia, las fuerzas
armadas o el Estado. Casi exclusivamente homosociales, y com-
plementarias de lazos familiares y enlaces de parentesco rituales
como el compadrazgo, las amistades de las figuras políticas, li-
terarias, militares y eclesiásticas con sus ayudantes, secretarios y
edecanes configuraron un extenso campo de vínculos a través de
los cuales fluían bienes, servicios, influencias y otros productos

A Journal of Lesbian and Gay Studies, vol. 6, núm. 1, 2000, pp. 97-9. La obra de
Halperin y otros historiadores estadounidenses gays ha merecido la crítica de gays
latinos e hispanoamericanos, por no incluir un análisis racial en su obra. Véase
Lawrence La Fountain-Stokes, “Gay Shame, Latina/o Style: A Critique of White
Queer Performativity”, ponencia presentada en Tepoztlán, Institute for Transna-
tional History of the Americas, Tepoztlán, Morelos, 23-30 de julio de 2008.
14
Halperin, “How to Do the...”, op. cit., p. 98. Merecería incluir “raza”, puesto
que muchas de las amistades aquí analizadas surgieron exclusivamente entre in-
dividuos de posición social privilegiada, provenientes, en apariencia, de la elite
criolla.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 25


de la economía de la amistad.15 Codificado en un lenguaje frater-
nal y emotivo arraigado en los rituales masónicos, los escritos de
Rousseau y de otros románticos, el fraternalismo emotivo prospe-
ró en ambientes y espacios culturales y artísticos, en instituciones
educativas, militares y eclesiásticas, al igual que en baños, cafés y
cantinas, entonces cotos exclusivamente masculinos.16 Novelas
como El Periquillo Sarniento, El hombre de la situación y El fistol
del diablo incluían en su trama imágenes positivas de amistades
en espacios homosociales, donde prosperaba una cultura amisto-
sa sentimental gracias al espíritu de asociacionismo que nacía en
ellos.17 Así, estos escenarios y prácticas proveían el contexto para
comprender y practicar la ciudadanía, y la amistad se transforma-
ba así en un componente importante de la práctica cotidiana de
los individuos y el sentimiento de comunión con la colectividad
“imaginada”.18 Esto propició amistades entre patrones y clientes
masculinos, como “una posición intermedia de sociabilidad”, una
esfera pública fuertemente marcada por el género, situada entre
el Estado y la familia, como sugiere Sarah Chambers en su obra.19
Así, las amistades se convirtieron en nexos importantes para la
elaboración de la ciudadanía, pues la negociación y el estableci-

15
Una excepción notable fue la amistad entre Manuelita Sáenz y Simón Bolí-
var. Véase Sarah C. Chambers, “Republican Friendship: Manuela Sáenz Writes
Women into the Nation, 1835-1856”, Hispanic American Historical Review, vol.
81, núm. 2, 2001, pp. 225-57.
16
Thomas Smith Webb, El monitor de los masones libres, o Ilustraciones sobre la
masonería, Filadelfia, H.C. Carey & I. Lea, 1822, por ejemplo, nos ofrece un
texto riquísimo para analizar el lenguaje emotivo de principios del siglo xix.
17
McKee-Irwin amplía el tema.
18
La referencia a “imaginada” proviene de Benedict Anderson, Comunidades
imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, fce,
1993. Si bien Anderson sugiere que el nacionalismo fue acuñado a partir de la
cultura impresa, Catherine O’Donnell Kaplan propone, como aquí lo hago yo
respecto al caso mexicano, que también surge desde la escritura privada. Véase
Catherine O’Donell Kaplan, Men of Letters in the Early Republic. Cultivating
Forums of Citizenship, Chapel Hill, University of North Carolina, 2008, pp.
13-41.
19
Chambers, “Republican Friendship: Manuela Sáenz...”, op. cit., pp. 230-1.

26 / Víctor M. Macías-González
miento derechos y deberes recíprocos entre amigos contribuía al
orden social.
Las amistades también se convirtieron en laboratorios de una
esfera privada masculina de la domesticidad, la intimidad y la sen-
sibilidad que estructuró el sentido identitario de los individuos
y, en algunos casos, sirvieron para articular los “sentimientos del
amor apasionado y mutuo” dentro de un discurso libre del opro-
bio social.20 Las amistades podían encubrir enlaces no heteronor-
mativos porque, al igual que en el caso de las amistades femeninas
en Estados Unidos del siglo xviii, tales amistades “no aparentaban
ni criticaban ni desafiaban” el subsecuente matrimonio de las co-
partícipes.21 Algo similar ocurría en la amistad entre Bustamante
y sus edecanes, ya que en su correspondencia confiaba detalles
íntimos sobre su salud y su cuerpo, como diagnósticos médicos
basados en el color de su orina, su dieta y la descripción de su vida
diaria.22
La intimidad que estas amistades facilitaban entre hombres
complica y amplía nuestra comprensión de la masculinidad mexi-
cana decimonónica. Estos hombres no se ajustan al estereotipo
del varón afeminado –salvo, quizás, por su peculiar consumo de
bienes suntuarios–. Como protagonistas de la política del México
de la primera mitad del siglo xix, la mayoría de ellos ostentaban
una masculinidad marcial, viril, coqueta y elegante. Eran dados
a los duelos, el juego, la parranda y el movimiento constantes.
20
Halperin, “How to Do the...”, op. cit., p. 101.
21
Jeanne L. Stanley y Jacqueline S. Weinstock, “Friendship”, en Marc Stein
(ed.), Encyclopedia of Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender History in America,
3 vols., Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 2004, vol. 1, p. 414, y Carroll
Smith-Rosenberg, “The Female World of Love and Ritual: Relations between
Women in Nineteenth-Century America”, Signs, núm. 1, 1975, pp. 1-29.
22
Anastasio Bustamante (ab), Contrexéville, Francia, 30 de agosto de 1844, a
José María Calderón y Tapia (jmc), París, caja 6, exp. 5, f. 13; ab, Contrexéville,
Francia, 9 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 18; y ab, Estras-
burgo, 17 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 19, en Archivo
General de la Nación, Fondo Fernando Iglesias Calderón, Ramo Particulares,
México. En adelante agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 27


Hacían y perdían fortunas en un santiamén. Llevaban una vida
de aventura, en que ser soltero permitía despertar al día siguiente
para continuar la disipación. El matrimonio domesticaba a estos
garañones, y muchos de ellos intentaron evitarlo. Pasaban las ho-
ras desaforados, hablando, pensando y escribiendo sobre el amor,
sus sensaciones, sus líos de faldas y las mujeres que esperaban en-
contrar, y, al idealizar a éstas, renunciaban a encontrar a la ade-
cuada. De hecho, la misma correspondencia epistolar que divulga
el afecto apasionado por sus amigos también incluye referencias
a relaciones con las mujeres. Mediante un discurso sentimental
propio de la buena sociedad, particularmente la conversación, y
quizá con base en sus lecturas de la literatura romántica, articu-
laron en sus intercambios epistolares sus pensamientos y senti-
mientos sobre el amor romántico, la subjetividad emocional y los
papeles de género.23
Este artículo sobre los epistolarios íntimos de amigos que
comparten temas sentimentales, afectuosos y románticos busca
expandir los límites interpretativos de estos documentos, apoyán-
dose en la perspectiva de género y en el análisis de las estrategias
retóricas de las cartas para verter luz sobre las posibilidades afecti-
vas –particularmente las homoeróticas– de las prácticas de amis-
tad del siglo xix.
Utilizar la correspondencia entre amigos no es novedoso; la
presente generación de historiadores culturales ha iniciado una
“relectura” de la correspondencia para “registrar las prácticas po-
líticas y la cultura que las rige” y para “recuperar las categorías
[como el ciudadano] que ordenan el pensamiento”.24 Analizar la
23
Doris Sommer, Foundational Fictions: The National Romances of Latin Ame-
rica, Berkeley, The University of California Press, 1991, pp. 6 y 33, y, sobre
la masculinidad de universitarios brasileños, véase Andrew J. Kirkendall, Class
Mates: Male Student Culture and the Making of a Political Class in xix c. Brazil,
Lincoln, University of Nebraska, 2002, pp. 50-3.
24
Beatriz Rojas (coord.), Mecánica política. Para una relectura del siglo xix mexi-
cano. Antología de correspondencia política, México, Instituto Mora, 2006, pp.
75 y 131.

28 / Víctor M. Macías-González
correspondencia entre amigos ayuda a profundizar nuestros co-
nocimientos sobre la genealogía de relaciones afectivas íntimas,
particularmente en pasajes de los textos donde los corresponsales
escriben nostálgicamente sobre el medio circundante de sus últi-
mos (o futuros) momentos de vinculación y de intimidad, como
los espacios interiores. Relaciones intensas de distintos tipos se
codifican en estas cartas, cruzando las fronteras entre la amistad
homosocial y la amistad homoerótica, y enmascarando, en algu-
nos casos, la intimidad física deseada en la narración: la amistad
intensa, apasionada, platónica, o los futuros enlaces imaginarios
con mujeres.25 La correspondencia de algunos amigos sobre sus
supuestos sentimientos hacia las mujeres pudo haber cifrado sen-
saciones de amor homosexual. Ciertos historiadores –algunos
polémicos, como el autor de la controvertida biografía queer de
Abraham Lincoln– han observado que tal correspondencia fue
“instrumento del desarrollo de las identidades sexuales individua-
les y relaciones de pareja”, y, en última instancia, “de la aparición
gradual de una comunidad lgbt”.26 Puesto que los corresponsales
pudieron haber censurado o destruido cualquier referencia epis-
tolar al amor y al sexo entre varones, es necesario que los histo-
riadores aprendan a leer alrededor de estos silencios. De hecho,
Rebecca Earle ha señalado que los intercambios de corresponden-
cia permiten mejorar nuestro historiar de “las intimidades domés-
ticas no mediatizadas” que no aparecen en las fuentes históricas
tradicionales, es decir los archivos de las súplicas o peticiones in-
dividuales a la Corona o el Estado llenas de “ficciones, cuentos y

25
Sobre el caso español, véase Patrick Paul Garlinger, Confessions of the Letter
Closet. Epistolary Fiction and Queer Desire in Modern Spain, Minneápolis, Uni-
versity of Minnesota Press, 2005, pp. ix-xxxviii.
26
Stanley y Weinstock, “Friendship”, op. cit., vol. 1, pp. 413-20. Me refiero a
C.A. Tripp, The Intimate World of Abraham Lincoln, Nueva York, Free Press,
2005, texto que amplía detalles sobre la supuesta relación de pareja entre Lin-
coln (cuando aún era soltero y tenía 28 años) y el joven Joshua Speed (de 23
años de edad), quienes compartieron lecho por 4 años. Lincoln dejó unas cartas
controversiales en que elogia los muslos de Speed.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 29


engaños” utilizados para predisponer al rey o al burócrata a una
resolución positiva.27
Durante el siglo xix, se entendía la amistad como una relación
recíproca de amor, benevolencia y confianza entre personas que se
querían y estimaban profundamente, y que, mediante la relación,
alcanzaban un estado de autorrealización y plenitud.28 Algunas
de las articulaciones más tempranas sobre el funcionamiento co-
rrecto de la amistad datan de fuentes medievales como Las siete
partidas.29 La literatura preceptiva –tanto religiosa como laica–
abarca una parte importante de ellas y en sus páginas se describen
relaciones propias entre amigos, entre los niños y sus padres, y
entre cónyuges. El amigo no era solamente una categoría del en-
lace social que merecía un tercer rango en las relaciones humanas
después de los nexos de sangre (entre padres e hijos o entre her-
manos) y de los lazos de amor y deseo (marido y mujer), sino
que, además, ayudaba frecuentemente a definir, como tropo, estas
otras relaciones interpersonales. “Nuestros padres –escribió Ca-
rreño– son nuestros primeros y mejores amigos, nuestros amigos
más sinceros, nuestros consejeros naturales y nuestros confiden-
tes más leales”.30 La amistad también dispensaba aceptación a los
miembros de una comunidad: “un sentimiento abundante de la
fraternidad y de la calidad nobles que con sus enlaces cuida y nos

27
Rebecca Earle, “Letters and Love in Colonial Spanish America”, The Americas,
vol. 62, núm. 1, 2005, pp. 43-4, y Natalie Zemon Davies, Fiction in the Archi-
ves: Pardon Tales and their Tellers in Sixteenth-Century France, Stanford, Stanford
University, 1987.
28
David Konstan, Friendship in the Classical World, Cambridge, Cambridge
University, 1997; Lorraine Pangle, Aristotle and the Philosophy of Friendship,
Cambridge, Cambridge University Press, 2002, y Real Academia Española de la
Lengua, Diccionario de autoridades, Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro,
1726, t. i, pp. 269-70.
29
Florentina del Mar, La amistad en la literatura española, Madrid, Alhambra,
1944. Me refiero a la iv Partida, título xxvii, “Del debdo que han los homes
entre sí por razón de amistad”.
30
Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras, Nueva
York, D. Appleton, 1880, p. 16.

30 / Víctor M. Macías-González
ata a la sociedad”.31 La amistad proporcionaba cohesión social;
al igual que la fraternidad dentro de la familia, creaba armonía
social.32 El amigo, como el ciudadano, era la base del orden y
contribuía al bien común.
La amistad unía a individuos mediante enlaces que facilitaban
su desarrollo personal. Los manuales utilizados para entrenar a los
futuros profesores de civismo, la nueva materia con que los libe-
rales secularizaban la instrucción moral religiosa, subrayaban la
importancia de la amistad para el bienestar general. Las ideas de
autores clásicos sobre la amistad expresados en textos como éste:
“el hombre tiene una tendencia a asociarse a otros para realizar sus
aspiraciones [...] para perfeccionarse [...] para lograr el progreso
material y moral de la sociedad” nos sugieren que los mexicanos
decimonónicos pensaban con frecuencia en el significado y la uti-
lidad de sus amistades para reflexionar sobre sí mismos.33 La no-
ción no era nueva. En el enlace íntimo, uno aprendía a madurar, a
transformarse; el amigo lo completaba y complementaba, lo ayu-
daba a crear una reputación ante otros. Su amigo o compañero lo
definía: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.34
Los escritores mexicanos decimonónicos sugerían que la amis-
tad no era ningún accidente; la amistad verdadera –caracterizada
particularmente por su función autorreflexiva– surgía solamente
donde había la posibilidad de un beneficio mutuo. Existía la idea
de que uno elegía a sus amigos. Un libro de consejos para los
jóvenes remitía a los lectores al significado y la operación de la
amistad:

31
José Rosas, Nuevo manual de urbanidad y buenas maneras, 30a ed., México,
Antigua Librería de Murguía, 1888, pp. 6-7.
32
Carreño, Manual de urbanidad y..., op. cit., p. 22.
33
Francisco Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, México, Oficina Tipográ-
fica de la Secretaría de Fomento, 1884, pp. 158-9.
34
Mauricio (seud.), Moral infantil o lecciones de moral para uso de los niños de
ambos sexos, 2a ed., México, Librería Católica de El Tiempo, 1893, p. 46.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 31


Deberás guardar inviolablemente el secreto que te haya confiado,
y perdonarle cualquier faltilla que hubiera cometido contigo. Tu
primer deber para con dicho amigo será el servirle hasta donde al-
cancen tus facultades, aconsejarle el estudio y la aplicación, mos-
trarle con tu buen ejemplo cuál debe ser su conducta, arrancarlo
del camino del vicio, si hubiere caído en él, ó con sus mentiras ó
con su mala conducta; y así lo harás honrado y feliz. Divide con
él tu pan, tu cama, y tus vestidos, si llegare á necesitarlo; quiérelo,
finalmente, con verdadero cariño, y deséale los mayores bienes,
como que es el hermano de amor que tú mismo elegiste.35

Los amigos se concebían como una forma de capital social que,


como el económico, debería ser guardado y cultivado. Cual rara
avis, la amistad merecía atenciones y cuidados continuos, además
de manifestación y reiteración incesantes. La apertura de todo
intercambio epistolar entre amigos era un recordatorio del tipo
de afinidad que unía a los corresponsales entre sí –”mi amigo más
querido, mi único y más querido amigo, mi gran amigo, com-
padrito de mi alma”– y la narrativa de la amistad, si bien resul-
taba formal, reiteraba, reavivaba y creaba enlaces. Las cartas eran
diálogos que formaban una relación bajo escrutinio constante, y
mediante la frecuente escritura de misivas sus autores iban pro-
gresando y creciendo mutuamente. La misiva era un recordatorio
tangencial de su exploración y relación simbióticas. La correspon-
dencia era una forma de realidad –una “cuestión de existencia,
como afirma Michel Foucault– que permitía a dos (o más) estar
juntos, compartir su tiempo, sus aconteceres, sus rituales cotidia-
nos, sus emociones, su conocimiento y su confianza. Esta relación
fictiva, relación “sin forma” era la “suma, de todo, a través de lo
cual se podrían entregar a un placer y beneficio mutuo”.36 Así, la

35
L.A. Parravicini, Juanito. Obra elemental de educación para los niños y para el
pueblo, Madrid/Filadelfia, L. Johnson, 1853, p. 90.
36
Michel Foucault, “Friendship as a Way of Life”, en Ethics, Subjectivity, and
Truth. Essential Works of Foucault, 1954-1984, Nueva York, The New Press,

32 / Víctor M. Macías-González
correspondencia, al igual que las lecturas, la oratoria y la conver-
sación, facilitaba y permitía “el trabajo emocional requerido para
sostener una amistad”.37
Los lazos que Bustamante sostuvo con su edecán José María
Calderón y Tapia (Xalapa, Ver., 1820-Salamanca, Gto., 1858) re-
flejan muchas de las características de las amistades apasionadas.
Basada en parte en la relación entre el padre de Calderón y Bus-
tamante, la amistad de éste proveyó a aquél, al morir su padre en
1834, una figura sustituta que le ayudaría a madurar y, además,
acceso a un círculo de poder en que obtuvo educación, empleos,
viajes y otros beneficios.38 Bustamante utilizó un manejo expe-
rimentado del sentimiento para inculcar en “Pepe” Calderón el
cumplimiento del deber y la responsabilidad; lo educó y preparó
para la vida, y lo inició en la cultura afectiva masculina a través
de la cual se autorrealizaría. La correspondencia de Calderón con
sus amigos revela que, con el paso de los años, estas relaciones
fraternales aumentarían en intensidad e intimidad.
Pepe heredó la amistad de su padre con Bustamante, a cuyo
lado el general Calderón había militado. Después de la Indepen-
dencia, Calderón obtuvo ese mismo grado y gobernó Puebla.
No obstante sus hazañas contra López de Santa Anna (1828 y
1832), Calderón pasó por dificultades económicas.39 Tuvo que
trasladar a su esposa, Josefa de Tapia, y a su numerosa prole a
la Hacienda del Pateo, en Michoacán, al no poder sostenerlos
decorosamente en la capital, donde su rango exigía fuertes gastos
en ropa, muebles, servidumbre y convites.40 Para economizar, el

1997, vol. 1, pp. 135-40.


37
Stephen M. Whitehead, Men and Masculinities: Key Themes and New Directio-
ns, Malden, Massachusetts, Polity, 2002, p. 156.
38
José María Trinidad Guadalupe Pascasio, hijo legítimo de don José María Cal-
derón y Ladrón de Guevara y de doña Josefa de la Luz Tapia, nació el 22 de
febrero de 1820. Véase su “Fe de bautismo”, caja 6, exp. 1, f. 1, agn-jmc.
39
Will Fowler, Santa Anna of Mexico, Lincoln, University of Nebraska, 2007,
pp. 104, 112-5 y 137-40.
40
General Calderón, Puebla, 2 de febrero de 1822, a Josefa Tapia de Calderón,

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 33


general vivía solo, alejado de su familia. Le escribía a ésta con
frecuencia, especialmente a su hijo homónimo, el heredero, para
darle consejos, y le obsequiaba ropa y dulces, además de instarlo
a dedicarse al estudio. Si aprobaba los exámenes de geometría y
dibujo para ingresar al Colegio de Minería, le ofrecía llevarlo a su
lado para que disfrutara el campo y la compañía de los soldados,
con quienes podría tirar, cazar y nadar.41 No obstante la oferta de
una beca en Minería, Pepe tardó en trasladarse a México después
de la muerte de su padre ocurrida en 1834. Continuó con su fa-
milia en la Hacienda del Pateo, cuyo administrador era Melchor
Ocampo. Por su manejo de la contabilidad, éste mantuvo una
relación tensa con la viuda y los herederos del general Calderón.
Ocampo, aparentemente, se vengó publicando el sainete “Don
Primoroso”, cuyo personaje principal se asemejaba a Pepe Calde-
rón. “Primoroso”, descrito como un “adamado” o “afeminado”,
en vez de hacerle frente a una partida de bandidos que amenazaba
saquear la hacienda, se preocupaba por embellecer su apariencia
para resultar atractivo a los bandidos.42
Al parecer, Pepe Calderón llegó a México hacia 1836. Su pro-
tector, Bustamante, volvía al poder entre abril de 1837 y marzo
de 1839, y de julio de 1839 a septiembre de 1841, tras una per-

caja 1, exp. 7, agn-jmc.


41
General Calderón, México, 2 de abril de 1831, a jmc, Hacienda del Pateo,
caja 1, exp. 4, f. 21; agn-jmc, Orizaba, 20 de octubre de 1831, a J.M. Calderón
y Tapia, El Pateo, caja 1, exp. 4, f. 24; general Calderón, Orizaba, 1º de enero
de 1832, a jmc, El Pateo, caja 1, exp. 4, f. 27; general Calderón, Orizaba, 5 de
enero de 1832, a jmc, El Pateo, caja 1, exp. 4, f. 28; jmc, Perote, Veracruz, a J.M.
Calderón y Tapia, 16 de enero de 1832, caja 1, exp. 4, f. 32; general Calderón,
Puerto Nacional, 4 de febrero de 1832, a jmc, caja 1, exp. 4, f. 39, agn-jmc,
“Hoja de servicios del general de División don José María Calderón”, exp. XI/
III/1-34, f. 133, Secretaría de la Defensa Nacional, Dirección General de Archi-
vo e Historia, Archivo de Cancelados, en adelante: Sedena-Cancelados.
42
Melchor Ocampo, “Don Primoroso, Sainete”, en Ángel Polá y Aurelio J. Ve-
negas (coords.), Obras completas de Melchor Ocampo, 3 t., México, Imprenta de
F. Vázquez, 1900, t. 3, pp. 252-60.

34 / Víctor M. Macías-González
manencia en Europa de 1833 a 1836.43 Durante este periodo,
Bustamante veló por Calderón y lo nombró teniente de milicia en
1836, capitán de infantería en 1839 y ayudante del general Gabriel
Valencia en 1840.44 Cuando Bustamante fue derrocado en 1841,
se fue del país y permaneció en Europa de 1842 a 1845, llevando
consigo a su sobrino Andrés Oseguera, a sus criados y a su protegi-
do.45 Conociendo los problemas económicos de los Calderón y de
los gastos que les aguardaban en Europa, Bustamante puso a Cal-
derón en la nómina del ejército como su ayudante e hizo que se
le adelantaran 300 pesos de viáticos.46 Bustamante cubría algunos
de los gastos de Calderón gracias a la pequeña fortuna que logró
reunir y depositar en el extranjero a raíz de las contratas que su
gobierno le hizo a su compadre Manuel Barrera Dueñas.47 Cuan-
do paró en Cuba rumbo a Europa en el invierno de 1841-1842,
parece haber pagado la ropa de que se surtió Calderón.48
Calderón, entonces un joven de 21 años, sustituyó a Guillermo
Prieto como favorito y como compañero de cuarto de Bustamante.
Acompañó a éste de 1841 a 1845 y en algunas cortas temporadas

43
José María Bocanegra, Memorias para la historia de México independiente,
1822-1846, 2 t., México, Imprenta del Gobierno, 1892, t. 2, pp. 790-819; y
Arroniz, Manual de biografía mexicana..., op. cit., pp. 80-9.
44
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 1, Sedena-Cancelados.
45
José Ramón Malo, Diario de sucesos notables, 1832-1853, 2 t., México, Patria,
1948, t. I, p. 204.
46
“Licencia del presidente provisional de 2 años, con sueldo, para trasladarse a
Europa, al comandante. jmc, México, 17 de noviembre de 1841”, caja 6, exp.
1, foja 4, agn-jmc.
47
Catherine Andrews, “The Political and Military Career of General Anastasio
Bustamante, 1780-1853”, tesis doctoral, The University of St. Andrews, 2001,
pp. 277-8; y Ana Lau Jaiven, “Negocios y riqueza en la Ciudad de México: el
caso de Manuel Barrera, 1800-1845”, tesis doctoral, México, uia, 2003. Agra-
dezco a la doctora Andrews y la doctora Lau Jaiven haber compartido su tra-
bajo.
48
Sobre los gastos de Calderón, véase caja 6, exp. 4, ff. 1-150, agn-jmc. Sobre
los arreglos que hizo Bustamante durante su ausencia del país, véase Andrews,
“The Political and Military...”, op. cit., p. 258.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 35


visitó a su familia en España y viajó por Europa. Volvió con Busta-
mante a México el 16 de junio 1845 y, aunque continuó a su lado
durante la Intervención estadounidense, después se separó de él
para reanudar su carrera.49 Además de su correspondencia particu-
lar, su hoja de servicios es una de las pocas fuentes disponibles.50
Bustamante, Calderón y Oseguera llegaron a Londres el 29
de mayo de 1842.51 Con los Mangino, parientes de Calderón, se
pusieron al tanto de los chismes de las “colonias” mexicanas en
Francia, España e Italia, siguientes paradas en su itinerario. Du-
rante 1842 y 1843, Oseguera y Calderón redactaron la volumino-
sa correspondencia de Bustamante y también lo acompañaron en
sus compromisos sociales. Los parientes de Calderón gozaban de
una buena posición social; un primo, Fernando Mangino, fungía
como ministro mexicano ante el gobierno francés y una prima se
había casado con un noble húngaro que trabajaba en la embajada
austriaca en París.52 Poco tiempo después de ser presentados en la
corte francesa, Bustamante y Calderón almorzaron con el rey de
Francia, Luis Felipe, a las 12.30 pm del 3 de octubre de 1842.53
Bustamante y su comitiva se movían entre las aristocracias euro-
pea e hispanoamericana, especialmente con las ricas familias titu-
ladas y políticos como Ignacio Valdivielso y José María Gutiérrez
de Estrada.54

49
ab, Jalapa, 16 de junio de 1845, al ministro de Guerra, México, leg. XI/III/1-
423, f. 315, Sedena-Cancelados.
50
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 1, Sedena-Cancelados.
51
Maestro Bocanegra, México, al Ministerio de Guerra, México, 14 de julio de
1842, exp. XI/IIII/1-423, 2 t., f. 302, Sedena-Cancelados.
52
Fernando Mangino, París, 30 de marzo de 1845, a jmc, París, caja 5, exp. 9,
f. 16, agn-jmc.
53
“D’aprés les ordres du Roi, le Grand-Écuyer a l’honneur d’inviter”, caja 7, exp.
2, f. 1, agn-jmc.
54
ab, s.l., 2 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 14; Fernando
Mangino, París, 30 de marzo de 1845, a jmc, París, caja 6, exp. 9, f. 16; Fernan-
do Mangino, París, 16 de abril de 1845, a jmc, París, caja 5, exp. 9, f. 19, J.M.
Gutiérrez de Estrada, Roma, a jmc, México, agn-jmc.

36 / Víctor M. Macías-González
Durante los tres años que permanecieron en Europa, Busta-
mante y su comitiva pasaban el otoño y la primavera en París, y el
invierno en Italia, principalmente en Roma, Génova y Nápoles,
entre diciembre y marzo. Durante los veranos, se dirigían a distin-
tos puntos: Calderón visitaba a su familia en Inglaterra y España
(donde llevaba un pleito testamentario), mientras que Bustaman-
te y Oseguera, de julio a septiembre, pasaban temporadas en las
playas y balnearios de moda. Cuando se apartaba de Calderón,
Bustamante paliaba su soledad buscando la compañía de otros
jóvenes, y llegó a ser mecenas y protector de varios mexicanos que
estudiaban en Europa.
En el verano de 1844, Bustamante conoció al pintor Juan Cor-
dero (1824-1884), recién llegado a Roma. Bustamante, al igual
que había hecho con Prieto y Calderón, le pagó algunas cuentas y
del erario público le asignó una pensión. También le hizo nombrar
agregado en la legación mexicana ante la Santa Sede.55 Cordero
expresó gratitud a su mecenas en una obra que remitió en 1845 a
la Academia de San Carlos como testimonio de sus adelantos ar-
tísticos en Roma: el cuadro “Orestes”, un guerrero griego mítico,
compañero de Pílades, cuya amistad fue arquetípica respecto de
las intensas amistades homosociales clásicas. La obra simbolizaba
el respeto y aprecio de Cordero por su amigo y protector.56
Si bien disfrutaba como turista, Bustamante seguía muy de cer-
ca los sucesos políticos en México. Cuando su principal enemigo,
Antonio López de Santa Anna, cayó del poder en diciembre de
1844, Bustamante alistó su vuelta. En la primavera de 1845, a pe-
sar de su edad y su enfermedad, prometió volver a México ante la
agresión inminente de Estados Unidos.57 Llegó a Veracruz el 16 de

55
Jean Charlot, “Juan Cordero: A Nineteenth-Century Mexican Muralist”, The
Art Bulletin, vol. 28, núm. 4, diciembre de 1946, pp. 251-2.
56
Francisco Zarco, “Don Juan Cordero”, La Ilustración Mexicana, núm. 2, 1851,
p. 137.
57
ab, París, a Ministerio de Guerra, México, 26 de marzo de 1845, leg. XI/III/1-
423, f. 309, Sedena-Cancelados.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 37


junio de 1845, acompañado de Calderón, quien inmediatamente
fue ascendido a capitán. 58 Este último, que volvía a México hecho
un elegante “león”, pidió licencia para visitar a su familia en Mi-
choacán en agosto de 1845. Cuando volvió al lado de Bustamante,
su amigo Valente Mejía* se les unió al entrar también al servicio
del exmandatario.59 Ambos continuaron a su lado cuando empren-
dió la pacificación de la Sierra de Sinaloa entre 1848 y 1849.60 La
correspondencia de Calderón con Bustamante disminuyó a partir
de mediados de 1850, cuando aquél se reintegró al ejército.61 Lue-
go continuó su carrera, mientras que el viejo y enfermo general
–quien fallecería en 1853– se establecía en San Miguel de Allende,
de donde sólo salía para visitar a su hermana en Querétaro.62
Las cartas de Calderón sugieren que, a partir del traslado de
Bustamante al Bajío, había establecido una relación intensa con
un hombre de la misma edad –Valentín Mejía–, con el que apa-
rentemente había hecho planes de cohabitar y trabajar, en una
vida de pareja. La correspondencia entre ellos está algo fragmen-
tada, quizás porque, al vivir juntos, no tuvieron necesidad de car-
tearse. Un pasaje de una misiva sin fecha, al parecer copia de una

58
Andrews, “The Political and Military...”, op. cit., pp. 271-5; ab, Jalapa, al Mi-
nisterio de Guerra, México, 16 de junio de 1845, leg. XI/III/1-423, f. 315, y
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 2, Sedena-Cancelados.
* El autor de este artículo usa indistintamente Valente Mejía y Valentín Mejía.
N. del Ed.
59
ab, a Ministerio de Guerra, 18 de diciembre de 1845, leg. XI/III/1-423, f.
317, Sedena-Cancelados.
60
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 2, Sedena-Cancelados.
61
Arroniz, Manual de biografía mexicana..., op. cit., p. 88.
62
Andrews, “The Political and Military...”, op. cit., pp. 255-305. Ninguno de sus
dos testamentos (de 1838 y de 1846) mencionan a sus amigos, pero sí reconoce
a tres hijos naturales, dos de los cuales murieron antes que él. Sólo le sobrevivió
Anastasio Bustamante y Treviño (1829-?), al que había educado en París. Éste
recibió la tercera parte de sus bienes. La hermana del general Bustamante, María
Anastasia Bustamante de Figueroa, y un hijo de ésta, Francisco Figueroa y Bus-
tamante, recibieron el resto. Véase ibid., pp. 277-8.

38 / Víctor M. Macías-González
carta de Mejía a Calderón, sugiere que éste acompañó a Mejía
a un nuevo puesto como oficial de aduanas en Mazatlán y, más
adelante, alrededor de 1850, a Matamoros.63 En 1852, Calderón
ya era comandante de escuadrón en el 4º cuerpo de caballería
de esa plaza.64 Por problemas económicos, pidió licencia de un
año en 1853.65 Después de reincorporarse al ejército a principios
de 1854, ascendió a teniente coronel y figuró en la plana de la
comandancia general del Distrito Federal. Al caer Su Alteza Sere-
nísima del poder en 1855, Calderón fue nombrado ayudante del
presidente interino, general Martín Carrera Sabat.66 Hacia 1856,
fue designado coronel de caballería. De esa época, hay una car-
ta de su amigo Salvador de Iturbide, príncipe mexicano, quien
informaba a Calderón de sus esfuerzos por hacerle nombrar co-
mandante general de la plaza de Tepic. Aparentemente, Calderón
tenía dificultades con su “hermano de Veracruz” (extraña refe-
rencia, porque Calderón fue el único hijo varón del matrimonio
del general Calderón con Josefa Tapia). Iturbide le suplicó: “no
te opongas a venir a ésta. Viviremos juntos y no la pasaremos tan
mal”.67 Si bien la propuesta de vivir juntos sugiere que Calde-
rón pasaba entonces por alguna dificultad con Mejía, la posterior
muerte de Iturbide, ocurrida al ahogarse en el río Tepic el 7 de
junio de 1856, no dejó fructificar los planes.
Dos años después, Calderón falleció en la batalla del Arroyo
Feo, cerca de Salamanca, Gto., el 10 de marzo de 1858. En una

63
Arista, ministro de Guerra y Marina, México, al jefe de la Plana Major, 22 de
mayo de 1850, caja 581, D/111/4/7284, f. 224, Sedena-Cancelados.
64
Juan N. Almonte, Guía de forasteros y repertorio de conocimientos útiles, México,
Imprenta de Ignacio Cumplido, 1852, p. 265.
65
jmc, Matamoros, a Ministerio de Guerra, 24 de febrero de 1853, caja 581,
D/111/4/7284, f. 224, Sedena-Cancelados.
66
“El gobierno dispone que el interesado pase al Estado Mayor del Presidente
para servir en clase de ayudante de su persona”, 16 de agosto de 1855, exp. del
coronel José María Calderón, caja 581, D/111/4/7284, f. 242.
67
Salvador de Iturbide, Tepic, 3 de mayo de 1856, a jmc, Veracruz, caja 6, exp.
8, f. s/n, agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 39


hazaña heroica, encabezó una carga de caballería que rebasó las
líneas del ejército conservador. Acompañado de su clarín de órde-
nes, un jovencito de 13 años, murió al intentar capturar un obús
de montaña, al gritar “¡vean cómo muere un hombre!” El general
conservador Luis G. Osollo ordenó recoger su cuerpo del campo
de batalla y le rindió honores de ordenanza. Mejía exigió los restos
y los enterró al pie del altar mayor de la capilla del cementerio de
San Antonio, en Salamanca. Mandó poner en el sepulcro la ins-
cripción: “A la memoria del señor coronel José María Calderón.
Murió como nació, valiente y caballero. Su amigo y compañero,
Valente Mejía. 10 de marzo de 1858”.68
José María Lafragua le dedicó un poema.69 La correspondencia
de Calderón fue incorporada posteriormente a la de su hermana,
Juana, esposa de José M. Iglesias, y formó parte de la colección de
su sobrino, quien la donó al agn.70
Las cartas intercambiadas por Calderón y Bustamante de 1843
a 1844 sugieren una profunda intimidad emocional entre ellos y
sus respectivas redes clientelares. Durante los meses del verano
en que se separaban, se escribían a diario para intercambiar de-
talladas descripciones de su acontecer cotidiano; en ellas hablan
íntima y tiernamente de su relación y de sus sentimientos. No hay
narraciones de lujuria ni de concupiscencia; si es que hubo alguna
relación carnal entre estos hombres, nunca lo sabremos porque no
hay mención alguna de ella en los documentos.71
68
José Rojas Garcidueñas, Salamanca. Recuerdos de mi tierra guanajuatense,
México, Porrúa, 1982, pp. 120-1, y Domingo Ibarra, Episodios históricos mili-
tares que ocurrieron en la República mexicana desde fines del año de 1838 hasta el
de 1860, con excepción de los hechos de armas que hubo en tiempo de la invasión
norteamericana, México, Imprenta de Reyes Velasco, 1890.
69
Enrique Cárdenas de la Peña, Mil personajes en el México del siglo xix, 1840-
1870, México, Banco Mexicano Somex, 1979, p. 275.
70
Eloína de los Remedios Méndez Nonel, Guía documental del archivo particular
de Fernando Iglesias Calderón, México, unam, 1982.
71
El pionero historiador lesbicogay John D. Gustav-Wrathall formula la pro-
puesta de trascender estos silencios en John D. Wrathall, “Provenance as Text:
Reading the Silences Around Sexuality in Manuscript Collections”, Journal of

40 / Víctor M. Macías-González
El marcado afecto entre Calderón y Bustamante es eviden-
te no sólo a partir de las intimidades compartidas (y extrañadas
durante las ausencias debidas a viajes), sino también de la sen-
sibilidad que aprende del general Calderón. Éste se refiere a su
amigo como “mi bienhechor”. Sabemos que Bustamante pagaba
las cuentas de Calderón, arreglo también evidente en la relación
de aquél con Prieto y con Cordero.72 Bustamante hizo mucho
por Calderón al incluirlo en su agenda social y presentarlo con
sus amigos y conocidos. Además, vigilaba sus estudios de cerca
y lo cultivaba mucho mejor que a sus hijos naturales, llenaba sus
días de diferentes oportunidades de aprendizaje y se encargaba de
sus lecciones diarias de francés y esgrima, dirigía sus lecturas y lo
llevaba a escuchar conferencias y realizar paseos.73
Que Bustamante veía y se preocupaba profundamente por su
Pigmalión, y que Calderón le estaba agradecido, es evidente en las
cartas que éste escribía también a su familia y sus amigos, quienes
lo elogiaban por aprovechar la gran oportunidad que Bustamante
le brindaba. Uno de ellos le escribió: “Deseo ardientemente que
vuelva Ud. muy ilustrado”.74 Otro amigo comentó: “volverá Ud.
un hombre completo, en sus viajes adelantará Ud. demasiado”.75
Valente Mejía, con quien pasaría casi quince años de su vida y con
quien Calderón compartía muchas de sus intimidades, le pedía
información sobre diversos temas: “Comuníqueme Ud. sus ade-
lantos en todas las materias”.76 También subrayaba la necesidad de

American History, núm. 7, 1992, pp. 165-78.


72
jmc, París, ca. 1844 (s.f.), a Dolores Calderón de Martínez, caja 6, exp. 1,
agn-jmc.
73
Anastasio Bustamante (ab), Ostende, 27 de septiembre de 1844, a jmc, París,
caja 6, exp. 5, f. 19, y ab, Contrexéville, 6 de septiembre de 1844, a Federico
Wauthier, París, caja 6, exp. 5, f. 15, agn-jmc.
74
Manuel Hernández, México, 26 de abril de 1843, a jmc, Nápoles, caja 6, exp.
3, f. 10, agn-jmc.
75
Pascual, San Ángel, 21 de junio de 1843, a jmc, Roma, caja 6, exp. 3, agn-
jmc.
76
Valentín Mejía, México, 28 de abril de 1844, a jmc, Nápoles, caja 6, exp. 2,
agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 41


adquirir conocimientos útiles, diciéndole “[Vuelva Ud.] no como
otros muchos viajeros que vienen adelantadísimos en saber hacer
un elegante nudo en las corbatas”. Todos apreciaban lo mucho
que Calderón aprendía del general y la impresión positiva de la
masculinidad que de él obtenía, particularmente cuando consi-
deran que gracias a él se había hecho “todo un hombre”. Tales
sentimientos remiten a las escrituras clásicas sobre la amistad, que
la consideraban un proceso de aprendizaje y crecimiento viril. A
través del hombre mayor, el joven se desarrollaba y maduraba.
Las dolencias del general inspiraron compasión a Calderón,
y el estado de su salud y sus convalecencias dominaban los inter-
cambios epistolares. En agosto y septiembre de 1844, Bustaman-
te “tomó las aguas” en Contrexéville, Francia, donde recibió un
tratamiento médico de tres semanas, durante las cuales se carteó
con Calderón. Éste esperaba que su protector se recuperara pron-
to y le aseguraba que, a pesar de la inconveniencia de beber seis
litros de agua antes del desayuno, el tratamiento sería ventajoso.77
Calderón le escribía a Bustamante todos los días para pedirle in-
formes detallados de la cantidad y el color de los depósitos cal-
cáreos en su orina, especulando sobre cómo esto era bueno para
el riñón que tanto lo afligía.78
La correspondencia de Calderón con sus amigos también
revela mucho sobre la práctica y comprensión de las amistades
cercanas o intensas, así como de las distintas maneras en que sus
contemporáneos parecen haber organizado sus vidas emocionales
y sexuales. Calderón pertenecía a una red de hombres cuyas car-
tas sugieren los más serios enlaces psíquicos y emocionales que
mantenían con hombres, a la vez que sostenían relaciones de
amistad y afecto menos intensas y mucho más formales (que pu-
dieron o no haber sido carnales) con mujeres dentro y fuera del
77
ab, Contrexéville, 30 de agosto de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 13, agn-
jmc. Dice “12 cuartillos de agua”.
78
ab, Contrexéville, 9 de septiembre de 1844, a jmc, París, y ab, Estrasburgo, 17
de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 18, agn-jmc.

42 / Víctor M. Macías-González
matrimonio. Junto con chismes y comentarios sobre modas, usos
y costumbres, el intercambio epistolar entre Calderón y su amigo
Pascual en 1842 narra la vida sexual poco ortodoxa del general
Gabriel Valencia, cuyas actividades vigilaba Calderón debido al
papel que había desempeñado en la caída de Bustamante en 1841.
Pascual informó a Calderón de los problemas maritales de Valen-
cia, quien al parecer compartía su lecho con su mujer y con un tal
José Álvarez.79 En sus cartas con Manuel Hernández, Calderón no
sólo recibía informes similares sobre Valencia, sino que también
escribía sobre el significado y las características de la amistad y la
masculinidad. Hernández se refería a Calderón como un joven en
proceso de convertirse en guerrero, e idealizaba su valor, juven-
tud, honor y lealtad, características aprendidas bajo la tutela de
Bustamante.80 Que la correspondencia entre ambos hiciera refe-
rencias veladas a la intimidad física en comentarios cifrados sobre
una masculinidad idealizada resulta muy sugerente.
Es evidente que, después de un año gozando del cuidado,
compañerismo y tutela de Bustamante, Calderón apreciaba los
usos y el significado de la amistad. Esto se revela en un inter-
cambio con su amigo Pascual en el verano de 1843, más de un
año después de haber partido de México. Es evidente cómo Cal-
derón y sus amigos idealizaron la amistad como una práctica y
un espacio donde se podía gozar, sin la menor sospecha, de una
intimidad homosocial que preferían y consideraban superior a los
enlaces heterosexuales. Calderón y Pascual se manifestaban mu-
tuamente su profundo afecto en las cartas mediante invocaciones
como “mi único y más querido amigo”. Se extrañaban mucho y,
para cuando Calderón volviera a México, planeaban pasar mu-
chas horas juntos. Pascual se mostraba especialmente ansioso por
el día en que “pueda estrecharte entre mis brazos [...] debes ima-
79
Pascual, México, 2 de abril de 1842, a jmc, París (?), caja 6, exp. 3, f. 4, agn-
jmc.
80
Manuel Hernández, México, 26 de abril de 1843, a jmc, caja 6, exp. 3, f. 10,
agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 43


ginarte que aquí hay gente que te extraña mucho, mucho más de
lo que tú puedes imaginarte”.81 A Pascual le complacía tener a
Calderón como su mejor amigo, especialmente porque él no po-
día encontrar tal grado de intimidad con las mujeres: “hoy en día
las mujeres no son nada como las de antaño, y encontrar entre és-
tas a un corazón educado, templado, como existieron una vez,
es difícil en este siglo. Encontrar tal mujer sería, para mí o para
ti, el equivalente de encontrar un tesoro. Convencido de esta im-
posibilidad, no estoy en ninguna prisa por encontrarla”.82 ¿Por
qué lo intentaría? Parecería que ya había encontrado su tesoro
afectivo en Calderón, a quien esperaba ansioso, y quien, además,
vuelve hecho “todo un hombre” tras sus viajes, conocimientos y
educación. Pascual atribuía esta transformación a la vida que su
amigo había llevado al lado de Bustamante; para él, era la expe-
riencia homosocial lo que había facilitado la madurez emocional y
social de Calderón. Con este desarrollo, según Pascual, el destino
premiaba a Calderón por su lealtad a Bustamante tras su caída del
poder, y ello le parecía honorable, admirable y moral. “Tu alma
–le escribió a Calderón– es hermosa y es un modelo de conducta”,
digna de emulación “por toda la juventud mexicana”.83
La correspondencia de Calderón también incluye cartas amo-
rosas dirigidas a mujeres, pero éstas, lejos de complicar nuestra
comprensión de su vida afectiva, confirman su homoerotismo.
Los textos en cuestión, algunos de ellos escritos en italiano a mu-
jeres que trató durante sus viajes y otros en español dirigidos a
mexicanas, los remitía dentro de las cartas enviadas a sus amigos,
como Valente Mejía. Estas curiosas epístolas se encuentran do-
bladas, escondidas entre los pliegues en que se guardan también
sus suspiros y sus deseos relativos a hombres viriles y sentimenta-

81
Pascual, San Ángel, 21 de junio de 1843, a jmc, Roma, caja 6, exp. 3, agn-
jmc.
82
Idem.
83
Pascual, México, 18 de enero de 1844, a jmc, Roma (?), caja 6, exp. 3, f. 16,
agn-jmc.

44 / Víctor M. Macías-González
les. La carta de Calderón del 15 de abril de 1843, dirigida desde
Roma a una cierta Rosarito y entregada a ésta por conducto de
Valentín Mejía, incluye muchas de las mismas frases sentimenta-
les intercambiadas con sus amigos y su protector. Le recordaba
que admiraba la belleza de su alma y la llamaba su “ángel”. Si
bien está lejos, promete que nunca la olvidará.84 Su tono es de
resignación. A diferencia de las misivas enviadas a sus amigos,
no habla de caricias ni de esperanzas de verla pronto, ni de ansias
de estar a su lado. Su amor por ella es todo menos físico; habla de
su alma, que, a diferencia del corazón, se asociaba menos al deseo
en el siglo xix. Entre Rosarito y Calderón lo que hay es una re-
lación platónica. Sus almas pudieron haberse agitado y él pudo
haber admirado su belleza, pero nunca le escribió que la amaba.
Es importante señalar que la carta fue enviada por medio de Va-
lente Mejía, a quien le pidió entregarla a su destinataria, pero
éste responde que, pese a su intento de dársela a Rosarito, falló.
Mejía aclara el hecho a su amigo en una carta del 23 de diciembre
de 1843, donde explica que, como no tenía ningún trato con la
familia de Rosarito, había tenido que recurrir a los buenos oficios
de un criado como intermediario, pero como éste había muerto
recientemente, no pudo entregar la carta.85 El asunto no vuelve a
figurar en la correspondencia entre ambos personajes.
Mediante sus amistades con hombres de su edad y con sus
mayores, los jóvenes galantes de las comitivas de estadistas logra-
ban no sólo fama y fortuna, sino también oportunidades, educa-
ción y la realización que resulta de encontrarse con semejantes.
En un intercambio entre Bustamante, Oseguera y Calderón, se
sugiere que la ventaja primaria de esta comunidad homosocial
era el sentido de la dicha y del compañerismo domésticos. Duran-
te el verano de 1844, los tres escribieron a fondo sobre sus planes

84
jmc, Roma, 15 de abril de 1843, a Rosarito, caja 6, exp. 2, f. 12, agn-jmc.
85
Valente Mejía, México, 24 de diciembre de 1843, a jmc, Nápoles, caja 6, exp.
2, f. 13, agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 45


de vida y estudio, al igual que de los aposentos ideales que para
ello requerirían en París, durante el invierno de 1844-1845. Sus
días se llenarían de actividades diseñadas para brindarles todas las
comodidades, los placeres y los ocios de esa capital. Por la ma-
ñana, tendrían lecciones de francés; Bustamante insistía en que
Calderón pasara por lo menos una hora diaria en perfeccionar su
francés escrito. Por la tarde, irían a pasear por las calles, visitarían
los pasajes comerciales, verían curiosidades y conocerían la ciudad
en todos sus aspectos; serían flâneurs y compartirían el placer de
sus aventuras y de las novedades inesperadas. Entonces pasarían
la tarde en alguno de los muchos “círculos” sociales o en el tea-
tro, y, de vez en cuando, practicarían la esgrima y otros deportes.
El propósito de esta agenda era adquirir vivencias, experiencias y
sensaciones que servirían como temas de tertulia durante las lar-
gas noches de invierno en la comodidad de sus albergues.
En sus cartas, describían en párrafos extensos la necesidad de
amueblar y ambientar correctamente los salones del departamento
que compartirían, en el cual pasarían sus tardes y noches juntos.
En este teatro de la representación y elaboración de la subjetivi-
dad, discutirían en privado lo observado en público, para mejor
comprenderlo y consolidar así su dominio de las normas moder-
nas y los papeles de género, clase y nación que observaban en Pa-
rís, esa gran Babilonia cuyos usos y costumbres eran tan distintos
de los suyos.86 La asociación de la gran intimidad al consumo, a
la exhibición y al arreglo de objetos y pertenencias específicas re-
fuerza el análisis de Leora Auslander, cuando se refiere a “actos de
consumo como actos de la producción”; en este sentido, el cómo-
do departamento era un lugar donde se compartían intimidades
emocionales que creaban una vida conyugal apropiada entre los
integrantes de la comitiva de Bustamante.87 La meta del arreglo,
86
Jean Baudrillard, The System of Objects, Londres, Verso Books, 2005, pp. 25-9;
Charles Rice, The Emergence of the Interior. Architecture, Modernity, Domesticity,
Londres, Routledge, 2007, pp. 10-7 y 19-36.
87
Leora Auslander, “The Gendering of Consumer Practices in Nineteenth-Cen-

46 / Víctor M. Macías-González
después de todo, era disfrutar de una intimidad que no podrían
encontrar de otra manera y dar solidez a su identidad individual y
diádica. Bustamante escribió a Calderón sobre la centralidad del
espacio doméstico de su relación: “viviremos juntos, hablaremos
de nuestras penas y placeres, gozaremos del comercio del alma,
exclusiva delicia de los que nacieron sensibles”.88 Dejando a un
lado el sugerente homoerotismo naturalizado “de los que nacie-
ron sensibles”, estos comentarios sugieren que, hacia la década de
los cuarenta en el siglo xix, los hombres que sostenían amistades
homosociales las utilizaron para explorar y entender la intimidad
afectiva intensa, que en algunos casos pudo haberse desarrollado
en un amor físico.

Conclusiones

La correspondencia íntima de ciertas redes de amistades homo-


sociales en el siglo xix revela, además de patrones de consumo e
ideas sobre el diseño de interiores, los distintos usos de la amistad.
El enlace facilitaba una herramienta de supervivencia median-
te la cual se tenía acceso al capital social, cultural y político. Ya
sea como secretarios y edecanes de hombres mayores o como
protectores y mecenas de jóvenes con los que se compartían te-
cho o cama, pagaban o recibían dinero para saldar deudas de
juego o para costear estudios, nupcias o carreras políticas, o bien
para hallar camino en alguna profesión o giro comercial.
La amistad apasionada fue clave en las vidas de hombres como
Calderón, pues les brindaba nuevas posibilidades emocionales y
oportunidades para realizarse (self-fulfillment), además de facili-
tar el autoconocimiento. La cultura emotiva que se aprovechaba

tury France”, en Victoria de Grazia (ed.), The Sex of Things: Gender and Con-
sumption in Historical Perspective, Berkeley, University of California Press, 1996,
p. 79.
88
ab, Ostende, 27 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 19,
agn-jmc.

Las amistades apasionadas y la homosociabilidad… / 47


en la amistad se adquiría del padre, padrino, patrón, protector,
compañero, colega y amigo a través de la conversación, la corres-
pondencia y las lecturas compartidas en el contexto de una cultura
popular que idealizaba la fraternidad homosocial. Esta viril cultu-
ra sentimental permitió a hombres como Calderón y Bustamante
articular y comprender lo que sentían por otros, y a usar el lengua-
je para expresar los fuertes lazos a través de los cuales construían
sus carreras, adquirían capital social y político, y lograban el éxito.
Bustamante realizó su carrera gracias a sus amistades y se valía de
ellas cuando las necesitaba. En último término, aunque heredó
sus bienes a su bastardo y a su parentela, precisó en su testamento
que su cuerpo se enterrara en San Miguel de Allende, pero que
su corazón se extrajera, se preservara y se depositara en una urna
junto a los restos de su gran amigo el emperador Agustín I.
Calderón siguió los pasos de Bustamante al establecer su re-
lación de amistad apasionada con Valentín Mejía. Después de
madurar bajo la tutela de Bustamante, unió su destino al de un
hombre de rango, edad, fortuna y carrera similares a los suyos.
Fue de esta unión de similares como surgió una vida de pareja en
la que, además de la convivencia cotidiana, se gozaba de afinidad
ideológica en las filas liberales. Al morir Calderón en el campo
de batalla, Mejía recogió, y veló y lloró el cuerpo, para luego dar-
le cristiana sepultura no obstante los impedimentos del clero, y
levantarle un monumento fúnebre cuya inscripción cifraba un
vínculo que, al parecer, en su tiempo y circunstancia, carecía de
nombre, aunque no fuera aislado. Además de los usos pragmáti-
cos y políticos de la amistad, ésta cobijaba otras posibilidades que
ameritan la atención de los historiadores.

48 / Víctor M. Macías-González

También podría gustarte