Victor Macias, Homosociabilidad PDF
Victor Macias, Homosociabilidad PDF
Victor Macias, Homosociabilidad PDF
Víctor M. Macías-González
Las amistades apasionadas y la homosociabilidad en la primera mitad del siglo XIX
Historia y Grafía, núm. 31, 2008, pp. 19-48,
Departamento de Historia
México
Historia y Grafía,
ISSN (Versión impresa): 1405-0927
historia.grafia@uia.mx, publica@uia.mx
Departamento de Historia
México
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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Las amistades apasionadas
y la homosociabilidad en la primera
mitad del siglo xix
Víctor M. Macías-González
Universidad de Wisconsin, La Crosse
Resumen
Además de servir como una útil categoría de análisis histórico, la amistad
puede ser un espacio fructífero para explorar las relaciones e identidades
no heteronormativas durante la época posterior a la patologización de
la homosexualidad a fines del siglo xix. Este artículo repasa la historio-
grafía anglosajona de estudios lesbicogays y de género, y la aplica a un
estudio de caso donde se analiza la correspondencia y los usos que de
la amistad hace el joven y elegante oficial José María Calderón y Tapia
entre 1830 y 1858.
Agradezco los comentarios de Rob Buffington, Gabriela Cano, Sarah C.
Chambers, George Chauncey, Ramón A. Gutiérrez, Donna Guy, Matt Kueffler,
Lawrence La Fountain-Stokes, Asunción Lavrin y Pablo Picatto, y de los lectores
externos anónimos de Historia y Grafía.
Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Conaculta, 1992, p. 285.
Ibid., p. 286.
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compañero. Su relación quizás se caracterizaría mejor como una
de amistad cuyo alto grado de intimidad se afirmaba mediante
el intercambio de ideas y opiniones, creando un lazo emocional
fuerte y un compañerismo estrecho. Al iniciar esta relación, Prieto
emplea de hecho la primera persona del plural, nosotros, en su na-
rrativa, sugiriendo que en pensamiento y acción él y Bustamante
eran un solo ser.
El entonces presidente sostuvo similares amistades apasiona-
das a lo largo de su carrera. Desde la colonia, la elite mexicana
empleaba vínculos interpersonales articulados mediante meca-
nismos afectivos, al igual que otras formas de “sabiduría social”,
como estrategia de supervivencia. Además de la relación con
Prieto, conocemos sus vínculos con sus edecanes Valentín Mejía
y José María Calderón y Tapia; su amistad con este último fue
tan célebre que mereció el comentario de sus biógrafos. Arroniz,
por ejemplo, llamó a Calderón el “leal y valeroso compañero”
de Bustamante. Otros nexos diádicos importantes en el mundo
político mexicano de la primera mitad del siglo xix incluyeron las
amistades de Bustamante con el general Agustín de Iturbide (tan
apasionada que, al morir, Bustamante dejó órdenes de que se le
extrajera el corazón para depositarlo junto a los restos mortales
del ex emperador), de Andrés Quintana Roo con José M. Morelos
y de Lucas Alamán con el filántropo Francisco de Fagoaga. Per-
Víctor Peralta Ruiz, Patrones, clientes y amigos. El poder burocrático indiano en
la España del siglo xviii, Madrid, csic, 2006, y Frédérique Langue, “Sensibilida-
des alternas. Nobles americanos, entre fueros y compadrazgos”, Nuevo Mundo,
Mundos Nuevos, Coloquios, 2007, puesto en línea el 5 de enero de 2007. url:
http://nuevomundo.revues.org/index3202.html. Consultado el 15 de octubre
de 2008.
Marcos Arroniz, Manual de biografía mejicana o galería de hombres célebres de
Méjico, París, Librería de Rosa Bouret, 1857, p. 88.
Bustamante ordenó que su corazón fuera extraído y depositado en la tumba
que él le había reservado en la Catedral Metropolitana en 1838. Véase Michael
Costeloe, The Central Republic in Mexico, 1835-1846: Hombres de Bien in the
Age of Santa Anna, Londres, Cambridge University, 1993, pp. 121-48. Prieto
narra la amistad de Quintana Roo con Morelos y Pavón en sus Memorias, pp.
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género y sexualidad sirvieron como importante demarcador de
la ciudadanía mexicana. Historiar ésta y otras amistades des-
de la perspectiva de género permite ampliar nuestro conocimiento
sobre la formación de identidades y relaciones de género paralelas
y distintas de las heteronormativas y, al mismo tiempo, recono-
cer el importante papel que la diversidad sexual ha desempeñado
en el desarrollo del país.
Igualmente, es importante subrayar que, con el fin de que la
historia de las sexualidades gane mayor aceptación en la acade-
mia, sus practicantes deben sujetarse a normas y prácticas profe-
sionales que, lejos de deslegitimar la academia queer, sirvan para
establecer sus cimientos en la academia mexicana. De nada sirve
“sacar del clóset” a un prócer o compilar una lista de amanerados
y asignarles alguna identidad o comportamiento desde el siglo
xxi. Lo importante es comprender, primero, cómo y con qué fin
la sociedad mexicana creaba categorías humanas a partir de la
sexualidad y, segundo, en qué momento y en qué circunstancias
de desarrollo político, económico y social se manifiesta la identi-
dad homosexual.10 Empezar como hace Fernanda Núñez Becerra
en su entrega, desde la genealogía de los discursos patológicos, es
acertado, pero también sería importante reconocer que la lucha
por la igualdad, desde un punto de vista histórico, surge dentro
del contexto de la evolución de un estado de derecho y desde la
madurez institucional y la formación de una cultura ciudadana.11
Las prácticas de amistad y los lazos afectivos de la primera mi-
McKee-Irwin, Mexican Masculinities, op. cit., pp. 7-11.
10
Un buen modelo es Richard Cleminson y Francisco Vázquez García, Los Invi-
sibles. A History of Male Homosexuality in Spain, 1850-1940, Cardiff, University
of Wales, 2007.
11
Al respecto, Beatriz González Stephan nos llama a reflexionar sobre el proceso
de autovigilancia y de autorreflexión, y de su vínculo con el espacio privado,
en “Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano. Del espa-
cio público y privado”, en Beatriz González Stephan et al., Esplendores y miserias
del siglo xix. Cultura y sociedad en América Latina, Caracas, Monte Ávila, 1993,
pp. 431-51.
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de “igualdad, mutualidad y reciprocidad en el amor” que crea
un nexo de connubio igualitario gracias a la semejanza de “rango
social, edad, masculinidad y poder social”.14
Tanto entre hombres de edad, clase, jerarquía y fortuna si-
milar es como dispares, y con variaciones que van de lo momen-
táneamente conveniente a lo longevo, las relaciones amistosas
proveyeron a quienes las entablaron un medio para el intercam-
bio mutuamente beneficioso del capital cultural, social y político.
Para los hombres “casados con sus carreras”, como los estadistas;
para el clero o, bien, para los solteros disolutos o los hombres sin
fortuna suficiente para sostener un hogar a la altura de su clase,
una amistad intensa o apasionada facilitaba una forma de realiza-
ción, en especial si los amigos viajaban o residían juntos, además
de explorar y cultivar un grado de domesticidad y de afecto que
no podían lograr los solteros. Fomentaban una forma de afecto
fraternal que proporcionaba cohesión social y estructuraba las no-
ciones del deber, el honor y la lealtad, creando así un sentimien-
to de responsabilidad intensa y dedicación compartida a través
de la cual se lograba el éxito personal en la Iglesia, las fuerzas
armadas o el Estado. Casi exclusivamente homosociales, y com-
plementarias de lazos familiares y enlaces de parentesco rituales
como el compadrazgo, las amistades de las figuras políticas, li-
terarias, militares y eclesiásticas con sus ayudantes, secretarios y
edecanes configuraron un extenso campo de vínculos a través de
los cuales fluían bienes, servicios, influencias y otros productos
A Journal of Lesbian and Gay Studies, vol. 6, núm. 1, 2000, pp. 97-9. La obra de
Halperin y otros historiadores estadounidenses gays ha merecido la crítica de gays
latinos e hispanoamericanos, por no incluir un análisis racial en su obra. Véase
Lawrence La Fountain-Stokes, “Gay Shame, Latina/o Style: A Critique of White
Queer Performativity”, ponencia presentada en Tepoztlán, Institute for Transna-
tional History of the Americas, Tepoztlán, Morelos, 23-30 de julio de 2008.
14
Halperin, “How to Do the...”, op. cit., p. 98. Merecería incluir “raza”, puesto
que muchas de las amistades aquí analizadas surgieron exclusivamente entre in-
dividuos de posición social privilegiada, provenientes, en apariencia, de la elite
criolla.
15
Una excepción notable fue la amistad entre Manuelita Sáenz y Simón Bolí-
var. Véase Sarah C. Chambers, “Republican Friendship: Manuela Sáenz Writes
Women into the Nation, 1835-1856”, Hispanic American Historical Review, vol.
81, núm. 2, 2001, pp. 225-57.
16
Thomas Smith Webb, El monitor de los masones libres, o Ilustraciones sobre la
masonería, Filadelfia, H.C. Carey & I. Lea, 1822, por ejemplo, nos ofrece un
texto riquísimo para analizar el lenguaje emotivo de principios del siglo xix.
17
McKee-Irwin amplía el tema.
18
La referencia a “imaginada” proviene de Benedict Anderson, Comunidades
imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, fce,
1993. Si bien Anderson sugiere que el nacionalismo fue acuñado a partir de la
cultura impresa, Catherine O’Donnell Kaplan propone, como aquí lo hago yo
respecto al caso mexicano, que también surge desde la escritura privada. Véase
Catherine O’Donell Kaplan, Men of Letters in the Early Republic. Cultivating
Forums of Citizenship, Chapel Hill, University of North Carolina, 2008, pp.
13-41.
19
Chambers, “Republican Friendship: Manuela Sáenz...”, op. cit., pp. 230-1.
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miento derechos y deberes recíprocos entre amigos contribuía al
orden social.
Las amistades también se convirtieron en laboratorios de una
esfera privada masculina de la domesticidad, la intimidad y la sen-
sibilidad que estructuró el sentido identitario de los individuos
y, en algunos casos, sirvieron para articular los “sentimientos del
amor apasionado y mutuo” dentro de un discurso libre del opro-
bio social.20 Las amistades podían encubrir enlaces no heteronor-
mativos porque, al igual que en el caso de las amistades femeninas
en Estados Unidos del siglo xviii, tales amistades “no aparentaban
ni criticaban ni desafiaban” el subsecuente matrimonio de las co-
partícipes.21 Algo similar ocurría en la amistad entre Bustamante
y sus edecanes, ya que en su correspondencia confiaba detalles
íntimos sobre su salud y su cuerpo, como diagnósticos médicos
basados en el color de su orina, su dieta y la descripción de su vida
diaria.22
La intimidad que estas amistades facilitaban entre hombres
complica y amplía nuestra comprensión de la masculinidad mexi-
cana decimonónica. Estos hombres no se ajustan al estereotipo
del varón afeminado –salvo, quizás, por su peculiar consumo de
bienes suntuarios–. Como protagonistas de la política del México
de la primera mitad del siglo xix, la mayoría de ellos ostentaban
una masculinidad marcial, viril, coqueta y elegante. Eran dados
a los duelos, el juego, la parranda y el movimiento constantes.
20
Halperin, “How to Do the...”, op. cit., p. 101.
21
Jeanne L. Stanley y Jacqueline S. Weinstock, “Friendship”, en Marc Stein
(ed.), Encyclopedia of Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender History in America,
3 vols., Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 2004, vol. 1, p. 414, y Carroll
Smith-Rosenberg, “The Female World of Love and Ritual: Relations between
Women in Nineteenth-Century America”, Signs, núm. 1, 1975, pp. 1-29.
22
Anastasio Bustamante (ab), Contrexéville, Francia, 30 de agosto de 1844, a
José María Calderón y Tapia (jmc), París, caja 6, exp. 5, f. 13; ab, Contrexéville,
Francia, 9 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 18; y ab, Estras-
burgo, 17 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 19, en Archivo
General de la Nación, Fondo Fernando Iglesias Calderón, Ramo Particulares,
México. En adelante agn-jmc.
28 / Víctor M. Macías-González
correspondencia entre amigos ayuda a profundizar nuestros co-
nocimientos sobre la genealogía de relaciones afectivas íntimas,
particularmente en pasajes de los textos donde los corresponsales
escriben nostálgicamente sobre el medio circundante de sus últi-
mos (o futuros) momentos de vinculación y de intimidad, como
los espacios interiores. Relaciones intensas de distintos tipos se
codifican en estas cartas, cruzando las fronteras entre la amistad
homosocial y la amistad homoerótica, y enmascarando, en algu-
nos casos, la intimidad física deseada en la narración: la amistad
intensa, apasionada, platónica, o los futuros enlaces imaginarios
con mujeres.25 La correspondencia de algunos amigos sobre sus
supuestos sentimientos hacia las mujeres pudo haber cifrado sen-
saciones de amor homosexual. Ciertos historiadores –algunos
polémicos, como el autor de la controvertida biografía queer de
Abraham Lincoln– han observado que tal correspondencia fue
“instrumento del desarrollo de las identidades sexuales individua-
les y relaciones de pareja”, y, en última instancia, “de la aparición
gradual de una comunidad lgbt”.26 Puesto que los corresponsales
pudieron haber censurado o destruido cualquier referencia epis-
tolar al amor y al sexo entre varones, es necesario que los histo-
riadores aprendan a leer alrededor de estos silencios. De hecho,
Rebecca Earle ha señalado que los intercambios de corresponden-
cia permiten mejorar nuestro historiar de “las intimidades domés-
ticas no mediatizadas” que no aparecen en las fuentes históricas
tradicionales, es decir los archivos de las súplicas o peticiones in-
dividuales a la Corona o el Estado llenas de “ficciones, cuentos y
25
Sobre el caso español, véase Patrick Paul Garlinger, Confessions of the Letter
Closet. Epistolary Fiction and Queer Desire in Modern Spain, Minneápolis, Uni-
versity of Minnesota Press, 2005, pp. ix-xxxviii.
26
Stanley y Weinstock, “Friendship”, op. cit., vol. 1, pp. 413-20. Me refiero a
C.A. Tripp, The Intimate World of Abraham Lincoln, Nueva York, Free Press,
2005, texto que amplía detalles sobre la supuesta relación de pareja entre Lin-
coln (cuando aún era soltero y tenía 28 años) y el joven Joshua Speed (de 23
años de edad), quienes compartieron lecho por 4 años. Lincoln dejó unas cartas
controversiales en que elogia los muslos de Speed.
27
Rebecca Earle, “Letters and Love in Colonial Spanish America”, The Americas,
vol. 62, núm. 1, 2005, pp. 43-4, y Natalie Zemon Davies, Fiction in the Archi-
ves: Pardon Tales and their Tellers in Sixteenth-Century France, Stanford, Stanford
University, 1987.
28
David Konstan, Friendship in the Classical World, Cambridge, Cambridge
University, 1997; Lorraine Pangle, Aristotle and the Philosophy of Friendship,
Cambridge, Cambridge University Press, 2002, y Real Academia Española de la
Lengua, Diccionario de autoridades, Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro,
1726, t. i, pp. 269-70.
29
Florentina del Mar, La amistad en la literatura española, Madrid, Alhambra,
1944. Me refiero a la iv Partida, título xxvii, “Del debdo que han los homes
entre sí por razón de amistad”.
30
Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras, Nueva
York, D. Appleton, 1880, p. 16.
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ata a la sociedad”.31 La amistad proporcionaba cohesión social;
al igual que la fraternidad dentro de la familia, creaba armonía
social.32 El amigo, como el ciudadano, era la base del orden y
contribuía al bien común.
La amistad unía a individuos mediante enlaces que facilitaban
su desarrollo personal. Los manuales utilizados para entrenar a los
futuros profesores de civismo, la nueva materia con que los libe-
rales secularizaban la instrucción moral religiosa, subrayaban la
importancia de la amistad para el bienestar general. Las ideas de
autores clásicos sobre la amistad expresados en textos como éste:
“el hombre tiene una tendencia a asociarse a otros para realizar sus
aspiraciones [...] para perfeccionarse [...] para lograr el progreso
material y moral de la sociedad” nos sugieren que los mexicanos
decimonónicos pensaban con frecuencia en el significado y la uti-
lidad de sus amistades para reflexionar sobre sí mismos.33 La no-
ción no era nueva. En el enlace íntimo, uno aprendía a madurar, a
transformarse; el amigo lo completaba y complementaba, lo ayu-
daba a crear una reputación ante otros. Su amigo o compañero lo
definía: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.34
Los escritores mexicanos decimonónicos sugerían que la amis-
tad no era ningún accidente; la amistad verdadera –caracterizada
particularmente por su función autorreflexiva– surgía solamente
donde había la posibilidad de un beneficio mutuo. Existía la idea
de que uno elegía a sus amigos. Un libro de consejos para los
jóvenes remitía a los lectores al significado y la operación de la
amistad:
31
José Rosas, Nuevo manual de urbanidad y buenas maneras, 30a ed., México,
Antigua Librería de Murguía, 1888, pp. 6-7.
32
Carreño, Manual de urbanidad y..., op. cit., p. 22.
33
Francisco Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, México, Oficina Tipográ-
fica de la Secretaría de Fomento, 1884, pp. 158-9.
34
Mauricio (seud.), Moral infantil o lecciones de moral para uso de los niños de
ambos sexos, 2a ed., México, Librería Católica de El Tiempo, 1893, p. 46.
35
L.A. Parravicini, Juanito. Obra elemental de educación para los niños y para el
pueblo, Madrid/Filadelfia, L. Johnson, 1853, p. 90.
36
Michel Foucault, “Friendship as a Way of Life”, en Ethics, Subjectivity, and
Truth. Essential Works of Foucault, 1954-1984, Nueva York, The New Press,
32 / Víctor M. Macías-González
correspondencia, al igual que las lecturas, la oratoria y la conver-
sación, facilitaba y permitía “el trabajo emocional requerido para
sostener una amistad”.37
Los lazos que Bustamante sostuvo con su edecán José María
Calderón y Tapia (Xalapa, Ver., 1820-Salamanca, Gto., 1858) re-
flejan muchas de las características de las amistades apasionadas.
Basada en parte en la relación entre el padre de Calderón y Bus-
tamante, la amistad de éste proveyó a aquél, al morir su padre en
1834, una figura sustituta que le ayudaría a madurar y, además,
acceso a un círculo de poder en que obtuvo educación, empleos,
viajes y otros beneficios.38 Bustamante utilizó un manejo expe-
rimentado del sentimiento para inculcar en “Pepe” Calderón el
cumplimiento del deber y la responsabilidad; lo educó y preparó
para la vida, y lo inició en la cultura afectiva masculina a través
de la cual se autorrealizaría. La correspondencia de Calderón con
sus amigos revela que, con el paso de los años, estas relaciones
fraternales aumentarían en intensidad e intimidad.
Pepe heredó la amistad de su padre con Bustamante, a cuyo
lado el general Calderón había militado. Después de la Indepen-
dencia, Calderón obtuvo ese mismo grado y gobernó Puebla.
No obstante sus hazañas contra López de Santa Anna (1828 y
1832), Calderón pasó por dificultades económicas.39 Tuvo que
trasladar a su esposa, Josefa de Tapia, y a su numerosa prole a
la Hacienda del Pateo, en Michoacán, al no poder sostenerlos
decorosamente en la capital, donde su rango exigía fuertes gastos
en ropa, muebles, servidumbre y convites.40 Para economizar, el
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manencia en Europa de 1833 a 1836.43 Durante este periodo,
Bustamante veló por Calderón y lo nombró teniente de milicia en
1836, capitán de infantería en 1839 y ayudante del general Gabriel
Valencia en 1840.44 Cuando Bustamante fue derrocado en 1841,
se fue del país y permaneció en Europa de 1842 a 1845, llevando
consigo a su sobrino Andrés Oseguera, a sus criados y a su protegi-
do.45 Conociendo los problemas económicos de los Calderón y de
los gastos que les aguardaban en Europa, Bustamante puso a Cal-
derón en la nómina del ejército como su ayudante e hizo que se
le adelantaran 300 pesos de viáticos.46 Bustamante cubría algunos
de los gastos de Calderón gracias a la pequeña fortuna que logró
reunir y depositar en el extranjero a raíz de las contratas que su
gobierno le hizo a su compadre Manuel Barrera Dueñas.47 Cuan-
do paró en Cuba rumbo a Europa en el invierno de 1841-1842,
parece haber pagado la ropa de que se surtió Calderón.48
Calderón, entonces un joven de 21 años, sustituyó a Guillermo
Prieto como favorito y como compañero de cuarto de Bustamante.
Acompañó a éste de 1841 a 1845 y en algunas cortas temporadas
43
José María Bocanegra, Memorias para la historia de México independiente,
1822-1846, 2 t., México, Imprenta del Gobierno, 1892, t. 2, pp. 790-819; y
Arroniz, Manual de biografía mexicana..., op. cit., pp. 80-9.
44
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 1, Sedena-Cancelados.
45
José Ramón Malo, Diario de sucesos notables, 1832-1853, 2 t., México, Patria,
1948, t. I, p. 204.
46
“Licencia del presidente provisional de 2 años, con sueldo, para trasladarse a
Europa, al comandante. jmc, México, 17 de noviembre de 1841”, caja 6, exp.
1, foja 4, agn-jmc.
47
Catherine Andrews, “The Political and Military Career of General Anastasio
Bustamante, 1780-1853”, tesis doctoral, The University of St. Andrews, 2001,
pp. 277-8; y Ana Lau Jaiven, “Negocios y riqueza en la Ciudad de México: el
caso de Manuel Barrera, 1800-1845”, tesis doctoral, México, uia, 2003. Agra-
dezco a la doctora Andrews y la doctora Lau Jaiven haber compartido su tra-
bajo.
48
Sobre los gastos de Calderón, véase caja 6, exp. 4, ff. 1-150, agn-jmc. Sobre
los arreglos que hizo Bustamante durante su ausencia del país, véase Andrews,
“The Political and Military...”, op. cit., p. 258.
49
ab, Jalapa, 16 de junio de 1845, al ministro de Guerra, México, leg. XI/III/1-
423, f. 315, Sedena-Cancelados.
50
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 1, Sedena-Cancelados.
51
Maestro Bocanegra, México, al Ministerio de Guerra, México, 14 de julio de
1842, exp. XI/IIII/1-423, 2 t., f. 302, Sedena-Cancelados.
52
Fernando Mangino, París, 30 de marzo de 1845, a jmc, París, caja 5, exp. 9,
f. 16, agn-jmc.
53
“D’aprés les ordres du Roi, le Grand-Écuyer a l’honneur d’inviter”, caja 7, exp.
2, f. 1, agn-jmc.
54
ab, s.l., 2 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 14; Fernando
Mangino, París, 30 de marzo de 1845, a jmc, París, caja 6, exp. 9, f. 16; Fernan-
do Mangino, París, 16 de abril de 1845, a jmc, París, caja 5, exp. 9, f. 19, J.M.
Gutiérrez de Estrada, Roma, a jmc, México, agn-jmc.
36 / Víctor M. Macías-González
Durante los tres años que permanecieron en Europa, Busta-
mante y su comitiva pasaban el otoño y la primavera en París, y el
invierno en Italia, principalmente en Roma, Génova y Nápoles,
entre diciembre y marzo. Durante los veranos, se dirigían a distin-
tos puntos: Calderón visitaba a su familia en Inglaterra y España
(donde llevaba un pleito testamentario), mientras que Bustaman-
te y Oseguera, de julio a septiembre, pasaban temporadas en las
playas y balnearios de moda. Cuando se apartaba de Calderón,
Bustamante paliaba su soledad buscando la compañía de otros
jóvenes, y llegó a ser mecenas y protector de varios mexicanos que
estudiaban en Europa.
En el verano de 1844, Bustamante conoció al pintor Juan Cor-
dero (1824-1884), recién llegado a Roma. Bustamante, al igual
que había hecho con Prieto y Calderón, le pagó algunas cuentas y
del erario público le asignó una pensión. También le hizo nombrar
agregado en la legación mexicana ante la Santa Sede.55 Cordero
expresó gratitud a su mecenas en una obra que remitió en 1845 a
la Academia de San Carlos como testimonio de sus adelantos ar-
tísticos en Roma: el cuadro “Orestes”, un guerrero griego mítico,
compañero de Pílades, cuya amistad fue arquetípica respecto de
las intensas amistades homosociales clásicas. La obra simbolizaba
el respeto y aprecio de Cordero por su amigo y protector.56
Si bien disfrutaba como turista, Bustamante seguía muy de cer-
ca los sucesos políticos en México. Cuando su principal enemigo,
Antonio López de Santa Anna, cayó del poder en diciembre de
1844, Bustamante alistó su vuelta. En la primavera de 1845, a pe-
sar de su edad y su enfermedad, prometió volver a México ante la
agresión inminente de Estados Unidos.57 Llegó a Veracruz el 16 de
55
Jean Charlot, “Juan Cordero: A Nineteenth-Century Mexican Muralist”, The
Art Bulletin, vol. 28, núm. 4, diciembre de 1946, pp. 251-2.
56
Francisco Zarco, “Don Juan Cordero”, La Ilustración Mexicana, núm. 2, 1851,
p. 137.
57
ab, París, a Ministerio de Guerra, México, 26 de marzo de 1845, leg. XI/III/1-
423, f. 309, Sedena-Cancelados.
58
Andrews, “The Political and Military...”, op. cit., pp. 271-5; ab, Jalapa, al Mi-
nisterio de Guerra, México, 16 de junio de 1845, leg. XI/III/1-423, f. 315, y
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 2, Sedena-Cancelados.
* El autor de este artículo usa indistintamente Valente Mejía y Valentín Mejía.
N. del Ed.
59
ab, a Ministerio de Guerra, 18 de diciembre de 1845, leg. XI/III/1-423, f.
317, Sedena-Cancelados.
60
“Hoja de servicios del coronel José María Calderón y Tapia”, caja 581, exp.
XI/III/4-7284, f. 2, Sedena-Cancelados.
61
Arroniz, Manual de biografía mexicana..., op. cit., p. 88.
62
Andrews, “The Political and Military...”, op. cit., pp. 255-305. Ninguno de sus
dos testamentos (de 1838 y de 1846) mencionan a sus amigos, pero sí reconoce
a tres hijos naturales, dos de los cuales murieron antes que él. Sólo le sobrevivió
Anastasio Bustamante y Treviño (1829-?), al que había educado en París. Éste
recibió la tercera parte de sus bienes. La hermana del general Bustamante, María
Anastasia Bustamante de Figueroa, y un hijo de ésta, Francisco Figueroa y Bus-
tamante, recibieron el resto. Véase ibid., pp. 277-8.
38 / Víctor M. Macías-González
carta de Mejía a Calderón, sugiere que éste acompañó a Mejía
a un nuevo puesto como oficial de aduanas en Mazatlán y, más
adelante, alrededor de 1850, a Matamoros.63 En 1852, Calderón
ya era comandante de escuadrón en el 4º cuerpo de caballería
de esa plaza.64 Por problemas económicos, pidió licencia de un
año en 1853.65 Después de reincorporarse al ejército a principios
de 1854, ascendió a teniente coronel y figuró en la plana de la
comandancia general del Distrito Federal. Al caer Su Alteza Sere-
nísima del poder en 1855, Calderón fue nombrado ayudante del
presidente interino, general Martín Carrera Sabat.66 Hacia 1856,
fue designado coronel de caballería. De esa época, hay una car-
ta de su amigo Salvador de Iturbide, príncipe mexicano, quien
informaba a Calderón de sus esfuerzos por hacerle nombrar co-
mandante general de la plaza de Tepic. Aparentemente, Calderón
tenía dificultades con su “hermano de Veracruz” (extraña refe-
rencia, porque Calderón fue el único hijo varón del matrimonio
del general Calderón con Josefa Tapia). Iturbide le suplicó: “no
te opongas a venir a ésta. Viviremos juntos y no la pasaremos tan
mal”.67 Si bien la propuesta de vivir juntos sugiere que Calde-
rón pasaba entonces por alguna dificultad con Mejía, la posterior
muerte de Iturbide, ocurrida al ahogarse en el río Tepic el 7 de
junio de 1856, no dejó fructificar los planes.
Dos años después, Calderón falleció en la batalla del Arroyo
Feo, cerca de Salamanca, Gto., el 10 de marzo de 1858. En una
63
Arista, ministro de Guerra y Marina, México, al jefe de la Plana Major, 22 de
mayo de 1850, caja 581, D/111/4/7284, f. 224, Sedena-Cancelados.
64
Juan N. Almonte, Guía de forasteros y repertorio de conocimientos útiles, México,
Imprenta de Ignacio Cumplido, 1852, p. 265.
65
jmc, Matamoros, a Ministerio de Guerra, 24 de febrero de 1853, caja 581,
D/111/4/7284, f. 224, Sedena-Cancelados.
66
“El gobierno dispone que el interesado pase al Estado Mayor del Presidente
para servir en clase de ayudante de su persona”, 16 de agosto de 1855, exp. del
coronel José María Calderón, caja 581, D/111/4/7284, f. 242.
67
Salvador de Iturbide, Tepic, 3 de mayo de 1856, a jmc, Veracruz, caja 6, exp.
8, f. s/n, agn-jmc.
40 / Víctor M. Macías-González
El marcado afecto entre Calderón y Bustamante es eviden-
te no sólo a partir de las intimidades compartidas (y extrañadas
durante las ausencias debidas a viajes), sino también de la sen-
sibilidad que aprende del general Calderón. Éste se refiere a su
amigo como “mi bienhechor”. Sabemos que Bustamante pagaba
las cuentas de Calderón, arreglo también evidente en la relación
de aquél con Prieto y con Cordero.72 Bustamante hizo mucho
por Calderón al incluirlo en su agenda social y presentarlo con
sus amigos y conocidos. Además, vigilaba sus estudios de cerca
y lo cultivaba mucho mejor que a sus hijos naturales, llenaba sus
días de diferentes oportunidades de aprendizaje y se encargaba de
sus lecciones diarias de francés y esgrima, dirigía sus lecturas y lo
llevaba a escuchar conferencias y realizar paseos.73
Que Bustamante veía y se preocupaba profundamente por su
Pigmalión, y que Calderón le estaba agradecido, es evidente en las
cartas que éste escribía también a su familia y sus amigos, quienes
lo elogiaban por aprovechar la gran oportunidad que Bustamante
le brindaba. Uno de ellos le escribió: “Deseo ardientemente que
vuelva Ud. muy ilustrado”.74 Otro amigo comentó: “volverá Ud.
un hombre completo, en sus viajes adelantará Ud. demasiado”.75
Valente Mejía, con quien pasaría casi quince años de su vida y con
quien Calderón compartía muchas de sus intimidades, le pedía
información sobre diversos temas: “Comuníqueme Ud. sus ade-
lantos en todas las materias”.76 También subrayaba la necesidad de
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matrimonio. Junto con chismes y comentarios sobre modas, usos
y costumbres, el intercambio epistolar entre Calderón y su amigo
Pascual en 1842 narra la vida sexual poco ortodoxa del general
Gabriel Valencia, cuyas actividades vigilaba Calderón debido al
papel que había desempeñado en la caída de Bustamante en 1841.
Pascual informó a Calderón de los problemas maritales de Valen-
cia, quien al parecer compartía su lecho con su mujer y con un tal
José Álvarez.79 En sus cartas con Manuel Hernández, Calderón no
sólo recibía informes similares sobre Valencia, sino que también
escribía sobre el significado y las características de la amistad y la
masculinidad. Hernández se refería a Calderón como un joven en
proceso de convertirse en guerrero, e idealizaba su valor, juven-
tud, honor y lealtad, características aprendidas bajo la tutela de
Bustamante.80 Que la correspondencia entre ambos hiciera refe-
rencias veladas a la intimidad física en comentarios cifrados sobre
una masculinidad idealizada resulta muy sugerente.
Es evidente que, después de un año gozando del cuidado,
compañerismo y tutela de Bustamante, Calderón apreciaba los
usos y el significado de la amistad. Esto se revela en un inter-
cambio con su amigo Pascual en el verano de 1843, más de un
año después de haber partido de México. Es evidente cómo Cal-
derón y sus amigos idealizaron la amistad como una práctica y
un espacio donde se podía gozar, sin la menor sospecha, de una
intimidad homosocial que preferían y consideraban superior a los
enlaces heterosexuales. Calderón y Pascual se manifestaban mu-
tuamente su profundo afecto en las cartas mediante invocaciones
como “mi único y más querido amigo”. Se extrañaban mucho y,
para cuando Calderón volviera a México, planeaban pasar mu-
chas horas juntos. Pascual se mostraba especialmente ansioso por
el día en que “pueda estrecharte entre mis brazos [...] debes ima-
79
Pascual, México, 2 de abril de 1842, a jmc, París (?), caja 6, exp. 3, f. 4, agn-
jmc.
80
Manuel Hernández, México, 26 de abril de 1843, a jmc, caja 6, exp. 3, f. 10,
agn-jmc.
81
Pascual, San Ángel, 21 de junio de 1843, a jmc, Roma, caja 6, exp. 3, agn-
jmc.
82
Idem.
83
Pascual, México, 18 de enero de 1844, a jmc, Roma (?), caja 6, exp. 3, f. 16,
agn-jmc.
44 / Víctor M. Macías-González
les. La carta de Calderón del 15 de abril de 1843, dirigida desde
Roma a una cierta Rosarito y entregada a ésta por conducto de
Valentín Mejía, incluye muchas de las mismas frases sentimenta-
les intercambiadas con sus amigos y su protector. Le recordaba
que admiraba la belleza de su alma y la llamaba su “ángel”. Si
bien está lejos, promete que nunca la olvidará.84 Su tono es de
resignación. A diferencia de las misivas enviadas a sus amigos,
no habla de caricias ni de esperanzas de verla pronto, ni de ansias
de estar a su lado. Su amor por ella es todo menos físico; habla de
su alma, que, a diferencia del corazón, se asociaba menos al deseo
en el siglo xix. Entre Rosarito y Calderón lo que hay es una re-
lación platónica. Sus almas pudieron haberse agitado y él pudo
haber admirado su belleza, pero nunca le escribió que la amaba.
Es importante señalar que la carta fue enviada por medio de Va-
lente Mejía, a quien le pidió entregarla a su destinataria, pero
éste responde que, pese a su intento de dársela a Rosarito, falló.
Mejía aclara el hecho a su amigo en una carta del 23 de diciembre
de 1843, donde explica que, como no tenía ningún trato con la
familia de Rosarito, había tenido que recurrir a los buenos oficios
de un criado como intermediario, pero como éste había muerto
recientemente, no pudo entregar la carta.85 El asunto no vuelve a
figurar en la correspondencia entre ambos personajes.
Mediante sus amistades con hombres de su edad y con sus
mayores, los jóvenes galantes de las comitivas de estadistas logra-
ban no sólo fama y fortuna, sino también oportunidades, educa-
ción y la realización que resulta de encontrarse con semejantes.
En un intercambio entre Bustamante, Oseguera y Calderón, se
sugiere que la ventaja primaria de esta comunidad homosocial
era el sentido de la dicha y del compañerismo domésticos. Duran-
te el verano de 1844, los tres escribieron a fondo sobre sus planes
84
jmc, Roma, 15 de abril de 1843, a Rosarito, caja 6, exp. 2, f. 12, agn-jmc.
85
Valente Mejía, México, 24 de diciembre de 1843, a jmc, Nápoles, caja 6, exp.
2, f. 13, agn-jmc.
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después de todo, era disfrutar de una intimidad que no podrían
encontrar de otra manera y dar solidez a su identidad individual y
diádica. Bustamante escribió a Calderón sobre la centralidad del
espacio doméstico de su relación: “viviremos juntos, hablaremos
de nuestras penas y placeres, gozaremos del comercio del alma,
exclusiva delicia de los que nacieron sensibles”.88 Dejando a un
lado el sugerente homoerotismo naturalizado “de los que nacie-
ron sensibles”, estos comentarios sugieren que, hacia la década de
los cuarenta en el siglo xix, los hombres que sostenían amistades
homosociales las utilizaron para explorar y entender la intimidad
afectiva intensa, que en algunos casos pudo haberse desarrollado
en un amor físico.
Conclusiones
tury France”, en Victoria de Grazia (ed.), The Sex of Things: Gender and Con-
sumption in Historical Perspective, Berkeley, University of California Press, 1996,
p. 79.
88
ab, Ostende, 27 de septiembre de 1844, a jmc, París, caja 6, exp. 5, f. 19,
agn-jmc.
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