C 651 97 PDF

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Sentencia C-651/97

DEBER GENERAL DE OBEDIENCIA DEL


DERECHO/IGNORANCIA DE LA LEY NO SIRVE DE
EXCUSA-Constitucionalidad

Puede afirmarse con certeza que no hay siquiera un jurista especializado en


una disciplina jurídica particular que pueda responder por el conocimiento
cabal de las que constituyen el área de su especialidad. Mucho menos puede
esperarse que un ciudadano corriente conozca todas las normas que se
refieren a su conducta. El recurso epistémico utilizado por el legislador es
más bien la ficción, de uso frecuente y obligado en el derecho, y que en el
caso específico que ocupa a la Corte puede expresarse de este modo: es
necesario exigir de cada uno de los miembros de la comunidad que se
comporte como si conociera las leyes que tienen que ver con su conducta. La
obediencia al derecho no puede dejarse a merced de la voluntad de cada uno,
pues si así ocurriera, al mínimo de orden que es presupuesto de la
convivencia comunitaria, se sustituiría la anarquía que la imposibilita. La
solidaridad social, un hecho inevadible que la Constitución reconoce para
construir sobre él conductas socialmente exigibles, ligada al artículo 13,
invocado por los demandantes como norma violada por el artículo
cuestionado, sirve más bien de fundamento al imperativo que él contiene, así
como el artículo 95 que establece de modo terminante: "Toda persona está
obligada a cumplir la Constitución y las leyes", constituyen sólido
fundamento de la disposición acusada que, por los motivos consignados,
debe ser declarada conforme a la Constitución.

PRESUNCION DE LA INOCENCIA E IGNORANCIA DE LA LEY

El sentido de dicha presunción es éste: Si a una persona se le imputa una


conducta jurídicamente ilícita, quien hace la imputación es quien debe
probarla. Ahora bien: el artículo 9 demandado no releva de esa prueba. Lo
que establece es algo bien distinto: que si a una persona se le atribuye una
conducta ilícita y se prueba que en realidad la observó, no es admisible la
excusa de que ignoraba la norma que hace ilícita la conducta. Cosa bien
distinta es que el agente haya incurrido en la hipótesis de la conducta ilícita
sin que le haya sido dado evitarla (conozca o no la norma que contempla el
supuesto). Se trataría allí de un caso fortuito o de una fuerza mayor,
perfectamente diferenciables de la ignorancia de la ley, y con efectos
jurídicos significativamente distintos.

PRESUNCION DE BUENA FE E IGNORANCIA DE LA LEY

Lo que dispone el artículo 83 de la Constitución, es que en las actuaciones de


los particulares ante las autoridades públicas, se presume que aquéllos no
actúan movidos por propósitos de engaño o dolo, y que si alguien asevera
que es ése el caso, debe probar su aserto. Tan próxima se encuentra esta
presunción a la de inocencia que son virtualmente inescindibles. Por tanto es
pertinente, con respecto a ella, el argumento anteriormente expuesto, a
saber: que si alguien aduce que ignoraba que su conducta torticera fuera
censurada por el derecho, la eficacia de tal argumento está jurídicamente
descartada.

PRINCIPIO DE IGUALDAD E IGNORANCIA DE LA LEY

Arguyen los actores que la norma acusada comporta un quebranto del


principio de igualdad consagrado en el artículo 13 de la Carta, puesto que
las circunstancias en que se encuentran los destinatarios de la ley, suelen ser
significativamente diferentes. Mientras algunos tienen fácil acceso a su
contenido, para otros (quizás la gran mayoría) tal acceso es imposible en la
práctica. Sobre el punto es pertinente observar lo siguiente: el artículo 13
citado, al recoger el postulado de la igualdad ante el derecho, lo que dispone
es precisamente lo contrario de lo que alegan los actores. Por que tal
igualdad comporta que, en principio, las personas son titulares de las
mismas potestades y destinatarias de las mismas obligaciones que el
ordenamiento jurídico determina.

JUSTICIA MATERIAL E IGNORANCIA DE LA LEY

La búsqueda de un ideal de justicia material consagrado en la Carta, no


puede confundirse con la posibilidad de que cada uno reclame la concreción
de ese propósito desde su particular perspectiva y según su concepción de lo
justo. Lo que debe determinarse es si en realidad la norma demandada
resulta contraria al orden justo que configura y anticipa la Constitución.
Para los efectos de esta sentencia, puede asumirse, a grandes rasgos, que las
normas que una persona puede ignorar, relevantes en el problema que se
analiza, se reducen a dos categorías: 1) las que imponen deberes; y 2) las
que indican modos de proceder adecuados para lograr ciertos fines. Sin
duda, las más importantes, en función del asunto planteado, son las que
pertenecen a la primera categoría, puesto que de su transgresión pueden
seguirse sanciones. La pregunta que debe plantearse es, entonces, la
siguiente: ¿es preciso para conocer los deberes de los que se es destinatario,
conocer las normas donde se originan? Dicha pregunta puede responderse
negativamente, por las elementales razones que a continuación se exponen:
1) Los deberes esenciales que a una persona ligan como miembro integrante
de una comunidad pueden captarse de manera espontánea mediante la
interacción social. Como reglas típicas de la segunda categoría, pueden
citarse las que establecen la manera de celebrar contratos. La inobservancia
de tales reglas no apareja propiamente sanciones sino más bien resultados
fallidos. Porque ellas funcionan de manera similar a las relaciones causales
del mundo físico. Es claro, desde luego, que el deber jurídico implícito en la
ficción supone, a la vez, una obligación ineludible a cargo del Estado:
promulgar las leyes, pues sólo a partir de ese acto se hace razonable la
efectividad de las consecuencias jurídicas que pueden seguirse de su
inobservancia.
Referencia: Expediente D-1698

Demanda de inconstitucionalidad contra el


artículo 9° del Código Civil.

Demandantes: Adriana Marcela Castro,


Deyanith Ruiz, Iveth Lorena Sanabria y
Nadia Susana Valderrama.

Magistrado Ponente:
Dr. CARLOS GAVIRIA DÍAZ

Santafé de Bogotá, D. C., tres (3) de diciembre de mil novecientos noventa y


siete (1997).

I. ANTECEDENTES

En ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, los ciudadanos


Adriana Marcela Castro, Deyanith Ruiz, Iveth Lorena Sanabria y Nadia
Susana Valderrama, presentaron demanda contra el artículo 9° del Código
Civil por violación del Preámbulo, y los artículos 2, 13, 83, 228, 229 y 230 de
la Constitución.

II. TEXTO DE LA NORMA ACUSADA

“Art.9: La ignorancia de la ley no sirve de excusa”.

III. DEMANDA

Las razones que llevaron a los demandantes a solicitar la declaratoria de


inconstitucionalidad del artículo 9° del Código Civil, son las siguientes:

- El artículo demandado contraría uno de los fines del Estado, cual es el de


garantizar un orden justo, expresamente contemplado en el Preámbulo y en el
artículo 2 de la Constitución, porque al exigir que los ciudadanos tengan un
conocimiento global de la ley, excluye de esta garantía a aquellas personas
que, por circunstancias ajenas a su voluntad o por el medio social en el que se
desenvuelven, tienen una información limitada. Al respecto los actores
afirman:
“¿Cómo se puede entender la existencia de este fin del Estado, en un país
como el nuestro, en donde el acceso al conocimiento de la ley se da por
medios restringidos? Con esto queremos decir que aunque existen los medios
idóneos, estos son limitados para un grupo de la población, así, no es igual el
acceso que tiene un habitante de la capital (con cultura promedio) al que
tiene uno de las zonas marginadas de Colombia. Por lo tanto no se puede
juzgar sobre los mismos parámetros a uno y otro, pues estaría alterando el
orden social justo, y de paso, volveríamos al establecimiento de una
responsabilidad objetiva….”

- De acuerdo con la presunción de buena fe, consagrada en la Constitución en


el artículo 83, si los particulares alegan como excusa el desconocimiento de la
ley se les debe creer y, a sí mismo, permitírseles la posibilidad de ser
exonerados por no advertir las consecuencias de que con su actuar estaban
violando una disposición legal. En otras palabras, "si todos actuamos de
buena fe como presume la Constitución, no es razonable, ni justo, ni
consecuente, ni adecuado, considerar que la ignorancia de la ley no sirve de
excusa".

- El precepto que contiene la norma demandada impide el acceso a la "función


pública de la justicia " de la que gozan todos los ciudadanos y niega el
derecho a una decisión justa, pues no permite que un ciudadano que en
realidad ignoraba la ley pueda tener un argumento válido en su defensa.
- Finalmente, el artículo 9° del Código Civil, viola el derecho de igualdad,
porque presupone que todos los habitantes se encuentran en las mismas
condiciones, sin tener en cuenta la situación real del sujeto frente a la ley.
Además, se aplica bajo un criterio de igualdad formal, alejado de parámetros
de equidad.

IV. INTERVENCIONES

1. Intervención del Ministro de Justicia y del Derecho

El Ministro de Justicia y del Derecho, a través de apoderado, presentó un


escrito en el cual expone las razones que, en su criterio, sustentan la
constitucionalidad de la disposición acusada, las cuales se resumen a
continuación:

- El conocimiento de la ley es un supuesto de convivencia y una construcción


jurídica que si bien no admite prueba, porque es imposible que todos los
habitantes de un territorio conozcan las normas vigentes, es indispensable
para conservar el orden jurídico de un Estado y para proteger los derechos,
garantías y deberes de sus asociados. Es decir, en estricto derecho, constituye
una presunción Juris et Jure sobre la que se asienta toda la organización
jurídica y social de las naciones civilizadas.
- La declaratoria de inconstitucionalidad del artículo 9° del Código Civil,
dejaría sin aplicación el artículo 95 de la Constitución, que establece que
"…Toda persona está obligada a cumplir la Constitución y las leyes…" , "por
cuanto permitiría llegar al absurdo de que algún asociado, alegando la
ignorancia de una ley que reconoce derechos ajenos, los desconozca." Es
claro que el cumplimiento de este deber establecido por la Constitución, es un
presupuesto necesario para preservar un orden justo y su cumplimiento no
puede ser desconocido.

- La promulgación de las leyes ha sido diseñada por el legislador como un


mecanismo idóneo para permitir un oportuno, adecuado y seguro
conocimiento de ellas por todos los habitantes del territorio colombiano. Por
lo tanto, entrada en vigencia la ley, y cumplidos los requisitos de
promulgación, su acatamiento debe ser obligatorio, sin que se pueda alegar
como excusa que se ignoraba.
- Como bien lo señaló la Corte Suprema de Justicia en sentencia de marzo 30
de 1978, "excluir de la obediencia de la ley a quien la ignora, equivale a
establecer un privilegio a su favor violatorio de la igualdad constitucional y
generador del caos en el orden jurídico".

- De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, el principio de


buena fe no tiene un alcance absoluto e ilimitado. Por el contrario, éste tiene
sus límites y condicionamientos en otro postulado fundamental, como es el de
la prevalencia del interés común. Por lo tanto, si se busca preservar el interés
general, que en este caso se traduce en la protección del orden jurídico y la
convivencia pacífica en sociedad, la presunción de buena fe debe ceder ante la
presunción de derecho según la cual la ignorancia de la ley no sirve de
excusa, sin que por ello se viole la Carta Política.

- La efectividad del derecho de acceso a la justicia presupone la existencia de


un régimen legal y la garantía de que el juez, con arreglo a la ley, garantiza la
igualdad de las partes en la solución del conflicto. Por lo tanto, prohibir que
una persona pueda alegar la ignorancia de la ley como excusa, lejos de limitar
este derecho, contribuye positivamente a hacerlo efectivo, toda vez que con
esta actitud se garantiza el orden justo, la tutela de los derechos de los
particulares y la buena marcha de la Administración de Justicia.

V. CONCEPTO FISCAL

Dentro de la oportunidad que para ello prevé el artículo 242-4 de la Ley


Suprema, el Procurador General de la Nación rindió el concepto de rigor y en
él solicitó a la Corte declarar exequible el artículo 9° de Código Civil.

En su opinión, el principio de derecho demandado, que está intrínsecamente


ligado a una de las características principales de le ley: la generalidad, no
puede excluirse del ordenamiento jurídico, porque tal actuación "conduciría
a la anarquía, toda vez que se llegaría al absurdo de dictar estatutos
especiales para determinados individuos con discriminaciones odiosas e
injustas". En otras palabras, la sujeción de la comunidad al ordenamiento
legal es un presupuesto para garantizar el desenvolvimiento de las relaciones
sociales en condiciones de igualdad y justicia.

VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Competencia

Al tenor de lo dispuesto en el artículo 241 numeral 5 del Estatuto Supremo,


esta Corporación es tribunal competente para resolver la presente demanda.

2. La pregunta que debe absolver la Corte:

¿Pugna la disposición contenida en el artículo 9° del Código Civil, con


principios consagrados en la Constitución Política de Colombia, tales como la
presunción de buena fe, la igualdad y la vigencia de un orden justo?

La respuesta a dicho interrogante, exige el esclarecimiento de algunos asuntos


fundamentales.

2.1. El deber general de obediencia del derecho.

La norma demandada, al no aceptar como excusa jurídicamente atendible la


ignorancia de las leyes, por parte de quien las ha infringido, contiene
implícito el deber de conocerlas.

¿Constituye ese mandato una presunción de derecho, como lo afirma un


numeroso grupo de doctrinantes? No parece correcto ese análisis, si se
considera -como hay que considerar- que las presunciones se fundan en lo que
ordinariamente ocurre y no es ése el caso, tratándose del conocimiento de las
reglas que conforman un ordenamiento jurídico. Más bien puede afirmarse
con certeza que no hay siquiera un jurista especializado en una disciplina
jurídica particular que pueda responder por el conocimiento cabal de las que
constituyen el área de su especialidad. Mucho menos puede esperarse que un
ciudadano corriente conozca todas las normas que se refieren a su conducta.
El recurso epistémico utilizado por el legislador es más bien la ficción, de uso
frecuente y obligado en el derecho, y que en el caso específico que ocupa a la
Corte puede expresarse de este modo: es necesario exigir de cada uno de los
miembros de la comunidad que se comporte como si conociera las leyes que
tienen que ver con su conducta.

2.2. Carácter socialmente necesario de este deber fundamental


El deber de observar el comportamiento prescrito por las normas jurídicas o
afrontar las consecuencias negativas que se siguen de su transgresión, es
presupuesto de todo ordenamiento normativo, bien sea que se lo formule
explícitamente, como en la norma que se analiza, o que se halle subyacente e
implícito, como en los regímenes donde prevalece el derecho consuetudinario.

La necesidad fáctica de ese presupuesto se confunde con el carácter


fatalmente heterónomo que ostentan las normas jurídicas, puesto que la
convivencia ordenada (propósito justificativo del Estado), no es dable si los
deberes jurídicos no son exigibles con independencia de las representaciones
cognitivas y de los deseos de quienes conforman la comunidad política. En
otros términos: la obediencia al derecho no puede dejarse a merced de la
voluntad de cada uno, pues si así ocurriera, al mínimo de orden que es
presupuesto de la convivencia comunitaria, se sustituiría la anarquía que la
imposibilita.

Porque es preciso admitir que en el seno de la comunidad pueden darse


diversos modos de enjuiciamiento de la conducta humana que se traducen en
valoraciones discordantes acerca de la licitud o ilicitud de un acto, cada una
de las cuales reclama para sí un título de prioridad. Es preciso entonces que
alguien, asumiendo una actitud personificadora de la comunidad, respaldado
en el poder soberano, establezca un esquema cierto e indiscutible a partir del
cual pueda calificarse la conducta humana, en tanto que conducta interferida,
como lícita o ilícita. El esquema en cuestión no es otro que la norma jurídica,
y la conformidad con ella la juridicidad.

2.3. La existencia de ese deber a la luz de la Constitución colombiana.

Lo que hasta aquí se ha dicho, muestra la necesidad de una norma como la


demandada y su presencia constante en los ordenamientos jurídicos más
disímiles, pero no dispensa de confrontarla con la Constitución colombiana
vigente, y particularmente con los principios que los actores juzgan
transgredidos, para poder concluir si su permanencia dentro de nuestro
ordenamiento se halla o no justificada. Pasa la Corte a ocuparse de ello.

2.3.1. Desconocimiento de la presunción de buena fe y,


consiguientemente, de la presunción de inocencia consagrada, en los
artículos 83 y 29 de la Constitución que, conforme al artículo 4, es
“norma de normas”.

El contenido de la disposición demandada no quebranta las presunciones


previstas en los artículos referidos, por las razones siguientes:

a) Presunción de inocencia (art. 29). El sentido de dicha presunción es éste:


Si a una persona se le imputa una conducta jurídicamente ilícita, quien hace la
imputación es quien debe probarla. Ahora bien: el artículo 9 demandado no
releva de esa prueba. Lo que establece es algo bien distinto: que si a una
persona se le atribuye una conducta ilícita y se prueba que en realidad la
observó, no es admisible la excusa de que ignoraba la norma que hace ilícita
la conducta. Cosa bien distinta es que el agente haya incurrido en la hipótesis
de la conducta ilícita sin que le haya sido dado evitarla (conozca o no la
norma que contempla el supuesto). Se trataría allí de un caso fortuito o de una
fuerza mayor, perfectamente diferenciables de la ignorancia de la ley, y con
efectos jurídicos significativamente distintos.

b) Presunción de buena fe. Lo que dispone el artículo 83 de la Constitución,


es que en las actuaciones de los particulares ante las autoridades públicas, se
presume que aquéllos no actúan movidos por propósitos de engaño o dolo, y
que si alguien asevera que es ése el caso, debe probar su aserto. Tan próxima
se encuentra esta presunción a la de inocencia que son virtualmente
inescindibles. Por tanto es pertinente, con respecto a ella, el argumento
anteriormente expuesto, a saber: que si alguien aduce que ignoraba que su
conducta torticera fuera censurada por el derecho, la eficacia de tal argumento
está jurídicamente descartada.

2.3.2.Quebrantamiento del principio de igualdad

Arguyen los actores que la norma acusada comporta un quebranto del


principio de igualdad consagrado en el artículo 13 de la Carta, puesto que las
circunstancias en que se encuentran los destinatarios de la ley, suelen ser
significativamente diferentes. Mientras algunos tienen fácil acceso a su
contenido, para otros (quizás la gran mayoría) tal acceso es imposible en la
práctica. Sobre el punto es pertinente observar lo siguiente: el artículo 13
citado, al recoger el postulado de la igualdad ante el derecho, lo que dispone
es precisamente lo contrario de lo que alegan los actores. Por que tal igualdad
comporta que, en principio, las personas son titulares de las mismas
potestades y destinatarias de las mismas obligaciones que el ordenamiento
jurídico determina.

Precisamente la disposición que hoy se cuestiona, fue demandada como


contraria al contenido del artículo 16 de la Carta anterior, que implícitamente
recogía el principio de igualdad. Y al desechar el cargo, dijo la Corte
Suprema, en fallo elaborado por el Magistrado Luis Carlos Sáchica: “Es la
igualdad jurídica, que otorga iguales facultades e impone idénticos deberes,
y da igual protección a unos y a otros. Esto es, se repite, una igualdad de
derechos y no de medios. Si no se acepta este principio, se rompe la unidad y
uniformidad del orden jurídico, atomizado en múltiples estatutos
particulares, o sea, en un sistema de estatutos privados privilegiados (…)
(…)Excluir de la obediencia de la ley a quien la ignora equivale a establecer
un privilegio a su favor violatorio de la igualdad constitucional y generador
del caos jurídico”1

Pues bien: aunque el artículo 13 de la Constitución actual es más enfático y


explícito en la consagración del principio de igualdad, los argumentos
transcritos de la citada sentencia son, en esencia, aplicables al caso sub-lite.

Ahora: como podría argüirse que si bien la norma acusada no quebranta la


igualdad formal, sí desconoce la igualdad real, al pasar por alto las diferentes
situaciones de hecho en que se encuentran los distintos destinatarios, volverá
la Corte sobre el punto, a modo de colofón, al exponer algunas razones
justificativas de la norma demandada, válidas, en general, contra todos los
argumentos esgrimidos por los actores.

2.3.3. Violación del preámbulo y de los artículos 2 y 229 de la


Constitución.

A juicio de los demandantes, exigir el cumplimiento de la ley a quien no la


conoce, implica un acto de evidente injusticia y, por ende, resulta violatorio
de uno de los fines del Estado colombiano, consistente en la vigencia de un
orden justo, y del acceso a la administración de una recta justicia.

Sobre el punto debe considerar la Corte que la búsqueda de un ideal de


justicia material consagrado en la Carta, no puede confundirse con la
posibilidad de que cada uno reclame la concreción de ese propósito desde su
particular perspectiva y según su concepción de lo justo. Lo que debe
determinarse es si en realidad la norma demandada resulta contraria al orden
justo que configura y anticipa la Constitución.

Puede considerarse violatoria de la justicia sin lugar a dudas, y


específicamente del orden justo prefigurado en la Constitución, una norma
que imponga una obligación a quien no se encuentra en condiciones de
cumplirla. “Ad imposibilica nemo tenetur” es un aforismo del derecho
romano, cuya vigencia no caduca. ¿Es ése el caso del artículo 9° demandado?
Pasa la Corte a examinar el punto.

Para los efectos de esta sentencia, puede asumirse, a grandes rasgos, que las
normas que una persona puede ignorar, relevantes en el problema que se
analiza, se reducen a dos categorías: 1) las que imponen deberes; y 2) las que
indican modos de proceder adecuados para lograr ciertos fines.

Sin duda, las más importantes, en función del asunto planteado, son las que
pertenecen a la primera categoría, puesto que de su transgresión pueden
seguirse sanciones. La pregunta que debe plantearse es, entonces, la siguiente:
¿es preciso para conocer los deberes de los que se es destinatario, conocer las

1
Corte Suprema de Justicia. Sala Plena, marzo 30 de 1978.
normas donde se originan? Dicha pregunta puede responderse negativamente,
por las elementales razones que a continuación se exponen:

1) Los deberes esenciales que a una persona ligan como miembro integrante
de una comunidad pueden captarse de manera espontánea mediante la
interacción social. Si se asume la perspectiva (indicada por Hart) del
observador externo, basta con mirar alrededor para observar ciertas
regularidades constantes en el comportamiento de los miembros particulares
de la comunidad, el aplauso o censura difusos y la respuesta de las
autoridades ante las conductas desviadas. El campesino sabe que si se
emborracha y riñe, corre el riesgo de que lo lleven a la cárcel porque, ha sido
testigo de lo que le ocurrió a su amigo, o alguien se lo ha contado. De esa
manera, de modo imperceptible va pasando de lo que el mencionado autor
llama aspecto externo del derecho , a su aspecto interno, puesto que infiere
que a él puede sucederle lo mismo.

Esto puede conceptualizarse diciendo que empieza a identificar la norma que


se aplica a su amigo como una norma que a él puede aplicársele en
circunstancias parecidas, aunque no sepa qué es una norma y nunca tenga
acceso a su texto. No es preciso, para saber que el homicidio está sancionado
con prisión, haber leído el código penal y ni siquiera el artículo concreto que
establece el castigo para quien mate a otro 2. De igual forma, para saber que
ciertos hechos o actividades están gravados con impuestos, no es preciso ser
un experto tributarista. A partir de esos ejemplos significativos pueden
pensarse muchas situaciones típicas de las que el ordenamiento jurídico
denomina conductas obligatorias.

Como reglas típicas de la segunda categoría, pueden citarse las que establecen
la manera de celebrar contratos. La inobservancia de tales reglas no apareja
propiamente sanciones sino más bien resultados fallidos. Porque ellas
funcionan de manera similar a las relaciones causales del mundo físico; v,gr:
si alguien, por ignorancia, no otorga escritura pública para enajenar un bien
inmueble, no padece un castigo. Simplemente no creó el título apto para
transferir la propiedad del bien. Del mismo modo que si alguien quiere cortar
un árbol y no usa el hacha o la sierra -instrumentos adecuados para tal fin-,
que el árbol siga en pie no es un castigo sino la consecuencia natural de no
haber procedido de modo idóneo. Tan absurdo sería pretender que se le
atribuyera efecto al conato de venta en consideración a la ignorancia del
frustrado contratante, como considerar derribado el árbol ante la acción torpe
de quien pretendiera abatirlo con una navaja. No son, pues, consideraciones
de orden ético, sino de orden fáctico las que determinan que esos, y no otros,
puedan ser los efectos consiguientes a la ignorancia de ese tipo de normas.

Aún pudiera considerarse otra clase de reglas de cuya ignorancia pueden


seguirse efectos negativos para el destinatario, a saber: las que atribuyen
competencias a ciertas personas o corporaciones para dictar normas capaces
2
De hecho el artículo 10 del Código Penal es de contenido esencialmente igual al 9 del Código
Civil que se viene analizando.
de vincular a los individuos. Pero con respecto a ellas, caben consideraciones
similares a las que se hicieron a propósito de las de la categoría 1. No es
preciso leer la Constitución ni el Código de Régimen Político y Municipal,
para enterarse de dónde emanan las reglas que deben ser reconocidas como
obligatorias. Aún las personas carentes de los conocimientos más elementales,
saben que los agentes de policía (significativamente identificados por
nuestros campesinos como “la ley”), los comisarios, los inspectores, los
alcaldes, los concejos municipales, ejercen autoridad sobre el resto de la
población.

Es claro, desde luego, que el deber jurídico implícito en la ficción supone, a la


vez, una obligación ineludible a cargo del Estado: promulgar las leyes, pues
sólo a partir de ese acto se hace razonable la efectividad de las consecuencias
jurídicas que pueden seguirse de su inobservancia.

No puede desprenderse de lo anterior que la educación juegue un papel


insignificante en el conocimiento del derecho y en el cumplimiento de los
deberes que de él se desprenden (aunque a menudo se utiliza para evadirlos
sin dejar rastro). Por esa razón, entre otras, el derecho a acceder a ella ocupa
un lugar importante en la Carta. Pero no puede argüirse razonablemente que
quienes carecen de educación o tienen dificultades para conocer la ley, se
encuentran imposibilitados para conocer sus deberes esenciales y que por
tanto deban ser relevados de cumplirlos.

Pero es más, las situaciones extremas son tomadas en cuenta por el legislador
para exceptuar la observancia de la norma imperativa (e imprescindible) que
se viene analizando. Así por ejemplo, el artículo 2346 del Código Civil
excluye a los menores de 10 años y a los dementes, de la responsabilidad
delictual o cuasidelictual, puesto que de ellos sí puede predicarse, en
principio, la incapacidad de acceder, por cualquier medio, al conocimiento de
lo que se ha establecido como debido e ilícito. Y el código penal, en el
artículo 10 ya citado -en concordancia con el 31-, excluye de la regla general
a los inimputables.

La solidaridad social, un hecho inevadible que la Constitución reconoce para


construir sobre él conductas socialmente exigibles, ligada al artículo 13,
invocado por los demandantes como norma violada por el artículo
cuestionado, pero que, como quedó expuesto, sirve más bien de fundamento
al imperativo que él contiene, así como el artículo 95 que establece de modo
terminante: “Toda persona está obligada a cumplir la Constitución y las
leyes”, constituyen sólido fundamento de la disposición acusada que, por los
motivos consignados, debe ser declarada conforme a la Constitución.

VII. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto la Corte Constitucional, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Declarar EXEQUIBLE el artículo 9 del Código Civil.

Cópiese, notifíquese comuníquese a quien corresponda, publíquese, insértese


en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el proyecto.

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Presidente

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado
.

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado
.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORON DIAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

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