Gonzalez-Karoi-act2 02
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Partiendo que una sociedad está conformada por diversos círculos, Craig en 1992
menciona que muchos de nuestras emociones que van moldeando nuestra
personalidad son limitados o aprobados, dentro de ciertos parámetros o estereotipos
propios de una sociedad. El círculo familiar donde nos desarrollamos primeramente es un
bosquejo de la sociedad y, mucho más importante, de la cultura que la forma. A temprana
edad y de manera inconsciente comenzamos a adquirir parte de la cultura de la sociedad
a la que pertenecemos, como lo es el lenguaje, al denominar “papá” o “mamá” a nuestros
progenitores, puesto que la cultura nos hace tomar al varón como el padre y al género
femenino como la madre, orientando la identidad sexual establecida por la cultura que nos
gobierna. Parte también de las reglas familiares (y por ende de la sociedad) para
comenzar a identificar el tipo de personalidad establecen que los infantes deben
desarrollar habilidades con objetos y así ver que emociones demostramos; el contacto
con los juguetes y el sentido de arraigo y pertenencia nos permite saber que, como todos
seres humanos, somos sensibles e inclusive capaces de “comunicar de una manera
verbal o no verbal” (Fournier, 2002; p.108). La relación de sonidos e imágenes que
captamos formante parte de la conformación de la personalidad y el autoconcepto, la
aceptación o rechazo de éstos moldean nuestros gustos o disgustos, el ver un monstruo
en la televisión genera emociones como el temor, caso contrario al ver una caricatura.
En este sentido, “la teoría del aprendizaje social afirma que los humanos aprenden la
mayor parte de su conducta a través de la observación de modelos” (Suria, 2010;
p.2). La manera en como nuestros padres nos educan lleva de por medio dos acciones en
la forma en como ellos recibieron esa información: primeramente toman los aspectos más
importantes tal cual fueron dados, como lo menciona la teoría antes mencionada, y por
otro lado llegan a omitir ciertos aspectos que no fueron tan gratos para ellos, llegando al
punto de permitirles acciones que sobrepasan los límites, donde se generan o dan
conductas violentas hacia los padres. Dentro de su artículo sobre la teoría del niño
emperador en 2007, Garrido establece que estas conductas donde el niño viola los
límites que los padres imponen son ocasionadas por actitudes violentas que no
llegan a ser controladas, provocando en un futuro una forma de ser inadaptada dentro
de la sociedad. Tomando en consideración este punto, concuerdo que la violencia que se
puede generar desde pequeño debe ser corregida, sin embargo no comparto que sea la
única razón por la cual se generen personalidades sanas. Se han mostrado experiencias
durante los últimos años que este tipo de crianza conlleva a tener una personalidad de
conformismo o poco esfuerzo por la obtención de cosas, acompañado de la solapes de
acciones, impidiéndoles en un futuro un sano desarrollo dentro de la sociedad.
Fenómenos como el que los jóvenes no trabajen ni estudien y sean aún mantenidos por
los padres es consecuencia de la crianza de éstos, y como un sentimiento de culpa,
existen chantajes que se ejercen por parte de los hijos.
Por otro lado, y como parte del desarrollo humano, nos compete ir incluyéndonos en
círculos sociales más grandes, donde llevamos con nosotros un conjunto de valores y
formas de comunicación que nos inculcaron en la familia. La interacción con otros seres
es en un principio difícil, puesto que lo desconocido siempre ha generado miedo o
desconfianza, sin embargo al ir conviviendo con diversas formas de pensar, aceptamos
algunas conductas debido a que son iguales o semejantes a las que nos inculcaron y
rechazamos otras que por lo regular no sabemos qué hacer con ellas, comenzando a
formar estereotipos que pueden concatenar a ideas y personalidades. En el kínder no se
le habla a un niño porque su apariencia no es agradable o porque su forma de hablar es
rara, esto provoca aislamientos que a futuro generan consecuencias en la forma de
relacionarnos y por ende de comunicarnos. Aparenta ser cruel, pero es una realidad
propia de la edad infantil, por lo que la regulación de dichos comportamientos por el
docente toma importancia, pues acepta, cambia, moldea o corrige las conductas de los
niños y jóvenes con la finalidad de tener una sociedad sana, en la manera de lo posible.
3.- De la Peña F., ME, Graña G., D. (2009). “Conducta antisocial en adolescentes:
factores de riesgo y de protección”. Madrid: Universidad Complutense de
Madrid, p.33.
4.- Garrido G., V. (2007). El síndrome del emperador y sus desafíos en el ámbito
científico y profesional. Disponible en:
http://reddecriminologia.blog.uces.edu.ar/files/2014/03/Vicente-Garrido-Genov
%C3%A9s.pdf, Consultado el: 16 de Febrero de 2019.